“Hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos
de obstáculos”. En este sentido, se conoce "en contra del conocimiento
anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza la espiritualización".
Lo que está oculto está encerrado. Analizando la referencia a lo oculto,
es posible caracterizar lo que llamaremos el mito de lo interior y luego el mito más profundo de lo íntimo.
No es fácil desprenderse de lo maravilloso una vez que éste ha otorgado
su confianza, y durante mucho tiempo, obstinadamente, se trata de racionalizar la maravilla, en lugar de reducirla.
La pedagogía se nos ofrece para comprobar la inercia del pensamiento
que acaba de satisfacerse con el acuerdo verbal de las definiciones.
Con esta satisfacción del pensamiento generalizante, la experiencia ha
perdido su aguijón.
Frente a lo real, lo que cree saberse ofusca lo que debiera saberse.
El conocimiento científico nos prohíbe tener opiniones sobre cosas que
no conocemos bien, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente.
Hay que examinar cuidadosamente todas las seducciones de la facilidad,
pues inmovilizan el pensamiento.
El espíritu científico debe formarse reformándose, contradiciéndose,
contradiciendo al maestro, porque sólo puede amarse aquello que se destruye… Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu nunca es joven. Es, incluso, muy viejo porque tiene la edad de los prejuicios.