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EL CISNE

Una aproximación a su problemática

¿Rehabilita la rehabilitación?
Disponible en http://www.elcisne.org/noticia/rehabilita-rehabilitacion/767.html

La rehabilitación, el mejoramiento de la calidad de vida, la integración son términos que


discurren en el vocabulario oficial gubernamental y no gubernamental. Como tales, forman
parte de las políticas que históricamente se fueron desarrollando a lo largo del tiempo para
dar respuesta a la problemática de las personas que presentan dificultades físicas y
psíquicas. Pero la pregunta que surge cuando se observan las contradicciones entre la
rehabilitación médica y la realidad es: ¿rehabilita la rehabilitación?

Con el solo motivo de contextualizar históricamente el siguiente análisis, es necesario


ubicar, de manera breve y concisa, los acontecimientos más relevantes en cuanto al devenir
del mundo Occidental desde mediados del siglo XX; más precisamente, aquellos sucesos
que tuvieron lugar entre las décadas del 40 y el 50. Esta coyuntura histórica se revela
decisiva en nuestro trabajo por varias cuestiones: a) la formulación y puesta en marcha del
Plan Beveridge1 (Inglaterra 1942), garantizando, por parte de todos los Estados, el derecho
a la salud a todos sus ciudadanos. Lo que hasta el momento era entendido como “el
concepto del individuo sano al servicio del Estado, es sustituido por el Estado al servicio del
individuo que goza de buena salud”2; b) el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945; c)
Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948; c) las grandes epidemias de
poliomielitis de mitad de siglo; d) la creciente industrialización y los accidentes de trabajo
que con ella se multiplican; e) los importantes avances que la medicina del pasado siglo
alcanzó en materia de controlar y prolongar la vida. Acontecimientos, entre otros, que
hicieron posible la emergencia de una serie de discursos -orientados principalmente a
justificar, validar, y legitimar tanto prácticas asistenciales como decisiones político-
económicas- que terminarían confluyendo en “un conjunto de medidas sociales, educativas
y profesionales para preparar o readaptar al individuo, con el objeto que alcance la mayor
proporción posible de capacidad funcional”3, esto es: “rehabilitación médica”4.
Este corpus heterogéneo de prácticas y discursos en un inicio, y ciencias de la rehabilitación
en nuestros días, se encargarían del tratamiento, la inserción y la integración social de los
individuos denominados inválidos, lisiados o incapacitados, quienes aparecen como un
sector poblacional tan significativo como numeroso en las sociedades europeas de mitad del
pasado siglo. Dicha población se reviste, en aquellos tiempos, de un extraño valor que, para
una lógica capitalista, se explica de la siguiente manera: por un lado, tan vasto conjunto de
individuos, por su volumen y su origen mayoritario (hombres veteranos de guerra)
provocaban a las economías estatales un déficit de mano de obra, de producción y, al
mismo tiempo, exigían a sus países ser recompensados; por otro lado, se convertían,
paradójicamente, en un mercado relativamente sustancioso. Parte de lo hasta aquí
esbozado puede vislumbrarse en la cita que sigue:
“Rehabilitación no es una serie de técnicas, ¡es una norma de vida! Todo hombre tiene
derecho a vivir la mejor vida que pueda con lo que le queda (…) Aquí en New York hemos
ahorrado cantidad de dinero sacando numerosos pacientes crónicos de los hospitales y
habiendo conseguido que vuelvan a trabajar, y demostrando con eso al gobierno el ahorro
que ello representa”5.
Ahora bien, el concepto de dispositivo, en el contexto de la producción teórica del pensador
francés Michel Foucault (1926-1984), nos posibilitará realizar un abordaje analítico de la
rehabilitación médica -que, como señalamos, podemos ubicar como un corpus disciplinar
enmarcado dentro de las denominadas ciencias de la salud- en relación a sus objetivos y
funciones socio-políticas. El siguiente análisis pretende situarse, fundamentalmente, en el
período histórico6 desde el cual emerge dicho corpus práctico-discursivo, y en el que, al
mismo tiempo, es puesto a trabajar.
Un dispositivo puede ser caracterizado de la siguiente manera:
“En primer lugar como un conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos,
instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas
administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en
resumen los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no dicho. El
dispositivo es la red que puede establecerse entre estos elementos (...); en segundo lugar, la
naturaleza del vínculo que pueda existir entre estos elementos heterogéneos (...)
Resumiendo, entre esos elementos discursivos o no, existe como un juego, de los cambios
de posición, de las modificaciones de funciones que pueden, estas también, ser muy
diferentes.
“En tercer lugar por dispositivo, entiendo una especie -digamos- de formación, que en un
momento histórico dado, tuvo como función mayor la de responder a una urgencia. El
dispositivo tiene pues una posición estratégica dominante”7.
Existirían, según el filósofo, dos momentos fundamentales en las génesis de los
dispositivos:
“Un primer momento que es en el que prevalece un objetivo estratégico. A continuación, el
dispositivo se constituye propiamente como tal, y sigue siendo dispositivo en la medida en
que es el lugar de un doble proceso: proceso de sobredeterminación funcional, por una
parte puesto que cada efecto, positivo o negativo, querido o no, llega a entrar en resonancia,
o en contradicción, con los otros, y requiere una revisión, un reajuste de los elementos
heterogéneos que surgen aquí y allá. Proceso, por otra parte, de perpetuo relleno
estratégico”8.
Entonces, un dispositivo es el resultado de la permanente relación que un conjunto
heterogéneo de elementos mantienen entre sí, con una cierta orientación estratégica. Su
constitución, aparición, no es ajena a objetivos estratégicos-políticos; y su función, en un
momento histórico dado, está fundamentalmente destinada a responder a una urgencia.
Ésta bien puede ser la de controlar una masa de población flotante que a una sociedad
determinada le resulta embarazosa.
Como postulamos renglones atrás, los inválidos, lisiados, incapacitados conformaban en los
años posteriores a la segunda guerra mundial una población flotante que debió ser
ordenada y controlada, precipitadamente, por los Estados involucrados en tan devastador
suceso histórico. En otras palabras, una de las urgencias, uno de los problemas a solucionar
que se les presenta a los Estados de posguerra podría plantearse en estas direcciones: ¿qué
hacer con la enorme cantidad de sujetos denominados incapacitados, lisiados, inválidos,
que la guerra había provocado?
Siguiendo esta perspectiva de análisis, la rehabilitación médica puede ser pensada como un
dispositivo que respondió, y responde aún, a ciertas estrategias políticas de poder. Desde
luego que este dispositivo no estuvo dado de una vez, ni es reciente. Podemos inferir que la
posibilidad de su constitución, existencia y permanencia se apuntala y consolida en una
modalidad de ejercicio del poder, que aparece entre mediados y fines del siglo XVIII en
occidente, denominada por el genealogista: Biopoder9.
En el intento de situar lo que consideramos un punto nodal y oscuro, y por ello mismo
problemático, sobre el que viene girando el dispositivo rehabilitador desde mediados del
siglo XX, creemos necesario formular los siguientes interrogantes:
¿En qué medidas, y sobre quiénes, los objetivos del dispositivo de rehabilitación -estos son:
integrar socialmente y mejorar la calidad de vida de los sujetos discapacitados- encuentran
las posibilidades de su cumplimiento? Resumiendo, ¿la rehabilitación rehabilita?

Primera cuestión:
¿La rehabilitación mejora la calidad de vida?
Seguramente, se nos dirá, pero, ¿cómo saberlo fehacientemente; en qué momento este
objetivo se halla realizado?
Comencemos pensando que hay un saber que por suerte no poseemos, que nos está negado,
esto es, cómo mejorar la calidad de la vida, cómo vivir mejor. Todo aquel que transite algún
tiempo por este mundo sabe que no existe poseedor alguno de un saber sobre el buen vivir,
un conocimiento clave que pueda ser transmitido y utilizado por otros para mejorar sus
vidas. Por supuesto que hay algunos, demasiados, conocimientos y saberes, pero no uno.
Estas clases de saberes sobre la vida quizás sirvan, de vez en cuando y únicamente, para
uno mismo y sus hijos. Pero dejemos nuestras conjeturas a un lado e intentemos responder
a la cuestión antes planteada.
El concepto de calidad de vida comienza a aparecer en el discurso de la rehabilitación como
un objetivo nada menor. Podríamos decir, haciendo una analogía musical, que aparece a
modo de una segunda voz junto al afinado objetivo de integración e inserción social. Más
allá y más acá de toda integración, la rehabilitación actual se propone mejorar la calidad de
vida del paciente o cliente-discapacitado. Se nos podrá decir que la integración social es
parte del gran objetivo de calidad de vida. O, contrariamente, que mejorada la calidad de
vida los objetivos de la rehabilitación están siendo cumplidos. Sí, es cierto, y es justamente
esto lo que vamos a reprocharle: que los objetivos que siempre prometió y promete la
rehabilitación se incluyan dentro de un discurso tan inconsistente como lo es el de la
calidad de vida; que un objetivo como el de calidad de vida englobe, o más bien represente,
la finalidad de las prácticas rehabilitadoras, nos está señalando que el eje por el cual se
pensaba la problemática de la rehabilitación-discapacidad se ha corrido. Se ha pasado de la
preocupación por la inserción e integración social, al problema de la calidad de vida. Que,
como veremos más adelante, este último no es ningún problema; más bien, para decirlo de
otro modo, que no lo sea es el mayor problema de todos.
Vemos reflejado lo que estamos tratando de decir en la insistente recurrencia al concepto de
calidad de vida cuando se habla de los objetivos de la Rehabilitación Médico-Kinésica. Ya
sea en libros, revistas, conferencias, etc., calidad de vida es lo que se promete. Solamente
bastará leer10 el prefacio del libro “Krusen, Medicina Física y Rehabilitación”11, donde este
concepto aparece 16 veces en sólo dos páginas, o “Rehabilitación: Enfoque integral”, de
Doreen Bauer, por nombrar algunos, libro en el cual podemos hallar definiciones como la
siguiente:
“Entre todos debemos demostrar en el día a día que la rehabilitación no es sólo un tercer
nivel asistencial, sino que, en el común objetivo de calidad de vida, es asimismo un primer
nivel de actuación”12.
Ahora bien, ¿qué podemos entender por este objetivo llamado calidad de vida? Recurriendo
al filósofo Tomás Abraham, diremos que la calidad de vida13 es un concepto, una noción,
un lenguaje de nuestro tiempo con características imperiales. Y es imperial porque no
reconoce fronteras. Por estos días, la calidad de vida va desde viajar, pasando por tomar
agua mineral, a tener un auto; de practicar yoga, a tener un buen par de zapatillas; de
dormir ocho horas por día, a poder estudiar; de que recojan la basura a determinada hora, a
tener obra social; de comer alimentos con bajo porcentaje graso, a poder comer, y por
supuesto acceder a servicios de rehabilitación si se los necesita. En palabras del filósofo:
“Uno de los rasgos de la máquina burocrática es la organización de una sociedad
terapéutica que difunde el virus de la hipocondría para imponer una dietética imperial. A
esto se lo llama calidad de vida14 (…) La calidad de vida no tiene límites, siempre se la
puede mejorar”15.
Entonces, ¿cómo es posible saber cuándo mejora la calidad de la vida? A menos que
postulemos que todo sea calidad de vida, lo cual equivaldría a que nada lo fuera en
absoluto, nos hallaremos con una problemática de difícil solución. Una cosa es saber
cuándo mejora la fuerza y la coordinación neuromuscular de alguien que no podía pararse
debido a una debilidad muscular, patología u otro motivo, y luego de un plan de
entrenamiento o tratamiento se para; y otra muy distinta es decir que mejoró su calidad de
vida. Pero asimismo y todo se podría arriesgar una respuesta: la calidad de vida mejora
cuando el otro, o uno mismo, lo dice y no antes. Ya que para algunos pasará por poder
adelgazar, mientras que para otro por aprender un idioma, y para un tercero quizás no pase
por ningún lado. Desde nuestra perspectiva no deja de ser claramente visible el relativismo
y la dispersión que encierra un concepto como el de calidad de vida.
Repetiremos las palabras de Abraham así, por un lado, cerramos esta cuestión y, por el
otro, la abrimos definitivamente: la calidad de vida es un concepto imperial porque no tiene
límites, siempre puede mejorarse. Y agregaremos: puede, por ello mismo, empeorar
persistentemente.
Por último, un objetivo que tenga como blanco conceptos como el de calidad de vida está
revestido de una inconsistencia absoluta, y nos lleva hacia una problemática que debería ser
estudiada desde una perspectiva que involucre en su análisis cuestiones como el saber, el
poder y los efectos de dominación que estos producen y perpetúan.

Segunda cuestión:
¿La rehabilitación integra socialmente?
De acuerdo con la OMS16, el gran objetivo de la Rehabilitación fue y sigue siendo integrar y
reinsertar17 a las personas con discapacidad, como miembros productivos, a una
comunidad determinada. ¿Se puede decir efectivamente que este objetivo se cumple? Es
cierto que en los tiempos que corren los procedimientos y tecnologías médicas,
kinesiológicas -físico-terapéuticas-, junto a los avances tecnológicos, no dejan de
sorprendernos. Sus objetivos específicos: físicos-médicos-funcionales las más de las veces
se hallan realizados. De todos modos el malestar no deja de hacerse escuchar por parte de
aquellos que siguen sin igualdad de oportunidades, sin integración18. Individuos
discapacitados con servicios terapéuticos y nuevas tecnologías a su alcance -según
posibilidades económicas particulares-, pero que se reconocen excluidos, afuera,
marginados. Más bien adentro, integrados, en circuitos cerrados de habilitación, de
objetivación, de permanente subjetivación19; en el espacio de la más exterior de las
interioridades.
Entonces, si se postula que en el caso de las prácticas terapéuticas la Rehabilitación cumple
con sus promesas; pero que en cuestiones de infraestructura, transporte e inserción laboral,
por nombrar algunas, deja mucho por desear; esto es, que por un lado rehabilita y por otros
no, debemos suponer -ya que los opuestos, por una cuestión puramente lógica, se terminan
excluyendo- que la estrategia política Rehabilitadora resulta absolutamente nula respecto a
sus intenciones explícitas; estas son, recordemos: integrar y reinsertar socialmente a
determinados sujetos. Quizás el dispositivo de la Rehabilitación, su funcionamiento y
permanencia, esté dado por este confuso juego de afirmación y negación, de habilitación y
restricción, de funcionalidad y exclusión. Al ser médicamente útil y a la vez socialmente
inofensivo, estéril, queda evidenciado que el objetivo de integración e igualdad de
oportunidades no se cumple como debiera. Es más, diremos que se cumple como puede. Sin
por ello dejar de pensar que el poder no deja de querer que así se siga cumpliendo.
Entonces, si el gran objetivo no se realiza, la rehabilitación, al menos en el contexto socio-
histórico-político de nuestro país, bien podríamos deducir, no estaría rehabilitando.
Para concluir y, al mismo tiempo, dejar trazados algunos posibles lineamientos a seguir,
expondremos una última, pero no por ello acabada, reflexión. Si el dispositivo estratégico
político de la rehabilitación no estaría cumpliendo con sus objetivos, esto es rehabilitar -
integrar, brindar igualdad de oportunidades y mejorar la calidad de vida- y a pesar de eso
sigue existiendo y en continuo movimiento, su funcionamiento y sus usos deben estar
siéndoles útiles a una sociedad para otros fines, distintos a los que se proponen
explícitamente20. Desde ya que estamos hablando de política, ¿de qué más podríamos
hablar? De políticas que, por un lado, brindan servicios terapéuticos asistenciales y por
otro, niegan la infraestructura, los medios, y un lugar efectivo en el entramado simbólico
social, al cual todos tenemos derecho en tanto ciudadanos, necesario para la vida de
cualquier individuo. ¿De qué le sirve a un sujeto poder transitar libremente y por su cuenta,
únicamente y exclusivamente, dentro de los centros de rehabilitación preparados para esos
usos? El objetivo de inserción social e integración de determinados sujetos a la sociedad, si
lo pensamos detenidamente, resultaría una verdadera paradoja. Analizando estas
cuestiones comienza a ser evidente que dichos objetivos están, desde el momento mismo en
que se plantean, destinados al fracaso. O tal vez, que este fracaso no sea tan solo eso; más
bien y mejor, que sea una de las tantas maneras de excluir incluyendo; de discriminar
aceptando; de des-integrar integrando y negar otorgando, de algún modo, cierto grado de
humanidad a determinados sujetos.

Alejandro Benedetto*

* Alejandro Benedetto es licenciado de Kinesiología y Fisitría. E-mail de contacto:


alejandro benedetto@hotmail.com

Notas:
1- Sobre este tema consultar Foucault, Michel, Estrategias de Poder, Paidos, Barcelona,
1999, pág. 343.
2- Foucault, Michel, Idem, pág. 344.
3- Cibeira, José, B., Bioética y rehabilitación, El Ateneo, Buenos Aires, 1997, pág. 47. Esta
definición de Rehabilitación Médica fue redactada por el comité de expertos de la O.M.S y
data de octubre del 74.
4- Maturana Águila, A. M. y otros, “El desarrollo de la Rehabilitación en España. (1949-
1969)”, en Rehabilitación: Revista de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina
Física, volumen 35, fascículo 3, Doyma, Madrid, 2001, pág. 179.
5- Howard Rusk y Donald Covalt, Director y Vicedirector Dres. del Instituto de Medicina
Física y Rehabilitación de la Universidad de New York, “Versión taquigrafiada de la
entrevista realizada por el Dr. Juan A. Tesone”, Director Técnico del Centro de
Rehabilitación para Niños Lisiados de Mar del Plata, 31 de julio de 1956, págs. 3-4.
6- Claro está que nos referimos al contexto histórico al cual hicimos mención parágrafos
anteriores.
7- Foucault, Michel, “El juego de Michel Foucault” en Saber y Verdad, La Piqueta, Madrid,
1991, pág. 128 (las negritas son nuestras).
8- Foucault, Michel, ídem, pág. 129 (las negritas son nuestras).
9- No vamos a trabajar directamente aquí la temática del Biopoder debido a, por un lado, la
complejidad de la cuestión; y por otro, lo que concierne a la extensión y objetivos del
presente trabajo. Proponemos profundizar nuestra investigación en estas direcciones.
10- Proponemos estas citas aprovechando el reconocimiento de las fuentes en el ámbito de
la rehabilitación. Se sugiere, al interesado, consultar cualquier libro, revista, escrito, etc.,
que proponga los objetivos de la rehabilitación actuales.
11- Kottke F. y Lehmann J., Krusen. Medicina Física y Rehabilitación, 4º edición,
Panamericana, Madrid, 1999.
12- Jiménez, Antonio Narbona, Prólogo la edición española de Doreen Bauer,
Rehabilitación: Enfoque Integral, Masson-Salvat, Barcelona, 1992.
13- Sugerimos consultar sobre este concepto Abraham, Tomás, “Psicología y Misterios
(Entre la paz y la guerra)”, en La empresa de vivir”, Sudamericana, Buenos Aires, 2000,
pág. 367.
14- Abraham, Tomás, ídem, pág. 382.
15- Abraham, Tomás, ídem, pág. 392.
16- OMS, 138ª Sesión del Comité Ejecutivo. Realizada en Washington D.C. EUA 19-23 de
junio de 2006.
17- No está de más señalar, como me lo ha hecho notar la profesora Germain, que la
inserción, la reintegración, la rehabilitación, siguen siendo pensadas como algo que alguien
debe hacer para con los que están afuera, desintegrados. Seguimos pensando en términos
de minorización y pasivización como suelen ser abordados, entre otros, los problemas
relativos a la pobreza.
18- Cabe citar aquí la fuerte campaña en favor de la igualdad de oportunidades que se llevó
a cavo en los días de noviembre de 2007 en Argentina, por parte de la Asociación Civil sin
fines de lucro “La Usina”, en la que se denunciaron los siguientes inconvenientes: falencias
en los ámbitos de la educación y la salud, dificultades para obtener el certificado de
discapacidad, conseguir un puesto laboral o acceder libremente a espacios de uso público.
La iniciativa apuntó a hacer cumplir y respetar lo que está formulado en la Constitución
Nacional Argentina.
19- La Comisión Española del Real Patronato sugiere, en el año 1987, armonizar el texto del
Programa de Acción Mundial adoptado por la O.N.U., con el de la O.M.S., ambos en idioma
español, sobre la Clasificación Internacional de las Deficiencias, Discapacidades y
Minusvalías. “Así se adopta la terminología expresada cambiando la palabra incapacidad
por discapacidad”. Cibeira, José, B., Bioética y rehabilitación, El Ateneo, Buenos Aires,
1997, pág. 46. Con esta cita queremos señalar que el deficiente, el discapacitado y el
minusválido son figuras construidas dentro y por el dispositivo de la Rehabilitación y no
antes.
20- Podemos pensar que el continuo relleno estratégico del dispositivo, su efectividad
práctica, marcha conforme a las biopolíticas modernas; que tienen como objetivo
primordial preservar la vida, en tanto conceptualización biológica, o en palabras de Giorgio
Agamben en tanto nuda vida, a todo costo; y dejan permanentemente, tácticamente, a un
lado los problemas esencialmente humanos, esto es: lo que se juega en el espacio simbólico-
político, nada menos que lo ético, la subjetividad misma.

Bibliografía:
• Abraham, Tomás, La empresa de vivir, Sudamericana, Buenos Aires, 2000.
• Agamben, Giorgio, Homo Sacer I, Ed. Nacional, Madrid, 2002.
• Cibeira, José, B., Bioética y rehabilitación, El Ateneo, Buenos Aires, 1997.
• Foucault, Michel, “El juego de Michel Foucault”, en Saber y Verdad, La Piqueta, Madrid,
1991.
• Foucault, Michel, Estrategias de Poder, Paidos, Barcelona, 1999.
• Jiménez, Antonio Narbona, Prólogo la edición española de Doreen Bauer, Rehabilitación:
Enfoque integral, Masson-Salvat, Barcelona, 1992.
• Kottke F. y Lehmann J., Krusen. Medicina física y rehabilitación”, 4ª edición,
Panamericana, Madrid, 1999.
• Maturana Águila, A. M. y otros, “El desarrollo de la Rehabilitación en España. (1949-
1969)”, en Rehabilitación: Revista de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina
Física, volumen 35, fascículo 3, Doyma, Madrid, 2001.
• OMS. 138ª Sesión del Comité Ejecutivo. Realizada en Washington D.C. EUA 19-23 de
junio de 2006.

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