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CARACTERÍSTICAS FUNCIONALES DE LA EQUILIBRACIÓN EN LA

TEORÍA DE PIAGET
Sebastián Urquijo
No presentaremos una descripción detallada de toda la teoría piagetiana, sino que nos
centraremos, básicamente, en los conceptos más generales sobre el origen y el mecanismo básico del
conocimiento, estrictamente desde un punto de vista funcional.

Introducción
La posición epistemológica propuesta por Piaget supone que el conocimiento no es ni preformado, ni
una copia fiel de la realidad exterior al sujeto. Su idea supone básicamente una interacción entre el
sujeto y el objeto la cual producirá, a través de una serie de mecanismos básicos, el conocimiento. O
sea, que no se encuentra ni en el sujeto ni en el objeto, sino que es un producto de la interacción. En esos
términos, podemos considerar que el conocimiento es una creación, una invención, al menos para el
sujeto.
La teoría se centra fundamentalmente en una concepción dialéctica de la construcción del conocimiento
a través de la interacción. Una de sus ideas principales (en Inhelder, Garcia y Vonèche, 1978) es que la
vida es autorregulación o, en otras palabras, equilibración. Este proceso supone la acción de
mecanismos, de origen biológico, que permiten el pasaje de un estado de menor conocimiento a un
estado de mayor conocimiento. Son ellos, en la visión de Piaget, los responsables por la creación.
Una análisis general de la teoría permitirá encontrar dos mecanismos que, desde el inicio de su obra,
aparecen como productores de la novedad: la acomodación y la asimilación recíproca o abstracción
reflexiva. Sin embargo, en las últimas obras de Piaget (1985, 1995) se puede observar un interés
especial por la creación de novedades y por los mecanismos particulares que producen este fenómeno.
En esa fase funcionalista del autor encontramos una explicación más detallada, centrada en lo que él
llama posibles. El mecanismo responsable de la creación de estos, la analogía, sería el genuino
productor de la novedad del conocimiento. Esto no invalida las ideas anteriores, acerca de las
acomodaciones y asimilaciones recíprocas, sino que las amplia, pues existe una estrecha relación entre
ellas y la producción de los posibles.
Para comprender claramente que es un posible, su aparición, su actualización y los mecanismos de los
cuales depende, además de su relación con la acomodación y la abstracción reflexiva, será preciso
retomar algunos aspectos al respecto del funcionamiento del sistema cognitivo del hombre, indicando
sus relaciones con la producción de novedades y explicando algunos conceptos esenciales.

El conocimiento
Si vamos hablar de conocimiento es, entonces, imprescindible definirlo. Según Sisto (1994), se
puede decir que conocimiento, en la teoría piagetiana, es toda y cualquier relación entre dos o más
objetos cualesquier, lo que implica que el conocimiento no es un concepto abstracto, sino un fenómeno
observable.
Desde hace mucho tiempo, las teorías psicológicas y filosóficas, se han hecho la pregunta de
“¿cómo es posible el conocimiento?”. Generalmente, y casi sin excepciones, la respuesta indica que se
trata de un hecho y no de un proceso. Y es, justamente en ese punto donde radica la diferencia principal
con la tesis propuesta por Piaget, pues, para él, el conocimiento es un proceso, una construcción,
producto de las interacciones del sujeto con el medio. Así, para Piaget (1973) no existen estructuras
cognoscitivas a priori o innatas, solo es hereditario el funcionamiento de la inteligencia, y este solo
engendra, o crea, estructuras a través de una organización de acciones sucesivas ejercidas sobre los
objetos. De ahí que la epistemología por él concebida no pueda ser ni empirista, ni preformista, sino que
se constituye en un constructivismo, con la elaboración de operaciones y de nuevas estructuras. El
problema central con el que nos enfrenta esta posición acerca del origen del conocimiento es comprender

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cómo se efectúan tales creaciones, cual es su origen, y por qué, siendo consecuencia de construcciones
no predeterminadas, pueden, durante el camino, tornarse lógicamente necesarias.
En defensa de su teoría, Piaget (1973) dice, al respecto del empirismo, que no existe
conocimiento alguno que se deba solo a las percepciones, pues ellas están siempre dirigidas por
esquemas de acción. Para él, el conocimiento procede de la acción y toda acción que se repite engendra
un “esquema”. La relación constitutiva de todo conocimiento no es una simple asociación entre objetos,
ideas y/o conceptos, noción que descuida la parte correspondiente a la actividad del sujeto y lo coloca
como un simple receptor pasivo de la información, sino la asimilación de los objetos a los esquemas del
sujeto, idea que rescata la dignidad del hombre, en cuanto responsable por los caminos por los cuáles
transcurrirá su propio destino.
Al respecto del preformismo, Piaget (1973) rescata la existencia de estadios graduales que
testimonian una construcción continua del conocimiento. De acuerdo con sus investigaciones y
observaciones sobre la evolución de los comportamientos de los niños, se puede observar, como regla
general, en el comienzo, un estadio sensório-motor con marcas claramente biológicas, donde se
constituye una lógica de las acciones. Después, entre los 2 y los 7 años, se verifica la aparición de la
función semiótica (lenguaje, símbolos de juego, imágenes), fase de representación y pre-operatoria (no-
conservaciones, etc.). Es posible una representación de los objetos, con el descubrimiento de funciones
entre co-variaciones de los fenómenos, pero todavía sin operaciones reversibles ni conservaciones. Estas
se constituyen durante el nivel de las operaciones concretas, entre los 7 y los 10 años, con
“agrupamientos” estructurados según una lógica, pero todavía vinculados estrechamente a los objetos
(concretos). Por fin, después de los 11 o 12 años, es posible observar una lógica proposicional
hipotético-deductiva, con combinatoria, grupos de cuaternalidad, etc., un estadio que reúne en un único
sistema las dos formas elementales de reversibilidad (inversión o negación y reciprocidad). Esas
estructuras lógico-matemáticas, sucesivas y secuenciales, no pueden ser sino producto de una
construcción, pues no se encuentran ni en los objetos, ni en el sujeto en su origen, lo que invalida la
propuesta del preformismo. El sujeto crea algo, que no se encontraba en él ni en el medio, a través de
incesantes intercambios con su ambiente. Otro argumento a favor de la posición piagetiana se puede
encontrar en los errores producidos por los niños durante su desarrollo, pues si las estructuras fuesen
preformadas, no existiría posibilidad alguna de error o, en el caso de que existiese, seria necesario
concebir que el sistema previese esas posibilidades en toda su extensión, como también previese su
superación.
La posición de Piaget frente a ese problema queda claramente establecida en las siguientes
palabras (en Inhelder, Garcia y Vonèche, 1978),

el progreso de los conocimientos no se debe a una programación hereditaria innata, ni a una


acumulación de experiencias empíricas, sino que es el resultado de una autorregulación, que se puede
llamar equilibración (p. 34).

La posición piagetiana se apoya, principalmente, en la autorregulación o equilibración. Esa idea gana


fuerza en las propias palabras de Piaget, al definir la “hipótesis directriz” de su teoría, en su obra
“Biología y Conocimiento” (Piaget, 1973), donde, bajo el pretexto de ser “simple y de una banalidad
completa” dice que “la vida es esencialmente autorregulación”. A través de esta última afirmación
procura una tercera vía entre Darwin y Lamarck, al colocar la hipótesis, de carácter dialéctico, por la
cual concibe al organismo como un sistema activo de respuestas y de reorganizaciones internas que
utilizan las informaciones del medio, en lugar de ignorarlas o de imponerles una programación anterior.
La idea central de la autorregulación la constituyen la retroalimentación y el flujo de informaciones. El
organismo, o mejor dicho el sistema cognitivo, se convierte en un intermediario entre el estímulo y la
respuesta, que interviene activamente por medio de regulaciones. El conocimiento no seria más que un
producto de la autorregulación y, para él, en el momento de determinar cual es el órgano responsable
por esa regulación, se introducen algunas cuestiones del campo de la biología.
El ser humano no posee órganos diferenciados de regulación, a no ser el sistema nervioso.
Piaget (1973) va a decir, entonces, que:

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los procesos cognoscitivos aparecen simultáneamente como resultante de la autorregulación orgánica,
de la cual reflejan los mecanismos esenciales, de tal manera que acaban, en el hombre, por
extenderlas al universo entero (p. 56).

Eso implica, de hecho, que los conocimientos no constituyen una copia del medio, sino un
sistema de interacciones reales, que reflejan la organización de la vida. Los conocimientos, como ya fue
dicho, no parten ni del sujeto, ni del objeto, y si lo hacen de las interacciones resultantes entre el sujeto
y el objeto, de interacciones inicialmente provocadas por las actividades espontáneas del organismo y
por los estímulos externos. El conocimiento no es, en caso alguno, una simple copia de la realidad
puesto que intervienen factores de organización y de regulación. Es aquí donde adquiere fuerza el
modelo cibernético, el cual provee los elementos necesarios para comprender la naturaleza de los
mecanismos autorreguladores, ya que, según Piaget (1973), “la función esencial de las operaciones
lógicas, del punto de vista de su funcionamiento efectivo y vivo, es constituir sistemas de control y
auto-corrección” (p. 22). Ellas son capaces de resistir al aumento de la entropía, y constituyen un
aspecto particular de los vastos sistemas reguladores, por medio de los cuales el organismo, en su
conjunto, conserva la autonomía y resiste igualmente a las degradaciones entrópicas.
En suma, se puede decir que el conocimiento es una novedad, producto de una interacción
entre sujeto y medio, posible gracias a la evolución y especialización de mecanismos generales de los
seres vivos, presentes en nivel biológico.

Origen del conocimiento


Es necesario esclarecer cual es el origen de los procesos capaces de producir conocimiento,
pues, como ya fue dicho, para Piaget, ningún conocimiento proviene de la nada. El proceso de
equilibración, central en la producción de los conocimientos, tiene su origen en lo biológico. Esos
mecanismos constituyen una "especie" de órganos especializados y diferenciados en las interacciones
con el exterior. Si, para él, un conocimiento deviene siempre de conocimientos anteriores, entonces
encontraremos un punto donde alguna cosa, necesariamente, debe haber sido innata. Es obvio que es
así, pues, para Piaget, este conocimiento inicial e innato tiene su origen en lo biológico (Piaget, 1973).
El funcionamiento cognitivo del hombre, en su inicio, es una prolongación del funcionamiento biológico.
Cuando un hombre nace, su sistema cognitivo, indiferenciado del biológico, dispone de siete elementos o
sistemas abiertos, que son los que posibilitarán su interacción con el medio. Esos espacios, de origen
biológico, que no son más que los cinco sentidos (visión, audición, paladar, tato y olfato) y dos instintos
básicos (prensión y succión), se caracterizan por ser abiertos, y serán los instrumentos básicos con los
cuales el sujeto podrá interactuar con el medio. Son "sistemas abiertos" en el sentido de mantener un
flujo continuo de intercambios con el medio. Un sistema abierto es un sistema incompleto que requiere
una o muchas informaciones vitales para su supervivencia. Esa incompletud lo impulsa a la acción, a la
búsqueda, en la tentativa de encontrar el elemento necesario para su cierre. No es casualidad que los
aspectos fundamentales para asegurar la supervivencia, como la nutrición y la reproducción, se
prolongan en comportamientos que tienen como resultado extender el medio. Esta extensión debe, a su
vez, ser traducida en el lenguaje que determina su funcionamiento efectivo: es, esencialmente, el intento
de cerrar el sistema, y esto justamente porque al ser "abierto", incompleto, debe procurar en el medio los
elementos que, en teoría, permitirían su completamiento. Una característica peculiar de ese sistema
abierto es que su medio inmediato o fronterizo no provee los elementos necesarios para su manutención.
Pero como esos elementos, que permitirían el cierre, no son conocidos, pues el sistema no es
predeterminado y por lo tanto su estado final es incierto, el propio sistema debe crear los elementos que
posiblemente fuesen adecuados para el completamiento, y así, incesantemente, amplia sus fronteras.
Cerrar el sistema consistiría en circunscribirlo a un campo tal, que la probabilidad de los intercambios
sea suficiente para su mantenimiento. El cierre del sistema constituye, desde este ángulo, un limite
constantemente buscado, pero jamas alcanzado.
Sobre los esquemas iniciales, reflejos y sensoriales, se edifica una sucesión de conductas cada
vez más complejas, ocasionada principalmente por la acomodación de los esquemas de asimilación, que
conducen a su diferenciación, y por la asimilación recíproca de los esquemas que conducen a su
coordinación. La función esencial de los mecanismos cognoscitivos, en razón de la extensión indefinida
del medio, consiste en la búsqueda del cierre definitivo de los "sistemas abiertos" del organismo con la

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intención de ampliar el sistema cognitivo. La "apertura" o el "cierre" de un sistema depende de la
cantidad de información genéticamente determinada. Esa "cantidad" es la diferencia fundamental que
distingue el sistema del hombre del de los otros animales. Para aclarar esta idea, tal vez sea ilustrativo
recordar un ejemplo citado por Sisto (1995).
Por ejemplo, cuando un ternero nace, en un lapso de tiempo muy breve, se levanta y procura la
teta de la madre para alimentarse. Encuentra la teta y chupa la leche materna. Hace todo esto sin que
nadie le haya explicado como hacerlo. Tampoco chupa otra cosa que no sea la teta. No se puede negar,
en este caso, que el ternero ya nace sabiendo lo que tiene que hacer para sobrevivir, que las relaciones
necesarias para eso están inscriptas en su sistema biológico. Nace con un “saber hacer”, con un
conocimiento innato, en contraste con un conocimiento adquirido o aprendido. Pero en el caso del
hombre no se da de esa forma. Se sabe que su hijo puede morir si nadie coloca el pezón en su boca. El
niño no sabe dónde alimentarse. En este caso las informaciones necesarias para sobrevivir no están
establecidas de forma innata.
Este ejemplo muestra las diferencias entre un sistema más cerrado, el del animal, que puede
variar en gradación y ser más o menos cerrado, y el del hombre, que se caracteriza por el mayor grado
de apertura con relación a los otros animales. Esta apertura del sistema cognitivo humano indica la
necesidad de incorporación de elementos, exteriores a él, para su cierre. Pero el organismo no sabe cuál
es el elemento adecuado y entonces su tendencia será la de incorporar elementos al sistema en una
tentativa continua de cierre. Las incorporaciones, o en términos piagetianos, asimilaciones, implican
para el sistema una necesidad de adaptarse a las características de los elementos extraños a él,
produciendo una modificación o acomodación de sus características iniciales. Es claro que, al traer
elementos nuevos, el sistema no se cierra, y además, abrirá otras posibilidades para ser cerradas. Y es
en ese punto donde emerge la idea de posibles, de novedades, en la teoría. El sujeto debe crear para
cerrar, pero estas creaciones representan nuevas aberturas, responsables por la actividad del sujeto y
permanentemente orientadas al completamiento del sistema. Esa incesante procura e incorporación de
elementos exteriores al sistema, que asegura una extensión creciente del medio, es responsabilidad del
proceso de equilibración.
Entonces, en el nacimiento, el niño tiene siete lagunas que solicitan elementos exteriores para
cerrarse. El desarrollo del sujeto consistirá en el llenado y la coordinación de esos siete sistemas
iniciales, manteniendo la individualidad de cada uno de ellos, a través de un proceso continuo de
equilibración. Los sentidos y reflejos se diferenciarán como inteligencia a partir del momento en que
incorporen elementos externos a ellos a fin de tentar su completamiento. Pero ¿cómo es posible esa
incorporación de elementos externos? ¿Cuáles son los mecanismos que permiten estos intercambios?
Como ya fue insinuado, además de esos siete elementos, se encuentran en el sistema inicial del sujeto
otros componentes o mecanismos, también innatos y presentes en el nivel biológico, que permitirían las
intercambios con el exterior. Estos mecanismos comunes a todos los seres vivos, tanto en su nivel
biológico cuanto cognitivo, fueron chamados por Piaget (1973, 1976) invariantes funcionales. Pero,
antes de definir estas invariantes, es necesario esclarecer el concepto de estructura, de vital importancia
para la comprensión del funcionamiento del sistema cognitivo.
Para Piaget (1973), una estructura contiene, en primer lugar, elementos y relaciones que los
unen, sin ser posible caracterizar o definir estos elementos independientemente de las relaciones en
juego. Los elementos no son dados independientemente de sus relaciones (reunión, disposición espacial),
pues, en caso contrario no habría estructura. Las relaciones pueden consistir en uniones de toda especie,
y las estructuras pueden ser consideradas independientemente de los elementos que las componen. Se
puede considerar a la estructura como una "forma" o un sistema de relaciones.
Las estructuras comportan sub-estructuras, o en otras palabras, sectores o partes de una
estructura de conjunto que pueden o no presentar isomorfismo con la estructura total. Según Piaget
(1973), existe isomorfismo entre dos estructuras si es posible establecer una correspondencia biunívoca
entre sus elementos, así como entre las relaciones que los unen, conservando el sentido de esas
relaciones. Como es posible hacer abstracción de los elementos que las componen, un isomorfismo entre
dos estructuras se reduce a reconocer la existencia de una misma estructura, pero aplicada a dos
conjuntos diferentes de elementos.

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Como las estructuras pueden ser estáticas o dinámicas, es lícito, en el caso de estas últimas, hablar de la
actividad de una estructura. Piaget (1973) emplea el término "funcionamiento" para designar esta
actividad. El sentido preciso que Piaget (1973) dará al término función es la acción ejercida por el
funcionamiento de una sub-estructura sobre el de una estructura total, sea esta una sub-estructura que
engloba la primera o sea la estructura del organismo en conjunto. Entonces, queda claramente
establecido que no existe función sin estructura.
Una sub-estructura puede mudar de función y una misma función puede ser ejecutada por un gran
número de órganos diferentes. Este constituye en si mismo el caso general: a una gran función le
corresponde una multiplicidad de estructuras. Según Piaget (1973), la invariancia de las funciones
más generales se constituye en uno de los más sorprendentes fenómenos de la vida, principalmente si se
considera el flujo continuo e irreversible de los procesos evolutivos. La originalidad de las estructuras
biológicas reside en ser dinámicas, esto es, en admitir un "funcionamiento".
Los mecanismos cognoscitivos constituyen simultáneamente la resultante de los procesos
autorreguladores generales de la organización viva y los órganos especializados de la regulación en los
intercambios con el medio. Entonces, según Piaget (1973) existen funciones generales comunes a los
mecanismos orgánicos y cognoscitivos, pero existe también la especialización progresiva de las
funciones de esta segunda clase de mecanismos. La formación ontogenética de la inteligencia admite
una serie de estadios, cada uno de los cuales comienza por una reconstrucción, en un nuevo plano, de
las estructuras elaboradas en el curso del precedente, y esta reconstrucción es necesaria a las
construcciones ulteriores que superan el nivel precedente. Y en esa reconstrucción se crea algo nuevo
para el sistema, tomando como base los elementos ya existentes.
Según Piaget (1973), todas las manifestaciones de la vida, cualesquiera que sean y en todas las
escalas, revelan la existencia de organizaciones (p. 173). Se puede, pues, hablar de una función de
organización, pero con el riesgo de confundirla con la propia vida. Para Piaget (1973) la función de
organización es el funcionamiento de una estructura, pero considerada como sub-estructura en relación
con aquella que la irá a seguir inmediatamente, inclusive en el caso de existir continuidad y
automorfismo completo entre ellas. O, más simplemente todavía, si una función es la acción ejercida por
el funcionamiento de una sub-estructura sobre el de la estructura total, se puede, conforme vimos, afir-
mar que, recíprocamente, la organización como función es la acción del funcionamiento total sobre el
funcionamiento de las sub-estructuras.
La organización de la vida, en cuanto funcionamiento, no es transmitida hereditariamente, conforme se
da con un carácter cualquier de forma o de color, etc. La organización continúa y prosigue, por
consiguiente, en cuanto funcionamiento, en calidad de condición necesaria de toda transmisión y no en
la cualidad de contenido transmitido (Piaget, 1973, p. 174). La organización biológica, para Piaget
(1973), posee algunos caracteres diferenciales:
1. El primer carácter de la función de organización es, pues, ser una función de conservación.
La totalidad que se conserva es una totalidad relacional. Esto significa que en toda
organización existen procesos parciales, pero esencialmente relativos unos a los otros, esto
es, solo manifestándose por sus composiciones.
2. El segundo carácter de la función de organización es la interacción de las partes
diferenciadas. Sin partes o procesos parciales diferenciados no habría organización, apenas
una totalidad homogénea que se conservaría por inercia. Sin interacción o solidaridad de las
composiciones tampoco habría organización, sino una simple reunión de elementos
atomísticos.
3. Según Piaget (1973), estas dos propiedades no bastan para caracterizar una organización en
oposición a sistemas físicos en movimiento. A ellas se debe agregar el hecho fundamental de
que el contenido de la organización se renueva incesantemente por la reconstrucción. Esto
quiere decir que la conservación del todo es la conservación de una forma, y no de su
contenido, y que los procesos en interacción admiten una alimentación energética
proveniente de fuentes exteriores al sistema. En resumen, la función y la organización
consisten en conservar la forma de un sistema de interacción a través de un flujo continuo

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de transformaciones, cuyo contenido se renueva incesantemente por intercambios con el
exterior (Piaget, 1973, p. 175).
Por más generales que sean estas características, Piaget (1973) dice constatar que son también los
caracteres de las formas de conocimiento más evolucionadas. Para él, el conocimiento contiene, antes de
todo, una función de organización, lo que representa una analogía fundamental con la vida.
Efectivamente, todo acto de inteligencia presupone la continuidad y la conservación de cierto
funcionamiento. Dice Piaget (1973) que no existe registro cognoscitivo sin la intervención de un
funcionamiento organizador (p. 175). Para él, las organizaciones cognoscitivas se orientan,
constantemente, como las organizaciones de naturaleza biológica, en el sentido de la diferenciación y
integración complementares.
Pero la analogía más notable entre la organización viva y la que es propia de las funciones
cognoscitivas, para Piaget (1973), se refiere al hecho de que, en esta última, igualmente, el contenido
organizado se modifica continuamente, de tal manera que, también en ese terreno, la organización es
esencialmente dinámica y consiste en integrar en formas permanentes un flujo continuo de objetos y
acontecimientos variables.
Pero si todo esto es verdad en el terreno del pensamiento, esto es, en la ocasión de sus funcionamientos
concretos y efectivos, se percibe luego, además de esas analogías fundamentales, las diferencias no
menos significativas entre las "formas" propias de las funciones cognoscitivas superiores y las que
dependen de la morfología orgánica. Piaget (1973) encuentra aquí una diferencia funcional sistemática,
capaz de hacer entender la especificidad y la originalidad profundas que caracterizan el conocimiento, a
pesar del fondo común que lo liga a la organización vital. Se trata de hecho de dos diferencias
solidarias, la primera dependiente del grado de aproximación o de éxito de las invariantes o formas de
conservación, y la segunda del grado de disociación de la "forma" y del contenido.
Comenzando por esta segunda diferencia, que comanda a la primera, está claro que las "formas"
propias de la organización de los seres vivos, por consiguiente de la morfología orgánica en el doble
aspecto de morfogénesis y de formas en equilibrio, son indisociables de su contenido material y
energético. En contraposición, la característica esencial de las organizaciones cognoscitivas es la
disociación progresiva entre forma y contenido.

Un organismo vivo es un orden jerarquizado de sistemas abiertos, cuya permanencia es asegurada por
intermedio del movimiento de intercambio de los componentes, realizado en virtud de sus condiciones
de sistema (V. Berttalanfy , en Piaget, 1973. p. 180).

La estructura de la organización encierra pues estos tres caracteres, sistema abierto, dinamismo de los
intercambios y "actividad primaria". Se opone en ese sentido a la interpretación de la reactividad
concebida como primitiva. La noción de reactividad implícita en la de sistema abierto es de naturaleza
relacional. El todo no se reduce al conjunto de los componentes y las relaciones existentes entre ellos.
Falta un carácter esencial para ver en esta descripción un análisis suficiente de la organización: es la
referencia a un orden cíclico. Para Piaget (1973) esa referencia se encuentra en la noción de "sistema
abierto", porque, según él, si hay sistema, entonces interviene alguna cosa semejante a un cierre, que
debe ser conciliada con la apertura. La apertura es el sistema de intercambios con el medio, pero eso en
nada excluye al cierre, en el sentido de un orden cíclico y no linear. Este cierre cíclico y la apertura de
los intercambios no se encuentran en el mismo plano. Piaget (1973) concilia este cierre cíclico y la
apertura de los intercambios de la siguiente manera:

Llamemos A, B, C, ... Z a los elementos materiales o dinámicos de una estructura que admite un orden
cíclico, y A', B, C', ... Z' a los elementos, materiales o energéticos, necesarios para su mantenimiento.
Tendremos entonces, si el signo x representa la interacción de los términos del primer conjunto y de
los del segundo, y si la señal  representa el resultado de esas interacciones:

(1) (AxA')  (BxB')  (CxC')  ...  (ZxZ')  (AxA')  etc.

En este caso, estamos en presencia de un ciclo cerrado en cuanto ciclo, que expresa la reconstitución
permanente de los elementos A, B, C, ... Z, A, etc. que caracterizan a las partes del organismo; pero

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cada interacción (AxA') (BxB'), etc., representa, al mismo tiempo, una abertura sobre el medio, que es
fuente de alimentación. (pp. 181-82)

Este carácter necesariamente circular, y no solamente jerárquico, del sistema (por diferenciación de la
estructura en posibles sub-estructuras) caracteriza a la organización cognoscitiva espontánea tanto
como a la organización biológica.
Todo sistema de conocimiento es, en realidad, circular. La extensión del conocimiento consiste, de ese
punto de vista, solamente en alargar tanto como sea posible el dominio comprendido entre sus fronteras.
Esa organización, que caracteriza tanto a los sistemas biológicos como el cognitivo, dice respecto a la
conservación del sistema, en cuanto ciclo y con permanentes intercambios con el medio. Pero la teoría
presenta, además de esta organización, otra invariante funcional: la adaptación.
Para Piaget (1973), la organización es indisociable de la adaptación, porque, según él, un sistema
organizado es abierto al medio y su funcionamiento supone intercambios con el exterior, cuya
estabilidad define el carácter adaptado que posee. Se trata de una adaptación-proceso, diferente de una
adaptación-estado, que interviene luego que el medio se modifica.
Tomando en consideración el esquema citado anteriormente (1), Piaget (1973) intenta explicar la
adaptación de la siguiente manera:
Suponiendo que el medio se modifica de manera que se substituye el elemento B' por B", ligeramente
diferente de B'. Entonces, una de dos: o el ciclo es interrumpido, y la organización es destruida por
falta de adaptación, o el ciclo se conserva tal cual o se modifica por si mismo, substituyendo, por
ejemplo, C2 por C, sin perder la forma cíclica. Se dirá entonces que hubo adaptación en el sentido de
un proceso, si B' se modifica en B" y C en C2, entonces, en caso de adaptación:

(AxA')  (BxB'')  ( C2xC')  ...  (ZxZ')  (AxA') , etc.

Pero la adaptación, así definida, depende de dos mecanismos, o según Piaget (1973), de dos
condiciones funcionales constantes, cuya solidaridad, más o menos estrecha, resta determinar: la
asimilación y la acomodación (p. 199).

Piaget (1973) va a decir, de manera mucho más general, que hubo asimilación del nuevo elemento B" a
la organización considerada si, integrando B" en su ciclo, esta organización se conserva en cuanto
estructura organizada (p. 199). De manera más general todavía, se puede decir que los elementos
exteriores A', B', C'... son asimilados a la organización considerada, en la medida en que son integrados
en su ciclo. Pero, en el caso de un elemento nuevo B", hay asimilación si este fuese integrado por su vez
al ciclo de la organización sin destruirlo.

Entonces, si no lo destruye, puede modificarlo. En este caso, Piaget (1973) dice que hay acomodación
del ciclo de asimilación si este ciclo, asimilando B", es modificado por el nuevo elemento, de tal
manera, por ejemplo, que uno de sus elementos (C) pasa a ser transformado (en C 2) (p. 199). La
acomodación se solidariza así con la asimilación y se puede decir, recíprocamente, que toda asimilación
es acompañada por una acomodación. Si la asimilación del nuevo elemento B" no transformase C en
C2 seria simplemente porque las acomodaciones anteriores del ciclo bastan, pero no por eso el ciclo
assimilador dejaría de acomodarse en la misma medida. De esa forma queda claro que la novedad es
algo esperado por el organismo, considerando la existencia de un mecanismo de cuño biológico con el
objetivo de incorporarla.
Se puede definir a la adaptación, como el equilibrio entre la asimilación y la acomodación. Al respecto,
se imponen dos observaciones. Piaget no define a la adaptación solamente por la acomodación, porque
sin la asimilación no hay adaptación, en el sentido biológico del término. La adaptación supone
asimilación y acomodación y no simplemente acomodación por sí sola. La segunda observación consiste
en insistir sobre el carácter indisociable de la asimilación y de la acomodación, condiciones
constitutivas, al mismo tiempo inseparable y necesarias, de la adaptación. En efecto, biológicamente,
una acomodación sólo puede ser acomodación de una estructura organizada y por consiguiente no se
produce, bajo la influencia de uno factor o de un elemento exterior, sino en la medida en que hay
asimilación momentánea o durable de este elemento o de su prolongación a la estructura que modifica.

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En una palabra, la asimilación y la acomodación no son dos funciones separadas sino los dos polos
funcionales, opuestos uno al otro, de toda adaptación.
Ahora bien, si pasamos de las adaptaciones orgánicas a las del comportamiento, según Piaget (1973),
será posible encontrar las mismas relaciones funcionales, aunque aplicadas a estructuras bien diferentes.
Los instintos y los reflejos establecen una transición entre el que fue llamado ciclo de asimilación, del
punto de vista de la organización o de la adaptación, y lo que se llama esquemas. Se habla de ciclos
cuando los elementos A, B ... o A’, B’ son substancias o energía, y los procesos x ó  son de naturaleza
físico-química, siendo esencialmente materiales las “formas” de ellos resultantes. Al contrario, se habla
de esquemas, cuando los elementos A, B ... o A’, B’ son considerados en la escala de los órganos o de
los objetos exteriores, y los procesos x ó  en la escala del comportamiento, o sea, de las acciones del
organismo sobre el medio. Se puede ver que los esquemas presentan igualmente formas, pero de
naturaleza funcional, pues se trata de acciones, y que admiten, también, un orden cíclico.
Faltaría, ahora, hablar de las adaptaciones propias del pensamiento y de las funciones cognoscitivas
superiores. La adaptación del sujeto a los objetos de conocimiento existe, siendo apenas un caso
particular de las adaptaciones del organismo al medio. En ambos casos, el criterio de ellas es el éxito, se
trate de supervivencia o se trate de comprensión. Como las raíces del pensamiento pueden ser
encontradas en la acción, y los esquemas operatorios derivan directamente de los esquemas de acción, es
válido pensar que pueden ser tomadas en el mismo sentido que los esquemas del comportamiento, y por
eso mismo, de los ciclos constitutivos de toda “forma” orgánica. Es posible, entonces, considerar a los
esquemas de la inteligencia representativa y del pensamiento como esquemas adaptativos, en el sentido
biológico del término. Existe, así, una asimilación conceptual, en el mismo sentido que la asimilación
biológica, y, en todos los niveles, estos esquemas se diferencian incesantemente por acomodación
continua de los nuevos datos, y hay adaptación cuando hay equilibrio entre asimilación y acomodación.
Ahora, la pregunta que se impone es cuál es la relación que existe entre la adaptación, asimilación y
acomodación, y las regulaciones. Para poder aclarar esa relación, introduciremos la explicación del
mecanismo central de la teoría piagetiana: la equilibración.

La equilibración
Piaget, en "Biología y Conocimiento" (1973), propone distinguir tres grandes factores del desarrollo
orgánico: la programación debida al genoma, las influencias del medio y los factores de equilibración o
autorregulación.
Para Piaget (1973), la organización vital es un sistema equilibrado. Pero el equilibrio orgánico solo
presenta una estabilidad relativa en los terrenos donde está mejor protegido. El genoma se encuentra
suficientemente aislado con relación al medio. Su equilibrio es, sin embargo, perturbado por
mutaciones, entre otros, a pesar de esa situación óptima. El sistema epigenético ya es más abierto, y se
equilibra gracias a las homeorresis. Los sistemas fisiológicos son bien más "abiertos" y reaccionan por
la homeostasis de un medio interior, notablemente más estable cuanto más evolucionados y
diferenciados son los grupos zoológicos. El sistema nervioso tiene como función (una de las dos
principales por lo menos) abrirse a los estímulos externos y reaccionar a ellos por sus efectores. Su
movilidad creciente no por eso deja de ser acompañada por un notable equilibrio móvil en el conjunto de
las reacciones. El comportamiento, en fin, está expuesto a todos los desequilibrios, pues depende
incesantemente de un medio ilimitado y fluctuante, a merced del cual se encuentra. La función
autorreguladora de los mecanismos cognoscitivos conduce a las más estables formas de equilibrio
conocidas por el ser vivo: las de las estructuras de la inteligencia, cuyas operaciones lógico-matemáticas
se imponen necesariamente desde que las civilizaciones humanas han tomado consciencia reflejada de
ellas.
Resulta vital hacer una distinción del sentido del término equilibración para Piaget, pues, para él, el
equilibrio cognitivo es bastante diferente del mecánico, que se conserva sin modificaciones, puesto que
todas sus posibilidades son previsibles. Difiere también del equilibrio termodinámico, que es un estado
de reposo posterior a la destrucción de las estructuras. Los equilibrios cognitivos son, para Piaget
(1975), dinámicos, en el sentido de no volver a un estado anterior de equilibrio, sino que son capaces de

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producir intercambios y construir y mantener un orden funcional y estructural en un sistema abierto y
cerrado al mismo tiempo.
Piaget (1973) utiliza el nombre de creodas (rutas o caminos necesarios) para caracterizar los
desarrollos particulares de un órgano o de una parte del embrión y denomina sistema epigenético al
conjunto de las creodas concebidas como más o menos profundamente o bien canalizadas. El interés
está en una nueva concepción del equilibrio, de cierto modo cinemático, que determina esos procesos, y
que es muy distinto de la homeostasis: según Piaget (1973) hay “homeorresis” si el proceso formador,
desviado de su trayectoria por influencias exteriores, es conducido a volver a ella, por un juego de
compensaciones coercitivas (p. 30). La creoda y su homeorresis contienen un aspecto espacio-temporal
y no exclusivamente espacial. Solamente en el final del desarrollo o de cada acabamiento estructural la
homeorresis es superada por la homeostasis o equilibrio funcional. La diferenciación de las creodas es
regulada en el tiempo y en el espacio y los diversos caminos, tanto como las correcciones que aseguran
su equilibrio homeorrético, están, según Piaget (1973), sujetas a un control temporal, que es la
regulación de las velocidades de asimilación y de organización.
Para Piaget (1973) el crecimiento intelectual tiene su ritmo y sus "creodas", como el crecimiento físico,
el que naturalmente no significa que mejores métodos pedagógicos (en el sentido de más "activos") no
aceleren un poco las edades críticas, aunque esta aceleración no puede ser indefinida. Las diversas
creodas que caracterizan el desarrollo epigenético y sus regulaciones espacio-temporales, en forma de
homeorresis, terminan en un estado adulto más o menos equilibrado, caracterizado por la homeostasis.
Resta comparar estas dos formas de equilibrio, una de cierto modo temporal o histórica, y otra no
menos dinámica en sus procesos, pero sincrónica. O sea, el problema es el de las relacciones entre la
equilibración como proceso y el equilibrio como estado final.
En el terreno cognoscitivo se puede distinguir creodas más o menos independientes, con sus respectivas
homeorresis, y formas de equilibrio finales que serian el equivalente cognoscitivo de homeostasis. El
equilibrio es producto de la equilibración, esto es, hay continuidad, y en todo caso estrecho parentesco,
entre el proceso formador y el equilibrio del resultante. En compensación, en lo que se refiere a la
continuidad entre la equilibración progresiva y las formas finales de equilibrio, ella parece tan constante
en el dominio de las funciones cognoscitivas, que Piaget (1973) hace la siguiente observación:

La equilibración constituye un proceso muy general, que, en grandes líneas, pasa a oponer
compensaciones activas a las perturbaciones exteriores; compensaciones que varían, sin duda, según
los niveles y los esquemas del sujeto pero consisten siempre en reaccionar a las perturbaciones sufridas
o anticipadas. El equilibrio operatorio se caracteriza, por otro lado, esencialmente por la reversibilidad
(inversión o reciprocidad), esto es, precisamente por la estabilización de los sistemas de
compensaciones. Es, pues, evidente que hay continuidad entre el equilibrio alcanzado y el propio
proceso de equilibración (p. 37).

Ya esclarecido el sentido que Piaget otorga a los términos equilibrio y equilibración, abordaremos el
tema de la adaptación, del punto de vista de la teoría de la equilibración.
Para Piaget (1976), ningún conocimiento constituye una simple copia de lo real, porque implica un
proceso de asimilación a estructuras anteriores. Emplea el término asimilación en el sentido de inte-
gración a estructuras previas, que pueden permanecer invariables o son más o menos modificadas por
esta propia integración, pero sin discontinuidad con el estado precedente, esto es, sin ser destruidas, sino
simplemente, acomodándose a la nueva situación, lo que tiene su correlato en la biología. La
asimilación, definida así en términos funcionales, desempeña un papel necesario en todo conocimiento.
La importancia de la noción de asimilación es doble. Por un lado, implica la noción de significación, que
es esencial, pues todo conocimiento se refiere a significaciones. Por otro lado, explota el hecho
fundamental de que todo conocimiento está ligado a una acción y que conocer un objeto o
acontecimiento es utilizarlo, asimilándolo a esquemas de acción.
Como ya fue dicho, conocer no consiste en reproducir lo real sino en actuar sobre el y transformarlo (en
apariencia o en realidad), de manera de comprenderlo en función de los sistemas de transformación a los
cuales están ligadas estas acciones. Las acciones no se suceden al azar, sino que se repiten y se aplican
de manera semejante a situaciones comparables. Se reproducen como si a los mismos intereses
correspondiesen situaciones análogas, pero se diferencian o se combinan de manera nueva, creando un

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elemento nuevo, si las necesidades y las situaciones cambian. Piaget (1973) llama esquemas de acciones
a lo que, en una acción, es transponible, generalizable o diferenciable de una situación a la siguiente, o
sea, lo que hay de común en las diversas repeticiones o aplicaciones de la misma acción. Decir que todo
conocimiento supone una asimilación y consiste en conferir significaciones, es lo mismo que afirmar
que conocer un objeto implica incorporarlo a esquemas de acción, y esto es verdad desde las conductas
sensorio-motoras elementales hasta las operaciones lógico-matemáticas superiores. La mayor parte de
los esquemas, en lugar de corresponder a un montaje hereditario acabado, se construye poco a poco, y
da lugar a diferenciaciones por acomodación. El medio no provoca simplemente el registro de
impresiones o la formación de copias, sino que desencadena ajustes activos que producen una creación.
Es por eso que Piaget habla de acomodación entendiendo "acomodación de esquemas de asimilación".
El contenido de cada esquema de acción depende en parte del medio y de los objetos o acontecimientos a
los cuales se aplica. Pero esto no significa absolutamente que su forma o funcionamiento sea
independiente de factores internos. Manteniéndonos en el plano del comportamiento, y de acuerdo con lo
propuesto por Piaget (1973), un esquema nunca tiene un comienzo absoluto, sino que deriva siempre,
por diferenciaciones sucesivas, de esquemas anteriores que remontan progresivamente hasta los reflejos
o movimientos espontáneos iniciales. Un esquema admite siempre acciones del sujeto (del organismo)
que no derivan, como tales, de las propiedades del objeto (del medio), y que introducen una novedad.
En resumen, y volviendo al plano biológico, para Piaget (1973), queda excluida la posibilidad de
considerar a la organización de los esquemas de acciones como independiente de todo factor endógeno;
cuanto más no fuese, al menos seria por esta razón previa a todas las precedentes: los esquemas
constituyen formas dinámicas o funcionales, necesariamente ligadas la formas estáticas o anatómicas
establecidas por la estructura de los órganos, en la medida en que resultan de la morfogénesis. Si la
mayoría de los instintos están ligados a órganos especializados, las percepciones y los comportamientos
adquiridos, hasta las variedades superiores de la inteligencia operatoria, no por eso dejan de constituir,
bajo una forma más flexible, la manifestación de las posibilidades o de las "normas de reacción"
funcionales de la estructura anátomo-fisiológica de la especie. En una palabra, las coordinaciones
generales de la acción, condiciones de la formación de los conocimientos más fundamentales, suponen
no solamente coordinaciones nerviosas, sino coordinaciones todavía más profundas, e interacciones que
dominan toda la morfogénesis.
Es interesante pensar que solo es asimilable aquello que el sistema ya conoce, lo viejo; y que las
acomodaciones representan una fuente de novedad, pues las modificaciones van a constituir lo nuevo en
el sistema. Cabe señalar que es necesario que exista un equilibrio entre ambos procesos, pues como ya
fue dicho y, según la hipótesis cibernética, existe en la naturaleza un efecto llamado entropía, que
supone que el aumento de información dentro de un sistema disminuye la capacidad de control dentro
del mismo. Así, es inevitable un equilibrio permanente, entre adaptación y organización, que asegure el
crecimiento y la conservación del sistema. Queda claro que la pérdida de ese equilibrio lleva a la
desaparición del sistema.
Sabiendo que el sistema total se encuentra diferenciado en sub-sistemas jerarquizados, cuyas
estructuras son análogas e interconectados unos a otros, Piaget (1976) va a postular la existencia de tres
tipos de equilibración dentro del sistema:
1. una equilibración entre la asimilación de los objetos a los esquemas del sujeto y la
acomodación de estos últimos a los objetos, en el caso más simple de interacción del sujeto
con los objetos;
2. una equilibración que asegure las interacciones entre sub-sistemas, pues como ellos se
construyen progresivamente y en velocidades diferentes, que generan muchos desequilibrios,
existe una necesidad de reequilibración. Es el caso de las asimilaciones recíprocas, que
constituyen otra fuente de novedades en el sistema, pues la conjunción de dos sub-sistemas
dará lugar al surgimiento de uno nuevo, diferente a los anteriores, a pesar de contenerlos.
Volviendo a los tipos de equilibración, finalmente, existe
3. una equilibración entre la diferenciación y la integración de las relaciones que unen los sub-
sistemas a una totalidad que los engloba (caso de la asimilación recíproca). En ese caso, la
integración en un todo es tarea de la asimilación y la diferenciación de las acomodaciones.

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Se diferencia de la anterior en el sentido de que agrega una nueva jerarquía a las simples
relaciones entre colaterales. Esa es la forma que coordina las diferenciaciones (nuevos
posibles) con la integración, haciendo del real una síntesis de lo posible y de lo necesario.
Piaget llama a este tercer tipo de equilibración "equilibración maximizante o mayorante".

Ya en los últimos anos de la su vida, en un encuentro realizado en la Universidad de Ginebra,


Piaget (in Inhelder, Garcia y Vonèche, 1978) hace referencia a la importancia de la creatividad en el
sistema cognitivo, donde las superaciones constantes del organismo constituyen la fuente de creatividad
de las conductas humanas. Además de eso, plantea una cuestión olvidada en las obras anteriores, según
el, de vital importancia, y que es otra forma de equilibración. El equilibrio entre lo real, lo posible y lo
necesario, que abordaremos después, al tratar el problema de la creatividad.

Los desequilibrios
Los desequilibrios constituyen un factor esencial en el desarrollo. Son una fuente de progresos,
pues obligan el sujeto a superar el estado actual y procurar un nuevo estado, en nuevas direcciones. ¿Y
que son los desequilibrios, sino perturbaciones? El desequilibrio es, en las propias palabras de Piaget
(1976), “el móvil del desarrollo, pues sin el, el conocimiento permanecería estático” (p. 19). Pero es
preciso destacar que la verdadera fuente del progreso debe ser buscada, según Piaget (1976), en la
reequilibración, en el sentido de una mejora de la forma precedente. Sin desequilibrio no podría tener
lugar la equilibración mayorante.
Hablando sobre los desequilibrios, conflictos o contradicciones, cabe decir que estos son mucho más
frecuentes en los estadios iniciales del desarrollo y, sobre todo, que presentan mayores dificultades de
superación. La razón de esto puede encontrarse en el hecho de que es natural que el sujeto se centre
sobre las afirmaciones y los caracteres positivos de los objetos, acciones o operaciones, y de que los
aspectos negativos deben ser construidos posteriormente por el sujeto. Estos últimos son necesarios al
sujeto y, generalmente, se realizan con múltiples dificultades. Y es esta asimetría de las afirmaciones y
de las negaciones la que compromete los tres tipos, ya citados, de equilibrio.
Es preciso recordar que los únicos casos en que la negación es precoz son aquellos en los cuales el
sujeto no tiene que construirla, porque es impuesta desde afuera. De esa forma, es claro que durante los
períodos iniciales exista una razón sistemática de desequilibrios, que es la asimetría entre afirmaciones
y negaciones, la que compromete, no sólo el equilibrio entre sujeto y objeto, sino también entre los sub-
sistemas, y entre el sistema total y las partes.
El estado momentáneo de equilibrio es roto por las perturbaciones, que son definidas, de modo general,
por Piaget (1976), como “obstáculos que se oponen a una asimilación” (p. 24). Es preciso distinguir
dos clases de ellas: las primeras son aquellas que se oponen a las acomodaciones, como las resistencias
de los objetos, obstáculos a las asimilaciones recíprocas de esquemas o sub-sistemas, por ejemplo. La
segunda clase consiste en lagunas, que dejan las necesidades insatisfechas. Conviene precisar que no
toda laguna constituye una perturbación. Solo cuando se refiere a un esquema de asimilación ya
“activado”. Estas lagunas son productos de la abertura del sistema a nuevas posibilidades.
De forma general, las perturbaciones desencadenan regulaciones, tendientes a restablecer el estado de
equilibrio y, de esa forma, producen lo nuevo para el organismo. A pesar de eso, es preciso destacar que
existe una situación particular en la cual una perturbación no acarrea una regulación. Esto sucede en el
caso en el cual la perturbación provoca simplemente una repetición de la acción sin ningún cambio.

Las regulaciones
Para Piaget (1973) las regulaciones cognoscitivas son continuación de las regulaciones orgánicas. No se
agrega a la construcción de las formas y de los intercambios, sino que participa de esta construcción a

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título de instrumento principal, en el sentido de que esta construcción no solamente resulta de ella, sino
que es, en si misma, una autorregulación.
Comenzando por la construcción de las formas, se podría pensar que hay construcción, de un lado y
regulación o corrección, de otro, en el sentido en que el proceso constructivo camina para adelante y la
regulación constituiría el retorno, a título de control. Así, el efecto proactivo y el efecto retroactivo son
indisociables, porque una construcción sin conservación no es uno desarrollo orgánico, sino una
transformación cualquiera. Además de eso, la construcción de formas nuevas no resulta de un principio
irracional de "impulso vital". Dentro de la teoría, solo es inteligible en la cualidad de nuevo equilibrio,
esto es, de producto de una reequilibración que constituye la respuesta a una tensión del medio,
respuesta esa que el organismo no poseía y, por eso, utiliza recursos propios para producir o crear la
solución. Según Piaget (1973), quien dice reequilibración dice regulación, en la medida en que hay
conservación continua y forzosa del funcionamiento anterior, como se da con todo "desplazamiento del
equilibrio" en el terreno vital. Comenzando por el medio, si la vida en todos los niveles testimonia una
"tendencia" continua a la extensión, esta tendencia todavía es más acentuada en el terreno de los
conocimientos, donde la naturaleza coordinadora de todas las formas de conocimiento los impele a la
generalización, a la aplicación a nuevos objetos y a la exploración de los campos insuficientemente
conocidos. Esas múltiples extensiones corresponden, pues, a una extensión del "medio".
Una regulación es un control retroactivo que mantiene el equilibrio relativo de una estructura organi -
zada o de una organización en construcción. Pero como la construcción de una estructura no puede ser
separada de su regulación, se debe agregar que este control retroactivo, aún tratándose de un control,
constituye un enriquecimiento de la organización. En las situaciones mas elementales la regulación se
confunde con la organización, de la cual exprime el juego de intervenciones más o menos equilibrado.
En el caso de las estructuras en vías de construcción, el control retroactivo enriquece la construcción en
el sentido de cooperar con ella. Dicho esto, queda claro, en la propuesta de Piaget, que el carácter
general de las regulaciones es constituir, gracias al control retroactivo, correcciones y moderaciones del
error. La regulación podría ser ejercida sobre el resultado de un proceso y equivaldría entonces a
aceptar la marcha normal y el éxito, o a compensar y corregir el error. El mecanismo regulador actuaría
sobre el proceso en curso o sobre la propia acción, en vez de hacerlo sobre su resultado: así admitiría
una dimensión anticipadora, consistiendo en una orientación, y equivaldría a confirmar las buenas
direcciones y a corregir o compensar las direcciones erróneas. En otras palabras, se puede entender una
regulación como un mecanismo de control del sistema cognitivo que le permite al sujeto modificar sus
acciones en función de los resultados obtenidos por ella. Se caracteriza por un sistema de lazos,
conocido como feedback. La regulación se puede manifestar por una corrección de la acción, llamada
por Piaget (1976) feedback negativo, o por un refuerzo de la misma, llamado feedback positivo. Es
importante no olvidar que, para comprobar la existencia de una regulación, se debe observar una
modificación de la acción, pues si se produce una mera repetición, no es posible hablar de regulación.
En otras palabras, para que haya regulación, es necesaria la intervención de un regulador.
Una pregunta interesante, que todavía no hemos abordado, es la cuestión de ¿cuál es el regulador?,
¿cuál es el origen de ese simple pero vital sistema? No es difícil percibir que el único candidato posible
es la conservación de la totalidad, que puede ser buscada en la base biológica del sistema cognitivo.
Para iniciar, se pueden establecer algunas relaciones con las invariantes funcionales del organismo,
adaptación y organización, siendo que la relación de la primera se da con las intercambios con el
medio, y el regulador es característico de la última. Y destacar la posibilidad de considerar al sistema
como una defensa frente a la entropía, pues cualquier elemento nuevo incorporado al sistema aumenta
las posibilidades de error, hecho que se debe compensar para la supervivencia del organismo.
Al respecto de la naturaleza de las regulaciones, comencemos por recordar, según lo propuesto por
Piaget (1973), que no existen, fuera del sistema nervioso y de las funciones cognoscitivas, órganos
diferenciados de regulación funcional, porque las regulaciones orgánicas son simplemente, para él, la
expresión de interacciones causales, dotadas de una estructura tal que conduce a la formación de ciclos
que se conservan a si mismos por un juego de compensaciones. Se debe agregar que decir que la
homeostasis es, al mismo tiempo, causa y efecto, es simplemente hablar de un sistema de lazos, por
consiguiente, de autorregulación. Invocar un sistema de lazos significa, precisamente, decir que
funciona por si mismo y no tiene necesidad, desde el inicio, de un regulador encargado de controlar su

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marcha. Se podría responder que estos reguladores existen en la forma de los sistemas nervioso y
endocrino1. Entretanto, intervienen apenas posteriormente en fases más avanzadas del desarrollo.
Volviendo a las funciones cognoscitivas, Piaget (1973) observa el prolongamiento de ese proceso de
diferenciación especializadora, que ocurre sin ruptura de contacto con las orígenes morfogenéticos y
estructurales de la organización vital. Es evidente, pues, que si el sistema nervioso constituye el órgano
especializado de las regulaciones funcionales, esta estructuración del medio por el comportamiento
encierra, a su vez, la necesidad de un órgano especializado. El sistema nervioso tiene por campo el
conjunto de las regulaciones funcionales, en el doble aspecto de regulaciones internas y de regulación de
las intercambios con el medio. Estos intercambios pueden ser materiales (digestión, respiración,
excreción, etc.) o funcionales (sistema total de los esquemas de acción). Los intercambios funcionales
suponen órganos todavía más diferenciados: órganos sensoriales y efectores motores, coordinaciones
nerviosas que permiten el aprendizaje, entre otros. Suponen, como cualquier otra forma de organización
vital, sus propias regulaciones, y una autorregulación es más necesaria, sobre todo cuando se trata de
un dominio fluido, de campo ilimitado y menos delimitado por condiciones restrictivas que los sistemas
materiales, como la respiración. Para Piaget (1973), toda organización vital, en todos los niveles,
contiene autorregulaciones, y esto es también válido en el terreno del comportamiento. Las funciones
cognoscitivas serian, pues, en esa perspectiva, los órganos especializadas de la autorregulación de los
intercambios en el interior del comportamiento.
Pero, dicho eso, se torna necesario comprender las posibilidades de formación de esas
autorregulaciones cognoscitivas. La cuestión es, pues, comprender de donde las funciones cognoscitivas
van a extraer los instrumentos de la autorregulación que deben ejercer, pero sin tener que inventar o
improvisar todo y permaneciendo en contacto con el resto del organismo. Para Piaget (1973), la
respuesta es simple:

la autorregulación cognoscitiva va a utilizar los sistemas generales de autorregulación orgánica, que se


encuentran en todas las escalas genéticas, morfogenéticas, fisiológicas y nerviosas, y va a adaptarlas,
sin más, a esos nuevos datos , que constituyen los intercambios con el medio en el ámbito del
comportamiento (p. 239).

Es por eso que se encuentran en los conocimientos las principales invariantes funcionales que
caracterizan la autorregulación en todos los niveles.
Así, las estructuras operatorias de la inteligencia son sistemas de transformaciones, pero de tal especie
que conservan el sistema a título de totalidad invariante. Para Piaget (1973), esta definición podría ser
la del propio organismo vivo, porque sus dos propiedades fundamentales consisten en ser sede de
interacciones múltiples (= transformaciones), que dejan, sin embargo, inalteradas la forma de conjunto
(= conservación) y un cierto número de relaciones.
Esa conservación del todo por las transformaciones supone su regulación, implicando un juego
de compensaciones o de correcciones reguladoras. Este mecanismo regulador corresponde, conforme ya
dijimos, a la reversibilidad de las operaciones en forma de inversiones o de reciprocidad que permiten
remontar el curso de las transformaciones sin ser arrastrado en el flujo irreversible de la entropía
creciente.
Esta movilidad reversible se manifiesta en los terrenos orgánico (donde es siempre aproximada) y
cognoscitivo (donde alcanza el rigor operatorio después de las aproximaciones sensorio-motoras y
representativas pre-operatorias) por un juego complementario de retroacciones o retrocontroles
(feedbacks negativos de todas las especies) y de anticipaciones. Siendo así, la lógica consiste en un
sistema de auto-correcciones, cuya función es distinguir la verdad de la falsedad y proveer los medios de
permanecer en la verdad. Es esa función normativa que distingue más claramente los mecanismos
cognoscitivos conscientes, del juego mecánico de las autorregulaciones fisiológicas o mecánicas.

1
El gran interés de esas regulaciones hormonales y nerviosas consiste en mostrar la existencia de una tendencia a la especialización, en la
dirección de órganos diferenciados de regulación. En ese punto, Piaget (1973) distingue dos especies de regulaciones, unas estructurales y otras
funcionales. Hay regulación estructural cuando las modificaciones engendradas por ella son de naturaleza anatómica, en cuanto que la
regulación funcional solo modifica el ejercicio o la reacción fisiológica de los órganos. Existe un pasaje progresivo de las autoregulaciones
morfogeneticas generales de la vida a las regulaciones estructurales, y de ahí a las regulaciones funcionales. El sistema endócrino es un órgano
especializado de regulación, teniendo por objeto las dos categorías, y el sistema nervioso aparece como órgano diferenciado, especializado en el
ejercicio de las regulaciones funcionales, tanto en el terreno de las regulaciones internas como en el de los intercambios con el medio.

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Volviendo a la relación con la equilibración, recordemos que todas las regulaciones son
reacciones a perturbaciones. Y las regulaciones poseen ciertas especificidades en función del tipo de
perturbación ocurrida. Las regulaciones que se ocupan de las lagunas son feedbacks positivos, pues es
preciso un prolongamiento de la actividad asimiladora para su llenado, lo que implica una continua
abertura para nuevos posibles. Y a las resistencias 2 les corresponden regulaciones que comportan un
feedback negativo, destinado a la modificación de la acción. Esa modificación puede acontecer en dos
sentidos: o bien la acción es substituida por otra ya conocida, o bien el sistema debe crear nuevas
opciones para tentar la compensación de la perturbación. Pero esos feedbacks positivos y negativos no
comportan una dualidad, pues cualquier conducta, por más simple que sea, precisa de una
complementación de los dos tipos. Es bueno resaltar que, tanto en el caso de lagunas como en el de las
resistencias, la reacción del sistema cognitivo será la búsqueda de algo nuevo, de otra posibilidad para
el micro-sistema en cuestión o para el sistema total (tratandose de abstracciones reflexivas que
transforman antiguos y crean nuevos niveles de desarrollo) y, nuevamente, se está hablando de
creatividad, de invención.

Las compensaciones
Un nuevo paso en el proceso de la equilibración consiste en establecer que las regulaciones
llevan a compensaciones. Pero se debe notar que no toda regulación es seguida de una compensación.
La excepción, para Piaget (1976), la constituyen ciertos feedbacks positivos que conducen a un refuerzo
del error, pero que tarde o temprano llevan a contradicciones que deberán ser compensadas.
Una compensación es “una acción de sentido contrario a determinado efecto y que tiende a
anularlo o a neutralizarlo” (Piaget, 1976, p. 31). Es claro que esto es característico de los feedbacks
negativos, bajo la forma de inversiones que anulan la perturbación, o de reciprocidad, que diferencia
el esquema para acomodarlo al elemento inicialmente perturbador (Piaget, 1976, p. 31). Las primeras
implican negaciones enteras y las segundas negaciones parciales. Ya los feedbacks positivos en cuanto,
aparentemente, no compensadores, pues comportan refuerzos de la acción, implican siempre
correcciones y, así, están siempre ligados a los negativos. También es posible pensar que si una laguna
es una negación, el acto de llenarla puede ser considerado como una negación de una negación, lo que
de hecho es una inversión, y por lo tanto, una compensación.
Esas compensaciones reguladoras tienen características comunes. Por uno lado, para Piaget,
toda compensación se orienta en dirección inversa o recíproca de aquella de la perturbación, lo que
resulta, sea en anularla (inversión) o en neutralizarla (reciprocidad) en cuanto perturbación; también,
las compensaciones cognitivas comportan una evaluación final de su éxito o su insuficiencia; y
finalmente, todas las compensaciones tienden a conservaciones a través de transformaciones.
Piaget (1976) distingue tres tipos de conductas compensadoras, según los mecanismos
utilizados en el transcurrir del proceso. Se trata de conductas  (alfa), cuando la compensación es
obtenida por una simple modificación introducida por el sujeto en sentido inverso de la perturbación, o
por la anulación a través de la negación o alejamiento de esta (inversión). Las conductas  (beta), se
caracterizan por integrar en el sistema al elemento perturbador gracias a una transformación de la
perturbación en una variación del sistema (reciprocidad). Finalmente, las conductas  (gamma), de tipo
superior, que consisten en anticipar las variaciones posibles, que así pierden su posibilidad de generar
desequilibrio. Esta corresponde al cierre de la estructura en cuestión, eliminando cualquier
contradicción proveniente del exterior, gracias a su prescindibilidad de los objetos.

La equilibración mayorante
Para Piaget (1976), un sistema no constituye un acabamiento absoluto de los procesos de
equilibración y nuevos objetivos derivan siempre de un equilibrio alcanzado, permaneciendo cada
resultado pleno de nuevas aberturas. El sistema, permanentemente, procura nuevos elementos que
2
Llamaremos genéricamente resistências, tal como hace Piaget (1976), a las resistencias del objeto, a los obstáculos a las asimilacciones
recíprocas de esquemas o sub-sistemas, etc..,

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puedan contribuir al cierre del sistema. Es un proceso incesante de creación. Entonces, resulta
insuficiente concebir a la equilibración como una simple marcha para el equilibrio, pues, es una
estructuración orientada para un equilibrio mejor, no permaneciendo en un estado definitivo ninguna
estructura equilibrada (Piaget, 1976, p. 35). Por eso, conviene referirse, además de las equilibraciones
simples, siempre limitadas y incompletas, a las equilibraciones mayorantes en el sentido de estas
mejoras. Para Piaget (1976), esta mejora se puede traducir de dos maneras, según resulten del éxito de
las regulaciones compensadoras, o sea, del equilibrio momentáneamente alcanzado, o las novedades
sean extraídas (por abstracciones reflexivas) del propio mecanismo de estas regulaciones. Toda
regulación agrega nuevas transformaciones al sistema a regular, y por lo tanto forma nuevos posibles, lo
que puede enriquecer al sistema que se procuraba equilibrar.
Como explica Piaget (1976), entre las mejoras de la primera categoría, es preciso señalar un
alargamiento del campo del sistema en su extensión, pues a medida en que los elementos perturbadores
son asimilados al esquema, su extensión aumenta. También, el éxito de las regulaciones compensadoras
resulta en diferenciaciones, en comprensión, pues los elementos inicialmente no asimilables se tornan
constitutivos de un nuevo subesquema, o subclase, del esquema al principio inoperante. Esta
diferenciación es también un enriquecimiento. Además de eso, existe una tercera categoría de
enriquecimientos debidos a las regulaciones y a las equilibraciones resultantes, que va, al mismo tiempo,
a ampliar las normas de acomodaciones y favorecer la formación de nuevos subsistemas, comportando
nuevas conexiones y relativizaciones necesarias.
Ya entre las mejoras de la segunda categoría, o sea, extraídas de la propia estructura de las
regulaciones, Piaget (1976) dice que el progreso más general, a ese respecto, es el de la construcción
gradual de las negaciones de diversos ordenes y, según él, este es el enriquecimiento más importante.
Las explica afirmando que ellas constituyen una condición necesaria al equilibrio y que su carencia
inicial, con relación a un primado sistemático de las afirmaciones, es la razón de los desequilibrios tan
numerosos, profundos y difíciles de superar, propios a los estadios pre-operatorios (Piaget, 1976, p.
38).
Las regulaciones compensadoras constituyen, en su propia estructura, instrumentos formadores
de negaciones. En los feedbacks negativos es evidente, pues consisten en anular o compensar las
perturbaciones. En cuanto a los feedbacks positivos, ellos compensan un déficit, lo que resulta en una
especie de negación de la negación. En tales mecanismos, nada se traduce directamente en la
consciencia del sujeto, pues en un principio, se trata solamente de las dimensiones negativas de la
acción. Entretanto, estas negaciones prácticas poseen importancia, pues son la fuente de las negaciones
conceptualizadas ulteriores. La conversión de las negaciones prácticas en conceptuales es, según Piaget
(1976), la expresión de un proceso de construcción ligado al juego de las regulaciones, con el cual
constituye un aspecto inseparable: la abstracción reflexiva, cuyo mecanismo interfiere en la formación
de las regulaciones de regulaciones.
La abstracción reflexiva, tal como afirma Piaget (1995),

se apoya sobre todas las actividades cognitivas del sujeto (esquemas o coordinaciones de acciones,
operaciones, estructuras, etc.) para de ellas retirar ciertos caracteres y utilizarlos para otras finalidades.
Así ella es reflexiva en dos sentidos complementares. En primer lugar, transpone a un plano superior
lo que coge en el nivel precedente, y designaremos esta transferencia como “reflejamiento”
(refleschissement). En según lugar, ella debe necesariamente reconstruir sobre el nuevo plano B lo que
fue cogido del plano de partida A, o poner en relación los elementos extraídos de A con los ya situados
en B; esta reorganización será designada como “reflexión” (réflexion) (p. 6).

Además de estos dos “sentidos” es posible encontrar un tercero, en los niveles superiores,
cuando la reflexión es obra de una reflexión sobre la reflexión, propia del proceso de toma de
consciencia, que el llamará abstracción reflejada (réflechie) o pensamiento reflexivo (réflexive).

La abstracción reflexiva no se limita la utilizar una sucesión de niveles jerárquicos cuya formación le
seria extraña, sino que es ella que los engendra por interacciones alternadas de transposiciones
("reflejamientos") y de reflexiones, en ligación íntima con las regulaciones, por tratarse de un único y
mismo mecanismo de conjunto (Piaget, 1976, p. 39).

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Para Piaget (1976), toda regulación progresa en uno de los dos sentidos: de la retroacción y de la
anticipación. Las anticipaciones reposan sobre índices, y estos se coordinan según una ley llamada de
"recurrencia": a anuncia x, después b precediéndola anuncia a y x, después c, todavía anterior, anuncia
b, a y x, y así sucesivamente. Está claro que esta organización de los índices constituye un nuevo grado
en relación con las regulaciones iniciales, no procediendo sino por correcciones o refuerzos fuera del
tiempo. Se ve, así, el papel de las regulaciones en la elaboración de la "reflexión" sobre un nivel que
ellas engendran por sus propias coordinaciones.
De esa forma, cada nuevo nivel da lugar a nuevas equilibraciones por regulación y estas regulaciones,
de clase un poco superior, prolongan las del nivel de partida por "abstracción reflexiva". Pero,
recíprocamente, según Piaget (1976), el sistema superior constituye entonces un regulador que ejerce
su dirección sobre las regulaciones de nivel inferior (p. 40). La reflexión representa, pues, el prototipo
de una regulación de regulaciones, pues es un regulador y regula lo que está insuficientemente regulado
por las regulaciones anteriores.
Para Piaget (1976), esta formación de las regulaciones de regulaciones, constituye así un proceso
general y aparentemente paradójico, según el cual, todo sistema cognitivo se apoya sobre el posterior
para extraer de él la guía y el acabamiento de su regulación (p. 40). Esta colaboración de las
regulaciones y de la abstracción reflexiva explica el proceso central del desarrollo cognitivo, esto es, de
la formación indefinida de operaciones sobre operaciones, pues es evidente que sobre un sistema
operatorio será siempre posible aplicar nuevas operaciones, extraídas de otros sistemas y de las
precedentes, dentro del mismo sistema, pero elevadas a una potencia.

El funcionamiento de la equilibración
Ahora, se torna importante analizar como la equilibración se desarrolla en los casos particulares de las
interacciones entre objetos y sujetos. Piaget (1976) colocó cinco modelos explicativos del
funcionamiento de la equilibración, según comporten observables, inferencias, o ambas, dependiendo del
nivel evolutivo alcanzado por el sujeto. A los efectos de la comprensión de ese funcionamiento,
presentaremos en este trabajo solo el modelo de tipo IIA, que comporta una interacción entre
observables y coordinaciones inferenciales, del cual no es difícil deducir los otros modelos.
Primero, es preciso definir los términos implicados en el constructo. Por un lado tenemos los
observables (Obs.), definidos por lo que el sujeto cree3 constatar a través de los esquemas (pre-
operatorios o operatorios) de que dispone. Piaget va a diferenciar, por un lado, Obs. S. u observables
relativos a la acción del sujeto, y por otro Obs. O. u observables relativos a los objetos. Por otro lado,
tenemos las coordinaciones (Coord.), caracterizadas por las inferencias hechas por el sujeto, que
superan la frontera de los observables. Se pueden encontrar dos tipos diferentes de coordinaciones,
según sean coordinaciones de las acciones del sujeto, o coordinaciones entre los objetos, en el caso en
que se atribuyen operaciones a los objetos, luego, un modelo causal. Entonces, tenemos las Coord. S. o
coordinaciones inferenciales de las acciones del sujeto, y Coord. O. o coordinaciones inferenciales entre
objetos. Una inferencia no es un caso de generalización inductiva, sino que se trata de una construcción
de relaciones nuevas.
También (Piaget, 1976) cita dos procesos centrales, (OS y SO) que relacionan Coordinaciones y
Observables, tanto del sujeto como del objeto. Eso se debe al axioma central de la teoría, pues el
conocimiento solo es posible a través de las interacciones entre ambos. Un sujeto no puede conocer sus
propias acciones, sino a través de los resultados que puede constatar en los objetos a los cuales fueron
aplicadas, y solo consigue comprender estos últimos, por medio de inferencias ligadas a las
coordinaciones de estas mismas acciones.

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Piaget (1976) dice que el sujeto cree constatar, en vez de decir lo que el sujeto constata, pues para él, los instrumentos de registro (asimilación)
no son puramente perceptivos e independientes de los esquemas y, por lo tanto, las observaciones son influenciadas por coordinaciones anteriores
que las deformam y les imponen restricciones.

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El proceso OS se refiere a la influencia de los observables constatados en el objeto sobre los
observables de la propia acción. La comparación de esos observables es la que dará origen a las
coordinaciones. Así, se puede decir que la significación de ese proceso OS es relativa a la
concientización de la propia acción.

El proceso SO, que conduce de las coordinaciones del sujeto a las del objeto se centra en el hecho de
que para comprender y para descubrir relaciones entre los objetos, son necesarias las operaciones del
sujeto. Como las relaciones, causales y operatorias, superan las fronteras del observable por el hecho de
no encontrarse en los objetos, toda coordinación implica inferencias que requieren una verificación a
partir de lo constatable.

Estas coordinaciones provocarán, tarde o temprano, el descubrimiento de nuevos observables, de nuevos


posibles, a causa de una mejor verificación o de un inicio de verificación. Eso implica que acontecerá
una sucesión de estados, verificadores de una equilibración progresiva. Así, cada Obs. S será función de
las Obs. S y Coord. S del nivel precedente, de la misma forma que con los Obs. O y las Coord. O en
relación a los del nivel anterior. Esta interacción entre sujeto y objeto implica una colaboración entre
abstracciones empíricas y abstracciones reflexivas, en cuanto mecanismos necesarios para el desarrollo
de un nivel superior.

Entonces, el modelo IIA (Piaget, 1976, p. 54) adopta la siguiente forma, donde el símbolo 
denota un equilibrio global, durable o momentáneo,

OS

(Obs. S  Coord. S)  (Obs. O  Coord. O)

SO

Dos hechos fundamentales tornan esas interacciones constitutivas de un proceso secuencial de


equilibración, que afecta a un número n de estados sucesivos y supera la consideración de solo un
estado, como el modelo IIA. Según Piaget (1976), el primero de esos hechos es que un observable
depende de coordinaciones anteriores, con sus éxitos y fracasos. Así, es evidente que el estado descrito
anteriormente depende de estados superiores. Recíprocamente, es evidente que las coordinaciones
provocan, tarde o temprano, el descubrimiento de nuevos observables. Así, será posible asistir a una
sucesión de estadios que testimonian una equilibración progresiva.

El modelo general de la equilibración, propuesto por Piaget (1976, p. 57) tomaría la siguiente
forma:

Obs. S (n)  Coord. S (n)  Obs. O (n)  Coord. O (n)

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Obs. S (n+1)  Coord. S (n+1)  Obs. O (n+1)  Coord. O (n+1)

Obs. S (n+2)  Coord. S (n+2)  Obs. O (n+2)  Coord. O (n+2)

Así, cada Obs. S. de un nivel determinado, se encuentra en función (trazos gruesos) de los Obs. S. y
Coord. S del nivel anterior, y lo mismo acontece con los Obs. O en relación con los Obs. O. y Coord. O.
del nivel anterior.

Es interesante observar que el modelo final representa con mucha claridad el proceso de equilibración
maximizante o mayorante, que permite el pasaje de un estado de equilibrio a un estado de equilibrio
superior o mejor, al mismo tiempo que conserva a los anteriores, o sea, que la modificación de uno no
implica la destrucción de la forma anterior, sino la creación de una nueva forma.

Referencias Bibliográficas

Inhelder, B.; Garcia, R. y Vonèche (1978) - Epistemología Genética y Equilibración. Homenaje a Jean Piaget.
Bs. As.: Huemul.
Piaget, J. (1973) - Biologia e conhecimento. Ensaio sobre as relações entre as regulações orgânicas e os
processos cognoscitivos. Petrópolis: Vozes.
Piaget, J. (1976) - La equilibración de las estructuras cognoscitivas. Problema central del desarrollo . Madrid:
Siglo XXI de España editores S. A.
Piaget, J. (1984) - Investigaciones sobre la generalización. México: Premia Editora.
Piaget, J. (1985) - O possível e o necessário. Evolução dos possíveis na criança . Vol I. Porto Alegre: Artes
Médicas.
Piaget, J. (1995) - Abstração Reflexionante. Relações Lógico-Aritméticas e Ordem das Relações Espaciais.
Porto Alegre: Artes Médicas.
Sisto, F. F. (1994) - Contribuições do construtivismo à psicopedagogia. Mimeo.
Sisto, F. F. (1995) - A construção do espaço cognitivo em Jean Piaget. Mimeo.

* Este texto es una traducción de un segmento de la Tesis de Maestría del Autor, revisado y adecuado a las
necesidades de la Cátedra de Psicología Cognitiva de la UNMdP.

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