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Arzobispado de ArequipaMe gusta esta página

26 de febrero a las 09:58 ·

Compartimos con ustedes el mensaje de Mons. Javier Del Río Alba, Arzobispo de Arequipa para esta semana:

NUEVOS PASTORES

El viernes pasado, en la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro, he tenido la gracia de ordenar ocho nuevos sacerdotes
para nuestra Arquidiócesis de Arequipa y, a través de ella, para la Iglesia universal. Mientras tanto, el Papa Francisco
estaba reunido en Roma con representantes de los obispos de todo el mundo, para afrontar juntos la mayor herida que ha
sido infligida a la Iglesia en los últimos siglos: los abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por sacerdotes en
contra de menores de edad y otras personas vulnerables. Sacerdotes en quienes ellos confiaron y que, en lugar de hacerles
presente el amor de Dios y conducirlos a la vida eterna, los traicionaron y violaron lo más íntimo de su cuerpo y/o su
espíritu. ¿Cómo ha podido suceder esto y, durante mucho tiempo, esconderse esta plaga que ha afectado y sigue afectando
a no pocos fieles, sin que nadie hasta hace pocos años haya dicho o hecho algo para afrontarla y erradicarla? La respuesta
no es simple. Por un lado, debemos reconocer que en muchos casos no se ha sido lo suficientemente diligentes al
seleccionar a los candidatos al sacerdocio. Por otro lado, puede ser cierto también que no se tuvo la debida consciencia
para percibir la enfermedad. Y así podríamos seguir buscando razones, todas probablemente válidas. Sin embargo, como
bien ha dicho el Papa Francisco, hay otro asunto de fondo: una equivocada concepción de Iglesia y de sacerdocio o, dicho
de otro modo, del lugar y la misión del sacerdote en la Iglesia.

Pensaba en estas cosas la semana pasada, al mismo tiempo que iba preparando la ordenación de los nuevos sacerdotes que
antes he mencionado. Conozco a los ocho desde hace diez o más años. Los vi llegar al Seminario, bastante jovencitos, y
los he acompañado a lo largo de su formación. He compartido con ellos, sus compañeros y formadores, momentos de
alegría y de dificultad. Les he dictado clases varios años y predicado innumerables veces. Hemos celebrado juntos sus
avances en el camino hacia el sacerdocio y hemos sufrido, también juntos, sus fracasos. Finalmente, llegó el gran
momento de su ordenación sacerdotal. Y ahora estaban ahí, ante mí, en la catedral de Arequipa abarrotada de fieles,
familiares, amigos y miembros de sus parroquias o movimientos, esperando con ilusión que, por la imposición de mis
manos y la oración que en nombre de toda la Iglesia elevé a Dios, el Espíritu Santo descendiera sobre ellos y transformara
lo más profundo de su ser convirtiéndolos en sacramento vivo de Jesús, el Buen Pastor que da la vida por las ovejas.

He ahí la gran novedad del sacerdocio cristiano. Los sacerdotes verdaderamente cristianos son hombres elegidos por Dios
de en medio de su pueblo y para servir a ese mismo pueblo a costa de su propia vida, como Jesús dio su vida para la
salvación del mundo entero. Son pastores cuya misión es cuidar, apacentar, alimentar y guiar a la porción del rebaño de
Dios que les es confiada. No son caciques ni jefes. Son servidores. No son los primeros en la comunidad, son los últimos.
No les mueve el afán de poder, prestigio, afecto o dinero. Les mueve sólo el amor de Dios, que experimentan cada día a
través de la oración y de la misericordia con que Dios los trata, y por eso aman a Dios y al prójimo y son misericordiosos
con todos. Soy testigo de la ilusión y rectitud de intención con que nuestros ocho nuevos sacerdotes comienzan su
ministerio. Y sé que en la medida en que continúen viviendo pobres, castos, obedientes y sirviendo a los demás,
continuarán la labor de muchísimos sacerdotes santos que los han precedido y, de esa manera, el mal no tendrá poder
sobre ellos y ellos no sólo no harán mal a nadie sino que harán mucho bien a los demás y, así, nuestra Iglesia en Arequipa
continuará su misión de hacer presente el Reino de Dios en este mundo.

+ Javier Del Río Alba


Arzobispo de Arequipa

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