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EL EFECTO INVERNADERO Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Sabemos que los ecosistemas tienden a mantenerse en equilibrio dinámico, en el


que las perturbaciones menores son automáticamente compensadas. Se observa
tal estado-estable en la presencia y tamaño de las poblaciones, y también en el
entorno físico y químico que las contiene. Pero puede suceder que las actividades
de la población humana originen cambios en ese estado-estable, y lleven al sistema
a un punto de gran inestabilidad y aumento de la velocidad del flujo de energía. En
efecto, el ser humano puede provocar involuntariamente esos cambios por usar
combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) para obtener energía para la industria,
el transporte, la calefacción y refrigeración; también para realizar agricultura y
explotación forestal. Con esas actividades la población humana puede beneficiarse,
pero también puede recibir algunos perjuicios de los que no podrá escapar
fácilmente, como de aquellos originados por el calentamiento global del planeta.
El sistema climático del planeta depende de una serie de factores íntimamente entrelazados. Uno
de los elementos más importantes, es el balance energético entre la energía recibida del sol y la
irradiada de vuelta al espacio. En ausencia de atmósfera, la temperatura promedio de la tierra
debería ser de aproximadamente -16°C (2550 Kelvin). Pero la temperatura promedio real de
+15°C (2880 Kelvin), debido a que distintos gases de la atmósfera absorben la radiación emitida
por la tierra. Entre estos gases, los más importantes son el vapor de agua, el CO2, el metano, los
CFC (clorofluorocarbonos) y los óxidos de nitrógeno, los que por esa razón, son llamados “gases
de efecto invernadero”, los GEI. Todos estos gases son liberados a la atmósfera por procesos
naturales, pero las actividades humanas de los últimos 100 años están influyendo mucho en la
velocidad de esa liberación.
De la radiación solar que llega a la alta atmósfera alrededor del 25 % es reflejada y otro 25 % es
absorbido por ella.; en tanto que la Tierra absorbe un 45% y refleja un 5%. La Tierra emite
radiación de onda larga, parte de la cual sale de la atmósfera y parte es reflejada por los gases de
efecto invernadero.
Así es que el CO2 está aumentando muy rápidamente y es el gas que más impacto está teniendo
en el cambio climático (FiguraVIII.1). De acuerdo con muestras de aire atrapado en hielos de la
Antártida y de Groenlandia, el nivel actual de CO2 atmosférico de 370 ppm (partes por millón)
de aire es el más alto de, al menos, los últimos 420.000 años y posiblemente el más alto de los
últimos 20 millones. La tasa actual de aumento de CO2 en la atmósfera desde el año 1900 es de
aproximadamente de 1.7 % anual, que es la tasa más alta de los últimos 20.000 años por lo menos
(Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), Naciones Unidas, www.ipcc.ch/ ;
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2013. http://www.unep.org/spanish/)
Según proyecciones también realizadas por las Naciones
Unidas (IPCC), la temperatura en la tierra aumentó
aproximadamente 0.6 °C en el último siglo. Este aumento de
más de medio grado por siglo es el cambio más rápido en al
menos los últimos 1000 años. Según información de
http://co2now.org/Current-CO2/CO2-Now/noaa-mauna-loa-
co2-data.html, once de los últimos doce años (1995–2006) se
encuentran entre los doce años más calurosos en los registros
instrumentales de la temperatura global en superficie (desde
1850). Y el aumento total de la temperatura de 1850–1899 hasta
2001–2005 fue 0.76°C (0.57°C a 0.95°C). Con datos de esa misma fuente podemos construir la
figura VIII.2 que nos permite relacionar la probable influencia del aumento de la concentración
de dióxido de carbono atmosférico en la retención de la radiación de onda larga, produciendo el
efecto invernadero:

Aumento de la concentración de dióxido de carbono atmosférico medido en el Observatorio


Mauna Loa (Hawai) de 1969 a 2011.
Las consecuencias de ese aumento en el efecto invernadero debido a las actividades humanas son
considerables. El deshielo en las regiones polares y el aumento del volumen de los océanos
debido a la expansión térmica, tendrían el efecto combinado de elevar el nivel promedio de los
océanos entre 20 y 110 cm para la misma fecha. De hecho, el nivel promedio ya ha aumentado
al menos unos 17 cm en el último siglo. Aproximadamente un 10% de las zonas más pobladas
del planeta están por debajo de 110 cm, con lo cual quedaría inundada una gran parte de las
regiones costeras. Algunas islas del Pacifico -países enteros algunas de ellas- no tienen parte
alguna por encima de ese nivel y quedarían completamente bajo las aguas en menos de 100 años.
Aun deteniendo el aumento del CO2 atmosférico, la expansión térmica de los océanos es un
proceso lento que continuaría por unos 500 años.
En la historia del planeta las bacterias fotosintetizadoras fueron las que cambiaron el clima, y
ahora una sola especie -la especie humana- tiene un impacto suficientemente grande como para
cambiar otra vez el clima en forma importante.
ADELGAZAMIENTO DE LA CAPA DE OZONO ESTRATOSFÉRICO
Otro cambio que, en mayor o menor grado afecta a toda la humanidad, es el adelgazamiento de
la capa de ozono de la atmósfera, que está entre unos 15 a 30 Km de altura, en la parte baja de la
estratósfera. Esta capa se formó cuando en los organismos vivos se seleccionó -hace unos 3700
millones de años- un proceso metabólico muy eficaz de transformación de energía luminosa en
energía química: la fotosíntesis, reacción que tiene como productos químicos finales agua y
oxígeno, los que son liberados al ambiente. Así fue que de una atmósfera casi sin oxígeno se fue
pasando a otra donde una quinta parte la constituye ese gas. Entonces ese oxígeno, cuya molécula
tiene dos átomos (O2), por acción de la radiación ultravioleta (RUV) se transforma en ozono, una
molécula que tiene tres átomos de oxígeno (O3) y queda concentrado mayoritariamente en la
“capa de ozono”. Esta capa absorbe la mayor parte de la RUV de onda más corta que, sin ella,
llegaría desde el sol a la Tierra.

En 1985, se observó que en la Antártida, durante la primavera, la capa de ozono se adelgazaba


quedando el “agujero de ozono”, hecho que se siguió observando desde entonces y que es
atribuido a los clorofluocarbonos, los CFC. Éstos son hidrocarburos no tóxicos que se encuentran
en la naturaleza en estado líquido y que se evaporan fácilmente. Estos compuestos son usados
desde hace unos 70 años por la industria, en equipos de refrigeración como heladeras,
acondicionadores de aire, en los rociadores (spray) y en muchos otros productos.
El fenómeno se explica porque, después del invierno polar, el sol llega y su RUV destruye las
moléculas de cloro provenientes de los CFC liberando átomos de cloro que reacciona a gran
velocidad con las moléculas de el ozono que pasan a moléculas de oxígeno, las que también por
la RUV vuelven a pasar a moléculas de ozono pero a una velocidad mucho menor.
En el año 2013 las mediciones de la NASA (http://www.nasa.gov/topics/earth/features/ ozone-
hole-2012.html) y de la National Oceanic and Atmospheric Administration (http://
www.noaa.gov/) indican que el agujero de ozono se está reduciendo en los últimos años.

A) El conocimiento y la educación
La producción de conocimiento se da a través de los esquemas educativos, la educación es
necesaria en cualquier sociedad; ésta depende de las políticas económicas implementadas en cada
país, por lo que los individuos comparten el destino de una nación.
Cuando un país presta atención a sus esquemas educativos, a largo plazo se produce
conocimiento, estableciendo las bases para el crecimiento y desarrollo económico. El contar con
una sociedad educada permite que la convivencia social sea adecuada y productiva; el ambiente
político se torna incluyente y las actividades de investigación científica e innovación tecnológica
son vistas como una inversión necesaria.
La relación educación, calidad y competitividad, se traduce en el desarrollo de competencias.
Parte de estas competencias está centrada en manejo de las TIC´s (Tecnologías de Información
y Comunicación). Sin embargo, la historia de la investigación educativa del siglo pasado ha
mostrado, consistentemente, que las innovaciones tecnológicas tienen una influencia escasa, de
poca significación, en la calidad de la educación, si se considera ésta como la diferencia sustancial
que resulta en un incremento en el aprovechamiento y el rendimiento escolar de los alumnos. No
se ha demostrado que las innovaciones tecnológicas causen o puedan causar por sí solas, dicha
diferencia. Se reconoce que las TIC‘s no son un medio más sino que su utilización constituye
una forma diferente de entender la educación.

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