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EVE ENSLER
PRESENTACION
Apuesta a que están preocupados?? Nosotras estábamos preocupadas
Nos preocupaban “Las Vaginas”… nos preocupaba lo que pensábamos acerca de las
vaginas y aun mas nos preocupa el hecho de que no pensamos en ellas, estábamos
preocupadas por nuestras propias vaginas, ellas necesitaban el contexto de otras vaginas,
formar parte de una cultura, de una comunidad de vaginas… bueno, hay tanto misterio,
tanto secreto en torno a ellas, que acaban siendo como el triangulo de las bermudas: Si,
por que nadie, absolutamente nadie se vuelve a reportar… desde allá…
Bueno entonces entramos en esta fase de encontrar a tu vagina, hay mujeres que se tardan
semanas, meses y a veces hasta años sin voltearla a verla, entrevistamos a una ejecutiva
de una empresa y nos dijo que estaba muy ocupada, que no tenia tiempo… Ver tu propia
vagina??- dijo, hay no es un trabajo que debe de tomar como todo un día te tienes que
recargar en tu espalda, y no enderezarte para llegar hasta allá bajo, te tienes que ubicar
frente a un espejo que sea de preferencia, fijo de cuerpo entero, tienes que buscar la
posición perfecta, con la iluminación perfecta y aun así tienes se meten sombras según el
ángulo de acuerdo con las luces, total quedas toda enrollada, con el cuello estirado hacia
abajo, con la espalda arruinada levantar la cabeza, para ese momento ya estas agotada,
No, yo tengo tiempo para eso, dijo, Tengo demasiado trabajo.
Bueno as fueron las entrevistas que se recopilaron y que después se convirtieron en los
Monólogos de la vagina, Es que más de 200 mujeres fueron entrevistadas, mujeres viejas,
mujeres jóvenes, mujeres casadas, mujeres solteras, lesbianas, maestras, actrices,
empresarias, sexoservidoras, negras, latinas, asiáticas, indígenas, caucásicas, judías!!...
hasta las menonitas…
Al principio las mujeres no estaban muy dispuestas a hablar, pero una vez que comenzaban
ya no podías pararlas, es que en privado a la mujer le encanta hablar de vagina, es que
para nosotras es algo muy excitante, en gran parte por que antes nadie nos había
preguntado.
Hay que empezar por la palabra vagina, en el mejor de los casos suena como una infección
o quizá como un instrumento medico: “rápido enfermera, tráigame la vagina”… vagina
vagina vagina vagina, bueno no importa cuántas veces la digas, nunca suena una palabra
que quieras decir. Es una palabra totalmente ridícula, absolutamente anti erótica, nada sexi,
si la dices durante el acto sexual, queriendo ser correcta, muy propia y prudente
escucharías algo así: “Cariño, podrías acariciarme la vagina?”, acabas con el acto en ese
mismo instante, le das en la madre a toda pasión.
Nos preocupan las vaginas, los nombres que les damos y los que no les damos!!!... conejito,
y en la colonia planco le dicen: osito, una mujer de acá nos dijo que su mamá le decía: no
uses chones debajo de tu pijama mi niña si no como va a respirar tu osito, en la cruz del
sur, la llaman el chango, en la puerta de hierro la llaman… pero no viene, también se le
conoce como la pepa, la papaya, la pucha, la canoa, la pepita, la concha, sapo, sope,
chucha, cochete, higo, almeja, cueva, tortita, mongo, hucha, Virginia, paparrucha, bujero,
el me merezco, el no me niegues, bizcochito, hoyo, dona, torta ahogada, payaso, el de
enfrente, la selva, ojito, huequito, pollo, en Mérida le han dicho: el queso con pelos, en la
Secretaria del trabajo le dicen: traes a la mano o chambea, saben cómo le dicen en los sets
de televisión??: pase de entrada ( no lo crean, yo tengo gafete!!), bueno también le dicen
gafete y te lo piden en la mañana.
Nos preocupan las vaginas
Este espectáculo consiste en la opinión de algunas, bueno de muchas mujeres pero
generalmente el mismo tema y aguas ocasiones una buena idea se convierte en un
escándalo!! Hubo un tema muy delicadito que fue recurrente casi en todas las
entrevistas, y este primer monologo nació a partir de la historia de una sola mujer y
el tema en cuestión es:
LOS PELOS
No puedes amar a una vagina si no amas a los pelos. Mucha gente no ama a los pelos. Mi
primer y único esposo odiaba los pelos. Dijo que estaban enmarañados y sucios e hizo que
me rasurara la vagina. Se veía inflamada y expuesta como una niñita. Esto lo excitaba.
Cuando me hacía el amor, mi vagina se sentía como se ha de sentir una barba. Se sentía
bien al frotarla y a la vez doloroso. Como cuando te rascas un piquete de mosco. La sentía
como si se me estuviera quemando y me salió una erupción de puntitos rojos lacerados.
Me rehusé a rasurármela de nuevo. Entonces mi esposo me puso el cuerno. Fuimos a
terapia de pareja, y él dijo que se acostaba con otra porque yo no lo satisfacía sexualmente,
que yo me negaba a rasurarme la vagina. La terapeuta tenía acento alemán y suspiraba
(suspiro) entre frases (suspiro) para demostrar su apego emocional. Me preguntó por qué
no quería darle placer a mi esposo y le contesté que era una situación muy extraña. Qué
cuando yo no tenía pelo ahí, me sentía pequeñita y no podía dejar de a hablar con voz de
bebé, además la piel se me irritaba, y ni siquiera el Caladril me ayudaba. Ella me dijo que
el matrimonio se trataba de ponerse de acuerdo y siempre llegar a justos medios.
Esa vez, cuando llegamos a la casa, a mi esposo le tocó rasurarme la vagina. Se lo ganó.
Fue su premio por ir a terapia. Pasó el rastrillo algunas veces y quedó un poco de sangre
en la tina. Él estaba tan feliz por poderme rasurar que ni cuenta se dio. Después, cuando
mi esposo se apretaba contra mí, pude sentir como se me clavaba su punzante filo en mi
desnuda, hinchada y pelona vagina. No había protección, no estaba mullidito.
Me di cuenta de que hay una razón para que los pelos estén ahí - son la hoja alrededor de
la flor, el pasto alrededor de la casa. Tienes que amar a los pelos para poder amar a la
vagina. No puedes escoger las partes que te gustan. Y de todas maneras, mi esposo nunca
me dejo de poner el cuerno.
LA INUNDACIÓN
¿Allá abajo? no he ido ahí desde 1953. No, no tuvo nada que ver Ruiz Cortines. No, no,
allá abajo es un sótano. Es húmedo y frío. Para nada querrás ir allá abajo. Créeme. Te daría
asco. Te sofocas. Es extremadamente nauseabundo. El aroma de lo enmohecido y la
humedad pegajosa y todo eso. ¡Guácala! Y esos olores insoportables que se impregnan en
tu ropa.
No, no tuve ningún accidente ahí. No explotó, ni le prendieron fuego, ni nada. No fue algo
tan dramático. O sea... quiero decir, olvídelo. No, olvídelo. No le puedo hablar a usted de
esto. ¿Qué anda haciendo una linda muchacha como usted por ahí platicando con
ancianitas acerca de su cosita? Cuando yo era una niña, no solíamos hacer este tipo de
cosas. ¿Qué? ¡Ay por Dios! Pues te lo cuento.
Había un muchachito, Víctor Romero. Era guapo -- bueno, al menos yo lo pensaba. Y alto,
como yo, realmente me encantaba. Y me pidió que saliéramos a dar la vuelta en su coche...
Ay no te puedo contar esto. No puedo hacerlo, ¿cómo voy a hablar de eso? Una sabe que
está allá abajo. Como un sótano. A veces oyes ruidos que vienen desde ahí. Puedes
escuchar la tubería y también a las cosillas que se quedan atrapadas, animalitos y cosas,
a veces se moja, y en ocasiones alguien tiene que venir a destapar la cañería.
Independientemente de eso, la puerta se mantiene cerrada. Te olvidas de ello. Quiero decir
que es parte de la casa, pero la parte que no ves, o no te pones a pensar en ella. Sin
embargo, tiene que estar, porque todas las casas necesitan un sótano. De otro modo la
recámara estaría en la cisterna.
Ay Víctor, Víctor Romero. Claro. Víctor era muy atractivo. Un muy buen partido. Así es como
le decíamos en mi época. Estábamos en su coche nuevo, un MG blanco. Me acuerdo que
me puse a pensar que mis piernas eran demasiado largas para el asiento. Soy de piernas
largas. Y se estaban golpeando contra el tablero. Yo estaba viendo mis rodillas cuando de
repente me dio un beso sorpresa "de esos de arrebato y dominio como en las películas".
Me excité, y me excité tanto que entonces hubo una inundación allá abajo. No la podía
controlar. Era como un impulso pasional, y este río de vida se desbordaba fuera de mí,
pasando directamente a través de mis calzones, justo al asiento nuevo de su coche, de su
MG nuevo. No era pipí y apestaba -- bueno, francamente a mi no me olió a nada, pero
Víctor me señaló, él me dijo que apestaba a leche cortada y que estaba manchando el
asiento de su coche. También dijo que yo era "una chica rara y apestosa". Yo quería
explicarle que su beso me tomó por sorpresa, que normalmente yo no era así. Traté de
limpiar la inundación con mi vestido. Era un vestido amarillo primaveral nuevecito, y se veía
horrible por lo mojado de la inundación. Víctor me llevó a mi casa sin decir ni una palabra
más y cuando salí y cerré la puerta de su coche, cerré el local para siempre. Bajo llave,
jamás abriría sus puertas de nuevo. Salí con otros después de eso, pero la idea de la
inundación me ponía demasiado nerviosa. Y nunca volví a acercarme de nuevo.
Y ya de más grande, empecé a tener sueños, unos sueños rarísimos. Ay pero si son bien
mensos. ¿Por qué? Andrés García. No sé porqué. Durante el día, él nunca me emocionó,
pero en mis sueños... siempre estábamos Andrés y yo, Andrés y yo, Andrés y yo. En general
siempre era el mismo sueño. Estábamos saliendo. Andrés y yo. Estábamos en un
restaurante como esos que ves en los hoteles de la Zona Rosa, enormes y con candiles y
cosas y miles de meseros con chalecos. Andrés me daba un prendedor de florecitas, y yo
me lo ponía en el saco. Reíamos. Siempre nos reíamos Andrés y yo, risas y más risas. Nos
comíamos un cóctel de camarones. Camarones gigantes, unos camarones fabulosos. Y
nos reíamos más. Estábamos muy felices juntos, entonces me volteaba a ver a los ojos y
en medio del restaurante me jalaba hacia él -- y justo cuando me iba a besar, todo el
restaurante empezaba a temblar, y por abajo de la mesa salían pichones volando -- no
tengo ni idea de lo que estaban haciendo esos pichones allá abajo -- y la inundación salía
directamente de ahí. Y emanaba de mí. Y emanaba y emanaba. Dentro de eso había
pescaditos y barquitos y todo el restaurante se inundaba con mi desbordamiento. Andrés,
horrorizado, se veía terriblemente decepcionado de mí por lo que yo había vuelto a hacer.
Él estaba ahí parado, en medio de eso, con la inundación hasta la mitad de la cintura, viendo
a sus amigos, a Jorge Rivero y a Jorge Luke, que pasaban flotando, vestidos de esmoquin,
alejándose de nosotros.
Ya no tengo esos sueños. Se acabaron desde que me sacaron todo lo de allá abajo. Me
quitaron el útero, los tubos, todo el paquetito. El doctor pensó que estaba siendo chistoso.
Me dijo - "si no puedes usarlo, pues hay que sacarlo" - Pero descubrí que, de hecho, se
trataba de cáncer. Todo lo que estaba a su alrededor se tenía que tirar. De cualquier forma,
¿quién lo necesita? Le dan más importancia que la que tiene. Me he dedicado a otras cosas.
Hago arreglos florales y soy voluntaria del Hospital Inglés.
Me preguntas que si se vistiera que - "¿qué se pondría?" - ¿Qué tipo de pregunta es esa?
¿Qué se pondría? Se pondría un enorme letrero:
CLAUSURADO POR INUNDACIONES
Qué -"¿qué diría?"- Ya te lo dije. No es así, no es como una persona que habla. Hace mucho
tiempo que dejó de hablar. Es un lugar. Un sitio al que no vas. Está clausurado, está allí
abajo, hasta abajo de tu casa.
¿Feliz? Me hiciste hablar. Lograste sacármelo. Lograste que una viejita hablara de su
cosita. ¿Te sientes mejor ahora?
(Da la espalda, voltea de nuevo)
Sabes, de hecho tú eres la primera persona a la que le cuento esto y me siento un poco
mejor
1.- segundo curso, siete años de edad, mi hermano estaba hablando de la regla. No me
gustaba la manera en que se reía. Fui a mi madre "que es una regla?" le pregunte. "una
cosa que sirve para medir y para dibujar líneas rectas", me contesto.
2.- *mi padre me regalo una postal que decía: para mi nena pequeña, que ya no es tan
pequeña.
3.- * recuerdo que fui una de las ultimas, tenía 13 años. Todas queríamos que nos viniera
4.- *tenia muchísimo miedo. Empecé a guardar las toallas usadas en bolsas de papel
marrón en los rincones oscuros del depósito de trastos viejos, en la buhardilla.
1.- * octavo curso, mi madre dijo "ah que bien"
2.-*en la escuela secundaria... gotitas marrones antes de que me viniera. Coincidió con que
me salieron unos cuantos pelitos en las axilas, que crecían desiguales: en un sobaco tenia
pelo, en el otro no.
3.- * una noche llegue tarde a casa y me metí en la cama sin encender ninguna luz. Mi
madre había encontrado las toallas usadas y las había puesto entre las sabanas de mi
cama.
4.- * tenía 12 años, iba en bombacha, todavía no me había vestido. Mire el suelo de la
escalera. Ahí estaba.
1.-* MIRE HACIA ABAJO Y VI SANGRE
2.- * mi madre estuvo muy cariñosa conmigo. "vamos a buscarte una toalla"
4.- *cuando le vino a mi amiga Marcia, lo celebraron. Hicieron una cena especialmente para
ella.
1.- * tenía 10 años y medio. Ninguna preparación. Porquería marrón en las bombachas. Ella
me enseño a ponerme un tampón. Solo me entro hasta la mitad.
2.- * asociaba mi regla con cosas inexplicables.
3.- *mi madre me dijo que tenía que usar una toalla sanitaria. Mi madre me dijo que nada
de tampones. No podías meterte nada en tu cosita.
4.- *Cuando me ocurrió mi madre me dio una bolsa de algodón. ¡Que poca!
1.- * tenía 15 años. Mi madre me dijo: "mazel tov". Me dio una bofetada. Yo no sabía si
aquello era bueno o malo
2.-*mi regla, como la masa de un pastel antes de que crezca. Las indias se pasaban 5 días
sentadas sobre el musgo. Ojala yo fuese nativa americana.
3.- *cuando veía a chicas blancas en el gimnasio con tampones , pensaba que eran chicas
malas.
4.- *vi gotitas rojas en la baldosas rosadas “genial" pensé.
1.- * mi madre se alegro por mí y me dijo…. ¡ya eres una mujercita!
2.- *usaba tampones ob y me gustaba meter los dedos ahí dentro.
3.- pensé que era espantoso, no estoy preparada
4.- * me dio dolor de espalda y me quede tres días en cama por los cólicos
1.- *TENIA 12 AÑOS ME ALEGRE MI AMIGA TENIA UN TABLERO DE OUIJA,
PREGUNTE A LOS ESPIRITUS CUANDO NOS VENDRIA LA REGLA, MIRE HACIA
ABAJO Y VI SANGRE ME DIJE ¡QUE RAPIDO ME CONTESTÓ!
2.- *soy una mujer ..!.¡Ay! Estoy aterrada
3.- *cambio x completo mi percepción de mi misma. Me volví muy silenciosa y madura. Una
buena chica... trabajadora callada, virtuosa, silenciosa...
4.- * tenía 9 años y medio. Convencida de que estaba muriéndome desangrada, enrolle la
bombacha y la tire en el rincón. No quería preocupar a mis padres.
1.- *mi madre me preparo agua caliente con vino, me quede dormida.
2.- * mi madre entraba y salía cada dos por tres del psicólogo. No podía aceptar que me
hubiera hecho mujer.
3.- *"apreciada señorita: le ruego que dispense a mi hija de jugar en el partido de
basquetbol. Acaba de hacerse señorita"
4.- *ME GUSTAN LAS GOTAS QUE CAEN EN EL INODORO. ES COMO PINTURA.
1.- * a veces es marrón, me inquieta!
2.- * yo tenía 12 años. Mi madre me abofeteo y me trajo una camisa roja de algodón. Mi
padre salió a comprar una botella de tequila.
Mi vagina está furiosa. Está muy enojada. Mi vagina está encabronada y necesita hablar.
Necesita hablar de todas estas estupideces. Necesita hablar contigo. O sea, ¿De qué se
trata? – hay todo un ejército de personas pensando en formas de cómo torturar a mi pobre,
inocente y gentil vagina… Se la pasan los días enteros ingeniando productos dementes e
ideas macabras para subyugar a mi querido agujero.
¿Qué es toda esa mierda que constantemente nos quieren ensartar para limpiarnos –
rellenarnos? ¿Qué, quieren hacer que desaparezca? Bien, pues mi vagina no va a
desaparecer. Está muy enojada y aquí se queda. Cómo los tampones – ¿¡Qué es eso!? Un
cacho de algodón seco embutido ahí. ¿Por qué no encuentran una manera de lubricar el
tampón? En el instante en que mi vagina los ve, entra en estado de shock. Dice, “No jodas,
coño”, Se cierra. Uno necesita trabajar con la vagina, presentarle las cosas, preparar el
camino. Tienes que convencer a mi vagina, seducirla, hacer que confíe en ti. Eso no se
puede hacer con un pobre pedazo de algodón.
Dejen de embutirme cosas ahí. Dejen de embutir y de limpiar. Mi vagina no necesita que la
limpien. Huele bien. No la traten de decorar. No les crean cuando les dicen que debe oler
a pétalos de rosa cuando debe oler a ella. Eso es lo que están haciendo, tratando de
limpiarla, hacer que huela a desodorante de baño o a jardín. ¿Y qué se traen con esas
duchas vaginales – con aroma a flores, a moras, o a lluvia. Yo no quiero que ahí me huela
a lluvia. Toda limpiecita, como si lavaras un pescado después de cocinarlo. Si yo pido un
pescado, es porque quiero el sabor del pescado.
Y luego el ginecólogo. ¿Quién lo inventó? Debe de haber algo mejor que esas
exploraciones. ¿Por qué nos ponen esas horrendas batas de papel que te raspan las
chichis, y que crujen cuando te acuestas? Sólo te hacen sentir como una bola de papel que
alguien tiró a la basura.
¿Y para qué los guantes de hule, y la linterna qué te meten hasta el fondo? ¿Quién creen
que son? ¿Jaime Maussan buscando extraterrestres ahí adentro? ¿Para qué te enchufan
esas malditas pinzas que parecen pato recién sacado del congelador y por qué el estribo
parece un horroroso invento de tortura china? O sea, ¿que fue pues? Mi vagina está furiosa
por todas estas visitas al doctor; cuatro semanas antes ya se está defendiendo y no quiere
salir de la casa. Entonces llegas al consultorio, ¿no lo odias? “¿Relaja tu vagina, relaja tu
vagina?”, ¿Para qué?, ¿Para qué me puedan meter esas pinzotas heladas?
¿Por qué no buscan un delicioso terciopelo morado y me cubren con él? ¿Y por qué no me
acuestan en un edredón de algodón relleno de plumas de ganso, y se ponen unos lindos y
cordiales guantes de color rosa o azul, y descansan mis pies en un estribo forrado de
pieles? Pongan a calentar las pinzas. Colaboren con mi vagina, coño.
Pero no, hay más torturas – un pedazo de algodón, espejos fríos y tangas de hilo dental.
Eso es lo peor. Tangas de hilo dental. ¿A quién se le ocurrió? Se te mueven todo el tiempo
y se te pega en la parte de atrás de tu vagina. El resultado: un culo bien ahorcado.
Se supone que las vaginas deben sentirse holgadas y amplias, y no amarradas. Por eso
las fajas son tan malas. Necesitamos movernos y abrirnos y hablar y hablar. Las vaginas
necesitan comodidad. Inventen algo así. Algo para darles placer. No, por supuesto que eso
no lo van a hacer. Odian ver que una mujer pueda sentir placer, en especial placer sexual.
¿Qué tal unas lindas pantaletas de algodón con un vibrador de bolsillo integrado? Las
mujeres estarían felices todo el día, viniéndose en el supermercado, en la micro, vaginas
en perpetuo clímax. Ver a todas esas vivas, independientes, húmedas y felices vaginas. No
lo podrían soportar.
Si mi vagina pudiera hablar, hablaría de ella misma como yo, hablaría de otras vaginas,
imitaría a otras vaginas.
Usaría joyería fina, sin ropa, estaría ahí, sólo decorada con diamantes.
Mi vagina ayudó a sacar a un bebé gigante. Ella pensaba que haría mucho más de eso.
Pero no lo hace. Ahora, quiere conocer el mundo. A todo el mundo. Quiere leer y saber
cosas y salir más. Quiere sexo. Adora el sexo. Quiere ir más profundo. Tiene hambre de
profundidad. Quiere bondad. Quiere cambio. Quiere silencio y libertad y besos suaves y
calor y un toque profundo. Quiere chocolate y confianza y belleza. Quiere gritar. Quiere
dejar de estar enojada. Quiere venirse. Quiere querer. Quiere. Mi vagina, mi vagina. Pues…
lo quiere todo.
EL TALLER DE LA VAGINA
"Mi vagina es una concha, una frágil, tierna y redonda concha que se abre y se cierra, se
cierra y se abre. Mi vagina es una flor, un tulipán excéntrico, con el centro agudo y profundo
y con un aroma delicado, y pétalos suaves, pero firmes".
Esto no lo he sabido siempre. Lo aprendí en el Taller de la Vagina. ¡Porque existen talleres
para las vaginas! Lo aprendí a través de una mujer que cree en las vaginas, que ve a las
vaginas, y que ayuda a otras mujeres a ver sus propias vaginas, mirando las vaginas de
otras mujeres.
En la primera sesión, la mujer que estaba a cargo del Taller nos pidió que hiciéramos un
dibujo de nuestra "hermosa y fabulosa vagina sin igual" Así la llamó esa mujer. Quería saber
cómo cada una de nosotras veía a su "hermosa y fabulosa vagina". Una mujer que estaba
embarazada dibujó una enorme boca roja que gritaba, y de la cual caían monedas. Otra
mujer, muy pero muy delgada, dibujó una serie de imágenes geométricas que recordaban
a Picasso. Yo dibujé un enorme punto negro con líneas onduladas alrededor. El punto era
como un hoyo negro en el espacio, y las líneas onduladas se suponían que eran personas
o cosas, o simplemente los típicos átomos que se pierden por ahí adentro. Siempre imaginé
a mi vagina como una aspiradora anatómica que succiona partículas y objetos de su
entorno.
Yo no pensaba en mi vagina en términos "prácticos" o "biológicos", no la veía como parte
de mí.
En el taller nos pidieron que viéramos a nuestras vaginas con unos espejitos de mano. Y
entonces, tras una cuidadosa exploración, teníamos que presentar un reporte verbal al
grupo acerca de lo que habíamos visto. Y déjame decirte, que hasta éste momento, todo lo
que yo sabía acerca de mi vagina lo había basado en rumores. Realmente nunca la había
visto. Nunca se me había ocurrido voltear a verla. Mi vagina existía para mí en un plano
abstracto. Verla me parecía denigrante e inadecuado, y eso era justo lo que estaba pasando
en el taller, todas en nuestras relucientes colchonetas azules, con nuestros espejitos de
mano. Me recordó el cómo se han de haber sentido los primeros astrónomos con sus
telescopios primitivos. Al principio, mi vagina me pareció inquietante. Como la primera vez
que abres un pescado a la mitad y al verlo descubres que existe otro mundo complejo y
sangriento por dentro, justo abajo de la piel. Lo que más me sorprendió de todo fueron las
capas. Habrías una capa y encontrabas otra capa, habrías la otra capa y encontrabas otra
capa, y si habrías la siguiente ¿Qué crees que encontrabas? ¡Claro… otra capa! Capas
dentro de capas que se abrían en más capas.
Mi vagina me maravillaba. No pude decir nada cuando llegó mi turno de hablar en el taller.
Enmudecí. Se me había despertado, algo que la mujer que estaba a cargo del taller
denominó como "maravilla vaginal". Yo sólo quería quedarme acostada ahí en mi
colchoneta, con las piernas abiertas, examinando a mi vagina por los siglos de los siglos.
Era mejor que el Iztacihuatl, antigua y llena de elegancia. Tenía la frescura y la inocencia
de un jardín japonés bien cuidado. Era graciosa y muy simpática. Me hacía reír. Se ponía
a jugar a las escondidillas, buscaba y se escondía, se abría y se cerraba.
Entonces la mujer que estaba a cargo del taller nos preguntó que cuantas de nosotras
habíamos tenido orgasmos. Dos mujeres levantaron la mano tentativamente. Yo había
tenido orgasmos, pero no la levanté. No levanté la mano por que mis orgasmos eran
orgasmos accidentales. Sólo me ocurrieran… y ya. Me ocurrían en mis sueños y me
despertaba radiante. Me ocurrían en el agua, mientras nadaba. Me ocurrían montando a
caballo, en bicicleta, en la caminadora del gimnasio. No levanté la mano por que aunque
había tenido orgasmos, no sabía cómo hacerle para provocarme uno. Pensaba que era
algo mágico o místico. No quería interferir. Sentía que no era correcto interferir. Sería
artificial y manipulado. La sorpresa y el misterio se acabarían. El problema era, claro, que
en mucho tiempo no había tenido sorpresas. Ya hacía mucho tiempo que no había tenido
uno de esos mágicos orgasmos accidentales, y estaba desesperada. Por eso me metí al
Taller de la Vagina.
Y entonces el momento que anhelaba y temía por fin llegó. La mujer que estaba a cargo
del taller nos pidió que volviéramos a sacar nuestros espejitos de mano y que viéramos si
podíamos localizar nuestro clítoris. Y ahí estábamos nosotras, el grupo de mujeres,
acostadas sobre nuestras espaldas en las colchonetas, encontrando nuestros puntos,
nuestros territorios y nuestros centros de energía, nuestra razón; y no sé porqué, pero me
puse a llorar. Quizás fue por vergüenza. Quizás por qué sabía que tenía que deshacerme
de mi fantasía, de ésta enorme fantasía de que alguien o algo iban a hacer esto por mí -- la
fantasía de que alguien iba llegar a darme orgasmos. Podía sentir cómo el pánico me estaba
inundando. Eran simultáneamente el terror y la noción de que yo me negaba a encontrar mi
clítoris, que lo había catalogado como algo convencional y consumista porque, de hecho,
yo pensaba con horror que no tenía clítoris. Estaba aterrada de pensar que yo era
físicamente inepta, una de esas frígidas, muertas, apagadas, secas, agridulces, amargadas
-- Dios mío- Y estaba ahí acostada con mi espejo, buscándome mi clítoris, hurgándome con
los dedos; y en lo único que podía pensar era en esa vez, cuando yo tenía diez años, que
había perdido en el lago mi anillo de oro y esmeraldas. Recuerdo como me hundí, una y
otra vez hasta el fondo del lago, pasando mis manos sobre las piedras y los pescados y las
latas y la basura, sin poder encontrar mi anillo. Me acuerdo del pánico que sentí. Sabía que
me iban a castigar. No debí haberlo usado para ir a nadar.
La mujer que estaba a cargo del taller me vio que estaba angustiada. Yo estaba sudando y
respirando muy profundo. Se me acercó y le dije - "¡he perdido mi clítoris! No debí haberlo
usado para nadar." - Y ella se rió. Tranquilamente acarició mi frente. Me dijo que mi clítoris
no era algo que se podía perder. Que era yo, mi propia esencia. Qué era tanto como el
timbre de mi casa, cómo la casa misma. Que no debía encontrarlo, que tenía que serlo. Ser
mi clítoris. Me acosté y cerré mis ojos. Baje el espejo y observé cómo lentamente
comenzaba a acercarme a mí y a introducirme de nuevo. Me sentí como una astronauta
que se reincorpora a la superficie de la tierra. Me vinculé con mis propios músculos y con
la sangre y células; y entonces, me deslicé por mi vagina. De repente fue algo fácil y al fin
cabía. Estaba toda caliente y palpitante y lista y joven y viva. Entonces, sin ver, y con los
ojos aún cerrados, puse mi dedo en lo que de repente se había convertido en el timbre de
mi puerta… ¡ay Dios mío! Hubo un pequeño temblor al principio. Después el temblor se
convirtió en un terremoto, una erupción, las capas se dividían y subdividían. Al abrirse,
develó un horizonte de luz ¡uf!, y sentí la conexión, una conexión que me convocaba. Y
mientras tanto yo me sacudía acostada alrededor de mi colchonetita azul.
Mi vagina es una concha, un tulipán y un destino. Estoy llegando al mismo tiempo que
Me voy. Mi vagina, mi centro…mi vagina, yo.
EL CLITORIS
En un proceso por brujería celebrado en 593 el inquisidor, un hombre casado, por lo visto
descubrió por primera vez un clítoris. Lo identifico como la tetilla del diablo, prueba
concluyente de la culpabilidad de la bruja encausada. Se trataba de “un pequeño bulto de
carne,, con forma protuberante como si fuese una tetilla, con la longitud de media pulgada”
que el carcelero descubrió a primera vista, no quiso revelar donde, pues se hallaba junto a
un lugar tan secreto que no era decente mostrar. Finalmente al no poder ocultar el asunto
tan extraño se mostro a los inquisidores quienes jamás habían visto nada igual: por
supuesto, la bruja fue declarada culpable!!!
En el siglo XIX las niñas que aprendían a desarrollar su capacidad orgásmica
masturbándose se les consideraba caso clínico. Se les corregía mediante la amputación o
cauterización del clítoris o con cinturones de castidad en miniatura o cosiendo los labios
vaginales para impedir el acceso al clítoris e incluso se llegaba a la castración mediante la
extirpación quirúrgica de los ovarios. Pero no se encuentra referencia de una extirpación
quirúrgica de los testículos ni a la amputación del pene para impedir que los niños se
masturbaran!!
Entre 80 millones y 100 millones de niñas y muchachas han sido sometidas a la mutilación
genital. Donde se realiza esta práctica alrededor de 2 millones de chicas al año esta
expuestas a que les corten el clítoris o se lo extirpen por completo con una navaja o pedazo
de vidrio, o bien que los labios vaginales sean cosidos con una tripa o con espinas.
Si esta “circuncisión” como se le llega a llamar se hiciera de manera equivalente al hombre
abarcaría desde la amputación de la mayor parte del pene, sus raíces de tejido blando y
parte de la piel escrotal.
Entre las secuelas a corto plazo están los tétanos hemorragias, cortes en la uretra, en la
vejiga, paredes vaginal y anal. A largo plazo infección uterina crónica, cicatrices que
dificultan de por vida caminar, formación de fistulas, dolor y peligro en s partos y muertes
prematuras.
Recuerdo: 7 años
Edgar Montaño, que tiene diez años, se enojó conmigo y me pegó con todas sus ganas
entre las piernas. Se siente cómo si me hubiera roto toda. Cojeo hasta mi casa. No puedo
hacer pipí. Mi mamá me pregunta que qué le pasó a mi Paparrucha - y cuando le digo lo
que Edgar me hizo, me grita y me dice que nunca permita que nadie me vuelva a tocar ahí.
Trato de explicarle: "él no la tocó mamá, me pegó."
Recuerdo: 9 años
Recuerdo: 10 años
Estoy en la casa de mi papá y él tiene una fiesta en la azotea. Todos están tomando. Estoy
jugando sola en el baño y me estoy probando mi corpiño y mis chones blancos de algodón
que me dio la novia de mi papá. De repente, Juan "el Gordo", el compadre de mi papá, llega
desde atrás y me quita mis calzones nuevos y me mete su pene grande y duro en mi
Paparrucha. Yo grito. Y pateo. Forcejeo, pero él ya está adentro. Entonces mi papá llega y
tiene una pistola y hay un ruido fuerte y horrible y luego hay sangre sobre Juan y sobre mí,
mucha sangre. Estoy segura de que esta vez sí se me va a caer mi Paparrucha. Juan queda
paralítico de por vida y mi mamá no me deja ver a mi papá en 7 años.
Recuerdo: 12 años
Mi Paparrucha es un lugar muy malo, un lugar de dolor, maldad, golpes, invasión y sangre.
Es un lugar para accidentes. La zona de la mala suerte. Me imagino una carretera entre mis
piernas y estoy viajando; alejándome de aquí.
Recuerdo: 13 años
Hay una mujer hermosa de 24 años en nuestra unidad y me le quedo viendo todo el tiempo.
Un día me llama y me dice que vaya con ella. Me pregunta que si me gusta besar a los
niños. Yo le digo que eso no me gusta. Luego me dice que quiere enseñarme algo, se
acerca y me besa suavemente con sus labios y pone su lengua en mi boca. !Órale! Ella me
dice que si quiero ir a su casa y me besa otra vez y me dice que me relaje, que lo sienta,
que nuestras lenguas lo sientan. Ella le pregunta a mi mamá que si me puedo quedar a
dormir en su casa y mi mamá está encantada de que una mujer tan exitosa y guapa esté
interesada en mí. Tengo miedo y ya no puedo esperar. Su departamento es fantástico. Son
los setenta: las flores de plástico, las lámparas de bola y los sofás de peluche. Yo decido
en ese momento que quiero ser una mesera como ella cuando sea grande. Se sirve una
cuba y entonces me pregunta que qué quiero tomar. Le digo que lo mismo que ella, y me
dice que no cree que a mi mamá le gustaría que yo estuviera tomando ron. Le digo que
probablemente tampoco le gustaría saber que yo estoy besando niñas, y la mujer bonita
me sirve una cuba. Entonces se pone un camisón sé poliéster color chocolate. Es tan
hermosa. Yo siempre pensé que las chupachochos eran feas.
Le digo, - te ves muy bien- y dice - tú también manita- . Y le digo, - pero sólo traigo este
corpiño y mis calzones blancos de algodón. Entonces ella me pone, lentamente, otro
camisón de poliéster. Es color pistache, cómo las paredes de mi escuela. El alcohol ya se
me subió a la cabeza y ya estoy flojita y cooperando. Hay una foto gigantesca de una
amazona guerrera pegada a la pared. Se le ve todo. La mujer me acomoda lenta y
suavemente en su cama y con sólo frotar nuestros cuerpos hace que me venga. Entonces,
todo lo que antes pensaba que era malo, me lo hace a mí y a mi Paparrucha. !Órale! Me
pongo como loca, y ella me dice: "Tu vagina, jamás tocada por el hombre, huele tan bonito,
tan fresca. Me gustaría mantenerla así para siempre". Me emociono como nunca y entonces
suena el teléfono y claro, es mi mamá. Estoy segura que sabe; me cacha en todo. Tengo
la respiración tan acelerada y trato de actuar normal y cuando contesto el teléfono ella me
pregunta "¿Qué tienes? ¿Estabas corriendo mi´ja? Y digo, "No mamá, estoy haciendo
ejercicio".
A la tierra
Basura mojada
A Dios
agua
a un nuevo día
Profundidad
jengibre
sudor
Depende
A bergamota
a mí
Me han dicho que no huele.
A piña
esencia de cáliz
Paloma Picasso
Carne con aroma a tierra y almizcle
Canela y clavo
rosas
a un condimentado bosque de jazmín y olinalá, un bosque muy, muy, espeso
Musgo mojado
Ricos dulces
El Pacífico del Sur
Algo entre pescado y lilas
Duraznos
madera
Fruta madura
Un té de fresa y kiwi
Paraíso
Agua y vinagre
Licor ligero y dulce
Queso
Océano
Sexy
Una esponja
El principio!!!
Para sobrellevar ese rechazo, empecé a imaginar que tenía una sala entre mis piernas. Me
imaginaba que tenía... muebles cómodos. Cojines de seda, con edredones de algodón,
divanes de terciopelo, alfombras de leopardo - o cosas lindas - como pañuelos de seda,
toallitas acolchonadas o la mesa puesta con su mantel y todo. Me acostumbré tanto a esta
idea, que se me olvidó que tenía una vagina. Y si un hombre estaba dentro de mí, lo
visualizaba dentro de esta sale de la que les he hablado
Fue entonces cuando conocí a Juan. Juan era el hombre más común y ordinario que yo
había conocido en mi vida. Era un tipo común, alto, delgado, usaba ropa color caqui. A Juan
no le gustaba la comida picante, ni escuchaba a Arjona. No mostraba interés por la lencería
sexi. No compartía sus sentimientos. No tenía problemas existenciales, ni siquiera era
alcohólico como muchos hombres. No era chistoso, ni culto, ni misterioso. No vacacionaba
en Cancún o Vallarta, vaya no iba ni a las Palapas. No era inaccesible, ni mala onda. No
era ególatra, ni carismático. No le gustaba conducir a toda velocidad.
Resultó que Memo amaba a las vaginas. Era todo un conocedor. Amaba cómo se sentían,
cómo sabían, cómo olían, hasta les daba el golpe… pero sobre todo amaba cómo se veían.
Tenía que verlas.
La primera vez que fuimos al hotel, me dijo que tenía que verme.
Yo le dije - "Aquí estoy."
"No...” - me dijo - "te tengo que ver ahí."
¿Dónde? Le dije pensando que quería verme más de cerca
¡No!... quiero verte
- Le dije - "pues prende la luz." pensando en que era un demente que sufría ataques de
pánico en la oscuridad.
Prendió la luz. Y entonces dijo - "Ok, estoy listo para verte."
"Aquí estoy," –le dije y lo saludé con la manita - "aquí estoy."
Entonces comenzó a quitarme la ropa.
"Oye Juan, ¿qué estás haciendo?
Y me contestó - "Es que…de verdad, necesito verte: ahí".
"Ay, ¿y para qué?" - le dije - "solo házmelo y ya."
Y dijo - "Es que necesito ver como se ve."
Le dije - "bueno, veras, esto es como una sala con muebles cómodos…."
pero Juan seguía. ¡No paraba! Yo quería vomitar y morirme.
"Esto es demasiado íntimo, " - le dije - "¿Qué no puedes sólo hacérmelo y ya?"
"No." –me dijo- necesito ver."
Aguanté la respiración, metí la panza… y él miró y miró. Y su respiración cambio, y se
excitó… y su cara cambió. Ya no era común y corriente… ¡para nada!... parecía una
bestia hambrienta.
"Eres tan hermosa," –me dijo - "tan elegante y profunda, tan inocente y salvaje."
"¿Viste todo eso allí?" - le pregunté.
Era como si me hubiera leído la palma de mi mano.
"Vi eso," - me dijo - "y más, mucho más."
Ah, ¿si? ¿Y qué más ves?
Se me quedó viendo por una hora entera, era como si estuviera observando la luna o
estudiando un mapa, como si estuviera viéndome a los ojos, ¡pero era mi vagina! Con la luz
yo miraba mirándome… estaba tan excitado, tan calmado y tan eufórico, que me empecé
a excitar. Comencé a verme como él me veía, empecé a sentirme hermosa y deliciosa -
como un flan napolitano. Juan no tenía miedo, ni sentía asco. Y empecé a volar, a sentirme
orgullosa. Empecé a amar a mi vagina... Y Memo se perdió ahí adentro y yo me perdí con
él, hicimos un viaje por mi vagina…. Y perdimos la razón
Amo a las vaginas. Amo a las mujeres. No las veo como cosas separadas. Las mujeres me
pagan para que las domine, las excite, para que las haga tener orgasmos. Ahora es mi
profesión, porque antes yo era abogada, pero después de cumplir los 30, me obsesioné
con hacer felices a las mujeres. Hay tantas mujeres insatisfechas. Tantas mujeres que no
tienen acceso a la felicidad sexual. Todo comenzó como una aventura aislada, pero luego
me involucre por completo. Me volví muy buena, hasta brillante. Era mi arte. Me
comenzaron a pagar por ello. Fue como si hubiera encontrado mi misión en esta vida.
Usaba atuendos inauditos cuando dominaba a las mujeres... encaje y seda y piel ... y usaba
artefactos: látigos, esposas, cuerdas, dilos. No hay nada así en las leyes fiscales. No hay
artefactos, no hay excitación, y odiaba esos trajes sastre azules, aunque los uso de vez en
cuando en mi nueve línea de trabajo y funcionan bastante bien. El contexto lo es todo. No
hay utilería en la ley fiscal. Nada de humedad. Nada de seducción misteriosa y obscura.
Nada de pezones erectos. Nada de bocas deliciosas, pero sobre todo, nada de gemidos.
Al menos no del tipo de gemidos a los que me refiero. Gemir era la clave, ahora lo veo; los
gemidos fueron los que me sedujeron y me hicieron adicta a hacer felices a las mujeres.
Cuando yo era una niñita y veía a las mujeres haciendo el amor en las películas, haciendo
extraños gemidos orgásmicos, me reía. Me ponía como histérica. No podía creer que todos
esos ruidos inauditos e incontrolables salían de las mujeres. Anhelaba gemir. Practicaba
frente a mi espejo, con una grabadora, gimiendo en varios registros, varios tonos. Pero
cuando lo escuchaba, sonaban falsos. Eran falsos. No tenía nada que ver con algo sexual
sino más bien con mi deseo de ser sexual.
Pero una vez, cuando tenía 10 años, tenía muchas ganas de hacer pipí. Íbamos en el coche.
La angustia siguió por más de una hora, hasta que llegamos a una gasolinera sucia y
chiquita y pude ir al baño. Fue tan excitante que gemí. Gemí mientras hacía pipí. No podía
creerlo, yo gimiendo en una estación de Pemex cerca de Chachalacas, Veracruz. Ahí me
di cuenta que los gemidos nacen del no tener lo que uno quiere cuando uno lo quiere, del
posponer las cosas. Me di cuenta que los gemidos son mejores cuando te llegan por
sorpresa, salen de esa parte escondida y misteriosa de ti que habla con su propio idioma.
Me di cuenta que los gemidos, de hecho, son un lenguaje.
Me empecé a sentir mal por gemir. Me volví silenciosa y educada. Hacía ruidos en la
almohada. Aprendí a ahogar mis gemidos, detenerlos como a un estornudo. Comencé a
sufrir dolores de cabeza y síntomas del estrés. Me estaba convirtiendo en una causa
perdida hasta que descubrí a las mujeres. Descubrí que a la mayoría de las mujeres les
gustaban mis gemidos, pero aun más importante: descubrí que me excitaba profundamente
hacer gemir a otras mujeres. Se convirtió en una especie de pasión.
Descubrir el enigma, desbloquear la boca de la vagina, desbloquear esta voz, esta canción
salvaje. Hice el amor a mujeres silenciosas y encontré este lugar dentro de ellas y sé
impactaban con sus propios gemidos. Hice el amor a gemidoras y ellas encontraron un
gemido más profundo y penetrante. Me obsesioné. Añoraba estar al mando y como un
director de orquesta hacer que las mujeres gimieran.
Era una especie de cirugía, una especie de ciencia delicada, una búsqueda del ritmo, la
ubicación exacta o el vivir del gemir. Así lo llamaba.
A veces lo encontraba sobre los jeans de la mujer. A veces llegaba a escondidas, de manera
no oficial, desarmando en silencio las alarmas de alrededor mientras que yo lograba entrar.
A veces utilizaba la fuerza, pero no era violenta ni represiva, era más bien de tipo
dominante, "Te voy a llevar a donde nunca te han llevado antes, relájate, acuéstate y
gózalo". Era ese tipo de fuerza. A veces era simplemente mundano. Yo encontraba el
gemido antes de que las cosas comenzaran, mientras comíamos pollito, ahí casualmente,
con mis dedos. "Aquí es así," muy sencillo, en la cocina, todo mezclado con papas. A veces
hacía que la mujer encontrara su propio gemido frente a mí. Esperaba, tenía paciencia
hasta que se abría ella misma. No me engañaban los gemidos menores, los más obvios.
No, la presionaba, la llevaba mucho más lejos, hasta que ella alcanzaba su gemido del
poder.
LOS GEMIDOS
Yo estaba ahí cuando su vagina se abrió. Todos estábamos ahí, su madre, su esposo y yo
y la enfermera del hospital con la mano entera adentro de su vagina, sintiendo y dando
vueltas con su guante de hule mientras nos hablaba casualmente - como si estuviera
abriendo una llave de agua. Yo estaba ahí en el cuarto cuando las contracciones la hicieron
gatear, y hacer gemidos desconocidos que salían de sus poros y seguía ahí cuando,
después de horas, ella de pronto gritó salvajemente, sus brazos volando en el aire eléctrico.
Yo estaba ahí cuando su vagina cambió. De ser un tímido hoyo sexual se convirtió en un
túnel arqueológico, una nave sagrada, un canal de Venecia, un pozo profundo con una
niñita atorada por dentro, esperando ser rescatado.
Yo vi los colores de la vagina. Cambiaron, Vi el azul roto y herido el rojo jitomate abrasador
el rosa gris - el obscuro; vi la sangre como sudor alrededor de las orillas vi el líquido blanco
y amarillo, la mierda, los coágulos saliendo de todos los orificios, empujando más y más, vi
a través del agujero. La cabeza del bebé cachitos de pelo negro, lo vi justo ahí antes del
hueso - una memoria, dura y redonda, mientras que la enfermera del hospital daba vueltas
y vueltas a su mano resbalosa.
El corazón puede perdonar y reparar. Puede cambiar de forma para dejarnos entrar. Puede
crecer para dejarnos salir. La vagina también.
El corazón puede sufrir por nosotros, dar de sí por nosotros y morir por nosotros. Y sangrar
y sangrarnos hacia este mundo difícil y maravilloso. La vagina también. Yo estaba ahí, en
el cuarto. Yo recuerdo.