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Lic.

María Carolina Justo von Lurzer

La prostitución en escena.
Narrativas televisivas en primera persona.

Tesis para optar por el título de


Magister en Comunicación y Cultura

Facultad de Ciencias Sociales


Universidad de Buenos Aires

Director: Prof. Carlos Mangone


Co-director: Dr. Pablo Alabarces

Buenos Aires
Año 2010
RESUMEN EN CASTELLANO

Esta tesis se propone reflexionar en torno a los modos de representación de la prostitución y


de las personas en prostitución en un conjunto de discursos televisivos contemporáneos. Nos
interesa analizar no sólo las especificidades de las formas de representación mediáticas sino
sus articulaciones, continuidades y rupturas con tres campos extratelevisivos (el jurídico, el
biomédico y el moral-religioso), así como problematizar si aparece tematizada, y de qué
modo, la dimensión de la organización y acción política de las personas en prostitución. Para
ello realizamos un análisis crítico de las representaciones de la prostitución en un conjunto de
programas televisivos que expresan la forma legitimada de la producción de representaciones
mediáticas (auto)definidas como “realistas”: los programas periodísticos de investigación
(Punto Doc, Código, La Liga y Blog).

RESUMEN EN INGLÉS

It is the aim of this thesis to reflect on the modes of representation of prostitution and the
people engaged in it in contemporary television discourse by making a critical analysis of the
representations of prostitution in a number of television programs that express the legitimate
form of media representations and which are (self-) defined as "realistic" research programs
(Punto Doc, Codigo, La Liga and Blog). We are interested in analyzing not only the
specificities of media representations but also its articulation, continuity and rupture with
three extra-television fields. We are also interested in problematizing whether the dimension
of the organization and political action of the people in prostitution appears represented and in
what way.

2
INDICE

AGRADECIMIENTOS 4

INTRODUCCIÓN 6

CAPÍTULO 1
LOS DISCURSOS EXTRATELEVISIVOS SOBRE LA PROSTITUCIÓN. 11

Campo Jurídico
Eso no se dice. Eso no se hace: Estado y prostitución en Argentina. 12
Discurso jurídico: prohibir, reglamentar, abolir. 12
Las políticas 17
Campo Biomédico 27
Campo moral – religioso 31
Autorrepresentación y organización de mujeres en prostitución. 36

CAPÍTULO 2
LOS DISCURSOS TELEVISIVOS NO FICCIONALES. Caracterización del corpus.
45

Crisis: concentración, flexibilización y rentabilización 46


La vida misma 50
La entrevista mediática 54
Confesiones 55
Cartografías de lo social 57
(Malas) Vidas ejemplares 62

CAPÍTULO 3
LA PROSTITUCIÓN EN ESCENA 70

Características generales de los programas analizados 70


Y con ustedes… la puta 74
“¿Alguna vez miraste lo que pasa del otro lado?” 84
“Quiero ser una… una puta en menos de 48 horas” 87
Escrito en el cuerpo 93
¿Y eso qué incluye? 94
“Una cuestión de postura, ¿viste? así, de teta, culo, de gato” 97
Cuerpos violentados 99
Melodrama de alto impacto 104
La magia de la Televisión 112
Las “nenas buenas” tampoco se quejan 115

REFLEXIONES FINALES 122

BIBLIOGRAFÍA 129

ANEXO: Detalle del corpus Analizado 138

3
AGRADECIMIENTOS

Esta tesis es producto de un proceso de formación e investigación que lleva ya algunos años y
en los que ha sido fundamental la presencia de muchas personas. Los párrafos que siguen
están dedicados a todas y cada una de aquellas que han contribuido a hacer de éste un texto
colectivo.
Fue fundamental también el financiamiento recibido a través de una beca doctoral del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) a partir del año 2007.

Agradezco a Carlos Mangone por haber dirigido esta tesis y especialmente por haberme
acompañado en la presentación a mi primera beca. La formación recibida en el marco de la
Cátedra de Teorías y Prácticas de la Comunicación II, de la Carrera de Cs. de la
Comunicación de la UBA, fue sin duda fundamental para el desarrollo de este trabajo.
Agradezco en él a mis compañeras y compañeros de aquella época.
A Pablo Alabarces le agradezco su orientación, la lectura puntillosa y en particular, el haber
tomado la posta. Podemos dar vuelta la página de tu libreta y seguir adelante.
A Cora Gamarnik y a mis compañeras y compañero de la Cátedra de Didáctica Especial y
Residencia del Profesorado en Comunicación de la UBA, les agradezco la paciencia por el
tiempo destinado a este trabajo y escamoteado a los proyectos de investigación. A Verónica
Mistrorigo, gracias por hacer que los lunes sean menos lunes.

Quiero destacar también dos momentos muy significativos para mí y para este trabajo: el
ingreso al Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto de Investigaciones Gino
Germani de la UBA y la conformación de un grupo autogestivo de tesistas del que también
soy parte desde hace un año.
En el caso del GES, y como ya muchas veces les he dicho a ellas y ellos, es un orgullo formar
parte de un grupo que construye conocimiento de modo colectivo, que es generoso en la
producción y circulación de saberes y que además está comprometido en la lucha por los
derechos que considera justos. Gracias a Lucía Ariza, Rafael Blanco, Sara Barrón López,
Martín Boy, Josefina Brown, Carlos Figari, Florencia Gemetro, Renata Hiller, Joaquín
Insausti, Daniel Jones, Lucila Martinez Minicucci, Pablo Molina, Santiago Morcillo, Malú
Moreno, Mario Pecheny, Leonardo Rocco, Graciela Sikos, Gabriela Stivala, Laura Zambrini
(a esta altura me pregunto cómo entramos en la sala de reuniones del Germani). En especial a
Micaela Libson por la atenta lectura del borrador.

4
En el segundo caso, el paso por esta Maestría me permitió conocer un grupo de personas
valiosas con quienes no sólo hemos consolidado una amistad sino que desde hace un año
sostenemos un taller de tesis en el que semanalmente discutimos nuestra producción. Los
aportes de esas discusiones pueden leerse en cada página de este trabajo. Gracias a Lizbeth
Arenas, Vanesa Coscia, Mercedes Moglia, Cecilia Vazquez, Mauro Vazquez y Carolina
Spataro.

Hay tres personas y varios lugares clave para la escritura de esta tesis. Javier Palma, que
guardaba en su casa unas cajas llenas de videos que un día cargó en mi mochila. Mariana
Galvani, porque las ideas de esta tesis se fueron escribiendo en el cuaderno violeta. Beatriz
González, por las horas de juego y risas de Manuel mientras yo trabajaba. Margot, Pan y Arte,
Homero Manzi y Nápoles; cuyas mozas y mozos me mantuvieron despierta cada tarde.
También Paraná 24, 4 M.

Tengo la suerte de trabajar con amigas y amigos. Antes les agradecí la compañía académica,
ahora: a Caro S, Ceci y Mechi les agradezco la amistad en tiempos de adultez; a Caro D, tanta
escucha y ser la única persona que conozco capaz de leer una tesis a un mes de tener a la bella
Catalina; a Mica, el rock y la familia extendida; a Santiago, las ideas compartidas, la música y
la testaruda insistencia en pensar contra la heteronormatividad; a Sara, Mario y Rafa, los días
en Sudáfrica –los babooms, call John, serenatas con Cristóbal-; a Rafa en particular, no ser
condescendiente jamás.

A Gera, gracias porque nada fue nunca fácil y estás acá. Porque elegir y sobre todo elegirse es
de las cosas más desafiantes que nos tocan cada día, y lo seguimos haciendo. Porque cada vez
que necesité parar y pensar eras vos quien pensaba conmigo y hacías que parar fuera sólo un
momento.
A Manu. Hace unos años escribía los agradecimientos de mi tesina de grado sin saber si eras
Manuel o Valentina. Hoy, sos el enano más atorrante que conozco y te agradezco por hacer
que mis rascadas de espalda sean tus favoritas. Gracias por tu alegría inagotable.

5
INTRODUCCION

¿Qué varón argentino no fue alguna vez de putas? ¿Qué


mujer no fantaseó alguna vez con cobrar por sexo? ¿Se
puede aprender el oficio como quien aprende carpintería?
¿Es legalmente un trabajo como cualquier otro? ¿Por qué
alguien que puede tener sexo gratis termina pagando? ¿O es
un trabajo que da placer? y finalmente, ¿por qué los hombres
las prefieren hombres? Para poder entender el mundo del
sexo por dinero, buscamos diferentes miradas (La Liga, 9 de
mayo de 2005).

La prostitución constituye desde hace siglos un tema significativo y controvertido para


diversos campos: el moral-religioso, el jurídico, el biomédico y, más recientemente, el
activismo (feminista y de los colectivos de personas en prostitución) y el académico. Desde
cada uno de ellos, muchas veces de modo articulado, se han configurado clasificaciones para
volver inteligible (y en algunos casos controlable) la oferta de sexo por dinero. Hay un eje que
atraviesa los interrogantes centrales de esta tesis, del trabajo que la precede y del proyecto
mayor en el que se inscribe y que proponemos para la instancia de Doctorado y que refiere -
precisamente- a las formas de clasificación y emplazamiento social de la prostitución como
una práctica sexual ilegítima y de las personas en prostitución como sujetos subalternizados –
y, en ese sentido, estigmatizados y/o criminalizados- por el sistema de valor sexual (Rubin,
1989), por su pertenencia de clase y su identidad de género.

En la tesina de Licenciatura para la Carrera de Ciencias de la Comunicación en la


Universidad de Buenos Aires (2004) desarrollamos algunos aspectos de la clasificación de las
personas en prostitución1 a partir de su estigmatización social. En aquella instancia nuestro
interés se orientaba a observar las implicancias de la estigmatización de ciertos sujetos
sociales en sus modos de representación, autorrepresentación y organización política.
Inscribíamos el funcionamiento del estigma asociado a la prostitución en el marco de la
construcción de imaginarios sociales que refuerzan el enmascaramiento de las condiciones
estructurales de surgimiento y funcionamiento de la actividad. Observábamos cómo la
clasificación estigmatizante de ciertos sujetos y sus prácticas (así como la imposibilidad de
discriminar entre el sujeto y la práctica) se producía a partir del desplazamiento de sentidos

1
Utilizaremos la denominación “personas en prostitución” toda vez que refiramos a sujetos que realizan sexo
comercial sin distinguir especificidades relativas a las identidades o posiciones de género. En los casos en que
resulte necesario referir la posición de género “mujer” utilizaremos la denominación “mujeres en prostitución”.
Conservaremos las denominaciones “trabajadoras sexuales” y “mujeres en situación de prostitución” para remitir
a las formas de autorrepresentación de las personas nucleadas en las dos organizaciones referidas en este trabajo.

6
asociados al terreno económico-político al jurídico-moral-biomédico. En esa operación, se
produce una traslación de las características de la actividad a los sujetos que la ejercen: se es
la acción, se es la práctica. Y esta ontología implica la misma encarnación de la ilegitimidad
social. La actividad, entonces, ya no se vincula con el orden histórico, político, ni económico,
sino que se convierte en un delimitador de “categorías de personas”, definidor de membresías
y espacios sociales; es decir, se des historizan y naturalizan las condiciones de existencia de
esos sujetos.
Aquel trabajo constituyó un primer acercamiento a la problemática, centrado en la
relación entre estos modos de representación dominantes y las diversas formas de
autorrepresentación y organización de dos grupos de mujeres en prostitución en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: las nucleadas en la Asociación de Mujeres Meretrices de
Argentina (AMMAR) y las nucleadas en la Asociación de Mujeres en lucha por los Derechos
Humanos (AMMAR Capital Asociación). El objetivo fue dar cuenta del proceso de
organización iniciado por estos grupos a mediados de los 90 para poder pensar la forma en
que el imaginario dominante acerca de la problemática opera en los modos de autopercepción
(por reproducción o distanciamiento) y en las posibilidades de organización política de dichas
mujeres. Este primer trabajo nos llevó a reflexionar acerca de las paradojas y dilemas
(Bourdieu, 1996; Fraser, 2000) a los que se enfrentan los sujetos subalternizados a la hora de
construir espacios de acción política.
Así, consideramos necesario continuar indagando sobre las potencialidades y
limitaciones de la organización política de ciertos sujetos subalternizados y –a partir de una
Beca Doctoral otorgada por el CONICET- nos propusimos analizar cómo distintas formas de
estigmatización y discriminación producidas de manera hegemónica a través de discursos
(mediáticos y no mediáticos) y políticas funcionan como determinaciones (en tanto
limitaciones y presiones) de las posibilidades de organización y resistencia de ciertos grupos
sociales.
Con este horizonte, en el marco de esta Maestría en Comunicación y Cultura, nos
propusimos concretar algunos de los objetivos planteados; entre ellos, profundizar en las
formas de clasificación desde tres campos que identificábamos como aquellos que
hegemonizaron históricamente la producción de discursos y políticas en torno de la
prostitución: el jurídico, el biomédico y el moral-religioso. El propio proceso de formación en
la Maestría permitió reinscribir la pregunta por los modos de clasificación social y los
mecanismos de estigmatización en el contexto de las representaciones mediáticas. Estas,
pueden pensarse como un escenario particular en que estos mecanismos clasificatorios son

7
retomados, confirmados, contestados, articulados de modos diversos en función de intereses
específicos y de espacio y tiempos particulares. En ese sentido, la preocupación por las
formas en las que las industrias culturales representan la realidad social quedó inscripta en el
problema de la esfera pública, entendida como el espacio en el que la sociedad enuncia de
modo conflictivo lo que cree ser (Caletti, 2006).

Esta tesis surge entonces como un espacio de reflexión en torno a los modos de
representación de la prostitución y de las personas en prostitución en un conjunto de discursos
televisivos contemporáneos. Nos interesa analizar no sólo las especificidades de las formas de
representación mediáticas sino sus articulaciones, continuidades y rupturas con los campos
extratelevisivos mencionados, así como problematizar si aparece tematizada, y de qué modo,
la dimensión de la organización y acción política de las personas en prostitución. Para ello
realizamos un análisis crítico de las representaciones de la prostitución en un conjunto de
programas televisivos que expresan la forma legitimada de la producción de representaciones
mediáticas (auto)definidas como “realistas”: los programas periodísticos de investigación
(Punto Doc, Código, La Liga y Blog).

En el primer capítulo desarrollamos algunos ejes centrales de las formas de


representación de la prostitución producidas desde los tres campos de codificación
seleccionados: el jurídico, el biomédico y el moral-religioso. Consideramos relevante -tal
como hemos dicho- explorar en los sentidos producidos desde estos campos en tanto
históricamente han hegemonizado los modos de configuración de la prostitución. Si bien
nuestro análisis focalizará en discursos televisivos, consideramos necesario partir de las
formas de definición y valoración social de la prostitución para poder observar diálogos y
tensiones entre las representaciones sociales de diversas instituciones, formaciones y sujetos.
Las particularidades que adquiere la prostitución en su proceso de mediatización sólo pueden
ser comprendidas en el marco de la articulación conflictiva entre diversas formas de
clasificación y emplazamiento social de sujetos y prácticas. Este desarrollo nos permitirá
mostrar luego, en el tercer capítulo, la forma en la que estos sentidos operan como elementos
residuales en las representaciones mediáticas.
Por otro lado, y en tanto uno de los intereses centrales de esta tesis es analizar si la
dimensión de la organización y acción política forma parte de las representaciones sobre
prostitución y de qué manera en el corpus seleccionado, hemos incluido al final del primer
capítulo un breve desarrollo acerca de los modos de autorrepresentación de las personas en

8
prostitución. Esto es particularmente relevante en esta tesis porque la representación de la
problemática en los programas en cuestión se centra en el testimonio de las personas en
prostitución; son las narrativas biográficas de los sujetos las que dan cuerpo y efecto de
realidad (Barthes, 1987) al contenido de los programas.

En el segundo capítulo nos proponemos una caracterización del material seleccionado


para el análisis: un conjunto de programas televisivos no ficcionales que incluimos en la
categoría general periodísticos de investigación. Para ello detallamos los criterios de
conformación del corpus a partir de una justificación temporal y temática. Luego, inscribimos
el surgimiento del tipo de programas aquí analizados en el marco de una serie de cambios que
se produjeron en las últimas dos décadas en el mercado infocomunicacional y en particular en
las industrias televisivas. Desarrollamos algunas de sus especificidades formales (recursos,
operaciones) y las posibles inscripciones en relación con géneros y formatos de los que
consideramos se nutren los programas seleccionados. Incluimos también los modos en que
estos son definidos en palabras de sus conductores y/o de las empresas responsables de su
producción. Esto nos permitirá situarlos en el marco de los objetivos comunicacionales que se
proponen y las estrategias a partir de las que postulan lograrlos.
Analizamos en particular el lugar que las narrativas biográficas y su valor testimonial
ocupan en la construcción de un cierto estatuto de verdad de las representaciones producidas
por estos programas, focalizando especialmente en dos de sus implicancias: la especificación
y clasificación de sujetos (aquel que presta su palabra debe responder de un modo u otro a la
interpelación por la que es convocado a testimoniar: nos interesan las especificidades de esas
respuestas); y la des-socialización y despolitización de las problemáticas (la remisión a
trayectorias individuales desplaza los argumentos explicativos y obtura la referencia a
variables estructurales).
Por último, introducimos un cambio de modalidad en las representaciones que
sustentará las reflexiones del tercer y último capítulo. Mientras que en los discursos
extratelevisivos producidos en los campos analizados en el primer capítulo aparece
claramente el componente estigmatizante, en los discursos televisivos que conforman nuestro
corpus se observa un corrimiento: si bien un aspecto de la estigmatización –el explícitamente
peyorativo- es reemplazado por un tono más empático con la problemática y con el sujeto que
la encarna, la estigmatización como marcación, como construcción de una alteridad, persiste.
En el tercer capítulo nos detenemos entonces en las formas de construcción de esa
alteridad; las fronteras y atributos que distinguen sujetos y prácticas. Por un lado, en este

9
capítulo se ponen en tensión las representaciones de los informes seleccionados con los
imaginarios, clasificaciones y valoraciones propias de los campos extratelevisivos planteados
en el primer capítulo. Por otro lado, también se analiza si en estos informes se refiere y de qué
modo a la dimensión política que identificáramos en las formas de autorrepresentación de las
personas nucleadas en las organizaciones de mujeres en situación de prostitución y
trabajadoras sexuales. En este caso, ponemos en relación las presencias, ausencias o los
sesgos, con los mecanismos de enunciación desarrollados en el segundo capítulo como
característicos de estos formatos. En particular, el recurso a las narrativas del yo –la apelación
al testimonio como efecto de real- y la des-socialización de la experiencia.
Para ello tomamos fragmentos de algunos de los informes que se revelan como
paradigmáticos de ciertas tendencias generales que pueden observarse en el corpus. El
abordaje que proponemos se ubica en una perspectiva de análisis crítico del discurso
(Pêcheux, 1980; Van Dijk, 1998), es decir, un abordaje que permite dar cuenta de la relación
entre los discursos y sus condiciones materiales de producción. Por ende, este análisis sólo
puede ser, tal como sostiene Mattelart (1970), un análisis ideológico que indague en las
operaciones que configuran los sentidos sociales (naturalización, deshistorización, des-
socialización, estereotipación, entre otras). Por otra parte, consideramos que la dimensión
simbólica, así comprendida, debe ser abordada desde una perspectiva dialógica (Bajtín, 1982);
aquella que observa la dinámica propia “de cada discurso social en el horizonte de sus
antagonismos, en el diálogo donde discursos opuestos luchan dentro de la unidad del código
compartido” (Voloshinov, 1992).

10
CAPÍTULO 1

LOS DISCURSOS EXTRATELEVISIVOS SOBRE LA PROSTITUCIÓN

En este capítulo nos proponemos desarrollar algunos ejes centrales de las formas de
representación de la prostitución producidas desde tres campos: el jurídico, el médico y el
moral-religioso2. Ciertas formas de definición y valoración presentes en estos discursos desde
hace siglos podrían pensarse como elementos residuales3 en aquellas clasificaciones
dominantes en la actualidad. Sus ejes centrales, lejos de ser pensados como elementos
arcaicos “para ser observados, examinados o incluso ocasionalmente para ser conscientemente
revividos de un modo deliberadamente especializado” (Williams, 1980: 144), son
constitutivos de modo activo en las configuraciones de sentido dominantes sobre la
prostitución en la actualidad.
De este modo, si bien nuestro análisis focalizará en discursos televisivos, lo cual
implica especificidades que serán desarrolladas en capítulos siguientes, consideramos
necesario partir de las formas de definición y valoración social de la prostitución para poder
observar diálogos y tensiones entre las representaciones sociales de diversas instituciones,
formaciones y sujetos. Las particularidades que adquiere la prostitución en su proceso de
mediatización sólo pueden ser comprendidas en el marco de la articulación conflictiva entre
diversas formas de clasificación y emplazamiento social de sujetos y prácticas.
Hemos incluido al final de este capítulo un breve desarrollo acerca de los modos de
autorrepresentación de las personas en prostitución por tres motivos: por un lado, porque
consideramos que es imprescindible conocer los sentidos a partir de los que los sujetos
involucrados se autodefinen, las formas en las que reproducen o se distancian de las
codificaciones dominantes; por otro, porque la representación de la problemática en los
programas en cuestión se centra en el testimonio de las personas en prostitución, son las
narrativas biográficas de los sujetos las que dan cuerpo y efecto de realidad (Barthes, 1987) al
contenido de los programas; por último, porque entre las formas de autorrepresentación de
algunas personas en prostitución se incluye la autorrepresentación política a partir de los
procesos de organización que se dieron en Argentina en la década del ’90. Respecto de este

2
Distinguimos estos campos con fines analíticos pero a lo largo de la exposición quedará claro que todos han
funcionado de manera articulada y apoyándose los unos en los otros.
3
Entendemos aquí la categoría residual tal como fuera expresada por Williams (1980) en términos de aquellos
elementos que, formados efectivamente en el pasado, se hallan en actividad dentro del proceso cultural actual y
cuya exploración contribuye a comprender el carácter de lo dominante.

11
último punto, nos interesa problematizar si esta dimensión política aparece tematizada, y de
qué modo, en las representaciones analizadas en esta tesis.

Campo jurídico: discursos y políticas.


Eso no se dice. Eso no se hace: Estado y prostitución en Argentina.

En este parágrafo abordaremos los distintos posicionamientos y políticas en relación


con la prostitución asumidos por el Estado argentino en el último siglo. Para ello, no sólo
plantearemos una síntesis histórica de los diferentes modelos de intervención estatal sino que
intentaremos dar cuenta de los distintos discursos que sustentaron las posturas. Caracterizar y
analizar los argumentos utilizados para justificar y sobre todo legitimar dichas políticas nos
permitirá comenzar a observar el modo en que fue construyéndose y consolidándose,
especialmente entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, una visión dominante sobre
la prostitución y sobre las mujeres que ejercen la actividad.

Discurso jurídico: prohibir, reglamentar, abolir.

En la Argentina y en el mundo, se ha oscilado entre tres sistemas de regulación del


ejercicio de la prostitución. Si bien podrán observarse diferencias entre estos tres
posicionamientos, es necesario tener en cuenta que en la mayoría de los casos los sistemas
funcionaron y aún funcionan en modo simultáneo/complementario presentando un desfase
entre la “letra” y la práctica.
Modelo prohibicionista: En este caso, el Estado declara ilegal el ejercicio de la
prostitución y sanciona la venta y/o la compra de servicios sexuales. Este es un modelo
duramente criticado a nivel internacional por sancionar a las personas que ejercen la
actividad4 y avanzar sobre sus derechos. Si bien tanto el sistema prohibicionista como el
abolicionista podrían encuadrarse dentro de las posiciones “en contra de la prostitución”,
podemos señalar dos grandes diferencias entre ambas miradas: por un lado el sistema
prohibicionista condena a las personas que ejercen la actividad, mientras que el sistema
abolicionista, como veremos, no sólo no las condena sino que las considera víctimas. Por otro
lado, podríamos plantear que el sistema prohibicionista aborda el fenómeno de la prostitución

4
Más adelante desarrollaremos brevemente las características del Código Contravencional de la Ciudad de
Buenos Aires que sanciona la oferta y demanda de sexo en la vía pública con ciertas particularidades.

12
desde un marco estrictamente regulatorio de prácticas sexuales mientras que el abolicionista
adopta y enuncia una postura de derechos humanos respecto al tema.
También es importante señalar, si bien esto se desarrollará más adelante, que en
ninguno de los dos casos podría considerarse a la prostitución como un trabajo; en el primero
puesto que su caracterización como trabajo contradiría el carácter “ilegal” de la actividad y en
el segundo puesto que esta consideración es incompatible con la idea de violación de derechos
humanos que se asocia a la actividad.

Modelo Reglamentarista o Regulacionista: Este sistema se caracteriza por regular el


ejercicio de la prostitución a través del registro de las personas dedicadas a la oferta de sexo,
la estipulación de zonas y lugares de ejercicio y el control sanitario (fundamentalmente de las
Infecciones de transmisión sexual, ITS). Las personas registradas son identificadas con un
carné y los controles son ejercidos principalmente por las fuerzas de seguridad.
Tal como afirma la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía,
El modelo reglamentarista tuvo su origen en la Francia napoleónica, inspirado en
las corrientes de higienismo social y moralistas de la época, preocupados por la
extensión de las enfermedades venéreas y por el temor de la alta sociedad a la
contaminación de enfermedades por los miembros más humildes de la sociedad.
Parte de la aceptación de la prostitución como realidad, como mal menor, y trata de
integrarla en el sistema social (2002: 32).

Fundamentalmente asociado al cuidado de la salud y la moral pública, este sistema, en


aquellos países que han adherido a la Convención de 1949, se superpone y convive con el
abolicionista.

Modelo abolicionista: En este caso, el Estado reconoce la existencia de la actividad, se


pronuncia en contra de su ejercicio pero no penaliza a la persona que la ejerce sino a los
terceros que la promueven. Su fin último es la eliminación de la actividad, su abolición. “No
castiga ni regula su ejercicio por entender que se trata de un problema social y que es función
del Estado eliminar las condiciones que lo generan” (INADI, 2008).
Esta perspectiva tuvo su origen en el siglo XIX como reacción contra una serie de
leyes tendientes a la regulación de la prostitución, especialmente aquellas vinculadas al
control de las enfermedades venéreas, que se dictaron en Inglaterra en la década de 1860.
“Estas leyes imponían exámenes vaginales obligatorios y registros de las mujeres de la clase
obrera sospechosas de ejercer la prostitución” (Pheterson, 1989: 47). No resulta llamativo que
los exámenes estuvieran indicados para mujeres obreras puesto que fue muy común que a

13
partir de la incorporación de la mujer en la industria, en el ámbito público-productivo, ésta
quedase en una situación de precariedad y duda respecto de las actividades “verdaderamente”
realizadas por ella. En Argentina esto fue habitual con las mujeres que comerciaban tabaco y
con las artistas (Guy, 1994), siempre sospechadas de encubrir con estas actividades el
ejercicio de la prostitución.
Quienes participaron de la Federación por la abolición de la regulación
gubernamental de la prostitución, liderada por Josephine Butler a partir del año 1864,
consideraban que estas leyes tendrían consecuencias represivas no sólo para las prostitutas
sino para las mujeres en general (Pheterson, 1989). Esta fue la primera instancia en la que un
grupo de activistas sociales se puso al frente del reclamo por los derechos de las personas en
prostitución. Sin embargo, con el paso del tiempo, este movimiento se orientó hacia la
cuestión de la “trata de blancas”, comenzando a impulsar medidas cada vez más restrictivas y
criminalizadoras de la prostitución, que no sólo apuntaban al proxenetismo sino que afectaban
a las mujeres involucradas. A partir de ese momento la Federación comenzó a hacer
cada vez más hincapié en la necesidad de “salvar” a las mujeres que estaban en situación de
explotación por parte de hombres criminales. El movimiento abolicionista tuvo repercusiones
en diferentes países a nivel mundial y en la Argentina, como veremos más adelante, sus
postulados fuero recogidos no sólo por algunos de los primeros movimientos de mujeres sino
por legisladores como Alfredo Palacios.
Fue recién en el año 1949 –casi un siglo después- que la Asamblea General de las
Naciones Unidas adoptó un documento producido por el movimiento abolicionista, la
Convención por la Supresión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución
de Otras, que condena a toda persona que, para gratificar las pasiones de otra:

1- procura, engaña o arrastra, para objetivos de prostitución, a otra persona, aún con
el consentimiento de esa persona.
2- Explota la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de esa
persona (art. 1)
3- Mantenga o dirija, o a sabiendas financie o forme parte en la financiación de un
burdel.
4- Que a sabiendas deje o alquile un edificio u otro lugar o cualquier parte con el
objetivo de la prostitución de otras. (art. 2)

Estos postulados continúan sustentando la lucha de las y los miembros del movimiento
abolicionista en tanto consideran que

14
la prostitución es una violación de los derechos de las mujeres y un negocio con el
que lucran proxenetas, traficantes, fuerzas de seguridad y Estados beneficiarios de
la corrupción de corporaciones mafiosas nacionales e internacionales (CLADEM,
2003: 18).

Sin embargo, aún estando de acuerdo con muchos de estos argumentos, algunos
sectores del movimiento de lucha por los derechos de las personas en prostitución5 -en
particular quienes sostienen que la prostitución debe ser considerada trabajo- postulan que
estos análisis desconocen la situación concreta de las mujeres que ejercen la actividad:

específicamente, niega a las prostitutas el derecho a trabajar puertas adentro en un


club, en un burdel, en un hotel, en una casa particular o cualquier otro lugar cálido,
seguro y limpio, y niega a las prostitutas el derecho a trabajar con otros (...) Puesto
que muchas prostitutas trabajan, o bien puertas adentro o bien cooperativamente, o
ambas cosas, sus actividades son definidas por la Convención como criminales y
de ese modo muchas veces se ven obligadas a depender de hombres criminales que
las protejan de quienes están encargados de aplicar la ley (Pheterson, 1989: 51).

La Argentina, en función de sus compromisos con los tratados internacionales, se


declaró abolicionista en 1951; sin embargo, en la práctica, continúan vigentes aspectos del
sistema prohibicionista tanto como del reglamentarista. Esta presencia se da de modo
explícito en legislaciones provinciales y locales que o bien penalizan el ejercicio de la
actividad o bien lo toleran reglamentando sus características e imponiendo exámenes médicos
y requisitos de identificación a las personas en prostitución. Cabe destacar asimismo que en la
Argentina se superponen disposiciones legales con objetivos y destinatarios diferentes: por un
lado, tal como mencionamos, rigen códigos de faltas o contravencionales en los que se
penaliza o reglamenta -con mayor o menor rigor- la oferta de sexo; por otro, lo que se halla
tipificado como delito en el Código Penal no es la oferta de sexo sino el proxenetismo. Esto
implica un juego complejo de definiciones jurídicas y políticas en el que se oscila entre la
criminalización del proxeneta o de la persona en prostitución.
En los últimos años, especialmente con la relevancia que ha vuelto a tomar el
problema de la trata y tráfico de personas con fines de explotación sexual, el movimiento
abolicionista en la Argentina6 y en el mundo ha vuelto a focalizar en el problema del cliente o
prostituyente, tal como es denominado por este colectivo. No sólo han lanzado diversas
campañas de concientización respecto de la función del cliente en la conformación y

5
Más adelante nos detendremos en las distinciones y definiciones políticas específicas al interior de este
movimiento en la Argentina.
6
Cfr. Una perspectiva abolicionista contra la prostitución y la trata, Campaña “Ni una mujer más víctima de las
redes de prostitución”, Agosto de 2008.

15
crecimiento del mercado del sexo sino que también abogan por la penalización de la demanda
de sexo7. Si bien esta postura implica posicionamientos discutibles sobre todo respecto de las
formas de conceptualizar las relaciones de género, los roles sexuales asignados a mujeres y
varones entre otras cuestiones (Justo von Lurzer, 2008; Justo von Lurzer y Morcillo, 2009), sí
cabe reconocer que ha sido el movimiento abolicionista el que ha puesto en escena una
perspectiva relacional sobre la prostitución.
Como hemos dicho, la convivencia de regulaciones comienza a evidenciar las
contradicciones profundas en torno a la cuestión de la prostitución. Si, en virtud de la
adscripción a tratados internacionales, el Estado argentino considera a esta actividad como
uno de los modos más aberrantes de explotación y como una violación a los derechos
humanos de las personas consideradas sus víctimas, por otro lado, los Estados provinciales y
locales abordan la actividad a través de disposiciones que criminalizan precisamente a las
“víctimas”. Se ha argumentado largamente acerca de la conveniencia de la regulación incluso
desde la perspectiva de que esto redunda en la protección de las personas que ejercen la
prostitución, tanto en lo vinculado a los controles médicos periódicos8 como en lo relacionado
con la seguridad de instalarse en zonas permitidas, etc. Sin embargo, so pretexto de la
tolerancia y la protección, este sistema ha dado lugar al establecimiento de un círculo de
extorsión, abuso y represión por parte de las fuerzas encargadas de poner en práctica las
reglamentaciones. El “arreglo”, suma de dinero o servicio sexual otorgado al representante de
la fuerza de seguridad, pasó a transformarse en el verdadero carné identificatorio, tanto en los
períodos y lugares de existencia de los registros – por ejemplo, para poder evadir los controles
médicos- como en los períodos en los que los registros ya habían dejado de existir pero se
hacía necesario para poder “pararse” en una determinada zona y fundamentalmente para no
ser multada o encarcelada. Es claro que en muchos casos no era la persona en prostitución
quien tenía necesidad de llegar a un acuerdo con la policía puesto que ya lo había hecho por
ella el “fiolo”9 que le otorgaba protección, quedando involucrada de este modo en el mismo
circuito de extorsión y abuso.
Tal como sostiene Juliano,

7
Se toma como modelo la legislación sueca. Desde el año 1999 Suecia penaliza la demanda de sexo, es decir a
los clientes de prostitución, no así la oferta. En Estados Unidos sucedió algo similar en algunos estados –
Califormia, por ejemplo- en los que incluso se crearon centros de rehabilitación para los “Johns”, tal el modo en
que denominan a los clientes. Las “John Schools” fueron replicadas en Canadá.
8
Es necesario mencionar que nunca se estipularon controles médicos para los clientes con lo que la protección
pasaba a formar parte del grueso de los argumentos sin asidero en la realidad. Por otra parte, los controles
médicos están fundados en una concepción genitalizada de salud que implica la segregación y especificación de
un grupo de pacientes. Desarrollaremos estas cuestiones en el apartado sobre discurso médico.
9
Voz del lunfardo para proxeneta.

16
las políticas concretas que se han llevado a cabo al respecto han oscilado, según la
correlación de fuerzas mundial y los valores predominantes en cada época, entre la
tolerancia y la criminalización, sin que ambas opciones tengan demasiadas
diferencias en la práctica ya que en un caso como en el otro lo que se trataba de
salvaguardar era la moral pública, la familia y la salud de los clientes y no los
derechos de las trabajadoras sexuales (2002: 129).

Las políticas de regulación de la prostitución y la economía informal que se genera en


torno a ellas han llevado a la creciente clandestinización de la actividad favoreciendo la
naturalización de la violación de los derechos de las mujeres que la ejercen.
El discurso jurídico se ha caracterizado y caracteriza en la actualidad por la
combinación de posturas, que aún contradiciéndose en sus principios, han podido funcionar
como modo de estructuración del mercado del sexo. Posturas que, fundadas en lo que más
adelante se describirá como argumentos morales, toleran un “mal menor y necesario” pero al
que por su peligrosidad (y rentabilidad) es preciso controlar. Se produce así la primera
operación de esencialización que luego se repetirá para el caso de los demás discursos; no será
el “mal” en sí mismo el controlado sino sus “portadoras” y “propagadoras”: las prostitutas.
La prostituta es el elemento central de la prostitución y sobre el que recae el
estigma. Ella es el centro del escándalo, la discriminación y la responsabilidad de
los males. Así, respecto de la justicia criminal, la prostituta es la proscrita
sospechosa, desde la salud pública, es el agente transmisor de enfermedades; para
la moral dominante es el centro de la perversión y desde el punto de vista social
objeto de necesaria rehabilitación (Asociación pro derechos humanos de
Andalucía, 2002: 14).

De este modo, comienza a configurarse el esquema de condena social y legal a partir


de la estigmatización y criminalización de la actividad y los sujetos involucrados en ella.

Las políticas
Coincidimos Novick cuando considera a la Norma Jurídica como
“(...) la forma ideológica-concreta que elaboran los grupos o el grupo que en un
momento histórico puntual detenta el poder político para explicar, comprender y
legitimar un conflicto específico de intereses, intentando mediante ésta – la ley-
resolverlo a su favor. La ley es un hecho público, es un producto social que marca
el final de un camino” (en Orlog y Vives, 1999: 92).

Nuestra intención en este apartado es poner en relación las perspectivas que hemos venido
exponiendo con las políticas concretas que el Estado argentino, especialmente en la Ciudad de
Buenos Aires, puso en práctica en relación con la prostitución. Teniendo en cuenta que hay
interesantes trabajos que abordan el tema desde la perspectiva histórica10, no haremos una

10
Guy, 1994; Carretero, 1998; Mugica, 2001; Alonso de Rocha, 2003, entre otros.

17
caracterización detallada de las diferentes etapas y procesos sino que nos detendremos en
aquellas medidas que pueden ser pensadas como antecedentes de los abordajes actuales sobre
el fenómeno.

Legalización
Según afirma Donna Guy (1994), la prostitución y las prostitutas, antes de 1875,
estaban regidas en Buenos Aires por las mismas disposiciones que afectaban a los gauchos.
Las leyes de Vagancia y la de Extranjería podían conducir a una mujer condenada por
ejercicio de la prostitución al traslado a la frontera para prestar servicios sexuales a las tropas
que allí estaban asentadas: “gauchos y prostitutas eran censurados por los funcionarios y
perseguidos por el delito de ser pobres” (57).
En 1875 el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires autorizó los burdeles a
través de una ordenanza municipal que reglamentaba el ejercicio de la prostitución. En su
artículo primero, la ordenanza entendía que las casas de prostitución son las habitadas por
prostitutas. No sólo no se daba una definición de qué se entendía por “prostituta” sino que
tampoco establecía diferencia alguna entre el ejercicio de la actividad y la vida privada de la
mujer que la ejerciera. Se prohibía a las mujeres mostrarse o “provocar” (sic) y debían estar
dos horas antes de la caída del sol en los prostíbulos (Carretero, 1998: 27). Estas medidas
comenzaban a efectuar operaciones de clasificación sobre los sujetos y definían claramente su
ámbito de acción y los comportamientos que le estaban permitidos o vedados. No es una
paradoja del lenguaje que las llamadas “mujeres públicas” comiencen a tener, a partir de este
momento y hasta la actualidad, estrictamente trazado el recorrido y la utilización que pueden
hacer sobre el espacio público.
Puesto que el gobierno no podía terminar con un fenómeno que crecía conforme lo
hacían las dimensiones y el desarrollo económico y demográfico de la ciudad, consideró
oportuno ejercer el control. Es esclarecedora la declaración de un funcionario en el debate
sobre la legalización: “Yo no quiero con esto que la prostitución sea oficialmente permitida
para amparar a las miserables que hacen comercio de su persona, sino para vigilarlas mejor, y
sobre todo, para sujetarlas periódicamente a una escrupulosa visita médica” (en Guy, 1994:
68).
Se procedió al registro de las prostitutas y se les otorgó un carné que debían llevar
siempre consigo. También debían contar con la habilitación médica para trabajar. Estos
controles se intensificaron a partir del aumento de los índices de sífilis, pero tal como
mencionáramos antes, nunca afectaron a los clientes. Era muy difícil llevar adelante los

18
controles porque en la mayoría de los casos las mujeres preferían estar enfermas a quedarse
sin trabajo todo el lapso de duración del tratamiento (que en esa época era muy extenso).

Concebida inicialmente como una fuente de ingresos municipales y como una


medida de salud pública destinada a proteger a las familias de las enfermedades
venéreas, la ordenanza de 1875 de Buenos Aires definía asimismo el estatuto de las
mujeres en la sociedad argentina por su peligrosidad médica, su sexualidad y su
función económica (Guy, 1994: 243).

Al estigma que recaía sobre las mujeres identificadas como prostitutas (imposibilidad
de ingresar o transitar por determinados lugares públicos, condena social, etc.) se sumaba
ahora el rechazo provocado por el temor al contagio de las enfermedades venéreas sobre las
que, en ese momento, parecían tener exclusividad. Veremos más adelante las especificidades
de las definiciones y políticas de salud llevadas adelante.
Los años que siguieron se caracterizaron por la modificación de las normativas pero
siempre dentro de una misma perspectiva de control por parte de los funcionarios, médicos y
policía. Se procedió al registro de los grandes burdeles, luego se los trasladó a calles
secundarias de la ciudad; en 1919 se decidió cerrar las grandes casas de prostitución, luego se
estipuló que las mujeres debían trabajar solas (una mujer por casa), etc. Estas disposiciones
hacían oscilar el ejercicio de la actividad entre la legalidad, la ilegalidad y la clandestinidad
absoluta. Mientras las medidas iban en consonancia con los reclamos de los vecinos
preocupados por lograr “sacar de su vista” a las mujeres y los burdeles y conservar la moral y
las buenas costumbres, las madamas, los rufianes y la policía resolvían la forma de continuar
la actividad. Durante el período en el que las mujeres debían trabajar solas -una por casa- los
elevados precios de los alquileres llevaban a las mujeres que necesitaban trabajar a recurrir a
algún rufián que pudiera pagar el alquiler por ellas, ingresando en un circuito de explotación
que sí estaba penado por la ley11. “Desde el comienzo, los reglamentos que obligaban a las
prostitutas a habitar en viviendas especiales y a someterse a exámenes médicos como
condición para trabajar, violaban las disposiciones constitucionales básicas” (Guy, 1994: 12).
De este modo, los únicos derechos que no eran tomados en cuenta eran los de las
mujeres que ejercían la actividad para las que no sólo no se ofrecían otras alternativas sino
que se ponían cada vez más obstáculos en la única ocupación que tenían. En 1913, algunos
estudios sobre trabajo femenino

11
Hay que recordar que ya se había producido, en 1913, la sanción de la Ley 9143, conocida como Ley Palacios,
contra la explotación sexual y el tráfico y trata de mujeres, niñas y niños.

19
ya demostraban que cualquiera fuese el trabajo, las mujeres recibían salarios
miserables y trabajaban en condiciones deplorables. Si el trabajo fabril resultaba
inaceptable la prostitución –legal o clandestina- era la única alternativa para las
mujeres que debían trabajar (Idem: 91).

El cierre de los burdeles


No hemos mencionado hasta aquí el tema de la “Trata de Blancas” o de personas
como se llamará más tarde. No podemos extendernos en este fenómeno puesto que nos
desviaríamos del objetivo del presente trabajo y existe abundante bibliografía para consultar;
sin embargo, es necesario caracterizar un clima de época para comprender uno de los
argumentos que se esgrimirán hacia 1930 para ordenar el cierre de todos los burdeles en la
Ciudad de Buenos Aires.
Desde fines del siglo XIX y especialmente en las dos primeras décadas del siglo XX,
Argentina era vista desde Europa como un centro de prostitución internacional. La mayoría de
los países de aquel continente, especialmente Alemania, Francia, Inglaterra y algunas
colectividades, como la judía, consideraban que sus mujeres eran traídas engañadas a Buenos
Aires para ser explotadas en el comercio sexual. Si bien algunos autores12 coinciden en que
este fenómeno no tenía la dimensión con la que era presentado, en 1927 -a partir del
desbaratamiento de la organización Zwig Migdal13- se puso de manifiesto la histórica
connivencia de intereses entre los funcionarios, los grandes comerciantes del sexo y la policía
en Buenos Aires.
En diciembre de 1930, José Guerrico, intendente de Buenos Aires dictó un decreto
que abolía la prostitución autorizada por la municipalidad en la Capital. En sus
fundamentos, el intendente reconocía que Buenos Aires era considerado un centro
internacional de la trata de blancas. Más importante aún, reconocía que la
prostitución legalizada era una farsa ineficaz. Decretó que la ciudad ya no
controlaba más a los burdeles y cerró el Dispensario de Salubridad (Guy, 1994:
163).

Este decreto fue puesto en práctica recién en 1934.


Como consecuencia de las clausuras, las personas en prostitución comenzaron a
trabajar en las calles en un número mucho mayor que antes pero la policía nada podía hacer
frente a la aquellas que no estuviera incurriendo en un comportamiento escandaloso. La
policía se quedaba de este modo sin la posibilidad de controlar la actividad, por lo que se
produjo una introducción interesante en los comportamientos considerados “escandalosos”: se
agregó el término “incitar”. Así, los efectivos de la fuerza de seguridad podían llevar
12
Ver: Guy, 1994; Walkovitz, 1980, entre otros.
13
Organización delictiva que traía mujeres, especialmente polacas, a la Argentina con fines de explotación
sexual. Ver: Guy, 1994; Carretero, 1998; Shalom, 2003; Bra, 1982.

20
detenidas por averiguación de antecedentes a las personas en prostitución que consideraran
que estaban “incitando” a los hombres. “El modo en que la policía definió las nuevas
ordenanzas dio lugar a que la prostitución -y no las operaciones en los burdeles- fuera
considerada como una actividad ilegal” (Idem: 164). El ejercicio de la prostitución en la vía
pública quedará a partir de ese momento bajo la órbita de los edictos policiales.
Respecto del control de las enfermedades venéreas, el 17 de diciembre de 1936 se
sancionó -para todo el territorio nacional- la ley 12.331 de profilaxis social. Por su intermedio
se prohibían definitivamente todas las casas y los locales para el ejercicio de la prostitución,
se condenaba a quienes poseían o dirigían estas casas y se puso en vigencia el análisis
prenupcial.
A partir de 1934, los burdeles ya no volverán a ser considerados legales pero no
dejarán por ello de existir: pasarán a ser locales con “reservados”, casas de masajes, wiskerías,
entre otras múltiples denominaciones. El último intento de retornar al antiguo sistema fue el
de Juan Domingo Perón, entonces presidente, que en 1954 firmó un decreto por el que se
permitía la apertura de burdeles en las zonas aledañas a los cuarteles militares o de
“reconocida necesidad” –por ejemplo, las zonas portuarias-14. Esta disposición fue derogada
tras el golpe de Estado de 1955.

De los edictos al Código


Hemos sostenido más atrás que luego de la clausura y prohibición de los burdeles en
1934 y dado el carácter ambiguo de la norma que no dejaba claro si la prostitución en general
estaba prohibida también, esta actividad quedó bajo la órbita policial que controlaba su
ejercicio a través de diversos edictos vinculados especialmente a los comportamientos
escandalosos.
Estos edictos facultaban a la policía a detener a una persona por considerarla
“sospechosa” para averiguación de antecedentes o identificación.

Estas facultades están sustentadas en la presunción de la existencia de un estado


predelictual en amplios sectores de la sociedad y en la suposición de que la policía
tiene capacidad de diagnosticar e intervenir sobre él (Chillier, 1998: 45).

Es interesante detenerse en los artículos 1 y 2 del edicto de escándalo para observar el


modo en que estas normas habilitaban una utilización absolutamente discrecional por parte de

14
Es interesante pensar en la conceptualización de la prostitución como una “necesidad” y la concepción de
sexualidad que subyace a esta idea con claras reminiscencias a la perspectiva de los instintos sexuales
masculinos.

21
la fuerza de seguridad, dejando en estado de vulnerabilidad absoluta a quienes eran objeto de
detención:
Artículo 1: serán reprimidos con multa de $24 a $60, o con arresto de 6 a 15 días:
a) los que ofendieran públicamente el pudor con palabras, actos o ademanes
obscenos; b) los que públicamente vertieren palabras torpes, obscenas o indecentes
ofendiendo el pudor o corrompiendo las buenas costumbres. Artículo 2: serán
reprimidos con multa de $24 a $60 o arresto de 6 a 21 días a los que se exhibieren
en comercios, plazas y otros lugares de esparcimiento público con vestimentas
indecorosas o se despojaren en los mismos sitios de ropas de vestir exigibles a la
cultura social; y los que se exhibieran en la vía pública o lugares públicos vestidos
o disfrazados con ropas del sexo contrario (Idem: 46).

Hasta marzo de 1998, estas eran las “conductas” por las que las personas que ejercían el
comercio sexual en la vía pública podían/debían ser sancionadas y, en la mayor parte de los
casos, arrestadas15. En marzo de 1998 se sancionó el Código Contravencional de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, también denominado Código de Convivencia Urbana, norma que
dejó definitivamente sin efecto la aplicación de los edictos policiales.
De acuerdo a los testimonios que pudimos recoger en trabajos anteriores (Justo von
Lurzer, 2004), durante la vigencia de los edictos policiales las mujeres eran llevadas detenidas
durante 21 días y, en la mayor parte de los casos, cuando salían eran detenidas nuevamente a
dos o tres cuadras de la dependencia policial sin que nada pudieran hacer para evitarlo.
Máxime cuando la cantidad de detenciones era motivo de competencia entre las diferentes
comisarías para demostrar la eficacia del control policial en la zona que le correspondiere.
Es necesario tener en cuenta que para el caso de los edictos no hacía falta proceso
judicial para dictar el arresto y, si bien las sentencias podían ser apeladas, el porcentaje de
apelaciones era muy bajo puesto que se consideraba que esa acción podía redundar en nuevas
represalias y en dificultar aún más el ejercicio de la actividad.
Según un informe sobre edictos policiales del Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS)
la gran cantidad de detenciones arbitrarias que en forma mensual sufren estos
sectores y el ejercicio de poder en forma discrecional por parte de las fuerzas
policiales ejecutado contra las minorías sexuales y las trabajadoras del sexo, han
generado una serie de prácticas que agravan aún más la violación de sus derechos.
Entre estas es posible verificar casos de extorsión: las travestis, las trabajadoras del

15
Si bien los edictos fueron derogados en el año 1996, el código de Convivencia Urbana no fue sancionado hasta
1998. Para evitar las detenciones arbitrarias en el período previsto hasta la sanción de la nueva reglamentación se
dispuso en el artículo 13, inc. 11 de la Constitución de la Ciudad la siguiente prohibición: “en materia
contravencional no rige la detención preventiva. En casos de hechos que produzcan daño o peligro que hiciera
necesaria la aprehensión, la persona debe ser conducida directa e inmediatamente ante el juez competente” En
esos dos años, la policía siguió manejándose como si los edictos estuvieran en vigencia y si bien las últimas
estadísticas sobre detenciones por edictos son del 1996, el CELS indica que en 1997 el número de detenciones se
mantuvo estable.

22
sexo y las personas gays frecuentemente son extorsionadas en la calle por personal
de la Policía Federal, quienes le solicitan una cantidad de dinero a cambio de no ser
detenidas por averiguación de antecedentes. En los casos en los que un grupo de
travestis o trabajadoras del sexo es hostigado en forma sistemática, se suele pactar
el pago de dinero a la jefatura para poder circular por la calle sin ser detenidas”
(Chillier, 1998: 51).

Por ello, suele referirse a la prostitución como una de las “cajas chicas” de la policía16.
En el año 1996 (última fecha en que se publicaron estadísticas oficiales referidas a
edictos policiales), las detenciones por “desorden y escándalo” suman el 63% del total de las
faltas y es importante señalar que tanto en el caso de los edictos como en de las Actas
Contravencionales el 99.4% se realizaron por “patrullaje” y no por denuncias de terceros17.
Como veremos más adelante, los abusos de los que fueron objeto las mujeres que
ejercían la prostitución en la Ciudad de Buenos Aires y el reclamo por uno de los derechos
fundamentales, la libertad, fue lo que dio lugar a los primeros intentos de organización de
estas mujeres. De hecho, en todas las provincias del país se encuentran vigentes normativas de
este tipo que incluyen artículos que en mayor o menor medida discriminan y criminalizan a
las personas en prostitución (INADI, 2008). Por este motivo, su derogación y/o modificación
continúa siendo una preocupación central de las organizaciones de mujeres en situación de
prostitución y trabajadoras sexuales18.

El Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

La sanción del Código de Convivencia Urbana o Código Contravencional (Ley N°


10) en marzo de 1998 (que no estuvo exenta de discusiones y posteriores
modificaciones), implicó entonces no sólo la supresión de las antiguas
contravenciones, fundándose en la necesidad de depuración de los edictos
policiales de su carácter peligrosista, sino también la definición de nuevos tipos y
figuras contravencionales y la judicialización del procedimiento en esta materia.
Así, arguyendo que quitar a la policía la facultad de aplicar los edictos conseguiría
limitar el poder policial –tantas veces cuestionado jurídica y políticamente- se
judicializó el procedimiento en materia contravencional, creándose dentro del
Poder Judicial de la Ciudad, el fuero Contravencional y de Faltas al cual quedó

16
Deberíamos agregar dos cuestiones que no están presentes en el informe del CELS pero que sí han sido
referidas por las personas entrevistadas en la investigación que lleváramos adelante con anterioridad (Justo von
Lurzer, 2004): por un lado, la presencia de los “fiolos” que en muchos casos se ocupan de los arreglos y de la
“protección” de las mujeres; por otro, el hecho de que en muchos casos, los policías no sólo extorsionan a las
mujeres solicitando dinero sino también servicios sexuales gratuitos.
17
Cfr. Dirección de Política Criminal. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación Argentina:
Informe sobre Contravenciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Disponible en
www.polcrim.jus.gov.ar/contravenciones. Referimos aquí a los datos del período analizado en esta tesis.
18
Por ejemplo, a partir de la lucha de diversas organizaciones sociales, incluidas las de trabajadoras sexuales y
mujeres en situación de prostitución, en 2003 se logró la derogación del inciso 4º del artículo 45 de la ley 3815
de la Provincia de Entre Ríos, por el que las personas que ofrecían sexo en la vía pública podían ser arrestadas
por la policía. Esta derogación fue luego vetada por el Poder Ejecutivo provincial.

23
subordinada la Policía Federal en carácter de auxiliar de la justicia y organismo
preventor. Este proceso se llevó a cabo sostenido en un fuerte discurso que
señalaba que finalmente se había llegado a una solución que, al tiempo que
limitaba la discrecionalidad del accionar policial, establecía un procedimiento
judicial para dirimir conflictos de ‘convivencia urbana’ (Chillier, 1998: 51).

No nos detendremos en los interesantes debates que se dieron en torno a la aprobación


del Código Contravencional19, aunque es necesario puntualizar que muchos de sus artículos,
tal como quedaron redactados hasta la reforma de 2004 y aún más, luego de las
modificaciones que se establecieran en septiembre de ese año, fueron repudiados por diversas
Organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil (entre las que se encontraba
AMMAR –Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina-, por aquella época unificada)
así como por algunos legisladores de la Ciudad.
En la primera versión de la ley (Ley 10), sancionada en marzo del año 1998, la oferta
y demanda de sexo no figuraba como contravención. En julio del mismo año y luego de
intensas discusiones, del desacuerdo por parte del Gobierno nacional que insistía en su
inclusión y de la campaña realizada por parte de la Policía Federal (en términos de haberse
quedado sin herramientas para la prevención del delito y el cuidado de la seguridad) se
procedió a la modificación de varios artículos.
En el caso del artículo 71 se consignó el siguiente texto (incorporado por ley 42 del
2/7/1998):
causar alteraciones a la tranquilidad pública frente a viviendas, establecimientos
educativos o templos, o en su proximidad, con motivo del ejercicio de la
prostitución y como resultado de su concentración, de ruidos, o perturbación del
tránsito de personas o vehículos o con hostigamiento o exhibiéndose en ropa
interior o desnudo/a20.

No conformes con estas modificaciones, se reforma nuevamente el texto por ley 162, de
marzo de 1999, y se deja el siguiente:

ALTERACIÓN DE LA TRANQUILIDAD PÚBLICA: Ofrecer o demandar para sí


u otras personas, servicios sexuales en los espacios públicos21.

En oposición a este texto se pronunciaron diversas organizaciones de derechos humanos y la


Defensoría del Pueblo de la Ciudad hizo una presentación frente al Tribunal Superior de
Justicia solicitando la nulidad de lo enunciado en el Artículo 71 por considerarlo

19
Cfr.: Barrancos, 1999; Chillier, 1998; entre otros.
20
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/html/ley42.html
21
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/html/ley162.html

24
inconstitucional y violatorio de los siguientes derechos: derecho a la libre circulación;
principio de legalidad y prohibición del derecho penal de autor, derecho a la privacidad y
principio de reserva; derecho a la libertad, derecho a la dignidad, derechos de igualdad y no
discriminación y derechos a ser diferente, derecho a la libertad sexual22.
Este artículo está comprendido en la sección de la Ley Contravencional que se
denomina “Uso del espacio público”; este dato es relevante en dos sentidos: por un lado,
porque no es la oferta o demanda de sexo lo que se penaliza sino el ejercicio de esta actividad
en el espacio público (nuevamente nos enfrentamos a la restricción de la utilización del
espacio público, es decir del ejercicio de uno de sus derechos, a un grupo determinado de
personas). En esta misma línea, hay que ubicar la letra de este artículo no en relación con la
sanción de una actividad considerada ilegal, sino con la sanción moral de una actividad
considerada “perturbadora”. Los fundamentos que sustentan estas visiones nos llevan
nuevamente a la idea (de más de un siglo de antigüedad) de una “moral pública” que hay que
“defender” de las “alteraciones” que un determinado “tipo” de individuo puede provocar. No
es llamativo entonces, que este artículo se encuentre en la misma sección que los “ruidos
molestos” y el “ensuciar bienes”.
Durante el año 2003, el 56,8 % de las actas ingresadas en la Justicia Contravencional
(47.872 actas) correspondían a las contravenciones por uso del espacio público. De estas, el
89% ingresaban en referencia al artículo 71. Estos valores se repiten para todos los años de
vigencia del Código Contravencional en el período aquí analizado. Sin embargo, insistimos,
sólo el 0.6% de estas actas se originan por denuncia de un tercero.
En el año 2004, se consolida una avanzada de las visiones criminalizadoras que logran
que en septiembre de ese año se sancione una nueva ley Contravencional con modificaciones
en varios de sus artículos, fundamentalmente en los vinculados a actividades de los sectores
populares: criminalización de la economía informal, criminalización de la protesta social y,
por supuesto, criminalización de la oferta y demanda de sexo23. La sección pasará a llamarse
“Protección de uso del espacio público o privado”24 e incluirá:

22
Cfr.: art. 14 de la Constitución Nacional (CN), 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH), 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), 22 de la Comisión Americana de
Derechos Humanos (CADH), 18 de la CN, 11.2 de la DUDH, 15.1 del PIDCP, 9 de la CADH, 13.9 de la
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CCABA), 19 de la CN, 12 de la DUDH, 7.1 de la
CADH, 13 de la CCABA, 1 de la DUDH, etc. Para una síntesis de la declaración de la Defensoría del Pueblo
puede consultarse la Revista Feminaria, Número 22/23, Buenos Aires, Julio de 1999.
23
Para una caracterización del clima de época pueden consultarse entre otros los siguientes artículos
periodísticos: “Los candidatos porteños se le animan al sexo en la tevé”, Clarín, Sábado 12 de Julio de 2003.
Disponible en http://www.clarin.com/diario/2003/07/12/p-01801.htm; “Prostitución: el gran interrogante”,
Clarín, Lunes 28 de Julio de 2003. Disponible en

25
Artículo 79 - Cuidar coches sin autorización legal; Artículo 80 - Ensuciar bienes;
Artículo 82 - Ruidos molestos; Artículo 83 - Usar indebidamente el espacio
público. (Quien realiza actividades lucrativas no autorizadas en el espacio público);
Artículo 84 - Ocupar la vía pública. (Quien ocupa la vía pública en ejercicio de una
actividad lucrativa)25.

El artículo 81 dice:
Oferta y demanda de sexo en los espacios públicos. Quien ofrece o demanda en
forma ostensible servicios de carácter sexual en los espacios públicos no
autorizados o fuera de las condiciones en que fuera autorizada la actividad, es
sancionado/a con uno (1) a cinco (5) días de trabajo de utilidad pública o multa de
doscientos ($ 200) a cuatrocientos ($ 400) pesos. En ningún caso procede la
contravención en base a apariencia, vestimenta o modales26.

Y se agrega la cláusula transitoria que reza:


Hasta tanto se apruebe la autorización a la que se hace referencia en el artículo 81,
no se permite la oferta y demanda ostensible de servicios de carácter sexual en
espacios públicos localizados frente a viviendas, establecimientos educativos o
templos o en sus adyacencias. En ningún caso procede la contravención en base a
apariencia, vestimenta o modales. Se entiende por “adyacencias” una distancia
menor de doscientos (200) metros de las localizaciones descriptas
precedentemente. En las contravenciones referidas en el párrafo precedente, la
autoridad preventora sólo podrá proceder al inicio de actuaciones por decisión de
un representante del Ministerio Público Fiscal.

Las limitaciones y obstáculos que se imponen al ejercicio de la prostitución son


evidentes. La Ciudad de Buenos Aires, desde hace décadas, tiene establecidas lo que se
denomina “zonas de trabajo” (las históricas: Constitución, Once, Flores, Villa del Parque, La
Octava – calle Moreno entre Jujuy y Boedo, denominada así en referencia a la delegación
policial que le corresponde-, Centro/Retiro y se han sumado Palermo, Congreso, Chacarita,
San Telmo y nuevamente el Puerto); es difícil imaginar el modo en que las personas que
trabajan en estos barrios puedan ofrecer servicios sexuales en una esquina sin contravenir, por
ejemplo, la exigencia de 200 metros de distancia de escuelas, templos, etc. En los barrios del
tipo de concentración poblacional de la que se trata, esta norma es casi imposible de cumplir.
En definitiva, quedan dos vías para sobrellevar esta situación: continuar “arreglando” con la
seccional correspondiente o bien, trasladarse, lo que implica la pérdida potencial de clientes,
la ruptura de las pocas redes de socialización (y seguridad) que estas personas logran

http://www.clarin.com/diario/2003/07/28/p-01002.htm; “La ciudad: espacios públicos utilizados en forma


irregular. Las mafias urbanas se adueñan de las calles”, Clarín, Domingo 18 de enero de 2004. Disponible en
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2004/01/18/z-693753.htm.
24
Las cursivas son nuestras.
25
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/html/ley1472.html
26
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/html/ley1472.html

26
establecer con sus compañeras de zona y, en definitiva, la tan ansiada “ghetización” de la
actividad.
Tal como mencionáramos, en el resto de las provincias de Argentina la situación es
similar y en algunos casos incluso más grave por ejemplo respecto de las atribuciones
policiales -detenciones sin intervención de la justicia contravencional-, sobre la longitud de la
pena de arresto y el ejercicio del derecho a defensa y sobre la medicalización forzada de las
personas en prostitución -sometimiento a análisis y chequeos compulsivos- (INADI, 2008).
Cabe destacar que, en todos los casos, los artículos referidos a oferta y demanda de sexo están
contemplados entre las ofensas a la moralidad pública y el uso indebido del espacio público.
En los casos más extremos se llega a combinar la visión moralizante y la visión patologizante
y se distingue entre prostitución escandalosa y prostitución peligrosa; esta última, más grave
que la primera, puesto que pone en riesgo la salud pública (como en los casos de La Rioja,
San Juan, Mendoza). Todo esto sin mencionar, insistimos, la superposición y contradicción de
estas normativas respecto de las normativas nacionales (como el Código Penal e incluso la
Constitución Nacional) y de las normas internacionales.

Campo Biomédico

En este caso, nos detendremos principalmente en el discurso higienista, puesto que


pueden reconocerse en él los antecedentes de la visión patologizante de la prostitución y de
las personas en prostitución, que no sólo opera aún en los discursos y políticas sobre el tema
sino también –como veremos en el tercer capítulo- en sus representaciones mediáticas.
Tal como mencionáramos, el higienismo tiene su origen en la Francia napoleónica y se
extenderá luego al resto de Europa y América. La perspectiva higienista va a generar, sobre la
prostitución, un efecto similar al producido por la caracterización proveniente desde el campo
de lo jurídico: no sólo será conceptualizada como una “enfermedad” social, como un
“flagelo” cuyas consecuencias destructivas deben ser controladas sino que, además, todo el
peso de los controles médicos recaerá sobre las mujeres que ejercen la actividad y en ningún
caso sobre los clientes. El interés médico no se centraba en la atención de las mujeres, en el
cuidado de su cuerpo, sino en la prevención del contagio de las infecciones de transmisión
sexual de las que ellas eran consideradas las principales portadoras y propagadoras. Estas
ideas no sólo aumentaban la carga estigmática sobre las personas que ejercían la prostitución
sino también y en consecuencia, su segregación social.

27
En Argentina, las epidemias de sífilis producidas entre fines del siglo XIX y principios
del siglo XX dieron lugar incluso al establecimiento de sifilicomios que se ocupaban de la
atención de las mujeres infectadas. Estos establecimientos funcionaban como un nuevo
demarcador de “territorio”; así como había zonas designadas en el espacio urbano destinadas
al comercio sexual, así también se establecían zonas de atención para estos “singulares”
pacientes. En 1889 se inauguran en la Ciudad de Buenos Aires el Dispensario de Salubridad y
el Sifilocomio, ambos destinados a la atención de las personas en prostitución. En
concordancia con las teorías imperantes de “limpieza social” no es llamativo que se haya
discutido mucho acerca del lugar en el que debían ubicarse estos centros y en muchos casos se
propuso que se trasladara a las mujeres a alguna de las otras provincias, tal como se hacía con
los tuberculosos y otros “enfermos peligrosos”. Podemos comprender entonces, que más
tarde, los nuevos centros asistenciales sean ubicados en los barrios pobres de la ciudad,
identificando nuevamente zonas de alto riesgo de contagio.
Estos modos de emplazamiento de los sujetos en el espacio (público y social)
evidencian una idea de pureza de una parte del cuerpo social que no debía ser infectado por
los sectores contaminados. Es claro que estas operaciones permitían no sólo ocultar las
consecuencias del funcionamiento del mercado sexual sino también evitar el cuestionamiento
de sus causas. En tanto la enfermedad fuera pensada como un “atributo” inherente a la
condición de prostituta, no sería necesario cuestionar las condiciones de precariedad sanitaria
en las que se ejercía la actividad, el circuito de contagio siempre reinaugurado por los clientes
que no recibían atención médica, la dificultad de implementar la prevención en tanto muchas
mujeres evitaban las revisaciones por temor a las sanciones y también por la discriminación
en el trato médico (Guy, 1994).
Si bien los médicos higienistas que llevaban adelante estas políticas no consideraban a
los sectores de clase baja y a las personas en prostitución en particular sólo como transmisores
de la enfermedad sino también como sus víctimas, ellos eran quienes debían ser separados del
cuerpo social (una metáfora muy utilizada es la de “cáncer”). La ordenanza relativa a la
inspección médica decía que las prostitutas debían ser revisadas una vez por semana (Art. 6) y
que si no se presentaban a la revisación serían directamente consideradas enfermas (Art. 7)
(Carretero, 1998: 67).
Una de las pocas definiciones institucionales de la época hace la siguiente distinción:
“mujer libertina (que se entrega a múltiples hombres sin necesidad) y la prostituta (que lucra
con su cuerpo y ejerce por todas partes su comercio y lleva el vicio sifilítico y las
enfermedades sóricas)” (Guy, 1994: 115). Coincidimos con Guy cuando sostiene que “Los

28
higienistas reafirmaban así la perspectiva de los reformistas morales europeos según la cual
las prostitutas definían los parámetros de la aceptabilidad social y de la ciudadanía” (1994:
107). De este modo, queda claro que se construye a las personas en prostitución como una
“población”, en sentido foucaultiano, lo que implica un proceso de medicalización de la
prostitución, una construcción del cuerpo de la prostituta en tanto conjunto de caracteres
patológicos (y también moralmente reprochables) susceptible de tratamiento y
hospitalización. Como señalan Ward y Day (1997), ya no sólo en el higienismo, sino luego en
toda la epidemiología clásica del tratamiento de enfermedades sexualmente transmitidas, las
prostitutas son vistas como una suerte de reservorio de infección. Conformarían parte de un
grupo medular (core group) con altos niveles de prevalencia que no sólo sostiene la infección
impidiendo erradicar la enfermedad sino que a la vez la esparce al resto de la población.
En este sentido, es interesante establecer una comparación con lo que sucede en la
actualidad con ciertos discursos que han tematizado la expansión del contagio por VIH. Desde
el descubrimiento del VIH-SIDA, tres comunidades han sido especialmente señaladas como
portadoras y propagadoras del virus de inmunodeficiencia humana. En general se los
denomina grupos de riesgo aumentado: los/las homosexuales, las personas trans y las
personas en prostitución. Si bien el higienismo -en tanto corriente teórica- ha perdido su
vigencia, algunas de sus perspectivas y nociones han quedado profundamente arraigadas en el
sentido común (de la sociedad en general y del campo de la medicina en particular) (Justo von
Lurzer y Morcillo, 2008).

En el caso de las personas en prostitución, tanto desde el Estado como desde muchas
ONG vinculadas a la prevención del SIDA se realizaron tareas de información y educación.
Aún así, y sin despreciar estos esfuerzos, debemos considerar que si bien los programas
tendientes a capacitar a las mujeres en relación a la prevención de las infecciones han logrado
ampliamente sus objetivos -casi la totalidad de ellas afirman saber que deben utilizar
preservativo en las relaciones sexuales con los clientes27-, también es muy común que estas
mujeres relaten situaciones en las que el cliente no quiere utilizar este método de barrera y
donde es muy complicado llevar adelante la prevención y el cuidado28. En estos casos, el
problema radica en las posibilidades de estas mujeres (y de los clientes) de otorgarle otro
valor a su cuerpo y a su salud que pueda superar y prevalecer a su “valor de mercado”. En

27
Cfr. Investigación Diagnóstica realizada por AMMAR Nacional y Organización Panamericana de la Salud
(OPS), 1999; CEDES, 2007.
28
Es necesario tener en cuenta que en muchas casos el negarse a tener la relación sexual puede exponer a las
mujeres a una situación de violencia. También puede hacer perder “una salida”.

29
este sentido, el hecho de que desde hace algunos años se presente a las mujeres en situación
de prostitución y a las trabajadoras sexuales como “replicadoras” de las políticas de
prevención institucionales (y dada la ausencia de grupos de “replicadores” entre los
clientes29), fortalece las posibilidades de cuidado del cuerpo de estas personas e incluso sus
capacidades de negociación, pero no modifica la visión sesgada de hace un siglo. La
prostitución sigue siendo pensada desde una perspectiva unilateral y no relacional.

También es importante señalar que la mayor parte de los fondos recibidos por las
organizaciones de trabajadoras sexuales y mujeres en situación de prostitución en términos de
financiamiento de proyectos, están vinculados con el área de salud y particularmente con la
prevención de ITS y VIH. El impulso de programas de educación (tanto de alfabetización
como de capacitación laboral) o el desarrollo de micro emprendimientos que ofrezcan
alternativas viables para quienes quieran dejar la actividad cuentan con mucha menos
“popularidad” entre las entidades de financiamiento (incluido el Estado).
El otro punto que está ausente en la mayoría de las políticas sanitarias sobre el sector
es la complejidad de acceso a la atención médica. Muchas de las mujeres en prostitución
refieren la discriminación de la que son objeto en la mayoría de los centros asistenciales. Esto
ha generado dos alternativas: o bien la mujer continúa acercándose al consultorio pero no
reconoce como actividad el ejercicio de la prostitución (anulando de este modo uno de los
canales posibles de información y educación sobre el cuidado de su cuerpo) o, directamente,
deja de asistir a los controles ginecológicos que, en edad de actividad sexual, se indican como
mínimo dos veces por año.
En algunas provincias –en general gracias al impulso de organizaciones como
AMMAR30- se han generado espacios de referencia en importantes centros asistenciales (el
Hospital Álvarez es un ejemplo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). En estos lugares se
trabaja en la formación de los profesionales de la salud y se disponen horarios especiales de
atención -a contraturno de sus horarios laborales- para las trabajadoras sexuales y mujeres en
situación de prostitución (Ceil-Piette/CONICET, 2007).

No es casual que centremos la atención en el discurso médico higienista en tanto éste,


y ahora algunas concepciones sobre prevención de VIH/sida, se corresponden con momentos
de control específico sobre las personas en prostitución. La propia concepción generizada y

29
Aunque discursivamente, en el marco de la lucha contra la epidemia de VIH/sida, se ha incorporado a los
clientes como parte de las “most-at-risk populations”; pocas (o ninguna) de las intervenciones de salud pública
tiene como blanco específico a tal población.
30
Incluso en el año 2006 AMMAR (CTA) logró la apertura de un centro de atención especializado para
trabajadoras sexuales en la ciudad de La Plata.

30
especialmente sexualizada o genitalizada de la prostitución implica su visibilización en
contextos de riesgos específicos para el cuerpo social. En este sentido deben comprenderse las
demandas de los colectivos de personas en prostitución por ser incluidas en las políticas de
salud desde una visión integral que no sólo se oriente a la prevención y tratamiento de
aquellos aspectos vinculados de modo directo con el ejercicio de prácticas sexuales. Esto
implica no sólo una visión de la salud como salud integral sino también una visión integral de
la sexualidad.
Por otra parte, tal como hemos visto en el apartado sobre el campo jurídico, los
aspectos del discurso médico aquí señalados se han articulado en la formulación de políticas
vinculadas a la oferta y demanda de sexo desde los inicios de su regulación. El carné
identificatorio de principios de siglo XX, tanto como la libreta sanitaria y los análisis
compulsivos aún vigentes en algunas ciudades del país, son una clara muestra de ello.

Campo moral - religioso31

Si bien puede ubicarse la consolidación de una esfera específica vinculada a lo sexual -


y de un dispositivo de sexualidad (Foucault, 1999)- a partir del siglo XVII, ya desde la
Antigüedad tardía se produce una complejización de la economía del placer -la
conyugalización del placer, la finalidad procreadora del acto sexual, la espiritualización del
matrimonio, son algunos de sus engranajes- en la que pueden rastrearse los fundamentos de la
moral sexual cristiana. Es importante observar la influencia que la filosofía estoica -sus
concepciones acerca del placer, del acto sexual, del matrimonio y del dominio de sí- ha tenido
en los modos de configuración de la prostitución expresados en los discursos religiosos del
cristianismo, en particular del catolicismo.
Es precisamente en los dos primeros siglos de nuestra era en los que se da un contexto
de inquietud por los efectos de los comportamientos sexuales y de énfasis en el dominio de sí
y en la austeridad (sexual) propicio para que el matrimonio se vuelva el espacio de inscripción
legítima de la actividad sexual. La economía del placer organizada bajo los tres preceptos del
matrimonio -monopolio, deshedonización y procreación (Cfr. Ariés, 1987; Le Goff , 2005;
Foucault, 2003)- reconoce un exceso que ha de ser encausado a través de otros mecanismos:
la existencia y tolerancia de la prostitución se justificará varias veces a lo largo de la historia a
partir de esta idea de un exceso de pasión que no puede ser ejercida en el marco del

31
Algunas de las reflexiones vertidas en este apartado surgieron de una elaboración conjunta con Santiago
Morcilo (Justo von Lurzer y Morcillo, 2008)

31
matrimonio (porque contravendría no sólo la función generativa del acto sexual sino también
la espiritualización del lazo conyugal32).
Sin embargo, si en algunos aspectos el cristianismo puede pensarse como armadura
legal y soporte institucional de muchas de las concepciones y prácticas de épocas anteriores -
en particular del modelo de austeridad sexual-, la moral cristiana y las morales ulteriores
definirán otras modalidades de la relación con uno mismo: una caracterización de
la sustancia ética a partir de la finitud, de la caída y del mal; un modo de
sometimiento en la forma de la obediencia a una ley general que es al mismo
tiempo voluntad de un Dios personal; un tipo de trabajo sobre uno mismo que
implica desciframiento del alma y hermenéutica purificadora de los deseos; un
modo de cumplimiento ético que tiende a la renuncia a uno mismo (Foucault;
2003: 220).

Tal como sostiene Le Goff, la Edad Media será el momento de institucionalización y


consolidación de la depreciación corporal y sexual (2005: 44). El cultivo y dominio de sí que
se inicia en la antigüedad va adquiriendo en el cristianismo un carácter cada vez más
prescriptivo y vinculado, ahora de modo directo, no sólo con necesidades de orden social
(cultivo de sí para el vínculo con los otros) sino con evitar el alejamiento (personal) del
camino de Dios.
Una transformación fundamental se encuentra en el modo en que la idea de pecado
comenzará a operar en el orden social bajo el cristianismo. Constituida en religión de Estado a
comienzos de la Edad Media, el sometimiento de los individuos a la Ley divina -la
delimitación de pecados y virtudes- serán centrales para comprender las particularidades de la
economía del placer cristiana y el lugar que la prostitución irá ocupando en ella. Puede verse
ya en Pablo la necesaria conexión entre conocimiento y poder; la ley y el pecado se instauran
en un mismo movimiento y definen así la potencialidad pecadora de los hombres. Del mismo
modo, el conocimiento de la Ley implica necesariamente que su desobediencia es deliberada;
el hombre tiene elementos para discriminar entre lo correcto y lo incorrecto, si desobedece los
preceptos divinos lo hace de modo deliberado.
De las elaboraciones paulinas sobre el pecado, nos interesa detenernos en la relación
entre pecado y carne. El pecado encuentra lugar en el hombre a través de la carne, en
particular, el cuerpo, sus miembros y sus “instintos primitivos” son los que conectan al

32
La espiritualización del lazo conyugal establece un vínculo estrecho entre amor y sexo. Esto es importante
para pensar el contraste con el sexo extraconyugal, en particular el sexo pago, en el que ambos elementos
parecerían estar desvinculados, lo cual deja al acto sexual en el terreno de la pura carnalidad. Por supuesto que
esta espiritualización del matrimonio no estuvo claramente definida en épocas anteriores permitiendo que las
relaciones extraconyugales (y retribuidas materialmente) no tengan siempre una connotación puramente carnal -
como es el caso de las hetairas o cortesanas de la Grecia antigua. Ver Justo von Lurzer y Morcillo, 2008.

32
hombre con el pecado. El cuerpo, su relación con el pecado y el placer, remiten a una
transgresión/traición originaria; en Pablo el cuerpo es el templo de Dios, un noble instrumento
hecho para cosas nobles que el gentil deshonró con sus impurezas (Romanos 1:24). Esta
deshonra está expresada en el pecado original, circunstancia en la que Adán y Eva se dejan
dominar por sus pasiones; pecado inicialmente de soberbia y curiosidad que será luego
transformado en un pecado sexual y que marca claramente los límites de la castidad y la
alternativa que a partir de esa escena se presenta a los hombres: “o el hombre controla sus
pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado” (cfr. Si 1, 22).
La construcción de la escena del pecado original habilita una doble operación: por un
lado universalizar la condición de pecadores (originales) de todos los hombres y sostener así
la necesidad, ahora también universal, de llevar adelante un cuidadoso dominio de sí; por otro,
para aquellos que no pueden evitar caer en pecados (actuales), la doctrina cristiana reserva el
dominio de la redención.
Ahora bien, para poder comprender los fundamentos de lo que hemos dado en llamar
discurso moral-religioso debemos pensar a su vez a la sociedad dividida dicotómicamente en
un polo positivo (el masculino) y uno negativo (el femenino). Tal como sostiene Juliano
(2002), esta primera división se complejiza en el caso de la mujer dando lugar a dos nuevos
modelos: para el polo positivo, la virgen María y para el negativo, Eva y luego Magdalena.
A partir de estas operaciones comienza a construirse un modelo de mujer basado en el
juego de pares oposicionales: mujer virtuosa/mujer pecadora; mujer perdida/mujer
arrepentida. A cada uno de estos prototipos de mujer le estarán asociados diferentes roles y
comportamientos sociales, lo que habilitará no sólo la posibilidad de definir a cada una por la
pertenencia a uno de estos grupos sino también de generar un espejo en el que cada mujer
pueda observar las consecuencias de no ajustarse a las normas de comportamiento esperables.
En este sentido, estos modos de representación de la mujer funcionarán como moralizadas
formas de control social.
La oposición más comúnmente analizada es la ya mencionada entre María y Eva; nos
interesa tratar una particularidad que se deriva de esta dicotomía original que es la relación
establecida entre la condición de madre y la de prostituta, representada por la figura de
Magdalena.
La virgen representada por María es fundamentalmente madre, ser asexuado,
núcleo de la familia y alejado del dinero. La prostituta, representada por
Magdalena33, es fundamentalmente sexuada, desarrolla una actividad en el ámbito

33
Si bien Magdalena es presentada por oposición a María y haciendo hincapié en sus características de “mujer
perdida”, también cumple la función de representar el papel de “arrepentida” que se corresponde con la idea de

33
público y se relaciona con el dinero (...) María y Magdalena –virgen y prostituta–
representan los dos lugares posibles para una mujer, lugares que, además, se
presentan como antagónicos y a los que se les atribuye características específicas y
valoraciones sociales muy definidas. Mientras el lugar de madre –con sus roles
específicos– va a estar coronado con la aureola de la bondad, generosidad,
altruismo y resignación, el lugar de prostituta va a soportar el estigma de un
supuesto desafecto, interés, malignidad, etc. Un lugar va a ser enaltecido y el otro
denigrado (a menos que se redima con el arrepentimiento que implica reconocer su
“innegable” culpabilidad) (Coria, 1986: 37-38).

Es interesante pensar el modo en que las valoraciones sociales a las que hace
referencia Clara Coria en el fragmento citado operan en las formas de autorrepresentación de
las personas en prostitución (Justo von Lurzer, 2004)34 y también, como veremos en el tercer
capítulo, el lugar que ocupa en las representaciones mediáticas sobre el tema. La carga
estigmática del desafecto, interés y malignidad será contrarrestada precisamente a través de la
reivindicación de su condición de madres, es decir, a través de la reposición de los valores
sociales positivos vinculados a este rol. La abnegación, la entrega completa por los hijos, que
caracteriza a “la madre” será llevada por estas mujeres a un extremo tal que se convertirá,
finalmente, en fundamento del ocultamiento. Esto es así en tanto en el caso de estas mujeres,
la abnegación de la madre continúa siendo una característica socialmente valorable pero la
actividad a través de la que ésta se plasma, en términos materiales, forma parte de las
actividades socialmente condenadas y estigmatizadas.
Si bien es cierto, como apunta Juliano (2002), que estos esquemas se reformularon a
partir de la Ilustración con el abandono de ciertos argumentos religiosos y que las mujeres
serán vistas desde los nuevos paradigmas como débiles (psíquica o fisiológicamente)35, las
caracterizaciones de la mujer que se establecieron desde la institución eclesiástica,
principalmente desde el catolicismo, han sido fundamentales en la construcción de un
imaginario sobre la mujer prostituta.
Puede pensarse entonces en la existencia de una historia de la misoginia eclesiástica
que se observa en las ideas y preceptos de la doctrina y que configurarán los parámetros de
moralidad de la sociedad y su funcionamiento. Para Bechtel (2003), respecto de la

“salvación” y “redención” que completan la imagen de la “desviada”. Es interesante observar el modo en que
muchas prostitutas recuperan la imagen de Magdalena pero no en este sentido dominante sino como modelo de
trasgresión y resistencia. La dirigente de AMMAR Nacional, Elena Reynaga, nos refirió en una entrevista que
cuando ingresó a una iglesia cubana le dijo al cura “San Pedro se habrá caído de culo que entró Magdalena al
templo”,
34
Esto puede verse, por ejemplo, en afirmaciones como “La madre tiene que ser una santa, no puede ser una
puta” (Justo von Lurzer, 2004).
35
Esta idea es coincidente con la afirmación de Foucault acerca de los procesos de histerización del cuerpo de la
mujer como parte de los mecanismos puestos en juego por el dispositivo de sexualidad (1999).

34
prostitución, la iglesia tuvo siempre una postura más reglamentarista que abolicionista, era un
fenómeno social que no podía ni debía evitarse sino que debía controlarse.
De hecho, ya en la Edad Media, el pensamiento de Agustín -considerado uno de los
primeros teólogos que reflexiona de modo sistemático acerca de la prostitución- será de
muchísima influencia en una época en la que esta problemática se vuelve materia de acciones
políticas, regulaciones públicas y controles médicos. Así, la prostitución en Agustín será vista
como un mal menor que debe ser tolerado para evitar males mayores. Se consolida de este
modo la doctrina ambivalente de tolerancia/condena que orientará los posicionamientos del
cristianismo, y más específicamente del catolicismo.
Esto implicará la flexibilización de algunas prácticas para algunos sujetos tanto como
el endurecimiento del tratamiento de otros: la doctrina de la tolerancia establecerá la
necesidad de un control sistemático para evitar los daños colaterales, en particular el
escándalo y el contagio de enfermedades. En la Edad Media pueden encontrarse ya
regulaciones respecto del ejercicio de la prostitución y la puesta en marcha de controles
sanitarios: se instalan los primeros conventos para prostitutas, cuyo objetivo era la
reeducación y reinserción social, también la atención médica; se demarcan claramente las
zonas en las que pueden transitar y ejercer su oficio36-incluso en algunos lugares y períodos se
llegó a la expulsión de las prostitutas de las ciudades37-; se determinan exámenes físicos con
mayor rigor luego de las epidemias de sífilis del siglo XV (Cfr. Blázquez, 1986; Le Goff,
2005).
La ambivalencia a la que refiriéramos se expresa también en la doble caracterización
de la prostituta, como pecadora pero también como potencial arrepentida. Se las condenará
severamente y de modo individual. Incluso cuando se reconozca entre las causas de la
prostitución la carencia económica, la condena sigue operando sobre la mujer que vive
inmoralmente. Aún así, la figura del arrepentimiento y la posibilidad de redención serán las
vías de acercamiento de la Iglesia católica a las mujeres en prostitución. Hay, en esta tarea

36
Es significativo observar que las restricciones espaciales que se imponían a las prostitutas en la Edad Media
son casi las mismas que se imponen en los Códigos Contravencionales actuales, con mayor o menor vigor, a las
personas que ofrecen sexo en la vía pública. “Las prostitutas debían alejarse de las calles céntricas y de los
lugares vecinos a las iglesias y a los cementerios, quedando relegadas y confinadas en los suburbios de la
ciudad” [París 1256] (Blázquez, 1986: 400).
37
El Concilio de Basilea (1433) es claro al respecto: “[las leyes humanas y civiles] toleran en cambio la simple
fornicación y la simple prostitución aún siendo de suyo ofensas mortales contra Dios. Pero, a su juicio, tales
vicios no perturban del todo la vida pública y resulta prácticamente imposible disuadir a la mayoría de la gente
para que se abstengan de ellos. Lo que no se debería permitir a las prostitutas es residir en los lugares honestos,
sino más bien en los suburbios donde se vierten los residuos y desperdicios ciudadanos. Deberían ser echadas
fuera de los lugares públicos, de las aldeas, de las tabernas y albergues (…) deberían vestir, además, en forma
que no fueran confundidas con las mujeres honestas” (Blázquez, 1986: 402).

35
que emprende la iglesia católica, algunos presupuestos que perduran incluso en los actuales
pronunciamientos religiosos, que no podremos desarrollar, pero queremos dejar planteados: la
fuerte impronta de un patrón de normalidad a partir del que se produciría la reincorporación
de las mujeres a la vida social; la idea de rehabilitación que retoma la visión patológica sobre
la prostitución y sobre las mujeres; el hincapié en un carácter psicológico peculiar, propio de
las prostitutas.
Si bien la postura de tolerancia frente a la prostitución que hemos desarrollado da un
giro con la adscripción de la institución eclesiástica a la doctrina abolicionista y la
consecuente consideración de la prostitución como violatoria de los derechos humanos en
1949 -lo cual implicó modificaciones que pueden observarse tanto en el último Catecismo
como en el comunicado final del Primer Encuentro Internacional de Pastoral para la
liberación de las mujeres de la calle (2005)- consideramos que cabe reflexionar sobre algunos
ejes que continúan presentes en los pronunciamientos actuales.
Por un lado, si bien se sostiene la necesidad de concebir a la prostitución como un
modo de explotación –incluso como una forma moderna de esclavitud- que atenta contra la
dignidad de la persona que se prostituye; se aclara que “es siempre gravemente pecaminoso
dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la
imputabilidad de la falta” (Catecismo de la Iglesia Católica). A la condena explícita (aún con
atenuantes) se sumará la victimización de las personas en prostitución en tanto no sólo “son
personas destrozadas, psicológicamente y espiritualmente muertas” sino que “vender su
cuerpo por la calle no es lo que hubieran querido hacer voluntariamente” (Primer Encuentro
Internacional de Pastoral para la liberación de las mujeres de la calle, 2005). Así, no sólo se
reinstala la idea redentora y rehabilitadora de la Iglesia, sino que se elimina toda capacidad de
agencia de las personas en prostitución.

Autorrepresentación y organización de mujeres en prostitución.

Es precisamente en oposición a este tipo de discursos y políticas sociales que hacia


mediados de los ‘90 se inicia en la Argentina un proceso de autorreconocimiento de la
condición de sujeto social y sujeto político de algunas de las mujeres en prostitución en la
Ciudad de Buenos Aires38. Este grupo de mujeres comenzó a organizarse, según sus propios

38
Este período coincide también con la organización de los colectivos de travestis y transexuales –incluso han
llevado adelante luchas en común, como las disputas para la derogación de los edictos o la modificación del
Código Contravencional en 2004-. Sin embargo, no nos referiremos a estos colectivos en tanto presentan
especificidades en sus formas de autodefinición (tanto respecto de su identidad de género como de su identidad
política) que requieren de un abordaje específico. Para un desarrollo de estas cuestiones ver: Fernández, Josefina

36
relatos39, para lograr la recuperación de ciertos derechos básicos y, en particular, para eliminar
las disposiciones por las que eran detenidas en forma sistemática. Lograr que el Estado, en
primera instancia, y la sociedad toda las considerara “ciudadanos comunes”, “parte de la
sociedad” y que les reconociera estos derechos requería que estas mujeres se dieran una
identidad que les permitiera legitimar estos reclamos y hacerlos efectivos. Se imponía la
discusión acerca de los modos de clasificación hegemónicos sobre ellas: la disputa por el
modo de representación de las mujeres en prostitución. En este contexto, no sólo se produce el
surgimiento de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) sino también
un complejo proceso de definición de la identidad política de las mujeres nucleadas en la
organización que derivará en el surgimiento de una nueva y autónoma organización,
Asociación de Mujeres en lucha por los Derechos Humanos (AMMAR Capital Asociación)40.
Nos interesa reponer algunos de los resultados de nuestra tesina de Licenciatura en
tanto consideramos que son relevantes al planteo que proponemos en esta tesis de Maestría.
Sosteníamos en aquel trabajo que algunas de las dificultades que se observan en el proceso de
surgimiento y desarrollo de estas organizaciones se inscriben en el marco de los obstáculos
que enfrentan los sujetos estigmatizados a la hora de construir y legitimar un espacio de
acción política. La lucha por la construcción de estos espacios es desigual ya que no puede ser
pensada por fuera de las determinaciones que subalternizan a esos mismos sujetos, quienes se
ven obligados a producir sus prácticas y discursos desde una matriz en la que su posición
subalterna es clave para su definición. Por ello, no sólo es necesario pensar en las
particularidades que tiene la construcción de una identidad política en los grupos
estigmatizados sino también los mecanismos de fragmentación que se ponen en juego y
pueden funcionar como un obstáculo más en la organización de los mismos.
Tal el caso de estas organizaciones en las que, aún coincidiendo en los reclamos de
redistribución (en tanto reivindican el acceso a los mismos derechos), se topan con los

y Berkins, Lohana (coords.) (2005) La Gesta del nombre propio. Informe sobre la situación de la comunidad
travesti en Argentina. Buenos Aires: Madres de Plaza de Mayo; Fernandez, Josefina (2004): Cuerpos
desobedientes: travestismo e identidad de género, Buenos Aires: Edhasa; Berkins, Lohana (2007): Cumbia,
copeteo y lágrimas, Buenos Aires, ALITT Asociación de Lucha por la Identidad Travesti – Transexual; Moreno,
Aluminé (2008): “La invisibilidad como injusticia. Estrategias del movimiento de la diversidad sexual” en
Pecheny, Figari y Jones (coords) Todo sexo es político, Buenos Aires, libros del Zorzal.
39
Referimos al análisis de los documentos institucionales y a las entrevistas realizadas en el marco de la tesina
de Licenciatura.
40
En Argentina existen dos organizaciones en lucha por los derechos de las mujeres en prostitución: AMMAR
Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Argentina en Acción por sus Derechos (originalmente denominada
Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) nucleada en la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA)
cuyas activistas se definen como trabajadoras sexuales, y AMMAR Capital Asociación de Mujeres Argentinas
por los Derechos Humanos –escisión de la primera- cuyas integrantes se autodefinen como mujeres en situación
de prostitución y no acuerdan con que esta actividad pueda ser considerada un trabajo.

37
dilemas y paradojas del reconocimiento en forma separada y enfrentada (en tanto construyen
sus modos de autorrepresentación a partir de la adscripción a la condición de mujeres en
situación de prostitución o de trabajadoras sexuales), debilitando la potencialidad de su
accionar.
En la elección de estos modos de definición y autorrepresentación se expresa también
la paradoja a la que se enfrentan los grupos estigmatizados: así, la “paradoja del oprimido” de
la que habla Bourdieu (1996) -la reivindicación o la negación del estigma puede convertirse
tanto en liberador como en alienante- se vuelve un límite clave para la emergencia pública de
diversos grupos sociales que luchan por modificar el lugar en el que han sido emplazados.
Las mujeres que ejercen la prostitución se encuentran en situación de subalternidad no
sólo económica sino también simbólica; esto es, no sólo tienen un acceso desigual a bienes
materiales, una peor o nula inserción en el mercado laboral formal, un bajo nivel educativo,
etc., sino que cargan también con el estigma social por el ejercicio de la actividad, con la
consecuente desvalorización y la falta de reconocimiento como sujetos sociales y políticos.
Nancy Fraser considera a estos grupos como “comunidades bivalentes”, aquellas que sufren
tanto desigualdades de redistribución como de reconocimiento y que, por tanto, deben luchar
por ambas cuestiones. Pero, según la autora, esto trae un problema y es que “las
reivindicaciones de reconocimiento a menudo se convierten en apelaciones, cuando no en
realizaciones prácticas, a la supuesta especificidad de cierto grupo y por lo tanto, afirman el
valor de dicha especificidad. En este sentido, tienden a promover la diferenciación del grupo.
Por el contrario las reivindicaciones redistributivas a menudo apelan a la abolición del orden
económico que sostiene la especificidad del grupo” (2000:133).
En el caso particular de las mujeres que ejercen la prostitución este dilema se ve
reforzado por la mencionada paradoja del oprimido. Si las reivindicaciones de reconocimiento
se fundan en la especificidad del grupo, estas mujeres deberán entonces reivindicar aquello
por lo que se las estigmatiza y discrimina y esto tiene dos implicancias: por un lado, el hecho
de pensar si esto realmente es liberador para el grupo o si en realidad sólo refuerza la
dominación existente, y por otro, el reforzamiento de la separación de este grupo de mujeres
del cuerpo social en general cuando lo que están reclamando es, precisamente, el
reconocimiento de su lugar social y de sus derechos en términos de igualdad con el resto de
los sujetos. Es decir, entran en un doble dilema: por un lado necesitan reivindicar y negar su
especificidad al mismo tiempo y, por otro, la reivindicación de la especificidad tiene un costo
simbólico que se convierte en el obstáculo principal del accionar del grupo.

38
Así como estas consideraciones pueden parecer del orden de lo teórico, es interesante
destacar que recorren el surgimiento de las organizaciones que nuclean a mujeres en
prostitución en Buenos Aires y en Argentina. No podremos detenernos en los intensos debates
(tanto en el campo académico como desde las posturas feministas abolcionistas) acerca de la
noción de trabajo sexual pero sí debemos destacar que no es posible comprender, ni éste ni
ningún otro modo de representación, por fuera de sus condiciones de existencia, de
producción y reproducción. En ese sentido, tampoco consideramos que las diferencias en las
categorías a partir de las que se definen las organizaciones con las que hemos trabajado sean
meras elecciones nominativas, y por ello trataremos de sintetizar las particulares respuestas a
la clasificación hegemónica que implica cada una de ellas.

El juego de las diferencias (en el terreno de las desigualdades)


Creemos necesario detenernos por un momento en lo que hemos mencionado como
uno de los ejes fundamentales de la diferencia de definición de cada una de las
organizaciones: la priorización de la condición de “mujeres” o de la condición de
“trabajadoras” como categorías de adscripción y de definición política para la acción.
Veremos en el tercer capítulo que estas complejidades nominativas de las identidades
políticas de las personas en prostitución que son centrales en sus modos de
autorepresentación, no forman parte del campo representacional de los programas aquí
analizados.
Si consideramos que para estos grupos de mujeres era necesaria la construcción de una
identidad y una organicidad que les permitiera recuperar su condición de sujetos de derecho y
legitimar sus reclamos frente a la sociedad y especialmente frente al Estado, es preciso
indagar en las posibilidades que habilita y los costos que implica cada una de estas categorías
a la hora de posicionarse política y públicamente. Esto es particularmente importante en el
caso de estos grupos, en tanto sostenemos que ambos pelean por el reconocimiento de sus
derechos esenciales: a la libertad, a la educación, al trabajo y a la salud. Ambos están en
contra de los abusos a los que son sometidas sistemáticamente las mujeres en prostitución y
ambos afirman que es fundamental el fortalecimiento de estas mujeres de modo que puedan
obtener herramientas que les permitan luchar por modificar su realidad social. Las diferencias,
entonces, no pueden hallarse tanto en los objetivos de estas mujeres como en los modos de
representación que éstas se dan a la hora de llevarlos adelante, dado que no coinciden en la
categoría que eligen para representarse y legitimar el reclamo por estos derechos.

39
Las “mujeres en situación de prostitución” rechazan la idea de reconocerse como
“trabajadoras sexuales” sindicalizadas, no respecto de los derechos de los que gozarían como
trabajadoras (beneficios sociales, derechos laborales, entre otros), con los que están de
acuerdo y por los que también luchan, ni de los reclamos de redistribución, igualdad de
oportunidades, educación y capacitación laboral que le están asociados a esa categoría, sino
por el costo que para ellas implica el reconocimiento de la prostitución como un trabajo.
“Aceptar el sindicato es declararte prostituta públicamente, nos marca como personas, te
marca si tenés una familia y yo no quiero eso para mis hijos”41. El costo simbólico, la pérdida
de capital social, es la expresión del efecto en que las formas legitimadas acerca de la
prostitución atraviesan el espacio social.
En esta idea de institucionalización del estigma a través de la aceptación de la
definición de trabajadoras sexuales se funda lo que llamamos el problema del “corto plazo”.
Si bien AMMAR (CTA) considera que su mayor utopía es “que en este país ninguna mujer
tenga la necesidad de ejercer el trabajo sexual, que todas podamos tener un trabajo que lo
podamos ganar de otra manera, no vendiendo nuestros genitales ni nuestra mente”42, y tal
como hemos visto, construye sus objetivos en términos de mejorar la situación de vida de las
mujeres que aún no tienen alternativas al ejercicio de la prostitución, para AMMAR Capital
Asociación, aún cuando se plantee como una estrategia a “corto plazo”, la idea de obtener
reconocimiento del Estado en tanto sindicato cristalizaría la clasificación estigmatizante del
grupo de mujeres que ejercen la actividad.
El problema de la definición de una identidad fue y continúa siendo clave en el
proceso de organización de los dos grupos. En ambos casos, se focaliza en la necesidad de
“fortalecer a las compañeras” para que puedan reconocerse como sujetos de derecho, sea
como trabajadoras sexuales o como mujeres en situación de prostitución, pero bajo una
categoría identitaria definida colectivamente y en oposición a las formas hegemónicas de
clasificación y significación. Sin embargo, en ambos casos, las reivindicaciones están
vinculadas a problemas de redistribución más que a cuestiones de reconocimiento. Esto es
importante si tenemos en cuenta que las diferencias en los modos de representación podrían
llevarnos a pensar que lo que se está jugando es el problema del reconocimiento cuando, en
realidad, en este caso en particular, ésta es una problemática derivada de las desigualdades de
redistribución. Consideramos importante recalcar la necesidad de pensar ambos aspectos,

41
Sonia Sánchez. Ex Dirigente de AMMAR Capital Asociación – Asociación de Mujeres en lucha por los
Derechos Humanos.
42
Elena Reynaga. Secretaria General de AMMAR (CTA) y Presidenta de la Red de Trabajadoras Sexuales de
Latinoamérica y el Caribe (REDTRASEX).

40
redistribución-reconocimiento, como instancias de una misma disputa. Comprendemos que
Fraser distingue estos aspectos a fines analíticos pero creemos que es fundamental insistir en
su interdeterminación para evitar caer en la improcedente dicotomía diferencia/desigualdad.
En todo caso, cabe pensar la necesidad de llevar adelante luchas por el reconocimiento como
un obstáculo más en la lucha por modos de redistribución social equitativos.
Tanto la definición por adscripción a la categoría “trabajadora” como aquella por
adscripción a la categoría de “mujer” permitirían no sólo la apropiación de las valoraciones
positivas asociadas sino también el sentido de pertenencia a un grupo más amplio y
particularmente a un grupo no estigmatizado. Esto les permitiría (y en algún sentido les ha
permitido) establecer alianzas estratégicas (en un caso con otras organizaciones sindicales,
como parte del cuerpo de trabajadores y en el otro con organizaciones de defensa de los
derechos humanos y de las mujeres). Sin embargo, no debemos perder de vista que, en ambos
casos, las categorías se encuentran modalizadas: en un caso se trata de “trabajadoras sexuales”
y en el otro de “mujeres en situación de prostitución”. Si el primer término de ambas
categorías (trabajadoras/mujeres) permitiría lo que Fraser considera como la negación de la
especificidad de grupo, el segundo (sexuales/en estado de prostitución) afirma la
especificidad, encontrándonos entonces con el dilema redistribución-reconocimiento que
planteáramos al inicio. Nos encontramos también, frente a la paradoja de la reivindicación de
aquello por lo que se las discrimina y minusvalora. Cabe señalar también una dificultad
adicional relacionada con la cuestión del “momento afirmativo” de las luchas por el
reconocimiento: en algunos casos la disputa por el reconocimiento implicará la afirmación de
una identidad estigmatizada con el objetivo de o bien reivindicar esa identidad y conservar el
significante pero intentando revertir y transformar la articulación de sentido, o bien, a partir
de la postulación de la movilidad y flexibilidad de las definiciones identitarias intentar
constantes corrimientos de posiciones fijas pero conservando sí el eje contra hegemónico; en
otros- como en el caso de las “mujeres en situación de prostitución”/ “trabajadoras sexuales”-
la afirmación de la identidad estigmatizada está destinada a ser negada, es decir, se sostiene
“somos ‘mujeres en situación de prostitución’/ ‘trabajadoras sexuales’ para configurar un
espacio de interlocución que permita sostener “y queremos dejar de serlo”43.
Este es un punto central para estas organizaciones especialmente en lo que hace a la
consolidación de sus bases. Ambas agrupaciones tienen como preocupación principal la

43
Cabe aclarar que en relación con las trabajadoras sexuales, estamos refiriendo aquí específicamente al caso
argentino puesto que en algunos países las organizaciones de trabajadoras sexuales reivindican esta
autorepresentación sin plantear como objetivo una “salida” ni a corto ni a largo plazo. Holanda, entre otros.

41
llegada a las mujeres que ejercen la actividad y que aún no se encuentran organizadas y
observan que la visibilización -el asumir públicamente el ejercicio de la actividad- es el
principal obstáculo para que estas mujeres tomen un papel activo en las organizaciones. En
este sentido, reconocerse como “trabajadoras sexuales” o como “mujeres en situación de
prostitución” no reviste diferencias para las mujeres no organizadas; la implicancia continúa
siendo el riesgo de perder la “protección” que les brinda la invisibilidad en relación con la
preocupación por ocultar a sus familiares (y a “la sociedad”) el ejercicio de la actividad.
El problema parece no radicar entonces en cuál de las dos categorías de adscripción se
ajusta más a la realidad de las mujeres en prostitución sino en cómo salvar el problema de la
estigmatización (que no implica sólo el juego de lo simbólico) que perdura en ambas
categorías. Podríamos pensar que si hemos insistido en que ambas organizaciones poseen los
mismos objetivos y ahora también observamos que se enfrentan a las mismas dificultades
respecto de la construcción de su base, aparentemente todo el problema de la diferencia en los
modos de autorrepresentación reside, finalmente, en una cuestión discursiva de elección de
términos. Pero precisamente porque hemos sostenido que no consideramos que estos modos
de autorrepresentación sean meras elecciones nominativas, creemos fundamental inscribir las
diferencias entre ambas organizaciones en el marco de las consecuencias que, para la acción
política, posee la estigmatización social.
Ambos grupos consideran que la organización es la única herramienta que les ha
permitido luchar contra el círculo de vulnerabilización en el que se encuentran las mujeres en
prostitución. Sin embargo, la organización encuentra uno de sus límites en los efectos que la
construcción de la prostitución y de las mujeres que se dedican a ella tiene sobre el sentido
común dominante, y que está informada por las matrices que presentamos a lo largo de este
capítulo.
Como hemos mencionado, la mayor efectividad de la forma hegemónica de la
construcción de la realidad es precisamente utilizar (y naturalizar) los pilares del estigma de la
prostitución como un modo de emplazamiento de los sujetos sociales que favorece, además,
su despolitización, fragmentación y delimita sus márgenes de acción.
Coincidimos con Taylor respecto de que
“la falta de reconocimiento o el reconocimiento inadecuado pueden constituir
formas de opresión, confinando a alguien en una manera de ser falsa, distorsionada
o disminuida. Más allá de la simple falta de respeto esto puede infligir un grave
daño encasillando a la gente en un sentimiento abrumador de auto desprecio”
([1992] en Fraser, 2000:130).

42
Este sentimiento opera fuertemente en el caso de las personas en prostitución (especialmente
de las mujeres no organizadas, pero también en las organizadas) dificultando el proceso de
organización para la acción reivindicado por ambas organizaciones. La culpa y la vergüenza
por el ejercicio de una actividad socialmente estigmatizada es un motivo recurrente en los
discursos de las mujeres en prostitución que no forman parte de organizaciones. Como
veremos en el tercer capítulo, también constituirá uno de los ejes de las narrativas televisivas
analizadas.
La realidad de las mujeres en prostitución que no se encuentran organizadas tiene
mucho más que ver con aquellas cuestiones que asemejan a ambas organizaciones (los
objetivos de lucha) que con aquellas que las diferencian (los modos de autorrepresentación y
categorías de adscripción)44. Sin embargo los modos de clasificación que hemos desarrollado
en los apartados anteriores, la criminalización, la patologización y la moralización, impactan
directamente en las formas de autopercepción de las personas en prostitución operando como
mecanismos de subalternización simbólica que dificultan su participación en la lucha por los
derechos a los que no tienen acceso.

Teniendo en cuenta estas características de los modos de representación y


autorrepresentación de las personas en prostitución, nos hemos propuesto indagar acerca del
modo en que estos imaginarios circulan a través de los medios masivos de comunicación –
específicamente en la televisión- tanto por el lugar que estos poseen en la configuración de
subjetividades como por constituir un ámbito clave de la esfera pública. Incluso, en los
últimos años se ha producido un importante crecimiento de la circulación pública de discursos
sobre derechos sexuales y reproductivos y de los movimientos de la diversidad sexual
(Moreno, 2008), en simultáneo con la inclusión en las industrias culturales de los temas
vinculados a sexualidad desde los géneros más diversos (programas de espectáculos, ficciones
televisivas, programas periodísticos, realities y docu-realities, ente otros).

44
En este sentido, es interesante plantear un ejemplo del modo en que algo que se vuelve elemento de disputa
entre ambas organizaciones no se corresponde con la realidad social de las mujeres que ejercen la actividad. Para
AMMAR Capital Asociación la prostitución no es un trabajo en tanto cuando hablan con las compañeras ellas
piden trabajo. Para AMMAR Sindicato, la prostitución es un trabajo en tanto las mujeres que ejercen la actividad
dicen “me voy a laburar” y no “me voy a prostituir” y en tanto tienen un horario y un “uniforme”. Lo curioso es
que ambos argumentos son ciertos y pueden comprobarse en los testimonios de las mujeres no organizadas.
Hablan de su actividad en términos de “trabajo” pero también aspirarían a poder realizar otro “trabajo”. Estas
mujeres no se plantean de qué modo deberían llamar a la actividad o a sí mismas. Utilizan indistintamente las
diversas denominaciones.

43
En lo que sigue nos preguntamos, entonces, por los modos de esta inclusión, en
particular en aquellos formatos que se ocupan de la representación no ficcional de las
problemáticas sociales.

44
CAPÍTULO 2

LOS DISCURSOS TELEVISIVOS NO FICCIONALES. Caracterización del corpus.

Hemos decidido seleccionar para esta investigación un conjunto de programas


televisivos no ficcionales que podríamos incluir en la categoría general periodísticos de
investigación –veremos más adelante las particularidades que asume cada uno de los
productos en ese marco-. A los efectos de este trabajo y en tanto el interés no está puesto en
los programas en general sino en las formas en que toman a su cargo la representación de la
prostitución, nos detuvimos en aquellas entregas de Punto Doc, Código, La Liga y Blog45 en
las que se hubieran emitido informes acerca de este tema (Ver Anexo).
El recorte temporal (2000-2005) tiene un doble fundamento. Por un lado y en relación
con la industria del audiovisual continuo, este período coincide con la emergencia y
consolidación de estos formatos en la grilla televisiva en el marco de una serie de
transformaciones que analizaremos más adelante, vinculadas a la reconfiguración de la
estructura de propiedad del sistema de medios a partir de procesos de privatizaciones y la
consecuente consolidación de un sistema de concentración horizontal y vertical. Por otro, este
período puede identificarse con un contexto de profunda crisis social –económica y política-
que hizo eclosión en los acontecimientos del 19 y 20 de Diciembre de 2001 y continuó en el
marco conflictivo de la recomposición en los años posteriores46. Entendemos que en este
contexto de crisis se produjo la puesta en discurso -la inclusión simbólica- de una serie de
actores, conflictos y escenarios que antes no formaban parte central de las emisiones
televisivas47.
Pero, además de lo señalado, y específicamente en relación con la problemática de la
oferta de sexo, este período puede identificarse con un momento de fuerte presencia de la
cuestión en varios registros significativos de distinto orden: en los debates parlamentarios
(reformas del Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires) en el marco del
recrudecimiento de las políticas de criminalización de la pobreza y la protesta social; en la
propuesta/debate acerca de la conformación de zonas rojas y el efectivo traslado de las
personas en prostitución de la zona de la calle Godoy Cruz a los bosques de Palermo; en la
45
En un primer momento también se habían seleccionado, por pertenecer al período analizado, a los programas
Ser Urbano y Humanos en el Camino pero decidimos excluirlos del análisis por motivos que explicitaremos más
adelante.
46
Para una caracterización detallada de este período ver: Svampa, 2004; Schuster et al, 2002; entre otros.
47
No desconocemos que antes de la proliferación de estos formatos había referencias televisivas a muchas de las
problemáticas abordadas en ellos, incluida la prostitución, principalmente en los programas informativos. Sin
embargo, el modo de la inclusión en esos casos es en referencia a acontecimientos noticiables y no a la
representación de un problema social.

45
conformación/consolidación de las diversas organizaciones de defensa de los derechos de las
personas en prostitución (AMMAR–Sindicato, AMMAR Capital Asociación) y la lucha por el
reconocimiento de su ciudadanía social y política; y, por último, este período alcanza también
el asesinato de una dirigente (Sandra Cabrera48) y el encarcelamiento durante 14 meses, a
causa de los incidentes en la Legislatura porteña en el marco del debate sobre la última
reforma del Código Contravencional49, de Marcela Sanagua y Carmen Ifrán, activistas de
AMMAR Capital Asociación. Todos estos hechos fueron centrales en la incorporación
mediática y pública de la problemática que nos interesa, lo que obliga a reflexionar sobre las
características de la puesta en agenda mediática que también deberá ser observada en nuestro
análisis. La vinculación entre agenda pública, política y mediática es clave para comprender
las características que asume un problema social en una coyuntura dada.
En este capítulo entonces, nos proponemos una caracterización en varias dimensiones
del corpus seleccionado para el análisis. En primer lugar, inscribiremos el tipo de programas
en el marco de una serie de cambios que se produjeron en las últimas dos décadas en el
mercado infocomunicacional y en particular en las industrias televisivas.
Por otro lado, desarrollaremos sus especificidades formales (recursos, operaciones) y
las posibles inscripciones en relación con algunos géneros y formatos de los que
consideramos se nutren los programas seleccionados. Incluiremos también los modos en que
los programas son definidos en palabras de sus conductores y/o de las empresas responsables
de su producción. Esto nos permitirá situarlos en el marco de los objetivos comunicacionales
que se proponen y las estrategias a partir de las que postulan lograrlos.

Crisis: concentración, flexibilización y rentabilización50.

El momento de emergencia y consolidación de los formatos periodísticos de


investigación coincide con la etapa de profundización de una estructura infocomunicacional
marcada por la transnacionalización y la concentración. Son muchos los trabajos que desde la
Economía Política de la Comunicación (Becerra y Mastrini, 2006; Miège, 2006; Bustamante,

48
Sandra Cabrera era la Secretaria General de AMMAR Rosario, nucleada en AMMAR Nacional (CTA). Fue
asesinada el 27 de enero de 2004 luego de haber realizado varias denuncias sobre abusos policiales hacia
trabajadoras sexuales.
49
El 16 de Julio de 2004 un grupo de varias organizaciones de la sociedad civil y algunos gremios se
manifestaron frente a la Legislatura Porteña para reclamar en contra de la reforma del Código Contravencional
que impulsaba el oficialismo macrista. En el marco de la protesta, 23 personas fueron detenidas acusadas de
coacción agravada y privación ilegítima de la libertad. Recién fueron sobreseídas 14 meses después.
50
Algunas de las reflexiones vertidas en este apartado, surgen de trabajos anteriores realizados con Mercedes
Moglia (Ver Justo von Lurzer y Moglia, 2008a y 2008b).

46
2007; Becerra, Hernández y Postolski, 2003, entre otros) han analizado las políticas públicas
–en América Latina en general y en Argentina en particular- que en materia de medios, y en
línea con estas transformaciones, se sucedieron a partir de fines de los ‘80 y con vigor durante
la década del ‘90.
Esta última década se caracterizó a nivel mundial y particularmente en América
Latina, por el despliegue de políticas neoliberales, de desregulación (o reregulación a favor
del sector privado, como plantean Mastrini y Mestman, 1996), de privatización y una
profunda precarización laboral tanto como exclusión del mercado de trabajo de porciones
cada vez mayores de la sociedad. En este contexto, las industrias culturales fueron objeto de
modificaciones en su estructura de propiedad a partir de procesos de privatizaciones y la
consecuente consolidación de un sistema de concentración horizontal y vertical51. La
conformación de los grupos multimedios impactó no sólo en una oferta infocomunicacional
cada vez más restringida en términos de pluralidad de perspectivas sino también en el
debilitamiento de la diversidad de contenidos y formatos en favor de los ya probados y más
rentables. Se impusieron nuevas lógicas de producción (también flexibilizadas) que redujeron
al mínimo tanto el trabajo creativo como el de pre-producción, lo cual se tradujo en la
persistencia y profundización de la necesaria estandarización, serialización y estereotipación
propias de las industrias culturales. Como parte de este reacomodamiento se produjo la
incorporación de algunos formatos de bajo costo y alta rentabilidad como los talk y reality
shows y un poco más tarde la proliferación de formatos de investigación periodística.
El contexto global y su impacto regional hacen factible y necesario hablar, tal como lo
señala Zallo (1988), de una economía de la cultura y la comunicación, cuyos productos
surgen de procesos de trabajo y valorización peculiares. La cualidad cultural de los productos
y servicios producidos por este sector económico -del que en particular y, para el desarrollo
del presente trabajo, nos interesará la televisión abierta argentina- supone un proyecto estético
y comunicativo con eficacia social, en la medida que toma la forma de disfrute, es decir, de
entretenimiento; de conocimiento o información, aspecto éste inseparable del derecho a la
información para la formación de ciudadanos políticamente participativos; y de vertebración

51
En este sentido, y siguiendo a McChesney (2002) en su argumentación, “el sistema global de medios de
comunicación no es resultado del ‘libre mercado’, ni de la ley natural, es consecuencia de una serie de
importantes políticas estatales que han creado ese sistema” para conveniencia de los medios de comunicación
que “han tenido una importancia decisiva en la redacción de esas leyes y regulaciones” (McChesney, ídem: 243).
Ejemplo de esto es la privatización del sistema televisivo argentino como una de las medidas iniciales del
gobierno del Presidente Carlos Saúl Menem. El mismo año en el que asume, exactamente entre el 22 y el 29 de
diciembre de 1989, por medio del decreto ley 1540, se concretó la privatización de las estaciones de los canales
de aire 11 y 13 de la Ciudad de Buenos Aires. La señal de canal 11 fue cedida a Telefe (Editorial Atlántida y
Familia Vigil) y la licencia para la explotación de la señal canal 13, a Artear (Grupo Clarín).

47
social, es decir, generador y/o reproductor de identidades, consolidación de imaginarios y
creencias sociales sobre la realidad (Cf. Zallo, 1988).
Tener estos aspectos presentes para el análisis es clave si pensamos que “la televisión
constituye en la actualidad el principal medio del espacio audiovisual latinoamericano por su
incidencia en la economía, la política y la cultura de cada país” (Bustamante, 2007: 3).
Bustamante observa que la penetración de la televisión y los tiempos de visionado habitual de
los receptores en Latinoamérica se encuentra entre los más altos del espectro internacional. A
esto se suma el hecho de que la mayor parte de la población de estos países -especialmente los
sectores populares pero también amplios sectores de clase media- tiene un acceso restringido
a bienes culturales a excepción de la televisión de aire y la radio a los que acceden
cotidianamente, precisamente, por no ser arancelados (Mastrini y Becerra, 2001). Según estos
autores

se observa que el mercado por sí sólo no parece cumplir de forma eficiente la


asignación y distribución de bienes, recursos y servicios infocomunicacionales,
muy por el contrario se ha observado que, en la mayoría de los casos, importantes
franjas de la población quedan excluidas del mercado (2006: 124).

Esta exclusión sumada a la inexistencia de una televisión de servicio público inclusiva52 y con
un proyecto democratizador (tanto respecto de los niveles de acceso y participación como de
la pluralidad de sentidos que circulan y de las competencias que se auspician en los
receptores) implica que la mayor proporción de población de estos países queda cautiva de la
oferta de los grupos multimedios. Las consecuencias que produce el proceso de concentración
de las industrias de la comunicación y la cultura en la producción cultural torna
imprescindible un análisis crítico de los contenidos que permita echar luz sobre el modo en
que las tendencias y necesidades de los mercados y los intereses de los propietarios de medios
se traducen en configuraciones específicas de sentido. No sólo sentidos rentables “a corto
plazo”, es decir, con un nivel de audiencia que asegure un rango aceptable de inversión
publicitaria, sino rentables “a largo plazo”, es decir, que contribuyan a configurar audiencias
fieles, consumidores satisfechos y ciudadanos conformes.
Nos detendremos en dos aspectos de las transformaciones mencionadas que nos
parecen importantes para contextualizar la incorporación a la grilla televisiva de los

52
A diferencia del modelo original de servicio público europeo, la radiodifusión en Argentina- entre otros
países-, fue caracterizada como de “interés público”.

48
programas que trabajamos. Por un lado, la aparición de (un pequeño número de) productoras53
que comienzan a tomar a su cargo el desarrollo de contenidos para los principales
licenciatarios de canales y que debe ser leída a la luz de algunas tendencias propias del
modelo económico hegemónico antes descripto. En este sentido es preciso recordar que los
procesos de reducción de costos, reestructuraciones, tercerizaciones, flexibilización laboral,
entre otros, sustentan no sólo el intercambio comercial entre canales y productoras sino
también el modo de funcionamiento de estas últimas. Todos los casos que nos ocupan
corresponden a desarrollos tercerizados en manos de las principales productoras del período
como Endemol, Cuatro Cabezas e Ideas del Sur.
Por otro lado, podríamos reconocer un cambio entre principios de la década del ‘90 -
momento que Rossi (2005) identifica como primera etapa en estos procesos de
reacomodamiento en las industrias de la comunicación y la cultura- en el que, debido a la
escasa disponibilidad de capitales, proliferan los programas de bajo costo como los primeros
talk y reality shows, el aumento de programas de “chimentos”, algunas telecomedias y
telenovelas exitosas, entre otros; y una segunda etapa, a partir del año 1995 aproximadamente,
en la que comienzan a aparecer los formatos, contenidos y estéticas que aquí exploraremos.
En este mismo sentido, y en tanto son varios los trabajos que exponen las
características generales y principales transformaciones de la oferta televisiva en la década del
‘9054, nos detendremos en algunos aspectos que consideramos marcan sus tendencias:
disolución del género humorístico en un metahumor –la televisión se ríe de sí misma-; el
pansexualismo (Ferrer, 2007); la farandulización y espectacularización de la política (Ver
Sarlo, 1992 y 1994; Mangone, 2007-2008); y la proliferación de aquellos contenidos
construidos, en principio, como la contracara del tono informal predominante: los programas
periodísticos de investigación. Estos últimos se alejarían de aquel tono precisamente porque
se postulan como espacios televisivos destinados a la representación de problemáticas sociales
que requieren de compromiso y seriedad en su tratamiento.
En otros trabajos hemos propuesto la presencia de un cierto “tono” televisivo que
puede reconocerse como un rasgo de época (Justo von Lurzer y Moglia, 2008). Un “tono” que
es eufórico, risueño y catártico ante el drama, tres aspectos que aplicados al tratamiento de los
53
Pol-ka, a cargo de Adrián Suar; Ideas del Sur, a cargo de Marcelo Tinelli- luego, como un desprendimiento de
esta y a cargo de Sebastián Ortega (hijo de Ramón “Palito” Ortega) se crea Underground-; Cuatro Cabezas, a
cargo de Mario Pergolini y Diego Guebel; GP Producciones, a cargo de Gastón Portal (hijo de Raúl Portal); PPT,
a cargo de Diego Gvirtz; y el desembarco de algunas productoras extranjeras como Endemol, Dori Media, entre
otras. Si bien, esta lista no es exhaustiva, pretende dar cuenta de aquellas productoras que lideran las cuotas de
pantalla en los cuatro principales canales del país.
54
Sirvén (1988) en el que pueden verse los antecedentes de algunas transformaciones; Landi (1992); Mangone
(1992); Mazziotti (1993); Ulanosky (1999); Nielsen (2001), son algunos ejemplos.

49
asuntos televisivos constituyen indicadores de la creciente homologación de la televisión con
la vida misma. Así como en la vida existe la risa y el llanto, y se puede pasar de una a otro sin
más demoras que las que implica el zapping, la televisión ha tomado ese vaivén vital para la
organización de su programación. Esta articulación de extremos ve en el uso del estereotipo
un recurso fundamental que posibilita la escenificación simplificada de la realidad social, con
la seguridad de activar un rápido reconocimiento en la audiencia. Esta simplificación, lejos de
habilitar la posibilidad de una comprensión profunda de las relaciones sociales, consolida una
visión panorámica que replica la agenda mediática. Consideramos que este procedimiento de
estereotipación y deshistorización puede observarse tanto a nivel de los discursos ficcionales
como en el modo de construcción de la realidad; esto será analizado en el tercer capítulo. En
palabras de Rath,

Los estados emocionales, como la ansiedad, la alegría, el amor, la esperanza, el


odio o la vergüenza, cualquier cosa que se produzca debajo de la piel y sorprenda a
la gente, puede comunicarse de forma más breve y más fácil que las reflexiones
detalladas (1992: 5).

Es sintomático que Emili Prado (1999), refiriendo al contexto norteamericano y


europeo en el marco de las desregulaciones de sus históricos sistemas de medios públicos,
encuentre una

proliferación de programas que espectacularizan lo cotidiano, exhiben emociones,


se recrean en el dolor y la desgracia y airean las miserias de todo orden. A este
fenómeno se le ha bautizado con el nombre de TV verdad, y con otra multitud de
etiquetas como tele-realidad, telebasura o reality show (10).

La vida misma

Precisamente, los programas televisivos seleccionados como material de esta


investigación pueden incluirse en el marco de lo que se ha dado en llamar televerdad (Casseti,
1988; González Requena, 1989; 1995). Sin embargo, es interesante observar cierta hibridez en
su conformación genérica que articula aspectos y operaciones que pueden reconocerse como
propias de otros géneros y formatos55. Acá nos interesa puntualizar dos de sus aspectos clave:
el lugar de los espectadores (devenidos ahora protagonistas) y el estatuto de verdad de los

55
Sería interesante desarrollar en otra instancia las implicancias de lo que puede verse como una disolución de
las fronteras de género, una amalgama, en muchos casos, de unos géneros con otros. Si pensamos a los géneros
como marcos de inteligibilidad de los sentidos producidos, esto tiene una importancia central en las operaciones
de codificación y decodificación.

50
mensajes producidos que, como veremos, se sustentará precisamente en este nuevo lugar de
los espectadores/enunciadores.
Varios trabajos coinciden en que en las últimas dos décadas se ha producido un
cambio significativo en las características del audiovisual continuo –lo que ha dado en
denominarse el pasaje de la Paleo a la Neo Televisión (Cassetti y Odin, 1990; Eco, 1987;
entre otros)-, no sólo en términos de propuestas de contenido sino también respecto de los
contratos de comunicación establecidos. Una de las transformaciones observadas se vincula
con la implantación de un modelo interactivo en el que “en todo momento el espectador es
consultado, interpelado, incitado a intervenir y dar su opinión” (Cassetti y Odin, 1990: 206).
El talk show se revela como uno de los géneros por excelencia de este nuevo modelo -además
de haber sido el pionero- en el que la exposición de la intimidad se vuelve un eje
estructurante. Incluso, para los autores mencionados y retomando la idea de cierta hibridez de
géneros propia también de este período, “raras son las emisiones que no flirtean con esta
estructura” (207).
Se produce la explosión de subjetividades en pantalla, la revelación de lo que Arfuch
(1992) denomina una interioridad pública, que sólo puede ser puesta en palabras por los
“protagonistas”; los “donnadies”, en palabras de Rath (1992), que serán convocados para
poner en escena la vida cotidiana. Y aquí cabe hacer una aclaración: si bien nosotros no
trabajamos sobre talk shows, resulta pertinente una caracterización general no sólo porque
pueden reconocerse como un antecedente temporal sino porque pueden establecerse algunas
comparaciones significativas con los formatos periodísticos de investigación. Por caso, los
talk shows se dedicarán a la exposición de temáticas de la vida cotidiana que pueden
identificarse como del ámbito personal y/o íntimo: conflictos vinculares y familiares,
conflictos laborales, entre otros. Estos temas serán presentados desde una perspectiva
explícitamente casuística (por ejemplo, los cinco años de depresión de un joven de veintiún
años; o el padecimiento de una chica a la que le gustaban las mujeres y había sido obligada a
casarse con un varón) y el espacio televisivo funcionará como lugar catártico tanto como
espacio de indicación terapéutica. En principio, los programas periodísticos de investigación
parecerían ubicarse en otro espectro temático al postular como interés principal la
representación de ciertas problemáticas sociales. Sin embargo, una de las ideas que
desarrollamos en este trabajo es que la forma de presentación de las problemáticas, la
prostitución por ejemplo, se realiza desde un enfoque casuístico que individualiza lo social (o
desocializa la experiencia subjetiva).

51
En el mismo sentido, si los talk shows y luego los reality shows pueden ser pensados
como la inauguración de los espacios en los que se sacia una “intensa sed de realidad”
(Sibilia, 2008: 40), también pueden ser pensados como expresión de un funcionamiento
televisivo en términos de “contacto”56 (Casetti y Odin, 1990). Contacto -para el caso de los
programas periodísticos de investigación- con una variedad de otros que se asemejan o se
distancian de un nosotros universal abstracto que instituye la línea normativa.
Ahora bien, es esta noción de contacto la que nos habilita a reflexionar sobre una
operación propia de este conjunto de programas y en particular de aquellos que nos ocupan: el
otro está allí para ser observado “tal cual es”. Esta idea tiene varias implicancias, entre ellas,
la naturalización de los modos de representación mediáticos. Esta operación se sustenta en la
palabra del otro: es el otro el que está afirmando cómo es, qué le sucede. Parafraseando a
Verón, está ahí, lo veo, me habla. Antes de desarrollar el valor que adquieren las narrativas
del yo en estas construcciones mediáticas, queremos hacer una observación sobre su estatuto
de verdad.
Si habíamos mencionado que en las últimas décadas se produce el debilitamiento de
las fronteras genéricas, también caen ciertas distinciones históricas como aquella que separaba
los productos ficcionales de los informativos (Eco, 1987). En el caso de los programas
periodísticos de investigación, si bien encontramos operaciones de ficcionalización (la
apelación a la matriz melodramática, el guionado de los copetes que acompañan las
entrevistas –antes, durante y después-, así como otro tipo de recursos: musicalización, voice
over57, etc.), el estatuto de verdad propio de regímenes discursivos informativos se conserva a
partir del valor testimonial de la entrevista. Sibilia (2008) sostiene refiriendo a las narraciones
autobiográficas que

aunque sea bastante ambigua, todavía persiste una distinción entre las narraciones
de ficción y aquellas que se apoyan en la garantía de una existencia real. Esa
diferencia inscribe dichas prácticas en otro régimen de verdad y suscita otro
horizonte de expectativas, a pesar de la sofisticación de los artificios retóricos que
se han ido acumulando (41).

En un sentido similar, Eco considera que “la TV no se juzga por la veracidad de


cuanto dice el entrevistado, sino por el hecho de que éste sea realmente quien corresponde al
nombre y a la función que le son atribuidos” (1987: 202). Resulta sumamente interesante

56
El contacto tiene la cualidad de poder ser efímero, fugaz, puede operar por empatía y prescindir de
comprensión y compromiso.
57
Se denomina de este modo, en este caso, a la superposición de la locución del conductor del programa con
imágenes del informe presentado.

52
reflexionar sobre el modo en que se produce esa atribución y cómo se conforman o no a ella
los sujetos convocados a narrar su experiencia, en tanto estas atribuciones implican
necesariamente mecanismos de clasificación social.
Sin embargo, si son los propios sujetos quienes –en tanto ofrecen su testimonio-
parecieran responder (afirmativamente) a cierta interpelación, la operación de clasificación
quedaría borrada en lo que se presenta como una operación de autodesignación en la cual el
papel de la televisión es simplemente la de canal de difusión de una verdad objetivada (o
deberíamos decir subjetivada). Umberto Eco sostenía en el momento de emergencia de estos
programas que “nos encaminamos, por tanto, hacia una situación televisiva en que la relación
entre el enunciado y los hechos resulta cada vez menos relevante con respecto a la relación
entre la verdad del acto de enunciación y la experiencia de recepción por parte del espectador”
(1987: 209). Puesto que estos programas se han inscripto en la trama de los realismos58
contemporáneos nos parece importante hacer un señalamiento más: aquello que Barthes
(1987) afirmaba respecto de la transformación del verosímil antiguo y el moderno puede ser
pensado respecto de los efectos de real construidos por este tipo de programas en los que

lo que se está significando es la categoría de lo ‘real’ (y no sus contenidos


contingentes); dicho de otro modo, la misma carencia de significado en provecho
del simple referente se convierte en el significante mismo del realismo; se produce
un efecto de realidad en base de esa verosimilitud inconfesada que forma la estética
de todas las obras más comunes de la modernidad (186).

Intentaremos mostrar que en el caso de los programas periodísticos de investigación,


es la verdad del acto de enunciación la que escamotea tanto las operaciones dominantes de
designación como ciertas dimensiones de las problemáticas representadas que, si se
encuentran ausentes de los testimonios, quedan fuera de discurso59. En este sentido, si “la
televisión quiere desaparecer en tanto que sujeto del acto de enunciación” (Eco, 1987: 205), la
entrevista juega un rol central en este proceso.

58
Siguiendo a Barthes, entendemos por realista “todo discurso que acepta enunciaciones acreditadas tan sólo por
su referente” (1987:186)
59
Comprendemos que aquello que se transmite como producto final ha pasado por diversos procesos de edición
que implican la imposibilidad de conocer el testimonio tal y como fue dado por los entrevistados. Sin embargo y
precisamente por ello, nos detendremos en aquellas omisiones flagrantes de aspectos que en algunos casos son
mencionados por los entrevistados y pasados por alto por los entrevistadores, o la selección de criterios para la
entrevista que implican omisiones deliberadas. Estos procedimientos serán analizados en el tercer capítulo.

53
La entrevista mediática

Distintos trabajos se han dedicado a analizar las especificidades de este género (entre otros,
Arfuch, 1992, 1995; Tabachnik, 1997; Sibilia, 2008) y su vinculación con la escena mediática
–por ejemplo en la hegemonización del discurso periodístico (Palmira Massi, 2000)-. Nos
interesa dejar esbozadas algunas reflexiones que guían nuestro análisis.
En principio cabe destacar que los programas que nos ocupan implican un cambio
significativo -que puede pensarse como una tercera etapa- en la entrevista biográfica
mediática: en un primer momento la entrevista autobiográfica constituye una instancia de
indagación y exposición pública de vidas ilustres, cuyos protagonistas entonces son artistas,
políticos, científicos, entre otros (Arfuch, 1992); luego, como venimos viendo, con la
proliferación de los talk y reality shows aparecen en primer plano las vidas comunes, las
voces de la “gente común” que ponen en escena algo así como la cotidianeidad social; en la
última etapa y en los programas periodísticos de investigación en particular –que son los que
nos ocupan en esta tesis-, lo que ponen en escena las entrevistas autobiográficas son las vidas
al/del margen. En términos de Sunkel (1986), puede pensarse a estos programas como
aquellos que toman a su cargo la representación de lo popular no representado y de lo popular
reprimido: exponen aquellos espacios, conflictos y actores que no forman parte de lo popular
representado. Así, el “sobrante estructural” de la década del ‘90 es reconvertido en insumo de
este tipo de producciones televisivas. Miseria, abyección y corrupción conforman el espectro
temático de estos formatos: historias de vida de los “marginales”; denuncias de casos de
corrupción institucional; cuestiones de identidad/orientación sexual y prácticas sexuales;
abordaje de problemáticas de juventud a partir de adicciones y crímenes, entre otras.

A cambio del nombre propio, los testimoniantes reciben y aceptan un seudónimo


extraído de las topologías de lo anómalo, lo patológico o lo desviante: bulímico,
drogadependiente, anoréxico, sidoso, homosexual, mujer golpeada, alcohólico,
fóbico, depresivo… Conforman la galería de los penitentes laicos, el repertorio
heterogéneo, siempre abierto, que bajo el rubro oficial de ‘problemáticas sociales’
recupera y resignifica figuras migradas de los saberes autorizados (Tabachnik,
1997: 31).

La incorporación de estas experiencias durante la década del ’90 fue pensada y


propuesta en muchos casos como apertura democrática “de una zona franca donde se
otorgaría derecho de palabra a aquellos que nuestra cultura habría condenado a la invisibilidad
y al silencio” (Tabachnik: 11).

54
Veremos que esta idea puede ser puesta en cuestión a partir del análisis de los
mecanismos a través de los cuales la palabra es otorgada. Para ello, observaremos algunos
aspectos formales y funcionales de la entrevista mediática en dos ejes: por un lado el aspecto
testimonial de la narrativa del yo que se produce en esa escena de interrogación y por otro el
aspecto modelizador, normativo, de los sentidos que son producidos en el marco de este tipo
de entrevistas. Cabe aclarar que tomamos el espacio biográfico (Arfuch, 2002) como
horizonte de inteligibilidad para estas narrativas, como un espacio privilegiado de
materialización –en el sentido que Butler (2002) le otorga al concepto- de las subjetividades
sociales, de construcción de identificaciones y modelización de identidades.

Confesiones

Hemos dicho que la entrevista juega un rol fundamental en la estructura de estos


formatos en tanto aporta el valor referencial del testimonio. La representación de cualquier
problemática presentada se sostiene, fundamentalmente, en la presencia de aquel que cuenta
su experiencia en relación con ella así como en la certificación aportada por la cámara y el
entrevistador, que dan fe de lo que se ve y de lo que se escucha. La experiencia adquiere aquí
uno de sus sentidos originales, estrechamente vinculado a prácticas religiosas, como
testimonio que se ofrece para ser compartido y que no sólo se propone como verdad sino
como el tipo más auténtico de verdad (Cf. Williams, 1980). Si retomamos la postulación de
Lejeune de un “pacto referencial, implícito o explícito, en el que se incluyen una definición
del campo de lo real al que se apunta y un enunciado de las modalidades y del grado de
parecido a los que el texto aspira” (1991: 57) podemos sostener que las narrativas exhibidas
en los programas mencionados se ofrecen como referencia empírica absoluta. De este modo,
“el individuo que habla se convierte, delante de las cámaras y de los micrófonos, en el
portador oficial de una microhistoria social. En el caso ideal el resultado es un encuentro con
un modelo de vida” (Rath, 1992: 2).
Estas narrativas autobiográficas funcionan como ejemplos en una modalidad de
presentación de problemáticas que se torna casuística60. Tal como hemos mencionado, en el
procedimiento de selección de testimonios y en la instancia de interrogación operan formas de
clasificación social e interpelación subjetiva que implican un nivel de reconocimiento por
parte de los sujetos interpelados; un individuo se somete a una clasificación al tiempo que se

60
Ford y Longo conceptualizan al caso “como algo que sucede a nivel individual o microsocial y que es
expuesto mediante una estructura discursiva eminentemente narrativa” (1999: 246).

55
reconoce en ella (Tabachnik, 1997). La persona que presta testimonio es interrogada a partir
de una serie de premisas que deben ser compartidas por ella –incluso para establecer
distanciamientos- y que se basan en el examen de su experiencia de vida. Además, según
sostiene Foucault, el caso es “el individuo tal como se le puede describir, juzgar, medir,
comparar a otros y esto en su individualidad misma (…) cuya conducta hay que encauzar o
corregir, a quien hay que clasificar, normalizar, excluir” (1976: 196). Este ese uno de los
aspectos centrales de la exposición de narrativas biográficas en estos programas y se vincula
de modo directo con sus orígenes confesionales.
Si bien la confesión -como práctica en la que las y los sujetos han sido conminados a
decir todo de sí- ha sido en principio una práctica religiosa, pueden encontrarse también
vínculos con otras instituciones examinadoras como pueden ser las jurídicas y las médicas61.
Si pensamos que uno de nuestros objetivos es observar las articulaciones entre los modos de
representación mediática de la prostitución y sentidos propios de lo que denominamos campos
extratelevisivos, podemos ver que también se establecen continuidades con algunos
procedimientos de clasificación puestos en juego por esos campos62. Coincidimos con
Tabachnik cuando sostiene que “la figura del interrogador mediático resulta de la
condensación de todos esos personajes que a lo largo de la historia fueron munidos del poder
y el derecho de preguntar: un confesor (…) un juez (…) un médico (…)” (1997: 76). En el
capítulo siguiente veremos y analizaremos cómo se produce esta relación entre interrogador y
sujetos interrogados.
Nos interesa puntualizar un aspecto más de la reminiscencia religiosa que poseen las
narrativas del yo producidas en este tipo de entrevistas mediáticas. Tal como desarrollamos en
el primer capítulo, la práctica confesional se desarrolla en torno de la figura del
arrepentimiento y tiene una vocación conciliatoria. Si bien es cierto, como sostiene Tabachnik
(1997), que muchas veces se observa una secuencia casi narrativa que se inicia con el
pecado/culpa/expiación –aquí estaría el momento testimonial- nos parece más cuestionable
sostener que el fin de la secuencia se da en el perdón-absolución/reconciliación- reintegración.
Aún cuando la autora aclara que la reintegración en estos casos se produciría por el acceso a
una identidad social patológica, consideramos importante mirar con atención este aspecto.

61
El propio Foucault refiere al cambio de un paradigma ético-religioso a uno ético-sanitario. Se pasa de un
registro de la falta y el pecado al régimen de lo normal y lo patológico (Foucault, 1977).
62
Cabe preguntarse si el modo de configuración mediática de la experiencia del ejercicio de la prostitución no
actúa según la lógica de la exomológesis cristiana (Foucault, 1990) en la que lo más importante en el acto de
penitencia no es revelar la verdad del pecado sino mostrar la verdadera naturaleza pecadora del pecador. No
revelar la estructura social de desigualdad y dominación sino atribuir al individuo la responsabilidad de su puesta
en acto.

56
Para ello, haremos un breve desvío y presentaremos los programas aquí investigados en
palabras de sus productoras y conductores para empezar a pensar su posición de enunciación
y sus objetivos de comunicación.
Esto va a permitir también ampliar el sentido de la confesión más allá de su aspecto
redentorio, para pensarla como un espacio donde se despliegan mecanismos de saber-poder.
Tal como sostiene Foucault, la verdad producida en ese acto de enunciación
no reside en el sujeto solo que, confesando, la sacaría por entero a la luz. Se
constituye por partida doble: presente, pero incompleta, ciega ante sí misma dentro
del que habla, sólo puede completarse en aquel que la recoge. A éste le toca decir
la verdad de esa verdad oscura: hay que acompañar la revelación de la confesión
con el desciframiento de lo que dice (1977: 84)

Esta tesis se propone reflexionar sobre el modo en que estos programas realizan ese
desciframiento a la vez que observar las huellas de las matrices que lo informan.

Cartografías de lo social

Punto Doc es el programa más antiguo de los seleccionados para esta tesis. Con
producción de Cuatro Cabezas, comienza sus emisiones en el año 1999 con la conducción de
Daniel Tognetti y Myriam Lewin. Sus primeras emisiones tuvieron lugar en canal América, y
luego de haber sido emitido durante algún tiempo en Azul Televisión, se consolidó en su
pantalla de origen:

Punto Doc es el programa periodístico de Cuatro Cabezas que dio comienzo a una
nueva manera de hacer investigaciones en la televisión. En cada uno de sus
programas pone al aire varios informes sobre temas que involucran a la sociedad.
Con la profundidad, seriedad y el compromiso que lo caracterizan, Punto Doc se
enfrenta a lo que pocos se atreven, utilizando como recursos la claridad
conceptual y una estética muy cuidada. Las cámaras ocultas, las entrevistas, los
invitados en piso y las notas desde el lugar en donde ocurre la acción son las
herramientas usadas por el equipo para hacer este programa periodístico una
fuente de información fundamental para la audiencia. Su conductor, Daniel
Tognetti y las columnistas Myriam Lewin y Lorena Maciel, periodistas con una
amplia experiencia en televisión, medios gráficos y radio, salen a la calle a
recoger los testimonios de las víctimas que necesitan ser escuchadas63 (el
destacado es nuestro).

No sólo se reitera la idea de algo amenazante a lo que pocos se atreven a enfrentar,


sino que aparece una concepción victimizante de los sujetos que dan testimonio.

63
http://www.puntodoc.com/institucional/institucional.html

57
En el tercer capítulo, veremos que estos programas alternan entre la criminalización y
la victimización manteniendo en ambos casos la especificación, patologización y
estigmatización. Por otra parte, se explicita la función de los medios y de este tipo de
emisiones en particular; operar como canales de difusión de aquellas voces que necesitan ser
escuchadas.

El programa Código surge en el año 2004 bajo el nombre de Código Penal. Fue
emitido desde sus inicios por canal América, en el horario de las 22, y con la producción de
Endemol Argentina. En su página web, la productora presenta el programa en los siguientes
términos:

Código es un magazine periodístico que muestra el delito desde todos sus


ángulos, utilizando un formato similar al del documental. Está conducido por
Rolando Graña, con la co-conducción de Facundo Pastor y Martín Ciccioli, tres
periodistas de renombre que aportarán sus distintos perfiles de investigación para
mostrarle al público personajes del mundo del delito, los territorios más difíciles
y la retrospectiva de los crímenes históricos más famosos. La presencia en vivo de
personajes y especialistas sobre los temas tratados, le da mayor actualidad y
riqueza a las notas. Generando conciencia sobre el delito y la corrupción, Código
brinda las herramientas necesarias para que la sociedad sepa con qué se
enfrenta”64 (el destacado es nuestro).

Nos interesa resaltar un aspecto de esta presentación no sólo porque define claramente
el posicionamiento del programa respecto de los problemas que representa sino también
porque comenzará a ser recurrente en los formatos del neoperiodismo (Ciamberlani, 1997)
hasta la actualidad. La idea de la amenaza social encarnada en sujetos, territorios y prácticas
(o, tal como los llamáramos nosotros siguiendo a Sunkel, actores, escenarios y conflictos) se
hace presente de modo explícito, no sólo como contenido a ser representado por el programa
sino como su función social: brindar herramientas de protección. Por otra parte, los espacios
sociales quedan también delimitados, aquello que se muestra es lo que se encuentra opuesto y
escindido de la sociedad –aquello a lo que la sociedad se enfrenta-; el otro radicalizado.

La Liga, un producto de Cuatro Cabezas, se inicia en el año 2005 emitido por Canal
13 a las 23 horas. El slogan que acompaña el título del programa hace referencia a lo que en
su presentación enuncian como el espíritu que los orienta: “Cuantos más ojos miran más ojos
ven”. Puesto que para el momento de inicio de este programa, el periodístico de investigación

64
http://www.endemolargentina.com.ar/empresa.asp

58
era ya un formato cada vez más transitado en la televisión, Cuatro Cabezas se propone
introducir la innovación a partir del tipo de cobertura. Dice la productora:

La realidad puede ser mostrada y analizada de muchas maneras posibles. La


Liga, un equipo de cronistas muy heterogéneo se sumerge en diferentes
submundos para conocer desde adentro las variadas y a veces contradictorias
aristas de un mismo tema65 (el destacado es nuestro).

Nuevamente se delimita aquello a ser representado, en este caso la mucho más


abarcativa idea de “realidad”, y el modo en que será representada, no ya bajo una perspectiva
particular como la del delito sino desde sus variadas y diversas aristas. Sin embargo, la idea
de mundos opuestos y diferenciales –submundos- a los que hay que ingresar para conocer
desde adentro, continúa orientando la concepción general de la propuesta.
Este programa será conducido por equipos cambiantes. Aún hoy sigue en pantalla con
variaciones prácticamente anuales en sus equipos; originalmente fue conducido por Daniel
Malnatti (ex CQC), María Julia Oliván (ex Día D) y Diego Alonso (actor de ficciones como
Tumberos66 que actualmente conduce Cárceles, un docureality sobre la vida en las
instituciones penitenciarias). Al igual que sucederá con otros formatos originales de las
productoras locales surgidas en la década del ‘90, La Liga se exportará a varios países, entre
ellos a España (en este caso, se exportó el formato con la conducción original). Nos interesa
reproducir una declaración de María Julia Oliván que consideramos abona la concepción que
estamos intentando mostrar: “siempre me interesaron las notas con los grupos marginales, los
que no tienen cómo hacerse escuchar y tenía dudas sobre si iba a encontrar esos temas en
un país del Primer Mundo" (el destacado es nuestro) (Clarín, 13/09/2005).
Veremos en el próximo capítulo que la “sorpresa” porque las situaciones que los
informes muestran sucedan en Argentina, es una constante.

Ser Urbano se inicia en el año 2003 con producción de Ideas del Sur y emitido por
Telefé. Un análisis interesante de este programa así como de la comparación con El otro lado,
un ciclo conducido varios años antes por Fabián Poloseky y que fue consignado como
antecedente de este tipo de programas, se encuentra en el trabajo de Ana Scannapiecco
(2005). Cuando conformábamos el corpus de esta investigación, Ser Urbano se presentaba

65
http://www.cuatrocabezas.com/index1.html
66
A partir de mediados de los noventa se produce una renovación temática y formal en la producción
cinematográfica argentina conocida como Nuevo Cine Argentino (NCA). A partir del 2001 puede pensarse en un
gesto de apropiación y rentabilización del impulso del NCA por parte de la industria televisiva, con la emisión de
ficciones dirigidas por sus exponentes. Por ejemplo, Okupas (2001), Tumberos (2002), Sol Negro (2003).

59
como una referencia ineludible, no sólo porque pertenecía al período trabajado sino porque
presentaba algunas diferencias respecto de los otros programas, en particular en la relación
establecida entre el conductor –Gastón Pauls- y sus entrevistados. Aparecía mucho más
enfatizada la idea de compromiso con la realidad que se estaba representando: Nosotros no te
mostramos la realidad, la vivimos.

Ser Urbano es un documental periodístico que descubre historias de vida y


universos que, a pesar de estar tan cerca de nosotros, a veces no se conocen. Ser
urbano es un programa con las historias que la actualidad tenía ganas de contar.
Historias emotivas, tiernas, dolorosas, sorprendentes, de superación personal y,
también, injustas. Ser urbano tiene una mirada comprometida con lo social, no
juzga, simplemente es testigo de lo que ocurre y reflexiona sobre ello”67 (el
destacado es nuestro).

Sin embargo, la diferencia sustancial de este programa con los otros a los efectos de
nuestro análisis, se reveló en la presencia de un solo informe sobre prostitución. Incluso en el
cambio de producción y de nombre (Ser Urbano pasa a llamarse Humanos en el camino en el
año 2005 y su conductor lo co-produce con Telefé Contenidos) esta particularidad era
explicitada por Gastón Pauls cuando al ser interrogado acerca de los cambios entre uno y otro
programa señala la línea editorial y el modo de tratamiento:

Para que se entienda, claro y rápido, el punto ‘contenidos’, bastará con decir que ya
van cinco programas y, aunque parezca mentira, aún no aparecieron ni un travesti
ni una prostituta. Señal de que algo está pasando. Humanos... se inclina, en
cambio, por averiguar cómo es vivir junto al Riachuelo o en las minas de Río
Turbio; mostrar la realidad de un hogar de chicos en tránsito o hablar de los
desaparecidos desde el infrecuente lugar de ‘los padres de Plaza de mayo’”68 (el
destacado es nuestro).

Esto implicó dos cuestiones para nuestro trabajo: por un lado, la desestimación de
estos programas como parte del corpus, pero además, la confirmación de la pregunta por los
motivos y las formas en las que la prostitución es puesta en escena mediática. El cambio de
línea editorial y de tratamiento no implicó una modificación en el modo de representación
sino la necesidad de su exclusión del espectro a tematizar. Nos parece importante dejar
planteados estos interrogantes ¿por qué la exclusión de informes sobre prostitución o
travestismo aparece como una señal de cambio?; ¿en qué campo representacional se incluye
la prostitución?; ¿qué tipo de tratamiento es el que, en ese campo de representación, le queda
reservado?

67
http://www.ideasdelsur.com.ar/v2007/
68
http://www.clarin.com/diario/2005/11/05/espectaculos/c-00401.htm

60
Por último, Blog, fue una iniciativa de Daniel Tognetti (ex Punto Doc) producida para
Canal 9 por Endemol. Este programa sólo se mantuvo en el aire por algunos meses en la
segunda mitad del año 2006, entre agosto y diciembre. Si bien nuestro período abarcaba hasta
el año 2005, hemos decidido incluir un informe emitido en este programa porque sintetiza
muchas de las regularidades que fuimos observando en los otros programas del género.
Por otro lado, nos pareció interesante incluirlo en el análisis puesto que su conductor y
productor general lo postulaba como una alternativa diferente de aquello realizado hasta el
momento. Incluso, planteaba cierto distanciamiento en relación con las formas de hacer
periodismo en años anteriores cuando formaba parte del equipo de Punto Doc. En palabras de
Daniel Tognetti:
“Blog es un instrumento que tiene que ver con las nuevas tecnologías y que permite
lo coral, lo polifónico y lo pluralista", dice entusiasmado por la octava emisión del
programa. Aprendí que no tengo que delegar temas que me involucran (…) Lo que
hago para evitarlo es tener en "Blog" el control sobre los contenidos del programa.
Si hay algo que no quiero que salga, no sale” (Revista Noticias, 17/10/2006).

Iniciamos este desvío a partir de la necesidad de poner en cuestión la idea de que en


estos programas hay una vocación de reintegración social –incluso si esta pudiese ser pensada
a partir de la paradoja de que los sujetos fueran reintegrados de un modo estigmatizado69-.
Proponemos en cambio otras dos vías de análisis concurrentes: por un lado, la afirmación del
imaginario de una sociedad amenazada70 y por otro la consolidación del espacio mediático
como un lugar de educación moral.
Estas producciones operan como mediaciones entre el “ciudadano común” y el “otro
amenazante” y la información cumple, en términos del más clásico funcionalismo
norteamericano, la función de vigilancia del entorno (Lasswell, 1948; Wright, 1960). Pero la
información no funciona sólo como herramienta de protección frente a los males sociales,
opera también como modelizadora de conductas. En términos de Lazarfeld y Merton,
promueve la compulsión a la norma social:

la publicidad cierra el hueco entre ‘actitudes privadas’ y ‘moralidad pública’. La


publicidad ejerce presión en pro de una moralidad única más bien que dual, al
impedir la evasión continua. Exige reafirmación pública y aplicación (aunque sea
esporádica) de la norma social. En una sociedad de masas esta función de la

69
Hemos desarrollado algunos aspectos de esta paradoja en el primer capítulo de esta tesis. Para un desarrollo
exhaustivo Cfr. Bourdieu, 1996 y Fraser, 2000.
70
Son muy interesantes los desarrollos que al respecto plantea Galvani (2009) en su Tesis Doctoral "Fuerzas de
Seguridad en la Argentina: un análisis sociológico y comunicacional de la construcción de identidad de/en la
Policía Federal Argentina", Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales.

61
exposición pública es institucionalizada en los mass media de la comunicación
(1948: 32).

La relación que se establece, a partir de la modernidad, entre principio de autoridad,


conciencia moral y dominio de sí encuentra en los medios masivos un espacio de
materialización. El proceso civilizatorio en occidente (Elías, 1987) requiere entre otras
cuestiones de la (auto)regulación de los instintos y pasiones individuales en correspondencia
con el crecimiento de la división e interdependencia de las funciones productivas y de las
relaciones intersubjetivas. Podemos pensar la necesidad de desarrollar una conciencia moral
capaz de guiar la conducta social y de discriminar entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo
incorrecto, como uno de los modos de interiorización de la autoridad. Si esa conciencia moral
estaba antes directamente fundada en la doctrina religiosa, ahora se funda en el principio de
autoridad sostenido en la memoria social del castigo a la transgresión, pero naturalizado como
capacidad individual de discriminación entre virtud y vicio, entre interés personal y el interés
(que se presenta como) colectivo (Ver Horkheimer, 2001). En ese sentido, la in-corporación
de técnicas específicas para el dominio de sí se revela como un aspecto fundamental del
proceso civilizatorio a partir de la modernidad en occidente.
Ahora bien, la tensión entre lucha y defensa de las libertades burguesas y la necesidad
del individuo de combatirse a sí mismo para ejercer dichas libertades toma un carácter
particular en aquellos sujetos que encarnan de modo flagrante las contradicciones y paradojas
de un sistema que se pretende universal y se sostiene en la especificación de individuos y en
la distribución desigual de recursos materiales y simbólicos. El emplazamiento social
subalternizado de estos sujetos opera como sustento del principio de autoridad en tanto los
coloca en los márgenes de la ilegitimidad y/o ilegalidad como expresión tácita del
funcionamiento de la norma (moral o legal). Estos sujetos operan entonces como
manifestación empírica de la experiencia del castigo.
Nos detendremos en este aspecto modelizador de las narrativas biográficas
presentadas por los programas.

(Malas) Vidas ejemplares

Sostiene Rath:

En la situación modelo de un programa de entrevistas uno ve desplegada, en


miniatura y en pequeñas dosis, cómo las macroestructuras pueden ser tratadas en
microprácticas de poder, qué tipos de vida son posibles, válidos y honrados en la

62
sociedad de hoy (…) al mismo tiempo, el objetivo es presentar al público ejemplos
de formas de vivir para comunicar experiencias válidas -como un legado y un
estímulo para saber vivir o como ejemplo desalentador del que debe guardarse todo
individuo- (1992: 5).

Ahora bien, ¿por qué resulta relevante profundizar en estas estrategias enunciativas?;
¿qué es lo que está en juego en la narración de la experiencia de vida y en su exposición
mediática? Por un lado, el eco de las múltiples voces que hablan en la voz de quien narra su
experiencia y que nos remite a formaciones culturales, imaginarios sociales, sistemas de
valores, etc., que sustentan el modo de representación y autorrepresentación de esa vida (y de
la vida en general). No nos referimos sólo a los “recursos del pasado” que son movilizados en
ese acto de enunciación (Benveniste, 1978), sino también a las continuidades y rupturas que
pueden observarse en relación con otros campos de codificación (jurídico, médico, moral-
religioso, entre otros). Por otro, lo que está en juego en la narrativización es la modelización
de la vida, la producción y reproducción de un imaginario de buena vida por contraste con las
posiciones socialmente desautorizadas.
En el caso particular que nos ocupa, el de la representación mediática de la
prostitución en los formatos de investigación periodística, la puesta en escena de esos otros
implica, por supuesto, la actualización de un nosotros que debe ser pensado como articulación
capaz de hegemonizar “algún valor compartido respecto del (eterno) imaginario de la vida
como plenitud y realización” (Arfuch, 2002: 66). El imaginario de la buena vida que modeliza
todas las vidas y que precisa de la mala vida para valorizarse. Tal como hemos sostenido, son
justamente estas malas vidas, estas vidas vividas al margen del ideal de plenitud y realización
aquellas que ocupan el lugar protagónico en los programas periodísticos de investigación.
Coincidimos con Arfuch cuando sostiene que en la entrevista el preguntar sobre la
vida no es aleatorio sino que

la entrevista opera una selección jerárquica de sus entrevistados, desplegando, en


sus incontables registros, todas las posiciones de autoridad de la sociedad-
entendidas estas en sentido muy amplio desde la función político/institucional a las
trayectorias, vocacionales o profesionales, al star system, las figuras heroicas o
arquetípicas, etc.-, con lo cual, no sólo produce la visibilidad de estas posiciones
como una operación semiótica necesaria al orden social sino también su
reforzamiento, en tanto las confirma como tales, otorgándoles un sello de
legitimidad. Y en tanto estas posiciones están ‘encarnadas’ por sujetos empíricos,
que las han conquistado por merecimiento o virtud, las historias ofrecidas a la
lectura se tornan inmediatamente modelizadoras (2002: 125).

63
Del mismo modo, las entrevistas mediáticas difundidas por los programas en cuestión
visibilizan las posiciones “desautorizadas” de la sociedad también como una operación
semiótica necesaria al orden social. Lo marginado (representado como marginal), lo
reprimido, lo prohibido, lo ilegal, lo ilegítimo, lo abyecto (Butler, 1993), reaparecen de cuerpo
presente para narrar su experiencia. Experiencia que, como hemos mencionado, no sólo es
una construcción en tanto toda narración lo es -ni en tanto es configurada en y por las reglas
del género de la entrevista- sino, especialmente, en tanto es configurada en y por los
mecanismos de la industria cultural.
Es importante detenernos en dos cuestiones: la lógica de la encarnación y la cadena
éxito-virtud-merecimiento. Ambas operan en los modos de representación de las
subjetividades televisadas -pertenezcan éstas al grupo de las buenas o al de las malas- y son
un ejemplo de aquellas operaciones mayores de esencialización y descontextualización que
interesan a este trabajo y sobre las que hemos cerrado nuestro primer capítulo.

El “éxito” y el “fracaso” (dicotomía central de la lógica de la industria cultural y del


relato televisivo dominante) serán cualidades individuales adquiridas por virtud o por vicio,
por lo que parecería no haber relación alguna entre las trayectorias y devenires de esas vidas y
sus contextos materiales de producción y reproducción. El éxito y el fracaso son encarnados
por los sujetos en cuestión y no por la estructura social a la que pertenecen y de la que son
producto (material y simbólico). Así, este doble movimiento de descontextualización (o de
recontextualización) y esencialización permite considerar la trayectoria de una vida como el
efecto de la voluntad, el talento y las elecciones individuales.

Esto remite a pensar la forma en que se configuran las identidades en relación con las
posiciones subjetivas representadas discursivamente. Si la identificación se construye sobre la
base del reconocimiento de algún origen común o unas características compartidas con otra
persona o grupo o con un ideal (Hall, 2003), nos preguntamos si el modo en que operan las
narraciones presentadas en estos programas no es precisamente por desidentificación. Puesto
que el énfasis en la representación de lo abyecto, del exterior constitutivo de la buena vida,
funciona como refuerzo de la norma en tanto reenvía a ella como el deber ser no cumplido; en
los casos que nos ocupan la función modelizadora no se da a través de la invitación a la
imitación inmediata de lo visto y oído sino justamente a través de la invitación a su rechazo71
y consecuente imitación del opuesto. Este proceso requiere de la representación del desvío

71
De todos modos, cabe profundizar en las tensiones entre este llamado al rechazo y las “pulsiones
voyeurísticas”, eje sobre el que volveremos en el próximo capítulo cuando pongamos en juego las formas de
erotización que operan en estos programas.

64
como consecuencia de una trayectoria individual y no del funcionamiento de un ordenamiento
social específico. Así, cuando la experiencia de vida es construida como caso, como ejemplo,
opera por inducción: procede de un particular a otro particular pasando por el eslabón
implícito de lo general. Es justamente la generalización implicada en el proceso lo que opera
como refuerzo de la norma y del imaginario dominante.
Ford y Longo (1999) sostienen que en los medios masivos, especialmente en lo
referido a la difusión de información, la narración ha pasado a ocupar el lugar de la
argumentación cumpliendo, aún con una estructura interna diferente, el mismo propósito: dar
origen a una interpretación y, en muchos casos, imponer una regla de acción. La relevancia de
observar esta transformación en las estrategias enunciativas elegidas por los medios reside en
lo que Gelas denomina carácter manipulador de la narración:

(...) la manipulación consiste en sacar partido del carácter “cerrado” del relato, para
asegurar el deslizamiento de esta clausura estructural de un contenido textual, a la
idea (al sueño) de una totalidad imaginaria de la realidad y de la experiencia
(Gelas, 1981)72.

La representación des-socializada de los sujetos y de sus condiciones de existencia, la


configuración del otro caracterizado no ya a través de la virtud sino del vicio, el estigma
enunciado como “diferencia”, consolida el “efecto de frontera” necesario a todo proceso de
configuración de identidades. En este sentido, cabe preguntarse si la definición esencialista de
las identidades, ampliamente discutida y prácticamente rechazada por el campo académico
dedicado a su estudio (Cf. Brubaker y Cooper, 2001, entre tantos otros), no se encuentra
presente, por ejemplo, en los modos de representación de algunos productos de la industria
cultural73. Si acordamos que

la identidad sería entonces no un conjunto de cualidades predeterminadas- raza,


color, sexo, clase, cultura, nacionalidad- sino una construcción nunca acabada
abierta a la temporalidad, la contingencia, una posicionalidad relacional sólo
temporalmente fijada en el juego de las diferencias (Arfuch, 2002 b: 21).

podríamos considerar que la esencialización y la des-socialización operan como modos


particulares de cristalización de identidades.

72
Sería interesante indagar en la posibilidad de que el corrimiento del carácter manipulatorio hacia la narración
como estructura discursiva permita reforzar la idea de la ausencia del carácter manipulatorio en el medio, y por
ende, habilite la consolidación de la lógica de la objetividad/neutralidad en la representación de lo social.
73
Y aquí es fundamental hacer una aclaración: consideramos igual de necesario preguntarse sobre la presencia
de un modo esencialista de autorrepresentación de los sujetos estigmatizados; un modo de autopercepción
configurado a partir de esquemas dominantes (Cf. Bourdieu, 2000).

65
En la narración en general y especialmente en las narrativas del yo podemos observar,
entonces, la puesta en juego de lo performativo del discurso en relación con la configuración
de las identidades, en tanto recitación de ciertos significados, reiteración de la norma; proceso
complejo de actualización/consolidación (pero también posibilidad de debilitamiento) de los
sentidos hegemónicos de cada significante (Cf. Butler, 2002). Es por ello que acordamos con
Hall cuando postula que
las identidades tienen que ver con las cuestiones referidas al uso de los recursos de
la historia, la lengua y la cultura en el proceso de devenir y no de ser; no ‘quiénes
somos’ o ‘de dónde venimos’ sino en qué podríamos convertirnos, cómo nos han
representado y cómo atañe ello al modo como podríamos representarnos (2003: 17-
18).

Por este motivo, el autor afirma que las identidades se constituyen dentro de la representación
y no fuera de ella y es por lo mismo que, como hemos mencionado, consideramos ineludible
en esta tesis el análisis de las estrategias enunciativas a través de las que las
subjetividades/identidades devienen en la representación.
Como hemos mencionado, los programas seleccionados suelen inscribirse en el marco
de la proliferación de formatos centrados en la exploración de identidades y subjetividades a
partir de narrativas en primera persona. Por ello, los sujetos son convocados para dar
testimonio en relación con una problemática específica –por caso, la prostitución- y su palabra
sólo puede tener valor testimonial en tanto se corresponde de algún modo con aquello por lo
que es convocada. De esta forma, los sujetos necesariamente deben encarnar la problemática
que son convocados a representar, están puestos en lugar de aquello que se representa. En el
caso de la prostitución, es el ejercicio de una práctica no normativa y por ello estigmatizada,
lo que define la validez de la palabra de esos sujetos, lo que los define como sujetos válidos.
Se reactualiza en estos procedimientos la dinámica de la atribución propia del esencialismo
por la que un elemento en calidad de atributo (en este caso el ejercicio de una práctica) basta
para cristalizar una identidad. Identidad que, como sostienen Brubaker y Cooper “puede
cristalizarse, en ciertos momentos como una realidad poderosa y obligatoria” (2001:34).
En el caso de las representaciones sociales esta complejidad remite a problematizar la
relación que se establece entre saber y poder (ver Foucault, 1992, 1996, 1999). Si el campo de
la comunicación y la cultura ha de interesarse en los mecanismos de representación es
precisamente porque en ellos se juegan formas de inteligibilidad de lo social, modos de
clasificación y codificación de sujetos y prácticas así como operaciones de presentación
pública de los fenómenos y conflictos sociales. Coincidimos con María Graciela Rodríguez
cuando sostiene que “las representaciones son fuerzas trabajando en el campo cultural,

66
energías y formas que no sólo circulan en forma relativamente autónoma por el imaginario
sino que esclarecen el mundo y revelan las conexiones internas. O su ausencia” (2003: 12).
De este modo, la relación entre la representación y su referente en los programas que
se postulan como ‘realistas’ implica un desafío por reponer el desplazamiento que se opera en
toda (re)presentación y que es obturado por la construcción del efecto de realidad que
analizáramos algunas páginas antes. Por otra parte, el estatuto de verdad propuesto por los
programas periodísticos de investigación obliga a recordar que

aunque la representación no es un objeto con una 'realidad' externa empírica


remisible, posee en su interior unos mecanismos significativos que promueven
ciertos sentidos (y hasta un sentido privilegiado si se quiere) y suprimen otros, los
cuales constituyen los cierres o clausuras directivas codificados en producción
(Rodríguez, 2003: 7).

Es decir, no sólo cabe desentrañar cuáles son estos mecanismos y cómo proceden en la
configuración de las representaciones sino inscribirlos histórica y socialmente para poder
explicar que puedan producirse formas diversas (e incluso contradictorias) de representación
específicas en momentos particulares para ciertos actores, conflictos y escenarios.
Coincidimos entonces con Chartier cuando sostiene que “lo esencial no consiste en
distinguir entre grados de 'realidad' sino en comprender la articulación de los regímenes de
prácticas y las series de discursos que producen lo que es lícito designar como la 'realidad' en
un momento dado” (Chartier, 1999). Y aquí cabe hacer una aclaración: hemos mencionado a
los programas periodísticos de investigación como aquellos que en la década del ‘90 parecen
hacerse cargo de problemáticas no representadas y/o no representables hasta ese momento;
esta transformación coincide con un período del campo de análisis cultural volcado a la
celebración de las “diferencias” –lo que ha dado en llamarse culturalismo y
multiculturalismo74-, que ha observado como un signo de democratización la inclusión
(simbólica) de estos actores, conflictos y escenarios; la ha visto como una ampliación de los
márgenes de aquello que sería lícito designar como la realidad en un momento dado. Sin
embargo, sostenemos que es necesario insistir sobre la diferencia entre visibilidad y
mecanismos de visibilización, como mínimo en dos sentidos: respecto de quién hace visible
(decible) y respecto de qué formas adquiere lo visible (decible).
Si hemos afirmado la necesidad de pensar las representaciones en línea con
operaciones de clasificación social, es claro que los diversos actores sociales (agentes,

74
Cfr. Jameson, F. y Zizek, S. (1998): Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Paidós,
Buenos Aires.

67
instituciones) se ubican en el espacio social de modo diferencial respecto de su capacidad y
legitimidad para codificar (Bourdieu, 1988). Es necesario recordar la variedad de autores que
afirman la imposibilidad de lo popular de nombrarse a sí mismo (De Certeau, 1999;
Alabarces, 2002; entre muchos otros), y el hecho de que lo popular siempre es nombrado por
“otro” en un gesto de violencia que lo instituye como tal. Así, las representaciones de lo
popular adquieren una doble complejidad, no sólo en relación con la violencia simbólica
implicada en el hecho de ser nombrado por “otro” sino en tanto los mecanismos de la puesta
en sentido también son patrimonio de quien nombra. Por supuesto aquí no referimos
necesariamente a un sujeto o a una institución específica (aún cuando pueden reconocerse
instituciones cuya legitimidad o peso real en la codificación social haya sido en general
mayor, como el Estado) sino a articulaciones de poder histórica y culturalmente situadas que
requieren -y en ese sentido habilitan- ciertas configuraciones de sentido.
Por último, si bien no es objeto de esta tesis desarrollar las formas en que las
representaciones mediáticas se articulan con la constitución de subjetividades, sí se
corresponde con nuestra perspectiva de análisis puntualizar que los imaginarios y
valoraciones sociales que dan cuerpo a las representaciones mediáticas operan, por supuesto,
en una trama cultural más amplia75 dando lugar a formas de interpelación subjetiva. Nos
parece interesante recuperar el planteo de Rodríguez (2003) acerca de que

la otra cuestión que se vertebra a partir del problema de las representaciones


populares, es la relacionada con la capacidad interpelatoria de éstas y de la
potencialidad para constituirse como constructoras de identidades (: 7).

Este hecho, además, nos enfrenta nuevamente con la distinción entre visibilidad y
visibilización. La Argentina no ha escapado a los procesos de construcción y reconocimiento
de nuevas identidades sociales y culturales que se ha dado con mayor o menor vigor en el
mundo a partir de la década del ‘80, lo cual ha implicado en muchos casos -como producto de
las políticas de identidad- el reconocimiento de la diversidad y la avanzada de ciertas políticas
antidiscriminatorias. Nos interesa poner el alerta sobre un riesgo que asume posicionarse
desde esta perspectiva para analizar la representación de ciertos sujetos sociales. Tal como
sostiene Sabsay (2002) en relación con una afirmación de la historiadora Joan Scott y que
compartimos como lineamiento básico para nuestra concepción sobre las identidades:

75
Tal como intentamos mostrar en nuestra investigación (y da sentido al recorrido del capítulo anterior), los
modos de representación de la prostitución sólo pueden ser comprendidos en la articulación conflictiva de
sentidos configurados desde campos diversos.

68
se asume que las personas son discriminadas porque son ya diferentes, cuando en
realidad… es al revés: la diferencia y la aparición de identidades diferentes son
producidas por la discriminación, un proceso que establece la superioridad, lo
típico, o la universalidad de algunos en términos de la inferioridad, lo atípico, la
particularidad de otros [Scott, 1992:14 traducido en Sabsay, 2002:5];

continúa Sabsay:

lo que señala esta afirmación es que el gesto fundante de los posicionamientos


identitarios no está en los valores oposicionales de cada grupo (la
inferioridad/superioridad, la universalidad/particularidad de unos y otros), sino en
la práctica misma de la producción de la frontera, de la discriminación (ídem).

Consideramos importante entonces poner en relación las operaciones mediáticas con la


producción o reproducción de esas fronteras identitarias para no perder de vista que aquellos
sujetos que se han tornado representables mediáticamente “siguen siendo excluidos y
dificultosamente pensables en el imaginario de la ciudadanía, donde en definitiva se juega no
sólo la viabilidad de su representación política, sino más apremiante aún, su supervivencia”
(8).
Por ello, desde una perspectiva comunicacional, la lectura se orientará no hacia la
narración o las narrativas del yo en sí mismas sino hacia los usos que de ellas hacen los
sujetos sociales (personas e instituciones) en un contexto histórico cultural (y mediático)
específico. En este sentido, la experiencia narrada adquiere para el análisis un valor diferente
del propuesto desde los programas televisivos: el testimonio ya no como “verdad revelada”
sino como expresión de tradiciones, instituciones y formaciones culturales que se convierten
en conciencia social sólo cuando son vividos activamente (Williams, 1980). El valor
biográfico residirá no tanto en la postulación del “yo” de la enunciación sino en la función
deíctica de la experiencia individual en relación con la estructura social.

69
CAPÍTULO 3

LA PROSTITUCIÓN EN ESCENA

En este capítulo nos proponemos, por un lado, poner en relación y tensión el contenido
de los informes seleccionados con los imaginarios, clasificaciones y valoraciones propias de
los campos extratelevisivos planteados en el primer capítulo. Para ello tomamos fragmentos
de algunos de los informes que se revelan como paradigmáticos de ciertas tendencias
generales que pueden observarse en el corpus. Nos detendremos en algunos aspectos que
aparecen como continuidades entre estos campos y las formas de representación mediática de
la prostitución, así como en otros aspectos que son propios del campo mediático y sólo hacen
sentido en relación con sus gramáticas de producción.
Por el otro lado, en este capítulo también analizaremos si en estos informes se refiere y
de qué modo a la dimensión política que identificáramos en los formas de autorrepresentación
de las personas nucleadas en las organizaciones de mujeres en situación de prostitución y
trabajadoras sexuales. En este caso, nos interesa poner en relación las presencias, ausencias o
los sesgos, con los mecanismos de enunciación presentados en el capítulo dos como
característicos de estos formatos. En particular, el recurso a las narrativas del yo –la apelación
al testimonio como efecto de real- y la des-socialización de la experiencia.

Características generales de los programas analizados

En el capítulo anterior nos detuvimos en las especificidades de los formatos que


conforman lo que ha dado en llamarse televisión verdad, en los que pueden incluirse los
programas periodísticos de investigación aquí analizados. Definiremos ahora las
características de la estructura de estos programas y de sus informes. Todos los programas
analizados –Código, Punto Doc, Blog y La Liga- responden a estructuras muy similares. La
Liga presenta algunas diferencias que serán indicadas cuando corresponda:

- Dos conductores y uno o dos cronistas. Los conductores son quienes se ocupan de los
copetes iniciales y finales de los informes y en algunos casos pueden también ser los que
desarrollen alguno de ellos. Los cronistas son quienes realizan la mayoría de los informes y
ofician de co-presentadores en los casos que los involucran. La Liga incluye varios cronistas
por informe que se ocupan de presentar aspectos diferenciales de los temas.

70
- Un locutor cuya voz se superpone a las imágenes del informe –voice over o voz en off-
y va estructurando el relato. Oficia de narrador observador en algunos casos y de narrador
omnisciente en otros. En el caso de La Liga, la voice over es la de uno o varios de los
cronistas del informe.
- Los programas se desarrollan en un espacio doble: por un lado, imágenes de estudio, con
escenografías similares a las del noticiero tradicional –uno o dos escritorios, algunas
pantallas-; y, por el otro, imágenes en exteriores que corresponden a los registros de los
informes. No hay invitados ni entrevistados en el piso. La Liga también se desarrolla en un
doble espacio pero el piso no está estructurado a modo de noticiero periodístico sino a partir
de recursos visuales como green o blue screen76 que permiten recortar a los conductores en un
fondo virtual.
- Se inician con la intervención de los conductores que detallan la agenda del programa y
luego se envía a imágenes de avance de cada uno de los informes del día. La estructura de
esas imágenes remite a los trailers cinematográficos: información clave, imágenes
impactantes, la voice over que intenta atraer al espectador a partir de estrategias de tensión
dramática e incógnita. Algunos ejemplos,
“¿Qué varón argentino no fue alguna vez de putas? ¿Qué mujer no fantaseó alguna
vez con cobrar por sexo? ¿Se puede aprender el oficio como quien aprende
carpintería? ¿Es legalmente un trabajo como cualquier otro? ¿Por qué alguien que
puede tener sexo gratis termina pagando? ¿O es un trabajo que da placer? y
finalmente, ¿por qué los hombres las prefieren hombres? Para poder entender el
mundo del sexo por dinero, buscamos diferentes miradas” (La Liga, 9 de mayo de
2005).

“Hoy en Punto Doc, las cautivas. Son pobres, son jóvenes y están en peligro.
Viajaron engañadas desde Misiones y vivieron un verdadero infierno. Te contamos
cómo funciona una red de prostitución al amparo de políticos y policías.
Explotación, encubrimiento y un final inesperado” (Punto Doc, 16 de junio de
2004).

- Los programas desarrollan dos o tres informes en cada emisión de temas no sólo diversos
sino en muchos casos de registros completamente diferentes. Por ejemplo: en la misma
emisión se tematizan la prostitución infantil en Misiones y la vigilia por la internación de
Diego Maradona; en otro programa, se presenta la segunda parte del informe sobre
prostitución infantil y una nota color sobre turismo gay en Buenos Aires. Esto no sólo implica
un cambio en la modalidad de enunciación en el mismo programa (pasaje de lo que luego
desarrollaremos como modalidad narrativa dramática/de denuncia a una modalidad

76
Las pantallas azules o verdes (blue /green screen) son fondos utilizados en televisión y cine que permiten crear
escenografías virtuales.

71
narrativa color), sino que en algunos casos, produce contradicciones flagrantes en el propio
discurso de los conductores. En una emisión de Punto Doc en la que se presenta un informe
sobre prostitución en el partido de San Miguel, en la Provincia de Buenos Aires, como un
“hecho grave” que sucedía en el municipio y por el que varias mujeres eran explotadas
sexualmente, los conductores anuncian
Conductor 1: También les vamos a contar… ¿se acuerdan de los Fassi Lavalle, una
familia de la época menemista? Los dueños de Ski Ranch
Conductor 2: Lindo gaterío…
Conductor 1: Siguen cayendo en decadencia…
Conductor 2: Mirá, mirá cómo se ríe cuando se acuerda de Ski Ranch [señalando a
alguien detrás de cámara] (Punto Doc, 8 de noviembre de 2002)

- Cada informe se inicia con un breve resumen por parte de los conductores de aquello que
se va a presentar. Si el informe se desarrolla a lo largo de más de un bloque, cuando vuelven
al piso, antes de ir al corte, los conductores comentan lo visto y adelantan lo que continuará en
la parte siguiente. Estas intervenciones funcionan como cierres parciales y especialmente,
como indicaciones de lectura. Es muy común el recurso a las fórmulas “lo que acaban de ver”
y “lo que van a ver”. Luego de finalizado el informe, los conductores realizan una síntesis de
lo emitido recurriendo en general a tres tipos de afirmaciones: expresiones de deseo (“Ojalá
que la próxima vez que andemos por acá, por Córdoba, ya no estés más en la calle”),
demandas y críticas institucionales (“La gente está pidiendo ayuda, Juana está pidiendo
ayuda. Nosotros quisimos contactarnos con autoridades nacionales y provinciales;
lamentablemente se están lavando las manos de una manera vergonzosa”), juicios morales
(“Nosotros no criticamos las opciones sexuales de nadie, Luna es un pobre pibe o una pobre
piba que se está prostituyendo en la calle y el tipo que se acerca a levantársela es un canalla
que está cometiendo un delito, que es corrupción de menores”).
- Los informes tienen una duración de 15 minutos promedio. De todos modos, sería
interesante registrar los minutos de imágenes originales puesto que uno de los recursos
utilizados en la construcción es la repetición de imágenes o fragmentos de testimonios en un
mismo informe. El tratamiento de las imágenes puede vincularse con el lenguaje del
videoclip77, es decir, ediciones a partir de multiplicidad de cortes, no hay secuencias
narrativas sino construcción de relatos a partir de imágenes contiguas. La relación entre lo
visual y lo verbal es fundamental en este proceso, tanto por el tipo de encadenamiento que se
produce entre los fragmentos de testimonios y las imágenes que los contextualizan como por

77
Oscar Landi refiere entre “sus características técnicas y formales más frecuentes: “collage” electrónico (…)
división, simultaneidad y fragmentación de la narración en planos y significados; secuencias en un tiempo no
lineal (…)” (1992:35).

72
las orientaciones de sentido que establece el relato del locutor. Las imágenes que componen
los informes están constituidas por fragmentos de entrevistas testimoniales -tanto a cámara
abierta como con cámara oculta-; conversaciones informales (en estos casos el recurso más
frecuente es la cámara oculta); y lo que denominamos imágenes contextuales,
fundamentalmente, tomas generales de los espacios en los que se desarrolla el informe, tanto a
cámara abierta como oculta.
- Las imágenes están siempre acompañadas de zócalos –videographs que se ubican en el
borde inferior de la pantalla- que recuerdan los títulos de los informes o aportan datos acerca
de las personas que hablan o de los espacios que se muestran.
- Otra regularidad de los informes que tiene implicancias particulares para el caso de las
representaciones sobre prostitución, tiene que ver con la iluminación y la calidad y tipo de
registro de las imágenes. La mayor parte de las imágenes son capturadas de noche o con
cámaras ocultas. Se pueden identificar dos modalidades de filmación oculta: por un lado, hay
imágenes capturadas con cámaras que los cronistas llevan escondidas entre la ropa. En esos
casos, la imagen es en blanco y negro, casi siempre en movimiento y la definición de la
imagen es baja. Por otro lado, hay tomas realizadas a distancia de los lugares o las personas
que se quiere filmar, una especie de “cámara espía”, lo cual implica también una baja
definición y encuadres poco cuidados. Esta calidad y tipo de registro producen el efecto de no
intervención editorial. Del tipo de planos nos ocuparemos más adelante.
- Por último, la musicalización acompaña la edición de los informes desde tres registros
claramente diferenciables: tensión/peligro, drama, sensualidad.

Ahora bien, estos aspectos formales nos interesan en tanto se combinan de modos
particulares para configurar ciertos sentidos acerca de los problemas presentados.
Consideramos que el contenido de los informes no puede ser pensado por fuera de los
mecanismos de codificación (Bourdieu, 1996; Hall, 1981), lo que implica pensar no sólo las
potencialidades y limitaciones que la estructura de estos formatos-programas implica en las
representaciones producidas en estos informes específicos sino preguntarse también por los
alcances mayores de estas formas de codificación como marcos de inteligibilidad dominantes
para los fenómenos sociales.
Las representaciones acerca de la prostitución aquí exploradas se configuran en la
intersección de las codificaciones extratelevisivas y los mecanismos televisivos de
codificación de la realidad; es decir, en la mediatización de los sentidos sociales acerca de la
prostitución. Aquí estamos pensando en la especificidad de un momento de desarrollo de las

73
tecnologías infocomunicacionales por el cual ya hace décadas que ha dejado de pensarse en
términos de sociedades mediáticas –en las que los medios “se constituyen en una suerte de
espejo (más o menos deformante, poco importa esto), a través del que la sociedad industrial se
refleja y se comunica” (Verón, 2001: 14)- para pensar en sociedades mediatizadas –en las que
“el funcionamiento de las instituciones, de las prácticas, de los conflictos, de la cultura,
comienza a estructurarse en relación directa con la existencia de los medios” (:15)-. Sin
embargo, estos programas se postulan desde una ideología representacional (Verón, 2001),
enunciándose como espejos de un real representable cuando es precisamente “la televisión el
medio que por excelencia, logra producir un pliegue en el proceso de mediatización
tornándolo omnipresente, ubicuo y consonante, diseñando un espacio público-privado siempre
eminentemente social-mediático” (Valdetaro, 2007:55).
En este sentido, nos interesa desnaturalizar el lugar en el que estos programas se
ubican a sí mismos para pensarlos como espacios de codificación, es decir, como espacios en
los que puede analizarse el proceso de “selección de códigos que asignan significado a los
acontecimientos al colocarlos en un contexto referencial que les atribuye significado” (Hall,
1981: 66). Esta selección se produce, por supuesto, en relación con los campos de
significación en los que se inscribe aquello a representar tanto como de las rutinas e
ideologías profesionales de las industrias culturales.

Y con ustedes… la puta

En el capítulo anterior afirmamos que uno de los ejes sobre el que se articulan los
formatos periodísticos de investigación es el recurso al testimonio de sujetos que pueden
relatar su experiencia en relación con determinada problemática social. Sostuvimos la
importancia de pensar en las implicancias de la utilización de las narrativas del yo como un
proceso de des-socialización de esas problemáticas presentadas. Mostraremos aquí algunos
ejemplos de la puesta en juego de esta especificación de sujetos que personifica la actividad
atándola a un cuerpo (significante). Si volviéramos a pensar en términos de tres componentes
básicos de la narración y en particular, como expusimos con Sunkel (1986), de la
representación de lo popular –actores, escenarios, conflictos-, en estos informes se delimitan
claramente (algunos de los) actores y los escenarios. La dimensión del conflicto, aún cuando
siempre enunciada en términos sociales, será localizada en el cuerpo (conflictos por el uso –
desviado- del cuerpo), y en las relaciones personales con el entorno cercano (familia, clientes,

74
dueños de lugares). Esto permitirá explicar en parte las contradicciones entre aquello que se
presenta como tema del informe y el contenido y la forma de su desarrollo.
En una emisión del programa Blog, los conductores anuncian en piso:
Todas las ciudades del mundo, la que a usted se le ocurra, Nueva York, Roma…
tienen una zona roja en la que las mujeres ofrecen sexo por dinero. En la ciudad de
Buenos Aires hay dos proyectos para regular esta actividad. En este informe van a
conocer esos dos proyectos y además la opinión de las trabajadoras del sexo porque
ellas tienen también algo para decir (Blog, 4 de diciembre de 2006).

Van a las imágenes y lo primero que se muestra es una escena de una película de
Isabel Sarli en la que ella dice

- ¿Qué es una prostituta?, una mujer que se entrega por dinero, es el trabajo de una,
yo puedo perdonarla pero la sociedad no la va a perdonar.

Una voz en off sobre imágenes de fotos antiguas de mujeres desnudas y filmaciones
antiguas de la ciudad, imágenes del tránsito y algunas de debates legislativo, todas en color
sepia, continúa diciendo

La prostitución tal vez no sea el oficio más antiguo del mundo pero seguro que es
uno de los más persistentes; atacada por la moral, perseguida por la religión y por
la ley, la práctica de ofrecer sexo por dinero está presente desde el comienzo de la
vida en sociedad, en todos los lugares del planeta (Idem).

Nuevamente una escena cinematográfica del mismo film que muestra el siguiente
diálogo

-Usted no puede ignorar que la prostitución está penada por la ley


-Sí, pero, mírela, mírela, cómo me la voy a perder

Vuelven a la voz en off, esta vez las imágenes antiguas pasan a color con una imagen
de la Legislatura porteña. La música cambia a un tema del grupo musical Turf que se llama
“Chicas Malas”. Las imágenes que siguen son tomas de las diversas zonas de trabajo que
luego serán mostradas a lo largo del informe

Hubo muchos intentos para regular la prostitución en Buenos Aires, actualmente la


legislatura porteña está tratando dos proyectos. Blog salió a recorrer la ciudad en
busca de los lugares más calientes, las zonas rojas, para conocer la opinión de las
trabajadoras del sexo sobre los proyectos (Idem).

Sólo algunas observaciones sobre el recorrido que se realiza para construir el núcleo
temático del informe: por un lado, se plantea un estado de cosas (“todas las ciudades del
mundo tienen zonas en las que se ofrecen sexo, Buenos Aires también y en este momento
tiene además dos proyectos de ley en la Legislatura para regular la actividad”); luego se

75
expresa el (supuesto) objetivo del informe, (“en este informe van a conocer esos dos
proyectos”) y algunas de las fuentes de información a las que van a recurrir para desarrollarlo
(“y además la opinión de las trabajadoras del sexo porque ellas tienen también algo para
decir”). Es curiosa la contradicción que opera en este enunciado entre aquello que es el
procedimiento por excelencia de este tipo de programas –apelar a los testimonios de las
personas en prostitución- y la necesidad de legitimar a partir de un término inclusivo como
“también” la voz de estas mismas personas. Cabría analizar si la necesidad de legitimación de
la voz no obedece a que en este caso están siendo convocadas a hablar de aspectos legislativos
(políticos) que es, precisamente, un campo de sentidos que no son convocadas a conformar ni
a disputar.
Cabría también analizar en profundidad la utilización de las escenas cinematográficas
–la elección de una escena de un personaje fuertemente erotizado como Isabel Sarli, entre
otras cuestiones- pero esto desviaría el objetivo de esta ejemplificación; por ello, las
pensaremos como recursos de remisión a ciertos imaginarios sociales (la actividad como
sustento económico, la condena social, la condena legal, la irrefrenabilidad de los “instintos
masculinos”78 causada por las mujeres -“mírela, mírela”-, entre otros) que a su vez operan
como confirmación de las argumentaciones referidas por la voz en off: “atacada por la moral,
perseguida por la religión y por la ley”; “hubo muchos intentos para regular la prostitución en
Buenos Aires”; y también, y en particular en relación con la erotización y las pulsiones
sexuales, “Blog salió a recorrer la ciudad en busca de los lugares más calientes”.

Ahora bien, hasta aquí entonces una introducción de aquello que se va a mostrar y la
creación de una cierta expectativa de sentidos. Lo curioso –que se vuelve regular, puesto que

78
Planteamos aquí un paréntesis que nos reenvía sobre varias de las cuestiones planteadas en el primer capítulo.
La idea de “instintos masculinos” ha sido utilizada desde la antigüedad –y aún opera en el sentido común- como
explicación del deseo sexual de los varones y diferenciación de deseo sexual de las mujeres. “Durante los dos
primeros siglos de nuestra era se registra una creciente preocupación, tanto desde la filosofía como desde la
medicina, por definir y caracterizar los comportamientos humanos a partir de una particular atención hacia el
cuerpo, la salud y, en ese marco, también hacia el placer, sus manifestaciones y efectos corporales, y las
articulaciones (positivas o negativas) que el terreno de los instintos y placeres generaban entre cuerpo y alma. En
este marco, Galeno (Cfr. Laqueur, 1994) caracteriza, entre otros aspectos, la economía de los fluidos corporales
y la valorización positiva o negativa, para la salud del individuo, de la tensión y del gasto –dos categorías
fundamentales del funcionamiento sexual-. Esta vinculación directa del acto sexual con la salud genera las
condiciones para la atención, problematización y control de las prácticas sexuales en su potencial peligrosidad
para el organismo. En este contexto, la evacuación del esperma opera como moderador de la turbación,
constituye uno de los modos de purgación del cuerpo que reestablece el sano equilibrio entre cuerpo y alma; esta
idea abonará las elaboraciones acerca de los instintos sexuales masculinos y su necesidad de satisfacción.
Instaurada la conyugalización de las prácticas sexuales, la irrefrenabilidad de las necesidades sexuales
masculinas habrá de encontrar sosiego en espacios extraconyugales como la prostitución, vista también como un
mecanismo regulador del ordenamiento (sexual) social, un mal menor permisible en tanto conduce a un bien
mayor” (Justo von Lurzer, C. y Morcillo, S.; 2008)

76
es un mecanismo que podemos reconocer en todos los informes relevados- es la forma en que
se desarrolla la narración y el modo en que se incumple el objetivo originalmente propuesto:

Iniciamos el camino por la noche con un experto, Quique, es taxista desde hace
cuatro años y parece conocerlas todas.

Le preguntan a Quique:

C: ¿La zona más roja de Buenos Aires?


Q: Microcentro. Para mí es una de las zonas más rojas de Buenos Aires, lo que
pasa es que no se ve, pero la cantidad de departamentos que hay es impresionante.
Después depende de gustos porque hay tipos que le gustan los travestis y tenés el
Rosedal para los travestis… y después está Recoleta que se puso muy de moda.
C: ¿Y Constitución?
Q: Y, a Constitución yo le digo la parte obrera del sexo.
C: Estamos viendo las primeras chicas, ¿no?
Q: No, eso es un traba… son chicas con manija79 (Idem).

De este modo un informe periodístico cuyo objetivo declarado era “conocer esos dos
proyectos y además la opinión de las trabajadoras del sexo porque ellas tienen también algo
para decir”; se inicia sin referir a los proyectos ni recurrir a los testimonios de las
“trabajadoras del sexo”.
El informe se completa a partir de la entrevista a una chica que trabaja en la zona de
Recoleta y que es llevada habitualmente a su trabajo por Quique, el taxista, en la que se
recorren fundamentalmente aspectos vinculados a prácticas desarrolladas en los intercambios
sexuales por dinero; testimonios de otras mujeres y chicas travestis en las zonas de Flores,
Constitución y el Rosedal de Palermo, que indagan sobre las mismas cuestiones y agregan
aspectos “sanitarios”80 de la actividad; y por último, una secuencia de 3 minutos, en la que el
programa organiza “un encuentro muy particular” entre tres dirigentes de organizaciones de
mujeres en situación de prostitución y travestis y el Legislador por el PRO, Diego Santilli. Si
bien la forma de presentación de este encuentro será analizada más adelante por su riqueza

79
Veremos más adelante que las formas de estigmatización hacia las travestis tienen especificidades que exceden
los objetivos de análisis de esta tesis y sobre los que sería necesario reflexionar en trabajos posteriores.
80
Es interesante observar cómo se introduce el aspecto sanitario. Los conductores detallan algunas de las
características de los proyectos que el programa proponía presentar “Los legisladores de la ciudad están
trabajando en dos proyectos de ley para regular la oferta de sexo en la vía pública, uno de ellos propone libreta
sanitaria obligatoria, exámenes médicos periódicos; controles y normas de higiene en los lugares donde se ejerce
la prostitución y multas por incumplimiento. El otro contempla una comisión para proteger a las trabajadoras
sexuales contra la explotación el abuso policial, además de subsidios y capacitación para que abandonen la
actividad. Y además demarcación de zonas rojas en espacios públicos”. Luego de hacerlo, muestran imágenes de
entrevistas con chicas en las diferentes zonas de trabajo que fueron recorriendo. Y, lejos de indagar sobre la
multiplicidad de cuestiones que se desprende de la descripción que hicieron de las propuestas de regulación, se
detienen sólo en la utilización de la libreta sanitaria, indagan sobre las estrategias de cuidado y la periodicidad de
análisis médicos.

77
para pensar la relación entre los mecanismos de representación y la dimensión de la
organización y acción política de las personas en prostitución, es importante mencionarlo
como corolario del informe para comprender su estructura final.
En esta secuencia, las dirigentes plantean algunas de las demandas centrales por las
que se organizaron y están en lucha desde hace más de diez años; el Legislador Santilli ofrece
“su palabra” y compromiso con la causa, se dan la mano, corte y al piso.
El programa finaliza con el siguiente copete de los conductores:

La prostitución es legal, lo que es ilegal es el proxenetismo que es vivir de la


explotación sexual de las mujeres. Los vecinos se quejan, en algún momento con
razón, digamos… y las chicas a su vez están ejerciendo su derecho a trabajar y más
que nada en la mayoría de los casos a sobrevivir.
Como vos decís [agrega el otro conductor] el trabajo sexual debería tener algún
tipo de normativa en la ciudad de Buenos Aires pero en ningún caso algo que sea
punitorio… no sé si además estoy a favor de las zonas rojas que son como ghetos
(Idem).

Este cierre tiene implicancias de diverso orden: por un lado, intenta retomar en algún
sentido aquello que el informe se proponía desarrollar originalmente pero, precisamente
porque nada en el desarrollo del informe tiene que ver con las características de la
estructuración del mercado del sexo, sus regulaciones –explícitas y de hecho-, las diferencias
o similitudes entre la regulación vigente y los proyectos presentados, lo que termina
produciendo es la enumeración de datos sin anclaje: nada de lo enumerado puede reponerse ni
sustentarse a partir del informe.
Además, el informe incurre en errores y contradicciones en estas frases de cierre: la
Ciudad de Buenos Aires no debería tener algún tipo de normativa en relación con la oferta y
demanda de sexo porque, de hecho, ya la tiene a través del artículo 81 del Código de
Convivencia Urbana. Incluso uno de los fragmentos de entrevista en el Rosedal muestra
claramente la existencia de regulación, pero al no profundizar ni contextualizar el diálogo,
estos datos quedan perdidos en el discurrir de la narración:

C: Vos fuiste una de las primeras que llegaste acá.


E: Sí yo fui de las primeras.
C: ¿Y cómo fue que llegaste?
E: El código no decía que no podía trabajar, ¿viste? Decía que podés trabajar
donde no haya una casa, escuela, iglesia, y acá no hay nada, solamente hay
árboles y nada más” (Idem).

Los proyectos de ley que el informe iba a dar a conocer, y de los que sólo menciona
rápidamente algunas de sus características en una de las entrevistas para luego preguntar sobre

78
las formas de cuidado y control de la salud en el marco de la actividad, son –precisamente-
propuestas regulatorias con modificaciones sustanciales a la legislación vigente81. En un
sentido similar, informan sobre el status legal de la prostitución de acuerdo al Código Penal –
“la prostitución es legal, lo que es ilegal es el proxenetismo”- y no reponen ninguna de las
tensiones entre la regulación a través del Código Penal y las regulaciones provinciales y
locales que hemos mencionado en el primer capítulo de esta tesis.
Por otro lado, explicitan un juicio de valor final en relación con las zonas rojas y su
potencialidad de funcionar como ghetos cuando, no sólo en ningún momento esto es
tematizado en el marco del informe (en tanto las zonas rojas son presentadas como simples
espacios geográficos en los que se concentra la oferta de sexo por dinero), sino que además
son presentadas como espacios positivizados a partir de su erotización; son “los lugares más
calientes” de Buenos Aires.
De esta forma, aquello que puede pensarse como la información socialmente más
relevante -aquellos datos que permiten tener un acercamiento lo más completo posible a un
fenómeno- parece ser la información infocomunicacionalmente menos redituable.
Este mecanismo de presentación de un tema a partir de dimensiones estructurales para
luego construirlo a partir de aspectos individuales y específicamente acotados a la
cotidianeidad de las prácticas82 es una constante en los informes relevados. Operan, como
dijimos en el segundo capítulo, por inducción. Si bien luego distinguiremos entre dos
modalidades principales de relato, esta regularidad no desaparece.
Los temas funcionan, en definitiva, como excusas que habilitan la presentación de esos
sujetos (de esos cuerpos significantes) pero ellos no son convocados a hablar del “tema” sino
a hablar de sí. Podríamos arriesgar que, como sea que se lo titule, lo que se está mostrando es
una práctica sexual encarnada.

Así, el interés está puesto en realizar una descripción de las características de la


actividad en sus aspectos cotidianos, un mapeo del oficio. En este sentido, las preguntas se
orientan por un lado a inscribir a las testimoniantes en relación con la actividad (¿cuánto hace
que estás acá?, ¿cuánto hace que hacés esto?, ¿por qué hacés esto?), luego indagan sobre las
prácticas –tipos de servicios- y sobre aspectos económicos del intercambio –tarifas- (¿cuánto

81
Los proyectos referidos son el 2514D06 y el 1243D06.
82
Aún cuando pensáramos que las experiencias individuales podrían operar como espacios de cristalización de
ciertos mecanismos estructurales y que entonces sus huellas podrían ser leídas en los testimonios, esta última
parte del proceso no se produce nunca en los informes. El testimonio funciona por referencias internas al propio
relato, es un cuerpo en presente con un pasado inmediato vinculado al momento de ingreso a la actividad, cuya
trayectoria de vida se desarrolla en los límites del escenario de la prostitución.

79
cobrás?, ¿eso qué incluye?); por último indagan acerca de la relación con sus familiares (¿tu
familia sabe?, ¿tenés hijos?), con los clientes (¿qué te piden los clientes?, ¿cuántos clientes
atendés por día? ¿podés elegir a los clientes?) u otros actores del mercado –dueños de bares y
prostíbulos, policías, políticos, otras personas que ofrecen sexo por dinero, vecinos (¿lo que
ganás es todo para vos?, ¿podés salir del lugar?, ¿qué hace la policía cuando te ve?, ¿la policía
sabe?, ¿vienen políticos?, ¿cómo te llevás con los travestis?)-.
Todos los testimonios relevados indagan sobre estos aspectos incluso cuando, como
hemos dicho, los temas presentados por los informes pudieran requerir la referencia a otro
tipo de información o de interlocutores. En un informe presentado en el programa Código
acerca de la prostitución legal en la ciudad de Chacabuco, los testimonios recogidos se ajustan
a este patrón de indagación: entrevistan a dos chicas que trabajan en uno de los siete
prostíbulos legales de la ciudad y obtienen datos acerca de las prácticas que desarrollan con
los clientes, de las relaciones que establecen con los vecinos de la ciudad, acerca de sus
vínculos familiares, entre otras cuestiones.

Cronista: Hace cuánto que estás acá en Chacabuco


Entrevistada: Hace 15 días
C: Recién llegada… y ¿de dónde venís?
E: De Paraguay
C: Y ¿qué hacías allá?
E: Trabajaba de empleada doméstica
C: ¿Y qué dejaste allá?
E: Un hijo
C: ¿Lo extrañás?
E: Sí mucho
C: ¿Y tus viejos saben que estás acá?
E: No
C: ¿No saben dónde estás?… ¿qué les dijiste, que te ibas por trabajo?
E: Sí
C: ¿No les dijiste dónde? ¿Ni que te ibas a hacer?
E: No [con tono de “de ninguna manera”]
(Código, 19 de julio de 2005)

A lo largo del informe van mostrando la cotidianeidad de esas chicas –las acompañan
a la peluquería para prepararse para el trabajo de la noche- e intercalando testimonios que
profundizan en las características de la actividad:

C: Tenés un promedio de cuánta plata por mes hacés trabajando de esto?


E: Por semana, más o menos 1200
C: Es un laburo de cinco mil por mes
E: Sí… igualmente yo no tengo ganas de seguir trabajando. Yo tengo mis
proyectos. Una peluquería y un negocio de ropa (Idem).

80
Es importante destacar que en la modalidad de interrogación hay algo que se encuentra
casi siempre ausente, la repregunta, un recurso que permite –precisamente- la profundización
sobre algún aspecto que se revela como significativo en el testimonio del entrevistado. Esto
hace que en la mayoría de los casos se produzcan saltos abruptos entre el discurso de los
entrevistados y las preguntas de los entrevistadores. En el ejemplo que transcribimos más
arriba, aparece claramente una tensión entre la positivación de un aspecto del trabajo “es un
trabajo de cinco mil por mes” y la respuesta con reparos por parte de la entrevistada “Sí…
igualmente yo no tengo ganas de seguir trabajando. Yo tengo mis proyectos. Una peluquería y
un negocio de ropa”. La lógica periodística –o una escucha atenta a las contingencias del
diálogo- hubiera indicado que el siguiente enunciado estuviera constituido por la repregunta
que profundizara sobre esa tensión, una actividad redituable que quiere ser cambiada por otra.
¿Por qué? es una pregunta poco frecuente en este tipo de programas y sin embargo resulta
fundamental en la construcción de representaciones sobre problemas sociales. Y aquí cabe
redundar en una aclaración ya realizada en el capítulo dos: es claro que lo que analizamos son
fragmentos seleccionados de entrevistas que probablemente hayan sido más extensas y que,
en ese sentido, es complejo pensar desde una lógica de la falta sin contar con el texto
completo; sin embargo, lo que analizamos aquí es precisamente aquello que se decide ofrecer
como fragmentos significativos y representativos de esa totalidad y el modo en que se los
articula para configurar sentidos específicos.
Lo que siguió al intercambio transcripto fue la siguiente secuencia interrogativa

C: ¿Y qué diferencia hay entre una paraguaya y una argentina a la hora de estar?
E: (Se ríe con vergüenza) (Idem)

Esto da pie a que el resto del informe se estructure en torno de las prácticas sexuales y
termine el relato –organizado también temporalmente- con la llegada de la noche y el inicio
del trabajo

(voz en off del cronista sobre imágenes exteriores del prostíbulo y su entorno) Son
las once de la noche y Marylin se empieza a llenar clientes que vienen, de autos, de
gente, de camiones… el famoso rutero que también viene a Marilyn, el prostíbulo
legal de la Provincia de Buenos Aires (Idem).

Vuelven a imágenes de interior y le preguntan a una de las entrevistadas con las que
habían estado a lo largo del día:

C: ¿Así estás de noche?


E: Así estoy.

81
C: Y a cinco metros está la jauría83
E: Sí, ahora me pongo perfume. El ritual de todas las noches.
C: Esto es como el túnel de los futbolistas (Idem).

Este es el diálogo final antes del copete de cierre. Es importante observar la


apreciación con la que el cronista sintetiza la escena para vincularla con la intervención
posterior de los conductores. El cronista dice “esto es como el túnel de los futbolistas”, lo
cual remite -entre otras- a la idea del clamor popular. En el túnel hay tensión, adrenalina, pero
también la contraparte de ser esperada, deseada y aclamada por los varones de Marylin.
El copete de los conductores, lejos de continuar con esta visión espectacular de la
actividad desarrollada por las mujeres entrevistadas, concluye:

Ahora, en un lugar donde la prostitución es legal, estas chicas son trabajadoras


legales pero nadie las puede saludar, mejor dicho, ellas no pueden saludar a nadie,
incomodan, deben ser personajes del pueblo (Idem).

Y agregan algunos datos, de modo similar al informe antes analizado, acerca de la


utilización de la libreta sanitaria y la no esclavización de las mujeres en estos lugares en tanto
son legales; toda información, insistimos, que no podría ser repuesta a partir del informe.
Lo que nos interesa marcar en este caso es otra regularidad, vinculada a la
presentación de imágenes victimizantes y/o disruptivas de las mujeres en prostitución. Estas
imágenes pueden darse de modo alterno, esto es, que se decida estructurar el informe en torno
de una de ambas operaciones o de modo simultáneo, que en el mismo informe se combinen
una y otra imagen.

La utilización de uno de los significantes de este par, o de su combinación paradójica,


en las formas de clasificación de las mujeres en prostitución está presente no sólo en los
discursos religiosos –como ya hemos visto- sino también en las discusiones de activistas y
académicas en torno de las formas de conceptualizar a la actividad y a las mujeres que la
ejercen84.

83
Es interesante la utilización de este tropo de animalización (Shohat y Stam, 2002) para referir a los clientes del
lugar, no sólo por los imaginarios que repone –varones que van a consumir el cuerpo de las mujeres- sino
también porque se encuentra implícito el tropo de oposición que está configurando el lugar de la mujer como una
“presa” a ser devorada. El dato del perfume también es interesante, en tanto el olfato interviene
preponderantemente en la búsqueda y reconocimiento animal de las presas o para apareamiento.
84
El problema de la prostitución se ha articulado en estos dos espacios -el académico y el activista- en torno de
la posibilidad de pensar la actividad como trabajo o como esclavitud sexual y de esos debates han surgido en
muchos casos visiones estereotípicas tanto de la actividad cuanto de las mujeres involucradas en ella; un ejemplo
claro de esto lo constituyeron los debates al interior del feminismo iniciados en la década del 80 y –desde nuestra
perspectiva- aún no saldados. De un modo sintético podrían caracterizarse las posiciones en disputa en aquel
debate –conocido como guerras del sexo- del siguiente modo: la postura de las feministas radicales (antisex)

82
Ambos estereotipos refieren en sentido último a una perspectiva normativa y
moralizante. Las víctimas son mujeres explotadas sexualmente (por el sistema de
sexo/género, en su condición de mujeres; por el sistema económico, en su condición de
pobres; por personas físicas, sus proxenetas o los clientes, etc.) y en cualquier caso el
ejercicio de su sexualidad se aleja del ideal normativo. La imagen que identificamos como
disruptiva se construye a partir de la atribución de un saber-hacer sexual que las caracteriza y
diferencia de las “otras” mujeres. Son representadas como encarnación de una sexualidad
construida como más erotizante que aquella que se da en el marco de la conyugalidad
heterosexual, precisamente por expresar la tensión entre prohibición y transgresión. De allí la
importancia de ahondar en las prácticas sexuales como atributo identificatorio.
Precisamente, según Gayle Rubin, las sociedades occidentales modernas evalúan los
actos sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual. Para la autora, se establece una
frontera entre el “buen sexo” y el “mal sexo” y muchas veces las discusiones tienen que ver
con dónde poner la línea divisoria.

La sexualidad buena, normal y natural sería idealmente heterosexual, marital,


monógama, reproductiva y no comercial. Sería en parejas, dentro de la misma
generación y se daría en los hogares. (...) Cualquier sexo que viole estas reglas es
‘malo’, ‘anormal’ y ‘antinatural’” (Rubin en Vance, 1989: 140).

Las representaciones de las mujeres en prostitución en estos informes operan


precisamente a partir de esta frontera: las mujeres que dan testimonio y cuerpo a la
prostitución son aquellas que están del otro lado de la frontera. Sin embargo, la frontera

como hostil al sexo pues es percibido como fuente de la opresión femenina en un orden patriarcal y la postura de
las feministas libertarias (prosex) como positiva frente al sexo en tanto lugar de placer y poder para las mujeres
(Cfr. Chapkis, 1997). De esta forma de caracterizar a la sexualidad y en particular a las relaciones sexuales
pueden derivarse en principio dos estereotipos antagónicos del rol sexual femenino y en particular de las mujeres
en prostitución puesto que, tal como sostiene Chapkis, “la prostituta opera como el caso emblemático de esclava
sexual así como de agente sexual más subversivo en un orden social sexista” (1997, p. 12). Vale aclarar que
incluso en los mencionados debates feministas, pueden identificarse relaciones sexuales ideales que están
operando como patrones de inteligibilidad: en un caso, el de las radicales, la relación sexual ideal es aquella que
se da entre compañeros iguales, sin roles polarizados, emocionalmente involucrados y con consentimiento
absoluto; en el caso de las libertarias, la relación sexual ideal es entre participantes iguales, con consentimiento
absoluto y que negocien maximizar mutuamente el placer sexual y la satisfacción a través de cualquier medio.
Estas relaciones sexuales ideales operan a modo de frontera que permite que en el caso de las radicales la
prostitución aparezca como una práctica antagónica al ideal de igualdad, consentimiento e involucramiento
emocional y en el caso de las libertarias pueda ser vista como modelo de (igualación en la)
negociación/consentimiento, obtención de placer, etc. Consideramos que sería importante pensar si las posturas
surgidas de las “guerras del sexo” y su correlato en los debates actuales no han quedado atrapadas al interior del
sistema de valor sexual: en ambos casos, tanto si se considera a la prostitución como explotación sexual o como
trabajo sexual, la actividad continúa estando vinculada con un modo específico de la sexualidad que está “del
otro lado de la frontera”; con un modo de la sexualidad que no se corresponde con la “norma” heterosexual, no
comercial, reproductiva, etc.

83
habilita por lo menos dos posiciones: la víctima, que padece haber cruzado la frontera y la
disruptiva, que cuenta con un saber-hacer que la valoriza de modo diferencial.
Nos extenderemos ahora en estos dos estereotipos, en las formas en las que operan en
las representaciones y en los discursos extratelevisivos y gramáticas televisivas que los
informan.

“¿Alguna vez miraste lo que pasa del otro lado?”

En un informe del programa Código, se presenta un caso titulado “La mujer de la


ventana”. El objetivo explicitado por los conductores es el de mostrar “otra postal de la
argentina profunda85, esto sucede en Córdoba, es la mujer de la ventana”. Una vez anunciado,
“contextualizan” el informe explicando que en Córdoba hay una ciudad en la que se
encuentran casas con mujeres que ofrecen sexo a cambio de dinero ubicándose detrás de
ventanas, “al mejor estilo Amsterdam”. El informe se estructura en torno de la entrevista a
una de estas mujeres.

C: ¿Cómo es esto de pararse atrás de una ventana porque vos me decís que cuando
pasan familias te da vergüenza?
E: Y sí, porque la vergüenza no se pierde, algunos piensan que hacemos esto
porque nos gusta y no es así.
C: ¿Hace cuánto que te dedicás a esto?
E: 5 años.
C: ¿Y cómo te metiste?
E: Bueno, me separé y tenía tres hijos y me quedé en la calle. Tuve que agarrar
coraje y las primeras veces que lo hice fue re difícil porque te sentís nerviosa,
incómoda, todo te molestaba. Pero con el tiempo y con la práctica aprendí,
aprendés.
C: Pensás en algún momento salir de la vidriera y dedicarte a otra cosa.
E: Sí, mirá, ahora tengo cuatro hijos y la bebé recién va a cumplir un año y yo
tengo que los pañales, que la ropa que va creciendo y los otros también y el colegio
(Código, 26 de julio de 2005).

Aparece aquí una de las dimensiones fundamentales a partir de las que se estructura la
figura de la víctima y que tiene claras reminiscencias del discurso moral-religioso: la

85
Es de destacar que esta idea de mostrar una “postal” es importante en dos sentidos: por un lado porque lo que
se muestra, efectivamente es una imagen fija, un momento en la trayectoria de una vida, un aspecto de un
“territorio” más amplio. Por otro lado, por la reminiscencia a las travesías; las postales son enviadas desde
lugares remotos, incluso exóticos. En el caso de estos programas los relatos llegan –como mencionamos en el
capítulo dos- desde “otros mundos”, “submundos” pero que tienen la particularidad de estar aquí, en Argentina.
“Vamos a internarnos en el oscuro mundo de la prostitución infantil”; “Parecía un relato de Tailandia, de Ceilán,
de un país muy lejano y con condiciones oprobiosas, pero ocurría en una provincia argentina, una de las
provincias más ricas que tiene la Argentina”; “Lo importante de remarcar es que lo que están viendo está
pasando acá, en la Argentina”.

84
vergüenza/culpa. Toda vez que en los informes se construye el lugar de las mujeres en
prostitución desde la mirada victimizante, lo que aparece como vía de exculpación es la
vergüenza y el arrepentimiento. Ambas, son muestras de la conciencia de estar haciendo algo
que está mal, que se opone a la ley (social o divina).
Presentar al que está del otro lado de la frontera como víctima requiere de dos
operaciones: la afirmación de una causa –por ejemplo, la necesidad económica- y la
exposición del padecimiento –la vergüenza/culpa frente a los otros, cercanos y lejanos, y la
anulación de la remisión al placer-.
Continúan con la entrevista en la misma lógica, logrando un punto crítico en el relato
que es reforzado por la construcción dramática de la secuencia a partir de su musicalización y
de la utilización de determinados tipos de planos.

C: Y vos me dijiste que hablabas con tu hijo de 12 sobre que vos te dedicás a
ofrecer sexo en la calle.
E: Sí
C: ¿Y qué te dice de eso?
E: Yo no se lo conté porque salió de mí, él se enteró en el colegio y le gritaban
cosas.
C: ¿Qué?
E: Que la madre era una prostituta [se pone a llorar]. Perdón que me ponga mal.
[De aquí en adelante, se escucha de fondo música dramática y empiezan a utilizar
primeros planos y planos detalle de los ojos]
C: No, todo bien.
E: Y yo lo agarré y le hablé y le dije mirá yo lo hago pero… yo lo hago por
ustedes, no opinen mal y ni quiero que el día de mañana me lo reprochen.
C: Es todo por tus hijos.
E: Sí. Para darles de comer. No tengo lujos, vivimos en una casa prestada porque
no tengo, ahora me la pidieron así que tengo que andar buscando (Idem).

Recuperamos este fragmento no sólo porque continúa la lógica de la afirmación de


causas materiales que justifiquen involucrarse en la prostitución conservando el aspecto
vergonzante de su ejercicio, sino en particular porque este pasaje muestra otra regularidad de
los informes que adoptan esta perspectiva: el momento de clímax dramático del relato se
produce en las instancias en las que las entrevistadas son interrogadas acerca de la relación
con sus hijos y en particular acerca del conocimiento que ellos tienen sobre la actividad que
ejercen.
Si, así como pensamos en los actos sexuales evaluados en relación con una jerarquía
de valor sexual, pensáramos en la evaluación de las mujeres en relación con una mayor o
menor cercanía respecto de los estereotipos de género, la maternidad se revela como un lugar
particularmente relevante en la configuración de clasificaciones sobre las mujeres en
prostitución. Las actividades vinculadas con el ejercicio del maternaje –que en general se

85
hacen públicas para comprobar su efectivización y acceder al reconocimiento simbólico
derivado- deben ser ocultadas en el caso de las mujeres en prostitución. Estas mujeres
encarnan de modo paradójico dos estereotipos clásicos del cristianismo que analizamos en el
primer capítulo: la madre y la prostituta. Su condición de prostitutas las coloca del otro lado
de la frontera pero ese límite es empujado hacia la “normalidad” por su condición de madres.
Las disculpa.

C: ¿Alguna vez miraste lo que pasa del otro lado?


E: Sí.
C: ¿Querés venir? Fijáte cómo es eso.
C: ¿Habías estado parada de este lado mirando?
E: Sí.
C: ¿Mirás las otras casas?
E: Sí
C: ¿Y qué sentís?
E: Que somos muy desdichadas en esta vida. Yo me encomiendo a la virgen y a
Dios… que Dios me ayude cada vez que vengo para acá y me siento ahí, que
solamente piense en mis hijos (Idem).

Los momentos de quiebre de las entrevistadas son momentos de arrepentimiento; las


víctimas se arrepienten en su testimonio, confiesan su culpa y eso las humaniza. Puede,
entonces, la mujer de la ventana ser conducida por el cronista al “otro lado” en una operación
de redención televisiva. Los informes estructurados en torno de la figura de la víctima
reponen una excusa, escenifican el sufrimiento y obliteran el placer.
En un sentido similar el copete final de una emisión de Punto Doc en la que se había
mostrado un informe sobre prostitución en la tercera edad, concluye lo siguiente

Traten de imaginar lo que debe ser para mujeres que nunca lo habían hecho antes…
porque este es el dato, no es que eran simplemente prostitutas viejas que habían
ejercido la prostitución durante muchos años. No, no, no, eran abuelas que por
necesidades económicas, porque se estaban muriendo de hambre, de un día para el
otro tenían que tomar la drástica decisión de prostituirse (Punto Doc, 25 de
diciembre de 2002).

Estas son mujeres que tuvieron que tomar la drástica decisión de cruzar la frontera.
Pero además, son abuelas, lo cual no intenta marcar sólo su pertenencia a una franja etaria
determinada sino una condición de género particular con ciertos roles asociados. El ser
abuelas hace doblemente aberrante su inclusión en el mercado del sexo, porque su edad las
distancia de una sexualidad activa y más aún mercantilizada y erotizada, y porque su función
social es tanto o más que en la maternidad una función doméstica y de cuidado. No son
simplemente prostitutas viejas, son abuelas que se estaban muriendo de hambre.

86
“Quiero ser una… una puta en menos de 48 horas”

Ahora bien, tal como dijimos, no todas las mujeres en prostitución son representadas
en estos informes a partir de la imagen de la víctima. Referimos antes a la imagen disruptiva
de la mujer a la que se le atribuye un saber-hacer que la identifica y la valoriza. Este saber-
hacer es representado en los informes sobre prostitución a partir de la indagación en las
prácticas sexuales desarrolladas por mujeres y travestis en la cotidianeidad de su trabajo. Si
bien, como ya hemos visto, este recurso forma parte de todos los informes, en los casos que
no se estructuran a partir de una visión victimizante generan un efecto de sentido diferente.
Si bien volveremos sobre esto más adelante, pueden reconocerse aquí dos grandes
modalidades de relato en el conjunto de informes analizados: una modalidad narrativa
dramática/de denuncia, que en términos temáticos incluye los informes que proponen abordar
la prostitución como un problema social y cuyas operaciones centrales son la victimización y
en algunos casos la criminalización (explícita o derivada). Y una modalidad narrativa color86
cuyo tema central es la prostitución como parte de la actividad y la socialidad urbanas, una
especie de paisajismo de la vida sexual comercial urbana. Las operaciones centrales en este
caso están asociadas al fisgoneo y al aprendizaje. Si en el primer caso el tipo de acercamiento
es el del investigador que, orientado por la denuncia, busca desocultar las miserias de la vida
en sociedad; en el otro caso, el acercamiento es el de legos que, orientados por la curiosidad,
buscan descubrir en los mundos ocultos placeres prohibidos.
En un programa de La Liga, se emite un informe que se propone entender el mundo
del sexo por dinero. Fiel a su estilo, deciden construir el relato a partir de varias miradas; para
ello, salen a la calle dos cronistas (Daniel Malnatti y María Julia Oliván), una productora y
suman tres “informantes clave”: Ana Paula, Jessica y Diego. Es importante destacar el modo
en que se presenta a los personajes del relato; y vale aclarar que utilizamos deliberadamente
la categoría personaje para referir en este caso a construcciones de caracteres que surgen de la
propia estructura narrativa. Los sujetos convocados a dar testimonio en los informes
presentados en la modalidad narrativa que hemos identificado como color, son construidos
como personajes a partir de su estereotipación.

Jessica, rápida, experimentada, didáctica. A Jessica le gustaba más el sexo que la


milanesa con puré, hasta que un día decidió cobrar por sus comidas. Ahora es menú
para ejecutivos.

86
Las notas de color en periodismo refieren a aquellos relatos construidos en base a descripciones y orientados
fundamentalmente a transmitir sensaciones y sentimientos. (Cfr. Charnley; 1971)

87
Ana Paula, simpática, trabajadora, una cola bien trabajada. Su especialidad
[muestran una imagen de Ana Paula diciendo] “te sale 20 el bucal y 50 el
completo”.

Diego, experto, conversador, pillo, casi una caricatura del macho argentino.

Sol, productora, intentará dejar de lado todos sus pruritos para experimentar cómo
vive una trabajadora sexual (La Liga, 9 de mayo de 2005).

La estereotipación87 se produce al definir a los personajes a partir de algunos


atributos. La particularidad que presentan los atributos seleccionados es que responden a los
imaginarios sociales sobre los sujetos a los que remiten los personajes, lo cual les otorga,
claro, verosimilitud: dos chicas en prostitución, caracterizadas a partir de su saber-hacer
explícita y metafóricamente y, en el último caso, también a partir de atributos físicos88. Estas
adjetivaciones son, además, sentidos comunes del mercado sexual: son aquellas a partir de las
que se definen las mujeres y travestis que publicitan sus servicios en los rubros gráficos y on-
line de oferta de sexo, por ejemplo.
Luego, el taxista. Él también es uno de los expertos que “enseñará” a los cronistas las
particularidades del mercado del sexo desde el saber-hacer del macho argentino. Es el nexo
con el “otro mundo”, el baqueano que conduce al cronista en su exploración de territorios
desconocidos (Malnatti le dice al taxista al finalizar el informe: “En una noche con vos
aprendí lo que hubiese aprendido en una vida de a pie”).
Por último, Sol, que es definida como “la productora”, punto. No hay en esta
caracterización ninguna adjetivación. Sol no es parte del mercado del sexo, va a internarse en
él para experimentar cómo vive una trabajadora sexual. Opera como el grado cero y el
segmento por ella protagonizado está dedicado a ponerle acentos a su subjetividad.

E: ¿Venís a aprender?
C: Absolutamente, quiero ser una… una puta en menos de 48 horas. Tenemos todo,
valija, todo… estoy en tus manos, negra, así que hacé conmigo lo que quieras.
¿Podremos hacerlo?
E: Vamos a verte Sol. Vamos a tener que cambiarte bastante.

87
Referimos a estereotipos en el sentido que le otorgan Amossy y Herschberg-Pierrot, ([1997] 2001), como
esquemas preconstruidos, imágenes fijas, que el individuo recibe del ambiente sociocultural y que contribuyen a
organizar las representaciones colectivas, las opiniones intercambiadas y el imaginario social (conceptos,
nociones, mentalidades, prejuicios, valores, etc.). Lejos de revelar su carácter reduccionista y esquemático, estas
imágenes fijas se convierten en herramientas suficientes de inteligibilidad de la realidad.
88
Como veremos más adelante, la remisión a “una cola bien trabajada” no constituye en el caso de Ana Paula
sólo una descripción física sino que puede ponerse en línea con la construcción que el informe hará de este
personaje, extensiva a las travestis en general. Para un desarrollo de algunas de estas especificidades ver los
trabajos ya citados en el capítulo uno, especialmente Fernandez, Josefina (2004): Cuerpos desobedientes:
travestismo e identidad de género, Buenos Aires: Edhasa

88
C: ¿Te parece?
E: Y sí, estás muy nena buena (Idem).

Sol está muy nena buena y eso define de qué lado de la frontera se encuentra. Por eso
no hay para ella adjetivaciones, porque las marcas (que pueden operar como estigma89) están
del otro lado, aquel al que está a punto de cruzar.
Sol se instala en la casa de Jessica para aprender cuáles son las marcas que la
transformarán en una “puta”. Primero, las preguntas que hemos identificado como regulares
en las entrevistas de los informes, acerca del tiempo de permanencia en la actividad y del
trabajo en el pasado inmediato anterior. Luego comienza la “clase”, dice Jessica:

La primera vez que lo querés hacer decís… mmm… pero después te ponés a pensar
las noches que saliste haciéndote la diosa sin trabajar y terminaste con alguien que
decís uhh… me tomé dos copas de más, nada más, y te querés agarrar la cabeza
(Idem).

Los motivos del ingreso a la actividad son construidos desde otro vínculo entre el sexo
y el dinero. Ya no son las necesidades básicas insatisfechas las que conducen a la prostitución
como opción de sustento económico sino una evaluación económica de los intercambios
sexuales.

C: Primero los precios.


E: 200.
C: ¿200 qué? ¿La noche, una hora, media hora?
E: Una hora y moneditas que le regalás (Idem).

Una vez acordada la tarifa, comienza la personificación:

E: De lo que trajiste vamos a buscar lo más zarpado posible, lo más provocativo


[La cronista se prueba ropa y una peluca de pelo largo]
E: ¿Sentís que no sos vos?
C: No.
E: Bueno, bien, porque te va a ayudar a sentirte mejor, a meterte en un personaje.
C: Hoy soy trola.
E: Vos con actitud así de que venís de super levante… y el caminar también, super
gato. Los movimientos van a ser lentos.

E: ¿Vamos? ¿Nervios?
C: Asustada.
E: Acordáte todo el tiempo de una cuestión de postura, viste así, de pecho, de cola,
de gato y de estar todo el tiempo así [hace una pose sensual, sacando cola y pecho]
y esto es lo que están buscando, pero relajada.
C: Pero me estás pidiendo algo que se me está complicando un poco hay como una
cuestión de autoprotección (Idem).

89
Para un desarrollo de esta categoría ver Goffman, 2001. Para un desarrollo específico de esta noción en
relación con la prostitución ver Pheterson, 1986.

89
La puta que la productora de la Liga va a personificar es “zarpada”, “provocativa”,
está “de levante”, sus armas son la cola y el pecho, sus movimientos son lentos, sensuales
como un gato. Pero la productora de La Liga, está asustada, siente la necesidad de protegerse.
Hay algo que se cuela en el relato color de este informe y que hace ruido. Veremos más
adelante de qué se trata.
El informe continúa con imágenes de las peripecias de los otros personajes, el taxista
que conduce al cronista a diversas zonas rojas de la ciudad de Buenos Aires –de un modo casi
idéntico en el que lo hacía el taxista del informe de Blog-, le muestra las formas del encare,
cómo solicitar servicios y cómo negociar con las mujeres.
También muestran la cotidianeidad de Ana Paula, una chica travesti a la que otra de
las cronistas acompaña también en su proceso de transformación para la noche:
E: Hola, ¿cómo estás?
C: Tenés que loquearte.
E: Sí, me tengo que montar. Estoy sin producir.
C: Montar, ese término me gusta, me lo tenés que explicar.
C: ¿Te acordás la última vez que usaste pantalón como un pibe?
E: Sí, cuando me empecé a travestir, a los 14 años.
C: ¿Cuánto se gana por ejemplo?
E: 200, 300, depende de la noche.
C: ¿Y salís todas las noches?
E: Y, generalmente sí.
C: O sea que ganás ¿cuánta guita por mes?
E: 3000, 4000.
C: O sea, muy bien y guita que no podrías conseguir en otro trabajo (Idem).

El procedimiento es muy similar al de la secuencia anterior: mostrar el proceso de


“producción” necesario para salir a la calle; por otro lado, el lugar del saber-hacer puesto en
Ana Paula y la cronista como la aprendiz ávida de conocimiento -Montar, ese término me
gusta, me lo tenés que explicar-. Por último, la referencia a los aspectos económicos del
intercambio –tarifas- y a la redituabilidad de los intercambios sexuales -O sea, muy bien y
guita que no podrías conseguir en otro trabajo-.
Si bien excede las posibilidades y los objetivos de este trabajo hacer un análisis sobre
las especificidades de las representaciones sobre travestis, sí es importante puntualizar
algunos aspectos significativos en la forma de presentar el relato sobre Ana Paula. Son
relevantes precisamente para mostrar cómo al interior de ese territorio que se encuentra del
otro lado de la frontera establecida por el sistema de sexo/género y las jerarquías de valor
sexual que implica, se delimitan otros territorios, también jerarquizados. No sólo hay
“categorías de mujeres” que ubican a la mujer en prostitución en condiciones de subalternidad

90
sino que al interior del mercado sexual también hay categorías de personas en prostitución,
que ubican en la escala inferior a las mujeres pobres y a las travestis. Jessica es menú para
ejecutivos; en Blog, Quique -el taxista- nos mostró que “tenemos de toda clase de chicas…
tenés las chicas medias y las populares, nosotros los tacheros entramos en las populares
porque no nos da el bolsillo”, aquellas que él mismo llama las obreras del sexo; Ana Paula…
Ana Paula es en principio interpelada en relación a su sexo biológico al ser interrogada
por su pasado como “pibe” y luego en el momento de la indagación acerca de las prácticas
sexuales, se repone nuevamente la referencia a la genitalidad

C: ¿Alguna vez te excitaste vos estando con un cliente?


E: Sí, pasa a veces.
C: Ah, vos la pasás bien entonces
E: A veces.
C: ¿Y cuando te excitás tenés una erección?
E: Sí (Idem).

Otros dos aspectos significativos en este diálogo son la referencia al placer y,


nuevamente, la ausencia de repregunta. Mencionamos la existencia de jerarquías de sujetos al
interior del territorio de la oferta de sexo por dinero; una forma muy habitual entre las
personas en prostitución de alejarse del estigma atribuido socialmente es re estigmatizar a otro
conjunto de personas dentro del mismo territorio. Esta re estigmatización se produce a partir
de la distinción entre las personas que “lo hacen por necesidad” y aquellas que “lo hacen por
placer”. Estas últimas son las “verdaderas” putas90. Esta misma distinción se reproduce entre
las representaciones de la víctima y la mujer disruptiva; estas últimas parecerían tener
habilitado el placer en el marco del intercambio sexual comercial y por ello se indaga
insistentemente en este aspecto. A su vez, puesto que la indagación parte de un estereotipo –
de una imagen fija que indica en qué casos es posible y en cuáles no asociar placer sexual a
dinero-, el diálogo se vuelve sordo. La cronista parece no registrar el desplazamiento en la
respuesta de Ana Paula que relativiza las homogeneizaciones a partir de las que es
interpelada. En el discurso de la cronista hay una relación causal entre excitación sexual y
placer-bienestar que obtura la palabra de la entrevistada.
Por otro lado, Ana Paula es la única entrevistada del informe a la que se le preguntará
por la prevención respecto de infecciones de transmisión sexual. Aún cuando la referencia a
los aspectos biomédicos de la prostitución es habitual en estos programas a partir de la
indagación sobre la utilización de preservativos -en especial en los informes sobre

90
Cfr. Justo von Lurzer, 2004.

91
prostitución en sectores pobres-, en el informe de La Liga esta referencia tiene un uso
particular en relación con sujetos específicos.
Al principio del informe, Diego -el taxista-, mostrando su experticia y refiriendo a la
diversidad de chicas y servicios que pueden encontrarse en el “puti city tour” como él lo
denomina, dice
E: Dicen que los travestis son especialistas en tirar la goma91.
C: Te contó un amigo, no?
E: Y… (Idem)

Luego se suceden las diferentes secuencias del informe hasta llegar al momento en que
la cronista y Ana Paula, luego del intercambio ya analizado, deciden iniciar la recorrida
nocturna
C: ¿Cuál es el recorrido?
E: Salgo de acá y voy al kiosco y compro preservativos.
C: ¿Comprás preservativos?
E: Obvio porque hay que cuidarse (Idem).

Escenifican el momento de la compra con Ana Paula ingresando al kiosco

E: Hola, ¿tenés preservativos? ¿me das dos cajas? (Idem).

La cronista decide profundizar en la cuestión del cuidado

C: ¿Y alguno se niega a ponérselo aunque vos los lleves?


E: Sí, pero no hago nada o se lo pongo y no se dan cuenta. La mayoría se los pongo
y no se dan cuenta.
C: ¿Cómo se los ponés y no se dan cuenta?
E: Con la boca (Idem).

¿Qué es lo que aparece cómo siguiente imagen en el informe? La repetición, dos veces
(a falta de una), del taxista diciendo: “los travestis son especialistas en tirar la goma”.

Sobre esta secuencia, dos observaciones de diferente orden: primero, la elección de


esta afirmación en continuidad con la anterior tergiversa claramente el sentido de lo que hasta
ese momento se estaba diciendo y desvía el discurso hacia la configuración que se quiere
construir del personaje travesti. Si la intención es sostener que los travestis son especialistas
en tirar la goma, qué mejor que demostrarlo con una afirmación en la que la propia
entrevistada refiere al sexo oral. Es claro que la referencia que la entrevistada hace al sexo
oral como recurso de negociación del cuidado, nada tiene que ver con la práctica del sexo oral
como servicio diferencial por parte de las travestis. En todo caso, repone las tácticas que las

91
Metáfora muy utilizada para denominar al sexo oral.

92
personas en prostitución despliegan en los intercambios sexuales remunerados; sin embargo,
esto no es relevante para la construcción del personaje. Entonces, lo que se hace es focalizar
en un enunciado del discurso de la entrevistada -“con la boca”- que, seguido de la afirmación
del taxista, produce un encadenamiento de sentido materializado en una imagen mental, aún
cuando ésta esté ausente: es la boca de Ana Paula haciendo sexo oral lo que repiquetea en la
secuencia. Esto nos lleva a la segunda observación que se desprende de esta operación y que
registramos como regularidad en los casos analizados: los informes se estructuran a partir de
una lógica de comprobaciones.
Las imágenes y los enunciados están secuenciados de modo de comprobarse unos a
otros. Si estos programas, tal como hemos mencionado en el capítulo anterior, se proponen
como realistas; si el pacto de referencialidad está centrado en la objetividad del registro de
cámara y en la experiencia de los sujetos entrevistados, la operación interna que sostiene este
pacto es la edición comprobatoria de imágenes y relatos.
Si tuviéramos que definir la pregunta que orienta la construcción de las secuencias
comprobatorias, y que interpela a la audiencia en el pacto de referencialidad, ésta sería: ¿ves?
Entonces, no son las imágenes registradas por las cámaras –ocultas o abiertas- ni los
testimonios recogidos para los informes las que aportan el realismo. Es el modo en que se
editan lo que produce un cierto efecto de real y un sentido específico a esas imágenes y a esos
testimonios. En tanto el efecto general esté logrado, el piso de realidad desde el que se
enuncia permite que algunos de los enunciados ya no requieran siquiera una imagen o un
testimonio que los sustente.
- Los travestis son especialistas en tirar la goma.
- Con la boca.
(¿Ves?)
- Los travestis son especialistas en tirar la goma.

Tres enunciados explícitos y uno implícito que forman un silogismo televisivo de una
efectividad incontestable.

Escrito en el cuerpo

Tanto la construcción de categorías de mujeres como la estereotipación de los


personajes se realizan a partir de la referencia a ciertas prácticas sexuales. En el caso de las
mujeres construidas como víctimas, como de aquellas construidas desde la “simple”
subversión del “buen” rol sexual femenino, lo que está en juego es un uso (desviado) de los
placeres (Foucault, 1984).

93
Esos placeres están encarnados y delimitan una cartografía del cuerpo que especifica
qué lugares deben usarse para qué prácticas y en qué contextos. Las jerarquías de valor sexual
a las que refiere Rubin (1989) se corresponden con una cartografía corporal de prácticas
sexuales. Esto no es menor en el caso de las personas en prostitución que, como ya
expusimos, son clasificadas (y estigmatizadas) social e históricamente, por las prácticas que
realizan. No es casual entonces que los informes se centren no sólo, como hemos mencionado,
en la exploración de esas prácticas sino también en el escudriñamiento de los cuerpos que las
realizan.
Desarrollaremos ambos aspectos, por un lado, el tipo de interrogación sobre las
prácticas y por otro las formas en que los cuerpos son puestos en escena.

¿Y eso qué incluye?

La pregunta por las prácticas forma parte de un campo de sentido que abarca el valor
económico de las prácticas sexuales, el tipo de prácticas sexuales, el placer, el amor. Aquellas
veces en que es tematizada, la salud corporal -restringida a prevención de infecciones de
transmisión sexual- se incluye en este mismo campo.
Dentro del conjunto de preguntas relativas al tipo de prácticas se incluyen aquellas
acerca de las preferencias de los clientes -distinguiendo por edad o nacionalidad- así como
acerca de las distinciones entre las personas en prostitución –también por edad, nacionalidad y
en este caso, por identidad de género92- .
Luego, pueden incluirse preguntas más generales vinculadas al placer sexual y al
amor; en este caso hay dos preguntas que se repiten: “¿te queda espacio para el placer?”; “¿te
enamoraste alguna vez de un cliente?” A continuación algunos ejemplos:

C: ¿Qué diferencia hay entre una paraguaya y una argentina a la hora de estar con
una chica… qué te piden?
E: (Se ríe con vergüenza…)

C: Tu trabajo ¿qué espacio te deja para que tengas placer a la hora del sexo?
E: A veces tengo placer.
C: ¿Y cómo llegás a tener placer con un cliente?

C: ¿Te enamoraste alguna vez de algún cliente?


E: Sí, me enamoré (Código, 19 de julio de 2005).

92
Me refiero a la distinción establecida entre mujeres y travestis.

94
La interrogación por los valores económicos de las prácticas se puede dar de dos
modos: como parte de la entrevista o como parte de la crónica. En este caso, el cronista
averigua poniéndose en el lugar del cliente (con una cámara abierta u oculta).

[una chica que se acerca a la ventana del auto en el que está el cronista, dice]
“Servicio completo 30 pesos… es completo pero sin culito… chupadita y vaginal,
sin sacarte la ropa, sin nada… si no, 50 pesos” (Blog, 4 de diciembre de 2006).

[el cronista averigua las tarifas en la barra de un prostíbulo]


C: ¿Cuánto cobran?
E: Y el más simple que es para pasar media hora con una chica, la chica le cobra
37.
C: ¿Y eso qué incluye?
E: Y lo más simple.
C: ¿Una relación sexual?
E: Sí, nada más.
C: ¿Y si piden algo más?
E: Y ahí le tenés que pagar el doble (Punto Doc, 21 de abril de 2004).

[preguntas directas a las entrevistadas]


C: ¿Cuánto cobrás?
E: Según lo que pidan… 15 pesos.
C: ¿Y qué incluye?
E: Todo.
C: ¿Qué sería todo? (Punto Doc, 25 de diciembre de 2005)

Precisamente lo que más interesa en los informes son los aspectos descriptivos – ¿qué?
y los procedimentales – ¿cómo?-.
C: cien pesos ¿qué implica?
E: sexo.
C: sexo.
E: anal no. Eso no se lo entrego a nadie [se ríe].
C: entonces el “totó” (SIC), no.
(…)
C: ¿tenés más suerte con los argentinos o con los extranjeros?
E: con los extranjeros.
C: ¿y cómo lo hacen los yankis? (Blog, 4 de diciembre de 2006)

A partir de allí, las preguntas se orientan a las especificidades de las preferencias


sexuales de los clientes de diversos orígenes y a los pedidos específicos, por ejemplo, los
escatológicos.
Una última cuestión que nos interesa señalar de este testimonio en particular es el
modo en que finaliza la entrevista por dos de los imaginarios que convoca. El cronista le
pregunta a la entrevistada
C: Decime Fabiana, ¿qué requisitos tiene que tener el príncipe azul para rescatarte?
E: Mucha plata (Idem).

95
Aún cuando el informe al que pertenece este testimonio está construido bajo la
modalidad de relato color, este último diálogo reproduce el imaginario victimizante: a Fabiana
hay que rescatarla. Rescatarla, sin embargo, de una situación que no ha sido representada
como peligrosa ni dañina para la entrevistada: en ningún momento ella refiere o relata
situaciones que podrían implicar la necesidad de asistencia. La peligrosidad y el daño no
surgen entonces del propio informe sino que son sus supuestos no explicitados. A su vez,
aquel que acudirá al rescate no es otro que “el príncipe azul” que encarna ni más ni menos que
el ideal romántico que, claro está, se encuentra en otro campo (desde el que acudirá a caballo)
escindido de aquel en el que puede producirse la vinculación de sexo-placer y dinero. La idea
del amor y, específicamente, la conformación de una pareja o una familia, operaron desde la
Edad Media –tal como desarrollamos en el primer capítulo- como vías de reinserción social
de las mujeres de vida licenciosa. La conyugalidad puede reponer a estas mujeres del lado del
“buen sexo”, porque claro, el “buen sexo” no es con cualquiera, es con el “príncipe azul”. Es
interesante observar que, de todos modos, la respuesta de Fabiana habilita un desplazamiento
de este campo de sentidos: lo que salva es el dinero.

Otro ejemplo interesante para pensar los imaginarios desde los que parten las
indagaciones es el modo en que las abuelas del informe antes mencionado son interrogadas
sobre las prácticas. En este caso, se las interpela desde lo que “no hacen”, puesto que se
asume que habrá prácticas que no realizan.

C: ¿Que cosas no hace?


E: Tengo muchos pruritos.
C: ¿Por ejemplo?
E: Bucal. Hay cosas que no hago.
C: ¿Y si los clientes le piden?
E: No.
C: Además porque usted viene de una época en la que las mujeres tenían con la
sexualidad una relación mucho más pudorosa.
E: Claro, éramos más calladitas.
C: ¿Y no fue un choque para usted?
E: Más vale que sí.

Voz en off A la hora de la acción, la edad no parece ser una trava.


C: ¿Y quedás muy cansada?
E: No, yo no me canso. Soy físicamente activa (Punto Doc, 25 de diciembre de
2005).

96
¿Cuál es el sentido de indagar en las prácticas con este nivel de especificidad? En
algunos casos -sobre todo en aquellos informes que se construyen como denuncias- la
particularidad de las prácticas realizadas no aporta nada a la comprensión de los problemas
que se quieren presentar. Más bien, esta operación sólo confirma la reducción de un problema
planteado como social a términos individuales y específicamente corporales.
En los casos que hemos identificado como mapeos del oficio, y que se enuncian como
un relato color, podríamos decir que la de por sí compleja relación entre el mapa y el
territorio es aquí sumamente reduccionista. El mapa configurado sólo a partir de las prácticas
encarnadas no ofrece índices de la multiplicidad de aspectos del territorio de la prostitución.
En términos más generales, el sexo –deberíamos decir, la sexualidad- no aparece para
hablar (sólo) de sí sino para expresar un modo de ordenamiento de los placeres y los sujetos.
Lo que Foucault (1977) desarrolló como dispositivo de sexualidad, una serie de técnicas,
instituciones, discursos, prácticas que a partir del siglo XII hicieron foco en el sexo revelando
la relación estrecha entre saber-poder-placer, implica no tanto la represión sino la incitación
constante a la producción de discursos normalizadores sobre el sexo. Uno de los objetivos de
la implantación de este dispositivo está en directa relación con nuevas formas de
gubernamentalidad en las que la relación de los individuos consigo mismos –la implantación
de técnicas para el dominio de sí- es central.
En este sentido, la sexualidad, su materialización en prácticas sexuales así como las
ideologías sexuales (su marco de significación), constituye una dimensión clave no sólo de la
conformación subjetiva de los individuos sino del ordenamiento social, de las relaciones entre
sujetos y de los sujetos con el Estado y está necesariamente informada por los sentidos
sociales que hegemonizan la escena pública en cada momento histórico. “El punto central no
será determinar si esas producciones discursivas y esos efectos de poder conducen a formular
la verdad del sexo, o por el contrario, mentiras destinadas a ocultarla, sino aislar y aprehender
la ‘voluntad de saber’ que al mismo tiempo les sirve de soporte e instrumento” (Foucault,
1976: 19).
La minuciosidad con la que se exploran las prácticas sexuales puede ser pensada en
línea con esta insistencia normalizadora que ubica el sexo en el centro de la escena.

“Una cuestión de postura, ¿viste? así, de teta, culo, de gato”

Hay dos mecanismos centrales de visibilización de los cuerpos que nos interesa
analizar. Lo que se observa de modo predominante en las imágenes registradas son

97
fragmentos de cuerpos y en particular planos medios en los que se encuadra desde el pecho
hasta las pantorrillas o los tobillos. Es interesante pensar que este tipo de planos ni siquiera
forma parte de la tipificación de planos de la producción audiovisual; sin embargo, es un
plano que permite encuadrar exactamente lo que se quiere mostrar: los espacios claves de la
cartografía corporal en la que se desarrollan los intercambios de sexo por dinero. El rostro
formará parte de de los encuadres en las entrevistas –en estos casos se recurre mucho al plano
detalle, en especial de los ojos y de la boca- y en imágenes a distancia en las que lo que se
focaliza es el cabello. El cuerpo representado, entonces, es un cuerpo genitalizado y erotizado.
Si desde los testimonios se enfatiza en las prácticas sexuales, las imágenes de los cuerpos
anclan esas prácticas en lugares específicos.
Tal como mencionáramos al inicio del capítulo, la mayor parte de las imágenes son
capturadas de noche y/o con cámaras ocultas. En el primer caso, se utiliza la modalidad que
hemos llamado “cámara espía”, esto es, una cámara que se ubica a cierta distancia de los
sujetos a “capturar” y cuyo registro es de muy poca calidad. Esto construye un efecto de
sentido de clandestinidad –lo mismo sucede con las cámaras ocultas- como si esas cámaras
estuvieran registrando algo que no está dado a la vista común93. A esto se suman los sentidos
asociados a la nocturnidad; los fragmentos de cuerpos que las cámaras registran están en un
espacio-tiempo en el que socialmente circulan el placer y el peligro. Estos cuerpos operan casi
como una condensación de ambos.
El segundo mecanismo de visibilización de los cuerpos se vincula a la utilización del
recurso de la cámara oculta. Este tipo de registro es utilizado fundamentalmente en la
modalidad narrativa dramática/de denuncia sobre la que volveremos más adelante. Los
cronistas ocultan entre sus ropas las cámaras y filman, no espacios que no son accesibles a
cámara abierta –de hecho, en la mayoría de los casos, los lugares son filmados de ambas
formas- sino aquello de esos espacios que los programas construyen como clandestino y, en
algunos casos, ilegal/criminal. Aquello que las cámaras quieren registrar se encuentra
nuevamente encarnado en los cuerpos de las mujeres; las cámaras buscan denunciar la
explotación sexual de esos cuerpos.
Y aquí, antes de analizar la especificidad que presenta esta denuncia visual, es
necesario identificar un componente clave de la modalidad narrativa en la que se inscribe: la
indignación. Los informes configurados bajo esta modalidad y en particular las prácticas que
las imágenes de las cámaras ocultas revelan son, para los programas, indignantes.

93
Esta es una de las paradojas del sexo comercial de calle, algo que –debiendo permanecer en la esfera de lo
privado- se estructura en el espacio público.

98
Cuerpos violentados

Ejemplificaremos con dos escenas un procedimiento que se repite en todas las cámaras
ocultas relevadas en los programas aquí analizados.
En un informe de Punto Doc sobre prostitución infantil en Misiones, los cronistas se
dirigen a dos prostíbulos de dos localidades del interior de la provincia. En cada uno de ellos
registrarán, primero con cámaras ocultas y luego con cámara abierta, los espacios y a las
chicas en prostitución. En ambos prostíbulos, realizan el mismo trayecto: primero concurre un
productor del programa con una cámara oculta y logra el testimonio de una de las chicas que
ofrecen sexo por dinero; luego, un cronista –en este caso el conductor del programa- vuelve al
mismo lugar, con cámara abierta y entrevista a las chicas que están allí trabajando, incluida –
siempre y necesariamente- la chica filmada con la cámara oculta.
En otro informe de Punto Doc, el ya mencionado sobre prostitución en la tercera
edad, un cronista se acerca cámara en mano a una de las mujeres que está ofreciendo sexo en
Plaza Flores y conversa con ella acerca de las especificidades de la actividad. Luego, un
productor filma a la misma mujer con una cámara oculta.

Mencionamos en este capítulo que hay una estructura discursiva que es fundamental
en la lógica de los informes, aquella que recurre a la comprobación encadenada de enunciados
e imágenes. La búsqueda del efecto de real llega a su punto máximo en las entrevistas
filmadas con cámaras ocultas. Si lo que se quiere denunciar es que en los prostíbulos de
Misiones hay niñas ofreciendo sexo por dinero o que hay abuelas que tienen intercambios
sexuales comerciales por necesidad, ¿qué enunciados y sobre todo qué imágenes serían
necesarias para llevar adelante la estructura de comprobación?

El cronista de Punto Doc entra con una cámara oculta a uno de los prostíbulos de
Misiones haciéndose pasar por cliente. Elige una de las niñas94 e ingresa con ella a una
habitación del lugar. Ella se sienta en la cama y se saca la remera, se queda con los pantalones
puestos porque el cronista le avisa que “no quiere hacer nada”. Tiene apenas una franja
borroneada en los ojos para ocultar su identidad.

94
Utilizamos esta denominación porque en el informe el recurso al sustantivo niña conserva los ecos de la
inocencia a partir de la que serán invocadas en los copetes de los conductores y en los relatos de la voz en off.

99
C: ¿Vos estás contenta acá?
E: Y, sólo charlar cómo no voy a estar contenta.
C: ¿Y si hiciéramos el amor?
E: No, ahí no estoy contenta (Punto Doc, 21 de abril de 2004).

Otro cronista de Punto Doc acuerda la tarifa con la mujer que había sido entrevistada
en la plaza y va con ella a una habitación de hotel. Mientras se sucede esta escena la voz en off
indica
Marta tiene 74 años y aunque hace poco tiempo que ejerce la prostitución en
Flores, la calle le ha enseñado a ser directa y prevenida (Punto Doc, 25 de
diciembre de 2005).

Marta se desnuda frente al cronista y en ropa interior le dice

E: ¿Me abonás, mi amor?


C: ¿Cuánto es?
E: 20.
C: Te doy así, patacones95, ¿está bien? (Idem).

Las imágenes registradas en estas dos secuencias, performan aquello que se intenta
denunciar. Esos cuerpos están allí en las camas, semidesnudos, dispuestos a ofrecer sexo a
cambio de dinero. ¿Ves?
Estas imágenes no son necesarias para responder a esta pregunta implícita, porque, de
hecho, en ambos informes la mujer y la niña son filmadas a cámara abierta contando su
experiencia en relación a la práctica. Estos testimonios podrían haber funcionado como
suficiente fundamento de las denuncias vertidas por los programas.
El aporte de estas imágenes es otro y se vincula con la exposición de dos aspectos de
la industria y el discurso televisivo: por un lado, redundan en el tono sexualizado de la
televisión contemporánea. En última instancia lo que está allí para ser registrado cuenta para
la industria audiovisual como cuerpos que pueden ser significados en el espectro temático de
lo sexual.
La edición de las imágenes que responde a la estructura comprobatoria que hemos
desarrollado –primero mostrar la imagen de la chica con cámara oculta, luego la imagen del
testimonio de la chica a cámara abierta e intercalar la repetición de las imágenes con cámara
oculta- permite aquí observar la erotización que implica lo obsceno. Si pensamos en lo
obsceno como aquello considerado impúdico, sin recato, es decir, que siendo algo que no
debe ser visto o sabido no es ocultado, las imágenes de la cámara oculta funcionan como

95
Resulta casi irónico que a mujeres “devaluadas” socialmente se le pague con patacones, una moneda también
devaluada y producto de un contexto de crisis.

100
imágenes obscenas y hay un encadenamiento de sentido entre obscenidad-prohibición y
erotismo que remite a la pulsión voyeur. Lo que la chica dice a cámara abierta está producido
para ser visto y oído; en cambio, su cuerpo semidesnudo en la cama en el contexto del
intercambio sexual, no. Para estos formatos, lo espectacular reside precisamente en la
obscenidad, sus cámaras son capaces de mostrar aquello que es producido para ser ocultado a
la vista pública.
Por otro lado, estas imágenes expanden la lógica de la comprobación interna de los
informes hacia la televisión en general. Esto se produce por la conjugación de dos cuestiones:
por un lado, el hecho de que las propuestas de la televisión verdad se postulan como espacio
de difusión de la realidad, es decir, como mero canal de transmisión. Por el otro, estas mismas
propuestas, en su versión periodística de investigación, se construyen como espacios que van
a difundir aquellos aspectos ocultos de esa realidad, no tanto por ser inaccesibles (invisibles o
indecibles) puesto que de hecho son registrados por las cámaras, sino porque no forman parte
del mundo común96 de su público modelo97.
Dijimos en el capítulo anterior que la audiencia de estos formatos es interpelada desde
el paradigma de la sospecha: hay en el espacio social un conjunto de peligros y aspectos
desconocidos sobre los que estos programas se proponen alertar e informar. El problema es
que la lógica de la sospecha, que también puede pensarse como parte del tono televisivo
contemporáneo, se vuelve en contra del propio formato para exigirle más. Así, ya no basta
con que el informe muestre a la mujer y a la niña afirmando que hacen lo que dicen que
hacen; esto podría ser una escena montada a tal efecto. Lo que hace falta es espiarlas98, verlas
sin que se den cuenta. Desnudar la realidad ya no es una metáfora.
La indignación por la violencia sexual denunciada se funda, como todo hasta ahora, en
la práctica. “Hacer algo” con esa mujer o con esa niña es lo que produce indignación y ese
hacer es un hacer meramente sexual-genital. Exponer y escudriñar a la mujer y a la niña no es
“hacer”. Porque estos programas son, como dijimos, meros canales de transmisión.

96
Tomamos la idea de mundo común tal como es problematizada por Hannah Arendt (2005). Nos interesa pensar
los mecanismos por los que aquello que en cada época es socialmente preservado de la visibilidad general (por
ejemplo el cuerpo, las prácticas sexuales, las funciones orgánicas) adopta una forma apropiada para la aparición
pública. Esta forma puede ser incluso una forma estigmatizada, subalternizada, o incompleta.
97
Un ejemplo del público modelo interpelado por el programa puede verse en la siguiente aformación de uno de
sus conductores al inicio de un informe: “Buenos Aires se está transformando en la meca del turismo gay. Un
mundo que ustedes no conocen y nosotros tampoco”. (Punto Doc, 28 de abril de 2004)
98
Es Gran Hermano, son las cámaras ocultas de los noticieros y estos formatos, son las cámaras ocultas y los
videos privados de los programas de chimentos, son las escuchas telefónicas y los informantes anónimos de
denuncias de corrupción en los programas políticos, entre otros.

101
La violencia está en las prácticas, no en el proceso habilitado por la cámara que las
consume aunque no “hagan nada”. Sin embargo, el mercado del sexo no se reduce a
intercambios monetario-genitales; la industria televisiva aporta también, y cada vez más, sus
productos a ese mercado. En la lógica de producción de lo sexual televisivo, las personas en
prostitución son materia prima disponible, a partir de ellas se diversificará la oferta: víctimas,
mujeres disruptivas, niñas, abuelas, travestis, extranjeras, chicas VIP, legales, clandestinas,
esclavizadas, las que sufren y las que la pasan bien. Ellas están allí, del otro lado de la frontera
para ser capturadas por el ojo de la cámara.
La productora de La Liga, en cambio, aquella que quería convertirse en puta en menos
de 48 horas, no es materia prima de la misma calidad.

Como dijimos, en esa emisión La Liga intenta invertir la lógica y decide, en lugar de
recabar el testimonio de una persona en prostitución, pedirle a la productora que haga su
propia experiencia. Sin embargo, hay algunas lógicas que no se invierten. Así como no se
adjetiva su nombre, tampoco se le solicita que filme con una cámara oculta una cita con un
cliente y quede semidesnuda frente a cámara. El cuerpo de la productora no es un cuerpo
disponible.

Me quiero ir a mi casa ya.


El tener que negociar un costo por tu cuerpo, no está bueno, es humillante.
No me cabe en la cabeza que alguien pueda llegar a irse con un tipo que no conoce,
subirse a un auto, no lo puedo entender… por más que uno se pueda coger a un tipo
una noche que conoció en un boliche, es otra cosa, es desde otro lado… acá es
pararse: “hola, mi amor” y que te digan “¿cuánto?”
Yo no creo que nadie pueda hacer esto por elección.
Me venía aguantando desde temprano.
No tengo la apertura de cabeza para entenderlo y posiblemente no tenga la
necesidad para entenderlo tampoco (La Liga, 9 de mayo de 2005).

Estas son las palabras finales de la productora en el informe de La Liga. Ella estuvo en
la calle, filmada por una cámara ubicada dentro de una camioneta, mientras paraban autos y
negociaba tarifas y servicios. En un momento determinado, decide irse y, con una cámara en
mano, se filma a sí misma hablando y llorando.
Habíamos dicho que la productora de La Liga estaba asustada antes de salir a la calle,
sentía la necesidad de protegerse. Aquello que se colaba como ruido en el relato color son
algunos sentidos sociales que configuran la normatividad sexual y que subalternizan a
aquellos sujetos que la transgreden.

102
Los tres campos de codificación que hemos desarrollado en el primer capítulo de esta
tesis han significado esa subalternización a partir de configuraciones moralizantes,
criminalizantes y patologizantes. Las inmorales y pecadoras, las criminales, las enfermas. Las
normas (y sus formas de codificación y significación) operan negativamente allí donde se las
transgreda, como ejemplificación de conductas sociales desviadas; pero operarán siempre,
positivamente, como modelización de las conductas sociales en su conjunto. La productora
estaba muy “nena buena” antes de cruzar la frontera. A las “nenas buenas” no se las castiga.
Dolores Juliano (2002) sostiene que la prostitución opera como un espejo oscuro,
como un fantasma “disciplinador” respecto de las mujeres que no ejercen la actividad, en
tanto pone de manifiesto la condena social y la marginación de las que son potenciales
víctimas; funcionará como modo de control de la sexualidad femenina en general. “La fuerte
desvalorización social de la prostitución (como modelo y resumen de otras estigmatizaciones)
sirve como elemento de control de las mujeres no prostitutas, que deben atenerse rígidamente
a las normas de conducta asignadas para no ser confundidas con (o tratadas como) si lo
fueran” (:41). En el mismo sentido, Gail Pheterson (1989) afirma que las mujeres reciben
constantemente un doble mensaje que subyace a la dominación masculina: no seas mala como
esas mujeres porque entonces también podés ser castigada/nunca vas a ser tan buena como
esas mujeres salvo que seas mala y entonces ya no vas a ser buena (doble standard moral).
Juliano agrega que “La persistencia del modelo puede medirse entonces indirectamente por el
esfuerzo que las mujeres no comprometidas en el comercio sexual (fundamentalmente las
jóvenes) ponen en alejarse de esta rotulación” (idem: 41). La productora de La Liga
necesitaba volver “ya” al emplazamiento social que le cabe como “nena buena”.
Tal como mencionáramos, en las representaciones televisivas de la prostitución se
abandona el aspecto explícitamente peyorativo de la estigmatización pero ésta -como
marcación- como construcción de una alteridad subalternizada, persiste. En este sentido, los
regímenes de visibilidad que son condición de posibilidad de lo público indican no sólo lo que
puede y lo que debe ver la sociedad de sí misma sino cómo debe verlo. Pero ese modo del ver
no es, por supuesto, explícito y compulsivamente indicado, sino ya propio, constitutivo de lo
visto. Ese modo del ver está orientado por los mecanismos de inteligibilidad habilitados por
las representaciones sociales. Si decíamos que las representaciones sobre la prostitución
condensan placer y peligro, perdura en aquellas configuradas en los informes aquí analizados
el acento sobre este último.

103
Melodrama de alto impacto

Mencionamos que se reconocen dos grandes modalidades de relato en el conjunto de


informes relevados: una modalidad narrativa color que ya fuera analizada y una modalidad
narrativa dramática/de denuncia, que en términos temáticos incluye los informes que
proponen abordar la prostitución como un problema social y cuyas operaciones centrales son
la victimización y en algunos casos la criminalización (explícita o derivada). Estos informes
se configuran especialmente en torno de la denuncia de casos de explotación sexual de
terceros –se incluyen aquí tanto los informes sobre el ejercicio de la prostitución en
prostíbulos como la prostitución en condiciones de esclavitud-. También se incluyen informes
en los que se denuncian ciertas condiciones particulares en las que se ejerce la prostitución –
edades: tercera edad o en la niñez; condiciones de sobreexplotación económica: sexo por un
peso-.
Muchas de las operaciones que hemos ido desarrollando a lo largo de este capítulo
están también presentes en los informes que pertenecen a esta modalidad de enunciación. Nos
detendremos ahora en aquellas que le son específicas.
En términos genéricos, estos informes remiten a la crónica policial. Esto tiene, por
supuesto, implicancias en cuanto a los recursos y modalidades enunciativas que iremos
señalando, pero, sobre todo, nos interesa pensar esta característica en relación con la
delimitación de un marco de inteligibilidad. Si pensamos los géneros, precisamente, como
marcos de inteligibilidad de los discursos sociales, presentar la prostitución a modo de crónica
policial implica la reproducción de algunos de los sentidos o la remisión a ciertas cadenas
significantes propias del campo jurídico. Así, aún cuando en muchos casos no se criminalice
de modo directo a las personas en prostitución, sí se las representa en un contexto de
criminalidad que hace compleja la distinción entre fondo y figura.

A la estructura del relato policial se le suma el dramatismo de la crónica en vivo. En


dos emisiones de Punto Doc del 16 y 23 de junio de 200499, se presenta un informe sobre
explotación sexual en Córdoba. El programa sostiene que a partir de una denuncia referida al
traslado de mujeres y niñas misioneras a una localidad cordobesa con el fin de explotarlas

99
Es interesante que este informe se presenta con la modalidad de capítulos, se hace en dos entregas, lo cual
habilita recurrir a estrategias de suspenso. Lo mismo sucede con el informe sobre prostitución infantil en
Misiones que ya analizáramos y que se dispuso también en dos entregas.

104
sexualmente, decidieron iniciar una investigación en la localidad de origen de las jóvenes y en
la localidad de destino.
La primera parte del informe se desarrolla en las localidades de origen a partir del
testimonio de una chica que logró escapar del lugar en el que mantenían aún a varias mujeres
esclavizadas100; se entrevista también a los intendentes de las dos localidades misioneras
involucradas y a algunos familiares de mujeres y niñas que habían sido trasladadas. Intercalan
imágenes del prostíbulo de Córdoba y el testimonio de un “ex cliente” del lugar que ayudó a
la chica misionera a escapar101.
Una vez desarrollada la trama básica del relato, se pone en escena el segundo tramo
del informe

[conductor en piso] Cuando viajamos a Misiones a recorrer los barrios de origen de


las chicas del prostíbulo nos encontramos con la hermana de una de las chicas, ella
quiso viajar a Córdoba con nosotros para tratar de rescatarla.

[co-conductora en piso] Ustedes ya vieron cómo sobrevivían las chicas al interior


del prostíbulo, en este tramo del informe van a ver el viaje a Córdoba la llegada al
lugar, la reacción de los proxenetas y la cacería humana (Punto Doc, 16 de junio de
2004).

Precisamente, el segundo tramo del informe estará construido a partir del operativo de
rescate montado por el programa y de los peligros vividos por los conductores y la hermana
de la chica en ese proceso. Aún cuando pueda resultar un poco extenso, es importante referir
la escena completa de lo que el conductor denominó “cacería humana”.
La secuencia se inicia con el encuentro de los conductores a la madrugada en las
inmediaciones del prostíbulo: Myriam Lewin, acompañada por un concejal de una de las
localidades misioneras, y Daniel Tognetti, acompañado por Celeste, la hermana de la chica
que intentarán rescatar. Estos últimos, junto al concejal, se dirigen al prostíbulo mientras que
Lewin se dirige a la comisaría a hacer la denuncia. A partir de ese momento todo el relato va a

100
En este caso, el informe explicita que las mujeres y niñas que estaban en el prostíbulo cordobés se
encontraban privadas de su libertad.
101
En este caso se vuelve a poner en juego la fantasía del rescate por parte del príncipe azul. El conductor del
programa en el copete inicial del informe sostiene: “en Misiones recibimos el relato de una chica que estuvo
cautiva en este prostíbulo y que finalmente pudo escaparse, pudo escaparse en una situación muy especial: un
cliente se enamoró de ella y sin pedirle nada a cambio la ayudó a volver a su provincia natal”.Lo curioso es que
esto no se desprende del relato que la propia chica y el ex cliente realizan del episodio. En ningún momento
refieren a una relación amorosa entre ellos sino a una situación de vulnerabilidad de la chica y consecuente
solidaridad del cliente. Si embargo, el conductor insiste en un copete intermedio “Hasta aquí han visto cómo los
jefes de esta organización hacen sufrir a las chicas misioneras. Chicas que llevan su belleza como una condena
porque son pobres y hay quienes se sienten con derecho de vender sus cuerpos por pocos pesos. Pero detrás de
esta historia, hay una historia de amor, una típica historia de amor entre una chica engañada que trabaja en el
prostíbulo y un cliente que la ayudó a escapar” (Punto Doc, 16 de junio de 2004).

105
estar construido en dos escenarios y a dos voces; incluso en algunos segmentos, se recurre a la
división de la pantalla y se emiten imágenes simultáneas en los dos escenarios. Ambos
conductores estarán comunicados por celular durante toda la secuencia.
En el camino al prostíbulo, Tognetti le pregunta a la hermana de la chica:
T: ¿Pensás que esta historia va a ser como en las películas? ¿que va a tener un final
feliz o que van a ganar los malos?
H: Espero que sea feliz (Punto Doc, 23 de junio de 2004).

Nos interesa destacar de este diálogo no sólo la explicitación del carácter


cinematográfico con el que está construido el relato, sino en particular, la configuración de
tipos morales (los buenos y los malos) que operan como ordenadores de la narración y
precisamente por ello, operan también como ordenadores de la realidad presentada. El
problema de la explotación sexual de mujeres y niñas es organizado bajo el tamiz moral del
bien y el mal.
Llegan al lugar y deciden ingresar. El conductor va haciendo la crónica de los
acontecimientos y sumando dramatismo a la secuencia. Todas las imágenes que se ven están
registradas con cámaras abiertas y ocultas.

T: Estamos llegando, son esas luces rojas que están a la vera de la ruta. Estamos
ingresando, vemos las clásicas luces rojas en la puerta, vemos muchos autos
estacionados seguramente serán de potenciales clientes, hay algunos escombros,
estamos apagando las luces para que no nos vean… cuánto será lo que separa, son
pocos metros, vamos con las luces apagadas… ¿Vamos? [le habla al equipo de
producción] Vamos. Estamos entrando, ¡prendé la luz!, ¡prendé la luz!

Estamos ingresando a este lugar. Se tapan las chicas, se están yendo. Hay mucha
gente. Se están retirando. Vení María, acá está Celeste. [el conductor facilita el
encuentro entre las hermanas y empiezan a escucharse gritos y se ven corridas]
(Idem)

El registro visual pierde en claridad porque al iniciarse las corridas y peleas al interior
del lugar, las imágenes que se emiten son los “restos” de lo que la cámara puede captar en el
movimiento. Pero es ese mismo movimiento lo que da efecto de acción y tensión. Echan al
equipo del local y la secuencia continúa con el registro de las dificultades de Lewin para hacer
la denuncia en la comisaría y el llamado telefónico de Tognetti para alertarla sobre lo
sucedido.

ML: ¿Hola?
DT: Sí, hola Myriam, nos recibieron con agresiones. María está muy angustiada, no
se pudo encontrar con su hermana. Fue muy violento como nos recibieron así que
hay que hacer la denuncia inmediatamente porque es muy violento como está todo
acá (Idem).

106
Luego de mostrar la secuencia del diálogo entre Tognetti y el policía, vuelven al
escenario del prostíbulo, en el que el conductor continúa con la crónica dramática hasta el
momento de clímax en el que se incorpora la voz en off al relato.

[voz en off] Esta camioneta es del lugar, luego de acelerar, choca al vehículo de
Punto Doc.
DT: ¡Cuidado, che! ¡Gustavo!
[voz en off] Luego del choque la camioneta persigue al vehículo de Punto Doc y lo
saca del camino con la intención de dejarnos aislados.

DT: Fíjense la agresión con la que nos tratan.

[voz en off] Después de un momento de tensión, Bobo [el dueño del prostíbulo]
sale a toda velocidad manejando una cuatro por cuatro, en ese momento, empieza
una cacería humana.

DT: ¡Se va, se va! Empiezan a salir. Che, Gustavo, ¡a la camioneta, a la camioneta
todos! (Idem).

Las imágenes que pueden verse ahora son las que registran las cámaras ocultas,
ubicadas entre las ropas del conductor y los productores, los planos logran encuadrar del
pecho hacia abajo. Pasan a imágenes de Lewin en una camioneta camino al prostíbulo
mientras llama por teléfono a Tognetti

ML: ¿Hola? Pero escucháme… ¿La camioneta dónde está?


¡Ay están desesperados! [le comenta al conductor de la camioneta]
No, escucháme, nos sacaron cagando de la comisaría.
Dice que los quisieron matar, que les tiraron la camioneta encima [le comenta al
conductor de la camioneta]
[voz en off] Luego de la persecución el equipo de Punto Doc quedó dividido a
ambos lados de la ruta. Los dos cámaras y Daniel Tognetti que tenía la cámara
oculta intentan alcanzar nuestro vehículo…

DT: ¿Quién falta, quién falta?


Productor: Falta Román.
DT: ¡A la camioneta! (Idem)

Prácticamente la totalidad del informe está estructurado en torno de estas escenas; el


operativo, la agresión, la persecución, los obstáculos que atraviesan para conseguir ayuda,
muchos de los motivos clásicos de un relato de acción o policial. Esta preponderancia
temática tiene dos efectos: por un lado, la elección de la puesta en escena de estas imágenes
desplaza la tematización de la explotación sexual en el prostíbulo. En definitiva, no hay, en
este segundo tramo del relato, ninguna información relativa a las actividades dentro del lugar
o a las condiciones en las que se encuentran las mujeres y niñas que están en él. Por otro lado,

107
la elección de esta secuencia inscribe el problema a ser abordado en un escenario no sólo de
ilegalidad y criminalidad sino también de peligrosidad.
Esto nos lleva a otro aspecto que nos interesa señalar en relación con la modalidad de
enunciación dramática. Mencionamos en ese capítulo que uno de los estereotipos que se
representan en los informes relevados, y que se corresponde fundamentalmente con esta
modalidad de enunciación, es el de la víctima. Si bien hemos analizado algunos aspectos de
esta imagen nos interesa mostrar el lugar que en relación con ella ocupan los programas.
En el copete final del informe los conductores concluyen lo siguiente

ML: A pesar de todo lo que ustedes han visto, nosotros seguimos sosteniendo que
las principales víctimas de este estado de indefensión, inseguridad e injusticia, son
las chicas misioneras.
DT: Nosotros, en definitiva, sabemos cómo defendernos, vamos a conseguir los
mejores abogados, la vamos a seguir hasta el final y vamos a buscar todos los
recursos; pero chicas como estas, en muchos casos semi analfabetas, el único
destino que les queda en la vida es acostarse con un hombre por 20 pesos (Punto
Doc, 23 de junio de 2004).

A estas chicas, a las chicas representadas como víctimas, les queda algo más; les
queda la intervención y el compromiso social de estos programas que no sólo montan
operativos de rescate o hacen público su padecimiento sino que ofician de interlocutores con
las instituciones. La interpelación a los organismos del Estado, a los partidos políticos y a los
funcionarios públicos es una constante en todos los informes de denuncia; en general, alguno
de los copetes de los conductores está dedicado a enunciar demandas.
Otro de los modos de enunciar las demandas es, tal como sucede en este informe, a
través de la interpelación directa a los actores involucrados, en particular a funcionarios y
empleados públicos –intendentes, policías, jueces- y también a los dueños de los lugares en
los que se ejerce la actividad. Nos interesa dar un ejemplo de esta forma de interpelación, para
mostrar no sólo la posición de enunciación de los programas sino también el lugar otorgado a
éstos por parte de los interpelados.
Pero antes es necesario hacer un breve paréntesis en relación a un aspecto que aún no
se ha desarrollado: el lugar de los clientes. Esta figura es objeto de intensos debates tanto en el
campo académico como en el activismo –en el feminismo y en las organizaciones de personas
en prostitución- en relación con lugar que ocupa en el mercado del sexo y en la relación de
prostitución. Tanto si se lo considera como el sujeto que representa el lugar de la demanda en
un determinado mercado, o como el sujeto que representa la dominación masculina encarnada
en la figura del prostituyente, lo que está claro es que su lugar es indispensable para poder

108
comprender a la prostitución como un problema social102. No podemos dejar de mencionar
entonces el sesgo que los informes presentan en torno de esta figura. Los campos
extratelevisivos analizados en esta investigación han focalizado de modo dominante en la
figura de la persona que ofrece sexo, lo cual ha implicado que el carácter relacional de la
prostitución ha quedado difuso. Esta operación se reproduce en el caso de los informes aquí
relevados.
El cliente, si bien es muchas veces mencionado, es una figura aleatoria y a la que
incluso hay que proteger.
Seguramente usted pensará que en este informe faltan los clientes. A ver, qué
opinan de Marilyn. Obviamente, los clientes no quisieron ser grabados por las
cámaras de Código y, obviamente, respetamos el código (Código, 19 de julio de
2005).

En la mayoría de los casos, la figura del cliente es convocada como informante clave –
sobre todo con cámaras ocultas- para aportar datos que permitan corroborar las denuncias que
se están llevando adelante. Sí, pueden encontrarse algunos juicios morales en relación con la
demanda de sexo. Lo que no sucede en ningún caso es que se reponga la oferta de sexo por
dinero como una relación configurada por desigualdades de género y clase.

¿A quiénes interpelan entonces estos programas reclamando asistencia a las víctimas?


Analizamos en este capítulo un informe anterior de Punto Doc sobre prostitución
infantil en Misiones; esta investigación también se estructuró en dos emisiones: una –que ya
trabajamos- en la que los cronistas mostraron los lugares en los que se ejercía la prostitución y
recogieron algunos testimonios. La siguiente emisión es el relato de un segundo viaje a
Misiones para evaluar las repercusiones del informe anterior.

C: Volvimos a Misiones y nos encontramos ¿con qué? Con que no cambió nada y
que los políticos que se horrorizaron con lo que nosotros mostramos, se rasgan las
vestiduras y no hacen nada.

Frente a este estado de cosas, el resto del informe se estructura en torno de la figura de
“interlocutores” que antes mencionábamos.

C: ¿Buenas noches señor usted es el intendente de aquí?


I: Sí.

102
Cfr. Das Biaggio, Firpo, et.al. (2001); Passini, E. (2000); Volnovich (2006); Sanchez, S. y Galindo, M.
(2007).

109
C: Ah, nosotros encontramos menores prostituyéndose a muy pocas cuadras de
aquí, eso denunciamos la semana pasada en nuestro programa y queríamos saber si
usted estaba enterado.
I: Bueno, yo no estaba enterado, no tenía conocimiento de esto.
C: ¿Aunque esto sea vox populi en el pueblo?
I: No, no es así eso señora.
C: ¿Usted conoce el bar de Juana Banana? [Refiere a uno de los bares que habían
recorrido en el informe anterior. Intercalan imágenes de vecinos de la localidad
dando testimonio de conocer el lugar y de que allí se prostituyen menores e
imágenes de los testimonios de las chicas entrevistadas] (Punto Doc, 28 de abril de
2004)

En este caso, la lógica de comprobación que organiza los informes opera de un modo
diferente y remite a un procedimiento judicial: el careo. Los dichos del entrevistado son
refutados por las imágenes y testimonios que se editan a continuación.

Otra especificidad de las demandas proferidas por estos programas es que se orientan a
la regulación. Los reclamos refieren a la gestión pública pero en términos de legalidad de las
acciones: si la prostitución como problema queda reducida a un aspecto legal de su ejercicio -
la explotación por parte de terceros, por ejemplo- es coherente que las demandas de los
programas (y las respuestas de los funcionarios) refieran a la acción pública en contra de un
delito –el proxenetismo-. No es casual, por ello, que en todos los informes de denuncia
relevados los copetes de los conductores hagan hincapié en la necesidad de no criminalizar ni
judicializar a las víctimas. Justamente porque lo que se desprende de los sentidos
configurados por los informes es, ni más ni menos, que la criminalización y la judicialización,
sentidos que contradicen la presentación que los propios programas hacen de la prostitución
como un problema social que requeriría, por supuesto, respuestas de otro orden.
Intentaremos ejemplificar estos procedimientos complejos. Luego de realizar el
“careo” por edición, el informe vuelve a la imagen del intendente y la cronista

I: Nosotros somos sanos y somos mucho más sanos que la gente de la ciudad, acá
pasan cosas que pueden pasar en otros lados.
C: Discúlpeme, intendente, pero me parece un poco hipócrita lo que usted está
diciendo, que acá todos son sanos, que su pueblo es sano cuando usted está
permitiendo que acá a cinco cuadras haya chicas prostituyéndose de 16 años
(Idem).

En el mismo informe, pero en otra de las localidades, la cronista tiene un intercambio


muy similar con otro intendente:

C: Intendente, ¿a usted qué le provoca que hayamos sido nosotros los que a tantos
kilómetros, desde Buenos Aires, hayamos tenido que venir a contarle lo que estaba
pasando en su propio municipio?

110
I: Esto ayuda.
C: ¿No le da un poco de vergüenza?
I: No, nosotros hemos tomado las medidas necesarias de salubridad, lo controlé y
lo cerré… la clausura la hice en el momento (Idem).

Aparecen en escena varias cuestiones, pero en particular, el imaginario patologizante


sobre la prostitución. Las referencias a la salud en el caso del primer testimonio, tanto por
parte del intendente explicando que ese es un pueblo sano –por ende, un lugar en el que la
prostitución no tiene cabida- y por parte de la cronista dudando de la sanidad de una
comunidad en la que hay menores en situación de prostitución, reenvía a los discursos
patologizantes que ubican a la prostitución como una enfermedad social. En el primer capítulo
hemos contextualizado los discursos biomédicos, en especial los de acento higienista, en
relación con políticas de salud pública específicas. Es claro que en estos testimonios el uso de
los significantes asociados a la salud es metafórico, pero justamente en ello reside su valor.
Los imaginarios sociales configurados históricamente a partir de la especificación de sujetos
como patológicos y/o potencialmente peligrosos para la salud del conjunto continúan
operando en las representaciones contemporáneas.
Por otro lado, lo que aparece claramente en el segundo testimonio es la relación entre
los campos médico y jurídico que mostramos en el primer capítulo. Aún hoy, en el marco
complejo de regulaciones que afectan a la oferta de sexo comercial, una de las normativas
más comúnmente aplicada, sobre todo en el interior del país, es la Ley 12.331 de Profilaxis de
las enfermedades venéreas, cuyo artículo 15 prohíbe “el establecimiento de casas o locales
donde se ejerza la prostitución, o se incite a ella”. El intendente tomó las medidas necesarias
de salubridad, controló y clausuró el local denunciado por el programa. El encadenamiento de
sentido entre criminalización y patologización queda performado por el propio funcionario.

Un último aspecto que nos interesa reponer en relación con la construcción del lugar
de los programas como denunciantes y como interlocutores de las víctimas es aquello que se
construye como arma en esta cruzada: la cámara.
En el informe de Punto Doc sobre prostitución infantil en Misiones, el lugar de la
cámara queda expresado claramente en un pasaje del diálogo de la cronista con el intendente:
I: No teníamos conocimiento de que había prostitución de menores.
C: Ahora que lo tiene ¿qué hicieron?
I: Las autoridades seguramente están viendo qué destino le dan a las menores.
C: La autoridad es usted, usted es el intendente.
I: Yo también, sí.
C: Ahora, usted no logró decirme una sola cosa que haya hecho.
I: Está trabajando el juez de paz.

111
C: Se lo toman con calma, digamos.
I: El tema no es que porque ustedes vengan…
C: El tema no somos nosotros, son las nenas.
I: Ya lo sé.
C: Nosotros la única virtud que tenemos es que tenemos una cámara para mostrarlo
pero lo importante son las nenas que lo están viviendo y ustedes se lavan las manos
como Poncio Pilatos (Idem).

La cronista explicita cuál es el posicionamiento diferencial de estos programas: tienen


una cámara para mostrar lo que sucede, para denunciarlo. Lo particular de ese mostrar es que
para los programas opera como vía de transformación. Por eso se sorprenden cuando vuelven
a Misiones y todo sigue igual, por eso indagan entre los diversos funcionarios acerca de lo
que les provoca haber visto el informe. Hay una concepción implícita del mensaje televisivo,
construido a partir del registro de la cámara, como arma de transformación. La exposición
pública de ciertas situaciones y el escarnio público de sus responsables parece ser pensado
como estímulo de cambio, por eso se los ve recorriendo las oficinas de diversos organismos
con su video en mano. Lo público es pensado aquí como un simple espacio de visibilidad.

La magia de la televisión
Sin embargo, el intendente deja ver algo que aparece en palabra de los entrevistados
de otros informes también: la puesta en cuestión de la magia de la televisión. La televisión
contemporánea se ha poblado a nivel global y también en la Argentina de programas que se
dedican a producir transformaciones: cirugías estéticas, tratamientos para adelgazar,
remodelaciones de hogares, cambios de look, entre otros103. Los programas periodísticos de
investigación parecen no escapar a esta lógica y la aplican para lo que ellos mismos enuncian
como problemas sociales.
Ahora bien: si pensamos que justamente una de las cosas que hemos mostrado es
cómo aquello que se enuncia como social se representa como caso, es lógico que los cronistas
del informe de Misiones estén demandando y esperando una “solución” de cierta inmediatez.
Por un lado, porque el entramado estructural en el que se inscriben los “casos” representados
está ausente de los informes. Esto implica la imposibilidad de comprender que, incluso si las
autoridades correspondientes dieran cauce a la denuncia del programa y proveyeran a las
niñas de esos prostíbulos de la contención necesaria para salir de la situación coyuntural en la
que se encuentran, lo que se ha “resuelto” es, justamente, un caso. Y nada de esa resolución

103
Ejemplos de estos programas en el exterior son: Extreme Makeover, Changing Rooms, entre otros. En
Argentina: Transformaciones, Cuestión de peso, secciones de cambios de look en programas femeninos, entre
otros.

112
explica el funcionamiento de un ordenamiento social (de sexo/género) y de un momento
particular en el desarrollo de las fuerzas productivas de una sociedad que da lugar a la
existencia de un cierto mercado sexual.
En el mismo sentido, el registro de la cámara funciona a veces como un arma, pero de
doble filo. Hemos analizado ya la violencia que implica el ojo de la cámara escudriñando
cuerpos que las industrias culturales construyen como disponibles. Del mismo modo y
precisamente porque los casos no están inscriptos en el marco en que se producen104, el otro
riesgo que estos registros presentan es el de la exposición sin “red” de las personas
visibilizadas.
Las estrategias de protección de la identidad son mínimas en las cámaras ocultas o
nulas en el caso de las cámaras abiertas105. Recordemos que la prostitución es una actividad
fuertemente estigmatizada y en la que en la mayoría de los casos las personas involucradas
despliegan estrategias de manejo de la información de modo de ocultar la actividad que
realizan –como mínimo, a su entorno cercano-. Podría aducirse que cuando los registros son a
cámara abierta las personas están en pleno conocimiento de que están siendo filmadas. Es
importante en esos casos recordar la relación de poder que se establece entre entrevistador y
entrevistado, toda vez que si pensamos, siguiendo a Barthes, que “el periodista es una especie
de agente de policía que nos quiere, que nos desea el bien, pues nos da la palabra y nos abre la
publicidad”, el silencio puede implicar “el borramiento o la locura para quien no responde”
(2004:162).
En muchas de las respuestas de las entrevistadas se percibe un clima de incomodidad
que se observa en el desplazamiento de la mirada, las risas nerviosas, las sonrisas ruborizadas,
las manos que tapan los rostros frente a ciertas afirmaciones, tonos de voz muy bajos y
respuestas monosilábicas.

[voz en off] Cuando volvimos a lo de Juana [la dueña de uno de los bares en los que
desarrollaron el informe], ella estaba furiosa, una furia desatada luego de vivir años
de angustias y pesares sin ninguna ayuda.

Juana [interpelando a la cronista de Punto Doc]: Todas tienen familia, ¿usted le va


a dar de comer a los hijos de ella, usted le va a comprar ropa, usted le va a dar

104
Si bien pueden reconocerse recursos tendientes a realizar esta inscripción –por ejemplo, la filmación de las
condiciones de vida en las localidades sobre las que se está haciendo determinada denuncia- lo que se pone al
aire es más bien una contextualización pintoresca, una especie de infografía de la pobreza. Nuevamente, sin
historia y sin vínculos estructurales.
105
En la combinación de imágenes ocultas y registradas a cámara abierta, la preservación de la identidad se
convierte en un cliché televisivo puesto que el encadenamiento visual hace que la banda colocada en la imagen a
cámara oculta sea “quitada” por la imagen a cámara abierta.

113
estudio, usted le va a dar todo lo que necesita para la escuela? Yo nací debajo de
una casa de coco, piso de tierra… esa fue mi vida, yo puteé desde chica y con eso
yo crié a mis hijos, déjeme tranquila señora.
(…)
Me van a meter presa, me van a meter en la calle. Porque dicen que me van a
cerrar, a meter presa… Ciérrenme pero denme de comer, denle de comer a mis
hijos, dennos algo para nosotros que somos pobres [llorando] (Idem)

Es importante continuar reflexionando acerca del costo –simbólico y también material-


de la exposición pública que llevan adelante estos programas. Nuevamente nos encontramos
ante la distinción planteada en el capítulo dos entre visibilidad y mecanismos de
visibilización.
La inclusión de ciertos actores, conflictos y escenarios, la inclusión de lo popular no
representado o reprimido, puede ser vista como un avance en la democratización de los
universos representacionales de la sociedad, como la ampliación de los márgenes de lo visible
y lo decible. Sin embargo, cabe insistir en la pregunta por las formas que toma lo decible y
visible y por la responsabilidad de las industrias infocomunicacionales como dispositivos de
visibilización. A riesgo de caer en el esquematismo, es importante mencionar dos ejemplos
recientes de las formas en que el manejo de algunas representaciones televisivas afecta de
modo directo a ciertas comunidades o sujetos representados. Por un lado, el caso del Núcleo
Habitacional Zavaleta del barrio de Pompeya, cuya comunidad se movilizó luego de un
informe emitido por América TV, por considerarlo parcial y discriminatorio. Los vecinos del
barrio argumentaron cómo este tipo de representaciones estigmatizantes y criminalizantes
tiene para ellos efectos concretos en su cotidianeidad: por ejemplo, algo tan básico como que
las líneas de colectivos no ingresen al barrio o que sus pobladores no puedan decir dónde
viven por las connotaciones delictuales de su domicilio106. En relación con la temática que nos
ocupa, en el mes de agosto de este año, Chiche Gelblung puso al aire en su programa -
70.20.10- el testimonio de una mujer en prostitución de 77 años. La entrevistada accedió a
responder una pregunta de la periodista aclarando que no quería ser filmada. No sólo
registraron las imágenes con una cámara oculta, sino que además las emitieron sin ninguna
protección a la identidad de la mujer. Ella terminó internada en la unidad coronaria del
Hospital Ramos Mejía.

106
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-125913-2009-06-01.html

114
“Me dio mucha rabia. Me gustaría encontrarla y decirle que es una sinvergüenza, que
hizo una nota que la robó”, dice Lucía. “Todo el mundo vio el programa. Si pasaba gente por
Constitución y me gritaba: ‘Te vimos en la tele’, dice, indignada” 107.

Entonces, los informes construidos bajo la modalidad narrativa dramática/de


denuncia, representan a las personas en prostitución como víctimas, se autorrepresentan como
interlocutores (salvadores) y postulan a los organismos del Estado, a los partidos políticos y a
los funcionarios públicos como responsables de las situaciones denunciadas.

Esta gente está pidiendo ayuda… espero que el gobierno les dé ayuda… todos los
diarios hablan de superavit, superavit… dan planes sociales para gente que no
labura, bueno, den planes sociales para gente que lo necesita108… Claro, nosotros
en Punto Doc, la responsabilidad que sentimos cuando vimos lo que estaba
sucediendo es, bueno ¿ahora qué hacemos con esto? van a ir por Juana y por
Marcelo y todo va a quedar ahí, dentro de un año todo va a ser igual, van a meter a
las menores en institutos donde sabemos que todo es peor… o victimizar a Juana
que, en definitiva, es victimizar a la víctima, que también se tuvo que prostituir
para darle de comer a sus hijos…
Claro, judicializar a la víctima… por eso fuimos a las autoridades nacionales a ver
quién se podía hacer cargo de esto y queríamos darles la noticia a ustedes sobre de
qué manera se había solucionado esto, pero lamentablemente no es posible.
Ojalá que se pueda hacer algo porque es una bomba de tiempo, esa niñez es una
niñez hipotecada si una nena necesita prostituirse para vivir.
Hacen falta escuelas, programas de trabajo para los padres de esas menores (Idem).

Así, tal como señalábamos al inicio de este capítulo, en las representaciones de la


prostitución configuradas en estos informes se produce la reducción del conflicto a un caso
del que entonces se establecen claramente el escenario y los actores. Sin embargo, hay un tipo
de actor –que implica por supuesto, otros escenarios y otra complejidad de los conflictos-
cuya representación está ausente o fuera de foco. Las propias formas de configuración
mediática de la prostitución no dan lugar a su inclusión.

Las “nenas buenas” tampoco se quejan

Habíamos listado una serie de variantes en el universo representacional de estos


informes: víctimas, mujeres disruptivas, niñas, abuelas, travestis, extranjeras, chicas VIP,

107
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-130053-2009-08-16.html
108
El nivel de estigmatización de esta frase no requiere análisis pero sí, al menos, un señalamiento de la
contradicción ideológica.

115
legales, clandestinas, esclavizadas, las que sufren y las que la pasan bien. Aquellas que no
forman parte del universo son las mujeres organizadas políticamente.
Tal como hemos observado, en los diecinueve informes relevados en esta
investigación la referencia a la organización y acción política de las personas en prostitución
está prácticamente ausente. Aún cuando podríamos asumir que esta dimensión no tendría por
qué ser explorada en los informes construidos bajo una modalidad narrativa color, sí
resultaría fundamental en aquellos que dicen ocuparse de la prostitución como un problema
social y que postulan la necesidad de una transformación en la realidad de las personas en
prostitución.
Tal como desarrollamos en el primer capítulo, las mujeres en prostitución109 llevan
más de una década organizadas y en lucha por sus derechos civiles y sociales. Sin embargo,
esto no forma parte del universo de los informes relevados. Como hemos dicho, el período
seleccionado para el análisis no es azaroso; se corresponde con la coyuntura particular en la
industria infocomunicacional que desarrolláramos en el segundo capítulo y también coincide
con un momento de creciente criminalización de la protesta social en el contexto de
recomposición institucional posterior a la crisis de 2001. En ese marco se produce, en 2004, la
reforma al Código de Convivencia Urbana, en la que uno de los aspectos modificados es,
precisamente, el artículo relativo a la oferta de sexo en la vía pública. Las organizaciones de
mujeres en situación de prostitución y trabajadoras sexuales tuvieron una participación activa
en las luchas en contra de esta reforma. Sin embargo, esto no tiene un correlato en las formas
de representación de la prostitución en los programas televisivos aquí analizados110.

109
Esto también es así para el caso de las personas trans y travestis, que tienen un proceso similar de
organización y lucha política. Ver Moreno, Aluminé (2008): “La invisibilidad como injusticia. Estrategias del
movimiento de la diversidad sexual” en Pecheny, Figari y Jones (coords) Todo sexo es político, Buenos Aires,
libros del Zorzal, entre otros.
110
Sí pueden encontrarse referencias en la prensa grafica durante el período de tratamiento de la reforma del
código y en particular en relación con los incidentes en la Legislatura en el momento de la sanción de la
modificación. También hemos relevado otro tipo de programas periodísticos en el período 2000-2005 (Otro
Tema, A Dos voces, Huella Digital, Informe Central, entre otros) y la escasa presencia de las organizaciones -21
apariciones en cinco años- se concentra entre enero y octubre de 2004, es decir, en la misma coyuntura. Si bien
es claro entonces que las y los miembros de las organizaciones encuentran en algunas ocasiones espacio en los
medios televisivos frente a acontecimientos puntuales, incluso en esos casos la tendencia en los modos de
construcción de la problemática no se modifica y las voces de las organizaciones son convocadas en la
especificidad de la coyuntura sin incorporar la condición de sujetos y actores políticos ni los posicionamientos y
demandas de los colectivos que exceden la inmediatez del debate de momento. A su vez, esta tematización
coyuntural de la oferta y demanda de sexo podría justificarse en el caso de los programas periodísticos y
políticos de actualidad a partir de criterios de noticiabilidad periodísticos (Martini, 2000); sin embargo,
precisamente los programas periodísticos de investigación no construyen presuntamente su agenda en función
del “acontecimiento” sino de los hechos sociales y sus tiempos no son los ajustados de la crónica de actualidad
sino los tiempos largos del periodismo de investigación.

116
Aún así, encontramos dos informes en los que la palabra de las activistas es convocada
a dar testimonio.
Por un lado, en el programa Punto Doc sobre prostitución en la tercera edad, Elena
Reynaga –Secretaria General de AMMAR Nacional (CTA)-, es entrevistada en relación con
el tema y sus apreciaciones son intercaladas entre las imágenes del informe. En ningún caso
se escucha la pregunta del entrevistador ni tampoco se muestra una secuencia interrogativa -
varias preguntas seguidas de sus respuestas- sino sólo frases sueltas ancladas en algunos casos
por comentarios enunciados por la voz en off, como por ejemplo

ER: Te hace sentir muy humillada tener que estar trabajando ya a esa edad cuando
tendrías que estar descansando o haciendo tus cosas, ¿no?

[voz en off] Para Reynaga el fenómeno de la prostitución es producto de la


desesperación.

ER: Se sufre cuando uno empieza a los 20 también, pero creo que más se sufre a
los 60 o de los 50 para arriba, es muy lastimoso pararse en una esquina pero yo
creo que es más lastimoso a esa edad.

[voz en off] Elena Reynaga es miembro activo de AMMAR, el colectivo que nuclea
a trabajadoras de la calle. Cuando salen a la calle, las prostitutas mayores sólo
piensan en una cosa, llevar algo de dinero a sus casas.

ER: Tienen nietos que darles de comer, ¿me entendés?, a los hijos los ayudan
porque vivimos en una crisis muy fuerte (Punto Doc, 25 de diciembre de 2005).

Dos cuestiones a señalar. En primer lugar, la continuidad del mecanismo


comprobatorio. Los informes de estos programas son propuestos como investigaciones
periodísticas, esto implica que a partir de un conjunto de datos significativos surgidos del
proceso de investigación, se presentan conclusiones interpretativas sobre los mismos. Sin
embargo, tanto en los ejemplos anteriores como en este que presentamos ahora, lo que se
observa es que los testimonios de los entrevistados son utilizados como argumentos de la tesis
que se quiere sostener. Y sólo se presentarán aquellos enunciados que confluyan a este
objetivo.
Así, la voz de Elena Reynaga es puesta en escena por ser una fuente autorizada para
expresarse en referencia al problema del informe, pero sólo se le habilita decir aquello que
confirma y/o sustenta la tesis propuesta por el programa. Incluso, su propia autoridad como
fuente es construida a partir del videograph y de la voz en off que aclaran de quién se trata,
porque en ningún momento a la voz de Elena Reynaga se la hace referir ni a la organización,
ni a sus demandas.

117
La especificidad de la palabra de la Secretaria General de la organización de
trabajadoras sexuales más importante del país se pierde en la selección de enunciados que ya
estaban dichos por el propio informe, es usada sólo para configurar un doble efecto de verdad:
ya no es la experiencia de una persona en prostitución la que se pone en escena sino la
experiencia de una persona en prostitución autorizada. Sin embargo, precisamente lo que el
propio informe construye como distintivo de la experiencia (y la palabra) de Elena Reynaga
es aquello que esa voz no enuncia en el informe: la organización y acción políticas.
Tal vez esto mismo haga comprensible la segunda cuestión a señalar: una serie de
borramientos de estas dos dimensiones. La voz en off presenta a Reynaga como “miembro
activo de AMMAR, el colectivo que nuclea a trabajadoras de la calle”. Elena Reynaga no es
“sólo” un miembro activo, es Secretaria General de la organización. AMMAR no es un
“colectivo que nuclea a trabajadoras de la calle”, es una organización de trabajadoras
sexuales. Como hemos desarrollado en el primer capítulo, el proceso de organización de estas
mujeres así como los debates por la forma de autodefinición política son complejos, tienen
una historia y una especificidad que se borra de un plumazo cuando se los presenta de un
modo tan desinteresado. Porque lo que se está intentando mostrar no es aquello que la
experiencia de la organización en la voz de Reynaga pudiera aportar de modo diferencial a la
construcción de este problema: lo que se intenta mostrar es, nuevamente, la veracidad de la
empresa periodística. ¿Ves?

[voz en off] Cuando salen a la calle, las prostitutas mayores sólo piensan en una
cosa, llevar algo de dinero a sus casas.

ER: Tienen nietos que darles de comer, ¿me entendés?, a los hijos los ayudan
porque vivimos en una crisis muy fuerte.

La violencia simbólica ejercida por los informes es elocuente en este caso. A Elena
Reynaga, cuyo lema más recurrente para simbolizar el proceso de definición de una identidad
política en disputa con los sentidos sociales que estigmatizan a un conjunto de sujetos sociales
es: "No soy puta, ni jinetera, ni meretriz, ni ramera sino una mujer trabajadora sexual", se la
hace hablar sobre las prostitutas.
Insistimos, ni las formas de autodefinición política, ni el proceso de organización ni
las demandas específicas de los colectivos, se encuentran representados en los informes
analizados. Y esto vale, no sólo para los informes en los que –como estos- se observa al
menos una presencia “visual” de las organizaciones, sino en el conjunto del corpus analizado.
Las construcciones casuísticas y la insistencia interrogativa en torno de las prácticas sexuales,

118
desplazan las posibles preguntas por la relación de esos sujetos con las organizaciones –si las
conocen o no, si están nucleadas en ellas o no y ¿por qué?-, o de las organizaciones con la
prostitución como problema. La multiplicidad de formas de presentación de narrativas sobre
la prostitución –zonas rojas en Buenos Aires; prostitución en la tercera edad; prostitución por
un peso; prostitución infantil en Misiones; las cautivas: explotación sexual en Córdoba; la
mujer de la ventana; entre muchas otras- excluye la tematización y análisis de la organización
y acción política de las personas en prostitución.

El otro informe en el que las dirigentes de organizaciones son convocadas a prestar


testimonio es el del programa Blog, que analizáramos al inicio de este capítulo. Si bien
mencionamos anteriormente la secuencia en la que las organizaciones aparecían en este
informe, nos quedó por analizar las particularidades de su representación. Recordemos que
este informe se proponía dar a conocer los dos proyectos de regulación de la oferta de sexo
propuestos en la Legislatura porteña en aquel momento y en particular la opinión de las
trabajadoras del sexo sobre los mismos. Ya vimos que la estructura del informe no responde a
este propósito sino que construye, en el marco de lo que hemos llamado modalidad narrativa
color, un paisaje del comercio sexual de calle en algunas zonas de la Ciudad de Buenos Aires.
La secuencia final del informe es la siguiente:

[voz en off] Como final de nuestro recorrido, organizamos en el Rosedal un


encuentro muy particular. Por un lado Sonia, Ángela y Marcela, representando a
travestis y prostitutas, por el otro, el legislador Diego Santilli.

- [Diego Santilli]: Hola…


- Hola, Sonia Sanchez de AMMAR Capital.
- Encantada, Marcela [es Marcela Romero de ATTA111, no lo dice ella ni lo
reponen desde el informe]
- Hola, Angela.
- [Tognetti]: la doctora es abogada.
- [Tognetti le pregunta al legislador] ¿es un problema para los vecinos de la ciudad
de Buenos Aires la oferta de sexo en la vía pública o es sólo un escándalo
mediático en algunas zonas?

- DS: La prostitución es una realidad, no se puede estar ni a favor ni en contra,


entonces, lo peor que se puede hacer es buscar normas que prohíban porque eso
lleva a mayor corrupción, lleva a expulsar y no a tratar de solucionar el tema. Lo
que nosotros tenemos que buscar es una norma de convivencia entre los vecinos.

- SS: Lo que queremos nosotras las mujeres en situación de prostitución es atacar el


hambre y la desocupación, nosotras nos consideramos desocupadas, madres de

111
Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros Argentinas.

119
familia, y hoy hay muchas que se están infectando de SIDA porque no se puede
negociar con el hambre…

- A: hay una cosa que hay que tener en cuenta y que es muy importante, la
situación de las mujeres y de las personas trans no es la misma, la persona trans no
tiene documentación que la identifique como tampoco no puede hacer
absolutamente nada…

-MR: no tenemos una expectativa de vida.

- DS: Yo lo que digo es, mi compromiso es no legislar a espaldas, escuchar, tratar


de buscar un consenso y una postura en el medio. Un debate que sea razonable para
todos los que vivimos en la Ciudad de Buenos Aires. Ese es mi compromiso.

- SS: Quiero darle la mano porque eso es un compromiso (Blog, 4 de diciembre de


2006).

Algunas de las cuestiones ya señaladas para el otro fragmento analizado se reproducen


también en esta secuencia. Por ejemplo, los borramientos: las activistas son presentadas con
sus nombres de pila sin referir siquiera a las organizaciones que representan112; en el caso
específico de Sonia Sánchez (en ese momento dirigente de AMMAR Capital Asociación) se
la menciona como representante de prostitutas en otra muestra de desinterés en relación con
las formas de autorrepresentación de los colectivos. La Asociación, en ese momento presidida
por Sánchez, representa a mujeres en situación de prostitución. Y no nos detenemos en estas
formas de nominación en un gesto de exigencia purista, ni siquiera como observación técnica
sobre ciertas reglas mínimas de la comunicación periodística, sino porque las formas de
autodefinirse de los actores políticos expresan posicionamientos y demandas específicas;
hemos mostrado en el primer capítulo las diferencias entre autodefinirse como trabajadora
sexual o mujer en situación de prostitución. En cualquier caso, denominarlas prostitutas
directamente borra la condición de actores políticos o colectivos de estas mujeres.
Hay otra especificidad en esta secuencia. El encuentro se presenta como “particular”;
sin embargo, esa particularidad no está argumentada. Si pensamos en las formas de
nominación recién analizadas, cabría suponer que la particularidad del encuentro reside en
que el programa logra reunir legisladores con “prostitutas”, en un nuevo acto de mediación. El
programa habilita un “canal de comunicación” para que las activistas expresen –en treinta
segundos, sin repetir y sin soplar- sus demandas al representante del pueblo. Sin embargo, las
activistas que asisten al encuentro con el legislador tienen una larga historia de contactos
como estos. De hecho, parte de su lucha se ha fundado en la construcción de organizaciones e

112
El conductor sí aclara que Ángela –la doctora- es abogada.

120
identidades políticas necesarias para constituirse en interlocutores legítimos del Estado y sus
representantes.
Es el propio informe el que no las habilita como interlocutoras legítimas. No se las
convoca para “opinar sobre los proyectos” -tal y como se había sostenido- sino para poner en
escena el carácter mediador del programa. Lo que esta secuencia contribuye a configurar es el
verosímil de la propuesta, es la magia de la televisión.
Los aspectos enfatizados por las mujeres convocadas al encuentro configuran un
paisaje muy diferente del construido por el informe del programa Blog; inscribir a la
prostitución en relación a la desocupación como problema social o la identidad de género con
demandas de ciudadanía dista significativamente de la presentación encadenada de
experiencias individuales. Incluso esta misma secuencia es iniciada por una pregunta del
conductor que inscribe la oferta y demanda de sexo en relación con el uso del espacio público
y la convivencia urbana –tal y como lo hace la propia normativa de la ciudad-, lo cual genera
un marco de significación que habilita que la respuesta del legislador a las interpelaciones de
las activistas se reconduzca hacia el debate democrático y la búsqueda de consensos de
convivencia.
En este sentido, es necesario pensar que la exposición mediática de las personas que se
autorrepresentan como trabajadoras sexuales o mujeres en situación de prostitución –y
consecuentemente de sus respectivas demandas- introduce en escena un elemento disruptivo
para la individualización/esencialización propias de la casuística: la condición de sujetos de
derecho, antes que de víctimas o criminales/inmorales. La puesta en escena de la voz de las
organizaciones o de las mujeres nucleadas en ellas implica no sólo reinstalar lo colectivo
como condición de la acción política sino, especialmente, inscribir el problema de la
prostitución en el contexto de las demandas de ciudadanía.

121
REFLEXIONES FINALES

“En consecuencia, hemos de decir que el trabajo de


‘reproducción ideológica’ que realizan [los medios] es
por definición un trabajo en el que se manifestarán
constantemente las tendencias contraactuantes -el
‘equilibrio inestable’ de Gramsci. Por tanto, sólo
podemos hablar de la tendencia de los medios de
comunicación -pero una tendencia sistemática no un
rasgo incidental-, que reproduce el campo ideológico de
una sociedad de un modo tal que reproduce, también, su
estructura de dominación” (Hall, 1981: 28).

El recorrido realizado en esta tesis tuvo como objetivo reflexionar en torno a los
modos de representación de la prostitución y de las personas en prostitución en un conjunto de
discursos televisivos contemporáneos: los producidos en los programas periodísticos de
investigación. Por un lado, analizamos no sólo las especificidades de las formas de
representación mediáticas sino sus articulaciones, continuidades y rupturas con tres campos
de clasificación extratelevisivos: el jurídico, el moral-religioso y el biomédico. Por otro lado,
problematizamos de qué modo aparece tematizada, si es que así ocurre, la dimensión de la
organización y acción política de las personas en prostitución objeto de nuestro trabajo
anterior (Justo von Lurzer, 2004).
Así, en el primer capítulo profundizamos en las formas clasificatorias producidas en
los tres campos que históricamente hegemonizaron los modos de configuración de la
prostitución con el objetivo de identificar algunos sentidos clave que perduran en las formas
clasificatorias contemporáneas, entre ellas, en las representaciones mediáticas aquí analizadas.
Tal como mencionáramos a lo largo de este trabajo, las particularidades que adquiere la
prostitución en su proceso de mediatización sólo pueden ser comprendidas en el marco de la
articulación conflictiva entre diversas formas de clasificación y emplazamiento social de
sujetos y prácticas.
Pudimos sintetizar los diferentes sentidos que informan las clasificaciones de la
prostitución y de las personas en prostitución a partir de tres operaciones discursivas
centrales: la criminalización, la moralización y la patologización. A partir de ellas se han ido
configurando las fronteras que delimitan el espacio social en el que las personas en
prostitución son emplazadas. Si bien, tal como hemos sostenido también a lo largo de esta
tesis, estas fronteras son por supuesto histórica y culturalmente configuradas -lo cual implica
ciertos corrimientos en diferentes coyunturas sociales- consideramos que las tres operaciones

122
antes mencionadas pueden pensarse aún hoy como los pilares sobre los que se edifican las
representaciones sociales de la prostitución.
Esto nos ha permitido observar ciertas especificidades del trabajo ideológico (Hall,
1981) realizado por los medios masivos de comunicación; en particular, la relación entre las
representaciones mediáticas y los campos de significados a partir de los que éstas son
configuradas. Si bien es claro que los sentidos atribuidos a la prostitución y analizados en el
primer capítulo no son los únicos posibles (y esto queda planteado, por ejemplo, en la disputa
llevada adelante por las organizaciones de personas en prostitución); lo importante es que son
sentidos que han llegado a ser universalizados y naturalizados hasta el punto de ser aquellos
seleccionados por los codificadores para representar la problemática. Lo que nos interesa
señalar, entonces, es que aquellas operaciones que desarrollamos a lo largo de este trabajo nos
permiten pensar al campo mediático como un campo estructurado en dominancia cuya
característica es precisamente

“el modo en que operan sus límites para dominar ciertos tipos de interpretación
‘internas’ y ‘externas’ y efectuar sus sistemáticas inclusiones (por ejemplo,
aquellas ‘definiciones de la situación’ que regularmente, por necesidad y
legítimamente, ‘tienen acceso’ a la estructuración de cualquier tema controvertido)
y exclusiones (por ejemplo, aquellos grupos, interpretaciones, posiciones y
aspectos de la realidad del sistema que regularmente ‘no son admitidos’ por
‘extremistas’, ‘irracionales’, ‘sin significado’, ‘utópicos’, ‘imprácticos’, etc.) (Hall,
1981: 26).

Dado que una de las exclusiones analizadas en este trabajo es aquella vinculada a la
organización política de las personas en prostitución, en el primer capítulo nos detuvimos
también en otras formas de clasificación surgidas de dos organizaciones de personas en
prostitución. Sintetizamos las especificidades de los modos de autorrepresentación de las
mujeres en situación de prostitución y de las trabajadoras sexuales, y planteamos algunas de
las dificultades a las que se enfrentan los sujetos subalternizados a la hora de construir una
identidad política para llevar adelante sus demandas. Sostuvimos que la lucha por la
construcción de estas identidades y espacios de acción política es desigual, ya que no puede
ser pensada por fuera de las determinaciones –en términos de potencialidades y limitaciones-
que subalternizan a esos mismos sujetos, quienes se ven obligados a producir sus prácticas y
discursos desde una matriz en la que su posición subalterna es clave para su definición.
Así, si en esta tesis hemos inscripto el problema de las representaciones sociales -y en
particular de aquellas mediatizadas- en el marco de la configuración de lo público, es
precisamente porque lo que interesa a nuestro planteo es la tensión entre el modo en que
ciertos sujetos subalternizados son visibilizados públicamente y sus propios mecanismos de

123
autorrepresentación. Si en el primer capítulo desarrollamos la matriz de sentido que hace
inteligibles las representaciones sociales sobre prostitución y que también define el espacio en
el que se diputan -y los sentidos con los que disputan- los modos de autorrepresentación
política de las personas en prostitución; en el segundo y tercer capítulos nos adentramos en las
formas específicas en las que esta matriz es puesta en juego en las representaciones
mediáticas.
Uno de los aspectos que se reveló fundamental fue el lugar ocupado por las narrativas
autobiográficas. Nos ocupamos de problematizar el valor testimonial de las entrevistas a partir
de las que se estructuran los informes de los programas de investigación. Allí mostramos
cómo estas narrativas del yo resultan clave en la construcción de un cierto estatuto de verdad
de lo visto y oído. Nos interesaron entonces dos de sus implicancias: la especificación y
clasificación de sujetos (aquel que presta su palabra debe responder de un modo u otro a la
interpelación por la que es convocado a testimoniar); y la des-socialización y despolitización
de las problemáticas, en tanto la remisión a trayectorias individuales desplaza los argumentos
explicativos y obtura la referencia a variables estructurales.
La conjunción de ambos aspectos nos llevó a analizar el tratamiento casuístico de las
problemáticas sociales que deriva en lo que hemos denominado individualización de lo social
o des-socialización de la experiencia subjetiva. Y a partir de ello hemos mostrado que dicho
tratamiento casuístico y las narrativas biográficas que le dan cuerpo tienen un efecto
modelizador y normalizador de conductas sociales. Esto quedó en evidencia a través de los
ejemplos analizados en el tercer capítulo, a partir de la reflexión sobre los modos de
caracterización de los sujetos y sus prácticas. Allí pudimos observar nuevamente que las
específicas formas de atribución de cualidades aquí analizadas sólo pueden comprenderse en
relación con los sentidos producidos desde los campos extratelevisivos ya mencionados.
Precisamente, lo que desarrollamos en el tercer capítulo es un cambio de modalidad en
las representaciones: mientras que en los discursos extratelevisivos aparece claramente el
componente estigmatizante a partir de lo que identificamos como operaciones de
criminalización, moralización y/o patologización, en los discursos televisivos que conforman
nuestro corpus se observa un corrimiento; el aspecto explícitamente peyorativo de la
estigmatización es reemplazado por un tono más empático con la problemática y con el sujeto
que la encarna pero la estigmatización como marcación, como construcción de una alteridad,
persiste. Nos detuvimos entonces en las formas de construcción de esa alteridad, las fronteras
y atributos que distinguen sujetos y prácticas.

124
Si habíamos dicho ya que las narrativas biográficas configuraban para estos programas
un estatuto de verdad casi incontestable en virtud del valor de la experiencia subjetiva,
exploramos entonces en las formas en las que esta experiencia es producida en esos informes
para desnaturalizar precisamente este efecto de realidad. Para ello, mostramos cómo la
presentación de los testimonios que parecen responder (afirmativamente) a cierta
interpelación, borra la operación de clasificación y se presenta como una operación de
autodesignación en la cual el papel de la televisión es simplemente la de canal de difusión de
una verdad objetivada (o, como dijimos, subjetivada). Así, por ejemplo, adquiere un
particular relieve la estructuración de los programas a partir de lo que denominamos una
lógica de comprobaciones. Si estos programas se proponen como realistas y si el pacto de
referencialidad está centrado en la objetividad del registro de cámara y en la experiencia de
los sujetos entrevistados, la operación interna que sostiene este pacto es la edición
comprobatoria de imágenes y relatos. De este modo, no son las imágenes registradas por las
cámaras –ocultas o abiertas- ni los testimonios recogidos para los informes las que aportan el
realismo. Es el modo en que se editan lo que produce un cierto efecto de real y un sentido
específico a esas imágenes y a esos testimonios. En tanto el efecto general esté logrado, el
piso de realidad desde el que se enuncia permite que algunos de los enunciados ya no
requieran siquiera una imagen o un testimonio que los sustente.
Observamos cómo el estatuto de verdad de estos programas se sustenta no en la
experiencia visibilizada sino en la narración configurada a partir de ella, y en particular que
los sentidos producidos en esa narración sólo son posibles a partir de la estructura de
comprobaciones interna a los programas. Esto nos devuelve a la pregunta por aquello que
estos programas están representando; los temas funcionan, en definitiva, como excusas que
habilitan la presentación de ciertos sujetos que no son convocados a hablar del “tema” sino a
hablar de sí. Lo que se está representando, entonces, es una práctica sexual encarnada; en
términos más generales, un cierto ordenamiento sexual de lo social.
Habíamos mencionado que interesaban a este trabajo las especificidades de los modos
de clasificación social que se juegan en las representaciones mediáticas. En el marco de este
ordenamiento sexual, uno de los aspectos mostrados en el tercer capítulo fue la frontera que
se establece entre categorías de mujeres y entre prácticas sexuales. Para ello, nos detuvimos
en particular en dos posiciones que se revelaron como paradigmáticas en los informes
analizados: la víctima, que padece haber cruzado la frontera y la disruptiva, que cuenta con
un saber-hacer que la valoriza de modo diferencial.

125
La importancia del análisis de las inclusiones y exclusiones producidas en el proceso
de codificación mediática es precisamente la de mostrar que, de las posiciones posibles de ser
representadas en relación con la prostitución, sólo se ponen en escena las dos mencionadas.
Así, quedan excluidas del universo representacional por ejemplo aquellas
autorrepresentaciones que reinscriben la prostitución en relación con variables estructurales;
aquellas variables que la presentación casuística permite poner fuera de foco.
Las ausencias o los sesgos en relación con las formas de autorrepresentación política
de las personas en prostitución son fundamentales en tanto los modos de autodefinirse de los
actores políticos expresan posicionamientos y demandas específicas. La prácticamente
invariable representación de las mujeres en prostitución como víctimas o como mujeres
disruptivas borra tanto su condición de actores políticos o colectivos como las demandas que
llevan adelante como tales.
La tensión entre las formas de visibilización mediática de ciertos sujetos
subalternizados y las formas de autorepresentación de estos sujetos queda expuesta en la
propuesta de los programas de investigación periodística. Por un lado, porque si estos
programas toman efectivamente a su cargo actores, conflictos y escenarios no representados o
reprimidos, lo que se produce en su mediatización es el desvío del conflicto social hacia el
conflicto narrativo interno a la propia estructura del programa. Esto implica, también, la
representación de la dimensión política como vinculada a la gestión institucional del
ordenamiento social o a la resolución institucional de conflictos de intereses, antes que
vinculada a las demandas y luchas colectivas en el marco de relaciones sociales de poder que
subalternizan a ciertos sujetos sociales.
Por otro lado, reponer la tensión entre las formas de visibilización y los modos de
autorrepresentación implica cuestionar la posibilidad de pensar estos formatos televisivos
como respuesta positiva a las demandas de reconocimiento de los sujetos subalternizados. En
tanto las representaciones mediáticas producidas en estos programas no aportan a la
comprensión de las estructuras sociales que conminan a ciertos sujetos a llevar adelante estas
luchas para garantizar el acceso a ciertos derechos, cabe por lo menos sentar una duda
respecto de los efectos democratizadores de estas inclusiones simbólicas. La relación de las
industrias culturales con los “temas” de los grupos sexuales subalternizados (deberíamos
decir, incluso, la relación de las industrias culturales con los grupos sexuales subalternizados
como “tema”) es clave en un contexto de incesante disputa por definiciones en materia de
políticas y derechos sexuales y constituye un buen ejemplo de las paradojas del
reconocimiento.

126
La proliferación de la diversidad sexual así como la tematización de ciertas
problemáticas sexuales en los medios masivos puede ser considerada como la conquista de un
espacio tanto como la conformación de un nicho de mercado para las industrias culturales y
sus industrias conexas (entretenimiento, moda, turismo, etc.).
En este sentido, no coincidimos con las perspectivas que sostienen que “si un grupo no
existe en público, es efectivamente invisible a los ojos del Estado y de los ciudadanos
decentes, y aparentemente no tendrían derechos ni necesidades” (Hubbard, 2001: 62). Por el
contrario, consideramos que estos grupos existen de un modo que los confina al ocultamiento.
Cabría pensar, incluso, que los grupos cuya visibilidad es estigmatizada son hiperobservados
tanto por el Estado como por la sociedad civil. Son los modos en que son visibilizados
públicamente y no su invisibilización, lo que hace compleja la construcción de modos de
visibilización alternativos.
En este sentido se vuelve necesario no perder de vista el modo en que se articulan (o
no) las políticas de reconocimiento con los mecanismos de visibilización mediáticos. Si en los
últimos años ciertos sujetos subalternizados han ingresado a la escena mediática, esto se ha
producido –por ejemplo en relación a la prostitución- desde matrices de significación que
reproducen algunos aspectos clave de los marcos de inteligibilidad hegemónicos, por caso, la
omisión de la organización y acción políticas como espacios habitables para ciertos sujetos
sociales.
Por último, queremos destacar una cuestión que nos proponemos continuar indagando.
Esto es, reflexionar sobre el espacio mediático como un lugar de educación moral; como un
espacio de construcción, reproducción y articulación de sentidos sobre las relaciones
sociosexuales y de género así como un espacio de normativización y normalización sexual.
Por ello, hemos intentado mostrar que los sentidos producidos en el marco de las industrias
culturales contribuyen a configurar el escenario de valoración social de las prácticas sexuales
en un espacio y tiempo determinados.
Analizar los sentidos que dominan la construcción de una problemática, las variables a
través de las que se la explica, las voces que se convocan, permite observar aquellas otras
prácticas y significaciones (las efectivas y las potenciales) que quedan fuera de foco así como
los espacios de resistencia que podrían construirse a partir de algunos desplazamientos de
sentido. Las representaciones mediáticas pueden pensarse como un escenario particular en
que los mecanismos clasificatorios son retomados, confirmados, contestados, articulados de
modos diversos en función de intereses específicos y de espacio y tiempos particulares. Es por
ello que planteamos la importancia de problematizar qué es lo que se pone a consideración

127
pública cuando se representa mediáticamente la prostitución. Tal como hemos intentado
mostrar, estas representaciones ponen en escena sentidos que exceden la presentación de la
propia problemática y se orientan hacia las relaciones de género, las conceptualizaciones
sobre el cuerpo, el placer, los vínculos afectivos y sexuales, entre otros aspectos de las
relaciones sociosexuales.
Nos interesa entonces, continuar reflexionando acerca de los modos específicos de
visibilización de ciertos aspectos de la vida social. Pensar la sexualidad como parte de la
configuración del mundo común (Arendt, 2005) implica, desde esta perspectiva, desplazarla
del lugar que ocupa en lo privado/íntimo/individual para reinscribirla en lo
público/político/común como un terreno de disputa abierto a reconfiguraciones.

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DETALLE DEL CORPUS ANALIZADO (2000-2005)

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BLOG Conductores: Daniel Tognetti y Mauro Federico
Canal: Azul
Productora:Endemol

04/12/2006 Prostitución en Buenos Aires


LA LIGA Conductores: María Julia Oliván, Daniel Malnati,
Diego Alonso
Canal: Telefé
Productora: Cuatro Cabezas

09/05/2005 Informe sobre prostitución en Buenos Aires


18/09/2005 Prostitución en ciudad del Este
CODIGO PENAL/ Conductores: Rolando Graña, Facundo Pastor y
CODIGO Martín Ciccioli
Canal: América
Productora: Endemol

02/06/2005 Los Ángeles porno


12/07/2005 Rita la salvaje, nene travesti
19/07/ 2005 Prostitución legal en Chacabuco
26/07/ 2005 La mujer de la ventana
PUNTO DOC - PUNTO Conductores: Daniel Tognetti, Myriam Lewin,
DOC/2 Lorena Maciel, Rolando Graña, María Julia Oliván
Canal: Azul/ América
Productora: Cuatro Cabezas

06/01/2000 Carnavales: prostitución en Brasil


30/04/2000 Merco sexo: prostitutas brasileras en Argentina
28/05/2000 Prostitución infantil en La Plata
10/05/2001 Sexo por un peso: Prostitución en Constitución
06/09/2001 Prostitución infantil
08/11/2002 Prostíbulos en San Miguel
25/12/2002 Prostitución en la tercera edad
21/04/2004 Prostitución infantil en Misiones
28/04/2004 Prostitución infantil en Misiones II
16/06/2004 Las cautivas: Prostitución en Córdoba
23/06/2004 Las cautivas: Prostitución en Córdoba II
08/09/2004 Zona roja Once

Para la conformación final de este corpus fueron relevadas las emisiones de cada uno de los
programas en el período 2000-2005 y se seleccionaron aquellas en las que se hubieran puesto
al aire informes relativos a la prostitución.

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