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Técnicas de grabado

Conjunto de procesos de duplicación, creación y reproducción de imágenes. Dentro del grabado existen
dos categorías básicas: los realizados de forma fotomecánica, como las ilustraciones de periódicos y revistas
o las reproducciones de obras de arte originales (como los cuadros de los maestros antiguos) que se realizan
con fines comerciales, y los creados a mano para reproducción limitada por medio de técnicas que requieren
una determinada capacidad artística y de materiales especiales.

Procedimientos de grabado
El artista gráfico puede utilizar cualquiera de los diversos métodos de grabado manual: en relieve, en
hueco, planográfico, monotipia o estarcido.

Grabado en relieve
El artista talla la imagen en un bloque o taco de madera, ya sea a fibra o a contrafibra.

Grabado a fibra
Es el método más antiguo de grabado. Durante siglos, la técnica básica del grabado en relieve ha
consistido en vaciar ciertas zonas de la superficie de un taco de madera para crear una superficie de grabado
con la forma de la representación deseada. Tradicionalmente se utilizan más las maderas de frutales, como el
cerezo o el peral, que las de arce o roble, demasiado duras para ser talladas. En el siglo XX los artistas han
preferido maderas más blandas, como el pino. Primero se alisa la superficie y después se endurece tratándola
con una laca, lo que la hace más resistente a la presión del tórculo y facilita el tallado de dibujos muy
marcados. El artista puede hacer su composición pintando o dibujando en la superficie; después, se vacía la
madera a ambos lados de las líneas marcadas, para que el contorno de la imagen sobresalga de la superficie
del taco. En esencia, es una imagen en relieve.
Con ayuda del rodillo se impregna el taco con una tinta con base de aceite. Se coloca una hoja de papel -
lo ideal es que sea de un tipo muy absorbente como el papel de arroz - sobre el taco, y ya puede entonces el
artista grabar la imagen a mano frotando la superficie con la paleta de una cuchara o con cualquier otro
instrumento bruñidor. También pueden pasarse por el tórculo el taco y el papel; la imagen quedará trasladada
al papel por la presión. El ejemplar impreso se retira levantando cuidadosamente una esquina del papel y
separándolo del taco. Cuando se trata de grabados a fibra en color, se utilizan tacos separados, uno para cada
color.

Grabado a contrafibra
Esta modalidad se utilizaba sobre todo para ilustrar revistas y libros. Es similar al grabado a fibra. Para
realizar un grabado a contrafibra, el artista emplea un buril (instrumento para tallar) con el que graba la
imagen directamente sobre un taco de madera cortada a la testa (o en sentido transversal). Se suele emplear
la madera de boj, aunque también son adecuadas las de cerezo y peral. La superficie de estas maderas es
dura por naturaleza, lo que permite al artista crear imágenes de gran detalle con líneas finas. Variando los
espacios entre las líneas grabadas el artista puede crear los sutiles efectos tonales que son propios de esta
técnica. Se aplica cuidadosamente sobre la superficie una tinta espesa, de manera que no penetre en las
líneas grabadas. Se sitúa sobre el taco una hoja de papel, delgada y suave, y se procede a la impresión, bien a
mano o haciendo pasar el taco y el papel por el tórculo.

Grabado en hueco
Es lo contrario del grabado en relieve; en lugar de sobresalir de la superficie, las líneas de la imagen están
incisas en una plancha de metal. Hay dos tipos básicos de grabado en hueco: se puede grabar el dibujo en la
plancha utilizando diversos instrumentos puntiagudos llamados agujas, bruñidores, raedores y graneadores, o
se puede rebajar en la plancha por la corrosión de los ácidos. Gracias a estos diferentes métodos el grabado
en hueco permite conseguir una amplia gama de efectos visuales.
Talla dulce
Esta técnica, en función de la colocación y grosor de las líneas, permite al artista conseguir imágenes de
gran detalle, densamente delineadas, o imágenes imprecisas y ligeras. Cuando la imagen está ya hendida en
la plancha (de metal o de madera), se aplica en toda la lámina una tinta suave con el rodillo, procurando que
la tinta penetre bien en todas las ranuras. A continuación se limpia con cuidado la superficie de la plancha
dejando únicamente la tinta de las grietas. Se coloca después la lámina en la platina del tórculo; encima de
ella el papel humedecido, y encima de éste unas capas de fieltro o almohadillas. Bajo la presión de los
rodillos del tórculo, el papel y las almohadillas sacan la tinta de las ranuras haciendo que la imagen quede
estampada en el papel.

Aguafuerte
Para hacer un grabado al aguafuerte, se recubre una plancha de metal con una sustancia protectora con
base de cera, resistente a los ácidos. El artista dibuja la imagen sobre la lámina con una punta metálica muy
afilada que va eliminando la capa de cera por donde va pasando. A continuación se sumerge la lámina en un
baño de ácido. La acción del ácido disuelve la zona de metal dibujada que se ha quedado sin protección; el
tiempo de inmersión de la lámina en el ácido determina la profundidad de la línea en el grabado al
aguafuerte.

Grabado al aguatinta
Los grabados al aguatinta surgen en el siglo XVIII, por el empeño de los artistas de recrear en los
grabados el efecto de las acuarelas y de los dibujos a la aguada. El aguatinta es un proceso de grabado en
hueco, similar al aguafuerte, que produce una estampa con un aspecto totalmente distinto. Se exponen a la
acción del ácido amplios segmentos de la lámina, creando zonas tonales más que líneas. Para crear un
grabado al aguatinta, se rocían con resina ciertas zonas de la lámina y se calienta ésta para que la resina
quede adherida. A continuación se sumerge la lámina en un ácido suave que disuelve la superficie en las
zonas que no están cubiertas por la resina. Si el artista quiere que, una vez terminado el grabado a la
aguatinta, algunas zonas queden más oscuras que otras, expondrá éstas a una acción más prolongada del
ácido que acabará picándolas y así retendrán mejor la tinta. El método de la aguatinta resulta difícil de
controlar y suele ser utilizado en combinación con las técnicas del aguafuerte y de la punta seca.

Punta seca
Esta técnica es similar a la del grabado al buril. El artista dibuja la imagen sobre una lámina de zinc o de
cobre, sin tratar, utilizando un instrumento que parece un lápiz, generalmente con punta de diamante. A
medida que se va haciendo la incisión se va produciendo un surco, levantando a ambos lados una especie de
suaves crestas de metal llamadas barbas. Estas barbas retienen mayor cantidad de tinta y dan al trazo de la
punta seca un aspecto rico y aterciopelado. Las barbas son delicadas y se desgastan con la continua presión
del tórculo por lo que no permiten más de 20 o 30 tiradas. Como en el proceso del aguatinta, la estampación
de la punta seca se hace entintando la lámina, limpiándola, colocando un papel humedecido sobre ella e
introduciéndola en el tórculo.

Media tinta
Otro tipo de estampación realizado por el método del grabado en hueco es la media tinta. Los
instrumentos necesarios son distintos tipos de raedores y el graneador de media tinta, un utensilio pesado con
un borde semicircular dentado, que al aplicarse con un movimiento de balanceo sobre la lámina de cobre
deja las marcas de los dientes en la superficie. El movimiento del graneador deja la superficie cubierta de
surcos bordeados de barbas, como en la técnica de la punta seca. Es un procedimiento largo y tedioso pues el
artista tiene que trabajar sobre toda la superficie, graneando primero en un sentido y después en ángulos
rectos en ese sentido, después diagonalmente en los dos sentidos y por último entre todas las diagonales. Si
en esta etapa del proceso se procediera al entintado y estampación de la lámina, la imagen resultante sería de
un color negro consistente aterciopelado. El artista debe crear la imagen raspando la superficie de la lámina,
reduciendo o en algunos casos eliminando por completo las marcas del graneador. Cuando la imagen está
terminada, se entinta la lámina y se estampa el grabado. Las gradaciones tonales desde las zonas del negro
consistente hasta las del blanco puro producen los fuertes contrastes por los que esta técnica es conocida.

Impresión planográfica-litografía
En la técnica de la impresión planográfica, la imagen se crea directamente sobre la superficie de una
piedra o de una lámina de metal, sin cortar ni hacer incisiones. El método más común es la litografía,
proceso basado en la incompatibilidad de la grasa y el agua. Se emplea una piedra caliza especial, que suele
proceder de Baviera, bastante pesada y cara. La caliza es sensible al agua, especialmente en las zonas de la
superficie que no han sido tratadas. También se suelen emplear láminas de zinc o de aluminio.
En primer lugar el artista hace el dibujo sobre la superficie recién pulimentada de la piedra con un lápiz
graso o con pluma o pincel empapados en una tinta grasa poco densa. A continuación se aplica a toda la
superficie de la piedra una mezcla de ácido nítrico y goma arábiga; esto aumenta su capacidad de retener la
humedad cuando se remoje la piedra; el agua es repelida por la grasa del dibujo pero es absorbida por la
superficie no dibujada. A continuación se pasa sobre la piedra un rodillo impregnado de tinta grasa que
quedará adherida a las zonas grasas dibujadas y será repelida por las zonas mojadas. La piedra, con un papel
encima, es colocada en la prensa que, por presión, traslada la imagen al papel.

Monotipia
La monotipia es una variedad de impresión única; sólo sale una buena reproducción de cada lámina. El
artista dibuja sobre cualquier superficie lisa, utilizando óleo, acuarela o tinta. Por lo general se emplea el
vidrio, pero también es válida una lámina de cobre pulido o la porcelana. Se puede crear la imagen
pintándola sencillamente sobre la superficie de la lámina o mediante un proceso de inversión, consistente en
cubrir la plancha con una fina capa de pigmentos e irlos eliminando con los dedos o con un pincel hasta
formar la imagen. A continuación se aplica el papel sobre la lámina y la imagen quedará transferida, bien
frotando el dorso del papel o utilizando una prensa de grabado al aguafuerte.

Estarcido
Si bien el proceso de estarcido se utilizaba ya en la antigua Roma, alcanzó el mayor grado de popularidad
en Estados Unidos durante la década de 1960, cuando muchos artistas utilizaban como medio de expresión
los colores puros y las imágenes de contornos marcados. Un estarcido es un recortable con zonas abiertas y
cerradas. La mejor forma de crearlo es recortando la imagen deseada en una hoja de papel duro; el dibujo
aparece como un espacio abierto con zonas sólidas alrededor. La plantilla así obtenida se sitúa sobre una
nueva hoja de papel y se aplica la pintura sobre toda la superficie. Las zonas de pintura que llegan a la hoja
inferior quedan limitadas a la forma de los huecos de la plantilla, creando así la imagen deseada.
Para realizar una serigrafía, o estampado sobre seda, se coloca bien tensada sobre un bastidor una pieza de
seda o de otro tejido poroso. Según el método más directo, el artista crea un diseño en el tejido con un agente
bloqueador como pueden ser una plantilla, cola o cola combinada con un disolvente. Debajo del tejido se
coloca un papel. Con ayuda de una rasqueta se arrastra la tinta sobre toda la superficie de la tela tensada;
cuando pasa por las zonas que no tienen agente bloqueador, la tinta atraviesa el tejido y se deposita en el
papel de debajo, creando el dibujo. También se utilizan técnicas fotográficas y papel de estarcido para
mimeógrafo.

Términos relacionados con las técnicas de grabado


Los términos siguientes los utilizan los grabadores, comerciantes y coleccionistas.

Tirada
Se denomina tirada al juego de estampas idénticas procedentes de la misma lámina, piedra, plantilla u otra
superficie. La secuencia de estampas es impresa por el propio artista o por el estampador bajo la supervisión
de aquél. Cada estampa de la tirada va numerada; por ejemplo 1/100 indica que es la primera de una tirada
de 100 y 100/100 que es la última. La numeración se hace directamente sobre el grabado, por lo general a
lápiz. Las pruebas adicionales, como las pruebas de estado, forman parte de la tirada. El término ‘prueba
buena’ u ‘original’ indica que se trata de una estampa producida de esta manera como parte de una tirada
limitada.

Pruebas de artista
Son las estampaciones de una tirada (ver más arriba) específicamente destinadas al uso del artista. Estas
estampaciones se hacen además de la tirada numerada y están inscritas a lápiz como ‘prueba de artista’.

Reacuñación
Se llama así a una posterior estampación de una lámina, piedra o plantilla originales. Las reacuñaciones
suelen ser póstumas o sin la autorización del artista.

Pruebas de estado
Una vez dibujada la imagen, el artista puede tirar varias estampas. Si luego hace algún cambio en la
imagen, las estampas anteriores al cambio se llaman de primer estado y las posteriores al cambio de segundo
estado. El artista puede seguir introduciendo cambios y el número de estados puede llegar a diez o más.

Catálogo razonado
Texto erudito de consulta en el que se documentan y describen todos los grabados conocidos realizados
por un artista en particular. En la información se suele incluir el título, los títulos alternativos, la fecha, la
técnica, el tamaño de la tirada, el formato de la imagen, el papel empleado y otros datos pertinentes. El
término se aplica también a catálogos similares de pintura, escultura, dibujo, acuarela u otras obras del
mismo artista o taller.

Historia de las técnicas de grabado


Las técnicas de grabado tienen su origen en China, a raíz de la invención del papel hacia el año 105. El
grabado en relieve prosperó en Europa en el siglo XV, cuando llegaron a este continente las técnicas de la
fabricación de papel procedentes de Oriente. Desde entonces el grabado en relieve se ha visto incrementado
con las técnicas antes descritas y se continúa practicando como una de las bellas artes.

Litografías y grabados a fibra en China


Las litografías son anteriores a cualquier forma de grabado a la fibra. Para que los alumnos chinos
pudieran estudiar sus libros sagrados, los textos clásicos y las correspondientes imágenes sagradas eran
cincelados en grandes losas planas de piedra. Una vez grabadas las líneas, se aplicaba un papel húmedo
sobre la superficie, de tal manera que el papel quedara introducido en las ranuras que formaban el diseño. A
continuación se aplicaba la tinta sobre todo el papel, pero no manchaba las zonas del mismo que estaban
metidas en las ranuras. Entonces se levantaba cuidadosamente el papel y la imagen que había sido tallada
aparecía en líneas blancas sobre un fondo negro. En esta técnica radica la verdadera esencia del grabado que
continuó desarrollándose con la difusión del budismo desde la India hasta China; una sola plantilla servía
para estampar en el papel las imágenes y el texto. Este método de combinar texto e imágenes se llama libro
xilográfico.
El grabado a fibra chino más antiguo que se conserva, con texto e imágenes combinadas, es un famoso
manuscrito budista, de unos 5 m de largo, del Sutra del Diamante (868, Museo Británico, Londres). Estas
primitivas estampas devocionales eran reproducciones de dibujos de artesanos anónimos, de muy distinta
calidad. La tosquedad de las imágenes indica que se reproducían pensando poco en su presentación artística,
pero tal como ocurriría en Europa en el siglo XV, estas obras tempranas del arte popular fueron muy
importantes para el desarrollo de la estampación.
Hacia final de la dinastía Ming, en la década de 1640, apareció un texto llamado Jardín grande como un
grano de mostaza. Se trataba en realidad de una enciclopedia de la pintura destinada a la formación e
inspiración de los artistas. Muchos de sus bellos e instructivos grabados a la fibra eran en color. Una
reimpresión del Manual de pintura llegó a Japón, y con ella la técnica básica del grabado a la fibra, después
desarrollada por los artistas japoneses.
Grabados japoneses
No se puede separar la historia de los grabados japoneses del desarrollo del arte en China y de la técnica
del grabado en relieve inventada en este país.

Grabados a la fibra primitivos de Japón. Ukiyo-e


El estilo del arte gráfico japonés surgido a mediados del siglo XVIII se conoce como Ukiyo-e, que
significa ‘imágenes del mundo flotante’. Las primeras estampas Ukiyo-e eran en blanco y negro. Estaban
creadas para el gran público y eran efímeras, semejantes a las tarjetas postales. Algunas se destinaban a la
decoración del hogar y otras marcaban las pautas de la moda y de la conducta del momento. Pronto se
introdujo la estampación en color con múltiples plantillas. Las formas planas y sólidas, los colores muy
empleados en el teatro, el diseño y la composición caracterizan el Ukiyo-e posterior, que se apoyó para su
florecimiento en el teatro popular japonés, kabuki, ya que entre los temas favoritos se encontraban los
retratos de los actores populares en papeles dramáticos. De la misma manera que las estampas teatrales
anunciaban famosas escenas del teatro, había estampas de bellas mujeres para anunciar el mundo de las
prostitutas. El artista más vinculado a este último periodo es Toshusai Sharaku. Sus grabados son
melodramáticos y ponen de relieve los rasgos faciales exagerados y los bellos trajes de los personajes.
Otro tema popular de Ukiyo-e eran las escenas de género. Harunobu se dedicó especialmente a la belleza
femenina, representando muchachas llenas de gracia y encanto poético. Quizá el artista más notable en la
representación de la figura femenina fue el imaginativo Utamaro que, con poéticos trazos y gran seguridad
en el dibujo, creó imágenes íntimas y eróticas con delicados detalles compositivos.

Grabados japoneses del siglo XIX


En el siglo XIX, las preferencias pasaron de los temas figurativos a los paisajes. Los maestros
indiscutibles en la representación de estos últimos fueron Hokusai e Hiroshige.
Hokusai solía firmar sus obras como ‘el loco por la pintura’. Representaba detalladamente los cambios de
estación, fascinado por todos los aspectos de la naturaleza; sus estudios de aves, cataratas, olas, insectos,
peces, árboles y montañas forman un famoso libro de dibujos, de 13 volúmenes, llamado Hokusai manga
(comenzado en 1814).
Hiroshige hacía hincapié en la calidad de la línea, consiguiendo también extraordinarios efectos de color
contra color. Sus sorprendentes estampas se caracterizan por una degradación que va de la coloración intensa
a una simple pizca de color, junto con un modelado muy estilizado. Destacan entre sus obras las series de
estampas sobre los viajeros en la carretera de Tokaido (1804) y las Sesenta y nueve estaciones de la
carretera de Kiso.
Hacia 1856 París descubrió los grabados de Hokusai, y pronto se dieron a conocer muchos más. El
entusiasmo que provocaron puso de moda todo lo japonés, tendencia que perduraría en París durante 40 años
y que ejercería una gran influencia sobre el arte moderno.

Grabados góticos
Los primeros grabados a la fibra que se realizaron en el mundo occidental datan del siglo XV,
coincidiendo con el establecimiento de molinos de papel en varias zonas de Alemania, Francia e Italia. Los
primeros dibujos, de estilo gótico, fueron tallados toscamente en tacos de madera, entintados y estampados.
Las primeras estampas realizadas de esta manera se utilizaban para jugar a los naipes, entretenimiento
popular de la época; se vendían baratas y se podían producir en grandes cantidades. En el periodo gótico, la
mayor parte de la vida se centraba alrededor de la Iglesia, por lo que el clero utilizaba estampas con fines
devocionales, distribuyéndolas entre los fieles. Estas estampas representaban escenas de la vida Jesús, de la
Virgen María y de los santos, así como historias de la Biblia. Con la fabricación de un papel de buena
calidad y barato mejoró la calidad de la estampación y se produjeron muchos libros ilustrados.
Grabados renacentistas
El artista más ilustre del renacimiento en el norte de Europa fue Alberto Durero. Había nacido en
Nuremberg en 1471 y, aunque se había formado inicialmente como orfebre, llegó a ser el primer gran
maestro gráfico. Su notable capacidad con el buril y la gubia, junto con su atenta observación de la
naturaleza y su pasión por el grabado, le hicieron merecedor del éxito y de la admiración de sus
contemporáneos. Dignas de mención son algunas de sus magníficas estampas como El caballero, la Muerte
y el Diablo (1513), así como sus numerosas series de estampas religiosas.
El grabador holandés Lucas van Leyden, sobre el que ejercieron gran influencia Durero y el estilo clásico
de sus contemporáneos italianos, representó paisajes holandeses y escenas de interior con mano diestra y
sensibilidad. Sus grabados tuvieron gran significación en la fundación de la escuela holandesa de pintura en
el siguiente siglo. El grabador italiano Marcantonio Raimondi creó imágenes clásicas que denotan claro
sentido de la composición y el detalle y gran sensibilidad. Por aquel entonces la importancia del grabado en
Francia y en España era insignificante.
Hacia mediados del siglo XVI los grabados habían alcanzado gran popularidad y se utilizaban para todas
las formas de ilustración, incluyendo los estudios topográficos y los retratos.

Grabados barrocos
Para los artistas barrocos del siglo XVII una imagen podía ser más que la simple descripción de la
realidad si además impactaba emocionalmente. Se otorgaba gran importancia a la representación de los
gestos, llegando a exagerarlos incluso hasta lo grotesco.
En el siglo XVII la talla dulce y el aguafuerte estaban representados en Francia por la obra de Robert
Nanteuil y Jacques Uot, dos artistas procedentes de escuelas muy diferentes. Robert Nanteuil realizaba
distinguidos retratos cortesanos, con grabados dibujados por él mismo o copiando pinturas de otros artistas.
Sus obras alcanzaron gran popularidad y llamaron la atención sobre el trazado escultórico, la calidad de
moldeado y la delicadeza que esta técnica permitía.
Jacques Callot, natural de la provincia de Lorena, fue el primer artista importante en desarrollar el
aguafuerte como técnica artística. Descubrió que con varias inmersiones de una lámina en ácido se podía
conseguir la ilusión de la perspectiva en el grabado, creando los diferentes términos de una escena. Los
experimentos de Callot hicieron posible grabar al aguafuerte imágenes de gran detalle en láminas diminutas
y con su gran competencia técnica creó extraordinarios dibujos de gran variedad de temas. Los monarcas
españoles y franceses le encargaron que documentara diferentes acontecimientos históricos y, entre los
aguafuertes realizados en tiempos de guerra, Callot produjo su propia serie de estampas, amargas y
devastadoras, titulada Grandes miserias de la guerra (1633).
Callot se unió, durante algún tiempo, a una banda de gitanos, y este hecho influiría en sus series de
estampas sobre la Commedia dell’arte (1618) y Gobbi (1622). Con imágenes grotescas y humorísticas,
retrató a enanos y a mendigos en gran variedad de trajes y posturas. Para muchos, lo mejor de la obra de
Callot son sus vistas de ciudades y de ferias campestres, como la estampa de gran formato Feria de
Impruneta (1620) en la que representó más de 1.000 figuras.
Callot contribuyó de gran manera al desarrollo del grabado. Sin embargo, en el siglo XVII, Rembrandt
creó imágenes de extraordinaria fuerza y sutileza, eclipsando al resto de los artistas del género. Su
producción abarca una amplia gama de temas que van desde el retrato y las escenas religiosas hasta el
paisaje. Entre sus estampas cabe destacar Autorretrato del artista recostado en un poyo de piedra (1639).
Los temas que contribuyeron al florecimiento de la escuela de grabado holandesa son el retrato, el paisaje,
los estudios de interior y las escenas de la vida cotidiana. Ferdinand Bol, Adriaen van Ostade y Anthony
Waterloo representaron en sus aguafuertes la forma de vida holandesa. Bol realizó excelentes retratos, Van
Ostade destacó por sus escenas campesinas y de las manos de Waterloo salieron bellos paisajes.
El taller del maestro flamenco Petrus Paulus Rubens, en Amberes, era muy activo. Muchos artistas
produjeron un verdadero aluvión de grabados sacados de los apuntes y de los dibujos del maestro. El
discípulo de Rubens con más talento fue Anthony van Dyck, que se estableció en Inglaterra en 1632 y
trabajó como pintor de corte para Carlos I. Con la colaboración de otros artistas, Van Dyck acometió la tarea
de grabar al aguafuerte 128 retratos de los hombres más famosos del momento. Esta colección, conocida
como Iconografía (1634-1641), se caracteriza por su economía de líneas y su excelencia técnica.

Grabados del siglo XVIII


Durante dos siglos el arte de grabar en madera, la xilografía, que había pasado por una época de
decaimiento en Europa debido al triunfo del grabado sobre metales, resurgió con fuerza a finales del siglo
XVIII gracias a una serie de avances técnicos. Las ilustraciones de Gustave Doré, pintor y grabador francés,
representan una de las épocas de mayor esplendor del grabado en madera. Inspirándose en los primeros
románticos ingleses y alemanes, indiferente a las novedades, ilustró algunas de las obras cumbre de la
literatura universal: El Quijote de Miguel de Cervantes, la Divina Comedia de Dante, El paraíso perdido de
Milton, obras de Rabelais y de Balzac. Pintó también numerosos paisajes, con una concepción muy alejada
de las tendencias de la época, lo que le granjeó la incomprensión del público francés. Otros artistas franceses
como François Boucher y Jean-Honoré Fragonard documentaron la vida de la corte con sus dibujos y
apuntes, de los que los más importantes editores sacaron grabados que alcanzaron gran popularidad.
Hasta el siglo XVIII Inglaterra no tenía una gran tradición de la técnica del grabado. Sin embargo, se
reproducían los retratos académicos de la nobleza y de la aristocracia por medio de la técnica de la media
tinta. Mientras el retratista Joshua Reynolds continuaba prefiriendo la tradición académica, un triunvirato de
artistas satíricos, con William Hogarth a la cabeza, se dedicó a combatir esta tradición. Con sus grabados,
Hogarth, James Gillray y Thomas Rowlandson satirizaron casi todos los aspectos de la vida en la Inglaterra
del siglo XVIII. La tónica de sus estampas iba desde la suave reflexión moralizadora hasta el comentario
salvaje y en algunos casos la obscenidad.
Durante el siglo XVIII las técnicas de grabado volvieron a florecer en Italia, como lo demuestran las
obras de Giovanni Battista Tiepolo, Canaletto y Giovanni Battista Piranesi. Los grabados de Tiepolo se
caracterizan por la delicadeza de las líneas y por el sentido de espaciosidad que conseguía economizando
líneas y detalles. El trazado de Canaletto, sólido pero con un toque de ligereza, le permitió captar el ambiente
de la Venecia del siglo XVIII en sus representaciones de patios, canales y bellas arquitecturas. Piranesi, con
su pasado de arquitecto y su destreza con el buril, encontró una vía para canalizar su pasión por las
antigüedades romanas. Grabó varios miles de estampas, entre las que destaca la serie Prisiones (1745; 2ª
edición 1760-1761); se trata de vistas de gran tamaño de cárceles imaginarias, representadas con
espectaculares detalles arquitectónicos, en los que se combina la lobreguez misteriosa de las mazmorras con
la majestad de los techos de altas bóvedas, las interminables escaleras y los macizos puentes interiores.

Grabados del siglo XIX


Los artistas más destacados del siglo XIX realizaron una amplia gama de grabados, notables por la
diversidad y lo atractivo de sus temas. El español Francisco de Goya, por ejemplo, combinó el aguatinta con
el aguafuerte para producir visiones veraces de las locuras de la humanidad y de las atrocidades de la guerra.
Su personalísimo estilo queda especialmente patente en la serie de Los caprichos (1797-1799) en la que, casi
con ferocidad, arremete contra el clero y contra el gobierno por su riqueza, su corrupción y su hipocresía.
Durante la guerra de la Independencia contra la ocupación francesa (1808-1814), Goya creó su segunda serie
de grabados más famosa, los Desastres de la guerra (1810), con imágenes aterradoras del espantoso destino
que sufren las personas atrapadas en ella.
En París, la litografía constituía un medio barato para reproducir imágenes a gran escala en forma de
estampas, periódicos e ilustraciones de libros. Honoré Daumier era la voz de la clase media; estaba
especialmente dotado para la sátira política y el comentario social, y el reinado corrupto de Carlos X fue el
abono perfecto para su fecundo cerebro. Periódicos como Le Charivari difundieron sus observaciones
agudas y mordaces sobre el gobierno, la abogacía y las clases superiores, con sus numerosas debilidades.
William Blake entró, en 1772, como aprendiz en el taller de un grabador y durante siete años realizó
grabados para anticuarios. Durante la década de 1780 trabajó como grabador mientras investigaba los
medios para estampar a la vez sus propios poemas e ilustraciones. Realizó varios libros de poesía mística
acompañada de sus ilustraciones únicas y extrañas. Entre sus obras más inquietantes cabe señalar las
ilustraciones para el Libro de Job (1826).
Entre los artistas franceses de mediados del siglo XIX destaca el melancólico Charles Meryon. Más
importante que su técnica como aguafuertista era su manera de ver su amado París, sobre todo las partes más
antiguas destinadas a ser demolidas. Representó el encanto y la elegancia de esos viejos edificios con un
estilo de gran dramatismo.
Desde la década de 1860 hasta finales del siglo, el grabado japonés ejerció una enorme influencia sobre el
arte y los artistas europeos. Se dice que el artista parisino Félix Braquemond recibió un envío de platos de
porcelana de Japón, envueltos en estampas de Hokusai. Entusiasmado, enseñó éstas a sus amigos
impresionistas, quienes quedaron muy sorprendidos por su composición plana, vigorosa y asimétrica. Las
litografías de Edgar Degas que representan mujeres bañándose y vistiéndose, evocan este estilo japonés. El
exponente más llamativo y original de este japonesismo fue quizá Henri de Toulouse-Lautrec. Tomando el
cromatismo de las estampas japonesas, que va desde el tono más tenue al más brillante, así como sus
imágenes características, dibujó carteles en los que captó la esencia del encanto y de la elegancia.
La popularidad de la litografía en color aumentó gracias a la influencia del artista de carteles Jules Chéret.
Las bellas litografías en color de Pierre Bonnard y Édouard Vuillard retratan escenas urbanas de París y las
intimidades de la vida familiar. Gracias a la obra de Chéret, junto con la de Théophile Steinlen y la de
Toulouse-Lautrec, el cartel se convirtió en un poderoso medio publicitario. El artista checo Alphonse Mucha
puso de relieve, en sus elegantes carteles, la línea sensual y el talante decorativo que constituían la esencia
del movimiento Art Nouveau de finales de siglo.
El artista noruego Edvard Munch creó grabados a la fibra y litografías que se caracterizan por unas
imágenes muy personales llenas de fuerza y de pasión. Sus mujeres suelen ser exuberantes y sensuales; sus
hombres parecen cargados de angustia y de tensiones internas.

Grabados del siglo XX


Desde el fauvismo, el cubismo y el expresionismo hasta el surrealismo, el expresionismo abstracto, el Op
Art y el Pop Art, los numerosos movimientos artísticos que configuran la historia del arte de este siglo
resultan insólitos en cuanto a su cantidad y a su diversidad, así como en cuanto a la rapidez con que se han
desarrollado. Los grabadores han desempeñado un papel en cada uno de ellos.
En los albores del siglo XX París seguía siendo el centro del arte occidental, incluyendo las técnicas de
grabado. Henri Matisse, Georges Rouault y André Derain formaban parte del grupo de postimpresionistas
que, utilizando el color de manera libre y llamativa, constituían el movimiento conocido como fauvismo.
Estos jóvenes artistas utilizaban el color sin ningún tipo de contenciones y así aparece en sus grabados,
excepto en la obra gráfica de Matisse cuyas estampas más importantes son litografías en blanco y negro.
Para sus numerosas odaliscas (modelos posando como bellezas de un harén), Matisse eligió un fondo con
dibujos, muy decorativo, mientras que la modelo lleva un traje exótico al estilo persa; con esta atmósfera rica
y opulenta, en blanco y negro, consigue sugerir la intensidad de un fuerte cromatismo.
El artista francés Georges Braque y el español Pablo Picasso, trabajando juntos a principios de 1909,
llegaron al cubismo, que convirtió la imagen realista en forma abstracta, disolviéndola en elementos cúbicos
y entrecruzando formas y planos. Los primeros grabados de Picasso (1904), que tenían como base un
soberbio dibujo, denotan franqueza y compasión y evocan una naturaleza sombría y sentimental. En 1930 el
editor Ambroise Vollard le encargó una serie de 100 grabados y Picasso creó la llamada Suite Vollard
(editada en 1937) que constituye uno de los mayores logros gráficos del artista. Está compuesta por
aguafuertes y aguatintas con temas que van desde el artista y sus modelos en el estudio hasta
representaciones sensuales y conmovedoras de minotauros y retratos del propio Vollard. Braque, Jacques
Villon, Juan Gris y Louis Marcoussis realizaron también importantes grabados cubistas en los que
consiguieron una relación cálida y armoniosa entre la línea grabada y el cromatismo de la estampa.
El surrealismo, que buscaba las imágenes que manan del inconsciente y de los sueños, dio un buen
número de grabadores famosos. Cabe destacar la obra del español Joan Miró, con sus litografías en color
deliciosamente fantásticas, y las obras de André Masson y de Yves Tanguy, en las que se encuentra un
carácter fantástico similar con curiosas insinuaciones. En 1910, Marc Chagall llegaba a París procedente de
Rusia. A lo largo de su dilatada carrera, Chagall destacó como pintor y grabador, combinando una
encantadora y folclórica ingenuidad con unas imágenes abigarradas y soñadoras. Sus principales obras
gráficas son la serie del principio Mi vida (1922), los 105 aguafuertes que ilustran escenas de la Biblia
(1956) y los 100 aguafuertes (1948) para la novela Las almas muertas del escritor ruso Nikolái Gógol.
A principios de siglo, y como reacción contra el impresionismo y el postimpresionismo, un grupo de
artistas alemanes desarrollaron el expresionismo, estilo que hace hincapié en las emociones subjetivas y en
las respuestas al mundo exterior. Como ocurría con el estilo gótico, el grabado a la fibra, marcado y cercano,
era la técnica perfecta. Los artistas Ernst Ludwig Kirchner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich Heckel y Otto
Mueller, con base en Dresde, formaron el grupo denominado Die Brücke (El puente). Sus estilos variaban
desde los fuertes contrastes producidos por secciones de madera toscamente cincelada de los grabados
abocetados de Schmidt-Rottluff y los desabridos retratos de Heckel, hasta las composiciones líricas de
figuras femeninas de Mueller.
En Munich emergió otro grupo, Der Blaue Reiter (El jinete azul) encabezado por el artista nacido en
Rusia Wassily Kandinsky. Sus miembros, junto con el suizo Paul Klee, desarrollaron una abstracción
refinada, dominada por el ritmo de la línea y por un sentido dramático del color y desprovista de objetos
figurativos. Klee, como artista de prestigio, se separó pronto del grupo y se fue a trabajar solo a Suiza;
empleaba imágenes de apariencia infantil, llenas de ingenuidad y fantasía para crear planteamientos
personales muy complejos con implicaciones universales.
Los aguafuertes de John Sloan y de Edward Hopper, junto con las litografías de George Bellows, fueron
los primeros grabados estadounidenses que captaron todos los aspectos de la vida urbana, de la miseria a la
magnificencia. Los tres artistas pertenecían a la escuela Ashcan, fundada en 1907, y que constituyó el primer
movimiento artístico que rompió con los estilos europeos.
La exposición denominada Armory Show, celebrada en 1913, llevó el modernismo a los grabadores de
Estados Unidos; sus repercusiones siguieron ejerciendo influencia durante muchos años.

Tendencias recientes
A partir de 1950, el grabado se ha convertido en la principal forma de expresión para los artistas de
vanguardia. Entre los artistas contemporáneos que han destacado también como grabadores se encuentran
los expresionistas abstractos Robert Motherwell, Robert Rauschenberg y Jasper Johns.
Apartándose de la visión de los expresionistas abstractos surgieron jóvenes artistas de la cultura popular
(Pop Art) que, combinando material de los medios de comunicación - revistas, periódicos, películas y
fotografías -, obtenían imaginativas representaciones. Artistas como Andy Warhol, Roy Lichtenstein y
Robert Indiana desafiaron la tradición gráfica al crear anuncios.

Enciclopedia Encarta 98

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