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idAs 1J venidAs

vueltAs lJ .revueltAs
ProtestAs SociAles en <;olombiA

Mauricio Archila Neira

ICAN H 1 Instituto Colombiano de Antropología e Historia


CINEP 1Centro de Investigación y Educación Popular
r

INTRODUCCIÓN
r
"Los hombres hocen su propio historia, pero no lo
hocen arbitrariamente bajo circunstancias elegidos por
ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente
dadas y heredados de/'posodo" (Carlos Marx).'

E n cualquier estudio orientado a entender la acción humana brota


inmediatamente la pregunta que persigue a los intelectuales des-
de tiempos ancestrales: ¿quienes hacen la historia y cómo la ha-
cen? El interrogante no fue una mera ocurrencia banal de Marx, como
tampoco lo fue su respuesta, así hoy no todos la compartan. Por el contra-
rio, constituye el punto de partida para la explicación de la acción de hom-
bres y mujeres. Al hablar de explicación tocamos la médula de la investi-
gación histórica, que requiere tanto teoría como búsqueda empírica: sin
las preguntas teóricas el historiador da palos de ciego; sin los datos empí-
ricos no avanza en el conocimiento del pasado.

En este libro pretendemos abordar la explicación histórica de las protes-


tas sociales en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, en un intento
narrativo que busca combinar los dos polos de toda reconstrucción del
pasado confrontándolos mutuamente, hasta donde sea posible. Sin em-
bargo, habrá algunos momentos en que privilegiaremos la teoría, o mejor,
las teorías en plural, como lo hacemos en esta Introducción; en otros, la
mayoría de la obra, resaltaremos los datos empíricos leídos con nuestro
prisma conceptual. Si bien hablaremos de hombres y mujeres reales, lo
haremos desde la reflexión académica, que es nuestra contr.ibución para
entender y cualificar su historia.

1 El18 Brumarío de Luis Bonaparte. Barcelona: Ariel, 1971, pág. 11.


38 Mauric'io ArchHa Ne'¡ra
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 39

Consideramos pertinente iniciar este estudio haciendo explícitos los ele- sión entendida como una disfunción, un desequilibrio que desorganizaba
mentos teóricos que nos iluminaron por medio de un recuento selectivo de a la sociedad. A su vez, para Neil Smelser "el comportamiento colectivo
las principales escuelas de pensamiento en el terreno que nos ocupa, tan- tiende a reestructurar el componente perturbado por la tensión, eliminan-
to en el plano mundial como en el latinoamericano, complementado por un do la incertidumbre que la caracteriza" 6 Así, los desajustes de la moder-
balance de la producción sobre el caso colombiano. Concluiremos esta nización producían individuos marginales al conjunto de la sociedad que
Introducción presentando los conceptos y categorías centrales de la inves- lanzaban esas acciones, disfuncionales para el sistema imperante y pro-
tigación adelantada por más de un lustro, así como las partes que consti- vocadas desde su exterior, pero tendientes a un nuevo equilibrio. Dichas
acciones incluían desde el pánico y la moda, hasta las conductas disiden-
tuyen este libro.
tes, con lo que la especificidad de los movimientos sociales se diluía. Al-
gunas explicaciones sicologistas en torno a la tesis que relaciona la frus-
TE ORlAS SOBRE LA ACCIÓN SOCIAL COLECTIVA'
tración con la agresión, acompañaron esta primera lectura, especialmente
Es un lugar común entre los estudiosos de los movimientos sociales seña- en Europa. Según éstas, el desencanto ante las crecientes eXPectativas de
lar a la teoría de las conductas colectivas de Neil Smelser como el primer la modernización eXPlicaría la movilización.
paso en la construcción del tema.' Dicha teoría, a su vez, se apoyó tanto
en los avances de la escuela sociológica de Chicago, especialmente en el La irrupción de los "nuevos" movimientos sociales, en especial los estu-
interaccionismo simbólico de Robert Park, como en el funcionalismo de diantiles de los años sesenta, cuestionó el paradigma funcionalista y las
Talcott Parsons y Robert Merton 4 En el estudio del comportamiento colec- lecturas sicologistas, pues no fueron propiamente elementos marginales a
tivo, Park intentó superar la mirada conservadora de Le Bon y Tarde sobre la modernización los que se lanzaron a la protesta. Un primer paso de
la multitud a la que le asignaban un carácter caótico e irracional fruto de avance fue afirmar la racionalidad de las acciones sociales colectivas se-
la supuesta manipulación hecha por agitadores externos. Para Park, "el gún una lógica que perseguía una coherencia entre medios y fines. Se
comportamiento colectivo no era una realidad patológica, sino un compo- indagó por las motivaciones que los individuos tenían para sumarse a las
5
nente fundamental del normal funcionamiento de la sociedad". Por su acciones colectivas. Surgía así el individualismo metodológico.' En ese
parte Parsons había estudiado las conductas desviadas y Merton además contexto el economista Mancur Olson planteó que e] actor más racional
1
escudriñó las inconformes. Pero para todos estos sociólogos la acción co- era el free rider, pues podía disfrutar de los beneficios de la movilización
l. sin tener que incurrir necesariamente en los costos de sumarse a ella.'
lectiva se refería a comportamientos disfuncionales al sistema vigente. La
'1¡
noción de equilibrio social hacía muy difícil entender en forma positiva la
aparición de actores sociales no institucionales. Con estos avances metodológicos, la sociología norteamericana reflexionó
sobre los movimientos que irrumpieron en los tardíos sesenta y principios
Pues bien, dentro del marco funcionalista norteamericano de mediados de los setenta (tales como la nueva oleada feminista, el pacifismo o el
1,·
del siglo XX, los movimientos sociales del momento (por ejemplo, los afro- ecologismo) y elaboró la llamada teoría de la movilización de recursos.
americanos por derechos civiles) fueron vistos como resultado de una ten- Según esta visión, en una situación de descontento generalizado algunos

~ Esta sección es una versión corregida yaumentada de nuestro ensayo "Poderes y contestación (reseña teorico-metodológica)", " lbid., pág. 30.
Controversia, No.173, diciembre de 1998, págs. 30-49. 7 Un resumen de este tipo de acercamienlo en Martln Tanaka, "Elementos para un análisis de los movimientos sociales". Análisis Po/ltico,
3 Véase, por ejemplo, la ya clásica síntesis de Jean Cohen, "Strategy or ldentity: New Theoretical Paradigms and Conlemporary Social No. 25, mayo-agosto de 1995.
Movements", Social Research, Vol. 52, No. 4, invierno de 1985, págs. 663-716. 8
Para esta parte nos apoyamos en el análisis de Joe Foweraker, Theorizing Social Movements. L.nndres: Pluto Press, 1995. Es signi-
~ Punto señalado por Alberto Melucci, en quien nos basamos para esta parte (Acción colectiva, vida coüdianay democracia. México: ficali~o el paralelism? que se pres~nta ~ntre la evolución de la teoría económica yla de los movimientos sociales. Las preguntas son
El Colegio de México, 1999, págs. 27-29). Una ampliación del aporte de Park en Enrique Laraña, La construcción de los movimientos prácticamente las m1smas: la racionalidad de la acción, el costo-beneficio, el peso del individualismo en las decisiones ode su
sociales. Madrid: Alianza, 1999, capítulo 1. Sobre el tema de la racionalidad de los actores sociales volveremos en el último capítulo. contraparte, las instituCiones (Osear Rodrfguez, "Economla institucional, corriente principal yheterodoxia", Revista de Economía
Institucional, No. 4, primer semestre de 2001, págs. 52-75).
5 Alberto Melucci,Acción colectiva ... , pág. 28.
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grupos deciden obtener la máxima ventaja al movilizar los recursos dispo- ahí que, en la vertiente leninista que retoma Althusser, se necesitara de
nibles en la sociedad tras el logro de objetivos estratégicos, entendidos un agente externo a la clase para que la dirigiera. Este agente era la elite
básicamente como integración al sistema· político. Aunque la explicacjón intelectual agrupada en el partido del proletariado. Así, un esencialismo
supera las meras motivaciones individuales y mira los recursos organiza- que prácticamente naturalizaba a las clases sociales se combinaba con
tivos previos a la movilización, sigue usando una racionalidad instrumen- un voluntarismo en términos de la acción política.
tal de costo-beneficio que pone como meta de la movilización .social la
incorporación al sistema político, lo que sin lugar a dudas refleja los ava- A partir de una lectura más flexible del marxismo, pero cercanos todavía
tares de la democracia norteamericana de esos años. al estructuralismo, algunos autores europeos intentaron mirar a los nue-
vos actores sociales en los años setenta: los movimientos urbanos. Para
En forma paralela, en Europa surgió otro tipo de lectura que no compartía Manuel Castells, la ciudad no era solo un espacio de producción sino tam-
la explicación de la acción colectiva por medio de intercambios estratégi- bién de consumo. Aunque los conflictos urbanos eran estructuralmente
cos entre adversarios. El horizonte de los movimientos sociales no se redu- "secundarios", pues no ponían en tela de juicio en forma directa el modo
cía al cálculo instrumental en el marco del sistema imperante. No solo de producción dominante, coyunturalmente podían reflejar la contradic-
había metas difíciles de negociar, al menos en el corto plazo (para el am- ción principal. Este malabarismo teórico estaba destinado a recalcar que
bientalismo o el pacifismo), sino que algunos movimientos perseguían tam- los movimientos urbanos no estaban relegados al reformismo porque "con-
bién la construcción de identidad (tal era el caso de movimientos étnicos o trovierten el orden establecido a partir de las contradicciones específicas
de género). Surgió así el llamado paradigma de la construcción de identi- de la problemática urbana" 11 Esas contradicciones brotaban del consu-
dad o de los "nuevos movimientos sociales". mo colectivo, la defensa de la identidad asociada con el territorio y la
"lucha política en torno al gobierno locaL
Antes de considerar la producción más elaborada de este paradigma, la
sociología de la acción de Alain Touraine, mencionemos el impacto que En esos años, las tesis de Castells. provocaron un debate sobre la posibili-
por esa época -fines de los años sesenta y principios de los setenta~ te- dad de acción revolucionaria de unos movimientos recién aparecidos que
nían algunos intentos de renovación del marxismo en la intelectualidad no eran definidos desde la contradicción fundamental entre capital y tra-
europea. La obra de Louis Althusser, el autor más representativo de la bajo. Jean Lokjine, por ejemplo, sostuvo que solamente podían definirse
vertiente estructuralista del materialismo ~istórico, constituyó no tanto como movimientos sociales aquellos que tuvieran como objetivo político la
una ruptura con la ortodoxia como una reiteración de sus elementos bási- transformación de la sociedad en su conjunto y no solo de la urbana. Jordi
cos, en los que resalta el peso de las estructuras sobre la acción humana.' Borja, por su parte, si bien aceptaba la propuesta de Castells de valorar
De esta forma, el althusserianismo en boga en Occidente, aunque fue crí- las contradicciones propias de las ciudades, limitaba los alcances de los
tico del paradigma funcionalista, se negó a reconocer la especificidad de movimientos que surgían de ellas, pues no siempre modificaban la estruc-
los "nuevos" movimientos sociales, al intentar reducirlos a una estructura tura urbana. Según Borja, esto solamente se lograba con la transforma-
de clases determinada por la esfera de la producción 10 El tipo ideal de las ción de la correlación de fuerzas en el nivel macro, cambio en el cual apa-
clases sociales fue el proletartado que, como ya habían dicho Marx y En- recía como crucial el papel de las clases populares, que eran en últimas
gels, era además el llamado a conducir la revolución. La clase obrera se quienes conformaban los movimientos urbanos. 12 A pesar de su apego
concebía como una unidad homogénea en su existencia natural -la clase
en sí-, aunque no siempre tuviera conciencia de ello -la clase para sí-. De 11
Manuel Castells, Movimientos sociales urbanos. México: Siglo XXI, í 988, págs. 3yi i 3-114. Véase también LE. ciudad y !as masas.
Sociología de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza, 1986.
9
VéaseLarevotuciónteóricadeMarx. México: Siglo XXI, 1967. 12
Jean Lokjine, El marxismo, el Estado y/a cuestión urbana. México: Siglo XXI, 1979 yJordi Borja, Movimientos sociales urbanos.
10
La obra de Altllussertuvo ecos en América Latina por medio de divulgadores como la chilena Martha Harnecker, cuyo libro Conceptos Buenos Aires: CIAP,1975. Con el tiempo estos autores fueron incorporando las tesis de Castells. Borja, por ejemplo, en un texto posterior
1'' elementales del materialismo histórico vendió más de setecientos mil ejemplares, según Jorge Castañeda (La utopía desarmada. dirá:" ... los denominados movimientos urbanos, generados apartir de múltiples yheterogéneas contradicciones urbanas, modilican
In/Jigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina Bogotá: Tercer Mundo, 1994, pág. 208}. de forma más omenos sustancial esta estructura" (Estado y ciudad. Barcelona: PPU, 1988, pág. 188).
42 Maurido Archila Ne'1ra
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formal al marxismo, para estos autores fue evidente que el crecimiento En cualquier caso, los textos tanto de los clásicos del marxismo como de
urbano estaba poniendo sobre el tapete la existencia de contradicciones las nuevas vertientes renovadoras, estuvieron en el trasfondo de los para-
que rebasaban la esfera productiva y eran difíciles de enmarcar en una digmas señalados, especialmente del europeo, permitiendo un acercamien-
to más apropiado al conflicto social que el ofrecido por el funcionalismo
rígida estructura de clases.
norteamericano. 17
La metáfora base-superestructura sobre la que se apoyaban estas reflexio-
nes había sido radicalmente cuestionada en los años sesenta por los his- Otro de los intelectuales que bebió de las fuentes del marxismo pero pron-
toriadores marxistas británicos, inspirados a su vez en Antonio Gramsci. to emprendió un camino propio fue Alain Tburaine. 18 Para el sociólogo·
Aunque no se trata de una escuela de pensamiento homogénea -algunos francés, los actores sociales dejan de ser elementos marginales o, cuando
prefieren designarla como una "tradición teórica"-, es claro que autores más, funcionales al sistema vigente, para convertirse en agentes de un
como Eduard Palmer Thompson, George Rudé y el mismo Eric J. Hobs- conflicto en el que luchan por el control y la orientación de la sociedad.
bawm rompieron con la lectura economicista de la acción humana Y se Aunque en un principio Touraine sigue muy de cerca el paradigma mar-
remontaron a explicaciones ideológicas, morales y culturales 13 Elllstudio xista de enfrentamiento de clases, para los años ochenta amplía el campo
de las rebeliones preindustriales, también llamadas "primitivas" por Hobs- de conflicto y entra de lleno en una reflexión sobre los movimientos socia-
bawm, respiraba todavía el dualismo vigente en Occidente en los años les.19 Estos se definen por tres principios: identidad o autorreconocimien-
cincuenta y sesenta, que oponía lo tradicional a lo moderno en una bús- . to del actor¡ oposición o caracterización del adversario; y totalidad o supe-
queda incesante del progreso." Esto es válido para científicos sociales ración de lo particular hacia lo más generaL Con Touraine se da una rede-
cercanos a estas posturas, como Barrington Moore en su análisis de las finición de la conflictividad social-en la búsqueda de un sentido de la ac-
revoluciones campesinas y la construcción de la democracia, y James Scott ción que no yace en la lógica instrumental de la sociología norteamerica-
en sus asertos sobre la ruptura de las economías morales y la rebeldía en na ni en el determinismo económico del marxismo ortodoxo. Las dimensio-
el sudeste asiático." A pesar de ello les cabe el mérito de renovar la mira- nes culturales y simbólicas son elementos sustanciales en la lucha por el
da de los actores sociales, a los que consideraron agentes activos Y no control de bienes y por la orientación de la sociedad por parte de los acto-
meros entes pasivos o reactivos de los acontecimientos históricos que en- res sociales.
frentaron. Si esta opción los alejó del estructuralismo, también fueron crí-
ticos -en diverso grado- del voluntarismo.leninista, por cuanto no creían A pesar de los indudables logros de la sociología de la acción, en dicha
que hubiera una. sola forma de conciencia de clase sino más bien que ella, concepción aparecen algunos problemas que limitan sus alcances. 20 Todo
16
como las clases mismas, era resultado de procesos históricos Se ali- parte del determinismo de sabor estructural que subyace en la centrali-
mentaba así la concepción histórica de actores que no respondían a esen- dad que se le atribuye a la historicidad. En cierta forma ella antecede a
cias preestablecidas sino a una dinámica de construcción de identidades. la acción social, la determina sin ser afectada por ella. Por esa vía se
limita el campo de conflicto y se oscurece la relación entre lo material y

13 Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989. 17 Estamos de acuerdo con Boaventura de So usa Santos cuando señala que, asl el marxismo hoy no esté de moda, sigue siendo un pilar
1~ Eric Hobsbawm, Los rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 1974, pág. 317. en la reflexión de las ciencias socíales, siempre y cuando se le aplique la hermeneútica de sospecha que él practicó ante el capitalismo
(De fa mano de Alicia: lo so cía! y lo pofftico en la posmodernídad. Bogotá: Uniandes, 1998, capítulo 2).
1s Véanse: Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia: Barcelona:_Penfnsula 1973; YJames.sco.~, The
Moral EconomY of the Peasant. New Haven: Yale University, 1976. Scott ha continuado la bu~queda ya no de la explicaci?n. de 10 Así lo postula Leopoldo Múnera en su síntesis de la teorfa de Touraine (Rupturas y continuidades: poder y movimiento popular en
rebeliones abiertas sino de las actitudes de resistencia ante la dominación cotidiana en lo que designa como las armas de los deb1les Colombia, 1968-1988. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 34).
(Weapons ofthe Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance. New Haven: Y~le Univer~~t~, 1985). Un. critico de Scott se~al~ que él 19 VéaseAméríca Latina:pofíticaysociedad. Madrid: Espasa-Calpe, 1989. AlU define los movimientos sociales "por la lucha de un actor
trabaja no propiamente la resistencia sino el resentimiento meramente react1vo que dilicilm?nle denva.~n un desa~fo publico q.ue
social contra un adversario por el control de los principales recursos de una sociedad o por la dirección del proceso histórico de
alimente la solidaridad (SidneyTarrow, Power in Movement. Social Movements, ColfectiVe Act10n and Pof1t1cs. Cambndge: Cambnd-
desarrollo" (pág. 205).
ge Universily, 1997, pág.103). 20 En este segmento nos apoyamos en la pertinenle crítica de Leopoldo Múnera, Rupturas y continuidades .. , págs. 41-69.
1s E. PThompson, La formación histórica de fa clase obrera en Inglaterra. 2volúmenes. Barcelona: Critica, 1987.
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Jo simbólico, primando lo segundo. El reemplazo de las clases por los De estos intentos híbridos entre los dos paradigmas han surgido las re-
movimientos sociales y la separación radical entre acción social Y políti- cientes interpretaciones de la acción colectiva que nos interesa destacar
ca, privilegiando la primera, hace pensar en un protagonismo casi van- en este libro. En Europa ahora se mira cada vez más el mundo del Estado
guardista de los actores sociales, equivalente al del proletariado en el y de la política en el estudio de la acción social colectiva. En Norteaméri-
marxismo. Esto iría en contravía de la dimensión relacional Y no esen- ca, por su parte, hay un creciente interés por el papel de la cultura y de lo
cialista que sugería la definición de Touraine de movimientos sociales. simbólico en la movilización social. Una de estas lecturas híbridas es la
Por último, según nuestro criterio, cuando la teoría de la sociología de la llamada "estructura de oportunidad política" o teoría del proceso político.
acción se aplica a América Latina resalta el peso del Estado de tal for- Aunque iniciada en Norteamérica, cuenta con seguidores en ambos lados
maque hace imposible la acción autónoma de los movimientos sociales, del Atlántico y aun en Latinoamérica.
casi hasta anularlos. 21
El gran exponente de esta nueva tesis es sin lugar a dudas Charles Tilly,
A comienzos de los ochenta había, por tanto, dos paradigmas teóricos quien se nutrió tanto de la sociología norteamericana como de los historia-
sobre los movimientos sociales que respondían a distintos contextos dores británicos. Su modelo teórico, aunque ha ido variando con el tiempo,
políticos y culturales, inspirados a veces por el funcionalismo pero es- tiene un planteamiento básico: toda relación -Estado y ciudadanos, o sis-
pecialmente por el marxismo. En Europa occidental, donde había exis- tema político y movimientos sociales- está constreñida por elementos ex-
tido un gran consenso socialdemócrata y una gran tradición de movili- ternos a ella -por ejemplo, el capital para la primera, o la oportunidad
zación clasista hasta los años ochenta, los movimientos sociales apa- política para la_!l_eSJUJ;lda-. Estos elementos, por lo general estructurales,
recían como intentos por construir identidades nuevas. En.Norteaméri- no determinan la relación, pero sí la limitan. De ahí que para Tilly sea más
ca donde no existió tal consenso sino más bien uno de corte liberal, los importante estudiar lo que permanece que la apariencia de cambio. Ello
movimientos sociales se explicaban por la habilidad para movilizar además le permite lanzar las miradas de larga duración de las que hace
recursos y ganar representación política 22 Pero más que enfatizar las gala 25 Aunque recientemente dice estar abandonando el materialismo que
diferencias de enfoque, nos interesa resaltar su complementariedad, lo alimentó en sus primeros análisis históricos en aras de un análisis rela-
como lo hizo Jean Cohen en su momento: los europeos desarrollaron cional que incluye dimensiones culturales y simbólicas, no sin razón se
más el porqué de la movilización, los norteamericanos el cómo de ella." puede caracterizar su modelo como neoestructuralista. 26
Ahora podemos ir más allá en el intento rle síntesis: si la "movilización
de recursos" enfatiza la acción estratégica dirigida al sistema político, En términos de movimientos sociales, Charles Tilly concreta dicho modelo
la "construcción de identidades", y dentro de ella la sociología de la en forma simple: la actividad de los Estados, que no es ajena a los cam-
acción, se orientan al fortalecimiento de la sociedad civil. En la vida bios económicos y a la dinámica de la guerra, crea oportunidades para la
real ambas instancias se relacionan: las acciones instrumentales (po- contestación 27 Dicha contestación se hace recurriendo a repertorios, que
líticas) y expresivas (socio-culturales) pueden coincidir en objetivos son las formas de lucha heredadas (no meros discursos), utilizadas en
com:unes. 24 distintos contextos, según sea la oportunidad política. Aunque los reperto-
rios de contestación varían muy levemente en el corto plazo, en la larga
li
21 su eurocentrismo es evidente apesar del conocimiento que tiene del subcontinente: "lejos de la '1magen occidental de mov'1mientos
sociales que dirigen unas formas de intervención polftica, que se traducen ellas mismas P?r. una acción. del Estado ..en.América ~tina . 25
Charles TIIIy, Roads from Past to Future .Lanham (Maryland): Rowman and Littlefield, 1997.
es la intervención del Estado lo que determina unos actores políticos que, a su vez, dmgen la acc1ón de mov1m1entos sociales
26 Si bien la categoría es mía, me apoyo en la crftica que hacen a la "estructura de oportunidad politica" sociólogos simpatizantes de ella
débilmente integrados y la mayoría de las veces heterónomos" (América Latina ... , pág. 164).
como Jeff Goodwin yJames M. Jasper. Los mismos autores señalan que, aunque el concepto de oportunidad política se atribuye a
22 Foweraker, Theorizing . ., pág. 2. Peter Eisinger, el padre no reconocido parece ser Robert Merton, quien habló de estructuras de oportunidad ("Caught in aWinding,
'i '
<3 "Strategy and ldentity .. ",págs. 663-664. Snarling Vine: The Structural Bias of Political Process Theory", manuscrito de marzo de 1998 nota 4, pág. 5).
'
2~ Foweraker, Theorizing . ., pág 21.
21 As Socio!ogy Mee/s History New York: Academic Press, 1981, en especial los capítulos 5 y6.
46 Mauricio Archila Neira
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duración describen una intmesante transformación, ilustrada por Tilly para terminología de movimientos "primitivos" o tradicionales y movimientos
el caso inglés. En la Gran Bretaña, entre 1750 y 1830, él descubre que las modernos, apoyada en historiadores como Eric Hobsbawm y George Rudé,
primeras protestas violentas, de carácter parroquial y ligadas a las elites por la de acciones competitivas (en marcos comunales), reactivas .(lo local
locales, van cediendo lugar a otras más pacíficas, incluso parlamentaris- contra el Estado central) y proactivas (no contra el Estado sino por inclu-
tas, cosmopolitas y autónomas. Estos cambios de repertorios responden sión y control), la impresión dejada seguía siendo de evolución lineal de
tanto a factores estructurales -crecimiento demográfico que rompe lo lo- formas de protesta embrionarias a más desarrolladas, de acciones defen-
1

cal, fortalecimiento del Estado y del Parlamento, y mayor capitalización sivas a ofensivas. En sus últimos análisis, que hemos resumido atrás,
de la economía que disminuye el clientelismo-, como a la iniciativa de retira esta terminología y asume la de repertorios, que le sirve también
cambiar por parte de los de arriba y los de abajo." para salirle adelante a otra crítica: el desconocimiento de las dimensiones
culturales de la acción social por enfatizar una lógica instrm;nental estra-
Desde el nuevo repertorio de contestación, Tilly estudia los movimientos tégica." Si el evolucionismo en Tilly parece ser cosa del pasado, aunque
sociales, a los que caracteriza, en una definición muy amplia, como "todo aún sostenga cierta distinción entre viejos y nuevos repertorios, el aferra-
11
1
desafío sostenido y organizado a las autoridades existentes, en nombre de miento a modelos casi inmóviles sigue ofreciendo problemas por el énfasis
!'•
la población empobrecida, excluida o víctima de abusos"-'' Los movimien- en las permanencias estructurales.
tos sociales son, por tanto, formas históricas de relación con las autorida-
des vigentes o, en otras palabras, expresiones temporales de repertorios Esta crítica, sin embargo, recae más en sus epígonos que en Tilly mismo.
de contestación amplios. Más que grupos específicos, son alianzas tem- Para precisar mejor los puntos problemáticos de este modelo acudamos a
porales, a semejanza de las campañas electorales contemporáneas, diri- un colega suyo, gran divulgador de la "estructura de oportunidad políti-
gidas por "empresarios" políticos. El marco de su acción es claramente ca": Sidney Tarrow. 32 Para él dicha estructura es la que crea incentivos a
político, así se inicien con demandas sociales concretas. En esto Tilly si- la acción colectiva. Pero para explicar la movilización no bastan solo las
gue de cerca la tradición estratégica de la sociología norteamericana. El oportunidades que abre el Estado o el sistema político. Tarrow insiste en
problema con él y sus seguidores en este punto es la confusión que crean que para que dicha acción permanezca en el tiempo y conforme movi-
entre partidos políticos y movimientos sociales, de lo que nos ocuparemos mientos como tales se requiere aprovechar previas redes sociales y mar-
luego. Si para Touraine hay una gran diferencia entre acción social y ac- cos culturales de significados compartidos por gran parte de la sociedad.
ción política, para los estudiosos de la estmctura de oportunidad política Concentra luego su atención en lo que llama repertorios modulares de con-
la distinción no es más que cuestión de tiempo o de reconocimiento insti- testación. Tilly había señalado ya que en las acciones colectivas los acto-
tucional. res acuden a formas de protesta no inventadas en la coyuntura. Más que
las acciones aisladas, a Tarrow le interesa ahora destacar la aparición
El estudio de los repertorios de contestación ha recibido varias críticas, simultánea de ellas en lo que define como ciclos de protesta. 33 En esos
como es de esperar en el mundo académico 30 Una censura común consis- momentos algunos actores desatan la movilización, la cual a su vez puede
:: tió eh tachar su motlelo de evolucionista. Aunque Tilly cambió su inicial producir una nueva (estructura de) oportunidad para que otros movimien-

31
2s Popular Contention in Great Britain, 1758-1834. Cambridge·. Harvard Univertity, 1995. El análisis cuantitativo de los actos de Ambas criticas fueron planteadas por el historiador William H. Sewell, "Collective Violence and Collective Loyalties in France·. Why lhe
contestación es también sugestivo para nuestra investigación en términos operativos. French Revolulion Made aDifference", Politics and Society, Vol. 18, No. 4, 1990.
32
29 lbid., pág. 144. Las definiciones amplias le sirven para hacer las grandes comparaciones en periodos largos que lo caracterizan como Power in Movement ... Tarrow llega adecir que esta visión constituye un nuevo paradigma que reemplazarla a los ya acuñados en
historiador-sociólogo. Europa o Norteamérica (págs. 82-83).
33
30 Muchas de las cuales en su momento Tilly ha incorporado, en una muestra de honestidad no muy frecuente. El describe su trayectoria §1 concepto como tal no es nuevo, lo interesante es cómo lo relaciona con nuevas oportunidades póliticas. Kari-Werner Brand señalaba
intelectual con la metáfora de una mezcla entre jazzy ciencia: la improvisación sobre una tradición. La rectificación ante los errores es en 1992 que los ciclos de protesta coincidlan con fases de cnsis de la cultura en general que propiciarían la difusión de críticas ala
parte inherente de ese "jazz ciencia" que practica en forma casi invisible, a la manera como el codo funciona en los seres humanos modernización ("Aspectos cíclicos de los movimientos sociales", en Rusell J. Dalton yManlred Kuechler (editores.), Los nuevos
(Roads from ... , cap.1). movimientos sociales. Valencia: Alfons el Magnanirn, 1992, pág. 47).
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tos más débiles o temerosos se sumen. Son los "empresarios" políticos cuentan con acogida en tiempos recientes. En su orden de exposición son
quienes toman ventaja de las nuevas oportunidades creadas por la misma la teoría de la estructuración, el resurgimiento del individualismo meto-
movilización, uniéndose a esa oleada al ligar las demandas particulares dológico, las críticas posmarxista y poscolonial y, por último, la aproxima-
con las del conjunto sociaL ción constructivista a los movimientos sociales. Todos ellos tienen límites
que en su momento indicaremos, pero ofrecen nuevas posibilidades de com-
Ahora bien, como ya mostraba Tilly,' los repertorios modulares sufren cam- prensión de los movimientos sociales que de una forma u otra nos han pres-
bios solo en la larga duración. Desde el siglo XIX, en Europa y Norteamé- tado herramientas teóricas y metodológicas para nuestra investigación.
rica se notan tendencias a una mayor duración de la acción colectiva, a la
creación y mantenimiento de organizaciones que canalizan esas luchas Y Es precisamente la búsqueda de un nuevo punto de partida, distinto del
a una mayor descentralización de ellas. La consolidación de Estados re- énfasis exclusivo en el subjetivismo o el objetivismo, lo que ;llevó a Antony
presentativos en el siglo XX facilita -cuando no obliga a considerar- una Giddens a postular la "teoría de la estructuración". Si bien no es una re-
mayor institucionalización de los movimientos e incluso su "electoraliza- flexión sobre los movimientos sociales, busca estudiar las prácticas hu-
ción". Más que logros inmediatos y revolucionarios, la dinámica de la ac- manas ordenadas en un espacio y un tiempo determinados." Hay condi-
ción colectiva consigue reformas a largo plazo. Tal es el caso del feminis- ciones inadvertidas y consecuencias no buscadas de la acción humana.
mo norteamericano, analizado por Tarrow. Como se ve, el autor trata de Muchos de estos últimos elementos conforman las estructuras, que para
hacer más dinámico el modelo al incorporar tanto nuevos avances teóricos Giddens no son entidades más allá de la acción, como postulaba el es-
como enseñanzas prácticas de los recientes movimientos sociales. 34 Pero tructuralismo, sino conjuntos de reglas y sentidos articuladores de siste-
de nuevo aparece el fantasma del neoestructuralismo, y tal vez más crudo mas sociales en distintos contextos espacio-temporales. La estructura,
que en su colega Charles Tilly. Esto ha propiciado un reciente debate en la que por supuesto sugiere duración e institucionalización, no es algo exter-
sociología norteamericana que se centra en la utilización de modelos inva- no al actor, es más interno de lo que se piensa; es verdad que constriñe,
riantes y unicausales, en aras de construir proposiciones universalmente pero a la vez habilita. En la acción concreta se escenifican, por así decirlo,
válidas. Según los críticos, no solo lo estructura( cuenta. Muchas emocio- los condicionamientos estructurales pero también la posibilidad de des-
nes influyen en la preservación de redes y algunas opciones estratégicas echarlos y aun de transformarlos."
dependen de motivaciones sicológicas individuales." En pocas palabras,
se revive el viejo debate enunciado por Marx para la explicación histórica Se nota la cercanía de la reflexión de Giddens con la adelantada tiempo
de la acción humana. atrás por Norbert Elias. De nuevo su tema no son los movimientos sociales
sino las relaciones entre los individuos y la sociedad'' En el proceso civi-
Por sorprendente que parezca, esta vieja tensión teórica convoca algunas lizatorio de Occidente se vive un cambio histórico hacia la pacificación de
reflexiones sobre la acción social colectiva que, si bien no son nuevas, las costumbres por medio de principios moderadores internalizados en
normas que son reflejo de la interacción entre los seres humanos. Ambas
>4 Hay aplicaciones creativas de estas categorías, como la de Jack Hammond sobre los conflictos agrarios.co,ntemporáneos en. Brasil. dimensiones son igualmente "reales", como lo sugiere la metáfora del aje-
Según el autor, los diversos repertorios descritos por Tillyy Tarrow conviven simultáneamente e~ ?1 Mov1m1ento de los Tr~ba]ad~r.es drez, en la cual el individuo no se entiende sin las regl.as del juego en las
sin Tierra (MSD. En el ámbito local el MST utiliza la acción directa más propia de un repertorio tradiCional; en el contexto nac1onal uti.liza
medios modernos de lucha política, inclllida la electoral. Los contendientes también responden de diversas formas aesos repertonos: que se enmarca'', Las llamadas figuraciones son la expresión de estas
violencia en el plano local ynegociación en el nacional {"Retaliatmy Violence .A{Jainstfl{¡r~rian Peform in Brazil", Ponencia presentada
en la Conferencia sobre América Latina organizada por New School, Nueva York, abnl 17 de 1998). De esta forma la categorfa

'·1 repertorio se hace más dinámica yrelacional, al reflejar mejor las caraclerfsticas "híbridas" de los antagonistas, incluido el Estado 36
::¡ brasileño -lo que no es tan distante del caso colombiano. La constitución de fa sociedad. Bases para fa teoría de fa estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, pág. 40.
37
'' as Goodwin yJasper, "Callght in WindinQ ... ". El articulo de ellos provocó duras réplica~ por parte d~. los afectados (1illy, Tarrow Y~avi~ Giddens agrega: «Una acción nace de la aptitud del individuo para 'prOducir' algo distinto en un estado de cosas ocurso de sucesos
preexistentes» (La Constitución ... , pág. 51).
Mayer), pero solo pudimos conocer el manuscrito del primero, quien trató asus ex d1sclpulos ~e fenomenólogos fundamentallstas
36
por creer que la conciencia existiría antes que la interacción social («Wise Quacks", manuscnto de marzo de 1998). Todo el debate Véase, por ejemplo, El proceso de cívifización. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997.
fue propiciado por la revista Sociologica/ Forum, que anunciaba su publicación . 39
Roger Chartier, On the Edge otthe Cfíff. Ballimore: The Johns Hopkins Universily, 1997, capítulo 8.

. ,.¡¡
!1
50 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 51

estructuras internalizadas que constriñen pero también estimulan la supera el exagerado peso de las estructuras y se rechaza la perspectiva
acción.4D Se retorna así a la consideración de los procesos históricos en la de la acción social como algo esencialmente constituido más allá de los
interacción de los individuos entre sí y con las estructuras. individuos. Pero, por más compleja que se haga esta aproximación, sigue
siendo una aplicación del cálculo económico a la acción social con un
De otro tenor es la propuesta neoinstitucional, que pone énfasis, como su claro rechazo de la perspectiva colectiva, lo que a. nuestro juicio limita la
nombre lo indica, en el peso de las instituciones en la vida social. Prove- comprensión de fenómenos supraindividuales, como son los movimientos
niente de la economía y desarrollada principalmente por Douglass North, sociales. Además, el retorno al individualismo es discutible, así sea solo
destaca los elementos externos al actor, pero también mira el comporta- ·metodológicamente, pues en el mundo presente el individuo está progra-
miento individual desde la cultura institucional. Por su parte, Robert Put- mado y en ese sentido "es menos individual que nunca" 45
nam la ha nevado al análisis político al estudiar el peso de las instituciO-
nes en el desarrollo de la democracia. 41 Como las anteriores explicaciones De un enfoque distinto proviene la reciente propuesta de Alain Touraine
sobre el rescate del sujeto o más propiamente de una subj~tividad hasta
1

'1
):,
1 sociológicas, el neoinstitucionalismo no es una teoría de los movimientos
sociales sino del comportamiento de las sociedades, con el agravante de ahora dominada por una razón que se vuelve instrumental. Si bien la sub-
que, como dice un crítico colombiano, si tal enfoque "puede contribuir sig: jetivación puede ocurrir en individuos aislados, para Touraine es en los
nificativamente a la comprensión histórica. de las 'causas de la nque~a movimientos sociales donde mejor se representa. 45 De cualquier forma, este
(... ) no necesariamente a la determinación de su naturaleza y, menos aun, rescate del-sujeto balancea el sobrepeso de las estructuras.
42
a la identificación de las formas de producción sociales"
Otra perspectiva mucho más crítica de las lecturas estructurales de los
El neoinstitucionalismo, a pesar de su sabor estructuralista, abre una movimientos sociales ha sido desarrollada por Chantal Mouffe y Ernesto
puerta al individualismo metodológico que nutrió a las primeras reflexio- Laclau 47 Su argumento, bautizado como posmarxista, constituye una crí-
43
nes de la sociología norteamericana sobre los movimientos sociales Para tica demoledora de toda determinación previa de la acción social, cuya
los seguidores de esta orientación metodológica, el individuo y sus onen- tarea es la construcción de identidades colectivas. Ahora bien, las identi-
taciones constituyen la unidad de análisis básica a partir de la cual se dades no son esenciales o primordiales, sino un resultado de las conver-
puede llegar a agregados institucionales y a las lógicas colectivas que gencias contingentes de los sujetos frente a los diversos conflictos de la
trazan los límites de la acción individual. c;:;omo tal, el md1V1dual1smo me- sociedad contemporánea. 48 Para Mouffe y Laciau los movimientos socia-
todológico toma forma reciente en la llamada elección racional, muy ~m­ les --esas convergencias de sujetos que encarnan la pluralidad de la sacie-
parentada con la teoría de los juegos•• Dicha elección supone metodolo~l­
camente que todo fenómeno social pasa por los individuos con la mten.Clon 45
Boavenlura de Sousa Santos, De/a mano de Alicia ... pág.i8.
de maximizar beneficios y minimizar costos. Es cierto que por esta v1a se 46 c:rt~ca a la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994, págs. 405 y 232. Por senderos teóricos y polílicos
s1m1l?~es, Jü.rgen Habermas enuncia que la colonización del mundo de la vida (que incluye ala subjetividad} por poderes económicos
Ypol1t1cos c1mentad?s en la razón instrumental puede ser superada por los movimientos sociales, especialmente los que persiguen
demandas posmatenales (The New Conservatism. Cultural Criticism and the Historians' Debate. Cambridge: MIT, 1989}. Habermas
40 Con inspiraciones comunes Pi erre Bourdieu insiste en los "habitus" o estructuras que se interiorizan en los individu~s Yque a.su v~z se apoya en los análisis de Klaus Offe sobre los movimientos sociales de Europa como alianzas contingentes de distintas clases
requieren prácticas que las ~ctualizan 0 mod'¡flcan. Asf los "habitus" pueden" contribu'lr adeterminar lo que lo determma" (SocrologJa sociales con una amplia gama de demandas que repolitizan la sociedad civil en sentido progresista (Partidos políticos y nuevos
y cultura. México: Grijalbo, 1990, pág. 74). movimientos sociales. Madrid: Sislema, 1992).
Making DemocracyWork. Civíl Traditions in Modern Ita/y Princeton: University of Princeton, 1993. 47
41 Ver de los dos autoresHegemony andSocfalist Strategy. L.nndon: Verso, 1985, y de Chantal Mouffe, The Return ofthe Political. L.nndon:
42 Humberto Malina, "Pero ... ¿cómo podemos hacerlo?", coyuntura Política, No: 19, septiem.bre ?e 2001, pá~}· Para ~n analisis. del Verso, 1993. En esta sección nos apoyamos lambién en Willen Assies, "Of Structured Moves and Moving Structures. An Overview of
impacto del neoinstitucionalismo en la economía véase Osear Rodríguez, "Relaciones entre h1stonay econom1a , Anuarto Colombiano Theoretical Perspectivas on Social Movements", en Willen Assies, Gerrit Burgwal y Ton Salman.Stmctures o!Power, Movements ot
Resistance. An lntroduction to the Theories ot Urban Movements in LatinAmerica. Amsterdam: Cedla, 1990.
de Historia Social y de la Cultura, No. 27, 2000, págs. 207-229.
Según Martin Tanaka, esta última postura tiene su fuente, como suele suceder e?~ ~1 gr~.eso de la teoría sociológica, en MaxWeber,
46
43
En su análisis del feminismo dice Mouffe que "la 'identidad' de un sujeto múltiple y contradictorio es por tanto siempre contingente
qu'ien parte del irdiv'lduo para abordar lo institucional ("Elementos para un anal1s1s ... , pág. 11 ). Yprecaria, temporal mente está !'liada a la inlersección de esas posiciones de sujeto y es dependiente de formas especfficas de
identificación. Es, por tanto, imposible hablar de un agente social como si fuera una entidad unificada y homogénea" (The Return
44 No en vano Jan Estler es uno de sus defensores, según Tanaka ("Eiemenlos .. ".pág. 12). pág. 77). La traducción de las citas textuales en inglés es obra del autor de este libro, ano ser que se indique lo contrario.
52 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 53

dad- radicalizan la democracia. Las luchas democráticas no necesaria- la experiencia de la India. De una parte, porque dicha categoría confun-
mente son progresistas, pues son polisémicas por definición. de colonialismo e imperialismo, que aparecen simultáneamente en Asia
pero no en América Latina. De otra parte, porque quienes en nuestro
El problema con estos autores es que, en su lucha contra todos los deter- subcontinente sufrieron el peso de la dominación colonial en todo el sen_
minismos universalistas -llámense estructuralismo o racionalismo-, caen tido de la palabra fueron los indios y los esclavos, no así los mestizos ni
/' en un reduccionismo discursivo, en el que "el discurso tiende a ser tratado menos aún los criollos, quienes vivieron como propia la cultura y los va-
como autónomo y constitutivo de la realidad" 49 La cercanía al llamado lores europeos. Saltan a la vista las diferencias en las colonizaciones, no
giro lingüístico del posmodernismo es evidente, así ellos pretendan estar solo en cuestión de tiempo sino también de forma, que remiten a distintos
distantes de sus expresiones más simples y se planteen objetivos políticos horizontes explicativos. 53 Si bien la corriente poscolonial abre una suges-
de radicalización de la democracia, uno de los logros de la modernidad. ttva veta de análisis para entender a los subalternos, y por ende a las
sociedades en que viven, el énfasis exagerado en una resistencia incom-
El posmodernismo también ha sido alimentado y a su vez criticado por los prensible desde parámetros occidentales los vuelve herméticos para un
exponentes de los Estudios Subalternos y en particular por los historiado- lector latinoamericano.
res indios, también conocidos como poscoloniales. Nutridos por la historia
social marxista, van mucho más lejos en su crítica de la dominación colo- Nos resta revisar una última vía de desarrollo teórico, la que promete re-
nial y poscolonial. Plantean una subalternidad irreductible a los paráme- solver en fmma más adecuada el reto de entender la acción social colecti-
tros occidentales, pues estos no solo colonizan al colonizado sino igual- va en nuestro contexto histórico: el constructivismo. Más que responder a
mente a las ciencias que tratan de entenderlo. 50 De su radical diatrib¡¡. no un autor, escuela o paradigma específicos, lo que identifica esta postura
se libra ni el marxismo, al que se ve como un discurso crítico del capitalis- son dos propuestas centrales: una mirada de construcción relacional de la
mo pero contemporizador del colonialismo. Se adentran así en el estudio acción colectiva y un estudio sobre el peso de la cultura en la movilización
de los grupos subalternos, especialmente los campesinos, a partir de tex- social, sin perder la dimensión política que ella encierra. La primera se
tos "deconstruidos". 51 refiere a una superación de cualquier esencia o condición objetiva previa a
la constitución de los movimientos sociales. La segunda habla de una
Dos polémicas se han suscitado en torno a la producción poscolonial, una dimensión de sentido que impregna la vida cotidiana.
más general y otra referida a su aplicacián a otros contextos, como el lati-
noamericano. En cuanto a la primera, hay quienes afirman que estos estu- En :as
diálogos recientes entre norteamericanos y europeos, de los que no
dios abandonan un proyecto totalizador de cambio social para privilegiar estan le¡os algunos pensadores latinoamericanos, se propone dejar de lado
11!
una resistencia anclada en la subjetividad individual o en reclamos atávi- los sesgos excluyentes entre racionalidad instrumental o búsqueda sim-
•1'
cos de una comunidad definida a partir de identidades religiosas. 52 De otro bólica, así como los énfasis antagónicos entre el peso exclusivo de las
[!
calibre es la segunda crítica, que señala la dificultad de aplicar a nuestro estructuras o el de la acción humana. 54 Se busca analizar los "marcos
.. 11'
1' subcontinente la categoría de dominación colonial construida con base en culturales" que encuadran la acción colectiva y que a su vez crean oportu _
lj
'·'
Este tipo de. in.terpretación en Jorge Klo~d~ Alba, "The Po~tcoloni~tion of the (latín) American Experience", en Gyan Prakash (editor),
53
!j
~9 Willen Assies, "OfStructured .. ",pág. 57.
Atte_r Colomal~sm: .. Un grupo de academ1cos norteamencanos, sm embargo, considera que la vía de los Estudios Subcilternos es la
50
Gyan Prakash (editor), After Colonfa.h'sm (Imperial histories and Pos/colonial Dfsp/acements), Princeton: Princeton University, 1995, mejor al.t~rnat1va mtelectual para comprender las fisuras ~istórica.s del subcontinente, como lo declaran en su Manifiesto Inaugural cuya
Introducción. traducc1~n aparece en Santiago Castro yEduardo Mend1eta (editores), Teorías sin disciplina. fvléxico: Universidad de San Francisco
1998, pags. 85-1 OO. '
51 Quien marca la pauta de esta interpretación es su figura más destacada, Ranajit Guha. Véase, por ejemplo, Domfnance Wilhout
Véa~e, por ejemp.lo, al sociólogo español Enrique La raña, La construcción ... , cap. 5. Él propone una definición operativa de los
54
Hegemony. Cambridge: Harvard University, 1997.
¡. 52 mov1m.1entos so~1ales que no respond~ al ideario moderni~nte que hasta el momento se les ha asignado. Así ellos serían formas
1,.¡, Entrevista aAijazAhmad en Santiago Castro yotros, Pensar (en) los intersticios. Bogotá: Universidad Javeriana, 1999. Esta acusación
de ungiroa la derecha es similar a la que Habermas hace del posmodernismo en The New Conserva/ism .. de acc1ón colect1va que apelan a la solidaridad, explicitan un conflicto social yrompen los límites del sistema eri que se producen
lj (pág. 79).
54 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 55

nidades simbólicas. Ellos, como la misma cultura, son también creación códigos comunicativos y culturales. Pero los movimientos sociales no solo
de la movilización social y a veces su principal logro. 55 Ahora bien, hay pelean por ese control, sino que ellos son en sí mismos medios comunica-
quienes distinguen entre marcos mayores -del conjunto social- Yespecífi- tivos, con lo cual Melucci se acerca al modelo de acción comunicativa de
cos -de los movimientos sociales concretos-. 56 En esos diversos contextos Habermas. 60 De un somero análisis de algunos movimientos contemporá-
radica el potencial de los actores sociales para identificarse como "noso- neos (feministas, de grupos étnicos, pacifistas y ecologistas), Melucci ex-
tros" y la legitimidad de sus demandas. Los movimientos que en sus ¡:e- trae algunos rasgos comunes que supuestamente los caracterizan: hete-
clamas se apoyan tanto en valores y tradiciones propias como en elemen- rogeneidad y poca negociación de las metas; alejamiento del sistema polí-
tos culturales generales de la sociedad, tendrán más legitimidad Y por tico; desafío a la separación entre privado y público; y privilegio de la ac-
tanto mayor posibilidad de conseguir éxito. ción directa. Hasta aquí parecería que hablara más de los' viejos reperto-
rios descritos por Tilly y Tarrow que de los nuevos movimientos sociales.
Es el sicoterapeuta y sociólogo italiano Alberto Melucci quien mejor ha Agrega, sin embargo, un rasgo que perfila mejor la acción colectiva con-
57
concebido recientemente la construcción de identidades colectivas. Es- temporánea: la oscilación entre el individualismo y la apelación a la natu-
tas no resultan de la sumatoria de motivaciones individuales, como tam- raleza. 61
poco de condiciones estructurales, aunque incorporan ambas dimensio-
nes. Las identidades son resultados históricos que distan de esencias pre- Ya decíamos que Melucci es crítico de los análisis que buscan explicar las
determinadas. Señala también que en dicha construcción coexisten per- acciones colectivas a partir de condiciones económicas o de oportunida-
manencias y cambios. Además, adelanta que la identidad es algo relacio- des políticas. Sin embargo, al insistir en la primacía de lo simbólico cae en
nal, pues implica un mínimo reconocimiento del antagonista. En situacio- otro extremo igualmente criticable: el reduécionismo cultural. Basta recor-
nes extremas de represión o de desintegración social, las identidades se dar su caracterización de los movimientos sociales contemporáneos para
fraccionan 0 se vuelven muy rigidas -remiten a esencias preestablecidas-, percibir los riesgos de su postura, que lo hace deslizarse hacia un velado
con lo que pierden su función orientadora y legitimadora de la acción. In- esencialismo en la comprensión .de las identidades colectivas y a un ses-
siste en que identidad, acción colectiva, movimientos sociales, cultura Y gado énfasis en los aspectos defensivos de la acción colectiva. 62 Pero hay
muchos de los conceptos que usan los teóricos son categorías analíticas Y otro elemento teorice-metodológico que nos llama la atención y que ya
en ese sentido no correspond en a " cosas re al"58
es . aparecía en Giddens: mientras Melucci se declara anti-estructuralista -
pues iguala estructuralismo a explicaciones desde las condiciones objeti-
Para Melucci la era informática que vive el mundo actual sugiere nuevos vas-, reclama un enfoque "sistémico" .63 Dicho análisis no es teleológico,
campos de acción. 59 En concreto se trata de la lucha por el control de los pues por tratarse de un corte en el tiempo para considerar los sistemas no
anuncia futuro ni tampoco mira el pasado. De esta manera, solamente
s5 ooug McAdam "Culture and Social Movements", en Enrique Laraña, HankJohnston yJoseph Gusfield, New Social Movements. From estudia categorías analíticas -no "cosas reales"- en sus interacciones,
ldeologytoldentíty. Philadelphla: Temple University, 1994.
sin darles carga valorativa y, supuestamente, sin ponderar ningún siste-
56 David Snow, Scott Hunt y Robert Benford, "ldenlity Fields: Framing Processes and !he Social Construction ol Movement ldentities",
en· Enrique La raña y otros, New Social Movemenls ... ma sobre otro.
57 "The Process ol Collective ldenlity", en HankJohnston y Bert Klandermans, Social Movemenls and Culture. Minneapolis: University of

Minnesota, 1995. 60
Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1999, 2 volúmenes.
5s Aspectos que desarrolla en el reciente libro ya citado, Acción colectiva ... y en 1~ anterior ob:a doble_: Cha_llenging Codes: CollecHve 61
Véase Chaflengíng Codes ... , Parte 11, capflulos 5a1O, titulada ptJcisamenle "ContemporaryCollectiveAction". Son muchos los autores
. ::
Aclion in the /nformation Age. y The Playing Self, ambos publicados en Cambridge: Cambndge Umvers1ty, 1996. que perciben lo ambiental como el nuevo horizonte de la acción social colectiva Boaventura de Sousa Santos, por ejemplo, dice: "..
:.i¡ '. 59 La preocupación sobre los nuevos fenómenos de la informática en la construcción de identidades es también compartida_ por M~nuel al final de siglo, la única utopla realista es la utopfa ecológica y democrática" (De/a mano de Alicia ... , pág. 47).
castells en su mas reciente libro. The Powerof tdenlity. Qxford: Blackwell, 1997. Esta obra es el segundo volumen de la sene publ1~da 62
Así lo sugiere cuando señala, por ejemplo, que ante la amenaza de cambio la gente se une para defender una identidad previamente
por el autor titulada The lnformationAge: EConomy, Society anii Culture. El énfasis de este segundo volu~~n, como el tftulo lo sug1ere, establecida. Claro que en el transcurso de la movilización las identidades se transforman, porque se suman otros actores con nuevas
está en los movimientos sociales. El interés del autor no es teórico y más bien busca mostrar que de la cns1s general del mundo a0ual, demandas (Chalfenging Codes ... , pág. 296).
sometido al choque entre globalización eidentidades particulares, pueden surgir nuevas formas de pro~es~a Yde pod_eres ~ltemat1vo~. 58
De manera provocativa (o provocadora) señala que de los fundamentalismos religiosos y de los m~v1m1entos ~ac1onahstas otern- Se trata de un análisis de la interacción de cuatro sistemas: el productivo (económico), el de toma de decisiones (polftico), el que
1:1
'li toriales están brotando las nuevas identidades que pueden producir sujetos con proyectos alternativos de sociedad. gobierna el intercambio (organizativo) y el de la reproducción de la vida cotidiana (cultural).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 57
56 Mauricio Archila Neira

La perspectiva de Melucci, si bien representa la versión más elaborada mo-leninismo, que se orientaba casi exclusivamente hacia el Estado. 67 En
del construccionismo, es criticable no solo por la ya denunciada sobreva- cualquier caso, es necesario tener una mirada cautelosa, si no escéptica,
loración cultural, que contradice el pretendido equilibrio sistémico, sino sobre la aplicación de dichos modelos, pues suponen procesos históricos
porque paradójicamente se acerca a dos extremos en el debate reciente de que no se han producido en forma igual en nuestros países. Sin tal pers-
las ciencias sociales. Por una parte, el autor se coloca lo más cerca posible pectiva crítica muchas veces los analistas terminan investigando con el
1

del giro lingüístico que pregona el posmodemismo, sin caer totalmente en deseo y no con el principio de realidad. Una de las consecuencias es anun-
':.'

1
1 1
él, pues sigue suponiendo que existe una realidad más allá de las media- ciar más movimientos de los que existen, pues, como dice Fbweraker, "no
ciones culturales b de la construcción de categorías analíticas. Por otra todo lo que se mueve es un movimiento social". 68 Fernando Calderón, por
"il parte, su enfoque sistémico recuerda el análisis estructural-funcionalista ejemplo, es optimista al señalar que el subcontinente es rico en movimien-
!

de Talcott Parsons," aunque con una actitud menos estática. En este en- tos sociales, no tanto en número cuanto en variedad, por la sjmultaneidad
cuentro tangencial con dos extremos criticables se evidencia, una vez más, temporal en la que convive lo premoderno con lo moderno y hasta lo pos-
que los fantasmas que rondan a las ciencias sociales tienen más en co- moderno." Posición contraria enuncia Alain Touraine, para quien "Améri-
mún de lo que a simple vista parece. El estructuralismo desconfiaba tanto ca Latina no es el continente de los movimientos sociales conscientes y
de la posibilidad de conocer la realidad como hoy sus antagonistas pos- organizados (... ) Ningún continente ha conocido más actores, ninguno los
ha conocido más débiles" 7 '
modernos."

Hasta aquí la sintética reseña de las principales teorías sobre la acción Cuando se estudian los movimientos sociales de América. Latina, tanto
social colectiva, que ilustra las tensiones conceptuales y los principales los de clase, obreros y campesinos, como los llamados nuevos, se produce
jalones, para desembocar en una perspectiva constructivista de los movi- un choque entre teoría y realidad, pues si desde Europa se enfatiza la
mientos sociales, que está más cerca de nuestras inquietudés académicas. relación entre movimientos sociales y sociedad civil, en el subcontinente
latinoamericano la precaria existencia de ésta y el papel central que histó-
ricamente ha jugado el Estado hacen que desde el principio la acción so-
¿Y AMÉRICA LATINA QUÉ? cial colectiva se politice 71 La existencia de dictaduras en gran parte de
Es hora de decir algo sobre la particularidad de la acción social colectiva América Latina hasta los años ochenta reforzó la dinámica de los movi-
en América Latina. Los autores que han intentado un acercamiento teóri- mientos sociales en favor de la democratización. Así se diluye la clásica
co a partir de la realidad latinoamericana coinciden en señalar que en el distinción occidental entre acción social y política 72
subcontinente ha tenido más peso el paradigma de construcción de iden-
tidad que su contraparte norteamericana." El marxismo impactó a la in- Los recientes cambios en el modelo de acumulación del subcontinente a
telectualidad desde mediados del siglo XX y en decenios posteriores se juicio de Fernando Calderón, desembocan en una crisis total de los Esta-
vivió el redescubrimiento de versiones menos ortodoxas, como la encama-
da por Antonio Gramsci. Fue importante en especial su contribución para
repensar la sociedad civil escondida en la visión de la política del marxis- 67 Jorge Castañeda; La utopfa desarmada ... , págs. 235-236. 1

66
Theorizing ... pág. 4. •¡
59
Movimientos sociafesypolftica. La década de/os ochenta enAméricaLalina. México: SrgloXXI, 1995, pág. 117.
.1
70
64 Para quien el "sistema total de acción social'' estarfa compuesto asu vez por los sistemas de la personalidad de los actores, el social América Latina... , pág. 268
1' · como tal yel cultural (Talcotl Parsons, El sistema social. Madrid: Biblioteca Revista de Occidente, 1976, capítulo 1). 71 Sus~n ~ckestein l!ama la atención sobre el
peso de la tradición burocrática ycentralista en Latinoamérica, lo que marca también sus
movrmrentos socrales (Power and Popu/arProtest. Berkeley: University_ofCalifornia, 1989, págs. 53-54).
65 De esta forma, para los posmodernos, el objeto de investigación no-es el "otro" oel conocimiento de la realidad, sino la comunidad
72
de investigadores (Ernesl Gellner, Postmodernism, Reason and Re/igion.Londres: Routledge, 1992, cap. 2). Una temprana critica de es las categorfas en Rodrigo Baño, Lo social y lo polltico. Santiago de Chile: Flacso, 1965. Para él ambas
66 En fffiícular los ya cttadosJoe Foweraker, Theorizmg ... yWilliem Assies, "01 Structured ... ", así como la introducción de Arturo Escobar dimensiones constituyen abstracciones analfticas del comportamiento colectivo, no siempre diferenciables en la historia concreta
(pág. 153).
ySonia Álvarez (editores), The Making of Social Movements in Latin America. Boulder: Westview Press, 1992.

····¡'

' !
58 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 59

dos nacionales, de las sociedades civiles y, en el fondo, de la idea de mo- una sociedad, sino que igualmente inciden en la configuración de sus po-
i
dernidad que se construyó a partir de la revolución mexicana. Los movi- líticas al reclamar un nuevo sentido de ciudadanía. Comparten los para-
mientos sociales no son ajenos a esta crisis general y así lo confirma el digmas de la modernidad occidental, que llegaron deformados a América
crudo panorama de atomización de los actores sociales, viejos y nuevos, Latina, pero, a su vez, buscan superarlos. Esta mirada entre la política y
que describe el autor. En todo caso, para Calderón la crisis del Estado la cultura presta atención al Estado, pero también a las redes sociales, a
nacional marca los nuevos rumbos de la acción social colectiva en Améri- los nuevos espacios de lo público y a la revitalización de la sociedad civil
ca Latina. 73 por la vía de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), punto que
no había sido desarrollado por la literatura antes considerada. Álvarez y
También, en contraste con los países centrales, aquí siguen vigentes las Escobar observan también con cuidado el impacto de la globalización en
luchas por necesidades materiales que se dirigen hacia el Estado en la la dinámica de los movimientos sociales, que no siempre es negativo. De
medida en que éste no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspec- esta forma cuestionan y enriquecen la aproximación eurocéntrica a la ac-
to de diferencia descansa en el peso de los "viejos" actores en los "nuevos" ción social colectiva.
movimientos sociales, hasta desdibujar una distinción que es clave en
Europa y Norteamérica. El movimiento laboral, por ejemplo, no solo es la A estas alturas del texto surge la pregunta: ¿qué nos queda de todo este
matriz originaria de las luchas sociales sino que él mismo se puede trans- largo recorrido tanto por las teorías centrales como por las periféricas?
formar en nuevo movimiento social, como ha ocurrido en los últimos años Aunque no podamos decir que encontramos modelos totalmente explicati-
en Brasil. El punto de ruptura entre lo viejo y lo nuevo radica, por tanto, en vos Y categorías absolutamente novedosas, se clarifica el panorama de la
la construcción de identidades. Los actores pueden ser los mismos de los investigación sobre movimientos sociales, al menos en cuanto a las pre-
países del centro -Estado, trabajadores y consumidores-, pero las conver- guntas que la deben guiar. Veamos en forma resumida los principales
gencias pueden producir nuevas identidades que, como ya se ha dicho, no elementos encontrados. Resalta la insistencia de muchos autores reseña-
responden a intereses a priori, sino que son construcciones históricas. Ade- dos en la construcción interactiva o relacional de la realidad social, que no
más, las identidades son múltiples: la gente puede movilizarse como muje- es resultado de condicionamientos objetivos previos, ni tampoco de meros
res o maestros, estudiantes o demócratas, trabajadores o socialistas." discursos. La acción humana, en este caso colectiva, es la generadora de
la sociedad, pero ella está constreñida por aspectos estructurales que a
Las relaciones entre cultura y política también adquieren un carácter par- su vez son construcciones históricas modificables. Metáforas como reper-
ticular en América Latina. Sonia Álvarez y Arturo Escobar han tratado no torios y ciclos de protesta, resistencias ocultas o abiertas a hegemonías, 0
solo de. definir cada ámbito, sino de ponerlos en relación mutua frente a la escenarios de poder y contestación, hablan de la dinámica de conflicto en
dinámica de los movimientos sociales. 75 La cultura no es algo estático y que están inscritos los movimientos sociales en contextos espacio-tempo-
aislado, ·y la política, más que la mera acción institucional, es toda lucha rales específicos.
por poder. Los movimientos sociales no solo participan de las culturas de
La cultura, concepto sin contornos precisos, ocupa un interés creciente de
los investigado_res de la acción social colectiva. Trátese de los repertorios
13 Movimientos sociales ypolítica ... , especialmente los capftulos 1 y8. de contestación, de los marcos culturales -más amplios o particulares- 0
14 Joe Foweraker, Theorizing ... pág. 60. El autor aporta su propia aproximación a movimiento social: "debe exhibir un(... ) propósito
1
de la construcción de identidades, la cultura es al mismo tiempo algo
coleclivo yun tipo de objetivo político (construido ampliamente) que requiere interacción con otros actores polrticos, por lo común
actores estatales y, al contrario de los grupos de interés o las ONG, debe también movilizar asus adherentes en pos de sus propias heredado y en permanente transformación. La identidad colectiva y públi-
metas" (pág. 4). ca -para no tocar la individual- de los distintos actores no es refiejo natu-
15 Sonia Alvarez, Evalina Dagnino yArturo Escobar (editores). Cultures of Politics, PoNtics of CuHures.(Revisiaaing Latin_American_So_ciílf ral de estructuras externas, aunque ellas la constriñen. Es siempre cons-
Movemen/s). Boulder: Westview Press, 1998. La revisión hace mención al anterior libro de Álvarez y Escobar ya citado, The Making
ofSociaf Movements ... Si este primer libro fue una mirada de los movimientos sociales del subcontinente a la luz de las teorías en truida en relaciones y, como dice Boaventura de Sousa Santos, "combina
boga, el segundo es un intento de crear modelos teóricos acordes con la realidad latinoamericana.
lo propio y lo ajeno, lo individual y lo colectivo, la tradición y la moderni-
60 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 61

dad" 76 Las identidades que se observan en el mundo contemporáneo pue- investigadores, pues mientras los que defienden el mayor impacto cultural
den provenir de ámbitos comunales o societales, de movimientos reactivos de los movimientos sociales creen en su creciente autonomía, quienes in-
0 proactivos, pero hacen que los movimientos sociales miren al futuro, sisten en la acción política dudan de la real distancia con relación al Esta-
bien sea para radicalizar la democracia, bien para construir modelos al- do y a los partidos." En cualquier caso, América Latina parece ser un
ternativos de sociedad. No son ajenos a la modernidad, así se opongan a buen laboratorio para poner a prueba las relaciones entre lo social y lo
algunas de sus manifestaciones. político.

El recorrido realizado igualmente ha arrojado críticas tanto de los modelos BALANCE DE LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA COLOMBIANA 80
establecidos como de las nuevas propuestas. Sobre las limitaciones de los
primeros no es necesario abundar. Dentro de las últimas, resalta el riesgo Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones, aunque no s¡¡a un país que
de sobrevalorar la cultura y casi caer en un reduccionismo que hace de se precie de contar con movimientos sociales fuertes o con una producción
ella la única explicación de la acción social colectiva-'' Aunque se preten- académica de punta. Así históricamente las luchas sociales en el país se
de superar la metáfora de base y superestructura, no se llega a una expli- remonten casi a los inicios de la colonización europea, el tema de los mo-
cación que articule las dimensiones más materiales con las estrictamente vimientos sociales es de reciente aparición en nuestro medio. Fruto tanto
simbólicas. Por la misma vía tocamos fantasmas del pasado -los estruc- de dinámicas internas derivadas del régimen bipartidista como, sobre todo,
turalismos supuestamente superados- y del presente -el posmodernismo de factores externos ligados al auge de rebeliones anticoloniales, campe-
principalmente-. Ambos plantean que la realidad difícilmente se conoce, sinas y estudiantiles, las ciencias sociales en los sesenta comenzaron a
pues está precedida por estructuras determinantes o por discursos que reflexionar sobre la aparición de nuevos actores sociales y el significado
obstaculizan nuestras percepciones. Pero, por fortuna, la ma~orfa de los de sus luchas. A medida que algunos movimientos adquirieron visibilidad
autores estudiados comparte, en mayor o menor grado, la idéa de que la se convirtieron en objeto de investigación.
realidad existe más allá de nuestra mente y que la podemos conocer en
aras de potenciar la acción. De esta forma, el mundo contemporáneo pre- En el balance historiográfico que hicimos de la producción académica en
senta retos no solo a los actores sociales sino también a los mismos inves- torno a los movimientos sociales constatábamos un incremento casi geomé-
tigadores. trico de publicaciones hasta comienzos de los años noventa. 81 Aunque to-
davía no hemos realizado el estudio cuantitativo del último decenio, tene-
Sin anular las dimensiones materiales y culturales en las demandas, por mos la impresión de que la producción se ha estancado, así la actividad
donde se mire, la acción social colectiva en América Latina desemboca en social haya continuado con inusitado impulso, en especial durante las
la política, lo que replantea la distinción entre una y otra, propia de los últimas administraciones. ¿A qué factores responden estos vaivenes inte-
teóricos de los países centrales. Esa politización de la acción social le
impone un reto adicional, consistente en la lucha por su autonomía ante el
Estado y el sistema político. 78 Sobre este punto no hay consenso entre los 79 En el fondo este debate es reflejo de las posturas ante el papel de los movimientos sociales en el subcontinente. Tilman Evers, por
ejemplo, los mira·como la alternativa para recrear la polltica y la sociedad; por tanto, postula su autonomía ("ldentity ... ").Autores como
Foweraker (Theorizing ... ) yAssies ("OfStructured ... "), al creer en una acción politizada que institucionaliza alos movimientos sociales,
dudan de su real auto no mfa. En recientes elaboraciones Alain Touraine se situaría en un término medio, pues aunque insiste en que en
América Latina los movimientos sociales han Sido débiles, en la medida en que los Estados nacional-populares desaparecen, los
10 De la mano de Alicia ... , pág: 162. De hecho, según él, la pregunta por la identidad es una pregunta que surge en la modernidad. actores sociales logran mayor autonomía {"De la mañana de los regímenes nacional-populares a la vfspera de los movimientos
n Algunos autores, como Tilman Evers, no solo exaltaron la novedad de los mov1mien~os sin~ que llegaron aafi~mar que su po_tenci~l sociales", Lasa Forum, vol. XXVIII, No. 3, otoño de 1997).
no era politice sino de renovación cultural de las prácticas cotidianas (..ldentity. The H1dden S1de o! the New Soc1al Movements mLatm so Una versión preliminar de esta sección fue presentada al Tercer Observatorio Socio-polltico convocado por el CES en el mes de mayo
¡-··
! .
America", en David Slaler (editor), New Social Movements andthe State in LatinAmeri~a. Amsterdam: Cedla, 1985)~ Era un llamado, de 2000 y publicada bajo el tftulo "Vida, pasión y ... de los movimientos sociales en Colombia", en Mauricio Archila y Mauricio Pardo
con cierta acogida entre la-intelectualidad latinoamericana, auna contra-cultura apolfl1ca que hacia eco al sesgo senalado (edifdres), Moiiim7eflt65 saciares; Esladoydemocracia. Bogotá: CES-!Carih.;200'f, págs.I6-4T
1

1a w. Assies, "Of struclured ... ", pág. 88. El problema de la auto no mfa de los movimientos sociales ~are ce ser específico de Am_érica Bl "Historiografía sobre los movimientos sociales en Colombia, siglo XX", en Bernardo Tovar (editor), La Historia al final del milenio, Vol
'1 .. ¡. Latina, por su necesario contacto con el Estado. En Europa y Norteamérica casi que es una caracteristlca de los nuevos actores sociales. l. Bogotá Universidad Nacional, 1994, págs. 251-352.
1
!

! l.
62 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 63

lectuales? ¿con qué modelos teóricos se ha interpretado la protesta social ciales, en especial los campesinos y los estudiantes, estos últimos con
en el país? ¿cuál ha sido el diálogo, si lo ha habido, entre actores y analis- mucho protagonismo en los años del Frente Nacional. 86
tas? Éstas son algunas de las preguntas guías de este balance crítico de
la producción académica colombiana sobre las luchas sociales a lo largo Aunque en forma tardía, también a Colombia llegó el paradigma marxista
de los cuatro últimos decenios del siglo XX. Proponemos realizar esta lec- como instrumento para la lectura de la acción social. Así intelectualmen-
tura destacando varios momentos que expresan a su vez los modelos teó- te ya se le conociera desde los años cuarenta, y aun antes hubie;a sido
1' .1
ricos vigentes en nuestro medio. 82 elemento de movilización política, su impacto en el mundo académico ape-
nas se vino a sentir a finales de los años sesenta. 87 Su arribo a nuestras
Desde los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría, los países tierras fue tarea difícil, pues el medio cultural poco secularizado no era
centrales y en particular los Estados Unidos estaban muy preocupados propicio para la aclimatación de ideologías revolucionarias. P13ro en el con-
por la pobreza en el mundo periférico. Obraba en ellos el terror del comu- texto de una creciente oposición interna al régimen de coalición biparti-
nismo en aparente expansión y la misma explosión demográfica, que so- dista, alentada por los vientos internacionales favorables al pensamiento
cavaba los ideales de progreso sobre los que se asentaban firmemente las de izquierda, el marxismo encontró un terreno abonado para su difusión,
sociedades occidentales. Así se inventó el discurso desarrollísta y se diag- especialmente en el sistema público de educación superior.
nosticó el atraso del llamado Tercer Mundo, categoría que encarnó la ima-
gen geopolítica de los países centrales. 83 En esas con_diciones socio-políticas y culturales el materialismo histórico
inició la disputa con los modelos desarrollistas y ofreció un entendimiento
En Colombia, las nacientes ciencias sociales bebieron de esta fuente a distinto del sentido de la acción social colectiva, sin que rompiera definiti-
finales de los años cincuenta. Al abrigo de las teorías funcionalistas ya vamente con el discurso eurocentrista, porque era su heredero, un tanto
reseñadas se realizaron desde análisis macrosociales hasta estudios de díscolo, es cierto, pero heredero al fin y al cabo. El marxismo que arribó al
caso para tratar de indagar sobre las causas de nuestro supuesto subde- país en los años sesenta era ortodoxo, aunque con algunas de las varian-
sarrollo y ofrecer fórmulas de solución de tal atraso. 84 En este último as- tes como la ofrecida por Althusser. Como ya vimos, consideraba que las
pecto sobresalían algunos actores sociales modernos llamados a impul- contradicciones en la esfera productiva eran las fundamentales en la his-
sar o al menos a no frenar el desarrollo. Los trabajadores asalariados, y toria Y postulaba la necesidad de una vanguardia que representara a la
especialmente sus sindicatos, eran cruciales en ese propósito siempre y clase revolucionaria por antonomasia, .el proletariado.
cuando se alejaran de las ideologías revolucionarias o totalitarias, que
para el funcionalismo eran lo mismo. El apoyo a las llamadas corrientes Fue precisamente la clase obrera la que recibió la atención de los analis-
democráticas y una estrecha relación con el Estado eran las garantías de tas enmarcados en este paradigma. Tampoco faltaron los estudios que
un desarrollo armónico. 85 Algo similar se postulaba para otros actores so- intentaban explicar los orígenes clasistas de otros movimientos aparente-
mente más heterogéneos y a los que se les proponía como máxima consig-
s< HaY qu'ienes postulan fases o momentos de la historia social reciente del país según distintos protagonismos, lo que en sí constituye na la "alianza obrera, campesina y popular". 88 Vanamente se intentó ex-
una interpretación de·esa historia como toda cronologfa lo es. Aguisa de ejemplo véanse las propuestas de Francisco De Rouxy Cristina
Escobar ("Una periodización de la movilización popular en los setentas", Controversia, No. 125, 1985) y la más elaborada de
Con~ideraciones de este estilo en los libros de John D. Martz, Colombia, un estudio de polltica contemporánea. Bogotá. Universidad
86
Leopoldo Múnera (Rupturas y continuidades ... ). En ambos casos se postula un protagonismo campesino aprincipios de los setenta,
seguido de un resurgimiento obrero amediados del mismo decenio para pasar luego al auge cívico de los ochenla. Nac10nal, 1969 Yde Robert Dix, Colombia, the Política/ Dimensions ofChange. New Haven: Yale University, 1967.
83 87
:; i Una crítica del discurso desarrollista en Arturo Escobar, Encountering Deve/opment. The Making and Unmaking ofthe Third Worfd. En esto coinciden los autores de la obra edUada por Bernardo Tovar, El marxismo en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional 1984.
1'·. Princeton: Princeton University, 1995 Uno de ellos, Gabriel .Misas, recuerda que "en la Universidad Nacional (... ) se podfan contar, en el lapso 1960-1965, únic~mente
1:: tres profesores marx1stas" (pág. 213).
84 Véanse, como ejemplos de los dos extremos, los trabaJOS del padre Joseph Lebrel (director de la Misión de Economía yHumanismo),
Estudios.sobre las condiciones de!lesarrolkJ.de.Ga/ombiaA3ggGtá: Aedi-la, 1958 yde .Orlando Fals Borda, Campesines·defosAndes; ss En nuestro balance hiStoiiográlico ilustramos esta aseveración con estas cifras: de 351 textos revisados, 156 se referfan ala clase obrera.
Estudio sociológico de Saucio (Boyacá). Bogotá. Punta de Lanza, 1978. De estos, dosfuero.n escn~os antes de los sesenta, ocho en los sesenta, 38 en el decenio siguiente y106 en los ochenta ("Historiografía ... ",
so Un texto representativo de esta primera aproximación, que cuenta además con una importante base empfrica, es el de Miguel Urrulia, pág. 267). ~s merares eremplos de la tendencia marxista-leninista son Ignacio Torres Giralda, Los inconformes, 4volúmenes. Bogotá:
Historia del sindicalismo en Colombia. Bogotá: Universidad de Los Andes, 1969. Margen Izquierdo, 1973 y Edgar Caicedo, Historia de fas luchas sindicales en Colombia. Bogotá: Suramérica, 1977.
'
1

64 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 65

plicar los componentes de clase de los estudiantes, del magisterio o de los mundial, lo cual sugería la creación de un bloque popular que construyera
pobladores urbanos, sacrificando sus especificidades socio-culturales." una alternativa de corte nacionalista para impulsar un crecimiento econó-
Era un proceso mental que reducía el conflicto social a lo econÓmico, lo mico equilibrado."
que en ese sentido no distaba del reduccionismo del discurso desarrollista
tradicional. Es cierto que con estas posturas se enriquecía el estudio de la acción
social colectiva, pues ella no se limitaba a la mera explotación económica
La mayor presencia de actores sociales heterogéneos en los años setenta por las burguesías locales, sino que atendía a fenómenos más complejos
parecía exigir una aproximación menos rígida que la clasista pero que no de opresión política en la arena mundial. 93 En términos de los conflictos
perdiera las fortalezas del análisis del materialismo histórico. 90 En forma sociales, importaba tanto la esfera de la producción como la del consumo,
casi imperceptible, el énfasis de los investigadores sobre los movimientos lo que era.una significativa innovación en la comprensión de las contra-
sociales pasó del obrerismo a una mirada sobre lo popular. Ya no solo se dicciones que atravesaban nuestra sociedad. Inspirados en hlgunas pos-
hablaba de proletariado sino de un conjunto de clases explotadas y opri- turas renovadoras del marxismo elaboradas en Europa, como las de Ma-
midas que a veces se catalogaba como pueblo, a veces como movimiento nuel Castells, algunos analistas comenzaron a hablar de crisis urbanas y
popular y a veces simplemente como movimiento social en singular. de desarrollo desigual y combinado para explicar las primeras acciones
cívicas. 94 Pero aun en este audaz paso se seguía insistiendo en el análisis
Nuevos vientos teóricos reforzaban este giro hacia lo popular. De una par- de clase, tanto desde el punto de vista de la producción como desde el del
te, la vertiente maoísta del marxismo, a pesar de su formal ortodoxia, consumo, y en un cierto vanguardismo obrero en la movilización
reivindicaba el papel protagónico del campesinado, que también había ciudadana. 95 Con el tiempo, los investigadores sumaron las luchas urba-
sino un actor crucial en la Revolución Cubana y en muchas luchas antico- nas con las acciones cívicas, en un curioso paso metodológico que le agre-
loniales. De otra parte, cobraba relevancia la llamada Teoría de la Depen- gó confusión a la categoría cívica. 96 El imaginario de la lucha de clases
dencia, alimentada tanto por los estudios del imperialismo como por el seguía presidiendo tanto los sueños de los intelectuales de izquierda como
pensamiento cepalino. Era una concepción crítica del desarrollo propues- los temores de los políticos de derecha. Así se demostró con la exagerada
to en los países centrales sin romper el molde discursivo desarrollista. 91 Si interpretación que de uno y otro lado se hizo del paro cívico del 14 de
bien el debate teórico ya no giraba en torno de los dualismos campo-ciu-
dad y tradicional-moderno, y se postulaba un enfoque más histórico de
nuestra evolución, la meta seguía siendo un desarrollo entendido como 92
El primer texto de Daniel Pécaut (Poli1icay sindicalismo en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1973) hace eco de esta visión en especial
en la Introducción. '
progreso de corte material, con los países centrales como modelo. En tér-
Aunque distante del marxismo-leninismo, la corriente de la "derivación lógica del capital", que tuvo aFernando Rojas yVicto~ Manuel
93
minos sociales, la Teoría de la Dependencia se dirigía, más que a las cla- Moneayo ?On:'o sus mejores exponentes en nuestro medio, postulaba una autonomia obrera y aun popular como la tabla de salvación
ses concebidas aisladamente, a un conjunto de sectores populares sumi- ante la lógiCa Implacable de un capitalismo que no ten fa patria. De los dos autores véase Luchas obreras ypolílicalaboraf en Colombia.
Bogotá: La Carreta, 1978.
dos en condiciones de atraso precisamente por .el desarrollo capitalista 94
La inspiración_ en dichos autores ya estaba presente en tempranos estudios como el del Grupo Russi. Lucha de clases ... y el de Jorge
E. Vargas y Lu1s l. Aguilar, Pfaneaciónurbanaylucha de clases. Bogotá: Cinep, 1976. ·
95
se El análisis de clase solla ser el inicio de toda investigación sobre aclares sociales. Algunos esfuerzos de este tipo para el movimiento Asi ocurrió con los trabajos pioneros de Medófilo Medina, "Los paros civicos en Colombia (1957-1977)", Estudios Marxistas, No.
estudiantil pueden observarse en Jaime Caycedo, "Los estudiantes ylas crisis polllicas", Documentos Po!fticos, mayo-Junio de 1979 14,_1977. págs. 3-24, Yd_e Jaime Carrillo, Los paros cívicos en Colombia. Bogotá: Oveja Negra, 1981. El primero designó a los paros
y "Conceptos metodológicos para la historia del movimiento estudiantil colombiano", Estudios Marxistas, No. 27, 1984. Algo similar clv1cos como una modalidad de huelga de masas, con gran presencia sindical. El segundo desarrolló más la hipótesis de la crisis
hizo para el magisterio Laureano Coral, Historia del movimiento sindical del magisterio Bogotá: Suramérica, 1980. En el caso de los u:banap~ra ~xp!ic~r la n;ovilizaci~n ciu?adana pero reiteró ~1 peso sindical. Seria Pedro Santana quien refutarla esa última aprecia-
pobladores véase, del Grupo José R. Russi, Luchas de clases por el derecho a la ciudad. Medellln: 8 de junio, s.f. Ción Yqu1_:m 1ns1sllria mas e_n la h1pó~es1s de! desarrollo desigual (Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep,
1983). Anos después Med1na publicó un libro que recogia los Rrincipal.es hitos de..Las Jucbas_qu.e. se_diemn..en.las ciudades
1! 90
La heterogeneidad de los cívicos saltaba ala_vista, pero noe~tabaau.s..e.nte..en.olms [Tl(lllim.ientos..comúnmente.vistoscomo.homogé- cOlorñbianas durante el srgro XX, pero no es propiamente un análisis-de los movimientos urbanos (La protesta urbana en Colombia
1:1 neos. Tal hallazgo fue claro para los campesinos en la obra de Lflón Zamosc, Los usuarios campesinos y la lucha por la tierra. Bogotá: en el siglo XX. Bogotá: Aurora, 1984).
Cinep, 1982.
Medó~ilo M~dina no habla hecho esta sumatoria en su seminal articulo, cosa que sí realizaron Carrillo y sobre todo Santana. Un
90
,,:11
:il ¡¡ 91
Arturo Escobar, Encountering Development ... , cap. 2. Un texto representativo de esta postura teórica en nuestro medio fue el de Mario estudio estnctamente urbano fue el de Gilma Mosquera, "Luchas populares por el suelo urbano", Estudios Marxistas No. 22,
¡: . ¡
1 ~ Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano. Bogotá: Estrategia, 1963. 1982, págs. 20-51.
1 1,
"

1!
. !
66 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 67

septiembre de 1977. 97 La homogeneidad y el vanguardismo antes atribui- De esta forma la categoría movimientos sociales ingresa al lenguaje de
dos a la clase obrera se extendían, por diVersos subterfugios intelectuales, nuestras ciencias sociales y desplaza, aunque no para siempre, a los con-
a la categoría pueblo. Si el levantamiento popular al estilo del primer Paro ceptos de clase y de pueblo. Se trata de un avance indudable en términos
Cívico Nacional quedó indefinidamente postergado, eso no significó que la teóricos, pues se desprende del análisis economicista predominante en
gente hubiera dejado de presentar demandas o exigir soluciones a sus anteriores momentos. Otras dimensiones de la realidad social constituyen
necesidades sentidas renovando las modalidades de lucha. objeto de la reflexión académica. Ya la lucha social no se explica mera-
mente por las contradicciones en la esfera productiva o cuando más en las
El resurgir de la protesta social en los años ochenta, con elementos dife- de distribución y consumo. Dimensiones culturales y simbólicas entran en
rentes a los de decenios anteriores, hizo que muchos analistas proclama- la agenda de los actores sociales y en la mente de los investigadores. La
ran una nueva era en la acción social colectiva del país. 98 Ante el desgaste construcción de identidades en los actores colectivos cobra ¡importancia y
de la política tradicional y de la misma acción de la izquierda, se conside- hay más sensibilidad intelectual por las diferencias de género y de etnia.
raba que la movilización urbana y rural anticipaba una nueva forma de Pero también en este momento aparecen nuevos entendimientos de la re-
participación ciudadana. En una clara continuidad con el momento ante- lación entre las esferas social y política. Por la misma vía se duda de la
rior, se postulaba que estaba surgiendo la simiente de un poder popular. 99 pureza de los actores sociales y de su ilimitada capacidad de autonomía.
A pesar de las aparentes continuidades, de hecho los modelos teóricos Entre los intelectuales y no pocos activistas colombianos se comienza a
con los que se examina la realidad en los ochenta son bien diferentes. Ya percibir que los movimientos sociales no son revolucionarios per se. Las
no está al orden del día la concepción marxista-leninista e incluso tampo- relaciones con el Estado se miran en forma distinta: ya no hay total ene-
co la Teoría de la Dependencia. La intelectualidad colombiana vuelve sus mistad, sino que a veces se plantean relaciones complementarias, lo que
ojos a Antonio Gramsci, aunque en forma más tardía que en el resto del no quiere decir que se suprima el conflicto, muchas veces focalizado con-
subcontinente, y por esa vía a nuevas aproximaciones marxistas. De he- tra el manejo que hace el ejecutivo de las políticas sociales. La relación
cho, la categoría de "nuevos" movimientos sociales urbanos es acuñada al entre región y nación es puesta de nuevo sobre el tapete, pero ya no como
abrigo de teóricos neomarxistas ya mencionados. 100 Pero definitivamente rivalidad entre las elites, como ocurría en el siglo XIX y parte del XX, sino
quien más inspira a los investigadores criollos es Alain Touraine 101 Como como demanda de las más disimiles capas sociales de provincia. 102 A la
en el resto de América Latina, en la conceptualización de los movimientos región también se la consideraba generadora de identidades sociales 103
sociales se acude más a los autores eu¡:opeos que a los norteamericanos,
con las implicaciones teóricas que ya hemos analizado. Logros políticos como la descentralización y la elección popular de alcaldes a
fines de los ochenta y la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente
~7 "Dos acontecimientos reflejaron esa enfermedad de la percepción: la adopción del Estatuto de Seguridad el6 de septiembre de 1978 a principios de los noventa hacen viables estas nuevas aproximaciones teóri-
por el gobierno de Turb<i.y Aya la y la realización de la Séplima Conferencia Nacional de las Farc en 1982" (Medófilo Medina "Dos cas. Así los actores sociales no siempre hayan tenido éxito en la participación
décadas de crisis polílica en Colombia, 1977 -1997", en Luz GabrielaArango (editora), La crisis socio-política colombiana. Bogolcl.:
CES-Fundación Social, 1997, págs. 29-30). electoral, hay una mirada menos maniquea de la política. En esto se hacía eco
98
Ese era el espíritu que se reflejaba en los ensayos de Orlando Fals Borda ("El nuevo despertar de los movimientos sociales", Revista de una tendencia intelectual que retornaba a los análisis políticos luego de
Foro, Año 1, No. 1, sepliembre de 1986, págs. 76-83) y Luis Alberto Restrepo ("El protagonismo político de los movimientos excluirlos por años, en el intento de destacar la primacía de lo social. 1"
sociales", Revista Foro, Año 2, No. 2, febrero de 1987, págs. 33-43). Fals Borda habla hecho una contribución importante al estudio
de los movimientos campesinos de la región costeña, especialmente en Resistencia en el San Jorge. Bogotá: Carlos Valencia, 1984,
y Retorno afa tierra. Bogolá: Carlos Valencia, 1986.
102
99 En un apresurado artículo, Camilo González llegó adecir que la movilización de principios del gobierno de Betancur era "la auténtica En este terreno sobresalen los cuidadosos estudios sobre los conlliclos agrarios de dos colombianistas norteamericanos: Catherine
expresión de la fo_rmaQión. C!e.~o poder popular que tiene la potencialidad de.con11ertirse.en la base institYcioRal--de un conlrapoder'' LeGrand, Colonización y protesta campesina en_Golombía, 1850-.1950. Bogotá: Universidad Nacional, 1988, yMichaeiJiménez,
Struggfes on an Interior Shore. Manuscrito próximo aser publicado, 2000.
("Poder local y la reorganización de la acción popular", Controversia, No. 121, 1984, págs. 75-76). La apuesta por la construcción
103
de un poder popular eslaba en la agenda de movimientos políticos de izquierda como ALuchar, el Frente Popular y la misma Unión En uno de los trabajos representativos de esta reflexión, Clara Inés Garcia afirma que la región es una construcción en la que tiene que
Patriótica (Marta Harnecker, Entrevista con la nueva izquierda. Managua: Centro de Documenlación y Ediciones Latinas, 1989). ver mucho la forma como se estructuran y resuelven los conflictos sociales (El Bajo Cauca antioqueño: Cómo ver fas regiones. Bogotá:
Cinep-lner, 1993).
1oo Véase Pedro Sanlana, Los movimientos sociales en Colombia. Bogolcl.: Foro, 1989.
104
1o 1 EJemplo de ello es el texto de Javier Giralda, La reivindicación urbana. Bogotá: Cinep, 1987. Un libro que refleJa esta tendencia y que asu vez es un trabajo de síntesis de la acción polftica de izquierda es el compilado por Gustavo
Gallón, Entre movimientos y caudillos. Bogotá: Cinep-Cerec, 1989. -
68 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 69

A pesar de estos indudables logros de la acción social colectiva y de los nes así como sobre la "calidad" de la participación de los afiliados 106 La
avances teóricos que la acompañaron, la categoría de movimientos so- anterior crítica no oculta la existencia de una amplia base organizativa
ciales, como se utilizó en los ochenta, todavía respiraba añoranza por la que conecta horizontalmente a muchos colombianos y colombianas, así la
búsqueda de un nuevo sujeto histórico. La necesidad de una vanguardia mayoría no tenga una efectiva presencia en la arena pública.
para un cambio social -así fuese menos revolucionario que el soñado en
los sesenta y setenta- hizo que el énfasis se trasladara del proletariado En términos de movimientos sociales como tales, la investigación reciente
al pueblo y de éste a las "nuevos" movimientos sociales. Si bien es cierto en Colombia muestra dos tendencias sintomáticas de los nuevos tiempos.
que esta categoría soc~vaba el voluntarismo que impregnaba la búsque- De una parte, hay una sensible disminución de estudios sobre conforma-
da de una vanguardia, muy cara al paradigma marxista-leninista, en el ción de las clases que podríamos llamar tradicionales y más bien se resal-
!111
fondo mantenía el anhelo mesiánico por un salvador. Esto no solo borra- tan los análisis sobre nuevas dimensiones del conflicto s 0cial. 107 De otra
1111·.. · ba con la derecha lo que se escribía con la izquierda, sino que les ponía parte, se producen acercamientos entre la acción política y los movimien-
a los actores sociales un deber ser revolucionario que difícilmente po- tos sociales.
111,·.·11
'11
dían cumplir. Entre la euforia y un nuevo desencanto no había sino un
trecho, y por él transitó la intelectualidad colombiana en el último dece- En cuanto a la primera tendencia, es cada vez más común el llamado a
nio del siglo XX. estudiar los movimientos sociales desde las dimensiones culturales. Las
!:'1111¡1 minorías étnicas han sido las que han recibido mayor impulso
l¡¡,' En cuanto al tema que venimos desarrollando, los signos de los tiempos investigativo. 108 De ellas, especialmente de los indígenas, se resalta la afir-
presentes son bien contradictorios para actores e intelectuales, por lo que mación de su diferencia y la obtención de espacios territoriales para con-
1111'¡1
se requieren nuevos análisis. Aunque a veces se incorporan afanosamente solidar su identidad 109 La dimensión de género ha contado con dos cana-
·¡·,1.1'1'.
'''"1' modelos teóricos de los países centrales, en general predomina un intento les de expresión entre la intelectualidad colombiana: el estudio de los
,.1
de lectura entre desencantado y realista, que tal vez nos ofrezca una ima- movimientos de mujeres o feministas como tales, y su presencia en los
gen más acertada de la acción social colectiva en Colombia. Veamos las "viejos" movimientos sociales, especialmente en la clase obrera. En la pri-
lli¡i1

últimas vertientes investigativas que obran en consonancia con las bús- mera vertiente se llega a hablar de una metodología feminista que supera
)¡¡1·11!
quedas teóricas y políticas de actores e intelectuales en la coyuntura del
cambio de siglo.
·¡J.II
"1 106 Asf se percibe para el caso de la Acción Comunal que ha vivido un proceso de creciente autonomfa con relación al Estado, especial-
I 1' El problema organizativo de los actores sociales ha suscitado algunas mente en los ochenta, pero siguen siendo asociaciones para reivindicaciones básicas muy ligadas alos poderes locales y con una
1

' 1'¡¡ ' reflexiones desprendidas de las concepciones entusiastas del pasado. Hay pertenencia muy difusa. Véase Camilo Barrero, "Acción comunal y política estatal ¿un matrimonio indisoluble?", DOcumentos Oca-
sionales, No. 57, Cinep. 1989. Beatriz López de Mesa ha estudiado la acción comunal en Alltioquia desde la perspectiva de movimiento
quienes afirman que existe una buena base organizativa en la sociedad social ("Diálogo entre movimientos sociales yacción comunal", en Varios, La investigación regional y urbana en Colombia. Tomo 2,
111¡
!¡11' colombiana, al menos si nos atenemos a la cobertura de asociaciones vo- Bogotá: Aciur-Carlos Valencia, 1998).

11
11 luntarias como las Juntas de Acción Comunal, los sindicatos, las organi- 107 Excepciones son los estudios sobre clase obrera de fines de los ochenta y principios·de los noventa de Charles Bergquist, desde una
perspectiva comparativa (Los trabajadores en la historia latinoamericana. Bogotá: Siglo XXI, 1988); de Hernán Darlo Vi llegas, con
1
:111 zaciones campesinas, de viviendistas, étnicas, de género, ecológicas Y de un enfoque regional (La formación social del proletariado antioqueño. Medellfn: Concejo de Medellín, 1990), y el mio que atendía a
,11
derechos humanos. 105 Claro que esta aseveración puede ser engañosa, pues la construcción de identidad (Cultura eidentidad obrera: Colombia 1910-1945. Bogotá: Cinep, 1991 ).
108
existen dudas sobre la representatividad de muchas de esas organizacio- Un buen ejemplo lo constituyó el evento al que ya aludfamos, convocado por el CES en 2000 yreproducido en parte en el VIII Congreso
de AntroPología celebrado en Popayán el mismo año. El grueso de ponencias versó sobre indígenas yafrocolombianos (véase el ya
citado Movimientos sociales, Estado y democracia ... ).
109 Son numerosos los ensayos sobre este tema. Aguisa de ejemplo mencionamos los de María Teresa Findji ("Movimiento social y cultura
1os Según cálculos de Rocío Londoño, para 1993 tendríamos casi 4'500.000 colombianos vinculados aesas asociaciones (Una visión polftica: el caso del movimiento de autoridades indfgenas en Colombia", Ponencia al VIII Congreso de Historia, Bucaramanga, 1992),
de fas organizaciones populares en Colombia. Bogotá: Fundación Social-Viva la Ciudadanla-UPN, 1994, págs. 40-47). Otro balance Christian Gros (Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social. Bogotá: Cerec, 1991), Peter Wade, (Gente negra, nación
organizativo pero referido a Bogotá es el de Osear Alfonso, Noriko Hataya y Samuel Jaramillo, Organización popular Ydesarroffo mestiza. Bogotá: Universidad de Antioquia-lcan-Uniandes-Siglo del Hombre, 1997) y Arturo Escobar y Álvaro Pedroza (Pacffico:
tdesarrollo o diversidad? Estado, capital y movimientos sociales en el Pacífico colombiano. Bogotá: Cerec-Ecofondo, 1996).
urbano en Bogotá. Bogotá: Universidad Externado, 1997.
r 70 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 7J

la simple constatación de la aparición de la mujer en las multitudes 110 En sienes de la búsqueda de un nuevo sujeto histórico, se han producido inves-
cuanto a la segunda, predominan los análisis históricos sobre la mujer tigaciones sobre la construcción de ciudad por parte de los pobladores-' 18 El
trabajadora. 111 Muy cerca de estos estudios está la incipiente reflexión so- conflicto regional también es abordado desde ópticas menos fantasiosas 119 A
bre el ejercicio de la sexualidad y los movimientos de homosexuales que su vez, las tensiones que produjeron las políticas de descentralización en los
ahora despuntan en el paísH 2 actores sociales han sido objeto de estudio ponderado 120

De particular relevancia para la investigación sobre la acción social colec- Otra tendencia investigativa que nutre los recientes estudios sobre movi-
tiva han sido los pocos pero sustantivos análisis de la renovación que mientos sociales es su relación con la política y con el Estado. Hay quie-
representó el movimiento pedagógico en el seno del magisterio. 113 También nes postulan que los movimientos sociales viejos y nuevos buscan ante
se ha prestado atención a los relevos generacionales en las organizacio- todo la inclusión ciudadana. Así por lo menos se ha discutido para el caso
nes sociales, mientras la categoría de joven adquiere realce como nuevo campesino de los años ochenta en adelante. 121 En forma simultánea, los
actor social y político 114 En contraste, se percibe una disminución de in- novedosos brotes de organización y movilización ciudadana por la paz y
vestigaciones sobre movimientos estudiantiles y aún está por hacerse un la vigencia de los derechos humanos han llamado la atención de los
balance riguroso de su participación en la convocatoria de la Asamblea investigadores. 122
Nacional Constituyente 115
Para ampliar la ciudadanía con base en los movimientos soc1ales se nece-
Las dimensión ambiental se perfila como otra rica vertiente de análisis de sita un garante que en forma ideal es el Estado. Ello requiere un nuevo
los movimientos sociales. En cambio, la investigación sobre el movimiento examen de las relaciones con él, de sus debilidades y fortalezas, y de la
ambiental como tal es todavía precaria 116 Por último, los estudios sobre necesidad de aprovechar o crear nuevas oportunidades políticas 123 Igual-
movimientos cívicos y regionales, abundantes en los ochenta, han disminui- mente implica una nueva visión de la política, no tanto de la virtuosa sino
do notoriamente, sin desaparecer totalmente, por fortunaH'Ya sin las pre- de la pragmática que permea también a los sectores subalternos. 124 Y en
últimas, de los poderes existentes tanto en el Estado como en la sociedad
110 Dentro de la amplia investigación sobre movimientos de mujeres destacamos los libros de Lola Luna y Norma Villarreal, Historia,
género y política. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1994, y Magdalena León (compiladora), Mujeres y participación po/ftica,
avances y desaffos en América Latína. Bogotá: Tercer Mundo, 1994. Sin pretensiones historiográficas, pero de gran valor documental
118 Alfonso Torres, Laciudadenlasomóra. Bogotá: Cinep, 1993.
es la publicación "Mujeres que escribieron el siglo XX" de la revista ErrOtras Palabras, No. 7, enero-junio, 2000.
119
111
Véanse Luz Gabriel aArango, Mujer, religión eindustria. Fabricato 1923-1982. Universidades Externado y de Anlioquia, 1991, y los Ejemplos son el trabajo de Alejo Vargas, Magdalena medlosantandereano.· colonlzaclónyconfllc!oarmado. Bogotá: Cinep. 1992 y
más históricos de Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá: Cestra-Cerec, 1994 y Ann la vasta investigación de Clara Inés García en cuatro subregiones antioqueñas, sobre las cuales ha publicado dos libros: el ya citado
Farnsworth-Aivear, Dulcinea in the Factory. Durham: Duke University, 2000. B Bajo Cauca .. ., y Uraóá, región, actoresycon/1/clo. Bogotá: Cerec-lner, 1996.
12
112
Un ejemplo es el análisis de Carlos Eduardo Román, "Movimiento de mujeres y movimiento gay: en lo público por la intimidad", en 1) Martha Cecilia García y José Vicente Zamudio (compiladores), Oesceotrillizaclón en Bogo/á, óajo la lupa. Bogotá: Cinep, 1997.
Ornar Urán (coordinador), La ciudad en movimiento. Medellin: IPC, 2000, págs.159-254. Subsisten todavía miradas épicas como la de Ignacio Coral Quintero, La lucha de masasy/a reforma municipal Bogotá: Suramérica,
1989.
113
Véanse, por ejemplo, Marco Raúl Mejía, "Movimienlo pedagógico, una búsqueda plural de los educadores colombianos", Documen-
1
tos Ocasionales, No. 42. Bogotá: Cinep, 1989, yJaime Blandón, "El movimiento pedagógico, anotaciones para un balance", Educa- ~ 1 Véase León Zamosc, 'Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colombia: un balance retrospectivo (1950-1 990)",
ción y Cultura, No. 29, marzo de 1993, págs. 52-57. Es la última revista fue precisamente el canal de expresión del movimiento AnJ/Is/s Político, No. 15, abril de 1992, págs. 35-66. En el análisis de las luchas campesinas en los últimos años, hecho por
pedagógico. Esmeralda Prada y Carlos Salgado, resalta también el cambio de agenda de las luchas agrarias (Lapro/es/acampesirJa, 1980-
1995. Bogo~ Cinep, 2000).
114
Aguisa de ejemplo véanse Diego Pérez y Marco Raúl Mejía, De calles, parches, gaffadas y escuelas. Bogotá: Cinep, 1996, y Omar
122
Urán (coordinador), La ciudad en movimiento ... Una muestra la constituyen los ensayos de Mauricio Romero y Amanda Romero en Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores).
115
Movimientos sociales ... Destacamos el esfuerzo de Mauricio García por cuantificar las acciones por la paz yanalizarlas. Véase, por
Una excepción en medio del vacío es el libro de Ubardo Vargas, Expresiones poffticas de/movimiento estudianti!Audesa. Bucara-
ejemplo, "Paz, ética y democracia en Colombia" en Guillermo Hoyos y Angela Uribe (editores), Convergenclaentreélicaypol/llca.
manga: UIS, 1996. Bogo~ Siglo del Hombre, 199B, pags.197-209.
116 Germán Palacio y otros, Se hace camino al andar. Aportes para una historia del movimiento ambiental en Colombia. Bogotá: Ecolondo, 123
Es lo que propone Francisco Leal en "Los movimientos sociales y políticos. Un producto de la relación entre sociedad civil y Estado",
1997. En este campo resalta el trabajo de Rosario Saavedra, Desastre y riesgo: actores sociales en fa reconstrucción de Armero y AnJ//sis Po!tl/Co, No. 13, mayo-agosto de 1991, págs. 7-21.
Chinchiná. Bogotá: Cinep, 1996.
124
Por esta vía va el ensayo de José L. Sanfn, "La expresión política de las organizaciones sociales: una tendencia de reconstrucción de
117 Parte de este esfuerzo se debe~ la creación de una Asocración de Estudios Urbanos y Regionales (Aciur), que realiza encuentros
l~s prácticas políticas", en Varios, Nuevos movlmlenlospol/1/cos.· entre elsery el desencanto. Medellín: IPC, 1997.
bianuales. Uno de ellos produjo los dos volúmenes ya citados de La investigación regional y urbana en Colombia ..
~----

72 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS )3

civil. Así se comprende que la acción social colectiva no es gradual ni Desde que se hicieron los primeros estudios de los actores sociales hasta
acumulativa, como se observó muchas veces respecto del movimiento labo- hoy ha corrido mucha agua debajo del puente. Las primeras miradas funcio-
ral.'" Por el contrario, enfrenta distintos escenarios de poder a los que res- nalistas fueron reemplazadas por estudios marxistas y dependentistas. Luego
ponde con diferente eficacia; uno de ellos, y nada despreciable, el Estado. se relegó el análisis ortodoxo clasista para postular categorías más com-
prensivas pero menos explicativas, como las de pueblo y movimiento popu-
Es aquí donde cobra relevancia el ya citado texto de Leopoldo Múnera. lar. En forma tardía y con cierto triunfalismo se adoptó la terminología de
Aunque su análisis de algunos movimientos sociales según sucesivos pro- movimientos sociales para explicar nuevas formas de protesta.Estos jalo-
tagonismos entre 1968 y 1988 -en su orden, campesino, obrero y cívico- nes conceptuales y teóricos encierran algunas posibilidades explicativas
no arroje muchas luces nuevas sobre lo que ya otros expertos habían tra- del conflicto social en el país, pero con limitaciones que se liacen evidentes
bajado, resalta la coherencia con que realiza este ejercicio y la forma en cuando intentan aplicarse en forma excluyente. En particlllar, la reciente
que contrasta la construcción de actores sociales y los poderes que ellos conceptualización en torno a movimientos sociales, depurada de exigencias
enfrentan. 126 De acuerdo con Múnera, dichos movimientos no están aisla- revolucionarias, constituye un elemento central de nuestra reflexión.
dos en una esfera social autorreferida sino que se relacionan con distintos
poderes, incluido el Estado. Más aún, el poder no tiene una existencia En los años noventa, cuando entraron en cuestionamiento los paradigmas y
independiente de las relaciones sociales, es una relación en sí. 127 En este se acrecentó la violencia en Colombia, se cayó en una valoración pesimista de
marco conceptual, el autor constata que entre 1968 y 1988 las relaciones la movilización ciudadana. Se dudó incluso de su aporte a la construcción
de poder en Colombia han producido una acción colectiva por fuera de la democrática, cuando no de su racionalidad. Thl vez eso explique la relativa
institucionalidad. Pero si los movimientos sociales o, mejor, los movimien- disminución de análisis académicos de las luchas sociales y la ausencia de
tos populares, como él los designa, han logrado autonomía ante el biparti- obras de síntesis, con la excepción de la de Leopoldo Múnera. Hoy no pode-
dismo, son heterónomos ante las izquierdas. 128 El valor del libro de Leopol- mos ~ecir que estamos al otro lado del río. Todavía estamos sumidos en un
do Múnera radica no solo en que es uno de los pocos intentos de síntesis mar de confusiones y de contradicciones teóricas y políticas. Pero nos halla-
que se han hecho en los últimos tiempos sobre movimieBtos sociales en el mos mejor preparados que antas, pues se ha cualificado la investigación al
país, sino por el aporte teórico y metodológico que realiza, así aún respire precisarse mejor los conceptos, enriquecerse las fuentes y las metodologías y
cierto esencialismo de clase y una nostalgia de las potencialidades trans- ampliarse el universo teórico con una actitud cada vez más crítica hacia lo
formadoras del movimiento popular. que recibimos en préstamo de los países centrales. La necesidad de proyectar
la acción social colectiva más allá del estrecho marco reivindicativo y de las
Con esta referencia concluimos nuestro balance sobre la producción aca- demandas estrictamente materiales se nos vuelve un imperativo.
démica en torno al tema de los movimientos sociales en Colombia. ¿Qué
lecciones podemos extraer para orientar nuestra investigación? De esta forma podemos plantearnos la tarea de hacer una nueva síntesis
de las luchas sociales en el país entre 1958 y 1990 a partir de la pregunta
125 Enfoque que aún sigue vigente en recientes textos como los de Juan Fernando Romero, Huelga yseNicio público en Colombia. Bogotá
Rodríguez Quito Editores, 1992, yMarcel Silva, Flujos y reflujos. Reseña histórica de la autonomía del sindicalismp colombiano.
sobre su lógica profunda: ¿cómo entender tantas "idas y venidas, vueltas
Bogotá: Facultad de Derecho, Universidad Nacional, 1996. Y revueltas" sociales? Antes de dar paso a la explicación histórica que
126
Esto se explica en parte porque, salvo· para el caso t:ampesino·, sus fueñtes son pr1nci'palmente secundarias. De ahí el carácter de obra queremos ofrecer en este texto, conviene hacer algunas precisiones con-
de Síntesis que le atribuimos.
127
ceptuales y metodológicas de la investigación realizada.
Rup/urasycontinuidades .. ., pág. 65 yss.
126 Múnera define la categoría movimiento popular como "un tipo particular de movimiento social. generado por el proceso de articulación
de acciones yactores, colectivos e individuales, pertenecientes a las clases populares oreunidos en función de ellas, dirigido a LAS CATEGOR[AS DE ANÁliSIS
controlar yorientar uno ovarios campos sociales de confllcto con las clases ylos sectores dominantes" (Rupturas y continuidades ... ,
pág. 65). El autor incorpora la vertiente anarquista en su delinición de pueblo: "conjunto de agentes sociales sometidos al nivel de lo
estructural auna dominación económica, polftica, de género ocultural (en la cual están impUcitas la racial y la étnica), que no está Este trabajo se mueve en el terreno amplio del conflicto social y gira en
limitada, aunque la incluye, a la relación de poder entre las clases"(pág. 78) torno al concepto de acción social colectiva. A la categoría weberiana de
74 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS )5

acción social, entendida como aquella orientada a modificar la conducta habrá movimiento social mientras mantenga esa dinámica civilista y busque
de otros, 129 le agregamos la apelación colectiva en oposición a la indivi- la autonomía ante los actores violentos, aunque algunos de ellos participen en
dual, lo que de alguna forma sugiere un acercamiento al conflicto social la gestación y conducción de la lucha sociaL
que queremos estudiar. Ahora bien, como el terreno de esta acción es muy
amplio para hacerle el seguimiento, utilizamos dos categorías emparenta- Por esa vocación de consenso, los movimientos sociales contemporáneos
das que nos permiten una definición más precisa de nuestro objeto de tienden a lanzar propuestas para solucionar los conflictos que enfrentan y
estudio: movimientos sociales y protestas sociales. no se contentan con una mera actitud reactiva o de resistencia pasiva. Lo
anterior no quiere decir que sean siempre progresistas. Aunque su des-
Por los primeros entendemos aquellas acciones sociales colectivas per- pliegue ha sido interpretado como parte de la acción de las izquierdas, los
manentes, orientadas a enfrentar condiciones de desigualdad, exclusión o movimientos sociales, como los conflictos de los que hacen parte, no son
injusticia y que tienden a ser propositivas en contextos espacio-temporales revolucionarios ni reaccionarios per se. 132 De hecho, en la búsqueda de
determinados. Aclaremos brevemente los componentes de la definición. soluciones, nuestros movimientos sociales mezclan aspectos de resisten-
cia, adaptación y transformación según los contextos históricos en que
Los movimientos sociales son una forma de acción social colectiva que en- están inmersos. En América Latina, como ya vimos, hay una coexistencia
frenta injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir, que está inmersa en desigual de formas premodernas con modernas y aun posmodernas de
conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la eco- estructuración sociaL Si bien nuestros movimientos sociales tienen como
nómica. En contra de lo que comúnmente se piensa, el conflicto no entraña horizonte la modernidad en la cual se han construido, no es menos cierto
forzosamente la aniquilación física del adversario. En ese sentido comparti- que arrastran lazos tradicionales comunitarios, los que a su vez se articu-
mos con Touraine la idea de que los movimientos sociales se inscriben en la lan sin problemas con formas novedosas de subjetivación y de reclamo de
dinámica de construcción de consenso y no de imposición por la fuerza.' 30 La ciudadanía.
acción armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines políticos
(como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los medios Por último, suponemos una cierta permanencia en el tiempo por parte de
violentos de los que hace uso. Otro es el problema de su presencia en una los movimientos sociales. Ello quiere decir que trascienden las meras res-
sociedad violenta como la nuestra y de sus relaciones concretas con actores puestas puntuales y se proyectan en el tiempo más allá de la coyuntura.
sociales, que son de tanta fluidez como las existentes entre éstos Yel sistema Curiosamente, ésta es la parte más frágil de nuestra definición cuando se
político. En una mirada histórica es posible percibir que en fases iniciales de trata de aplicarla al caso colombiano, pues, por factores que analizaremos
un conflicto social se acuda a la violencia defensiva por condiciones propias- luego, la permanencia no ha sido una de las características de nuestra
ésta es la definición más amplia de un movimiento de autodefensa-, pero acción social colectiva.
cuando se hace opción explícita de la búsqueda de poder por medio de las
armas -como hicieron las guerrillas revolucionarias de los 60 Y70, o los para- Por esa razón acudimos a un concepto que es más fácil de aprehender en
militares de hoy día- estamos ante otra dinámica, que no es la de los conflic- el seguimiento cotidiano de los conflictos: las protest~s sociales. Son ac-
tos sociales. 131 Esto noslleva al terreno de definiciones operativas, en donde ciones sociales de más de diez personas que irrumpen en espacios públi-
cos para expresar intencionalmente demandas o presionar soluciones ante
;1'1'·:' distintos niveles del Estado o entidades privadas-' 33 Como salta a la vista
.
!:: 129 MaxWeber,Economyand Society. Vol.!, Berkeley: UniversllY of California, 1978, pág. 22.

1¡'!¡
130 América Latina . , págs. 320-322.
132
'•. 131 Hay momentos en que los movimientos sociales acuden aformas de acción directa que la gran ?rensa designa "violentas", tales como As! lo postulan Claus Off e, "New Social Movements: Challenging !he Boundaries of lnstitulional Politics", Social Research, Vol. 52, No.
pedreas, motines oasonadas. Sin duda allí hay violencia, como la puede haber en menor medida en un bloqueo oen ~~a huelga con 4, mv1erno de 1985, págs. 858 Yss, YErnesto Laclau, "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad de lo social" Revista Foro
No. 4, noviembre de 1987, pág. 7. ' '
toma de fábrica, pero es una violencia no buscada por principio sino surgida como resultado temporal de la confro~tac10n con lu~~as
133
del orden. El tipo de violencia utilizada por los actores sociales es bien distinta de la provocada por una toma guemllera oparamilitar, El número de diez personas como mfnimo para considerar colectiva una acción es convencionalmente aceptado por los analistas de
así los agentes del Estado ylas elites tiendan aconfundirlas con el fin de penalizar la protesta. los movimientos sociales.
76 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 77

pueden ser expresiones puntuales de los movimientos sociales, sin reque- notará desproporciones en el seguimiento de algunos actores, de sus de-
rir permanencia o expresión organizativa formal, e incluso en muchas mandas o formas de lucha en detrimento de otros u otras, especialmente
circunstancias quedan como meras luchas aisladas, sin constituir movi- de estas últimas.
miento. Las protestas sociales son una forma d~ hacer visibles los movi-
mientos sociales, pero éstos pueden acudir a presiones organizativas o a Evidentemente, la protesta social es un momento de visibilidad en medio
prácticas no conflictivas de negociación para hacerse sentir públicamente. de una cotidianidad casi imperceptible. Por ello consideramos otras for-
Por último, el uso de esta categoría nos permite distanciarnos de dos mas en que los actores dejan imágenes grabadas en las mentes de los
extremos que no desarrollaremos en esta obra: el simple disentimiento colombianos Y no simplemente su figuración efímera en los medios masi-
individual y la gran revolución 134 En la narración que emprenderemos vos de comunicación. Los eventos culturales, los discursos académicos, la
utilizaremos con fluidez estas categorías, advirtiendo que no son idénti- presencia en las artes, la eventual participación electoral, así como la
cas aunque remitan al mismo objeto que nos interesa estudiar: la acción inagotable capacidad de cabildeo, hacen parte de esas otras estrategias
social colectiva. constitutivas de los movimientos sociales, así privilegiemos los actos de
protesta. Y lo hacemos porque consideramos que ésta última posee una
Lo anterior nos conduce al concepto de visibilidad de los actores, que sin- calidad diferente para expresar el conflicto social: implica hacer públicas
tetiza nuestra opción metodológica, no exenta de implicaciones teóricas y las demandas por medios que tienen grandes costos para los actores y la
políticas. Por visibilidad entendemos cualquier huella que hayan dejado sociedad en general. La protesta, como veremos en el último capítulo, in-
los actores en las fuentes consultadas. En consecuencia, implica tanto la voca además solidaridad en una sociedad marcada por la fragmentación y
voluntad de los actores de hacer pública su protesta como la forma en que el anonimato.
los otros, incluidos los medios de prensa revisados, percibieron ese acto 135
Como dice un analista argentino, "la visibilidad se juega en el campo ri- Algunas precisiones adicionales se imponen para aclarar el panorama de
val, única forma de ser vistos" .136 Son los antagonistas quienes fijan mu- nuestra investigación. La dinámica de la acción social propende a la auto-
chas veces los contornos de la protesta social y aun las definiciones de lo nomía de los actores sociales, así no siempre estén en capacidad real para
público y lo privado. Los sesgos que esta opción introduce son evidentes, ejercerla. Por la primera entendemos la posibilidad de proponerse fines
pues las fuentes no son neutrales en su reproducción de la realidad. La propios Y hacerlos públicos sin presiones de los actores armados, del sis-
gran prensa, por ejemplo, sistemáticamente invisibiliza actores como las tema político o del Estado. Llevarlos a cabo, con prescindencia de los lo-
mujeres o asigna el epíteto de subversivo a las protestas sociales. Muchas gros, sería el termómetro de la capacidad para ejercer dicha autonomía. m
veces, más por temor que por simpatía, registra formas de lucha impac- El tema no ha sido ajeno a la literatura colombiana sobre los movimientos
tantes, como un paro o un bloqueo de vias, mientras descuida otras de sociales, especialmente en la de inspiración marxista, que consideraba
menor resonancia pero de mayor contenido, como una marcha pacífica de que la autonomía consistía en alejarse del bipartidismo, de la política elec-
mujeres. Por eso buscamos balancear esta información con los escasos toral o de toda institucionalidad, y en últimas en evitar cualquier roce con
registros de los actores y con el recurso a la fuente oral. Con todo, el lector el Estado. En forma metafórica, a los actores sociales se les proponía reti-
rarse del campo de juego sin haberlo pisado, cuando de lo que se trataba
era de ingresar en él para propiciar una interacción que podía incluso
134
Comparb'mos la sugerencia de Richard Fax y Orin Starn, quienes además la usan para salir al paso de la nostalgia por el supuesto
fin de la era de las revoluciones (Between Resistance and Revo/utlon. New Brunswick (N.J.): Rutgers University, 1997, págs, 1-16. modificar las reglas deljuego. La autonomía no está en prescindir del otro
135 El papel de los medios de comunicación es definitivo en los resultados de un movimiento, como señala Fernando Cruces, aunque no polo, por antagónico que sea, autoexcluyéndose, sino en entrar en el terre-
estamos seguros de que ello ocurra con tanta contundencia como para conclUir que "los efectos de las movilizaciones se juegan mucho
más en el campo de las interpretaCiones periodísticas que en el espacio físico de la acción manifestante" {'las transformaciones de
lo público.lmágenes de protesta en la ciudad de México", Perfiles Latinoamericanos, No. 12, junio de 1998, pág. 249).

Est~s d~finiciones se apoyan en la construida por Tedda Skocpol para el Es lado (Bringing the State Back In. Cambridge: Cambridge
136 137
Adrían Scribano, "Argentina 'cortada': cortes de ruta yvisibilidad social en el contexto del ajuste", en Margarita López, Lucha popular,
democracia, neoliberalismo: protesta popular en Am~rica Latina en fos años de ajuste. Caracas: Nueva Sociedad, 1999, págs. 66- Umversr~, 1985, pág. 9).
67.

¡,
¡,
78 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS )9

no de conflicto con criterios propios y obrar en consecuencia. En ese senti- bueno decirlo claramente, ellas no son los únicos actores socialesl" Por
do, hay más de una contingencia en la acción social colectiva, pues la esas mismas razones no vemos con buenos ojos dos extremos: reducir el
autonomía y su capacidad de ejercerla no son conquistas estables, están espectro de los movimientos sociales a las clases, como se quiso hacer en
constantemente en juego y tanto se pueden ganar como perder. Colombia en los sesenta y setenta, o excluirlas en aras de privilegiar a los
nuevos movimientos, como fue claro a partir de los ochenta. La diferencia
Existe, por último, un debate que· hemos insinuado a lo largo de estas entre "nuevos" y "viejos" movimientos, tan común en los países del centro,
páginas y que debemos aclarar en beneficio de la precisión de nuestro se puede aceptar con una intención pedagógica 140 Pero si la contraposi-
punto de vista. Nos referimos a la relación entre las clases y los movimien- ción se refiere a diferencias de fondo para anular cualquier análisis de
tos sociales. Por clases sociales entendemos construcciones históricas que clase sería inaceptable para sociedades como la nuestra, en donde toda-
otorgan identidad a grupos humanos definidos a partir de su relación con vía lo económico crea identidades o afecta las que se cor¡struyen desde
los medios de producción. Esta definición se aparta de las que pretendían otras esferas 141
otorgarles un carácter cuasi natural y homogéneo. Aquí se hace necesario
distinguir tres aspectos que, aunque relacionados, no implican igual gra- Otro asunto distinto, que no compartimos, es el devenir teleológico de las
do de aceptación de nuestra parte: el análisis socio-económico de la socie- clases, en especial de la obrera, al atribuirle el papel de sujeto histórico
dad, la existencia de clases y, por último, la idea de la vanguardia revolu- revolucionario. En esta búsqueda, de estirpe hegeliana, se obró más con el
cionaria del proletariado. Como queremos demostrar, se pueden aceptar deseo que con la realidad 142 Para nosotros, como para el último Castells,
las dos primeras premisas, aunque no en forma excluyente de otras di- simplemente hay conflictos sociales y actores que se mueven en ellos. Que
mensiones de la realidad. La tercera sí es insostenible hoy día. ellos contribuyan a meras reformas, a radicalizar la democracia o a trans-
formar el orden social establecido es resultado de procesos históricos que
Ante todo, no desconocemos la importancia del análisis socio-económico no están condicionados por la noción de progreso sino que simplemente
de sociedades como la colombiana. Por más llamados que hagamos a nue- ocurren.
vas lecturas de la acción social colectiva, es insoslayable el estudio de las
condiciones materiales de su existencia. Lo que criticamos es la reducción El giro hecho en torno al análisis de clase nos confirma que en términos
que se hace del conflicto social a la esfera productiva, por ser a todas conceptuales es más apropiado hablar de movimientos sociales, pues al
luces incompleta para explicar su compJejidad 138 abarcar múltiples conflictos de la sociedad, sin olvidar el socio-económi-
co, constituyen una categoría más incluyente y, según nuestro criterio,
La consecuencia lógica de esta formulación es que existen en nuestra so- desprovista del deber ser como sujeto histórico revolucionario. Este peso
ciedad grupos con identidad de clase en el sentido anotado líneas arriba. permite también la consideración de las protestas sociales de un tipo de
Más aún, la dimensión de clase no está ausente en otros actores sociales
con un tipo de identidad diferente. No es una simple coincidencia, por
13
ejemplo, que los indígenas y los afro-colombianos se ubiquen en los estra- g Para LBopold? Mú.~era, "!~acción, la práxis s.ocial no se mueve solo en el eje de las clases ytenemos que asumir ese desafío" ("Actores
Yclases soc1ales , en Ja1me Caycedo YJarro Estrada (compiladores), MaJx vive. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 265).
tos más bajos de la sociedad. En ese sentido, clases sociales tendremos
Aun para l?s países central e~ ~a distinción es discutible. Ludger Mees, refiriéndose al caso europeo, sostiene que la distinción es más
140

por mucho tiempo y ellas seguirán siendo fuente de identidades, pero, es de las soc1e~ades q~~. l.o~ ong.m~n que de ellos mismos. ~u~hos viejo~ movi~i~ntos eran antes como hoy son los nuevos. La metáfora
que usa lo d1ce todo. l.Vmo VIeJo en odres nuevos? Contmu1dades ydrscontmu1dades en la historia de los movimientos sociales" en
Pedro lbarra YBenjamín Tejerina (editores), Los movimientos sociales. Madrid: Trotta 1998 págs. 305-317. Otra dura crítica~ la
novedad de los "nuevos" movimientos sociales en Alberto Melucci,Acción colectiva .. '., Introducción.
En e~e ~en !ido no~ apartamos de los teóricos europeos que como Claus Offe insisten en la superación del análisis de clase por los
141

136 Coincidimos con Boaventura de So usa Santos en la centralidad que todavfa desempeña en nuestras sociedades periféricas la esfera mov1m1entos soc1ales (Partidos po/Ricos ... , págs. 196-1 97).
productiva -o, en sus términos, el "espacio-tiempo" de la producción-. Esto ratifica la vigencia de un cierto análisis de clase, pero, 142
H.éc!o.r L-Moncayo. i~s!sle en .la capacida~ expli~ativa de la cale~orfa clase social, máxime si se la desprende de la teleología de sujeto
'11
'1! como también lo señala el sociólogo portugués, no implica que esté al orden del día la lucha de clases bajo la vanguardia del htston~o que, asu JUICio, _es atena al ma1X1smo ( Las clases soctales, fenomenología ehistoricidad", en Jaime Caycedo yJairo Estrada
proletariado, como se entendió desde fines del siglo XIX yparte del XX (De la mano de Alicia ... , capitulo 12). (compiladores), Marx v1ve .. ., 243-258).
80 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 81

actor norma,lmente alejado de las luchas "populares": los gremios empre- un "sentido común popular" HB Como es evidente, se trata de momentos
sariales. Por supuesto, ellos tienen más acceso a las esferas de poder Y históricos y no de un destino manifiesto que esencialmente se imponga so-
ejercen explotación sobre algunas clases sociales, pero también sufren bre el pueblo. Unidad o división, integración o fragmentación no son carac-
exclusiones e injusticias de parte de otros poderes privados y estatales. En terísticas inherentes a los actores sociales, cada una es resultado de proce-
ese sentido no son propiamente un movimiento social sino un grupo de sos concretos que el investigador debe analizar cuando se presenten.
presión que acude a veces a la protesta. No habría mucho argumento para
estudiarlos como actor social cuando apoyan y luchan en el terreno cívico En cualquier caso, la categoría pueblo es un intento de revivir, a través de
y excluirlos del análisis cuando enfrentan condiciones que los afectan di- otra puerta, la búsqueda del sujeto histórico revolucionario que, como ya
rectamente. El conflicto social deja así de ser bipolar -entendido como veíamos, distorsiona la comprensión de la acción social colectiva. Como
enfrentamiento de "buenos" contra "malos"-, para convertirse en un com- dice el mismo Luis Alberto Romero, "la pregunta de un histm¡iador no pue-
plejo juego de intereses que pugnan por una sociedad más justa. de ser por qué un sujeto teórico -más una categoría analítica que una
realidad observada en el análisis- no actúa como debería actuar. El oficio
Por la misma vena de análisis, no es posible asumir la categoría de pueblo del historiador es explicar cómo actúan los sujetos históricos reales" 147
y su derivado, lo popular, como sinónimo de movimientos sociales. El pro-
blema es doble: de una parte, es un concepto polisémico, pues varía según En cambio, el concepto de movimientos populares puede tener más perti-
los sectores que se incluyan o excluyan; de otra parte, en el uso común nencia para este estudio. Si entendemos por ellos los que enfrentan la
supone una falsa homogeneidad en quienes lo constituyen 143 La supues- explotación económica en forma directa, harían parte del conjunto de los
ta actuación unificada del pueblo es una invención moderna para justifi- movimientos sociales con una especificidad de clase. Sin embargo, noso-
car el constituyente primario de la nación que se trasplanta sin fórmula de tros preferimos la categoría movimientos sociales en plural, pues la de
juicio a nuestras tierras. Lo curioso es que si en la Europa del siglo XIX lo movimientos populares, máxime si se usa en singular, transpira algo de la
popular fue invocado para preservar las tradiciones, en la América Latina homogeneidad y la teleología revolucionaria atribuidas a la categoría
de mediados del siglo XX se convirtió en la encarnación de la fuerza revo- pueblo 148 Además, en términos prácticos, hablar en forma exclusiva de
lucionaria_,.4 Esta inversión política del papel del pueblo es más un deri- movimientos populares termina por ignorar a otras clases o sectores no
vado del romanticismo o cuando más del anarquismo, que del marxismo populares que, como las capas medias, enfrentan exclusiones e injusti-
propiamente dicho, que había sido más _proclive a hablar de clases
145 cias, así no sean directamente explotados.

Si bien nos apartamos de quienes postulan una homogeneidad encarnada Por ello preferimos la categoría gramsciana de sectores subalternos para
por el pueblo, no podemos desconocer que pueden existir coyunturas his- designar al factor poblacional como referencia más amplia de los movi-
tóricas en que broten tendencias integradoras dentro de los actores socia- mientos sociales. Aunque no está exenta de ambigüedad -en parte por-
les que conformen lo que el historiador Luis Alberto Romero designa como
145
El autor se ref1ere a la construcción de identidades entre los pobres de Buenos Aires y Santiago de Chile en el cambio del siglo XIX
al XX. Aunque reconoce que se trata de identidades múltiples y polarizadas, se sorprende al encontrar lambién tendencias integra-
doras que lo hacen pensar en la categoría gramsciana de "sentido común" (iQu~ hacer con tos pobres? Elite y sectores populares
14a Así lo señalan casi todos los participantes en un debate que.tuvo lugar aprincipios de los afias noventa en Perú y que fue publicado en Santiago de Chile, 1840-1890. Buenos Aires: Sudamericana, 1997, pág. 204)
por Alberto Adrianzen y Eduardo Bailón (editores), Lo popular en América Lalina iUna .visión en crisis? Lima: Deseo, 1992 (véanse, 147
"Los sectores populares urbanos como sujetos históricos", Proposiciones, No.19, 1990, pág. 270. Eduardo Bailón retrata así la
porejemplo, págs. 105 y 118). búsqueda del sujeto histórico en América Latina: "en un principio era el proletariado: y habitó entre nosotros Después los movimientos
t44 Peter Burke sefiala que después de siglos de divorcio entre la cultura de elites y la popular, son los romáticos europeos quienes sociales, el movimiento popular -así en singular- oel prolagonismo popular( ... ) y siempre el al~n y la ilusión de la transformación
descubren a la segunda, con intenciones no muy revolucionarias (Popular Cul/ure in Earfy Modern Europe. Londres: Harper, 1978). radical de un orden fundamentalmente injusto: la búsqueda de actores sociales que devienen en actores polflicos" (Lo popular en
América Latina ... , pág.117).
145 Para la noción de pueblo que tiene el anarquismo véase Leopoldo Múnera (Rupturas ... , págs. 78-79). Raphael Samuel reconoce que
148 La argumentación que construye Leopoldo Múnera al respecto es consistente con nuestro análisis pero no entendemos su uso en
para los marxistas británicos la idea de pueblo era incómoda, por tratarse de tradiciones teóricas y polfticas diversas. Solo en tiempos
recientes se habría producido el acercamiento en torno a la propuesta de historia "desde abajo" (Historia popularYteoría socialista. singular, lo que refuerza nuestra prevención (Rup/uras .. ., págs. 60-84). Por la misma vena va nuestra crftica al efímero concepto de
Barcelona: Critica, 1984, pág. 33). "sociedad civil popular" que propuso Luis A. Restrepo en su ya cilado ensayo "El protagonismo ... "
82 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 83

que, como todo lo de Gramsci, ese es también un concepto inacabado-, es conduce a hacerla más compleja atendiendo a la "densidad" del conflicto,
más consistente con nuestro análisis. La condición de subaltermdad se en la que se destacan la duración y sobre todo el número de participantes,
refiere a la contraparte de la hegemonía, no supone una determinación y a la "calidad", que hace referencia al grado de desafío público de los
socio-económica y recoge en forma más satisfactoria aquellos conflictos actores y a la respuesta de los antagonistas. Infortunadamente, la densi-
que hemos enunciado como injusticias, exclusiones o desigualdades. Ade- dad es difícil de precisar para los sectores distintos del laboral, y la cali-
más, como sugiere Gramsci, los sectores subalternos "no se han unificado dad depende de factores subjetivos igualmente complicados de aprehen-
y no pueden unificarse mientras no puedan convertnse· en 'E st a do "' .149 Por der. Por ello buscamos equilibrar los análisis estadísticos más áridos con
esa vía, él postula que esta categoría es una herramienta de análisis his- las reflexiones cualitativas con sabor más subjetivo.
tórico, máxime si le desprendemos el acento de progreso que le puso en su
análisis de la experiencia italiana. No obstante, a lo largo de estas pági- En consecuencia, este libro se estructura en dos grandes secciones: una
nas constataremos la dificultad de la reconstrucción del pasado pues, "la más descriptiva y cuantitativa, en la que estudiamos los ritmos y modali-
historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada dades de las luchas sociales (capítulo 2), los actores (capítulo 3) y las
y episódica" 150 principales demandas (capítulo 4); y otra más analítica y cualitativa, en la
cual tratamos de acercarnos a las posibles explicaciones del sentido de
Otras categorías teóricas se irán definiendo en el momento en que se con- las protestas sociales a partir de las relaciones con las izquierdas (capítu-
sidere necesario hacerlo. Los conceptos operativos aparecen en el apéndi- lo 5), con el Estado (capítulo 6) y de la construcción de identidades (capí-
ce metodológico, al que remitimos al lector para agilizar la narración. tulo 7). El texto culmina con algunas reflexiones sobre la explicación com-
pleja de la acción social colectiva en el país (capítulo 8) y las conclusiones
Con estas ideas en mente iniciamos hace más de un lustro la investiga- como tales que hacen un balance de las luchas sociales en los 33 años
ción en diversas fuentes escritas y orales que se traduce en la presente estudiados. Hemos elaborado además un capítulo inicial de ubicación del
obra 151 La base de datos que hemos construido consta de 9.981 registros periodo seleccionado, que perfectamente puede ser eludido por quienes
para el periodo comprendido entre enero de 1958 y diciembre de 1990. 152 conocen la historia de esos años. Quienes no lo hagan encontrarán allí
Aunque la cuantificación tiene sus riesgos, la consideramos como un paso una información histórica útil para entender los procesos descritos en las
necesario para explicar el sentido de la acción colectiva en Colombia. 153 páginas posteriores.
La formalización de la riqueza empírica. implica sacrificar la particulari-
dad de un hecho para convertirlo en un dato más. Es evidente que no todas
las acciones son iguales. Un paro nacional del magisterio no es lo mismc
que una huelga en un taller artesanal. Y, sin embargo, ambos aparecen
como datos en pie de igualdad en nuestra base de datos. Lo anterior nos

149 Escritos polfticos. México: Cuadernos Pasado yPresente, 1977, pág. 359. Aqul está implícita una concepción de Estado, sociedad
civil yhe'gemonla que en su momento discutiremos.
1so lbid., p. 361. Metodológicamente Gramsci remite aestudios monográficos, por ser los rnás apr~piados p~ra reconstruir el pasado.
Otra cosa son 1os Estudios Subalternos ysu derivación poscol onial. Aunque·parten de la matnz gramscmna, sus resultados son
diferentes, como ya hemos mostrado.
151 La metodología utilizada en la construcción de la base de datos se explica con detalle en el mencionado Apéndice
152 La selección del periodo de estudio se explica en el capitulo primero.
153 El cientlfico Carl Sagan, en su obra póstuma, destaca los aporte~ de la c.uantificación yseñala que tenerle mie~o "s~p?ne limitarse,
renunciar auna de las perspectivas más firmes para entender ycambiar el mundo" (Mi/es de mí/Iones. Madnd: EdiCiones B, S.A.,
2000, pág. 35).

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