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El balance de una Copa Libertadores que mostró a River superior a Boca en aspectos clave

Final de vodevil en Madrid


Con la megafinal en el Santiago Bernabéu quedó patentada una nueva teoría de la dependencia, de
un fútbol conquistado ya no con la cruz y la espada, pero sí con los billetes que compran
voluntades, que le ponen precio a todo lo que tocan.
Por Gustavo Veiga

Consuelo rosarino, de Scocco a Pérez.


Terminó la final de vodevil más larga de la historia del fútbol mundial y es un alivio. Terminó en
Madrid, no en Buenos Aires. Se acaba de patentar una nueva teoría de la dependencia, de un fútbol
conquistado ya no con la cruz y la espada, pero sí con los billetes que compran voluntades, que le
ponen precio a todo lo que tocan. Una final de miserias sin misericordia, una final que remite a La
conjura de los necios, esa gran novela de John Kennedy Toole que retrata personajes tan
desagradables como los que compusieron el entorno de este partido hiperbólico, amplificado hasta
el hartazgo y mudado de sede por el poderoso caballero don dinero.

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La ganó bien River y puede decirse que su título se justifica con un breve repaso por el trayecto que
hizo en la Copa Libertadores. Salió primero en su grupo –uno de los más fuertes del torneo– y
después les ganó en fila a cuatro grandes de Sudamérica: Racing, Independiente, Gremio (el
campeón 2017) y Boca. Marcelo Gallardo y sus jugadores, aun cuando estuvieron al límite, cuando
se les caían soldados y apenas podían formar el banco de suplentes, fueron como los espartanos en
la batalla de las Termópilas. Creyeron en sus propias fuerzas y derrotaron a un rival superior en
número –por la cantidad de individualidades–, pero no por equipo. Quedó a la vista. River optimizó
sus recursos al máximo. Sin Ponzio en la ida, sin Borré y Scocco en la vuelta madrileña, sin su
entrenador al costado de la cancha, demostró que estuvo más a la altura del compromiso que Boca.
Lo superó en tres aspectos clave: el táctico, el mental y el físico.
Esta final con puntos suspensivos en el plano jurídico –que se jugó en los escritorios y se seguirá
jugando hasta el veredicto del TAS por la apelación xeneize– duró casi un mes. Empezó el 11 de
noviembre y se acabó el 9 de diciembre. Tuvo todos los condimentos necesarios para transformarse
en un libro, una novela televisiva por entregas o una película de ciencia ficción. Para el presidente
Mauricio Macri fue una razón de Estado –recuérdense sus declaraciones oportunistas a favor de la
presencia de ambas hinchadas– que terminó convertida en un partido prescindible, entregado
irremediablemente al mercado, cuya custodia debía delegarse en el gobierno español. Hay
cuestiones de soberanía política y no deportiva mucho más importantes, claro. Pero qué podía
esperarse si se es condescendiente con Inglaterra por las Islas Malvinas. Si a la Casa Rosada no le
importa esa causa, ¿podía interesarle una final de Copa? más allá de las declaraciones de ocasión.
Todos los caminos que llevaban a la capital española conducen a un amigo de la casa. El escenario
lo puso el Real Madrid que preside Florentino Pérez, sometido a proceso criminal en su país por
estafa, prevaricación, fraude a la administración pública y malversación de caudales públicos. El
mismo que controla el emporio ACS, concesionario de nuestros accesos Norte y Oeste. Ganador en
dos sentidos con esta finalísima. Con su poderoso club como vidriera y con los peajes que el
gobierno de Macri le autorizó a aumentar hasta un 56 por ciento. El otro ganador –además de River,
claro está– fue la televisión con el 40 por ciento de rating. La cadena Fox y su principal socio local
en la distribución del producto, Cablevisión, todavía están contando la plata.
El clásico fue esa versión sublimada de todo lo que la pantalla necesita para ponerse bien caliente.
Alcanzó su clímax con la pasión bien entendida de la mayoría de los hinchas argentinos como
aliada. Una pasión que casi siempre decora muy bien el escenario y le otorga valor al otro partido
que también se juega en las tribunas. Cuando Boca le pidió a la Conmebol que le diera por ganada
la final y la confederación decidía en paralelo que se jugara en el estadio Santiago Bernabéu, algo
resultaba evidente. Que se disputaría con público. En Doha, Miami o Madrid, como finalmente
sucedió, pero con hinchas de los dos equipos. Para la TV, las tribunas vacías son un incordio: no
venden, dan mala imagen, generan una tristeza absoluta donde el espectáculo pide otra cosa: fiesta.
Los jugadores de River lo recordaron a Daniel Angelici en el vestuario del estadio en pleno festejo.
Lo insultaron y de paso cantaron lo obvio; “sos amigo de Macri…” Mientras tanto, el presidente de
la Nación tuiteaba desde Chapelco –a 10 mil kilómetros– para felicitar al campeón de la Copa.
Antes Benedetto había decorado su golazo con una mueca burlona a Montiel, olvidando la verdad

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de Perogrullo de quien ríe último ríe mejor. Pablo Pérez lloraba minutos después consolado por sus
ex compañeros de Newell’s, Casco y Scocco en una demostración de hidalguía deportiva. Gallardo
festejaba con mesura y el mellizo Guillermo departía con Rodolfo D’Onofrio en el medio de la
cancha, previo a la entrega de la Copa. Un poco de cordura entre tanta locura generalizada. Esa que
había llegado al arrebato máximo cuando una lluvia de piedras arrojadas por hinchas de River
destruyó los vidrios del micro de Boca, camino a un desfiladero que nadie controlaba, donde la
Policía de la Ciudad había promovido una zona liberada en connivencia con la Prefectura.
La final que terminó entre las habituales y desaconsejadas cargadas, que ahora transporta a River
hacia Abu Dhabi y a Boca lo devolvió a Buenos Aires, que abrió una grieta en el fútbol durante casi
un mes, que hizo aflorar las peores miserias –y entre ellas, mofarse de Fernando Gago por su
desgraciada lesión–, la que derivó en los festejos de River alrededor del Obelisco interrumpidos por
una injustificada represión policial y la que unos impresentables señores de la Conmebol delegaron
en otros acaudalados señores para su organización. Esa Copa, esa Libertadores rebautizada
Conquistadores de América, marcará por mucho tiempo un antes y un después. Para enfermarnos o
curarnos, como sostenía Dante Panzeri. En la Argentina es muy probable que siga pasando lo
primero.

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11 de diciembre de 2018
Opinión
Un campeón, varios descensos
Por Miguel Hein

Imagen: EFE
River es campeón de la Copa Libertadores. Un justo triunfador. Es el gran ganador de una final
interminable, la más larga del mundo. Obtuvo el título en la cancha, como marca la naturaleza del
fútbol, y no en un escritorio, como cada vez más nos acostumbran los dirigentes. Y se puede decir
que junto con la consagración del equipo de Marcelo Gallardo hubo varios descensos. (Un aparte
para marcar la paradoja de cómo las mezquindades del fútbol argentino le cierran las puertas del
cargo de técnico de la Selección Argentina al Muñeco en su etapa más lúcida, como alguna vez le
pasó a Carlos Bianchi.)
Entre los descensos que debieran ser está el de la Conmebol, que completó la extensa lista de
papelones hecha en esta edición de la Copa Libertadores –las idas y vueltas con las habilitaciones
de Wanchope Abila (Boca), de Bruno Zuculini (River), de Carlos Sánchez (Santos), de Dedé

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(Cruzeiro)– permitiendo que la final de su torneo emblema se mudara a tierras españolas. Fueron
más fuertes los dólares llegados de Europa –y que en el futuro vendrán desde otras latitudes para
ampliar las geografías del fútbol– que la convicción de que si se trata de una copa que homenajea a
los libertadores de América, el único territorio en el que se puede definir es en América. Además, no
eran imposibles de remover los problemas que impidieran montar la final en Buenos Aires o de
última en alguna ciudad sudamericana, como se hará desde el año que viene, cuando habrá un solo
partido final. Ni hablar del daño que se causó en la pasión de los hinchas que pusieron bastante más
que plata para ver la final soñada en el Monumental. ¿Qué le reclamen a los vándalos que
apedrearon el micro de Boca? No tienen por qué, porque esas obligaciones son de los organizadores
(la Conmebol, el Estado). Y vaya que aquéllos organizaron mal la segunda final.
También la AFA se fue a la B. En susurros se pronunció públicamente sobre los hechos. Sí se
encargó de lavarse las manos, remarcando que era un torneo de la Conmebol. Que los argentinos
sepamos, Claudio Tapia –mandamás de la casa del fútbol argentino– es también uno de los
vicepresidentes de la Conmebol. O sea que, aunque sea con su el silencio, avaló lo actuado por la
Conmebol, lo acompañó y fue partícipe necesario de que la Copa Libertadores tenga un campeón
coronado en España. ¡Paradojas de la historia!
Y para no alargar la lista de descendidos, basta mencionar uno más, ni más ni menos que el
gobierno argentino y su presidente, Mauricio Macri. Desconociendo la realidad de un fútbol que lo
tuvo entre sus filas como dirigente de Boca (cuando convivió con varios de los barras que todavía
se enseñorean por La Boca), pretendió que haya visitantes en las finales. Alguien le hizo recuperar
el sentido común haciéndole ver que era un peligroso deseo. Después, al analizar la agresión al
micro de Boca cuando iba rumbo al Mundial, pretendió exculpar a las fuerzas de seguridad de sus
responsabilidades, afirmando que no se contaba con la batería de instrumentos legales para combatir
a los barrabravas. Y cuando ya estaba consumado el despojo de llevar la final al Santiago Bernabéu,
dominio de Florentino Pérez, socio de las empresas que controlan los peajes de los Accesos Norte y
Oeste, pretendió justificarlo porque escupir a las autoridades (Gianni Infantino, de la FIFA;
Alejandro Domínguez, de la Conmebol, y el mismo Tapia) fue más determinante que los piedrazos
que casi hacen volcar el micro de Boca. Esa actitud fue replicada por todo el aparato de seguridad,
que primero se jactó de que si podía asegurar un G20 sin incidentes, cuánto más fácil le sería
asegurar un Boca-River en paz. No lo consiguieron. Y España se anotó para consumar ese
bochorno. Y las dirigentes dijeron “sí, sus majestades”. Como en los tiempos coloniales.

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D’Onofrio le apuntó a Tapia por la final trasladada a Madrid
“Hubo un error de la AFA”
El presidente de River remarcó las fallas que impidieron jugar en el Monumental, aunque pidió dar
vuelta la página y trabajar para que el próximo Superclásico pueda disputarse en Buenos Aires y no
deba ser llevado a otra capital europea.

D’Onofrio rescató la relación con Angelici a pesar de opinar distinto.

Imagen: Télam
Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, salió con los tapones de punta con Claudio “Chiqui” Tapia,
titular de la AFA, adjudicándole parte de la responsabilidad de que la final de la Copa Libertadores
se haya disputado en Madrid. “Hubo un error de la AFA, se lo dije a Tapia, el partido no tendría que
haber salido de Buenos Aires, pero ya dimos nuestra postura, nuestra palabra y ya jugamos;
hagamos que el próximo River-Boca se juegue en la Argentina y no en Roma”, manifestó el
dirigentes en TyC Sports.

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“Prefiero dar vuelta la página, no hay que seguir revolviendo, pero hubo errores, entre la barbarie, la
falla de seguridad, el disparate de no haber jugado en la Argentina. Lo siento mucho por la gente
que vino de distintos puntos de la Argentina para ver el partido en el Monumental y no pudo”,
agregó.
D’Onofrio también se refirió a las agresiones que sufrió Tapia el pasado 24 de noviembre en el
Monumental por parte de simpatizantes de River en el anillo del estadio. “Tapia es hincha de Boca,
es socio de Boca, y River no está en la AFA, y eso te puede pasar. No fue contra (Alejandro)
Domínguez ni (Gianni) Infantino. Ya le mandé notas pidiendo disculpas, pero si tomábamos las
acciones adecuadas aquel día, el partido se jugaba. Nunca tendría que haber ocurrido eso en el
anillo, es parte del folklore del fútbol argentino y es lamentable”, apuntó D’Onofrio.
Asimismo, el presidente de River confirmó que la relación con su par de Boca, Daniel Angelici,
“siempre estuvo bien”, más allá de las declaraciones durante las distintas postergaciones de la final:
“En Paraguay el trato fue cordial, cada uno tenía una posición distinta, pero no estábamos
enfrentados como personas. Angelici también fue caballero, me saludó y me felicitó. River y Boca
tienen que estar juntos”.
Por último, D’Onofrio solicitó la utilización del sistema Fan ID para los hinchas del fútbol
argentino, tal como se llevó a cabo para el Mundial de Rusia 2018, para mayor seguridad en los
estadios.

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Marcelo Gallardo habló sobre la cuarta Libertadores de River
“Incomparable, eterna y no la borrará nadie”

“Incomparable, eterna y no la podrá borrar nadie”: así definió el técnico de River, Marcelo
Gallardo, la flamante conquista de la Copa Libertadores ante Boca en Madrid. El Muñeco,
suspendido para los dos partidos decisivos, catalogó como “un abrazo fuerte al corazón” de los
hinchas millonarios, quienes se privaron de palpitar la definición en el Monumental por los
incidentes al micro xeneize en la previa del partido de vuelta.
River se consagró campeón de la Copa Libertadores por cuarta vez en su historia (1986, 1996, 2015
y 2018). Pero esta vez venció a Boca, su eterno rival, en una Superfinal disputada en el estadio
Santiago Bernabéu de España. “Este es uno de los días más felices en mi carrera deportiva por lo
que representó y el significado que tiene para todos los hinchas de River. Perdurará en el tiempo y
será imborrable”, señaló Gallardo en diálogo con radio Rivadavia, y apuntó: “Después de muchas
cosas vividas, sabíamos que estábamos ante una oportunidad enorme de brindarle una felicidad

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enorme. Este no era un partido más, no era una definición más: era contra el rival de toda la vida,
iba a quedar marcado para la eternidad”.
El entrenador de River reveló que cambiaron “el chip” para el desquite en el estadio del Real
Madrid y así no dar ventajas ante Boca. “Teníamos que estar unidos porque era la única manera de
ganar la Copa, llegando de la mejor forma y con energía al día del partido. Fue la forma de
defendernos como institución, equipo y al hincha de River”, indicó el Muñeco, quien agradeció el
esfuerzo de sus dirigidos, pero remarcó que tras los festejos que se prolongaron hasta altas horas de
la madrugada les exigirá enfocarse en el próximo objetivo: el Mundial de Clubes en Abu Dhabi.
“Esto no se termina acá, ni mucho menos; esto continúa. El hincha de River va a exigir ganar en
Abu Dhabi, ganar en el verano y conformar un buen plantel”, señaló el ex volante de Monaco de
Francia, que volvió a hacer historia al frente del conjunto millonario tras consagrarse otra vez como
campeón de América y habló de su continuidad al frente del plantel: “No tengo problemas en seguir
gestionando este plantel. Es un placer y una enorme responsabilidad. Me levanto a la mañana y
disfruto del lugar donde estoy; cuando no lo sienta más D’Onofrio va a ser el primero en saberlo.
Hoy me siento pleno. La gente por ahí se identificó mucho conmigo por lo que le devuelve el
equipo. Es un elogio muy grande poder estar en la mesa de los grandes entrenadores de River”.
Aun con la alegría fresca, Gallardo ya puso la cabeza en un nuevo objetivo: el Mundial de Clubes.
“Mis jugadores saben que en un par de horas los voy a tratar de meter en el viaje a Abu Dhabi”,
cerró el entrenador que en cuatro años al frente de River disputó doce finales, de las que ganó 9, 6
de ellas internacionales y dos ante Boca (Supercopa Argentina y Libertadores 2018).

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Los festejos de jugadores e hinchas de River cambiaron la madrugada de Madrid
El día después de ganar una Copa distinta
El plantel conducido por Marcelo Gallardo festejó hasta que fue vencido por la fatiga, y tras los
entrenamientos de ayer y hoy, se enfocará en el Mundial de Clubes. Mientras, en la madrugada de
Buenos Aires, la policía reprimía a los hinchas que celebraban en el Obelisco.
Por Agustín Fontenla

Desde Madrid
Amanecía en Madrid, y en la Plaza de Isabel II, junto al metro Opera un grupo de hinchas de River
extendía los festejos con los últimos restos de energía. Serían los rezagados de los cientos de
millonarios que se reunieron en la Puerta de Sol para celebrar que el club de Nuñez venció a Boca
en la final de la Copa Libertadores. Este Superclásico trasladado al Santiago Bernabéu, en el que el
fútbol deberá disputarle a la polémica el protagonismo en las páginas de la historia del deporte
emblema de nuestro país.
En España se dieron un respiro. Las secciones deportivas de los periódicos ya no ocupaban sus
portadas con titulares sobre los “ultras” y los temores a que los barras impusieran su ley en la

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capital española. Regresaba la normalidad. Las preocupaciones por el presente de Isco en el Real
Madrid, y las razones del crack francés Dembélé para llegar tarde a los entrenamientos del
Barcelona. El club de la estrella argentina, Lionel Messi, que ayer ocupó un palco para ver
coronarse al club de Nuñez.
Pero eso no es lo que sucede con River y Boca. La urgencia de la noticia obliga a preguntarse por la
continuidad de Marcelo Gallardo, y por saber cómo encarará el club xeneize una nueva etapa, esa
que ya era un secreto a voces en la antesala al Superclásico. Por el momento, las señales llegan por
el lado de Núñez.
“Ayer a la noche nos miramos con Marcelo y nos dijimos que tenemos muchas cosas por hacer”,
dijo Rodolfo D’Onofrio con la voz ronca en un diálogo con Luis Novaresio en la mañana de
Argentina. “Gallardo va a continuar con su trabajo”, afirmó concluyente para despejar las dudas.
El Muñeco, que ayer fue el principal ovacionado por la tribuna rojo y blanca del Bernabéu, no
podrá darse un descanso demasiado prolongado. Su condición de campeón recurrente, ya lo obliga a
pensar en la semifinal del Mundial de Clubes. El 18 de diciembre en la noche de Abu Dabi, River se
enfrentará al vencedor del partido que disputen el Espérance Sportive de Túnez y el que gane el
enfrentamiento entre el Al-Ain de los Emiratos Unidos y el Team Wellington de Nueva Zelanda.
En la llave opuesta espera el Chivas de México, que enfrentará al club nipón Kashima Antlers. El
mejor se cruzará con el Real Madrid, el defensor del título del Mundial de Clubes. Si el Merengue
alcanza nuevamente la final, y el Millonario hace lo propio con el envión del triunfo en el
Bernabéu, se medirán por primera vez de manera oficial. La estadística cuenta que jugaron nueve
amistosos. River venció en dos oportunidades, la última en 1961. El club blanco salió victorioso en
cinco. Las dos restantes terminaron en empate.
Demasiado ruido para el silencio que se impuso Boca en su regreso al país. El plantel xeneize
aterrizó en Barajas por la tarde de ayer sin hacer declaraciones. Oficialmente, el club se tomará tres
días para decidir el futuro de Guillermo B. Schelotto. El Mellizo deberá buscar nuevos horizontes.
Su continuidad no estaba asegurada ni con un triunfo en el Bernabéu.
De vuelta en Madrid, los hinchas que aún no regresaron a Argentina se encontraron con una
sorpresa en la Plaza Mayor. A metros del Mercado de San Miguel, Matías Biscay, el ayudante de
Gallardo, junto a Hernán Buján y otros miembros del cuerpo técnico se permitían un paseo
gastronómico después de la presión y la euforia de la noche anterior. Un paisaje que se irá
diluyendo con el paso de las horas, en un resultado que encontró divididos a los locales por ceder la
ciudad para el Superclásico. Muchos madridistas que aprovecharon su condición de socios para
conseguir un sitio en las gradas del Bernabéu, se quejaban por la intensidad de la hinchada
argentina, o por el festejo “deslucido” que montó la Conmebol para los festejos. Otros, en la postura
opuesta, se sumaron a los festejos en la Puerta del Sol. Frente al oso y el madroño, la estatua de
bronce de cuatro metros de la plaza copada por hinchas de River que agitaban banderas y paraguas,
un fanático del club blanco no salía de su asombro: “Llevo seis años yendo al estadio Santiago
Bernabéu, y jamás, jamás, he visto esta afición”.

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Así concluían los festejos del River campeón de la Copa Libertadores. Entre millonarios, y
madridistas. Quizás unidos por el espíritu de Di Stefano, el ídolo histórico que según los merengues
inclinó la cancha del Bernabéu para que los once de Gallardo alzaran la copa. El mismo espíritu de
Di Stefano que en Abu Dabi podría encontrarse ante la disyuntiva de elegir entre sus dos amores.

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La derrota ante River disparó una crisis que traería varios cambios
Cráter en la República de La Boca
Los primeros en caer serían los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, pero la lista se
completaría con unos cuantos jugadores que por sus rendimientos o por lo elevado de sus contratos
también son candidatos a emigrar.
Por Daniel Guiñazú

Guillermo Barros Schelotto vivió su hora más difícil como técnico de Boca en el estadio del Real
Madrid.

Imagen: AFP
Boca apostó todo a ganarle la Copa Libertadores a River. Y como no la ganó, un cráter profundo se
ha abierto debajo de los pies de dirigentes, jugadores y cuerpo técnico. La derrota del domingo en
Madrid provocó una conmoción indescriptible. Nada ha quedado en el mismo lugar que ocupaba
antes del 1-3. Y todo (y todos) han quedado cuestionados, empezando por el entrenador Guillermo
Barros Schelotto y el presidente Daniel Angelici.

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Da toda la impresión de que la suerte de los mellizos Guillermo y Gustavo está echada y que no
continuarán dirigiendo a Boca. Su contrato vence el último día del año y desde ambos lados,
entienden que el ciclo está cumplido. La Copa Libertadores era el objetivo excluyente y sin ella, ya
no habría razones ni fuerzas para continuar. Cualquiera fuese el resultado en Madrid, Angelici había
decidido no renovarles el vínculo. Y los mellizos tenían resuelto irse, mucho más si lo hacían como
campeones de América y del Mundo. Dicen desde su cercanía que tienen ofertas tentadoras para
dirigir en Brasil, Estados Unidos y Qatar. Habrá que esperar el curso de los próximos días para
saber qué hay de cierto en todo eso.
A partir de la más que probable desvinculación de los Barros Schelotto, las operaciones para instalar
candidatos empezaron a estar a la orden del día. Dirigentes cercanos a Angelici dejaron trascender
los nombres de Gabriel Heinze (actualmente en Vélez), Gustavo Alfaro (por ahora en Huracán) y
Antonio Mohamed (de paso poco exitoso por el Celta de Vigo de España). Pero hay otros que creen
que habría que seguir insistiendo con los apellidos históricos. Y postulan al máximo goleador
boquense de todos los tiempos, Martín Palermo (quien viene de dirigir a la Unión Española de
Chile), y al DT de la Reserva, Rolando Schiavi. Con menores chances aparece por estas horas
Miguel Angel Russo, avalado por ser el último DT de Boca campeón de América en 2007 y de paso
cercano por Millonarios de Colombia.
Pero mientras se resuelve el nombre del futuro entrenador quien deberá afrontar la pretemporada a
partir del 3 de enero, también habrá que asumir en paralelo una honda renovación del plantel
profesional. La idea es no rescindir ningún contrato pero considerar todas las ofertas que arrimen
los representantes. Por tal motivo, se cree que el uruguayo Nahitan Nandez y el colombiano Wilmar
Barrios habrían jugado el domingo su último partido con la casaca azul y oro. Tienen muy altos
contratos a valor dólar y Boca ya no puede hacer más esfuerzos para retenerlos que los que hizo
luego de que ambos jugaran el Mundial de Rusia.
También sería muy difícil la continuidad del cordobés Cristian Pavón, cuya cláusula de rescisión de
50 millones de dólares parecería muy elevada en función de la actualidad de su nivel, muy por
debajo del que tuvo en el primer semestre del año y que lo ubicó en el plantel argentino que
participó de la Copa del Mundo. Su representante Fernando Hidalgo tratará de colocarlo durante el
próximo mercado europeo de pases, quizás por una suma inferior a ese blindaje.
El goleador Darío Benedetto y el defensor Lisandro Magallán podrían emigrar si se oficializa el
interés que hay por ellos en Estados Unidos y Europa. Y no se hará uso de la opción de compra de 7
millones de dólares por el pase del colombiano Edwin Cardona, quien regresaría a su país. El lateral
uruguayo Lucas Olaza regresará a Talleres de Córdoba, de donde llegó a préstamo por la lesión de
Frank Fabra y es posible que Emanuel Reynoso también vaya a préstamo al club cordobés, que en
2019 se reforzará para jugar la segunda fase de la Copa Libertadores.
Carlos Tevez es una incógnita. Están quienes dicen que antes de fin de mes anunciará su retiro y
quienes sostienen que acompañará a Daniel Angelici en su último año de gestión y recién después
se irá del fútbol. El delantero y el presidente tuvieron una charla aparte en el vestuario boquense tras

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la derrota en la que Tevez habría insistido con la contratación de Heinze como futuro técnico para
seguir un año más.
Todo este proceso de renovación y cambio deberá hacerse sin demoras. A partir del 5 de marzo y
hasta el 9 de mayo, Boca jugará la fase de grupos de la edición 2019 de la Copa Libertadores.
Acaso, la última oportunidad que tendrá Angelici de alcanzar el título continental que prometió
desde que a fines de 2011, alcanzó la presidencia de Boca y que no pudo lograr en 2012 (perdió la
final ante Corinthians en Brasil), 2015 (River lo sacó en octavos de final tras la noche del gas
pimienta) y 2016 (Independiente del Valle lo eliminó en semifinales en la Bombonera). Ninguna de
estas derrotas ardió tanto como la que River le infligió hace apenas 48 horas en Madrid. Por eso, en
la Boca soplan fuertes vientos de cambio.

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