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El aniversario olvidado.

Al Cuerpo Nacional de Policía.

Una vez fenecido el Trienio Liberal vio la luz la que se conoce como la
Década Ominosa en la que, según los especialistas, a pesar de ejercerse el
poder absolutista, Fernando VII hizo que su gobierno discurriera paralelo a las
reformas iniciadas por la burguesía liberal. Es bajo estos parámetros cuando en
1824, concretamente el 8 de enero, se crea mediante Real Cédula la conocida
como Policía General del Reino.

De fácil acceso, la lectura de las ocho páginas de la Real Cédula nos


introduce en una estructura, novedosa en su tiempo, de seguridad ciudadana
conformando una red estatal que se distribuía entre los principales núcleos
urbanos y con estructura jerárquica ocupada en su cabeza por un magistrado
con el título de superintendente general. Carácter urbano, aquél, que marcaría
hasta nuestros días a la Policía.

La Real Cédula desarrolla, especialmente en sus artículos 13 y 14, las


misiones encomendadas a la Policía General de Reino y que abarcaban la
práctica totalidad de cuantas actividades administrativas, preventivas,
inspectoras, correctoras y sancionadoras existían por aquél entonces y existen
hoy no solo en el plano puramente policial, tal y como lo entendemos hoy, sino
también en una gran diversidad de funciones encomendadas hoy a otras
administraciones.

Un cuerpo que tuvo una vida efímera pues pocos años después fue
disuelto a iniciativa del General Espartero por motivos puramente económicos
y, curiosamente, se restablece en 1844 coincidiendo con la fundación de la
Guardia Civil, reformándose en profundidad sus normas de funcionamiento
para adaptar el servicio al encomendado al nuevo Cuerpo que se dotaba de un
marcado carácter rural.
Las diversas circunstancias políticas y sociales por las que discurría
España trajeron como consecuencia continuas adaptaciones de las tareas
encomendadas a la Policía llevando aparejados en ocasiones cambios de
denominación corporativos pero con siempre con el ideal de servicio público
garante del bien y la seguridad pública que se ha conservado sin mancha hasta
nuestros días, siempre con la mirada puesta en el servicio al ciudadano por
encima de otras motivaciones.

No es extraño que el Cuerpo Nacional de Policía, 195 años después,


sea una de las instituciones más valoradas por la sociedad española.
Verdaderamente, desde aquellos inicios, no se puede comprender la
pertenencia a la Policía sin una clara y decidida vocación de servicio, anclada
en los más genuinos valores que se buscan en un servidor público. Hablar de
la Policía Nacional es alegrarse cada día que amanece por contar con unos
hombres y mujeres que saben de renuncias y sacrificios por sus
conciudadanos.

A nadie se le escapa el crucial papel que desarrolla el Cuerpo Nacional


de Policía, como Cuerpo de Seguridad del Estado, en el ámbito de la
Seguridad nacional y compartida y la abnegada labor de servicio permanente a
la sociedad española, constituyendo por tanto un instrumento esencial para el
Estado de Derecho y su proyección internacional. De igual forma, el continuo
desarrollo de sus capacidades de adaptación a las necesidades que los
tiempos exigen y la sociedad española necesita, en una labor eficaz de
progresión profesional no pasa desapercibida -como se ha dicho- para el
conjunto de los españoles.

Por ello, hablar de la Policía Nacional es sinónimo de debida gratitud a


quienes velan día y noche por la actividad pacífica y el sueño sosegado

Escribir sobre la Policía Nacional es dejar constancia de un


agradecimiento que muy pocas veces sabemos calibrar en su justa medida
pues en lo más íntimo de cada policía brota un acendrado espíritu de entrega y
lealtad.
Hablar de la Policía Nacional es poner de manifiesto que contamos con
una Policía reconocida a nivel internacional por su altísima cualificación
profesional y científica.

Hablar de Policías nacionales es traer a la memoria la imagen del


cuidado por el ciudadano, la prevención en la comisión de delitos, el consuelo a
quien lo necesita, la actuación diligente para salvaguardar todo aquello que es
principio de la seguridad, coronado por tantas y tantas vidas salvadas… Ello a
pesar de las incomprensiones y de los ataques injustificados a su actuar y los
intentos de algunos por cuestionar el noble trabajo, la vocación, a la que un día
os entregasteis voluntariamente.

Decir Policía es hablar -porque así lo he visto- de compañerismo a pesar


de los inevitables embates de las relaciones humanas; decir policía es nombrar
al corazón, al orgullo del deber cumplido hasta dar la vida si fuese preciso. Es
reconocer en todos los que la integran un símbolo nítido y precioso de la
libertad que ellos mismos nos ayudan a conservar con su trabajo abnegado.

Evocar a la Policía es sentirse honrados por quienes visten el uniforme


azul, herederos de una tradición forjada a base de disciplina, lealtad, honor,
espíritu de sacrificio… ¡amor a España!

Hablar 195 años después de la Policía Nacional es hacer ejercicio de


gratitud hacia los ángeles custodios que

Para muchos ha pasado desapercibido vuestro aniversario. Para mí, no.

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