Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Eduardo Jozami
© 1972
Centro Editor de América Latina - Cangallo 1228
Impreso en Argentina
Índice
La dominación francesa.................................................................................
La política de la colonización...........................................................................
La evolución del movimiento nacionalista.........................................................
El surgimiento del Frente de Liberación Nacional...............................................
La guerra de la liberación...............................................................................
La organización del Frente..............................................................................
La reacción de Francia...................................................................................
Las negociaciones de paz y reconocimiento de la independencia.........................
Las tareas del nuevo poder y el programa del FLN.............................................
El gobierno de Ben Bella................................................................................
NOTAS.........................................................................................................
La izquierda francesa.....................................................................................
La dominación francesa
Por su proximidad al territorio metropolitano y su estratégica posición en el
Mediterráneo, la conquista de Argelia era un primer paso necesario para la extensión
del dominio de Francia sobre el continente africano.
Ya Napoleón I había mostrado su interés en la región y aunque no pudo realizar su
proyecto, los planes entonces esbozados se aplicarán en julio de 1830, cuando, bajo el
reinado de Carlos X, el cuerpo expedicionario francés desembarca en la península de
Sidi Ferruch. Desde el siglo XVI cuando se establece el dominio turco, la monarquía
francesa había considerado a Argelia como parte de su zona de influencia y casi
permanentemente desde entonces dispuso de importantes privilegios comerciales y
militares. Pero el desarrollo de la piratería no tardó en crear conflictos con Francia
como con las otras potencias europeas. En los siglos XVI y XVII los corsarios argelinos
asolaban el mediterráneo, haciendo además de Argel el centro de una importante
actividad comercial y marítima. Los conflictos suscitados motivaron más de una acción
de represalia; en 1628, 48 argelinos, entre ellos un embajador, son masacrados en
Marsella; en 1664, los franceses desembarcan en territorio argelino y en 1682 y 1683
el puerto de Argel será violentamente bombardeado. Sin embargo, en la mayoría de
los casos imperaron relaciones diplomáticas normales. Francia dispuso de enclaves
militares y del derecho exclusivo a la pesca del coral en las costas argelinas, pagó
como la mayoría de los países europeos un tributo al bey de Argel para protegerse de
la actividad corsaria, y las relaciones llegaron a ser tan cordiales que en 1793 el bey
Hussein acudió con envíos de dinero y víveres para aliviar las penurias que entonces
soportaba el Estado Francés. Las guerras napoleónicas implicaron un debilitamiento de
la presencia europea y después del restablecimiento de la paz en 1815, las naciones
coaligadas en la Santa Alianza deberán enfrentar la actitud del bey que reforzó sus
instalaciones militares y trató de impedir el restablecimiento de los antiguos privilegios
de que aquéllas gozaban.
Presurosos por adelantarse a Inglaterra que también planeaba la ocupación de la
región nordafricana, los franceses crearon un incidente diplomático que permitió
“justificar” la invasión. El cónsul general francés recibió instrucciones para provocar de
cualquier modo una ruptura y la ocasión se presentó cuando ante los reclamos del bey
por la falta de pago de los créditos argelinos, aquél respondió que Carlos X tenía
ocupaciones más importantes que responder a un bey de Argel. El golpe de abanico
que habría recibido el representante francés ha sido relatado puntualmente por todos
los historiadores colonialistas que niegan que existiera en principio ninguna intención
de conquista, sino sólo el propósito de reparar la ofensa inferida al honor francés y el
deseo de protagonizar una aventura que permitiera acrecentar el prestigio de la
corona. Es cierto que la monarquía de la Restauración —poco después reemplazada
por la revolución de 1830— necesitaba recurrir a cualquier medio para levantar su
alicaído prestigio, pero si resulta difícil aceptar que hayan sido cuestiones de honor las
determinantes de la invasión francesa; más dudoso es aún que esas mismas razones
sean las que movieron a la Banca Rotschild a correr con todos los gastos de la
expedición. Los ocupantes debieron librar cientos de enfrentamientos contra fuerzas
dispersas que resistían en las distintas regiones, especialmente en las zonas
montañosas de Kabilia. Sólo en 1832, cuando entra en acción el sultán Abdel Kader en
la región occidental del Oranesado, los franceses se enfrentarán con un poder
relativamente centralizado con el que podrán discutir el control de toda Argelia.
Tratando de suprimir las diferencias tribales y de modificar las condiciones de
explotación de las masas campesinas, Abdel Kader intentó echar las bases de una
nación moderna, constituyendo un gobierno central que sacudiera los cimientos del
poder de los feudales. Pero, la disposición de éstos a colaborar con el invasor y los
prejuicios localistas de quienes, como Ahmed rey de Constantina, enfrentaban
resueltamente al ocupante extranjero pero se negaban a toda acción común contra él,
facilitarán la victoria francesa que pese a ello demandará 17 años. El mariscal
Bugeaud, primero de los gobernadores franceses, responde a quienes no comprenden
las dificultades que su ejército afronta:
“Se equivocan quienes piensan que sólo combatimos con un jefe de
irregulares que lleva con él setecientos u ochocientos hombres de
caballería… es con la nación árabe entera con la que hoy nos enfrentamos”.1
La derrota de Abdel Kader no terminó con la lucha antifrancesa. Luego fue
necesario emprender la conquista de Kabilia, en donde los levantamientos se
prolongaron por veinte años. El último de los movimientos importantes, el que lidera
en 1871 Mohamed El Mokrani, muestra el carácter esencial que desde entonces tendrá
la resistencia antifrancesa; sus protagonistas serán las masas campesinas que se
habían visto privadas de sus mejores tierras y atacadas en los fundamentos de su
existencia comunitaria.
Los ejércitos coloniales han protagonizado en todas partes hazañas similares. No
nos detendremos en el detalle de los actos de genocidio practicados por los invasores
de Argelia. Carlos Aguirre2 reproduce algunos relatos en los que los mariscales de
Francia cuentan con fruición el degollamiento de hombres y mujeres argelinas, el
incendio y la devastación de las poblaciones. Como si se tratase de un torneo
deportivo, los generales franceses competían entre sí. “El mariscal Randon a quien los
laureles de Saint Arnaud impiden dormir, sube al asalto de la Kabilia para entrenar a
sus 25.000 hombres y reanudar los incendios de sus predecesores”. Y los laureles de
Saint Arnaud parecen bien ganados a juzgar por lo que el mismo cuenta en sus cartas:
“La zona de Beni Monasser es soberbia, una de las mejores que he visto en Africa.
Las aldeas y casas están muy cerca. Hemos quemado todo, destruido todo. Oh, la
guerra, la guerra, cuantas mujeres y niños del Atlas murieron de hambre y de frío”.
Escapando a esta euforia, uno de los miembros de una comisión investigadora
francesa decía en su informe de 1853: “Nosotros desbordamos en barbarie a los
bárbaros que veníamos a civilizar”.
La política de la colonización
La constitución de un núcleo importante de población europea fue uno de los
primeros objetivos fijados por el Gobierno Francés.
El poblamiento era entonces el método habitual de colonización y muchos miles de
europeos habían emigrado a América y Australia. Los franceses no habían participado
demasiado en este movimiento migratorio, pero ya en momentos de la invasión de
Argelia comenzaban a sentirse en la metrópoli problemas de desocupación y conflictos
con los campesinos pobres. Además, la hostilidad manifiesta de la población argelina
hacía necesario fortalecer el dominio francés, apoyándolo no sólo en la fuerza militar
sino también en un amplio sector de colonos europeos.
Pero, Argelia no era una “tierra vacante” como afirmaban los invasores, y el
poblamiento francés sólo podía cumplirse desalojando a los nativos de las tierras
aprovechables que se encontraban entonces totalmente ocupadas y cultivadas.
Distintas variantes se propusieron para ello. Montagnac, un coronel que olvidó que los
franceses no sólo necesitarían tierra sino también mano de obra para explotar,
propuso la deportación masiva a Oceanía de la que sólo se exceptuarían los menores
de quince años, que serían exterminados.
El informante del presupuesto para Argelia de 1838, señalaba con mayor
4 Gian Paolo Calchi Novati, La Revolución Argelina, Bruguera, Madrid, pág. 48.
incendiados y saqueados, centenares de argelinos fusilados sin proceso o ultimados
sumariamente en donde se los encontrara. 1.500 muertos reconoció el ejército francés
inmediatamente después de la masacre; 15.000 señala el informe posterior de la
comisión militar investigadora que nunca será publicado; 45.000 víctimas calcularon
los patriotas argelinos.
La matanza de Constantina fue la más rotunda de las pruebas que mostraron la
imposibilidad de toda evolución pacífica hacia la autonomía en el marco del status
colonial. Desde el régimen absolutista de la Restauración hasta el gobierno de la
Francia Liberada, todos habían recurrido a la represión y manifestado un similar
desprecio por los reclamos de la población argelina. Entre la intransigencia racista de
los colonos europeos y el paternalismo hipócrita de los reformistas franceses, las
diferencias se borraban rápidamente cuando se cuestionaba la misma legitimidad de la
dominación colonial. En todo el mundo se celebraba entonces la derrota del nazismo y
fueron pocos los que conocieron el genocidio de Constantina. Tampoco hicieron mucho
por difundirlo los comunistas franceses, cuyo secretario general Maaurice Thorez
ocupaba en mayo de 1945 el cargo de vicepresidente del Consejo de Ministros de la IV
República Francesa.
En 1947 se sanciona un nuevo Estatuto que recoge y profundiza las disposiciones
de la Reforma Blum-Violette, ampliando la representación de los argelinos en los
órganos legislativos y consultivos, pero manteniendo las facultades esenciales del
poder en manos del gobernador francés. La medida es la última de las tentativas del
gobierno francés por evitar la lucha frontal con el movimiento nacionalista y aún es
considerada como positiva por los ulemas, el grupo de Abbas y el Partido Comunista
Argelino —creado en 1936 y estrechamente ligado al P.C. de Francia—. Pero el fraude
y la represión escandalosos que acompañarán a las elecciones que entonces se
realizan, terminarán de mostrar que la política de las reformas graduales no podía
lograr ningún cambio significativo de la sociedad colonial.
La corriente radical del nacionalismo expresada por el ENA y por los sucesivos
movimientos orientados por Messali, aumentaba su influencia entre las masas y
quedaba demostrado que el logro de la independencia era el único camino por el que
podrían alcanzarse las reivindicaciones reclamadas por la población argelina. Sin
embargo, pasarán aún varios años hasta que el movimiento nacionalista defina más
claramente su programa, depure sus filas y encuentre las formas de organización que
en noviembre de 1954 permitirán el inicio de la lucha armada.
La guerra de la liberación
El inicio de la lucha sorprendió a las autoridades francesas que consideraban
debilitado al movimiento nacionalista a partir de la crisis del MTLD. El 1 de noviembre
de 1954 se producen unos cuarenta ataques y atentados contra destacamentos
policiales, oficinas públicas, convoyes militares y depósitos de armas, con un saldo de
siete muertos e importantes pérdidas materiales; posteriormente los combatientes se
internaron en las regiones montañosas de los Aurés, para seguir actuando como
guerrilla rural. La repercusión política de las acciones será muy grande tanto en
Francia como en Argelia. El ejército francés, que con escasa originalidad atribuyó la
rebelión a la presencia de elementos extranjeros, dirigió de inmediato la represión
contra los campesinos. Numerosas aldeas fueron arrasadas y reagrupados los
pobladores para evitar su contacto con los militantes nacionalistas.
Junto con la iniciación de las acciones se hace conocer una proclama suscrita por el
Frente de Liberación Nacional, nombre adoptado por los rebeldes para reflejar
claramente su intención de nuclear a “todos los patriotas argelinos de todas las
categorías sociales y de todos los partidos…”
Las diferencias y contradicciones existentes entre todos los sectores “sinceramente
argelinos” debían subordinarse al logro del fin supremo, la conquista de la
independencia. Esta permitiría la reimplantación del “Estado Argelino, soberano,
democrático y social, en el marco de los principios islámicos”, que asegurase “el
respeto a todas las libertades fundamentales, sin distinción de raza o religión”. “El
aniquilamiento de todos los residuos de corrupción y reformismo”, debía llevar a
superar la crisis del movimiento nacionalista y permitiría “unir a todas las energías
sanas del pueblo argelino en la lucha para la destrucción del sistema colonial” 5. Estas
predicciones no resultaron infundadas. Los grupos que hasta el 1 de noviembre se
oponían a adoptar el camino violento, terminarán incorporándose a la rebelión en los
dos primeros años. Messali perderá su influencia en sus dos bastiones fundamentales,
la colonia argelina de Francia y los núcleos obreros de la ciudad de Argel y el liderazgo
del FIN se extenderá por todo el país. La incorporación de la mayoría de los dirigentes
provenientes de los ulemas o del grupo de Ferhat Abbas al movimiento, impedirá la
concreción de la maniobra francesa tendiente a crear una fracción moderada como
interlocutor para la negociación , aunque contribuirá a incrementar la heterogeneidad
política y las contradicciones en el seno del Frente de Liberación. El apoyo masivo de la
población, especialmente en las zonas rurales más atrasadas del Aurés, Kabilia y
Constantina, garantizó el rápido desarrollo de la acción armada. En un principio ésta
consistía en pequeñas acciones de guerrilla destinadas a mantener la presencia de la
rebelión, mientras se desarrollaba una estructura político-militar. Los combatientes
efectivos del Ejército de Liberación Nacional (organismo militar del Frente) no eran
más de 500 en 1954, a los que se sumaban algunos miles de auxiliares encargados de
tareas de información, abastecimiento y apoyo político y algunos voluntarios que
cumplían acciones de terrorismo y represalia en centros urbanos. En pocos meses las
acciones se extenderán a todo el país y dos años después de iniciada la lucha los
efectivos nacionalistas se calculaban en más de 100.000 hombres. La acción entre el
campesinado tendía fundamentalmente a la movilización política de la población y fue
allí donde el FLN tuvo su apoyo esencial, en la medida en que la reivindicación
independentista se ligaba con el problema de la tierra que desde hacía un siglo
enfrentaba a las masas rurales con la opresión colonial.
La lucha en las ciudades tenía por objeto mostrar la inseguridad del poder francés,
golpear a la minoría europea y provocar la repercusión internacional. La
internacionalización del conflicto era uno de los objetivos básicos planteados en la
proclama inicial y aunque ésta alertaba acerca del carácter prolongado de la guerra, es
evidente que los dirigentes argelinos tenían expectativas de obligar a Francia a una
rápida solución. A este fin responde la acción diplomática que será considerada como
una de las tareas centrales desde un primer momento. Chaliand6 señala que en un
principio el FLN subestimó la importancia que Francia otorgaba a su presencia en
Argelia y que esta confianza en una rápida victoria explica la constitución en 1955-57
de grandes batallones que sufrieron serias pérdidas en los enfrentamientos con el
ejército francés, hasta que se comprendió la necesidad de volver a la táctica
guerrillera. Esa misma confianza en una solución rápida, llevó a promover grandes
movilizaciones de masas en las ciudades y acciones de represalia y terrorismo urbano
de la envergadura de la Batalla de Argel, que permitieron extender la influencia del
FLN y otorgar una mayor repercusión internacional a la lucha, pero que provocaron el
desmantelamiento de la organización urbana, por la feroz represión desatada por las
5 Proclama del Frente de Liberación Nacional, en Calchi Novati, op. cit., pág. 291.
6 Gerard Chaliand, ¿Aigerie est elle socialiste?, París, 1964, pág. 38, Máspero.
tropas francesas. Desde entonces éstas institucionalizaron la práctica de la tortura
como medio de interrogatorio.
La reacción de Francia
En noviembre de 1954, Pierre Mendes France presidía en París un gabinete
integrado por radicales y socialistas. Era el mismo gobierno que había firmado los
acuerdos de Ginebra, aceptando la derrota de Indochina y ello hizo pensar a muchos
que adoptaría una actitud conciliadora frente a la rebelión. Pero rápidamente, los
liberales franceses mostraron que no habían aprendido la lección. Once días después
del levantamiento, el primer ministro declaraba ante la Asamblea Nacional:
“Los departamentos de Argelia forman parte de la república, son franceses desde
hace mucho tiempo. Su población dotada de ciudadanía francesa y representada en el
Parlamento ha dado demasiadas prueba de su compenetración con Francia, para que
NOTAS
1) Mohamed Sahli, Decolonizer l’Histoire, introduction a l’histoire du Magreb,
Máspero, París 1965.
2) Carlos Aguirre, Argelia año 8, Buenos Aires, 1963, Campana de Palo.
3) Sahli, op. cit., pág. 105.
4) Gian Paolo Calchi Novati, La Revolución Argelina, Bruguera, Madrid, pág. 48.
5) Proclama del Frente de Liberación Nacional, en Calchi Novati, op. cit., pág. 291.
6) Gerard Chaliand, ¿Aigerie est elle socialiste?, París, 1964, pág. 38, Máspero.
7) Plataforma Política de la Soumman, en Calchi Novati, op, cit
8) Chaliand, op. cit, pág.
9) Calchi Novati.
10) Camus Albert, Croniques Algeriennes, París, 1958, Gallimard.
11) Realités Algeriennes et Marxisme, Recopilación, Moscú, 1962.
12) Maxíme Rodinson, Marxisme et Monde Musulman.
13) Fanon, Les damnes de la terne…
14) Programa de Trípoli-Argel, en Calchi Novati.
15) Estier, Claude, Pour L’Algerie, París, 1964, Máspero.
16) Declaración del Consejo de la Revolución, Argel, 1963.
17) Chaliand, Gerard, De Ben Bella a Boumedienne, Partisan, 1965.
18) André Fontaine, Le Monde, diciembre 1970.
19) Chaliand, op. cit.
20) Chaliand, Gerard et Jeannette Minees, Bilan de 10 annés de une revolution
nationale, Le Monde Diplomatique, diciembre 1972.
21) Akkache, Ahmed, Capitan etrangers et liberation, Máspero, París, 1971.
La izquierda francesa
En los primeros años de la rebelión, desde las páginas de El Moudjahid, periódico
del FLN, se hicieron frecuentes llamamientos a la solidaridad de la izquierda francesa,
sin que los resultados fueran demasiados halagadores. Ya hemos visto la actitud de los
socialistas que aplicaron en Argelia la misma actitud colonialista que sostuvieron en
Medio Oriente e Indochina, en Madagascar y el Camerún. Otros sectores de la llamada
“izquierda democrática” reaccionaban contra los excesos de la represión, reconocían la
necesidad de incorporar a las mayorías argelinas a la vida política, pero seguían
considerando a Argelia como parte de Francia y repudiaban los métodos violentos a
que apelaban el FLN. Albert Camus, el más claro ejemplo de esta actitud “humanitaria”
que no rompe los marcos del pensamiento colonizador. Argelino de origen —había
nacido en Orán— Camus desarrolló una vasta labor periodística en favor de la unión y
la igualdad de derechos entre los colonos europeos y la mayoría árabe. Pero nunca
supo distinguir entre la violencia clasista de los colonizadores y, la respuesta del
pueblo agredido; condenó la tortura y la represión del ejército francés, pero denunció
con más fuerza la rebelión del FLN. “Por muy bien dispuestos que estemos hacia la
reivindicación árabe —decía en 1958— debemos reconocer que en lo concerniente a
Argelia, la independencia nacional es sólo una fórmula pasional. Nunca ha existido
hasta ahora una nación argelina”. Por cierto que las masas argelinas ignoraron las
opiniones de quien les advertía que el país quedaría sumido en el atraso si se veía
privado del concurso francés; los colonos, por su parte, rechazaron siempre a quien
siendo “uno de los suyos” se atrevía a predicar la conciliación con el enemigo. Mientras
la izquierda liberal caracterizada por su anticomunismo condenaba una rebelión que
consideraba una creación de Moscú, distinta debería ser la posición del Partido
Comunista Francés y éste era el principal destinatario de los llamamientos del FLN. Al
día siguiente del levantamiento del 1 de noviembre, los comunistas argelinos habían
difundido una resolución caracterizada por su ambigüedad. Se responsabilizaba a los
colonialistas por su política de explotación y negación de las libertades que había
provocado los hechos armados del día anterior, pero no se pronunciaba claramente en
favor o en contra de la insurrección. Agregaba que “la mejor manera de evitar las
efusiones de sangre, instaurar un clima de entendimiento y de paz consiste en
reconocer el derecho que asiste a las reivindicaciones argelinas”, pero no hablaba de la
independencia que era la reivindicación fundamental.”19
Pocos días más tarde, el 8/11/54, un editorial de “L’Humanité” fijaba la posición del
partido francés en solidaridad “con la lucha de las masas argelinas en defensa de sus
derechos”, lo que no le impedía considerar a las acciones del 1 de noviembre como
“actos individuales susceptibles de hacer el juego a los colonialistas”. En 1956, todavía
hablaba el P.C.F. de la necesidad de mantener “lazos durables entre Francia y Argelia”,
seguía ignorando al FLN y proponía un alto el fuego inmediato que no contemplaba las
condiciones fijadas por la dirección revolucionaria. Recién después de julio de ese
mismo año, cuando el partido argelino invite a sus militantes a sumarse a la lucha los
comunistas francesas —que pocos antes habían votado los poderes especiales
reclamas por el gobierno de Mollet— se pronunciará más claramente por la
independencia. Ello no les impedirá seguir considerando como sus aliados políticos a
los sectores radicales y socialistas directamente comprometidos en la guerra colonial.
La prensa nacionalista reprochará en muchas ocasiones al P.C.F. la no realización de
acciones de masas en solidaridad con la guerra y la condena como izquierdistas” de
quienes predican la deserción de las filas del ejército francés. Los desencuentros entre
los comunistas franceses y el movimiento nacionalista norafricano eran, por otra parte,
de antigua data. En el Congreso del Partido celebrado en 1937, Maurice Thorez
planteaba que el avance del nazifacismo era el principal de los peligros que acechaban
a las poblaciones de Argelia, Marruecos y Túnez, “cuyo verdadero interés estaba en la
unión con el pueblo de Francia”. Aunque reconocía el derecho a la independencia,
parafraseaba a Lenin diciendo que “el derecho al divorcio no implica la obligación de
divorciarse”. Pero mientras Lenin, afirmando el derecho a la autodeterminación de las
nacionalidades que integraban el imperio zarista, las llamaba a constituir un Estado
federado y socialista; Thorez pedía los pueblos norafricanos que, en interés de la lucha
antifacista, continuarán aceptando la dominación colonial. 13 Para completar el cuadro
de la incomprensión que caracterizó a la izquierda francesa, señalemos que también
algunos grupos trotskistas se opusieron en principio a la rebelión y prestaron su apoyo
a Messali Hadj. Seducidos por la presencia de algunos activistas obreros alrededor del
viejo líder, sólo modificaron su actitud cuando fue evidente el colaboracionismo de
aquél con el gobierno francés. Pese a esta defección de las organizaciones de
izquierda, fueron muchos los franceses que se sumaron individualmente a la lucha del
FLN, incorporándose a sus filas, creando redes de apoyo, promoviendo la deserción del
ejército francés. Asimismo, el conocimiento de los numerosos casos de tortura y de las
prácticas brutales de represión aplicadas en Argelia fue generando un movimiento de
repudio, especialmente en los sectores intelectuales, que se hizo mayor hacia finales
de la guerra. Uno de los episodios más importantes por su repercusión internacional, lo
constituyó el manifiesto condenando la guerra colonial firmado en julio de 1960 por
121 intelectuales, encabezados por Sartre y Simone de Beauvoir.