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el discurso

del psicoanálisis
volumen o cargo de
néstor o brounstein

mirto
bicecci
rodrigo s.
toscano
néstor a. braunstein
daniel gerber
maría teresa orvañanos
juan david naslo
frida saal
adalberto levi hombro
· ángeles de la mora
héctor arruabarrena
·onathan scott lee
)J((J coloquios
~~\~!~~~º de la fundación 4
psicología
y
etología

DIRIGIDA POR ARMANDO SUÁREZ


EL DISCURSO DEL
PSICOANÁLISIS

a cargo de

NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

)l(I
siglo
veintiuno
edtores
MfXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
INDICE

Prólogo 7

l. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICO-


ANÁLISIS
por Mirta Bicecci 9

Freud y su obra, 9; Creación de la institución, 12; El


comité secreto, 18; El problema de la formación, 22; El
psicoanálisis y su transmisión, 24

11. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXUALES INFAN-


TILES
por Rodrigo S. Toscano Alonso 30

III. TOPOLOGERÍA
por Juan David Nasio 47

IV. MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA


por Marfa Teresa Orvañanos 56

· Introducción, 56; Rasgo unario y repetición, 57; De-


manda, deseo y repetición, 64; Más allá de las ficciones
del amor, 75

V. ACTO ANALÍTICO: UN{\ ÉTICA FRENTE AL


GOCE
por Ángeles de la Mora 79

VI. EDIPO VIENÉS


por Néstor A. Braunstein 85

VII. DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS: UN PUNTO DE


VISTA ANTIECONÓMICO
por Daniel Gerber 103

Introducción: Freud, la ciencia y el punto de vista eco-


nómico, 103; Lo económico y el trauma , 107; El

[5]


6 INDICE

problema de la energla y la pulsión, 111; Del placer al


goce: un cuestionamiento de lo económÍco, 115; La re-
petición: un trauma que retoma, 119; El dualismo pul-
sional y la imposible armonía, 121; La libido: ¿fluido u
órgano?, 124; Una economia que no produce "bienes",
126; La deuda y su economía paradójica, 128; Negati-
vidad y economia subjetiva, 130; El factor cuantitativo:
obstáculo y causa del análisis, 134

VIII. LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO


por Héctor Arruabarrena 139

El incesto, imaginario, 139; Lo distinto a la relación,


143; La pregunta, la respuesta y el enigma, 144; El in-
cesto,' 146; Naturaleza incestuosa-cultura exogámica,
147; Lógica apretada, 147

IX. EL AGUJERO INAUGURAL


por Adalberto Levi Hambra 148

X. EL SABER Y -LA VERDAD


por Frida Saal 161

De un anecdotario a tiempo, 161; El saber y la verdad,


161; La ciencia y la verdad, 164; El sujeto excluido se
funda en una carencia desde donde sutura la cadena
significante, 168; Resumen de la tesis, 172

XI. DEL SABER A LO REAL: LA FILOSOFÍA DESPUÉS


DE LACAN
por Jonathan Scott Lee 173

... •
PRÓLOGO

¿Quién habla cuando se habla una vez que se acepta que el sujeto
es un efecto y no el autor de su decir?
¿Cómo pensar la posibilidad de un discurso que no seña
semblante y donde el agente no estaría en el lugar de transmisor de
un saber preconstituido sino en el de objeto que tiene por función
desencadenar la verdad por medio de eso que se llama interpreta-
ción?
¿Qué hacer para pro-mover la teoría de este recién llegado al
campo de los vinculos sociales, el discurso del psicoanálisis?
¿Cuál es el sentido de aferrarse a la producción del sentido, efec-
to del saber inconseiente, oponiéndose a la dominancia en la reali-
dad del saber proposicional, el de la universidad y el de la
ideologia, el que supone que la proposición con su sujeto, su verbo
y su complemento es el lugar donde reside la verdad?
Éstas son algunas de las preguntas que indujeron el título del
Cuarto Coloquio de la Fundación, realizado, como en oportunida-
des anteriores, con los auspicios del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnologia, El Colegio de México y Siglo XXI Editores.
El saber y la verdad, el incesto y el Edipo, las teorías y la teoría
de la sexualidad, la demanda y el goce, las vicisitudes históricas de
este discurso nuevo y su lugar más allá de la economía, su relación
con el discurso de las ciencias y las vueltas y revueltas de su
topología peculiar son los temas que, por elección de los autores in-
vitados a panicipar en el coloquio, se diseñan, se bordan y se bor-
dean en los textos que siguen.
Los autores no pueden ser sino el efecto de sus decires. Por eso
sobran las presentaciones y los datos biográficos. Toca al lector
construirlos construyéndose.
De todos modos, ¿quién es· el autor?, ¿quién es ~l Segismundo
que aparece mencionado como rey de Roma en el desasosiego de
Bernardo Soares, ese autor que es una realidad que nunca existió
porque es un heterónimo, una creación de esa realidad que si exis-
tió con el nombre de Femando Pessoa?
Ángel Crespo, que organizó y calzó las notas al Libro del desaso-
siego, de Bernardo Soares, se ve en aprietos para ubicar histórica -
mente al tal Segismundo. Y es ~ue el Segismundo de Soares-Pessoa

[7]
8 PRÓLOGO

no es uno que hipotéticamente habrfa reinado sobre Roma, sino


uno que se hizo a partir de un error y de una frase. Ese Segismun-
do es el que pronunciando un discurso cometió una equivocación
gramatical y al que un inoportuno de los que nunca faltan preten-
dió corregir. Alli nació Segismundo cuando dijo: "Soy rey de Roma
y además de la gramática."
¿Qué importa si la anécdota es o no apócrifa? Supongamos que
lo es. Pessoa inventa a Soares que inventa a Segismundo con sufra-
se que lo hace Segismundo supergrammaticam, con un titulo que es
real, que es regio. A partir de esta transgresión instrumental de la
norma, de este vértigo de la palabra "equivocada", el sentido se in-
vierte: Segismundo (pero ¿no era ése acaso el nombre de pila
- bien que los judíos no pasen por la pila - del inventor del psico-
análisis?), Segismundo, sí, inventa a Soares que inventa a Pessoa
que hace un comentarista Crespo que nos produce a los lectores de
su desasosiego.
"Me soy", dirán Soares-Pessoa en el apogeo de su creación.
"Una ética del bien decir", propondrá Lacan como definición
del psicoanálisis.
"Cada hombre que sabe decir lo que dice es, a su manera, rey de
Roma. El título es regio y la razón del titulo es serse."
En ese sentido, este libro.

NtsTOR A. BRAUNSTEIN, enero de 1986

NOTA: El lector podrii. consultar: Fernando Pessoa, Libro del desaso~iego, Barcelo-
na, Seix Barral, 1984, pp. 42-43, y Bias Matamoro, "Fingir y fungir", trabajo apa-
recido en el núm. 425 de Cuadernos Hispanoamericanos (noviembre de 1985),
Madrid, pp. 171-182.
l. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS
MIRTA BICECCI

Las relaciones entre los primeros que abrazaron la causa del psico-
análisis no estuvieron exentas de los sintomas habituales de las co-
munidades analíticas, tales como rivalidades, competencia, inclina-
ciones a autorizar o desautorizar en situaciones y con criterios no
del todo analíticos. Genealogfa del psicoanálisis, de la que hereda-
mos esta historia entretejida y puesta en acto de las relaciones soste-
nidas por los discípulos y su maestro. Historia fantasmática, si se
permite llamarla asf, de las condiciones y situaciones que produje-
ron de una u otra manera el discurso psicoanalitico y que hasta
cierto punto, prestando su cuerpo a éste, fueron la condición mis-
ma de su transmisión.
La relación Freud-Fliess marc~ los orígenes del psicoanálisis; ras-
trear su transmisión a los discípulos de Freud y la función que
cumplió la creación y organización del movimiento psicoanalitico
con relación a ella, será nuestra tarea. Nos remontaremos a la
"Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" (1914) . 1

FREUD Y SU OBRA

Señalemos aquí las citas que puntúan la relación de Freud con su


propia obra; en el primer capítulo del trabajo mencionado dice:
"[ ... ] el psicoanálisis es creación mfa [ ... ] nadie puede saber mejor
que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos
de explorar la vida anfmica, qué debe correr bajo su nombre y qué
seria mejor llamar de otra manera''.%
Freud considera el psicoanálisis como creación propia .y esto le
lleva a hacer un deslizamiento: en la medida en que es su obra, és-
ta no es distinta de él mismo, le pertenece. No hay diferencias
entre una y otro.
Pero si el lugar de Ja. creación es una pérdida del yo en tanto se

1 Véase Sigmund Freud, Obras completas, t . XIV , Buenos Aires , Amorrortu ,


1979, pp. ?ss. (edición en 24 tomos).
% /bid., p. 7

(9]
MIRTA BICECCI

presentifica ahi el sujeto del inconsciente, la obra arroja al sujeto


como un resto, o un plus; obra sobre la que él mismo ya no tiene
arbitrio ni dominio. Freud sabe qué debe permanecer y qué no;
pecaríamos de ingenuidad si nos contentáramos con calificar esto
como ambición de poder, impulsos egoístas y personalistas de
Freud . Si Freud ·afirma tal cosa es como consecuencia de cierta
estructura de relaciones en las que se mueve; de la oposición que
despierta la teoña psicoanalítica, del hecho de que ésta, hacia
1914, ya ha ganado cierto número de adeptos y ya ocurrieron algu-
nas de las escisiones más dolorosas en la historia del movimiento
psicoanalítico .. Freud protege el descubrimiento del inconsciente
de todas las posiciones que tienden a asimilarlo, porque percibe
cierta proclividad en algunos de sus discípulos a buscar la acepta -
ción aun a costa del mismo psicoanálisis.
. Más adelante va a admitir: "( ... ] desde hace tiempo he reconoci-
do que el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradic-
ción a los hombres e irritarlos, he sacado en conclusión que yo de~
bo ser el verdadero promotor de todo lo que lo distingue". 5 En rela-
ción con esto plantea su sin salida respecto al descubrimiento, no
hay elección posible ante su magnitud. El psicoanálisis trae una
verdad ante la cual no puede volverse la espalda como si no se la
hubiera entrevisto. De ahí se deriva su actitud perenne de hacer va-
ler y respetar sus concepciones sin ceder un ápice a los reclamos de
la opinión pública y de las jerarquías médicas.
Podriamos pensar que Freud hace de esto una virtud, pero es
una virtud ante la cual no tiene alternativa. Tenemos asi un Freud
sometido a una verdad que se le revela en su trabajo, su autoanáli-
sis. ¿Es éste el mismo Freud que afirma: "es una creación mía y yo
decido qué se acepta bajo su nombre y qué no"? ¿No hay aquí un
deslizamiento de un discurso a otro? En tanto que él se ha someti-
do, exige y espera del 'lue abrace el psicoanálisis la actitud de un
sujeto frente a una doctrina, es decir la actitud de sometimiento
voluntario.
El deslizamiento pasa entre ser creado y ser creador. El psicoaná-
lisis crea a Freud y lo mantiene como el creador, al punto de que el
costo es el sujeto mismo . Freud afirma: "( ... ]mi vida sólo tiene sen-
tido en relación al psicoanálisis". 4 El problema aquí es si esto le da
a Freud derechos sobre su creación, y la dificultad surge ante la
ásimilación que Freud hace del psicoanálisis a su persona hasta

5 /bid., p. 8.
4 Véase S. Freud, "Autobiografia (1925)~ en Obras completas, cit., t. xx.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 11

identificarlo con él. Ésta es una de las fuentes de malentendidos


que nos conducen directamente al problema del deseo del analista,
del discurso del analista, y de la posición que éste ocupa. Párrafos
reveladores de esta situación se pueden encontrar en la pág. 17 del
tomo XIV de la edición de Amorrortu de las Obras completas de
Freud: "Quizás perseveré porque no tenía la opción de principiar
otra cosa. Y por fin atiné a reflexionar que uno no tiene el derecho
de acobardarse cuando sus expectativas no se cumplen, sino que es
preciso revisar éstas." Y más adelante habla de "aceptar el destino
que suele ir asociado a un hallazgo asi". Ese destino implicaba no
un reconocimiento d.e los contemporáneos sino más bien un recono-
cimiento de la historia posterior. Se ubica como precursor malogra-
do, tardíamente reconocido. Tiene a la vez la convicción de no
lograr ese reconocimiento, y lucha por él. · Su interlocutor es ese
gran Otro que constituye aquí. la historia de las ciencias, de ahi su
entereza ante las opinione~ adversas.
Freud narra detalladamente, tanto en su "Autobiografía" como
en la "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico",
los sucesos por los que hubo de pasar como creador de psicoanáli-
sis: soledad teórica y complacencia en ella, pero también las difi-
cultades y el peso de esa soledad. Esto le lleva a afirmar que nadie
tiene derecho a esperar que en esos años naciera en él una inclina-
ción o proclividad a la condescendencia intelectual. Esta afirma-
ción, que no deja de tener su perfil admirable , también entraña la
idea de reinar en el discurso osicoanalitico como alguien dueño de
la historia de la teoría . Deslizamiento en la obra , del sujeto del in-
consciente al poder que intent 1 establecer el yo sobre ella. ·
La organización del movimiento psicoanalitico en una institución
que garantizara la transmisión del psicoanálisis se inscribe en esta
disyuntiva , encrucijada entre el discurso del psicoanálisis y el inten-
to de adaptarlo en los moldes de una disciplina academizada. Los
síntomas de esta situación no tardarán en florecer.
En algunos pasajes Freud lamenta: "no logré crear [entre los
miembros del circulo] esa armonía amistosa que debe reinar entre
hombres empeñatlos en una misma y difícil tarea, ni tampoco aho-
gar las disputas por la prioridad a que las condiciones de trabajo
en común daban sobrada ocasión. Las dificultades que ofrece la
instrucción en el ejercicio del psicoanálisis, particularmente gran-
des y culpables de muchas de las disensiones actuales, ya se hi-
cieron sentir en aquella Asociación Psicoanalítica de Viena [ ... ]Yo
mismo no me atreví a exponer una técnica todavía inacabada y
una teoría en continua formación con la autoridad que probable-
mente habría ahorrado a los demás muchos extravíos y aun des-
viacion~ definitivas. La autonomía de los trabajadores intelec-
12 MIRTA BICECCI

tuales, su temprana independencia del maestro siempre son satis-


factorias, [pero] ella beneficia a la ciencia sólo cuando estos traba -
jadores·· 11enan ciertas condiciones personales, harto raras [ ... ] El
psicoanálisis habria exigido una prolongada y rigurosa disciplina y
una educación para la autodisciplina [ ... ], yo me inclinaba a dejar
pasar en los miembros de la Asociación muchas cosas que de lo
contrario habrían sido objeto de mi repulsa. " 5
¿Q.ué lugar sostiene Freud?; ¿qué tiene que ver su deseo en todo
esto? Aqui destacamos su precisión sobre las dificultades que entra-
ña la instrucción de la teoría; es decir, de qué manera se enseña el
psicoanálisis que no alcanza a producir en quienes se le acercan esa
posición que de un psicoanalista se requiere, · generando por el
contrario las luchas de prestigio y rivalidad que han formado parte
de la historia del psicoanálisis internacional.
El segundo problema que se puede destacar hasta aqui es el
conflicto entre autonomia y disciplina.
Las pretensiones de originalidad y libertad en que siempre se
atrinchera el "moi" son confundidas fácilmente con la irrupción
del inconsciente, sobre la cual el yo no ejerce dominio. Cuando
Freud habla de fa disciplina no es solamente una exigencia autori-
taria, se trata también de un trabajo donde el impulsor no sea fun-
damentalmente el narcisismo o la reivindicación personal. Dis-
ciplina es sometimiento a la puesta en causa de ese objeto perdido
en torno al cual la teoria del psicoanálisis se edifica. A partir de es-
to podemos reflexionar cómo, para asegurar una cierta posición de
analista que hoy se matematiza en el álgebra lacaniana como obje-
to a, Freud se sale precisamente de ella.

CI_U:ACIÓN DE LA INSTITUCIÓN

Rastrearemos algunos de los puntos señalados en las alternativas


que atravesó la organización de la institución que nada con el fin
de perpetuar el psicoanálisis.
Apoyada e impulsada por Sandor Ferenczi, la fundación del mo-
vimiento psicoanalitico responde a las crecientes preocupaciones de
Freud: la Sociedad de los Miércoles no parecia asegurar una ade-
cuada difusión del psicoanálisis y peligraba dejarlo asimilado a la
pequeña comunidad de judios vieneses. Esto hizo estimar a Freud
las condiciones prometedoras que se vislumbraban en Zurich. Ubi-
cada en el corazón de Europa, esta ciudad contaba con una si-

5
Véase S. Freud, "Con~ribución ... ", cit., \ XIV, pp. 24·25.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANALISIS 13

tuación intelectual envidiable, apertura a las teorías más actuales y


fluida comunicación con distintos centros de importancia. Además
Bleuler aceptaba e incluso estaba dispuesto a introducir el psico-
análisis en su propia clinica, lo que implicaba un antecedente de
aceptación por parte de un reconocido representante de la
psiquiatría.
La segunda de las inquietudes de Freud se refería a su propia
persona. Ésta pareda constituir un obstáculo para la difusión de la
teoría al despertar amores o enconos muy marcados. "Pero opinaba •
que algún mando tenía que haber. Sabía demasiado bien de los
. errores que acec;:han a .quienes se consagran al psicoanálisis." Para
evitar aquellos peligros, "confiaba en que Il)uchos de ellos podrían
evitarse si se instauraba una autoridad dispuesta a aleccionar y a
disuadir". 6 Esta función la había cumplido él mismo y ahora espe-
raba hacer un deslizamiento de esta autoridad en la conducción del
movimiento psicoanalitico.
Su elección había recaido sobre Carl Gustav Jung, por su menor
edad, sus sobresalientes dotes, su posición independiente de las opi-
niones adversas al psicoanálisis y su procedencia aria. Con el tiem-
po Freud cambia su opinión: "[ ... }no sospechaba que esta elección
[ ... ] era harto desgraciada, pues había recaído sobre una persona
que, incapaz de soportar la autoridad de otro, era todavía menos
apta para constituir ella misma una autoridad, y cuya energia se
encaminaba íntegra a la desconsiderada consecución de sus propios
intereses". 7
Es recurrente la condena masiva que hace Freud a cualquier in-
terés personal. a deseos de reivindicación individual, de los méritos
propios, de la originaJídad. Aparece claramente en las frecuentes
discusiones y malentendidos sobre prioridades y reconocimientos
públicos; la pregunta que se impone es si él mismo no hace todos
estos cuestionamientos desde la misma posición que critica. Señalar
esto como ambición de poder nos obligaría a preguntarnos sobre
los modos de circulación del poder en la comunidad analítica. ¿Es
Freud aquí amo que intenta reinar sobre todos?, ¿o es tal vez él
mismo ofrecido a la causa del psicoanálisis y, a partir de allí, iden-
tificando el psicoanálisis a su persona , somete?
Es necesario evitar las tentaciones fáciles tanto de una justifica-
ción de Freud como de un encarnizado enjuiciamiento. Más bien se
trata de comprender y ubicar los resortes que se mueven en las re-
laciones entre analistas, de qué manera estos síntomas, descorridos

6
!bid., p. 42.
7
Ibídem.
14 MIRTA BICECCI

los velos de criterios más o menos convencionales, pueden transmi-


tirnos una verdad que en la historia del psicoanálisis continuamen-
te ha producido sus efectos en una remisión a lo real. ~ás allá de si
hizo bien o mal, se trataría de establecer las condiciones que, tra-
bajosamente y cobrándose el costo en vidas, hicieron posible de una
u otra forma la transmisión del psicoanálisis, transmisión cuajada
en las relaciones transferenciales. Lo que esclarece el análisis de es-
tas relaciones es que los mecanismos del poder no son otros que los
que otorga el amor de transferencia. Poder, entonces, del amor
que entreteje una escena y distribuye lugares en ella. En esta escena
se desarrolla la historia del psicoanálisis. Fantasma no analizado,
inconsdentemente eficaz, síntoma de algo que insiste y se repite: el
lugar del ~nalista , la ·ética del analista en el sentido propuesto por
Lacan y la transmisión del psicoanálisis.
Freud sostenía la necesidad de la formación de una asociación
psicoanalítica porque la creciente popularidad del psicoanálisis
"requeriría de un centro capaz de emitir esta declaración: 'El análi-
sis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoaná-
lisis' ". 8 Un centro que autorizara o desautorizara, haciendo frente
así a las constantes acometidas de las instituciones médico-
psiquiátricas oficiales.
La instrucción era el tercero de los problemas que Freud
entreveía; debía haber un lugar donde "hallaran su formación" los
futuros analistas, y que para su actividad pudiera ofrecer un a suer-
te de reaseguro; garantía de la formación y de la pureza del discur-
so psicoanalítico.
Estas tres inquietudes centrales de Freud dirigen los hechos que
culminan en Nuremberg con la aprobación de la moción de Fe-
renczi de crear la institución psicoanalítica. Se elige a Jung presi-
dente y a Riklin como secretario seleccionado por Jung, y se acuer-
da la publicación de un boletín que fuese órgano de comunicación
entre el organismo central y los grupos locales.
La finalidad que se establecía para esta asociación era "cultivar y
promover la ciencia psicoanalítica fundada por Freud en su cond.i-
ción de psicología pura y en su aplicación a la medicina y las cien-
cias del espíritu , alentar el apoyo recíproco entre sus miembros en
todos los esfuerzos por adquirir y difundir conocimientos
psicoanaliticos". 9 Ya en aquel momento, Adler expresa apasionada-
mente el temor de que a partir de esta asociación "se intentaran

8
Ibidem.
9
Ibidem .
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 15

'una censura y una restricción de la libertad científica"', 1º marcan-


do ese difícil limite señalado anteriormente entre la libertad
científica intelectual y la disciplina necesaria para el trabajo de la
teoría psicoanalítica.
En un articulo de 1919 que lleva por título "¿Debe enseñarse e]
psicoanálisis en la universidad?" Freud justifica la existencia de las
asociaciones psicoanalíticas por el hecho de que éstas "deben su
existencia, precisamente, a la exclusión de que el psicoanálisis ha
sido objeto por la universidad", 11 de donde podemos colegir hasta
qué punto la asociación como sustituto de la universidad se
compromete ella misma en un discurso que, de acuerdo con la en-
señanza de Lacan, caracterizaríamos como discurso universitario,
con consecuencias sensibles para el discucio del psicoanálisis y la
formación de los psicoanalistas mismos.
Las vicisitudes de esta asociación fundada en 1910, que abarcan
problemas de hegemonía, fidelidad a la teoría y al mismo Freud,
i¡on abordadas en el texto "Contribución a la historia del movi-
miento psicoanalítico", ya mencionado. Sintetiza la historia de los
tres grupos locales, el de Berlín con Abraham, el de Zurich presidi-
do por el director general de la asociación y el de Viena con Adler;
en cuanto a órganos de difusión queda el Zentralblatt en ·manos de
los vieneses para compensar que la elección del presidente hubiera
recaído entre los suizos. Freud es nombrado, en prueba de confian-
za, director. Se organizan grupos nuevos como el de Nueva York
con Brill y luego el de Estados Unidos y Canadá con Putnam y Jo-
nes corno secretario. Fundación del Jahrbuch de psicoanálisis. Co-
mienzos de la disidencia de Adler que se retira del Zentralblatt .
Stekel, cuyas actitudes son molestas para Freud, es marginado.
Freud renuncia a la dirección del Zentralblatt y crea inmediata-
mente otro órgano: la Revista Internacional de Psz"coanálisis. Sachs
y Rank, en tanto, fundaban la revista !mago de amplia aceptación.
La "Contribución a la historia" , que se centra en dos de las disi-
dencias más dolorosas para el movimiento psicoanalítico y para
Freud mismo, fue escrita para elaborarlas y también para liquidar
toda vinculación personal y teórica con sus protagonistas, Adler y
Jung. Respecto a Adler señala tres aspectos: buenas contribuciones
a la teoría del yo, traducciones superfluas pero aceptables de los
hechos analíticos a la nueva jerga y desfiguraciones de estos hechos
en todo lo que no se adecua a las premisas del yo. Esta psicología

IOIbídem.
11S. Freud, "¿Debe el psicoanálisis enseñarse en la universidad? (1918-1919)", en
Obras completas, cit., t. XVII, p. 169.
16 MIRTABICECCI

individual, que posteriormente el mismo Adler se encarga de dife-


renciar del psicoanálisis, reza en el tercer principio "que el propósi-
to de autoafirmación del individuo, su 'voluntad de poder', es el
que bajo la forma de protesta masculina se revela dominante en la
conducción de la vida, en la formación del carácter y en la neuro-
sis" . 12
En relación con este punto y con las modificaciones que pretende
introducir en el psicoanálisis, es importante considerar lo que
Adler dijo en una reunión de la asociación de Viena: "¿Acaso cree
que me agrada tanto pasarme toda la vida a la sombra de usted?",
a lo que Freud comentó: "No hallo nada reprochable en que un
hombre más joven confiese la ambición que, de cualquier manera,
se presumiría como uno de los resortes impulsores de su labor. Pero
aun bajo el imperio de un motivo así habría que saber evitar la
caída en eso que los ingleses, con su fino tacto social, llaman un·
fair.'' 13
Esta manía de prioridad debe relacionarse con las querellas
surgidas entre ellos y cabe pensar si las diferencias teóricas son el
origen de los enfrentamientos o, muy por el contrario, ellas son el
resultado de relaciones transferenciales no analizadas, de manera
que la teoría está más comprometida con el fantasma del sujeto
que con la verdad del inconsciente. Interrogante abierta sobre el
lugar del fantasma en relación con la- escritura.
Freud señala que se pudieron haber evitado las desilusiones que
le deparó la relación con sus discípulos si los hubiese considerado
de la misma manera que al psicoanalizante y agrega: "Cuando me-
diante un empeñoso trabajb se ha logrado que uno de estos enfer- ·
mos aprehenda algunas piezas del saber analítico y las maneje co-
mo cosa propia, todavía nos aguarda quizás esta experiencia: bajo
el imperio de la resistencia siguiente arroja al viento lo aprendido y
se defiende como en sus mejores días de principiante. Me estaba
deparado aprender que en los psicoanalistas puede ocurrir lo mis-
mo que en enfermos bajo análisis. " 14 Quedan resonando expre-
siones como: saber analítico, paciente que aprende, pero sobre to-
do esa intuición de Freud, no rescatada para el trabajo analítico,
de comparar a sus dis~ípulos con pacientes bajo análisis, es decir en
plena relación transferencial.
Esto permite situar los distintos discursos entre los cuales oscila
Freud: al ubicar a la teoría psicoanalítica como un saber que

12
Véase S. Freud, "Contribución a la historia ... ", cit., p. 52.
13 !bid., p. 49. .
14
!bid., p. 47.
DFSEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 17

puede ser aprendido, desliza el psicoanálisis en el discurso universi-


tario, mientras que los síntomas molestos que se presentan en las
vinculaciones con sus colab<?radores hablan tal vez por la negativa
de aquello de que se trata en el discurso del analista, a saber: el lu-
gar del analista. Relación que nos lleva a la distinción entre verdad
y saber, toda vez que la verdad se transforma en saber cuando se
toma éste como la verdad sobre la verdad.
La separación de Jung del movimiento psicoanalítico se consuma
en el Congreso de Munich de 1913. Cabe destacar como anteceden-
tes los comentarios de Riklin en algunas publicaciones, que la opi-
nión pública conoció aun antes que los miembros de la asociación, .
sobre una presunta superación por e~ psicoanálisis de algunos la-
mentables errores que lo desacreditaban. Ya en 1912 Jung se glori-
ficaba, dice Freud, de haber hecho algunas modificaciones al psi-
coanálisis, que esperaba fueran autorizadas por Freud, permitiendo
así lograr más adeptos a la teoría. La respuesta de Freud fue cohe-
rente con su actitud a lo largo del tiempo, "[ ... ]eso no era ningún
título de gloria, y cuantas más sacrificase de esas laboriosamente
ganadas verdades del psicoanálisis, tanto más vería desaparecer la
resistencia. La modificación introducida por los suizos, de la que
tan orgullosos se mostraban, no era otra, de nuevo, que el refrena-
miento teórico del factor sexual. Confieso que desde el principio vi
en este 'progreso' una adaptación excesiva a los reclamos de la ac -
tualidad. " 15 En vei:dad lo que Freud siempre advirtió en Jung fue,
más que la lucha por el psicoanálisis, la lucha por un reconoci-
miento personal para lo cual se valía de éste. Distinción que conti-
nuamente guía los juicios de Freud sobre sus discípulos: si se con-
sagran a la causa del psicoanálisis de la cual es su persona la corpo-
reidad, o si buscan a través de ella, y como factor esencial, el reco-
nocimiento personal al punto de entrar en conflictos con el lugar
ocupado por él mismo.
Estas innovaciones fueron plenamente desautorizadas en el
Congreso de Munich; en relación con ellas declaró posteriormente
que "cada cual tiene el derecho a pensar y escribir lo que quiera,
pero no a presentar eso como algo diverso de lo que realmente
es". 16 La impugnación a la teoría de Jung era una respuesta a la
desautorización que éste pretendió del psicoanálisis; la condena es
la expulsión.
¿Qué ponía en peligro la teoría de Jung? Es posible que al psico-
análisis, pero también a Freud mismo. Más que tomar partido por

15 /bid., p. 56.
16
!bid .. p . 58.
18 MIRTA BICECCI

Jung o Freud, se plantea aquí otra conclusión que podriamos enun-


ciar de la siguiente manera: los juegos de relaciones de poder se
entretejen en la constitución de una disciplina de manera que ésta
se constituye como un principio de control de la producción del
discurso . En este sentido señala acertadamente Foucault: "( . .. ] la
herejía y la ortodoxia no responden a una exageración fanática de
los mecanismos doctrinales; les incumben fundamentalmente". 17
"La doctrina vincula a los individuos a ciertos tipos de enunciación
y como consecuencia les prohibe cualquier otro; pero se sirve, en
reciprocidad, de ciertos tipos de enunciación para vincular a los in-
dividuos entre ellos, y diferenciarlos por ello mismo de los otros res-
tantes. " 18 De esta manera se produce una doble sumisión : la de los
sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo.
Así, toda vez que una teoría se organiza como disciplina se ponen
en funcionamiento tácticas y estrategias discursivas inherentes a la
disciplina misma que pueden producir, como correlato lógico, ex-
pulsiones y exclusiones. El momento de producción de conocimien-
tos, así como la organización de éstos en una disciplina, suele dejar
marcas en la vida de los sujetos de manera tal que locura , vidas
desgarradas o exclusiones, no resultan ajenas a los individuos some-
tidos al discurso. El sujeto de las ciencias queda entonces, en la his-
toria de los procesos de producción de los conocimientos, en e.I lu-
gar de metáfora o como novela familiar.

EL COMITÉ SECRETO

Mal se recompensa con agradecimiento a un maestro


cuando se sigue siendo siempre un discípulo. Y ¿por qué
no queréis hacer trizas mi corona? Me veneráis; pero ¿y
si vuestra veneración se derrumbara un día? Cuidad que
no os mate una estatua.
No .os habíais buscado aún, cuando mi; encontrasteis.
Así hacen todos los creyentes. Ahora os mando que me
perdáis y que os encontréis a vosotros mismos; y tan sólo
cuando todos hayáis renegado de mí. retornaré a vo-
sotros.•

17
Mkhrl Foucauli. El ord1•11 dt•I disc11r.m . Barct>lona. Tusqurts Editorrs. 1980.
p. 36 .
18
/bid .. p. 37 .
• F. Nirtlschr. A.<í lwb/á ZarallL~lra . C'Ítado por Jung r o Jung-Frrud . Corrc.</JOll ·
d1•11cir1. Madrid. Taurus. 1979. p. 56\.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 19

Las defecciones de sus discípulos y la aparición de distintas escuelas


psicoanal_íticas, diferentes entre sí, impulsaron a Freud a defender
sus derechos en cuanto a su obra, así escribió la historia del movi-
miento psicoanalítico que hemos analizado.
Del lado de los fieles, ante estos hechos y previendo otros simila-
res en el futuro, Ferenczi proponía "que un cierto número de per-
sonas cabalmente analizadas por Freud, estuviera repartido en los
diferentes centros o países". Ante la inviabilidad de esta idea Jones
propuso que, mientras tanto, se constituyera "una especie de
'Guardia vieja' -un pequeño grupo de analistas de confianza -
alrededor de Freud. Le procuraría una seguridad que sólo podía
darle un "rupo estable de amigos firmes y le ofrecería una tran-
quilidad L " el caso de nuevas disensiones, á la vez que nosotros
estaríamos en condiciones de ofrecerle una ayuda práctica, ya sea
contestando a las críticas, reuniendo para él bibliografía necesaria,
aportando aquellos casos de nuestra experiencia que pudieran re-
sultarle ilustrativos, etc. " 19
El compromiso era que cualquiera que quisiese apartarse d·e al-
gunos de los principios fundamentales de la teoría psicoanalítica,
no lo haría público sin antes discutirlo con los miembros del grupo.
Freud se mostró entusiasmado por la idea: ellos cuidarían del ul-
terior desarrollo del psicoanálisis. "Me atrevo a decir que me sería
más grata la vida y más fácil la muerte el día que supiera qu_e exis-
te un grupo de tal índole, encargado de vigilar lo que he creado. " 20
El comité quedó integrado por Ferenczi, Abraham, Jones, Rank,
Sachs y, posteriormente, Eitingon. Se convino que, por su calidad
de fundador, Jones ocupara la presidencia, lo cual se prolongó du-
rante casi toda la existencia de éste.
Jones menciona en su "biografia", "el grato recuerdo de aquellos
años en que éramos un grupo feliz de hermanos". 21
Este grupo de fieles, los mejores "hijos" de Freud velando por su
tranquilidaa, conservaron entre ellos, como lo recuerda Jones,
vínculos fraternos hasta que se desataron pasiones y se produjeron
nuevas disensiones .
Si en las primeras dimisiones se podía pensar que todo se debía a
la calidad personal de las. gentes implicadas, las vicisitudes finales
del comité no dejaron lugar a dudas. Tratándose de los "hombres
de confianza'', lo que provocaba tantos malestares no podía redu-
cirse a características personales sino más bien a la naturaleza de

19
E. Jones, Vida y o bra de Sigmund Freud, Barcelona , Anagrama, 1981 , p. 165.
"20 /bid .. p. 167 .
21 /bid .. p. 178 .
20 MIRTA BICECCI

las relaciones en juego. Unidos alrededor de Freud para proteger la


"Obra", constituyeron un grupo para reasegurar, instaurar lo que
hoy ubicamos como Sujeto supuesto Saber.
Revestido de poder por el amor que todos le profesan, Freud
asume el lugar de padre y trata de mantenerlos ligados a él. Las ri-
validades por el reconocimiento y el amor de Freud no tardan en
aparecer. Lo que debió haberse orientado al análisis de cada
quien, se encaminó a disentimientos, luchas, desconfianzas, renco-
res y reproches.
Así, poco antes de su muerte, Abraham dice a Freud que los
reproches que ha recibido de él siempre están referidos a un terce-
ro, como si los disentimientos entre ellos fueran imposibles salvo
por la mediación de otro. Celos en el asunto Jung, conducta inami-
gable con Rank, brusquedad con Ferenczi, etc. Abraham no con-
cibe tener ideas distintas de las de Freud, sus conductas con los
otros están basadas en una fidelidad extrema. Sus tempranas
críticas a Jung no son desconsideradas por Freud, pero éste espera
todavia atraer a Jung y por ello deja pasar una serie de cosas que
Abraham no calla. La acción inamigable de Abraham hacia Jung,
no obstante, no es llevada a título personal sino a nombre de
Freud. Jung omite mencionar a este último en sus publicaciones y
Abraham presiente la traición. Ligado a Freud por una deuda im-
posible de pagar multiplica los partidarios, realiza colaboraciones
científicas quedando en una posición difícil. Freud le dice que todo
lo que haga por la causa hará que él pueda intervenir en favor su-
yo. Pero mientras más partidarios reúne alrededor de Freud, más
·pesa sobre Abraham la necesidad de ser único, de ser colocado por
Freud en un cierto lugar de privilegio. Jamás aceptará a los demás
colaboradores en un lugar que tenga que compartir respecto a
Freud. Cuando Freud -refiriéndose aJung- responde a Abraham
que no se puede privar de ninguno de los dos, dando a entender
que las dos relaciones son únicas, y por lo tanto incomparables, no
logra otra cosa que atizar los celos y rivalidad en quien demanda
ser reconocido como el único. Mientras le dice a Abraham que la
imago que guarda de él es desmedida, responde a Jung: "[ ... ] si us-
ted opina que quiere ser usted personalmente más libre a mi res-
pecto, ¿qué puedo .hacer de mejor sino cesar en mi insistencia, ocu-
par en cualquier otro lugar mi libido desocupada y esperar hasta
que haya descubierto usted que tolera una dosis mayor de proximi-
dad?"22
La inspiración que llevó a Freud a la creación del mito de Tó-

22
Freud-Jung, Correspondencia, cit.. f . 561.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 21

tem y tabú pudo encontrarla echando una mirada a su alrededor.


Relaciones conflictivas donde no hubo posiciones analíticas, sino
más bien el despliegue de resortes discursivos por los que estos per-
sonajes mismos fueron jugados. Tótem y tabú, así como la "Contri-
bución", son obras en las que se produce una liquidación del asun-
to Jung. Los fieles colaboran en e'>to con publicaciones importan-
tes. Abraham dice lo difícil que es hacer lo suficiente por la causa,
y así la deuda generada por la ambición de un lugar indiscutido se
vuelve ºimpagable. Vemos así a un Freud prisionero de las rela-
ciones entre sus discípulos, capturado en la trama del fantasma de
p atriarca identificado con el psicoanálisis. Promete a Abraham la
presidencia y después de la guerr¡t resulta Jones presidente. Respec-
to a Rank y Ferenczi lo único que Abraham busca es desvalori-
zarlos frente a Freud, pero éstos sí permanecen ligados a Freud. No
hay una tendencia a anular el sometimiento debido a la teoría y a
Freud, por ello la actitud de Freud fue distinta. Se traza aquí la
débil frontera entre el error científico y la deslealtad. Crimen de le-
sa majestad. Las alternativas eran la alianza o la exclusión.
En la relación de Freud con Groddeck asoma una vez más la in -
tolerancia de Freud a los deseos de independencia, como queda
m anifestado en la respuesta de Freud del 5 de junio de 1917: "[ ... ]
observo que Ud. me pide con urgencia que le confirme oficialmen-
te que no es Ud. psicoanalista, que no pertenece Ud. al grupo de
los adeptos, sino que más bien debe pasar por algo original, inde-
pendiente. Evidentemente le proporcionaría un grato placer si le
apartara de mí y le pusiera donde se encuentran Adfer, Jung y
otros. Pero no puedo hacerlo , _tengo que reclamarle a Ud., tengo
que afirmar que es Ud. un espléndido psicoanalista[ . .. ]"23
Más tarde Jones dice a Freud que es sólo por él por quien traba -
jan, y es la razón por la que todos tienden a ser ganados y aproba-
dos por el maestro. Ante la hostilidad final de Rank, Freud se
ve desamparado; la rebeldía callada de Ferenczi y su queja de que
Freud no haya analizado en él la transferencia negativa, hablan de
lo imposible que porta toda institución psicoanalítica. Así, cons-
truida para sostener, defender y garantizar el psicoanálisis, la insti-
tución porta los gérmenes de su propia disolución. Sostenida en el
discurso del poder, su gran obra es el amor. Esta institución creada
frente a las adversas instituciones del medio, en defensa del psico-
análisis, guarda hacia su interior un tipo de vigilancia que lleva a
devorar o expulsar a sus miembros. Imposibilidad de existencia del
discurso analítico en el discurso del poder.

%5 Véase Freud-Groddeck, Correspondencia , Barcelona, Anagrama, 1977 , p. 38.


22 MIRT A BICECCl

Ferenczi, amigo entrañable de Freud, mantiene esa relación


centrada en el trabajo y la causa del psicoanálisis. Compañero de
viaje en algunas vacaciones con Freud, tiene oportunidad de inter-
cambiar experiencias, sueños, etc. Freud liquida su transferencia a
Fliess por medio de Ferenczi. Este último, en plena transferencia a
Freud, con una exigencia ilimitada de amor, de no secretos, no
está en condiciones de sostener ese lugar de privilegio que Freud de
alguna manera le cede. ¿Cómo escuchar hablar de la relación
Freud-Fliess sin demandar para sí un lugar igual? La respuesta de
Freud es un golpe para Ferenczi: no necesita ya confiarse a nadie.
Afrenta narcisista que Ferenczi no elabora jamás.
Algo se transmite de esta red de relaciones conflictivas entre los
más cercanos, los más amados; el asunto Jung lleva a escribir Tó-
tem y tabú y "Contribución a la historia del movimiento
psicoanalítico"; las dificultades con Rank prohíjan Inhibición,
síntoma y angustia; "Análisis terminable e interminable" es una
respuesta al asunto Ferenczi. Algo se transmite entonces, a este cos-
to en personas y vidas, como lo señalara Freud en su corresponden-
cia con Jones a raíz del asunto Tausk. Es la transmisión en su cara
negativa, multiplicada en síntomas, como la misma preocupación
por la transmisión del pensamiento y el ocultismo. Más allá de la
teoría, del saber analítico que Freud defiende, algo resta, como un
plus; algo que no siendo del orden del saber, orienta hacia el ocul-
tismo. Presencia inconmovible del Sujeto supuesto Saber, que no
deja de introducir un sentido doctrinal a la teoría y una organiza-
ción eclesiástica a la institución toda vez que su función es defender
y garantizar una verdad confundida con el saber.
Pero hay una diferencia esencial entre Iglesia y psicoanálisis, y es
que éste no es portador de ninguna buena nueva, ni de salvación,
ni de mensajes. Más bien el descubrimiento analítico pone al des-
cubierto aquello que sostiene la cohesión de los grupos. Freud lo
analizó magistralmente en Psicología de las masas y en su Moisés .
A la luz de Tótem y tabú, podríamos pensar si las alternativas que
se perfilan en una asociación como la que venimos analizando son
la carnicería o la disolución.

EL PROBLEMA DE LA FORMACIÓN

Los breves pasajes señalados muestran la remisión a lo real de algo


que hasta aquí sólo se formula en síntomas: la formación del ana - .
lista. Sobre esto podemos señalar dos momentos en la historia del
psicoanálisis: los primeros en r-:r;~ocuparse por la cuestión de la for-
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 23

mación fueron Freud y Ferenczi;· después de ellos el asunto perma-


nece desatendido. Durante los primeros tiempos la formación
consistía en lecturas, discusiones, el reconocimiento de Freud,
entrevistas, contribuciones teóricas y análisis mutuos de sueños.
Con el nacimiento de la asociación, ésta se encarga entre otras
funciones de designar quién es psicoanalista y quién no . En 1920 se
centraliza la cuestión de la formación con la creación del Instituto
de Berlín por Eitingon y Abraham. La formación teórica se impar-
te en cursos de un año y medio de duración, y los análisis didácti-
cos obligatorios tienen una duración de seis meses; además se co-
menzaba el trabajo clínico bajo control. El analista del analista
empieza a ser uno de los ejes de piscusión. ¿Cuál es su lugar, cuál
es su función en la formación?
En 1919, en Budapest , Nunberg propone el análisis ·del analista
como punto fundamental de la formación . La idea de Freud sobre
el análisis didáctico es la de un valor demostrativo de los fenómenos
inconscientes. Ferenczi plantea que debe ser verdadero y tan pro -
fundo como uno terapéutico. En este sentido no habrá para Ferenczi
-y en este punto Lacan coincide con él- diferencia entre el análi-
sis terapéutico y el análisis de la formación. En esta línea de pensa-
m ien to la supervisión misma está más cerca del análisis del analis-
ta, en tanto debe ser análisis de las contrarresistencias ~n su labor,
oponiéndola a la fundamentación del control como aprendizaje de
la técnica .
Todo este debate queda en suspenso y durante años la asociación
se dedica a enunciar una serie de pronunciamientos sobre las
características que debe tener un futuro psicoanalista, reglamen -
tando y sustituyendo la discusión por requisitos para la selección y
admisión. Para Eitingon el problema.se resuelve en tres momentos:
admisión , análisis y control. Con Balint vuelve a aparecer el
firoblema de la inexistencia de una teoría de la formación y los
síntomas que esto produce: clanes , rivalidades , conformismo e indi-
ferencia . Los analistas distaban de conformar un claro ideal de
normalidad. Anna Freud sostenía que el carácter formativo del
análisis se altera por los medios empleados; el que autoriza a ser
piicoanalista es el propio analista, asumiendo así una instancia de
poder delegada por la institución en el análisis didáctico mismo . Es
decir, la cuestión de la formación analítica se precipita hacia una
amtradicción con las formas institucionales mismas. Punto que nos
evoca la cuestión de qué es un analista , y por qué la teoría por sí
sola no lo produce .
Cuando Ferenczi, en el congreso de Nuremberg, impulsaba la
creación de la asociación , señalaba ya en su alocución los proble -
mas que debería sortear ésta para no ser una estructura familiar
24 MIRT A BICECCI

caracterizada por la relación de dependencia infantil de los hijos


con el padre y fuese por el contrario un espacio de análisis perma-
nente y búsqueda de la satisfacción en el propio trabajo más que
en el reconocimiento de la propia persona. Su preocupación por un
análisis a fondo lo llevó a proponer técnicas activas por parte del
analista para provocar la salida de todo aquello que no hubiera
aparecido espontáneamente en el análisis. Julien propone analizar
esto con relación a la última etapa de la relación Freud-Ferenczi, a
los reproches del último hacia el primero, y a la transferencia nega-
tiva ,no analizada. Las demandas insatisfechas habrían producido
una elaboración en otro lugar: la invención de la técnica activa y la
neocatarsis. Quería dar a sus pacientes lo que él sintió no haber re-
cibido . La transferencia hacia Freud lo remontaba a unafalta y su
trabajo lo llevó a buscar la forma de colmarla. 24
Freud - que ya desde 1920 en Más allá del principio del placer
planteaba la pulsión de muerte, insistente, compulsiva en la repeti-
ción, refiriéndola a una inadecuación radical respecto al objeto.-
respondió en 1937 a los reproches de Ferenczi, muerto cuatro años
antes, en "Análisis terminable e interminable".
Lo que transmite el análisis es la castración simbólica para el
hombre y para la mujer, mientras que el qué hacer y el cómo son
del orden de la identificación. Problema no resuelto del deseo del
a"nalista. En Ferenczi esta transmisión es del orden de lo imagina-
rio y tiene como función el ocultamiento de la falta. Tentativa de
vencer los efectos de una herida narcisista por medio de la activi-
dad, el amor y la comprensión. Resultado de un análisis inacabado.
Del lado de Freud, hay una ubicación inconveniente de su deseo
con relación a Ferenczi. Hace promesas que no cumple. Espera de
aquél una escucha para la que no está preparado. Todo pareciera
indicar que los límites con los que tropieza la relación de Freud y
sus discípulos es la vinculación que han de tener los hijos con el
padre. Problema de la deuda y el padre; del deseo y la ley.

EL PSICOANÁLISIS Y SU TRANSMISIÓN

Si los pasajes hasta aquí evocados recuerdan momentos más ac-


tuales de la transmisión en psiéoanálisis es porque tienen un paren-
tesco seguro con algo que es vivenciado como fracaso.
¿Cuántas veces la crítica a los maestros, la sensación de que falla-
ron, o, más aún, que engañaron y que por lo tanto indujeron a

24
F. Julien, "El debate entre F~eud y Ferenczi. Saber cómo hacer o saber estar
ahi", en Omicar?, núm. 1, Barcelona, Petrel, 1981.
DE.SEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 25

error, produce la inquietud de la impostura, o el rechazo definitivo


ante una frustración no simbolizable?
¿Cuántos al desinstituir las instituciones no han encontrado otra
posibilidad de abordar la práctica y transmisión del psicoanálisis
que la sectaria y otros un cierto embarazo asemejable a la clandes-
tinidad, para finalmente repetir en diferentes tonos y matices los
mismos síntomas en que se ha adormilado la formación del analista
por t,antos años?
Al organizar la institución analítica, Freud tuvo en cuenta como
interlocutor al enemigo-perseguidor del psicoanálisis y de él mismo.
Para protegerlo y preservarlo quiso un lugar que estaría en condi-
ciones de garantizar el futuro del psicoanálisis. Además, en su seno
debían encontrar apoyo y estím~lo profesional y personal quienes
se consagraran al mismo. ¿Cómo podría una institución con estos
fines ser diferente de las otras?
Un descubrimiento, una producción que conmovía los cimientos
de la sociedad en que nacía, metida en los moldes que sus mismos
contenidos cuestionarían. Una institución es en última instancia se-
no materno, "hecha para durar", "lugar donde alimentarse", "casa
para cobijarse"; sus fines son en definitiva asegurar la subsistencia y
la sobrevivencia, y si esto implica la salvaguarda de los bienes ¿có-
mo podría una institución así escapar al dogmatismo o incluso a la
militancia? Así llevado al adoctrinamiento, el psicoanálisis no pro-
duce otra cos<! que resistencia del deseo. Paradoja en que estaba
presa la iniciativa de Freud; creada la organización para garantizar
la perpetuación del psicoanálisis frente a la amenaza del perse-
guidor, requería de éste para sostener su cohesión y así reproducía
iaistencias al psicoanálisis. De esta forma la primera comunidad
sólo podía inscribirse en el discurso del amo y no sería posible pen-
sar que Freud no lo quiso así. Planteadas las cosas de tal manera,
las "excomuniones" y "herejías" sólo eran cuestión de tiempo. El
amo interesado sólo en el saber pide ese saber a su disposición para
l!nXlucir "una plusvalía"; el atribulado Abraham se quejaba de no
Leer lo suficiente y Jones ratificaba a Freud que sólo por él traba·
jaban. Así vemos insinuarse en esta primera comunidad un ideal
no ajeúo a la perversión en tanto el "goce fálico" sustentado por -tp
pasa del lado del objeto a", 25 pretendiendo que "ahí está todo lo
que se buscaba" lleva a la fascinación e incluso a la parálisis y seña·
la el único lugar de instrumento (a ·minúscula) al servicio del goce
drl Otro.

15
Oi. Melman, "Hijos del psicoanálisis", en Omicar?, núm . 2, Barcelona, Petrel,
.981. p. 65 .
26 MIRTA BICECCI .

¿No es éste el problema que asoma en la imposible relación entre


los discípulos y Freud y que abre la cuestión acerca del padre, la
deuda, la herencia o, dicho de otro modo, la verdad verdadera?
Pero si, como lo afirma Lacan, el sentido es siempre religioso, ¿có-
mo pensar en una ubicación así del discurso analítko, donde un sa-
ber sea planteado como la verdad de la verdad, cuando además de
ser lo inverso de lo que cohesiona a la sociedad, el saber no ocupa
un lugar de dominio?
En su trabajo acerca de Fliess, André plantea cómo la relación
de saber de aquél con Freud se transforma en relación amorosa. 26
Fliess es la causa (del discurso) por lo que Freud.habla, escribe. Es
a quien Freud supone un saber universal; saber que le es de-
supuesto cuando aquél da muestras claras de no entender nada de
lo que Freud le habla. La ruptura es inevitable pero, y ésta es la te-
sis de André, sobreviene prematuramente. "Fliess no soporta ver a
Freud desuponerle un saber y quiere al contrario afirmar su priori-
dad y su derecho inalienable sobre ese saber; la consecuencia es
que la otra vertiente de la transferencia, aquella donde él tiene res-
pecto a Freud la posición de dirección, de causa del discurso, no
puede ser abordada. El análisis de Freud con Fliess es un análisis
inacabado. "27 Ese resto inanalizado es lo que resuena en la relación
con sus alumnos. Imposible aceptación de la caída del lugar de Su-
jeto supuesto Saber. Es en este punto donde la pregunta planteada
sobre lo que quería Freud nos lleva a la cuestión de su deseo: su de-
seo de analista y también al emplazamiento de éste.
La enseñanza del psicoanálisis planteado como saber produce los
efectos que hemos abordado, ocupando el lugar de dominio (S 2) el
saber produce al (IS) de la ciencia en un modelo donde el goce
queda forcluido. Este ideal de desexualización de las ciencias es a
la vez su condición misma, y es precisamente aquí donde la prácti-
ca analítica se diferencia, al ocupar el lugar dominante el a (plus de
goce). Esto hace que la condición de la transmisión para el psico-
análisis sea la transferencia. Transferencia que es fundamental ar-
ticular en la experiencia analítica y que instituye el S.s.s. (Sujeto
supuesto al Saber).
Así el S.s.s. es la apertura de la empresa analítica, y el final es el
develamiento de esa ficción, es decir saber que no hay S.s.s.
La transferencia es un disfraz privilegiado del deseo en cuanto se
aferra a un significante, el del analista, y esto permite la experien-

26
S. André, "Wilhelm Fliess, 1858-1928 L'analyste de Freud?", en Ornicar? ,
núm. 30, París, p. 163.
27
lbidem.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 27

cia analítica. Si el analista es ubicado en A, como ideal del yo, es


en tanto que desde allí es amable . Aspecto imaginario de la trans-
ferencia. Que este poder imaginario de la transferencia sea sola-
mente imaginario es lo que viene a garantizar la función que
cumple en el dispositivo de la cura el deseo del analista. Única fun-
ción que podrá dirigir la cura de forma que el anali.sta pase de ide-
al del yo sostenido en la transferencia a objeto a, desecho, residuo
de esa operación. El deseo del analista es aquello encargado de
mantener a distancia el objeto de deseo y el ideal descarnado. "El
deseo del analista es el deseo de no identificarse al otro[ ... J es deseo
de no ·dominio, de encuentro de lo real del deseo. " 28 Así, su objeto
es el deseo de1 Otro. Sólo esto pelll!itirá al analista no extraviarse en
las redes amorosas de la transferencia y conducir la cura de modo
que la transferencia abandone la persona del analista.
Si el deseo está en su lugar el analis,ta es desecho y a la vez causa.

El deseo del analista es algo que "atestigua de su presencia al en-


cuentro de lo real", presencia de- y como objeto causa del deseo.
Así, el discurso del analista se inscribe en contraposición al discurso
del amo y su correlato el discurso universitario . Discursos estos últi-
mos en los que se inscribió la formación del analista según modelos
en los que quedaron huellas del deseo de Freud. Así, entre decep-
ciones, fracasos y logros , el funda~or transmitió algo que los prota-
gonistas no poseían. Eso que Lacan llamó deseo del analz"sta. Deseo
que, en el encuentro con lo real, sostiene ese a, lugar imposible
que, lejos de tender a la cohesión, a la unidad, es punto de separa-
ción, de caídas.
En el análisis habrá de producirse ese movimiento del sujeto del
inconsciente , sujeto escindido , de la posición dominante que busca
y se dirige a un amo o maestro (discurso de la histérica),

al lugar de otro que permitirá al final del análisis rechazar su signi-


ficante amo.

28
J. Miller, Cinco conferencias caraqueñas so bre Lacan, Caracas, Ed. Ateneo ,
1980.
28 MIRTA BICECCI

Para que el sujeto articule lo que es su verdad, su deseo , el obje-


to a deberá desplazarse del lugar de verdad al lugar dominante, lo
que, dicho de otro modo , es mantener la distancia entre el objeto
causa que encarnará el analista y el sujeto. Realización de la
castración y destitución subjetiva.

a~ S

Que esto se produzca al final del análisis depende del saber estar
ahí del analista ; ahí como semblante de a , al encuentro de lo real.
El fin del análisis será marcado entonces por la caída de ese resto,
desecho de la operación analítica a que queda reducido y que se
diferencia de lo que sostiene la transferencia en sus formas positiva
o negativa .
En ese momento se transmite algo; algo del sujeto mismo que se
prestó a la experiencia y que tiene que ver con la subjetivación de
la muerte .
Esto hace inasimilables el discurso del analista y a su dispositivo,
por cualquier otro discurso. Impotencia de la teoría e imposibili-
dad de la institución para transmitirlo.
El discurso del analista es, ya lo habíamos dicho , opuesto al del
amo y al de la universidad como correlato del primero , porque en
ellos el poder o el saber académico imperan y obturan ese en -
cuentro con lo real. Lacan lo escribió como sigue:

discurso del amo

de 180° con el
discurso del analista

Esto plantea para el analista la diferencia de su lugar con el de


dominio (S 1 ) o con el Saber (S~) como superyó que exige y coloca al
otro como instrumento al servicio de ese saber (a).
Estar en posición de a, hacer el semblante de a, ese lugar impo-
sible que enfrenta "solo", al comienzo y al final del ~nálisis para ser
el residuo de una operación que supone presencia de una muerte
subjetivada . Lugar en el que eso de lo real, que no cesa de no
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 29


escribirse, articula la función de la escritura a la función del analis-
ta y nos devuelve a la cuestión de la antítesis entre el análisis y la
institución tal como se ha caracterizado hasta aqui.
La preocupación de Freud le llevaba a asegurar, garantizar, evi-
tar que el psicoanálisis se perdiera y su recurso fue la institución y
más tarde el comité. Se clausuraba con esto el lugar de la pérdida
como condición de la transmisión.
Nos queda repensar el problema de qué "comunidad" posible
habría para los analistas, una comunidad orientada en torno a eso
que el análisis devela. Problema de la formalización de la ex-
tensión del psicoanálisis que invita a reflexionar una vez más la
propuesta del 9 de octubre de 1967, que formulara Lacan .
11. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXÚALES INFANTILES

RODRIGO S. TOSCANO ALONSO *

Para Pepe (1955-1982)

• INTRODUCCIÓN
Con el Menón, para tomar un ejemplo privilegiado, se establece
una dimensión del pensamiento como producto del sujeto que lo
porta sin pensar. Después, el énfasis de las investigaciones se coloca-
rá en la perspectiva, consecuente en cierta medida, de aplicarse
con exclusividad al producto, es decir al pensamiento, al margen
del sujeto .
La medición vendrá a ocuparse de uno queriendo hacerlo, en
realidad, del otro.
Así, cuando la perspectiva freudiana encuentra la abstracción
más pura (el número como aquello que representaría al sujeto por
sus comportamientos), en ese momento puede reintroducir -una mo-
dalidad de abordaje que no excluye ninguna de las opciones utili-
zadas. Pero privilegia algunas, y tras el número hay una voz y una
escucha ... como displicente una en su ocurrencia, como desintere-
sada otra en su flotar.
Es que sabe que si el sujeto es un "funcionario del dicho"
(Miller), quien escucha se trueca en un promotor de la verdad.
Pero si tal verdad está, simplemente porque aparece, sin necesi-
dad de pertenecer a uno u otro, o de ser contabilizada, o aun de
solicitar su aparición, lo que se demuestra es una concurrencia al-
tamente inestable entre el sujeto y el "producto".
Y la perspectiva se desplaza. Y se examina la determinación de
la verdad sobre el sujeto .y se encuentra un hoyo.
Pero si hay un hoyo es que hay un borde, y el borde se examina
a su vez, y el borde es un punto de concurrencia de la verdad y de
aquel :i quien la verdad atañe.
Es que el borde. se fransforma en algo así como un litoral que

• Todo mi reconocimiento a Rodrigo Solis. el buen amigo de la entrega siemprt> dis-


puesta, por todo lo que este texto significó para nosotros.

(30]
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 31

une y separa, pero al hacerlo permite que coincidan dos medios de-
siguales. Es el punto donde se está en ambos campos a la vez.
La zona erógena viene a ser, en la historia del psicoanálisis, ese
litoral, ese borde.
Las teorías sexuales infantiles aparecen como eso que dibuja, por
vez primera, el contorno del borde.
Nuestra· intención en este trabajo es abordar las teorías sexuales
infantiles con esta óptica e intentar alguna articulación respecto a
las mismas .

Pero la ve rdad en su valor específico permanece extraña al orden de la


ciencia: ésta puede honrarse con sus alianzas con la verdad, puede propo-
nerse como objeto su fenómeno y su 11alor, pero de ninguna manera puede
identificarla como su fin propio.
Si hay en ello, al parecer, algún artificio, detengámonos un instante en
los criterios vividos de la verdad y preguntémonos cuáles son , entre éstos,
los más concretos que subsisten en los vertiginosos relativismos a que han
llegado la física y las matemáticas contemporáneas, ¿dónde están la certi-
dumbre - prueba del conocimiento místico - , la evidencia - fundamento
de la especulación filosófica - y la no contradicción misma , más modesta
exigencia de la construcción empírico-racionalista? Más al alcance de
nuestro juicio, ¿se puede decir que el científico se pregunta, por ejemplo, si
el arcoíris es verdadero? Únicamente le importa que ese fenómeno sea co-
municable en algún lenguaje (condición del orden m ental) , registrable de
alguna forma (condición del orden experimental) , y que logre insertarse en
la cadena de las identificaciones simbólicas , en la que su ciencia unifica lo
diverso de su objeto propio (condición del orden racional). 1

Para el psicoanálisis hablar de teoría es, pues , hablar de dos cosas


que muestran un firme ensamble entre sí: a] las teorías sexuales in-
fantiles (TSI) , y b] la pulsión de investigar o pulsión epistemofílica :
el saber.
De esto trataremos a lo largo de este trabajo . Poniendo un mayor
énfasis primero en los aspectos de saber y después en las TSI pro-
piamente dichas , aunque de antemano se nos permitirá que ambos
temas aparezcan entremezclados.

1 J. Laca1». ''Más allá dd 'principio de realidad ' ·-_ en Escritos l . MéxiC'o. Siglo

XXI. 1984 ( IOa. <'< U. p . 73.


32 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

l.
Pero los conceptos del psicoanálisis están allí, y es a
causa de ellos que el psicoanálisis dura . Los otros se sir-
ven de ellos, y no pueden dejar de hacerlo, pero de un
modo que no es ni integral, ni articulado, ni capaz de
hacerse comprender, ni de transmitirse, ni aun de de-
fenderse.

J. LACAN

No hace falta se!' un lector muy atento de Freud para comprobar


su constante preocupación por situar los elementos del relato de un
tratamiento con referencia a un saber. Desde la teoría de la seduc-
ción hasta los consejos prácticos de técnica, pasando por el historial
del hombre de los lobos, esta preocupación está y se muestra con
diferentes matices conforme su pensamiento se trasciende.
En un momento inicial Freud encuentra en el acontecimiento esa
referencia de saber que busca , ¿ocurrió o no el suceso del cual él
ha sido escucha? Una primera respuesta es afirmativa . La seduc-
ción, por ejemplo, ha tenido que ocurrir.
Pero al final, serán sus analizantes mismos quienes le muestren lo
improductivo de tal logro . La verdad y la prueba de la verdad de
su relato radica en el relato mismo, prescindiendo de una referen-
cia directa al acontecimiento o de algo que pudiera trascender a lo
dicho.
La dedicación de Freud a trabajos de reconstrucción histórica o
literaria no es sino~ una prueba directa del afán de distinguir entre
las diferentes dimensiones de aparición de la verdad.
Para encaminarnos en este trabajo y retomar lo que venimos di-
ciendo , recordaremos las tres TSI que Freud estableció como tales:
a] todos los seres humanos tienen pene; bJ la teoría del parto anal o
teoría de la cloaca; e] el acto sexual es un hecho sádico.
En estas teorías se muestra que implícita o explícitamente la dis-
tinción anterior está presente. ¿Son acontecimientos?, ¿son recuer-
dos?, ¿son hechos de la fantasía?
Si, como se ha dicho, la verdad del relato está en el relato mis-
mo, ¿de qué se trata en estas tres TSI?, ¿dónde se muestra su ver-
dad? , ¿por qué en psicoanálisis se llaman teorías, precisamente
teorías, y además sexuales?
Podemos decir que para Freud las teorías serían esas ideas abs-
tractas "determinadas por relaciones significativas con el material
empírico", donde las rela'ciones mismas con dicho material están
USTEORIAS SEXUALES INFANTILES 33

-.uestas si no es que establecidas "aun antes de que se las pueda


ClDllOCer y demostrar". 2
En este caso, podernos hablar de la teoña corno de un saber arti·
miado a la espera de su demostración. En el psicoanálisis algo se-
..qante ocurre con las TSI.
Asi, toda teoría es saber de una relación con lo real. Toda teoría
RSUDle la experiencia '!f la ordena corno nueva experiencia por ve-
nir. En ese sentido toda teoría es correlativa de una praxis, es decir
de "una acción concertada por el hombre ( ... ] que lo coloca en
condición (en mesure) de tratar lo real por lo simbólico". 5
Aquí se evidencia un problema permanente de la reflexión hu-
mana y que Lacan sintetiza en nuestro epígrafe. ¿Puede algo ser
c:onocido? ¿Cómo? ¿Dónde hallar'la certeza del conocimiento? ¿En
la cosa? ¿En el sujeto que toma la cosa por objeto?
Con esto se abre una pregunta de gran pertinencia para el traba --
jo psicoanalítico y al alcance de su abordaje: ¿quién es el sujeto que
conoce?
Así, pues, reteniendo solamente esta última pregunta veamos
cuál es el estatuto de ese "quién" de la experiencia psicoanalítica. Y
lo que encontramos pareciera ser paradójico. El "quién" del psico·
análisis no es el mismo "quién" a lo largo del mismo, es decir, el
psicoanálisis subvierte la dimensión propia del sujeto cognoscente.
De entrada , el sujeto de la experiencia psicoanalítica se sitúa más
allá de los márgenes del empirismo y del idealismo; es decir, en un
punto distinto y con ·un sujeto distinto que aquel de los límites o
bien "científicos" o bien hegelianos, es decir los del sujeto abolido y
los del sujeto absoluto. 4
El psicoanálisis dispone de un recurso para esa subversión, es de-
cir un recurso para darse, gracias a su praxis, un sujeto distinto : la
estructura misma del dispositivo psicoanalítico. Artificial en su di-
mensión formal, metódico en su contenido de romper con un falso
discurso , a la espera de la dimensión de la sorpresa: "Ahí donde
eso estaba[ .. . ]" Ahí donde eso estaba, es decir el no saber de /sobre
el sujeto mismo .
Dos cosas merecen destacarse a partir de -esto: por un lado, el es-

2 S. Freud. "Pulsiones y destinos de pulsión", en Obras com/Jletas , cit.. t. XIV, p.


13.
3 J.
Lacan, Le Séminaire. Livre XX, París, Éditions du Seuil , 1973 , p. ll .
4 J.
Lacan, "Subversión del sujeto .. . ", en .Escritos 2, .México , Siglo XXI , 1984
(lOa. ed.). pp. 773ss. Asimismo Lacan nos dice en " Radiophonie" y a propósito de
la ciencia que ésta "es una ideología de la supresión del sujeto" (Scilicel 2/3, Édi-
tions du Seuil. París, 1970, p . 89) mientras que, y en abierto con traste. algunos años
antes señalaba en "La cosa freudiana" lo siguiente: "El psicoanálisis C'S la ciencia de
los espejismos que se establecen en este campo" (F.scritos l . dt., p. 390).
34 RODRIGO S. TOSCANO AL()NSO

tablecimiento radicalmente nuevo de la concepción del sujeto y,


por otro lado, el rompimiento correlativo del estatuto de unidad de
tal sujeto.
Freud arribó a esta experiencia gracias al fenómeno de saber
mencionado, por confiar y preferir el discurso de la histérica, rati-
ficando en cada análisis que la verdad está en el discurso, des-
cubriendo que todo saber es saber de discurso, que por tanto lo in-
consciente no es sino una praxis de discurso.
En la práctica analítica no otra cosa nos dice la transferencia. La
transferencia indica que el saber de lo inconsciente no se transmite,
sólo se transfiere y así es porque precisamente el sujeto para ese sa-
ber es extraño al sab~r mismo. De ahí la dificultad del análisis y de
la formación de los a'nalistas. La transmisión allá, gracias al s~ber,
es transferencia; la transmisión aquí, gracias a la transferencia, es
·saber.
Poco importa que sea, tanto aquí como allá, saber supuesto. El
saber radica en un sitio ajeno a aquel sitio que lo define, de ahí
que se encuentre una subversión teórica de posiciones subjetivas.
Por eso, justamente, puede haber disimetría de saber en el análisis.
Por el contrario, no otra cosa demuestra el avance de la ciencia
al retornar y retomar los ejemplos de su paso ya pasado : que su
verdad está en exclusión con su saber, pues no es la cogitación
aquello que da cuenta del discurso, es el discurso mismo quien da
lugar a cierta cogitación .
El discurso es precisamente lo que hace experiencia de una conti-
nuidad de lo real; el sujeto es lo que se advierte en él como discon-
tinuidad. La ciencia en general presupone un saber en lo real más
que un saber de lo real.
La lógica de lo inconsciente quiere decir una lógica de discurso ;
si por medio del dispositivo analítico se conduce al sujeto a "alguna
parte , es a un desciframiento que supone ya en lo inconsciente esa
suerte de lógica" esa que "diga por qué". Y que diga por qué ,
hablando, es decir ignorando que sabe .
Es que un hombre aislado, solo , no podría saber de su decir, a
menos que introdujera un interlocutor imaginario que no engañara
y que a la vez diera' confirmación del propio decir, buscando de ese
modo una realización de sentido. Ésa que señalara cuál es el signi-
ficante que falta , cuál es el significante que podría informar de él ,
cuál es el significante que siempre ha estado ahí sin que él lo sepa.
Freud encuentra un discurso que señala una suerte de disimetría
respecto al discu~so de la coherencia; es que la lógica de lo incons-

5 J. Lacan , "Subversión!¡!iel sujeto'" en Escn"tos 2, cit., p . 775.


LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES

ciente estatuye un sujeto propio. Aquí se destaca la referencia al


saber.
Si el sujeto de algún otro tipo de aproximación es causa de su
discurso (de ahí las encuestas y los pedidos de "diga usted"), el suje-
to del discurso freudiano es alguien que de saberse poseedor de un
discurso pasa a ignorar la referencia a ese discurso para encontrar-
se organizado por un di~curso que lo sabe a él.
Empero, el hecho de que el ~ujeto no sepa de su decir, hace que
de ese modo permanezca doblemente supeditado a su dicho, supe-
ditado por una relación de ignorancia encaminada hacia un saber
por venir y supeditada igualmente a la sorpresa de lo siendo dicho:
"[ ••• 3 ahí debo advenir". Ése será el único saber que podrá decir
"por.9ué", gracias a la articulación que haga del sujeto de la igno-
rancia.
Detengámonos un momento en el examen de esta lógica de dis-
curso y veamos qué es lo que Lacan nos enseña con referencia al
saber en el decir. 6

Los cuatro discursos

¿Qué implica eso que llamamos dimensión del discurso? Que el dis-
curso nos va a dar cuenta de eso que funda la palabra en su acto,
porque veamos qué sucede cuando "se toma la palabra".
Al tomar la palabra, se toma posición ante otro, es decir uno se
transforma en agente del discurso y el otro en el destinatario del
mismo. Si al tomar la palabra se toma posición, Lacan recuerda
que igualmente "se recibe algo cuando recibimos la palabra". 7 Así,
tenemos varios lugares delimitados: el del agente, el del otro y el de
eso que es efecto del discurso, es decir lo que el discurso produce,
la producción.
Sin embargo esta producción no es una producción cualquiera,
ella misma produce efectos, ella misma está en relación con otras
producciones, con otros efectos de sentido. Por eso podemos decir
que su límite último y su apelación se dirigen a una verdad.
Es así como tenemos esos cuatro lugares que, según nos enseña
Lacan, son inseparables de la dimensión de discurso: el agente, el
otro, la producción y la verdad. Esto puede escribirse así:

6 Algunas de las ideas siguientes provienen de J. Lacan, Le Séminaire X VII,

1969-1970; G. Wajeman, Le maitre et l'hysténºque, París, Namrin / Seuil, y áel se-


minario de este último del día 24 de octubre de 1984 sobre los cuatro discursos.
7
J. Lacan, Le Séminaire del 11 de enero de 1956.

!
36 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

4 // 3

agente -....;::. otro


f ;!;
verdad // producción

Si, como es fácil corroborar en toda experiencia de análisis, se


habla sin saber lo que se dice, eso supone una verdad de lo que se
' dice diferente · al dicho mismo. Todo agente lo es de una verdad
que ignora, de ahí la disyunción (/ /) entre la· verdad y la produc-
ción.
Si habíamos dicho antes que un sujeto aislado no podría saber de
su verdad a menos que estatuyera un otro como testigo, igualmente
el agente se hace agente de una verdad que ignora su producción.
Ahora bien, esos lugares van a ser ocupados por cuatro términos
que se colocarán en una disposición tal que definirán cada uno di -
ferentes modalidades de discurso , en este caso cuatro. Estos térmi-
nos presentes en el discurso , vehiculizados por él, son: un signifi-
cante. Un significante que como tal existe en su diferencia ante
otros significantes y que llamamos S 1 o signific.ante amo a fin de
distinguirlo de los demás.
Si en razón de esa diferencia a todo otro significante S 1 no puede
significarse a sí mismo y así remite, para dar cuenta de su significa-
ción, a otro significante a quien se encuentra encadenado, lo que
tenemos es lo siguiente;

s ~ s ~ s --3!a s ...
Por ejemplo, si tomamos una palabra cualquiera de un dicciona-
rio cualquiera , ella como término remite a otro término - denun-
ciando así la ambigüedad de ser término de un círculo , es decir,
in-terminable - ' el término segundo respecto a ella y sin el cual
ella misma carecería de significación, es decir que el sentido que
sea el suyo se lo otorgará el significante que la signifique. A es-
te segundo significante lo lla'llamos S2 , que aquí :.• •plifica al resto
de significantes con quien se encadene: S1 - S2 , es decir S2 co-
mo el tesoro de todos los significantes y al cual en última instancia
es a quien se apela buscando un testigo del decir. Pero .. . este testi-
go es a la vez el testimonio :
LAS TEORfAS SEXUALES INFANTILES 37

ya que de esa cadena significante hay un significante al cual se


apela, que cae, que se abstrae en su fµnción de puro significante
para representar a un sujeto:
__. ; ;.... s...

ante otro significante.


Esto es lo que Freud descubre en el juego del carrete:

"Fort" ---:i- "Da"


s / s
S ~a

Entre "Fort" y "Da'', entre una ausencia y una presencia, apare-


ce un sujeto (S), un S que se coloca a la vez trascendiendo y quedan-
do supeditado a esos dos significantes.
Pero no vayamos tan aprisa y reparemos en que:

S1 _____. S2 , aparecen como

el agente ~ el otro

y el sujeto (S) guarda con ellos una relación particular. Desde luego
el sujeto habla en nombre de S 1, lo cual no quiere decir sino que el
S es quien, ocupando el lugar de S 1 , va a ser significado por S2 :
s - s2
',......,
s
En toda esta secuencia, de esa relación, y siendo el sujeto no más
que pura representación, se produce también un resto, un plus, co-
mo testimonio del efecto del significante en la constitución del suje·
to. Ese resto, ese plus, es el objeto a, la prueba de la marca signifi-
cante y también la comprobación del estatuto deseante del sujeto S.
Tenemos, pues, los cuatro términos en correspondencia con los
cuatro lugares:

S // a

El discurso que aparece aquí representado es el discurso del amo;


los discursos reciben nombre según aquellos que ocupa el lugar del
agente.
38 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

Con la rotación de los términos, tenemos tres discursos más:

s S1 a s s a
a 11 s2 s2 11 si S1 11 s
Discurso de Discurso del Discurso de la
la histeria analista universidad

Bajo esta consideración la histeria vendrá a ser, más que una en-
tidad clínica, una modalidad de discurso, ése precisamente por el
cual Freud muestra preferencia, y que como todo discurso, como
toda toma de posición, implica cierta liisteri.z ación, es decir cierta
relación con el saber.
Como vemos en cualquier caso de histeria, con Dora por
ejemplo; con eJla se establece la exigencia en Freud de producir un
saber que responda y que dé cuenta de la transferencia que se de-
nuncia.
Dicho de otro modo se amerita una toma de posición ante el
amor, ante lo cual no hay que olvidar que los enamorados son esos
seres que, básicamente, se nutren de palabras buscando la confir-
mación en el otro de la propia transferencia , es decir la confirma-
ción de un imposible.
Por eso, en el fondo, el discurso de la histeria es un discurso im-
posible. Ese discurso donde se evidencia que toda pregunta es pre-
gunta por la ausencia de un significante; donde toda pregunta, co-
mo decía J.-A. Miller en su seminario de 29 de marzo de 1984, es a
fin de cuentas una pregunta sobre la mujer.
Ésa es la pregunta fundamental en la histeria ya que no hay sig-
nificante de la mujer, "¿qué es ser mujer?".
Ese discurso donde a la pregunta, que es traducción de la ante-
rior, ¿qué desea una mujer? se sepa:
"Desea un amo".
-Sí, pero un amo sobre el cual ella reine.
"Aunque [ ... ) no gobierne."
El discurso del amo, a su vez, es fundamentalmente una modali-
dad de discurso de la conciencia, de maestria. Todo discurso pre-
tende cierta maestría sobre un significante, no olvidemos que quien
habla toma -a veces por asalto-;- la palabra. Sin embargo, en este
discurso h~y un depositario del saber, ése es el esclavo; el amo, él se
reserva el goce, el esclavo dispone sólo del saber. La dependencia
mutua es mayor de lo que supone.
"Pienso 1, luego soy a." .
El discurso de la universidad es un discurso que sostiene el saber.
Ese saber que permite la ilusión1 de tener maestría sobre el goce, ese
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 39

saber que ocupa el lugar del agente para promover sujetos S escin-
didos cuyo discurso se sepa no sabiendo todo sino siendo todo-
saber.
En el discurso del analista, éste ocupa el lugar de algún objeto a
del analizante en el lugar del agente, por eso un saber es supuesto,
por eso se va al análisis. Se supone sabido el saber propio en el
otro.
Suele haber una respuesta muy común en el transcurso de un
análisis ("no sé") ante una pregunta cualquiera a una ocurrencia
cualquiera. Aquí se invierte la articulación de la cual Lacan nos
habla en el Seminario VI: "el sujeto que dice que el otro no sabe ,
se pla'ntea a sí mismo como sabie~do". El "no sé" dicho por el ana -
lizante remite, pues, a la prueba del lugar donde se coloca para él
el sitio de su saber.
El "no sé" del analizante es semejante a la expresión cotidiana
"[ ... ] tiene un no sé qué". Ambos son significantes que dan cuenta
de la falta de un significante; el no saber de ambas expresiones no
indica sino la ausencia de algo que debería estar ahí, en ese lugar;
y en verdad está, pero aparece como ausencia, como falta, como
un menos: - 1. De este modo en el análisis se hace posible el acce-
so a una verdad, pues sobre el lugar que delimita ese no saber la
verdad encuentra su lugar.
Para el analizante, Sz se presenta en el lugar de la verdad como
eso latente. El analista debe venir a ocupar el lugar de objeto a del
goce del 'otro, sól.o para ser desechado en el momento en que el
analizante sepa que el destinatario de su palabra no es el interme-
diario real.
Todas estas posibilidades discursivas se dan porque si aislamos
los cuatro términos en juego (SI' S2' S y a) lo que tenemos es, por
un lado, la pareja de términos que forman la cadena significante y,
por otro lado, la pareja que forma el fantasma ( .S <>a).
Veamos por un momento cuál es el interjuego que entre ellos se
establece:

Lo simbólico y lo imaginario

Sin detenernos a analizar los términos actuantes en la fórmula del


fantasma (.8 Oa), consignemos que ella resume la inclusión del hu-
mano en el lenguaje, es decir, el Sujeto S ligado a su objeto a por
nexos muy particulares que traducen la realidad psíquica, realidad
cuya esencia es de deseo, por eso el objeto se alucina y por eso el
objeto en su recorrido construye la realidad.
La realidad no puede dejar de ser fantasmática. Es por la ins-
40 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

cripc1on del significante, que no tiene otros puntos de ingreso al


cuerpo como no sean los orificios naturales, por lo que éstos se
truecan en zonas erógenas, que como tales responden a deseos pro-
pios y ajenos. Su borde de zona erógena es un borde abierto a los
cuatro vientos. No olvidemos la sorpresa de los anatomistas cuando
descubren que boca y ano, por ejemplo, no son sino los extremos
de una cavidad virtual, es decir, a fin de cuentas, de un vado. Este
borde, decíamos, adquiere la función lógica de la separación entre
el goce y el cuerpo. Por eso si Freud dice que todo el cuerpo puede
ser zona erógena, es porque la zona erógena muy bien puede en su
función de borde subrogar la representación de todo el cuerpo, co-
mo en efecto parece ocurrir. · •
Pero esta función de borde , de separación, nos introduce en una
situación que llama la atención: si el borde es sólo el contacto de
dos medios y ese borde subroga todo el cuerpo, ¿a quién se dirige el
placer?, ¿a quién se dirige el goce?
Si el placer es por definición placer de órgano, el goce trasciende
al órgano y se dirige a quien da sentido de cuerpo al mismo cuer-
po, a ese Otro testigo , al testigo Otro, al dispositivo simbólico, al
mismo que permite la aprehensión del cuerpo como cuerpo en su
proyección de superficie, es decir como imaginario. Por eso aquí
hemos hablado y hablaremos de cuerpo y no de organismo, para
separar lo que es del campo del psicoanálisis de lo que es del cam-
po de la biologia.
Es el cuerpo quien vehiculiza, pues, los efectos del discurso, de
ahí que la ~natomía de la histeria no tenga relación obligada con
el organismo .
Las TSI son evidencia de discurso, evidencia de la acción de la
pulsión sobre el cuerpo. Sobre este hecho Freud insistirá siempre.
Las TSI nos muestran en su construcción el grado de desarrollo pul-
sional, es decir el tanto de montaje pulsional que se realiza al inves-
tir esa proyección de superficie que cada quien lleva consigo como
cuerpo.
Es gracias al fantasma, como responsable de ese montaje pul-
sional, que es posible la articulación significante entre lo imagina-
rio del cuerpo y lo simbólico que lo organiza.
Con estos elementos a mano, pasemos a examinar, en su particu-
_laridad, las TSI. Indiquemos que el discurso con el cual se en-
cuentran en relación es el discurso de la histeria.
LAS TEORIAS SEXUALES INFANTILES 41

lI

El hombre pone un nombre sobre el pene que teme per-


der, es el de falo. La mujer pone un objeto fálico en el
lugar del pene que ella convoca.

Scilicet, I , p. 87

Si el síntoma, los sentimientos de culpa y las exteriorizaciones de la


pulsión de muerte provocan, según el funcionamiento psíquico,
placer en un lado y displacer en el otro, algo semejante ocurre, en
la forma mas no en el contenido, con el deseo en su articulación:
"que el deseo sea articulado, es P.recisamente la razón de que no
sea articula ble". 8
Si la necesidad no tiene satisfacción universal, ello no indica sino
que por su repetición, y por la repetición de la demanda de satis-
facción, al fin se encontrará capturada en la cadena significante ya
como demanda. Demanda a un ser de necesidad, de demanda y de
deseo, donde lo que se espera es una respuesta más allá del acto
motor, es decir una respuesta también articulada. Es que satisfacer
la necesidad y responder a la demanda son dos cosas que no se con-
funden, como ya fue demostrado hace tiempo por Spitz en eso que
llamó síndrome de hospitalismo. Si la necesidad pasa por el signo, •
la demanda pasa por el lenguaje. El grito pregona la necesidad, to-
ma a la necesidad como pretexto, la dice y al hacerlo apela a un
oído receptivo.
Es que la demanda permite dar cuenta del deseo, aunque pare-
ciera que se reduce a la necesidad. Como en los sueños de los ni-
ños. Por ejemplo, el sueño de las fresas de Arma Freud. Si bien de es-
te sueño nos dice Freud que ocurre después de que Anna ha vomita-
do y aunque pareciera que la necesidad se expresa, no es así, no es
ni la necesidad ni tampoco la demanda; lo que en él se muestra es
algo de la naturaleza del deseo. Expresa, como Freud mismo lo di-
ce, "una toma de posición y una revancha", pues en los móviles de
este sueño se encuentra una sirvienta prohibiendo comer lo que en
el sueño se come.
El infante del grito, el de la revancha, el de la torna de posición,
en fin, el que toma la palabra, es ese S de la cadena significante,
ese mismo que en un momento posterior de su inserción en el len-
guaje buscará con sus "¿por qué?" tener dominio, es decir ilusión
de gobierno sobre el enigma del deseo del otro.
Ese saber de dominio traduce una forma de saber de a. Dentro
de la vicisitud de la relación con ese otro, el Otro real, la Madre, el

8
J. Lacan, "Subversión del sujeto .. . ", en Escritos 2, cit., p. 784.
42 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

niño se presenta como aquello que se acomoda a su deseo, pues en


ese deseo él se reconoce como deseante. Esto en Freud es la identifi-
cación histérica como esa forma de apropiación. Del "qué me
quiere" al "qué le quiero".
La simetría en los deseos es aquí posible porque.el denominador
de los mismos es común.
Si Freud descubre que la lógica del discurso no responde a otra
realidad que no sea la psíquica, es decir fantasmática, con ello des-
cubre que ese denominador común no tiene nada que ver con el
organismo sino con el cuerpo. Por lo tanto ese denominador común
imaginario y pasión del cuerpo es el falo.
La sexualidad infantil tiene un medio usual de descarga: la mas-
turbación. Bien podríamos circunscribir la aparición de las TSI a la
segunda de las tres fases de la masturbación, a esa fase de "breve
florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida". 9
(Las otras dos fases son la masturbación de la lactancia y de la pu·
bertad.) Es a partir de esta segunda fase de la masturbación
-cuando el pene se juega como falo, sea en la práctica masturba-
toria o en los temores de pérdida del pene- cuando el investimien-
to pulsional se traduce en respuestas al enigma sobre esa fuente de
goce del Otro: las TSI. Freud lo establece del siguiente modo: "A la
• par que la vida sexual del niño alcanza su primer florecimiento,
entre los tres y los cinco años, se inicia en él también aquella activi-
dad que se adscribe a la pulsión de saber o de investigar. " 1º
Se tiene el temor de la pérdida del pene y como forma de conju-
ro se atribuye a todos los seres humanos aquello que se temería per-
der, así se obvia el hecho de que en algunos no sea perceptible.
Aquí la percepción cede terreno a la expectativa. La expectativa
construye el terreno de la percepción. Así el pene es visto.
Si todo periodo de la historia se crea los hombres que necesita,
igualmente la fuerza de la pulsión se construye sus objetos. Si para
situar el principio una recurre al mito, la otra recurre a la alucina-
ción. Ahí donde eso estaba ... porque eso estuvo, ¿verdad?
En la Madre, en ese Otro primordial, es· donde la primacía de la
expectativa tiene sus últimos reductos, en esa misma que es acusa -
da por la chiquilla por no haberla dotado de un pene.
Freud afirma que "el proceso mismo de pensar es sexualizado
pues el placer sexual que de ordinario se refiere al contem·do del
pensar, se vuelve aquí hacia el acto mismo del pensar" .11

9
S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas , cit., l. VII, p. 171.
JO !bid., p. 176.
11
S. Freud, "A propósito de un caso de neurosis obsesiva (caso del 'hombre de
las ratas')", en Obras completas , cit., '(. x, p. 191 (cursivas nuestras).
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 43

El proceso de pensar se sexualiza porque es tan crucial para el


infante averiguar qué hacen los padres, como también averiguar
cómo lo hacen, es decir la diferencia. Freud no se definió cabal-
mente en cuanto a la primacía en el tiempo sobre el qué o el cómo,
prueba de ello es que a veces colocó como primer interrogante del
infante la pregunta acerca de la procedencia de los niños, o la de
la diferencia de los sexos.
Es que, por otro lado , los padres son la fuente inicial del saber y
también de la desconfianza respecto a ese saber, lo cual confirma
que la confianza en materia de saber se llama transferencia positi-
va. Cuando la célebre paciente de Freud, Dora, acude a la enciclo-
pedia en busca ·del conocimiento sexual, revela en la trama que la
verdad tiene un sitio realmente lejos de lo; padres y para ella el
gran Otro de la transferencia positiva se halla en un lugar concreto.
La llegada de un nuevo hennano, como generador de las pre-
guntas sobre el qué o el cómo, no implican sino la respuesta a la
redistribución de lugares dentro de la estructura edípica, por ello a
fin de cuentas las consecuencias de la diferencia sexual son
narcisísticas. Es que, como dice Miller, "el sujeto nunca se inscribe
en el falo, sino en la castración" . 12 Castración de la cual las amena-
zas se profieren por quien carece del órgano tan preciado: la mu-
jer. Ésa sobre quien recae toda interrogación.
Con el fantasma, el sujeto busca responder al enigma que se le
plantea proviniendo del otro, y responde como lo hace el discurso
de la histeria: con una estructura de ficción. Teoría de la seducción
allá, teorías sexuales infantiles aquí. Es el mismo fantasma quien
responde . La identidad reconocida en un trazo -un síntoma, un
deseo- es lo que permite la identificación.
En psicoanálisis son los cortes del discurso, pues, los que permi-
ten dar sentido al discurso, como aquello que delimitará el borde,
por eso el orden del significante es el orden del corte, en ese corte
el sujeto desaparece para dejar sitio a aquello que lo representará:
un agujero, una falta:

~s ...

Esto no indica sino que ahí falta un significante: menos un signi-


ficante: - S, - l. Por ello el falo, ese denominador común, se

12
J.-A. Miller, "Acerca de lo real" (seminarios de Caracas de 1979), en Analíti-
az, 3/4, diciembre de 1980, Caracas, Ateneo.
44 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

representará como negatividad, como menos: - '(>, es decir como


una falta imaginaria, una falta que para el sujeto -imaginaria-
mente también - se puede colmar desde que - '/> circula. Por eso
en el amor, en la transferencia, se le encuentra, y no en la cadena
significante, porque aquello que como cadena la colmaría es
aquello que falta desde el principio, es decir ~. el falo simbólico;
justamente por eso "ningún lenguaje podría decir lo verdadero
sobre lo verdadero, puesto que la verdad se funda por el hecho de
que habla". 13
Por eso el Otro aparece como la razón última y necesaria de la
cadena significante, pero aparece como Otro tachado A y el sujeto
.S es quien toma sobre sí la incompletud del Otro y sospecha que
puede . completarlo con eso que teme perder y a lo cual pone un
nombre o convoca. De ese modo si el A es saber, la verdad es la
palabra .
Con las TSI se comprueba la diferencia entre juicio y percepción,
esa misma difer~ntia de la cual Freud nos habla al comienzo de
"Construcciones en el análisis": "Heads 1 win, tails you lose. " 14 La
consistencia es la particularidad de la dimensión imaginaria .
La TSI es deudora de la pulsión, de la pulsión particular que
Freud calificó de epistemofilica, de esa pulsión que para la dinámi-
ca psíquica se concreta en una TSI.
El carácter grotesco con que la TSI pueda aparecer ante la per-
cepción del adulto radica en que esa pulsión, como todas, se arti -
cula al sujeto de lo inconsciente, para quien tiene el sentido de dar
sentido, igual que el sintoma histérico, es decir cercar lo real, cer-
car el borde: el S como agente, el Saber como producción.
Entre el representante y la representación se instaura una hian-
cia, es alli donde la pulsión se presenta como montaje, como "ese
montaje po.r el cual la sexualidad participa de la vida pstquica, de
un modo que debe acomodarse a la estructura de hiancia que es
aquella de lo inconsciente" . 15
Teniendo sitio en la hiancia, bordeándola justamente, es como
la libido encauzada por el significante se juega en el intercambio Ii-
bidinal, trascendiendo el autoerotismo, haciendo que el Otro (A)
tenga presencia como Otro castrado, haciendo que advenga esa se -
gunda fase de la masturbación que es donde se sitúan las TSI como
respuesta a la castración.

1
' J. Lacan , "La ciencia y la verdad", en Escritos 2, cit., p. 846.
14
S. Freud, "Construcciones en el análisis':. en Obras completas, cit., t. XXIII, p.
259.
15
J. Lacan, Seminario 11 , Par'IS, &l.itions du Seuíl, 1973, p. 160.
LAS TEORIAS SEXUALES INFANTILES 45

El que la imagen del cuerpo propio sea investida como un otro


cuerpo introduce dos hechos fundamentales y correlativos, la gesta-
ción del yo como otro y la del gran Otro. Estos momentos coinci-
den con el paso de lo oral a lo anal, es decir a la articulación de
demandas donde Ja "constitución de la pulsión de investigar" se da
a partir de "los componentes anales". 16 Y así podrá haber elección
homosexual como medio de hacer a un lado, de desplazar y de res-
ponder al problema de la castración.
De esta manera es como las TSI responden a expectativas más
que a elementos de percepción. Aquí una expectativa quiere decir
una posibilidad de intercambio libidinal que como tal se coloca ba-
jo una dinámica afuera/ adentro nueva, diferente a la del autoero-
tismo. Así las zonas erógenas vienen a representar ya no solamente
esos puntos de ingreso del significante al cuerpo, sino además los
puntos de intercambio como zonas de borde que son.
Es a modo de juego pulsional como la ausencia y la presencia se
intercambian, como el pene de la mujer se ve en tanto que ausen-
cia. Ausencia que es posible representar en la dimensión de ~n
juicio: si la mujer tiene pene o si el coito es un hecho sádico ello
obedece a razones de expectativa, de juicio, y no a elementos de
percepción : a está en el lugar de la verdad.
Si toda pregunta remite a la búsqueda de un significante que fal-
a, con ello podemos ver qué es eso que agruparía a las tres TSI: si ·
en la primera, la mujer al igual que el hombre tiene pene, si en la
tercera el coito es un hecho sádico y por ello no hay relación se -
xual , la anulación de la diferencia sexual es un hecho . Esto es aún
más concluyente con la ignorancia de la especialización genital de
la segunda teoría, la de la cloaca: si por ella tanto el hombre como
la mujer pueden parir por un órgano que es común a ambos, en-
tonces tampoco hay diferencia sexual.
¿Por qué habría de sorprender, pues, que con este momento de
producción de TSI . se correspondan las primeras referencias de
sueños de niños, donde - señala Freud - es palmaria la transpa-
rencia del deseo realizado?
Si las TSI plantean la no necesidad de diferencia sexual, traducen
que para lo inconsciente hay un significante que falta , justamente
el significante de la diferencia, sin posibilidad de ser encontrado en
la cadena significante ya que no hay cadena que lo contenga . Este
significante es el significante de La mujer , el significante de la evi -
dencia por excelencia de la castración . El significante que se aisla ,
aunque no se sepa , a partir del discurso de la histeria .

16
S. Freud . "A propósito de un caso de neurosis obsesiva .. . ", dt .. p . 99 .'
46 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO

Una última consideración para terminar. Si enunciamos antes una


relación entre la teoría de la seducción y las TSI y afirmamos que en
ambas es el mismo fantasma el que se expresa, es porque quisiéra-
mos mencionar ahora que, recurriendo al fantasma sería posible
hablar de un gran conjunto de TSI por él organizadas, por él unifi-
cadas en virtud de un solo y mismo problema implicado: el de la
diferencia sexual. Es decir que las teorías sexuales de la infancia no
serían como en el texto freudiano estrictamente tres, sino más de
tres.
A las tres que ya hemos considerado (a] todos los seres humanos
tienen pene; b] la teoría del parto anal o teoría de la cloaca , y e] el
acto sexual es un hecho sádico) se agregarían otras, de algún modo
implícitamente consideradas en lo dicho anteriormente:
d] los fantasmas originarios:
i] la teoría de la seducción,
ii] la teoría de la castración y
iii) la escena primaria;
e] la novela familiar, y
}] los fantasmas de bisexualidad.
Todas éstas vendrían a ser, propiamente hablando , las teorías se-
xuales de la infancia, ya que el fantasma que las organiza es funda-
mentalmente un fantasma histérico; un fantasma que oculta y que
muestra la diferencia sexual; un fantasma que evidencia estar en
relación permanente con el saber y que su ámbito de búsqueda y
de expresión para el saber es lo que está implicado , más o menos
abiertamente, en todas estas teorías sexuales de la infancia : el ám -
bito de la estructura edípica; el ámbito donde es posible la expre-
sión y la contención de la diferencia sexual ; el ámbito , en fin , don -
de la pulsión epistemofílica se organiza en un discurso de saber: el
discurso de la histeria.
Si Freud afirmaba humildemente no saber hablar, en psicoanáli -
sis, sino de la histeria, digamos nosotros con una humildad infinita -
mente mayor que hablar, en ese mismo psicoanálisis, de teoría no
es sino hablar, a fin de cuentas, de teorías sexuales infantiles.
III. TOPOLOGERÍA

JUAN DAVID NASIO

A la memoria de Pierre Soury

La prohibición de lo imaginario ha perjudicado mucho a los psico-


analistas en su trabajo para pensar lo real. No es seguro que haya
que zanjar contra la imagen en beneficio de la palabra o del núme-
ro. Tratándose de lo real psíquico, la pregunta sigue siendo ¿qué
diferencia hay entre pretender decir ese real con conceptos, escri-
birlo con números y mostrarlo con artificios imaginarios?
La introducción de la topología por Lacan en los años sesenta,
particularmente los desarrollos recientes sobre los nudos, constitu-
ye, en mi opinión, un intento de captar lo real por medios imagi-
narios y - como veremos - , más que imaginarios, fantasmáticos;
medios que yo llamaré artificios topológicos. Esta manera de enfo-
car la topología tiene que ver más con el dibujo que con el cálculo,
con el pizarrón que con el papel, con la mostración que con la de-
mostración; contradice la creencia según la cual hacer topología es,
para los anal_istas, hacer ciencia. Para trazar una línea de separa-
ción entre la topología clásica y la nuestra, habría que proceder
como con la lingüística e inventar un nombre, por ejemplo ."topo-
logería" (estoy convencido de que el invento de la palabra "lingüís-
tería" ha sido benéfico para disipar un buen número de equívocos).
Dicho esto, queda por saber si el interés que los psicoanalistas •
conceden a la topología corresponde a una especie de sofisticación,
de preocupación por problemas mínimos, fragmentarios y sin con -
secuencias, propios de la última etapa agonizante de una teoría, o
bien, por lo contrario, si este interés corresponde a la reconstitu -
ción, iniciada por Lacan, de una nueva estética trascendental,
concorde con la experiencia, no del sujeto del conocimiento, sino
del sujeto del inconsciente.
Pero, ¿qué es ese real que exige que ·se tenga una topología para
aproximarlo y de qué topología se trata? Respondamos en dos len-
guas un poco diferentes, la freudiana y la lacaniana.
Freud suponía dos mundos reales y desconocidos, uno exterior, el
otro psíquico interior. Apoyándose en Kant, se regocijaba al

47
48 JUAN DAVID NASIO

concluir que, de los dos, sólo lo real interior tenía alguna posibili-
dad de ser cognoscible. 1
Una observación doble habrá de complicar esta simple división
de los mundos. Primero, suponiendo que se pueda captar lo real
interno, hace falta un dispositivo exterior, pero dependiente de las
condiciones de ese mismo real interno. Ese dispositivo técnico no es
para Freud el concepto, el pensamiento o el conocimiento sino la
misma experiencia psicoanaUtica. Estos dos mundos aparentemente
separados se interpenetran en la relación analítica bajo la forma
cruzada de un quiasma que conecta el deseo del paciente con el del
psicoanalista. La frontera es tan amplia que absorbe los dos mun-
dos que separa.
Después, segunda observación, al final de su vida, Freud llegó a
concebir de otro modo la división interior-exterior. Sin aclararlo
verdaderamente, admitía que el aparato psíquico tenia una exten-
sión en el espacio Y. que, a su vez, el espacio era la proyección de
este aparato. 2 · 3 ,,ji'
Sin embargo, a pesar de esos últimos interrogantes, la obra
freudiana y en general los psicoanalistas, cuando practican el aná-
lisis, siguen perplejos por esta intuición indesarraigable de que el
psiquismo es un adentro limitado por una superficie (la piel) vuelta
hacia lo real interior.
A la dualidad de los reales freudianos sucede una topología laca-
niana que pone en juego relaciones más precisas. En lugar de dos
reales, se trata de uno solo, unívoco, sin división, esencialmente de-
finido por su modalidad de ser imposible de representar y en el
cual el psicoanálisis sitúa la dimensión del sexo que es imposible de
agotar . Fi·ente a lo real está el sujeto, y entre los dos, el conjunto
<le los medios con los cuales el sujeto aborda lo real del sexo. Me-
dios relativos a los significantes y medios relativos al objeto a; los
primeros se llaman síntomas, los segundos fantasmas. Así, entre el
sujeto y el sexo se encuentra una serie de relaciones causales, en

"[ ... J no vamos a tardar en saber con satisfacción que la corrección de Ja percep·
1

ción interna no ofrece una dificultad tan grande como la de la percepción externa.
que el objeto interior es menos incognoscible que el mundo exterior" . S. Freud, "Lo
inconsciente", en Trabafos sobre metapsicología , en Obras co mpletas, cit., t. XIV .
2 "Si se está familiarizado con la insólita concepción espacial del apa rato

psíquico[ .. .]" (Esquema del psicoanálÚis, en Obras completas. cit., t. xxrn, p. 93).
5''"'La espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato
psíquico. Ninguna otra deducción es verosímil. En lugar de las condiciones a pnºori
de Kant, nuestro aparato psíquico. Psique es extensa, nada sabe de eso" ("Conclu-
siones, ideas, problemas" , en ibid., p. ·302).
TOPOLOGERIA 49

general paradójicas, constitutivas de lo que el psicoanálisis llama la


realidad. La topología trata de dar cuenta de esta realidad
psicoanalítica.
Cuatro relaciones, mejor dicho cuatro pares de conceptos para -
dójicos que definen la realidad, son recreados, presentados por
nuestros artificios topológicos. He aqui, brevemente, cada uno de
esos pares y el ser topológico que lo representa:
a] la demanda y el deseo, representados con el toro;
b] el sujeto dividido y su decir -- un decir significante - , repre -
sentados con la banda de Moebius;
c] un significante y los demás, representados con la botella de
Klein;
d] finalmente, el sujeto en su relación con el objeto (fantasma)
representado con el cross-cap (esfera provista de un cross-cap).
Volvamos a tomar cada uno de esos pares en forma de pregunta:
O el primer par se refiere a la cuestión de la repetición: ¿cómo
aceptar que haya que repetir dos vueltas para volver al punto de
partida y comprobar que se ha perdido algo cuando, aparentemen-
te, tan sólo se ha repetido el mismo gesto? Sin embargo,. para per-
der de veras, hay que dar la vuelta dos veces. Me explico (figuras 2
y 3). El primer giro corresponde al trazádo de una repetición local
llamada demanda, mientras que el segundo comprende la serie
continua de esas repeticiones. De los dos giros resulta d deseo . La
demanda, en su expresión más sencilla, es un mensaje dirigido al
Otro que vuelve al sujeto bajo su forma invertida pero sin que el
cuerpo se vea afectado, es decir sin que nada se desprenda de la
pulsión. Hace falta que la primera vuelta de una demanda local re-

figura 1

encuentre la vuelta de una segunda demanda para que haya efecti-


vamente separación; más aún, no habrá deseo en tanto que una se-
rie continua de demandas (por lo menos dos) no hayan sido cerra -
50 JUAN DAVID NASIO

das. El toro nos permite pensar el trazado de dos vueltas seguidas


("ocho interior") y el agujero central que se obtiene, el lugar del
objeto faltante del deseo .

figura 2 figura 3

O El segundo par se refiere a la cuestión del sujeto: ¿cómo se


explica que seamos sujeto en el momento en que no somos más que
un decir y simultáneamente que seamos el sostén ausente de futuras
repeticiones? Es m.ás., ¿cómo se explica que seamos otro, que cam-
biemos, por d simple hecho de decir? El ser topológico, incorpora-
do desde hace tiempo a la teoria lacaniana, que ilustra esta antino-
mia de'! ·s ujeto es la banda de Moebius. En vez de definir el sujeto,
la banda de Moebius nos lo muestra. Pero seria falso identificar di-
rectamente a1 sujeto con la banda y decir, señalándola: he aquf al
sujeto. No , ·k> .q ue nos interesa en la banda de Moebius es que su
propiedad .de tener sólo un borde cambia si se efectúa un corte me-
diano (al menos ése .es el caso para una cinta con sólo media tor-
sión). En ese momento, es decir en el momento de acabar una cur-
va cerrada {~ue se junta con su punto de partida), la banda pro-
piamente dicha desaparece.; el resultado es una banda que ya no es
moebiana. •

figura 4
TOPOLOGERÍA 51

figura 5

No es suficiente, pues, representar al sujeto en el espacio; es ne-


cesario también el acto de cortar, de trazar una curva cerrada. El
acto de decir es de la misma naturaleza, puesto que el significante
determina, parte al sujeto en dos: lo representa y, al hacerlo, lo ha-
ce desaparecer. Es al cortar la banda cuando se podrá decir: he
aquí al sujeto.
O El tercer par se refiere a la cuestión de la relación, tan dificil
de concebir, entre un significante y el resto de la cadena significan-
te. Dificil de concebir ya que se trata de captar cómo un conjunto
de elementos significantes sólo tiene consistencia si falta uno y,
sobre todo, que ese uno que falta se encuentre en el exterior del
conjunto o bien constituya un borde. La cadena significante consis-
te si, y sólo si, un significante "ex-siste" como su borde. Y, sin em-
bargo, cuando uno trata de ubicar esta lógica del par significante
(S 1 [el uno] y S2 [el conjunto]), por ejemplo cuando aparece un
síntoma en el transcurso de la cura, inmediatamente se impone la
pregunta por la relación entre esta formación del inconsciente
(síntoma) y el inconsciente mismo. La respuesta correcta, au;nque
mal formulada, sería que no hay inconsciente sino ahí donde hay
sintoma, ni antes ni después. También se hubiera podido utilizar la
expresión de inmanencia y formular incluso: el inconsciente es in-
manente al significante-síntoma. Ninguna de las dos fórmulas es
adecuada para mostrar la lógica de la relación entre un significan-
te y los demás. Recurramos entonces a la topología. La referencia,
aqui, no es el corte sino lo que se llama el círculo de repliegue o re-
versión (rebroussement) de la botella de Klein (figura 6). La fami-
lia de curvas que constituyen la trama de esta superficie sigue un
movimiento tal que, al recogerse sobre si misma, describe la for-
ma de un borde a la altura del gollete de la botella. A primera
vista, dicho círculo de repliegue o reversión (rebroussement)
correspondería pues al gollete, es decir al borde del agujero. De
hecho, topológicamente, ese circulo es localizable en cualquier
punto de la superficie, como si el gollete fuese equivalente tanto a
la base, al cuello, como al cuerpo de la botella. El círculo de
52 JUAN DA VID NASIO

repliegue representa para nosotros la excepción (S 1) que puede


aparecer en cualquier punto de la superficie y condiciona su man-
tenimiento .

figura 6

O Finalmente, el cuarto par se refiere a la cuestión de la re la -


ción del sujeto con el objeto (la cuestión más próxima a los dos rea-
les freudianos): ¿cómo entender que el sujeto pueda incluir en él e
incluirse en un objeto que le es sin embargo radicalmente exterior y
heterogéneo? En otras palabras, ¿cómo entender que lo que llama-
mos fantasma no sea una imagen en el interior de la economía
psíquica del sujeto, sino un aparato, un armazón desplegado, ex-
tendido en la realidad, que se confunde con ella? Lo que le da va-
lor al cross-cap es el hecho de mostrarnos que el adentro y el afuera
son una única y misma cosa.
Sigamos, por ejemplo, a una hormiga que sale de un punto de la
cara anterior del lóbulo izquierdo (figura 7): pasa por la linea de .
falsa intersección y, en seguida, se encuentra sobre la cara posterior
e interior del lóbulo derecho hasta encontrar, de nuevo, siempre
sobre la cara interior pero por delante, la línea de falsa intersec-
ción. Sale entonces detrás d~I lóbulo izquierdo sobre su cara exte-
rior, recorre la cara posterior y después la anterior hasta volver a su
punto de partida.
Habrá pasado pues del exterior al interior y del interior al exte-
rior sin haber encontrado ningún límite, sin haber atravesado nin-
guna frontera. No hubo, para ella, ninguna diferencia entre un su-
puesto interior y un supuesto exterior de nuestra superficie. Si con-
sideramos este trayecto de la hormiga como el trazado en doble rizo
de un corte, habrá cortado en dos al cross-cap; una banda uniláte-
ra de Moebius que representa al sujeto (figura 8) y un disco biláte-
ro que representa al objeto fantasmagórico (figura 9). Encontramos
aquí los tres elementos de la articulación del fantasma propuestos
por Lacan: el 1mjeto (S). el corte (0) y el objeto a.
banda de Moebius

rcc~~do de la hormig~
oco~

llnea de falsa
! figura 8

+<O>
intersección

\ disco

figura 7

figura 9
54 JUAN DAVID NASIO

Cada uno de estos seres geométricos (salvo el toro y, en cierta


medida, la banda) que acabamos de mostrar es el resultado de una
cierta imposición producida por la inmersión de una superficie
abstracta en el espacio ambiente euclídeo. La superficie abstracta
es en sí irrepresentable en nuestras dimensiones intuitivas habi-
tuales,• a menos de imponer y producir una representación no re-
gular, bastarda, de una superficie que sólo existe como variedad de
un espacio abstracto. Como se ve, la topologia con la cual los psi-
coanalistas piensan y trabajan no es ni la topologia general, ni la
algebraica. Aunque cercana a la topologia combinatoria, en última
instancia es una topologia muy particular, que yo caracterizarla co-
mo mostrativa y fantasmática. Nosotros no trabajamos con ecua-
ciones, números y letras sino con tijeras, tizas y caucho.
Porque esos seres, esos lugares, ¿son reales o ficticios? Ni lo
uno ni lo otro. Son artificios singulares, efectuaciones espacio-
temporales que, a modo de un teatro espacial, dramatizan la para-
doja: la separación del deseo se convierte en un agujero, el recorri-
do repetitivo del significante sigue el trazado de un ocho (doble ri-
zo) donde el significante de la excepción toma la forma del gollete
de una botella. Son como elementos intermedios entre el ámbito
topológico estricto de donde proceden y las parejas de conceptos
paradójicos de la teoria analitica. No constituyen verdaderas super-
ficies puesto que, por el hecho de su inmersión en el espacio am-
biente, son representaciones no regulares; no son tampoco concep-
tos, según la acepción corriente, puesto que su significado no se
explica ni se demuestra, se muestra. Se muestra dibujando, cortan-
do o pegando.
Pero seña un error creer que esta superficie que no lo es, y ese
concepto· efectuado singula~ente en el espacio, esos mixtos, como
los llamaría Albert Lautman, 5 son la metáfora, buena o mala, de
la paradoja. No la ilustran, son su mismo ser. No se dirá que el
concepto del sujeto está ilustrado por la banda de Moebius, sino
-insisto- se enseñará la banda y, al cortarla por la mitad, se di-
rá: esto es el sujeto.
El artificio no designa el ser del sujeto, él lo es. Uno ya no lee la
representación, uno la practica y es esta práctica la que le da su

4 Como escribe J. Petitot en una introducción esclarecedora sobre la. geometrfa


hiperbólica:"( ... ) la superficie es abstracta en la medida en que no existe inmersión
regular. en despacio" (prefacio al libro de l. Herman, Parallélismes, Denoel, 1980,
p. xxxiv).
s A. Lautman, Structure et existence en mathématiques. Parfs, Herman, 1938, p .
107.
TOPOLOGERIA 55

sentido. El sentido está en el uso de la representación. Ahora bien,


ruando se dice uso, se dice también fracaso y fuga. Lo que se esca-
pa, cuando se trabaja con esos mixtos topológicos, es el cuerpo. En·
tendámonos: no el cuerpo como extensión ni como imagen sino co·
mo lugar parcial de goce: goce de la mirada y del tacto. Practicar
la topología significa tratar la representación con el cuerpo y, en el
mismo momento, inscribir esta práctica en el conjunto de nuestras
producciones fantásticas. Porque, ¿qué es el fantasma, si no una ac·
ción, un actuar hasta confundimos con lo poco de cuerpo que per-
demos?
A pesar de las objeciones que podría levantar esta aproximación
"dtnica"6 a la Topologerfa, tengo dos razones para insistir. Primera:
¿por qué no aplicar a nuestra práctica de la topologfa el concepto
de goce que empleamos en el trabajo con nuestros pacientes, y de-
cimos que la parte de goce que esta práctica comporta (mirada y
tacto) no es más que la transformación de aquella presente en la
cura bajo la forma del fantasma? Como si se pudiera hablar de
transmisión fantasmática de una práctica a otra. La topología que
trabajamos no escapa al dicho lacaniano: "no hay metalenguaje".
En otros términos, no hay lenguaje (ni siquiera el del manejo de
los seres topológicos) que no sea derrotado por el goce
La segunda razón concierne al imaginario de los psicoanalistas.
Parto del supuesto de que el analista que maneja con frecuencia es-
tos artificios consigue con ellos una familiaridad que puede acos-
tumbrarle poco a poco, si no a percibir, por lo menos a imaginar
hasta cierto punto' un espacio distinto, más próximo a la represen-
tación topológica de lo real psfquico. Tampoco se trataría de pre-
tender eliminar la intuición en aras de un supuesto formalismo to-
pológico, sino de transformarla. Y entonces, quid, el ejercicio de
la topología permitirla abrir el camino a un nuevo imaginario liga-
do a la experiencia del inconsciente.

Traducción de M. CARMEN MICHELENA

·"'
6
Término ~on el que Pierre Soury babia calificado nuestro proyecto durante una
discusión de este texto. '
IV. MÁS¿ ALLÁ DE LA DEMANDA
MARÍA TERESA ORVAl"IANOS

La muerte es un modo de ser que el "ser ahi" toma


sobre si tan pronto como es.

INTRODUCCIÓN

¿Qué es lo que aparece más allá de la demanda y más acá del go-
ce? Es el deseo. Es más allá de la demanda donde el objeto se cons-
tituye como objeto de deseo, interpuesto entre el sujeto y el goce .
Escribir sobre el más allá de la demanda seria escribir acerca de
lo imposible, desde lo imposible del deseo, de este deseo del Otro,
de este deseo inalcanzable e i!lnombrable que nos constituye como
sujetos.
Escribir sobre lo imposible e innombrable produce angustia, an-
gustia de quedar atrapado en el deseo del Otro sin poder nombrar·
se , la angustia sin nombre, ese significante que falta y que no
puede representar al sujeto ante otro significante.
Al mismo tiempo es el deseo del Otro que mediante su demanda
llama al sujeto a la existencia; demanda del Otro que es expresión
de su deseo. El sujeto existe porque el Otro le demanda que desee
su deseo, a partir del deseo se es, el sujeto se sostiene en el ser, de-
seamos y luego somos, el deseo como esencia misma del hombre,
perseveración en el ser, decía Spinoza. El sujeto deja de desear en
el momento mismo de la muerte y del goce.
El momento del goce es el momento en donde la demanda y el
deseo coinciden, momento instantáneo del orgasmo, que paradóji-
camente lleva a la fuente de insatisfacción más profunda , ya que si
se goza no se desea y si se desea no se goza.
En el goce el deseo pierde su continuidad; ·es por esto por lo que
el deseo es defensa ante el goce por medio del fantasma.
El goce está planteado como más allá del principio del placer y
se encuentra en el horizonte de la muerte; es ese lazo esencial con
la pulsión de muerte. La repetición se funda en un eterno retorno
al goce. La repetición supone entonces la pulsión de muerte, pero

• Martin Heidegger, El ser y el tiempo , México, FCE, 1967, p. 268.

[56]
MÁSALLÁDELADEMANDA 57

también la inminencia esencial del goce, ya que, sin el ~ce la pul-


sión de muerte pierde su sentido. Más allá del principio del placer
están a la vez la pulsión de muerte y el goce.
La pulsión de muerte es inherente al automatismo de repetición,
a esa insistencia repetitiva que es base del discurso psicoanalítico,
de ese inconsciente que escuchamos repetirse y cuya manifestación
es el síntoma. El síntoma en su paradoja pone límites al deseo y es
una forma del goce que arraiga en el cuerpo.
Las preguntas son: ¿qué se repite?, ¿puede plantearse la repeti-
ción como constitutiva del sujeto?, ¿es la repetición esencia de la
existencia del sujeto?
Se ·había dicho que es por _el deseo del Otro por lo que se consti-
tuye el sujeto, y si la repetición es constitutiva de éste, entonces se
plantea una primera interrogación: ¿cuál es , la relación entre el
automatismo de repetición y el deseo? El deseo inconsciente es in-
destructible y nunca está de más aclarar que no es el placer y el
disfrute de un bien, El disfrute de un bien es lo que protege contra
esa búsqueda que está más allá del principio del placer.
¿Dónde ubicar entonces el deseo y la repetición?
Trabajo que obliga a establecer una disección de ambos concep-
tos para intentar dar cuenta de ese discurso psicoanalítico que
emerge de ese diván tapizado de demandas insaciables y de
síntomas repetitivos, podrido de lágrimas, perfumes, orines, heces y
menstruaciones. Decía Nasio, que al final del análisis el analizante
debía repetir, pero repetir diferente o saber al menos qué repite.
La repetición está presente no sólo en el discurso psicoanalítico
del diván donde se representa desgarrado, sino también en el inten-
to de escribir este trabajo en donde se repite, con la impresión de
una escritura en circulo, para avanzar si acaso sólo un punto. ¿Es
la repetición de discursos, el de Lacan y el de Freud, por una par-
te, y el del paciente por la otra, lo que puede conducir a la articu-
lación teórica? ¿Es la repetición de la demanda del analista lo que
finalmente permite que aparezca su deseo como tal? '

1. RASGO UNARIO Y REPETICIÓN

El rasgo unario 1 es un primer punto de partida para entender


dónde se engancha el sujeto en el campo del deseo y la demanda, a

1
El rasgo unario (einzinger Zug) que Freud en Psü:ología. de las masas y análisis del
yo delinea como una de las formas de lo que él llama identificación secundaria, y Lacan
establece como el fundamento y el núcleo del ideal del yo.
58 MARIA TERESA ORVAl'ilANOS

panir del cual puede establecerse la repetición de la demanda en el


encadenamiento significante.
Para Lacan la repetición es la denotación precisa de un trazo o
rasgo (trai't) que despeja del texto de Freud como idéntico al rasgo
unario, al bastoncito, al elemento de la escritura de un trazo en
tanto que conmemora una irrupción del goce. Dice Laéan que en
este rasgo reside lo esencial del efecto de lo que es para nosotros la
repetición. 2
En el principio era el verbo. En el principio era el rasgo unario,
dice Lacan. 3
El rasgo unario como significante que tacha .en lo real, que crea,
que agujera, que corta en el espacio. En lo real todo es continuo,
caótico, sin cortes: es a panir de la introducción de este rasgo una-
rio originario en el sujeto cuando éste queda marcado y señalado.
Es un trazo, una huella, una hendidura que se inscribe sobre ese
real indiferenciado, constituyendo de esta manera una superficie,
pero la marca misma, el trazo(/), provoca una.pérdida en lo real,
el objeto a, objeto causa del deseo.
Esa hendidura que se inscribe sobre ese real caótico, sobre ese
cuerpo indiferenciado, introduce al sujeto en un mundo simbólico,
lo diferencia de ese real, pasa a ser sujeto tachado por este trazo y
por lo tanto sujeto dividido, atravesado por la barra, por el deseo
(del Otro).
El 1asgo unario es hecho por uno que se cuenta, uno que se cuen-
ta como diferente y deseante, pero, al mismo tiempo, este uno de-
seante pasará su vida repitiendo ese rasgo, esta búsqueda del rasgo
con el que está identificado.
Este rasgo unario es señal de lo que ha debido perder por ínter·
posición del orden simbólico para constituirse como sujeto.
El sujeto se identifica con aquello que le falta para ser y que está
en el campo del Otro, algo que falta al Otro, y es éste el núcleo de
la identificación y causa de la repetición.
Con este corte en lo real que lleva a un pérdida se produce en el
sujeto una identificación y se inicia una búsqueda infinita, metoni ·
mia de su deseo.
El sujeto, identificándose con el rasgo unario, recibe el signifi-
cante de la falta en el Otro (-<,0) y de lo que debe llegar a alcanzar
(ideal del yo). A partir de entonces se asiste al sistema de repeti-
ciones por medio de la demanda (S <> D). El sujeto se identifica roa
un significante, con el de la falta (S(A)), causa de su deseo.

2
J .. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI" , 22 de enero de 1969 (inédito).
3
J. Lacan, "La Identificación . ~inario IX", 1961 (inédito).
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 59

Es decir que el rasgo unario está ligado a la identificación y al


objeto perdido. Por otra parte, Lacan resume diciendo que este
rasgo unario está en relación con el goce , pues "el goce está dirigi-
do a un reencuentro y ese goce no podrá sino ser reconocido por el
efecto de la marca, y que esta marca misma introduce allí el
marchitamiento de donde resulta tal pérdida[ . .. ]". 4
Es decir que la repetición está fundada sobre un eterno :r;etorno
al goce, pero en la repetición se produce una pérdida a partir de la
cual surge la función del objeto a. El objeto a se desprende en el
momento en que el cuerpo es atravesado por el significante . El ob-
jeto a cae como efecto de la metáfora paterna, queda como el plus
del goce , como exceso, pero tampoco es el objeto del goce.
La repetición es asf la búsqueda de algo que ya estaba, de esa
marca inscrita sobre el real del cuerpo, cuerpo del goce, marca que
sexualiza ·al sujeto, que "marca como tatuaje, primero de los signi-
ficantes";5 es en esa repetición donde el sujeto se constituye como
tal. El cuerpo del psicoanálisis sólo existe retroactivamente una vez
que el objeto se ha desprendido del real del cuerpo.
Esta búsqueda de una marca que ya estaba está en relación, dice
Lacan, con lo que Platón desarrolló en el Fedón y en el Menón,
sobre el concepto de remint"scenda, algo distinto de la rememora-
cion. Platón en sus diálogos describe al conocimiento como recuer-
do. 6
En este sentido el concepto de repetición en Heidegger está rela -
cionado con la reminiscencia platónica pues, para Heidegger , la
repetición1 es la réplica que hace el Dasein ("ser ahí") a su propio
pasado como "siendo si"do". La repetición, escribe Heidegger:"[ ... ]
es la tradición expresa, es decir el regreso a posibilidades del Da-
sein como siendo sido". 8
Por otra parte Kierkegaard aclara el significado de repeti"dón
acercándolo a la expresión aristotélica quod qui"d erat esse , lo que

4
J. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI", cit.
5
J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminan"o XI
(1963), Barcelona, Barral Editores, 1977, p. 148.
6 "Ya que toda la naturaleza es similar y el alma ha aprehendido todo, nada impide
que recuerde una sola cosa (que es, por lo demás, lo que se llama 'aprender'), encuentre
en sí todo lo demás si tiene valor y no se cansa en la búsqueda, ya que buscar y aprender
no son más que reminiscencia" (Platón, "Menón o de la virtud", en Diálogos, México,
Editorial Porrúa, 1979).
7
Repetición en Heidegger- Wiederholung (como en Freud) que traduce Gaos por
"volver a andar el camino", véase la introducción hecha por José Gaos a M. Heidegger,
El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
8 /bid ., p. 74.
60 MARIA TERESA ORVA~ANOS

el ser era, que expresa la necesidad e inmutabilidad del ser, su re-


petirse.9
Este repetirse es un movimiento y también el recuerdo aparece
siendo el mismo movimiento de la repetición pero en dirección
opuesta. Lo que ha sido recordado es repetido hada atrás, es algo
que fue. Así, la repetición auténtica es recordada hacia adelante. 10
La repetición en Kierkegaard expresa de un modo decisivo lo
que la reminiscencia representaba para los griegos. Para los griegos
toda la existencia, lo que ahora existe, había sido ya antes. La
nueva filosofía, dice Kierkegaard, enseñará que toda la vida es una
repetición, con lo que quiere significar que la existencia, esto es, lo
que ya ha existido, empieza a existir ahora de nuevo. La repetición
es una nueva catfgoría que es preciso descubrir, en ella estriba la
belleza de la misma vida. El que elige la repetición vive de veras, y
el mundo jamás habría empezado a existir si el Dios del cielo no
hubiera deseado la repetición.
Si este Dios se. hubiera contentado con evocar todas las cosas en
su memoria , conservándolas en el recuerdo, no habría mundo; éste
subsiste gracias a la repetición, que es la realidad de la existencia .
Claramente se presentifica en Kierkegaard la relación entre el
deseo del Otro y la repeticipn.
La dialéctica de la repetición es sencilla, porque lo que se repite
ha sido anteriormente , pues de lo contrario no podria repetirse. El
hecho de que se repita algo que fue, es lo que confiere a la repeti-
ción su carácter de novedad .
Lacan se coloca entre esta perspectiva platónica que está basada
en la reminiscencia de las esencias eternas e inmortales y la concep -
ción kierkegaardiana de la repetición anticipada del futuro, y por
lo tanto acentúa el concepto de temporalidad e historia del sujeto,
"siendo sido" .
En este sentido, Lacan , haciendo referencia al sujeto definido
por su historicidad, nos dice: "[ .. . ] este límite está en cada instante
presente en lo que esa historia tiene de acabada. Representa el pa-
sado bajo su forma real, es decir no el pasado fisico .cuya existencia
está abolida[ .. . ] ni el pasado histórico en que el hombre encuentra
la garantía de su porvenir, sino el pasado que se manif¡'esta ¡'nvert¡'-
do en la repetidón. " 11

9
SOren Kierkegaard, R epetüion (Report by Constan/in Constantius) , edición y
traducción de Howard V. Hong y Edna H . Hong, Nueva Jersey, Princeton Univer-
sity Press, 1983.
IO /bid .
11
J . Lacan, "Función y campo de la Palabra", en Escritos 1, cit., p . 306 (cursivas
nuestras).
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 61

En 1914, Freud se refiere específicamente a la compulsión de re-


petición en "Recordar, repetir y reelaborar", aunque se sabe que
desde el inicio contempla la repetición en el síntoma.
En Más allá del principio de placer, en 1920, la compulsión de
repetición adquiere una conceptualización teórica definitiva en re-
lación con la segunda teoría de las pulsiones. La teoría
psicoanalítica descubre la pulsión de muerte a partir de los fenó-
menos de la repetición, repetición del síntoma, repetición de la
transferencia.
La compulsión de repetición, inherente a la pulsión de muerte,
da su estatuto · definitivo al sujeto del inconsciente y entra en
contradic;ción con el principio de placer. La compulsión ~e repeti-
ción es la expresión de una pulsión que va contra la vida, "depen-
de, a su vez, de la naturaleza más íntima de las pulsiones; tiene su-
ficiente poder para doblegar a] principio de placer, confiere carác-
ter demoniaco a ciertos aspectos de la vida anímica" . 12
Freud descubre la repetición a partir de la transferencia y a tra-
vés del paso del método hipnótico a la asociación libre, en la que, a
diferencia de la hipnosis, el analizante no recuerda nada de lo
reprimido, sino que lo acti1a, lo repite. u La transferencia se intro-
duce en el análisis bajo la máscara de la repetición, y la transferen-
cia no interviene sino como soporte de la repetición.
Eso que se repite es un significante, noción que le faltó a Freud
en su momento para evitar el biologismo de la pulsión de muerte,
pues cabe recordar que aquello a lo que se refiere como ~·transfe­
rencia", en el capítulo VII de La t"nterpretadón de los sueños, es a
la transferencia de representaciones, es decir a la transferencia de
significantes.
Freud opone la repetición al recordar y establece la relación
entre la repetición y el actuar (agieren). El recordar era propio de
la hipnosis, el repetir propio de la asociación libre. Para Freud la
repetición no es reproducción, esta última está en relación con la
catarsis.
Freud dice que la cura comienza con una repetición; 'como una
resistencia a recordar, se repite lo reprimido; la resistencia del suje·
to se convierte en repetición en acto, y a partir del establecimiento
de la neurosis de transferencia, la repetición (de los síntomas)
puede servir como material para el trabajo analítico, "[ ... ] no se

12
S. Freud, "Lo ominoso'" en Obras completas, cit. , t. XVII , p. 238.
u S. Freud, "Recordar, repetir y reelaborar" , en Obras completas, cit., t.XIJ .
62 MARÍA TERESA ORVAl'il"ANOS

puede ajusticiar (matar) in absentia o in effigie". 14


Para Freud, el principal recurso para dominar la compulsión de
repetición del paciente y transformarla en un motor para el recor-
dar reside en el manejo de la transferencia; mediante esta repeti-
ción pretende restituir la continuidad de una historia.
En 1926, en InMbicz'ón, síntoma y angustia, el factor fijador de la
represión es la compulsión de repetición del ello, en donde la inten-
sidad de la repetición es tan grande que la moción nueva no puede
sino obedecer a la compulsión de repetición. Más adelante adscribe
la compulsión de repetición como una resistencia del ello. 15
En Más allá del principi·o de placer, la compulsión de repetición
pone en tela de juicio al principio de placer, eso que, yendo hasta
el limite de su pensamiento , Freud llama la pulsión de muerte,
incluida en un nuevo dualismo como contrapuesta a la pulsión de
vida o Eros.
Es importante dentro de esta secuencia mencionar la relación
entre la compulsión de repetición, la pulsión de muerte y la reac-
ción terapéutica negativa.
La reacción terapéutica negativa se define por el agravamiento
de los síntomas, cada vez que, dado el progreso en el análisis,
podría esperarse una mejoría . Freud veía en la reacción te.r apéutica
negativa la expresión de un sentimiento de culpa inconsciente al
cual relaciona en 1924, en El problema económico del masoquis-
mo, con el masoquismo moral , 16 y que más adelante relacionaría
con la pulsión de muerte.
Por último , Freud hizo referencia al dualismo pulsional en el
capítulo VI de Análisis termiºnable e iºntermiºnable , poco antes de su
muerte en 1937 , en donde encuentra en Empédocles la afirmación
de su concepción de Eros .y Tanatos. Dice Lacan: "Empédocles pre-
cipitándose al Etna deja para siempre presente en la memoria de
los hombres ese acto simbólico de su ser-para -la-muerte. " 17

14
S. Freud , "Sobre la dinámica de la transferencia" , en Obras completas, cit .•
t. XII, p. 105 .
15 "Tras cancelar la resistencia yoica es preciso superar todavia el poder de la compul-

sión de repetición, la atracción d.e los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional
reprimido, y nada habrla que objetar si se quisiera designar ese factor como resistencia
de lo inconsciente" (S. Freud, Inhibición, síntoma y angustia, en Obras completas, cit.,
t. XX , p. 149).
16
"La tercera forma de manifestación del masoquismo , en cierto sentido la más im-
portante, sólo recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento
de culpa la más de las veces inconsciente" (S. Freud, El problema económico del maso-
quismo , en Obras completas, cit . , t . XIX, p . 167) .
. J. Lacan; "Función y campo de la palabra en el lenguaje del psicoanálisisº', en
17

Escritos 1, cit. , p. 307.


MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 63

Se hada necesario este pequeño desvío por la filosofia y por


Freud para esclarecer las diferencias entre recuerdo, rememora-
ción, repetición y reencuentro, este último en relación con el pla-
cer, que seria el reencuentro con la huella de un objeto anterior-
mente placentero. ·
Retornando a Heidegger, esta búsqueda del dasein de su propio
pasado, de su tiempo perdido como "siendo sido" , pareciera estar
en relación con el rasgo unario, ya que el sujeto, se habia dicho, se
funda en esta marca, ese primer significante unario que marcó la
huella, en esta diferencia, en este 1 (uno) "siendo si'do", que es la
búsqueda de lo que le falta para ser, aunque "el que deje de fal-
tarle algo de su ser significa la aniquilación de éste". 18 Cuando fal-
ta la falta es la muerte o el momento del orgasmo.
A partir del rasgo unario, a partir de la constitución del sujeto
como deseante, repetirá el sujeto lo que permita la asimilación con
el rasgo unario. En este sentido, el rasgo unario tiene un efecto
constituyente porque identifica al sujete como uno y como yo, lo
coloca en condición de deseante, lo escinde y lo aliena.
El rasgo unario ha marcado al sujeto que se pone a repetir con el
propósito de hacer surgir lo unario primitivo; por eso la f~mción de
la repetición en el inconsciente es lo que es buscado por el sujeto:
repite sin saberlo. De aquí en adelante todos los movimientos del
sujeto en su relación con el Otro serán para demandar a, el rasgo
unario como la brújula del deseo. Buscará el rasgo unario que lo
represente como integración y resolución de la carencia.
El rasgo unario engendra para el sujeto la cadena de los signifi-
cantes, engendra la cadena de las repeticiones y por lo tanto en-
gendra la d~manda y constituye el deseo.
Todas las cadenas significantes a partir de este significante una-
rio, que marca la diferencia en lo real , organizarán en el sujeto la
sucesión de demandas que constituyen el deseo en el Otro , y es con
el deseo del Otro con lo que el sujeto se identifica .
"Tomemos solamente un significante como insignia de esa omni-
potencia, lo cual quiere decir de ese poder todo en potencia , de ese
nacimiento de la posibilidad, y tendremos el trazo unario que, por
colmar la marca invisible que el sujeto recibe del significante , ena-
jena a ese sujeto en la identificación primera que forma el ideal del
yo."19

18 M. Heidegger, El ser y el tiempo, cit., p. 258.


19 J. Lacan , "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano",
en Escritos 2, cit .• p. 787.
64 MARIA TERESA ORVAlilANOS

Es decir que el sujeto se identifica con el rasgo unario que es la forma


en la cual llega al sujeto, como significante, la falta en el Otro, que
es lo que debe llegar a alcanzar y, por lo tanto, funda el sistema de
repeticiones y tiene un carácter idealizante: es el fundamento del
ideal del yo .
A través de este movimiento de sucesión-repetición de trazos de
uno más uno, más uno, como soportes de la diferencia y al mismo
tiempo en esta repetición de la demanda dirigida al Otro com() me-
táfora del rasgo unario, demandándole que venga a darle su unici-
dad significante, se estructura el sujeto por medio de la circuns-
cripción del hoyo central que corresponde al deseo en el Otro. El
vacío interno que es el deseo, es la falta, es el hoyo central, el ele-
mento impulsor del deseo, causa del deseo, a, es lo que permite
que la cadena de significantes se repita . Lo que engendra la repeti-
ción entre S1 y S2 es el hoyo central. El objeto a es la causa material
del deseo , pues a través de este vado el deseo es el desplazamiento
metonímico de Jos significl!lltes, de uno a otro y hasta el infinito.
La repetición de las demandas, movida por el deseo , cava el hoyo
que sostiene al propio deseo. ¿Cuándo deja de excavar el sujeto?
Cuando el cuerpo llena el hoyo cavado por el deseo, momento de
la muerte o el goce.
Son las representaciones imaginarias o los objetos del placer Jos
que vienen a taponar el hoyo abierto por el deseo, vienen a en-
terrar al deseo , lo interrumpen, le echan tierra. El fantasma no
colma el hoyo abierto por el deseo sino que lo obtura, lo cubre, y
pone de manifiesto la imposibilidad del encuentro del sujeto con el
objeto a , pero al mismo tiempo es a través del fantasma como el
deseo se manifiesta, se imaginariza, se escenifica, cubre lo reprimi-
do del <leteo: el fantasma es el correlato del deseo.

2 . DEMANDA DESEO Y REPETICIÓN

¿Cuál es la relación entre la demanda, el deseo y Ja repetición? La


función de la repetición en relación con la demanda y el deseo es
representada por Lacan por medio de fa topología tórica.
El sujeto tiene la estructura del toro. El toro representa la articu-
lación que traduce la relación entre la demanda y el deseo.
Las características topológicas del toro que llevaron a Lacan a
reconocer en éste (el toro) la estructura del sujeto son las siguientes:
el toro es una superficie orientable en forma de rectángulo que se
pliega sobre sí mismo , obteniendo un cilindro que es unido por los
extremos (figuras 1, 2 y 3).
MAS ALLÁ DE LA DEMANDA 65

c¿:--;s~,::~~~~========:;::::::::::::::::;t7"l

figura 1
4Y
-
3 4

N>

figura 2

figura 3

El toro está representado por dos vados, el vacío del espesor del
toro que es hueco y el vacío central~ La relación entre estos dos
vacíos configu ra dos tipos de círculos irreductibles que no pueden
topológicamente transformarse en un punto porque encierran un
vacío. Estos círculos son irreductibles en función de un límite que
demarca un exterior y un interior. El toro fácilmen te puede ser
expresado sobre una hoja de papel en dos dimensiones (figura 2).
Los dos vacíos del toro lo hacen irreductible a una superficie esféri-
ca y la esfera no puede ser transformada en un toro sin que realice-
mos un corte y un pegado. El vacío central del toro es un aspecto
sobre el cual Lacan ha insistido.
Tenemos que comenzar afirmando que el toro, en tanto quP asi-
milado a la estructura del sujeto, no está ya ahí; el toro se configu-
ra por medio dC' la repetición <le las demandas del sujeto que son
66 MARÍA TERF.SA ORV Al'ilANOS

significadas en el campo del Otro y es así como el sujeto llega a te-


ner la estructura de un toro.
La demanda es representada por los círculos que se repiten alre-
dedor del toro, con una doble vuelta, dentro del espesor del toro
que es hueco y alrededor del vacío central (figuras 4 y 5).

figura 4 figura 5

Esta repetición sucesiva de demandas va configurando un anillo


central, un vacío central (figura 5). Es la repetición la que va ha-
ciendo el movimiento de bobina que circunscribe este hoyo-central,
es decir que a partir del conjunto de demandas se va estructurando
el sujeto como una superficie tórica.
La superficie tórica se engendra por la repetición de las deman-
das, es decir que el sujeto se va configurando como efecto de la re-
petición permanente de la demanda excavando el agujero central
del deseo .
Es necesario que la demanda quede insatisfecha para que no se
cierre sobre sí misma y pueda repetirse ; que pueda repetirse como
significante .
El significante y la repetición quedan contenidos uno en el otro;
Lacan formula que no hay significante que se signifique a sí mis-
mo, dicho de otra manera, no hay Otro del Otro y la significación
sólo se produce a partir de la repetición de la doble vuelta dentro
del espesor y alrededor del toro.
Por medio de esta demanda re-petida y re-pedida el sujeto se ar-
ticula en la cadena significante, entre S 1 y S2 ; es a través de la ca-
d~a significante como aparece el desplazamiento metonímico del
MAS ALLA DE LA DEMANDA 67

deseo y las sustituciones metafóricas del síntonw.. El sujeto se cons·


tituye en la repetición significante por medio de la demanda; es así
como el sujeto es efecto del significante.
Para ejemplificar esto último, Lacan se refiere al Ubú de Alfred
Jarry: "Viva Polonia, señores, porque si no hubiera Polonia no
habría polacos." La demanda es la Polonia del signíficante. 20
La demanda no es demanda del objeto de una necesidad, es de-
manda del significante del deseo del Otro. La demanda de tal de-
seo, demanda de amor, es imposible de satisfacer. La demanda es
esa búsqueda eterna de eso innombrable e indestructible que obli-
ga al sujeto a repetirse.
Dicho de otra manera , en el momento en que el objeto no per-
manece como objeto de la necesidad, sino que aparece enganchado
en el movimiento repetitivo de la demanda, es la. repetíción misma
como tal la que deviene objeto de deseo.
Lo que se demanda no es el pecho como tal, pues en cuanto éste
es dado o rehusado, se transforma para el sujeto en significante del
deseo, "[ . .. ] need y demand para el sujeto tienen un sentido
diametralmente opuesto , y suponer que su empleo pueda ni por un
instante ser confundido equivale a desconocer radicalmente la inti-
mación de la palabra". 21
La única manera de poder tomar el deseo a la letra es distin-
guiendo entre la demanda y la necesidad.
La demanda se encuentra en la primera relación entre el niño y
la madre. Entre la demanda del sujeto (niño) y la demanda de la
madre, en el entrecruzamiento de esas dos demandas, se constituye
el deseo, en esa intersección de demandas como lo que no se puede
decir, como lo que no se puede pedir, como lo que no puede ser sa-
tisfecho .
La madre reconoce el grito del niño como una demanda, pero lo
interpreta sobre el plano del deseo : deseo del niño de comerla, de
que lo tome, de que lo mire, etc. Pero es la demanda del niño la
que se ha convertido en deseo materno. Es entonces por el camino
del Otro, el de la demanda del Otro, como el sujeto hace su entra-
da en el mundo del deseo - "el inconsciente es el discurso del
Otro" o "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" - , el
sujeto está colocado en el carnpo del Otro. Es decir que el sujeto es
un efecto de la demanda , que por medio de su demanda repetitiva
configura el deseo del Otro y la demanda del Otro lleva al sujeto a

20 J. Lacan , "La identificación. Seminario IX", 1961 (médito).


21
J. Laca n , "Función y campo de la palabra ... ", cit. , p . 28.5.
68 MARÍA TERESA ORVAÑANOS

la existencia, y desde ahí el sujeto organiza la satisfacción de sus


necesidades dirigiéndose al Otro como deseante, y en tanto que el
Otro es deseante, él puede devenir sujeto.
¿Qué demanda, qué repite? Decíamos, no puede siqwera nom-
brarlo, pide a, repite a, re-pide el objeto que al Otro le falta,
que no puede dar y es justamente por eso por lo que se lo pide,
porque es lo que el Otro no tiene, y está en relación con el signifi-
cante de la carencia, el falo. El falo marca lo que al Otro le falta,
el vacío; es la materialización del deseo puesto que aparece como
carencia; este falo está marcado por la castración, por un menos de
goce. Lo que se demanda al Otro es su a y nadie tiene su a, eso que
es nacido de lo real, vestido de imágenes y marcado de significan-
tes, es eso que debe ser demandado ahí donde no está.
La demanda es expresión del deseo y de la falta en el Otro, por
lo cual el sujeto es dependiente de la dell)anda del Otro y efecto de
su demanda. El sujeto es un corte hecho en lo real por su deman-
da, el sujeto es producto de ese corte, por eso decíamos que es el
toro lo que el sujeto configura. El deseo y la demanda estructuran
lo real.
Es importante distinguir entre el deseo y la demanda y cómo se
articulan; distinción que la clínica psicoanalítica nos obliga a ha-
cer , pues el error del neurótico es confundir la demanda con el de-
seo. Por otra parte la situación analítica es el lugar donde se habla
del deseo y su interpretación, pero éste no puede reconocerse si no
se articula en la demanda .
El deseo inconsciente se encuentra en la repetición de la deman -
da, mediante el movimiento de embobinado, de doble vuelta o en
forma de bucle. La articulación entre la demanda y el deseo y la
dificultad de distinguirlos se debe a la circunscripción que, por me-
dio de la repetición de la demanda, ésta hace del objeto del deseo.
El deseo es lo que soporta el movimiento circular de la demanda
siempre repetida , lo que _organiza la sucesión de todas las deman -
das.
¿Cómo articula Lacan el deseo con la demanda en el toro?
Antes de trabajar esta pregunta, es necesario hacer una des-
viación por el objeto a.
Mediante la repetición significante de la demanda se constituye
la superficie del toro. Los dos círculos irreductibles del toro son:
uno el soporte de la demanda y el otro el soporte del deseo. Lacan
nos ofrece un trazado que incluye a ambos (véase figura 6).
El significante establece un corte en lo real que, habíamos dicho ,
lleva a una pérdida; por lo tanto, al mismo tiempo que se constitu-
ye el sujeto y de un solo golpe. en esta repetición significante de la
demanda , i¡,u rge la falta, eso que Lacan denomina la 11ada fu11da- _
MÁ&ALLÁ DE LA DEMANDA 69

I
I
I
/
_.... /

---
/

figura 6

mental para distinguirla del vacio de la demanda, manque a etre


(falta en ser).
La nada fundamental concierne al objeto causa del deseo, el ob-
jeto a. Para Lacan es éste el lugar de la pérdida que introduce la re-
petición y surge la función del objeto perdido.
Se había dicho que el sujeto en su repetición pide a, pide algo en
el lugar de a , el objeto causa de su deseo que al Otro le falta, es d·e-
cir que el objeto a es lo que vemos surgir en el punto de , dp ~falleci­
miento del Otro, en el punto de corte dd significante .
A partir de la topología de los dos toros se puede apreciar al ob-
jeto a en el lugar de la zºntersección de dos nadas, al sujeto y al Orro
les falta (figura 17).
Por medio de dos toro!¡, es decir la ilustración de la relación del
sujeto con el Otro , Lacan muestra por una parte la articulación de
la demanda y el deseo y al mismo tiempo la irreductibilidad entre
éstos. Estos dos toros se concatenan uno con el otro , en donde cada
punto de uno tiene su correspondencia en el otro, es decir que el
círculo periférico de uno es el círculo central del otro. Dicho de
otra manera , el círculo que representa al deseo de uno es el mismo
que representa la demanda del otro y a la inversa.
Tenemos , por lo tanto, dos toros que se complementan perfecta-
mente en sus orificios centrales, de manera que un toro llena el ori-
ficio central del otro (figuras 7 y 8). Encontrándonos en una apa-
rente relación de simetría y complementariedad.
70 MARIA TERESA ORVAJ.'il~OS

figura 7 figura-8

Si se separan estos dos toros, encontramos:

figura 9. Toro 1 figura 10. Toro 2

Para que se puedan concatener uno y otro toros, es menester que


la curva o la vuelta que abarca el grósor del toro 1 abarque el agu-
jero central del toro 2. 'Esta curva da doble vuelta por un lado alre-
dedor del agujero central y dentro del espesor del mismo toro, abarcando
así el grosor de los dos toros y el vacío central de éstos (figura ·s).
Por tanto, una vez concatenados los toros, una de las curvas va
hacia la derecha y la otra hacia la izquierda (figuras 9 y 10).
En la figura 1 se representa el toro como una superficie oriep-
table en fonpa de cuadrángulo o rectángulo.
MÁSALLÁDELADEMANDA 7l

Para expresar en un cuadrángulo (llamado tórico) el corte de la


demanda y el corte del deseo, hallamos lo siguiente:

cortc2

corte l

figura 11 figura 12

Debido a que la vuelta es doble, dentro del espesor .del toro y


alrededor del agujero central, el corte se expresa en diagonal:

figura 13

F.ste corte comprende la doble vuelta de la demanda, de la cual


surge el deseo. Es doble vuelta porque al ser una demanda dirigida
al Otro -demanda de algo que tampoco el Otro tiene- retoma al
sujeto, es decir que el deseo se constituye por esta doble vuelta de
la demanda.
Al concatenarse los dos toros (figuras 9 y 10), una de las curvas
va hacia la derecha y otra hacia la izquierda: expresados estos cor-
tes en dos cuadrángulos tóricos encontramos lo siguiente:
MARIA TERESA ORVAl'1ANOS

figura 14. Toro l figura 15. Toro 2

La razón de expresar estos cortes en cuadrángulos tóricos es po-


der ilustrar matemáticamente la imposibilidad de la especularidad
del toro.
El toro permite a Lacan ilustrar, a diferencia de la superficie es·
férica, que ésta es una superficie irreductible a las superficies espe-
culares. Lo que caracteriza la especularidad es un giro de 180°. Es
decir que si por ejemplo se inviene un guante, se ha realizado un
giro de 180°; teniendo por otra parte la impresión de que es el mis-
mo guante, solamente que de guante izquierdo pasa a ser guante
derecho y viceversa. Ésta es la operación engañosa que hace el
neurótico. Éste en su búsqueda de a, el objeto causa de su de-
seo, se encuentra con i (a), es decir con la imagen de a. El sujeto se
engaña con su imagen en el espejo; sin darse cuenta de que quien
está en la imagen del espejo no es él, así como de que su oreja de-
recha en el espejo es su oreja izquierda. El toro es una esfera con
manija y no se puede realizar la misma operación de 180°, sino
que la operación al tratar de invertir el toro es de 90º , es decir que
si se le trata de dar vuelta, como al guante, se transformará en una
esfera con manija interior y para volver al punto de partida es ne-
cesario hacer un giro de 360° . Esto es fácilmente demostrable me-
diante los cuadrángulos tóricos, en donde si se gira 90º en cada
operación se obtiene Jo siguiente:

1I2J (ISJ [2J ISJiiIZJ


----- 4--

J
___,.,
- figura 16
__.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 73

El toro no reproduce especularmente la figura de la que se partió.


Esto es lo que permite a Lacan, en primer lugar, demostrar la
irreductibilidad entre la demanda y el deseo, lo que para uno ~e
manifiesta en el campo del deseo, para el otro se manifiesta en el
campo de la demanda. La demanda del sujeto corresponde al obje-
to a del Otro y el objeto a del sujeto deviene la demanda del Otro,
con la imposibilidad del Otro para responder a la demanda del su-
jeto y así el objeto a aparece entre la intersección de las dos nadas
en la concatenación de los dos toros. Al hacer el trazado de la con-
catena~ión de los dos toros con la doble vuelta tenemos lo siguiente:

figura 17

En fin , es en la articulación de los dos toros donde se muestra la


relación entre la demanda y el deseo, pero es la demanda en su re-
petición dirigida al Otro la que va a abrir un hoyo en el deseo del
Otro -el deseo del hombre es el deseo del Otro.
La demanda jamás se encontrará co.n el objeto de su deseo y el de-
seo jamás se encontrará con el objeto de su demanda , salvo en el
momento en que la demanda y el deseo coincidan, lo cual se da en
el momento del goce, o cabe también la posibilidad de representar·
se el encuentro del deseo con su objeto en lo imaginario, bajo la
forma del fantasma, donde se manifiesta el deseo como incompa-
tible. Lo imaginario es lo que no permite que el deseo se articule al
goce. El fantasma es el muro que impide que el deseo se articule al
goce.
74 MARÍA TERESA ORVAI'ilANOS

¿Y el síntoma? Ese real que no podemos aprehender, que se repi-


te en todas las formas .posibles , que se las arregla para sorprender-
nos y reaparece cuando menos lo esperamos; duro como un hueso
es el alma del síntoma, decía Lacan. Si algún beneficio se obtiene
del análisis es la introducción del sujeto en la dimensión del deseo,
único mecanismo por el cual puede salir el sujeto de su ubicación
en el goce del síntoma. Pero, ¿cómo introducir al sujeto en la di-
mensión del deseo, si es precisamente el síntoma el que pone límites
al deseo?
El síntoma pone limites al deseo; es la expresión de un automa-
tismo de repetición fallida y engañosa , manifestada por el goce del
cuerpo . El sintoma -en esa búsqueda de hacer pasar por los carri-
les de la demanda ·ro que es el objeto de su deseo: lo que no puede
demandarse, aquello que no tiene nombre y que no puede articu-
larse en la cadena significante- reaparece en lo real.
Dice Lacan: "La insistencia repetitiva de esos deseos en la trans-
ferencia y su rememoración permanente en un significante del que
se ha apoderado la represión , es decir donde lo reprimido retorna,
encuentran su razón necesaria y sufieiente, si se admite que el de-
seo del reconocimiento domina en esas determinaciones al deseo
que queda por reconocer, conservándolo como tal hasta que sea re-
conocido . " 22
Es decir que el síntoma muestra en lo real del cuerpo lo que no
ha podido ser articulado en la cadena simbólica.
El síntoma es el punto de encuentro de lo real con lo simbólico,
anudamiento de un cuerpo atrapado por los ganchos del significan-
te que, por medio del goce del síntoma en un cuerpo sufriente y
deseante , trata de suturar el hueco, el vacío abierto en lo real por
lo simbólico , por el deseo, y es el goce del síntoma el que pone
límites al deseo.
El síntoma es la metáfora del deseo con su carácter repetitivo, es
en su repetición donde como tal deviene objeto de d~.
El paciente habla por medio del síntoma; repite, demanda a tra-
vés del síntoma. "Es la verdad de Jo que ese deseo fue en su historia
lo que el sujeto grita por medio de su sintoma [ ... ]"23 Grita por me-
dio de su síntoma , manifiesta a través del síntoma las relaciones
imaginarias que éste guarda con su deseo.
El síntoma se resuelve con Ja interpretación, la palabra en vez

tt J. Lacan, "La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis", en


Escritos 1, cit. , p. 414.
23 J. Lacan, "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud", en

Escritos 1, cit., p. 499.


MÁSALLÁDELADEMANDA 75

del síntoma. Es la transformación de lo real por lo simbólico lo que


define a la praxis psicoanalítica como a toda otra praxis.
Concluyendo, se puede plantear que la repetición, estando más
allá del principio de placer, es al mismo tiempo la búsqueda y lo
que pone, sin saberlo, límites al goce, y es la esencia misma del de-
seo y el deseo es el ser del sujeto.
Es por medio de la repetición como el deseo se configura, deseo
de un objeto que pertenece al campo de lo real, objeto a. El objeto
a tiene vaior sólo porque es causa del deseo, vale por su falta, por
su ausencia. Se dice que el objeto a es la apuesta pagada por el su-
jeto en el origen para entrar en el juego, en la cadena simbólica .

3. MÁS ALLÁ DE LAS FICCIONES DEL AMOR

¿Cuántos hombres estarían enamorados si no hubieran


oído jamás hablar de amor?*

Lacan dice que toda demanda es en el fondo una demanda de


amor. La demanda pide al otro lo que el otro no tiene y el amor es
dar al otro lo que a uno le falta: el deseo es la respuesta a la de-
manda de amor.
Dame tu deseo, daqle lo que a ti te :·alta, dame lo que no tienes,
deseo insatisfecho, amor fallido. Amor que por ser fallido se preser-
va y se repite. En cada repetición, en cada demanda de amor, diri-
gida al encuentro con la Co a {das Ding) hay una pérqida, algo
que cae, un objeto a. Se ama al otro, en tanto que el otro puede
confundirse imaginariamente con el objeto a.
El amor preserva y prohibe el goce y existe gracias a este último.
Es decir que en tanto que hay búsqueda de goce, el amor se repite.
El amor se inscribe en una dialéctica del goce, siendo el goce lo
que va contra la vida. Dice Denis de Rougemont en El amor y Oc-
cidente que "Tristán e Isolda no se aman. Ellos mismos lo han
dicho y todo lo confirma. Lo que aman es el amor, el hecho mismo
de amar. Y actúan -como si hubiesen comprendido que todo lo que
se opone al amor lo preserva y lo consagra _en su corazón , para
exaltarlo hasta el infinito en el instante del obstáculo absoluto, que
es la muerte." 24

• Denis de Rougemont, El amor y Occidente, Barcelona, Editorial Kairós, 1979,


p. 178.
24
Ibid. , p. 43.
76 MARIA TERESA ORVA¡'i;¡ANOS

Este goce absoluto o goce del Otro es la muerte, la locura y/o el


orgasmo , en donde se produce la desaparición del deseo, el Jading
del sujeto. Schreber queda preso por su delirio en el goce del Otro.
En el instante del goce se anula la falta de la Cosa, el lugar del
objeto del deseo se vacía, el deseo desaparece, por eso el deseo y el
goce son antinómicos; el deseo es el efecto de lo imposible del goce.
La relación amorosa es una relación de don , en la que no se
puede dar sino lo que no se tiene; está constituida en el engaño, es
fantaseada a veces, soñada otras, novelada o inventada; tapa el
vacío y disimula la falta en el Otro, disfraza la castración de la pa·
reja de amantes engañándose ambos al colocarse delante del ser
amado como la causa de su deseo.
Para Christianne Olivier2 5 el amor esconde la soledad ir;eparable
descubierta en la fase del espejó. Dice que el amor es el intento de
volver a pasar el espejo en sentido contrario, es anular la diferen-
cia. Se podria añadir, anular la falta (¿de quién?) de la Cosa.
Es solamente a partir de la falta de la Cosa que la Cosa existe y
que el goce toma su estatuto y se crea el deseo y el objeto a. El oh·
jeto a marca la ausencia del goce absoluto y mantiene el mito de
este goce.
El mito del goce absoluto toma consistencia a partir de la fun·
ción del rasgo unario como soporte de la diferencia, que habrá de
sustituirse por la intervención de la metáfora paterna, es decir a
partir de la castración, ley del deseo, que el goce sea prohibido pa·
ra que pueda ser alcanzado.
La intervención de la metáfora paterna inicia la repetición de
aquellos significantes que han debido ser reprimidos por apuntar al
goce absoluto , el retorno de lo reprimido.
Lo que está más allá de las ficciones del amor, más allá del amor
fallido, es la consumación del amor . El momento de la consuma-
ción es el momento en que el amor se lleva a cabo, se consume; la
repetición llega a su fin, se alcanza la disolución subjetiva, la afáni·
sis del deseo , la muerte. Si-hay obstáculo, si hay repetición, si hay
pasión, el amor se preserva , no se consume.
La pasión del ser, según Lacan, es eso que está en la falta del
otro, pero si el amor se consume , es decir si se lleva a cabo, si se ex-
tingue, la pasión de amor se termina, no hay falta. Es el momento
en que uno de la pareja de amantes se convierte en estanque , para
que el otro se contemple, dejándose morir al inclinarse sobre sus

25
Christianne Olivier. Les enfants de focaste, París, Editorial Denoel./Gonthier,
1980, p. 126.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 77

imágenes. Dicho de otra manera, el momento en que la demanda y


el deseo coinciden.
Al morir la ninfa Eco, que no logró ser el objeto de la pasión de
Narciso, quedó su voz que repite; pero ¿qué repite?; repite una de-
manda de amor, una pasión de amor. Por eso, como dice Lacan,
hacer el amor es poesía y el acto de amor es sólo abordar la causa
de su deseo (objeto a).
El amor se hace en la repetición de la demanda de amor, esa de-
manda de amor que parte de la falta del Otro, pero que en su pa-
sión tiende hacia esa búsqueda de Uno, al mito de Andrógino. Así,
el amor suple la relación sexual: tal como el amor cort¡?s es la ma-
nera de suplir la ausencia de la relación sexual fingiendo que son
los otros quienes la obstaculizan, y lo central en el •amor cortés es
que el objeto se presente como inaccesible.
El deseo es el abismo entre el acto de amor y la poesía. El abis-
mo que está entre abordar el objeto causa del deseo y un signifi-
cante que sólo representa al objeto causa del deseo que no está. El
amor sólo se aborda a través del significante; el significante que
marca lo que al otro le falta, opera como organizador del amor,
dar al otro lo que uno no tiene.
a
El falo es el lugar que marca la falta en ser (manque étre) y del
otro y que posibilita el amor-pasión_
El falo es constituido como significante del objeto causa del de-
seo en la repetición de la demanda de amor y permanece indefini-
damt"nte como objeto de demanda al Otro que no puedt" dar sino
lo que no tiene_ El sujeto en cada repetición significante manifiesta
carencia de ser, eso que lo ha estatuido corµo sujeto: y el amor-
pasión. como marca del retomo de lo reprimido, se presentifica
eternamente bajo la forma dt" repetición significante en búsqueda
de una identificación con ese rasgo unario que, se había dicho, es
lo que falta en el Otro.
Si en la repetición de la demanda de amor, fundada en un eter-
no retorno al goce, se pide al Otro que colme aportando precisa-
mente lo que no tiene, surge entonces el falo como significante del
goce del Otro, es decir aparece el goce fálico.
El goce fálico por medio del significante captura y limita el goce
absoluto. aborda lo real imposible -del goce y es_la barrera que se
rstablece para que se llegue a gozar de una manera ilimitada_ Por
medio del guce fálico, en su relación de antinomia y de exclusión
con el goce del Otro. se hace el amor: hacer el amor es poesía. y
dice Lacan que lo que no es signo de amor es el goce del Otro. Así,
lo que suple la relación sexual es la demanda de amor. la repeti-
ción.
78 MARÍA TERESA ORVA~ANOS

Asi el impulso supremo del deseo desemboca en lo que es no deseo . La.


dialéctica de Eros introduce en la vida algo totalmente extraño a los ritmos
del atractivo sexual: un deseo que no decae, que nada puede satisfacer,
que rechaza incluso y huye de la tentación de colmarse en nues~ro mundo,
porque no quiere abrazar sino al Todo. Es la superación infinita, la aseen~
ción del hombre hacia su dios. Y ese movimiento es un movimiento sin
retorno. 26 ·

26 Denis de Rougemont, El amor y " ccidente, cit., p. 62.


V. ACTO ANALÍTICO: UNA ÉTICA FRENTE AL GOCE

ÁNGELES DE LA MORA

Pues la verdad se muestra allí compleja por esencia, hu-


milde en sus oficios y extraña a la realidad, insumisa a
la elección del sexo, pariente de la muerte y, a fin de
cuentas, 'más bien inhumana [ ... ]

J.LACAN*

Hoy quiero reflexionar con ustedes alrededor de lo que ha querido


decir Freud en su 3la. Conferencia de Introducción al psicoanáli-
sis: "Allí donde ESO era, mi deber es que YO Qe) venga a ser[ ... ]"
Enunciado freudiano que ha sido dejado de lado por algunas
corrientes del psicoanálisis contemporáneo o interpretado de mane-
ra equívoca y lejana al espíritu de Freud.
¿Adónde nos conduce este imperativo freudiano?; ¿en qué nos
concierne como analistas? Estas preguntas, de alguna manera,
implican un cuestionamiento acerca de nuestra práctica
psicoanalítica desde un punto de vista que apuntaría a situar la
función del analista como un ejercicio ético por excelencia, cuyo
punto central es la dimensión del deseo.
• ¿Cuál es la ética que pone en juego el psicoanálisis? No es la éti-
ca de la moral reinante regida por el poder y la moral de1 amo. No
es esa moral tradicional que exige una compatibilidad de nuestra
acción con las normas morales que imponen el orden de los poderes
y los bienes. Tampoco tiene relación alguna con los ideales de per-
fección que se deducen de una moral aristotélica , que todos de una
u otra manera conocemos y padecemos; y menos aún con esa moral
en la que se juega la más lustrosa oblación de la entrega al otro, el
bien del otro, la felicidad de una vida armónica; ese famoso
altruismo que a lo único que conduce es a una coartada para no
reconocer la angustia que el Otro inspira por no ser un semejante,
en tanto esa alteridad radical nos sumerge en la angustia más pro-
funda donde se juega justamente la castración.
Ahora bien, ¿a qué ética nos conduce el enunciado freudiano?
En torno de esto justamente va a girar la presente reflexión .

• J. Lacan, "La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis" . en


Esc:rüos 1, cit., p. 418.

[79]
80 ÁNGELES DE LA MORA

Freud habla del "núcleo de nuestro ser", 1 ese lugar imposible de


abordar y que al mismo tiempo me concierne como ser hablante,
porque ese lugar habla por sí mismo y habla a pesar de mí, en
contra de mí, y a veces gracias a mis equivocaciones, a mis errores
y aun mis mentiras.
Parecería que es a ese lugar del ser como imposible, al que yo
[je] debo advenir en cuanto sujeto. ¿Cómo pensar este advenimien-
to desde la clínica psicoanalítica? A veces fo interrogo desde la
problemática de las des-identificaciones que han precipitado al yo
[mm] en la historia particular de cada sujeto. En la cura analítica
-lo sabemos muy bien- el analizante, a medida que avanza el
análisis, entra .en nuevos circuitos donde reconstruye la historia de
cada identificación, su mecanismo, y aquello a lo que respondió en
su momento para que cristalizaran dichas identificaciones. Tal vez
esto tenga que ver con lo que Lacan llama "la segunda muerte", la
única que interesa al psicoanálisis, no la muerte donde se "rompe
el hilo de la vida", la deuda que todos tenemos que pagar a la na -
turaleza, sino la otra, una muerte subjetiva, aquella del orden de
un des-dibujamiento de ese lugar imaginado por los otros para que
sea posible que algo distinto advenga a Otro lugar.
Hasta dónde es posible llegar en Ja cura analítica a una des-
identificación radical, a esa "no identidad" de la que habla Lacan,
cuando justamente estas identificaciones tienen una función de so-
porte de la ilusión de ser y de armonía con el mundo. De ahí que
cuando hay un desvanecimiento de ellas se viva como una experien-
cia de muerte, "estar en vilo", sin sostén ante algo radicalmente
enigmático como es la Otredad. Es marcar el punto donde deja
Freud uno de sus interrogantes más acuciantes acerca de la castra-
ción en "Análisis terminable e interminable", donde se interroga
sobre los límites del análisis, en otras palabras hasta dónde es po·
sible que un sujeto en tanto analizante muera como un ser imagi-
nado y constituido por los otros para escribirse en Otro lugar dis-
tinto. ¿Qué es lo que haría que un sujeto abandone ese lugar
neurótico donde hace su fortaleza para no reconocer finalmente su
castración?
Uno escucha en el lugar del analizante esa pregunta que siempre
retorna: ¿a cambio de qué vale la pena abandonar ese lugar neuró-
tico que de alguna manera es la única vía que ha encontrado el
analizante para sostener su deseo?
Es irrenunciable abrir esta pregunta, sostenerla y pensarla desde
una dimensión ética del actuar analítico. Porque finalmente es pre·

1
S. Freud , La interpretación de los sueños, en Obras completas, cit. . t. Vil.
ACTO ANALÍTICO 81

guntarse por los dolores de castración que hay que asumir para pa-
gar esa única deuda que es con el deseo.
Y qué es el deseo sino aquello que nos sostiene como sujetos en la
trama significante, aquello que nos hace enraizamos en un destino
particular, aquellos que nos concierne por excelencia y lo único
que NO PODEMOS CEDER, como dijo Lacan en su seminario de la
Ética; ya que esa cadena nos golpea con insistencia, nosotros lapo-
demos olvidar, renegar y aun forcluir, pero el Significante "no nos
olvida" -aunque no sepa nada de nosotros-, insiste, irrumpe,
quebrándonos en esa ilusión de ser una unidad.
Lacan ha propuesto que de lo único que se puede ser culpable,
al menos desde ·1a perspectiva psicoanalític'!, es de "haber cedido
nuestro deseo".
Esta sentencia ética que sostendría la práctica psicoanalítica nos
lleva a reflexionar en torno al imperativo superyoico que ordena el
goce absoluto, esa figura "obscena y feroz" 2 que no quiere saber
nada de la castración. Esa figura obscena y feroz que se despliega
con un odio consistente ante la i·mposz'bilidad de ese goce absoluto,
ante la imposibilz'dad de esa fusión con el Otro, ante la imposibüi-
dad de abordar la verdad en forma total y definitiva, en pocas pa-
labras, ante la i·mposibüz'dad de ser. Esta imposibilidad es converti-
da imaginariamente en impotencia desesperada, en rabia mortal,
porque esta voz que exige el goce sólo quiere la muerte ahí donde y
solamente ahí es posible el goce absoluto.
Pensemos desde este lugar el problema del acting-out y del pasa-
je al acto . Si bien es cierto que el acting-out tiene que ver con el
deseo en tanto imposible a sostener, también es cierto que es algo
que se desencadena desde este lugar mortífero del superyó que
quiere borrar el significante que lo constituye como sujeto en rela-
ción con otros significantes para re-encontrar ese real primordial
imposible de escribir mediante una actuación que lo libere de la
cadena significante que lo sostendría como sujeto del inconsciente.
Afortunadamente su intento es un intento fallido en la medida que
en el actz'ng-out hay reconocimiento del significante, a pesar del
ataque a la cadena; pero en el pasaje al acto algo se pone en juego
más radicalmente: ya no se quiere saber nada del orden del signifi-
cante, es un atentado radical .contra el significante: se realiza el pa-
saje al goce absoluto y con ello la muerte del sujeto.
Parecería que estuviésemos en un callejón sin salida frente algo-
ce, sin embargo ante la exigencia del goce absoluto se escucha una

2 J. Lacan , "La dirección de la cura y los principios de su poder", en Escritos 2,


cit ., P.· 599.
82 ÁNGELES DE LA MORA

"voz de alto", 3 una voz que de alguna manera "recorta este goce in -
finito e imposible de escribir para que sea posible un goce parcial y
sustitutivo", 4 y con ello entramos al problema del goce fálico.
Recordemos que el Falo es el punto pivote que ordena y regula el
deseo. Si bien es cierto que hay un goce imposible de decir, impo-
sible de escribir, también es cierto que hay algo del orden de la
escritura que "cesa de no escribirse", 5 es decir que de tanto en tan-
to, bajo la modalidad de lo contingente, hay algo que emerge en el
enunciado del analizante, que entre-abre-lo-real para desaparecer
inmediatamente, haciendo posible que algo del orden del goce sea
posible de escribir como goce fálico. Entremos en más detalle: La-
can dice en el Seminario Aún que a lo más que puede llegar la cu-
ra analítica es a "escribir el Falo" (<P). a producir lo que 'él llama el
Significante Amo (S 1), un lugar desde donde sea posible una rela-
ción distinta frente al goce y frente a la v ~rdad. Un lugar "desde
donde ponerse en guardia" contra cualquier intento de creerse que
se está en posesión absoluta de la verdad toda; más bien, como
diría Lacan, aquella "del decir-a-medias" , 6 ya que cuando más cer-
ca creemos encontrarnos de la verdad es cuando más lejos está de
nosotros. De ahí que este "decir-a-medias" 7 sea un enigma, · una
verdad velada y revelada en el enunciado del analizante; "[ ... )es lo
que se evoca de goce cuando se rompe una apariencia [ ... )" 8 y esto ·
no tiene la frecuencia de lo cotidiano y lejos de plegarse a una se-
sión, a su duración o al período de un tratamiento , se cumple co-
mo un acto según la "modalidad de lo contingente"9 e indepen-
dientemente del tiempo cronológico.
Ahora bien, para que el Falo se escriba y sea el lugar articulador
del deseo con la ley simbólica, es necesario situar de entrada al su-
jeto que demanda análisis en la posición de analizante y es.t o tiene
que ver con la función del Sujeto supuesto Saber sostenida por el
analista.
Aquí llegamos al punto de la función del analista donde abriré
algunos interrogantes:
Si al inicio de este trabajo sitúo la función del analista en una di-

3
_ J. Lacan . Snninario Aiín. Barcelona. Paidós. 1981. p. 34 .
4
J. David Nasio . Notas d..t Séminario, Mé-xico , El Colrgio de Mé-xico. octubre de
1983.
5
J. Lacan. Seminano Aún. cit. . pp. 74 y 114.
6
/bid .. p. 125.
1
lbidem.
8
J. Lacan. "Literaterre·· (inédito).
9
J. Lacan, Seminario Aiín , cit., p. 114.
ACTO ANALÍTICO 83

rección ética que apuntaría al "núcleo de nuestro ser'', como ese lu-
gar que me concierne como ser hablante y al cual yo (je ) debo ad-
venir como sujeto, llego a una primera aproximación que abre a su
vez otros interrogantes:
Ese advenimiento a ese Otro lugar en cuanto sujeto del incons-
ciente es de alguna manera a lo que llevaría el análisis y por tanto
sería resultado de la cura, cumpliéndose bajo la modalidad de lo
contingente - lo cual es una dirección ética irrenunciable que nos
lega Freud.
Por otro lado, en ese advenimiento del sujeto en Otro lugar dis-
tinto -a ese lugar , núcleo de nuestro ser como imposible - ¿qué
hace que un analizante, a diferencia de otros, advenga a la función
de analista? En otras palabras, estoy preguntandu si la función del
analista es o no efecto del acto analítico; si también acontece bajo
la modalidad de lo contingente, y si es ése un lugar donde hay que
interrogar sobre el autorizar-se ético del analista.
¿Adónde apuntaría finalmente el ejercicio ético del analista?
Si lo pienso alrededor de ese núcleo imposible de decir, ese
núcleo de nuestro ser imposible de escribir, ¿a qué imposibilidad
me estoy refiriendo si no a la de "decir la relación sexual"?, JO que
Lacan piensa desde la modalidad lógica imposible: "Lo que no ce-
sa de no escribirse"; 11 ahora bien, parecería que lo que no cesa de
no escribirse es justamente la relación sexual ya que no hay signifi-
cante que represente mi sexo ante el Otro (ante los demás signifi -
cantes) y no hay significante que me represente como mujer, sólo
hay posibilidad de saber acerca de mi goce como goce fálico.
De ahí que "no hay relación sexual" , no hay significante que
represente el sexo de La mujer; de ahí que lo que supliría la no re-
lación sexual, como imposible de escribir, sería el goce fálico; no
hay relación sexual y lo único posible de escribir es el goce fálico
Y allí nos re-encontramos con el Falo en esta segunda vuelta: lo
único posible de escribir es el goce fálico y solamente desde ese lu-
gar nos es posible saber algo del orden del goce que se escribiría fu-
gazmente y de tanto en tanto.
Es alrededor de esta hiancia del sexo, este agujero del sexo, ya
que no hay significantes sexuales, donde se juega lo real del discur-
so psicoanalítico, y es ahí donde pregunto si la función del analis-
ta tiene que ver con encamar este lugar imposible como "sem -
blante"; 12 pero vayamos poco a poco: Lacan nos dice en el Se-

IO lbid., p. 96.
11
lbid. , pp. 74 y 114.
12 lbid .. p. 115.
'\
84 ANGELES DE LA MORA

mz'nario Aún: "No ha de creerse que en modo alguno sostengamos


nosotros al semblante [ ... )" 13 "Ni siquiera somos semblante. Somos
en ocasiones lo que puede ocupar su lugar y hacer reinar ahi
(¿qué?) el objeto a. " 14
¿Cómo aproximarnos a esta afirmación que hace Lacan respecto
al lugar del analista como objeto a?
Mencionemos algunos hitos para seguir pensando este problema
más adelante. Este lugar es un lugar que el analizante , durante la
cura, supone al analista como un saber sobre su goce -si lo pu -
diera expresar en palabras de analizante- : "ese lugar sabe todo
acerca de mi goce"; a medida que avanza la cura , ese lugar se va
deslizan.d o a: "ese lugar sabe algo de mi goce, no lo sabe todo, pero
algo sabe", puesto que hace posible, gracias al surgimiento del sig-
nificante, que se pueda metaforizar ese goce imposible de decir, de
escribir; si emerge el goce es porque emerge el Significante. Así,
hasta llegar a un punto en la cura - la destitución subjetiva de la
función del analista - donde el analizan te reconoce de alguna ma ·
nera que "ese lugar no sabe nada acerca de su goce": "Donde eso
habla, goza. Y no quiere decir que sepa algo" , 15 pero que gracias a
ese supuesto saber y a su destitución ha sido posible la producción
del sujeto deseante en una nueva relación con la verdad: que hay
un saber imposible de abordar, imposible de escribir; y que ese sa-
ber goza. con él como ser hablante: porque le hace decir cosas sin
saber lo que dice y porque además ese saber no sabe nada de él co-
mo ser hablante. En otras palabras: ESO nos goza, nos ignora como
sujetos hablantes y al mismo tiempo nos constituye como sujetos de-
seantes de algo imposible de encontrar.

13
Ibide.m .
14
Ibidem.
15
/bid ., p . 139.
VI. EDIPO VIENÉS

NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

a Mauricio Abadi

Pienso acometer ahora una emp~esa arriesgada sin estar seguro de


la originalidad de lo que voy a decir. Después de que Freud dijera
en 1920 que el complejo de Edipo era el shibbólet que distinguía a
los partidarios del análisis de sus oponentes, puede parecer que for·
mular reservas en cuanto a la importancia y la trascendencia de ese
complejo es colocarse en los límites mismos del discurso del psico-
análisis. ¿Cómo decir sibbólet cuando la pertenencia a la grey pare-
ciera depender de decir siempre y sin tropiezos el shibbólet? ¿Cómo
-si se llega a reconocer las insuficiencias teóricas y las nefastas
consecuencias prácticas de la doctrina del complejo de Edipo- in-
tentar quitar a este vano pueblo del diván y el sillón su emblema
fundamental? ¿Es que hay que presentarse con el (para nosotros)
poco convincente taparrabos de la denegación tal como alguna vez
lo hiciera Lacan? 1 ¿No es preferible seguir el ejemplo del fundador
y parafrasearlo así?: "Quitarle a un pueblo el concepto a quien
honra como el más grande de sus hijos no es algo que se emprenda
con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno pertenece a ese
pueblo. Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la ver-
-dad en beneficio de unos presuntos intereses corporativos, tanto
menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se puede
esperar ganancia para nuestra intelección ( .. . ]"
Relativizar el complejo de Edipo en el psicoanálisis parece una
iniciativa tan arriesgada como la emprendida por Freud con el
hombre Moisés, incluso si tal posición no carece de antecedentes.
El único atenuante que puede haber frente a la acusación de sacri-
legio que podría surgir es que semejante actitud es tomada dentro
de los estrictos marcos del método y del pensamiento
psicoanalítico, que es el resultado de una experiencia clínica, que
es compatible con una filosa reflexión del texto mismo de la obra

1
"No digo que el &lipa no sirva para nada o que no tenga relación con lo que
hacemos" O. Lacan, Seminario del 11 de marzo de 1970).

(85]
86 NÉSTORA. BRAUNSTEIN

de Freud y que se articula con el saber que desde otros campos nos
llega sobre el inconsciente y su relación con la cultura.
Poner a Edipo en la picota, otros lo han hecho. Deleuze y Guat-
tari en primer lugar, aunque desde fuera del psicoanálisis, desde
un utópico esquizoanálisis. Desmitificar a Edipo, sí, pero sin volver
a atarlo de pies (y manos) y arrojarlo con el agua de la bañadera.
Hay que desmitificar a Edipo pero, atención, no al mito que nos
llega en la tragedia de Sófocles sino a Edipo, el mito de hoy, de
nuestros contemporáneos, ilustrados o intoxicados por la difusión
de un psicoanálisis rebajado por el culturalismo o la psicología, un
Edipo reducido a personaje teatral cuyas hazañas y cuyos crímenes
han perdido ya el poder de conmover a nadie . .Para el proceso de
este Edipo hay que medir la distancia que separa al Edipo de Só-
focles del Edipo de Freud. Hay que descolocar al Edipo moderno,
reforrnular su mito, quitarle la cáscara de psicoanálisis simplifica-
dor, restablecer su lugar en la vida y en la obra de Freud y tam-
bién en el psicoanálisis, liberarlo de la chatura bidimensional a la
que lo hemos ido conduciendo por rutina y adentrarlo en la visión
estereoscópica que nos aportan la filosofía y la antropología.
Adelanto la primera de mis tesis: el complejo de Edipo no es una
conclusión, un punto de llegada, la culminación o el centro y
núcleo del psicoanálisis, o del (auto)análisis de Freud, o de la obra
de Freud o del psicoanálisis de nadie. Por el contrario, el complejo
de Edipo está al comienzo de todo eso, es el mito en tanto que his-
torieta, el cuento, el contenido manifiesto , lo que debe ser atrave-
sado y despejado, una pantalla imaginaria que resiste a la significa-
ción, una fantasmagoría. Corno dice Lacan: "El complejo de Edipo
es el sueño de Freud", 2 es el trauma originario del psicoanálisis, el
espectro que mantiene a los psicoanalistas oscilando entre el sueño
y el despertar, el sueño, el mal sueño incluso, del que hay que des-
pertar a los analistas para que pueda haber psicoanálisis.
Volver y re.volver a la práctica del análisis para que no se sequen
sus manantiales, para no justificar la crítica de los autores del An-
tiedipo cuando dicen que el psicoanálisis edipiza, que reduce el
drama del ser deseante a un teatrito burgués y anticuado de figuri-
tas y figurones que juegan a espantar pero que son domesticables y
tranquilizadores . El análisis edipizante es una caricatura del proce-
dimiento y la técnica de Freud, pero por eso mismo hay que pre-
guntarse continuamente por la distancia respecto de él. Si la crítica
fuese válida -y con frecuencia lo es- el psicoanálisis sería una
forma prevalente de la mistificación y el ocultamiento contemporá-

2
J. L1fan , Seminario del 18 de marzo de 1970.
EDIPO VIENÉS 87

neos, un ritual sucedáneo de la religión. El psicoanálisis es, al


contrario , develamiento de la falsedad del juego con los naipes
marcados del Edipo.
Es así desde el primer psicoanálisis, el de Freud, que se asienta
sobre el trípode de tres fechas que marcan no su culminación sino
el comienzo: l] julio de 1895, con el descubrimiento de la vía regia
en la noche del sueño de la inyección a Emma Eckstein; 2] sep-
tiembre ~e 1897, con el abandono de la teoría de la seducción : "ya
no creo en mis neurotica", y 3]•días después , en octubre, cuando
Freud proclama el único pensamiento de validez universal que le
ha sido dado: el de la generalidad de la situación edípica para los
humanos. Así comienza este análisis que desembocará unos 40 años
después en El hombre Moisés y la religión monoteísta - Una novela
histórica y que, en tanto proceso, puede ser descrito como el
progresivo desentendimiento de Freud con relación a Edipo .
Esto no puede quedar como una afirmación dogmática: hay que
colocar las fechas y los mojones renunciando a pretensiones de eru -
dición . Hay que mostrar cómo el complejo de castración toma la
delantera teórica sobre el complejo de Edipo y cómo éste, que sigue
recibiendo los homenajes públicos, va pasando a segundo plano .
El Edipo y la referencia a Edipo son constantes y guían todos los
trabajos y todos los análisis de Freud a partir de ese lejano 15 de
octubre de 1897. No obstante , la expresión "complejo de Edipo" es
usada por primera vez en 1910 , en la primera de las Contribu -
ciones a la pszºcología del amor. Mucho antes de eso tanto Dora co-
mo Juanito , para hablar de los casos publicados , fueron edipizados.
La expresión "complejo nuclear" ha aparecido antes, en 1908 , pero
no como expresión equivalente a complejo de Edipo , sino como re-
ferencia al hecho de que las corrientes más importantes de la vida
afectiva han sido reprimidas y el sujeto nada sabe de ellas . Sólo en
1913 , en T ót em y tabú convergerán las dos expresiones y se dirá:
"En el complejo de Edipo discernimos el complejo nuclear de las
neurosis. " 3
Es en cierto modo sorprendente que la referencia al complejo de
castración sea anterior a la referencia al Edipo como complejo. En
efecto, en ese subproducto del caso Juanito que es el artículo de
1908 sobre las teorías sexuales infantiles, después de dar cuenta de
la teoría de la universa lidad del órgano peniano que sólo puede
perderse por la operación efectuada por un adulto, apa rece la pri-
mera mención del complejo de castración , pocas líneas después d e

5 S. Freud. T ótem y tabú. en Obras completas, cit., t. XIII, p. 131.


88 NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

la primera referencia -en el ya apuntado sentido epistémico y no


edípico- al complejo nuclear.
Vale la pena decir que, antes aún de inscribir el nombre del Edi-
po, en 1909, en la Clark University, indicaba ya Freud una concep-
ción del mismo que lu~go habría de quedar más o menos sepulta-
da: este complejo no surge del niño sino que sus elecciones de obje-
tos eróticos en esta época "obedecen a una incitación de los padres
mismos, cuya ternura presenta los más nítidos caracteres de un
quehacer sexual, si bien inhibido en sus metas". 4 Esto tiene impor-
tancia en relación con disquisiciones que haremos más adelante
sobre el origen de los complejos y también por las discusiones ac-
tuales sobre la supuesta renuncia de Freud a la teoria de la
seducción. •
La expresión "complejo de castración", aun apareciendo antes,
lleva una existencia teórica marginal. Es una hipótesis entre
muchas que se derivan del caso de Juanito, una más entre las varias
cosas que el niño da que pensar al profesor. Sin embargo, la idea
de la castración es la que irá progresivamente tomando más peso
en un proceso que puede hacerse visible en relación con el Edipo
como el ascenso de un astro frente a la declinación de otro. Na-
cido en 1908, pasa los primeros años de su vida en el reino de ias
sombras. En un trabajo tan trascendental como la Introducción del
narcisismo (1914) y en el marco de un enfrentamiento con Adler
llega Freud a sostener que conoce casos de neurosis en que el
complejo de castración no desempeña papel alguno o ni siquiera
aparece. · Rotunda afirmación que tuvo luego que ser rechazada
expresamente, aunque en privado , en una carta dirigida a Edoardo
Weiss en 1926, en los términos más categóricos: "No sé en qué pen-
saba yo en esa época. " 5
La investigación progresa asimétricamente. El complejo de Edi-
po que se estudia es el del propio Freud primero y el de sus pacien-
tes varones después. Dora, la pobre, es vista como un varón pero al
revés . Su Edipo no puede ser otra cosa que un enamoramiento del
padre y una rivalidad hostil con la madre. Es imposible mirar de
frente a la castración tal como ella aparece de modo más patente,
menos oculto, en una mitad de la humanidad que en la otra.
Castración, sí , siempre que el espejo pueda desmentirla· (verleug-
nen) . Sosteniendo la posición simplista de una improbable simetría
entre el complejo de Edipo del varón y el de la mujer, no había po-
sibilidad de internarse de modo válido en los meandros de la dife-

4
S. Freud, Obras completas , cit. , t. XI , p. 43 .
5
S. Freud, Obras c<lf pletas, cit. , t. X IV , pp. 89-90.
EDIPO VIENÉS 89

renda psiquica de los sexos. Estos fenderos obstruidos que, al impe-


dir entender l<\ sexualidad de la mujer, impedían también entender
la del hombré,komenzaron a ser despejados con el articulo de 1917
Sobre las trasposi"ciones de la pulst"ón, en partt'cular del erott"smo
anal. 6 El pene, órgano real de la anatomía, puede ser sustituido
por una serie de equivalentes simbólicos (heces, dinero, regalo, ni-
ño) y toda esta operación de deslizamiento significante está subten-
dida \)Ot: la ecuación n\ñ.o = Fa\.o. La '1n\ve"\".'l.a\\ó.aó. ó.e\ '?~n.e \\.~\a
teoría sexual infantil puede ahora seguir sosteniéndose con sólo
aceptar este desplazamiento del deseo del pene al del niño. Los des-
tinos sexuales se organizan ahora de manera diferente para el
hombre y para la mujer a partir de un sirqbolo de valor universal.
No habrían de pasar muchos años antes de que la antropología vi -
niese a confirmar este descubrimiento clínico y no el'.peculat\vo del
psicoanálisis. Premisa de la universalidad del Falo y ecuación pene
= niño permitían entender ahora el complejo de castración femeni-
no, ligado a la envidia del pene y no a la angustia de castración
que encuentra su resolución más frecuente, aunque no la única ni
tampoco necesariamente la mejor, en la maternidad .
Llegados a este punto corresponde apartarse de los textos firma-
dos por Freud para colocar en su lugar un importante articulo , im-
portante tanto por lo que dice como por la influencia que habría
de tener en las investigaciones ulteriores, de Karl Abraham: "Mani-
festaciones del complejo de castración femenino" (1920). 7 El funda-
dor del grupo berlinés establece alli que las mujeres trasladan el
efecto de su complejo de castración a los hijos, tanto varones como
mujeres. Dice alli que ha podido observar, como todos los psico-
analistas después de él, que el complejo de castración de la madre
es más importante como causa del temor a la castraCión de los va -
rones que las amenazas de castración ocasionalmente proferidas y
que el papel decisivo en el establecimiento de la castración corres-
ponde al deseo materno y no a la influencia del padre.
Este pasaje por el deseo materno es un punto crucial y a menudo
descuidado en la evolución del pensamiento psicoanalítico, un pun-
to confirmado a cada momento en la clínica y un punto que , creo,
fue relativamente olvidado (en el sentido sintomático de la palabra)
y hasta malinterpretado por Freud en su célebre conferencia 33 de
1932 (1933) sobre la femineidad; donde inscribe la sorprendente
fórmula de que la relación de la madre con el hijo varón es "en ge -
neral la más perfecta, la más exenta de ambivalencia de todas las

6
S. Freud, Obras completas, cit. t. XVII , pp. II Sss.
7
K. Abraham, Psicoanálisis clinico, Buenos Aires , Hormé, 1959, pp . 259-283.
NÉSTORA . BRAUNSTEIN

relaciones humanas" , idea que aparecía allí por cuarta vez dentro
de la obra impresa de Freud, lo que muestra hasta qué punto lle-
gaba el arraigo de la misma.
Creo que no es difícil demostrar una particular ceguera (que
queden las resonancias míticas de la palabra) de Freud en este pun-
to. Esa incapacidad para integrar la hostilidad de ·la madre al hijo
varón se revela en todos los momentos de la obra de Freud , y son
muchos, en los que relata lo que para él es el contenido del mito de
Edipo, un texto que él conocía de sobra puesto que siendo adoles-
cente había obtenido un premio en el Gymnasium por una traduc-
ción que había hecho directamente del griego. En efecto, siempre
que Freud cuenta lo que Sófocles escribió, y que sigue siendo para
nosotros la fuente principal de acceso al mito, lo hace tergiversan-
do un texto inequívoco. La consecuencia de ello es que nuestra cul-
tura otra vez finisecular se alimenta de una versión incorrecta del
mito que llega a ser otro mito de Edipo, el freudiano, que es defor-
mación del primero por la acción del deseo de Freud, con la
influencia· que sabemos que ese deseo tiene sobre el deseo del psico-
analista.
Así es. Edzpo rey es un texto que, en ciertos puntos, carece de
ambigüedad. El oráculo había predicho a Layo que su hijo , de na-
cer, mataría a sus padres y no, como lo transcribe Freud, a su
padre . También es inequívoco Sófocles cuando establece que quien
mandó matar al niño sobre el Citerón, quien entregó el recién na-
cido al esclavo, no fue Layo sino Yocasta. También cae bajo un ve-
lo de silencio el final del drama cuando Edipo, advertido de que
Yocasta puede suicidarse, no hace nada por impedirlo y, más aún,
que -aquí sí el texto es ambiguo - si Yocasta se ahorca es instan-
tes antes de que llegue su hijo y esposo enfürecido y con la espada
desenvainada como dispuesto a cumplir materialmente , y no sólo
por omisión, lo predicho por el oráculo.
Vivimos , por lo tanto, en medio de relatos distorsionados y es és-
te, el Edipo vienés, el mito que forma e informa a nuestros pacien-
tes y no pocas veces a nosotros mismos. No es difícil pensar en las
posibles razones de esta tergiversación. De sobra conocemos el par-
ticular vínculo que unió a Freud con su madre hasta la muerte de
ésta en 1930, esa madre de la que nunca se separó hasta el punto
de llegar a pensar que él, pese a los avances del cáncer, no podría
morir si antes no moría ella y él le daba sepultura . De todos modos
no fue al entierro y envió a Anna, su hija , Antígona, como muchas
veces la llamó , para que lo representara .
No conocemos el Edipo tebano o ateniense sino el freudiano. Un
autor tan instruido como Serge Moscovici puede escribir: "Para
combatir el decreto ~l destino -morir por la mano de un hijo
EDIPO VIENÉS 91

que desposaría a su mujer, terminando así con la paternidad- La-


yo ha mandado matar a Edipo. Su madre trata de impedirlo.
Ella se opone a la ley del hombre quien, por su causa, se perderá.
Las opiniones de los padres son contradictorias, cada uno se esfuer-
za por alcanzar sus fines contra el otro por medio del niño. " 8 Sabe-
mos: lo difícil no es cometer el crimen sino borrar sus huellas. Sin
embargo el crimen de la deformación parece haber sido exitoso:
nuestro Edipo vienés ignora el deseo criminal de Yocasta, ignora el
odio de su hijo por saberse engañado por ella, ignora que ambos
acaban maldiciéndose y nos presenta una versión idílica de una
madre sin ambivalencia, que adora a su niño como la madona al
mesías, y de un hijo Edipo Sigismund que mata a su r.adre pero no
a su madre. Esta difusión de un mito tergiversado es el fluido en
que se baña nuestro discurso. Pero la verdad reaparece tanto ~n la
cultura como sobre los divanes. Reaparece como Clitemnestra, co-
mo la Reina de la Noche, como la reina Gertrudis, como Medea,
reaparece como la imagen de la madre fálica, como Pandora, co-
mo Lulú (¿Lou?), como el ángel azul, como lafemme Jatale, como
la bruja de la vida y de los sueños, más allá de la distorsión dolosa
que ha borrado el deseo magnicida y filicida de Yocasta.
Por cierto que no se trata de sustituir una imaginarización por
.:>tÍ"a de signo contrario sino de mostrar el carácter mistificador de
ambas y preguntarse por las fuentes de su eficiencia.
Inadvertidamente el psicoanálisis se ha complicado en la difusión
de un mito simplón donde coexisten la madre abnegada y el hijo
que la adora, allí donde el padre resulta ser el rival y el separador
de una relación que de otro modo sería de completud ideal. Lacan,
a diferencia de Freud, ha insistido en ese lugar central del deseo
criminal de la madre en el drama, tanto en la saga tebana (semi-
nario sobre la ética), como en Hamlet (seminario sobre el deseo y
su interpretación), como en todo análisis.
Antes de seguir en esta línea y de pasar a dar cuenta de este de-
seo, quiero retomar a pensar el itinerario freudiano. En 1923 el
trabajo sobre la organización genital infantil viene a completar la
teoría sexual y no como un aditamento sino como el eje que faltaba
para que pudiera girar la rueda de la sexualidad. En el principio
era un solo genital, el masculino, para ambos sexos, y una sola for-
ma del complejo de castración, que está enlazada con la pérdida de
los genitales masculinos. No hay en esta organización algo femeni-
no: la oposición impone la opción: genital masculino o castrado. El
primado genital es así primado del falo.

8
S. Moscovici._ Sociedad contra natura, México, Siglo XXI, 1975, p. 283.
92 NÉSTORA. BRAUNSTEIN

Ecuación simbólica falo = niño, complejo de castración materno


que decide la suerte del complejo de castración del niño y de la ni-
ña, y primado del falo que organiza el complejo de castración en
ambos sexos , son los tres pilares en los que se asienta el análisis de
la mujer y, por lo tanto, el análisis en general. Q.qe no ·se diga que
se analizó a mujeres (y a hombres) antes de 1923. A partir de ahora
todo lo que se había escrito y todo lo que se había elaborado en
materia de psicoanálisis debía volver a la fragua y al telar. Es aho-
ra cuando la problemática edípica pasa a segundo plano, pasa a
ser la imaginarización sobre personas (máscaras), sobre personajes,
de las vicisitudes del falo como significante . El sentido de expre-
siones como "hacer consciente lo inconsciente" o "restituir la histo-
ria llenando las lagunas mnémicas" deja de ser imaginario y pasa
a ser estructural. ¿Madre? No, no es una persona , es una posición
del deseo ante el significante fálico de la que derivan todas las
características atribuidas a esa persona y todos los episodios que se
pueden relatar de ella . Lo mismo para el padre.
Hay que volver a pensar la psicopatologia, hay que reescribir los
historiales clínicos, todo a la luz del complejo de castración y del
primado fálico. La obra aparece en 1926 y se llama Inhibición,
síntoma y angustia. Se puede, ahora sí, entender lo que quedaba
oscuro pese al subtítulo en el texto de 1919 y dar cuenta de "la gé-
nesis de las perversiones sexuales"_ El artículo se llama
"Fetichismo" y es de 1927. Se puede trabajar la especificidad de la
sexualidad femenina y los trabajos se suceden entre 1924 y 1933 sin
que quepa aquí detallar títulos y fechas. Finalmente, se puede en-
tender ahora de modo diferente la perspectiva de la actividad
analítica. Y es sobre el complejo de castración donde Freud termi-
na haciendo recaer el destino de cada análisis. Eso se llama Análisis
terminable y análisis interminable y empieza a leerse en 1937.
Del Edipo a la castración y, una vez con la teoría de la castra·
ción, es decir del lugar central del Falo como núcleo y fundamen-
to de la teoría, nuevo shibbólet que remplaza al anterior, las figu~
ras edípicas pierden relieve. El Edipo es interpretado y pasa a ser la
historieta , el contenido manifiesto de un sueño de Freud que marca
el camino a la vez que traba el acceso a lo que en él se juega: el
destino de la castración.
La sustitución es manifiesta. No por poco conocido resulta me-
nos revelador este párrafo de Dostoz·evski y el parricidio (1928): "Y
aun estoy seguro de que justamente el complejo de castración será
objeto de la desautorización más universal. No obstante, puedo
aseverar que la experiencia psicoanalítica ha destacado estas cons-
telaciones por encima de cualquier duda, y nos ordena discernir en
ellas la clave de toda neurosis" (\ XXI, p. 182).
EDIPO VIENÉS 93

La clave, 1a clave O.e1 comp1e]o nud.ear. "E). secreto no está en e1


Edipo, ese en el que las mujeres entran y del que los hombres salen
por la senda de la castración. Decir castración es una manera de
abreviar la referencia a la instancia simbólica del falo. La nueva
concepción del Edipo motorizado por el complejo de castración se
opone a las consideraciones madurativas, a la calendarización de la
sexualidad y a todo intento de hacer encajar los hechos de la
clínica psicoanalítica en términos de pre, intra, post o anedípico.
Así, y es la marcha de Freud, el complejo de castración llega a ser
la verdad del Edipo, su contenido latente, su razón de ser.
Primado del falo con su doble rostro de angustia de castración y
de deseo de maternidad que vectoriza el deseo humano en una
perspectiva de asimetría y de no complementariedao entre el deseo
del hombre y el deseo de la mujer. En menos palabras es imposible
decirlo: no hay relacz'ón sexual. No hay acuerdo sino conflicto entre
\o.,. d.e'O.eO'O. <ie un.o "j otra. \..a "\)U.hi6n. se'kua\ n.o e'<.tá <ie'O.tin.a<ia a \a
satisfacción plena y el resto qu~ deja el encuentro sexual anima al
deseo y se expresa en fantasmas que obturan la falta del hombre y
de la mujer.
Este pasaje del Edipo a la castración, del teatro a la e~tructura,
de lo manifiesto a lo latente es el psicoanálisis de Freud y es la his-
toria del psicoanálisis en este apres-coup que es el retorno a Freud
desde Lacan.
Para nadie es un secreto que para que el psicoanálisis naciera fue
necesario que Jakob Freud mu :iera y alimentase así los sueños de su
hijo poniéndolo ante los deseos parricidas. Conrad Stein9 propone
una interpretación iluminadora. si los deseos de Sigmund Freud se
avivan ante la muerte del padre real es porque estos deseos son los
de hacer depender la muerte del padre del deseo del hijo. ¿Se
ruega cerrar los ojos o -sólo un ojo de manera que el padre siga
vi(vi)endo? Porque si su muerte es una consecuencia del deseo del
hijo, bastará con que éste refrene sus deseos, como ya antes lo hi-
ciera, para que el padre sea inmortal y para que el propio hijo,
padre a su vez, sea inmortal también. El padre estaba muerto pero
no lo sabía ¿cómo podría saberlo sin que el golpe de la muerte ca-
yera también sobre el hijo?
Ese hijo que continuaría por décadas la obra de hacer inmortal
al padre. El texto se titula, !lespués y antes de muchos otros, Tó-
tem y tabú (1913), con la bizarra historia del asesinato y devora-
ción del padre de la horda primitiva que lo hace pasar de la ani-
malidad y del odio de su prole al estado de omnipresencia psíquica

9
C. Stein. L'lnconscient , núm. 5, París, pp. 59-100.
94 NÉSTORA. BRAUNSTEIN

y veneración, tornando imperecederos su deseo , su palabra y su ley.


Así es: en psicoanálisis no hay otro padre que el padre muerto, ese
ser simbólico que fundamenta los estatutos del padre ideal y del
padre real.
La historia de un hijo que toma relieves míticos en Tótem y tabú
pero que se manifiesta de mil maneras como una consumación del
parricidio sobre la Acrópolis, como una repetición del mismo en
Roma, como asentamiento progresivo . del mismo en cada sueño y
en cada escrito, como ejecución que no acaba de borrar las huellas
de su acción en la tergiversación ya señalada del mito de Edipo , de
un parricidio, en fin, que sólo acaba de perpetrarse en momentos
en que la muerte golpea a su ·propia puerta cuando, con la novela
histórica "del hombre Moisés" (1938), Freud lleva al extremo su
proyecto vital latente que llama por ahí "un ridículo delirio de
grandeza que en mi vida de vigilia he superado hace mucho " y que
es el pensamiento onírico subyacente al segundo sueño con el conde
Thun: "Es un disparate enorgullecerse de sus antepasados. Prefiero
ser yo mismo un antepasado, el fundador de un linaje. "w
El "ridículo delirio infantil" que lo lleva efectivamente a fundar
un linaje y del que nosotros, psicoanalistas, somos el efecto o quizás
el síntoma, tanto estando dentro como estando fuera de la
institución-iglesia que él fundó después de borrar a su antepasado.
A su antepasado paterno, a ese Moisés que resultó no ser ni judío
ni venerado sino egipcio y asesinado por el pueblo al que condujo
hasta el borde mismo de la tierra prometida pero que él no alcanzó
a pisar. Quitarle el antepasado a su pueblo, matar al padre de las
devociones y ocupar su lugar, ser su propio antepasado ¿qué es?,
¿qué es sino inmortalizar el deseo de la madre que hace de su hijo,
de su metonimia, de la carne de su carne, el disolvente que tacha
la metáfora paterna, que tacha la tachadura de su deseo?
Enfrentamiento del padre y la madre, del hombre y la mujer,
del P.adre y el ancestro de la madre al que ella debió renunciar por
la ley del intercambio de mujeres que es el motor del conflicto
edípico y del enfrentamiento imaginario del padre y el hijo que
oculta la continuidad entre ambos en ese proceso que hace que de
un rey nazca un rey y que de un padre nazca un padre, rostro defi-
nitivo de la astucia de la razón.
Obra de Freud que es trabajo del parricidio inscrito en el campo
de la oposición del deseo del hombre y de la mujer, donde el "yo".
demuestra diáfanamente su dependencia respecto del deseo del
Otro. Si el deseo es el deseo del Otro, no hay modo de entender na-

10
S. Freud. La int¡¡_/Jrelación de los sueños, en Obras complelas, cit., t. v. p . 433 .
EDIPO VIENÉS 95

da del deseo sino después de haber respondido a la pregunta por el


deseo de ella: ¿Qué quiere ella?, ese deseante primero que organiza
el ciclo de demandas, deseos , repeticiones, tachaduras, existencia .
Y, si los fundamentos expuestos son válidos , si el deseo de ella , la
madre, gira en torno de su complejo de castración por haber cedi-
do grupo de pertenencia y apellido a cambio de la promesa de un
hijo que le restituirá lo que la ley le prohibe y le quita , entonces ese
hijo d eberá ser el terreno de un enfrentamiento entre su deseo y el
nombre del Padre. La sustitución de uno por otro que Lacan
muestra de modo algebraico dista de ser un proceso pacífico que
concluye fácilmente sin vencedores ni vencidos y sin resentimiento .
Se entiende en la -teoría más fácilmente de lo que se admite en la
vida esa doble tachadura del deseo materno por la que el falo es
significado al sujeto como aquello que es evocado por el nombre
del Padre. El éxito de la metáfora paterna depende de la oblitera -
. ción por el sujeto del deseo de la madre (en los dos sentidos subjeti-
vo y objetivo del "de" la madre: de ella y por ella). Ésas son las
reglas del juego: la madre tiene un hijo en función de su deseo, pa-
ra lo cual el hombre ha .sido un instrumento más o m enos descar-
table (Freud , 1917) y este hijo sólo podrá acceder a la existencia,
dice la teoría, si cancela el deseo de la madre.
La virtud de la formulación de Lacan de la metáfora paterna
consiste en destrozar los efectos de escenario y butaca , la armadura
teatral con que este proceso de subjetivación se manifiesta. Pero la
presentación algebraica no debe hacernos perder de vista q ue lo
que cae bajo la tachadura de la metáfora paterna , lo que está en la
base de la represión originaria es nada más y nada menos que el
deseo de la madre. Es su deseo lo que habrá de ser borrado para
que el hijo viva en la sociedad humana, para que sea un miembro
de la polis.
Mucho se ha hablado sobre el fracaso de esta metáfora , sobre los
efectos devastadores de la forclusión del nombre del Padre en la
estructura , de la carencia de este significante primero al que .
habrán de sustituirse los demás en la cadena significant-e. Bastante
es lo que sabemos o creemos saber sobre el efecto psicotizante que
tiene para el sujeto el quedar atrapado en las redes del deseo ma-
terno. Pero mucho menos es lo que se ha reflexionado sobre el éxi-
to de la metáfora que corta y se interpone en la metonimia mater-
nofilial. Quiero referirme al efecto de esta operación metafórica
sobre la subjetividad de la mujer cuyo deseo fálico es sustituido por
un hijo y este hijo, que para ella debiera conmemorar su deseo , es
empujado a la represión del mismo.
De esta exposición podría derivarse un discurso patético sobre el
triste destino de la mujer, víctima de la dominación masculi na .
96 NÉSTORA. BRAUNSTEIN

Nada de eso. No es cuestión de tomar partido o de atacar o de jus-


tificar sino, al contrario, de desimaginarizar y de pensar en térmi-
nos estructurales. El deseo de la madre es sometido por la represión
originaria .. ., es decir, se perpetúa y se hace indestructible, pues eso
reprimido es lo que eternamente regresa, la fábrica de los sueños,
de los discursos y de las obras humanas.
Represión que no es desaparición , perdón ni olvido, es presencia
constante en conflicto con lo represor. Si el deseo de la madre
queda silenciado es, ni más ni menos, para engendrar todas las
simbolizaciones que son, en última instancia, simbolizaciones del
Falo.
Esto permite repensar la doctrina de la bisexualidad más allá de
sus espurios orígenes en el delirio del otorrino de Berlín. Bisexuali-'
dad es la doble faz del deseo del hombre y de la mujer en la consti-
tución subjetiva de uno y otra; es bisexualidad del deseo, es meto-
nimia materna y metáfora paterna actuando de consuno en la gé-
nesis del deseo y engendrando un sujeto dividido entre el deseo de
la madre y la Ley del padre.
· De todos modos, la mujer debe aceptar que su deseo sea borrado
de la faz de la conciencia y que quede latente, actuando desde la
oscuridad de la noche. Este destino de la mujer no puede ser acep-
tado sin reservas. El hijo que prometieron a su deseo le será arreba-
tado y entregado al intercambio, entrará en el mercado. Su deseo
puesto en ese hijo será rechazado hacia el. inconsciente. Creo que
aquí reside el fundamento de ese resentimiento de la mujer hacia la
cultura que Freud observó cuando analizó el malestar de ésta. Hay
que decir -y éste es otro punto al que quería llegar- que en esto
Freud no innova, no hace sino seguir, a sabiendas o no, y de modo
más bien sinuoso y hasta desteñido, los pasos de un brillante ante-
cesor: Hegel.
Así es. En el sexto capítulo de la Fenomenología del espíritu el
filósofo sostiene que el espíritu es la realidad ética, la esencia ética
real que es fundamento y punto de partida del obrar de todos, del
pueblo y del individuo. Ahora bien, esta realidad ética del espíritu
no se manifiesta nunca en su plenitud sino que aparece siempre
desdoblada, escindida, como una sustancia ética diferenciada que
responde a dos leyes diferentes. La eticidad, que es una, se disocia
en dos potencias contrapuestas, la ley humana y la ley divina y ca-
da uno, cada individuo, como autoconciencia, como conciencia de
sí y para sí se adscribe a una sola de estas potencias y desconoce a
la otra. Esta disociación de la conciencia con desconocimiento de
una de las partes del todo del espíritu es una oposición entre el
mundo humano, el de la comunidad general, el de la ciudad, que
es el de los hombres, y el mundo familiar, singular, obediente a
EDIPO VIENt.s 97

una ley divina, que es el de las mujeres. De un lado la polis, el Es-


tado, el pueblo, la apetencia de poder y riqueza, el bien común
por encima del individual y del otro la familia, la preocupación
por lo singular, el predominio de lo particular sobre lo general, de
la consanguinidad sobre los intereses prácticos.
De un lado el Estado, la ley, la violencia, la guerra y la muerte.
El mundo marcial de los hombres. Del otro io doméstico, el amor
por el consanguíneo, la piedad, el cuidado por los muertos que ·hay
que arrancar de la naturaleza y transformar en una memoria y en
un nombre que deben conservarse. El mundo venusino de la mujer.
De un lado el derecho humano cuyo contenido es todo el pueblo.
Del otro el derecho y la ley divina que se centran sobre el individuo
singular. Entre estas dos leyes y entre estos dos mundos no hay un
acuerdo natural sino una oposición que engendra el movimiento y
el tránsito de uno a otro.
Los términos son de Hegel: un reino es el del sol, el de la ley de
arriba, el de la conciencia, ·el de la comunidad. Frente a él se yer-
gue la ley de la tierra, de lo oscuro, de lo inconsciente. No es
-esto debe quedar claro- la oposición de lo natural femenino con
lo cultural o espiritual masculino. No es una dialéctica entre la fisis
y el logos. Para Hegel las dos leyes son éticas, son el resultado de
una disociación del espíritu.
La relación entre el hombre y la mujer como esposos está mar-
cada por la apetencia natural y aparece como un mutuo recono-
cerse de las conciencias que no se incluye íntegramente en el or-
den de lo ético. Este reconocimiento del esposo y de la esposa al-
canza su realidad en un otro que no es ninguno de ellos dos sino el
hijo donde la relación entre ambos desaparece. De todos modos
tampoco el hijo es el lugar de ningún acuerdo porque entre los
padres y el o los hijos también hay conflicto y extrañeza , ambiva-
lencia diríamos ahora con un vocabulario más técnico pero no por
ello más exacto. Y esto porque los padres encuentran en los hijos a
sus enterradores, la manifestación de una realidad irrecuperable
que se les escapa, mientras que los hijos ven en los padres a ese otro
llamado a desaparecer que es un adelanto de su propia transito-
riedad C'1tstaba muerto pero no lo sabía").
Para Hegel lo femenino ti~ne una esencia interior que no radica
en la luz de la conciencia sino que es lo divino sustraído a la reali-
dad. La mujer busca la quietud y el apaciguamiento, en tanto que
el hombre, como ciudadano, es la fuerza autoconsciente que tiene
el derecho a la apetencia a la vez que es libre respecto de ella.
Así, de los hijos, el varón abandona lo inmediato y elemental y
pasa de la ley divina a la ley humana en tanto que la muchacha se
convierte en directora de la casa y guardiana de la ley divina. "De
98 NtsTORA. BRAUNSTEIN

este modo, ambos sexos se sobreponen a su esencia natural y se


enfrentan en su significación ética como diversidades que dividen
entre ambos las diferencias que la sustancia ética les da." Pero
entre ambos sobreviene una oposición que arraiga en lo natural y
que toma la significación de un destino ético.
Entre las dos leyes y los dos universos hay, sin embargo, conti-
n_uidad. Comunidad y familia se complementan y es en situaciones
de crisis cuando aparece la fractura entre ambos mundos. Hegel lo
ilustra con la tragedia de Antígona según el texto de Sófoéles. El
conflicto, el.desequilibrio, aparece como desigualdad y la función
de la justicia es restaurar la igualdad. La justicia no tolera la pre-
potencia sobre lo singular, pone en marcha las fuerzas vengadoras
subterráneas de la ley divina. Los derechos de la individualidad
entran en oposición así con los de la comunidad y propenden a re-
cuperar el equilibrio. Las dos esencias del ser singular, masculina y
femenina, se compenetran y se confirman recíprocamente. Es decir
que, para Hegel, hay oposición entre el reino de los hombres y el
de las mujeres, pero de esta concepción andrógina del espíritu sur-
ge, al fin de cuentas, un acuerdo y una reunión . En el pensamiento;
de Hegel hay conflicto, pero también , a la larga, hay relación
sexual.
El desequilibrio , ése es el tema de la tragedia. Contraposición de
la voluntad universal y la sangre de la familia. Este enfrentamiento
es una consecuencia del hecho, del hecho histórico . "El hecho
transforma la organización quieta y el movimiento estable del
mundo ético." Con "el hecho" las dos leyes tienden a anularse
recíprocamente y se pone en movimiento el terrible destino que de-
vora tanto la autoconciencia del hombre como la de la mujer. La
conciencia tiene que optar y opta por pertenecer a la ley propia de
uno u otro sexo. La división sexual asigna un sexo a una de la leyes
o, a la inversa , las dos potencias éticas se dan a sí mismas en cada
sexo su ser allí y su realización. Ante el hecho, para la conciencia,
sólo una de las leyes es la esencia y excluye a la otra . La autocon-
ciencia no advierte la igual esencialidad de ambas leyes. Se produ-
ce entonces una colisión desventurada donde la ley común tiende a
imponerse por la fuerza o el individuo tiende a engañar esa ley (la
de la comunidad). En este conflicto sólo se percibe la razón de un
lado y el desatino del otro. Se produce un choque entre las poten-
cias del día y de la noche, entre la ley y el delito, entre lo sabido y
lo no sabido, entre lo consciente y lo inconsciente, entre la auto-
conciencia ética del hombre y el derecho divino representado por la
esencia femenina . '
La conciencia singular es masculina o es femenina . Ella no
puede dejar de entrar en confli ~o con la esencia ética que es
EDIPO VIENÉS 99

doble, masculina y femenina. Al obrar se actúa de acuerdo con


una de estas dos modalidades, de manera que la realidad opuesta
aparece como una realidad desconocida y negativa. Pero no por
desconocida inactiva. La acción de la autoconciencia se transforma
en culpa y la culpa toma la significación del delito por haberse
inclinado por una ley y renunciado a la otra infringiéndola con el
acto. Ésa es la desgracia. No hay obrar inocente pues el obrar es,
en sí mismo, este desdClblamiento de la conciencia y esta traición.
"Sólo es inocente el no obrar, como el ser de una piedra, pero no lo
es ni siquiera el ser de un niño." Esta formulación de Hegel es sen-
sacional cuando la leemos a la luz del psicoanálisis. Si se actúa, se
actúa de modo culpable porque, una de dos, o se ma,nifiesta en tal
obrar el encadenamiento significante hecho a partir del nombre
del Padre y, en tal caso, se traiciona esa Ley que es fundamento
del inconsciente y es la dictada por el deseo de la madre, o se actúa
~e modo criminal, esto es, según el deseo de la madre y violando la
Ley del Padre. Toda acción es una traición como consecuencia de
la división sexual. La bisexualidad es ética y el conflicto es intra -
subjetivo, remite a la Spaltung o tachadura del sujeto. Una de las
dos leyes enfrenta a la otra y la que es transgredida se vuelve hostil
y clama venganza.
¿Por qué no descalificar estos argumentos como una pura espe-
culación filosófica? ¿Por qué no negar a estos razonamientos valor
de verdad? Podría sostenerse, por ejemplo, que este conflicto de las_
dos leyes no es tal para el sujeto mismo de la acción, de una acción
con la que él se compromete en uno u otro sentido pero descono-
ciendo cuál esencia se ha disociado de la corriente principal de
la conciencia y ha sido traicionada. La objeción sería superficial
para el psicoanalista que respondería que el saber es inconscien-
te. Mas no sólo para el psicoanalista porque el saber es incons-
ciente no desde Freud sino desde el mismo Hegel. Véase si no este
concepto del saber inconsciente en la diafanidad de las líneas que
siguen y cuya referencia es, claro está, el drama de Edipo: "Ante la
acción sólo aparece a la luz del día uno de los lados de la decisión
en general; pero la decisión es en sí lo negativo, a lo que se enfren-
ta un otro, extraño para ella, que es el saber. Por tanto, la reali-
dad mantiene oculto en sí ~l otro lado extraño al saber y no se
muestra a la conciencia tal y como es en y para sí - ante el hijo no
se muestra el padre en quien lo ha ultrajado y a quien mata-, no
se muestra la madre en la reina a quien toma por esposa. Ante la
autoconciencia ética acecha, de este modo, una potencia tenebrosa
que sólo irrumpe una vez consumado el hecho y que sorprende in
fraganti a la autoconciencia; pues el hecho consumado es la oposi-
ción superada,__ del sí mismo que sabe y de la realidad que se enfren-
100 NÉSTORA. BRAUNSTEIN

ta a éL Lo que obra no puede negar el crimen y su culpa; el hecho


consiste en poner en movimiento lo inmóvil, en hacer que brote lo
que de momento está encerrado solamente en Ja posibilidad, enla-
zando con ello lo inconsciente a lo consciente, lo que ºn o es al ser.
En esta verdad surge, pues, el hecho a la luz del sol; surge, como
algo en que lo consciente se conjuga con lo inconsciente, lo propio
con lo extraño, con la esencia desdoblada cuyo otro lado experi-
menta la .c onciencia, experimentándolo también como el lado suyo,
pero como la potencia infringida por ella y convertida en su ene-
miga. "11
El saber reprimido es una potencia tenebrosa que acecha al ac-
tuante y cae sobre él apres-coup, retroa.ctivamente, después de la
consumación de la acción y frente a esta acusación que no necesita
de fiscal no hay evasión posible. Edipo es inconsciente pero no por
ello menos culpable que Antígona, quien comete su delito a sabien -
das tanto de la infracción como del castigo al que ninguno de los
dos podría escapar. Es más, acá puede captarse la significación de
una diferencia: Edipo transgredió la ley sin saberlo, el castigo es un
autocastigo; Antígona comete su crimen con conciencia plena del
delito, a ella la castiga la ciudad, la comunidad que fue ofendida
por su acción. Dice Hegel que la culpa de Antígona es más pura
porque conocía previamente la ley y la potencia que desafiaba. Yo
no estoy seguro de ello. "Pureza" de la culpa , ¿para quién?
Antígona sabe y dice que su obrar criminal es desafío, sí, a la ley,
pero invoca , y esto es lo más importante para ella, la obediencia a
una ley más fundamental que la ley de los hombres, que es la ley
de la tierra, anterior y eterna, irrevocable, la ley de la familia,
nunca escrita, presente siempre. Para Edipo, en cambio, pasa
inadvertido este conflicto entre dos leyes, entre la transgresión y la
sumisión. Él es inmediata y absolutamente culpable e incapaz de
alegar una inocencia fundamental. Antígona proclama un ate-
nuante absoluto para su delito . El inconsciente, Edipo, no puede
reclamar. Su culpabilidad es imborrable; no hay escapatoria
para él.
La conciencia ética debe reconocer lo contrapuesto a ella , la ley
violada, como realidad suya, debe reconocer la culpa en carne pro-
pia . Es el propio Hegel quien cita aquí a Sófocles: "Porque sufri-
mos reconocemos haber obrado mal." La esencia ética del hombre
y la mujer se manifiesta en la angustia moral y ésta es una conse·
cuencia de la bisexualidad psíquica que resulta de la contraposi-
ción del nombre del Padre y el deseo de la madre.

11
G. W . F. Hrgrl. Fe1101111•110/ogia del t'sflírli u . Mt'xico . Fondo dr Cultura Econó-
mica , 1966, p . 277.
EDIPO VIENÉS 101

El ser del individuo singular, nos dice el filósofo, su .carácter, su


pathos o su sustancia, pertenece a una de las dos potencias, es
hombre o .mujer, pero "por otra parte, vista la cosa por el lado del
saber, tanto el uno como el otro se desdoblan en algo consciente y
algo inconsciente". 12
Choque entre un saber discutible, el de la conciencia, ligado a la
ley del padre, a las normas escritas, y un saber indiscutible, el in-
consciente, que lleva en sí su propia certidumbre y deriva de las
potencias subterráneas, del deseo de la madre, núcleo de la repre-
sión originaria que separa al sujeto de la Cosa y que atrae en tomo
de sí al resto de las representaciones reprimidas.
A la luz de esta revisión podría sostener que Hegel descubrió al-
gunas de las verdades esenciales del psicoanálisis y' que su concep-
ción del complejo de Edipo es más avanzada en el sentido de ser
menos imaginaria y más estructural que la de Freud. Pero sería
apresurado e incorrecto plantearlo en tales términos por todo lo
que llevamos visto sobre la desedipización del planteamiento
freudiano entre 1897 y 1938. En esa desedipización encuentra
Freud no sólo lo que ya había entrevisto y definido Hegel sino tam-
bién la causa de ese movimiento de contraposición de las dos po-
tencias éticas. Y es que Freud disponía de un instrumento insos-
pechado por Hegel: el método analítico que le permitía, en la
medida en que superara sus propias resistencias, ser llevado de la
mano por los pacientes para entrar en contacto con la verdad del
inconsciente. Es así como puede descubrir el elemento motor del
conflicto, la razón de la oposición, no en una diferencia de los se-
xos que es en última instancia en Hegel algo natural, sino en la
asimetría de la oposición del hombre y la mujer respecto al signifi-
cante fundamental de la cadena que es el falo. Freud, leído desde
Lacan, es decir, Freud, no se limita a registrar el enfrentamiento
de los sexos y la hostilidad de la mujer a la cultura falocrática sino
que ofrece los necesarios mojones estructurales para explicar estos
fenómenos pertenecientes al registro de lo imaginario que son la
lucha de los sexos y. la trama teatral con que cada habiente
(parletre) se representa para si sú complejo de Edipo.
La tragedia. La tragedia es haberse extraviado en referencias
imaginarias. La tragedia es haber taponado con un mito lo que su -
cede en la realidad de cada análisis, es haberse escudado en unos
ciertos personajes para poner un marco de contención tranquiliza-
dor a la operación analítica, es desconocer el destino de desecho
que aguarda ' al héroe trágico y haber prometido un reencuentro

12
/bid .• p. 278.
102 NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

del sujeto consigo mismo y con el Otro que es el Otro sexo. Edipo
el encubridor: "Este Edipo se instaló un día sobre el escenario para
que no se viese que su papel económico en el psicoanáfüis está en
otra parte, a saber, en la puesta en suspenso de los polos enemigos
del goce, del goce masculino y del goce de la mujer." 13
Un paso más adelante en e~ta interpretación y relectura de Hegel
desde ~l psicoanálisis nos llevaría a una conclusión hegeliana como
la que más: si es la disparidad del deseo ante el significante fálico
lo que se manifiesta en la clínica y en la vida como lucha de sexos y
si este enfrentamiento de los goces precede a la existencia de cada
sujeto singular y le marca los derroteros de su ser ahí, si esto es así,
entonces los sexos mismos, tal como aparecen diferenciados, el ser
hombre o el ser mujer. el ubicarse del lado masculino o del lado fe-
menino en la tabla lacaniana de la sexuación (Seminario "Aún"),
no pueden entenderse como datos inmediatos, sino que son, ellos,
efectos de la lucha de los sexos inscrita en los términos mismos de
la ley de prohibición del incesto. Masculinidad y femineidad que se
deciden como posicionamiento de cada existente ante la función
fálica. Los sexos no preexisten a su enfrentamiento sino que son un
resultado del conflicto. Esto no es oscuridad filosófica, es el camino
más evidente para dar cuenta de las modalidades de vectorización
del deseo halladas en la clínica bajo las formas de homosexualidad,
intersexualidad, bisexualidad y transexualismo que son indepen-
dientes de las organizaciones naturales detectadas en 'el plano de la
biología. Así, a la simple dicotomía de lo masculino y lo femenino
puede oponerse la caleidoscópica variedad de posiciones ante el sig-
nificante de la diferencia, esto es, el falo, que muestra la experien-
cia -del análisis.

13
J. Lacan, Seminario del 21 de febrero de 1968.
VII. DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS: UN PUNTO DE VISTA
ANTIECONÓMICO
DANIEL GERBER

Casi siempre hay fenómenos residuales.


S. FREUD*

Lejos de que la dialéctica de lo que pasa en el incons·


ciente del sujeto pueda limitarse a la referencia al cam·
po del Lust, a las imágenes de los objetos benéficos, be-
nefactores, favorables, hemos encontrado un cierto tipo
de objetos que, al fin de cuentas, no pueden servir para
nada. Son los objetos a, los senos, las heces, la mirada,
la voz.
J. LACAN**

Abandono gozosamente tareas monótonas, escrúpulos


razonables, conductas reactivas, impuestas por el mun-
do, en provecho de una tarea inútil, surgida de un De-
ber resplandeciente: el Deber amoroso. Hago discreta-
mente cosas locas; soy el único testigo de mi locura. Lo
que el amor desnuda en mi es la energía.

R. BARTHES***

INTRODUCCIÓN: FREUD, LA CIENCIA Y EL PUNTO DE VISTA


ECONÓMICO

Enigmático para muchos, soslayado por otros, acentuado por algu-


nos para quienes constituye el aspecto esencial de la teoria
psicoanalítica, el punto de vista económico de la metapsicología
freudiana sigue siendo fuente de innumerables equívocos. Éstos
- trataremos de demostrarlo en las reflexiones siguientes - se deri-

• Sigmund Freud, "Análisis terminable e interminable".


•• Jacques Lacan, Le séminaire, livre XI: Les quatre concepts Jondamentaux de
la psychanalyse.
*** Roland Banhes, Fragmentos de un discurso amoroso.

(103)
104 DANIEL GERBER

van del entrecruzamiento de dos líneas fundamentales que atra-


viesan la elaboración de Freud. La primera . esbozada ya en el
"Proyecto" 1 y que adquiere conformación decisiva en los trabajos
de metapsicología 2 de 1915, apunta hacia la fundamentación de la
hipótesis que propone una <;:oncepción económica del funciona-
miento psíquico, gobernado , en última instancia, por el principio
de placer. La segunda linea _vendrá a desarrollarse a partir de 1920
con Más allá del p-rz:nczjn·o de placer, 3 aunque pueden rastrearse sus
orígenes desde una época muy temprana; aquí se abandonará la
hipótesis anterior a partir del descubrimiento de la .existencia de la
pulsión de muerte , la compulsión de repetición y un inabordable y
oscuro más allá en el corazón mismo ,del principio de placer; más
allá que impulsa a una meta muy opuesta a la de la obtención del
placer y la evitación del displacer, a una meta muy poco "econó-
mica".
Verdadera torsión conceptual: de la pretensión originaria de ads-
cribir al aparato psíquico un propósito adaptativo a alcanzarse con
el menor gasto posible de energía - un objetivo sin duda
económico- , el .camino del análisis -el de sus pacientes, que es el
de Freud mismo- conduce a la comprobación de la existencia de
un factor eminentemente "antieconómico", contrario a la meta
adaptativa , refractario al sentido, al "buen sentido" desde luego .
Factor antieconómico que no ocupa un lugar secundario o margi-
nal en la estructura de la subjetiv!dad sino que constituye el
elemento clave en la existencia del sujeto deseante.
Este viraje está muy lejos de ser el resultado de una simple espe-
culación abstracta. Es, más bien, efecto de un encuentro; del en-
cuentro de Freud con algo del orden de lo imposible: lo real del sexo
ligado a la muerte que retoma una y otra vez al mismo lugar,
apareciendo en la clínica psicoanalítica como un obstáculo infran-
queable. Por tratarse precisamente del orden de un encuentro
- azaroso aunque inevitable - este descubrimiento depende direc-
tamente del deseo de Freud; deseo del psicoanalista que pone en
marcha el proceso analítico para enfrentarse, tarde o temprano ,'
con ese real ignorado por las prácticas de la psiquiatría o la
psicología, que en su pretensión de "cientificidad" excluyen al

1 S. Freud, "Proyecto de psicología", en Obras completas, cit., t. I, p . 323 .


2
S. Freud, "Trabajos sobre metapsicología", en Obras completas, cit., t. XIV, p .
99.
3
S. Freud, Más allá del principio de placer, en Obras completas, cit., t. XVIII.
p.l.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 105

deseo de su campo y se pr0ponen como técnicas útiles al servicio de


la adaptación .
El descubrimiento esencial del psicoanálisis de la existencia
del deseo inconsciente - descubrimiento que no promete ningún es-
tado de armonía- es impensable si no se concibe el deseo de Freud
como la causa fundamental de su puesta a la luz. El psicoanálisis
viene a ocupar así un lugar peculiar en el campo de la ciencia mo-
derna. Ésta, para constituirse como tal, debió partir de un acto
inaugural que, históricamente, puede fecharse en . Descartes: el
rechazo del sujeto deseante de su campo; rechazo que se presenta co-
mo eliminación de toda problemática de la significación a la que
cualquier discurso -en tanto soportado por. un sujeto- apunta.
Todo discurso, en efecto, alude de una u otra manera a un lugar
de referencia que falta en él, lugar de la significación fálica en tan-
to el falo es el significante de la falta. En otros términos: todo <lis~
curso pretende poseer una significación; establece por lo tanto una
relación imaginaria con su referente, relación de especularidad que
los liga corno el anverso y reverso de una misma medalla; es la rela- ·
ción de significación, destinada - como toda relación - a cubrir el
vacío de una hiancia generada por la imposibilidad inherente al
discurso de colmar el campo de la referencia.
Relación de significación que intenta armonizar estos dos órde-
nes disímiles: es una imposible relación sexual. Precisamente por
esto las teorías del conocimiento, postulando una homogeneidad
esencial entre el sujeto que conoce y el objeto a conocer, poseen
siempre una connotación sexual. La .ciencia, en cambio , partirá de
una desexualización del mundo.'
Será con la física clásica que esboza Galileo, y que Newton for-
mula definitivamente, que la ciencia se propone como nuevo tipo
de discurso. Discurso que escapa a esa ley general que es la ley de
la significación; que se desentiende de la necesidad de dar signifi-
cación al mundo concibiendo propiedades que serfan inherentes a
la esencia misma de los objetos que de este modo se vincularían ar-
mónicamente entre sí. La ciencia, por el contrario, postula un
mundo enteramente calculable desde una construcción teórica ca-
rente de significación: la de las matemáticas.
Con Newton las cosas del mundo pierden sus cualidades, dejan
de poseer un sentido propio y son tratadas como significantes
desprovistos de significado. La realidad ya no quiere decir nada a
nadie, el universo deja de hablar a los hombres, deja de emitir
mensajes a ser interpretados por éstos y se convierte en un real sólo
abordable desde lo simbólico matemático. El materna; en efecto , es
del orden del puro significante; se construye en el campo de la for-
106 DANIEL GERBER

malización y reduce lo real a la simple posibilidad de un cálculo ló-


gico. Lógica de las proposiciones carentes de significado en sustitu-
ción de una hermenéutica del mundo interpretable como sujeto ab-
soluto: "Todo lo que ha sido producido como ciencia es no verbal
[ ... ], las fórmulas científicas son siempre expresadas por medio de
pequeñas letras [ ... ] . La ciencia es eso que se sostiene en su rela -
ción con lo real gracias al uso de pequeñas letras. "4
La ciencia moderna es no verbal: el universo enmudece, se rompe
definitivamente con la mística de la revelación. Esto conduce a
la desaparición -en el discurso científico- del sujeto que hábla y
· formula los enunciados, de ese ser parlante que , en tanto habla, es
soporte de un deseo que no se deja formalizar. Desvanecimiento del
sujeto deseante que se consuma con Descartes: la duda metódica
vacía el conjunto de representaciones, elimina todo lo que es del
orden de lo imaginario para finalmente sólo quedarse con el cogi-
to, el yo pz·enso, sujeto puro del conocimiento, sujeto virtual que es
el residuo de ese vaciamiento.
Este cogito suspendido exclusivamente de la existencia de un
Dios no engañador - el sujeto cartesiano se constituye por primera
vez en y a partir del campo del Otro - es el punto evanescente, el
sujeto de la enunciación que desaparece tras los enunciados, el
agente del discurso de la ciencia: un sujeto que es -exclusiva-
mente - supuesto Saber. El ideal científico es el de la supresión
(forclusión) del sujeto deseante que podría abrir la dimensión del
equívoco ; éste , al quedar suspendido a la garantía de un Otro no
engañador - no tachado por la existencia del significante - , desa-
parece como pregunta del campo de la ciencia, que se convierte así
en una "ideología de la supresión del sujeto" . 5
Pero este sujeto de la ciencia, punto evanescente, sujeto de la
enunciación condenado a una aparición fugaz en el enunciado,
aparición que sólo puede señalarse cuando se ha desvanecido - en
futuro anterior -, no es otro que el sujeto del inconsciente. El acto
inaugural de Descartes, con el que se inicia la ciencia moderna, ha-
ce aparecer -al mismo tiempo que elimina - al sujeto del incons-
ciente. El surgimiento del psicoanálisis sólo fue posible después de
esta emergencia y la empresa freudiana se estuctura como una re -
cuperación de ese sujeto del significante. Recuperación sólo posible
porque es el deseo el que la orienta: sólo este último, en efecto,

4
J. Lacan "Conférences et entretiens dans des universités nord ·arnericaines", en
Sci1icet , núm. 6/7, Parfs, Éd . du Seuil, 1976, p. 26.
5
J. Lacan, "Radiophonie", en Scílicet, núm. 2/3, París, Éd. du Seuil, 1970, p. 89.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 107

puede abrirse hacia la dimensión de un real inabordable por el dis-


curso científico; sólo el deseo puede confrontarse con el discurso de
la histérica - suelo de origen del psicoanálisis - , que pone en ja-
que el saber científico provocando la reaparición del sujeto desean-
te quien no se somete al saber del amo sino que se dirige a la falta de
este Otro . Justamente porque el deseo instala a Freud en este lugar
de la falta es como pudo escuchar eso que la histérica le transmitía:
un saber de orden muy diferente al que los textos científicos
contenían, saber sobre el deseo como deseo de deseo.
La apertura de Freud no corresponde a una actitud empática de
comprensión afectiva. Dependió, en primer lugar, de su alinea-
miento conforme con los ideales de cientificidad vigentes; pero no
se limitó a ello: el propio análisis permitió trascenderlos. Su obra
contiene la marca de esos ideales , así como la de su análisis;
aquéllos influyeron mediante la versión que recibió de la escuela de
Helmholtz: sólo las fuerzas químicas y físicas, con exclusión de
cualquier otra , actúan en el organismo. El lema expresa con clari-
dad esa extinción de todo significado imaginario como condición
de producción científica. Del respeto a esta consigna provendrá la
primera consideración freudiana del punto de vista económico que
se formula en el "Proyecto": lo psíquico como campo de fuerzas ,
reductibles en última instancia a fuerzas de atracción y repulsión .
El enfoque energético , coi:10 exiger:cia de seguir los lineamientos
de cientificidad de la época, está allí esbozado_ Pero la escucha del
ser parlante pondrá sÍemprf en cuestión tal punto de vista hasta
llevarlo a una dimensión puramente mítica _ Una "fuerza" muy di-
ferente de todas aquellas que pueden interactuar para conducir a
un funcionamiento armónico se hace cada vez más presente. "Fuer-
za" vinculada con algo de orden real que el psicoanalista encuentra
en su práctica y frente al cual la palabra se revela impotente. Un
real último e irreductible, desecho irrecuperable, goce, será final-
mente el objeto de la operación analítica y, a la vez, el punto don-
de el psicoanálisis se aparta del discurso de la ciencia: mientras ésta
se limita a proveer los medios para la producción de lo útil, aquél
toma a su cargo eso que, si bien por una parte es inútil, no sirve
para nada , paradójicamente es la causa que moviliza toda activi-
dad humana. ·

l. LO ECONÓMICO Y EL TRAUMA

El punto de vista económico nace de la consideración de la neurosis


traumática. No obstante el "abanaono" por parte de "Freud de 1a
teoría del trauma, el modelo fundado por ésta orienta a la
108 DANIELGERBER

metapsicología anterior a 1920. Así, en 1917, puede afirmar:"( ... ]


nosotros tomamos esta concepción (la de la neurosis traumática] al
pie de la letra: nos enseña el camino hacia una consideración, lla-
mémosla económica, de los procesos anímicos. Más: la expresión
'traumática' no tiene otro sentido que ése, el económico. " 6
Lo económico prÓviene del trauma y éste ~epr~senta la acción
del mundo exterior que produce un efecto de fractura en el apara-
to psíquico , encargado del mantenimiento de la excitación en el ni-
vel más bajo posible por medio del principio de regulación homeos-
tática. Así, el objetivo de la constancia fracasa , hay un desborde
que se traduce fina.lmente en síntoma , "cuerpo extrañ.o " - repre-
sentante del exterior- enquistado en la esfera psíquica del sujeto.
Pero lo básico en esta consideración es el presupuesto de la ht:>meos-
tasis como posible: "Parece que toda nuestra actividad anímica está
dirigida a conseguir placer y a evitar el displacer, y que se regula
automáticamente por el pnncipz·o de placer[ .. . ] El placer se liga de
algún modo con la reducción, la rebaja o la extinción de los volú-
menes de estímulo que obran en el interior del aparato anímico , y
el displacer con su elevación. " 7
El trauma se produc~ por un fracaso del principio de placer: hay
una invasión de volúmenes excesivos de excitación que elevan con-
siderablemente la ·tensión del aparato psíquico rebasando sus posi-
bilidades de elaboración. Fracaso del principio de placer que
-principio de inercia, en última instancia - busca la rebaja, la re-
ducción y - en el límite- la extináón; principio de placer que es
tendencia al cero, a la cancelación de todo estímulo. El modelo po-
see un indudable origen biológico: retoma la noción de arco reflejo
que sostiene que todo estímulo puede ser anulado por una respuesta
para restituir un estado original de equilibrio; lo que entra por un
punto debe salir por otro. El punto de vista económico se deriva de
la noción de neurosis traumática y ésta a su vez reproduce un mo-
delo biológico. Por este camino no parece haber lugar para una
teoría que trascienda ese plano orgánico.
Esta última sólo podrá desarrollarse a partir de un impasse de
ese modelo : si se le lee a la luz del concepto de narcisismo , introdu-
cido en 1914, es posible advertir que la finalidad de la descarga de
toda tensión supone una organización narcisista: el narcisismo pri-
mario absoluto que exige la incorporación de lo placentero al inte-
rior y la expulsión de lo displacentero al exterior. Pero este fun-

6
S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, en Obras completas,
cit. , t. XVI, pp. 251-252.
7
!bid., p. 324.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 109

cionamiento - regido por el principio de placer en estado puro y


conducente a la extinción total de los estímulos, al cero, es decir, a
la muerte- sólo es pensable en el plano mítico. Paradójicamente
el principio de placer sin matices se revela amenazante para el suje-
to, mientras que sólo la interiorización del displacer que se vivirá
como tensión permanente puede sostener la vida al precio de una
insatisfacción insuperable.
El impasse del narcisismo primario - del funcionamiento conce-
bido pura y simplemente en términos de descarga absoluta - sólo
puede superarse a partir de la consideración de que toda descarga
deja un resto, un real residual en el interior de lo viviente, impo-
sible de extinguirse. Un real que equivale a la pulsión, si se recuer-
dan estas palabras: "opino, en verdad, que la op~sición entre cons-
ciente e inconsciente carece de toda pertinencia respecto de la pul-
sión. Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia;
sólo puede serlo la representación que es su representante . Ahora
bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar repre-
sentada si no es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera
a una representación ni saliera a la luz de un estado afectivo, nada
podríamos saber de ella . Entonces, cada vez que pese a ~so habla-
mos de moción pulsional inconsciente o de una moción pulsional
reprimida, no es sino por un inofensivo descuido de la expresión.
No podemos aludir sino a una moción pulsional cuya agencia
representante-representación es inconsciente, pues otra cosa no
entra en cuenta. "8 La pulsión aparece como imposibilidad de
representación , resto no extinguible que "carga" las represellta-
ciones, que circula entre .ellas sin que ninguna pueda representarla.
Ahora bien , ese resto circulante denominado también "monto de
afecto" de la representación , no puede concebirse como si se trata-
ra de una suerte de "motor" de lo psíquico fuera del universo signi-
ficante. Se trata -en realidad- de una medida metafórica de la
equivalencia de las representaciones -elementos esencialmente
sustituibles entre sí, por lo tanto equivalentes- respecto a lo no
representable , lo no aprehensible que se desliza entre ellas. El juego
de sustituciones -en virtud de la indudable materialidad d~l
significante - puede equipararse al contacto entre dos cuerpos cu-
yas diferencias de potencial provocan el pasaje de carga eléctrica
de uno al otro para lograr una igualación y alcanzar la equivalen -
cia plena de los potenciales respectivos . De ese modo, "[ ... ] en las
funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de
excitación) que tiene todas las propiedades de una cantidad

8 S. Freud, "Trabajos sobre metapsicología", cit., p. 173.


llO DANIEL GERBER

- aunque no poseamos medio alguno para medirla - ; algo que es


susceptible de aumento , disminución, desplazamiento y descarga, y
se difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como
lo haría una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos. " 9 Afir-
mac1on ésta que debería leerse a la luz de lo que la Carta 52 1º
expresa con relación a los diversos sistemas de inscripciones de las
huellas mnémicas, que posteriormente se denominarán
representaciones-representantes (Vorstellungsrepriisentanz) de la
pulsión. Sólo de esta manera será posible advertir que la Besetzung
-carga, "catexis'', investidura- de la representación tiene que
traducirse literalmente por ocupación, porque es el lugar psíquico
ocupado por una representación lo · que determina su eficaci'!
específica - "potencial", si se toma la metáfora eléctrica - y su ca-
pacidad para producir efectos; efectos que serán de significancia,
pues las representaciones-representantes no son representaciones
inactivas esperando ser movilizadas por el afecto sino significantes
en un permanente proceso de sustitución-traducción cuyo resultado
serán las formaciones del inconsciente.
Sistemas de inscripciones significantes: son los sistemas de
"carga", de ocupación y desplazamiento a través de lugares
"psíquicos" diferentes. El paso de un lugar a otro supone una tra-
ducción con la consiguiente pérdida de sentido, caída de un
irrepresentable; pérdida que simboliza lo imposible de la descarga
como modelo de una traducción perfectamente "lograda". La me-
táfora de una energía ligada a las representaciones aparece como
una necesidad teórica para dar cuenta del funcionamiento de esta
maquinaria significante, pero comporta el riesgo de concebir esta
última como aparato dotado de un principio de armonía que tien-
de al vaciamiento de los excedentes para retomar el equilibrio.
Riesgo al que no escapa la primera metapsicología freudiana y que
-en virtud de la búsqueda de la armonía- se extiende aun a una
concepción de la cura basada en el objetivo de restitución del
equilibrio perdido. Éste, que se formulará en un principio como
"abreacción del afecto ligado al trauma" pasará después a conver-
tirse en elaboración del conflicto inconsciente; pero en ambos casos
se trata de devolver al aparato psíquico la estabilidad que le sería
inherente, de ayudarle a reconquistar un mítico funcionamiento
armónico. Aun la asociación libre se inscribe en una primera ins-
tancia en la misma perspectiva que la abreacción, ya que se trata

9 S. Freud, "Las neuropsicosis de defensa"' , en Obras completas, cit., t. 111, p. 61.


IO S. Freud, "Fragmentos de la correspondencia con Fliess", en Obras completas,
cit., t. 1, p. 274. .
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 111

de arribar mediante aquélla a la raíz inconsciente del síntoma por


medio del "libre" flujo de la palabra para obtener finalmente la
eliminación del "cuerpo extraño" con lo que la homeostasis se resti-
tuye. Hay una pretensión subyacente (¿efecto de un no-analizado?):
hacerse amo del deseo; no se advierte que, en última instancia, es
la existencia de este último lo que impugna toda pretensión de
armonía, que no hay posibilidad de dominio sobre el deseo porque
éste es el único amo.
Como en filigrana, tras la propuesta de dominio sobre el deseo,
es el discurso del amo -que quiere que las cósas siempre marchen
bien- lo que parece perfilarse. La elaboración freudiana no se
despliega en un solo registro ni está exent.a de contradicciones.

2 . EL PROBLEMA DE LA ENERGÍA Y LA PULSIÓN

La pulsión es lo más opuesto que pueda pensarse a la concepc10n


de la homeostasis psíquica. Sin embargo, su concepto es elaborado
paralelamente a la consideración de la soberanía del principio de
placer, hasta que la contradicción entre ambos estalla y la crisis
consiguiente debe dar paso a una nueva concepción del sujeto.
"La pulsión actúa como fuerza constante. " 11 Fuerza , presión ,
Drang; fuerza no equiparable a la energía biológica con sus ciclos
de altas y bajas rítmicas reguladas automáticamente por una ten-
dencia a la homeostasis que se logra con satisfacciones específicas;
fuerza tampoco asimilable a la energía cinética que se resuelve en
la producción de movimientos que hacen descender el nivel de ten -
sión por ella generado. ¿Qué tipo de energía es ésta , sobre cuya
existencia, por otra parte , no dejará Freud de insistir?
La obstinada perseverancia del fundador del psicoanálisis no pa -
rece ajena a su adhesión a los ideales de cientificidad del siglo XIX.
En el campo de la biología, en particular, se trataba de impugnar
la ideología vitalista que todo lo derivaba de la omnipresencia de
un impulso que remite finalmente al soplo divino. Impugnación
del vitalismo que se produce con la introducción del concepto de
mecanismo, proveniente del campo de la física. La fidelidad de
Freud a este principio materialista será constante , está en la base
de su ruptura con Jung: materialismo de la energía frente al idea-
lismo del impulso vital.
Sin ºembargo , el enfoque energético en psicoanálisis no puede ser

11
S. Freud, "Trabajos sobre metapsicología" , cit. , p. ll4.
112 DANIEL GERBER

calificado sino de mítico; no intenta caracterizar el funcionamiento


psíquico conforme a un modelo físico sino ilustrar ese principio que
lo gobierna: el juego de sustituciones. Juego de sustituciones cuya
realización -corno lo demuestra la ya mencionada Carta 52- sólo
es posible en la medida en que se postula la existencia de un lugar
vacío. Si en la serie de los números enteros, el cero -que no es uno
de ellos - es condición para la sucesión de éstos, en el plano del
significante debe postularse también algo del orden del vacío como
causa de su seriación. Este lugar es el del -¡p de la -castración, pro-
ductor del significante uno que inicia la serie , significante fálico
que ordena la cadena de sustituciones. El cero, la falta , es causa;
aun en la física la energía solamente puede definirse a partir de sus
efectos: es un sustrato supuesto a las transformaciond materiales,
-algo de lo que puede manifestarse que existe porque falta allí don-
de ,debería estar, en el trabajo que realiza una máquina, por
ejemplo.
La energía , ya en la física, es lo que falta; falta que es condición
para que una transformación pueda realizarse. En psicoanálisis , la
energía es mito; mito de lo que "debe estar" en el lugar de -¡p como
causa del juego de sustituciones. En realidad, nada existe en ese lu-
gar, lugar del emplazamiento de la casilla vacía que posibilita que
las piezas del juego se desplacen.
Hubiera sido imposible , sin embargo , una conceptualización de
este movimiento de representaciones sin la existencia de un modelo
energético; único modelo que permite fundar esa circulación con
base en un principio que opera más allá de lo estrictamente vital.
De ahí la aserción de Lacan: el psicoanálisis sólo pudo ser posible
en el mundo de la máquina , 12 siempre que se recuerde que ésta es
un resultado del cálculo , de la manipulación de símbolos , un pro-
ducto del lenguaje. Por esto mismo, "la energía no es una sustan-
cia , que por ejemplo se bonifica o que al envejecer se pone agria,
es una constante numérica que para poder trabajar necesita el
físico encontrar en sus cálculos [ .. . ] Cualquier físico sabe claramen-
te, es decir, presto a decírselo, que la energía no es más que la
cifra de una constancia. " 13
El psicoanálisis presupone el mundo de la máquina. Con una
salvedad : en la máquina hay armonía, balance, posibilidad de es-

12 J. Lacan, Le séminaire, lit.-e JI: Le moi dans la théorie de Freud et dans la

technique de la psychanalyse. París, Éd. du Seuil, 1978, cap. VI: "Freud, Hegel et la
inachine".
1
~ J. Lacan, "Televisión", en Psicoanálisis, radiofonía & televisión, Barcelona,
Anagrama , 1977, pp. 101·102.
J
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 113

tablecer equivalencias entre gasto de energía y cantidad de trabajo


realizado. El aparato psíquico -no debe olvidarse el origen
inequívocamente físico-mecánico de esta noción de aparato -
aparece como una máquina que también calcula, pero es máquina
de la subjetividad deseante. Algo tiene que escapar necesariamente
a sus cálculos; máquina fallida: no puede resolver las ecuaciones
con exactitud "matemática", queda siempre un residuo irreduc-
tible , es decir , en su funcionamiento hay pérdida; y esta pérdida,
este resto inasimilable, es lo que se puede definir como goce: térmi-
no que nombra la paradoja esencial del deseo que sólo puede soste-
nerse por el incremento de la tensión , en tanto que la disminución
de la misma lo coloca en riesgo de desaparición. La noción de
energía , abusivamente empleada, puede ocultar que el inconsciente
no es reservorio de impulsos que buscan satisfacción sino hiancia
abierta que se define como goce : "lo que Freud articula como pro-
ceso primario en el inconsciente - esto es mío, pero que se recurra
y se lo verá - no es algo que se cifra, sino que se descifra. Yo digo:
el goce mismo. Caso en el cual, no constituye energía, y no podría
escribirse como tal. " 14 La energía que introduce Freud es el mito
que ocupa el lugar de un efecto paradójico de la estructura signifi -
cante, efecto sólo representable como hiato insalvable: el goce .
Mito de la energía , mito en su acepción más analítica: "[ ... )ten-
tativa de dar forma épica a lo que se obra por la estructura". 15 Mi-
to que se constituye por la equiparación del sujeto a un aparato
fallido ; un aparato que carece de la pieza que podría garantizar su
funcionamiento ajustado . Para existir - ex-sistir -, un trozo de sí
ha tenido que ser resignado por el sujeto; parte caída de su cuerpo
que se convierte en causa de su estatuto de deseante que no en-
cuentra, entre los objetos del mundo, un ·sustituto adecuado. No lo
encuentra porque el objeto resignado es de su propia estofa, de la
que nada puede hallar fuera de sí; producto entonces de la pérdida
del objeto , "[ ... ] el sujeto es un aparato. Este aparato es algo lagu -
nar , y es en la laguna donde el sujeto instaura la función de un
'cierto objeto , en tanto que objeto perdido." 16 La laguna posee bor-
des que son recorridos por las pulsiones, lo más cómplice de lo real
que pueda concebirse ; pulsiones que -,- en eso consiste su relación
con lo real -- también coristituyen mitos : "Las pulsiones son

14
!bid . , p. 102.
15
!bid., p. 116.
16 J.
Lacan , L e séminaire, livre XI: Les quatre concepts fondam entaux de la psy-
chanalyse. París, Éd . du Seuil . 197!!, p. 168.
114 DANIEL GERBER

nuestros mitos, ha dicho Freud. No hay que entenderlo como un


envío a lo irreal. F.s lo real lo que mitifica n . " 17
Las pulsiones, efectos en el cuerpo de la relación del sujeto con
el significante, se localizan en el más allá de lo viviente , más allá
del principio de placer. El Drang, presión de la pulsión , no se con -
funde con la tensión de la necesidad biológica : es movimiento que
hace el rodeo del objeto perdido; ida y vuelta alrededor de una fal-
ta, la falta en el Otro de ese objeto. Correlacionada con Ja deman -
da del Otro, supone siempre una incursión en el campo de este úl -
timo con vistas a una meta insatisfactoria , sintetizable en el reflexi-
vo hacerse : hacerse -por el Otro- ver, oír , chupar, cagar. Meta
más allá de toda satisfacción posible: la pulsión sólo pretende dar
una vuelta más, repetir el fracaso que permite sostener la dife; en -
cia, impedir el cierre de los bordes ya que sólo su permanente aper-
tura posibilita el ejercicio de una presión constante . Así lo afirma
Freud: "La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfac-
ción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia prima-
ria de satisfacción ; todas las formaciones sustitutivas y reactivas , y
todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión
acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el
pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse
a ninguna de las situaciones establecida~ . sino que, en las ·palabras
del poeta, 'acicatea , indomeñado, siempre hacia adelante'. El ca -
mino hacía atrás , hacia la satisfacción plena , en general es obs-
truido por las resistencias en virtud de las cua les las represiones se
mántienen en pie, y entonces no queda más que avanzar por la
otra dirección del desarrollo, todavía expedita , en verdad sin pers·
pectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la m eta ." 18 Esfuerzo
inmenso y a la vez -en el sentido convencional- inútil, la pulsión
es razón última de esa mezcla indisociable de lo monstruoso con lo
sublime que caracteriza al ser humano. Prin cipio antieconómico
por antonomasia, está en la base de toda realización cultural y per-
mite sostener la afirmación provocativa: "La civilización es el de -
secho, cloaca máxima. " 19 La diferencia a la que se reduce su pre·
sión acuciante no es otra que el resultado de eso que se inscribe co-
mo tensión constante de los bordes corporales conformados como
invaginaciones alrededor de un vacío; tensión constante muy dife-

17
J. Lacan, "Del 'Trie!>' de Freud y del deseo del psicoanalisia". en Escritos 2 ,
cit., p. 832.
18
S. Freud. Más allá del principio de placer. cit . . p. 42 (las cursivas son nuestras).
! 9 J. Lacan. Conférences et enfretines dans des wiii~·rsitl's 11ord·américai1ws. cit.,
p. 61.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 115

rente de las exigencias del instinto: "[ ... ] laTn.eb les empuja más en
el culo, mis amiguitos, es toda la diferencia con el instinto. " 2º Por
la pulsión, el imperio del principio de placer se resigna en favor de
una meta inalcanzable: el goce del Otro a cuya disposición es pues-
to el cuerpo erógeno. Meta inalcanzable: no es posible hacerse todo
mirada, senos, heces, voz; resulta imposible hacerse enteramente el
objeto que puede ocupar el lugar de lo que al Otro le falta, por lo
que el sujeto pulsional sólo puede conformarse con realizar una
simple incursión a través de su campo, incursión reiterada una y
otra vez.
El f~ctor pulsionante es tensión, aunque no energía; no conduce a
una descarga satisfactoria. Tampoco es energía si se toma en cuen-
ta que ésta es una constante localizable en el Uno, vinculada a un
concepto de unidad estructurada con un funcionamiento armóni-
co, surgida de una combinación de cálculo . El Drang, la presión,
en cambio, es incalculable e ilocalizable: circula a través de los
bordes que limitan el cuerpo con la hiancia abierta en el Otro y,
circulando, es factor de ruptura de cualquier unidad imaginable .
De este modo, el Drang es goce.

3. DEL PLACER AL GOCE: UN CUESTIONAMIENTO DE LO ECONÓMICO

Ligada indisolublemente al punto de vista económico, la noción de


principio de placer aparece cargada de equívocos. Hasta 1920, el
principio de placer es el rector del funcionamiento psíquico; la
concepción "económica" de este último parece incuestionable; se
trataría de mantener la tensión en el nivel más bajo posible , o
- más radicalmente - de propender a su extinción total. El princi -
pio de placer pretendería de este modo el retorno a la fusión con la
Cosa a través del camino alucinatorio. Pero este placer absoluto del
contacto con el Bien Supremo resulta impensable ; horroroso, sólo
en el mundo terrorífico de la ~icosis parece cumplirse; mundo,
desde luego, no exento de "tensiones".
La tendencia al cero resulta incompatible con la posibilidad de
la vida . Un primer matiz debe ser introducido: una relativización
del principio de placer, la aparición del principio de realidad como
intento de mantener el nivel de tensión lo más bajo posible, pero ya
no su extinción. No obstante, la idea rectora sigue siendo la de

20
J. Lacan, Le séminaire, livre XI .. ., cit., p. 49.
116 DANIEL GERBER

otorgar a la tensión carácter displacentero y a su descenso, por la


vía de la descarga, efectos placenteros. Esto es lo que la clínica de
la histeria -esa especie de cristal de aumento que permite apreciar
con mayor precisión las características del deseo humano- -viene a
desmentir: frente a la histeria Freud va a tropezar ante el hecho
ineluctable de un placer que es inherente al incremento de la ten-
sión, no a su descenso, y esto echará por tierra finalmente el con-
cepto mismo de placer que -en relación con el principio de
placer- no se distingue de la idea convencional del mismo ." Cues-
tionamiento de la noción de placer establecida que va mucho más
allá del enfoque ingenuo que coloca a la "realidad" como respon-
sable de su imposibilidad; esta última, por el contrario, no 19 impi-
de: "[ .. . ]el principio de realidad en el fondo quiere también alcan-
zar el placer, pero un placer asegurado por el miramiento a la rea -
lidad, aunque pospuesto y reducido". 21
¿Qué conclusiones cabe extraer entonces? Más de una , sin duda:
la existencia, por una parte, de un principio de placer/ realidad en
ningún caso amo del funcionamiento psíquico. Principio de
placer/ realidad que -en tanto la "realidad" sólo puede concebirse
como el mundo construido por el lenguaje- obedece esencialmen-
te a la ley de la significación; su tarea fundamental es llevar al Sl)·
jeto de significante en significante realizando un constante rodeo
alrededer del Bien Supremo, de cuyo contacto lo protege, sin dejar
de sostener la promesa de acceso al mismo. Este funcionamiento
- como se verá más adelante - es resultado de la constitución defi-
nitiva de un yo-realidad simultánea al fracaso del funcionamiento
puramente alucinatorio del principio de placer.
La sola existencia de este principio de placer/ realidad , inscrito
en las redes del lenguaje, implica un cuestionamiento de la idea
de descarga absoluta como posibilidad de placer. Posposición del
placer que impugna la noción del mismo como caída brusca del ni-
vel de tensión, producto esta última de la vigencia de un modelo
biológico del funcionamiento de la sexualidad según ~I cual satis-
facción equivale a descarga y retomo a un equilibrio previo. En el
campo del lenguaje·es imposible ~nservar esta concepción; aquí el
placer está vinculado con el deslizamiento de la palabra que tiene
por efecto mantener una significación siempre aludida y siempre
oculta: la significación fálica que se. desplaza . Pór esto, la satisfac-
ción en el hombre ya no puede vincularse al funcionamiento de la
sexualidad somática -es lo que el histérico viene a enseñar - sino

21
S. Freud, Conferent51,.'as de introducción al psicoanálisis, cit., p. 325.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 117

a la palabra : "[ ... ] el principio de placer se satisface con el bla -


bla-bla". 22
El placer es inherente al funcionamiento del. lenguaje que -sin
aludirlo directamente- se referirá siempre a ese elemento que fal-
ta: el falo, la referencia siempre oculta, velada en la comedia de
los seres que se vinculan por medio de la lengua. Referencia oculta
~ue organiza el discurso como interminable búsqueda del sentido,
repetición automática de lo Mismo bajo las formas infinitas de lo
Otro: es la regulación automática del principio de placer, que ope-
ra como ley del significante, automaton, búsqueda inevitable del
"buen sentido'', de la significación única que se escapa, del falo co-
mo referencia imaginaria. "La función del principio de placer es
llevar al sujeto de significante en significante, poniel'ldo tantos sig-
nificantes como sea necesario para mantener lo más bajo posible el
nivel de tensión que regula todo el funcionamiento del aparato
psíquico. " 23
Pero - ésta es la otra conclusión - más allá de esta regulación
automática del significante regida por la ley del "buen sentido" que
exige conservar oculto al falo, más allá de aulomalon como ley del
Bien, promesa de satisfacción plena -promesa del falo-, se perfi-
la otra dimensión, esa que Freud pone al desnudo en 1920: luché,
el encuentro inesperado, encuentro con lo real del goce que, recha-
zado de la cadena significante, no se desplaza, retorna siempre al
mismo sitio. Así, mientras que de acuerdo con aulomaton la cade-
na significante corre tras el sentido que no se deja de buscar, con la
introducción de luché el sentido se pierde y la cadena se hace de
gocenlido, lugar no de ocultamiento sino de impotencia. El goce,
rechazado, retorna al cuerpo -que no pertenece al sujeto- y se
aferra a sus bordes; bordes abiertos hacia lo real cómplice de la
pulsión parcial que fuerza al principio de placer. La introducción
del goce coloca un obstáculo insalvable al funcionamiento del prin-
cipio de placer: el encuentro con el Bien Supremo es imposible, ya
que el goce equivale a una apertura de los orificios corpora ·
les, abiertos más allá de toda satisfacción; y por estos orificios cir·
cula la pulsión, que carece de objeto pleno.
El goce es hiancia en lo real, vacío que el sexo no puede llenar,
resto irreductible, exceso que se desprende del cuerpo para consti-
tuirlo como una estructura de bordes palpitantes. Desecho del
cuerpo carente de utilida'd alguna, el goce es "lo que no sirve para

22
J. Lacan, Le séminaire, livre XX: Encore, París, Éd. du Seuil, 1975, p. 53.
25
J. Lacan, Seminario VII: Étz"ca del psicoanálisis (inédito), clase del 20 de enero
de 1960.
118 DANIELGERBER

nada". 24 Hay que recordar, sin embargo, que "el resto es siempre,
en el destino humano, fecundo": 25 es preciso que la pérdida se pro-
duzca, que una parte del cuerpo caiga como desecho no recupe-
rable, inservible, para que el sujeto de deseo, causado por esa pér-
dida, pueda constituirse. Pero esto significa-que la "economía" de
este sujeto no podrá concebirse ya desde la postura de un hedonis-
mo ingenuo, según el cual su única meta sería la búsqueda del ma-
yor beneficio con el menor esfuerzo. La "economía" del deseo es
una auténtica paradoja: lejos de buscar el bien, su existencia sólo
se concibe como multiplicación de rodeos interminables, extravío
en redes laberínticas que -más que aproximarlo- lo alejan
siempre de todo bien.
Reiteración de la demanda, reformulación inagotable de una ~
la misma exigencia dirigida al Otro: la renovación eterna de su
promesa del Bien, que -por otra parte- no debe trascender este
plano de promesa. El Bien no deberá ser puesto a disposición del
sujeto por el riesgo que esto significaría, riesgo de extinción del de-
seo. Para renovar su promesa, el Otro debe demandar: miradas,
heces, seno, palabras; su demanda encuentra respuesta en la activi-
dad de las pulsiones parciales, la "fuerza constante" que mantiene
en el lugar de sujeto que desea el deseo del Otro.
La demanda del Otro pasa por el lenguaje, es inseparable de la
introducción de la dimensión de la muerte como límite que pone a
salvo de las fascinaciones especulares, engañosas representaciones
del "camino más corto" -más "económico" - para la satisfacción .
Si el Otro no demanda, el cuerpo no se agujerea; la imagen espe-
cular atrapa con sus tentáculos mortíferos; la muerte no llega a ha-
bitar el cuerpo y éste correrá el peligro de ser todo muerte, tieso
monumento sin síntomas de vida, de deseo. Éste es el peligro máxi-
mo, el que determina que "el organismo vivo lucha con la máxima
energía contra influencias (peligros) que podrían ayudarlo a alcan-
zar su meta vital por el camino más corto". 26
La máxima energía: no la que se pone al servicio del principio
de placer - que aspira al logro de la meta vital por el camino más
corto- sino la que contribuye al fracaso de todo afán de satisfac-
ción plena. La energía se convierte en una dimensión totalmente
mítica; ya no moviliza al aparato p:áquico a alejarse del dolor bus-
.
cando el placer, se hace sierva del goce orientándose hacia un im -

24
J. Lacan, Le séminaire, liure XX : Encore, cit., p. 10.
25
J. Lacan , Le séminaire, liure XI, cit., p. 122.
26
S. Freud, Más allá del principio de placer, cit., p. 39 (las cursivas son nuestras).
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 119

posible que constituirá el sino del sujeto, el único referente que lo


sosti~ne en el mundo, que lo conforma como sujeto en confronta-
ción eterna con él.

4. LA REPETICIÓN: UN TRAUMA QUE RETORNA

Otro concepto de origen "económico", la repetición surge del aná-


lisis de las neurosis traumáticas; allí el sujeto repite en sus sueños la
situación no elabo¡ada. La repetición es correlativa al fracaso en el
intento de dominar la vivencia angustiosa, demuestra cómo lo real
no se deja someter por lo simbólico.
Si el punto de vista económico - al decir de Freud- proviene de
la consideración del trauma, es necesario concluir que está destina-
do a poner sobre el tapete a lo imposible, a eso que no anda. Cu-
rioso nombre - "económico" - para aludir a lo que nada tiene que
ver con ahorros y beneficios sino con pérdida y dispendios. Nada
que se vincule con imperativos de eficacia sino algo que tiene más
bien que ver con lo que no marcha, lo que, además de nudo de
significante~, es eso que proviene de lo real. El punto de vista eco-
nómico remite finalmente al goce, ¿hay algo que sea más traumá-
tico?
Se sabe que Freud cuestionó su teoría del trauma, aunque jamás
renegó totalmente de ella, como de ninguna otra de sus ideas. No
se trataba, en realidad, de desechar el concepto de trauma sino de
colocarlo en el registro adecuado, concibiéndolo como lo real a lo
que el sujeto no puede adaptarse, viviendo como impotencia del in-
tento fallido que se repite lo que está determinado por una imposi-
bilidad estructural.
¿Cuál es la esfera específica del trauma? Si se recuerda que la es-
cena originaria de este último -la escena sexual "pre-sexual" -
consiste en una invasión de estímulos sexuales en un tiempo en el
que el sujeto - inmaduro aún- carece de la posibilidad de dar
una respuesta adecuada, ¿no se deberá concluir que lo traumático
es la llegada siempre prematura de la sexualidad bajo la única
fachada con que puede aparecer, como enigma de la castración del
Otro? La herida traumatizante no proviene del asalto sexual del
Otro sino del descubrimiento de la existencia de sexualidad en este
último: más allá de su demanda un deseo lo habita y esto quiebra
su imagen plena, es decir, "asexuada". He aquí el trauma, la lesión
imborrable , la herida dolorosa e inaceptable que el mito edípico
tratará de cicatrizar.
120 DANIEL GERBER

Trauma: encuentro con la castración, encuentro reiterado por


cuanto la demanda del sujeto no puede ser satisfecha por el Otro,
soporte no de las respuestas a aquélla sino de una falta: el Otro no
puede responder porque carece de un significante que signifique la
relación sexual. En la batería de significantes que aporta el Otro
siempre hay uno en menos; uno en menos que determina que la re-
lación con él quede gobernada por el malentendido, la imposible
cornplernentariedad: "Traumatismo, no hay otro: el hombre nace
malentendido. " 27 Malentendido nace y al malentendido queda con-
saglado; consagrado a repetir un fracaso en el juego perpetuo de la
sustitución significante que evoca, más allá de 81.l automatismo, el
goce inalcanzable que es exterior a todo sentido, que es sin-sentido.
Sólo desde esta perspectiva puede leerse la alusión a la entropía
en el campo psicoanalítico: no se trata en este caso de un proceso
de degradación de la energía sino de la necesariedad de una pérdi -
da inexorable -pérdida de sentido- corno condición para todo
empleo de la batería significante. La entropía en este campo es me-
táfora de la traducción fallida -la traducción del deseo en el pla-
no de la demanda-, del malentendido -el Otro no puede es-
cuchar el deseo - que re,t orna en el juego del significante que se
puede definir corno apue5ta -a-puesta- perdida que se reitera.
Lo económico remite al trauma y éste a la repetición, la que fi-
nalmente conduce a la pulsión de muerte. Pulsión que no se asimi-
la a alguna misteriosa tendencia a la aniquilación total de la vida
- "el camino hacia atrás es obstruido por resistencias de la repre-
sión" - sino a la puesta en juego de la ley del significante que, al
tachar al sujeto que cae bajo su peso en el acto mismo de consti-
tuirse corno tal, hace entrar en su vida la dimensión de la muerte,
abre el lugar de una ausencia en donde se organiza lo pulsional co-
rno efecto de la imposibilidad de un apresamiento total de lo real
por lo simbólico. Un lugar de ausencia se genera, un vacío, sitio
anónimo, cavidad siniestra: es el Ello, "lugar de Ya-Nadie". 28 El
Ello de Freud es lo más próximo pensable a lo real de Lacan: es el
lugar indefinible, ante el cual toda pregunta sobre su carácter "no
encuentra más eco que el silencio de la pulsión de muerte". 29
Con la introducción del Ello, este oscuro núcleo de nuestro ser,
Kem unseres Wesen en el decir de Freud, desaparece para siempre
toda perspectiva de armonía del hombre en el mundo: nada podrá

27
J. Lacan, "Le malentendu", ºen Omicar?, núm. 22/23, París, p. 12.
28
J. Lacan, "Observación sobre el informe de Daniel Lagache", en Escritos 2, cit., p.
646.
29
!bid., p. 64 7.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 121

"economizarle" ese malestar de base, ese "fondo de depresión" 30


que lo acompañará como su sombra.

5. EL DUALISMO PULSIONAL Y LA IMPOSIBLE ARMONÍA

La persistente obstinación de Freud por no abandonar el dualismo


pulsional no puede ser más que la consecuencia de su punto de vis-
ta del conflicto como inherente a la naturaleza misma del fun-
cionamiento psíquico. Mantenimiento a toda costa del dualismo,
aun en su período más crítico, cuando la producción del concepto
de narcisismo viene a poner en jaque a la primera oposición pul-
sional que enfrentaba las pulsiones de autoconservación o del yo
con las pulsiones sexuales; momento difícil para la solidez del edifi-
cio teórico: si el yo también puede ser -y de hecho es- objeto eje
la libido , ¿cómo concebir el conflicto entonces?
En realidad, esa primera oposición pulsional resulta insostenible
porque lleva la marca de una dificultad que atraviesa toda la
metapsicología previa al viraje de los años veinte: su parentesco de-
masiado cercano con el modelo biológico que la amarra a la cien -
cia oficial. En el caso de las pulsiones - según la primera teoría-
se reproduce un esquema clásico de la biología : la vida del indivi-
duo cumple dos finalidades diferentes , la conservación de sí mismo
y la reproducción de la especie. Pero, ¿es posible , después de los
Tres ensayos, seguir pensando la sexualidad en términos de repro-
ducción biológica? La contradicción tiene que estallar en algún
momento , y la aparición del concepto de narcisismo es el detonan-
te; con él se inicia el destierro de los resabios biologistas, cuando
surge a la luz que la vida del hombre está instalada en el centro de
una paradoja insalvable cuya presencia determinante conducirá fi-
nalmente a la erección de ese monstruo lógico - evocación de lo
monstruoso ocupando el centro mismo de la existencia humana -
que es la pulsión de muerte. '
El primer dualismo pulsional comienza a naufragar cuando se
hace notable el hecho de que la conservación no depende, desde el
comienzo , de ninguna propiedad de la sustancia orgánica sino del
deseo del Otro, que al producir la falicización del niño - tratado
por la madre como "objeto sexual de pleno derecho" - 31 garantiza

30
Ibidem.
31
S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas, cit., t. Vil , p. 203.
122 DANIEL GERBER

su sobrevivencia. La autoconservación se apuntala en la sexualidad


-se sostiene en el deseo del Otro- y no a la inversa. Lo paradóji·
co se plantea aquí en el hecho de que -no obstante que de esto
depende su vida- el sujeto no puede mantenerse en ese lugar fáli-
co del narcisismo primario, como puro objeto del deseo del Otro;
esto lo condenaría a la imposibilidad de ingresar en el circuito del
deseo a través del sesgo de la castración simbólica, situación que
clínicamente define a la psicosis. En el límite, lo que asegura la
autoconservación lleva consigo la posibilidad de una inmovilidad
mortífera que sólo otra muerte -esa que por la introducción de la
castración consagra a la mortalidad- permite evitar. Para el suje-
to no hay historia sin pérdida de la seguridad de constituir el falo y
riesgo para el narcisismo impugnado de esta manera: la autocon t
servación como seguridad absoluta debe quedar en entredicho por
la caída de la identificación con el falo. A partir de aquí, ya no
quedará para la vida otro camino que deslizarse constantemente
pór bordes resbaladizos que separan dos muertes que acechan: "El
camino del sujeto pasa entre dos murallas de lo imposible . " 32
La vida sólo es posible previa impugnación del narcisismo prima -
río; impugnación que no es sino la introducción del orden de la ne-
gatividad, es decir, del orden del significante que -como la
muerte- coloca un "hasta aquí" a toda pretendida expansión ab-
soluta. Negatividad introducida por la existencia del lenguaje que
constituye al ser bajo la égida del no-ser como única certeza incues-
tionable. El lenguaje es ante todo negatividad creadora de los suje-
tos carentes del ser: "[ ... ] la negatividad del discurso, en cuanto
que hace ser en él lo que no es, nos remite a la cuestión de saber lo
que el no-ser, que se manifiesta en el orden simbólico, debe a la
realidad de la muerte" . 33
Negatividad del orden del lenguaje introduciendo la dimensión
de la muerte que es pulsión, horadación del ser, exigencia reitera-
da de algo más, pronto, antes que la muerte arrase con todo. Pul-
sión que , concentrando lo creador y destructivo de esa negatividad,
encuentra su clave -a partir de Freud- en Mefistófeles: el
espíritu que todo lo niega. Esta negatividad, este NO sólo puede ser
introducido por el NO-mbre-del-padre, una de cuyas acepciones es
precisamente ésa (Non francés, homófono de Nom, nombre). NO a
través del cual el Nombre-del-padre es soporte de la función simbó-
lica en su aspecto esencial de prohibición , pero NO también vincula-
do con el hecho de que "el padre es una función que se refiere a lo

32
J. Lacan, Le séminaire, livre XI, cit., p . 152.
33
J. Lacan, "Introducción al comentario deJean Hyppolite sobre la 'Verneinung' de
Freud", en Escritos 1, cit. , p. 364.
· DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 123

real [- _.] El modo de existencia del padre sostiene a lo real. " 34


La función del padre no solamente sostiene el orden simbólico;
introduce también lo real, la pulsión que trastorna la vida orgáni-
ca. Sólo el NO del padre puede provocar el derrumbe de la ilusión
narcisista in.movilizante, la pérdida del complemento imaginario,
la entrada en el mundo de la in-quietud. De este modo, su función
es indisociable de la entrada en juego de la pulsión en su radicali-
dad de pulsión de muerte con su implicación de corte, separación,
imposibilidad de re-unión. Quienes interpretaron la introducción
del concepto de pulsión de muerte como deslizamiento hacia una
posición pesimista fueron victimas, en realidad, de un apresura-
miento engañoso; se extraviaron en las metáforas biologizantes per-
diendo de vista el aspecto esencial al que se' apunta: la necesidad
del corte como fundamento de la vida, impensable en el marco de
una simbiosis incestuosa con el objeto.
Han sido las significaciones convencionales -imaginarias - de
estos vocablos, vida y muerte , significaciones tomadas sin más del
discurso de una biología ingenua y entremezcladas con la ideología
humanista-religiosa -donde la pareja vida-muerte responde a un
maniqueísmo bien-mal o positivo-negativo - , las que impiden reco-
nocer en qué medida el dispositivo freudiano viene a subvertir la
lógica cotidiana. Basta recordar las finalidades respectivas de am-
bos grupos de pulsiones para advertir que nada del orden de un
maniqueísmo simplista está en juego:
Eros , pulsión de vida: la unión, la síntesis, la formación de
conglomerados mayores. Agreguemos también: el -placer_
Tánatos , pulsión de muerte: la desunión, la disgregación, el aná-
lisis.
Eros pretende el acceso al Uno absoluto; Uno que implicaría la
anulación del deseo por el logro del objeto de amor como bien má-
ximo para el sujeto. Tánatos, en cambio, separa, corta, imposibili-
ta la fusión ; es -en este sentido - la pulsión, sin otro aditivo : "La
dialéctica de la pulsión se distinsue esencialmente de lo que es del
orden del amor como de lo que es del bien del sujeto."35 ¿No se trata
en este caso ~ el de la pulsión como función de corte- de algo ho-
mólogo al Nombre-del-Padre, función cuya falla mantiene ia fu.
sión alucinatoria con el objeto en el seno de esa horrorosa utopía
que es la psicosis?
Si la vida sólo es posible· por efecto del corte , entonces la pulsión

34
J. Lacan , Conférences el enlretiens dans des universités nord-am ericain es, cit .,
p . 35.
35
J. Laca n, L e séminaire, livre X I, cit. , p . 187.
124 DANIELGERBER

de muerte es su condición. No se trata de invertir el maniqueísmo


tradicional sino de afirmar que sólo Tánatos puede establecer la
distancia indispensable con el objeto que Eros tratará de acortar ,
fundándose de este modo la dialéctica pulsional como conflicto
irresoluble. La pulsión de muerte no se distingue pues de la instan-
cia diferenciadora de la castración que impugna el narcisismo: de-
moledora de toda ilusión expansiva, es pulsión destructiva , efecto
del símbolo que asesina la cosa para darle un lugar en el campo del
lenguaje; fuerza constante que no viene del organismo sino que se
asimila con el implacable rigor de la Ley, es la pulsión a secas, Ley
de la hiancia en el significante que moviliza a los sujetos por los
carriles metonímicos de la demanda·. Ley, en última instancia, del .
deseo, que no busca un objeto sino el deseo del Otro como único
lugar en que puede hallar reconocimiento y sanción -siempre y
cuando este Otro no aporte el objeto exigido por la demanda.

6. LA LIBIDO: ¿FLUIDO U ÓRGANO?

Cuando en la teoría psicoanalítica se alude a la energía , no puede


prescindirse de evocar la libido . Para Freud ésta remite a una can-
tidad, cantidad mítica, nombre que designa la presencia efectiva
del deseo en su inagotable desplazamiento , "sustancia" que puebla
los intersticios que se abren entre metáforas y metonimias: "Es
progresando en un tejido de equívocos, de metáforas, de metoni-
mias, como Freud evoca una sustancia, un mito fluídico que intitu-
la libido . " 36
La libido es presencia efectiva del deseo , del deseo masculino co-
rno pura actividad ; actividad del significante en su dimensión esen-
cialmente fálica, creadora y fecundante; actividad del significante
que fluye abriendo orificios en el cuerpo y convocando al goce .. Li-
bido es el nombre común de las vicisitudes múltiples del deseo que
sólo aspira a hacerse reconocér corno deseo; el nombre de un órga-
no que, en tanto que sólo simboliza la acción del significante, care-
ce de realidad empírica y representa más bien la falta de aparato
específico para la pulsión sexual que es puro rodeo por las abertu-
ras corporales y no actividad de un órgano "real" . . Órgano irreal
-no por imaginario sino porque se articula a lo único real, la ca-
rencia del Otro que contornea, inviste y reviste al incursionar en su
campo- , la libido es un órgano viviente , inmortal , nacido de la se-
paración e inescindible.

36
J. Lacan, "Televisión", cit., p. 91.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 125

Lacan evoca este órgano singular inventando un mito, el mito de


la laminilla: en el momento del nacimiento el huevo que contiene a
la cría de hombre se rompe, desprendiéndose de él una laminilla
plana, deslizante y viviente; laminilla que cae del huevo cuando se
quiebran las membranas y comienza a expandirse apropiándose de
las superficies que reviste . Nacida así de la separación, la laminilla
es asexuada, indivisible , irresistible; es un órgano con vida eterna ,
desecho del hombre , monstruoso y enigmático, una Hommelette,
mezcla inquietante de hombre y tortilla : "Rompiendo el huevo se
hace el Hombre (Homme), pero también la Hommelette. " 37
La Hommelett e es libido: sepárada del hombre , indestructible,
investirá a los objetos de deseo y a él mismo, que la sentirá posarse
en distintos puntos de su cuerpo provocándole inquietud, tensión,
nunca placer. La Hommelette representa a lo real de lo viviente ,
un exceso nada tranquilizante , un desecho cuya caída deja una fal-
ta, una basura viviente. Como órgano, la libido es ese residuo ineli-
minable ; residuo que al separ arse del cuerpo toma vida propia en
todos los objetos, en particular en los inservibles; que pueden ope-
rar como causa accionante del deseo. Éste no se satisface con ellos,
tan radicalmente inadecuados para ser reintegrados al cuerpo , pa-
ra devolver una mítica plenitud. Inadecuados , los objetos del deseo
son esencialmente inútiles: llevan la marca del objeto fecal que ,
mejor que cualquier otro, puede rerresentar ese carácter. Inutili-
dad del objeto del deseo equiparable a la inutilidad del cero, que
no "cuenta" para nada pero que es causa de la serie; del mismo
modo puede concebirse el objeto a, causa del deseo, objeto
arrastrado por la Hommelette que se desliza, inquieta , despierta al
hombre y pone en entredicho la presunta soberanía del principio
de placer. La existencia de la Hommelette no sirve a nada útil , no
genera eficiencia , crea conflicto , falta de armonía, búsqueda orien-
tada al fracaso de las intenciones yoicas. La Hommelette envuelve
al objeto que no sirve , que no satisface, que sólo permite mantener
vivo' al deseo.
Así. la libido no es energía comandada por el principio de placer;
debe situarse más allá de la acción de este último : es el órgano in-
quietante que perfora , abre bordes, genera el vacío. Lo advertía
Freud: "Es imposible rechazar la intuición de que eí principio de
placer sirve al ello como una brújula en la lucha contra la libido ,
que introduce perturbaciones en el decurso vital." 38 Perturbadora
del curso de la vida, la libido es del orden del dis-curso, efecto del

57
J- Lacan , "Posición del inconsciente", en Escritos 2, cit .. p. 824.
38
S. Freud, El yo y el ello , en Obras completas , cit ., t. XIX , p . 47.
126 DANIEL GERBER

lenguaje en su función especifica de corte; exceso -como el len-


guaje, ese más allá de lo viviente que viene a mortificarlo- que
Impide toda posibilidad de armonía; desecho viviente que se
adhiere al hombre para constituirlo como el punto de ruptura del
orden natural, el síntoma del universo: "[ ... ] el hombre es indu-
dablemente sólo un desgarrón en el orden de las cosas". 39
Nada más alejado del instinto que esta "energía", nada más dis-
tante de la tendencia al Uno. La libido no es instinto sexual que
busque la unificación; lugar de la paradoja, es "puro instinto de vi-
da , de vida inmortal, de vida irrepresible, de vida que no tiene ne-
cesidad , ella, de ningún órgano, de vida simplificada e irreduc -
tible".40 Vida inmortal, indestructible: la vida de la m1,1erte de la
que. en virtud del lenguaje, todo sujeto tiene que ser portador;
muerte que es lo único que la vida no consume, en esto radica su in·
mortalidad : es ella quien se consume en la imposibilidad renovada
de eliminar su inquietante presencia de excedente que le hace fal-
ta para ser plena. Así se constituye la pasión "inútil" del deseo, le-
jos de toda especulación "económica"; pasión por lo inservible, mo-
vilizada por el enigma irresoluble del goce.

7. UNA ECONOMÍA QUE NO PRODUCE "BIENES"

La división del sujeto.por el significante resulta de la imposibilidad


de una captura total y absoluta en el mismo: algo no puede in-
tegrarse en su campo y cae entonces como resto; es el objeto causa
de la condición de deseante, el objeto a, irrecuperable, objeto que
se pierde pero no desaparece, queda prendido al cuerpo y es a la
vez inasible. Permanece adherido al cuerpo en todas partes donde
existe una vía de paso entre el interior y el exterior, en los huecos
que lo conectan con la demanda del Otro, huecos a través de los
cuales se intercambian esos objetos cuya absoluta falta de utilidad
los convierten en sucedáneos del objeto a: miradas, heces, pa-
labras, el seno, nada. Huecos que hacen del cuerpo una estructura
de bordes atravesados por la laminilla pulsional que no permite el
reposo. Nada del orden de la tendencia al retorno a lo inanimado
anima a este mítico fluido, nada que conduzca al sueño: "Tenemos
aquí algo que no sería agradable sentir derramársele a uno en la

39 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968, ¡>p. 8-9.
40
J. Lacan, Le sérire, h·vre XI, cit., p. 180.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 127

cara, sin ruido, durante el sueño, para sellarla. " 41


La producción de desechos representa el fracaso inevitable en
que desemboca la constitución del sujeto por la operación signifi -
cante. Cae siempre un resto; caída que puede figurarse por ese
punto que carece de imagen especular, lugar que denuncia la ina·
decuación radical del primer significante. Esta inadecuación obliga
a convocar un segundo significante que - por repetirse el mismo
efecto - apelará a uno más y así en sucesión infinita. La caída es
condición de la serie en donde el significante siempre se desplaza,
se modifica por la ley de la sustitución metonímica; el objeto , en
cambio, como punto de pérdida , de "entropía", permanece inmu-
table, siempre idéntico a si mismo, siempre rechazado .de la cadena
significante a la vez que causa de sus despliegues .
El lugar del rechazo es lo que designa al goce. Goce que
- siempre excluido- no permite la adaptación feliz, el disfrute de
los bienes; éstos, sucedáneos de la imagen especular, no son sino es-
pejismos cuya función es obturar el punto de falta. Sólo Narciso se
engaña allí, pero no el deseo , que resulta contrario a cualquier in·
terés de tipo egoísta regido por el principio de placer. El deseo es
deseo de otra cosa, rechazo de todo bien y desdén por la satisfac-
ción narcisista; situado en el más allá del principio de placer im-
pugna todo hedonismo simplista; su causa es siempre perdida; su
punto de vista, antieconómico. Sólo así protege la falta y pone al ser
a salvo del contacto hor roroso en la Cosa . De modo que si, en un
nivel, el Otro de la demanda de amor es el soporte del objeto de
deseo , puesto que tal objeto no constituye bien alguno, es lo inútil,
la demanda que se formula al Otro sólo puede encontrar "satisfac-
ción" en la no concesión del objeto efectivamente pedido . Con la
decepción de la demanda, el arco de la pulsión se cierra sobre sí
para iniciar un nuevo circuito; el deseo queda insatisfecho y a
salvo . ¡Cuánto esfuerzo para exigir finalmente .. . nada!
Rechazo del bien, renuencia a someterse al significante amo de
la serie escabulléndose de éste y dejando pendiente una deuda que
se habrá de pagar con el imposible reencuentro del objeto .perdido.
Pero el sometimiento al significante primordial no hace menos
deudor al sujeto : nada se paga más caro que sostenerse en la iden-
tificación narcisista con el falo, caso en que se llevará la condena
de ser la prueba de la omnipotencia absoluta del Otro. La pulsión
de muerte tiene relación con un rechazo: rechazo de un ofrecimien-
to erótico de vida infinita, sin cortes; único rechazo que permite la

41 J. Lacan, "Posii:;ión del inconsciente", en Escritos 2, cit. . p. 824.

'
128 DANIEL GERBER

vida en el mundo simbólico. Dice Lacan: "En nuestra opinión, es


la relación fundamental del sujeto con la cadena significante lo que
está en el centro de Más allá del principio de placer, y no tanto la
criticable idea de una tendencia al descanso inanimado : relación
del sujeto con el significante en tanto se le ruega constituirse en él y
él rehusa hacerlo, rehusando pagar una deuda que él no ha
contraído, lo que tiene el efecto de perpetuarla: por sus sucesivos
rechazos, el sujeto se encuentra cada vez más ligado a ella." 42
Bien que se rechaza, deuda que se contrae; deuda inevitable, ·tri-
buto a pagar para tener un lugar en el orden simbólico. Deuda
que , por otra . parte, no es el sujeto quien la contrae: la demanda
del Otro la impone exigiéndole que· eso que él le da no lo reciba.
Pero esa exigencia bien podría ser otra: la de recibirlo haciéndose
poseedor del Bien Supremo y deudor .en otro sentido , deudor de
una castración que tendrá que venir de lo real como único medio
de poner fin a la usurpación de un lugar ilegítimo, el del Legisla-
dor que nadie puede ocupar.

8. LA DEUDA Y SU ECONOMÍA PARADÓJICA

Aspecto de inequívoca connotación "económica", la deuda es


encrucijada de paradojas. La constitución del sujeto en la cadena
significante es sincrónica al descubrimiento de la falta en el Otro:
el enigma del deseo aparece primero como pregunta por el deseo
de este último . Si hay falta en el Otro, un objeto ha caído, un
rechazo se ha consumado ; la aparición del deseo es consecuencia de
la formulación de un NO rotundo a la posibilidad de sostenerse en
el lugar fálico que obtura aquella falta, es derrumbe de la identifi-
cacion narcisista . Aquí, el hombre queda ligado de por vida a una
deuda esencialmente simbólica: ésta no podrá pagarse con lo que
tiene porque cuando el ser ya fue instituido como falta , todos los
bienes que se poseen resultan insuficientes. Sólo podrá pagarla con
lo que no tiene, la carencia que puede ser causa del deseo del Otro ,
inhallable para siempre como pleno. Pero la no consumación de
ese rechazo del significante primordial, el sostenimiento en el plano
de la identificación .narcisista , conservan en el sujeto la ilusión de
.que posee el ser y dejan la deuda al margen de lo simbólico, como
exigencia real que deberá pagar con lo que tiene , con "su vida y su
sangre" .

42 Seminario l': Los formaciones del inconsciente (transcripción de .J. B. Pontalis). en

J. Lacan. Las formaciones del inconscient e, Buenos Aires, Nueva Visión , 1970, p . 97 .
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 129

La falta de negativa rotunda al ser "ofrecido por el Otro" conduce


a ceder en el deseo; su consecuencia es la culpa. Culpa por la acep-
tación del Bien Supremo: "No es el mal sino el bien lo único que
puede generar la culpabilidad." 45 El bien que se acepta coloca en
la beatitud, que sólo puede ser fálica: "[la identificación narcisista J
deja al sujeto, en una beatitud sin medida, más ofrecido que nunca
a esa figura obscena y feroz que el análisis llama el Superyó". 44 Sur-
ge el superyó como efecto paradójico de la conducta virtuosa que
pone en acto el fantasma de posesión del Bien, lo que implica un
posicionamiento narcisista del sujeto, que usurpa así el lugar del
ser. Es la tentación eterna: querer dar lo que se tiene para hacer
del Otro el complemento narcisista; ninguna ventaja podrá obte-
nerse, por el contrario "la instauración ' del superyó implica una
gran desventaja económica". 45
Desventaja económica: una opresión insensata viene a establecer-
se. Obscena y feroz, la figura del superyó se c,onfunde con el padre
privador; privador no de la madre, sino del ser del que el sujeto se
creería dueño. Padre imaginario, fuera del alcance de la castración
como el sujeto mismo; padre que sostiene una exigencia imposible
de cumplir: ¡goza! Imperativo que hace imposible el deseo, que só-
lo puede constituirse por un rechazo del goce fuera del significante.
El superyó no es la Ley; ésta legitima el deseo; él, en cambio, sólo
representa lo que en el imperativo es puro goce, exigencia insensata
de identificación absoluta y total éon el objeto a que puede testi-
moniar la omnipotencia del Otro.
El superyó se introduce en relación directa con una falla de la
Ley. Un eslabón se rompe en la cadena simbólica, el padre no
queda localizado en el lugar del antecesor lógico y permanece amo
del ser. En ese lugar vacío -viene a instalarse una figura terrorífica,
representación directa -sin mediación posible- de lo real de la
pulsión; fauces abiertas que sólo profieren la orden feroz, abertura
insaciable que evoca al ello en su exigencia sin límites, se compren-
de por qué "el superyó es abogado del ello", 46 o "el superyó puede
volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello". 47
Imperativo del goce, de la fusión plena, productor de la parálisis
que inmoviliza al deseo, el superyó aparece como amo absoluto,
representación inequívoca del Sujeto supuesto Saber de los pensa-

45
J. Lacan, "Televisión". cit., p. 134.
44
J. Lacan, "Variantes de la cura-tipo", en Escritos 1, cit., p. 346.
45
S. Freud, El malestar en la cultura, en Obras completas, cit., t. XXI, p. 123.
46
S. Freud, Elyoyelello , cit., p . 37.
47
!bid .• p. 54.
130 DANIEL GERBER

mientos reprimidos. Amo absoluto, impone sus exigencias en


nombre de un saber sobre el bien que lleva a la culpa; culpa por
haber entregado el ser eludiendo el riesgo de la pérdida de esa par-
te del mismo que lo convierte en carencia . Es esta entrega total
para el goce del Otro lo que el virtuoso paga con la culpa: nada
puede ser suficiente para satisfacer la exigencia de goce. Habiendo
escapado" a la posibilidad de la pérdida de la Cosa por una identifi-
cación con ella misma -lugar de lo sublime- todo se pierde por
la presunta posesión del ser: "Todo el que procure salvar su vida,
la perderá; y todo el que la pierda, la salvará. " 48
Paradoja insalvable: sólo la apuesta por la causa perdida del de- .
seo -cuya única ganancia es la del deseo mismo que subsiste- re-
sulta "económica". La otra altemativá, ceder en el deseo en
nombre del Bien Supremo, desemboca en el síntoma, en -carnación
de lo real del goce del Otro; a él solamente le pertenecen los iróni -
camente denominados beneficios primario y secundario de la enfer-
medad.
Ahora bien, más que dos opciones claramente distinguibles, estas
variantes aparecen como polos de un mismo conflicto que atraviesa
a la subjetividad: la posibilidad de eludir la Ley del lenguaje y el
deseo está siempre presente, inscrita en el narcisismo; y el superyó
-vinculado a esta dimensión - es producto de este "no querer sa-
ber nada" de la existencia de la castración: "El superyó es la hian-
cia abierta en lo imaginario por todo rechazo ( Verwerfung) de las
órdenes de la palabra." 49 En otros términos , el superyó deviene de
la imposibilidad de constituir la deuda como momento fecundo; es-
to como cons~cuencia de la aceptación de ese Bien ofrecido por el
Otro que liga al sujeto de por vida al poder imaginario de esa figu-
ra obscena y feroz . La culpa no es, por lo tanto, efecto del asesina-
to del Padre sino de la imposibilidad de consumarlo; es el resultado
del mantenimiento de la unión incestuosa con el Bien Supremo que
dificulta la entrada en el mundo de la negatividad , en el cual puede
destronarse el imperio del principio de placer. Allí, en esa unión ,
está el pecado originaL

9 . NEGATIVIDAD Y ECONOMÍA SUBJETIVA

La salida del narcisismo primario absoluto no está determinada


por la maduración orgánica. Es correlativa con el ingreso en ese

48
San Lucas. 17: 33.
49
J. La can, -" Vari a ntes de la cu ra -tipo'', cit. , p. 346.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLiSIS 131

mundo de la negatividad impuesto por la metáfora paterna que


condena al fracasó al principio de placer.
Será en su crucial artículo de 1925, "La denegación", 50 donde
Freud va a situar las claves fundamentales que permiten compren-
der el modo en que pueden resolverse los atolladeros a que conduce
el exclusivo funcionamiento alucinatorio del principio de placer_
Claves que se remiten al papel primordial que desempeña la crea-
ción del símbolo de la negación en el contexto de una oposición
mítica entre ambos tipos de pulsiones.
Mito de los orígenes del símbolo; mito -una vez más, "tentativa
de dar forma épica a lo que se obra por la estructura" - que
describe, en un comienzo, la existencia del yo-placer cuyo fun-
cionamiento se limita -en el plano d'el juicio de atribución donde
todavía nada existe- a la apropiación para sí de lo bueno, lo pla-
centero, y la expulsión fuera de sí de Jo malo, lo displacentero. El
objeto de placer coincide aquí con la imagen especular: el yo se sa-
tisface alucinatoriamente como si el objeto no se diferenciara de él
mismo, y lo displacentero -inexistente- permanece como un ex-
terior inasimilable a ese yo. Autocomplacencia narcisista absoluta
con el objeto que forma parte del campo del placer, del Lust: "[ ... ]
los objetos que están en el campo del Lust tienen una relación tan
fundamentalmente narcisista con el sujeto que al fin de cuentas el
misterio de la pretendida regresión del amor en la identificación
tiene su razón en la simetría de estos dos campos que les he desig-
nado por Lust y Lust-Ich". 51 Amor narcisista e identificación pri-
maria son, pues, conceptos equivalentes. Hasta aquí no hay aún lu-
gar para un sujeto: domina la relación especular en el marco de
una afirmación, una Bejahung, sin matiz alguno: la afirmación del
juicio de atribución que impone un sincretismo pleno, la aliena-
ción. Pero éste es el único camino posible para ponerse a salvo de
la muerte real , esta alienación por medio de la cual el sujeto de-
viene en el lugar del Otro que en este momento tiene Ja categoría
de un otro especular. Falta la necesaria distancia subjetivizante
entre el yo y la imagen.
Será necesario -única manera de escapar de esta alienación-
una reintroyección del displacer proyectado fuera. Es el segundo

50 S. Freud, "La negación", en Obras completas, cit. , t . XIX , p. 249. Consideramos

más correcto la traducción de V erneinung por denegación , término que refleja con más
claridad las características del mecanismo que el articulo analiza , permitiendo situarlo
dentro de la cadena del lenguaje como significante que sale al cruce d e una afirmación.
En este sentido, par a que exista den egación es funda mental la dimensión del Otro .
51 J. Lacan , L e séminaire, livre XI, cit., p . 219.
132 DANIEL GERBER

momento mitico, momento de la deposición del régimen del yo-


placer y constitución, sobre sus ruinas, del yo-realidad definitivo.
Constitución asegurada por el hecho de que el sujeto , adviniendo
en el Otro en el momento de la Bejahung, de la afirmación pri-
mordial, encuentra allí la afirmación de lo simbólico, esto es, una
afirmación dominada por la Vemeinung, la denegación; una afir-
mación que no se le presenta de un modo transparente sino como
verdadero jeroglífico significante, enigma del deseo del Otro que le
retorna. Porque el Otro, otro de la relación especular, en un pri-
mer nivel, es más radicalmente el Otro simbólico; su exterioridad
-en tanto soporte de una falta que no se disimula- es imposible
de suprimir. El Otro es el lugar de la f<~lta, por donde se perfila
- tras lo simbólico- lo real presentificado de la muerte que viene
a romper la especularidad, a dejar sentado el hecho de que no hay
afirmación que no se sostenga sino a partir de una denegación
implícita, esa que introduce el símbolo en la vida.
Papel esencial el que cumple la denegación, reintroduciéndose
así la relevancia de la pulsión de muerte como condición absoluta;
la emergencia del juicio de existencia sería impensable sin la inter-
vención de esta última: "El juzgar es el ulterior desarrollo, acorde a
fines, de la inclusión dentro del yo o la expulsión de él, que origi-
nariamente se rigieron por el principio de placer. Su polaridad pa-
rece corresponder a la oposición de los dos grupos pulsionales que
hemos supuesto. La afirmación -sustituto de la unión- pertenece
al Eros, y la negación -sucesora de la expulsi"ón- a la pulsi'ón de
destrucáón. "52 Un matiz esencial es ostensible: la negación es suce-
sora -no sustituto- de la expulsión; esto permite evitar la ads-
cripción apresurada de la pulsión de muerte al principio de placer,
hay un tiempo lógico intermedio. El funcionamiento omnímodo del
principio de placer deberá ser violado, transgredido por la pulsión
para que el ingreso en el mundo de los límites, de lo discontinuo,
se concrete. Para Eros, en cambio -afirmación pura, continuidad
absoluta- la muerte no existe, lo que significa -en otros
términos- que todo para él es muerte. Lo que introduce la discon-
tinuidad -la vida como efecto del corte- es la pulsíón, esa negati-
vidad radical que soporta el hombre.
Puede afirmarse entonces que la pulsión es el efecto específico d.e
la operación significante como apertur;:t de la dimensión del •
allá del principio de placer; más allá de lo orgánico, de la simple
adecuación al mundo existente. Operación que hace existir al ser al
precio de una muerte, que constituye la vida en el orden de la ne-

52
S. Freud, "La negación", cit.'. p. 256 (las cursivas son nuestras).
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 133

gatividad: "La operación de la función del juicio se posibilita úni-


camente por esta vía: que la creación del símbolo de la negación
haya permitido al pensar un primer grado de independencia res-
pecto de las consecuencias de la represión y, por lo tanto, de la
compulsión del principio de placer. "53
La aparición del símbolo de la denegación -expresión esta últi-
ma desde ahora pleonástica, pues el simbolo es una denegación
implícita- es indisociable de la acción de la pulsión de muerte. Lo
simbólico genera lo real de la pulsión, que a su vez determina la in-
suficiencia de lo imaginario_ La dimensión de lo imposible que se
abre es también aquélla de lo más necesario pétra producir al suje-
to, estructurado por una exclusión -.interior a él mismo- respecto
al objeto _ Es, esta última, la estructura de hiancia del inconsciente,
despojado ya del carácter de "sede" de las pulsiones para concebir-
se como el modo de operación de la sexualidad en tanto ,pulsión
parcial que escapa al voluntarismo de la búsqueda de _placer_
Nombrando el efecto específico del significante sobre el sujeto, el
inconsciente es el ser que, hablando, goza; el trabajador ideal que
siempre produce algo más, un plus, un exceso que es cristalización
de ese goce carente de cualquier utilidad, contrario a tod.'i deman-
da de rendimiento .
Ser que - indefectiblemente porque es carencia- hablando goza
mediante la impotencia del síntoma, el inconsciente es el principio
antieconómico en acción ; el sitio de pura pérdida, desecho de la ló-
gica que el psicoanálisis recupera_ Es, por esto mismo, el escollo in-
salvable en donde chocarán eternamente los esfuerzos teóricos por
aprehenderlo, el enigma insondable cuya vigencia incólume exige
una obstinada perseverancia en su imposible elucidación. El discur-
so del psicoanálisis -discurso del descubrimiento del incons-
ciente - no lo "esclarece" , no es -en lo esencial- la teoría sobre
sus características; es, ante todo, puesta al desnudo de su presencia
inquietante_ Puesta al desnudo que viene a romper, en este campo,
la necesaria vinculación que se produce entre la posesión de un sa-
ber y el ejercicio consiguiente de un poder. Impedido de operar
sobre los efectos del mismo , el "saber" sobre el inconsciente es "inú-
til": no asegura ningún tipo de dominio sobre su funcionamiento.
El psicoanálisis, por lo tanto, se distingue como práctica de toda
otra que no puede dejar de buscar resultados "útiles" , reductibles
en última instancia a un incremento del po'<ler sobre los efectos del
deseo inconsciente . Como Picasso, en cambio, el psicoanalista
puede repetir: "yo no busco, encuentro"; encuentro con lo inespe-

53
/bid., p. 257 (las cursivas son nuestras).
134 DANIEL GERBER

rado, sorpresivo, doloroso, que viene a impugnar toda ambi-


ción de dominio. Toda preocupación por la búsqueda de resulta-
dos eficaces, por el contrario, aparece como intromisión de un dis-
curso de poder, discurso de la conciencia que anhela una posición
de amo sin querer saber nada de lo que pueda cuestionar esta pre-
tensión, de todo lo que es del orden del deseo, de las pulsiones y el
goce . Despreocupado de la utilidad práctica, el estatuto del psico-
análisis debe inscribirse tn el plano de la ética: su tarea es conducir
hacia eso que el poder del amo domestica, silencia, reprime; eso
que es lo que verdaderamente in-quieta al hombre.

10. EL FACTOR CUANTITATIVO: OBSTÁCULO Y CAUSA DEL ANÁLISIS

El anAlisis crítico desarrollado hasta aquí puede parecer contrario a


la constante reivindicación del punto de vista económico que reali-
za Freud. Reivindicación que se acentúa en sus últimos trabajos, en
particular en "Análisis terminable e interminable", donde todo pa-
rece ser formulado en términos energéticos. 54 No obstante, no re-
sulta dificil advertir el carácter metafórico que dicho abordaje po-
see, sobre todo cuando el texto destaca un aspecto fundamental: el
problema de la "relativa intensidad constitucional" de las pulsiones
como obstáculo infranqueable del proceso analítico; obstáculo que
se remite a un "factor cuantitativo".
No resulta casual el hecho de que la alusión a este factor aparez-
ca tan vinculado a dificultades de la práctica analítica. Ya se ha
hecho referencia al surgimiento del punto de vista económico como
un modo de dar respuesta al hallazgo de obstáculos resistenciales
en el proceso mismo de la cura, de modo que este retorno al mismo
no hace más que poner otra vez sobre el tapete el hecho de que no
existe en estas elaboraciones ningún afán especulativo sino la nece-
sidad perentoria de reflexionar en torno a una dificultad funda -
mental, un punto de tropiezo inevitable en el análisis. De ahí la
afirmación: "[ ... ] el análisis puede costear sólo unos volúmenes de-
terminados y limitados de energía";55 afirmación que confirma que
la introducción de ese punto de vista que evoca la energía obedeció
antes que nada al encuentro con la realidad contradictoria del in-
consciente que, a la vez que posee una fuerza irresistible para
abrirse paso, para hacerse oír, lleva en si mismo un elemento de re-

54 S. Freud, Obras completas, cit. , t. XXIII, p . 211.


55 /bid., p. 242.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 135

sistencia que impide su abordaje_ Nada mejor que la experiencia


analítica para apreciar esto: el proceso de repetición significante
que la asociación "libre" pone en marcha y que se desarrolla en el
plano de lo simbólico, de la palabra, se interrumpe siempre en un
punto específico, cuando el significantr choca con algo que no par-
ticipa de la naturaleza de lo simbólico, de la producción de senti-
do; cuando tropieza con lo real del objeto innombrable_ Allí el dis-
curso calla.
El silencio que emerge en ese momento no es sino el que caracte-
riza a las pulsiones, imposibilitadas de representarse en el campo
del significante que se organiza como serie infinita de todas las
sustituciones posibles en el lugar de un real -real pulsional- in-
sustituible_ La proximidad de este real detiene el curso asociativo;
la sustitución significante es regida por automaton, pero el en-
cuentro inesperado de lo real es tuché. SÓio el psicoanálisis, por
otra parte, puede provocar, sistemáticamente, este encuentro
sorpresivo: "Ninguna praxis más que el análisis está orientada ha-
cia eso que, en el corazón de la experiencia, es el núcleo de lo
real." 56 Este real es límite irrebasahle para Freud, quien lo denomi-
nó Penisnez"d en la mujer, angustia de castración en el hombre,
rechazo de la femineidad en su dimensión de enigma último e irre-
soluble acerca del goce, en ambos sexos. Límite que es, en última
instancia, lo real del sexo como goce inalcanzable operando como
roca viva de la castración, absolutamente refractaria a la acción de
la palabra. A nada diferente puede remitir este misterioso "factor
cuantitativo", verdadero fantasma que atormenta todo análisis,
evocación directa del fantasma - a secas- como velo último que
protege el altar vacío de la castración. Al fantasma, en donde el
sujeto deseante recupera de un modo ilusorio el objeto perdido que
genera su irreversible división, se dirige la acción analítica; a deve-
lar esta formación paradójica -cuyo materna, elaborado por La-
can, .pretende representar: l5 <>
a- en donde el sujeto es causado
en su escisión por un objeto siempre fuera de su alcance, pero al
que se adhiere férreamente.
Esta adherencia, sin embargo; no puede equipararse a la fijación
a significantes: es el punto clave que el texto de Freud aborda. El
significante es siempre sustituible, de modo que la fijación al mis-
mo implica un permanente movimiento; pero ninguna sustitución
significante puede recubrir el lugar del objeto, que representa lo
que viene a colmar el -<{), la falta fálica, lugar desde el cual se or-
ganizan las cadenas de sentido. Únicamente el fantasma

56 J. Lacan, Le séminaire, livre XI, cit., p. 53.


\:
136 DANIELGERBER

-expresión de la adherencia inconmovible al objeto- permance


allí con una fijeza absoluta; fijeza que demuestra que más allá de
él sólo queda ese "factor cuantitativo" representando lo real de la
pulsión, su fuerza constante.
La adherencia al objeto -a través del fantasma- es defensa en-
carnizada del último reducto que protege de la definitiva destitu-
. ción subjetiva, del reconocimiento irreversible de la castración. Es
una adherencia referida por Freud por medio de su metáfora de la:
fijación viscosa de la libido; viscosidad que no alude a alguna pro-
piedad sustancial del fluido sino al hecho de que el significante de-
ja de fluir cuando llega a su límite, que no es otro que el punto
que evoca el efecto del significante sobre el sujeto. En este momen-
to, ante la imposibilidad de operar sólo con el significante sobre el
"factor cuantitativo", se arriba -según Freud- al límite de lo
analizable: lo real de la castración carente de inscripción en el len-
guaje que -por esto mismo- no es susceptible de "elaboración
psíquica".
Éste es el testimonio irrefutable de que la noción del análisis, en-
tendido simplemente como· proceso de elaboración simbólica, deja
un resto imposible de simbolizar; resto de lo inasimilable, de lo que
no tiene inscripción en el lenguaje: la ya mencionada "intensidad
constitucional" de las pulsiones que no entra en el cálculo del apa-
rato psíquico y provoca un "agotamiento de la capacidad
receptiva" que se explica -siempre las metáforas energéticas-
"por una suerte de entropía psíquica". 57
Para Freud, el límite de lo analizable está señalado por ese punto
extremo del trabajo de significación, significación fá!.ica, sexual en
tanto imaginaria. El análisis, de acuerdo con su fundador, no
podría ir más lejos de ese lugar de fracaso, constituido por la impo-
sibilidad de relación sexual; imposibilidad , en este caso , de rela -
ción entre analizante y analista. Sin embargo, por una paradoja
·más, lo esencial de la revolución psicoanalítica quedaría sepultado
si no se afirmara támbién que ése es el punto al cual el analizante
debe dirigirse; exigencia de orden ético que se funda en el hecho
de que "el discurso analítico no se sostiene sino del enunciado de
que no hay, que es imposible 'plantear la relación sexual". 58 Sólo de
este modo la cura puede ir encaminada a producir un descentra -
miento de la ambición de constituirse en amo del deseo por medio
del ejercicio de la potencia fálica sobre el significado; descentra-
miento que tiene que colocar el deseo en el lugar del verdadero

57
S. Freud, "Análisis terminable e interminable", cit., p. 244.
58
J. Lacan, Le séminaire, ú"vre XX, cit., p. 14.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 137

amo, determinando que el discurso del analista se inscriba en las


antípodas del discurso del amo: 59

Discurso del amo: Discurso del analista:


Imposibilidad Imposibilidad
S 1 ~S 2 a-..!.
Ta S2 S1

S1 : significante amo
S2 : saber
S: sujeto
a: objeto a, plus-de goce

Salta a la vista que la posición del anal~sta como agente del dis-
curso se opone totalmente a la intención de ejercer algún poder: el
analista ocupa el lugar del objeto a, resto de la operación constitu-
tiva del sujeto, haciendo el semblante de él. Desde alli interroga al
analizante, causando su división subjetiva (.l5), es decir, constituyén-
dolo como deseante de un deseo que carece de objeto. Lo que ~ae
como resto de la operación analítica será el significante amo, el 5 1
en que se ha trabado el ser del analizante; caída que viene a
representar la pérdida de toda ilusión de dominio de sí. Tomando
así el psicoanalista el lugar del objeto caído, el fin del análisis
mostrará la emergencia del .l5 en su horrenda pureza, sin su comple-
mentación fantasmática (a); la imposibilidad, que en este discurso
va precisamente de S a a, es ilustrativa de este efecto . El analista,
por otra parte, puesto por el analizante al inicio del proceso en el
lugar del Sujeto supuesto Saber, está destinado -en tanto en ese
lugar sólo hace el semblante del objeto a - a caer finalmente como
desecho irrecuperable.
Todo esto sólo puede suceder si el lugar de la verdad en este dis-
curso -lugar que en el discurso del amo ocupa .l5, la división subje-
tiva de la que nada se quiere saber para sostener la dominación
ilusoria- es ocupado por el saber. Desligándose de este saber y
manteniéndolo sólo como supuesto, del que nada querrá saber, el
analista interviene como un intérprete que habla por medio de
enigmas y formula su interpretación como un ·decir a medias que
suscita el malentendido; malentendido que exige confrontarse con
una verdad que es no-toda. Nada más opuesto a la exigencia de
utilidad, nada tan reñido con la moral del amo que, en su afán de

59
]. Lacan, "Radiophonie", cit., p . 99 .
138 DANIELGERBER

que las cosas marchen bien, debe rechazar el goce en nombre del
buen sentido que representa la sugestión, del ejercicio de un poder
en nombre del bien que condena a la culpa y el síntoma. Contraria
en cambio a cualguiereXigencia de utilidad, la práctica del psico-
análisis es paradójica: re€upera aquello que las demás prácticas
"útiles" descartan com__g.,.&secho para realizar un trabajo que no as-
pirá a una elevación sino a una caída, la de toda ilusión de
complemento.
El trabajo del análisis es ajeno a cualquier exigencia de eficacia
que , de una u otra manera, representa el ejercicio de un poder.
Por eso mismo es antieconómico: inútil para los criterios de rendi-
miento vigentes, en la medida en que se sostiene en)a negativa de
producir un nuevo objeto que sirva de consuelo para el malestar en
la cultura. Y sin embargo , esta "inutilidad" es, paradójicamente, lo
único que puede asegurar la caída sucesiva de los velos que impi-
den que el deseo se reconozca como tal; velos que son los síntomas
mediante los cuales el malestar se ha transformado en neuresis, ese
modo tan habitual de confundir el deseo del Otro -vinculado in-
disolublemente a su falta - con su demanda. Confusión que provo-
ca el afán dt;sesperado por satisfacerla llegando por este camino a
ceder en el deseo. Reconocer la soberanía irrebatible de este último
no significa de ninguna manera terminar con el malestar; es,
simplemente, restituirle su papel fecundo allí donde la neurosis ha-
ce de él la razón de un sufrimiento insoportable .
VIII. LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO
HÉCTOR ARRUABARRENA

Pero, en otro sentido, es bien sabido que todo mito es


una búsqueda del tiempo perdido. Esta forma moderna
de la técnica shamanística que es el psicoanálisis, extrae,
pues, sus ca¡:acterísticas particulares del hecho que, en
la civilización mecánica, únicamente hay lugar para el
tiempo mítico en el hombre mismo. De esta comproba-
ción el psicoanálisis puede recoger una confirmación de
su validez, a la vez que la esperanza de profundizar sus
bases teóricas :1 de comprender mejor el mecanismo de
su eficacia, por una c.onfrontación de sus métodos y sus
o~os de sus grandes predecesores: los shama-
nes y los hechiceros.
C. LÉVI -STRAUSS*

Hoy llego - a dejarme enseñar por Claude Lévi-Strauss,


tal como lo he venido '1aciendo a partir de su trabajo
"La estructura de los m ·tos", a partir del que he confec-
cionado "El nito individual del neurótico".
J. LACAN**

EL INCESTO, IMAGINARIO

Sigmund Freud, al finalizar Tótem y tabú, ha podido expresar que


"en el principio era la acción"; mientras que Claude Lévi-Strauss,
en El origen de las maneras de mesa, ha afirmado esa conclusión
diciendo que "al pasar del hombre a la mujer, el verbo se hizo car-
ne". Un verbo que plasma al Logos en posición de encamarse, a
partir del siglo X.
Entonces en el principio era la prohibición, la acción, la fun-
ción, el cuerpo reglamentado por la palabra; y al producirse la

• Claude Lévi -Strauss, "La eficacia simbólica" en Antropología estructural ! ,


Buenos Aires, Eudeba.
** Exposición de Jacques Lacan en la discusión acerca de La relación de los mitos
y Jos ritos, en la ~iedad de Filosofía Francesa, 1952.

(139)
140 HÉCTORARRUABARRENA

prohibición y a partir de ésta se deseará eso prohibido; entonces, lo


humano cumplirá la prohibición pero de todas maneras deseará lo
que se encuentre prohibido.
Por este deseo lo humano puede ser, debe ser, y mientras aquél
exista éste no desaparecerá. Aunque el hombre aménace al hombre
en su proliferación y mientras se pueda decir y por lo tanto hablar,
lo humano no dejará de existir. Lo implacable del avance científico
lleva consigo el retroceso, aunque implique que la historia no posee
continuidad; lo paradójico es que el avance científico conlleva
lo inherente a su propia destrucción. Por su lógica, desarrollo y retro-
ceso, se tratan de la misma y única cosa.
Entonces, lo deseante pone al mundo en acción, en tanto se en-
tiende que por lo prohibido se desea; lo prohibido, a su vez, provo-
ca el intercambio que por su parte da lugar a la función en tanto
da vida desde un principio a la consigna, humana, en general.
Trataremos aquí la consigna como conjuración de la mue~
. Si, por el contrario, el deseo se extinguiera, el cuerpl3'humano
quedaría cerrado sobre sí mismo y en una tensión cero (O) -nada
debería, nada le deberían-, sin nada que ceder, sin nada que rt(
cibir, sin nada a qué renunciar para transformar esta renuncia en
lo prohibido para sí; acentuado esto por la concepción de que el es-
tado de cultura comporta dar más de lo que se recibe y recibir más
de lo que se da. Rectificando a Guy Rosolato, que dice que todo
hombre debe una mujer, diremos que el sujeto es el que posee la
deuda, ya que el hombre sólo es tomador de ellas. William Shakes-
peare manifestó, en el mismo sentido que Rosolato, que todo
hombre debe una muerte a la naturaleza. De todos modos ambos
bordean una cierta periferia en lo que a la renuncia se refiere.
En tanto, las sociedades que se piensan organizadas como un
cuerpo, como las latinoamericanas o las de Medio Oriente por
ejemplo, no pueden quedar congeladas o herméticamente cerradas
sobre sí mismas; deberán renunciar a hijas y hermanas (en nombre
de la deuda y la renuncia) prohibiéndoselas a sí mismas para que,
por lo mismo, queden permitidas a otras sociedades, y a otros gru-
pos. El organismo que se prohíbe una parte para no sucumbir en
su totalidad, que inhibe la factibilidad de satisfacción de su pro-
ducto, cumple con una línea y un recorrido secuencial:
prohibición - deseo de lo prohibido - intercambio - recepción de
la metáfora de lo prohibido - pase al deseo insatisfecho.
El deseo es el tránsito de un deseo insatisfecho hacia otro tam-
bién insatisfecho. Entonces el deseo, por su estructura, no se satis-
face nunca. Se habla porque se desea, hay deseo porque hay prohi~
bición. Entonces, para refetjr ._ el incesto deberá remitírsele, indica-
LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 141

damente, al deseo. Lo incestuoso se refiere, específicamente, al de-


seo incestuoso. No habría concreción del incesto pues dejaría de
haber deseo. Lo incestuoso es condicz'ón del deseo. Aunque la revis-
ta Playboy dijera que lo bueno del incesto es que queda en familia
(citado por Lévi-Strauss en las Mitológicas), no habrá familias in-
cestuosas (aunque el campo parezca propicio) en el sentido vulgar
· del término: a lo sumo ~erán endogámicas. En un trabajo anterior1
planteamos que la exogamia y la endogamia son la otra cara del
incesto. Añadiremos ahora que la endogamia, forma y versión de
la exogamia, no se opone al incesto sino que éstas lo contienen y lo
condicionan.
Si un hombre toma un elemento prohibido para él (aunque si lo
efectúa· será porque la prohibición no ha •funcionado eficazmente)
bajo el nombre de "hermana" por ejemplo, ésta dejará de llamarse
así, dejará de ocupar ese lugar parental desde el mismo instante de
la captación. Cada lugar y cada función dentro del orden parental
deberán estar cubiertos, y si alguno se traslada o permuta será ocu-
pado por otro término. Esto será diferente para la novela: Lévi-
Strauss, dirigiéndose al trabajo S!Z de Roland Barthes y la cons-
trucción de éste acerca del Sarrazine de Balzac, dirá que donde hay
incesto no hay alianza.
Entonces, alli, en esa captación habrá variado y fallado la fun-
ción, ya que son los cuerpos los que ocupan las funciones en la cul-
tura, y no las funciones las que ocupan los cuerpos como sucede en
la naturaleza:. Ya será la "esposa'', mas no la "hermana". Más ajus-
tadamente podría decirse que esa mujer en calidad de hermana,
luego de la captación, no podría volver a ocupar el mismo lugar
anterior, tópicamente. Asimismo, la toma habrá podido producirse
porque esa llamada "hermana" no coincidía, con anterioridad, con
la función de consanguinidad. Por esto mismo es imposible detec-
tar alguna punición para este lugar.
Entonces podremos decir que el incesto referido, en abstracción,
no existe; sólo t'nsiste como deseo; ya que al pensar que existe se
trataría de colocar a la raza, a la genética, determinando a la cul-
tura; por el contrario, la cultura es la que determina a la genética,
ya que para constituirse ambas poseen al lenguaje en su inicio. Par-
ticularmente la genética para constituirse tuvo que pedir prestado
a la lingüística su arsenal operatorio, para llegar a hablar en térmi-
nos de frases, quiasmos; concluyendo que la genética funciona co-

1
H. Arruabarrena, La tn'bu y la familia. Papeles de psicoanálisis , Buenos Aires,
Ediciones Paradiso, 1980.
142 HÉCTORARRUABARRENA

mo el lenguaje; éste como instancia de determinación cultural, en


lugar de alguna propuesta determinista, natural y de bella alma
kantiana .
Quien crea en palabras que dicen que de padres incestuosos pro-
ceden hijos deformes será quien tendrá ese tipo de hijos, y no de
modo inverso: que porque ha tenido "relaciones" incestuosas
tendrá hijos deformes. Al principio de este lugar se hallan las pa-
labras que soportan una creencia, luego los resultados se darán por
añadidura.
Asimismo, teniendo en viva cuenta que la prohibición del inces-
to parte de un discurso y una exigencia social, se hará posible in-
tentar en algún otro lugar. una caracterización de una sociedad , de
una cultura, al efectuar un análisis de los aparatos simbólicos de
parentesco : si se hallan consolidados, en vías de disgregación o de
transformación; ya que otros parámetros, como los económicos y
los políticos, no pueden llegar, en ciertas oportunidades, a dar
cuenta de tales fenómenos.
Debido a que nos hallamos en el estadio de la cultura, no es po-
sible pensar en términos de consaguinidad, aunque lamentable-
mente ésta sea la única palabra que haya podido darse a una fun-
ción, a una relación entre hermanos.
¿Qué certifica que aquella persona sea hermana de aquella otra?
Solamente el nombrar. Nombrar es clasificar y, aún más, hablar es
clasificar. Si la clasificación se halla dada se estará, por ende y
específicamente, en calidad de cultura. ¿Acaso un aire de familia
(como se dice) certifica la procedencia de la hermandad? Entonces,
¿qué es lo válido? Que un padre y una madre, en una relación de
alianza , acuerden decir que ese niño es su hijo y esa niña es su hija,
y entre ellos se establezca una hermandad.
Mientras tanto el incesto se hallaría considerado en términos del
que hace sólo por sí mismo, en aras de su propia satisfacción. Por
oposición , la exogamia se hallaría bajo los términos del que hace
por el otro, pensando que, en este mundo , desde q.ue la especie
existe, se debe contar a partir del número dos. En la cultura no
existe el uno ya que.éste pertenece a la naturaleza. Porque alguien
desea no es, porque desea debe ser algo . Se desea lo que el otro de-
sea , se desea su deseo, más allá de desear al otro en sí mismo .
Asimismo refiere Claude Lévi-Strauss en Las estructuras elemen-
tales del parentesco que cuando se produce una alianza , es decir,
cuqndo dos grupos exogámicos se colocan en relación por interme·
dio de sus representantes: un hijo y una hija, por un instante se
produce un .incesto en términos de una unidad mayor: la sociedad
ha hecho algo por sí misma . Después de ese in.s tante tópico se en-
contrarán ·en el terreno de la pura exogamia.
LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 143

LO DISTINTO A LA RELACIÓN

Se hace evidente que lo que se pone en juego en un acto define una


relación, le da fin. Por lo contrario, es imposible que una relación
defina un acto. Esto es irreversible. Acto y relación se excluyen, de
una y todas maneras, del mismo lugar. Como en los mitos tobas,
existe una estrella para cada nacimiento, y no cabrían dos niños
nacidos simultáneamente en ese lugar. Lo escrito en el cielo debe
reflejarse, una vez más, en la tierra. El registro cosmológico se ins-
cribe.en el pensamiento, haciendo que el mundo funcione de una
manera determinada. En una segunda instancia, el mundo del idea·
lismo quedará subordinado a la esfera de la materialidad de las
relaciones.
Éstas pueden ser propuestas por oposición, transformación , ho-
mologación, trasposición , similicadencia y así sucesivamente,
mientras alguna lógica simbólica las rija; en tanto que cualquier y
puesta entre dos términos no garantiza necesariamente alguna rela-
ción. En el acto la distancia queda anulada.
La relación se establece por una ligazón mediando una distan-
cia. En .el acto no hay distancia , los términos se hallan "pegados".
Parafraseando a Jacques Lacan - Seminario del 8 de marzo de
1967 - , refiriéndose a lo sexual: el acto es un encuentro .
Para demostrar esto acudiremos a lo que Lévi-Strauss ha carac-
terizado en referencia a lo que sucede en todo mito, en el conjunto
de sus variantes:

dados dos términos a y b y dos funciones x y y de esos términos, se postula


que existe una relación de equivalencia entre dos situaciones , definidas res-
pectivamente por una inversión de los "términos" y de las "relaciones", bajo
dos condiciones: 1) que uno de los términos sea reemplazado por su contra-
rio (en la expresión a y a-1 ); 2) que se produzca una inversión correl ativa
entre el "valor de función" y el "valor de término" de ambos elementos Cv y a).

Lévi-Strauss aclarará el trabajo de Sigmund Freud para poder


abordar los dos traumatismos necesarios para que nazca "ese mito
individual en que consiste una neurosis", colocando paralelamente
los estudios psicológicos con el pensamiento mítico.
El acto invierte una función y mediatiza la relación. Las fun-
ciones que al colocarse en contacto producen acto, abandonan la
relación. La misma palabra contacto incluye e implica, abarca y
144 HÉCTORARRUABARRENA

da postura. Si bien pueden llegar a darse modelos de relaciones no


sería posible· tratar a los actos del mismo modo.
Entonces resulta que es lo mismo estar demasiado lejos que· de-
masiado cerca de lo que se pretende relacionar. Demasiado lejos o
demasiado cerca: siempre cerca del acto. Los mitos expresan esta
modulación. Edipo, cuanto más se alejaba de su padre más cerca
se encontraba del acto de matarlo. Lo cósmico lejano queda me-
diatizado al instalarse en la redondez de la tierra y a su vez inscrito
en el hombre de modo filogenético. De tan lejos, tan distante, se
llega , en esta redondez, al mismo lugar. •
En los mitos todo es posible (obedeciendo a la misma condición
mítica), a diferencia de.lo que sucede en la realidad; y en esta ma-
teria no puede hacerse lo que se quiera. Mas los mitos dan susten-
to y estructura a una realidad que no olvida su procedencia mítica.
El mito determina la realidad al imponerle pautas, normas y quizá
una ética. A su vez, su tiempo, que es el tiempo de lo inconsciente,
conforma la alterabilidad del tiempo de la realidad.
El verdadero drama de la humanidad se refiere a las lábiles posi-
bilidades de no estar demasiado cerca ni demasiado lejos. En el re-
gistro de lo cosmológico, en los mitos, se mira al sol desde muy cer-
ca hasta calcinarse o se está tan alejado que todos los elementos se
pudren, mientras que en un código sociológico es cometido el in-
cesto. Aquél refiere a éste. ¿Acaso todos los problemas que recoge y
relata la crónica de la historia no cuentan siempre incansablemente
esta imposibilidad de mantener algún equilibrio entre lo demasiado
lejano y lo demasiado cercano?

LA PREGUNTA , LA RESPUESTA Y EL ENIGMA

¿Por qué desagrada tanto al adulto la pregunta repetida de los ni-


ños? ¿Qué intentan provocar éstos con ella? Un solo tipo y calidad
de respuesta. Las adivinanzas ilustran este acontecimiento: una
pregunta_a la que sólo puede corresponder una sola respuesta. Pu-
ro juego de niños que luego los adultos abandonarán aunque sin ol-
vidar su procedencia y su insistencia.
A su vez los niños piden que se les repita tal cual la historia ante-
rior. La adivinanza funciona en lo inconsciente en dirección a la
equivalencia del carácter antitético de las palabras en ese lugar tó-
pico, simbólico.
La pregunta que se le plantea a Edipo en el mito tiene forma de
una adivinanza al más puro estilo que referimos : una pregunta pa-
ra una sola respuesta. He aquí el incesto expresado en el m ito , en
LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 145

el registro del lenguaje. He aquí el incesto entre palabras al ser


usadas con carácter de exceso, sin respetar sus formas de intercam-
bio que indican que deben•tomarse comunicables.
Una pregunta que posee sólo una respuesta o en cambio una res-
puesta que sólo puede corresponder a una única pregunta, poseen
este carácter incestuoso , en la acepción del abandono de la diferen -
cia aunque sólo sea por un instante , de la especularización y de la
analogía . El chamán traba~a con la igualdad, con la forma de la
analogía. El yo de la magia queda abolido por la creencia en su ~,
eficacia. El que cree en la influencia mágica abandona su identi ' ·,
dad para ser el otro y, en consecuencia, curarse o enfermarse po~
esto mismo. El yo queda revelado , sin mediar entre él y el otro nin \
guna opacidad, ningún claroscuro , ningúti malentendido , ningún
equívoco. Es decir , sin mediar lo inconsciente. Él, por la magia , se-
rá el otro. El chamán entiende, salvando todo equívoco, al pacien-
te , contándole un mito .
Quizá intentar explicar lo incestuoso por medio de lo sexual , de
lo genital , sea la metáfora más conocida y más remanida. Sin em-
bargo, debe considerarse que se trata de términos más amplios y de
espectros que abarcan, además, otras situaciones. Solamente acep-
taremos lo sexual en términos de su estrictez: el de la diferencia , el
otro drama de la humanidad . Es decir, se refiere a aceptar o
rechazar, entenderla o no, estar cerca o lejos de ella , en una com-
binación sucesiva que da cuenta del sujeto . Por la diferencia el otro
puede existir, y por esto mismo referirá al yo; entonces sí, se puede
contar a partir de dos.
La respuesta que difiere totalmente de la pregunta , que da la
ilusión de ser respondida (y que deja un pequeño plus irreductible),
garantiza la diferencia , la existencia del otro, a pesar de la insatis-
facción que comporte. Aún más, en su permanencia garantiza la
identidad . Esto puede ser detectado en lo que ha dado en llamarse
la trasmisión.
La mejor respuesta, podría decirse, es la que posee poca o ningu-
na relación con la pregunta. Solamente en el terreno de la natura-
leza, caracterizada por la equivalencia y la igualdad, pueden darse
respuestas que coincidan con las preguntas. Con las ciencias de la
naturaleza , podrá luego pensarse por analogía y darse una explica -
ción científica diferente ya de la interpretación simbólica dentro de
la cultura . y se las podrá expresar mediante formulaciones con ri-
gor matemático , es decir , podrá arribarse al terreno de las funda-
mentaciones .
Lo incestuoso, al hacer por sí, intenta demoler la cultura y ha-
cerla regresar a la naturaleza .
La pregunta desea una respuesta , así como hay respuestas que
146 HÉCTORARRUABARRENA

desean una pregunta. Hay una promoción incestuosa siempre insis-


tente por parte de la pregunta, siempre ilusoria.
Un precioso reimporte seria preguntarle a la pregunta. ¿Por qué
existe, por qué la hay? Porque anteriormente hubo una respuesta
como para que, consiguientemente, pueda preguntársele algo. No
es posible tomarlas de niodo separado; una pregunta debe colocar-
se entre dos respuestas:
respuesta -pregunta-respuesta;
una respuesta debe instalarse entre dos preguntas:
pregunta -respuesta -pregunta.

En consecuencia, son poco probables la· existencia, el destino Je el


éxito de la pregunta única: por el origen, por la vida, por las
causas primeras, por los eslabones rotos, por la belleza para luego
dar respuestas univocas, cristalizadas y universales.
Por ejemplo, el mundo de la sola pregunta es el del filósofo que
se instala en su centro para interrogar al universo y responder, ilu-
soriamente, desde éste. Puro sentido.
Por ejemplo, ¿qué es la belleza? ¿Qué es lo bello? Tanto y tan
poco. Tanto se ha dicho que queda tanto por decir.
En la otra posición la respuesta se coloca en pasividad para po-
der ser horadada, preguntada. A su vez la pregunta desilusiona,
extrae ilusión, cuando la respuesta no es satisfactoria. Aquí podrá
percibirse la relación de la pregunta y la respuesta con el deseo. La
pregunta pregunta por el deseo y, a la vez, lo conlleva.

.
EL INCESTO

En esta vertiente son incestuosos los cuestionamientos, los test, los mul-
tif>le choice, las asociaciones de sentido, la traducción a máquinas
(computadoras) de preguntas establecidas, las definiciones, la
teoría de los códigos en la dirección de la traducción término a tér-
mino de lo inconsciente a lo consciente y en la llamada comunica-
ción, los perros pavlovianos y las teorías construidas a partir de
ellos, el fácil entrenamiento, la trasposición de lo social a lo indivi-
dual y viceversa.
Ser el otro en la respuesta, ser el otro en la pregunta, código a
código, asociando disciplinas que pretenden poseer carácter
científico y riguroso.
Cuando el médico rebusca entre los pliegues del enfermo, .esto es
incestuoso; cuando alguien no puede contenerse de abrir un bolso
ajeno o una carta del prójimo, lo es también. Son incestuosos los
actos de violencia en el cuerpo ajeno por la tortura, al ejercerla en
LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 147

pretensión de palabras. Es incestuso el robo para sí, aunque pretex-


te el orden social, en procura de colocarse en el lugar del otro ob-
viando la diferencia. Ser el otro en el robo con la pretensión de
congelarlo marchita la diferencia, certifica la pretensión de la diso-
lución del yo. De suyo, acto e incesto se asimilan para intentar una
aproximación hacia ellos.

NATURALEZA INCESTUOSA-CULTURA EXOGAMICA

Así como las palabras al salir generan otras en otro lugar -sólo el
acto originaría el silencio, del lado del odio y cerca de lo
natural-, la prohibición funda el intercambio• que a su vez funda
lo inconsciente al transformar el uso en cambio, el signo en velo.
· Lenguaje y exogamia son dos terrenos que poseen las mismas ope-
raciones . El intercambio posee la función del lenguaje en su estruc-
tura. Ésta es la del intercambio. En el comienzo de la cultura se
hallan el intercambio y la acumulación, por oposición en la natu-
raleza a lo unívoco .y la repetición. Éstos insistirán, y darán formas
incestuosas en su remedo. Insistirán en el pleno seno de la cultura.
De algún modo el intercambio, lo inconsciente, la prohibición
son temas discriminados aunque inseparables. Alguno procede de
otro, mas el otro a su vez logra autonomía y contiene al anterior y
explica al que precede en un juego metonímico-metafórico. Los
antecedentes y consecuentes se enlazan a otros anteriores y poste-
riores, y así sucesivamente.

LÓGICA APRETADA

En el acto sucumbe una relación . ¿Acaso es bello un acto? No


podría decirse esto. Cuando el acto sea dado la belleza caerá hasta
que sea posible, renovadamente, restituirla. Si lo bello no es lo útil
entonces el acto se encontrará más en otro lado. Por éste no hay
palabras posibles ya que se encuentra en su lugar. Poseerá toda
la estima de la muerte. Si se pudiera considerar la vida ~orno
el lenguaje sumado cualita~ivamente a la muerte, al ser éste re-
tirado por un acto quedaría implantada su más directa proceden-
cia. Vida y pensamiento se hallan instalados en el hombre de tal
modo que debe producirse algún desprendimiento para que retorne
éste a aquélla.
Se procede de la muerte, se tiende hacia la extinción, como suje-
to y como especie. Se procede de la naturaleza, se tiende hacia
ésta, aunque a veces con pretextos sobrenaturales.
~
IX. EL AGUJERO INAUGURAL

ADALBERTO LEVI HAMBRA

Los conceptos físicos son creaciones libres del espíritu


humano y no están, por más que parezca, únicamente
determinadas por el mundo exterior. [El científico
puede] creer en la existencia· de un límite ideal del saber
al que se aproxima el entendimiento humano, y llamar
a este límite la verdad objetiva.
A. EINSTEIN - L. INFELD

Con todo, en mi opinión, no son más que aspectos con-


comitantes y expresión de un proceso más profundo y
fundamental, cuyo resultado fue, como se dice normal-
mente, que el hombre perdiese su lugar en el mundo o,
quizá más exm::tamente, que perdiese el propio mundo
en que vivía y sobre el que pensaba, viéndose obligado a
transformar y sustituir no sólo sus conceptos y atrib:.itos
fundamentales, sino incluso el propio marco de su pen-
samiento.
A. KOIRÉ

Los metafísicos de Tlon no buscan la verdad, ni siquiera


la verosimilitud; buscan el asombro. Juzgan que la
metafísica es una rama de la literatura fantástica r...
J
Una de las escuelas de Tlon llega a negar el tiempo: ra-
zona que el presente es indefinido, que el futuro no
tiene realidad sino como recuerdo presente. Otra es-
cuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y
que ~uestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepus-
cular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso
irrecuperable. Otra, que la historia del universo y en
ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras
vidas - es la escritura que produce un dios subalterno
para entenderse con un demonio.
J. L. BORGES

r... J para que haya inconsciente es preciso que el corte


del objeto, o aun. el objeto ubicado en el corte, sea un
objeto imposible de nombrar. La condición del incons-
ciente es ese hecho de la pérdida del objeto anulado en

1HHI
EL AGUJERO INAUGURAL 149

ese Otro, hecho por el cual el hombre habla. Quiero de-


cir que el significante debe ser definido no como condi-
ción sino como exigencia: la que se retuerce en la estofa
del signo, la señal seductora de un referente sin soporte
de cosa [ ... J
Se recuerda entonces la estofa misma con la que está
hecho el inconsciente freudiano , que Lacan reordena y
describe desplegándose en tomo al Phallus y a las pul-
siones. Si las palabras no dicen propiamente eso que
quieren decir, es por la presencia turbadora del objeto
del deseo, que no coincide con el objeto de la necesidad.
Pero para que la~ palabras puedan no querer decir eso
que quieren decir, es precisp también que puedan decir
lo que quieren decir, esto es, que el significante motiván -
dose lateralmente en el significante, encuentra su ancla-
je en el significado, y que exista un significante privile-
giado, investido con los prestigios de lo biológico , pero
del que lo biológico ha sido barrido, y capaz de reorde-
nar la cadena entera.
O. MASOTTA

El concepto de causa como ausente implica un criterio de abolición


como fundamento de toda concepción psicoanalítica.
Sin embargo la prohibición fundamental , aquella que inaugura
el cierre del inconsciente, establece un parámetro temporal que no
puede ser violado. Establece una línea de división generacional,
una ubicación fija en la estirpe, cuya sucesión es inviolable.
Algo del orden temporal se fija por la Ley del Padre. Y la ley, na-
turalmente, crea la trampa. Aquello que se cierra guarda en sí mis-
mo una transgresión que funda un orden legal diferente : el orden
del significante. Temporalidad y espacialidad quedan subvertidas,
del mismo modo en que el _impacto de la palabra subvierte la reali-
dad orgánica. .
Basta que el ser sea parletre 1 para que la legalidad cambie. No
se cancela sino Ja ley natural. Pero la ley cultural que la remplaza

1
Parletre es un neologismo inventado por Lacan, ligado estrechamente a la estructura
propia de la lengua francesa . Es, en principio, condensación entre parler (hablar) y etre
(ser). Pero una sutil polisemia permite leer, en este trazo de escritura , que el ser es porque
habla, que es aquello que habla: eso inscribe en él la letra, y es por la letra . En consecuen ·
cia, su hablar es sintomático.
Esta metáfora , propja de la lengua francesa, es (como cualquier otra) imposible de tra-
ducir a otra lengua sin incurrir en traición (ya lo señaló Freud) . Se intentaron, sin embar-
go. algunas traducciones. Voy a mencionar dos: habient e y hablaser. La primera conser-
va el carácter de condensación, sin intromisiones, del original francés; para separar sus
pat¡es en hable y ente es necesario apelar a la tercera persona del singular (o a un respe-
150 ADALBERTO LEVI HAMBRA

subvierte hasta tal punto la naturaleza que ésta deviene otra.


Por otra parte, el hablante se pierde a sí mismo en la brecha
abierta por sus propias (o impropias) palabras. Brecha de la signifi-
cación que del hablar hace sintoma y del síntoma hace letra.
El síntoma es falla, y cae, como tal, en el lugar del cuerpo muer-
to . La muerte funda , así, toda posibilidad de vida humana. Del
mismo modo, la muerte funda cualquier pretensión de eternidad.
Pero qué es la muerte sino un gran vacío irrellenable .
Una caída del objeto, una muerte en la designación, convierte en
hueco este mundo del significante que, si se prioriza sobre una sóli-
da barra, precisamente, nada significa.
¿Nada significa? Esto merece una aclaración. Si bien la palabra
ocupa un lugar de ausencia, no deja por eso de ser palabra. Como
tal sujeta a ciertos usos cuyas leyes la separan radicalmente de
aquello que se designa. La designación y lo designado pertenecen a
campos radicalmente distintos, heterogéneos, y podriamos decir
impenetrables el uno por el otro. En la referencia mutua siempre
persiste una falla que hace que cosas y palabras, conceptos y soni-
dos, no·encajen entre sí.
Si es cierto que la palabra determina una pérdida radical, lite-
ralmente una nada de objeto, también lo es que el psicoanálisis
tiende un puente de imposibilidad en la coherencia del discurso.
Las ciencias se mueven, en cierto modo, en terreno más seguro:
el terreno de las leyes. Las leyes describen el .f uncionamiento, pero .
prescinden de la causa. Como nos enseña Lacan, en los procesos
científicos no hay hiancia, sino al final. Tras la legislación , o al
cabo de la misma, resta una perplejidad irreductible.
De todas maneras, la calma transitoria de la ley científica cede
paso a una tormenta de incertidumbre que quiebra prestigios y
seguridades.
Cuando Cantor presenta el alef (N.) como cardinal de todos los
números enteros, lo denomina N 0 • Alef es la primera letra del .ale-
fato hebreo, su valor numérico es uno y, según el Zohar, representa
a Dios (principio de principios) y se constituye como tal en base de

tuoso e insólito trato de usted, consideración que no suele intervenir en el hecho interpela-
tivo) y, eventualmente, duplicar una e, que en el parletre aparece desnaturalizada por el
acento circunflejo. Para lograrlo debe, a su vez , traducir etrepor ente, lo cual agrega un
nuevo sentido a la expresión francesa.
La segunda yuxtapone dos palabras, lo cual hace que la condensación sólo se conserve
en infinitivo. Incluye el ser en el hablar, que retoma sobre el final recordando el proceso
represivo. El imperativo que en habiente aparece en tercera persona, se recupera en
hablaser en segunda de singular, mediante una transgresión del sentido primero.
La traición, en ambos intentos, se paga, su$"Cstivamente, con la caída de la letra .
EL AGUJERO_INAUGURAL 151

todas las operaciones. En este caso, el subíndice agregado por Cantor


sugiere Ja idea, ya concebida por él, de que su número es el prime-
ro de una serie. Si se postula una serie de infinitos, se está operan-
do sobre Ja base de una nueva magnitud: lo transfinito. Esto su-
giere, además, la existencia de infinitos más grandes que otros. Se
trata simplemente de aquello que los matemáticos denominan den-
sidad (si hay infinitos números enteros, e infinitos racionales entre
dos enteros, resulta obvio que el infinito número de racionales será
mayor que el infinito número de enteros, aun cuando se perciban
como iguales).
Si trasladamos este mismo problema al campo de la geometría,
se nos dice, por el contrario, que el infinito número de puntos de un
segmento de recta no es menor que el infinito número de los puntos
de la recta a la cual pertenece dicho segmento. Ese número, infini·
to, es por otra parte idéntico al de todos los puntos que componen
el universo.
Todos estos razonamientos echan por tierra las nociones acepta-
das de igual, mayor y menor (o a] menos su universalidad) y; si -
multáneamente, las nociones intuitivas ligadas a ellas.
¿Cómo operar con M0 ? En genera], este cardinal es inmune a las
operaciones. Se modifican números, pero no conceptos. El cardinal
de todos Jos números enteros escapa a las propiedades de los mis-
mos. Pero hay una operación que sí lo afecta: Ja alef potencia.
Volvamos por un momento a] campo de Jo finito. En este campo
los matemáticos han instituido la categoría de números enorme-
mente grandes, sin que tal categoña se confunda con el campo df
lo infinito. El pequeño hijo de un matemático, instado por su
padre a poner nombre a un número 1 seguido de 100 ceros, lo de-
nominó goof{ol. Inmediatamente inventó otro número inmensa-
mente grande, pero no por ello menos finito: el googolplex , defini-
do por él como un l seguido por tantos ceros que "uno se cansa de
escribirlos". Esta maravillosa conceptualización es encuadrada opa -
camente por el padre (triste destino de todos los genios, sin excluir a
Mozart). La ayuda paterna consiste en objetivar un 1 seguido por
un googol de ceros, esto significa 10googo1: la googol potencia de 10.
Retornemos a nuestro alef. Si lo sumamos, restamos, multiplica-
mos o dividimos por l, por 100, por -27, por googol, por goo-
golplex, etc., obtendremos siempre el mismo y sorprendente resul-
tado: N 0 • Si lo elevamos a las potencias simbolizadas por los mis-
mos (u otros cualesquiera) números enteros, alef sigue inmutable.
Pero si del googolplex damos el salto sin retorno que conduce a in-
finito y elevamos alef a Ja alef potencia, obtendremos algo nuevo:
11
N o= e
152 ADALBERTO LEVI HAMBRA

Este nuevo número, este transfinito llamado Cardinal del Conti-


nuo, se encuentra también en un punto sin retorno respecto a No·
Sin embargo es probable que sea tan sólo N 1•
Alef se convierte así en el principio de un orden transgresor de
las más caras nociones aceptadas.
La relatividad, a su vez, destruye diferencias consagradas entre
tiempo y espacio , entre materia y energía. Ideas sagradas como la
inmovilidad de los tiempos en distintas circunstancias o como la
constancia de la materia en diversos sistemas, se diluyen en las
extrañas nociones de un continuo espacio-temporal. ¿Cómo enten-
der que dos mellizos que no permanezcan juntos paguen su separa-
ción en tiempo y espacio perdiendo su calidad de coetáneos? ¿Có-
mo pensar, con nuestra tradición mecánica, que tiempo y espa~io
son nociones convencionales y variables? ¿Cómo aceptar la posibili-
dad de que antes y después, más grande y más pequeño, más lejos
y más cerca, puedan no significar nada?
Tranquiliza pensar que, al menos, nos resta una constante: la ve-
locidad de la luz. ¿Nos resta realmente? Sí. Einstein nos demuestra
que la materia acelerada a la velocidad de la luz deja de ser mate-
ria para convertirse , precisamente, en luz. Es decir, sólo la luz (o
mejor dicho, sólo la energía) puede viajar a 300 000 km/seg.
Pero de esta generalización escapan las partículas de masa nula,
como el neutrino y el gravitón. Viajan a la velocidad de la luz , pe-
ro no son luz. Claro que en el caso del neutrino es mucho más in-
quietante decir qué cosa es: se trata de una partícula sin carga y
sin masa, ¡una partícula de nada! Y po• si fuera poco, tiene su
correspondiente antineutrino , antipartícula de existencia real y no
menos nula. Si el neutrino, esa partículo de nada , se mueve a la velo-
cidad de la luz, según los principios de la relatividad , genera toda
la nada del universo . Esa nada se convierte así en inaugural , como
lo es el punto faltante del patocírculo ; efecto de posibilidad o im-
posibilidad, como el vacío del rompecabezas del 15.
Heisenberg (padre del Principio de Incertidumbre) nos habla de
la inutilidad de construir aceleradores de partículas más potentes
que los existentes en el momento en que escribe las reflexiones que
ahora citamos. Nos dice que todo lo que podría lograrse con ellos
sería el descubrimiento de los quarks. Pero agrega que , aun en ese
caso, persistiría un límite a la posibilidad de detección y descrip -
ción completa: la transformación de materia en energía y vicever-
sa . En este punto recuerda el carácter ilusorio del mundo físico, y
concluye rotundamente en la imposibilidad del conocimient()
objetivo .
El futuro parece haberle dado la razón . Fritzsch , en una descrip-
ción muy completa acerca de los quarks, va más allá de Lacan.
EL AGUJERO INAUGURAL 153

Éste la llama "partícula misteriosa", aquél no duda en llamarla


"mística" (el "casi" en el escrito de un físico no logra opacar la in-
sólita luminosidad de lo místico). En efecto, el quark parece, por
fin, indivisible (en modo similar al de los polos magnéticos) y, con-
forme se van identificando, sus denominaciones sugieren cada vez
más un acuerdo con la metafísica o la poética (y por qué no, si su
origen está en Joyce): arriba, abajo, extrañeza, .encanto, color y,
sorprendentemente, aquel que actualmente se considera el último:
verdad ¡verdad como el último e irreductible número cuántico!
Pero limitémonos a la velocidad, concretamente a la velocidad
de la luz. Esta velocidad no se puede acelerar ," no se suma, como sí
lo hacen otras velocidades. Al menos en nuestro mundo. El límite
es siempre la velocidad de la luz.
Precisamente, en nuestro mundo, ¿qué sucedería si se des-
cubrieran velocidades superiores a la de Ja luz? Cuando apare-
cieron inversiones en la tabla periódica de los elementos, de Men-
deleiev, éste no dudó :rii un solo instante: afirmó rotundamente que
la naturaleza estaba equivocada. Los físicos contemporáneos son
más modestos (o tal vez más dogmáticos). Aceptan sin más ei límite
de 300 000 km/seg para nuestro mundo. Pero entonces el taquión 2
no es de este mundo. Incluso se supone que discurre temporalmen-
te de futuro a pasado. ¡Una transgresión temporal o témporo-
espacial en el seno mismo de nuestra estructura atómica! (Pero ¿có-
mo hablar de transgresión si precisamente el taquión es hijo de la
velocidad de Ja luz?)
Pero incluso esas partículas subatómicas teóricas que parecen es-
capadas de otro mundo, lo mismo que las antipartículas, los
gluones, los quarks, son prácticamente nada comparadas con sus
consecuencias. Abbott nos sumerge en Flatland, el fantástico mun-
do bidimensional. Lo más inquietante de este mito es la imposibili-
dad; en él, de objetos tridimensionales. Nuestro mundo tetradi-
mensional puede ser visto por nosotros como tridimensional gracias
a nuestra inscripción en la cuarta dimensión (que, para simplificar,
suele llamarse tiempo). En.matemáticas gaussianas cuatro números
definen un hecho: tres números (tres dimensiones) delimitan el lu-
gar del suceso: dónde ocurre; un cuarto número (correspondiente a
una cuarta diménsión) nos indica el tiempo: cuándo ocur;e. Si
fuese posible discurrir a la velocidad de la luz, el tiempo y el espa-
cio quedarían suspendidos. Aquello que alcance tal velocidad esta-
rá simultáneamente en todo lugar y en todo momento. Esta inmo-

2
Denominación ideada por un matemático para designar todo aquello que estuviera
más allá de la velocidad de la luz. Si bien nació como partícula teórica, existen actualmente
evidencias de su existencia real.
154 ADALBERTO LEVI HAMBRA

vilidad sólo podría percibirse como movimiento desde una nueva


dimensión (evidentemente dimensión, también ella, de movimien-
to). Se pueden calcular matemáticamente n dimensiones. Pero bas-
ta introducir una más, la quinta, para encontrarnos en el campo
de la eternidad (definida en términos de ocurrencia simultánea en
todo tiempo y todo lugar, según nuestros parámetros). Este campo
es sorprendente por sí mismo, pero mucho más porque una sexta o
una séptima dimensión (y hasta la sexta suele considerarse en me-
cánica cuántica) estaría ¡más allá de la eternidad!
Evidentemente no es necesario ningún artificio para excluirse de
toda posibilidad de imaginarización.
Y también de simple conocimiento. Es fundamental, en mecáni-
ca cuántica , el Principio de Incertidumbre que, como afirmó en el
resumen, convierte al observador en cómplice y condición del fra-
caso. Este principio nos dice que es imposible determinar simultá-
neamente la coordenada y el momento de una partícula. Como nos
dice Segré, encontramos contradicciones debido a la doble natura-
leza (corpuscular y ondulatoria) de la partícula. Más genéricamen-
te: la observación objetiva es imposible, en la medida en que el ob-
servador y el. instrumento de observación incluyen una modifica-
ción fundamental , una pérdida, en lo observado.
Por este camino, se diría que la realidad cae (al menos en térmi-
nos de la física teórica) en el campo de lo real. Así, corno nos dice
Koyré, perdemos el mundo.
En 1931 Kurt Godel demuestra que el método axiomático no
puede sostenerse, debido a carencias internas de su misma estructu-
ra. Por ello no puede axiomatizarse plenamente ni siquiera la arit-
mética elemental de los números enteros. Si las matemáticas, espe-
ranza de cientificidad de toda ciencia, no pueden sostenerse a sí
mismas, cabría preguntarse a qué conduce la matematización del
psicoanálisis.
El matema, nos dice Lacan, es escritura . Es lo íntegramente
transmisible , pero esto no implica su inteligibilidad. Al contrario.
Lacan lo introduce, según sus propias palabras, para sembrar un
poco de confusión. Repito, el materna es escritura , y los escritos la-
canianos no son para ser entendidos.
Entonces ¿qué es lo que se trata de transmitir íntegramente? Ob-
viamente una hiancia: es decir, la in transmisibilidad del psico-
análisis.
Irónicamente aparece la transmisión en primer plano. No impor-
ta de qué, no se sabe de qué. Tan sólo pura transmisión . (No se
sabe qué quiere decir, nos señala Lacan respecto al materna, pero se
transmite íntegramente. )
Hay aquí un plano de imposibilidad. Esto es, estamos_en el carn-
EL AGUJERO INAUGURAL 155

pode lo real. La letra, precisamente, que es, primeramente, letra.


En este sentido se puede vincular con aquello que perdura más allá
de toda refutación; ese saber que se espera del otro; esa verdad que
trasciende cualquier nivel de falsedad , o que, incluso, fulgura en el
centro de la mentira, o del error. Ejemplo ilustre: la teoría de la
periodicidad orgánica, de Wilhelm Fliess.
El materna abre nuevamente lo mismo que se proponía obturar.
Uto en la medida en que es hiancia en sí mismo. Una compl_e ja
nada en acción .
En abierta transgresión de los usos matemáticos, una misma
letra significa cosas diferentes. Pero ya incluida en el álgebra laca-
niana se vuelve a comportar como una letra, que puede, por
ejemplo, multiplicarse por sí misma, dando lugar a la potenciación
y a la radicación. Exactamente la misma polisemia de la letra en el
inconsciente.
Esto vale aún más para los articuladores: barras, flechas rectas,
flechas curvas y, principalmente, el maravilloso losange, milagro de
imposibilidad. Un término (tachado , pero no negado) se calcula
como menor, y también como mayor que otro; confluye, pero tam·
bién diverge. ¿Cómo pueden dos términos guardar tan extraña re-
lación? Pues sí. En el sistema lacaniano , de alguna manera , g se las
arregla para mantener esa relación con a. Pero apenas repuestos de
este prodigio, resulta que la misma g se vincula ¡del mismo modo!
con D .
Tomemos tres maternas para ilustrar este punto:

si g O a
y s <>n resulta que o bien -a = D

o bien g ef=S

Esto respecto a las fórmulas.del fantasma y de la pulsión. Vea-


mos qué ocurre con la fórmula de la significación fálica :

S (significante)
s (enunciado) yS -1
s (significado)

peros

sólo sis (significado) = s (enunciado)


156 ADALBERTO LEVI HAMBRA

Algo similar ocurre con los maternas topológicos. Por ejemplo, el


nudo borromeo está constituido por tres consistencias (en su forma
mínima). Lacan las llama RSI (Real, Simbólico, Imaginario; pero
también herejía) . Siendo un real se constituye en representación
imaginaria por una simple cuestión de posibilidad y por un meca-
nismo de proyección sobre el plano: aplastamiento, nos dice La-
can, de la esfericidad del cuerpo (forma perfecta según el mito de
Aristófanes), la circularidad del lenguaje, y la nada de la bóveda
celeste. Es decir, Lacan anuda tres elementos absolutamente hete-
rogéneos e inconciliables: una esfera, un círculo y una nada. Y lo
hace sobre un plano euclideano. (Anuda lo inanudable en un espa-
cio imposible.) ·

El camino correcto para pensar estas cuestiones parece ser el se-


ñalado por Lacan: materna es aquello que no se entiende, porque
si no no habría que explicarlo. En este sentido puede considerarse
como materna cualquier escritura, como dice Lacan, cualquier fór-
mula; pero en esta categoría entran también sus neologismos (pién-
sese, por ejemplo, en parletre, que hace hablar por lo menos a dos
traductores , a alguien que se abstiene de traducir, al mismo La-
can, y aún cánserva un resto); y también sus fórmulas verbales ("el
inconsciente es de Lacan, pero el campo sigue siendo freu,diano" o
"yo, la verdad, hablo", que, como tantas otras, resisten a una lec-
tura banalizante ).
EL AGUJERO INAUGURAL 157

La abolición y la escritura se vinculan, también, con la imposibi-


lidad . Hay una negación en la base de esta formulación lacaniana.
Y una oposición . Lo necesario es lo que no cesa de escribirse. Lo
imposible, lo que no cesa de no escribirse. La escritura, por otra
parte (nos señala Lacan), pertenece a un orden radicalmente dis-
tinto del orden significante .
¿Q.ué hacer con todo esto?
Si lo necesario no cesa de escribirse ¿habrá que entender que lo
necesario es el materna? Pero ¿cuál es la posibilidad concreta de su
acceso? Precisamente su incomprensibilidad, su ininteligibilidad .
Lo imposible o inadecuado de su ~omprensión. ¿No es éste también
el carácter del síntoma? ¿Acaso no nos enseña Lacan que la mejor
interpretación es aquella que no se entiende? y esto último alude a
la imposibilidad de acceso a lo inconsciente, en tanto siempre se
tratará de una traducción a términos preconscientes. Una articula-
ción en términos de discurso Es decir, por último, un ensayo de
desaparición de la palabra aiticulada.
Pero hasta aquí, y a propósito de lo necesario, se nombró dema·
siado a lo imposible . Y lo imposible , recordemos , es lo que no cesa
de no escribirse . Esto parece indicar que algo, probabl<?mente lo
esencial , escapa a toda posibilidad de escritura.
Lacan lo llama -ip, único nivel de acceso (imaginario) a <I>
(simbólico, imposible de negativizar). Porque algo falta hay discur·
so, y la letra es efecto de discurso. 3
El materna es, entonces, Jugar de opacidad . Y puede pensarse
como materna toda transmi~ión. Freud nüs decía que Charcot le
enseñó aquello que no sabía. Nasio nos hace notar que el psicoana-
lista , cuando habla, no sabe lo que dice. En la medida en que
puede considerarse a cada sujeto como efecto de discurso, podrá
concluirse fácilmente que hay algo esencialmente opaco. intrans-
misible , en toda transmisión discursiva. Y esto puede extenderse
a la relación maestro-alumno . supervisor-supervisado. analista-
analizante. Lo que se transmite es un sujeto, el sujeto qu e lee. El
materna de la transmisión es tan imposible como la nada en movi-
miento del neutrino. Aunque en este campo . el del psicoanálisis ,
habrá que tomar en consideración dos cosas más: por un lado, la
acción analítica como articulación de lo posible discursivo con lo
imposible del mismo registro; por otro lado, un principio real cuya

3 Pueden pensarse dos momentos en la constitución del discurso. marcadospordosca-

rencias. En un primerriempo el in.fans carece de palabras, para satisfacer sus necesidades


debe incluirse en el sistema simbólico del Otro. y empieza a hablar (inicia así un camino
interminable). Pero en este segundo tiempo . si ya no carece de palabras. carece de obje·
tos: en las palabras no encuentra aquello que perdió.
158 ADALBERTO LEVI HAMBRA

primera condición es la ex-sistencia (exclusión radical introducida


por Lacan).
¿No percibimos aqui un articulador insólito? Se diria que es la
nada, el agujero inaugural de la estructura fálica (recordemos que
el falo se define por ausencia).
Hay una pregunta ociosa que se podria plantear: ¿es el psicoaná-
lisis o es la ciencia quien hereda esa omnipresencia de la nada que,
tal vez, podríamos llamar ornniausencia?
La pregunta es verdaderamente ociosa. No tiene sentido. Bien.
Pero en todo caso, en psicoanálisis el sentido se construye. Y preci-
samente, algo tiene que ver la construcción con el agujero. Se ins-
tala en un agujero (lo entredicho, lo interdicto, la ausencia de una
palabra), y cubre ese espacio con una palabra de ausencia: con una
articulación, es decir, con una nada. Y la nada se multiplica, por-
que esa nada de sentido propicia el hallazgo, por parte del anali-
zante, de un sentido imprevisible.
Esta cuestión de la interpretación remite a un extraño objeto
matemático: el patocircul9. Circulo patológico al cual, por defini-
ción de Keyser, falta un punto. Naturalmente este objeto no es
representable. El punto no tiene dimensión. Es decir, tampoco es
ubicable. Tiene la curiosa propiedad de que, en algún lugar,
ocurre algo impropio de un círculo. Hay (no hay) un punto en el
cual las propiedades del circulo no tienen lugar. En ese punto (no
punto) la fórmula dei circulo no se verifica. En ese sitio sin di-
mensión, el radio (si pudiéramos pensarlo corno segmento) no
puede encontrar ninguna tangente que lo limite, porque no puede
haber tangente a un punto que no es, y podría dispararse hacia el
infinito. ·
¿No recuerda esto al efecto de interpretación, esa extraña reso-
nancia capáz de generar palabras? Y, por qué no, capaz de gene-
rar en la nada otra nada, pues.. como se recordará, "el deseo es la
interpretación".
El circulo sin un punto ideado por Keyser deviene patológico
sobre el supuesto de su inmovilidad. La ausencia genera movimien-
to (piénsese en Pierce); pero el movimiento convierte la ausencia en
inubicable. Aquello que se abre en un punto, como nos dice Lacan
respecto al inconsciente, se cierra nuevamente sobre si mismo.
Y esta relación de presencia-ausencia introduce en el campo del
deseo, el cual, como sabernos, sólo puede realizarse, es decir
excluirse del terreno de la realidad, desaparecer, hacerse humo.
hacerse letra, hacerse agujero. Y asi, como tal, inaugurar un dis-
curso.
EL AGUJERO INAUGURAL 159

RF..5UMEN

[ ... ]si examinamos lo verdadero con de>~ni rdentu, es lo


peor <¡lle se puede decir.

J. LACAN

El fundamento del psicoanálisis está en la abolición de tiempo y es-


pacio en el registro de lo inconsciente. Esta abolición lo es también
de los principios de la lógica ari~totélica.
Clásicamente fueron las ciencias el reducto de las "seguridades",
imposibles en campos menos rigurosos.
Ciertos hechos excluyeron esta posibilidad. Por ejemplo el uni -
verso de lo infinito y lo transfinito, en el cual la parte puede ser
igual al todo. La relatividad que cancela las seguridades de la me-
cánica clásica en cuanto a tiempo y. espacio conserva , sin embargo,
una constante (que luego, en cierto modo, también va a caer) en
medio de la incertidumbre general: la velocidad de la luz. La
teoría cuántica conduce a la imposibilidad de la observación, por
el Principio de Incertidumbre, que convierte al observador en
cómplice y condición del fracaso.
La axiomática se vuelve insostenible. Lacan intenta matematizar
el psicoanálisis. Claro que de lo que se trata es de transmitir una
hiancia. ,,,.
Si el materna es lo íntegramente transmisible, se puede vincular
al "grano de verdad que encierra la teoría de la periodicidad" que
Freud espera, aún, de Fliess, cuando todo está perdido.
Es decir, lo íntegramente transmisible es la imposibilidad de la
transmisión.
El losange es, precisamente, una maravilla de imposibilidad : ma-
yor, menor, conjunción, disyunción, vinculan extrañamente dos
términos, los cuales pueden encontrar el mismo vínculo en condi-
ciones diferentes, con términos distintos. Con lo cual el juego de
aboliciones se multiplica.
Si decimos juego de aboliciones, decimos también juego de im-
posibilidad. Y en este campo debemos remontarnos a Freud. Edu-
car, gobernar, anlllizar, formaban la trilogía de sus imposibilida-
des. Y la última, ya en él, se remite a una hiancia original: el agu -
jero inaugural de la estructura fálica.
Por ~se agujero, el acto interpretativo del analista se pierde en la
insondable historia del analizante. Del mismo modo en que el im-
posible radio del patocírculo de Keyser se perdería en el infinito,
ante la abolición puntual (es decir, intangible) de un límite tangente.
160 ADALBERTO LEVI HAMBRA

Pero esto sólo puede generarse en un juego de imposibilidades


entre inmovilidad y movimiento . El círculo deviene patocírculo
sobre el supuesto de la quietud total. Si accede al movimiento
queda imposibilitado: el punto faltante, que abre el círculo, lo
cierra sobre sí mismo, como ocurre con el inconsciente en su pulsa-
ción temporal.
Esta intrusión en lo desconocido, este imposible acceso a lo im-
posible , es también lo deseable: lo que debería realizarse en un fu-
turo anterior, es decir, lo que no cesa de no realizarse.
Es el imposible acceso a una materia imposible. Un camino por
el cual, por mucho que se avance, se estará a la misma distancia
que al principio: así como el googolplex permanece tan lejano co-
mo el uno de N 0 • Tan distante como lo está el representante de ro
representado; la Wortvorstellung de la Sacfworstellung. Y eso sin
pensar en das Ding, que queda totalmente fuera del sistema, como
hiancia absoluta. Del mismo modo, el taquión transgrede la última
seguridad que nos quedaba, en su loca carrera más allá de la velo-
cidad de la luz. 4

4
En este punto quiero dejar constancia de mi agradecimiento por las charlas. dis-
cusiones v disensiones acerca de las matemáticas , la física y la cosmología con
aquellos que. como no son psicoanalistas, no "tocan de oído .. (según feliz expr:sión
de Frida Saal). Mi reconocimiento aquí a Linda Suárez. Gusla\'O Valencia. Ang!'I
Mario Trías y Max .Jacobsohn."
X. EL SABER Y LA VERDAD

FRIDA SAAL

DE UN ANECDOTARIO A TIEMPO

Hace dos años, fuimos invitados con el Dr. Braunstein a participar


en un Coloquio sobre Sociología del Conocimiento que organizaba
el Departamento de Humanidades de la UNAM. El tema que abor-
damos, "El saber y la verdad: un enfoque psicoanalítico", fue el
que determinó la elección del título del trabajo que ahora presen
to. Mi expectativa al traer el mismo título era la de una relectura
del trabajo anterior, para modificarlo de acuerdo con lo que la lec-
tura y práctica del psicoanálisis pudiera haber agregado a mi
comprensión del tema en el tiempo transcurrido.
La sorpresa fue grande: el título era el mismo, pero el trabajo
anterior estaba dirigido a un público no psicoanalítico por lo que el
énfasis y el esfuerzo principal se orientabap. a desmontar el mito del
sujeto psicológico , abriendo una hendidura en las certezas psicolo-
gistas, por donde algo de diferente pudiera ser escuchado.
Comprobaba en la sorpresa la efectividad del aforismo: el emisor
recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida. Era des-
de los oídos del público , o por lo menos de nuestra imagen de él ,
desde donde la ponencia anterior estaba organizada.
Con ese antecedente y en la correcció'1 temporal de esa imagen ,
pero teniendo en cuenta el mismo principio, presento ahora un tra-
bajo totalmente diferente, organizado desde otro público, desde
otra audición. Ya que este público, el del cuarto de nuestros colo-
quios, está adentrado en una escucha psicoanalítica. Escucha for-
mada por algunos en una práctica psicoanalítica, en una enseñan-
za psicoanalítica , en una búsqueda psicoanalítica .

EL SABER Y LA VERDAD
Nada hay de malo en soñar

-Cómo desearía existir


- No lo pienses , ya sabes que es imposible
- Sí, lo sé, pero no hay nada de malo en soñar.
CLEA (15 años)

f 161]
162 FRIDA SAAL

El signo de .la imposibilidad marca, desde el epigrafe, una dificul-


tad inherente al tema que nos hemos propuesto tratar, el tema de
la Verdad. ¿Desde qué discurso sostener esta presentación?

histérica
---
universitario Sz

S

a
.8

S1 analista a S
-~ -- -~-
ª si Sz S1
Pregunta que dejamos abierta por cuanto toda respuesta
sancionaria a uno de los discursos. Los cuatro discursos, en su orga-
nización posicional, son modulaciones con énfasis en la dominan -
cia, y este acento fluctúa en todo discurso efectivo. L~ posiciones
caracterizan todo decir, y la dificultad de señalar un discurso en el
que pueda organizarse y exponerse el tema de la verdad es una
aporia inherente al tema mismo, según creemos.
El discurso de la enseñanza de Lacan, lo único de esa enseñanza
que nos es accesible, conforma un recorrido de construcción y des-
construcción constante, en un esfuerzo siempre·renovado por cernir
más de cerca el problema de la verdad. Si enumeramos rápidamen-
te sus pasos podremos dibujar un itinerario en cuyas sinuosidades
podemqs leer la d~ficultad misma de la aporia que señalamos, pero
esta dificultad queda como marca en el recorrido, sin borrarla, sin
eludirla, sin elidida. ¿Cómo hacer un discurso sobre la Verdad, si
la Verdad es aquello que no puede decirse sino a medias y que al
mismo tiempo no puede dejar de decirse?

l. Tomemos, para marcar un primer mojón, el Discurso de Ro-


ma. "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis"
es su título. Aqui Lacan torna la palabra en el lugar del síntoma,
de lo reprimido por el movimiento psicoanalítico oficial -para lla-
marlo de alguna manera. Reivindicación de la palabra y su efi-
cacia en el acto psicoanalítico y demarcación del campo del len·
guaje como lugar de la puesta en acción de esta eficacia. Encontra-
mos aqui la promoción conceptual de las categorías palabra plena
y palabra vacía. La demanda y el deseo, núcleo de la práctica del
psicoanálisis, se reafirman en una circulación que ahora es deli-
neada en el intercambio significante: "Lo que busco en la palabra es
la respuesta del otro. Lo que me constituye corno sujeto es mi pre-
g-unta . Para hacerme reconocer del otro, no prefiero lo que fue
sino en vistas a lo que será. "
Es por demás conocido el lugar de este trabajo en cuanto a lo
que significó como parte de la consigna del retorno a Freud, llama-
EL SABER Y LA VERDAD 163

do a una práctica analítica que envuelta en las fascinaciones imagi-


narias perdía la brújula de su propia acción. Lo que de este m~­
mento nos interesa es el aspecto de ilusión que tal propuesta, la de
la palabra plena y la palabra vacia, pudiera crear. Ilusión de una.
totalización de la palabra en el campo de la verdad por oposición a
los discursos imaginarios, ilusión de la verdad como pleno, como
enunciable, como alcanzable. La desconstrucción no se hará espe-
rar. Pero para cerrar este primer punto del recorrido, citemos lo
que Lacan dice en el Seminario XIII a este respecto: "[ ... ]la 'pa-
labra plena' no es sino la figura risible de lo que está más allá de
todo lo que se articula [ ... ]".
En el orden de los registros (real, simbólico e imaginario), es una
franca promoción del registro de lo simbólico que tiene por función
reducir los alcances imaginarios de la práctica analítica.

2. El segundo momento que queremos destacar en esta marcha


es el que corresponde al Mi-dire. 1 Allí Lacan presta su voz a la ver-
dad cuando nos alcanza con la expresión sorprendente, desconcer-
tante e inquieta.~lte: "Yo, la verdad , hablo." El acento, por supues-
to no está puesto en el Yo, sino en la Verdad como horizonte que
sólo es alcanzable por medio del decir, pero a la que, sin embargo,
algo en el decir siempre se le sustrae. Por eso la aclaración que
continúa es la de la imposibilidad de decir la verdad sobre lo ver-
dadero. La verdad habla no como consecuencia de una acción del
sujeto sino que el sujeto habla porque es un efecto de la verdad que
habla a través de él. La verdad es supuesta como causa del sujeto y
por eso se la supone como saber de Otro. Estamos en presencia de
un exceso y de una falta, lo que excediendo al decir se sustrae y
deja sus marcas en el decir. Este planteamiento está ligado a un
desplazamiento en el orden de los registros, lo Real marca su in-
quietante presencia llamando a un reconocimiento de su estatuto
que no oblitera ni anula a los otros dos.
En coincidencia con este deslinde del campo de lo real hay otra
razón que mueve a puntuar la verdad sin poder decir la verdad
sobre lo verdadero; esta otra razón es la de un principio fundamen-
tal repetido por Lacan hasta el cansancio: no hay metalenguaje.
Cualquier intento de fomiulación explicita, a la vez que tendría la
pretensión de metalenguajear la verdad de las historias singulares,
entraría en el orden de un intento de totalización, bloqueo y cierre
de los discursos. Producción de dramas o mitos de uñ saber
analítico, que estaría en oposición al quehacer analítico. Ésa es la

1
J. Lacan, "Decir a medias", en Lust, núm. 1, México. 1979.
164 FRIDA SAAL

aporía que señalábamos al comienzo, en la cual nos encontramos


inmersos.

3. El tercer momento a señalar no es una continuación temporal


de los anteriores; está presente coetáneamente en los anteriores,
pero diremos que se encuentra en continuidad lógica con ellos. La
reflexión lacaniana aborda y teoriza la multiplicidad de los proble-
• mas del campo analítico en una recurrencia cada ve;_ -nayor a los
principios matemáticos y topológicos: el toro en la articulación de
la demanda y el deseo ; el cross-cap en la relación del sujeto y el ob-
jeto, y la banda de Moebius como la estructura topológica que
representa la relación del sujeto con la cadena de los significantes
de la cual él es el efecto. Junto con estos planteamientos vamós
encontrando también una recurrencia decreciente en el texto de los
seminarios a la clínica psicoanalítica, que es sin embargo el funda-
mento de su teorización. ¿Cómo pensar en esta ausencia? Nuestro in-
tento de explícacióñ tiene que ver con la problemática que nos con -
cierne, esa disminución de la referencia clínica es consecuencia de
la diferenciación de un campo del saber y un campo de la Verdad.
El saber psicoanalítico, el ejercicio en la enseñanza , está en rela-
ción de dependencia pero también de exclusión con la práctica del
psicoanálisis. La una, experiencia de saber, mientras que en la otra
el supuesto de saber funciona como un llamado a la verdad de las
determinaciones del ser del sujeto. Es el campo de la verdad el que
está en juego en el acto analítico , no porque el analista lo represen-
te , de ninguna manera podría hacerlo: él se limita a convocarla y a
ocupar un lugar en ese campo.
En este mantener y deshacer del camino lacaniano que acaba-
mos de delinear encontramos la presencia constante de un decir
que se niega. Lo llamamos de construcción y desconstrucción por-
que es un saber elaborado desde una experiencia analítica; puesta
en acto de la verdad, que deviene saber en la enseñanza de Lacan,
pero que se borra y se sustrae para no obturar con el discurso del
saber el camino que ha de llevar a producir la verdad. Coherencia
con la premisa de que no existe metalenguaje. Hacer un lugar a la
verdad es marcar su presencia. Tomar un lugar en e lla es la esen -
cia del acto psicoanalítico. Sostén y palpitación , llamado a la ver-
dad para que advengan.

LA CIENCIA Y LA VERDAD

La forclusión del sujeto es la condición del saber de la ciencia. El


saber sobre el objeto es propuesto como excluyente de la verdad del
sujeto.
EL SABER Y LA VERDAD 165

Nos encontramos en este momento con la necesidad de desbrozar


un punto de encrucijada. Tarea difícil en cuyo empeño ningún
éxito puede garantizarse de antemano . La encrucijada consiste en
señalar el estatuto particular eQ que se encuentra el sujeto , en la
perspectiva de la ciencia. Posición excluida, posición forcluida co-
mo requisito de consistencia del sistema simbólico de la producción
de la ciencia. Este planteamiento de la forclusión del sujeto es con-
tempoºr áneo del comienzo de la ciencia moderna que tanto Lacan
como Heidegger insisten en datar alrededor del cogito cartesiano.
Esta ciencia moderna se diferencia de la anterior porque ubica la
pregunta por la causa en el interior del sistema cientifico excluyen -
do la remisión trascendente. Si la ciencia moderna se caracteriza
por su tendencia a la matematización, empecemos por borrar la
idea habitual que nos lleva a pensar bajo lo matemático a los nú-
meros. Ambos están en alguna relación, sólo que queda por saber
si esta conexión existe porque lo matemático es algo numérico o, a
la inversa, porque lo numérico es algo matemático. Esta última po-
sibilidad encuadra lo matemático en una estructura más amplia li-
gando su sentido al de matesis que define asi un modo de apren-
der, un modo de conocer. Este modo de conocer de la matemática
busca la determinación de la cosa por caminos que no son resulta-
do de la experiencia, pero al mismo tiempo estas determinaciones
son las que abren el camino de todas las posibilidades de las cosas.
Es de alli de donde podemos extraer esta afirmación tajante de La-
can: que los números, a diferencia de lo que todo el mundo puede
creer, no sirven para medir; sirven para construir. Determinan los
márgenes de un cierto proceder al marcar el campo axiomático de
su operabilidad.
El proyecto cartesiano es matematizable en más de un sentido: el
álgebra de Descartes, al introducir las letras minúsculas con las que
opera, se centra no en la experiencia concreta, sino en las condi-
ciones axiomáticas en que cualquier experiencia podrá ser inscrita,
abre un campo de operaciones. La duda metódica no se inscribe
así en un .subjetivismo a ultranza sino en la puesta en acción del
cuestionamiento de la experiencia como or.igen causal.
El cogito cartesiano es la demarcación de un límite, el sujeto del
que la ciencia nada puede saber retorna a encontrar su garantía en
la trascendencia .

Cogilo ergo sum,

ésta es la expresión en que el límite está planteado . Heidegger la


toma para trabajarla reduciéndola a Cogito, sum. Es decir extrae
el ergo \ e la mantendría en la relación de consecuencia.
166 FRIDA SAAL

Podemos dejar o no a los eruditos dirimir el alcance de la posi-


ción de la caída del ergo; no estamos en condiciones de terciar en
el debate , pero sí podemos pensar en los otros dos términos presen-
tes en la expresión y tratar de articularlo: nos encontramos con el
pensar y el ser. Descartes en un único movimiento incluye al pensa -
miento como categoría susceptible de ser objeto de conocimiento,
con igual validez que el resto de las cosas , aun quizá con más vali-
dez . Funda allí también el pensamiento como causa de la existen-
cia. La crítica heideggeriana pasa por la inversión del problema:
"No existimos porque pensamos, sino que pensamos porque existi -
mos ." .
La mala novela acerca de Descartes presenta. esta hi~toria de al -
guien que llegó , dudó, enseñó a dudar e introdujo así el subjetivis-
mo en la ciencia. El Yo de la certeza cartesiana es sólo el relleno de
lo que es irrepresentable para la ciencia. El lug~r del agujero , de la
hiancia, del vacío del que la ciencia nada quiere saber. Muchas ve -
ces se ha insistido en el carácter imaginario de este Yo. Es un yo de
enunciado que tapa el desconocimiento de· sus propias condiciones
causales y de su acceso a la existencia. Ese yo no es garante de nin-
guna certidumbre; es lo que la ciencia no puede abordar sino sola-
mente contornear. La consistencia de un sistema depende del ele-
mento que ek-siste. Esa ek-sistencia es la que sostiene al sistema.
¿Será necesario recordar el teorema de Goedel? '
Creemos que aquí yace la razón de la expresión de Lacan de que
la ciencia es la ideología de la supresión del sujeto.
Veamos ahora qué pasa si nosotros superponemos dos gráficos
que sin ser centrales en el desarrollo de Lacan promueven sin em-
bargo una cierta reflexión en lo que viene inquietándonos:

s A

Primer gráfico
EL SABER Y LA VERDAD 167

Ciencia Verdad

a
Segundo gráfico .

El primero nos muestra, en una representación por medio de los


circulos de Euler, al Sujeto, constituyéndose en el campo del Otro.
Operación que se inserta allí bajo el modo de un corte, por el cual
se desprende y cae un residuo, el objeto a, marca de la operación
fundante , resto inalcanzable que funciona como causa en su rela-
ción de ausencia, de carencia.
En el segundo de los gráficos, la relación del Saber y la Verdad
se organiza en una correspondencia por demás llamativa. Es en el
campo de la Verdad donde el Saber se estructura sin recubrirlo, la
intersección es la misma que la que en el gráfico anterior ocupaba
el objeto a. No es en absoluto casual que el escrito de Lacan sobre
la Ciencia y la Verdad inaugure el seminario que dedicó al objeto
del psicoanálisis: "El objeto científico -nos dice- es respuesta,
metabolismo del objeto como carencia. "2
En Czºencia y medz"tación Heidegger define la ciencia como la
teoria de lo real, pero marca también que en su desarrollo las cien-
cias al toparse con lo real lo circundan y en ese sentido lo incontor-
nea ble rige al ser de las ciencias.
La cuestión de la ciencia aparece entonces como nudo de distri-
bución que al romper el campo ubica de un lado al sujeto de la
ciencia y del otro al agujero donde se origina un cierto modo del
objeto. 5
El saber que las ciencias producen plantea como condición y re-
quisito la forcl usión del sujeto, del sujeto como corte, como hian-
cia, como agujero. De esta manera todo saber se conquista sobre la

2
J. Lacan, '"El objeto del psicoanálisis. Seminario XIII", p . 47 (mimeo.).
5 Véase, en este mismo volumen, el trabajo de Adalberco Levi Hambra, '"El aguje·
ro inau~ral " .
168 FRIDA SAAL

base de nada querer saber. El sujeto es allí subjectum en el sentido


de lo supuesto . •

EL SUJETO EXCLUIDO SE FUNDA EN UNA CARENCIA DESDE DONDE


SUTURA LA CADENA SIGNIFICANTE

Debemos detenemos a preguntar por este sujeto del que estamos


hablando , porque en la polisemia y en los desplazamientos de signi-
ficación acecha la ilusión de reintroducir el espejismo totalizador
de la psicología y el subjetivismo . Nunca está de más aclarar que el
sujeto que nos ocupa, lejos de ser el individuo, es el 1( el sujeto
tachado por el significante del que el psicoanálisis se ocupa.
Utilizaremos como hilo conductor los planteamietnos de J.A.
Miller en "La sutura. Elementos de la lógica del significante".
Nos encontramos ahora en la necesidad de seguir de cerca este
texto con las debidas disculpas a quienes ya lo conocen, pero eludir
su seguimiento implicaría un guiño cómplice que dejaría excluida
a buena parte del auditorio.
La primera propuesta que encontramos es la de que es imposible
representar el campo freudiano como una superficie cerrada. El
campo del psicoanálisis exige, impone , una apertura. Todas las fi -
guras topológicas que se manejan en la enseñanza de Lacan tienen
la característica de ser superficies organizadas alrededor de un
hoyo central, con distintas modalidades de reversión, por las que la
periferia atraviesa los límites engendrando la circulación entre el
exterior y el interior. Es la ausencia de interioridad como hecho
central la que otorga a estas figuras el privilegio de que gozan en su
función de ejemplificación conceptual.
La lógica del significante es la propuesta de otra lógica , de una
lógica mínima, que está en el origen de la lógica lógica . Es pues
una dimensión arqueo-lógica para dar cuenta del desconocimiento
que está en el punto de partida de toda producción de sentido.
Miller llama sutura a la relación entre el sujeto y la cadena del
discurso: el sujeto figura en la cadena como el elemento que falta,
bajo la forma de un representante. Al faltar no está pura y simple-
mente ausente. Es punto de circulación y sostén de la cadena. Por
ser punto de circulación ~ntre significantes es que se vuelve sostén
de la cadena. La definición del significante como lo que representa
al sujeto para otro significante es la que se encuentra aquí trabaja-
da. Pero esto de que la falta no es simple ausencia es la definición
del inconsciente mismo, lo ausente de la conciencia pero eficaz en
sus efectos. El Otro que habla en los momentos sintomáticos del
EL SABER Y LA VERDAD 169

discurso en que se bifurcan el enunciado y la enunciación. El mo-


mento de la vacilación discursiva en que la otredad del saber apa-
rece como saber de Otro en la reinversión del circuito.
La argumentación de Miller sigue los planteamientos de Frege
que cuestiona la axiomática de Peano. Sorteemos la demostración
matemática preguntándonos qué está en juego en la pregunta por
el O, por el l y por el sucesor en la serie de los números llamados
naturales. Quizá valga la pena señalar que la pregunta está orien-
tada a poner en evidencia la naturaleza de los números, porque ge-
neralmente al trabajar sobre las propiedades se oculta y dificulta la
pregunta por la naturaleza. Pero esto sucede no sólo con los núme-
ros, sucede también con todo lo predicable, donde las atribuciones
dan la ilusión de dar respuesta a la pregunta ' por la existencia".
¿Qué es el O en el orden de los números? ¿Cómo podríamos pen -
sar en un número que fuera la ausencia a secas? La doble
característica del O es que es un número , pero un número que re-
mite a un concepto que no subsume ningún objeto. La lógica de
conjuntos nos ha enseñado a pensar en un conjunto vacío . Es el
modelo más claro del significante agujereando lo real , porque en el
orden de los objetos jamás podría haber falta, es ese desfasaje entre
su existencia significante y su ausencia de objeto lo que permite re-
cortar el vacío de la ausencia, de la medida sin extensión.
Pero el O, al tener existencia de número y de concepto cuenta
como l en la serie de los números naturales , ya que allí él es el pri-
mero, determina la aparición del sucesor, y con esto los infinitos
números que se suceden. El sostén de toda la cadena está en la ge-
neración del O, bajo cuyo dominio no cae ninguna cosa del mundo.
¿Cuál es el sentido de este artificio del psicoanálisis que utiliza la
demostración matemática de la fundamentación del O y el 1, pila -
res de la sucesión de los números naturales, para señalar al sujeto
constituyéndose en el campo del Otro, g (A) , y marcado por lo que
al otro le falta : S (A)? Ejemplificación concreta de la definición del
significante: representa el sujeto , para otro significante.
A nuestro entender se trata de un soporte que reduzca al mínimo
la imaginanzación. No es una anulación de la imaginarización, cosa
imposible de lograr ya que sería la condición del silencio total,
sino su reducción asintótica.
Si el O es la representación numérica del concepto sin objeto , el
significante de la ausencia, el sujeto , definido como corte , como
hiancia, está ubicado en el lugar del O. Al sustentar la cadena de
significantes, desde alli , es condición de posibilidad del saber.
'
El psicoanálisis se nos aparece así funcionando alrededor de un
axioma fundament a l. axiomática de la falta , axiomática de la ca-
rencia, Ésa es la razón por la que la premisa del falo y su correlato ,
170 FRIDA SAAL

el complejo de castración, constituyen el nudo central que sostiene


a todo el edificio psicoanalítico. ·
"( ... ] pienso que es posible mostrar que estos términos diferentes,
el sujeto, el objeto, el nombre del Padre, el falo pueden ser -no
tengo otra palabra- modos de ser de la carencia, tal vez modaliza-
ciones."4
La verdad aparece entonces marcada por ·este signo de la negati-
vidad y de la falta, pero la falta fundante es la falta en ser que
abre, por la vía del Otro, el acceso posible al ser. Ser para otro, ser
deseo del deseo del otro, de lo que al otro le falta. Cadena abierta
al infinito en la sucesión de las generaciones.
El cross-cap es la figura topológica capaz dt; mostrar en una sola
operación de corte la aparición de dos elementos residuales: por un
lado, la banda de Moebius que ubica la relación del sujeto con la
cadena significante. Espacio, oscilación entre el S 1 y el S2 ; por el
otro, la caída del objeto (a), en lo real y como resto. Si el complejo
de Edipo es señalado como nuclear, lo es en tanto la metáfora pa-
terna es la función misma del corte, que permite el advenir del su-
jeto como deseante, y del objeto perdido como la causa del deseo.

banda de Moebius

objeto a

La incómoda pos1c1on del sujeto es la de esta junción: por un


lado, ser de saber a expensas de su exclusión; por el otro, ser de
.Verdad, en cuanto la Verdad es la causa de su ser. Ésta es la dis-

4
J. A. Miller, "Theorie de la lanl\e", en Omicar?, núm. 1, París, pp. 28-29.
EL SABER Y LA VERDAD 171

yunción en la que encontramos por un lado a las ciencias y por el


otro al psicoanálisis.
El psicoanálisis comienza co'n el planteamiento de una demanda,
con la exposición de un síntoma. La demanda está planteada como
algo que al dirigirse a Otro da a ese Otro un papel de verdad cons-
tituyente y estructural. El síntoma, definido fundamentalmente por
su opacidad, algo que el sujeto sufre como efecto de una verdad
que se le escapa, la alteridad que en el síntoma está presente. Ese as-
pecto de verdad del síntoma es la verdad del Otro que habla a tra-
vés del sujeto. Dice Lacan que el analista forma parte del síntoma,
en tanto y en cuanto esté jugado y jugándose en la verdad del
paciente.
La verdad que promueve el psicoanálisis es la del anudamiento
de lo real, lo simbólico y lo imaginario en donde se producirá una
historicidad. La verdad imposible de atravesar es la de la castra-
ción, de la diferencia de los sexos, la incompletud apuntada . en
el andrógino platónico. En térn~inos lacanianos, la verdad de que
no hay rapport sexual que devuelva al hombre o a la mujer lo que
debieron perder para constituirse como sujeto.
El psicoanalista, como complemento en el síntoma, ocupa un lu-
gar en la verdad aunque se le s_u pondrá un saber.
Se acerca aquí el psicoanálisis a la palabra del filósofo: "¿Por
qué tenemos que suponer una -1erdad? ¿Qué quiere decir 'suponer'?
¿Qué significan el 'tenemos que' y el implícito 'nosotros'? ¿Qué
representa la afirmación 'hay Lna verdad'? La verdad la suponemos
'nosotros', porque 'nosotros', si1:ndo en la forma del ser del 'ser ahí',
somos en la verdad . No la supo3emos como algo 'exterior' y 'supe-
rior' a nosotros con lo que entramos en relación al lado de otros
'valores'. No somos nosotros quienes suponemos la 'verdad' sino que
es ella quien hace posible ontológicamente que seamos de tal ma-
nera que supongamos algo. La verdad es quien hace posible toda
'suposición'. " 5 ·
La situación analítica, en donde la verdad del síntoma nos con-
voca, delinea un campo donde habrá de repetirse la operación del
cone y caída. Caída del analista como resto , como desecho.
Esto implica la posibilidad de delinear el recorrido del acto
psicoanalítico y del campo de su eficacia: convocado en el lugar del
Otro por las solicitaciones de la deman4a. se le Supone un Saber
que no es de nadie; allí estará en la posición de la carencia A, por-
que sólo en la carencia del Otro puede el Sujeto advenir, para
concluir en la acción del corte donde el analista será lo que se deja.

5
M. Hejdegger , El ser y el tiempo, cit. , p . 249 .
172 FRIDA SAAL

RESUMEN DE LAS TESIS

Aun a riesgo de redundar y para insistir en el hilo conductor nos


gustaría resumir las tesis de lo antes expuesto:
1] El recorrido de Lacan implica un trabajo de construcción y
desconstrucción acerca del tema de la verdad, marca una direc-
cionalidad que es efecto de tal verdad. Ésta es el objeto de una en-
señanza y también de una práctica; el acto analítico es el lugar en
el que su presencia se hace vigente. La enseñanza, al tratar de cer-
nirla y explicarla, cae en una contradicción porque produce un dis-
curso encubridor o que en t~do caso obtura la verdad. La única
posibilidad entonces es este decirla y desdecirla. •
2) El saber psicoanalítico, en los textos, en esta presentación o en
otra donde vayamos a buscarlo, no puede eludir la imaginarización.
La matematización es el camino por el cual se intenta reducir este
efecto de imaginarización. Hay un intento de desdramatizar el sa-
ber: demasiadas novelas psicoanalíticas se han producido en la di-
vulgación del psicoanálisis, que al funcionar como lo "ya listo para
ser usado" (pret-a-porter, ready-made) invaden y obturan el traba-
jo de develamiento del fragmento de verdad puesto en juego en
cada análisis.
3] Que ese intento de solucionar la aporía inherent~ al tema:
¿cómo hablar de la verdad, si la Verdad es lo que no puede decirse
sino a medias? lleva, por un lado, a diferenciar el saber por la vía
de la matematización, como planteábamos en el párrafo anterior.
La segunda consecuencia de este problema es la disminución cons-
tante de las referencias a la clínica en los trabajos de Lacan. Cree-
mos que eso se debe a un consecuente esfuerzo de coherencia, la
inclusión de fragmentos de análisis para ejemplificar tesis pueden
ser y son útiles en el trabajo de acceder al conocimiento analítico,
pero está tan lejana de la práctica como la relación del saber y la
verdad. Su transcripción entra inmediatamente en la categoría de
metalenguaje, creando la ilusión de que se puede salvar la hiancia.
Desplegar en teatro la situación analítica da por resultado una ma-
la novela. ¿Cómo, si no, entender esta referencia elogiosa con que
Lacan hace mención a Politzer y la concepción del drama, y esta
aridez conceptual por donde él nos conduce? El teatro de la exposi-
ción no debe remplazar a la "otra escena" , la del inconsciente.
Para terminar queremos traer la frase con la que Heidegger hace
referida a Heráclito en su trabajo Alatheia: "Le llamaban el oscu-
ro [ ... ]"; la oscuridad es el efecto de una aspiración de simplicidad
que produce relámpagos que enceguecen .
XI. DEL SABER A LO REAL: LA FILOSOFÍA
DESPUÉS DE LACAN
JONATHAN SCOTT LEE

El título de este trabajo puede prometer qu1zas mucho más de lo


que el artículo en sí, de hecho, proporcionará. No tengo la inten-
ción de hacer grandes afirmacioñes sobre el futuro de la filosofía
después de Lacan; más bien, quisiera delinear. una posición desde
donde uno pudiera comenzar a tomar con seriedad la noción de
una práctica filosófica lacaniana. Como un filósofo que está
comprometido en el intento de trabajar con los textos de Lacan,
me encuentro en este momento en una especie de incertidumbre ,
nada seguro de saber cuál camino tomar pero bastante seguro de
que Lacan nos está guiando en la dirección adecuada. Este trabajo
debe reflejar precisamente esos conflictos internos (quizá puramen-
te personales) que me preocupan por ahora, pero espero que el
artículo finalmente logre llegar más allá de la autobiografía.
Me gustaría empezar considerando brevemente algunas de las ru-
tas posibles que puede tomar la filosofía después de Lacan (y las
que yo mismo. he intentado o a las que me he aproximado). Desde
el principio vale la pena destacar que todas estas rutas en potencia
para la filosofía lacaniana están condicionadas por una potente
transferencia sobre los textos de Lacan, 1 una transferencia que por
sí misma puede ser filosóficamente problemática y a la cual regre-
saré brevemente . Primero , puede uno tratar de hacer un estudio
sistemático del uso de la filosofía por parte de Lacan, descubriendo
las raíces aristotélicas , kantianas, hegelianas· y heideggerianas de su
obra. 2 Al hacer esto, estaría uno participando en la noble empresa
de la historia de la filosofía , pero es esto precisamente lo que me

1 Sobre la idea de que un texto puede ser el tema de un psicoanálisis (y por ello

un término potencial en la relación de transferencia), véanse los comentarios de


Freud al caso de Schreber, incluidos en una nota de pie de página en "Fragmento de
análisis dt' un caso dr histeria·· . en Obras completas , cit. t. VII , pp. 12-13.
2
A la fecha, el intento más espectacular de este sentido es: Alain Juranville, La-
can et la philosophie, París, Presses Universitaires de France, 1984; para una intro-
ducción a este trabajo, véase Alain Juranville, "Psychanalyse et philosophie", en Or-
nicar?, núm. 29, 1984, pp . 86-97. Como recalca en el último trabajo, Juranville está
interesado en mucho más que revisar el uso que hace Lacan de los filósofos y la
filosofía, ¡>ero es indudable que logra esto a lo largo del proceso.

f 173]
174 JONATHANSCOTrLEE

parece inadecuado de un enfoque de esta Índole. Un acercamiento


a Lacan de este tipo no tiene necesariamente que ser histórico (la
historia de la filosofía es una rama de la filosofía , no de la
historia), pero casi seguramente haría uso de los presupuestos me-
todológicos comparativamente conservadores de la erudición tradi-
cional, y esto en sí ensombrecería sus propias pretensiones de ser
"lacanianas" en sentido auténtico. Segundo: quizá sobre la base de
tal acercamiento histórico a Lacan, uno podría elaborar la teoría
de éste, aclarando nociones panicularmente difíciles, ilustrando
otras, y en general continuando con la tarea cultural de apropiarse
de él". Dicho enfoque, ·al tratar de reducir los textos de Lacan a la
homogeneidad relativa de un discurso erudito , parece nuevamente
más bien alejado de una práctica filosófica propiamente lacaniana.
Tercero: un filósofo poslacaniano podría ampliar algunas de las
afirmaciones de Lacan hacia nuevas áreas, incrementando de esta
manera la envergadura- intelectual de la teoría lacaniana y contri-
buir quizás adicionalmente a su apropiación general. Este trata-
miento de Lacan comparte con los dos primeros enfoques un aire
de escolasticismo cerrado que va en contra del espíritu de sus tex-
tos; reconociendo que hay una gran necesidad de trabajo que ela-
bore, extienda y señale el trasfondo del pensamiento de Lacan, to-
do este trabajo parecería procesarse necesariamente dentro de un
circuito cerrado de argumento, autoridad y evidencia, ya sea con
un enfoque "ortodoxo" de Lacan o con un conjunto de cánones es-
colásticos conservadores sirviendo como la cota o el rasero para una
conformidad exitosa con este circuito metodológico. Tal práctica
intelectual puede ser consistente con ideas académicas actuales
sobre la filosofia, pero definitivamente no responde a los desafíos
que presenta la propia obra de Lacan a la disciplina de la filosofía.
Todavía existe otra forma más para que un filósofo pueda tratar
de manejar la obra de Lacan -de hecho este enfoque sería suma-
mente atractivo para muchos de los filósofos que trabajan en lo que
ha venido a llamarse la tradición de filosofía "analítica"
angloamericana - y esto sería valorar el estatus epistemológico de
su teoría. 3 Trabajando sobre la base de una versión sistematizada y
elaborada de la teoría de Lacan y manteniéndose fuera de la esfera
del psicoanálisis, dicho enfoque filosófico consideraría la inteligibi-
lidad básica de los conceptos y afirmaciones de la teoría, la lógica

3
Para un enfoque similar reciente sobre Freud. véase Adolf Grünbaum. The [oun-
dalians of psychoanalysis: a philosophical cn"tique, Berkeley, The University of Cali-
fornia Press, 1984. El trabajo de Juranville (citado en la nota 2) está pensado para
funcionar también en este nivel; véase, por ejemplo, " Psychanalyse et philosophie".
cit., p. 86.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 175

interna de las diversas afirmaciones de ésta, y (por lo menos hasta


cierto punto) el apoyo de evidencias para proposiciones particulares
de la misma . Es bastante obvio que dicho enfoque ·para acercarse a
Lacan es inconsistente con las posiciones más fundamentales de
éste, ya que presupone como base para su crítica una concepción
esencialmente positivista de la ciencia que es precisamente una de
las cosas más importantes que se cuestionan en la teoría lacaniana .4
Lo que comparten estas cua tro vías hacia una filosofía lacaniana
es (como se sugirió antes) una transferencia problemática sob re los
tex tos de Lacan. En el caso de las tres primeras vías, esta transfe-
rencia adquiere una forma positiva y reduce la actividad filosófica
resultante a a lguna forma de escolástica; en el caso de la última
vía, la transferencia es más bien neg ativa en culmto a forma, ha-
ciendo posible que la actividad filosófica tenga lugar lejos de los
textos de Lacan. Ambas formas de transferencia sin embargo
comprom eten lo que éste describe como la "experiencia dialéctica"
del psicoanálisis, 5 al tratar su obra como si fuese una totalidad
completa , y permitir que la activid ad filosófica recaiga sobre prác -
ticas tradicionales, prelacanianas (retorno a las fuentes, sistemati-
zación, elaboración y crítica). En estos sentidos , reflejan la estruc-
tura de la transferencia en la situación analítica tal como se la
describe en la "Intervención sobre la transferencia", donde Lacan
escribe: "[ ... J la transferencia no es nada real en el sujeto, sino la
ap arición, en un momento de estancamiento de la dialéctica
an alítica , de los modos permanentes según los cuales constituye sus
objetos". 6
Sin llegar a convertirse en analista -lo que, de hecho , ·puede ser
la más auténtica respuesta filosófic a a Lacan - , ¿existe alguna
práctica filosófica que pueda estar a la altura del espíritu de los
textos lacanianos? Como alternativa a los enfoques inadecuados an-
tes delineados, yo sugiero que una práctica filosófica prop iamente
lacaniana debería instanciar (instantz"ate) el carácter subversivo del
pensamien to de Lacan en una "conversación " dialéctica con algún
texto en p articular. 7 Dicha conversación se constituiría en una rela-

4 Sobre esto, véase en particular "La ciencia y la verdad " (trabajo que va a desem-

peñar un papel importante en el curso de mi propio razonamiento en este trabajo),


en J- Lacan, Esenios 2 , cit. , pp. 834-858.
5 J- Lacan , Escn'tos 1 , cit., p. 205.
6 !bid., p. 214.
7 Respecto a la noción de la práctica filosófica como conversación, véase Richard

Rorty. Philosophy and the mirror of nature , Princeton, Princeton University Press,
1979 , especialmente el capítulo V III, pp. 557 -394.
176 .JONATHANSCOTrLEE

cion transferencial, pero en lugar de encontrarse a sí misma en


transferencia con un autoritario texto-supuesto-saber, nuestro filó-
sofo lacaniano se encontraría situado en una contratransferencia
sobre la volubilidad de un texto (probablemente) enigmático. Está
bien llamarla contratransferencia porque el texto aquí en cuestión
(como la mayoría de los textos, si no todos) siempre está ya
comprometido en alguna clase de transferencia (por lo común posi-
tiva) con su público de lectores. Por lo tanto, la escena de la prácti-
ca filosófica lacaniana estaría delimitada por la interacción de
transferencia y contratransferencia entre el texto y el lector, entre
el texto-por-comentarse y el comentario . Esto permitirá evitar (al
menos potencialmente) los riesgos de las demás relaciones transfe-
renciales con los textos por parte de la acostumbrada- manipulación
subversiva de nuestro filósofo debido a su contratransferencia con
el texto . Es crucial para la noción de la práctica filosófica que aquí
estoy tratando de desarrollar que el filósofo lacaniano esté prepara -
do para subvertir sus tendencias casi inevitables a recaer sobre
reglas de discurso y cánones académicos convencionales y aceptados
(dichas tendencias constituyen el núcleo de la contratransferencia),
siempre que estas reglas o cánones empiecen a dominar la estructu-
ración de su trabajo. 8
Lo que me gustaría hacer ahora es proporcionar un ejemplo del
tipo de conversación dialéctica lacaniana que he estado describien-
do. El texto con el cual trabajaré es de Lacan (el texto final de los
Escritos : "La ciencia y la verdad", y el tema de nuestra conversa-
ción (su "cable conductor latente", según Mallarmé) 9 es precisa-
mente la cuestión misma de este artículo : el carácter de una
filosofía lacaniana.
Lacan dedica mucho de "La ciencia y la verdad" al clásico tema
de la relación entre el psicoanálisis y la ciencia moderna , y se con -
centra sobre este tema considerando la diferencia entre la noción
del sujeto implícita en la ciencia moderna y aquella noción del suje-
to que se descubre por el psicoanálisis. La ciencia moderna está
arraigada en el cogito de Descartes: el "yo pienso" que garantiza
que "yo soy" proporciona una unidad paradigmática de saber (pen-
sar) y verdad (existir), una unidad en la base sobre la cual la cien-

8 Un excelente ejemplo de los tipos de manipulación subversiva demandados se

puede hallar en la lectura dialéctica por Lacan del caso Dora en "Intervención sobre
la transferencia .. , cit., pp. 204-218. Para una importante revisión de las estrategias
de subversión, véase Luce lrigaray, Ce sexe qui n'en es! pas Un , París, Minuit ,
1981.
9
Véase el "Preface" a Un coup de dés, en Stéphane Mallarmé. Oeuvres complé-
tes, París, Gallimard, 1945 , p. 455. Lacan parece aludir a esta expresión en Escritos
2, cit., p. 835.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 177

cia puede asegurarse a si misma de su estatus preeminente entre las


prácticas cognitivas. En el fondo de la empresa científica, por lo
tanto, hay un sujeto -lo que Lacan llama "el sujeto de la
ciencia" - que por si mismo instaura la unidad del saber y la ver-
dad de la que la ciencia depende; 10 sin este sujeto cartesiano, no
habría ciencia moderna.
Pero, claro, lo que el psicoanálisis ha revelado es que la existen-
cia humana en el lenguaje ocasiona una fundamental "división del
sujeto entre verdad y saber"; 11 el cogi"to debe ser reescrito como ''je
pense: 'doncje suis'", para que pueda ser leido como:"[ ... ] el pen-
samiento no funda el ser sino anudándose en la palabra donde toda
operación toca a la esencia del lenguaje". 12 De esto se deriva "que
no hay metalenguaje[ ... ], que ningfui lenguaje podría decir lo ver-
dadero de lo verdadero, puesto que la verdad se funda por el hecho
de que habla, puesto que no tiene otro medio para hacerlo". 15 En-
tonces, no puede haber una unidad cartesiana entre pensamiento y
ser, saber y verdad -ningún verdadero discurso científico sobre la
verdad- porque es imposible para el sujeto de la ciencia salirse del
lenguaje con el propósito de hablar sobre el lenguaje. La me-
diación lingüística pertenece a la esencia misma de la condición
humana, pero dicha mediación destruye la pretensión científica
moderna de una unidad originaria del saber y la verdad. Como se-
ñala Lacan, en psicoanálisis (y como resultado de investigaciones
psicoanalíticas) debemos renunciar a la idea de que "a cada verdad
responda su saber", una idea que permanece como virtualmente
constitutiva del sujeto de la ciencia. 14 Más adelante regresaré al
análisis de Lacan respecto de cómo es que la ciencia puede estar
cegada ante esta división del sujeto que socava sus fundamentos.
Si bien el psicoanálisis se basa en este reconocimiento de la divi-
sión del sujeto entre verdad y saber, se preocupa igualmente por
esta división como el efecto de una causa; si el corte entre pensar y
ser se abre por el hecho de que la verdad inevitablemente habla/es
hablada, entonces el psicoanálisis se dedicará esencialmente a "la
verdad como causa" . 15

IO Véase J. Lacan, Escritos 2, cit., p. 835.


11
/bidem.
12
/bid., p. 843.
15
/bid., p. 846.
14
/bid., p. 847.
15
Ibzii., p. 848. Aquí, "causa" debe tomarse como afin al verbo francés ca'user en
su doble sentido de "causar" y "hablar": la verdad como causa es tanto un asunto de
causalidad como uno de lenguaje; el lenguaje forma gran parte del mundo material
de las relaciones causales.
178 JONATHAN SCOTr LEE

En las últimas páginas de "La ciencia y la verdad" , Lacan -explo-


ra las relaciones entre las cuatro áreas diferentes (magia , religión ,
ciencia y psicoanálisis) que '.'atestiguan la verdad" , 16 al considerar
la relación del sujeto de cada un·a de estas áreas con la verdad co·
mo causa. 17 En el caso de la magia, él ofrece una definición que se
reconoce como estructuralista de_su principio de operación: "Supo·
né al significante respondiendo como tal al significante. El signifi ·
cante en la naturaleza es llamado por el significante del ei;icanta ·
miento . Es movilizado metafóricamente." 18 En otras palabras, el
texto del encantamiento (dentro de su marco adecuado de ritual)
pone en movimiento un proceso mágico con el resultado de que
ciertas fuerzas de la naturaleza - Lacan· proporciona los ejemplos
de "truenos y lluvia, meteoros y milagros" - 19 responden ar texto de
la fórmula del encanto. Por eso la magia involucra a la verdad co·
mo causa "bajo su aspecto de causa efi"ciente", 20 y el principio que
hace posible el proceso mágico es simplemente la metáfora (el
remplazar un significante por otro), aun cuando esta base
lingüfstica de la magia permanece disfrazada en la tradición mági-
ca . En el caso de la religión, la verdad como causa aparece con el
disfraz de la causa final, textualmente: "[ .. . ] en el sentido de que es
trasladada a un juicio de fin del mundo" . 21 Al localizar la verdad
en la escatología, "[ ... ] el religioso le deja a Dios el cargo de la
causa, j>ero con ello corta su propio acceso a la verdad". 22 Más que
en el saber de esta verdad, la persona religiosa se encuentra apri-
sionada dentro de una desconfianza fundamental , tanto de Dios
como de sí mismo. 2' •
La descripción lacaniana de la ciencia implica la afirmación de
que la verdad como causa aparece aquí como la causaformal, 24 pe·
ro lo básico en la actitud de la ciencia hacia la verdad como causa
es que "no querría saber nada de ello". 25 Como él señala, tenemos
aquí un ejemplo bastante clásico de "forclusión", donde la posibili-
dad misma de la práctica cientifica depende de una negación más

ª 16 Jbid., p. 849.
17
!bid., p . 853.
18
/bid ., p. 849.
19
lbidem.
!O /bid., p. 850, cursivas nuestras.
21
!bid., p. 851.
22
lbidem.
25
lbidem.
24
!bid., p. 853.
25
lbidem.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 179

o menos implícita de aquello que la hace posible. 26 Para construir


los complejos sistemas intelectuales de la teoría científica es crucial
que uno evite llegar a un enfrentamiento con el ·hecho de que estos
sistemas son en sí construcciones del sujeto humano: al apoyar la
certeza del saber científico sobre el sujeto cartesiano, la ciencia mo-
derna se ha deshecho (muy paradójicamente) de la necesidad de re-
conocer la subjetividad esencial de su teorización precisamente
acentúandola (en el siglo XVII) y luego olvidándola por completo.
Como Lacan comenta antes en "La ciencia y la verdad'', la ciencia
"no tiene memoria". 27 La falta de memoria de la ciencia está más
que compensada por su capacidad para comunicar el saber {algo
que la diferencia notablemente tanto de la magia como de la reli-
gión). 28 Esta capacidad no descansa meramente en la aceptación
general por la cultura de una ideología científica sino, lo que es
más importante, en el hecho de que "la forma lógica dada a ese sa-
ber incluye el modo de la comunicación como suturando al sujeto
que implica". 29 Para mí esto significa que la ciencia moderna ha
logrado tanto olvidar el estatuto originario de la teoría del sujeto
en la historia de la ciencia como garantizar la radical intersustituti-
vidad de significantes necesaria para la comunicación, al reducir al
sujeto a la homogeneidad del discurso científico "psicológico".
En contraste, lo que el psicoanálisis ha hecho es reintroducir la
verdad como causa matert'al dentro de la ciencia. Aquí la mate-
rialidad de la causa es, naturalmente, "la incidencia del significan-
te", el cual es definido por Lacan: "[ ... ] actuando en primer lugar
como separado de su significado"_ 30 Lo que el psicoanálisis h;;. reve-
lado es no tan sólo que existe una división del sujeto entre saber y
verdad sino que esta división es el efecto de. la materialidad misma
del lenguaje; no obstante los "significados" de las palabras, su exis-
tencia impone esta escisión en nosotros. Es esta "fuerza bruta" de la
existencia del lenguaje lo que no encuentra un lugar en el discurso
científico, porque dicho discurso se preocupa pn;cisamente por los
efectos y las relaciones de forma y sentido; ésta es una razón

26
Ibídem.
27
Ibid., p. 848.
28
Ibid., p. 856.
29
Ibídem.
30
Ibid., p. 853. Es esta característica de la teoría lacaniana del significante
lo que la conduce a distinguirse tajantemente del estructuralismo; véase Le sé-
minaire de Jacques Lacan-Livre XX: Encore, París, Éditions du Seuil, 1975, p. 93
[en español: Aún, Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 93). En adelante, las referencias a
Encore serán señaladas como S.XX, y con Esp. nos referiremos a la edición española.
180 JONATHAN scorr LEE

primaria de la dificultad <i,ue el psicoanálisis ha tenido para con-·


vencer a los filósofos y científicos de su estatuto "científico". 31
Habiendo delineado este análisis esquemático de la magia, la re-
ligión, la ciencia y el psicoanálisis, podríamos esperar aprender
algo sobre el estatuto de la filosoña vis-a-vis de la verdad como
causa; sin embargo, la filosofia no está explícitamente mencionada
aqui en ninguno de los análisis de Lacan. Podría uno argumentar
que, al proporcionar la base epistémica/ideológica para la ciencia
moderna, el cartesianismo - ¿y qué filosoña posterior a Descartes
escapa realmente a la vorágine cartesiana?- es casi paradigmática-
mente de carácter científico. Seguramente los filósofos han sido tan
culpables como los cientificos en su forclusión de la materialidad
del significante y en su búsqueda del verdadero discurso sobre la
verdad, y seguramente los filósofos han sido hábiles en resaltar la
comunicabilidad de su trabajo por medio de diversas estrategias
para la homogenización del sujeto "del saber" y del objeto "conoci-
do". De hecho, AlainJuranville ha argumentado que, para Lacan,
la vanidad del disc.urso filosófico se refleja en su esfuerzo persistente
para revelar "toda la verdad'~. 32
Sin embargo, la propia práctica de Lacan en "La ciencia y la
verdad" sugiere que busquemos la filosoña en otra parte y no en la
ciencia. De hecho, aun la lectura más descuidada de su texto revela
que la t·radición filosófica misma (más críticamente la tradición de
Aristóteles) proporciona el marco para el análisis de Lacan: al
contrastar magia, religión, ciencia y psicoanálisis, Lacan hace un
uso descarado de la teoría de Aristóteles de las cuatro causas, una
teoría que proporciona el punto de vista más completo de éste acer·
ca de la explicación "científica". Además, la forma en que Lacan
maneja a Aristóteles es muy curiosa: inmediatamente después de
delinear su punto de vista causal en términos aristotélicos, adopta a
la persona misma de Aristóteles, citando una frase crucial de la si-
nopsis introductoria de éste a las .cuatro causas en el libro B de la
Física y citándolo en el original griego: "Tosauta ton ..arithmon to
dis ti periez"lethen."33 Esto puede traducirse como: "El número (de
causasJ es igual al de las cosas comprendidas bajo la pregunta 'por

51
J. Lacan, Escritos 2, cit., p. 856.
52
A. Juranvilie, Lacan et la philosophie, cit., pp. 97 y 305.
55
J. Lacan, Escritos 2, cit., p. 854; véase también Aristóteles, Physics, Oxford,
Clarendon Press, 1936,B?, 198al5-16 [en español: Física, en Obras, Madrid,
Aguilar, 1964-1967]. Lacan no incluye la partícula de inferencia ("gar") en su cita.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 181

qué'. "M Sin entrar por el momento en el contexto especial de esta


cita, permítaseme insistir tan sólo en que es extraordinario que La-
can realmente adopte la máscara de Aristóteles al concluir su texto
sobre la relación entre ciencia y verdad: Lacan, el psicoanalista, se
transforma en Aristóteles, el filósofo. ¿Quiere decir esto que el psi-
coanálisis se debe transformar en filosofía, que los caminos del psi-
coanálisis y de la filosofia son fundamentalmente uno y el mismo?
Podríamos enfocar el asunto aquí en cuestión desde otro ángulo.
Como mencionábamos antes, Lacan afirma que la ciencia "no
tiene memoria", y continúa especificando el tipo particular de me-
moria que le falta a la ciencia. "Olvida las peripecias de las que ha
nacido, cuando está constituida, dicho de otra manera, una di-
mensión de la verdad que el psicoanálisis pone aquí altamente en
ejercicio." 35 En su preocupación habitual por sus orígenes en la re-
lación entre Freud y Fliess, por ejemplo, el psicoanálisis constante-
mente recuerda (¿y actúa de nuevo?) sus primeras vicisitudes y, con
bastante precisión, sus perípeteiai, sus reveses, en el camino para
convertirse en lo que se ha convertiüo. 56 ¿Es una coincidencia que
Lacan use la palabra peripecias, en su alusión al drama del naci-
miento del psicoanálisis, invocando de este modo a Aristóteles (aun
antes de su introducción de las cuatro causas)? En la Poética Aris-
tóteles introduce la peripetez'a como un elemento posible de una
trama compleja, argumentando que las mejores tragedias incluyen
reveses de fortuna (o de intención) marcados por descubrimientos
epistémicos concomitantes. 37 Con Lacan a punto de tomar el papel
de Aristóteles, ¿no podríamos esperar algún revés acompañado por
un descubrimiento que se manifieste en el texto de Lacan?
Si el psicoanálisis debe distinguirse de la ciencia sobre la base de
su memoria, es claro que la filosofia también merece alguna men-
ción por la discutible y excesiva memoria de su pasado; después de
todo , los filósofos nunca terminan de leer a Platón y Aristóteles,
mientras que pocos fisicos creen que sea necesario leer a Galileo.
Precisamente, ¿cuál es la importancia (para el razonamiento de

M Véase la traducción revisada de R .P. Hardie y R. K. Gaye en The complete


works of Aristotle: the revised Oxford translation , editada por Jonathan Branes, 2
vols .. Princeton, Princeton University Press [Bollingen Series LXXI: 2] , 1984.
Confróntese también la nota 7 en las páginas 854 y 855 del vol. 2 de los Escritos de
J. Lacan. [E] .
35
J. Lacan, Escrz"tos 2, cit., p. 848. .
36
Reveses .q ue han sido excesivamente comunes en la prensa en años recientes
gracias a J . M. Mas.son.
37
Véase N\Stóteles, Poética, 10-11.
182 JONATHAN SCOTT LEE

Lacan y para el mío) de estas afirmaciones acerca de la memoria?


Nuevamente, yo creo que la respuesta se enclJ.entra en la descrip-
ción de Lacan de la práctica científica en términos de forclusÍón: la
falta de memoria de la ciencia constituye la forclusión de sus
orígenes en la angustia genuina de los individuos humanos. 38 Al ne-
gar estos orígenes subjetivos, la ciencia de hecho ha eliminado de
su alcance (y por tal motivo del "mundo objetivo") aquellos aspec-
tos de la realidad que pudieran desbaratar el despliegue. nítido y la
conclusión de sus sistemas teóricos. Tal como, según el análisis de
Freud, el fetichista tiene la capaciad de disfrutar del falo de su
madre al forcluir o al rehusarse a aceptar la percepción de la
ausencia del pene de la mujer =-haciendo posible de esta 111anera
la sustitución del fetiche por el falo - , 39 así también la ciencia
puede disfrutar y explotar su totalización del mundo objetivo al
forcluir o rehusarse a aceptar aquellas percepciones, ·o (más co-
múnmente) aquellas clases de percepciones, que son inconsistentes
con el deseo totalizador de la ciencia. Esto es por lo menos parte de
lo que conduce a Lacan a describir una "paranoia lograda" que
aparecería como "la clausura de la ciencia" .40 Naturalmente, esta
forclusión es tan inconsciente en el caso de la ciencia como en el
caso del paranoico.
¿Se pueden levantar cargos comparables contra la filosofía? En
su obsesión ocasional con el pasado, ¿han trascendido los filósofos
el tipo de forclusión característico de la ciencia? Aquí , creo que la
respuesta debe ser un ¡No! resonante. A partir de sus turbulencias
dentro de la espesa argumentación lógica del poema de Parméni-
des, "El Camino de la Verdad'', 41 la filosofía se ha definido regular-
mente a sí misma en términos de una oposición entre la razón y al-
guna otra cosa. En las palabras del fragmento 3 del poema de Par-
ménides (escrito unos setenta y cinco años antes de la ejecución de
Sócrates): "[ ... ) la misma cosa está all1 para el pensar y para el
ser"; de ello se sigue, naturalmente, que al establecer cánones de
pensamiento correcto y, luego , al seguir esos cánones (un camino
que aparentemente Parménides fue el primer griego en tomar), los

38
Confróntese el contraste hecho por Lacan del sujeto de la ciencia con el "sujeto
que sufre" que es aquel que interesa a la magia, la religión y el psicoanálisis; véase J.
Lacan, Escntos 2 , cit., p. 849.
39
S. Freud, "Fetichismo'', en Obras completas , cit. , t. xx1 , pp. 147-152.
40
J. Lacarl, Escritos 2 , cit. , p. 853 .
41
Para la edición más reciente de los fragmentos , véase Parménides de Elea,
Fragm ents, Toronto, University of Toronto Press, 1984. Aquí se les cita en la tra·
ducción de García Bacca : Los presocráticos, México , FCE, 1978.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 183

filósofos están seguros de alcanzar un conocimiento seguro de la


verdad. Esto ha permanecido como la estrategia de toda la tradi-
ción (sea racionalista o empirista) hasta hoy en dia, y lo que se de-
be acentuar aqui es que esta estrategia equivale a una racionaliza -
ción de y a una metodologia para la forclusión de innumerables as-
pectos "problemáticos" de lo real. En el caso de Parménides, por
ejemplo, la búsqueda del correcto pensar conduce a la forclusión
de toda pluralidad, movimiento, cambio y aun (sostendria yo) afir-
mación de lo real (véase fragmento 8).
¿Hemos entonces descubierto un lugar donde el psicoanálisis y la
filosofía se apartan uno de la otra; un lugar donde la filosofía reve-
la sus profundas afinidades con la ciencia? ¿Es que l<i memoria de-
masiado exitosa de la filosofía acaba en el mismo tipo de forclusión
de lo real que aquel que resulta de la falta de memoria de la cien-
cia? ¿Cómo es que la memoria del psicoanálisis puede evitar las
tentaciones de forcluir que parecen casi inevitables dentro de
la tradición intelectual de Occidente, tanto filosófica como
cientifica? A juzgar por la práctica de Lacan, la respuesta aqui
puede residir en el uso para el cual la selectz"vidad de la memoria
del psicoanalista se aplica. Como un ejemplo de la memoria de La-
can trabajando, en un contexto relevante para los asuntos que aqui
se buscan, será útil regresar al seminario de 1972-1973, publicado
como Encore (Aún), y en. particular a la sesión del 20 de marzo de
1973, titulada (no por mera coincidencia) "El saber y la verdad".
Al introducir su sustituto para la problemática noción de ambiva-
lencia, lo que él llama "l'hainamoratzºon", 42 Lacan comenta: "La
vez pasada señalé que por algo se arma Freud del dicho de Empé-
docles de que Dios debe ser el más ignorante de todos los seres,
porque no conoce el odio. La cuestión del amor se liga asi a la del
saber".43 Yo no estoy interesado aquí en la teoria de la "haznamora-
tion" sino en los lapsus de memoria de Lacan, que están triplicados
en este pasaje. Primero, Lacan olvida que, de hecho, el decir que
Dios debe ser el más ignorante de todos los seres porque no tiene ·
ningún conocimiento del odio no es de Empédocles sino de Aristó-
teles. En el libro III de la Metafísica, Aristóteles está argumentan -
do contra Empédocles -al que describe con bastante gracia como
"quien deberla ser considerado como perfectamente consecuente
con su propia doctrina" - 44 y está interesado en demostrar que los

42
Lacan juega aquí condensando haine (odio) y amour (amor) en una sola pa-
labra: hainamoration ; así, podría intentarse traducir como odiamor.
43
S.XX, p. 84; Esp .. p. 110.
44
Methaphysif¿. cit., Libro III, 4, l000a24-25 (en esp., p. 939).
184 JONATHAN SCOTr LEE

puntos de vista del filósofo presocrático conducen a lo absurdo.


Con este fin, él escribe: "Por eso ocurre que la divinidad, el ser
sobre todos dichoso, conoce menos que los demás seres, porque no
conoce los elementos todos de las cosas. No posee en sí la discordia,
y el conocimiento de las cosas semejantes sólo se logra por la seme·
janza. "45 Mientras que Aristóteles no carece de razón al derivar esta
implicación partiendo de fragmentos selectos de Empédocles, 46
queda por decir que ésta es la lectura de Empédocles según Aristó·
teles y no un "dicho de Empédocles". Q.ue esto sea un lapsus de
memoria por parte de Lacan es obvio si uno mira hacia atrás a la
sesión previa del seminario, donde escribe: "Alguien, un tal Empé-
docles - Freud, como por azar, lo utiliza de vez en cuando de
tirabuzón - , nos dejó sobre esto tres versos, pero Aristóteles saca
muy bien sus consecuencias al enunciar que, a fin de cuentas, para
EnÍpédocles, Dios era el más ignorante de todos los seres porque no
conoce el odio. "47 La segunda parapraxis de Lacan también se re·
vela aquí: no sólo atribuye equivocadamente la interpretación de
Aristóteles a Empédocles, sino que recuerda erróneamente el 20 de
marzo lo que él mismo había dicho el 13 de marzo, olvidando otorgar
el crédito a Aristóteles que él mismo originalmente había reconocido.
El tercero, y el más revelador, de los lapsus de memoria de La-
can en el pasaje de la última sesión del seminario concierne al uso
de Empédocles por Freud: · Lacan afirma que Freud "se arma" con
Empédocles (o sea, con Aristóteles) usando su afirmación de que
Dios debe ser el más ignorante de todos los seres. Sin embargo, el
uso de Empédocles por Freud - a quien describe en Análisis termi·-
nable e interminable como "una de las figuras más grandiosas y
asombrosas de la historia de la cultura griega" - 48 está limitado a
honrarlo como un precursor. de su propia teoría dualista sobre las
pulsiones. Entonces, después de revisar las características básicas de
la cosmología de Empédocles, no haciendo ni la más mínima alu -
sión a las afirmaciones de Aristóteles, Freud introduce el punto de
vista de Empédocles sobre Phili"a (amor) y Nez'kos (discordia) en el
siguiente párrafo: "Pero aquí merece nuestro interés aquella doctri-
na de Empédocles tan próxima a la teoría psicoanalítica de las pul·
siones que uno está tentado de afirmar que ambas serían idénticas,

45
Ibül. B4, 1000b3-6.
46
Aristóteles está trabajando esencialmente con los fragmentos 27 , 27a, 31 , 35-36
y 109; la edición y traducción estándar de Empédocles es ahora Empedocles: the ex-
tant fragments, New Haven, Yale University Press, 1981 (editada con una introduc-
ción, comentario ·y concordancia de M.R. Wright).
47
S.XX, p. 82; Esp., p. 108.
48
S. Freud, Obras completas, .cit., t. xxm, p. 246.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 185

si no mediara el distingo de que la del griego es una fantasía cósmi-


ca, mientras que la nuestra se ciñe a pretender una validez biológi-
ca. Es cierto que sustrae a esta diferencia buena parte de su signifi-
cado la circunstancia de que Empédocles atribuyera al universo el
mismo carácter animado que al ser vivo singular. " 49
Mientras que Lacan mismo está. interesado en la unión del amor
y el odio en la "haz·namoration" y por eso se refiere a Empédocles
en parte para subrayar el mismo tipo de dualismo que meneiona
Freud, su mayor interés parece ser el de ligar la interpretación que
Aristóteles hace de Empédocles con su propia crítica de la ulterior
doctrina cristiana del amor divino. Por eso, escribe: "Más tarde , los
cristianos transformaron esto (es decir, la noción empedocleana de
que Dios no conoce el odio) en diluvios de amor. [Desafortunada-
mente, esto no camina, porque no conocer el odio, es no conocer
tampoco el amor.] Si Dios no conoce el odio, para Empédocles es
clañsimo que sabe menos que los mortales. " 50
¿Q.ué podemos pensar de estos ejemplos de olvido de Lacan? Yo
creo que es posible ver en ellos una clave para el reto de Lacan a la
erudición tradicional y al discurso académico , un reto que se puede
poner mejor en términos de la distinción marxista entre valor de
cambio y valor de uso.51 Lo que el erudito tradicional tiende a ha-
cer con un texto es generar un nuevo texto que puede ser sustituido
por el original: el valor del discurso académico depende de la habi-
lidad del erudito para intercambiar su texto por el original al cual
supuestamente está comentando. Naturalmente, hay límites al gra-
do del intercambio permisible: por eso, uno acepta un tratado en
cambio de Rey Lear únicamente por un breve periodo de tiempo,
mientras que uno estará dispuesto a aceptar un libro de texto a
cambio de los Princtpza de Newton por siempre. Sin embargo, la
posibilidad misma del discurso académico parece depender de la
homogenización del discurso, de la reducción de la diferencia a se-
mejanza, lo que garantiza que textos distintos realmente puedan
ser intercambiados o sustituidos los unos por los otros. Esta homo-
genización, a su vez, se logra gracias al mecanismo de la forclusión:
nuestra estudiosa buena voluntad de aceptar un texto por otro de-
pende en gran parte de nuestra propia habilidad para "olvidar" o
"desmentir" el carácter único del original que estamos abandonan-

49
!bid., p. 247.
50 Véase S.XX, pp. 82 y 108; Esp., pp. 108 y IIO. La frase entre corchetes falta
en la edición española ¿Por qué, dichoso Dios de Aristóteles [E].
51 La clásica exposición de Marx de esta distinción se encuentra en el capitulo

sobre "La mercanda" de su obra EL capital, editado en 8 volúmenes por Siglo XXI
Editores (véase especificamente el t.I, vol. 1, pp. 42ss.
186 JONA THAN SCOTT LEE

do. Alaora , de hecho , es Lacan mismo quien, hacia el fin del semi -
nario del 20 de marzo, hace resaltar la distinción entre valor de uso
y valor de cambio y postula que es el costo de gozar del saber más
bien que el costo de adquirirlo , lo que le da su valor, "[ .. . ] no co-
mo (valor ] de cambio , sino como [valor] de uso". 52 Es así como La-
can, en fuerte contraste con el erudito, usa a Empédocles en su
propia transición expositiva desde la noción de ambivalencia en la
teoría psicoanalítica al fracaso de la noción cristiana del amor divi-
no: lo que Freud había descrito como la "fantasía cósmica" de Em-
pédocles regresa aquí como un paso crucial en la exposición de La-
can. No hay ninguna indicación de que el texto de Lacan pudiera
ser intercambiable con el de Empédocles -de hecho , ~l "sustituto"
de Lacan nos lleva á - Aristóteles y no a Empédocles - y lo mismo se
puede decir del uso que hace Lacan de Aristóteles en " La ciencia y •
la verdad". Al gozar el uso de su saber, al pretender tal atención
erudita en el seminario y al tomar el p apel de Aristóteles en "La
ciencia y la verdad" - acciones que podrían h acerse ininteligibles
d ebido a la forclusión sea de Empédocles sea de Aristóteles- La-
can , de hecho, está parodiando la vanidad de los académicos que
pretenden prc:iducir textos que puedan intercambiarse con otros.
En el último caso , Lacan nos proporciona incluso el griego de Aris-
tóteles para sugerir que aun un texto "idéntico" no puede ser susti-
tuido por su original , pues el contexto del supuesto sustituto trans -
forma siempre d e modo radical al texto-copia original.
Si esto es una lectura justa de la p r áctica de Lacan en los textos
aquí en cuestión, ¿cuáles son sus implicaciones para una práctica
apropiada de la filosofía lacaniana? Yo sugiero que lo q\!~· el uso
jocoso por Lacan de otros textos revela es que existe una forma de
práctica intelectual que no depende de esa forclusión de la unici- .
dad o de la subjetividad del pasado , que se ha d emostrado que se
presentan tanto en la ciencia como en la filosofía. (En este sentido,
vale la pena mencionar que las demás referencias de Lacan a Em-
pédocles está n enfocadas en la historia apócrifa de su salto suicida
en el Monte Etna, h aciendo de esta manera bastante explícito el
propio rechazo de Lacan a la forclusión de la individualidad de
Empédocles.)53 Un a tal práctica filosófica produciría entonces una

52
Véase S.XX, p. 89; Esp. , p. 11 7 . Para un desarrollo feminista de estas ideas ,
véase Luce Irigaray, "Women on the Market" y "Commodities among Themselves'',
en This sex which is not one, pp . 170-197; para una discusión sobre este tema, véase
J ane Gallop, The daughter's seduction: feminism and psychoanalysis, Ithaca, Cor-
nell University Press , 1982, Capítulo 4 "Encare Encore", pp. 43 -55.
53
J. L acan , Escritos i , cit., pp. 305-307 y Escritos 2, cit. , p. 822. Sobre la forma
de la muerte de Empédocles , véase Empedocles: thes extant fragments, cit. ,
pp. 15-17 .
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 187

especie de fantasía sin forclusión, comparable, supongo, a una va-


riedad completamente consciente de fetichismo. Necesitaría tanto
una escrupulosidad respecto de otros textos (y, por lo tanto, ·
escaparía al cargo de masturbación intelectual que podría erigirse
contra ella, un cargo mucho más apropiado para el académico tra-
dicional quien ha intercambiado otros textos por un sustituto solip-
sista) como una voluntad - incluso un deseo - de jugar con estos textos
en la construcción de fantasías. Dicha actividad sería, propiamente
dicho, dialéctica , puesto que se constituiría como un uso conti-
nuado (y en principio infinitamente abierto en sus extremos) de
otros textos y de la interacción con ellos. Los resultados de una ac-
tividad como ésta no serían textos sobre otros textos, textos que se
podrían intercambiar con los originales, sino textos que tomarían
su lugar junto a sus originales como candidatos para un uso futuro.
Tomando prestada una descripción de John Cage, dicha práctica
filosófica sería "una forma de escribir que, aun cuando proviene de
ideas, no es sobre ellas, o que no es sobre las ideas sino que las
produce". 54
Como una indicación de lo que uno podría esperar de tal prácti-
ca filosófica, sugiero que existen varias formas de extender la cone-
xión entre Lacan, Freud, Aristóteles y Empédocles, presentada en
este trabajo . Habiendo encontrado nuestro camino hacia Empé-
docles en Aún y alejándonos de Aristóteles en los Escritos,
podríamos regresar a la categorización aristotélica por Lacan sobre
la magia, la religión, la ciencia y el psicoanálisis por medio del
análisis en cuatro etapas que hace Empédocles de la evolución de
los seres vivientes en un cosmos dominado por la oposición de Phi-
lia y Neikos, un análisis del cual puede demostrarse que refleja de
modos enigmáticos tanto la exposición por Aristóteles de las cuatro
causas como la exposición por Lacan de los cuatro campos. Como
una justificación para este paso, podríamos señalar el hecho de que
la invocación hecha por el propio Lacan sobre Aristóteles en el fi-
nal de "La ciencia y la verdad" alude a la refutación por Aristóte-
les de la teoría evolucionista de Empédocles (en la Física). La alu-
sión se presenta en la insistencia de Lacan de que "no es por acci-
dente" .que su análisis de la magia, la religión, la ciencia y el psico-
análisis refleja la estructura de la teoría causal de Aristóteles: este
reflejo no es accidental porque ambos escritores valorizan "el sabor

54
John Cage, Themes & uariations, Barrytown, Nueva York , Station Hill Press,
1982, p. xii. Compárese también la defensa de Cage de la conversación acerca de la
"comunication" en John Cage, For the birds, Boston, Marion Boyars, 1981
p. 14fi.
188 JONATHAN SCOTT LEE

y la sapiencia de un gramatismo original"."" Una parte del sabor de


este asunto con el lenguaje, por supuesto, es que pequeños detalles
de expresión acarrean una fuerza especial: aquí el "no por acciden-
·te" de Lacan recuerda la afirmación de Freud acerca de Empé-
docles: "( ... ] también entran en su edificio doctrinal ideas tan mo-
dernas como un desarrollo por etapas de los seres Vivos, la supervi-
vencia de los más aptos y el reconocimiento del papel del azar
(tuché) en ese desarrollo"; 56 esto, a su vez, nos lleva inmediatamen-
te a la mejor fuente que tenemos sobre esta teoría evolucionista, la
descripción de Aristóteles y la refutación de ella en el capítulo VIII
del Libro B de la Física, 57 una refutación que procede sobre la base
de la afirmación de que sería iinposible (por definición) qqe la ca-
sualidad diese cuenta de la regularidad de los fenómenos biológicos
dentro de las especies.
¿Adónde, entonces, puede conducirnos este "no por accidente"?
Quizá al informe que nos dejó el compilador del segundo siglo,
Aecio, quien describe las diversas etapas del desarrollo por evolu-
ción en Empédocles en el siguiente pasaje:
"Empédocles dice que en la primera generación las plantas y los
animales no estaban completos, sino divididos, con partes que no
crecieron jun.tas; en la segunda , las partes crecen juntas y eran co-
mo criaturas de la fantasía; la tercera era la generación del todo
natural; la cuarta ya no era engendrada a partir de elementos co-
mo la tierra y el agua sino la una de la otra, cuando para unos su
alimento se espesaba y para los otros la belleza de las mujeres exci-
taba el movimiento seminal. "58
Mientras que la reconstrucción erudita de los puntos de vista de
Empédocles como aquí se los describe es bastante discutible, 59 no es
nada difícil ver la causa material en la primera etapa de partes se-
paradas del cuerpo - "Sin cuellos muchas cabezas pululaban,
viudos de hombros vagaban desnudos brazos y, en pobreza de fren-
tes, ojos solitarios iban errando" - ; 60 una etapa que claramente

55
J.Lacan, Escritos 2, cit., p . 854.
56
S. Freud, Obras completas , cit., t. xxm, p. 247.
57
Aristóteles, Física, l 98B 10-199a8.
58
Empédocles, A 72, lineas 19-24, en Die fragmente der Vorsokratiker . La tra-
ducción que presentamos fue extraída de la versión inglesa de W .K.C. Guthrie, A
history of Greek philosophy - Volume ll: The Presocratic tradt!ion form Parmeni-
des to Democritus, Cambridge, Cambridge Univer5ity Press, 1965, p. 201.
59
Véase, por ejemplo, Guthrie, A history ... , cit., pp. 200-211 , y Empedocles: the
exlant fragments, cit., pp. 53-54.
60
Parménides de Elea; Fragments, u . 4, cit. [Los presocráticos, cit.).
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 189

proporciona los tabiques para las otras etapas. En la segunda etapa


de monstruos y criaturas de la fantasía: "Muchas cosas bifrontes
nacieron y con circular pecho; bovinas pues de raza, aunque con
faz humana; mientras que otras surgieron con bovino cráneo y hu-
mano aspecto; sus partes con algunas de varón estaban mezcladas y
con algunas de hembra ( ... ]"61 Tal vez podríamos ver aquí el traba-
jo más puro de la causa formal, produciendo cosas formadas que se
generan sin ninguna meta en particular a la vista. A la cuarta eta-
pa de plantas, animales y gente sexuada (lo cual en cualquier orde-
namiento posible de la teoría de Empédocles debe venir entre los
morutn,ios y las "formas del todo natural") fácilmente podemos
asignar la causa eficiente, ya que Aecio destaca los hec-hos y la po-
sibilidad de reproducción en esta etapa. Finalménte, en la etapa de
las "formas del todo natural" podemos encontrar con bastante na-
turalidad la causa final, operando como la meta totalizada hacia la
cual todas las demás etapas tie:!lden. Una elaboración suficiente de
todos los detalles aquí comprenJidos - algo para lo cual definitiva -
mente ahora no hay tiempo- produciría una exposición ni empe-
docleana ·ni aristotélica sino una exposición merecedora del interés
intelectual. Ir más allá de esto y asociar cada una de las -etapas de
la evolución en Empédocles con nociones reconociblemente
psicoanalíticas -objetos parciales para la primera etapa, fantasías
para la segunda, sexualidad genital p tra la tercera (la cuarta en
Aecio), y la madre fálica para la cuarta etapa, por ejemplo- o,
nuevamente, relacionar las et.apas con los cuatro campos que en
Lacan atestiguan de la verdad, aumentaría el nivel de complejidad
intelectual de la exposición y, sospecho, produciría resultados de
ningún interés. Se pueden imaginar incontables elaboraciones adi-
cionales de este texto - quizá cada uno de ustedes ha iniciado ya
una variante propia- pero debo limitarme hoy a este esbozo.
Anteriormente, les prometí una peripetez'a antes de concluir mi
artículo y es obvio que ha llegado el momento. He quedado satis-
fecho con delinear una dirección que la práctica filosófica laca-
niana puede tomar, una dirección que yo he caracterizado como
fantasía sin forclusión. Lo que debe añadirse ahora es que la fuerza
del reto de Lacan a la filosofía no es simplemente porque él sugiera
una alternativa a los cánones tradicionales de la práctica, aun
cuando espero haber mostrado que sí lo hace, entre otras cosas. Lo
que Lacan ha añadido a esto, en efecto, es la afirmación de que la
fantasía con forclusión es esencialmente lo que la práctica filosófica
ha sido siempre. Esto, por otro lado', es un reflejo de las afirma-

61
Véase Los presocráticos, cit., pp. 90-91.
190 JONATHAN SCOTT LEE

dones ocasionales de Freud acerca de que su propia teorización


metapsicológica era en sí misma una forma de fantaseo. 62 Enton-
ces, una filosofíalacañl.ana será simplemente una práctica filosófi-
ca con los ojos abiertos. (Claro que no hay nada "bastante sencillo"
en esto.) A esta reversión acompañada de descubrimiento se le
puede añadir otra peripeteia: al alejar a la filosofía de las estrate-
gias de la forclusión que han dominado su historia en Occidente y,
de esta manera, liberando también al juego de la fantasia intelec-
tual de los cánones restrictivos del discurso académico, Lacan pro-
porciona por lo menos una sugerencia de la forma en que Jos siste-
mas intelectuales cerrados, los sistemas del saber, pueden ser lleva-
dos a reconocer la existencia de lo real. 65 En el seminario del 20 de
marzo de 1973, Lacan compara su propia práctica de eséribir -y
sus Escn·tos- con la tela de una araña, en donde "surge de un
punto opaco de ese extraño ser [la araña], la huella de esos escritos
donde asir los límites , los puntos de impasse , de sin salida, que
muestran a lo real accediendo a lo simbólico". 64 En los cambios for-
zados de lógica, en las lagunas del razonamiento que están cubier-
tas por saltos imaginativos, en la opacidad intratable de la sintaxis,
la práctica de los escritos de Lacan revela -casi como un negativo
fotográfico- los contornos de lo real ·que deben permanecer para
siempre fuera de la esfera de lo simbólico. Resumiendo, el saber fi-
losófico (que ha sido la meta de la práctica filosófica desde Herácli-
to, antes aun de Parménides) se consagra a lo real como resultado
de la influencia de Lacan y por este medio escapa de la forclusión
característica tanto de la ciencia como de la filosofía tradicional.

Traducción de ANITA FRIEDEBERG

62
S. Freud, "Análisis terminable e interminable'', cit. , t. xxn , p. 224. Compáren-
se sus comentarios al final del caso Schreber: "Queda para el futuro decidir si la
teoña contiene más delirio del que yo quisiera , o el delirio, más verdad de lo que
otros hallan hoy creible."
65
Éste parece ser el sentido en su afirmación en "La ciencia y la verdad" respecto
de que la fantasía es, hablando estrictamente, "institución de una realidad que
cubre la verdad" Q. Lacan, Escn"tos 2, cit., p . 851).
64
Véase S.XX, p . 86; Esp., p . 113.

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