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“Es bajo la forma de las catedrales y de los palacios como la Iglesia o el Estado se dirigen e

imponen silencio a las multitudes. En efecto, es evidente que los monumentos inspiran la
sabiduría social y a menudo, incluso un auténtico temor”. Georges Bataille.

Arquitectura es política. José Miguel G. Cortés trata de mostrar en la primera parte de su libro
Políticas del espacio: arquitectura, género y control social, como la arquitectura, más allá de
cuestiones estéticas o técnicas, es un lenguaje más, empleado por el poder para transmitir e
imponer su ideología, reprimir a los individuos y controlarlos a través del dominio del espacio y el
tiempo. La arquitectura tiene participación fundamental en la configuración e imposición del
orden social, y es un arma apenas imperceptible, y por lo tanto, tremendamente eficaz. El ejemplo
más antiguo de cómo unas simples formas y geometrias pueden no solamente ejercer control
sobre el espacio sino también sobre el individuo es el Panóptico de Jeremy Bentham, 1787:

benthams-panopticon-design panoptico diseño

interior panoptico interior celda

Michael-Ulrich ilustración Penitenciaría estatal de Ilinois, en una postal a principios de s.XX Prisión
cubana cerrada en 1967. Actualmente, monumento nacional

Presidio en Isla Juventud, Cuba

Se trata de una revisión y mejora de la arquitectura y el sistema carcelario existente: en lugar de


alargados pasillos rectangulares y oscuras y lúgubres celdas, propone un edificio cilíndrico, donde
los prisioneros se coloquen en el anillo exterior y los vigilantes en una torre de vigilancia en el
centro. Las celdas tendrían aberturas al exterior y al interior, y por lo tanto, estarían
perfectamente iluminadas y podrían controlarse desde la torre central, en penumbra, sin
necesidad de moverse del sitio ni pasearse por todo el edificio. Es la idea del ver sin ser visto: los
prisioneros nunca sabrían si están siendo vigilados en ese momento o no, ya que los guardias
quedarían ocultos, así que tendrían que imaginar en todo momento que sí lo están, convirtiéndose
ellos mismos en sus propios vigilantes, en parte del engranaje del mecanismo que lo contiene.
Ellos mismos se contendrían y asimilarían los conceptos correctos de moral y comportamiento,
aquellos que el poder autoriza. Del mismo modo funcionan las películas de terror psicológico:
nada se ve directamente, sólo se intuye y cada espectador construye su propio terror, que en cada
uno será diferente. Estado de alerta permanente ante lo desconocido.

Otro ejemplo, posiblemente el más importante, de éstas prácticas llevadas a nivel urbanístico es el
ensanche de París, del Baron Haussmann. A mediados del s. XIX, tras la Revolución Industrial, el
centro de París, fundamentalmente medieval, antiguo y laberíntico, se llenó a rebosar de
trabajadores procedentes del campo que llegaban a la ciudad para conseguir unas mejores
condiciones de vida. Esta situación era similar en numerosas ciudades europeas durante esa
época, pero quizá fue en París donde se vivió con más intensidad. El centro, que no estaba
preparado para tanta gente, se convirtió en un lugar insalubre y saturado, con viviendas antiguas y
en mal estado donde habitaban más de los que podían. No se contaba con las instalaciones
apropiadas y las enfermedades se propagaban rápidamente. Había una gran diferencia económica
y de clases, lo que provocaba numerosas insurrecciones que se beneficiaban del trazado medieval
de la ciudad y la carencia de servicios.

Plan de Haussmann Estructura vial Separación por distritos

Paris medieval Paris de Haussmann Paris Hausmann Ciudad panóptico

En 1851 Napoleón asume el poder y nombra Prefecto al Baron de Haussmann. Juntos, diseñarán el
nuevo París, quizá el mejor ejemplo de la ciudad contemporánea. Con el objetivo de competir con
Londres por ser la capital más cosmopolita, Napoleón decide remodelar París, mejorando las
viviendas y las instalaciones y saneamiento, pero dedicándose a construir una ciudad para la
burguesía, estética, en la que la pobreza debería ser ocultada y sacada de las calles, trasladándose
a la periferia. Nace, así, la ciudad dual y zonificada. Además, se requería una mejora de las
circulaciones, con calles amplias que conectasen rápidamente diferentes puntos. De ésta manera,
a los insurrectos les sería muy difícil esconderse y formar barricadas, ya que serían visibles desde
varios puntos y se podría llegar hasta ellos por diferentes lugares y rápidamente.
Urbanísticamente, París se convierte en ciudad panóptico. Este nuevo urbanismo acabó con la
mayor parte del París medieval para transformarlo en el que conocemos hoy y representó en su
día la idea de innovación y progreso convirtiéndose en referente para la renovación de otras
ciudades.

Otros ejemplos posteriores que se extienden hasta nuestros días y se encuentran también basados
en el mismo sistema del panóptico, son las arquitecturas de diversas distopías literarias del s. XX,
como Fahrenheit 451, Nosotros o 1984. Son sociedades que funcionan gracias al conformismo y
tolerancia de las masas, gobernadas por un dictador (individual o colectivo), que los mantiene a
raya a través del control del placer, el miedo y la creencia en las necesidades satisfechas. Las
masas se convierten en el mejor instrumento del poder para su propio control.

1984 1984

farenheit 451 Escena de "sliver"


Estas distopías presentan planes urbanísticos similares al del Barón Haussmann para París (un
panóptico a gran escala): ortogonales, con amplias vías rectas y espacios amplios desiertos,
imprescindibles para la buena visión y control de sus ciudadanos. Arquitecturas homogéneas de
bloques macizos de hormigón, acero y mucho vidrio, en el caso de Nosotros, que producen una
sensación de transparencia y visibilidad total, a la que se añade el empleo de cámaras y pantallas
de videovigilancia y control que llegan, en el caso de 1984, incluso a formar parte del espacio
interior y privado de las viviendas. Nada escapa a la visión del que mira y todos se convierten en
observadores y vigilantes. Nosotros presenta, además, una ciudad fortificada con la finalidad de
“protegerse” del mundo exterior, salvaje y libre. Esta rigidez de la arquitectura va unida a una
rigidez también del comportamiento, a una interiorización de los modos de ser y hacer impuestos
por el poder: no se concibe la espontaneidad y el sentimiento, únicamente la razón y la utilidad.

Tanto el Panóptico como las arquitecturas distópicas vienen a representar una metáfora de la
situación de nuestras ciudades contemporáneas, que se han ido definiendo, desde finales del s.
XVIII, como un lugares donde controlar, clasificar y regular las conductas sociales que tienen lugar
en ellas. Se están deshumanizando y se evita cualquier reacción no controlada o fuera de lo
establecido, como vemos en 1984, donde “el acto sexual, bien realizado, era una rebeldía. El
deseo era un crimen”. Las ciudades han crecido deprisa, mucho y mal. Todas iguales y excluyendo
a sus habitantes de su crecimiento, que es obsoleto, insostenible y contaminante.

“El desfase entre la arquitectura y la realidad es el mismo que entre el poder y la conciencia. No es
ya que no se proyecte lo que se necesita, sino que lo que se proyecta no se necesita”. Isidoro
Valcárcel Medina.

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