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Historia ~e la nis!

orio~rafía
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COMPilAOOR
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luis Gerardo~ Morales Moreno

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Instituto
Mora
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DR. ]OSÉ MARÍA L UIS MORA
Santiago Portilla Gil de Partearróyo
Director General
· ÍNDICE
José Guillermo Hernández Alvarado
Secretario General ·
Mónica Toussaint Ribot
Directora Académica
Marcela Rivero Weber Introducción 9
Directora de Vinculación Luis Gerardo Morales Moreno
Cristina Sacristán
·coordinadora de Investigación 45
CONOCIMIENTO HISTORIOGRÁFICO Y COMPLEJIDAD NARRATIVA
Martha Elena Orozco Vázquez
Coordinailora de Publicaciones Historiografía y posmodernismo 47
F. R. Ankersmit
Ernest Sánchez Santiró
Coordinador de la colección lUn futuro sin historia? Un debate entre Perez Zagorin
y Keith Jenkins (1999-2000) 73
Luis Vergara

Introducción. La historiografía, entre la teoría


y la investigación histórica 86
Traducciones revisadas por Luis Gerardo Morales M. Guillermo Zermeño

/ El pos modernismo y la crisis de la modernidad 108


]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob
Primera edición 2005
El arte de la narración histórica 149
D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Fran~ois Harwg
Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, México, D. F. Apertura: ien qué piensan los historiadores?
Conozca nuestro catálogo en < www.mora.edu.mx > 160
]ean Boutier y Dominique Julia
ISBN 970-684-125-3 Lawrence Stone y "The Revival ofNarrative'~ 208
Impreso en México
Georg G. lggers
Printed i,, Mexico
~1 "giro lingüístico": En busca de una n ueva historiografía lati noamericana:
le [ fin de la historia como disciplina académica? un diál~go con Tu tino y H alperin
Georg G. lggers 213 Florencia E. Mallan 425

Desde la perspectiva de los años noven ta


Georg G. lggers 234 D E LA EXPERIENCIA AFECTIVA 441

Del historicismo al posmodernismo: la historiografía Escritura de la historia, escritura del trauma


en el siglo XX Dominicl< LaCapra 443
Richard]. Evans 243
Acerca de los usos decentes de la historia
Una crítica al giro posmoderno en la historiografía Hans Ulrich Gumbrecht 491
occidental
Keith W indschuttle 257
TEORÍA SOCIAL Y HERMENÉUTICA 507

DIÁLOGOS CON LA FILOSOFÍA Y LA SEMIÓT ICA 279 El giro historiográfico: la observación de observaciones
del pasado
Filosofía e historia: un diálogo Alfonso Mendiola 509
Roger Chartier 281

Ideología, semiótica y Clifford Geertz: algun as Bibliografía complementaria 539


reflexiones rusas
Andrey Zorin 305

Los peligros del geertzismo


Giovanni Levi 333

L ATINOAMÉRJCA, UNA PERPLEJIDAD TEÓRJCA Y SUBALTERNA 345

lPor qué Gramsci en América Latina?


]osé Aricó 347

Campesinado y nación
Tulio Halperin Donghi 401
INTRODUCCIÓN

L UIS Ü ERA RDO M ORALES M ORENO*

REPLANTEAMIENTO DE LA VERDAD HISTORIOGRÁFICA

Esta antología se ha propuesto poner en contexto al lector unJversita-


rio en el entorno reflexivo de la historiografía contemporánea en el
que irrumpe un concepto semiótico y comunicativo de cultura q ue ha
sido bautizado de manera más categórica como el "giro lingüístico" en
las ciencias sociales. Tal giro replan teará, en adelante, la noción de
"verdad histórica" del paradigma historicista-positivista herencia del
siglo XIX. 1 Forma parte de la transform ación intelectual ocurrida entre
los años cuarenta y ochenta del siglo XX, principalmente en países
como los Estados Unidos de América, Francia, Inglaterra, Italia y Ale-
mania.

• Profesor de tiempo completo, Departamento de H istoria-Universidad Autó-


noma de l Estado de Morelos. Esta investigación se ha elaborado durante el periodo
2002-2004 como una contribución al proyecto de investigación colectiva: El Impacto
de la Cultura de lo Escrito en la Historia de México, S iglos XVI-XX. Una Aproximación
desde la Historia C ultural financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnolo·
gía y e l Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana. Agradezco los
comentarios de los dictaminadores, así como los de Antonio !barra, Ernest Sánchez
Santiró y Mina del Valle.
1
Véanse Langlois ySeignohos, Introducción, 1972; Meinecke, Historicismo, 1946;
Ranke, Theory, 1973, y Gossman, Racimwl, 1989.

9
10 I ntroducción Luis Gerardo Morales Moreno 11

En ese lapso hubo una prolífica producción literaria, en diversos la comu nicación social". 3 Siguiendo a Ni klas Luhmann, la cultura sólo
campos de la psicología, la filosofía, la semiología, la antropología y la es pensable en la modernidad, donde aparece por primera vez como
sociología, la cual rehizo las fórmulas binarias que prevalecían hasta ese continge nte, lo cual permite q ue se la pueda in vestigar. Al ser reflexio-
momento a la manera de oposiciones polarizadas tales como: "hechos"/ nada se puede construir, inclusive, como una cosa observable. 4 El "giro
ficción; texto/contexto; experiencia material/representación (materia y cultural" representa, en este sentido, un n uevo estadio reflexivo de la
espíritu); descripción/interpretación y concepto/metáfora, entre las más historiografía, un a lectura de tercer orden sobre los modelos y las he -
importantes. En la historiografía, el "giro lingüístico" desestabilizó tales rramientas conceptuales ya construidos anteriormente.
relaciones dicotómicas, lo que afectó a distintas posiciones teóricas en Situados en esa modernidad lingüística y comunicativa del saber
la discusión de los conceptos de mundo, realidad histórica y cambio histórico, seleccionamos las observaciones de otros autores ponién-
social. De este proceso creativo que ha experimentado la historiografía dolos en perspectiva. Esto no es nuevo. El conocimiento histórico so-
durante los últimos 40 afios dan cuenta los autores seleccionados para cial ha prod ucido desde el siglo XVI sus propios conceptos, modelos y
esta antología universitaria. herramientas de análisis. Ciertamente, lo ha hecho basándose en el
Escogimos una serie de lecturas que ubican al lector en el contex- lenguaje científico del paradigma galileano-newtoniano. Sin embar-
to historiográfico de una discusión específica: la utilización del con- go, en el transcurso del siglo XX surgieron especializaciones cada véz
cepto hermenéutico de verdad histórica que desencadena la crisis del más complejas de la observación científica, al mismo tiempo que apa-
paradigma positivista-historicista. Al mismo tieinpo, dichas lecturas recieron nuevos desafíos teóricos. Por ejemplo, T homas S. Kuhn ha
reflexionan sobre los límites de la expansión hermenéutica en las opera- sido uno de los pri meros historiadores (de la ciencia) en historizar el
ciones historiográficas. Como se puede observar, no pretendemos una concepto de ciencia, al mismo tiempo que introdujo un enfoq.ue socio-
reconstrucción genealógica y lineal de esa reflexión, por eso, el título lógico de la misma. Las grandes teorías del conocimiento formuladas
de esta antología: Historia de la historiografEa contemporánea (de 1968 a desde el siglo XIX fueron revisadas radicalmente bajo las nociones de
nuestros dfas), sólo indica el marco de referencia temporal de algunos "revolución" y "paradigma" de Kuhn, con lo cual entraron de lleno en
problemas historiográficos derivados de la crisis del paradigma domi- el campo historiográfico de las denominadas ciencias naturales los te-
nante. Tales anomalías caracterizan la emergencia de nuevas teorías mas de la temporalidad, la naJTativa y la institución histórica.5 A partir
historiográficas a fines del siglo XX. La reconstrucción de ese proceso, ele Kuhn se reconoce -no si n polémica- que el conocimiento cien tífi-
iniciado hace unos quince años, también ha sido conocido como el co está constit uido socialmente mediante comunidades de intereses
"giro cultural", y fo rma parte de una tendencia do minante entre mu- institucionales y de grupo. En consecuencia, la observación de la na-
chos h istoriadores franceses y anglosajones que ha impulsado un tu raleza conlleva la construcción de un mundo de observación y, por
aglutinamiento crítico con los virajes lingüístico y hermenéutico.
Así, esta antología también presenta una exposición razonada de 3
Véase Luhmann, "Cultura", 1997, pp. 11-34.
la riqueza interpretativa que encierra el concepto de cultura para la 4
Hemos venido desarrollando desde hace varios años una investigación ten-
historiografía.2 Naturalmente sabemos q ue se trata no sólo de un con- diente a la comprensión de la fabricación del ojo museográfico en el mundo america-
cepto histórico, sino también de una herramienta conceptual propia no. Véansc Morales, Orígenes, 1994; "Ancestros", 1998; "Musco", 1999, pp. 225-253;
del conocimiento científico social y la observación historiográfica. "Invención", 2000, pp. 151-180, e "Historia", 2002, pp. 119-131. Para la relación en-
tre ohjeto historiográfico (sentido) y objeto muscográfico (presencia), Morales, "Cua-
Concebimos a la cultura como una empresa humana y, por lo dros", 2003, pp. 85-122.
tanto, como "la forma de sentido de la recursividad [reproducción] de ~ Entre los historiadores hay usos distintos del concepto de paradigma, unas
veces entendido como un modelo te<'>rico de investigación, otras veces confundido
con posiciones político-ideol<'>gicas, o también con formas domina mes del relato. Véase
2 Véansc ejemplos precursores en Burkhan.lt, C~tl!llra, 1982; Huizinga, Ocmio,
Stoianovich, Frenc/1, 1976; Dossc, Historia , 1988, pp. 15-169; G inzburg, "Indicios",
1996, y Bajtin, C~tlcltra, 1995. 1989, pp. 138- 175; Burke, Revolución, 1993, y Fimllcn, "Locating", 1996, pp. 17-96.
12 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 13

lo tanto, de una determinada producción de sentido. La noción de consideraba que cada periodo de conocimiento está gobernado por un
verdad científica servirá para la comprensión de un mundo histórica- conjunto de relaciones que unen las prácticas discursivas que dieron
mente determinado.6 Ese mundo históricamente constituido exige un origen a las figuras epistemológicas, científicas y a los sistemas forma-
uso creativo del concepto mismo de paradigma. Por ejemplo, para el lizados. Por lo tanto, cada sociedad tiene su régimen de verdad, o sea,
historiador italiano Cario Ginzburg, el conocimiento de la subjetivi- los tipos de discurso en los cuales se acepta y hace funcionar la ver-
dad humana requiere ser analizado no tanto bajo un paradigma cien- dad. De ahí la relación con las redes de poder, pues también se acepta
tífico galileano, sino indicia! sintomatológico. 7 la jerarquía de aquellos que asumen decir que lo único que cuenta es
En cualquier caso, el historiador kuhniana no debe presuponer la verdad. A todo esto Foucault lo denominó epistéme. 11 Desde Kuhn
las categorías abstractas porque el conocimiento aparece inserto en hasta Foucault (entre 1959 y 1970) se abre un camino lleno de nuevas
una narrativa que se nos presenta historizada. Su contexto subyace preguntas para la investigación histórica. De 1970 en adelante ocurri-
regulado por los paradigmas de la escritura de la ciencia.8 Por lo tanto, rá un resquebrajamiento de los fundamentalismos filosóficos y cientí-
el historiador debe determinar, según Kuhn, por qué hombre y en qué ficos heredados desde la Ilustración. No sin dificultades, se irá reco -
momento fue descubierto o inventado cada hecho, ley o teoría cientí- nociendo el papel que desempeña la ficción escriturística en la
fica contemporánea. Y concluye: "debe describir y explicar el conjun- historiografía, con lo cual habrá un replanteamiento de las nociones
to de errores, mitos y supersticiones que impidieron una acumulación de verdad científica y verdad histórica. 12 La ficción no será más una
más rápida de los componentes del caudal científico moderno" .9 Lo más negación de las distinciones entre lo real y lo ficticio, sino que consti-
problemático de esta concepción paradigmática de la ciencia es que no tuye la estrategia de elección teórica con la cual un historiador o un
concibe necesariamente un conocimiento experimental acumulativo, científico elabora un determinado sentido de realidad. 13 De ahí que el
sino mediante revoluciones, crisis, rupturas o anomalías. Esto significa reconocimiento de la ficción representacional como suplementaria
que aceptemos una lectura reflexiva del pasado que el conocimiento -en lugar de opuesta- a la noción de verdad científica (histórica),
histórico va reinterpretando, lo cual no salva ni la contingencia ni los trazará una nueva línea fron teriza entre los historiadores, otra vez bajo
compromisos ideológicos de las operaciones historiográficas. 10 En la la etiqueta de "antiguos y modernos", o mejor aún, entre modernos y
historiografía contemporánea casi no hay historiador profesional que posmodernos. ¿Se hace indispensable esa distinción o se trata única-
no recurra al concepto de paradigma para diferenciar entre distintas mente de la proliferación de anomalías en el campo del paradigma
concepciones historiográficas del pasado. Todo ello ha conducido al historicista-positivista?
debilitamiento de los pensamientos absolutos, así como del esencialismo Otro autor fundamental en la construcción de un concepto auto-
y el naturalismo científicos. La historiografía contemporánea se sitúa en rreflexivo de la operación historiográfica ha sido Michel de Certeau. 14
esa trama compleja de relaciones entre las formas del relato histórico y Al inscribir la escritura histórica como parte de las transformaciones
su legitimación mediante instituciones y comunidades que actúan den-
tro de una sociedad determinada.
Otro ejemplo genuino de construcción de modelos conceptuales 11
Foucault, Arqtteología, 1970; Order, 1973, y Estética, 1999, vol. 111.
12 Resulta imprescindible mencionar un ensayo de gran influencia, publicado ori-
lo tenemos en la obra de Michel Foucault. Este pensador e historiador
ginalmence en 1967, Barthes, "Discurso", 1987, pp. 163- 178.
13 Véase a Locke, Ciencia, 1997, pp. 13-86 y 123-156, y Gutiérrez, Ciencia, 1998,

6 Véa~e Shapin, Revolución, 2000, y Burke, Historia, 2002. pp. 15-81 y 205-248. Con respecto a la inconmensurabilidad de las teorías y sus aspec-
7 Ginzburg, "Indicios", 1989, pp. 138-175. tos persuasivos véase Kuhn, !Revoluciones?, 1996 y Conant y HaugelanJ, Tllomas, 2002.
s Con respecto a una de las primeras aplicaciones del concepto de paradigma a 14 Su obra ha ~ido traducida al español principalmente por el Departamento de

la narrativa científica véase Blumenherg, "Paradigma", 1999, pp. 159-164. Historia de la Universidad Iberoamericana, desde 1985. Véase Ccrteau, Escritura,
9 Kuhn, Escntctura, 1975, p. 21. También Conant y Haugeland, Tliomas, 2002. 1993; Fábula, 1993; Hiswria, 1995; Invención, 1996, t . 1, y Certeau et al., Invención,
1o Véase White, Metal1iswria, 1992. 1999, t. 2.
Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 15
14
lectual de la historiografía moderna. Ese proceso borrará la distinción
de la naturaleza en cultura, y por lo tanto como una tarea humana, fina entre ciencia de la historia e historiografía, pues se caracterizará a
nos muestra a la historiografía como un objeto intelectual construido la sociedad como una productora de sentido. 17 En esa perspectiva, se
social e históricamente. En México se conocen pocos estudios críticos utilizará con frecuencia la denominación de viraje historiográfico como
sobre la obra de este genuino historiador jesuita, aunque han prolife- referencia implícita al desplazamiento que se da entre una concepción
rado en la década de los años noventa. 15 Michel de Certeau no fue un ontológica y otra hermenéutica de la historia.
historiador visible de los Annales franceses presidido por Fernand Ya hemos dicho que el "giro lingüístico" afectó al conjunto de las
Braudel, aunque su presencia resulta innegable en la "nueva historia" ' disciplinas sociales y humanísticas, y ha situado los estudios historio-
de los años setenta. Con Certeau, la operación historiadora está inser- gráficos en medio de una lucha sostenida entre lo que podría denomi-
ta en una serie de prácticas culturales como la escritura, la lectura, la narse, esquemáticamente, el imperialismo hermenéutico textual y el
palabra h ablada y la mirada. reduccionismo empirista contextualista. 18 Esta antología propone un
seguimiento selectivo del surgimiento de esa noción autorreflexiva del
"giro lingüístico" en la historiografía contemporánea mediante una
DE LA ESCRITURA COMO ACTO COMUNICATIVO
serie de autores que dan cuenta de los problemas conceptuales y me -
todológicos que ello ha acarreado para la práctica historiadora. Esco-
Paradójicamente, las aportaciones de los autores n1encionados pare- gimos reflexiones historiográficas que a·nalizan la implosión teórica
cen haber desembocado, en la década de los noventa, en una nueva del marxismo-leninismo, el colapso estructuralista positivis.ta de
relación binaria entre modernidad y posmodernidad. En realidad, tal Annales <? la expansión de fronteras que se impuso al concepto mismo
dicotomía encierra una distinción más compleja entre realidad históri- de historia cuando se abrió a las teorías de la recepción estética, al
ca y relato histórico. De ahí que también haya surgido con nuevos criticismo literario o al deconstruccion ismo. Asumimos, entonces, que
bríos la discusión en tomo a la naturaleza representacional del texto no ofrecemos una compilación de "estudios culturales" como si fuese
histórico. De ese modo, en los últimos años emergerá una reflexividad una se rie coherente integrada por tópicos ilustrativos. 19 Sólo mos tra-
historiográfica sobreviviente de la "crisis epistemológica" propiciada remos la complejidad que ha adquirido en las últimas décadas la re-
por la transformación que sufrirá la noción de conocimiento histórico, flexión sobre determinados conceptos históricos como los de fuente y
cuyo trasfondo fue el proceso de sustitución de una filosofía de la con-
verdad.
ciencia por una filosofía del lenguaje, proceso al que nos hemos referi- Después del "giro lingüístico", "giro historiográfico" o "giro cultu-
do como "giro lingüístico" .16 Los vestigios o las huellas de la historia ral", como se ha denominado a ese momento de quiebre del paradig-
fo rman parte de los procesos comunicativos de la sociedad. En la in- ma historicista-positivista, la discusión sobre la objetividad quedó
tensa reflexión sobre el lenguaje, los agentes de la acción actúan carga- subsumida al problema de la escritura como acto comunicativo. A fin
dos de sentido en una realidad simbólica. La historia es un objeto inte- de cuentas, el giro cultural en la historiografía contemporánea nos
remite a un nivel de segundo o tercer orden, donde se busca compren-
1s Mendiola, "Búsqueda", 1993, pp. 9-3 1; González, "Psicoanálisis", 1993, PP·
der el modo en que ha cambiado el conocimiento histórico en las últi-
32-60, y Giraud, "Viajero", 1993, pp. 61-69. Véase además Revel, "Cerrcau", 1991,
pp. 109-128. Más recientemente, Avella, "Certeau", 2002, pp. 19 1-216, Y Zenueño,
Cultura, 2002. Una muy reciente biografía intelectual Dosse, Certeau, 2003.
15 Lafont, Razón, 1993; Acero, Filosofía, 1998, vol. 1 y Dascal, Filosofía, 1999, 17 Mendiola y Zermeño, "Historia", 1995, pp. 254-255.
vol. 2. En la tradición alemana, el "giro lingüístico" se remonta desde Kant YGuillermo 16 Véase Hunr, "lntroc.lucrion", 1989, pp. 1-24. También Kramer, "Literaturc"
de Humboldt hasta Heidegger, mientras que en la tradición francesa comienza propia- 1989, pp. 97-130. '
mente con Sa ussure. Para una exposición didáctica sobre la evolución de la semiótica, 19 Por ejemplo, Burke, Va~ieties, 1997.

véase Pérez, Signo, 2000.


16 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 17

mas décadas. Tal episodio extraordinario de ese viraje en el conoci- historiográfkos más allá de los problemas de la investigación históri-
miento historiográfico obligó a que el conjunto de las anomalías acumu- ca. Esta antología presenta, entonces, sólo un modo de lectura de una
ladas por la tradición positivista-historicista no pudiera ser ignorado. determinada problemática.
Tampoco consideramos adecuado subsumir conceptos históricos a La apropiación diferenciada que podemos hacer los lectores me-
me tanarrativas trascenden tales, como son las de modernidad y xicanos sobre esos balances críticos permitirá preguntarnos idónde
posmodernidad. Las concebimos, en cambio, c9mo sin tomáticas de la están México y A mérica Latina en este dcbate?Z0 Por supuesto, en el
apertura a una etapa de investigaciones extraordinarias tendientes a continente americano ha habido asimilaciones específicas del discur-
replantear las tradiciones de la práctica historiadora. so historiográfico proveniente de Europa. Al contrario de lo que pu-
diera creerse, ni en la América anglosajona ni en la América hispana
la historiografía ha operado meramente como una réplica o un mero
CRITERIOS DE SELECCIÓN trasplante de la racionalidad occidental europea.21 En distintos mo-
mentos han surgido recreaciones específicas del historicismo o el po-
Al seleccionar una se rie de autores a los que hemos considerado re - sitivismo.22 En cambio, no contamos todavía en América Latina con
presentativos del pensamiento historiográfico, no pretendemos el es - revisiones exhaustivas sobre las parcelas historiográficas (historia so-
tablecimiento de nuevos cánones. Asumimos la arbitrariedad de una cial, nistoria política, historia cultural) a la luz de sus modelos teóricos
investigación q ue, sin embargo, ha sido escrupulosa en la formación y estrategias narrativas heredadosP Conocemos, en cambio, breves
de una colección coherente de lecturas. ensayos y algunos pequeños libros escritos a manera de síntesis que
Un primer criterio consistió en la selección de aquellos historia- atiendenproblemas específicos de la teoría historiográfica en lo~ cua-
dores que también han elaborado compilaciones historiográficas. A les se asoma el panorama mexicano. 24 Por supuesto, las instituciones
su vez, se trata de textos que informan críticamente sobre sus tradi-
ciones historiográficas y definen una de terminada posición ante la
"crisis" del paradigma historicista- positivista. Por supuesto ninguno 20 En Estados Unidos y México comienza a abrirse alguna discusión sobre todo desde
de ellos mantiene una misma tesis, inclusive ahí donde parecía nega- el punto de vista de los historiadores mexicanistas estadunidenses. Véase Deans-Smith y
da toda creencia en la objetividad histórica terminó siendo reforzada Joseph, "Arena", 1999, pp. 203-208; French , "1magining", 1999, pp. 249-267; Haber,
o, al menos, reconocida su importancia. Los trabajos de Ankersmit, "Anything", 1999, pp. 309-330; Mallon, "Time", 1999, pp. 33 1-35 1, y Knight, "Subaltems",
1999, pp. 132-158. También Van Young, "Pareja", 2003, pp. 83 1-872, y San Miguel, "Re-
A ppleby, Boutier, Hunt, lggers, Jacob, Julia, Mendiola y Windsh uttle, presentación", 2004, pp. 745-796. Una aproximaci6n original sobre las transfonn acioncs
por ejemplo, ofrecen un rico panorama sobre las transformaciones de la historia intelectual estaduniden se contemporánea, Palti, Giro, 1998.
21
sufridas en el conocimiento histórico reciente. Guillermo Zermeño encuentra un ejemplo sugere nte siguiendo "las huellas de
Por otra parte, sus investigaciones constituyen una muestra re- Ranke" en la historiografía mexicana, véase Zermeño, Cultura, 2003.
22 Véase Ortega, Polémicas, 1970; Matute, Teoría, 1974, y Pensamienw, 1999.
presentativa de las dificultades q ue encierra la elaboración de una 23 Sin duda una de las primeras reflexiones latinoamericanas sohre el impacro del
histori a intelectual en la q ue los historiadores se observan a sí mismos "giro lingüístico" en la historia intelectual estadunidense ha sido la de Palti, Giro, 1998.
autorreflexivamente. Esa dificultad ni siquiera podemos circunscribir- H Aunque escasa en su producción, la historiografía mexicana cuenta con una
tradición crítica desde hace varias décadas. Véase O'Gorman , Crisis, 1947; O rtega,
la meramen te a un espacio de pura teoría, sino que conlleva el replan- Polémicas, 1970; Matute, Teoría, 1974, y l'ensamicruo, 1999. También Pereyra et al., His-
teamiento de la práctica profesional de cualquier historiador. Es decir, roria, 1980, y González, Oficio, 1988. Durante la década de los noventa han aparecido
así como no puede haber "balances historiográficos" que presupongan otros estudios muy como los de Florescano, N uevo, 199 1; Mayer, Descubrimiento, 1992;
los criterios analíticos con los q ue se clasifican distintas obras como Matute, Historiografía, 1992; Bátiz et al., Reflexiones, 1995; Mcndiola, Berna!, 1995;
Florescano y Pérez, Historiadores, 1995; y Jerónimo y Valdcz,l'0emorias, 1997. Más re·
"tradicio nales", "precursoras", "novedosas" o "atrasadas", tampoco cieutemente, véase Trejo, Umites, 2001; Toledo et al., Ilistoriografía, 2001; Ronzón y
creemos que las antologías estén destinadas a fij ar procedimientos Jerónimo, Reflexiones, 2002, y Moya, Nación, 2003.
18 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 19

educativas y culturales, así como los grupos académicos y científicos malías dé.tectadas en los artículos oc upados de los con textos genera-
mexicanos, no han sido ajenos al entorno ideológico y social de las les. Y una anomal ía fun damental de toda teoría proveniente del occi-
grandes metanarrativas que han representado, durante la mayor parte dente europeo la encontramos en tierras americanas. Los historiado-
del siglo XX, los temas de la democracia, el desarrollo económico, el res de este grupo desarrollan una investigación original en torno a
nacionalismo y la modernización a secas. 25 nociones tales como "cultura", "modernidad", "historia", "experien-
En realidad, los historiadores aquí escogidos no pudieron evitar cia", "representación", "hegemonía" o "clase subalterna", los que a su
las delimitaciones impuestas por la particularidad de su presente, ya vez enmarcan los n uevos planteamientos de los viejos problemas de
sea como alemanes, franceses, estadunidenses, rusos o latinoamerica- los historiadores, como la temporalidad, la noción de acontecimiento,
nos. La segunda guerra mundial, Hiroshima y Nagasaki, el nacionalis- el concepto de evidencia, el relato, etc. En estos trabajos se nos mues-
mo político o la lucha por los derechos civiles representan espectros tra, a plenitud, la imposibilidad de que los historiadores de hoy renie-
latentes de sus discursos. Tal peso del contexto histórico sugiere, par- guen de la teoría social, la filosofía, el psicoanálisis o la biogenética. 27
cialmente, al espacio latinoamericano como un estudio de caso de Por supuesto, se trata de historiadores en los que la distinción entre
cualquier investigación sobre la modernidad historiográfica. modernidad y posmodernidad se hace irrelevante. Tales son los casos
Para evitar una postura canónica de la crítica historiográfica, un de Aricó, C hartier, H alperin Donghi, H artog, LaCapra, Levi, Mallon,
segundo criterio de selección de esta antología ha sido la inclusión de Zermeño y Zorin.
reseñas críticas de las obras de algunos autores, como Ankersmit, lggers Un cuarto y último criterio consistió, como ya lo hemos señalado,
y LaCapra, quienes tienen posturas distintas sobre el posmodernismo en diseñar la antología para lectores universitarios y profesionales de
historiográfico. Esas reseñas fueron las de Vergara, Evans y Gumbrech t, la historia. Procura servir como apoyo de una formación especializada
que contribuyeron a profundizar en aspectos teóricos de los historia- mediante una cartografía que guíe al lector por el laberinto de las
dores reseñados, ofreciendo un contexto de lectura más enriq uecido. disc usiones que sostienen actualmente los historiadores y q ue, de
Este tipo de ensayos breves gene ralmente ha sido infravalorado, sin manera simplificadora, podría verse como otra distinción binaria del
embargo, se trata de disertaciones erud itas q~e enfrentan problemáti- sistema comunicacional historiográfico entre modernidad y posmo-
cas historiográficas relevantes. En beneficio del lector, producen un dernidad. Sin embargo, creemos q ue tal esq uematismo sólo es el capa-
tercer nivel de lectura sobre una obra y su autor, esclareciéndolos razón metanarrativo de los conceptos de realidad y ficción. A fin de
conceptualmente. Las reseñas, como las compilaciones especializa- cuentas, la utilidad didáctica de cualq uier análisis historiográfico ra-
das, sirven de herramientas indispensables para los historiadores. 26 dica en lo que la historiadora Florencia E. Mallon identifica como "la
Un tercer criterio compilatorio consistió en incluir a aquellos au- relación entre la teoría y la complejidad histórica". 28
tores q ue han desarrollado alguna investigación conceptual específi-
ca. Las obras de algunos de ellos inclusive están plenamente identifi-
cadas con un itinerario teórico particular. Por ello, también incluimos CONOCIMIENTO HISTORIOGRÁFICO Y COMPLEJIDAD NARRATIVA
historiadores que colocan en el centro de sus preocupaciones meto-
dológicas el estudio de América Latina (lo cual involucra, en cierto El orden expositivo de los textos no se propuso seguir una sec uencia
grado, a los Estados Unidos de América). El lector observará que se cronológica. Los autores escogidos man tienen, entre 1988 y 2003,
trata de lecturas que matizan, profundizan o puntualizan diversas ano- muchas interrelaciones e incluyen diferentes ge neraciones de histo-

25
Véansc Casulla, Debace, 1989, y Casulla eL al., lcinermios, 1997. 27 Se trata a fin tle cuen tas de la rcflcxivitlad historiográfica. Véase Dosse, Tem¡Js,
26
Una de las compilaciones más útiles es la de Jenkins, Poscmodcm,1997. Véase 1999.
también, Barros, Hiscoria, 2000. 2S Mallon, "Busca", 1997, p. 575.
20 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 21

riadores que se remontan a los ailos sesenta del siglo XX. Eviden te- A este texto provocador, que condujo a darle plena legitimidad al
mente, dejamos fuera a dive rsos autores que han protagonizado el término posmodernidad historiográfica, lo sigue la sección introductoria
debate historiográfico contemporáneo, como Paul Veyne, Michel de una reflexión historiográfica reciente, emprendida por el historia-
Foucault, Michel de Certeau, Hayden W hite, Richard Rorty, Edmundo dor Guillermo Zermeño en el2002: "La historiografía, entre la teoría y
O'Gorman e incl usive a los historiadores indios de la subalternidad. 29 la investigación histórica"Y En su libro, Zermeño concluye que: "El
Esto obedece a que en lugar de reproducir textos ya muy conocidos principal problema que enfrenta la historiografía moderna - abierto .en
preferimos enfocarnos en los procedimientos de interpretación del esta investigación- sigue siendo cómo acabar de entender el funcio-
pasado en su modo más historiográfico. Hemos creado distintos nive - namiento de la historiografía en las sociedades modernas."34 Ese fun-
les de observación escogiendo autores que van desde Rusia y Alema- cionamiento atañe -desde nuestra perspectiva- a la temporalidad de
nia, Australia e Italia, hasta Estados U nidos, México y Argentina. la forma escritura que funge como una mediación necesaria con lo
Nuestra antología comienza su primera unidad temática con el real. En el mundo moderno de las relaciones y las formas, los impresos
ensayo de Frank A nkersmit, "Historiografía y posmodernismo", de y los gabinetes de historia natural posibilitaron la construcción de una
1989, porque dibuja con claridad una nueva configuración sobre el observación científica moderna con prácticas y tradiciones que han
trabajo de la escritura histórica. 30 Sintetiza con agudeza el impacto del cambiado social y temporalmente. Zermeilo no plantea como alterna-
"giro lingüístico" sobre el texto histórico. Este ensayo va acompafíado, tiva de solución el retorno a los "grandes maestros", ni mucho menos
a su vez, de una reseña crítica de Luis Vergara "lUn futuro sin histo- la restauración de rancios tribunales de cuestionable justicia. Su pro-
ria? Un debate entre Perez Zagorin y Keith ]enkins (1999-2000)", pu- puesta consiste en "obtener una comprensión más compleja de los
blicado en la revista Historia y Grafia, 31 que contextualiza el debate problem!3-s q ue aquejan al presente". En esa complejidad, ni siquiera
sostenido entre Ankersmit, Perez Zagorin y Keith Jenkins en la revista otro corte epistemológico "equivaldría necesariamente a un paso as-
History and Theory. 32 cendente en la evol ución histórica". 35 El conocimiento histórico en-
En la era posmodernista concebida por A nkersmit la información cuentra en su escritura la problemática de la relación entre forma,
se multiplica, de ahí que ya no sea posible aspirar a la culminación de escritura, referente y sentido.
alguna información concebida genealógicamente. No hay soluciones Lejos de situar el problema conceptual de la modernidad en las
a problemas historiográficos predeterminados, sólo una mayor com- metanarrativas, Zermei'lo sigue otro camino: comprenderla como con-
plejidad interpretativa que incluye también una complejidad de tra- cepto histórico en el marco observacional de "cultura moderna".
mas. A nkers mit observa en el posmodernismo historiográfico, parti- Zermeño se aproxima a la tesis de que la posmodernidad es sólo otra
cularmente incubado en la denominada "historia de las mentalidades", fase d iferen te de la crítica en la modernidad. Su estudio sugiere la
una especie de temporada otoñal de la historiografía occidental. Esto aceptación de la pluralidad de las modernidades, lo que establece la
es, no se trata del fin de la historia, sino de los esencialismos. necesidad de convertir la cultura, la h istoria y la modernidad misma
en categorías históricas. La historiografía moderna, para Zermeño, no
es sino "una práctica cultural que crea un nuevo sentido de tempora-
29
Con respecto a la s ubaltc midad, véase Zermcño, Cultura, 2002 , pp. 111-139. lidad fundada en la escritura".36
También Lal, "Subaltcrn", 2002, pp. 237-270; Duhc, Pasados, 1999. Para una crítica
de los estudios poscoloniales, véase Spivak, Critique, 1999.
30 Ankcrsmic, "Historiography", 1989, vol. XXVlll, pp. 13 7-153; Ankc rsmit, His-
wry, 1994, y Ankcrsmit y Kellner, New, 1995. JJ Zcrmcño, Cultura, 2002, pp. 21-3 7. También Zermeño, Pensar, 1994, y "Críti-
31
Vcrgara, "i Futuro!", 2001, pp. 295-306. También Vcrgara, "Ética", 2000, pp. 49- ca", 1999, pp. 75-93.
96. 31 Zcrmcño, Cultura, 2002 , p. 231.
32 Pcrcz, "Hiscoriography", 1990, vol. XXlX, pp. 263-2 74; Ankcrsmit, "Reply", 1990, 35 !bid., p. 232.
vol. XXIX, pp. 275-296. 36 /bid., p. 23.
22 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 23

La siguiente lectura la tenemos con el fructífe ro e nsayo "Postmo- El e nsayo de Fran<;ois Hartog, "El arte de la n arración históri-
de rnismo y la c risis de la modernidad", de las historiado ras Joyce ca",40 a honda sobre aquello que las historiadoras estadunidcnses vis-
A ppleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, quienes represen tan en buena lumbran como el problema cen tral de toda historiografía: la cuestión
medida la rece pción estadunidense del giro cultural europeoY Se trata na rrativa. Para H artog, la historia de Braudel y los Annales proclama
de un capítulo inserto en un libro que revisa con claridad y pondera- el abandono del relato, y se pregun ta si será suficiente con evocar el
ción el desafío posmode rno a la tesis de la obje tividad histórica confor- regreso del acontecimien to y del individuo para concluir en un re tor-
me al paradigma científico que la produjo . Su reflexión muestra que la no al rela to. El artículo de H artog está lle no de paradojas. En todo
denominada historia social estad unidense, e mergente e n los af)os se- caso, para él, la historia mode rna renuncia a la narración sin pregun -
senta y setenta, consistió e n la primera crítica profesional al parad igma ta rse por el relato mismo. En los Annales no h ay en realidad supe ra-
ran keano, de vida muy prolongada en las instituciones universitari as ción alguna de la narración, sino sólo su ocultamie nto . "Renunciar a la
estadunidenses. 35 Muchas de esas universidades tampoco fueron aje- lústoria-nanación", afirma Ricoeur, "es decir, a la historia episódica, no
nas a las convulsiones sociales y políticas de su tie mpo. Para un lector era abandon ar el relato, sino simpleme nte a un a forma partic ular de
mexicano, o de otros países latinoamericanos, resulta cada vez más relato" .4' El giro lingüístico hizo q ue la historia fuese "tratada como
imperiosa la comprensión del mundo intelectual e historiográfico de (no reducida a) un texto".42
Estados Unidos. En particular, porque en ese país hay una producción Para que el lector pueda aproximarse a la tradición h istoriográfi-
historiográfica profesional sobre las "historias" de América La tina. 39 ca de H artog, he mos incluido el texto de ]can Boutier y Do minique
Entre los historiadores de la América anglosajona y la América ibérica Ju lia, "Apertura: len qué pie nsan los h istoriadores?"Y por considerar-
y luso-portuguesa se impone cada vez más la necesidad de la mirada lo un ensayo historiográfico q ue da cuen ta de las transformacion es
compartida, y, por lo tanto, de la reciprocidad c ultural de la c rítica sufridas "por los Annales después de 1989. El debate en torno a las
h istoriográfica. Esa mirada compartida exige necesariamente un a nue- mentalités y la cuestión c ultural, dura nte los setenta y ochenta, hizo
va lectura de los enfoques poscoloniales dominantes. que la historiografía se desplazara a una postura más hermen é utica
Por otra pa rte, el trabajo de Apple by, H unt y Jacob permite obser- (inte rpre tativa). A eso se le ha dado e n llamar ta mbién posestruc tura-
var una distinción crucial e ntre dos tipos de " historia cultural": una lismo . La au tocrítica generacional de Boutier y Julia ofrece un a mira-
que se in clina por el establecimien to de tópicos historiográficos, a la da fresca sobre el mundo editorial y el mercado de lectores de historia
usanza historicista, y otra que man tie ne estrecha cercan ía con la críti- en la Francia de los nove nta.
ca literaria, el constructi vismo, el posestructuralismo y el deconstruc- Los siguientes capítulos se integran por los textos de Georg G. Iggers,
cionismo . Appleby, H un t y Jacob se muestran escépticas sobre la qui- "Lawrence Stone y 'The Reviva! ofNarrative"', "El giro lingüístico: lel
me ra posmodem ista, a unque consideran insosten ible un concepto fin de la historia como disciplina académica?" y "Desde la perspectiva
extralingüístico de la experiencia mate rial y social. de los años noventa". 44 lggers no prescinde de un a noción de realidad
histórica con remi niscencias del historicismo-positivista, pe ro tampoco
menosprecia el desafío que ha implan tado la teoría li teraria para una

17 Applchy et al., "Posrmodernism", 1995, pp. 198-237. O tras obras tic estas his- "" Hartog, "Art", 1996, pp. 184-194. También Harrog, Me11101ia, 1999 y XIX', 2001.
toriadoras: Applcby, Liberalism, 1992, e /¡¡/¡eritin¡r, 200 1; Hunt, Politics, 1986, y New, 4' Harrog, "Arr", 1996, p. 192.
1989; Boncll y Hunr, Cultural, 1999; Jacob, Scientific, 1997. 42 lllid., p. 193.
38
Novick , Noble, 1997. 4J Boutier y Julia, "Ouverrurc", 1996, pp. 13-54. Bourier, Plans, 2002; Dupront et
39 al. , Geneses, 2000.
Véansc los trabajos de Mayer, Descubrimiento, 1992, y Mat ute, Historiografía,
1992. Para otros estudios de miradas compartidas véase Arriaga et al., Estados Unidos, H lggers, Hiswriograj11ly, 1997, pp. 97-100y 118- 140. Del mismo autor, New, 1984,

1991, y, más recicnremenrc, Libura, Morales y Vdasco, Ecos, 2004. y Gernum , 1984.
24 In traducción Luis Gerardo Morales Moreno 25

nueva acepción de la verdad histórica. En su reseña crítica, Richard J. roda situación inte lectual ante el mundo. Roger Chartier y Jacques
Evans nos dice que lggers pretende imponernos un criterio canónico y Revel,48 rechazarán tajantemente la caracterización de mentalicé como
eurocéntrico para comprende r el desafío posmoderno en la historiogra- parte de un supuesto último nivel de la experiencia histórica. Para
fía desde una perspectiva empapada también de posiciones ideológicas. ellos, no es ningú n nivel secundario en absoluto, sino una dete rmi-
A pesar de eUo, tales prejuicios modernos ilustran la recepción alemana nante primaria de la realidad histórica. Para Roger Chartier las repre -
del punto de viraje dado por el posestructuralismo.45 sentaciones del mundo social en sí mismas son las constituyentes de la
O tro balance sugerente es el realizado por el historiador Keith realidad social, "no hay práctica ni estructura que no sea producida
Windschu ttle en su ensayo intitulado "Una crítica al giro posmoderno por las representaciones, contradictorias y enfrentadas, por las cuales
en la historiografía occidental". 46 Windschuttle enarbola una de las los individuos y los grupos dan sentido al mundo que les es propio".49
posturas antiposmodernas más enjundiosas. Según su postura, el pos- Las relaciones económicas y sociales no determinan las culturales, sino
modernismo filosófico no ha sido fructífero en absoluto para la histo- que ellas mismas son campos de práctica cultural y producción cultu-
riografía, sino al con trario, se ha convertido en un callejón desprovis- ral que no pueden explicarse deductivamente en referencia con una
to de luz que sólo conduce a una muerte segura. Inclusive Windschuttle dimensión extracultural de la experiencia. .
le atribuye al posmodemismo historiográfico el debilitamiento de la En el viraje hacia la investigación de las prácticas culturales, Roger
conciencia histórica nacional, entre otras cosas. Con este autor se Chartier y Jacques Revel fueron fue rtemente influenciados por la crí-
manifiesta mejor que con nadie la polatización entre un realismo tra- tica de Foucault a los presupuestos fundamentales de la historia so-
dicional y una realidad interpretada hermenéuticamente. A pesar de cial. Foucault había ya mostrado la imposibilidad de que hubiese obje-
ello reconoce que el posmodernismo ha contribuido a una revisión tos intelectuales naturales. Como Roger Chartier afirmó, "La locura,
exhaustiva de los procedimientos de los historiadores. la medicina, el Estado no son categorías pensables en el modo de lo
universal y de las que cada época particularizaría el contenido" .50 Es-
tán históricamente dados como objetos discursivos, sujetos a cam-
A LGUNOS DIÁLOGOS bios, por lo que tampoco pueden proveernos de un método histórico
fundacional trascendente o universal. Al mismo tiempo, hay similitu-
Los prejuicios decimonónicos de Windschuttle contra la influencia de des entre Foucault y las primeras dos generaciones de los Annales,
la filosofía en la historiografía adquieren otra dimensión en el texto de pues todos participaron del desplazamiento del sujeto individual de la
Roger Chartier "Filosofía e historia: un diálogo", con que da inicio la historia en busca de reglas anónimas que rigen las prácticas colecti-
segunda unidad temática de esta antologíaY Roger Chartier repre- vas. En realidad, tal desplazamiento había sido producto del estructu-
senta al historiador formado por los Annales, pero de una era pos - ralismo en el conjun to de las ciencias sociales. A diferencia de esas
Annales que aboga por una nueva relación de la historia con la filoso- primeras generaciones de los Annales, Foucault fue abiertamente an-
fía. Como se recordará, en los modelos explicativos del marxismo o de tipositivista. No creía que las ciencias sociales pudieran estar unidas
los Annales de Braudella experiencia social será, por definición, siem- en la investigación de la naturaleza del hombre, precisamente porque
pre un nivel primario. Constituirá, de algún modo, el presentido de rechazaba un concepto de hombre y la posibilidad de un método uni-
versal. Foucault también rechazó ofrecer un análisis causal y negó la

~s Evans, "Historicism", 2002, pp. 79-87; también Defense, 2000.


46 Windschurtle, "Critique", 2002, pp. 271-286. Para una comprensión profunda
de su postura, Windschurtle, Kil/ing, 1996. 48 Además, Reve1 y Hunt, Histories, 1995, t. 1; Rcvcl y Lcvi, Political, 2002.
41 Chartier, "Filosofia", 1998, pp. 85-104. Entre sus obras más conocidas véase ~9 Chartier, Mundo, 1992, p. 49.
Mundo, 1992, y Libros, 1993. Más recientemente, Bord, 1998. so !bid., p. 42.
26 lno·oducción Lttis Gerardo Morales Moreno 27

validez de cualquier relación rcduccionista entre formaciones discur- textualis_mo antropológico e histórico conduce a pensar homogéneamente
sivas y sus contextos sociopolíticos. Al mismo tiempo, estaba en con- los sistemas simbólicos y las apropiaciones c ulturales.
tra de la investigación de los orígenes, pues sus genealogÍas no reque - En cambio, para Zorin, el trabajo de Geertz permite una reelabora-
rían el aterrizaje usual e n la economía, la política o la cultura. ción enriquecida del concepto de ideología en el contexto de la historia
Para Chartier, el historiador por excelencia de las prácticas de cultural rusa de tradición posmarxista. La obra de Marx legó al siglo XX el
lectura y del concepto de representación social, tampoco es suficiente concepto de ideología como un problema abierto, mismo que fue abor-
el rechazo a la posición "textualista" de Hayden W hite,51 sino que se dado lúcidamente tanto por Georg Lukács, como por Karl Mannheim.
hace necesa1io elaborar otra alremativa que fundamente la idea de un Para Zorin, la nueva sociología del conocimiento permitirá otorgarle al
estatuto particular del conocimiento histórico, lo que ha resultado concepto de ideología un estatuto teórico, a partir del cual Geertz inten-
muy difícil en la medida en que los historiadores han abandonado tará la aproximación semiótica de la cultura. En tal intento, las ideolo-
toda epistemología de la conciencia entre los hechos y su representa- gías serán concebidas como sistemas de símbolos interactuanres.
ción en el relato histórico. Por este motivo, elegimos un ensayo de
Chartier que propugna por el establecimiento de un diálogo entre fi-
losofía e historia, lo que conduce a eval uar las incomprensiones recí- LATINOAMÉRICA, UNA PERPLEJIDAD TEÓRICA Y SUBALTERNA
procas y sus razones. Ello obliga a una revisión e~haustiva de Michel
Foucault, Paul Ricoeur, Paul Veyne y Michel de Certeau, entre mu- Ya que hemos abordado la recepción rusa de Geertz, conviene recor-
c hos otros, pues para C ha rtier resulta fundame ntal la idea de que no dar que fue e n torno al caso ruso que Karl Marx se planteó la. posibili-
puede haber objetos históricos preexistentes a las relaciones que los dad de un Estado sin un principio de clase identificable, es decir, donde
constituyeron, ni tampoco campos del discurso o de la realidad deli- el Estado encuentra su razón de ser en sí mismo. Funciona sólo como
mitados de manera invariable. Por supuesto, no resulta viable negar el un reproductor de poder. Desde este punto de vista, la h istoria lati-
pasado que fue. La relación con la filosofía permite, por lo tanto, ins- noamericana, como otras tantas historias de "países pe ri féricos",
cribir los debates metodológicos en problemas epistemológicos más ha sometido a retos teóricos no sólo al marxismo, sino también al libe-
amplios, cuyo propósito sea el régimen de conocimiento propio de la ralismo. Con respecto al tema de la modemidad capitalista y republi-
historia. cana, una gran perplejidad teórica caracteriza al siglo XX latinoameri-
Las lecturas siguientes son las del historiador ruso Andrey Zorin, cano.54 En H ispanoamérica el tema de las formaciones estatales aparece
"Ideología, semiótica y Clifford Geertz: algunas reflexiones rusas" 52 y del como "invertido". La sociedad y la n ación no son la resultante de un
italiano Giovanni Levi, "Los peligros del geertzismo",53 que revisan la proceso económico, sino que aparecen como producidas desde el Es-
influencia del célebre antropólogo estadunidense, particularmente en tado y sus instituciones culturales .
los estudios históricos. Se trata de dos textos contrapuestos, pues mien- En esta esfera de perplejidad teórica ha resurgido el pensamiento
tras Zorin resalta sus beneficios al concepto de ideología, Levi nos ad- de Antonio Gramsci, cuya recepción latinoamericana ha dado, desde
vierte de los peligros de la semiotización cultural cuando no se toman en la década de los años setenta, frutos inesperados para las denomina-
cuenta las especificidades del conocimiento histórico. El riesgo del das historiografías social, cultural y política. 55 Por ese motivo, es ta ter-

SI Véase Chartier, "Cuatro", 1994, pp. 23 1-248; White, "Respuesta", 1995, pp. S4 La obra tld historiatlor hispano francés Fran<;ois-Xavier Guerra actualizó el
31 7-332, y Charticr, Cultura, 1999. tema tle la inmersión de México en la modernitlad occidental. G uerra, México, 1988;
Sl Zorin, "ltlcology", 2001, pp. 57-73. Modernidad, 1995, pp. 19-84 y 275-318; "Soberano", 1999, pp. 33-6 1, y Annino y
SJ Levi, "Perill", 1998, pp. 241-250. También, Levi, Pouvoír, 1990, y Revel y Levi, Guerra, lnvenwndo, 2003.
Policical, 2002. ss Al respecto, Joseph y Nugem, As¡>ecws, 2002.
28 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 29

cera unidad temática se integra por tres textos que discurren sobre la de los mexicanos en términos de una modernidad culturalmente
influencia gramsciana y sus límites en la historiografía latinoamerica- hegemónica. Para Aricó, "el hilo roj o que recorrerá todo el pe nsa-
na, particularmente en torno a los conceptos de hegemonía, consenso mien to de Gramsci" será una sola y misma preocupación: cómo lograr
y clases subalternas. · una organización del mundo popular subalterno que esté en condicio-
El texto del ensayista político e historiador argentino ]osé Aricó, nes de estr ucturar, no sobre la base de la fuerza, sino sobre el consen-
"¿Por qué Gramsci en América Latina?"56 publicado en 1988, forma so, una voluntad nacional-popular capaz de enfren tarse con éxito a [a·
parte de una tradición marxista académica precursora de la corriente hegemonía de las clases dominantes. De esta manera, el concepto de
de la subalternidad historiográficaY ]osé Aricó fue un marxista inde- hegemonía aparece como medular para el estudio de los procesos po-
pendiente y uno de los estudiosos más exigentes de las ideas socialis- líticos contemporáneos ya no únicamente de la historia de la revolu-
tas en América Latina. También fue uno de los promotores de la expe- ción mexicana, sino de la formación de las naciones modernas en
riencia editorial cordobesa, en Argentina, de Pasado y Presente, Latinoamérica. Así parece haberlo demostrado el libro de Florencia
publicada en los años 1963-1965, y continuada posteriormente con la E. Mallon, Peasant and Nation,61 que ha generado una importan te po-
serie de los Cuadernos de Pasado y Presente. Aricó aprovechó su exilio lémica en las páginas de la revista Historia Mexicana.
mexicano durante el tiempo oscuro de la última dictadura argentina De esa polémica, escogimos los textos del historiador argentino
de 1976-1983 difundiendo un enfoque del marxismo que me atrevo a Tulio Halperin Donghi, "Campesinado y nación",62 y su respuesta por
caracterizar como hermenéutico. la propia Florencia Mallon, "En busca de una n ueva historiografía la-
En una Amé rica Latina dominada por dictaduras militares tinoamericana: un diálogo con Tutino y Halperin", 63 los cuales mues-
depredadoras, la crítica gramsciana del marxismo-leninismo y del tran , p.or un lado, la importancia del pensamiento gramscian.o en la
althusserianismo hizo posible pensar de un modo teóricamente fructí- construcción de una corriente latinoamericana de la subalternidad y,
fero la historia de un continente ya de por sí conceptualmente proble- por el otro, permiten una reflexión intensa sobre los retos teóricos de
mático.58 La perplejidad teórica tanto del marxismo como de otras la historiografía. Ya en el prólogo de una de sus obras más conocidas,
teorías provenientes de Europa occidental hacía aparecer a América Tullo Halperin Donghi reflexionaba: "Una historia de Latinoamérica
Latina como un continente "sin teoría". Sin embargo, tanto el histo- independiente: he aquí un tema problemático. Problema es ya la uni-
riador mexicano Edmundo O'Gorman, con su perspectiva heidegge- dad del objeto mismo [...]."64 Tanto en la historiografía positivista li-
riana sobre la "invención de América" y el trauma de la modernidad beral como en la marxista se había aceptado que el nacionalismo y la
de México, como el gramsciano ]osé Aricó, buscaron respuestas formación del Estado moderno habían sido un producto de las elites
creativas a esa falacia. 59 económicas y políticas. El trabajo de Mallon refuta esta tesis enfatizando
En un estilo persuasivo, escribió Aricó: "En la redefinición de la el protagonismo de las clases subalternas en la fo rmación de los Esta-
historia del país y de la caracterización del papel de la revolución mexi- dos nacionales en la Amé rica Latina de los siglos XIX y XX. En este
cana en la conformación del Estado moderno el conocimiento de debate participó también el historiador estadunidense John Tutino,
Gramsci ha desempeñado un papel si no decisivo, por lo menos impor- cuya postura recoge correctamente Malla n.
tante. "60 Es decir, la revolución mexicana vino a redefinir la inserción

56
Aricó, "iGramsci?", 1988, pp. 83-126.
57
Dube, Pasados, 1999, y Sujetos, 2001. Una introducción general a la historio- 61 Mallon, Peasam, 1995. También "Reflexiones", 2002, pp. 105-142; "Time", 1999,

grafía subalterna puede verse en Zenneño, Cultura, 2003, pp. 111-139. pp. 331 -351, y Mallen et al., Confrontin¡¡, 2000.
"' Aricó, "Disquisiciones", 1982, pp. 25-44, y Marx, 1982. 62 Halperin , "Campesinado", 1997, pp. 503-530.
59
O'Gorman, Invención, 1977, y México, 1977. 63 Mallon, "Busca", 1997, pp. 563-580.

w Aricó, "iGramsci?", 1988, p. 103. 61 Halperin, Hiswria, 1975, p. 7; Reforma, 1985, y "Economía", 1991, t. 6, pp. 3-41.
30 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 31

El debate Halperin-Mallon permite un balance crítico de la his- trabajo, ade más, polemiza con el constructivismo radical, especial-
toriografía latinoamericana y es tadunidense en un campo de fuerza mente con los trabajos de Hayden White y Ankersmit.
determinado por la mirada compartida. Mallan afirma: Por su parte, Gumbrecht, filólogo e historiador de orige n alemán,
plantea la necesidad de considerar al trauma no solamente en el plano
Mis intentos de "abrir campo" en las tradiciones teóricas asociadas de la elaboración racional de un freudismo que él considera trasno-
al marxismo no vienen de la tradición inocente estadunidense, como c hado, sino de recuperarlo fenomenológicame nte . Aunque su reset'ia
lo sugiere H alperin, sino más bie n de un encuentro con estas se refiere a un trabajo distinto del q ue aquí publicamos, no es ajeno a
diásporas lHtinoamericanas y con el movimien to estadunidense en su planteamiento teórico ge neral ni mucho menos. La reseña de
solidaridad con los pueblos americanos. Ambas tiene n una tradi- Gumbrecht sirve, ade más, de complemento al de Iggers, pues recons-
ción más larga de lo que suponíamos en e l cono sur latinoamerica- truye ta mbién las te nde ncias dominan tes de la historiografía alemana
no cuando yo crecía en Chile y Argentina.0 5 después de la segunda mitad del siglo XX.

LA EXPERIENCIA AFECTIVA TEORÍA SOCIAL Y HERMENÉUTICA

La cuarta unidad temática de esta antología se forma con otros dos Para la quinta y última unidad temática se escogió el ensayo del h isto-
textos polémicos, el de Dominick LaCapra, "Escritura de la historia, riador Alfonso Mendiola, "El giro historiográfico: la observación de
escritura del trauma",66 y el de Hans Ulrich Gumbrecht, "Acerca de obse rvaciones del pasado ", 69 c uya reflexión introduce de modo gen ui-
los usos decentes de la historia".67 Así como fue problematizada una no la importancia de la teoría social sistémica e n la historiografía, en
noción extracultural de la experiencia material y social, fundamental- particu lar de la obra de N iklas Luhmann. 70 Desde su influencia,
mente por parte de la teoría de la recepción estética, con LaCapra Me ndiola abre una formu lación diferente de la planteada por el
puede reinsertarse una noción semiológica del concepto de experien- esquematismo modernidad-posmodernidad. A Mendiola le interesa
cia afectiva, pasando por la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud. El conocer bajo c uáles esquemas de observación se construye la realidad
Holocausto judío o las bombas de Hiroshima y Nagasaki representan en distintas épocas históricas. La noción de c ultura no es entendida
ejemplos primordiales de traumas colectivos para plantear el proble- como un subsistema de la sociedad, como lo son la economía, la polí-
ma del aprisionamiento del presente por el pasado, lo cual afecta las tica, la familia o el arte, sin o un modo de obse rvar cómo se observa.
categorías de re presentación, memoria y olvido. Luhmann es un autor tan complejo y original como Foucault o
El rescate o la aplicación de conceptos psicoanalíticos para el W hite y poco conocido en México. Su teoría de los sistemas sociales
análisis histórico acarrea varios interesantes problemas que son anali- ha abrevado en la fe nomenología de Husserl, especialmen te sobre la
zados brillantemente por LaCapra. En particular, el concepto de trans- categoría de sentido; en los trabajos de Talcott Parsons; en la cibe rné-
ferencia, una de las aportaciones más genuinas de la terapia analítica, tica de las relaciones sistema-en torno; en el cons tructivismo de Heinz
le permite replantear el problema de la observación histórica. 68 Este von Foerster que prosiguen los estudios científicos de los ch ilenos
Humberto Maturan a y Francisco Varela y, fi nalmente, en los plantea-
65 Mallan, "Busca", 1997, p. 577. mientos de las leyes de la forma de George Spencer Brown.
66 LaCapra, "Writing", 2001, pp. 1-42. Esta ohra resume aportaciones de trabajos
anteriores como: Rcpresentin¡¡, 1996, y History, 1998.
61 G umbrecht, "Decent", 2001, pp. 117- 127; 1926, 1997, y Powers, 2003.
60
68 Para o tras combinaciones semejantes entre psicoanálisis e historia, véase Le Mcmliola, "(iiro", 2000, pp. 181-208. Véanse Berna!, 1995, y Retórica, 2003 .
70
Gaufey, Anatom(a, 2000, y Cornaz, Escritura, 1998. · Luhmann, Ciencia, 1996; Sislemas, 1998, y Observaciones, 1997.
32 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 33

Para Luhmann lo propio de los sistemas sociales es que están cons- producción obliga a la reconsideración de los planteamientos sobre la
ti tuidos por pura comunicación: éste es su modo de operar. Por ello, reproducCión simbólica.
para Mendiola el constructivismo, "al participar del llamado 'giro lin- La lectura es un acto creativo en sí mismo, y la dinámica de las
güístico"', aporta algo nuevo a la epistemología moderna, que se pue- numerosas percepciones sociales disuelve la fro ntera entre lo erudito
de resumir en la siguien te tesis: "el soporte del conocimiento no es la y lo popula~. De esta manera, Charticr traslada el problema del análi-
conciencia sino el proceso comunicativo". 71 sis histórico del proceso escriturístico (al modo en que lo concibió
Michel de Certeau) al proceso de lectura. El historiador se pregunta
¿qué es leer? ¿Quién lee, cómo y dónde? El análisis de lo cultural
C ONCLUSIONES GENERALES abarca no únicamente los contenidos (los aspectos semióticos o in-
terpretativos) , sino también los cuerpos materiales {los medios y los
La hibridez de los modelos para "hacer historia cultural" viene dada espacios) y las prácticas sociales (los contextos y las relaciones
más por las posturas teóricas y los objetos de estudio concretos que societales) que les confieren sentido. De esta manera, la denominada
por las parcelas historiográficas autoevidentes. No hay, en consecuen- "historia cultural" queda convertida en una frontera nóm ada, un te-
cia, una sola historia cultural, sino un espectro amplio de posiciones rritorio de continuo tránsito entre diversas corrientes historiográfi-
que abarcan desde el humanismo hasta el neohistoricismo. El encuentro cas, sociológicas y antropológicas.
entre diferen tes líneas teóricas y disciplinas sociales ha enriquecido Si lo que se identifica como historia cultural ya no es un tópico
en los últimos años el análisis cultural. ilustrativo autoevidente, sino que representa un momento crítico en
Un ejemplo representativo de esta relectura implantada por el "giro la relectura de la historia que escriben los historiadores, ello obedece
cultural" en la historiografía sobre te mas que se consideraban ya sufi- a sus características más creativas. En un cuento ya clásico por sus
cientemente estudiados, lo encontramos en Roger Chartier. Para él, virtudes neoplatónicas, Jorge Luis Borges advertía en 1939, en "Pierre
Menard, autor del Quijote", esa condición fatal de la historia como
la historia intelectual parece haber llegado demasiado tarde para lectura: "Menard [dice Borges] [... ] no define la historia como indaga-
sustituir las designaciones tradicionales (historia de la filosofía, his- ción de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él,
toria literaria, historia del arte, e tc.) y quedado sin impacto frente no es lo que sucedió; es lo q ue juzgamos q ue sucedió". 73 A Menard,
a un nuevo vocabulario creado en esencial por los historiadores de según Borges, debemos el enriquecimiento de l "arte detenido y rudi-
los Annales: historia de las mentalidades, psicología histórica, his- mentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las
toria social de las ideas, historia sociocultural, etc.72 atribuciones erróneas".74
En forma análoga a Rayuela, de Julio Cortázar, esta antología pue-
Esta aseveración expresa con nitidez la imbricación existente en- de ser leído por sus páginas últimas sin perder coherencia alguna. No
tre nacionalidades, temas y aplicaciones metodológicas dentro del cam- hay una exposición lineal de los problemas planteados ni se pretende
po de la historia intelectual. Para Chartier, los esquemas binarios con una superación definitiva de los mismos. Diferentes capítulos ofrecen
los que se acostumbraba estudiar la cultura (erudiw/popul ar, creación/ códigos de entrada y salida por los que se pueden hacer aproximacio-
consumo, realidad/ficción, etc.) han perdido prestigio y, de hecho, su nes diferenciadas a la problemática de la verdad historiográfica y sus
problematización configura un nuevo espectro de alternativas de in- relaciones con los puntos ciegos de sus observadores.
vestigación. En particular, su concepción de que todo consumo es una

1l Mendiola, "Giro", 2000, p. 207. 1J Borgcs, Obras, 1980, t. 1, p. 432.


12 C harticr, Mtmdo, 1992, p. 13. 14 !bid., p. 433.
34 Introducción Luis Gerardo Morales Moreno 35

Además de la extensa bibliografía citada en esta introducción-, se AVELLA,JSABEL, "Michel de Ccrtcau y los debates de la historia económica
ha incluido al final de la antología una bibliografía comple mentaria francesa", Historia y Grafía, núm. 18, 2002, pp. 191-216.
que consideramos imprescindible para e l seguimiento d~ la historio- BAJTIN, MIJAIL, La cultura /JO/ndar en la edad media y en el renacimiento. El
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HISTORIOGRAFÍA Y POSMODERNISMO *

E R. A NKERSMIT

En este artículo he tomado como punto de partida la sobreproducción


actual en nuestra disciplina. Todos estamos familiarizados con el he-
cho de. que en cualquier área imaginable de la historiografía, dentro
de cualquier especialidad, se está produciendo anualmente una canti-
dad abrumadora de libros y artículos, lo que hace imposible tener una
visión que abarque toda esa producción. Esto es cierto incluso con
respecto a tópicos dis tin tos dentro de una misma especialidad. Permí-
tase me ilustrar esto con un ejemplo de la teoría política, un campo
con el que estoy familiarizado. Hace unos 20 años cualqu iera que qui-
siera introducirse en la filosofía política de Hobbes necesitaba sólo dos
comentarios importantes sobre este autor: los estudios escritos por
Watkins y por Warrender. Desde luego que había más, pero después
de leer estos dos libros, uno podía considerarse bastante "enterado".
Sin embargo, en 1989, q uien tenga el valor de intentar decir algo sig-
nificativo sobre Hobbes tendrá que leer una pila de 20 o 25 estudios,
tan extensos como bien escritos; les ahorraré una en umeración de

• Título original "History and Postmodemism" publicado en Hiswry and Theory.


Swdies in Ú1e P/Jilosophy of Histmy , Wcsleyan University Press, vol. XXVIII, núm. 2,
1989, Middletown, Connecticur, pp. 137-153. [Traducción de Gabriela Montes de
Oca Vega .)

47
48 llistoriografía y posmodemismo E R. Ankersmit 49

éstos. Además, estos trabajos suelen ser de una gran calidad, por lo tranquilice a los desanimados historiadores. El historiador holandés
que no es posible arriesgarse a no leerlos. Romein veía en esta sobreproducción una tendencia hacia la especia-
El resultado involuntario de esta sobreproducción tiene dos as- lización. Por ello argumentaba a favor de una historia teórica q ue aca-
pectos. En primer lugar, el estudio de Hobbes tiende a adoptar la for- bara con la pulverización de n uestra comprensión del pasado ocasio-
ma de un debate sobre la interpretación de éste más que sobre su traba- nada por la especialización. La historia teórica sería capaz de elevarnos
jo mismo. En ocasiones el trabajo en sí mismo parece no ser mucho a un nivel más alto, desde el cual de nuevo seríamos capaces de inves-
más que una razón casi olvidada por la guerra de interpretaciones que tigar y de poner orden en el caos originado por la especialización y la
se lleva a cabo ahora. En segundo lugar, debido a la evidente posibili- sobreproducción .' Pero el libro de Romein sobre la vertiente de dos
dad de extraer múltiples interpretaciones, el texto original de Hobbes eras comprueba que es más fácil decirlo que hacerlo. Sobre todo, el
gradualmente perdió su capacidad de funcionar como árbitro en el problema parece ser que al nivel que aspira Romein sigue siendo difí-
debate histórico. Debido a todas las interpretaciones, el texto original cil concebir una verdadera inte racción entre las diversas especialida-
se volvió vago, como una acuarela cuyos contornos se difuminan. Esto des. La historiografía integral conduce a la enumeración más que a la
significaba que la creencia ingenua en la capacidad del texto para integración.
ofrecer la solución a nuestros problemas de interpretación se volvió Otra forma de resolver el dilema es la estrategia adoptada por la
tan absurda como la fe en un poste con una veleta para el clima. El escuela de los Anna!es. Han dedicado su atención principalmente al
resultado paradójico de todo esto es que el texto original ya no tiene descubrimiento de nuevos objetos de investigación en el pasado: con
autoridad alguna en una interpretación, e incluso nos sentimos obli- esta estrategia efectivamente se permiten la oportunidad de encontrar
gados a aconsejar a nuestros estudiantes a que no lean El Leviatán de de nuevo la historia en un estado intacto. Desde luego esto sólo ofrece
manera independiente; les irá mejor si primero tratan de allanarse un un consuelo temporal: muy pronto habrá una cantidad innumerable
camino en la jungla de la interpretación. Resumiendo, ya no tenemos de historiadores, franceses o no, que se lanzarán a abordar estos n ue-
textos ni pasado, sino sólo interpretaciones de ellos. vos temas, y pronto también los cubrirá una capa gruesa y opaca de
Cuando leo las reseñas y los anuncios de libros nuevos en el su- interpretaciones. Sin embargo, aún queda mucho que decir sobre la
plemento literario del Times, en el New York Review of Bool<s o en las habilidad de la escuela de los Anna!es para descubrir nuevos y excitantes
revistas profesionales, que están proliferando a un ritmo alarmante, temas. En el curso de este artículo regresaré sobre este asunto.
no dudo que el panorama sea muy similar en otras áreas de la historio- La pregun ta crucial es qué actitud debemos tomar con respecto a
grafía. Al parecer se ha vuelto realidad lo que Nietzsche temía hace esta sobreproducción de literatura histórica que se está esparciendo
más de cien años: que la propia historiografía obstruye nuestra visión como un cáncer por todos los campos. Tiene tan poco sentido una
del pasado. La inundación de literatura histórica no sólo nos provoca nostalgia reaccionaria por el mundo histórico limpio de hace 50 años
a todos una sensación de intenso desánimo, sino que además esta so- como una resignación desesperanzada. Debemos darnos cuen ta de que
breproducción sin duda tiene algo de incivilizado. Asociamos la civili- no hay marcha atrás. Se ha calculado que en este momento existen
zación, entre otras cosas, con un sentimiento de moderación, de pun- más historiadores ocupados del pasado que la cantidad total de histo-
to medio entre el exceso y la escasez. Sin embargo, al parecer se ha riadores que ha habido desde Herodoto hasta 1960. No es necesario
perdido toda moderación en el alcoholismo intelectual de nuestros decir que es imposible prohibir la producción de libros y artículos nue-
días. Esta comparación con el alcoholismo es muy adecuada, porque vos de todos los académicos que escriben en la actualidad. Los lamen-
el libro o artículo más reciente sobre un tema en particular siempre tos sobre la pérdida de vínculo directo con el pasado no nos hacen
pretende ser el último trago intelectual. avanzar. Sin embargo, lo que s[ ayuda y sí tiene sentido es la definición
Por supuesto esta situación no es nueva, y por lo tanto no han
faltado los intentos por conservar alguna perspectiva del futuro que 1 Romein, "Hct", 1971, y "Theoretische", 1971.
50 Historiografía y posmodemismo F. R: Ankersmit 51

de un nexo nuevo y diferente con el pasado, con base en un reconoci- todo. Este problema es de carácter cultural-histórico o interpretativo,
miento completo y honesto de la posición en que nos consideramos y podría compararse con el tipo de problema que en ocasiones nos
ubicados como historiadores ahora. planteamos cuando consideramos el lugar y el significado de un acon-
Asimismo, existe otra razón para continuar en esa dirección. En tecimiento particular en el marco de toda la histori a de nuestra vida.
efecto, puede decirse que la sobreproducción actual de literatura his- En general, es extraño que los historiadores y los filósofos de la histo-
tórica es monstruosa si partimos de las ideas tradicionales sobre la ta- ria hayan prestado tan poca atención en los últimos 40 años a los
rea y el significado de la historiografía. La historiografía ha roto su parale lismos entre, por un lado, el desarrollo de la historiografía ac-
chaqueta teórica de autolegitimidad tradicional y necesita ropa nue- tual y, por el otro, el de la literatura, la crítica li teraria, la edición -en
va. Esto no tiene el propósito de enseñar al historiador cómo debe resumen, de la civilización. Al parecer, el historiador no veía más ra-
emprender su trabajo como historiador, ni para desarrollar una teoría zón que el químico o el astrónomo para sospechar de la existencia de
Vom Nutzen und Nachteil der Historie für das Leben {de la util idad y la tales paralelismos.
desventaja de la historia para la vida). Con respecto a la primera mi-
tad de esta afirmación, no existe un lugar fuera de la historiografía De esta manera, no es mi objetivo aquí determinar el lugar de la his-
misma desde el cual puedan formularse reglas para el método de tra- toriografía. Por el contrario, procederé más bien a indagar si la sobre-
bajo del historiador. Si los historiadores consideran que algo es signifi- producción en la historiografía tiene una contraparte en una porción
cativo, entonces lo es y no hay vuelta de hoja. En cuanto a la segunda considerable de la civilización y la sociedad actuales. iQuién no cono-
mitad de la afirmación, no creo que la historiografía sea útil o que ce el lugar común de que estamos viviendo en una era de exceso de
tenga una desventaja reconocible. Con esto no quiero decir que la información? En el curso de toda esta teorización sobre la información
historiografía sea inútil, sino q ue la pregunta sobre la utilidad o no de -que es más profunda en unas épocas que en otras- sobresalen dos
la historiografía es inadecuada, un error de "categoría", por emplear aspectos de importancia para el resto de mi artículo. En primer lugar,
una expresión de Ryle. Junto con la poesía, la li teratura, la pintura y es raro que a men udo se hable sobre la información como si fuese algo
similares, la historia y la conciencia histórica pertenecen a la cultura, casi físico. La información "fluye", "se mueve", "se difu nde" , "se
y ninguna pregunta sobre la utilidad de la cultura tiene sentido. La intercambia", "se almacena". Lyotard habla del Es tado como un cuer-
cultura, de la que forma parte la historiografía, es más bien el marco po q ue limita o dispersa flujos de información. 3 La información parece
en el que o contra el que podemos formarnos una opinión sobre la utili- ser una especie de líquido con una viscosidad baja; estamos inunda-
dad de, por ejemplo, algunos tipos de investigación científica o ciertos dos por él y corremos el peligro inminente de ahogarnos en él. En
objetivos políticos. Por esa razón la ciencia y la política no pertenecen segundo lugar, cuando hablamos de información, ésta ha asu mido un
a la cultura: si algo puede tener un uso o no o permitirnos manipular lugar prominente con respecto al tema real de la misma. Esta relación
el mundo, no es parte de la civilización. La cultura y la historia defi- solía ser a la inversa. Veamos un enunciado que aporta información,
nen el uso, pero en sí mismas no pueden definirse en términos de por ejemplo: "En 1984, Ronald Reagan fue electo presidente de Esta-
utilidad. Pertenecen al ámbito de los ,"presupuestos absolutos'? por dos Unidos." Este enunciado informativo en sí mismo está oculto por
usar la terminología de Collingwood. Esta también es la razón de q ue el estado de cosas q ue describe. No obstante, con nuestra manera
la política no debería interferir con la cultura. actual de hablar sobre la información , la realidad a que ésta se refiere
Por ello, si tuviéramos que buscar una nueva chaqueta para la tiende a ser relegada a un segundo plano. Esta realidad es la informa-
historiografía, como se consideró necesario más arriba, el problema ción misma y ya no la realidad detrás de esa información. Esto confie-
principál sería situar la historiografía en la civilización actual como un re a la info rmación una autonomía propia, una sustancialidad propia.
2
Collingwood , Essay, 1940. 3 Lyotard, "Condition", 1979, p. 15.
52 Historiografía y posmodemismo F. R. Ankersmit 53

Así como existen leyes que describen el comportamiento de las cosas ro que ellos han seguido para llegar de los hechos empíricos a la teoría.
e11 la realidad, también parecería haber un sistema científico que pue- Para los p·osmodernistas, tanto la filosofía de la ciencia como la cien-
de describir el comportamiento de aquel líquido extraordinario que cia misma son el dato, el punto de partida para sus reflexiones. Y mues-
llamamos información. Incidentalmente, me gustaría añadir en este tran poco interés en la pregunta sociológica sobre cómo reaccionan
momento que, según la postura de los actos del habla de Austin, muy los científicos entre sí, o cuál es la relación entre la ciencia y la socie-
bien podría d~cirse que la información es performativa o que no lo es dad. La atención posmodemista no se enfoca ni en la investigación
en absoluto. Este es ciertamente uno de los aspectos fascinantes del científica ni en la forma en que la sociedad asimila sus resultados, sino
fenómeno de la información. 4 sólo en el funcionamiento de la ciencia y la información científica
En años recientes muchas personas han observado nuestro cam- misma.
bio de actitud hacia el fenómeno de la información. Se han elaborado Para el posmodernismo, la ciencia y la información son objetos de
teorías al respecto y los teóricos involucrados, como suele suceder, se estudio independientes que obedecen a sus propias leyes. La primera
han asignado un nombre. En este contexto, a menudo hablamos de ley fundamental de la teoría posmodemista de la información consiste
posmodernistas o posestructuralistas y, como es comprensible, se con- en que la información se multiplica. U na de sus características pri-
trastan con los modernistas o estructuralistas de l pasado reciente. En mordiales es que la información realmente importante n unca es el fin
1984 se dedicó una conferencia muy interesante en Utrecht al pos- de una genealogía, sino que su importancia se evalúa de hecho por la
modernismo, y quienes oyeron aquella ponencia estarán de acuerdo posteridad intelectual a que dio origen. La historiografía misma cons-
en que no es fácil definir de manera satisfactoria los conceptos de tituye un excelente ejemplo de esto. Las grandes obras de la historia
posmodemismo o posestructuralismo. 5 Sin embargo, es posible discer- de la historiografía, como son las de Tocqueville, Marx, Burckhardt,
nir una línea general, como lo hizo Jonathan Culler en un libro re- Weber,·Huizinga o Braudel varias veces han probado ser los estimu-
ciente.6 La ciencia era el alfa y el omega de los modernistas y de los lantes más poderosos de una nueva ola de publicaciones, en lugar de
estructuralistas; consideraban a la ciencia no sólo como el hecho más concluir una ge nealogía de información como si un problema en par-
importante sino, al mismo tiempo, como el principal dato de la mo- ticular se hubiese resuelto de una vez por todas: "Paradójicamente,
dernidad. La racionalidad científica como tal no plantea un problema entre más poderosa y autorizada sea una interpretación, genera mayor
para los posmodemistas y los posestructuralistas; la ven, por así decir- escritura." 7 En la opinión modernista, la forma en que precisamente la
lo, desde afuera o desde arriba. Ni critican ni rechazan la ciencia: no información interesante ge nera más información es, desde luego, in-
son irracionalistas, pero muestran la misma indiferencia con respecto comprensible. Para los modernistas, la información significativa es la
a la ciencia que la señalada arriba sobre nuestra actitud actual hacia q ue pone punto final a la escritura; no pueden explicar por qué preci-
la información. Esto no es un asunto de metacrítica o de investigación samente lo q ue es debatible es fundamental para el progreso de la
científica, o de método científico como al que estamos acostumbrados ciencia, por q ué, como decía Bachelard, los hechos debatibles son los
en filosofía de la ciencia. La filosofía de la ciencia sigue siendo inhe- hechos verdaderos.
rente al cientificismo de los modernistas: los filósofos de la ciencia
siguen la líneas de pensamiento de los científicos y estudian el sende- Es importante dentro del marco de este artículo observar con mayor
detalle este posmodernismo que es más acientífico que anticientífico.
4
La infonuación es pcrfonuativa, sólo tiene fuerza "ilocucionaria" y "perlocu- En primer lugar, nos puede enseñar lo que deberíamos entender por
cionaria" porque se ha perdido el elemento que constata; la información no es una historiografía posmodernista y, en segundo lugar, que la historio-
performativa porque está sujeta a sus propias leyes y no a las de la comunicación entre grafía, lo cual es notable, siempre ha tenido algo de posmoderna. Un
seres humanos, la comunicación es sólo una parte de la vida de la información.
5
Rejen, "Postscriptum", 1986, pp. 9-5 1; Hudson, "Question", 1986, pp. 51-91.
6 C uller, Deconstruction, 1985, pp. 18 y ss. 7 !bid .• p. 90.
54 Historiografía y posmodemismo F. R. Ankersmit 55

buen ejemplo de un criterio posmoderno sobre la ciencia es la modernismo. Primero observemos la lógica. Para el pos modernista, las
"deconstrucción" -para usar el término correcto- que Nietzsche hace certezas científicas con que los mode rnistas han trabajado siempre
de la causalidad y que para muchos es uno de los pilares del pensa- son las mismas variantes de la paradoja del mentiroso. Es decir, la
miento científico. En la terminología causalidad, la causa es la fuente paradoja del cretense que afirma que todos los cretenses mienten, o,
y el efecto es el dato secundario. Nietzsche señala entonces que sólo por decirlo de manera más compacta, la paradoja de la afirmación
con base en nuestra observación del efecto nos sentimos impulsados a "este enunciado es falso", cuando este enunciado es un enunciado
buscar las causas, y que por lo tanto el efecto es de hecho el dato pri- sobre sí mismo. Desde luego, todo el drama del posmodern ismo está
mario y la causa el dato secundario. "Si el efecto provoca que la causa incluido en la comprensión de que estas paradojas deben considerarse
se convierta en tal, entonces el efecto, y no la causa, debería tratarse como irresolubles. Y aquí debemos tener en cuen ta q ue todavía se
como el origen."8 Quien sostenga la objeción de que Nietzsc he con- reconoce como una de las bases más importantes de la lógica contem-
fundió el orden de las cosas en la investigación, de hecho es tá pasan- poránea la solución a la paradoja del menti roso que propuso Russell
do por alto lo ce ntral del razonamiento de Nietzsche. La cuestión es en Principia Mathematica, con su teoría de los tipos y su distinción
precisamente la artificialidad de la jerarquía tradicional de causa y entre predicados y predicados de predicados. 9 El objetivo del posmo-
efecto. Nuestra formación científica nos ha "fijado", por decirlo así, dernista es, por lo tanto, moverle el rapete a la ciencia y al modernis-
en nuestra jerarquía tradicional, pero más allá de la preparación inte- mo. De nuevo aquí el mejor ejemplo de la tesis posmodernista lo pro-
lectual no hay nada que nos obligue a continuar háciéndolo. Lo mis- porciona de hecho la historiografía. Las interpretaciones históricas
mo puede decirse, aunque no más, en favo r de inve rtir esta jerarquía. del pasado primero se hacen reconocibles, adquieren su identidad
Así son siempre las cosas en el posmodernismo. La ciencia está mediante el contraste con otras interpretaciones: son lo que son úni-
"desestabilizada", está colocada fuera de su propio centro, se destaca la camente con base en lo que no son. Por ejemplo, cualq uiera que co-
reversibilidad de los patrones de pensamiento y de las categorías de pen- nozca sólo una interpretación de la guerra fría, no conoce ese fenóme-
samiento sin sugerir ninguna alternativa definida. Es una especie de no en lo absoluto. Por lo tanto, toda co mprensión histórica,
crítica desleal a la ciencia, un golpe bajo que quizás no sea justo, pero intrínsecamente, es de naturaleza paradójica. 10 Sin d uda Hayden
que por esa misma razón golpea a la ciencia donde más le duele. La White, en su Metahistory -el libro más revolucionario que se ha escri-
racionalidad científica no está aufgehoben (más elevada) en un sentido to sobre filosofía de la his toria en los últimos 25 años-, estaba pensan-
hegeliano hacia algo más, ni tampoco es cierto que toda opinión do en algo similar cuando caracterizó toda la historiografía como fun-
automáticamente evoca su antítesis. Es más bien la aceptación que tie- damentalmen te irón ica.II
ne cada punto de vista, ade más de su lado interior aprobado científica- Pasemos ahora a la on to logía. En su deconstrucción de la jerar-
mente, cuenta con uno exterior que no es advertido por la ciencia. En q uía tradicional de la causa y el efecto, Nietzsche jugaba al desempate
su 'Ti·actatus, Wittgenstein ya había sugerido algo similar con respecto a sobre nuestra forma de hablar de la realidad y los procesos de la reali-
cada línea de razonamiento válida. Es de hecho la línea válida de razo- dad misma. Así, la distinción actual entre lenguaje y realidad pierde su
namiento que tiene como objetivo convertirse en superflua, Lo que por raison d'etre . En particular, el lenguaje científico ya no es un "espejo de
ende es siempre un viaje por el territorio de lo incierto, es decir, el viaje la naturaleza", sino simplemente una parte del inventario de la reali-
desde la idea falsa hacia la comprensión correcta. En consecuencia, lo dad, igual que los objetos de la realidad que estudia la ciencia. El len-
que es cierto siempre pem1anece contaminado por lo que es falso.
A esta idea puede añadirse una conclusión tanto lógica como
on tológica; juntas dan una idea del carácter revolucionario del pos- 9
Heijenoorr, "Logical", 1967, pp. 45-5 l.
10
Ankcrsmir, Narrative, 1983, pp. 239 y 240.
8 11
/bid .• p. 88. W hite, Metahistory, 1973, p. 37.
56 Historiografía y posmodemismo E R. Ankersmit 57

guaje se usa en la ciencia como una cosa 12 y, como sosterúa Hans Bertens la realidad sino que en sí mismos son una pseudorrealidad, y, por lo
en la Conferencia de Utrecht sobre posmodernismo, 13 las cosas de tanto, están localizados dentro de la realidad. De hecho, Migi\l, en su
la realidad adquieren una naturaleza "tipo lenguaje". Una vez más, la brillante genealogía del posmodemismo, ha mostrado en qué medida
historiografía proporciona el ejemplo para todo esto. Como veremos los posmodernistas desde Nietzsche hasta Derrida quieren ampliar el
ahora, el lenguaje histórico tiene la misma opacidad que aquella que esteticismo a todo el ámbito de la representación de la realidad.' 7
asociamos con las cosas de la realidad. Además, tanto Hayden White Este esteticismo concuerda también con las ideas recién adquiri-
como Ricoeur (a quien ciertamente no pretendo llamar posmodemis- das de la naturaleza de la historiografía, es decir, el reconocimiento de
ta) gustan de decir que la realidad del pasado debería verse como un la dimensión estilística de la escritura histórica. Para los modernistas,
texto formulado en una lengua extranjera con las mismas dimensiones el estilo era anatema o, en el mejor de los casos, irrelevante. Cito una
léxicas, gramaticales, sintácticas y semánticas de cualquier otro tex- conferencia reciente de C. P. Bertels: "la escritura de calidad, el des-
to.14 Es igualmente característico que los historiadores en sus reflexio- pliegue de estilo literario no añade ni un ápice de verdad a la investi-
nes teóricas a menudo muestran una marcada tendencia a hablar so- gación histórica ni a ninguna otra investigación científica". 18 Lo im-
bre el lenguaje histórico como si fuera parte de la ·realidad misma y portante es el contenido; la forma o el estilo en q ue se expresa es
viceversa. Así, Marx hablaba de la contradicción entre las fuerzas pro- irrelevante. No obstante, desde Quine y Goodman, esta distinción
ductivas y las relaciones de producción como si estuviese discutiendo agradable entre la forma o estilo y el contenido ya no puede darse por
enunciados sobre la realidad en lugar de aspectos de esa realidad. De ma- sentada. Su argumentación puede resumirse de la siguiente manera.
nera similar, muy a menudo a los historiadores les gustaría ver que esa Si varios historiadores se ocupan de diversos aspectos del mismo tema
misma unicidad se advirtiera en el lenguaje histórico como es caracterís- de investigación, la diferencia resultante, en contenido, puede muy bien
tico de los fenómenos históricos. 15 En resumen, la resistencia latente y describirse como un estilo diferente en el tratamiento de dicho tema
con frecuencia inconsciente a la dicotomía lenguaje/realidad que los his- de investigación. "Lo que se dice [ ... ] puede ser una forma de hablar
toriadores siempre han mostrado de hecho se originó en la comprensión sobre otra cosa: por ejemplo, escribir sobre las batallas del Renaci-
no tomada en cuenta aunque correcta de los historiadores sobre el ca- miento y escribir sobre las artes del Renacimiento son formas distintas
rácter fundamentalmente posmodernista de su disciplina. de escribir sobre el Renacimiento." 19 O, en palabras de Gay, la "for-
Cuando se ataca la dicotomía entre lenguaje y realidad no esta- ma", el estilo, implica al mismo tiempo una decisión con respecto al
mos lejos del esteticismo. LAcaso tanto el lenguaje del novelista como "asunto" o al contenido.l0 Y donde podrían distinguirse el estilo y el
el del historiador no nos dan la ilusión de realidad, ya sea fic ticia o contenido entre sí, incluso podemos atribuir al estilo prioridad sobre
genuina? Y lo q ue es todavía más importante, en varias obras Gombrich el contenido, pues, debido a la inconmensurabilidad de las ideas his-
nos ha enseñado que la obra de arte, es decir, el lenguaje del artista, toriográficas -es decir, el hecho de que la naturaleza de las diferencias
no es una reproducción mimética de la realidad, sino un reemplazo o de opinión históricas no pueden defin irse de manera satisfactoria en
sustituto de ella. 16 El lenguaje y el arte no están situados en oposición a términos de temas de investigación- , no nos queda más que concen-
trarnos en el estilo incorporado en toda visión histórica. El estilo, no
11
el contenido, es el punto central en tales debates. El contenido es un
Ankersmit, "Use", 1989.
13 Bcrtens, "Het", 1986, pp. 135- 153. De hecho, la posición de Bertens sigue
derivado del estilo.
siendo modernista; su tesis de que el lenguaje nunca puede representar la totalidad de
la realidad lo hace elegir una posición dentro de la polaridad del lenguaje y la realidad,
en lugar de fuera de ella como lo exigirían los posmodernistas. 17 Megill, Prophets, 1985; véanse en particular las pp. 2-20.
14 White, Metalliswry, 1973, p. 30; Ricoeur, "Model", 1979, p. 73. 18
Bertels, "Stijl", 1984, p. 150.
" Dunk, O rganisacie, 1982; véansc por ejemplo pp. 169, 170, 344, 362 y 369. 19 Goodman, "Status", 1978, p. 26.
16 Gombrich, "Meditations", 1980. lO Gay, Style, 1974, p. 3.
58 Historiografía y posmodemismo F. R. Ankersmit 59

El reconocimiento posmodemista de la naturaleza estética de la Por lo tanto, el arte y la historiografía pueden contrastarse con la
historiografía puede describirse de manera más precisa de la siguiente ciencia. El lenguaje científico por lo menos tiene la pretensión de ser
manera. En la filosofía analítica existe el fenómeno del llamado "con- transparente; si obs taculiza nuestra visión de la realidad, tendrá que
texto intencional". Un ejemplo de ello es el enunciado "John cree que ser refinado o dilucidado. Es cierto que algunos filósofos de la ciencia,
p" o "John espera que p" (donde p equivale a un enunciado en particu- como Mary Hess, quieren atribuir incluso a la ciencia las dimensiones
lar}. El caso es q ue en un contexto intencional como éste, p no puede estética y literaria mencionadas arriba. Por supuesto eso otorgaría cierta
reemplazarse nunca por otro enunciado, ni siquiera si este otro enun- plausibilidad extra a mi afirmación sobre la realidad con respecto a la
ciado es equivalen te a p, o resulta directamente de p. Después de todo, historiografía, pero considero que las diferencias entre las ciencias
no sabemos si efectivamente John esta consciente de las consecuen- exactas y la historiografía son algo más que un asunto de matices.
cias de su creencia o esperanza de p. Por ejemplo, es posible que John C uando el conocimiento que proporciona una disciplina es más de
crea que el agua está hirviendo sin que crea que la temperatura del carácter sintáctico que semántico -como en el caso de las ciencias
agua es de cien grados cen tígrados. En otras palabras, la forma exacta sociales-, hay comparativamente menos espacio para con textos
en que, en un contexto intencional, se haya formulado un enunciado, in tencionales. Después de todo, sólo desde la perspectiva de la se-
es uno de los prerrequisitos de la ve rdad de este enunciado. La ora- mántica es significativo preguntarse si hay sinonimia o no (y es te es el
ción atrae, por decirlo así, la atención sobre sí misma. Así, la forma del tema más importante en los contextos intencionales).
enunciado ciertamente es tan importante aquí como el contenido. En Si estamos de acuerdo con lo anterior, es decir, con la aplicabilidad
un libro especialmente interesante, Danta ha señalado que este ca- de la perspectiva posmodernista de la historiografía, me gustaría pro-
rácter intencional de los en unciados y de los textos (o al menos de poner ~lgunas conclusiones antes de terminar este artículo. Para el
algunos de ellos) en ningún sitio está tan claro co mo en la literatura: modernista, dentro de la imagen científica del mundo, den tro de la
"no podemos ver es to leste elemento intencional] tal vez en ninguna visión de la historia que todos aceptamos en un inicio, la evidencia es,
parte con más claridad que en aquellos textos literarios, donde, ade- en esencia, la prueba de que algo sucedió en el pasado. El historiador
más de los factores que el autor pretenda exponer, él o ella elige las modernista sigue una línea de razon amiento que va desde sus fuentes
palabras con q ue se expresan" y la intención literaria del autor "fraca- primarias h asta una realidad histórica que se esconde tras las fuentes.
saría si se utilizaran otras palabras". 21 Debido a su naturaleza inten- Por otra parte, según la visión posmodernista, la evidencia no señala
cional, el texto li terario tiene cierta opacidad, una capacidad de atraer hacia el pasado sino hacia otras interpretaciones del pasado; pues de
la atención hacia sí mismo, en lugar de llevar la atención a una reali- hecho para eso usamos la evidencia. Para expresar esto en lenguaje
dad ficticia o histórica de trás del texto. Y és te es un rasgo que el texto figu rado, para el modernista la evidencia es una teja q ue se levanta
li terario comparte con la historiografía, pues el carácter de la visión para ver lo que hay debajo; por otra parte, para el posmodernista, es
del pasado presentado en una obra histórica se define exactamem e un a teja sobre la cual se pisa para avanzar hacia otras tejas; horizon ta-
mediante el lenguaje utilizado por el historiador en su obra histórica. lidad en lugar de verticalidad.
Debido a la relación entre la concepción historiográfica y el lenguaje Esto no es sólo una idea sobre lo que de hecho sucede sino, en la
empleado por el historiador para expresar esta concepción - una rela- misma medida, una comprensión de aq uello en lo que los historiado-
ción que no se intersecta en ningún lado con el dominio del pasado-, la res deberían concen trarse en el futu ro. La sugerencia podría describir-
historiografía posee la misma opacidad y dimensión inte ncional que el se mejor como la contemporización de la fue nte histórica. La eviden-
arte. cia no es una lupa a través de la cual podamos estudiar el pasado, sino
que tiene más similitud con las pinceladas que usa el pinto( para lo-
grar cierto efecto. La evidencia no nos remite de nuevo al pasado, sino
2t Danro, Transfiguration, 1983, p. 188. que da lugar al tema de lo que un historiador puede o no hacer con
60 Historiograffa y /JOsmodemismo E R. Ankersmit 61

ello aquí y ahora. Georges Duby ilustra esta nueva actitud hacia la de una canción antigua. No es un elemento introducido en su tra-
evidencia. Cuando su inteligente entrevistador Guy Lardreau le pre- bajo por el escritor [en el pasado] mediante ciertas palabras [ ... ] El
gunta qué constituye para él la evidencia más interesante; Duby res- lector las trae para encontrarse con el escritor, es su respuesta al lla-
ponde que ésta puede encontrarse en lo que no se dice, en lo que una mado de este último.23
época no ha dicho sobre sí misma y, por lo tanto, compara su trabajo
histórico con el revelado de un negativo.22 Así como el pez no sabe No es sorprendente que Duby y Lardreau sefialen en esta conexión
que está nadando en el agua, lo más característico de un periodo, lo el vínculo entre historiografía y psicoanálisis. 24 Tanto en la historio-
más omnipresente, es desconocido para el periodo mismo. No se reve- grafía como en el psicoanálisis nos atafie la interpretació n en el senti-
la sino hasta que la época ha concluido. El aroma de un periodo sólo do más fundamental de la palabra. Para la historiografía el psicoanáli-
puede aspirarse en un periodo subsecuente. Desde luego, Hegel y sis, a pesar de las notas positivistas aportadas por el propio Freud, es
Foucault ya han hecho muchos comentarios interesantes sobre esto. de hecho un repertorio de estrategias de interpretación. El psicoanáli-
Sin embargo, la cuestión aquí es la observación de Duby de que la sis nos ayuda a comprender lo que el neurótico dice y no dirige nuestra
esencia de una época está determinada por el destinacaire (destinata- atención a los efectos causales de varios homúnculos elementales y no
rio), para usar el término de los posmodernistas franceses, es decir, por divididos que están en su mente. 25 Tanto el psicoanalista como el his-
el historiador que debe revelar aquí y ahora su neg~tivo sobre un pe - toriador intentan proyectar un patrón sobre los rastros y no buscan
riodo determinado a partir de lo que no se dijo o que tan sólo se susu- algo detrás de ellos. En ambos casos, la actividad de inte rpretación se
rró o se expresó únicamente en detalles insignificantes. El historiador entiende de manera estrictamente nominalista: no hay nada en la rea-
es como el conocedor que no reconoce al artista por lo que le es carac- lidad histórica ni en la mente del neurótico que corresponda al conte-
terístico (y en consecuencia imitable) sino por aquello que, por así nido de las interpretaciones. 26
decirlo, se le escapó "espontáneamente". "Le style c'est l'homme", y nues- Sin embargo, hay un paralelo todavía más interesante con la in-
tro estilo es donde estamos sin tener q ue haber pensado sobre noso- terpretación psicoanalítica. Desde luego que la tesis de Duby de que
tros. Esta es la razón de que tan pocas personas tengan todavía estilo el historiador debería prestar atención a lo que no se dice o a lo que se
en nuestra época narcisista. En resumen, la manera de manejar la suprime - la locura, lo falso y el tabú, por usar los criterios de Foucault-
evidencia como lo sugiere Duby es especial porque sefiala no tanto está relacionada con el método de trabajo del analista. Así como so-
hacia algo que se ocultó tras ella en el pasado, sino porque adq uiere su mos lo que no somos, o no queremos ser, en cierto sentido el pasado
razón y significado sólo mediante la confrontación con la mentalidad también es lo que no fue. Tanto en el psicoanálisis como en la historia,
del periodo posterior en el q ue vive y escribe el historiador. La menta-
lidad de un periodo se revela sólo en la diferencia entre ésta y la de un
periodo posterior. La dirección en que se coloca la evidencia experi- ll Huizinga, "Taak", 1950, pp. 7 1. 72; las cursivas son mías.
21 Duby y Lardreau, Gesclticltte, 1982, pp. 98 y ss.
menta un cambio de 90 grados. Como ha sido el caso tan a menudo, 2S Éste es el leitmotif en Spcncc, Narrative, 1982.
esto también había sido anticipado por Huizinga. Al escribir sobre la 26 Lardrcau expresaba esto para la historiografía de la siguiente manera: "Somit

sensación histórica, dice: gibt es nichts als Oiskurse übcr cine Vergangenheit, die wiederum aus nichts anderem
als aus diesen Diskursen bestcht, in denen jewcils gcgenwiirtigen lntcrcsscn mohilisiert
werdcn. Ein prazis inszcnicrtes Ballett von maskcn, die die lnte rcsscn und Konflikte
este contacto con el pasado, que se acompaña por la completa con- der Gcgcnwart darstcllcn, mit wechselndcn Rollen, aber gleichblcibcndcn Standortcn
vicción de autenticidad, de verdad, puede evocarse por una línea -die Gcschicht als Klciderkammer imaginiircr lnskriptioncn, dcr Historiker als
de una carta o una crónica, por algo impreso o por algunas notas Kostümbildner, dcr Vcrkleidungen arrangicrt, die nie neu gewcscn sind: die Geschichtc
ist aus dem Scoff unserer Traume gcwcbt, unser Kurzes Gcdiichtnis von eiucm
Schlummer umhüllr. " Lardreau está hablando explícitamente de la nominación en
22 Duby y Lardreau, Geschicltte, 1982, pp. 97, 98. este contexto. Véase Duby y Lardrcau, Gcscltichte, 1982, p. 10.
62 Historiografía y posmodemi~mo E R. Ankersmit 63

lo que se suprime se manifiesta sólo en detalles menores y aparente- con base en lo cual, por consiguiente, pudiera comprenderse todo. En
mente irrelevantes. En psicoanálisis esto da lugar a la idea de que el el transcurso de los siglos, este esencialismo de la historiografía se ha
hombre no tiene un ser o esencia fácilmente observable con base en la manifestado de innumerables maneras. Desde luego, el esencialismo
cual pueda ser entendido, sino que el secreto de la personalidad radi- estaba notoriamente presente en los diversos sistemas especulativos
ca en lo que sólo en raras ocasiones y de manera fugaz se vuelve visi- que han orientado la reflexión del hombre occidental sobre su pasado.
ble tras la presentación usual. Nuestra personalidad es, como lo ex- El concepto teológico augustiniano sobre la historia y sus variantes
presó Rorty, un collage más que una sustancia: secularizadas,29 la idea de progreso, con su fe ciega en la evolución de
la ciencia y las bendiciones sociales que se esperaba que acarreara,
la capacidad de pensar en nosotros como collages formados de ma- siempre fueron las "metanarraciones", por usar el término de Lyotard,
nera idiosincrásica más que como una sustancia ha sido un factor mediante las cuales se legitimaban no sólo la historiografía, sino tam-
importante en nuestra capacidad de desprendernos de la idea de bién otros aspectos fundamentales de la civilización y la sociedad. 30
q ue tenemos un ser verdadero que compartimos con otros huma- Luego llegó el historicismo que, con una extraña ingenuidad, 31
nos [ ... ] Freud hizo del paradigma del a utoconocimiento el descu- consideró la esencia del pasado encarnada en una curiosa mezcla de
brimiento, más que de una esencia, de pequeños accidentes idio- hecho e idea. La ingenuidad epistemológica de la doctrina historicista
sincrásicos. 27 de las ideas históricas fue posible sólo en una época en que la creencia
y la fe en la perceptibilidad de la esencia del pasado se daban por
Éste es también el caso en la historiografía, por lo menos en lo hecho tan fácilmente, que nadie tenía ni la menor idea de su propia
que me gustaría llamar historia posmoderna (de las mentalidades). arrogancia ontológica. La historia social discutida por Rüsen era el
Para formularlo de una manera paradójica, tan popular entre los pos- último eslabón en esta cadena de visiones esencialistas de la historia.
modernistas: la esencia del pasado no es, o no estriba en la esencia del La nota triunfante con que la historia social hacía su entrada, particu-
pasado. Son los vestigios, los lapsus linguae, los Fehlleistungen del pasa- larmente en Alemania, es la prueba más impresionante de la sobreva-
do, aque llos momentos raros cuando el pasado "se dej aba ir", donde Loración optimista de sí mismos por parte de estos historiadores, quie-
descubrimos lo que realmente tiene importancia para nosotros. Sos- nes piensan que ahora han encontrado la llave tanto tiempo buscada
pecho que aquí podemos encontrar por lo menos una explicación par- que abrirá todas las puertas históricas. Cualquiera que esté consciente
cial de lo que Jorn Rüsen llamaba el "cambio de paradigma" en la del carácter esencialista de esta historia social y de la enemistad tradi-
historiografía actual, un cambio de paradigma que en su opinión con- cional entre el esencialismo y la ciencia no puede dejar de advertir la
siste sobre todo en intercambiar makrohistorische Strukturen por naturaleza absurda de las pretensiones de los historiadores sociales.
mikrohistorische Situationen und Lebensverhiiltnisse como objeto de la Pero los peores modernistas aún habrán de encontrarse entre los filó-
atención del historiador.Z8 Lo que estamos presenciando podría ser tal sofos de la historia, lo que, incidentalmente, no es tan sorprendente.
vez un adiós definitivo por el mo mento a todas las aspiraciones Aceptan toda ostentación seudocientífica, de manera incluso más
esencialistas que de hecho han dominado la historiografía durante el decidida que los historiadores, en cuanto piensan que incluye la con-
tiempo que ha existido. Los historiadores siempre han estado buscan- firmación de sus propias trilladas ideas positivistas.
do algo que pudieran etiquetar como la esencia del pasado -el princi-
pio que aglutinara la totalidad del pasado (o en una parte de éste) y

19
17 Rorty, "Freud", p. 17 (el autor me proporcionó una fotocopia de este artículo; Esto desde luego se refiere a la tesis de Léiwith en su Meaning, 1970.
desafortunadamente no tengo más información sobre éste). Jo Lyotard, Condition, 1979, pp. 49-63.
18 Programmaboek, 1986, p. 50. JI Ankersmit, "Chiastischc", 1986, pp. 101- 120.
64 Historiografía y posmodemismo E R. Ankersmit 65

Me gustaría esclarecer el movimiento ocurrido en la conciencia histó- Esto me lleva al punto principal de este artículo. Es característico
rica que se mencionó arriba mediante la siguiente imagen, Compare- de las hojas estar adheridas al árbol de manera relativamente suelta, y
mos la historia con un árbol. La tradición esencialista dentro de la cuando llega el otoño o el invierno, el viento las desprende. Por diver-
historiografía occidental centraba la atención de los historiadores en sas razones, podemos presumir que para la historiografía occidental
el tronco del árbol. Éste era, desde luego, el caso de los sistemas espe - ha llegado el otoño. En primer lugar, está el carácter pos modernista de
culativos: definían, por así decirlo, la naturaleza y forma de este tron- nuestro tiempo. Nuestro antiesencialismo o, como se llama popular-
co. El historicismo y la historiografía científica modernista, con su aten- mente en estos días, el "antifundamentalismo", ha reducido nuestro
ción básicamente encomiable hacia lo que de hecho ocurrió en el compromiso con la ciencia y la historiografía tradicional. El cambio de
pasado y su falta de apertura hacia los esquemas aprioristas, estaban posición de Europa en el mundo, desde 1945, es un segundo indicio
situados en las ramas del árbol. Al igual que sus predecesores especu- de importancia. La historia de esta anexión al continente euroasiático
lativos, tanto los historiadores como los protagonistas de la llamada ya no es historia mundial. 32 Lo que nos gustaría considerar es cómo el
historiografía científica todavía tenían la esperanza y la pretensión de ser tronco del árbol de la historia occidental se ha convertido en parte de
capaces finalmente de decir algo sobre dicho tronco después de todo. todo un bosque. Los meta-récits q ue quisiéramos contar sobre nuestra
Los vínculos cercanos entre esta llamada historia social científica y el historia, el triunfo de la Razón, la gloriosa lucha de emancipación del
marxismo son significativos en este contexto. Si fue formulada en la proletariado del siglo XIX, sólo tienen importancia local, y por esa ra-
terminología ontológica, epistemológica o metodológica, la historio- zón ya no pueden ser metanarraciones adecuadas. El viento helado
grafía desde el historicismo tenía el objetivo de la reconstrucción de la que, de acuerdo con Romein, se levantó hacia 1900 simultáneamente
línea esencialista que recorre el pasado o partes de éste. en O riente y en Occidente,33 finalmente le quitó las hojas a nuestro
Con la historiografía pos modernista actual, sobre todo en la historia árbol histórico también en la segunda mitad del siglo XX.
de las mentalidades, por primera vez se realiza una ruptura con esta tra- Lo que queda ahora para nuestra historiografía occidental es re -
dición esencialista con siglos de antigüedad, a lo que de inmediato agre- coger las hojas que se han caído y estudiarlas independientemente de
go - para evitar cualquier pathos y exageración- que me estoy refiriendo su origen. Esto significa que nuestra conciencia histórica se ha vuelto
aquí a tendencias y no a rupturas radicales. La elección ya no estriba en al revés, por decirlo así. Cuando recogemos las hojas del pasado del
el tronco o en las ramas, sino en las hojas del árbol. Dentro de la visión mismo modo que Le Roy Ladurie o que Oinzburg, lo importante ya no
posmodernista de la historia, el objetivo ya no es la integración, la sínte- es el lugar que ocupaban en nuestro árbol, sino el patrón que podemos
sis y la totalidad, sino que aquellos vestigios históricos son el centro de formar de ellas ahora, la forma en que este patrón puede adaptarse a
atención. Tomemos, por ejemplo, Montaillou y otros libros escritos otras formas de civilización que existen en el presente. "Desde los días
subsecuentemente por Le Roy Ladurie, así como la Microstorie de de Goethe y Macauley y Carlyle y Emerson -escribió Rorty-, se ha
Oinzburg, el Domingo de Bouvines de Duby, o El regreso de Martín Guerre, desarrollado un tipo de escritura que ya no es ni la evaluación de los
de Natalie Zemon Davis. Hace 15 o 20 años nos habríamos preguntado méritos relativos de las producciones literarias, ni historia intelectual,
con asombro cuál sería la idea de este tipo de escritura histórica o qué ni filosofía moral, ni epistemología, ni profecía social, sino todas éstas
estaba tratando de probar. Y esta pregunta tan obvia habría sido provo- mezcladas entre sí en un nuevo género."34 En su comentario sobre
cada entonces, como siempre, por nuestro deseo modernista de llegar a este enunciado de Rorty, Culler señala la indiferencia notable con res-
saber cómo funciona la máquina de la historia. Sin embargo, de acuerdo
con la visión nominalista antiesencialista del posmodernismo, esta pre-
32
gunta ha perdido su significado. Si de cualquier modo queremos adoptar Se ofrecen pruebas sorprendentes de l significado sumamente disminuido del
pasado europeo en Ferro, Hoe, 1985.
el esencialismo, podemos decir que la esencia no se encuentra en las 33
Romcin, Ü /J, 1967, t. 1, p. 35.
ramas, ni en el tronco, sino en las hojas del árbol histórico. 34 C uller, Deconstruction , 1985, p. 8.
66 Historiografía y posmodemismo E R. Ankersmit 67

pecto al origen y al contexto, histórico o de otro tipo, que es tan ca- de inmediato que, sin embargo, siento mucho más simpatía por estos
racterística de "este nuevo tipo de escritura": intentos .q ue por la ingenuidad cientificista demostrada por los histo-
riadores sociales con respecto a la tarea y la utilidad de la historiogra-
los practicantes de las disciplinas particulares se quejan de que las fía. No obstante, explorar las esperanzas que provoca la historiografía
obras que reclama el género se estudi;m fuera de la matriz discipli- sociocientífica sería malgastar energía. Por otra parte, resucitar el ideal
naria adecuada: los estudiantes de la teoría leen a Freud sin pre- de Bildung es en verdad una reacción significativa frente a la esencia
guntar si la investigación psicológica posterior puede haber rebati- tipo mapa de nuestra civilización actual. Mientras en el pasado La civi-
do sus formulaciones; leen a Derrid::~ sin haber antes dominado la lización era más similar a un indicador de dirección, que proporciona-
tradición filosófica; leen a M::~rx sin estudiar o tras descripciones de ba instrucciones claras para el comportamiento social y moral, ahora
las situ aciones políticas y económicas.l5 la civilización ya no nos enseña hacia dónde tenemos que dirigirnos
más de lo que Lo haría un mapa; y, si ya hemos hecho nuestra elección,
ELcontexto histórico ha perdido su importancia, función y natu- tampoco nos indica si deberíamos viajar por la ruta más corta o tomar
ralidad tradicionales como marco, no porque uno esté muy ansioso· la desviación más larga y pintoresca. Tomar en cuenta el ideal de Bildung
por adoptar una posición ahistórica o porque carezca del deseo de cuando mucho nos proporcionaría una buena idea del camino que
hacer justicia al curso de la historia, sino debido a que uno se ha "des- hemos recorrido hasta ahora. El ideal de Bildung es la contraparte cul-
prendido" del contexto histórico. Ahora todo se anuncia sin previo tural de la famosa tesis de Ernst Haeckel de que el desarrollo del indi-
aviso, y en esto radica la única esperanza que aún tenemos de ser viduo aislado es una versión abreviada del de la especie. Bildung es la
capaces de mantenernos a flote en el futuro. Así como Las hojas de Los versión abreviada de la historia de la civilización a escala del indivi-
árboles no están adheridas entre sí y su interrelación sólo se garantiza- duo aíslado, mediante la cual éste puede convertirse en un miembro
ba por la rama o el tronco, los planteamientos esencialistas menciona- decente y valioso de nuestra sociedad.
dos arriba solían asegurar el papel tan prominente desempeñado por . Sin embargo, dentro de la conciencia histórica posmodernista,
este alentador "contexto histórico". esta repetición abreviada ontogénica de nuestra filogénesis cultural
No me malinterpreten, no estoy hablando de La candidatura de ya no es significativa. Después de todo, se han roto los vínculos de la
una nueva forma de subjetividad, la legitimación de imponer modelos evolución de esta serie de contextos históricos en que consiste n ues-
contemporáneos al pasado. La legitimación de cualquier cosa es me- tra filogénesis cultural. Todo se ha vuelto contemporáneo, con el no-
jor dejarla para los modernistas. La esencia del posmodernismo es pre- table correlato, por usar la expresión de Duby, de que todo se ha vuel-
cisamente que deberíamos evitar buscar patrones esencialistas en el to también historia. Cuando se reconstruye la historia en el presente,
pasado. En consecuencia, tenemos nuestras dudas sobre la relevancia esto significa que el presente ha adoptado el estigma del pasado. Por
de los intentos recientes por insuflar nueva vida en el antiguo ideal consiguiente, Bildung requiere de la orientación de una brújula que el
alemán de Bildung en aras de la posición, de La preparación y de la posmodernismo rechaza. No debemos moldeamos según o de confor-
reputación de La historiografía. 36 Incidentalmente me gustaría añadir midad con el pasado, sino aprender a desempeñar en él nuestro papel
cultural. Lo que significa esta afirmación en términos concretos fue des-

J5 /bid.
36
En noviembre de 1985, la (aculrad de arte en Groningen organiz<Í un (oro ahora, ya no puede ser un parrón homogéneo, prescriptivo, de normas éticas y estéti-
sobre Bildung. Entre los oradores estaban M. A. Wcs, E. H. Kossmann y J. J. A. Mooij. cas y de erudición establecida. Más bien tendrá la forma de un inventario de normas
Véase también Kossmann, Ftmctie , 1985: Kossmann también observa que los ideales éticas y estéticas posibles, de objetivos que son factibles y que al mismo tiempo, con la
de Bildung de fines del siglo XVIII y el XIX ya no pueden realizarse en nuestra época: historia, han sido logrados por la humanidad. El ideal actual de Bildung no es prescriptivo
"Es, después de todo, evidente por sí mismo que un ideal de Bildung, en la situación de sino descriptivo, no es cerrado sino abierto" (p. 23) .
68 Historiografía y posmodemismo F. R. Ankersmit 69

crito por Rousseau, para el individuo aislado, de la siguiente manera, la historiografía la dimensión metafórica es más poderosa que las di-
hay un "état ou !'ame trouve une assiette assez solide pour s'y reposer mensiones literal o factual. El Wilamowitz filológico, q uien intenta
tour entiere et rassemble la tout son erre, sans avoir besoin.de rappeler refutar Die Greburt der Tragodie de Nietzsche, es como alguien que
le passé ni d'enjamber sur !'avenir; ou le temps ne soit rien pour elle, pretende volcar un vagón de tren con sus propias manos; criticar las
ou le présent dure toujours sans néanmoins marquer sa durée et sans metáforas con base en los hechos es en verdad una actividad tan in-
aucune trace de succession". 37 útil como carente de gusto. Sólo las "metáforas" pueden refutar a las
Y, subsecuentemente, Rousseau señala que tal manera de abor- metáforas.
dar el tiempo despierta un sentimiento de completa felicidad en nues- Y esto me lleva a mis últimas observaciones. Como he sugerido,
tras vidas: "un bonheur suffisant, parfaít et pleín, quí ne laísse dans !'lime hay razones para suponer que en el futuro nuestra relación con el pasa-
aucun vide qu'elle sente le besoín de remplír". 38 do y nuestra comprensión del mismo serán de naturaleza me tafórica
Aquí la historia ya no trata de la reconstrucción de lo q ue nos ha más que literal. Lo que quiero decir es lo siguiente: el enunciado literal
ocurrido en las diversas etapas de nuestra vida, sino de un juego con- "esta mesa tiene dos metros de longitud" dirige nuestra atención hacia
tinuo con su recuerdo. La memoria tiene prioridad sobre lo que se un estado de cosas en particular fuera del lenguaje con q ue lo expresa-
recuerda. Algo similar es válido para la historiografía. La excavación mos. Una expresión como "la historia es un árbol sin tronco" -por usar
salvaje, voraz y no controlada del pasado ya no es 1.1na tarea sin cues- un ejemplo- cambia el acento hacia lo que está ocurriendo entre las
tionamiento que corresponde al historiador. Sería mejor examinar con simples palabras "historia" y "árbol sin tronco". En la visión posmoder-
más atención el resultado de 150 años de excavación y preguntarnos nista, el énfasis ya no está en el pasado mismo, sino en la incongruencia
con mayor frecuencia cuál es el resultado de todo esto. Ha llegado el entre el presente y el pasado, entre el lenguaje que actualmente usamos
momento de pensar sobre el pasado, más que de investigarlo. para h·ablar sobre el pasado y el pasado mismo. Ya no existe "una línea
Sin embargo, tal vez ahora se ha iniciado una fase de la historio- que recorre la historia" para neutralizar esta incongruencia. Esto expli-
grafía en la que el significado es más importante que la reconstrucción ca la atención que Freud prestó al detalle aparentemente incongruente
y la génesis; una fase en la que los historiadores se asignan el objetivo pero sorpresivo, y espero que incluso perturbador, en su ensayo sobre lo
de descubrir el significado de varios conflictos fundamentales de nuestro Unheimlich, definido como "was im Verborgenen hatte bleíben salten und
pasado demostrando su contemporaneidad. Veamos algunos ejemplos. hervorgetreten ist". 39 En síntesis, hay que poner atención a todo lo que no
U n examen como el de Hegel sobre la pugna entre Sócrates y el Esta- tiene sentido y es irrelevante precisamente desde el punto de vista de la
do ateniense puede entrar en conflicto en cientos de aspectos con lo historiografía científica, pues estos acontecimientos incongruentes,
que ahora sabemos sobre la Atenas de alrededor del año 400 a. C., y Unheimlíche (sorprendentes}, hacen justicia a la incongruencia del len-
sin embargo no perderá su fuerza. Un segundo ejemplo: lo que Foucault guaje del historiador en su relación con el pasado.
escribió sobre el estrecho vínculo entre el poder y la realidad en el Así como el posmodernismo, desde Nietzsche y Heidegger, ha
siglo XVI fue atacado por muchos críticos con base en datos, pero esto criticado toda la tradición llamada logocéntrica en filosofía desde
no significa que sus concepciones hayan perdido su fascinación. No Sócrates y Platón -es decir, la fe racionalista en que la Razón nos
estoy diciendo que la verdad histórica y la confiabilidad carezcan de permitirá resolver los secretos de la realidad-, la historiografía posmo-
importancia o que sean obstáculos en el camino hacia una historio- dernista también siente una nostalgia natural por la antigua historia
grafía más significativa. Por el contrario: ejemplos como el de Hegel o presocrática. La primera historiografía de los griegos era épica; los grie-
el de Foucault nos muestran, sin embargo -y por ello los elegí-, que en gos se relataban mutuamente los hechos de sus ancestros en epopeyas

37 Rousscau, Reveries, 1972, p. 10 l.


JB fbid.
J9 Freud , "Unheimlichc", 1982, p. 264.
70 Historiografta y posmodemismo FR. Anl<ersmit 71

narrativas. Las histori as que se contaban no eran excluyentes entre sí, CULLER, J., On Deconstruction: Theory and Criticism after Structuralism, Lon-
a pesar de que se contradecían, porque inspiraban sobre todo la con- dres, 1985.
templación ética y estética. Debido a que la gue rra y el conflicto polí- DANTO, A. C., The 'fransfiguration of the Commonplace: A Philosophy of Art,
tico estimulaban una conciencia social y política más profunda y la Cambrid ge, Mass., 1983.
palabra escrita es mucho menos tolerante de las tradiciones divergen- D UBY, G. y G . LARDREAU, Geschichte und Geschichtswissenschaft: Dialoge,
tes que la expresión oral, la uniformidad del pasado fue introducida Frankfurt del Main, 1982.
después por Hecateo, Heródoto y Tucídides.<IO Con esto, el tronco jo- DUNK VON DER, De Organisatie van het Verleden, Bussum, 1982.
ven del árbol del pasado surgía por encima de la tierra. Ciertamente FERRO, M., Hoe de Geschiedenis aan Kinderen Wordt Verteld , Weesp, 1985.
no pretendo sugerir que deberíamos regresar a los tiempos anteriores FREUD, S., "Das Heimiliche" en Sigmund Freud: Studienausgabe IV. Psychologische
a Hecateo. Aquí también se trata de una verdad metafórica más que Schl"iften, Frankfurt, 1982 .
literal. El posmodernismo no rechaza la historiografía científica, sim- GAY, P., Style in /Iistory, Londres, 1974.
plemente dirige nuestra atención al círculo vicioso de los modernistas GOMBRICH, E. H., "Meditations on a H obby Horse, or the Roots o f Artistic
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_ _ __ _ _ , "Theoretische geschiedenis" en 1-Iistorische Lijnen en
40
Por estas observaciones sobre los orfgenes de la concie ncia histórica griega Patronen, Ámsterdam, 1971.
estoy profundamente en de uda con la señora J. Krui-Biok. RORTY, R., "Freud and Mo ral Reflectio n" (fotocopias. p. i.).
72 Historiografía y posmodernismo

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lUN FUTURO SIN HISTORIA?
UN DEBATE ENTRE PEREZ ZAGORIN
Y KEITHJENKINS (1999~2000)*

L UIS VERGARA**

En el número 15 de Historia y Grafía apareció un ensayo mío, "Ética,


historia y posmodernidad", 1 consagrado al tema de la posibilidad de
una escritura de la historia éticamente informada en este tiempo co~
nocido por muchos como posmoderno. Hicimos allí referencia a di~
versos debates relacionados con la posmodernidad y la escritura de la
historia sostenidos en años recientes en revistas especializadas, y di~
mos particular atención al que tuvo lugar entre Frank R. A nkersmit y
Perez Zagorin en 1989 y 1990, cuyos episodios se publicaron en His-
tory and Theory. 2 Diez años después de este intercambio se han divul-
gado, en la misma revista, las tres contribuciones a un nuevo debate
en torno al asunto, ahora entre Perez Zagorin y Keith Jenkins. El pro-
pósito de este trabajo es ofrecer a los lectores de Historia y Grafía una
reseña del nuevo debate, interesante por muchas razones; entre ellas,
que uno de sus protagonistas aboga a favo r de un futu ro en el que
haya cesado la actividad historiográfica.

* Publicado en Historia y Grafía, Departamento de Historia-Universidad Ibero-


americana, núm. 16, 2001, México, pp. 295-306.
** La traducción de los títulos y las citas de los artículos reseñados es mía.
1
Vergara, "Ética", 2000, pp. 49-96.
2 Ankersmit, "Historiography", 1989, pp. 137- 153; Zagorin, "Historiography",

1990, pp. 263-274; Ankersmit, "Rcply", 1990, pp. 275-296.

73
74 Un debate entre Pere~ Zagorin y Keith ]enkins Luis Vergara 75

La primera aportación al debate se debió a Zagorin, quien, provo- plina en un número siempre creciente de áreas muy especializadas
cado en gran medida por los ensayos recogidos por Jenkins en The cuyos detallados resultados no son integrados en una visión más
Postmodem History Reader (1997) 3 y por su introducción al volumen comprensiva que permita entender el pasado (p. 11).
("On Being Open about Our Closures"), público, en el número de
febrero de 1999, el ensayo "History, the Referent, and Narrative: Los teóricos posinodernos también observan críticamen te estas
Reflections on Postmodernism Now", 4 caracterizado, entre otras co- prácticas historiográficas, pero obtienen otras conclusion es. Lo que a
sas, por su tono un tan to agresivo. ellos les parece mal es
Para Zagorin , el posmodernismo co mo reflexión y prescripción
acerca de la teoría de la historia surgió, a partir de los años seten ta, en la continuada fe en la posibi lidad de una historia objetiva; la terca
el lugar que antes habían ocupado las discusiones relativas a la objeti- convicción de que la historia no se ocupa únicamente de textos y
vidad, y h oy día está en franca decadencia. La mayor parte de los h isto- de discursos, y de que aspira a proveer en algún sentido legítimo,
riadores profesionales, nunca muy interesados en cuestiones teóricas, aunque no absoluto, una representación válida del pasado que per-
han preferido ignorar sus interpelaciones "esperando que el reto se mita comprenderlo; y su presunta complicidad con el statu quo
desvanezca" (p. 2), pero algunos han optado por participar en las dis- político y económico al que apoyan ideológicamente (p. 11).
cusiones que ha propiciado. Zagorin identifica en ellos tres tipos distin-
tos de reacciones: a) alarma generada por creer percibir que la discipli- Como ejemplos concretos de textos de persuasión posmodernis-
na como tal está amenazada; b) aceptación de las ideas fundamentales ta, Zagorin exhibe la introducción de Jenkins a The Postmodem His-
del pos modernismo y de la necesidad de modificar severamente las prác- tory Reader - "una critica reductiva y prejuiciada de la práctica históri-
ticas historiográficas y e) aceptación de algunas de las instituciones ca nor~al, la cual es presentada como el producto de la ideología y los
posmodernistas y de las críticas que de ellas se derivan respecto a la intereses burgueses" (p. 11 )-, el e nsayo "The Challenge of Poetics to
práctica historiográfica común, pero con rechazo a sus pretensiones (Normal) Historical Practice" de Robert F. Berkhofer,5 incluido en el
más radicales. mismo volumen , y su libro Beyond the Great Story, en los que denuncia
Cada una de estas reacciones adquiere su plena significación si se el intento de "crear la ilusión de un narrador omnisciente y neutral en
le considera en el contexto de la producción historiográfica actual en los textos de historia [.. .] a efec to de generar poder sobre los lectores
los países anglosajon es, los cuales conforman el espacio observado por en el nombre de la realidad" (p. 11), y el libro Nothing but History, de
Zagorin, circunstan cia que, inevitablemente, fija límites a la validez David D. Roberts, "que suscribe la concepción pos moderna de la histo-
de sus reflexiones. En su opinión, esta producción adolece de impor- ria como la única apropiada para nuestra cultura posmetafísica" (p. 11).
tantes deficiencias: ¿Qué es exactamente lo que Zagorin entiende aquí por "posmoder-
nismo"? En el ensayo que comentamos aporta tres caracterizaciones de
la masiva sobreprod ucción de historia academicista y la calidad especificidad creciente:
inferior de una porción considerable de la publicada [... ] los fran-
cos sesgos ideológicos que tienden a dirigir o influenciar el trabajo En el más general de los sentidos, el posmodernismo sostiene la pro-
en ciertos campos de la historia [... ] la fragmentación de la disci- posición de que en décadas recientes la sociedad occidental ha expe-
rimentado un desplazamiento epoca! de la era moderna a la posmo-
derna, la cual se dice que se encuentra caracterizada por un repudio
3 Jenkins, Postmodem, 1997. definitivo del legado de la Ilustración consistente en una creencia
1 Zagorin ["La historia, al referente y la narración: reflexiones sobre el posmo-
tlernismo actual"]. En adelante, las referencias a este artículo se anotarán entre pa-
réntesis, dentro del texto. } Berkhofer, "Challcnge", 1997, pp. 139-156.
76 Un debate entre Perez Zagorin y Keith ]enkins Luis Vergara 77

en la razón y el progreso y por una amplia incredulidad respecto de de la historia. Destacamos dos de los argumentos que lanza en contra de
todos los metarrelatos que imputan una direccionalidad y un sen- la tesis an tirrealista, la cual, según él, encontró "fom1ulación canóni-
tido a la historia, y en particular frente a la noción de que l~ histo- ca" en De la gramatología, de Derrida, y se manifiesta en e l muy conoci-
ria es un proceso de emancipación universal (p. 5). do ensayo "El discurso histórico", de Barthes: a) en la defensa de su
postura, los autores posmodernistas producen relatos h istóricos que
En un sentido más específicamente filosófico y en su incidencia pre tenden ser verdaderos y referirse a acontecimientos realmente acae-
sobre el conocimiento histórico, puede decirse que los dos aspectos cidos, por lo que sus argumentos se refutan a sí mismos; b) para la
principales del posmodernismo son la concepción que tiene del práctica historiográfica, la n oción de un pasado que existió realmen te y
lenguaje y su rechazo del realismo. Se trata de una filosofía de idea- con independencia de cualquier texto 7 no es una teoría o una conclu-
lismo lingüístico o panlingualismo que sostiene que el lenguaje sión filosófica, sino "un requerimiento de la razón histórica y una nece-
constituye y define la realidad para la mente humana, o, más bien, sidad conceptual avalada por la memoria e implicada por el lenguaje
que no existe ninguna realidad extralingüística independiente de humano que incluye enunciados en tiempo pasado, y que se sigue de la
nuestras representaciones de la misma en el lenguaje o discurso. idea misma de la historia como un a fo rma de conocimiento específica
Concibe al lenguaje como un sistema de signos que se refieren so- que tiene al pasado del hombre como objeto" (p. 16) .
lamente unos a otros en un proceso sin fin de significación que En lo que respecta a la tesis narrativa, a la que también llama
nunca arriba a un significado [meaning] estable (p. 7). "tropológica" y de la cual Hayden White le parece el expositor por
excelencia, Zagorin declara que , aunque en principio no lleva implíci-
La teoría posmoderna de la historia comprende dos tesis principa- ta una negación de la realidad del pasado o de la posibilidad de hacer
les que implican un escepticismo mucho más abarcante que cual- una descripción verídica suya, esta "concesión inicial" la cancela pronto
quier cosa que se haya visto en las dudas relativistas anteriores la "teoría construccionista extrema de lo que hacen los historiadores"
respecto a la objetividad. La primera tesis es la de un antitrealismo (p. 18), afirmación para la que tiene apoyo en el propio White, quien
que sostiene que el pasado no puede ser objeto del conocimiento se refiere a "la inexpugnable relatividad" de todo relato histórico, de-
histórico, o, más específicamente, que el pasado ni es ni puede ser bida al lenguaje e mpleado en la descripción y, por lo tanto, en la cons-
el referente de los enunciados y representaciones de la historia. titución de acontecimientos pasados como objetos de explicación y
Tales representaciones se entienden, por lo tanto, como haciendo comprensión. A esto Zagorin opone lo que le parece q ue es un hecho:
referencia, no al pasado, sino solamente a otros enunciados, dis- q ue la experiencia y la actividad humana, así como las experiencias y
cursos y textos históricos siempre presentes [...] La segunda tesis es las acciones colectivas que dan origen a la iden tidad de grupos y co-
la del narrativismo, la cual asigna prioridad en la creación de los munidades, están de suyo narrativamente estructuradas. Por otra par-
relatos históricos a los imperativos lingüísticos y a los tropos o figu- te, argumenta que la tesis narrativa subestima la variedad de t ipos de
ras del habla inherentes al uso lingüístico (pp. 13-14).6 historias posibles y sobrestima el papel de la narración a l restringir la
totalidad de la escritura de la historia a la modalidad narrativa. Tiene
Zagorin escoge la tercera de estas caracterizaciones, en concreto por cierto, en efecto, que muchas historias no son reconstrucciones
las tesis an tirrealista y narra tiva, como referencia para sus comen tarios en forma de relatos de sucesiones de acontecimientos, en apoyo de lo
orientados a la refutación de las teorías posmodemistas de la escritura cual ofrece como contraeje mplos obras de Jacob Burkhardt, Moses

6 Estas caracterizaciones bien hubieran podido ser precedidas por una de mayor
7
generalidad que presentara al posmodernismo como un movimiento cultural plural y "La idea de un pasado como independientemente real o actual", escribe Zagorin
difuso con incidencia sobre prácticamente todas las artes y todas las ciencias humanas. en "History", 1999, p. 16.
78 Un debate entre Perez Zagorin y Keith J enkins Luis Vergara 79

Finley, Lewis B. Namier, Alfred Cobban, Lucien Febvre, Arth ur O. Tuvo que transc urrir más de un año para que conociéramos la
Lovejoy, Henry C. Lea y Roland Mousnier. · réplica de Jenkins, "A postmodern Reply to Perez Zagorin",8 la cual
Zagorin no tiene empacho en admitir que hay historiadores de apareció, junto con una contraiTéplica de Zagorin ("Rejoinder to a
prestigio que han reconocido algunas aportaciones positivas de la filo- postmodentist") 9 en el número de la revista publicado en mayo de
sofía posmodernista a la práctica de la escritura de la historia. No 2000. La réplica de Jenkins es particularmente interesante porque es
obstante, duda que éstas compensen los daños causados: "El posmo- representativa del descrédito radical posmoderno de cualquier cipo de
dernismo ha sembrado una gran cantidad de confusión in telectual en escritura de la historia. Comienza con la declaración de que Zagorin
algunas de las disciplinas humanísticas y ha sido un factor principal en no ha entendido correctamente la postura posmodern a en relación
la promoción de la muy considerable politización que en ellas ha teni- con la historia, a lo que añade que si la hubiera comprendido correc-
do lugar a lo largo de los últimos años" (p. 22) . tamen te le hubiera parecido todavía peor de lo que le parece: no se
En el con texto estadunidense en el que escribe Zagorin, los auto- aboga por una escritura de la historia posmoderna, sino por una pos-
res posmodernistas suelen situarse políticamen te a sí mismos en la iz- modernidad sin historia.
quierda y han tendido a apoyar en sus universidades los movimientos a Zagorin no ha entendido con exactitud la pos tura posmodern a
favor de la incorporación a los planes curriculares de asignaturas o de porque, a diferencia de lo que él sostiene, no es un idealismo lingüísti-
programas completos, impartidos desde perspectivas feministas, étnicas, co ingenuo antirrealista o anti.rreferencialista, sino que es antirrepre-
homosexuales y poscoloniales. En opinión de Zagorin, el escepticismo sentacionalista. Se trata de un antirrepresen tacionalismo para el que,
y el relativismo propios de las posiciones posmodernas debilitan o anu- como lo expresara Derrida con gran fama en De la gramatología, no
lan cualquier postura moral o política que desde ellas se quiera defen- hay nada fuera del texto. Esto, para Jenkins, significa que "los posmo-
der, ya que, si se asume que los hechos históricos son solamente cons- dernistas10 reconocen de buen grado tanto una 'actualidad' externa
trucciones y cjue carece de sentido hablar de objetividad o de verdad como que no existe manera alguna de que sea apropiada sin el empleo
en la historia, las reconstrucciones históricas elaboradas por los pro- de una expresión autorreferencial como 'actualidad'; pero asimismo
pios posmodernistas, en apoyo a sus posturas, han sido relativizadas de reconocen de buen grado que no hay manera de trascender las lectu-
an temano por ellos mismos. Por lo demás, a su parecer, el idealismo ras y las escrituras, los discursos y la textualidad" (p. 186).
lingüístico de las teorías pos modernistas en el campo de la historia tie- En el marco del representacionalismo as umido por Zagorin, per-
ne como consecuencia que el pasado se juzgue como inaccesible en manece la esperanza de que los símbolos que empleamos en nuestra
cuanto objeto del conocimiento, de manera que no sea el referente del escritura refleje n objetivamente la realidad; el an tirrepresentaciona-
discurso histórico, función adjudicada sólo a otros textos. lismo, por el contrario, niega tal posibilidad. )enkins cita a este res-
La conclusión de Zagorin es que, independien temente de las con- pecto a H. W hite: "No existe una manera correcta de hablar sobre el
tribuciones positivas que se atribuyan a las teorías posmodernas de la mundo, de representarlo, porque el lenguaje es arbitrario en su rela-
historia, éstas no pueden sostenerse¡ están basadas en una concep- ción con el mundo 'sobre' el que habla: todo lo descrito de una mane -
ción errónea de la naturaleza y de la función del lenguaje, están en ra puede ser redescrito de otra" (p. 187). Jenkins piensa que Zagorin
franco desacuerdo con las in tuiciones y convicciones más profundas ha efectuado una lectura errónea de Derrida, y para mostrarlo dedica
de los historiadores profesionales en relación con su trabajo y no co-
rresponden a la auté ntica n aturaleza de la historia como disciplina 8
Jenkins ["Una réplica posmoderna a Perez Zagorin"]. En adelante, las referen-
consagrada a la representación y la comprensión verídicas del pasado. cias a este artfculo se anotarán entre paréntesis, dentro del texto.
• Zagorin ("Contrarréplica a un posmodernista"]. En adelante , las referencias a
Para este autor, es probable que la influencia de dichas teorías dismi- este artfculo se anotarán cncre paréntesis, dentro del texto.
n uya paulatinamente en el futuro, tendencia que, a su juicio, puede ya 10
Para Jcnkins el posmodernismo es "nuestra cond ición posmotle rna elevada al
observarse. nivel tle conciencia teorética". "Posnnodern", 2000, p. 196.
80 Un debate entre Perez Zagorin y Keith ]enkins Luis Vergara 81

ocho páginas de su réplica a una exposición - bastante clara, por cier- determina nuestro presente y futuro "salvo, posiblemente en un senti-
to- de las nociones de suplemento, différance, archiescritura y texto do genético" (p. 197), sino las imágenes que del mismo tenemos. Son
general, y de sus implicaciones políticas (en relación con la violencia estas imágenes, tan selectivas como cualquier otro "mito", las que
de primero, de segundo y de tercer orden, en particular). aportan a cada era su identidad y sus metas mediante un mecanismo,
Después de esta exposición de lo esencial del pensamiento que Jenkins compara con el del eco, que hace a cada sociedad escu-
derrideano, Jenkins muestra lo que, sin duda, es la parte más interesan- char su propia voz como una conminación proveniente del pasado.
te y provocativa de su réplica: su convicción de que lo mejor será "co- Pero, si esto es así, lqué necesidad hay de hacer uso de mitos del pasa-
menzar a olvidar el discurso histórico sobre el pasado y comenzar a vivir do? El posmodernismo, llevado a sus últimas consecuencias, sugiere
entre los amplios y gratos imaginarios que proveen los teóricos de la más bien "que los 'mitos' que mejor nos conduzcan del presente al
posmodemidad [... ] que muy bien pueden generar suficiente retórica futuro sean mitos del presente y del futuro" (p. 197). lPor qué? Porque
emancipatoria como para eliminar cualquier futuro pasado fundacional para Jenkins (de acuerdo con Sande Cohen) , las relaciones y situacio-
o no fundacional" (p. 199). Vamos a examinarlo en detalle. u nes q ue más le interesan, a la luz de posibles proyectos emancipadores,
Según Jenkins, Zagorin no sólo está equivocado en su compren - como la dominación capitalista, la injusticia y, en general, las diversas
sión del posmodernismo como antirrealista y en la lectura que hace de contradicciones del orden social, económico y político, no son de ca-
Derrida, sino también en su apreciación de que el posmodemismo rácter narrativo, de modo que, en palabras de Cohen
está en retirada. Zagorin no se ha percatado de que "vivimos en una
cultura en la que ya es demasiado tarde para aún ser modernos y en la la diseminación de modelos de "historia" promueve sujetos cultu-
que el futuro no puede ya continuar siendo contenido en los discursos rales q ue son estimulados a pensar sobre relaciones no narrativas
de la modernidad"; 1z pero algo de esto mismo le había sucedido al -capitalismo, justicia y contradicciones- de manera narrativa[ .. .]
propio Jenkins. Hasta ahora, nos dice, había pensado que "si hemos con un efecto de filtro que impide e l acceso a la mente de las fuer-
de tener alguna suerte de histori a, entonces una aproximación alta- zas no narrativas del poder del presente, en tanto que las narracio-
mente reflexiva y abiertamente posicionada ofrece algunos de los me - nes "históricas" reducen el pensar semántico del presente (conno-
jores rec ursos intelectuales para desarrollar historizaciones del pasado taciones) a formas de relatos, repeticiones y modelos, todo lo c ual
de maneras que 'aún no han sido'" (p. 196). Añade que había asumi- refuerza la red undancia cultural (p. 196).
do, como una hipótesis plausible que se ha transformado en una espe-
cie de axioma incuestionado, que la mejor manera de comprender la Se trata, entonces, de librarse en definitiva del "fardo de la histo-
pos modernidad y el posmodernismo era como posteriores a la moder- ria", con el fin de ser capaces de generar mecanismos para la emanci-
nidad, de modo que el pensar que él suele denominar "postista" (postist) pación radical, a partir de imaginarios vigentes que prescindan de la
podía entenderse con un carácter de retrospección que lleva a pre- historia y nos lleven a reconocer q ue lo que nos parezca lo mejor ja-
guntar qué habría que hacer en el presente en orden a la promoción más será suficientemente bueno y a actuar en consecuencia. Se com-
de emancipación y qué se podría aprovechar en esta empresa del pa- prenderá que el supuesto carácter no narrativo de las categorías bási-
sado apropiado de maneras posmodernistas. cas de cualquier proyecto emancipador constituye el centro de esta
Hasta hace poco tiempo, su respuesta a estas preguntas (influida argumentación, la cual se sostiene o se desploma, según este supuesto
por George Steiner) se sustentaba en que no es el pasado en sí lo que sea o no válido.
Según Jenkins, los relatos históricos de la modernidad han de -
11 sempeñado un papel central en nuestra formación cultural y en nues-
Nos infom1a Jenkins que su argumen tación a esta parte de su réplica es un
resumen de lo que expone en su reciente libro Jenkins, iHistoryl, 1999. tra imaginación -sea burguesa o proletaria- que tenemos por hecho
ll lhid. que historizar es una especie de fenómeno natural: siempre hubo un
82 Un debate entre Perez Zagorin y Keith ]enkins Luis Vergara 83

pasado y siempre se han producido historizaciones suyas. Por esto los chas obras maestras, sin necesidad alguna de reforma o instrucción
mismos teóricos posmodernistas están condicionados a pensar que a por parte de filósofos o de neófitos en el campo de la filosofía" (p.
las histori as de la modernidad deben oponérseles historias ge neradas 201). En su opinión, la filosofía debe reconocer esa independencia y,
desde la posmodernidad, historias posmodernistas. Pero el supuesto en consecuencia, aceptar los métodos y los modos de pensar de los
implícito es falso: el historizar no es un fe nómeno natural; nada de lo historiadores tal como son en los hechos. La contribución que puede y
propiamente cul tural es un fenóme no natural. "No hay razón alguna debe hacer a la ciencia de la historia es la de la asistencia en la clarifi-
para pensar que el tiempo ha de ser necesariamente temporalizado cación de su autocomprensión y de sus presupuestos. Jenkins, en su
históricamente" (p. 198); más en concreto, no hay razón para que en opinión, no está autorizado para hablar acerca de la escritura de la
las form aciones sociales pos modernas haya que adoptar los hábitos de historia, puesto que carece de experiencia y formación en ese campo.
historización propios de la modernidad. Al respecto Jenkins nos re - Zagorin repite, con ciertas variantes, el argumento de que la posi-
cuerda que en esta discusión se debe tener presente, aunque práctica- ción posmodernista se refuta a sí misma al desacreditar todo metarre-
me nte sea una tautología, que en ningún otro tiempo ni lugar se lato, toda concepción totalizadora del curso de la historia como si se
historizó como se hizo en Occidente en los siglos XIX y xx, periodo y dirigiera hacia una me ta y la entendiera como expresión de las ilusio-
lugar en los cuales se desarrollaron formaciones sociales específicas nes de la modernidad; desacredita también el metarrelato que consti-
(capitalistas). En consecuencia, "no hay necesidad de que las agendas tuye su propia visión de la posmodernidad. Más allá de ello, Zagorin se
de una política posmoderna se formulen en ninguna de sus partes en rehúsa a aceptar la tesis de que vivimos en una era posmoderna, en
términos de los géneros históricos que nos son familiares, pero cuyo apoyo de lo cual invoca textos de prestigiados sociólogos, tales como
tiempo literalmente ya pasó al haber desaparecido la necesidad que Anthony G iddens y Niklas Luhmann. Bien hubiera podido mencio-
alguna vez les infundió vida: la organización de las esfe ras públicas de nar para .este mismo propósito a Jürgen Habe rmas y su tesis de lamo-
la burguesía, del proletariado" (p. 198). dernidad como un "proyecto inacabado". 13 Además, según Zagorin,
Jenkins reconoce la actual "existencia moribunda" de dos tipos Jenkins no sólo carece de experiencia y for mación en el ámbito de la
de relatos históricos, los correspondientes a la historia con H (mayús- historiografía, sino que también hace lecturas equivocadas de los filó-
cul a) -los metarrelatos- y los correspondientes a la historia con h sofos (Derrida y Rorty, en particular) en los que sustenta sus puntos
(minúsc ula); a los primeros los considera irremediablemente decrépi- de vista.
tos y desacreditados, y le parece que los segundos - "que alguna vez La "rapsodia a una emancipación indefinida y al parecer ilimita-
tuvieron limitadas ambiciones emancipatorias"- (p. 199) se han con- da", entonada por Jenkins, le merece el siguiente juicio: "una carica-
vertido en expresiones políticas conservadoras al abandonar compro- tura de una mente apolítica que quiere revolucionar el mundo". 14 Y
misos con causas mundanas y ser cultivados acadé micamente por sí una vez más el argumento de la au torrefutación : "Su propia filosofía
mismos. En esta situación, lo primero en lo que puede pensarse es en posmodern ista no nos da ninguna razón para acreditar valor alguno a
un n uevo tipo de historia propiamente pos modernista; no obstante, sus juicios políticos, los cuales no son menos arbitrarios que lo que
"dado q ue las críticas posmodernas han mostrado que el pasado segui- serían si abogara por el racismo y el sexismo"Y En adición a ello,
rá a cualquiera, q ue obedecerá a cualquier lector, que sustentará cual- Zagorin reprocha a Jenkins que no precise a qué tipo de emancipación
quier cosa en general y nada en particular" (p. 199), ¿qué necesidad hace referencia ni de qué manera piensa que podrá lograrse. En defi-
tiene el discurso emancipador de cualquier tipo de historia? nitiva, la historiografía posmodernista q ue propone Jenkins o -más
Zagorin comienza su contrarréplica a Jenkins al acusarlo de in-
tentar Hna imposición y una usurpación improcedentes de la filosofía 13 A este respecto, véase Hahermas, "Modernidad", 1988, pp. 265-383.
de la historia, "una disciplina empírica independiente de gran sofisti- 14 !bid., p. 208.
cación, con una larga tradición atrás de ella, que ha dado lugar a mu- 15 !bid.
84 Un debate entre Perez Zagorin y Keith ]enkins Luis Vergara 85

correctamente- aquello que reemplazaría a la escritura de la historia ----,------• ''A Postmodern Reply to Perez Zagorin", History and Theory,
"probablemente renunciaría a todo sentido crítico y respeto por la vol. 39, núm. 2, 2000, pp. 181-200.
evidencia, se encontraría completamente al servicio de una ortodoxia VERGARA, LUIS, "Ética, historia y posmodemidad", Historia y Grafía, núm.
política represiva, y engendraría mentiras y mitos sin restricción". 16 . 15, 2000, pp. 49-96.
Zagorin concluye su contrarréplica al reiterar que la independen- ZAGORIN, PEREZ, "Historiography and Postmodernism: Reconsiderations", His-
cia del pasado respecto al pensar en relación con él mismo es una tory and Theory, vol. 29, núm. 3, 1990, pp. 263-274.
verdad ligada conceptualmente a la posibilidad de la historia "como _ _ _ _ _ _ , "History, the Rcfcrent, and Narrative: Rcflec tions on
una ciencia consagrada ante todo a alcanzar un a comprensión de la Postmodernism Now", History and Theory, vol. 38, núm. 1, 1999, pp.
compleja vida y de los cambios de sociedades humanas pretéritas, y a 1-24.
intentar comunicar esta comprensión a la presente y a las futuras ge- _ _ _ _ _ _ , "Rejoinder to a Postmodernist", llistory and Theory, vol.
neraciones".17
39, núm. 2, 2000, pp. 201-209.
En nuestra opinión, el debate entre Zagorin y ]enkins que acaba-
mos de reseñar amerita la atención que le hemos brindado, no sólo
por su actualidad, sino sobre todo porque en él se expresan radicalizadas
hasta el extremo (en especial en el caso de Jenkins) las posiciones de
los participantes; la rispidez de los discursos emple-ados y los descrédi-
tos recíprocos (en especial en el caso de Zagorin) son manifestación
de esta polarización extrema.

BIBLIOGRAFÍA

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16
!bid.
17 !bid., p. 209.
Guillermo Zermeño 87

utilizadas para designar cada uno de estos objetos presuponen de an-


temano lo q ue debe ser explicado. La dificul tad radica en que se pro-
cede deductivamente para designar una clase de objetos en los que la
noción utilizada está implicada en la descripción de los mismos. Esto
INTRODUCCIÓN. significa que tanto la cultura, como la historia y la modernidad son crea-
LA HISTORIOGRAFÍA, ENTRE LA TEORÍA ciones conceptu ales que sirve n para describirse a sí mismas. Este plan-
Y LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA* team iento parece conducir a un callejón sin salida. Para su solución el
pensamiento moderno clásico desarrolló las nociones opuestas - las
del atraso, las del mundo natural y de la ficción- , como si se tratara de
GUILLERMO ZERMEÑO
realidades independientes del observador.
Se puede encontrar un a salida alterna a esta tautología metodo-
lógica si, en cambio, concebimos a las palabras que utilizamos para
describir el mundo como "conceptos históricos". En sentido estricto,
sólo de esa manera estas nociones pueden ser funcionales para el aná~
lisis histórico.• Esta posición nos permitiría sentar las bases para indi-
LOS CONCEPTOS car que a lo largo del tiempo -e incluso dentro de un mismo espacio
temporal- pueden existir diferen tes cul turas, distintos usos del tiempo
El primer problema que enfrenta este estudio sobre "la cultura moder- y diversas modernidades. Entender estas nociones corno categorías
na de la historia" consiste en saber qué vamos a entender por los voca- históricas presupone además concebirlas como producciones sociales.
blos utilizados: cultura, historia y modernidad. Son tres términos que De hecho, hacia la segunda mitad del siglo XVIII propiamente apare-
generalmente no poseen un significado preciso. Sin embargo, es co- cen nuevos usos de las palabras cultura, historia y moderno - y dispen-
mún que se les utilice de manera axiomática, como si su significado sando la tautología- propiamente "modernos". Esta nueva semántica
fuera evidente por sí mismo. Su uso se asemeja al de unos recipien tes que determina los usos que hacemos en la actualidad de dichas pala-
en los que de ante mano se sabe la clase de objetos q ue hay q ue depo- bras está caracterizada en lo fundamental por la inclusión de la di-
sitar en ellos. Así, con mucha facilidad aliado de los objetos cultura- mensión temporal, que permi te su utilización como conceptos históricos
les, históricos o modernos se irán depositando sus contrarios: los obje- y, sobre todo, su uso en plural y no meramente en singular. Su condi-
tos naturales, literarios o tr adicionales. ción histórica los hace ve r no como el producto de una deducción
Este procedimiento que divide al mundo en dos partes es propio de mental, sino como elaboraciones sociales que invitan a su vez a darles
una teoría de la modernidad que basa su identidad en la lucha de con- un tratamiento histórico. 2
trarios, cuya resultante es la concepción de un desarrollo histórico
continuo y ascendente. No toma en cuenta los posibles intercambios
que pueden darse entre las partes antagónicas. Desde una perspectiva
1 Véase Luhmann, "Cultura", 1997. A este respecto cabe destacar el proyecto
histórica, el problema de esta taxonomía estriba en q ue las nociones historiográfico de la BcgJiffsgescllichte (historia de los conceptos) desarrollado, entre
otros, por Reinhart Koselleck. De su libro Futuro ¡xcsado, véase en especial "Historia
* Publicado en La cultura moderna de la hiswria. Una aproximación teórica e conceptual e historia social", pp. 105-126. Es de recomendar la introducción de José
l1istoriográ[ica, México, COLMEX, 2002, pp. 2 1-37. Luís Víllacañas y Faustíno O ncínas, en Koselleck y Gadamer, Historia, 1997, pp. 9-53.
1 Luhmann, "Cultura", 1997, p. 14. Para profundizar en esta aproximación des-

de el lenguaje filosófico se puetle consultar con mucho fruto el libro de Lafont, Razón,
86 1993.
88 La historiografía, entre la teoría y la investigación histórica G uillermo Zermeño 89

La adopción de esta perspectiva pres upone una relació n particu- mitad del siglo XVIII . Como ya se señ aló, se caracteriza por la inclusión
lar con el lenguaje o uso de las palabras. Dentro de esta concepción de la dimensión temporal que sienta las bases -como uno de sus efec-
metodológica, el lenguaje no es percibido como un mero iO:strumento tos- para la elaboración y fabricación de un a historiografía propia-
del habla, sino sobre todo como algo constitutivo de n uestra mane ra mente moderna.
de observar o describir el mundo. Esta posición permite ácercarse a las Podríamos definir provisionalmente, entonces, a la historiografía
transformaciones semánticas que tienen lugar en y por el lenguaje, moderna como una práctica cultural que crea un n uevo sentido de
vistas como formas mediante las cuales la sociedades enfrentan sus temporalidad fundado en la escritura. Podríamos afirma~ que -consi-
problemas. El lenguaje es a la vez la condición y guía de la misma deradas en conjunto- las escrituras sobre el pasado producidas por los
experiencia. Por ejemplo, se puede advertir cómo la noción de "dere- historiado res constituyen una suerte de memoria histórica o forma
cho natural" prevaleciente todavía en el siglo xvm en Europa fue dan- como las sociedades modernas se han observado a sí mismas en térmi-
do lugar a la de "cons titución", o la inclusión del neologismo "ideólo- nos temporales. Sin embargo, como veremos más adelante, esta forma
go" sirvió para describir al observador moderno que se conduc~ de describirse a sí mismas contiene un aspecto problemático q ue no
med iante la producción de ideas. En ese sentido, el conocimiento que puede soslayarse. Por un lado, esta forma permite hacer una descrip-
se tiene del mundo está mediado por el lenguaje. ción que vincula al pasado con el presente por medio de la escritura.
El mundo moderno fue productor de una nueva.semántica o con- Pero, por el otro, en esta modernidad la unión entre el pasado y el
junto de palabras que a la vez que le fueron útiles para designar el presente se hace depender no de un factor externo para su elabora-
mundo, le sirven para designarse a sí mismo. Dentro de este nuevo ción; es decir, que su descripción no debe estar subordinada a un de -
léxico están palabras como cultura, historia y moderno, q ue en sí mis- signio externo o extra temporal- de carácter teológico o natural-, sino
mas dejan de re ferir a un conjunto de objetos independientes del ob- al mismo proceso en el que se realiza la descripción. El problema estri-
servador y llegan a ser constitutivas de su manera de describir el mun- ba en q ue términos históricos como cultura, historia y modernidad, al
do. Por esa razón, es tas nociones nos permiten inferir la forma como tiempo que suscitan la obse rvación histórica, ellos mismos se tom an
esta modernidad se ha observado a sí misma. en sujetos del análisis histórico.
Así pues, vamos a utilizar los vocablos cultura, historia y moderni-
dad como perspectivas histórico-conceptuales desde donde se puede
observar la conformación de una determinada cultura histórica. Gra- D E LA CONCIENCIA A LA COM UNICACIÓN
cias a su misma condición histórica, estos conceptos nos pe rmitirán a O DE LA NECESIDA D DE UN " GIRO EPISTEMOLÓGICO"
su vez descubrir otras posibilidades de uso en otras sociedades y frente
a o tros problemas. Esto sólo significa que, no obstante que hay cultura Escrito está: "En el principio era la Palabra"... Aquí me detengo
e historia desde que la humanidad existe, su uso diverso nos enseña ya perplejo. iQuíén me ayuda a proseguir? No puedo en manera
alguna a dar un valor tan elevado a la Palabra; deho traducir
q ue la sociedad humana no siempre ha sido la misma. esto de otro modo sí estoy híen iluminado por el Espíritu. Escrito
Con base en lo anterior nos proponemos investigar el uso especí- está: "En el principio era el Pensamie nto"... Medita híe n la prí·
fico que nuestra modernidad ha hecho de estas palabras en relación mera línea; que tu pluma no se precípite. iEs el pensamiento lo
que todo lo obra y crea?... Debiera estar así: "En el principio era
con la aparición y funcionamiento de la historiografía moderna. Uno la Fuerza" ... Pero tamhíén esta vez, en tanto que esto consigno
de los efectos colaterales de esta investigación será la posibilidad de su por escrito, algo me advierte que ya no me atenga a ello. El Espí-
comparación y diferenciación semántica en la que se incluye el mismo ritu acude e n mí auxilio. De improviso, veo la solución, y escri-
término modernidad. De esa manera, aun cuando las mismas palabras bo: "En el principio era la acción."3
Gocthe, Fausto.
pueden encontrarse en los textos antiguos o clásicos, su funciona-
mien to como conceptos históricos sólo se presenta hasta la segunda 3 Goethe, Fausto, 1992, pp. 21-22.
90 La historiografía, entre la teoría y la investigación histórica G uillermo Zermeño 91

El resultado de esta evolución histórico-conceptual fue examinado y Una de las consecuencias de esta posición se relaciona con el
elaborado en el siglo XJX a la luz de una filosofía de la conciencia. Son intento de asimilar la historiografía a una noción de ciencia natural
comunes todavía expresiones que relacionan a la historiografía con la dominante en la segunda mitad del siglo XIX. Al respecto, una form u-
formación de una "conciencia histórica". El problema de entender de lación elocuente es la declaración del historiador francés Hyppolite
esa manera el giro moderno hacia la historia reside en la utilización de Taine en su tratado sobre Filosofía del arte de 1882:
una noción como la de conciencia para describir fenó menos que perte-
necen esencialmen te al ámbito de la sociedad o de las colectividades. El método moderno que yo sigo y que comienza ahora a penetrar
Como sabemos, W ilhelm Dilthey, uno de los más conspicuos his- en todas las ciencias naturales consiste en considerar las obras hu-
toriadores y epistemólogos alemanes del siglo XIX, dedicó buena parte manas [ ...] como hechos y productos cuyas propiedades hay que
de su obra a la fu ndamentación científica de la historia buscando mostrar y cuyas causas hay q ue investigar. Consideradas en esta
equiparada con las ciencias de la naturaleza. Las bases de su teoría del forma, la ciencia no tiene q ue justificar ni condenar. Las ciencias
conocimiento histórico se pueden sintetizar en la siguiente frase: "La morales tienen que proceder del mismo modo q ue la botánica, que
realidad auténtica la poseemos únicamente en los hechos de concien- estudia con el mismo interés el naranjo y el laurel, el pino y la
cia que se nos dan en la experiencia interna."4 Es dec ir, sólo podemos haya. No son otra cosa que una especie de botánica aplicada, sólo
tener certeza de lo que experimentamos internamente. El proyecto de que, e n lugar de tratar con pla ntas, tiene que tratar con las obras
Dilthey no hizo sino proseguir el modelo cartesiano de ciencia al pre- de los hombres. Éste es el movimiento general con el cual se van
guntarse por las condiciones válidas para la producción de ideas claras aproximando en la actualidad las ciencias morales y las ciencias
y distintas sobre el mundo. Uno de los trabajos de Dilthey lleva por naturales, y por el que las primeras alcanzarán la misma certeza y
título La construcción del mundo histórico en las ciencias del espíritu. 5 La realizarán el mismo progreso que las segundas.•
misma noción de espíritu se relaciona con la de mente, y se contrapo-
ne a la de mate ria o naturaleza. Esta distinción sentó las bases para el Algun as reminiscencias de la crítica de esta epistemología basada
desarrollo de una historiografía que, por un lado, se ocupa de hacer la en los hechos de conciencia aparecen en México en la argumentación
histori a de las ideas y, por el otro, intenta rescatar la vida material de de Edmundo O 'Gorman en contra de la noción "descubrimiento de
los individuos. A partir de esta distinción - podríamos decir muy anti- América", que presupone que América existe antes de la llegada de
gua-, la que existe entre espíritu y materia, entre naturaleza y-cultura, los europeos. Sus intérpretes y los seguidores de esta descripción dan
la historiografía moderna ha in tentado dar cuenta de lo que sucede en por sentado que la realidad llamada A mérica existe independiente-
el ámbito de las cosas humanas. men te de l observador.1
La noción de conciencia -ese lugar donde se realizan las activida- En el campo de la crítica filosófica, Richard Rorty planteó d uran-
des espirituales o mentales- está asociada a una filosofía de la percep- te la década de 1960 que la noción de "giro lingüístico" podía ser útil
ción que encuentra su fundamento en la psicología. El mundo es con- para enfrentar los retos de cómo pensar históricamente a la historia de
cebido como el conjunto de datos que se ofrecen de manera in mediata la filosofía, las relaciones entre los lenguajes ideales y los ordinarios, y
y espontánea a la conciencia del observador. Esta concepción supone la comprensió n de la distancia que separa a lo que son meras opinio-
que existe un mundo que se ofrece al conocimiento independiente - nes y la posibilidad de establecer un saber cierto. 8 Rorty atribuye a la
mente del observador. El mundo histórico siempre ha estado ahí y sólo
resta encontrarlo y recogerlo para conocerlo.
6 Citado e n Cassier, Antropologfa, 1993, pp. 282-283.
7 O'Gorman, Idea, 1976.
4 Citado en Gabilondo Pujo!, Diltlicy, 1988, p. 74. 8 Rorry, Giro, 1990. Para una discusión relacionada más directamente con la
5 Dilthey, Aufbau, 1970, e Introducción, 1980. historia intelccrual, véase también de Rorry, "Historiografía", 1990, pp. 69-98.
92 La historiografía, entre la teorfa y la investigación histórica Guillermo Zermeño 93

filosofía de Wittge nstein, Heidegger y Dewey la aportación de haber El problema central que enfrenta a una epistemología centrada en
abandonado una noción de conocimiento como "representación exac- la conciencia es su incapacidad para dar cuenta fehaciente del mundo
ta" del unive rso originada en "procesos mentales especiales e inteligi- social e histórico a partir exclusivamente de percepciones individuales.
ble gracias a una teoría ge neral de la representación". En su Libro más No considera suficientemente que esos actos de conciencia sólo ad-
conocido, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Rorty establece que si quieren significado hasta q ue son comunicados. Como se verá en el
se prescinde de la idea de mente como un gran espejo capaz de regis- caso de Ranke, el aspecto problemático reside no tanto en que no se
trar representaciones diversas de la realidad, unas más exactas que contemplase la dimensión comunicativa al momento de dar cuenta de
otras, entonces la filosofía se ve obligada a transformar el vocabulario los hallazgos, sino que dentro del horizonte de expectativas propio del
heredado del siglo XVII, que hizo otro tanto con el vocabulario del siglo XIX no se disponía de una teoría general de las formaciones
siglo XIII. Rorty concluye que el conocimiento más que mental perte- discursivas o de comunicación históricamente condicionadas.14 A par-
nece al orden del lenguaje, por lo cual, para su esclarecimiento re- tir de esta consideración La sociología de Niklas Luhmann adquiere su
quie re más de la filosofía analítica del lenguaje que de La psicología o relevancia en cuanto a su propósito de suministrar una teoría general
de la crítica trascendental. 9 de las sociedades modernas complejas y el modo como éstas han cons-
En el medio intelectual alemán, Hans Georg Gadamer ha realiza- truido su saber sobre La historia y la sociedad.
do, sin duda, la crítica más consistente a la teoría del conocimiento La propuesta de Luhmann elaborada a partir de la teo ría de siste-
histórico desarrollada por Dilthey. 10 Jürge n Habermas ha destacado mas es una invitación a concebir el mundo confo rmado no por per-
que bajo la influencia de Hegel, Gadamer ha puesto al descubierto la cepciones sino por comunicaciones. 15 Simplificando mucho, significa
engañosa posibilidad de objetivación de los hechos de conciencia que que el acceso al mundo siempre está med iado por observaciones pre-
impide el desarrollo de la reflexión histórica. 11 Recientemente un gru- vias cuya composición básica es de carácter Lingüístico. El historiador
po de prestigiados intelectuales y científicos alemanes se han abocado del arte, Michael Baxandall, por ejemplo, para dar cuenta de su profe-
a la tarea de transformar la semántica moderna tradicional acuñada sión, comenta que no consiste tanto en explicar cuadros en sí sino en
bajo la noción ciencias del espíritu . U n cambio de palabra puede explicar "observaciones sobre cuadros" realizadas a la luz de esquemas
significa rlo todo en las ciencias. Su propuesta por ejemplo se basa en conceptuales de carácter fundamentalmente lingüístico. 16 Podemos
la sustitución del vocablo Geist por el de Kultur a fin de intentar des- hacer extensiva esta proposición a nuestro interés en observar no el
cribir el modo como opera la producción del saber histórico y socioló- mundo histórico en sí como Dilthey, sino en explicar la aparición de la
gico en la modernidad. 12 La expresión "giro lingüístico", por lo tanto, cultura moderna de la historia a la luz de conceptos tales como los de
viene a sintetizar la nueva importancia de las ciencias del lenguaje en cultura e historia que han sido elaborados a su vez por la misma moder-
la comprensión del mundo histórico y social. De hecho, se trataría nidad para observar su inserción específica en las coordenadas de la
más bien de una atención renovada en los usos del lenguaje y su rela- temporalidad. En ese sentido, los términos cultura e historia, entendi-
ción íntima con la formación de una cul tura histórica moderna. 13 dos como conceptos históricos, son dispositivos verbales que permi-
ten entender de qué manera y cómo se ha conformado la sociedad
9
contemporánea.
Rorty, Filosofía, 1989, pp. 15-21. En relación con los aportes de la filosofía
analítica del lenguaje, véase Searle, Accos, 1980.
lO Gadamer, Verdad, 1988. 14 Es una cuestión que ha ocupado la atención -desde diferentes tradiciones so-

11 Habermas, Lógica, 1988, p. 239. ciol6gicas- de estudiosos como Habermas, Teorla, 1987; Luhmann y Gcorgi, Teoría,
12 1993, y Foucault, Arqueología, 1970.
Véanse al respecto, Frühwald et al., Geisteswissenschaften , 199 I , y Hansen,
Kttltu1·hegriff, 1993. " Para la distinci6n entre conciencia y comunicación o sistema psíquico y siste-
ll Para el debate historiográfico generado en Estados Unidos, véase Palti, Giro, ma social véase el capítulo 1 dellihro de Luhmann, Ciencia, 1996, pp. 13-54.
1998. 16 Tomo el ejemplo tal como lo sugiere Mendiola, "Giro", 2000, p. 181.
94 La historiografía, ent1·e la teoría y la investigación histórica Guillermo Zermeño 95

A diferencia de la memoria vivencia!, en la historiografía se trata Incluso, todavía se podrían realizar nuevas distinciones al examinar la
de la facultad de reproducir ideas o impresiones sobre el pasado pro- formación de distintas clases de escrituras que permiten documentar
yectadas hacia el futuro, no en el medio de la conciencia sino en el de la historia. Por ejemplo, no es lo mismo trabajar con la corresponden-
la comunicación escrita. El desarrollo de una metodología de la histo- cia entre particulares que con la corresponde ncia oficial o diplomáti-
ria consistió en diseñar una forma que garantizara que las emisiones ca; con los informes y reportajes de la burocracia gubernamental que
sobre el pasado no fueran sólo el producto de una conciencia indivi- con los debates periodísticos ocupados en reportar o infor mar sobre
dual, sino que reflejaran una realidad transindividual. Lo que la epis- los sucesos o disputas entre congresistas del día anterior. A pesar de la
temología del siglo XIX no pudo vislumbrar es q ue el paso de la percep- importancia creciente de la cultura escrita, las fronteras entre oralidad
ción propia a la ajena, de lo subjetivo a lo objetivo, se realiza por medio y escritura pueden ser tan infranqueables como porosas. Lo que puede
de una acción que tiene lugar en el espacio de la comunicación, y en quedar claro, en todo caso, es que en la medida en que la historia se
particular, en el de la escritura. Y éste es un hecho eminentemente hizo depender del poder de la escritura y su conservación, se generó la
social ya que requiere por lo menos de dos personas para que haya ilusión de que el conocimie nto sobre el pasado podía ser acumulativo
comunicación. Y su realización depende del estadio que guarde la evo- y progresivo, de que si se sentaban bases sólidas la humanidad podría
lución social de los medios a través de los cuales circula la comunica- ser cada vez mejor y más sabia respecto de su pasado y de sí misma. 18
ción escrita. Por lo tanto, para entender el funcionamiento de la his- Esta utopía moderna no se explica fácilmente si no se considera el
toriografía moderna necesitamos aislarla del funcionamiento de la impacto de la cultura del escrito en la historia.
memoria psíquica o vivencia!. Sin la transformación de la escritura en una forma de comunica-
A partir de lo dicho has ta aquí, se puede fo rmular la hipótesis de ción nq es fácil entender el desarrollo de lo que se conoce como la
que la cultura de la historia es la forma como las sociedades modernas crítica interna y externa documental que acompaña a la constitución
han elaborado una imagen o representación de sí mismas, ordenada del oficio moderno de la historia. Mediante la extensión de la crítica
temporalmente y estructurada a través de comunicaciones, y no a tra- documental se intenta fijar el sentido e interpretación de los textos,
vés de percepciones como era común pensar en el siglo XIX. Para que en medio de su proliferación y multiplicación favorecida por el desa-
haya comunicación no es suficiente tener la percepción de algo, hace rrollo de la imprenta. Asimismo, a diferencia de las interacciones so-
falta trascender el ámbito de la conciencia para hacerla observable ciales mediadas por la oralidad, la tecnología del impreso permitió que
por el otro, y sólo hasta entonces se puede hablar de comunicación. las comunicaciones pudieran ser examinadas y valoradas a voluntad
En ese sentido, la comunicación es un hecho social por excelencia. sin tener que depender del mo mento en que fue ron producidas. La
conservación de los documentos y de los impresos les dio un halo de
intemporalidad. Generó la ilusión de establecer contacto directo con
lQUÉ PRODUCE LA ESCRlTURA? autores de otras épocas, sin reparar que pudiera tratarse de obras es-
critas o recogidas por sus discípulos para cumplir otras funcio nes y
En la conformación de la historiografía moderna han sido determi- para otra clase de público, incluso que su producción hubiera obede-
nantes las formas comunicativas que pasan a través de las notificacio- cido a un régimen de comunicación oral y no de escritura. 19 Estas
nes por escrito. En el espacio de la comunicación escrita es donde ha
tenido lugar preponderantemente la formación de la cultura histórica
18
moderna. Sin embargo, para comprender su alcance hace falta distin- Una excelente muestra de ello se tiene en la selección de los escritos de Kant
traducidos y presentados por Eugenio Ímaz. Kant, Filosofía, 1985.
guirlas de las comunicaciones que transitan a través de la oralidad.17 19
Florence Dupont, en un ensayo rico en sugerencias, hace la crítica de "las
apropiaciones de lo oral" desde la escritura en la lectura moderna de los "escritos" de
17 Véase Ong, Oralidad, 1999. la antigüedad grecolatina. Dupont, Invención, 200 1.
96 La historiografía, entre la teorfa y la investigación histórica Guillermo Zermeño 97

consideraciones han creado la necesidad de refinar el sentido de la relación ambigua con el pasado: de deuda a la vez que de rechazo. Se
crítica y análisis documental. trata de una forma peculiar occidental de relación con el pasado, como
La distinción entre oralidad y escritura no está suficientemente bien lo apu nta De Certeau. 24 La historiografía es una palabra com-
trabajada en el siglo XIX. En una sociedad dominada por la escritura puesta de dos términos opuestos -lo real (la historia como acontecer)
que ha hecho de la alfabetización la panacea del progreso se entiende y el discurso (la historia como relato)-, sin que se advierta claramente
aquella afirmación taxativa de fines del siglo XIX de los historiadores y lo que une a esa diferencia.
metodólogos franceses, Charles V Langlois y Charles Seignobos, en el Las reflexiones críticas desarrolladas por este historiador francés
sentido de que no hay historia sin escritura y que, por lo tanto, los se d irigen precisamente a mostrar la re lació n q ue guarda el objeto
pueblos q ue desconocen la escritura no tienen historia. 20 Esta aseve- - producto de esa práctica- y la realidad de la que habla. La propia
ración sólo se entiende si se le sitúa dentro de una sociedad que ten- concepción de documento o testimonio histórico entendido no sólo
dió a privilegiar un tipo de comunicación basada en la escritura en como un dato que nos informa del pasado, si no sobre todo como el
detrimento de la palabra hablada. síntoma de lo que ha producido, permite advertir la ambigüedad en la
Actualmente estamos en condiciones de relativizar afirmaciones que se encuentra la historiografía; por un lado es el testimonio de una
como las expresadas por Langlois y Seignobos debido al desarrollo de presencia -ahí pasó algo- y, por el otro, es expresión de una ausencia
los medios electrónicos en la segunda mitad d'el siglo XX.21 Corno uno -la de quien lo ha producido. De ahí que De Certeau convenga en
de sus efectos está el nuevo interés por el análisis de la escritura, el que todo documento y texto histórico sólo se hace inteligible si se le
tipo de regulaciones que la gobiernan y lo que produce. 22 Algunas de remite a su lugar de producción.
las reflexiones pioneras de historiadores corno Michel de Certeau se Lo. real de la historia proviene entonces de las determinaciones
relacionan particularmente con el "estudio de la escritura como prác- de un lugar que hace posible la fabricación de un tipo de discurso
tica histórica" que nos remite a una historia moderna de la escritura y sobre el pasado mediante un cierto instrumental. De Certeau define a
su función social en occidente en los últimos cuatro siglos.B la historiografía por ello como una práctica que al separar el pasado
La historiografía moderna es inseparable de la evolución de los del presente por medio de la escritura es capaz de distinguirse del mis-
sistemas de escritura. Fundada en el distanciamiento creciente entre mo discurso producido. Su carácter de ciencia proviene de su capaci-
el presente y el pasado, la escritura moderna de la historia asume una dad para transformar "la tradición recibida en un texto producido". 25
De esa manera sustituye la opacidad del presente por un cuerpo de
lO Langlois y Seignobos, Introducción, 1972.
escrituras representativas del pasado que aspiran tanto a conocer el
lt Véase Haarmann, H is!Oria, 2001. Se trata de un estudio que abre nuevas perspec- pasado como a controlar el presente.
tivas para entender la evolución del fenómeno de la escritura alfabética; se enfoca precisa- El desarrollo y difusión de la cultura escrita favorecida por la im-
me nte a mostrar cuán relativa se ha vuelto actualmente la importancia de la escritura prenta tuvo al mismo tiempo un efecto paradójico, ya que profu ndizó
alfabética "para el progreso de la civilización", lo cual no significa su desaparición, al igual
que en las sociedades modernas han sobrevivido técnicas figurativas o simbólicas -que la distancia que existe entre la realidad representada por medio de la
parecían superada:;- para fijar y transmitir información. Hoy en día, como sabemos, la escritura y la realidad producto de la experiencia. Como se mencionó,
mayor parte de la información pasa a través de los medios electrónicos. frente a la multiplicación de las escrituras se desarrolló la crítica docu-
ll Véase Ong, Oralidad, 1999, en especial el capítulo "Lo impreso, el espacio y lo
mental para discernir los verdaderos de los falsos. Fortaleció además
concluido", pp. 117-136.
n Certeau, Escritura, 1985, pp. 12-13. Una de sus preocupaciones centrales es la capacidad de análisis - para lo cual se requiere de tiempo y la posibi-
mos trar la secularización de una Escritura (sagrada) que habla para ser leída e inter- Lidad de ver lo mismo cuantas veces sea necesario- así como el desa-
pretad~, la fabricación constante de un conjunto muy diverso de escrituras vinculadas
al trabajo artesanal e industrial. Los procedimientos aplicados en esa práctica discursiva
remiten a una manera de "hacer la historia". Por eso escribir se asemeja a la experien- 24 /bid., pp. 18-19.
cia de un viajero. l5 /bid., p. 20.
98 La historiografía, entre la teoría y la investigación histórica Guillermo Zermeño 99

rrollo del pensamiento lógico inductivo. El pensamiento cartesiano y de esta filosofía de la mente, se volvió todavía más cuestionable en el
su evolución en el siglo XVIIJ testimonia hasta qué grado la escritura siglo XX -a la luz de las investigaciones en el campo de las ciencias del
tipográfica como medio de comunicación se había ido incorporando lenguaje y de la comunicación. 29
en la sociedad europea. 26 Un autor de filosofía moral del siglo XVII, por ejemplo, para situar
El giro hacia el pensamiento lógico inductivo presupone una mayor los alcances de su obra ante sus lectores, utiliza la analogía que compa-
familiaridad con el mundo del escrito. Sugiere además el desarrollo de ra a la escritura con la pintura. Está adelantando los problemas que
prácticas de lectura en las que el texto se constituyó en un fin en sí podría presentar su lectura de Aristóteles frente a sus críticos. Para
mismo, profundizando la separación entre la palabra hablada y la escri- aclarar su posición parte de la distinción entre copiar e inventar. Tanto el
ta. En ese sentido, Kant -padre de la filosofía moderna- al depositar pintor como el escritor pueden hacer una u otra cosa, pero cuando se
toda su esperanza en el impreso para el desarrollo de una opinión públi- trata de copiar algo se tiene ante la mirada el modelo, en cambio, cuan-
ca libre de prejuicios, basada únicamente en el juicio propio racional, do se trata de inventar algo sólo se cuenta con el "entendimiento". El
no hace sino recoger un lugar común de su época. Su elevación a norma problema está en que mientras en el primer caso, un tercero puede
generalizable sienta las bases a su vez para la amplificación de la crítica juzgar acerca de la exactitud o inexactitud de la copia mediante su
tradicional de los textos, presente en el nacimiento de la historiografía cotejo con el "original", en cambio en el segundo no hay manera de
moderna. 27 que un tercero realice la misma operación , pues el original permanece
escondido en la mente de su creador. Éste encontrará grandes dificul-
tades para probar que su "idea" se corresponde con la realidad, que su
VERDAD, HISTORIA Y OPINIÓN PÚBLICA MODERNA "pensamiento" se ajusta a lo expresado. En ese sentido, tiene razón
Luhmimn cuando afirma que la mente no comunica nada, sino sólo es
Hay razones suficientes para relacionar el desarrollo de una determi- la comunicación la que puede comunicar. 30
nada filosofía de la mente y del conocimiento con la generalización y Para una sociedad -como la de n uestro filósofo del siglo XVII-
profundización del lenguaje alfabético, el cual para existir presupone habituada a alimentarse de las tradiciones intelectuales previamente
la escritura.28 Las le tras, las palabras, y gracias a éstas, los pensamien- autorizadas, el desarrollo de la escritura abrió la posibilidad de cotejar
tos podían ahora ser fijados "para siempre" en los escritos y textos los "originales" con sus interpretaciones o "traslaciones" como las de-
impresos. Su durabilidad dependía solamente de la calidad y fortaleza nomina. Nuestro autor advierte que su intención no es inventar nada
de los soportes materiales (tipo de papel, por ejemplo), sin los cuales nuevo, sino tan sólo "copiar" a Aristóteles, su "exemplar". Pero aña-
no se ría posible la difusión y conservación de las ideas. La capacidad de, mientras para el "Filósofo" fue más fácil "trasladar a la pluma su
de reproducir mecánicamente los textos abierta por la imprenta refor- Idea", en cambio para él fue mucho más difícil "trasladar su Idea, y su
zó la percepción de que las ideas podían tener una vida propia y man- pluma", además de que por tratarse del original "fue sin comparación
tener siempre el mismo significado, al margen del contexto vital de más glorioso" el trabajo de Aristóteles, "y más expuesto a la censura"
producción, es decir, al margen de la historia. La noción de una ver- el suyo propio, ya que existe la posibilidad de que un tercero -el críti-
dad como correspondencia entre el significante y el significado, entre co- coteje su trabajo con el originalY
la palabra y la cosa, la representación y lo representado, que se deriva

26 29 Véansc Menuiola, "Retórica", 2001; Luhmann y Gcorgi, 'Jimría, 1993, pp. 103-
Mcndiola, "Retórica", 2001, y, de manera más puntual, "Tecnologfas", ms.
27Al respecto, véase también el diálogo de Goethe con Diuerot sobre la pintura. 126; Lafont, Razón, 1993, y O ng, Oralidad, 1999, p. 121.
Didcrot y Go<.:the, Ensayo, 1963. 30 Luhmann, "How", 1994, pp. 371-387.
26
En relación con esta discusión, véase Pfciffcr, "Dimcnsions", 1994, p. 45. J I Véase el "Prólogo" de la obra de Thesauro, Filosofía, 1682-17 18.
100 La historiografía, entre la teoría y la investigación l1istórica Guillermo Zermeño 101

El desarrollo de la cultura impresa abrió nuevas posibilidades de mente válidas. El modo de impartir justicia sobre toda clase de acon-
comunicación, pero también generó nuevos problemas. Nuestro filó- tecimientos - pasados, presentes o futuros- se torna "subjetivo" en la
sofo que hace uso de la retórica para transmitir el saber moral aristoté- medida en que dejan de operar las medidas o magnitudes tradiciona-
lico a sus contemporáneos hace explícita la distinción entre el hablar les de corte un iversalista fund adas en el derecho natural y divino. Esta
de cerca, propio de las comunicaciones orales, y el hablar a distancia, modalidad transformó a la historia en un proceso cuyo desenlace q ue-
propio del arte de la escritura. Y así la escritura le permite "conversar da en suspenso hasta que no aparezcan las categorías analíticas ade-
con todo el mundo, llegando las palabras donde no alcanza la voz". 31 cuadas para dar c uen ta de los acontecimientos que ellas mismas cola-
La escritura generó, en ese sentido, un ámbito propio, abierto a nuevas boraron a desencadenar. La escatología cristiana salvífica adquirió -en
observaciones y otra clase de conversaciones a distancia. ese se ntido- la forma de una planificación constante del fu tu ro funda-
Jürgen Habermas dedicó un estudio temprano -que sigue siendo da en el propio proceso histórico. La idea de la historia como un pro-
válido en muchos se ntidos- para examinar la aparición y desarrollo de ceso "progresivo" sustituyó a la escatología cristiana, transfiriendo a la
ese n uevo ámbito conversacional donde los participantes no están historia algunos de sus elementos constitutivos como la idea de tribu-
presentes y cuyas voces silenciosas pueden venir de muy lejos o de nal de justicia y la idea del juicio final fundado ahora en el imperativo
muy cerca. Habermas describe este proceso como el paso de una "pu- kantiano del juicio racionaJ.3 4
blicidad representativa", propia de un código de comportamiento de Es un tema trabajado ampliamente por Koselleck que muestra el
la nobleza, al de una publicidad propia de un cÓdigo de comporta- proceso que condujo a la pérdida del sentido de ejemplaridad del pa-
miento "burgués", q ue ha de aprender "el arte del raciocinio público sado y de sus obras y la apertura de un nuevo espacio de complejidad
en comunicación con el 'mundo elegante'", una sociedad cortesano- comun icativa. Si el pasado ha perdido su aura magisterial, entonces
aristocrática q ue, obviamente, iba distanciándose, a su vez, de la corte todo texto producido y por producir se convierte automáticamente en
y formando un contrapeso en la ciudad a medida que el moderno apa- objeto de discusión y de polémica. El problema es saber cómo en esta
rato estatal se autonomizaba frente a la esfera personal del monarca.J3 sociedad podrán generarse "nuevos acuerdos" surgidos de la discusión
Como se podrá advertir más adelante en relación con la génesis de la efectuada en el ámbito de las no tificaciones escritas. Los documentos
historiografía moderna, el movimiento de la ilustració n - y la historio- históricos ya no serán cotejados con un conju nto más o menos delimi-
grafía es una de esas expresiones- viene a trastocar las relaciones de tado de "clásicos autorizados", sino con un cúmulo de "papeles origi-
"autoridad tradicionales" obligando a generar un nuevo lenguaje so- nales" que pueden multiplicarse hasta el infin ito. La crítica de textos
ciológico e histórico. -del pasado y de la actualidad- se convirtió paulatinamente en un fin
Según lo muestra Reinhart Koselleck, el pensamiento ilustrado en sí mismo, sin q ue pudieran advertirse sus límites, su principio y su
transformó el campo de la historia en un proceso. Mediante la "críti- final. En cierto modo una filosofía del progreso vino a cumplir la fun-
ca" la historia se convirtió asimismo en filoso[fa de la historia, es decir, ción de dar marco a este trabajo historiográfico que, de otra manera,
en una especie de tribunal supremo orientado a dirimir la guerra de las podría tornarse inmanejable y fuera de control.
opiniones, que ahora frente a la ley eran todas, en principio, igual- Cómo valorar cada época y cada evento desde sus propios térmi-
nos sin recurrir a un principio externo para su explicación, es enton-
ces, una de las cuestiones epistemológicas centrales que tuvo que en-
32
Thcsauro, Filoso/fa, 1682-17 18, p. 141. frentar la historiografía moderna. Esta interrogación, al parecer, se
JJ Habermas, Hiswria, 1981, p. 67. Mientras e l burgués es lo que produce, el relaciona menos con el problema del relativismo histórico, y más con
noble <,!S lo que representa. La transformación cultural de la esfe ra de opinión pública la cuestión de entender cómo se han establecido las relaciones entre
presupone la invención de un nuevo lenguaje universal e igualitario, reconocible por
todo el mundo, sin importar los atributos personales del locutor, propios de los gesros,
hábitos, retórica, insignias de la "publicidad representativa" cortesana, pp. 47-50. ll Koselleck, Crítica, 1965.
102 La hiscoriografía, entre la teoría y la investigación histórica Guillenno Zermeño 103

la evolución de la sociedad y las fo rmas como ésta ha sido tematizada. 35 mente válidas, acerca de lo que jurídica y políticamente es posible y
De ahí la importancia de observar el espacio de opinión pública en el deseable. 3s Como efecto de la disolución del antiguo régimen, se hizo
que se desarrolla la transformación del lenguaje histórico. imposible resolver la complejidad de las decisiones que articulan a
Es verdad que el juego de opiniones está presente en la sociedad una sociedad en términos de un todo unitario. En esa situación, el
premoderna y sirve de base para la construcción de los relatos históri- juego tradicional de opiniones y de comentarios fue profundizado y
cos. La pregunta es acerca de qué caracteriza la formación de un espa- establecido como el instrumento regulador de las distinciones entre
cio público propiamente "moderno". El término opinión pública es de verdad y falsedad, propias del sistema científico al que pertenece la
hecho también un concepto histórico nuevo. 36 Al igual que el de cul- historiografía moderna.
tura aparece formando parte del léxico de los hombres y mujeres del Sin embargo, la opinión pública es una noción ambigua dominada
siglo XVIII . Es utilizado para indicar esa esfera que rompe con la lógica por su carácter histórico y abstracto a la vez. Destinada en sus co-
del secreto y la simulación, y crea las condiciones para que los particu- mienzos a liberar a la política de su trabazón con una noción de ver-
lares hagan uso público y libre de su razón. Funciona en sus orígenes dad fundada en el derecho natural y racional, la noción de opinión
para debatir cuestiones estéticas, y más tarde será traspasado y am- pública fue asimismo utilizada para reemplazar una noción intemporal
pliado al campo político cuando se vea la necesidad de sustituir la de verdad que había entrado en crisis debido a los avances del conoci-
figura del rey como autoridad máxima. La publicación y circulación miento científico. De esa manera, se sustituyó por una noción históri-
de los impresos -como la prensa periódica- permiten que ese espacio ca de verdad percibida en principio como mera opinión, es decir, como
sea observable por quienes participan en él. Al intervenir en ese espa- un juicio provisional sujeto a comprobación como condición de su
cio anónimo no únicamente a título personal sino a nombre del "pú- aceptación como certeza. Sin olvidar que este proceso tiene lugar en el
blico" se obligarán a desarrollar un tipo de comunicación especial.37 ámbito.del control racional efectuado en el seno de la esfera de opi-
La formación de una nueva historia de corte universalista, no teológica, nión pública. 39
se asocia por tanto al espacio de opinión pública moderno, al desarro- La importancia de este espacio radica en que se convierte en la
llo de los medios impresos y a la fabricación de nuevos regímenes políti- única forma con que cuenta esta modernidad para debatir acerca de
cos, de mocráticos y republicanos. la verdad y del rumbo que toma el acontecer histórico y social.
Según Luhmann, la opinión pública es el medio a través del cual Luhmann todavía es más enfático al respecto al se ñalar que es la úni-
las sociedades modernas reducen la complejidad implicada en la susti- ca fo rma q ue se tiene para entender a una sociedad que opera y se
tución de lo uno - la figura del rey y del dogma- por lo múltiple y lo regula bajo el principio de lo contingente. En la medida en que aspira
diverso - la nueva figura que adquiere la historia. Es la forma como la a comprenderse ya no deductivamente, es decir, a partir de principios
sociedad y la historia intentan reducir la complejidad de emisiones de autoridad preestablecidos, en ese grado su noción de verdad ad-
que, en principio, son producto de individuos particulares y todas igual- quiere la forma de un a verdad en permanente construcción. Se trata
de una noción de verdad abierta por los dos lados, es decir, sin un
35
Véase Luhmann, "Tiempo", 2000, pp. 359-424. Desue la perspectiva de la origen preciso ni un telos predeterminado. Su expresión pasa a ser
teoría de los sistemas sociales se postula la teoría general de la observación J e obser- constitutiva de su propio acontecer, pero éste sólo es observable a tra-
vaciones como una de las opciones para hacer frente a algunos de los predicamentos
en los que se encuentra la historiografía moderna. Esta idea ha sido desarrollada por vés de las emisiones que se producen en el ámbito de la opinión públi-
Mendiola, "Giro", 2000, pp. 181-208. ca. Así, en esta modernidad la observación de ese espacio de comuni-
36
Habermas ubica su aparición hacia la segunua mitad Jel siglo XVIII, véase su
libro Hiswria, 1981, p. 64.
37
Luhmann, Realidad, 2000, p. 149; Habcnnas, Historia, 1981, pp. 67-68 y 74- 35 Luhmann, "Opinicín", traducción inédita.
80. Para una aproximación al "reino de la opinión" en los países iberoamericanos se 39
Habermas, Historia, 1981, pp. 124-136. En la línea de la propuesta habcrma-
puede consultar Guerra, Modernidad, 1993, pp. 296-305. siana, véase Silva, "Prácticas", 1998, pp. 124-136.
104 La historiografía, entre la teoría y la investigación histórica Guillermo Zermeño 105

caciones impresas es fundamental para entender cómo estas socieda- GUERRA, FRANt;:OIS-XAVIER, Modernidad e independencias. Ensayo sobre las re-
des se han comprendido a sí mis mas en su marcha permanente hacia voluciones hispánicas, México, FCE, 1993.
la verdad, que no es otra cosa que su propio acontecer.4°
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La observación histórica de ese espacio puede ayudar a responder Communication, trad. William Whobrey, Stanford, Stanford University
la cuestión acerca de q ué tan relevante puede ser la historiografía para Press, 1994.
el presente, pero además, puede dejar ve r cómo la historiografía es HAARMANN, HARALD, Historia universal de la escritura, trad. Jorge Bergua
una de las formas como el presente se describe a sí mismo en términos Cavero, Mad rid, Gredas, 2001.
temporales. Se puede añadir, finalmente, que en esta modernidad la HABERMAS, JüRGEN, Historia y crítica de la opinión J>ública. La transformación
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]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 109

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mente, la ciencia, como la forj a de la nación, sólo tenía sentido en un
contexto social.
Como podría esperarse, el desafío que presentaban los historiado-
EL POSMODERNISMO res sociales a los cimientos de la autoconfianza de Estados Unidos (y en
Y LA CRISIS DE LA MODERNIDAD* ge neral de Occidente) provocó ataques, en particular provenientes de
la derecha política. Los defensores de las opiniones tradicionales sobre
] OYCE APPLEBY, LYNN HUNT Y MARGARET ]ACOB la historia estadunidense y la cultura occidental reprenden a la nueva
generación de historiadores por su supuesto cinismo sobre los valores
nacionales y occidentales. Se sostiene que la posición crítica de los
nuevos historiadores evitaba que relataran un a saga nacional edifican-
te y hablaran sobre valores occidentales trascendentes. Por ejemplo,
Gertrude Himmelfarb censuraba a los historiadores sociales por "deva-
luar el campo político" y así denigrar la historia e incluso la razón mis-
ma. Su "revolución de la disciplina" -según ella- minaba la racionali-
A partir de los años sesenta, se combinaron las nuevas tendencias de dad inherente en la tarea histórica. Hacían esto centrándose en las
la escritura de la historia con las grandes transformaciones sociales y infraestructuras irracionales y no racionales de la vida -que iban de los
políticas que destronaron muchos de los absolutismos añejos sobre la intereses económicos de los legisladores a los hábitos alimentarios del
naturaleza de la nación estadunidense junto con la certeza proporcio- pueblo ~omún- más que en "las consti tuciones y las leyes que permiten
nada por el modelo heroico de ciencia. La historia social desafió a la a los hombres ordenar sus asuntos de manera racional". 1
unidad estadunidense al hablar sobre grupos étnicos y raciales en com- En su info rme al Congreso en 1988, la presidenta de la Fundación
petencia y en conflicto mutuo, cuya experiencia no podía incluirse Nacional para las Humanidades, Lynne V. Cheney, casi llegó a atribuir
con facilidad, si acaso era posible, en una línea narrativa única que la disminución de especializaciones en historia a la propia historia so-
glorificaba una nación básicamente blanca y protestante. Cada vez cial. Los estudiantes ya no entendían la importancia de estudiar histo-
más los historiadores sociales subvirtieron el feliz relato del individuo ria, afirmaba, porque la creciente especialización de las disciplinas y el
autosuficiente, siempre emprendedor, que tomaba sus propias decisio- entusiasmo por las técnicas cuantitativas - ambas centrales para el de-
nes (siempre suyas) y mediante ellas contribuía fortuitamente a las sarrollo de la historia social- habían afectado el sentido necesario de
ventajas de la economía capitalista estadunidense. De manera similar, un propósito educativo unificado. La "crisis" en las humanidades, el
las historias sociales de la ciencia mostraban que incluso los héroes y "aislamiento" y la "confusión" que encontró entre los académicos ha-
los genios de la ciencia habían vivido inmersos por completo en las bían sido ocasionados, concluyó, por la poli tización. Las humanidades
relaciones sociales y políticas de su época. Newton y Darwin no ha- se habían reducido a "argumentar que la verdad - la belleza y la exce-
brían articulado teorías de tan amplio aliento universal sin el impulso lencia- no son asuntos atemporales, sino nociones transitorias, dispo-
sitivos empleados por algunos grupos para perpetuar la 'hegemonía'
* Título original "Postmodcmism anú the Crisis ofModcmity" publicado en Telfing sobre los demás".2 De esa manera la historia social estaba profunda-
tite Trut/1 about History, Nueva York y Lond res, W. W. Norton & Company, 1995, pp. mente involucrada en todo el debate sobre la cultura occidental.
198-237. [Traducción de Gabricla Montes de Oca Vega.]
1Hinuue lfarb, Ncw, 1987, pp. 18-23.
2 "Tcxt", 1988, p. A l8. Desde en tonces los posgrados en historia han comenza-
108 do a aumen tar de nuevo.
110 EL posmodernismo y la crisis de la modernidad ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acoh 111

Estos ataques producían escozor, pero no mataban. La historia que pudiera ser sinónimo de nihilismo y de vanagloria ridícula. Por
social predicaba bajo el supuesto de que más era mejor; es decir, si se ejemplo, si pensamos en Jacques Derrida y Madonna como posmoder-
sabía más sobre la vida de la gente común, los trabajadores, las muje- nistas, podremos percatarnos del problema que encierra tal definición.
res y los esclavos (o sobre los valores y los sistemas de creencias de los En realidad, el posmodernismo involucra tres términos interrelaciona-
científicos), las descripciones sobre el pasado serían más completas. dos: "modernidad", "modernismo" y "posestructuralismo". En resumen,
Los historiadores sociales no se oponían a las normas de objetividad ni la modernidad es el estilo de vida moderno, industrial y urbano; el
a los códigos de la disciplina profesion al; usaban esos mismos patrones modernismo es el movimiento en arte y literatura que tiene por objeto
para desafiar las interpretaciones tradicionales que habían excluido a captar la esencia del nuevo estilo de vida (el rascacielos, por ejemplo),
los grupos de marginados inconformes. y el posestructuralismo es la crítica teórica de los presupuestos de la
Los historiadores esperaban dejar constancia ofreciendo un pano- modernidad encontradas en la filosofía, el arte y la crítica desde los
rama más complejo del pasado, pero uno de los principales efectos de siglos XVII y XVIII.
su trabajo había sido revelar lo limitadas que habían sido las historias El uso del término "posmodernismo" se generalizó primero en las
anteriores. En efecto, subrayaban el hecho de que la escritura de la his- artes plásticas, en especial en la arq ui tectura para designar formas -
toria siempre había sido profundamente ideológica. La historia de "una antimodernistas de expresión artística. Los arquitectos posmodernos
nación con Dios", por ejemplo, servía a los intereses de algun as perso- rechazaron el funcionalismo pragmático, eficiente, racionalista de la
nas, pero no de todas. La historia de Estados Unidos -y la historia de la arquitectura moderna anterior en favor de formas y líneas más extra-
civilización occidental en general- podían construirse como propagan- vagantes, históricas e impredecibles. Al irse expandiendo el uso del
da política por las elites gobernantes. Así, la nueva historia social pue- té rmino a otros campos fuera del arte, adquirió el sentido más general
de usarse (y a menudo ser objeto de abuso) por quienes insisten en que de crítica a la modernidad como conjunto de suposiciones sobre las
la historia ya no puede ofrecer una narración nacional, que siempre es formas de vida industriales y tecnológicas. Como la hemos definido, la
parcial, política, propagandística, ciertamente mítica. Entonces, de modernidad representa una serie de nociones específicamente occi-
manera irónica el trabajo de los historiadores sociales fomentaba el dentales que se arraigaron en el siglo XVIII; conlleva una nueva perio-
argumento de que la historia nunca podría ser objetiva. Es como si los dización de la historia (antigua, medieval, moderna) en cuanto a que
historiadores sociales, con su pasión por desmenuzar el registro históri- lo moderno denota el periodo en que la razón y la ciencia triunfaron
co, hubiesen cavado un agujero potencialmente fatal donde la historia sobre las Sagradas Escrituras, la tradición y la costumbre. En el centro
como disciplina podría desaparecer del todo. de la modernidad está la noción del individuo que actúa, adquiere
Esta apertura fue aprovechada por un nuevo grupo de críticos de- conocimientos libremente cuyos experimentos pueden penetrar en los
nominados "posmodernos" que pusieron en tela de juicio la objetivi- secretos de la naturaleza y cuyo trabajo con otros individuos puede
dad de las ciencias sociales de manera más general. Su crítica fue más crear un mundo nuevo y mejor.
allá de las denuncias específicas sobre el carácter ideológico de la his- El objetivo primordial de los posmodemistas ha consistido en de-
toria estadunidense y de la ciencia occidental, y atacaba los cimientos safiar las convicciones sobre la objetividad del conocimiento y la esta-
mismos del conocimiento histórico y científico. Aunque el "posmoder- bilidad del lenguaje. Éste no es el lugar para la presentación de una
nismo" se ha convertido en un término ubicuo en las últimas guerras historia de las teorías del lenguaje, o para que describamos la transfor-
culturales entre los tradicionalistas y sus oponentes, es una etiqueta mación del posestructuralismo en una forma más general de crítica
francamente elusiva. 3 En ocasiones, parece como si todos fueran pos- cultural posmoderna.4 Nos centramos más bien en los aspectos plan-
modernistas; en otras, en cambio, como si todos evitasen una categoría
4 Agradecemos a Gahrielle Spiegcl por impulsarnos a refinar nuestro sentido de
3
Para un panorama conveniente y sensato, véase Rosenau, Post-rnodemism, 1992. la diferencia entre el posestructuralismn y el pos modernismo. Debe señalarse que mu-
112 ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 113
El posmodemismo y la crisis de la modernidad

teados por el posmodernismo sobre el significado y la escritura de la te y la utilidad de las visiones del mundo generales, ya sean cristianas,
historia. Nuestra meta es navegar en una ruta entre los críticos tradi- marxistas o liberales. Para ellos, como ha sostenido Foucault, "cada
ci~n~listas y los posmodernistas, defendiendo el papel de una historia sociedad tiene su régimen de verdad, sus 'políticas generales' de ver-
obJetiva y abarcadora al mismo tiempo que reconocemos la necesidad dad".6 Para ellos, no hay verdad fuera de la ideología.
de explorar sus líneas conceptuales erróneas. Dado que la ciencia ha tomado el lugar de las bases del conoci-
~l P?Sm~_dernismo hace problemática la creencia en el progreso, miento occidental a partir del siglo XVlll, predecible mente ha atraído
la penod1zac10n moderna de la historia y el individuo como conocedor la atención de los posmodernistas. Un posmodernista explica, "la cien-
Yhacedor autosuficiente. La noción misma del yo individual, tan cen- cia era el alfa y omega de los modernistas y los estructuralistas : veían la
tral tanto para la filosofía de la Ilustración sobre de rechos humanos ciencia como [ ... ] el máximo dato de la modernidad". 7 De acuerdo
como para los relatos de los historiadores sobre el destino de Estados con Foucault, "en sociedades como la nuestra, la 'economía política' j
U~idos, se ve amenazada cuando los posmodernistas subrayan la in- de la verdad [... ] se concentra en la forma de discurso científico junto
evttable frag mentación de la identidad personal. En una de sus con las instituciones que lo producen; está sujeto a una constante ins-
.fo~mulaciones más asombrosas sobre la llamada muerte del sujeto, tigación económica y política".8 La ciencia y la tecnología, desde este
M1chel Foucault proclamó que el concepto de hombre "es un invento punto de vista, se consideran impulsadas constantemente por intereses
de reciente fecha" y que pronto desaparecería "como un rostro traza- en busca de la hegemonía. Las declaraciones de objetividad y verdad \
do .en ~a .arena a la orilla del mar".5 Los pos modernistas afirman que el que hacen los científicos son parte de una economía intelectual en que
yo mdt.vtdual es. una construcción ideológica, un mito perpetuado por la escasez y la manipulación definen la búsqueda de la verdad, una
las soctedades liberales cuyos sistemas legales dependen del concepto empresa, tortuosa atrapada en los discursos, q ue en sí mismos son pro-
de responsabilidad individual. Al plantear este argumento en contra ducto de instituciones sesgadas.
del yo unificado -los posmodernistas lo llaman "el sujeto" para desta- Otros posmodernistas preguntan si los métodos cognoscitivos de
car su falta de autonomía- ellos también, de modo inadvertido, soca- la ciencia pueden ser neutrales cuando los objetivos más amplios de
van las premisas del multiculturalismo. Sin un yo identificable no los científicos figuran en agendas políticas, ideológicas Y de género.
habría necesidad de preocuparse sobre la divergencia de cultura~ el Argumentan que el énfasis en la objetividad de los hechos científicos
orgullo ét~~co y la~ identidades maltratadas. Sin un sujeto, no podría es en sí mismo una construcción ideológica propuesta por los científi-
haber políttcas de tdentidad ni políticas de autoafirmación cul tural. cos para enmascarar el papel activo que desempeñan en la selección Y
Los críticos posmodernistas de la historia y la ciencia funcionan conformación de los hechos. Cuando conciben al laboratorio princi-
con el método del ataque. Se enfrentan contra todo lo que ha llegado palmente como el nexo para las relaciones de poder y las posiciones
a .representar lo moderno. Insisten en que las experiencias del genoci- políticas, los posmodernistas piensan que han logrado "disipar las creen-
diO, las guerras mundiales, las depresiones, la contaminación ambien- cias previas que rodeaban a la ciencia". Afirman que en el laboratorio
~al Yla l~ambruna han puesto en duda la inevitabilidad del progreso, la no ocurre "nada especial, nada extraordinario, de hecho nada que
dustractón ~ la razón, aun cuando implícitamente niegan el acceso
humano a cterto conocimiento de estos mismos desastres. En efecto, 6 Foucault, Power, 1980, p. 131.
argumentan en contra de la posibilidad de todo conocimiento certero. 1 Ankersmit, "Historiography", 1989, p. 140.
Los posmodernistas ponen en tela de juicio la superioridad del presen- s Foucault, Power, p. 131. Para una opinión más matizada, aunque similar, véase
Shapin y Schaffer, Lwiathan, 1985, pp. 333-343: "Hay tres sentidos en los que quere-
mos decir que la historia de la ciencia ocupa el mismo terreno que la historia de la
chos comentaristas los co.nsideran sin(mimos; otros los ven como radicalmente distin- política [ ... ] La política que regulaba las transacciones dentro de la comunidad filos~­
tos. Véase, por c¡emplo, 1hid., p. 3. fica era igualmente importante, pues establecía las reglas medtante las cuales habna
5 de producirse el conocimiento auténtico."
Foucault, Order, 1970, p. 387.
114 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 115

tenga algún tipo de cualidad cognoscitiva". En esta perspectiva, los la definición de las disciplinas, la posibilidad de representación ~n la
laboratorios se conforman totalmente por las agendas polfticas. Para- política y el arte y las funciones de información dellenguaje. 12 i Estas
dójicamente, asignan a los historiadores y a los sociólogos la tarea de no son apuestas insignificantes!
descubrir cómo llegaron los laboratorios a tener, desde un inicio, tan- La naturaleza de la verdad histórica, la objetividad y la forma
to poder político. 9 narrativa de la historia han sido los objetivos de los posmodernistas.
Los posmodernistas colocan con frecuencia la palabra "realidad", El dominio del tiempo se convierte meramente en la imposición vo-
entre comillas, para problematizar "ese lugar" fuera de ahí. Para ellos, luntariosa de una conciencia histórica occide ntal imperialista sobre
no hay realidad que pueda trascender el discurso en que se expresa.to los pueblos subordinados; no proporciona acceso a una explicación, a
Los científicos pueden pensar que las prácticas disciplinarias emplea- un conocimiento ni a una comprensión verdaderos. El dominio de los
das en laboratorios -observar por el microscopio o el telescopio- los hechos disfraza el astuto ardid del grandioso maestro historiador quien
acercan a la realidad, pero simplemente están privilegiando el lenguaje es simplemente -como la idea del autor o del científico- una inven-
que conocen, las tecnologías de su propia autoconfección. 11 Y, huelga ción de la imaginación capitalista occidental. Además, son ficciones
decirlo, tales privilegios han conducido a los horrores de nuestro siglo. que causan daño. Refuerzan la hegemonía de los hombres blancos
En esta línea de argumentación, los occidentales son particularmente occidentales sobre las mujeres, sobre otras razas y sobre o tros pueblos.
propensos a la idea de que la realidad es fija y susceptible de conocerse. En la descripción posmoderna de la historia occidental, el totalitaris-
Como lo muestra esta breve descripción, los posmodernistas aún mo no se refiere a regímenes o gobiernos específicos, sino a toda forma
no han elaborado una crítica unificada de la ciencia. Algunos la con- posible de dominación: "Los nombres históricos de este totalitarismo
sideran simplemente otra forma de discurso y, por ende, no más privi- del Señor Amabilidad ya no son Estalingrado ni Normandía (mucho
legiada que cualquier otra; otros la relegan a la posición de informa- meno~ Auschwitz), sino el Promedio Dow ]ones de Wall Street y el
ción y la separan de la sociedad y las disputas sobre el conocimiento Índice Nikkei de Tokio." Según esta descripción, la idea misma de
social. En general, los críticos pos modernistas dedican más de su eneraía desarrollo es una forma de terror y la democracia simplemente es más
al ámbito de la historia, especialmen te la narr~tiva, e incluso a la idea "discreta" que el nazismo. 13
moderna del tiempo mismo. De manera apropiada, Delphic, un críti- ¿De dónde proviene esta rabia de la negación? iPuede tomarse en
co posmodernista, llamó la atención sobre los tiempos por venir cuan- serio? No es difícil comprender por qué los acontecimientos desde los
do "el tiempo narrable del realismo y su consenso se convierta en el años treinta han puesto en duda la idea de los siglos XVlll y XIX sobre el
tiempo no relatable de la escritura posmoderna". Esto implica nada progreso ineluctable. La experiencia del siglo XX muestra que la cien-
menos que "la desaparición de la historia", predicción que va acompa- cia y la tecnología pueden usarse para construir campos de exterminio
ñada de la promesa de que "la subversión posmoderna del tiempo his- y bombas atómicas tan fácilmente como para colocar iluminación en
tórico" a su vez habrá de amenazar la idea de los derechos humanos, las calles, aumentar las cosechas y prolongar la vida. Los profesores de
historia trabajaron para los nazis, para los regímenes comunistas y para
• La tour, "Give", 1983, p. 16 1. Larour se denomina a sí mismo "no motlernism" los dictadores derechistas tanto como para los gobiernos democráti-
pero esta posición parece indistinguible del posmodernismo. ' cos. La disciplina de la historia no libera a quienes la ejercen de las
10
Sorri y Gil!, Post-Modem, 1989, p. 198.
11
Algunos posmodemistas son completameme indiferentes a la relación entre la demandas de los políticos, tampoco la objetividad de la ciencia garan-
ciencia Yla sociedad. Según una opinión, la ciencia simpleme nte aporta información tiza que se hagan aplicaciones benignas. El progreso puede ser una
Y toda atención que se le preste no debería provenir de los fi lósofos ni de los historia- espada de doble filo.
dores, sino de los políticos. De acuerdo con esto, el posmodernista conserva "el mismo
alejamiento con respecto a la cie ncia que 1... ] hacia la información [ ... ] la ciencia y la
información son objetos independientes del estudio que obedecen sus propias leyes". 12 Ermarth, Seque!, 1992, pp. 6, 7, 9.
Ankersmit, "Historiography", 1989, pp. 140- 141. ll Lyotard, Toward, 1993, pp. 159- 162 .
117
]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob
116 El posmodem ismo y la aisis de la modernidad

EL LINAJE HISTÓRICO DEL POSMODERNISMO


Aunque las fuentes generales de descontento con la modernidad
son bastante fáciles de identificar, es mucho más difícil seguir ia lógica Los principales apóstoles contemporáneos del posmodernismo son ~os
de los argumentos posmodernistas o establecer su agenda política. Las filósofos franceses, Michel Foucault (1926-1984) y Jacques Dernda
metas de los posmodernistas han sido objeto de intenso debate. Si (1930-) . Gran parte de la crítica posmodernis.ta puede remont~rs: .a
bien tienden a creer que todo conocimiento es profundamente políti- su influencia y más atrás hasta Nietzsche y Hetdegger. Esto no stgmft-
co, sus propias políticas se expresan sólo de manera ambigua y a me- ca que Foucault y Derrida respalden las afi:m aciones ,de t~dos aque-
nudo como crítica más que como prescripción. Sus nociones sobre el llos que se llaman a sí mismos posmoderrustas. Podr.tan c1tarse mu-
~oder se han puesto en tela de juicio debido a que dos de sus más chos otros nombres (en su mayoría franceses) en una ltsta de honor d.e
tmportantes antecesores intelectuales, los filósofos alemanes Friedrich críticos posestructuralistas y posmodernistas: Jacques Lacan .en el psi-
Nietzsche y Martín Heidegger, hicieron declaraciones notoriamente coanálisis, Roland Barthes en la crítica literaria y Jean-Fran<sOLSLyotard
antidemocráticas, antioccidentales y antihumanistas y fueron relacio- en la filosofía. Pero Foucault y Derrida aportaro n los argumentos
nados, en algunas ocasiones con justicia y en otras no con el antise- cruciales del posmodernismo, en particular del que ha sido adoptado
mit~smo. Hitler citó los textos de Nietzsche en apoyo de su ideología
r~ctal, Y el p~~pio Heidegger se unió al partido nazi. Aunque la mayo-
en Estados U nidos.
Ambos filósofos crecieron en los difíciles años de la posguerra de
na de los teoncos de la posmodernidad han rechazado claramente las fines de los cuarenta y principios de los cincuenta. No fueron amigos
implic.aciones p~otofascistas y antisemitistas de la obra de Nietzsche y personales, pero contribuyeron a definir una agenda in.t electu~l :n
de Hetdegger, aun prevalecen dudas sobre la facilidad con que pueden común con amplia resonancia internacional. En su traba¡o convirtie-
separarse los hilos en su pensamiento. ron al posestructuralismo, si no exactamente en u~a pala~ra de uso
Desde nuestro punto de vista, los posmodernistas son intelectua- cotidiano, por lo menos en una etiqueta para pracucar con¡ uros~ aun
l~s profundamente desilusionados que denuncian en bloque al mar- cuando ambos rechazaban casi todos los ejercicios de asignar cuque-
XIsmo Yal humanismo liberal, al comunismo y al capitalismo, así como ras. Tras abandonar los círculos intelectuales franceses, Foucault tr~:
a todas las expectativas de liberación. Insisten en que todas las ideolo- bajó en Suecia, Alemania, Túnez y California, y Derrida, quien nacto
gías r:inantes son básicamente las mismas, porque estas ideologías en Argelia, ha impartido clases durante mucho tiempo en Estados
están tmpulsadas por el deseo de disciplinar y controlar a la población
a nombr: de la cien~ia y la verdad. Ninguna forma de liberación pue- Unidos.
A pesar de las considerables diferencias de sus enfoques -_Y de las
de evadtr e~tos parametros de control. Así, en muchos aspectos el polémicas establecidas entre ambos- tanto Foucault com~ Dernda b~s­
posmodermsmo es una visión del mundo irónica, tal vez incluso caron desafiar los supuestos más fundamentales de las ctenctas sooa-
desesp~ranzad~, qu: en sus formas más extremas asigna un papel muy les occidentales. 14 Expresado de fonna más esquemática, niegan nuestra
pequeno a la ~1stona como lo previamente conocido. Por otra parte, capacidad de representar la realidad de alguna manera objetivamente
el posmodermsmo plantea preguntas impresionantes sobre la verdad ve rdadera y ofrecen "deconstruir" (un término hecho fa moso por
la ~bj.etividad y la historia que simplemente no pueden descartarse: Derrida y sus seguidores) la noción del individuo como un agente, ~u­
-:.st~tsmo~ estas preguntas atacan el nervio expuesto por la concien- tónomo consciente de sí mismo. Con textos q ue en parte son cnuca
cta dt~undtda de que los modelos de la ciencia y la historia del siglo XIX literaria y en parte filosofía (y en el caso de Foucault en parte comen-
necesttan redefinirse con urgencia. tario histó rico) echaron por tierra sus visiones sobre el hombre ocCI-
dental, definido como racional, capaz de objetividad y en posesión de

li Para un enfoque sinülar al de estos pensadores, véase Wolin, 1erms, 1992, parte 3.
118 El posmodemismo y la crisis de la modernidad )oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret )acob 119

un conocimiento que corresponde a la verdad de la naturaleza y la A menudo los argumentos de Nietzsche se acercaban a lo moral-
sociedad. En resumen, atacaron todo el proyecto de la Ilustración. mente repugnante. En La genealogía de la moral, por ejemplo, exclamaba:
Tomando a Nietzsche como su inspiración, Fouca ult y Derrida
transformaron al hombre occidental en un Gulliver moderno, atado Afrontemos los hechos: el pueblo ha triunfado -o los esclavos, la
con sogas ideológicas e incapaz de trascendencia porque nunca puede plebe, la turba, o como quieran llamarlos-, y si los judíos lo provo-
ir más allá del velo del lenguaje hasta la realidad "de allá afuera". La caron, entonces ninguna mKión tuvo jamás una misión más uni-
visión nietzscheana transmitida median te la ironía y la sátira permite versal sobre esta Tierra [ ...1 No niego que este triunfo pudo haber-
diversas interpretaciones y los posmodernistas ofrecen múltiples res- se considerado como una especie de envenenamiento de la sangre,
p uestas a sus textos iconoclastas. Foucault describió la lectura de ya que ha provocado una mezcla de razas. 17
Nietzsche como un "shock filosófico" y una "revelación", pero que
difícilmente lo distingue de la mayoría de los alumnos de licenciatura Tal vez sin advertir los peligros históricos ya demostrados de tales
de Estados Unidos.15 Así, la influencia nietzscheana podría ser en par- afirmaciones, algunos posmodernistas han desvariado imprudentemen-
te estilística y literaria, y en parte filosófica. Foucault y Derrida a me- te al comentar los puntos de vista de Nietzsche. Alice Jardine de mane-
nudo intentaron imitar aspectos del estilo difícil, aforístico, alusivo, ra confiada afirma que "el shock de reconocer que la verdad occidental
de N ietzsche, porque lo consideraban acorde a su argumento intelec- y el deseo de verdad occidental han sido un terrible error, es lo que
tual ce ntral de que al final todos los conceptos son ériaturas ilusorias Nietzsche deja para que el siglo XX lo aprenda por el camino difícil". 18
coyun turales. El conocimiento, enseñaba Nietzsche, es una invención En una interpretación más extrema, ]ean-Fran<sois Lyotard planteó la
que enmascara una voluntad de poder. hipótesis de que "los rasgos característicos de la religión judía, yde Oc-
Nietzsche se puso de moda a sí mismo como el máximo filósofo cidente en la medida en que es producto de esa religión, no deben bus-
irónico y moral. Insistía en que "la infinitamente compleja catedral de carse en la neurosis obsesiva sino en la psicosis". Lyotard ha dedicado
conceptos" de OcCidente estaba construida "sobre cimientos frágiles gran parte de su trabajo a la crítica del "declive [en francés défaillance ,
Ycomo si estuviera sobre la corriente del agua". 16 Los seres humanos que significa extinción o decaimiento] de la modernidad", el colapso de
no descubren una verdad acorde a la naturaleza; la inventan, de modo todas las narrativas emancipatorias. 19
que esa verdad siempre está cambiando, así como el agua del río cam- Como Nietzsche, los pos modernistas quieren usar la h istoria en
bia también. Los reclamos de la verdad, por lo tanto, sólo pueden ser contra de sí misma a fin de atacar las certezas y los absolutos que
simulaciones presen tadas invariablemente por q uienes tienen poder. sirvieron de base para el positivismo y para las ciencias h umanas que
Lo noble, lo verdadero y lo bueno de los valores occidentales es sólo lo surgieron a lo largo del siglo XIX. Foucault, por ejemplo, describió su
que la antigua nobleza sostenía que eran; después vino la revolución versión de la historia con un lenguaje nietzscheano: "perturba lo que
transgresora de la cristiandad que condujo a las clases inferiores a previamente se consideraba inmóvil; [... ] fragmentos de lo que antes
realizar una inversión irrevocable de los valores. En la cristiandad, de se creía unificado; [... ] muestra la heterogeneidad de lo que se imagi-
acuerdo con Nietzsche, los sumisos, los débiles y los de baja posición naba consistente consigo mismo". Foucault proclamaba con grandilo-
consiguieron vengarse. La democracia favoreció la inversión de los cuencia: "estoy muy consciente de q ue nunca he escrito nada más que
valores porque la "plebe" de la humanidad se convirtió en árbitro de ficciones" . Sin embargo insistía, en térm inos típicamente irónicos, "no
la verdad y reforzó la moralidad "esclava" cristiana. pretendo ir tan lejos como para decir q ue las ficciones están fue ra de

" Cotiw se cita en Millcr, Passion, 1993, p. 67. 17 Nietzsche, "Birth", 1956, p. 169.
16
En "On Truth and Falsity in an Extra-Moral Scnse", citado en Mcgill, Pro¡JIIe!s, IR Jardinc, Gynesis, 1985, p. 148.
1985, p. 52. 19 Lyorard, Lyotard, 1989, p. 102. Véasl! también "Universal", 1989, pp. 314-323.
120 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 121

la verdad (hors vérité). Me parece que es posible realizar trabajo de dad ocultaba una insensibilidad con implicaciones morales profunda-
ficción dentro de la verdad. "20 Sin embargo, Foucault nunca especifi- me nte pefturbadoras.
có de qué manera determinaría esta "verdad" o incluso cuál podría ser Aunque escribieron en épocas distintas, tanto Nietzsche como
su posición epistemológica. · Heidegger atacaron al histor icismo y su preocupación central, el hom-
La ayuda para la tarea de ir "más allá de la verdad" provino tam- bre. La historia, argüían, no se desenvolvía de manera lineal de tal
bién de Martin Heidegger. Esta deuda con Heidegger ha enredado forma que revelara la verdad en el proceso de desarrollo con el tiempo,
más al posmodernismo en la controversia política, pues su impeniten- sino que más bien se movía mediante un conjunto arbitrario de crisis,
te membresía al partido nazi desde hace mucho tiempo ha despertado separaciones y disrupciones. Nada surgió necesariamente de lo que ocu-
dudas sobre el significado político de su obra. Como Nietzsche an tes rrió antes, por lo tanto, la causalidad debería descartarse junto con el
que él, Heidegger describía la filosofía y la cultura occidentales en una ser humano como agente y la estructuración social. Los historiadores
crisis fatal. Hemos "llegado tarde a una historia que ahora se precipita q~e inventaron los mitos de la modernidad no podían esperar ser más
hacia su final", insistía en 1946. Heidegger rechazaba la razón y la objetivos que cualquier otro científico social. Los seres humanos no~ -..
objetividad - valores de la Ilustración- de una manera aún más extre- logran una separación de los objetos que estudian; simplemente los ~
ma q ue Nietzsche. En un ensayo titulado "La palabra de Nie tzsche: dotan de sus propios valores. Así, junto con la historia moderna, la
'Dios ha muerto"', Heidegger insistía en que "el pensamiento empieza idea del ser humano como un agente racional, autónomo, subjetiva-
sólo cuando hemos llegado a comprender que la razón, glorificada mente dispuesto se puso en tela de juicio. Como dijo Foucault, Nietzsche
durante siglos, es el adversario más rígido del pensamiento". mató al hombre y a Dios "en el interior de su lenguaje".24 Heidegger,
A diferencia de Nietzsche, quien podía identificarse con aspectos como Nietzsche antes que él, insistía en que el pensamiento siempre
del método científico, por lo menos en el estudio del lenguaje, Heidegger genera r.nayor complejidad, mayor oscuridad.
explícitamente atacó a la ciencia por asaltar a la naturaleza. El "frene- Foucault y Derrida adoptaron muchas de estas perspectivas sobre
sí tecnológico" del hombre moderno trata a la naturaleza -y a los seres la historia, pero no pueden describirse como discípulos de Nietzsche Y
humanos- sólo en términos de mera manipulación y por ende mani- Heidegger en el se ntido usual. Tampoco hicieron filosofía de la mane-
fiesta un "decli ve espiritual" en Occidente.2 1 Para Heidegger "ahora la ra esperada, incluso en el estilo de N ietzsche y Heidegger. Foucault
agricultura es una industria alimenticia mo torizada, en esencia lo mis- elaboró una serie de obras históricas sobre la locura, la medicina, las
mo que la manufactura de cadáveres en cámaras de gas y campos de prisiones y la sexualidad (entre otros temas) q ue tenían por objeto
exterminio, lo mismo que el bloqueo y la hambruna impues tos a paí- mostrar la manera en que el individuo o el yo moderno era producido
ses, lo mismo q ue la fabricación de bombas atómicas". 22 Enfrentados por las disciplinas y los discursos de las instituciones. Derrida escribió
con esta sensibilidad moral - o de ahí la carencia- muchos han denun- ensayos donde criticaba a los pensadores, desde Platón hasta Foucault,
ciado a Heidegger por defender una actitud de Gelassenheit, de "dejar argumentando que todos ellos cayeron en la trampa de las categorías
que las cosas sucedan". Su fusión de la agricultura mecanizada y de los binarias de la metafísica occidental: el bien contra el mal, el ser contra
campos de la muerte parece estar demasiado acorde con su propio la nada, la verdad contra el error, la naturaleza contra la cultura, el
interés político como ex nazi que nunca expresó ningún arrepenti- habla contra la escritura. A fin de atraer la atención a la camisa de
miento por sus acciones en los años treinta. 23 Su ataque a la moderni- fuerza de las expectativas literarias y filosóficas occiden tales, Derrida
deliberadamente atacó las convenciones de la escritura con su tipo-
2° Como se cita en Mcgill, Prophets, 1985, pp. 134, 235. grafía inusual, el flujo constante de neologismos y títulos extraños (La
21Como se cita en ibid., pp. 145, 106, 140.
22
carta postal; de Sócrates a Freud y más allá; "escriTura, encaSIIIamiento
Como se cita e n Wolin, Terms, 1992, p. 239, citando a Schirmacher, Teclmik,
1983, p. 25.
23 Para un estudio útil sobre el pensamiento de Heidegger, véase Stciner, Martin, 1979. H Como se cita en Mcgill, Prophcts, 1985, p. 101.
122 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce A¡)p/eby, Lynn Hunt y Margaret]acob 123

y reVIsión"). Lo que compartían ambos a urores era el énfasis en los citamente el tema de su homosexualidad, un discípulo argüía q ue "La
efectos del lenguaje, o lo que Foucault llamaba discurso. El discurso 'verdad', entonces, no es lo opuesto del error; la ' verdad' es una estra-
~ producía conocimiento y no a la inversa. Así, Foucault y Derrida abrie- tegia discursiva q ue (entre otras cosas) bloquea la indagación sobre
ron la posibilidad de que la propia búsqueda de la verdad pudiera con- las condiciones -dinámicas y eróticas- de su propia producción." 27
siderarse como la principal ilusión occidental. Así, el lenguaje queda como una barrera insuperable para la ve r-
Algunos podrían argumentar que ni Foucault ni Derrida debe- dad. Foucault y Derrida describe n a los seres h umanos atrapados en la
rían leerse como relativistas porque ninguno planteó un sujeto que prisión de l lenguaje, una cárcel aún más confinante que el determi-
pudiera sostener una posición subjetiva (n.o se puede ser relativista a nismo económico atribuido a Marx o el determinismo psicológico de
menos que se ocupe una posición que sea relativa a los demás). Am- Freud. Después de todo, Marx y Freud se consideraban científicos ca-
bos se propusieron descentrar al suj eto, es decir, poner en entredi- paces de establecer una relación objetiva con la realidad histórica o
cho su primacía como ubicación para realizar juicios y buscar la ver- psicológica, que estaba abierta a más elaboración. Tenían la convic-
dad. Desafiaron el proyecto de la Ilustración en su conjunto, que se ción de que sus teorías les daban ventaja sobre la realidad, así como
basaba en un concepto de subjetividad autónoma. Foucault en particu- un medio para transformarla. Foucault y Derrida rechazan este tipo de
lar, aunque en momentos se muestra respetuoso de la búsqueda del determ inación sobre la realidad y con ello la posibilidad de una obje-\
siglo XVIII de nuevos fundamentos para el conocimien to, proponía la tividad predicada sobre la separación del yo y el objeto de conoci-
rebelión en contra de aquélla a la manera de una crítica práctica de miento. Niegan toda relación directa, personal, con la realidad del
la razón que "toma la forma de una transgresión posible".15 En mu- mundo exterior porque la realidad es criatura del lenguaje.
chos aspectos entonces, sus críticas al suj eto y al lenguaje promovie- Foucault y Derrida tomaron como base la obra fundamental de
ron un escepticismo más profundo sobre el yo y la verdad (en vías de Ferdinan.d de Saussure sobre la naturaleza dellenguaje.18 Al principio
desaparición). del siglo XX el trabajo de Saussure sugería que el lenguaje no propor-
Foucault hizo de la verdad nada más que la voluntad de poder cionaba ningún acceso directo a la realidad, porque en sí mismo está
dentro del discurso, mientras que Derrida puso en duda la tarea de basado en la d iferencia y la distancia, empezando con la diferencia
buscar algo llamado "verdad" frente al juego infinito de significantes. esencial entre el significante (el sonido o la apariencia de la palabra) y
Aunque sus enfoques eran radicalmente distin tos y en algunos casos su significado mental (el significado o conce pto de la palabra). El
opues tos, ambos tenían como objetivo deconstruir la verdad como significan te y el significado no son lo mismo; la palabra "n-i-e-v-e" no
valor en Occidente. 16 La influencia de tales posiciones puede verse en es nieve en sí misma sino más bien la represen tación o significante de
muchos sitios. A l criticar una biografía de Foucault, que trataba explí- los minúsculos cristales congelados que llamamos nieve. El significante
representa el significado, pero no es idéntico a él, y en el proceso de
represen tación se encuentra la posibilidad de velar, distorsionar, ofus-
15 Véase Foucault, "What", 1984, p. 45. ' car. El lenguaje se construye con base en la diferencia, en la relación
16 Reconocemos que los posmodernistas, incluyendo a Foucault y Derrrida, han del significante con el sign ificado y de las palabras en tre sí, no con
sostenido una variedad (no siempre consistenre), de posiciones sohre la verdad. Aquí base en una correspondencia directa con la realidad. Esto puede ob-
hemos pasado por alto algunas de dichas diferencias, sin duda para consternación de
algunos lectores, con el interés de avanzar con n uestra propia descripción sobre la histo-
ria. Agradecemos a Joseph Rousc por llamar nuestra atención hacia las complejidades
de la respuesta posmodernista a la pregunta sobre la verdad. No tiene ninguna respon- 17Halperin, "Bringing", 1993, p. 88.
sabilidad en nuestra fi>rma de tratar este aspecto, con la que muy probablemenrc csrá en 18El texto esencial derivado de Saussure se basa en las noras que tomaron sus
desacuerdó. Para un intento de dilucidar las posiciones posmoJcrnistas sobre estos asun- alumnos. Saussure, Course, 1983. Para una opinión Je Fo ucaulr sobre Saussure véase
tos, véase Norris, Wlwt's, 1990. Para un ejemplo de la ambigüedad en torno a la verdad Order, 1970, pp. 294-300. Para otra de Derrida sohre Saussurc, véase Grammatology,
que se encuentra entre los posmodcmistas, véase Lyotard, 1ilww·d, s. a. 1976. Obsérvese 4ue el propio Saussurc era un creyente de la ciencia.
124 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 125

servarse si se invierten los contextos usuales de nieve. "La nieve se competitivas y hegemónicas del capitalismo estadunidense y del co-
derritió al bajar la temperatura" técnicamente es un enunciado que munismo del bloque del Este -o el humanismo liberal y el marxismo-,
sin embargo provoca confusión en el lector en cuanto al significado de podría esperarse que sospecharían de las proclamaciones fáciles de
"nieve". liberación o verdad.
Así, podría sostenerse que la realidad, o lo que la metafísica lla- U na vez revelado como producto del lenguaje y la ideología, el yo
maba "presencia" (lagos, ya sea en la forma de realidad, presencia, queda expuesto como un animal enj aulado (Foucault) ; o bien, des- ¡
razón o la palabra de Dios), nunca está directamente disponible para aparece como humo que se disipa en el cielo (Derrida). La identidad
nosotros. La realidad siempre está oculta por el lenguaje y los produc- individual única es, en opinión de los posmodernistas, una creación
tos del lenguaje a su vez están velados por la operación de los códigos histórica cuyos días están limitados. El yo no habla del lenguaje; el -
culturales. 29 Derrida resumió su posición en uno de sus pronuncia- lenguaje habla a través del yo, justo como lo había afirmado Heidegger.
mientos típicamente elípticos: "Cuyo discurso nos dice: la columna es La idea misma del autor, concluía Foucault, era la creación de los
es to aquello, esta ahí[ .. . ]la columna no tiene Ser, ni tampoco ningún mismos discursos de los siglos XVII y XVIIJ que insistían de manera más
estar-ahí, ya sea aquí o en otro lugar. No pertenece a nadie [ ... ]Y del general en la responsabilidad personal. Leer un texto, de acuerdo con
no ser de la columna (un ser), de su no caer bajo el poder del es, toda Derrida, "no tiene nada que ver con el autor como una persona real".31
la metafísica occidental, que vive en la certeza de lo ·que es, ha girado El autor, junto con la idea de "hombre", desaparecería con el trans-
en torno a la columna."30 curso del tiempo porque era un artefacto cultural.
En opinión de Derrida, ya no puede suponerse que la verdad del La influencia del posmodernismo entre los historiadores de fines
significante {la palabra, la columna) esté garantizada por algún signi- del siglo .xx habría permanecido enteramente marginal -materia de
ficado trascendental o verdad previa (Dios, la mente o la correspon- disputa filosófica- si la disciplina de la historia no hubiera estado cam-
dencia necesaria entre la naturaleza y el lenguaje). / biando. Crucial para el cambio fue la cuña del relativismo y del escep-
Derrida defendió un método de leer llamado d construcción, el ticismo. Ya desde los años treinta, los historiadores progresistas
cual tenía como fin mostrar de qué manera los textos FGprimían tanto estadunidenses Carl l3ecker y Charles Beard lanzaron la llamada de
como expresaban para mantener la noción occidental fundamental clarín del relativismo histórico al insistir que todo hombre (el término
del "logocentrismo", la idea "errónea" de que las palabras expresaban que usan) escribiría su propia historia. Parecerían implicar que dado
la verdad de la realidad. La deconstrucción demostraba que los textos que todo hombre tiene su propia versión de la historia, la historia fun-
podían ser interpretados de maneras múltiples si no infinitas, porque cionaba como un mito cultural más que como una descripción objeti-
los significantes no tenían ningún vínculo esencial con lo que signifi- va del pasado (una posición no alejada de la de Nietzsche). Sostenían
caban. Tal vez no es sorprendente que los intelectuales franceses que que el ideal de una reconstrucción definitiva y objetiva del pasado era /
vivieron durante la ocupación nazi encontraran obligatoria la metáfo- quimérico. Los hechos no se presentaban directamente ante el histo-
ra de la trampa o de su antónimo, la libertad total; en términos de riador, sino que éste los recogía y elegía entre ellos, guiado por sus
Derrida, los occidentales están equivocados al creer que la columna presupuestos ideológicos. En palabras de Beard, el historiador realiza-
tiene Ser, pero no pueden renunciar a esa creencia. Y dadas las difi- ba "un acto de fe",-basado en "una decisión subjetiva, no en un descu- .__.
cultades a que se enfrentaron los intelectuales franceses de la posgue- brimiento puramente objetivo". 32 Así, poco después de que los histo-
rra al tratar de encontrar una salida a lo q ue consideraban demandas riadores habían establecido su disciplina como un campo de estudio

29 31 Como se cita en Rosenau, Post-modemism, 1992, p. 30.


Puede encontrarse una exposición útil de las ideas de Derrida e n la introduc-
ción de Johnson a Derrida, Dissemination, 1981, pp. VII-XXXIII. 32 Para una revisión de las posiciones de Becker y 13eard y la controversia despertada
30
Derrida, Dissemination, 1981, p. 352. por ellos, véase Novick, Noble, 1988, pp. 250-264; cita de Beard en la p. 257.
126 El po.1modemismo y la crisis de la modernidad }oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 127

autónomo que imitaba los métodos de investigación científicos, em- el centro de la controversia. Mientras los debates sobre his toria social
pezó a tambalearse la creencia en su posición científica y en su capa- aún dominaban los titulares de la controversia histórica, algunos histo-
cidad para la objetividad. riadores se alejaron de aquélla, que ahora era cuestionada por no ha-
Pero éstos eran vagos murmullos comparados con la vigorosa ex- berse puesto a la altura de su promesa, y se di rigieron hacia la historia
pansión del marxismo, la escuela de los Annales y la teoría de la mo- de la cultura. La nueva investigación histórica se concentraba en la
dernización, que después de la segunda guerra mundial se convirtie- mente como depositaria de las prescripciones de la sociedad, como el
ron en paradigmas en competencia por la organización de las cantidades sitio donde se fo rma la ide ntidad y se negocia lingüísticamente la reali-
cada vez más grandes de investigación global. La crítica a estas em- dad. Ahí residía la cultura, definida como el repertorio de los mecanis-
presas permaneció inactiva has ta los años setenta y ochenta, cuando mos interpretativos y los sistemas de valores de la sociedad.
empezó a explotar, detonada en parte por la democratización de la El historiador de la cultura buscaba cavar bajo los productos for-
universidad. Los grupos recién admitidos en la universidad resultaron males del derecho, la literatura, la ciencia y el arte hasta los códigos ,
especialmente receptivos a los reclamos posmodernistas escépticos claves, indicios, signos, gestos y artefactos mediante los cuales las
después de haber visto que los principales representantes de las tres personas comunican sus valores y sus verdades. Lo más importante es
escuelas de historia más importantes habían excluido a las mujeres y a que los académicos empezaron a ver q ue la cultura particulariza el
las minorías de sus descripciones o bien los habían tratado de manera significado porque los sím bolos culturales son reformulados sin cesar
estereotipada. Aunque los historiadores sociales individuales se ape- en los encuen tros cotidianos. Sólo quienes están dentro tienen acce-
gaban con tenacidad a un modelo de academia objetiva, los resulta- so al mensaje; estar dentro del aro social de señales convierte a las
dos de su investigación también reforzaban la desagregación de todos personas en miembros de l grupo, ya sea un a comunidad, una clase,
los esquemas interpretativos unitarios. La historia de lo que los pos- una congregación o una nación. Este punto de vista cultural puede,
modernistas llamaban grupos "subalternos" - trabajadores, inmigrantes, pero no necesita, negar la unive rsalidad de un lenguaje conceptual
mujeres, esclavos y homosexuales- de hecho resultó difícil de integrar junto con la uniformidad del razonamiento humano. Sin embargo,
en la historia de una nación estadunidense. ¿Cómo podrían las trági- desde una perspectiva posmodernista, la historia cultural podría ser
cas historias de vida de los esclavos, por ejemplo, incorporarse a una usada para continuar el ataque sobre la razón y los valores h umanos
sola narración regida por el optimismo y el progreso? La histo ria so- unive rsales.
cial, que una vez fue la gran esperanza de una profesión cada vez más En la perspectiva cultural entra en juego una visión de la raciona-
incluyente, aunque de orientación científica, parecía inadecuada para lidad distinta, la cual subraya que la razón humana funciona dentro
la tarea de ofrecer una narración nueva, de género e incluyente. de un contexto cultural específico. La gen te piensa dentro de paráme -
tros de su universo mental; no puede lanzarse en catapulta fue ra del
universo a fin de formarse juicios independientes al respecto. No obs-
EL AUGE DE LA HISTORIA CULTURAL tante , dentro de un universo mental puede alcanzar verdades cien tífi-
cas o morales accesibles para las personas de distintos universos men-
Dentro del contexto de las universidades más democratizadas de lo tales. Nada de la perspectiva cultural presupone necesariamente la
que nunca pudieron haber imaginado Bardo Becker, surgió la guerra noción de que los lenguajes son inconmensurables y q ue no tienen un
cultural a lo largo de un frente que iba de la historia y la literatura al significado común para las personas que inicialmente no participaron
derecho y la educación. En efecto, entre las ciencias humanas la histo- en su form ulación. La nueva historia cultural todavía reflejaba los in-
ria corría con mejor suerte que la mayoría porque, hasta muy reciente- tereses en desarrollo al descubrir las fuentes sociales o contextuales de
mente, los métodos y objetivos de la historia social, en lugar de los los motivos o acciones que se examinaron en los primeros capítulos
dilemas filosóficos q ue planteaba el posmodernismo, permanecían en sobre la historia estadunidense y la historia de la ciencia. Pero míen-
128 ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 129
E! posmodemismo y la crisis de la modernidad

tras que los historiadores, los teóricos de la modernización y los mie m- decodificar el significado, más que inferir leyes causales o explicacio-
bros de la escuela de los Annales ponían a trabajar por igual ~ la eco- nes, se consideraba la tarea central de la historia cultural, justo cuan-
nomía y a la sociología, los historiadores culturales recurrían a la an- do Geertz la había denominado la tarea central de la antropología
tropología y a la teoría literaria. culturaP 5
1
"Cu ltura" es un termmo
' · noton·amente laxo, y los antropólogos El creciente interés por la teoría cultural y la cultu ra originalmen -
han debatido su significado por mucho tiempo. Durante los años se- te provino de fuentes teóricas y de tendencias históricas distintas al
tenta y ochenta el antropólogo citado con mayor frecuencia era Clifford posmodernismo. Entre ellas había principalmen te desencanto por ex-
Geertz. En su ensayo maravillosamente provocador, "La descripción plicar todo en términos económicos y sociales. El énfasis en la cultura
uensá" , Geertz .
1...! . ' en que la " cu ltura no es un poder, algo a lo que
mststm implicaba q ue las creencias y Las actividades rituales de La gente
pueden atribuirse causalmente acontecimientos, comportamientos, ins- interactuaban con sus expectativas económicas y sociales y no sim-
tituciones o procesos sociales; es un contexto, algo dentro de lo cual plemente reflejaban sus situaciones socioeconómicas. En Estados
pueden describirse inteligiblemente, es decir, de manera densa".33 La U nidos, La creciente percepción de que la cultura estadunidense in -
antropología, con su énfasis en una inteligibilidad derivada de una cluía subculturas distintas y en ocasiones rivales también promovió el
amplia contextualización, llegó a ser una ciencia interpretativa en bús- interés por la historia de La cultura. Como respuesta a estas tenden-
queda de significado, más que una experimen tal en busca de leyes. cias, los propios modelos de explicación q ue la mayoría aportaron para
Así, Geertz explícitamente rechazó el modelo científico positivista en eL auge de la historia social al principio sufrieron un cambio radical de
favor de un modelo cada vez más literario de crítica cultural. Su posi- énfasis en los años setenta y ochenta. Au nque en principio se dirigie-
ción tenía afinidades obvias con las desarrolladas por posmodernistas ron hacia los teóricos de la cul tura dentro de sus propias filas, los mar-
como Foucault y Derrida. xis tas y los miembros de la escuela de los Annales cada vez se sin tieron
Muchos historiadores culturales pronto se subieron al carro triunfal más cautivados por La historia de la cultura. Incluso los in transigentes
interpretativo. Los historiadores proclamaron las ventajas de la "his- teóricos de la modernización ponían un énfasis creciente en los fac to-
toria en el genio etnográfico", pues parecía ofrecer una manera de res culturales.
in terpretar el significado que en el pasado la gente atribuía a sus expe- La atención marxista por las formas culturales fue inspirada por
riencias. Un estudio reciente había mostrado que entre 1976 y 1999 la obra de An tonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italia-
los estudios sobre la historia francesa se alejaron decididamente de la no, qu ien escribió sus pensamientos en una serie de cuadernos de pri-
historia política y social para acercarse a la historia .i ntelectual y cultu- sión en los ai1os veinte y treinta. El concepto más influyente de Gramsci
ral, lo q ue sin duda reflejaba una tendencia general. 34 El énfasis en fue el de "hegemo nía", la idea de q ue una elite puede establecerse sólo
si ejerce un dominio cultural sobre otras clases sociales. La fue rza
materi al por sí misma no puede conferir poder a un grupo; también
33
tiene q ue elaborar un medio de ejercer liderazgo cultural e intelectual.
Geertz, "Thick", 1973, p. 14.
34
Entre 1976 y 1990, el porcentaje de publicac iones en lengua inglesa sobre la Así, la clase trabajadora sólo accedería al poder si establecía su propia
36
hi~ toria francesa que se dedicaron a la historia política y diplomática disminuyó a la cultura independiente, "su propia concepción del mundo original".
m ~tad , y las publicaciones sobre historia econ6mica y social se red ujeron a un c uarto, El énfasis de G ramsci en la cultura, que se difu nd ió sólo gradualme nte
moen tras que las de historia intelectual y cultural se duplicaron. La tendencia al decli-
ve en his t~ ria social fu e aún más pronunciada en Francia, la sede de la escuela de los
en Los círculos marxistas después de La segunda guerra mundial, fue
Anroales. El porcentaje de publicaciones en fra ncés sobre historia francesa dedicadas a
la historia política y diplomática disminuyó en alrededor de un cuarto, y las de historia
social y económica se red ujeron a la mitad, mientras que las de historia intelectual y
cultural aumentaron al doble. Con base en los cuadros 1 y 2 de Schacpcr, "French", J' Véasc por ejemplo Darnton, Great, 1984, para una afiliaci6n explícita a Geenz.
199 1, pp. 242-243 . J6 Como se c ita en Pozzolini, Antonio, 19 70, p. !09.
130 ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 131
El posmodemismo y la crisis de la modernidad

evidente en la historia pionera e influyente que escribió Thompson yes del mercado en que se ofrece", él dirigía su propio trabajo para
sobre la clase trabajadora inglesa. Thompson explícitamente se dedi- descubrir la "lógica específica" de los "bienes culturales". 40 Para esta
có al estudio de lo que llamó "mediaciones culturales y morales" y "la lógica son centrales las formas y medios de apropiación de los objetos
manera en que se manejan estas experiencias materiales [ ... ] en for- culturales. En contraste con Foucault, quien subrayaba los efectos de
mas culturales"Y un campo discursivo general, Bourdieu atraía la atención a la impor-
Otras influencias también impulsaron a los marxistas hacia un tancia de las distinciones sociales en los usos de la cultura y reafirma-
in terés en la cultura, desde el trabajo del crítico literario Raymond ba la vitalidad de la historia social.
Williams de Gran Bretaña hasta los estudios de la escuela de Frankfurt El giro hacia la his,toria cultural ha sido incluso más entusiasta en la
de teoría crítica en Alemania. En Francia, Louis Althusser explícita- escuela de los Annales, cuyos miembros más jóvenes cada vez están más
mente intentó reorientar el marxismo hacia una dirección posestruc- desencantados COñ el paradigma original de Braudel sobre los niveles de
turalista argumentando que la propia obra de Marx mostraba que la la experiencia histórica. Esto se hizo evidente en la preocupación por lo
noción de un sujeto humano activamente dispuesto y libre en su ac- que los franceses llamaban de manera bastante enigmática las mentalités,
tuación era sólo producto de la ideología burguesa. Muchos historia- la adopción de la cultura por parte de los miembros de los Annales se
dores pertenecientes a la tradición marxista británica, incluyendo a centraba en las prácticas o estructuras mentales compartidas por una
Thompson, se alejaron de las posiciones posmoderriistas más extre- sociedad.41 Como etiqueta, mentalité servía para distinguir la vida cultu-
mas asociadas al giro cultural, considerándolas como una amenaza ral y mental de los procesos económicos, sociales o demográficos que
para el materialismo histórico. Thompson explícitamente atacó a previamente habían ocupado a los historiadores de los Annales,
Althusser por negar a los seres humanos un papel en la conformación Para la nueva generación de la escuela de los Anna!es, las mentalités
de su propio destino histórico. 38 A él y a sus numerosos seguidores les o la cultura ya no podían ser caracterizadas como parte del "tercer
preocupaba que el posmodernismo, en especial con su énfasis en el nivel" de la experiencia histórica. En su opinión, el tercer nivel no es
discurso, se manten ía apartado de la historia real forzando el lenguaje un nivel en lo absoluto, sino un determinante principal de la realidad
hasta separarlo de la realidad social. Un crítico marxista especialmen- histórica, porque las estructuras mentales no pueden reducirse a los
te vociferante denunciaba "una escritura que aparece con la etiqueta elementos materiales. Las relaciones económicas y sociales no ante-
de diseñador del posestructuralismo/posmodernismo" como un juego ceden ni son determinantes de las culturales; son en sí mismas cam-
de palabras académico y trivial que promueve una especie de contem- pos de práctica y de producción cultural. Según este punto de vista,
plación solipsista del propio ombligo en lugar de un trabajo intelectual las prácticas culturales no pueden explicarse de manera deductiva por
serio.39 referencia a una dimensión extracultural de la experiencia. Todas las
El sociólogo y antropólogo francés Pierre Bourdieu ha propuesto prácticas, ya sean económicas o culturales, dependen de las represen-
un enfoque marxista alternativo para la cultura. Bourdieu dio nueva taciones culturales o mentales o de los códigos que usan los indivi-
forma al modelo marxista prestando más atención a la cultura como duos para darle sentido a su mundo. 42
un conjunto de prácticas empleadas de manera diferente por distin-
tos grupos sociales. Aunque insistía en que "el modo de expresión
característico de una producción cultural siempre depende de las le-
.¡o Bourdieu, Distinction, 1984, pp. XIII, 1. Para una revisión crítica, véase Jenkins,
Pierre, 1992.
37 Como se cita en Trimherger, "l11nmp~o n", 1984, p. 219, The Makingoflle Englisll il Volker Scllin ra~trca la hi~toria de la palabra y del concepto en "Mcntalitat",
'Xkn·kmg Class se publicó por primera vez en 1963. 1985, pp. 555-598.
38 Thompson, Power, 1978. il Para una declaración influyenrc sobre la visi6n reciente de los Anrw/es, véa~e
39
Palmer, Descent, 1990, pp. 198-199. Chartier, "Intelectual", 1982.
132 ]oyce 1\p¡Jleby, Lynn Hunt y Margar<!t ]acob 133
El posmodernismo y la crisis de la modernidad

La nueva generación de los Annales y sus contrapartes en otros ningún motivo en lo absoluto para el juego del lenguaje, la única "causa"
sitios no propusieron simplemente una seri e de temas de investiga- consistente citada por Foucault para la formación de discursos era la
ción: más bien su enfoque de la cultura planteó preguntas sobre los voluntad de poder nietzscheana, expresada por lo regular a través de
métodos y los objetivos de la historia en ge neral. Aunque el concepto las i.nstituciones, más bien que por individuos. 43 Así, la definición de
de cultura no tiene por qué evitar el interés en las explicaciones socia- Foucault de su obra como historia de las condicio nes para la "produc-
' les y económicas, la creencia en la realidad o una práctica basada en ción de la verdad", corría el riesgo de reducir toda la verdad, y todas
el empirismo, el concepto sí prese nta problemas fundamentales sobre sus explicaciones históricas, a una voluntad de poder que todo lo abar-
1 cara; es decir, en gran medida, lo opuesto al juego del lenguaje inmo-
la explicación histórica cuando se eleva a la condición de fuerza prin-
cipal del cambio histórico. Si las suposiciones disponibles sobre las tivado de Derrida. En cualquiera de las dos opciones, ho mbres y mu-
causas o acontecimientos económicos se descartan lcon qué se ocu- jeres son despojados de las elecciones significativas cuya realidad alguna
pará su lugar ? Si todas las prácticas están marcadas cultural y vez h abía servido para distinguir a los seres humanos de los animales.
lingüísticamente, si todos los significados, incluso los significados de El cambio ocurre mediante deslices inesperados e impredecibles en las
las leyes científicas, dependen del contexto cultural, entonces lcómo líneas equivocadas de vastas configuraciones d iscursivas, a través
puede derivarse cualquier explicación causal? (Gcertz parecía sugerir de rupturas fortuitas en la guerra de todos contra todos, no por medio de
que no podría y no debería derivarse ninguna). Como ·a menudo ocu- una acción humana autodeterminada.
rre con los entusiasmos repentinos, la cul tura como categoría corría el A pesar de una gran resistencia al posmodernismo, éste ha gana-
riesgo de abarcarlo todo y así, en cierto sentido, de no explicar nada; do terreno gracias al aumento de la infl uencia de la teoría literaria en
lq ué significa decir que todo se debe a la cultura? lDeberían los histo- todas las formas de estudios culturales en las últimas dos décadas. En
riadores concentrarse en ofrecer descripciones gruesas y olvidarse del los años ochenta, Geertz señaló a los antropólogos en esta dirección
análisis causal? De esta manera, el reto para el reduccionismo (expli- vinculando su "teoría interpretativa" con lo q ue él llamaba "la analo-
car la acción por referencia a factores o causas económicas y sociales) gía del texto [ ... ] la más amplia de las recientes reconfiguraciones de
se convertía en un desafío para la explicación causal misma. Cuando la historia social". 44 En la "analogía del texto", la cultura es equipara-
la cultura lo inundaba todo, no podían distinguirse ni causas ni efec- da a un texto o al lenguaje. Al igual que un texto, debe ser estudiada
tos. En consecuencia, la historia cultural y los temas filosóficos del como algo en sí misma más que como una representación transparen-
relativismo y el escepticismo empezaron a intersectarse y a reforzarse te de una serie de códigos más básicos, tales como las tendencias eco-
entre sí. nó micas o sociales. Si la cultura es como un texto o un lenguaje, en-
tonces supuestamente es susceptible a todas las críticas planteadas
por Foucault y Derrida.
EL POSMODERNISMO Y LOS HISTORIADORES Todos los historiadores de la cultura deben enfrentarse a cómo
relacionar el artefacto cultural-el texto, la pintura o la máquina de
A primera vista podría parecer improbable que Foucault o Derrida vapor- con los demás sistemas de conocimiento, creencias, intereses
hayan tenido gran influencia en la práctica de la historia. Ambos ar- y estructuras que afectan a los agentes humanos que le dieron origen.
gumentaban con vehemencia en contra de toda investigación sobre Pero las teorías de interpretación posmodernas invariablemente van
los orígenes (tal vez el enfoq ue histórico clásico para cualquier pro- más allá de simplemente insistir en la integridad del artefacto cultu-
blema), y los dos propusieron métodos de análisis del discurso q ue no
requerían ninguna de las fo rmas usuales de fundamentación en la eco- 4l Agrauecemos a Ruth Bloch sus comentarios sobre este tema. Véase también
nomía, la sociedad o la política. Por consiguien te, a ambos se los ha Wolin, Terms, 1992, pp. 185- 186.
acusado de impulsar el nihilismo. Mientras Derrida parecía no ofrecer H Gecrtz, "Biurred", 1983, p. 30.
134 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce A¡Jpleby, Lynn H unt y Margaret )acob 135

ral. Desafían todos los esfuerzos por relacionar la cultura (o el discur- cura humana, y por ende la mutabilidad de las normas y prácticas
so o el texto) con algo fue ra o debajo de ella, ya sea con la naturaleza culturales. En Estados Unidos en particular (y tal vez sólo ahí) , la
o con circunstancias materiales, y al hacerlo socavan las bases tradi- historia de las mujeres y los estudios de género han estado en pri mer
cionales de los postulados del conocimiento tan to en las ciencias na- plano en la nueva historia cultural. Los historiadores feministas fue-
turales como en las humanas. Si se toman en serio las teorías posmo- ron pioneros en el uso de perspectivas antropológicas, y ahora algunos
dernas, no hay bases de interpretación transhistóricas o trascendentes, de ellos están en la vanguardia de quienes utilizan las teorías posmo-
Ylos seres humanos no tienen acceso inmediato al mundo de las cosas dernas. La noción misma de género muestra la influencia del término
o los acon tecimientos.45 Tomándole la palabra, el posmodem ismo sig- en las h umanidades, en un sentido cultural y lingüístico. Desde sus
nifica que no puede haber ningún camino recto hacia el mundo fuera orígenes como término de la gramática, cada vez más el género ha
del texto ni, por implicación q uizás, ningún acceso al texto por perso- llegado a relacionarse en inglés con la construcción cultural y social
nas o culturas extranjeras. La "belleza", al igual que la "verdad" y la de la identidad sexual. En su influye nte colección de ensayos, G ender
"realidad", estarían en "el ojo", por así decirlo, del lenguaje. Ni la and the Politics of History, Joan Wallach Scott insistía en q ue "una po-
realidad ni el conocedor quedan fuera de la construcción cultural. El lítica feminista más radical" requería "una epistemología más radical",
mundo, el conocedor y el lenguaje están todos profundamente relati- q ue ella encontraba en la teoría posmoderna. Citando los enfoques de
vizados y desprendidos de los procesos sociales q ue se afanan o arre - Fo ucault y Derrida como modelos, elogiaba la teoría posmoderna por
molinan sin palabras alrededor del portador de la cultura. En esta pers- relativizar la condición de todo conocimiento. 46
pectiva, el conocimiento científico se convierte simplemente en otra Los planteamientos originados por el uso feminista de la teoría
convención lingüística, una forma de discurso relacio nada con la for- posmod~rnista son característicos del debate sobre la analogía del tex-
ma de vida excesivamente racionalista de Occidente. to y la teoría posmodernista en fo rma más general. Para el debate ha
Las reacciones a las teorías posmodernistas dentro de la historia sido primordial el desvanecimiento de _la distinción entre el texto y el ·
han variado ampliamente. Los tradicionalistas rechazan las n uevas contexto (o entre el lenguaje y el mundo social) . La teoría clásica so-
formas teóricas así como han desechado todas las anteriores como ciafse basaba en una separación heurística entre el texto y el contexto.
intromisiones innecesarias, e incluso nocivas, en el ámbito de la his- Se tomaba algo para explicarlo (el texto, el efecto o la variable depen-
toria. Los historiadores sociales se han opues to a la teor ía cultural por diente) , tal como al auge del capitalismo, las obras de la racionalización
estar demasiado desprovista de las condiciones sociales concretas, burocrática o el aumento de la despersonalización en la sociedad mo-
aunque en algunos casos los his toriadores sociales mismos han llega- derna; se proponía otra cosa como el medio de explicación (el co ntex-
do a adoptar las nuevas teorías. Como ocurre tan a menudo con las to, la causa o la variaole independiente), por ejemplo la obra ética pro-
disciplinas académicas, la introducción a nuevas teorías ha servido testante, la ampliación de los mercados o la creciente diferenciación
para dividir a los estudiosos en campos opuestos. Nuestra opinión es de las funciones en la sociedad modern a. Al negar la posibilidad de
que las nuevas culturas, incluyendo las posmodernistas, han contri- cualq uier separación de texto y contexto (o causa y efecto) , la teoría
buido, como sus predecesoras, a revitalizar la discusión sobre los mé- posmodernista pone en peligro toda la teorización social.
todos, los objetivos e incluso los fundamentos del conocimiento. Son
provocadoras e inquietantes, pero plan tean preguntas que exigen al- 46 Wallach, Gender, 1988, cita p. 4. Scott ha sido el blanco de gran parte de las
gunas respuestas nuevas. críticas dirigidas en contra de los historiadores que usan tales teorías. Lo• historiado-
AlguJ!OS académicos feministas han considerado convenientes las res tradicionalistas, los marxi•tas y otros feministas la han criticado por su excesiva
fidelidad al posmodernismo, por una percepción de relativi•mo extremo y por una
teorías posmodemistas porque éstas subrayan la contingencia, la lo- tendencia a reducir la historia a la percepción del significado. Yéase, por ejemplo,
Palmer, DescenL, 1990, pp. 172- 186. Para una respuesta filosófica a la deconstrucción,
4l li>ew•, "lntellectual", 1987, en especial pp. 90 1-902. véase Putnam, Renewing, 1992, cap. 6.
136 El posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce 1\ppleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 137

Si la antropología cultural pos modernista sirve de guía, la preocu- prácticas nuevas o bien una celebración de la superación potencial de
pación por elaborar explicaciones causales y teorías sociales. sería re- todos los obstáculos. La forma literaria que adopta la argumentación
emplazada en una historia posmodernista por un énfasis en la influye considerablemente en la manera como se presentan la eviden-
autorreflexividad y en los problemas de la construcción literaria: ¿cómo cia y los argumentos.
se produce la ilusión de autenticidad, qué genera un sentido de vera- Los autores de ensayos sobre la "nueva historia" a principios del
cidad apegada a los hechos y una garantía de cercanía con la realidad siglo XX o sobre historia social en los años cincuenta y sesenta solían
pasada (o el "efecto de verdad" como en ocasiones se denomina) ?47 La escribir en términos heroicos y románticos sobre el progreso de la his-
implicación es que el historiador de hecho no capta el pasado de ma- toria social y económica, con el valiente historiador marchando a la
nera fidedigna, sino que más bien, al igual que el novelista, da la apa- par de las fue rzas del progreso y la democracia para combatir el atraso
riencia de hacerlo. Si esta versión del posmodernismo se aplicara a la y la tradición. En tiempos más recientes, se ha vuelto dominante el l
historia, la búsqueda de verdades sobre el pasado sería desplazada por estilo irónico entre dichos historiadores, quienes, al igual que otros
el análisis autorreflexivo de las formas en que el historiador produce críticos culturales, se han preguntado si su trabajo podría dejar de ser
ficticia mente "efectos de verdad" convincentes. De manera similar, la alguna vez fragmentario y parcial, con poca pertinencia en relación
gente de l pasado que se creía comprometida con la búsqueda de la con las grandes narrativas del pasado. Desalentados de la validez de lo
verdad tendría que recibir la indulgencia del historiador o bien ser que describen como macrohistorias, adoptan la ironía y sostienen que
desengañada por él, y su fútil lucha debería considerarse análoga a la sólo se dedican a escribir microhistorias.
odisea a que cualquier superstición o autoengaño obliga a sus creyen- Como es justificable, los aspectos de forma o técnica se extienden
tes.48 El relativismo, quizás teñido de cinismo o arrogancia, caracteri- a los demás capítulos de este volumen. 49 En nuestro énfasis sobre la
zaría la posición estética del historiador hacia esas personas, y se con- necesidad de contar con coherencia narrativa, análisis causales y
vertiría en la opción para reemplazarlas por el respeto. Frente a su contextualización social, como se ejemplifica en nuestras propias des-
miopía o a vanas estrategias discursivas, la voz irónica opacaría el pro- cripciones, estamos intentando avanzar más allá de los actuales juicios
digio del historiador al presentar la pasión de rondar entre los seres negativos o irónicos sobre el papel de la historia. Como historiadores,
humanos, luchando por encontrar verdades como una búsqueda de estamos sin embargo tomando nuestras decisiones estéticas, así como
sus "efectos de verdad". otros han elegido la comedia, el romance o la ironía para sus escritos.
Bajo los efectos de los enfoques li terarios posmodemistas, ahora Estamos poniendo énfasis en la necesidad h umana de comprenderse a
los historiadores se están haciendo más conscientes de que sus elec- uno mismo a través de una narración coherente del pasado y la necesi-
ciones supuestamente desapasionadas sobre técnicas narrativas y for- dad de explicaciones objetivas, reconocidamente parciales, sobre cómo
mas analíticas también tienen implicaciones con ramificaciones so- ha funcionado el pasado. En este sentido hemos renunciado a una po-
ciales y políticas. Los ensayos sobre los avances de la disciplina con sición irónica.5° Más que tratar de probar nuestra superioridad con res-
frecuencia tienen una forma canónica propia; primero una narrativa pecto a historiadores del pasado al concentrarnos en sus fallas, estamos
sobre el surgimiento de nuevos tipos de historia, despúes un extenso intentando aprender de sus esfuerzos para comprender el mundo so-
lapso para explorar los problemas planteados por los nuevos tipos de cial. En lugar de subrayar la imposibilidad de la objetividad total o de
historia, seguido ya sea por una lamentación sobre los males de las explicaciones causales completamente satisfactorias, estamos destacan-
do la necesidad de encontrar las explicaciones más objetivas posibles

41
Para una revisión crítica de esta tendencia en la antropología cultural, véase i9 Se refiere a la obra de la cual fue tomado este capítulo. [N. del C.]
Mascia-Lees, S harpe y Ballerino Cohen, "Postmotlernist", 1989, pp. 7-33. so Sobre la ironía como tropo en la escritura histórica, v~ase White, Metahistory,
48
Para este punto, véase Mack, Visionary, 1992, pp. 6-7. 1973.
138 EL posmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce 1\ppleby, Lynn Hunt y Margaret }acob 139

como la única forma de avanzar, tal vez no en un progreso lineal hacia explicaciones en la historia (es decir, en toda la realidad social) que va
el futuro, sino hacia una comunidad democrática más viva intelectual- de la biología y la topografía, pasando por la demografía y la econo-
mente, hacia el tipo de sociedad en la que nos gustaría vivir. mJa, hasta la estructura social y finalmente la política y sus primos
Estas son decisiones estéticas o literari as porque implican formas pobres, la vida cultural y la intelectual.
de organizar una narrativa, pero la historia es más que un conjunto de Sin embargo, el posmodernismo también planteaba su propio con-
escritos que se juzgan sólo en términos de sus méritos literarios. Nues- junto de preoc upaciones, al igual que lo hicieron todas las interven-
tras elecciones son políticas, sociales y epistemológicas. Son políticas ciones teóricas previas. Entre ellas figuran, en primer lugar, el proble-
y sociales porque reflejan creencias en cierto tipo de comunidad de ma del determinismo lingüístico, la reducción del mundo social y
histori adores y sociedad de estadunidenses. Son epistemológicas por- natural al lenguaje y la del contexto al texto. Si los historiadores re-
que reflejan posiciones sobre lo que puede conocerse y cómo puede nuncian a las analogías de los niveles (la escuela de los Annales) o a la
conocerse. Con diligencia y buena fe también pueden ser relatos del base-superestructura (marxismo) [también deben renunciar a la teo-
pasado d istante y reciente por momentos razonablemente ciertos, así ría social y al lenguaje causal por completo? De manera paradójica, al
sea de manera parcial. tiempo que la teoría se ha desarrollado desde los días de Hegel y Marx,
El presupuesto de una jerarq uía clara de explicaciones, desde la la trayectoria que avanzó a partir de Nietzsche y Heidegger hasta los
economía y la sociedad hasta la política y la cultura,.estuvo presente posmodernistas progresivamente se ha despojado de toda ambición
en la escuela de los Annales, el marxismo y la teoría de la moderniza- explicativa. Cuando los exponentes de dicha trayectoria apuntan ha-
ció n, y aún puede encontrarse en los índices de muchas monografías cia la historia, su proyecto teórico y empírico original, entonces es
sobre historia social. Estamos de acuerdo en que concentrarse en la atacada la explicación del desarrollo social y político de largo plazo.
cultura y el lenguaje socava esta visión jerárquica mostrando q ue toda En otras·palabras, el posmodernismo pone en tela de juicio la forma
\ la realidad social se edifica culturalmente y se construye discursiva- narrativa moderna, con lo que nuevamente prueba que la filosofía de
mente en primera instancia. La cul tura ya no puede considerarse un la historia sí es relevante.
fenómeno del "tercer nivel" en términos de los Annales si lo "básico"
de la vida (la demografía, la economía) se construye en y a través de la
cultura. En ese sentido, los modelos discursivos o lingüísticos ponen EL PROBLEMA DE LA NARRACIÓN
en duda las formas de explicación histórica convencionales que algu-
na vez fueron absolutistas, con lo cual abren la vía a nuevos tipos de Las pregun tas filosóficas sobre los fundamentos epistemológicos ine-
investigación histórica. La propia obra de Foucaul t es tal vez el ejem- vi tablemente aluden a la forma narrativa que da cohesión a la historia
plo más conocido de la nueva modalidad. como disciplina. La narrativa sigue siendo fu ndamental, aunque de
Por ende, no estamos rechazando sin control todas las propuestas distintas maneras, para la historia como form a de conocimiento sobre
de los posmodernistas. La analogía de textos y los aspectos de las teo- la vida humana, aun cuando pocos historiadores profesionales escri-
rías posmode rnistas tienen verdaderas c ual idades po líticas y ben ahora lo que se conocía clásicamente como historia narrativa:
epistemológicas. El in terés en la cultura era una forma de separarse grandiosos relatos panorámicos sobre el surgimiento de una nueva
del marxismo, o al menos de las versiones más insatisfactorias de nación o las crisis principales que amenazaban la identidad nacional.
reduccionismo económico y social. Los enfoques culturales y lingüís- A pesar del declive de las grandes narraciones, la historia ha conser-
ticos también contribuyeron en la tarea de de moler el escudo de la vado una forma narrativa sólida, incluso en las monografías más espe-
ciencia detrás del cual a menudo se escondía el reduccionismo. Al cializadas sobre historia social y cultural. Al igual que la memoria,
concentrarse en la cultura, se podía desafiar el supuesto, considerado todo trabajo en historia tiene la estructura de una trama, con un ini-
virtualmente de sentido común, de que existe un a jerarquía clara de cio, una parte intermedia y un final, ya sea el tema la movilidad social
140 El¡Josmodemismo y la crisis de la modernidad ]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 141

en una ciudad estadunidense del siglo XIX, los usos del arte como pro- las sociedades occidentales producían individuos especialmente ade-
paganda durante la revolución rusa o bien el análisis del auge de la cuados para la vida en un Estado posindustrial. 53 (No queda del todo
teoría posmodernista en los textos de historia. Así, argumentar a fa- claro por qué esto es algo malo.)
vor de un regreso a la narrativa, como lo han hecho algunos tradicio- En el mejor de los casos, siguiendo esta línea de argumentación
nalistas, es olvidar el punto cardinal de que los hist01iadores nunca se posmodernista, la narrativa y la metanarrativa son ficciones útiles para
han alejado de ella por completo.51 la sociedad industrial moderna y nada más. En el peor de los casos,
No es de sorprender que la "narrati va" se haya convertido en una son formas insidiosas de ocultar la parcialidad y los objetivos propa-
de las palabras clave críticas de las actuales disputas sobre la historia. gandísticos del autor de la narrativa y las tendencias normalizadoras
Quienes se resisten a los cambios en la disciplina, incluyendo el auge de las sociedades y los Estados modernos. Para algunos posmodernis-
de la historia social, tienden a defender la narrativa como la forma de tas, algunas metanarrativas son inherentemente totali tarias. Con este
escritura específica de la historia, mientras que aq uellos que abogan análisis globalizador no pueden, en ningún sentido, ser ciertas en for-
por la innovación disciplinaria suelen rebajar la narrativa como una ma alguna. Un posmodernista proclamaba: "La historia es el mito oc-
forma de escritura no complicada sobre el pasado o simplemente como cide ntal."54 En lugar de la trama y los personajes, la historia y la indi-
otra versión de la ficció n disfrazada de historia. Lo que es más impor- vidualidad, tal vez incluso el significado mismo, los posmodernistas
tante que ese debate esencialmente superficial sobre el lugar de la más esmerados ofrecerían un "patrón interminable sin significado",
narrativa de ntro de la profesión (superficial porque se centra en la una forma de escribir más cercana a la música moderna y a ciertas
fo rma más inmediatamente evidente de escritura más que en su im- novelas modernas.55
portancia más profunda) es el tema de lo que se ha llamado meta- En la forma más extrema de la crítica pos modernista de la narra-
narrativas o narrarivas maestras. tiva, se trata con especial desdén a quienes escriben para un "público
Una metanarrativa o narrativa maestra es un esquema general común educado", ya que convierten las contradicciones, las fuerzas
para organizar la-interpretación y la escritura de la historia. En capítu- políticas y las tensiones ideológicas de la historia en "despensamiento" ,56
los anteriores 51 describimos tres de las metanarrativas más importan- es decir, en una forma de propaganda para el statu quo. Esto es la máxima
tes de la h istoria moderna: el modelo heroico de l progreso a través de reducción al abs urdo de la crítica posmodernista a la escritura de his-
la ciencia, la épica de una nación estadunidense en desarrollo y la idea toria. Tales críticos se toman al pie de la letra la noción pos modernista
de lo "moderno". El marxismo, el liberalismo, incluso el propio pos- de que la historia es irrelevante para la identidad (una posición que,
modernismo, son ejemplos de metanarrativas, pues todos ofrecen vas- por lo demás, no es compartida por Foucault, quien atribuía toda iden-
tas historias sobre los orígenes de los problemas de Estados Unidos y tidad a los procesos históricos). Niegan que el relato o la narrativa sea
Occidente y la dirección que pueden tomar las vidas en la actualidad, una de las principales fo rmas en que la inteligencia humana le atribu-
así como las soluciones para el futuro. De estas filosofías de la historia, ye significado a la vida. Para ellos, toda la tradición historiográfica
sólo el posmodernismo ataca la metanarrativa junto con la propia for- simplemente fome nta "una conciencia que nunca es capaz de llegar a
ma narrativa como inherentemente ideológica y por ende ofuscadora. la crítica". 57 La narrativa y el pensamiento crítico son incompatibles.
Según la visión posmodemista, presente en las obras de Foucault y de Diversos niveles de argumentación están implícitos en esta con-
Derrida, entre otros, la historia en general y la narrativa en particular dena de las metanarrativas: la historiografía como la tradición de la
se denuncian como "prácticas representativas" mediante las cuales
IJ Véase la descripción en Whitc, C<mterH, 1987, p. 35.
51 Para una discusión sobre algunos de estos asuntos, véase en especial White, 5+ Descomhes, según se cita e n Rosenau, Post-modemism, 1995, p. 62.
"Question", 1987, pp. 26-57. Para una descripción del intento por revivir la n arra- 55 Ermarth, Seque!, 1992, p. 2l2.
ción, véase N ovick, Noble, 1988, pp. 622-625. 56 Cohe n, Hiswrical, 1986, p. 326.
52
Se refiere a la obra de la cual fu e tomado este capítulo. [N. del c .] 57 /bid., p. 77.
142 El posmodernismo y la crisis de la modernidad ]oyce J\ppleby, Lynn llunt y Margaret]acob 143

escritura de historia a lo largo del tiempo; la narrativa como forma de De manera similar se ha argumentado que la narrativa posmoder-
escritura histórica, y la narración de relatos como forma de· adscribir na ya no dependerá de la época de Newton, "la época de la historia
significado a la vida social. La posición posmodernista más extrema [ ... ] la época de los relojes y el capital". En lugar de ello, derrumbará
niega de una vez la validez de todas ellas. La metanarrativa se denun- al suj eto y al objeto del conocimiento y con esto a la distinción entre
cia como un mito, la historiografía se descarta como "una fo rma de "invención y realidad". 6 2
organización burocrático-ideológica", la narrativa como forma de pro- Probablemente es imposible desarrollar una defensa hermética de
paganda, y el relato o trama (principio-medio-fin como una forma esen- la narrativa y de la metanarrativa (en la época newtoniana). Rec iente-
cial de ver la acción del mundo) como parte del "mito de que la histo- mente un comentarista argumentó: "No hay defensa global de la forma
ria es una condición del conocimiento". Sin embargo, resulta menos narrativa que pueda aislarlo, de una vez por todas, de las dudas escépti-
claro lo que tales críticos preferirían que hicieran los historiadores, ex- cas."63 De manera similar, los esfuerzos filosóficos por definir con preci-
cepto quizás que no deberían escribir historia en lo absoluto o admitir sión el funcionamiento del análisis causal en la explicación histórica se
que al final la historia es otra forma de ficción. 58 Un filósofo contempo- han enredado sin remedio en debates sobre leyes de explicación genera-
ráneo expresa de esta manera la objeción a este tipo de crítica nihilista: les y la relación de la historia con las ciencias naturales. Si la naturaleza
"la deconstrucción sin reconstrucción es irresponsabilidad". 59 de las partículas que conforman la realidad física está disponible en
Ya no hay quien argumente, como Ranke parecía hacerlo, que la los pensamientos filosófico y científico contemporáneos, entonces el
narrativa histórica de algún modo refleja exactamente la realidad pa- concepto de una realidad vivida en el pasado y su relación con las repre-
sada "como de hecho fue". Los historiadores no pueden captar la tota- sentaciones históricas está todavía más sesgado. Sin embargo, Ja. mera
lidad de la experiencia pasada, así como los recuerdos individuales existencia de preguntas y dudas no prueba la falsedad inherente de la
tampoco lo hacen; sólo tienen los rastros o residuos del pasado, y sus forma narrativa con su incorporación del lenguaje causal.
descripciones necesariamente resultan parciales. Incluso quienes sos- Debido a que existe una brecha entre la realidad y su narración
tienen que la estructura narrativa es inmanente a los acontecimientos (su representación) , no ve mos ninguna razón para concluir que, en
mismos, y que la narración de hecho constituye la acció n y la expe- cierto sentido funda mental, la narración sea inherentemente inváli-
riencia, conceden que Las narrativas históricas no reflejan o reprodu- da. El simple hecho de que las narrativas sean creaciones h umanas no
cen simplemente la experiencia de primera mano de la realidad. 60 las hace a todas igualmente ficticias o míticas. En n uestros dos últi-
Aunque muchos historiadores continúan pensando que la narra- mos capítulos,64 exami naremos la forma en que los historiadores de-
tiva es un modo universal de organizar el conocimiento humano, otros terminan la verdad o falsedad de sus creaciones narrativas. Baste de- ~
han puesto en entredicho esta posición. Un antiguo defensor de la cir por ahora que, desde nuestro punto de vista, la narrativa es esencial
narrativa concluyó recientemente que las narrativas maestras y la na- tanto para la identidad individual como para la social. Por consiguien-
rrativa misma podrían ser contaminadas con "la culpa de la cultura y te, representa un elemento definitorio en la escritura de historia, y la~
la historia". Especulaba que la muerte de la historia, la política y la tradición historiográfica, como lo hemos reseñado aquí de manera
narrativa podrían ser aspectos de otra gran transformación, de alcan- breve, es un elemento importante en la identidad, tanto para los his-
ce y efecto similares a los que marcaron el surgimiento del pensamien- toriadores en una profesión como para los ciudadanos en las socieda-
to griego. 61 des modernas. Consideramos que los historiadores deben tratar de
desarrollar nuevas y mejores teorías sociales o bien nuevas y mejores
58 Ibid., citas en pp. 8, 12, 21.

s• Putnam, Renetuing, 1992, p. 133. 62 Ermarth, Seque/, 1992, p. 22.


60
Carr, "Narrativc", 1986, en especial pp. 117-131. 63 Norman, "Te lling", 1991 , p. 128.
61
Whitc, CoruenL, 1987, pp. 1, 168. 6i Se rdlerc a la obra de la cual fue tomado este capítulo. [N. del c .]
]oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret]acob 145
144 EL posmodemismo y la crisis de la modernidad

metanarrativas, aun cuando con ello se vuelvan problemáticas las en el año del bicentenario del músico). De forma similar, la historia
anteriores. Así como la metanarrativa del progreso reemplazó a la de posmoderna a menudo también parece consistir en denuncias contra
la cristiandad en Occidente, también es posible creer que la gen te la historia tal como se ha conocido, más que en historias nuevas para
querrá elaborar nuevas metanarrativas a fin de prepararse para el fu- el presente y por lo tanto para el futuro. Los ejercicios periódicos en la
turo. Las experiencias nuevas siempre requerirán de interpretaciones teoría tienen una función innegablemente útil como crítica de las su-
y explicaciones nuevas. posiciones no conscientes sobre el arte o la historia o la-ciencia, pero
De hecho el posmodernismo es una de dichas metanarrativas, y el posmodernismo no puede proporcionar modelos del futuro cuando
muchos comentaristas, para sostener sus argumentos, han menciona- sostiene que rechaza la idea completa de proponer modelos para el
do su dependencia no formulada con respecto a una narrativa del futuro. Así pues, en última instancia no puede haber historia pos mo-
modernismo. Como nos recuerda un historiador, proclamar el fin de derna. Recurrimos ahora a la tarea de elaborar modelos para el futuro
las metanarrativas históricas es en sí mismo "un acto (bastante totali- de la historia, modelos para comprender la búsqueda de verdades his-
zador) de narrativa histórica". 65 Rechazar todas las metanarrativas no tóricas dentro del marco de una práctica de la objetividad revitalizada
puede tener sentido, porque éstas y las narrativas son los tipos de rela- y transformada.
to que hacen posible la acción en el mundo. Y la hacen posible porque
la vuelven significativa. El posmodernismo ofrece otra interpretación
del significado, incluyendo el significado histórico, aun cuando sostie- BIBLIOGRAFÍA
ne rechazar los fundamentos de todos los significados. No hay acción
sin una historia sobre cómo funciona el mundo, y la acción es tanto ANKERSM!T, E R ., "H istoriography and PoS[modernism", History and Theory,
más de liberativa cuanto que los relatos son más teorizados. Los rela- núm. 28, 1989, p. 140.
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los a fin de darle sentido al pasado, y es importante saber si los relatan sociales del gusto (trad. Ma. del Carmen Ruizde Elvira), Madrid, Taurus,
bien o no, de la manera más ve raz y completa posible. 1988].
El cambio hacia la posición pos moderna más radicalmente escép- CARR, DAVID, "Narrative and the Real World: An Argument for Continuity",
tica y relativista conduce sin remedio a un callejón sin salida. Recha- History and Theory, núm. 25, 1986.
zar la historia, la política y la narrativa como ideas inevitablemente CHARTIER, ROGER, "Intelectual History o r Sociocultural History? The French
modernas, ahora pasadas de moda en un mundo posmoderno, podría Trajectories" en DOM!NICK LACAPRA y STEVEN L. KAPLAN (comps.),
parecer actualizado, pero la historia, la política y la narrativa siguen Modem lntellectual History: Reappraisals and New Perspectives, lthaca,
siento las mejores herramientas disponibles para tratar con el mundo Nueva Yo rk, 1982.
y prepararse para el futuro. Un tipo similar de crisis que prevé un ale- CHRISTOPHER NORRIS, What's Wrong with Posmodernisrn: Critica! Theory and
jamiento de la visión posmodema puede encontrarse ahora en casi the Ends of Philosophy, Baltimor, 1990.
todos los campos del conocimiento o el aprendi zaje. El arte posmoder- COHEN, SANDE, Historical Culture: On the Reading of an Academic Discipline,
no consiste a menudo, más que en una nueva propuesta de arte, en Berkeley, 1986.
una problematización de la función del arte y en especial el arte del DARNTON, ROBERT, The Great Cat Massacre and Other Episodes in French
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dedor de la estatua de Mozart en el centro de Salzburgo, por ejemplo, episodios en la historia de la cultura francesa (trad. Carlos Valdés), M éxi-
co, FCE, 1987].
61
Rcddy, "Posmodcrnism", 1992, p. 137.

1
146 El posmodemismo y la crisis de la modernidad )oyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret ]acob 147

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Theory" en WHJTE, Content, 1987, pp. 26-57. historia que se lea como si fuera una novela? Lo Icemos de principio a
Wolin, Ric hard , The Term s of Cultural Criticism: The Frankfurt School, fin, como un Libro universitario importante que escapa al supuesto
Existentialism. Poststructuralism, Nueva York, 1992. aburrimiento del género. En esta frase elogiosa, tan trillada, todo radi-

* Título original "l.:a rt del récit historiquc" , publicado en Jcan Bouticr y


Dominique Julia (coords.), Passés recomposés. ClwmjJs ct clwmiers de l'llistoire, París,
Éditions Autrement, 1996, pp.l84-193. [Traducción de Raúl Fernández Acosta.]

149
150 El arte de la narración histórica Franc;ois Hartog 151

ca en el como: se los recomiendo a ustedes, lectores no especialistas, Hablando más en serio, la reflexión relevante sobre la problemá-
les garantizo que se trata de historia -acon tecimientos sucedidos en tica de la narrati va histórica provino de un filósofo. En Tiempo y na-
realidad, de un fenómeno histórico explicado realmente, de a;düvos rración, Paul Ricoeur, atento a escudriñ ar el misterio del tiempo, con -
inéditos analizados, dt:! conocimientos nuevos proporcion ados de ma- sidera sucesivamente la historia y la ficción, llegando a la conclusión
nera efectiva-, pero, no obstan te, el libro se Ice. El montaje, La trama, de q ue no po.dría haber historia sin relación algu na con la narración,2
la escritura hacen que los lectores puedan adentrarse aquí como en por más tenue que sea. Filósofo asociado a la tradición hermenéu tica,
una obra de ficción, dejándose llevar por el placer de la lectura, ense- gran conocedor de la filosofía de la histOria anglosajona. Ricoeur se
ñando y a la vez divirtiéndose. Como un a novela, es decir, con las convirtió además en el lector cauteloso e ingenioso de los historiado-
apariencias de una novela. Pero no se trata de una novela, y mucho res franceses con temporáneos los que, siguiendo el ejemplo de los
menos de una novela histórica, la cual coloca al servicio de la ficción Annales, quisieron darle la espalda a la "historia-narración". H abría
el elemento que se volvió auténtico. Se indica por el como que el lec- que empezar con Braudel y su Mediterráneo, libro de referencia de esta
tor debería ganar de cualquier forma. nueva historia. Hay ahí evidentemen te una muestra importante para
lEntonces la historia narra? Claro que no, responderán los mismos quien afirma que historia y narración son totalmente separables: len-
historiadores profesionales, hay lugares para eso y hace siglos q ue la ronces qué sucede con esa historia? ¿Sería una excepción o bien con-
"historia-narración" ya no nos incumbe más. iRemítanse.entonces a Los servaría un vínculo con la narración o una forma de narrar?
sarcasmos emitidos por Luden Febvre, en la década de 1930 sobre la
historia-narración, "historizante", episódica o "historia de batallas"! Y
más ampliamente, ya saben que, en la segunda mitad del siglo XX, La lECLIPSE DE LA NARRACIÓN?
historia se convirtió en disciplina, al escoger la ciencia por el arte con-
forme al modelo de las ciencias naturales. Ciencia de La observación Llegado a este punto, un señalamiento historiográfico puede ser útil.
ciencia del análisis, lectora de documentos, que tal vez un día desembo~ Cuando se habla del rechazo de la narración por parte de los historia-
que en la síntesis y la liberación de leyes. iAcuérdense de las censuras dores de los Annales, lq ué se quiere decir? Primero, una polémica
reiteradas de Fuste! de Coulanges o las instrucciones minuciosas de llevada en con tra de la historia positivista entonces dominante. ¿Con
Langlois y de Seignobos! Para la historia científica, el relato es sinónimo qué se trataba de rompe r? Con la "historia-narración" (" historizante"
de amaneramiento o de ingenuidad (la crónica medieval es ingenua). o episódica son expresiones casi sinónimas) ; pero en esta expresión
Sin embargo, en la serie de retornos an unciados a los que nos han sin valor, en ningún momento la narración como tal ha sido analiza-
acostumbrado, en Los últimos quince años, no han faltado ni el del da desde un enfoq ue problemático. La historia-narración es simple-
acontecimiento ni el de la narración. Con el título de "El retorno de la mente la que ubica en un primer pl.ano a los indi viduos y los aconte-
narración", el historiador Lawrence Stone fue el primero, desde 1979, cimientos. Su cuestiona mien to se realiza bajo la presión de las jóvenes
en lanzar el debate al presentar una primera "relación de cambios pro- ciencias sociales, para las cuales el objeto de la ciencia ya no es el
ducidos en la moda de la historia". Pero lo que designaba como relato individuo, sino los grupos sociales, como tampoco el desarrollo de los
o narración no er a de ningú n modo analizado desde un enfoque pro- acontecimientos en su superficialidad, sino el "hecho social en su
blemático. Era sólo una "cómoda síntesis" que permitía describir una
serie de acontecimien tos en relación con las diferentes formas de la
historia científica hasta entonces prevalecientes.' El término tal vez 1 Ricoeur, Tiempo, 1983- 1985. La problemática central es la tic la narración y de

era descrip-tivo, pero de ningún modo neutro. su irrcprcscntabilitlatl. La historiografía no ocupa entonces más que un momento dt! la
t!ncucsta y la afinnación de una relación, incluso mínima, entre la historia y la narra-
ción, depcnd" también¡]., la hipótesis principal, según la cual no podría haber tiempo
1
S tone, "Retom o", 1980, pp. 118-142. pensado sino narratlo.
152 El arte de la nanación histórica Fran~ois Hartog 153

totalidad". Cuando la historia se vuelve económica y social, en cuan- nes de la historia) , pero de ninguna manera una interrogación sobre la
to a la parte que le corresponde, pretende contribuir con la construc- escritura de la historia, sobre la narración.
ción de la nueva ciencia de la sociedad sobre sí misma. Cuando la Más tarde, la historia mantuvo y reformuló esta ambición hacia
historia pasa de lo nacional (su preocupación principal a lo largo del un mayor cientificismo (entonces más real o verdadera) , particular-
siglo XX) a lo social, deja de lado muy pronto el relato de los orígenes, mente por su uso de la referencia marxista o, en un plano más técnico,
la narración continua de los fastos de la nación por el "canto recitativo por el uso de la computadora. Sin convertirse en una crítica epistemo-
de la coyuntura" (cuantifica, construye series, arma cuadros y cur- lógica, se mostró más preocupada por las condiciones de su producción y
vas). Cuando ya no se conten ta con el orden de la sucesión y la trama más consciente del hecho de que sus objetos no provenían de las fuen-
de la cronología (donde subyace la sola idea del progreso), de mil tes, sino que eran producidos: primero le hacía falta hacer preguntas,
maneras compara cuidadosamente haciendo aparecer repeticiones y formular hipótesis, construir modelos, más que contar lo que había
persistencias. Bajo el microscopio, el acon tecimiento no es más "visi- pasado. Al final de un artículo famoso y provocador ("El discurso de la
ble" ni más legible: por lo mismo, no es nada o casi nada, y la luz q ue historia", 1967), dedicado a examinar si había algún rasgo específico
proyecta es totalmente prestada. El tie mpo en el que trabaja ya no es que distinguiera entre relato histórico y relato ficticio en el ámbito de
el del acontecimiento, demasiado breve y no significativo, sino un las modalidades de la narración misma, Roland Barthes notaba que "el
tiempo social en sí mismo que subraya ciclos, coyunturas, estructuras desvanecimiento (por no decir la desaparición} de la narración en la
y crisis. Con sus oscilaciones y sus movimientos de gr.a n amplitud, sus ciencia histórica actual, que se esfuerza por hablar más de las estructu-
capas profu ndas y sus lentitudes, el nuevo tiempo histórico (que con- ras que de las cronologías", era el indicio de una mutación ("De ahora
duce hacia la larga d uración braudeliana) no necesita en absoluto del en adelante, el signo de la historia es menos real que inteligible") .3 La
acontecimiento ni de la historia política. También proclama q ue re- expresión es aceptable si se le agrega que lo real, así aludido, está fe-
pudiar es al mismo tiempo abandonar el re lato. ¿Acaso bas ta con chado, es el del realismo -de la novela realista- concebido como una
rechazar acontecimiento e ind ividuo para escapar de la narración ? imitación de la realidad. No es que lo inteligible se oponga simplemen-
Por el contrario, ües ulta suficiente evocar el regreso de l acon teci- te a lo real, sino sólo a cierto tipo de realidad.
miento (y del individuo) para llegar a la conclusión de un re torno al Sin querer jugar con las palabras, vimos entonces que la historia
re lato? moderna renunció prácticamente al relato sin haberlo siq uiera toma-
Cuando Lucien Febvre, al reflexionar sobre el objeto de la histo- do en cuenta. Además, con Ricoeur, es mejor hablar de "eclipse" de la
ria, concluía "los hechos son los hechos", comparaba al historiador narración (no lo vemos, pero siempre está ahí y será de nuevo visible:
con el histólogo, que sólo ve a través de l lente de su microscopio lo ¿e[ retorno? -j unto con las banalidades de los lugares comunes como
q ue previamente ha "preparado". Al den unciar un a concepción hechos a la medida [pret-a-penser]) que de abandono. Si la perspecti-
obsoleta de la ciencia (aquella q ue reclamaba ser la historia positivista va historiográfica se prolonga un minuto más, convendría mejor ha-
que se había q uedado con Claude Bern ard), pretendía llevar la histo- blar de una ocultación (de ninguna mane ra deliberada) de la proble-
ria hacia la ciencia viva, y de ningún modo acercarla al relato de fic- mática de la narración , que se remonta más allá del combate de los
ción. El historiador construye su objeto como el científico, no como el Annales en contra de la historia positivista y en favor de una historia
novelista. Con esta frase, Febvre no pensaba ve rlo en absoluto como social (lo real es social}, más allá incluso del combate, llevado a cabo
un maestro de la trama: "Los hechos son los hechos" era una defensa en la segunda mitad del siglo XIX, en beneficio de una historia y no de
en beneficio de una historia más científica o de una verdad científica, un arte, sino una ciencia, más preocupada por conocer que por resuci-
una incitación a reflexionar sobre las condiciones de elaboració n (y a tar el pasado, historia a fin de cuentas muy poco episódica. Donde el
hacer mentir a Péguy reprochando a los historiadores q ue hacen de
manera ordinaria historia sin meditar sobre los límites y las condicio- 3 Barthcs, "Discurso", 1984, pp. 153-166. .
154 El arte de la narración histórica Fran~ois Hartog 155

historiador, convertido en hombre de archivos, observa, establece los Así, todavía en el siglo XVII, Cicerón y Plutarco son parafraseados
hechos tal como son {como el filólogo establece un texto) y los expo- y plagiados en el muy difundido Traité des études (1726) del abad Rollin,
ne sin refinamiento y sin pretensión. donde se presentó la historia como "la escuela común del género hu-
mano". En esta perspectiva, incluso la historia pagana puede ser "sal-
vada". En principio, desde el momento en que se le rec9noce un valor
H ISTORI A Y RETÓRICA edificante para los príncipes, pero también para los súbditos, contarla
es lícito, aprenderla es útil.
En efecto, mientras opere la distinción entre res gestae e historia rerum
gestarum, los hechos consumados de un lado y su narración del otro, no
se aplica la problemática del relato. Más bien parece obvio que el traba- EL CONCEPTO DE ÜESCHIC I IT.E
jo del historiador, su talento, su originalidad en comparación con sus O LA HISTORIA CONOCEDORA DE SÍ MISMA
predecesores, en general todos los motivos por los cuales w1 príncipe va
acudir a él, radican en su dominio del arte de la exposición. En semejan- Sin embargo, la segunda mitad del siglo XVIII en Alemania presenciará
te régimen de historicidad, la historia depende claramente de la retóri- primero el abandono progresivo de esos copoi y la expresión de un nue-
ca, y puede ser definida de manera exacta, según la expresión de Cicerón, vo régimen de historicidad. El tema de la historia magistra vitae, si es
como opus oratorium máxime. Es una obra oratoria p9r excelencia: el aun ritualmente retomado, carece de sentido verdade ro, y la división
orator, el orador pero también el político, es el hombre que mejor puede res gestae/historia rerum gestarum ya no parece pertinente. "Asistimos"
escribirla. Lo que no significa que ésta se sustraiga de la exigencia de entre los siglos XVI y XVIII a una progresiva autonomización de la histo-
verdad; al contrario, se afirma como lux veritatis {luz ve rdadera). Existe ria que los filósofos y los historiadores alemanes confirmarán formando
toda una serie de expresiones famosas del mismo Cicerón que retoman e imponiéndo poco a poco el concepto de Die Geschichte: la historia en
y van a transmitir esta vulgata helenística hasta la época moderna. singular, la historia en sí, la Historia. 4 En lo sucesivo, caduca el d ispo-
Corolario de esta definición es la concepción, ciceroniana tam- sitivo que anhelaba que hubiese los eventos, de un lado, por ejemplo,
bién (y más ampliamente helenística), de la historia como "ejemplar": los hechos y gestas del príncipe, y del otro, su exposición, su presenta-
es una recopilación de exempla y "maestra de vida" (magistra vitae). Es ción, el relato hecho por su historiógrafo. No, hay una historia que
el tema de las lecciones de historia. Al intenrar formar al ciudadano, sigue su curso: historia proceso o desarrollo, historia progreso sobre
ilustrar al político, también se debe servir a la instrucción del hombre todo. En este marco conceptual la historia se definirá fi nalmente, se-
privado. El relato de los infortunios debe ayudar a soportar los cam- gún la expresión de Droysen, como el conocimiento de sí misma.
bios bruscos de situación y propone ejemplos a seguir o a evitar. A En efecto, se salió del espacio de la retórica, que presuponía la
partir de ahí, se convierte fácilmente en "biografía": es más cuidadosa división res gestae/historia y donde la cuestión del relato como tal no se
incluso de lo que no se ve de inmediato, atenta a todo lo q ue Plutarco proponía, o de manera más exacta no causaba ningún problema
nombrará "las señales del alma", juega con la coordinación, admira- epistemológico serio. Al valerse del tribunal y de las técnicas de la
ción, emulación e imitación. La historia fi losófica, es decir moral, es información judicial, el historiador, reconocido como maestro en ar-
ese espejo levantado donde cada uno puede observarse, a través de los tes oratorias, debía sorprender entonces, pero sobre todo convencer a
retratos bosquejados y las anécdotas contadas, con vistas a actuar y su auditorio, guiado por una lógica de la persuasión. Del mismo modo
ser mejor. Con esta historia de fines más éticos que políticos, o incluso el viejo copos se libró de las lecciones de historia. ¿Cómo podría ser
simplemente cívicos, pasamos de la ciudad al imperio romano, o de todavía ejemplar cuando, como lo señala Tocqucville confrontado a
Cicerón á Plutarco, cuyas Vidas marcaron de forma duradera, más allá
de la A ntigüedad, las formas de escribir y los usos de la historia. ~ Kosellcck, Fuwr, 1990, pp. 42-53.
156 El arte de la narración histórica Frant;ois Hartog 157

los trastornos de la revolución francesa, el pasado ya no aclara el futu- bién polémica. Lo cual q uiere decir que Fénelon pasa de la retórica a
ro, cuando la distancia va agrandándose entre campo de experiencia y la poética, al reconciliar historiador y poeta, hasta concluir, con una
horizonte de espera, entre lo que conocimos y lo que esperamos (o sonrisa tal vez, que un excelente historiador es quizás aún más raro
tememos)? La lógica del progreso produce que lo ejemplar ceda su que un gran poeta.
lugar a lo único. El pasado llega a ser rebasado. La historia-Geschichte no ha ignorado ni prohibido este enfoque
Pero con la historia-Geschichte, la problemática de la narración, poético. Pero para ella la historia es épica por sí misma. El historiador
del mon taje del relato no se muestra más. Hay una ocultación de esta no tiene que hacer como si lo fuera, ubicándose desde un punto de
dimensión: la historia en sí es por hipótesis res gestae e historia rerum vista del lector. En ella tiene su principio y su fin, su telas propio: su
gestatarum en el mismo movimiento, los acontecimientos y su narra- objetivo y su sentido.
ción. En efecto, en última instancia la historia habla, habla de sí mis- Pero, al convertirse en disciplina, la historia desconfió de esta
ma. Precisamente, el buen historiador será aq uel que desaparezca de - visión romántica. Al pretender ser ciencia positiva, objetiva, basada
lante de ella: no el que, a semejanza de Michelet, la hace hablar, sobre en los hechos, limitó sus ambiciones con Ranke, para contar las cosas
todo en sus silencios, sino el que la deja hablar, nada más. tal y como sucedieron (wie es eigentlichgewesen) . Para saberlo y decir-
Entre la concepción retórica de la historia y la posición del lo, era necesario y suficiente quedarse a menudo mucho tiempo en los
historicismo, hay lugar para estadios intermedios. Veamos por ejem- archivos. El wie (cómo) -donde se encuentra sin embargo la cuestión
plo a Fénelon , con su Projet d'un traité sur l'histoire. (1716). Cuando de la construcción del relato- no tenía entonces que ser analizado
propone a la Academia que mande escribir dicho libro, da los grandes ade más desde una problemática, puesto que la historia era conocedo-
rasgos de éste y es llevado paulatinamente, en esta ocasión, a esbozar ra de sí misma. De manera general, los siglos XIX y XX asistieron a la
su propia concepción de la historia. Aunque comienza por recordar el afirmación y al fo rtalecimiento -con el marxismo- , incluso al endure -
obligado tema ciceroniano de las lecciones de la historia, pasa de in- cimiento de las ambiciones científicas de la historia-Geschichte (pero
mediato de la retórica a la poética cuando compara la historia con el paralelamente también a su crítica y su cuestionamiento radical). Al
poema épico (y citando esta vez a Horado). El historiador, según acu mular hechos, el historiador buscaba o verificaba las leyes de la
Fénelon, debe "verla por completo como una sola toma ... mostrar su Historia. Se trata por supuesto de un esquema que da lugar a múlti-
unidad y obtener, por así decirlo, de una sola fuente todos los aconte- ples variantes y adaptaciones a través de los aportes de la sociología y
cimien tos principales que dependen de ella". Sin embargo, Fénelon de la economía particularmente. La historia social de los Annales, por
no es un historicista anticipado o un inventor de la historia en sí, que la que empezamos, representa una historia muy flexible. Pero, en to-
tiene en ella misma su principio y su fin (su propio objetivo, su telos en dos los casos, el relato no estaba a la orden del día. Salvo para recha-
el lenguaje aristotélico) . En efecto, lo que justifica el paréntesis sobre zarlo en forma de historia-narración, por lo que dejaba intacta la pro-
la poética, es ante todo tomar en cuenta al lector. Es por este último blemática de la narración a medida que el primer objeto de la discusión
q ue el historiador debe asemejar "un poco" su historia con el poema trataba del acontecimiento y no del relato. Renunciar a la historia-
épico, con la preocupación por "descubrirle las relaciones" y "hacerlo narración, es decir a la historia episódica, no era abandonar el relato,
llegar al desenlace". En este aspecto se aleja por completo del erudito sino simplemente una forma particular de relato.
que "sigue su gusto sin consultar el del público" y acumul a página tras De hecho, a Paul Ricoeur, lector de El Mediterráneo de Braudel,
página los hallazgos de su "insaciable curiosidad". 5 La poética es tam- no le cuesta trabajo que la trama de un relato aparezca en el libro, con
sus tres etapas deliberadamente distintas. La decadencia del Medite-
5
rráneo y su salida de la gran historia, tal es la trama global, aunque
Esta breve aparición del erudito es una huena oportunidad para indicar que
entre la historia-retórica y la historia-Gesclliclate, y por la prohlemática de la narración
virtual, a la que concurren los tres niveles y las tres tcmporalidades.
que nos concierne, existe el vasto campo de la historia erudita. Mientras que un novelista los hubiera "mezclado en un único relato,
158 El arte de la narración histórica Franr;ois Hartog 159

Braudel procede de manera analítica, por distinción de aspectos, de- También prefiere, para nombrar el vínculo del relato histórico con el
jando a las interferencias el cuidado de engendrar una imagen implícita pasado "real", hablar de "representancia" o de "pertenencia" (" más
del todo. Es así que se obtiene una cuasi trama virtual, dividida en que de representación"), marcando con ello la parte de elaboración
varias subtramas". 6 El interés principal del análisis de Ricoeur no es -el relato trae al lenguaje un análogo ("el ser-como del acontecimien-
decir: "Ustedes pensaban haber roto con el relato, no es así en absolu- to pasado")- , pero también de depe ndencia en relación con la efecti-
to, o al menos es to no es tan sencillo", sino subrayar que Braudel in- vidad del pasado ("el haber-sido del acontecimiento"). Finalmente, para
ventó un nuevo tipo de trama como conjugación de estructuras, de que surja la problemática del relato, basta con que el historiador aca-
ciclos y de acontecimientos. Y con la consecuencia siguiente : el acon- be por hacerse esta sencilla pregunta,, que le inspiró Michel de Ccr-
tecimiento no es simple o sólo este breve resplandor limitado al tercer teau: iqué hago cuando hago historia?
nivel, donde Braudel lo confina. Con funciones 'diversas, pertenece a
todos los niveles y puede ser más precisamente definido como "una
variable de la trama". Se encuentra aq uí una nueva confirmación: el BIBLIOGRAFÍA
rechazo del acontecimiento no significa la desaparición de la narra-
ción (ni del acontecimiento) sino su transformación. La polémica, como BARTHES, ROLAND, "El discurso de la historia" en El susurro del lenguaje. Más
es natural, lo condujo hacia la epistemología. La larga duración no es allá de la palabra y la escritura, Barcelona, Paidós, 1987, pp. 161-177.
enemigo de la narración nada más. KOSELLECK, R., Le Futur passé. Contribution ala sémantique des temps historiques,
Así, la historia no ha parado de contar los hechos y gestas de los París, 1990, Éd. de l'EHESS, trad. fr., pp. 42-53.
hombres, de contar, no el mismo relato, sino relatos de formas distin- RJCOEUR, PAUL, Tiempo y narración, trad. de Agustín Neira, México, Siglo
tas. De la historia-retórica a la historia-Geschichte y más allá, las exi- XXI, 1995,3 n . en 3 vols.
gencias, las presuposiciones y las maneras de emplearlas han cambia- STONE, L., "Retorno al relato o reflexiones sobre una nueva vieja historia",
do mucho, pero esta interrogación sobre el relato (el relato como tal) Le Débat, núm. 4, 1980, pp. 118-142.
es reciente. Lo hicieron posible la partida o el abandono de la historia-
Geschichte, proceso y progreso, además de la re introducción del histo-
riador en la historia; pero también, a partir del lugar preponderante
ocupado por la lingüística en los años setenta y las interrogaciones
llevadas a cabo sobre el signo y la representación. También la historia
puede ser tratada como (no reducida a) un texto.
Entonces nos encontramos de nuevo a Barthes, con otra frase
provocadora: "El hecho no es más que una existencia lingüística."
Donde se puede leer el colmo del escepticismo; o simplemente el lla-
mado q ue existe entre "un relato y un transcurso de acontecimientos,
donde no hay una relación de reproducción, de duplicación, de equi-
valencias", sino, como lo precisa Ricoeur, "una relación metafórica".

6
Ricoeur, Tiem)JO, p. 300. Ricoeur opera con las nociones de trama (mutl!os) y
de construcctón de la trama que retoma de la Poética de Aristóteles (volvemos a en-
contrar la poética, pero esta vez ya no se aplica a la historia como proceso sino a la
historia como texto). '
}ean Boutier y Dominique Julia 161

mente con la conquista de nuevos objetos y territorios, la acumulación


de trabajos eruditos, la profundización de los métodos y el avance de la
informática. Los cambios tan acelerados que se han dado en los últimos
años han llevado a hablar a ciertos historiadores, en Francia y otros
APERTURA: países, de incertidumbres, dudas, crisis.
lEN QUÉ PIENSAN LOS HISTORIADORES?* La presente recopilación 1 se inscribe, pues, dentro de la urgencia
de retomar la discusión sobre la labor del histmiador. Sin embargo, sus
} EAN B OUTIER Y D OMINIQUE } ULIA pretensiones son modestas: no es un balance sistemático, ni un mani-
fies to de una nueva "nueva historia"; antes que nada, tiene la inten-
ción de tomar en cuenta "el largo camino" de las investigaciones his-
tóricas desde hace medio siglo. La empresa es difícil: con la
extraordinaria internacionalización de la investigación histórica, la di-
versidad de los enfoques, la masa de publicaciones hace imposible
tener un panorama exhaustivo, aunque sea sólo de Francia. Tendre-
mos que conformarnos con un esbozo de los grandes "pun tos de fuga"
Cuando, en el silencio de la abyección, u~o ya no escucha el de una historiografía abordada principalmente a partir del ámbito
resonar de la cadena del esclavo y la voz Jd delator; cuando
todo tiembla frente al tirano y es igualmente peligroso gozar de
francés. No es que la "escuela histórica francesa" constituya siempre
su favor que merecer su enemistad, aparece el historiador, en- un modelo: si bien h a mantenido un intenso dinamismo, ha dej ado
cargado de la venganza de los pueblos. En vano prospera Nerón. de te ner,· desde hace mucho tiempo, el monopolio de la innovación
Tácito ya está e n el imperio.
metodológica. Así que enfocaremos nuestra atención, en lo posible,
Chateaubriand, Le Mercure de France, 4 de julio de 1807.
fuera de nuestras fronteras.
lEn qué piensan los historiadores? A muchos les parecerá una ocurren- No intentaremos defender un conjunto coherente de propuestas.
cia esta pregunta, pues, a diferencia de los fi lósofos, uno no espera que Tampoco caeremos en una pseudoimparcialidad insípida y engañosa.
los historiadores hagan malabarismos conceptuales, ni que elaboren Estamos comprometidos con ciertos trabajos y discusiones, de modo que
complejas arquitecturas teóricas. Salvo algunos textos híbridos entre compartimos plenamente algunas convicciones: sería deshonesto apa-
biografía y discurso del método, los historiadores se inclinan muy poco rentar callarlas. Por el contrario, esta recopilación tiene la intención de
hacia el autoanálisis. Ciertamente, después de los años sesenta se puso con tribuir de lleno con algunos de los verdaderos debates del momento.
de moda la costumbre de establecer, episódicamente, estados de la cues-
tión, como consecuencia de la expansión sin precedentes que ha expe-
rimentado el conocimiento histórico desde las postrimerías de la úl tima EL EXAMEN PERIÓDICO DE CONCIENCIA
guerra mundial. La práctica de la historia se ha renovado considerable-
No es nuevo que los histori adores se cuestionen sobre la condición de
su propia disciplina. A la impaciencia de una generación pujante fren-
.• Título o.ri? inal "Ouven ure: A quoi pensent les bistoriens!", publicado en Jean
Bo~ner Y Donumque Juha (d•rs.), Passés recomposés. Clwm¡Js et clwntiers de !'l•istoire,
te a la certidumbre de la historiografía instalada, a las inquietudes de
Pans, ÉdJtJons Autrcmcnt, 1996, pp. 13-53. [Traducci6n de Yekaterina Manuelyevna una corporación preocupada en defender su territorio, vienen a mez-
García Márkina.] clarse, ocasionalmente, las reflexiones de los solitarios cuyo lúcido diag-

160 1 Se refiere a la obra de la cual fue tomado el texto. [N. Jet c. j


162 Apertura: ien qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Domíníque Julia 163

nosuco es mal recibido porq ue están en el extremo opuesto de las Lucien Febvre creó una nueva colección, Destins du Monde, que pre-
corrientes dominan tes de una profesión satisfecha de sus presupues- sentaba grandes síntesis escritas por historiadores de oficio. 4 Les G ran-
tos y de sus logros. No obstante, sólo a partir de los años sesenta apa- des Civilisations (Arthaud), colección dirigida por Raymo nd Bloch -
recen las primeras tentativas sistemáticas y colectivas de reflexión so- algunos volúmenes han tenido una difusión sin precedentes, como la
bre la activida~ del historiador, que llegan a poner en duda algunos de Civilisation de l'Occident médiéval de Jacques Le Goff-, responde, en
sus aspectos. Estas resultan probablemente de tres series de fenóme- una forma más sistemática, a las mismas preocupaciones:
nos, independientes unos de otros.
La primera estuvo ligada a las rápidas transformaciones de la educa- Esta colección, precisa el editor, corresponde a una necesidad nue-
ción secundaria, que se ha convertido en educación de masas. En un mo- va . De ahora en adelante, aunados al deseo de una lectura agrada-
mento en el que las matemáticas -y sobre todo las matemáticas mo- ble, a la necesidad de síntesis y de vastos panoramas generales, hay
de rnas- sustituye n al latín como criterio de clasificación de las en todos los lectores el gusto por la precisión, la exigencia de un
capacidades intelectuales, lla cultura histórica era acaso absolutamente contacto directo con los documentos y los monumentos, la necesi-
necesaria para la fom1ación del hombre moderno? Los historiadores dad de un guía que analice y oriente hacia las investigacione1> más
batallaron mucho para mantener el lugar de la historia en los progra- especializadas. Nos hemos esforzado, pues, en resolver el problema
mas escolares fre nte a la invasión de las ciencias exactas consideradas dirigiéndonos a los eruditos cuyo talento como escritores, amplia
más "útiles". Debieron subrayar su valor "existencial" y cívico, su pa- cultura y larga práctica de la enseñanza, los hacía los más indica-
pel antiguo e irremplazable, de magistra vitae. 2 Fernand Braudel o dos para llevar a buen puerto un problema tan complejo.
Jacques Le Goff tuvieron un papel decisivo al introducir en la educa-
ción secundaria la historia de las civilizaciones tal y como se venía La vulgarización tiene las mismas exigencias de cientificidad que
desarrollando entonces alrededor de la revista Annales. las publicaciones especializadas, lo cual, algu nas veces, hace confusa
La segunda serie de preguntas surgió del divorcio flagrante e intolera- la fro ntera entre ambas: La Révolution franc;aise de Fran<_<ois Furet y
ble entre la historia universitaria por un lado y, por el otro, la vulgarización Denis Richet, que suscitó un gran debate, aparece, así, en dos volú-
histórica, tal y como la llevaban a cabo -de manera mediocre- los histo- menes lujosamente ilustrados, publicados por Hachette (1965 -1966).
ri adores amateurs, que no estaban al corriente de la historiografía. A partir de ese momento, el "buen" libro vale tanto por su texto
lCambio de generación? lSensación de tener un a misión q ue cumplir, como por la calidad de sus imágenes. Aquí nace un di álogo regular -lo
tal y como Henri-lrénée Marro u lo había sugerido en De la connaissance cual no era tan claro entonces- entre la investigación de punta y un
historiqueP ¿o se trata sencillamente de una presión provocada por público cada vez más amplio (renovado por la explosión de efectivos
una demanda social incrementada, relevada por editores atrevidos? universitarios). Todas las grandes casas editoriales debían tener, en
Siempre pasa q ue los historiadores de oficio acepten escribir libros adelante, su gran, o sus grandes colecciones históricas. Podía tratarse
destinados a un gran público cultivado. Desde los años cincuenta, de grandes síntesis, como la colección Arts, Idées, Histoire, creada en
2
1964 por Albert Skira, con los tres volúme ne,s de Georges Duby,
El decano de la facultad de ciencias de París, Marc Zamansky, escribió en Le Adolescence de la chrétienté accidentale (196 7) , ~Europe des cathédrales
Monde del 10 de abril de 1964: "El total de horas de clase se disminuiría fácilmente si
se relegaran a un papel secundario las d isciplinas que realmente lo tienen. Por ejem- (1966), Fondements d'un nouvel humanisme (1966), o las diferentes se-
plo, la h istoria ... Uno puede leer un libro de historia por primera vez e n su vida a los ries de la Histoire de France de ediciones Le Seuil, inauguradas por la
20 años de edad."
J Marrotl, Cnnnaissance, 1954, p. 103. En "Comment", 1961, Marrou escribe:
"El único que puede vulgarizar la ciencia es el verdadero erudito, aquel que se en- • La colección, que tenía en mente "al gran púhlico cultivado", se n iega a ser
cuentra, por sus trabajos personales, a la vanguardia de la investigación, ahí donde la una historia "universal" del mundo: tiene la intención de multiplicar los observatorios
ciencia se está haciendo" (pp. 1538- 1539). y rechaza el e urocentrismo. Véase Braudel, "Introducción", 1959, pp. V II-XII.
164 Apertura: ien qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 165

Histoire de la France n trale (1975) . Los editores también intentaron el libro se desarrolla siguiendo una estructura clásica en la que la parte
dar una gran difusión a trabajos originales. En el momento en.el que F. reservada a las técnicas {las famosas ciencias llamadas "auxiliares") es
Braudellanza una ambiciosa colección interdisciplinaria -la Nouvelle primordial: "investigación metódica de testimonios", "conservación y
Bibliotheque Scientifique (Flammarion)-, la colección Histoire Sans presentación de testimonios", "explotación crítica de los testimonios".6
Frontieres (Fayard, 1966), dirigida por F. Furct y D. Richet, tiene la Al mismo tiempo, varios coloquios y números especiales de revis-
intención de llenar el vacío existente "entre el periodismo históti co tas emprenden una reflexión más exigente: "Es impresionante ver cómo
fundado sobre la anécdota y las tesis inéditas o difícilmente accesi- los historiadores de oficio no reflexionan sobre lo que hacen, así como
bles", cubtir el espacio "entre la curiosidad de ayer, casi siempre li mi- su falta de lucidez [anota Alphonsc Dupront] [ ... ] Si hablamos de
tada al pasado nacional, y la de ahora, extendida hacia Europa y el métodos, y encima bastante poco, ya es hora de que nos cuestionemos
mundo", así como restablecer una continuidad "entre las grandes obras entre hombres de buena voluntad, sobre la claridad de lo que hace-
ex tranjeras inéditas en francés y las nuevas investigaciones que ma- mos y para qué servimos." 7 La discusión continuó hasta 1970, desde
duran en Francia y el extranjero": de ahí el llamado a los grandes Aujourd'hui l'histoire que, en la cúspide de la ola estructuralista, tiene
nombres -es ahí donde Pierre Goubert publica en 1968 su Louis XIV la intención de reafirmar la fecundidad del regreso a Marx,8 hasta el
et 20 millions de Franc;ais, uno de los primeros best-sellers de la edición vasto balance de La nouvelle histoire (París, Retz, 1978), dirigido por
histórica- y una política inteli¡;ente de traducción de obras mayores Jacques Le Goff, Roger Chartier y Jacques Revel, au mentado por el
co~o las de Eugenio Garin (tEducation de l'homme modeme, 1968) o Diccionario de ciencias históricas (París, PUF, 1986), dirigido por André
de Eric J. Hobsbawm {Les primitifs de la révolte dans l'Éurope modeme, Burguiere. 9 Sin embargo, estas dos obras, en el ámbito de los Annales
1966). Con una perspectiva similar, los primeros títulos de la y de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales, definieron los
Bibliotheq ue des Histoires (Gallimard) , bajo la dirección de Pierre múltiples caminos que tomaría la historiografía en su expansión, que
Nora, aparecen en 1971 casi al mismo tiempo que los de la colección es llevada por el instrumento de trabajo hacia una puesta en escena
el U nivers Historique (Le Seuil), dirigida por Jacques Julliard y Michel razonada del método, especialmente al pasar de un balance sistemáti-
Winock. Los efectos de esta apertura se dejaron sentir en la escritura
misma de la historia. 5 6 De 35 colaboradores, quince son antiguos a lumnos de la Escuela de A rchiveros.

Sobre todo -es la última serie de preguntas, probablemente la más La obra, no obstante, deja lugar al testimonio oral, al cinc y se abre (con prudencia) a
"algunas orientaciones nuevas": la lingüística (Maree! Cohen) , las economías y las
importante-, la historia es llevada a redefinir problemáticas, métodos y sociedades antes de la era estadística (Philippc Wolff), los datos demográficos y esta-
objetos frente a las ciencias sociales y humanas -no hay más que pensar dísticos Ucan Meuvrct), la historia de las mcnralidadcs (Oeorges Duby).
en el auge de la sociología o el psicoanálisis- en el momento en que la 7 Dupront, "Préscnt", 1964, p. 18. Véase tamhién, "Histoire", l965 y el número

impresionante expansión de su cuestionario y de sus curiosidades ex- especial de la Revue de I'Enseignemem Su¡>érieur, núms. 44-45, 1969, preparado por
Robert Mandrou, con el díptico Vilar, "Histoirc", l974, pp. l5-26 y Dupront, "Histoirc",
tiende incesantemente su "territorio", lo cual suscita, desde la década 1969, pp. 27-63.
de los sesenta, vatias publicaciones. Algunas conservan un aspecto 8 Aujourd'lmi, 1974, reúne los artículos publicados entre 1967 y 1973 por la
muy tradicional, como el volumen de colección de la Enciclopedia de Nou11elle Critique a lo largo de una investigación que, gracias a las contribuciones de
los historiadores más dinámicos de este periodo (Oeorgcs Duby, Robcrt Mandrou,
la Pléyade, ~Histoire et ses méthodes (1961) , dirigida por C harles Jean Bouvier, Picrre Vilar, cte.), tenía como objetivo hacer una rcflexi6n teórica sobre
Samaran, antiguo director de los Archivos de Francia. Después de la cvoluci6n de la historiografía.
dedicar algunas páginas a la definición de historia, al tiempo y al lugar, 0
La mitad de los autores de La Nouvel/e 1-listoire pertenecen a la Escuela de
Altos Estudios en Ciencias Sociales. Para el Diccionario de ciencias históricas, la propor-
ción disminuye a poco más de 25%. En ambos casos, los parisinos siguen siendo gran
5 Duby lo explica en Hi>toire, 1991, pp. l33-134, l48, 152. véase el artículo de mayoría, aunque, con 95 autores, el Diccionario de ciencias l1istóricas se haya abierto
Claudc Langlois en ]can 13outier y Dominiquc Julia (dirs.), Passés recomposés. Champs más a los autores de las provincias (21% de los autores) y a los historiadores extranje-
ct chantiers de l' histoire, París, Editions Autrcmcnt, l996. ros (l0.5 por ciento).
166 Apertura: ien qué /Jiensan los historiadores! )ean Boutier y Dominique Julia 167

coa la arbitra riedad de una clasificación alfabética. Es por esto q ue la C uriosamente, Fernand Braudel está a usente; pero ipodía acepta r no
ambiciosa obra Hacer la historia, publicada en tres volúmenes en: 1974, ser el director del proyecto? También h abría que mencionar a otros,
rápida mente se convirtió en un clásico, pues constituye el balance más en tre los "innovadores" recie n tes, que no es tá n prese n tes, como
revelador de un ve rdadero mome n to h istoriográfico que hace posible Maurice Agulhon o Michcl Vovelle. De modo que, ese ncialmente, se
su aprehe nsión. 10 trata de una ge neración fo rmada jus to en la posgue rra que, si no mos-
tró un "panorama de la historia actual" (el término es explícitame nte
rechazado) , al men os deja ver las aristas más vivas de la disciplina y
1974: el momento de "Hacer la historia" sus más recientes fo rmulacion es.
La cercanía de los a utores con la última generación de los respon-
iCómo lee mos, 20 años después, esta "obra colectiva y diversa" que sables de la revista Annales explica en gran medida la especificidad del
tenía la inte nción de "ilustrar e impulsar" las "vías de la investigación libro. De es ta manera, excluye la historia diplomática y política, du -
histórica actu almente" - un "n uevo tipo de historia"-, para "iluminar rante mucho tie mpo dominada por la figura de P. Renouvin, y margina
la historia por hacer", sin ser por ello explícitame nte programática? la historia económ ica y social construida sobre el modelo elaborado
Los subtítulos de cada volumen ponen de manifiesto el interés por C .-E-. Labrousse. F. Furet invita al lector a considerar el análisis
por las mutaciones recientes de esta profesión: "N ue vos problemas", "político ideológico" de las sociedades del pasado y discute la eviden-
que vuelve n a c uestionar la definició n de la h istoria bajo la "provoca- cia según la cual el "dinamismo de la historia de Francia" sería de
ción" de las otras ciencias humanísticas; "Nuevos en foques", que modi- naturaleza económica: "La inversión escolar, c ultural, e n el sentido
fican los cortes tradicion ales en diferentes sectores muy bie n defini - amplio de la palabra, y es tatal (por med io de las oficinas gube rna men-
dos; "Nuevos obje tos", que se desgranan, y que la historia, e n su bulimia tales) puede haber desempeñado un papel más importante que el au -
devoradora, se apropia, de acuerdo con una lista a la Preven del a m- mento en el producto nacional. " 11 Para Pierre C haunu, a pesar de es-
biente festivo pasando por el inconscien te, el cuerpo enfe rmo: los ayu- tar a cargo de la h istoria económica, la historia serial "an tes econó mica
nos y la cocina. U na breve sociología de los autores pone de manifies- y social", debe dar "el salto hacia el tercer nivel, a sabe r, lo esencial, lo
to tres rasgos principales. Casi todos son "parisinos": 30 de 33, y afectivo, lo me n tal, lo psíq uico colectivo ... digamos los sistemas de
ún icamente h ay un "provinciano" (muy partic ular, pues se trata de P. civilización". No sola mente debe hacer tratados de la civilización es-
Veyne, futuro pro fesor en el Colegio de Francia) , y dos "extranje ros" crita o de la imagen, sino también estudiar el sexo, la vida y la m uerte
U. Starobinski, profesor en Gi nebra y H. Zerner, profesor de Harvard). para alcanzar, a la ma nera del libro "pionero" de M. Vovellc, "un as-
En segundo lugar, una te rcera parte de los autores (once) provie ne de pecto capi tal de una historia de lo esencial". 12 En c uanto aG. Duby, si
la sexta sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios, en ese en - bie n afirma de en trada que "la historia de las sociedades debe basarse
tonces presidida por J. Le Goff; otra tercera parte (doce autores) se en un a nálisis de las es tructuras materiales", in media tame nte agrega
reparte entre las dife re ntes universidades parisinas que surgieron a que los progresos que la investigación histórica hizo e n los campos de
partir del estallido que siguió a los acontecimientos de mayo de 1968 : la economía, la demografía y la ecología e n el transcurso de los a ños
París-! (cua tro), Pa rís-IV (dos), París-VII (tres), París VIII (tres) . El cuarenta a los setenta, lleva ron a "la elaboración de n uevos cuestio-
resto pertenece a las grandes instituciones científicas: College de France
(tres) , CN~S (tres), Instituto de Estudios Políticos (uno). La mayoría
de los a utores rondaba los 40: había pocos jóvenes, y aun menos "ve- 11Furer, "Quantiratif", 1974, t. 1, pp. 59-60.
11Chaunu, "Économie", 1974, t. 11, pp. 66-67. Desde 1972, al comentar la tesis
te ranos", a excepción de A. D upront, A. Le roi-Gournha n y P. Vila r.
de Michel Vovelle sobre Piéré bamquc et déchristianisation, que sostuvo en 1971, C haunu
había hecho un vibranre elogio de lo "cuamitarivo en el tercer nivel", tontonces en
10
Le Goff y Nora, Faire, 1974, tt. 1-111. plena expansión: "Nuevo", 1972, t. 11.
168 Apertura: ien qué piensan los historiadores! ]ean Boutier y Dominique]ulia 169

narios", y en particular al estudio de los siste mas de representación, El ecumenismo de Hacer la historia acarrea una contradicción fuer-
de valores y creencias a partir de los cuales los hombres modelan su te e n tre autores poco cuidadosos en c ua nto a la coheren cia del con-
comportamiento. jun to de las propuestas.
En res umen, Hacer la historia acompaña -al mismo tiempo que lo La dispersión de las referencias teóricas se da, de hecho , en la
anuncia- el paso de un paradigma en el q ue el análisis macroeconómico misma medida que las diferencias separan a los autores por su concep-
era primordial, con una historia que se enfoca en los sistemas c ultura- ción de la historia. Los grandes ancestros Marx y Freud no están en
les aprehendidos en un se ntido muy amplio. No obstan te, el libro no absolu to a usen tes. Mona Ozouf subraya, acerca de la h istoriografía
es preso de la terminología de moda:]. Le Goff cri tica la imprecisión y académica de la fiesta, al "gran ausente de las interpretaciones", asa-
15
la maleabilidad de la palabra "mentalidades"; pero no se trata de aban- ber, la "necesidad colectiva [ ... ], la necesidad pulsional de la fiesta".
dona r el te rreno, aunque las herramientas conce ptuales y los métodos La psicología de las profundidades está presente en la contribución de
aptos para circunscribirlo todavía son deficientes. Dupron t sobre la antropología religiosa, aunque tiende más hacia Jung
En segundo lugar, Hacer la historia es un preludio del estallido de que hacia Freud. La contribución más abierta a los c uestionamientos
la disciplina. E. Le Roy había suscitado fuertes c ríticas por haber afir- del psicoanálisis es, sin duda alguna, la de Jacques Revel y Jean-Pierre
mado en su prefacio a Paysans du L.anguedoc (1966) que se había aven- Meter, pues subraya que el cuerpo en su alteridad es "el límite donde
turado a una historia "total". Vilar, a partir de este momento, es prác- tropieza y termina" un conocimien to "agresivo y devorador", que quie-
ticamente el único en defender, a pesar de los "sarcasmos", la ambición re abolir la diferencia: la historia no debe enmascarar con demasiada
de una historia total, apoyándose en un regreso a la teoría marxista rapidez las fallas que atraviesan a los "textos" anteriores con hipótesis
sensible mente diferente de la lec.tura que llevan a cabo entonces Louis reduccionistas, sino dar lugar a los silencios poniendo atención a la
A lthusser y sus discípulos. Vilar se rehúsa maliciosame nte a dejar lo desgracia, a un sufrimiento que no se dice abiertamente. 16
seguro por lo incierto, a abandonar la totalidad por la novedad: "Toda En cuanto al regreso a Marx, a unq ue la obra pretende romper
histori a 'nueva' privada de ambición totalizadora, es, de entrada, una con el modelo dominante de la historia económica, aparece en varios
historia vieja". Furet, por su parte, opina que "capturar lo global" no nive les. Sin embargo, el objetivo principal del debate es la lectura filo-
es más que "el horizonte de la historia": "La historiografía con tempo- sófica q ue acaba de proponer Althusse r en Por Marx y Para leer El
rá nea sólo puede progresar en la medida en que delimite su proyecto capital; toda la demostración de Vilar se pronuncia firmemente contra
[ ... ]. Sin embargo, el análisis global del 'sistema de sistemas' quizá su dogmatismo teórico, s~ h egelianismo, su abismal descon ocimiento
esté actualmente fuera de su alcance."13 Serres es aún más categórico: de la práctica histórica contemporánea:

Los sistemas de totalidad sin exterior, de explicación o compren- El descubrimiento de Marx no es, en esencia, ni de orden econó-
sión universales, leyes en serie o cuadros sinópticos, jerarquizados mico ni de orden teórico, sino de orden socioltistórico. Se encuentra
por referencias y que funcionan por motor, o de planos escalona- contenido en el desnudamiento de la contradicción social que im-
dos como capas o estratos, están en desuso tal como lo están sus plica la formación espontánea, libre, de la plusvalía ('acumulación
modelos mecánicos de funcionamiento, cual variedades ortogonales del capital'), en el conjunto coherente del modo de producción
para una ciencia muerta. 14 que la hace segura y que ésta caracteriza. 17

15 !bid., t. 111, p. 265.


16 La contribución de Alain Bcsan<¡on sohrc el inconsciente, en la q ue hace una com-
paraci<'ín de un mismo episodio en dos novelas rusas de los años 1860, una de C h cnúchevski
ll Furet, "Quantitatif", 1974, p. 55 . y la otra de Dosroycvski, resulta, actualmente, poco convincente. !bid., t . lll, pp. 3 1-55.
14 Scrres, "Scicnccs", 1974, t. 11 , p. 228. 17 Vilar, "Histoire", 1974, t . 1, p. 179.
170 Apertura: ien qué piensan los histm·iadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 171

La fidelidad a Marx también se encuentra en el texto de Michel Q uizás sea Michel de Certeau quien, de manera más lúcida, le da
de Certeau que, rechazando el estatus que Aron consideraba como un lugar a la falla introducida por el acontecimiento: el historiador,
"reservado" para los intelectuales, afirma que los cortes episte-mológicos según él, nunca debe renunciar a la relación que las series, las irregu-
son, de manera indisociable, sociales e intelectuales. laridades identificadas "tienen con las 'particularidades' que se les es-
De hecho, Hacer la historia está muy bien fechado en sus referen- capan", sino que debe ocuparse de lo particular como "límite de lo
cias intelectuales. Las obras mayores de Georges Dumézil, Claude Lévi- pensable" .19 Del mismo modo señala, por medio del modelo dominan-
Strauss, Michel Foucault o Louis Althusser, que dieron lugar en Fran- te de la historia serial, el movimiento que lleva a interesarse en los
cia a nuevas preguntas en las ciencias humanas, sirven de base a las "restos" y en las "diferencias": "El historiador ya no está para construir
contribuciones de numerosos autores. Se da entonces el apogeo del imperios. Ya no aspira al paraíso de una historia global. Ahora circula
periodo "estructuralista". Por el contrario, los trabajos de la escuela de alrededor de las racionalizaciones adquiridas. Trabaja en los márgenes.
Francfort, disponibles en aq uel entonces únicamente en alemán, prác- En este se ntido, se convierte en un merodeador." 20
ticamente no se conocen: solamente Veyne y sobre todo Michel de
Certeau hacen referencia a la sociología crítica de Jürgen Habermas.
l La obra es, por consiguiente, sensible a las mutaciones que afectan el Veinte años después
· momento ac tual? Chaunu liga claramente el desplazamiento de los
intereses de los historiadores con Es preciso constatar que la historia de los años noventa difiere osten-
siblemente de lo que en algún momento se presentó como la unueva
la crisis de la civilización q ue afecta, desde 1962, sector por sector, historia". 21En efecto, el cambio frecuentemente se ha dado en el sen-
a los países que entran , progresiva y sectorialmente, en la era tido diagnosticado o sugerido por Hacer la historia. El "territorio del
posindustrial. La crisis cuestiona las transposiciones laicas de los historiador" ha continuado su expansión por la introducción de nue-
valores de la civilización de la cristiandad realizadas en el siglo de vos objetos: la historia de las "actitudes colectivas", frente a la muerte
las luces, la transposición escatológica de la fi nalid;:¡d cristiana so- (Aries, Vovelle) , al miedo (Delumeau) o a la vida (Gélis), la historia
bre un crecimiento au to motivador d urante mucho tiempo. la de los gestos (Schmitt), de los colores (Pasroureau), de los nombres
(Pérouas, D upaquier) o de los "dispositivos ~fectivos" (Cm·bin). ~o
Aquí se manifiestan las inquietudes del historiador - y un poco han dejado de surgir nuevos enfoques, productendo una reformulacton
también las del teólogo- frente a la pérdida del se ntido en las socieda- de los análisis de vastos sectores, como el análisis de las formas de la
des contemporáneas. El suceso -lcómo podría ser distinto después de sociabilidad en el seno de la hístoria social (Agulhon), la inscripción
los "acontecimientos" de mayo de 1968?- tiene el mismo derecho a en el espacio de las relaciones y dinámicas económicas de larga dura-
una contribución particular, la de Nora, mien tras que los Annales no ción a través de las "economías-mundo" (I. Wallerstein) ,22 la relación
le concedían prácticamente ningún lugar. Acaso se sigue tratando más de las actividades económicas con las estructuras demográficas Y las
que nada desde su aspecto mediático "de actualidad" y su proyección configuraciones sociales dentro del modelo, actualmente muy discuti-
espectacular contemporánea. Y más allá de una fenomenología for- do, de la "protoindustria", 23 o la construcción de la memoria nacional
mal, el autor, que compara al historiador con el geólogo frente a un
volcán en erupción, designa más un objetivo que unas herramientas 19 /bid., t. 1, p. 32.
para tratar el problema. 20 /bid., t. 1, p. 27.
2 1 Para un balance exhaustivo de la historia medieval francesa, véase Balard,

Histoire, 199!.
22 Wallerstein, Systeme, 1980.
18 /bid., t. 11, p. 67. n Kriedtke, Medick y Schlumbohm, lndustrialization, 198 1.
172 Apertura: ien qué J>iensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia
173

por el trabajo de los "lugares de la memoria". 24 Ciertos campos, ya escribe Furet: ~'Existe un misterio del mal en la dinámica de las ideas
definidos, adquirieron visibilidad y legitimidad, como la historia de las políticas del siglo XX." 28
empresas industriales, comerciales o financieras. 25 Algunos otros se Los 20 años q ue nos separan de Hacer historia no han estado mar-
constituyeron casi totalmente, como la "historia del tiempo presente" cados, pues, 'ni por la falta de dinamismo - las síntesis colectivas son
-sumamente difícil de pensar debido a la función crítica de la historia muy numerosas, como las historias de la Francia "rural", "urbana",
frente a las reconstrucciones de la memoria (o de la amnesia)- que el recientemente "religiosa", la Histoire de la vie l)rivée, 29 la Histoire
30
CNRS institucionalizó creando en 1978 un instituto de historia del tiem- économique et sociale du monde o la Historia de la edición francesa, Y
po presente. 16 aún más reciente, por incitativa del editor italiano Laterza, la Histoire
No obstante, una creación semejante implicaba algo más. Prime- des femmes en Occident, seguida de una Histoire des jeunes, y ahora de
ro que nada, a causa de la vieja y tenaz creencia de que la histori a se una Histoire de l'enfance- ni por la inercia de las prácticas historiográ-
instituye sobre la separación entre el pasado y el presente - ilusión ficas. La historia social y económica, que durante mucho tiempo fue
que, sin embargo, ha sido denunciada desde hace mucho tiempo- para la dominante en Francia, se ha borrado frente a la avanzada de la
que haya entre la historia y su objeto la distan.cia necesaria para la historia cultural, así como también de la historia política, en historia
"objetividad". Solamente poniendo distancia se liberarían las "pasio- contemporánea,31 aún más en historia medievaP2 y moderna, como lo
nes" del momento y la histori a "inmediata" debería abandonarse al atestiguan, por ejemplo, los importantes trabajos consagrados a la "gé-
periodista. En segundo lugar, porque la escuela francesa de historia ha nesis del Estado moderno". 33 La rigidez de los cuadros "estructurales"
estado fuertemente marcada por la omnipotencia otorgada a la larga (el económico, luego el social, después el mental, por retomar la trilogía
duración de un acontecimiento: Braudel ha manifestado su descon- de Labrousse) se ha desgastado, la cuantificación -uno de los "len-
fianza respecto del tiempo corto, " la más caprichosa, la más engañosa guajes des~riptivos del mundo" preferidos por los historiadores de la
de las duraciones", ya que "tal y como los contemporáneos la sintie- posguerra- ha perdido terreno, aunque, como lo explica Grenier, si-
ron, la describieron , la vivieron", reconocieron que es la historia "más gue siendo una herramienta heurística irrcmplazable. La realidad h.is-
apasionante, la más rica en humanidad".27 Es el carácter traumático tórica cada vez se examina menos como un objeto dotado de propie-
de los acontecimientos que inauguran nuestra contemporaneidad - la dades que preexisten al análisis, y cada vez más como un "conjunto de
segunda guerra mundial y el genocidio nazi- lo que ha hecho necesa- interrelaciones movedizas en el interior de configuraciones en cons-
ria la emergencia de la historia del tiempo presente. Fran<_<ois Bédarida tante adaptación".l4 Cerutti lo demuestra aquí a partir del problema
recuerda aq uí mismo la importancia del papel del peritaje y de la res- de las clasificaciones sociales.
ponsabilidad social del histori ador frente a la impostura de los nega- En resumen, el paso de las masas a los márgenes, de los análisis
cionistas. Se trata de la relación de la historia con la verdad, así como estadísticos a los estudios de caso, de los objetos a las prácticas Ya las
de su función cívica sin que haya certeza de que podamos alguna vez lógicas sociales (como lo muestra Julia a propósito de la multitud) ha
"historizar" totalmente el fe nómeno "nazismo", tanto es el horror de provocado, entre otras cosas, la reintroducción de los agentes dentro
los campos que toca los límites mismos de nuestra cultura. Como lo
lS Furet, "Passion", 1994, p. 39.
19 Todas aparecidas a partir de 1975 en ediciones Le Seuil.
H Nora, Lieux, 1984-1992. JO Léon, Histoirc, 1978- 1982; Martín y Chartier, Histoi1·e, 1983-1986.
1' Para un balance reciente de la historia de los bancos franceses, Bonin, "Histoirc", J I Rémond, f-lisroire, 1988; para la hisroria de las relaciones internacionales, un

1993, pp. 73-77; para la investigación italiana, Sapelli, "Professor", 1987. balance problemático reciente: Girault, "Rcnouvin", 1994, t. 1, pp. I-XXXVIII.
16
Nos podemos remitir a un muy buen libro en homenaje a Bédarida, Écrire, Jl Para un punto de vista extranje ro, Wood, "Return", 19~9.
1993. JJ Sólo es un ejemplo entre muchos otros; véase Gener, Etat, 1990.
17 Braudel, Écrits, 1969, pp. 12, 46. H Revel, "Histoire", 1989, pp. I-XXXIII.
174 At>ertura: ien qué piensan los historiadores! ]ean Botttier y Dominique Julia 175

de los grandes procesos históricos y la diversificación de las herra- A partir de este momento se pasó, con un re lativo consenso, a
mientas analíticas. La consideración, por ejemplo, de la diferencia- una confrontación ambigua en la que la historia está muy lejos de
ción social de los papeles sexuales dentro de un número creciente de encontrarse en un a situación de debilidad. Con el conflicto del "giro
campos (véase el artículo de Hufton) representa un cambio conside- lingüístico", comenzado en Estados Unidos a fin ales de los años se -
rable. Igualmente, es de notarse que la llegada, a partir de este mo- senta,39 y de una crítica literaria que, llevando al extremo los análisis
mento masiva, de historiadores extranjeros (estadunidenses, ingleses, de Paul Ricre ur y, más recientemente, de Hayden White sobre el rela-
al igual que italianos o alemanes) como Darn ton, Weber, Paxton o to (véase el artículo de Hartog), amalgama "relato", histó rico o no, y
Zeldin, el auge de revistas anglófonas como las French Historical Studies ficción, la historia se convertiría en un simple género literario y perde -
(desde 1962), French History (desde 198 7) o Modem and Contemporary ría de esta manera toda pretensión de ser, asimismo, un discurso de
France, ha favorecido la renovación de los enfoques. verdad. Ahora bien, las recientes propuestas de la epistemología de
tPor qué, a pesar de la riq ueza y la extensión de tal panorama las ciencias sociales reinstalan la historia en el centro de éstas, no
-que además está necesariamen te inco mpleto-, ciertos historiadores como la ciencia absoluta, sino como un modelo general de cientificidad
hablan no únicamente de incertidumbres, de dudas, sino también de de las ciencias sociales. Passeron las considera a todas como "ciencias
crisis? La pregunta es aún más importante ya que se da no sólo en históricas", frente a las ciencias naturales, que serían las únicas some-
Francia, sino también en Gran Bretaña o en Estados Unidos.35 El fe - tidas al modelo popperiano de validación experimental. 40
nómeno no es nuevo: la primera advertencia se remonta a finales de La "crisis", dentro de las diversas coyunturas y de acuerdo con las
los años setenta -momento de euforia que persiste bajo el signo de discipli nas o los países de que se trate, se manifiesta en términos de
"nueva historia"- con el artículo de Lawrence Stone q ue, a contraco- sobrevivencia -Gran Bretaña-, de futuro - Estados Unidos- o de e~tatus
rriente de varias décadas de práctica histórica, diagnosticaba un "re - -Francia; Estados Unidos- de la historia. tHay, pues, que dramatizar,
greso al relato". 36 Incluso se integraba dentro de una "crisis general de por ello, el momento presente, como recientemente lo recordaba la
las ciencias sociales".37 tSe trata sencillamente de un cambio de los historiadora estadunidense Joan W. Scott, "aquellos que esperan q ue
grandes modelos de inteligibilidad que desde hacía muchos años los los momentos de cambio sean cómodos y estén exentos de conflictos,
historiadores habían utilizado para ejercer su "oficio"? (véase el artí- no han aprendido la historia"?41
culo de Boutry). 38 tSe trata también de desafíos que o tras disciplinas
pueden lanzar a la histori a desde que se esfuerza por historizar el con-
junto de las realidades sociales, particularmente por parte de los filó- EL OFICIO DE HISTORIADOR ACTUALMENTE
sofos -trátese de la filosofía analítica, como lo presenta Engel, o de la
filosofía moral o ética- que rechazan la historicidad a ciertas realida- La historia tiende a ser un patrimonio común. Por lo tanto, cualq uier
des, en nombre de un sujeto universal y transhistórico? No es lo úni- persona puede convertirse en historiador, de su familia, de su pueblo,
co, a partir de ahora, también está en juego el estatus de la historia de su región, de su ocupación, de su disciplina . .. A diferencia de las
misma, en tan to que disciplina científica. matemáticas, de la biología, incluso de la sociología o de la antropolo-
gía, a men udo la historia puede parecerse a la música del aficionado o
a la pintura del domingo. Algunos, incluso, a la manera de los jueces
Js Para Francia, el diagnóstico más articulado es la obra de Charrier, Hisroire, de Versalles dando algún importante fallo o algún antiguo consejero
1994, vol. 42 ; los diagnósticos británico y estad unidensc son de otro orden: Cannadine ,
"British", 1988; Higham, "Future", 1994.
J6 Stonc, "Reviva!", 1979. l• Eley, "Histoirc", 1992.
l7 Stone, "Histoire", 1988, p. 292 . 4° Passeron, Raisonnemelll, 1991, pp. 24-2 7.
38 Charticr formula un diagnóstico d ife rente en "Monde", 1989, pp. 1505- 1509. 41 Scott, "I-Iistory", 1989, p. 692.
176 Apertura: len qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 177

de algún príncipe, se erigen pura y llanamente como historiadores. De muchas las ·consecuencias de esto: la investigación se profesionalizó
ahí el riesgo, claramente denunciado por Vilar: en el "comerCio de la casi por completo, en detrimento de los grandes académicos, y, salvo
historia", las "marcas[ ... ] están muy mal protegidas. Cualquiera pue- algunas excepciones, se implantó sólidamente. El volu men de publica-
de llamarse histo riador. f ... j Sin embargo, no hay nada más difícil y ciones se multiplicó: de acuerdo con la bibliografía anual internacional
raro que ser historiador." 42 Ciertamente, Vilar agregaba "marxista", de la historia de Francia, en los años veinte había alrededor de 3 000
pero la observación todavía es válida sin el epíteto. Numerosos textos publicaciones por año (libros, artículos, comunicaciones ... ), 5 000 en
recientes que remiten al "oficio de historiador" -a sus "reglas", como 1955, 8 000 en 1960, 9 000 en 1963, 10 000 en 1970; después de un
lo dice aquí mismo Bédarida- dan testimonio de la actualidad de la año de estancamiento, las publicaciones volvieron a crecer: 11 000 en
cuestión. Si bien la paternidad de la expresión nos lleva a Marc Bloch, 1979, 12 000 en 1985, más de 15 000 en 1991. Mientras que los "jefes"
en una obra mayor aunque inacabada, 43 y a partir de es te momento le de los años sesenta podían dominar todavía un vasto campo, la explo-
corresponde al dominio público englobar a la vez un método -un con- sión de la producción en todos los sectores historiográficos llevó hacia
junto de operaciones técnicas con sus herramientas, sus procedimien- una especialización todavía más aguda, a pesar de la publicación regu-
tos con su necesario aprendizaje y criterios de cientificidad- y una lar de review articles o de la creación de bibliografías informatizadas.
deontología, no por ello debiera olvidarse la dime nsión ética del tra- Hay que observar que éstas privilegian de manera muy notoria las pu-
bajo histórico, como el de cualquier trabajo científico: Probablemente blicaciones en inglés, por el hecho de que los instrumentos informáticos
sean las exigencias de la "historia del tiempo presente" las que, en más poderosos se encuentran en Estados Unidos. Es cierto que, como
parte, dieron a esta vieja cuestión toda su urgencia, mientras que la lo dice oportunamente Tackett, el tamaño de la "comunidad" de histo-
reciente reflexión metodológica había tenido la te ndencia a promover tiadores en Estados Unidos no se compara con la de los otros países del
el problema de la "escritura histórica" poniendo como entre parénte- mundo: Lacaso no se publican cada año más de 7 000 libros únicamen-
sis la imperiosa exigencia de verdad. 44 te sobre historia de Estados Unidos y de los países ele América, contra
unos 2 500 en Francia para las ciencias sociales en general?
Estos historiadores, más numerosos que antaño, hacen encuen-
lEl "pequeño mundo" de los historiadores? tros de manera frecue n te para presentar problemas y resultados en
congresos y seminarios durante sus estancias temporales en universi-
Desde principios de los años sesenta, el número de miembros universi- dades extranjeras, especialmente europeas (gracias a los programas de
tarios tuvo un aumento sin precedentes. Nada más los historiadores cooperación como "Erasmus"), pero también americanas. Evidente -
con puestos en las universidades francesas pasaron de ser 302 en 1963, mente, este tipo de circulación tiene muchas ventajas: acelera la d ifu-
a 1 155 en 1991, es decir, casi se cuadruplicó su número; los profesores sión de los resultados, obliga a los investigadores a confrontar sus ideas
de historia en las universidades italianas, de 252 en 1951, a 1 115 en a escala nacional y, más aún, internacional, lo que tiende a desclasificar
1983, y en las universidades británicas, de 1 300 alrededor ele 1960, a una historiografía estrechamente "hexagonal", más que en sus obje-
1 700 hacia 1970, cuando en 1900 no eran más que unos 30. 45 Son tos, en sus preguntas. Sin embargo, el "coloquio", veladamente, blo-
quea de dos maneras la actividad de los historiadores. La práctica de
H Vilar, "Histoire", 1974, p. 169. la conmemora<;:ión, a escala nacional como en Francia, a escala más
4J Bloch, Apolo¡¡ie, 1949; existe una edición crítica recién realizada por Étienne local como en l talia,46 se ha convertido en una de las fue ntes de
Bloch , Pa rís, A. Colin, 1993. financiamiento de las reuniones científicas¡ por otro lado, una fuerte
H Por ejemplo, Veyne, Comment, 1971.
45 Langlois y Chartier, 1/iswricns, 1991, p. 18; Scardozzi, "lnsegnamenti", 1985,

p. 62 1; Cannadine, "British", 1988, p. 171. La situación es mucho menos preocupante 16 En el núm. 78 de Débat, enero-febrero de 1994, figu ra una d iscusión interna-
4ue la que Roche describió hace unos diez años: "Historiens", 1986, pp. 3-20. cion al sobre la cuestión.
178 AJJertura: ien qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 179

demanda social exige que los historiadores mismos presenten los re- rales" -el-editor italiano Laterza lo convirtió en una especialidad con
sultados de las investi gaciones más allá de los círculos de especialis- la ayuda de historiadores italianos y franceses; posteriormente, los li-
tas. Conmemoración y "vulgarización" (sin connotación peyorativa) bros son propuestos para su traducción a otras lenguas-, y con colec-
pueden ir perfectamente de la mano y disminuir los encuentros, como ciones de ahora en adelante europeas, como la que dirigió Le Goff.
fue el caso del bicentenario de la revolución francesa. Se comprende El éxito real de la historia como mercado editorial, que ha movi-
fácilmente, entonces, el llamado a la moderación en la práctica de los lizado - ldesviado?- a una parte -lpero cuál?- de la corporación, ¿in-
coloq uios que lanzó recientemente Le Goff. 47 La transformación del fluyó intensamente en las dinámicas de la investigación reciente, cam-
historiador en trotamundos - Baecque presen ta aquí un ejemplo ex- bió el eq uilibrio entre la vulgarización y la investigación, modificó la
cepcional pero reve lador- no es solamente una experiencia agobiante escritura misma de la historia? Langlois propone aquí un procedimiento
para el que la vive, sino que también tiende a reducir, si no es que a diferente: ¿qué edición se requiere para la investigación histórica? Más
desaparecer, el "tiempo de reflexión", que es indispensable. allá de las clásicas preguntas sobre la división entre investigación y
Desde los grandes éxitos editoriales de los años setenta con la vulgarización, sobre la necesaria publicación dirigida a un público de
nostalgia rural de fondo (Histoire de la France rurale, así como Montaillou especialistas, investigaciones austeras y difíciles pero fundamentales,
de Le Roy Ladurie .. .) -que algunos creyeron poder interpretar como importa reflexionar sobre la relación esencial que el editor debería
una usurpación planeada por la "escuela de los Annciles" sobre la edi- establecer entre la investigación y la demanda social. A este respecto,
ción de historia-, el imaginario de numerosos historiadores se pobló Francia, así como Italia o España, se encuentran en una situación en
de best-sellers o de Apostroplles. La celebridad historiadora es una rea- la que la mayoría de las obras históricas es publlcada por editores co-
lidad nueva, como lo demuestra a contrario un recienre libelo antisemita merciales, lo cual garantiza a este tipo de libros una amplia difusión.
que se opone al nombre de Marc Bloch para la universidad de letras y Por el contrario, en Gran Bretaña o en Estados Unidos, las obras his-
humanidades de Estrasburgo: i un nombre "desconocido por la mayo- tóricas se editan en prensas universitarias, especialistas del libro "aca-
ría"!48 Sin lugar a dudas, aquélla modificó la relación entre investiga- démico". lNo habría que ver ahí un a de las razones del encierro de los
ción y edición. Efectivamente, un gran número de libros todavía se historiadores ingleses en una torre de marfil cuyos peligros acaba de
somete a un editor, por iniciativa del mismo autor (33% de los libros den unciar Cannadine? Es obvio que, para retomar una comparación
publicados en el sector de ciencias sociales}. La novedad -que todavía ya utilizada, si el editor de historia concibe su producto entonces una
no es absoluta- reside, probablemente, en la mayor importancia de la empresa de jabones concibe un detergente nuevo, de la misma forma
de manda editorial (22% de los libros publicados) :49 aparte de las gran- que el historiador se vuelve dependiente. Sin embargo, la oposición
des colecciones y las series históricas o de las biografías, redactadas simplista entre lógicas editoriales y lógicas intelectuales descuida la
por universitarios reconocidos, los editores pretenden producir obras compleja interpenetración del mundo universitario y el medio de los
específicas. Duby, que confiesa haber escrito muchos de sus libros por editores, la división de las funciones de director de colección y direc-
encargo, reconoce el mérito de sacudir la indolencia, de estimular la tor comercial, los riesgos de desclasificación en el campo intelectual,
inteligencia. 50 Estuvieron especialmente activos para producir vastas del historiador mercenario .. . No obstante, iqué editor moderno espe-
síntesis, primero a escala nacional; y después con coediciones "bilate- raría quince años a que un Marc Bloch le diera su manuscrito de La
société féodale?5 1 La oposición de los dos sistemas no debe ser llevada
demasiado lejos: cuando se trata de publicaciones de carácter científi-
41 Le Goff, "Maladie", 1993, p. 35. co, los editores comerciales franceses reciben frecuenteme nte subven-
48 El lihclo fue reproducido en Événement du ]eudi, 30 de junio-6 de julio de 1994,
p. 51.
49 Chaudron, "Éditcr", 1994, p. 136.
lO Ouhy, Histoire, 199 1, p. 94. 11 Bloch, Écrire, 1992.
180 ]ean Boutier y Dominique Julia 181
Apertura: ien qué piensan los historiadores!

cienes del Centro Nacional del Libro (CNL), de l Centro Nacional de la sabios de ~Sion", texto antisemita puesto en circulación a finales del
Investigación Científica (CNRS), o de l Ministerio de la Enseñanza Su- siglo pasado (XIX). 55 De ahí, por un lado, una evocación a los métodos
perior y de la Investigación. No hay que hacer caso omiso ni denigrar tradicionales de la crítica de textos, armados en el siglo XVII y sistema-
la entrada de la historia en el medio mercantil, sobre todo mientras no tizados por la filología alemana del siglo XIX, y una remisión, a falta de
se realice una evaluación seria y meditada de sus consecuencias. algo mejor, a la vieja lntroduction aux études historiques publicada en
1898 y reciente mente reeditada: Langlois y Seignobos habían asenta-
do el "método histórico" sobre un tratamiento de los documen tos que
L AS REGLAS D EL OFICIO combinaba una crítica externa orientada hacia la autenticidad - a par-
tir de la escritura, de la lengua, de las formas o de las fuentes del
Sin la aplicación rigurosa de las reglas del oficio, no hay historia. Este documento- con una crítica interna que ponía atención en el autor y
insistente recordatorio -cuya compre nsión no es inmediata, pues re - sus intenciones y, por lo tanto, celosa de la veracidad. Si bien estas
mite tanto a principios formalizados, como a la competencia adquiri- sencillas fórmulas pueden constituir un poderoso antídoto contra las
da por experiencia o de manera "artesanal"- tiene su origen en varios falsificaciones de todo orden en un periodo de manipulación mediática
fenómenos. La "nueva historia" está fundamentada, entre otros, sobre y de estudios apresurados,56 no dan cuenta, sino de manera imperfec-
el estudio de las masas - la verdad se garantiza entonces no por la ta, de la erudición crítica, y aún menos de las prácticas actuales del
operación crítica, sino por la "ley de la mayoría"- y sobre el rechazo de oficio: este ejercicio sistemático de comparación y confro ntación es a
1~ d ivi.sión entre los documentos "verdaderos" y "falsos", pues para el la vez un "arte racional" y un "arte de agudeza", alejado de toda regla
htstonador todo documento es útil. De este modo, por un tiempo puso mecánica; Bloch ha destacado las fo rmas frecuentemente antinómicas
entre paréntesis la crítica histórica más tradicional, elaborando otros y los riesgos (el de sustituir un lenguaje de probabilidad por el de la
métodos adaptados a los nuevos tipos de documentos movilizados, evidencia común) Y
como las pruebas de validación de las series estadísticas en historia No nos corresponde aquí retomar los grandes elementos del "ofi-
econó mica o en demografía histórica. 52 Sus avanzadas decisivas se han cio de historiador" a los que Bloch dedicó, hace más de medio siglo,
basado más en la inventiva de sus autores, en la importación, más o reflexiones ahora más que nunca fundamentales. No puede haber his-
menos salvaje, de nociones o modelos explicativos provenientes de las toria que no sea erudita; la recopilación metódica de datos se basa en
ciencias sociales, que sobre la crítica metódica de las fuentes. Al mar- el recurso, frecuente aunq ue variable según las épocas y los lugares, a
gen de la "galaxia Mabillon", el "nuevo historiador" se encontró des- las técnicas "auxiliares" -o "domésticas"- cuya larga lista no deja de
provisto, en los años ochenta, frente a las tesis "negacionistas" sobre enriquecerse con la introducción, por ejemplo, de métodos psicoquí-
la inexistencia de las cámaras de gas y, más recientemente todavía, a micos en arqueología o en historia del arte. Recientemente, una ar-
la apertura de los archivos de las antiguas de mocracias populares. q ueología industrial atenta a los archivos ha venido a desmon tar el
En un libro digno de reflexión, Anthony Grafton acaba de recor- proceso de "ingeniería criminal" a partir del estudio de la construc-
darnos que el auge de la crítica en la época moderna se ha alimentado ción de los crematorios de Auschwitz. 58 En este ámbito, los progresos
de la sutilidad inventiva de los falsarios, 53 trátese de la famosa "dona-
ción de Constantino" que debió haber legitimado el poder temporal 51 Les "Protocoles", 1992.
de l papado medieval54 o de los tristemente célebres "protocolos de los 56 Véase por ejemplo Vidal-Naquet, Assassins,l987; hay que mencionar que no
es casualidac.l el hecho de que el autor sea un especialista de la Grecia antigua, disci-
plina q ue sigue arraigada a una larga tradición crítica.
52 57 Bloch , Apologie, 1949, pp. 139-155.
Lahroussc, "Comment", 1940; Dupaqui.:r, Population, 1979.
5l 56 Pressac, Crématoires, 1993. Los archivos utilizados, los eJe la "Bauleitung SS"
Grafton, Faussaircs, 1993.
54 Véase la reciente trac.lucci<Sn eJe un gran texto del siglo )01: Valla, Donation, 1993. eJe Auschwitz están en Moscú y en el museo estata l de Oswiecim.
182 Apertura: ien qué piensan los hiscoriadore.1? ]can Boutier y Dominique ]ulicr 183

de la historia se basan esenc ialmente en una lógica de acumulació n: desconocida que, como nos lo dice O. Guyotjeannin, con funde un
acumulación de instru mentos de trabajo y de datos (repertorio de ar- cambio en las realidades observadas con aquello que no es más que
chivos y de fuentes, bibliografías gen erales o especializadas, dicciona- una modificació n de la manera de redactar actas administrativas o
rios, ediciones de textos, bancos de datos ... ), acumulación de traba- notariales, o la aparición de una documentación antes inexistente. La
jos . .. Sin e mbargo, ahí no está lo ese ncial: la calidad de la producción producción de "artefactos" por las he rramie ntas utilizadas es más su-
histórica depende del cuestionario elaborado por el histo ri ador; la va- til. H ace aproximadame nte unos 20 at1os, J. C. Perrot lla mó la a ten -
lidez de las respuestas aportadas rem ite, más allá de los procedimien - ció n sobre el e fecto descubie rto por e l economista estacluniden se
tos puestos a la obra, a la pertinencia de la docu mentación movilizada Slutzky: una serie de núme ros to mados al azar y sustituida por una
en relación con las preguntas planteadas. media móvil, toma la forma de fluctuaciones cíclicas; si se considera
La demostración que É. Fran<;ois h ace aquí mismo es ilustradora que la sucesió n de las cosechas durante el antiguo régimen es un fenó-
a este respecto: las relacion es de los "infor madores no oficiales" de la meno aleatorio, lcómo se podría afirmar que los ciclos coyunturales
antigua S tasi, ldescriben la oposició n al régimen o son, antes que n ada, de las antiguas economías son fenómenos reales? Más reciente me n te,
el producto de la maquinaria político-administrativa de la an tigua ROA los efectos de la utilización de la media en las estadísticas históricas
y de las comp!ejas estrategias de sus agentes? Para re tomar la vieja han sido sometidos a evaluación. 61 Q ued aría todavía por examin ar el
expresión de Emile Durkheim, el historiador, así como el sociólogo, uso de las nociones to madas de otras disciplinas, variante del clásico
construye su objeto de estudio por medio de la fo rmulació n de pre- "anacronismo": l las nociones e laboradas para describir, digamos, a los
guntas o hipó tesis, la definición de las bases documentales y la e lec- bororós o a los nuer, pueden aplic arse a los campesinos de la Borgoña
ción de los procedimientos analíticos.59 Recientemente, la reflexión medieval? Muy difícilmente, pues "la disciplina de la historia es, por
sobre el "ofic io" ha tenido progresos en esta línea. encima de todo, la disciplina del contexto".62 A l afirmar así la especi-
En su análisis de Montaillou, village aceitan de Le Roy Ladurie (Pa- ficidad disciplinaria de la historia entre las o tras c iencias sociales, el
rís, Gallimard, 1975) , Jacques Ranciere subraya e l precio de la cons- historiador británico E. P. Thompson propone una regla fu ndame n-
trucció n historiográfica. La etnosociología de un pueblo "cátaro" del tal para el oficio ele historiador: un hecho, una realidad social o c ultu-
siglo XIV no se hace posible más que por la exclusión de la herejía que ral sólo puede analizarse dentro del contexto muy preciso, si no es que
dio lugar a la fuerte represión del inquisidor y proveyó los documentos estrecho, q ue lo produjo o lo hizo existir.
de archivo:

el inquisidor suprime la herejía erradicándola [... ].El historiador, Las herramientas de trabajo
por el contrario, la suprime arraigándola. [ ... ] La herejía había de
existir para que fuera escrito lo que no tenía ninguna razón de A mediados de los años sesenta, durante el apogeo de la explosió n de
serlo: la vida de un pueblo de Aricge del siglo XIV. Había de desapa- las grandes fuen tes seriales, el uso de la computadora tuvo una entrada
recer para que esta vida se reescribiera dentro del presente de una n otable en la investigación h istórica en Francia. Permitía manipular
historia de las mentalidades.60 los corpus hasta e ntonces inaccesibles por su amplitud, transformarlos
en tablas de números y en gráficas: se trataba, en un principio, de una
l Realidad sesgada , reducida, mutilada? La operació n historiográ- fan tástica calculadora. 30 años después, la introducción de la informá-
fica trae consigo diversos efectos: la ilusión documental es la menos tica en la histori a parece ser muy paradójica: los grandes trabajos de

9
' Noiricl, "Enjeux", 1993, pp. 105- 11 5. 61 FciJmnn, Lngncau y Matalon, Moyenne, 1991.
00
Rnncicre, Mots, 1992, pp. 149- 150. ol Thompson, "Anthropology", 1972.
184 A pertura: ien qué piensan los historiadores? }ean Boutier y Dominique Julia 185

historia cuantitativa, desde el Esquisse du mouvement des prix et des revenus Finalmente, en el momento en el que la historia vuelve a interesarse
en France au xvm• siecle de Emest Labrousse (1933) hasta el monumen- por los individuos y sus trayectorias - las "carreras", las genealogías, las
tal Séville et l'Atlantique de Pi erre Chaunu (1955-1960), fueron elabo- redes sociales-, la computadora -que ya no es una calculadora más que
rados con las calculadoras "prehistóricas"; las calculadoras de bolsillo de manera secundaria- vuelve a ser la gestora diligente de bancos de
en los años setenta, sobre todo la microinformática de los años ochen- datos nominativos: para estudiar vastas poblaciones - las decenas de mi-
ta, pusieron a la disposición de todos un poder de cálculo sorprenden te llares de expedientes de los miembros de la administración española del
en el momento en el que el "paradigma galileano" deja de ser ce ntral siglo xvm (Dedieu) , o las genealogías, por cerca de 20 generaciones, de
para los historiadores que se alejan de lo seri al y lo cuan titativo. los habitantes del gran burgo de Mandutia, en Puglia (Delille)- pero
Sin embargo, no por ello habría que hacer un balance negativo. también muestras más restringidas, estudiadas más intensamente. El poder
Las grandes investigaciones cuantitativas no dejaron de hacerse de la de la computadora permite entonces identificar individuos descritos por
noche a la mañana: la posibilidad de trabajar sobre poblaciones consi- diferentes fue ntes, establecer la lista y el encadenamiento de las varian-
derables fue banalizada; Christiane Klapisch y David Herlihy estudia- tes de un texto a través de sus diversos manuscritos (véase el artículo de
ron de este modo a unos 250 000 toscanos registrados en el catasw Oaulin), reconstituir el campo semántico de una palabra dentro de un
(catastro fiscal) establecido en Florencia en 142 7. André Zysberg es- corpus o reconstruir las etapas del trabajo tipográfico dentro de una im-
crutó al total de los 60 000 condenados a las galeras en la época de Luis prenta del siglo xv a partir del estudio intempestivo de algunos incunables.
XIV. Jean-Pierre Bardet reconstituyó, a partir de muestras significati- Desde ese momento, los resultados -mucho más confiables que los cál-
vas, los comportamientos demográficos de los habitantes de Ruán de culos manuales- sólo dependen de una realidad fundamental: la calidad
los siglos XVII y xvm.63 La informática comienza a cambiar el rrabajo del de las fuentes registradas en las bases de datos. Por lo tanto, el rigor
historiador cuando in troduce la posibilidad de tratar datos cada vez formal d~ la computadora lleva al historiador a la crítica erudita. La in-
más co mpletos, dotados de un número de caracteres o de variables vestigación prosopográfica sobre la administración pública española a
cada vez mayor. De esta manera, los años ochenta en Francia conocie- finales del antiguo régimen obliga, así, a los investigadores a retomar el
ron el auge del análisis facto rial en el momento en que los historiado- estudio de las instituciones políticas de la España del siglo de las luces,
res hacían más complejos sus modelos explicativos de los procesos his- sector que la historiografía tradicional pensaba conocer desde hacía
tóricos: buscaban captar las correlaciones no entre dos o tres elementos, mucho tiempo. Si bien la utilización "galileana" de la computadora ame-
sino la restitución del objeto es tudiado dentro de un entorno mucho nazaba con convertir en "fetiches" los resultados "propios" salidos de la
más diversificado. La informática permi te, igualmente, recurrir a mo- impresora, su uso más reciente ha vuelto a lanzar la reflexión sobre la
delos formales para evaluar la importancia de tal o cual factor dentro constitución de la información y la naturaleza de las fuentes.
de un proceso histórico.64 La econometría hace así una entrada tardía Los cambios de los años ochen ta no trajeron una pérdida de la
y prudente en la historia económica con la publicación del gran trabajo manipulación de las herramientas fundamentales: la "transfiguración"
de Jean Heffer sobre el puerto de N ueva York, que recurre a modelos de las técnicas, más o menos antiguas, de la erudición, el uso razona-
económicos, evaluando en cada etapa su capacidad explicativa. 65 do de los números y de las estadísticas, el ahondamiento en el análisis
cartográfico - un a de las originalidades francesas-66 han enriquecido y
diversificado la tarea del historiador. Sin embargo, no podría ser redu-
63
Klapisch y Herlihy, UJscans, 1978; Zysherg, Galériens, 1987; Banlet, Rouen, 1983. cido a un conjunto de operaciones técnicas cuando, antes que nada,
64Lepetit hace un uso razonado de estas diversas posibilidades de manera con-
vincente en Vil/es, 1988, pp. 445-449. Un ejemplo interesante de utilización de un
modelo Lle simulación a título de evaluación, sin ambición "(alsilkadora": Dupaquier
y Demonet, "Fait", 1972. 66 Por ejemplo, la empresa e n curso, original e innovadora, Jel Arias, bajo, la
61 Heffer, Pon, 1986.
Llirección de Langlois y Bonin, 1987.
187
186 Apertura: ien qué jJiensan los historiadores? )ean Boutier y Dominique Julia

está orientado hacia la producción de sentidos, ya sea que se trate de Preguntas siempre renovadas
explicación o de in terpretación.
El diálogo se vuelve más insistente cuando la irrupción de un presente
. . 69 "'H
trágico fuerza al historiador a un examen de conctencta. t ay que

A LGUNAS PREGUNTAS ACTUALES EN FRANCIA creer que la historia nos engañó?" Estas palabras, murmuradas por un
Y EN EL EXTRANJERO oficial del Estado mayor recién salido de la Escuela de Guerra mien-
tras se preguntaba, en el verano de 1940, al día siguiente del desastre
En tanto que disciplina, la historia no cesa de replantear sus proble- de Flandes, acerca de los responsables de la derrota, persiguieron al
mas, probablemente porque la evolución del mundo no deja de modi- capitán Marc Bloch como una especie de reproche con tra su discipli-
ficar la percepción de las realidades hu manas q ue nos rodean. Es cier- na.70 Mide lúcidamente cómo las fallas de la formación militar y parti-
ro que algunos no dudan en pensar que nuestro mundo posindustrial, cularmente de una instrucción estratégica basada únicamente en los
pos moderno, tiende a desprenderse de la cadena de tradiciones que lo ejemplos de la guerra de 19 14-1918 habían impedido al alto mando de
construyeron, suprimiendo la "memoria larga" y enviando a los histo- 1940 renovar sus ideas, como lo exigía la Blitzkrieg de los ejércitos
riadores a sus cubículos. Es cierto que en Estados Unidos, país de "via- hitlerianos : aquel "maleficio del pasado",71 l no era la acusación más
jeros sin maleta", la historia, a diferencia de las otras ciencias sociales, terrible contra la legitimidad intelectual y la utilidad pragmática de la
rara vez ha servido para exaltar la grandeza nacional o la primacía historia? l H abría que unirse, en tonces, a la ocurrencia de Charles
estadunidense. Sin embargo, recien teme nte los historiadores británi- Seignobos: "Es muy útil plantearse preguntas pe ro es muy peli~roso
cos han denunciado enérgicamen te los peligros de un profesionalismo responderlas" ?72
distanciado de un público más vasto, haciendo caso omiso de la de- La r~spuesta es evide ntemente negativa. La experiencia de la se-
manda social exterior. Muchos problemas históricos recien tes, ya sean gunda guerra mundial, así como, más recientemente, la caída del muro
franceses -acerca de Vichy o de la descolonización-, o más vas tos - el de Berlín o el resurgimiento de los nacionalismos en Yugoslavia, obli-
ascenso de los nacionalismos en Europa, el regreso de la extrema de- gan a los historiadores, para comprender la opacidad de un presente, a
recha .. .-, muestran, no obstante, cómo el presente no deja de inte- cuestionar la validez de los procedimientos por los que explican los
rrogar a la historia, y fuerzan al historiador a retomar sus investigacio- cambios. De Certeau, al reflexionar sobre el sentido de los aconteci-
nes, a replantear sus pregun tas, incluso a cambiar sus métodos. Varios mientos de mayo de 1968 y sobre la vo luntad política de oc ultar sus
de los grandes historiadores de n uestro siglo no han dejado de repetir- fallas, anota:
lo: toda historia tiene "el carácte r de 'histori a contemporánea'", decía
el filósofo e historiador Benedetto Croce, 67 la in vestigación histórica La historia presente, la que vivimos, nos ensei'la a comprender de
se inscribe en un vaivén indispensable que nos hace "comprender el otra manera la historia pasada, que se escribe o se enseña. El saber
prese nte por el pasado" y "comprender el pasado por el presente" puede cambiar con la experiencia. Bajo el sesgo de este fenómeno
(Bloch) , es un "diálogo perpe tuo en tre el pasado y el presen te",68 lo panicular -la palabra tomada y retomadél-, somos llevados a un
cual es demostrado nuevamen te por Vilar aq uí mismo. problema fundamental que probablemente la estabilidad social y

lfl Es el título -"Examen de conciencia de un francés"- de la tercera parte de


Étrange, de Bloch, aparecido por primera vez en 1946; se retoma desde la introduc-
ción de A¡¡olo¡¡ie, 1949.
70 Bloch, Étran¡;e, 1990, p. 150 y Apologie, 1949, pp. 60, 70-7 1, 280-282.

67 Croce, 1-listoire, 1968, p. 38. 11 Bloch, rÉtrange,1990, p. 155.


68 Carr, Qu'est-ce que, 1988, p. 78. 72 Citado por Bloch, A j>olopje, 1949, p. 77.
188 Apertura: len qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 189

las sistematizaciones que lo acompañaban anteriormente habían de entonces y, en estos tiempos de rupturas culturales mayores (la
obli terado: lcómo puede darse un cambio? lCómo amanece un transformación de los comportamientos demográficos y sexuales, el
nuevo día/ 73 · Concilio de Vaticano ll, la crisis de mayo de 1968 o la irrupción de lo
simbólico mostraban la fragilidad de las convenciones sociales .·.), no
Las crisis del presente alteran, por lo tanto, los paradigmas ante- es de extr~ñarse que los historiadores se hayan interesado en fenóme-
riores y el historiador siempre trabaja sobre el prese nte, aunque, al nos al límite de lo concebible: creencias populares, brujería, profecías,
estudiar un objeto del pasado más lejano con las reglas de la más es- mesianismos, y también el sexo y la muerte.
tricta erudición, lo haga de manera metafórica. Por el contrario, la historia rural conoció un eclipse indiscutible
La renovación de los temas y de las problemáticas nunca surge, después del florecimiento de trabajos de historia regio~al, que e~ l~s
pues, in abstracto. Asocia en un a alquimia compleja la agudeza de las años sesenta, del Beauvaisis al Languedoc, del Hurepotx al medwdta
preguntas contemporáneas, la constelación intelectual en la que la tolosano, subrayaron la permanencia, incluso el conservadurismo.' de
historia se inserta {particularmente su relación con las otras ciencias las sociedades rurales con fuertes contrastes, y pusieron de reheve
sociales como lo muestra aquí Jacques Revel) , las exigencias específi- "agrosistemas" pluriseculares. La Histoire de la France rurale (Le,Seui_l,
cas del campo de la disciplina misma, con su desarrollo interno, sus 1975-1976), dirigida por Duby y Le Ro y Ladurie, propuso una smtests
formas específicas de trabajo y los poderes que se eje_rcen en éL que en ese entonces se consideró como definitiva. La historia rural
Como cualquier otra disciplina científica, la historia tiene sus di- renace actualmente sobre el abandono de un campo, gracias a las
námicas internas, conoce los entusiasmos y las fatigas de los investi- nuevas opciones metodológicas (como el cruce de una histo ria
gadores, las sumisiones y las rebeliones, tiene sus investigaciones "nor- antropol<?gica de las familias con un análisis econó"_lico p_re~iso de_l_a
males" y sus "revoluciones científicas", para retomar los términos de empresa agrícola) y revela discontinuidades tras la tlu_sona mmovth-
Khun. De esta manera, a finales de los años sesenta se dio un viraje dad estructural: el excelente libro de Jean-Marc Monceau sobre los
decisivo en el que se "desplazó" a numerosos historiadores franceses, de granjeros de Ile-de-France entre los siglos XV y XVlll , pone de :elieve el
los mejores, de una historia económica y social hacia una historia de las ascenso social de un "patronato" agrícola en el seno de las ehtes rura-
mentalidades colectivas. Para obtener un "verdadero retrato econó- les, su papel motor en la concentración y en la modernización-~e las
mico y social" de Francia, Labrousse, profesor de historia económica explotaciones, así como sus inversiones precoces en la educac10n de
en la Sorbona, retomó, a partir de los años cincuenta, la división de- los niños_76 La creación , en 1993, de una asociación que agrupa a 500
partamental del país y distribuyó a cada uno de sus alumnos una cir- historiadores, seguida del lanzamiento de la revista, Histoire et Sociétés
cunscripción para su estudio. No tardaron en aparece r las críticas: 74 Rurales en 1994, en el momento en el que los ingleses y su nueva
había una "audacia un poco ingenua" en pe nsar que la ambición de revista Rural History (1991) redescubren también la historia del cam-
un trabajo colectivo así era compatible con el "individualismo feroz" po, son la señal de que una nueva gene ración ha tomado el rele~o _Y
que lleva a cada "doctorando" a afirmar la o riginalidad de su empresa; que la historia rural va a tener un n uevo auge prometedor en los proxt-
como lo confiesa Maurice Agulhon, cada uno se empeñaba en esca- mos años.
par "de la reputación de ser toda su vida el historiador de pueblo o de La historia es una ciencia social, es decir, "política". Es una antigua
acontecimientos familiares".75 La historia de las infraestructuras, so- evidencia que frecuentemente ha sido demostrada con ímpetu: la his-
bre todo, había conquistado con creces el derecho de ciudadanía des- toriografía de la revolución francesa se adhiere estrechamente a la evo-
lución política de Francia, incluso del mundo. 77 El vigor de la historia
73 Certeau, Prise, 1994, p. 65.
74 Rougeric, "Dépanementaliser", 1965.
75
76 Moriceau, Fermiers, 1994.
Agulhon, "Vu", 1987, pp. 42-43. 77 Géranl, Révolur:ion, 1970.
)ean Boutier y Dominique Julia
191
190 Apertura: ien qué piensan los historiadores?

depende entonces de la libertad de la que disponen los individuos para toriografía de la república fede ral está estrechamente ligada a la ma-
pensar Yactuar. En Alemania del este, a pesar de algunas notables ex- nera como enfocó su pasado. Al término de la última guerra, el histo-
cepciones, el sistema tan centralizado de control ideológico y político ricismo tradicional, salido de la escuela prusiana de finales del siglo
-el grado de pertenencia al partido comunista aumentaba en función pasado (XIX), perduró hasta 1960; a partir de una historia centrada en
directa con la jerarquía de los puestos y la casi totalidad de los profeso- la política y la diplomacia y con una óptica nacionalista, consideraba a
res de historia moderna y contemporánea de las universidades eran miem- Alemania sin responsabilidad alguna de la primera guerra mundial y
bros del partido- desembocó, frecuentemente, en el conformismo de un al Ill Reich como una abenación en la historia nacional: iEn ningún
catecismo conceptual y de un lenguaje ritualizado que bloquearon 0 caso Alemania era culpable! El cuestionamiento de este enfoque in-
retardaron las renovaciones, a pesar de algunos espacios de libertad.7s tervino únicamente al término de los años cincuenta, con la dem os-
En Polonia, las exigencias de alineamiento doctrinal y la severi- tración de los objetivos imperialistas de la política de Guillermo li en
dad de la censura política pudieron haber provocado el abandono de 1914, y de la implicación de grandes sectores de la sociedad alemana
ciertos temas de historia contemporánea, considerados demasiado en el éxito del nazismo.81 O bra de jóvenes histori adores, este vuelco
~elicados, o la adaptación de la historia nacional a la coyuntura polí-
historiográfico se desarrolla con el éxito político de la coalición socia-
ttca, pero no hallaron la misma adhesión masiva. La historiografía lista liberal. Coloca la historia en medio de las ciencias sociales, afir-
polaca pudo renovarse ahí donde las posturas no parecían decisivas ma la singularidad de una historia alemana que debe reinterpretarse
para el poder. Así, los medievalistas pudieron desarrollar la metodolo- desde el siglo XIX: una industrialización si n revolución burguesa, un
gía original de la cultura material a partir de un programa muy amplio país dominado por la aristocracia con propiedades de los "j unkers"
de investigaciones arqueológicas : en este terreno •.con el aval de las prusianos, un nacionalsocialismo como salida de una "vía específica"
autoridades, y sin que su control pudiera tergiversar los resultados -el sonderweg- hacia la modernidad.
estuvieron en la punta de la innovación tanto en la historia de la pro~ En los años ochenta, este nuevo paradigma es criticado a su vez
ducción agraria e industrial, como en la de la tecnología, del hábitat, por los seguidores de una corriente historiográfica que, en nombre de
de la alimentación o del vestido. Si se agregan los estudios sobre los un acercamiento más cultural y antropológico de las realidades socia-
sistemas mitológicos, las culturas populares o las marginales, los his- les, se consagra a volverse a apropiar la dimensión subjetiva de la vida
toriadores polacos pudieron proponer modelos de investigación a los cotidiana, a escala regional, local, incluso individual: las macroformu-
países "occidentales". 79 laciones de las ciencias sociales - industrialización, modernización ... -
Sería conveniente, entonces, cuestionarse sobre los lastres que no pueden dar cuenta de la relación que se elabora entre las condicio-
82
afectaron la historiografía de los países llamados "libres" durante la nes materiales de vida y los comportamientos de los actores sociales.
guerra fría, teniendo en cuenta que "todas las preguntas históricas Si bien el éxito de esta Alltagsgeschichte puede ponerse en paralelo con
tienden a plantearse simultáneamente como preguntas políticas", y el auge de los "verdes", el viraje a la derecha de los años ochenta está
no solamente en Alemania.80 Fue necesaria la muerte del general De marcado por una tentativa de banalización del "nazismo", considera-
Gaulle, la decadencia del partido comunista y, sobre todo, el desafío do como el caso extremo de las prácticas más ampliamente difundi-
que representaron los estudios estadunidenses (particularmente los das. Este "debate de historiadores" -el Historikerstreit- de los años 1986-
de R?bert Paxt?n) para que la historiografía francesa estudiara a pro- 1987 ,al fuertemente ideológico y político, no desemboca, de hecho,
fu ndtdad el régtmen de Vichy. Es evidente que la evolución de la his-
81 Souchany, "Nazisme", 1992. ,
78 lggers, "Histoire", 1992. Bl Lipp, "Writing", 1990; Schiittler, "Erudition", 1991. . ,
BJ Evans, "New", 198 7; los textos principales del debate aparecteron en frances
79 Leczyk, Science, 1990.
60 Fletchcr, "History", 1988, p. 560. en Ed. du Ccrf en 1989.
192 )ean Boutier y Dominique Julia 193
Apertura: ien qué piensan los historiadores!

en ningún gran avance metodológico o científico. iNo será que en clusiones generales. Los historiadores no construyen, más que antes,
ocasiones las reformulaciones de los historiadores son únicamente la herramientas teóricas que les sean propias, lo cual se debe, según
simple reactivación de antiguas discrepancias? Chartier, a un "déficit de pensamiento"; 84 no obstante, su "bricolaje"
tiende a convertirse en un diálogo más exigente y más riguroso en el
que se mezcla el rechazo a una interdisciplinariedad floja85 y un es-
LOS GRANDES PARADIGMAS fuerzo impulsado por una "traducción" conceptual. Los trabajos de
Bem ard Lepetit sobre histOiia urbana o de Christophe Charle sobre his-
Las preguntas renovadas adquieren sentido solamente dentro de mo- toria social son ejemplos significativos de los nuevos tipos de relacio -
delos de comprensión que hacen posible su solución. En los años se- nes que los historiadores han establecido con la economía o la socio-
senta, debía integrarse un problema dentro de una historia "global", logía.86 Ninguna de estas formulaciones tiene ambición totalizadora,
que pretendía dar cuenta de la evolución de las sociedades en su con- sino que corresponden a las necesidades de una historia especializada,
junto; la respuesta se obtenía seriando los documentos y evaluándolos de horizontes limitados; incluyen, esencialmente, los dos campos que
cuantitativamente. Mapas, diagramas, cuadros estadísticos eran he- se elevaron al primer rango durante los años ochenta: la historia polí-
rramientas indispensables para analizar las relaciones estables que for- tica y la historia cultural.
maban un sistema -estructuras- y los cambios temporales que los afec- De este modo, hay dos vías trazadas. Ya sea reconstruir sobre ba-
taban, en el interior mismo de esta estructura - la coyuntura. Este ses diferentes una nueva ambición de totalidad, o proponer como punto
modelo "estructura-coyuntura", tan apreciado por Labrousse, Vilar y de partida del análisis histórico, lo que, en los márgenes, frecue nte-
por un gran número de historiadores franceses, se basaba en una re- mente resiste a la investigación.
presentación del universo social vagamente derivado del marxismo, a Acaba de aparecer una nueva ambición."totalizadora" a partir de
lo que Chaunu denominaba el cohete de tres pisos, en el que lo eco- lo político o de lo cultural. En el primer caso, la reflexión de mayor
a
nómico precedía (o determinaba, según las opciones) lo social y lo fuerza se ha hecho alrededor de la "historia crítica" de la revolución
fra ncesa propuesta por Fran<;<ois Furet. Maree! Gauchet pretende ha-
social a lo cultural.
El horizonte de referencia de los historiadores franceses terminó cer política de este modo, libre del "juego de las fuerzas sociales" , una
por desaparecer a lo largo de los años setenta. La crisis económica que "clave nueva para la arquitectura de la totalidad" que le permitiría
puso término a los Treinta Gloriosos y a sus "grandes esperanzas" al "una recomposición del designio de una historia total" y autorizaría la
mismo tiempo quebrantó las grandes conceptualizaciones. Los gran- construcción de un nuevo paradigma.
des paradigmas -a la doble referencia de Marx y Freud, probablemen-
te habría que agregar a algunos otros, entre ellos a Malthus- dan lugar Lejos de reducirse a esta parte superficial y transparente del fun-
a un arsenal diversificado de herramientas y acercamientos teóricos, cionamiento de las sociedades sobre la que uno creía saberlo todo,
tomados esencialmente de otras ciencias sociales: las conceptualiza- el político constituye el nivel más abarcador de su organización
ciones políticas de Tocqueville; la discontinuidad de los "episteme" y [ ... ]. Desde el pun to de vista de la forma política, la coherencia
la microfísica del poder de Foucault; la "reproducción" social, las "es- jerárquica del orden social y material del antiguo régimen se revela
trategias", los "campos" o el "habitus" de Bourdieu; el "espacio públi- mejor. Sólo desde el punto de vista del poder y de su historia las
co" de Habermas; la "configuración" o la "interdependencia" de Elias .. . fracturás mayores iniciadas por su lógica, tanro en el plano directa-
La lista, q ue se incrementaría si traspasáramos las fronteras revelando
puntos en común -la extraordinaria fo rtuna, casi póstuma, de Elias- y 84 Charticr, "Histoirc", 1994, p. 123.
las divergencias -la sorprendente ausencia de la socio logía compren- 8~ Lcpctit, "Propositions", 1990, pp. 33 1-338. ,
86 Particulanncntc, Lcpctit, Vi/les, 1988; Charle, Elites, 1987.
siva de Max Weber en Francia-, permite, no obstante, algunas con-
194 Apertura: ien qué J>iensan los historiadores! )ean Boutier y Dominique Julia 195

mente político como en el plano de los fenómenos inducidos, y la paración con el inspector de policía, habló del "paradigma indiciario":
separación de la economía, se vuelven completamente legibles.s¡ el historiador principia su trabajo siguiendo un indicio, que no es otra
cosa más que un "fragmento" fuertemente significativo. 90
La otra versión del regreso a la totalidad residiría, quizá, en el G inzburg analiza los mecanismos de inte rcambio entre la cultura
reciente impulso en Estados Unidos a los cultural studies, en los que el popular y la cultura erudita a finales del siglo XVI a partir del proceso
mundo se inscribiría, en su totalidad, dentro de la esfera de las prácti- de la Inquisición contra el molinero Menocchio de la región del Friuli
cas y las producciones culturales. 88 (un individuo original y evidentemente excepcional, que se represen-
Las dos tentativas se basan en una lógica similar: fundar un nue- ta el cosmos en forma de un queso devorado por los gusanos) .9 1 El
vo paradigma buscando la instancia a la vez más central y más Pouvoir a.u villa.ge de Levi se abre con el relato minucioso de la activi-
abarcadora. Otras lógicas parten de una observación opuesta: la cons- dad de un sacerdote exorcista pueblerino que revela, exagerando, las
trucción de un objeto histórico, que supone un corte específico de lo inquietudes de una población rural sometida a las incertidumbres del
real, es incapaz de dar cuenta de todos los aspectos del "continente tiempo; lo que él propone es, de paso, una relectura de la sociedad
histórico", de las asperezas, las singularidades, las "caídas" que resis- rural del antiguo régimen, demostrando la existencia de estrategias
ten a las formas y a las categorías en las q ue queremos insertarlas. acti vas dentro del campesinado por medio del análisis del sistema de
Para responder a estos silencios, se propusieron, recientemente, las alianzas, de las políticas de transmisión del patrimonio o del mer-
dos estrategias diferentes. La primera la desarrolló la microstoria italia- cado de la tierra. La sociedad antigua, organizada alrededor de am-
na a partir de Edoardo Grendi, Cario Ginzburg y Giovanni Levi. Esen- plios "frentes de parentesco" - la familia nuclear, tan apreciada por los
cialmente, se trata de un cambio de enfoque del objeti vo que au mente demógr<1fos ingleses del Cambridge Group, es excluida de entre las
el número y el tipo de datos posibles, de hacer emerger las diferentes nociones inútiles y engañosas-, logra crear, a su manera, fo rmas de
configuraciones en las que aparecen concretamente, en toda su com- seguridad frente a las crisis y las guerras.92
plejidad, las relaciones sociales y las estrategias individuales y colecti- La segunda vía comparte con la microstoria la preocupación por la
vas: la consideración de las conductas personales y de los destinos restricción del campo de observación y la preferencia por los márge-
familiares permite comprender, mejor que los agregados estadísticos, nes como terreno de trabajo. Surge de la extrañeza, a menudo no to-
las racionalidades específicas que informan sobre los comportamien- mada en cuenta por los documentos que alimen tan el trabajo del his-
tos de tal o cual categoría social, a menudo en los intersticios desiste - toriador. Son los muertos los que hablan: no se los puede resucitar
mas normativos en los que no existe coherencia alguna.89 La restric- pero se corre el riesgo de "dejarlos morir por segunda vez", sepultando
ción del campo de observación no representa un regreso a la biografía sus palabras bajo nuestras interpretaciones, descuidando la particula-
ni la satisfacción por la monografía local: al contrario, se trata, a otra ridad de sus "vidas arrojadas a los archivos" q ue narran la violencia, la
escala, de que surj an modelos de comprensión más practicables, que humillación y el placer.93 Estas vidas "ordinarias" tomadas del archivo
restituyan los márgenes del juego que las formas de dominación dejan judicial y policiaco, son el pan de cada día de Arlette Farge. Un que-
a los actores. Para dar cuenta de esto, Grendi produjo la noción de brantamiento del orden social obligó a la gente a abrirse ante la auto-
"excepcional normal", lo cual puede significar que una sociedad se lee
más en sus márgenes que en su centro; Ginzburg, retomando la com-
90 Grendi, "Microanalisi", 1972; Ginzburg, "Traces", 1989.
91 Ginzburg, Fromage, 1980.
8l Gauéhet, "Changement", 1988, pp. 168- 169. 91 Lcvi, Pouvoir, 1989; deberá leerse atentamente la presentación Je Revcl, va-
88 Una presentación critica de estas tendencias en H um, "History", 1989, pp. 1-22. liosa introducción para la experiencia Jc la microswria. Revcl, "L:histoire", 1989.
89
Levi, "Microhistory", 1991. Sobre el "cambio de paradigma" que no es única- 9J Farge, ÜOL1t, 1989, p. 145. Esta posici(m desemboca en la desaparición volun-
mente italiano, véase también Charle, "Micro-histoire", 1993, pp. 45-57. taria del historiador para dar la palabra al documento: Farge, Cours, 1994.
196 ]ean Boutier y Dominique Julia 197
Apertura: ien qué piensan los historiadores?

ridad. De ahí la sorpresa perpetuada del historiador al leer estos tex- Por haber visitado las fronteras de su tierra, por haber sido como
tos, al tocar los objetos modestos adjuntos a aq uéllos -telas-, granos, Robinson "trastornado" por las huellas de la ausencia marcadas en
barajas- como si los detalles más íntimos de una vida irrumpieran en las orillas de una sociedad [escribe Michcl de Certeau), el historia-
nuestro mundo, más allá de la muerte. Sin embargo, esta realidad nace dor se vuelve alterado pero no silencioso. El relato se pone a hablar
de una práctica del poder que ordena el texto según las exigencias del entre contemporáneos. Me parece que puede hablar del sentido
in terrogatorio. No hay, por lo tanto, una "verdadera" voz popular que hecho posible por la ausencia cuando no hay otro lugar más que el
se pueda exhumar como un tesoro perdido. discurso. Dice entonces algo que tiene relación con toda comu ni-
A_ partir de estos pedazos de discurso, de estos fragmentos de vida, cación, pero lo c uenta en form a de leyenda -a buen ente ndedor
es pos1ble, no obstante, reconstruir las formas de racionalidad que re - pocas palabras- en un discurso organizado por una presencia faltantc
gulan las prácticas y las acciones, los códigos que rigen las relaciones y que protege del sueño, o del lapsus, la posibilidad de ser la marca
sociales en el barrio, el taller o el cabaret, las relaciones entre hombres de una alteridad alterante.%
y mujeres. 94 Pues el "populacho" no es el niño crédulo, irracional y
violento que los administradores se empeñan en ver en él. A decir de
los "malos discursos" transmitidos por los inspectores de policía, tam- Las preguntas sobre el tiempo
bién sabe manifestar su "opinión"; no lo que entendemos por "opinión
pública", mensurable y masiva, sino "opiniones acerca de" (tal acto Au nq ue actualmente el mundo de los historiadores tiende a confun-
real, tal acontecimien to, tal suceso), móviles y fluidas, surgidas a par- dirse con el planeta, si una historia "transnacional" se asienta como
tir de esquemas lógicos con los que los diferentes actores reconstruye- un instrumento indispensable para la comprensión de nuestro tiempo,
ron su interpretación de los hechos, de los que ellos no conocen más los cuesÚonamientos contemporáneos no pueden excluirse de las preo-
que una parte. Es en el siglo XVII! cuando se arraiga en cada individuo cupaciones nacionales. La Gran Bretaña de los años ochenta se es-
la seguridad de que saber y juzgar es legítimo. Lo que provoca el fuerza por recalcar las continuidades de su historia, mientras que des-
archivo policiaco es que la opinión popular de los periodos antiguos no de hacía varias décadas sus historiadores habían puesto en evidencia
se forje según un proceso acu mulativo y automático ligado a la mul- los aspectos pioneros de aquélla, con el precedente de sus revolucio-
tiplicación de lecturas (libelos, panfletos, carteles), sino por la sepa- nes política y después industrial: de este modo, un libro reciente y muy
ración de los pensamientos enfrentados con una pluralidad de acon- controvertido presenta, a partir de este momento, a la sociedad ingle-
tecimientos.95 sa como una sociedad de antiguo régimen hasta principios del siglo
A diferencia de la microstoria, este procedimiento se basa en la XIX.97 El "excepcionalismo" estadunidense de la "escuela del consen-
importancia acordada al detalle casi insignificante y en su tratamien- so", fundamentada en la experiencia de la "frontera", la ausencia de
to: ya no hay modelos formales para dar cuenta de las racionalidades tradiciones fe udales y jerárquicas, la gran movilidad social, cedió su
propias de una categoría social, sino un regreso volu ntario al desor- lugar a una fuerte negación de caracteres constitutivos -i"mitos fun-
den, a las discontinuidades, a todo lo que excede o rompe la normali- dadores"?- de una nación estadunidense: raza, etnicidad, "género",
dad mayoritaria. De ahí la atención prestada al trabajo de la escritura clases, la diversidad es primero e impide escribir cualquier historia
que participa de la inteligencia del material: la historia permanece unificada del país.98
fu ndamentalmente como un relato - lo dice Hartog-, y su forma con-
sustancial a la comprensión del objeto. 96 De Certeau, Absent, 1973, pp. 179- 180; véase también Écritt1re, 1975, pp. 10 1-
120, y el n(un. 58, 1994, de Communications dedicado a t/ic,iture des sciences de l'lwmme.
9; Farge, Vie, 1986. 97 Clark, English, 1985.
98 Un balance informado: Fano, Una, 1991. Véase Appleby, "Recovering", 1992.
9s Farge, Dire, 1992.
199
198 Apertura: ien qué piensan los historiadores? )ean Boutier y Dominique Julia

de los procedimientos empleados (lógica del razonamiento, herramien-


Francia también tiene sus propias preguntas: la publicación, des-
tas estadísticas pertinentes) . 102 De esta mane ra, la necesidad de ver-
de hace unos diez años, de un conjunto impresionan te de Historias de
dad, durante mucho tiempo denigrada como un avatar del "positivis-
Francia, con enfoques muy variados, enfatiza el regreso de ciertas preo-
mo", ha vuelto actualmente al primer plano de las preocupaciones
cupaciones nacionales; la historia del antiguo imperio colonial reapa-
rece notablemente, a menudo en forma de nostalgia imperial, algunas históricas.
No por ello, su reformulación llevó al historiador hacia la falsa
veces en un esfuerzo original de análisis de las complejas relaciones
seguridad de los "hechos". Su objeto predi lecto sigue siendo todavía la
entre colonizadores y colonizados; los problemas n uevos que plantea
dinámica de las sociedades h umanas, pero su enfoque ba cambiado
la integración social de poblaciones de culturas alejadas de las "tradi-
profundamente, como consecuencia de nuestras preguntas actualiza-
ciones" francesas generan trabajos fundamentales sobre el "crisol na-
das. La "derrota" del progreso ha hecho callar el asunto, antaño pre-
cional".99 No se trata aquí de inventariar este mosaico de interroga-
eminente, de la emergencia de la "modernidad", sea económica, políti-
ciones específicas, sino de señalar, más allá de es ta diversidad
ca o cultural, y ha alejado las dinámicas largas que hacían sucederse
básicamente política, algunas grandes preguntas - necesariamente más
majestuosamente las grandes fases de la historia de la h umanidad. La
abstractas- compartidas ampliamente.
erosión o la fragmentación de las creencias de todo orden quebrantó
Hace varios años, el libro de Novick despertó un fuerte debate en
los grandes modelos totalizadores, que ponen de relieve, más allá de las
Estados Unidos sobre la "cuestión de la objetividad". uJo La discusión
lógicas del interés, las tensiones entre individuos y grupos, la separa-
también existe -ide manera más discreta?- en Francia. Ginzburg lo
ción entre prácticas y normas, las fallas que amenazan la frágil cohe-
mencionó en Italia, a su manera y en un contexto muy específico. lO!
sión de las sociedades. El final brutal e inesperado de las "democracias
Las obras históricas, ino serían más que obras de ficción, puesto que
populares" invita a tomar muy en cuenta lo imprevisible. Atrapados en
la historia no podría separarse del relato que, antes que nada, es un
una crisis generalizada de las múltiples modalidades del "creer", testi-
género literario? Sin embargo, si el recurso inevitable al relato no im-
gos de las resistencias a las manipulaciones mediáticas, los historiado-
plica por consiguiente el abandono de toda intención de "verdad"
ide qué tipo de verdad se trata? El histotiador tiene el objetivo d~
res pusieron en el centro de sus preocupaciones la cuestión de la "creen-
cia". En el lenguaje corriente, la palabra únicamente tiene una acepción
construir, ahora más que n unca, hechos "verdaderos", aunque esta
restringida, ligada a la esfera religiosa, mientras que remite, de hecho,
verdad sea en ocasiones parcial, imperfecta, insatisfactoria. No hay
a las dimensiones subjetivas de la vida social. Estas representaciones
trabajo histórico sin producción erudita de datos, apoyada en docu-
de todo orden, en el punto de partida de la constitución de las identi-
mentos que no pueden adquirir cualquier se ntido a capricho de la
dades, de lo local a lo nacional, de lo individual a lo colectivo, desem-
subjetividad o de la parcialidad del historiador. Pero no por eso éste
bocan en las formas complejas de adhesión y de rechazo en el seno de
renuncia a su verdadera ambición, que es la de dar sentido a los pro-
cesos históricos. Aunque el método elegido sea explicativo o interpre- las cohesiones sociales que se han vuelto muy improbables.
tativo, el resultado nunca se evalúa por la brillantez o la virtuosidad
del autor. Los historiadores del siglo pasado (XJX) publicaban, anexos
NECESIDAD DE LA HISTORIA
a sus obras, documentos auténticos que llamaban "pruebas"; actual-
mente, el trabajo histórico ciertamente prueba sus análisis por la se-
Vivimos en un periodo en el que vemos extinguirse las tradiciones
guridad de la documentación producida, pero sobre todo por el rigor
pluriseculares frente a nuestros ojos: pueblos desertados, complejos

99 Véansc particulanncnrc los trabajos Je Noiriel, Creuset, 1988, y Tyrannie, 1991. 101 Un número reciente de la revista Quaderni Storici (núm. 85, 1994) está dedi-
100 Novick, "Noble" , 1988.
10 1 Ginzburg, Storico, 1991. cauo a la prueba en historia.
200 Apertura: len qué piensan los historiadores? ]ean Boutier y Dominique Julia 201

mineros, siderúrgicos o textiles abandonados, nos recuerdan cotidia- Sin embargo, la omnipresencia del pasado -síntoma inquietante
namente el final de los modos de vida antiguos. No obstante, no se de un déficit- l no corre el riesgo de volverlo asfixiante? Haremos so-
trata de una página de la historia a la que se dé vuelta, estamos asis- lamente dos preguntas. La disciplina histórica no tiene como objetivo
tiendo a una crisis generalizada de la transmisión cultural: len qué se celebrar tal o cual memoria particular ni resucitar lo que sucedió, sino
han convertido las creencias y las convicciones en el interior de las hacer comprender, en toda su complejidad, las relaciones que unen o
iglesias que se han vaciado, en los partidos políticos o en los sindica- dividen a los hombres y a las mujeres, a los diversos grupos sociales, a
tos? Las grandes formas colectivas que aseguraban en el país La trans- los gobernantes y a los gobernados .. . , sin disimular ninguna de sus
misión de los valores a las nuevas generaciones parecen haberse bo- asperezas. Al mismo tiempo, la historia mantiene una función cívica
rrado. El tiempo de las procesiones cristianas triunfales se encuentra irremplazable en nuestras sociedades democráticas. Nada puede im-
ahora Lejano, y los desfiles del 1 de mayo son cada vez más éticos. pedir a cada generación el acto q ue la hace recibir un pasado hereda-
Algún hilo de una tradición viva ha sido cortado de tajo, y de ahora do y alterarlo a su vez en funció n de Las exige ncias del presente. "La
en adelante, las enseñanzas se adq uieren por otras vías. tradición [escribe Michel de Certeau] sólo puede estar muerta si per-
En el momento en el que esta pérdida se siente como una ampu- manece intacta, si una invención no la compromete devolviéndole la
tación , una desposesión de sí, la "memoria" conoce una valoración vida, si no es cambiada por un acto que la recree." 103 En este sentido,
sorprendente con una búsqueda, en ocasiones patética, del testimo- es el trabajo de l historiador sobre el pasado, estableciendo una distin-
nio marcado por el doble sello de la autenticidad y de Lo vivido y, en ción fu ndamental entre historia y memoria, el que hace posible la apro-
otras inhábil de las "memorias anticipadas" que reposan, intactas, en piación crítica de las tradiciones, ya que son probablemente las con-
los archivos. Al mismo tiempo, los museos proliferan, encargados de memora,ciones aparentemente más sacrílegas -como el desfile de
soportar, desde ahora, el peso de las memorias particulares, como los tanques alemanes por los Campos Elíseos el 14 de julio de 1994 o la
espectáculos "populares" -de Los Miserables de Robert Hossein al presencia del presidente de la Alemania reunificada durante la con-
Germinal de Claude Berri, pero también de la representación del com- memoración de la insurrección de Varsovia el primero de agosto de
bate vandeano en Puy-du-Fou organizado por de Villiers en Ils ont tué 1944- las que son portadoras de un futuro.
)aurés montado por Quiles en Carmaux. Por un lado, el modelo patri-
monial que, en un lugar neutro, transforma en objeto los instrumen-
tos cotidianos, el hábitat, las costumbres de un pasado ahora muerto, BIBLIOGRAFÍA
sustrae al tiempo "trad iciones populares" re inventadas más de una
vez. Por otro, la exaltación romántica de combates originales que, de- AGULHON, M., "Vu des coulisses" en Essais d'egollistoire, París, Gallimard,
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Georg G. lggers 209

humana, acompañado por la convicción de que "potencialmente la


cultura del grupo, e incluso la voluntad del individuo, son agentes
causales del cambio por lo menos tan importantes como las fuerzas
impersonales de la producción material y el crecimiento demográfi-
LAWRENCE STONE Y co".3 Este renovado énfasis en las experiencias de seres humanos con-
"THE REVNAL OF NARRATIVE"* cretos anunció un regreso a las fo rmas narrativas de la historia.
El giro hacia la experiencia conllevó un nuevo examen crítico de
la racionalidad científica. La historia orientada hacia la ciencia social
GEORG G. LGGERS
había presupuesto una relación positiva con un mundo industrial mo-
derno en expansión, donde la ciencia y la tecnología contribuían al
crecimiento y al desarrollo. Pero esta fe en el progreso y en la civiliza-
ción del mundo moderno experimentó una dura prueba desde los años
sesenta. En los cincuenta, los historiadores y los científicos sociales
estadunidenses aún hablaban de manera complaciente sobre un "con-
senso" nacional y una sociedad verdaderamente sin clases, libre de
En 1979 en Past and Present, publicación que desde su fundación en conflictos sociales más profundos, lo cual distinguía a Estados Unidos,
1952 había sido el foro más importante de Gran Bretaña para el deba- en el pasado y en el presente, de Europa. John Kenneth Galbraith pu-
te de la historia y las ciencias sociales, apareció el ensayo de Lawrence blicó en.1958 The Affluent Society. 4 Como ya mencionamos, The End of
Stone "The Reviva! ofNarrative: Reflections on a New O ld History" ldeology, de Daniel Bell, se publicó en 1960,5 seguido, en 1962, por The
(El resurgimiento de la narrativa: reflexiones sobre una nueva historia Other America, 6 de Michael Harrington, que se centraba en aquellos
antigua) .1 En este texto ahora famoso, S tone señala que en 1970 tuvo segmentos de la población estadunidense, los pobres, blancos y negros,
lugar una transformación básica en la manera como se concebía y se que habían sido excluidos de la abundancia y no compartían el consen-
escribía la historia. Se rechazó ampliamente la creencia, central en la so. En Estados Unidos, las tensiones antes ocultas de la sociedad apa-
historia de las ciencias sociales, de que es posible "una explicación recieron en escena con toda su intensidad con el movimiento de des-
científica coherente sobre el cambio en el pasado". 2 En su lugar surgió obediencia civil de principios de los sesenta y las sublevaciones
un renovado interés por los más diversos aspectos de la existencia sangrientas de los guetos en la segunda mitad de la década. La guerra
de Vietnam dividía entonces a los estadunidenses tan profundamente
* Título original "Lawrence Stone and 'The Reviva! of Narrative'", publicado como la guerra de Argelia había separado unos años antes a los france-
en Georg G. lggers, Historiography in thc Ttventiet/1 Century. From Sciemific Objectivity w ses. Pero la oposición a la guerra iba más allá de los asuntos puramente
the Postmodern C/~allenge, Middletown, Connecticut, Wesleyan University Press, 1994, políticos. Los conflictos de la segunda mitad de los sesenta, desencade-
cap. 8. [Reproducción autorizada por Idea Books, titular de los derechos para publicar
nados en Estados Unidos por los enfrentamientos sobre derechos civi-
en español. Traducción de Gabriela Montes de Oca V.] Existe otra versión en español
del Libro del cual fueron tomados los tres artículos de lggers que se presentan en esta les y sobre la guerra de Vietnam, no sólo se centraron en la crítica a las
antología: La ciencia histórica en el siglo x:x. Las tendencias actuales, Idea Books, Barce- condiciones políticas y sociales existentes, sino también en la calidad
lona, 1998, 156 pp., ISBN: 84-335-3050-X. Presentación, adaptaci6n y revisi6n cien-
tífica: Fernando Sánchez Marcos, trad. del original alemán C lemens Bicg.
1 Sume, "Reviva!", 1979, pp. 3-24.
J !bid. , p. 9.
2 /bid., p. 19.
1 Galbraith, Affluent, 1960.
5 Bcll, End, 1960.
6 Harrington, Otlwr, 1962.
208
210 Lawrence Stone y "Tile Reviva! of Narrative" Georg G. lggers 211

de vida en una sociedad altamente industrializada. La fe en el progreso Una ·pregun ta clave que planteó S tone fue si la historia podía o
y en la ciencia, que era básica no sólo para la nueva historia cuanti- debería, y de qué manera, entenderse como ciencia. No sólo la histo-
tativa, sino también para el marxismo, se volvió cada vez más proble- riografía orientada hacia la ciencia social, sino también la tradición
mática en vista de los peligros y la brutalidad con que la tecno logía más antigua de la investigación histórica crítica como se había desa-
transformaba a los países industrializados y afectaba a las naciones en rrollado con Ranke en las universidades del siglo XIX, veía la historia
vías de desarroJio. como una ciencia. Sin embargo, para esta última la ciencia había ten i-
Es importante tomar en cuenta que el movimiento estudiantil de do un significado diferente. Involucraba el repudio del positivismo de
fines de los años sesenta en Berkeley, París, Berlín y Praga se volvió las ciencias sociales analíticas y ponía én.fasis en la distinción entre las
tanto contra el capitalismo en Occidente como contra la forma sovié- ciencias h umanas o culturales (Geisteswissenschaften) y las ciencias
tica del marxismo. Esto es importante para los desarrollos dentro de la naturales. No obstante, adoptaba un concepto de ciencia y considera-
historiografía si se pretende comprender por qué ni los modelos socia- ba a la historia como una disciplina científica. Por ende, en A lemania
les científicos com unes ni el materialismo histórico podían seguir siendo el términ o Geschichtswissenschaft (ciencia histórica) remplazaba a
convincentes. Ambos parten de concepciones macrohistóricas y ma- GeschichtsscllTeibung (escritura de la historia) para describir la tarea de
crosociales para las que el Estado o el mercado son conceptos centra- los historiadores profesionales. El concepto de ciencia. involucraba aquí
les como lo es para el marxismo la noción de clase. En' ambos se da por la ce ntralidad de una lógica de indagación q ue estableció lineamientos
sentada la firme creencia en la posibilidad y conveniencia de un creci- metodológicos rigurosos para obtener el conocim iento objetivo. Al
miento dirigido científicamente. La atención centrada en las estruc- tiempo q ue destacaba el papel de la empatía en la comprensión histó-
turas sociales y en los procesos sociales, que compartían la ciencia rica, q ue involucraba la subjetividad del histo riador, esta escuela de
social ortodoxa y el marxismo ortodoxo, dejaba poco espacio para los erudición histórica planteaba sin embargo una línea de distinción cla-
segmentos de la población q ue habían sido descuidados antes y que ra entre el saber histórico y la literatura imaginativa. No obs tante,
ahora reclamaban una identidad y una histori a propias. Asimismo, debería subrayarse que esta distinción entre análisis y narración a
tanto la ciencia social como la historiografía marxista mostraban poco menudo no era objeto de adhesión. Georges Duby, en The Legend of
interés por los aspectos existenciales de la vida cotidiana: su lado Bouvines,1 y Jacques Le Goff en su biografía recien te de San Luis,8
material, pero también el emocional con sus esperanzas y temores. como veremos más adelante, demostraron q ue la cues tió n narrativa
Una visión pesimista en cuanto al curso y la calidad de la civiliza- ocupaba un papel importante en la tradición de los Annales.
ción occidental moderna ocupaba un lugar central en la mayor parte Aunque S tone rechazaba en.fáticamente la ilusión de una "expli-
de la "nueva historia cultural". Esta n ueva historia mantenía una rela- cación científica coherente" en la historia, en ninguna parte sugería
ción paradójica con el marxismo. Compartía la visión marxista en que la narrativa histórica, a pesar de su forma necesariamente litera-
cuanto a la función emancipadora de la historiografía, pero compren- ria, se sometiera a la indagación racional y a la reconstrucción realis-
día de manera muy distinta a la de los marxistas clásicos las restriccio- ta. Pero, como vimos en la introducción, varios teóricos de Francia y
nes de las que debían liberarse hombres y mujeres. Las fuentes de Estados U nidos, sobre todo provenientes de la crítica literaria, como
explotación y de dominación no debían buscarse principalmente en Rolan d Barthes, Paul De Man, Hayden Wh ite, Jacques Derrida y Jean-
estructuras institucionalizadas, en la política o en la econo mía, sino, Fran~ois Lyotard,9 a menudo identificados como posmodernistas -e ti-
de manera más importante, en las múltiples relaciones interpersonales
con las ·c uales los seres h umanos ejercen el poder sobre otros. Así, el 7 El título francés: Le dimanclle de Bouvines: 27 juilleL 1214 (el domingo de

género asumía también un papel nuevo y significativo. En un sentido Bouvines) destacaba tanto los acontecimie ntos de un día, d 27 de julio de 1214,
como su proyección en la conciencia social.
importante, Foucault remplazó a Marx como analista del poder y de 6 Le Goff, St. Louis, 1996.

su relación con el conocimiento. 9


Véase Bcrman, New, 1988.
212 Lawrence Stone y "The Revival of Nan-ative"

queta que algunos de ellos rechazarían vigorosamente- , pedirían este


sometimiento y pondrían en tela de juicio la distinción entre hecho y
ficción, entre historia y poesía. Consideraban que la historia no tenía
referencia con una realidad q ue estuviese fuera de sus textos. Pero,
según veremos, los histo riadores en activo rara vez iban tan lejos. No EL "GIRO LINGÜÍSTICO":
había ningún rompimiento radical entre la historia de la ciencia social LEL FIN DE LA HISTORIA
y la nueva historia cultural, pero los temas, y con ellos los métodos de COMO DISCIPLINA ACADÉMICA?*
la n ueva historiografía, cambiaban al tiempo que el centro de grave-
dad se trasladaba de las estructuras y los procesos a las culturas y las
GEORG 0. IGGERS
experiencias de vida existenciales de la gente común. Aunque esto
implicaba un mayor escepticismo en cuanto a las afirmaciones de las
ciencias sociales tradicionales, no significaba una huida hacia lo ima-
ginario. No sólo los historiadores continuaron trabajando de manera
consciente y crítica con las fuentes, sino que, como veremos en las
siguientes secciones, también adoptaron métodos y descubrimientos
de las ciencias sociales. Así, de ninguna manera renunciaron a la con- Ya me he referido a las teorías posmodernas de la historia que abordan
vicción de q ue el historiador debe seguir métodos racionales para ad- los problemas de la posibilidad o imposibilidad del conocimiento his tó-
quirir conocimientos verídicos sobre el pasado. rico y las formas que debería asumir la escritura histórica en una era
posmoderna. En este capítulo me gustaría plantear el problema del al-
cance y la forma en que las teorías posmodernas de la historia y el
BIBLIOGRAFÍA lenguaje han funcionado como base de la escritura histórica. Estas teo- \
rías proceden de la convicción, para citar a Lawrence Stone, "de que
BELL, DANIEL, The End of ldeology: On the Exhaustion of Politicalldeas in the una explicación coherente y científica del cambio en el pasado" 1 ya no
Fifties, Glencoe, Ill., 1960 (ed. en español: El fin de las ideologías, trad. es posible. Pero las teorías posmodernas van más allá de la formulación
Alberto Saoner Barberis, Madrid, Tecnos, 1964). de Stone en cuanto a q ue sostienen que toda coherencia es sospecho-
BERMAN, AlU, From the New Criticism to Deconstru.ction, Urbana, 1988. sa. La idea básica de la teoría posmodema de la historiografía es su
DUBY, GEORGES, El domingo de Bouvines, 24 de julio de 1214, rrad. Arturo rechazo a que la escritura histórica se refiere a un pasado histórico real.
Firpo, Madrid, Alianza, 1988. Roland Barthes2 y Hayde n White han afirmado que la historiografía
GALBRAJTH, ]OHN KENNETH, The Afflu.ent Society, Boston, 1960. no difiere de la ficción, sino que es una forma de ésta. En efecto, White
GOFF, )ACQUES LE, St. Louis, París, 1996. intentó demostrar en Metahistory: the Historical lmagination in the
HARRINGfON, MICHAEL, The Other America: Poverty in the United States, N ueva
York, 1962. * Título original "Thc Linguistic Turn: che End of History as a Scholarly Disci-
STONE, LAWRENCE, "The Reviva! of Narrative: Reflections on a New Old pline", publicado en Historiography in che Ttuencieth Century. From Scientific Objectiolity
History", Past and Present, núm. 85, noviembre de 1979, pp. 3-24 (pu- w tlw Postmodern Clwllenge, MidJiecown, Connecticut, Wesleyan University Press,
1994, cap. 10. [Traducción Je Gahricla Montes de Oca Vega. ]
blicado en español en Lawrence Stone, El pasado y el presente, trad. 1 Stone, "Reviva!", L979, p. 19.

Lorenzo Aldrete Berna!, México, FCE, 1986). 2 Barthes, "Discourse", 1981, pp. 3-28.

213
214 El "gim lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 215

Nineteenth Century in Europe (1973), mediante el ejemplo de c uatro ha contado con ningún "criterio material de la verdad".5 Pero Kan t y
historiadores (Michele t, Tocqueville, Ranke y Burckhardt) y cuatro el su bsec~e nte pensamien to científico y científico social, incluyendo
filósofos de la historia (Hegel, Marx , Nietzsche y Croce) qu~ no exis- el de Weber, de c ualquier modo supon ían que existía una lógica de la
ten criterios de verdad en las narraciones históricas. Por lo tanto, sos- investigación cien tífica, que podía se r comunicada y que, a un c ua ndo
tenía, no hay una diferen cia sustan cial entre la escritura y la filosofía no proporcionase criterios materiales, ofrecía normas formales para el
de la historia. El trabajo filológico crítico con las fuen tes, puede, por examen del mun do de la n aturaleza y de los seres h umanos. Inclusive
cierto, desc ubrir hechos, pero cualquier avance más allá de esto, dirigi- estos criterios ha n sido puestos en tela de juicio por algunos teóricos
do a la construcción de un relato histórico, es tá determinado, según de la ciencia con te mporáneos.
White, por consideraciones cie n tíficas. La forma y el conten ido, afir- En tre los teóricos de la ciencia modernos y con temporáneos que
ma, no pueden estar separados en los textos históricos. Añade que los h an desafiado la noción de que la inves tigación científica lleva a una
historiadores tienen a su disposición un n úmero limitado de posibilida- compre nsión progresiva de la realidad, debe distinguirse, entre los es-
des re tóricas que predeterminan la forma y e n cierta medida ta mbién cépticos radicales, a Gaston Bachelard6 y a Paul Feyerabend 7 por un
el contenido de su descripción, de modo que, como vimos, "las n arra- lado, y a los relativistas históricos, como T homas Kuhn, por el otro.
ciones h istóricas son ficciones verbales c uyo con tenido es tan inventa- Bachela rd y Feyerabend e ntiendenJaciencia como una actividad poé-
do como real, y c uyas formas tienen más en común con sus contrapar- tica para la que no hay ninguna,lógica rü mé todo de investigación
tes literarias q ue con las de las ciencias sociales".3 obligatorios. En La estructura de las revoluciones científicas (1 960) 8 Kuhn
Aquí White va muc ho más allá de una tradición de pensamien to afirmaba también que la ciencia no puede comprende rse co mo un
histórico que, desde H eródoto hasta N atalie Davis, reconocía tanto reflejo del mundo objetivo. Sin embargo, ns>Jo ve ía como una ficción,
los aspectos li terarios de los rec uentos h istóricos como el papel de la sino co'mo un discurso his tórica y culturalmente condicionado en tre
imaginación en su construcción, sin embargo, contin uaban confiando personas q ue tienen un ac uerdo sobre las reglas que rigen su discurso.
en q ue estos relatos ofrecían algún conocimien to sobre el pasado real Para él, la cie ncia es una forma institucion alizada de investigación
que involucra a los seres humanos. Natalie Davis admitía francamen - cie n tífica, una manera de abordar la realidad en un a com unidad cien-
te que la invención ocupa un lugar c rucial en la reconstrucción del tífica c uyos miembros están de ac uerdo en cuan to a estra tegias de
pasado, aunque insistía en q ue esta invención no es una creación ar- investigación y explicación. De esta manera, Kuhn también pone en
1 bitraria del historiador, sino que sigue las "voces del pasado " cuando en tredicho la relación de la ciencia con la realidad, pero no así, como
nos habla n a través de las fuentes.4 Del mismo modo, Ranke recono- lo hacen Bac helard y Feyerabend, la posibilidad de un discurso cientí-
cía el papel de la imaginación en la reconst rucción de los procesos fico racional.
men tales de sus actores históricos. El proble ma de la relación entre conocimiento y realidad también
Por lo tan to, aquí hay una diferencia entre una teoría que niega desempeña un papel cen tral e n la teoría lingüística. La ciencia moder-
cualquier lla mado a la realidad e n los relatos históricos y una h istorio- na ha comprendido el lenguaje como un vehíc ulo para la transmisión
grafía que está plenamen te consciente de la co mplejidad del conoci- de conocimien to significativo. El positivismo lógico, tal como se origi-
mien to h istórico, pero q ue de c ualquier modo supone que las personas nó en el círculo de Viena en los años treinta y después desempefló un
reales tenían pensamien tos y sentimien tos reales que los conducían a papel importante en la filosofía analítica angloamericana, se esforzó
actos reales que , con limitaciones, pueden conocerse y reconstruirse.
Como lo expresó Pa trick Bahners, sin duda la cie ncia desde Kant no
5 Balmcrs, "Ordnung", 1992, p. 313.
6 Bachclard, New, 1984.
3 W hirc , "Historical", 1978, p. 82 . 7 Fcycrabcnd, Againsl, 1988.
4 Davis, Hctum , 1983. s Kuhn, Slntelure, 1970.
216 El "gi1·o lingüístico": iel fin ele la historia como disciplina académica? Georg G. Iggers 217

por encontrar un lenguaje libre de toda contradicción y de ambigüe- nada etapa "clásica" de la historia moderna, una etapa que ya ha trans-
dades, capaz de comunicar conceptos lógicos y los resultados de la currido. Resulta paradójico que tantos textos de Foucault, principal-
investigación científica. Posteriormente, el estructuralismo puso en mente aquellos que versan sobre la locura, la clínica, el castigo y la
tela de juicio precisamente esta fu nción referencial del lenguaje. sexualidad, así como sus principales expresiones te9ricas, La arqueolo-
Para la teoría del lenguaje, según la formuló el lingüista suizo gía del saber y Las palabras y las cosas, reflejen no o bstante una perspec-
Ferdinand de Saussure en su Curso de lingüística general, 9 que se publi- tiva exhaustivamente histórica.
có póstumamente en 1916, había dos ideas básicas relacionadas: el La crítica de Foucault y de Derrrida se dirige en contra de los
lenguaje forma un sistema autónomo cerrado que posee una estructu- presupuestos ideológicos ocultos en todo texto. Sostienen que el texto
ra sintáctica. Además, el lenguaje no es un medio para comunicar debe ser liberado de su autor. Al mismo tiempo, radicalizan la concep-
significado y unidades de significado; por el contrario, el significado ción del lenguaje de Saussure. Para éste, el lenguaje aún poseía una
está en función del lenguaje. O bien, para ponerlo de manera distinta: estructura: constituía un sistema. Todavía había una unidad entre la
el pensamiento del ser humano no usa el lenguaje para transmitir sus palabra (significante) y la cosa a que se refería (significado). Para
pensamientos, sino q ue el pensamiento del ser humano está determi- Denida, esta unidad no existe más. En lugar de ello, observa un nú-
nado por el lenguaje. Aquí tenemos la idea central de la concepción mero infinito de significantes sin significados claros, dado que no hay
estructuralista de la sociedad y la historia: el ser húmano se mueve un lugar arquimideano desde el cual pueda asignarse un significado
dentro del marco de estructuras -en este caso estructuras lingüísticas- definido. Para la historiografía, esto significa un mundo sin significa-
que por sí mismo no determina, sino que lo determinan a él. Esta do, desprovisto de actores humanos, deseos o intenciones humanas y
concepción desempeñó un papel importante en la teoría literaria en caren te por completo de coherencia.
los años cincuenta y sesenta en la "Nueva Crítica" en Estados Unidos, Por ende, si se ha de escribir historia en el futuro, ésta deberá
y de manera separada en las discusiones en Francia iniciadas por Roland adoptar formas absolutamente distintas. Este tema se ha retomado en
Barthes, que condujeron al método deconstruccionista de Jacques las discusiones de Estados Unidos sobre el carácter de la prosa históri-
Derrida.10 Desde el punto de vista de la teoría del lenguaje, el texto no ca. Para Hayden White, como vimos, ahora la historiografía debe ser
hace referencia a una realidad externa, sino que está contenido en sí considerada principalmente un género literario sometido a criterios
mismo. Esto es cierto no sólo acerca de los textos literarios, sino tam- literarios. En 1985, Dominick La Capra recurrió a la historiografía
bién de los historiográficos. Dado que los textos no se refieren a la para recuperar la cualidad re tórica que había atesorado desde la Anti-
realidad, sostiene Barthes, no hay ninguna diferencia entre verdad y güedad clásica. 12 En el siglo XIX, al convertirse la historia en una disci-
ficción." Además, el texto se considera no sólo independientemente plina profesional y proclamarse como una ciencia rigurosa, los histo-
de su relación con el mundo exterior, sino también al margen de su riadores buscaron liberar la escritura histórica de sus elementos
autor. Lo que importa es exclusivamente el texto, no el contexto en retóricos. Se puso de moda plantear una dicotomía simple entre la
que se origina. El siguiente paso, dado por Michel Foucault, es elimi- ciencia y la retórica sin comprende r que todo lenguaje, incluyendo el
nar al autor como un factor relevante en la producción de textos. Y al de la ciencia, tenía una dimensión retórica. Para citar a La Capra,
desaparece r el autor, la intencionalidad y el significado también desa- "esta tendencia, que define a la ciencia como el adversario o antítesis
parecen de l texto. Para Foucault, la historia por lo tanto pierde su de la retórica, con frecuencia se ha asociado a una defensa del 'estilo
relevancia. Es una invención tardía del hombre occidental la denomi- simple' que depende o pretende ser enteramente transparente para su
objeto". 13 Pero no hay tal "estilo simple". De hecho, la escritura histó-
9
Saussurc, Cot~rse, 1983.
lO Véase Bcrman, From, 1988. 12 La Capra, "Rhctoric", 1985, pp. 15-44.
11 Barthcs, "Discoursc ", 1981. 13 lbid., p. 42.
218 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciJ>lina académica? Georg G. lggers 219

rica, durante los siglos XJX y XX, en la era del conocimiento profesiona- lenguaje se ha introducido en buena parte de los estudios académicos
lizado, no perdió sus cualidades retóricas ni literarias. Y los grandes recientes en historia política, social, cultural e intelectual. Pero, mien-
historiadores lo reconocieron. De es ta manera, Ranke puso énfasis en tras algunos escritores extrajeron consecuencias muy radicales de la
que la historia no sólo era una ciencia sino también un arte, y que teoría lingüística y redujeron la histori a a la semiótica, en la cual la
ambos eran inseparables. 14 Cabe destacar que Theodor Mommsen re - sociedad era concebida como cultura y la cultura como una "red de
cibió el premio Nobel de literatura en 1902, la segunda vez que fue significado" - semejante a un texto literario que desafía la reducción a
otorgado. Salvo algunos trabajos aislados de historia cuantitativa, hay una realidad más allá del texto-, otros historiadores vieron el lenguaje
pocos ejemplos en la historiografía que carezcan de un componente como un a herramienta para abordar la realidad social y cul tural.
retórico o literario significativo. Ni siquiera el es tudio cliométrico de El antropó logo cultural Clifford Geertz ha hecho aportaciones al
Robert Fogel y Stanley Engerman sobre la esclavitud en los Estados pensamiento histórico reciente posiblemente con el más importante
Unidos de América, Time on the Cross, que, a pesar de su inmenso estímulo hacia un enfoque semiótico de la cultura. "Creo, con Max
aparato cuantitativo, narra una historia dirigida a persuadir al lector Weber", escribe, "que el ser humano es un animal suspendido de redes
de que la esclavitud era, al mismo tiempo, eficiente en costos y huma- de significación que él mismo ha tejido. Para mí la cultura son esas
nitaria. La retórica, desde luego, desempeña un papel importante in- redes, y el análisis de ésta es, por lo tanto, una ciencia experimental en
cluso en los documentos con que trabaj a el historiador. Las fuentes, o busca de una ley, pero de una ley interpretativa en busca de significa-
al menos los documentos que sirven como tales, son en sí mismas do." 16 Pero Geertz otorga al concepto de "red de significado" un senti-
construcciones lingüísticas, textos que, a menos que sean datos puros, do muy distinto al que Weber le asignó. Para Weber, ésta constituía un
usan estrategias retóricas para defender un punto de vista. Los datos rechazo del método positivista, que se restringe a la observación em-
estadísticos también son seleccionados y construidos. pírica de la realidad. La realidad, Weber concuerda con Kant, es acce-
A hora, una amplia proporción del pensamien to 'histórico toma sible sólo con la mediación de las categorías lógicas del pensamien to.
en serio las concepciones del lenguaje y la textualidad mencionadas. Para él esto no significa de ningún modo el repudio de una lógica
La aportación francesa a estos debates ha afectado seriamente la críti- rigurosa de la investigación científica social. De hecho, para Weber la
ca y la teoría literaria en Estados Unidos. Inclusive la repercusión de "objetividad" constituye la piedra angular de la investigación científi-
la teoría lingüística en los estudios históricos ha sido mayor en este ca socialY Aquí la objetividad no se re lacion a con un "objeto" en el
país que en Francia y, en el interior de Estados Unidos, más en la mundo externo, sino con la metodología de las ciencias sociales por
historia europea que en la estadunidense. En las siguientes páginas medio de la cual se estudia este mundo. La lógica de es ta metodología
nuestro énfasis principal, aunque de ningún modo exclusivo, se cen- se origina en la historia intelectual del mundo occidental desde la
trará en los debates de Estados Unidos, porque ahí surgió el concepto Antigüedad griega. Sin embargo, su validez se extiende al pensamien-
de "giro lingüístico".15 El principal elemento de. est ' "giro" consiS'te en to racional en todas las culturas. Ya hemos citado su afirm ación de
el reconocimiento de la importancia del lenguaje o d discurso en la que la argumentación lógica en las ciencias sociales debe ser convin-
constitución de las sociedades. Ahora las estructuras y los procesos cente tanto para una mente china como para una occidental. El con-
sociales que se consideraban determinantes de una sociedad y una ce pto weberiano de "tipo ideal" no niega, sino que presupone la no-
cultura se ven cada vez más como productos de un a cultura entendida ción de que hay estructuras y procesos sociales reales que constituyen
como una comunidad comunicativa. Este énfasis en la centralidad del la materia de la investigación cien tífica social. Reconoce que un enfo-
que meramente empírico no es posible: sin embargo, supone que es
14 Véa~e Rankc, "On", 1973, pp. 33-34.
15 Véase 16
li.)cws, "lntcllectual", 1987, pp. 879-907; Jay, "Shoulu", 1982, pp. 86- Geertz, "Thick", 1983, p. 5.
1 10; Rorry, Linguisric, 1967. 11 Véase Shils y Finch, "Objcctivity", 1949.
220 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 221

posible enfocar la realidad social confrontando los "tipos ideales" con gallos en Bali" 19 es un ejemplo notable de su enfoque. Las re acciones
los hallazgos empíricos. Además, para Weber, la ciencia sociat'estudia del público en la pelea de gallos reflejan una cultura, considerada como
las estructuras y los procesos macrohistóricos y macrosociales que cons- un sistema semiótico, que está integrado y al mismo tiempo es estable
tituyen a las sociedades. Este énfasis en conceptos claros y teorías ex- y forma una un idad. Geertz no ve la cultura dentro del marco de la
plícitas, como vimos, forma la base de una gran cantidad de reflexio- diversidad de los procesos sociales que ocurren en la sociedad balinesa;
nes orientadas a la ciencia social, incluyendo la escuela alemana de tampoco toma en cuenta las divisiones y los conflictos sociales. Así, a
"Ciencia Social Histórica" de Hans-Ulrich Wehler y Jürgen Kocka, pesar de que expresa su propósito de evitar la sistematización y de
que los historiadores culturales rechazan cada vez más por considerar- concentrarse más bien en la única manifestación del comportamien-
la objetivista. to, recurre, no obstante que la rechaza, a la misma concepción macro
A pesar de su invocación de Weber, Geertz avanza entonces en de la sociedad. Y esto produce un irracionalismo metodológico. La
una dirección totalmente distinta. Lo que los antropólogos hacen, nos interpretación de los símbolos no puede comprobarse en forma empí-
dice, "no es cuesrión de métodos", sino de "descripción densa". La rica. El "significado" de la cultura ex tranjera confro nta al antropólogo
descripción densa como una alternativa a los métodos se basa en la de manera directa. Esto es para evitar introducir un sesgo subjetivo
concepción de la cultura que Geertz define "semióticamente". 18 De que supuestamente tiñe el trabajo tanto de los cientificistas que tra-
acuerdo con este punto de vista, la cultura posee las características bajan con problemas guiados por la teoría, como de los historiadores
del lenguaje y, al igual que éste, constituye un "sistema". Esto hace tradicio nales que creían que podían comprende r el tema de su es tu-
posible la interpretación, porque todo acto y toda expresión tiene un dio. En realidad no hay mecanismos de control en la interpretación de
valor simbólico que refleja a la cultura en su totalidad. La descripción las culturas de Geertz. El resultado es la reintroducción de la subjeti-
densa incluye la confrontación directa con las expresiones simbólicas vidad o de la imaginación del antropólogo en su materia de estudio.
de la cultura libre de cualquier aspecto guiado por la teoría que, me- En su investigación sobre la cultura del Magreb, el sociólogo francés
diante abstracciones, amenaza con privar de su vitalidad a las mani- Pierre Bourdieu ha ofrecido una visión de la cultura más diferenciada
festaciones culturales. Así, aparece una similitud entre la confronta- que la de Geertz. Su enfoque, que des taca el contexto económico y
ción antropológica y la materia de estudio mediante la descripción social de la cultura pero reconoce el carácter simbólico de estas rela-
densa y el enfoque hermenéutico del historicismo clásico, el cual per- ciones, refleja sus pininos en el pensamiento marxista, pero también
sigue "comprender" su materia libre de abstracciones. Pero esta simi- una reinterpretación del marxismo. Está de acuerdo con Max Weber
litud es decepcionante. La hermenéutica asume que hay un terreno en que en última instancia los conceptos de honor intervienen en las
común entre el observador y lo observado que hace posible la com- relaciones económicas y forman un sustrato cultural. La cultura ya no
prensión. Por el contrario, Geertz considera la materia que él observa puede considerarse como un texto autocontenido, sino que debe ver-
como totalmente distinta. Reducir la materia a términos comprensibles se en un contexto de cambio político, social y económico que es pre-
significa distorsionarla, más que asirla en su otredad. ciso enfocar mediante estos símbolos.
En otro trabajo examiné la repercusión de Geertz en la historia de Podemos mencionar aquí d os modificaciones del enfoq ue
la vida cotidiana y en la microhistoria. Aquí estamos interesados en el geertziano y su aplicación a un tema histórico: el ensayo de Marshall
enfoque semiótico de la historia cultural. El enfoque de Geertz, invo- Sahlin sobre la muerte del capitán Cook10 y The Great Cat Ma.ssacre 21
cado tan frecuentemente en la historia cultural reciente, presenta va- de Robert Darnton. Sahlin describe la interacción de dos culturas dis-
rios problemas para una historia crítica. No sólo no es historiador, sino
que entiende poco de historia. Su famoso ensayo sobre "La pelea de 19 Geertz, "Decp", 1983, pp. 4 12-453.
2o Sah1in, "Captain", 1987, pp. 104- 135.
18
Gccrtz, "1l1ick", 1983 , p. 5. 2 1 Darnton, Great, 1984.
222 El "giro lingiiístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 223

tintas, la polinesia de Hawai y la cultura occidental de los explorado- cado, el lenguaje se convirtió en una herramienta semiótica impar-
res británicos q ue choca con ella, cada uno con una lógica propia. ' tan te. De este modo, ha ocurrido un "giro lingüístico" en diversas
Busca en tonces explicar el asesinato de Cook por los nativos de Hawai áreas de la historia social y cultural, pero en ningún lado se ha renun-
en té rminos del código re ligioso de la cultura hawaiana y, al mismo ciado a la creencia de que el lenguaje se refiere a la realidad, como lo
tiempo, lo coloca dentro del marco de la expansión de l capitalismo fue en la reinterpretación que Barthes, Derrida y Lyotard hiciero n de
occide ntal. Así, el texto y el con texto, que han sido separados por la teoría lingüística saussureana.
Geertz, se reúnen. Pero la reconstrucción de la cultura hawaiana, como Examinaré brevemen te diversas orientaciones en la historia so-
el estudio de Geertz de la cultura balinesa, tiene pocos mecanismos de cial y cultural social reciente que asignan un lugar clave al lenguaje o
control empírico. Darnton, con base en la descripció n de un aprendiz al discurso no como sustituto de la realidad social, sino como una guía
de impresor relata, 30 años después de l hecho, la historia de la matan- de ella.
za ritual de gatos realizada como un acto simbólico de rebelión de los De estas tendencias, la más alejada de la an tropología cultural y
impresores en con tra de su patrón y de su esposa. De acuerdo con más cercana a las formas tradicionales de historia intelectual se en-
Chartier, Darnton usa la cul tura en términos de Geertz como "un pa- cuentra en los estudios de historia del pensamiento político por]. G. A.
trón transmi tido históricamen te de significados encarn ados en sím- Pocock, Quentin Skin ner y Rei nhart Kosselleck. En muchos aspectos
bolos, un sistema de concepciones heredadas, expresadas de manera se ase mejan a las historias intelectuales tradicionales como se repre-
simbólica, mediante las cuales los hombres se comunican, perpetúan sen taban en las historias de las ideas clásicas de Benedetto Croce,
y desarrollan su conocimiento sobre las actitudes hacia la vida". 22 De Friedrich Meinecke, R. G. Collingwood y Arthur Lovejoy. También ellos
manera similar a Le Roy Ladurie en el Carnaval de Romans, 23 Dam ton proceden de manera herme néutica al estudiar los texros que dejaron
interpreta el ritualismo de la masacre en términos de agresión sexual, los grandes teó1icos políticos. Consideran que estos textos con tienen
mediante la cual los explotados económica y socialmente confrontan intenciones autoritarias, y que la tarea del historiador sigue siendo,
a sus supe riores en forma simbólica. Como lo hace Geertz en "The como lo fue con sus predecesores clásicos, desentrañar los significados
Balinese Cockfight", Darnton intenta recuperar una cultu ra popular. de esos textos. Dado que las ideas ya no pueden comprenderse princi-
Al mismo tiempo, coloca su texto en el contexto más amplio del con- palmente como creaciones de grandes mentes, sino que deben consi-
flicto q ue resultó de la transformación económica de l negocio de la derarse como parte in tegran te del discurso de la comunidad intelec-
impre nta debido a las presiones de la modernización capitalista. Pero tual en la que se articularon , Pocock 25 y Skinner 26 recurren a la
la pregun ta sigue siendo si mediante la descripción densa de la ma- continuidad del pensamiento político occidental desde el humanismo
sacre de gatos, evocadora de la pelea de gallos balinesa, se puede re- florenti no hasta el surgimien to de un concepto de sociedad civil en la
construir una cultura en toda su complejidad. Ilustración. Ambos usan el término "pensamiento político" en los títu-
Aunque a menudo los historiadores cultu rales han invocado a los de sus Libros. Se distingue n de la historia in telectual tradicional por
Geertz, de hecho su valor ha resultado limi tado para el trabajo de su énfasis en las estructuras d iscursivas que persistieron durante largos
éstos, más allá de contribuir a dar un giro y alejarse de lo q ue llama periodos. Al considerar los textos como vehículos para la comunica-
"una ciencia experimental en busca de ley [hacia] un a ciencia ción de ideas sostenidas conscientemente, difie ren de las concepcio-
interpretativa en busca de significado". 24 En esta búsqueda de signifi- nes posmodernas del lenguaje y del discurso. Las ideas, afirman, siguen
siendo concebidas y articuladas por seres humanos pensantes que es-
tán conscientes de lo que están haciendo y que reflexionan y articulan
22Charricr, "Tcxts", 1985, p. 684.
13Le Roy Laduric, Cami<~al, 1979.
H Gccrrz, "Thick", 1983, p. S; véase ramhién su definición de cult ura en "Religion", H Pocock, Macl!ia-vellian, 1975, y Politics, 1989.
1983, p. 89. 26 Skinncr, f oundations, 1989.
224 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 225

dentro del marco del discurso de su comunidad. El discurso presupone pasaron a ser sólo una parte de la anécdota". 31 De ningun a manera
una comunidad de actores relativamente autónomos que pueden co- niega Hunt el papel de las estructuras y los procesos sociales en el
municarse entre sí porque hablan con un lenguaje en común mediante estallido de la revolución francesa, pero en su opinión éstos no son
el cual pueden afectar al mundo político y social. Esta concepción del suficientes para explicar la re volución. La política de la revolución no
discurso no está muy alejada de la teoría de la acción comunicativa de fue una mera expresión de intereses económicos y sociales subyacen-
Jürgen HabermasP El discurso contribuye a la fo rmación de la reali- te. Más bien, a través de su lenguaje, su fan tasía y sus actividades
dad política, por la que a su vez también resulta afectado. Reinhart políticas cotidianas, los revolucionarios par ticiparon en la reestructu-
Koselleck28 va más allá de Pocock y de Skinner al usar el análisis del rac ión de la sociedad. De esta manera contribuyeron a la creación de
discurso como medio de reconstruir no sólo la historia del pensamiento nuevas condiciones sociales y políticas. El factor decisivo en la forma-
político, sino también la de las estructuras políticas y sociales. Junto ción de la política cultural de la revolución francesa fueron, para Hun t,
con Werner Conze y Otto Brunner, dos de los más importantes histo- las posiciones, imágenes y retórica simbólicas de los revolucionarios.
riadores sociales alemanes, en 1973 Koselleck presentó una enciclope- Aquí Hunt expresa su deuda con Furei:, Agulhon y Ozouf. Furet, quien
dia de siete volúmenes de "conceptos históricos básicos". 29 En exten- originalmente era marxista, en los años sesenta y principios de los
sos artículos, de alrededor de 100 páginas, los autores examinaron en setenta defendió una orientación hacia la ciencia social con una fuer-
profundidad el significado y la transformación de conceptos políticos y te inclinación cuantitativa. En los años setenta, como vimos, discrepó
sociales claves en Alemania durante el periodo de 1750 y 18 50. La no sólo del análisis marxista de línea dura que sobre la revolución
suposición era que mediante un análisis del "lenguaje sociopotítico" francesa realizó Albert Soboul, 32 sino también de críticos de posición
del periodo, podrían lograrse conocimientos de La transformación so- marxista tales como Alfred Cobban33 y George Taylor, 34 quienes con-
cial y política desde las instituciones y patrones de pensamiento sideraban inadecuada la concepción de una revolución burguesa por
premodernos hasta los modernos que hubo en este periodo crucial. parte de SobouP5 y Lefebvre,36 pero que continuaban buscando expli-
Más cercanos a un análisis de la historia política que pone de caciones económicas y sociales. Furet puso a la revolución en el mar-
relieve los símbolos más que los conceptos, se encuentran los trabajos co de una cultura política en donde las ideas desempañaron un papel
de Lynn Hunt, Fran<;ois Furet, Maurice Agulhon, Mona Ozouf y signifieativo. 37 El concepto de una cultura política fue desarrollado
W illiam Sewell sobre los cambios revolucionarios en Francia. Aquí más en los estudios de Agulhon 38 y O zouf39 sobre festivales, símbolos y
deberían mencionarse también los análisis30 de Régine Robin a princi- retórica revolucionarios, los cuales crearon una conciencia republica-
pios de los años setenta sobre el lenguaje de los cahiers de doléances en na en segmentos extensos de la población.
las primeras etapas de la revolución francesa y la semántica de térmi- De una manera semejante, William Sewell, en Work and Revolucion
nos políticos tales como "nación", "citoyen" y "seigneur". Como explica in France: the Language of Labor from the Old Regime to 1848 ( 1980), 40
Lynn Hunt en la introducción a su Politics, Culture and Class in the aborda el papel decisivo del lenguaje en la confro ntación de la con-
French Revolution (1984), esta obra concebida en 1976 empezó como
"una historia social de la política revolucionaria", pero "cada vez más ll Hunt, Polirics, 1984, p. XI.
se convirtió en un análisis cultural en que las estructuras políticas [... ] 32 Furcr, "Caréchisme", 1971, pp. 255-289.
33 Cobban, Social, 1965.
H Tay1or, "París", 1961- 1962, pp. 95 1-977.
l5 Sobou1, french, 1974, y Parisian, 1964.
27Habcm1as, Tl1eory, 1984. l6 Lefebvre, french, 1962- 1964, y Coming, 1947.
28Kosselleck, Futures, 1985. Jl Véa~e Furet y Ozouf, Tram[om1ation, 1989.
29 GesciliciiLlicile, 1972-. La enciclopedia está completa excepto por el octavo vo-
JS Agulhon, République, 1970, y Mariwme, 1981.
lumen del índice. J9 Ozouf, Fi!Le, 1976.
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226 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggen 227

ciencia revolucionaria de los trabajadores. Pone énfasis en el movi- refinarse, ya que esta experiencia está inmersa en un lenguaje que le
miento revolucionario que condujo a los acontecimientos de 1848 en confiere su estructura. 42 Así, las concepciones convencionales que han
Marsella. Señala el amplio consenso que hay en los estudios recien tes interpretado al cartismo en términos de conciencia de clase son in-
sobre que los impulsos más importantes para las acciones de h uelga y adecuadas si pasan por alto la medida en que éste no estaba inmerso
las revueltas en Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos en las en las estructuras sociales, sino en un lenguaje político determinado.
primeras décadas de la industrialización no provinieron de los obreros El auge y declive del cartismo, argumenta Stedman Jones , estaban
industriales, como suponían los marxistas, sino de los artesanos. Así, determinados menos por la miseria económica o las transformaciones
la revolución de 1848 tu vo lugar en un marco de percepciones que sociales ocasionadas por la revolución industri al q ue por el lenguaj e
estaban profundamente arraigadas en un mundo preindustrial corpo- político con que los partidarios de aquél interpretaban su privación
rativo. De esta manera, Sewell señala que "si bien es obvio que no económica y social. Esto no significa en modo alguno que las condi-
podemos experimentar lo que los trabajadores del siglo XIX vivieron, ciones económicas y "las transfo rmaciones sociales deban pasarse por
[... ] con un poco de ingenuidad podemos buscar en los registros que alto en el análisis del cartismo como un movimiento político, menos
sobreviven las formas simbólicas con las cuales experimentaban su de lo que Se~elllas olvidó en su análisis del movimiento revoluciona-
mundo". Y rio que provocó las revueltas de 1848 en Marsella, pero deben com-
prenderse por medio del lenguaje y el discurso que dio forma a la con-
debido a que la comunicación no se limita a l habla y a la escritura, ciencia política de los trabajadores.
también debemos buscar las formas inteligibles de muchas otras Este mismo punto de vista está presente en el ensayo de Thomas
actividades, acontecimientos e instit uciones: de las prácticas de Childe[S "The Social Language of Politics in Germany", 43 en donde
las organ izaciones de artesanos, de rit uales y ceremonias, de la for- relaciona sus propias ideas con las de Hunt, Stedman Jones, Sewell y
ma de las manifestaciones políticas de las reglamentaciones lega- Scott. Su preocupación inmediata en ese ensayo es la cultura política
les, o de los detalles de la organizac ión de la prod ucción de la república de Weimar, que llevó al auge de los nazis. Su punto de
partida es la controversia en tre los historiadores orientados a la cien-
en los que se reflejan "el con tenido simbólico y la coherencia concep- cia social tales como Hans Ulrich Wehler y Jürgen Kocka, quienes
tual de las experiencias de la clase trabajadora".41 explÍcaro~ el nazismo en términos de la tardía e incompleta democra-
Mientras Sewell subraya el papel de los símbolos, Gareth Stedman tización de Alemania en una era de industrialización, y sus críticos
Jones y Thomas Childers se concentran más directamente en el len- ingleses Geoff Eley y David Blackbourn, quienes pusieron en tela de
guaje. Stedman Jones hace hin capié en que el lenguaje no sólo expre- juicio la tesis de que la modernización en Alemania difirió considera-
sa sino que constituye la realidad social. Sin embargo, los tres aceptan blemente de la de otros países. Ambas tesis son inadecuadas para
la existencia de estructuras y procesos sociales reales y ven en el len- Childers, porque dependen dem asiado de los fac tores económicos y
guaje una herramienta para examinarlos. Al igual que T hompson, sociales. C hilders no niega la importancia de estos factores, pero pien-
Stedman Jones estudia la constitución de la clase trabajadora inglesa. sa q ue deben considerarse den tro del marco del lenguaje político em-
Reconoce la aportación de Thompson al liberar la idea de la concien- pleado. Este lenguaje refleja distinciones sociales reales, pero también
cia de clase de su vinculación inmediata con una base económica. conforma la conciencia política y social de las clases q ue lo hablan y
Pero de una manera más específica que T hompson, ubica los elemen- oye n. Por lo tanto, C hilders se propone examinar el vocabulario usado
tos esenciales de la conciencia de clase en el lenguaje de clase. El por los partidos políticos, los grupos de interés, las autoridades guber-
concepto de Thompson de experiencia de la clase trabajadora debe
4l Stcdman Joncs, Languages, 1983, p. 101. Véase rambié n Srrarh , Langua¡{e, 1990.
il lbid., pp. 10- ll. il C hilders, "Social", 1990, pp. 331 -358.
228 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 229

namentales y los individuos, a fin de de linear la conciencia política de los problemas inherentes a la apropiación de un vocabulario teórico
las partes confrontadas. Para hace rlo analiza el lenguaje empleado en desarrollado en un inicio en la crítica literaria y filosófica para el estu-
"la literatura y las actividades partidarias cotidianas -folletos, panfle- dio de la historia". Así, "arguye que cualquier distinción en tre historia
tos, carteles, discursos y re uniones- para cada campaña nacional y y literatura se desvanece"Y Cuando recientemente traté este tema
muchas grandes contiendas locales desde 19 19 hasta la toma del po- con ella, me explicó su posición escribiéndome que: "Mi argumento
der de Adolf Hitler en enero de 1933"44 con objeto de reconstruir el no es que la realidad sea 'meramente' un texto, sino que más bien la
discurso político de la época. A l igual que Sewell y Stedman Jones, realidad sólo puede adqui rirse mediante el lenguaje. De ese modo las
desafía "la prioridad ontológica de los acontecimientos económicos", estructuras sociales y políticas no se niegan, más bien deben estudiar-
sin descuidar el papel de las condiciones sociales y económicas. se a través de su articulación lingüística. Y Derrrida es útil para tal
Joan Scott, en sus ensayos de Gender and the Politics of History estudio."48 Excepto por la mención de Derrida, ésta es una perspecti-
(1988), por lo menos en sus formulaciones teóricas, suscribe una posi- va que no es esencialmente distinta de la de Stedman Jones, a quien
ción con respecto a la primacía del lenguaje considerablemente más critica. De hecho, en sus estudios sobre el papel de las mujeres líderes
radical que cualquiera de los historiadores que acabamos de exami- que representaban un punto de vista femi nista en los movimientos
nar, en un intento por establecer las bases de una "lectura feminista revolucionarios de Francia, 49 Scott asigna un papel al lenguaje muy
de la historia". A diferencia de estos historiadores, dla adopta explíci- similar al que le atribuyen Sewell y Stedman ]ones.
tamente la concepción del lenguaje de Derrida y el concepto de poder
de Foucault. Concuerda con Derrida en que el lenguaje tradicional En conclusión : la teoría lingüística, como ha sido desarrollada en la teo-
establece un orden jerárquico que con el tiempo consistentemente ha ría liter<:~ria francesa desde Barthes hasta Derrida y Lyotard, contiene un
dado como resultado el sometimiento de las mujeres. 45 En forma simi- elemento que en mi opinión debe ser tomado muy seriamente y que ha
lar acepta la noción de Foucault de que el lenguaje constituye poder y tenido aplicaciones en el pensamiento y la escritura de la historia. Los
dominio. Pero, mien tras q ue la posición de Derrida plantea un participantes en esta discusión han planteado justamente el argumento
determinismo lingüístico q ue deja poco espacio para un programa po- de que lajüstoria tomada en conjunto no contiene ninguna unidad o
lítico activo, Scott basa una política fe minista en una teoría derrideana coherencia inmanente, que toda conceiJción de la historia es una cons-
del lenguaje. Argumen ta de manera convincente que el género, en un trucción constituida mediante el lenguaje, que los seres humanos como
sentido social y político, a diferencia de uno biológico, no está dado sujetos no tienen una personalidad integrada libre de contradicciones y
por la naturaleza, sino que es "constituido" por el lenguaje. Cr,itica ambivalencias y que todo texto puede leerse e interpretarse de distintas
entonces a Stedman]ones porque "trata el lenguaje simplemente como maneras porque no expresa intenciones sin ambigüedades. Con buena
un vehículo para comunicar ideas más que un sistema de significado o justificación, Foucault y Derrida han señalado las implicaciones políticas
un proceso de significación". Además, señala críticamente que "retro- del lenguaje y las relaciones jerárquicas de poder inherentes a él. Esas
cede a la noción de que el 'lenguaje' refleja una 'realidad' externa a él, contradicciones, que permean toda la vida humana, fue rzan al observa-
más q ue ser constitutivo de esa realidad".46 Esto condujo a Sewell a dor a "deconstruir" todo texto, a fin de mostrar al desnudo todos sus
una revisión, por lo demás muy positiva, de los ensayos para señalar elementos ideológicos. Toda realidad no sólo es comunicada a través del
que "Scott ha aceptado el deconstructivismo derrideano y literario de lenguaje y el discurso, sino que de una manera muy fundamental, tam-
una manera demasiado acrítica y no ha considerado suficientemente bién es constituida por éstos.

i4 Ihid., p. 337. 47 Scwell, "Reseña", 1990, p. 79.


4 48
' Véase Scott, "lntroduccion", 1988, pp. 1-11. Carta de Joan W. Scocc a Georg G. lggcrs, 14 Je octubre de 1994.
46 Scocc, "On", 1988, pp. 53-67. 49 Por ejemplo, Scotr, "Frc nch", 1989, pp. 1-22.
230 El "giro lingüístico": iel fin de la historia como disciplina académica? Georg G. lggers 231

Sin embargo, esta filosofía del lenguaje se presta mejor a la crítica BAHNERS, PATRICK, "Die Ordnung der Geschichre: Über Hayden White",
literaria que a la escritura histórica, pues las descripciones bistóricas, Merkur, núm. 46, cuaderno 6, 1992.
aun cuando usen formas de narrativa muy apegadas a modelos litera- BARTHES, ROLAND, "The Discourse of History", Comparative Cl'iticism: A
rios, todavía pretenden retratar o reconstruir un pasado real en mayor Yearbook, vol. 3, 1981, pp. 3-28.
medida que la literatura de ficción. A pesar de la invocación q ue ha- BERMAN, ART, f<rom t!Je New Criticism to Deconstruction, Urbana, 1988.
cen Joan Scott y Lynn H unt de la teoría lingüística pos moderna en su CHARTIER, RoOER, "Texts, Symbols, and Frenchness", ]ournal of Modern His-
volumen New Cultural History, 50 los historiadores sociales y culturales tory, núm. 57, 1985.
han avanzado en una dirección muy diferente. El "giro lingüístico" en Cl llLDERS, T HOMAS, "The Social Language of Politics in Germany: The
los estudios históricos durante la década y media pasada ha sido parte Sociology of Political Discourse in the Weimar Republic", American
de un esfuerzo por romper el determinismo inherente en los enfoques Historical Review, núm. 95, 1990, pp. 331-358.
socioeconómicos anteriores y poner énfas is en el papel de los factores COBBAN, ALFRED, The Social Interpretation of the Frenc/1 Revolution, Cambridge,
1
culturales, entre los cuales el lenguaje ocupa un lugar clave. Pero como 1965.
señala Stedman Jones, no se trata de reemplazar una interpretación DARNTON, ROBERT, The Great Cat Massac1·e and Other Episodes in Frenc!J
social por una lingüística, sino de examinar de qué manera ambas se Cultural 1-listory, Nueva York, 1984.
relacionan. 5 1 El análisis lingüístico ha probado ser una herramienta DAVIS, NATALIE, T!Je Return ofMartin Guerre, Cambridge, Mass., 1983.
complementaria importante en los estudios recientes de la historia FEYERABEND, PAUL, Against Method, Londres, 1988.
política, social y cultural. Sin embargo, en general, aunque los histo - FURET, E y MONA Ü ZOUF (comps.), The Transfomtation of Political Culture
riadores que hemos visto en este capítulo han subrayado el énfasis en 1789- 1843, Oxford, 1989, 3 vols.
el impacto del lenguaje, la retórica y el comportamiento simbólico en FURET, ·FRAN<;:OIS, "Le Catéchisme révolutionnaire", 1\nnales. Economies.
la conciencia y la acción política y social, pocos han compartido la Sociétés. Civilisations. núm. 26, 1971, pp. 255-289.
posición extrema de que "la realidad no existe, de que sólo existe el GEERTZ, CLJFFORD, "Deep Play: Notes on the Ba linese Cockfight" en
lenguaje" (Foucault). 51 La mayoría de los historiadores estarían de lnterpretatíon of Cultures, N ueva York, 1983, pp. 412-453.
acuerdo con Carroll Smith-Rosenberg en que "mientras las diferen- _ _ __ _ _, "Re ligion as a Cultural System" en ln terpretation o{ Cultures,
cias lingüísticas estructuran la sociedad, las diferencias sociales Nueva York, 1983, p. 89.
estructuran el lenguaje". 53 _ _ _ __ _,, "Thick Despcription: Toward an lnterpretive Theory of
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Georg G. lggers 235

que no existe." Según este punto de vista, en último análisis "lo real es
tan imaginado como lo imaginario" .l.
Pronto, las adve rtencias de Stone fue ron desafiadas por el histo-
riador social y cultural bri tánico Patrick Joyce. Puede decirse que lo
DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS AÑOS NOVENTA* "real" -admitía- "existe independientemente de nuestras representa-
ciones de ello", pero insistía en q ue "la historia nunca se nos presenta
Ü EORG G. l GGERS salvo en forma discursiva". En su opinión, el principal adelanto del
posmodernismo fue el reconocimiento de que "no hay ninguna cohe-
rencia abarcadora evidente ni en la política, ni en la econonúa, ni en
el sistema social, y de que "no hay ninguna estructura subyacente" a
la que "puedan referirse" los textos de los que proviene nuestra com-
prensión del contexto histórico. 3
Pero desde la perspectiva de la década de 1990, la postura de
Joyce parece mucho menos convincente que en el decenio preceden-
te. Desde luego, incluso en los años ochenta el enfoque posmoderno
En 1979 Lawrence Stone, en su ahora famoso artículo "The Reviva! tal como lo definía Joyce de ningún modo era monopólico. El "giro
of Narrative", puso en tela de juicio el mode lo antiguo de ciencia so- lingüístico" que ocupaba las páginas de la American Historical Review y
cial para los estudios históricos y adoptó la nueva orientación hacia la de otras revistas es tadunidenses en la segunda mitad de los años ochen-
antropología y la semiótica. En 1991 , en una nota, "Historia y posmo- ta no tet1Ía la misma fascinación para los historiadores fuera de Amé-
dernismo", 1 también publicada en Past and Present, expresó su preocu- rica del Norte, ni siquiera en Francia, aunque los conceptos en que se
pación sobre el giro radical que desde entonces. había tomado el dis- basaba eran originarios en gran medida de la teoría literaria fra ncesa
curso histórico. Como se recordará en "The Reviva[ ofNarrative" había desde Barthes hasta Derrida. Ya hemos mencionado el efecto limitado
11 enarbolado "el final del in tento por producir una explicación científi- que tuvieron las teorías del determinismo lingüístico formulado radi -
~1
ca coherente sobre el cambio en el pasado". A hora veía una amenaza calmente en los textos históricos, incluso en escritores como Gareth
triple para la historia: desde el posmodernismo; desde la lingüística y Stedman Jones, William Sewell, Lynn Hunt y Thomas Childers, quie -
la antropología cultural y simbólica, y desde el neohistoricismo. Los nes veían en el discurso una clave significativa para la comprensión
tres coinciden en manejar la práctica política, institucional y social de la historia. Stone podía argüir de manera convincente "que es im-
como "conjuntos discursivos de sistemas o códigos simbólicos". ''Así, posible pensar en una obra histórica importante escrita desde una pers-
los textos se convierten en una simple serie de espejos que sólo se pectiva profundamente posmodernista y usando un lenguaje y un vo-
reflejan unos a otros y q ue no arrojan ninguna luz sobre la 've rdad', cabulario posmodernista". 4
Tal vez Dead Certainties: Unwarrantes Speculations,5 de Simon
Schama, y T ite Question of Hu,6 de Jonathan Spence, fueron más allá
* Título original "From thc Pcrspective of thc l990's", puhlicac.lo en Georg G.
lggcrs, Hiswriogra¡¡/¡y i11 tlle Twentierli Centtny. Fmm Scientific Objectivic;y w t/1c Postmodem
Cltallenge, Midc.lletown, Connccticut, Wesleya n Univcrsity Press, 1994, cap. ll. [Tra-
ducción de Gahriela Mo ntes de Oca V.] z lbid., p. Zl7.
3 Joyce, "History", p. 191.
1
Stone, "History", 1991, pp. Zl7-Z l8.
4 Stont!, "Hisrory", 1992, p. l9l.
'Schama, Dcad, 1991.
234 6 Spence, Question, 1988.
236 Desde la persJ>ectitJa de los años notJenta Georg G. lggers 237

en dirección de una historiografía que disolvió conscientemente la los cincuenta y en los sesenta, que siguieron desempeñando un papel
frontera entre la historia académica y la novela histórica. importante más tarde, eran difíciles de reconciliar con el resurgimien-
En el umbral entre los años ochenta y los noventa ocutTen los cam- to de l fundamentalismo religioso y el particularismo étnico. Setenta
bios revolucionarios de la Unión Soviética y de Europa oriental. De años de gobierno comunista no habían eliminado las tradiciones reli-
manera retrospectiva puede haber ahora explicaciones de estos cam- giosas antiguas. De manera similar, el fundamentalismo, en sus formas
bios que en su época fueron casi totalmente imprevistos. De manera musulmana, protestante, judía ortodoxa e hindú, parecía una reac-
significativa minaron la confianza en sí mismas de las ciencias sociales ción en contra del efecto que la modernización había tenido en las
más antiguas, que creían en la posibilidad de la explicación social cohe- creencias y costumbres tradicionales. Todo esto parecía volver aún
rente, así como de la nueva historia cultural, que en gran medida pasa- más urgentes los enfoques antropológicos de la historia. Al mismo
ba por alto el contexto político de la cultura de la vida cotidiana. El tiempo, el fracaso de los regímenes comunistas para seguirle el paso a
derrumbe del comunismo parecía confirmar las predicciones de los de- los cambios estructurales en las economías modernas indudablemen-
fensores occidentales del capitalismo, quienes, como Francis Fukuyama, te contribuyó a su derrumbe. Desde los años sesenta, la revolución
estaban convencidos de que las presiones de la modernización econó- científico-técnica fue uno de los temas principales de los debates teó-
mica necesariamente conducirían a economías corporativas de merca- ricos en el bloque del Este, pero esta revolución, que condujo a la
do y a la democracia representativa. Así, Estados Unidos se convertiría economía de información posindustrial en Occidente, no ocurrió en
en el modelo del mundo, aunque los acontecimientos posteriores a 1989 el bloque soviético. La Unión Soviética y sus Estados clientes se de -
pronto refutaron estas profecías. A pesar de estas predicciones, pocos rrumbaron en parte debido a su incapacidad para enfrentars.e a los
analistas habían esperado el derrumbe inminente del sistema soviético. cambios de una sociedad modernizadora. Paradójicamente, los acon-
Si bien se habían previsto las reformas de la Unión Soviética y de sus tecimie~tos de 1989-1991 no sólo desacreditaron los conceptos mar-
Estados clientes de Europa oriental a raíz de la Pe res troika de Gorbachov, xistas básicos y provocaron total confusión en la teleología marxista,
en general se esperaba que ocurrieran dentro del marco del sistema so- sino que también se prestaron a un análisis marxista. Como ideología
cialista, y que dejaran intacto el orden internacional dominado por las y como utopía el marxismo había resultado un mal sueño. Sin embar-
dos superpotencias. Tanto la unificación de Alemania como la disolu- go, de manera significativa, para usar los conceptos de Marx, el de-
ción de la Unión Soviética fueron del todo inesperadas. De hecho, en rrumbe del sistema soviético demostró la rebelión de los medios de
general se consideraba que las reformas internas de los Estados orienta- producción en constante cambio contra las condiciones anticuadas
les y de la Unión Soviética normalizarían las relaciones entre los dos de producción. La ideología y la dictadura contribuían al endureci-
bloques. En cuanto a Alemania, esta normalización habría significado miento de un sistema que no podía responder a las cambiantes exi-
que la unificación perdiera su urgencia. No se previeron las nuevas for- gencias de la época. Mientras estas observaciones apoyaban un enfo-
mas de violencia interna y especialmente étnica que siguieron a los acon- que estructural y cultural de la historia del pasado reciente, también
tecimientos de 1989 a 1991 no sólo en los Estados sucesores de la Unión planteaban el problema, en ocasiones desatendido por los estudios
Soviética y de Yugoslavia, sino también en el mundo musulmán y en el históricos recientes, del papel de la política. Sin duda personalidades
África subsahariana. Los cambios en el orden mundial plantearon pre- como Gorbachov y Yeltsin afectaron el curso de los acontecimientos,
guntas significativas para el pensamiento y la práctica historiadores que aun cuando lo hayan hecho dentro de limitaciones estructurales defi-
dificultaron que la investigación histórica siguiera los lineamientos que nidas. Todo esto no parece req uerir el abandono de los antiguos pa-
antes solía tomar. trones de la historia social, cultural y política, sino una ampliación de
Sin duda, la persistencia de las tradiciones culturales se volvió la perspectiva y los métodos de la investigación histórica.
cada vez más evidente. Los conceptos de modernización que habían Observando los debates y las publicaciones de los últimos años,
dominado una gran parte del pensamiento de las ciencias sociales en se encuentran tanto continuidades como rupturas. Los temas que pre-
238 Desde la /Jerspectiva de los años noventa Georg G. lggers 239

valecían en los ochenta siguen recibiendo atención todavía. La desi- Frant;ois Furet de la revolución francesa, las ideas y las personas de
lusión por la historia cuantitativa continúa. El interés en la historia nuevo desempeñaban un papel decisivo. Los Annales, al escoger un
an tropológica florece, como lo demostró la fundación de la revista en nuevo título, de ninguna manera tenía la intención de excl uir a la
alemán Hi.~torische Anthropologie en 1993. La revista italiana Quademi sociedad y a la cultura de la consideración histórica, sino que más
Storici había sido pionera de estos estudios. La revista rusa Odysseus bien deseaba restablecer el contexto político en que ocu rrían. Ahora
refleja intereses similares. Los programas de las reun iones an uales de querían prestar mayor atención a los problemas actuales. La relación
la Asociación A mericana de Historia, y también los índices de las ce rcana en tre la historia y las ciencias sociales habría de permanecer,
principales revistas de Estados Unidos, confirman la fascinación por pero la economía, la sociología y la ciencia política habrían de recupe-
los temas de "clase, género y etnicidad", lo que refleja las presiones rar la posición que habían perdido en los Annales de la época pos terior
políticas y sociales actuales en Estados Unidos y otros sitios. Sin em- a la segunda guerra mundial, lo que no significaba un regreso a la
bargo, en los estudios históricos recien tes también hay un marcado antigua historia diplomática ni a la economía que trabajaba con mo-
alejamiento del pron unciado culturalismo de los ochenta hacia nue- delos abstractos separados de un contexto político y social más am-
vas preocupaciones por el mundo moderno y contemporáneo, lejos plio. Los n úmeros de Annales de los años noventa re flejaban esta
del in terés por la modernidad temprana y la era medieval en Europa, reorientación. Resurgieron los problemas del mundo con temporáneo,
que había sido tema de gran parte de la n ueva historia cultural. que también habían tenido un papel importante en la revista durante
La marcada reorien tación de los Annales fue indicativa de l cam- los años treinta. En números recientes han sido tratados temas de
bio de disposición en los años noventa. Como he mencionado, en enero in tereses tan diversos como la apertura de los archivos soviéticos, la
de 1994 la revista cambió su subtítulo de Economies. Sociétés. Civili- orgartización del trabajo en Japón, la confrontación con el pasado de
sations, q ue había usado desde el periodo in mediato a la posguerra, Vichy, l~ modernización de las sociedades tradicionales, diversos as-
por el de Histoire, Sciences Sociales. El cambio de nombre fue res ultado pectos del desarrollo del capitalismo estadunidense, política y sida en
de in tensas discusiones entre sus editores desde fi nes de los ochen ta, Zaire, la actual violencia religiosa en India y Argelia, pero también
las cuales se reflejaron en un editorial del n úmero de enero-febrero de temas tradicionales que se remontan al pe riodo de la modernidad tem-
fl
1994, en donde se anunciaba el cambio.7 Un importante editorial de pran a y de l medioevo, como la ce ntralización del poder estatal en so-
~· 1988 ya sugería que la historia y las ciencias sociales habían entrado ciedades asiáticas y europeas, la sociabilidad urbana en la edad media,
en una crisis profunda. 8 Sin embargo, el cambio de nombre demostra- el desarrollo de redes de crédito, finan zas y rendición de cuentas en la
ba la conciencia de que las condiciones políticas y sociales habían economía mercantil, "enfermedad, fe y el imaginario" en la edad me-
cambiado fundamentalmente en años recien tes. El subtítulo Economies. dia, las utopías en el Bizancio del siglo XII y la vida comunitaria judía
Sociétés. Civilisations conscientemente eliminaba la política como preo- desde el siglo XVII hasta el XX.
cupación central de la historia, y con ello degradaba el papel de la El renovado giro hacia la política y las ciencias sociales en los
narración. Ahora, frente a los cambios trascendentales de fines de los Annales y otras publicaciones no representa un repudio a los an tiguos
ochenta, se redescubría la política y con ella la función de las persona- intereses y preocupaciones, sino más bien una ampliación del alcance
lidades. Se pretendía que el n uevo título incluyera de n uevo la políti- de los estudios históricos. Aspectos importan tes de la crítica posmo-
ca. Y, en el ámbito de la política, como lo indicaba la revaloración de dernista de la razón histórica permanecen vigentes. Irremisiblemente
se ha perdido la fe en las grandes narraciones centradas en la moder-
nización del mundo occidental como la culmi nación de un proceso
7
"Histoire", 1994, pp. 3-4. Estoy agradecido con Marc Ferrcro, un editor de histórico coherente. Reflexionando sobre la historia de los Annales,
mucho tiempo de los Arma/es, por la extensa entrevista que me concedió en ahril de
1995 en relación con las discusiones que condujeron al cambio de título. jacques Revel, uno de sus editores más antiguos y desde 1995 director
8
Véase "Histoire ", 1988, pp. 29 1-293. de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en un volumen
240 Desde la perspectiva de los años noventa Georg G. lggers 241

publicado en 1995 que intenta revaluar la situac ión de los estudios trabaja con una noción de verdad, por complejo e inconcluso que pueda
históricos actuales, escribe que la visión de historia "total" o "global" ser el camino a ella.
que ocupó a tres generaciones de historiadores de los AnnaCes ha sido Todo esto no señala hacia un nuevo paradigma, sino hacia un plura-
puesta a descansar. 9 Pero la historia no se ha reducido a una multipli- lismo ampliado. Está claro que la "pérdida de historia", 12 tan extensa-
cidad de entidades inconexas. Hemos visto cómo los microhistoriadores men te mencionada despúes de la segunda guerra mundial, no es carac-
de Italia y Alemania, a pesar de su concentración en lo local, nunca terística del ánimo actual. En Alemania, el sentido de pérdida es atribuible
perdieron de vista los contextos históricos y políticos más amplios. En al descrédito de las tradiciones nacionales; en otras partes surgió de la
realidad consideraban que la concentración en lo local, que siempre creencia de que el mundo moderno anunciaba el fin de los valores y de
difería de lo "normal", 10 hacía posible probar las generalizaciones. Sin las formas tradicionales de la comunidad. Temporalmente, a inicios
importar lo mucho que los microhistoriadores desafiaran las concep- de los setenta, la oferta de cursos de historia en Estados Unidos, Gran
ciones marxistas, weberianas o rostowanianas sobre la transform ación Bretaña, Alemania occidental y otras naciones, pero ciertamente no en
del mundo moderno, no lograban escapar de una noción de moderni- Francia ni en Poloni a, fueron remplazados por cursos sobre estudios so-
zación que ahora se considera sobre todo como una fuerza destructiva ciales y, al menos en el mundo angloparlante, las ciencias sociales a me-
que afecta la microescala de la historia local. De hecho, el principal nudo adoptaban una orientación fuertemente ahistórica. La cantidad de
tema de los estudios microhistóricos ha sido la repercusión del Estado, estudiantes de historia declinó drásticamente en Estados Unidos. Pero
la econo mía y la Iglesia en el campo, en una época de incipiente mo- esta tendencia se revirtió en los ochenta. La oferta de historia en las
dernización. universidades se volvió más diversificada, en particular en Estados Uni-
Por último, el posmodernismo había planteado importantes pre- dos, donde se incluyeron estudios étnicos y de género, así como el estu-
guntas epistemológicas que desafiaban de manera radical la posibili- dio de sociedades y culturas no occidentales. 13 Proliferaron las revistas,
dad del conocimiento objetivo. No sólo se puso en tela de juicio la los Libros y las presentaciones por televisión sobre historia. Las celebra-
coherencia de la historia, sino también la del autor y la del texto. Se ciones del quincuagésimo aniversario de la liberación de los campos de
negó la inmediatez del conocimiento histórico; esto, sin embargo, no concentración y del final de la segunda guerra mundial fueron indicadores
,,.
• 1 era nada nuevo, sino que se remontaba por lo menos hasta Kant. Por del intenso interés por la historia. Así, los cambios demoledores de Euro-
lo general la afi rmación de Hayden White, de que la historia siempre pa desde 1989 parecen haber fo rtalecido, más que debilitado, el interés
~1 asumía una forma narrativa y por consiguiente compartía las cualida- por el pasado.
des de los textos literarios, era aceptada; no así su conclusión de que
la historia, al igual que toda la Literatura es, por lo tanto, esencialmen-
te una "operación de creación de ficción". Roger Chartier comentó en BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA
1993 que "aunque el histori ador escriba 'de manera literaria', no pro-
duce literatura". 11 Su labor depende de la investigación en arch ivos, y HEUSS, ALFRED, Der Verlust del Geschichte, Gotinga, 1959.
si bien sus fuentes no se presentan de manera que se excluya la ambi- "Histoire et Sciences Sociales. Un tournant critique?", Annales, núm. 43,
güedad, de cualquier modo están sujetas a criterios de confiabilidad. 1988.
El historiador está siempre en busca de fraudes y falsificaciones, y así "Histoire, Scienccs Sociales", Annales, núm. 49, 1994.

9Revel, "Hismire", 1995. 12 Por ejemplo, Heuss, Verlust, 1959.


10 13
Véase la noción tle Edoardo Grendi de "lo normal excepcional" citado en Levi, Son indicativos de los debates actuales las publicaciones del Nacional Cen ter
"Microhistory", 199 1, p. 109, y Muir y Ruggiero, "Introducción", 1991, p. XIV. for History in the Schools (Los Ángeles, 1995): National Standards for United Stares
11 "Le temps t..les tloutes", Le Monde, 18 de marzo de 1993, pp. VI-VIl. History for Grades 5- 12, y National Swndards for World l-lisrory.
242 Desde la perspectiva de los años noventa

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noviembre de 1991.
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SPENCE, ) ONATHAN, The Question of Hu, Nueva Yo rk, 1988.

.,.
,,. En las últimas décadas, el historiador Georg lggers se ha consolidado
como una autoridad dentro de la disciplina de la historia. Iggers inició
~' con The German Conception of History (1968), un estudio sobre el
historicismo alemán del siglo XIX que fue editado en numerosas oca-
siones y que se convirtió en un clásico, y luego realizó la crónica de la
decadencia del historicismo alemán y el final de su influencia interna-
cional en el siglo XX bajo el impacto de lo que llamó N ew Directions in
European Historiography, publicado en 1975. Ambos trabajos se acom-
pañaron con ediciones de ensayos históricos con el fin de ejemplificar

* Título original "From Historicisrn to Postmodernism: Historiography in the


1\venticth Century", publicado en Hiswry and Theory, Wcsleyan University, núm . 4 1,
febrero de 2002, Middletown, Connecticut, pp. 79-87. [Traducciém de Demetrio lbarra
Hernández.]

243
244 Del historicismo al posmodem ismo: la historiografía en el siglo XX Richard]. Evans 245

las directrices que lggers estaba analizando, particularmente una se- histori adores británicos marxistas después de la invasión soviética a
lección de traducciones de Leopoldo von Ranke, publicada con Konrad Hungría en 1956.
von Moltke en 1973, titulada The Theory and Practice of History, y dos Estos nuevos procesos propiciaron, de dife rentes maneras, el uso
volúmenes de compilaciones de historiadores alemanes contemporá- riguroso de la cuantificación y de la teoría científico-social (ya fuera
neos: The Social History of Politics: Critica! Perspectives in West German weberiana, durkheimiana o marxista), en la búsq ueda de un nuevo
Historical Writing since 1945 (1986) y Marxist Historiography in grado de objetividad. No obstante, como acertadamente comenta
Transformation: East German Social History in the 1980s (1991). Jgge rs, dicha búsqueda estaba condenada al fracaso. Los historiado-
Ahora, Iggers ha reunido todos estos temas en el libro que aquí se res científico-sociales revelaron inmedi atamente tener prejuicios e
reseña, el cual se publicó por primera vez en Alemania en 1993 y, inte reses personales. Por supuesto, los historiadores científico-so-
luego de ser exhaustivamente revisado, se publicó en inglés en 1997. ciales más sofisticados reconocieron este problema y trataron de so-
Al principio del libro, el autor retoma su primer trabajo sobre el histo- lucionarlo explicitando sus postulados y creencias políticas, con el
ricismo alemán y hace un recuento de la revolución histórica que in- fi n de que los lectores pudieran juzgar por sí mismos cuán lejos ha-
citó Leopold von Ranke a mediados del siglo XIX, enfatizando los re- bían llegado en las discusiones acerca del pasado. Sin embargo, a
cursos críticos y el uso de documentos originales como la base de una pesar de que debatieron el asunto, finalmente no pudieron escapar a
asimilación científica y objetiva del pasado. Desde la década de 1870, la paradoja de que los métodos científico-sociales a menudo mostra-
los estudios históricos se sometieron a un proceso dé profesionaliza- ban un a historia que estaba políticamente comprometida y era
ción característico del siglo XIX, con la fundación de revistas, asocia- metodológicamente controvertida.
ciones profesionales, seminarios de capacitación y demás. lggers des- lggers relaciona la crisis de la historia científico-social con el
taca el contexto social e histórico q ue rodea al surgimiento del Estado colapsó de las nociones ortodoxas de progreso y de la fe ortodoxa en
nación moderno, el triunfo de los valores liberales y el papel de las la habilidad científica para mostrarla, sea en términos de la amenaza
universidades estatales en el proceso de profesionalización. Señala que de guerra nuclear o de la exclusión de grandes grupos de gente de los
esto tiene como efecto conducir a donde quiera que sea "una crecien- beneficios del crecimiento económico en la sociedad occidental. Para
,,..,. te ideologización del relato histórico. Los historiadores se adentraron
en los archivos para encontrar la evidencia que confirmara sus prejui-
los radicales de la década de 1970, el crecimiento económico por sí
solo parecía conducir al empobrecimiento espiritu al. El resultado fue
~1 cios nacionalistas y de clase, y así obtener el aura de autoridad cientí- un nuevo énfasis en la experiencia, los individuos, las emociones, la
fica" (p. 28). irracionalidad y, en general, en todas las cosas que el enfoque cientí-
Hacia finales del siglo XIX, las contradicciones de esta incorpo- fico-social de la historia había en gran medida ignorado. En lugar de
ración se volvieron cada vez más obvias y provocaron un a "crisis del una historia q ue se concentró en los índices cuantitativos, las gran-
historicismo clásico". La historia científico-social reemplazó el his- des tendencias y los grupos mayori tarios llegó la microhistoria, el
toricismo clásico, basándose en la creencia de que el historicismo res urgimiento de la narrativa y la historia de la vida cotidiana. De
había estado muy enfocado en la política del Estado nación y había pronto, lo pequeño fue hermoso. La cultura lentamente remplazó a
sido demasiado subjetivo en la perspectiva de los temas que trataba. la sociedad como el concepto clave que organizaba el material de los
Al discutir esta nueva tendencia, lggers resume su trabajo de 1975, historiadores.
New Directions in Historiography, y a su vez aborda la tradición de la En la tercera y prácticamente la única parte nueva de su libro,
historia social y económica alemana; la historia científico-social de Iggers va más allá del resumen de su primer trabajo para exponer lo que
Estados Unidos; el surgimiento de la escuela francesa de los Annales; él llama "el desafío del posmodernismo", un tema que también trata
la emerge ncia de la corriente neoweberiana de la historia social en con detenimiento, aunque de manera un tanto confusa, en las páginas
Alemania en las décadas de 1960, 1970 y 1980 y el incremento de 1 a 19 de la introducción. Señala que "la idea básica de la teoría pos-
246 Del historicismo al posmodernismo: la historiografía en el siglo XX Richard]. Evans 247

moderna de la historiografía es la negación de que el relato histórico se II


refiera a un pasado histórico real" (p. 118). lggers insiste en que este
enfoque "va más allá de una tradición del pensamie nto histÓrico que, En este nuevo libro, Georg lggers escribe con la claridad y la transpa-
desde Herodoto hasta Natalie Davis, reconocía tanto los aspectos lite- rencia que lo caracterizan y, una vez más, muestra su envidiable talen-
rarios de los rela tos históricos como el papel de la imaginación al cons- to para comunicar ideas nuevas de tal manera que la mayoría de los
truirlos, pero mantuvo la fe en que dichos relatos ofrecieran adentrarse lectores sean capaces de entenderlas, sin alte rar demasiado la com-
en un pasado real que involuc rara seres humanos reales" (p. 119). Ba- plejidad inherente de éstas. Si alguien busca una introducción comple-
sándose en la teoría lingüística, escritores como Rolan Barthes nega- ta acerca de algunas de las vision es clave de la historia que adoptaron
ron que hubiera alguna distinción entre verdad y ficción. La historia los historiadores profesionales durante el último siglo e n Gran Bre ta-
no es una ciencia; es fundamentalmente un género literario. Ií a, Francia, Italia, Estados U nidos, y sobre todo en A lemania, no po-
lggers deja en claro que repudia esta in terpretación. Insiste en drá e ncontrar una mej or que ésta. No sólo es particularmente valioso
que las narraciones históricas no son como en cierto momento las el alcance de las teorías de la historia, sino también el de los ejemplos
describió Hayden White, es decir, "más inventadas que fundamenta- específicos de cómo se aplican dichas teorías (los verdaderos trabajos
das". Posiblemente Hans Kellner opina que '"verdad' y 'realidad' son, de historia aparecen a lo largo del texto, lo cual no sucede en varios
desde luego, las armas autoritarias primordiales de nuestro tie mpo", escritos de la historiografía moderna).
pero Iggers definitivamente no piensa lo mismo. En su opinión , dichas Iggers adopta un enfoque directo para contar la historia de la es-
interpretaciones equivale n a "negar la manera e n que los historiado- critura histórica. La narra tal y como sucedió y e n orden cronológico.
res han realizado las investigaciones históricas desde la antigüedad Al inicio de su libro, señala:
clásica" (p. 10). Subraya que "las críticas radicales que se hicieron a
los métodos de la investigación histórica han dominado las discusio- A partir de que Leopold von Ranke compartió tres postulados bási-
nes teóricas sobre la historia desde la década de 1970 hasta nuestros cos con la tradición literaria que va de Tucídides a Gibbon, la orien-
días [... ] si se aceptaran las premisas de esta crítica, el relato histórico tación "científica" se tomó de la siguiente manera: 1) Se aceptó una
••• significativo sería imposible" (p. 11). correspondencia teórica entre la verdad que sostiene que la historia
"" Iggers señala q ue a pesar de todas las críticas de los posmodernis-
tas, la investigación y la indagación históricas siguen tratando firme-
describe gente que realmente existió y las acciones que en verdad se
llevaron a cabo. 2) Se supuso que las acciones humanas reflejan las
mente de represe ntar la realidad histórica. En su inte rpretación, "cada intenciones de los actores y que es labor de los historiadores com-
relato histórico es una construcción, pero una construcción que surge prender dichas intenciones con el fin de construir un argumento
de un diálogo entre el historiador y el pasado" o, más bien, quizá se histórico coherente. 3) Se utilizó una concepción del tiempo
podría decir, los restos que el pasado ha dejado atrás. Por consiguien- unidimensional, diacrónica, en la que los acontecimientos posterio-
te, el impacto del posmodernismo radical ha sido limitado, pues aun- res siguen a los anteriores en una secuencia coherente (p. 3).
que establezca que debemos renunciar definitivamente a escribir his-
tori a, q ueda muy claro que esto no ha sucedido; por alguna razón, a Historiography in the Tiventieth Century sin duda pertenece a esta
principios del siglo XXI la gente lec y escribe más historia de lo que lo tradición. Es evidente que esta obra se basa en el postulado de que los
hizo durante los 100 años anteriores, periodo que es el tema de este historiadores mencionados son personas que realmente existieron y
libro. escribieron lo que presumiblemente escribieron; esto se basa eviden-
temente e n la creencia de que lo escrito reflejaba sus intenciones, y
sin duda alguna refleja la determinación del autor para contar su his-
toria como un a secuencia coherente de los aconteci mientos. Dentro
248 Del historicismo al posmodemismo: la historiografía en el siglo XX Richard }. Evans 249

de este paradigma, Iggers narra la historia de manera clara y convin- embargo, hay suficientes hipótesis que permiten hacer el intento. En
cente. Sin embargo, la atención del libro se centra principalmente en términos políticos, la tendencia fundamental del contexto durante la
describir los desafíos del paradigma que condujeron a que todas estas segunda mitad del siglo fue la acelerada desaparición del comunismo,
ideas se pusieran en entredicho, se desafiaran o incluso fueran recha- primero, con el proceso de dcsestalinización y el asce nso de la nueva
zadas por una gran parte de los historiadores que estaban en activo izquierda; después, con la decadencia y la caída de la clase trabajado-
durante el periodo que Iggers estudia. ra industrial tradicional, cuyo surgimiento se dio en el seno de las
Si se toman con seriedad las ideas posrankeanas a las que el libro teorías marxistas de la historia y, finalmente, con el colapso de la Unión
dedica tanto espacio, se puede apreciar que la historia que Iggers des- Soviética y sus satélites europeos a fin ales de la década de 1980. Hoy
cribe puede contarse de maneras muy d iferentes de la que él personal- en día, todavía estamos viviendo la sec uela intelectual de dichos acon-
mente adopta. Se puede pensar que los historiadores científico -socia- tecimientos, y aunque aún es de masiado pronto para evaluar su ente -
les de la escuela de los Annales prestarían mucho menos atención a los ra significación, sin lugar a dudas un historiador de la teoría y la prác-
historiadores indepe ndientes a los que lggers se refiere, y mucha ma- tica históricas en el siglo XX debe intentar hacerlo.
yor atención a sus bases institucionales y a las conexiones personales Además, no se necesita ser un marxista para reconocer la impor-
entre ellos; a saber, a la influencia de la historia social y económica tancia de los temas tratados por lggers con la transform adora función
alemana en la propia escuela de los Annales, tema al que Iggers dedica social y el papel cultural que el histori ador desempeña en la sociedad
cierto espacio, o bien a la influencia de la norteamericanización cultu- capitalista (o moderna, o industrial y posindustrial, si se quiere). Una
ral en los historiadores alemanes neoweberianos de la "Escuela de vez más, lggers es suficientemente claro acerca del desempeño de esta
Biclefeld", tema que nues tro autor más bien descuida. Seguramente fu nción social en la época del nacionalismo del siglo XIX, pero lo ex-
los intercambios culturales de índoles muy diversas desempeñaron un cluye de su campo de visión cuando empieza a escribir sobre la época
papel más importante en el desarrollo de la historiografía del siglo XX subsiguiente. Un an álisis más amplio del que lggers ofrece no sólo
del que Iggers está dispuesto a admitir. tendría que lidiar con la concepción personal del historiador acerca
Si aquellos historiadores de Bielefeld escribieran esta historia, de su tarea social, sino además con las razones por las cuales las uni-
.... probablemente tendrían más cosas que aportar que Iggers acerca de versidades todavía consideran importante que los jóvenes estudien
"ooj los procesos socioeconómicos que consolidan los diferentes enfoques historia y que los lectores sigan interesados en comprar libros de his-
mediante los cuales los historiadores del siglo XX estudian su tema. toriado res. En realidad, a pesar de que en años recientes ha dismi-
Como ya hemos visto, Iggers vincula a los historicistas alemanes del nuido considerablemente la matrícula de los estudiantes de historia
siglo XIX con corrientes más amplias, tales como el surgimiento y la - fenómeno que po r sí mismo requiere de cierta explicación- , se argu-
profesionalización del Estado nación , pero no hace relaciones de tipo men ta que hay hasta cierto punto una compensación debido al au-
socioeconómico cuando aborda el tema principal de este libro: los his- mento de la popularidad que actualmente experimenta la historia en
toriadores que se convirtieron en sus sucesores en el siglo XX. la televisión, la radio, el cinc, las novelas y, particularmente, en los
Un análisis científico-social de este tema requeriría de una esti- mismos libros de historia, que ahora se venden mejor de lo que se
mación estadística del gran número de historiadores existente, así como vendieron durante muchos años.
de un análisis de sus dive rsas bases económicas, institucionales y polí- Dejando de lado la función social del historiador, también es po-
ticas. A este respecto, fueron cruciales factores como la gran expan- sible analizar a los historiadores en términos de su vida cotidiana, que
sión del nivel educativo en las sociedades industriales avanzadas du- ha cambiado drás ticamente desde la época de los escritores de la alta
rante la segunda mitad del siglo (xx), la expansión del conocimiento y burguesía del siglo XIX, con sus medios privados, su extenso e ininte-
el advenimiento de la computadora. Relacionar estos progresos con la rrumpido tiempo para escribir y sus sirvientes para encargarse de los
historia social del conocimiento y sus productores no es tarea fácil; sin q uehaceres diarios, hasta los agobiados profesores universitarios de
250 Del historicismo al posmodemismo: la hiswriografía en el siglo XX Richard ]. Evans 251

nuestros días, mal pagados y explotados, exhaustos por los cargos ad- Como es de esperarse, en su enfoque general las cuestiones que sur-
ministrativos, confrontados con cantidades inusitadas de es tudiantes gen de este desafío son aún más profundas.
y sometidos a una constante avalancha de evaluaciones, investigacio-
nes e imposiciones que vienen desde arriba.
Aquí, por supuesto, las diferencias nacionales también son im- Ill
portantes, e lggers hace muy poco por comentarlas. Se puede argu-
mentar, por ejemplo, que el material básico de la histori a en Alemania El lector de este libro, familiarizado con los enfoques posmodernos del
y Gran Bretaña es un factor significativo para producir diferentes ti- conocimiento histórico, quizá tenga derecho a preguntarse por qué el
pos de trabajo histórico en los dos países. En A lemania, por ejemplo, autor seleccionó a determinados historiadores y dejó de lado a otros
los historiadores tienen que terminar dos doctorados antes de aspirar para su estudio. Miles de historiadores han practicado su profesión a lo
a un trabajo permanente, hecho que los deja por completo a merced largo del siglo XX¡ sólo un puñado de ellos está representado aquí. Se
de sus pro fesores y tiende a producir "escuelas" historiográficas fácil- han publicado cientos de libros de historia, pero lggers cuando mucho
mente identificables debido a que comparten las mismas premisas alude a una pequeña porción. ¿Qué principio de selección adopta?
metodológicas e interpretativas. En Gran Bretaña, por el contrario, es En el prefacio, el autor menciona que son dos los principios. Prime-
posible obtener un trabajo permanente mucho antes de cumplir los 30 ro, restringe su elección a libros escritos en lenguas que puede leer (in-
años, y los historiadores tienen más probabilidades de ser indepen- glés, francés, alemán e italiano), "ocasionalmente se remite a trabajos
dientes y no pertenecer a ninguna escuela en particular. De manera traducidos del ruso y del polaco". No conforme con esta primera selec-
similar, en Alemania, el que los estudiantes de doctorado tengan que ción, además la circunscribe a Europa y América del Norte. Una escue-
publicar sus tesis ha creado una industria de publicaciones académi- la tan ii~portante de historiografía poscolonial como es la del Grupo
cas que depende de los subsidios, mientras que en Gran Bretaña el de Estudios Subalternos de la India ni siquiera se menciona. El enfo-
que esas tesis no tengan que publicarse significa que las editoriales que de lggers es firmemente eurocéntrico o, para decirlo de otro modo,
académicas están en mayor medida orientadas a la mercadotecnia y considera que los nuevos progresos de la historiografía provienen esen-
.....,,.¡ necesitan virtualmente obtener ganancias de cada libro que produ- cialmente de "Occidente" y permanecen dentro "de Occidente", abru-
cen. Mientras que para los historiadores alemanes no es preciso escri- madoramente de A lemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y Estados
bir libros que sean leíbles, los historiadores británicos sólo llegan a Unidos. Hay una preferencia particular por Alemania, que probable-
publicar un libro cuando un editor está convencido de que alguien va mente sobrevalúa la influencia de los historiadores alemanes posterio-
a leerlo de principio a fin sin mayor dificultad. res a 1945 respecto de sus colegas de cualquier otra parte. Es posible que
Éstos son sólo algunos ejemplos de cómo las tendencias dom i- esto no suceda en los lugares más apartados del mundo. Por ejemplo,
nan tes del pensamiento histórico en el siglo XX, tal como lggers las una parte significativa del trabajo realizado sobre historia de África ha
describe, pueden aproximarse a los temas que él trabaja. Casi todas sido escrito por africanos, en inglés o en francés, pero uno no se entera
ellas co mparten una cpncepción fundamen talmente materialista de la de su existencia con la lectura de este libro.
vida cultural e intelectual, una concepción que casi no se observa en En segundo lugar, lggers confiesa que su elección de autores "es
la manera en que lggers aborda el tema. Esto hace que su directriz sea estrictamente selectiva, pues se centra principalmente en los historia-
útil y confiable, pero no siempre muy estimulante. Nos dice el qué y el dores que represe ntan tendencias importantes del saber histórico" (p.
cuándo, pero en realidad no tiene mucho que decir acerca del por qué IX). Aquí es donde realmente empiezan los problemas. Según lggers,
y del cómo. Sin embargo, en la tercera y última sección de es te libro, lpara quién son importantes estos historiadores? Una vez más hay va-
lggers va más allá de esto para enfocarse en el desafío posmoderno de rias maneras de abordar esta esencial interrogante. Por ejemplo, se po-
los tipos de historia modernista descritos en la sección intermedia. dría intentar hacer un índice de citas. Esto probablemente demuestre
252 Del historicismo al posmodemismo: la historiografía en el siglo XX Richard ]. Evans 253

que libros como Mediterranean de Braudel o Makingof the English Working y The Transformation of European Politics de Paul Schroeder son dos
Class de Thompson, por mencionar algunos, han sido más citados que libros similares dentro de la historia diplomática moderna. En mi opi-
la mayoría, aunque esto no quiere decir que hayan sido más influyen- nión, estos libros se parecen, al menos en el hecho de que son tradi-
tes, lo que hace sospechar que el método de Braudel, por ejemplo, es cionales en su enfoque, aunque Kennedy coloca las relaciones inter-
quizá más discutido que imitado. Una táctica altern ativa sería nacionales en un contexto más amplio de lo que la mayoría de los
categorizar los trabajos históricos y cuantificar con base en dicha cate- estudiosos del tema consiguen hacerlo.
gorización, de modo que se podría demostrar, por ejemplo, que la pro- Aquí la cuestión no es discutir si Libros como éstos son importan-
porción de tesis doctorales terminadas dentro de los departamentos de tes y si lggers debió mencionarlos, sino mostrar que los libros que un
historia de las universidades estadunidenses y dedicadas a temas histó- gran número de historiadores considera muy relevantes no satisfacen
rico-sociales aumentó bruscamente en la década de 1970 y disminuyó del todo el criterio de importancia que Iggers establece. lCuáles son
en la de 1990, conforme fue aumentando la proporción de temas histó- estos criterios? El primero parece ser la innovación teórica y metodoló-
rico-culturales. No obstante, aquí el problema sería, una vez más, de - gica. Incluso, se trata del caso en el que, como ocurrió con la
fender las categorías y justificar la asignación de temas y disertaciones "cliometría", la innovación ha dejado claramente insatisfecha su pro-
correspondientes a una categoría determinada en lugar de a la otra. mesa inicial. En este sentido, los libros y los historiadores son impor-
En cualquier caso, esto no nos llevaría muy lej~s. En última ins- tantes para lggers, aun cuando sólo son conocidos por un grupo limita-
tancia, la elección debe ser del autor o, para expresarlo de otro modo, do de especialistas. Por ejemplo, creo que es el caso de los historiadores
no hay nada inherente al registro histórico de libros publicados que del Max Planck Institute en Gotinga, a los que lggers dedica un espa-
nos obligue a decir cuáles son importantes y cuáles no lo son. Por lo cio considerable.
tanto, todo depende del criterio jerárquico q ue se adopte. Si bien esto Por momentos, uno se pregunta si lggers no ha sido víctima del
' no se podría adivinar con la lectura de este libro, es probable que la
mayoría de los trabajos históricos publicados en el siglo XX, incluyen-
tipo de publicidad que parece convertir a los historiadores indepen-
dientes en estrellas, sobre todo en Estados Unidos, de una manera que
do su última década, hayan tratado temas relativamente tradicionales sigue siendo misteriosa para el resto del mundo. Por ejemplo, lpor qué
en la historia política del Estado nación o bien aspectos de las relacio- sólo discute el surgimiento de la historia feminista -seguramente uno
nes entre los Estados nacionales. La historia militar también da cuen- de los avances principales de finales del siglo XX, cuya influencia de
ta de una proporción de publicaciones muy importante, tal como lo un a u otra manera se vio reflejada en varios tipos de narrativa históri-
hace la biografía. ca- en términos de un breve relato del enfoque lingüístico adoptado
Aquí hay un acuerdo muy difundido sobre cuáles son los libros por ]oan Scott? Aunque el artículo de Scott sobre el concepto de géne-
importantes, pues también hay un amplio consenso acerca de cuáles ro (o al menos su primera, y más comprensible mitad) fuera muy im-
son los temas importantes. Los libros no tienen que se r definitivos, portante, lacaso era necesario un relato más extenso de este proceso?
pero tienen que tratar los temas en cuestión de manera profunda, con En cierto sentido, lo que Iggers está tratando de hacer es crear un
detenimiento y basándose en la investigación y la lectura, tomando en canon de la gran literatura histórica, seleccionando trabajos clave e
cuenta que ambas son profundas y extensas y, si es posible, tienen que inscribiéndolos en un templo de "importan tes tendencias dentro de la
incorporar fuentes nuevas y recientes, o interpretaciones nuevas, o erudición histórica" q ue pide ser desafiado. Por supues to, sería posible
ambas. Así, existen tres biografías principales de Bismark, por ejem- crear un canon completamente diferente. La historia del siglo XX y los
plo, las elaboradas por Ernst Engelberg y Lothar Gall, en dos volúme- historiadores alcanzaron su auge político y social al encabezar la recu-
nes cada una, y la de Otto Pflanze, en tres volúmenes; cada una de peración de la memoria colectiva sobre acontecimientos tales como el
ellas satisface estos criterios y es poco probable que sean superadas asesinato masivo y el genocidio cometido por el régimen nazi en Ale-
por un tiempo. The Rise and Fall of the Great Powers de Paul Kennedy mania o las políticas cuasifascistas adoptadas y empleadas por el régi-
254 Del historicismo alfJosmodemismo: la historiografía en el siglo XX Richard]. Evans 255

men de Vichy en Francia. En muchos casos, esto ha tenido una impor- vestigáción histórica genera resultados que pueden probarse por su
tancia directa en términos legales, sociales, políticos o econó micos; validez, al igual que sucede en otras disciplinas. También se espera
por ejemplo, en el caso de la indemnización a los jornaleros esclaviza- que el intelectual vaya más allá de lo~ simples datos que ofrecen
dos d urante el nazismo o la restitución a los artesanos saqueados du- sus fuentes para crear un relato coherente que, como todo d i scur~o
rante la segunda guerra mundial o el enjuiciamiento de los criminales científico, requiere de una explicación (pp. 117 -18).
de guerra de muchos y diversos países en distintas épocas. El ejemplo
más notable de esto probablemente se dio en Rusia, con el colapso de Por lo tanto, no es extraño que lggers se in terese por las implica-
la Un ión Soviética que destruyó el aparato histórico con trolado por el ciones que tiene para la historia el pun to de vis ta posmode rnista que
Estado y dio paso a un amplio rango de temas para debatir; la se nsa- rechaza su racionalidad inherente y la ve como una forma de retórica
ción de liberación y de descubrimiento podían palparse, el sentimien- moral.
to de que al menos podía manifestarse la verdad sobre el estalinismo Cada vez se nota con mayor claridad que estas implicaciones son
después de décadas de represión era evidente para todos. Sin embar- profundamen te conservadoras y an tidemocráticas. David H arllan por
go, lggers no menciona ninguno de estos ejemplos porque casi todos ejemplo, al proclamar la muerte de la idea del conocimiento fáctico
han involucrado el funcionamien to de principios e!J1píricos un tanto acerca del pasado y lamentar el hecho de que "durante los últimos 30
simples, incluso a veces simplistas, en el momento de escribir sobre el años la historia como juicio ético haya sido conducida al exilio por la
... pasado: aquí lo que resulta de gran importancia es el conocimiento propia historia como reconstrucción contextua!",' ha man ifestado su
más que el entendimiento. rechazo a las críticas racionales de l pasado estadunidense y su sustitu-
lggers sólo se in teresa por el más estrecho de los avances dentro ción por una apreciación poco reflexiva de los individuos y los valores
de la profesión histórica, dej ando de lado su impacto más profundo y escogidos como ejemplares del presente. Lo q ue quizá se pueda consi-
descuidando de distintas maneras su contexto sociopolítico más am- derar como una mala versión se ejemplifica en The Third Reich2 de
., plio. Aquí no estamos considerando libros que sean importantes por- Michael Burleigh, donde despliega más de 900 páginas de juicio mo-

.
1

'1 que hayan sido ampliamente leídos - por ejemplo, Lcuán ta ge nte ha ral, evita tocar temas q ue no son susceptibles de juzgarse moralmente,
•.,,
.:¡ leído las monografías que han producido los historiadores del Max tales como la economía o la estructura social, y no proporciona una
... Planck Institute, a pesar de ser extraordinarias piezas de min uciosa sola explicación de cómo fue que los alemanes llegaron, como él d ice,
4~! erudición histórica? Básicamente, hemos tratado con libros que lggers a revocar sus responsabilidades morales en un arranq ue de locura co-
pretende consideremos importantes: Historiography in the Ttventieth lecti va. Esto quizá sea historia como instrucción moral, pero es muy
Century es por consiguiente tanto un manifiesto como una narración. poco satisfactorio o incl uso poco estimulante como ejercicio intelec-
Y, finalmente, no me queda más que es tar de acuerdo con lggers y tual o como interpretación. A pesar de lo arbitrario que pueda resultar
confesar que la mayoría de las críticas que he hecho hasta ahora han una explicación histórica, en ninguna parte es tan arbitraria como en
sido quizá un tanto injustas, pues, aunque existen diferentes modos posi- las llamadas declaraciones ex cathedra de las canon izaciones o de los
bles de abordar este tema, es poco razonable criticar a Georg lggers por anatemas. A l final, aquellos que defienden o practican la historia como
no escribir un libro distinto del que escribió. Los valores que aquí preten- una for ma de retórica moral no tienen ningún argumento con tra aque-
de defender son dignos de tal cosa: valores de razón, entendimiento, cono- llos q ue d isienten y practican una retórica moral distin ta; por ejem-
cimiento y argumento. Éstos son los valores de la ciencia histórica como plo, alguien q ue considere a Hitl er como un amigo de los judíos o
él la define: conde ne a Ch urchill por belicista y genocida.

Ésta exige la ad hesión a una lógica de la investigación erudita com- 1 Harlan, Degradation , 1997, p. XXXII.
partida por los intelectua les, generalmente por aquellos cuya in- 2 Burleigh, Tloird, 2000.
256 Delltistoricismo al posmodemismo: la l1istoriografía en el siglo XX

Georg lggers finaliza su libro con una pe tición que considera ur-
gente para los procesos de es te tipo. Las críticas posmodernistas de la
Ilustración, dice, establecieron un modelo de pensamiento que iba
desde el antimodernismo conservador del siglo XIX, pasando por
Nietzsche y Heidegger, hasta la derecha radical de las décadas de 1920 UNA CRÍTICA AL GIRO POSMODERNO
y 1930 (p. 146) . Probablemente es cierto, reconoce, que la Ilustración EN LA HISTORIOGRAFÍA OCCIDENTAL*
brindó un panorama de progreso humano muy simple y optimista. Pero
esto debería conducir a una reexaminación de su legado y no a un K EITH WINDSC HUTTLE
absoluto rechazo de éste : "La alternativa para una desdeñada Ilustra-
ción resulta un barbarismo" (p. 147) . Si la historia es realmente una
,.
forma de retórica moral, entonces quiere decir que existen peores ejem-
¡1 plos a seguir que el ofrecido por Georg lggers en este libro.

.,,,,, BIBLIOGRAFÍA
.,. Esta conferencia trata acerca de los parteaguas. Para la historiografía,
H ARLAN, D AVID, Tite Degradation of American 1-Iistory, Chicago, University el posmodernismo representa uno de ellos. Sin embargo, en este ensa-
of Chicago Press, 1997. yo se demostrará que el posmodernismo es un movimiento que con-
1 1
( ,,,,
1'
MICHAEL, BURLEIGH, The Tltird Reiclt: A New History, Londres, Macmillan, duce la escritura de La historia a un callejón sin salida. 1
1

2000. Posiblemente en los países de habla inglesa el indicador más fuer-


te del estado actual de la historia como disciplina es que hay un aban-
dono masivo de ésta por parte de los jóvenes. Hay que reconocer que
esta tendencia ya podía verse desde antes de la década de los noventa,
pero fue en el transcurso de esta década cuando la deserción se con-
virtió en desbandada. En Estados Unidos la proporción de estudian tes
de preparatoria que estudian historia bajó de dos tercios en los años
sesenta, a menos de 20% en los años noventa. En el ámbito universi-
tari o, el número anual de graduados en historia en las universidades
estadunidenses llegó a un máximo de 45 000 en 1970, pero bajó a
menos de 20 000 dos décadas más tarde. Al mismo tiempo, el número
de doctorados en historia en Estados Unidos también cayó más de

* Título original "A Critique of thc PoHmodcrn Turn in Westcrn Historiography",


publicado en Q. Edward Wang y Georg O . lggers, Tttming Points in Hiswriogra¡>fly. A
Cmss Cultural Perspective, Rochcster, N. Y., The Universiry of Rochcstcr Prcss, 2002,
pp. 27 1-283. [1i·ad ucción de Yckaterina Manuelycvna García Márkina.]

257
258 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keith Windschuttle 259

50%. Esto ocurrió durante un periodo en el que aumentaron no sólo la escritura y la ense ñanza de la historia tradicional tuvieron su mejor
matrícula en las universidades, sino también los grados obtenidos en momento, mien tras que corresponde al surgimiento posterior de la
ellas. Esta caída, tanto absoluta como relativa, del número de estu- teoría posmodernista y de las políticas de identidad de grupo la peor
diantes de historia también afectó las oportunidades de empleo en el caída del siglo.
área y produjo resultados similares. En 1995, la Asociación Estadun i- Ahora, esta impresionan te disminución de la labor histórica no
dense de Historia (American Historical Association) señaló que la ha tenido los efectos que uno podría esperar. Desde la publicación de
proporción de doctores en historia contratados por las universidades mi libro The Killing of History3 hace siete años, los defensores del pos-
cayó al nivel más bajo del que se tenga registro. En 1998, uno de los modernismo han hecho pocos balances sobre los resultados negativos
histori adores estadunidenses más distinguidos del siglo XX, Vann y sobre su posible responsabilidad en ello. En su lugar, se han incre-
Woodward, al comentar estas es tadísticas, observó que a pesar de que men tado, aún más, las publicaciones que insisten en su ya conocida
intervenían varios factores, incluyendo un cambio en las preferencias crítica a la disciplina: que los historiadores sólo pueden expresar la
11 de los universitarios por profesiones más prácticas, los pos modernistas ideología de sus tiempos, que están en un error si cree n q ue pueden
tenían parte de la culpa: ser lo suficien temente objetivos para ve r más allá de su propia clase,
sexo, contexto étnico o cultural, y que la historiografía tradicional refle-
j¡;, Sé muy bien que los radicales de estudios c ulturales y sus precurso- ja los puntos de vista y los intereses de los hombres blancos, europeos
res posmodernos no son en absoluto la única causa de la disminu- y de clase media. Algunas de estas nuevas obras han sido dedicadas
ción en el estudio de la historia y otras disciplinas humanísticas en principalme n te a la teoría o a la filosofía de la historia, como
los últimos años [ ... ] Pero estoy convencido de que por lo menos Deconstructing History4 de Alun Munslow; Beyond the Great Story: His-
(''¡, nosotros los académicos, aquí y en el extranjero, debemos tener el tory as Text and Discourse5 de Robert Berkhofer; Cultural History and
valor y encontrar medios eficaces .para contrarrestar estas fuerzas, Posrnodemity6 de Mark Pos ter, y A New Philosophy of History1 de Frank
,,,,•a estamos frente a un triste fin de la disciplina a la que hemos servi- Ankersmit y Hans Kellner. En otros casos, se trata de estudios sobre la
'111 do y de cualquier sistema ed ucativo que sea digno de respeto.' h istoriografía desde la perspectiva del posmodernismo o posestructu-
'lf,
-.:1:: ralismo. Éstos incluyen las obras On "W hat is History?" Frorn Carr and
\,,11
4,11¡ En Australia también ha disminuido entre los estudiantes la de - Elton to Rorty and White8 de Kei th Jenkins; History: What and Why?
llii! manda por la historia, al grado de que un gran número de historiado- Ancient, Modem and Postmodem Perspectives9 de Beverley Southgate;
res académicos se ha visto forzado a lo que se ha llamado eufemística- The Degradation of American History 10 de David H arl an; Knowledge
mente un "retiro voluntario", es decir, han sido despedidos. El número and Postmodemism in Historical Perspective 11 de Joyce Appleby, y Faces
total de historiadores australianos contratados por las uni versidades of History: Frorn Herodotus to Herder 12 de Donald Kelley.
bajó de 451 en 1989 a menos de 300 en 1998, con una reducción de la
mitad en algunos de los departamentos que algun a vez fuero n de los
más prestigiados.2 Evidentemente, tal y como sucede en Estados Uni- J Windschuttlc, Killing, 2000.
dos, hay di versos factores que han influido en este fenómeno. Sin 4 Munslow, Deconstructing, 1997.
s Bcrkhofer, BL'Yond, 1995 .
embargo, los hechos indican que hasta finales de los años sesenta la 6 Pos ter, Cultural, 1997.

l Ankersmit y Kellncr, New, 1995.


8
Jcnkins, Wlwt, 1995.
1Vann W<xxlward, "Corc", 1998, pp. 406-407. 9 Southgate, History, 1996.
1The Australian, 30 de junio de 1998, p. 3, cita cifras otorgadas por Sruart lO Harlan, Oegradatim1, 1997.
Macinryrc, presidente de la Asociaci6n Australiana de Historia (Aust ralian Historical 11
Applcby et al., Knm.uledge, 1997.
Association}. 12 Kcllcy, Faces, 1998.
260 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keith Windschuttle 261

La influencia de esta teoría y la política que la acompaña pueden Himmelfarb, Geoffrey El ton y un puñado de marxistas de la vieja guar-
verse actualmente en e l programa de historia de preparatorias y uni- dia, el grueso de la selección se hizo a partir del panteón familiar de los
versidades. Entre los que disei1aron los nuevos estándares n acion ales teóricos franceses -Jean Fran<;ois Lyotard, Jean Baudrillard, Roland
de historia para las preparatorias estadunidenses había pedagogos que Barthes y Michel Foucault-, así como los últimos teóricos anglófonos
se oponían a la noción tradicional de que la historia debería ser desin- mencion ados más arriba -Berkhofer, Ankersmit y Kellner-, además
teresada y estar por encima de cualquier ideología. De acuerdo con de unas cuantas feministas posestructuralistas.
Gary N ash, Cb arlotte Crabtree y Ross Dunn, este concepto es ana- Al igual que los defensores del nuevo programa de preparatoria,
c rónico y está políticamente contaminado. "La histmiografía moder- el editor de esta colección apoya abiertamente una agenda tanto políti-
na nos ha enseñado que los historiadores nunca pueden desligar por ca como académica. Jenkins reconoce abiertamente que.la colección
completo su trabajo académico de sus propias actitudes, educación, no es ni equilibrada ni desinteresada, y que "la balanza de las lecturas

'" cultura y disposiciones ideológicas." El trabajo académico desintere - se inclina a favor del posmodernismo". 15 Se justifica con el argumento
•"
'111 sado, aseguran, "no es sencillamente un punto de vista inculto. Tam- de que todos los enfoques de la historia ya están de por sí politizados,
bién es una posición ideológica de los tradicionalistas y del Derecho incluso aquellos que creen estar por encima de c ualquier ideología, y
político el que algunos hechos partic ulares, tradiciones y personalida- q ue es imposible evitar la politización. Jenkins afirma que esto es igual-
C¡;, des heroicas, todos ellos libres de 'interpretación', representen la his- mente cierto para la historiografía empírica tradicional, la cual tiene
toria 'verdadera' y 'objetiva' que los ciudadanos deberían conocer." 13 un prejuicio velado que necesita ser puesto al descubierto. La historia
Con el argumento de que es imposible ser apolítico, abogan por darle académica tradicional, en palabras de Jenkins, n o es más que "ideolo-
un giro a la historia tradicional de Estados Unidos que se concentra gía burguesa". Llega a esta conclusión a partir del siguiente razona-
en la guerra de independencia, la redacción de la constitución, la ex- miento: los histori adores tradicionales dicen oponerse a las versiones
pansión al oeste y la guerra civil. En lugar de esto, proponen un plan teleológicas de la historia que sostienen que ésta tiene un propósito
de estudios para las preparatorias que se enfoque en cómo las mujeres, que conduce a una utopía comunista (versión marxista) , o a un pro-
los n egros y las minorías étnicas "han sido discriminados, explotados y greso en constante perfeccionamiento (versión de Whig). El verdade-
hostilizados, pero han ven cido la pasividad y la resignación para en- ro papel de la historia, dicen los tradicionalistas, no es crear algún tipo
frentar a sus explotadores, luchar por sus derechos legales, resistirse y de trayectoria hacia el futuro, sino estudiar el pasado por sí mismo.
superar las divisiones raciales". 14 De no haber sido por la intervención Sin embargo, dice Jenkins, si ellos siguen esta línea, significa que de -
sin precedentes del Senado en 1994, cuya mayoría republicana votó ben estar satisfechos con el statu qua; si no quieren cambiar el presen-
para impedir que dos cuerpos educativos del gobierno certificaran es- te, es porque están co mprometidos con él.
tos estándares nacionales de historia, hoy en día la mayoría de los
estudiantes de preparatoria tendrían un programa de este tipo. El hecho de que la burguesía no qu iera un futuro diferente (que
El plan de estudios que los ctiticos proponen para la metodología haya llegado ahora a su destino histórico deseado: liberal, burgués,
de la historia tiene una inclinación teórica. Si bien The Postmodem de capitalismo de mercado) significa que ya no hay necesidad de
History Reader, la antología editada por Keith Jenkins en 1997 y que una construcción basada en el pasado y orientada hacia el futuro.
hace una descripción de este plan de estudios, contien e un número Así, en este aspecto, el punto en el que los lazos entre el pasado, el
simbólico de artículos antiposmodernistas de Lawrence Stone, Gertrude presente y el futuro se rompen porque el presente lo es todo, el pasa-
do puede neutralizarse y estudiarse no por nuestros intereses par-
ticulares, sino por sí mismo. Ya que esto es exactamente lo que se
Nash, Crabtrec y Dunn, History, 1997, p. 10.
13
Ibid., p. 101. Para una revisión y crítica de este programa, véase Windschuttle,
14

"Problem", 1998. 15 Jcnkins, Postmodern, 1997, p. 2.


262 Una crítica al giro }>osmoderno en la historiografía occidental Keith Windschuttle 263

requiere actualmente, una historia que cuando llega hasta noso- de todo esto es ya de por sí bastante burda, pero establecer un programa
tros, ya está acabada.16 educativo bajo este tipo de crítica sería destruir la probidad de cualquier
campo docente. Sin embargo, en la década anterior la historia corrió
Ahora bien, este argumento es claramente e ngañoso. El deseo de esta suerte. Lo que alguna vez fue la disciplina central por la que la cul-
comprender el pasado en sus propios té rminos es compatible no sola- tura occidental se definía a sí misma, ahora es utilizada por pedagogos
men te con la satisfacción con el statu quo, sino también con varias radicales para negar totalmente la integridad de Occidente.
otras posiciones, incluyendo una actitud crítica, e incluso desesperan- Aun cuando se e nfocan específicamente en cuestiones metodo-
zada, hacia la presente condición de la sociedad. Las filas de historia- lógicas, los críticos de la historia reconocen abiertamen te que és te es
dores tradicion ales consti tuyen un grupo abie rto que incluye a cínicos justamente su propósito. Robert Berkhofer afirma que la historia tra-
apolíticos, así como a historiadores conservadores, románticos, social- dicional es una prác tica autoritaria que refleja el "etnocentrismo" y la
,,.
demócratas, c ristianos e incluso a algunos marxistas e mpíricos pasa- "soberbia cultural" de la sociedad occidental contemporánea. Esto es
il. dos de moda, quienes pueden, cada uno a su manera, considerar que cie rto, dice, sin importar a c uál de las divisiones políticas dentro de la
el sistema social prevaleciente dista de ser satisfactorio. No obstante, cultura occiden tal -conservadores, liberales o radicales- apoye n sus
todos creen que el verdadero papel del historiador consiste e n desha- autores. Todas están fo rmuladas en el marco de la misma tradición
1¡;. cerse de sus propios prejuicios e inte reses y estudiar el pasado por sí humanística y movidas por el mismo deseo de poder. "La historia n or-
mismo. Afirmar que este tipo de posiciones representa un a ideología mal ordena el pasado en aras de la autoridad y, por lo tanto, del poder
burguesa es consolidar el tipo más rudimentario de reduccionismo ideo- sobre su público [ ... ] Los autores, ya sean políticamente de izquierda,
¡
4 lógico, más propio del marxismo vulgar que de la supuesta apreciación de derecha o de algún punto in termedio, asumiendo una voz omnis-
,... posmodernista de la "diferencia". Más que cualquier revelación sobre ciente y e n tercera persona, imponen su poder en nombre de la REA-

''·" historiografía tradicional, lo que ilustra el argumento de ]enkins es,


primero, el n ivel de politización que reina en la mentalidad pos moder-
nista y, segundo, la rapidez con la que este enfoque político termina
LI DA0."17 Al socavar el derecho de la historia en la represen tación
del pasado, Berkhofer anhela desmitificar la disciplina y reemplazarl a
con la metodología de la "poética", lo cual introduciría diferen tes
sie ndo un abuso ad hominem. En es te tipo de debate, en lugar de con- métodos y acreditaría diferentes voces.
frontar las pruebas y las razones desplegadas por el oponente, la tácti- Esta perspec tiva también le atrae a Keith ] en kins quien , al apoyar
ca consiste sencillamente en iden tificar su posición política y guardar el enfoque de Berk hofer, afirma que éste, por un lado, abre el camino
silencio, como si ya se hubiera hablado lo suficiente. Ésta es una ma- para que escriban sus propias versiones históricas aquellos que actual-
nera insatisfactoria de hacerse un juicio sobre los historiadores, ade- men te se e nc uen tran excluidos y, por el otro, silencia la voz de la au-
más de q ue es la antítesis de todo tipo de actividad in te lectual digna toridad tradicional.
de respe to.
De manera más precisa, esto representa el deseo de continuar por Tal desmitificación puede "liberar" a los historiadores para que
otros medios la crítica marxista de la sociedad occidental. La transfor- cuenten muchas historias legítimas desde diversos puntos de vista,
mación de la sociedad ya no se hace en nombre del antiguo proletariado; con miles de voces, dentro de diferentes tramas y tipos de síntesis.
hoy en día la base política reconocida la conforma cualquiera que pueda Éste es el sentido en el que podemos interpretar el pasado "como
considerarse oprimido por la cultura occidental: fe ministas, negros, ho- queramos". Y esa conclusión indica a muchos historiadores (nor-
mosexuales, indígenas, grupos étnicos, discapacitados, dementes, droga- males) el fin de su tipo de historia. 18
dictos o miembros de cualquier otro grupo minoritario. La política detrás
17 Bcrkhofer, "Challcnge", 1997, pp. 152- 153.
16 lbid., pp. 15-16. 1a Jcnkins, Postmodern, 1997, p. 20.
264 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keitll Windsclluttle 265

A este respecto, estoy de acuerdo en que la última consecuencia tanto las publicaciones académicas como la prensa en general le han
que señala Jenkins es cierta, pero a diferencia de él, la considero dedicado varias críticas.
devastadora. Irónicamente, también es autodestructiva para los pro- Evans presenta un buen número de argumentos convincentes en
pios objetivos políticos de los posmodernistas. Se complacen en legiti- contra de los intentos de los pos modernistas por desacreditar la histo-
mar una multiplicidad de voces, siempre y cuando todas vengan de los ria, sobre todo con respecto a su negativa a que los historiadores se
grupos de izquierda que ellos aprueban. No obstante, al abandonar la basen en los hechos y persigan la verdad. Muestra cómo los críticos no
verdad y favorecer la interpretación de la historia "como uno quiera", pueden siq uiera plantear sus objeciones sin hacer uso de las mismas
están legitimando igualmente, aunque de manera involuntaria, las ideas que niegan. Por ejemplo, las posmodernistas Ellen Somekawa y
posturas políticas que podrían considerar menos gratas, como la Elizabeth Smith afirman que "todas las interpretaciones son igualmente
.
...
neonazi, la neoestalinista, las supremacías blanca y negra, la negación
del holocausto, la limpieza étnica, y cualquier otra variedad de depra-
válidas para cualquier ley que articulan los historiadores". Por esta
razón, dicen que los historiadores deberían rechazar la convicción de
lit vación política. Si aceptamos el punto de vista de Jenkins, nos estaría- los tradicionalistas en la verdad de Lo que están escribiendo y, en lugar
mos negando el derecho y la posibilidad de refutar aquellas versiones de ello, afirmar la posición política o moral que están asumiendo. Sin
de la historia, sin importar qué tan ofensivas, absurdas o inexactas embargo, si todas las interpretaciones son igualmente válidas, enton-
sean. ces estas autoras deberían aceptar que su propia perspectiva es tan
Aunque la opinión de que la historia se ha visto fatalmente com- válida como la opuesta, la del realismo tradicional. Pero sólo llegan a
prometida está muy afianzada, también existe un número creciente de su posición posmodernista sosteniendo que el realismo es falso. "Una
señales de una lucha en defensa de los valores tradicionales. En 1998, vez que los principios del posmodernismo se aplican a éste , dice Evans,
como respuesta a la influencia posmodemista en la Asociación Es ta- muchos de sus argumentos comienzan a colapsarse bajo el peso de sus
dunidense de Historia (American Historical Association) y en su pu- propias contradicciones."21 Evans tam bién examina las afirmaciones
blicación, la American Historical Review, un grupo de historiadores de la historiadora feminista Diane Purkiss, quien en su libro The Witch
estadunide nses formaron la Sociedad de Historia (The Historical in History, rechaza los métodos empíricos para investigar su tema y
Society). Dijeron que su propósito era "concentrarnos en el trabajo opta por "contar o volver a contar la gran variedad de historias sobre
constructivo de reformar nuestra profesión". Para mediados de 1999 las brujas". Sin embargo, Evans señala que al contar estas historias
ya contaban con 1 200 miembros. De acuerdo con la carta abierta q ue Purkiss reconoce que ha "recopilado pruebas" sobre las brujas y, de
anunció su fundación, la admisión en su sociedad iba más allá de las esta manera, ha adoptado los mismos procedimientos que ridic uliza
antiguas fronteras políticas, "de la izquierda marxista a la derecha tra- en otros historiadores. A pesar de que desecha la noción de ve rdad en
dicionalista". Lamen ta lo que llama las interminables controversias de la historia empírica al considerarla "masculina", esto no le impide cri-
las "guerras culturales" y se propone impedir que "continúen las ticar las afirmaciones de algunas otras historiadoras feministas por ser
irracionalidades de los últimos años". intrínsecamente "improbables". Evans señala que de este modo la his-
Se han publicado nuevos libros que analizan el reto de la historia toriadora "se está tomando el mismo derecho al escepticismo q ue le
y que aportan argumentos convincentes en contra. Entre ellos están niega a los hombres, lo cual es un doble discurso tanto sexista, si es
In Defence of Hiscory, 19 de Richard Evans y The Truth of History 20 de que existió alguna vez uno, como imposible, pues si la verdad fuera
Behan McCullagh. Evans, catedrático de historia moderna en la Uni- realmente un concepto masculino, entonces Purkiss ni siquiera hu-
versidad·de Cambridge, es el que ha tenido mayor publicidad, pues biera empezado a afirmar que todo lo que ella misma dijo era cierto". 22

19 Evans, Defence, 1997. 21


Evans, Defence, 1997, pp. 219-221.
lo McCullagh, Trutlo , 1998. ll !bid., pp. 98-99.
266 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keith Windschuttle 267

Los editores del libro de Evans afirman que es un "digno sucesor" culturales"que, a pesar de que avala la misma combinación de filoso-
de What is History? de E. H. Carr, que desde los años sesen ta ha sido fía antirrealista y política antioccidental, tiene una neu tralidad
uno de los parámetros para la práctica de la historia. No obstante, terminológica que le da mayor respetabilidad académica.
existen por lo menos dos razones por las que Evans no podría cumplir El segundo problema de Evans es que, al promover un espíritu de
el mismo papel por tanto tiempo. La primera es que sus argumentos ecumenismo académico y diplomático, le otorga demasiadas conce-
van dirigidos casi de manera excl usiva al fenóme no del posmodernis- siones al mismo movimiento que critica. En su modalidad más cons-
mo, que, como él dijo, es una etiqueta que inclusive algunos de sus tructiva, Evans escribe que el posmode rnismo "ha alentado a los his-
precursores ya evitaban. A finales de 1997, uno de los padres del mo- toriadores a mirar más de ce rca algunos documentos, a tom ar más en
delo posmodemista, el filósofo estadunidense Rich ard Rorty, recomen- se rio su superficie y a analizar los textos y narraciones de otra for-
,,.
. ..
daba que puesto que nadie tiene "la más vaga idea" de lo que el térmi- ma".26 La prueba principal que aporta para sustentar esta afirm ación
no "posmodernismo" significa, "sería bueno eliminarlo". 23 Si en algo es The Great Cat Massacre de Robert Darnton, publicado en 1983. Su
.. es consistente la corriente actual de académicos radicales es en su autor basó toda su obra en un panfleto de tres páginas escrito unos 30
inclinación por la moda intelectual. Sus ideas sobre lo que es intelec- años después del incidente que pre tende describir. Supuestamente, la

¡
tualmente chic cambian tan rápida y tan regularmente como la indus- "matanza de gatos" fue llevada a cabo por un' grupo de artesanos du-
(¡;., tria de la moda. En poco más de 20 años, la misma gente ha sido ran té los at1 os de 1730; Darnton la utiliza como una prefiguración
partidaria del estructuralismo, la semiótica, el posestructuralismo, el simbólica de las grandes matanzas civiles de la revolución francesa
posmodemismo, el poscolonialismo, el feminismo radical, la teoría durante la década de 1790. Además del panfleto publicado en 1762,
queer, la teoría crítica y los es tudios culturales. La razón principal por Darnton no encontró otra prueba de que dicha matanza hubiere ocu-
la que los académicos han adoptado un patrón de lealtad tan vol uble, rrido. Aunque Evans reconoce que algunos críticos han refutado la
ha sido el deseo de ser inmunes a la crítica empírica. En más de una tesis de Darnton por insostenible ante el examen más superficial, no
ocasión, cuando ha surgido un gran número de opiniones que escar- por eso deja de elogiar la sofisticada interpretación que el libro hace
nece n la posición dominante del momento, se han apresurado a de- del panfletoP No obstante, los primeros capítulos de Evans propor-
clararla caduca (su calificativo más fue rte) y la han abandonado.14 cionan una exposición lo suficientemente clara ace rca del desarrollo
D uran te la misma semana en la que escribo esto, el correo trajo un del saber histórico académico como para mostrar que el examen mi-
ejemplar de las galeras de un libro de Gayatri Spivak, una crítica lite- nucioso de los documentos es muy anterior al posmodernismo, y que
raria posestructuralista, en el que anuncia su abandono del "poscolo- ha sido parte de la disciplina durante los últimos 170 años. El historia-
nialismo", movimiento en el que hasta ahora ella había destacado como dor alemán Leopold van Ranke, quien en los años de 1830 introdujo
una de sus seguidoras. 25 Desafortunadamente para Evans, es probable criterios rigurosos sobre la veracidad, obtuvo sus técnicas a partir del
que pronto se encuentre con que sus lectores lo dejen de tomar en análisis filológico de los textos, tarea en la que se había formado en un
cuenta debido a que ya nadie se suscribe al posmodernismo. De he- principio. A diferencia de los estudios posmodernistas, el enfoque his-
cho, la mayoría prefiere el término menos provocativo de "estudios tórico tradicional ofrece al análisis de textos un escepticismo que per-
mite distinguir lo relevan te de lo irrelevante, Lo comprobable de lo no
ll Mark Leyuer, "Geraldo, Eat Your Avanr-Pop Heart Out", New York Times, Z1
comprobable, lo auténtico de lo falso. No hay nada en el libro de Evans
de diciembre de 1997. que persuada a los historiadores de que hay algo que aprender del
24 De hecho, ya en 1991, John Frow, teórico literario australiano, mostró una
posmodernismo en lo que respecta al escrutinio de los doc umentos.
predilección muy a la francesa de adelantarse a todos con la publicación de una mo-
nografía titulada Wl1at Was Postmodernism!, Sydncy, Local Consumption Publications,
1991. l6 Evans, Defence, 1997, p. 248.
H Spivak, Critique, 1999. 27 lbid., p. 248.
268 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keith Windschuttle 269

Evans tiene dos argumentos más a favor del posmodemismo. El y explicaciones históricas, mientras que la crítica filosófica se centra-
primero es que éste ha abandonado el modelo científico socia( para la ba en las suposiciones de los historiadores y en los estándares de ra-
escritura de la historia y en su lugar ha adoptado modelos literarios, cionalidad que emplean. De ahí que ninguna de las partes haya hecho
con lo que la hace más accesible al público en general. El segundo es justicia a los argumen tos contrarios. 28
que ha restituido los individuos a la historia, mientras que los enfoques Ahora bien, esta caracterización no es del todo exacta en lo que
de las ciencias sociales los habían eliminado en su mayor parte. El pri- concierne a los historiadores. Evans, por ejemplo, enfre~ta a los pos-
mer argumento es plausible en vista de la reputación posmodernis ta de modernistas por sus estándares de racionalidad; mi propio libro inten-
Simon Schama, quien ha sido uno de los autores mejor vendidos de los ta lo mismo en los términos de la lógica de su postura y de la filosofía
últimos diez años. No obstante, también es poco preciso en lo que res- de la ciencia que los influyó. No obstante, es cierto que en este debate
pecta a algunas de las obras citadas, como la de Diane Purkiss, que los historiadores no han abordado un gran número de cuestiones filo-
.... únicamente las feministas más radicales leerían con agrado. Tampoco sóficas. McCullagh las retoma y además reanuda los argumentos con
lit es pertinente en lo tocante a algunas de las obras q ue se discuten en una profundidad que es más propia de una controversia filosófica que
T he Killing of History, como los planteamientos teóricos antinarrativos histórica. Aunque no todos sus argumentos me convencen, su libro es
•<1
~
trazados por Greg Dening y Paul Carter. Asimismo, el. segundo argu- un tour de force. Merece ser considerado como la mejor defensa de la
~· mento es aparentemente plausible, pero pasa por alto ellegado antihu- historia emprendida por cualquier filósofo y como una contribución
manista de Michel Foucault, con su afirmación de que la autonomía fundamental a este campo.
del sujeto es una ilusión y que el individuo es simplemente un instru- McCullagh lleva el debate a la filosofía del lenguaj e, que es la
mento del lenguaje y de la cultura. Foucault y sus seguidores han he- fuente ot·iginal de numerosas críticas posmodern istas al conocim ie nto
cho del individuo algo inexistente por medios que pocos científicos histórico. Por ejemplo, los teóricos franceses Roland Barthes y Jacques
sociales creyeron que fueran posibles o deseables. Derrida, así como sus seguidores más recientes de habla inglesa como
Sin embargo, Evans está en lo cierto sobre una de las consecuen- Robert Berkhofer y Keith Jenkins, sostienen que el lenguaje no tiene
cias del posmodernismo. Su surgimiento forzó a los historiadores a ninguna relación importante o regular con el mundo. Las palabras y
cuestionar, como n unca antes, sus propios métodos y procedimientos. los textos adquieren significado no por su relación con el mundo, sino
Su libro es una buena muestra de ello. A pesar de las reservas que he por su relación con otras palabras y otros textos. De ahí q ue las des-
expresado más arriba, In Defence of History es en verdad un a buena cripciones sobre lo sucedido en el mundo que se expresen por medio
defensa, una valiosa contribución que probablemente no se h ubiera del lenguaje no puedan revelar la realidad. De esta manera, la historia
producid.o de no ser por la provocación de la teoría posmodernista. no se refiere a la realidad de un pasado, sino únicamente a sí misma, al
No obstante, esta defensa hace que uno se pregunte si los ·historiado- igual que el lenguaje. Como lo dice Jenkins: "El significado (el pasa-
res son los más indicados para atraer a un adversario de este tipo. do) no es otra cosa q ue el significante (historia). "29 Sin embargo,
Behan McCullagh señala en T he Truth of History que puesto que en McCullagh recurre al trabajo de otros filósofos del lenguaje, Michael
última instancia, este debate versa sobre conceptos tan fundamenta- Devitt y Kim Sterelny, 30 para refutar esto. Muestra que cuando uno
les como verdad y objetividad, y puesto q ue la crítica posmodernista hace alguna afirmación por medio del lenguaje, ésta no produce úni-
se da más bien a nivel filosófico que en el metodológico, una defensa camente un conjunto de palabras relacionadas con otras. Éstas se re-
fundamel).tada en la racionalidad de los procedimientos utilizados por fieren a algo en el mundo que es capaz de producir cierto tipo de expe-
los historiadores es poco adecuada. McCullagh es un filósofo realista
que quiere defender la práctica de la historia de sus oponentes filosó-
2s McCullagh, 'frw/1, 1998, pp. 3-4.
ficos. Sostiene q ue, hasta ahora, en este debate los historiadores se 29 Jenkins, Postmodern, p. 20.
han enfocado en la justificación de las descripciones, interpretaciones 30 Devitt y Stcrelny, Langtwge, 1987.
270 Una crítica al giro fJm moderno en la historiografía occidental Keith Windschuttle 271

riencia. Dice McCullagh que para conocer el significado de la palabra puede capturar la totalidad. Lyotard dice que hay q ue recordar a los
"marrón", se requiere que alguien nos mues tre objetos marro nes y no lectores de las obras históricas que es tán frente a artificios, q ue el
sólo saber que los objetos marrones no son amarillos, ni azules, ni texto y el acon tecimiento están escindidos, que son cosas distintas.
rojos, etc. La palabra "marrón" se asocia con la expe riencia de cierto Lyotard afirma que es imposible represen tar los acontecimientos del
colo r. 31 Así, el significado de las palabras y el uso del lenguaje son pasado con toda su particularidad, y por lo tan to, la historia es impo-
compatibles tanto con la referencialidad como con el realismo. sible.34 Pero, como lo dice McCullagh, el que una descripción históri-
Asimismo, MéCullagh analiza el argumento de Derrida sobre la ca se refiera únicamente a algunos aspectos de un acontecimiento o
dependencia text ual de las descripciones históricas que constituye otra situación y no haga referencia a otros, no implica que sea falsa, sino
de las tesis que retomaron tanto Berkhofer como Jenkins y cuyo plan- sencillamen te que no es exhaustiva. El que las descripciones no cap-
teamiento es como sigue: a pesar de q ue las descripciones históricas tu ren cada detalle de l pasado , q ue siempre sean incompletas y no pue-
.. .
..-: pretenden ser descripciones del mundo, sus autores no se refieren al
mundo real sino a otros textos, como repo rtes sobre lo que ocurrió y
dan "reflejar la realidad", no significa que no puedan representarla
con cierto grado de precisión. McCullagh acepta que "mientras más
documen tos sobre la manera como la ge nte expe ti mentó los aconteci- ge neral [la descripción], me nos precisa". El mismo autor agrega: "Sin
mien tos. Por lo tanto, estas descripciones no están directamen te rela- embargo, las descripciones muy generales pueden ser completamen te
cionadas con el mundo real, sino que son producto de otros textos. exactas, en la medida en que están garantizadas por los hechos cono-
cidos, aun cuando su conocimiento diste mucho de ser preciso."35
·-··
41
Como lo dice Greg Deni ng, "reescribo el pasado ya escrito"Y
McCullagh señala que desde luego es cierto que los historiadores ha- A hora bien, en este punto de la discusió n McCullagh dice que los
Í' ce n deducciones sobre los acontecimientos del pasado a partir de pn.ie- posmod.e rnistas merecen cierto reconocimiento por haber plan teado
,...
-
( .... bas documentales pr incipalmente, es decir, de textos escritos más que
de sus propias observaciones directas. Sin embargo, aclara que esto
este problema. "Debemos darle crédito a los posmodernistas por ha-
be r expuesto los límites de las descripciones de manera tan clara. No
sólo implica que sus relatos acerca del pasado no pueden ser ciertos si cabe duda de q ue las descripciones emplean, en efecto, sustan tivos y
las pruebas textuales no están relacionadas o no establecen lo sucedi- verbos comunes y que existe más de una se rie de conjuntos de condi-
do. "No es el hecho de que sus descripciones sean inferencias de otros ciones de ve rdad para cualquier afirmación sobre el pasado. Éstas no
textos lo que hace su verdad sospechosa", observa. "Es sospechosa captan cada detalle."36 Me parece, sin embargo, un extra!'ío cumplido.
sólo si de entrada, las pruebas no implican su verdad. Cuando las prue- Ningún historiador ha pretendido se riamente que su trabajo sea un
bas sustentan la verdad de una descripción histórica, se dan las bases "reflejo de la re alidad" como reproducción del pasado con todas sus
para creer que muy probablemen te ésta sea cierta."33 particularidades. Ninguna descripció n del mundo, como el mismo
O tra teoría de Derrida, que Jean Fran¡;;ois Lyotard desarrolló como McCullagh lo reconoce, podría pretende r decirlo todo, y ningún h is-
una crítica de la historia, es que las descripciones del mundo siempre toriador cree q ue pueda lograr semejante hazaña. Por si fuera poco,
omiten detalles. Las descripciones h is tóricas utilizan sustantivos y ver- ningún lector de historia sería tan ingenuo como para necesitar q ue
bos comunes que recogen únicamente características ge nerales de los Lyotard le recordara que el texto histórico y el acon tecimiento histó-
fenó menos a los que hacen referencia. Por lo tan to, resulta ingenuo rico son dos cosas distintas. La disc usión de los pos modernistas es una
suponer que nuestras descripciones del mundo puede n crear una ima- lucha con un enemigo invisible, es destruir una pos tura que nunca
ge n exacta de la realidad. Ninguna descripció n que utilice el lenguaje asumieron sus oponentes. Asimismo, se trata de una actitud extrema-

11 McCullagh , Trurlo, 1998, p. 38. 34 /bid., p p. 40-41.


l2 Dcning, Bliglo's, 1992, p. S. u /bid., p. 42.
33 McCullagh , 1i·lltlo, 1998, p. 40. Jó /bid.
272 Una crítica al giro posmodemo en la historiografía occidental Keíth Windschuttle 273

damente condescendiente hacia los lectores, a quienes conciben como historiadores parten de la posición de que uno sí tiene conocimiento y
niños preescolares viendo televisión. Ciertamente, los historiadores un alto grado de certeza sobre muchos aspectos del pasado. Entonces
afirman haber revelado verdades sobre el pasado, pero nunca han sos- buscan justificar la razón de esto o responder a las objeciones de aque-
tenido que és tas constituyan la verdad absolu ta. Debería ser obvio llos que arguyen que el conocimiento his tórico no está bien funda-
para todos los que no están hipnotizados con la teoría que las descrip- mentado.
ciones de los libros de historia no pretenden ser un a reproducción del Desde esta última perspectiva, es imperativo establecer una dis-
pasado en su totalidad. La petición rankeana por descubrir "lo que tinción básica entre las proposiciones y los trabajos históricos. Se trata
realmente sucedió" es una recomendación para buscar la verdad acer- de una distinción en tre partes particulares del conocimiento sobre lo
ca del pasado, y no todas las verdades; tampoco sugiere reconstruir que sucedió en el pasado, o los hechos de la historia, y las explicacio-
1 todo lo que sucedió en él. nes de los historiadores, es decir, las explicaciones hechas por escrito,
,, '
,, '
.... 1
Como ya lo mencioné, McCullagh es un realista que defiende la como artículos o libros. Algunos de los críticos filosóficos de la histo-
-· historiografía tradicional. Más que apoyar la teoría de la correspon- ria, incluso algunos como Keith Jenkins, que afirma que "la epistemo-
denc ia de la verdad, la cual suele acompañar la posición realista, logía muestra que no podemos conocer realmente el pasado", recono-
McCullagh aporta lo que él llama una "teoría de correlación" de la cen la existencia de hechos históricos pero los descartan como
ve rdad, que es similar pero, a decir del autor, más sofisticada. La teoría irrelevantes. Los hechos como las fechas o los acontecimientos, dice
de la correspondencia sostiene que una descripción del mundo es ver- Jenkins, son "ciertos" pero "triviales". 38
dadera si hay algo en el mundo que se ase meje a una de las condicio- No es difícil demostrar que hay un gran número de hechos o pro-
nes de verdad convencionales de la descripción. Regularmente se cree posiciones acerca de la historia sobre los que no hay dudas ni falta de
que se puede comprobar la verdad de la descripción observando direc- certeza. La existencia de éstos es en sí misma suficiente para disipar
tame nte si alguna parte del mundo se asemeja o corresponde o no con cualquier intento de la filosofía por imponer un escepticismo general
las condiciones de verdad de la descripción. La teoría de la correla- en el campo. Los historiadores conocen un sinfín de hechos sobre el
ción de McCullagh modifica esto para tomar en cuenta las percepcio- pasado que nadie, en su sano juicio, pondría en duda. Por ejemplo,
nes de diferentes culturas. Considera que el conocimiento de otros dentro de esta categoría, estarían los nombres de los funcionarios elec-
pueblos está condicionado por su cultura, aunque los objetos en el tos en las naciones más democráticas durante los últimos dos siglos. O
mundo no estén determinados por ésta. Establece la teoría de la co- bien, la siguiente proposición: el Viet Minh derrotó a los franceses en
rrelación de la manera siguiente: "Una percepción de l mundo es exacta Dien Bien Phu en 1954. Cada palabra de esta proposición -los nom-
si hubo cierta condición del mundo que normalmente provoq ue que bres de los dos protagonistas, el concepto de derrota militar, el nom-
una persona de cierta cultura tuviera percepciones de ese tipo." De bre del lugar, \á fecha del acontecimiento- es una construcción del
este modo, dice el autor, el realismo sobre el mu ndo es compatible con lenguaje y de la cultura. Sin embargo, la proposición es verdadera. Lo
el relativismo cultural sobre el conocimiento. 37 que es más, es verdadera en el sentido culturalmente objetivo. No hay
Permítaseme señalar, sin repetir mis objeciones contra el relati- nada q ue sea relativo. Se trata de una proposición que es igualmente
vismo cultural de The Killing of History, q ue uno de los problemas de ve rdadera tanto para la cultura francesa como para la vietnamita, así
este debate es que los filósofos y los historiadores llegan a él desde pun- como para la cultura de cualquier otro pueblo del mundo. Además,
tos opuestos. Regularmente, los filósofos parten de lo abstracto con lejos de ser trivial, es una proposición muy importante porque el
preguntas relacionadas con la manera de justificar nuestras creencias, acontecimiento que describe sucedió en realidad, afectó la histmia
o bien con la posibilidad de saber algo con certeza. A menudo, los ulterior de todo el sudeste asiático. Las lealtades poüticas y las vidas

ll !bid., pp. 26-28. J8 Jcnkins, Re-Thinking, 1991, pp. 19-32 .


274 Una nítica al giro posmodemo en la IJiscoriografía occidental Keith Windsclumle 275

de los habitantes de los países de la región no serían las mismas si la tipo de crítica podría significar que la comunidad histórica está echando
proposición fuera falsa. por la borda una explicación entera. En otros, sin embargo, podría
Cualquier lector que esté mínimamente familiarizado con el mun- permitir que algunos aspectos de un trabajo fue ran rechazados mien-
do en el que vive puede pensar espontáneamente en decenas de he- tras que deja que el resto continúe para formar parte del cúmu lo del
chos históricos que tengan el mismo estatus y que sean igualmente conocimiento histórico. Pero si todos los historiadores tuvieran men-
verdaderos de manera objetiva, así como sustanciales en sus conse- talidades tan ce rradas, culturalmente hablando, como afirman los
cuencias. Además, los hechos con este grado de ce rtidumbre no se posmodernistas, no podrían detectar los sesgos culturales de sus cole-
limitan únicamente a los sucesos del pasado reciente, sino que pue- gas; serían incapaces de hacer el tipo de crítica extracultural, tan fre-
den remontarse a los mundos medieval y antiguo, e incluso más allá cuente, a los trabajos de los demás. La parcialidad y la falta de objeti-
,, de la antigüedad. Que los turcos conquistaron Constantinopla en 1453, vidad entre los historiadores son cuestiones que deben decidirse en
''••
.... .. 11 que los antiguos griegos escribieron poesía y filosofía, que los seres casos particulares, y no como una necesidad epistemológica .
''"
~·:¡. humanos han habitado Australia desde hace por lo menos 10 000 años, Asimismo, deberíamos reconocer q ue el concepto de objetividad
son hechos que sólo un ignoran te o un perverso podrían cuestionar. es decisivo para el debate histórico, para la resolución de controver-
Evidentemente, es posible que muchos de los detalles que rodean o sias históricas y, de hecho, para la habilidad de los historiadores para
apoyan estos hechos permanezcan desconocidos. Quizá no conozca- ·discutir entre ellos con sensatez los diferentes asuntos. Varios histo-
mos todas las estrategias o el armamento que utilizó el general Giap riadores provenientes de contextos culturales muy diferentes pueden
cuando sitió al ejército francés en Dien Bien Phu, pero el q ue los rela- estar de acuerdo en que algunas explicaciones históricas no si·r ven, ya
tos de su victoria estén incompletos no afecta el hecho de que sepa- sea po~que la evidencia conocida no las sustenta, o bien porque las
mos que ocurrió. contradice. Este tipo de intercambio es posible únicamente porque
Por otra parte, existen trabajos históricos enteros que a menudo muchas de las proposiciones que constituyen la evidencia histórica
son culturalmente tendenciosos. Una explicación histórica extensa son independientes de la cultura del historiador. Una persona, de cual-
puede utilizar como pruebas proposiciones históricas que objetivamente qu ier anteceden te cultural, q ue investigue la historia del Imperio Bi-
son verdaderas en sí mismas, pero que sesgan cultural o políticamente zantino, llegará al mismo resultado respecto del sitio de Constantinopla
el trabajo, distorsionando la realidad en discusión. La falta de objeti- de 1453. Si se eliminara la noción de objetivi dad de la metodología del
vidad viene a menudo de un proceso de selección en el que el historia- historiador, se haría imposible el uso de la evidencia para resolver al-
dor elige algunos hechos para probar su caso, omitiendo otros. Pero gu nas cuestiones en el debate histórico. Los académicos hablarían sim-
no porque el proceso de selección se base frecuentemente en las pre- plemente sin escucharse entre sí, confinados a sus propios caparazo-
dilecciones culturales del historiador, quiere decir que necesariamen- nes culturales y políticos, aislados por sus propias creencias e incapaces
te sea así. El simple acto de selección no avala la aseveración de Simon de refutar otros puntos de vista o, incluso, de aprender algo de otras
Schama según la cual "afirmar que se posee un conocimiento históri- .culturas.
co siempre estará fatalmente circunscrito por el carácter y los prejui- La experiencia de participar en n umerosos debates y seminarios
cios de su narrador". 39 El proceso de selección del historiador es un sobre este tema durante los últimos cinco años, me ha enseñado que
asunto contingente que puede ser criticado por otros historiadores. muchas veces, a aquellos que no están directame nte involucrados, esta
De hecho, la parcialidad provocada por ciertas inclinaciones cultura- discrepancia les parece un asunto esotérico confinado dentro de los
les, políticas o morales es una de las causas más frecuentes por las que márgenes de la disputa metodológica. No obstante, merece ser tomada
los historiadores se cuestionan mutuamente. En algunos casos, este más en serio, pues tiene implicaciones mayores. Si negamos la posibili-
dad de descubrir el conocimiento objetivo sobre las cuestiones de los
J9 Schama, Deacl, 1991, p. 322. seres humanos, si sucumbimos al relativismo cultural, al idealismo lin-
276 Una crítica al giro po5modemo en la hi5toriografía occidental Keith Windschuttle 277

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sistema político y de su propia cultura, y por tratar de escribir desde Culture Wars and the Teachingofthe Past, Nueva York, Alfred A. Knopff,
una posición más allá de éstos. Lo que define la profesión del historia- 1997.
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