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En nuestro país muchos jóvenes y adolescentes tienen hijos no planeados a una edad
en la que no se sienten preparados para afrontarlo.
Se trata de un problema que no tiene una sola raíz: existen factores personales, familiares,
interpersonales, del contexto, institucionales, que favorecen que esto suceda. Y es por eso le
puede ocurrir a cualquier adolescente.
Cuando empiezan los noviazgos entre adolescentes, también empiezan las preocupaciones en las
familias: ¿tendrán relaciones? ¿Sabrán cómo cuidarse? No hablamos de esto con mucha
frecuencia.
Hay muchos motivos: queremos que disfruten la juventud, que puedan estudiar, trabajar, elegir
con tranquilidad el camino… y ser padres y madres adolescentes no es algo fácil de llevar.
Quizás lo sabemos por experiencia propia o por lo que le pasó a gente cercana. Durante esta
etapa es difícil asumir con responsabilidad la crianza de los hijos.
Es común que las vidas de padres y madres adolescentes y las de sus familias se vean
transformadas por la llegada de un hijo. Muchas veces abandonan los estudios o tienen más
dificultades para conseguir trabajo. Por eso, es bueno hablar en familia, tanto con los varones
como con las mujeres, sobre estos temas. Si todavía no lo hicimos, no nos
desanimemos: siempre es buen momento para empezar.
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Responsabilidades compartidas
Un embarazo impacta de manera diferente en la vida del varón adolescente que en la vida de la
mujer, no solo porque el embarazo se desarrolla en el cuerpo de las mujeres, sino también por
desigualdades que en nuestra cultura parecen naturales, aunque no lo son, y hacen que las
mujeres asuman la mayor carga del cuidado de los hijos.
Como miembros de sus familias, podemos aconsejarles que, llegado el momento, elijan con
responsabilidad cuándo y con quién tener relaciones sexuales.
Es importante que se sientan seguros, respeten sus propios tiempos y los de los demás
y no se dejen llevar por las presiones que a veces vienen de la pareja o de los amigos y
amigas.
Nadie puede obligarlos y ellos, a su vez, no pueden obligar a nadie. Y, como en tantos otros
momentos de sus vidas, que sepan que pueden contar con su familia, si nos necesitan.
En la Argentina hay 700 mil nacimientos por año. El 16% proviene de madres adolescentes de
entre 15 y 19 años (en algunas provincias equivale al 25%) y más de 3000 son de niñas de 10
a 13 años. El 69% de esas mujeres adolescentes no planearon ese embarazo (SIP 2010).
Hacé clic aquí para ver más datos sobre maternidad adolescente en el contexto argentino.
La gran mayoría de los embarazos adolescentes ocurre porque los chicos desconocen
cómo funciona su propio cuerpo, o por haber escuchado mitos falsos sobre la
sexualidad y las formas de cuidarse.
Los adolescentes pueden decidir con quién ir a la consulta médica: con padres, amigos,
pareja o solos, y deben ser atendidos en un espacio de confidencialidad.
Ya sea en Berazategui, La Plata o el norte del nuestro país, el fenómeno que describe la
licenciada Souza no deja de crecer. Como confirma un estudio del Centro de
Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), la
tasa de maternidad adolescente pasó del 30,5 por cada mil mujeres en 2001 al 35,3 en
2011, lo que equivale a un aumento del 15,7% en apenas una década.
Este año nacerán en Argentina más de cien mil bebés
hijos de madres menores de 19 años que no buscaban
quedar embarazadas y que en la mayoría de los casos
se encuentran ellas mismas en situación de gran
vulnerabilidad social
Mientras en otros países diversas políticas para limitar los embarazos no deseados
entre adolescentes logran resultados alentadores, en Argentina, donde éstos
representan ya uno de cada seis nacimientos, el fenómeno se acentúa contribuyendo a
que haya mayor desigualdad social. Así lo muestra también el estudio de CIPPEC,
donde el embarazo precoz aparece como una de las causas que más inciden sobre la
pobreza infantil.
De mantenerse la tendencia –y no hay razones para que esto no ocurra- este año
nacerán en Argentina más de cien mil bebés hijos de madres menores de 19 años que
no buscaban quedar embarazadas y que en la mayoría de los casos se encuentran ellas
mismas en situación de gran vulnerabilidad social. En general pobres, con escaso nivel
educativo y baja contención familiar, es de esperar que esas mamás y papás les dejen a
sus hijos una herencia de desigualdad de la que difícilmente puedan desprenderse
alguna vez.
MULTIPLICADOR DE DESIGUALDAD
Aunque los embarazos no deseados durante la adolescencia constituyen un fenómeno
que atraviesa las distintas clases sociales, lo cierto es que tiende a concentrarse en las
más vulnerables. De cada 18 madres adolescentes 17 pertenecerían a hogares humildes,
según observaba un estudio realizado por el ministerio de Salud de la Nación hace una
década, acaso el último en indagar sobre este aspecto en nuestro país.
“Los censos y estadísticas no aportan datos del sector social al que pertenecen, pero en
la práctica encontramos que la mayoría de los embarazos adolescentes se concentran
en jóvenes de los sectores sociales de menores recursos, con dificultades en acceder a
un buen nivel de instrucción y cuidados de la salud”, sostiene la licenciada Sandra
Souza, desde el Colegio de Obstétricas de la Provincia. De acuerdo con datos
difundidos por ese colegio profesional “el 2,9 % de las madres bonaerenses tienen bajo
nivel de escolaridad, ya que no tuvieron instrucción o no alcanzaron a completar la
escuela primaria, mientras que otro 24,8 % sólo completó este nivel”.
¿Cómo es entonces que cada año se producen en Argentina más de 100 mil embarazos
adolescentes? En muchos casos la explicación está en que los chicos no dimensionan el
riesgo; pero también en que “usan mal los métodos anticonceptivos” o “no tienen
acceso a ellos”, “supusieron que el que se iba a cuidar era el otro”, “estaban fuera de
control”, o “no les preocupaba para nada lo que pudiera ocurrir”, coinciden en
enumerar distintas encuestas. En cualquier caso, el puro desconocimiento no figura
hoy entre las principales causas del embarazo adolescente en el país.
“Es cierto que las adolescentes disponen hoy de mucha más información sobre
sexualidad y cuidados que las generaciones anteriores y tienen además mayor acceso a
métodos anticonceptivos; pero eso no alcanza cuando falta contención familiar –
asegura la licenciada Sandra Souza desde su experiencia en el consultorio de control
prenatal-. “Vemos constantemente que a muchas chicas no les preocupaba quedar
embarazadas –dice- pero también que para muchas otras convertirse en mamás es un
proyecto de vida posible frente a un horizonte donde la falta de oportunidades se
combina con el desinterés y la ausencia de metas a cumplir”.
Embarazo en la adolescencia; el
drama social detrás de la estadística
En su mayoría de hogares humildes y con un bajo nivel de escolarización, la
llegada de un hijo multiplica su situación de vulnerabilidad
27 de Septiembre de 2015 | 02:34
Los embarazos en la adolescencia tiene un impacto en la vida de las chicas que
las estadísticas apenas permiten vislumbrar, confirman Camila, Agustina, Tamara
y Rocío (de izquierda a derecha) al relatar sus experiencias como mamás.
(SALVADOR SANTORO)
Cuando al mes de terminar con su novio supo que estaba embarazada, Martina (16) se
dijo que ella no iba a dejar la escuela. Sabía que por más que su mamá terminara a la
larga por asimilar la noticia, con cuatro hijos propios no podría hacerse cargo de otra
boca para alimentar. Por eso tenía que terminar el secundario como fuera para poder
hacerse cargo ella misma del bebé. Así que siguió cursando mientras su panza crecía
bajo el guardapolvo y estaba a semanas de completar el año cuando una complicación
de salud la obligó a guardar reposo hasta el parto. Han pasado ya dos años desde que
nació Benjamín, pero Martina no ha vuelto a pisar un aula desde entonces y ve cada
vez más difícil que lo vaya a hacer alguna vez. Mientras tanto trabaja “de lo que pinta”,
en los momentos en que puede y ya no tiene amigas de su edad.
Cada año nacen en Argentina más de cien mil bebés hijos de madres menores de 19
años que en su gran mayoría no buscaban quedar embarazadas y muchas de las cuales
ya se encontraban de por sí en situaciones de gran vulnerabilidad social. La tasa de
embarazos adolescentes, que hoy representan uno de cada seis nacimientos, no logra
ser controlada en el país, según coincidieron en denunciar diversas organizaciones a lo
largo de la última semana en el marco del Día Mundial de la Prevención del Embarazo
Adolescente, conmemorado ayer.
Pero que el 15,5% de los nacimientos correspondan hoy a madres menores de 19 años
no debería asombrarnos considerando el bajo nivel de cuidado anticonceptivo que se
registra entre los adolescentes de nuestro país. Sólo la mitad de ellos usa preservativos
en forma regular y al menos un tercio reconoce no haberse cuidado en su debut sexual,
según muestra un reciente estudio de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto
Juvenil.
LA MAYORIA DE ORIGEN HUMILDE
Aunque los embarazos no deseados durante la adolescencia constituyen un fenómeno
que atraviesa las distintas clases sociales, lo cierto es que tiende a concentrarse en las
más vulnerables. De cada 18 madres adolescentes 17 pertenecerían a hogares humildes,
según observaba un estudio realizado por el ministerio de Salud de la Nación hace una
década, acaso el último en indagar sobre este aspecto en nuestro país.
“Los censos y estadísticas no aportan datos del sector social al que pertenecen, pero en
la práctica encontramos que la mayoría de los embarazos adolescentes se concentran
en jóvenes de los sectores sociales de menores recursos, con dificultades en acceder a
un buen nivel de instrucción y cuidados de la salud”, sostiene la licenciada Sandra
Souza, desde el Colegio de Obstétricas de la Provincia. De acuerdo con datos
difundidos la semana pasada por ese colegio profesional “el 2,9 % de las madres
bonaerenses tienen bajo nivel de escolaridad, ya que no tuvieron instrucción o no
alcanzaron a completar la escuela primaria, mientras que otro 24,8 % sólo completó
este nivel”.
A esa situación de base -que se expresa en el hecho de que 1 de cada 4 madres
adolescentes ya había dejado la primaria al quedar embarazada- se le suma el impacto
del embarazo sobre las demás por ser una importante causa de deserción. De hecho,
apenas de una tercera parte de las alumnas embarazadas completa su educación
secundaria, según muestra una investigación realizada en secundarios bonaerenses y
porteños por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer.
Lo que describen las estadísticas se refleja en las historias que cuentan Rocío, Tamara,
Camila y Agustina, cuatro chicas que se ofrecieron a aportar sus experiencias para esta
nota. De todas ellas, sólo una estaba estudiando al quedar embarazada y aunque quiso
seguir adelante con sus estudios no lo pudo hacer. “En ese momento estaba en quinto
año y me había anotado en Bellas Artes para hacer la carrera de Plástica, pero tenía la
cabeza en cualquier parte y no pude seguir”, cuenta Rocío, quien recién retomó su
formación cuatro años más tarde gracias a una enorme voluntad.
UNA GRAN INDEFENSION
Además de pertenecer en su gran mayoría a sectores sociales de bajos recursos y tener
bajas chances de completar su educación, “muchas madres adolescentes sufren
situaciones de violencia y tienen dificultades para acceder a una adecuada atención de
su salud”, asegura desde el Colegio de Obstétricas de la Provincia la licenciada Sandra
Souza sobre la base de una larga experiencia profesional en hospitales públicos
bonaerenses.
Souza no es la única que señala este costado del drama que no suele verse en las
estadísticas. “En algunos casos son chicas que quedaron embarazadas por abusos
sexuales intra familiares o de relaciones sin ninguna paridad; en la mayoría se
encuentran en una situación muy vulnerable que luego trasladan a sus hijos al
convertirse en mamás”, coincide en señalar Viviana Marfil, integrante del Foro para la
Niñez, la Juventud y la Adolescencia de la Provincia, quien asegura que “el Estado
sigue estando complemente ausente” en este drama social.
La historia de Camila, que fue mamá a los 16 años y hoy a sus 17 espera un segundo
bebé, resume bien esa realidad. “En mi primer embarazo estaba viviendo en la calle. El
tenía 36 y cuando le dije que estaba embarazada se fue. Seguí sola sin saber ni siquiera
lo que era dar la teta ni que tenía que ir a un hospital: los primeros seis meses de
embarazo los pasé sin controles médicos. Me mandaron a un hogar en Pipinas donde el
chico más grande tenía cuatro años. Fueron las chicas que trabajaban en la cocina de
ese hogar las que me enseñaron todo lo que tenía que hacer cuando naciera mi hija -
cuenta-. Era yo sola y ese bebé que iba a venir pero nunca dudé en tenerlo: iba a ser mi
familia y quería darle lo que no me habían dado a mí”.
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestra que
Argentina tiene un desempeño “peor al esperado” en indicadores como embarazo
adolescente, cantidad de jóvenes “ni-ni” y fuerza laboral con educación terciaria, entre otros.
Para los países de desarrollo humano “muy alto”, entre los cuales el PNUD ubica a la
Argentina, el promedio es casi 5 veces más bajo: 12,7.
“Estas cifras no son nuevas, sino que revelan una tendencia que se viene observando desde
hace unos años”, afirma Gala Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social de
Cippec. “Mientras que en 2001 la tasa de fecundidad adolescente total era de 30,5 por cada
mil mujeres de 10 a 19 años, en 2011 esa cifra alcanzaba al 35,3”, asegura.
Doble esfuerzo. Abril (15) y Ayelén (19), en el aula de la Escuela N° 2 de Lugano. Ellas siguen estudiando después
de haber sido mamás. D. WALDMANN
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Educación,
embarazo adolescente
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Alfredo Dillon
La Argentina es uno de los 49 países de “desarrollo humano muy alto”, según un
informe que acaba de publicar el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD). Sin embargo, el país aún está muy atrasado en algunos indicadores clave, en
comparación con los países desarrollados de Europa y Asia. Las altas tasas de
embarazo adolescente, el elevado número de jóvenes nini y el bajo porcentaje de
graduados universitarios son algunas de las principales deudas que la Argentina tiene
con sus jóvenes.
Madre e hija. ”Estudiar es una forma de no bajar los brazos”, dice Ayelén (19), que está en 4° año y es mamá de
Bryanna (2).
Para medir ese progreso “multidimensional”, el último informe regional del PNUD
evaluó distintos indicadores de desarrollo humano y los comparó con el nivel de
ingreso per cápita de cada país. De ese cálculo surge que la Argentina tiene un
desempeño “peor al esperado” en indicadores clave como embarazo adolescente,
cantidad de jóvenes nini y fuerza laboral con educación terciaria, entre otros.
En el país, cada 1000 nacimientos, 54,4 corresponden a madres adolescentes (de entre
15 y 19 años). Para los países de desarrollo humano “muy alto”, entre los cuales se
encuentra Argentina, el promedio es casi 5 veces más bajo: 12,7. En nuestro país, cada
5 minutos una chica menor de 20 años es mamá; son más de 117 mil nacimientos al
año. Y el problema no disminuye, sino que aumentó un 15,7% en la última década.
Gala Díaz Langou, directora de Protección Social de CIPPEC, advierte que el embarazo
adolescente es un “síntoma” muy relacionado con otros problemas que señala el
PNUD, como el alto número de jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan
(los “nini”), que también creció durante la última década. “A nivel nacional, 3 de cada 4
ninis son mujeres, dedicadas a tareas de cuidado. En estos años ha habido políticas de
primer empleo y becas para que los jóvenes vuelvan a estudiar, pero lo que realmente
hace falta para esta población es una política de cuidado”, plantea Díaz Langou.
Prioridad. Aitana tiene 2 meses, pero Abril decidió seguir en el colegio. Foto Diego Waldmann
Los expertos coinciden en que hacen falta políticas en varios frentes, con estrategias
concatenadas y a largo plazo, empezando por garantizar el acceso gratuito a métodos
anticonceptivos y profundizar los avances de los últimos años en educación sexual
integral.
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El último Informe Regional sobre Desarrollo Humano del PNUD subraya, entre otras
cuestiones, que en Argentina persiste una brecha de género. El país exhibe un
desempeño “peor al esperado”, en función de su nivel de ingreso, en indicadores como
la participación laboral de las mujeres, los días de licencia por maternidad y la
mortalidad materna. En cambio, se destaca por la cantidad de mujeres que ocupan
cargos en el Congreso.
“Las licencias de maternidad son de las más bajas en la región. Las licencias de
paternidad son muy cortas y no existen licencias parentales (las que puede tomar la
madre o el padre indistintamente), que sí están vigentes en países como Chile y Cuba”,
explica a Clarín Carina Lupica, especialista en género y mercado de trabajo. Desde
CIPPEC impulsan el acceso universal a las licencias. “Es estratégico para el desarrollo
infantil temprano”, señala Gala Díaz Langou.
En la Argentina la tasa de participación laboral femenina es de 63,7%, inferior al
promedio de América Latina (66,2%). “El crecimiento de la participación laboral de las
mujeres perdió dinamismo en la última década”, apunta Lupica.
Lucía Martínez
05 AGOSTO, 2016
: 2 MINUTOS
Si bien la cantidad de niñas y adolescentes que son madres a temprana edad aumentó entre
2001 y 2011, en 2012 se registró una caída y, desde ese momento, se mantiene estable en
niveles altos.
Vale la pena destacar, sin embargo, que la situación nacional de 2014 no fue la misma en
todas las provincias: en muchos casos las tasas de fecundidad adolescente fueron
significativamente más altas, como en Misiones (52,6), Formosa (50,6) y Salta (45,8). En
estos casos, como en otros distritos, se observaron aumentos de 4,6; 1,8 y 2,3 puntos,
respetivamente.
La misma desigualdad entre las provincias frente al resultado nacional también se ve con
esta medición. Las jurisdicciones con un mayor porcentaje de embarazo adolescente son:
Formosa (28,3%), Chaco (23,5%), Misiones (23,2%) y Salta (20,9%).
Frente a las causas de este fenómeno, un informe del Observatorio de Salud Sexual y
Reproductiva -en el que participan el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y
el Centro Rosario de Estudios Perinatales (CREP)- señala que “la falta de oportunidades
para el desarrollo personal, la pobreza, la desigualdad y la violencia, así como las
dificultades de acceso a los métodos anticonceptivos (incluyendo información y acceso
a la atención de calidad) y la incapacidad del sistema educativo para retener a los
alumnos/as actúan como determinantes sociales del embarazo en la adolescencia en la
Argentina”.
“Cerca de 16 millones de mujeres de entre 15 y 19 años de edad dan a luz cada año.
Son alrededor del 11 % de los nacimientos en todo el mundo. El 95% de esos
nacimientos se producen en países de bajos y medianos ingresos”, informa la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
El organismo señala las marcadas diferencias en este fenómeno según los niveles
de desarrollo de los países: “La tasa media de natalidad entre las adolescentes en los
países de ingresos medios es más de dos veces superior a la de los países de altos
ingresos, en los países de bajos ingresos la diferencia es cinco veces mayor”.
Según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas el país con la mayor
tasa de embarazos adolescentes fue la República del Níger y al final de la lista se
encuentran países como Dinamarca, Japón, Corea del Sur y Corea del Norte. La
Argentina se encuentra en el puesto 71, en una lista de 198 países, y es uno de
los más bajos en la región.