Vous êtes sur la page 1sur 6

5)Elaboración de un resumen analítico sobre el rol del psicólogo en el post acuerdo.

Los psicólogos frente a la implementación de los acuerdos Unidos a éste llamado no sólo
como ciudadanos sino también como representantes de una profesión que se ve abocada por
estos procesos desde diferentes perspectivas de intervención, queremos proponer una
reflexión acerca del lugar de los psicólogos en el marco de la construcción de paz. Esta
pregunta por el rol de la psicología en los retos que supone la implementación de los acuerdos
de paz, se intenta abordar desde dos perspectivas que guían el quehacer de ésta en Colombia:
los marcos jurídico y académico. Desde la Ley 1090 de 2006 se legitima a la psicología como
una ciencia sustentada en la investigación cuya finalidad es estudiar los procesos de
desarrollo humano, propiciando el talento y las competencias en diferentes escenarios como
el educativo, la salud, el trabajo, la justicia social, la protección ambiental, el bienestar y la
calidad de la vida (Congreso de la República, 2006). La legislación dictamina que el deber
de los psicólogos es poner su conocimiento y experiencia a favor de las personas,
involucrándose en las dinámicas sociales para contribuir a la transformación de la realidad
que trasciende lo particular.

Colombia ha sido un país atravesado por situaciones de conflicto y violencia significativas a


lo largo de toda su historia. Si bien las causas, modalidades y alcances de éstas son vastos y
difíciles de dimensionar, puede también decirse que, además del surgimiento de las guerrillas
liberales en los años 1950 y 1960, algunos de los posibles motivos que han contribuido a la
intensificación de nuestro conflicto obedecen a factores como los enfrentamientos entre
partidos políticos en años posteriores, la represión contra la oposición política, la exclusión
social, la política al servicio de los intereses particulares y la falta de garantías u opciones
democráticas (Fisas, 2010)Las consecuencias humanitarias de dichas situaciones para la
población colombiana pueden vislumbrarse en las cifras que en el 2013 reportaron 25.007
desaparecidos, 1.754 víctimas de violencia sexual, 6.421 niños, niñas y adolescentes
reclutados por grupos armados al margen de la ley y 4.744.046 personas desplazadas
(Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 2013). Sumado a lo anterior, la
entonces fiscal general de la nación Viviane Morales informó que en el 2014 se ubicaron
3.304 fosas con 4.074 personas desaparecidas en ellas (Munera & De Nantenuil, 2014).
Desde el punto de vista económico, el conflicto armado trajo consigo gastos netos de 12.5
billones de pesos, es decir, el 18.5% del PIB entre 1991 y 1996. Además, en 1995 el pago
por secuestros, delitos contra el patrimonio, sobrecostos en el sistema de salud, gastos en
vigilancia privada y años perdidos para la sociedad fue de 11.095 millones (Departamento
Nacional de Planeación, 1998). Según la Revista Semana (2014) el presupuesto Nacional
para dicho año era de 199,9 billones de pesos, de los cuales 27,7 se destinaron para conflicto
armado. El costo económico debido a la reparación de las víctimas entre 2000 y 2014 fue de
4,13 billones de pesos. Estas cifras reflejan la profunda complejidad de nuestro conflicto
siendo éste uno de los más devastadores fenómenos que se han dado en la historia de
Latinoamérica. En respuesta a lo anterior, el Gobierno, las FARC-EP y la sociedad civil están
llevando a cabo la implementación de los acuerdos concretados en La Habana en 2016, los
cuales buscan dar por terminada una disputa de más de cincuenta años intentando hacer
partícipes a cada uno de los habitantes del país. En consonancia con el proceso de
implementación, es claro que Colombia se encuentra en un momento coyuntural de cambio,
en el cual se ha hecho manifiesta la necesidad de generar transformaciones no sólo a nivel
político, sino cultural, social, económico y académico, esto articulando distintas áreas del
saber que permitan aproximaciones más integrales al fenómeno.

Algunas de aquellas transformaciones que se precisan en respuesta a las demandas de la


implementación son, por ejemplo, saber que las negociaciones o acuerdos de paz no erradican
las raíces de la violencia, pero facilitan un primer paso fundamental que es el “silenciamiento
de los fusiles de actores armados” (Barreto, 2014. p 182). Dejar la paz en el marco de este
simple hecho, es sinónimo de fragilidad y limitación. Es preciso también atender al contexto
del desmovilizado, el cual se caracteriza comúnmente por múltiples adversidades como el
desempleo, la pobreza, la cultura del inmediatismo económico, la desigualdad social, la
delincuencia y la constante oferta de ilegalidad (Uribe, 2015). Es un reto empoderarse tanto
del proceso de reinserción a la vida civil de los ex guerrilleros, como de las personas que
conforman el entorno en el que éste proceso se da, ya que el intercambio de ambos da cuenta
de lo que se aproxima a futuro para el país. Finalmente, el más grande reto que se deriva de
la firma e implementación de los acuerdos de Paz es el mantenimiento de ésta (Barreto, 2014;
Pérez, 2015), porque si bien es indiscutible que se precisan intervenciones inmediatas, es
decir que no dan espera y son posiblemente temporales, lo cierto es que la paz debe
mantenerse tanto como sea posible y es esto a lo que se debe apuntar en mayor medida. Para
ello, no bastan las promesas a nivel político, o aquella meta difícil de creer en la que de un
día para otro Colombia se vuelve un país pacífico: la paz debe ser construida y cada una de
las personas que habitan el territorio deben sentir cierto grado de compromiso. Los
psicólogos frente a la implementación de los acuerdos Unidos a este llamado no sólo como
ciudadanos sino también como representantes de una profesión que se ve abocada por estos
procesos desde diferentes perspectivas de intervención, queremos proponer una reflexión
acerca del lugar de los psicólogos en el marco de la construcción de paz. Esta pregunta por
el rol de la psicología en los retos que supone la implementación de los acuerdos de Paz se
intenta abordar desde dos perspectivas que guían el quehacer de ésta en Colombia: los marcos
jurídico y académico. Desde la Ley 1090 de 2006 se legitima a la psicología como una ciencia
sustentada en la investigación cuya finalidad es estudiar los procesos de desarrollo humano,
propiciando el talento y las competencias en diferentes escenarios como el educativo, la
salud, el trabajo, la justicia social, la protección ambiental, el bienestar y la calidad de la vida
(Congreso de la República, 2006). La legislación dictamina que el deber de los psicólogos es
poner su conocimiento y experiencia a favor de las personas, involucrándose en las dinámicas
sociales para contribuir a la transformación de la realidad que trasciende lo particular.

De la mano de lo anterior, la Ley 1448 de 2011 reconoce el trabajo interdisciplinar como un


factor determinante a la hora de intervenir a víctimas del conflicto armado específicamente,
planteando la necesidad de llevar esto a cabo a través de equipos psicosociales. Siendo la
psicología uno de los componentes de dichos equipos, la acción de ésta se ve orientada por
lo que se pretende con la atención psicosocial misma, la cual es un intento por atenuar,
superar y prevenir los detrimentos acontecidos a la condición psicológica, proyecto de vida
y experiencias interpersonales de las víctimas del conflicto (Congreso de la República,
2011).El encuentro de la Ley 1090 de 2006 y la 1448 de 2011, establecen que el deber de la
psicología es trabajar de la mano de otras disciplinas, empoderándose no únicamente de la
subjetividad, sino también de lo que acontece a nivel social para acompañar a aquellos que
se ven afectados por la violencia. En lo que refiere al sector académico, el 25% de los textos
publicados acerca del conflicto armado están en manos del área de la salud, específicamente
de la psicología (Urrego & Escobar, 2015). Dentro de aquel porcentaje, hay dos elementos
principales a mencionar: el papel de la educación como eje transformador de realidades y,
además, reflexiones en torno a los retos y transformaciones necesarias dentro de la disciplina
para dar frente a los requerimientos que la implementación de los acuerdos traerá consigo.
Con respecto al primero de ellos, es preciso plantear la necesidad de concebir la academia no
como una simple observadora, sino como un eslabón importante en la generación de
herramientas para las necesidades que surjan del contexto (Gómez-Restrepo, 2003; Urrego-
Mendoza & Escobar-Córdoba, 2015). Las instituciones educativas deben reconocerse en
medio del conflicto y de la implementación de los acuerdos de paz comprometiéndose con
tres aspectos fundamentales: el conocimiento, la formación del talento humano y la
contribución al desarrollo del país. Lo anterior también alude a verse sujetas a una voluntad
política que no debe desconocerse (Silva, s. f.). De esta manera, es innegable el altísimo
potencial de cambio atribuido a la educación en la formación de seres conocedores de sus
propias necesidades y las del contexto (Buitrago, 2015), logrando así que los sujetos que
acuden a formarse en dichas instituciones, sean a su vez la respuesta a los tres aspectos
mencionados anteriormente. Son necesarias, además, reflexiones por parte de los psicólogos
para afrontar con entereza los retos venideros, evidenciándose la necesidad de replantear
asuntos como la concepción victimizante de las personas que están inmersas en situaciones
de violencia, el enfoque dado a la intervención psicosocial y la gestión pública como un
campo en el que los psicólogos deben tener una participación activa para la implementación
de los acuerdos. La concepción de víctima como desvalido es un elemento recurrente en las
investigaciones en psicología. Molina-Valencia en el año 2010, decidió desplazarse junto con
un equipo investigador a zonas rurales del país con el objetivo de convertir a aquellos seres
dolientes en actores sociales, llevándolos a identificar sus problemáticas y crear escenarios
en los cuales hacer frente a lo vivido.

No se contaba en la investigación con que muchas de aquellas víctimas que sufrían en silencio
a los ojos del equipo de psicólogos, eran ya líderes comunitarios o madres cabeza de familia
que reconfiguraron los significados de los sucesos previos y guiaron a sus pueblos a construir
paz. Deben generarse cambios respecto a la concepción de estos sujetos considerados a la
ligera como “pasivos”, ya que hay una gran diferencia entre insertarse en un medio e intentar
oír la presencia o ausencia de elementos que dan cuenta de eso que se va a buscar, y llegar a
contextos en los que se escuchen libremente las necesidades de la población, teniendo como
norte el bienestar de ellas (Rebolledo & Rondón, 2010; Molina-Valencia, 2015).Por su parte,
el rol del psicólogo en el ámbito psicosocial, específicamente en la reparación a víctimas,
debe reconocer dos dimensiones importantes: el daño individual y el daño colectivo. En el
acercamiento al trabajo con víctimas debe reconocerse la subjetividad de éstas, además de
contemplar las necesidades frente al acompañamiento y fortalecer los recursos de las
colectividades (Rebolledo & Rondón, 2010).Los proyectos o intervenciones terapéuticos
basados en modelos individuales centrados en la narración de los hechos dolorosos podrían
alienar a las personas de sus comunidades en un momento en el que el énfasis debería ser la
reconstrucción de los lazos sociales entre las personas y los grupos fragmentados. Por lo
tanto, el modelo occidentalizado de psicoterapia, en donde al individuo, al tratar de
singularizarlo, se le saca del contexto social para ser atendido, es aceptado y eficaz en
escenarios urbanos, pero en el contexto rural deben incluirse los procesos de
acompañamiento comunitario y social que hay alrededor de la práctica psicológica, porque
el conflicto armado en Colombia es rural todavía y porque los recursos que se potencien se
desarrollarán dentro de ese mismo contexto, y, en ocasiones, aún con la presencia de
condiciones de intimidación o amenaza (Rebolledo & Rondón 2010).De acuerdo con
Nussbaum (2016) el fin del conflicto armado en Colombia debe entenderse como una etapa
más de la formación del Estado en el país; con esto se deja claro que existe la necesidad de
repensar y rediseñar muchos instrumentos de acción estatal. Un ejemplo de esto son los
mecanismos de reparación donde se logra observar una hegemonía de las políticas públicas
encaminadas exclusivamente a la reparación material de las víctimas; según Rebolledo y
Rondón (2010), al existir esta dinámica política no se reconocen los diferentes alcances del
sufrimiento, es decir, si bien se restituyen algunos derechos fundamentales, estas políticas se
quedan cortas en el nivel de mitigación del daño, dejando de lado el hecho de que existen
también lógicas más complejas como la impunidad, que llevarían a que la reparación se
dificulte. Por esto a nivel de gestión pública, es importante que el psicólogo asuma un papel
participativo ya que este campo es el enlace entre la academia y el Estado como impulsor de
estrategias alter-nativas en las dimensiones económicas, socioculturales y político-
administrativas (Tatis, 2013). Por tanto, dentro del proceso para finalizar con la violencia y
la lucha armada en Colombia, la administración pública se interpreta en función de procesos
que permiten crear condiciones para escenarios donde victimarios, víctimas y sociedad en
general interactúan (Salamanca, 2015).

Puede concluirse que, de las perspectivas académica y legislativa, emergen elementos


importantes a la hora de sugerir transformaciones necesarias respecto al rol desempeñado por
parte de los psicólogos en la implementación de los acuerdos de paz. El marco legislativo,
plantea la interdisciplinariedad como aspecto esencial en la atención a actores del conflicto
armado en miras de atender integralmente. Sumado a lo anterior, desde el ámbito académico
se toman como premisas fundamentales replantear la concepción de víctimas como sujetos
desvalidos y lejanos a identificarse como actores sociales; la intervención psicosocial como
elemento que trasciende la singularidad e integra el contexto social y cultural de los
individuos, y finalmente, la invitación a relacionarse con el campo de la gestión pública
viendo en ella una oportunidad para articularse con el sector público y contribuir eficazmente
a la implementación de los acuerdos de paz

Los psicólogos como actores en la implementación de los acuerdos de paz: reflexiones, retos
y alternativas. Available from:
https://www.researchgate.net/publication/320722185_Los_psicologos_como_actores_en_la
_implementacion_de_los_acuerdos_de_paz_reflexiones_retos_y_alternativas [accessed Oct
17 2018].

Vous aimerez peut-être aussi