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Unidad 3: “Las relaciones internacionales desde la Revolución francesa hasta la caída de Napoleón”

1. Contexto internacional de la Revolución francesa

La revolución francesa no es un hecho aislado, un hecho simplemente nacional, sino que constituye el episodio más importante de
la gran revolución que afectaba a occidente, tanto por su intensidad (transformó profundamente a Francia) como por su
trascendencia (se extendió por gran parte de Europa y ejerció gran influencia en el mundo). Esta revolución estallará en 1789 y
durará durante 10 años.

Las causas del estallido de dicha revolución son varias:

a) causas económicas: Los derroches de la monarquía habían dejado la hacienda en situación desastrosa, malas cosechas y
hambres agudizaron el descontento en el campo y en la ciudad. Las pretendidas reformas de varios ministros encaminadas a la
supresión de privilegios e imposición de tributos a las clases privilegiados fracasan rotundamente.

Francia era un país eminentemente rural, de los 26 millones de habitantes, 24 millones vivían en el campo y 20 millones eran
campesinos. Pero había grandes diferencias de fortuna, pues, las tierras estaban concentradas en la nobleza y el clero. Esto hacía
que la sociedad se encontrase en ebullición y que los miembros del Tercer Estado (masas urbanas, burgueses y campesinos –
apoyados por el bajo clero y la nobleza) buscaran el cambio. En contraposición de ellos, el clero en general y la nobleza, que eran
las clases más acaudaladas no querían el cambio.

En Francia había una fuerte crisis económica, debido a que la burguesía con talento, que se consideraba apta para todo, no podía
llevar adelante ningún cambio ya que su accionar se encontraba con las trabas de la aristocracia (nobles y clero), clase que
poseía entre el 30% y el 40% de la tierra. Por el tanto no querían modificar el régimen feudal y agrario francés para impedir la
ascensión social de los miembros del Estado llano o del Tercer Estado (a diferencia de Inglaterra donde se llevó adelante la
Revolución Industrial)

b) causas sociales: la actitud egoísta y cerrada a toda cesión por parte de los estamentos privilegiados provoca la rebelión del
estado llano. Los burgueses aspiran a acabar con el exclusivismo político y social de la nobleza .Por otra parte se produce el
progreso del tercer Estado en todos los dominios, sobre todo en el comercio y en la industria que se contraponen a la gran
cantidad de “familias acomodadas”, llenas de hombres bien educados que se encargan de la cosa pública y que concentraban,
desde hacía mucho tiempo, el poder. El campesinado busca librarse de las cargas feudales con las que la nobleza y el clero le
oprimen. Los campesinos tenían que pagar tributos al Señor, al Rey y a la Iglesia.
- A la Iglesia, los diezmos que se pagaban suponían todos los años desde la 1/12 a la 1/15 partes del producto bruto de las tierras
del campesino. –
- Al Rey, la talla era una contribución territorial, no era fija, pero se imponía proporcional al valor de la tierra y vivienda del
campesino (en la práctica, el fisco tomaban del campesino cuanto podían hasta tal punto que el campesino astuto dejaba
desmoronar su casa pretendiendo estar en la mayor miseria para que los tasadores no le aumentaran el valor de su propiedad y
por ende el valor del impuesto). La capitulación era otro impuesto que se pagaba al Rey por cabeza (era una suma
insignificante).El impuesto sobre la renta alcanzaba la vigésima parte de los ingresos. Debían pagar también al Rey impuestos
indirectos, como por ejemplo, la gabela de sal, cada persona debía comprar al año 7 libras de sal de las salinas del gobierno al
precio de 10 veces mayor a su valor real. La corvea suponía a veces varias semanas de trabajo al año para hacer los caminos (se
lo obligaba al campesino).
- Al Señor feudal tenía que dedicarle 3 días de trabajo por semana; si el campesino quedaba exento de trabajo servil debía
pagar una suma de dinero (renta) sustituyendo los servicios; a la muerte del labrador se pagaba una renta doble; si se vendía la
granja la 1/5 parte era para el Señor feudal; por último debían pagar una renta anual por protección del servicio militar que ni los
campesinos pedían ni recibían.

Los miembros del Tercer Estado pretendían que se acaben las distinciones de clases y que se lleve a cabo las reuniones de
Estados Generales1. Los “Estados Generales”, era una antigua institución, que el absolutismo hacía dormir desde 1614, y los
privilegiados esperaban la consagración y la protección de sus privilegios. Los derechos políticos del Tercer Estado eran nulos.

c) causas políticas: la crisis del estado absolutista es clara en la Francia prerrevolucionaria. Había grandes dificultades de tipo
financiero. La reacción de los cuerpos aristocráticos debilita la posición de la monarquía. La escasa popularidad de los Borbones y
la falta de energía reflejan en pasividad y falta de dotes de gobierno.

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Los Estados Generales en la Francia del Antiguo Régimen eran una asamblea convocada por el Rey de manera excepcional y a la que acudían
representantes de cada estamento: la nobleza (primer estado), el clero (segundo estado) y los representantes de las ciudades que disponían de
consistorio (tercer estado). Fueron creados en 1302 por Felipe IV de Francia, el Hermoso, disueltos por Luis XIII en 1614, y convocados de
nuevo por Luis XVI en 1789, habiéndose reunido un total de 21 veces en 487 años. Eran una asamblea excepcional, y su reunión solía significar
la respuesta a una crisis política o financiera, que obligaba a conocer la opinión de los representantes de los principales poderes del país para
confirmar una decisión real, particularmente en materia fiscal.
d) causas ideológicas: La revolución cuenta en Francia con un cuerpo de doctrina que ha sido elaborado a lo largo del siglo por los
teóricos de la ilustración y difundido mediante la enciclopedia, las numerosas sociedades de pensamiento y las logias masónicas.
Sus principios sociales y políticos constituyen la base ideológica sobre la que la burguesía construye su crítica al antiguo régimen
y su modelo de estado. El planteamiento del liberalismo económico y democrático de Rousseau. “La Enciclopedia” sentó la idea
del Estado libre, del liberalismo económico. La impregnación de todas estas ideas en la Francia post-revolucionaria llevó a que la
Reforma que intentaron llevar adelante los monarcas luego de la caída de Napoleón no cuaje.

1-a- El cambio de legitimidad

La Revolución Francesa responde a una triple aspiración de cambio. Produjo un cambio en la legitimidad de origen: de la
legitimidad monárquica se pasó a la soberanía nacional o popular.

a) en el aspecto político significa la abolición del Antiguo Régimen y de la Monarquía absoluta. En su reemplazo propugnó una
administración constitucional, con un parlamento por medio del cual el pueblo pudiera expresar su opinión e intervenir en el
gobierno del país.
b) en el aspecto social, el movimiento lucha por la libertad individual, la igualdad de todos los habitantes ante la ley y la supresión
de los privilegios.
c) en el aspecto u orden económico se opuso a la injusta repartición de los impuestos y sostuvo una más equitativa distribución de
la riqueza.

1-b- El proceso revolucionario y la intervención europea.

Se distinguen 3 fases revolucionarias en el inicio de la Revolución (según Lefebvre):


a) Fase aristocrática: por oposición de los dos estamentos superiores a las medidas que intentaban terminar con el déficit del
Estado Francés mediante nuevos impuestos a las propiedades.
Como el problema económico se agudizaba con el tiempo, y ante los sucesivos fracasos, Luis XVI optó por llamar a la reunión de
los Estados Generales (no se reunían desde 1614). Ésta era la única forma legal de obtener nuevos recursos financieros.
- Otorgó doble representación a la burguesía, 3er. Estado, (600 diputados). Mientras que el clero y la nobleza tenían 300 cada
uno.
- El voto sería por estamento: 1 voto por cada uno de los 3 Estados (clero – nobleza – burguesía), lo que aseguraba el triunfo de
los privilegiados.
- El 3er. Estado exigía el voto por cabeza ya que siendo mayoría, además podría contar con la adhesión de los diputados del clero
y la nobleza que querían reformas.

b) Fase burguesa: “la asamblea nacional”: mientras que la nobleza y el clero se reunían en 2 salas reservadas, los diputados del
Estado llano (3er. Estado) deliberaban en otra a la que llamaban “Nacional”, considerando como rebeldes a quienes no lo hacían
en ella. A causa de estas reuniones, Luis XVI mandó a cerrar las salas de sesiones y los diputados se tuvieron que trasladar a la
cancha de juego de pelota y juraron no separarse jamás y reunirse en cualquier parte, hasta lograr la sanción de una constitución.

c) Fase popular: “la toma de la Bastilla”: se trata de un típico móvil de masas provocado en gran parte por la situación crítica del
abastecimiento de la capital y por el aumento de precios (sobre todo del pan). La sublevación se produce el 14 de Julio de 1789.
La multitud saqueó las armerías y el cuartel de los Inválidos. Se proveyó de gran cantidad de fusiles y cañones y se atacó la
prisión de la Bastilla que simbolizaba la arbitrariedad del absolutismo real. Los Sans Coulottes 2 pertenecientes a los sectores más
miserables de la sociedad se organizaron en clubes y sociedades fraternales y apoyaron a los sectores más radicales.
La falta de orden y garantías desembocaron en un temor colectivo que se denominará “el gran miedo”. Muchos nobles
abandonaron el territorio de Francia (ellos fueron los primeros “emigrées”).

Francia disponía de fuerzas: a) la población (Francia poseía 26 millones de habitantes y si bien los Habsburgo poseían también
mucha cantidad y Rusia unos 40 millones, la población francesa era concentrada y homogénea) b) el grado de madurez del
pueblo (el pueblo francés tenía conciencia de sus propios problemas y trataba de darles solución. Los problemas rurales fueron
planteados por los campesinos y éstos lograron una integración nacional con una solidez sin igual en Europa)

La Asamblea Constituyente: agosto de 1789

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Miembro de uno de principales grupos que intervinieron en el proceso revolucionario francés. El término “sans culotte” procede de la prenda
de vestir (el culotte) que portaban a finales del siglo XVIII las clases acaudaladas de Francia y que, por contra, no era utilizado por las clases
populares, que lo sustituían por pantalones largos. Los sans culottes procedían de los sectores menos acomodados la sociedad urbana francesa,
integrados por artesanos, sirvientes, pequeños comerciantes y obreros varios, es decir, aquellos que padecían con mayor intensidad la crisis
económica que aquejaba a Francia desde 1788. Durante los inicios de la revolución, los sans culottes formaron el núcleo fundamental que se
amotinó contra la monarquía, protagonizando los principales desórdenes (asalto a la Bastilla, palacio de las Tullerías, etc.). Más tarde, entre 1792
y 1795, jugaron un importante papel en la revolución, constituyendo junto a los jacobinos la fuerza más radical durante el Régimen del Terror, y
responsable entre otras, de la decisión de ejecutar al rey Luis XVI.
La Revolución Francesa en 10 años tuvo 3 constituciones diferentes, con tres gobiernos diferentes, y en parte llegando a
contradecirse unas con otras.3

Tras los Estados Generales, y el rechazo de estos por el Tercer Estado, los franceses se propusieron dar una constitución a
Francia de la que antes carecían. Por primera vez en Europa un Estado conocía una constitución escrita.

Era el 3 de Septiembre de 1791, sancionada por el rey 10 días más tarde y jurada un día después. Los hechos más significativos
de esta asamblea constituyente fueron:

- decretó la abolición de los derechos feudales y cualquier tipo de privilegio, del régimen feudal y el diezmo (4 de Agosto)
- aprobó la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (26 de Agosto)

- nacionalizó la Iglesia (venta de bienes del clero). Esta reforma no cuenta con el papado lo que provocó fuertes tensiones
de la iglesia con el estado francés lo que produjo la supresión de órdenes religiosas que no se dedicaran a enseñanza u obras de
caridad, y que se promulgara una constitución civil del clero, en la que estos pasaban a ser funcionarios públicos.

- sancionó normas para favorecer la industria

- produjo una nueva división administrativa en 83 departamentos subdivididos en distritos y éstos a su vez en cantones,
dirigidos por una persona elegida por sufragio

- sancionó la Constitución (14 de Septiembre - 1971), que introduce cambios en el concepto de soberanía nacional, la
división de poderes y el concepto de representación nacional bajo sufragio restringido sobre una base económica. Ésta estaba
basada en los siguientes puntos:

 división de poderes: el poder del Rey quedaba limitado por la Constitución Nacional y por el control de una Asamblea
elegida por la Nación soberana (Poder Ejecutivo y Poder Legislativo)

 descentralización de la administración: se crearon 83 departamentos. Los ayuntamientos incrementaron sus atribuciones.


Los jueces (Poder Judicial) pasaron a ser nombrados y pagados por el Estado, poniéndose fin a las justicias señoriales y a la
venta de cargos por parte del Rey.

 Constitución civil del clero: los sacerdotes se consideraron funcionarios públicos y debían jurar la Constitución Nacional.

 Ciudadanía activa: configuró los derechos políticos a los mayores de 21 años que tuvieran una renta determinada para
afrontar la crisis financiera. Se recurrió a: * la venta de bienes del clero, * creación de un papel moneda (el asignado)

Pero antes de la creación de la Constitución debemos remontarnos a dos declaraciones anteriores: a) la constitución civil del clero
(aprobada por la Asamblea Nacional en 1790, fue uno de los puntos que Napoleón más tarde tenía que negociar con el Papa en el
Concordato con la Santa Sede de 1801) y b) la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (redactada en 1789, los
pensadores que hicieron la declaración luchaban por la igualdad del individuo y pretendían exportar, de hecho lo hicieron, los
ideales revolucionarios por todo el mundo: igualdad, abolición del feudalismo, separación entre Iglesia y Estado, etc.)

La Asamblea Constituyente se disolvió al finalizar su tarea y se convocó a elecciones para una nueva Asamblea. Luis XVI prestó
juramento de fidelidad y prometió defender la Constitución Nacional.

La Asamblea Legislativa (octubre 1791 – Agosto 1792)

- Composición: tendencias: sobre su ubicación en la Asamblea.


- Derecha: girondinos: partidarios de una monarquía limitada (264 diputados)

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Las constituciones de 1793 y 1795: La constitución de 1791 es Monárquica y sancionada por el rey, mientras que las otras dos, son
republicanas, muerto el rey ahora la constitución es votada por la Convención Nacional y por la aceptación del pueblo. Una virtud que exhiben
las tres constituciones es el hecho de poner primero los Derechos del Hombre y del Ciudadano, antes que la constitución misma. Así se cumple
el principio de que la soberanía de la nación reside en el pueblo. La soberanía reside esencialmente en la totalidad de los ciudadanos. La
Soberanía es una, indivisible, inalienable e imprescriptible; pertenece a la nación: ninguna parte del pueblo ni ningún individuo pueden atribuirse
su ejercicio.”
- Centro: independientes: sin opiniones precisas (345 diputados)

- Izquierda: montaña: buscaron limitar al máximo la autoridad del Rey. Propagaron el voto universal. Son conocidos también
como “montañeses” por ocupar los lugares más fabriles del Antiguo Régimen.

Se decretó el secuestro de los bienes de los emigrados y la demostración del clero refractario que se negó a aceptar la
Constitución Nacional Civil del Clero. El Rey veta estos decretos y esto lleva a: * un choque entre el Rey y la Asamblea (debido a
que vetó los decretos) * las potencias europeas decidieron intervenir apoyadas por el propio Rey Francés.

Si bien Francia era materialmente impotente resultaba peligrosa para el resto del continente europeo por los principios de la
Revolución y la posibilidad de propagación de los mismos. Además Francia se encontraba en una posición de privilegio por su
cultura y si bien su idioma no era universal se consideraba prestigioso en el ámbito de la nobleza europea.

La Iglesia, sobre todo la católica, fue el grupo más afectado por la Revolución. Temía porque ya se había sancionado la
Constitución civil del clero, se habían vendido sus bienes y no sólo perdía bienes materiales sino también se recortaban cada vez
más sus facultades y competencias.

El temor por parte de Inglaterra es que allí, la Revolución Industrial (entre 1775 – 1780, segunda mitad del siglo XVIII, principios
del siglo XIX) había desarrollado un nuevo grupo social que era el proletariado urbano, el cual vivía y trabajaba en condiciones de
extrema miseria. Muchos creían a este grupo peligroso para el orden social. Se temía a que este grupo tomase el ejemplo francés
de revolución social.

En Europa central y oriental la rutina agrícola y la deficiente producción mantenían una inestabilidad social análoga y el temor era
hacia la revolución agraria francesa y el gran terror del campo.

Leopoldo II (Rey de Austria, quien luego muere y es sucedido por Francisco II) y Federico Guillermo II (Rey de Prusia) firmaron
una Alianza y publicaron una declaración en la que defendían los Derechos del Soberano Francés como un problema europeo.
En julio, Austria concretó una Alianza con Prusia y sus ejércitos invadieron Francia. La Asamblea proclamó “la Patria en peligro”
(11 de Julio), dispuso el reclutamiento en masa y forzó a Luis XVI a declarar la guerra a Austria. No obstante, Austria exigió plena y
completa libertad para el Rey.

La Asamblea votó la suspensión del Rey y convocó una Convención Nacional para modificar la Constitución Nacional y juzgar la
conducta del Rey. Éste fue reemplazado por un Consejo Ejecutivo integrado por girondinos y extremistas.

1-c- La convención nacional y el directorio

La Convención Nacional (Septiembre 1792) estuvo compuesta por 749 diputados elegidos por sufragio universal (por primera vez
aceptado). Tuvieron derecho a votar todos los ciudadanos mayores de 21 años, inclusive obreros y campesinos. Se creó un
profundo antagonismo entre girondinos (derecha), quienes querían un gobierno moderado, y montañeses (izquierda), quienes
pretendían una dictadura y hegemonía de París sobre las Provincias.

La I República: se acordó por unanimidad la abolición de la monarquía y el juzgamiento de Luis XVI. El hallazgo de un documento
que probaba la inteligencia del ex Rey con los emigrados y extranjeros convenció a la mayoría sobre su culpabilidad. Luis XVI fue
sentenciado a muerte, siendo guillotinado el 1 de Enero de 1793 en la “Plaza de la Revolución”, hoy “Plaza de la Concordia” de
París. La muerte del ex Rey causó gran indignación en Europa y otras potencias (España, Rusia, Portugal, Cerdeña, Gran
Bretaña, Nápoles).

2. Rusia y el “proyecto griego”

3. “Los repartos de Polonia”

- Primera partición (1772): Tratado que se realizó en 1772 según el cual la República de las Dos Naciones (Reino de Polonia y
el Gran Ducado de Lituania,) se dividía entre Rusia, Austria y Prusia.

En la época de Pedro I el Grande y Catalina la Grande de Rusia, Polonia conoció momentos de debilidad. En esta etapa fue
elegido rey Estanislao Augusto Poniatowski, quien intentó realizar reformas, como la Constitución del 3 de mayo, pero la presión
de Rusia, Prusia y Austria y la oposición de los nobles impidieron su realización, lo que llevó al Primer reparto de Polonia.

En febrero de 1772, en San Petersburgo, se estipularon las condiciones del desmembramiento de Polonia, el cual tenía la
oposición de María Teresa de Austria. Sin embargo, Austria se adhirió al tratado en agosto del mismo año.
Federico II el Grande escribió sobre la participación de la emperatriz María Teresa (del católico) en la primera división de Polonia
en una letra: “La Emperatriz Catalina y yo somos simples ladrones.

La Dieta polaca tuvo que dar su conformidad a la desmembración del país, en 1773. Rusia se apoderó de Livonia y Bielorrusia
hasta el Dvina y el Dniéper. Austria se anexionó los siete voidovados de la Galitzia Oriental y la Pequeña Polonia, excepto
Cracovia. Prusia, gobernada por Federico II el Grande (quien había movido los hilos para la desmembración de Polonia), pudo
realizar su sueño de unir Brandeburgo y Prusia a través de Prusia Central (excepto Danzig y Thorn), que anexionó a su Reino
junto a una porción de Polonia que iba hasta el Nietze.

Debido a la división de Polonia entre las potencias centroeuropeas y Rusia, la resolución del conflicto ruso-turco se facilitó. 4

En 1792, Polonia es invadida por Rusia. A finales del siglo XVIII, la fuerza y la expansión rusa se convirtieron en factores
primordiales de las relaciones europeas. En el terreno económico, la población total alcanzaba los 40 millones de habitantes, pero

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La Guerra Ruso-Turca de 1768-1774 fue un conflicto decisivo que estableció el control ruso de facto sobre el sur de Ucrania, hasta entonces
dominada por el Imperio Otomano a través de su estado títere, el Kanato de Crimea.

Orígenes: la guerra fue una consecuencia inesperada de la tensa relación que se vivía en Polonia, donde varios nobles se rebelaron contra el
gobierno del rey Estanislao II, antiguo amante y títere de la emperatriz Catalina II de Rusia. Estos nobles, reunidos en la llamada
Confederación de Bar, atacaban a las tropas rusas desplegadas en Polonia en apoyo de Estanislao II y luego se retiraban a países vecinos
para protegerse de las represalias rusas.

En 1768 un grupo de cosacos (pueblo nómada, guerrero y amante de la libertad que se estableció en el sur de Rusia y Ucrania) al servicio de
Rusia persiguió a una banda de confederados hasta la ciudad de Balta, en la actual Ucrania, que por entonces formaba parte del Kanato de
Crimea. Los crimeanos acusaron a los cosacos de matar a varios de sus conciudadanos, cosa que Rusia negó, y pidieron ayuda a su señor, el
Sultán Mustafá III de Constantinopla. En base a esto, Mustafá III declaró la guerra a Rusia el 25 de septiembre de 1768 y estableció una alianza
con los rebeldes polacos. Por su parte, Rusia se ganó el apoyo de Gran Bretaña, lo que le garantizaba un acceso sin problemas al Mar
Mediterráneo así como algunos consejeros navales.

Desarrollo: a pesar de que el Imperio Otomano declaró la guerra primero los turcos se mostraron incapaces de llevar la iniciativa durante toda la
contienda, motrándose faltos de una estrategia real. Esto permitió al General Aleksandr Suvórov maniobrar sin problemas en Polonia,
donde capturó Cracovia en 1768 a los sublevados y luego aplastó la rebelión en el resto del país. Mientras tanto, la flota rusa del Báltico
penetró en el Mediterráneo y arribó en febrero de 1770 a Morea (Sur de Grecia), donde los rusos tenían agentes secretos desde años
antes, y estimuló una rebelión popular contra los turcos que, sin embargo, no se extendió al resto del país. Aún así, esto forzó a los
turcos a enviar refuerzos a Grecia en detrimento de Ucrania, labor que se vio complicada con la posterior derrota y destrucción de la flota
otomana en la Batalla de Chesna, que tuvo lugar entre el 5 y el 7 de julio de ese año frente a la isla egea de Quíos.

El mismo día que el Almirante Orlov derrotaba a la escuadra turca en Chesna, el Mariscal de Campo Pyotr Rumyantsev penetró en la Ucrania
otomana y derrotó a los turcos y sus aliados tártaros en dos batallas sucesivas sobre el río Larga, tras las cuales los rusos ocuparon la mayoría de
las fortalezas existentes en la región. También ofrecieron a los crimeanos cambiar de bando y aliarse con ellos contra los turcos, cosa a la que el
Kan Sahib II Giray se negó. Sin embargo, un ataque sorpresa sobre la propia Península de Crimea le obligó a recapacitar por lo que envió a su
sobrino y sucesor, el príncipe Şahin Giray, a San Petersburgo para que negociara una paz con la Emperatriz Catalina II en persona. Crimea
abandonó entonces la guerra y con ello, su largo vasallaje al Imperio Otomano.

En 1773 Suvórov dio la campaña de Polonia por finalizada y marchó a Ucrania para combatir a las fuerzas otomanas que aún quedaban allí.
Ganó una batalla tras otra, dando pie a su posterior fama de general invencible. El Imperio Otomano solicitó la paz en 1774.

Consecuencias: el 21 de julio de 1774 Rusia y Turquía firmaron el Tratado de Küçük Kaynarca, que ponía fin a la guerra. De acuerdo con el
tratado, el Imperio Otomano reconocía la independencia de un reducido Kanato de Crimea (cosa que lo convertía de facto en un estado
satélite de Rusia) y se comprometía a pagar 4'5 millones de rublos como indemnización de guerra. Rusia ganaba además el derecho a
construir dos puertos en el Mar Negro, cosa que hasta entonces le había estado vetada. Finalizaba así el monopolio otomano sobre el mar
y se abría la posibilidad a un ataque naval ruso sobre la misma Constantinopla en el futuro.

Por su parte, el Kanato de Crimea sobrevivió a la guerra, pero quedó sumido en la ruina y dividido entre facciones fuertemente enfrentadas que
apoyaban a Rusia o a Turquía. Usando como pretexto la guerra civil que por esta causa desangraba el país, los rusos ocuparon Crimea en 1783 y
depusieron al último Kan, Şahin Giray, el mismo que años atrás había sido recibido por la propia Catalina II. Exiliado al Imperio Otomano en
1787, fue finalmente apresado y ejecutado por traición por orden del nuevo sultán, Abdul Hamid I, que no le perdonó su papel en la negociación
de la paz con Rusia y el consiguiente abandono de Turquía en la guerra.

De hecho Turquía no aceptó formalmente la anexión de Crimea a Rusia en 1783, por lo que la visita de Catalina II a la península en 1787 fue
utilizada como pretexto para la nueva guerra ruso-turca que estalló ese año.
al Estado le costaba gran trabajo extraer recursos de una humanidad desperdigada, de un mundo esencialmente campesino, de
una economía atrasada, donde la evolución de la técnica sólo penetraba en algunos grandes dominios o en regiones privilegiadas.
Sin embargo, la producción industrial dirigida por el Estado era importante: y el ejército disponía de un material notable. La gran
metalurgia proporcionaba hierro y cobre. La producción de material de guerra era particularmente activa. Catalina seguía siendo el
centro de todo y declaró “sin nobles no hay reino”.

Con respecto a Polonia, presentaba una estructura social que no difería en nada de la rusa; pero las ideas de la ilustración habían
penetrado en ella y en el esfuerzo de renovación que allí se intentaba, ocupaba un lugar el proyecto de liberación campesina.

El desastre del primer reparto (1772) agobiaba aún a Polonia. Los rusos tenían tropas en su territorio, y su embajador parecía
manejar completamente al embajador Estanislao Augusto Potianowski y al consejo permanente adjunto. Socialmente, Polonia
seguía estando mal asentada. Continuaba siendo una “república de nobles que tenía siervos”. Sin embargo se realizaba un
vigoroso esfuerzo de regeneración, al cual se le opusieron no sólo los nobles de Polonia sino también Austria, Rusia y Prusia. En
1786, el ejército estaba formado por 18000 hombres bien instruidos. La Dieta que se reunió en 1788 se demostró dispuesta a
llevar adelante profundas reformas. A este espíritu de renovación se le oponían los partidarios de Rusia, el partido conservador.
Polonia no podía prescindir de una alianza. Catalina II se mostró reticente al principio. La proposición fue del agrado de la Dieta
que era antirusa. Federico Guillermo apoyaba la petición, y como la ofensiva rusa en Oriente iba mal la zarina se vio obligada a
ceder. El 29 de marzo de 1790, una alianza de garantía recíproca hacía expresamente una causa conjunta de toda intromisión
extranjera en los asuntos polacos.

La reforma constitucional de 1791, fue obra común del rey, de los nobles patriotas y de la burguesía. Tal reforma afianzaba el
poder real, haciendo la Corona hereditaria en la casa de Sajonia. Creaba dos cámaras. Ampliaba los derechos de la clase media y
concedía a los siervos garantías legales. El ejército era aumentado hasta 100000 hombres y los estudiantes tenían que hacer la
instrucción. Las fuerzas militares y los recursos financieros de Polonia y Lituania fueron unidos. Este esfuerzo renovador fue
acogido con simpatías por Inglaterra. En Francia, aristócratas y jacobinos criticaban la constitución, y los moderados la aprobaban.
La nueva constitución polaca proporcionaba el casus belli.

Rusia confirmó que no estaba dispuesta a defender una constitución “que la República había adoptado sin su consentimiento y sin
su concurso”. Se apreció pronto una ruptura entre polacos y lituanos. Mientras tanto en la frontera flamenca se habían producidos
los primeros encuentros entre franceses y austriacos. De este modo se concretaba la doble preocupación que había de ser, para
Viena y para Berlín, la acción de “las potencias que ocupaban sus flancos”: Francia en revolución, Rusia en expansión.

Al mismo tiempo que se produce el segundo reparto de Polonia finalizaba la guerra ruso – turca de 1787 – 1792. 5

- Segunda partición (1793): Transcurridos dos lustros de este reparto, los polacos se alzaron en busca de su unión y libertad.

Organizaron un ejército para deshacerse del dominio extranjero y la guerra volvió a ensangrentar el territorio de esta nación.
Lucharon, dirigidos por el patriota Tadeusz Kosciuszko; mas al cabo debieron afrontar una nueva división de sus tierras. Así, Rusia

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La Guerra Ruso-Turca de 1787-1792 se debió al intento frustrado del Imperio Otomano por reconquistar territorios cedidos a Rusia en el curso
de la anterior Guerra Ruso-Turca (1768-1774).

En 1786 Catalina II de Rusia hizo su entrada triunfal en la Crimea anexionada en compañía de su aliado, el emperador José II de Austria. Estos
acontecimientos, junto con la fricción causada por mutuas acusaciones de infracción del Tratado de Küçük Kaynarca, que había terminado la
anterior guerra, inflamaron a la opinión pública de Constantinopla; los embajadores británico y francés, por su parte, también dieron su apoyo
incondicional a los partidarios de la guerra.

La guerra se declaró en 1788, pero los preparativos de Turquía fueron inadecuados y el momento mal elegido, con Austria aliada a Rusia. Los
generales turcos eran incompetentes.

El nuevo y joven sultán Selim III (sultán del Imperio Otomano desde 1789-1807) deseaba ardientemente restaurar el prestigio de su país con una
victoria antes de hacer la paz, pero el estado de sus tropas frustró sus esperanzas. Prusia, que había firmado un tratado ofensivo con Turquía el 31
de enero de 1790, no le prestó ninguna ayuda.

Por el Tratado de Jassy, firmado con Rusia el 9 de enero de 1792, el Imperio Otomano reconoció la anexión rusa del Janato de Crimea
(efectuada en 1783) y cedió Yedisán (Khadsibey y Ochakiv) a Rusia, pasando el Dniéster a ser la frontera europea entre ambos países. La
frontera asiática (el río Kuban) permaneció intacta.
se apropió de una parte de Lituania y otros territorios, mientras que Prusia tomaba posesión de la Posnania que incluía la
desembocadura del Vístula y la ciudad de Danzig.

- Tercera partición (1795): Frente a estas circunstancias, los polacos no cesaron en su intento de unión y libertad. Nuevamente
recurrieron a las armas en su afán de expulsar a los invasores, pero, pese al heroísmo demostrado, fueron otra vez derrotados por
la superioridad que otorgaban los enemigos que atacaban por tres frentes. Los polacos contuvieron a los prusianos en Varsovia,
pero, más tarde, fueron vencidos por el general ruso Suworof. A raíz de esto Prusia ocupó Varsovia; Rusia se adueño de Lituania
hasta el río Niemen, mientras que Austria se posesionaba de todas las provincias del Norte de Galitzia. Polonia, con esto,
desaparecía del mapa político de Europa hasta 1918 en que volvió a figurar.

4. Las coaliciones contra Francia

Son una serie de guerras libradas entre Francia y varias naciones europeas desde 1799 hasta 1815.

Primera Coalición: el nombre Primera Coalición (1793-1797), designa el primer esfuerzo coordinado de varias potencias europeas
para contener la Revolución Francesa. Esta coalición se formó cuando ya había estallado el conflicto bélico.

Conociendo las intenciones de la Asamblea Nacional de exportar la Revolución y el guillotinamiento de Luis XVI de Francia (enero
de 1793), se formó una coalición que comprendía a los siguientes países:

 Austria
 Prusia
 Nápoles
 Cerdeña (en guerra con Francia desde 1792)
 Reino Unido
 Países Bajos
 España

Estas potencias iniciaron una serie de invasiones de Francia tanto por tierra como por mar, con Prusia y Austria atacando desde
los Países Bajos austriacos y el Rin, España invadiendo el Rosellón (en un conflicto que se denominó Guerra del Rosellón), y
Gran Bretaña apoyando las revueltas en las provincias francesas y poniendo asedio a Tolón. Francia sufrió varios reveses
militares (Batalla de Neerwinden, 18 de marzo de 1793; Batalla de Más Deu, 18 de mayo de 1793) y revueltas internas (la revuelta
en Vendée), y respondió con medidas extremas: el Comité de Seguridad Pública, formado el 6 de abril de 1793 y las levas en
masa, reclutando a cualquier soldado en potencia entre los 18 y los 25 años (agosto de 1793).

Los nuevos ejércitos franceses contraatacaron repeliendo a los invasores y echándolos de Francia. Francia estableció mediante la
fuerza de sus armas la República de Baviera, un estado satélite, en mayo de 1795, y obtuvo de Prusia Renania (las tierras de la
ribera del río Rin) mediante el Tratado de Basilea. España, con tropas francesas en Cataluña, Vascongadas y Navarra, firmó la
paz por separado con Francia en el Segundo Tratado de Basilea, en tanto que el Directorio preparó sus planes para conquistar
más territorios en Alemania y el norte de Italia en 1795.

Al norte de los Alpes, el Archiduque Carlos de Austria trató de reconducir la situación en 1796, pero Napoleón atacó a sus fuerzas
en Cerdeña y en Italia continental (1796-1797), culminando en la Paz de Leoben y el Tratado de Campo Formio (octubre de 1797).
La Primera Coalición se hundió, dejando sólo al Reino Unido en su lucha de contención del expansionismo francés, al menos en el
mar.

El Gobierno Revolucionario: Robespierre implantó una dictadura personal pretendiendo impedir la virtud política por medio del
terror. Se transformó al Estado en un Estado laico total donde comenzaron a ser ahora las autoridades civiles las que llevarían los
registros de los nacimientos, matrimonios, defunciones y divorcio (que comenzó a ser admitido). Se prohibieron los actos públicos
religiosos.

El Golpe de Estado de Termidor (28 de Julio de 1794) : los métodos terroristas apelados por Robespierre preocuparon a los
diputados (quienes fueron privados de sus facultades parlamentarias) y lograron detenerlo y sentenciarlo a muerte en la guillotina.
La reacción termidoriana buscó reestablecer el orden y mantener alejados a los extremismos. Para estabilizar el gobierno se
redactó otra Constitución Nacional en 1795.
Barras, revolucionario francés y principal líder político del directorio (1795-1799). Al estallar la Revolución francesa de 1789 apoyó
la causa democrática. En enero de 1793, votó a favor de la muerte de Luis XVI. En 1794, Barras apoyó a la facción que
pretendía derrocar a Robespierre concluyendo con éxito con el Golpe de Estado de Termidor (27 de Julio de 1794). Al año
siguiente, cuando la Convención se sintió amenazada por las Guardias Nacionales descontentas de París se designó a
Barras para comandar las tropas destinadas a la defensa de dicha convención y él nombró a Bonaparte para encargarse de
la defensa. Con esto Barras se convirtió uno de los 5 directores que estaban al mando del Directorio (que era el que había
formado la Convención Nacional cuando Francia declaró “la Patria en peligro” ante la invasión de Austria y Prusia por la
defensa de Luis XVI)
En 1795 el gobierno decide impulsar la redacción de una nueva Constitución que en muchos aspectos supone una vuelta a la de
1791, pues contemplaba el sufragio censitario e incidía en que la igualdad era sólo ante la ley, sin contemplar los aspectos
sociales que sí se incluyeron en la Constitución de 1793. La Constitución de 1795 dejaba el poder ejecutivo en manos de un
Directorio de cinco miembros (para evitar la repetición de la dictadura y de la monarquía absoluta), mientras el poder legislativo
estaba compuesto por dos cámaras: la baja o Consejo de los Quinientos y la alta o Consejo de los Ancianos (electos por el
Consejo de los Quinientos)
El periodo siguió dominado como en los años anteriores por la inestabilidad política, y así durante una revuelta de partidarios del
Antiguo Régimen en octubre de 1795, el directorio se vio obligado a pedir el apoyo del ejército donde apareció como salvador un
joven general, Napoleón Bonaparte, que en años posteriores desempeñará un papel político esencial.
El nuevo ejército francés contraatacó la invasión de la Primer coalición y se dio fin a ésta con el Tratado de Basilea y de La Haya. 6
Al año siguiente, 1796, la revuelta política vino desde el otro extremo (porque la anterior la revuelta era pro-antiguo reg.) político
con la conjura de inspiración comunista, dirigida por Babeuf, y que se manifestaba contra la existencia de la propiedad privada.

La campaña de Italia: Días después de su matrimonio, Bonaparte tomó el mando del Ejército francés en Italia, al que lideró
exitosamente en la invasión de dicho país. Antes de partir, arengó a sus tropas con estas palabras: «Soldados: estáis mal vestidos
y mal alimentados. El gobierno os debe mucho. Grandes provincias y ciudades serán vuestras. Allí hallaréis gloria y riqueza». Por
aquella época ganó el apodo de «Pequeño Cabo» en virtud de su camaradería con la tropa. Logró sacar a las fuerzas austríacas
de Lombardía y derrotó al ejército de los Estados Papales. A raíz de la protesta del Papa Pío VI por la ejecución del rey Luis XVI,
Francia respondió anexionándose dos pequeños territorios papales. Sin embargo, Bonaparte desoyó las órdenes del Directorio de
marchar contra Roma y destronar al Papa. No fue sino un año después que el General Berthier capturó Roma y apresó al Papa,
quien posteriormente falleció por una enfermedad en su cautiverio. En 1797, Bonaparte al mando del ejército derrotó
sucesivamente a cuatro generales austríacos cuyas tropas eran superiores en número y forzó a Austria a firmar un acuerdo de
paz. El resultante Tratado de Campoformio7 le dio a Francia el control de la mayoría del norte de Italia, así como el de los Países
Bajos y el área del Rín. Una cláusula secreta prometía otorgar Venecia a Austria. Bonaparte marchó contra Venecia, ocupándola y

6
Se conocen como Tratados de Basilea a los acuerdos de paz firmados en 1795 entre Francia y Prusia (5 de abril) y entre Francia y España (22
de julio).

Por el primero, Prusia reconocía a la República francesa y le cedía los territorios a la izquierda del Rin. El segundo ponía fin a la guerra iniciada
en 1793, a raíz de la ejecución de Luis XVI. Francia devolvía los territorios perdidos por España en el Norte de la Península, a cambio de la
cesión de la parte oriental de la isla de Santo Domingo.

España, representada por Domingo Iriarte y Francia, representada por el ciudadano Barthelemy, firman el convenio en la ciudad suiza el 22 de
julio de 1795, finalizando la guerra entre sus dos naciones. El Tratado decía:

"El Rey de España, por sí y sus sucesores, cede y abandona en toda propiedad a la República Francesa toda la parte española de la isla de Santo
Domingo en las Antillas. Y agregaba: "un mes después de saberse en aquella isla la ratificación del presente Tratado, las tropas españolas estarán
prontas a evacuar las plazas, puertos y establecimientos que aquí ocupan, para entregarlos a las tropas francesas cuando se presenten a tomar
posesión de ellas." Por último, se concedía que "los habitantes de la parte española de Santo Domingo, que por sus intereses u otros motivos
prefieran transferirse con sus bienes a las posesiones de S.M. Católica, podrán hacerlo en el espacio de un año contando desde la fecha de este
Tratado."

Las noticias sobre la firma del convenio llegaron a Santo Domingo el 18 de octubre de 1795 y no es difícil imaginar la reacción que provocaron
entre unas gentes que llevaban más de un siglo luchando contra la penetración y usurpación francesas en su territorio y que se veían forzadas a
acatar una decisión en la cual no habían participado.

7
Con el Tratado de Campo – Formio se marcó el fin de la Primera Coalición. El Tratado de Campo Formio fue firmado el 17 de octubre de 1797
(día 26 de Vendimiario, año VI de la República Francesa) por Napoleón Bonaparte y el conde Ludwig von Cobenzl como representantes de
Francia y Austria. Este tratado marcó el final de la Primera Coalición, la victoriosa conclusión de las campañas de Napoleón en Italia y el final
de la primera fase de las Guerras Napoleónicas.
acabando con más de 1.000 años de independencia. Posteriormente, en 1797, Bonaparte organizó los territorios ocupados en
Italia en lo que se conoció como la República Cisalpina.

En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo conquistar Egipto para cortar la ruta británica a la
India. La invasión fracasó tras la batalla del Nilo y Napoleón regresó a Francia. Aunque ambas campañas (Italia y Egipto) se
produjeron durante el régimen del Consulado, antes de la asunción del poder por Bonaparte, suelen ser consideradas como la
primera fase de las Guerras Napoleónicas. Fue en ellas donde el líder francés desplegó por primera vez a gran escala su talento
como jefe militar.

Napoleón Bonaparte fue un estratega brillante. Logró absorber los conocimientos militares esenciales de su época y aplicarlos
exitosamente. Como planificador en el campo de batalla fue bien conocido por su creatividad en las tácticas de movilización de la
artillería. Sin embargo su éxito no se debía únicamente a su carácter innovador, sino a su profundo conocimiento e inteligente
aplicación de las tácticas militares convencionales. Como él decía: «He peleado en sesenta batallas y no he aprendido nada que
no supiera anteriormente». Como oficial de artillería, desarrolló nuevas tácticas y empleó la artillería como una fuerza móvil para
respaldar los ataques de la infantería, beneficiándose de la ventaja tecnológica de Francia en materia de armamento. Fue
conocido como un comandante agresivo, que contaba con la lealtad de soldados altamente motivados. También fue el primero que
hizo uso de sistemas de telecomunicación, la llamada «línea Chappe de semáforos», implantada en 1792. También fue un maestro
en materia de espionaje y de engaño. Frecuentemente ganó batallas al conocer de antemano el movimiento de las tropas
enemigas.

Durante su campaña de Italia Bonaparte se convirtió en una figura influyente en la política francesa. Publicó dos periódicos,
inicialmente para sus tropas, pero que circulaban también por Francia. En mayo de 1797 fundó un tercer periódico publicado en
París llamado «Le Journal de Bonaparte et des hommes vertues». Las elecciones de 1797 dieron a los realistas mayor poder, lo
que alarmó a Barras y sus aliados en el Directorio. Los monárquicos, por su parte, comenzaron a criticar a Bonaparte acusándole
de haber saqueado Italia y de haberse excedido en su autoridad al negociar con Austria (lo cual en ambos casos era cierto).
Bonaparte envió con prontitud al General Augereau a París para liderar un golpe de estado el 18 de fructidor (4 de septiembre),
eliminando políticamente a los realistas. Esto devolvió nuevamente a Barras el control, pero ahora dependiendo de Bonaparte
para permanecer en su cargo. Después de finalizar sus negociaciones con Austria, Napoleón regresó a París en diciembre siendo
recibido como un héroe conquistador y la fuerza dominante en el gobierno, mucho más popular que sus Directores.

La primera coalición fue la única que no se produjo ni en el período del consulado ni del Imperio de Napoleón.

El Nuevo Régimen de Francia: el consulado de 1799 - 1804

Tras el golpe de Estado del 18 Brumario, sólo existía una cosa clara dentro de las mentes de los ciudadanos franceses: la
restauración borbónica era impensable. Los nuevos dirigentes de la política francesa Napoleón, Siéyes y Ducos, elegidos
cónsules. El 18 de Brumario hace referencia a una fecha del Calendario republicano francés, coincidente con el 9 de noviembre
según el calendario gregoriano. El día 18 de Brumario del año VIII de la República (9 de noviembre de 1799) Napoleón Bonaparte,
retornado desde la campaña de Egipto, y aprovechando la debilidad política del Directorio Ejecutivo gobernante en Francia, dio un
sorprendente golpe de estado contando con el apoyo popular y del ejército. Napoleón consiguió que los diputados franceses
nombraran Cónsules provisionales a Sieyès, Roger Ducos y a él mismo.

De forma inmediata se preparó la reforma constitucional. Se tomaron medidas para asegurar el orden social en el país,
acompañando las medidas económicas con el destierro de los jacobinos, al tiempo que Bonaparte aumentaba su popularidad
gracias a estas medidas y a sus continuas apariciones públicas, ejerciendo el papel de salvador de la patria. A pesar de que la
República contaba en teoría con tres cónsules, sólo Napoleón llegó a ejercerlo, merced a un truco legal consistente en iniciar el
gobierno de los cónsules por orden alfabético (Bonaparte-Ducos-Sieyès).

Este golpe de estado, que en principio pretendía acabar con la corrupción del anterior gobierno y favorecer los intereses de la
nueva burguesía republicana le condujo a ostentar el título de Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804.

Una vez que el proceso revolucionario en Francia fue controlado y dirigido por los sectores más moderados de la burguesía, se
inició la etapa conocida como el Consulado (1799-1804), cuyo artífice sería Napoleón Bonaparte.
Durante este periodo se llevó a cabo la reorganización y la restauración interior del país, consolidándose las conquistas burguesas
de la Revolución.
En el orden internacional, el Consulado puede considerarse como una etapa preparatoria del Imperio (1804-1814), durante la cual
tuvieron lugar en toda Europa las guerras napoleónicas, provocadas por el empuje militar y las ansias imperialistas de Napoleón,
quien sería nombrado emperador de los franceses.
Tras el golpe de Estado del 18 Brumario fue transformada la Constitución y se instauró el nuevo régimen del Consulado, cuyo
poder supremo estaba en manos de tres cónsules permanentes, de los cuales Napoleón ostentaba el título de primer cónsul.
El Directorio había sido incapaz de lograr la estabilidad. El régimen liberal había fracasado y se presentaba corno el continuador
de los excesos revolucionarios. Napoleón Bonaparte, quien volvía a París con una aureola de triunfos, se presentó como el
paladín de la legalidad y de la paz, garantizando los derechos civiles y la prosperidad, instaurando su poder personal con la ayuda
de la burguesía y del ejército.
La obra realizada por este régimen estuvo encaminada a consolidar las conquistas de la Revolución y defender los intereses de la
burguesía triunfadora.
En el orden interior, Napoleón se presentaba ante los franceses como continuador de los principios revolucionarios, realizando,
con un sentido práctico y realista, la restauración económica, política y administrativa del país.
Creó el Banco de Francia para impulsar la industria y el comercio; emitió papel moneda sobre bases firmes, estabilizando la
situación monetaria. Restableció el liberalismo económico protegiendo a la iniciativa privada, porque la riqueza económica era la
base del poder político. Desarrolló una red de carreteras; se abrieron canales y se construyeron puertos y grandes obras que
dieron trabajo a una gran masa obrera desempleada. Hizo a la Iglesia aliada del Estado como fuerza moral y, para apoyarse
políticamente, creó una aristocracia e inició campañas militares en Europa.
Las reformas introducidas consiguieron dotar a Francia de una sólida organización jurídica, que quedó plasmada en el famoso
Código de Napoleón. En él se pueden observar la influencia del derecho romano, del derecho consuetudinario y de muchas de las
conquistas jurídicas del periodo de la asamblea constituyente y de la Convención.
En el orden internacional, el Consulado consiguió restablecer la paz entre la Europa monárquica, defensora del Antiguo Régimen,
y la Francia revolucionaria, que por entonces ocupaba una posición preponderante en el concierto de las naciones europeas.

El Código Civil Napoleónico recogió todas las innovaciones introducidas en el Derecho Civil por la Revolución Francesa. Fue
ideado para dotar a todas las provincias de las mismas leyes civiles.
Su realización fue confiada a cuatro juristas: Bigot de Prèameneau, Tronchet, Portalis y Maleville.
Expone los grandes logros de la Revolución:
a) Libertad individual.
b) Libertad de trabajo.
c) Libertad de conciencia.
d) Laicismo de Estado.
Estipula la abolición del régimen feudal, haciendo imposible su resurrección.
Da forma al artículo 17 de la Declaración de Derechos: "Las propiedades son inviolables y sagradas".
Se ocupa, asimismo, de las igualdades-desigualdades entre el hombre y la mujer.
Por un lado expone que la capacidad jurídica de la mujer es muy inferior a la del hombre, pero por otra parte permite el divorcio.

Concordato de 1801: La Pacificación Religiosa: para restablecer la paz religiosa en Francia Napoleón entabló negociaciones con
el nuevo Papa. Como primer paso restableció la preeminencia del catolicismo. Bonaparte puso dos condiciones para firmar el
Concordato:
- Dimisión de todo el episcopado francés, e inicio de un proceso de renovación.
- Venta de bienes de las Iglesia.
El 16 de julio de 1801 se firmó el Concordato con la Santa Sede. Supuso una reconciliación de la Iglesia con la Revolución.
Además del reconocimiento de la República por parte del Vaticano, Napoleón pedía la dimisión de los obispos, para proceder a
una nueva designación.
También es aceptada la venta de los bienes del clero, como había "propuesto" Napoleón.
Los clérigos recibirían una paga por parte del Estado.
Se admitía la libertad de culto y se declaraba al estado francés como un estado laico.
Los revolucionarios se opusieron al Concordato firmemente. Habían anhelado la desaparición del catolicismo y se desesperaban
viendo como había sido institucionalizado por el propio primer cónsul.
Aparte de "resucitar" al catolicismo Napoleón facilitó el culto de otras creencias, como el calvinismo y el luteranismo. El judaísmo
fue restituido en 1808.

El consulado vitalicio: Napoleón se aprovechó de su popularidad para lograr que su Consulado decenal fuese transformado en
vitalicio.
o Se reforzaban los poderes del ejecutivo.
o El cónsul vitalicio podía elegir a su sucesor.
o Es aumentado el sueldo del primer cónsul.
o El primer cónsul sería aconsejado por 4 generales.
o Su mujer estaría asistida por 4 damas de palacio.
o El primer cónsul tendría derecho a convocar el senado y a convocar y suspender el cuerpo legislativo.
o Era nombrado presidente del Senado. Podía nombrar a los presidentes de las asambleas legislativas y de los colegios
electorales.
En resumidas cuentas, Napoleón se convertía en el dueño y señor de Francia. Con la Constitución del año X se abandona el
sistema electoral basado en las listas de notables, que fue ideado por Sieyès, y es adoptado el de los colegios electorales.
El poder de las asambleas legislativas queda restringido.

El Imperio napoleónico: 1804 – 1814


Las victorias obtenidas por los ejércitos franceses en las guerras de coalición, y las mejoras introducidas por el Consulado,
dotaron a Napoleón de un extraordinario poder, que le llevaría, primero, a ser nombrado cónsul vitalicio, con facultad de designar a
su sucesor y, posteriormente, a emperador de los franceses en 1804.

Napoleón organizó la Corte según el modelo de La monarquía borbónica: con un gran lujo y ceremonial. Creó títulos y privilegios y
se rodeó de una “nueva nobleza” de burgueses enriquecidos, a quienes concedería, junto a los miembros de su familia, muchos
de los territorios conquistados. Anuló la libertad política, la libertad individual y la libertad de expresión. Se limitaron las actividades
intelectuales y espirituales. Apoyó su poder en una ideología, por lo que creó la Universidad Imperial, pretendiendo dirigir el
desenvolvimiento de las artes, las ciencias y las letras, que debían expresar sus ideas. Utilizó a la Iglesia con la misma finalidad.
Inició la era de soldados y decretó nuevos presupuestos.

Para sufragar dichos gastos estableció contribuciones indirectas, impuestos diversos y monopolios. Las finanzas se unieron al
poder, lo cual provocaría gran descontento.

El pueblo soportó este régimen mientras estuvo respaldado por las victorias militares, pero cuando percibieron que tales victorias
fueron efímeras, y que pronto se convertirían en derrotas, todos los franceses desearon la caída de Napoleón, cuyas incesantes
campañas militares por Europa amenazaban con llevar a Francia a un desastre nacional.

La acción de Napoleón estaba dominada por una ambiciosa política imperialista, que lo llevó a intentar dominar Europa entera, y,
sobre todo, a derrotar a Inglaterra, la enemiga tradicional de Francia. Para esto necesitaba grandes ejércitos, por lo que recurrió al
sistema de conscripción, al servicio militar y a la incorporación de ejércitos de otras nacionalidades. En 1806, Napoleón inició la
confiscación de bienes y el bloqueo a Inglaterra, cerrando cualquier acceso por tierra tanto de parte de los franceses como de sus
aliados, afectando vitalmente la estructura económica y provocando una crisis social.

El poder era mantenido por la fuerza. El bloqueo continental arruinaba tanto a Inglaterra como a Francia y a sus aliados,
paralizando el comercio y creando trastornos sociales.

Después de su fracaso durante la campaña de Rusia, en la que pretendió castigar al zar Alejandro 1 por no cumplir estrictamente
con el bloqueo, los hambrientos ejércitos de Napoleón fueron vencidos por las enormes distancias de las estepas rusas y
castigados por un invierno riguroso. Francia era invadida por Estados coligados al mando del inglés Wellington, París capituló y
Napoleón abdicó (abril de 1814), retirándose a la isla de Elba. Luis XVIII fue proclamado rey y el ministro Talleyrand inició el
tratado de paz, donde Francia se comprometió a devolver los territorios conquistados, entregar material de guerra, y desconocer a
Napoleón y a la Revolución.

Napoleón decidió recuperar el poder y regresó a Francia instalándose en las Tullerías e iniciando un nuevo reinado que se conoce
como “Los cien días” (mayo de 1815). Ofreció la paz en Europa, así como el respeto de los derechos y las libertades individuales.
Se formó la ultima coalición contra Francia impulsada por Inglaterra, y Napoleón fue derrotado en Waterloo.

La máxima extensión del Imperio francés fue alcanzada hacia 1811, y contaba con 130 departamentos.
En torno al Imperio, y dependiendo de él se encontraban una serie de territorios, los estados vasallos, aliados de Francia, que
estaban gobernados la mayoría por parientes del Emperador, y los restantes por príncipes extranjeros de su confianza.
- El reino de Italia (Eugenio de Beaurharnais, hijastro de Napoleón).
- Reino de Holanda (Luis Bonaparte, su hermano).
- Confederación del Rin (Carlos Teodoro de Dalberg, ex arzobispo de Maguncia).
Napoleón Consolidó el despotismo y estableció su propia dinastía
El gran Imperio formaba parte de una compleja estructura, denominada "el sistema continental", con el que se quería aislar a
Inglaterra de Europa. Este objetivo se quería conseguir mediante:
- El bloqueo continental francés.
- Alianzas con países extranjeros, fuera de la órbita del gran Imperio.

. El Imperio Francés duró 10 años (1804 – 1814) y en ese lapso Napoleón ejerció un riguroso absolutismo.

La Segunda coalición (1798 – 1800): al igual que la primera, no se llevó adelante en el período del Imperio pero sí a comienzos del
consulado (1799 cuando Napoleón volvió de su campaña a Egipto) la victoria de Napoleón en la campaña contra los austriacos en
el norte de Italia puso fin a la Primera Coalición. Después de que Napoleón efectuara una expedición a Egipto y de que, a pesar
de las numerosas victorias, fuera incapaz de transportar a su ejército de vuelta a Francia por mar tras la Batalla del Nilo, cierto
número de enemigos de Francia prepararon una nueva alianza con Inglaterra para deshacer las anteriores conquistas francesas.
Austria y Rusia movilizaron ejércitos de refresco para las campañas de Alemania e Italia en 1799. Se formó la Segunda Coalición
(24 de diciembre de 1798) integrada por:

 Rusia
 Gran Bretaña

 Austria

 el reino de Nápoles

 Portugal

 el Imperio otomano

 Estados papales (principalmente del centro de Italia)

Las batallas principales de la guerra de la Segunda Coalición, que se inició a finales de 1798, tuvieron lugar en el norte de Italia y
en Suiza al año siguiente. Los austriacos y los rusos, dirigidos por el general Alexandr Suvórov, vencieron a los franceses en el
norte de Italia en las batallas de Magnano (5 de abril de 1799), Cassano (27 de abril), el Trebbia (17-19 de junio) y Novi (el 15 de
agosto). La Coalición también tomó Milán; abolió la República Cisalpina, que se había constituido bajo los auspicios del gobierno
francés en 1797; ocupó Turín y privó a Francia de sus anteriores conquistas en Italia. El resultado de la lucha en Suiza fue más
favorable para los franceses. Tras ser derrotados en Zurich (7 de junio) por Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria, las
fuerzas francesas dirigidas por el general André Masséna vencieron a las tropas rusas del general Alexander Korsakov el 26 de
septiembre. Suvórov y sus fuerzas abandonaron el norte de Italia atravesando los Alpes para unirse a Korsakov en Suiza, donde
sus tropas se habían dispersado tras ser vencidas. El ejército de Suvórov hubo de refugiarse en las montañas del cantón de los
Grisones, donde quedó diezmado a causa del frío y el hambre. Los rusos se retiraron de la Segunda Coalición el 22 de octubre
alegando como motivo la falta de cooperación de los austriacos.

A finales del año, Napoleón volvió de Egipto, dejando tras de sí a su ejército, y tomó el control de Francia en un golpe de estado.
Reorganizó a los ejércitos franceses y los comandó durante la campaña del siguiente año.

Las victorias francesas obligaron a firmar a Austria el Tratado de Lunéville el 9 de febrero de 1801, por el que Austria y sus aliados
alemanes cedían la orilla izquierda del río Rin a Francia y reconocían a las repúblicas Bátava, Helvética, Cisalpina y Ligur, además
de realizar otras concesiones. Asimismo, este tratado marcó la disolución de la Segunda Coalición. El único aliado que continuó la
lucha contra Francia fue Gran Bretaña. Las tropas británicas se habían enfrentado sin éxito contra las francesas en territorio
holandés en 1799, pero habían conquistado algunas posesiones francesas de Asia y otros lugares. Gran Bretaña firmó el 27 de
marzo de 1802 la Paz de Amiens con Francia.

No obstante, esta paz resultó ser una mera suspensión de las hostilidades. En 1803 se produjo una disputa entre ambos países a
propósito de la cláusula del acuerdo que establecía la restitución de la isla de Malta a la orden de los Caballeros de San Juan de
Jerusalén. Gran Bretaña se negó a entregar la isla, por lo que estalló una nueva guerra contra los franceses. Una importante
consecuencia de este conflicto fue que Napoleón abandonó su proyecto de establecer un gran imperio colonial francés en
Norteamérica, al verse obligado a concentrar sus recursos en Europa. Así pues, vendió Luisiana a Estados Unidos. En 1805,
Austria, Rusia y Suecia se unieron al conflicto en apoyo del bando británico, y España se alió con Francia; este fue el inicio de la
guerra de la Tercera Coalición.

5. La pacificación (1801 – 1802)

El Tratado de Amiens o Paz de Amiens por el que se puso fin a la guerra entre Gran Bretaña por una parte y Francia más sus
aliados España y la República Bátava por otra, se firmó en Amiens (Francia) el 25 de marzo de 1802.1 El tratado dejó sin
solucionar cuestiones muy importantes, por lo que la paz duró tan sólo un año.

Acuerdos: En dicho tratado, además de confirmar "paz, amistad y buena inteligencia" se estableció:2

1. Acuerdo para la liberación de prisioneros de guerra.


2. El Reino Unido devolvió la colonia de El Cabo a la República Bátava.
3. El Reino Unido devolvió la mayor parte de las Indias Orientales Holandesas a la República Bátava.
4. La retirada francesa y británica de Egipto y su devolución a Turquía.
5. La restitución por parte de Gran Bretaña de todas las conquistas hechas a Francia y sus países aliados, excepto Ceilán
(actual Sri Lanka), Gibraltar y la isla de Trinidad, así como Tobago. La isla de Menorca sería devuelta a España.
6. La evacuación de Nápoles y los Estados Pontificios por parte de Francia.
7. Fijación del río Araguari como frontera entre la Guayana Francesa y la Guayana portuguesa.
8. La devolución de la isla de Malta, Gozo y Comino a los Caballeros Hospitalarios. Todas estas islas fueron declaradas
neutrales.
En marzo de 1802, Francia firmó con Inglaterra, agotadas ambas por el esfuerzo bélico, la Paz de Amiens sin prestar atención a
los intereses españoles, por lo que la isla de Trinidad permaneció en manos británicas. Inglaterra se negó a evacuar Egipto y
devolver Malta si Francia mantenía su influencia sobre Holanda y la Confederación Helvética y seguía protegiendo las repúblicas
italianas.

El Tratado de Aranjuez de 21 de marzo de 1801 avalaba formalmente el plan de Napoleón: convertía a Fernando en rey de
Etruria, con el compromiso de que el territorio toscano pasaría al heredero de Parma, D. Luis, casado con una hija de Carlos IV.
Como contrapartida Francia obtenía de España, tal y como se había acordado en los preliminares de San Ildefonso de octubre de
1800, el territorio de La Luisiana que poco después sería vendido por los franceses a los Estados Unidos, y un compromiso de
acentuar la colaboración española en temas militares y, de modo más particular, en cuestiones navales.
Para Bonaparte, nombrado en agosto cónsul vitalicio, era esencial mantener la ayuda incondicional de España para cuando se
reanudaran las hostilidades con Inglaterra, y para ello había que evitar cualquier veleidad neutralista de España utilizando,
indistintamente, el halago y la intimidación. Cuando en 1803 se reinició la guerra franco-británica, España intentó mantener su
neutralidad, iniciando conversaciones con Prusia y Rusia para formar un bloque de potencias neutrales, conforme ha estudiado
Ana María Schop, pero al no lograr este objetivo no tuvo más remedio que adquirir la neutralidad a un elevado precio y formalizar
el Tratado de subsidio. En una claudicación que el profesor Corona denominó vergonzosa, el gobierno español se comprometió a
pagar al Estado francés seis millones de libras mensuales y a permitir la entrada en sus puertos a los buques franceses.

6. La guerra económica: el bloqueo continental

El Bloqueo Continental (también conocido como Sistema Continental) fue la base principal de la política exterior del Emperador
Napoleón I de Francia en su lucha contra el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Adoptada en 1806 por Napoleón tuvo el
objetivo de impedir que Gran Bretaña comerciara con otras Naciones europeas (para obtener así cooperación en su
enfrentamiento con dicha Nación). Dejó de aplicarse en 1815 tras la definitiva caída de Napoleón. Él prohibió a los países
neutrales y aliados de Francia comercial con Gran Bretaña. Jorge III de Gran Bretaña respondió a esta medida con un bloqueo
similar al francés. Napoleón contraatacó y dispuso que toda embarcación independientemente de la Nación a la que perteneciera
que comerciase con Gran Bretaña sería considerada como navío británico y tratado como tal.

Napoleón fue un general exitoso, y probablemente hubiera derrotado a los británicos de haber podido desembarcar sus tropas en
Inglaterra. Sin embargo, le fallaron los medios para enfrentarse a la Royal Navy. Sus planes de invasión fueron abortados por la
Batalla de Trafalgar en 1806 (y muy probablemente ya hubieran sido descartados por el Emperador en julio de ese mismo año,
tras la Batalla del Cabo Finisterre y la posterior retirada de Villeneuve con la flota combinada a Cádiz). En lugar de la estrategia
militar, Napoleón optó entonces por la estrategia de guerra económica.

Como resultado de los primeros inicios de la revolución industrial, la economía británica había surgido con fuerza en Europa en el
papel de exportadores de productos manufacturados, lo cual les hacía vulnerables a un embargo comercial. Justamente en esto
consistía el Bloqueo Continental: se trataba de un embargo comercial que prohibía el comercio de productos británicos en el
continente europeo. En noviembre de 1806, tras los éxitos militares de Austerlitz y Jena, todo el continente se hallaba bajo el
dominio directo o indirecto de Francia, desde la Península Ibérica hasta Rusia, y fue éste el momento escogido por Napoleón para
promulgar el Decreto de Berlín, prohibiendo a sus aliados y a los países conquistados cualquier tipo de relación comercial con
Gran Bretaña. En 1807 incluso endureció las condiciones iniciales del decreto en un intento por destruir de forma decisiva el
comercio británico como preludio para una posible invasión. Lo hizo a través del Decreto de Milán.

El embargo comercial finalmente fracasó, si bien tuvo un altísimo precio para la población inglesa. Las fuerzas francesas, con
poder únicamente en tierra, no podían detener la navegación comercial, y los mercantes ingleses comenzaron a buscar de una
forma muy agresiva nuevos mercados. Así mismo, el parlamento británico emitió las Orders in Council de 1807, que prohibían a
sus socios el comercio con Francia. En respuesta a este decreto, el Congreso de los Estados Unidos emitió el Acta de Embargo
de 1807, prohibiendo a su vez el comercio de los buques estadounidenses con ambos contendientes. El acoso de la marina
británica a los barcos americanos (entre otros importantes motivos) finalmente provocó el inicio de la Guerra Británico-Americana
de 1812.

El único país europeo que se opuso abiertamente al Bloqueo Continental fue Portugal. Tras la firma del Tratado de Tilsit de julio de
1807, Napoleón trató de capturar a la flota portuguesa y a la familia real, ocupar los puertos portugueses y expulsar a los
británicos de la Península Ibérica. El Rey Juan VI de Portugal huyó junto con su flota hasta Brasil, mientras la población bullía en
revueltas contra los invasores franceses. Así mismo, en España el paso de tropas hacia Portugal era percibido como una invasión
encubierta (cosa que se correspondía con la realidad), lo que aumentaba el descontento y el sentimiento anti-francés. Finalmente,
la intervención del ejército británico de Wellington precipitó la Guerra Peninsular en 1808.
En resumen, el Bloqueo Continental causó más daños colaterales en el Imperio Francés que en Gran Bretaña. Rusia sufrió
particularmente con este embargo, y en 1812 el país abrió de nuevo el comercio con Gran Bretaña, motivo usado por Napoleón
para movilizar a la Grande Armée e invadir Rusia con una fuerza de más de medio millón de hombres.

La guerra y el declive : Los generales rusos tenían un temor reverencial a las vastas fuerzas de Napoleón y sus legendarias
aptitudes, e iniciaron una larga retirada hasta Moscú. Esta retirada no fue en realidad tan sistemática como algunos pretenden
hacer ver, y se trataba más bien del intento desesperado de evitar a toda costa el combate con el ejército francés. El único acto
concreto de la política de tierra quemada fue la decisión del gobernador de Moscú, Rastopchin, de quemar la ciudad para impedir
el asentamiento de los franceses. Realmente, era una estrategia de «últimos recursos», pero sacó provecho de las dos carencias
claves de la «Grande Armée». Previendo una victoria rápida, Napoleón no suministró a sus tropas ropas contra el frío. La retirada
rusa se alargó hasta la llegada del invierno ruso (conocido coloquialmente tras esta guerra como «General Invierno»), y los
franceses no pudieron requisar de entre la devastación dejada en la retirada los suministros suficientes. En el momento de
producirse las batallas decisivas, a finales de 1812, el ejército de Napoleón se hallaba ya diezmado a una cifra aproximada de
100.000 soldados, cansados y mal alimentados, lo que permitió a los rusos dar un giro a la guerra y conducirles de vuelta a las
fronteras del país. Mientras tanto se producían revueltas en Prusia y Austria lo que finalmente condujo a la derrota de Napoleón en
l814.

7. Hegemonía napoleónica y nuevas coaliciones

La Tercera Coalición (1805): formada por:

 el Reino Unido
 Austria

 Rusia

 Suecia

 Nápoles

Napoleón se apresuró a tomar medidas contra la nueva alianza. Había ejercido una gran presión sobre Gran Bretaña desde 1798
al mantener a un ejército concentrado en Boulogne —a orillas del canal de la Mancha—, que hacía pensar a los británicos que se
preparaba una invasión de Inglaterra. Bonaparte aumentó considerablemente el número de fuerzas destacadas en Boulogne
cuando comenzaron las disensiones que hicieron estallar la guerra en 1803. Tras la formación de la Tercera Coalición contra
Francia, sus tropas abandonaron Boulogne para enfrentarse a los austriacos, que habían invadido Baviera con un ejército dirigido
por Fernando III, el gran duque de la Toscana, y el general Karl Mack von Leiberich. Varios estados alemanes, entre los que se
contaban Baviera, Württemberg y Baden, se aliaron con Francia. Napoleón derrotó a las fuerzas de Austria en Ulm, capturó a
23.000 prisioneros y, a continuación, marchó con sus tropas a lo largo del Danubio y conquistó Viena. Los ejércitos rusos liderados
por el general Mijaíl Kutúzov y Alejandro I, emperador de Rusia, respaldaron a los austriacos, pero Bonaparte venció a las fuerzas
austro-rusas en la batalla de Austerlitz, también denominada de los Tres Emperadores. Austria se rindió nuevamente y firmó el
Tratado de Presburgo el 26 de diciembre de 1805. Una de las cláusulas del acuerdo estipulaba que Austria debía entregar a
Francia la zona del norte de Italia y a Baviera parte del propio territorio austriaco; asimismo, Austria reconoció a los ducados de
Württemberg y Baden como reinos.

La Confederación del Rin: Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por Carlos de
Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su hermano, José I, rey de Nápoles en 1806; asimismo,
nombró a otro de sus hermanos, Luis I Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República Bátava); el 12 de julio estableció la
Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados alemanes a excepción de Austria, Prusia, Brunswick y Hesse.
La formación de esta entidad política puso fin al Sacro Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania quedó bajo el control de
Bonaparte. No obstante, los éxitos en el continente quedaron contrarrestados en gran medida por la derrota que el almirante
británico Horatio Nelson infligió a la fuerza conjunta de la flota francesa y española frente a las costas del cabo de Trafalgar el 21
de octubre de 1805. Napoleón implantó en 1806 el denominado Sistema Continental por el que los puertos de toda Europa
quedaban cerrados al comercio británico. La superioridad naval de los británicos dificultó la aplicación del Sistema Continental e
hizo fracasar la política económica europea de Bonaparte.

La cuarta coalición (1806 – 1807): formada por:

 Inglaterra
 Prusia
 Rusia

 Suecia

 Sajonia

Prusia, ante el incremento de poder de Francia en Alemania, se unió a la Cuarta Coalición compuesta por Gran Bretaña, Rusia y
Suecia en 1806. Bonaparte aplastó a las tropas prusianas en la batalla de Jena el 14 de octubre de ese mismo año y tomó Berlín.
A continuación, derrotó a los rusos en la batalla de Friedland y obligó a firmar la paz a Alejandro I. De acuerdo con las principales
condiciones del Tratado de Tilsit, Rusia tuvo que entregar sus posesiones polacas y aliarse con Francia, mientras que Prusia
perdió casi la mitad de su territorio (se obligó a Prusia ceder todo su territorio al oeste del río Elba a Napoleón que creó el reino de
Westfalia, también tuvo que ceder los territorios que adquirió en los repartos de Polonia creándose ahora el Ducado de Varsovia.
El Reino de Westfalia y el Gran Ducado de Varsovia fueron integrados a la Confederación del Rin), tuvo que hacer frente a
cuantiosas indemnizaciones y se le impusieron severas restricciones al tamaño de su ejército permanente. Rusia y Dinamarca
emprendieron una acción militar contra Suecia que obligó a su monarca, Gustavo IV Adolfo, a abdicar en favor de su tío, Carlos
XIII, a condición de que éste nombrara como su heredero al general Jean Baptiste Jules Bernadotte, uno de los mariscales de
Napoleón. Bernadotte fue coronado en 1818 con el nombre de Carlos XIV Jean-Baptiste Bernadotte y fue el fundador de la
dinastía actual sueca. Prusia y Rusia se unieron al Bloqueo Continental.

El Nacionalismo Antinapoleónico: En 1808, Napoleón dominaba toda Europa, a excepción de Rusia y Gran Bretaña. Las
principales razones del posterior declive fueron el surgimiento del espíritu nacionalista en varias de las naciones europeas
derrotadas y la persistente oposición de Gran Bretaña, que, a salvo ya de una invasión gracias a la superioridad de su armada, no
cesó de organizar y financiar nuevas coaliciones contra Napoleón.

España fue la primera nación en la que Bonaparte tuvo que hacer frente a las insurrecciones nacionalistas que provocaron su
caída. El emperador francés, después de haber destronado al rey Carlos IV de España, nombró a su hermano José Bonaparte rey
de este país en 1808. Los españoles se rebelaron y expulsaron al nuevo gobernante de Madrid. Se desató la guerra de la
Independencia española (1808-1814) entre los franceses, que intentaban restaurar a José I Bonaparte en el trono, y los
españoles, apoyados por las fuerzas británicas mandadas por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington. Los franceses fueron
derrotados, y el número de bajas que sufrieron perjudicó seriamente a Napoleón cuando se vio obligado a hacer frente a sus
nuevos enemigos del este y el norte de Europa. Su primera oponente era Austria, que se unió a Gran Bretaña para formar la
Quinta Coalición en 1809. El emperador francés derrotó a los austriacos en Wagram (julio de 1809) y les obligó a firmar el Tratado
de Viena, por el cual Austria perdió Salzburgo, parte de Galitzia y grandes áreas de sus territorios del sur de Europa. Asimismo, se
divorció de su primera mujer y contrajo matrimonio con la hija de Francisco II de Austria, con la vana esperanza de que este país
no participara en nuevas coaliciones contra él.

España: fue la primera Nación en la que Napoleón tuvo que hacer frente a las insurrecciones nacionalistas que provocaron su
caída.

La quinta coalición (1809): La Quinta coalición fue una alianza entre:

 Austria
 el Reino Unido

El Reino Unido se encontraba ya luchando contra Francia aliado con los rebeldes españoles en la Guerra de Independencia. Al
mismo tiempo, Austria había reclutado un nuevo ejército para tratar de dar un vuelco a las desfavorables condiciones impuestas
tras la derrota de la guerra anterior (Cuarta Coalición) que culminó con el Tratado de Pressburg. A pesar de que Austria obtuvo
algunas victorias en operaciones menores de tipo defensivo, la ausencia de Rusia y Prusia de la coalición significó la inferioridad
numérica de Austria frente a los enormes ejércitos franceses, lo que la condujo a la posterior derrota en la Batalla de Wagram.
Austria fue obligada a firmar el Tratado de Schönbrunn, perdiendo aún más territorio frente a Napoleón.

La sexta coalición: La Sexta Coalición (1812-1814) fue una coalición entre:

 el Reino Unido
 Rusia

 Prusia

 Austria
 Suecia

 Reino de Sajonia

 Cierto número de Estados germánicos

Tras la desastrosa derrota de Napoleón en Rusia, las potencias continentales que habían sido humilladas por Napoleón en varias
guerras a lo largo de toda una década, vieron finalmente una oportunidad de derrotarle, y se unieron a la coalición que hasta
entonces consistía sólo en la alianza entre rusos y británicos, además de los rebeldes españoles y portugueses en la guerra de la
Península Ibérica.

Con sus ejércitos reorganizados a lo largo de todas las líneas de defensa de Napoleón, le vencieron en la Batalla de Leipzig en
Sajonia, en octubre de 1813, y emprendieron la exitosa invasión de Francia en 1814, que forzó a Napoleón a abdicar y abrió el
camino a la restauración de la Casa de Borbón.

En total, es posible que lucharan en este conflicto hasta dos millones y medio de soldados, siendo el total de muertos de unos dos
millones (algunas estimaciones sugieren que alrededor de un millón de ellos murió sólo en la campaña rusa). Esto incluye las
batallas de Smolensk, Borodino, Lützen, Dresde, y la épica Batalla de las Naciones (la mayor de todas las Guerras Napoleónicas,
y la mayor además en la historia de Europa Occidental hasta la Primera Guerra Mundial).

La etapa final de la campaña, la defensa de Francia, hizo volver al emperador a la lucha al frente de sus tropas contra un enemigo
inmensamente superior en número en la Campaña de los Seis Días, la cual muchos consideran la mejor campaña de toda su
carrera. Finalmente, sus anteriores errores en Rusia y Alemania fueron demasiado grandes como para ser remediados en esta
última etapa, y los aliados terminaron ocupando París, forzando al emperador a abdicar.

En 1812, Francia y Rusia entraron en guerra porque Alejandro I se negaba a aplicar el Sistema Continental. Dado que gran parte
de sus hombres se encontraban en España, Napoleón invadió Rusia sólo con 500.000 hombres. Derrotó a los rusos en Borodino y
conquistó Moscú el 14 de septiembre de 1812. Los rusos invadieron la ciudad, impidiendo así a las tropas francesas establecer allí
cuarteles de invierno. Abandonaron Rusia y se adentraron en Alemania, pero la mayoría de los hombres murieron a lo largo del
camino a causa del frío, el hambre y los ataques de la guerrilla rusa. El Imperio Ruso se unió entonces a la Quinta Coalición, de la
que también formaban parte Prusia, Gran Bretaña y Suecia. Prusia, en un estallido de fervor nacionalista provocado por las
reformas políticas y económicas que se habían implantado desde la derrota de Jena, inició la guerra de Liberación contra
Napoleón en 1813. Éste consiguió su última victoria importante en la batalla de Dresde, donde el ejército francés derrotó a las
fuerzas conjuntas de Austria, Prusia y Rusia el 27 de agosto de 1813. Sin embargo, durante el mes de octubre, Napoleón se vio
forzado a replegarse sobre el Rin tras la batalla de Leipzig, quedando liberados los estados alemanes. Los ejércitos rusos,
austriacos y prusianos invadieron Francia desde el norte al año siguiente y tomaron París en marzo de 1814; Napoleón abdicó y
hubo de exiliarse en la isla de Elba, situada en el mar Mediterráneo.

La alianza de Bonaparte con el zar Alejandro I quedó anulada en 1812 y Napoleón emprendió una campaña contra Rusia que
terminó con la trágica retirada de Moscú. Después de este fracaso, toda Europa se unió para combatirle y, aunque luchó con
maestría, la superioridad de sus enemigos imposibilitó su victoria. Sus mariscales se negaron a continuar combatiendo en abril de
1814.

Al ser rechazada su propuesta de renunciar a sus derechos en favor de su hijo, hubo de abdicar, permitiéndole conservar el título
de emperador y otorgándosele el gobierno de la isla de Elba. María Luisa y su hijo quedaron bajo la custodia del padre de ésta, el
emperador de Austria Francisco I, y Napoleón no volvió a verlos nunca, a pesar de su dramática reaparición.

8. Primera Paz de Paris

El Tratado de París fue firmado el 30 de mayo de 1814 por la cual terminaba la guerra entre Francia y la Sexta Coalición formada
por el Reino Unido, Rusia, Austria, Suecia, Portugal y Prusia. También forzó la abdicación de Napoleón I, y también restauró a los
Borbón en la figura de Luis XVIII. Los términos del tratado que fueron firmados, fueron poco severos con Francia, para evitar el
popular descontento que posiblemente amenazaba la restauración monárquica . Le fue permitido conservar las fronteras de 1792,
incluyendo unos 8,495 km² de territorio capturado en 1790-92, destacando Avignon y Venaissin. La mayoría de las colonias que
Francia había perdido durante el transcurso de la guerra le fueron devueltas, con la excepción de Malta, Tobago, Santa Lucía y la
Isla Mauricio, las cuales fueron transferidas a los británicos. No obstante, las fuerzas victoriosas fueron conscientes sobre la
posibilidad de que Francia llegase a tener otra vez acuerdos con otros estados, y con esto en mente, los territorios circundantes a
Francia fueron reforzados. Los actuales países de Bélgica y Holanda fueron unidos bajo la Casa de Orange para formar un estado
más fuerte, el Reino de los Países Bajos; había provisiones similares en el sur al consolidar el reino de Piamonte-Cerdeña. Una
provisión secreta, hacia que Venecia podría ser transferida a Austria. En otra parte, fue estado de acuerdo con que el vacío
alemán se marchó por el colapso del Sacro Imperio Romano Germánico, y su sucesor, la Confederación del Rin, la cual podía ser
sustituida por una federación de estados independientes. Igualmente, Los estados italianos fueron restaurados. Además, a Suiza
se le garantizó su independencia. El tratado también imaginaba que Francia debería abolir gradualmente la esclavitud, durante un
periodo de cinco años, con incentivos económicos y territoriales de los británicos. El Príncipe de Francia expresó su deseo de
abolir la esclavitud pero con el apoyo que daría su pueblo. Su negociador fue Charles Maurice de Talleyrand. Cuando
definitivamente cayó Napoleón se volvió a dar un Tratado internacional en París, más tarde, se acordó la celebración de un futuro
congreso que se podría celebrar en Viena para resolver los temas europeos pendientes.

Los miembros de la Quinta Coalición se reunieron en el Congreso de Viena para restaurar a las monarquías que Napoleón había
derrocado en Europa. Sin embargo, mientras trazaban el nuevo mapa europeo, Bonaparte consiguió escapar de Elba, se dirigió a
Francia, donde se apresuró a formar un ejército; tras vencer en Ligny y fracasar en Quatre-Bras, el 18 de junio de 1815 fue
definitivamente derrotado en la batalla de Waterloo, que puso fin a las Guerras Napoleónicas.

Escapó de Elba en marzo de 1815, llegó a Francia y marchó sobre París tras vencer a las tropas enviadas para capturarle,
iniciándose el periodo denominado de los Cien Días.

Los cien días: Napoleón llegó a París, donde fue recibido con entusiasmo por el pueblo, redactó la Constitución del año XII (más
democrática), reorganizó rápidamente el ejército, desplazó del gobierno de Francia a Luis XVIII (hermano de Luis XVI) lo que
constituyó la Primera Restauración; lanzándose contra los ingleses dirigidos por Wellington. Estos, apoyados por los prusianos, le
derrotaron en Waterloo, su última batalla (18 de junio de 181 5). Napoleón abdicó por segunda vez en su hijo y embarcó hacia
Estados Unidos, pero fue interceptado por los ingleses, que ordenaron su deportación a Santa Elena , donde escribió Memorial de
Sainte-Héléne y donde murió el 5 de mayo de 1821.

Establecido en la capital, promulgó una nueva Constitución más democrática y los veteranos de las anteriores campañas
acudieron a su llamada, comenzando de nuevo el enfrentamiento contra los aliados. El resultado fue la campaña de Bélgica, que
concluyó con la derrota en la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815.

En París las multitudes le imploraban que continuara la lucha pero los políticos le retiraron su apoyo, por lo que abdicó en favor de
su hijo, Napoleón II. Marchó a Rochefort donde capituló ante el capitán del buque británico Bellerophon. Fue recluido entonces en
Santa Elena, una isla en el sur del océano Atlántico. Permaneció allí hasta que falleció el 5 de mayo de 1821.

La séptima coalición: La Séptima Coalición fue una alianza militar de las potencias europeas contra Napoleón Bonaparte en 1815.
La Séptima Coalición fue apresuradamente preparada durante las Guerras Napoleónicas en 1815, tras el regreso a Francia de
Napoleón desde su exilio en Elba y su aclamada entrada en París. El 13 de marzo, seis días antes de que Napoleón llegara a
París, las potencias del Congreso de Viena le declararon fuera de la ley, y cuatro días más tarde, el Reino Unido, Rusia, Austria y
Prusia se comprometieron entre ellos a aportar 150.000 hombres cada uno para terminar con su gobierno. Napoleón tuvo noticias
de este plan y decidió atacar rápidamente a los coaligados, movilizó a sus tropas y ejércitos pero fue finalmente vencido en
Waterloo el 18 de junio de 1815.

Formada por:

 Reino Unido
 Rusia

 Prusia

 Austria

 Suecia

 Los Países Bajos

 Cierto número de Estados alemanes

Napoleón era conocedor de este hecho, y una vez que sus intentos de disuadir a uno o más aliados para que no invadieran el
territorio de Francia fracasaron, su única salida para permanecer en el poder era atacarles antes de que la Coalición pudiera
sobrepasarle en fuerzas.

La mayor batalla de la Séptima Coalición fueron en realidad una sucesión de enfrentamientos en Ligny y Quatre Bras (16 de
junio), Wavre (18 y 19 de junio) que culminaron en la conocida como Batalla de Waterloo (18 de junio).
El día 18 de junio se produjo el enfrentamiento más decisivo de la campaña, y éste tuvo lugar en Waterloo. Durante gran parte del
día un ejército francés ligeramente superior al aliado bajo el mando de Napoleón atacó las posiciones anglo-aliadas en la cima de
una colina, estando a punto de hundir el centro enemigo hacia las 19 horas. La llegada inesperada de los prusianos a la caída de
la tarde hizo cambiar las tornas para Wellington, consiguiendo éste la victoria para las fuerzas aliadas. A pesar de que la batalla
simultánea de Wavre fue una victoria táctica para los franceses, fue infructuosa, en el sentido de que las fuerzas prusianas
consiguieron detener a las fuerzas francesas cuya presencia en Waterloo podría haber salvado a Napoleón de perder la guerra.

Tras su derrota final, Napoleón fue confinado de por vida en la lejana Isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur, donde sería
envenenado con raticida y moriría en 1821.

-°-

Desde 1799 hasta 1815 Francia, gobernada por Napoleón Bonaparte (desde 1804, emperador Napoleón I) entabló una serie de
guerras, denominadas Guerras Napoleónicas, que le enfrentaron a varias potencias europeas. Napoleón I fue derrotado en 1814 y
se le obligó a abdicar. El Tratado de París, firmado el 30 de mayo de 1814 por Francia y la coalición integrada por sus siete
adversarios —Gran Bretaña, Rusia, Austria, Prusia, Suecia, Portugal y España— era un tanto indulgente con la nación derrotada.
Se permitía a Francia conservar todos los territorios que poseía en Europa en 1792 y quedaba exenta del pago de
indemnizaciones. Gran Bretaña recibió de Francia, Tobago, Santa Lucía y Mauricio. El Congreso de Viena, reunido a partir de
noviembre de 1814, fue convocado para reorganizar las fronteras de los territorios europeos conquistados por Napoleón.

Bonaparte regresó a Francia el 1 de marzo de 1815 para intentar recuperar el poder. Después de ser derrotado en Waterloo,
abdicó por segunda vez. El 20 de noviembre de 1815 Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia firmaron en París un nuevo tratado de
paz, que era en realidad una alianza y sancionaba la derrota napoleónica. Se restablecían las fronteras francesas existentes en
1790. Se obligaba a Francia a pagar 700 millones de francos como indemnización de guerra y a aceptar la ocupación de un
ejército aliado durante un plazo máximo de cinco años. El acuerdo de 1814, a excepción de las disposiciones revocadas por el de
1815, continuaría en vigor al igual que las ordenaciones territoriales del Congreso de Viena.

9. La restauración borbónica

La Restauración Europea consistió en un periodo de cambios políticos en Europa entre 1814 y 1848.

Marcado por las revueltas, la revolución industrial y el auge de la clase media, el periodo de Restauración Europea (1814-1848) se
refiere a la lucha de la monarquía para legitimarse aún en contra de sus ciudadanos (ver: Carbonari Italianos -
http://es.wikipedia.org/wiki/Carbonarios -) y contra los militares (ver: Decembristas Rusos -
http://es.wikipedia.org/wiki/Decembristas -) que siguió a la Revolución Francesa (1789-1802) y las Guerras Napoleónicas (1802-
1815). Estas guerras habían esparcido el liberalismo, el nacionalismo y el socialismo por toda Europa. Los monarcas europeos
(concretamente Juan VI de Portugal, Fernando I de las Dos Sicilias, Fernando I de Austria, Federico Guillermo II de Prusia y
Carlos X de Francia) vieron estos movimientos como una amenaza a sus tronos. En respuesta, intentaron asentar su legitimidad
monárquica y conservadora, aunque el esfuerzo únicamente sirvió para echar gasolina al fuego.

En España, el regreso del rey exiliado Fernando VII supuso también el fin de las expectativas liberales, que pretendían el
establecimiento de la monarquía parlamentaria. En su lugar, Fernando se estableció como monarca absoluto durante casi dos
décadas.

Los deseos europeos de cambio se vieron materializados en la extensa Revolución de 1848. Los monarcas tuvieron que
responder con la abdicación o adhiriéndose a los principios democráticos (ver: Monarquía Constitucional).

Primeras iniciativas de Restauración Europea

 Congreso de Viena (1814-1815)


 Restauración Francesa (1814-1830)
 Restauración Española (1814-1833)

Alianzas hechas con el fin de asegurar la Restauración en Europa

 Santa Alianza (1815-1825)


 Cuádruple Alianza (1814-1818)
 Quíntuple Alianza (1818-1825)
 Concierto de Europa (1815-1848)
Fallos de la Restauración Europea

 Revolución de 1848

Estados no afectados por la Revolución de 1848

 Rusia - Nicolás I, donde prácticamente no existía clase media que se rebelara.


 España - Isabel II de España, porque las facciones no llegaron a unirse.
 Reino Unido - Victoria I de Inglaterra, que alcanzó una solución de compromiso con las facciones

Tras la derrota de Napoleón en Waterloo las potencias vencedoras se reunirán en Viena para imponer de nuevo el absolutismo y
el Antiguo Régimen, haciendo tabla rasa de la revolución y como si ésta no hubiera existido. En el orden político en Viena se
restaura el mapa de Europa anterior a la revolución y los soberanos absolutistas ocupan de nuevo sus tronos. Éstos, para evitar
que se repitiera un proceso revolucionario similar formaron una alianza militar para restaurar el absolutismo allá donde peligrase,
era la Santa Alianza. Pero la Historia demuestra que no se puede ir contracorriente, las ideas de la revolución han prendido fuerte
en Europa, y aunque los reyes absolutistas impongan las monarquías de derecho divino, éstas tienen que hacer concesiones y
aceptar parte de las conquistas revolucionarias (igualdad ante la ley, eliminación de privilegios fiscales...). La Restauración del
orden antiguo es sólo un episodio y la conquista del poder por la burguesía era inevitable. En lo económico y social volver al
Antiguo Régimen es, sencillamente, imposible; la burguesía, motor de la sociedad no tolera la intromisión del Estado en economía
más allá de lo razonable, y la Rev. Industrial al extenderse por el continente acaba definitivamente con la sociedad estamental.

La ideología de la Restauración: La Restauración del Antiguo Régimen es justificada por una serie de intelectuales que,
basándose en ideas del pasado, dan cuerpo a una ideología política de corte conservador. Evidentemente si la Revolución se
basó en las ideas de los ilustrados del XVIII que ponían a la razón por encima de todo, los restauradores de la monarquía
tradicional abominaban del racionalismo y recuperan las ideas tradicionales que justificaban el poder del rey como otorgado por
Dios, es decir, con la idea de monarquía de derecho divino.
Si los pilares del Antiguo Régimen habían sido la monarquía absoluta y el apoyo ideológico de la Iglesia, había que volver a eso. A
la Iglesia se le entregan, en la medida de lo posible, las tierras que le habían sido arrebatadas por los revolucionarios y gran parte
de sus atribuciones. En el campo de la política algunos ideólogos como Von Haller llegan a decir que el rey es el soberano y
dueño de la nación y que, por tanto, puede hacer lo que le plazca con ella, el rey, evidentemente, no tienen que rendir cuentas a
nadie. Lejos quedaba la soberanía nacional de la revolución y la monarquía parlamentaria, consideradas ambas por los
restauradores como formas políticas heréticas.

Nota.

Estado satélite: es uno de los nombres peyorativos que se le da en política internacional a cualquier Estado que, si bien es
nominalmente independiente y reconocido por otros, en la práctica se encuentra supuestamente sujeto al dominio político o
ideológico de alguna potencia. Al igual que ocurre con términos similares como gobierno títere, la catalogación de un Estado como
satélite es considerada partidista y propia de los detractores de los gobiernos en cuestión.
Unidad 4: El orden emergente del Congreso de Viena

1. Congreso de Viena: convocatoria, personalidades y políticas de las grandes potencias.

Con las ideas de la Restauración se reunieron los vencedores de Napoleón en Viena para reorganizar el mapa de Europa,
restaurar el absolutismo y asegurarse de que si surgía una nueva revolución sería aplastada por la fuerza de la Santa Alianza.
Tras la derrota de Napoleón, las 4 potencias que habían vencido querían dejar de lado los principios que se habían instaurado en
Europa tras la Revolución Francesa pretendiendo volver al absolutismo monárquico del Antiguo Régimen. Pero los ideales
instaurados por la Revolución Francesa se habían impregnado en la mente de la mayoría de la población europea. La burguesía
(que ya detentaba el poder económico) era el principal grupo social que se oponía a la vuelta al Antiguo Régimen. De esta forma,
este período se caracteriza por el profundo enfrentamiento entre monarquistas y liberales , quienes pretenden llevar adelante el
ordenamiento europeo tras un largo período de luchas. Así, las divergencias entre estas dos posturas llevaron al resurgimiento en
Europa de movimientos nacionalistas con tendencias independentistas o unificadoras que llevó a Europa a una nueva etapa
revolucionaria que comenzó en 1820 y tuvo su auge entre 1830 y 1840.
Con el nombre de “Restauración” se conoce al conjunto de medidas tomadas por los principales monarcas de Europa que habían
vencido a Napoleón Bonaparte, las cuales habían sido aprobadas por el Congreso de Viena y estuvieron vigentes en Europa
durante aproximadamente 20 años. Dichas medidas tenían como principal objetivo dar paso nuevamente al poder ilimitado de los
reyes, la vuelta a los privilegio de los nobles y del clero, la restitución del mapa de Europa que había sido desfigurado por las
conquistas y anexiones napoleónicas, y se proponían el replanteo de una vida internacional basada en el equilibrio de poder para
evitar cualquier tipo de revolución.
El Congreso de Viena (inaugurado en octubre de 1814 hasta junio de 1815 – cuando se redactó el acta final) estuvo bajo la
dirección de las potencias vencedoras: Austria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña. Muchos de los soberanos reinantes o Estados que
acudieron al Congreso de Viena reclamaban la restitución de los territorios que habían perdido.
Los personajes más importantes del Congreso fueron: Metternich (canciller de Austria), Tayllerand (ministro de asuntos exteriores
de Francia. Fue gracias a su habilidad política que Francia pudo influir en el Congreso de Viena) y Alejandro I (zar de Rusia). Los
dos temas principales que se debatieron fueron:

a) los principios teóricos de la Restauración : los principios que establecieron las grandes potencias para el nuevo orden emergente
fueron:

- legitimidad: sólo tenían derecho a estar en el poder aquellos que Dios había elegido por su herencia real, sin importar si eran o
no de la misma nacionalidad que sus súbditos. De esta forma, volvían a sus tronos las dinastías reinantes que se encontraban en
Europa antes de la Revolución Francesa de 1789 (sobre todo los Borbones en España)
- absolutismo: al haber sido los monarcas elegidos directos de Dios no podían estar limitados por ninguna Constitución ni por el
principio de soberanía nacional.
- equilibrio: era un principio ideado por Gran Bretaña que se basaba en el impedimento de que alguna potencia se expanda
rompiendo con el equilibrio y el orden de paz europeo.
- intervencionismo: las potencias europeas se comprometían a intervenir en cualquier Estado donde se produzca una conmoción
popular interna o algún tipo de revolución, para garantizar la vigencia del ordenamiento monárquico y evitar el surgimiento de
ideas liberales. Esto condujo a la realización de Congresos y conferencias periódicas.
- Congresos: fueron foros donde se discutían las posibles resoluciones de problemas internacionales sin tener que recurrir a la
guerra. Este principio tuvo una gran repercusión a nivel europeo.

b) la reorganización del mapa europeo: en el aspecto geográfico, las potencias vencedoras centraron su atención en la formación
de extensos y fuertes Estados Nacionales con una gran capacidad demográfica para evitar cualquier tipo de intento expansionista
por parte de uno como había experimentado con anterioridad Francia. Las 4 potencias vencedoras fueron las que más se
beneficiaron con el nuevo mapa político europeo ideado por ellos mismos. Austria y Rusia se configuraron como las grandes
potencias continentales, al lado de Gran Bretaña que consolidó su expansión oceánica. Prusia, aún con su territorio dividido,
aumentó su poder en la zona del mar Báltico y en la Confederación Germánica recién formada.
Esta reorganización geopolítica creó una serie de problemas que generaron grandes tensiones en Europa que fueron la base para
el posterior surgimiento del sentimiento nacionalista.
- Gran Bretaña: fue la primera beneficiada ya que se le reconoció su rango de primera potencia marítima al asegurar su
hegemonía sobre el Mar Mediterráneo, por medio de la adquisición de Malta, las islas Jónicas y Gibraltar, así como otras
bases fuera de Europa como el Cabo y Ceilán (para controlar la ruta de la India), y el refuerzo de sus posesiones en las
Antillas (para favorecer el comercio americano)
- Austria: obtuvo el Reino Lombardo – Véneto, territorios de la recién formada Confederación Germánica y logró colocar
príncipes en los ducados de Parma, Toscana y Módena.
- Prusia: quedó dividida y formó parte de la Confederación Germánica. Recuperó la orilla del Rin con la anexión de Renania,
una zona fronteriza con Francia.
- La Confederación Germánica: quedó formada por 39 Estados de los cuáles Austria y Prusia fueron los más poderosos.
- Rusia: obtuvo Finlandia (antes era de Suecia), una gran parte de Polonia y Besarabia.
- Suecia: perdió Finlandia pero adquirió Noruega (para evitar que Dinamarca controlase los accesos al Mar Báltico)
- Francia: redujeron su territorio a las fronteras de 1790 y se estableció alrededor de ella una barrera con Estados tapón: al
norte unieron Bélgica a Holanda, al este con la anexión de Renania a Prusia y la Confederación Suiza, y al sur el Reino
Piamonte – Cerdeña
- La península itálica: quedó dividida en 7 Estados: el reino Piamonte, Lombardía – Véneto, ducado de Parma, Módena y
Toscana, los Estados Pontificios, el Reino de Dos Sicilias (que se devolvieron a Francia)

Se llevó adelante la conformación de dos imperios: el austriaco (donde convivían alemanes, italianos, checos, croatas, húngaros,
eslovenos, entre otros) y el otomano (integrado por turcos, griegos, albaneses, serbios, búlgaros, entre otros)
La división política de los pueblos italiano y alemán llevó a la conformación de los posteriores nacionalismos con tendencias
unificadoras.
En el Congreso de Viena también se decretó la libre navegación por los ríos de Europa , la neutralidad de Suiza y las consecutivas
conferencias y reuniones que harían las potencias para preservar la paz del continente.
Este Congreso fue la primera conferencia de paz moderna, no sólo fue un intento de darle solución a problemas europeos que
estaban pendientes sino también de instaurar una paz duradera.

Las políticas de las grandes potencias.

El tratado firmado en 1815 iba únicamente dirigido contra Francia. Las 4 potencias vencedoras formaron una liga permanente para
asegurar la paz europea, sacar del trono de Francia a Napoleón y su familia para siempre y querían también poner en vigencia lo
acordado en el tratado de 1814. Acerca del estatuto territorial, el único compromiso mutuo en el cual entraron las potencias fue el
de oponerse a toda tentativa de Francia con vistas a la modificación de sus fronteras (querían impedir cualquier intento
expansionista como el que habían vivido con el Imperio Napoleónico). Este compromiso preveía solamente un “concierto” y no una
alianza.
La innovación más notable que se introdujo a partir del tratado de 1815 fue la institución de conferencias periódicas.

- Francia: el duque Richelieu tenía dos objetivos: a) obtener la evacuación del territorio ya que no quería esperar 5 años a
que cese la ocupación militar (hasta 1820) b) conseguir que los aliados admitiesen la entrada de Francia en el concierto
europeo

La primera de las reuniones previstas por el tratado fue la Conferencia de Aquisgrán (1818) los aliados aceptaron retirar las tropas
de ocupación extranjera en Francia. Con respecto a la inclusión de Francia en el concierto europeo había dos posturas: por un
lado, el zar Alejandro I aceptaba mantener la alianza cuádruple de las 4 potencias vencedoras, por la otra el gobierno inglés
consintió en admitir a Francia en las conferencias (“Quíntuple Alianza”).
La pretensión rusa de una Alianza general había sido descartada pero ni bien comenzaron nuevamente las molestias
revolucionarias la proposición rusa volvió a ser atendida y de hecho se aceptó y aplicó la política de intervenciones.

En 1822, se celebró el Congreso de Verona donde Francia planteó la cuestión española y pidió no adoptar iniciativa alguna,
reservar la libertad de acción de Francia, que deseaba ser único juez de la necesidad de una intervención. En 1823, Luis XVIII
anunció la ruptura de las relaciones diplomáticas con España.

- Alemania: a partir de 1834 se va a convertir en una unidad poderosa bajo la dirección de Prusia.

A partir de 1831, Tayllerand soñaba con una alianza franco-inglesa. La política inglesa hasta 1914 era el deseo de permanecer
libres para apreciar en cada ocasión que pueda presentarse todas sus circunstancias, y no querían comprometerse por acuerdos
contraídos en la ignorancia de los acontecimientos a los que podían aplicarse.

En 1822 la independencia de Brasil despertó verdadera atención en Gran Bretaña ya que había conseguido una tarifa aduanera
muy favorable para la importación de sus manufacturas en retribución de la ayuda que había prestado a Portugal contra Francia
en 1810.

Intereses en Sudamérica de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos:


- Gran Bretaña (1808 – 1814): defendió a España contra Napoleón. En compensación había sido autorizada por el gobierno
de Cádiz para comerciar con las colonias españolas de América mientras durase la guerra europea. Cuando terminó no se
resignó a abandonar aquel mercado. Disponía para la protección de aquellos intereses económicos de un medio de acción
decisivo: el dominio de los mares.
- Francia: para Francia el mercado de Sudamérica ofrecía perspectivas favorables e inmediatas para la exportación de
sederías y vinos. En tres ocaciones envió misiones a los puertos sudamericanos para evitar que Gran Bretaña se
asegurase un monopolio de hecho en la región y para estudiar la forma de desarrollar los intercambios comerciales.
- Estados Unidos: para USA los territorios españoles de América podían ofrecer un mercado para el algodón en bruto, para
la madera de construcción y para los cereales. Tal perspectiva era interesante para los productores de la región del
Mississippi.

Estas tres potencias tenían grandes divergencias políticas:

- Francia: la restauración de los Borbones en Francia y de Fernando VII en Madrid restablecía el pacto de familia. El duque
Richelieu deseaba el restablecimiento del orden en América Latina española.
La revolución española de 1820 modificó las perspectivas ya que liberaba al gobierno francés de sus obligaciones
morales hacia España. En enero de 1823 se rompen las relaciones diplomáticas entre Francia y España.

- Gran Bretaña: sus intereses económicos le hacían desear el triunfo del movimiento independentista. Después de 1817 se
opuso a toda intervención de una potencia europea a favor de España. Castlereagh y Canning creían que si los nuevos
Estados adoptaban un régimen republicano serían más sensibles a la influencia de USA. Era más factible favorecer el
establecimiento de una monarquía para evitar un panamericanismo peligroso para los intereses ingleses. Pero el gobierno
británico se opuso a la política de Villèle ya que proponía una intervención armada; la solución monárquica le parecía
ahora nefasta si se había de realizar ahora con la ayuda de Francia, que no dejaría de aprovecharse de ella, en perjuicio
de los intereses británicos.
La política inglesa admitía que los nuevos Estados adoptasen un régimen republicano pero al mismo tiempo explotaron los
temores causados ante un intento de intervención francesa, se intentó presentar como salvadora para obtener la firma de
los tratados de comercio favorables en perjuicio de USA.

- Estados Unidos: la disgregación del imperio colonial español daba ocasión para resolver una cuestión importante planteada
desde la adquisición de Luisiana: el acceso a la costa del golfo de México.
USA adoptó una línea directriz a la que permanecían fieles rehusando admitir una intervención de las potencias europeas,
encaminada al restablecimiento del dominio español en sus colonias, y a participar en cualquier plan “fundado sobre base
diferente que la total independencia” (era una posición de principio)
En 1817, el gobierno español se quejó de que los colonos rebeldes recibían abastecimiento de armas de USA por medio
de iniciativas privadas. De esta forma, el gobierno español votó una ley de neutralidad que impedía ese tráfico. Estados
Unidos deseaba congraciarse con España ya que estaba negociando la cesión de la Florida.
En 1822, Adams (secretario de USA) informó al gobierno español que reconocían la existencia de los nuevos Estados
constituidos en América del Sur y que establecerían relaciones diplomáticas con ellos.

Los primeros proyectos favorables al mantenimiento del dominio español fueron de iniciativa rusa. Tal política se esbozó a partir de
1817, año en que el canciller Nesselrode sugirió una meditación colectiva de las potencias para ponerle fin a la rebelión de las
colonias.
En 1818, se produjo la segunda tentativa discutida en la Conferencia de Aquisgrán. La política francesa se asoció a la política
rusa. El duque de Richelieu no consideró la restauración de la monarquía española, sino la formación de Estados monárquicos
regidos por príncipes españoles. Pero esta iniciativa careció de consecuencias tanto por enfrentarse con la oposición de Gran
Bretaña como también porque el rey de España se consideraba aún capaz de reconquistar sus colonias y rechazó la mediación.
Canning (Gran Bretaña) ofreció un acuerdo a los Estados Unidos: sugirió que se publicase una declaración común en que los dos
gobernantes anunciaran su intención de poner término a los proyectos franceses de intervención. Adams desechó la oferta
inglesa, pero se fundó en ella para redactar el mensaje que el presidente Monroe comunicó al Congreso el 2/12/1823: “ Puesto que
las colonias españolas han proclamado su independencia y la han mantenido, y como los Estados Unidos la han reconocido,
tendremos que considerar a la intervención de una potencia extranjera cualquiera, cuyo objeto sea el de oprimirlas o el de ejercer
influencia sobre su destino, como manifestación de una enemistad hacia los Estados Unidos” (Doctrina Monroe – 1823)
Gran Bretaña poseía en los nuevos Estados una preponderancia económica que conservaría durante aproximadamente 1 siglo (la
cifra del comercio inglés era 3 veces superior a la del comercio de USA)

Las personalidades

* Castlereagh: ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña desde 1812 a 1822. Jugó un papel esencial en el Congreso
de Viena. Fue sucedido por Canning de 1822 a 1837.
* Madame Staël: escribió una obra llamada “L’Allemagne” donde dio una imagen asombrosa de la vida intelectual del pueblo
alemán.
* Henri de Saint Simon: escribió en 1814 “De la reorganization de la societé européenne”
* Federico Guillermo III: rey de Prusia (1797 – 1840)
* Jorge IV: rey de Gran Bretaña desde 1820 a 1837
* Palmertson: miembro de la Cámara de los Comunes y también secretario de guerra durante la crisis napoleónica
* Carlos X: rey de Francia (1824 – 1830)
* Duque Richelieu (Francia): presidente del Consejo desde 1815
* Talleyrand: embajador Francés en Londres
* Pozzo di Borgo: embajador ruso en París
* Tatischeff: embajador ruso en Madrid
* Chateaubriand: ministro de asuntos extranjeros de Francia
* Rush: embajador de USA en Londres
* Metternich: ministro austríaco de asuntos exteriores

2. Nuevo orden territorial: las cuestiones de Polonia y Sajonia

Los territorios polacos estaban divididos en 3 potencias (Austria – Rusia y Prusia). La existencia de esta % entre estos imperios
hacía que entre ellos existiese una solidaridad común.

En la Polonia rusa el zar Alejandro I había concedido una constitución liberal que garantizaba a los habitantes: la libertad
individual, de prensa y de culto católico, que la administración sería ejercida por los polacos, que la legislación sería dictada por
una Dieta elegida por sufragio, que el ejército sería mandado por oficiales polacos y sería también polaco. Pero Polonia a pesar de
todas estas libertades buscaban recobrar la independencia: la conciencia nacional y el patriotismo polaco no podían aceptar el
dominio extranjero.

En la Polonia rusa y en la prusiana la influencia del clero católico era el alma de la resistencia al dominio extranjero . Por su parte,
el gabinete inglés – en 1863 a diferencia de 1831 – la constitución de un Estado Católico en la Europa Oriental que seguiría la
política francesa.

Sajonia: era la primera víctima de las indemnizaciones ya que había sido un Estado satélite de Napoleón y su Rey ( primo de Luis
XVIII) permaneció individualmente fiel al emperador, por lo que había traicionado a la coalición. Los prusianos pretendían
adjudicársela por completo para compensar sus renuncias en Polonia.

3. Formación y principios de la Santa Alianza

Aunque muy relacionado con el Congreso de Viena no hay que confundirlo con él. La Santa Alianza fue una creación personal del
místico y religioso zar Alejandro I, preveía una unión de monarcas cristianos para salvaguardar el absolutismo y las monarquías.

2. La Restauración en Europa (1814-1830). 3 fronteras internacionales salidas del Congreso, el planteamiento vago del zar tomará
cuerpo con las ideas del canciller austríaco Metternich, según esta alianza es legal la intervención militar en cualquier estado
donde peligre el absolutismo. Las actuales investigaciones sobre lo que fue realmente la Santa Alianza tienden a rebajar su papel
y subrayan que son una serie de normas y tratados pero no totalmente definidos ni cerrados, frente a una visión más antigua que
veía en la Santa Alianza una unión fuerte y muy estructurada.
Inglaterra prefiere mantenerse fuera de esta asociación, lógicamente no es una monarquía absolutista, pero impulsa la creación de
la Cuádruple Alianza, una unión militar entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra para vigilar a Francia; la habilidad de Tayllerand,
ministro de asuntos exteriores de Luis XVIII hará que Francia sea admitida y se transforme, por tanto en Quíntuple Alianza.
Para seguir los contactos entre los países y vigilar la situación política europea, los países europeos absolutistas se reunieron en
varios congresos posteriores, por eso algunos a esta etapa la denominan la Europa de los Congresos.
En la práctica tanto la Santa Alianza como la Quíntuple Alianza son el brazo armado del Antiguo Régimen y, como lo ha
denominado algún historiador, sirven de apagafuegos revolucionarios. Intervendrá, por ejemplo, en España en 1823 para devolver
el trono absoluto a Fernando VII tras la revolución de 1820.
La Santa Alianza va a perder empuje a partir de 1823 cuando Fernando VII pida su intervención también en América para sofocar
la rebelión de las colonias españolas, Estados Unidos se opone (doctrina Monroe) y dice que se opondría por la fuerza a cualquier
intervención europea en América; Inglaterra considera positiva y buena para sus intereses la independencia de las colonias
españolas... así poco a poco se va difuminando el espíritu de la Santa Alianza, el golpe de gracia definitivo se lo darán las
revoluciones de 1820 y 1830.

Tras la derrota definitiva de Napoleón Alejandro I y Castlereagh (quienes no estaban satisfechos con el Congreso de Viena)
invocaron los intereses colectivos de Europa y pretendieron asegurar su conservación.
Uno era el autor del Pacto de la Santa Alianza, firmado entre Austria, Prusia y Rusia el 26 de Septiembre de 1815; el otro, el
promotor del Pacto de Garantía, concluido el 20 de noviembre de 1815.
El Pacto de la Santa Alianza era un documento personal de los soberanos que expresaban, mediante los principios del
cristianismo, su voluntad de mantener en sus relaciones políticas los preceptos de “justicia, caridad y paz”, y de permanecer
“unidos por los lazos de una fraternidad verdadera e indisoluble y de ayudarse y socorrerse en cualquier ocasión y lugar”. Los tres
signatarios se declaraban dispuestos a admitir en su Alianza a toda potencia presta a reconocer los “sagrados principios”.
Pretendía fundar las relaciones internacionales en los preceptos de la “eterna religión de Dios salvador” y en la existencia de una
“nación cristiana”.
Al dirigirse a todos los príncipes cristianos (pero sólo a ellos) Alejandro I confiaba indudablemente de la adhesión de Francia y
España que serviría de contrapeso, útil a los intereses rusos. Era al Imperio Otomano al que Alejandro quería excluir del Pacto ya
que el zar pretendía conservar su libertad de acción. El zar Alejandro I se proponía contrarrestar el poderío inglés. Los monarcas
que concertaban esta alianza se comprometían a prestarse mutua asistencia contra una posible revolución anti-feudal.
Este Tratado gozó de nulidad política ya que no implicaba ninguna obligación para los contratantes y sin duda, este Pacto implicó
para Austria, Rusia y Prusia el respeto mutuo de sus fronteras pero esto no era más que una declaración de principios, sin que le
acompañase promesa definitiva alguna.

Por su parte, Castlereagh pretendía mantener la solidaridad entre los vencedores para contrarrestar cualquier intento
revolucionario francés, y al mismo tiempo, quería protegerse de las tentativas expansionistas rusas, las cuales UK temía. Para
esto, Castlereagh entendió que era necesario renovar el Tratado de Chamount con las modificaciones a que obligaba la
restauración en Francia. Tal era la sugerencia inglesa: una alianza de los Cuatro contra Francia.
La propuesta del zar Alejandro I se alejaba de la de Castlereagh: en lugar de una Alianza dirigida exclusivamente contra Francia el
zar consideró que el acuerdo debía ser ampliado: * las cuatro potencias garantizarían mutuamente el conjunto de sus posesiones,
* afirmarían el derecho de ejercer una vigilancia en los asuntos interiores de los Estados, * afirmarían tambien el derecho a
intervenir colectivamente para reprimir cualquier tentativa revolucionaria. Para coordinar su acción, los gobiernos de los cuatro
Estados celebrarían conferencias periódicas (la innovación más importante que introdujo el Tratado)
Tales concepciones resultaban demasiado amplias para Castlereagh por lo que el gabinete inglés solamente se limitó a una
protección establecida contra Francia y rehusó extender sus compromisos al conjunto del estatuto territorial. Rechazó el proyecto
de intervención colectiva destinada a garantizar la estabilidad interior de los Estados; solamente debía intervenirse en caso de que
la paz general fuese amenazada por revueltas revolucionarias.
Esta posición del gabinete inglés bastó para hacer fracasar el proyecto del zar ya que Metternich no apoyó las sugerencias rusas.
En fin, el Tratado de Garantía del 20 de noviembre de 1815 iba únicamente dirigido contra Francia. Las cuatro potencias firmaron
una liga permanente para asegurar el respeto del segundo Tratado de París y ponían de nuevo en vigor las estipulaciones de los
Tratados del 1 de marzo de 1814 y del 25 de marzo de 1815, y decidieron que “Napoleón y su familia quedarían excluidos para
siempre del trono francés”
Los cuatro soberanos celebrarían conferencias periódicas para examinar las medidas adecuadas no simplemente para el
mantenimiento de la paz sino también acerca de los grandes intereses comunes, especialmente el reposo y la prosperidad de los
pueblos.
Desde el punto de vista del estatuto territorial, el único compromiso en el que entraron las cuatro potencias fue el de oponerse a
toda tentativa francesa con vistas a la modificación de sus fronteras. Esto no implicaba la formación de una verdadera Alianza sino
de un Concierto ya que no estaba exactamente definido y no se determinaban las fuerzas militares o navales con que cada estado
debería contribuir.
En caso de violación de otras fronteras (de Estados secundarios) las grandes potencias tenían derecho a intervenir en la medida
en que dichas fronteras hubieran sido consideradas por el Acta general de 1815.
El proyecto ruso que implicaba un derecho general de intervención de las cuatro potencias en los asuntos interiores de los
Estados fue rechazado a iniciativa de Gran Bretaña. Sólo la amenaza de levantamientos revolucionarios provenientes de Francia
obligaba a los Cuatro a ponerse de acuerdo sobre las medidas que debieran adoptarse. Sin embargo, la intervención a otros
Estados era posible en virtud del Pacto de la Santa Alianza (al cual no se había adherido Gran Bretaña)
Aquel concierto de las grandes potencias implicaba la idea de ejercer un control con vistas a mantener la paz. Pero todas las
soluciones propuestas no tenían otro objeto que el de confirmar la preponderancia de las cuatro potencias victoriosas.

Con la admisión de Francia en 1818, la Cuádruple Alianza devino Quíntuple. Sin embargo, la aversión del gobierno británico a las
políticas reaccionarias del resto de aliados supuso que la alianza cayó en la inoperancia después de mediados de la década de
1820. La muerte de la alianza se fija convencionalmente con la muerte del zar Alejandro en 1825.

Potemkin: Vida política de la Santa Alianza – 3 períodos

1) 26 de noviembre de 1815 – 1822: omnipotencia real en el continente europeo que duró 7 años.
2) 1823 – julio de 1830: comienza en 1823 cuando la Santa Alianza consigue su última victoria al patrocinar la intervención
francesa en España. Pero empiezan hacerse evidentes las discrepancias entre la Santa Alianza e Inglaterra. Este período se
prolonga hasta la Revolución de julio de 1830 en Francia.
3) después de 1830, la Santa Alianza es un montón de ruinas.

En los cuatro congresos internacionales en que se reunieron: Aquisgrán (1818), Troppau (1820), Laybach (1820 – 1821) y Verona
(1822) el motivo esencial que les movía era combatir la revolución y organizar las intervenciones armadas necesarias.

4. Los “cien días”


El periodo conocido como los Cien Días (en francés Cent-Jours), o Campaña de Waterloo, comprende desde el 20 de marzo de
1815, fecha del regreso de Napoleón a París desde su exilio en Elba, hasta el 28 de junio de 1815, fecha de la segunda
restauración de Luis XVIII como rey de Francia. Este periodo pone fin a las llamadas Guerras Napoleónicas, así como al imperio
francés de Napoleón Bonaparte. La expresión Cien Días fue usada por primera vez por el prefecto de París, Conde de Chabrol, en
su discurso de bienvenida al rey, y se usa también para referirse a la guerra de la Séptima Coalición. Este periodo conoció el
último de los conflictos del largo periodo napoleónico, y tanto el Reino Unido como Rusia, Prusia, Suecia, Austria y algunos
estados alemanes declararon en el Congreso de Viena al Emperador francés fuera de la ley y no lo reconocieron como líder de la
nación francesa, aliándose en su contra.

Napoleón había permanecido durante once meses en un intranquilo retiro en Elba entre 1814 y 1815, observando con mucho
interés el trascurso de los acontecimientos en Francia. Tal como él había previsto, la contracción del antiguo gran Imperio a sólo el
reino de la vieja Francia provocó un gran malestar, un sentimiento alimentado además por las historias sobre la falta de tacto con
que la monarquía borbónica trataba a los veteranos de la Grande Armée. La situación en Europa no era menos peligrosa; las
demandas del Zar Alejandro I eran tan desorbitadas que las potencias en el Congreso de Viena se hallaban al borde de una
guerra entre ellas. Toda esta situación conducía a Napoleón a una renovada actividad. El retorno de los prisioneros franceses
desde Rusia, Alemania, Gran Bretaña y España podría proporcionarle un ejército mucho mayor que aquel que se había ganado
renombre en 1814. La amenaza que aún suponía Napoleón había llevado a los monárquicos en París y a los plenipotenciarios en
Viena a discutir la conveniencia de deportarle a las Azores, y algunos iban aún más lejos, proponiendo su asesinato.

Napoleón, sin embargo, resolvió el problema en su forma característica. El 26 de febrero de 1815, aprovechando el descuido de la
guardia francesa y británica, embarcó en Portoferraio con unos 600 hombres, y desembarcó el 1 de marzo cerca de Antibes.
Excepto en la Provenza (que siempre fue proclive a la monarquía borbónica), recibió en todas partes una bienvenida que
atestiguaba el poder de atracción de su personalidad en contraste con la nulidad de la del Borbón. Sin disparar un solo tiro en su
defensa, su pequeña tropa fue creciendo hasta convertirse en un ejército. Ney, quien había dicho de Napoleón que debía ser
llevado a París en una jaula de hierro, se unió a él con 6.000 hombres el 14 de marzo. Cinco días más tarde, el Emperador
entraba en la capital, de donde Luis XVIII acababa de huir apresuradamente.

Una vieja anécdota sirve como ejemplo ilustrativo del carisma y la personalidad de Napoleón: Su ejército se enfrentaba a las
tropas enviadas por el rey para detenerle; los hombres de cada bando formaban en líneas y se preparaban para disparar. Antes de
iniciarse el fuego, Napoleón caminó hacia el centro de ambas fuerzas, encarando a los hombres del rey y abriendo su pechera
mientras decía: «¡Si alguno de vosotros es capaz de dispararle a su emperador, hacedlo ahora!» Poco más tarde, todos los
hombres se unían a su causa.

También es conocida la que refiere las pintadas aparecidas en París, que decían: «Ya tengo suficientes hombres Luis, no me
envíes más. Firmado Napoleón», que expresaba el sentir en la capital desde antes de la llegada del Emperador.

Napoleón no se dejó engañar por el entusiasmo que despertaba en las provincias y en París. Sabía que sólo el ansia de cambio y
el desprecio hacia el viejo rey y sus codiciosos cortesanos le habían conducido a esta victoria incruenta. Instintivamente sabía que
ahora debía vérselas con una nueva Francia que no toleraría el despotismo. En su camino hacia París se había prodigado en
promesas de reforma y de un gobierno constitucional. Para poder llevar a cabo estas promesas, primero debía terminar con el
miedo que provocaba en las grandes potencias.

Ésta fue la principal tarea que se impuso a sí mismo durante los Cien Días. Se podría dudar sobre si su capacidad física y mental
podrían llevarla a cabo. Existen evidencias que permitirían afirmar que su salud se había resentido. Algunas personas (como
Carnot, Pasquier, Lavarette y Thiéhault) pensaban que se hallaba prematuramente envejecido y debilitado. Otros, sin embargo, no
distinguían ningún cambio, mientras Mollien, que conocía bien al Emperador, atribuía la laxitud que le afectaba a la perplejidad por
las circunstancias cambiantes. Esta explicación es la que parece aproximarse más a la verdad. El autócrata se sentía presionado
por todas partes ante la necesidad de presentarse como un soberano constitucional, y al mismo tiempo que se desprendía de una
buena parte de la anterior rigidez, perdía también mucha de la vieja energía, tanto en pensamiento como en capacidad de acción.
La suya era una mente que trabajaba maravillosamente sobre los hechos y caminos bien conocidos. Ahora existía una nueva
necesidad de compromiso con los mismos hombres que anteriormente habían sido simplemente sus herramientas, pero cuando
dejó los asuntos parlamentarios atrás y volvió al campo de batalla, mostró prácticamente todas las capacidades de iniciativa y
resistencia que habían caracterizado su más brillante plan estratégico: la campaña de 1814.

Fechar su declive, como hace Chaptal, a partir de los fríos de la campaña de Moscú, es claramente incorrecto. El tiempo que duró
su letargo en Elba pudo haber sido más desfavorable para su capacidad que los fríos de Rusia. En Elba, tal como indica Sir Neil
Campbell, se convirtió en una persona inactiva, y proporcionalmente corpulenta. A esto habría que sumar que a partir de 1815
comenzó a sufrir retenciones de orina intermitentes, aunque no de gravedad. En conjunto, parece segura la afirmación de que
fueron los cambios en Francia, más que los cambios en su salud los que condujeron al manifiesto constreñimiento del Emperador
durante los Cien Días. Sus palabras a Benjamin Constant: «Me estoy haciendo viejo. El descanso de un rey constitucional podría
satisfacerme, pero es más seguro que satisfaga a mi hijo» Muestran que en su mente abarcaba las salidas a su situación, pero
sus instintos se rebelaban contra ellas. De ahí su mal tanto físico como mental.
Los intentos de los monárquicos le dieron pocas preocupaciones: el Duque de Angulema reclutó una pequeña fuerza para Luis
XVIII en el sur, pero en Valence se deshizo frente a las comandadas por Grouchy, y el Duque firmó el 9 de abril un convenio por el
cual recibía el perdón del Emperador. Los monárquicos del Vendée se rebelaron más tarde, causando también un problema
mayor, pero la dificultad central estaba en la Constitución. El 13 de marzo de 1815 Napoleón había publicado un edicto en Lyon
disolviendo las cámaras u ordenando la convocatoria de una convención masiva a nivel nacional, conocida como "Campo de
Mayo", con el propósito de modificar la constitución del Imperio napoleónico. Este trabajo fue llevado a cabo por Benjamin
Constant, de acuerdo con el Emperador. La resultante Acte additionel (documento que suplía a las constituciones del Imperio)
concedía a Francia una cámara hereditaria de Pares y una cámara de representantes electa por los «colegios electorales» del
Imperio, los cuales comprendían a una centésima parte de los ciudadanos de Francia. Como Chateaubriand remarcó, en
referencia a la Carta Constitucional de Luis XVIII, la nueva Constitución, la "Benjamina", como era apodada ésta, no era sino una
Carta mejorada. Su estado incompleto disgustaba a los liberales; sólo garantizaba 1.532.527 votos en el plebiscito, menos de la
mitad que en los plebiscitos durante el Consulado.

Toda la muestra de entusiasmo en el Campo de Mayo (que tuvo lugar el 1 de junio de 1815), no podía esconder el descontento
por el pobre cumplimiento de las promesas hechas en Lión. Napoleón terminó su discurso con las palabras: «Mi voluntad es la de
la gente: Mis derechos son los suyos»; palabras que sonaron huecas, como pudo verse cuando el 3 de junio los diputados elegían
como presidente de la Cámara a Lanjuinais, el firme liberal que se había opuesto frecuentemente al Emperador. Éste último fue
disuadido con mucha dificultad para que no anulara la elección.

Posteriormente se presentaron nuevos motivos para la ofensa, y Napoleón les advirtió en su último comunicado que no imitaran a
los griegos del antiguo imperio, quienes se enzarzaban en sutiles discusiones mientras el enemigo llamaba a sus puertas. Al día
siguiente (12 de junio de 1815), Napoleón se dirigiría a la frontera norte. Su espíritu se animó con la perspectiva de unirse de
nuevo con su ejército. En Santa Elena, el emperador había comentado a Gourgaud que pretendía disolver las cámaras tan pronto
como hubiera conseguido la victoria.

5. Segunda Paz de Paris

Fue firmada el 20 de Noviembre de 1815, luego de la segunda abdicación de Napoleón Bonaparte, quien luego de haber llevado
adelante un extenso período de guerras en el continente europeo había sido vencido por la séptima coalición y desterrado a Santa
Elena (una Isla del Atlántico). La Segunda Paz de París establecía para Francia:

- un plazo de 5 años para garantizar la ocupación extranjera en el territorio francés


- Francia quedaba reducida a sus fronteras de 1790 y en algunos puntos a un poco menos (en la primera paz de París se le
permitía a Francia mantener los territorios conquistados a partir de 1792). Tuvo que ceder: Philipeville, Marienburgo,
Landau, Sarre, y Saboya fue restituida a Piamonte.
- debía pagar de indemnizaciones de guerra 700 millones de francos
- debía devolver las obras de arte quitadas a sus vecinos
- se prevé un “concierto” de las potencias, no una alianza. Las 4 potencias (Austria, Rusia, Prusia y Gran Bretaña) firmaron
una liga permanente

6. Segunda Restauración

Prácticamente casi en toda Europa se ha restaurado el Antiguo Régimen, pero sólo momentáneamente en algunos países.
En Francia Luis XVIII es nombrado rey, para acallar a una cierta oposición interna concede en 1814 una Carta Otorgada, es una
especie de Constitución que no nace del pueblo sino que el rey la otorga porque quiere, lógicamente el poder real es fuerte y el
Parlamento no tendrá casi peso. Antes de su muerte en 1824 en el país se vive un clima casi de guerra civil entre los
ultrarrealistas (partidarios del poder absoluto del rey) dirigidos por el futuro Carlos X, y los independientes, partido donde se
integran republicanos, bonapartistas... Al subir al poder Carlos X pone en marcha un régimen ultraconservador que se apoya en un
gobierno autoritario (censura, disolución de las Cámaras...); esto provoca una insurrección general en 1830 que acaba con su
poder y con el Antiguo Régimen en Francia de una manera definitiva.
Rusia es gobernada de una manera brutal y cruel por Alejandro I, tras su muerte en 1825 le sucede su hermano Nicolás I. En esta
situación de cambio aparecen muchos movimientos secretos que piden para Rusia un régimen constitucional y motivan el
levantamiento dekabrista o decembrista en diciembre de 1825, serán duramente reprimidos. Nicolás I se muestra más cruel y
represor todavía, se apoya en un fuerte cuerpo de policía. Luchará contra el nacionalismo polaco y ucraniano realizando una
política de rusificación. El absolutismo se mantendrá en el país hasta principios del siglo XX.

En el Imperio austro-húngaro el emperador Francisco I deja el gobierno en manos de Metternich que no duda en recurrir a la
fuerza y a un fuerte centralismo para aplastar el nacionalismo de la gran cantidad de minorías que hay en su artificial estado y que
aspiran a un régimen liberal y a la independencia, estos movimientos aflorarán más adelante y será necesario conceder una cierta
autonomía a los territorios.
Prusia está gobernada por Federico Guillermo III y se encuentra dividida en dos zonas, Prusia propiamente dicha al Este y la
Renania prusiana en la zona del Rin. El rey aprueba al principio una carta otorgada en 1814 pero luego se arrepentirá y gobernará
de una manera más autoritaria. El objetivo de Prusia es lograr bajo su mano la unificación de Alemania.
La Europa postnapoleónica vuelve a estar dominada por el Antiguo Régimen. En la superficie parece como si la revolución
estuviera superada, pero la realidad es otra, la oposición al Antiguo Régimen es creciente en todos los aspectos que no tardarán
en aflorar.

PANORAMA DE LA EUROPA RESTAURADA

GRAN BRETAÑA : Gran Bretaña durante el periodo que nos ocupa está cubierta de gobiernos tories que rechazarán cualquier
tendencia revolucionaria en las Islas y que practicarán una política ajena a los asuntos del continente europeo. Gran Bretaña
favoreció la emancipación de las colonias españolas en América. Se convertirá en el principal productor y exportador mundial de
algodón y siderurgia del planeta. En 1820 murió Jorge III, y ocupó el trono Jorge IV; un cambio sin mayores efectos políticos.

RUSIA: El imperio ruso se había engrandecido con la anexión de Finlandia y la soberanía sobre Polonia, pero su hegemonía
europea se vio frenada por la aplicación del principio de equilibrio. Cuando llegó el ciclo revolucionario de 1820, se mostró
radicalmente antiliberal.

FRANCIA: La primera obra de Luis XVIII al subir al trono fue la promulgación de una Carta Otorgada, ley que emana de la
autoridad real, pero que reconoce los derechos del pueblo. Las instituciones revolucionarias y napoleónicas se respetaron en su
gran mayoría. Luis XVIII puso en marcha una política conciliadora, teniendo que hacer frente a serios problemas durante su
reinado, sobre todo en los primeros años por el intento napoleónico de los Cien días, pero las reformas y el éxito militar de Los
Cien Mil Hijos de San Luis contribuyeron a restaurar el prestigio interior y exterior del régimen de la restauración en Francia.

ESPAÑA: Fernando VII tuvo que reinar en circunstancias muy desfavorables, pero a pesar de ello gozó de gran popularidad,
aunque sus torpezas y las de sus gobiernos, y la depresión económica minaron en parte aquella popularidad. Los liberales
representaban en España a las clases más ilustradas, y la oposición les favorecía: así se explica que en 1820 vieran caer a
Fernando VII con indiferencia muchos de los que lo habían aclamado en 1814. Mención especial merece el tema de la
independencia de las colonias españolas en América, las causas que llevaron a la emancipación de dichas colonias fueron las
siguientes: 1. Inseguridad en la metrópoli, invadida por Napoleón. 2. Imitación de la Independencia de Estados Unidos hacía pocos
años, a la que el propio gobierno de Madrid había apoyado. 3. Factores culturales (antiabsolutismo e influencia de las ideas
revolucionarias) y económicos (deseos de suprimir los monopolios). El resultado fue la proclamación de independencia de Chile
por el general San Martín y la creación de la Gran Colombia por Simón Bolívar, a la vez que Argentina consiguió rápidamente su
emancipación. La última en sumarse al proceso fue Méjico. El triunfo del independentismo americano se debió a los claros
intereses británicos. Esta nación, junto a Estados Unidos influyeron, cada vez más, en los asuntos políticos y económicos del área,
ya que las nuevas naciones presentaban una gran debilidad político- económica.

EL MUNDO GERMANO: El mundo germánico esperaba con ansia la unidad alemana. La Confederación de los 39 Estados
Germánicos configurada en el Congreso de Viena, contaba con un Parlamento en Fráncfort en el que se trataban asuntos muy
generales. Ni Austria ni Prusia renunciaban al protagonismo en la formación de la Gran Alemania. Prusia era ya la primera gran
potencia del mundo germánico, se extendía desde Polonia hasta el Rhin. Estaba gobernada por el rey Federico Guillermo,
contaba con el ejercito mejor organizado de Europa; pero Austria contaba con el mejor político, hábil diplomático y enérgico
gobernante, Metternich, que se mantendría en el poder con su emperador Francisco I hasta 1848.

ITALIA: En Italia predominaba por el momento el liberalismo sobre el nacionalismo. Austria se quedó con Venecia y Milán, Víctor
Manuel de Saboya volvió al reino de Piamonte; lo mismo ocurrió con los príncipes de Parma y el Gran Ducado de Toscana; Pío VII
se hizo otra vez con los Estados Pontificios, y Fernando IV con el reino de Nápoles y Sicilia. Prevaleció el régimen de soberanía
real y los descontentos fueron mayores que en otras partes de Europa.

7. El concierto europeo y la política de intervenciones.

En el momento en que se esfumaba en Francia el temor a una explosión, aumentaron las amenazas en otros puntos del
continente.

- En Alemania, el movimiento liberal obtuvo éxito. El movimiento nacional se manifestó en los medios universitarios, gracias
al impulso de la gran asociación de estudiantes.
- En Italia, reaparecieron amenazas en Nápoles, en 1820 y en Turín en 1821. Al principio se trató de obligar a los soberanos
a aceptar un régimen constitucional, pero la intención velada era la de proyectar un programa nacional. El movimiento era
a favor de una federación italiana.
- En España, el absolutismo de Fernando VII sucumbió, en 1820. un movimiento revolucionario impuso al Rey un régimen
constitucional. En 1822, los partidarios de la monarquía intentaron un Golpe de fuerza pero fracasaron.

Ninguno de estos movimientos revolucionarios afectó el estatuto territorial establecido por los Tratados de 1815, las fronteras no
se discutían, sino que lo que se veía amenazado era el orden social y político.
Estas amenazas reflejaban la solución que proponía desde el principio el zar Alejandro I, la cual había sido presentada
nuevamente en la Conferencia de Aquisgrán: una alianza general que sería la base de las actuales posesiones de las potencias
contratante y que estaría abierta a todos los que respeten los principios. Se trataba de una garantía territorial y también una
garantía de los regímenes políticos.
Cuando todas estas amenazas pasaron a formar parte de la realidad inmediata, la proposición rusa volvió a ser atendida y de
hecho se aplicó la política de las intervenciones.

En tres de los Congresos, el de Troppau (12/1820), en el de Laybach (01/1821) y en el de Verona (1822) las potencias se lanzaron
por el camino de las intervenciones.

a) acción contra la Revolución de Nápoles: el cambio de opinión de Metternich era clara. La revolución de Nápoles afectaba a los
intereses de Austria. ¿Podía Austria abandonar al rey de las Dos Sicilias, que por el Tratado Secreto del 21 de Junio de 1815, le
había prometido no adoptar reforma política alguna con las instituciones monárquicas tradicionales? Tal abandono comprometería
toda la influencia austriaca en Italia. Por este motivo, Metternich, quien antes no aceptaba la idea de una alianza general
(propuesta rusa de intervención) porque le inquietaba el proyecto además de la presión que ejercía el rechazo de la misma política
por parte de Gran Bretaña, ahora aceptaba una intervención armada en Nápoles. En la Conferencia de Carlsbad (1819) Metternich
había establecido mediante un acuerdo directo con Prusia y los príncipes alemanes, las bases de la represión. El zar aprovechó la
ocasión para volver a adoptar su plan de intervención colectiva: la política rusa se encargó de dar a este asunto un carácter
europeo (lo que el zar quería en el fondo era impedir a Austria que desarrollase libremente su acción en Italia). A finales de
Febrero de 1821, el ejército austriaco restableció la autoridad absoluta de Fernando I en Nápoles. Metternich, no el zar, fue quien
dirigió, efectivamente la política de intervención.
b) decisión de restaurar en España el poder de Fernando VII mediante una intervención armada de Francia : cuando en 1821 los
ultras alcanzaron el poder con el ministerio de Villèle, se manifestó el deseo de restaurar la potencia política de Francia. El nuevo
ministerio después del Congreso de Verona decidió llevar adelante una intervención militar en España y restablecer la monarquía
absoluta de Fernando VII. Concedió subsidios a Fernando VII a partir de 1822 impulsando al gobierno a la intervención en
España. Francia quería ser único juez de la necesidad de intervención en la cuestión española. Este proyecto suscitó una doble
campaña diplomática: USA (cuya iniciativa se hizo pública mediante la proclamación de la Doctrina Monroe) y UK (cuya iniciativa
permaneció secreta). Ambos Estados detuvieron la política francesa. Canning (UK) advirtió al gobierno francés (al embajador
Polignac) que si una potencia extranjera interviniera en una empresa de España contra sus colonias, UK reconocería
inmediatamente la independencia de las mismas. Así se desvaneció la posibilidad de una intervención francesa.

En estas dos situaciones, las únicas en las que se aplicó la política de intervención, la situación internacional fue análoga: Francia
y Austria estaban dispuestas a obrar por propia iniciativa, al margen de toda decisión colectiva. La actitud de ambas fue
determinada por intereses, no por principios. El Gobierno austriaco quería salvaguardar su preponderancia en Italia. El francés
quería mostrar que era capaz de volver a ocupar un rango militar en Europa, del que se aprovecharía en su política interior.
En resumen, durante todos aquellos Congresos, el interés europeo fue sólo de palabra ya que de hecho, sólo contaban los
intereses particulares de los Estados.
El Gobierno inglés, por su parte, aceptaba una política de intervención a condición de que no fuese obra colectiva. Esta fue su
voluntad ante la intervención austriaca. En cambio, en la cuestión española, el gabinete británico se pronunció contra toda
intervención. Esta decisión se debía a que la cuestión española era importante para el mantenimiento del status quo en el
Mediterráneo y podía afectar al comercio inglés con América del Sur. De esta forma se manifiesta la ambigüedad de la posición
británica acerca de la política de intervención.
Hacia 1823, se rompió definitivamente la solidaridad proclamada 8 años antes por las grandes potencias. No cabía mantener el
Concierto Europeo en los asuntos continentales. Las divergencias se manifestaban en los asuntos mediterráneos y en la cuestión
de las colonias españolas de América Latina.

8. Las olas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848. Las fuerzas profundas y el movimiento de las nacionalidades.

Tres principales olas revolucionarias hubo en el mundo occidental entre 1815 y 1848. Se produjeron porque los sistemas políticos
reinstaurados eran profundamente inadecuados en un período de rápidos cambios sociales. Hubo tres tendencias principales: a)
la moderada liberal (de la aristocracia liberal y clase media alta) b) la radical democrática (clase media baja, intelectuales y
descontentos) c) la socialista (del trabajador pobre).

La primera tuvo lugar entre 1819 y 1824. En Europa se limitó principalmente al Mediterráneo con España (1820), Nápoles (1820) y
Grecia (1821) como epicentros. Excepto del griego, todos estos lanzamientos fueron sofocados.

- En Italia, reaparecieron amenazas en Nápoles, en 1820 y en Turín en 1821. Al principio se trató de obligar a los soberanos a
aceptar un régimen constitucional, pero la intención velada era la de proyectar un programa nacional. El movimiento era a favor de
una federación italiana. El objetivo era liberar del dominio austriaco al Lombardo – Véneto, pero no era más que un sueño.

- En Alemania, el movimiento liberal obtuvo éxito en Baviera y en el gran ducado de Badén. El movimiento nacional se manifestó
en los medios universitarios, gracias al impulso de la gran asociación de estudiantes.
- En España, el absolutismo de Fernando VII sucumbió, en 1820. Un movimiento revolucionario dirigido por la Junta de Oficiales
impuso al Rey un régimen constitucional. En 1822, los partidarios de la monarquía intentaron un Golpe de fuerza pero fracasaron
en Madrid.

Luego de la muerte de Fernando VII en 1833, se abre una crisis de sucesión en España que oponía a Carlos (quien se apoyaba
en el clero y era hermano del difunto) y a María Cristina (quien se apoyaba en los constitucionales y era regente en nombre de su
hija Isabel). La guerra civil española representaba el antagonismo entre potencias absolutistas (Carlos) y constitucionales (María
Cristina). Durante dicha guerra, Metternich (Austria) enviaba armas y subsidios a los carlistas y Palmerston (UK) hacía otro tanto
en beneficio de los partidarios de la regente quien preparaba una intervención en Portugal ante una situación análoga que se
estaba desarrollando en aquél país (en Portugal había una lucha entre los partidarios del pretendiente Miguel, quien era
absolutista, y el gobierno de Pedro). El objetivo de la política inglesa era expulsar el absolutismo (Carlos y Miguel) de la península
y para ello obtener la colaboración francesa, la cual fue otorgada por Luis Felipe por medio del Tratado del 22/04/1834, cuyo
objeto era regular la cuestión portuguesa.

- En Grecia se produjo la independencia griega que fue una insurrección contra el gobierno turco. Ésta presentó todas las
características de un movimiento nacional. Fue la protesta de una población que por su lengua, religión, costumbres, sentimientos
había permanecido extraña al Imperio Otomano. En 1814, se formó en Odessa una sociedad secreta (“La Hetaria”) con el objeto
de restaurar la independencia. Este movimiento de independencia rechazó entre 1822 y 1825 la dominación turca de Morea.
Rusia, deseaba el éxito de la insurrección. Austria no podía abandonar la región a la influencia rusa. También resultaba inquietante
para Gran Bretaña que vería quebrantada su preponderancia en el Mediterráneo y se vería expuesta a una penetración rusa en
Medio Oriente que amenazaría la India. Francia por su parte, veía en la disgregación del Imperio Otomano la oportunidad para
obtener una revisión de los Tratados de 1815.
Ante el peligro de una intervención rusa, Gran Bretaña analizaba la posibilidad de una alianza. No podía hacerlo con Austria
debido a la política de ésta en Alemania e Italia. Buscó así un acuerdo con Rusia para frenar su política. La negociación anglo-rusa
conducida por Wellington tuvo por resultado la firma del protocolo del 4 de abril de 1826. Gran Bretaña acudiría como mediadora
entre el Imperio Otomano y los griegos y Rusia apoyaría la iniciativa. El objetivo sería conseguir un régimen de autonomía para
Grecia. El Gobierno Otomano para dividir a sus rivales satisfizo a Rusia mediante la Convención de Akkermann (1826) en la
cuestión de los principados danubianos mientras se oponía a la tentativa de mediación en el asunto griego. Pero este intento fue
vano. En 1827, al gobierno ruso e inglés se le sumó el apoyo de Francia. Se impuso el armisticio mediante un bloqueo que
degeneró en la batalla en la bahía de Ambarino. La flota egipcia quedó destruida.
En 1828, Rusia declaró la guerra a Turquía y Francia sugirió a UK dejar a Rusia libertad de acción en la cuestión danubiana pero
alejarla del asunto griego. El Zar aceptó esta proposición.
La Conferencia de Embajadores en Poros decidió la formación de un Estado griego cuyo príncipe sería hereditario, pero pagaría
tributo al Sultán, fijando la frontera norte de dicho Estado en los golfos de Arta y Volo. Sobre tales bases, los tres gobiernos
confirmaron su acuerdo (protocolo del 22 de Marzo de 1829). Por el Tratado de Andrinópolis (1829) la cuestión griega se resolvió
según los términos del 22 de Marzo.
Rusia obtuvo la orilla derecha del Danubio, la formación de un gobierno nacional en los principados de Valaquia y Moldavia,
vasallos del Sultán pero bajo la garantía rusa, la sesión del puerto de Poti, la libertad de comercio con el Imperio Turco y el
derecho al libre acceso por los Estrechos (barcos mercantes). Además Turquía reconoció el derecho de Rusia sobre Georgia y la
autonomía de Servia.

Ninguno de estos movimientos se trataba de movimientos de masa; en donde las convulsiones revolucionarias eran más serias.
Sino que fueron obra de grupos restringidos, de sociedades secretas.
Ninguno afectó el estatuto territorial establecido por los Tratados de 1815, las fronteras no se discutían, sino que lo que se veía
amenazado era el orden social y político.
Estas amenazas reflejaban la solución que proponía desde el principio el zar Alejandro I, la cual había sido presentada
nuevamente en la Conferencia de Aquisgrán: una alianza general que sería la base de las actuales posesiones de las potencias
contratante y que estaría abierta a todos los que respeten los principios. Se trataba de una garantía territorial y también una
garantía de los regímenes políticos.
Cuando todas estas amenazas pasaron a formar parte de la realidad inmediata, la proposición rusa volvió a ser atendida y de
hecho se aplicó la política de las intervenciones.

La segunda ola revolucionaria se produjo entre 1829 y 1834 y afectó toda la Europa al oeste de Rusia y al continente
norteamericano. En Europa, la revolución parisiense en junio de 1830 y la caída de los Borbones en Francia estimuló diferentes
alzamientos.
La ola revolucionaria de 1830 fue más “radical” que la de 1820. Marcó la derrota definitiva del poder aristocrático por el burgués, la
aparición de la clase trabajadora como fuerza política independiente y la de los movimientos nacionalistas en muchos países
europeos.

- En Francia, la Revolución parisiense y la caída de la dinastía restaurada en 1814 constituyeron la primera brecha en el estatuto
establecido en 1815. Los movimientos revolucionarios se asociaban a las aspiraciones del liberalismo político y las del sentimiento
nacionalista. Carlos X fue derrocado luego de nombrar como primero ministro en 1829 a un político radical de extrema derecha
Polignac, quien hizo de su gobierno un régimen aún más autoritario. La revolución fue impulsada por la burguesía y apoyada por
multitudes de obreros. El resultado fue la creación de una monarquía constitucional bajo Luis Felipe. Los primeros actos de Luis
Felipe despertaron la esperanza de reemprender las tradiciones revolucionarias. Bélgica se independizó de Holanda (1830),
Polonia (1830 – 1831) fue sólo reprimida luego de considerables operaciones militares, varias partes de Alemania e Italia sufrieron
convulsiones, el liberalismo triunfó en Suiza y en España y Portugal se abrió un período de guerras civiles entre liberales y
clericales.

- La crisis belga: los Tratados de 1815 habían constituido el reino de los Países Bajos que agrupaba las provincias belgas, con una
población de 3 millones y medio de habitantes, como “barrera” contra Francia (unión de Bélgica y Holanda para hacer un Estado
“tapón” alrededor de Francia e impedir cualquier intento expansionista). El Rey Guillermo I debía tratar de hacer convivir a
poblaciones cuyas costumbres, tradiciones y religión eran diferentes, y cuyos destinos se habían separado hacía ya dos siglos.
Fue por la formación del sentimiento nacional belga que en 1830 el Reino de los Países Bajos, bajo impulso belga, obtuvo su
independencia.
El problema en el Reino de los Países Bajos surgió porque el gobierno de Guillermo I quería asegurar la preponderancia de los
holandeses en el Estado, a pesar de su inferioridad numérica. Flamencos y Valones reclamaban una representación parlamentaria
proporcional al número de habitantes. De esta forma se abrió camino en la vereda belga a un “posible acuerdo” entre liberales y
católicos (“unionismo”). Ambos grupos tendrían un programa común: libertad de enseñanza, libertad de prensa, reforma electoral
para establecer un régimen verdaderamente representativo.
Con respecto a las cuestiones económicas y sociales, el progreso industrial y la modernización de la producción había sido sobre
todo obra de los belgas, los holandeses apenas habían participado en ella.
Los industriales de Valonia, que hacían frente a la competencia inglesa, se quejaban del régimen aduanero de los Países Bajos, y
deseaban poder ejercer influencia sobre esta legislación aduanera. Los obreros de la industria moderna y los artesanos se
quejaban, dado a que entre 1824 y 1830 los precios habían subido, mientras que los salarios no aumentaban. Desde el momento
en que la burguesía tomó la dirección del movimiento se comenzó a hablar de reivindicaciones políticas. Se trataba de obtener
una separación administrativa y parlamentaria entre las provincias belgas y holandesas.
En conjunto, la situación social generaba malestar y de ellos se hacía responsable al gobierno. Sin embargo el movimiento de
oposición – aunque tuviese un carácter nacional – tendía a levantar a los belgas contra los holandeses (este movimiento no
adquirió carácter revolucionario hasta 1830). Pero la revolución no se desencadenó toda de un solo golpe sino que en su origen,
las revueltas no eran más que una manifestación de protesta social.
La liberación nacional se convirtió en el objetivo. La formación de un gobierno provisional belga fue anuncio de la declaración de
independencia. Una asamblea constituyente decidió que el Nuevo Estado sería una monarquía constitucional. La crisis tomó
carácter internacional cuando Guillermo I se dirigió a Rusia, Prusia, Austria y Gran Bretaña solicitando su ayuda armada para
reprimir la rebelión de los belgas.
Las respuestas de los gobiernos ruso y prusiano fueron favorables en principio ya que en 1815 se habían comprometido a
“mantener el reino de los Países Bajos”. Esta decisión de apoyo a Guillermo I se modificó cuando Metternich declaró que por más
de que era favorable a una política de intervención, no deseaba comprometer a las fuerzas austriacas porque se hallaba inquieto
ante la situación italiana. En consecuencia, no se produjo la solidaridad de las potencias continentales debido a que Prusia y Rusia
no quisieron comprometerse solas, porque sabían que su intervención armada provocaría indudablemente una intervención
francesa en beneficio de los belgas. Pues, la opinión pública francesa era favorable a la revolución belga ya que veía en la
disgregación de aquel reino de los Países Bajos formado contra Francia en 1815 la satisfacción para los propios vencidos en dicha
fecha. Francia veía en aquel asunto una cuestión de dignidad nacional.
Pero el gobierno francés se declaró a favor de la no intervención. Francia no ayudaría al movimiento revolucionario belga, a
condición de que ninguna otra potencia apoyase al rey de los Países Bajos. Pero si los prusianos entraban en Bélgica – declaraba
Luis Felipe – “es la guerra y no lo consentiremos”.
Por parte de la política inglesa, Gran Bretaña no pensaba en una intervención armada a favor de los belgas, pero tampoco podía
admitir la anexión de Bélgica a Francia (en caso de que Francia interviniese a favor de Bélgica), era necesario también evitar una
intervención armada por parte de Rusia y de Prusia, ya que esto llevaría a provocar una respuesta francesa a favor de los belgas.
Lo que sí podía consentir Gran Bretaña era la existencia de una Bélgica independiente. Ni la victoria francesa ni la victoria rusa,
ninguna de las dos resultaría deseable para Inglaterra.
En 1830, las potencias reconocieron la independencia del Estado belga (Protocolo del 20/11/1830) La oposición de Rusia fue
paralizada por la insurrección polaca. No obstante la cuestión continuó provocando dificultades sobre todo entre Francia e
Inglaterra, respecto a los límites del nuevo Estado y a su estatuto internacional.
En 1831, la política inglesa decidió que: * el nuevo Estado belga sería neutral a perpetuidad y que las potencias signatarias
garantizarán tal condición, * fijó los límites territoriales del Estado, al que no se incorporaban Luxemburgo ni Limburgo * determinó
las condiciones de elección del Rey entre las familias no reinantes en las grandes potencias destinada a impedir la candidatura de
un príncipe francés.
La actitud del gabinete inglés fue categórica: “Pensamos con disgusto en la guerra – escribió Palmerston al embajador de Gran
Bretaña en París - ; pero si alguna vez tenemos que realizar tal esfuerzo, la ocasión actual es legítima: no podemos aceptar la
subida del duque de Nemours al trono belga sin peligro para nuestra seguridad y nuestro honor”. “No podemos permitir la unión
con Francia, que daría a esta una potencia peligrosa para nuestra seguridad. Sabemos que tendríamos que combatir a Francia
después de tal unión…”
Finalmente, el partido francés se desmoronó en Bélgica dando lugar al triunfo de la política inglesa.
Sin embargo, era necesario contar con el rey de los Países Bajos que intentaba llevar adelante un esfuerzo de reconquista. Ante
esta situación, Luis Felipe, respondiendo al llamamiento del rey de los belgas, envió un cuerpo expedicionario contra los
holandeses y salvó en algunos días la independencia de Bélgica. Gran Bretaña no se opuso a esta medida. El resultado de esto
fue que el Reino de Bélgica obtuvo en 1831 una parte de Luxemburgo (la región de Arlón) y otra de Limburgo.
El gabinete inglés fue realista, renunciando a la concesión de una barrera contra Francia y aceptando la independencia belga bajo
la garantía de neutralidad. Las potencias continentales tampoco hicieron un serio esfuerzo para establecer un concierto. De esta
forma se llego a una solución de compromiso, y aquel compromiso se convirtió, a fin de cuentas, el motivo de una aproximación
franco-inglesa.

- La insurrección polaca (ver la cuestión de Polonia y Sajonia): la única causa del movimiento fue, pues, el deseo de recobrar la
independencia; la conciencia nacional y el patriotismo polaco no podían aceptar el dominio extranjero.
No se trataba, sin embargo, de un movimiento de masas. Los partidarios de la insurrección no formaban sino una minoría,
reclutada entre los miembros de la nobleza media o de la burguesía intelectual.
Pensaban eliminar por la fuerza al virrey y a las autoridades rusas de Varsovia. Al principio el plan se ejecutó sin grandes
dificultades: la insurrección de 1830 expulsó al virrey, que ni siquiera intentó resistir. Sin embargo, cuando se constituyó el
gobierno provisional trató de negociar y obtener la aplicación íntegra y efectiva de la Constitución de 1815, así como la unión a la
Polonia autónoma de los territorios que antes de 1722 habían pertenecido al Estado polaco. Únicamente después de la negativa
del Zar, la Dieta lanzó, el 25 de enero de 1831, una declaración de independencia.
La Dieta creyó indudable que el Zar, preocupado por el papel que Rusia pudiera desempeñar en las cuestiones belga e italiana,
vacilaría en emplearse a fondo contra los polacos.
En realidad, la situación europea no hizo más que retardar un poco la campaña rusa de reconquista. Tres meses después del
comienzo de las operaciones, Rusia se decidió a emplear sus tropas escogidas: la Guardia Imperial. La insurrección polaca
conocía ya su destino a menos que se produjera una intervención extranjera a favor de la insurrección. Pero ¿de dónde provenía
ésta? Prusia y Austria que tenían provincias polacas no podían permitir el triunfo del movimiento revolucionario. La posición de
Gran Bretaña era ambigua: por un lado era favorable al movimiento polaco, porque iba en contra de Rusia; pero el Gobierno
pensaba en que el éxito del movimiento iba a ser beneficioso para la influencia francesa. Al mismo tiempo, Gran Bretaña tampoco
deseaba el debilitamiento de Rusia, a la que Gran Bretaña podría necesitar para mantener el orden en Europa en el caso de que
la influencia de los medios políticos de izquierda triunfara en Francia. Con respecto a Francia, en ella depositaban sus esperanzas
los patriotas polacos. Pero el Gobierno francés – el Partido del Movimiento – deseaba que los Estados no interviniesen.
Los polacos quedaron solos. Antes de desaparecer, el gobierno provisional atribuyó su derrota a las potencias occidentales: “la
supuesta simpatía que Francia e Inglaterra nos han mostrado fueron la causante de nuestra ruina”. No obstante, la abstención de
las potencias y el fracaso final: las tropas rusas se apoderaron de Varsovia el 7 de Septiembre de 1831.
El Zar suprimió la Constitución de 1815, ejerció represalias contra la nobleza, cerró las universidades de Vilna y Varsovia para
impedir la formación de una clase intelectual.
La presencia en Europa central y Occidental de miles de emigrados políticos polacos era un factor nuevo en las relaciones
internacionales. Tal emigración era terriblemente heterogénea y estaba dispersa en los países de Francia, Inglaterra y algunos
estados alemanes del Sur. Los “blancos”, cuyo cuartel general estaba en París, realizaban un gran esfuerzo propagandístico para
interesar a la opinión pública sobre la causa polaca. Y los “rojos”, cuyo centro de atención estaba establecido en Versalles,
contaban entre sus afiliados a un buen número de jóvenes que habían servido como oficiales durante la guerra de 1831,
dispuestos siempre a tomar parte en un levantamiento. La presencia en los estados de la Europa central de aquella mano de obra
revolucionaria era una circunstancia favorable para los adversarios del status quo.

- Italia: en 1831 estalló un movimiento liberal en Romaña que se extendió a Módena y Parma. Las razones eran la oposición al
régimen absolutista y a los métodos de la administración pontificia. Fue obra de las sociedades secretas, la más activa de las
cuales era la de los cabronari. Soñaban con provocar en toda la península una gran insurrección para conseguir la expulsión de
los austriacos y la fusión de los Estados italianos en un solo cuerpo de nación. El asunto tomó carácter internacional cuando
Austria intervino en el conflicto tratando de desarticular el movimiento, lo cual no le resultó tarea difícil. El motivo por el cual Austria
estaba en contra de la insurrección era claro: estimaba que la existencia de regímenes absolutistas en Italia era beneficiosa para
los intereses austríacos y necesaria para que continuara su preponderancia; quizá deseaba también asegurarse una influencia en
la política de la Santa Sede. En 1832, Francia hizo desembarcar en la región un cuerpo expedicionario y anunció que no lo
retiraría hasta que Austria retirara sus tropas de la península. El objetivo de Francia era oponer un contrapeso a la influencia
austriaca en la península.
En Turín, el nuevo rey Carlos Alberto (rey de Cerdeña) declaró que obraría para garantizarse que el partido liberal desaparezca.
Estaba convencido de que la secta estaba apoyada por Francia lo que lo llevó a solicitar una alianza con Austria y a firmar un
tratado secreto que preveía, en caso de agresión francesa, una acción conjunta de las fuerzas militares. Pero esto no fue más que
una alianza de circunstancia ya que en el fondo el rey de Cerdeña consideraba enemigo a Austria.

- Alemania: los movimientos liberales, las manifestaciones y las revueltas fueron en un principio movimientos esporádicos que no
estaban coordinados. Sólo un puñado de radicales, decidieron intentar un golpe de mano contra la Dieta, y lanzaron un
llamamiento en 1833 a la liberalización de Alemania. Trataron de apoderarse del puesto central de Policía, pero el asunto quedó
resuelto en una hora, sin que la tentativa obtuviese el menor eco en la población. La pasividad de la masa no fue, sin embargo, lo
único que frenó el movimiento nacional. También contribuyó a ello la ausencia de un programa. Metternich logró que la Dieta
aprobase el protocolo de Seis Artículos dirigido a la vez contra los movimientos liberales y contra el movimiento nacional,
prohibiendo las asociaciones políticas y las asambleas populares. También consintió en que Prusia realizase la unión aduanera de
los Estados alemanes. En 1834, toda Alemania quedaría fusionada por sus intereses económicos y formará un cuerpo compacto
bajo la dirección de Prusia. Austria sería considerada como un cuerpo extraño, lo cual le traía consecuencias políticas.

Nicolás I (Rusia) junto con Prusia y Austria firmaron en 1833 el Convenio de Münchengratz mediante el que se reconocía el
derecho de todo soberano amenazado por una revuelta a llamar a su ayuda a Rusia, Austria y Prusia. Los tres Estados
reafirmaron el principio de intervención.
Las revueltas sobrevenidas entre 1831 y 1834 tuvieron como consecuencia promover el restablecimiento de la colaboración entre
las tres grandes monarquías absolutas. Frente a aquel grupo de Estados conservadores, los dos Estados constitucionales de
Europa occidental adoptaron en repetidas ocasiones un plan de conducta común. Tanto los medios gubernamentales de Paris
como los de Londres desconfiaban de cualquier iniciativa por parte de Metternich. Aunque la entente cordial (Francia y Gran
Bretaña) era sólo una situación de hecho. El gobierno francés no quería abandonar la península italiana a la influencia austriaca y
Palmerston estimaba que el desarrollo del liberalismo político en los Estados alemanes favorecería el comercio inglés.
Esta se prolongó algún tiempo a pesar de continuas discusiones provocadas por el conflicto de intereses mediterráneos y por la
rivalidad comercial; “los comerciantes ingleses encuentran en África, Grecia, Italia meridional y en toda América Latina, desde La
Plata al Golfo de California, la competencia del gobierno francés”.
En 1837, el Gabinete inglés terminó por extraer las consecuencias de esta situación y cesó de insertar en el discurso del trono una
alusión a la colaboración franco-inglesa. La primera entente cordial había fracasado.

La tercera y mayor de las olas revolucionarias fue la de 1848. Fue producto de la crisis en el desarrollo de una nueva sociedad.
- crisis agrícola: a partir de 1847 Europa central y occidental sufrió la penuria de productos alimenticios.
- crisis financiera: salieron a comprar cereales donde las cosechas habían sido normales, lo que originó la salida de numerarios
(moneda).
- crisis industrial: por causa de las dificultades financieras, los industriales redujeron su producción y obligaron al paro a una parte
de sus asalariados.
Casi simultáneamente la revolución estalló y triunfó en Francia, Italia, los Estados Alemanes, en gran parte del Imperio de los
Habsburgo y en Suiza.

- Francia: en febrero de 1848 el pueblo de París se había sublevado contra Luis Felipe. Éste abdicó a favor de su nieto. Pero los
insurrectos invaden la Cámara de Diputados para evitar que se confíe la regencia a la duquesa de Orleáns. Se establece un
gobierno provisorio. El 25 de febrero de 1848 se proclama la Segunda República: * son abolidos los títulos de la nobleza y la pena
de muerte, *se limitan las horas de trabajo, * se establece una Asamblea Constituyente que designa una comisión ejecutiva.
En junio se producen insurrecciones obreras y se dan plenos poderes a Cavaignac. Esta es aplastada y se constituye un gran
partido del orden. Se redacta una Constitución. En diciembre Luis Napoleón es elegido Presidente. En 1851 se produciría el golpe
de Estado de Napoleón, éste recibía plenos poderes por 10 años y luego sería restablecida la dignidad imperial.
Las jornadas de 1848 en Francia dieron a la agitación liberal y nacional de Italia, Alemania y Austria un tono revolucionario.

- Italia: el despertar nacional italiano fue obra de un grupo restringido. Su primer objetivo era la independencia de la península, la
eliminación de la influencia austriaca y la liberación del Lombardo-Véneto. Después soñaban con la unidad. Los revolucionarios se
agrupaban alrededor de Mazzini quien se había asociado con el movimiento de los cabronari. Según él, los pueblos debían
conquistar el libre ejercicio de su soberanía y lo conseguirían si el Estado coincidiese con su nacionalidad, si se organizase según
principios republicanos y democráticos. Los moderados veían la unidad como una federación bajo uno de los soberanos italianos:
el Papa o el rey de Piamonte-Cerdeña. El proyecto de Niccoló Tommaseo consistía en obtener para el movimiento de
regeneración nacional el apoyo del Papado. Esta tendencia (neogüelfismo) fue apoyada por el Primato d’Italia de Gioberti. Según
éste se debía formar una Confederación cuyo jefe sería el Pontífice asistido por un Consejo de Estado. El neoguelfismo era
combatido por los moderados que querían a la cabeza el rey de Piamonte-Cerdeña. Así, la cuestión italiana estaba abierta. Los
intereses económicos tenían influencia en aquellos Estados donde el desarrollo industrial comenzaba a modificar la estructura
social, allí se deseaban abatir las murallas aduaneras y poder disponer de un mercado italiano. En Marzo de 1848, estalla una
insurrección: el Lombardo Véneto contra el dominio austriaco que obtiene apoyo armado de Carlos Alberto, quien es derrocado
por Austria. En Roma, ante la insurrección, Pio IX abandona su Estado y Mazzini establece una república. Austria exigió una
indemnización, la firma de un Tratado Comercial y el derecho de ocupar la plaza fuerte de Alejandría. Se firma un Tratado Au-
sardo por el que Austria se queda con el Lombardo–Véneto y con influencia en Toscana.
En la cuestión Romana después de la batalla de Novara, la República de Mazzini estaba condenada. Napoleón envía un cuerpo
expedicionario para preparar un compromiso: el Papa establecería instituciones liberales. Pero éste finalmente se negó, y la nueva
asamblea francesa decidió que sus tropas tomaran Roma y restauraran el poder temporal. Francia pasa a ser considerado como
un árbitro dentro de la cuestión de la unidad italiana, quedando desacreditada ante los liberales italianos.

En la cuestión de la unidad italiana, el gabinete inglés temía una intervención francesa. Para evitarla admitía una intervención
diplomática conjunta con Francia, entre Piamonte – Cerdeña y Austria. Pero el 01/09/1848 el gobierno austriaco rechazó la oferta
de mediación. Austria se negaría a ceder Lombardía.
Ni Rusia, ni Gran Bretaña ni Francia deseaban una disgregación del Imperio austriaco de consecuencias imprevisibles para el
equilibrio europeo. Rusia quería impedir la modificación radical del estatuto territorial de Europa central y atajar el peligro de una
insurrección polaca.
- Alemania: las influencias económicas e intelectuales se unen en el despertar del movimiento nacional alemán. La unión
aduanera había atenuado los sentimientos particularistas y había acostumbrado a colaborar a los Estados Alemanes bajo la
dirección de Prusia. La preocupación del movimiento ideológico, articulado en las figuras de Fichte, Hegel, Savigny y Grimm, era
buscar los antecedentes que permitían mostrar el parentesco de las poblaciones germánicas. Pero los partidarios de la “unidad”
no estaban de acuerdo sobre la forma del futuro estado alemán. Se dividían en tres tendencias: los conservadores que querían
realizarla sin atentar contra el derecho de los soberanos, pensaban en una Confederación pero con mayor articulación de la
política exterior y la militar. Los liberales, querían un Estado federal a cuya cabeza habría un emperador dejando subsistentes a
las dinastías. Los demócratas querían barrer a los príncipes. Este movimiento nacional miraba también hacia las poblaciones
alemanas sometidas a la dominación extranjera. En ciertos ducados daneses la población era de lengua alemana.
En marzo de 1848, un grupo de liberales de Alemania del sur solicitó la reunión de una Asamblea Nacional electiva que
sustituyese a la Dieta de la Confederación. La misma se celebró en Frankfurt y nombró a un gobierno provisional alemán. En
septiembre fracasa un golpe de mano de la Asamblea por los radicales. La Asamblea se esforzó por establecer una Constitución y
rechazó la solución republicana y se orientó al establecimiento de un Imperio federal, admitiendo a los miembros de la antigua
Confederación excluyendo a Austria.
En 1849, la Asamblea Nacional de Frankfurt decidió establecer el Imperio y ofrece la Corona al Rey de Prusia, pero Federico
Guillermo IV se negó. La Asamblea nacional se dispersó y se volvió así al proyecto de la pequeña Alemania (proyecto de Estado
Federal con el consentimiento de los príncipes y bajo la dirección de Prusia) que no se había podido llevar a cabo con la Asamblea
nacional de Frankfurt y al de la gran Alemania (territorios del Imperio austriaco, más un directorio formado por Austria, Prusia y los
Estados medios interesados en la continuación del dualismo austro-alemán que garantizaba su independencia que era el plan de
Austria o de Schwarzenberg). El gobierno prusiano aprovechando la resistencia austriaca en Hungría, convoca a una conferencia
para establecer una constitución al Imperio Alemán. Sólo Baviera se mantuvo aparte. Pero cuando Austria pudo terminar con la
cuestión Húngara, con ayuda de Rusia, Hannover y Sajonia abandonaron a Prusia. Pero Prusia (Federico Guillermo) igualmente
trata de establecer una Unión restringida (Estados pequeños de la Alemania central con dirección de Prusia) y convoca a una
reunión. Schwarzenberg (Austria) opone su proyecto (Gran Alemania) y se le unen Hannover, Sajonia, Wutemberg y Baviera (osea
los Estados medios) y después Hesse-Cassel y Hesse-Darmstadt, y los convoca a Frankfurt. En 1850 estalla la crisis a raíz de un
conflicto en Hesse-Cassel y el ejército prusiano es ordenado a movilizarse y Austria contesta con un ultimátum, ante el cual la
política de Prusia se hunde. El gobierno de Prusia acepta la firma de los puntos de Olmütz, retira la orden de movilización,
abandona su proyecto y acepta la reunión de una conferencia general de la Confederación Germánica para reconstruir Bund. Ésta
se reunió en Dresde a principios de 1851 y se limitó a restablecer el “estatuto de la Confederación de 1815”

- Principados rumanos: los territorios de lengua rumana estaban divididos entre los imperios ruso, austriaco, y otomano. Existía un
esfuerzo por estudiar la historia rumana y por crear una literatura en esa lengua. Pero aún no existía un programa de acción.

- Las nacionalidades en el imperio austriaco : las señales de un despertar nacional aparecieron entre 1840 y 1848 entre los
italianos del Lombardo-Véneto, los eslavos y los magiares. Entre los eslavos hubo un renacer lingüístico. A excepción de los
polacos de Galitzia, los grupos eslavos de Austria y de Hungría no parecían conservar plena conciencia de individualidad nacional.
Los nobles y burgueses habían aceptado la cultura alemana y renunciado al uso de su lengua nacional. Pero a partir de 1830 hay
un renacer lingüístico.

- en los países checos: (Bohemia, Moravia y Silesia) comenzó en 1831 el despertar nacional pero no reivindicaban la
independencia creían que la existencia del imperio austriaco era necesaria, se contentaban con pedir que la nación checa
recuperase su lugar en el Estado con una reforma política que le diera un estatuto de autonomía. En su idea, el país checo no era
sólo las poblaciones de lengua checa sino todo el territorio que formaba la corona de San Wenceslao, el concepto de derecho
histórico dominaba al de las nacionalidades.

- en los países eslavos del sur: el despertar nacional se manifestó principalmente en el seno del grupo croata, en contra de los
magiares más que en contra de los alemanes. La masa campesina era pasiva y la nobleza había perdido su conciencia nacional.
La burguesía era heterogénea y en muchos casos de origen alemán. Y éste era también el idioma administrativo y educativo. Era
el clero, de gran importancia, el que conservaba el sentimiento de individualidad nacional. Hubo un movimiento que trató de
establecer uno de los dialectos como lengua nacional con la idea de extenderse a todos los eslavos del sur, pero esto traía el
problema de aproximar a los serbios ortodoxos, por lo que el movimiento ilírico no pasó de la manifestación literaria.

- la guerra civil de Suiza: “guerra de Sonderbund”. La victoria de los radicales suizos les permitiría transformar la Confederación de
Estados en un Estado Federal, e imponer un régimen democrático a todos los cantones. Metternich pensó en una intervención
armada de las potencias para evitar la derrota del Sonderbund. Pero Palmerston proclamó el principio de no intervención y Francia
tampoco tomó partido.

- el sentimiento nacional polaco seguía activo en Galitzia : a pesar del intento de Austria de germanización. El centro principal de
propaganda polaca era la República independiente de Cracovia, pero esta resistencia era obra en su mayoría de la aristocracia
terrateniente.
- en los países húngaros los magiares no formaban la mayoría de la población, pero fue entre la nobleza magiar que se resistió al
germanismo. Pero existían distintas concepciones para el futuro del reconocimiento de la individualidad a la independencia
económica o política.
En octubre de 1848. Austria se enfrentó a un peligro magiar de separatismo. El 4 de abril de 1849, Kossuth declara la
independencia dentro de los límites históricos, lo cual dividió en dos a la monarquía danubiana. Schawarzenberg recurre al ejército
ruso ante el cual capitulan las fuerzas húngaras después de la derrota de Temesvar en agosto. (El Zar quería que se vuelva a la
Confederación Germánica)

La política rusa era decisiva en la cuestión de Hungría. Schwarzenberg se decidió a solicitar el apoyo de Rusia en Mayo de 1849.
El gobierno ruso envió un ejército de 150000 hombres. Su decisión estuvo inspirada en el deseo de mantener el estatuto europeo
de 1815 pero también se debía al temor de que la revolución húngara se extendiese a la Polonia rusa. El gobierno húngaro
pretendió el apoyo de Francia y de Gran Bretaña pero fracasó.

Los dos puntos sensibles eran el movimiento polaco en Galitzia y el movimiento magiar en Hungría. En 1846 con autorización de
Rusia y Prusia, Austria se anexionó a la República de Cracovia.
En 1849, los movimientos revolucionarios fueron aplastados. En la monarquía austriaca, el nuevo presidente del Consejo era
Schwarzenberg, quien había iniciado una política de reajuste. El 4 de marzo de 1849, promulgó una Constitución de carácter
centralista que manifestaba la voluntad de mantener el Estado austriaco tanto contra las reivindicaciones de las minorías
nacionales como contra las tendencias unitarias de los alemanes o de los italianos.

El 04 de abril de 1849, Kossuth y los extremistas magiares proclamaron la independencia de Hungría dentro de sus límites
históricos, es decir, si tener en cuenta la voluntad de croatas y rumanos. Esta independencia dividió en dos a la monarquía
danubiana. La cuestión húngara era la que presentaba mayores dificultades a Schwarzenberg, el cual no logró reprimirla por tener
que seguir vigilando las cuestiones alemana e italiana. Para conseguirlo hubo de recurrir a la ayuda del ejército ruso, ante el cual
capitularon las fuerzas de Kossuth, después de la derrota de Temesvar (militares húngaros más voluntarios polacos vs. Austríacos
quienes salen victoriosos)(13/08/1849) -> ver arriba.

9. Las potencias occidentales y las potencias conservadoras

Las potencias conservadoras.

La monarquía austriaca se veía más amenazada que las otras grandes potencias por el movimiento de las nacionalidades.
Metternich soñaba con un afianzamiento de la solidaridad entre las potencias conservadoras: Austria, Rusia y Prusia.
La política rusa había ayudado a Austria a mantener el status quo en Europa central y a reprimir los primeros indicios de un
movimiento de subversión. El zar Nicolás I era adversario de los movimientos revolucionarios en Europa central no sólo porque un
éxito de los mismos amenazaría la existencia del régimen autocrático en Rusia, sino también porque una victoria de las
nacionalidades provocaría de seguro un despertar de la insurrección en la Polonia rusa. A pesar de esto, en 1847 se sustrajo de
apoyar a Austria negándose a la petición de Metternich, dando a entender que no deseaba compromisos con un Estado
amenazado de descomposición.
En 1833, el zar había descontado la buena disposición austriaca en las cuestiones balcánicas en contrapartida a su intervención
diplomática a favor del status quo en Europa Central. Pero Nicolás I no renunciaba a su política de expansión hacia el mar libre. A
principios de junio de 1848 tanteó la disposición del gabinete inglés: “Turquía es un país moribundo. Morirá y debe morir y el
momento será crítico”.
Desde junio de 1840 la política prusiana estaba dirigida por un nuevo soberano, Federico Guillermo IV. El Rey poseía indiscutible
dotes intelectuales pero sus intenciones políticas no eran claras: en su concepción de Estado, el rey debía imponer, de manera
total su voluntad, ya que había recibido una misión divina. Pero aquel absolutismo debía respetar los derechos de la persona
humana: Federico Guillermo IV detestaba la arbitrariedad de la burocracia y se inclinaba a limitar la arbitrariedad de los
funcionarios. Por todo ello tenía reputación de liberal, reputación, sin embargo, contradicha por todas sus convicciones. Si admitía
la limitación de poder de sus agentes, rechazaba que el ejercicio de los derechos legítimos del soberano fuese obstaculizado por
un contrato constitucional y que se subordinase a la voluntad de una verdadera representación nacional. Su concepto de las
relaciones sociales pugnaba entre dos sentimientos contradictorios: se preocupaba por la suerte de las masas pero al mismo
tiempo temía los movimientos populares. Para cerrar el camino a la revolución popular contaba con las fuerzas religiosas; su
piedad sincera no excluía un deseo de conciliación entre católicos y protestantes, que permitiría establecer un frente cristiano
conservador.
Aquellas tendencias del nuevo monarca mantuvieron en adelante la incertidumbre en las relaciones entre Austria y Prusia.
Metternich temía y desconfiaba de las políticas que podía llegar a aplicar Federico Guillermo IV para satisfacer parcialmente a los
liberales y que constituyera un ejemplo peligroso.
La actitud de Gran Bretaña quebrantó aún más la situación internacional de Austria. El partido conservador se escindió y el
estadista inglés (Palmerston) estaba sinceramente convencido de que el sistema político inglés era en esencia superior y de que
todos los estados del continente deberían adoptar el régimen constitucional y liberal en interés de sus pueblos. Alentando los
movimientos liberales, Palmerston creía servir los intereses generales de su país. Gracias a la técnica industrial, Gran Bretaña era
la gran potencia exportadora. Para incrementar sus ventas en el extranjero, deseaba el mantenimiento de la paz en el continente
europeo. A tal respecto, la existencia de regímenes constitucionales era una garantía: ejercía control sobre el poder absoluto,
satisfacía las reivindicaciones liberales, evitando las revueltas interiores y los movimientos revolucionarios que originaban
dificultades internacionales. Quizá, incluso, Gran Bretaña pudiera obtener otra ventaja: la reducción de las barreras aduaneras en
el extranjero.

Las potencias occidentales.

Las potencias occidentales eran Francia y Gran Bretaña.


La agravación del antagonismo austro-inglés daba creciente importancia a la actitud del gobierno de Luis Felipe. Después de la
crisis de 1840, la política exterior francesa, dirigida por Guizot, había tratado inmediatamente de establecer con Gran Bretaña una
entente cordial. Esta entente cordial había tenido una vida fuertemente tormentosa; pero al menos en la forma se había mantenido
mientras el gabinete conservador estuvo en el poder inglés. Más se hundió cuando tornó Palmerston en 1846. Luis Felipe, en
1847, confirmó públicamente esta ruptura. Es sorprendente que el Gobierno inglés renunciase a encontrar en Francia un punto de
apoyo en el momento mismo en que, más que nunca, pretendía el fracaso de las potencias conservadoras.
La ruptura de la entente cordial tuvo por origen directo la rivalidad franco-inglesa en España. En esta rivalidad, manifestada ya con
ocasión de la guerra carlista, los intereses económicos tenían, ciertamente, su parte: los exportadores de los dos países
intentaban asegurarse, unos a expensas de los otros, ventajas en el mercado español; pero los intereses políticos y estratégicos
tenían una notable importancia, pues Francia, dueña ya de Argelia, podía dominar el Mediterráneo occidental si lograse una
influencia preponderante en España; estos intereses son los que explican las intrigas en torno a la fastidiosa cuestión de los
matrimonios españoles que tanto dio de pensar, a partir de 1843, a los gobiernos francés e inglés.
La violenta controversia franco-inglesa terminó en tablas.
El gobierno francés carecía de motivos para estar satisfecho del funcionamiento de la entente cordial. En todos los puntos del
mundo sus iniciativas habían sido, desde 1841, contrarrestadas por Gran Bretaña. El gobierno francés, para no perjudicar los
intereses ingleses y mantener la entente cordial, renunció a resultados que estaban a su alcance. Luis Felipe y Guizot creyeron
que su deber era resignarse. Pero la oposición parlamentaria les reprochó duramente tales miramientos.
Inglaterra deseaba la reducción de las barreras aduaneras francesas sobre los textiles y el material ferroviario.
La mayoría parlamentaria del Gobierno de Luis Felipe estaba formada por integrantes con intereses industriales. Pero no eran
únicamente los intereses de los jefes de las empresas los que estaban amenazados; pues, los obreros, si bien, como
consumidores, podían desear la reducción de las tarifas aduaneras, tenían que temer el paro, en caso de competencia inglesa.
Por otra parte, los intereses ingleses se veían amenazados por los proyectos de unión aduanera franco-belga, negociados, de
nuevo, en 1842: el gabinete inglés declaró, de completo acuerdo con Prusia y Austria, que, para impedir esa unión aduanera, las
tres potencias llegarían, incluso, a declarar la guerra, obligando al rey Leopoldo, en 1843, a abandonar el proyecto.
El mantenimiento de la entente cordial había sido un milagro continuo debido a la divergencia de intereses. Si el asunto de los
matrimonios españoles fue bastante para acabar con ella, fue porque la colaboración se había convertido en una formula vacía.
En el sentir de Guizot, la política francesa en España no era más que una parte de un vasto plan mediterráneo: la formación de
una liga de los Borbones (Paris, Madrid y Nápoles) destinado a hacer fracasar la influencia austriaca en Italia, asegurando a la
política francesa más independencia respecto de Gran Bretaña.
La ruptura de la entente cordial franco – inglesa parecía abrir nuevas perspectivas en las relaciones entre los grandes Estados
europeos.
El Gobierno francés tenía interés, desde entonces, en tratar con miramiento a Austria y Austria podía pensar en atraer a Francia a
su juego, lo cual sería consolidar la resistencia que trataba de oponer a los movimientos liberales y nacionales; frenar y quizá,
paralizar, la política de Palmerston, formando, frente a Gran Bretaña, aislada, un frente de los grandes Estados continentales. En
1847, la aproximación franco-austriaca se hallaba en boga.
Aún teniendo que luchar con la oposición de los liberales “de izquierda”, de los demócratas y de los socialistas, Luis Felipe y
Guizot dudaban en apoyarse en una potencia extranjera que simbolizaba el mantenimiento de los tratados de 1815; la opinión
pública francesa no podría comprender tal evolución. Por su parte, Metternich juzgó prudente no comprometerse, a causa de la
inestabilidad de la situación interior francesa. No confiaba en el gobierno de Guizot, que era conservador, y que según su opinión
descansaba sobre un cúmulo de negociaciones. Despreciaba un régimen parlamentario que tenía por colorario la corrupción y que
permitía una conducta preponderante en la conducción de los asuntos exteriores. Sin duda, el aislamiento diplomático en que se
hallaba Gran Bretaña, le parecía garantía suficiente para Austria.

Unidad 5: “El orden internacional con eje Londres – Paris”

Decadencia del Imperio Otomano y la cuestión oriental

La independencia griega
El dominio que a partir del s. XVI ejercía el sultán sobre las poblaciones cristianas de la península balcánica, procedía de una
concepción de Estado que difería de las occidentales. El sultán, soberano del Imperio, era al mismo tiempo, califa 8, jefe religioso
de los creyentes musulmanes y su gobierno estaba inspirado en los principios del Islam. Los turcos se instalaron como
conquistadores, explotaban al país que habían sometido y no perseguían convertir o asimilar a su población.
La resistencia a este régimen comenzó a organizarse hacia 1700. Logró éxito en los países serbios en donde la insurrección de
Miloch Obrenovich consiguió formar, en 1812, un pequeño principado autónomo. Desde este momento, ya se perfilaba la
perspectiva de una disgregación del Imperio Otomano. La masa campesina se levantó por temor a los funcionarios y soldados
turcos, deseando proteger sus vidas y bienes contra extracciones y represalias. Los intereses materiales desempeñaban un papel
más activo en el deseo de independencia. Los comerciantes de las Islas del mar Egeo fueron los primeros autores del movimiento
griego de independencia.

La insurrección griega contra el dominio turco tuvo todos los rasgos de un movimiento nacional; fue la protesta de una población
que por sus costumbres, lengua, religión, historia, sentimientos, intereses económicos había permanecido extraña al Imperio
Otomano.
Los primeros síntomas del movimiento nacional se manifestaron en 1814 cuando se fundó en Odesa una sociedad secreta, La
Hetairía, que se había fijado como objetivo restaurar la independencia de Grecia o, por lo menos, obtener la autonomía de los
territorios griegos bajo príncipe cristiano.
Aquel movimiento de independencia griega que, entre 1822 y 1825, rechazó la dominación turca de Morea, planteaba una
cuestión de principio: en el momento en que las grandes potencias continentales querían oponerse a todo esfuerzo insurreccional
de un grupo de poblaciones contra un soberano legítimo, apareció como un síntoma nuevo de la fermentación que se extendía
desde Europa, y era, desde aquel punto de vista, condenable a los ojos de los partidarios del status quo. Sin embargo, como la
población griega era cristiana y se revelaba contra el dominio musulmán, encontró en seguida, incluso entre la opinión más
inclinada al mantenimiento del orden y al respeto de la legitimidad, simpatías que no habían sido otorgadas a los demás
movimientos insurreccionales. Las reacciones de los grandes Estados estaban determinadas por sus intereses:

- Rusia: se trataba de intereses políticos ya que Rusia iba a ser la principal beneficiada de la disgregación del Imperio Otomano.
Los comerciantes y los marinos griegos habían cesado su comercio con Rusia desde el comercio de la insurrección. Antes eran
los principales agentes del comercio ruso en el Mar Negro. Por esto se dice que se trata de un móvil político y no económico, ya
que si se resolvía este conflicto político de la insurrección, se reactivaría el comercio entre Grecia y Rusia. Las iniciativas rusas
fueron las que orientaron la evolución de la crisis y las que determinaron las reacciones de otras potencias.
- Austria: no podía abandonar la península balcánica a la influencia rusa.
- Gran Bretaña: también le resultaba inquietante dejar a Rusia influencias la península balcánica ya que vería quebrantada su
preponderancia en el Mediterráneo y también se vería expuesta al riesgo de una penetración rusa en el Medio Oriente que
amenazaría a la India. No obstante, Gran Bretaña podría beneficiarse del hundimiento del Imperio Otomano ya que podría ejercer
una influencia preponderante en la Grecia independiente.
- Francia: encontraría en el hundimiento del Imperio Otomano una ocasión favorable para obtener la revisión de los Tratados de
1815 que iban exclusivamente en contra de Francia. De esta forma cabría la posibilidad de modificar el estatuto territorial fijado en
dicha fecha.
Hasta la muerte del zar Alejandro I (1825) la política rusa no se empleó a fondo. Aunque amenazaba al gobierno otomano con una
intervención, no se pensaba seriamente en pasar a tal acción. En 1821, Inglaterra y Austria se opusieron a la intervención rusa en
la insurrección griega y Francia tampoco aceptó otorgarle apoyo al zar. Por este motivo, el gobierno ruso se limitó a intentar una
acción diplomática colectiva: el proyecto del Zar no era la formación de un Estado griego independiente, sino que pretendía la
formación de 3 principados que, aun permaneciendo bajo el dominio turco, tendrían gobernadores griegos; es decir, un régimen de
autonomía. Pero este proyecto fue rechazado por Austria e Inglaterra.
Entonces, el Imperio Otomano comenzó, con el apoyo de la flota y el ejército de su vasallo egipcio, la reconquista de Morea. En
menos de 4 meses los griegos se vieron perdidos. Éstos solicitaron la ayuda de Gran Bretaña pero Canning se negó a otorgársela
debido a que a pesar de que tal ayuda le traería ventajas económicas y estratégicas inmediatas, el establecimiento de un
protectorado inglés en Morea daría lugar a una probable intervención rusa en los Balcanes. Y puesto que la política inglesa
deseaba evitar el hundimiento del Imperio Otomano, viose forzada a sacrificar los intereses inmediatos que se les ofrecían.
Canning había afirmado su voluntad de querer mantener el Imperio Otomano y para esto estudió una posible alianza con Austria,
pero esto significaría que Gran Bretaña tendría que ayudar a Austria en la cuestión italiana y en Alemania, lo cual era una
eventualidad inaceptable. Creyó pues preferible buscar un acuerdo con el Zar para “frenar la política rusa”.
Así fue como se llevó adelante una negociación anglo-rusa por medio de la cual Gran Bretaña actuaría de mediadora entre el
gobierno otomano y los griegos sublevados y Rusia apoyaría aquella iniciativa. El objetivo sería conseguir un régimen de
autonomía para Grecia; vasallo del Imperio Otomano, aquel Estado sería gobernado y administrado por griegos, sometiéndose
únicamente la designación de los mismos a la aprobación de la Puerta. La política inglesa esperaba así haber limitado las
ambiciones rusas y no se opuso a la acción que Rusia pensaba efectuar sobre los principados danubianos. Era preciso, según
Canning, aislar la cuestión griega y comprometer a Rusia a no apropiarse de este despojo.
El gobierno otomano, por su parte, trataba de dividir a sus adversarios: por la convención de Akkermann (1826), satisfizo a Rusia
en la cuestión de los principados danubianos (Moldavia y Valaquia) mientras que se oponía a la tentativa de mediación en el
asunto griego. Pero esta maniobra fue vana: Inglaterra y Austria decidieron imponer la conclusión de un armisticio entre turcos y
8
Califa: El título es relativamente equivalente al de Papa en el catolicismo y al de Dalai Lama en el budismo, pues comparte con estos una
doble función de líder político y espiritual.
griegos, valiéndose para ello de un bloqueo. A esta política se le sumó Francia en 1827 y estos tres países firmaron el Tratado de
Londres de julio de 1827. Esto significaba impedir la victoria turco-egipcia. El bloqueo de Morea se convirtió en una demostración
naval que debía ser llevada adelante por la marina de guerra inglesa en la rada de Navarino, el mismo lugar donde estaba la flota
egipcia. Dicha demostración degeneró en una batalla “Batalla de Navarino” (octubre de 1827) donde quedó destruida la flota
egipcia.
La mediación pacífica se convirtió en una intervención armada dirigida contra el Imperio Otomano por parte de Rusia. Para los
griegos esto significaba la salvación pero para las relaciones de las grandes potencias las consecuencias serían graves. La
perspectiva de un conflicto anglo-ruso reapareció en 1828 cuando Rusia le declara la guerra a Turquía. Pero Rusia no disponía de
la totalidad de sus fuerzas porque desde 1826 el Zar se hallaba en guerra con Persia, motivo que condujo al Zar a la prudencia.
Francia, por su parte, le propuso a Gran Bretaña que dejase libertad de acción a Rusia en la cuestión de los principados
danubianos pero que la apartara del asunto griego; sería suficiente el envío de un cuerpo expedicionario franco-inglés para
evacuar las tropas egipcias en Morea. Francia y Gran Bretaña tendrían así un papel preponderante en la cuestión griega,
contrapesando la acción de Rusia en los Balcanes. El Zar aceptó. En 1828, la conferencia de embajadores de las potencias,
reunida en Poros, decidió la formación de un Estado griego, cuyo príncipe sería hereditario, pero pagaría tributo al Sultán. Francia,
Gran Bretaña y Rusia firmaron su acuerdo con el Protocolo del 22 de Marzo de 1829.
Los consejeros del Zar se dieron cuenta que el mantenimiento del Imperio Otomano tenía más ventajas que inconvenientes. Dicho
Estado, débil por las continuas sublevaciones de sus súbditos cristianos, estaría destinado a ceder a la presión de la política rusa.
En cambio un reparto, enfrentaría a Rusia con enemigos peligrosos.
El proyecto del reparto del Imperio Otomano había sido un plan de Francia “Plan Bois – le – Comte” (por el ministerio de Polignac)
se pretendía un reparto entre Austria, Francia, Rusia, Prusia y Gran Bretaña. Esto iba acompañado del deseo de Polignac de
modificar los Tratados de 1815 que iban directamente en contra de Francia.
El Tratado de Andrinópolis de 1829 resolvió la cuestión según los términos del protocolo del 22 de Marzo, es decir, con arreglo a lo
que había establecido la diplomacia inglesa. Esta solución se complicaría luego de febrero de 1830 con la concesión de la
independencia. Pero Rusia obtuvo ventajas importantes: la delimitación de la orilla derecha del Danubio, la formación en los
principados danubianos de Valaquia y Moldavia de un gobierno nacional que permanecería teóricamente siendo vasallo del Sultán,
pero que sería colocado bajo la vigilancia y la garantía de Rusia, la cesión del puerto de Poti en el Mar Negro, la libertad de
comercio en el Imperio turco (osea que el Imperio Otomano si bien se debilitó no se hundió) y el derecho de libre paso de los
barcos mercantes rusos por los Estrechos.
En suma: ni Rusia, ni Gran Bretaña ni Francia mantuvieron una política uniforme durante aquella larga crisis y los dos principales
antagonistas – Rusia y Gran Bretaña – retrocedieron ante un conflicto general. Gran Bretaña logró evitar lo peor: el hundimiento
del Imperio Otomano, aunque sabía muy bien las perspectivas favorables que este Tratado abría para la política rusa.

Las crisis egipcias.

Apenas la cuestión griega quedó resuelta, el Imperio Otomano atravesó una nueva crisis. El Sultán se encontraba en conflicto con
un vasallo muy poderoso, el bajá de Egipto “Mohamed Alí” (había sido bajá de Egipto desde 1806) que a pesar de que era vasallo
del Sultán actuaba como si fuera jefe de Estado. Durante 20 años trabajó para modernizar Egipto, al mismo tiempo que para
extender los límites territoriales de su dominio, dentro del Imperio Otomano. Su objeto era lograr una política de poder, obtener el
carácter hereditario de su mandato y consagrar de derecho la independencia egipcia que ya tenía de facto . Su dominio se
apoyaba únicamente en los turcos, dirigentes de la administración y del ejército ya que la masa de población egipcia, es decir, los
campesinos árabes sufrían un refinamiento de extracciones. Quiso llevar adelante una revolución agrícola mediante la
introducción de nuevos cultivos y canales de riego, comenzó a crear una industria de hilaturas de algodón, manufacturas de tela
de lino, equipó puertos, entre otras medidas. Llevó adelante un sistema de obligaciones y monopolios que agravaba la miseria de
la clase campesina pero que aseguraba al tesoro egipcio los recursos necesarios para organizar un ejército de tipo europeo y una
marina de guerra. Mohamed Alí había constituido un Estado sólido que, a pesar de las malas cosechas y la amenaza de una crisis
financiera, Egipto se distinguía como una fuerza nueva dentro del Imperio Otomano.
La disgregación de aquel imperio turco bajo los golpes de Mohamed Alí llevaría a un reparto que despertaría nuevamente
antagonismos entre las grandes potencias. Pero la renovación de aquel imperio por los cuidados del bajá modificaría también las
relaciones internacionales.

- Francia: poseía una influencia sólida en Egipto: sus oficiales habían organizado el ejército, sus técnicos participaron de la
revolución económica, sus congregaciones de enseñanza fundaron escuelas. El gobierno francés pensó aprovecharse de tal
situación para consolidar su política mediterránea y, con un acuerdo con el bajá, hallar en Egipto un punto de apoyo contra Gran
Bretaña. Pero no deseaba el hundimiento del Imperio Otomano.
- Gran Bretaña: quería mantener abierta la ruta de Suez. Temía el establecimiento del dominio egipcio en Siria, que podía ser el
punto de partida de una expansión del Estado egipcio hacia el Golfo Pérsico y una amenaza para la seguridad de la India.
Deseaba mantener el imperio turco porque establecía una barrera contra la penetración rusa en el mediterráneo. El gobierno
inglés no estaba dispuesto a aceptar que el bajá de Egipto sustituyera al Sultán, ya que lesionaría los intereses económicos de
Gran Bretaña, pues, el sultán había concedido a Inglaterra un tratado de comercio muy favorable y el Imperio turco estaba
convertido en mercado muy importante para las exportaciones inglesas.
- Rusia: en 1829 los rusos habían estimado que la supervivencia de este imperio tenía más ventajas que inconvenientes. Pero la
perspectiva de que Mohamed Alí renovase aquel imperio amenazaría los intereses de Rusia, pues a partir de 1829 – 1830, era a
Rusia a la que consideraba su principal adversario. Existen dos fechas críticas en la cuestión egipcia:
-1832: en que el ejército egipcio, después de haber conquistado Siria, destruyó al turco en Konieh y marchó sobre Constantinopla.
-1839: en que el gobierno turco intento reconquistar Siria y sufrió un nuevo desastre en Nézib, que parecía situar denuevo a
merced del bajá la capital turca.

En ambos casos, los proyectos de Mohamed Alí fracasaron por la voluntad de una de las potencias. En la primera crisis (1832) el
Zar obligó a Mohamed Alí a detener su marcha victoriosa y se firmó el Tratado de Unkiar – Skelessi (1833) que establecía una
alianza defensiva ruso-turca por 8 años. Rusia se comprometía a suministrar al Imperio turco apoyo armado mientras que el Zar
no solicitaba de la Puerta apoyo efectivo alguno si el Imperio ruso se encontrara en guerra con otra potencia; bastaría que el
Imperio Turco cerrase el Bósforo 9 y los Dardanelos10 prohibiendo la introducción en el Mar Negro de una flota adversaria a Rusia.
Esto era un artículo secreto.
La política inglesa, por su parte, sabía que no contaba con el apoyo de Francia, que estaba ocupada en la cuestión Española, ni
tampoco de Austria ya que por medio de la Convención de Münchengratz (1835) Austria le había prometido a Rusia no oponer
trabas a su política otomana, en contrapartida a una promesa de colaboración en los asuntos de Europa central. Los artículos
secretos de esta convención establecían que Austria se pondría de acuerdo con Rusia para oponerse a una nueva iniciativa de
Mohamed Alí. Por la amenaza que entrañaba este Tratado fracasó porque Austria abandonó a la política rusa una vez que se
apaciguaron las dificultades alemanas.
Sin embargo, en 1833, Palmerston trazó su programa: mostrar al Sultán los peligros de la “fatal alianza” ruso-turca, que colocaba
al Imperio Otomano bajo el control de una potencia, la cual era hostil a su propia existencia; ofrecer a la Puerta la ayuda de Gran
Bretaña, con objeto de reorganizar sus fuerzas armadas, pero sin proponerle una alianza; obtener, en compensación, ventajas
económicas en los territorios turcos. Pero los resultados fueron modestos: en 1833, un tratado de comercio “acuerdo Balta –
Liman” que redujo los derechos aduaneros turcos a un 3 por 100 y que permitía a Gran Bretaña aumentar sus adquisiciones de
materias primas.
El gobierno turco manifestó su intención de sustraerse al control de Rusia.

En la segunda crisis egipcia (1839) fue Gran Bretaña la que se constituyó en protectora del Imperio turco y quiso obligar al bajá de
Egipto a que, no obstante su victoria, renunciara a Siria. El gobierno ruso renunció al Tratado de Unkiar – Skelessi y se declaró
dispuesto a resolver las cuestiones orientales “de acuerdo con las otras potencias”.
El cambio de orientación de la política rusa y francesa: Nicolás I sabía que no contaba con oportunidad alguna para obtener del
Sultán la renovación del Tratado de Unkiar – Skelessi. Pero el tesoro ruso se hallaba en precaria situación lo cual impedía al
gobierno ruso arriesgarse a un conflicto. Pensó que lo más conveniente sería dejar actuar a Gran Bretaña, alentarla incluso, pues
así se quebrantaría en Europa la entente franco – inglesa.
El gobierno francés, por su parte, desde el momento que decidió conquistar Argelia, el gabinete de Luis Felipe pensaba que el
Imperio egipcio podía suministrar un punto de apoyo a su política mediterránea; y concedió empréstitos a Mohamed Alí con el
objetivo de consolidar la influencia francesa en Egipto. Palmerston estaba en contra de esta política francesa. Pues, es necesario
tener en cuenta la inquietud que la política francesa en Bélgica le producía a Palmerston. Después de haber perdido el mercado
holandés, la industria belga buscaba salida para su carbón y sus productos textiles y la encontró principalmente en Francia.
No obstante las intransigencias, ni Londres ni Paris deseaban la guerra.
El Imperio Otomano en Europa se disgrega desde 1815 a 1913.

La política de Napoleón III

En 1851, se produjo el golpe de Estado de Napoleón III que lo convirtió en el amo francés, señalando el éxito definitivo de las
fuerzas reaccionarias en la organización de los regímenes políticos europeos.
Con respecto a su política interior, Napoleón III deseaba establecer un plan de colonización agrícola y también asegurar el pleno
empleo.
Insistía en la misión europea de Francia y en la necesidad de establecer una organización general de Europa. Para conseguir la
formación de tal asociación europea sería necesario satisfacer los deseos de las nacionalidades, suprimiendo así las causas del
profundo malestar que agitaba al continente. Y era Francia la que debía tomar la dirección moral en dicha transformación de las
relaciones internacionales. Se puede afirmar que Napoleón III seguía la misma senda que los reformadores debido a dos
cuestiones: el hecho de que consideraba necesario la revisión del Estatuto de los tratados de 1815, reajustando radicalmente el
mapa político de Europa, y el deseo de basar dicho reajuste en el principio de las nacionalidades. Para alcanzar dichos objetivos
preconizaba el método de los congresos internacionales.
A pesar de esto, aparecen las contradicciones entre sus actos y sus aspiraciones: permanece fiel a una línea estable de conducta
basada en no exponerse a conflictos con Inglaterra y al mismo tiempo pretendía romper el frente de las potencias conservadoras.
El gobierno francés apoyaba la resistencia inglesa a la expansión de Rusia en el Imperio Otomano. En 1853, Napoleón III ofreció a
Gran Bretaña un acuerdo contra Rusia. Su fin inmediato era ofrecer al gabinete británico el apoyo del ejército francés
proporcionarle el medio de derrota a Rusia, borrando de esa forma las impresiones desfavorables causadas por el golpe de
9
El Bósforo: es un estrecho que separa la parte europea (englobada durante el Imperio Otomano en la provincia europea de Rumelia (turco:
Rumeli) de la parte asiática (turco: Anadolu) de Turquía; divide en dos partes la ciudad de Estambul y conecta el Mar de Mármara.
10
Los Dardanelos: o estrecho de los Dardanelos es un estrecho ubicado entre Europa y Asia. Del mismo modo que el estrecho del Bósforo
divide la ciudad de Estambul entre los continentes asiático y europeo, el estrecho de los Dardanelos separa Europa (en este caso la península de
Gallípoli, Gelibolu en turco) y Asia.
Estado de 1851. Trataba inclusive de obtener con tal ocasión la alianza inglesa con el objetivo de neutralizar a Gran Bretaña. Es
aquí cuando se forma la entente franco – inglesa.

Las ambiciones de Nicolás I y la política de Palmerston. (ver las políticas empleadas durante la primer y segunda crisis egipcia)

Triunfaron pues, los intereses ingleses: Palmerston impidió el desarrollo del Imperio egipcio, la expansión de la influencia francesa
hacia el Mediterráneo Oriental y el hundimiento del Imperio Turco, obteniendo al propio tiempo la renuncia del Zar al Tratado de
Unkiar – Skelessi.
Lo que importaba aparte de la cuestión egipcia, era el porvenir del Imperio turco. Una vez más escapaba de una crisis grave pero
seguía amenazado siempre de sublevación de las poblaciones cristianas. La política inglesa continuaba siempre tratando de
consolidarlo.
El Imperio Otomano consolidado debía servir para los intereses de Inglaterra, cuyo interés más inmediato era el mantenimiento de
su preponderancia en el Mediterráneo. Para conseguir tal resultado Palmerston decidió el cierre de los Estrechos (en 1774, la
victoria sobre Turquía había abierto al comercio ruso la navegación del mar Negro y el paso de los Estrechos). La Convención de
Londres de 1841 estipuló que el paso de los Estrechos del Bósforo y de los Dardanelos debe estar siempre prohibido a los barcos
de guerra extranjeros en tanto la Puerta no se halle en guerra. El gobierno turco se beneficiaba de ellos ya que estando libre y no
siendo lo suficientemente fuerte como para evitar un ataque extranjero que amenace su política, podría protegerse detrás de la
autoridad de Europa.
Nicolás I aceptó dicho estatuto lo cual sorprende ya que el cierre de los Estrechos impedía a su flota del Mar Negro acceso al
Mediterráneo, pero el cierre también le daba una ventaja: impedía la manifestación de la potencia naval inglesa en el Mar Negro,
además la convención no hacía más que confirmar el artículo secreto del Tratado de Unkiar – Skelessi.
En suma: el estatuto de los Estrechos serviría de garantía mutua para Rusia y para Gran Bretaña y de prenda de acuerdo que
concluyeron entre ellas, en 1839 – 1840, en la cuestión del mantenimiento del Imperio Otomano.

La guerra de Crimea

La guerra de Crimea será el episodio disolvente de la alianza del “frente conservador”, volatilizando el sistema tradicional de
fuerzas. Ello permitirá la puesta en marcha de los ambiciosos planes revisionistas de Luis Napoleón.
Las ambiciones de Nicolás I sobre los despojos de Turquía amenazando con romper el equilibrio europeo en beneficio definitivo de
la hegemonía zarista hacen por un momento de la cuestión de Oriente el centro de gravedad de la política europea.
En 1852, Nicolás I volvió, como en 1844, al tema del “hombre enfermo”, con dicha política tendía a provocar el hundimiento del
Imperio Otomano. El plan ruso era el siguiente: si el gobierno otomano cediera, Rusia podría ejercer en Turquía una influencia
dominante; si no cedía iría a la guerra, se apoderaría de los Estrechos y destruiría al Imperio Otomano. Luego, la solución sería
dejar subsistente la dominación otomana en los territorios asiáticos y repartir los de Turquía europea. El resultado sería el
establecimiento de una preponderante política rusa en la península balcánica mediante la formación de Estados satélites y el
control del Bósforo. El origen de la cuestión del hombre enfermo (plan ruso) se remonta a 1844, cuando el Zar Nicolás I visita
Londres intentando sondear las intenciones del gabinete conservador inglés. Plantea la teoría del hombre enfermo que se refiere a
la verosimilitud de un hundimiento del Imperio Turco y la eventualidad de un reparto, pero afirma que no hará nada para
provocarlo. El gobierno inglés consideró esto como una intención pacífica, aplazamiento del problema, pero que en realidad no se
llevaría a cabo ya que la política rusa en torno al Imperio Otomano siempre fue muy activa.
Hacia 1848, un grupo de jóvenes liberales de Moldavia y Valquiria habían intentado sustraerse del dominio turco y establecer un
Estado rumano independiente pero las tropas rusas hicieron fracasar el movimiento revolucionario.
En 1853, Gran Bretaña y Francia declararon a Walewski (político polaco y francés) que estaban dispuestos a enviar sus flotas de
guerra a los Dardanelos. Nicolás I se vio obligado a 1 conflicto que no deseaba. Cuando en 1853 se iniciaron las hostilidades entre
Turquía y Rusia, la entrada de las flotas inglesa y francesa en el Mar Negro abrió el conflicto armado entre las grandes potencias .
La dificultad principal con la cual se encontraban los franco-ingleses era la elección de un terreno de ataque eficaz. Se adoptó la
solución de atacar la base naval de Sebastopol, en Crimea. La elección de dicho punto estaba de acuerdo con los objetivos de
guerra de los aliados, pues era preciso para proteger al Imperio Otomano arrebatar a Rusia los medios de acción en el Mar Negro.
La preocupación constante de los dos gobiernos (Francia y Gran Bretaña) era ampliar la coalición para que el gobierno ruso se
sintiera constantemente amenazado y se decidiese a solicitar la paz.

La guerra ruso-turca de 1853 ofreció a Napoleón la oportunidad de iniciar su política revisionista. La alianza inglesa necesaria para
arriesgarse contra toda la Europa conservadora vendrá exigida por los intereses marítimos y comerciales de Inglaterra. No
pudiendo dejar a Rusia el pleno dominio del Mar Negro y de los Estrechos París y Londres declaran conjuntamente (marzo de
1854) la guerra a Petroburgo.
Berlín no tiene en la cuestión de Oriente más interés que el del equilibrio. Pero Viena tiene ambiciones sobre la herencia
balcánica, que entran en colisión con las de Petroburgo. El choque de intereses va incluso más allá de los despojos turcos, ya que
el fanatismo nacional y religioso de los pueblos balcánicos, que Rusia estimula, inflama también a los eslavos bajo soberanía
austriaca.
Sometida a tal contrapuestas instancias, Viena (Austria) se decide a adoptar una política neutralista, con pretensiones de balancín
o posible mediadora entre los bloques contendientes (acuerdo de marzo de 1854 con Prusia, Francia e Inglaterra que garantiza la
integridad de Turquía).Es el primer paso que la arranca de su aliada tradicional.
Viena y Berlín van a oponer un bloque neutral, capaz quizá de imponer su voluntad a los dos contendientes (acuerdo de abril de
1854). Se desmorona la rivalidad entre Viena y Berlín. Prusia no estará dispuesta a proteger los intereses austriacos en los
Balcanes, ya que Austria no está tampoco dispuesta a poner, a cambio, en sus manos la dirección de la política germánica. De
esta forma, la consecuencia será el progresivo aislamiento de Austria. Sin embargo, Austria va a cambiar de actitud frente a la
expansión rusa; pues, para frenarla lleva adelante la ocupación de los principados de Valaquia y Moldavia.
La política nacionalista de Napoleón III, sobre todo en lo que se refiere a Italia, es el obstáculo más fuerte a los ojos de Viena: Buol
(ministro austriaco de asuntos exteriores) exige quedar con las espaldas guardadas en Italia y que Francia le garantice la
conservación del orden establecido en la Península. ¿Cederá Napoleón a esta exigencia, que contradice toda su línea de política
exterior? Una razón de peso le obligará a ello, ya que la alianza austriaca, aún más que un apoyo material en la guerra contra
Rusia, significará un hecho moral: el rompimiento definitivo del frente conservador en Europa dista mucho de estar consumado de
modo irreparable. Al fin, la alianza con los occidentales (diciembre 1854), aunque condicionada y con reservas, significa para
Austria el definitivo abandono del antiguo aliado (Rusia) y el cambio del antiguo frente.
La condición básica de esta alianza – el mantenimiento del statu quo político y territorial en la península italiana – parece condenar
al fracaso las aspiraciones de la corte de Turín y de los patriotas italianos. Pero es en este momento cuando Cavour entra en la
escena diplomática y se revela en todas sus dimensiones. Cuando Viena cree tener ya las espaldas guardadas en Italia, un hecho
nuevo viene a turbar esta seguridad y su confianza en las potencias occidentales: la intervención del Piamonte en la guerra de
Crimea, con la que Cavour y el pequeño Estado sardo interrumpen la política internacional.
No son de ahora las presiones de Francia e Inglaterra para decidir a la Corte de Turín por la intervención. Datan ya del momento
mismo de la declaración de guerra a Rusia. El desviar al Piamonte hacia una aventura militar en Crimea valdrá ante Viena como
una garantía de que no se acometerá acción en Italia, de que puede entregarse confiada a la alianza occidental. Y por otra parte,
ver al Piamonte introducido en la alianza occidental exigirá a Viena una intervención decidida. Es un doble motivo para empujar a
Austria que complete la trascendencia de su paso dado en diciembre: una vez que ha roto con el viejo aliado, definirse sin
reservas con el nuevo mediante una ayuda militar efectiva.
En manos de las grandes Potencias, el Piamonte es manejado como un cebo, como un instrumento de presión sobre Austria . Con
respecto a Piamonte, Dabormida, su ministro del exterior, piensa que alguna exigencia favorable debe formar parte del negocio. Lo
malo es que sus condiciones no pueden ser aceptadas en París ni en Londres porque se dirigen precisamente contra los intereses
italianos de Austria, cuya ayuda militar es lo que precisamente se trata de obtener. Y el plan piamontés corre peligro de ser
abandonado, pues la intervención del Piamonte no vale tanto como para sacrificar por ella la vacilante alianza austriaca.
Cavour se da cuenta de esta situación y es él quien da un giro decisivo: alianza a cualquier precio; más aún, alianza sin
condiciones. Para el Piamonte es vital la alianza con los occidentales porque en ellos necesita buscar los naturales aliados para su
causa. La decisión de Cavour se impone: Piamonte se adhiere sin condiciones (enero 1855) a la alianza occidental. Para su mayor
fortuna trabajará en su favor de la ceguera de Austria, que la llevará a un completo aislamiento. En lugar de la cooperación activa
con los occidentales, que es ahora su única salida, Viena se niega a participar activamente en la guerra. La consecuencia será
que Austria, alejada ya de su antigua aliada Rusia por la ingratitud de diciembre 1854, comprometa también su posición ante sus
nuevos aliados. Austria, en una palabra, quedará con los dos pies en el aire. En contrapartida, el papel del Piamonte sube, y
Cavour se gana la confianza y la gratitud del Occidente.
En 1854, el gobierno austriaco aceptó la conclusión de un acuerdo con las potencias occidentales para definir las bases de la Paz,
son los 4 puntos de Viena que rompen con la alianza entre Austria, Rusia y Prusia:
a) Rusia tendrá que renunciar a su influencia preponderante en los principados rumanos y abandonar sus pretensiones del
protectorado religioso sobre la población ortodoxa del Imperio Turco
b) una garantía colectiva de las grandes potencias sustituiría dichos privilegios rusos
c) la libertad de navegación en las bocas del Danubio sería garantizada por un acuerdo internacional
d) la Convención de Londres de 1841 sobre los Estrechos sería revisada, en el sentido claramente perjudicial para los intereses
rusos.

Pero Francia y Gran Bretaña fueron más lejos y solicitaron al gobierno austriaco que interviniera de manera armada en caso de
que Rusia no cumpliese con los 4 puntos del Tratado. Austria aceptó la intervención armada. El acuerdo solicitado concluyó en
1854 cuando Francia y Gran Bretaña se comprometían a no tolerar, durante la eventual guerra austro – rusa, un movimiento
revolucionario en Italia y aceptaban que la ejecución del acuerdo se subordinase al concurso armado de la Confederación
Germánica. Pero por iniciativa de Bismarck la dieta germánica rehusó a acceder en 1855 a la movilización de las fuerzas
federales. El acuerdo de 1854 quedó en letra muerta.
Para obligar a Austria, las dos potencias occidentales aplicaron una política de intimidación aceptando la negociación que Cavour
les venía ofreciendo.
Por el tratado de 1855, el gobierno sardo se comprometió a intervenir en la guerra de Crimea y las dos potencias occidentales se
declararon dispuestas a interponer sus buenos oficios a favor de la política sarda en la cuestión italiana.
Rusia se rehusó a aceptar los 4 puntos y fue la amenaza armada de Austria la que acabó con la resistencia rusa.
La paz de París (marzo de 1856) consagrará el comienzo del aislamiento total de Austria, junto con el retroceso de Rusia y la
ascensión de Francia al rango de potencia hegemónica. Esta guerra produce la ruptura del frente de las grandes monarquías y la
necesidad del zar de llevar a cabo reformas estructurales en su interior, lo cual lo empuja a abandonar su política exterior activa
que había tenido anteriormente.

La paz de Paris
Por el Tratado de Paris del 30 de Marzo de 1856 el imperio de los zares perdió las ventajas adquiridas un siglo antes por los
Tratados de Kainardji11 (protectorado sobre los ortodoxos) y Andrinópolis (1829 - preponderante influencia en los principados
danubianos) ya que el Tratado colocaba al Imperio turco bajo la garantía colectiva de las potencias signatarias. Además se
imponía a Rusia y a los demás Estados ribereños la neutralización del Mar Negro, es decir, la prohibición de tener sobre él flotas
de guerra o arsenales. Esta cláusula impedía al gobierno ruso la violación del cierre de los Estrechos. Estableció la libre
navegación de las barcas del Danubio bajo el control de una comisión internacional, prometió a los principados danubianos
(Moldavia y Valaquia) una administración independiente y nacional dentro del Imperio Otomano, fijó las reglas de derecho marítimo
en tiempos de guerra.
Es relevante destacar que de este Tratado de paz nacía una nación independiente: Rumania (Moldavia y Valaquia)

Las modificaciones al orden internacional

El mediterráneo occidental

En la parte occidental del Mediterráneo, la única transformación producida fue el establecimiento del dominio francés en Argelia
entre 1830 y 1837. Tal hecho podría transformar el control de las rutas marítimas. En la cuestión argelina fueron dos los rasgos
que solicitan la atención: a) la lentitud de las decisiones francesas y b) la resignación de Gran Bretaña.

a) Los proyectos franceses no se definieron sino luego de un gran número de tanteos. El gobierno de Carlos X decidió lanzar una
“expedición de castigo” a Argelia para ponerle fin a la piratería de los beberiscos 12. Nadie parecía adivinar la importancia del
asunto para Francia. Los economistas estaban de acuerdo en que una ocupación permanente carecería de interés, pues Argelia
carecía de tierras vacantes y de mano de obra utilizable, y no podía convenir a los cultivos coloniales. Sin embargo, en algunos
medios próximos al gobierno sostenían que la experiencia argelina abriría, sin duda, el camino a una expansión francesa en el
Mediterráneo. En fin, la intención era fundar una importante colonia francesa para disminuir la preponderancia inglesa en el
Mediterráneo.
Hasta 1836 el gobierno admitió el principio de un dominio efectivo en los territorios del interior. La toma de Constantina en 1837
fue la primera medida importante del programa de conquista. Hubo 7 años de tanteos.
Hay que tener en cuenta la situación internacional en la cual se encontraba Francia: el gobierno de Luis Felipe tenía necesidad de
mantener un acuerdo con Inglaterra en tanto que las revueltas europeas consecutivas a los movimientos revolucionarios de 1830
no se apaciguasen; el momento no era favorable para realizar de la cuestión argelina una política amenazadora de los intereses
ingleses.

b) Gran Bretaña se resignó a dejar a Francia adquirir en el Mediterráneo Occidental tales posiciones debido a que el gobierno
inglés, preocupado por sus propias dificultades interiores políticas y económicas, no podía admitir todavía la eventualidad de una
guerra y quizá también porque prefería ver que el espíritu de ambición de Francia hallase un derivativo en África. Las vacilaciones
de la monarquía de julio13 daban cierta seguridad a Gran Bretaña. Palmerston se daba cuenta de que la opinión pública francesa
no podría tolerar el abandono de la empresa de conquista de Argelia y para evitar conflicto con Francia en 1837 terminó por
declararse dispuesto a aceptar todas las medidas que Francia pudiera adoptar en Argelia con la única condición de que los

11
En Oriente, el Tratado de Kainardji, de 1774, confirmaba la decadencia otomana y el poder de Rusia con los derechos adquiridos sobre
Moldavia, Valaquia y Crimea.
12
La etnia berber: La etnia bereber es un pueblo indígena de África del norte al oeste del valle del Nilo. Se distribuyen del Océano Atlántico
al oasis de Siwa, en Egipto, y del mar Mediterráneo al río Níger. Hasta la conquista de las Islas Canarias, en el siglo XV, el ámbito de la etnia
bereber abarcaba también el Archipiélago canario, ya que sus aborígenes, los guanches, constituían una rama insular de este pueblo. Hablan
varias lenguas bereberes que son una rama de las lenguas afroasiáticas. Hay entre 75 y 90 millones de personas que hablan estas lenguas, sobre
todo en Argelia y Marruecos

13
Monarquía de julio: Monarquía de Julio es el nombre con el que la historiografía suele designar el periodo histórico que se desarrolló en
Francia de 1830 a 1848, entre dos de los principales procesos revolucionarios considerados ciclos de la revolución liberal o revolución burguesa
(la revolución de 1830 -también denominada Revolución de Julio- y la revolución de 1848 -la primavera de los pueblos-, ambas posteriores al
previo ciclo revolucionario de 1820 -originado en España-).

Comenzó con las denominadas Tres Gloriosas (Trois Glorieuses) jornadas revolucionarias de París (27, 28 y 29 de julio), que llevaron al trono a
Luis Felipe de Orleáns (de sobrenombre rey de las barricadas), y no se limitó a Francia, sino que se extendió por buena parte del continente
europeo, especialmente en Bélgica —que obtuvo la independencia frente a Holanda—, Alemania e Italia —donde se identifica con movimientos
de tipo nacionalista unificador—, Polonia y el Imperio Austriaco.

Las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario sin caer, hasta la siguiente Revolución de 1848.
El Reino Unido no participa del proceso revolucionario (es una monarquía parlamentaria), aunque paralelamente, contempla el surgimiento del
movimiento obrero y el movimiento político de reivindicación de la extensión del sufragio denominado Cartismo.
territorios de Túnez y Marruecos quedasen intactos. Gran Bretaña, por lo tanto, contemporizó. Se limitó a mostrar su voluntad de
conservar el control del estrecho de Sicilia y el de Gibraltar, es decir, el dominio del Mediterráneo.
Pero la posición adquirida por Francia en Argelia daba lugar a plantear la cuestión española, que era el punto donde resurgía la
rivalidad entre Francia y Gran Bretaña: al abrirse en 1833, con ocasión de la muerte de Fernando VII, una crisis de sucesión que
oponía a Carlos, hermano del rey difunto, y a María Cristina, regente en nombre de su hija Isabel, el pretendiente al trono se
apoyaba por una parte en el clero y, por la otra, en el particularismo de las provincias nórdicas; mientras que María Cristina era
sostenida por los constitucionales. La guerra civil española tenía un aspecto europeo: representaba el antagonismo entre
potencias absolutistas y liberales. Metternich enviaba armas y subsidios a los carlistas y Palmerston hacía otro tanto por la
regente. Una situación análoga estaba ocurriendo en Portugal (lucha entre los partidarios del pretendiente Miguel y el gobierno de
Pedro). Aquellas dos crisis amenazaban con juntarse, pues la regente española preparaba una intervención en el país vecino. El
primer objetivo de la política inglesa era expulsar de la península al absolutismo, representado por las figuras de Carlos y Miguel, y
obtener para ello la colaboración francesa. A pesar de que Luis Felipe no parecía dispuesto a intervenir en la guerra civil, él se
prestó en seguida al apoyo de UK. No obstante las apariencias del acuerdo, la rivalidad de las influencias franco-inglesas en
España reapareció de inmediato. Aquella rivalidad era económica y política. En el primer aspecto, Gran Bretaña se encontraba en
buena posición gracias al aprovisionamiento de armas al gobierno de Madrid. Pero procuraba obtener ventajas mayores: un
tratado de comercio que concediese a la producción británica el acceso a un mercado hasta entonces sujeto a un riguroso
proteccionismo. Más dicha tentativa fracasó por la influencia francesa y la inquietud de los industriales catalanes. La rivalidad
política se manifestó agriamente en 1838: Francia impulsó a la regente a apoyarse en los constitucionales más moderados,
mientras que Gran Bretaña se esforzó en llevar al poder a los progresistas. En 1839, cuando se produjo la derrota carlista la
influencia inglesa triunfó en Madrid. La preocupación de Palmerston era la siguiente: en el momento en que la presencia francesa
en Argelia presentaba nuevas perspectivas en el Mediterráneo, España no debía convertirse en satélite de Francia. En 1840, esta
política pareció triunfar ya que el jefe de gobierno de Madrid autorizó en dicho año a sociedades inglesas a que adquiriesen los
bienes confiscados a las comunidades religiosas y aceptó su pago en títulos de la deuda española, muy depreciados.

***
En 1840, el rasgo dominante de las relaciones internacionales fue que las tentativas realizadas para modificar el estatuto territorial
en el centro del continente fracasaron con la única excepción del movimiento nacional belga. En Europa la paz, en general, se
mantuvo. El Imperio turco perdió territorios: Grecia (que se independizó) y los principados danubianos (donde el imperio no
conservaba más que una soberanía teórica).
Las fuerzas de disgregación fueron neutralizadas ya que los movimientos de protesta en Italia y en Alemania no arrastraron a las
masas y además, los grandes Estados retrocedieron a la perspectiva de un conflicto general.
No obstante, aquel estado de equilibrio era constante. La efervescencia del sentimiento nacional que manifestaba, hacia 1840, la
Confederación germánica demostró que las fuerzas profundas estaban siempre dispuestas a adquirir nuevo vigor.
El acuerdo entre las grandes potencias victoriosas de 1815 ya no existía hacia 1823. Pero luego de 1832, cuando los liberales
asumieron al gobierno en UK, el aspecto básico de las relaciones internacionales era la oposición entre UK y las tres monarquías
absolutas, puestas de acuerdo en 1833, en Münchengratz.
Sin duda, el rasgo más sorprendente fue el papel preponderante de UK. En Europa logró neutralizar la acción de Francia en la
cuestión belga y se enfrentó a la entente de las tres monarquías conservadoras. Salvó al Imperio turco de la amenaza rusa. Se
benefició considerablemente con la independencia de las colonias españolas. Cierto que fuera de Europa encontró por doquier la
competencia francesa y que en el Mediterráneo occidental se resignó a la ocupación de Argelia. Pero siguió siendo dueña de las
principales rutas marítimas del mundo, y la exportación de sus productos industriales continuó en aumento.
A pesar de esto, las transformaciones esenciales en las relaciones internacionales se produjeron entre 1854 y 1870. En el
continente europeo, donde el estatuto territorial establecido por los Tratados de 1815 no sufrió, durante 40 años, sino
transformaciones secundarias, el mapa político experimentó profundas transformaciones y se transformó completamente el
equilibrio de las fuerzas materiales y morales: la formación de grandes Estados – el reino de Italia y el Imperio alemán se efectuó a
costa de tres grandes guerras. Pero también América y Asia Oriental sufrieron la conmoción de graves crisis que, si bien no
modificaron el estatuto territorial tuvieron gran importancia para el futuro de las relaciones entre los distintos continentes. De la
guerra de Secesión, los Estados Unidos salieron más fuertes y capaces de desempeñar un papel de alcance mundial. Debilitado
el Imperio chino ofrecería nuevas tentaciones a la expansión europea. Japón, después de más de 10 años de convulsiones,
comenzaba a adquirir aspecto de “Estado Moderno”.

El librecambio: Tratado de Cobder – Chevalier 14.

14
El tratado de Cobden-Chevalier era un tratado de libre comercio firmado entre el Reino Unido y Francia el 23 de enero de 1860. Se puso el
nombre de los creadores británicos y franceses principales del tratado, Richard Cobden y Michel Chevalier. El tratado de Cobden-Chevalier era
un tratado de libre comercio firmado entre el Reino Unido y Francia el 23 de enero de 1860.
Este Tratado suprimía los derechos de aduana para las importaciones de materias primas y bajaba sensiblemente los derechos sobre los productos
semielaborados o elaborados.
La industria siderúrgica, para hacer frente a la competencia se vio obligada a realizar cuantiosas inversiones; la firma del Tratado llevó a que el
Estado prestara a la industria 40 millones con objeto de favorecer las reestructuraciones necesarias de las empresas.
En lugar de la catástrofe prevista, la metalurgia francesa se triplicó entre 1852 y 1870, concretamente, la producción de acero.
En la vida económica de Europa aquellos 20 años (1854 – 1870) se caracterizaban por el considerable desarrollo de la producción
y de los intercambios y por la expansión del gran capitalismo. Fue una época de prosperidad y se debía no sólo al progreso
técnico – especialmente en los métodos de extracción de hulla y en la fabricación del acero – sino también al rápido desarrollo del
transporte por ferrocarril, a la organización del crédito y al aumento en los medios de pago. La construcción de ferrocarriles avanzó
en Francia, el norte de Italia y Europa central, transformando las condiciones de la vida económica y las facilidades que daba para
llevar el carbón a las zonas extractivas del hierro abrió nuevos horizontes a la industria metalúrgica.
La transformación de la vida económica influyó directamente en las relaciones internacionales. Cada vez más las nuevas
industrias buscaban en el extranjero materias primas y mercados. La corriente de intercambios comerciales creció. Por el empleo
de la cláusula de la Nación más favorecida, la liberalización de los intercambios, que comenzó con el Tratado de comercio franco-
inglés de 1860 (Tratado Cobden – Chevalier) que disminuyó los derechos de importación franceses, no solo de las materias
primas y del carbón sino también de los productos manufacturados, raíles y tejidos principalmente, aquella liberalización de los
intercambios se extendió por toda Europa. Rusia fue la única que de todos los grandes Estados europeos siguieron con un
régimen proteccionista, apenas suavizado en 1863 por la reducción de algunos derechos.
A este tratado le siguió una serie de otros análogos firmados por el gobierno francés:
~1861 con Bélgica y Turquía ~1862 con la Zollverein
~1863 con Italia ~1865 con Suecia y los Países Bajos
~1866 con Austria

El objetivo de Napoleón III, al seguir los consejos de Miguel Chevalier, era ampliar el mercado de las exportaciones francesas –
vinos, sedas, artículos de París – hacia Gran Bretaña, la Zollverein y Bélgica, así también como la de los textiles finos a Estados
Alemanes. Al mismo tiempo deseaba obligar a las industrias francesas a renovar su equipo y sus métodos de fabricación. Pero no
sólo tenía intereses materiales sino que éstos iban acompañados por intereses políticos: concediendo a UK la satisfacción en el
aspecto comercial, Napoleón III desarmaría la hostilidad con la que el gabinete inglés había acogido la anexión de Saboya por
parte de Francia, y consideraría su entente con Inglaterra que estimaba necesaria. La firma del Tratado comercial de 1862 tuvo,
también una significación política, al obstaculizar el esfuerzo del gobierno austriaco para entrar en la Zollverein 15 o destruirla.
La unión entre economía y política parecía ser más estrecha: fuerzas económicas y aspiraciones del sentimiento nacional se
combinaban principalmente en los países alemanes pero también en Italia: la solidaridad entre los intereses materiales de los
industriales y de los comerciantes pertenecientes a distintos Estados y el contraste de esta unidad de intereses y el
fraccionamiento político, favorecieron el movimiento unitario.
Hacia 1852, Cavour pensaba en una “Italia constitucional y libre”. Deseaba practicar un régimen liberal no sólo porque era
occidental en su cultura y en los rasgos de su formación intelectual sino también porque creía que un gobierno adquiere más
fuerza cuando cuenta con el apoyo de la opinión pública. El liberalismo político y el liberalismo económico le parecían los medios
de conseguir el ideal nacional.
Los partidarios de la construcción de vías férreas eran Ricardo Cobden en Inglaterra, Miguel Chevalier en Francia, List en
Alemania. La causa estaba ganada ya en 1842 – 1843 cuando en los años siguientes se establecieron enlaces ferroviarios entre
los grandes centros urbanos de Gran Bretaña, Francia y Alemania. En toda Europa occidental y central las facilidades dadas al

El Tratado afectó negativamente a las actividades que producían con métodos tradicionales, pero benefició a otros como los productores de vino
o de artículos de lujo

15
La Unión Aduanera de Alemania (en alemán, Zollverein) fue una organización de aduanas por medio de la cual se propusieron los aranceles
entre los miembros de la Confederación Germánica, a excepción de Prusia. Napoleón I impuso los principios del Código Civil Francés en la
Confederación del Rin, fundamentalmente el respeto a la propiedad privada. Prusia también adoptó este sistema, aboliendo la servidumbre y la
distinción entre propiedad noble y no noble. Se creaban así las condiciones para la existencia de un mercado libre de tierras. La caída de
Napoleón en 1815 inició otra etapa. El Congreso de Viena estableció en los territorios alemanes la Confederación Germánica, que fue una unión
muy débil, conservando cada Estado su soberanía en las decisiones ejecutivas y judiciales. Mientras los Estados alemanes cerraban
recíprocamente sus fronteras, permanecían abiertos a las mercaderías extranjeras. En 1828 se organizó una reforma aduanera general, teniendo
por eje a Prusia. Simultáneamente se habían constituido dos uniones aduaneras, una entre Prusia y Hesse-Darmstadt y otra entre Baviera y
Wurtemberg, en cada una de las cuales había libre circulación de mercancías, existiendo un arancel común. Se realizó un acercamiento entre
ambas uniones, que llevó a la formación del Zollverein, que entró en vigor el 1 de enero de 1834. Austria intentó bloquearla y algunos Estados
alemanes crearon uniones rivales contra la influencia de Prusia, pero casi todos acabaron por integrarse en el transcurso de esa década, excepto
Hannover, Oldemburgo, Mecklemburgo y las tres ciudades que formaban la Liga Hanseática, todos ellos bajo la esfera de Austria. Se transformó
casi en una unión nacional, ya que dio cierta cohesión política. Sirvió de base para el proceso de la unificación alemana, que tras la Guerra
Franco-Prusiana daría lugar al nacimiento del Imperio alemán, cuyos límites territoriales fueron esencialmente los mismos de la Zollverein. La
Constitución imperial de 1871, puede decirse que reemplazó a la Zollverein al conceder a la nación el derecho exclusivo de legislar sobre las
tarifas aduaneras comunes y los impuestos. La Unión Aduanera Alemana constituyó un modelo para la moderna arquitectura comunitaria de la
Unión Europea (UE).
transporte de mercancías y viajeros abrieron nuevas perspectivas para el comercio, ejerciendo una influencia inmediata en el
desarrollo de la industria.
Gran Bretaña fue la primera que sintió los efectos de la política aduanera y por eso propuso un nuevo concepto de las relaciones
económicas internacionales: el librecambio. Para UK el comercio exterior era únicamente una cuestión algodonera. Para que
dichas exportaciones progresasen era necesario que la industria produjera barato, lo que a su vez imponía una política de bajos
salarios y en UK se podía realizar la baja del costo de vida sólo si se reducían los impuestos aduaneros sobre los productos
agrícolas procedentes del extranjero. Por otra parte, para que el continente europeo pudiese adquirir los productos industriales
ingleses era necesario que fuera factible vender a UK sus productos agrícolas. Los dos argumentos eran convergentes y fue la
propaganda que realizó Cobden a partir de 1835.
Según Cobden, el librecambio conducía a la perfección y a la estabilidad de la producción y a la armonía de intereses ya que se
rechazaba toda intervención del Estado en la organización de la producción y en las condiciones de trabajo.

Unidad 6: el surgimiento de nuevos Estados

La unidad italiana

Entre 1858 y 1863, las cuestiones mediterráneas constituían el tema central de la política internacional de Europa. Gracias al
apoyo de Napoleón III, el estado sardo logró poner bajo el cetro de la casa de Saboya a la península italiana, y la aparición del
joven reino de Italia abrió nuevas perspectivas para el futuro del Mediterráneo.

La entrevista de Plombieres en 1858 estableció las bases para una acción franco-sarda contra Austria. La guerra de
independencia italiana comenzó en 1859, pero Napoleón III le dio término a la misma el 11 de julio por el armisticio de Villafranca
sin haber concluido sus promesas. No obstante ello, la política sarda no abandonó la partida y obtuvo el asentimiento del
Emperador para la anexión de los ducados de la Italia central y de la Romaña. El gobierno sardo pasó en seguida a la ejecución
de la segunda parte de su programa, anexionándose en 1860 el reino de las Dos Silicias, la Marca y Umbría. En 1861, cuando
Víctor Manuel tomó el título de rey de Italia, la unidad ya se había realizado en gran parte; pero faltaban por adquirir Venecia, el
Trentino y el Estado de la Santa Sede, reducido a Roma y a un pequeño territorio.
Tres cuestiones principales son las que solicitan la atención en esta crisis italiana: 1) las bases nacionales de la política sarda 2) el
papel de Napoleón III 3) la actitud de Gran Bretaña.

El movimiento nacional italiano no era en 1859 un movimiento de masas ya que el campesino medio, que formaba el grueso de la
población, se encontraba en una actitud pasiva. Los patriotas italianos que buscaban la unidad se reclutaban entre los
intelectuales, los hombres de negocios que buscaban crear un mercado italiano, los comerciantes que veían abrirse nuevas
perspectivas a medida que tomaba impulso la construcción de ferrocarriles; en fin, entre los obreros y artesanos atraídos por la
propaganda de Mazzini. Los militantes parecían ahora estar de acuerdo en la solución que debía adoptarse: unidad bajo la casa
de Saboya. El Estado sardo era el que había tomado parte activa en 1848-1849 en el esfuerzo nacional. Antes de 1848, la
solución sarda tenía competencias: el plan de los neogüelfistas y el de los republicanos, que ahora estaban atenuados.
El obstáculo más grave para la unificación era la existencia del Estado pontificio, pues, a pesar de que estaba mal administrado y
que el Papa no tenía la capacidad de reclutar entre sus habitantes una empresa armada, el conservaba el principio del poder
temporal. Contaba con el apoyo del alto clero de toda Italia y con la influencia que la jerarquía episcopal ejercía sobre las masas
populares adictas a las tradiciones religiosas.
En 1856, Cavour pensó en la idea de organizar en Sicilia un partido piamontés que provocase una revolución y una secesión, lo
que originaría a su vez la anexión del Piamonte y también del ducado de Parma. El deseaba también encontrar apoyo en una
potencia occidental – Francia o Gran Bretaña – y sabía que Napoleón III realizaría una política personal orientada a la restauración
del prestigio francés y que a su vez, tal política podía servir a los designios italianos. El apoyo francés en 1858-1859 fue decisivo.
A pesar de aceptar otorgarle ayuda a Cavour, Napoleón III le aconsejó a éste que era necesario esperar. El motivo era que en el
fondo Napoleón sabía que la mayoría de las grandes potencias eran hostiles a una gran transformación territorial y además no
quería provocar la opinión de los católicos franceses, cuyo apoyo necesitaba para la estabilidad de su régimen en Francia.
Napoleón III consideraba el apoyo armado concedido al Piamonte como un medio de servir los intereses franceses: deseaba
debilitar a Austria, que era por esencia la potencia conservadora del status quo, y abrir una brecha en la regulación territorial de
1815, pues la victoria de Italia podría hacer a Bélgica y a los Estados alemanes solicitar la alianza francesa. Pensaba también en
la posibilidad de que Italia se convirtiera en un Estado satélite de Francia.
En ningún momento Napoleón III pensó en hacer de Italia un Estado unitario ya que podría ir en contra de los intereses franceses.
El pensaba en una Confederación de Estados italianos que además le traería otra ventaja: evitar plantear inmediatamente la
cuestión el poder temporal, pues el Estado pontificio subsistiría en el cuadro confederal.

Conferencias de Plombieres (1858): Cavour aceptó que los Estados italianos fueran agrupados en 4 Estados, bajo la presidencia
del Papa, pero bajo la dirección efectiva de la casa de Saboya. En el tratado de alianza que firmaba en 1859 se preveía la
formación del Reino de la Alta Italia y la liberalización del reino Lombardo – Véneto. No obstante, con el objeto de demorar la
guerra, Napoleón III ofreció a Cavour una solución diferente a la que le había propuesto con anterioridad: que la Confederación
italiana no comprendiera el territorio del Lombardo – Véneto y que éste siga perteneciendo a Austria.
A estas políticas se resistían Rusia y Prusia que querían mantener el status quo y los Tratados de 1815 tal como se encontraban, y
esto era lo que hacía vacilar al Emperador: “Francia no puede arriesgarse a tener a toda Europa enfrente”. De esta forma,
Napoleón III se decidió a una paz prematura. No cabe duda de que Napoleón III había abandonado sus objetivos italianos y
también sus objetivos franceses.

En 15 meses, de Agosto de 1859 a octubre de 1860, las etapas de la formación del reino de Italia se desarrollaron a un ritmo
acelerado. Los acontecimientos se precipitaron por la competencia entre la solución mazziniana y la sarda. Estas iniciativas
italianas no hubiesen podido ser alcanzadas con éxito si el gobierno sardo no hubiese obtenido el consentimiento de Francia, lo
que logró ser alcanzado debido a la rivalidad franco-inglesa.
A pesar de que en Villafranca la política francesa parecía haber abandonado la causa italiana, el gabinete inglés temía que Italia
se convirtiese en un Estado satélite de Francia ya que se vería amenazada en su preponderancia en el Mediterráneo y tendría que
asegurarse el resguardo de sus posesiones de Malta, Gibraltar y Corfú.
En el momento en que Napoleón III puso término, prematuramente, a la guerra contra Austria, Gran Bretaña aprovechó la
situación y le ofreció a el gobierno sardo la proclamación del principio de no intervención. Pues, si bien Gran Bretaña era favorable
a la conformación del reino de la Alta Italia, no deseaba la unidad, que modificaría los términos de la cuestión mediterránea. Su
objetivo era sustituir en Turín la influencia francesa por la inglesa. “Le ha llegado el turno a Inglaterra de trabajar por la causa
italiana”, según Cavour aprovechándose de la situación.
En la cuestión central, Cavour obtuvo el asentimiento de Gran Bretaña en Parma, Módena, Toscana, la Romaña (25 de noviembre
de 1859). Napoleón III también le otorgó consentimiento y a cambio de éste Cavour había de conceder a Francia la compensación
prometida: Niza y Saboya. Esta decisión causó gran indignación a Gran Bretaña que consideraba el engrandecimiento del
territorio francés como una amenaza para Europa entera. Pero la desconfianza británica se manifestó sólo contra la política
francesa y no contra la sarda.
En la cuestión de la Italia meridional Cavour también consiguió sus objetivos aprovechando del desacuerdo franco-inglés, ya que
Napoleón III obstaculizaba la política sarda. En 1860, Sicilia se convertiría en Estado independiente, aunque bajo una rama de la
casa reinante en Nápoles. El Estado sardo firmaría una alianza con el reino de Nápoles y con el nuevo reino de Sicilia,
renunciando por consiguiente a su anexión.
Gran Bretaña terminó aceptando, en cierta medida, la solución sarda, después de todo, una Italia unida podía actuar como
contrapeso de Francia en el Mediterráneo.
En el caso del Estado pontificio – el más grave – el apoyo que Gran Bretaña prometía al Estado sardo era insuficiente para
asegurarle su protección. Pero Napoleón III pensaba que sería peor enfrentar a Francia con los Estados Italianos en la cuestión de
Roma, lo cual comprometería las esperanzas de conservar las amistades italianas, que aceptar la amputación del Estado
pontificio, lo cual le ocasionaba la oposición del clero católico de Francia.

El papel de Cavour y Napoleón III fue decisivo en la última etapa de la formación del reino de Italia. Napoleón terminó consintiendo
en la unidad italiana bajo una forma totalmente diferente a la que había pensado al comenzar la empresa en 1858. El motivo de la
desviación de su política era claro: pues, al obstaculizar la política de Cavour, Francia nunca podría esperar que Italia se
convirtiera en un Estado satélite de ésta. Pero a este concepto de Estado satélite se le oponía un obstáculo: la cuestión romana
pesaría sobre el futuro de las relaciones franco-italianas.
El Emperador no pensaba más que en una solución provisional: retiraría su cuerpo expedicionario pero el gobierno italiano se
comprometería a no atacar a Roma, impedir la ocupación por parte de Garibaldi. En el fondo, Napoleón III lo único que hacía era
ganar tiempo esperando el día que la muerte de Pio IX pudiera transmitir el solio papal a un pontífice dispuesto a aceptar que la
soberanía territorial de la Santa Sede se limitase al Vaticano.
Pero en el plano de la política europea en general, el Emperador había logrado dos objetivos: provocar una primera revisión de los
Tratados de 1815 y debilitar el Imperio Austriaco abriendo el camino para más amplios reajustes.

La unidad alemana

El conflicto austro-prusiano

En aquella lucha por la preponderancia en Alemania el gobierno austriaco trató en 1863 de adelantarse a la política prusiana,
intentando realizar una reforma en la Confederación germánica y tratando de disociar la Zollverein. Prusia tuvo ocasión de alzarse
cuando a la muerte de Federico VII, rey de Dinamarca (1863) se abrieron nuevas perspectivas en la cuestión de los ducados
(Slesvig y Holstein). El gobierno austriaco no quería que Prusia se aprovechara ella sola de esa intervención, asociándose a la
política prusiana y participando en la guerra de los ducados. Pero apenas se produjo la derrota danesa y el Tratado de Praga
(1864) reapareció el antagonismo. Bismarck pretendía que Federico de Augustemburgo 16 firmase con Prusia una convención
militar y aceptase el establecimiento en Kiel 17 de una base naval prusiana. Austria se opuso a ello. Sin embargo, volvieron a

16
Augustenburg, Friedrich, Herzog von (Augustenburg, 1829-80, Wiesbaden), un aspirante al trono ducal de Schleswig-Holstein, cuando quedó
vacante por la muerte del rey Federico VII de Dinamarca, sin descendencia masculina. Reclamación Augustenburg fue obstruido por Bismarck,
y los ducados fueron incluidos en Prusia, como la nueva Provinz Schleswig-Holstein en 1866. El estilo completo de la Duke fue Herzog zu
Schleswig-Holstein-Guldberg, Augustenburg.
17
Kiel es la capital del estado federal alemán de Schleswig-Holstein, el más septentrional de Alemania. Situada a orillas del mar Báltico, la
ciudad ha sido una de las principales bases navales alemanas desde la década de 1860.
efectuarse negociaciones y la convención de Gastein estableció un compromiso provisional que colocaba a Slesvig y el puerto de
Kiel bajo la administración prusiana y a Holstein bajo la de Austria. Pero Augustemburgo no se resignó a quedar eliminado, lo que
efectuó otra divergencia entre Austria y Prusia.
Bismarck se dio cuenta de que el problema entre Austria y Prusia ahora rondaba alrededor de los ducados, por lo tanto sostuvo
que era necesario modificar el Pacto Federal de 1815 y presentó a la Dieta germánica un proyecto de reforma, inaceptable por el
gobierno austriaco. Ese año, 1866, se produjo la ruptura.
Para esta guerra, Austria contaba con el apoyo de los Estados alemanas medios, pero Italia intervino al lado de Prusia. Obligada a
sostener una lucha en dos frentes Austria sucumbió en Sadowa. La superioridad del mando, del armamento y de la instrucción
táctica consiguieron para el ejército prusiano una victoria decisiva. Prusia podía apoyarse en la propaganda nacional y en los
intereses económicos, mientras que Austria contaba con los intereses dinásticos y la persistencia de los particularismos. Las
fuerzas activas – materiales y espirituales – estaban, pues, a favor de Prusia.
En los Estados alemanes una Liga se desarrolló rápidamente ya que sólo ella ofrecía un programa y, sobre todo, porque invocaba
un sentimiento profundo: la convicción de la necesidad de la unidad política.
Entre los productores y los comerciantes de los Estados alemanes, la Zollverein había configurado una solidaridad. Desde el punto
de vista económico ya había una Alemania. Por toda ella la red ferroviaria se había desarrollado con una rapidez excepcional entre
1850 y 1860. Esta facilidad de comunicaciones aumentó la solidaridad entre los miembros de la Zollverein y modificó la orientación
de la vida comercial de los Estados alemanes del sur. La explotación de los recursos hulleros (reservas de carbón) se desarrolló
rápidamente. La industria alemana comenzaba a exportar y a competir con los productos de la inglesa y de la francesa.
En 1862, el gobierno prusiano había llevado adelante la firma de un Tratado comercial con Francia que estipulaba una recíproca
reducción de los derechos aduaneros y hacía así mayor la diferencia entre la tarifa de la Zollverein y la del Imperio austriaco , muy
proteccionista. La ratificación del tratado franco-prusiano se convirtió en símbolo de la solución del problema alemán. Hasta en los
Estados alemanes medios, los intereses económicos estaban a favor de Prusia. En 1863, Bismarck denunció la unión aduanera y
se declaró dispuesto a renovarla con los Estados que aceptasen el tratado franco-prusiano y solo con ellos. Todos terminaron por
someterse. Esta crisis demuestra el poder que Prusia tenía cuando invocaba los intereses materiales.
Durante 3 años, Bismarck18 gobernó sin tener en cuenta a la oposición. Pero en vísperas de la guerra austro-prusiana el leit motiv
de la campaña de la oposición liberal fue oponerse a la votación de los créditos necesarios para la movilización. Prusia se
encontraba debilitada por el profundo descontento de su propio pueblo. Y la solidaridad de los intereses materiales en el seno de
la Zollverein no impidió a los Estados alemanes medios a tomar partido contra Prusia.

Eran dos los debates a partir de 1864: 1) la suerte de los ducados daneses y 2) la reforma de la Confederación Germánica.
El asunto de los ducados resultaba importante para Prusia que con el establecimiento de una base naval en Kiel adquiría una
sólida posición en el Báltico. En 1864, la Liga se pronunció contra la anexión de los ducados por Prusia. Austria carecía de interés
directo en este asunto, pues, si se oponía a las iniciativas prusianas era simplemente para ganar simpatías entre los patriotas
alemanes.
La cuestión de la reforma de la Confederación Germánica constituía el núcleo mismo del problema alemán. Inquietaba a los
príncipes, quienes pretendían mantener el Pacto Federal de 1815. Bismarck, en 1866 al proponer la institución de un Parlamento
alemán elegido por sufragio universal sabía que Austria no podía seguirle en este camino. Bismarck combatía en su mismo
territorio a una mayoría parlamentaria reclutada por un régimen electoral establecido en beneficio de las clases más ricas y
formadas por representantes de la burguesía; podía pues, para vencer su resistencia, tener interés en obtener el apoyo de las
masas populares o, por lo menos, la de esgrimir esta amenaza sobre sus adversarios.
El designio prusiano era ofensivo. Sin duda Bismarck buscaba la guerra e intentaba imponerla al adversario. En 1865 declaró ante
el Consejo de la Corona que era necesario anexionar los ducados, negar toda compensación al gobierno austriaco e ir incluso, si
fuese preciso a la guerra. Pero su política encontró resistencia entre la familia real que se pronunció en contra de una guerra que
podría colocar a los Estados alemanes a merced de una intervención extranjera.
En 1865, Bismarck aceptó reemprender las negociaciones con Austria, firmando el acuerdo de Gastein19

18
Otto von Bismarck, fue un estadista, burócrata, político y prosista alemán, considerado el fundador del Estado alemán moderno. Durante sus
últimos años de vida se le apodó el "Canciller de Hierro" por su mano dura y determinación, que incluía la creación de un sistema de alianzas
internacionales que aseguraran la supremacía de Alemania. Cursó estudios de leyes y, a partir de 1835, trabajó en los tribunales de Berlín y
Aquisgrán, actividad que abandonó tres años más tarde para dedicarse al cuidado de sus posesiones territoriales. En 1847 entró a formar parte
del Landtag prusiano, donde muy pronto se convirtió en líder del ala conservadora. Se enfrentó duramente a la revolución de 1848, y por esa
época comenzó a perfilar lo que sería su principal objetivo político: la unificación de Alemania y la creación del Reich desde presupuestos
autoritarios y antiparlamentarios. En 1862, tras ser nombrado primer ministro de Prusia, emprendió una importante reforma militar que le
permitió disponer de un poderoso ejército para llevar a cabo sus planes de unificación.

19
Convención de Gastein, acuerdo firmado entre Austria y Prusia en agosto de 1865 para repartirse los territorios de los ducados de Schleswig
y Holstein, que ambos países habían arrebatado a Dinamarca por la fuerza el año anterior en la llamada guerra de los Ducados.

Austria deseaba que estas dos provincias se convirtieran en miembros independientes de la Confederación Germánica, pero Otto von Bismarck,
el canciller prusiano, tenía la intención de incorporar Schleswig-Holstein a Prusia. Según lo acordado en la Convención de Gastein (pactada en
el valle austriaco homónimo), Prusia debía administrar y ocupar temporalmente Schleswig, y Austria debía actuar del mismo modo en Holstein.
Ninguna de las partes quedó satisfecha con el acuerdo, por lo que el compromiso ni siquiera se mantuvo durante un año. Los continuos
Bismarck tenía impresiones que lo tranquilizaban en torno a la política de Napoleón III. Pues el Emperador manifestaba un interés
muy vivo por conseguir la unidad italiana y esto hacía imposible la alianza entre Austria y Francia. Pero esto no fue más que un
simple sondeo porque a pesar de las ansias de Napoleón en Italia, él no había adquirido compromiso alguno en la cuestión
alemana.
Napoleón III prometió a Italia su garantía en caso de que Prusia no cumpliera sus compromisos. Con esa seguridad, el gobierno
italiano firmó en 1866 el tratado de alianza prometiendo su ayuda armada si Prusia se decidiese a hacer la guerra en los tres
meses siguientes.
En cuanto a la política austriaca era vacilante. El gobierno se preguntaba si debía aplazar el conflicto o aceptarlo. Austria no se
encontraba preparada para la guerra e intentó solucionar la cuestión de los ducados mediante negociaciones con Prusia,
proponiéndole dejar que se los anexionase a cambio de una compensación. Pero después de una serie de fracaso en las
negociaciones se declaró en 1866 la imposibilidad de evitar la guerra ya que el nuevo ministro de negocios extranjeros austriaco
(Mensdorff – Poully) declaró que no aceptaría que Prusia se quedase con los ducados. Desde entonces la diplomacia austriaca
trató de destruir la alianza ítalo-prusiana. Pero inútilmente. La monarquía danubiana estaba segura de la pérdida de uno de sus
territorios en esta guerra.
En el fondo, el gobierno austriaco se veía obligado a una guerra que hubiera querido evitar y Francisco José 20 declaró que se
encontraba con una “pistola en el pecho”.

La actitud de las potencias


La victoria prusiana había sido posible gracias a la pasividad de las grandes potencias no alemanas.
Rusia y Gran Bretaña habían obstaculizado en 1849 – 1850, mediante su acción diplomática, los designios prusianos por la
desconfianza mutua relacionada con la nueva insurrección de Polonia. Pero esta insurrección polaca, dio pie a una colaboración
ruso-prusiana en 1863.
Gran Bretaña quería proteger la existencia del Estado danés, poseedor de los pasos del Báltico, y también impedir el
establecimiento de una base naval prusiana en Kiel; pero como no disponía más que de medios navales, no podía actuar
independientemente. Estudió una mediación armada franco-inglesa pero Napoleón rehusó, recordando que no había recibido
apoyo suficiente de Gran Bretaña en las cuestiones polacas (ya que el gabinete inglés no había querido a ayudar a Francia a
ejercer presión sobre Rusia en la crisis polaca porque UK no quería la constitución de un Estado católico en la Europa oriental que
seguiría la política francesa).
Si bien Londres en 1865 no deseaba una guerra austro-prusiana debido a que sostenía que eso constituiría “la cosa más
desagradable que podría ocurrir a Inglaterra”. Pero para impedir la hegemonía francesa, Gran Bretaña anhelaba una Alemania
Fuerte.
El gobierno ruso no deseaba la guerra porque todo gran conflicto podía despertar en Europa pasiones revolucionarias, pero
prefería la victoria de Prusia ya que el debilitamiento austriaco favorecería la política balcánica y el éxito de Prusia no significaría
un serio peligro para el Imperio.
Si bien la política de Gran Bretaña fue pasiva en la cuestión alemana, la política francesa fue esencial. Pues, el Emperador
facilitaba la alianza ítalo-prusiana, sin la cual el gobierno prusiano creía imposible emprender la guerra.
Napoleón III favorecía aquella alianza para dar ocasión a Italia a obtener Venecia. Sin duda, pensaba de este modo atraer la
simpatía de los italianos – la cual se había enajenado con ocasión del armisticio de Villafranca 21 – pues no perdía la esperanza de
convertir a Italia en un satélite de Francia. Pero buscaba principalmente un beneficio inmediato: si el sentimiento nacional italiano
recibiera satisfacción con la cuestión veneciana, la atención de los italianos se desviaría por algún tiempo de la cuestión romana y
la convención de septiembre de 1864 sería respetada. Para conseguir la solución de esta cuestión de Venecia era preciso que se
llevase a cabo la guerra austro-prusiana.
Francia, durante los 3 meses anteriores a la guerra efectuó negociaciones simultáneas con Austria y con Prusia con objetivo
análogo: prometer su neutralidad y monetizar dicha promesa.

desacuerdos sobre los territorios conquistados fueron la causa de la guerra de las Siete Semanas (más conocida como Guerra Austro-prusiana)
que se desató entre Austria y Prusia en 1866.

20
Francisco José I de Habsburgo-Lorena (en alemán: Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen), (Palacio de Schönbrunn, Viena, 18 de
agosto de 1830 - Ibidem 21 de noviembre de 1916), Emperador de Austria, rey apostólico de Hungría y rey de Bohemia, entre otros títulos,1
desde el 2 de diciembre de 1848 hasta su muerte en 1916. Su reinado de 68 años es el tercero más prolongado de la historia europea, después de
Luis XIV de Francia y Juan II de Liechtenstein.
21
Con motivo de los movimientos nacionalistas en Italia, Napoleón III dudaba entre ayudar o no a los partidarios de la unificación italiana. Por una parte, su intervención podía
proporcionarle la adhesión de los liberales franceses, pero, por otra, el Papa y los católicos franceses se oponían. Austria podía resultar un enemigo peligroso y, además, una
Italia unida podía ser un importante rival en el Mediterráneo. El atentado que sufrió en 1858, a manos de un loco italiano llamado Orsini, le decidió a intervenir. La guerra entre
Francia y Piamonte, de un lado, y Austria, por otro, duró desde abril a junio de 1859. El nacionalismo italiano se exaltó peligrosamente, y aunque los ejércitos aliados
obtuvieron dos brillantes victorias sobre los austriacos en Magenta y Solferino, Napoleón III se atemorizó ante las proporciones que podía adquirir el conflicto. El armisticio de
Villafranca (11 jul. 1859), confirmado más tarde por el tratado de Zurich, ponía fin a la guerra entre Francia y Austria. Por el tratado de Turín (marzo 1860), firmado entre
Napoleón III y Víctor Manuel II, Piamonte cedió a Francia Saboya y Niza, y ésta reconoció la anexión a Piamonte de los ducados de Módena, Parma y Toscana y de la
provincia pontificia de la Romaña. Esta discutida intervención en los asuntos italianos le granjeó a Francia, además de la mala voluntad de Austria, el descontento de
Piamonte (v. PIAMONTE II), que le acusaba de no haber cumplido su promesa de seguir la guerra hasta el final. En el interior de Francia, los católicos le reprochaban el
haber llegado demasiado lejos; y los liberales, el haberse quedado demasiado corto
- negociación austro-francesa: fue de iniciativa austriaca. Austria conocía la alianza italo-prusiana y quería sustraerse a una guerra
con dos frentes. El gobierno de Viena solicitó del emperador que interviniese como mediador entre Austria e Italia para lograr de
esta que no cumpliera las promesas hechas a Prusia, y dejó entender que Francia recibiría Venecia para entregarla al reino de
Italia. Pero el gobierno italiano no quería recibir Venecia de manos de Francia porque tendría que comprometerse con Francia en
la cuestión romana y es por esto que Napoleón III rechazó esta solución ofrecida por Austria. Estaba dispuesto a prometer a
Austria la neutralidad francesa contra el compromiso de recibir Venecia después de la guerra. La convención secreta del 12 de
junio plasmó este compromiso.
- negociación prusiana-francesa: fue de iniciativa francesa. Napoleón III prometió a Bismarck un acuerdo: Prusia podría realizar
victoria sobre Austria, engrandecimientos territoriales a expensas de los otros territorios alemanes pero a condición de que Francia
recibiera una compensación del territorio alemán. Francia tenía los ojos fijos en el Rin pero la oferta fue rechazada por Prusia.

Napoleón III consideró la política de los tres trozos: los territorios que desde 1815 formaban la Confederación germánica, se
agruparían en tres trozos: 1) Prusia podría realizar, en beneficio propio, la unión de Alemania del Norte 2) Austria conservaría sus
provincias alemanas y podría recibir ampliaciones territoriales en la zona del Adriático (con objeto de evitar en engrandecimiento
de Prusia) 3) entre las dos, los Estados alemanes del sur permanecerían independientes, abiertos a la influencia francesa.
Pero la batalla de Sadowa reveló la potencia prusiana lo que tranquilizó al gobierno inglés a que podría apoyarse en la fuerza
joven de Prusia que acababa de revelarse para hacer contrapeso a la potencia francesa.
En Rusia, el Zar, tenía la esperanza de que Prusia renunciara a establecer su autoridad sobre los Estados alemanes y que no
creara una amenaza contra el orden monárquico. Pero esto era un mero deseo.
Para Francia el momento era grave. El Emperador había pensado en una guerra larga. El ministro de asuntos exteriores francés
propuso una “mediación armada”: concentración inmediata de un cuerpo de ejército sobre el Rin. Pero Prusia, cuyas fuerzas
estaban en su totalidad comprometidas en Bohemia se veía obligada a ceder.
Ante los arduos debates en Francia sobre esta “mediación armada” Napoleón III se decidió por renunciar a tomar medidas
militares, pues, parecía haber obedecido a las consideraciones de orden dinástico. Recurrir a la fuerza sería confesar que hasta
entonces se había seguido un camino equivocado, y provocaría en la opinión pública un malestar que podría ser peligroso para el
régimen. Limitándose a una mediación pacífica, Napoleón III esperaba todavía poder salvaguardar los intereses franceses, tal
como él había concebido, es decir, asegurar la independencia de los Estados alemanes del Sur y conseguir una compensación
territorial para Francia.
Durante su mediación amistosa se hizo prometer que la Confederación alemana, cuyas riendas iba a tomar Prusia, englobaría
solamente a los Estados alemanes situados al Norte y que los Estados alemanes del Sur conservarían su existencia internacional
independiente.
Pero en 1866, en el Tratado de Praga, Bismarck logró concluir con los Estados Alemanes del Sur tratados secretos de alianza.
El Emperador volvió a presentar su demanda de compensación: Sarre y el Palatinado bávaro o el Hesse renano; pero se enfrentó
con la negativa de Bismarck. A fines de agosto de 1866, Napoleón pensó en conseguir aquella compensación a expensas de
Bélgica pero se terminó resignando a un proyecto más modesto: la adquisición del Gran Ducado de Luxemburgo. Pero Bismarck
exigió que la negociación fuese abandonada.
En 1867, la política francesa estaba derrotada. El Emperador prefería un retroceso a una lucha demasiado incierta; pero no podía
tolerar la perspectiva de un fracaso que acabaría por arruinar su prestigio.

La derrota francesa

El conflicto franco-prusiano se esperaba desde el retroceso francés en 1867. Era evidente que la política prusiana no renunciaría a
conseguir la unidad alemana, incorporando los Estados alemanes del sur, cuya alianza ya había conseguido.
Desde el punto de vista diplomático, mientras Bismarck conseguía concluir con Rusia un acuerdo (1868) por el que el Zar se
comprometía, en caso de guerra entre Francia y Prusia, a concentrar su ejército para paralizar a Austria-Hungría, Napoleón III se
obstinó, en vano, en asegurarse, contra Prusia, la alianza de la monarquía danubiana, sin obtener más que un simple intercambio
de cartas, en que los soberanos afirmaban la comunidad de intereses.
En el aspecto militar, el gobierno prusiano era fuerte por la experiencia adquirida durante la guerra de 1866 y el apoyo que le
otorgaba la opinión pública. Por el contrario, la reorganización del ejército francés se veía dificultada por la pasividad del Cuerpo
Legislativo y por las reticencias de la opinión pública ante el esfuerzo que se le exigía.
Respecto a la cohesión interior, la victoria de Sadowa puso fin a la lucha entre Bismarck y la mayoría de los liberales prusianos.
Por el contrario, en Francia, el régimen imperial encontraba cada vez más resistencia y tenía que ir de concesión en concesión.
En tales circunstancias, se produjo la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern al trono de España (1870). Se convirtió
causa inmediata de la guerra. El gobierno francés declaró que no aceptaría que reinase en España un príncipe prusiano y obtuvo
éxito ya que llevó a Prusia a declarar la retirada de la candidatura. Sin embargo, Napoleón III no se contentó con esto y quiso que
se anunciase públicamente que el rey de Prusia aprobaba la retirada y que no autorizaría al príncipe Leopoldo para intentarla
denuevo. Guillermo I22 se negó a aceptar esto y el Gobierno francés hizo votar al Cuerpo Legislativo los créditos necesarios para la
movilización. De esta forma dirigió al gobierno prusiano la declaración de guerra.

La política de Bismarck

22
Rey de Prusia (1861-1888) y emperador de Alemania (1871-1888).
No cabe duda alguna que fue Bismarck quien quiso la guerra porque creía necesario para lograr la unidad alemana destruir la
potencia francesa.
En 1867, Bismarck había anunciado que no se contentaría con los resultados obtenidos, es decir, con la entrada de los Estados
alemanes del Sur en los sistemas aduanero y militar prusianos, declarando que pretendía realizar la unión política, pero
asegurando que su intención era dejar a los alemanes del sur su libertad de decisión. Su decisión de crear en el marco de la
Zollverein un Parlamento aduanero, tenía sin duda el objetivo de acostumbrar a los alemanes del sur a una colaboración
permanente en la Confederación de la Alemania del Norte.
Durante 1869-1870 los sentimientos particularistas recobraron terreno en gran parte de la Alemania del Sur. Fue en ese momento
cuando el canciller pensó en la necesidad de una guerra contra Francia, como medio para provocar en Alemania del Sur un
impulso del sentimiento nacional, capaz de romper la resistencia a la política unitaria.
Pero Bismarck prefirió contemporizar ya que daba por descontado que Napoleón III se resignaría a dejar que se realizase la
unidad alemana; y que, con tal motivo, se desvanecerían los sentimientos particularistas de la Alemania del Sur, donde la
resistencia a la política prusiana sería inútil. Observaba la transformación que se había producido en las instituciones políticas
francesas las que evolucionaban hacia un régimen parlamentario. Y pensaba que Napoleón III era el que obstaculizaba los
designios de Prusia, ya que no podía consentir la unidad alemana sin comprometer la suerte de la dinastía; pero si la autoridad
personal del soberano se subordinara a la de un gobierno parlamentario, las perspectivas podrían cambiar, puesto que el nuevo
régimen francés sería pacífico y respetaría la independencia de sus vecinos. Por esto creyó oportuno aplazar la admisión del Gran
Ducado de Badén en la Confederación de la Alemania del Norte; plantear esta cuestión sería poner a dura prueba la autoridad del
Gobierno de Emilio Ollivier, y arriesgar el éxito de aquella experiencia que parecía favorable para los intereses alemanes.
Bismarck no consideraba la guerra como inmediatamente necesaria. Pero durante las semanas siguientes cambiaron las
perspectivas para Bismarck ya que Emilio Ollivier nombró ministro de negocios extranjeros al duque Gramont, por ser el más
inclinado a Austria entre todos los diplomáticos franceses, adoptando así una actitud más firme respecto a las relaciones con
Prusia. La opinión pública de Alemania del Sur interpretó en seguida a este movimiento como un “signo de hostilidad hacia Prusia
y de íntima avenencia contra Austria”. Y en aquel momento pasó al primer plano la candidatura de Leopoldo Hohenzollern al trono
de España, hasta entonces tenida en reserva. Bismarck esperaba con ella obligar al alto mando francés, en caso de guerra franco-
prusiana, a mantener por lo menos un cuerpo de ejército en la frontera de los Pirineos, agravando los peligros que a Francia se le
presentarían. Pero si Napoleón III no se resignaba, Prusia haría la guerra. Pero Napoleón III y su gobierno decidieron oponerse a
la candidatura Hohenzollern declarando que si la candidatura no era retirada habría guerra. Francia obtuvo éxito ya que el príncipe
Leopoldo anunció de acuerdo con Guillermo I y en contra de Bismarck la retirada de la candidatura. El gobierno francés se negaba
a capitular cuyas consecuencias serían graves para el prestigio de Prusia en Alemania del Sur, la guerra era necesaria según
Bismarck.
Las decisiones políticas (ambición de poder y prestigio) fueron decisivas en aquella crisis y no tanto lo material o sentimental.

Europa ante el conflicto franco-alemán

Como había sucedido en 1866, en 1870 el conflicto quedó localizado. Bismarck se beneficiaba por segunda vez por la pasividad
de los otros grandes Estados europeos.
Después de la derrota de 1866, el Estado austriaco tuvo que transformar su estructura interior fundando así Austria-Hungría.
Francia y Prusia ofrecieron su alianza a la doble monarquía, que declinó la oferta de Prusia y negoció con Francia (1867). Se trató
al principio de una alianza ofensiva. Napoleón III se declaró dispuesto a ayudar a Austria – Hungría, si esta quisiera borrar en
Alemania las consecuencias de su derrota en 1866. Pero los círculos oficiales austro-húngaros se encontraban divididos en
aquella eventualidad.
Con respecto a la cuestión balcánica los magiares eran favorables a una expansión austro-húngara hacia el Sudoeste; pero
Austria, inevitablemente, echaría a Rusia en brazos de Prusia si ayudara a tal expansión. La alianza activa se hizo imposible.
Para asegurar su retaguardia, Austria-Hungría consideraba esencial la adhesión del gobierno italiano a una eventual alianza
franco-austriaca. Pero la cuestión romana pesaba, de nuevo, sobre las relaciones entre Francia e Italia, desde que el gobierno
imperial había hecho fracasar, en 1867, un golpe de mano de Garibaldi, volviendo a ocupar Roma con tropas francesas. El
gobierno italiano subordinó a la previa retirada del cuerpo expedicionario su adhesión a la alianza entre Austria-Hungría y Francia.
El emperador no creyó poder aceptar esta condición, pues temía perder la ayuda de los católicos franceses si abandonaba a su
suerte el Estado pontificio.
Por otra parte, el gobierno ruso, inquieto por las perspectivas balcánicas, se preocupaba de impedir una expansión austro –
húngara hacia el sudeste. Y en caso de conflicto con Austria-Hungría, desearía la ayuda prusiana. Prometió, el 27 de Marzo de
1868, en un acuerdo secreto, efectuar, en caso de guerra franco-prusiana- una concentración de tropas en Galitzia, para paralizar
a Austria-Hungría. Y en septiembre de 1869 rechazó la oferta de Napoleón III. En el momento en que estalló la crisis, el gobierno
austro-húngaro no estaba ligado por compromiso alguno.
Gran Bretaña, por su parte, sostenía que no tenía que adquirir compromiso alguno con las potencias ya que no tenía que temer a
la política Prusiana debido a que sólo tenía una marina insignificante. Y en cuanto a la unidad alemana, UK ya se había resignado
ya en 1866, algunos incluso deseaban la unidad debido a que temían la influencia francesa en Alemania del sur. La política
francesa, no obstante, cuando, a fines de 1868 y principios de 1869, Napoleón III manifestó sus pretensiones sobre Bélgica,
demostró un indicio de la adquisición de los ferrocarriles belgas de Luxemburgo. La gestión de la red, a pesar de que se
encontraba en déficit, facilitaría las exportaciones francesas a Bélgica y el transporte del carbón belga hacia la zona metalúrgica
de Lorena, podría incluso abrir el camino a la unión aduanera franco-belga en la que ya había pensado Luis Felipe. Pero quizá
también haya que tener en cuenta los motivos estratégicos. En caso de guerra franco-prusiana, los ferrocarriles luxemburgueses
serían de gran importancia para los ejércitos franceses, si quisiesen tomar la iniciativa sin contar con la neutralidad belga. Pero el
móvil más importante hay que buscarlo en una cuestión de prestigio: Napoleón III estaba siempre persiguiendo la compensación
que no había logrado en 1866 ni en 1867. El Emperador soñaba ciertamente con la unión aduanera, pues, si bien no pensaba en
la anexión política, la unión aduanera podría constituir el preludio de la unión política.
No es sorprendente que el gabinete inglés se alarmara; que dirigiese al francés una advertencia muy firme. Los gobernantes
ingleses temían más un engrandecimiento francés en Bélgica o en Renania, que la unidad alemana. Napoleón no intentó resistir, y
el 27 de abril de 1869 abandonó el proyecto de adquisición de los ferrocarriles. Para explicar el aislamiento de Francia es preciso
tener en cuenta el estado de ánimo de los gobernantes franceses, que continuaban atribuyendo a Francia, más aún que a Prusia,
un deseo de hegemonía. Se engañaban puesto que el régimen imperial no tenía medios ni voluntad para realizarlo.
La consecuencia inevitable de la victoria prusiana fue la formación del Imperio alemán. Si continuó la guerra se debió a que Prusia
quería obtener la cesión de Alsacia y Lorena. Al prolongar la resistencia, el gobierno provisional francés sólo perseguía un objetivo:
salvaguardar la integridad del territorio francés. Después de la derrota de los ejércitos imperiales y de Napoleón III, los neutrales
ya no tenían que temer la política francesa; ahora habrían de contar con la potencia alemana, que manifestó en seguida sus
designios anexionistas y se disponía a adquirir posición hegemónica en el continente. El gobierno provisional francés trató de
obtener la intervención diplomática colectiva de las grandes potencias que podría salvar a Alsacia y Lorena. Pero tales esfuerzos
fracasaron. Austria-Hungría no quiso tomar una iniciativa que, según ella correspondía a Rusia y a Inglaterra. El Gobierno ruso
estimaba que no existía aún el peligro alemán. En Londres al conocer las condiciones de paz de Bismarck, Glandstone intentó que
el gabinete tomase posición contra la anexión de Alsacia y Lorena sin plebiscito; pero los colegas estimaron imprudente mezclarse
en aquel asunto. Gran Bretaña no tenía ningún motivo para impedir la anexión.
Fue pues, la actitud de Rusia la que resultó decisiva. Aún reconociendo que la política alemana podría inquietarles en el futuro,
Rusia se negó a considerar esta perspectiva porque pretendía lograr un provecho inmediato, pues la guerra franco-prusiana les
ofrecía ocasión favorable para conseguir la derogación de las cláusulas del Tratado de París relativas a la neutralización del Mar
Negro. En el fondo, la divergencia de intereses en torno a la cuestión de Oriente era el principal obstáculo para la formación de
una liga de neutrales. Y esta misma cuestión de Oriente podría suscitar un conflicto entre Inglaterra y Rusia.
La táctica de Bismarck fue la de persuadir al gobierno ruso para que aplazase hasta el fin de la guerra franco-alemana la solución
de la cuestión del Mar Negro y prometerle el apoyo diplomático de Prusia para después. Pero el gobierno ruso sabía muy bien que
si no explotaba inmediatamente las circunstancias favorables, tendría después menos oportunidades de éxito.
Era aquel momento crítico para la política bismarckiana. La mayoría del gabinete inglés no quería la guerra.
El gobierno turco, por su parte, si bien inquieto por la reconstitución de una política naval rusa en el Mar Negro, no se atrevió a
pensar en una guerra con Rusia, a menos de contar el con apoyo de Inglaterra y de Austria – Hungría. Pero la opinión pública
estaba dividida en la doble monarquía: los magiares eran hostiles a Rusia pero los checos no. Y Beust 23 no quería ir más allá de
una protesta diplomática.
Para solucionar la cuestión del Mar Negro, Bismarck obtuvo el asentimiento del gobierno inglés, y el peligro de un conflicto anglo-
ruso desapareció. No obstante aquella solución chocó con la política prusiana.
Según Bismarck: “sería inclusive preferible una guerra anglo-rusa”. Y ordenó a su delegado que abandonase la conferencia en
caso que suscitara la cuestión franco-alemana, advirtiendo a Gran Bretaña que en tal caso, Prusia apoyaría con más vigor a las
pretensiones de Rusia. El canciller ganó la partida. El gobierno inglés consideró en 1871 que la cuestión franco-alemana podría
ser planteada fuera de sesión. Pero a la sazón la capitulación de París era un hecho consumado desde hacía una semana, y Jules
Favre24 no dio curso a la sugestión inglesa. La guerra franco-alemana se terminó, pues, sin que los neutrales dificultasen la política
prusiana, cuyo éxito consagraría el Tratado de Fráncfort.

Conclusión del Libro Tercero

En 10 años dos grandes Estados había hecho su aparición: el reino de Italia, que se constituyó a merced de las derrotas francesas
absorbiendo por la fuerza al pequeño Estado pontificio (20/09/1870) y el Imperio alemán, que se proclamó el 18 de enero de 1871,
cuando los Estados alemanes del sur se resignaron a aceptar la preeminencia del Rey de Prusia. Tanto en un caso como en el
otro, no se realizó por completo la unidad nacional. Sin embargo, la formación de estos dos Estados tenía un alcance decisivo
para el equilibrio de fuerzas en el continente. La transformación del equilibrio se realizó a expensas de Austria y de Francia. La
primera abandonó sus provincias italianas – Lombardía y Venecia – y perdió la influencia que ejercía en los asuntos italianos y en
los alemanes. Francia, después de haber adquirido Niza y Saboya, perdía Alsacia y una parte de la Lorena, profundamente
asociadas ambas a la vida nacional.
En 18 meses se constituyó el reino de Italia sin que Austria pudiera dificultarlo a causa de su crisis interior por que atravesaba. Y
con respecto a la cuestión de la unidad alemana, Austria trató de resistir pero sucumbió, y Prusia se adueñó desde aquel momento
de Alemania. Francia se encontró sola frente a la nueva potencia prusiana y sucumbió.
Ni los intereses materiales ni las cuestiones sentimentales pueden explicar las causas de estas crisis. Lo que orientó el curso de la
historia fue el papel desempeñado por los hombres de Estado: un Cavour o un Bismarck.
Pero este éxito de los movimientos nacionales no hubiera sido posible sin la actitud adoptada por las otras grandes potencias
europeas: la unidad italiana no se realizó sino gracias al apoyo de Francia en 1850-1860, al más modesto de Gran Bretaña en

23
Político alemán de la Unión demócrata Cristiana. Actualmente es primer alcalde de la ciudad-estado de Hamburgo.
24
Fue un hombre de Estado francés. Elegido diputado de París en 1858.
1860 y al eclipse de la potencia rusa; la victoria prusiana de 1866, decisiva para la consecución de la unidad alemana, sólo fue
posible merced a la neutralidad de Rusia, Gran Bretaña y Francia.
La abstención de Rusia en la cuestión italiana se debe a que el imperio de los zares carecía entonces de política mediterránea, y
la abstención en la cuestión alemana se debe a la derrota sufrida en la guerra de Crimea. Al mismo tiempo, hay que tener en
cuenta que Rusia atravesaba dificultades interiores que favorecían el despertar del movimiento nacional polaco, frente al cual los
intereses rusos y los prusianos eran solidarios.
Gran Bretaña intervino en la cuestión italiana porque tenía intereses en el Mediterráneo y se mostró pasiva en la cuestión alemana
porque en aquella época temía el desarrollo de Francia como potencia hegemónica. El despertar de la potencia rusa y la Alemania
unida le ofrecían un deseable contrapeso. En cuanto a los factores económicos, por una parte, la Zollverein dificultaba el progreso
de las exportaciones inglesas; pero por otra parte, los círculos económicos ingleses, deseaban la paz necesaria al desarrollo del
comercio inglés en el mundo.
Ni las preferencias sentimentales ni los intereses materiales parecen poder explicar la actitud de Gran Bretaña en aquella ocasión.
Las únicas decisivas fueron las cuestiones políticas.
Fue la política francesa, de Napoleón III la que ejerció influencia decisiva. Contribuyó directamente al eclipse de la potencia rusa.
Debilitó a Austria por el papel desempeñado en la cuestión italiana, favoreciendo así a un movimiento nacional alemán en
beneficio de Prusia. Permitió la consecución de la victoria prusiana en 1866.
Hasta julio de 1850 la política imperial parecía adaptarse a un programa: debilitar a Rusia y a Austria significaba destruir los
obstáculos que se oponían a la política revisionista; colaborar con Gran Bretaña o no exponerse a conflictos con ella era el medio
de neutralizar una oposición posible a tal política. Pero Napoleón III detuvo el movimiento nacional italiano antes de que alcanzara
su objetivo normal, que era Roma. Por el Tratado de comercio de 1862 reforzó el arma económica de que Prusia disponía en la
cuestión alemana, y, sin embargo, no deseaba la unidad alemana. Por otra parte abandonó los miramientos hacia los intereses
británicos, pues aún dando a Gran Bretaña una satisfacción, desde el punto de vista económico – tratado de comercio de 1860 –
se lanzó a una expansión extraeuropea; amenazó la preponderancia inglesa en el mediterráneo; se pronunció a favor de una
reconstitución de una Polonia independiente, que sería un cliente de Francia, y pretendió vastos ajustes territoriales en el
continente.
En 1866, ante la victoria en Sadowa quedó desamparada. Conceder a Austria apoyo armado sería desmentir toda su política
anterior y reconocer que se había equivocado. Por otra parte, la abstención de Gran Bretaña y la de Rusia no le permitió ejercer
una política eficaz contra Prusia. El Emperador corrió, vanamente, en busca de compensaciones. En esto, el impulso de las
corrientes sentimentales o de los intereses económicos sólo tuvieron una importancia episódica. En el fondo, el Emperador, fue
guiado por su deseo de prestigio.

Conclusión general

La victoria alemana parecía ser una nueva serie de complicaciones europeas. También el resurgir de Estados Unidos generaba
inquietudes a Europa. La diplomacia americana consiguió obtener éxitos: en 1867 Rusia vendió Alaska a USA, Gran Bretaña
aceptó en 1871 indemnizar al gobierno de Washington por los daños causados a su gobierno marítimo durante la guerra de
secesión.
En China las grandes potencias europeas continuaron desarrollando su penetración económica. Los europeos pretendían una
ampliación del comercio, obtener el derecho de residencia permanente fuera de los puertos abiertos, a fin de poder instalar
establecimientos en el interior del país. Intentaban acceso al mercado chino por las fronteras terrestres. USA adoptó otra política
con respecto a China: el Tratado chino-americano de 1868 afirmó el derecho de China a conservar su integridad territorial y su
plena soberanía en los puertos abiertos, así como a rechazar toda intervención extranjera en sus asuntos interiores, aún en el
aspecto económico: pero USA sabía que estas buenas voluntades no valdrían como facilidades para sus comerciantes y
misioneros con miras en China. El mercado chino seguía ofreciendo gran atractivo para los Estados industriales.
Las causas profundas de tan grandes cambios se deben a:
- el movimiento de las nacionalidades en Europa: insurrección de las minorías nacionales contra la dominación extranjera
en Grecia, en Moldavia y Valaquia, en la Polonia rusa, en Holstein y en el Imperio austriaco
- esfuerzos unitarios que triunfaron, parcial o casi completamente, en Italia, Alemania y en los principados rumanos.
- El sentimiento religioso desempeñó un papel activo en las protestas de las minorías nacionales y en su lucha por la
independencia; por el contrario, en Alemania reforzó la resistencia de los particularismos a la marcha hacia la unidad
nacional
- Las fuerzas económicas en el continente contribuyeron a provocar la protesta de las minorías y favorecieron la unidad
nacional. Pero dichas fuerzas no realizaron más que un papel secundario; los impulsos originados en las grandes
corrientes del sentimiento nacional fueron decisivos. En Alemania el concepto de raza difería del concepto de raza de las
demás potencias.

En América las fuerzas económicas y espirituales estaban asociadas. Los intereses materiales de los criollos y las pretensiones de
los exportadores franceses, de Gran Bretaña y de los Estados Unidos decidieron la suerte de la dominación española y de la
portuguesa en América Latina.
Las crisis económicas europeas impulsaron los movimientos migratorios que favorecieron a Argentina, Brasil y USA.
En Extremo Oriente la perspectiva de los beneficios comerciales fue el principal móvil de los esfuerzos expansionistas de USA y
de los Estados europeos, decidiéndoles a asegurarse bases y escalas en las rutas marítimas del Pacífico.
China y Japón reaccionaron de manera diferente a la apertura. Por un lado China quedó estancada por cuestiones de mentalidad
colectiva: las masas populares apenas tenían sentimiento nacional, los letrados eran hostiles a la penetración de las ideas y de las
técnicas europeas. Y también por cuestiones de interés político: la dinastía manchú pensaba que una modernización traería
consecuencias peligrosas para el mantenimiento del orden, al quebrantar la estructura social y amenazar los intereses creados.
Por el contrario, la voluntad de renovación que se apoderó del gobierno nipón encontró apoyo en el sentimiento patriótico de la
masa y en su sentido de la disciplina.

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