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El chamán entiende y comprende que la vida está en todas las cosas y que hay
muchas maneras de percibirla, pero ante todo pone el respeto a la tierra, a los
elementos, a los animales. Por todo esto el chamán es alguien que no se
apropia de la tierra, aunque si toma sus frutos, y le agradece su generosidad.
No explota a los animales, sino que se comunica con ellos y establece una
relación de mutua colaboración, y tratándose a sí mismo con el máximo respeto
porque ha logrado entenderse y comprender a la vez la interdependencia que
existe entre todas las cosas.
Tantos años y tantas culturas han dado lugar a una gran diversidad de
tradiciones chamánicas, por lo que a veces resulta difícil englobarlas a todas en
una misma disciplina. No obstante, se puede hablar de “chamanismo” (en
singular) porque estas tradiciones comparten una cosmovisión, una búsqueda,
y una forma de relacionarse con la vida y el medio ambiente.
King (1988), explica los mundos o niveles en los que el chamán actúa:
Los ancianos honraban a estos espíritus, consideraban los espíritus del lugar
(un río, arboleda…) y los veneraban.
El chamanismo nos ayuda a volver a conectar con nuestra esencia y de esta
manera recuperar pleno poder sobre nosotros mismos.