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LA HISTORIA EN LA

ERA DIGITAL
Publicado el abril 25, 2018 por irmacouretotdidacticadelahistoria
Actualmente –y sobre todo pensando en la formación docente en Historia–
resulta imprescindible reconocer las mutaciones que impone la “era digital”
a la Historia, un desafío para el que no tenemos respuestas definitivas sino
una serie de reflexiones que nos permiten, cuanto menos, advertir su
importancia y magnitud. Sobre la historia en la era digital es menester
señalar que la misma supone nuevas modalidades de construcción,
publicación, circulación y recepción de los discursos históricos. En efecto,
como señala Roger Chartier (2007), la “textualidad electrónica” transforma
la manera de organizar las argumentaciones y los criterios que puede
movilizar un lector para aceptarlas o rechazarlas mientras que para el
historiador permite una articulación abierta, fragmentada, relacional del
razonamiento, hecha posible por la multiplicación de los enlaces
hipertextuales.
Dicho en otras palabras, el nuevo entorno digital pone a prueba “el pacto de
confianza” que existía entre el historiador y el lector. Las notas –que
remiten a documentos que el lector no podrá leer–, las referencias
bibliográficas– que mencionan libros que el lector no tendrá a mano– y
las citas –fragmentos recortados de obras mayores que el lector puede no
conocer en su totalidad– son tres dispositivos clásicos que la textualidad
digital puede transformar.
Todo esto implica una mutación epistemológica fundamental: las “pruebas”
de la Historia (nota, referencia y cita) y las modalidades de construcción y
validación de los discursos del saber se transforman profundamente.
Probablemente, por lo mismo, se establezca una relación nueva, más
comprometida con las huellas del pasado y posiblemente más crítica
respecto de la interpretación de los historiadores.
A la producción digital se suma la circulación de información y contenidos
históricos, lo que implica, necesariamente, nuevas formas de lectura y
nuevos lectores. Esto no conlleva un proceso automático: vale decir, las
nuevas formas textuales no producen nuevas lecturas. Al respecto, una
revolución análoga como ha sido la invención de la imprenta no produjo
inmediatamente nuevas maneras de leer. En este sentido, “la larga historia
de la lectura muestra con fuerza que las mutaciones en el orden de las
prácticas suelen ser más lentas que las revoluciones de las técnicas y que
siempre están desfasadas con respecto a éstas” (Chartier, 2007, p. 17).
Pero aun considerando la fuerza de estas nuevas textualidades electrónicas,
cabe advertir que sería un error considerar que “lo virtual ya es real”
puesto que coexisten nuevas y viejas formas de lo escrito, tanto como que los
potenciales lectores y autores de libros electrónicos son aun minoritarios. Sin
embargo, no por ello podemos dejar de considerar y pensar las alternativas
y posibilidades que se abren a partir del soporte digital y las consecuencias
que tendrá esto en la Historia y su enseñanza.
“La invención de la escritura en el mundo de la oralidad, la aparición del
codex en el mundo de los rollos o la difusión de la imprenta en el mundo del
manuscrito obligaron a comparables, si no idénticas, reorganizaciones de las
prácticas culturales. Recordarlo no significa que la historia se repita, sino
remarcar que ésta puede procurar conocimientos y ayudar a la comprensión
crítica de las innovaciones del presente, las cuales, a su vez, nos seducen e
inquietan” (Chartier, 2007, p. 17). Las reflexiones de Chartier resultan
valiosas para pensar el impacto de lo digital en la historia. Por lo mismo,
debería trabajarse este impacto en la enseñanza de la Historia y en la
formación docente condicionada inevitablemente por la revolución de las
comunicaciones.

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transformar, digitalización textual, acceso,
comprmiso con el pasado, reorganización, prácticas culturales, revolución,
comunicaciones, eneñanza, formación.

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