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Prefacio

Correr es una fuente inagotable de aprendizaje, especialmente si uno presta atención. Te enseña cosas
sobre tu cuerpo, sobre ti mismo y, por supuesto, sobre correr en sí mismo. La mayoría de los
corredores utilizan el conocimiento y la sabiduría que obtienen de correr en su propia forma de
correr, en la persecución del objetivo de correr más rápido o correr de forma más agradable o con
menos lesiones y, en menor medida, pero no insignificante, lo aplican en sus vidas ajenas al deporte.
Me diferencio un poco de la mayoría de corredores en cuanto que he construido mi carrera
profesional gracias a lo que he aprendido corriendo y sobre el deporte de correr. Durante muchos
años he sido un estudioso incansable de las carreras de fondo. Busco conocimiento y sabiduría de
forma activa para aprovecharlo en mi beneficio, pero también, incluso con mayor ahínco, para
compartirlo con otros corredores. Considero que mi trabajo es ayudar a otros atletas a correr más
rápido, de forma más agradable y con menor número de lesiones.
He aprendido que ningún corredor, escritor o entrenador puede llegar a saber todo lo que se
puede saber sobre correr. Mientras siga prestando atención, nunca dejaré de aprender. Si pudiera
continuar corriendo (y pensando sobre correr) durante otros 200 años, sé que continuaría
aprendiendo.
Como autor prolífico de libros sobre correr, la única caída en esta interminable curva de
aprendizaje es cuando, una y otra vez, descubro errores en mis creencias previas o simplemente
cambio de opinión sobre ideas pasadas. En ocasiones llego incluso a desear no haber escrito nunca
algunos de los artículos y libros que he escrito.
Afortunadamente, nunca he cambiado de opinión sobre nada realmente importante (¡aún merece
la pena leer mis libros anteriores!), pero he descubierto un montón de pequeños errores y he
cambiado mi perspectiva sobre muchos pequeños asuntos.
En una entrevista, el desaparecido gran filósofo francés Michel Foucault fue confrontado con el
hecho de que algo que había escrito en su último libro se contradecía con algo que había escrito en
un libro anterior. Foucault respondió que la contradicción no le preocupaba en absoluto porque lo
más importante de escribir libros, en su opinión, era transformarse a sí mismo. Nunca querría
escribir un libro que le dejara igual, dijo, y si esta preferencia era ejercida a costa de contradecir
ocasionalmente sus antiguos escritos, pues que así fuera.
Me reconforta recordar esta conversación cuando me doy cuenta de mis propias contradicciones.
Me siento exactamente igual a como lo hacía Foucault, aunque no puedo evitar soñar con escribir
algo sobre lo que nunca cambie de opinión.
Creo que este libro supone una culminación. Ciertamente contradice algunas cosas que he escrito
en el pasado, que se incluyen también en Brain Training for Runners, al cual ahora veo como una
especie de borrador rudimentario del presente volumen. Pero tengo el buen pálpito de que me
mantendré fiel a la filosofía aquí mostrada mientras continúo mi búsqueda como estudioso del
deporte de fondo.
El corazón de esta filosofía, inalterada desde Brain Training, es que el cerebro es la sede de todas
nuestras posibilidades y limitaciones como corredores. El cerebro gobierna cuán rápido y hasta
dónde de lejos podemos correr. Si llegamos a ser más rápidos y más resistentes, se debe

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