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¿Qué es la literatura?

Definir a la literatura como todo lo que en un momento determinado es leído como literatura es una definición
muy amplia e institucional.
Las instituciones que regulan qué es literatura son las instituciones educativas, el mercado editorial, los agentes de
difusión cultural medios masivos, críticos literarios.
Lo que cada sociedad considera literatura tiene que ver con la historia, específicamente con la historia de las
mentalidades.
Desde el punto de vista institucional, existen funciones, normas y valores estéticos como puntos de partida de la
práctica literaria. Todo lo que se produce responde a una norma (lo que se considera por ejemplo ‘literariamente
escribible’) y a determinados valores (un valor estético puede ser en algún momento ‘lo adecuado’ a un modelo
literario determinado y en otro momento, la desviación de dicho modelo).
Históricamente, la literatura ha tenido una función extra literaria: religiosa, política, didáctica, etc. Recién las
vanguardias del siglo XX y sus antecedentes inmediatos, postulan un arte autónomo: la literatura no debe tener
otra función que la de ser literatura.
No es literatura: la expresión de sentimientos, la mera apelación a quien lee o escribe, o el testimonio sobre algo
que pasó. La literatura incluye estas funciones pero las subordina a otra cosa: el placer estético, la función
estética. De modo que es relativamente autónoma, está separada de otras funciones. Es un trabajo, un problema,
una producción (de sentido) y como tal debe ser analizada.
El concepto de originalidad en el arte, y específicamente en la literatura, puede ser entendido en una perspectiva
histórica o crítica. Es en el Romanticismo que se reconoce como un valor, ya que antiguamente lo literario era
valiosa, en cuanto reelaboración de temas o moldes preestablecidos. La crítica literaria es una disciplina que se
refiere a las producciones contemporáneas mientras que la historia revisará producciones del pasado.
Desde otro punto de vista, la literatura es una máquina de percibir; percibir algo es imprimirlo en la mente a través
de los sentidos. Es diferente de conocer, en donde el objeto conocido no solo implica una percepción sino también
una reflexión.
Algunas obras son creadas, percibidas por un autor en su contexto y luego retomadas históricamente en otro
sentido. Por ejemplo, Edipo Rey de Sófocles toma mitos griegos antiguos. Hay antropólogos que señalan la
similitud de este mito griego con otros mitos antiguos de otras culturas (por ejemplo Levy – Strauss). Sófocles
percibe en su texto ciertas determinaciones sobre las conductas humanas que mucho tiempo después, Freud
retomará para el psicoanálisis. Le da al complejo de Edipo, estatuto teórico; reflexionó sobre lo que Sófocles
había percibido. Aquí hay un buen ejemplo de cómo un mismo objeto, en este caso la obra trágica, puede
retomarse desde distintos puntos de vista.
De modo que, podríamos decir que la literatura es un aparato artificial que sirve para percibir. Si es artificial, es
evidente que posee una técnica y esto la convierte en un trabajo, una producción. Esto desestima el mito de la
inspiración a la hora de producir textos literarios y también le quita a la literatura ese otro prejuicio de
considerarla algo espontáneo o natural.
La literatura debe ser indirecta. Para ser verdadera, debe ingresar en el universo de la falsedad (la ficción). Las
palabras que conforman el material literario y su significado no son algo ‘dado’ e inamovible. Establece
relaciones de fuerza (fuerza simbólica) y de quién impone su sentido. Muchas veces los textos consiguen
imponer sentido al mundo. Cuando un texto se impone como literatura y sobrevive al paso del tiempo, decimos
que estamos frente a un clásico. Obras como Martín Fierro o Facundo se consideran clásicos de la literatura
argentina porque imponen un cierto sentido a la historia nacional. Cada país tiene textos clásicos y reconocidos
que conforman el canon de la historia literaria de esa nación.
¿Cuáles son los materiales con los que se escribe literatura?
En el caso de otras artes, es fácil ver que poseen un lenguaje propio. La literatura utiliza como materiales las
palabras, la experiencia y la ideología del escritor, inmerso en un mundo. Todo escritor no necesariamente
representa o refiere el entorno; a veces lo niega, lo disfraza, pero siempre está presente de algún modo en la obra.
Por otro lado, el lenguaje literario dista bastante del lenguaje que utilizamos cotidianamente. Utiliza una serie de
artificios denominados retórica. Las figuras retóricas se clasifican de acuerdo al nivel del lenguaje sobre el que
operan. Así, son fonéticas (referentes al sonido), sintácticas (cuando alteran o insisten sobre la estructura) y
semánticas (cuando operan sobre el sentido). http://retorica.librodenotas.com/
Para concluir: la literatura tiene como material la lengua; la retórica es una herramienta para trabajarla, hacerla
artificiosa, por eso el lenguaje poético o literario es cualitativamente diferente del lenguaje corriente.
Por otra parte, la experiencia de un autor es fundamental ya que imprime en la obra una referencialidad. Quien
escribe habla una lengua determinada, con variedades lingüísticas particulares, experiencias ideológicas
determinadas (aprendió en su familia, en la escuela, en su entorno, ciertos valores e ideas y tomó una posición al
respecto) Esta experiencia es otro de los condimentos de la producción literaria.

¿Cómo se lee?
Todo texto escrito presupone a su lector. Si bien esto no se puede controlar, es siempre tenido en cuenta a la hora
de la recepción. También ocurre que un autor tiene una intención de lectura a la hora de escribir. Sin embargo,
esto puede escaparse de sus manos. Por ejemplo, hay textos escritos originalmente como alegorías para, en algún
momento determinado de la historia en el que no se puede decir directamente, criticar algún régimen político. Es
el caso de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. El autor no previó la lectura de cuento maravilloso que se
hizo de su texto, sin embargo, fue la que prevaleció a lo largo de la historia de la literatura.
Kafka escribe muchos de sus textos que no publica por considerarlos literariamente malos. Luego de su muerte, su
amigo Max Brod los publica y convierten a este autor en uno de los referentes de la literatura del siglo XX. Ana
Frank escribía en su diario íntimo para desahogarse de la dura situación que les tocaba vivir a ella y a su familia.
Su cuaderno fue hallado, luego de la trágica desaparición y dado su valor histórico y testimonial, y publicado
como texto de valor literario.
Estos ejemplos demuestran que si bien los autores tienen in mente a un lector modelo, no siempre coincide con
sus expectativas. A veces, las supera. En otros casos, las anula o las cambia.
También los lectores cambian a lo largo del tiempo. Un lector del siglo XIX tenía otros tiempos y esperaba los
capítulos por entregas de los folletines que leía ávidamente semana a semana. Estas modalidades de lectura se han
reemplazado por otras más acordes a los tiempos. Sin embargo, algo comparten los lectores de todos los tiempos
y es esta necesidad de meterse en una historia ficcional, de disfrutar de la palabra y sus infinitas figuraciones.
La teoría de la recepción, dentro de la cual surge la estética de la recepción coloca al lector de un texto como
individuo, en una posición activa, creativa. como parte clave del proceso de concretización de un texto en el acto
de lectura. Propone que el texto responde a un horizonte de expectativas, algo así como un imaginario sobre el
cual cada lector opera cuando lee. Otras teorías se enfocan en la mente del lector, en lo que éste individualmente
construye al momento de la lectura. Generalizar acerca de esta posibilidad sería imposible. Por eso, la
interpretación de las obras debería, entonces, enfocarse no en la experiencia de un lector individual, sino en la
historia de la recepción de una obra, y en su relación con las normas cambiantes de la estética y los conjuntos de
expectativas que permiten su lectura en diferentes épocas.

Fuente: Adaptado de: Link, Daniel. Literator IV. Buenos Aires: Ediciones del Eclipse.

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