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VIDA Y MISTERIO DE JESÚS DE

NAZARETH

JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO

EDITORIAL SÍGUEME

SALAMANCA

16ª EDICIÓN - 1998

Trabajo realizado por:

SOL BEATRIZ BEDOYA R.

Enfermera

Directora de Programas

CENTRO DE FE Y CULTURAS DE MEDELLÍN

Enero de 2008
Desde su inicio hasta el final este libro tiene la facultad de mantener
vivo el interés del lector, por la manera como el autor le va
conduciendo con su estilo sencillo y al mismo tiempo profundo.

El libro inicia a manera de introducción con el tema Encarnación –


Genealogías. Al referirse los evangelistas a la genealogía de Jesús se
perciben cosas extrañas: Mateo asciende desde Abrahán a Jesús y Lucas
baja desde Jesús a Adán. Las generaciones no coinciden y hay
inexactitud entre ambas genealogías. Hay muchas teorías que quieren
dar explicación a esto pero es más sencillo aceptar que la genealogía de
los orientales es un intermedio entre lo que nosotros llamamos fábula y
la exactitud rigurosa del historiador científicamente puro. Personas con
un mejor conocimiento del estilo bíblico, afirman que los evangelistas
con intención catequística parten de la genealogía histórica y la elaboran
libremente, dando relevancia al contenido teológico que ella encierra.
Poco a poco el autor va descartando la posibilidad de que la genealogía
de Jesús sea una bella fábula o una lista de nombres inventada por los
evangelistas. Hay luces y sombras en la lista de antepasados de Jesús.
Es impactante el notar que ni Mateo ni Lucas han “limpiado” la estirpe
de Jesús. “Los escritores bíblicos no ocultan -señala Cabodevilla- que
Cristo desciende de bastardos”. El cardenal Danielou lo expresa así:
«Mostrar que el nacimiento de Jesús no es un acontecimiento fortuito,
perdido dentro de la historia humana, sino la realización de un designio
de Dios al que estaba ordenado todo el antiguo testamento».

Para terminar éste tema referente a la genealogía de Jesús el autor


concluye: “Cristo entró en la raza humana tal y como la raza humana
es, puso un pórtico de pureza total en el penúltimo escalón -su madre
Inmaculada- pero aceptó, en todo el resto de su progenie, la realidad
humana total que él venía a salvar. Dios, que escribe con líneas torcidas
entró por caminos torcidos, por los caminos que-¡ay!- son los de la
humanidad.”

Con este abrebocas Martín Descalzo continúa con una afirmación


contundente “Fue hombre; no se disfrazó de hombre”, como queriendo
espantar nuestra dificultad para creer en la “total” humanidad de Cristo,
hijo del pueblo judío, semejante a nosotros en todo, menos en el
pecado.
Se detiene en la persona de su madre, María, con especial énfasis en el
Magníficat, como un himno que brota de su devota inspiración en
conexión con los himnos que pronunciaron otras mujeres de la tradición
judía. Aborda también la persona de José en su silencio respetuoso y las
múltiples dudas que debieron de surgir pero que fueron asumidas en la
aceptación del misterio, camino de su destino, en profunda actitud de
confianza y de fe.

Nos interpela seguidamente con la pregunta “¿Quién es Jesús?”, la cual


marca la pauta del resto del libro y la desarrolla con base en tres
grandes enunciados: “Nada menos que todo un hombre”, “El Hombre
para los demás” y “Nada menos que todo un Dios”.

En “Nada menos que todo un hombre” inicia con la afirmación de


Schweitzer: “Jesús es el hombre que rompe todos los esquemas, que no
se parece a nadie, que su figura no puede confundirse con la de ningún
otro de los grandes líderes del espíritu a lo largo de la historia”. Rompe
con los imaginarios que a lo largo de la historia del cristianismo nos han
transmitido de Jesús pero nos presenta con fidelidad la semblanza que
nos entregaron los profetas y los evangelistas en su aspecto exterior y
en sus actitudes, con las diferentes tensiones que se manifiestan en su
personalidad. La descripción que hace desde A. Harnack es muy
reveladora: “La nota dominante de la vida de Jesús es la de un
recogimiento silencioso, siempre igual a sí mismo, siempre tendiendo al
mismo fin. Cargado con la más elevada misión, tiene siempre el ojo
abierto y el oído tenso hacia todas las impresiones de la vida que le
rodea. ¡Qué prueba de paz profunda y de absoluta certeza!”.

Los subtítulos son sugerentes de todos los aspectos que toca en relación
con las actitudes de Jesús: Un hombre que sabe lo que quiere, Un
hombre con corazón, Un hombre sólo en medio de la multitud, La cólera
del manso cordero, Con los pies en la tierra, Morir por la verdad
libremente, entre otros. Destaco en este último estos párrafos: …”Y aquí
vuelve a ser absolutamente diferente a todos los futuros fundadores de
religiones o de cualquier tipo de empresas humanas o espirituales. Jesús
deja absolutamente todo en las manos de Dios”… “Contaba con una
única seguridad -¡pero qué seguridad!-: la absoluta confianza en su
Padre. Gracias a ella superó también el miedo a la muerte que asumió
en el acto más alto de libertad que conozca la historia”... y finaliza
afirmando: “Fue también más que humano, pero fue también todo un
hombre. Y la humanidad está hoy orgullosa de él. Sí, tal vez éste sea el
más alto orgullo de nuestra raza: que él haya sido uno de nosotros”.

En el capítulo titulado “El hombre para los demás” prosigue el “retrato”


de Jesús “estudiando esa doble apertura hacia arriba -hacia el Padre- y
hacia todos los costados por los que le rodeaba la humanidad”. Destaca
la condición de enviado de Jesús, su entrega total y sin reservas a la
voluntad del Padre, como su fuerza motriz; se refiere a la oración en
Jesús, como la respiración del alma y “signo visible de ese contacto
permanente con quien le envió”; resalta su obediencia a la voluntad del
Padre como un misterio que asume a manera de misión, su única
realidad, lo único que le interesa pero que no le impide dedicar su
tiempo e interés a la miseria humana que le rodea: “El Dios de los
cristianos no es el de los filósofos. En Cristo, metió verdaderamente las
manos y toda su existencia en esta masa humana. Y si estuvo abierto
hacia su Padre, también lo estuvo hacia sus hermanos, los hombres”.

La antropología de Jesús abarca no solamente la comprensión de lo que


es la humanidad, sus dolores y esperanzas, sino, sobre todo, “la
construcción de una humanidad nueva”

Finalmente en el capítulo “Nada menos que todo un Dios” describe a


Jesús desde la pregunta ¿Qué decía Jesús de sí mismo?: El mensajero
del reino, maestro y profeta, el hijo de David, el hijo del hombre, el
siervo de Yahvé, son varias de las respuestas…sabemos que Jesús era
más que cualquiera de ellas y luego de continuar con una serie de
descripciones concluye: “cualquier lectura imparcial de los evangelios
muestra, sin duda alguna, que Jesús se presenta a sí mismo como
mucho más que un hombre; como la plenitud del hombre; como alguien
igual a su Padre, Dios; como Dios en persona.”

La lectura de este libro reavivo en mi la seducción que ejerce en mi la


persona de Jesús y que se inició y se ha venido acrecentando en la
medida en que he vivido la experiencia de los Ejercicios Espirituales en
sus diversas modalidades, los de 10 días y el de mes, al recibir la gracia
inigualable de la petición de la segunda semana: “Conocimiento interno
de Jesús, que por mi se hizo hombre para que más le ame y le siga”. Y
ese conocimiento interno se ha traducido en mi vida cotidiana en el
deseo inmenso de seguirle incondicionalmente y de seguirle conociendo
en ese misterio inconmensurable no sólo desde la oración sino también
desde el estudio de la Cristología.

Para profundizar en el conocimiento de la vida de Jesús, este libro ofrece


una estructura y dinámica fascinantes. Me identifico con las palabras de
Enrique y Tarancón que presentan el libro como “una invitación a la
esperanza”, como la obra de su plenitud como escritor, como poeta,
como creyente.

José Luis Martín Descalzo se acerca con lucidez y respeto a la vida de


Jesús de Nazareth, con el rigor de su conocimiento bíblico y teniendo en
cuenta los estudios de los científicos y las intuiciones de los literatos
creyentes y no creyentes que se han sentido atraídos por la figura de
Jesús.

Aunque en su acercamiento a María hay aspectos que me gustan como


su expresión al referirse a su aceptación de ser la madre de Dios: “No
era acercarse a la zarza ardiendo de Dios, era llevar la llamarada
dentro”, encuentro un poco romántica su concepción de María y de José.
Aunque quizás la época en que fue escrito el libro no lo permitía, me
parece que la teología actual ofrece una imagen más humanizada de
María y por tanto más cercana a nuestra vida.

Este libro produjo en mi muchas mociones; aumentó mi admiración, mi


amor por la persona de Jesucristo y mi deseo de conocerlo internamente
para más amarlo y seguirlo.

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