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EllaCllría
Escritos
teológicos
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LL~u editores
Escritos teológicos
Tomo I
veA Editores
San Salvador, El Salvador, 2000
10 UeA Editores
Primera edición 2000
Universidad Cenlroamericana José Si meón Cañas
AparLodo postal 01-575, San Salvador, El Salvador, C. A.
ISBN 84-8405-327-X
© Derechos reservados
Hecho el depósito que manda la ley
Impreso en El Salvador por Talleres Gráficos UCA, 2000.
I Introducción
11 Principios filosóficos
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5. [bid., p. 211.
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Filosofia y teología
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2. Por ser así, el autor de estas líneas ha publicado anteriormente dos artículos
que estudian la realidad esencial del hombre: "Antropología de Xavier Zubiri
I y 11", Revisra de Psiquiatrla y Psicología Médica VI. 6 Y 7 (t964). Con
todo, este artículo se basta sustancialmente a sí mismo. Se enmarca en el
tema general de personeidad y personalidad, pero para tralar lan sólo una
dimensión capiLal del pensamiento antropológico de Zubiri: el del hombre
como religación.
3. X. Zubiri, Sobre la esencia (Madrid, 1962).
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caso, estamos de lleno en el nivel de la realidad, y en este nivel, el
hombre como realidad personal se ve necesitado de algo que lo haga
hacerse a sí mismo, de algo que sea la fuerza de su vida personal, que
nos ate y nos impulse a y en la vida personal. Esta fuerza aparece en
la vida, pero no es la vida misma. No lo es porque la vida no es lo
último, y no lo es porque la vida es algo muy nuestro, mientras que
dicha fuerza no lo es plenamente: es algo muy nuestro porque pone
en marcha lo que es nuestra vida personal, pero también es algo muy
no-nuestro, muy lo otro, porque es precisamente lo que hace que
haya esa vida personal. Como escribe san Agustín a propósito del
Verbo y en otra línea filosófica, "quid enim tam tuum quam tu? et
quid tam non tuum quam tu, si a/icuius est, quod es?"'" .
¿Tendrá este "hacer que haya vida personal" un carácter mera-
mente ético de obligación? A veces se ha seguido esta vía de acce-
so a Dios que parte del análisis de la obligación moral. Zubiri, a
pesar de ahondar en el objeto de la obligación, de suerte que la
obligación no se refiera expresamente tan sólo o primordialmente
a estos o a los otros actos morales, sino al carácter personal de nues-
tra vida, no reduce la religación a obligación. La obligación será,
de un modo u otro, un dato inmediato de nuestra experiencia per-
sonal. Pero no es el dato último: "La presunta obligación es conse-
cuencia de algo más radical: estamos obligados a existir porque
previamente estamos religados a lo que nos hace existir. Ese vínculo
ontológico del ser humano es 'religación"'''. No se trata aquí de
una demostración como si del antecedente de la obligación se lle-
gará al consecuente de la religación, apoyados en la razón de que
no puede haber obligación sino en el supuesto de una religación
previa. Más bien se expone un orden de radicaciones tal como lo
muestra un análisis de la propia vida personal. En este análisis, nos
encontramos que en la obligación lo que primariamente aparece es
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la formalidad "sometimiento" ante lo que extrínsecamente se nos
impone o ante lo que intrínsecamente nos inclina por ser tendencia
constitutiva de nuestro propio ser. De ahí que en la obligación se
dé un "ir a" algo que se nos añade por venir de fuem o que, por estar
ya en nosotros, se ultima y perfecciona en el sometimiento a lo que
nos es obligatorio, en el cumplimiento de lo que es nuestra obliga-
ción. Al contrario, en la religación estamos ante una dimensión
previa y más radical, al hallarnos por ella y en ella vinculados a lo
que nos posibilita y fuerza a una vida personal. Nos fuerza a ver-
nos como "venimos de", de modo que nuestro "ir" primario no es
salir de nosotros, ni siquiera como formal cumplimiento de lo que
antes no era. Es, más bien, un acatar aquello de donde venimos, de
modo que nuestro ir es un reconocer que hemos venido, pero no
un reconocimiento meramente intelectivo, sino una forzosa acepta-
ción de nuestra realidad.
"En la religación, más que la obligación de hacer o el respeto
del ser (en el sentido de dependencia), hay el doblegarse del reco-
nocer ante lo que 'hace que haya"'''. La obligación y el respeto del
ser, la posible dependencia frente a él, no son lo último, ni el radical
principio de donde arranca el hombre. El hombre se doblega, sí, pero
es porque reconoce que la realidad se le impone, y la realidad se le
hace últimamente imponente desde esa forma singular del: "hacer
que haya", desde la que la realidad entera se potencia. Tras el "hacer
que haya" se nos presenta la realidad con unas determinadas caracte-
rísticas y lo que es nuestra realidad aparece como ligada a eso que
hace (realidad que liga) que haya (realidad religada). La religación
es lo que nos hace patente y actual la fundamentalidad de lo que
es la vida personal humana. La religación nos sitúa en el orden de
la fundamentalidad, de lo fundamentado y del fundamento: qué es
lo que fundamenta la vida humana, qué es lo que hace que la vida
tenga fundamento ... Si la vida personal está principiada en la reali-
dad personal del hombre, ha de preguntarse todavía qué es lo que
fundamenta al hombre como persona. Sólo cuando lleguemos a lo
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29. Sobre la respectividad, cfr. Sobre la esencia, op. cil., pp. 426-427; sobre la
versión en el phylum, cfr. Sobre la esencia, op. cit., pp. 317-320.
30. Sobre el "en sí" y la apertura, cfr. ibíd., pp. 502-503.
31. X. Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, op. cil., p. 373.
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39. Estamos leyendo los textos de Naturaleza, historia, Dios, op. cit., desde el
nivel que representa Sobre la esencia. Además, estamos atendiendo el aspec-
lo antropológico de la religación y no al teológico. Esto hace que suplamos
el término "Dios" por el término "fundamento", suplencia justificada, ade-
más, porque anlerionnenle a la demostración, al ejercicio intelectual, el fun-
damento no aparece formalmente como Dios.
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47. Estos textos últimos están publicados, por primera vez, en 1963. En ellos la
acentuación de lo personal es mucho más vigorosa que en el escrito de 1935.
El lema ha sido vuelto a tratar por Zubiri en los cursos de 1965 con un ligero
cambio de orientación, que inmediatamente expondremos. Con todo, es pre-
ciso ponderar el matiz personal de la ultimidad separadamente.
48. X. Zubiri, Sobre la esencia, op. cit., p. 505.
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3. La religación
El problema de la ultimidad religante" no es problema del acto
que nos lleva a ella: si es un acto de razón (en el sentido de razo-
namiento ilativo), de un sentimiento más o menos innato en el espíri-
tu humano, etc. El hombre se encuentra ante este problema -no
nos referimos al origen empírico y ocasional del problema, sino a
lo que es la naturaleza misma de la cosa- en cuanto afectado
como un todo por él. Lo cual no excluye ninguna de las dimensio-
nes humanas, pero tampoco acantona el problema en ninguna de ellas.
Podría entonces pensarse en algo así como en una tendencia natural.
Pero tampoco sería esto satisfactorio, primero, ya lo hemos analizado
largamente, porque lo que juega aquí es el hombre en su dimen-
sión personal y no en su dimensión natural; segundo, porque no se
trata de tendencia propiamente, sino de actitud, que es algo más
elemental, pero más radical y hondo. El problema de la ultimidad
religante surge en la actitud personal que el hombre lleva inscrita
en la estructura misma de su propia realidad personal.
Afronta, pues, Zubiri el problema desde la actitud personal, lo
cual lo obliga a enfrentarse con cuatro cuestiones: (a) qué es una
actitud personal; (b) cuál es la actitud personal radical; (e) cuál es
el objeto y la estructura de la realidad término de esa actitud; (ti)
cómo aparecen las cosas, y el hombre entre ellas, desde el punto
de vista de esa actitud.
52. Ellacuría se refiere a los dos cursos recogidos, casi tres décadas después, en
la obra ya mencionada El problema filosófico de la historia de las religiones.
53. Zubiri habla del "problema de Dios", pero como en este trabajo no pensába-
mos llegar hasta Dios, nos ha parecido preferible metodológicamente no for-
mular, sino el problema de la ullimidad religan le. Cfr. nola 39.
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54. No podemos entrar aquí en lodo el problema de lo que es persona. Las líneas
fundamentales se expusieron al final del segundo artículo citado en la nola 2.
Aquí asumiremos brevemente el lema.
55. X. Zubiri, Sobre la esencia, op. cit., p. 500.
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57. Baste con esa solución. A la distinción metafísica de realidad y ser ha dedi-
cado X. Zubiri largos análisis en Sobre la esencia.
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71. Los eres tratamientos del tema se escalonan, pues, así: (1)1935, "En lorno al
problema de Dios", en X. Zubiri, Naturalezo, historia, Dios, op. cil., pp.
367·397; (2) 1963, '"Inlroducción al problema de Dios", en ibld., pp. 341-
360; (3) 1965, El problema filosófico de la hisroria de las religiones (Ma-
drid). El problema de Dios en la historia de las religiones (Barcelona). [Es-
los dos cursos, lal como señalamos, han sido recogidos en el libro de Zubiri,
El problema filosófico de la historia de las religiones, Madrid, 1993.)
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72. Hech 17,22-27. La Iraducción del texto es libre y está orientada al contexto
de todo el trabajo.
73. Neske (PfuUingen, 1960), p. 26. [La "tranquilidad" (trato respetuoso) hacia
las cosas y la apenura al misterio van juntas. Nos descubren la posibilidad de
eslar en el mundo de una manera completamente diversa. Nos prometen una
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1. Entre los muchos trabajos dedicados al problema del método teológico lati-
noamericano elegimos los siguienles: J. Alonso, "La teología de la praxis y
la pruis de la teología", Christus, 444 (1972) 228·241; "Una nueya fonna de
hacer teología" en IglesiD y praxis de liberación, Salamanca, 1974; H. Assmann,
''Teología polltica", Perspectivas de ditllogo, 50 (1970) 30(,.312; Teologla des·
de la praxis de la liberación, Salamanca, 1973; C. Bravo, "Notas marginales
a la teología de la liberación", EcclesiDstica XareriDna, 24 (1974) 3·60; J.
Comblin, "El lema de la 'liberación' en el pensamiento cristiano latinoameri-
cano", Pastoral Popular, 113 (1973) 46·63; Théologie de la pratique
révolutw1UIQire, París, 1974; E. D. Dussel, Caminos de /o Iiberaci6n latinoa-
mericana, Buenos Aires, 1972; Para U1UJ ética de lo liberación IiJtinoamericana,
Buenos Aires, 1973-1974, lomos 1-111; Método para una filosofía de la libe-
ración. Superación {Jna/ée/¡ea de la dioléc/ica hegeliana, Salamanca, 1974;
l. Ellacuría, ·....esis sobre posibilidad, necesidad y sentido de una teología lati-
noamericana" en TeologÚJ y mwuJo contemporáneo (Homenaje a Karl Rahner),
Madrid, 1975, pp. 325-350; R. Facelina, Liberation and sa/vation. Libération
et 5olu4 Bibliographie Inlernalionale, Strasbourg, 1973; L. Ge,a, "Cultura y
dependencia a la luz de la reflexión leológica", Strwnata, 30 (1974) 169-227;
G. M. Gutiérrez, Teologla de la liberación, Salamanca, 1973; F. Malley, Li-
béeratiofl, Mouvemenls, analyses, recherches, Théologies Essai Bibliogra.
phique. París, 1974; P. Richard, "Racionalidad socialista y verificación histó-
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4. [bid., p. 193.
S. [bid., p. 179.
6. [bid., p. 200,
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7. [bid., p. 193.
8. [bid., p. 193.
9. [bid., pp. 200·201.
lO. [bid., p. 207.
11. [bid., p. 207.
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20. IbId., 1. Ellacuría, "Tesis sobre posibilidad, necesidad y sentido sobre una
teología Latinoamericana", pp. 325-350.
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35. A este tema se refiere Juan Luis Segundo, Liberaci6n de la teología, citado
en la nola l.
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2. [Sumo teológica, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, pp. 77~ 79. Nota
de la Edilora. J
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1. "Apología del derecho de los reyes que han de ser defendidos y moderados
justamente",
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3. Ibld., p. 16.
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Las Actas del 111 Congreso Mundial de los Laicos son, más que
otra cosa, el reflejo de una situación dentro de una Iglesia, que cam-
bia rápida y profundamente. Resultado de un congreso multitudinario,
en el que participaron cerca de tres mil personas, demostró tangible-
mente la importancia que tienen los laicos para la renovación y la
desclericalización de la Iglesia. Lo que el primer sínodo de obispos,
reunidos al mismo tiempo en Roma, tuvo de mirada hacia dentro, el
Congreso, como lo indicaba monseñor Moeller', mostraba la necesi-
dad de abrirse al mundo, y mostraba, asimismo, que esta apertura,
esencial a la Iglesia, es imposible sin un laicado que ejerza su mayo-
ría de edad dentro de ella.
Lo que esta nueva conciencia supone de cambio, lo valora el doc-
tor Hans-Ruedi Weber, el único no católico a quien se le permitió
asistir al Congreso anterior, disfrazado de periodista, entre más de
3. Ibid., 1, p. 208.
4. Ibid., 1, p. 12.
S. lb/d., 1, p. 12.
6. Lo diferenciado es mío.
7. El pueblo de Dios en el itinerario de los hombres, op. cil., 1,29.
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R. ¡bid., 1, p. 53.
9. ¡bid., 1, p. 56.
10. ¡bid., 1, pp. 64-65.
11. ¡bid., 1, pp. 69·113.
12 ¡bid., 1, pp. 73·75.
13. ¡bid., 1, p. 76.
14. ¡bíd., 1, p. 84.
15. ¡híd., 1, pp. 97·99.
16. ¡bid., 1, p. 84.
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2. Cfr. aparlado 7.
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4. Dada la brevedad del espacio -tres mil palabras--- y la amplitud del tema.
no es posible enlrar en la complejidad histórica y teórica de las afirmaciones
que se hacen en el artículo.
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s. A modo de conclusión
La teología de la liberación, de hecho, ha tenido y sigue tenien-
do un tremendo significado político. Así se vio en el Informe
Rockefeller, en los planteamientos de Santa Fe, en los constantes
ataques a los que se ve sometida por las fuerzas conservadoras fuera
y dentro de la Iglesia. Se estima que, aunque ella misma no sea por sí
sola una fuerza capaz de transformar revolucionariamente la situa-
ción de América Latina, puede convertirse en un factor importante
en el conjunto de fuerzas que constituyen el movimiento revolu-
cionario. Incluso algunos de los movimientos marxistas no sólo han
quitado a la fe que propugna la teología de la liberación el sambenito
de ser opio del pueblo, sino que le atribuyen un papel positivo en
las luchas liberadoras.
Tal reconocimiento no es infundado. La fe, la religión y la Igle-
sia siguen siendo elementos especialmente significativos e influ-
yentes en la contextura social, especialmente entre los más pobres
de América Latina. Si la fe y la Iglesia se ponen de lleno a favor
de la causa popular, si intra y extraeclesialmente hacen efectiva la
opción preferencial por los pobres y dejan de amparar conserva-
doramente el orden establecido, algo importante se habría consegui-
do. Medellín y Puebla alertaron a las fuerzas reaccionarias, las cuales
midieron bien lo que podía significar para el continente un cambio
tan sustancial de la Iglesia y de su predicación. Los partidarios de
la seguridad nacional han llamado a esto marxistización de la fe y
marxistización de la Iglesia, porque todo cuanto entra en conflicto
con los dictados de la teoría de la seguridad nacional y con las
exigencias del capitalismo es tildado de marxismo. Las acusacio-
nes no son sólo verbales. Son muchísimos los que en los úhimos
diez años han sido asesinados para obligar a la Iglesia y a los más
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2. Marco doctrinal
El marco doctrinal abarca dos grandes partes: el marco teológi-
co y el marco de la doctrina social. Metodológicamente es un error,
pues no están en el mismo plano doctrinal.
(a) La parte del marco teológico tiene un fallo fundamental que
la invalida desde un principio, aunque contenga aspectos parciales
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3. A modo de conclusión
Analizadas las dos primeras partes del Documento de consulta
y hecho un juicio metodológico sobre ellas, se ve por qué no inte-
resa entrar en la tercera parte, dedicada a la acción pastoral de la
Iglesia. En cuanto esta tercera parte propone orientaciones, que son
resultado de los planteamientos ofrecidos en las dos partes anteriores,
no es aceptable en su conjunto, en la misma medida y por la mis-
ma razón que no son aceptables las dos primeras en su conjunto.
Fuera de que es la parte peor trabajada y que debería ser rehecha en
su totalidad, incluso desde un punto de vista formal. Los propios
autores parecen darse cuenta de ello cuando escriben que lo expuesto
por ellos tiene una apariencia complicada y desarticulada (1101).
Puebla ha sido acusado de querer rehacer Medellín, so capa de
superar los desvíos que aquél pudo haber provocado en la Iglesia
latinoamericana e incluso, en alguna medida, en la Iglesia univer-
sal. Sin embargo, los autores del Documento de consulta alaban
Medellín y piensan que Puebla debe hacer avanzar el espíritu de
aquél. ¿Cuál de las dos posturas se aproxima más objetivamente a
lo que es el Documento de consulta?
El Documento de consulta no contradice expresamente lo dicho
en Medellín. Más aún acepta algunas de las formulaciones más
significativas. Pero tampoco es un trabajo elaborado desde lo que es
Medellín. Se da por supuesto que los mejores logros han sido re-
cogidos por ulteriores documentos del magisterio pontificio y, por
lo tanto, se construye sobre ellos y no sobre Medellín. Ahora bien,
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26. Ver nola 9.
27. Ver DIAL, O 149,23-30 (marzo de 1984), 1·2.
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36. Ver en este mismo número de la revista algunas declaraciones de los más
connotados (se refiere a la Revista Lalinoamerica de Te%glo. cuyos datos se
encuentran al comienzo de este este escrito. Nota de la editora.]. Asimismo,
puede consultarse el número especial dedicado a la teología de la liberación
por Misión Abierra, 1984,4. El aliculo de José L (digoras ''Teologia lalinoa·
mericana, ¿teología de la liberación?", recogido en Mensaje Iberoamericano,
mayo de 1984, es interesante en su ponderación, por venir de alguien que es
crílico con la teología de la liberación. Asimismo, es interesante el breve
comentario de A. Dulles, "Liberation Theology: Conlrasling T'ypcs" América
(22 de sepliembre de 1984) 138·139, en el cual, por un lado, dice que cierla
retórica de la Instrucción puede fomentar el odio de clases, pero por otro, ye
positivo e importante para la Iglesia que se trabaje por una teología de la
liberación.
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l. Ausencias
Pero el documento de Ratzinger y de Bovone no recoge apenas
nada de la gran riqueza de la teología de la liberación. Ante todo,
no recoge las profundas, numerosas y prudentes reflexiones que se
hicieron al documento anterior del que no se reconoce falla algu-
na, aunque se le han probado algunas muy importantes I • No reco-
ge tampoco los aportes positivos de la teología de la liberación en
cristología, eclesiología y espiritualidad, aunque sí algunos tópicos
centrales, eso sí, muy a la carrera, y no recoge desde luego la
profunda experiencia teologal, espiritual e histórica, personal y co-
lectiva del sufrimiento masivo y de la praxis de liberación. Lo cual
es tanto más grave cuanto que la nueva experiencia cristiana de la
liberación se ha dado sobre todo en las comunidades de base de
América Latina, como un don especial de Dios, que no se ha dado
en otras partes con la misma originalidad y fuerza; ha sido recogi-
do por el episcopado latinoamericano, del que se cita profusamente
a Puebla, pero sólo una vez a Medellín, y ha sido elaborado cada
vez con mayor riqueza y rigor por los teólogos.
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J. No es condenatorio
Nada de esto quita para que el documento pueda leerse, medi-
tarse y ponerse en práctica con gran provecho. No es condenatorio
del propósito de hacer una mejor teología de la liberación sino
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b. Compromiso histórico
El compromiso ético-materialista daba sentido ético a la acción
histórica y daba sentido histórico al compromiso ético.
- La historia y la política aparecen como lugar privilegiado para
la realización personal y, en ese sentido, se convierten en lugar
privilegiado de la ética, pues la transformación de lo que es
malo en lo que debe ser no es ya un problema puramente tec-
nológico, sino algo que exige y multiplica las energías éticas.
- Los que por su formación cristiana estaban preocupados de la
dimensión ética, ven la posibilidad de aunar la acción histórica
con el perfeccionamiento ético, superando así el dualismo entre
la realización personal y la realización histórica.
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d. La importancia de lo económico
El análisis marxista sosliene que sólo preguntándose por lo eco-
nómico como estructura delerminanle de la hisloria y, en parlicu-
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f. El método dialéctico
En general, la atención no exclusiva al método dialéctico, del
que se precia Marx en El capital, incluso en lo que tiene de correc-
ción a la dialéctica hegeliana, es algo que la teología de la libera-
ción recibe del marxismo.
- La teología tradicional está más influida por el método deducti-
vo metafísico de Aristóteles y, más recientemente, por otros
métodos, como el transcendental, el fenomenológico, etc.
- El método dialéctico, sobre todo en lo que tiene de sano mate-
rialismo, de concepción unitaria y dinámica de la realidad e
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b. Recuperación de la materialidad
La recuperación de la materialidad del hombre y de la materia-
lidad de la historia no sólo es un antídoto contra falsos espiritua-
lismos, sino que implica la recuperación de puntos esenciales de la
fe cristiana.
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a. Consonancias en lo ético
Por lo que toca al aporte ético, los puntos que el marxismo
resalta corresponden, al menos en su formulación ideal, a puntos
importantes del mensaje neo y, o veterotestamentario.
- La vivencia de la injusticia, entendida sobre todo como opre-
sión del pobre, es algo esencial al mensaje bíblico y a lo mejor
de la tradición profética.
- La dimensión social de la ética personal y la dimensión ética de
la acción política, aunque no expresan toda la moral cristiana,
son parte esencial de ella.
- La recuperación del "pobre" ---<ln lo que sea debido al marxis-
mo--- para la eclesiología y la moral cristiana, sería un aporte
transcendental.
- Aunque la esperanza marxista puede secularizar peligrosamente
la esperanza cristiana, su historización recupera una dimensión
importante del Dios futuro.
b. Consonancias en lo epistemológico
Por lo que toca al aporte epistemológico, hay una cierta con
naturalidad con algunas perspectivas específicamente cristianas.
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c. Consonancias en lo filosófico
Por lo que toca al aporte filosófico, también se dan consonan-
cias del aporte marxista con los planteamientos cristianos.
- La historia de la salvación da de por sí un relieve extraordinario
a la historia, cosa que, por ejemplo, no se da en la concepción
griega de la realidad.
- La estructura dialéctica de la vida personal, y aun de la historia,
está en el Nuevo Testamento y en el Antiguo Testamento, y no
es exagerado decir que ahí está una de las fuentes de la dialécti-
ca hegeliana y, consecuentemente, de la marxista.
- La materialidad del hombre es sostenida hasta la exageración
en el Antiguo Testamento, así como la materialidad de la histo-
ria y aun de la salvación; y aunque el Nuevo Testamento supo-
ne un notable esfuerzo de espiritualización, no por eso hay ra-
zón para abandonar esa dimensión materialista.
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11. Cfr. X. Zubiri, Sobre la esencia (Madrid, 1962); Inleligencia sent;ellle (Ma-
drid, 1980); Inteligencia y logos (Madrid, 1982); Imeligencia y razón (Ma-
drid, 1983).
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13. M. D. Chenu, "Les signes des teps" Nouvelle Revue Theologie (enero, 1965).
M. McGralh, "Los signos de los tiempos en América Latina hoy", en Los
lexlos de Medellín (San Satvador. 1977). pp. 137·t38.
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17. R. De Vaux, Historie anciene d'/srael (París, 1971), pp. 305 ss.
lB. {bid., p. 310.
19. Ex 20, 2 Y 39, 46; Lev 19, 36 Y 25, 3B; DI. 5, 6.
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27. Cfr. comenlarios bíblicos sobre el sermón de la montaña, sobre la nueva ley;
más precisamente sobre los comentarios, Hb. 3, 1-6.
28. M. E. Boismard y A. Lamouille, L'Evallgile de Jea" (París, (977), pp. 9-70.
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29. Jaris y aletheia más que gracia y verdad significan amor y fidelidad, donde
fidelidad es un término adjetival, de modo que, en este caso, deber hablarse
de un amor fiel, de un amor leal. Cfr. J. Maleas y J. Barreta, El evangelio de
Juan (Madrid, 1979), pp. 45-46. Brown, por su parle, traduce también amor
constante. efr. R. E. Brown, El evangelio según Juan (Madrid, 1979), 1, pp.
189·190.
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34. K. Rahner, 1. c.
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36. Popul vuh. Las antiguas tradiciones históricas del Quiché (San Salvador, 1980).
37. C. R. Cabarrús, La cosmovisión K 'ekchi , en proceso de cambio (San Salva-
dor, 1979).
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40. 1. e .• p. 179.
41. Ibíd.
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43. Sobre eslos puntos podrá leerse un libro póstumo de Zubir~ El hombre y
Dios.
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44. Cfr. J. Sobrino, J. Martín-Baró y R. Cardenal, La voz de los sin voz (San
Salvador, 1980), pp. 123-172; sobre las idolalrías, pp. 145-149.
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45. l. c. pa.\"sim.
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46. CJr. G. GUliérrez, Beber en su propio pozo (Lima, 1983); J. Sobrino, "Espiri-
tualidad y liberación" Diakoní. (1984) pp. 133-t57; 1. ElIacuría, "Espirituali·
dad", en C. Florislán y J. J. Tamayo, Concepto.'; fundomenlales de pastorol
(Madrid, t983), pp. 30 t·309, donde se da bibliografía.
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48. Uno de los lugares donde a modo de ejemplo práctico puede vislumbrarse
este problema es en torno al problema de las organizaciones populares en El
Salvador, tal como se rcfeja en la publicación Iglesia de los pobres y organi-
zaciones populares (San Salvador, 1979). Aquí se anali7.a una carta pastoral
de monseñor Romero y monseñor Rivera sobre este problema. En general, se
podía apelar aquí a toda la bibliografía sobre la Iglesia de los pobres.
49. W. Panncnbcrg, Crundfragen systematischer Iheologie (Góningcn, 1967), p.
22 [La historia es el más completo horizonte de la teología cristiana].
50. [lnfra.historia, una historia mítica primigenia·1
51. [Supra-historia, una historia sobreañadida a la historia.1
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2. Historia de la salvación
No sólo de hecho, sino por la naturaleza misma de las cosas, la
historia es el lugar privilegiado de la revelación y de la salvación,
tal como han sido queridas libremente por Dios. Entendemos aquí
por formalmente histórico aquello que pasa a ser actualmente real,
en virtud de una opción, sea ésta puesta por un sujeto individual
para sí o para los otros, sea puesta por un sujeto social. Hay histo-
ria siempre que hay actualización de posibilidades -y no sólo
actuación de potencias-- mediante una opción (Zubiri). Ciertamente,
las relaciones de naturaleza e historia en el hombre son complejas,
porque la naturaleza en él se abre a la historia y la historia reobra
sobre la naturaleza, capacitándola cada vez más, con lo cual al
hombre y a la humanidad se les abren nuevas posibilidades, que
hacen de la realidad del hombre y de la humanidad así como de su
vida el que sean siempre la misma, pero no sean jamás lo mismo.
Es en esta realidad histórica, así entendida, donde la revelación y
la salvación pueden darse como una sobreviniente gratuidad a la
gratuidad fundamental de la creación.
Ciertamente, el presupuesto fundamental de la revelación es-
trictamente tal y de la fe que responde a ella es la existencia de
una inteligencia y de una voluntad, de un aprehender la realidad y
de un optar desde ella. La existencia y la naturaleza de esta inteli-
gencia y de esta voluntad son debidas a un proceso natural, formal-
mente evolutivo y regido por las fuerzas naturales de la evolución,
supuesto que Dios ha querido que la creación sea evolvente y evo-
lutiva en su despliegue espacio-temporal. Esta inteligencia huma-
na, enfrentada con la realidad que la circunda, puede ver en ella,
sobre todo en esa realidad que es el hombre, algo que le manifiesta
lo que es Dios. El hombre aparece cuando la naturaleza, entendida
ahora como materia, ha dado ya cualitativamente todo de sí. Ma-
nejando teórica y prácticamente esa naturaleza y experimentándose
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J_ Salvación e historia
La historia es ya, en sí misma, la posibilidad fundamental de
salvación, porque como tal ha sido querida por Dios. Posibilidad
tan sólo, pues el que sea realmente salvada depende de la libertad
de Dios y de la libertad de los hombres. Es, en sí misma, manifes-
tación y presencia siempre abierla de Dios y puede serlo de mane-
ra siempre creyente hasta poderse llamar y ser reino de Dios. Pero,
¿en qué forma se está dando salvación en la historia?
Qué salvación se está dando en la historia sólo es verificable
desde la salvación que anuncia Jesucristo. No significa esto que
toda salvación, aun la entendida estrictamente como tal, proceda
del Jesús histórico por la vía de una causalidad directa o indirecta.
Hay salvación antes de Jesús y hay salvación después de Jesús, sin
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2. Liberación y libertad
Suele achacársele al concepto de liberación que sólo atiende a
uno de los aspectos, al aspecto de liberación-de o de libertad-de,
sin otorgar la debida atención a la liberación-para, a la Iibertad-
para. Se sabía más o menos de qué debe ser liberado el hombre o
la sociedad, pero no para qué deber ser liberado y menos aún
cómo ha de ser liberado. Podría responderse a esta objeción de un
modo puramente formal y abstracto que dijera que hemos sido libera-
dos del pecado, en todas sus dimensiones, para alcanzar la libertad
de los hijos de Dios. Esto es exacto y ya indica lo fundamental de
la liberación: liberación del pecado y liberación para la libertad de
los hijos de Dios. Pero debe ser concretado mucho más, sobre todo
para aclarar la discusión entre los llamados partidarios de la liber-
tad y los partidarios de la liberación; para los unos, y en el mejor
de los casos, la libertad es el mejor camino para conseguir la libe-
ración (la justicia); mientras que para los otros, la liberación es el
único camino para llegar a la libertad de todo el hombre y de todos
los hombres. La libertad de unos es la libertad de los liberales, del
liberalismo en todas sus formas; la liberación de los otros no se
identifica con ninguna forma de liberalismo, sino que más bien se
aproxima a los distintos procesos de liberación histórica, aunque
no se identifique con ninguno de ellos.
La liberación es, por lo pronto, un proceso. Un proceso que, en
lo personal, es, fundamentalmente, un proceso de conversión y
que, en lo histórico, es un proceso de transformación, cuando no
de revolución. La libertad personal, aun prescindiendo metodoló-
gicamente de su esencial componente intersubjetivo y aun social,
no es dada una vez por todas, sino que ha de conquistarse. Esta
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]. [Este texto es el mismo que originalmente se tituló "El anuncio del evangelio
y la misión de la Iglesia", que apareció en J. Ellacuría, Teología po/ilica, San
Salvador, 1973, pp. 44-69. El texto en su contenido es el mismo, sólo se
cambió el lílUlo. Nota de la editora.]
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5. A modo de conclusión
La misión de la Iglesia en el anuncio del evangelio no se redu-
ce a la tarea apuntada en las páginas anteriores. Es cierto que en
términos de liberación, justicia y amor, si los profundizamos hasta
el fin y los unificamos en la totalidad de lo que es Jesucristo para
la salvación de los hombres, puede expresarse lo más esencial del
mensaje evangélico. Nuestra exposición ha sido forzosamente li-
mitada y ha acentuado aquellos aspectos que le corresponden a la
Iglesia como signo de credibilidad ante un mundo que busca la
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