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estudios estratégicos
Javier Jordán
Contenido
\ Introducción
\ El realismo clásico
\ El realismo estructural de Kenneth N. Waltz
\ El realismo defensivo
\ El realismo ofensivo
\ El realismo neoclásico
\ Liberalismo comercial e interdependencia compleja
\ La paz democrática
\ El institucionalismo neoliberal
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Introducción
Los estudios estratégicos necesitan de teorías que doten de sentido a los fragmentos
En este capítulo se exponen dos de los principales enfoques teóricos de las relaciones
internacionales –el realismo y el liberalismo–, prestando atención a aquellos aspectos que
guardan una relación estrecha con los estudios estratégicos. Para el estudio de la tradición
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realismo estructural (o neorrealismo), realismo defensivo, realismo ofensivo y realismo
neoclásico. Del liberalismo se han seleccionado tres teorías que enriquecen el análisis
sobre la amenaza y empleo de la fuerza en las relaciones entre Estados: el liberalismo co-
mercial, la paz democrática y el institucionalismo neoliberal.
El realismo clásico
La tradición realista constituye el enfoque mayoritario de los estudios estratégicos. Es
posible atisbar sus antecedentes históricos en autores clásicos como Sun Tzu, Tucídides,
Maquiavelo y Hobbes. Sin embargo, la aplicación del término «realista» en el análisis de
las relaciones internacionales tuvo lugar pocos meses antes de la Segunda Guerra Mundial,
cuando Edward Hallett Carr, profesor en la Universidad de Aberystwyth (la cuna de los
estudios sobre política internacional), dividió a los estudiosos de la disciplina en dos es-
cuelas: realistas y utópicos. Según Carr, la corriente realista aspiraría a describir y explicar
la realidad tal como es, no como debería ser, sin entrar en valoraciones morales.
El propósito de Waltz consistía en desarrollar una teoría parsimoniosa (es decir, sen-
cilla, capaz de explicar un fenómeno complejo con un número reducido de proposiciones)
sobre la política internacional. Para ello, Waltz limita su atención a la tercera imagen: la
estructura del sistema internacional y los resultados que de ella se derivan (por ejemplo, la
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ideología, el tipo de régimen político, la ambición de sus líderes, la racionalidad o irracio-
nalidad de éstos, etc.), pero los deja al margen de su teoría por dos razones:
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comportamiento exterior de los Estados que sus particularidades internas.
MANUAL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS Y SEGURIDAD INTERNACIONAL
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de un modelo explicativo. Para elaborar una teoría es preciso abstraerse de la
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explicaciones y predicciones generales.
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ca exterior de un determinado país o una intervención militar concreta, ya que en ese caso
resultaría imprescindible descender al nivel de las unidades, tal como hace en la actualidad
el realismo neoclásico (que veremos un poco más adelante). Lo que él propone es una teo-
ría general sobre la política internacional.
Waltz (2010: 88-99) entiende el sistema internacional como una estructura compuesta por
unidades que interactúan entre sí y que posee los siguientes principios:
c) Distribución de capacidades.
Según Waltz, las dos primeras características del sistema son constantes. La inexis-
tencia de una autoridad política efectiva a escala internacional da lugar a la anarquía, y
ésta, unida a la búsqueda egoísta del interés nacional y al principio de autotutela, lleva a
que los Estados se comporten como unidades funcionalmente similares (es decir, ninguno
se especializa en una función concreta, como sí sucede en otros sistemas, por ejemplo, en
los componentes del hardware de un ordenador). Ninguno quiere ser dependiente de los
demás y por ello evita la especialización de funciones. El único aspecto del sistema que va-
ría es la distribución de capacidades materiales (actuales y potenciales). El poder de los Es-
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El modelo de Waltz se centra en la política de las grandes potencias porque son las que
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mas multipolares, bipolares y unipolares). La consideración de gran potencia depende del
poder agregado del país; es decir, de la suma de su tamaño físico, población, dotación de
recursos, fuerza militar, estabilidad política y competencia. Waltz (2010: 93-95) reconoce
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caso de que alcanzaran una relevancia similar a la de las grandes potencias.
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Por tanto, la distribución de capacidades materiales constituye la variable indepen-
diente del modelo, mientras que la variable dependiente es la estrategia adaptativa que si-
guen los Estados para garantizar su supervivencia. Waltz destaca dos posibles estrategias:
Emulación; los Estados tienden a imitar o a innovar frente a las prácticas exitosas de
otros. Un actor puede hacer caso omiso de las presiones externas (por ejemplo, no contra-
pesar a una potencia regional con aspiraciones hegemónicas), pero pagará un precio por
ello. La competición potencia la similitud de atributos y conductas entre los actores del
sistema. Se produce una socialización que genera de manera espontánea e informal normas
de comportamiento. Se seleccionan las conductas por sus consecuencias, favoreciendo las
premiadas y evitando las que llevan al fracaso.
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Por último, Waltz sostiene que la sencillez de su modelo le permite realizar prediccio-
nes generales sobre tendencias del sistema que se repiten en diferentes épocas y lugares.
A saber:
Los sistemas multipolares son menos estables y, por tanto, más proclives a la
guerra que los bipolares.
Ideas clave
El realismo defensivo
El realismo defensivo, también denominado realismo estructural defensivo, asume la
perspectiva sistémica de Waltz pero añade dos elementos diferenciadores:
La estrategia más adecuada para alcanzar la seguridad es una política militar defensi-
va, particularmente cuando el equilibrio ofensiva-defensiva se inclina a favor de esta últi-
ma. Los Estados pueden defender su territorio sin amenazarse unos a otros y sin incurrir en
costes económicos innecesarios, al tiempo que transmiten el mensaje de que no albergan
intenciones hostiles hacia otros Estados partidarios del statu quo.
Según Snyder, la falsa idea de que los imperios mueren si no crecen se fundamenta
en las siguientes premisas: a) las ganancias y las pérdidas son acumulables; b) la ofensiva
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ofrece ventajas, y c) las amenazas incentivan la cooperación. Principios que no tendrían en
cuenta el equilibrio de poder.
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La primera premisa –que las ganancias y las pérdidas son acumulables– ha sustentado
tanto la teoría del efecto dominó, como las políticas expansionistas. De acuerdo con ella,
sería posible controlar a un coste relativamente bajo los recursos humanos y materiales de
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cerlo, el Estado aumentaría su poder para competir con otras grandes potencias, y evitaría
que esos recursos cayeran en manos de rivales. El argumento puede resultar atractivo a las
élites políticas de países que carecen de recursos en su territorio para sostener una guerra
prolongada, ya que la autarquía económica e industrial a través de la conquista constituye
una garantía añadida de seguridad. Según Snyder, el expansionismo del Japón imperial
llevó dicho principio al extremo, aunque en realidad su «seguridad autárquica» disminuía
cada vez que realizaba una nueva conquista territorial.
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grandes potencias se contengan, y que terceros Estados apoyen a la potencia agresiva al
considerarla «caballo ganador». Se trata de una secuencia virtualmente opuesta al equili-
brio de poder, sustentada en el convencimiento –normalmente erróneo– de que las poten-
cias amenazadas no reaccionarán ante la agresividad. Según Snyder, este error de cálculo
fue cometido hasta sus últimas consecuencias por la Alemania del Káiser en la Primera
Guerra Mundial y por Japón en la Segunda. También explicaría las políticas aplicadas
respectivamente por Breznev y Jruschov al considerar que Estados Unidos sólo relajaría
su actitud si la correlación de fuerzas políticas y militares resultaba claramente favorable
al bloque soviético.
El mito del imperio explicaría la paradoja de grandes potencias que aceleraron su rui-
na al tratar de fortalecer su seguridad con políticas agresivas, que a la postre les desgasta-
ron y provocaron al resto de potencias. Snyder presenta esos casos como una anomalía; lo
razonable, y así actúan la mayoría de los Estados, sería optar por una política de seguridad
meramente defensiva.
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El realismo ofensivo
El autor de referencia de esta corriente es John Mearsheimer (2003) con su obra The
Al igual que Waltz, Mearsheimer centra su teoría en las grandes potencias por ser
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tarse en una guerra abierta a la potencia más poderosa del mundo y debilitarla seriamente,
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A diferencia del realismo defensivo, Mearsheimer sostiene que todas las grandes
potencias son revisionistas. Una gran potencia sólo se sentirá satisfecha con el statu
quo cuando se convierta en hegemónica. Como en la práctica ninguna puede alcanzar
dicha posición (salvo a escala regional), la relación entre ellas está abocada a una
competencia permanente, compatible no obstante con la cooperación en asuntos de
interés común.
Por otra parte, Mearsheimer distingue entre poder actual y poder potencial. El prime-
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potencial se basa en la riqueza y el volumen de población: dos factores clave en la genera-
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1850 para convertirse en una gran potencia militar, pero no dio el paso hasta 1898.
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ciencia: durante la Segunda Guerra Mundial, la producción de guerra soviética fue muy
superior a la alemana, a pesar de que la Alemania nazi arrebató a la URSS gran parte del
territorio que hasta ese momento albergaba su capacidad industrial
Mearsheimer (2003: 30-32) resume del siguiente modo los factores que explican la
orientación ofensiva de las grandes potencias:
El sistema internacional es anárquico. No hay una autoridad central que pueda prote-
ger a unas potencias de otras.
Las grandes potencias son actores racionales, y prestan atención a las consecuencias
a corto, medio y largo plazo de sus acciones.
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Los estadistas no conocen con certeza las intenciones de los dirigentes de otros
Estados. El incremento de poder de una gran potencia suscita miedo e incertidumbre
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sus intenciones, ya que éstas, además de ser difíciles de escrutar, pueden variar con el
tiempo. Una gran potencia no debe descartar por completo el enfrentamiento futuro con
otra gran potencia.
Según Mearsheimer (2003:39), la agresión no siempre es contraproducente. De
63 guerras donde se enfrentaron grandes potencias entre 1815 y 1980, el agresor ven-
ció en 39 casos, lo que supone aproximadamente un 60% de éxitos. Cuando las ga-
nancias por conquista son acumulables, la incorporación de territorios por la fuerza
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alemana en tiempos de Bismark, o con la expansión territorial de la Unión Soviética y
de Israel en el siglo //.
Por tanto, para una gran potencia, el único modo de garantizar su seguridad consiste
en acumular una cuota de poder mayor que la del resto. El resultado es una competencia
interminable, ya que, aunque una gran potencia sea objetivamente superior a las demás,
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siendo en el futuro. La percepción de inseguridad y la incertidumbre alimentan el afán
insaciable de poder.
Una potencia insular es la única potencia en una gran parcela de territorio rodeado
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Hay estrategias menos costosas (véase el cuadro 5). Además, lo habitual es un compor-
tamiento sutil, que aprovecha la debilidad e indecisión ajenas para expandirse, pero que
al mismo tiempo se contenga y, si es preciso, retroceda tácticamente ante la fuerza y la
determinación de otras potencias.
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grandes potencias.
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ridad las pequeñas potencias son más vulnerables al empleo de la fuerza por las grandes
potencias y tienen más libertad a la hora de enfrentarse unas a otras.
MANUAL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS Y SEGURIDAD INTERNACIONAL
El realismo neoclásico
Como tal no existe una única teoría de realismo neoclásico, sino diversas teorías
agrupadas bajo este título. Todas ellas tratan de rellenar el espacio que conscientemente
dejó libre Kenneth N. Waltz al excluir los factores internos en su modelo explicativo de
la política internacional. Su propósito no consiste en elaborar una teoría universal de las
relaciones internacionales, sino en explicar la política exterior de Estados concretos (Rose,
1998). Para ello prestan atención tanto a las variables externas (derivadas del sistema inter-
nacional y, por tanto, en línea con el neorrealismo) como a las internas (relacionadas con
las élites y las características políticas del país).
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va y ofensiva del realismo estructural. En determinados contextos históricos y regionales
resulta adecuada la primera, mientras que en otros la segunda ofrece una explicación más
satisfactoria. Por ejemplo, el realismo ofensivo explica mejor las políticas de equilibrio de
poder en largos periodos de los siglos />;; a /;/, así como las políticas agresivas, basadas
en el darwinismo social, de los Estados fascistas a mediados del siglo //. Sin embargo,
para otros muchos casos es preferible el realismo defensivo.
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Ideas clave
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Stephen van Evera (1990/1991) matiza que la coerción militar es menos rentable para
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de producción. Sin embargo, una estructura económica concentrada en un número redu-
cido de monopolios puede hacer menos costosa la decisión de recurrir a la guerra. Por su
parte, John Oneal y Bruce Russet (1997) llegan a la conclusión, tras el análisis empírico
del periodo 1950-1985, de que los altos niveles de interdependencia económica están aso-
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análisis, el estudio de Oneal y Russet sólo tenía en cuenta díadas que incluyesen al menos
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amplia publicada pocos años después (Russet & Oneal, 2001).
La paz democrática
Otra vertiente del enfoque liberal es la teoría de la paz democrática, según la cual las
democracias no hacen la guerra entre sí. El argumento se remonta a los autores clásicos,
concretamente a Inmanuel Kant en su libro La paz perpetua_<!
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la probabilidad de recurrir a las armas sería menor si toda la población participase en el
gobierno, y no exclusivamente unas élites ajenas al interés general.
Al mismo tiempo, Kant pensaba que los gobiernos democráticos crean zonas de paz
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cráticos. Los primeros podrían sospechar con razón de los segundos al estar injustamente
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del siglo /;/, Alexis de Tocqueville (1987: 606) coincidía con Kant en esta misma idea:
Así, por una parte, es muy difícil arrastrar a los pueblos democráticos al combate; pero,
por otra parte, es casi imposible que dos de ellos se hagan aisladamente la guerra.
. Según Bruce Russet
(1989), el hecho de que las democracias no luchan entre sí constituye uno de los principios
más sólidos de la política internacional. Otros autores llegan a considerarlo como una de
las escasas leyes empíricas de la Ciencia Política (Levy, 1988). Las únicas excepciones
(ambiguas y discutibles) serían la guerra entre Estados Unidos y España en 1898, y el ali-
neamiento de Finlandia con la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
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Cuadro 7. Dos explicaciones de la paz democrática
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MANUAL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS Y SEGURIDAD INTERNACIONAL
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Variante monádica. Según esta versión, los sistemas democráticos serían por princi-
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El institucionalismo neoliberal
El institucionalismo neoliberal reivindica el papel de las instituciones internacionales
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las instituciones internacionales como: un conjunto permanente y relacionado de reglas
(formales e informales) que prescriben roles, establecen los límites de las actividades, y
modelan las expectativas.
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wz0#'4555/V(/El realismo descubre lo que oculta la teoría del institu-
Los detenidos se encuentran ante el siguiente dilema: si los dos cooperan entre sí y se
niegan a hablar, el castigo será ligero (dos años). Pero, si uno coopera y el otro traiciona, el
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mitad de la pena leve (un año). Por eso, el miedo a que el otro no coopere –y el que sí lo haga
pague las consecuencias– puede llevar a que ambos se traicionen mutuamente, y sufran una
MANUAL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS Y SEGURIDAD INTERNACIONAL
pena superior a la inicial de dos años (cinco años cada uno, la mitad de la pena mayor).
Tras realizar múltiples reiteraciones del dilema del prisionero, Axelrod señala dos
factores cruciales para que la cooperación resulte viable:
Reciprocidad (tit for tat). Cuando los actores devuelven «bien por bien» se inicia un
ciclo potencial de buena conducta que, si se consolida con la práctica, es capaz de hacer
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que se puede llegar a esa situación mediante la repetición sucesiva del dilema.
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efectos de la anarquía, ya que los actores implicados tienen más conocimiento sobre la con-
Las instituciones reducen los costes de transacción, es decir, los esfuerzos que entraña
toda negociación: obtener información previa, establecer reglas, defender intereses, asegu-
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Las instituciones pueden hacer menos onerosas las concesiones de los Estados. Se-
ría el caso, por ejemplo, de la adhesión a algunos tratados de desarme o de limitación de
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–en caso de realizarse dentro de un marco institucional– no
se percibiría como claudicación ante un adversario, sino enmarcada en una actuación co-
lectiva (Martin, 1992: 779).
Por otra parte, las instituciones resuelven algunos de los problemas que plantea el
elevado número de actores en la cooperación. No constituyen una solución perfecta, pues
cuanto mayor sea el número de actores más difícil resultará alcanzar un acuerdo (Oye,
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entre múltiples actores se resuelven mejor en un foro institucionalizado.
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to de lo pactado y la estabilidad del proceso cooperativo (Jervis, 1987: 346).
Las instituciones no sólo afectan a las preferencias de los actores, sino que modelan
también su identidad. Se trata de una aportación del institucionalismo constructivista que
contempla las instituciones como un conjunto de normas, reglas y rutinas, más que como
una estructura formal (Barnett & Finnemore, 1999). La interiorización de esas normas
puede llevar a que se actúe en conformidad con ellas y no por mero cálculo de intereses.
Ideas clave
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Para saber más:
w \ z ] < '6JKJ( Power and Interdependence, Nueva
MANUAL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS Y SEGURIDAD INTERNACIONAL
York, Harper-Collins.
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0# w z '4565( Theory of International Politics, Long Grove, Waveland
Press Inc.