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Psicoanálisis Inédito

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Una reflexión sobre el Edipo y su más allá


Jacques-Alain Miller

Algunas palabras para cerrar este Congreso1.

Me pregunté si podía darle un punto de capitón a este Congreso. Pero las exposiciones que se
han hecho oír son demasiado abundantes, demasiado diversas también, para que se pueda pen-
sar en dar un auténtico punto de capitón.

Me pregunté si iba a concluir abriendo sobre lo que será, o sería, PIPOL 7, que tendrá lugar en
dos años. Pero la experiencia misma que tuvimos con PIPOL 6, muestra que dos años de antela-
ción es demasiado pronto para fijar un tema.

Me pregunté si iba a hacer proyectar sobre la pantalla la portada del Seminario VI de Jacques
Lacan, la ilustración que elegí para este Seminario. Hay lo que decir sobre ese cuadro de Bron-
sino. Se trata evidentemente de una exaltación del cuerpo femenino. Su denominación tradicional
es Triunfo de Venus. Pero este cuadro merecería sobre todo estar en este Congreso porque, des-
de que fue producido, les hace enigma a los intérpretes. Algunos hasta pensaron que era una ilus-
tración del develamiento, que su verdadero tema era, de algún modo, la interpretación misma.
Pero, en ese caso, no habría podido aportar sino consideraciones de segunda mano, a partir de la
masa de interpretaciones que fueron hechas sobre este cuadro.

Quisiera entonces solamente situar a colofón de este Congreso una reflexión sobre el Edipo, a la
cual invitan tanto el título de este Congreso como el Seminario VI.

« El deseo [vœu]2 del Edipo »

Después del Edipo no es contra el Edipo, no es tampoco el anti-Edipo. Después del Edipo es Edi-
po puesto en su lugar, el Edipo freudiano enmarcado, captado, con sus límites.

Sabemos a dónde desembocará Lacan: dirá que el padre es un sinthome y que el Edipo no sabía
dar cuenta de la sexualidad femenina. Pero eso, el Lacan de El deseo y su interpretación, no lo
dice aún. Está sobre el camino que lo conducirá a decirlo y a abrir un más allá del Edipo.

1
Intervención en PIPOL 6, encuentro que llevó por título “Después del Edipo. Diversidad de la práctica psi-
coanalítica en Europa.” Pronunciada en Bruselas el 7 de julio de 2013.
2
N. de la T.: vœu en francés se refiere a un voto, a una promesa, con la intención de que se cumpla algo.
Se dice faire un vœu al modo de pedir un deseo y, por eso, en relación al ejemplo freudiano del sueño del
hijo al que en este caso se refiere, se decidió traducirlo por deseo, aclarando su empleo cada vez, para
diferenciarlo de désir (que es el término usual que traducimos por deseo).
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En el Seminario VI, la noción de un más allá del Edipo se presenta desde las primeras interpreta-
ciones que se dan del deseo del sueño, e incluso desde la interpretación del primer sueño que
Lacan eligió poner de relieve en este Seminario. Se trata del sueño del padre muerto donde el hijo
sueña con su padre que estaba muerto y no lo sabía.

Conocemos la interpretación que Freud dio de ese sueño. Esa interpretación es, de una punta a
otra, edípica. Agrega después del estaba muerto – frase en la que el sujeto es el padre – un según
su deseo [vœu]: el deseo [vœu] del hijo, «el deseo [vœu] del Edipo»3 como lo dice Lacan.

Lacan no se detiene en esta interpretación edípica. Dice, por el contrario, que «se trata ahora de
dar su pleno alcance a lo que [...] va mucho más allá de este deseo [vœu]»4, que calificó precisa-
mente de «deseo [vœu] del Edipo». Tomo esta fórmula – extraída de un Seminario oral –, como la
marca del deseo de Lacan, ya presente en este Seminario, de ir más allá del Edipo.

Que sea el deseo [désir] de Lacan de ir más allá del Edipo, lo sentimos tanto más en esta frase
que acabo de citar, que justamente lo que llama aquí lo que va mucho más allá del Edipo no está
tan claro. Hay como una vacilación. Lo que pone tanto más en evidencia la insistencia que pone
en buscar «más allá» del Edipo. ¿Qué hay pues mucho más allá del Edipo?

Dos más allá del Edipo

La interpretación edípica de este sueño, es pues: el padre muerto según el deseo [vœu] del hijo.
Y, la interpretación de Lacan, es decir: la interpretación edípica «no es sino la máscara de lo que
hay de más profundo en la estructura del deseo [désir]»5. Y lo que hay de más profundo en la es-
tructura del deseo, es – lo parafraseo – la imposibilidad de escapar a «la concatenación de la exis-
tencia en tanto que está determinada por la naturaleza del significante»6.

Lo que habría de más profundo en la estructura del deseo y que enmascararía el Edipo – la lectu-
ra edípica –, sería pues la cadena significante. Lacan tiene el deseo de sobrepasar el límite edípi-
co de Freud, en una dirección y formula su sentido de un modo que permanece muy general y que
recurre a lo que es finalmente la universalidad de la cadena significante.

Pero Lacan propone, de cierto modo, un segundo más allá del Edipo, cuando hace de la confron-
tación del hijo con el padre una confrontación onírica imaginaria, donde el padre figuraría en tanto
que alter ego, rival del soñante.

3
Lacan J., Le Séminaire, livre VI, Le désir et son interprétation, Paris, Éditions de la Martinière, Le Champ
freudien, 2013, p. 118.
4
op. cit.
5
op. cit.
6
op. cit.
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El primer más allá del Edipo es pues lo simbólico, la cadena significante; el segundo, la relación
imaginaria, la relación a-a’. Y, sobre esta forma imaginaria, se dibuja el fantasma inconsciente,
que obedece a la célebre fórmula S barrada, punzón, pequeño a. Y es, de hecho, esta fórmula del
fantasma que articula lo que hay para Lacan de más profundo en la estructura del deseo. Ésta
está, a lo largo del Seminario, justificada, elaborada, reelaborada, y también transportada, modifi-
cada, perfeccionada.

Al comienzo del Seminario, allí donde estamos7, el pequeño a del fantasma de la formula S barra-
da, punzón, pequeño a, es el de la relación imaginaria: el pequeño a del estadio del espejo, de la
imagen del otro, del cuerpo propio concebido como el objeto prevalente del deseo y el objeto ma-
tricial de todos los objetos del deseo. Es esta imagen la que da su soporte al sujeto que Lacan
define como barrado, anulado, abolido por la acción del significante.

Pero este Seminario está hecho, diría, para ir más allá del Edipo, en la dirección del fantasma. Y
nos muestra que las interpretaciones, las respuestas de Freud al deseo, se inscriben sobre el mu-
ro del Edipo.

Lacan busca, en el fondo, una puerta secreta para ir más lejos, en la dirección del fantasma. Y esa
relación S barrada, punzón, pequeño a, esa relación finalmente binaria, en múltiples sentidos, le
parece más profunda que la triangulación o la cuadrangulación edípica. Estos dos elementos del
fantasma, el pequeño a y el sujeto barrado, serán constantemente repensados en el curso del
Seminario.

El deseo indexado por el fantasma

No creo forzar el texto demasiado – pues creo forzarlo un poco si digo eso – diciendo que el fan-
tasma, en su articulación al deseo, se sitúa más allá del Edipo, que está ya para emanciparse del
Edipo y como elemento de estructura.

Por otra parte, vean el grafo del deseo, con dos pisos, del cual Lacan finaliza su construcción este
año, y que la mayoría de quienes están aquí conocen. Lo que salta a la vista, es lo que no figura
en el grafo: a saber, la fórmula en la que Lacan había formalizado el Edipo freudiano, la metáfora
paterna. El grafo del deseo visiblemente no está construido sobre la estructura de la metáfora pa-
terna. Y, si hay un forzamiento aquí, es el de Lacan cuando hacer entrar en fantasma en el sueño.
Lo retoma durante la lección siguiente, cuando indica que la significación del deseo no se satisfa-
ce por ser abordada por el sueño, sino que el deseo debe ser tomado, lo cito, por «una punta que
no está dada en los sueños»8, a saber, la fórmula del fantasma.

Podría decirse que el Edipo corta la teoría del deseo de raíz. Que el Edipo, cuando nos referimos
a él para abordar la teoría del deseo, limita la teoría del deseo al deseo infantil, que es doble, co-

7
op. cit., p. 119.
8
op. cit., p. 124.
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mo el anverso y el reverso: el deseo de asesinato del padre y el del goce de la madre. Aunque el
deseo, del cual Lacan hace la teoría, es justamente un deseo que no tiene objeto propio, sino en
el cual el objeto es, lo cito «el soporte de una metonimia esencial»9.

Vemos aquí a Lacan debatirse en una contradicción. ¿El deseo tiene un objeto, tiene objetos, que
son objetos del deseo? ¿O, fundamentalmente, el deseo no tiene objeto, es solamente metoními-
co?

La solución que Lacan propone en el Seminario, es plantear que el deseo, como metonímico – lo
que quiere decir esencialmente no edípico – está enmarcada, reglado, regulado, indexado por el
fantasma, es decir, por una relación permanente del sujeto con un objeto pequeño a.

En lo que sigue de su enseñanza, veremos a Lacan poner en ejecución, para salir de esta contra-
dicción, el plan B, si puedo decirlo. Esto cuando inventará hacer del objeto una causa, hacer del
objeto fantasmático una causa del deseo, y no su atractor.

Estamos hoy familiarizados con eso, pero fue una novedad inventar que el objeto del deseo está
atrás del deseo, lo provoca, lo pone en marca, lo llama a ser, mientras que siempre pensamos los
objetos de deseo como estando delante del sujeto y del deseo, y que el sujeto en el deseo les
apuntaba. La solución que Lacan encontrará a la contradicción que trabaja este Seminario VI, es
el objeto causa, es fijar el objeto como el disparador del deseo, y no su blanco.

Y, aquí, vemos que la problemática del deseo no es más edípica, sino propiamente hablando es-
tructural. Lacan se esfuerza en mostrar al desnudo la estructura – la estructura puesta al desnudo
por su psicoanalista mismo, para retomar un título célebre de Marcel Duchamp. Entonces, en el
Edipo, la estructura está velada por el mito.

Lo que es esencial, y que no está aún realizado en el Seminario VI, es la escisión entre la estruc-
tura y el mito. El mito, como lo dirá Lacan más tarde, da una forma épica a la estructura, pero
dándole una forma épica, al mismo tiempo la vela. Esta escisión está aquí sugerida, llevada como
por alusión. La efectuará en su escrito Dialéctica del deseo y subversión del sujeto10, donde reto-
mará su gran grafo, diciendo: el complejo de Edipo es un mito, mientras que el complejo de cas-
tración es propiamente hablando la estructura.

En la teoría del Edipo, la entrada en juego de la ley es pues referida al padre, mientras que se
revelará consustancial, si puedo decirlo, a la estructura del lenguaje.

Hamlet como contrapunto del Edipo

9
op. cit.
10
Lacan J., Escritos 2, «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo», Buenos Aires, Siglo Veintiuno Edito-
res, 2002, p. 755.
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En el Seminario VI, el Edipo está esencialmente puesto en cuestión por Hamlet. El análisis del
Hamlet de Shakespeare se prosigue, en este Seminario, como contrapunto del Edipo. Este parale-
lo se funda en Freud que lo dibuja en la Traumdeutung. El análisis de Hamlet de Lacan puede
encontrar su aval en esta referencia en Freud. Pero está claro que Lacan rivaliza aquí con Freud,
puesto que tira de Hamlet mucho más, y de hecho otra cosa que lo que Freud había encontrado
allí. Hay aquí toda la ambigüedad de la relación de Lacan con Freud, que aflora: sigue la indica-
ción de Freud de mirar a propósito del Edipo del lado de Hamlet, obedece a su indicación, pero al
mismo tiempo, en la puesta en marcha de su análisis de Hamlet, no exagera al decir que le lleva
la delantera a su maestro.

Verán todas las referencias al Edipo en la parte del Seminario que se ocupa de Hamlet. De un
lado, son ubicadas bajo el signo de la equivalencia. Lacan puede decir que Hamlet es puesto por
Freud sobre un rango equivalente al Edipo. O que el «valor de estructura» de Hamlet «es equiva-
lente al del Edipo»11. O incluso que Hamlet es «un tema igual al del Edipo»12.

Pero, también, que Hamlet es una variante del Edipo, que hay disimetría entre uno y otro. Todo
esto podría ser objeto de un estudio muy detallado, al cual procedería si diera clases, allí solamen-
te lo evoco.

La disimetría salta a los ojos primero en la posición del sujeto con respecto al acto. Hamlet es bien
conocido por aplazar este acto, diferirlo, procrastinarlo – palabra que se nos hizo hoy familiar, pero
que Lacan califica en la época como palabra sabia que utilizaban sobre todo los ingleses, la len-
gua se ha alterado entre tanto. En cuanto a Edipo, hace su acto sin titubear y, sobre todo, sin sa-
berlo. También hay pues entre ambos héroes una posición diferente con respecto al saber. Edipo
no sabe, y el padre no más que él. Edipo no sabe que es su hijo, y el padre no sabe que es el pa-
dre de este desconocido que lo mata. Hamlet, desde el primer acto de la pieza, sabe. Sabe por-
que el padre muerto sabe y se lo dice.

El padre muerto sabe que fue traicionado, y se lo dice al hijo encargándole una misión de vengan-
za. Es sobre este punto, justamente, que, a diferencia de Edipo, Hamlet sabe. Sabe la desgracia
del padre, sabe que la traición borró a ese guerrero tan bueno, tan maravilloso, ejemplar, etc. Es
sobre este punto que Lacan dice a propósito de Hamlet: «lo que hace al valor de la pieza», es que
nos da acceso «al sentido del símbolo S(A barrada)»13. No puedo sino reenviarlos a ese propósito
a las páginas 352 a 354, que son sin duda las tres páginas de más peso de este Seminario.

«Lo que Hamlet aprende por el padre […], es la irremediable, absoluta, insondable, traición del
amor […]. Es la absoluta falsedad de quien aparece […]. Está aquí la respuesta. La verdad de
Hamlet es una verdad sin esperanzas.»14 Y es entonces que Lacan dice: «Debemos poder, de
esta respuesta, dar una fórmula que ciña más de cerca lo que motivó la elección de esta sigla S(A

11
Lacan J., Le désir et son interprétation, op.cit., p. 324.
12
op. cit., p. 347.
13
op. cit., p. 352.
14
op. cit., pp. 352-353.
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barrada)», que quiere decir « que en A, el lugar de la palabra, el lugar donde reposa […] el conjun-
to del sistema de significantes […], falta algo […]. Es, si puedo decirlo, el gran secreto del psicoa-
nálisis. El gran secreto es – no hay Otro del Otro. »15

Es preciso resituar este enunciado famoso «no hay Otro del Otro» en el lugar exacto donde es
introducido: en el lugar donde asevera que hay algo podrido, si puedo decirlo, no solamente en el
reino de Dinamarca, sino incluso que hay algo podrido en el rey de Dinamarca.

No hay Nombre del Padre

Para saber lo que es el Otro del Otro, basta leer el Seminario V16, que precede a este, así como el
final de la Cuestión preliminar17 El Otro del Otro es una categoría que Lacan ha forjado, y que utili-
za en los tiempos que preceden al Seminario VI. La utiliza como equivalente al Nombre del Padre,
la utiliza como significante de la ley, inscripto en el lenguaje. A partir de la distinción que introduce
entre el Otro de la ley y el Otro del lenguaje, se tiene la posición del Otro del Otro: el Otro de la ley
siendo el Otro del Otro del lenguaje.

Y el gran secreto que aparece en Lacan – el primero – a partir de Hamlet, es justamente que no
hay Otro del Otro, a saber, que el Otro está agujereado, es inconsistente. Y, pues, hace saltar el
tapón del Nombre del Padre. Y eso es trasladado, es muy claro, sobre el grafo de Lacan.

El grafo no se detiene arriba a la izquierda, allí donde habría podido ser escrito S(A). Esa A está
barrada, y la flecha continúa más abajo, hasta el emplazamiento del fantasma. Es esta distancia,
este segmento, entre S(A barrada) y el fantasma, entre uno y otro, que Lacan ganó en este Semi-
nario – en la preparación de este Seminario, imagino – y que ofrece a su audiencia. Es un paso
mayor, de hecho. Y repetirá muy exactamente este movimiento en su Seminario XVI, titulado De
un Otro al otro18: el Otro, con A mayúscula, se sitúa en S(A barrada); el otro, con a minúscula, es
el objeto a del fantasma.

Es muy notable que, sobre este punto, Lacan guarde silencio, no le da a su audiencia la suma.
Basta con leer estas tres páginas del Seminario VI y con referirse al Seminario del año preceden-
te, para captar (2+2=4) que eso quiere decir que el Nombre del Padre no es la piedra angular de
la arquitectura lingüística, social, dialéctica, etc. No dice que acaba de degradar lo que había el
año anterior promovido: este Nombre del Padre que regocijaba a una parte importante de su au-
diencia, que reencontraba allí los ecos de la tradición cristiana.

15
op. cit., p. 353.
16
Lacan J., El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 1999.
17
Lacan J., Escritos 2, «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis», Buenos Aires,
Siglo Veintiuno Editores, 2002, pp. 509-558.
18
Lacan J., El Seminario, libro XVI, De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008.
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¿Acaso es por cuidar a su audiencia que guarda silencio? ¿Acaso para no cerrar demasiado pron-
to la cuestión? En todo caso, podemos poner en orden los diferentes Seminarios a partir de esta
cuestión.

Al final del Seminario VI, lo vemos ya discernir que el objeto a del fantasma no es la imagen del
cuerpo propio, y que es mucho más convincente poner en este lugar a los objetos llamados pre-
genitales. Vemos hacerse la báscula en el Seminario. Desde las cien primeras páginas que cité a
las últimas, el objeto a cambia de identidad. Era, al comienzo, la imagen del cuerpo propio. Al fi-
nal, Lacan sitúa en ese lugar a los objetos pregenitales.

En el Seminario siguiente, el Seminario VII, mostrará que el lugar principal está ocupado no por el
Nombre del Padre, sino por lo que llama la cosa, a saber, el goce. La cosa viene al lugar de este
Nombre del Padre que acaba de ser destronado.

El Seminario sobre La transferencia es la confrontación del objeto a y de la cosa, un nuevo pen-


samiento sobre la transferencia a partir del objeto a esta vez.

El Seminario de La identificación, el Seminario IX, aislará la función idealizante del significante y


trabajará el concepto del sujeto barrado.

El Seminario X, sobre La Angustia, desplegará la lista completa de objetos a: a los objetos de


Freud, Lacan agrega la mirada y la voz.

Y, finalmente, había previsto explicar, en el Seminario XI, las consecuencias de la página 353 del
Seminario VI, es decir, explicar que no hay Otro del Otro quiere decir que no hay Nombre del Pa-
dre, y que hay en el mejor de los casos Nombres del Padre. Y allí, considera que la censura que
han puesto sobre su boca tenía sentido, y pues no ha, en efecto, retomado nunca la cuestión, co-
mo tenía la intención de hacerlo.

Aquí tienen algunas palabras que pude decirles. No es un punto de capitón. No es una apertura
sobre los próximos dos años. Les comuniqué lo que, en el momento en que estamos, continuas
interesándome en el Seminario VI. Espero que lo sea también para ustedes. Gracias.

Establecimiento: Monique Kusnierek. No revisado por el autor.

Traducción: Lorena Buchner.

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