Vous êtes sur la page 1sur 14

“Origen y representación de la identidad brasileña, observaciones

fundamentales”
DAVID G. MIRANDA
Abstract

El siguiente escrito indaga en dos períodos fundamentales de la historia de Brasil y su


relación con la formación de una matriz identitaria que nos brinda sus rasgos fundamentales
desde la historia y la representación estética.

Introducción

El siguiente ensayo busca indagar y analizar en dos particulares momentos de la


historia de Brasil desde la perspectiva de la identidad. El primero, el momento de encuentro
entre dos culturas tan divergentes como la de los indígenas tupí con la de los colonizadores
portugueses, que daría origen a un mestizaje que será la base de la población de la nación
brasileña; y el segundo, a través de un “salto temporal” importante: el del nacimiento del
modernismo brasileño, por sus particulares “reivindicaciones” de identidad cultural, en una
construcción intelectual de su propia imagen y representación.
Sin duda, ambos momentos históricos son relevantes para la configuración de la
identidad de un pueblo históricamente joven, aunque con una riqueza cultural inmensa,
producto tanto de sus fuentes culturales primarias, como lo son la raíz indígena, la africana, y
la lusitano-europea; como también de su permanente retroalimentación que contribuye al
dinamismo de sus manifestaciones estéticas, costumbristas y tradicionales.
Brasil aparece como el país más grande de América del Sur, aunque adquiere
características diferenciadas desde su nacimiento como nación, a partir de un rasgo tan
relevante como su idioma y su organización social. Tan sólo si tomamos en cuenta dichas
diferencias con la América hispánica, podríamos atisbar que el caso de Brasil tiene especiales
particularidades en cuanto a la historia y a la gestación de su cultura.
Contrastar visiones desde momentos históricos diferentes para alcanzar a vislumbrar
ciertos rasgos que podrían ser definitorios de la identidad brasileña (pese a tratarse proceso
dinámico de construcción), será el método de esta breve investigación, sin olvidar que existe

1
una matriz que se mantiene sobre la cual se van dando ciertas modificaciones. La búsqueda de
esa matriz de identidad, se encuentra precisamente en los orígenes de su cultura, y en las
principales representaciones de la misma, algo que en el caso de la intelectualidad brasileña, ha
sido muy bien entendido, a diferencia de lo que ocurre en algunos países de la América
hispánica. Precisamente ese es un rasgo llamativo que me ha impulsado a tomar éste módulo, y
a investigar estos tópicos sobre la cultura brasileña, que sin duda contiene rasgos únicos en el
continente, y por que no decirlo, en el mundo.

1.Los orígenes del pueblo brasileño, matrices de identidad

La raíz tupí, características fundamentales

Previo a la llegada del portugués, el territorio denominado en la actualidad como


Brasil, era habitado por diversas tribus de pueblos originarios. Aún así, hubo uno de ellos que
alcanzó a tener un cierto predominio en un amplio sector geográfico, se trata de los tupís,
quienes habitaron toda la costa atlántica y el alto Amazonas, así como los ríos Paraguay,
Guaporé y el Tapajós, desde su origen. Según lo relatado por Faz de Caminha en su carta al
Rey, el encuentro entre ambas culturas se fue desarrollando paulatinamente con diversas
aristas, teniendo un primer acercamiento que no fue violento, se aprecia en la mencionada
carta un grado de admiración por el desarrollo físico de los tupís, forjado en su permanente
contacto con la naturaleza. Uno de los rasgos que produjo más impresión en los europeos, era
el de los ritos antropófagos tupís, motivando un desprecio por tales conductas “bárbaras”. El
rito antropófago tenía en sí una lógica incomprensible para el europeo; al tener los pueblos de
la región una dinámica de enfrentamientos y una cultura guerrera, solían tomar prisionero al
guerrero más valiente de la tribu contraria, el cual era objeto del rito antropófago, al que
contribuía con una actitud altiva y desafiante, ya que sería devorado con el objeto de absorber
su valentía y su coraje. De hecho, Hans Staden narra en su testimonio como fue llevado tres
veces a ritos antropófagos para ser devorado, pero su cobardía y su llanto eran tales que los
tupí sencillamente se negaban a comerlo, ya que “no se comía a un cobarde”. 1

1
Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, págs. 29-30.

2
Se estima que a la llegada de los portugueses, la población tupí alcanzaba alrededor de
un millón de habitantes, distribuidos en aldeas de entre trescientos a dos mil habitantes, se
trataba básicamente de un pueblo que estaba descubriendo la agricultura, y si se quisiera poner
en una escala evolutiva respecto de los portugueses que llegaron en 1500, su distancia relativa
sería de al menos 10.000 años. Éstos producían variados tipos de plantas que requerían una
cierta elaboración, como es el caso de la mandioca, planta venenosa que requería un
tratamiento muy cuidadoso para extraerle el ácido cianhídrico y volverla comestible. Además
cultivaban mijo, camote, cará, frijol, cacahuate, tabaco, calabaza, achiote, algodón, carahuá,
caiguas, calabacitas, pimienta, piña, mamey, mate, guaraná y otros árboles frutales. Obtenían
además ciertas materias primas, condimentos, venenos y estimulantes. Se mantenían así
aprovisionados durante todo el año, sin pasar las penurias de los pueblos pre-agrícolas. Aún
así, la producción estaría determinada por los beneficios de una determinada región geográfica,
siendo éste el móvil de los diversos enfrentamientos entre las tribus2. Se podría definir a los
tupí como una macroetnia configurada por una unidad cultural y lingüística; pese a esto, nunca
pudieron unificarse políticamente, ya que su propia condición de pueblos tribales hacía que si
la comunidad crecía, se dividiera en nuevas entidades autónomas apartadas, diferenciadas y
por momentos, hostiles. Esto se refleja claramente en el hecho de haberse integrado un gran
número de indígenas (alrededor de doce mil) a los ejércitos portugueses y franceses (en la
llamada Confederación de los Tamoyos3), en un enfrentamiento decisivo para el destino de la
colonización, además del predominio de calvinistas o jesuitas. Los indios no tenían una idea
clara de porqué luchaban, sino más bien eran instigados por los colonos, quienes sacaban
partido de su mutua agresividad; por otro lado, las tribus nunca establecieron una paz duradera
con el invasor, algo que fue favorecido por su estructura tribal, imposibilitando una
organización estatal. La dominación se hacía muy difícil, ya que si vencían, practicaban la
antropofagia; y si de lo contrario, se volvían incapaces de defenderse, huían fuera de la
“civilización” hasta reunir fuerzas nuevamente (algo que continúa ocurriendo con los
yanomamis con la actualidad).
Otros pueblos que contribuyeron a la formación del pueblo brasileño fueron los
Paresíes, preferidos como esclavos por su familiaridad con la tecnología de los paulistas

2
Ribeiro, Darcy, “El Pueblo brasileño”,, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, p.27
3
op. cit. P. 28

3
antiguos. Hubo también otros pueblos de carácter indómito, es el caso de los Bororos, los
Xavantes, los Kayapós, los Kaingangs y los Tapuyás. Los Gauikuríes, por su parte, fueron
descritos como guerreros gigantescos y bien proporcionados, señalados por el jesuita español
Sánchez Labrador como la “imagen más expresiva de un Hércules perfecto”, dominando
previo a la llegada de los colonos a los Guanás y a otros pueblos agrícolas, estableciendo una
relación similar a la del señorío. Los Mbayá-gauykirúes se aliaron con los Payaguá-guaikirúes,
indios piratas armados de remos-lanzas capaces de saquear naves paulistas cargadas de oro,
como ocurrió en el alto Mato Grosso. Debido a éstas características, una alianza con ellos era
ansiada por los ibéricos, consiguiéndola tanto portugueses como españoles, aunque se
encontraron con la codicia del nativo, algo que no habían visto antes; además de una alta
capacidad de trueque y el robo de esclavos, mestizos, y señores y señoras blancas en
cantidades para venderlos en Asunción. Evidentemente, ninguna de las alianzas perduró, y los
Guakirúes terminaron atacando a los portugueses en Cuiabá, y luego de la expulsión de los
jesuitas (a quienes acogieron), se lanzaron contra los españoles en las cercanías de Asunción4.
Finalmente, los mbyás se establecieron al sur de Mato Grosso y los Payaguás en Paraguay,
donde saquearon poblaciones paraguayas y brasileñas en la guerra del Paraguay.
Posteriormente, al igual que muchos indios, fueron debilitados por las pestes y despojados de
sus ganados, guardando su soberbia hasta nuestros días.

La raíz portuguesa, el (des)encuentro de civilizaciones.

La llamada lusitanidad aparece en tierras brasileñas como el rostro visible de la


civilización europea en su conjunto, o casi. Las ciencias, la expansión de una nación, la
religión, el idioma, la ambición y un cruento afán civilizador se cernían sobre un pueblo que
no conocía casi nada de lo recientemente mencionado. Por un lado, el tupí, tenía una visión
hedonista de la vida, disfrutaba de los estímulos que le brindaba la naturaleza, de los sabores y
olores, de la viveza de los colores de la selva, de la multiplicidad de seres vivos que le
rodeaban, y por sobre todo, de los placeres de su cuerpo. Si bien existía la violencia y la
dominación, esta era de carácter ritual y territorial, la ambición y la codicia occidental
implicaba actitudes de una complejidad absolutamente nueva. Para los tupís, la llegada del

4
Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, p.32

4
portugués era asimilable solamente como un acontecimiento asombroso, mítico y casi
imposible de interpretar en su sentido “divino”. Para el indio, la generosidad era algo propio de
su cultura, era más bello dar que recibir, tendían a pensar que el visitante sería similar,
recibiéndolos llenos de curiosidad y asombro por la cantidad de nuevos artefactos, utensilios y
accesorios nunca antes vistos para ellos, entregando su confianza con mucha más facilidad e
ingenuidad que un portugués que se mostraba desconfiado aunque no menos asombrado. El
carácter “salvacionista” que fue adquiriendo la colonización portuguesa casi como una misión
divina caló hondo en la cultura y en las sociedades indígenas, al igual que en la América
hispánica, la presencia de la Iglesia católica marco profundamente las transformaciones
políticas y sociales que se producirían durante la colonización. La llamada “Bula intercaetera”
del 4 de Mayo de 1493 legitimaba la posesión del “nuevo continente” a España y Portugal5,
además de justificar la esclavitud. La predicación misionera cayó sobre ellos entonces de
forma implacable, la idea de pecado y de culpa les hacía sentir que lo ocurrido era causa de la
ira de aquel nuevo dios. Todo se confundía ante los nuevos paradigmas adoptados, la belleza
se transfiguraba en fealdad, el valor y la cobardía cambiaban de estado. Sus valores intrínsecos
perdían validez ante el prisma de la cristiandad predicada: La intrepidez gratuita, la solidaridad
y la creatividad autóctona, además de sus concepciones de belleza se verían cuestionadas y
castigadas. La idea inexorable del pecado y del dolor, de la culpa y la iniquidad se adueñaba de
su mundo, además de un sinnúmero de enfermedades dolorosas y fatales.
Precisamente, dichas concepciones fueron motivo para que aquellos que se encontraran
cerca de los portugueses huyeran selva adentro, llevando sus cuerpos contaminados con
nuevas enfermedades que diezmarían a parte de la población rápidamente. Aún así, la
curiosidad y el asombro ante la aventura, los objetos y los adornos, los hacía volver, incluso
uniéndose a las tripulaciones portuguesas, llegando a atacar a otras tribus que se tornaran
agresivas en la travesía. Para el indígena resultaba casi incomprensible el constante afán de
acumulación y producción del europeo, para ellos, aquello no tenía sentido, situación que hizo
que, por su parte, el portugués se formara una idea de un “indio flojo” o poco productivo, en
una crónica portuguesa se lee una expresión de un tupí asombrado por las conductas europeas:

5
Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, p.34. Dicha bula tenía como precedente la bula Romanus Pontifex (1454) pensada para los herejes de África.
(Op.cit).

5
“¡ahora veo que vosotros los mairs (portugueses) son grandes locos, pues atravesáis el mar y
padecéis grandes incomodidades, como decís aquí cuando llegáis, y trabajáis tanto para
amontonar riquezas para vuestros hijos o para aquellos que os sobreviven! ¿No será la tierra
que os nutrió suficiente para alimentarlos también? Tenemos padres, madres e hijos a quienes
amamos; pero estamos seguros que después de nuestra muerte la tierra que nos nutrió
también los nutrirá, por eso descansamos sin mayores cuidados” (Léry, 1960: 151-161).
El sentido práctico, al afán de grandeza y de poder, con el justificante ético de la
evangelización fueron algunas de las causas que provocaron el cautiverio de los indígenas,
algunos esclavizados (aquellos considerados impíos), otros, se unieron voluntariamente ante la
colonización movidos por una nueva concepción de materialismo que fue acabando poco a
poco con lo que Darcy Ribeiro llama “el paraíso perdido”, integrándolo al mercado uniforme
de la civilización. Nada pudo detener el exterminio, ni siquiera las buenas intenciones de los
jesuitas, quienes no hicieron otra cosa que agravar la situación sanitaria de los indios al
concentrar a la población en nuevas ciudades donde el contagio de las nuevas enfermedades
produjo importante una baja en la población. Por otra parte, el mestizaje producto del deseo
sexual que inspiraban las nativas en los colonizadores se transformó en un instrumento más de
conquista, y como tal, no exento de violencia.

La iglesia católica, la trascendencia del poder

La iglesia católica tuvo un rol protagónico en la conquista de América, su doctrina fue


el argumento principal del llamado “proceso civilizador”, además de la propia evangelización
llevada a cabo por los jesuitas, franciscanos y carmelitas. En su historiografía encontramos
diversas actuaciones, desde la “defensa de los derechos de los indios” hasta su apoyo a la
violencia colonizadora, es el caso del padre Anchieta a Mem de Sá6, quien subyugó
poblaciones aborígenes para esclavizarlas en manos de conquistadores y misioneros.
Los cuestionamientos éticos a los que se verían enfrentados los misioneros serían
enormes para la mentalidad de un padre europeo del siglo XVI, llegaron a preguntarse si
aquellos aborígenes… ¿Pertenecían (o no) a la raza humana? ¿Estaban hechos por las manos
de Dios a imagen y semejanza? ¿Tendrían salvación?. Debían incluir a la indianidad

6
Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, p.43

6
descubierta en la humanidad cristianizada… ¿hubo diluvio en América? ¿Qué ocurría con el
pecado original? ¿Podría el nuevo Mesías nacer indio? Con todo esto, el mandato era uno solo:
incorporar a los indios a la pleitesía del Rey y al rebaño de la Iglesia, generando dos
paradigmas complementarios y por momentos contradictorios.
Las misiones adquieren entonces un carácter “salvacionista” en el caso de los jesuitas,
que llegaron incluso a oponerse al proceso civilizador, argumentando la creación de una nueva
sociedad libre de la decadencia moral, donde se alcanzara una “utopía socialista” asimilable al
cristianismo primitivo, alcanzando un relativo éxito en tierras del Paraguay, algo que no
alcanzó a ocurrir en Brasil debido a las constantes disputas territoriales. Finalmente fueron
expulsados de Sao Paulo, de Maranhâo y Grâo Pará, y luego de todo Brasil7, siendo
posteriormente oprimidos en su tierra de origen, jugando esta vez el papel de víctimas en vez
de victimarios, en una paradoja más de la historia.
Aquellos que permanecieron debieron hacerse cómplices de la conquista, sin elevar
defensa pública de los millares de indios muertos, aldeas incendiadas y por la esclavitud,
quedando finalmente marginados de la conquista los ignacianos y franciscanos. Podemos ver
entonces como la Iglesia Católica, luego de proveer un sustento “ético”, teórico y místico a la
conquista, vio en los ojos de sus nuevos parroquianos la posibilidad de instituir una alternativa
monástica de construcción social, ante lo cual la Corona debió optar por el reinado terrenal de
España y Portugal, dando forma al más grande imperio jamás visto, sin contemplar
necesariamente el correinado de la iglesia.
Vemos entonces como se configura un complejo panorama histórico cultural desde
donde surgiría la nación brasileña, con sus primeros signos de identidad provenientes del
proceso de conquista, de su matriz indígena y de una adopción de la fe católica, que al igual
que toda América Latina se va transfigurando a través del elemento pagano y de una
reinvención simbólica propiciada tanto por europeos como por americanos. A esto debemos
sumar el elemento africano, proveniente del tráfico de esclavos, un tópico donde la Corona
Portuguesa adquiere un rol fundamental, como una medida para paliar el largo proceso de
conquista que se hizo característico en tierras donde no existía con antelación una sociedad
organizada en una estructura de poder que se acerque a la idea de Estado.

7
Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, Mexico D.F, 1999, ISBN 968-16-5487-
0, p.48

7
2.La representación modernista del siglo XX

La reconstrucción de identidad a través de la creación artística

A inicios del siglo XX, la nación brasileña estaría cercana a cumplir un siglo desde su
formación (1822), se vivían tiempos convulsionados en todo el mundo, la revolución industrial
preveía un nuevo destino para una humanidad tecnificada, las naciones más fuertes buscaban
su reafirmación nacional en lo que se transformaría en la Primera Guerra Mundial; en Brasil,
las primeras crisis del café, los conflictos limítrofes y la eliminación de la fiebre amarilla
serían eventos que marcarían el acontecer nacional. En el terreno artístico, las vanguardias
harían sus primeras apariciones hacia lo que sería una redefinición de la estética en el arte8. El
pueblo brasileño por su parte había vivido dominado por una clase oligárquica que adoptaba
modelos europeos de vida, de costumbres y vestimentas, de expresión artística, y por cierto de
los privilegios de la explotación capitalista. En 1907, una gran paralización obrera en busca de
mejoras salariales y de jornada de trabajo sería uno de los primeros síntomas de la
modernización.
El movimiento modernista9 tendría su gran apertura en Brasil en 1922, en la Semana de
Arte Moderno realizada en al Teatro Municipal de Sao Paulo (13 al 18 de febrero de 1922),
consolidando una tendencia que venía gestándose desde 1910. Artistas como Anita Malfatti,
Víctor Brecheret, Oswald de Andrade, Menotti del Picchia, Mário de Andrade, entre otros,
darían vida a un movimiento que cuestionó las bases del quehacer artístico y cultural de la
época en su país, haciendo un llamado a recuperar las raíces “perdidas” de lo indígena en una
mixtura con los elementos característicos de la modernidad para producir una nueva forma de
hacer que fuese propia de Brasil. Encontramos así obras fundacionales como el Manifiesto
Pau-Brasil (1924) y el Manifiesto Antropófago (1928), ambos de Oswald de Andrade, donde
el autor señala:

8
Schwartz, Jorge; “Oswald de Andrade, seleçao de textos”, ediciones Abril Educaçao, Sao Paulo, 1980. p 93.
9
Schwartz, Jorge, “Las vanguardias latinoamericanas, textos programáticos y críticos”, trad. Estela do Santos,
Fondo de la Cultura Económica (Tierra Firme), Mexico D.F., 2002. ISBN 968-16-5621-0, p.144-186.

8
“Hubo un fenómeno de democratización estética en las cinco partes del mundo. Se instituyó el
naturalismo. Copiar. Cuadro de carneros que no fuese de pura lana no servía. La
interpretación en el diccionario de las Escuelas de Bellas Artes quería decir reproducir
igualito…Vino el pirograbado. Las muchachas de todos los hogares se transformaron en
artistas. Apareció la máquina fotográfica. Y con todas la prerrogativas del pelo largo, de la
caspa y de la misteriosa genialidad del ojo bizco-el artista fotógrafo.”,
Manifiesto Pau-Brasil

Se aprecia claramente una crítica a la academia clásica de las Artes de línea europea,
así como se vislumbra la irrupción de la modernidad en los modos de producción artística.
Andrade señala además:

“Una única lucha – la lucha por el camino. Dividamos: Poesía de importación. Y la poesía
Pau Brasil, de exportación.” Manifiesto Pau-Brasil

Andrade busca resolver entonces el problema de la dependencia cultural, en un


manifiesto que ya contiene la idea que plasmaría en Manifiesto Antropófago (1928): absorber
las cualidades del “enemigo” para fundirlas con las propias en una síntesis dialéctica que sería
muy bien entendida por los artistas brasileños, generando en el futuro un nuevo referente de
identidad, lo Brasileño.

“Solo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente


Única ley del mundo. Expresión enmascarada de todos los individualismos,
de todos los colectivismos.
De todas las religiones. De todos los tratados de paz.
Tupy or not tupy, that is the cuestion”
Manifiesto Antropófago

9
“Contra lo importadores de conciencia enlatada. La existencia palpable de la vida. Y la
mentalidad pre-lógica para que el señor Levi-Bruhl la estudie.10
Queremos la revolución Cariaba. Mayor que la Revolución Francesa. La unificación de todas
las revueltas eficaces en la dirección del hombre. Sin nosotros Europa no tendría su pobre
Declaración de los Derechos del hombre”.
Manifiesto Antropófago

“Nunca fuimos catequizados. Vivimos a través de un derecho sonámbulo. Hicimos que Cristo
naciese en Bahía. O en Belém de Pará…Teníamos la justicia, codificación de la venganza. La
ciencia, codificación de la magia. Antropofagia. La trasformación permanente del tabú en
Tótem” Manifiesto Antropófago

Luego de hacer presente su antagonismo con la cultura dominante en pos de una


transfiguración de los signos culturales con un potente elemento cultural autóctono que brinde
un referente propio de identidad, Andrade concluye:

“Contra la realidad social, vestida y opresora, inventariada por Freud –la realidad sin
complejos, sin locura, sin prostituciones y sin penitenciarías del matriarcado11 de
Pindorama”.12
Oswald de Andrade, en Piratininga13
Año 374 de la Deglución del obispo Sardinha14

El manifiesto antropófago se transformaría entonces en una de las obras más


importantes del modernismo brasileño: una verdadera declaración de independencia que
aparece como una hoja de ruta de los futuros artistas de una nación con fuertes conflictos de
identidad durante el siglo XIX, y que a partir del movimiento modernista logra sobreponerse y
reinventarse a partir de su propia historia y de sus virtudes. Junto a Oswald aparece también la
10
Levi-Bruhl fue autor de “Les fonctions mentales dans les societés primitives”, estudio sobre la mentalidad
“prelógica” primitiva.
11
De Andrade hece una crítica manifiesta al sistema patriarcal impuesto en Brasil con la llegada de la conquista:
“Antes que los portugueses descubrieran el Brasil, el Brasil había descubierto la felicidad”
12
Nombre de la tierra de Brasil en nheengatú (lengua nativa)
13
Nombre de la tierra de Sao Paulo en la lengua de los guayaneses
14
Alusión irónica sobre el naufragio de un obispo portugués quien fuera devorado posteriormente por indios
antropófagos.

10
figura de Mario de Andrade, con obras como “La esclava que no es Isaura”, “Prefacio
interesantísimo” y “Macunaíma (El héroe sin carácter)”, obra literaria de una vanguardia que
colinda entre la literatura inocente y la provocación cultural donde esboza un personaje que
encarnaría las características del ser brasileño en una caricatura melodramática inédita.
Posteriormente, el modernismo de los años veinte sería criticado por sus sucesores de
la década siguiente, en el llamado Manifiesto Verde-Amarillo, donde critican la falta de
impacto social del modernismo, imbuido en un círculo artístico de elite. Por otra parte
argumentan una sobre valoración del elemento indígena, aunque no se alejan completamente
del ideario sintético antropófago promovido por Oswald de Andrade. Al resolver el problema
de la recepción cultural impulsando la creación a partir de referentes propios, surgiría en Brasil
a través del siglo XX un movimiento cultural propio que se vería reflejado en su literatura,
artes visuales, escénicas y musicales, buscando siempre un lenguaje enriquecido por la
diversidad, y a la vez identificable y diferenciador de las tendencias internacionales, es el caso
del Concretismo de los años cincuenta, el Bossa Nova de los sesenta y setenta; y el
Tropicalismo de los ochenta y noventa, que adoptan constantemente el modelo de la síntesis
cultural entre lo moderno y lo autóctono, lo occidental y lo tradicional, en la reafirmación de
un lenguaje propio que daría forma día a día a la identidad cultural brasileña.

3.La identidad brasileña, algunos rasgos

A partir de la investigación realizada sobre los dos momentos históricos planteados en


este trabajo, podemos identificar ciertos elementos comunes que se han ido manteniendo a lo
largo de la historia de Brasil. Contrariamente a lo señalado por Mario de Andrade en
Macunaíma, en la actualidad encontramos a un brasileño lleno de carácter, forjado a lo largo
de la historia, y por sobre todo a lo largo del siglo XX, momento en que a partir del lenguaje
artístico surge un importante cambio en la cultura nacional brasileña, surge entonces la
convicción de ser portadores de un valor estético en sí mismo, de su eterna distancia con la
cultura portuguesa desde el punto de vista de lo cotidiano. Brasil, pese a mantener un nivel
altísimo de desigualdad social, mantiene expresiones artísticas de una alegría
inconmensurable, sin ir más lejos, el Carnaval de Río de Janeiro es la fiesta “mais grande do
mundo”, además de constituirse en prueba flagrante del enorme paganismo de la cultura

11
brasileña, se trata de un país donde la síntesis cultural es un valor, alcanzando un potente
lenguaje en permanente autoconstrucción y dinamismo.
Desde la raíz indígena podemos apreciar algunos rasgos que nos dan muestra de un
Brasil virgen e indómito, carente de estructuras sociales elaboradas, fundamentado en el
dominio territorial. Dichas características fueron las que dificultaron enormemente el proceso
de conquista, situación que derivó en la implantación de esclavitud negra proveniente de
África, en otro factor de síntesis cultural significativo (y por cierto digno de abordar en un
estudio más acabado). Por otra parte, la corona portuguesa impuso un régimen feudal carente
de un ordenamiento institucional y jurídico que propiciara el desarrollo de una región tan
vasta. Dicho sistema propició la instauración de una desigualdad social permanente e
incuestionable que se perpetuó a lo largo de los siglos a través de una oligarquía blanca
dominante que ocupa los sitiales de privilegio en la sociedad brasileña, relegando a la
población negra e indígena a una posición de enorme desventaja social. Pese a esto, el carácter
pletórico de vida, el sentido de rebelarse ante la adversidad y la capacidad para transfigurar la
significación de señales culturales impuestas en nuevas expresiones con un carácter local han
fortalecido la identidad del pueblo brasileño.
Si bien el catolicismo adquirió un protagonismo inusitado en América Latina, no es
menos cierto que la adopción, la adaptación y la transformación de un fenómeno ha sido
también la constante. Por una parte, el catolicismo ha debido adaptarse a las prácticas paganas,
y por otra tenemos la subsistencia de credos ancestrales, donde destaca la figura de los orixas,
antepasados venerados y supuestamente presentes en dimensiones paralelas. El imaginario
colectivo brasileño crece cada día con la constante retroalimentación de su cultura a partir del
nacimiento de una tradición que durante el siglo veinte que se funda en su propia
contradicción, y que encuentra respuesta a su conflicto precisamente en la confluencia de
diversas fuentes culturales, con un énfasis importante en lo tradicional. Un ejemplo claro de
esto es la Música Popular Brasileña, instituida como movimiento más que como expresión
artística indefinida, la llamada MPB se funda a sí misma a partir de su propio
redescubrimiento, influenciando músicos de todas las latitudes con su riqueza rítmica y
armónica, desarrollando un lenguaje de una complejidad muy particular a partir de los años
sesenta: mientras The Beatles tocaban en la azotea de Apple Records con acordes triádicos en
posiciones fundamentales, Joao Gilberto desarrollaba una nueva forma de tocar la guitarra,
fundamentado en el desarrollo de la rítmica local, con armonías con dos y hasta tres notas

12
agregadas, generando atmósferas nunca antes exploradas15, procedimiento adoptado más tarde
por experimentados músicos de Jazz, entre los que contamos a Stan Getz, quien llegó a Brasil
para grabar precisamente con Joao Gilberto. Desde ahí, la tradición musical brasileña inicia un
desarrollo inusitado, con músicos como Toquinho, Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto
Gil16, han desarrollado cada uno en su época una expresión de la cultura brasileña cargada de
identidad y autoconstrucción, convirtiéndose en referentes fundamentales para las nuevas
generaciones de ciudadanos brasileños y creadores que sabrán encontrar con facilidad sus
propios referentes de identificación para continuar alimentando su propia tradición.
Sin duda el caso brasileño despierta múltiples curiosidades, por tratarse de una nación
enorme y particular en el contexto latinoamericano, en su interior contiene mundos múltiples y
extensos que por momentos la hacen distanciarse de sus vecinos. El desarrollo cultural
brasileño lamentablemente no se condice totalmente con su desarrollo económico y social,
donde presenta una precariedad que llama la atención dadas sus características estructurales, su
enorme riqueza natural, territorial y su desarrollo industrial, han sido factores que lo impulsan
como “potencia emergente” al día de hoy. Es en ese punto donde nos detenemos para analizar
su historia, su dinámica social, y por cierto sus procesos identitarios, para intentar comprender
ciertos fenómenos que conducen a una dinámica poco favorable para la gran parte de la
población.
Queda entonces la inquietud sobre su modelo de desarrollo, el asombro por la riqueza
cultural desarrollada en condiciones adversas, y la satisfacción personal por haber alcanzado
aunque sea de forma teórica, un grado de comprensión de la cultura brasileña, su gestación, su
nacimiento, sus contradicciones y su desarrollo “en tiempo real”.

__________________________________

15
Véase la lírica de “Influencia do Jazz”, ironía clara sobre la supuesta influencia ejercida por los músicos de Jazz
a los músicos brasileños.
16
Ministro de Cultura de Brasil durante el mandato de Lula da Silva.

13
Bibliografía

Abreu de, Maria Fernanda; “Las tierras y las gentes de Brasil: La Carta de Pero Vaz de
Caminha y la mirada Portuguesa”, archivo PDF campus virtual UCM.

Abreu de, Maria Fernanda; Fernández, Margarida; “Los mitos fundadores de la nacionalidad
brasileña”, archivo PDF campus virtual UCM.

De Andrade, Mário; “Macunaíma (El héroe sin ningún carácter)”, Ed. Seix Barral, Barcelona,
1977. ISBN 84-322-0316-5

Carta de Pero Vaz de Caminha al Rey Don Manuel sobre la llegada al Brasil, Campus
virtual Universidad Complutense de Madrid.

Oliveira de, Élcio Lucas; “La evolución de la música popular brasileña durante el siglo XX”,
archivo PDF campus virtual UCM.

Ribeiro, Darcy; “El Pueblo brasileño”, Fondo de la Cultura económica, México DF, 1999,
ISBN 968-16-5487-0

Schwartz, Jorge; “Oswald de Andrade, seleçao de textos”, ediciones Abril Educaçao, Sao
Paulo, 1980.

Schwartz, Jorge; “Las vanguardias latinoamericanas, textos programáticos y críticos”, trad.


Estela do Santos, Fondo de la Cultura Económica (Tierra Firme), México DF., 2002. ISBN
968-16-5621-0.

Vicente, António Pedro; “La unidad territorial de Brasil - Factores de su construcción”,


archivo PDF campus virtual UCM.

14

Vous aimerez peut-être aussi