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UNIAGUSTINIANA

ERICH ESTUARDO GARCÍA COTÍ


ESCATOLOGÍA
FR. HÉCTOR MANUEL CALDERÓN MUÑOZ

LA TAREA DE LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA


Wolfahrt Pannenberg

Wolfahrt Pannenber, fue un teólogo protestante, uno de los más grandes del

siglo XX y un clásico en temática escatológica. Nació en 1928 en Stettin, la actual

Szczecin polaca. Su contribución a la teología contemporánea ha sido de mucha

importancia. En este artículo, titulado “La tarea de la escatología cristiana”, resalta la

inminente unión con Dios más allá de la muerte y los desafíos que hoy día debe

enfrentar la escatología. Retos que surgen debido al existente choque con la

secularización, la cual pone en antejuicio nuestras verdades dogmáticas cristianas.

Teniendo en cuenta lo dicho, el autor presenta la escatología y la esperanza

cristiana como una parte de la dogmática radicalmente opuesta al secularismo. La

esperanza escatológica tiene su raíz en la fe en Dios eterno y no se sostendría ni un solo

instante sin la fe en Dios. En esta esperanza escatológica lo realmente decisivo es la

unión con Dios eterno. San Pablo lo diría de esta manera: Nuestra resurrección tendrá

lugar por la unión con Cristo resucitado, en quien todos los cristianos formamos un

solo Cuerpo (1Co 12,12), vivificado por el Espíritu (Rm 1,4). Por tanto, la tarea de la

escatología cristiana es explicar esta unión con Dios, y tal explicación no es nada

superficial. En todos estos temas se trata, por tanto, de aspectos parciales de un único

hecho: la unión con Dios eterno por encima de nuestra existencia, finita y alejada de él.

El Concilio Vaticano II, en el capítulo VII de la constitución Lumen Gentium,

aborda el tema acerca de la vida eterna; dice, citando al Concilio de Florencia, que

consiste en contemplar “claramente a Dios mismo, uno y trino, tal como es”, es decir
en la visión directa de Dios, “estando en presencia del Señor (2Co 5,8)” (n. 49), en la

gloria, “en la cual seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal como es (1Jn 3,2)”

(n. 48). La dimensión cristológica de la vida eterna aparece reiterada en el documento,

por lo cual, mientras estamos en el mundo, ansiamos estar con Cristo (Fip 1,23).

Karl Rahner, desde esta perspectiva, subraya la correlación entre la antropología

teológica y la esperanza escatológica:

“Jesús hombre no sólo fue por una vez de decisiva importancia para nuestra
salvación…, sino que es ahora y por toda la eternidad la permanente apertura de
nuestra finitud al Dios vivo. En la eternidad sólo se puede contemplar al Padre a
través del Hijo; y se le contempla inmediatamente precisamente de ese modo”
(Rahner, 1967, pág. 49).

La eterna significación de la humanidad de Cristo para nuestra relación con

Dios, por tanto, es de suma importancia, es la apertura de nuestra finitud al Dios vivo,

quizá ahora misteriosa y oculta, pero ya operante en los creyentes. Siguiendo y

tomando en cuenta lo dicho, el autor de este artículo afirma y nos recuerda que la

esperanza no pertenece al estado acabado, sino al más allá; por tanto, fundar la

esperanza escatológica en la promesa de Dios es ser conscientes que el hombre alcanza

su plenitud con Dios.

Al abordar la idea de la resurrección corporal de los muertos tropieza con

dificultades evidentes y apariencias insuperables. ¿Cómo podremos ser la misma

persona después de la muerte? Para responder a esta pregunta hará una mirada

retrospectiva de lo que se ha dicho acerca del tema: ya desde el siglo II se aborda el

tema de la muerte con la inmortalidad del alma. La doctrina católica ha modificado

muy considerablemente la idea platónica del alma inmortal. Se rechaza el intento de

imaginarse la continuidad idéntica de nuestro ser más allá de la muerte.


El autor menciona dos aspectos inherentes de la esperanza en la resurrección; la

resurrección de los muertos y el juicio. Resurrección significa trasformación a una

nueva forma de vida. La respuesta de Jesús a los saduceos es un ejemplo: “serán como

ángeles en el cielo” (Mc 12,25). Pero más importante que anticipar esta sentencia es

constatar que la purificación del juicio se extiende a todos, cada uno a su manera, y que

significa a la vez nuestra trasfiguración en la luz de la gloria divina. La salvación que

nos trae la resurrección es la trasformación de nuestra vida terrena a la escatológica. La

Iglesia profesa desde el principio la resurrección de los muertos, incluso recogida en

los símbolos más antiguos (Símbolo apostólico DH 2, 10-30). Se han de destacar estas

dos dimensiones: a) la resurrección será un acontecimiento escatológico, que tendrá

lugar “el último día” (DH 72; cf. DH 76; 859; 1002; LG 48); b) será universal, es decir,

tanto para los buenos como para los malos (D 76; 540; 801; 859; 1002; LG 48). Esto no ve

reflejado en las grandes obras del arte cristiano, quizá renovar la conciencia de la

relación entre la percepción estética y la escatología cristiana podría ser un de las tareas

de futuros trabajos teológicos.

El autor concluye esta aportación con la tesis fundamental con la que comenzó:

constatando que la confianza y la firme unión del fiel con Dios eterno es el núcleo de

toda esperanza escatológica. El hombre, a pesar de su limitación y contingencia, está

en verdadera relación con Dios.

Bibliografía:

K. RAHNER “Eterna significación de la humanidad de Cristo para nuestra relación con


Dios”, en Escritos de Teología, III, Taucus, Madrid, 1967. Pág.49.

Biblia de Jerusalén.

Denzinger, H., El Magisterio de la Iglesia, Barcelona 1963.

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