Vous êtes sur la page 1sur 3

Cat Power.

La toma de la Tierra, de
Cecilia Palmeiro
Posted on 15 abril, 2018
En Formas Breves, a través de Renzi, Piglia se pregunta cuál es el problema
mayor del arte de Macedonio; se responde: las relaciones del pensamiento con
la literatura; agrega una presunta voz macedoniana (en una novela pueden
expresarse pensamientos tan difíciles y de forma tan abstracta como en una
obra filosófica, pero a condición de que parezcan falsos); y, finalmente,
concluye con Renzi: esa ilusión de falsedad, es la literatura misma.

¿De quién es la idea? ¿Quién la pensó? ¿Quién la dice?

Cecilia Palmeiro (hay que salirse del género pero también de la clase, de la
raza, de la nacionalidad) aprovecha el espacio de la novela para realizar el
desplazamiento máximo y salirse, incluso, de la especie. El narrador de Cat
Power. La toma de la Tierra es Rorro, un gato del planeta Feliformia que
minutos antes de ser devorado por un perro terrícola es rescatado por la
Madrina (alter ego confeso de Palmeiro), a quien conquista definitivamente
disimulando las úes de su mau-mau. Como ronroneando en sus brazos, Rorro
puede tanto manipular a la Madrina como percibir y conocer el mundo a través
de sus sinapsis, la adopta como ama-discípula-instrumento para llevar a cabo
su misión: determinar el modo y el momento oportunos para que los feliformes
tomen el planeta.

El libro que leemos es el informe que, engatusada, cree estar escribiendo la


Madrina cuando, en realidad, la voz que habla es la de Rorro. Por eso
sorprende que Daniel Link se haya referido a la obra como el arte de la sátira
en el cuerpo de una narradora que ha sido ocupado por un gato alienígena:
porque el juego que propone la novela es otro. Lo que se ocupa no es un
cuerpo sino una voz (y dos veces).

Una voz en la que conviven dos seres, dos miradas, dos experiencias.

La primera parte del libro es un despiadado croquis social de la existencia


humana contemporánea a través de la crítica de todas las instituciones que
regulan nuestra existencia: una crónica al estilo colono en la que un ser
civilizado observa con incomprensión a una especie salvaje en su aceptación
de la cultura como retardadora de su propia evolución. Aquí, la voz obtiene su
potencia intelectual de la distancia.

En la segunda, Rorro inocula en la Madrina la idea de buscar al hombre


perfecto (perfecto para él) y esa búsqueda, la del chongo perfecto, la del papu
ideal, los llevará por los suburbios y antros del circuito trashsexual de Buenos
Aires, Rio de Janeiro, Nueva York, Londres y la India en una ordalía de alcohol,
drogas y reviente compulsivo: una experiencia, siempre reactiva, como lado b
de una sociedad que vive irremediablemente contenida. Con los
acontecimientos, la voz se hibrida y las ideas felinas comienzan a naufragar en
la experiencia humana.

En la tercera parte, la voz de Rorro cede: es re-tomada por el devenir Madrina.


Si en Piglia la ilusión de falsedad que le permitía narrar ideas surgía de la
disipación de la autoría en una multiplicidad vocal (convirtiendo al pensamiento
en una experiencia literaria), en Palmeiro esa ilusión se produce dentro de una
voz usurpada que a su vez cambia con la experiencia.

En medio de un elogio a la imitación de voces en una novela de Hernán Vanoli,


Beatriz Sarlo vaciló al preguntarse en qué estaba la Argentina, a dónde iba su
literatura. Se respondió que iba al hiperrealismo no por sus objetos ni por sus
temas sino por sus lenguas. En Desbunde y Felicidad Palmeiro afirma que la
experiencia -militante- de Néstor Perlongher había sido la fundadora de su
poética; y que su escritura fue la radicalización de una experiencia vital,
fundamentalmente política y erótica. La lengua de Palmeiro no está hecha de lo
imitativo sino de lo experiencial: ser la lenguas que van a escribirse o escribir
en lenguas que fueron vividas (Lo que quería es que no hubiese diferencia
entre la escritura y la vida). Como, a diferencia de Perlongher o de la propia
Palmeiro, Rorro primero piensa y después vive, el proceso por el cual toma la
voz de la Madrina para hablar él termina volviéndose en su contra cuando la
experiencia del devenir Madrina somete su lengua (re-tomada) y la convierte en
monólogo marica, de loca. Ese pasaje, el de una lengua que observa a una
lengua que vive, es el que otorga la ilusión de falsedad que hace que las ideas
narradas en la primera parte perduren, una vez completada la lectura, en su
forma real.

Existe a nivel micropolítico, es decir, al nivel de los cuerpos y de las formas de


vida, una revolución molecular que es enfrentada por una contrainsurgencia
conservadora del estado actual de las cosas, dice, en algún momento, el gato
Rorro.

La novela de Palmeiro se resiste todo lo que puede a esa contrainsurgencia


conservadora que domina no sólo las formas sino también el repertorio de
contenidos de nuestra literatura. Y con esa resistencia gana y pierde cosas.

Quienes busquen un dispositivo narrativo perfecto, un artificio discursivo férreo


o una especulación formal que explore las posibilidades de representación de
lo real, mejor será que recorran otros caminos.

Palmeiro parece saber muy bien que hay escrituras que pueden producir libros
buenos o libros malos (el terreno del to like barthesiano) pero nunca libros
muertos; que hay escrituras que si se toman demasiado en serio corren el
riesgo de morirse; y que no es bueno que ninguna escritura muera.
Cat Power. La toma de la Tierra
de Cecilia Palmeiro
por Editorial Tenemos las Máquinas (2017)
221 páginas

Vous aimerez peut-être aussi