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EL SEPULCRO VACÍO:

¿RELATO, HISTORIA, TEOLOGÍA?

RESUMEN: La atención de este trabajo se dirige en dos direcciones: en primer lugar, intenta
ofrecer algunos elementos para una urgente respuesta a una lacerante pregunta y enigma ante
la muerte que recae sobre el hombre como una pesada losa; en segundo lugar, un intento de
ofrecer un análisis de los textos para tratar de alcanzar lo que los relatos evangélicos han que-
rido transmitirnos sobre el sepulcro vacío de Jesús.

PALABRAS CLAVE: Resurrección, mensaje del ángel, transmisión del mensaje.

1.- VISIÓN GENERAL DEL CONJUNTO DE LOS RELATOS DE LA


RESURRECCIÓN

La atención de este trabajo se dirige en dos direcciones: en primer lugar,


intenta ofrecer algunos elementos para una urgente respuesta a una lacerante
pregunta y enigma ante la muerte que recae sobre el hombre como una pesa-
da losa; en segundo lugar, un intento de ofrecer un análisis de los textos para
tratar de alcanzar lo que los relatos evangélicos han querido transmitirnos
sobre el sepulcro vacío de Jesús. Ambas perspectivas se entrecruzan. La pre-
ocupación por encontrar una solución al problema del hombre no debe en
modo alguno eximirnos de los análisis propios de estos textos. Diríamos que
es como el acicate que empuja a la búsqueda. El resultado final, para que
pueda ser una respuesta creíble, ha de ser el que los textos nos ofrezcan. Es-
pero mantener el debido equilibrio entre la fidelidad a un método y la urgen-
cia de nuestros hombres y mujeres por obtener una respuesta creíble al
drama profundo, del que somos más menos conscientes, que anida en el co-
razón de todos los hombres. Y no menos en los hombres de nuestro tiempo
que se preguntan angustiados ¿hacia dónde nos conducen nuestros logros en
8 G. SÁNCHEZ

tantos campos de la ciencia y del desarrollo moderno conseguidos por el es-


fuerzo humano? 1

Los relatos de los sinópticos hablan de dos realidades en relación con la


resurrección de Jesús: el sepulcro vacío y las apariciones del Resucitado. En
este trabajo me centro solo en los relatos del sepulcro vacío. En otra ocasión
espero dedicar un tiempo a las apariciones del Resucitado.

1. 1.- ASPECTOS ESTRUCTURALES

El texto de Marcos: Con la narración del anuncio de la resurrección de


Jesús en el sepulcro abierto y vacío se concluía la historia premarcana de la
pasión y el evangelio de Mc en su conjunto.2 Después de la repetida profecía

1
Hb 2,14-18; Mc 12,18-27 par: Mt 22,13-33; Lc 20,27-40; GS, nn. 18.33.45)
2
Ofrezco una selección de la amplísima bibliografía existente sobre los relatos
de la resurrección de Jesús: P. BENOIT, Pasión y Resurrección del Señor, FAX,
Madrid, 1971; AA.VV., La Resurrección de Cristo y la exégesis moderna, Studium,
Madrid, 1974; J. DANIELOU, La Resurrección, Studium, Madrid, 1971; R. MAR-
TIN – AGHARD, De la muerte a la resurrección, Marova, Madrid, 1967; W.
MARXSEN, La Resurrección de Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona, 1974; Id. La
Resurrección de Jesús como problema histórico y teológico, Sígueme, Salamanca,
1979; N. PERRIN, The Resurrection Narratives. A New Approach, SCM Press,
London, 1977; S. SABUGAL, Anástasis. Resucitó y resucitaremos, BAC, Madrid,
1993; E. SCHLIER, De la Resurrección de Jesucristo, Desclée de Brouwer, Bilbao,
1970; U. WILKENS, La Resurrección de Jesús.(Estudio histórico-crítico del testi-
monio bíblico), Sígueme, Salamanca, 1981; L. HURTADO, “Jesus Resurrection in
the Early Christian Texts: An Engagement with N. T. Wright”, JournStudHistJesus
3 (2005) 197-208; V. SIBILlO, “La resurrezione di Gesu nei racconti dei quattro
Vangeli,” Teresit 57 (2006) 3-66; M. WELKER, “Kanonisches Gedächtnis. Wie die
Auferstehung Jesu im Abendmahl erfahren wird,” Evangelische Kommentare [Stutt-
gart] 32 (1999) 37-39; R. D'ANGELO, “Re-Reading Resurrection”, TorontoJoum-
Theol 16 (2000) 110-129; W. REINSDORF, “The Gospel Resurrection Accounts”,
Bible Bhashyam 27 (2001) 241-254; A. DEL AGUA, “El testimonio narrativo de la
resurrección de Cristo”, EstEcl 77 (2002) 241-273; S. N. WILLIAMS, “The Resur-
rection of the Son of God”, International Journal of Systematic Theology [Oxford-
Malden, MA] 6 (2004) 421-431; M. BOCKMUEHL, “Compleat History of the Res-
urrection: A Dialogue with N. T. Wright” JournStudNT 26 (2004) 489-504; S.
ERIKSSON, “The Resurrection and the Incarnation - Myths, Facts or What?”, Stud-
Theol 55 (2001) 129-144; G. R. HABERMAS, “Resurrection Research from 1975 to
the Present: What are Critical Scholars Saying?”, JournStudHistJesus 3 (2005) 135-
153; C. C. NEWMAN, “Wrighting the History of Jesus: A Review Essay of Jesus
EL SEPULCRO VACÍO 9

de la resurrección al comienzo del relato de la pasión (9,9.31; 10,32-34) y la


caracterización de Jesús como Hijo del hombre sufriente, era de esperar una
conclusión del contexto narrativo con el anuncio de la resurrección: esta
conclusión original del relato premarcano de la pasión continúa en 16,1-8.3
Este fragmento narrativo no autónomo y orientado a un contexto está eviden-
temente conectado con el precedente contexto narrativo de la historia de la
pasión, y la unión con la historia de la sepultura (15,42-47). Los dos frag-
mentos narrativos están estrechamente unidos por referencias literales4 y pa-
ralelos sintácticos,5 pero en particular por datos de 15,42-47 presupuestos en
16,1-8.6 En el centro del episodio se encuentra la angelofanía y la pro-
clamación del mensaje pascual (v. 5-7). La entrada de las mujeres en el se-
pulcro y su salida, respectivamente al comienzo de los vv. 5 y 8, delimitan
esta parte central.7

and the Victory of God”, Critical Review of Books in Religion [Atlanta] 10 (1997)
121-144; A. S. TUNE, “Quantum Theory and the Resurrection of Jesus”, Dialog 43
(2004) 166-176; B. STANDAERT, Évangile selon Marc. Commentaire. III (Mc
11,1 à 16,20), 1171-1214, Gabalda, Pendé, 2010, pp.1171; N. T. WRIGHT, La resu-
rrección del Hijo de Dios. Los orígenes cristianos y la cuestión de Dios; Verbo Di-
vino, Estella, 2010, 999 pp.
3
R. PESCH, Marco, II, 757.
4
Indicaciones temporales (15,42; 16,1.2); indicaciones sobre la adquisición del
sudario y de los aceites balsámicos (15,46; 16,1); anotaciones sobre la sepultura
(15,46-47; 16,6); referencia al sepulcro con la alternancia de los términos (15,46.47;
16,2.3.5.8); cierre del sepulcro por medio de la piedra y su apertura (15,46; 16,3.4);
indicaciones sobre la observación de las mujeres (15,47; 16,4); lista de los nombres
(15,47; 16,1).
5
Exordios con indicaciones de tiempo en genitivo absoluto (15,42; 16,1); los
cuatro participios conjuntamente (15,3.44-45.46; 16,1.4.5.8); en caso de cambio de
sujeto, introducción de acciones de personas mediante el artículo (15,44.47 y 16,6,
pero no en 15,46 y 16,8).
6
16,1 y 15,42; 16,1 y 15, 46; 16,2 y 15,47; 16,3 y 15,46; 16,5 y 15,46; 16,6 y
15,4 7; 16,1 y 15, 40; 16,2 y 15,1.25.33.34; cf. 14,17); 16,4 y 15,40; 16,6 y 14,28;
16,7 y 14,28. Incluso observaciones lógicas y psicológicas indican la pertenencia de
16,1-8 al la historia premarcana del la pasión: el deseo de las mujeres de ungir a Je-
sús en 16,1 presupone su muerte y su sepultura (R. PESCH, Marco, II, 757ss).
7
Todos los detalles constituyen el tejido narrativo (ida al sepulcro, entrada en el
sepulcro, huida del sepulcro) y la estructura del texto (v. 2.5.8), cuya perspectiva es-
tá centrada en el sepulcro.
10 G. SÁNCHEZ

a) El primer fragmento (vv. 2-4) describe la ida al sepulcro y un milagro


de la apertura de la entrada, que desempeña un papel importante para la pro-
fundidad del significado simbólico del texto. El diálogo de las mujeres, pre-
sentado con mucha viveza en discurso directo, con demanda formulada sobre
quién les ayudará a remover la piedra, proyecta un obstáculo en la búsqueda
del cadáver de Jesús. La comprobación de que la puerta está abierta y la sub-
siguiente frase explicativa (v. 4b) subraya la naturaleza milagrosa del hecho.
Los motivos narrativos del milagro de la apertura hacen pensar ya en una li-
beración del que yacía en él.

b) El fragmento central (vv. 5-7), donde la ida al sepulcro desemboca en


una entrada en el mismo. La reacción de temor, típica de las narraciones de
epifanía (v. 5b), viene aplacada por el ángel con la correspondiente fórmula de
consolación (v.6b). El discurso del ángel que contiene el mensaje revelador
central con la explicación de lo sucedido. Mientras el primer imperativo (v.
6b) se refería a la (precedente) reacción de temor de las mujeres, los siguientes
imperativos alineados mediante el asíndeton se refieren a acciones futuras.

c) La breve conclusión (Mc 16, v. 8) describe dos reacciones de las muje-


res, expresadas en dos frases subordinadas. La fuga, el espanto, la consterna-
ción y el temor de las mujeres son motivos apocalípticos,8 que subrayan el
significado del mensaje del ángel. El narrador de este texto, rico en motivos
teológicos concretos y firmemente animado por la búsqueda de su efecto, se
sirve del silencio de las mujeres como medio literario para concluir su am-
plio contexto narrativo y desmonta las reservas de naturaleza lógica (las mu-
jeres no pudieron haber callado, de lo contrario no habría nada que narrar).
“En 15,42-47 la relación estaba concentrada en el 'mundo narrado' y narrable
de la sepultura de Jesús. En 16,1-8 la narración no está animada por el 'mun-
do narrado' de la búsqueda del cadáver de Jesús y de su encontrabilidad con
el milagro de la apertura, sino más bien está construida por el 'mundo habla-
do' de la resurrección de Jesús en el discurso del ángel, con su anuncio reve-
lador”.9

Entre los tres relatos sinópticos Mc y Mt están más cercanos entre sí.10
Los tres temas narrativos joánicos: María Magdalena en el sepulcro (y la apa-
rición del ángel); la ida de Pedro y del otro discípulo al sepulcro; la aparición

8
Cf. Dn 7,15.28; 8,17.27; 10,7.
9
R. PESCH, Marco, II, 769s.
10
Mt 28,1-8; Mc 16,1-8; Lc 23,56; 24,1-10; cf. Jn 20,1-18.
EL SEPULCRO VACÍO 11

de Jesús a María Magdalena, tienen modelo en los sinópticos; sin embargo, la


creación literaria y las cuestiones teológicas de la narración joánica hay que
atribuirlas al evangelista mismo. Según Lc 24,1-12 la escena no constituye el
final del evangelio, sino más bien el comienzo de un extenso fragmento pas-
cual. El relato mateano del sepulcro vacío sigue en sus líneas fundamentales
el relato de Mc, aunque ha abreviado alguna cosa o las ha ampliado. La am-
pliación abarca por una parte la escena de la custodia del sepulcro (27,62-66)
y, por otra, añade el relato de la impostura de los sumos sacerdotes.11 La ten-
dencia apologética (el recurso a un robo del cadáver) no se puede pasar por
alto. En cuanto al trasfondo del “motivo de seguridad” confiere al relato del
sepulcro vacío el carácter de un “milagro de liberación”.

El texto de Mateo: El texto se puede distribuir esquemáticamente de esta


manera:

a) Declaración o indicación de la situación (las mujeres en el sepulcro) (v. 1);


b) La apertura del sepulcro por medio de un ángel (v.2-3);
c) Reacción de los guardias (v.4);
b´) El mensaje del ángel a las mujeres (vv. 5-7);
a´) Final (la marcha de las mujeres) (v.8).

Por tanto, el relato mateano sobre el sepulcro vacío se compone de tres


subsecciones: acontecimientos que tuvieron lugar junto al sepulcro (vv. 1-8),
una aparición de Jesús resucitado cerca del sepulcro (vv. 9-10), cómo los no
creyentes tratan el asunto (vv. 11-15). El pasaje está unido por la semejanza
entre las palabras de Jesús y las del ángel (vv. 5-7).El relato es una angelofa-
nía cuyos elementos aparecen en otros lugares de la Escritura:

Dn Mt Ap.Abrah. 2En.
Introducción de los receptores (1) 10,2-4 1,18-20 10,1-4 1,3
Aparición del ángel (2-3) 10,5-7 1,20 10,4 1,4
Temor de los receptores (4.8) 10,7-10 1,7
Palabras de consuelo (5) 10,11-12 1,20 10,5-7 1,8
Revelación (5-6a) 10,13-14 1,20 10,8-14 1,8
Mandato (6b-7) 1,21 10, 15-17 1,9
Respuesta obediente (8) 1,24-25 12,1-131 1,10

11
28, 11-15; cf. 28, 4.
12 G. SÁNCHEZ

El relato del mensaje del ángel y de Jesús mismo (Mt 28,5-8 y 9-10) son
muy similares, de tal modo que, exceptuadas algunas diferencias (en el pri-
mer texto es el ángel quien transmite el mensaje; en el segundo es Jesús
mismo), parece calcado el segundo del primero:

28,5-8: Vosotras no temáis


id en seguida a decir a sus discípulos
va delante de vosotros a Galilea
allí lo veréis
28,9-10: No temáis
id a decir a mis hermanos
que vayan a Galilea
allí me verán

Un matiz unificador adicional es la artística correlación entre las mujeres


y los soldados.12 El mensaje pascual resuena de la siguiente manera: Jesús ha
resucitado, ha sido liberado del dominio de la muerte. Esto se complementa
con la ayuda del motivo teofánico; y en cuanto al contenido es completado a
través de algunas modificaciones, omisiones y complementos; lo acontecido
es una obra de Dios, una revelación del poder de Dios sobre la muerte. Como
lugar de encuentro de los discípulos con el Resucitado se indica Galilea (cf.
v. 10).13 Mt entiende que a través de Galilea la salvación alcanza a todos los
pueblos (cf. Mt 4,15; Is 9,1s) y que aparece a partir de los comienzos del
evangelio (cf. 28,19). “Mirad, que os lo he dicho”. Como se puede comprobar
fácilmente hay algunas diferencias importantes respecto al relato de Mc.14

12
Ambos grupos se encuentran junto al sepulcro de Jesús (vv. 1.4); ambos ven un
ángel (vv. 2.5); ambos experimentan el temor (vv. 4.8); ambos abandonan el sepulcro
con la misión de decir a otros lo que ha sucedido (vv. 8.11); y ambos nos dicen en
nombre de otros lo que han de decir (vv. 7. 10. 13-14). La diferencia estriba en que
mientras las mujeres dicen la verdad a los discípulos, los soldados dicen una mentira
acerca de los discípulos (D. ALLISON, Matthew, 659; A. SAND, Matthäus, 583).
13
Es la patria de las mujeres, que siguieron a Jesús (27,55.56), el país, en el que
Jesús consiguió un importante éxito mediante sus palabras y sus actuaciones (2,22;
4,23; 21,11).
14
1) Tres mujeres (Mc), ahora son dos (falta Salomé). 2) Las dos noticias crono-
lógicas en Mc 16,1 y 2 (cuando hubo pasado el sábado, muy temprano el primer día
de la semana), que se refieren a dos cosas distintas (la compra de los aromas y la vi-
sita al sepulcro) combinadas en Mt y las refiere solo a la visita. 3) Mt omite la com-
pra de aromas (Mc). 4) Igualmente omite la pregunta de las mujeres acerca de quién
EL SEPULCRO VACÍO 13

¿Cómo pudieron evolucionar en este sentido y cuáles eran las posibles in-
fluencias literarias?15 Después de un análisis detallado de las posibles in-
fluencias literarias podemos reconstruirlo de la siguiente manera: Una
primera redacción (de la que depende, sobre todo, Jn/Lc): “El primer día de
la semana, de muy buena hora, ellas van al sepulcro y ven la piedra apartada
de la entrada del sepulcro; corrieron y vinieron a Pedro y le dijeron: Han ro-
bado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro se levantó y corrió
al sepulcro”. Esta primera redacción seguida de una segunda que subraya
más los aspectos teológicos y no puramente narrativos (dependería de ella
Mc/Mt): “Muy pronto, el primer día de la semana, ellas fueron al sepulcro y,
habiendo mirado, observaron que la piedra había sido rodada. Y, habiendo
entrado en el sepulcro, vieron un ángel sentado y tuvieron miedo. Pero él les
dijo: No temáis; ¿Buscáis a Jesús, el Crucificado? Ha resucitado de entre los
muertos; no está aquí; he ahí el lugar en el que le pusieron. Y habiendo sali-
do del sepulcro, corrieron a anunciarlo a los discípulos”.16 Se trata de esce-
nas de revelación en un estilo fuertemente apocalíptico. La presencia de lo
divino provoca temor en los receptores. Con un mensaje muy concreto y
trascendente. Cuán estrechamente unido esté el texto con su contexto se pue-
de observar por algunos elementos importantes (Mt 28).

El texto de Lucas: La redacción de Lc sigue el orden de la recensión de


Mc 16,1-8, pero en los vv. 1-9 retoca los datos de su fuente. Podría tratarse
de una “unidad parentética” compuesta por el propio Lucas que se inspira en

les removería la piedra que cierra el sepulcro (Mc). 5) Solo Mc indica claramente
que las mujeres entraron en el sepulcro. 6) La aparición de un joven vestido de blan-
co (Mc) se convierte en Mt en una gloriosa angelofanía con detalles apocalípticos
(28,2-4). 7) Jesús es el Nazareno en Mc 16,6; en contraste con Mt 28,5. 8). La ex-
presión del ángel “como él os había dicho” es asociado en Mt no con la profecía
acerca de Galilea (así Mc 16,7) sino con las predicciones de la resurrección (28,6). Y
otros detalles (cf. D. ALLISON, Matthew, 660).
15
A. JOHNSON, “Our God Reigns: The Body of the Risen Lord in Luke 24”,
WordWorld 2 (2002) 133-143. (NTA 2001-1); R. K. FISHER, “The empty tomb
story in Mark: its origin and significance”, Neotestamentica 33 (1999) 59-77. Mc
16,1-8 es la primera textualización del material previamente transmitido oralmente.
M. TRAINOR, “intertextuality, the Hermeneutics of 'Other', and Mark 16,6-7: An,
but Not New Challenge for Biblical Interpreters”, BibTheolBull 35 (2005) 144-155.
Recurso a la intertextualidad para una interpretación con particular atención a la
importancia de la hermenéutica del “otro”.
16
P. BENOIT – M. E. BOISMARD, Synopse des quatre évangiles. II, Du Cerf,
Paris, 1972, 479.
14 G. SÁNCHEZ

Mc 16,1a y en alguna tradición mas antigua. En la recensión de Mc se esta-


blece una separación entre “Pedro” y “los discípulos” mientras que Lc 24,34:
“se ha aparecido a Simón” (cf. 1Cor 15,5) indicaría que estaba informado
sobre una antigua tradición que hablaba de la visita al sepulcro no solo de las
mujeres sino también de Pedro. Esta unidad termina en el v. 12 que muestra
gran afinidad con Jn 20,3.4.5.6. Y procedería de una fuente común a Lc y a
Jn.17 “Esa parece ser la opinión generalizada, aunque un reducido grupo de
comentaristas se inclina a pensar que Lc utiliza aquí un relato autónomo”.18
Se pueden detectar algunos retoques en la redacción de Lc. En este episodio,
el v. 12 plantea un problema particular.19

La intención de ungir el cadáver de Jesús no concuerda exactamente con


Mc 15,46, donde no se da ninguna indicación de que los presentes considera-
ran el procedimiento de la sepultura como “incompleto o provisional”. Lc,
por su parte, en su trabajo de redacción sobre Mc, elimina esa inconsecuen-
cia al mencionar la identidad de las mujeres hacia el final del episodio (Lc
24,10), donde combina el texto de Mc 16,1 con la referencia que él mismo
había hecho a esas mujeres en un pasaje anterior de su redacción evangélica
(Lc 8,2). El núcleo fundamental de la escena es el pregón pascual recogido
en el v. 6a. Lc presenta a las mujeres galileas que, después de haber “prepa-
rado aromas y ungüentos” (cf. Lc 23,56a) se dirigen al sepulcro y se percatan
de que el cadáver ha desaparecido. Dos hombres con vestidos refulgentes les
dan la gran noticia: “No esta aquí, ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo
estando todavía en Galilea”. Solo en el relato de Lc se hace referencia a las
predicciones de Jesús sobre su muerte y su resurrección. Las mujeres recuer-
dan las palabras del Maestro y corren a anunciárselo a los Once y a los de-
más. Pero los discípulos no les dan crédito. “El relato de Lc se centra
precisamente en los “apóstoles” aunque su fe dependerá de su propia expe-
riencia personal (cf. Hch 1,22). Pedro corre al sepulcro y se vuelve a casa

17
J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 550s.
18
V. TAYLOR, Passion Narrative, 103-109; I. H. MARSHALL, Luke, 882-883.
Lc no hizo uso de la recensión de Mt (J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 551). En el rela-
to de Lc las principales diferencias son: el descanso sabático de las mujeres (que se
presupone en Mc aunque no se menciona); la despreocupación por quién les correría
la losa; el dato explícito de que las mujeres no encontraron el cadáver de Jesús; la
mención de “dos hombres” en lugar de “un joven”; la reformulación del mensaje di-
rigido a las mujeres; la mención posterior de sus respectivos nombres; y la verifica-
ción por parte de Pedro de que el sepulcro estaba vacío (J. A. FITZMTER, Lucas,
IV, 551).
19
R. E. BROWN, Juan, II, 969-1000; J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 552.
EL SEPULCRO VACÍO 15

“extrañándose de lo ocurrido” (v. 12). El episodio se resume en Lc 24,22-24


como preparación de las noticias sobre Simón Pedro”.20

La finalidad del relato, cuyo centro es el pregón pascual, consiste en pre-


sentar a Jesús como vencedor de la muerte. Por medio de su sufrimiento, de
su “pasión”, se ha convertido en Cristo resucitado, en “el Señor” (cf. Hch
2,36); ha pasado de su condición de maestro terrenal, de realizador de prodi-
gios y curaciones, a su nueva condición de Hijo glorificado. En este episodio
somos testigos de lo difícil que fue, hasta para los más estrechos seguidores
de Jesús, comprender su victoria sobre la muerte. El propio Jesús resucitado
se manifiesta a los suyos y solo gradualmente llega a ser reconocido por
ellos. Las palabras que Jesús crucificado dirigió al malhechor arrepentido:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43), se hacen ahora perfecta-
mente comprensibles. Jesús ha entrado realmente en su reino, como vence-
dor de la muerte.

1.2.- GÉNERO LITERARIO

“¿Podría recurrirse al motivo de angelofanía? ¿Habría sido elaborado re-


curriendo al revestimiento apocalíptico, por tanto se trataría de un 'relato' de
confesión cristológica? El acontecimiento histórico-suprahistórico de la resu-
rrección es expuesto en la forma del kerigma adoptando una forma literaria
singular. Lo específico del género literario es una lógica analógica”.21 Mc
16,1-8 es una narración compuesta inspirada en la forma de la tradición apo-
calíptica, que presenta una clara afinidad con el relato de la transfiguración
(9,2-12). Asume las características de varios géneros.22

1) La relación de Mc 16,1-8 (y 15,42-47) con las tradiciones de milagros


de apertura de puertas puede estar indicada por algunos motivos característi-
cos;23 Mt ha hecho de la narración una historia de liberación milagrosa (so-

20
J. A. FITZMYER, Lucas, 554.
21
J. ERNST, Markus, 484.
22
R. PESCH, Marco, II, 760s.
23
La clausura del sepulcro con la piedra grande (v. 3; cf. 15,46); el aconteci-
miento de la apertura milagrosa de la puerta que aconteció de noche (presupuesto
por la indicación del v. 2); la misma apertura milagrosa de la puerta (v.4) que no ha
tenido testigos y por lo tanto puede ser comprobada solamente a posteriori; la inter-
pretación de la liberación de Jesús del sepulcro como acción divina (v. 6); el motivo
de la incontrabilidad (inhallable) de aquel que ha sido liberado de la prisión, admite
16 G. SÁNCHEZ

bre todo ampliando el contexto con las escenas de los soldados). 2) La rela-
ción con el género de relatos de epifanía o de angelofanía está claramente
presente en algunos rasgos del relato.24 3) Mayor relevancia tendría la rela-
ción con el género de narraciones que presentan la búsqueda y la inhallabili-
dad de personas raptadas o resucitadas. En ellas se expresa en forma
parcialmente apologética la fe en el rapto o en la resurrección de personajes
venerados, surgida después de su muerte. En la redacción lucana esta rela-
ción o información está claramente reforzada por la expresión clave “no en-
contrar”. En la tradición del AT este género se encuentra en las narraciones
de la búsqueda infructuosa del desaparecido Elías por parte de los hijos de
los profetas (2Re 2,16-18).25 4) A este género pertenecen también las tradi-
ciones de la 'tumba vacía' del apóstol Juan;26 y esto mismo está atestiguado

la unión con otro género donde se tematiza la incontrabilidad de personas sustraídas


o resucitadas; todos los rasgos del género de relatos de epifanías (comenzando por la
aparición del ángel), puesto que en los “tópicos” de los milagros de apertura de puer-
tas se incluyen también motivos de epifanía (R. PESCH, Marco, II, 760ss).
24
Aparición de un ángel y su identificación (v. 5a); reacción de temor de los des-
tinatarios de la visión (v. 5b); “fórmula consolatoria o consoladora” y reconfortante
pronunciada por aquel que aparece (v. 6a); mensaje revelador (v. 6b) y encargo
(V.7); señal legitimante (V.7b); éxtasis de los destinatarios del mensaje (v. 8ab) y
también su silencio (v. 8c) (R. PESCH, Marco, II, 761s).
25
Cf. Lc 24,3; 24,23. El v. 17 pone un acento particular en el dato de la inhalla-
bilidad (inhallable) después de una búsqueda infructuosa (v. 16: cf. Sl 37,36; Ez
26,21), en vista de ello se debe excluir un alejamiento provisional, una traslocación
de Elías y confirmar la definitiva asunción al cielo (2Re 2,11). Este significado está
expresamente tomado del texto del EvNic 151. JOSEFO, Ant. 9, 2,2 omite la bús-
queda de Elías, puesto que abriga dudas racionales sobre su rapto: nadie sabe nada
sobre el fin del profeta; puede verse de semejante manera 1,3.4 a propósito de Enoc.
Incluso en la anotación del rapto de Enoc (Gn 5,24). Los LXX han aludido a una
búsqueda inútil (en asimilación a la tradición de Elías) (en el N.T., en Hb 11,5 se ci-
ta Gn 5,24; cf. Lib. ant. 1,16; 1Clem. 9,3; TERTULIANO, Animo 50; S. JUSTINO,
Dial. 19,3. Otros testimonios: EvNic 15,6 (cita de Gn 5,24); EnEt 70,2; 12,1 se sub-
raya que entre los hombres nadie sabe donde se encuentra. FILON, Quaestiones in
Genesim 2,86; Mut. nom. 4,34; Abr. 3,17; S. CIPRIANO, De mortalitate 23 (Gn
5,24), PL 4, 621. EnEs 1,8 s; 2,4; JOSEFO, Ant. 4,326 con 1,85; Lib. ant. 19,12.16;
AscMos II,5-8; Dt 34,5s. S. AGUSTIN, In Joan. Evang. Tract. 124; S. JERÓNIMO,
In Amos 9,6, CSEL 32, 343 s.; TEODORETO, Dial. 2, PG 83, 173c; Protoevangelio
de Santiago, 23,3-24,3 (citados por R. PESCH, Marco, II, 760s).
26
Cf. Hennecke-Schneemelcher II, 176; Acta Joannis, ed. T. Zahn, Erlangen
1880, 192, donde después de la sepultura de Juan se debería retirar el cadáver; y de
María, Madre de Jesús, en el s. VI d.C. (“corpus vero non invenerunt”).
EL SEPULCRO VACÍO 17

en el ámbito palestinense.27 Otra comprobación del género (bajo el influjo de


2Re 2,15-18), es ofrecida por el EvNic 15,1s., donde se habla de una bús-
queda de Jesús ascendido al cielo. La difusión del género sobrepasa el mun-
do bíblico y oriental y lo encontramos en la antigüedad griega y romana; la
fe en el rapto, que aquí comprende también el cuerpo, se combina a veces
igualmente con la imagen de la tumba vacía. La incontrabilidad del cadáver
y del sepulcro del raptado debe hacer creíble la intervención celeste. Se en-
cuentran vestigios incluso en la apoteosis imperial romana. “Se trata de un
alejamiento del mundo de los vivos, o, como en el caso de Heracles, de una
ascensión de la hoguera, o sin más de un rapto de la tumba, el elemento fun-
damental es siempre la desaparición definitiva de la persona”.28

El texto más importante del género con el que se pueda comparar Mc


16,1-8, que por una parte indica la conexión entre la resurrección y el rapto,
y por otra confirmar la explicación del v. 7 como visión de confirmación, se
encuentra en el escrito judeo-helenístico TestJob 39-40;40,3s).29 El motivo
de la visión de confirmación o de la epifanía legitimante constituye eviden-
temente la comprobación de la incontrabilidad del cadáver del resucitado o
raptado, que por otro lado legitima la fe que le va unida. Además del TestJob
40,1-4 (y Mc 16,7, donde se anuncia la visión de los discípulos, que no son
testigos de la tumba vacía), se encuentra en los siguientes textos, que son de
un género igual o afín.30 “Un rapto era un milagro que necesitaba de autenti-

27
Su persistencia está atestiguada en el ámbito palestinense incluso de la leyenda
del sepulcro vacío de Simeón el necio, que vivió en las riberas del Mar Muerto en el
s. VI d.C. (PG 93, 1741-1747).
28
Ilustraremos al menos con algunos ejemplos sugerentes y rasgos constitutivos
del género que trata de la búsqueda del cadáver del supuesto raptado y de su inhalla-
bilidad (de Heracles se cree que fue llevado a otro lugar por la hoguera). (PLU-
TARCO, Numa 2,2; seguidamente no se consigue encontrarlo) (citados por R.
PESCH, Marco, II, 765s)
29
Según 18,1 (cf. Jb 1,19), el diablo ha hecho hundirse la casa sobre los hijos de
Job, matándolos; la mujer de Job, Sítido, ruega más tarde a sus amigos que son pre-
sentados como reyes (39,8s.). Pero Job, el mártir-profeta, la entretiene y dice (análo-
gamente a Eliseo en 2Re 2,16; al ángel en la historia del sepulcro): “No os esforcéis.
Es inútil, no encontraréis a mis hijos; han sido asumidos al cielo, por su rey creador”
(39, 11s). Job se hace consolar y ruega y anuncia una visión de confirmación, que
convence a su mujer de la verdad de su afirmación.
30
En Mt la aparición del Resucitado (28,16s) es interpretada a la luz de este tras-
fondo después que las mujeres han recibido el encargo de anunciar la resurrección
de Jesús (28,7). Cf. también la Epistula Apostolorum 10s.2s: EvNic 14,1; Hennecke-
Schneemelcher I, 354). Una visión de confirmación (o aparición) es narrada además
18 G. SÁNCHEZ

ficación. Esta podría conseguirse solamente si la búsqueda no daba resultado


o si había testigos que hubieran visto la persona misma subir al cielo. Un
rapto podía ser confirmado también por una epifanía posterior.

El influjo de los géneros citados ayuda a la comprensión de Mc 16,1-8,


unido al contexto, que, al igual que las narraciones precedentes, representa
una verdad fundamental del kerigma protocristiano (cf. 1Cor, 15,3-5). “En el
trasfondo de la fe en la resurrección de Jesús y bajo el influjo de las tradicio-
nes de aperturas milagrosas de las puertas y de epifanía, narran la búsqueda y
la incontrabilidad de su cadáver, por otra parte de una forma muy indepen-
diente”.31

En cuanto al género literario, Mc 16,1-8 sigue el esquema procedente del


antiguo Testamento cuando se trata de un relato revelador32 o de la llamada
de alguien para una misión singular.

En consecuencia, estamos ante un acontecimiento revelador que explica


por qué las mujeres encuentran el sepulcro vacío. La presentación literaria
pretende transmitir esta realidad profunda de la resurrección real de Jesús.
Los análisis literarios de los textos nos dan base para una reflexión teológica
y están al servicio de la misma porque lo importante es el contenido del
mensaje que Dios ofrece a los hombres. Pero quiso hacerlo mediante unos
mensajeros y mediante un texto inspirado que ha llegado hasta nosotros y
perdurará por los siglos. Los relatos del sepulcro vacío son, en su forma ac-
tual, una proclamación cristiana. Pero existen buenos argumentos a favor de
la historicidad del entierro de Jesús por José de Arimatea. Existe un argumen-
to “e silentio”. Esto está contrarrestado por la posibilidad de que Pablo sim-
plemente haya supuesto un sepulcro vacío y haya omitido el relato
tradicional del descubrimiento realizado por las mujeres porque él pretendie-
ra citar solamente testimonios “creíbles”. Jn muestra que no es necesario in-
terpretar la huida de los discípulos como una salida inmediata de Jerusalén
que excluyera su participación en el descubrimiento del sepulcro vacío. Se

en Acta Pauli II, 4,6 (ibid. 1,266s); Acta Petri 40 y Acta Thomae 168, 5 (citados en
R. PESCH, Marco, II, 766s.).
31
R. PESCH, Marco, II, 766s.
32
Jc 6,11-24; 13,1-25; Dn 8,15ss; 10,5ss; Ez 1,26-28 (textos de importancia para la
comprensión de los relatos evangélicos); U. DALFERTH, “Voiles Grab, leerer Glau-
be? Zum Streit um die Auferweckung (Gekreuzigten)”, ZeitTheolKirch 95 (1998)
379-409.
EL SEPULCRO VACÍO 19

aducen los paralelos extraevangélicos como el argumento más fuerte contra


la historicidad. Pero muchas de estas leyendas (vg. las que se refieren al la-
drón o la ascensión de María)33 se apoyan sobre el relato de la resurrección
de Jesús, mientras que otras (vg. la que habla de los hijos de Job, el discípulo
amado y Aristeas) se diferencian de los relatos evangélicos que probable-
mente tuvieron origen décadas, si no centurias, después de los hechos su-
puestos a que se refiere la narración.

La explicación siguiente podría tener mayor verosimilitud. La asociación


de María Magdalena con el sepulcro de Jesús no era una simple invención.
Las mujeres no eran testigos cualificados ni dignas de crédito en el antiguo
judaísmo,34 y la tradición posterior muestra una clara tendencia a tener a los
discípulos como confirmantes del descubrimiento realizado por las mujeres
(Lc 24,12.24; Jn 20,2s.), y algunas expresiones del texto dejan traslucir que
los discípulos estaban presentes el día de Pascua en Jerusalén (Lc y Jn com-
parados con Mt y Jn 21). Se podría recomponer un texto de un modo
aproximado de la siguiente manera: Tan pronto como fue posible después
del sábado, María Magdalena visitó el sepulcro para ungir a Jesús de una
forma adecuada y apropiada, pero descubrió la piedra removida de la entrada
y el sepulcro vacío. A la vista de todo esto, la siguiente conclusión podría ser
aceptable: “Cuando los discípulos vuelven de Galilea a Jerusalén después de
su visión del resucitado reciben de María Magdalena una información de que
ella visitó el sepulcro y lo encontró vacío. Los discípulos aceptaron esta in-
formación como perfectamente congruente con la fe que ellos comparten,
como resultado de su visión, de que Dios ha resucitado a Jesús del sepulcro,
de la muerte. Acogieron la información de María y por medio de la angelo-
fanía relacionan esta información con el relato de la pasión como ciclo de la

33
Muchos han pensado también que las tradiciones acerca de Apolonio estuvie-
ron influenciadas por el cristianismo.
34
5 Cf. JOSEFO, Ant. 4,219 (“de las mujeres no se puede aceptar nada como
cierto, a causa de la ligereza y temeridad de su sexo”); cf. m. Sebu. 4.1; m. Ros. Has.
1.8; b. B. Qam. 88a; nótese también Lc 24,22-3 y 2Tim 3,6-7. Celso, según el testi-
monio de Orígenes (Contra Celsum 2,59), se mofa del testimonio sobre el sepulcro
vacío porque proviene de unas mujeres medio-frenéticas. La ausencia de mujeres en
1Cor 15,3ss es comprensible (Cf. 1QSa 1,11, que ha sido erróneamente interpretado
por algunos como permitiendo el testimonio de mujeres testigos).
20 G. SÁNCHEZ

proclamación cultual y celebración de la resurrección”.35 Nombrando los par-


ticipantes, el tiempo y el lugar, estos versículos enmarcan y sitúan la escena.

2.- ANÁLISIS EXEGÉTICO-TEOLÓGICOS DE LOS RELATOS DEL


SEPULCRO VACÍO

2.1. LAS MUJERES VAN AL SEPULCRO PARA EMBALSAMAR A JESÚS (Mc


16,2par.)36

En Mc 16,1 son mencionadas las mujeres; María Magdalena es la única


mujer nombrada por Jn.37 Es de suponer que, según Jn y Mt, María Magda-
lena va solamente a visitar el sepulcro, porque según Jn 19,40, en los plie-
gues de las vendas se habían puesto ya perfumes. Puede argüirse que las
mujeres querían completar los últimos ritos añadiendo aceites perfumados.
La versión joánica describe así el acontecimiento del entierro de Jesús: “lo
envolvieron con vendas de lino bien empapadas en la mezcla de mirra y áloe,
según acostumbraban hacer los judíos para sepultar a sus muertos”; pero no
puede ser considerado como un acto provisional; por lo que el relato de Mc,
al hablar sólo de una sábana (“José de Arimatea bajó a Jesús de la cruz, lo
envolvió en una sábana que había comprado y lo puso en un sepulcro exca-
vado en la roca”), sugiere que las mujeres fueron a realizar las diligencias
que se habían omitido y que ahora podían llevarse a cabo (“pasado el día fes-
tivo (las mujeres) compraron perfumes para embalsamar el cuerpo de Jesús...

35
Cf. J. GNILKA, Marcos, 2, pp. 345-347. ¿También la cristofanía a María Magda-
lena habría que relacionarla con una antigua tradición? (D. ALLISON, Matthew, 662).
36
B. STANDAERT, Évangile selon Marc, p.117; N. T. WRIGHT, La resurrección
del Hijo de Dios, especialmente: 751-770 (Mc); 771-788 (Mt); 789-806 (Lc); 807-832
(Jn); R. STRELAN, “To sit is to mourn: the women at the tomb (Matthew 27, 61)”, Col-
loquium 31 (1999) 31-45. “Las mujeres presentadas en Mt 27, 61 se lamentan y lloran
ante el sepulcro de Jesús, y Mt las describe en una postura simbólica cultual de pesar,
lamentación dolor. Ellas realizan un ritual. Sentadas en el suelo simboliza su asociación e
identificación con la muerte, sus vestidos estaban sucios y sus cabellos desmelenados,
sus rostros velados, sus voces exhalan agudos y punzantes lamentos, gritos agudos y pro-
nuncian lamentaciones con emotivos cantos y posiblemente se hacía sonar la flauta”
(NTA 2000-1); (D. ALLISON, Matthew, 664).
37
Según Mc, el motivo es ungir el cadáver; según Mt, van a visitar el sepulcro;
este cambio se debe a la introducción del relato acerca de la guardia; con todo, cons-
tituye un punto en el que Mt se aparta de su fuente. Jn no menciona motivo alguno.
EL SEPULCRO VACÍO 21

y se dirigieron al sepulcro”. El relato de Mc concuerda estrechamente con la


sentencia “se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura” (Mc
14,8). Así, pues, es difícil conciliar la diferencia entre las narraciones; y co-
mo lo que se afirma en el relato de Mc no es lo que cabría esperar, es lógico,
según un principio de interpretación bíblica, preferirlo. En cualquier caso,
tanto si el relato de Jn es histórico como si no lo es, es difícil atribuir a las
mujeres la intención de ir a ungir el cadáver un día y dos noches después de
la muerte de Jesús.38

Cuando llegan al sepulcro comprueban que está vacío.39 Lc 24 narra cier-


tas experiencias pospascuales de los discípulos que, desde el punto de vista
literario, recogería la tradición jerosolimitana de la resurrección de Jesús
como distinta de otros y más antiguos ciclos de testimonios que se centran
alrededor de Pedro y una aparición del Resucitado en Galilea. Esta tradición
jerosolimitana está presente en todos los relatos evangélicos que comienzan
con una experiencia de ciertas mujeres que tuvo lugar junto al sepulcro de
Jesús, pero mientras Mc contempla además de este acontecimiento una ma-
nifestación del Señor en Galilea (Mc 16,7), y Mt realmente narra tal apari-
ción en Galilea (28,16-20), Lc omite toda referencia a Galilea, y centra la
atención en acontecimientos ocurridos en Jerusalén y en sus cercanías. Esto
solo puede explicarse aceptando que la fuente que él utiliza procede de Jeru-
salén-Judea.

A la experiencia de las mujeres junto al sepulcro de Jesús no se hace refe-


rencia en la enumeración de las pruebas de la resurrección aportadas por Pa-
blo en 1Cor 15,3-8, lo que mostraría que no constituían una parte fija e
invariable de la tradición primitiva apostólica; en cambio, Pablo subraya una

38
Es más probable que las mujeres fuesen a visitar el sepulcro (Mt y Jn) que a
ungir el cadáver (Mc y Lc). Cf. BILLERBECK, II, 53; V. TAYLOR, Marcos, 732.
Era habitual en aquella época llevar aromas al sepulcro durante los tres días siguien-
tes a la sepultura. Tenía un buen conocimiento de las prácticas requeridas por las
costumbres funerarias judías. Sem 8.1 nos informa de la costumbre de visitar las se-
pulturas hasta “el tercer día” (cf. Jn 11,17.39) a fin de prevenir enterramientos pre-
maturos (ejemplos los encontramos en Semaijoth). Si este es el presupuesto de Mt
28,1, entonces “las mujeres que fueron (seguramente con tristeza) a confirmar la
muerte de Jesús se convirtieron (con inmensa alegría) en los primeros testigos de la
resurrección (D. ALLISON, Matthew, 664).
39
J. A. BEDENBENDER, “Die Epilog des Markusevangeliums-revised”, Texte
& Kontexte [Berlin] 22 (1999) 28-64.
22 G. SÁNCHEZ

primera aparición del Señor a Cefas (1Cor 15,5).40 Por otra parte, esta expe-
riencia de las mujeres se ha convertido en el punto de partida para explicar el
hecho de la resurrección de Jesús en todos los relatos evangélicos. En Mc, la
integración de este elemento en el relato llama la atención y plantea algún in-
terrogante ya que las mujeres no contaron a nadie su experiencia porque es-
taban espantadas y aterrorizadas (Mc 16,8); en cambio Lc afirma que las
mujeres se marcharon del sepulcro y contaron todo a los Once. De este modo
une la experiencia de las mujeres con el resto del relato. En esta versión lu-
cana (v. 6) se recuerdan unas palabras anteriores de Jesús: “Recordad cómo
él os dijo cuando aún estaba en Galilea…”. Esta referencia a una anterior
predicción hecha por Jesús en Galilea asume el lugar de una promesa rela-
cionada con una aparición en Galilea anunciada en Mc 16,7 (cf. 14,28). Lc
24,12, recoge una visita de Pedro al sepulcro vacío (cf. Jn 20,1-7), que podría
ser una inserción lucana a partir del relato joánico.41 Mt añade la información
de que Pilato, a petición de los sacerdotes y fariseos, concede algunos solda-
dos que custodien el sepulcro.42

La expresión “joven” en la versión de Mc para describir al mensajero su-


giere claramente la presencia de un ángel,43 recurso habitual en la Escritura

40
Para inspirar confianza a las mujeres, el mensajero les indica que está al tanto
del motivo de su búsqueda, es decir, a Jesús de Nazaret el crucificado, como en 1Cor
1,23; 2,2; Gl 3,1, como si él estuviera siempre para interceder por nosotros (cf. Hb.
7,25). El aoristo êgérthê indica y subraya que el momento de la resurrección ha pa-
sado ya, en cambio Pablo utiliza el perfecto egégertai (1Cor 15,4.20), que refleja el
efecto permanente de la resurrección. Para que las mujeres comprueben bien que no
han equivocado el sepulcro, el ángel les muestra el lugar donde el cuerpo había sido
momentáneamente colocado (J. M. LAGRANGE, Marc, 446s). Pablo no refiere en
sus cartas el hecho del sepulcro vacío, aunque la secuencia murió… fue sepultado…
resucitó en 1Cor 15,3s, implica la convicción de que el sepulcro estaba vacío. Como
Pablo recuerda que él ha “recibido”, mucho antes de la composición de los evange-
lios, lo que les transmitió, probaría la certeza de que la resurrección de Jesús encon-
traría su apoyo no solo en las apariciones, sino también en el “sepulcro vacío”. Estos
datos sobre el sepulcro nos permiten retroceder hasta los primeros años de la Iglesia,
aunque no es fácil una explicación plenamente satisfactoria
41
W. MANSON, Luke, 265; M. VAHRENHORST, “'Se non e vero, e ben trova-
to'. Die Frauen und das leere Grab” ZeitNTWiss 89 (1998) 282-288. El antiguo
judaísmo enseña que el testimonio de las mujeres carece de valor, tendría su particu-
lar ambiente vital en las leyes judiciales.
42
T. H. ROBINSON, Matthew, 234s; A. DENAUX, “Matthew's Account of
Jesus' Burial and Resurrection (Mt 27,57-28:20)]”, Collationes 32 (2002) 25-46.
43
Cf. Mt 28,2.5; Lc 24, 4.23; Jn 20,12; cf. 2Mc 3,26.33.
EL SEPULCRO VACÍO 23

para describir la actuación de Dios, especialmente cuando se trata de mensa-


jes trascendentes e importantes en la historia de la salvación.44 En la versión
mateana de esta escena, el joven de que habla Mc se convierte en un ángel
del Señor que remueve la piedra produciéndose un gran terremoto. No es fá-
cil armonizar la tradición marcana donde se recuerdan las palabras “os pre-
cederá en Galilea, allí le veréis”, seguido (presumiblemente) por un relato
del encuentro que recuerdan los últimos versículos de este evangelio, con el
relato de los Hechos de los Apóstoles (por no hablar de los relatos joánicos)
que sitúa las apariciones de Jesús resucitado en Jerusalén.45 Mt narra los
mismos hechos que Mc y Lc, pero su relato está organizado por la situación
del sepulcro custodiado. Se ha pretendido que depende, al menos de Mc,
porque habla de un ángel con vestidura blanca, y la piedra removida. Pero
estos detalles podrían haberse conservado por tradición, ya que la presenta-
ción literaria es muy diferente.46 El mensajero es el ángel del Señor, por lo que
Mt evocaría abundantes referencias al ángel del Señor en el antiguo Testamen-
to.47

Es necesario enmarcar el relato en la historia de la formación de esta tra-


dición.48 Parece que la forma más arcaica de esta tradición (a pesar de algu-

44
C. E. B. CRANFIELD, Mark, 465s.
45
T. H. ROBINSON, Matthew, 235.
46
J. M. LAGRANGE, Matthieu, 538.
47
Según un tipo muy común, la cámara sepulcral ofrece en medio un paso entre
dos banquetas, derecha e izquierda; muy frecuentemente hay una banqueta en el
fondo, en trapecio en relación con las otras dos. En el sepulcro de José, excavado pa-
ra él, sólo había una plaza. La presencia del joven sentado a la derecha parece indi-
car que Jesús había sido colocado a la derecha en un hueco o sobre una banqueta de
piedra. Mc no dice que ese joven era un ángel (cf. 2Mac 3,26; cf. Ap 7,13; J. M.
LAGRANGE, Marc, 446).
48
S. L. GRAHAM, “Silent Voices: Women in the Gospel of Mark”, Semeia 54
(1991) 145-158; L. LEGRAND, “La finale de Marc comme recit d'annonce”, EstB
50 (1992) 457-473; H. MERKLEIN, “Mk 16,1-8 als Epilog des Markusevan-
geliums”, dans The Synoptic Gospels, (BEThL, 110), C. Focant ed., Leuyen, 1993.
238; R. KUHSCHELM, “Angelophanie – Christophanie in den synoptischen Gra-
besgeschichten Mk 16,1-8 par”, ibid., p. 556-565; J. D. LEVENSON, The Death and
Resurrection of the Beloved Son, New Haven, CT, 1993; 8; J. D. HESTER, “Dra-
matic Inconclusion: Irony and the Narrative Rhetoric of the Ending of Mark”, JSNT
57 (1995) 61-86; D. MUÑOZ LEON, “'Iré delante de vosotros a Galilea' (Mt 26,32
y par)”, EstB 48 (1990) 215-241; M.W. MEYER, “The Youth in the Secret Gospel
of Mark”, Semeia 49 (1990) 129-153; S. R. JOHNSON, “The Identity and Signifi-
cance of the neaniskos in Mark”, Forum 8 (1992) 123-139. El número de duplicados
24 G. SÁNCHEZ

nos desarrollos propios de este evangelio) se encontraría en Jn 20,1-2 donde


solo aparece en escena María Magdalena; aunque debido al plural “no sabe-
mos donde lo han puesto”, es legítimo pensar que en el relato primitivo apa-
recieran diversas personas. El resto se podría reconstruir de esta manera:
verificación del sepulcro vacío; las mujeres piensan que el cuerpo ha sido
robado; ellas van donde estaban los discípulos. A este sobrio relato, Mc
16,1-8 aporta algunos desarrollos: explicar por qué las mujeres van al sepul-
cro; atraer la atención del lector sobre el volumen de la piedra, y explicar
cómo las mujeres han podido entrar en el sepulcro; finalmente y, sobre todo,
explicar al lector, por medio de una conversación entre las mujeres y un mis-
terioso joven, lo que el sepulcro vacío significa realmente o, dicho de otra
manera, dar razón de por qué está realmente vacío. Si ese personaje ocupa el
lugar de un “ángel intérprete”, la ficción literaria, a este nivel de la forma-
ción de la tradición, es todavía sensible. Mt 28,1-11 reasume en lo esencial el
relato de Mc. “El joven es descrito como un ángel intérprete; su declaración
conlleva una ligera coloración apologética (la comprobación de Mc 16,6):
“Ha resucitado, no está aquí” es transformado por Mt 28,6 en una secuencia
de proposiciones que podrían escalonarse como una demostración: no está
aquí, porque él ha resucitado como lo había dicho. Jn 20,6-9 desarrollará to-
davía más esta tendencia apologética; después de su primer relato arcaico (Jn
20,1-2) ha reasumido una tradición más elaborada: María, de nuevo en el se-
pulcro, ve dos ángeles (Jn 20,11-14); pero aquí como en Mt una aparición de
Jesús dobla la angelofanía; el diálogo entre María y los ángeles está repetido
(Jn 20,13 y 15)”.49 Todo este relato ha sido elaborado pensando en el lector,
especialmente cuando introduce en la escena al joven.

La crítica literaria e histórica permite remontar hasta la tradición primiti-


va simple y sólida. A partir de estos datos, la reflexión teológica tendrá como
cometido dar de “este sepulcro vacío”, de las apariciones y, finalmente, de la
resurrección de Jesús, una interpretación que no es ni materialmente simplis-
ta ni literariamente alegórica. La tradición recogida en Mc, en la medida en
que podemos juzgarla, no depende directamente de un testigo ocular. Esta
tradición contiene la creencia primitiva de que las mujeres visitaron el sepul-
cro y lo encontraron vacío, y de la parte del kerigma que afirmaba que Cristo
fue sepultado y que resucitó al tercer día. El vocabulario y el contenido de la

en esta perícopa podría inducir a pensar que se han fusionado aquí dos tradiciones, a
menos que el redactor no haya aportado correcciones y añada repeticiones literarias
a un relato en formación.
49
P. LAMARCHE, Marc, 393s.
EL SEPULCRO VACÍO 25

narración confirman este juicio. Casi todo su vocabulario se compone de pa-


labras frecuentes en el evangelio de Mc.50 Mt introduce en su relato una refe-
rencia al gran terremoto y al descenso del ángel del Señor que remueve la
piedra y se sienta encima.51

2.2.- TERREMOTO Y APARICIÓN DEL ÁNGEL (Mt 28,2-4)

Esta parte del relato es propia y exclusiva de Mt. El “terremoto” remueve


la gran piedra que cierra el sepulcro (27,60)52 y podría tener un contenido es-
catológico.53 Los comentaristas están divididos porque se trata de saber si las
mujeres testifican del descendimiento del ángel y sus consecuencias o se in-
troduce posteriormente. Pero dada la introducción de las mujeres antes del v.
2, parece mejor pensar que ellas ven ambas cosas. “Esta interpretación pare-
ce apuntalar mejor la intención apologética presente claramente en el relato de
los soldados que han de custodiar el sepulcro. Solamente el relato mateano ex-
plica claramente cómo ha sido realmente abierto el sepulcro. ¿Es también el
ángel54 que aparece al comienzo del relato evangélico (1,20)?”.55

Todos los elementos (Mt 28,2-4) recuerdan los signos que acompañarían
la venida del Señor al final de los tiempos y la irrupción del reino de Dios.
Saber si la piedra es removida con el fin de que otros puedan ver el interior

50
Nótese la dignidad y sobriedad de la narración, la ausencia de todo intento de
describir la resurrección misma o una aparición de Cristo resucitado, características
que son relevantes cuando comparamos la narración con los relatos posteriores de
los relatos evangélicos y del EvPe.
51
Quizá en la década de los sesenta, cuando escribió Mc, no fue posible otro tipo
de narraciones, porque una generación había concentrado su atención en las apari-
ciones del Señor resucitado (cf. 1Cor 15,4-8) y en el hecho de la resurrección misma
(Hch 2,24; Rm 1,4, etc.; V. TAYLOR, Marcos, 734).
52
En Mt 24,7 se anuncian los terremotos escatológicos (cf. su frecuencia en el
Apocalipsis), y 27,51-3 recuerda el terremoto que acompañó la muerte de Jesús, en
cumplimiento de la profecía de Zc 14,4-5. No podemos identificar el terremoto de
27,51 con el de 28,2.
53
Algunos textos atribuyen el terremoto a los ángeles (Ap 8,5; 17,17-18; Sepher
ha-Razim 2.44).
54
En Lc 24,4; Jn 20,12; y EvPe 9,36 hay dos ángeles. Antes del s. I los ángeles
se convierten en personas concretas con sus propios nombres.
55
D. ALLISON, Matthew, 665.
26 G. SÁNCHEZ

del sepulcro56 o para permitir que Jesús saliera de él57 no se dice expresa-
mente. La primera alternativa parece ser la más probable, dado que Jesús
evidentemente ha resucitado antes de que las mujeres llegasen al sepulcro.58
Era, probablemente, convencional cambiar el término joven por el de án-
gel;59 en todo caso el texto de Mt 28,2s despeja la duda acerca de la autori-
dad del pregonero.60 La presencia de ángeles recuerda la transfiguración de
Jesús (Mt 17,2). El terremoto es un lugar o un recurso característico utilizado
en el antiguo Testamento para representar una liberación milagrosa;61 por
tanto, en la compresión de Mt se trata de una acción divina: un ángel de
Dios62 abre el sepulcro. La forma verbal utilizada por Mc 16,4 podría ser en-
tendida como un pasivo divino, es decir, como un recurso reverente para in-
dicar que Dios mismo ha removido la piedra. Mt 28,2 afirma que fue obra
del ángel. La apertura del sepulcro de Jesús es una garantía de la apertura de
todos los sepulcros (Jn 5,28s.) en la vuelta del Señor.63 En la mente de los
narradores el desplazamiento de la piedra insinúa la resurrección; la clarifi-
cación plena procederá del mensaje del ángel.

Con la entrada de las mujeres en el sepulcro, el milagro (latente) de la


apertura cede el lugar a una escena de epifanía; la aparición del ángel64 que
aclara el milagro de la apertura del sepulcro y se transmite una revelación
(divina) que manifiesta y explica el resultado de la búsqueda de las mujeres.

56
TEOFILACTO, ad. loc.: “Cuando el Señor resucitó, la piedra estaba todavía
cerrando el sepulcro”.
57
Este parece ser el caso en EvPe. 9,37-10,42.
58
D. ALLISON, Matthew, 665.
59
Cf. 2Mac 3,26.33; Hch 10,30; JOSEFO, Ant. 5,277; EvPe 9,36; 13,55; EnEt
1,4-7.
60
Cf. Test. Abr. A 20.10-12; Test. Job 52.1-11; Apoc. Mos. 37.1-6. Ciertamente,
la tradición, encuentra en EvPe 9,35-10,42 y Mc 16,3b, la escolta angélica para
acompañar a Jesús en su subida al cielo (EvPe 9,36 habla de un “gran brillo o res-
plandor).” Cf. Dn 7,9 y 10,6; Ap 1,14; 2,18; 19,12; 1QS 3,20; 1QM 13,9-10; 4Q547
frag. 1, 5; LAE 9.1; EnEt 71,1; Test. Levi 8,2; 2Cor 11,14; TestJob 3,1; 4,1; 5,2; Pap.
Chester Beatty XVI 25a verso; EnEs 1.5 (“más blanco que la nieve”); Jn 20,12; Hy-
post. Arch. 93.13-15 (citados por D. ALLISON, Matthew, 666).
61
Cf. Ex 19,16-25; Is 29,5-9; Jr 4,19-31.
62
Cf. 1,20.24; 2,13.19
63
J. ERNST, Mark, 486.
64
L. DOOHAN, “'If Christ Has not Been Raised, Your Faith is Futile and You
Are Still in Your Sins' (1Cor 15,17)”, Scripture in Church [Dublin] 33 (2003) 250-
255. El final de Mc 16,8 enfatiza la ausencia de Jesús; H.-J. GAGEY, “II est ressus-
cite, il n'est pas ici”, RechSciRel 88 (4,2000) 523-545.
EL SEPULCRO VACÍO 27

El hecho de que el ángel esté sentado en el sepulcro en el lado derecho (cf.


EnGr 13,7) indica por principio que va a transmitir un mensaje gozoso; el es-
tar sentado subraya la autoridad del portador de la revelación. La reacción de
temor de las mujeres, que se estremecen (cf. 9,15; 14,33), forma parte de los
motivos fijos de los relatos de epifanía como ya hemos indicado; ante la apa-
rición de los seres celestes el hombre se estremece, sobrecogido por el “mis-
terio” (cf. v. 8). Con la fórmula de consolación, que también es un rasgo
típico de los relatos de epifanía, el mensajero celeste atenúa el estremeci-
miento de los destinatarios humanos y los dispone para recibir su mensaje de
revelación y sus explicaciones. “La cuidada caracterización de Jesús como
Nazareno y crucificado, presupone la narración de la crucifixión y prepara el
anuncio de la resurrección; está al servicio de la identificación del Resucita-
do. En una doble declaración, la redacción mateana (28,3) subraya la sobera-
nía del ángel: su aspecto era como un relámpago –sus vestidos eran blancos
como la nieve (cf. Dn 10,6)–; como también en la perícopa de la Transfigu-
ración (17,1-9) tienen la función de las afirmaciones con doble sentido y re-
salta el origen celeste de su aspecto”.65

2.3.- MENSAJE DEL ÁNGEL: ¡HA RESUCITADO! (Mc 14,6apar)

Los cuatro evangelistas dan testimonio del hecho del sepulcro vacío.66 La
conjunción (hoti) tiene aquí sentido recitativo, es decir, las mujeres deberán
repetir las palabras que siguen. Estas palabras no significarían que Jesús se
va a aparecer a los discípulos en Jerusalén para conducirlos a Galilea, sino
que es una invitación que Jesús dirige a sus discípulos indicando que él irá el
primero a Galilea. “No se puede comprobar que las mujeres no anuncien las
apariciones en Jerusalén; no las excluyen ciertamente, pero suponen que el
autor no tiene la intención de narrarlas. Las palabras del ángel no manifies-
tan todas las intenciones de Jesús, sino solamente aquellas que entran en el
plan de la obra. Parece que Mc se propuso narrar o contar las apariciones de
Galilea, y esta inferencia bastante natural es confirmada por el procedimien-
to de Mt”.67

65
A. SAND, Matthäus, 581.
66
El uso del pasivo (egerthê) no se debe forzar aquí, puesto que a veces es utili-
zado con valor propiamente de pasivo (cf. 2,12); los autores específicamente se re-
fieren a la resurrección como acción de Dios (cf. Hch 3,15; 4,10; Rm 4,24; 8,11;
10,9; 1Cor 6,14; 15,15; 1Pe 1,21; C. E. B. CRANFIELD, Mark, 466).
67
J. M. LAGRANGE, Marc, 447.
28 G. SÁNCHEZ

El ángel toma la palabra (Mc 16,6) y comienza por tranquilizar a las mu-
jeres despavoridas y llenas de temor; este gesto es un cliché habitual de las
epifanías como demuestra la narración bíblica. El mensaje así introducido es
en sí mismo positivo. No obstante, antes de enunciarlo, el ángel continúa di-
rigiéndose directamente a las mujeres68 permaneciendo en el plano que le es
propio: aquel a quien buscan es ciertamente a Jesús Nazareno, dicho de otra
manera, el Jesús de la historia terrestre, historia terminada, que estaba en el
sepulcro. Este es el marco para recibir el anuncio central: que el Crucificado
ha resucitado.69 La antítesis crucificado-resucitado recuerda el kerigma de
Pedro en Hechos, que contrapone el actuar humano y el divino. El ángel
aporta una revelación, informa sobre el actuar de Dios. El anuncio de la resu-
rrección de Jesús no es presentado de hecho como una deducción extraída
del sepulcro vacío, sino que más bien se presenta la incontrabilidad de Jesús
en el sepulcro como “consecuencia” de su resurrección (por obra de Dios),
de la que solamente un mensajero divino puede informar.70

¡Ha resucitado! (Mc 16,6b; Mt 28,6a; Lc 24,6a)

La ausencia de toda partícula en las palabras del ángel71 en Mc 16,6 y su


estilo dificultan contestar a esta cuestión: el sepulcro vacío ¿se presenta co-
mo una prueba de la resurrección de Jesús o es más bien la consecuencia de
la misma? El hecho de que la afirmación de la resurrección aparezca en pri-
mer lugar parece conceder a lo que sigue solamente un valor de deducción.
Si nos limitamos al v. 6 se encuentra el lector con una dificultad vista la au-
sencia de señalización lógica entre las frases.72 Las cosas se orientan de otra
manera si se tiene en cuenta el v.8. En este caso, ya no se puede hablar más

68
Se duda, en lo referente a la frase lesoún zeiteîte tòn Nazarénon tòn estauro-
ménon, entre entenderlo como afirmación o como un interrogante. Lc 24,5b ha com-
prendido a Mc en el segundo sentido (Mt 28,5c).
69
Mc 8,31; S. LÉGASSE, Marc, II, 1001s.
70
R. PESCH, Marco, II, 776.
71
No esta aquí, ha resucitado (Lc 24,6): Es decir, Dios lo ha resucitado. Como
en Lc 11,8; 13,25 se emplea también el aoristo pasivo en sentido intransitivo (“le-
vantarse”), se ha intentado a veces traducirlo de ese modo en este pasaje. Sin embar-
go, en otros pasajes, Lc atribuye la resurrección de Jesús a “Dios”, más que a la
actividad personal del propio Jesús, como hacen otros escritores del nuevo Testa-
mento. Se trata de una utilización de la forma conocida como “pasiva teológica”. Es-
ta nueva formulación mantiene los vínculos de Cristo resucitado con “Galilea”, pero
solo a modo de recuerdo.
72
Mt 28, 6 y Lc 24,6 lo han establecido cada uno a su modo.
EL SEPULCRO VACÍO 29

de argumentación a propósito del sepulcro vacío. Si esta fuera la intención


habría escrito que las mujeres respondieron positivamente a la invitación del
ángel señalándoles el lugar donde Jesús había sido depositado. Ahora bien,
las mujeres, a diferencia de su actitud ante el calvario (15,40), no miran na-
da, sino que emprenden la huida bajo la impresión de temor que ha suscitado
en ellas la angelofanía. Para los judíos y para los cristianos, la resurrección
de los muertos es un asunto relacionado con lo corporal. Los mismos térmi-
nos que la expresan implican que un cadáver ya no está en el sepulcro. Por
tanto se comprende el “ya no está aquí”, no como una prueba sino como la
reasunción bajo la forma de explicación de lo que ya está contenido en “ha
resucitado”. La resurrección de Jesús fue una realidad más amplia73 que solo
corporal y supone que el sepulcro estaba vacío.74

La lectura del relato mateano (Mt 28,6) plantea una pregunta ¿cómo se
puede hablar de la actuación de Dios? Para responder adecuadamente es ne-
cesario recurrir al lenguaje metafórico y simbólico, que no anula el acerca-
miento histórico y científico. El discurso simbólico con su lenguaje
descriptivo-comprobador se utiliza para expresar su inexpresable experiencia
y su profunda dimensión, pero no es suficiente ya que cuando se trata de la
acción de Dios no se puede hablar únicamente de comprobación descriptiva,
sino que es necesario recurrir al lenguaje kerigmático. Por eso el evangelista
habla de “despertar” (“ser despertado”) para describir, por medio de un cir-
cunloquio, el acontecimiento central.75 En Mc 16,6, el mensaje se ajusta al
esquema de un pensamiento antropológico concreto: si Jesús ha resucitado
realmente, su cadáver ya no está en el sepulcro. La referencia al lugar, en el
que Jesús había estado depositado, confirma la afirmación de que no encon-
traron allí a Jesús. “Esto significa que la proclamación de la resurrección de
Jesús no puede apoyarse en una prueba demostrativa. El lector recibe la se-
ñal de en qué 'forma' Jesús es encontrado como un ser vivo: la palabra de la
proclamación. El kerigma se asienta en la realidad de las apariciones que son
revelaciones; el relato del sepulcro vacío es, por así decirlo, una condición
importante.”76 Esto sugiere que Jesús fue un personaje real que puede ser lo-

73
Que podría expresarse con estos términos u otros equivalentes: la resurrección
es un acontecimiento trascendente, metahistórico, escatológico, universal que inclu-
ye y supone la resurrección corporal también.
74
S. LÉGASSE, Marc, 1002s.
75
Cf. 1,24; 2,13.14.20; 3,9; 8,15.25.26; 9,5.6.7.19.25. (H. FRANKEMÖLLE,
Matthäus, II, 522).
76
J. ERNST, Mark, 487.
30 G. SÁNCHEZ

calizado en la historia y en la geografía. De hecho el conjunto del evangelio


es eso.77

Encontramos aquí un rasgo de la ironía marcana. Las mujeres van a ungir


un cuerpo muerto, pero ya no está allí. ¡Ha resucitado! Esto es común a to-
dos los evangelios, aunque los detalles varían. Precisamente porque el testi-
monio de las mujeres no es aceptado como válido y fiable en los tribunales
judíos78 y porque la sociedad greco-romana las ha colocado en un lugar infe-
rior, es difícil aceptar que la comunidad primitiva pudiera inventar esta histo-
ria; en consecuencia no es necesario plantear aquí la cuestión de la historicidad
básica del relato. La historia de la visita de las mujeres, el encuentro del sepul-
cro vacío y del mensajero de lo alto es altamente verosímil.79 El anuncio con-
cuerda exactamente con lo que el lector espera sobre la base de las
predicciones de Jesús mismo (Mc 8,31; 9,31; 10,34): Jesús ha resucitado o
ha sido resucitado. Es llamativo que el verbo utilizado por el joven es dife-
rente del utilizado por Jesús mismo.80

Según el relato mateano (Mt 28,6), el ángel proclama el mensaje cristiano


en términos que recuerdan la primitiva confesión que leemos en 1Cor 15,3-5.
El ángel interpreta por qué está vacío el sepulcro (“ha resucitado”) y ofrece
la señal que forma parte de los relatos de misión o revelación (“ved el lugar
donde le pusieron”). Con su resurrección Jesús ha llevado la historia a su
pleno cumplimiento. El requerimiento “venid” es una partícula de animación
que tiene la finalidad de garantizar a las mujeres que realmente “no está
aquí”.81 Hay una realidad en la que todos los evangelistas están de acuerdo, a

77
De nuevo Mc utiliza el pasivo divino de tal manera que “ha resucitado” (más li-
teralmente “ha sido resucitado”) significa que Dios le ha resucitado (J. A. BROOKS,
Mark, 270s).
78
M. Shebu. 4.1; Ros Has 1:8; JOSEFO, Ant. 4.8.15: “El testimonio de las muje-
res no debe ser aceptado a causa de la fragilidad y la presunción de su sexo”
79
J. A. BROOKS, Mark, 271.
80
La representación encaja más estrechamente con lo que se dice en 2Mac 7 que
con Dn 12,1-3, que habla de una resurrección colectiva.
81
Con las palabras “no está aquí” se recurre a una fórmula de la incontrabilidad,
ya utilizada para designar la consecuencia del rapto de Enoc. Esta expresión corres-
ponde a un motivo tópico, a la descripción de la “búsqueda” de las mujeres. La dife-
rencia entre las mujeres y Pedro aparece cuidadosamente señalada en lo que se
refiere a la responsabilidad de la fe pascual (véase la diferencia entre Eliseo como
testigo del alejamiento de Elías y los discípulos del profeta, que atestiguan su incon-
trabilidad). Las mujeres se han convertido en testigos de la incontrabilidad de Jesús
EL SEPULCRO VACÍO 31

saber, que el sepulcro estaba vacío. Solamente Lc y Jn intentan explicar có-


mo el cuerpo de Jesús, en sus apariciones a los discípulos, es diferente de
aquel cuerpo que ellos conocieron en los días de su ministerio.82 “Recordad
cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea,83 diciendo: 'Es necesario
que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, y sea cru-
cificado, pero al tercer día resucitará'. Y ellas recordaron sus palabras”.84

2.4.- MENSAJE DEL JOVEN, ÁNGEL O DOS HOMBRES: “¡ID Y DECID A LOS
DISCÍPULOS!”

Irá delante de vosotros a Galilea: El relato mateano recuerda una apari-


ción en Galilea en la que Jesús encomienda a los discípulos el envío a todos
los pueblos. De la misma manera en el relato actual de Mc, el comienzo del
c. 16 orienta hacia Galilea.85 Para comprender el relato de Mc es necesario
tener en cuenta la línea general de su evangelio. Galilea, que fue el país-
lugar de la revelación confidencial del Jesús histórico, lo será también de la

en el trasfondo de una afirmación del sepulcro; pueden confirmar el anuncio de la


resurrección que les ha encomendado el ángel. Pedro y los discípulos (los Doce) que
en el contexto de la historia premarcana de la pasión han sido “enseñados” por Jesús
mismo (9,9; 10,34) sobre su resurrección después de tres días (8,31; 9,31), deben en-
trar en comunicación directa con el propio resucitado; ellos son los testigos principa-
les (cf. 1Cor. 15,5a.; A. SAND, Matthäus, II, 582; R.PESCH, Marco, II, 777s).
82
ALBRIGHT-MANN, Matthew, 360; S. LÉGASSE, Marc, II, 1001. Según Mc
16,6-7 el acento se centra en el lugar donde había estado Jesús que tiene una función
de confirmación respecto a la afirmación de la incontrabilidad (R. PESCH, Marco,
II, 777).
83
La redacción lucana reformula las palabras del mensajero que transmite Mc y
las transforma en un recuerdo de lo que Jesús les había dicho alIí. Esta nueva formu-
lación mantiene los vínculos de Cristo resucitado con “Galilea”, pero solo a modo de
recuerdo. Así, la redacción lucana puede omitir cualquier referencia a apariciones
del Resucitado fuera de Jerusalén, o de sus cercanías.
84
La redacción de Lc volverá a utilizar el verbo anastênai en Lc 24,46. Aunque
pudiera responder a un modo de expresión común en la época del evangelista, el
término ya se encuentra en los pasajes más antiguos del Nuevo Testamento (1Ts
4,14). S. Ignacio de Antioquía, Esmir. 2.1 (“se resucitó a sí mismo”). Las palabras
de Jesús “el Hijo del hombre tiene que ser entregado” aluden a Lc 9,22, donde se
menciona el “Hijo del hombre”, el verbo deî (“es necesario”, “tiene que”), y la resu-
rrección “al tercer día”. Esa última referencia se expresa allí con el infinitivo aoristo
de la voz pasiva del verbo egeírein, mientras que aquí Lc emplea la forma intransiti-
va anastênai (“levantarse”, “resucitar”) (cf. Lc 9,44).
85
P. LAMARCHE, Marc, 397s.
32 G. SÁNCHEZ

revelación pascual mediante las apariciones del Resucitado. “De este modo
Galilea está enriquecida por el valor teológico de la continuidad entre el Je-
sús histórico y el Cristo resucitado. Ahora ya no se trata solo del evangelio
que Jesús predicó durante su vida terrena, sino y sobre todo del evangelio de
Jesús el Mesías, el Crucificado y Resucitado, al que ellos verán, es decir, que
no solo habrán de reconocerlo, sino también confesarlo”.86 Algunos han pen-
sado que la doble tradición de las apariciones de Jesús resucitado (Galilea y
Jerusalén) se ha de explicar a partir de la existencia de dos corrientes del
cristianismo primitivo, una con el centro de interés en Galilea, que fue con-
templada como “tierra cristiana” y fue el escenario principal del ministerio
del Jesús histórico y destinada a ser el lugar del cumplimiento escatológico,
mientras que para la otra el centro de interés fue Jerusalén, y el punto de re-
ferencia sería la parusía misma.87

Se podría entender el texto como una promesa de una aparición del Resu-
citado o apariciones en Galilea, y suponer que Jesús quería encontrarse con
sus discípulos allí por algunas razones especiales. El camino de vuelta del
sepulcro hacia los discípulos conduce a las mujeres a la comunidad primitiva
de los galileos (Mc 16,6-7; cf. Hch 1,11; 2,7), que es dirigida por los legíti-
mos testigos de la Pascua, Pedro y los Doce, reafirmada con la referencia a la
visión de confirmación: “Él se apareció a Cefas, después a los Doce” (1Cor.
15,5). Lo que los discípulos narran después de la Pascua es lo que han visto
ellos mismos. La alusión conclusiva del ángel a las mismas palabras de Jesús

86
La mención especial de Pedro se explicaría mejor como debida al hecho de
que después de negar a Jesús él necesitaba una especial seguridad de que no ha sido
rechazado. Ha podido entenderse que le señala como el jefe de los apóstoles, proba-
blemente habría sido mencionado antes que los otros en vez de después de ellos. La
última parte del versículo contiene una referencia retrospectiva a 14,28. (Teofilacto:
Tòn Pétron jôrízei ôs korifaíon kat´éxojên autòn onomázôn ektós ekeínôn. Ê epeidê
êrnésato ho Pétros (citado por J. ERNST, Markus, 488; J. M. LAGRANGE, Marc,
447)). En Mc allá se opone a la primera palabra: “no sigáis atónitas o fuera de sí…
sino más bien”. Vuestro plan no tiene ya razón de ser, se os ha encomendado otra mi-
sión y tarea. El estilo es siempre muy rápido; los dos verbos “id, decid” producen el
mismo efecto que el tajù poreutheîsai de Mt. La conjunción hóti es recitativo: las mu-
jeres deberán repetir las palabras que siguen. Estas palabras no significarían que Jesús
se va a aparecer a los discípulos en Jerusalén para conducirlos a Galilea, y fijan en
consecuencia el sentido de proáxô en 14,28. (C.E.B. CRANFIELD, Mark, 467s.).
87
Otros creen que “Galilea” es un símbolo teológico. Esta línea de interpreta-
ción, que nos conduce a los primeros días (Agustín, Gregorio el Grande, Beda el
Venerable), se ha hecho habitual de nuevo en nuestros días.
EL SEPULCRO VACÍO 33

(cf. 11,6; 14,16) subraya la dependencia de los discípulos de la predicción de


Jesús: el fundamento de su fe en Jesús mismo.88 Por consiguiente, la apari-
ción en Galilea a los discípulos está orientada a la misión encomendada a
través del mensajero celeste. Alejarse de Jerusalén significa ir a los gentiles.
Resurrección, aparición y discurso (palabra) sobre el Resucitado constituyen
una unidad inseparable, de manera que el “ver” incluye la misión de procla-
mar.89 Pero los discípulos no acaban de comprender que deben abandonar Je-
rusalén. El conjunto del vocabulario denuncia la insistencia y la urgencia con
la que el evangelista interpreta y considera la resurrección como el mensaje
anunciado (“y de prisa,” “y mirad,” “mirad”). En el trasfondo de todo ello
está la autoridad del mensajero celeste: “Ya os lo he dicho”.90

Según Mc 14,28, podemos suponer que los discípulos permanecieron en


Jerusalén o en sus cercanías. Se menciona especialmente a Pedro. Estamos
ante una derivación del kerigma primitivo sobre las apariciones pascuales
(1Co 15, 5; cf. Lc 24, 34),91 donde Pedro es el primer beneficiario.92 “Antaño
Jesús iba a la cabeza hacia Jerusalén, lugar de su sacrificio (10,32); ahora él
les precede en Galilea, punto de partida de su envío a la misión. Allí donde
Jesús inauguró su actividad y llamó a sus discípulos (1, 14-20), invita a reen-
contrarlo, al término triunfal de la epopeya mesiánica. La fe de la Iglesia na-
ce de las apariciones.”93 En las versiones mateana y lucana las discípulas
ejecutaron el encargo del ángel “con gran gozo” (a diferencia de Mc 16,8).
El ángel se dirige de esta manera a los discípulos, a través de las mujeres, al
frente de los cuales está Pedro. A él se dirige realmente el mensaje. Pedro es
el primer garante de la resurrección de Jesús. El testimonio de los discípulos
se sustenta en el encuentro personal con el Resucitado, se cimienta en el

88
Cf. Ap 6,11; 7,9.13; Mc 9,3 (R. PESCH, Marco, II, 779).
89
D k transforman v. 7b en primera persona singular: “Mirad, voy delante de vo-
sotros a Galilea. Allí me veréis, como os he dicho.” (J. GNILKA, Marcos, II)
90
A. SAND, Matthäus, 582.
91
A diferencia de estos dos textos, donde el apóstol es designado con los nom-
bres de Kefas y de Simón, nuestro pasaje le nombra Pedro, como en otros lugares de
Mc a partir de 3,16 (14,37 es una excepción).
92
La frase “como él os lo dijo” está sin duda mal colocada, puesto que se une a
“él os precede en Galilea” (la relación con 14,28 lo prueba), pero, al final, subraya la
autoridad de Jesús en sus disposiciones (S. LÉGASSE, Marc, II, 1003s).
93
S. LÉGASSE, Marc, II, 1004s. H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 521.
34 G. SÁNCHEZ

“ver” al Resucitado, lo oído en el sepulcro es un apoyo y garantía para una fe


todavía débil.94

Pedro (y los discípulos) evocan la fórmula de fe que leemos en 1Cor 15,


3-5, cuya estructura (no el contenido o el léxico) ha conformado la períco-
pa.95 Si esto es así, se puede aceptar como original ampliación del mensaje
del ángel: “ha sido resucitado y se ha aparecido a Pedro”. La formula en
1Cor 15, 3ss que, según la opinión ampliamente aceptada, no proclama toda-
vía la tumba vacía, es, con seguridad, más antigua que la tradición de la que
depende Mc 16, 1-8. Jesús ha anunciado ya en Mc 14,28 que él precedería a
los discípulos en Galilea, pero no habló de que ellos le verían allí. El lector
entiende que los dos verbos “preceder” y “ver” están conectados el uno con
el otro.96 Ver a Jesús significa comprender a Jesús y fijar los ojos en él como
en un guía fascinante que conduce en el camino. En Mc 16,7, los discípulos
son nombrados porque habían huido (14,50); Pedro, porque le había negado
(14,66-72). La palabra del ángel implica que ellos habían fallado y serían
restaurados para volver a seguir a Jesús y ocupar su lugar de liderazgo. “El
verbo 'os precede' podría entenderse como preceder y liderar. Ambos senti-
dos encajan bien en el contexto, pero el primero es preferible a causa de la
afirmación 'allí le veréis'. La idea parece ser que Jesús se encontrará con
ellos y se les revelará allí”.97

Algunos argumentan que la variación de énfasis en los relatos evangéli-


cos de las apariciones de Jesús en Jerusalén y en Galilea proporciona una
clave para las posteriores tensiones entre cristianos judíos. En breve, la suge-
rencia es que los primeros seguidores de Jesús en Galilea, incluidos en su
círculo más íntimo, eran más abiertos y con miras más amplias que la estre-
chez de miras de los cristianos judíos centrados en Jerusalén alrededor de
Santiago. Otros descubren esto reflejado en las distintas tradiciones de las

94
J. ERNST, Markus, 487s.
95
En el trasfondo existen fórmulas bimembres como Hch 4, 10; 1Ts 4, 13; 1Pe 3,
18; 1Cor 15, 4.
96
“Ir delante a Galilea” (B. M. F. van IERSEL, “'To Galilee' or 'in Galilee' in
Mark 14, 28 and 16, 7?”, ETL 58 (1982), pp. 365-70) supone que dè tiene el mismo
sentido que en el griego clásico pero, precisamente en el periodo en que Mc escribió
su evangelio, la preposición en (in) comienza a caer en desuso mientras que la pre-
posición eis (que originalmente significa “a”, y “hacia”) comienza a usarse por “en”
tanto como “a, hacia”. La diferencia entre “a” y “en” conduce a un sentido muy dis-
tinto de este logion.
97
J. A. BROOKS, Mark, 271.
EL SEPULCRO VACÍO 35

apariciones del Resucitado, e incluso en los primeros relatos evangélicos.


Piensan que existen contrastes tanto en las narraciones primitivas sobre la re-
surrección como entre Mc y el material propio de Mt, por una parte, y Jn y
una parte de Lc, y los primeros capítulos de Hch por otra. En Mc 16,7, se
percibe claramente tensión entre Jerusalén y Galilea que encuentra su origen
en la historia de la salvación y la concepción de la historia de la misión en
Mc. La palabra clave Galilea (Mt 28,7b) podría entenderse como la evoca-
ción de un programa teológico (cf. Mt 2,22; 4,23-25) e indicaría la universa-
lidad del Evangelio para reunir a los pueblos como característico de Jesús
que es el profeta procedente de Nazaret de Galilea.98 “El encuentro de los
discípulos con el Resucitado en Galilea tendrá lugar única y exclusivamente
a través de la autoridad del representante celeste; la soberanía de Dios, la au-
toridad divina incluye también que este encuentro forme parte de un extenso
y amplio plan salvador de Dios (Mt 28,17)”.99

3.- REACCIÓN DE LAS MUJERES

3.1.- FINAL DEL RELATO DEL SEPULCRO VACÍO EN MC (MC 16,8)100

Las palabras finales del episodio del sepulcro vacío no son idénticas en
los tres relatos evangélicos. Por otra parte, Mt y Lc dependen del relato de
Mc. ¿Cómo explicar el final de Mc? ¿Cómo explicar el final del relato en Mt
y en Lc? Porque ateniéndonos al relato de Mc las mujeres guardan silencio y
no dicen nada a nadie, en tanto que en la versión mateana y lucana se afirma
que corrieron y dieron la noticia a los apóstoles.

98
Mt 21,11; 26,69). Un lector conocedor del contexto bíblico observa que Gali-
lea de la que se habla en Mt 4,15 ha de ser entendida a la luz de Is 8,23-9,1 que
habla de “Galilea de los gentiles” que en otro lugar aparece junto a otros nombres:
Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania (4,25 tomado del Deuterono-
mio: 33,6-25; 1Sam 3,20; 2Sam 3,10); no solamente se encuentra en el sumario de
Mt 4,23-25 sino también en el sermón de la montaña (Mt 5-7) y en el punto central
de su relato evangélico, en el discurso parabólico del c. 13 donde se dirige la palabra
a judíos y no judíos.
99
A. SAND, Matthäus, 579.
100
S. MILLER, “'They Said Nothing to Anyone': The Fear and Silence of the
Women at the Empty Tomb (Mk 16, 1-8)”, Feminist Theology [London-New York]
13, 77-90. En la visión apocalíptica del mundo de Mc el conflicto de las mujeres en-
tre la fe y el miedo representa la lucha apocalíptica entre la vieja y la nueva creación.
36 G. SÁNCHEZ

A favor de la final con el v. 8. Realmente el evangelio de Mc termina de


cuatro formas diferentes según los antiguos testimonios textuales.101 Si el
asunto es juzgado estrictamente sobre la base de la certeza externa, la deci-
sión podría favorecer ligeramente el final del evangelio con el v.8.102 Hay un
cierto consenso general en afirmar que Mc 16,9-20 no fue escrito por Mc.
Para el problema de la conclusión del evangelio se han propuesto cuatro po-
sibles soluciones: 1) el evangelio no fue nunca terminado, y que esta habría
sido una decisión expresa de Marcos; 2) la conclusión se ha perdido o des-
truido por algún percance o accidente; 3) la conclusión fue deliberadamente
suprimida;103 4) Mc 16,8 se proyectó como el final del evangelio. De estas
soluciones la 3ª es inverosímil o improbable; y la 2ª no es verosímil, ya que
supone dos cosas: que Mc habría muerto o que no estuviera disponible para
volver a escribir el final y, al mismo tiempo, el evangelio no habría estado en
uso durante un tiempo suficiente para que alguien estuviera capacitado para
restaurarlo a partir de la memoria. Las apariciones de Jesús resucitado fue
ciertamente un elemento esencial de la predicación primitiva,104 por lo que es
muy improbable que Mc tuviese la intención de concluir su evangelio sin na-
rrarlas.105 A pesar de esta certeza, la alternativa más verosímil es que Mc

101
La mayor parte de manuscritos griegos que se han conservado, bastantes ver-
siones antiguas y posteriores, y bastantes escritores cristianos antiguos y posteriores
tienen los vv. 9-20 que constituyen la así llamada conclusión larga. Entre los autores
cristianos primitivos que mantienen el final largo son Justino (?) (165 d.C.), Ireneo
(202 d.C.), y Tertuliano (220 d.C.). Antiguos manuscritos latinos añaden después del
v. 8 lo que se ha convenido en llamar la final breve.
102
Los hechos decisivos se apoyan sobre dos de los más antiguos y fiables ma-
nuscritos de los evangelios y sobre las afirmaciones de Eusebio y S. Jerónimo. La
mera existencia de tres finales largos diferentes levanta la sospecha.
103
Alguna de las teorías elaboradas para explicar la amputación y decir cómo es-
taba compuesta la continuación desaparecida no aportan los argumentos susceptibles
de fundamentarla; sobre estas teorías (accidente del copista, supresión deliberada
(cf. J. GNILKA, Marcos, II, 345, nota 41).
104
Cf. 1Cor 15, 5ss, y también Hch 1, 22; 2, 32; 3, 15; 10,41; 13, 31.
105
N. DENYER, “Mark 16, 8 and Plato”, Protagora, TVIlBlI1l 57 (2006) 149-
150. El final del discurso de Protágoras en la obra de Platón proporciona la prueba
del final sorprendentemente abrupto efoboúnto gár en Mc 16,8 y que pudo muy bien
haber sido deliberado (NTA 2007-1). J. F. WILLIAMS, “Literary Approaches to the
End of Mark's Gospel”, JournEvangTheolSoc 42, (1999) 21-35. Los así llamados final
breve y largo no son originales. Mc concluye con la promesa (16,7) y el fracaso
(16,8) (NTA 1999-3). X. ALEGRE, “Un silencio elocuente o la paradoja del final de
Marcos. 'Y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo' (Mc 16, 8b) (I)”,
RevistLatAmTeol 20, 3-24. Mc 16,8b es una conclusión querida por el evangelista y
EL SEPULCRO VACÍO 37

proyectó incluir al menos un relato de ellas, pero por alguna razón nunca
terminó su evangelio.106

La certeza interna parece inclinar la balanza a favor del final que encon-
tramos en el v.8.107 El final largo comienza como si los vv. 1-8 no existieran.
María Magdalena es introducida (v. 9), como si ella no hubiera aparecido en
el relato anterior. El final largo no tiene apariciones de Jesús en Galilea o a
Pedro, como se podía esperar por lo que se anuncia en el v.7 y parece ser una
mezcla de noticias tomadas de los otros relatos evangélicos e incluso otras
partes del nuevo Testamento.108 Mt y Lc ya no siguen el relato de Mc a partir
del v.8, lo que sugiere que los manuscritos del evangelio de que disponían no
tenían el final largo.109 Pero ¿pretendió Mc terminar su evangelio con el v.8?
Parece inapropiado terminar un libro o incluso una sentencia con una con-
junción.110 Parece igualmente inapropiado terminar un evangelio, un relato

sería el final original. Id., “Un silencio elocuente o la paradoja del final de Marcos.
Y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo (Mc 16, 8b) (II)”, RevistLatAmTeol
20 (2004)135-161. El silencio de las mujeres en Mc 16,8b sirve para subrayar la
cruz como el clima del evangelio de Mc K. R. IVERSON, “A Further Word on Final
rap (Mark 16,8)”, CBQ 68 (2006) 79-94. Las frases que terminan con gar son menos
habituales en la literatura griega narrativa que en la literatura filosófica. Aunque el
final con gar aparece con poca frecuencia en todos los tiempos y abarca toda clase
de literatura, su presencia en Mc 16,8 no es concluyente respecto a la conclusión
original de este evangelio. Estamos ante un texto mutilado o ante una conclusión
abrupta (NTA, 2006,2). Efoboûnto gàr es, por tanto, una conclusión posible. Esta
opinión ha estado plenamente establecida por M. Morton, S. Enslin (Journal of Bibl.
Liter. 1927, p. 62ss.) y por M. R. R. Ottley (J. th. St. 27,407ss), que han
proporcionado muchos casos de frases terminadas por gàr. El hecho de que
efeboúnto es un imperfecto no es un impedimento: es el tiempo del verbo que
corresponde a la situación. El EvPe termina este episodio bruscamente: tóte hai
gunaîkes fobêtheîsai éfugon (13). Suponiendo que haya imitado a Mc, él no ha leído
más sobre este asunto (J.M. LAGRANGE, Marc, 447s).
106
Se han aportado testimonios literarios que clarifican este caso (E. B. CRAN-
FIELD, Mark, 470s).
107
El lenguaje (vocabulario, gramática, estilo) tanto del final largo como del fi-
nal breve no encaja con el estilo de Mc, o sea, no es marcano.
108
V. 9: cf. Lc 8,1-3; v. 10: 10,19; 24,13-32; v. 13: 24,33-35; v. 14: 24,36-38; v.
15: cf. Jn 20,18; v. 12: cf.Mt 10,1; 28,19; Hch 1,8; v. 16: cf. Jn 20,23; vv. 17-18:
Hch 2,4; 3,14; 14,8-10; 28,3-6; 1Cor 12,10; 14,18.
109
J. A. BROOKS, Mark, 273.
110
La conjunción gàr, traducida como “porque” en la NIV, es la última palabra
en el texto griego.
38 G. SÁNCHEZ

de buenas noticias con una nota de temor o espanto y sin ninguna aparición
del Resucitado. Se han recogido varias sentencias que terminan con gar, in-
cluyendo Jn 13,13. Una probabilidad de que algunos libros terminen con gar
existe. Si Mc no tenía la intención de terminar su obra con el v 8, surgen
otras cuestiones adicionales.111

Las mujeres permanecen profundamente afectadas por el temor y el es-


panto y por eso han guardado silencio (Mc 16,8); pero en Mt 28,8 se nos in-
forma que ellas cumplieron la misión que se les encomendó y lo anunciaron
a los apóstoles. Tanto Mt como Lc ofrecen la secuencia que era de esperar
(Mt 28,8; Lc 24,9). Las mujeres han visto los signos de una intervención es-
catológica directa de Dios. La resurrección de la que el ángel ha hablado no
es una mera vuelta a la vida como en el caso de Lázaro o de la hija de Jairo
que solamente fueron restaurados para una prolongación de la vida natural,
que desembocará en una nueva muerte. No es sorprendente que las mujeres
tuvieran temor y espanto y guardaran silencio.112 Al final las mujeres fallan
no menos que los Doce, ya que ellas optan por huir. En esta sentencia final
que sería un final extraño en cualquier libro pero es perfectamente caracterís-
tico de nuestro autor,113 el lector reconoce la huella con la que el autor de Mc
da fin a su texto. Ante estos hechos, el final produce un desconcierto, por lo
que el lector permanece tan desorientado o aturdido como las mujeres.114

Si las mujeres realmente no dijeron nada a nadie, ¿cómo entonces pudo


conocer el narrador lo que sucedió junto al sepulcro? Lo que se cuestiona
aquí es la credibilidad del narrador ante sus lectores. Hasta ahora el lector
había tomado al narrador por su palabra, incluso cuando narraba aconteci-
mientos de los que él no había sido testigo, o revelado los sentimientos de
sus personajes. Lo que está realmente en juego más que la credibilidad del
narrador es la credibilidad del mensajero en los versículos 5-7 y de quien lo

111
J. A. BROOKS, Mark, 273ss.
112
C. E. B. CRANFIELD, Mark, 469s.
113
El número de cláusulas con gàr que expresan una actitud, sentimiento o emo-
ción en las partes narrativas del texto aparecen con esta frecuencia en los evangelios
sinópticos (5 en Mt, 24 en Mc y 8 en Lc).
114
Se ha hecho notar que el asombro y el temor son las dos emociones más fre-
cuentemente evocadas en Mc (19 y 12 veces respectivamente) y por tanto también
las emociones que el narrador espera provocar en el lector.
EL SEPULCRO VACÍO 39

envía.115 ¿Por qué guardaron silencio las mujeres y no transmitieron el men-


saje del ángel? (Mc 16,8).

La opinión actual entre los estudiosos es que Mc quiso acabar su escrito


con el v.8. El problema surge a la hora de explicar por qué lo hizo así: en
primer lugar, un final con referencias al temor, terror, espanto y huida no es
tan sorprendente como algunos han pensado porque Mc anteriormente ha re-
cordado reacciones similares cuando el pueblo observaba el poder de Dios
que se manifestaba a través y en Jesús.116 En segundo lugar, el final abrupto
está en armonía con el comienzo abrupto del evangelio. Al igual que Mc nos
dijo muy poco sobre lo que precede al ministerio de Jesús, de la misma ma-
nera ha recogido muy poco de lo que sigue al mismo. El secreto y el misterio
que rodea el final está en perfecta armonía con el así llamado “secreto me-
siánico” que impregna el evangelio.117 En tercer lugar, Mc tiene un propósito
bien definido en su final. Al parecer quería un final abierto para indicar que
la historia no estaba completa sino que continuaba más allá del tiempo en el
que él escribe.118 El espanto se aclara como motivo explicativo de la epifa-
nía.119

115
Lo que debe determinar la dirección de la interpretación no son las identifica-
ciones actanciales (mensajero = Marcos; las mujeres = el lector) sino las identifica-
ciones temporales. Si lo entendemos correctamente, su objeción se apoya en una
incomprensión. No se trata de una identificación sino de una equivalencia, y en este
caso no la equivalencia entre las mujeres y el lector sino entre los discípulos y los
lectores (B. M. F. van IERSEL, Mark, 503).
116
En 1,22.27; 2,12; 4,41; 5,15.33.42; 6,51; 9,6.15.32; 10,24.32; 11,18; 12,17;
14, 50-52; 15,5-6; 16,5-6. En el v. 8 se dice que “estaban alarmadas”. En 10 de los
ejemplos anteriores, Mc utiliza una de las mismas palabras que en 16,8; en 5 ejem-
plos utiliza un verbo de la misma raíz y significado de uno de los nombres en 16,8;
en otros ejemplos ha utilizado sinónimos (J. A. BROOKS, Mark, 273s).
117
J. A. BROOKS, Mark, 273s.
118
T. GEDDERT, “Beginning Again (Mark 16: 1-8),” Direction 33 (2004) 150-
157: Los hombres han fallado en el seguimiento de Jesús en el camino de la cruz y
las mujeres han fallado en la proclamación del mensaje de la resurrección (cf. Mc
14,27-28; 16,7); J. R. LUNDBOM, “Closure in Mark's Gospel”, Seminary Ridge
Review [Gettysburg, PA] 9 (2006) 33-41. El enigma presentado por el final abrupto
de Mc 16,8 habría que buscarlo en la comprensión correcta de la retórica y composi-
ción hebrea y su utilización del artificio de la inclusio. Precisamente así como Mt (1,
23/28,20) y Lc (1, 64-68/24,50-53) terminan con una inclusio, así ocurre en Mc
(1,44-45/16,7-8).
119
Cf. Mc 4, 41; 5, 15.33.42. (J. ERNST, Markus, 489).
40 G. SÁNCHEZ

Seguramente, Mc no ignora que los discípulos, con Pedro a la cabeza, se


fueron a Galilea y que allí, vieron al Resucitado. Por lo demás, Jesús no pue-
de faltar a su promesa (14,28). Pero no son las mujeres las que le han dado la
ocasión de realizarlo. Porque estas mujeres, al anuncio de la resurrección de
Jesús, no han tenido más que una reacción: el miedo, de ahí su huida y su si-
lencio. Es la misma reacción que subraya entre los discípulos con motivo de
la tormenta (Mc 4, 41), cuando Jesús se les aparece caminando sobre las
aguas (6, 50) y en la gloria de la transfiguración (9, 6).120 Que las mujeres no
dijeran nada a nadie forma parte de la reacción a la revelación recibida en los
relatos de epifanía.121
Según el relato de Mt y Lc las mujeres anunciaron el mensaje a los discí-
pulos sin tardanza o sin dudas122 cumpliendo de esta manera el encargo reci-
bido del ángel (Mt 28,8; Lc 24,9-11). “Con temor y gran alegría” significa,
que el acontecimiento ha despertado ambas cosas: temor a causa de lo in-
comprensible por una parte y, por otra, alegría a causa del contenido del
mensaje. Las palabras decisivas “ir” e “informar” indican que se refieren a
las palabras del propio Jesús que leemos en Mt 28,10.123

4.- VALORACIÓN DEL SEPULCRO VACÍO124

4.1.- VALORACIÓN HISTÓRICA

Desde el punto de vista histórico, el hecho del sepulcro vacío sigue sien-

120
A. B. SPENCER, “The Denial of the Good News and the Ending of Mark,”
BullBibRes 17 (2007) 269-283. Mc 16,8 es la mejor forma de terminar su relato. El
hecho de cerrar el conjunto del relato con la ambivalencia de las mujeres es una si-
nécdoque (metáfora consistente en designar una cosa con el nombre de otra), del
conjunto del evangelio.
121
Cf. 1Sm 3,16; Lib. Ant. 53,12; Dn 7, 28; cf. También los mandatos de guardar
silencio que aparecen en el contexto afín de la epifanía milagrosa (Mc 1,44; 5,43;
7,36; 4, 41; 5, 15.33.42; J. ERNST, Markus, 489; H. R. BALZ, ThWb IX, 2065).
122
R. T. FORTNA, “Mark Intimates/Matthew Defends the Resurrection”, Forum
10 (1994) 197-218.
123
A. SAND, Matthäus, 582.
124
Y. TISSOT, “Rédécouvrir le tombeau vide”, LumVie 51 (2002) 41-54. (NTA
2002-3). Tissot reconstruye la tradición cristiana primitiva que está a la base del re-
lato actual y muestra cómo cada evangelista (Mc, Mt, Lc y Jn respectivamente) de-
sarrolla esta tradición manteniendo sus perspectivas propias tanto literarias como
teológicas. J. J. LOWDER, “Historical Evidence and the Empty Tomb Story: A Re-
ply to W. L. Craig”, JournHighCrit 8 (2001) 251-293.
EL SEPULCRO VACÍO 41

do una cuestión para investigar. En servicio de una mayor claridad deseo tra-
tar este asunto en dos momentos. Recogeré diversas opiniones para que el
lector pueda tener más posibilidades de información. Al final ofrezco la que
a mi entender es la mejor solución. Debemos reconocer que no se puede pe-
dir al historiador más de lo que puede verificar. Un análisis crítico de la tra-
dición, que tenga debidamente en cuenta los datos de la crítica de los géneros
y de las formas y en particular la riqueza de los motivos teológicos de la na-
rración, nos permite formular la siguiente valoración sobre la historicidad del
antiguo fragmento conclusivo de la historia premarcana de la pasión: en pri-
mer lugar, el dato histórico decisivo que determina la composición del frag-
mento es la fe de la propia comunidad primitiva en la resurrección corporal
de Jesús. En segundo lugar, la fe en la resurrección de Jesús ha sido expresa-
da con recurso estilístico en forma narrativa. En tercer lugar, el descubri-
miento del sepulcro abierto y vacío por parte de tres mujeres galileas el
primer día ferial después de la crucifixión y de la sepultura de Jesús lo hace
verosímil históricamente.

Reconstruir la historicidad del descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús


sobre la base de una definición del relato del sepulcro como una “leyenda
etiológica” que “motivaba y acompañaba una fiesta litúrgica de la comuni-
dad en recuerdo y celebración de la resurrección de Jesús”, es difícil por las
razones siguientes: en primer lugar, Mc 16,1-8 no ha podido ser un fragmen-
to de la tradición transmitido independientemente; en segundo lugar, el géne-
ro utilizado para explicar la “búsqueda e incontrabilidad del cadáver,” que ha
ejercido una influencia clara, tiende más a excluir que a mostrar un interés
por el sepulcro.125 Reconstruir la historicidad del descubrimiento del sepul-
cro vacío mediante un “procedimiento de sustracción,” que elimina de la na-
rración todos los rasgos o vestigios legendarios, es un intento bastante
discutible desde el punto de vista metodológico, como se desprende ya de la
simple consideración que, con tal procedimiento, se podría conseguir un jui-
cio histórico de cualquier leyenda y de cualquier fábula. “Un 'procedimiento
de sustracción o robo' podría conducir por tanto al 'núcleo histórico' del des-
cubrimiento del sepulcro vacío.”126

125
Solamente en el s. IV se comprueba un cierto interés por el sepulcro de Jesús;
el interés por “sepulcros vacíos” conserva, en la literatura, solamente la incontrabili-
dad de personas que se creía que habían resucitado o desaparecido (R. PESCH,
Marco, II, 782).
126
R. PESCH, Marco, II, 782s.
42 G. SÁNCHEZ

Puesto que las mujeres citadas eran conocidas por la comunidad primitiva
y probablemente vivían en ella, es necesario preguntarse si los narradores de
la historia de la pasión habrían podido introducirlas libremente como perso-
najes en una leyenda de fundamentos históricos. En este caso es irrelevante
que las mujeres fueran consideradas testigos fiables127 (cf. Lc 24,11), en
cuanto que las mujeres galileas que fueron testigos de la crucifixión de Jesús
(Mc 15) eran las únicas que pudieran ser tenidas en consideración para re-
presentar la ida al sepulcro, después de la huida de todos los discípulos y en
consideración del hecho de que el embalsamamiento de los muertos era con-
siderado tarea de las mujeres. “La introducción de los personajes no aptos
para testificar elimina a priori un examen público y oficial de los hechos
afirmados (percepción de la apertura del sepulcro y del ángel). La lista de sus
nombres no es suficiente, por tanto, para sostener la hipótesis de un funda-
mento histórico de nuestra narración, que habría estado unida a las muje-
res”.128

Algunas consideraciones que podemos deducir del ámbito de Mc 16,1-8:


primero, que los discípulos visiten el sepulcro vacío es narrado solamente en
la tradición más tardía (Lc 24,12; Jn 21,3-10) con intención apologética; se-
gundo, en el antiguo kerigma de la comunidad primitiva, como atestiguan
también los discursos de Pedro en Hch, en Pablo (1Cor, 15) nos sirve como
argumentos del descubrimiento o, al menos, de la fecha del hecho del sepul-
cro vacío en el contexto del anuncio de su resurrección; tercero, el hecho de
que la comunidad primitiva no habría podido proclamar públicamente en Je-
rusalén el anuncio de la resurrección de Jesús sin poder recurrir al aconteci-
miento del sepulcro vacío, y un postulado indemostrable y refutable. El
origen de la historia de la pasión hay que colocarlo en la comunidad de Jeru-
salén.129

Después de ofrecer algunas opiniones, creo que es necesario tener en


cuenta la comprensión antropológica bíblica del hombre.130 Sin tumba vacía

127
Cf. BILLERBECK, II, 441; III, 217.251.559
128
R. PESCH, Marco, II, 783.
129
Considerando su afinidad al kerigma central de los discursos de Hch, que a su
vez resuena claramente en el mensaje del ángel del v. 6.
130
Aunque algunos piensan que el acontecimiento del sepulcro vacío, desde el
punto de vista histórico, “no se puede considerar históricamente aceptado”, esto no
permite: a) deducir que sea rebatido el dato del hecho del encuentro del sepulcro va-
cío, ni b) excluir la fe en la resurrección del cuerpo de Jesús. Con tal juicio se intenta,
EL SEPULCRO VACÍO 43

no se habría podido entender la resurrección. Como otras consideraciones


positivas se incluye a las mujeres que comprueban que el sepulcro estaba va-
cío. En la polémica anticristiana de los judíos jamás se dudó de la tumba va-
cía; todo se redujo a interpretarla de otra manera (hipótesis del robo del
cadáver o de la muerte aparente). La perícopa Mc 16, 1-8, que forma parte
de ella, así como 15, 42-47 solo pueden entenderse como tradición jerosoli-
mitana si la comunidad supo el lugar de la tumba de Jesús. La evocación de
las mujeres, que no habían huido de Jerusalén, y la distancia de tiempo no
demasiado grande que les separaba de los acontecimientos parecen sugerirlo.
Pero esto aconseja suponer que se supo también de la tumba vacía de Jesús.
De esta manera, la tumba de Jesús adquirió la función de un signo que remi-
tía al Resucitado, en cuya aparición se fundamentó la fe pascual.131

¿Qué valor histórico podemos conceder al hecho y verificación del sepul-


cro vacío? Tomamos como punto de referencia el texto de Mc 16,1-8 por ser
el primer evangelio escrito y fuente para Mt y Lc. Algunas anotaciones pre-
vias: en primer lugar, parece ser que la comunidad primitiva manifestó un in-
terés especial por un sepulcro que estimaba ser el de Jesús. Se dirigían a él
con verdadera devoción y veneración religiosa, suscitada por la fe en la resu-
rrección de Jesús. En el origen de esta convicción estaba la ida al sepulcro de
unas mujeres que habían subido desde Galilea.

En segundo lugar, esta tradición ¿se basa en recuerdos fieles? Este valor
de actualidad, ésta significación de la tradición para los que la reciben y la
transmiten ¿se opone a la calidad de un recuerdo auténtico?

En tercer lugar, la existencia de esta tradición en Jerusalén, alrededor de


un lugar preciso, en un lapso de tiempo relativamente corto después de los
acontecimientos, ¿se puede explicar por una pura creación legendaria? ¿Po-
dría mostrarse como sepulcro de Jesús sin tener garantías firmes de ello? Y
los nombres propios que se barajan ¿podrían ser utilizados sin referencia a
algo histórico?

por otra parte, sostener que toda afirmación “del dato que se refiere al hecho del sepul-
cro vacío” no tiene correspondencia en la tradición (R. PESCH, Marco, II, 781).
131
La fundamentación de la fe pascual en la actuación del Jesús terreno solo pue-
de ser indirecta, pero su conocimiento es condición irrenunciable para el reconoci-
miento del Resucitado (J. GNILKA, Marcos, II).
44 G. SÁNCHEZ

En cuarto lugar, esta tradición ayuda a leer en la fe, fundada sobre el tes-
timonio apostólico, un hecho extraño. Un apologista habría inventado mejor
los relatos y habría insistido en más detalles: por ejemplo, en la presencia de
más hombres en el sepulcro. Se trata de un acontecimiento que será reafir-
mado e interpretado por las apariciones y es incluido en el relato de la pro-
clamación. El relato de Mc que siguen Mt y Lc esta estructurado en la forma
literaria de anuncio de una revelación o una vocación para una misión. El re-
lato del sepulcro vacío es inseparable de la explicación del ángel que es una
revelación. Por tanto, la comprobación del sepulcro vacío es un punto de par-
tida. Que el sepulcro de Jesús ha quedado vacío, es una realidad histórica
que necesita una revelación de lo alto a través del mensajero celeste. Las
apariciones confirmarán el acontecimiento de tal manera que la fe en la resu-
rrección de Jesús se apoya y arranca de la revelación ofrecida a los testigos
elegidos que la reciben de lo alto.

4.2.- VALORACIÓN TEOLÓGICA

La pregunta ¿qué significa resucitar de entre los muertos? forma parte en


el evangelio de Mc del conjunto del tema de la importante discusión sobre la
resurrección (cf. Mc 9,10). La escena de diálogo que se lee en Mc 9,9-13 ex-
plica y concluye la escena de revelación y entiende la Transfiguración de Je-
sús como un acontecimiento que en primer lugar se refiere a la resurrección
del Hijo del hombre y así ha de ser interpretado. Lo que los tres discípulos
debieron ver en ella es la soberanía del Hijo del hombre resucitado (cf. la si-
tuación luminosa celeste de las descripciones apocalípticas), y se ha de tener
en cuenta que ha de padecer y ser entregado a la muerte antes de que resucite
en la Pascua; “de entre los muertos” ofrece la palabra clave para la discusión
de que se habla en el v. 10. La enseñanza sobre una resurrección general de
los muertos estaba extendida en el judaísmo en el s. II a.C. aunque no repre-
senta el pensar de los saduceos. La referencia que hace Mc es, por consi-
guiente, indicio de que en la Iglesia primitiva se buscan respuestas a
preguntas elementales: ¿Qué significa la resurrección de Jesús y la resurrec-
ción de los muertos?132

El nuevo Testamento propone diversas maneras de cómo pueden ser res-


pondidas las preguntas planteadas: en primer lugar, en los escritos tanto del
antiguo como del nuevo Testamento aparece repetidas veces el discurso so-

132
A. SAND, Matthäus, 587.
EL SEPULCRO VACÍO 45

bre este tema de que los muertos son resucitados.133 En los casos referidos
significa “despertar, resucitar”, que el muerto vuelve a la vida anterior para
un tiempo limitado. Tal representación no es imposible para el hombre anti-
guo. Según la comprensión del antiguo judaísmo esta descansa en el poder
de Dios, solo él puede hacer revivir o resucitar a los muertos.134 En efecto,
existían las fronteras que fluían entre la vida y la muerte; según Sl 13,86 (cf.
Sl 30,2-4) hablan ya de un inminente atormentador de la muerte, según otros
textos se habla de un hombre gravemente enfermo. En segundo lugar, otra
visión se encuentra en la aceptación de una resurrección futura-escatológica.
Los fariseos se representaban los hechos de esta forma. Jesús afirmó que los
resucitados serían como los ángeles del cielo (pero esto no significa una
existencia sin cuerpo). Sobre la incomparable forma de la nueva vida se ex-
presa, ante todo, Pablo en 1Co 15,35-44.50. En tercer lugar, todavía podría
tenerse en cuenta otra significación o modo de existir (Ef 5,14: “Levántate
de entre los muertos”). La llamada de la muerte a la vida ha trasferido el sen-
tido: el bautizado experimenta en sí mismo ya desde ahora la fuerza de la re-
surrección (cf. Cl 3,1), aun cuando su plenitud no es un hecho presente.
“Esta interpretación de la resurrección de los muertos en el sentido de una
escatología presente se transformó más tarde en un error consistente en que
la resurrección ya ha acontecido.135 Con todo eso la primitiva parenesis cris-
tiana ha espiritualizado esta mediante la acogida por la fe, es decir, mediante
el conocimiento de sí mismo”.136

Según el testimonio del nuevo Testamento la resurrección de Jesús no es


una vuelta a la vida de este mundo terreno; es más bien una victoria definiti-
va sobre el poder de la muerte en el mundo (cf. Rm 6,9) y se diferencia cla-
ramente de todas las otras narraciones de resurrecciones. Es la resurrección
escatológica de entre los muertos y como la anticipación y fundamento para
comprender la resurrección. “El resucitado no es un muerto revivificado, si-
no más bien un 'espíritu vivificador', un ser en el Espíritu vivificante o vivi-
ficador (1Cor 15,45) que en un cuerpo radiante vive la soberanía y el poder
(Fl 3,21)”.137

133
Mc 5, 42; Lc 7,14; Hch 9,40; Jn 11,23.
134
1Sam 2, 6; cf. Rm 4,17s; Hch 26, 8.
135
Cf. 2Tm 2, 18.
136
A. SAND, Matthäus, 587s.
137
Cf. 1Ts 1,10; Rm 10,9: “Dios le ha resucitado”, el Crucificado es declarado
Kyrios. Incluso en la formulación “Jesús se levanta” (1Ts 4,14) se entiende que la
46 G. SÁNCHEZ

Como la afirmación acerca de la muerte así también la resurrección de


Jesús es interpretada mediante dos fórmulas. La adición “al tercer día” es un
enlace estrecho con el acontecimiento del Gólgota y, en consecuencia, con la
historia terrena de Jesús. La expresión “se cumplen las Escrituras” o “según
las Escrituras” es un recurso al testimonio de las Escrituras del antiguo Tes-
tamento, en las que el Dios de Israel, que es el Dios y el Padre de Jesús, es
también reconocido como el Señor sobre la muerte y reconocido como “el
Dios de los vivos.” Han sido citadas para apoyar la significación del carácter
de testimonio de esta antigua confesión de fe personas conocidas nominal-
mente a las que el resucitado se les apareció y se les manifestó y reveló co-
mo vivo.138

El encuentro del sepulcro vacío no es mencionado en los testimonios


primitivos cristianos; solamente los evangelistas ofrecen relatos o descrip-
ciones relativamente circunstanciados y detallados, diferenciados entre sí y,
a la vez, distintos. Según Mc 16,1-8 y Mt 28,1-8 recogen el mensaje celeste:
el sepulcro está vacío, porque Jesús ha resucitado. Según Mt conserva la no-
ticia del sepulcro vacío en cuanto “que el ángel prueba la verdad y cumpli-
miento de la profecía.” Es Lc 24,1-10 el primero que narra que las mujeres
han entrado en el sepulcro y lo encontraron vacío; su reacción por ello es de
confusión y perplejidad. Pero en Lc la comprobación del sepulcro vacío no
conduce a las mujeres ni a los discípulos a la fe en la resurrección. Jn final-
mente (20,1-18) coloca el sepulcro vacío claramente en el centro de su relato
pascual: lo terreno no comprensible y sin embargo eminente acontecimiento
terreno remite a la realización de la revelación de la “dóxa” y no acepta una
interpretación gnóstica.

El verdadero testimonio de la resurrección de Jesús se apoya en las apari-


ciones.139 La forma del verbo oráô (ophthe) significa “manifestarse o reve-

resurrección solo la puede realizar Dios. Otras fórmulas neotestamentarias para ex-
presar una realidad cercana y relacionada con ella son: la “exaltación” (Flp 2,9; Hch
2,33) o “glorificación o ensalzamiento” (Lc 24,26; Jn 7,39), “ascensión” (cf. Lc 24,
51; Hch 1, 9-11) (A.SAND, Matthäus, 588s).
138
Cf. Lc 24,34, donde recoge una antigua tradición; el versículo formula la con-
fesión pascual (1Cor 15,3-5).
139
Ex 3,2; Dt 33,16; cf. Ap 7,30.35. En los más primitivos testimonios escritos
se verifica esto –en contraposición a los relatos evangélicos y al relato de los
Hechos– exclusivamente en el uso del término ophthe (que deriva de oráô ver, mi-
rar, observar, fijarse en); en pasivo: “ser visto, estar o ser manifiesto, mostrarse, apa-
recer, presentarse, comparecer.” En el antiguo Testamento (según la versión griega
EL SEPULCRO VACÍO 47

larse el Resucitado y expresa un encuentro personal con el Resucitado en su


nueva forma de existencia. Se trata, por tanto, de un único e histórico fenó-
meno que se aleja de acontecimientos legendarios, extáticos, y de experien-
cias y visiones privadas como se puede comprobar con lo que afirma Pablo
en 1Cor 15,8140 donde son interpretadas las apariciones claramente en el sen-
tido de un acontecimiento. Junto a la fórmula de confesión –”se manifestó”–
están las declaraciones de los evangelios pascuales.141 que son complemen-
tos kerigmáticos. La resurrección de Jesús no significa una vuelta a este
mundo, sino que desde el comienzo y para siempre la exaltación de Jesús en-
tra en la realidad de Dios; es la declaración de Jesús como Señor de la nueva
creación”.142

La reflexión teológica parte del testimonio apostólico expresado en los


textos del NT, y no de las conclusiones de una búsqueda racional.143 Esta no
se centra en lo esencial del objeto de la fe, sino sobre los acontecimientos y
las situaciones a través de las cuales la fe nace y se expresa. Ciertamente, el
sepulcro vacío, de suyo, es un hecho que forma parte de la historia, como por
ejemplo los sepulcros vacíos de los Faraones. El sepulcro vacío de Jesús, visto
así no puede ser objeto de fe. La realidad en que se basa la fe no es de ese or-
den y es la que da a este acontecimiento toda su significación. El sepulcro va-
cío no tiene valor de signo a no ser que esté iluminado por el auto-testimonio
del Resucitado revelándose a los apóstoles. “El sepulcro vacío no es de este
modo la causa y el motivo de la fe pascual, sino más bien un signo concomi-
tante y testimonial que ha de ser legitimado por el mensaje de lo alto”.144

de los LXX) es utilizado con frecuencia con este fin: para expresar la manifestación
de Dios o de su mensajero celeste
140
Cf. 1Cor 9, 1; Gl 1,15s; Flp 3, 8; 2Cor 4,6.
141
Mc 16, 9-20; Mt 28,1-15 [16-20]; Lc 24; Jn 20,21.
142
A. SAND, Matthäus, 590s.
143
Cf. Hch 23, 8; cf. Mc 12,18-27par; Mt 22,23-33/Lc 20,27-40. G. KITTEL,
“Das leere Grab als Zeichen für das überwundene Totenreich”, ZeitTheolKirch 96
(1999) 458-479: Mc 16, 1-8 ha de ser interpretado como un relato que desarrollando
1Cor 15,4 proclama la resurrección de Jesús como una victoria sobre el reino de la
muerte y como el amanecer de una nueva creación. La cuestión decisiva no es si
hemos de ver el relato como históricamente fiel y verdadero sino más bien si real-
mente entendemos el lenguaje bíblico que apunta parabólicamente hacia la realidad
de Dios y su poder de dar la vida (NTA 2000-2).
144
A. SAND, Matthäus, 587.
48 G. SÁNCHEZ

En definitiva, ¿qué valor tiene esa comprobación para nuestra fe en la Re-


surrección? La de ser signo, pero nunca una prueba directa de la fe en ella; y
todavía menos, el origen de esa fe. ¿Sería, al menos, una condición impres-
cindible de la fe? Se podría orientar su valor por este camino: permite tradu-
cir el realismo de la fe. Pero sin caer en el peligro de representar la
resurrección de Jesús como una simple reanimación de un cadáver (como
fue la de Lázaro).

Pero el quehacer de la reflexión teológica no debe estacionarse ahí. La


crítica de las representaciones debe conducirnos a la búsqueda de las signifi-
caciones. El objeto de la fe no puede ser representado de una manera satis-
factoria.145 De éste modo el interés del sepulcro vacío no recae simplemente
sobre el hecho mismo. Es el relato que lo transmite el que nos interesa porque
representa recuerdos auténticos y también una meditación larga y profunda
de la Iglesia naciente. Desde el momento que esa tradición de Jerusalén
acerca del sepulcro vacío, entra a formar parte de la proclamación y de la ca-
tequesis, es que su significación teológica no puede ser abandonada ni des-
preciada. Posee un valor cristológico digno de tenerse en cuenta, aunque éste
será el mejor valor de las apariciones: la afirmación de la identidad del Cru-
cificado y del Resucitado. Su significación no es percibida más que en la ad-
hesión viva al Cristo crucificado y resucitado. Y es también la condición del
creyente de hoy, atraído por una realidad presente, eficaz es accesible a tra-
vés de la confesión de fe y la comunión con los apóstoles (1 Jn 1,1-3).

Es importante también valorar la dimensión escatológica de estos relatos.


El kerigma apostólico, que está en el centro de los mismos, y que sigue sien-
do para nosotros una realidad actual, es también la acción de Dios que realiza
ya ahora la venida de su Reino. Esta tensión hacia el futuro, que fundamenta
el relato y estructura para siempre el pensamiento cristiano, permite ir más
allá de las aporías de la crítica del lenguaje y de las representaciones. Preci-
samente el gran valor del mensaje de la resurrección de Jesús es que en Él se
ha realizado ya la resurrección escatológica.146

145
A. JOHNSON, “Ripples of the Resurrection in the Triune Life of God: Reading
Luke 24 with Eschatological and Trinitarian Eyes”, HorBibTheo l24 (2002) 87-110.
146
J. DELORME, “Resurrección y sepulcro de Jesús: Mc 16,1-8 en la tradición
evangélica”, La Resurrección de Cristo y la exégesis moderna, Madrid, Studium,
1974,105-152. F. NAULT, “L'ouvert de la révélation: autour du tombeau vide”,
EtudTheoRe 79 (2004) 227-237.
EL SEPULCRO VACÍO 49

El hecho de que el contenido de la expresión o locución “resucitó y ha si-


do resucitado” aquí y en otros lugares del evangelio de Mt (28,7) no es clari-
ficado inmediatamente, aunque el primer lector puede interpretar y obtener
el sentido teniendo en cuenta la Escritura, la tradición y el ambiente y con-
vicciones del judaísmo (cf. Mt 22,23-33) así como el contexto de fe y de vi-
da del primitivo cristianismo. De esta manera es confesada claramente esta
fe en el nuevo Testamento aunque podría resultar equívoco respecto a su ar-
ticulación lingüística. Esta multiplicidad se da también en la sagrada Escritu-
ra y en la teología del judaísmo primitivo. Como el lector con su lectura
puede comprobar, se encuentra un reflejo de ello en el evangelio de Mt.147

En cuanto a la percepción de la revelación se podría hablar de “ver” meta-


fóricamente (Mt 28, 7c: “allí lo veréis”). El centurión romano y sus soldados
en Mt 27,54: “Cuando ellos vieron el terremoto y lo que había sucedido”.
Por otra parte aparecen otros detalles de las mujeres en 27,55; este aspecto
aparece de nuevo en 28,1: aquí llegan las mujeres “a ver el sepulcro”. En
28,6 oyen el requerimiento o invitación del ángel: “venid y ved el lugar don-
de le pusieron”. La orden del ángel a los discípulos que vayan a Galilea con
la promesa: “Allí le verán”. El contexto facilita otra interpretación del verbo.
Después de esto se debe diferenciar entre un ver incrédulo (27,49), un ver
más constatado (27,55; 28,1), un ver que se apoya en signos profético-
apocalípticos (gritos, tinieblas), sin sucesión (27,54) y uno que coloca a los
discípulos en la verdadera perspectiva un ver creyente, es decir, el segui-
miento detrás de Jesús como condición (28,7), el “ver” al Resucitado depen-
de del seguimiento en el camino de Jesús. «A diferencia de la interpretación
usual, en casi todos los lugares, sobre todo en el caso del centurión romano,
tiene un sentido más propio de confesión cristiana: “ver” con la posible inter-
pretación de “ver-saber-creer.” Esto no debería sorprender porque es seme-
jante a lo que descubrimos en los relatos de milagros de los capítulos 8-9.»148

El apóstol Pablo, que no hace referencia al sepulcro vacío, indica de otra


manera la salida del cuerpo de Jesús y nos informa haciendo una compara-
ción con la etapa de la presencia de Jesús en la historia.149 El mensaje pas-
cual refleja un acontecimiento realmente sucedido y verdadero. La joven
comunidad, que acoge el relato del sepulcro vacío en la confesión pascual,
subraya la nueva existencia de Jesús. Lo que es totalmente distinto, plena-

147
H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 521s.
148
H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 523s; J. GNILKA, Marcos, II 489.
149
1Cor 15,44; 2Cor 5, 4.
50 G. SÁNCHEZ

mente nuevo en la mañana de Pascua, exige también un pensamiento en ca-


tegorías, que trascienden el ámbito del dominio intramundano. El correr la
piedra de la puerta del sepulcro donde estuvo Jesús es un motivo comple-
mentario, que tiene valor para una argumentación apologética. En el centro
de la proclamación está, no obstante, el mensaje: “¡Ha resucitado!” (v. 6). La
profesión de fe paulina “Cristo murió... fue sepultado…. resucitó” (1Cor
15,3s) resuena con fuerza. «La profesión de fe de la Iglesia se fundamenta en
el mensaje que procede de Dios. La fe pascual está vinculada causal e histó-
ricamente con las apariciones.»150

Mc recurre al kerigma pascual, que había expresado ya, principalmente


en los sumarios de la pasión, y da a entender, al final de su evangelio, que el
final del camino de Jesús no es la cruz, sino su resurrección de la muerte. La
resurrección de Jesús no es tan solo una función de la cruz, sino irrepetible
acción de Dios en el que ha muerto. Este vive como resucitado, a partir de
este momento, junto a Dios. De esta manera, el evangelio de Jesucristo, el
Hijo de Dios, se presenta como el evangelio del Crucificado y Resucitado.
La ya comprobada relación con el comienzo se hace patente también en la
mención de los discípulos y de Pedro (cf. 16,6). Se les ha confiado el mensa-
je del Crucificado que ha resucitado para que ellos lo anuncien. El evangelio
del Crucificado y Resucitado debe ser proclamado a todo el mundo (13,10).
«La incredulidad consistiría ahora en guardar silencio. El discípulo, incorpo-
rado al proceso del evangelio, está destinado a vivir y predicar el evangelio.
O dicho de otra manera: el discípulo tiene que seguir a Jesús, crucificado y
resucitado, en su camino de Galilea a Jerusalén y así dar noticia de él».151

En un trabajo posterior me centraré en las apariciones del Resucitado co-


mo revelaciones de la identidad del Resucitado.

Gerardo SÁNCHEZ MIELGO, O.P.


Facultad de Teología de Valencia

150
J. ERNST, Mark, 490s.
151
J. GNILKA, Marcos, II.

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