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PATRIMONIALISMO A LA CUSQUEÑA.

Por: Aarón Medina

Recientemente el Concejo Municipal del Cusco y su presidente ha tomado la decisión


de dar marcha atrás en el proceso de peatonalización del Centro Histórico del Cusco.
Proceso que empezó con alguna de sus calles en la primera década del siglo en curso, y
tuvo un apalancamiento importante con la peatonalización de su núcleo que es la Plaza
de Armas. La medida a priori, es lesiva, pues como explican los manuales y artículos
sobre peatonalización (sobre todo de Europa occidental) des-peatonalizar es más lesivo
que peatonalizar con defectos. Un proceso de peatonalización tira raíces, modifica
comportamientos sociales y económicos; pero, sobre todo, gana espacio público para
sus ciudadanos ¿Dónde irán las cusqueñas y cusqueños que paseaban sin peligro de los
vehículos motorizados por la Plaza de Armas? ¿Cuál será la respuesta de los “des-
peatonalizadores” luego de ver al “fierro” en lugar de las personas?

Es una mentira que se diga que no existen documentos técnicos y políticos que
sustenten la peatonalización, los tenemos desde 1972 (por ejemplo: la propuesta de
edificación para el Casco Monumental del Centro Histórico del Cusco, diseñado por
COPESCO) y los diferentes documentos de gestión que aprobamos desde la
declaratoria de patrimonio cultural de la humanidad de la Ciudad del Cusco en 1983. El
mismo Plan de Desarrollo Concertado del Cusco, prioriza en sus proyectos la
peatonalización del Centro Histórico.

A todo esta influencia técnica-institucional, hay que sumarle dos elementos


importantes: Uno, que tiene influencia internacional, sobre todo, de las
recomendaciones de la Unesco para las ciudades patrimonio y la Organización Mundial
de Ciudades Patrimonio donde la Municipalidad del Cusco es parte, que en el objetivo
de conservar su monumentalidad deben ir expulsando los vehículos motorizados de
sus espacios de conservación; y la tendencia global del derecho a la ciudad, donde es la
persona que expulsa al vehículo con motor. Es decir, des-peatonalizar implica dar la
espalda al deber de cuidado del patrimonio cultural y, a la obligación constitucional de
proteger la dignidad de la persona. Una contradicción para nuestros tiempos.

En ese sentido, abrir la Plaza de Armas a los vehículos es un pisoteo a políticas


institucionales, repitiendo la historia de siempre creyendo que para todos los casos
“escobita nueva barre mejor”, asegurando uno de los peores defectos de la política
peruana que es su fragilidad institucional.

Esta decisión del concejo edil provincial, es una muestra que el neo-liberalismo se
impone como modelo de desarrollo para nuestra ciudad. El lugar que debería ocupar
las políticas de protección al patrimonio cultural, la claridad de un modelo de ciudad
con un alto contenido patrimonial material e inmaterial, y su soporte ideológico que
debería ser el derecho a la ciudad, lo está ocupando este modelo de gobierno
municipal frágil y mercantil.

Pueden estar felices los enemigos de la peatonalización, impusieron sus beneficios


sobre el cuidado del Cusco y los derechos de su gente.

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