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lIN L fiA
La Lógica de la Acción Colectiva
Bienes Públicos y la Teoría de Grupos
OLSON
0 L IM U S A
NORIEGA EüllORES
Temas que abarca la obra;
Puesto que las dos ediciones (en inglés) de este libro, en pasta y en nSs-
tica, se van a reimprimir casi al mismo tiempo, la ocasi<in se presta para
pensar en hacer cambios. Sería posible enmendar el tema de la obra, agre
gar varias ideas que se me han ocurrido desde que fue escrita y tomár en
cuenta trabajos afínes hechos ert los áltimos aflos por otros autores; pero
he «enunciado a una revisión de esa magnitud. En mU pumos de vista no
ha habido cambio alguno que Justiflque una nueva rfcdácclón. Algunas de
las ideas que agregaría a cualquier nueva edición hati «ido expuestas ya
en artículos, y por otra parte resultaría demasiado largo el tratar adecua
damente lo que otros han escrito. Por lo tanto, lo que hice fue preparar un
brevé apéndice que le proporcionará al lector interesado una guía de los
artículos que he publicado sobre el tema y que habla de una idea fasci
nante que los comentaristas han propuesto para un trabajo posterior. Ese
apéndice da comienzo en la página 183.
Si bien el recuerdo de la mayoría de los favores recibidos se desva
nece pronto, no ha ocunido así con mi gratitud hacia los críticos que me
ayudaron cuando estaba escribiendo el libro. A menudo he podido per
catarme de que la reacción ante la obra habría sido menos generosa (o
más reservada) si los primeros borradores no hubieran sido tan bien
criticados. El crítico que entre todos fue el que más me ayudó es Thomas
Schelling, de la Universidad de Harvard. Aunque ni él ni los demás son
responsables de los errores ^ue la qbra pueda tener, gran parte de la
aceptación que ha logrado se debe particularmente a sus juicios. También
Edward C. Banfield y Otto Ec^stein criticaron este estudio en forma por
demás provechosa cuando era el borrador de una tesis para doctorado en
Harvard. Cuando la tarea se hallaba en la etapa'de prospecto, saqué gran
provecho de las opiniones de Samuel Beer, de John Kenneth Galbraith, de
Cari Kaysen y deTalcottParsons. A medida que comencé a corregir la tesis
para su publicación, recibí los comentarios extraordinariamente útiles de
Alan Holmans, Dale Jorgenson, John Kain, Douglas Keare, Richard Lester
$ PrMoifo
Mancur OIson
Departamento de Economía
Universidad de Maryland
College Park, Maryland
Contenido
I n t r o d u c c ió n ii
I. Una t e o r Ia bE l o s g r u p o s y i, a s o r g a n i z a c i o n e s is
A. La fínalidad de la organización, ts
B. Bienes públicos y los grandes grupos, I9
C. La teoría tradicional dé grupos, 2«
D. Grupos pequeños, 32
E. Gnipos “exclusivos” c "inclusivos”, 4«
F. Una taxonom ía de los grupos, 53
V I . L as TEORfAS de “ pRODUcro s e c u n d a r io ” y d e
“ in t e r é s e s p e c ia l ” I«7
A p iín d ic e 1S3
Í n d ic e 193
Introducción
A. La nNALIDAD DE LA ORGANIZACIÓN
15
16 U ña teoría de tos g r u p o i y l ú t o r g a n ir a r i o n e f
ünicamcntc a los fines que los líderes persiguen.^ Pero, n mcnu<lo, las or
ganizaciones perecen si no hacen nada para favorecer los inicrcscs de sus
miembros, y este faclor debe limitar severamente el número de u(|uellas
que no sirven a esos intereses.
La idea de que las organizaciones o asociaciones existen para pr(»tcgcr
los intereses de sus miembros no es nueva ni exclusiva de la economía. Se
remonta por lo menos hasta Aristóteles, quien escribió: “Los hombres
emprenden juntos una empresa en pos de una ventaja en particular y con
el fin de obtener algo que es necesario para las finalidades de la vida, y la
asociación política, análogamente parece haberse originado, y seguir
existiendo, por las ventajas generales que trae consigo”.’ Más reciente
mente, el proíe.sorLeón Festinger, sicólogo social, señaló que “el atractivo
de la membresía de grupo no está en el solo hccho de pertencccr, sino más
bien en lograr algo mediante esa membresía".‘ El fallecido Harold Laski,
cientffico de la política, daba por sentado que "las a.sociaciones existen
para satisfacer los propósitos que un grupo de personas tienen en común”.’
Lo que se espera de la clase de organizaciones objeto de este estudio es que
favorezcan los intereses de sus miembros.‘ Sc espera que los sindicatos de
trabajadores luchen por salarios más altos y mejores condiciones de trabajo
para sus miembros; se espera que las organizaciones agrícolas luchen por
2. Mid Weber linnió I» :iicnci<^rí haciii el caüo en que una organÍ7.))ci(5n sigue cxis-
tiendo nlgún tiempo dc^piiís de que hn perdido objeto porque algún funcionnrio se 6slá
aprovechando. Víase su obra Thenry o f Social and Economic Organiralion, irad. Talcoll
Parsons y A. M. Henderson (Nueva York: OxTord University Press, 1947)
3. /Tf/iir.T viii.9.1160n.
4. "León Fesiinger.'Tiroup Alraclion and Mcmbcrship”. en Group Dynamics, cd.
Üorwin Cartwrighl y Alvin Zender (Evanslon. 111.: Row, Pelcrson, 1953), pág. 93.
5. A Grammar nfP oliú rs, 4a. cd. (Londres: Gcorgc Alien & Unwin, 1939), pág. 67.
6. No se espera necesariamente que las organizaciones filantrópicas y religiosas
sirvan únicamenlc h)s intereses de sus miembros. Esas organizaciones tienen otros fines
que se consideran más imporljintes. por mucho que sus miembros sientan la “necesidíur'
de pcrfencccT a clla.^ o rcsulicn mejorados o ayudados por pertcncccr. Pero la com ple
jidad de esas organizaciones no será estudiada en detalle aquí, porque este estudio se
concentrará en las orgnni/aciones que tienen un aspecto económico importante. Se hará
hincupié de manera que tiene algo en común con lo que Max Weber llamó "grupo
a s o c i a t i v o " . Para él, un gru|>o es a s o c i a t i v o si "la orientación de la acción social con el
mismo se funda en un convenio motivado racionalmente". Weber comparó su “ grupo
asociativo" con el "grupo comimal" fundado en el afecto personal, las relaciones e r ó
ticas. etc..como una familia, por ejem plo (Véase Weber, págs. 136 -139 y, de G race
C oylc.S o cia lP ro ce ss in O rganÍ7edG roups, Nueva York: Richard Smith, Inc., 1930,
págs 7-9). La lógica de la teoría expuesta a(|UÍ se puede ampliar de manera que
abar(|ue las organizaciones comunales, religiosas y filantrópicas; pero no resulta
particularmente úlil para el estudio de esos grupos.
I m p n a U d a d de la org a n iz a ci ó n 17
una legislación favorable para süs miembros: se espera que los carteles
luchen por precios más altos para las empresas que participan; se espera
que la empresa favorezca los intereses de sus accionistas,’ y se espera que
el Estado fomente los intereses comunes de sus ciudadanos (si bien en esta
era nacionalista el Estado tiene a menudo intereses y ambiciones distintas
de los de sus ciudadanos).
Adviértase que los intereses que se espera que lodos esos diversos tipos
de organizaciones favorezcan son en su mayoría i nlereses comunes .· el inte
rés común de los miembros del sindicato es por los salarios más altos, el de
los agricultores es una legislación favorable, el de los miembros del cartel
sé centra en los precios más altos, el de los accionistas en dividendos y
precios de las acciones más elevados y el de los ciudadanos en un buen
gobierno. No por casualidad se supone que los diversos tipos de organiza
ciones mencionadas deben trabajar primordialmente por los intereses
comunes de .sus miembros. Los intereses puramente personales o indivi
duales pueden .seVfavorecidos, normalmente en forma pordemás enciente,
por la acción individual no organizada. Es obvio que no tiene objeto tener
una organización cuando la acción individual no organizada puede servir
a los intereses de la persona igual o mejor que la organización. No tendría
ca.so, por ejemplo, formar una organización simplemente para jugar so
litarios. Pero cuando cierto número de personas tienen un interés común o
colectivo (cuando comparten un propósito u objetivo único), la acción
individual no organizada, como luego veremos, no será capaz de favorecer
en ab.soluto esc interés común o no podrá favorecerlo adecuadamente. Las
organizaciones pueden por lo tanto, desempeñar una función cuando hay
intereses comunes o de grupo, y aunque con frecuencia sirven también a in
tereses puraménte personales e individuales, su función característica y
primordial es fomentar los intereses comunes de grupos de personas.
El supuesto de que típicamente las organizaciones exi.sten para favo
recer los intereses comunes de grupos de personas va implícito en la
mayoría de las obras que hablan de las organizaciones, y dos de los autores
ya citados hacen explícito ese supuesto: Harold Laski recalcó que las orga
nizaciones existen para lograr las Tirialidades y favorecer los intereses que
“un grupo de personas tienen en común”; y aparentemente Aristóteles
B. B i e n e s p ú b i , ic o s y l o s g r a n d e s g r u p o s
SU producto. Para obtener esa ayuda del gobierno, los productores tendrán
que Tormaruna organización de cabildeo; convertirse en grupo de presión
activo.** Esa organización tendrá tal vez que llevar a cabo una gran cam
paña. Si encuentra una resistencia significativa requerirá una cantidad
importante de dinero.**Necesitarán expertos en relaciones publicas para
influir en los periódicos y quizás requiera algo de publicidad. Muy pro
bablemente se necesitarán organizadores profesionales para que arreglen
reuniones ‘‘populares espontáneas” entre los afligidos productores de la
industria y para inducir a los que pertenecen a ella a escribir cartas a sus
diputados.*^ La campaña por la ayuda del gobierno demandará cierto
tiempo de algunos de los productores, así como su dinero.
Hay una semejanza notable entre el problema que encara la industria
perfectamente competitiva mientras trata de obtenerla ayuda del gobierno
y el que encara en el mercado cuando las empresas aumentan la produc
ción y provocan una disminución del precio. Asi como no es racional que un
productor en particular restrinja su producción con elfin de subir el precio
del producto de su industria, tampoco sería racional que sacrificara su
tiempo y su dinero para sostener a una organización cabildera con el fin
de obtener la ayuda del gobierno para la industria. En ninguno de los casos
le convendría al productor individual asumir cualquiera de los costos.
Una organización de presión, un sindicato o cualquier otra organización
que trabajara por los intereses de un grupo grande de empresas o de tra
bajadores de alguna industria, no obtendría ayuda alguna de las personas
racionales y egoístas que pertenezcan a esa industria. Así sería aunque
todos los de la industria estuvieran absolutamente convencidos de que el
programa propuesto favorecería sus intereses (si bien, algunos podrían
pensar de otro modo y hacer la tarea de la organización más di fícil aún). **
15. Robert Michels so.'Jliene en su csludio clásico que “la democracia es inconcebible
sin organización'* y que *‘el principio de organización es una condición absolutamente esen
cial para lá lucha política de las masas”. Ver su obra Political Parties, trad. Eden and Cedar
Paul (Nueva York: Dover Publications, 1959), págs. 21 -22. Ver también Robert A. Brady,
Business as a System o f Power (Sxjtvñ York: Columbia University Press, 1943). pág. 193.
16. Alexander Heard. The Costs o f D emocracy (Chapel Hill: University of North
Carolina Press, 1960), especialmente la rfota 1, págs. 95-96. Por ejemplo, en 1947 la
National Association of Manufacturers gastó más de $4.6 millones de dólares y. en el
transcurso de un período algo máJ largo, la American Medical Association gastó otro tan
to en una campaña contra el seguré de salud dbligatorio.
17. “Si se llegara a conocer toda la verdad... resultaría que el cabildeo, con todas ¡cus
ramificaciones, es una industria de mjl millones de dólares”. U.S. Congress, House, Select
Committee on Lobbying Activities, Report, 81st Cong., 2nd Sess. (1950), citado cn cl
C ongressional Quarterly Almanac, 81st Cong., 2nd Sess., VI, 764-765.
18. Para una excepción lógicamente posible, pero prácticamente sin sentido de la c o n
clusión sacada cn este párrafo, ver la nota de pie de página 68 de este capítulo.
22 Urna Uoría é t tos grupos y las organizaciones
19. Loé sociólogos, ál ig;ual que los ccÓTMtnisUs, htn observado que los motivos
ideológicos no son itificientes por sí mismos para provocar el esfuerzo continuado de
gràAdes masás de personas. Max Weber ofrece un ejemplo notable: “En una economía
de mercado, toda la actividad écónómica es emprendida y llevada a cabo por las perso
n o para favorecer sus propiol líbales o Ingeses materiales. Naturalmente, esto es
iguálmenté cierto cuando lá actividad económica estt orientada hacia los patrones de
orden de loé grupos cor|x>rativos ...
“Incluso ti un sistema económico estuviera organizado sobre una base socialista, no
htbríi diferencia fundamental en este respecto... La estructura de intereses y la situación
pertinente podrían cambiár; habría otris máneru de favorecer los intereses; pero este
factor fundamental seguiría éiendo tan relevante como antes. Es cierto desde luego que la
acción económica oríentáda, coh bases puramente ideológicas, hacia los intereses de otros
sí existe; pero es más cierto adn que las masas no actóan de ese modo, y la experiencia ha
enseflado que no pueden hacerlo y jamás lo harán...”
24 Una leo tù i é f l o i g r it p o t y l a i o rg o ñ it a c to n e t
porcionar fácil y libremcnlc a oirn.«;. El caso opiicsio sería el bien público puro de Sa
muclson, cuya naturaleza os tal que el consumo adicional del mismo por una persona no
dism inuye la cantidad disponible para otras. De acuerdo con la definición hecha aquí,
la unidad no es atributo necesario de un bien público. Como se dirá cn otras parles de
este capítulo, por lo menos un tipo de bien colectivo considerado aquí no muestra unidad
alguna, y pocos tendrán, si es que alguno lo liene, el grado de unidad necesario para
cfllificflT como bien p ú b lic o puro. No obstante, la mayoría de los b ien es colectivos que
se estudiarán aquí muestran un grado apreciable de unidad. Con respeclo a la definición
c importancia de los bienes públicos, véase de John G. Head "Public Goods and Public
Policy", Public Finance, vol. XVII, núm. 3 (1962), 107-219; de Richard Musgrave, 1 he
Theory o f Public Finance (Nueva York: McGraw-Hill, 1959); de Paul A. Samuelson,
"T he Pure Theory of Public Expenditure", "Diagrammatic Exposition of A Theory oí
Public Expenditure" y “ Aspects of Public Expenditure Theories", cn/ícv ícw o /E co n om irj
and Statistics, XXXVI (noviembre de 1954), 387-390, XXXVII (noviembre de 1955).
350-356, y XL (noviembre de 1958), 332 338. Para conocer algunas opiniones un tan
lo diferentes acerca de la utilidad del concepto de bienes públicos, véase de Juliui
Margolis "A Comment on the Pure Theory of Public Expenditure", Review o f E co n o m ía
and Statistics, XXXVII (noviembre de 1955), 347 -349, y de Gerhard Colm "Theory of
Public Expenditures", /I nna/.v o f the American Academy of Political and Social Scicnce
CLXXXIII (enero de 1936), 1-1 V.
22. No cs preciso que un bien público que interesa a un grupo de una sociedad bcne
ficie necesariamente a la sociedad^cn conjunto. Así como una tarifa podría ser un bien
público para la industria que la bu.scó^ la anulaci(in de la tarifa podría ser un bien públicc
para quienes consumen el producto de la industria. Esto cs igualmente cierto cuando el
concepto de bien público se aplica únicamente a los gobiernos. En el caso de un gastr
militar, de una tarifa o de una restricción a la inmigración, que son un bien público para
un solo país, también podrían ser un ‘‘mal público" para otro país y perjudiciales para 1a
sociedad mundial cn conjunto.
23. R. M. Maclver en Encyclopaedia o f the Social Sciences. VII, 147.
26 Urna tfoHñ ie to§ gntpot y lat organitacionet
C. La t e o r í a tr a d ic io n a l db g r u po s
25. Para un estudio de la importancia que tienen los “grupos” de diversas clases y ta
maños para la teoría de la política, véase Verba, Sm all Groups and Political Behavior;
Truman, G overnm ental Process, y ftemley. Process o f Government. Para ver ejemplos
del tipo de estudio y teoría acerca de los grupos en la sicología social y en la so c io
logía, consúltese G roup D ynam ics, ed. Cartw right aod Zander, y S m all Groups, ed.
Hare, Borgatta, and Bales.
26. The Ruling Class (Nueva York: McGraw-Hill, 1939).
27. P o litic s 1.2.9.1253«. M uch ¿s otros han r e ca l9ado también la propensión del
ser humano a los grupoit. Véase Coyle, Social Procéss in O rganited Groups; Robert
L o w it, S ocial organization (Nueva*^ork: Rinehart & Co., 1948); Truman, especial
mente las págs. 14-43. ^ ‘ ,
28. Georg Simmel. Conflict and the web o f Group Affiliations, trad. Kurt W olff y
Reinhard Bendix (Glencoe. 111.: Free t ^ s s , 1950).
29. Bentley, Process o f Government.
30. Alexis de Tocqueville, Democracy in América (Nueva York: New American
Library. 1956). James Bryce, The American Commonwealth, 4a. ed. (Nueva York:
Macmillan, 1910). Charles A. Beard y Mary R. Beard. The Rise o f Am ericanCivilization,
2 · f / ñ » U n r ia ttf i o i g r u p o t y ta% o r g n n í i n r i o n r i
ed. Tcv.(Niicva Yoric: Mncmillan. 1949), págs. 761 -762. y Daniel B efí.The End o f Ideology
(Glcncoc. III.: Free Prcs.s. 1960), esp. la pág. 30.
31. Charles H. Cooley. Social Organization (Nueva York: Charles Scribncr’s Sons,
1909), George C. flomans, The Human Group (Nueva York: Harcourf, Brace, 1950).
pág. 1; Vcrbn, págs. 11-16.
32. Talcoll Paison^ y Robcrl F. Bales, Family (Glencoe. 111.: Free Press. 1955), pág.
9 .Véase también Talcoll Parsons, Robcrl F. Bales y Edward A. Shlls, Working Papers
Theory o f Action (Glencoe, 111.: Free Press, 1953).
33. Maclver en Encyclopaedia o f the Social Sciences, VII, 144 MR, esp. la 147. Ver
lambién Truman, pág. 25.
34. Truman, págs. 35-36. Ver lambién Elioi Chappie y Carlton Coon, Principles o f
Anthropology (Nueva York: Henry Holl, 1942).
t.n Itorín IradUlonal tif grupos 29
D. G rutos pequi-ños
bien coicciivo será proporcionado. F·! bciicficio lolal será cnlonces lan
grande en relación con cl costo total, que la parte que le toque a una sola
persona excederá al costo lolal.
Una persona obtendrá alguna parle dcl bcneDcio total del grupo, parle
que dependerá del número dc personas en cl grupo y de qué lanío se
l^nenciará la persona con el bien en relación con los demás miembros. RI
beneficio total del grupo dependerá del ritmo o nivel al cual se obtenga
cl bien coleclivo (T), y del tamaño dcl grupo (S^), que no sólo depende del
número de personas que lo forman sino lambién del valor que tenga una
unidad dcl bien colectivo para cada uno de los miembros. Eslo se podría
ejemplificar de modo más sencillo considerando un grupo de propietarios
de Fincas que presionan para lograr una rebaja dcl impuesto predial. El
benefìcio total para el grupo dependerá del “lamano" (S^) del grupo, cs
decir, dcl valor lolal estimado dc las Tincas dc lodo cl grupo, y dc la
proporción o nivel (T) dc la rebaja del impuesto por dólar dc valor c.slimado
dc las propiedades. Para un miembro individual, cl beneficio dependerá de
la "fracción” (FJ que le corresponda dcl bcnencio dcl grupo.AI beneficio
delgrupofS 7) se le podría llamar lambién porci “valor” quetiene para
cl grupo, y al bcnencio de la persona V^, por el “valor” que représenla para
el miembro individual. La "fracción” (FJ .sería entonces igual a VJV^ y el
beneficio para la persona sería F f T . La ventaja (AJ que un miembro
cualquiera i lograría obteniendo una cantidad cualquiera del bien coIcctivo
o de grupo vendría a ser el benencio personal (VJ menos cl costo (c).
^ Lo que un grupo haga dependerá de lo que hagan las personas que lo
forman, y lo que ésias hagan dependerá dc las ventíijas relativas que para
ellas ofrezcan los cursos dc acción alternativos. Dc manera que lo primero
que se debe hacer, ahora que se han aislado las variables penincnlcs, cs
considerar cl bcnencio o la pérdida individual derivados de la compra dc
cantidades diferentes dcl bien coIcctivo, Eslo dependerá dc la manera cn
que la ventaja para la persona (A = V, - O varie con las variaciones dc T,
cs decir, dependerá dc
dAJdT=dVJdT~dCldT.
J
d { F ^ p d T - dCldr=0
F ,S -dC ldr= 0.
Eslo indica la cantidad del bien coleclivo que una persona compraría
actuando independientemente si comprara algo. A este resultado se le
puede dar un significado basado en el sentido común. Puesto que cl punió
óptimo se halla cuando
dA^dT=dV^ldT-dCldT=0
Así pues, si F.> CIV^, el beneficio para una persona por ver que se
proporcione cl bien colecti vo excederá al costo. Quiere decirque se supone
que cl bien coIcctivo será proporcionado si .su coslo es, cn cl punto óptimo
dc cualquier miembro del grupo, tan pequeflo en relación con cl bene-
dAJdT = d(S,T)ldT = O
S,+T(dSJdT) = 0
+T(dS,ldT) = 0.
j ·.
Aquí, cuando se supone que la empresa aclóa independientemente, o sea
que no espera reacción alguna de las otras empresas. ciS= dS^, por lo tanto
F ,S ^4 T (d S Jd :t) = Q .
43. Auguslin Cournol, Uescarchcs into the M athem aticol P r in r ip h s o f the Theory
ofW eallh, Irad. Nnthanicl T. Rncon (Nueva York: Macmillan, IR^>7), c^piTialmcnlc
el cap. vn, pág.s. 79 90.
(itu iu n fffg u fñ n i M
que el análisis de la arción dc grupo fuera del mercado, una que pregunta
cuándo es conveniente para los intereses de una unidad individual que
fonna parte de un gmpo actuar en favor del interés del gmpo en conjunto.
El caso de Coumot cs en un respecto más sencillo que la situación del
gmpo Tuera del mercado, tema principal de este estudio. Cuando un grupo
busca un bien colectivo ordinario, más bien que un precio más alto me
diante la restricción de la producción, encuentra, como se dijo cn cl primer
párrafo dc esta sección, que la primera unidad dcl bien colectivo obtenido
será más costosa por unidad que algunas unidades posteriores de esc bien.
Eslo se debe a la irregularidad y a otras características técnicas de los bienes
colectivos y a que algunas veces puede ser necesario ciT^ar una organiza
ción para obtener el bien colectivo. Eslo llama la alención hacia el hecho
de que hay dos preguntas distintas que la persona que pertenece a un grupo
fuera del mercado debe considerar. Una cs si el benencio total que obten
dría proporcionando alguna parte dcl bien coIcctivo excedería al costo Iota!
de esa parte del bien. La otra es qué tanto del bien colectivo dcl:>cría
proporcionar, si ha de proporcionar alguno, y aquila respuesta depende por
supuesto de la relación entre los costos y beneficios marginales, más bien
que totales.
Análogamente, hay también dos preguntas disiintas que deben ser
conlestadas acerca dcl gmpo en conjunto. No basta con saber si un gmpo
pequeño se procurará un bien colectivo. También es necesario determinar
si la cantidad del bien coIcctivo que un gmpo pequeño obtendrá, si obtiene
alguno, tenderá a ser óptimo de Pareto para el gmpo en conjtmto. Es decir,
¿se maximizará el beneficio del gmpo? La cantidad óptima de un bien
colectivo que el gmpo en conjunto obtendrá, si ha de obtener alguno,
vendrá dada cuando el beneficio para el gmpo esté aumentando en igual
proporción que el coslo del bien colectivo, o sea. cuando dVJctT = dC/dT.
Puesto que, como ya se demostró, cada persona del gmpo tendría un
incentivo para proporcionar más del bien colectivo hasta que F /d V Jd T =
dCIdT), y puesto que = 1. parecería a primera vi.sta que la suma de lo
que los miembros individuales aportarían actuando independientemente
alcanzará cl óptimo del gmpo. Parecería lambién que cada miembro del
grupo soportaría entonce^una fracción, de la carga o costo total, dc
manera que la carga de proporcionar el bien público sería compartida en
fonna “correcta” en el senfí^o de que cl costo será compartido en igual
proporción que los beneficios.
Pero no es así. Normalmente, la provisión del bien colectivo será
notablemente subóplima y la'distribución de la carga será altamente ar
bitraria. Eso se debe a que la cantidad de bien colectivo que la persona ob
tiene para sí misma les tocará también automáticamente a las demás. De
39 Una troría de tos grupos y las organizaciones
la dcfmiciön dcl bien coleclivo se desprende que una persona no puede ex
cluir a las oirás dcl gmpo dc los bcnencios de esa caniidad del bien público
que proporciona para sí misma/^ Quiere decir que ningún miembro dcl
gmpo lendrá indepcndienlemenie un inccnlivo para proporcionar una parle
cualquiera dcl bien coleclivo una vez que esté disponible la caniidad que
sería comprada por cl miembro del gmpo que lenga la F,más grande. Esto
sugiere que, íisí como los grandes grupos tienen tendencia a no procurarse
ningún bien coleclivo, cn los grupos pequeflos hay una tendencia a la
provisión menos que óptima de bienes colectivos. La suboplimalidad será
más grave mientras más pequeña sea la F, de la persona “mayor" del gmpo.
Puesto que mientras más grande sea el número de miembros dcl grupo,
siendo lodo lo demás igual, más pequeña será la F,, mientras más personas
sean más grave será la suboptimalidad. Evidentemente, entonces, los
gmpos con un gran número de miembros actuarán por lo general con me
nos eficiencia que los menos numerosos.
Sin embargo, no basta con considerar únicamente cl número de
personas o unidades de un gmpo, porque la Fj de cualquiera dc los miem
bros no sólo dependerá de cuántos son sino lambién del “tamaño” (S.) dcl
miembro individual, es dccir, de la medida en que saldrá beneficiado por
un nivel dado de provisión del bien coleclivo. El propietario de grandes
posesiones ahorrará más con una cierta reducción dc los impuestos que
aquel que sólo po.scc una modesta vivienda y. siendo todo lo demás igual,
tendrá una F, más grande.^^ Un grupo compuesto de miembros cuyas 5, sean
desiguales, y que tienen por lo tanto F, desiguales, mostrarán menos ten
dencia a la suboplimalidad (y tendrán más probabilidades de procurarse
44. En lo que rcstn dc esta sección convcnicnle y úlil suponer que c:ida m iem
bro dcl grupo recibe 1a misma caniidad dcl bien público. Así ocurre de heclio siempre
que cl bien coleclivo cs un "bien público puro” como lo concibe Samuelson. Sin em bar
go, esla suposición es mlis rigurosa do lo que normalmenlc se requiere. Un bien público
puede ser consumido en canlidarics desiguales por difcrcnlcs personas y ser, no obslnnle,
un bien público lolal en el seniido de que cl consumo por parle dc una sola persona no
disminuye cn forma alguna cl dc las dcm.ls. E incluso cuando el consumo adicional por
una persona dé lugar a reducciones marginales de la cantidad disponible para oirás, las
conclusiones cualiiniivas de que habrá suboplimalidad y carga desproporcionada
seguirán siendo válidas.
45. l,as diferencias dc lamaño pueden Icner también alguna importancia en las s¡-
luaciones de mercado. La empresa más grande obtendrá una fracción mayor dcl
bcneficio lolal, derivado dc un precio más alio, que una empresa pequeña, y lendrá por
lo lanío más incentivo para rcsifingir la producción. Eslo sugiere que la compeiencia de
unas pocas empresas grandes cnlre las muchas pequeñas, conlrariamcntc a lo que opinan
algunos, puede dnr lugar a una mala asignación grave de los recursos. Para un punió dc
visia diferenic a csic rcspeclo, véase Willard D. Arant, “The Compciition of ihe Fcw
among ihe Many", Quarierly Journal o f íiconomics, LXX (agosto dc 1956), 327-345.
Grupos pequeños 39
•
alguna cantidad dc bien coleclivo) que olro grupo por lo demás idéniico
compueslo de miembros de tamaño igual.
Como ninguno liene un incentivo para procurarse más dcl bien colec
tivo, una vez que el miembro con la F, más grande ha obtenido la caniidad
que desea, es cierto también que la distribución de la carga de proporcionar
el bien público cn un grupo pequeño no eslará cn proporción con los bc-
tieficlos conferidos por el bien colectivo. El miembro que tenga la más
grande soportará una parte desproporcionada de la carga."** Por lo que se
refiere a los grupos pequeños con intereses comunes, hay una tendencia
sistemática a la explotación''^'^ de los grandes por los pequeños.
El comportamiento dc los grupos pequeños inleresados en los bienes
colectivos puede ser a veces muy complejo, mucho más de lo que sugieren
los párrafos que anteceden.^" Hay ciertos arreglos institucionales y su
puestos conductuales que no siempre darán lugar a la suboplimalidad y
46. El estudio que aparece en cl Icxlo cs demasiado breve y sencillo para hacer plena
justicia a algunos siquiera dc los casos más comunes. En cl que posiblemente es cl caso
más común, o sea aquel en que el bien colectivo no es un pago en dinero a cada miembro
de algún grupo ni algo que cada uno pueda vender por dinero, los miembros deben
comparar el costo adicional dc otra unidad dcl bien coIcctivo con la “ utilidad" adicional
que obtendrían de una unidad más dc ese bien. No podrían, como se supone en cl texto,
comparar simplemente un costo en dinero con un rendimiento en dinero, y por lo tanto
habría que usar también en el análisis las curvas de indiferencia. La tasa marginal de
sustitución no sólo resultaría afectada por cl hccho de que el gusto por las unidades
adicionales del bien colectivo disminuirían a medida que se consumiera más del bien, sino
también por los efectos en el ingreso. Estos últimos inducirían a un miembro del grupo
que hubiera sacrificado una cantidad dfesproporcionada dc su ingreso para obtener cl
bien público a valorar su ingreso en más dc como lo habría hecho de haber obtenido el bien
colectivo, sin costo, de los demás miembros del grupo. En cambio, quienes no hubieran
soportado carga alguna por la obtención dcl bien colectivo dc que disfrutan encontra
rían que sus ingresos reales son más elevados, y, a menos que el bien colectivo sea un bien
inferior, esa ganancia en el ingreso real fortalecería su demanda por el bien colectivo. Esos
efectos en el ingreso tenderían a impedir que cl miembro más importante del grupo
soportara toda la carga del bien colectivo (como lo haría en el caso mucho más sencillo
considerado en el texto). Agradezco a Richard Zeckhauser que haya llamado mi atención
hacia la importancia de los efectos en cl ingreso en este contexto.
47. Las insinuaciones morales cks la palabra “explotación" son desafortunadas. De un
análisis puramente lógico no sé pueden sacar conclusiones morales generales. Sin
embargo, como la palabra “cxploUición" se emplea comúnmente para describir las
situaciones en las cuales hay desproporción catre los beneficios y los sacrificios de
diferentes personas, resultaría pedante emplear aquí una palabra distinta.
48. En primer lugar, el argumento presentado en el texto su i^n e un comportamicnlo
independiente y pasa por alto la interácción estratégica o negociación que es posible
en los grupos pequeños. Como se dirá más adelante en este capítulo, la in tc rH c c ió n
estratégica cs pot lo general mucho menos importante cn los grupos ajenos al mercado que
buscan bienes colectivos que e n tre los grupos de empresas e n el mercado. E incluso
40 U n n t r o f í n He t o t g r u p o t y t a i o r g a n i M c i o n r i
cnnmlo hny negociación, a menudo sucederá que habrá disparidad dc poder de negocia
ción. lo cual dará lugar más o menos a los mismos resultados que se describen cn cl texto.
Cunndo un miembro de gruyxi. con una T. grande, negocia con un miembro cuya T. cs pe
queña, todo lo que puede hacer cs amenazar al miembro más pequeño diciendo: “Si no
projHircionas más del bien colectivo, yo proporcionaré menos y tú estarás entonces en
peor situación q\ie ahora” . Sin embargo, cuando el miembro importante restringe su
compra del bien público suírirá m ásquc el miembro menos imporrante, simplemente porque
su Tj cs mayor. Dc manera que su amena/a no resultará creíble. Olro factor que influye en
la misma forma cs que la cantidad máxima dc provisión de un bien colectivo que una buena
negociación puede obtener del miembro más pequeño es menor que la cantidad que una n e
gociación exitosa puede lograr del miembro importante. Quiere dccir que este último,
incluso negociando bien, tal vez no ganará lo suñcicnte para justificar los riesgos u otros
costos dc negociar, mientras que cl más pequeño, en cambio, encontrará que cl beneficio
proveniente de una buena negociación es grande en comparación con los costos que le
corresponden de la misma. El problema de la negociación cs |x>r supuesto más complejo
que eso; pero de lodos modos resulta claro que 1i negociación conducirá normalmente a
los mismos resultados que las fuerzas explicadas en el texto.
49. La famosa “ teoría voluntaria del intercambio público” , dc Erik Lindahl, puede,
según crco, ser enmendada y ampliada cn forma úlil con ayuda del análisis bosquejado en
cl texto. Agradezco a Richard Musgrave que llamara mi atención hacia cl hccho dc que
la teoría de Lindahl y el enfoque seguido cn este estudio deben de estar muy relacionados.
Pero él ve esa relación en forma diferente. Para los análisis dc la teoría de Lindahl véase
de Richard Musgrave “The Voluntary Exchange Tlieory rtf Public Economy”, Quarterly
Journal o f Economics, LUI (febrero dc 1939), 213-237; de Leif Johansen "Some Notes
)n ihc Lindahl Theory of Determination of Public Expenditures”, International Economic
Review. IV (septiembre dc 1963), 346-358; de John G. Head “Lindahl’s Theory of the
Budget". Einamarchiv, XXlll (octubre dc 1964), 421-454.
Ütuftn^ p^quefloí 4!
así cnconlrarí catín 111101111)«) que sus propios costos y beneficios mnr-
ginalcs son Iguales, al mismo tiempo que el costo marginal total iguala al
beneficio total o marginal sumado. Si los costos marginales son compar
tidos en cualquier otra forma, la cantidad del bien colectivo proporcionado
será menos que óptima^^A primera vista podría parecer que si algunas
asignaciones del costo dan lugar a una provisión menos que óptima de un
bien colectivo, entonces algunas otras asignaciones darían lugar a una pro
visión más que óptima de esc bien; pero no es así. En cualquier grupo en el
que la participación es voluntaria, el miembro o miembros cuya parte del
costo marginal exceda a su parte de beneficios adicionales dejarán de contri
buir al logro del bien colectivo antes de que se haya alcanzado el óptimo
del grupo, y no hay arreglo concebible con el cual algún miembro no tenga
un costo marginal mayor que su parte del beneficio marginal, excepto aquel
en que cada miembro del gnipo comparte los costos marginales exacta
mente en la misma proporción en que comparte los beneficios adicionales.^’
q\ic mil persona.^ se pongan de aciicrtlo cn una acción parecida, porque les re.«;ulla difícil
conrerlar un diseño tan complicado y más todavía ejecutarlo y cada una buscará un pre
texto para liberarse de la molestia y el gasto y preferirá que otros soporten la carga. La
sociedad política remedia esos dos inconvenientes. Los magistrados cncucnirnn un inte
rés inmediato por los intereses de cualquier parte considerable de sus sujetos. No tienen
que consultar a nadie mas que a sí mismos para elaborar un esquema que promueva ese
interés. Y como la falla de una pane cualquiera cn la ejecución está asociada, aunque no de
inmediato, con la falla de lodoií, evitan esa falla porque no tienen interés en ella, sea inm e
diata o remota. Así se construyen puentes, se abren puertos, se levantan murallas, se
hacen canales, se equipan flotas y se disciplinan los ejércitos, cn todas parles, bajo el cui
dado del gobierno el cual, aunque se compone de hombres sti jeios a lodiis las debilidades
humanas, se convierte, gracias a una de las invenciones más idmirablcs y lutilrs qtie se pueda
imaginar, en una mixtura q\ie hasta cierto punto está exenta de todas esas debilidades” .
(¡titpoí peq ilfñni 45
quiera dc los miembros dcl grupo lo ha conseguido para sí. Puesto que así
un miembro individual obtiene sólo una parte del beneficio derivado dc
cualquier desembolso que haga para obtener más dcl bien colectivo, dejará
de comprar esc bien antes dc que se haya logrado la cantidad que es óptima
para el grupo en conjunto. Además, las cantidades del bien colectivo que
un miembro del grupo recibe de otros miembros sin costo alguno reducirán
m᧠aún su incentivo para proporcionar más dc ese bien a su propia costa,
^ o r lo tanto, mientras más grande sea el grupo más lejos estará de
proporcionar una cantidad óptima de un bien colectivo.
Esa suboptimalidad o ineficiencia será algo menos grave en los grupos
compuestos de miembros de tamaños muy distintos o cuyo interés por el
bien colectivo difiere mucho. En esos grupos desiguales, por otra parte,
existe una tendencia a distribuir arbitrariamente la carga de proporcio
nar el bien colectivo. El miembro más grande, aquel que por sí mismo
proporcionaría la mayor caniidad dcl bien •colectivo, soporta una parte
desproporcionada dc la carga. El miembro más pequeño, por dennición,
obtiene de la cantidad de bien colectivo que aporta una fracción dc benefi
cio más pequeña que la que obtiene el miembro grande; de manera que tiene
menos incentivo para proporcionar cantidades adicionales dcl bien colec
tivo. Una vez que un miembro más pequeño tiene la cantidad de bien colecti
vo que recibe sin costo del miembro más grande, tendrá más de lo que
habría comprado por sí mismo y no habrá incentivo alguno para obtener
algo de esc bien a su propia costa. En los grupos pequeños con inlcreses
comunes hay por lo tanto una tendencia sorprendente a la ''explotación'
de los grandes por los pequeños.
El argumento de que los grupos pequeños que consiguen bienes
colectivos tienden a proporcionar cantidades menos que óptimas de esos
bienes, y que las cargas de proporcionarlos son repartidas cn forma
arbitraria y desproporcionada, no es válido cn todas las situaciones lógica
mente posibles. Ciertos arreglos institucionales o de procedimiento pueden
dar lugar a resultados diferentes. El asunto no puede ser analizado debida
mente en un estudio breve. Por esta razón, y puesto que el intenís principal
de este libro se centra en los grandies grupos, muchas dc las complejidades
del comportamiento de los grupos pequeños se han pasado por alto en este
trabajo. Un argumento del tipo gue acabamos de bosquejar podría no
obstante ajustarse bastante bien a algunas situaciones prácticas importan
tes y puede servir al propósito de sugerir que un análisis similar más
detallado podría ayudar a explicar hntparentc tendencia de los países más
grandes a soportar parles desproporcionadas de las cargas de las'organi-
zaciones multinacionales, como las Naciones Unidas y la OTAN, y a
explicar algo de la popularidad del neutralismo entre los países más
46 Una teoría de los grupos y las organizaciones
54. Algunas He Ins complejidades del comporlamienlo en los grupos pequeños se tratan
cn el artículo de Manciir OIson, Jr. y Richard Zeckhauser "An Economic Theory of
Alliances". Review o f Economics and Statistics, XLVIII (agosto de 1966), 266-279. y cn
"Colleciive Goods, Comparative Advantage, and Alliancc Efficiency”, cn issues o f Defense
Economics (A Conference of ihc Univcrsities-National Bureau-Committee for Economic
Research), Roland McKcan. ed.. (Nueva York: National Bureau of Economic Research,
1967), págs. 25-48. (Nota dc pic dc página agregada en 1970).
55. Estoy en deuda con Alan Williams, de la Universidad dc York, Inglaterra, cuyo
estudio dcl gobierno local llamó mi atención hacia la importancia dc esa clase dc fenó
menos entre gobiernos locales.
Grupos "fjrc/aWvof” § "Inctusivos** 47
57. Esia aplicación dc \i\ idc;i dc bien colcciivo es sin duda cn algunos respectos
demasiado amplia cn el scniido dc (|ue no se requiere el concepto dc bien colectivo para
analizar el cnmpfiriafniento del mercado. Otriis teorías son mejores por lo general para ese
fin. Pero cn este contexto particular es útil tratar el precio supracompetitivo como im tipo
especial dc bien colectivo. Es una buena técnica expositiva para señalar similitudes y
contrastes en las situaciones dc mercado y cn las ajenas a él por lo que respecta a la relación
entre los intereses individuales y la acción orientada hacia el grupo. Espero que cn las
páginas que siguen ofrecerá también alguna noción de las organizaciones que realizan
funciones dentro y fuera del mercado y del alcance dc la negociación en los grupos dc
mercado y los ajenos a él
5R. Hay alg\mos paralelos interesantes entre mis conceptos dc bienes colectivos “ex-
cltisivos" e "inclusivos” y algunos trabajos recientes dc otros economistas. Hay en pri
mer lugar una relación entre esos conceptos y el artículo antes citado de John Head sobre
"Public Goods and Public Policy" rinance, XVII, 197-219). No comprendí todas
las implicaciones de mi estudio dc los bienes inclusivos y colcclivos hasta que hube leído
lodo el artículo de Head. Tal como lo veo ahora, esos conceptos pueden ser explicados
en términos de su distinción entre las dos características definidoras dcl bien público tra
dicional: la imposibilidad de la exclusión y la tmidad dc la oferta. Mi bien coleclivo
exclusivo es por lo tanto uno que, por lo menos dentro dc ilgón grupo dado, la exclusión
no es factible, pero al mismo tiempo no hay unidad alguna cn la oferta, dc manera que los
miembros deí grupo es]>cran que otros serán dejados fuera del mismo. Mi bien colectivo
inclusivo es también dc naturaleza tal, que la exclusión no es factible, por lo menos den
tro dc algún grupo dado, pero no obstante se caracteriza también, al menos, por algún
grado considerable dc imidad en la oferta, y esto explica el hecho dc que los miembros
adicionales pueden disfrutar el bien con poca o ninguna reducción en el consumo dc los
antiguos miembros.
Existe en segundo lugar una relación entre mi distinción inclusivo-exclusivo y un ar
tículo de James M. Ruclianan titulado"An E conom icT heoryofC hibs” (mimeografiado).
El artículo de Buchanan supt>nc que la exclusión es posible, pero <|ue existe cierto grado
dc unidad (scver*menie limitado) cn la oferta, y demuestra que. con esos supuestos, el nú
mero óptimo de usuarios de un determinado bien público es nornnimcnt? fir'iio. variará
producción; pero serían un grupo inclusivo y aceptarían lodo el apoyo que
pudieran obtener cuando buscan impuestos más bajos, una tarifa o cual-
(|uier otm cambio en la fx)lítica dcl gobierno. ÏZ1 punto de que la exclusi
vidad o la inclusi vidad de un gi upo depende del objetivo de que se trate más
bien que de las características de sus miembros es importante, ya que mu
chas organizaciones funcionan tanto en cl mercado para subir los precios
restringiendo la producción como en los sistemas político y social para
favorecer otros intereses comunes. Sería interesante, si el espacio lo per
mitiera. estudiar a esos grupos con ayuda de la distinción entre bienes
colectivos exclusivos e inclusivos. La lógica de esa distinción sugiere que
esos grupos adoptarían actitudes ambivalentes hacia los nuevos partici
pantes. Y de hecho lo hacen. Los sindicatos, por ejemplo, preconizan a
veces la “solidaridad de la clase trabajadora” y exigen el establecimiento
sindicado; pero en cambio establecen reglas de aprendizaje que limitan el
ingreso de nuevos miembros de la “clase trabajadora” a ciertos mercados
de tral)ajo. Ciertamente, esa ambivalencia es un faclor fundamental que
debe tener en cuenta cualquier análisis apropiado de lo que los sindicatos
tratan de maximizar.'’
dc un caso a otro y puede a veccs sc*r muy pequeño. El enfoque dc Buchannn y el mío se
relacionan cn que ambos pieguntnmos cómo resultarán afectados los intereses dc un
miembro de un grupo que disfruta dc un bien colectivo ix>r los aumentos o las dism inu
ciones dcl número de personas que lo consumen. Ambos hemos estado trabajando en
esc prol/.cma independientemente y hasta fecha rccientc ignorábamos el interés dcl otro
por la cuestión. Buchanan sugiere gencrosamcnic que tal vez yo plantee la pregunta antes
que él; pero mientras que yo apenas he toCado cl lema sólo para facilitar otras partes de
mi argumento general, él ha desarrollado un modelo interesante y general que demuestra
la importancia dc esta cuestión para una amplia gama dc problemas dc políticas.
59. Hay alguna incertidumbre acerca dc lo que los sindicatos maximizan. Se piensa a
veces que no maximizan los índices dc salarios, puesto que los salarios más alios reducen
la cantidad de mano dc obra solicitada por el empleador y por lo tanto reducen también
el número dc miembros dcl sindicato. Esta última reducción es a su vez contraria a los
intereses institucionales dcl sindicato y perjudicial para el poder y cl prestigio de sus
líderes. No obstante algunos sindicatos, como el United Mine Workers, han elevado de
hecho los salarios hasta un pimto que, como ellos reconocen, reduciría el empleo en su
industria. Una posible explicación es qu6los sindicatos buscan bienes colectivos inclusivos
provenientes del gobierno, así como salarios más altos en bl mercado. En esa capacidad
ajena al mercado, cada sindicato se interesa por adquirir nuevos m i e m b r o s , d e su
“propia” industria o gremio lo mismo que dentro. L<is salarios más altos no impiden la
expansión dc un sindicato cn otras indilstrias o categoría^ de especialidades. En
realidad, mientras más altos sean los salarios que un sindicato obtiene en un mercado de
trabajo dado mayor será el prestigio de sus líderes y más grande su atractivo para los tra
bajadores dc otros mercados laborales, facilitándose así cl aumento dcl número de
m iembros fuera de su clientela original. Esto es algo que a un sindicato le gustará, porque
le ayudará a desempeñar su función política y dc presión. Cosa interesante, cl CIO y el
so Una ttaria é t tot grupós y tot erjioñlzaeloñes
Una dircrcncia más entre los gmpos inclusivos y exclusivos se hace evi
dente cuando se busca un comportamiento organizado fomialmenlc o si
quiera coordinado inrormalmenic. Cuando hay un esfuerzo organizado o
coordinado en un grupo inclusivo, todos aquellos que puedan ser persua
didos para que ayuden serán incluidos en ese esfuerzo.*" Sin embargo
(salvo en casos marginales donde el bien colectivo sólo ju,sti fica su costo),
no será esencial que cada miembro del grupo participe en la organiza
ción o cn el convenio. En esencia, eso se debe a que. normalmente, el no
participante no les quita los beneficios de un bien inclusivo a quienes sí
cooperan. Un bien colectivo inclusivo es por dcHnición de naturaleza tal,
que el bcnencio que recibe quien no coopera no va acompañado por una
pérdida equivalente para quien coopera.“
Cuando un grupo busca un bien colectivo exclusivo mediante un
convenio u organización dc las empresas del mercado (es decir, si hay co
lusión explícita o tácita cn el mercado), la situación es muy diferente. En
CSC caso, si bien se espera que el número de empresas dc la industria sea tan
IKqucño como se pueda, paradójicamente casi siempre es e.sencial que
universal Dislriln 50 dcl UMW pueden posiblemente haber permitido que la influencia dc
John L. Lewis y el UMW creciera algunas veces cuando los niveles de salarios del
sindicato limitaban el empleo en la minería del carbón. Agradezco a uno de mis antiguos
esiudianies, John Beard, el haber estimulado las ideas sobre este punto.
60. Elinicrcsnnfeargunycnxoprc^cn\n(\nporRikcrcuThel'heoryo f PolitiralCoalitionx,
en el sentido dc que cn muchos contextos políticos habrá una tendencia hacia un mínimo
dc coaliciones ganadoras, no debilita en forma alguna la conclusión expresada aquí de
que los grupos inclusivos tratan de aumentar el número de sus miembros. Tampoco
debilita ninguna de las conclusiones sacadas cn este libro, porque el argumento de Riker
sólo es pertinente para las situaciones de suma-cero y esas situaciones no se analizan cn
la presente obra. Un grupo que busca un bien colectivo inclusivo no se hallaría en situa
ción dc suma-cero, ya que. jxu definición, la cantidad de beneficio aumenta a medida que
m;ís personas se unen al grupo y que se pro|>orciona más del bien colectivo. Incluso los
grupos que buscan bienes colectivos exclusivos no se ajustan al modelo de Riker, porque
si bien la canlidad que se puede vender a algún precio dado es fija, la cantidad cn que subirá
el precio y por lo tanto la ganancia para el grufx) son variables. Es desafortunado que el
libro de Riker. que por lo demás es eslimulanle y útil, torne cn cuenta algunos fenómenos,
como las alianzas militares, pnr.i los cuales su supuesto dc suma cero es muy inadecuado.
Ver William H Riker, The Theory o f Politicai Coalitions (New Haven, Conn.: Yale
University Press. 1962).
61. Si cl bicn coleclivo fuera un "bien público puro” cn el sentido dc Samüelson, el
bcncficio que recibe quien no coopera no sólo no daría lugar a la correspondiente pérdida
para quienes sí cooperaron, sino que no daría lugar a pérdida alguna. El supuesto de bien
público puro, sin embargo, parece ser innecesariamente riguroso para los presentes fine».
Sin duda sería cieno a menudo q\ie, después dc cierto punto, los consumidores iidicio
nales dc \in bicn colectivo reducirían, por poco que fuera, la canlidad disponible para
otros. De manera que el argumento del texto no requiere que los bienes colectivos
Grupos *‘excÍuslvos’*e 'Unctushos'* 51
inclusivos sean bienes públicos puros. Cuando un bicn coleclivo inclusivo no es un bicn
público puro, los miembros del grupo que disTrulnn dcl bien no vcrÍRn con buenos ojos a
los miembros adicionales que no pagaron cuoias adecuadas. Las cuotas no serían
adecuadas a menos que fueran siquiera iguales en valor a la reducción en el consumo de
los antiguos miembros provocada por el consumo de los dc nuevo ingreso. Sin embargo,
mientras exista algún grado apreciable de "iinidud cn la oferla” los beneficios para los
nuevos excederán al pago dc cuotas necesario para garantizar que los antiguos miembros
serán compensados debidamente por cualquier reducción de su propio consumo, de
manera que el grupo seguirá siendo realmente “ inclusivo” .
62. Si los COSIOS marginales suben muy verliginosamenle y por lo tanto ninguna
empresa tiene un incentivo para aumentar mucho su producción en respuesta al precio más
alto, una sola abstención no liene pot qué ser Funesta para un convenio colusivo; pero
seguirá siendo costosa, porque la empresa que se resisle\enderá a obtener dc la colusión
más que una que sí participa, y lo que-aquella obtenga ésta lo perderá.
63. Con respecto a las im plicaciones del requisito dc unanim idad, véase el impor-
innte libró de James M. Buchanan y Gordon Tullock 1 he Calculus o f Consent: Log ical
Foundations o f Constitutional D em ocracy (Ann Arbor: University of Michigan Press,
1962), especialmente el capítulo viii, pá¿s. 96-116. Creo que algunas complicaciones de
su útil y provocativo estudio podrían ser aclaradas con ayuda de algunas de las ¡deas
desarrolladas en el presente estudio. Véase por ejemplo mi aniílisis dc su libro en la
American E conom ic Review, LII (diciembre de 1962), 1217-1218.
Sì VffÊ ét Iñi grupoË f lat organliarinnrt
a quc no cxisic cl deseo dc clim ioar a nadie dcl grupo y cn pane a q«e nor-
m alm cnlc no se requiere nada parecido a una participación unánim e; de
m anera que no es muy probable que los m iembros dcl grupo inclusivo tra
ten de ofrecer resistencia para obtener una parte m ayor dcl beneficio. Esto
tiende a reducir la cantidad de negociación (y tam bién hace que la acción
orientada hacia el grupo sea más probable). Aunque cl problem a es sum a
m ente com plejo y algunos de los instrum entos necesarios para determ inar
con exactitud qué tanta negociación habrá cn una situación dada no existen
por ahora, de todos modos parece muy probable que haya mucha menos
interacción estratégica en los grupos inclusivos y que la hipótesis del com
portam iento Independiente describirá con frecuencia razonablem ente bicn
a los m iembros dc esos grupos.
Esa ultim a distinción entre cl grupo que es tan grande que dcrmi-
tivam ente no se procurará un bien colectivo y el grupo oligopolizado que
puede obtenerlo es particularm ente im portante. Depende de si dos o más
m iem bros del grupo tienen una interdependencia perceptible, es decir, si
la contribución o falta de contribución de un miembro cualquiera produci
rá un efecto perceptible en la carga o el beneficio de alguna o algunas otras
personas del grupo. El que un grupo tenga la posibilidad de procurarse un
bien colectivo sin coacción ni estím ulos externos depende por lo tanto en
m edida sorprendente del número de personas que haya en el grupo, ya que
m ientras más grande sea éste menos probable será que la contribución de
cualquiera de ellas sea perceptible. Sin em bargo, no se puede decir con toda
exactitud que depende exclusivamente del numero dc personas. La relación
entre el tamaño del grupo y la im portancia de un miembro individual no se
puede definir tan fácilmente. Un grupo cuyos miembros tienen grados dc
interés muy desiguales en un bien colectivo y que desea uno que resulta (n
cierto nivel de provisión) extrem adam ente valioso en relación con su costo,
será más capaz dc procurárselo que otros grupos con cl mismo número dc
miembros. La misma situación prevalece en el estudio de la estm ctura dcl
m ercado, donde nuevam ente el número de em presas que una industria
puede tener sin dejar de ser oligopolista (con la posibilidad dc obtener
rendim ientos supracom petitivos) varía un tanto de un caso a otro. La norma
para determ inar si un grupo tendrá capacidad para actuar, sin coacción ni
estím ulos externos, en favor del interés dcl grupo es (como debe serlo) la
misma para los grupos del m trcado y para los ajenos a él: depende de si las
acciones Individuales de uno o más miem bros cualesquiera de un grupo
son perceptibles para cualesquiera otros.^^Esto está, muy obvia, pero no
exclusivam ente, en función dcl número dc miembros dcl grupo,
sariam cnic, |x»r(|uc cu la organi/acirtii liay siiutiula econom ías (le escala.)
En clcrlos casos cl pnipo estar,1 ya organizado para algiin olro Tin, en cuyo
caso los costos se están pagando ya. La capacidad dcl grupo para proveer
se dc un bien colectivo quedará explicada en parle por aquello que o ri
ginalm ente le perm itió organizarse y sostenerse. Esto atrae nuevam ente la
atención hacia los costos dc organización y demue.slra que esos costos no
se pueden dejar fuera del m odelo, salvo en cl caso dcl ^rupo más pequeño
cn el que la acción unilateral puede proporcionar un bicn colectivo. Los
costos de organización deben distinguirse claram ente del lipo dc co.sto
considerado anteriorm enle. Las fundones de costo estudiadas se referían
únicam ente a los costos directos de obtener diversos hiveles de provisión
de un bien colectivo. Cuando el grupo no está organizado ya y cuando los
costos directos dcl bien colectivo que desea son más de lo que una persona
sola podría soportar con bcnencio, se tiene que incurrir cn costos adicio
nales para lograr un acuerdo respecto a la forma en que se distribuirá la
carga y para coordinar u organizar el esfuerzo necesario para obtener cl
bien colectivo. Están los costos dc com unicación entre los m iem bros dcl
grupo, los costos de cualquier negociación entre ellos y los costos de crear,
proveer de personal y sostener una organización formal.
Un grupo no puede obtener cantidades infiniiesim nlm ente pequeñas
de una organización formal o siquiera dc un convenio inform al dc gni-
po. El que lertga cierto número de miembros debe (ener alguna canlidad
mínima de organización o acuerdo; de manera que hay costos de organi
zación apreciables, Iniciales o.m ínim os, para cada grupo. Cualquiera (|ue
tenga que organizarse para obtener un bicn colectivo encontrará entonces
que hay cierto costo mínim o de organización que habrá que pagar, por
poco que obtenga del bien coleclivo. M ientras m ayor sea el número de
m iem bros, m ayores serán esos coslos mínimos. Cuando ese coslo mínimo
de organización se suma a los otros costos iniciales o m ínimos de un bicn
coleclivo, debidos a .sus características técnicas antes m encionadas, resulta
evidente que el coslo de la prim era unidad dc ese bien será bastante elevado
cn relación con el coslo de algunas unidades posteriores. Por inm ensos que
sean los beneficios de un bien^colcctivp, m ientras más altos sean los coslos
absolutos totales de obtención de una cantidad cualquiera de ese bicn, m e
nos probable será que se pueda obtener siquiera una cantidad mínima dcl
mismo .sin coacción o incentivos externos por separado.
Quiere decir que hay ahora tres factores dis'linios pero acum ulativos
que impiden que los grandes grupos favorezcan sus propios intereses. En
prim er lugar, m ientras más grande sea el grupo más pequeña será la frac
ción del beneficio loial que una persona que trabaja por el interés del grupo
recibe, menos adecuada será la recompensa por cualquier acción orienta
58 Uña teoría de los grupos y las organizaciones
da hacia el grupo, y más lejos estará el grupo de obtener una provisión óp
tima dcl bien colectivo, aunque ha dc obtener alguna. En segundo lugar,
puesto que m ientras más grande sea el gnipo más pequeña será la parte del
bcncficio total recibida por una persona cualquiera o por cualquier sub-
gnipo pequeño (absolutam ente) de miembros, menos probable será que
cualquier subgrupo, y mucho menos una persona, se beneficie con el bien
^ le c tiv o lo suficiente para soportar la carga dc proporcionar aunque sea
una pequeña cantidad del mismo. Dicho de otro modo, m ientras más gran
de sea el grupo menos probable será una acción oligopolista que pudiera
ayudar a obtener cl bicn. En tercer lugar, m ientras más grande sea el nú
mero de m iem bros del grupo más altos serán los costos dc organización y
más alto será por lo tanto el obstáculo que habrá que salvar para que pue
da obtenerse el bien colectivo. Por esas razones, m ientras más grande sea
cl grupo más lejos estará dc obtener una provisión ópti ma de un bicn colec
tivo, y norm alm ente los grupos muy grandes no obtendrán, cn ausencia de
coacción u otros incentivos, aunque sea cantidades mínimas dc ese bien.*"
Ahora que hemos considerado grupos de todos los tam años, es posible
establecer la clasificación necesaria. En un artículo que originalmente for-
68. Existe un caso lógicamente concebible, pero sin duda empíricamente trivial, en
cl que a un grupo grande se le podría proporcionar una canlidad muy pequeña de un bien
coleclivo sin coacción ni incentivos ajenos. Si algún grupo muy pequeño estuviera
disfrutando dc un bicn colectivo tan económicamente que cualquiera de sus miembros
se beneficiara aseguTándosc de que es proporcionfldo, aunque tuviera que pagar lodo el
costo, y SI luego varios millones dc personas ingresaran al grupo, pero el coslo del bicn
permaneciera constarne, al grupo más grande se le proporcionaría un poquito de ese
bien colectivo. Eso se debe a que cn este ejemplo, hipotéticamente, los costos han
permanecido invariables, de manera que una sola persona liene lodavfa un incentivo
para procurar que se proporcione cl bien. Sin embargo, aun en este caso, no sería muy
corredo decir que cl grupo grande está actuando cn favor de su interés dc grupo, ya que
cl producto dcl bien colectivo será increíblemente subóplimo. El nivel óptimo dc
provisión dcl bien público aumentará cada vc7. que una persona ingrese al grupo,
puesto que, hipolélicamente, el coslo por unidad del bien colectivo es constante mientras
que cl beneficio provenicnle dc una unidad adicional aumenta con cada persona que
ingresa. Pero cl proveedor original no tendrá incentivo para proporcionar más a medida
que cl grupo crezca, a menos que forme una organización para compartir los coslos con
los demás dc este grupo (que ahora es grande). Pero eso implicaría incurrir en los c o s
los considerables de una gran organización y no habría manera de cubrir esos coslos
mediante la acción yOhmtaria y racional de los miembros dcl grupo. Dc manera que, si
cl bcnencio total derivado dc un bicn coleclivo excediera a sus costos cn miles o cn
millones de veces, es lógicamente posible que un grupo grande pueda proporcionarse
alguna canlidad dc esc bicn colectivo; pero cn lai caso el nivel dc provisión sería sólo
una fracción diminuta del nivel óptimo. No es fácil pensar cn ejemplos prácticos de
grupos que se ajusten a esta dc.scripción; pero cn la página 176, nota 94, se estudia un
posible ejemplo. Sería fácil descartar incluso a esos casos excepcionales definiendo
Una taxonomía de ioM grupos 59
mrt parte de este estudio, pero que fue publicado en otra parte,” el autor y
su colaborador declararon que al concepto de grupo o industria se le puede
dar un significado teórico preciso y que se debe usar, junto con el concepto
de m onopolio puro, en el estudio de la estructura del mercado. En esc
artículo, al caso en que hay una sola empresa en la industria se le llamó mo
nopolio puro. Al caso en que las em presas son tan pocas que las acciones
de una producirán un efecto perceptible en otra empresa o gmpo de ellas se le
llamó oligopolio; y al caso en que ninguna em presa producía un efecto
perceptible encualquierotrase le llamó "com petencia atom ística”. A la ca
tegoría de com petencia atom ística se la subdividió en com petencia pura y
com petencia m onopolista dentro del grupo grande, y cl oligopolio se es
cindió tam bién en dos subdivisiones según que el producto fuera hom o
géneo o diferenciado.
Para los grupos inclusivos o ajenos ai mercado las categorías deben sor
ligeram ente diferentes. El análogo dcl monopolio puro (o moiiopsonio
puro) es obviam ente la persona aislada que busca fuera dcl m ercado algún
bien no colectivo, alguno sin econom ías o deseconom ías externas. Lvii l:i
gama de tamaños que corresponde al oligopolio en los grupos de m ercado,
hay dos tipos diferentes de grupos ajenos al mercado: “privilegiados” e
“interm edios”. Un grupo “privilegiado” es aquel en el que cada uno de sus
m iem bros, o por lo menos algunos de ellos, tienen un incentivo para ver que
se proporcione el bien coIcctivo, aunque el miembro tenga que soportar
toda la carga de proporcionarlo. En ese grupo existe la presunción’”de que
el bien coIcctivo será obtenido y que se puede obtener sin organización ni
coordinación alguna. Un grupo “interm edio” es aquel en el que ningún
miembro obtiene un Iwneficio suficiente que le sirva de incentivo para
72. La coacción se define nquí como un castigo que deja a una persona sobre una curva
de indiferencia más baja que aquella en que se habría encontrado si hubiera pagado su
parle asignada del costo del bien colectivo y no hubiera sido coaccionada. Un estímulo
positivo se dePrne como una recompensa que coloca a la persona que paga su parte asig
nada del coslo de un bien colectivo y recibe la recompensa, sobre una curva dc indiferen
cia más alta que aquella cn que se habría encontrado si no hubiera pagado nada del costo
del bien coleclivo y hubiera perdido la recompensa. Con oirns palabras, los incentivos
selectivos se definen como mayores en ¿alor, en términos las preferencias dc cada per
sona. que la parle que le toca a cada una del costo del bien Colectivo. Las sanciones y los
estímulos de menor valor no serán suficientes para movilizar a un grupo latente. Con
respecto a algunos de los problemas que'implica distinguir y definir la coacción y los
inccnlis os positivos, véase dc Alfred Kuhn The Study o f Society: A Unified Approach
(Homewood, 111.: Richard D. Irwin, Inc. y Ja Dorsey Press, Inc., 1963), págs. 365-370.
73. T am bién Deulsch ha empleado la palabra “ m ovilización ” en un contexto un
lanío similar; pero su uso del término no es el mismo. Véase Karl Dcutsch, “Social
Mobiliz.ation and Politicai Development”, American Politicai Science Review, LV
(septiembre dc 1961), ^193-514.
II
Tamaño y comportamiento del grupo
grupos y subgrupos que "em prenden la acción" lendían n ser mui lio
más pequeflos que aquellos que “no aclúan”. En una m ueslra csiudinda
por di, el tamaflo medio de los subgrupos que “em prendían la acción”
era de 6.5 m iem bros, m ientras que el tamaflo m edio de los que “no
actuaban” era de 14. Esos subgrupos pertenecían a una im portante
institución bancaria, cuyo secretario ofreció espontáneam ente esta
opinión: “Hemos encontrado, escribió, que los com ités deben ser
pequeflos cuando se espera acción y relativam ente grandes cuando se
buscan puntos dc vista, reacciones, etc.”’ A parentem ente, esa situación
no se lim ita a la banca. Es bien sabido que en el C ongreso de los E sta
dos Unidos y en las legislaturas dc los estados el poder reside, cn grado
notable y para m uchos alarm ante, en los com ités y subcom ités.^ Jam es
encontró que, en la fecha de .su investigación, los subcom ités dcl senado
dc los EE.UU. tenían 5.4 m iem bros com o prom edio, los subcom ités de
la Cámara tenían 7.8, el gobierno del estado dc Oregon 4.7 y el gobierno
m unicipal de Eugenc, O regon. 5.3.^ En sum a, los grupos que hacen
realm ente el trabajo son muy pequeflos. Un estudio diferente corrobo
ra los resultados de Jam es. El profesor A. Paul Haré, en experim entos
controlados con grupos de cinco y dc doce m uchachos, encontró que cl
com portam icnlo de los grupos de cinco era, por lo general, superior.^El
sociólogo Georg Sim m el declaró explícitam ente que los grupos más
pequeflos podían actuar en forma más decisiva y u tilizar sus recursos
con más eficien cia que los grandes: “ En g eneral, los grupos peq u e
flos organizados centrípetam ente recurren a todas sus energías y las
utilizan, m ientras que cn los grandes grupos las fuerzas perm anecen
latentes con mucha más frecuencia”.*
1. John Jftmc.s, "A preliminary Suicly of ihc SÍ7.c Dclcrminanl in Small Group
Inirraciion” . American Sociolof¡ical Review, XVI (agosto de 1951). 474-477.
2 Bcrlram M. Ciross, The Legislative Struggle (Nueva York: McGraw-Hill, 1953),
págs. 265-337; ver también Erncsl S. Griffiih, Congress (Nueva York: New York
Univcrsiiy Press. 1951).
3. Para im raronamicnU) di vertido y humorístico, pero no menos útil, de que el co m i
té o gabinete ideal sólo tiene cinco miembros, véase dc Norihcolc Parkinson Parkinson s
/.íiiv (Boston: Houghton Mimin, 1957).
4. A. Paul Haré. ”A study of Interaction and Consensus in Diffcrcni Si/ed Círoups",
American Sociological Review, XVII (junio de 1952), 261-268.
5. GcoT^S\rtm\c\, The Socif^logy o f G eorge Simmel, Irad. Kurt H. Wolff(Glencoc, III.:
Free Press (1950)), p 92. Bn olro lugar Simmel dice que las sociedades socialistas, con
lo cual parece referirse a los grupos voluntarios que comparten sus ingresos dc acuerdo
con algún principio de equidad, deben ser pequeños por necesidad "Por lo menos hasta
la fecha, las sociedades socialistas o casi socialistas sólo hnn sido posibles cn grupos muy
pequeños y siempre han fracnsado cn los más grandes” , (p. 8K)
ro h 0f 0 mtM y 0/ 0, H i U m i d e to% g , pequ0ñm 6^
IÜ hecho (Ir (jiir hi iisoclm Irtii puodc sor uria (orma insiilucìonal viable
cuando cl nilmcro dc HNociados es rnuy pequeño, pero generalm enle no tie
ne éxllo cuando cl nùmero cs muy grande, puede ser olro ejem plo de las
vcnlajas dc Ics grupos más pequeftos. Cuando una asociación tiene mu
chos m iem bros, cl asociado individual observa que su propio esfuerzo o
contribución no Influirá mucho en el com portam iento de la em presa, y
espera recibir su parte predeterm inada de Jas utilidades haya o no contri
buido tanto como podría haberlo hecho. Las utilidades de una asocia
ción, cn la que cada asociado recibe un porcentaje determ inado dc las
ganancias, son un bicn colectivo para los asociados, y cuando cl número de
estos aum enta, dism inuye el incentivo de cada uno para trabajar por el
bienestar de la em presa. Esta es sin duda sólo una de las diversas razones
por las cuales las asociaciones tienden a persistir únicam ente cuando el
núm ero de asociados es bastante pequeño; pero podría ser decisiva en una
asociación verdaderam ente grande.^’
La autonom ía de la adm inistración en la gran em presa moderna que
liene m iles de accionistas, así como la subordinación de la gerencia en la
em presa propiedad de un pequeño número de accionistas, ilustran también
las diTicultades especiales del grupo grande. El hecho de que la adm inis-
tráción tiende a controlar la gran em presa y es capaz cn ocasiones de
favorecer sus propios intereses a costa de los accionislíis es sorprendente,
puesto que los accionistas comunes tienen la facultad legal para destituir
a los gerentes cuando así lo deseen y puesto que, como grupo, tienen tam
bién un incentivo para hacerlo si la adm inistración está manejando la em
presa, parcial o totalm ente, en beneficio de los adm inistradores. ¿Por qué
entonces los accionivstas no ejercen sus facultades? No lo hacen porque, en
una gran em presa que cuenta con miles (fe accionistas, cualquier esfuerzo
realizado por el accionista típico para destituir a la adm inistración no ten
drá éxito probablem ente, y aunque lo tuviera, la mayor parte de las ga
nancias en forma de m ayores dividendos y precios más altos de las acciones
serán para el resto de los accionistas, puesto que cl accionista típico sólo
posee un porcentaje insignincanie dc las acciones vigentes. Las utilidades
de la em presa son un bien colectivo para los accionistas, y el accionista que
sólo posee un porcentaje muy *()equeñ(fdel capital propio total, al igual
que un miembro cualquiera de un grupo latente, no tiene incentivo para tra
bajar por los intereses del grupo.^specificam ente, no tiene incentivo para
recusar a los adm inistradores de la com pañía, poF muy ineptos o corrup-
6. El argumento que aniccocic no se Viene que aplicar a los asociados que supuesta
mente son "socios pasivos” o sea q\ie sólo aportan capital. Tampoco tiene cn cuenta cl
hecho de que, en muchos casos, cada uno dc los asociados puede ser responsable de las
pérdidas de toda la asociación.
6é Tamañn y comportamiento del grupo
los que puedan ser. (Esie argumento, sin embargo, no cs enteram enie
aplicable al accionista que quiere para sí mi.smo cl puesto del adm inistra
dor y cl dinero porque no está trabajando por un bicn colectivo. Es muy
significativo que la m ayoría de los intentos dc destituir al gerente dc una
empresa sean iniciados por quienes desean tom ar en sus manos la adm i
nistración.) Las em presas que tienen un pequeno mimcro de accionistas, cn
cambio, están controladas no solo de Jure, sino tam bién de facto, por los
accionistas, porque cn esos casos son aplicables los conceptos de grupos
privilegiados o interm edios.’
Hay tambidn evidencia histórica cn favor de la teoría presentada aquí.
George C. Homans, en una dc las obras más conocidas sobre la ciencia
social norteamericana,*ha .seflalado que, a lo largo dc la historia, el grupo
pequeño ha mostrado mucha más durabilidad que cl grupo grande:
Al nivel de grup<i pequeño, cs decir, al nivel dc una unidad social (como quiera que
5c llame), cada uno de cuyos miembros puede Icncr algún conocimicnio dc primera mano
de cada uno dc los dem^s, la sociedad humana, duranlc muchos milenios mo? que lo que
abnrca la hisioria escrila. ha sido capaz dc unirse . . . Ha tendido a producir un cxccdenle
dc los bienes que hacen que la organización tenga éxito.
. . Egipto y Mesopotamia fueron civilizaciones. Lo fueron la India y la China
clásicas; lo fue la civilización grecorromana y lo cs nuestra propia civilización occidental
nacida dc la cristiandad medieval . . .
El hecho asombroso es que. después dc florecer durante un tiempo, cada civilización,
con excepción dc una se ha derrumbado. . . las organizaciones formales que articulaban
cl conjunto se han hecho pedazos. .. gran parle de la tecnología ha sido incluso olvidada
|K)r falta de la coopeiación en gran escala que pudo ponerla en práctica.. . la civilización
se ha hundido lentamente cn una edad del obscurantismo, situación en la que, cn forma
muy parecida a aquélla a partir dc la cual inició su camino ascendente, la hostilidad
recíproca dc los grupos pcí^ucnos cs la condición para la cohesión interna dc cada uno. . .
La sociedad puede cner hasta ahí, pero aparentemente no msís allá. . . Es posible leer la
Irisie historia contada elocuentemente por los historiadores dc la civilización, desde
Spcngler hasta Toynbee. La única civ¡li/ación (jue no se ha despedazado totalmente cn
nuestra civilización occidental, y sentimos una grandísima inquietud al respecto.
(Pero) A nivel de la tribu o cl grupo, la sociedad ha sido siempre capa/, de unirse.’
La anrm actón de Homans de que los grupos más pequeflos son los más
duraderos es sumamente persuasiva y apoya ciertam ente a la teoría que se
ofrece aquf; pero su deducción sacada de esos hechos históricos no es del
todo consecuente con cl enfoque de este estudio. Su libro se centra en la
idea siguiente: "Expongam os nuestro caso por últim a vez: A nivel del
grupo pequeflo, la sociedad ha sido siempre capaz dc unirse. Inferim os por
lo tanto que, si la civilización ha de durar, tendrá que conservar. . . algunas
de las características del grupo pequeflo’’.'®La conclu.sión de Homans de
pende del supuesto de queJas técnicas o m étodos del grupo pequeflo son
más eficaces; pero eso no es necesariam ente cierto. El grupo pequeflo o
“privilegiado” se encuentra en situación más ventajosa desde el principio,
porque algunos o todos sus miembros tendrán un incentivo para ver que no
fracase. No se puede decir lo mismo del grupo grande. En éste no sucede
autom áticam ente que ios incentivos que alientan al grupo e.stimulan tam
bién a quienes lo componen en lo individual; de manera que no se puede
decir que, como históricam ente el grupo pequeflo ha sido más enciente, cl
grupo muy grande puede evitar el fracaso copiando sus m étodos. Ocurre
sim plem ente que el grupo “privilegiado”, lo mismo que el grupo “interm e
dio”, se encuentran en situación más ventajosa."
J
P attern in O rg anization Analysis (Filadelfia: C hilto n, 1961), págs, 118-139 y
171-176.
10. Homans, pág. 468. J
1 *. La diferencia entre lo.s grupos íatentes y los privilegiados o intermedios es sólo
uno dc los diversos factores que explican la inestabilidad dc muchos imperios y civi
lizaciones antiguos. Yo he señalado otroclc esos factores cn un libro próximo a aparecer.
12. Kurt Lewin, F ield Theory in Social Change (Nueva York: Harper, 1951), págs.
163 164; Harold H. Kelley y John W. Thibaul, The Social Psychology o f Groups (Nueva
York: John Wiley, 1959), págs. 6, 191-192; Haré, "Study of interaction and Consensus”,
69 Tamañe / rompoHttmtentñ ért grupo
que pueda ser una ruiiclón, no üc puede presuponer que un grupo latente
será capaz dc organizarse y actuar con el fin de desem peñarla. En cam bio,
los pequeflos gm pos prim arlos pueden supuestam ente actuar para realizar
funciones que los beneficien. La teoría tradicional de las asociacione.s,
voluntarias está por lo tanto equivocada en la m edida en que Im plícitam ente
supone que los grupos latentes actuarán para realizar funciones en ^ m ism a
fonna que lo harán los grupos pequeflos. La existencia de las grandes
organizaciones actuales debe además ser explicada por factores diferentes
de los que explican la existencia de los grupos más pequeflos. Esto sugiere
que la teoría tradicional está incom pleta y debe ser m odificada a la luz de
las relaciones lógicas expuestas en este estudio. Esta opinión es reforzada
por el hecho de que la teoría tradicional de las asociaciones voluntarías
no annoniza en absoluto con la evidencia em pírica, la cual indica que la
participación en las grandes organizaciones voluntarías es mucho m enor
que lo que la teoría sugiere.'^
Hay todavía otro aspecto en el cual se puede aplicar cl análisis desa
rrollado aquí para m odificar el análisis tradicional. Se refiere a la cues
tión del consenso de grupo. Se supone a menudo (aunque casi siem pre
im plícitam ente) en los estudios de la cohesión organizativa o de grupo que
el punto crítico cs el grado de consenso. Si hay m uchos desacuerdos graves,
no habrá un esfuerzo voluntario coordinado: pero si hay un alto grado de
acuerdo respecto a lo que se quiere y a la m anera de obtenerlo habrá casi
con certeza una acción efectiva de grupo.” El grado de consenso se d is
cute a veces como si fuera el único factor determ inante Im portante de la
acción o la cohesión del grupo. No cabe duda, por supuesto, de que la fal
ta de consenso es contraria a las esperanzas de acción o cohesión del grupo;
que las personas tengan (ínicamcnte necesidades monetarias o materiales. Ver nota 17 más
adelante.
14. M in a Komaravsky, “The Voluntary Associations and Urban Dwellers”, American
Socioiogicat Review, XI (diciembre de 1946), 686-698; Floyd Dotson, “ Patterns of
Voluntary Membership among Working Class Families”, American Sociological Review,
XVI (octubre de 1951), 687; John C. Scott Jr., “ Membership and Participation in
Voh'ntary Associations” , American Sociological Review, XXII (junio de 1957), 315; y
Murray Hausknecht, t h e Joiners - A Sociological Description o f Voluntary Association
Membership in the United States (Nueva York: Bedmirister Press, 1962),
15. Ver Haré, "Study o f interactioi^and Consensus” : Raymond Cattell, "Concepts
and Methods in the Measurement o f Óroup Synlality'*, en S m all Groups, ed. A. Paul
Hare, Edward F. Borgatta y Robert P. Bales (Nueva York: 'Alfred Borgatta y A. Knopf,
1955); Leon Festinger, A Theory o f Cognitive Dissonance (Evanston, 111.: Row, Peterson,
1957); Leon Festinger, Stanley Schacfiter y Kurt Back, *The Operation of Group
Standards”, cn Group Dynamics, ed. Dorwin Cartwright y Alvin Zander (Evanston, III.:
Row, Peterson, 1953); David B. Truman, The G o vernm ental P rocess (Nueva York:
Alfred A. Knopf, 1958).
70 Tamaño y comportamiento del grupo
pero no quiere decir que el consenso perfeclo, lanío rcspcclo al deseo dcl
bien coleclivo como a la manera mds enciente dc obtenerlo, hará siempre
que se logre la mela del grupo. En un grupo lalenle grande no habrá ten
dencia a organizarse para alcanzar las metas m ediante la acción racional
voluntaria de los miembros, aunque haya un consenso perfeclo. En reali
dad, en este trabajo se supone que hay consenso perfecto. Es sin duda una
suposición poco realista, porque la perfección del consenso, como la de
otras cosas, es en el m ejor de los casos muy rara. Pero los resultados
obtenidos bajo esc supuesto son, por esa misma razón, más válidos, por
que si la acción racional voluntaria no puede lograr que un grupo latente
grande se organice para la acción a fin de alcanzar sus metas colectivas,
incluso con un consenso perfecto, entonces esta conclusión tiene que
ser válida por fuerza en la vida real, donde el consenso es norm alm ente
incompleto y a menudo está ausente del lodo. De manera que es muy im
portante distinguir entre los obstáculos que se oponen a la acción orientada
hacia el grupo y que se det>en a la falta dc consenso, y los que se debçn a
la falta de incentivos individuales.
16. VcT especial men le Chester I. narnarcl, The F unctions o f the Executive (Cambridge,
Mass.: Harvard University Press, 1938), cap. xi,“The Economy of Incentives”, págs. 139-
160, y del mismo autor Organization and Management (Cambridge, Mass.: Harvard
University Press, 1948), cap. ix, “ Functions and Pathology o f Status Systems in Formal
Organizations", págs. 207-244; Peter B. Clark y James Q. Wilson, "Incentive Systems: A
Theory of Organizations”, Administrative Science Quarterly, VI (septiembre de 1961),
129-166, y ìlcthcti A. Simon, Administrative Rehavior York: Mncmillan. 19.^7),
esp. las págs. 115-117. Agrndezxo a Edward C. Banfield sus útiles sugerencias resprcto
a los incentivos sociales y la teoría de organización.
17. Además de los incentivos monetarios y sociales, hay también incentivos eróticos,
sicológicos, morales, etc. En la medida en que cualquiera de esos tipos dc inccnlivo
induzca a un grupo latente a obtener un1?ien colectivo, sólo podría beneficiarse porque son
o p u ’den ser usados como "Incentivos selectivos”; cs decir, porque distinguen entre las
personas que apoyan la acción en favor,del interés común y las que no lo hacen. Incluso
en el caso en que las actitudes morales^eterminan si una persona actuará o no cn forma
orientada hacia el grupo, el factor CTÍtico es que la reacción mbral sirve como un “incentivo
selectivo”. Si el sentido de culpabilidad,^o la destrucción de la autoestimación, que liene
lugar cuando una persona piensa que ha abandonado su código moral, afectara a quienes
han contribuido a la obtención de un bien para el grupo, lo mismo que a los que no lo hi
cieron, el código moral no podría ayudar a movilizar a un grujx) latente. Repitiendo: el
punto es que las actitudes morales sólo podrían movilizar a un grupo latente en la medida
li f tòmpùriàmìéniò é t !
fiMad agricola, por cjertipfo, safx; qtie é1 agr1c«i(of mà?i prorftfcrivo. qi/e
vende' más y por lo tanto hace más por bajar «I preeío, ocupa nonmalmcnfc
cf lugar más prominente. Posíbfemeflfó son dos ha rstótie* d t <!Sí» òffe-
rcncia en la actitud (fe ios grupos gran<fes y fo>s pe<fuci\os. Er» prim er íogflir,
cn el grupo grartdc laicriíc cada wídwfefO es pof dcíiftícfórt fan pctiucflo «n
relación cotí cl fofaf que sus accionas nd importarár» m acho en tí«a tí (íira
forma; de manera que parecería no' fcr«r sefflído que urt éemipeífdor p e r
fccM, o un miembrd dc algdn otro grupo laféíjfí« desairara o dertigrara n
otro que ha comefidd on ,ic(o egoísta cw ifrarío af grupo, potqtie la acción
rccalcitrarife n« sería decisiva en ffirtgúfi casct. En sigurtdo lügar. cri cual-
ffuier grupo grande no es posible qtie todos cono/can a todos y por eso
‘fíim o el grupo nó será am istoso; dc manera que por Id general urrà perso-
na no resultará afectada sflcialm ente si sc ftíega à hacer sacrificios por las
Ttietas de su grupo. Volviendo al caso dcl agrfcuftor, es evidente (it/e «no
dc ellos no puede conocer a todos los <|u« venden la misma m ercancía, y
m pensará q«e t í grupo social dentro del cuaf m idió .su posición tiene m ti'
cho que ver con cl grupo con cl cual com parte el ínterís por el bicn coIec-
tivo No se puede suponer por lo tanto que ios Incentivos ¡sociales Inducirán
a tos miembros dcl grupo latente .1 obtener un bien colectivo.
cn i]iie pTópni'ci^nen incctiíivo!» §elc‘ciivo^. Por l<i límro,, f« tfílftcfcfícia i un código ntófftl
(|uc cxi;A sícriíicioí fuf« obícnef ün bicfl coltícliví) no (ícrtc pot c|Ué contfadccíf paíle
ftígunrt (fcl imílisíí prcseYilsicío tí\ éíiiídio. Étt featftíad €<i\t «nállsií ífidicu fu necesi
dad d<í código mofíl o de aígórv olro Íficcfiílvó selecOvo'. ííln emhflfgo, en ningún lagar
dé c!?(e eiífddío se reciíírif,4 n es« fucr/u o Incefitívo rrtíjfil ftAf« expflc«r níngimo de los
(íjcmpfos de acción dc gfupo que serán esíudíítdos. \U y (fes fá /o n é í prtra cifcr. En prímef
fugar, no ci posible obtcficr pfiícba empíricá dc árqucllá qué rtiotivit ln acciófl dc (míi
pnfsona Dcfínffivamcnítí no es posible declf shmíi détémífiÑdgpat^otiñ ácíuó par razonen
mótales (1 do olffl cl:ise en (ín ctt^n puftlctilíff. El depender de Ííh oxpliciicioticí moralej
ixxIrÍA por lo fiíftiít híieef que Id f(?otí« ffíftri IneíííMé. Efi ítegutido Itig^r, cfttt expUcñictórt
fio cs n c c e m l^ porque haHfí cjtpUcficlones iuftdertteí, tofl offaü bdses, pnra (od« Itf ac
ción de grupo que fiertios dc con.^íderrtf. En (ercef liigíf, h nrtáyorfa de los grupos de
presión organizados trabajan euplíclfflfrtemc con el fín de obtener beneficios para ellos
mlsfrios, no para otros grupos, y cn esos ca^os dífÍGllmenie sería plausible atribuir la Ac
ción de gnrpo a un código nioral coalquiení. Los motivos o incentivos morales para 1á
Mcéfóti de grupo han sido estudiados por lo tanto no parí« ejtpHcar aigdn ejemplo dado
de acción de fjrtipo. sino ni/ís bien para dcmos(r«f qtie su cxisicncla no (lene por qtié
coníradí'cif la (c'oría fifrccid.! aquí, y cu todo cnsd pcidrírt tender a apoyarla. Los íncertfl-
vos eróticos y sicológicos qtie dclicrt Ser Importantes en Id familia y cn los grupos dc
amigos podrían, lógicamente, Sí^r artalÍ7.ados dentro del mareo de la leorín. Por otra parle,
los grupos "afcctlvo.^’' (ales C ( ^ o In familia y los de Amigos podrían norníalmcnte ser
estudiados en formíi mucho mds íitil mediante leofías enttífíimenic diferentes, ya que el
anílisls efectuado en esfe estudio no arroja mucha lux sohrd esos grupos, Con respecto á
las características especiales de los grupos '‘Afectivos*’, véase Verba (f)ola 12 anterior),
Vh ^ y I 4 Í IM.
fnreñUvoi ioriúUs y cómpóríámleñtú rútioñnt
18, Háy sin embargo otr* clase dc prestan social que en ocasiones puede ser eficar,. Es
aquella que se genera no primordialmente a través de la amistad persona a pcr.sona, sino
de lo» medios de comunicación m asiv^ Si los mjembros dc un grupo latente, en alguna
forma, son bombardeados continuameiile con propaganda>acerca dc la conveniencia del
interno de satisfacer el interés común d e q u e se trate, podrán tal vez con el tiempo ejercer
presiones sociales no del todo d iferenteí de las que .se pueden generar en un grupo cara
a cara, y esas presiones sociales puedefí ayudar « un grupo latente a obtener el bien c o
lectivo. Un grupo no puede fínanciar esa propaganda a menos que esté ya organizado,
y tal ve7, no pueda organir.arse si no ha estado sometido a la propaganda; de manera que
esta forma dc prc.siíín social, de ordinario, no cs probablemente suficiente por sí misma
para que un grupo logre alcanzar sus metas colectivas. Parecería improbable, por ejem
plo, que hubiera muchas esperanzas de éxito en tm programa destinado a persuadir a los
agricultores, mediante la propaganda, para que favorecieran sus intereses restringiendo
74 Tamaño y comportamiento del grupo
afirman normalmente que están sirviendo a los intereses de los grupos que representan y
no pretenden ser principalmente organizaciones filantrópicas que trabajan para ayudar
a otros grupos. Sería, por lo tanto, sorprendente que la mayoría de los miembros dc esos
“ grupos de interés” descuidaran siempre sus propios intereses individuales. Un grupo
dc interés esencialmente egoísta no atraería normalmenlc a miembros que sean comple
tamente desinteresados. Así pues, el comportamiento egoísta puede de hccho ser común
en las organizaciones del tipo que estudiamos. Para conocer razonamientos inlcHgenlcs
que postulan que el comportamiento egoísta cs general en la política, véase la obra dc
James M. Buchñnnn y Gordon TuUock The Calculus o f Consent (Ann Arbor: Univcrsiiy
of Michigan Press, 1962), págs. 3-39. Ver también el interesante libro de Anthony Dows
An Economic Theory o f Democracy (Nueva York: Harper, 1957), págs. 3-35.
III
El sindicato y la libertad económica
77
7S r.i tiñdicato y la liheriad económica
brevivir si pagan salarios más allos que los de las em presas com pclidoras;
de m anera que a un sindicato existente le interesa a menudo tratar dc que
todas las em presas de un m ercado dado se vean obligadas a pagar salarios
de acuerdo con las escalas del sindicato. Cuando sólo parte de una industria
o grupo especializado está sindicada, tam bién los patrones disponen de
una fuente dc rom pehuelgas. Además, los trabajadores de una especiali
dad que em igran de una com unidad a otra se interesan por pertenecer a
un sindicato nacional que les dé acceso al em pleo en cada nueva com u
nidad. Porúltim o, la fuerza política de un sindicato grande es obviám enle
m ayor que la de uno pequeño. Los incentivos para federar los sindícalos
locales y organizar a las em presas no sindicadas aum entan considerable
mente a m edida que las m ejoras en m alcría de transportación y co
m unicación am plían el mercado.^
Se puede por lo tanto entender fácilmente los inlenlos dc crear grandes
sindícalos nacionales; pero ¿cómo se puede explicarel éxito dc algunos dc
esos intentos de proporcionar bienes colectivos a grandes grupos laicnics?
Con mucho, el factor aislado más im portante que les perm itió sobrevivir a
los grandes sindicíitos nacionales fue que la membresía y el apoyo a las
huelgas que declaraban eran en alto grado obligaiorios.
El “establecim ienlo sindicado’* y oíros ínslrum cnlos parecidos para
hacer la membresía obligatoria no son, como algunos suponen, invencio
nes modernas. Hace unos sesenla años, Sidney y Bealrice Wcbb señalaron
que el establecim iento sindicado era ya entonces una venerable inslilucíón
en Inglaterra. Con palabras que describen igualmente bien a la Norteamérica
de nuestro tiem po, atacaron “la extraña ilusión y la idea periodística dc que
este sindicalism o obligatorio... cs un instrumento moderno**. La membresía
obligatoria en los sindicatos era algo que “cualquier estudiante de los ana
les del sindicalism o sabe que e s ... coetánea del sindicalism o mismo", di
jeron. “Los clubes de artesanos dcl siglo dieciocho habrían rechazado la
idea de pcrm ílir que alguien que no fuera miembro dcl club trabajara cn su
ram o... De hecho, a un chapista o remachador no sindícalízado le sería lan
im portante obtener trabajo cn un astillero dcTyncsídc como conseguir una
casa en Newcaslle sin pagar las tarifas (im puesto a la propiedad). Esa coac
ción callada e invisible, pero atsolularnenle total es el ideal de todo sin
dícalo dc trabajadores".’ El sindicalism o oblígaiorio ha conservado hasta
j *■
4, Ulmnn, passim : Lloyci G. Reynolds, L a bo r Econom ics and L abor Relatinns, 3a.
cd^ (Englewood Cliffs, N.J.: Prcnlicc-Hall, 1959).
5. Sidney y Bcalricc W c b b , ( L o n d r e s : l.ongmans. Groen. 1902).
John Mead hn llamado mi atención hacia el hecho dc que algunos dc los cconoinisias
ingleses cllsicos. posiblemenie al observar las dificiilladcs dc los primeros sindicatos in
gleses. reconocieron que los sindicatos necesitaban dc la compulsión, o por lo menos dc
<*0 /- / iimUrmln f tm Uhwrimä §r«nAmirm
fucrlcs sanciones socinlcs, parH dcscmpcñHr sus funciones. Véase John Sluarl Mill. Prin
cipies ofPoUücal Economy, Libro V, cap. xi. sección 12, y Henry Sidgwick/r/i^ Principies
o f Political Economy (land re s: Macmillan, 1883), pág». 355-360.
6. Allan Flanders. "Grcnl Brilain”, en Comparalive Labor Movements, ed. Waller
Galcnson (Nueva York: Prcntice-Hnll, 1952), págs. 24-26; W. E. J. McCarlhy, The Closed
Shop in Britain (Oxford: B.isil Blackwell, 1964).
7. Jerome Toner, The Closed Shop D.C.: American Council on Public,
Affnirs, 1942), págs. 1 93. y csp. la pág. 60. Toner señala quc los gremios medievales eran
escncialmenle eslabiccimicnlos sindicados. Sin embargo, las prácticas seguidas a esle
rcspcclo por los sindicatos sc desarrollaron independientemente.
8. Ibíd., pág. 64.
9. F. T. Slocklon, i he Closed Shop in American Trade Unions, Johns Hopkins
University Studies in Historical and Political Science, Serie 29. num. 3 (Bnltimorc: Johns
Hopkins Press. 1911), pág. 23. Ver también John R. Commons y Asociados, Ifistory o f
Labour in the United States (Nueva York: Macmillan, 1946), I, 598.
10. Stockton, pág. 68. Para un punto de vista diferente RccrcR del predominio dc la
mrmbresia obligatoria en la historia del sindicalismo norteamericano, ver Philip D.
Bradley. "Freedom of the Individual under Collcctiviy.cd Labor Arrangements” , cn The
Public Stake in Union Power, cd. Philip D. Bradley (Chttrlottcsville: University of Vir
ginia Press. 1959). págs. 153 156. Pero cl ensayo curioso y polémico dc Bradley muestra
una parcialidad lan irrenexiva contra el establecimiento sindicado y presenta argumentos
isn confusos, que no hay ra/ón para dar importancia alguna a su conchisión.
( lUítrión fn tn§ tintllratoM d t trabajador·t
13. Daniel Bell, (CIcncoc, III.: Frec Press, 1960), págs. 195-197.
Fn cl caso dc Atchison, T. tí S.F. Ry. contra Gee, 139 Fcd. 584 (C.C.S.D. lowa, 1905), cl
iribimal declaró: "No hay ni puede haber cosa tal corno la vigilancia pacífica con pique
tes dc guardia, como no pucdc,habcr grosería sobria, asaltos pncíficos ni linchamientos
legales. Cuando las personas desean conversar o persuadir, no organizan un piquete de
guardia". Este es un punto de vista extremo. Desde entonces la Suprema Corte ha le
galizado el piquete de guardia pacífico; pero aquella opinión contiene un elemento dc
verdad, sobre todo con referencia a esos días, antes dc que la legislación laboral permitiera
sindicar una fábrica ^on cl solo hecho dc ganar una elección dc representación. Véase
también Georgcs Sorel, Rrpertions on Vinlenre, trad. T. E. Mulme (Nueva York; B. W.
Huebsch, n.d.), esp. las pngs. 43 y 2K9.
14. Bell, págs. 195 197
Coacción en tos sindicatos de trabajadores
ncs dc trabajadores no pueden hacer nada para elevar los salarios como no
sea por la fuerza. Puede ser una fuerza aplicada pasivam ente, una fuerza
aplicada activam ente o una que se m antiene en reserva; pero tiene que ser
una fuerza. Tienen que coaccionar o conservar el poder de coaccionar a los
patrones; tienen que coaccionar a aquellos de sus miembros dispuestos a
rezagarse; tienen que hacer cuanto puedan para tom ar en sus manos todo
el campo de trabajo que desean ocupar y para obligar a otros trabajadores
a unirse a ellos o m orirse de hambre. Quienes nos hablan de sindicatos em
peñados en hacer subir los salarios mediante la persuasión moral única
mente son como quienes nos hablan de tigres que se alim entan sólo dc
naranjas”. E l argumento de que la negociación colectiva im plica coac
ción no tiene por qué usarse para atacar a los sindicatos. Se puede usar
igualm ente bien para anrm ar, como lo han sostenido algunos estudiosos
del movimiento laboral, que cuando la mayoría de los trabajadores que
componen una determ inada unidad negociadora votan en favor de la huel
ga. a todos los que forman parte de esa unidad se les debe prohibir por ley
que burien la decisión de la mayoría tratando de seguir trabajando.*^’Eslo
dejaría la coacción cn manos dc la policía y evitaría la violencia de pandillas.
Además de la membresía obligatoria, los piquetes dc guardia y la
violencia, algunos sindicatos han tenido también incentivos selectivos de
tipo positivo: han ofrecido beneficios no colectivos a quienes se afilien al
sindicato y negados esos beneílcios a cualquiera que no lo haga. En cier
tos casos especiales esos bienes no colectivos han sido im portantes. A l
gunos sindicatos grandes han ofrecido diversas formas de seguro a quienes
se unan al sindicato. De modo significativo, cl prim er sindicato nacional
grande que resultó viable en la Gran Bretaña fue la Sociedad Amalgamada
de M aquinistas, establecida cn 1851. la cual ofreció una amplia gama dc
beneficios no colectivos. Según lo explicó G. D. \\. Colé:
enfermedad O jubilación... En suma, era caxi en igual medida un sindit alo y uttii Rorlcdad
amisiosa.'^
dan o sus m iem bros n conseguir empleo. Más im portante aún, casi todos
manejan las quejas dc sus afiliados cn contra del patrón: es dccir, tratan de
proteger a cada uno de sus miembros contra el dem asiado (o el poco) tiem
po extraordinario, contra una cantidad desproporcionada d ^ trabajo más
desagradable, contra los supervisores arbitrarios, etc. Si bien los sindicatos
pueden tram itar tam bién las quejas de quienes no son m iem bros, en parte
con cl fin de im presionarios con la utilidad del sindicato, quien no es
m iem bro está sin duda consciente de que su queja contra la adm inistración
será algún día la últim a en ser atendida si él persiste Indefinidam ente en
perm anecer fuera del sindicato.*'
Por últim o, muchos sindicatos nacionales extraen alguna fuerza dc la
federación; es dccir, del hccho de que sus m iembros pertenecen a peque
ños sindicatos locales, de m anera que en cierta etapa gozan de las ventajas
del grupo pequeño. A su vez, los grupos pequeños se pueden conservaren
el sindicato nacional gracias a los beneficios no colectivos que éste les pro
porciona. El nacional puede proporcionar un cuerpo de expertos a los cua
les pueden recurrir los locales, y puede tam bién ofrecer lo que quizá podría
llam arse "seguro de huelga”, en forma de un fondo adm inistrado por la
.unidad central. El nacional puede asimismo proporcionar un beneficio no
colectivo a algunos miembros directam ente disponiendo que los de un sin
dicato local que em igran a otra comunidad tengan acceso al em pleo y
m em bresía en la rama local del sindicato cn esa nueva com unidad.
Con el crecim iento de la industria en gran escala y la penetración dc los
sindicatos en las grandes em presas m anufactureras cn tiem pos recientes, cl
pequeflo sindicato local que en olro tiem po fue una fuente significativa dc
fuerza se está volviendo menos Importante. Actualmente muchos m iem
bros pertenecen a sindicatos locales que cuentan con más de un m illar dc
afiliados, tan grandes que ya no hay grupos pequeños. Además, los sin
dicatos nacionales están asumiendo las funciones que los locales desem pe
ñaban cn olro tiem po.” Normalmente ningún sindicato local con m iles, y
tal vez hasta con centenares dc miem bros, puede ser una unidad social cfcc-
21. Lxonard R. Siiyles y George 5)trauss, T l¿ L o ca l Union (Nueva York: Harper, IP.“??),
págs. 27-80; Georgc Rose, “The Processing of Grievances”. Virginia L abor Review,
XXXVIII (abril de 1952). 285-314; Labor and Industrial RelalionsCenler, Michigan Siaie
University, The Grievance Process (^956). Parí citas tomadas de las conversaciones con
miembros de un sindicato que pensaban que los “aprietos” o quejas de los no miembros “no
tendrán ningún apoyo”, véase el artículo de Joel Seidman, Jack London y Bernard Karsh
*‘Why Workers Join Unions”, Annals o f the American Academy o f Political and Social
Science, CCLXXIV (marro de 1951), 83, y también McCarthy (nota 6 anterior), pág. 03.
22. Albert Rees. The Econom ics o f Trade Unions (Chicago: University of Chicago
Press, 1962), págs. 4-7; Reynolds (nota 4 anterior), págs. 40-43.
M /:'/ sindícelo y ta tiberiad econ/ftnica
25. Orme W. Phelps, Union Security (Los Angeles; Insliiiile of Industrial Relations,
Uni versily o f California, 1953), pág. 50; T oner, pág. 91 ; Philip D. Bradley en Public Slake
in Union P o w e r \ 4 3 y s\g. y deY^ismo »M íj Involuntary Participation in Unionism
(Washington, D.C.: American Enterprise Association, Inc.. 1956); Reynolds, pág, 202; E,
Wight Bakke, Clark Kerr y Charles W^Anrod, Unions, Management, and the Public, 2a.
cd. (Nueva York: Marcoutt, Brace, &->World, I960), págs. 9 6 -1 11. Con respecto al alto
grado de compulsión que existe incluso donde no hay establecimiento sindicado, véase
Seidman, London y Karsh, "Why Workers Join Unions", págs. 75-84, especialmente las
.secciones intituladas "Joining Despite Ópposition". "Dues In.spectlon Line" y “ Forcing
Nonmembers to Join".
26. Richard A. Lester, Ai Unions Mature (Princeton, N.J.: Princeton University
Press, 1958), pág. 145
M /.·/ t i ñ d i r ñ i o y h téheriad fc o n ó m U a
27. Sclig Perlman, Theory o f the Labor Movcmeni (Nueva York; Mncmillim, 1928).
28. Ibíd., passim, pero csp la p.íg. 6.
29. Ibid . pAg%. 237-545 y csp. la 269.
30. "La conciencia ele escasc/. que liene el Irahnjndor manual cí cl prodiiclo dc dos
causfis principales . . El nlnniialisin lípico csiá con.^cienle de au Tulln dc capncidnd pnra
procurarse oporlunidades económicas (y) sabe que no cs cl corredor dc riesgos naio ni
( terlm ifntn ih t tindicalo tn trnr(n y en ta prértira
dcl trabajo, disciplina cn cl taller, ele., tienen por objeto, scgiin Perlm an,
facilitar cl reparto dc los em pleos escasos entre todos los que componen im
determ inado grupo de trabajadores manuales. En cambio en el presente
estudio, y en vista del concepto de grupos latentes, sc suporte que esas
políticas sindicales son vitales para la fuerza y la existencia dc cualquier
sindicato grande y reflejan im perativos organizativos más bien que un
pesim ism o endém ico entre los trabajadores manuales.
El punto de vista de que del deseo dc los sindicatos de controlar las
políticas de contratación y despido de los palrones se debe a su necesidad
de conseguir miembros y no depende de alguna “conciencia dcl em pleo”
pesim ista, está apoyado por alguna evidencia histórica.
El sindicalism o norteamericano realizó su prim er avance importante y
duradero a escala nacional entre 1897 y 19()4. En ese período, el número dc
trabajadores sindicados aumentó de 447,(X)0 a 2,072,(XX), después de lo cual
la membresía sólo disminuyó Hgcramcnte.^’ Fue una época dc gran pros
peridad; cl empleo era elevado y cs dc suponer que los trabajadores deben
haber sentido menos “pesimismo” que de costumbre respecto a las oportuni
dades de obtenerio. El notable aumento del número dc miembros en esc pe
ríodo estaba además relacionado estrechamente con el avance de la membresía
obligatoria. Esa afluencia de nuevos miembros comenzó con las victorias ob
tenidas cn varias huelgas que apoyaban ál establecimiento sindicado, en 1897
y 1898. El número de huelgas para el “reconocimiento dcl sindicato” au
mentó: se informó que hubo 14Ó en 1897 y 748 en 1904. El número de
huelguistas por el reconocimiento de los sindicatos aumentó, según se infor
ma, casi diez veces en el transcurso del período de siete anos.” Ese período
marcó el clímax de una agitación creciente en favor dcl eslablccimicnlo
sindicado, que había comenzado a ganar impulso en el decenio dc 1860. Por
primera vez. los sindicatos comenzaron a exigir que las costumbres y los
acuerdos respecto al establecim iento sindicado sc pusieran por escrito.’^
posee una mente lo bastante ágil para sentirse a gusto cn mpdio del juego incierto dcl n e
gocio competitivo. A esto añade la convicción de que para el mundo ha sido convertido
én uno de escasez por el orden instituciohal dc las cosas, que deliberadamente reservó
las mejores oportunidades para los prdpieiarios,1os capitalistas y otros grupos privilegia
dos*’. {ibid., págs. 239-240.)
31. írving Bernstein, “The Growth of American Unions". American Economic Review,
XLIV (junio de 1954), 303; Leo V/o]rt)a^, Ebb and l¿low inTrade Unionism York:
National Bureau of Economic Research. 1936), págs. 15-20.
32. EE.UU., Twenty First Annual Report o f the Commissioner o f Labor, 1906 (Was
hington: Government Printing Office, 1907), tabla X, págs. 580-613. Las cifras rcspcclo
a huelgas y cierres patronales tomadas de esle informe del gobierno pueden ser inexactas
o engañosas, de modo que no hay que confiar demasiado en ellas.
33. Slocklon, págs. 37-57, esp. la 43.
W i'll aindicato y la tih ertad económ ic a
Eslo provocó una amarga reacción entre los em pleadores. En loda la na
ción. éstos iniciaron la primera campaña importante en favor del estable
cimiento libre. La Asociación Nacional de Fabricantes, que antes no se había
preocupado por los problemas laborales, atacó el esiablecim iento sindicado
en 1903 y su presidente encabezó una campaña nacional. Además, la ad
ministración de Theodore Roosevelt atizó el fuego de la oposición pijblica
al sindicalismo obligatorio.^ La mayor resistencia de los patrones hizo su
efecto. M ientras que en 1901. 1902 y 1903 los sindicatos habían ganado
cn la mitad o las dos terceras partes de los establecimientos donde habían
declarado huelgas por el reconocimiento, en 1904 sólo ganaron en un 37 por
ciento. El niímero de cierres patronales debido a las controversias por cl
reconocimiento y las reglas dc los sindicatos aumentó también con la
campaña por el establecimiento libre, y un gran nijmero de esos cierres tuvie
ron éxito.” Cosa nada sorprendente, la mem bresía cn los sindicatos dism i
nuyó en 1904 y 1905; pero sólo muy ligeramente. Permaneció bastante
estable hasta poco antes de la Primera Guerra Mundial.
Los trabajadores hicieron sus avances más notables entre 1935 y 1945.^^
F'sos avances no se debieron a ningtín pesimismo extraordinario respecto
a la disponibilidad de los empleos. Al principio fue un período dc empleo
crccicnte y después uno de tiempo de guerra con escasez de mano de obra,
o dc empleo rebosante. Ese período de crecimiento da comienzo con la apro
bación dc la Ley Wagner en julio de 1935.0 quizá con la aceptación, por parte
de las empresas, de la consiitucionalidad dcl proyecto de ley cuando la
vSuprcma Corte lo aprobó cn abril dc 1937. La Ley Wagncr convertía la ne
gociación colectiva cn una meta dc política pública y estipulaba que, siem
pre que la m ayoríade los empleados pertenecientes a una unidad negociadora
volaran por un determinado sindicato en una elección de representación, el
patrón debería negociar colectivamente con ese sindicato cn relación con
todos los empleados pertenecientes a esa unidad negociadora. Para obtener
el reconocimiento dc un patrón después de la aprobación dc la Ley Wagner.
un sindicato sólo tenía que persuadir a una mayoría de los em pleados para
34. Ibid., págs. 44-57; Sclig Pcrlman y Philip Tafi, Labor Movements (Niievn York:
Macmillan, 1935), cap. VIÍI, "The Employers Mass Offensive”, págs. 129-138; David
h.TT\imnn,TheGovernmentaí Procex.s York: Alfred Á. Knopf, 1958), págs. 80-82.
3.V E E V V .J'w eniy First Annual R ep o n o f the Commis.^ioner o f Labor, tabla X, págs.
580 613 y tabla XIX, págs. 763-771. Ver advertencia en la nota 32 anterior.
36. Bernstein, “Growih of American Unions", plíg. 303; Leo Wolman, The Growth o f
American Trade Unions, ISSO 1923 (Nueva York: National Bureau of Economic Research,
192-1). pigs. 29">67.
37. Bernstein, "Cfrowih of American Unions”, pág. 303; Mihon Dcrber, “Growth and
Expansion”, en Labor and the New Deal, cd. Milton Dcrber y Edwin Young (Madison,
Wis.: University of Wisconsin Press. 1957), págs. 1 -45.
Crecimienio del sindicato en teoría y en ta prdcíica
que voLiran por él. Ames dc ser aprobada esa ley, el sindícalo habría tenido
por lo general que disponer de un apoyo tal, que le peim iliera sostener una
huelga que obligara el patrón a rendirse. La larea del sindicato so hizo lam-
bién más fácil gracias a que la Ley W agner prohibía las uniones de em
presas y a sus reglas que impedían la discriminación de los trabajadores
sindicados. Por último, la Ley Wagner pennitía espccíílcam enle el csla-
blecim icnlo sindicado.^*
Esa ley, así como el tiempo de guerra que pronto vendría, ayudaron
aparentem ente a producir lo que fue sin duda el aumento más fenomenal
de la mem bresía cn la hisioria del moderno sindicalism o norteam ericano.
Sólo cn 1937, el número de miembros de los sindicatos aumentó en un 55
por ciento.” Parece que hubo muchas huelgas en defensa de los sindi
catos.^® Por prim era vez las grandes indu.strias de producción masiva
quedaron sindicadas. El vigor del recientem ente formado CIO se sumó al
im pulso, pero tam bién la AFL se extendió notablem ente y pronto contó
con un número de miembros mayor que el que había tenido antes de la
38. R.W, Fleming, "The Significance of ihe Wagner A d " , L abor andtheNcsy^ Deal, ed.
Derber y Young, págs. 121 -157; Joseph G. Rayback, A History o f American I,a bor (Nueva
York: Macmillan. 1959), págs. 341-346; Arlhur M. Schlesinger, Jr., The Corning o f the
A/étv Dcfl/(Boston: Houghton Mifflin, 1959), págs. 397*421.
39. Bernstein, “Growth of American Unions", pág. 303.
40. Ver U. S. Bureau of Labor Statistics, Strikes in the UnitefI Stales, 1880 1936, Bol.
num. 651 (Washington: Government Printing Office, 1938), labias 28-30, págs. 58-77. y
lla n d h o o k o f Labor Statistics, ed. 1947, tabla E-5, pág. 138; y también Irving Bernstein. 1 he
New Deal Collective Bargaining Policy ('Berkeley: University of Cniifornin Press. 1950).
Por lo menos cl número de huelgas asociadas con lo que la Bureau of Labor Staiisiics
engloba como "organización sindical” o ‘‘reconocimiento sindical" aumentó pari passu
con el crecimiento de la menibresíu. Sin embargo, muchas de las huelgas por cl reco
nocimiento de los sindicatos no tuvieron que ver con la membresía obligatoria, al menos
directamente. En lodo caso, el porcentaje de las huelgas relacionadas con cl reconocimien
to del sindicato aumentó del 19 por ciento del número total en 1933 al 47 por ciento en 1935
y al 57.8 por ciento en 1937. Y el número loial dc trabajadores que participaron en Ins
huelgas por cl reconocimiento del sindicato aumcnió dc 73.000 cn 1932 h 288.000 cn
1935 y a 1,160,000 en 1937.
Poi los años dc 1927 a 1936, la tHureau of *Labor Statistics separa las huelgas re
lacionadas con el ‘‘establecimiento sindicado". Según cías estadísticas por separado, p a
rece que cl número de huelgas por el establecimiento sindicado únicamente es mucho
menor que el número total dc las asociactes con cl "rcconociniicnio del sindicato" (aunque
sin duda muchas dc estas últimas, que no sc relacionaban aRicrtamcnte con el csiablcci
miento sindicado, abarcaban mecanismos destinados a alentar a los empleados a unirse ni
sindicato). Pero incluso cl número de las cónirovcrsias regulares por cl cstablccimicnio sin
dicado sc correlaciona con el aumento dcl número dc miembros del sindicato.
Cierto cs que la relación entre el número de huelgas que tuvieron que ver con cuestiones dc
seguridad dcl sindicato y cl aumento del número dc miembros no demuestra que esas huel-
92 /-7 íInHirtilft y la tihertad eeonAmira
s j'.’csión de los sindicatos dcl C IO /' Los afios más im portantes, después
de 1937, fueron los de la más grande escasez de mano dc obra debido a
la guerra: 1942. 1943 y 1944.«
Sin embargo, hubo relativam ente pocas huelgas cn los afios dc la gue
rra.*’ Probablemente una causa im porlanlc del aumento del número dc
miembros de los sindicatos cn cl período dc guerra -adem ás dc la super
abundancia de em pleos- fue la cláasula de “mantenimiento dc la membresía"
im[)ucsta a los patrones por cl gobierno siem pre que había controversias
por las exigencias dcl sindicato rcspcclo a la seguridad dcl mismo. Como
01 ros autores lo han señalado, la regla dc "m antenim iento de la m em bresía”
af^adió un im portante elem ento dc obligatoriedad,"porque exigía que cual
quier persona que sc afiliara al sindicato (ya fuera voluntariam ente, debido
a una "línea dc inspección dc cuotas” o a otras formas dc intim idación o de
presión social, o por alguna queja personal temporal que requería la ayuda
dcl sindicato) tenía que seguir siendo miembro dcl mismo por lo menos
hasta que se firmara cl contrato siguiente. Esto dejaba también a los sin
dicatos cn libertad dc concentrar todos sus recursos en la obtención dc
nuevos miembros. El arreglo dcl "m antenim iento dc la m em bresía” fue
impuesto por el gobierno con el íln dc evitar que cl conflicto industrial
obstruyera cl esfucr/.o dc guerra. La National W ar Labor Board tenía fa
cultades para obligar al cum plim iento cn las controversias que afectaran a
los trabajos para la defensa y dispuso que, cuando no estuviera cn vigor otra
forma de .seguridad sindical y cl sindicato descara la m embresía obligato
ria, .se debería im ponercl arreglodc"m antcnim icnto dc la m em bresía”. Ese
ga^ fueron la causa del aiinicnlo dc la membresía. Algunos podrían soslencr lo contrario: que
el número dc huelgas por la seguridad dcl sindicato aumentó porque aumcnió cl número de
miembros. Dc lodas maneras, cl hecho obvio de que una huelga cxilosa por cl csiablcci mien
to sindicado haría aumentar la membresía, así como la otra evidencia expuesta cn este irabajo,
hacen que parezca muy probable que la.^ huelgas por la seguridad del sindicato hayan hecho
aumentar cl número de miembros.
41. Rayback, Ifistory o f Ameriron Labor, pígs. 351 -355; ver también Walter Galcnson,
The CfO Challenge to the AFL (Cambridge. Mass.: Harvard University Press, 1960),
passim; Harry A. Mill is y Emily Clark Rrown, From The Wagner Act toTafi ¡fariley (Chica
go: University of Chicngo Press, 1950), pígs. 30-271.
42. Bernstein, "Growih of American Unions", págs. 303.
43. Rayback, págs 373-374, 379; Millis y Brown. Wagner Act tn T aftH artley ,
págs. 274,298-300.
44. Bradley cn Public Stake in Union Power (nota 10 anterior), pág 159; Millis y
Brown. Wagner Act toTaft Hartley. Para un punto de vista diferente dcl adoptado cn osle
csludio véase Joseph Roscnfnrb, Freedom and the Administraiive Stale (Nueva York:
Harper. 1948). pág. 144. Roscnfarbclice allí: "Quienes acarician la reconforlnntc ilusión
dc que el crecimiento de los sindicatos se debe a la "coacción**<lebicron ser advertidos
por la experiencia de! Consejo Nacional del Trabajo para l i Guerra con el 'período de
C t f cimiento itrt yimUrnlo en teoria y en ta prtlclica
escape’, durante cl cual la seguridad dcl sindícalo se volvió operante. Sólo una fracción
insignincante del 1 por cíenlo aprovecharon esa oporlunídad” . Esle argumenlo irae a la
memoria las afirmaciones de qile cicrlos gobiernos lolaliiarios son mantenidos cn cl poder
por el pueblo porque han recibido miís del 99 por ciento de los volos emitidos cn unn
elección.
También los líderes sindicales han usado esas esiadíslicas y otras similares para
sostener que los trabajadores están lan entusiasmados con los sindicatos, que lodos, con
excepción de una minoría infinílesimal, se afiliarían aunque no hubiera establecimiento
sindicado. Pero la fuerza dc ese argumento se debilita con sus afirmaciones, hedías cn
otras ocasiones, de que los sindicatos no duraran si*^se prohíbe el establecimiento sin
dicado. (Bradley en Public Stake in Union Power), pág. 166
45. U.S., Bureau of Labor Statistics, U a n d h oo kof Labor Statistics, E(\\c\6r\ 1947. Bol.
mim. 916 (Washington: Government Prinlirig Office). ·■
46. Bernstein, “Growth of American Unions", pág. 303.
47. ibid., pág. 315; Rayback, págs. 773- 777j Perlman y Taft, History o f Labor (nota 34
anterior), págs. 403-411. Perlman y Taft dicen: ‘^Hubo tm aumento tangible de la membresía
debido en gran parle a la supresión, por parle del gobierno, dc las barreras al sindicalismo
creadas por la industria durante cl decenio y medio anicriores. . . El crecímienio fue
fenomenal cn las industrias directamente aclivns en la Producción dc Guerra" (pág. 410).
r.t íiñtliratoy ta tiberiad econòmica
cnlonccs los trabajadores düícilm cnie podrían sentirse pesim istas, porque
podrían gozar dc grandes ventajas sin un sacriPicio im portante.
Adem«1s. como lo ha señalado Lloyd Ulman, los sindicatos han usado
sus políticas dc establecim iento sindicado y otros instrum entos dc contml
dc los em pleos principalm ente con cl fin de atraer a nuevos miembros.
Pero si esos nuevos irabajadores fueran mantenidos fuera del sindicato, los
em pleos de los antiguos miembros estarían supuestam ente más seguros.
Ese empleo de la fuerza del sindicato es por lo tanto inconsecuente con la
¡dea de que los sindicatos obtienen y emplean principalm ente sus instru
mentos dc coacción con el Tm de preservar las oportunidades de empleo.
La teoría de Perim an, no obstante, adquiere algo de plausibilidad por
el hecho de que el crecim iento duradero dcl número de micmbms y dc la
fuerza del sindicato sólo tuvieron lugar cuando cl “sindicahsm o cn las
em presas” con su énfasis cn cl "control dc em pleos" fue adoptado como
doctrina dcl movimiento laboral norteam ericano. Antes dc que se foimara
la American Federation of Laboren 1886 bajo la guía dc Samuel Gompcrs,
no había organización laboral estable y duradera a escala nacional,^'dc
manera que hay muchas razones para recalcar los respectos cn los cuales
difería de la mayoría de sus predecesores. Y la diferencia más notable cnlre
la American Federation o f Labor ó\r\^\di\ por Gompcrs y la mayoría dc las
organizaciones laborales anteriores fue que la Federación hizo hincapié en
la negociación colectiva, m ientras que la m ayoría de sus predecesores re
calcaron la política y la reforma utópica.” La causa del éxito de la AFL,
según Perim an, fue que abjuró de la actividad política y se concentró cn cl
"control de los em pleos". Eso trajo el éxito porque para entonces la tierra
fronteriza había quedado agolada y el oplimismo temporal a que había
dado lugar se convirtió en pesim ism o por las supuestam ente escasas
oportunidades de empleo.
Tam bién John R. Commons. autor dc otra teoría muy conocida, im-
porla!::c y estim ulante del movimiento laboral norteam ericano, pensó que
el surgimiento del sindicalismo de Gompcrs para la negociación colectiva
era muy im portante. Atribuyó el fracaso dc las organizaciones laborales
generales anteriores, en buena pitrtc. a su énfasis en la política. El mo
mento del cambio a la negociación colectiva o "sindicalism o cn las em
presas", en el sistem a de Commorv» lo mismo (|uc en el de Periman, tuvo
j
.so . U l m a n , p á g . 580.
51. Wnrc (ñola 2 anterior), passim; Raybyick. pn.s.sini; l’hillip S Foner. ílisiory o fi h r
l.(ihor Mnvemenl in the United States (2 lomos. Nueva York: íniernaiional PuMishcrs.
1947- 1955).
5 2. Pcrlman, Theory o fl.a hor Movemcnt, p^igs. 182 200.
5.V / M r / , , p á g s . 8, 200- 207.
9Λ /' / lintíéi Λΐο y ta tihrrlntt erontfmtca
54. Commons y A socí :k Io s . History o f L abor in the United Stales (Nueva York:
Macmillan, 1953), 1. 1 -234. csp. la 9. Para un resumen de esas teorías del sindicalismo
norteamericano, y algunos comcnlarios originales sobre este problema, véase John T.
Dunlop, "The Development of Labor OrgHni/.alion: A Tlieorelical Framework”, cn
insights into Labor Issues, ed. Richard A. Leslcr y Joseph Shislcr (Nueva York: Macmillan,
1948). pigs. 163-193.
55. Lcsier, As Unions M ature, p assim , pero csp las págs 17 y 31; Hjnlrncr
Rosen y R. A. Hudson Rosen, Ί he Union M em ber S p eak s ( N u c v h York: Prcntice-
Hall, 1935), págs 80-85; Rose (nota 21 anterior), pigs. 88-90; Arnold I. Tannenbaum
y Robert L. Kahn. Participation in Union L ocals (Evanston, 111.: Row. Pelcrson, 1958),
passim: Clark Kerr. Unions and Union Leaders o f Their Own Choosing (Nueva York:
Fund for the Republic. 1957), pág. 15.
t > « i I m l m l i t H0 I t i ñ i H f ñ l n f n I f O f í a y e n I n / t M l r l h n 97
Si lo·! iMt^lhlri hrnrll· ioR «nn rh'vndo^, %c {xulrín esporur tpio 1h innyor(n dc los grupos
(Icmomrnrnn mudm purlicIpiirlíSn. Sin cmbaigo. cn Ins rumas U kbIc s csluclindns, liis aclivi-
dmlcs ge ncrnie s era n hnjus. Con frecurnciR, menos dcl cinco p<n cíenlo dc la lolalidnd dc los
miembros asistían a las jnnlns, y era difícil convencer a las jxirsonas para que accplaron <íar-
gos menores e n cl sindicato o fueran miembros de un comile. La mayoría de los líderes
sindicales admitieron con franqueza que la apaiía era uno de sus niayores ¡^oblemas.^*'
61. Por ejem plo, B radlcy cn Public Slake in Union Power, c < P ·P ^ 8 ^ · 1-^1 -152.
100 f / itmétralo / U HbtHmé tcenémlc»
62. Edwnrd H. Cliam bcriin. al presentar cl cuso <lc la legislación para rcsiringir cl |xitlcr
(le los sindicatos, no hace ninguna rcfcrcncia explícita a l»nalUTalc/.a colectiva ilcl servicio
que los sindicatos proporcionan, dc m anera que dism inuye la claridad dc su razonam iento.
Se refiere al privilegio (|ue tiene cl sindicato de pasar por alto cl "derecho al trabajo”, así
como a otras inmunidades legales de que disfrutan los sindicatos pero no las em presas
privadas. Luego dice: "C icriam enie, cl alraclivo dc un trato igual para lodos cs fuerte cn
una democracia. ¿Por qu6 no ha dc aplicarse en esta aren?” MAs «delnnle, aparenicm cnie
Tcnriéndos e todavía a las ventajas legales dc que disfrutan los sindicatos, pero no las
empresas, dice lo siguiente: “ He visto una declaración de un líder laboral ini|>orlanic... cn
el sentido de que el simple hecho de plantear la cuestión dc si lo* nindicalo.s tim en dem asia
do poder im plicaponer en duda su derecho m ismo a e x istir.. .P ero ¿puede haber algo m/ís
absurdo? ¿Ha dicho alguien jam ás que la reducción y regulación dcl poder do m onopolio
cn lis empresas implique poner cn duda el derecho dc éstas ■ exim ir?” Chaml>crlin, "Can
Union Power Be Curbcd?*' Atlantic Monthly (junio dc 1959), p<g 49.
Ι'Ί ftlahUcimirnlo tindicado y ta libertad económica 101
63. Knut W icksell, “ A New Principie o f Just T axation ” , C lassics in the Theory o f
P ublic Finance, cd. R ichard A. M usgravc y Alan T . Pcacock (L ondres: M acm illan,
1958), págs. 72-119.
64. W icksell fue encarcelado por una conferencia en la que satirizó la castidad de la
V irgen M aría, se negó a ju rar lealtad al Re^ de Suecia, se negó a legalizar su m atrim o
nio y dedicó gran parte de su vi^a a defender el control de la natalidad cn una íp o c a en
que eso era sum am ente im popular. Q uería políticas gubernam entales más favorables para
la clase trabajadora y fue considerado como un aliado por m uchos socialistas. Véase
ToTíiien Garó\und,The Life o f Knut W ictcseliln ó. Nanpy Adler (Estocolm o: A lm quist &
W iksell, 1958).
65. O bviam ente, esle enfoque mxes consecuente con cl empleo dc los im puestos pnra
la redisiribución del ingreso, y pasa por alio tam bién la probabilidad de que cl pueblo
oculte sus verdaderas preferencias por los servicios en la negociación por la carga fiscal.
66. Jam es B uchanan y G ordonT ullock,r/irC íi/cu/M .T o/C ^«jírt/(Ann Arbor: University
of M ichigan Press, 1962), p ig s. 263-306.
IW /// sindicato y la libertad económica
67. Sir Roy Marrod duda dc que K ey nes h a y a l leg ad o has la solicitar la e x e n c i ó n de
la c o n s crip ció n c o m o o b jclo r dc c o n c ie n c ia , r e c a l c a n d o q u e de lod os m o d o s K e y n e s
csinha ex en io dcl serv icio m ililar c o m o f u n c io n a rio civil im p o rl a n le q u e era; p ero
apenas ca be d u d a r de que por lo m en o s cn alguna o cas ió n su s ten tó el p u n t o de vista
an ierio rm enle d escrito , p o rq u e e n tre su.s registro s hay una nota e s c rita dc su p r o p ia
mano en que lo exp resa c o m p l e t a y p r e c isa m e n te . Véase cl artículo dc H a r ro d “ C l i v c
Bell on K e y n e s ” , Ecorxomic Jou rn al, LX VII ( d ic ie m b re d e 195 7), 6 9 2 - 6 9 9 , así c o m o
la co rrecció n dc Eliz.abeih J o h n s o n , con la co n c e s ió n y el c o m e n t a r i o dc H a r ro d . en
cl Fxonomic Journ al, L X X ( m a r / o dc 1960). págs. 160-167,
68. Un ataque inteligente ni e s tab lecim ien to sindica do po d ría m u y bi en girar cn t o r
no dcl argumento de que los sindicatos no increm entan la parle del ingreso nacio nal q ue
corresponde a los as alaria das, per o pu eden tender a fom entar la i nn ación .
69. Desde luego, cu an do los sindica tos recurren al eslablccim ienio sindicado no cs para
«d jcr miem bros, sino para m antener a ciertos trabajador es fuera de un de te r m in a d o tipo
de empleo (por cuestión racial, prejuicio personal o lo que sea), cl po der dc co m p u lsió n
no cs necesario cn absoluto pnra l,i supe rvivencia del sindicato, y los arg u m en to s que
intervención del gobierno y libertad económica 1^3
anléccdcn ya no son aplicables. Con respecto a Ins diversas com plicaciones legales p lan
teadas en m uchos países por la ingenua creencia de que los sindicatos son asociaciones
voluntarias, véase de R. W. Rideout The Right to Membership o f a Trade Union (U ni
versidad de Londres; Athlone Press. 1963).
70. Ver particularm ente de G eorge W. F. Hegel Philosophy o f Right, trad. T. M. Knox
(O xford: C larendon Press, 1949); ver tam bién G eorge H. Sabine, A Ifistory o f Political
Theory (Nueva York: Henry Holt, 1937), que resum e en forma sim ple y breve este aspec
to dcl pensam iento dc Hegel: “ El Estado debe ser gobernado m ediante principios muy
diferentes de los que rigen a sus m iem bros subordinados" (pág. 643). Por su pnrtc,
A ristóteles alegaba que cl Estado tiene algo en com ún con otros tipos dc organización:
“ La observación nos indica, en prim er lugar, que cada polis (o Estado) es una especie
de asociación y, en segundo lugar, que todas las asociaciones son instituidas con cl fin dc
obtener algún bien . . . Podem os decir ix>r lo tanto . . . que todas las asociaciones aspiran
a algún bien". (Politics L I .1.1252a, traducido por Erne«t B arker.) Tam bién los libros
siguiente?; encuentran cierto paralelo entre cl Estado y oirn.^ asociaciones: A. D. Lindsay,
1 he Modern Democratic State {Londre^: O xford U niversity Press, \9A3), passim. pero
esp. 1,240-243; Earl Latham, The Group^Dasis o f Politics {hU^cñ, N.Y.: Cornell University
Press, 1952), pág. 12, y Arthur Bentley, The Process o f Government (Evanston, 111.:
Principia Press, 1949), págs. 258-271. -
71. Friederich A. WnycV., The Road to Serfdom {Chicago: U niversity o f C hicago Press,
1944), y The Constitution o f Liberty (Chicago: University o f Chicago Press, 1960); John
M. Clark, “Forms o f Econom ic Liberty and W hat Makes Them Im portant", en Freedom,
its Meaning, cd. Ruth Nanda Anshen (Nueva York: Harcout, Brace, 1940), págs. 305 329.
l·'! sl ndi raln y In l i b f i l n t l fconi tntl rn
72 V^asc Karl M annheim . Freedom, Power, and Democratic Planning (N ueva York;
Oxford U niversity Press, I9.S0), csp. Ins págs. 41-77; Thom as M ann. "Freedom artd
Eqiialily”, en Freedom, Its Meaning, cd. Anshen, págs. 68-84; Joseph R osenfarb, Freedom
nndthe Administrative Stale York: Harper, 1948), págs. 74-84; John R. Com m ons,
L egal Foundations o f Capitalism (M adistin: U niversity of W isconsin Press, 19.57), págs.
10 no.
Algunos otros crfiicos del pnnio de vista dc que cl socialism o y cl "grnn gobierno’*rcs-
iringcn la libertad sc basan más bien cn una dcHnición dc la libertad cn térm inos dc c sfe ti
de clccción. o dc riqueza, más bien que cn términos de ausencia dc coacción, lo cual tés
pcrmiie añrm ar que las acíividades dc cualquier gobierno que increm entan los ingresos de
«Iguna clase dc personas podrf:m aum entar también la libertad, por coercitivas que puedart
ser las actividades dc ese gobierno. Véase por ejem plo: John Dewey, “ Liberty and Social
CoT\\ToV\TheSocialFrontier, II (noviem bredc 1935).41 -42; Dcnis G abory A ndreGabór.
"An Essay on the Matliematical Theory of fTcc(ion)*\ Journal o f the Royal Statistical Society,
CXVII ( 1954), 31 -60, y cl esiudio stibrc cstc trabajo, 60-72; Harold J. Laski, Lil>erty in thè
Modern State, 3a. cd. (Londres: G corgc Allen 8l Unwin, 1948), csp. las piigs. 48-6Í;
Rcrirand Russell. "Freedom and G overnm ent”, cn Freedom, Its Meaning, cd. Anshetl,
pigs. 249-265, csp. la 251.
Para un análisis perceptivo y objetivo dc diversos conceptos dc libertad, ver cl artícu
lo dc M artin B ronfcnbrcnncr "Tw o Conccpts of Economic Freedom ”, Fthics, LX V (abril
<lc 1955), págs. 157-170.
73. Hayek, R oad lo Serfdom. Para un razonam iento mucho más m oderado (|up expresa
preocupación por este peligro, véase el ensayo de Clark cn Freedom , Its Meaning, cd.
Anshen. pág, 306. Véase ti#nb¡én Thom as W ilson, Modern Capitalism and Economic
Progress (U jndrcs: M acm illan, 1950), págs. 3-19.
74. Albert Lauterbach, Eronom icSecuri ty and Indi vidual Freedom ( f th ac a, N . Y.: 'or nell
University Press, 1948). csp. las págs. 5 , 1 1, \2\Thomi% Mñntstn Freedom , Its Meaning,
cd. Anshen, págs. 80-81.
In ift vrnritln tirt g obierno y tibrrInH erontfmira 'í'íi
idea de tener libertad para gaslar nuestro dinero corno m ejor nos parezca,
“libertad de elección cn cl uso de nuestros ingresos”J^si bicn muchos pien
san que las pequeñas variaciones en la magnitud dc esa libertad carecen de
importancia."®
S¡ sc admite que la libertad económica cn este tercero y más corrccto
sentido es un concepto de significación, y que para algunas personases por
lo menos un concepto importante, cl paso siguiente consiste en analizar su
relación con los diferentes grados dc intervención dcl gobierno en la vida
económica. ¿Qué tipos de actividad gubernamental usurpan la libertad eco
nómica? ¿Recurre siempre la actividad económica del gobierno a la coac-^
ción? ¿O es a veces no más dependiente del uso de la fuerza que la em presa
privada?
Aquí puede .ser útil cl concepto de grupo latente. Algunos bienes y
servicios, como ya sc indicó, son dc naturaleza tal que todos los miembros
dcl grupo de que se trate deben recibirlos si uno dc ellos los recibe. Esa clase
dc servicios no sc prestan dc por sí a los mecanismos del mercado y sólo
sc producirán si se obliga a lodos a pagar la parte que les toca. Evidente
mente, muchos servicios gubernam entales son de esa clase. Por lo tanto*
restringen la libertad. Sustituyen las decisiones individuales tomadas
libremente con las decisiones colectivas respaldadas por la fuerza.·* Porlo
menos las mejoras cn las fuerzas de la defensa, en las fuerzas policiacas y
cn cl sistema judicial no pueden ser financiadas sin que en alguna fornta se
reduzcan las libertades económ icas dc la ciudadanía; sin aum entar los
impuestos y con ello reducir la libertad individual para gastar.
Pero si el gobierno decide formar una empresa pública para fabricar
algún producto, no está claro si necesariamente liene que haber alguna
reducción de la libertad económica de alguien. Los consum idores no seráíl
necesariamente menos libres si le compran a una empresa pública en vez
im poriancia dc este lipo dc libcrlnd, por ejem plo Barbara W oolon, en Freedom under
Planning (Chapel Hill: U niversily o f Norlh Carolina Press, 1945). Para un esludio extenso
dc 1« ncccsidad de distinguir los diversos significados dc la palabra "Iiberiad”, véase de
Maiiricc Cranslon Freedom. A New Analysis (liendres: Longmans. C reen, 1953). Frank
Knighi va sin duda dem asiado lejos al afirm ar que no se puede dar un significado objetivo
a la idea dc Iiberiad. Véase su arlículo “ Freedom as Fací and C riterion“ , International
Journal o f Ethics. XXXIX (1929), 129-147.
79. Richard S. Thom . “The Prcscrvalion of Individual Economic Frecdom ", cn Problems
of U S. Economic Development, publicado por cl Com m iltce for Econom ic D evelopm ent
(Nueva Yorl^ 1958).
80. Ver J. K. G albrailh, The Affluent Society (Boston: Houghton M i.fnin, 1958).
81. Sobre esle lema v^ase de Anthony Downs An Economic Theory c f Democracy
(Nueva York: Harper. 1957), págs. 195-196. Desde luego, no habría coacción si to d ai
las decisiones fueran unánim es.
Intervención del gobierno y libertad económica
82. Si algunos defensores m odernos del liberalism o pueden ser acusados dc im preci
sión cuando discuten la libertad económ ica, no se puede decir lo m ismo dc W icksell. Su
plan de “consenlim iento unánim e” para los desem bolsos del gobierno atacó el problciiia
real, los servicios colectivos, más bien que el tamnflo del sector gubernam ental. En su
tiem po, los gastos del gobierno se concentraban casi exclusivam ente en las fuerzas
m ilitares y en el m antenim iento del orden y la tranquilidad cn cl país. La adopción de su
plan no habría lim itado tal ve?, la esfera de actividades dcl.gobicrno; sim plem ente habí ía
puesto en vigor polílicas nacionales más económ icas y posiblem ente más pacíficas.
(W icksell se opuso a los elevados dejem bolsos/Jc Succia para arm am entos y a su ac lilud
belicosa hacia Rusia). Véase dc G ardiund U fe o f Wicksell,
83. Las propuestas dcl ala liberal o dc izquierda para que se restringiera la producción
dc cicrlos productos tam bién liniitah‘la libertad económ ica; pero los c a n d e s privados
efectivos hacen lo m ism o. Y la naci(^nal¡7.ación*de una ipdusiria, si bien no tiene que
afectar a la libertad de los trabajadores y los adm inistradores dc esa industria ni a los
consum idores dcl producto de la misma^ podría, si cl gobicnio prohibiera la com petencia
privada, restringir la libertad y convertirse cn em presario en esa industria particular. P e
ro esta libertad no afectaría a m uchas personas, y eso sólo en cl caso de que el gobierno
prohibiera la com petencia..Sobre los efectos de la nacionalización en la libertad econó
m ica, véase W ooton. passim.
I l uhtiéi olo » Iti lihfHntl f n t ni iniù n
84. En la obra de Erich Fromm Escape from Freedom Yoik: Molí, Rinchftrt &
W insion. 1941) y cn la ele Cfcorgc C . Honians The Human Group (Nucv« Voik: H arcourt.
Brace, 1950), págs. 332-33 3. sc cncontrnrán cnfoqiiCK psicológico», «ntropológlcos y
sociológicos del problem as dc la libcrlod.
I n U t %-fnt h t n t i r i K o h i r t n o y l l h r r t n H r r o n t f m l r a 109
tad econòmica o dcl empieo de la coacción por cl gobierno, por los sin
dícalos o por las organizaciones dc cualquier clase pueden hacer juslicia a
la complejidad dcl asumo sin icncr cn cuenla la disiinción erure bienes
colcclivos y no colcclivos.
IV
Teorías ortodoxas del
Estado y de clases
A. L a t e o r ía d el e s t a d o , d r l o s e c o n o m is t a s
La mayoría de los econom istas aceptan una teoría que presupone que los
servicios básicos del gobiem o sólo pueden ser proporcionados, como se
dijo en el capítulo anterior, m ediante la compulsión. Es la teoría de “bienes
públicos”. Por lo tanto, la mayoría de los econom istas han aceptado tam
bién la premisa básica de este estudio (que las organizaciones trabajan por
un bien o beneficio común) en el caso de un tipo especial dc organización;
ei Ëstàdo. La Idea de que el Estado proporciona un beneficio común, d
trabaja por el bienestar general, se remonta a más dc un siglo.
Pero, por sencilla y básica que esta idea parezca ser, hubo dc transcurrir
más de una generación de debate y desacuerdo antes de que fuera entendid a
claram ente, incluso en el caso especial del Estado. El estudio de esta cues
tión había comenzado en la prim era parte del siglo diecinueve, si no antes.
Heinrich von Storch; en un trabajo escrito para la instrucción de la familia
del Zar, parecía tener alguna idea vaga de la distinción entre un bien colec
tivo y un benencio individual, porque sostenía que la empresa individual
no podía proteger la vida y los bienes contra los ataques, si bien podía
satisfacer m ejor todas las demás necesidades. ' Más tarde, J.B, Say apoyó
y amplió el argumento de Storch.^Posteriormente, Friederich vori W ieser
111
112 1 f n r ú t t t n h u t o t r t í H r t l · ' t l a H o f Hr r i n x r n
prcpuníaba porqué hnhía igualdad cnci consumo do los hiciirs y s( rvi( jos
proporcionados por cl Esfado, m ientras que había una desigualdad notable
cn la distribución de los productos dcl sector privado. Wieser obsoivó lam
bién una sim ilitud entre el Estado y las asociaciones privadas cn este res
pecto. Pero demostró que no entendía cabalmente la cuestión, por(|ue dijo
que “la economía pública no crea por sí misma ingreso pm ductivo”. ’
Emil vSax distinguió las empresas de propiedad pública de las activida
des del Estado que benefician a toda la ciudadanía. También dijo entre
paréntesis que había una sim ilitud entre el Estado y las asociaciones pri
vadas. Pero el hecho dc que la teoría de bienes públicos no era com prendida
correctam ente todavía es evidente, porque Sax atribuyó equivocadam en
te el sostenim iento dcl Estado y de otras asociaciones a “una especie de
altruism o creado por la necesidad de actuar conjuntam ente con vistas a
un Iln común y para la ayuda mutua, con exclusión del propio interés si
era necesario“.\Si esto fuera cierto, los gobiernos no tendrían que hacer
obligatorios los impuestos.^
El economista italiano Ugo Mazzolá sc acercó más al análisis correcto
de los servicios colectivos dcl Estado. Recalcó acertadam ente la “indi
visibilidad“ dc lo que llamó “bienes públicos” y comprendió que los ser
vicios b ^ ico s dcl Estado beneficiaban a todo cl mundo. Su error radicó cn
afirm ar que FiáRáuna “com picm entaridad” entre los bienes públicos y los
privados, lo cual im plicaba que la cantidad dc bienes públicos consum i
dos dependía de la cantidad dc los bienes privados consumidos. De esto,
M a/zola sacó en alguna forma la conclusión de que cada ciudadano obtenía
en cl margen exactam ente la misma utilidad de los bienes públicos y dc los
qui leur sonl com m uns, cl qui nc peuvent être salisinits q u ’au m oyen d ’un concours
d 'in d iv id u s cl même quelquefo is dc tous les individus qui la com posent. O r, ctî c o n
cours nc pcul cire obicnu que d ’une inslilulion qui dispose dc l ’obéissance de lous, dans
les lim ites q u ’admci la Hîrmc du gouvcrncm enl” . Jean-B aplislc Say, Cours complet
d ’économie politique pratique (París: G uillaum in L ibraire, 1840), 11, 2f>l. F.sla re fere n
d a fue cnconirnda cn la obra cilada dc Baum ol. pÄgs. 146-149.
3 . Fr icdcrich v o n W icscr. "The Theory o f Public Econom y”, cn C lassies in the Theory
o f Public Finance, cd. Richard A. M usgravc y A la n T . Pcacock (L ondres: M acm illan,
1958), págs. 190-201. La m ayoría dc las referencias que siguen concs|>ondcrán a esta
antología de clásicos. La siguiente relación no es una hisioria original y m ucho m enos
com pleta del pensam iento económ ico respecto a esta cucslión. Unn relación com pleta
sería aquí una digresión innecesario.
4. Emil Sax, "The Valuation Theory of Taxation”, cnC7av.Tir.T,pÄg. 181 ypjígs. 177-179.
5. El enfoque de Adolph Wagner fue mejor que cl de Sax en cl sentido dc (|uc reconoció
que cl Estado debe ser coercitivo. Sin embargo, parece que Wagner dcsincó las circunstancias
hi«;t«uicas que afectaron ál tamaño dcl gobierno más que cualesquiera ideas abslrjictns dc los
bienes públicos. Véase su nrlículo ’T hree Extracts on Public Finance”, (lassies, págs. 1 1 6 .
I n t rori n ilel li%lnHo, ite lo t e r o n o m h l n t 113
6. Ugo Mnzzola, “The Fonnalion of Ihc Priccs of Public G oods”, C/tissirs, pígs. 159-
193. Ver lam bién de M affeo PA lnIconi “C oniribm ions lo ihc T heory o f ihe D isiribuiion
of Public Expenditure”, Classics, págs. 16-27.
7. Knul W icksell, “ A New ftrinciple of Jusl T axation”, Classics, págs. 81 82.
8. V éase por ejem plo de R ichard M usgrave The Theory o f Public Finance ( N u e v a
York: M cG raw -H ill, 1959), esp. los caps. IV y VI;*de Paul A. Sam üelson "T he Pure
Theory o f Public Expenditure*’, Reyiew o f F e onomics and Statistics. XXXVI (hovicinbre
dc 1954), 387-390; de Erik L indáhl “ Jusl T axation - A Positive S o lu tio n ”, C lassics,
p/ígs. 168-177 y 214-233.
9. Otros son Gerhard Colm, "Theory of Public Expenditures”, Annals o f the American
Academy o f P olitical and Social Science, CLXXX III (cncro dc 1936), 1-11, y Julius
114 Teorías ortodoxas det Estado y de clases
lo pcriencccn los hombres y mujeres que hablan el mismo idioma, que son dc la
misma índole, que piensan igual... Por las venas dc la sociedad fluye un solo y úni
co dinero; por las dc la comunidad corre la misma sangre...
Toda concepción individualislade "el Estado”es una enorme aberración... (y)
sólo una ciega ideología dc tenderos y vendedores ambulantes. La economía del
Esiadosatisfacclasnccesidadescomunales... Si el Estado satisface necesidades
puramente individuales, o grupos de necesidades individuales que técnicamente
sólo se pueden satisfacer conjuntamente, lo hace únicamente con vistas al ingreso.
En la economía de libre mercado, el interés económico de la persona es rey
supremo y el casi único faclor aislado que gobierna las relaciones es el beneficio
como molivo, en cl cual estaba anclada debida y seguramente la leoría clásica de
la economía de libre mercado. Eslo no lo cambia el hecho de que inás unidades
económicas, como asociaciones, cooperativas o instituciones benéficas, pueden
tener eslrucluras internas donde encontramos motivaciones diferentes dcl egoís
mo. In tern a m e n te , el a m o r o el sacrificAo, la s o lid a r id a d o la g e n e r o s id a d p u e d e n
ser d e te rm in a n te s: p e ro , in d e p e n d ie n te m e n te d e sus e stru c tu r a s in te rn a s y de los
m o tivo s que e n cierran, las re la cio n e s m u tu a s de m e rc a d o dc las u n id a d e s
(cursivas mías).
e c o n ó m ic a s están g o b e r n a d a s sie m p re p o r el p ro p io in te ré s
Fn la sociedad de intercambio, por lo lanío, sólo el inierés propio regula las
re la cio n e s de los miembros. En cambio, la economía dc estado se caraclcri/a por
un espíritu comunitario dcnlro dc la comunidad. El egoísmo es sustituido por el
espíritu de sacrificio, la Icallad y cl espíritu comuniuirio. . . Este concepto del
poder fundamental dcl espíritu comunitario da lugar a una explicación coherente
dc la coacción en la economía dc Eslado. La coacción cs una manera dc garanti
zar la efectividad total dcl espíritu comunitario, que no se desarrolla por igual en
todos los miembros de la comunidad.
Las necesidades colectivas objetivas tienden a prevalecer. Hasta el vigoroso
partidista que pasa a ocupar un cargo dc responsabilidad en el gobierno sufre una
compulsión y un cambio espiritual objetivos que haccn un estadista de un líder de
partido... En los últimos doce aflos no ha habido un solo estadista alemán que
haya escapado a esta ley.’®
14. Karl Marii y Fricdcrich Engels, The Communist Manifesto (Niicvn York: League
for Intlu.^lrial Dem ocracy. 1933). pág. 82; ver lam bién dc Ralf D ahrcndorf
Conflict in industrial Sorirty (Stanford, Calif.: Stanford Univer^iiy Press. I9.S<)), pág. 13
15. Marx y E ngch, Com/nunist Manifesto, pág. 59.
16. Dahrendorf, pág. 35.
17. Dahrendorf, págs. 30 31; ver también Mandcll M. Bobcr. Kart Marx's Interpretation
o f History, cd. rev. (C am bridge, M ass.: H arvard U niversity Pros?». 1948). csp. Ins págs.
95-96. En cstc respecto Marx no difería mucho dc Jamus Mildison, quien cscribiiS cn los
trabajos Federalistas (núm ero d ie /) que “la fuente niás com ún y duradera de fucciones
ba sido la diversa y desigual distribución dc los bienes. Quienes Ion |H)seen y (|uiencs no
los tienen han constituido siem pre intereses distintos cn In sn cird ail”
I (I i eotfa m a r t h l a t i f i l'.ntario y d f ri ai tr t 117
Así como ja clase cs CROÍsia, también loes cl individuo· Marx sólo sen
tía desdén por los socialistas utópicos y por otros que suponían una natura
leza humana benevolente. Gran parte del egoísmo que Marx veía en tonio
su]^o lo atri]^yó al sistem a capitánsía^yjTTáid^^^ Tñir-
gu esía... no ha d ^ad o entrcTíombrc y hombre otr^T ñculo que efegofsm o'
escueto; cl insensible ‘pago cn dinero’. Ha ahogado cl divino éxtasis dcl
fervor religioso, del entusiasm o caballeroso, del sentim entalism o niisleo.
en las heladas aguas del cálculo egoísta"." Pero si cl propio interés fue más
patente en la sociedad burguesa, fue típico dc toda la historia dcl hombre
civilizado. “La codicia descarada fue el espíritu que alentó a la civilización
desde sus com ienzos hasta el presente: riqueza, riqueza y más riqueza, l.a
riqueza, no dc la sociedad sino de la persona m ezquina, fue su única y úl
tima m eta".'*M arx atacó calificándolo de hipócrita casi lodo aquello por
lo cual las personas decían estar dispuestos a hacer sacrificios: las ideolo-
gías eran capas para ocultar intere.scs adquiridos; la burguesía gastaba
/g ra ñ íe s sum as en la "cvangelización^de las clasesm ás bajas”, sabiendo
que éso haría que los trabajadores’’se .sometieran a las costum bres de ¡os
amo.s qüc t)ios había tenido a bien colocar por encima dc ellos”.^‘’Éscribió
q ü c"íá7 g l« ía In g le s Establecida, por ejem plo, percTóñarl ñiJ's fácilm en
te un ataque a 38 de sus 39 artículos que uno a la 39ava parte dc sus in
gresos”.*' Sólo en el comurlismo, cl comuni.smo prim itivo de la tribu o el
com unism o pos-revolucionario, las propensiones egoístas no cotitrolan
éí com portam iento dcl hombre.
El énfasis dc Marx en elpropio interés, y sw suposición de que las clases
serán conscientes de sus intereses, han inducido naturalm ente a la mayoría
dc los criticona p e n ^ r que él era un utilitarista y u n ja c ionalista. Alpunos
piéñsañ que ese es su defecto principal y que^recalca dem asiado cl propio
interés y la racionalidad. Un ejemplo de ese punto dc vista merece ser citado
a fondo. El fallecido C. W right M ills sostenía que para que la acción de
clase pueda producirse, debe haber:
1) una conciencia y una identificación racionales con nuestros propios intereses dc clase.
2) una conciencia y un rechaz^ dc los intereses de la oíra clase com o ilegítim os.
3) u n t conciencia y una disposición a usar los m edios políticos colectivos con el fin
político colectivo de favorecer los intereses p ro p io s... El m odelo general m arxista se
basa siem pre e n ... la j ^ o l o g ía política d^*Vo1verse consciente de la& posibilidades
inherentes'T Esta i^a es tan racionalista como^eljiberali^st^ fn ^its^^supuestos
psicol^t ^ : P o f ^ é lá lucüa que tiene lugar avanza de acuerdo con el reconocim iento
racional, por parte de las clases que com piten, de los intereses m ateriales incom pati
bles; Ia reflexión vincula el hecho m aterial y la conciencia interesada un cálculo
de la ventaja. Com o conectam ente lo señaló V eblen, la idea es utilitaria y se relaciona
más estrecham ente con Bentham que con Hegel.
El error del punto de vista marxista de que las personas serán lo bas
tante u tU itari^y racionalistas para ver la conveniencia de entregarse a la
acción díTclasc e ^ líe m o S íiío . en opini(5n de M ills, por la apatía política
generalizada, “^ a indifercpcía", dice M ills, “cs la señal principal d c l. . .
colapso de las espcKtfrtas socialistas”. "
Pero el com entario m ás decisivo que se puede hacer sobre cl estado de la política cn
los EE. UU. sc refiere al hecho de la indiferencia ptíblica g e n e ra l.. . (La m ayoría de las
personas) son ajenas a la política. No son radicales, ni liberales, ni conservadoras ni
reaccionarias; son inaccionariis; están fuera de ella.^
23. John R. Com m ons ha cnm clido lam bién esle error. Ver “ Econom ists and Class
Partnership”, cn su colección dc tfnsayos intitulada Labor an(^/\(^ministration{l·iuc\ "^ York:
M acm illan. 1913), p.^g. 60. '
24. V. 1. Lenin. What Is to De Done (Nueva York: International Publishers. 1929); vcr
lam bién dc Edmund W \\aonTo the Finland Station {Nucy^n York: H nrcouri, n race. 1940),
p ig s. 384-404. Crane Brinlon ha dcm oslrado quc las principales revoluciones, com unistas
o no. las llevaron a cabo grupos asom brosam ente pequeños dc personas. Ver The Anatomy
o f Revolution (N ueva York: Random House, n.d.). p ig s. 1.57-163.
120 1 r o f í n t »t h ui os drt ! ' \ t i * « /« M r i
latcn(c grande, cada miembro dc la cinsc hallarrt (jiic saUIrrt j^amiiulo si lo
dos los coslos y sacrind o s necesarios para «Ican/a r la nicj^a aunjui son
pagados y realizados por otros. Por definición, la^^legísíacirtn de cíase”
ravorüüraiacT ascaT coniuj^ que a quienes la componen Indivi
dualmente. de manera (H^ÍMif^rpcr inn^niivos a las pcrson^jspam cm[2rcn-
deruna acción “conscicnic de clase”. El trabajador liene la misma relación
con ía masa del proletariado, y el hombre dc negocios tiene la misma rela
ción con la masa de la burguesía, que cl contribuyente tiene con cl Estado
y la empresa com petitiva con la industria.
La comparación de la clase marxista con cl grupo grande u organiza
ción económica no es exagerada. En ocasiones. Marx limitó la palabra
“clase” a las agrupaciones organizadas: “En la medida cn que la identidad
dc sus intereses no produzca una com unidad, una asociación nacional y
organizaciones políticas, no constituyen una clase”.” Marx recalcó lam
bién la im portancia dcl sindicato y de la huelga para la acción de clase del
proletariado. En el M aniliesto Comunista. Marx y Engels describen así el
proceso de la acción proletaria:
Lxis conflicios cnirc ios irabajaclorcs individuales y los burgueses individuales asu
men mAs bien cl carácter dc conflictos cnirc las dos clases. Dc m anera que los trabajadores
com ienzan a formar com binaciones (sindicatos) contra la burguesía; sc unen con cl fin dc
m antener alto cl índice dc snlnrios; fundan asociaciones perm anentes para atender anti
cipadam ente esas revueltas ocasionales. Aquí y allá, la controversia desem boca cn
disturbio.
Dc VC7. cn cuando los trabajadores resultan victoriosos, pero sólo por un tiem po. El
verdadero fruto dc sus batallas no consiste cn cl resultado inm cdiaio, sino cn la siem pre
crecicnte unión dc los trabajadores.*^
m ism o lugar a una m ultitud de personas desconocidas entre sí. La c o m p rin u In div idr «u«
inlercses. Pero la conservación dc los salarios, interés com\^n que tim en rn i niiliii di* lu
patrón, las une en un pensam iento com ún dc resistencia; la romhinarióñ . Inh rntiil·!
naciones, aisladas en un principio, se constituyen cn grupos . . . y, enfrrnlíido i ni i npliNl
siem pre unido, el m antenim ienlo dc la a.sociación se vuelve mds necesario para »»11»··» i)iip
la conservación de los salarios . . . En esta lucha (una verdadera guerra civ il) i r uiii ti y
se desarrollan todos los elem entos necesarios para una batalla que se avpcinti l Itia v v f qttfi
ha llegado a este punto, la asociación adquiere un carácter p olítico ” . E iir pii«a)r, hiMindM
de The Poverty o f Philosophy, fue citado tam bién y recalcado por Lenin, lu «'nhnv··
sobre “Karl M arx”, en KarI M arx, Selected Works in T\w) Volumes, prepntndo pni «·!
Instituto Marx-Engels-L>enin, M oscij, bajo la dirección de V. A doratsky (Nuovii Y»»tk
International Publishers, n.d.). I, 48-50.
28. Esa actitud irracional de Díase determ inada sociológicam enfe podrín. no (»biinuli·,
ser influida por la posición económ ica de la claSe.'Las condiciones económlcaii
afectar a las actitudes sociales. Pero este hecho no destruye la distinción «nirr fin icnfl·»
de clase orientada sociológicam ente y una qye presupone que la acción de claie ir did»n
a incentivos individuales (im aginados) para la acción consciente de clase S m I iih U
influencia dc clase en el com portam iento político norteam ericano véase la obra df Sniiiu«·!
Lubell The Future o f American Phlitics (Nueva York: Harper, 1952) p(is%im, |»nn» »»»
pecialm cnte circa pág. 59, y su Revolt o f the Moderates (N ueva York: H arftrr, |91A),
pág.s, 103-120; V. O. Key, Politics, Parties and Pressure Groups. 4a. rd. (Nueva Yorli
T. Y. C row ell, 1958), págs. 269-279.
122 Teorías ortodoxas del Estado y de clases
J'). Por otra parle, cn algunos higiircs Marx parece perciliir cl hecho dc qnc los inicrcscs
indi viduales no consiituycn una base para la acción orgflniziula dc d a se que él proclam ó
c o m o la fuerza decisiva cn la hisioria. Véanse sus com entarios acerca de la com petencia
entre los trabajadores y entre la burguesía, que rom pe la unidad dc cada clase, en cl
Communist Manifesto, cspecialm cnte la página 69, así com o cn sus otros escritos. Véase
tam bién lo citii tomada dcl artículo de Marx “ Ideology - ‘Saint M ax’" citado cn Lipsct,
Political Man, págs. 24-25.
Marx pone tam bién mucho énfasis cn la derivación dc ideas m orales de la po.sición de
clase. Véase Friederich Engels, Herr Eugen Duhring’s Revolution in Science (Anti-
Duhring). trad. Emile Burns (Nueva York, 1939), págs. 104-105. En relación con esto sc
debe tener en cucnta la aparente tandencia de los m ovim ientos revolucionarios a oblener
adhcrentes entre aquellos que tienen los vínculos de clase más débiles. Algunos eruditos
sostienen que quienes están déclassé, o sea "aportados” de los grupos principales dc su so
ciedad, son los más propensos a recurrir a m ovim ientos religiosos o políticos tales com o
cl com unism o, la John Rirch Society, etc. Ver Eric Hoffer, TheTrue Believer {Uucvñ York:
New Am erican Library. 1958). y W illiam K ornhauser, The Politics o f M ass Society
(Glcncoc, 111.: Free Press. 1959). págs. 14 15. Ver tam bién de Eñch f r o m m Escape fro m
Freedom York: Holt. Rinehart A W inston, 1960), y d e David R icsm anr/icL on c/y
Crowd (Nueva York: Doubleday Anchor, 1956).
30. Hay alguna posibilidad de que Marx no tuviera en m ente una teoría dc com por
tam iento racional ni una de com portam iento irracional, sino que estuviera sim plem ente
exponiendo una afirm ación m etafísica no em pírica derivada dc la filo so fía d ialé ctica
dc Hegel. Una y otra vez. Marx se refirió a la im portancia dcl razonam iento d ialéctico
para la com prensión dc los fenóm enos sociales y dijo que él había encontrado la d ia
léctica dc Hegel dc cabeza y la había puesto derecha. La esen cia dc la historia cs un
movim iento inexorable m ediante el cual una clase dirigente sustiliiyc a otra, así com o
una tesis liene su antítesis. En la m edida en que la teoría dc M arx dcl conriicto de clases
I^a lógica de la teoría de M a r x · 123
tiene csn tiasc m it« f(sica, fnislrn toda critica dcl tipo que antecede; potqiic sí la
sustitución ele una clase dirigente por otrn cs producidn incvitablcnienic por alguna
Fuerza inm anente a la historia, no im porta si la búsqueda racional del p rojjio in tc r ^ dc
las personas que Tiguran en las diferentes clases puede uroducirla. El m ovim ienio
d íálgcrico dcl cam Pio n ist¿n co garantizará en todo caso cl cam bio cn cl ^ b ic r n o Í lc
cláse. Pero sea pequeña o grande la pnrtc que desem peña In d inlé cticn cn los trabajos
de M arx, cs claro que esc concepto m etafisico no tiene nada que hacer cn una disciplina
em pírica com o cs la econom ía, hara un razonam iento cn el sentido dc que hay un
''elem ento de m ish ciim o en la d ia lé c tic a 'V ^ a s í TTóBcr, p ig . 44. Para un punto do vi<;in
diferente véase la obra de Joscph Schum peter Capitalism, Socialism and Drmncrary,
4a. cd. (L ondres; G eorge Allen & Unw in. 1954), pág. 10
V
Teorías ortodoxas de
los grupos de presión
A. L a P í - R s r n c r i V A r i i .o s ó i ic a d i· l o s g r u p o s d h p r iís ió n
125
126 Tetpríns ortodoxas de los grupos de presión
La vida común dc la sociedad cs vivida por las personas cn lodas las form as dc
relación social: iglesias, sindícalos, insiiliicioncs dc lodo lijx). La vida religiosa, la cicn-
liTica y la económ ica dc la com unidad se desarrolla a iravés de ellas. Cada una liene su p ro
pio desarrollo. Hay rn ellos una esfera dc iniciativa, espontaneidad y libertad.
fisa esfera no puede ser ocupada por el Estado con sus instrumentos de comfiulsión
jlns cursivns son mías|.^
Natural Law and the Theory o f Society, 1500-1800, ItíkIucícJm con una introducciíMi dc
Emcst Barker (Cambridge, Ing.: Cambridge University Press, 1930); F. W. MaillaTid, ‘‘Moral
Personaliiy and Legal Personaliiy", en Maitland Selected Rssays, cd. M. D. H a/cllin c.
G. L apsley y P. H. W infield (C am bridge. Ing.: C anibiidgc U niversity Prcs.«;. 1936).
págs. 223-239.
6. John Dewey, The Public and Its Prohlctns, 3a. cd. (Denver: Aliati Swallow, 19.S4).
págs. 22-23, 26-27, 28-33. 72-73 y 188.
7. Joseph Paul Boncour, Le^fédéralis^tñe économiqur, elude sur tes rapporis dc
l'individu el des groupements profcssionnels (París: Felix Alean. 1900). y Rejlections of
the French Republic, trad. G eorgc M arion Jr. (N ueva York: Robert Speller Sc Siins.
1957), I, dOy 138-147. ^
8. Em ile D urkheim , Le Suicide (Paris: Felix A lcan. 1897). y The Division o f Labor
inSociety, trad. G corgc Sim pson (Glcncoc, Ml.: Free Press. 1947), esp. lasp.ng. 1-31. Vea
se tam bién M athew H. Elbow, French Corporative Theory, 1789-19^8 (Nueva Y(uk:
Colum bia U niversity Press, 1953), págs. 100-1 18. Para conocer el punto de vista de nn
politico inglés acerca dc la necesidad de un parlamento oc\ipacional o “social”, véase dc L. S .
Amcry I hough ts on the Cortstitution (Londres: Oxford University Press, 19.53), págs. 64 69
I2M Teorías or todo r a t de tos grupos de presión
le. I-a teoría del E.<:tado corporativo ha sido popular duranlc mucho tiempo
en cl continente, .sobre lodo cn Francia, donde una versión de In misma ha
sido apoyada por muchos grupos católicos romanos !>ldo alentada
oficialm ente por el Vaticano’) lo mismo que por cl Presidente Charles de
Gaullc."*EI énfasis cn la organización política sobre una base funcional u
ocupacional-industrial más bien que geográfica fue por supuesto caracte
rística también de algunas variantes del pensamiento sindicalista y fas
cista, y hasta cierto punto .se puso en práctica en la Italia fascista y en la
Francia de Vichy."
B. E c o n o m ía iN S T m icio N A i, y e i , o r u p o dr pr r s ió n -
JOMN R. COMMONS
dc olro, dc m anera que cl grado dc com prom iso ncccsario pnra una dem ocracia continua
da podría ser inalcanzable.
14. “ Es tonto h ablar dc un hom bre que rep resenta a otro o a varios o tro s; . .. nn hny
cosa tal com o la represen tación dc unn persona por o tra, porque por su n aturaleza
m ism a el hom bre cs un ser que no puede ser rep resen tad o . . . D ecim os que la única
m anera cn que puede haber una representación real cs cuando el rcp rescn tan lc re-
presenlH no a otra person a, sino a algún grupo dc finalidades que los hom bres licncn
en com ún; que Jam ás se debe tratar de rep resen tar a Sm ith, a Jones y a Brow n por
m edio dc R obinson; pero que, si Sm ith, Jones y Brow n tienen interés com ún cn alguna
cosa p articu lar, sea com o p ro du clo rcs, com o ju g ad o res dc fútbol o en cu alq u ier otra
capacidad, cs m uy legítim o que escojan a R obinson para que llev e a cabo por ellos y
en su nom bre el prop ósito com ún. Es dccir, que toda rep resen tació n verd ad era, si
estam os en lo co rrecto , no cs una represen tación dc personas, sino solo dc propó sitos
co m u n es; o b icn . d ich o con j)tra s p alu b ras, loda re p re se n ta c ió n real cs n cccsn ria-
m cnle una representació n fu n cio n al” . Lo an terior se lom ó dc O. D. H. C olé, "G uild
S o cialism ”, com o está extracla.do cn Introduction to C ontem porary Civilization in the
W'est, p u b licad o y prep arad o p 9r la Colurxibia U n iv ersity , II, 889. Vcr lam bién de
C ole S e lf G overnm ent in Industry (L ondres: G. BcU & Sons. 1917).
15. Com m ons, Economics o f Collective Action, passim, las p á g s.33. 59, 262 291;
Institutional Economic.^, pas.úm ;'y The Legal Foundations o f Capitalism (M adison:
U niversity of W isconsin Press, 1957), passim.
16. "E conom isls and Class partnership”, en Labor and Administration (Nucvn York:
M acmillan, 1913). una colección dc artículos por Commons, págs. 51-71 y csp. la 54 y la 67.
130 Teorías ortodoxas de tos grupos de presión
Pero m ucho más im porlantc qiió las otras razones para m ejorar las legislaturas cs la
protección que pueden dar a las as o c ia d nnes voluntarias . . . Los derechos del hom bre
son ahora su< derechos dc libre asociación . . . las libertades civiles que hacen posible las
asociaciones volunlarias de sindicatos dc trabajadores, uniones de agricultores, coopera
tivas com erciales y partidos políticos. F.sas asociaciones, más bien que el antiguo indi
vidualismo de la acción libre individual, son el refugio del liberalismo y la democracia
modernos conlra cl com unism o, cl fascism o y cl capitalism o de los banqueros (las cursivas
son m ías).'·
1 7. C om m ons. Economics o f Collective Action, pág. 33; vcr lam bién las págs. 59,
262-277 y 291. Pcro a vcccs. decía Com m ons, parecería ilógicam ente que algunos
grupos im porlanlcs no estaban bicn org anizados. Eso se puede dccir esp ccialm cn lc dc
los ngriculinrcs. Ibid., pág. 213, c Institutional Economics, I!, 901-902.
18. Commons, Irxstitutional Economics, II. 901 -903.
19. Kenneth Paisons, “ Social Conflicls ond A gricultural Program s”, Journal o f Farm
Economics. XX Ill (noviem bre dc 1941), 743-764.
Teorías modernat de tot grupos de presión 131
com pensador, que puede llegar a través de la acción política de los grupos
dc presión, tienen una ligera sim ilitud con las teorías de Commons.^®
C. T e o r ía s m o d e r n a s d e i .os g r u p o s d e p r e s ió n -
nnNTI.RY, TRUMAN, LATHAM
No es entre los econom istas, sino más bien entre los científicos dc la polí
tica. donde la opinión sobre los grupos de presión sustentada por Commons
es la más común. Porque lo/; científicos de la política han desarrollado una
leoría del com portamiento de los grupos asombrosamente sim ilar a la que
preconizaba Commons. La idea de que los intereses de grupo son factores
determ inantes absolutam ente fundamentales del com portamiento eco
nómico y político es aceptada por muchos, quizá por la mayoría de los
científicos de la política. Como lo señaló Earl Latham en su libro The Group
Basis o f Politics, “Los autores norteam ericanos que escriben sobre política
han aceptado cada vez más cl punto de vista dc que el grupo es la forma
política básica”.^*El propio profesor Latham se adhiere a esa opinión: “Se
ha señalado, y se repite, que la estructura de la sociedád es asociativa, l.os
grupos son básicos. . . Lo que es cierto de la sociedad lo es de. . . la
comunidad económ ica”.^^
El paralelism o entre el pensamiento de Commons respecto dcl com por-
tamiento de grupo en economía y en política, y la tendencia del pensamiento
en la ciencia política, se puede ilustrar fácilmente. El profesor Latham lo
hace con suma claridad:
dcl universo económ ico por definición y tendía a derivar sus cnrn( lriíMi( ι1^ po? «Irduí
ción: un mundo económ ico hAbitndo por una m ulllplicidnd dc individuos ni«l(idoH, íImuIc
la com binación era una desviación patológica. Sem ejante universo definido (no í)l>«;fr
vado) no podía dejar de fu n cio n ar.. . en el reino dc la plática. Nos liemos nlrjndo innio de
esc punto dc vista, que se ha inventado todo un nuevo vocabulario pnra explicar v\ funcio
nam icnto de una com unidad económ ica com puesta de agregaciones, grupos, bloques y
com binaciones dc personas y cosas, no de individuos aislados. Pocos autores m odernos
que escriben sobre econom ía serían capaces ele explicar su tema sin referirse al “oligopolio”,
a la "com petencia im perfecta”, a la "com petencia m onopolista” y a otros fenóm enos de
grupo que tienen lugar en la com unidad económ ica.”
23. /feiVf..pígs.4-5.
24. Ihid.,pfig. 8.
25. pág. 9.
26. Ibid., píg. 9.
1 r n r í n i mot i rr nn s d r l o t f¡rupo% de /»rrtírfn 133
27. Arlluir F. Bc nlley, The P rocess o f Government (E vanslon. III.: P rincipia Press,
1949). Aun qu e este libro fue publicado por prim era vez cn 1908, y cs por lo tnnto
co n te m p o r á n e o dc m uchos de los escritos originales o piuralislas "filo só fico s” , su e n f o
q ue está co m p le la m e n te de acuer do con la ciencia política moderna.
28. T ru m a n , pág. IX; Larfiam, p á g . *10; Ro bcrl T. G o l e m b i e w s k i , " T h e G r o u p Ba sis
o f Politics: N o tes on Analysis and D e v c l o p m e n i ’*, American P olilirai Science Review,
LIV ( d i c i e m b re d e 1960), 962; W illiam J. Blo ck, The Separation o f the Farm Bureau
and the Extension Service (Url!)ana: University o f Illinois Press. 1960), pág, 2.
29. M yron Q. Hale, " T h e C o s m o lo g y o f Arthur F*Benl\cy'\ American P olitical Science
Review, LIV (diciem bre de I96 0), 955.
30. Bentley, pág. 462.
31. /6 iV /.,pág.210.
32. Ibid., págs. 208-209.
33. Ibid., pág. 211; las cu rsivas son mías.
134 Teorías ortodoxas de los grupos de presión
34. Ibid., pág. 215; ver lam bién las págs. 166-170 y 246-24 7.
35. “ El ’E.siado’ m ism o no cs. hasta do nd e yo sé y creo, un factor cn n uestra in v e s
tigación. Es com o cl ‘conjunto so c ial’: no no s interesa com o tal. sino iinicam enlc el
proceso que llene lugar d entro dc él". Ibid . pjíg. 263; ver lam b ién las pág s. 2 1 7 -22 2.
271, 422. 443-444. y de R E. D ow ling “ Pressure Grou p T h eo ry; lis M e thodolo gical
Range". American P olitical Science Review, I J V (d icicm b rc dc 1960), 9 4 4 - 9 5 4 y esp.
las 944 948.
36. Benlley, pág. 220; p a ^ un punto de vista sim ilar ver T ru m an, pág. 51.
37. Benlley. pág. 271; di ce lambién que "la actividad que refleja a un gr upo, por grande
que pueda ser, refleja lam bién la actividad dc ese gr upo co ntra la de algún olro grupo".
38. /fctV/., págs. 258-259.
39. /feírf.,pág. 264.
Teorías modernas de ios grupos de presión 13S
40. Bentley fue h w ta el fin con su mcxlcio. Todo lo que Icnf* importancia para cl control
dc la política Rocial y eco nóm ica podía caber en el modelo dc presiones dc gru|>o con-
fliciivas. ¿Las diferencias en la calidad dcl liderazgo político? Eso era principalmente el
resultado dc los diferentes patrones dc grupo. vSi cl líder dc un grupo era débil, significaba
que había subgrupos pendencieros dentro dcl grupo que trataba dc dirigir. ¿El tipo dc g o
bierno? Las presiones de grupo triunfarían ya se tratara dc una dictadura, de una monarquía
constitucional, una oligarquía o una democracia. Hasta el más poderoso di ctador era r n
m ediad o r cnlre los grupo s, el ejército, la iglesia, los terratenientes o lo que fuera; incluso
los intereses de los esclavos producían su efecto en Iqs resultados. ¿La separación de |X)dcrcs?
Las presiones de gr upo determinarían el resultado com o quiera que estuviera organizado cl
gobierno, si bien cada dependencia o parte dcl gobierno era cn sí m ism a un grupo con \m
inierés propio que a su vez. influiría en el equilibrio d f presiones. Hasla las decis io n es
judiciales se po dían entender en térm inos dc presiones dc grupo. ¿Ln amplitud dcl der echo
dc voto? Un grupo tendría fuerza luciera o no el voto. El que las mujeres tuvieran el d ere
cho de votar im portaba poco, po rque si no lo tenían de lodos m o d o s afectarían a la resul-
tanle dc las presiones de g m p o a través de la familia, un subgr upo impíHlante.
41. Beniley, págs. 226-227.
42. Ibíd., pág. 454.
136 leorín^ othnlownt i/r Int grupoi th
H ay sin duda varias razones para cl p redo m in io de las as ociaciones deriv.idas de Ins
instituciones eco nó m icas. . . H:i habido una serie de disturbios y trastornos d ebid os al
intento utó pico , c o m o lo llam a Polanyi, de establecer un sistem a de m e r c a d o c o m p l e t a
m en te aulorregulado. E.se intento implicó una política dc tratar los factores ficticios lierra,
m ano d c o bra y capital c o m o si fueran reales, p asando por alto cl hech o dc qu e re pre se n-
ti^ban a se res h u m a n o s o a influencias que afectaban m uy de ccrca al bi enestar de las
p ersonas. La ap licación de esa política significó in ev iiablem en ie su frim ie nto y trastornos
( d esem p leo, m u c h a Huctuación de los precios, de sperd icio, etc.). Inevitablemente, esos
disturbios produjeron asociacion es (de propietarios, de trabajadores, de agricultores)
que trataban d e influir en el gobiern o con el fin de mitigar y controlar los estragos del
sistema m edian te tarifas, subsidios, salarios gnranli/.ados, seguro social, ele.“” (Las c u r
sivas son mías).
‘>0. Ibíd , págn. 55, 60. Según la Icorín de T ru m an , los más im porlanics sin dica tos
nncionnlcs británicos debieron híibcr com en za do durante la R e v olu ción Industrial, no en
cl tranquilo período posterior a 1850, y los sindica tos no rlcam cric ano s debieron haber
crecido más du ran lc los años tum ultuoso s dcl cam bio industrial despu és dc ta G u erra
Civil, o dc 1929 a 1933, y no antes y d urante las dos guerras mundiales. Es cierto que el
am biente^jurídico también pud o haber sido un factor. Los sindica tos británicos, p or
ejemplo, fueron proscritos duranlc pnrlc dc la Revoluc ión industrial. Es cierto lam bién
qu e T ru m an cs persuasivo al declarar que cl des co nten to y el desafé elo Son m ás grandes
duranlc los per íodos dc trastorno ec on óm ico. Yo m ism o he expues to un ar g um ento s i
milar cn "Rapid G ro w th as a Desiabili/.ing Fo rc e” , Journ al o f Economic ¡listory, XXIII
(diciembre dc 1963). 529-552. Aquí, cl p rob lem a con la teoría dc T rum an cs que p r e
supone que los grupos organiiados surgen porque hay un irastorno o una " n e c e s i d a d ” de
ellos, y esto no se ha ju stificad o objetiva ni leóricamenie.
51 T rum an se parece lambién a su m aestro cn que pasa por alto cl interés general s o
cial o nacional. *'A1 establecer u na inter prelac ión d e la política c o n base en los g r u p o s” ,
co m entó en la pág. 51, ”no l e ñ e m o s que ex plicar un interés to talm cnle in clusivo, p o r
que no existe” .
52. No se infiere que los resultados de la actividad dc los grupos de presión serían
inofensivos, y mucho menos deseables, aunque cl equilibrio dc p oder resultante de la
multiplicidad de grupos de presión impidiera que alguno dc ellos se saliera de las reglas.
Incluso si tal sistema dc grupos dc presión funcionara con perfecta para ca da g r u
po, tendería dc todos modos a funcionar cn forma ineficaz. Si cad a industria cs favorecida,
en grado justo o igual, por las políticas gubernam entales logradas mediante cl cabildeo, la
economía en conjunlo lenderá a funcionar con menos cficicncia y onda gr upo csiará cn peor
situación que si ninguna, o sólo algunas dc las demandas dc interés especial, se hubieran
Teorías moderttax He tos grupos de presión 139
Así pues, sólo a m edid a que los efcclos dc las m cm b resías supcrp ucsias y las luncio-
ncs dc los intereses y grupos potenciales no organizados sean incluidos en la ecuación set á
corre cto hablar dc la actividad gubernam ental co m o cl p roducto o resultante dc la activ i
dad dc gru)M). . . A firm ar qu e la o rganización y las actividades dc los grui>os dc inlcrcs
fHidcrosos constituyen una am enaza para el g obierno repre sentativo, sin medir su relación
con y los efectos en los grujios potenciales esparcidos, es gener alizar partien do dc dalos
insuficientes y co n una idea in co m pleta dcl proceso político.”
talcs adecuadas. Esa m ism a sa tisfacción resp ecto a la Sabiduría y justicia de las {xilílícas
rcsulianics del equilibrio dc las presiones dc grupo indujo a T ru m an a mo strarse m ás bien
negativo acerca dc las propuestas para la regulación dcl cabildeo, las reformiis co n s titu
cionales y los partidos políticos respons ables. ( V é a í c T ru m an , pigìi. .124 53.5.)
57. T ru m an. plígs. 58-61; Be ntley, págs. 210, 226-227, 462; Latham. pág. 17.
58. Laihnm, págs. 28-29.
/ n hlfiii n tir tn trnrí n He g r up o i 141
sonas siempre se conciiicen cn lom ia allniisla entre ellas, sino más bien por
que piensan que los diferentes grupos tenderán a mantenerse a raya unos
a otros con vistas al equilibrio del poder.
Aquí radica entonces la falta de lógica de la forma en que los pluralistas
yánalíticos consideran a los grupos económicos. Generalm ente dan por he
cho que esos grupos actuarán para defender o sacar adelante sus intereses
dc grupo y lam bién que las personas que los componen deben al mismo
tiem po preocuparse por sus intereses económ icos individuales. Pero, si las
personas que forman pane de cualquier grupo grande se interesan por su
propio bienestar, no harán voluntariam ente sacrificio alguno para ayudar
a su grupo a alcanzar sus objetivos políticos (públicos o colectivos). Con
frecuencia, los grupos que en opinión de los pluralistas analíticos sc
organizarán siempre que tengan alguna ra/ón o incenlivo para hacerlo son
grupos latentes. Si bien en los gmpos relativam ente pequeños (“privilegia
dos" o “interm edios”) las personas sc pueden organizar volunlariam cnic
"para alcanzar sus objetivos comunes, no sucede lo mismo en los grupos
grandes o latentes; de donde resulta que los pluralistas analíticos, los “teó
ricos del gm po”, han elaborado su teoría en tom o dc una inconsecuencia.
Han supuesto que, si un grupo tiene alguna razón o incentivo para or
ganizarse con el fm dc favorecer su interés, las personas racionales que lo
componen tendrán también una razón o un incentivo para apoyar a la
organización que trabaja por su interés mutuo: pero esto cs lógicam ente
erróneo, por lo menos en el caso de los grandes gm pos latentes que tienen
intereses económicos.
El profesorTm m an desarrolló una variante de la teoría sociológica dc
las asociaciones volunlarias (explicada en cl capítulo I del presente es
ludio) para reforzar su supuesto dc que los grupos de personas se organiza
rán para proteger sus iniereses. Pero su variante de la teoría sociológica de
las organizaciones voluntarias, al igual que la teoría misma, es insiiriciente.
Está, como aquella teoría, basada cn la creencia equivocada de que los gru
pos grandes podían atraer miembros y apoyo tan fácilmente como los pe
queños gm pos prim arios que dom inaron a la sociedad prim itiva. En
capítulos anteriores de esle libro se afirmó que ese supuesto era lógicam en
te insostenible y además irtconsccucnte con la evidencia disponible. En
vista de las diferencias entre los gm pos pequeños (privilegiados e interm e
dios) y los grandes (latenies), no hay razón para suponer, como lo hace
Truman, que a medida que surgen los problemas que los pequeños gmpos
prim arios no pueden m anejar surgirán grandes asociaciones voluniinias
para atacar esos problemas.
Tam bién la distinción entre los grupos privilegiados e interm edios,
por un lado, y cl grupo latente por cl olro debilita cl punto de vista
142 Teorías ortodoxas de tos grupos dr presión
59. V, O. Kcy, Jr.. Voliiirs, Parties, and Presxure Grotips, 4a. cd. (N íicva York:
Crowcll, 19.58). p íg . 166.
¡.a lógica de la teoria de grupot 143
relacionan con los gr«in(lcs gmpos económicos, sori lój»lciimcnl·· Ine (insr
cucnic.s.
RI argumento quc anicccde cn contro dc los pluralistas atialltlcos sc
pucdc aplicar lambién al interesante punto dc vista dc John R. ( ’omnìons
dc quc los grupos dc presión concentrados actualmente en Washln>»ton son
m.ls "representativos” que cl Congreso elegido territorialm cnlo/’M‘l ar
gumcnto también menoscaba, aunque no destruye, algunos dc los ra/ona>
m icntosde varios pluralisias"niosóncos” anteriores y de algunos dcTcnsorcs
de una organización corporativa de la sociedad. Los diversos pluralistas fi-
losóricosylosvariosdefcnsorcsdel corporatism omcncionados al principio
dc este capítulo difieren mucho entre sí y ninguna crítica sc puede aplicar
por igual a todos ellos. Casi todas sus diferentes teorías son además tan
generales que la teoría desarrollada en este estudio sólo es aplicable a par
tes dc ellas. Sin embargo, cn la medida cn que los pluralistas niosóficos y
los corporalistas sostienen que cualesquiera organizaciones privadas que
representen a difercnics grupos ocupacionales e industriales tendrán una
base firme en la "unidad natural de interés y función” dc esos gm pos. y que
estos líltimos podrían crcar o crearían organizaciones "espontáneas y vo
lunlarias” sin las caracteilsticas antinaturales y coercitivas del Eslado, sus
puntos de vista son debilitados por la icoría desarrollada cn cl presente
esludio. Cicrtam cnie, la idea pluralista dc que el grupo privado, incluso si
es bastante grande (y proporciona un servicio colcctivo). puede ser natural,
amionio.so y voluntario y contrastar por lo tanlo con el Estado coercitivo,
cs equivocada, por valiosos que pueden ser oíros aspectos dcl pensamienlo
pluralisla.
El punto de vista pluralisla deque las organizaciones privadas surgen
voluntaria y csponiáncam cnic en respuesta a las necesidades, creencias
c iniereses de los diversos grupos liene mucho en común con un aspecto dc
la icoría dcl anarquismo. Muchos anarquistas creían que una vez derribado
el Eslado existente, represivo y explotador, surgiría en alguna forma una
nueva unidad, voluntaria y natural, para ocupar su lugar. Según lo veía
Bakunin, "la unidad política del Estado es una ficción. . . produce arti-
ricialmente la discordia cuando, sin esa intervención del Eslado, no de-
64. Sin embargo. In icoría prcscnlatlii a(|iií no d ctiilila, c incluso podría foriaicccr, la
idea cxpresnda por C n m m o n s y algunos pensadore s corporulislas dc q ue cl p arlam ento
debía ser elegido p)or cad a gruj)o ec on óm ico. En la mcdidn cn (|ue la leorín indica cónio
los difcrenies grupos oslarían reprc senlndos dc sigualm cnle cn imn legislatura elegida
lerritorialtncnte. podría servir para ap oyar un parlam ento social ii ocu pacional. Pero e s
ta icoría destruye la idea corporalista de que los grupo» ocupacionale s lienden n atu ral
m ente a formar o rg an irncion e s corporalivai? d e b i d o H cicrla u nidad e s p o n tá n e a que
existe dentro d c ellos.
In W# In US
Jaría dc surgir un« unidad vi v icn ic"/’y añadió. "Cuando los Estados hayan
desaparecido, unn unidad viva, fértil y bcnénca de regiones lo mismo que
de naciones... m ediante la libre federación de abajo arriba, aparecerá en
toda su majestad, no divina sino humana”.^^’De acuerdo con cl Príncipe
Kropotkin. en otro tiempo cl más notable anarquista intelectual, una im
presión natural de que el hombre debe cooperar con sus sem ejantes con
Tmes de “ayuda m utua” garantizaría que. después dcl derrocam iento anar
quista del Estado, surgiría un orden espontáneo y natural. “Los sofismas
del cerebro”, dijo Kropotkin, “no pueden resistir al sentim iento de ayuda
m utua”.^^
El supuesto anarquista de que en ausencia del Eslado opresivo surgiría
una unidad espontánea natural para ocupar su lugar, se considera ahora como
prueba de una excentricidad desesperada. El crítico coherente del anarquis
mo debe no obstante, atacar con igual fuer/a a lodos aquellos que su|X)nen
que los grandes grupos, siem pre que .se presente la necesidad, organiza
rán voluntariam ente un grupo de presión para hacer frente al Eslado o un
sind icato para enfrentar a un patrón. Bentley, Truman, Commons, Latham
y muchos de los pensadores piuralislas y corporatistas son tan culpables de
la “falacia anarquista” como los anarquistas mismos. Los anarqui.stas .supu
sieron que la necesidad o el incenlivo para la cooperación organizada o
coordinada, una vez que el Estado fuera derrocado, garantizaría que sobre
vendría la necesaria organización y acción de grupo. ¿Sigue siendo plausible
el punto de vista dc que los trabajadores .so.stendrán voluntariamente a un
sindicato y que cualquier grupo grande organizará un grupo de presión para
asegurarse de que sus inlercses sean protegidos por el gobierno?
En vista de la contradicción, la falacia anarcjuisia, cn la teoría (pluia-
li.sta) predominante dc los grupos de presión, esa leoría no es suficicnie. I >a
“teoría de grupo” que domina los estudios de los grupos de presión es
inadecuada para los grandes grupos económ icos por lo menos, y se requie
re por lo tanto una nueva leoría. El capítulo que sigue se dedicará al desa
rrollo de esa teoría.
147
i tm i f o f í ñ i t t f t 0t u H t f ñ t t o " ^ t t f 9 %i *0t iñl "
Una organización que no sólo cs política, sino también económica o social, y que tiene
un excedente que ofrece incentivos selectivos, puede ser capaz de conservar sus miembros
y su fuerza política, en ciertos casos, aun cuando sus líderes sc las arreglen para usar una
parte de la fuerza política o económica de la organización para alcanzar objetivos distintos
de los que desean los miembros, ya que estos últimos tendrán un incentivo para seguir
pertenéciendo a la organización, aunque no estén dc acuerdo con su política. Esto puede
explicar por qué muchas organizaciones de presión adoptan posturas que pueden ser
desagradables para sus miembros y por qué las organizaciones cuyos líderes favorecen
venalmente sus propios intereses a costa de la organización siguen sobreviviendo.
3. El valor del beneficio no colectivo o privado tendría que exceder a su costo en
cantidad mayor que las cuotas que se pagan a la rama cabildera de la organización, ya que
de otro modo la oferta conjunta no sería suficiente para atraer miembros. Recuerde el
lector que en la página 51, nota 72, los incentivos selectivos se derinieron como valores
más grandes, en magnitud abiloluta, que la parte que corresponde a una persona de los
costos del bien colectivo.
4. Una organización que ci^bildeara para proporcionar un bien colectivo a un grupo
grande podría incluso obtener sus incentivos selectivos cabildeando también por bienes
''políticos** no colectivos, por ejemplo excepciones individuales (o interpretaciones
ventajosas) de una regla o ley general, patrocinio para determinadas personas, ctc. El
punto no cs que la organización deba ser también económica o social además dc política
(aunque así es por lo general), sino más bien que, si la organización no tiene capacidad
para coaccionar a los miembros en potencia, tiene que ofrecerles algiln beneficio no
colectivo; es decir, selectivo.
150 ¡MS teorías dr ^producto secundario** y de interés especia r
B. G r u po s dp: TRAnAJAix)Rns
5. V. O. Kcy. Politirs, Pariies, and Prcssure Groups, 4a cd. (Nueva York: Crowcll.
\ m y pág. 62.
Grupos de trabajadores 151
6. Dayion David M cKcan, Party and P ressure P olitics (noslon: Houghlon M ifílin,
1949), pág. 464.
7. Por ejem plo, fhid., págs. 47;5-476.
8. Kcy. pág. 73.
9. Ibíd.
10. Sum ner II. SHchlcr. The A m erican Econom y (Nueva York: Alfrcd A. Knopf.
1950), pág. 7.
152 L a t t f o r í m He " p t f i l a r l o %ei f He " / « / # » / ♦ e i p e t t n l "
C. G ru p o s de PRoresioNAi.Es
retom ado. Sus propósitos son los mismos que cn la Edad M cdia”.'H .a
organización en fonna dc j^rcmio cs adoplíida a menudo no sólo por las
profesiones antiguas y liberales, sino lambién por los em presarios de pom
pas fúnebres, los barberos, los “especialistas en belleza*’, los “vendedores
(le productos de belleza”, los fontaneros, los optom etristas y otros gmpos
interesados cn la categoría profesional.'^ Esa adopción de la organización
cn forma de gremio constituye evidencia cn favor de la teoría de producto
secundario de los grandes gmpos de presión, porque la membresía obl igatori a
ha sido siem pre, señala Grant. “la primera regla** del sistem a de gremios.*^
El gremio autorregulado con membresía obligatoria ha alcanzado su
m ayor grado de desarrollo en muchos colegios dc abogados estatales. Las
legislaturas de muchos estados han sido inducidas a exigir/;or ley que todo
abogado en ejercicio debe ser miembro dcl colegio de abogados del es
tado.'^ Esos colegios tienen establecim ientos cerrados im puestos por cl
gobiem o. de manera que deben dc ser la envidia de todo sindicato dc
trabajadores.
Además, las m odemas asociaciones o gremios profesionales cstíln lle
gando a parecer “gobiem os cn m iniatura”.’*Tienen “todos los lipos de
poder ejercidos normalmente por el gobiemo*’.” Los gobiem os de los es
tados confieren a los gmpos profesionales autoridad para gobem arse a sí
mismos (y hasta cierto punto a sus clientes) y a disciplinar a los miembros
que no observen las normas “éticas” que a la profesión lo parezcan conve
nientes y adecuadas. De aquí résulta que, aun cuando la membresía en esas
asociaciones no sea un requisito legal, la persona que ejerce la profesión
sabe que le conviene m antener la membresía en buenos térm inos con la
asociación profesional.
Las ventajas de m antener la membresía y las buenas relaciones con una
asociación profesional pueden ser ilustradas por el hecho de que no se con
sideró conveniente revelar el nombre de un médico que había escrito a un
com ité del Congreso declarando que “la organización central de la AMA
en Chicago no tiene idea de lo que el médico típico quiere darles a sus pa
cientes”.^®O liver Garceau, autor de la obra clásica sobre la American
j
14. J. A.C.Grant,*ThcCfikl RciumsloAmcr¡ca”,yí?í<r/ifl/í/ro/i/tt:.í, lV(3gosiodc 1942). 316.
15. G rant, “T he G ild Rcturns lo A m erica. 11", ibid., IV (noviem bre dc 1942). 463-476.
16. Prim er fascículo dc G ranl (»¿oslo dc 1942). 304.^
17. M. Louise R uthcrford, The ínfluence o f the A m erican Dar A ssociaton on Public
O pinión and L egislation (Filadclfia^ 1937), págs, 32-34; M cKcan, pág. 568.
18. G rant (agosto dc 1942), 324.
19. Ibid.
20. C ongreso de los EE.UU., C om ité dc la C ím ara para cl Com ercio Intercslrtlal y Ex le-
rlor, 83ava. Leg„ 2a. Sesión, Itealih lnquiry,Paríe7{IQ 54), pág. 2230, citado cn Kcy, pág. 139.
154 ¡Mt teorías de **proéucto secundario** y de "interés especial"
21. Oliver GarccBii, The Politicai Life o f the American Medical Association (C am bridge,
M im .: Harvard U niversily Press. 1941). p íg s. 95, 103.
22. Time (19 dc íeb. dc 1945). pág. 53. ciiado cn M cKcan. pág. 564.
23. G arceau. pág. 103.
24. Ibid., pág. 104. Q uienes no son m iem bros dc sus sociedades m édicas locales pue
den norm alm enie oblener, al menos por ahora, un seguro conlra negligencia, aunque
parece que licncn que pagar prim as muy alias. Un estudioso de la econom ía dc la m edi
cina. Reuben Kessel, describe la situación cn esta forma:
"La sociedades m édicas m unicipales desem peñan un papel crílico en cuanlo a proteger
a sus m iem bros conlra las dem andas por negligencia. Los m édicos acusados de esa falta
son som etidos a juicio por sus asociados en el sistem a judicial privado dc la m edicina
organizada. Si resulla inocenle, los m iem bros d c la sociedad local están dispuestos a com
parecer como testigos expertos cn defensa de los acusados de negligencia. H uelga dccir
que cn esos juicios no se encucnlrnn igualm ente disponible.«; los servicios dc los m iem
bros dc esa sociedad en favor dc los quejosos. En vista dc ese m onopolio de los servicios
dc icsligos expertos, y de la coalición láciia dc los m iem bros de una sociedad cn defensa dc
los acusados de negligencia, es sum am ente difícil ganar una demanda en conlra de ellos.
"En cam bio, en el caso dc los m édicos que son persona non grata con respecto a la
medicina organizada, la situación sc presenta al revés. Los lesligos expertos provenienles
de las filas de la medicina organizada abundan cn favor dc los quejosos, pero no de los
Grupos de profesionales X55
acusados; dc m anera que la posición dc un quejoso cn unn dem anda contra un medie o que
no cs m iem bro dc la sociedad es m ucho m ás firme que cuando se iriita de un m iem bro de
la m ism a.
“ Por consiguienlc, no debe sorprender que en el caso dc quienes no son m iem bros de
una sociedad m édica los coslos del seguro contra negligencia sean sustjm cialm ente m;is
elevados que para los m iem bros. A pareniem enlc, algunos que no son m iem bros han tenido
dificultades para obtener ese seguro al precio que sea”.
Kessell afirm a lam bién que quien no sea fuiem bro de la sociedad m édica m unicipal
puede lencr dificuliadcs para ser adm itido como m iem bro del persona! dc un hospital.
“ Ese conlrol de los hospitales pomparle dc la AMA tiene por objeto inducirlos a acatar
la Resolución M undl. Esa resolución recom ienda » los hospitales habilitados para la
capacitación de internos que constituyan su personal exclusivam ente con miembr<is dc las
sociedades m édicas locales. C om o'rcsultado de ese conlrol dc la AMA sobre los h os
pitales, el pcrienccer a las sociedades m édicas focales cs,asunto dc enorm e im portancia
para los m édicos en ejercicio. La falla dc m em bresía im plica la im posibilidad de conver
liíse en m iem bro del personal dc un hospilal”. Reuben K essell, “ Pricc D iscrim ination in
M ci\\c\r\e\ Journal o f Law arui Rrf)tv)mics, | (ocuibrede 1958). 2 53, csp. las 30-31 y AA 45.
?5. G arceau, pág. 15. 26. Ibid., pág. 99.
27. Ibid^pÁ g. 16. 28./fe/rf..pág. 89.
29. /fe/d/.,págs.66.
156 t r m í n i He " p r o H u r l o nr t umHnr l ·»* ' v H 0^'énlftén
30. "R xisic una difcrcncin cslru cu iral im porlante enlrc la AAUP y la AM A. La
AMA realiza dos clases de funciones para sus m iem bros. Adem ás de servir a los m édi
cos com o grem io, cs dccir, protegiendo y m ejorando sus iniereses económ icos, p ropor
ciona los servicios dc una organización cicn tíñ ca sobrcsalienlc. Por ejem plo, publica
revistas cicnliTicas, estandariza los m edicam entos, protege al público de las m edicinas
perjudiciales y proporciona una tribuna para los trabajos cien lífico s. La AAUP, cn
cam bio, liene sólo una dim ensión: cs un grem io de profesores universilarios. Para ob-
icncr servicios cienlíficos. sus m iem bros recurren ■ las organizaciones profesionales
que sirven a sus especialidades”. M elvin L urie, "P rofessors, Physicians, and U nionism ”,
AAUP Dutietin. XLVIII (scpiicm brc dc 1962), 274.
31. Al lo. dcencrode 1965,1a A A U Plcnía66,645m iem bros./\> 1W /?u//r/i>iL I (m arzo
dc 1965), 54.
32. Congreso de los EE. UU. Com ité Seleclo dc 1« CUmara para A clividades de
C a b i l d e o , Index, 1946 49. Inform e nOm.3197, a. Leg., 2a. Ses,, 1950, H.R. 298.
*> " Iñ lK ft u r t r l i ,! " f ffup«! , m r n i » t U l ^ t IS7
como una vaga conexión ícclcral con las cámaras cic comercio locales, pue
den darle a la Cámara dc Comercio dc los Estados Unidos cierta cantidad
de poder, que cicrtam cnie no es desproporcionada.
También la Asociación Nacional dc Fabricanics (N AM) está basada cn
cl grupo pequeño. En realidad está basada cn un solo grupo pequeño dc em
presas muy grandes. Aunque nominalmente la NAM tiene varios miles de
miembros, en la práctica es sostenida y controlada por un puñado dc em
presas verdaderam ente grandes. Scgiin la dcscribc Dayton M cKcan:
“El presidente de la Asociación cs normalmente un pequeño labricantc
cuyos puntos dc vista .son muy conservadores y que desem peña el cargo
por uno o dos años. Los prcsidenics dc las corporaciones gigantescas,
que por acuerdo general dominan a la Asociación porque sus negocios
aportan los fondos con los cuales funciona, no fungen como su presidente.
Alrededor de un 5 por cienlo dc los miembros aportan aproximadamenle
la mitad dcl dinero".^’ Unas ocho décimas del uno por cienlo de los
miembros de la NAM han desempeñado cl 63 porcienio de todos los cargos
de director.^^Aunque esas pocas grandes em presas han hccho posible que
la NAM gaste hasla 5.3 millones de dólares por año con fines políticos,’’
dc lodos modos son un grupo pequeño y dc ninguna manera más poderoso
que las organizaciones im porlanics que representan a los trabajadores, a
las profesiones o a los agricultores. La NAM no ha podido im pedir la
apn)bación dc medidas a las cuales se opone, y su apoyo a una causa es
considerado a veces como “el beso dc la m uerte“.”
Dc manera que la comunidad empresarial en conjunlo, que ciertam ente
es un grupo grande latente, no está plenamente organizada. Tiene dos or
ganizaciones que tratan dc repncsenlaiia; pero éstas obtienen gran parte dc
su apoyo dc un pequeño grupo de empresas gigantescas: no atraen el apoyo
directo de loda la comunidad em presarial. Un grupo pequeño es fuerte en
cuesiiones relacionadas con una industria cn particular porque en esc caso
cs normalmenlc la única fuer/.a organizada; pero es menos formidable
cuando se trata de cuestiones que dividen a toda la nación, porque entonces
tiene que medirse con los trabajadores y olms grandes grupos organizados.
Por osla razón, la comunidad empresarial en conjunlo noesexlraordinaria-
mcnlc cí ica/. como gmpo de presión.
La opinión dc que los “iiucrescs especiales” (los gmpos individuales
de la induslria) tienen un poder desproporcionado, aunque la comunidad
49. Ihid., pág. 4K9; Rohcrl A. Fírady. Bu sin ess as a S ystem n f P ow er (N ue va York:
Coimnbia Univcr^ity l’fcss. 1941). p;ígs. 2 1 1 212.
50. Alfrcd S. Cleveland. “ NAM : Sjiokcsman for \r\(\w^\.TyT' H a r v a r d fíu s in c s s R eview,
X X V K m a y o dc 1948). .353 37 1.
51. Key. pág. 100.
I’’omento, p o r el gobierno, dr In presión políli ca IM
(Ic csn« o lli’liuiM d r coimIiuIo uno o dos aHos antes dc quc cl gobierno conricn-
7.nra n |)ix)|x)ix:i0nai d ln r ix) para los agonies dc condado “ pero eran tan pocas
(|uc rcsullnhan lolnlnicnic Insignincanlcs y cn lodo caso sc parecían a las O H -
cinas Agrícolas iniciadas |X )r cl gobierno cn que su finalidad era sim plcm cn-
le oblener m ejor irifonnación sobre métodos agrícolas.*'^
El desembolso dc fondos dcl gobiem o para “trabajos dc extensión”, o
sea para los agentes de condado, aumentó mucho duranlc la Primera Guerra
M undial, de manera que el número de oficinas agrícolas de condado au
mentó naturalm ente pari passu. Esas Oficinas Agrícolas de condado, que
norm alm ente estaban bajo la dirección dcl agenie del condado (quien con
frecuencia tenía que m antener esa oficina en su condado so pena de perder
el em pleo), pronto se combinaron para formar oficinas agrícolas que abar
caban lodo el estado. Esas organizaciones estatales formaron a su v e/ una
organización nacional, la American Farm Bureau Federation, cn 1919.^^
Para entonces esa federación era. en prim er lugar, una organización
casi oficial, creada cn respuesta a los incentivos financieros ofrecidos por
el gobiem o, y en segundo lugar una organización que proporcionaba be
neficios individualizados o no colectivos a sus miembros. El segundo pun
to es particularm ente importante. El agricultor que sc afiliaba a la oficina
agrícola de su condado recibía a cambio asistencia técnica y preparación,
y norm alm ente se le inscribía en la lista de personas a quienes se m anda
ban publicaciones técnicas; el que no se afiliaba no recibía nada. El afilia
do recibía prim ero los servicios del agente del condado; el no afiliado era
por lo general atendido al últim o o no era atendido. De manera que un
agricultor tenía un incenlivo específico para afiliarse. Las cuotas que tenía
que pagar eran una inversión (y probablem ente una buena inversión) en
preparación y mejoramiento.
Con el estím ulo de los crecientes desem bolsos del gobiem o para tra
bajos de extensión agrícola, el número de miembros de las oficinas agrí
colas del condado y del eslado, y por lo tanto dc la American Farm Bureau
Federation, aumentó con mucha rapidez. Para 1921. la federación contaba
con 466.000 miembros.^‘^Sin embargo, al año siguiente era considerable
m ente m enor y siguió dism inuyendo más o menos constantem ente hasta
1933. siendo entonces de 163.(X)0 únicamente.^^
63. O rv illc M erton K ile, The Parm D uretju M ovem ent (M ueva Y ork: M acm illan,
1921 ),pág.«;. 94-112.
64. págs. 94-112.
65. ¡bid., págs. 113-123; G rani M cConncll, The D ecline o f Aforarían Dem ocracy
(R erkcicy y Los A ngeles: U niversily o f C alifornia Press. 1953). págs. 44-54.
66. M cC onell, pág. 185.
67. Ibid.^pig. 185.
166 Las teorCas de " p r o d u c to secundarlo*' y de "in teré s expecial"’
junio con sus amigos y vccinos. una organlz.ncirtn nurlcohi miHI, | hmo
rcl.'Uivamcntc influyente que a menudo sc oponía a la oflrlnit H^iirnliiV'
F, C(K) im;r a t i v a s y gr u p o s a o r í c o i . a s ^
* La mayor parle dc lo que diré cn c.sla sección cslá basado en muc»'os cientos de
entrevistas con líderes y m iem bros dc la Farm B ureau y de la Farm ers U nion, así com o
cn un extenso exam en dc algunas dc las publicaciones y docum entos dc esas dos
organizaciones y dc sus cooperativas y dc otras filiales c o m e rc iH les . Hasta donde yo sé,
la relación de las organizaciones agrícolas y sus filiales nunca ha sido explicada, por lo
menos en detalle. Yo había planeado (y todavía espero) escribir detalladam ente sobre este
tem a, y por esa razón em prendí un estudio porm enorizado de algunas dc las fuentes
prim ariiis pertinentes.
75. Sobre loda esta cucslión de la relación entre las unidades y dcpcndcnciais del
gobiem o y el poder de cabildeo véase la obra dc C harles M. Hardin The P olitics o f
A griculture (G lencoe. III.; Free Press. \9 5 2 ),p a ssim y tam bién dc John I). Black, F e
deral State-Local R elations in A griculture, National Planning A ssociation, Planning
Pam phlet No. 70 (febrero de 1950).
76. Tomado de una serie dc cifras mimeograHadas sin fccha intitulada “M em berships Paid
to American Farm Bureau Federation”, preparad· por la Am erican Farm Bureau Fcderation.
77. Illinois A gricultural K%%oc\ñ{\on, G uardians o f Tom orrow, panncto sin fecha pu
blicado por lAA insurance service, pág. 10.
I noit^ntUvni y g tu fn n n/fiín tlñí 1 6^
j
84. Con respeclo a la ompliliui con que las compaTií.'is de seguros de la Farm Rnrcau
abarcan al país, ver Am erican AgrjculUiral MiiUial Insurance Cornpaíiy, ‘‘D ircciory of
State Farm Burcau Insurance C om jjanics", 25 de m ar/o de 1959, m im eografiado, y
“Sim imary of Insurance in Farm Bureau C om panies", h v dc ocl. de 1948.
85. M unay D. Lineóla Vire Prrsidctú in Clutr ge o f Revolution (Nueva York: McC»raw II ¡II.
I960); K.'irl Scliriftgiesser. The fa n n er fr^m M erm : A Hiography f)f (]eorgr J M crhrric atvl A
History o f the Stale Farm Insuratue Cotnfjo/iies (Niicva York: RuikIoítí House, 1955).
86. “M emberships Paid” (nota 76 anterior). Hay aquí un contrasic inlcresanlc eulrc It^s
éxitos de las organiziu:iones agrícolíis al recurrir a insiiuiciones comerciales p;ira pro|X)rcionar
beneficios no colectivos y la incapacidad de la m ayoría de los sindicatos de trabajadores
172 l . a i Ir o t í n t i h " i m u l u t lo %tt u m l n t h t ” »■ Hf
para proporcionnr beneficios no colcclivos medinnle »clividadcs comcrcÍMlcs que bastnn para
maniencf su membresía. Es dc suponer que la explicación principal dc ese conlrasu*. cs que los
agricullores (cspecialmenie los más imporlanlcs, que lienen más probabilidades de pericnecer
a organizaciones agrícolas) licncn necesid ades especiales isociada.s c o n ri nej»(KÍo agrícola
y que las cooperativas pueden saiisfacer. El agricultor necesita Tacilidades para vender su
producción, así como una gran variedad dc suministros, y no hay unn dem anda cspecini similar
por parte dc los asalariados d c la industria. Olro factor que puede ayudar nexplicar el contraste
cs que los agricultores tienen experiencia en cl manejo de »us negocios y por lo tanto son capaces
de manejar cooperativas más eficiencia que los trabajadores indusirialrs, Es tal vez signifi-
caiivo que los sindicatos que lian establecido empresas comerciales con ^xito rq^resmlnn por lo
general a irabajailoTCS rclaiivnmonte csj^rcializnctos.
1 fiftii/totngr/rotnf 17.^
vnic (Icclr, jilrnplcmciMr drsi urninn Ins cuoias dc la Farmers Union dc los
dividendos por pntroclnlo (juo cl agiiciillor gana patrocinando a la coopc-
raiiva. Adcmils, csns coopcraiivas pagan normalmcnic un cinco por cicnio
dc sus ganancias a un "fondo educacional” que la Farmers Union gasia en
cabildeo, Irabajo organizativo, ele."’
Por los beneficios recrcaiivos y sociales que la Grange proporciona a
sus m iem bros, y debido al cardcler limitado dc sus actividades de cabildeo,
probablem ente necesita las em presas com erciales menos que la Fann
Bureau o la Farm ers Union. No obstante, tiene lambién una variedad con
siderable de organizaciones com erciales asociadas y muchos dc esos ne
gocios constituyen un incentivo para ser miembro de la Grange."*
Hay una organizíicirtn agrícola que ha tratado de no recurrir a las
instituciones com erciales ni a las dependencias dcl gobiem o para conse
guir miembros. Es nueva y pequefia: la National Fanners Organization. Ha
anunciado que “la NFO asegura sus ingresos en vez dc su auto”,'’’ criti
cando im plícitam ente las actividades com erciales de la Farm Bureau. Pcm
ha tenido müchos problemas para conseguir miembros, y tal vez su política
esté cam biando. Cosa im ponante, la National Fanners Organization ha
fracasado hasta ahora en sus “actos de sujeción”, o huelgas, para im pedir
que los productos agrícolas lleguen al mercado. El fracaso dc esas huelgas
fue exactam ente lo que la teoría de gmpos latentes habría inducido a
esperar. Si algún día la National Farm ers O rganization lograra, sin recu
rrir a la violencia ni a otros incentivos selectivos, m antener los precios ha
ciendo que los agricultores no Ileyen algunos de sus productos al increado,
eso tendería a refutar la teoría expuesta aquí.
87. Ver dc M ildred K. Slollz 77ii> is Yours - l'he M ontana Farm ers Union and lis
C ooperative AssocAales (M inneapolis: Lund Press, s.í.); Hnrold V. Kniglil, G rass roots -
The Story o f the N orth D akota Farm ers Union (Jam cslow n. N.D.: Norlli Dakota Farm ers
U nion. 1947); Ross B .Talt^ol, "A grarian Politics in the N orthern Plains”, disertación no
publicada, U niversidad dc C hicago.
88. N ational F ederation o f G range M utual Insu rance C om panies, Jo u rn a l o f
P roceedings, Tw enty-Sixth A nnual C onvention. 12 de sept, de I960; carta del 2 de agosto
de 1961 d irig id a al autor por Sherm an K. Ives. S ecrelario dc la N ational F ederation
o f G range M utual Insurance Com pafiics. Sobre la im p9riancia dc las cooperativas para
la m em bresía de la G range a principios del decenio de 1870, ver el artículo de G eorge
C erny "C o o p eratio n in the M id w elt in the G ranger Era. 1869-7.5", A gricultural
H istory, XXXVII (octubre de 196.1), 187-20.S. Parjrestadísticas do m em bresía dc lodas las
principales organizaciones agrícolas ver dc koberl L. Tontz. "M em bership o f G eneral
F arm ers’ O rganizations. U nited Stalesr, 1874 1960". A gricultural H istory, XXXVIII
(julio de 1964), 143 1.56.
89. NFO R eporter, I (noviem bre de 1956), 3. Ver lam bién G corgc B ranílsbcrg, The
Two S ides in N F O 's B attle (Am es, Iowa: Iowa Slate U niversity Press, 1964).
174 l.as leoríax de ''p rod u elo secundario** y de 'Unieres especiaí"
90. Las organi/acioncs dc volcrnnos no son prim ordialm enlc o rg a n i/a c io n c s cconrt-
niicM’; o «;i(|ii¡cra polílicas. Sus luncioncs principales son sociales y airacn a la m ayoría dc
sus m iem bros debido a los beneficios sociales que proporcionan. l>os anuncios dc neón
(|iic se ven en m uchas ciutladcs osladounidenscs dan Icslirnonio dc que los capítulos l o
cales dc las o r g a n i / a c i o n c s de veteranos han creado innum erables clubs, tabernas y salas
(le b;iile. Por lo general sólo se adm ite a los m iem bros y a sus invitados. Al unirse a una
organización, el veterano no S()lo disfruta de las instalaciones físicas dc un club, sino que
encuentra cam aradería y reconocim iento por su servicio cn tiem po dc guerra. C ualquiera
que haya visto una convención de la Am erican Legión sabe que los legionarios no se p a
san lodo cl tiem po discutiendo solem nem ente los males dc las N aciones U nidas ni d eba
tiendo si()uiera los niveles dc los beneficios de los veteranos. T am bién realizan desfiles
y otras actividades rccrcalivjjs y sociales ilivcrsas. Además, la Legión ofrece a sus m iem
bros los beneficios dcl seguro de gnqx). Todos esos beneficios sociales y de olra clase sólo
los disfrutan los afiliados; re|)resentan incentivos selectivos. En cam bio, las g ratifica
ciones y otros beneficios (pie los grupos de presión dc la A m erican Legión o dc los
V e t e r a n o s de Ciucrra obtienen del gobierno le^ corresponden a lodos los veteranos, estén
Grupos de ftresión " n o ec on ómicos" 175
O n o afilintlos a u n a organi/Jición. Dc niMncra (iiic la fm !r/a polílica dc los grupos dt· pn·
sión dc vclcranos cs un produelo socunilario de los servicios sociales y ecotn)niico'< ijiie
prcslan esas organizaciones.
91. M uchos Icóricos siiponcn siinplcrncnlc (¡iie lodo coinporlainieiilo individual, cu
cualquier conlcxlo, cs racional cn cl senlido <|uc sc da a esa palabra on los m odelos
económ icos. Siem pre que una persona aclúa, se supone que lo h i/o racionalm cnlc para
favorecer algún "in lcrés” suyo, incluso si la acción fue filanlrópica; porcjuc quiere dccir
que obluvo más "u tilid ad “ (o, m ejor dicho, alcan/.ó una curva de indiferencia mas alia)
actuando cn form a filantrópica que haciéndolo cn cualquier olra forma. Todas las sihia-
ciones analizadas hasta ahora cn cslc libro no rc(|uicrcn esa definición general y dudosa
dc la racionalidad; pero la aplicación dc csla Icoría a nlgunns organizaciones no econó
m icas podría requerirla. Una organización de beneficencia sc podría analizar m ejor si la
teoría fuera interpretada en csla form a. La persona que h i/o una contribución inodcsla a
ima beneficencia im portante organizada nacionalm cnic lo hizo, según csla inicrprcia-
ción, no porque pensara ajiiivocadanicnlc que su contribución iba a auincniar pcfccpiihlc-
m cnte los recursos dc aquella, sino porípic obluvo una satisfacción ifulividual, no rolcríivn,
cn forma de una sensación dc valor moral personal, o por un deseo dc rcsix.Mabilidad o
alabanza. Si bicn cn esta fonna la teoría se puede aplicar incluso a las beneficencias, en ose
contexto no parece ser espccialm cnle úlil. Porque cuando loda acción (incluso los acios
caritativos) sc define como racional o sc supone que lo es, csla Icoría (o cualcjuicr olra) sc
vuelve correcta en virtud sim plem ente de su congruencia lógica y ya no cs susccplible de
refutación em pírica.
92. Una organización religiosa cpie prom eliera algúg beneí icio últim o, por ejem plo una
reencarnación favorable, a sus fieles seguidores, y algún castigo a las persona.«; t|ue no
ayudaran a sostener la institución, «staría de acuerdo con la leoría í|ue se oficce acpií.
Tam bién la idea pesim ista de la naiur.ilcza humaifa basada cn el "pecado original", común
a m uchas religiones, es consecuenle con la leoría. Lógicam cnle sería muy posible explicar
algunos grupos religiosos de presión com o producios secundarios dc organizaciones (|iie
ofrecen incentivos selectivos a sus m iem bros en poicncia. Dc acuerdo con csla inlcrprc
tación, la fam osa Liga Conlra las Tabernas habría sido un producto secundarit) de la
función religiosa prim aria dc las iglesias proicslanies, cjiie cían su principal fuenie de
176 /,« f t f f l f f ñ t r /f 9 f r i iñ 4 ti th * * f é i **inl9tét
sosfcnirnicnlo. Aunque lógicíim cnlc corrcclo. este enfoque no rcsulla muy úlil, porque
parcrc pasar por alio algunas caracleríslica.^ fundam cnlalcs dc la m olivación religiosa.
Sobre cl cabildeo por parle de las iglesias vdasede Luke EbcrsolcC /ií<rr/i Lobbying in the
N ation .s C apital (Nueva York: M acm illan, 1951). Sobre la relación de la Liga C onlra las
T abernas con las iglesias, ver dc Pelcr H. Odegard P ressure P olitics (Nueva York: C o
lum bia U niversity Press, 1928).
93. Probablem ente cn los gru|X)s no económ icos hay m enos racionalidad que cn los
económ icos, por lo menos cn cl scnlido que se le da a la palabra cn econom ía. Las
relaciones fácilm ente calculables y las norm as objetivas del éxito y el fracaso en la vida
económ ica desarrollan probablem ente las facultades racionales cn m ayor grado que las
actividades no económ icas; de m anera que la teoría desarrollada aquf se ajustaría a loS
gruidos económ icos en general m ejor que a los no económ icos. Para un estudio dc esle
pumo, ver dc Joseph Schum peter C apitalism . Sociali.sm. and D em ocracy, 4a. ed. ( l a n
dres: G eorge Alien & Unwin, 1954). p íg s. 122-123. Ver tam bién de T alcoll Parsons
E.ssay.s in Sociological Theory, cd. rev. (G lcncoc, 111.: Free Press. 1954), plígs. 50-69.
Sobre la irracionalidad políiica ver de Graham ^ñ\\a% Human N ature in P olitics {Lincohv.
U niversity o f N ebraska Press, 1962).
94. Los movimientos dc mas;w tienen a menudo un carácter utópico. Hasta los grupos
grandes (juc liabnjan por una utopía ix)drían tener una r«7.ón para actuar como grupo, incluso
cn térm inos dc la teoría .que se ofrece aquí. Las utopías son paraísos sobre la tierra a los
ojos de sus defensores; dicho de otro modo, se espera que traigan bcncficios incalculable-
mcnic grandes y probablemente inHnitos. Si el beneficio que se derivaría del establecim iento
de una iiiopíaes infinito, sería racional que hasta cl miembro dc un grupo grande contribuyera
voluntariamente al logro dc la meta del gmpo (la utopía), Una parte insignificante de un
beneficio inTinito, o un aumento m inúsculo de In probabilidad de obtenerlo, podría exceder
a la parte dcl coslo del esfucr/o dc gni|w corresporidietite a una pcr«m«, Un beneficio
incnlculablcmcnic grande o infinito |XKlría, por decirlo nsí, convertir un grupo bastante grande
en un "gm po irrivilcgiado". Tjunbicn los gru|X)S religiosos p<HÍríiin ser analizados en esta
fomia. Pero, repelimos, no está claro que esa sea la mejor manera de teorÍ7ar sobre los grupos
utópicos o los religiosos.
95. W illiam The P olitics o f M ass Society {G ]cm nc, I I I : Free Press, 1959).
Íini/MM í/r ftrrxión " n o tronómlcos** 177
96. Eric HoTfcr, 77i^ YVur/?c/<>vrr (Nueva York: New Aincricim Librtiry, 1958); PcMcr
F. D ruckcr, th e End o f Econom ic M an - A Study o f the New Tolalilarianism (N ueva York:
John Day, 1939); Seym our M arlin Lipscl, P otiiical M an: I he Social R ases o f P olitics
(G arden C ily. N.Y.: D oubleday. I960).
97. Diinicl Bell, The End o f id/^ology (CJcncoe, 111.: Free Press. I960); vcr tam bién
Harold D. Lii^s'wcW, P olitics - Who G ets What, W hen, I fow {Uucv a York: W hilllesey House,
1936). Un csludio detallado de unn com unidad del sur de llalin, un área cuya cultura
polílica es profundam ente diferente jle la de los^Esiados Unidos, subiere no obstante que
la icoría presentada aquí se adapta muy bien a esa culturan ver dc Edward C. Banfield The
M oral B asis o f a B ackw ard Society (G lencoe. 111.: Free Press. 1958).
98. David B. Trum an. 1 he G overfunental P rocess (N ueva York: A lfrcd A. Knopf.
1958), pág. 532. El finado V. (). Kcy afirm ó que. a nivel dc partido estatal, la situación
• típica "es la ausencia casi total de una orgnni/ación que funcione en lodo cl eslado. Pue
de haber cam arillas in fo rm a le s (|ue operan en general en segundo plano. Puede haber
I7H t ^ s teoríaj de "producto secundario**y de *Uníerés esp ecia r
jumas dcl disirilo clccloral o que contribuyan a la tesorería del partido (con
excepción dc las "maquinarias” polílicas de algunas ciudades grandes). Los
partidos políticos tampoco cuentan con mucho personal administrativo si se
comparan, por ejemplo, con los sindicatos de trabajadores.” Entre 1924 y
1928, cl partido Demócrata no tenía siquiera oficinas generales naciona
les.'"” Sin embargo, una "c.stimación muy coaservadora” hecha por una
autoridad calculaba cl número de organizaciones con grupos dc presión per
manentes cn Washington hacia finales dc la década dc 1920 cn "bastantes
mds de 5(X)" (en la actualidad hay muchas mtls).^”' El que uno cualquiera dc
un gran número dc grupos dc presión, cada uno de los cuales representa una
porción relativamente pequeña de la población estadounidense, signifique
m is como organización fonnal que cualquiera dc los grandes partidos
políticos cuya suerte inlluyc. entre otras cosas, cn las perspectivas dc cada
grupo dc presión, cs sin duda una paradoja.
Una explicación cs que los partidos políticos buscan norm alm ente
beneficios colectivos: luchan por polílicas gubernam entales quc. según
diccn. tx!ncficiar.1n a todas las personas (o por lo menos a un gran número
dc ellas). Si bien la m ayoría dc las personas piensan que estarían cn
mejor situación si su partido estuviera cn el poder, reconocen que, si su
partido va a ganar, igualm ente ganará sin su concurso y ellas obtcndnin
los Ix'ncficios dc todos inodos. El norteamericano medio muestra hacia su
partido político la misma aclilud que. según dijo el Dr. Johnson, mostró el
pueblo inglés hacia los Esluardos en el exilio en cl siglo XVIII. Johnson
dijo que "si Inglaterra volara imparcialincnte, cl rey actual sería destrona
do esta noche y sus partidarios colgados maf^ana". El pueblo, sin embargo,
"no arriesgaría nada para restaurar a la familia exiliada. No darían veinte
chelines para lograrlo; pero, si un simple voto pudiera hacerlo, la propor
ción sería dc veinte a u n o " .E l punto es que la persona media i'.o cslarí
dispuesta a hacer un sacrificio importante por cl partido que favorece.
org:ifiÍ7.ncii>ncj; locales cjuc cjcrccn poder; pero las orgnni/ocioncs prcparaclíis para hncer
frcnie responsablem ente n Ijis ciicsiioncs estatales con un punto de vista estatal son la
cxcc|KÍón. C'on frccuencin el pariido es cn cierto sentido una ficción”. C ita tom ada dc la
obra dc Kcy Am erican State P olitics: An Introduction (Nueva York: A lfred A. Knopf,
1956): pág. 271.
99 Tnl vc7. una razón dc que los partidos |>oIíticos empleen poco personal cs que m uchos
dc sus trabajadores y líderes profesionales son funcionarios o em pleados dcl gobierno.
100. Arthur Schlcsingcr, Jr .. Ί he C risis o f the O ld Order (Boston: H oughton M ifHin,
1957). pág. 273.
101. Herring (nota 37 anicrior), pág. 19.
102. El punto que Johnson m encionó m uestra por cl lado del coslo una siniiliuid con los
bcneficio5 ‘’inadvertidos” o *‘im pcrcepiibles” discutidos a 1« largo dc este csludio. y esa si
m ilitudes imporlantc p:ira una explicación del voto. La acción dc una empresa cn cl merca-
Grupox de presión **no económicos" 179
elo pcrfcciam cnle com pctilivo producirá algún cfcclo cn cl precio dc mcrcado; pero ese
cfcclo cs lan pequeño que la empresa individual lo pasa por «lio o no los percibe cn absoluto.
El miem bro lípico dc un sindicato, que no pagará voluntariam ente sus cuotas, pero que sin
l’Krnsarlo soportará cl “coslo” dc em itir un voto cn favor de un eslablccim icnlo sindicado, cslá
actuando cn la misma forma. L^) mismo haccn los m illones de personas (|ue no a)X)rtan
licmfw ni dinero a su partido político pero que sin em bargo votan a vcccs por 6\. l^> mismo
sc puede decir dc quienes voinn en un día soleado, pero no cuando llueve. El coslo dc votnr
y firmar |Xíliciones cs por lo tanlo insignificante e im perceptible para muchas personas, así
com o, dc m anera un tanto parecida, el efecto que una cm|Tresa com peliliva produce en el
precio es insignificante c im perceptible para ella. El punió cs que existe un “um bral’*arriba
del cual los coslos y los rendim ientos influyen en los acios de una pcrsonn y debajo del cual
no lo hacen. Esc concepto de “um bral" puede ser explicado lam bién m ediante \ma analogía
física. Supongam os que la mano de un hom bre es colocada en un lom illo de banco y éste es
apretado. El hom bre sentirá dolor y a m edida que se aprielc más el lom illo el dolor será más
intenso y cs de .suponer que cl hombre irainrá dc liberar su mano. Pero si bien la mucha pre
sión conlra la mano es d o lorosa^ provocajm a reacción, un nivel muy bajo de presión no
producirá ese efeclo. Norm alm ente la pc(|ueña prcsiim dc un apretón dc manos no causará
dolor alguno y no dará lugar a ninguna reacción sim ilar a la producidn por la canlidad dc
presión aplicada con el tornillo dé banco. La presión debe llegar a cicrio nivel, o um br.il.
para que haya una reacción. ,
Algunas invesligaciones em píricas delallad.is del voto en una comunid.'id nortéam e
ricana produjo resultados consccucm es con el análisis que antecede. Los investigadores
encontraron que “la m ayoría de las personas votan; pero en general no dan señales dc
un inlcrés sostenido . . . incluso los trabajadores del partido no son m otivados típicam em e
por los aspectos ideológicos ni por cl solo deber cívico” . Rernard R. B ercison. Paul F.
l . ai trotina Hr "ftnttlui lo t f t y ñ d n t i o “ y i h ’
II. Los “ cmiipos ()i.vinAix)s’‘, AQur.Li.os giir· sin ri:n i*n sii i-ncio
Ahora que los principales grupos de presión económicos han sido estudia
dos y se han esbozado las elaciones de las Icorías desarrolladas aquí con
los gmpos no económicos y los partidos políticos, sólo nos Talla considerar
un lipo importante de grupo. Por desgracia, cs aquél dcl que se sabe menos
y dcl cual se puede decir muy poco. Se trata del grupo no organizado, cl que
río cuenta con grupo de presión ni emprende la acción. Los grupos dc esla
clase se ajustan mejor c|uc ninguno al argumento principal dc la presente
obra. Musirán su punto central: que los gmpos grandes o latcnics no tienden
a aduar voluntariamente para favorecer sus intereses comunes. Este pun
to fue presentado cn la introducción y con él debe concluir cl csludio.
Porque los gmpos no organizados, los que no cabildean ni ejercen presión,
figuran entre los m is grandes de la nación y tienen algunos de los inlerc
ses comunes mds vitales.
Los irabajadores agrícolas m igratorios son un gmpo im portante con
inlcreses comunes urgentes, y no tienen una representación para exponer
;rtís necesidades. Los empleados dc oficina son un gmpo grande con inte
reses comunes; pero no licncn una organización que cuide sus inlcreses.
104. E. E. Schaltschneider, P olitics, P ressures, and the T a riff (N ueva York: Prentice-
Hall. 1935). ^
105. El punto dc que cn una econom ía las personas pueden im pedir la depresión o la in
flación sim plem ente gastando más oimenos, pero como personas no lienen incentivo parj^
hacerlo, llam óm i atención en la obra de William J. Baumol W elfare Econom ics and the Theor y
o f th éS ta te (C tm b ñ d g t, M ass.: Harvard Universily Press, 1952), págs. 95 99. Ver tam bién
cl artículo de Abba P. Lemer “On GeneralizJng the General Theory”, Am encan Economic
Review, H m ñT7jodt 1960), 121-H 4. esp. la 133.
IW I j it teorías de "producto secundarlo** f de "interés especial"
1X3
184 A pèndici
8. "The Plan and Purpo<;c of a Social R epon”, Public Interest (prim avera dc 1969),
pág»;. 85-97, y *‘New Problem s for Social Policy: T he R ationale o f Social Indicators
and Social RepoTling", Internnlional Instiiuie o f Labour Studies D ullrtin {jy\Ti\o óc 1970),
p.igs. 18-40. Esos dos artículos nb:ircan aproxim adam ente cl m ism o cam po.
Apéndice 1R7
scclor público tiene pronto que crcccr más allá de los niveles actuíilcs,
puesto que los gobiernos pueden ahora hacer cosas que sería m ejor dejar
en m anos del sector privado, pero sí que ha habido un increm ento sccu-
larcn lo que los gobiernos necesitan hacer y que, si el crecim iento aparen
te de la im portancia relativa de las exterioridades y los bienes colectivos
continúa, la carga que los gobiernos deben finalmente soportar se volverá
m ayor aún.
En segundo lugar, un aumento dc la im portancia relativa dc los b ie
nes colectivos y las exterioridades significa que cl ingreso nacional y
otras m edidas del producto nacional, si bicn extraordinariam ente útiles,
se están volviendo menos satisfactorias como m ediciones dcl ‘‘bienestar".
Hay por lo tanto una necesidad creciente de m edidas adicionales su
plem entarias del “bienestar” o el “m alestar”, como son las estadísticas de
superpoblación, los niveles dc contam inación, los índices de crim inali
dad, el estado de la salud, etc. Yo he definido esas m edidas dcl bienestar
o de la “calidad de vida” como “indicadores sociales”. En su m ayoría son
m ediciones del volumen o cantidad (pero no dcl valor m onetario) dc una
econom ía (o dcscconom ía) externa o dc un bicn (o un mal) coIcctivo. I .os
usos dc los indicadores sociales se explican cn los dos artículos citados
e ilustrados en Toward A Social /?6vwr/,’documento dcl gobiemo dcl cual
tuve la responsabilidad inm ediata durante un período de .servicios cn cl
gobiem o.
En tercer lugar, un aumento dc los bienes colectivos y las exterioridades
puede hacer aum entar la divisióny el conflicto cn una sociedad. Esto puede
suceder, como dije en otro artículo,'^porque las necesidades o valores di
versos con respecto a un bien colectivo son la base dc un confliclo, m ientras
que las necesidades diferentes con respecto a los bienes individuales o
privados no lo son. Todos los que forman parte dcl dominio dc un bicn co
lectivo detcnninado tienen que confonnarsc más o menos con la misma
cantidad o tipo de bicn colectivo, m ientras que con gustos diferentes cn
cuanto a los bienes privados cada persona puede consum ir la combinación
dc bienes que prefiera. Si este razonamiento cs corrcclo, se infiere que la
explicación dc la cohesión o ánnonía Social ofrecida por muchos sociólo
gos, muy notablem ente Talcoll Parsons, es poco satisfactoria.
9. Sccrclaría dc Síiliid, Educnción y Ricnc.clnr de los UU., Tow ard A S o rinl Report
(W ashington, D.C.: G ovcrnm cni Prim ing O ffice, Superintendent of Dociim cnts, 196^).
10. "Economic.^, Sociology, nnd lli6 Best of All Possible W orlds”, P ublic Interest
(verano dc 1968), págs. 96-118. publicado dc nuevo con algún m aterial adicional como
'T h e R elationship o f E conom ics to the O ther Social S cien ces” cn Seym our M arlin
Lipsct, cd.. P olitics and the Social Sciences (N ueva York: O xford U niversity Press,
1969), p.igs. 137-162.
líW Af t / n H i c f
11. Ver cualquiera dc las versiones dcl artículo cilMdn^ cn In nolii ni pie nnierior y
lam bién *‘An Analyiic Fram ework íor Social R cpoiling nnd IN)liry A n nn h o /
Am ericon Academy o f P olitical and Social Science, CCTLX XXV III (m nr/o dc 1970),
112 126.
12. Publicñdo cn Nueva York y rn Londres por C ollirr M m m lllnn rn 19 /0 .
n . Nueva York: M nrprr nnd Broihers.
Apéndirr 189
llu.slra cl puiilo (|iic acabamos dc prcscnlar, sino principaim cnie porque nos
lleva a un cnfo(|uc para csludio adicional, sugerido por oíros aulorcs, si
guiendo las paulas dc csic libro.
Esc enfoque propuesto deslaca el papel dcl “em presario”. Cuando
Joseph Schum|x?lcr desarrolló la idea dcl em presario, se concentró cn cl
hombre dc negocios que hacía cosas adelantadas como productor o ven
dedor dc bienes individuales o privados. Algunos aulorcs rccientcs, cn los
esludios dc la dificultad que implica proporcionar bienes colectivos a gru
pos no organizados, han introducido la idea del em presario que podría ayu
dar a un grupo a obtener un bicn coleclivo del que carece. Un aspccio dc
esa idea fue bosquejado porcl economista Richard W agncr en su artículo
de antilisis sobre este libro’^y otros aspectos han sido desarrollados y ela
borados ¡ndcjXindicnlemcnic por Robert Salisbury’^así como por Noiman
Frohlich'*y Joc Oppenhcim er’^’y cn una obra sustancial por los dos úllim os
autores con Oran Young.'^Sc podría di.sculir los errores de lógica y las con
clusiones no válidas'^de esos trabajos; pero los errores son cosa común cn
19. En cuanto a la única excepción lógicam ente posible en que hny coniporinm icnio tr-
cional, v erla larga nota al picdela.^ páj^ina.s48 y 4 9 d e este libro. Píiedo estar equivocado;
pero la posibilidad lógica esbozada ahí me parece que se da tan raram ente cn In priírtica.
si cs que se da, que apenas vale la pena m encionarla. He llam ado ahora la alotición hacia
esa nota porque prevé una linca dc argum entación en algunos com entarios sobre esle lib ro ,
192 A fté ñ tlh f
pnccs (le encontrar o crcar iiucnlivos sclinilvos (|ik' pticdiiii «losicnci iiiiii
orgiinizacirtn importünlc y establo (|iic proporcione un hlen coloríIvo ii nn
gm po grande. De manera que cn el casodcl gm po grinido ol onipiosai lo ex i
toso cs antes que nada un innovador con incentivos solocllvos. C’onio los
grupos grandes son, con frccucncia, parto de coaliciones m ayores y pue
den contener m uchos subgrupos dcnlro de sí m ism os, el em presario en cl
grupo grande se rí tanibi(5n a m enudo un productor de tratos, com o lo cs
cuando sólo existe cl gm po pequefio.
Fin sum a, la incorporación dcl concepto dc em presario en la provisióti
de bienes colectivos al m odelo desarrollado cn este libro no contradice su
lógica ni invalida sus conclusiones, sino que más bicn enriquece el argu
m ento y lo convierte cn un m ejor instm m ento para cl estudio dcl lideraz
go y cl cam bio en las organizaciones. Aquí, como ocurre norm alm enlc cn
las ciencias, las contribuciones dc los diferentes autores son acum ulativas.
índice
nngcls, Friederich, 116, 117. 120. 122 nacionalista, 22-24, 73-74; propoTciona
Equidad, la organización. 164 bienes pdblicoi, 22-26, 111-115. y la li
Fquipos, icoria de, 15. Ver lambién Teoría de bertad económica, 103* 124; en la hisioria
juegos del pensamiento económico. 125-127; cn
Establecimiento sindicado, ver Membresía el pluralismo, 125-127; como lo ven los
obligatoria anarquistas, 144-145; promoviendo gmpos
EsUdo, ver Gobierno de presión o reaccionando ante ellos. 29,
Eslado corporalivo. 129, 128-130. 144 136-137, 164-168; ejercicio por asocia
Eslrategia. ver Negociación ciones privadas, 153. Ver también Im
Exclusión de no compradores, 23. 48 puestos, Interés prtblico y Bienes colectivos
"Explolación”, 13. 39, 45, Ver también Parte Gobiernos locales que comparten bienes co
desproporcionada de las cargas comunes lectivos, 46
Goldhamer, Herbert. 29
Golembiewski. Robert T.. 133
Farm Bureau. 161, 164-173 Gompers. Samuel, 95. 96. 128
Organizaciones agrícolas: promovidas por el Gordon, Lincoln, 160
gobiemo, 163-168; relación con las coo Gould. Jay. 81
perativas. 168-173; mencionadas, 16-17, Gouldner. Alvin W.. 29
20,74, 130. 131, 137, 147 Gran Bretafla. 77, 78, 79. 83, 115, 117, 129,
Fainsod, Merle, 166 137, 152. 153, 178
“Falacia anarquista*', 145 Grant. J. A. C.. 153
Fascismo. 128, 130. 144 Gremios, 80. 128-129, 139, 152 156
Fergussoh, Harvey, 128 Griffith, Ernest S.. 64
Festinger. Leon. 16, 69 Gross, Bertram M., 64
Filantropía. 16, 23, 74-75, 140, 174-177. Ver “Grupo··, su definición. 18. 57 61. 133 134.
lambién Egoísmo Ver también “Grupo privilegiado*' “Grupo
Finegan, Aldrich. 8 intermedio” y "Grupo latente*·
Firey, Walter, 29 ••Gmpo federar, el. 72-73.86.144.161,180I8I
Flanders. Allan, 80 “Grupo intermedio’*: su definición, 58-60; e
Fleming. R. W., 91 “intereses eipedales”, 158-163; mencio
Florence. P. Sargent, 66 nado, 63 ,6 7 ,6 8 , 73, 140-142. 149
Follett. M. P.. 126 **Gnipo latente”; su definición, 58-61; y 1«
Foner. Phillip S.. 95 teoría del “producto secundario**, 147 150;
Fourt, Louis, 8 mencionado. 65,67,68,70-72,74,87. 89,
Francia, 127-128 106,119-120,140-143,158-163,172,174.
Fromm, Erich, 108, 122 180
Fundación Shinner, 8 “Grupo movilizado”, 148-149
Funcionalismo, leoría del. 28-30.68-69, 136 Grupos de presión, 150,156-163, 174
Furstenberg, George von. 7 “Grupos exclusivos**, 46-53, 59. 95.98
“Grupos inclusivos”. 43-53, 58,78-79, 87-101
Grupos potenciales, 142-143
Gable, R. W.. 162 Gmpos primarios, 28-30, 68. 72 73. 141
Gabor, Andre, 104 “Grupos privilegiado**: definición, 58 60; e
Gabor, Denis, 104 “intereses especiales**, 149, 158-163;
Gabe, l.yman J.. 128 mencionado. 63. 66. 67. 68. 73. 140-143.
Galbraith, J. Κ . : poder compensador. 15.130, 175-177
180; "esplendor privado y misejia piSbli- Guessous. Mohammed. 8
ca”. 41. 106; mencionado. 7, 106
Galenson. Walter, 80, 82
Garceau, Oliver, 29, 154, 155 Hacienda. la (the Grange), 131, 164, 173
Gardiund, Torsten, 101, 107 Haire, Mason, 15
Gardner, Charles M., 163 Hale, Myron Q., 133
Gervey. Gerald, 8 Hall. Sam B., 167
George, Hemy, 83 Hamihon, W. E . 8, 169
Gierke, Otto von. 126 Hardin, Charles M., 168
GUzer. Nathan. 97 Hardman, J. B. L., 84
Gleamers, los 164 Hare, A. Paul, 18,26, 64,67
Gobiemo. el: igual que otras organizaciones, Harris, Herbert, 81
16-17, 23-26, 28, 101-103; y el motivo Harrison, Martin, 152
196 Iniltr*
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E S T A O B R A S E T E R M IN O D E IM PRIMIR EL DIA 2 7 DE A G O S T O DE 1992
EN L O S T A L L E R E S D E G R U P O IM P R E S A
L A G O C H A L C O 2 3 0 , C O L, AN A HU A C
M ÉX IC O . D.F.
LA ED ICIÓ N C O N S T A D E 3 0 0 0 E J E M P L A R E S
Y S O B R A N T E S P A R A R E P O S IC IÓ N
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