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Un marco conceptual más amplio que los modelos anteriores, lo viene ofreciendo la

denominada Teoría Etológica del Apego (Bowlby, 1969; 1980; Ainsworth, 1980). Ésta se
integra dentro de la Psicopatología Evolutiva (Cichetti, 1987; Rieder& Cichetti, 1989; Aber, Allen,
Carlson y Cichetti, 1989), tratando de analizar y comprender las conductas agresivas y violentas
que desarrollan las personas.
Los investigadores y teóricos de la Psicopatología Evolutiva destacan como tareas evolutivas
básicas de la infancia el “establecer relaciones de apego”, “establecer la autonomía y la
motivación de eficacia”, y “desarrollar la competencia socioemocional y la interacción con
sus compañeros”. Los niños durante su desarrollo han de solucionar de forma positiva éstas
tres tareas críticas, alcanzando así un adecuado nivel de competencia socioemocional,
evaluada mediante la capacidad para solucionar problemas, y ausencia de tendencias hostiles
(Downey y Walker, 1989). En niños maltratados, el desarrollo de esas tareas críticas parece
estar deteriorado (Cichetti y Schneider-Rosen, 1986; Cichetti, 1989), y ello les hace vulnerables,
convirtiéndose en una condición de riesgo.
El psicoanalista J. Bowlby (1969), es uno de los autores más relevantes del enfoque etológico
de los modelos básicos, enlazando la psicología evolutiva con la etología. Afirma que el niño
está programado genéticamente para relacionarse de forma positiva con el adulto que le cuida,
porque la relación con los otros es una necesidad primaria independientemente de la
satisfacción de otras necesidades, hecho que tiene gran valor para la supervivencia del sujeto
y de la especie. La tendencia es tan fuerte que se produce aunque la figura de apego emita
señales amenazantes, y únicamente no se produce bajo circunstancias excepcionales, cuando
el adulto no tiene siquiera una disponibilidad psicológica mínima para el niño ( Ainsworth, 1980).
La Teoría del Apego a la hora de explicar los malos tratos de los padres hacia sus hijos, sitúa
como una de las causas a las graves alteraciones en la relación de apego presente o pasada
(Levine et al. 1991), y estas alteraciones, serán las responsables de las dificultades
socioemocionales a corto y largo plazo, que presente el niño.
Cuando las fases de apego se desarrollan normalmente se crea un círculo afectivo solido y
duradero entre el niño y la madre, y eso permitirá desarrollar posteriormente una capacidad
cada vez mayor para vincularse socialmente con más personas, como son los adultos con los
que se relaciona en su ambiente familiar (Bridges, Connell y Belsky, 1988), con sus profesores
o educadores (Howes et al. 1988), y además conquistará superior autonomía y diferenciación
respecto a todas estas figuras (Aber y Allen, 1987).
La importancia de las relaciones básicas con la figura de apego es puesta de relieve por
diferentes autores ( Egeland y Erickson, 1987; Crittenden, 1992; Bowlby, 1992), que afirman
que el niño constituye un modelo interno de las interacciones sociales a partir de esa primera
relación de apego, incluyendo lo que se puede esperar de uno mismo y de los otros; el feedback
de conductas y consecuencias de esa relación desempeñan un papel clave en la regulación de
su conducta.
Un modelo de apego inseguro hace más difícil la adaptación del niño ante situaciones adversas
y conflictivas, ante las que se comportará generando más conflicto y adversidad, en una espiral
escalonada que le abocará a una gran inadaptación social (Bowlby, 1982; Crittenden, 1992).
Numerosos estudios han puesto de manifiesto la influencia familiar en el aprendizaje de la
conducta agresiva. Familias que no solo no les enseñaron que la agresión no es aceptable, sino
que les enseñaron que la fuerza y la amenaza es la única y mejor forma de solucionar
conflictos, al someterles a ellos mismos al castigo físico, a los malos tratos, y al hacerles sentir
inseguridad y rechazo (McCord, 1979; George y Main, 1979; Arend, Gove y Sroufe, 1979;
Olweus, 1980; Loeber y Dishion, 1983; Lewis, Feiring, Mcguffog y Jaskir, 1984; Patterson y
Sthouthamer-Loeber, 1984; Eron y Huesmann, 1984; Erickson, Sroufe y Egeland, 1985). En
definitiva, la familia ocupa un destacado lugar en lo que se refiere a antecedentes de la
conducta agresiva; los niños aprenden a agredir por imitación, y esos modelos inciden
posteriormente en su conducta social y en sus comportamientos en la escuela (Eron, Huesmann
y Zelli, 1991; Patterson, Capaldi y Bank, 1991).
“La motivación de eficacia”, es catalogada por esta teoría, como una de las dimensiones claves
en la calidad de vida de las personas, y tiene una estrecha relación con las primeras
experiencias de aprendizaje, desempeñando un papel fundamental en la adaptación escolar.
Para que el niño alcance una adecuada motivación de eficacia y un sentimiento de confianza
en sus capacidades, se hace necesario que perciba mensajes positivos y de reconocimiento por
parte de figuras significativas; en caso contrario, responderá ante las dificultades en general y
ante el aprendizaje de forma ineficaz y con manifestaciones de ansiedad producidas por la
anticipación de resultados negativos y de fracaso. No ha de olvidarse que el niño en numerosas
situaciones, suele depender en gran medida de la aprobación de los demás (Harter y Zigler,
1974; Harter, 1978; Cichetti et al. 1987; Aber y Allen, 1989; Díaz Aguado, 1986, 1992). Otros
autores (Wheeler y Ladd, 1982; Price y Ladd, 1986), encuentran graves dificultades para
relacionarse eficaz o prosocialmente con sus pares, en aquellos niños que carecen de un
adecuado sentimiento de autoeficacia, aunque también se ha puesto de manifiesto, que no
siempre van parejos los sentimientos de autoeficacia con comportamientos prosociales. Perry
et al. (1986); Crick y Dodge (1989) y Quiggle et al. (1992), encontraron que niños agresivos,
tienen en comparación con sus pares más sentimientos de autoeficacia para la realización y uso
de estrategias que implican agresión física y verbal.
En referencia a la tercera tarea evolutiva básica de “desarrollar competencia socioemocional y
la interacción con sus compañeros”, que describe al modelo de la Psicopatología Evolutiva, es
necesario tener en cuenta que las interacciones con adultos, aunque se desarrollan a la vez y
están estrechamente relacionadas con las interacciones con compañeros de su edad, son de
diferente naturaleza y tienen funciones distintas, de tal modo que ninguna de ellas puede ser
sustituida por la otra; ello es confirmado por diferentes investigaciones (Piaget, 1932; Sullivan,
1953; Harlow y Harlow, 1966; Hartup, 1970; Youniss, 1980; Díaz Aguado, 1986, 1990, 1995).
Los iguales también pueden influir en la adquisición de tendencias de “atribución hostil” que
caracteriza a ciertos niños agresivos. Algunos chicos interpretan una situación ambigua como
hostil y responden agresivamente, pero si el grupo de iguales interpreta esa situación como
neutra o no hostil, interpretan la agresión como injustificada y etiquetan al compañero como
“agresivo”, al que manifestarán antipatía, rechazo, desconfianza, y no esperarán nada bueno
de él (Dodge, 1980, 1983; Coie y Kupersmidt, 1983; Perry y otros, 1986),
llegando a tratarles despreciativamente y con hostilidad abierta (Dodge y Frame, 1982),
creándose así un círculo vicioso (tendencia de atribución hostil-rechazo-confirmación de las
tendencias-más conducta agresiva-más rechazo), que puede quedar firmemente establecido
(Dodge, 1980, 1986).
Se concluye la existencia de una estrecha relación entre agresión y exclusión social. La
agresión puede conducir a la exclusión y ésta, puede aumentar las conductas antisociales que
pueden forjar en el adolescente identidades negativas.
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apego/#sthash.0pAzuNms.dpuf

LA TEORIA DEL APEGO

La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos,


protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente.
Fue el psicólogo John Bowlby (1907-1990) que en su trabajo en instituciones
con niños privados de la figura materna le condujo a formular laTeoría del
apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o


cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un
buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego
es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en
gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura
de afecto (persona con que se establece el vínculo).

El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido


incondicionalmente. Está planteamiento también puede observarse en distintas
especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada
de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie.

El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus
estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un
fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio.
Pero fue Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos, y su
descubrimiento de la necesidad universal de contacto quien le encaminó de manera
decisiva en la construcción de la Teoría del Apego.

El bebé –según está teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen
como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas
reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que
estrategias por decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con sus papás.
Con este repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de
apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de
separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad desde la que
explora el mundo.

Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda,


encontró una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la
calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego.
Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro
que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de
la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando
estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar apego ni
conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos dependían de
la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.

La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto
continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están
presentes en todos los modelos de crianzas derivados de los diferentes medios
culturales.

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen generalmente


durante toda la vida, permitiendo la formación de un modelo interno que integra
por un lado creencias acerca de sí mismo y de los demás, y por el otro una serie
de juicios que influyen en la formación y mantenimiento de las dinámicas
relacionales durante toda la vida de individuo. Por esto resulta importante la
figura del primer cuidador, generalmente la madre, ya que el tipo de relación que
se establezca entre ésta y el niño será determinante en el estilo de apego que
se desarrollará. No obstante, otras figuras significativas como el padre y los
hermanos pasan a ocupar un lugar secundario y complementario, lo que permite
establecer una jerarquía en las figuras de apego.
Los tres elementos fundamentales del proceso de apego:

· Sintonía: La armonía entre el estado interno de los padres y el estado


interno de los hijos suele ser alcanzada cuando unos y otros comparten de
manera continúen te las señales no verbales.

· Equilibrio: La sintonía con el estado de los padres permite a los hijos


equilibrar sus propios estados corporales, emocionales y mentales.

· Coherencia: Es el sentido de integración que alcanzan los niños cuando,


en relación con los adultos, experimentan conexión interpersonal e
integración interna.

Tipos de apego:

 APEGO SEGURO: El apego seguro se da cuando la persona que cuida demuestra


cariño, protección, disponibilidad y atención a las señales del bebé, lo que le
permite desarrollar un concepto de sí mismo positivo y un sentimiento de
confianza. En el dominio interpersonal, las personas seguras tienden a ser más
cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio
intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas
coherentes de sí mismo.

 APEGO ANSIOSO: El apego ansioso se da cuando el cuidador está física y


emocionalmente disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más
propenso a la ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. No tienen
expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores,
debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte
deseo de intimidad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los
demás. Puede ser de dos tipos:

a) Apego ambivalente:

Responden a la separación con angustia intensa y mezclan comportamientos de


apego con expresiones de protesta, enojo y resistencia. Debido a la
inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos niños no
tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus
cuidadores.

b) Apego evitativo:

El apego evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constantemente las


señales de necesidad de protección del niño, lo que no le permite el desarrollo
del sentimiento de confianza que necesita. Se sienten inseguros hacia los
demás y esperan ser desplazados sobre la base de las experiencias pasadas de
abandono.

 APEGO DESORGANIZADO DESORIENTADO: El cuidador ante las señales del


niño tiene respuesta desproporcionadas y/o inadecuadas, incluso en su
desesperación, al no poder calmar al niño, el cuidador entra en procesos de
disociación. Esta conducta del adulto desorienta al niño y no le da seguridad y le
genera ansiedad adicional.

2. LA CRIANZA CON APEGO: Attachment parenting

La crianza con apego (attachment parenting) es una frase acuñada por el


pediatra norteamericano William Sears. Se trata de una filosofía de crianza
basada en los principios de la teoría del apego.

De acuerdo a la teoría del apego, los bebés establecen un fuerte vínculo


emocional con sus padres, un vínculo precursor de la seguridad y de la empatía
en las relaciones personales en la edad adulta. Un inadecuado establecimiento de
un vínculo seguro en la infancia puede conllevar a dificultades psicológicas.

La crianza con apego, propuesta originalmente por John Bowlby, afirma que el
niño tiene una tendencia a buscar la cercanía a otra persona y se siente seguro
cuando esa persona está presente y es sensible a cubrir sus necesidades tanto
físicas como emocionales. Bowlby había propuesto en 1951 la hipótesis de
que la privación materna no sólo causaba depresión en la niñez, sino también
hostilidad e incapacidad para establecer relaciones saludables en la vida
adulta. Dentro de esta teoría los niños biológicamente están “diseñados” a estar
apegados a sus padres, no sólo para satisfacer sus necesidades sino porque son
seres profundamente sociales.

Para la crianza con apego, existen ocho principios fundamentales que promueven la
vinculación segura entre los padres y el niño. Aunque ninguno de estos principios se
derivan directamente de la investigación inicial, se presentan como prácticas de crianza
que dan lugar a una vínculo seguro. Unos padres sensibles, coherentes en sus respuestas
y disponibles emocionalmente garantizan un sano establecimiento de la vinculación
emocional:
1. Prepararse para el nacimiento del bebé.
2. Comprender y responder de forma sensible a las necesidades emocionales
del niño.
3. Lactancia materna.
4. Cargar en brazos al bebé.
5. Compartir el sueño.
6. Evitar las separaciones frecuentes o prolongadas.
7. Usar la disciplina positiva.
8. Mantener una vida familiar estable.

Estos padres tratan de comprender las necesidades psicológicas de sus hijos,


con la finalidad de no hacerse expectativas poco realistas de la conducta infantil.
La disciplina para esta filosofía toma en cuenta la edad del niño para evitar la
frustración que se produce cuando se esperan cosas más allá de la capacidad del
pequeño. Disciplina significa orientar a los niños, mostrarles las consecuencias
naturales de sus actos, la escucha, la modelización y descarta los medios
punitivos como el cachete o el tiempo fuera.

El Dr. Sears sostiene que un bebé es mentalmente incapaz de manipular para


conseguir la atención de sus padres.

La crianza con apego no significa que un niño no pueda por sí solo satisfacer sus
necesidades, estará capacitado para ello en la medida que sus padres sean
sensibles cuando estas surgen. Estas necesidades hay que entenderlas en el
tiempo, como surgen, como cambian, cuales son sus circunstancias. Los padres
deben ser flexibles e idear formas de responder a ellas adecuadamente siempre
bajo un clima amoroso y conciliador. Por ejemplo, el bebé que pide estar en
brazos, simplemente lo necesita y no lo pide porque “es un mañoso”, si esta
necesidad está satisfecha, el bebé más adelante se sentirá seguro al comenzar
la etapa del gateo, no pedirá tanto estar en brazos, pero surgirán otras
necesidades acordes con su etapa evolutiva.

Los niños a los cuales se les cría con desapego buscarán a lo largo de su
vida otras formas de cubrir las necesidades dando lugar lamentablemente a
trastornos mentales y sociales.
3. LA QUIMICA DEL APEGO

Las hormonas son las encargadas de regular los sistemas del cuerpo y ayudar al
individuo a reaccionar frente al medio ambiente. Una de estas hormonas es
el cortisol, producida por las glándulas suprarrenales. Una de sus funciones es
ayudar a las personas a afrontar el estrés y hacer ajustes corporales para hacer
frente a situaciones de peligro. Para que el cuerpo funcione adecuadamente debe
haber un equilibrio en los niveles de cortisol, si hay muy poco el cuerpo se
“apaga”, si hay mucho se convierte en angustia.

El cortisol es una de las hormonas que desempeña un papel importante en las


respuestas emocionales del individuo. Al revisar la calidad de apego entre
madre e hijo, los investigadores han encontrado que el apego seguro
mantiene al bebé en equilibrio emocional. Un vínculo inseguro, una respuesta
inadecuada a las necesidades del bebé acostumbra a éste a un bajo nivel
hormonal, lo que lo convierte en apático o puede mantener constantemente
estrés debido a la alta concentración hormonal en su organismo traduciéndose
en bebés angustiados.

El niño está en un estado hormonal que le proporciona bienestar, se esfuerza por


mantener ese estado. Los científicos están confirmando que las mamás siempre han
sabido que su presencia es importante para mantener la química hormonal del bebé.

No sólo la crianza con apego proporciona un equilibrio químico en los bebés. También
ayuda a la madre. El comportamiento materno, especialmente la lactancia materna da
lugar a un “torrente” de las hormonas prolactina y oxitocina. Estas hormonas ayudan a
la mujer a tener sentimientos maternales. De hecho puede decirse que son la base
biológica de la intuición materna. Los niveles de prolactina aumentan de diez a veinte
veces dentro de los treinta minutos después que comienza la lactancia materna.

La mayor parte de ella se irá de nuevo dentro de una hora. La prolactina tiene
una acción corta, con la finalidad de obtener la respuesta de la madre de
amamantar con frecuencia. Como dato curioso la oxitocina es una de las hormonas
implicadas en el enamoramiento adulto.

Criar con el corazón definitivamente es lo mejor para los padres, hijos y la


sociedad en general. Por algo nos ocurre algo fisiológicamente con la maternidad
y la paternidad, de esto la biología lo sabe muy bien.

4. LA PATERNIDAD: Ser papá afecta al cerebro… para bien

La maternidad nos hace más inteligentes, según un estudio publicado en la revista


Scientific American.com. Experimentos recientes han demostrado que las ratas
madres superan a aquellas que no lo son capturando la presa en un laberinto. Al
parecer estos avances cognoscitivos son duraderos, permanecen hasta la vejez.

Las fluctuaciones hormonales llegan a producir cambios en algunas regiones


implicadas en la regulación de comportamientos maternales como la capacidad
de protección frente a los depredadores físicos.

Pues bien, según un reciente estudio los papás no se escapan de experimentar


cambios en su materia gris. Investigadores de la Universidad de Princenton
han encontrado que la estructura del cerebro de los monos titís es distinta en
aquellos que son papás en comparación con los que no lo son. También hallaron
que los primeros eran más receptivos a una hormona relacionada con el
aprendizaje. Según los autores, esto es lo más cercano en relevancia en humanos
que se puede obtener con un animal.

El estudio es pionero en tratar de establecer una relación entre la crianza paterna y los
cambios físicos en el cerebro de un primate. La investigación “Fatherhood affects
dendritic spines and vasopressin V1a receptors in the primate prefrontal
córtex” publicada en la revista Nature Neuroscience, demostró que “la experiencia de
ser papá altera dramáticamente regiones cerebrales que son importantes para la
cognición”.

Parece ser que los monos titís papás tienen una mayor densidad de dendritas, las
ramificaciones de las neuronas implicadas en la recepción de estímulos; es decir
quienes eran padres tenían una mayor densidad de conexiones en la región
cerebral conocida como corteza prefrontal que juega un papel crucial en las
funciones cerebrales superiores como la cognición. Claro, está región en los
humanos está más evolucionada.

Pero no fue el único hallazgo, los investigadores también encontraron que los
cerebros de los titís papás tenían más receptores de una hormona, que en los
humanos es crucial para el aprendizaje y la memoria, conocida como vasopresina,
un neuropéptido, en esa región; la cual se piensa que participa en la conducta
paterna y la formación de lazos sociales. Eso significa que sus cerebros podían
procesar una mayor cantidad de esta sustancia química que los de los que no eran
padres.

Con estos resultados podríamos decir que el ser papá o mamá es un buen ejercicio
para hacerse más inteligente ¿no?

El apego supone “la atadura” afectiva mas fuerte que siente el ser humano hacia otros semejantes,
produciendo placer cuando se llevan a cabo interacciones y buscando la cercanía de la persona con la que se
siente apego en momentos de ansiedad e inseguridad. Por tanto, dicho vinculo responde a una de las
necesidades más básicas y fundamentales que experimenta el ser humano: la necesidad crucial de sentirse
seguro, protegido y ayudado. El apego, junto con la búsqueda de una red de relaciones sociales (amigos) y la
necesidad de mantener una actividad sexual vinculada al deseo y al enamoramiento, suponen las
necesidades más importantes, sentidas subjetivamente, que favorecen y fomentan la supervivencia, no solo
del individuo sino también de la especie (López, 1995).

Las características funcionales más importantes que podemos asociar al vínculo afectivo de apego son las
siguientes:

 Intento por mantener la proximidad con la persona con la que se siente apego.
 Contacto sensorial privilegiado.
 Debido a la seguridad que conlleva el apego, el bebé tiene relaciones más eficaces con el
entorno que le rodea.
 Ansiedad ante la separación.
Con las palabras de Ainsworth y Bell (19670) podríamos resumir que “la característica mas sobresaliente es
la tendencia a lograr y mantener un cierto grado de proximidad al objeto de apego que permita tener un
contacto físico en algunas circunstancias y a comunicarse a cierta distancia, en otras”.

TEORIAS DE APEGO
Han sido muchos los psicólogos y escuelas que han intentado explicar el origen y desarrollo del apego. ¿Es el
vínculo afectivo una forma primaria de conducta instintiva o, por el contrario, se puede explicar a través de
la teoría del impulso secundario?

Teorías conductistas

A la hora de explicar el apego un gran numero de psicólogos conductistas han adoptado el modelo de
reducción del impulso. En este contexto, se da una importancia vital al papel de la alimentación en la
interacción que se establece entre madre e hijo. Se considera que las conductas de dependencia que el
bebé tiene con su madre (búsqueda de cercanía, abrazos, lloros y llamadas en su ausencia, etc.) son debidas
fundamentalmente a un impulso secundario aprendido como consecuencia de una asociación repetida entre
la presencia de la madre y la satisfacción que le produce al niño saciar su hambre. Con otras palabras, el
niño se apega con quien le da de comer. Sin embargo, incluso los monos eligen como sustitutos de sus
madres a muñecos de tela con una textura similar a la de su especie que a muñecos de alambre que le dan
de comer. Los datos con animales y con seres humanos nos muestran que los niños despliegan conductas de
apego desde edades bien tempranas con seres que en ningún momento han intervenido en las actividades de
alimentación.

Otro marco teórico conductista es el modelo del condicionamiento operante. Desde este punto de vista, los
niños miran, sonríen y buscan la proximidad de las madres debido a la respuesta que reciben por parte de
sus progenitoras. En definitiva, las madres “devuelven” las miradas, sonrisas y abrazos a sus hijos
implicándoles en una positiva interacción social. De nuevo nos encontramos ante un modelo que no nos
proporciona un mecanismo potente de explicación del apego, puesto que las observaciones no sindican que,
hasta los niños maltratados siguen buscando el contacto físico con sus progenitores.

Además, estos modelos conductistas no explican por qué o de qué manera, los lazos establecidos en la
infancia perduran a través del ciclo vital incluso cuando la figura de apego está ausente y, por tanto, no
puede satisfacer los impulsos primarios ni proporcionar ningún tipo de refuerzo social.

Hipótesis propuestas por los psicoanalistas

Son muchas las hipótesis que han propuesto los psicoanalistas en relación con la naturaleza del vinculo que
une al niño con su madre. En líneas generales, se podría decir que ofrecen un modelo mucho mas
enriquecedor que los conductistas, ya que defienden que la calidad de la interacción madre-hijo produce,
por una parte, un efecto crucial en el desarrollo posterior de la personalidad del sujeto y, por otra, la
seguridad emocional necesaria para la exploración del medio ambiente y un dominio cognitivo.

Sigmund Freud, en el año 1926, publica Inhibición, síntoma y angustia, ensayo en el cual no manifiesta
ninguna predisposición a aceptare la existencia de respuestas primarias de seguimiento que fueran
susceptibles de establecer un vínculo entre la madre y el bebé.

Para Freud, el amor que surge del niño hacia la madre es debido a la necesidad satisfecha de alimento; es
decir, el niño se apega a la madre porque ésta le da de comer y además le estimula sus zonas erógenas. Sin
embargo, sería injusto declarar que Freud era un fiel defensor de la teoría del impulso secundario, puesto
que en años posteriores manifestaría que las bases filogenéticas tienen una primacía tal que no importa si el
niño ha sido dado de mamar o ha sido alimentado con biberón y no haya gozado de la ternura de los
cuidados maternos. En ambos casos el desarrollo infantil sigue un mismo camino.

De las lecturas de las primeras exposiciones teóricas de la obra de Anna Freud se desprende una defensa de
la teoría del impulso secundario, pero al analizar sus trabajos clínicos se observan indicios de ideas un tanto
diferentes. Burlinngham y Freud (1942) en un estudio llevado a cabo con niños de las guarderías de
Hampstead (niños institucionalizados que quedaron huérfanos al principio de sus vidas) llegan a diversas
conclusiones de las que expondremos dos:

1. Sólo al segundo año de vida el apego que surge del niño hacia la madre alcanza su pleno
desarrollo.
2. Los niños se apegan incluso a madres que están continuamente de mal humos y a veces se
comportan de manera cruel con ellos. Por tanto, el potencial de apego siempre se halla
presente en el niño.
Debido a que el afecto se puede considerar independiente de lo que el niño recibe, estas psicoanalistas
llegaron a manifestar que el niño siente la necesidad de un vínculo temprano con la madre de manera
instintual.

Melanie Klein manifiesta que la relación que se establece entre el niño y su madre va más allá de la mera
satisfacción de necesidades fisiológicas. Sin embargo, en una de sus últimas publicaciones se muestra
indecisa y, por una parte hace hincapié en la primacía del pecho y la oralidad y, por otra, Klein expresa que
el niño desde el principio tiene conciencia de que existe algo más. Este “algo más” supone la formulación de
la teoría de un deseo primario de regreso al vientre materno. Por tanto, esta autora resalta la importancia
del componente no oral de la relación que se origina en el deseo primario que se acaba de mencionar.

Por ultimo, mencionaremos a Spitz, que se adhiere plenamente a las tesis de Freud (padre) acerca de la
teoría del impulso secundario. Defiende que las autenticas relaciones objetales surgen de la necesidad de
alimento.

Teoría etológica de Bowlby

La teoría de Bowlby es el enfoque más aceptado a la hora de explicar las relaciones de apego. Este modelo
se inspiró inicialmente en los estudios sobre la impronta. Las investigaciones sobre impronta han conducido
a un concepto teórico que ha sido ampliamente aplicado en el estudio del desarrollo infantil: el período
crítico. Se alude así a un tiempo limitado de la vida en el que el organismo está biológicamente preparado
para adquirir ciertas conductas; todo ello a condición de que reciba una estimulación apropiada del medio
ambiente. La importancia de este concepto radica en que muchos psicólogos han intentado averiguar si la
adquisición de complejas conductas sociales y cognitivas del ser humano tiene lugar en un periodo de
tiempo muy determinado.

Bowlby defiende que las tendencias innatas del bebé (llorar o armar jaleo cuando están incómodos) hace
que los adultos estén cerca para ayudarles a sobrevivir. A su vez, los adultos están preparados por la
evolución para responder a las señales del bebé, proporcionándoles el cuidado necesario y brindándoles la
oportunidad de la interacción social.

Bowlby, psiquiatra y psicoanalista británico, al observar los problemas emocionales de los niños que se
criaban en instituciones, encontró que estos tenían una gran dificultad en formar y mantener relaciones
cercanas. Bowlby atribuyó este problema a la carencia de estos niños de un fuerte apego con sus madres
durante la infancia. Su interés en este campo le condujo a dar una explicación etológica de cómo y por qué
se establece el vínculo entre madre e hijo.

La teoría de Bowlby reitera el principio fundamental de la etología clásica que defiende que el
establecimiento de un fuerte vínculo madre-niño es vital para la supervivencia del bebé. Este vínculo de
apego se desarrolla fácilmente durante un periodo critico o sensible; pasado este tiempo, puede llegar a ser
imposible formar una verdadera relación intima y emocional.

EL DESARROLLO DEL APEGO


En los seres humanos el vínculo de apego tarda unos meses en aparecer, ya que conlleva una compleja
mezcla de conductas entre la madre y su hijo y adquiere una gran variedad de formas. El establecimiento
del lazo afectivo, según Bowlby, evoluciona a través de cuatro etapas:

1. Fase de preapego. Abarca desde el nacimiento hasta las seis primeras semanas
aproximadamente. Durante este periodo, la conducta del niño consiste en reflejos
determinados genéticamente que tienen un gran valor para la supervivencia. A través de la
sonrisa, el lloro y la mirada, el bebé atrae la atención de otros seres humanos; y, al mismo
tiempo, es capaz de responder a los estímulos que vienen de otras personas. Tratan en
muchas ocasiones de provocar el contacto físico con el resto de los seres humanos. En esta
fase aparece un reconocimiento sensorial muy rudimentario hacia la madre. Prefieren la voz
de ésta a la de cualquier otro adulto a pesar de que todavía no muestran un vínculo de
apego propiamente dicho.
2. Fase de formación del apego. Abarca desde las seis semanas hasta los seis meses de edad.
En esta fase, el niño orienta su conducta y responde a su madre de una manera más clara de
cómo lo había hecho hasta entonces. Sonríe, balbucea y sigue con la mirada a su madre de
forma más consistente que al resto de las personas. Sin embargo, todavía no muestran
ansiedad cuando se les separa de la madre a pesar de reconocerla perfectamente. No es la
privación de la madre lo que les provoca enfado, sino la pérdida de contacto humano como
cuando, por ejemplo, se les deja solos en una habitación.
3. Fase de apego propiamente dicha. Este periodo esta comprendido entre los 6-8 meses hasta
los 18-24 meses. A estas edades el vínculo afectivo hacia la madre es tan claro y evidente
que el niño suele mostrar gran ansiedad y enfado cuando se le separa de ésta. A partir de los
ocho meses el bebé puede rechazar el contacto físico incluso con un familiar muy cercano ya
que lo único que desea y le calma es estar en los brazos de su madre. La mayor parte de las
acciones de los niños (andar a gatas por ejemplo) tienen el objetivo de atraer la atención de
la madre y una mayor presencia de ésta.
4. Formación de relaciones reciprocas. Esta fase comprende desde los 18-24 meses en
adelante. Una de las características importantes a estas edades es la aparición del lenguaje
y la capacidad de representarse mentalmente a la madre, lo que le permite predecir su
retorno cuando ésta está ausente. Por tanto, decrece la ansiedad porque el niño empieza a
entender que la ausencia de la madre no es definitiva y que en un momento dado, regresará
a casa. En esta fase, los niños a los que su madre les explica el por qué de su salida y el
tiempo aproximado que estará ausente suelen llorar mucho menos que los niños a los que no
se les da ningún tipo de información. A partir de los tres años, el niño despliega una serie de
estrategias con las que intenta controlar la interacción con su madre “obligándola” en
determinados momentos a pactar las entradas y salidas del hogar.
El final de estas cuatro fases supone un vínculo afectivo sólido entre ambas partes que no necesita de un
contacto físico ni de una búsqueda permanente por parte del niño, ya que éste siente la seguridad de que su
madre responderá en los momentos en los que la necesite.
SEGURIDAD DEL APEGO A TRAVÉS DE LA SITUACION EXTRAÑA DE AINSWORTH
La situación extraña es considerada como la técnica más usas para analizar la calidad del apego entre la
madre (o la persona que cuida al bebé) y su hijo en los dos primeros años de vida. Esta psicóloga y sus
colaboradores partieron de la base de que un vínculo afectivo adecuado proporciona unos sentimientos de
seguridad en el niño que se hacen muy obvios con la presencia de la madre. Esta seguridad hace que el bebé
explore con mayor frecuencia el entorno y el medio que le rodea.

Así, estos investigadores diseñaron una situación de laboratorio en la que a lo largo de ocho episodios el niño
“sufría” separaciones y encuentros con la madre y con una persona extraña para el bebé. Del análisis de las
conductas del chaval en estos ocho episodios se identificaron tres tipos de apego (seguro, evitante y
resistente) a los que se ha añadido un cuarto (apego desorganizado/desorientado) por los estudios de Main y
Solomon (1986).

Apego seguro

Estos niños se caracterizan porque pueden llorar o no, pero si lo hacen claramente es debido a la
preferencia que tienen por la madre ante el extraño. En el estudio de Ainsworth, los niños con apego seguro
buscan el contacto con la madre y reducen el lloro cuando ésta regresa a la sala.

Apego evitante

El patrón que siguen estos niños se caracteriza porque no muestran enfado ni ansiedad cuando la madre se
va de la sala, sino cuando se quedan solos. Parecen que reaccionan de la misma manera a su madre que a la
persona extraña. En general, no se resisten al contacto físico con su madre, pero se acercan sin ninguna
prisa a saludarla y no les provoca ninguna reacción especial de alegría.

Apego resistente

Antes de que la madre abandone la sala, los niños que siguen este patrón buscan insistentemente la
proximidad de su progenitora. Pero cuando regresa, los bebes se muestran enfadados, displicentes e incluso
llegan a pegar y a esconderse de ella. Además, muchos de ellos siguen llorando y es bastante difícil que la
madre logre consolarlos.

Apego desorganizado/desorientado

Este patrón de apego parece reflejar una gran inseguridad en su vínculo con la madre. Cuando la madre
vuelve a la sala, los niños muestran conductas muy contradictorias que claramente indican una
desorganización. La mayoría de estos niños no suele mirar a su madre cuando les cogen en brazos y
mantienen una expresión facial atónita. Algunos lloran después de haberse calmado y se muestran fríos y
distantes.

Debido a que la situación extraña está bastante relacionada con las situaciones con las que se enfrenta el
niño en la vida diaria, este estudio de laboratorio se puede considerar un instrumento muy potente a la hora
de analizar el tipo de apego que muestran los bebés con sus madres. Ahora bien, las pautas culturales tienen
un papel muy importante en el desarrollo social, cognitivo y emocional del niño, por lo que en algunas
culturas predominan mas un tipo de apego que otro.

FACTORES QUE AFECTAN AL DESARROLLO DEL APEGO


Los estudios nos muestran que los bebés que poseen apego seguro suelen tener madres amables, receptivas,
que no molestan ni maltratan a sus hijos. Sin embargo, los niños inseguros son hijos de madres que carecen
de todas o algunas de estas cualidades.

En líneas generales podemos hablar de cuatro grandes factores que inciden en la formación del apego:

Privación materna e institucionalización. En una serie de estudios muy conocidos de Spitz se observó que los
niños institucionalizados que habían sido abandonados por sus madres entre el tercer mes y el primer año de
vida mostraban una extrema sensibilidad a las infecciones así como un marcado retraso en el desarrollo.
Estos niños se criaban en una especie de cubículos sin ningún tipo de estimulación y tenían una cuidadora
para cada grupo de siete u ocho niños. En estas condiciones, los bebés solían manifestar un apego inseguro
cuando interactuaban con las personas que les cuidaban.

Aquellos chavales que sufrían una separación maternal muy prolongada en la segunda mitad del primer año
de vida mostraban un desorden depresivo muy severo denominado depresión anaclíctica. Al poco tiempo de
llegar a la institución, los bebés empezaban a aislarse del entorno, perder peso, llorar continuamente y
sufrir insomnio. Si no recuperaban pronto a la madre o no se establecía una adecuada relación con una
cuidadora, la depresión era prácticamente irreversible.

Sin embargo, el daño es muy importante, pero no irreversible. Bebés que han vivido en condiciones penosas
en las instituciones de su país de origen, vienen a nuestra sociedad con un gran retraso en relación con los
niños de su edad. No obstante, si el nivel socio-afectivo-cultural de la familia que adopta es lo
suficientemente elevado como para ofrecer a estos niños los estímulos afectivos y cognitivos de los que han
carecido, es muy posible que el retraso vaya desapareciendo y que se igualen con los niños de su edad.

Calidad de la crianza. La teoría etológica manifiesta que los bebés criados en familias cuyos padres son
insensibles a las demandas y necesidades del niño suelen desarrollar un apego inseguro. Un cuidado
maternal extremadamente inadecuado puede suponer un potente predictor de desordenes en el
establecimiento del apego. Ainsworth y colaboradores observaron que los niños con apego seguro tenían
madres que en los primeros meses de vida respondían rápidamente al lloro del bebé e intentaban adaptar su
conducta a la de su hijo. Sin embargo, los niños con apego inseguro (evitante, resistente y
desorganizado/desorientado) solían tener madres que evitaban el contacto físico con su hijo y se
comportaban de manera rutinaria en las interacciones cara a cara típicas del cuidado de todo bebé.
Además, en las familias donde la ansiedad es la característica predominante del entorno, las madres suelen
ser más insensibles y, por tanto, aumenta la frecuencia del apego inseguro.

Características del niño. Existen estudios que relacionan los partos complicados, niños prematuros,
enfermedades en los primeros meses e incluso el temperamento del niño con problemas en el
establecimiento del vínculo afectivo del niño. Los niños extremadamente difíciles (lloran todo el día y se
muestran irritables con mucha frecuencia) suelen provocar ansiedad en la madre y esto hace que sea mas
complicado el establecimiento del lazo afectivo. Sin embargo, si los padres tienen recursos afectivos,
sociales y cognitivos adecuados para manejar el difícil temperamento del bebé o la enfermedad del mismo,
puede no haber excesivos problemas a la hora de desarrollar el apego.

Por tanto, un temperamento difícil del niño no tiene por qué provocar un apego inseguro; depende de cómo
los padres ajusten de manera armoniosa su conducta a la del bebé.

EL APEGO DE LOS PADRES


Cuando un adulto tiene su primer hijo posee en su background gran cantidad de experiencias de apego: con
sus padres, hermanos, parejas y amigos/as. Por propia experiencia sabemos que las relaciones afectivas
pueden provocar confianza y seguridad o, por el contrario, sentimientos de inseguridad o ansiedad. Main y
colaboradores (1985) se han interesado en analizar si las relaciones de apego (seguras o inseguras) que los
padres tuvieron en la infancia tienen alguna influencia en el apego de los hijos. Basándose en las
declaraciones de los padres, nos encontramos con cuatro categorías que, de manera somera, describimos a
continuación:

 Autónomos: padres que valoran y reconocen la influencia de las relaciones de apego, pero al
mismo tiempo son capaces de hablar de ellas con objetividad.
 Desentendidos: desprecian la importancia de las relaciones de apego y tienden a idealizar a
sus padres sin poder aportar ejemplos concretos para defender su postura.
 Preocupados: adultos muy emotivos que no pueden hablar con objetividad de sus
experiencias tempranas de apego. Muy preocupados con el pasado.
 Pendientes de resolución: padres que todavía no han reconciliado sus pasadas relaciones de
apego con el presente. En ocasiones, todavía están reconciliándose con la perdida de sus
propios padres y las vivencias relacionadas con ello.
Los estudios no sindican que estos tipos de apego en los adultos están estrechamente relacionados con el
tipo de apego que establecen con sus hijos. Las madres autónomas suelen tener hijos con apego seguro; las
desentendidas tienden a tener hijos evasivos, con apego evitante; las preocupadas suelen crear a niños
rebeldes quizá con un apego resistente y queda menos claro el paralelismo de aquellos padres clasificados
como pendientes de resolución, quizá porque pueda suponer una época transitoria para muchos adultos.
No se puede concluir de una forma rotunda, pero podríamos finalizar manifestando que el apego de un bebé
a su madre podría depender del tipo de apego que tuvo con ella su propia madre muchos años antes. - See
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