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Mi deseo en la picadora de carne

sobre la actividad “Lo político y el poder”

Los coordinadores comenzaron la actividad interpelándonos directamente a


los participantes. Se nos pedía que diéramos un paso al frente aquellos y aquellas
que nos identificábamos con las situaciones enunciadas en el micrófono: aquellos
que compartimos prácticas (religiosas, deportivas, políticas) con nuestros
familiares, aquellos que alguna vez nos sentimos violentados, aquellos que alguna
vez estuvimos involucrados en una relación de opresión…

Todas estas situaciones buscaban ilustrar cómo el poder nos atraviesa,


cómo somos construidos, en tanto sujetos, por relaciones de poder y cómo las
instituciones forman nuestra identidad, tanto individual como colectiva. Al
respecto de este punto es interesante considerar el giro epistemológico
fundamental que introduce Michael Foucault en el análisis de las relaciones de
poder.

Foucault introduce una crítica a la concepción tradicional del poder como


una cosa que se “posee”, que está ubicada en un lugar determinado y que puede
“ganarse”. En cambio, desde su perspectiva, el poder funciona siempre de manera
relacional:

“El ejercicio del poder no es simplemente una relación entre "parejas",


individuales o colectivas; se trata de un modo de acción de algunos
sobre algunos otros. Lo que es decir, desde luego, que no existe algo
llamado el Poder, o el poder, que existiría universalmente, en forma
masiva o difusa, concentrado o distribuido. Sólo existe el poder que
ejercen unos sobre otros” (Foucault; 1988).

Como aquello por medio de lo cual algunos estructuran el campo de acción


posible de los otros, el poder requiere de sujetos “libres” para poder operar.
Justamente por eso el poder disciplinario surge en los inicios de la modernidad,
con la aparición de la noción del sujeto de derecho:

“El poder se ejerce únicamente sobre "sujetos libres" y sólo en la


medida en que son "libres". Por esto queremos decir sujetos
individuales o colectivos, enfrentados con un campo de posibilidades,
donde pueden tener lugar diversas conductas, diversas reacciones y
diversos comportamientos. Ahí donde las determinaciones están
saturadas, no hay relación de poder, sino justamente cuando puede
desplazarse y en última instancia escapar.” (Foucault; 1988).

Instituciones como la escuela, la cárcel, la salud mental y la familia surgen


como dispositivos mediante los cuales el poder construye nuestras subjetividades.
Una de las lógicas que rigen el ejercicio de las disciplinas es la segmentaridad: la
división en fragmentos moleculares, celulares, orgánicos. Al mismo tiempo, la
institución Estado aparece como una entidad totalizadora, central, que nuclea esos
segmentos.

Deleuze y Guattari, en su obra Mil Mesetas, vuelven a pensar esta relación


entre la segmentaridad y la centralidad a partir de la idea de lo molecular y lo
molar, respectivamente. Ambos dominios están presentes en el interior del
sistema: cada segmento tiene en sí su propio centro, y, además, todos ellos están
organizados en relación a un centro común, un “punto de resonancia” para todos
los puntos. Ese punto de resonancia es el Estado:

“(…) la segmentaridad más dura no impide la centralización: el punto


central común no actúa como un punto en el que se confundirían los
otros puntos, sino como un punto de resonancia en el horizonte detrás
de todos los otros puntos. El Estado no es un punto que carga con los
otros, sino una caja de resonancia para todos los puntos. (…) Como
consecuencia, por otro lado e inversamente, la centralización más
estricta no suprime la distinción de los centros de los segmentos y de
los círculos. (…) En ese sentido, la centralización siempre es jerárquica,
pero la jerarquía siempre es segmentaria”. (Deleuze y Guattari; 2002).

La segmentaridad, para estos dos autores, está presente en todos los


ámbitos de nuestra realidad. Lo vivido está segmentado: la división de la casa en
habitaciones, la división de las calles de la ciudad, la división de la fábrica según la
naturaleza de los trabajos, la división de nuestros propios cuerpos según los
criterios de la biología moderna.

La segmentaridad opera de tres maneras: binaria, en tanto determina


oposiciones duales, como hombre-mujer, niño-adulto, propietario-empleado;
circular, en tanto determina espacios “cada vez más anchos”, como mi casa, mi
barrio, mi ciudad, mi país; y lineal, en tanto determina segmentos en un proceso,
por ejemplo, el recorrido educativo que el sujeto atraviesa para insertarse en el
espacio laboral. La política, para los autores, opera no solamente a un nivel macro,
en tanto actúa desde y sobre los centros, sino que también existe una micro-política
al interior de cada uno de los segmentos. Éstas prácticas micro-políticas no
necesariamente reproducen la macro-política molar, también pueden subvertirla,
reforzarla, negarla, transformarla.

En el grupo coordinado por Alicia Acquarone, del que me tocó participar, la


consigna nos invitaba justamente a pensar al respecto de la relación entre “el
poder y el Estado”. La compleja relación entre libertad e igualdad –la tensión
siempre presente entre democracia y liberalismo en el seno de las sociedades
modernas (y posmodernas)– fue el punto de partida que nos permitió analizar
nuestra coyuntura política, marcada por un nuevo avance de la derecha neoliberal
y reaccionaria en Latinoamérica.

Como plantea Norberto Bobbio en un texto que integra la bibliografía


obligatoria de Pensamiento Sociopolítico II1, estas dos corrientes de pensamiento
político, que con el tiempo quedaron asociadas como dos conceptos inseparables

1
Córdova Vianello, L. (2009). Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad.
uno del otro, originalmente representaban ideas enfrentadas y casi antagónicas. El
liberalismo, al poner el eje en las libertades individuales y los derechos civiles del
hombre blanco y burgués, encontraba muy difícil reconciliarse con las ideas del
pensamiento democrático, que toma como base la garantía de los derechos civiles
para plantear un proceso que busca lograr la igualdad de los ciudadanos en
términos sociales, económicos y laborales.

La cuestión principal que retomó la profesora fue la interrelación


fundamental entre libertad e igualdad: no puedo ser libre solo, es necesario que
esa libertad se funde sobre la base de la igualdad. La libertad es siempre colectiva.
Se vuelve necesario afirmar este principio frente a un sistema neoliberal que
reduce los segmentos que operan en términos de micro-política al nivel del
individuo aislado, al mismo tiempo que produce una des-centralización, el
debilitamiento del Estado para eliminar todo tipo de regulación a los flujos de
capital.

Me gustaría remitirme en este punto al libro “Realismo capitalista”, del


crítico cultural inglés Mark Fisher. En esta obra, Fisher se pregunta cómo es que el
neoliberalismo hace operar una clausura de sentido que no permite pensar en
alternativas al capitalismo que nos parezcan posibles. Hay una famosa frase que el
autor retoma: Hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del
capitalismo.

La propuesta del autor frente a esta aparentemente desoladora perspectiva


es evidentemente guattariana –de ahí que me haya interesado retomar su obra en
este informe–: Guattari plantea, mediante el método esquizoanalítico, determinar
de la forma más fina y más acerada posible cómo es producida nuestra sumisión
generalizada a “las semiologías del lenguaje y a los significantes de los poderes
dominantes”, para así “actuar en el capitalismo mundial integrado a fin de hacer
advenir posibles”2:

2
Guattari, F. (2013) “Prefacio” en Líneas de Fuga.
“Apropiarse y hacer uso de un método esquizoanalítico consiste, desde
entonces, en captar el «virus micropolítico» en acto en tal máquina
disciplinaria, en tal otro sistema de supervivencia y en huir, a campo
traviesa, por vías indirectas, hacia tierras inexploradas que se
encuentran no obstante muy cerca, justo al lado de nuestras manos
pero que nuestra ceguera no nos permitía hasta entonces discernir.”
(Guattari; 2013)

El realismo capitalista del que habla Fisher nos impide percibir que el
orden simbólico que funda el “principio de realidad” del capitalismo tardío está
asentado sobre la represión de un vacío traumático:

“Para Lacan, lo Real es aquello que toda “realidad” debe suprimir; de


hecho, la realidad se constituye a sí misma a partir de esta represión.
Lo Real es una x impávida a cualquier intento de representación, un
vacío traumático del que sólo nos llegan atisbos a través de las
fracturas e inconsistencias en el campo de la realidad aparente. De
manera que una estrategia contra el realismo capitalista podría ser la
invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo nos
presenta”. (Fisher; 2016)

Algunos de estos vacíos traumáticos, para el autor, son el desastre ambiental y la


salud mental. Re-politizar estos terrenos –terrenos que la ideología hegemónica
nos obliga a pensar como competentes solamente en un sentido individual–, tanto
en términos micro como en términos macro, volver a colectivizar nuestro malestar
en el sistema puede ser una forma de superar la clausura y hacer emerger
alternativas. Pero, para eso, es necesario que, antes que nada, nos hagamos cargo
de la forma en la que nuestro deseo se inserta en “la picadora de carne del
capitalismo”3, asumir nuestra propia complicidad en las relaciones planetarias de
opresión.

Martín Chiappino
17/10/2018

Bibliografía

Deleuze, G. y Guattari, F. (2002). “Micropolítica y segmentaridad” en Mil mesetas.

Foucault, M. (1988). “El sujeto y el poder”.

Guattari, F. (2013). “Prefacio” en Líneas en Fuga. Por otro mundo de posibles.

Córdova Vianello, L. (2009). Liberalismo, democracia, neoliberalismo e


ingobernabilidad.

Fisher, M. (2016). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?

3
Íbidem.

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