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Continuando con el proceso de formación de los estados nacionales, otro capítulo que
ha dado cuenta de la participación popular tiene que ver con la formación de las tropas
y ejércitos en los nacientes Estados nacionales y durante periodos de protagonismo del
liberalismo, de contiendas civiles y construcción de identidades partidistas, nacionales
o regionales. Son los trabajos de Cecilia Méndez para el Perú, sobre la estructura
militar en la formación de la identidad en América Latina.
Cecilia Méndez, se ha propuesto explicar la relación histórica entre los militares y las
poblaciones campesinas, así como el papel de la guerra en el sistema político. En “Las
guerras olvidadas del Perú”, argumenta que en las contiendas de las primeras décadas
de la independencia, además del ascenso social, los pobres del campo podían negociar
sus derechos y obligaciones con el Estado, es decir, su condición ciudadana. Sugiere,
además, que las poblaciones rurales participaron en las guerras civiles tomando las
armas y asumiendo tareas de gobierno y control social, actividades definitivas en el
proceso de formación del Estado Nacional. Pero lo más novedoso de su propuesta es
comprender la participación política, no desde el discurso formal doctrinario, sino
desde un ámbito material, pragmático, que como lo afirma la autora ha sido el más
descuidado en los análisis. En esta dirección enfatiza en las formas propias de las
guerras del siglo XIX, de ejércitos que no eran autosuficientes sino que requerían el
concurso de la población civil, en un espacio como los Andes peruanos, de extensa
aridez y necesidad organizativa para la explotación de recursos.
Mediando entre los enfoques según los cuales los ejércitos obtuvieron todos los
recursos a la fuerza y aquellos que construyeron la idea de unos campesinos
colaboradores con los militares, producto de un “patriotismo natural”, Cecilia Méndez
indica que además de utilizar el saqueo, el reclutamiento forzoso y en general la fuerza,
los ejércitos también tuvieron que atenerse a lo que los campesinos aceptaban darles,
pues el Estado carecía de suficiente capacidad coercitiva. De tal forma que más que
develar discursos programáticos, Cecilia Méndez propone buscar en los recursos y los
hechos las razones pragmáticas que condujeron a los campesinos a aliarse con uno u
otro bando, y en general a la alianza entre ejército, campesinos y Estado. Tal relación es
observada en la Sierra Central peruana, región que la autora encuentra como escenario
neurálgico de la política nacional y de la constitución del Estado.
Méndez afirma que la relación entre campesinos y ejército es central para la
comprensión de la historia política del Perú. La alianza entre campesinos y militares en
el Perú conduce a la historiadora a reflexionar sobre el potencial popular del
autoritarismo militar, en procesos excepcionales y complejos como el gobierno del
general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), que buscó la reactivación de la memoria
de Túpac Amaru; o en la alianza entre ronderos y militares, en la última guerra civil
peruana, donde las comunidades campesinas tuvieron un papel protagónico en la
derrota de la guerrilla maoísta.
En estas alianzas políticas populares Cecilia Méndez ve una variante respecto a la
participación campesina e indígena en Bolivia o Ecuador, e incluso al militarismo
venezolano. No obstante tal hipótesis parece plantear problemas, principalmente para
la historia más reciente del Perú, que puede implicar cierta retórica militar pro-
indígena, o pro-campesina, o por lo menos advertir las tensiones y contradicciones que
alberga tal hipótesis, complejidad analítica que no esquiva la autora.
Cecilia Méndez se interroga por qué en la larga duración, cuando son comparados los
gobiernos militares con aquellos que se desarrollan bajo las banderas de la democracia,
son los primeros los que ganan el apoyo popular: “resulta revelador que el periodo más
prolongado en el que el Perú experimentó gobiernos civiles ininterrumpidos sea
conocido como la República Aristocrática 1895-1919, un periodo donde democracia y
gobierno de la oligarquía llegan a ser sinónimos”. Tal es la contradicción. “Pareciera
pues que en el Perú los momentos de mayor integración de los campesinos al Estado y
a los beneficios de la ciudadanía coinciden con momentos autoritarios”, refiriéndose la
autora a los gobiernos de Augusto B. Leguía (1919-30) y Juan Velasco Alvarado (1968-
1975). Pero los argumentos de mayor interés corresponden al siglo XIX, donde
cuestiona la idea de que la sierra central y su población campesina, estuvieran excluidas
de la vida nacional y la ciudadanía, argumentando que, por el contrario, las guerras
civiles fueron la forma de participación e inclusión de los campesinos en la política
nacional.