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LíberArce es la consigna

- A 50 AÑOS DE LA AGONÍA DEL URUGUAY LIBERAL -

En memoria de Susana Pintos y de Hugo de los Santos, del compañero consigna Líber Arce;
obreros y estudiantes, jóvenes comunistas que pusieron el pellejo y la vida detrás de sus ideas, y
que con su sangre desbordaron los ríos de la lucha popular en Uruguay.

A través de este artículo intentaré realizar un breve análisis histórico y


desarrollar algunas reflexiones sobre una etapa fundamental de la historia
uruguaya, sintetizada en el año 1968. Lo haremos desde una perspectiva
filosófica, desarrollando lo que con un conjunto de compañeros
denominamos Filosofía democrática.
Este trabajo de reflexión crítica sobre el pasado y el presente de Uruguay,
Latinoamérica y el mundo, con un claro compromiso con la memoria
histórica y con el fortalecimiento de la democracia, también lo hemos ido
volcando en la columna de filosofía de ‘Los sonidos de la historia’, programa
de Radio Nacional 1130 am..
¿Era deseable la muerte del Estado de Derecho y las garantías
democráticas? ¿El fin del Uruguay liberal significó un avance revolucionario
o un retroceso reaccionario? ¿Cuán amplia y profunda fue la unidad forjada
por el pueblo uruguayo? ¿Cómo se dio el proceso de imposición del
neoliberalismo en Uruguay? ¿Cuáles fueron las expresiones de un
capitalismo en crisis, y del proceso de avances populares? ¿Qué síntesis se
generaron?

Ardía Uruguay y el mundo

Recordar a Líber Arce como el primer joven, estudiante y trabajador, asesinado por el Estado
uruguayo; a Hugo de los Santos y a Susana Pintos también baleados y asesinados por la Policía;
fortalecer su memoria es reflexionar sobre la lucha por las libertades democráticas y el cambio
social. Recordarlos inmersos en la movilización y la unidad programática, social y política del
pueblo uruguayo. Y también como víctimas del autoritarismo, la respuesta del poder a la resistencia
y al avance popular.
En el año 1968 los pueblos del mundo fueron protagonistas de masivas y duras luchas. Ante la
conmoción por la muerte del Ché Guevara, la revolución cubana seguía avanzando e influyendo en
el ánimo y la conciencia de grandes masas en Latinoamérica y el mundo.
En México los estudiantes desplegaron una intensa movilización, que fue brutalmente reprimida,
generándose la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Estados Unidos, la potencia
hegemónica del mundo capitalista, también sufrió una gran agitación social, con el Movimiento por
los derechos civiles, y con las protestas contra la invasión en Vietnam. El mismo Vietnam era
ejemplo para los pueblos del mundo el la lucha por la liberación nacional, por liberarse del imperio
asesino de niños. También en Europa el mayo francés fue símbolo de una juventud que se rebelaba
ante un Estado de Bienestar que no respondía a sus necesidades.
En esa coyuntura el pueblo uruguayo, que venía desarrollando un histórico proceso de unidad en
la lucha, sufrió una gran conmoción. La lucha popular se tiñó de tragedia ante el desborde
autoritario del gobierno encabezado por Jorge Pacheco Areco. Era la expresión más clara y dura de
la violenta respuesta del poder dominante ante un Uruguay y un mundo capitalista en crisis.

La forja de la alianza obrero-estudiantil

El movimiento estudiantil uruguayo ha demostrado, desde hace un siglo, su disposición al


combate en defensa de la educación pública y por transformaciones sociales profundas. Ejemplo de
esto es que la FEUU fue fundada hace casi 90 años, en 1929, como síntesis de las luchas
estudiantiles nacionales y latinoamericanas.
En el sitio web de la FEUU1 se dice: “La Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay
(FEUU) es una organización de estudiantes de la Universidad de la República. Fue fundada el 26 de
abril de 1929 y tiene como antecedente organizativo directo una huelga estudiantil por autonomía y
cogobierno en 1928, en el marco del movimiento de la Reforma Universitaria latinoamericana.”
En 1918 Córdoba fue escenario de grandes luchas de estudiantes y trabajadores, reprimidos por
las fuerzas del Estado y la derecha de Argentina. Esa lucha social, intensa y dolorosa para el pueblo,
conquistó la autonomía universitaria que marcó la historia de lo que se ha denominado la
Universidad latinoamericana.
Esa conquista fue una clara expresión de una nueva etapa de la lucha social en Latinoamérica. En
particular de la radicalización del movimiento estudiantil, en proceso de alianza con la clase obrera
en su perspectiva estratégica de cambios profundos.

1
- feuu.uy
Córdoba en el 18 no fue solamente argentina, ni el 68 en Uruguay fue solamente uruguayo. La
radicalización del estudiantado latinoamericano fue parte de un proceso continental e internacional
de lucha de los pueblos por su liberación. Fermentada por una crisis capitalista cada vez más aguda.
Los pueblos del mundo vivían procesos de acumulación de fuerzas, avances democráticos y
revoluciones sociales. Así como de constante y creciente represión por parte de los Estados y los
grupos paramilitares, de la derecha social y política, de la rosca oligárquica en cada nación, y de la
creciente presencia teórica y práctica del aparato militar y económico estadounidense.
En el mundo, en Latinoamérica, y particularmente en Uruguay ese proceso de avance y ofensiva
popular, tuvo como pilar fundamental la alianza obrero-estudiantil. En nuestro país esta alianza
recorre una etapa de forja histórica, que en 1958 tiene una síntesis de movilización conjunta y lucha
de masas. En ese año las luchas del movimiento obrero y estudiantil se encuentran en las calles, se
sintetizan en mayor organización y conciencia, y también en avances conquistados en el
Parlamento.
El movimiento sindical planteaba diversas leyes obreras como por ejemplo el seguro de
desempleo. Esto significaba un gran despliegue de organización y movilización, así como un
desarrollo de la conciencia de clase entre los trabajadores. Un trabajo de masas. Que se expresaba
en grandes conflictos y movilizaciones callejeras.
Pero también el 58 iba a tener al movimiento estudiantil en pie de lucha. A la FEUU
movilizándose por la autonomía y el cogobierno de la Universidad. A los estudiantes de secundaria
y de la UTU en combate por mayor presupuesto y mejores condiciones de estudio.
Las luchas obreras y estudiantiles irán confluyendo en movilizaciones conjuntas. Una expresión
de esto fue el Plenario de sindicatos, convocado por la Comisión Intersindical de Solidaridad, en el
cual participaron representantes de la FEUU. El movimiento obrero y estudiantil acumulaban
fuerzas. Entendiendo por acumulación, la unidad de acción y la unidad programática, la creciente
experiencia educativa de las masas en medio de la lucha.
Es fundamental entender ese fenómeno de que el movimiento estudiantil no solo se desarrollaba
en la Universidad, también en Secundaria. La lucha en los liceos crecía. La Federación de
Estudiantes de Secundaria realizó una huelga estudiantil que abarcó varios liceos. La juventud se
fogueaba en la lucha, y también en la represión. Una movilización estudiantil en la Plaza
Independencia fue reprimida salvajemente por la Policía.
En las movilizaciones del 1958 se comienza a corear la consigna ‘Obreros y estudiantes, unidos
y adelante’, consigna que expresaba que en el proceso de unidad del pueblo se daba un salto en
calidad, se materializaba la alianza-obrero estudiantil. Esta unidad en la lucha, esta unidad de acción
era el germen de la unidad sindical y obrero estudiantil, social en general y luego política.
Se ha señalado también, como rasgo peculiar de este proceso de acumulación, que en ese marco
de lucha se generaba, a nivel vivencial de las personas involucradas, una identificación subjetiva
más allá del sector social, que unió a los militantes. Vivencias como la agitación y la propaganda de
masas, la sufrida represión que desplegaban los gobiernos autoritarios blancos y colorados, el
“ocio” en las largas jornadas de militancia, creaban un espíritu de conjunto, una unidad en la
diversidad. Si la lucha y el trabajo en conjunto unen a la gente, entonces si la lucha es de masas,
crece la unidad del pueblo, crece una fuerza quizás invencible.
Esta movilización (y por lo tanto, acumulación de experiencias) también significaba un avance
en la conciencia social. Conciencia de clase, fundamentalmente para la clase trabajadora, que iba
conquistando buena parte de sus reivindicaciones, pero que también estaba sumergida en duros
conflictos con las patronales y con el Estado.

Una década de acumulación

En la década que va de 1958 a 1968 continuó forjándose la alianza obrero-estudiantil y la unidad


del pueblo uruguayo. La crisis también continuó su rumbo de deterioro de las condiciones de vida.
Y los dos gobiernos del Partido Nacional no fueron una alternativa para la crisis económica social,
sino que significaron su agudización.
Paradójicamente los gobiernos ‘nacionalistas’ profundizaron la dependencia económica de
Uruguay, y debilitaron fuertemente la soberanía nacional. Adoptaron sin cuestionamientos las
recetas del Fondo Monetario Internacional, comenzó el proceso de desmantelamiento de la industria
y de retroceso de derechos sociales y libertades sociales. Los primeros dos gobiernos del Partido
Nacional fueron el comienzo de la aplicación del neoliberalismo en Uruguay. Significaron un ajuste
de cuentas contra el pueblo, que se recrudecería en 1968, y tendría su expresión más aguda con la el
golpe de Estado y la dictadura fascista cívico-militar de 1973 a 1985. Pero ese proceso de
resquebrajamiento de la economía y la sociedad uruguaya tenía como contrapartida la creciente
combatividad y unidad social.
Entonces, se puede entender que la agudización de la lucha de clases en el 68, la masiva
combatividad del pueblo, y la brutal represión desatada, no fueron, ninguno de los dos, fenómenos
espontáneos. Se venía de un proceso de acumulación de tensiones sociales, marcadas
dramáticamente por una crisis social cada vez más aguda.
Y no fue un proceso exclusivo de Uruguay, sino también de Latinoamérica. La revolución
cubana, a inicios de 1959, influyó en el estado de ánimo de los pueblos, la izquierda y el
movimiento revolucionario en toda América Latina y el mundo. Los sindicatos obreros y diversos
sectores de la sociedad, cada vez más crecientemente el movimiento estudiantil, se sumaron a las
acciones de solidaridad con la revolución cubana.
Al proceso de lucha social de cada pueblo, se sumaba el ejemplo revolucionario de Fidel y el
Ché, gran inspiración en el proceso por la liberación nacional y por la revolución social. La
revolución cubana tuvo un fuerte impactó en la juventud elevando sus niveles de conciencia y
combatividad.
No era un proceso libre de contradicciones. Una expresión clara y dolorosa de estas
contradicciones internas del movimiento de liberación nacional y revolucionario latinoamericano
fue la muerte de ‘Ché’ en Bolivia.
El Encuentro de las Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en La habana,
resolvió decretar que la vía revolucionaria en América Latina era la lucha armada. La muerte del
Che, dos meses después de la OLAS, ya anunciaba que quizás no fue la resolución indicada, y que
si las luchas por la liberación nacional no tomaban en cuenta la acumulación histórica de cada
pueblo, estarían condenadas al fracaso.
La caída del guerrillero heroico, de cierta manera hace repensar cómo llevar adelante la
estrategia revolucionaria. Marcó que los pueblos debían prepararse para diversas formas de lucha,
teniendo presente la correlación de fuerzas, y el momento político, lo que no significaba quitarle el
contenido de clase a la lucha. Pero la muerte del Ché también sirvió para inspirar otras tendencias
de izquierda que, lejos de un análisis objetivo del proceso histórico, profundizaron sus tácticas de
acción directa o lucha armada.
El movimiento popular uruguayo se desarrollaba en medio de esas discusiones, diferencias y
contradicciones del movimiento latinoamericano. Y si bien hubo claras expresiones de grupos
políticos que optaron por la vía armada para la revolución, también maduraba la unidad social y
política de un pueblo que eligió el camino de la acumulación de fuerzas, las reivindicaciones
programáticas, la conjugación de los paros, las huelgas y las movilizaciones callejeras con la lucha
parlamentaria y política.
En 1965 se realiza el Congreso del Pueblo, con más de 1000 delegados representando a cientos
de organizaciones populares. Este Congreso fue una expresión de la cada vez más fuerte unidad
social, pero también generó un instrumento fundamental para continuar desplegando la acumulación
y la lucha de masas, un programa de soluciones a la crisis que unía las aspiraciones populares, en
una perspectiva de liberación nacional. El pueblo quería liberarse.
Y un año después, en 1966 se reunió el Congreso de Unificación Sindical, logrando superar las
históricas divisiones que había atravesado el movimiento obrero y sindical. La CNT significó la
unidad en la diversidad de la clase trabajadora, ejemplo histórico para la clase trabajadora de todo el
mundo. Núcleo fundamental de la lucha y las conquistas obreras y populares, así como de la
resistencia, primero al autoritarismo y luego al fascismo.

Los límites de la conciliación

En 1967 vuelve a ganar las elecciones el Partido Colorado. Esto significó que el pueblo no
encontró soluciones a sus problemas en los gobiernos ‘nacionalistas’. Esta incapacidad del Partido
Nacional para gestionar la crisis social, se expresó en que ya a mediados de 1960 se empezara a
plantear, desde las Fuerzas Armadas, la necesidad de un golpe de Estado para ‘poner orden’ en el
país. Y no fue casual que uno de los primeros en plantear esto fuera el general Mario Aguerrondo,
vinculado al Partido Nacional.
El primero de marzo de 1967 asume la Presidencia el militar retirado, ex interventor de AFE,
Oscar Gestido. En un inicio el nuevo gobierno colorado buscaba la conciliación entre clases
sociales. Pero ya al final de su corta presidencia, el gobierno de Gestido toma un rumbo autoritario,
expresando la etapa que se había comenzado a abrir en América latina: la aplicación por la fuerza
del neo-liberalismo.
Fue con Jorge Pacheco Areco, que en diciembre de 1967, luego de la muerte de Gestido, que se
aplicó decididamente esta estrategia de dominación. Con la asunción de Pacheco, la oligarquía
aumentó su peso en el Poder Ejecutivo, y el Estado comenzó a desplegar claramente su táctica de
liquidación del movimiento sindical y la resistencia popular.
Esta agudización del carácter represivo del Estado que se comienza a expresar al final de la
Presidencia de Gestido con la aplicación de las Medidas Prontas de Seguridad, era la respuesta que
tenía el poder a un creciente movimiento obrero y estudiantil. Los enfrentamientos de la clase
trabajadora con el gobierno, que tenían como fuerza la unidad sindical, tenían repercusiones
sociales, políticas y culturales.
En la primavera del 67, en octubre, es cuando se concreta el giro hacia la derecha del gobierno
de Gestido, con un creciente deterioro de las libertades públicas, la vuelta a la línea económica y
política del FMI, lo que significó un aumento de la opresión económica y de la represión policial.
Los batllistas consecuentes que integraban el gobierno renuncian, Zelmar Michelini y Almicar
Vazconcellos, y Gestido comienza a instrumentar en el Poder Ejecutivo la alianza blanqui-colorada
que expresaba lo más reaccionario de la política uruguaya.
Ya en agosto de 1967 se comenzaba a visualizar la tendencia autoritaria del gobierno. El 3 de
agosto se interviene militarmente el puerto de Montevideo para frenar un conflicto sindical. Gestido
designa como director al general retirado Pedro Ribas. El 26 de agosto, debido a presiones
extranjeras, un decreto presidencial prohíbe el Congreso Permanente de Unidad Sindical
Latinoamericana, expulsando a los delegados de otros países. Aumentaba la presencia del
imperialismo yanqui en la política interna uruguaya.
Las medidas represivas eran enfrentadas por la CNT con paros y movilizaciones. Esta tenaz
resistencia del movimiento obrero y sindical, tuvo una nueva respuesta en la instalación por dos
semanas de la Medidas Prontas de Seguridad. Estas medidas eran la síntesis política del gobierno,
en principio para mantener el funcionamiento de los servicios públicos, pero también como
condición de posibilidad del necesario ajuste social, en detrimento de los sectores populares. Era
necesario ampliar las competencias de la represión.
Pero el movimiento sindical no retrocedía. Y ante las nuevas respuestas de paro y movilización,
se aumentó la represión policial. Se comenzó a detener e interrogar a los militantes sindicales, a
censurar medios de prensa que difundían la información de las medidas y reclamos sindicales, como
El Popular o Marcha.
Si bien el 23 de octubre se levantan las medidas, en noviembre se realiza la detención de
dirigentes bancarios para desbaratar una huelga; en la ley de presupuesto se agrega a los cometidos
del ejército la cooperación con el mantenimiento del orden público y los servicios esenciales; la
policía prohíbe las manifestaciones de la CNT; y se comienza una persecución explícita contra las
quienes se definieran como marxistas-leninistas, generándose detenciones por delitos de opinión e
ilegalizándose varios partidos y grupos políticos que pregonaban la lucha armada.
Nuevamente el movimiento popular y la izquierda se encontrarían debatiendo sobre los caminos
a seguir. En el movimiento obrero, en buena parte del movimiento estudiantil, la intelectualidad y
en diversos grupos de izquierda, cobra fuerza la lucha en defensa de las libertades amenazadas,
adoptando la postura de no ser los generadores de provocaciones ni enfrentamientos con la Policía.
La clase obrera y el pueblo uruguayo aplicaron una política de alianzas en defensa de la
democracia, ya que sus intereses coincidían cada vez más con la defensa de derechos y libertades
públicas que se iban perdiendo.

1968: un año de síntesis

A inicios de 1968, a nivel internacional se generaba el avance de las fuerzas de liberación


nacional en Vietnam. Esto repercutiría en el aumento de las campañas y las movilizaciones de
solidaridad, y elevaría el estado de ánimo de la izquierda y el movimiento revolucionario.
La nueva situación política de retroceso democrático, sobre todo desencadenada con la asunción
de la Presidencia por Pacheco Areco, fue generando, como contrapartida, el avance en la unidad
social y política del pueblo uruguayo. Se venía de un proceso represivo con presos políticos por
delito de opinión (que llamaban a la lucha armada en base a la declaración del ‘Olas’), órganos de
prensa clausurados y organizaciones políticas ilegalizadas. La izquierda y el movimiento popular
generaban consensos programáticos en torno a la ruptura con el FMI, contra la congelación de los
salarios, y la defensa de las libertades.
Se iban generando alianzas sociales y políticas con diversos sectores anti-autoritarios. Dirigentes
y sectores que se irían desprendiendo de los Partidos Tradicionales, como los batllistas
consecuentes, pero también sectores de la iglesia y militantes católicos, el Partido Demócrata
Cristiano, e incluso algunos militares.
Fue un año de numerosos conflictos laborales. En el 68 se da una ofensiva pachequista contra el
movimiento sindical para quebrar su resistencia. Se utiliza el autoritarismo para imponer el rumbo
económico de FMI. Cabe recordar que el gobierno rosado de Pacheco estaba integrado por claros
representantes de la rosca oligárquica.
Para quitarle margen de acción reivindicativa al movimiento obrero se modificaron los Consejos
de Salario por un Consejo Superior con decisión inapelable del gobierno. Para enfrentar la
congelación salarial el movimiento obrero resuelve lanzar una ofensiva de lucha social en todo el
país.
El año comienza con luchas que sintetizan un camino de acumulación. Conflictos obreros como
el del frigorífico Anglo o el de FUNSA, la lucha de los remolacheros de Paysandú, el conflicto de
FENAPES. Todas estas luchas fueron reprimidas.
Entonces, se puede decir que a nivel político existía un deterioro doloroso para el pueblo de
derechos y libertades. A nivel económico se tomaban medidas regresivas como el congelamiento de
salarios y endeudamiento con el FMI.
Ante esta situación la CNT realiza un llamado a la ciudadanía en defensa de las libertades
públicas y sindicales. Como lanzamiento se realiza un acto en el Paraninfo de la Universidad donde
participan representantes del movimiento sindical, la Universidad, la intelectualidad y partidos y
grupos de izquierda. A nivel del movimiento estudiantil se desarrolla el conflicto ante la suba del
boleto como continuación de anteriores movilizaciones.
En el Parlamento se tensan las contradicciones, sobre todo a la interna de los Partidos
Tradicionales. Vasconsellos interpela a Luisi, Ministro de Relaciones Internacionales, y éste cae.
Wilson interpela al Ministro de Trabajo y al Presidente del Banco Hipotecario por corrupción,
ambos caen. Se genera un desprestigio de Jorge Batlle por la infidencia económica y la posterior
devaluación del peso uruguayo, pero el Senado resuelve no investigar.
La conflictividad obrera seguía avanzando a lo largo del año como el caso del bloqueo del puerto
por parte del SUANP, reclamando el reintegro de un trabajador destituido por su militancia
sindical . Una síntesis de la represión desatada sobre el movimiento obrero se dio en el 1 de mayo
de 1968, ella acto de los trabajadores fue brutalmente reprimido y se produce la primera víctima
fatal de pachecato, la jubilada Pesia Grimberg de 63 años que muere de un ataque cardíaco al huir
de los gases lacrimógenos. El 3 de mayo se realizó un paro general a partir de las 15 horas, en
rechazo a la política autoritaria del gobierno. Se realiza un acto en el Paraninfo con la participación
de la CNT la UTAA la UDELAR y el MOV. Estudiantil. El objetivo de ésta y otras medidas que fue
tomando el pueblo era acorralar al gobierno con respuestas populares, paros, movilizaciones y
agitación callejera.
El movimiento obrero desarrollaba diversos conflictos: contra la militarización del puerto, contra
la destitución del dirigente sindical de AMDET Severino Alonso como representante obrero en el
directorio de la empresa municipal de transporte; los textiles de la COT enfrentaban medidas
patronales, los trabajadores de la banca nacional se radicalizaban. En todo este marco la
organización sindical amarilla IUES, financiada por la CIA perdía terreno frente el avance
organizativo de la CNT.
En el 68 uruguayo la tensión con el Estado se tornó insoportable para el movimiento sindical con
la militarización de los funcionarios públicos con el gobierno de Pacheco Areco. Un gobierno que
fue clave en el plan desmantelamiento del aparato productivo y social del Estado y la nación. Cuya
condición de posibilidad era la liquidación de la resistencia popular, encabezada por el movimiento
obrero y estudiantil.
Los sectores estratégicos, la columna vertebral de la economía, tenían a la clase obrera como
protagonista. Protagonismo económico, porque son los obreros los que producen la riqueza, o los
que la hacen posible. Y protagonismo político, porque esa clase obrera organizada y combativa,
estaba presente tanto en el Estado como en los principales centros del capital.
Luchas y conquistas en la UTE y en el puerto, en los Frigoríficos, entre los diversos escenarios
donde se desplegaba una aguda lucha de clases. La educación, que también es un sector estratégico
de la sociedad, era escenario, a su manera, de la lucha de clases. En los sectores docentes y
estudiantiles. Desde el magisterio, los liceos, las Escuelas industriales, hasta la Universidad.
En particular, si se entiende que la Universidad es clave en la producción de conocimiento y
cultura, y también se tiene presente que la autonomía y el cogobierno significó el despliegue de las
fuerzas democráticas que crecen cuando se genera conocimiento críticamente; se comprenderá lo
peligroso que para un proyecto imperialista se vuelve el panorama. Era necesaria la acción directa.
Pero del autoritarismo, para frenar una Universidad cada vez más comprometida con el cambio
social.
Los estudiantes ganaban experiencia en el combate de masas, en lo cual fue decisiva la lucha
conjunta al movimiento obrero, ‘codo a codo y brazo a brazo’. Esto también generaba que los
obreros ganaran respaldo en las capas medias, a través del apoyo de los estudiantes, y también de la
intelectualidad más avanzada. Esta alianza se puede entender como la base material, de la unidad
concretada en 1971 en el Frente Amplio.
Y en el Parlamento también se generaba un avance popular. Muchas conquistas se expresaban en
leyes. Lo que significaba un aumento relativo del peso de la izquierda, al ser expresión política de
los reclamos populares. La división en los partidos tradicionales y las conquistas legislativas de
1968, fue combustión para el motor generador de un frente de unidad del pueblo, antioligárquico y
antiimperialista.
A un año de la asunción de Pacheco, el escenario nacional comenzaría a tomar momentos pico en
donde se expresaban las contradicciones de la polarización de la sociedad uruguaya. Cabe destacar
que la amplitud que iban tomando las expresiones de lucha en campo popular, iban dejando cada
vez más de manifiesto el carácter antidemocráctico del nuevo modelo de Estado, que contradecía al
modelo liberal. Un pensador del neoliberalismo occidental, Hayek, planteaba que el ajuste del orden
liberal (hacia un orden neoliberal) debería realizarse por medio de dictaduras, de ser necesario.
La militarización de los funcionarios públicos por parte del pachequismo puso a prueba una vez
más la férrea alianza que se venía tejiendo en el movimiento obrero y popular. El pueblo salió a las
calles a defender las libertades democráticas.
Como planteábamos, no fue solo obrero el protagonismo popular en el ‘68. fue también
estudiantil. Y empezó de más abajo de la Universidad. En secundaria, en las escuelas industriales de
la UTU, y magisterio. Esto era una expresión de los sectores sociales populares que habían
ingresado desde hacía un década a la educación pública. Y veían en el estudio un instrumento
directamente relacionado con el trabajo.
La crisis también afectaba a estos estudiantes provenientes de las capas medias bajas uruguayas.
Se generaban conflictos en las escuelas industriales de Arroyo Seco, de mecánica y electrónica por
más presupuesto. O en magisterio por las becas. También los estudiantes de educación física se
sumaron a la lucha. Y la represión también caía sobre estas movilizaciones. Estas masas
estudiantiles tomaban conciencia cada vez más profunda de la crisis estructural del país, de la crisis
política, de la lucha de clases.
Este conflicto estudiantil aumentó sus dimensiones con la lucha por la rebaja del boleto
estudiantil. La movilización desplegada por los estudiantes fue masiva. Aún así se generaron
tensiones que dividieron y debilitaron el movimiento. Este ha sido quizás un problema histórico en
el movimiento secundario, el de la frágil unidad.
También en la Universidad se agudizaba el enfrentamiento con el gobierno. La FEUU se
movilizaba, la autonomía y el cogobierno permitían o garantizaban la opinión crítica de la UdelaR
sobre los asuntos nacionales, el rechazo al autoritarismo y la participación de la misma en las
jornadas cívicas convocadas por la CNT, la FEUU y el movimiento popular. Esto llevo a una
agudización mayor en el atropello a la institucionalidad por parte del pachequismo, a punto de
llegar puertas adentro de la propia UdelaR.
El estado de ánimo del estudiantado era de creciente rebeldía, lo que no siempre significa de
mayor radicalidad, y esa tensión se vio en el desarrollo de la lucha estudiantil. Esta rebeldía se
explica quizás por como afectaba la crisis en los sectores sociales de las capas medias. Su
radicalidad se puede ver en su incorporación o no al movimiento revolucionario.
Las movilizaciones populares eran pacíficas y cada vez más multitudinarias. Buscaban frenar el
desborde autoritario , quebrar la política del gobierno, y generar un frente social y político de los
cambios. Entendiendo por esto la real radicalidad, la politización de las masas y la generación de
una correlación de fuerzas para el desarrollo de la vía revolucionaria.
Pero, ¿había un proceso revolucionario en Uruguay? Se puede entender que sí. Que el avance de
la unidad sindical, de la alianza obrero-estudiantil, de la conciencia de las grandes masas constituían
elementos esenciales de un movimiento revolucionario. Avances que se generaban mediante la
experiencia de lucha de un pueblo. Experiencias cada vez más masivas, como más dolorosas, e
incluso fatales, en las que la Policía cruzó la línea de la represión.
Y más allá de las diferencias e incluso contradicciones políticas y tácticas dentro del movimiento
popular, había una creciente unidad del movimiento popular. Masas populares movilizadas que tras
largas experiencias de lucha, marcadas por la tragedia, ya no eran las mismas que antes del 68. Y un
enemigo que tampoco era el mismo. Había comenzado a mostrar su rostro cada vez más violento,
para impedir la liberación nacional, y profundizar el dominio y la dependencia.
Dentro del aparato represivo también existían tensiones que reflejaban las contradicciones
sociales. Los gobiernos dictatoriales de Onganía en Argentina, y Costa e Silva en Brasil habían
anunciado que de prosperar una revolución en Uruguay, se realizaría una invasión conjunta de las
Fuerzas Armadas argentinas y brasileras.
Estas declaraciones absolutamente violatorias del principio de autodeterminación de los pueblos,
y de la soberanía nacional, fueron materia prima para el aislamiento (momentáneo) de las
tendencias golpistas de las Fuerzas Armadas uruguayas, y el fortalecimiento del bando civilista o
democrático, encabezado por Líber Seregni. Sin embargo, la dinámica represiva del gobierno de
Pacheco fortaleció la tendencia golpista y generó un cambio en la correlación de fuerzas. Crecía en
el aparato armado el gorilismo al servicio del dólar.
En síntesis, 1968 en Uruguay estuvo marcado por la creciente movilización y resistencia obrera y
estudiantil a los 9 meses de Medidas Prontas de Seguridad del gobierno de Pacheco. Un Uruguay
liberal, de tradiciones democráticas agonizaba. Nacía otro que agudizaba las contradicciones, crecía
la lucha por los cambios por parte de cada vez más sectores sociales afectados por la crisis, así
como también crecía la tendencia autoritaria en el aparato Estado, tendencia que encontraría su
expresión más dolorosa en el fascismo desplegado en la dictadura cívico-militar, a partir de 1973.
Dictadura que de inicio a fin encontró a un pueblo que, fruto de su acumulación histórica, la
resistió, y la derrotó.

Algunas reflexiones finales

Una de las principales conclusiones que se han realizado al estudiar el 68 uruguayo, es que el
movimiento estudiantil tuvo un protagonismo nunca antes visto en la lucha popular. Si bien hemos
analizado que la lucha popular en los 60, incluido el 68, tuvo como base la alianza obrero-
estudiantil y la creciente unidad social y política del pueblo. Resulta interesante e importante para el
momento actual plantear algunas reflexiones sobre el estudiantado y su radicalidad.
El movimiento estudiantil tiene un fuerte carácter contradictorio. Resultado de la diversidad de
sectores sociales de los cuales proviene el estudiantado en cada sociedad y momento histórico.
Protagonistas actuales de apoyo como de posición a los procesos progresistas y revolucionarios. El
mismo movimiento estudiantil uruguayo del 68 estaba inmerso en profundas polémicas sobre la
coyuntura internacional y nacional, así como sobre la estrategia y la táctica del movimiento
estudiantil. Por las cuales transitaba construyendo una unidad cada vez más fuerte y más amplia.
Expresión clara de esto es el ejemplo de Líber Arce, baleado en una movilización con la que
estaba en desacuerdo. Paradoja histórica que se explica en el carácter profundamente unitario de un
jóven, obrero y comunista, cuya perspectiva no era mayoritaria en el movimiento estudiantil en ese
momento.
Líber Arce, como miembro de la Unión de la Juventud Comunista, luchaba en base a una línea
política de acumulación de fuerzas para avanzar en democracia, que se oponía a la estrategia de
generar enfrentamientos violentos con las fuerzas represivas, que proponían otros sectores de la
izquierda. Esa tensión se expresaba en el movimiento estudiantil, a veces trágicamente.
Se puede reflexionar mucho sobre el desgaste que genera tomar medidas que no logran
conquistas sino derrotas. A veces se piensa que una medida o una metodología es radical por su
apariencia, cuando en realidad puede ser una medida o una metodología que debilite al movimiento,
y en los hechos termina siendo retardataria.
Radicales son las medidas que logran transformar la raíz, la estructura de dominación y su base.
Pero esa transformación es posible en tanto sea acción de masas, unos pocos o unas pocas no
modifican la realidad social. La medida más radical es la que genera más más movilización, más
organización y más conciencia. Una medida que debilite la unidad del pueblo, que ponga en riesgo
la vida de los y las militantes sin hacerse responsable de las consecuencias, que desgaste al
movimiento o que menosprecie las conquistas, no es radical.
La línea política de la acumulación de fuerzas para avanzar en democracia, entendido esto como
el creciente proceso (en cantidad y calidad) de organización y movilización popular, es la estrategia
a la que se oponían y se oponen actualmente las tendencias políticas anarquistas y de ‘extrema’
izquierda o ultraizquierdistas.
Estos sectores proponían medios de lucha en apariencia más radicales, como el enfrentamiento
con la policía o las acciones de guerrilla urbana. Esta estrategia fue descartada por la inmensa
mayoría del pueblo debido a que no correspondía con las fuerzas reales del movimiento y solo
significaba el desgaste, el aislamiento de las grandes masas, darle excusas a las fuerzas represivas
para justificar su violencia, y poner en riesgo la vida de los y las militantes, como sucedió con Liber
Arce.
El hecho de que los 3 estudiantes asesinados en el 68 fueran comunistas, también expresaba que
más allá de las diferentes visiones tácticas, habían miles de jóvenes que militaban por la unidad del
movimiento estudiantil, popular y la izquierda. Característica fundamental de la estrategia histórica
de los y las comunistas de Uruguay, al menos de 1955 a la actualidad.
Que estas corrientes comunistas, anarquistas o ultra respondían a diferentes sectores e intereses
sociales, se reflejaba en el rol que pensaban debía ocupar el movimiento obrero. La consigna que
expresaba una concepción de acumulación de fuerzas en el 58, símbolo de las luchas por la
autonomía y el cogobierno de la UdelaR, ‘Obreros y estudiantes, unidos y adelante’, se veía
cuestionaba por una metodología que se originaba en las capas medias radicalizadas, perjudicadas
por una crisis económica que se agudizaba cada vez más y más, y las arrojaba a la arena ardiente de
la lucha de clases.
Al ritmo de esta crisis, la lucha popular crecía, germinaba metodologías de acción directa en base
a la rabia, y también aumentaba la represión como respuesta de las clases dominantes ante esta
crisis.
Planteaba Rodney Arismendi en ‘Insurgencia juvenil ¿revuelta o revolución?’ la necesidad de
“distinguir antes que nada el espíritu revolucionario que estremece a la muchachada estudiantil para
-hombro a hombro y brazo a brazo con ellos- elevar la protesta a conciencia teórica, la insurgencia a
praxis revolucionaria, la revuelta a la revolución.”
En este marco se planteaba la cuestión política de si la CNT era la vanguardia del movimiento
popular, y el movimiento estudiantil una fuerza social que se unía a una perspectiva estratégica
planteada por el movimiento obrero. O si el movimiento estudiantil era la real vanguardia, sobre
todo sus centros “más combativos”; es decir, la vanguardia era un un grupo selecto de
revolucionarios.
En este sentido es que se debe comprender el planteo de Arismendi de que “No somos una secta
ni un grupo escogido de conspiradores”. Concepción opuesta a las tendencias que planteaban
‘radicalizar’ la lucha, en el sentido de que determinados grupos pasaran ‘a la ofensiva’, mediante la
acción directa y/o la vía armada hacia el socialismo.
La muerte de Líber Arce fue el signo de la bancarrota del viejo Uruguay liberal, del Estado de
Bienestar conciliador de clases; así como de una creciente tendencia al autoritarismo y al fascismo,
que se concretaría en 1973 con el golpe de Estado y la dictadura cívico militar. Pero quizá también
esa trágica muerte fue expresión de la aplicación de un método de lucha errado. La táctica de
acelerar el enfrentamiento, sin tener en cuenta la necesidad acumular fuerzas, de cambiar la
correlación de fuerzas. Quizá la rosca oligárquica también fuera favorecida, y por ende buscara, un
enfrentamiento lo más rápido posible para ajustar cuentas con el movimiento obrero-estudiantil y
derrotar la resistencia a la aplicación del neoliberalismo.
Entonces, si el principal problema a tener en cuenta para definir una táctica y una estrategia es la
correlación de fuerzas, la pregunta que se impone es ¿quién aisla a quién? ¿A qué se apuesta? ¿Al
desgaste propio o al desgaste del enemigo? ¿La discusión interna del movimiento popular tiene
sentido si no busca generar unidad?
En esto se expresa la contradicción entre concepciones de lucha. ¿Qué es más radical?
¿Desplegar una ofensiva de pocos, poner en riesgo a los militantes, para generar un elemento
simbólico que genere espontáneamente una sublevación popular? Se puede entender esto como una
concepción filosófica idealista, ya que no tiene en cuenta la base material (la organización y la
experiencia de lucha) para llevar adelante una acción revolucionaria, radical. Incluso se
menosprecian las libertades democráticas y el Parlamento por ser expresiones de la institucionalidad
burguesa. No se comprende la dialéctica de defensa y la crítica de la democracia.
Y aquí entra la cuestión de la racionalidad. Los sectores más ‘radicales’ en apariencia, parecieran
estar guiados por concepciones filosóficas irracionalistas, para las cuales es absurdo analizar los
procesos sociales en términos científicos y de organizaciones de masas.
Por otro lado, aquellos sectores que proponen la necesidad de una defensa de las libertades
individuales, lo que en apariencia puede ser más moderado, en definitiva significaría ser racional en
las medidas, ser responsable, tomar el camino menos doloroso para el pueblo, y oponerse a
determinadas medidas que no van a generar masividad y van a exponer a los militantes frente al
enemigo de clase. Una concepción según la cual lo decisivo en todo proceso político popular es la
experiencia política de las grandes masas.
Una radicalización. Entendida como proceso de ampliación de la fuerza social de la revolución;
no como un acto voluntario, sino planificado y organizado. Se puede entender que ser radical es
generar luchas de masas en torno a reivindicaciones de amplia aceptación, evitar el aislamiento de
la vanguardia, rodearla de pueblo.
Esta es la concepción materialista histórica, que plantea que la historia la hacen los pueblos, y
que estos tienen que utilizar todos los medios a su alcance para acumular fuerzas, aislar al enemigo
de clase y prepararse para todas las formas de luchas, para esta concepción son importantes los
instrumentos legales los derechos civiles y políticos, y el parlamento.
Pero también podría ser irresponsable e ingenuo, pensar que defender la democracia y trabajar
por el carácter democrático avanzado del proceso, significa renunciar a prepararse (conciente y
prácticamente) para formas superiores o más violentas de la lucha. La dialéctica de la defensa y la
crítica de la democracia.
Pero confundir la preparación con la aplicación concreta en los momentos en que no están dadas
-o no fueron generadas- las condiciones para la victoria, puede significar un desgaste estéril de las
fuerzas, un argumento para la represión. Pero también aislarse de los sectores del pueblo que no
comprenden la necesidad de realizar un cambio radical en la sociedad, pero que, en definitiva, lo
necesitan. Las metodologías que no tienen en cuenta esto debilitan la capacidad popular de
organizarse.
En ese sentido cabe preguntarse ¿qué estaba reclamando Líber Arce? En concreto estaba
reclamando un derecho, el boleto estudiantil. En general, estaba dando la lucha programática por la
gratuidad de la educación, y la batalla estratégica para avanzar en democracia. Estrategia que daba
sus frutos en la creciente unidad y organización social y política del pueblo, pero también en la
aprobación de determinadas leyes que significaban una mejora en sus condiciones de vida y una
conquista de nuevos espacios de poder popular, como la autonomía y el cogobierno de la
Universidad.
Pero por otro lado, en la noche más oscura, en la que el Cóndor invadía los nidos del pueblo
uruguayo, esa concepción estratégica demostró en la práctica su validez. La acumulación histórica
fue tan grande que la resistencia al fascismo no fue armada y triunfó.

Si se entiende la historia de la humanidad como un proceso en el que se van materializando


determinadas relaciones entre seres humanos, y entre la humanidad y el resto de la naturaleza,
entonces se pueden encontrar expresados los avances y retrocesos en determinados acontecimientos
políticos, entre otras expresiones de la cultura. La insurgencia juvenil en 1968 fue la expresión de
un Uruguay efervescente.
Insurgencia conmovida por un orden caduco en el marco de la revolución lationamericana. El
ejemplo combativo de Ernesto Ché Guevara fue un estímulo creciente de esa efervescencia que
vivió la juventud y el pueblo en Uruguay en la década del 60.
Recordarlo hace pensar en la necesidad permanente de organizar la rebeldía, para que las ideas
triunfen. Pero también, hoy en día, en una América Latina profundamente contradictoria, nos obliga
a redoblar la solidaridad internacionalista, sobre todo con aquellos pueblos que sufren una brutal
represión como en México, Colombia, Brasil o Argentina.
Cuidar la democracia fue el mensaje que le dejó el Ché al pueblo uruguayo. Una democracia que
en su agonía iría tiñiéndose de la sangre roja y multicolor de un pueblo que ha sabido, a pesar de las
contradicciones y las tragedias, ir encontrando el camino para liberarse, el camino de Líber Arce.

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