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En memoria de Susana Pintos y de Hugo de los Santos, del compañero consigna Líber Arce;
obreros y estudiantes, jóvenes comunistas que pusieron el pellejo y la vida detrás de sus ideas, y
que con su sangre desbordaron los ríos de la lucha popular en Uruguay.
Recordar a Líber Arce como el primer joven, estudiante y trabajador, asesinado por el Estado
uruguayo; a Hugo de los Santos y a Susana Pintos también baleados y asesinados por la Policía;
fortalecer su memoria es reflexionar sobre la lucha por las libertades democráticas y el cambio
social. Recordarlos inmersos en la movilización y la unidad programática, social y política del
pueblo uruguayo. Y también como víctimas del autoritarismo, la respuesta del poder a la resistencia
y al avance popular.
En el año 1968 los pueblos del mundo fueron protagonistas de masivas y duras luchas. Ante la
conmoción por la muerte del Ché Guevara, la revolución cubana seguía avanzando e influyendo en
el ánimo y la conciencia de grandes masas en Latinoamérica y el mundo.
En México los estudiantes desplegaron una intensa movilización, que fue brutalmente reprimida,
generándose la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Estados Unidos, la potencia
hegemónica del mundo capitalista, también sufrió una gran agitación social, con el Movimiento por
los derechos civiles, y con las protestas contra la invasión en Vietnam. El mismo Vietnam era
ejemplo para los pueblos del mundo el la lucha por la liberación nacional, por liberarse del imperio
asesino de niños. También en Europa el mayo francés fue símbolo de una juventud que se rebelaba
ante un Estado de Bienestar que no respondía a sus necesidades.
En esa coyuntura el pueblo uruguayo, que venía desarrollando un histórico proceso de unidad en
la lucha, sufrió una gran conmoción. La lucha popular se tiñó de tragedia ante el desborde
autoritario del gobierno encabezado por Jorge Pacheco Areco. Era la expresión más clara y dura de
la violenta respuesta del poder dominante ante un Uruguay y un mundo capitalista en crisis.
1
- feuu.uy
Córdoba en el 18 no fue solamente argentina, ni el 68 en Uruguay fue solamente uruguayo. La
radicalización del estudiantado latinoamericano fue parte de un proceso continental e internacional
de lucha de los pueblos por su liberación. Fermentada por una crisis capitalista cada vez más aguda.
Los pueblos del mundo vivían procesos de acumulación de fuerzas, avances democráticos y
revoluciones sociales. Así como de constante y creciente represión por parte de los Estados y los
grupos paramilitares, de la derecha social y política, de la rosca oligárquica en cada nación, y de la
creciente presencia teórica y práctica del aparato militar y económico estadounidense.
En el mundo, en Latinoamérica, y particularmente en Uruguay ese proceso de avance y ofensiva
popular, tuvo como pilar fundamental la alianza obrero-estudiantil. En nuestro país esta alianza
recorre una etapa de forja histórica, que en 1958 tiene una síntesis de movilización conjunta y lucha
de masas. En ese año las luchas del movimiento obrero y estudiantil se encuentran en las calles, se
sintetizan en mayor organización y conciencia, y también en avances conquistados en el
Parlamento.
El movimiento sindical planteaba diversas leyes obreras como por ejemplo el seguro de
desempleo. Esto significaba un gran despliegue de organización y movilización, así como un
desarrollo de la conciencia de clase entre los trabajadores. Un trabajo de masas. Que se expresaba
en grandes conflictos y movilizaciones callejeras.
Pero también el 58 iba a tener al movimiento estudiantil en pie de lucha. A la FEUU
movilizándose por la autonomía y el cogobierno de la Universidad. A los estudiantes de secundaria
y de la UTU en combate por mayor presupuesto y mejores condiciones de estudio.
Las luchas obreras y estudiantiles irán confluyendo en movilizaciones conjuntas. Una expresión
de esto fue el Plenario de sindicatos, convocado por la Comisión Intersindical de Solidaridad, en el
cual participaron representantes de la FEUU. El movimiento obrero y estudiantil acumulaban
fuerzas. Entendiendo por acumulación, la unidad de acción y la unidad programática, la creciente
experiencia educativa de las masas en medio de la lucha.
Es fundamental entender ese fenómeno de que el movimiento estudiantil no solo se desarrollaba
en la Universidad, también en Secundaria. La lucha en los liceos crecía. La Federación de
Estudiantes de Secundaria realizó una huelga estudiantil que abarcó varios liceos. La juventud se
fogueaba en la lucha, y también en la represión. Una movilización estudiantil en la Plaza
Independencia fue reprimida salvajemente por la Policía.
En las movilizaciones del 1958 se comienza a corear la consigna ‘Obreros y estudiantes, unidos
y adelante’, consigna que expresaba que en el proceso de unidad del pueblo se daba un salto en
calidad, se materializaba la alianza-obrero estudiantil. Esta unidad en la lucha, esta unidad de acción
era el germen de la unidad sindical y obrero estudiantil, social en general y luego política.
Se ha señalado también, como rasgo peculiar de este proceso de acumulación, que en ese marco
de lucha se generaba, a nivel vivencial de las personas involucradas, una identificación subjetiva
más allá del sector social, que unió a los militantes. Vivencias como la agitación y la propaganda de
masas, la sufrida represión que desplegaban los gobiernos autoritarios blancos y colorados, el
“ocio” en las largas jornadas de militancia, creaban un espíritu de conjunto, una unidad en la
diversidad. Si la lucha y el trabajo en conjunto unen a la gente, entonces si la lucha es de masas,
crece la unidad del pueblo, crece una fuerza quizás invencible.
Esta movilización (y por lo tanto, acumulación de experiencias) también significaba un avance
en la conciencia social. Conciencia de clase, fundamentalmente para la clase trabajadora, que iba
conquistando buena parte de sus reivindicaciones, pero que también estaba sumergida en duros
conflictos con las patronales y con el Estado.
En 1967 vuelve a ganar las elecciones el Partido Colorado. Esto significó que el pueblo no
encontró soluciones a sus problemas en los gobiernos ‘nacionalistas’. Esta incapacidad del Partido
Nacional para gestionar la crisis social, se expresó en que ya a mediados de 1960 se empezara a
plantear, desde las Fuerzas Armadas, la necesidad de un golpe de Estado para ‘poner orden’ en el
país. Y no fue casual que uno de los primeros en plantear esto fuera el general Mario Aguerrondo,
vinculado al Partido Nacional.
El primero de marzo de 1967 asume la Presidencia el militar retirado, ex interventor de AFE,
Oscar Gestido. En un inicio el nuevo gobierno colorado buscaba la conciliación entre clases
sociales. Pero ya al final de su corta presidencia, el gobierno de Gestido toma un rumbo autoritario,
expresando la etapa que se había comenzado a abrir en América latina: la aplicación por la fuerza
del neo-liberalismo.
Fue con Jorge Pacheco Areco, que en diciembre de 1967, luego de la muerte de Gestido, que se
aplicó decididamente esta estrategia de dominación. Con la asunción de Pacheco, la oligarquía
aumentó su peso en el Poder Ejecutivo, y el Estado comenzó a desplegar claramente su táctica de
liquidación del movimiento sindical y la resistencia popular.
Esta agudización del carácter represivo del Estado que se comienza a expresar al final de la
Presidencia de Gestido con la aplicación de las Medidas Prontas de Seguridad, era la respuesta que
tenía el poder a un creciente movimiento obrero y estudiantil. Los enfrentamientos de la clase
trabajadora con el gobierno, que tenían como fuerza la unidad sindical, tenían repercusiones
sociales, políticas y culturales.
En la primavera del 67, en octubre, es cuando se concreta el giro hacia la derecha del gobierno
de Gestido, con un creciente deterioro de las libertades públicas, la vuelta a la línea económica y
política del FMI, lo que significó un aumento de la opresión económica y de la represión policial.
Los batllistas consecuentes que integraban el gobierno renuncian, Zelmar Michelini y Almicar
Vazconcellos, y Gestido comienza a instrumentar en el Poder Ejecutivo la alianza blanqui-colorada
que expresaba lo más reaccionario de la política uruguaya.
Ya en agosto de 1967 se comenzaba a visualizar la tendencia autoritaria del gobierno. El 3 de
agosto se interviene militarmente el puerto de Montevideo para frenar un conflicto sindical. Gestido
designa como director al general retirado Pedro Ribas. El 26 de agosto, debido a presiones
extranjeras, un decreto presidencial prohíbe el Congreso Permanente de Unidad Sindical
Latinoamericana, expulsando a los delegados de otros países. Aumentaba la presencia del
imperialismo yanqui en la política interna uruguaya.
Las medidas represivas eran enfrentadas por la CNT con paros y movilizaciones. Esta tenaz
resistencia del movimiento obrero y sindical, tuvo una nueva respuesta en la instalación por dos
semanas de la Medidas Prontas de Seguridad. Estas medidas eran la síntesis política del gobierno,
en principio para mantener el funcionamiento de los servicios públicos, pero también como
condición de posibilidad del necesario ajuste social, en detrimento de los sectores populares. Era
necesario ampliar las competencias de la represión.
Pero el movimiento sindical no retrocedía. Y ante las nuevas respuestas de paro y movilización,
se aumentó la represión policial. Se comenzó a detener e interrogar a los militantes sindicales, a
censurar medios de prensa que difundían la información de las medidas y reclamos sindicales, como
El Popular o Marcha.
Si bien el 23 de octubre se levantan las medidas, en noviembre se realiza la detención de
dirigentes bancarios para desbaratar una huelga; en la ley de presupuesto se agrega a los cometidos
del ejército la cooperación con el mantenimiento del orden público y los servicios esenciales; la
policía prohíbe las manifestaciones de la CNT; y se comienza una persecución explícita contra las
quienes se definieran como marxistas-leninistas, generándose detenciones por delitos de opinión e
ilegalizándose varios partidos y grupos políticos que pregonaban la lucha armada.
Nuevamente el movimiento popular y la izquierda se encontrarían debatiendo sobre los caminos
a seguir. En el movimiento obrero, en buena parte del movimiento estudiantil, la intelectualidad y
en diversos grupos de izquierda, cobra fuerza la lucha en defensa de las libertades amenazadas,
adoptando la postura de no ser los generadores de provocaciones ni enfrentamientos con la Policía.
La clase obrera y el pueblo uruguayo aplicaron una política de alianzas en defensa de la
democracia, ya que sus intereses coincidían cada vez más con la defensa de derechos y libertades
públicas que se iban perdiendo.
Una de las principales conclusiones que se han realizado al estudiar el 68 uruguayo, es que el
movimiento estudiantil tuvo un protagonismo nunca antes visto en la lucha popular. Si bien hemos
analizado que la lucha popular en los 60, incluido el 68, tuvo como base la alianza obrero-
estudiantil y la creciente unidad social y política del pueblo. Resulta interesante e importante para el
momento actual plantear algunas reflexiones sobre el estudiantado y su radicalidad.
El movimiento estudiantil tiene un fuerte carácter contradictorio. Resultado de la diversidad de
sectores sociales de los cuales proviene el estudiantado en cada sociedad y momento histórico.
Protagonistas actuales de apoyo como de posición a los procesos progresistas y revolucionarios. El
mismo movimiento estudiantil uruguayo del 68 estaba inmerso en profundas polémicas sobre la
coyuntura internacional y nacional, así como sobre la estrategia y la táctica del movimiento
estudiantil. Por las cuales transitaba construyendo una unidad cada vez más fuerte y más amplia.
Expresión clara de esto es el ejemplo de Líber Arce, baleado en una movilización con la que
estaba en desacuerdo. Paradoja histórica que se explica en el carácter profundamente unitario de un
jóven, obrero y comunista, cuya perspectiva no era mayoritaria en el movimiento estudiantil en ese
momento.
Líber Arce, como miembro de la Unión de la Juventud Comunista, luchaba en base a una línea
política de acumulación de fuerzas para avanzar en democracia, que se oponía a la estrategia de
generar enfrentamientos violentos con las fuerzas represivas, que proponían otros sectores de la
izquierda. Esa tensión se expresaba en el movimiento estudiantil, a veces trágicamente.
Se puede reflexionar mucho sobre el desgaste que genera tomar medidas que no logran
conquistas sino derrotas. A veces se piensa que una medida o una metodología es radical por su
apariencia, cuando en realidad puede ser una medida o una metodología que debilite al movimiento,
y en los hechos termina siendo retardataria.
Radicales son las medidas que logran transformar la raíz, la estructura de dominación y su base.
Pero esa transformación es posible en tanto sea acción de masas, unos pocos o unas pocas no
modifican la realidad social. La medida más radical es la que genera más más movilización, más
organización y más conciencia. Una medida que debilite la unidad del pueblo, que ponga en riesgo
la vida de los y las militantes sin hacerse responsable de las consecuencias, que desgaste al
movimiento o que menosprecie las conquistas, no es radical.
La línea política de la acumulación de fuerzas para avanzar en democracia, entendido esto como
el creciente proceso (en cantidad y calidad) de organización y movilización popular, es la estrategia
a la que se oponían y se oponen actualmente las tendencias políticas anarquistas y de ‘extrema’
izquierda o ultraizquierdistas.
Estos sectores proponían medios de lucha en apariencia más radicales, como el enfrentamiento
con la policía o las acciones de guerrilla urbana. Esta estrategia fue descartada por la inmensa
mayoría del pueblo debido a que no correspondía con las fuerzas reales del movimiento y solo
significaba el desgaste, el aislamiento de las grandes masas, darle excusas a las fuerzas represivas
para justificar su violencia, y poner en riesgo la vida de los y las militantes, como sucedió con Liber
Arce.
El hecho de que los 3 estudiantes asesinados en el 68 fueran comunistas, también expresaba que
más allá de las diferentes visiones tácticas, habían miles de jóvenes que militaban por la unidad del
movimiento estudiantil, popular y la izquierda. Característica fundamental de la estrategia histórica
de los y las comunistas de Uruguay, al menos de 1955 a la actualidad.
Que estas corrientes comunistas, anarquistas o ultra respondían a diferentes sectores e intereses
sociales, se reflejaba en el rol que pensaban debía ocupar el movimiento obrero. La consigna que
expresaba una concepción de acumulación de fuerzas en el 58, símbolo de las luchas por la
autonomía y el cogobierno de la UdelaR, ‘Obreros y estudiantes, unidos y adelante’, se veía
cuestionaba por una metodología que se originaba en las capas medias radicalizadas, perjudicadas
por una crisis económica que se agudizaba cada vez más y más, y las arrojaba a la arena ardiente de
la lucha de clases.
Al ritmo de esta crisis, la lucha popular crecía, germinaba metodologías de acción directa en base
a la rabia, y también aumentaba la represión como respuesta de las clases dominantes ante esta
crisis.
Planteaba Rodney Arismendi en ‘Insurgencia juvenil ¿revuelta o revolución?’ la necesidad de
“distinguir antes que nada el espíritu revolucionario que estremece a la muchachada estudiantil para
-hombro a hombro y brazo a brazo con ellos- elevar la protesta a conciencia teórica, la insurgencia a
praxis revolucionaria, la revuelta a la revolución.”
En este marco se planteaba la cuestión política de si la CNT era la vanguardia del movimiento
popular, y el movimiento estudiantil una fuerza social que se unía a una perspectiva estratégica
planteada por el movimiento obrero. O si el movimiento estudiantil era la real vanguardia, sobre
todo sus centros “más combativos”; es decir, la vanguardia era un un grupo selecto de
revolucionarios.
En este sentido es que se debe comprender el planteo de Arismendi de que “No somos una secta
ni un grupo escogido de conspiradores”. Concepción opuesta a las tendencias que planteaban
‘radicalizar’ la lucha, en el sentido de que determinados grupos pasaran ‘a la ofensiva’, mediante la
acción directa y/o la vía armada hacia el socialismo.
La muerte de Líber Arce fue el signo de la bancarrota del viejo Uruguay liberal, del Estado de
Bienestar conciliador de clases; así como de una creciente tendencia al autoritarismo y al fascismo,
que se concretaría en 1973 con el golpe de Estado y la dictadura cívico militar. Pero quizá también
esa trágica muerte fue expresión de la aplicación de un método de lucha errado. La táctica de
acelerar el enfrentamiento, sin tener en cuenta la necesidad acumular fuerzas, de cambiar la
correlación de fuerzas. Quizá la rosca oligárquica también fuera favorecida, y por ende buscara, un
enfrentamiento lo más rápido posible para ajustar cuentas con el movimiento obrero-estudiantil y
derrotar la resistencia a la aplicación del neoliberalismo.
Entonces, si el principal problema a tener en cuenta para definir una táctica y una estrategia es la
correlación de fuerzas, la pregunta que se impone es ¿quién aisla a quién? ¿A qué se apuesta? ¿Al
desgaste propio o al desgaste del enemigo? ¿La discusión interna del movimiento popular tiene
sentido si no busca generar unidad?
En esto se expresa la contradicción entre concepciones de lucha. ¿Qué es más radical?
¿Desplegar una ofensiva de pocos, poner en riesgo a los militantes, para generar un elemento
simbólico que genere espontáneamente una sublevación popular? Se puede entender esto como una
concepción filosófica idealista, ya que no tiene en cuenta la base material (la organización y la
experiencia de lucha) para llevar adelante una acción revolucionaria, radical. Incluso se
menosprecian las libertades democráticas y el Parlamento por ser expresiones de la institucionalidad
burguesa. No se comprende la dialéctica de defensa y la crítica de la democracia.
Y aquí entra la cuestión de la racionalidad. Los sectores más ‘radicales’ en apariencia, parecieran
estar guiados por concepciones filosóficas irracionalistas, para las cuales es absurdo analizar los
procesos sociales en términos científicos y de organizaciones de masas.
Por otro lado, aquellos sectores que proponen la necesidad de una defensa de las libertades
individuales, lo que en apariencia puede ser más moderado, en definitiva significaría ser racional en
las medidas, ser responsable, tomar el camino menos doloroso para el pueblo, y oponerse a
determinadas medidas que no van a generar masividad y van a exponer a los militantes frente al
enemigo de clase. Una concepción según la cual lo decisivo en todo proceso político popular es la
experiencia política de las grandes masas.
Una radicalización. Entendida como proceso de ampliación de la fuerza social de la revolución;
no como un acto voluntario, sino planificado y organizado. Se puede entender que ser radical es
generar luchas de masas en torno a reivindicaciones de amplia aceptación, evitar el aislamiento de
la vanguardia, rodearla de pueblo.
Esta es la concepción materialista histórica, que plantea que la historia la hacen los pueblos, y
que estos tienen que utilizar todos los medios a su alcance para acumular fuerzas, aislar al enemigo
de clase y prepararse para todas las formas de luchas, para esta concepción son importantes los
instrumentos legales los derechos civiles y políticos, y el parlamento.
Pero también podría ser irresponsable e ingenuo, pensar que defender la democracia y trabajar
por el carácter democrático avanzado del proceso, significa renunciar a prepararse (conciente y
prácticamente) para formas superiores o más violentas de la lucha. La dialéctica de la defensa y la
crítica de la democracia.
Pero confundir la preparación con la aplicación concreta en los momentos en que no están dadas
-o no fueron generadas- las condiciones para la victoria, puede significar un desgaste estéril de las
fuerzas, un argumento para la represión. Pero también aislarse de los sectores del pueblo que no
comprenden la necesidad de realizar un cambio radical en la sociedad, pero que, en definitiva, lo
necesitan. Las metodologías que no tienen en cuenta esto debilitan la capacidad popular de
organizarse.
En ese sentido cabe preguntarse ¿qué estaba reclamando Líber Arce? En concreto estaba
reclamando un derecho, el boleto estudiantil. En general, estaba dando la lucha programática por la
gratuidad de la educación, y la batalla estratégica para avanzar en democracia. Estrategia que daba
sus frutos en la creciente unidad y organización social y política del pueblo, pero también en la
aprobación de determinadas leyes que significaban una mejora en sus condiciones de vida y una
conquista de nuevos espacios de poder popular, como la autonomía y el cogobierno de la
Universidad.
Pero por otro lado, en la noche más oscura, en la que el Cóndor invadía los nidos del pueblo
uruguayo, esa concepción estratégica demostró en la práctica su validez. La acumulación histórica
fue tan grande que la resistencia al fascismo no fue armada y triunfó.