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EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS

El Concilio Vaticano II, ha recuperado el papel del laicado en el desarrollo de la


pastoral, ya que considera que la misión de la Iglesia no sólo fue encomendada a los
pastores, “pues saben que ellos no fueron constituidos por Cristo para asumir por sí
solos toda la misión salvífica de la Iglesia para con el mundo, sino que su eminente
función consiste en apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera sus servicios y
carismas, que todos, a su modo, cooperen unánimemente a la obra común”(LG 30).
El concilio considera que los laicos son todos los fieles cristianos, hombres y
mujeres, a excepción de los que han sido considerados para el ministerio sagrado y los
que se han consagrado de manera total al servicio del Reino. Los laicos por el bautismo
se constituyen en el pueblo de Dios, que participa de la función sacerdotal, profética y
real de Jesucristo (LG. 31), es decir que la función de laicado tiene su importancia a
partir del ministerio de Jesucristo. Y para la Iglesia son los instrumentos de santificación
del mundo, ya que en el desarrollo normal de su vida con su testimonio hacen presente
el mensaje evangélico y al mismo Cristo.
El concilio reconoce la riqueza de la variedad de la Iglesia, en la que todos
somos iguales pero con diferentes funciones que ayudan al advenimiento del Reino
(Gal.3, 28). En esta tarea contribuye cada miembro, aun, si es consagrado o no; cada
quién desde su campo específico trabaja desde la igualdad y fraternidad, tal como lo
manifiesta san Agustín: “Para ustedes soy el obispo, con ustedes soy el cristiano.
Aquel es el nombre del cargo, este es el de la gracia; aquel, el del peligro; éste, el de
la salvación” (LG. 32 c).
Siguiendo esta línea de compromiso, los laicos tienen la misión de procurar el
crecimiento de la Iglesia, especialmente en donde ésta no puede estar presente. “Así,
pues todo laico por los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte en
testigo y al mismo tiempo en instrumento vivo de la misión de la misma Iglesia en la
medida del orden de Cristo” (LG. 33; Ef.4,7). Además, el documento también dice que
los laicos pueden ser llamados a una colaboración más cercana con los miembros de la
jerarquía; quienes, también les pueden encomendar cargos eclesiásticos con un fin
espiritual.
El Espíritu sigue vivificando el testimonio de Cristo en el mundo por medio de
los laicos, que con su testimonio de vida, en cumplimiento del don sacerdotal del que
han sido partícipes, consagran a Dios el mundo mismo.
Los laicos han sido constituidos por el mismo Cristo, testigos de la salvación que
Dios ha realizado y sigue realizando en el mundo (Hch. 2, 17-18). Ellos, desde su
misma realidad de vida, testimonian la realidad del cielo nuevo; ya, desde esta vida
terrena. Es decir, que con su actitud de vida, se convierten en grandes evangelizadores
que atraen nuevas ovejas a la mies del Reino. Es por eso que el documento exhorta a los
laicos a que trabajen por conocer profundamente la verdad revelada a la vez que deben
de pedir insistentemente el don de la sabiduría.
Cristo que por su obediencia hasta la muerte fue exaltado por el Padre (Fil. 2,8-
9), comunica su poder a sus discípulos, para que con su vida ejemplar lograran el
sometimiento del mundo al Reino de Dios, que se caracteriza por la justicia, el amor y la
paz. De aquí que, todas las actividades seculares se deben ordenar a la consumación de
ese reino. El concilio considera necesario que los laicos se comprometan en trabajar por
estos valores, especialmente en los lugares profanos en los que se desenvuelven, a fin de
conseguir que todos los bienes se distribuyan equitativamente en conformidad con el
plan original de la creación.
Las instituciones y las condiciones actuales del mundo, deben ser saneadas por
la actividad de los seglares en el mundo. Sólo de esta manera se conseguirá que el
mundo sea tierra fecunda para que la semilla del Reino sea fecundada. Los fieles
cristianos deben aprender a vivir en armonía los compromisos como ciudadanos y
eclesiales, puesto que la misión de Jesucristo es una y se realiza en el mundo.
También se reconoce como derecho de los laicos recibir de sus pastores los
auxilios de la Palabra y de los sacramentos (LG.37). A la vez, les invita a seguir el
ejemplo de Cristo, quien fue obediente hasta la muerte, aunque reconozcan en los
pastores a los legítimos representantes de Cristo, quienes ejercen el poder de
gobernarlos; y les pide que los tengan en cuenta en sus oraciones personales.
A los pastores les recomienda que reconozcan y promuevan la dignidad y la
responsabilidad de los laicos, a quienes deben confiarles tareas para que puedan
desempeñar con libertad el don de su vocación. También es necesario que los pastores
escuchen los consejos de los laicos para que a la hora de dar un juicio del mundo, lo
hagan con mucha exactitud.
Finalmente, el concilio exhorta a todos, laicos y consagrados, a dar testimonio
verdadero de la resurrección ante el mundo; es decir, a vivir la vida en coherencia tal
como la vivió Jesús.
El movimiento laical en América Latina
A continuación veremos la forma de cómo el documento se ha tratado de aplicar
a la realidad laical de América Latina.
Después de terminado el concilio, en América Latina se realiza la conferencia de
Medellín, con el objetivo de aplicar los lineamientos conciliares a nuestra realidad
latinoamericana.

Medellín
Medellín al analizar la realidad latinoamericana, afirma que los laicos tienen un
papel fundamental en la transformación de la realidad a la que ha sido sometido. El
laico participa y cumple con su triple vocación: profética, sacerdotal y real de Cristo, en
lo que compete a la transformación de lo temporal (Md. 8-9; LG 31). De esta manera, la
misión de la Iglesia se hace presente en el mundo para humanizarlo. En este cometido,
los laicos son los elementos claves para penetrar las esferas más recónditas de la historia
para liberarlas. Esta es la actitud del laico en un continente marcado por la marginación
social.
Medellín enfatiza la importancia de la comunidad y la organización de
comunidades en la fe, pues en ellos Cristo se hace presente (Mt. 18,20; ). “De éste
modo los laicos cumplieran más cabalmente con su misión de hacer que la Iglesia
acontezca en el mundo en la tarea humana y en la historia” (Md. 12).

Recomendaciones:
1. Que se promueva la creación de equipos apostólicos laicos en las estructuras,
en donde se realiza el proceso de liberación y humanización de la sociedad a
la que pertenece.
2. Acompañar y apoyar a los movimientos que ya existen, a fin de alentarlos en
el duro desempeño de su misión.
3. Que los laicos asuman su compromiso en los organismos internacionales
para promover el progreso de los pueblos más pobres, favoreciendo la
justicia de las naciones. (15).
4. Promover una espiritualidad, que parta de la experiencia propia del laicado
(17)
Puebla
Continuando con la línea del Vaticano II y de Medellín, el documento reconoce
la necesidad que tiene la Iglesia del laicado para cumplir con su misión evangelizadora,
la cual se hace presente en el mundo por medio del testimonio de vida de los laicos, con
lo que se hace presente el rostro de una Iglesia que lucha por cambiar las estructuras,
especialmente las injusticias que se cometen como parte del progreso desigual e injusto
que se desarrolla y que atenta contra “las masas populares con fenómenos de opresión y
marginación creciente”. (P. 777-778).
Parte de la situación que ha vivido la Iglesia en este proceso de renovación, es la
persecución, en especial al laicado organizado, que surge como aporte del análisis de
Medellín (Md. 12). Sin embargo, a pesar de todo, el documento constata un mayor
compromiso del laico por promover la pastoral y las expresiones de una mayor
pertenencia a la Iglesia.
También se hace constar que muchos cristianos que dicen pertenecer a la Iglesia,
desconciertan por su incoherencia de vida. A esto se suma la mentalidad clerical en
algunos sectores, que dificultan la actividad del laico. Todos estos problemas han
contribuido a que la misión del laicado se vea mermada en lo político, en lo social y
cultural, particularmente en los sectores obreros campesinos (P.785)
El documento, citando al V. II, dice que la misión del laico en el mundo tiene su
raíz en el Bautismo y la confirmación, sacramentos por los cuales el laico participa de la
misión profética, sacerdotal y real de Cristo (Md. 12), que le hacen llevar una vida en
coherencia con los valores de lo que anunció el mismo Cristo.
La Iglesia para aprovechar mejor la participación laical, les concede ministerios
propios, por medio de los cuales puedan ejercer su misión en el mundo (P.804-805)

Criterios en la pastoral de conjunto:


a. Vitalidad misionera para descubrir nuevos campos de misión.
b. Apertura a la coordinación con organizaciones y otros movimientos.
c. Formación doctrinal y espiritual adecuada y actualizada..
d. La forma organizada del laico debe orientar al compromiso político, sin que
éste vaya en desmedro ni que se confunda con la pastoral de conjunto.
Criterios pastorales:
a. No clericalizar la acción laical.
b. Que tenga vocación y actitud, ratificada por los pastores.
c. Se orienta al servicio eclesial, sin que ésta pierda el servicio del mundo.
d. No se deben promover a los laicos como un estímulo fuera de lo
comunitario.
e. El ejercicio del ministerio de algunos laicos no puede desminuir la
participación de los demás.
El documento al igual que Medellín, concede gran importancia al laico en la
acción evangelizadora de la Iglesia, especialmente en la búsqueda de un mundo más
justo y más humano.

Santo Domingo
En este documento se recoge la misma experiencia del Vaticano II, reconociendo
la importancia del papel de los laicos en la misión de la Iglesia en el mundo.
En el análisis que se hace de la realidad, se constata como signo de los tiempos
un gran auge de laicos comprometidos en diferentes comunidades eclesiales de base o
en otros movimientos (SD.95). Aunque también es cierto que no son todos los fieles los
que se responsabilizan de su misión dentro de la Iglesia; y esto se nota en desarrollo
normal de su vida, ya que se observan muy pocos valores evangélicos en los campos
comunes de su trabajo; y como consecuencia, hay mucha incoherencia en la vivencia
práctica de la fe.
Se enfatiza en algunos casos el poco acompañamiento y la mentalidad clerical de
algunos pastores, y en muchos de los agentes de pastoral que reducen su trabajo a la
sacristía, ó al servicio del altar.
La nueva evangelización de la que habla todo el documento debe ser asumida
por los laicos, siendo necesario y urgente la promoción y formación de los laicos para
que asuman esta responsabilidad (97).
Entre las líneas pastorales de los laicos se debe incitar a la transformación del
mundo a la luz del mandato divino que le fue encomendado a la Iglesia (MT. 28, 19).
Para ello se requiere una adecuada formación que incluya temas de política, educación y
otros temas que favorezcan el buen desenvolvimiento de los mismos laicos en la
sociedad, a fin de que respondan a las expectativas y exigencias de la misma (SD. 100).
Santo Domingo recoge lo que en Puebla se inició con relación a los ministerios
laicales, tomándolos en cuenta como elementos importantes de cumplimiento de la
vocación laical recibida en el bautismo y la confirmación; y por los cuales se les
autoriza la evangelización a otras gentes (SD. 101).
Se reconoce como fruto del Espíritu el surgimiento de nuevos movimientos que
ayudan a mantener viva la fe, especialmente en los lugares amenazados por el
secularismo, éstos, desde la vivencia de la Palabra y la oración fomentan el espíritu
solidario en la comunidad. Sin embargo se anuncia el peligro de caer en el encierro y en
el individualismo. Para ello se hace necesario el acompañamiento y el que hagan
conciencia de la realidad latinoamericana. Y se concluye este apartado diciendo que la
Iglesia espera con optimismo el aporte de los laicos que se han organizado en
movimientos y que coordinados por la pastoral de conjunto responden a una mayor
presencia de la fe en la vida social (Juan Pablo II., discurso inaugural, 27)

INTRODUCCIÓN
Es importante la participación que se está dando al laico en la Iglesia Universal,
elemento que se convierte para América Latina como un signo de los tiempos. (SD. 95)
Todo este gran auge surge de la nueva concepción de Iglesia como pueblo de Dios, en el
que se rompen las barreras que separaban a la jerarquía del pueblo, para dar paso a una
Iglesia más participativa.
El protagonismo de los laicos con esta nueva realidad eclesial, es notable
haciendo presente el mensaje evangélico en los diferentes ámbitos propios de la
actividad laical, y como tal, la Iglesia se hace presente en esas estructuras para
transformarlas y humanizarlas. Es así como Medellín comienza a hablar que el
apostolado no es algo privilegiado de los pastores, sino que también compete a los
laicos (Md. 12).
Un elemento importante en el que se insiste mucho es en la necesidad de formar
bien a los laicos, para que estos tengan un mejor conocimiento de su trabajo y sobretodo
para que respondan a la realidad actual del mundo.
La Iglesia en América Latina, partiendo de sus documentos, se puede decir que
cuenta con un gran espacio abierto para que los fieles cristianos puedan poner en
práctica los elementos de la fe que profesan.
B IB LI O GRAFÍA

CELAM. IV.conferencia episcopal latinoamericana, Santo


Domingo, talleres gráficos de arte y fotolito ARFO, Santa Fe de
Bogotá, colombia 1992.

Medellín, conclusiones ( La Iglesia en la Actual transformación de


America Latina a la luz del concilio), Secretariado general del
CELAM, Santa fe de Bogotá, D.C. Colombia 1992.

Puebla, la evangelización en el presente y en el futuro de América


Latina, Ed. UCA editores, El Salvador 1979.

Documentos completos del Vaticano II.

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