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Colección Biblia 30
Introducción
PRIMERA PARTE
I
Aprender a orar leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento
Reflexión
1. ¿Qué hay que tener presente para que las enseñanzas sobre la oración y
las oraciones que encontramos en el Antiguo Testamento tengan valor para
nosotros los cristianos.
II
Qué nos enseña la Biblia para nuestra oración
• nos revela las bases para que podamos dialogar con Dios;
• nos enseña a hablar con Dios a través de oraciones.
Ante todo, la Biblia nos dice que podemos hablar con Dios y escucharlo. No a
través de sonidos que perciban nuestros oídos, ni de intervenciones
extraordinarias de El a cada momento, pero si en las vicisitudes de la vida.
En ellas El se hace presente y nos habla como al Pueblo de Dios
antiguamente.
Junto con estos mensajes que hacen posible nuestra oración, la Biblia nos ha
transmitido oraciones de creyentes que supieron dialogar con Dios. Esas
oraciones no son simples fórmulas del pasado. Son también, y sobre todo,
oraciones nuestras porque:
• son Palabra de Dios viva y eficaz (Isaías 55,8-9; Hebreos 4,12; Romanos
15,4).
Estas son las dos cosas básicas que nos ofrece la Biblia para nuestra vida de
oración:
1. Leer los textos señalados entre paréntesis. ¿Qué actitudes sugieren para
la oración?
III
Cómo hacer nuestras las oraciones bíblicas
Hemos visto la riqueza que presenta la Biblia para nuestra vida de oración.
Fácilmente aceptamos que sin ella difícilmente aprenderíamos a dirigirnos a
Dios. El mismo quiso que su revelación se pusiera por escrito para darnos las
bases para creer que nuestro diálogo con El en la oración no es una ilusión o
un monólogo vacío en el que somos nosotros quienes hablamos y nos
respondemos.
• La conexión con la vida. Las oraciones bíblicas por ser oraciones vitales
y que proceden del mismo espíritu de fe que nos anima, dejan de ser meras
fórmulas para convertirse en expresión válida de los sentimientos y
actitudes de los creyentes de todas las épocas. Son, además, Palabra de
Dios revelada, que llega a nosotros con la misma frescura del tiempo en que
se puso por escrito.
Estas explicaciones, tal vez, nos han ayudado a tener ideas más claras, pero
sentimos la necesidad de unas breves indicaciones que nos ayuden a hacer
nuestras las oraciones bíblicas. Estamos acostumbrados a que todos los
productos que adquirimos vengan acompañados de unas “Indicaciones para
su uso”. Pues bien, para hacer nuestras las oraciones bíblicas necesitamos
de tres pasos:
1. Colocar la oración en el ambiente en que se compuso para entender su
sentido y ver con claridad si se trata de una súplica, de una alabanza, de
una acción de gracias y cuáles fueron los motivos que la ocasionaron. Para
eso nos sirven las introducciones y notas que tenemos en las Biblias.
2. Leer la oración a la luz del Nuevo Testamento, que nos trae la plenitud
de la revelación y que nos hace ver con nuevos ojos la historia del Antiguo
Testamento.
Salmo 8
- Cuando habla del ser humano que domina la creación en una época
en la que no se tenían los progresos científicos-técnicos que ahora tenemos,
sólo podía mencionar el hecho de que él dominaba sobre los animales del
campo, las aves del cielo y los peces del mar.
- Cristo vino a revelar una mayor dignidad del ser humano, hijo de Dios
(Mateo 6,9), hermano suyo (Romanos 8,29), templo del Espíritu (1 Corintios
6,19), colaborador suyo en la obra de la redención, destinado a una felicidad
eterna y a la resurrección (Juan 6,54).
- Al leer este salmo 8 debemos pensar en todo esto para actualizar esa
alabanza y hacerla nuestra.
Reflexión
Leer las siguientes oraciones bíblicas del Antiguo Testamento siguiendo los
tres pasos que hemos mencionado en las instrucciones para hacer nuestras
las oraciones bíblicas. Ofrecemos unas pistas para hacerlo:
1. Salmo 51:
2. Habucuc 1,2-4:
3. Isaías 9,1-7:
IV
Rezar con los salmos
La Biblia ofrece en todas sus páginas enseñanzas sobre la oración. Pero tiene
un libro que puede llamarse su libro de oración: el libro de los Salmos.
- Salmo 1 a 41
- Salmo 42 a 72
- Salmo 73 a 89
- Salmo 90 a 106
- Salmo 107 a 150
II. Diversas clases de salmos. Una primera observación que hay que tener
en cuenta, antes de señalar los diversos tipos de salmos que existen en la
Biblia, es que los salmos son oraciones, pero también son poesías. Por ello
utilizan imágenes para expresar la plegaria: los ríos aplauden, las montañas
gritan (Salmo 98,8). En otras ocasiones en el mismo verso repiten una idea
con palabras diferentes (Salmo 114,1-2).
1) Himnos propiamente dichos: salmos 8, 19, 29, 33, 100, 103, 104,
111, 113, 114, 117, 135, 136, 145, 146, 147, 148, 149, 150.
Modelos:
- salmo 8: himno a Dios por haber hecho al hombre capaz de
contemplar los cielos, de tomar en su mano la creación y de alabarlo.
2) Salmos del Reinado de Dios: hablan de Dios como rey que domina la
creación: salmos 47, 93, 95, 96, 97, 98, 99.
Modelo:
- salmo 96: canto a la realeza de Dios.
Modelos:
- salmo 22: queja por abandono de Dios, que termina en esperanza
cierta de su ayuda.
2) Confianza individual: salmos 3, 4, 11, 16, 23, 27, 62, 121, 131.
Modelo:
- salmo 23: canto del cuidado que Dios tiene del hombre que
suscita seguridad, paz y confianza.
3) Acción de gracias individual: 9, 10, 30, 32, 34, 40, 2-12, 41, 92, 107,
116, 138.
Modelo:
- salmo 138: canto de acción de gracias por el cuidado que Dios
tiene de los necesitados.
3. SALMOS DE LA COMUNIDAD: en ellos se expresa el pueblo
colectivamente. Se distinguen las mismas clases que en los salmos
individuales:
Modelo:
- salmo 44: lamentación nacional por una derrota o desastre
colectivo.
Modelo:
- salmo 125: confiesa la seguridad que se tiene cuando el pueblo se
apoya en Dios.
3) Acción de gracias de la comunidad: salmos 65, 66, 67, 68, 118, 124.
Modelo:
- salmo 66: acción de gracias a Dios que salva al pueblo en su
historia.
Modelos:
- salmo 72: presentación del rey ideal.
Modelos:
- salmo 1: habla de los dos caminos del hombre.
- salmo 119: presenta la ley como revelación de Dios para bien del
hombre.
Modelo:
- salmo 53: demuestra que Dios es providente y castiga el mal y
premia el bien.
Modelo:
- salmo 15: expone en síntesis las actitudes prácticas para poder
acercarse a Dios.
Reflexión
Buscar los salmos que se han señalado como modelo. Leerlos y meditarlos.
V
Cristo: modelo y maestro de oración
1. La oración de Jesús
Junto a ese dato los evangelios ponen de relieve que Jesús reza de una
manera nueva que lleva a los apóstoles, que ya oraban como israelitas, a
partir que les enseñe a rezar (Lucas 11,1).
Jesús ora y enseña a orar a sus discípulos: “cuando recen digan” (Lucas
11,1). En la oración del Padre nuestro señala las actitudes y los contenidos
de la oración cristiana:
• confianza en el Padre
• apertura a sus caminos
• búsqueda del Reino
• preocupación por los problemas de la vida humana
• petición del perdón de las propias culpas
• actitud de perdón hacia el prójimo
• súplica de ayuda para no sucumbir en la tentación.
Del modo como oró Cristo y de sus enseñanzas sobre la oración podemos
deducir las características principales de la oración de un cristiano:
Reflexión
1. Buscar en la Biblia los textos que se han citado sobre la oración. Leerlos
y ordenarlos por la clase de plegaria que contienen: súplica, acción de
gracias, alabanza.
VI
Descubriendo las oraciones bíblicas
Teniendo en cuenta los límites de este librito hacemos una selección de esas
plegarias. Además de esas que presentamos existen otras muchas: unas
breves, otras largas; unas personales, otras comunitarias; plegarias de
alabanza, de súplica, de acción de gracias. Los ejemplos que proponemos
nos deben capacitar para encontrar otras y para orar con ellas desde
nuestra condición de cristianos.
Reflexión
Leer esas oraciones. Orar con ellas, escogiendo una cada día y procurando
asumirla personal o comunitariamente desde las circunstancias concretas en
las que se vive.
VII
De las oraciones bíblicas a la actitud bíblica orante
Esta doctrina del Concilio no hace otra cosa que presentar lo que podemos
llamar una actitud bíblica orante.
Leyendo el libro de los Hechos de los Apóstoles y las Cartas del Nuevo
Testamento vemos cómo los cristianos se reúnen en las casas para la
“fracción del pan” (Hechos 2,46; 20,7-12) y para oración en común (Hechos
4,23-30) en conexión con la vida y sus problemas como por ejemplo, las
necesidades de los hermanos de la comunidad de Jerusalén en favor de
quienes se organiza una colecta (2 Corintios cc. 8-9).
Vivir esto, pide una conversión continua a las exigencias de Dios en todos los
ámbitos de la vida humana: en las relaciones con El, con el prójimo, con los
bienes, en cuyo uso se da la opresión y la injusticia. La actitud bíblica orante
lleva a esa conversión como condición y fruto de su autenticidad. y esto
debe expresarse a nivel personal y a nivel social, como algo indispensable
para que el amor sea realmente efectivo.
Reflexión
2. n. 327: “El evangelio nos debe enseñar que, ante las realidades que
vivimos, no se puede hoy en América Latina amar deberas al hermano y por
lo tanto a Dios, sin comprometerse a nivel personal y en muchos casos,
incluso, a nivel de estructuras, con el servicio y la promoción de los grupos
humanos y de los estratos sociales más desposeídos y humillados, con todas
las consecuencias que se siguen en el plano de esas realidades temporales”.
VIII
Oración de esperanza por la presencia y acción de Cristo y del
Espíritu
Junto con este motivo firme para la esperanza cristiana: el don y la presencia
de Cristo, el Nuevo Testamento, especialmente S. Pablo, presenta otro
íntimamente ligado a él: la comunicación que Dios nos da de su Espíritu. En
él nos otorga las primicias del mundo venidero (Romanos 8,23); su presencia
y su acción mantienen firmes a los creyentes en las tribulaciones, porque la
esperanza que él comunica no defrauda (Romanos 5,4-5). La oración a la
que El conduce es una oración de confianza y esperanza. Nos da la
capacidad de llamar a Dios “Abba, Padre” (Romanos 8,15). Orienta nuestra
oración. Nosotros no sabemos lo que demos pedir, pero el Espíritu intercede
por nosotros con gemidos sin palabras (Romanos 8,26). En esa oración
asume toda la creación en nuestra esperanza (Romanos 8,19-22) y nos
ayuda a colaborar en la historia de salvación hasta que Dios sea todo en
todos (1 Corintios 15,28).
Jesús está vivo y comunica a los creyentes su propia vida y los conduce a
actuar en la historia, como El, combatiendo el mal; a testimoniar la fuerza
que viene de su resurrección y que puede transformar a la humanidad. El
testimonio de ellos sigue los pasos del testimonio de Jesús: persecución,
sufrimiento, muerte y resurrección. Por ello necesitan de la fuerza de Dios.
Cristo triunfó, pero su victoria debe ser continuada por los que creen en El.
la oración de esperanza da el valor que se requiere para luchar; ayuda a
superar el miedo con la certeza que comunica de la victoria de Cristo que
abre las posibilidades de un mundo nuevo (Apocalipsis 21,1-5); capacita
para el martirio.
La oración final del Apocalipsis es la oración de esperanza por excelencia,
que cierra toda la Biblia y corona las oraciones bíblicas. Ya Pablo había
repetido en voz alta el grito orante: “Marana tha’: “Señor nuestro, ven” (1
Corintios 16,22). Esta oración resume la convicción de que la salvación sólo
está en Jesús y en su venida en la historia de cada día y al final de ella. La
misión de los creyentes de construir el Reino necesita de su ayuda para no
sucumbir ante los embates del mal y para no dejarse dominar por el
fatalismo, el pesimismo y la desesperanza. Aquí también, la comunidad de
los cristianos y cada uno de ellos, movido por el Espíritu, invocan la venida
de Jesús que sostiene la esperanza y la transforma en realidad plena:
Reflexión
Conclusión
Rezar con la Biblia desde nuestra realidad
Estas páginas han querido ser una primera iniciación a rezar con la Biblia
leyendo sus enseñanzas sobre la oración y haciendo nuestras sus oraciones
desde una contemplación e imitación de Cristo, modelo y maestro de
oración.
SEGUNDA PARTE
Rezar en el contexto de la vida1
I
Creados para comunicarnos con Dios
Un análisis del ser humano revela que está hecho para la relación; e incluso
que su mundo relacional no se cierra en el horizonte visible sino que se abre
a lo trascendente. Precisamente esta relación con lo trascendente es la que
permite la comunicación con Dios asumiendo en ella todo el contexto de la
vida.
Como la relación del padre al hijo, del hijo al padre, y lo que crea esa
relación.
A principios del siglo, tres filósofos (aunque alguno de ellos no haya hecho
exactamente filosofía, pero que tenía un densísimo pensamiento filosófico)
trataron de este tipo de relaciones. Se fijaron plenamente en la necesidad de
revalorar la relación Yo-Tú. Ellos son: Max Scheler, Martín Buber y Gabriel
Marcel. Marcel en algunos aspectos, no habla del problema tan directamente
como Buber.
O sea que estamos hechos para otro, para relacionarnos, así como cuando
sentimos hambre y aún no percibimos ningún alimento, esta sensación nos
está diciendo que estamos hechos para recibir alimento, comerlo y
asimilarlo. De esa manera, ontológicamente hablando, estamos hechos para
otro. Dice Scheler que siendo tan importante el Tú, es necesario saber cómo
se da el auténtico encuentro con él. Ese auténtico encuentro con el otro, con
el tú, no se da simplemente en un plano de entusiasmo efectivo, de una
vibración afectiva como el entusiasmo que se comunica en un partido de
fútbol. Tampoco se puede dar -dice Scheler- un sentir con el otro, como
cuando muere un ser querido a dos personas. Para el encuentro auténtico se
necesita lo que Scheler llama la simpatía. Es decir, una participación interna,
un meterme dentro del problema o del sentir, o de la manera de ser o de
pensar de esa persona, aunque yo no coincida ni esté de acuerdo totalmente
con lo que esa persona piensa, realiza o hace; pero es preciso que yo me
meta intencionalmente ahí. Dice Scheler que la plena valoración del Tú,
viene con el amor porque sale de la esfera de los sentimientos, es libre,
espontáneo y se orienta a la creación o a la promoción de los valores del
otro; se trata de un amor que va más allá del sentimiento.
En 1923 Buber publicaba un libro que ha hecho historia: “Yo y Tú”. Buber
distingue en él lo que él llama las palabras fundamentales o palabras
principio, que dice son dos y que no nombras cosas, sino modos de relación
entre la persona hablante y el mundo. Estas palabras son “Yo-Tú”, “Yo-Ello”. Y
decía “basta pronunciar una de esas dos palabras para que implícitamente
recordemos o indiquemos la otra”. Y distingue entre el Yo-Ello, porque el yo-
ello es mi relación con el ello, con un objeto que yo puedo poseer, dominar.
En cambio en el Yo-Tú se trata de un encuentro, no de posesión; se
contempla y se acepta a ese Tú, se termina en el conocimiento íntimo, lleva
consigo libertad y originalidad, es directo e inmediato, compromete todo el
ser del que la vive. Y de ese encuentro entre el Tú y el Yo, nace el “Nosotros”,
ese “Nosotros” que se sustenta y se apoya en el “Entre”. El “Entre” es la
relación de amor, que es el espíritu que une a esas dos personas. Diálogo
como la manera en que se ha de realizar el encuentro; un “Diálogo
auténtico” que puede ser hablado o silencioso. “Diálogo Técnico” a niel
superficial, del “Monólogo” disfrazado de diálogo, que no acepta la
existencia del otro, sino como un modo de mi existencia propia.
2. La comunicación trascendente
Con todo el filósofo sincero que investiga la realidad humana en sus últimas
causas, tropieza en su análisis con un hecho: el de encontrarse con personas
que sin comprender ni haber experimentado realidades extramundanas, las
aceptan confirme seguridad y, como se dice comúnmente, creen en ellas.
Partiendo del “Tú Eterno”, el cristiano comprende mejor aquello que podría
intuir en filosofía, o que cualquiera podría intuir desde el punto de vista
filosófico y que Guardini en su libro “Mundo y Persona”, expresa así: “Las
cosas surgen por el mandato del “Tú Eterno”, la Persona, por su llamada”.
Todas las cosas son palabras de Dios, dirigidas a toda creatura que por
esencia está determinada a hallarse en relación de “Tú con Dios”.
E el mundo de hoy, la palabra Dios o “Tú Eterno”, es algo vacío para muchos,
algo que no encuentra lugar en la experiencia del mundo, que encuentra
dificultad, incluso, en los creyentes.
Otros prefieren hablar del “Tú Eterno” que es totalmente Otro Trascendente,
al cual no podemos llegar; un “Tú Eterno” que si nos colocó en el mundo,
pero que nos dejó. Otros hablan de la muerte de Dios, no en el sentido de
que no exista, sino que ya no tiene interés ni nada que hacer en las
relaciones interpersonales humanas.
1) experiencia cosmológico-ontológica;
2) experiencia antropológica-existencial;
3) experiencia histórica.
La experiencia histórica, nos hace sentir al “Tú Eterno”, que guía la historia
desde dentro, presente en el Universo.
Un “Tú Eterno” que va delante de nosotros, que no está afuera, sino dentro
de nosotros.
Querer comunicarnos con el “Tú Eterno” supone, sea uno creyente o no,
silencio, concentración, búsqueda, que en el fondo es ya encuentro. Pascal
decía: “No me buscarías si no me hubieras encontrado”. Quien tiene la
“experiencia-experiencial” de él, necesita dirigirse a ese “Tú Eterno” como se
manifiesta en esa revelación. Y en esa revelación, el “Tú Eterno” se
manifiesta como Padre de todos los hombres. Tenemos aquí la base de un
nuevo tipo de relación con los demás. No un “Yo-Tú” de persona a persona,
sino un “Yo-Tú” de hermano a hermano. Y un “Yo-Tú” de hermano a hermano,
con un “Tú Eterno” no de Creador, sino de Padre.
“Mientras que el hombre cuya mente está fija en una idea impersonal,
aunque ésta sea admirable en sí, es el que puede en sí ser más inhumano
con sus semejantes y utilizarlos como si fueran medios para realizar su
ideal”.
Nadie mejor que Juan, en su Primera Carta, expresó esta apertura del
hombre a la comunicación y a la comunicación con Dios:
“Lo que era desde el Principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos,
tocante a la palabra divina (“esa palabra que nos manifiesta y comunica al
“Tú Eterno”), porque la vida se ha manifestado y la hemos visto y
testificamos y os anunciamos la palabra eterna que estaba en el Padre y nos
manifestó. Y os lo anunciamos a vosotros a fin de que viváis también en
Koinonía, en comunión, y esta Koinonía es con el Padre y con el Hijo
Jesucristo” (1 Juan 111-4).
II
Experiencia de Dios en el contexto de la vida
1. Proceso experiencial
“La experiencia no es un conocimiento teórico o libresco. Es un conocimiento
adquirido en contacto con el sufrimiento de la realidad que se opone y
resiste al hombre. Al apropiarse de la realidad, domesticándola, el hombre
aprende. El resultado del encuentro con el mundo, en donde da de sí,
destruye las representaciones que tenía del mundo, recibe elementos
nuevos y elabora una nueva representación más conforme con la realidad;
es la experiencia, riqueza incomunicable que confiere autoridad al hombre
experimentado. El saber es un saber verificable que se hizo verdad concreta
y vital. Apertura, despojamiento de prejuicios y de ideas hechas, con
condiciones indispensables a la experiencia.
“Ya vimos el elemento peri de la palabra experiencia. Nos falta analizar Ex.
Ex es una preposición latina que significa entre otras cosas, estar orientado
hacia afuera, expuesto a, abierto para. Por ejemplo: ex-clamación, ex-
posición, ex-istencia. En este sentido, Ex expresa una característica
fundamental del hombre como existencia. El, es un ser que ex-iste, vuelto
hacia afuera (ex), en diálogo y en comunidad con el otro o con el mundo. De
lo cual, resulta que la experiencia no es solamente una ciencia, sino una
verdadera con-ciencia. El objetivo se manifiesta a la conciencia del hombre,
según las leyes estructurales de esta conciencia. La ex-periencia, nunca se
da sin pre-su-posiciones, que son posiciones tomadas históricamente. La
conciencia no está vacía porque hereda modelos de interpretación del
pasado, de la sociedad actual y de la propia jornada personal. Estos llenan
siempre la conciencia. Cuando el hombre sale de sí (ex) y va al encuentro de
objetos, él asume toda esta carga. La experiencia contiene, pues, un
elemento subjetivo (la ex-istencia) y un elemento objetivo (los objetos). En
este encuentro de ambos, en la modificación que se opera tanto en la
conciencia como en los objetos, se estructura la experiencia. Los modelos ya
presentes en la conciencia, son confrontados, comprobados y confirmados
con la realidad. Se pueden confirmar; pero también se pueden destruir, ser
corregidos y enriquecidos. Experiencia envuelve todo ese proceso doloroso y
creativo.
2. La experiencia religiosa
Puebla nos hace ver que no sólo debemos descubrir al Señor en la paz y el
recogimiento de la oración contemplativa, sino que necesitamos descubrir
también su rostro en la realidad en conflicto, en los problemas sociales, en la
angustia de los pobres, en los que deberíamos “reconocer los rasgos
sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (n. 31). Estos
rostros “muy concretos” son señalados claramente, rechazados que viven en
la miseria, en la explotación; seres marginados, rechazados en quienes no se
respetan la dignidad humana y sus derechos (nn. 32-39).
Los cristianos deberíamos “caminar por la tierra pero como ciudadanos del
cielo, con el corazón enraizado en Dios, mediante la oración y la
contemplación. Actitud que no significa fuga frente a lo terreno, sino
condición para una entrega fecunda a los hombres. Porque quien no haya
aprendido a adorar la voluntad del Padre en el silencio de la oración,
difícilmente logrará hacerlo cuando su condición de hermano le exigía
renuncia, dolor, humillación” (Puebla 251).
III
Orar en el contexto de la vida personal
“Rezar es la realidad más sencilla que yo conozco. Hace diez años, era
bastante difícil para mí el rezar. Además yo no sabía hasta qué punto era
posible establecer un diálogo con un Dios del que se hablaba tanto, pero que
era tan difícil de encontrar.
‘¡Oh oración de cada día! Tú eres pobre y un tanto gastada y yerma como el
cada día mismo. Rara vez vienen sobre ti altos pensamientos y elevados
afectos. No eres sublime sinfonía en majestuosa catedral, sino más bien un
canto piadoso salido del corazón, sentido y ejecutado con la mayor voluntad,
siempre algo simple y monótono.
Puede parecer, a veces, que sale sólo de los labios. Pero, ¿no es mejor que al
menos los labios bendigan a Dios, que no que todo el hombre esté mudo? Y,
¿no hay más esperanza de que encuentre un eco allá en el corazón lo que
suena en los labios, que si todo el hombre permaneciera mudo? Y, en estos
nuestros tiempos, pobres de oración, lo que se designa comúnmente como
oración de solo labios es, en realidad de verdad, las más de las veces,
oración de un corazón pobre, pero fiel, que trabajosamente, honradamente,
a través de toda su debilidad, cansancio y tedio, se labra una pequeña
hendidura por la que penetra un tenue rayo de luz eterna, que viene a caer
sobre nuestro corazón sepultado bajo él cada día.
¡Ora cada día! Sacude el torpor y la apatía. Ora de un modo personal. Trata
de convertir la oración de cada día en una oración propia, personal. Ello se
hará si saber volver tú, del tráfago de la vida que te rodea y te penetra,
hacia ti mismo; si sabes volver de la sobreexcitada prisa y vertido de la vida,
al sosiego, de la estrechez del mundo, a la anchurosidad de la fe, de ti a
Dios; si no te contentas con recitar maquinalmente tu fórmula de oración
que aprendiste de niño”6
Dios está siempre con nosotros y nos espera. De El hemos recibido cuanto
somos y tenemos: vida, capacidades, padres, hermanos, amigos, personas
con las que se encuentra nuestra existencia. Dios nos visita en las alegrías y
en los sufrimientos. El ha venido a nuestro encuentro para ser nuestro
camino y nuestra meta; por eso es posible orar en todas las circunstancias,
sin querer huir de la realidad, pues es allí donde Dios nos habla e interpela.
2. Orar desde el contexto de nuestro proceso de maduración
humana y cristiana
- confianza
- autonomía
- iniciativa
- industriosidad
- intimidad
- generatividad
- integridad.
Si percibes la llamada del Espíritu, tiéndela y procura ser santo con toda tu
alma, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas. Si a pesar de eso, por
debilidad humana no consigues ser santo, procura entonces ser perfecto con
toda tu alma, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas. Si, con todo, no
consigues ser perfecto a causa de la vanidad de tu vida, procura entonces
ser bueno con toda tu alma, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas. Si,
todavía no consigues ser bueno o causa de las insidias del maligno, entonces
procura ser razonable con toda tu alma, con todo tu corazón y con todas tus
fuerzas. Si, por fin, no consigues ser ni santo, ni perfecto, ni bueno, ni
razonable, a causa del peso de tus pecados, entonces procura cargar este
peso delante de Dios y entrega tu vida a la divina misericordia. Si haces esto
sin amargura, con toda humildad y con alegría de espíritu a causa de la
ternura de Dios que ama a los ingratos y malos, entonces comenzarás a
sentirlo que es ser razonable, aprenderás lo que significa ser bueno,
lentamente aspirarás a ser perfecto, y, por fin, suspirarás por ser santo.
Si esto hicieras cada día, con toda tu alma, con todo tu corazón y con todas
tus fuerzas, entonces yo te aseguro, hermano; estarás en el camino de San
Francisco, no estarás lejos del Reino de Dios”.7
IV
Orar en el contexto de la vida social
La oración, diálogo personal con Dios, nos abre necesariamente a los demás
y al mundo. Es una escucha de Dios para un compromiso con el hombre, que
nos lleva a amarlo, a respetar su libertad y a servirlo; que nos conduce al
trabajo por una sociedad justa y humana para todos, de acuerdo con el plan
de Dios. Leemos en la carta de Santiago: “Recibir con mansedumbre la
palabra injerta en vosotros... ponedla en práctica y no os contentéis con oírla
que os engañaría; pues quien se contente sólo con oír la palabra, sin
practicarla, será semejante a aquel que contempla en un espejo su rostro, y
apenas se contempla, se va y al instante se olvida de cómo era; mientras
que quien atentamente considera la ley perfecta, la de la libertad,
ajustándose a ella, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor, éste
será bienaventurado por sus obras” (Sant 1,22-25).
Hemos visto en la primera parte que estamos hechos para la relación; que
nuestra vida tiene una dimensión social. Desde ella con sus “gozos y
esperanzas, tristezas y angustias” debemos orar.
Orar desde el contexto de la vida social significa, ante todo, orar desde la
experiencia de Dios en el hermano, cuyo servicio garantiza la autenticidad
de nuestra experiencia personal de Dios.
Hoy, en América Latina, el Evangelio nos enseña que “no se puede amar de
veras al hermano y por lo tanto a Dios, sin comprometerse a nivel personal y
en muchos casos, incluso, a nivel de estructuras, con el servicio y la
promoción de los grupos humanos y de los estratos sociales más
desposeídos y humillados, con todas las consecuencias que se siguen en el
plano de esas realidades temporales” (Puebla 327).
(Antología rota)
“El reto de toda vida cristiana, y por tanto también el reto de la vida
comprometida en los procesos de liberación latinoamericanos desde la fe en
Jesucristo, es la santidad... Y a las exigencias de esta santidad pertenece la
exigencia de la oración... Ahora bien, se trata de una nueva manera de
santidad, y se trata también de una nueva manera de oración. La tradición
cristiana ha reflexionado mucho sobre la experiencia de oración como
clamor de la persona cristiana empeñada en recibir del Padre el don de la
salvación. Y a lo largo de los siglos ha dado testimonio del desierto por el
que la persona debe marchar, aceptando la purificación de su egoísmo hasta
llegar a la tierra prometida de un contacto con Dios sencilla, profundamente
fortalecedor y gozoso. San Juan de la Cruz, tal vez el más profundo de
quienes han explorado este itinerario, esta marcha de liberación personal,
habló de una de sus etapas, larga, prolongada, dolorosa, como de una
“noche oscura del alma”.
“Desde que en América Latina en los años 60 y tal vez ya durante la década
anterior, comenzaron en ambientes cristianos y eclesiales las experiencias
de conversión a los pobres, desde que a muchos cristianos se les fueron
abriendo ojos nuevos para ver a Jesucristo entre los explotados y oprimidos
de este continente, desde que los pobres nos dieron la buena noticia, nos
evangelizaron y nos lanzaron a compromisos de liberación, mayor ha sido la
experiencia de la cautividad que la experiencia de la liberación, y mayor ha
sido el enfrentamiento con el odio desesperado de hombres cegados por su
poder y endurecidos por su capital, que la alegría de encontrar algún
moderno Zaqueo. A la esperanza de los pobres, al despertar de su dignidad
se le ha respondido con la contrainsurgencia, con la diseminación del terror,
con el intento de doblegar los cuerpos y los espíritus. Se ha vivido, sí, la
experiencia gloriosa del martirio, experiencia que, sobriamente vista desde
el pellejo de los mártires, es experiencia de aplastamiento, de acoso, de
angustia y de asfixia, sin poder respirar el aire anhelado de la justicia”.
“Dios marcha con sus pobres en este continente, en el aliento de lucha que
despierta en los pobres una u otra vez a pesar de tanta opresión y tan
crueles represiones. Por eso cantan los pobres:
Conclusión
Formar para la oración en el contexto de la vida
Los “signos de los tiempos” no nos llevan a abandonar la oración, sino que
nos desafían a orar de una manera diferente. “Tal vez sin muchas palabras la
oración será más sencilla y la alabanza al Señor más auténtica e integradora
de nuestra experiencia de Dios y de nuestra experiencia de la vida”.10
Apéndice
Reproducimos aquí los párrafos que el IV Congreso Internacional Ecuménico
de Teología, celebrado en Sao Paulo, Brasil, del 20 de febrero al 3 de marzo
de 1980, dedicado al tema de la “espiritualidad”.