Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
LA ACCIÓN ABSTRACTA DE
INCONSTITUCIONALIDAD
II Cor. 6:10
CONTENIDO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV
Francisco FERNÁNDEZ SEGADO
Nota introductoria a la presente edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIX
Nota a la reimpresión de la primera edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXV
Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXVII
CAPÍTULO PRIMERO
LA ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD
COMO NUEVA COMPETENCIA DE LA SUPREMA
CORTE: HACIA LA CONVERSIÓN DE LA
SUPREMA CORTE EN UN TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
IX
X CONTENIDO
CAPÍTULO SEGUNDO
3. Competencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
4. Legitimación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
5. Objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
6. Procedimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
7. La sentencia y sus efectos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
CAPÍTULO TERCERO
CAPÍTULO CUARTO
I. Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
II. Las leyes, con especial referencia a las electorales, a las pre-
supuestarias y a las Constituciones locales . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
III. Tratados internacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
IV. Las reformas constitucionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
1. La posibilidad de su control (formal) de constitucionalidad
para evitar un Caballo de Troya (in)constitucional . . . . . . . . 256
2. La posibilidad de su control material de constitucionalidad . . 269
XII CONTENIDO
CAPÍTULO QUINTO
CAPÍTULO SEXTO
CAPÍTULO SÉPTIMO
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
II. La sentencia sobre el fondo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
1. Quórum y mayoría exigidos para la declaración de inconsti-
tucionalidad de la ley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
CONTENIDO XIII
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429
Formulario de demanda de acción de inconstitucionalidad . . . . . . . . 439
Bibliografía específica sobre la acción de inconstitucionalidad . . . . . 443
Bibliografía complementaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 449
La acción abstracta de inconstitucionalidad,
editado por el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas de la UNAM, se terminó de imprimir el 4
de noviembre de 2005 en Enach. Impresión de
Libros y Revistas. En la edición se utilizó papel
cultural de 70 × 95 de 50 kilos para las páginas
interiores y cartulina couché de 162 kilos para
los forros; consta de 1,000 ejemplares.
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
PRÓLOGO
XV
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
XVI PRÓLOGO
PRÓLOGO XVII
XVIII PRÓLOGO
Como es natural, con motivo de esta nueva edición, tras una primera reim-
presión, las primeras palabras han de ser de agradecimiento, una vez más,
hacia los lectores, como jueces supremos e inapelables, por la generosidad
con que han acogido el libro, especialmente teniendo en cuenta la condición
foránea del autor, lo que inevitablemente conlleva ciertas limitaciones, las
cuales parece que los lectores han sabido disculpar.
También los agradecimientos y palabras de la Nota a la reimpresión
han de darse aquí por reproducidos, si bien resulta preciso, por un lado,
reiterar expresamente mi gratitud al actual director del Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas de la UNAM, doctor Diego Valadés, por su generosidad y
buena disposición desde el primer momento para publicar una nueva edición
de este libro; y, por otro lado, es igualmente necesario hacer explícita mi gra-
titud hacia las diversas instituciones académicas y judiciales mexicanas que
me han invitado en estos últimos años a dictar clases o conferencias y a
participar en diversas actividades por ellos organizadas, pues ello ha sido lo
que me ha permitido, y exigido, mantenerme al día de las reformas y desa-
rrollos que se han producido en este campo en los últimos años y, de este
modo, actualizar este libro sin un enorme esfuerzo que, de otra forma, posi-
blemente no podría realizar en estos momentos.
La nueva edición no representa ningún cambio radical con respecto a
las versiones anteriores de la obra, sino que en lo esencial se mantiene su
contenido, pues parece que el planteamiento originario del tema ha tenido
una aceptable acogida en la doctrina y entre los estudiantes y aporta una
perspectiva “desde fuera” y con acento en el derecho comparado que ha
suscitado cierto interés, y ha permitido abrir un debate en la doctrina
sobre diversas cuestiones. Pero ha habido importantes desarrollos jurispru-
denciales de los que era necesario hacerse eco y, en algunos casos, someter
el criterio jurisprudencial a una cierta crítica y ello, que nos parece tarea
ineludible de todo estudio jurídico doctrinal, es lo que explica la aparición
de esta nueva edición y no mera reimpresión.
XIX
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
en términos procesales (sólo en esos términos sería cierta una máxima del
tipo Pino Suárez locuta, causa finita: una vez que la Corte se ha pronun-
ciado, no hay nada más que decir), y exige someterla a un constante y rigu-
roso examen crítico. Por otro lado, hemos tratado de exponer siempre las
razones a favor y en contra de cualquier planteamiento, aunque sea para
criticar las unas o las otras, porque con un libro creemos que “no se trata
de hacer leer, sino de hacer pensar” (Montesquieu).
Junto a lo anterior, la exposición se ha enriquecido, en ciertos casos,
con algunas referencias complementarias, adaptaciones a las reformas en el
ámbito iuscomparado o inserción de nuevos aspectos que han parecido intere-
santes. En general, visto el uso del libro en varias universidades como libro
de texto en cursos de posgrado y licenciatura, se ha hecho una “revisión
pedagógica” que facilite su empleo como libro de texto, que, sinceramente,
no fue el objetivo primigenio de este libro.
Por otro lado, este libro se puede hoy considerar en cierto modo “com-
pletado” con otro recientemente publicado por nosotros relativo al otro gran
sector del derecho procesal constitucional mexicano que es el juicio de amparo
(o mejor dicho, los “sectores” del mismo que tienen una dimensión cons-
titucional, que son los estudiados) y cuyo análisis no podemos menos de
reconocer que ha sido extraordinariamente complejo: La jurisdicción cons-
titucional de la libertad (Teoría general, Argentina, México, Corte Inter-
americana de Derechos Humanos), Porrúa, Biblioteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional, con prólogo del profesor doctor y doctor honoris
causa Héctor Fix-Zamudio, México, 2005.
Por último, ha de aclararse que el cambio en el título obedece más que
nada a que si bien no era el apropiado quizás hace unos años, en el momento
presente —al estar los juristas mexicanos ya más familiarizados con la termi-
nología y el concepto de “control abstracto” para referirse al instado a través
de las acciones de inconstitucionalidad— sí que parece oportuno añadir esa
referencia en el título. No se añadió una referencia al carácter federal de
la acción de inconstitucionalidad en el título porque, de un lado, también
analizamos las acciones de inconstitucionalidad “locales”, aunque sea bre-
vemente, y, de otro lado, consideramos que el potencial lector lo daría por
sobreentendido.
Una vez más, el autor agradecerá cualquier comentario y queda abierto al
“juicio directo” de los lectores con mucho gusto: jbrage@der.ucm.es. Pienso
que, como Borges dejó dicho, “un libro es más que una estructura verbal, o
una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector”.
ABREVIATURAS
XXVII
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
CAPÍTULO PRIMERO
LA ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD
COMO NUEVA COMPETENCIA DE LA SUPREMA
CORTE: HACIA LA CONVERSIÓN DE LA
SUPREMA CORTE EN UN TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO PRIMERO
2
Aunque en el Dictamen de las Comisiones Unidas de Gobernación y Puntos
Constitucionales de las Cámaras de Diputados y de Senadores se decía que se habían
recibido propuestas de juristas, litigantes, académicos, etcétera, el diputado perredista
señor Jesús Zambrano juzgó tal afirmación como un conjunto de “falacias”, además de
señalar que la mayor parte de las personas realmente consultadas estimaban que la
reforma era insuficiente, concluyendo: “esta reforma que modifica casi el 25% de los
artículos que componen nuestra carta magna, es decir, 26 de 136, y que significan 127
adiciones y cambios al texto vigente de la Constitución, ameritaban, a nuestro juicio,
junto con otras que quizá había que discutir, ampliar el debate más allá de esta Cámara
de Diputados, pero ampliarlo en verdad, ampliarlo en serio”. Diario de Debates de la
Cámara de Diputados, sesión del 21 de diciembre de 1994, p. 2303. Las citas que hago
de los debates las tomo del artículo de José Barragán Barragán dedicado precisamente
a su análisis: “La novísima reforma de la Suprema Corte de Justicia mexicana” (parte
final), Revista Jurídica Jalisciense, Departamento de Estudios e Investigaciones de la
Universidad de Guadalajara, año 5, núm. 3, septiembre-diciembre de 1995.
3
García Ramírez, Sergio, “La reforma constitucional del Poder Judicial en México
(1994-1995)”, artículo perteneciente a un libro en prensa (Poder Judicial y Ministerio
Público, México, UNAM, 1997). Una opinión no exactamente coincidente puede verse
en Valencia Carmona, Salvador, Derecho constitucional mexicano a fin de siglo, México,
Porrúa, 1996, p. 411.
4
Diario de Debates de la Cámara de Diputados, sesión del 21 de diciembre de
1994, p. 2281.
5
También se ha planteado en la doctrina la constitucionalidad de la iniciativa
presidencial de reforma constitucional y la consiguiente validez de las reformas así
iniciadas. En esa línea, Flores Medina, Rubén Jaime, op. cit., nota 1, pp. 70 y ss.
6
En palabras de uno de sus portavoces: “Acción Nacional no puede votar en
contra de una iniciativa que abriga la esperanza de la recuperación de la justicia
en México…, si queréis, hacemos votos porque esa esperanza no sea tan sólo inten-
ción, ya que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, sino que
esa intención se traduzca en hechos reales y verdaderos”, Diario de Debates de la
Cámara de Diputados, 21 de diciembre de 1994, p. 2292.
Sin perjuicio del examen más detallado a lo largo del libro, podemos
ya en este momento adelantar algunos de los rasgos caracterizadores de
la acción mexicana de inconstitucionalidad, con arreglo a la definición ya
ofrecida al principio de este capítulo:
1. Es un mecanismo de control normativo abstracto (esto es, al
margen de todo caso concreto) de la constitucionalidad de todo tipo de
leyes posteriores a la entrada en vigor de la LR105 (leyes federales,
de los estados o del Distrito Federal), así como de los tratados inter-
nacionales y las reformas constitucionales.
2. El plazo para interponerla es de treinta días no prorrogables
ni excepcionables.
3. La legitimación activa para plantearla corresponde al procu-
rador general de la República (quien puede impugnar todas las nor-
mas antes mencionadas); al 33% de los parlamentarios integrantes de la
Cámara de Diputados y al 33% de la de Senadores respecto de las leyes
federales o del D.F. o reformas constitucionales federales en cuya elabo-
ración hubieren participado sus respectivas cámaras, así como respecto
de los tratados internacionales en el caso de los senadores; y a los par-
tidos políticos respecto de las leyes electorales (federales o locales si se
trata de partidos con registro nacional; y sólo locales si el partido sólo
tiene registro a escala estatal).
nales y procesos “ordinarios”, entendiendo por tales aquellos en los que no se plantea
una cuestión de relevancia constitucional, por más que la delimitación entre “lo cons-
titucional” y “lo legal” no sea, ni pueda ser, siempre exacta, ni tampoco —en ocasio-
nes— funcional.
B. Estatuto constitucional
C. Monopolio de lo contencioso-constitucional
36
Favoreu, Louis, op. cit., nota 15, p. 29.
37
Sobre los criterios para el ascenso, puede verse un interesante estudio pano-
rámico iuscomparatista en Royer, Jean Pierre, “La justice en Europe”, Pouvoirs. Revue
Française d’études constitutionnelles et politiques, núm. 74, septiembre de 1995,
pp. 144 y ss.
38
Se echa de menos, en la composición de la actual Suprema Corte de Justicia,
un mayor pluralismo en el sentido indicado en el texto, lo que habría sido aconsejable
y podría haber influido decisivamente en el funcionamiento de la Suprema Corte,
especialmente por lo que se refiere a una mayor presencia de determinadas perso-
nas procedentes del mundo puramente académico-constitucional que pudieran estar más
familiarizadas con los tribunales constitucionales y su modus operandi, así como con
la especificidad de la interpretación constitucional.
general.46 Se entiende así por qué “en ningún país de derecho escrito que
cuente con un sistema de jueces funcionarios reclutados por cooptación
se ha atribuido el control de constitucionalidad a la jurisdicción ordina-
ria, según el patrón norteamericano”.47
Explicadas sucintamente las razones, de índole fundamentalmente
práctica,48 que llevan a la justificación de este sistema específico de acceso
a la judicatura constitucional, sólo cabe comprobar si existe también,
o no, en México ese sistema especial o ad hoc de elección de los jue-
ces constitucionales. Y hay que decir que este requisito se cumple, en
efecto, en México, patentemente: el artículo 96 de la Constitución esta-
blece que los ministros serán designados por el Senado de la República
por la votación de, al menos, las dos terceras partes de sus miembros pre-
sentes, de entre las personas que integren la terna presentada por el pre-
sidente de la República,49 mayoría reforzada ésta que tiende a potenciar
jueces ordinarios. Esta parece ser, por lo demás, la experiencia de los países escandina-
vos, Japón y Suiza (el caso americano es completamente distinto, por diversas razones).
Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 40, pp. 77 y ss.
46
Conviene destacar una experiencia, de especial relevancia para México, a la
que también alude Cappelletti, op. cit., nota 42, p. 68: “si al principio los jueces de
carrera podían parecer bastante poco idóneos para la tarea de control de las leyes,
después de cuatro decenios, en Italia por ejemplo, la situación se ha modificado gra-
dualmente, al formarse y expandirse una “conciencia constitucional”. Algo semejante
ha ocurrido en España, tarea en la que el Tribunal Constitucional ha jugado un papel
decisivo como director de orquesta.
47
Martínez Sospedra, Manuel, “El Tribunal Constitucional en la estructura del
Estado. El caso de la Corte Constitucional de Guatemala”, Revista Jurídica Jalisciense,
Departamento de Estudios e Investigaciones de la Universidad de Guadalajara, año 5,
núm. 3, septiembre-diciembre de 1995, p. 47.
48
A estas razones podrían, y deberían, añadirse las consideraciones que después
realizaremos sobre la necesidad de todo juez constitucional de valorar las consecuencias
políticas que pueden derivarse de sus resoluciones.
49
No obstante, será el propio presidente de la República, excepcionalmente, el
que elija a una persona de esa terna en dos supuestos: a) cuando el Senado no formule
su elección en el plazo improrrogable de treinta días desde la presentación de la terna;
b) cuando, habiendo rechazado el Senado la totalidad de una primera terna propuesta
por el presidente de la República, proponga éste una segunda terna, y sea también
rechazada en su integridad.
Como dice Soberanes, “aquí hay una pequeña trampa y es la siguiente: el Senado
tiene treinta días improrrogables para hacer la designación; si no lo hace, el presidente de
la República hace la designación. De igual manera, la Cámara de Senadores puede re-
chazar la terna, en cuyo caso el Ejecutivo formula una nueva; si la Cámara la vuelve a
rechazar, el presidente de la República hará la designación. Tal sistema es sumamente
criticable por un doble orden de motivos: o bien puede ser una farsa, al poner junto
a un candidato viable a dos no idóneos, o bien, como hasta ahora el presidente de la
dicial estará confiado a los jueces, siendo ejercido por el Tribunal Cons-
titucional Federal, así como por los Tribunales federales previstos en
la presente Ley Fundamental y por los Tribunales de los Estados”.54
El Tribunal Constitucional alemán es regulado, por lo demás, en el mismo
capítulo que los demás órganos judiciales, el dedicado a la “adminis-
tración de justicia”.
El caso alemán bien merece una reflexión detenida, por el interés
que puede tener para comprender el status de la actual Suprema Corte
mexicana.55 En este sentido, debe empezar por recordarse cómo, ini-
cialmente, el Tribunal Constitucional Federal alemán fue ubicado bajo
la autoridad del ministro federal de Justicia, en cuanto que pertenecía al
Poder Judicial. Ello generó una manifiesta irritación de diversos jueces,
y entre ellos, del propio presidente de la institución, Hermann Höpker
Aschoff,56 que prestó sus servicios entre 1951 y 1954. Ello dio lugar a
que los jueces constitucionales, en su primer año de actividad, empren-
diesen la tarea de defender resueltamente la autonomía del tribunal, a
través fundamentalmente del ejercicio decidido de su independencia en
la resolución de los litigios constitucionales que se le planteaban.
En junio de 1952, tras varios meses de discusiones, el tribunal ela-
boró un informe 57 (sobre la base de un proyecto del juez Leibholz que
no fue discutido) en el que se reclamaba la desaparición de toda suje-
ción a la autoridad del ministro de Justicia, completa autonomía pre-
supuestaria, y control total sobre su propia administración, incluida la
facultad de elegir libremente sus propios funcionarios y empleados jurídi-
54
Términos semejantes, por cierto, al artículo 94 de la Constitución mexicana:
“Se deposita el ejercicio del Poder Judicial de la Federación en una Suprema Corte de
Justicia…”.
55
Sobre este tema puede verse, entre una amplia bibliografía, Leibholz, Gerhard,
“Der Status des Bundesverfassungsgericht”, en el colectivo Das Bundesverfassungsgericht
1951-1971, C.F. Müller, Karlsruhe, 1971, pp. 31 ss.; Häußler, Richard, Der Konflikt
zwischen Bundesverfassungsgericht und politischer Führung. Ein Beitrag zur Geschichte
und Rechtsstellung des Bundesverfassungsgerichts, Berlín, Duncker und Humblot, 1994,
pp. 22 y ss. y 234 y ss.
56
Sobre este juez, puede verse un artículo de Ritterspach, quien fue compañero
de Höpker durante los cuatro años (1951-1954) que estuvo en el tribunal, si bien él
permaneció en el mismo hasta 1975. Ritterspach, Theo, “Hermann Höpker Aschoff: der
erste Präsident des Bundesverfassungsgerichts (1883-1954)”, Jahrbuch des öffenlichen
Rechts, t. 32, 1983, pp. 55 y ss.
57
El texto de este informe (“Bericht an das Plenum des Bundesverfassungsgerichts
zur ‘Status Frage’ ”, de 21 de marzo de 1952), puede consultarse en Jahrbuchs des
öffenlichen Rechts, 6, 1957, pp. 120 y ss.
o del Distrito Federal, entre los de un estado y los de otro, entre los de
un estado y los del Distrito Federal, entre cualquiera de éstos y los mili-
tares, aquellas que le correspondan a la Suprema Corte de Justicia de
acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, así como las que se susciten
entre las juntas de conciliación y arbitraje, o las autoridades judiciales,
y el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje.
d) De las controversias que por razón de competencia se susciten
entre tribunales colegiados de circuito; entre un juez de distrito y el Tribu-
nal Superior de un estado o del Distrito Federal, entre tribunales supe-
riores de distintos estados, o entre el Tribunal Superior de un estado y
el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, en los juicios de am-
paro a que se refieren los artículos 51, fracciones I y II; 52, fracción I;
53, fracciones I a VI; 54, fracción I y 55 LOPJF (artículo 21.VII LOPJF).
e) De las denuncias de contradicción entre tesis sustentadas por
dos o más tribunales colegiados de circuito, para los efectos a que se re-
fiere la Ley Reglamentaria de los artículos 103 y 107 de la Constitución
(artículo 21.VIII LOPJF).
f ) Del reconocimiento de inocencia.
g) De las demás que expresamente le encomiende la ley. Precisa-
mente porque la Suprema Corte no es un verdadero tribunal constitucio-
nal, no podría impedirse constitucionalmente que una ley le atribuyese
el conocimiento de otros muchos procesos que no tuvieran que ver con
la legalidad, mientras que ello no es posible en el caso de un tribunal
constitucional, como luego comentaremos.
c. Funcionando la Suprema Corte en Pleno o en Salas:
a) El recurso de queja interpuesto en el caso a que se refiere la
fracción V del artículo 95 de la Ley de Amparo, según que el conoci-
miento de la revisión en el juicio de garantías en el que la queja se haga
valer le haya correspondido al Pleno de la Suprema Corte de Justicia o
a una de sus salas, en los términos del artículo 99, párrafo segundo, de
la misma ley (artículos 10.IV y 21.IV LOPJF).
b) Del recurso de revisión en amparo contra sentencias pronuncia-
das en la audiencia constitucional por los jueces de distrito o tribunales
unitarios de circuito, cuando se ejercite la facultad de atracción contenida
en el segundo párrafo del inciso b) de la fracción VIII del artículo 107
de la Constitución, para conocer de un amparo en revisión que por su
interés y trascendencia así lo amerite (artículos 10.II.b y 21.II.b LOPJF).
resuelve miles de asuntos cada año, algo impropio incluso de los sobre-
cargados tribunales constitucionales europeos, que resuelven en cuanto al
fondo unos doscientos o trescientos asuntos al año (y ello se considera
ya excesivo).
Piénsese, por ejemplo, que, conforme al Informe Anual de Labores
de la Suprema Corte, en 2004 recibió 4,335 asuntos que hubieron de
sumarse a los 1,070 del año anterior y egresaron 4,735 asuntos, nada
menos. Y de esos más de 5,000 asuntos por resolver sólo 388 (107 con-
troversias constitucionales, 30 acciones de inconstitucionalidad, 4 juicios
sobre el cumplimiento de los convenios de coordinación fiscal, 98 recur-
sos y 149 asuntos pendientes del año anterior) fueron de competencia
del Pleno y se tramitaron por la Unidad de Controversias Constitucionales
y Acciones de Inconstitucionalidad. Y si bien una parte considerable de
los otros asuntos versaron sobre materia constitucional, otros cuantita-
tivamente nada insignificantes se refirieron a asuntos de pura legalidad
ordinaria, sustantiva (asuntos puramente civil-mercantiles, penales, labo-
rales, administrativos) o procesal.
Por todas las razones expuestas, y alguna más, no podemos com-
partir el criterio de la doctrina dominante de que la Suprema Corte de
Justicia sea ya un verdadero tribunal constitucional.76 Es verdad que la
propia Suprema Corte se ha venido autodesignando desde hace algunos
años como “tribunal constitucional ”,77 pero las autocalificaciones o auto-
estamos refiriendo, como indudablemente parece hacer el autor, a que ello no afecta
a la naturaleza de los tribunales constitucionales, por las razones expuestas en el texto
principal.
76
En cambio, asumen nuestra tesis Castillo Porras, Gregorio y Díaz-Está Avelino,
Hugo, “El Tribunal Constitucional en México. ¿La Suprema Corte de Justicia es un
tribunal constitucional?”, ponencia presentada en el VIII Congreso Iberoamericano de
Derecho Constitucional (diciembre de 2003), accesible en http://www.us.es/cidc/Ponen-
cias/justicia/HugoDiaz.pdf.
77
Por ejemplo, ya en 1991: “…Ello es así porque el constituyente quiso reservar
al más alto tribunal, como supremo intérprete de la carta magna, la determina-
ción última de las cuestiones relativas a la constitucionalidad de las leyes y a la fi-
jación del sentido y alcance de los preceptos de la propia ley fundamental, lo que le
otorga el carácter de auténtico ‘tribunal constitucional’…”. Semanario Judicial de la
Federación, octava época, tomo VIII, noviembre de 1991, p. 27. Tesis jurispru-
dencial 45/91; “…Es inconcuso que la resolución del tribunal constitucional, en este
caso, sólo puede tener efectos relativos a las partes en el litigio…”. Semanario Judi-
cial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo IV, noviembre de 1996,
p. 249. Controversia constitucional 19/95. Véase también la importante controversia
constitucional 31/1997, en la que la Corte, sobre la base de considerarse un tribunal
temala, 1994. Y aunque el Tribunal Supremo sigue resolviendo sólo en torno a ciento
cincuenta asuntos al año, la sobrecarga que experimenta obliga a los magistrados a dedi-
car una parte muy importante de su tiempo a la selección de los asuntos que han de
ser decididos, aparte de que hay “ocasiones en que la falta de revisión de un caso deja
en pie serios conflictos entre las decisiones de los tribunales de apelaciones” lo que
ha conducido a que se hayan hecho diversas propuestas tendentes a reducir la carga del
tribunal: “todas ellas sugieren la interposición de otro tribunal entre la Corte Supre-
ma y los tribunales inferiores” ¡en un país donde la mayor parte de los asuntos se
inician y terminan en los propios tribunales locales! Denenberg, R.V., Para entender
la política de los Estados Unidos de América, trad. de Margarita Montero de Gesundheit,
México, Gernika, 1981, p. 103.
81
Fix-Fierro, Héctor, “La reforma judicial de 1994 y las acciones de inconstitucio-
nalidad”, Ars Iuris, México, núm. 13, 1995, pp. 125 y 126.
Aunque originariamente se estableció en México un sistema de doble jurisdic-
ción, federal y local, que funcionaba separadamente, el sistema terminó finalmente en
un Poder Judicial unitario, por cuanto todos los asuntos que se inician en los tribunales
locales se llevan, o pueden al menos llevarse, ante los tribunales de la Federación por
medio del amparo, al margen de que esté o no en cuestión la legalidad federal, con
lo cual los tribunales federales acaban no sólo conociendo de cuestiones relativas a la
legalidad de entidades federativas sino también, y sobre todo, constituyéndose en
la realidad como superiores jerárquicos de los tribunales locales.
82
Aparte ya de que, como dice Fix-Fierro, la acción de inconstitucionalidad
en particular se ha topado “con cierta incomprensión [a veces, en el sentido más literal],
incluso en círculos académicos”. Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 9, p. 53.
83
Si la iniciativa se refiere a la necesidad de “consolidar a la Suprema Corte
como tribunal de constitucionalidad”, el dictamen aprobado por el Pleno del Senado,
en su capítulo “De la valoración de la iniciativa”, sostiene, contundentemente, que “la
reforma pretende consolidar de manera definitiva el propósito histórico de hacer de
nuestra Suprema Corte un verdadero Tribunal Constitucional”.
84
Fix-Zamudio, Héctor, Cossío Díaz, José Ramón, y Carpizo, Jorge, op. cit.,
nota 12, p. 762.
85
Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 81, p. 126; Carpizo, Jorge, op. cit., nota 13,
pp. 810 y 811; Soberanes Fernández, José Luis, op. cit., nota 49, p. 23.
tección, también llamado, por analogía con los “tipos penales”, “tipo”, o
supuesto de hecho, del derecho fundamental;107 b) Intervención o injeren-
cia en el derecho fundamental;108 c) Justificación constitucional.109
encaja o no en el ámbito normativo o contenido prima facie protegido del derecho fun-
damental: si no encontrara cobertura en el mismo, habría que detener el examen por
no estar ya ante una cuestión de derechos fundamentales, mientras que si encontrara
cobertura en dicho ámbito normativo habría que pasar ya a la segunda fase de examen.
En esta segunda fase, hay que constatar si en el caso concreto ha existido una inter-
vención o injerencia en el ámbito protegido del derecho fundamental, de tal manera que
si se considera que no ha existido intervención hay que detener el examen pues, estando
ante una cuestión de derechos fundamentales, no se trata de una cuestión de limitación
de los mismos. Si, por el contrario, se estima que sí ha existido intervención en el
ámbito normativo del derecho se pasa a la tercera fase, de justificación o examen de
la legitimidad de las restricciones a los derechos fundamentales. Es importante des-
tacar que el método escalonado también se aplica dentro de esta tercera fase, de tal
forma que lo que hay que analizar es que se respeten todos y cada uno de los requisi-
tos que la Constitución (o el CEDH o el derecho comunitario, en su caso) exige para
que una intervención en un derecho fundamental sea legítima. Deben así analizarse
cada uno de estos requisitos uno por uno y si en algún momento se llega a la conclusión
de que alguno no se ha respetado, el examen deberá detenerse, declarando la inconstitu-
cionalidad de la intervención sin más trámites. Y es que es claro que lo que la Cons-
titución exige no es que la intervención en el derecho fundamental respete la reserva
de ley o que respete el principio de proporcionalidad (en cada uno de sus subprinci-
pios: adecuación, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto) o el contenido esen-
cial, etcétera, sino que lo que exige es que respete todos y cada uno de esos requisi-
tos, cumulativa y no alternativamente, de manera que, si uno solo de ellos no se respeta,
la medida no puede pretenderse constitucionalmente legítima.
107
Se trata de definir el contenido prima facie, antes de toda limitación, del
derecho fundamental, para lo que deberá atenderse fundamentalmente a su objeto o bien
jurídico protegido y que habrá de definirse de manera diferenciada, como es natural,
para cada derecho fundamental.
108
Hay que analizar si existe una acción u omisión susceptible de ser conside-
rada una afectación, injerencia o incidencia restrictiva en el derecho fundamental. Por
razones obvias, los partidarios de las concepciones amplias del ámbito normativo del
derecho fundamental tenderán a defender un correlativamente amplio concepto de inter-
vención, mientras que los partidarios de una concepción estrecha tenderán a seguir un
concepto más estrecho de intervención, pues los primeros tenderán a resolver como
cuestiones de (límites a los) derechos fundamentales las que los otros resolverán ya de
entrada con una delimitación del ámbito normativo del derecho fundamental, excluyen-
do ya a priori de la cobertura del derecho a determinadas hipótesis.
109
Debe aquí examinarse si la intervención en el derecho fundamental cumple
los requisitos exigibles a partir de la Constitución para las restricciones a los derechos
fundamentales: por ejemplo, reserva de ley, principio de proporcionalidad (con sus
tres subprincipios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad stricto sensu), contenido
esencial, etcétera.
Un análisis crítico y detallado de todas estas cuestiones lo hemos llevado a
cabo en nuestro libro Los límites a los derechos fundamentales, con prólogo de Fran-
cisco Fernández Segado, Madrid, Dykinson, 2004. Véanse también nuestros trabajos:
* * *
Desde luego, la interpretación que lleva a cabo la Suprema Corte
en el marco de las acciones de inconstitucionalidad está, global-
mente considerada, más bien alejada de estos planteamientos, pero se
tiende, de modo acaso intuitivo y rudimentario, a ello a pequeños
pasos, aunque suscite resistencias importantes en una doctrina bastante
anquilosada en planteamientos literalistas, positivistas y tradicionalis-
tas superados en la mayoría de los países hace ya muchas décadas,
especialmente en materia constitucional,110 y ello pese a que ya hace
114
Para España, es básico consultar Canosa Usera, Raúl, Interpretación consti-
tucional y fórmula política, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1988, así
como su trabajo que se cita más abajo; y también puede destacarse el trabajo de
Fernández Segado, Francisco, “Reflexiones en torno a la interpretación de la Constitu-
ción”, Dereito, vol. 8, núm. 2, pp. 97 y ss.; para México, es de consulta imprescindible
el temprano trabajo de Carpizo, Jorge y Fix-Zamudio, Héctor, “Algunas reflexiones
sobre la interpretación constitucional en el ordenamiento mexicano”, en Carpizo, Jorge
et al., La interpretación constitucional, México, UNAM, 1975, pp. 10 y ss. y véase
también Carmona Tinoco, Jorge Ulises, op. cit., nota 111, 1996, con prólogo de Jorge
Carpizo, pp. 113 y ss., quien, además de asumir criterios o principios de interpreta-
ción constitucional también clásicos propugnados por Linares Quintana ya en 1953
para Argentina (interpretación finalista en pro de la libertad; criterio liberal, amplio y
práctico; interpretación en sentido general o común de los términos, salvo cuando sea
claro que se emplearon en sentido técnico-jurídico; interpretación de conjunto; inter-
pretación evolutiva según las nuevas circunstancias; interpretación restrictiva de las
excepciones y privilegios; presunción de cons-titucionalidad de los actos públicos en
tanto ello sea posible mediante una interpretación razonable de la Constitución),
propone algunos principios constitucionales de interpretación específicamente para
México.
Faith in democracy is one thing, blind faith quite another. Those who
drafted our Constitution understood the difference. One cannot read the
text without admitting that it embodies substantive choices; it places
certain values beyond the power of any legislature.
To remain faithful to the content of the Constitution, therefore,
an approach to interpreting the text must account for the existence of
these substantive value choices, and must accept the ambiguity inhe-
rent in the effort to apply them to modern circumstances…
115
Rubio Llorente, Francisco, “Prólogo” a Alonso García, Enrique, La inter-
pretación de la Constitución, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984,
p. XXII.
116
Por supuesto, no es preciso decir que una interpretación como la aquí propug-
nada conlleva una mayor expansión normativa de la Constitución y también una expan-
sión de la propia competencia constitucional de la Corte, como se pone de relieve en
la controversia 31/1997, por ejemplo “bienestar de la persona humana” (sic). Y es que,
en cierto sentido, la Corte tiene la Kompetenz-Kompetenzen. Como Schlaich ha desta-
cado con todo acierto, el alcance de la jurisdicción constitucional depende decisivamen-
te de los métodos de interpretación constitucional. La interpretación de normas abiertas
como “libre desarrollo de la personalidad”, “propiedad”, “Estado social”, “Estado de
derecho” y otras muchas son las que determinan la competencia del Tribunal Consti-
tucional y es el propio Tribunal Constitucional el encargado de interpretarlas, con lo
que puede decirse que el Tribunal Constitucional tiene de hecho, no jurídicamente, la
competencia de competencias. Klaus Schlaich, Das Bundesverfassungsgericht. Stellung,
Verfahren, Entscheidungen, Munich, C. H. Beck, 1985, pp. 9 y 10. Pero, por supuesto,
frente a una extralimitación por su parte que la sociedad juzgue, de modo generalizado,
inaceptable siempre cabe la reforma constitucional, entre otras reacciones, aunque la
experiencia de docenas de tribunales constitucionales demuestra que ello no se hace
prácticamente necesario en ningún país.
117
Carpizo, Jorge y Fix-Zamudio, Héctor, cit., nota 114, pp. 10 y ss.
118
Canosa Usera, Raúl, “Problemas de la interpretación constitucional en la
democracia contemporánea”, en Valadés, Diego y Gutiérrez Rivas, Rodrigo (coords.),
Justicia. Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional I, México,
UNAM, 2001, pp. 21 y ss.
119
No cabe duda, sin embargo, que ello requiere previamente, o al menos hace
altamente aconsejable, que tanto los jueces de la constitucionalidad como sus asisten-
tes, en la mayor medida posible, conozcan a fondo el moderno derecho constitucional
comparado y estén familizarizados con el funcionamiento de los tribunales constitucio-
nales y su específico modo de interpretar, justificar y razonar. El factor personal y la
formación son, una vez más, sencillamente decisivos.
CAPÍTULO SEGUNDO
3. Competencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
4. Legitimación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
5. Objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
6. Procedimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
7. La sentencia y sus efectos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
CAPÍTULO SEGUNDO
69
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
134
En efecto, conforme a la LOPJF, los jueces de distrito de amparo —sea en
materia penal (artículo 51.III), administrativa (52.III), civil (artículo 54.III) o laboral
(artículo 55.III)— “conocerán… de los juicios de amparo que se promuevan contra leyes
y demás disposiciones de observancia general” en la materia de su competencia (civil,
penal, administrativa o laboral), “en los términos de la Ley de Amparo”.
135
Precisamente en esta competencia tradicional de los jueces y tribunales federa-
les (no de los estatales) mexicanos, ve Grant una semejanza entre el sistema mexicano
y el americano, subrayando cómo “las cortes de ambos países no deciden directamente
sobre la validez de las leyes y no anulan las que encuentran ser inconstitucionales. Por
el contrario, la sentencia es obligatoria sólo para las partes interesadas en el caso. La
ley misma permanece en las compilaciones de leyes, y puede servir de base, o ser
mantenida en vigor contra otros, a menos que su validez haya sido puesta en litigio otra
vez”. Clifford Grant, James Allan, El control jurisdiccional de la constitucionalidad de
las leyes. Una contribución de las Américas a la ciencia política, México, UNAM,
1963, p. 62. Kelsen interpreta esta inaplicabilidad por todos los jueces (norteame-
ricanos) de las leyes inconstitucionales en los siguientes términos: “El hecho de que
el órgano que aplica las leyes declare que una norma general es inconstitucional y no
la aplique en un caso dado, significa que este órgano está autorizado a invalidar la
norma general en un caso concreto, pues la norma como tal —la ley, el reglamento—
conserva su validez y puede, por tanto, ser aplicada en otros casos”. Kelsen, Hans,
op. cit., nota 122, p. 217.
136
Konrad Hesse, op. cit., nota 17, p. 267.
137
Ello es lo que lleva precisamente al profesor Fernández Segado, en España,
a sostener que “no se trata, desde luego, de un monopolio riguroso”. Fernández Segado,
Francisco, op. cit., nota 43, p. 76.
138
En realidad en México habría que distinguir entre: a) el control concreto de
la constitucionalidad: no hay monopolio, ni de examen ni de rechazo, de la Suprema
Habría que decir, en fin, que, si bien puede discutirse si nos encon-
tramos en este supuesto ante un precedente de la acción de inconsti-
tucionalidad (y pienso que, efectivamente, lo es), lo que, en todo caso,
está fuera de toda duda, es que no es ese el origen de la misma tal y
como es conocida hoy en los modernos sistemas de justicia constitu-
cional, sino que su origen en sentido propio se encuentra en el Tribu-
nal Constitucional austriaco instaurado por la Constitución de 1920, sin
que haya habido ninguna influencia probada del precedente venezo-
lano ni en Kelsen, ni en el proceso de elaboración de la mentada Cons-
titución. La estructura de la acción, por lo demás, presenta, en el
pensamiento kelseniano características propias y diferenciadas de las
que existieron en Colombia y Venezuela (especialmente la legitima-
ción restringida), todo ello al margen ya de la eficacia de unas y otras,
bien distinta por cierto.
B. Por otra parte, junto al modelo austriaco, podría aludirse al
ejemplo —casi sincrónico, pero en realidad unos meses anterior— de
Checoslovaquia, que no con poca frecuencia es preterido como ante-
cedente y al que la doctrina austriaca trata de “restar importancia”.151
Con todo, no puede ignorarse que hay razones de peso que explican y
justifican ese relativo “desinterés”, referidas especialmente a la “efica-
cia y capacidad de perfeccionamiento” del sistema austriaco por contra-
posición al checoslovaco,152 y su experiencia prolongada en el tiempo,
así como a la labor “de teorización, de divulgación y, no en último
término, de participación directa de Hans Kelsen”.153
No deja asimismo de ser significativo que el Tribunal Constitucional
checoslovaco no haya tenido oportunidad de ejercer el control de
constitucionalidad, ni haya tampoco creado ninguna jurisprudencia en
sus dieciocho años de existencia formal, si bien sí se llegaron a plantear
dos acciones de inconstitucionalidad ante él, nunca resueltas.154 Por ello,
151
Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 149, pp. 286-287.
152
Ya en 1931 Kelsen reprochaba a Schmitt que no descendiese de las alturas
de su abstracción y pasase así por alto “el hecho de que existe un Estado —a saber,
Austria— en el que desde hace más de un decenio funciona un control de consti-
tucionalidad central perfectamente estructurado”. Kelsen, Hans, ¿Quién debe ser el de-
fensor de la Constitución?, traducción y notas de Roberto J. Brie, Madrid, Tecnos,
1995, p. 31.
153
Cruz Villalón, Pedro, cit., nota 149, p. 118.
154
Enelhardt, Dieter, “Das richterliche Prüfungsrecht im Modernen Verfassungss-
taat”, Jahrbuch des öffenlichen Rechts der Gegenwart, núm. 8, 1959, p. 118. Junto a
esto, ya el propio jurista mexicano Reyes subrayaba cómo “ella (la teoría de Kelsen)
157
García de Enterría, Eduardo, “La posición jurídica del Tribunal Constitu-
cional en el sistema español: posibilidades y perspectivas”, Revista Española de Dere-
cho Constitucional, vol. 1, núm. 1, enero-abril de 1981, p. 43.
158
No obstante, véase Kelsen, Hans, op. cit., nota 152, pp. 24 y ss.
159
Kelsen, Hans, “La garanzia giurisdizionale della Costituzione”, en el libro re-
copilatorio Kelsen, Hans, La giustizia costituzionale, traducción de Carmelo Geraci y
prólogo de Antonio La Pergola, Milán, Giuffrè, 1981, p. 174; idem, op. cit., nota 152,
p. 37. Como nos dice Gomes Canotilho, en la concepción kelseniana, el control de
constitucionalidad no es propiamente una fiscalización judicial, sino una función
constitucional autónoma que tendencialmente se puede caracterizar como función de
legislación negativa, y ello incluso una vez que se reconoce a ciertos órganos juris-
diccionales la facultad de plantear al Tribunal Constitucional la constitucionalidad de
cualquier ley, pues, incluso en tales casos, el Tribunal no conoce de ningún caso con-
creto (que queda reservado a la apreciación del tribunal a quo) ni desenvuelve tam-
poco ninguna actividad judicial. Gomes Canotilho, José Joaquim, Direito constitu-
cional, Almedina, Coimbra, 1993, p. 965.
160
Kelsen, Hans, op. cit., nota 159, p. 173.
161
Ibidem. Considera por ello “carente de importancia” determinar si el Tribunal
Constitucional puede ser verdaderamente un tribunal (p. 174).
162
Idem.
163
Ibidem, p. 196.
166
Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 145, pp. 100 y 101.
167
Tal y como se establece hoy en el derecho positivo alemán. Sobre este tema,
uno de los mejores estudios continúa siendo el de Klaus Vogel, “Rechtskraft und Geset-
zeskraft der Entscheidungen des Bundesverfassungsgerichts”, en el colectivo Christian
Starck (dir.), Bundesverfassungsgericht und Grundgesetz. Festgabe aus Anlass des 25
jährigen Bestehens des Bundesverfassungsgerichts, Tübingen, J. C. B. Mohr, 1976, t. I,
pp. 612 y 613. Otro más reciente, con un estudio de las ( poco —y a veces, mal—
conocidas) raíces históricas y origen del concepto de fuerza de ley, y en el que se afirma
abiertamente que lo que por “fuerza de ley” ha de entenderse es algo que permanece
poco claro hasta el día de hoy en el derecho constitucional alemán, es el de Klaus
Rennert, “Historisches zur Bindungswirkung und Gesetzeskraft verfassungsgerichtlicher
Entscheidungen”, Der Staat, t. 32, núm. 4, 1993, pp. 527 y ss.
168
Tal y como nos recuerda el propio Hans Kelsen, op. cit., nota 159, p. 145. Por
lo demás, Kelsen fue electo miembro titular del Tribunal Constitucional en su primera
composición, y más adelante fue relator permanente, jugando un papel relevante en su acti-
vidad jurisprudencial, jurisprudencia a través de la que dicho Tribunal, como el mismo
Kelsen nos recuerda, entró en un conflicto con el gobierno, “que puso en peligro su existen-
cia” misma. Kelsen, Hans, op. cit., nota 152, p. 74. A finales de 1929, el Tribunal Cons-
titucional fue reformado, disponiéndose que la elección de sus miembros correspondería
directamente algobierno, quedando los jueces vitalicios —entre ellos, Kelsen— separa-
dos de sus cargos a partir del 15 de febrero de 1930. Kelsen dejó Austria, pasando a
la Universidad de Colonia, donde inició su actividad docente en el verano de 1931. Fue
allí donde redactó la última obra que he citado y, en su carácter de decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Colonia, propuso a Schmitt hacerse cargo
de la cátedra de Derecho Público, lo que demuestra la alta consideración del jurista
vienés por su colega alemán. Como contrapartida, es de lamentar que Schmitt, en el
crítico año de 1933, se negase a interceder contra la expulsión de Kelsen de la Uni-
versidad, quien acabaría exiliado en Estados Unidos. Gassió, Guillermo, “Estudio pre-
liminar” a Kelsen, Hans, op. cit., nota 152, p. XVI.
169
Su creación iba a dar lugar a una fuerte polémica, hoy clásica, a la que aquí
no podemos referirnos, entre Hans Kelsen y Carl Schmitt, dos de los mayores juristas
del pasado siglo y de todos los tiempos. Sobre ello puede verse Herrera, Carlos Miguel,
“La polémica Schmitt-Kelsen sobre el guardián de la Constitución”, Revista de Estudios
Políticos, núm. 86, octubre-diciembre de 1994. Por cierto, que, en su respuesta a
Schmitt, Kelsen dirá que la abstracción y formalismo que se le achaca a la Escuela de
Viena no ha impedido a ésta realizar un buen aporte creativo en lo jurídico, como pueda
ser, por ejemplo, el Tribunal Constitucional austriaco, que entonces llevaba ya diez años
funcionando. Kelsen, Hans, op. cit., nota 152, p. 32.
170
Cascajo Castro, José Luis y Gimeno Sendra, Vicente, op. cit., nota 127,
p. 25 (la cita que hago corresponde a la parte elaborada por el primer autor).
171
Evolución a nivel mundial, pero también en la propia Austria. En efecto,
el sistema, originariamente (en 1920), sólo preveía un control abstracto (al margen de
toda controversia o litigio concreto), por un tribunal especial (Verfassungsgerichtshof )
y a iniciativa de determinados órganos políticos ( gobierno federal y gobiernos de los
Länder), mediante una acción especial (Antrag). Sin embargo, ya en 1929 se inicia la
evolución en la propia Austria, por medio de la importante reforma constitucional
de 1929, que introduce un control (limitadamente) concreto de la constitucionalidad,
ajeno en principio a este sistema. En efecto, en virtud de dicha reforma constitucional,
se otorgó al Tribunal Supremo para lo civil y penal (Oberster Gerichtshof ), así como
al de lo contencioso-administrativo (Verwaltungsgerichtshof ), la facultad de plantear
ante el Tribunal Constitucional la compatibilidad o incompatibilidad con la Consti-
tución de una ley que es relevante para resolver una concreta controversia (civil,
penal, administrativa) de que esos tribunales han de conocer, suspendiendo el corres-
pondiente proceso.
172
Se hace referencia como límites inmanentes a los derivados de la concep-
ción kelseniana de la Constitución, que no debía tener disposiciones que utilizaran
conceptos vagos como “justicia”, “libertad”, “moralidad” (Kelsen tenía en mente las
formulaciones típicas de un catálogo de derechos), pues su aplicación no sería “apli-
cación del derecho en el sentido técnico de la palabra” y simplemente significarían una
discrecionalidad libre y absoluta. Y así, en 1928, cuando el Tribunal Constitucional
austríaco tuvo que enfrentarse, en una importante sentencia (sobre la Ley de Arren-
damientos) a la cuestión de los límites legales de la propiedad, manifestó que las
mismas tienen que producirse obviamente en interés público, pero qué sea el “interés
público”, declaró el Tribunal, no es un concepto justiciable ni una cuestión en la que
el Tribunal deba dar una opinión, pues es competencia del legislador exclusivamente.
Al respecto, véase Öhlinger, Theo, en Francisco Fernández Segado (coord.), The Spanish
Constitution in the European Constitutional Context / La Constitución española en el
contexto constitucional europeo, Madrid, Dykinson, 2003, p. 1108.
173
No obstante, el modelo que acoge esta Constitución española se acerca toda-
vía mucho más al sistema americano, aunque su estructura y funcionamiento son típi-
camente kelsenianos. Reyes, Rodolfo, op. cit., nota 154, pp. 161 y 191.
174
Este caso lo mencionamos porque se da la curiosa circunstancia de que
Argentina es uno de los escasos países latinoamericanos en que se mantiene con gran
“pureza” el sistema difuso de control de la constitucionalidad, pese a lo cual en una
de sus Provincias se ha creado un Tribunal Constitucional, que parece ser que no ha
tenido un funcionamiento significativo.
175
La Constitución húngara prevé, tras la “reforma” constitucional de octubre de
1989 y a iniciativa del gobierno comunista leninista (ante la suspicacia inicial de la
rigor, no puede considerársele un tribunal constitucional, sino que era una “Sala cons-
titucional, pero con otro nombre”, un “embrión de tribunal constitucional” y, en todo
caso, constituía “un planteo original en el tema del control de constitucionalidad, no
sólo por lo que avizoró, sino porque creó una figura intermedia, que hoy por hoy tiene
su más relevante expresión en la Sala Constitucional que existe en Costa Rica, desde
1989” y que, desde entonces, “otros países han imitado (Paraguay, Venezuela, etcéte-
ra.)”. Por nuestra parte, diremos que, partiendo de los rasgos que pueden considerarse
propios de un tribunal constitucional, es indudable que hay un rasgo esencial que
impide considerar a este Tribunal cubano como un verdadero tribunal constitucional,
al igual que ocurre con la actual Suprema Corte de Justicia mexicana (tal y como hemos
expuesto anteriormente). Nos referimos al hecho de que, como por otra parte se deriva
de su propio nomen iuris, este Tribunal cubano tenía una serie de competencias no
constitucionales cuya atribución a un verdadero tribunal constitucional no puede jus-
tificarse, competencias que no puede considerarse siquiera que fueran cuantitativamente
insignificantes. Nos estamos refiriendo a la previsión del artículo 182, f ) de la com-
petencia del Tribunal para conocer de “las cuestiones de legislación social que la
Constitución y la ley sometan a su consideración”, entre las que la Ley de 1949 incluyó
específicamente las reclamaciones por despidos, retiros, descanso retribuido, exceden-
cias, escalafones sindicales, contratos de trabajo, etcétera y, además, “en general todas
las que versen sobre cuestiones de carácter social y de relaciones entre patronos y
obreros”. Y como concluye Luzárraga, “esto creó un volumen tal de asuntos que, de
hecho, el Tribunal de Garantías se convirtió en un Tribunal Laboral, con el consiguiente
retraso del desarrollo de las cuestiones puramente constitucionales”. Ello no impide,
desde luego, considerar a dicho Tribunal una Sala constitucional relativamente espe-
cializada y un precursor de la actual Sala constitucional costarricense, pero no un
tribunal constitucional ni tampoco siquiera una Sala constitucional en sentido estricto,
aparte de que no es preciso subrayar lo disfuncional que podía ser, y a la postre fue,
esa mixtura de lo constitucional y lo (meramente legal y) social. De ahí puede sacarse
alguna lección respecto de la naturaleza actual de la Suprema Corte, aunque desde
luego salvando todas las distancias, pues la praxis de la Suprema Corte no es compa-
rable a la de aquel tribunal cubano.
177
En efecto, en Costa Rica, como en otros países, se trata en realidad de una
Sala de lo Constitucional, integrada en la Corte Suprema, pero dicha Sala, en palabras
de su propio presidente, “no forma parte de la Corte Suprema sino que es un pleno
tribunal constitucional exclusivo con jurisdicción constitucional suprema e incluso es
el árbitro de su propia competencia y de la competencia de la Corte Suprema”. Ello,
con todo, no puede oscurecer el dato de que dicha Sala, órganica y administrati-
vamente, no se integra en la Corte Suprema. Fernández Segado, Francisco, op. cit.,
nota 43, p. 366. Este criterio puede generalizarse para la mayor parte de Salas Cons-
titucionales en el mundo.
178
Tomuschat, Christian, “Das Bundesverfassungsgericht im Kreise anderer natio-
naler Verfassungsgerichte”, en el colectivo Badura, Peter y Dreier, Horst (coords.),
Festschrift 50 Jahre Bundesverfassungsgericht, Mohr Siebeck, tomo I (Verfassungsge-
richtsbarkeit, Verfassungsprozessrecht), Tubinga, 2001, p. 245.
179
García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 164, p. 134. En un análisis reciente
de derecho comparado, Garlicki y Zakrzewski ponen también de relieve como el tra-
tamiento de los Tribunales Constitucionales como simple “législateur négatif” es
“insuffusant”. Garlicki, Leszek y Zakrzewski, Witold, “La protection jurisdictionelle
de la Constitution dans le monde contemporain”, Annuaire International de Justice
Constitutionnelle, Economica-PUAM, I, 1985, p. 31.
• italiana,184
• portuguesa,185 y comienza186 a serlo en la española187 o la perua-
184
Así, refiriéndose no sólo a Italia, nos explica Cappelletti (“El Tribunal Cons-
titucional en el sistema político italiano: sus relaciones con el ordenamiento comunitario
europeo”, traducción de Jorge Rodríguez-Zapata, Revista Española de Derecho Cons-
titucional, año 2, núm. 4, enero-abril de 1982, p. 19) cómo la tesis kelseniana del
Tribunal Constitucional como legislador negativo “ha sido ya abandonada en forma
general”, bien es cierto que no sin alguna llamativa excepción.
185
“Es indiscutible que se trata de un ‘tribunal’ ”. Gomes Canotilho, José Joaquim,
op. cit., nota 159, p. 761.
186
Por ejemplo, Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus, “Conclusiones genera-
les”, en Aja, Eliseo (ed.), Las tensiones entre el tribunal constitucional y el legislador
en la Europa actual, Barcelona, Ariel, 1998, pp. 258 y ss., si bien parten de “la supe-
ración de la idea tradicional del Tribunal Constitucional como legislador negativo”, ello
lo identifican sólo con lo que consideran manifestaciones de su actuación como “legisla-
dor positivo” o con la asunción de “tareas, claramente positivas, de creación de normas”
mediante las “sentencias positivas”, que consideran algo problemático, proponiendo
“una colaboración mucho más estrecha entre el legislador y el Tribunal Constitucional,
incluyendo algunos mecanismos formales de relación”.
187
Hay que reconocer que en la doctrina española apenas se han suscitado re-
flexiones en profundidad sobre este punto, a pesar de su importancia teórica y práctica
e incluso continúa vigente en cierta medida la concepción del Tribunal Constitucional
como legislador negativo. Con todo, hay excepciones. Y así Manuel Aragón Reyes (“El
sistema español de justicia constitucional. Comentario introductorio al Título IX”, en
Alzaga, Óscar (dir.), Comentarios a las leyes políticas, Madrid, Edersa, 1988, pp. 24
y ss.) subraya cómo “cuando, como consecuencia de una serie de circunstancias, que
no viene al caso aquí detallar, se recibe en Europa, poco a poco (aunque la eclosión
ocurra en la segunda posguerra), el concepto norteamericano de Constitución… el
modelo kelseniano de justicia constitucional queda plenamente obsoleto y en Europa
se intenta no el cambio radical del mismo, sino su adaptación a esta nueva realidad.
Adaptación como mixtura, como transacción entre el modelo ‘difuso’, que es el que
resulta coherente con el concepto de Constitución que ahora se recibe, y el modelo de
jurisdicción ‘concentrada’ y especial que es el que resultaba coherente con el concepto
de Constitución que ahora abandona”. Pero quizás haya sido De Vega, desde una
perspectiva general, uno de los primeros en la doctrina española no sólo en reparar en
este abandono del modelo kelseniano puro, sino también en poner de relieve uno de
los factores que han conducido a ello: “¿cómo se puede compaginar la Justicia Cons-
titucional, como Guardián de la Constitución, que requiere y presupone —según las
propias palabras de Kelsen— una normativa constitucional clara y precisa, con estas
características que son comunes a los nuevos y más modernos ordenamientos consti-
tucionales? Es aquí donde aparece en todo su dramatismo el dilema de la Justicia
Constitucional contemporánea. Dilema que no ofrece otra alternativa que la de: o bien
considerar que los Tribunales Constitucionales, como guardianes y supremos intérpretes
de la Constitución, asumen con independencia absoluta la interpretación de una nor-
mativa ambigua inherente a las actuales Constituciones, que son ‘el resultado de un
consenso, en el que confluyen intereses dispares, y a consecuencia del cual surge, como
lógico correlato, una buena dosis de ambigüedad en el enunciado de bastantes de sus
principios ordenadores básicos’, en cuyo caso, en cuanto legisladores positivos, en
na,188 entre otras. Resulta, así pues, innegable que la recepción en el mo-
derno constitucionalismo europeo del concepto norteamericano de Cons-
titución189 ha influido también decisivamente en la concepción europea de
la jurisdicción constitucional. En la propia Austria, si bien inicialmente
el Tribunal Constitucional reinstaurado en 1945 trató de seguir atado a los
buena medida pasan a ocupar el lugar del Parlamento, lo que el mismo Kelsen criticaba
con dureza; o bien, entender que los Tribunales Constitucionales, condicionados por
presiones políticas, o autolimitados por renuncias propias, establecen un modus ope-
randi de compromiso con el resto de los poderes del Estado, en cuyo supuesto su con-
dición de órganos independientes y de Guardián de la Constitución queda definiti-
vamente lastimada”. Vega García, Pedro de, “Prólogo” a Schmitt, Carl, op. cit.,
nota 144, p. 23 (la cita entre paréntesis la tomo de la p. 22). Más recientemente,
Fernández Segado ha subrayado cómo “la concepción kelseniana del ‘legislador nega-
tivo’ ha operado como una auténtica ‘idea fuerza’ que ha impregnado durante mucho
tiempo la idea que de los tribunales constitucionales se ha tenido” y que —pese a su
relativización— “los rescoldos de tal idea aún siguen ejerciendo una cierta acción
calorífica”, pese a que la tradicional bipolaridad sistema difuso-concentrado no puede
ya sostenerse, pues la realidad es muy plural y se ha producido un acercamiento y una
mixtura muy variables en los más distintos sistemas de justicia constitucional, alu-
diendo asimismo a la “centralidad” del modelo americano en el proceso de conver-
gencia ya mencionado, “no entrañando”, en realidad, “el modelo concentrado europeo-
kelseniano más que modificaciones estructurales respecto de aquél” y ello por razones
de índole fundamentalmente práctica a raíz de la asunción en Europa del concepto
norteamericano de Constitución, así como de las experiencias históricas que hicieron
ver al legislador como la principal amenaza para las libertades, lo que también va
a llevar, como demuestra el autor, a que la magistratura ordinaria vea también “notabi-
lísimamente potenciado” su “rol constitucional” en Europa, en especial en cuanto garantes
ordinarios de los derechos (constitucionales, en especial). Cfr. Fernández Segado, Fran-
cisco, op. cit., nota 126, pp. 68 y ss.
188
Cristalinamente, Palomino Manchego, José, “Control y magistratura constitucio-
nal en el Perú”, en Vega Gómez, Juan y Corzo Sosa, Edgar (coords.), Instrumentos de
tutela y justicia constitucional. Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Dere-
cho Constitucional, México, UNAM, 2002, pp. 438 y ss.
189
El contraste entre el concepto norteamericano de Constitución y el concepto
europeo no ha sido objeto, ni en Europa ni en América, de un análisis doctrinal en
profundidad. Una excepción notable a este panorama viene constituida por el esclarece-
dor y oportuno trabajo, referido a los momentos históricos iniciales, de Blanco Valdés,
Roberto, El valor de la Constitución, Alianza Editorial, 1994 (recientemente traducido
al italiano, Padua, CEDAM, 1997). Unas reflexiones complementarias del mismo autor
sobre la cuestión pueden verse en su trabajo La configuración del concepto de Cons-
titución en las experiencias revolucionarias francesa y norteamericana, Barcelona,
Working Papers, núm. 177, Institut de Ciènces Polítiques i Socials, 1996. Otra de las
pocas reflexiones de cierta profundidad en la doctrina española sobre esta superación
del modelo kelseniano de Tribunal Constitucional es el reciente trabajo de Gascón
Abellán, Marina, “La justicia constitucional: entre legislación y jurisdicción”, Revista
Española de Derecho Constitucional, año 14, núm. 41, mayo-agosto de 1994, in toto.
198
Es un término “utilizado en los ámbitos jurisdiccionales latinos y no siempre
con los mismos alcances”. García Belaunde, Domingo, cit., nota 127, p. 61. Aunque
no en toda América Latina se utiliza la ter-minología de “acción” y así, por ejemplo,
en Bolivia se habla también de “recurso” (de inaplicabilidad de la ley por inconstitu-
cional) y no de acción. No deja de ser paradójico que también en México, a pesar de
la consagración jurídica de la terminología más exacta de “acción”, en ambientes legos
en derecho, y a veces no tan legos, se hable también de “recurso” de inconstitucionalidad
o expresiones análogas, intercambiándolas con la fórmula consagrada constitucional-
mente de “acción de inconstitucionalidad”. Véase, a título de ejemplo, la primera plana
del diario El Universal de 8 de enero de este mismo año.
199
Parada Vázquez, Ramón, Derecho administrativo, Madrid, Marcial Pons, 1996,
t. I (parte general), p. 94.
200
En estos términos, Parada Vázquez, Ramón, op. cit., p. 727.
201
Así lo ponen de relieve, entre otros, Montero Aroca, Juan; Ortells Ramos,
Manuel, Gómez Colomer, Juan-Luis y Montón Redondo, Alberto, Derecho jurisdic-
cional, Barcelona, Bosch, José María, 1996, t. I, Parte general, pp. 316 y 317. Respec-
to del recurso de inconstitucionalidad, señalan estos mismos autores (op. últ. cit.,
p. 45) cómo es “técnicamente” más correcto hablar de “proceso principal de incons-
titucionalidad”.
202
Como nos dice Favoreu, mientras “el contencioso abstracto originado por un
recurso directo contra una ley les parecerá [a los juristas norteamericanos] incompatible
con la noción de jurisdicción”, “un jurista europeo [en cambio] verá en ello un paralelo
con los recursos administrativos que existen desde hace mucho tiempo en diversos paí-
ses”. Favoreu, Louis, op. cit., nota 15, p. 101.
203
Es incontrovertible que si el proceso constitucional tiene analogía con algún
proceso, no es con el proceso civil ni con el penal o el social, sino justamente con el
contencioso-administrativo y ello, “en cuanto el proceso constitucional es también,
básicamente de impugnación, de normas, de actos o de conductas”. Bocanegra Sierra,
Raúl, op. cit., nota 15, p. 122. Es una idea generalmente admitida en Europa y,
así, puede Gomes Canotilho decir que “la justicia constitucionales, en cierto modo,
una extensión de la idea subyacente a la justicia administrativa: someter al control
de los tribunales los actos de los órganos políticos y legislativos (y no sólo de los
actos de la Administración) y verificar su conformidad material y formal con el pará-
metro superior de la Constitución”. Gomes Canotilho, José Joaquim, op. cit., nota 159,
p. 959. La conexión entre el “recurso” de inconstitucionalidad y el “recurso” conten-
210
No creo que ello resulte negado por la opinión de Favoreu, op. cit., nota 15,
p. 104, en el sentido de que la cuestión prejudicial (de constitucionalidad) “no es más
que el motivo o el pretexto de una verificación de constitucionlidad de la ley cuyo
resultado tendrá un alcance general. La solución adoptada se aplicará a toda una serie
de litigios pendientes en las jurisdicciones ordinarias, sin que las partes de estos liti-
gios hayan sido invitadas de ningún modo a presentar sus argumentos”.
211
Schlaich, Klaus, op. cit., nota 116, p. 82.
traste es todavía mayor —y por ello, menos artificial—212 entre ese con-
trol abstracto dotado de efectos generales y el control absolutamente
concreto característico del sistema norteamericano (y, hasta 1994, tam-
bién de México), por virtud del cual puede cualquier juez (federal, al
menos) resolver directamente —sin necesidad de remitir la cuestión
de constitucionalidad a la Suprema Corte o al Tribunal Constitucio-
nal— obre la constitucionalidad de una ley que deba aplicar al caso de
que esté conociendo, con eficacia limitada a las partes que intervienen
en el proceso.
En efecto, en el sistema norteamericano de judicial review, es esen-
cial para que el tribunal —cualquier tribunal y, por supuesto, también
el Tribunal Supremo— pueda pronunciarse sobre la constitucionalidad
de una norma, la existencia de un litigio concreto, con intereses contra-
puestos, para resolver el cual se hace necesario determinar si una ley
en principio aplicable al caso es constitucional o no. Se decide, así, sobre
la constitucionalidad de la ley siempre en el marco concreto de un pro-
ceso y en relación al mismo, con efectos limitados en principio a las
partes en litigio.213
Es inconcebible en el sistema americano el conocimiento en
abstracto, más allá de un litigio concreto, de la constitucionalidad de
una norma y así ocurría también, hasta la reforma de 1994, en
México.214
212
Hay que reconocer, en efecto, que la distinción germánica entre control abs-
tracto y control concreto tiene, en los sistemas con control concentrado de la cons-
titucionalidad, un cierto grado de artificialidad. Quizás por ello dice Cascajo que “el
debate en torno a la ya vieja cuestión sobre la dimensión objetiva o subjetiva, abs-
tracta o concreta de la jurisdicción constitucional se presta a no pocos falseamientos
y, en todo caso, no pasa de ser una nueva cuestión académica, cuando no puramente
escolástica”. Cascajo Castro, José Luis, “Discusión de la ponencia” de Jiménez Campo,
Javier, “Los procedimientos de declaración de inconstitucionalidad”, en el colectivo
Los procesos constitucionales. Segundo Simposio de Derecho Constitucional (Sevilla,
27 y 28 de septiembre de 1991), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, Colec-
ción “Cuadernos y Debates”, núm. 41, 1992, p. 54.
213
Si bien el principio stare decisis y el enorme prestigio moral del Tribunal
Supremo dotan en la práctica a las decisiones de este último de una virtual fuerza
obligatoria erga omnes, pero esto no interesa ahora.
214
Esta regla, sin embargo, conoce excepciones en los propios Estados Unidos.
Como dice Grant, “algunos estados norteamericanos permiten decisiones de carácter
consultivo, a petición de cualquiera de las cámaras de la legislatura, o a petición del
gobernador. Desafortunadamente, también nuestra Corte Suprema ha aceptado a veces
lo que parecía en la superficie ser una contienda real entre partes rivales, cuando de
hecho no era más que un juicio simulado, en que ambas partes deseaban la misma
220
No obstante, ciertas experiencias recientes parece que permitirían poner en
duda la exactitud de esa afirmación. En efecto, la praxis colombiana de la acción
popular de inconstitucionalidad parece que no ha privado al procedimiento de control
normativo de su carácter abstracto. Al menos esto es lo que sostiene, de manera ex-
presa, Cifuentes Muñoz, Eduardo, “La justicia constitucional en Colombia”, Anuario
Iberoamericano de Derecho Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Constituciona-
les, 1997, p. 74. Sin embargo, respecto de Hungría [donde también existe una acción
popular de inconstitucionalidad], Brunner no deja de reconocer, quizás con mayor rea-
lismo, que el proceso iniciado por la acción de inconstitucionalidad se aproxima
funcionalmente a un control normativo concreto, bien es cierto que atípico (sie sich
funktional einer —freilich atypischen— konkreten Normenkontrolle nähert). Brunner,
Georg, “Zweieinhalb Jahre ungarische Verfassungsgerichtbarkeit”, Der Staat, t. 32,
1993, núm. 1, p. 300. Y digo “con mayor realismo” sólo porque parece difícilmente
evitable que, en estos casos, no juegue un papel de cierta relevancia la “dialéctica del
caso concreto”. Sea como sea, es una cuestión que requiere, y merece, un estudio mucho
más profundo del que aquí podría hacerse; de ahí que sólo la dejemos apuntada.
221
No obstante, en la práctica, “resulta muy difícil deslindar el ‘escrúpulo cons-
titucional’ de la ‘razón política’ que puede impulsar a acudir a aquél [Tribunal Consti-
tucional] y, a su través, a la opinión pública, con los consiguientes riesgos de conta-
minación política de la instancia jurisdiccional o, al menos, de valoración política de
su actividad”. Trujillo Fernández, Gumersindo, op. cit., nota 207, p. 5593.
222
Sobre ello, puede verse Söhn, Hartmut, “Die abstrakte normenkontrolle”,
en Christian Starck, op. cit., nota 167, pp. 309 y ss.
223
Más adelante, el tribunal precisaría esta importante doctrina en el sentido
de admitir la legitimación del órgano de que se trate cuando éste asumiese la peti-
ción de los particulares como propia y aceptase responsabilizarse, sin margen de
ambigüedad, por el ejercicio del derecho de acción de que son titulares exclusivos. Lobo
Antunes, Miguel, “Fiscalizaçâo abstracta da constitucionalidade. Questôes processuais”,
225
Hesse, Konrad, “Evolución histórica y configuración de la Justicia Constitu-
cional en Alemania”, en López Pina, Antonio (ed.), División de poderes e interpreta-
ción. Hacia una teoría de la praxis constitucional, Madrid, Tecnos, 1987, p. 51.
226
El carácter pretendidamente objetivo de la acción de inconstitucionalidad
también se ha puesto seriamente en duda, en la doctrina europea, en aquellos casos en
que el recurso tiene una clara naturaleza “conflictual”, y no sólo cuando es una minoría
la que impugna la ley, y ello porque se trata, en tales casos, de acciones en las que,
bien las Comunidades Autónomas (España), los Länder (Alemania, Austria), o las
regiones y las Comunidades (Bélgica), bien el Estado, más frecuentemente las pri-
meras que el segundo, defienden, si no una situación jurídica subjetiva, algo que se
le parece mucho, es decir, su propio ámbito de competencia. En todos esos casos
se sostiene que el carácter objetivo de los recursos (en torno al 90 por 100 en Es-
paña) parece muy discutible, cuando menos. Rubio Llorente, Francisco, en la dis-
cusión de la ponencia de Javier Jiménez Campo, “Los procedimientos de declara-
ción de inconstitucionalidad”, op. cit., nota 212, pp. 39 y 40; Favoreu, Louis, op. cit.,
nota 15, p. 57.
227
Stone dice, abiertamente, que “cuando los tribunales constitucionales euro-
peos ejercitan el control abstracto de la constitucionalidad (exercise abstract review)…
estos tribunales se comportan como tercera cámara del Parlamento”. Stone, A., The
Birth of Judicial Politics in France, The Constitutional Council in Comparative Pers-
pective, Oxford University Press, 1992, p. 253, cit. por Favoreu, Louis, “Los Tribunales
constitucionales”, traducción de José Julio Fernández Rodríguez, en el colectivo Francis-
co Fernández Segado y Domingo García Belaúnde, (coords.), La jurisdicción constitucio-
nal en Iberoamérica, Madrid, Dykinson-Ediciones Jurídicas Lima-E. Esteva-Editorial
Jurídica Venezolana, 1997. Esta acusación de ser una “tercera cámara” (“Dritte
Kammer”) también se ha formulado en Alemania. Véase, negándola, Klaus Schlaich,
op. cit., nota 116, p. 79.
También Favoreu pone de relieve cómo autorizada doctrina ha caracterizado a los
tribunales como “cuarto poder” (Crisafulli). Y otros, por su parte, hablan también de
un “super parlamento”, como nos recuerda Mauro Cappelletti, op. cit., nota 40, p. 134.
228
A ello alude Konrad Hesse, op. cit., nota 225, p. 52, y Peter Häberle, “Verfas-
sungsgerichtbarkeit als politische Kraft”, en su libro recopilatorio Verfassungsgerich-
tbarkeit zwischen Politik und Rechtswissenschaft. Zwei Studien, Athenäum, Frankfurt,
1980, p. 61, hoy traducido por nosotros en Hesse, Konrad, y Häberle, Peter, op. cit.,
nota 16. nos recuerda cómo se ha hablado del Tribunal Constitucional “(críticamente)
como ‘guardián’ o incluso como ‘señor’, como ‘cuarto’ o incluso como ‘primer’ poder, como
‘soberano oculto’ [heimlichem Souverän], etcétera”. En la doctrina alemana, acostumbra
decirse que se corre el riesgo, de esta forma, de que ciertos debates parlamentarios aca-
ben con un amenazador “nos veremos en Karlsruhe”, sede del Tribunal Constitucional
alemán: “Wir sehen uns in Karlsruhe wieder”.
229
Simon, Helmut, op. cit., nota 143, p. 836.
230
Hesse, Konrad, op. cit., nota 225, p. 51.
231
Véase, por ejemplo, el sucinto análisis de Landfried, Christine, Bundesverfas-
sungsgericht und Gesetzgeber, Nomos, Baden-Baden, 1984, pp. 175 y ss. Una posición
de este tipo, hace ya más de veinticinco años, puede verse en Dolzer, Rudolf, Die
Staatstheoretische und staatsrechtliche Stellung des Bundesverfassungsgericht, Berlín,
Duncker und Humblot, 1972, pp. 114-118.
236
En palabras de uno de los presidentes que ha tenido el Tribunal Constitu-
cional español: Tomás y Valiente, Francisco, op. cit., nota 128, p. 55.
237
Por lo que al papel del control abstracto en materia autonómica se refiere,
destaca la opinión de Pérez Royo en España: “…las relaciones entre el Estado y las
Comunidades Autónomas. Este era el problema clave de la Constitución. Todos sabía-
mos que esta Constitución iba a ser juzgada en buena medida por la capacidad que
tuviera para dar solución a este problema endémico de la vida política y constitucional.
De ahí que, allí donde no se obtuviera el consenso, el Tribunal Constitucional tendría
que intervenir de una manera decisiva. Y, en ese sentido, creo que, aun a riesgo de poli-
tizar el órgano, de dotarle de una importante carga política, era casi imprescindible y
casi inevitable que esto se produjera… Por lo tanto, de momento, pienso que el recurso
abstracto no es un buen sistema, un buen mecanismo. Sin embargo, históricamente ha
jugado un papel positivo, aunque desde el punto de vista estrictamente teórico yo esté
también de acuerdo con el señor Rubio”. Pérez Royo, Javier, op. cit., nota 212, p. 46
(cursiva mía).
238
Precisamente por ello, la doctrina lo considera “el más importante ins-
trumento procesal para controlar las leyes y normas con fuerza de ley”. Así, Esteban,
Jorge de y González Trevijano, Pedro J., Curso de derecho constitucional español,
Madrid, Universidad Complutense, 1994, t. III, p. 225.
pese a esta carga política adicional que puede presentar, a veces viru-
lentamente incluso, este control abstracto, creemos que el mismo ofrece
una operatividad funcional que debe ser preservada en cuanto que
permite que las minorías parlamentarias (por lo menos en España)
que hayan visto derrotadas sus tesis legislativas puedan acudir al Tri-
bunal Constitucional, no en demanda de la preservación de un interés
propio, sino en defensa de lo que entienden como postulados legislativos
coherentes con la correcta interpretación de la norma suprema.244
245
Rubio Llorente, Francisco, “Jurisdicción constitucional y legislación en Espa-
ña”, en el colectivo dirigido por Christine Landfried, Constitutional Review and
Legislation, Nomos Verlag, Baden-Baden, 1988, artículo hoy recopilado en su libro
La forma del poder (estudios sobre la Constitución), Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1993, p. 460.
ría de ocho votos que se exige, en todos los casos, en los procesos ini-
ciados por la acción de inconstitucionalidad, así como también en las
propias controversias constitucionales cuando las normas impugnadas
no sean de carácter federal. Ello no sólo resulta incongruente, sino
que no hace sino poner más de relieve lo absurdo que resulta la exigen-
cia de una mayoría reforzada en el seno del Tribunal para declarar la
inconstitucionalidad de una norma, como trataremos de explicar en el
último capítulo de este libro al hablar de la sentencia.
1. En general
Y nos sigue diciendo este autor que las resoluciones de estas cor-
tes constitucionales estatales “deberán ser definitivas e inatacables, ex-
cepto aquellas en las que el criterio que se adopte revista especial
trascendencia”, las cuales podrán ser revisadas por la Suprema Corte
a través de un procedimiento similar al auto de avocación o writ de
certiorari estadounidense.261
261
Gudiño Pelayo, José de Jesús, op. cit., nota 71, pp. 285 y ss. A su juicio, los
requisitos que deberían cumplir estas cortes locales de constitucionalidad de cada
estado serían los siguientes: a) Han de ser órganos constitucionalmente autónomos
tanto de los estados en los que ejercerán jurisdicción como de las autoridades fede-
rales; b) Integración con magistrados de Circuito, magistrados del Tribunal Superior o
265
Sobre el tema, véase Benítez Treviño, Humberto V., La Sala Constitucional
del estado de México como expresión del federalismo del siglo XXI, México, UNAM,
2005. No obstante, en el libro no se aborda esta materia apenas, pues tiene un conte-
nido esencialmente historicista.
* * *
267
En 2000 se plantearon tres de estos conflictos en defensa de la autonomía
local, dos en 2001, uno en 2002, y dos en 2003. Hasta el momento, el Tribunal Cons-
titucional no ha resuelto ninguno.
268
Para México, véase Valencia Carmona, Salvador, “La defensa constitucional
del municipio mexicano”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, núm. 6,
2002, pp. 517 y ss.
269
Entendemos, no obstante, que esa atribución competencial no tiene nece-
sariamente que incluirse en la LOTC, Ley que es la prevista en el artículo 165 CE
y que, conforme a dicho precepto “regulará el funcionamiento del TC, el estatuto de
sus miembros, el procedimiento ante el mismo y las condiciones para el ejercicio
de las acciones”, pero no necesariamente las competencias del Tribunal Constitucional
y el propio 161 CE atribuye al TC, en su apartado d), la competencia residual para
conocer “de las demás materias que le atribuyan la Constitución o”, en plural, “las
leyes orgánicas”. Cuestión distinta es que la atribución competencial en diversas leyes
orgánicas comportaría, si no mayor inseguridad jurídica, sí cuando menos una deplora-
2. Naturaleza
3. Competencia
artículo 149 de la Constitución Española, así como de las leyes de las Comunidades
Autónomas”. Ello obedecía, como nos informa el Consejo de Estado en su Dictamen,
a las dudas sobre si un conflicto con impugnación directa de normas legales supon-
dría un recurso de inconstitucionalidad encubierto con ampliación indebida de la legi-
timación taxativamente prevista en el artículo 162.1.a CE. En el segundo Anteproyecto
sometido, conjuntamente con el primero, al Dictamen del Consejo de Estado, el objeto
eran ya normas básicas estatales con rango de ley o leyes autonómicas, cuya incons-
titucionalidad podría declarar directamente la propia sentencia estimatoria del conflicto.
284
Así, la STC 211/1989, de 19 de diciembre (amparo), por relación con la STC
185/1990, de 14 de noviembre (cuestión interna de inconstitucionalidad, sin votos
particulares); y la STC 125/1994, de 25 de abril, por relación con la STC 48/1995, de
14 de febrero (cuestión interna de inconstitucionalidad). En las sentencias de amparo,
se otorga el amparo sobre la base de la inconstitucionalidad de la norma a aplicar y
por ello mismo se plantea la cuestión interna de inconstitucionalidad (mejor que
“autocuestión”, pues no es el propio Pleno quien la plantea sino una Sala a este último),
que el Pleno resuelve, sin embargo, de manera incongruente con el proceso de amparo.
Así, en el caso de las dos últimas sentencias, lo ocurrido fue lo siguiente: La exigencia
del artículo 45 LPL de 1991 de que los escritos presentados ante el juzgado de guardia
4. Legitimación
el último día del plazo debían ser comunicados por la parte al juzgado de lo social
en el día siguiente hábil, considera la Sala conocedera del amparo que el precepto legal
no se justifica, por un lado, por no ser ya la jurisdicción laboral una jurisdicción
formalmente separada por lo que el deber de notificación al juzgado de lo social resulta
una fórmula de descargar sobre el justiciable los eventuales defectos de comunicación
de la oficina judicial y, por otro, porque impone una regla para todo acto procesal sin
distinguir entre aquellos que inician un procedimiento y los que se producen una vez
iniciado. En la segunda sentencia, el Pleno entiende que, aunque la razón basada en
la separación de la jurisdicción social y la ordinaria no tiene ya vigencia, la carga
procesal en cuestión “no puede considerarse como un obstáculo excesivamente gravoso
o irrazonablemente impeditivo al acceso a la justicia… en un procedimiento como el
laboral, cuya celeridad sigue siendo un rasgo distintivo”. La contradicción no por solapada
es menos obvia.
285
Así se hizo en las SSTC 140/1986, de 11 de noviembre, 209/1988, de 10 de
noviembre y 18/1994, de 20 de enero, resolviendo todas ellas autocuestiones de incons-
titucionalidad planteadas a partir del artículo 55.2 LOTC.
286
STC 119/1990, de 21 de junio, FJ 2o.
288
También desde esta perspectiva juzga negativamente la reforma, Roura Gómez,
Santiago A., op. cit., nota 278, pp. 245 y 249.
289
En realidad, sólo provincias o municipios, pues, según se sostuvo por el grupo
parlamentario del PP durante los debates legislativos, sólo a unos y otras reconoce la
Constitución “autonomía para la gestión de sus respectivos intereses” (artículo 137.1),
por más que sea cierto, como se alegó por algún grupo durante la tramitación par-
lamentaria (CIU), que el artículo 141 establece que “se podrán crear agrupaciones de
municipios diferentes de la provincia” y por ello mismo, a nuestro entender, no habría
sido inconstitucional legitimar a alguna de esas agrupaciones (comarcas, singular-
mente), si bien siempre para la defensa de la autonomía de los municipios o provincias
y no de dichas agrupaciones como tales. Una posición distinta es la de Pulido Quecedo,
Manuel, La reforma de la LOTC: el conflicto en defensa de la autonomía local, Navarra,
Aranzadi, 1999, p. 71.
290
La legitimación de las provincias se entiende referida “a las islas en las
Comunidades Autónomas de las Illes Balears y Canarias”; y se extiende también a tres
cabildos respecto de leyes “canarias” y a dos Consejos Insulares respecto de leyes
“baleares”, “aun cuando en ambos casos no se alcance el porcentaje de población
exigido” con carácter general (Disposición Adicional 3a LOTC). Y conforme a la
Disposición Adicional 4a, la legitimación se extiende también, en el caso del País
Vasco, a “las correspondientes Juntas Generales y las Diputaciones Forales de cada
Territorio Histórico, cuando el ámbito de aplicación de la ley afecte directamente a
dicha Comunidad Autónoma” (cursiva nuestra). Como comenta Pulido, es de lamentar
que no se prevea algún tipo de régimen especial para Ceuta y Melilla (Pulido Quecedo,
Manuel, op. cit., nota 289, p. 67.
(artículo 75 bis LOTC). Aquí se incluyen todas las leyes del Estado o
de las Comunidades Autónomas sin excepción posible; también, por
tanto, los Estatutos de Autonomía, las leyes orgánicas,296 las leyes marco,
las de armonización, los decretos-leyes y los decretos legislativos.297
No pueden ser objeto de este proceso, en cambio, los tratados interna-
cionales,298 ni tampoco las normas forales de las juntas generales (por
tener rango infralegal).299
6. Procedimiento
prevé al respecto, pero parece claro que así habrá de ser pues los acuer-
dos iniciales lo eran, como dice el artículo 75 ter., 2, “para iniciar la
tramitación” del conflicto, por lo que será necesario que, una vez cono-
cido el dictamen del correspondiente órgano consultivo, los municipios
que iniciaron el conflicto reiteren su voluntad de planteamiento del con-
flicto, pudiendo ocurrir que algunos municipios, por las razones que sean,
desistan (con plena eficacia, a nuestro juicio) antes de la formalización
y/o que otros municipios se sumen a los que plantearon inicialmente el
conflicto. Pero, en caso de que los municipios que iniciaron el conflicto
pertenecieran a una sola CA con órgano consultivo propio, no podrán
sumarse, en el momento de la formalización, municipios de otras Comu-
nidades Autónomas, pues no se dará entonces el requisito de dictamen del
Consejo de Estado, indispensable para la admisión por el Tribunal Cons-
titucional del conflicto, sino que sólo habrá un dictamen de un órgano
consultivo autonómico.
Deberá en esta fase acreditarse la legitimación y los restantes re-
quisitos procedimentales a que venimos refiriéndonos. Para todo ello, los
entes locales podrán ser asistidos por asociaciones de entidades locales,
a las que, sin embargo, y en contra de lo propuesto por algún grupo
parlamentario,307 no se legitima para plantear directamente el conflicto.308
C. Trámite de admisión
309
Pulido Quecedo, Manuel, op. cit., nota 289, p. 84.
310
Respecto de los requisitos subsanables, Pulido enumera, a la luz de la praxis
de nuestro TC, los relativos a la exigencia de representación, a la falta de tradu-
ción de acuerdos municipales en el ámbito de las comunidades bilingües, la falta de
aportación de acuerdos, dictámenes e informes (a distinguir de su inexistencia), Pulido
Quecedo, Manuel, op. cit., nota 289, p. 86. Por su parte, Roura considera que el examen
de la legalidad del acuerdo plenario (corrección de la convocatoria, del orden del
día, como cuestiones de legalidad ordinaria) conducirá inevitablemente a la colisión con
las funciones de la jurisdicción ordinaria, Roura Gómez, Santiago A., op. cit., nota 278,
p. 245.
311
Se prevé la inadmisión de la controversia “cuando estuviere notoriamente
infundada” (artículo 75 quinquies), lo que, a nuestro entender, supone un juicio de valor
inicial o prima facie sobre la fundamentación y viabilidad del conflicto, no bastando
desde luego con que se aleguen “los fundamentos jurídicos en que se apoya”, como
exige el artículo 75 quater in fine, pues este último precepto se refiere a un requisito
formal exigible pero, en último término, subsanable (la alegación de fundamentos
jurídicos, siquiera pro forma: bastará con citar el artículo 140 CE y ponerlo mínima-
mente en relación con los preceptos legales pretendidamente lesivos de la autonomía
local) por virtud del principio de interdicción de formalismos enervantes, mientras que
el motivo de inadmisión del artículo 75 quinquies se refiere al carácter notoriamente
insensuado de la fundamentación, lo que supone un enjuiciamiento material y no
puramente formal de la misma, si bien siempre limitado, a su vez, por el principio favor
actionis. Sobre la interpretación de la “notoria falta de fundamento” como causa de
inadmisión de la cuestión de inconstitucionalidad, véase la STC 126/1987, FJ 3o y el
ATC 158/1993, FJ único (no basta con citar los preceptos constitucionales que se
estiman infringidos, sino que además ha de exteriorizarse el razonamiento que lleva
a cuestionar la constitucionalidad de la ley); el ATC 389/1990, de 29 de octubre,
FJ 10 (“Existen supuestos en los que un examen preliminar de las cuestiones de
313
Este concreto contenido de las sentencias fue objeto de polémica durante los
debates parlamentarios, sosteniendo el grupo parlamentario CIU que el mismo no re-
sultaba oportuno, bastando con que el Tribunal Constitucional determinase si había
habido o no vulneración de la autonomía local. En todo caso, no es un contenido obliga-
torio sino a incluir en la sentencia “según proceda”.
314
Respecto de la posibilidad de conocer, a través de una cuestión de inconstitu-
cionalidad, sobre unos preceptos ya declarados constitucionales por el Tribunal Cons-
titucional tras su impugnación por la vía del recurso de inconstitucionalidad, véase la
ya citada STC 55/1996, de 28 de marzo, FJ 2o, que se basa en el considerable “lapso
de tiempo” transcurrido desde la sentencia que había resuelto el recurso de inconsti-
tucionalidad, tiempo que resulta relevante “a la vista de la actividad normativa y del
intenso debate político y social” (se refiere a la objeción de conciencia al servicio
militar).
CAPÍTULO TERCERO
CAPÍTULO TERCERO
318
Como nos dice Fernández Segado, “aunque cada ordenamiento nos ofrece una
solución peculiar, lo cierto es que el común denominador de todos ellos nos viene dado
por la limitación de la legitimación para recurrir a aquellos órganos que están encar-
gados de velar por el interés general”. Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 227,
p. 77.
319
Schlaich, Klaus, op. cit., nota 183, pp. 81 y 82; Stuth, Sabine, op. cit., nota 183,
pp. 977 y 985 (donde cita jurisprudencia del Tribunal Constitucional en ese sentido).
320
Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 227, p. 77.
165
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
mas su propio carácter y que tienen cierto interés para el estudio del caso
mexicano, como enseguida veremos.
Al referirnos aquí a diferentes “modelos”, no pretendemos soste-
ner que sean los únicos existentes, pues es claro que no lo son, pero creo
que sí son, quizás, los más significativos y consolidados y, además, re-
flejan de manera gráfica la evolución que, en cierto sentido, se ha pro-
ducido en esta materia. Por otra parte, aunque la legitimación a que
me refiero exista en el país a que en cada caso aludo, no debe entenderse
ello en el sentido de que sea en ese país donde surgió.
Diré, por último, que la sistematización de los “modelos” seleccio-
nados es escalonada, en el sentido de que cada modelo supone una
ampliación respecto al anterior en cuanto al círculo de legitimados, es
decir, incluye a los legitimados del modelo anterior pero además otorga
una nueva legitimación a otros órganos (o personas).
una acción popular pero con un (muy importante) filtro, que sería el
Defensor del Pueblo, sea dicho esto en un sentido coloquial. Precisamente
por la convicción de las grandes posibilidades que encierra esta legitima-
ción, más allá del concreto caso español, propugnamos decididamente la
extensión en México de la legitimación para interponer la acción de
inconstitucionalidad a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que
pensamos que completaría el sistema de legitimación actual, y pondría
fin a algunas de las limitaciones que padece.337
dencia frente al Ejecutivo y el partido mayoritario, por más que sea un Comisionado
de las Cortes Generales. Y aunque, naturalmente, ha de ser un ejercicio prudente y no
desmedido, ello tampoco puede llevar a un ejercicio temeroso o cohibido sino que la
solución, como tantas veces en derecho, parece hallarse en un término medio. Por lo
demás, no deja de llevar razón Alzaga Villaamil cuando señala que esta legitimación
del Defensor del Pueblo constituye una situación de poder que encierra una debilidad
de futuro para el Defensor que la ejerce o deja de ejercerla, pues si un recurso inter-
puesto le costo la reelección al señor Ruiz Giménez, la pasividad en su interposición
impidió que el señor Gil Robles fuera reelegido. Cfr. Alzaga Villaamil, Óscar, Derecho
político español, Madrid, Edersa, 1996, p. 395.
337
En el mismo sentido, Carpizo, Jorge, op. cit., nota 13, p. 837; García Morelos,
Gumersindo, “Perspectivas de los derechos humanos en México”, ABZ, 1o. de junio de
1996, año I, núm. 23, p. 10. Recientemente, entre otros muchos, Morales Paulín, Carlos
A., “La justicia constitucional en México: avances y perspectivas, una propuesta”, en
Valadés, Diego y Gutiérrez Rivas, Rodrigo (coords.), op. cit., nota 118, p. 342.
338
Fix-Zamudio, Héctor, La protección procesal de los derechos humanos ante
las jurisdicciones nacionales, Madrid, Civitas, 1982, pp. 136 y ss.
339
Vergottini, Giuseppe de, “Sulla effettività del controlo giurisdizionale di
costituzionalità negli ordinamenti ibero-americani”, en el colectivo Giorgio Lombardi
Y, como nos dice Häberle, “es opinión generalizada que este recurso se
ha acreditado plenamente y ha mostrado gran potencia integradora
en Baviera”, lo que ha de llevar incluso a plantearse si no sería reco-
mendable extender, en interés de la efectividad de los derechos fun-
damentales, esta acción a los demás Länder.346
También debe mencionarse el más reciente artículo 32.A.3 de la
Constitución húngara, que instituye una actio popularis (mecanismo
procesal de profunda raigambre en este país) frente a las leyes inconsti-
tucionales e incluso, pienso que por primera vez en el mundo, frente a
las omisiones legislativas.347
No ofrece dudas que un sistema de este tipo puede ser efectivo en
determinados países o estados por vía de excepción, pero en otros —y,
desde luego, España entre ellos— su instauración podría ser absoluta-
mente disfuncional, si no una bomba de relojería, para el correcto fun-
cionamiento del Tribunal Constitucional u órgano de la constitucio-
nalidad de que se trate. Nos sigue pareciendo certera, al menos como
criterio general, la opinión de Pérez Royo: “la necesidad de que la deci-
sión de acudir al Tribunal Constitucional corresponda bien a órganos
* * *
348
Pérez Royo, Javier, op. cit., nota 240, p. 20. Podría admitirse, si acaso, una
legitimación de un número importante de ciudadanos, pero la utilidad de una legiti-
mación tal es bastante dudosa en un sistema con legitimación de minorías par-
lamentarias (y, en España, también del Defensor del Pueblo). Una opinión completa-
mente diversa es la de González Pérez, Jesús, op. cit., nota 207, pp. 250-259. Tampoco
tiene mayor sentido en México, al menos, en tanto subsista el amparo contra leyes.
Me parece, por lo demás, que la opinión de Pérez Royo aparece confirmada en la
realidad por la reciente experiencia de Hungría, donde uno de los mejores conoce-
dores del nuevo sistema puede afirmar lo siguiente: “A la larga, sin embargo, esta carga
de trabajo no va a poder evidentemente mantenerse, y así se han multiplicado en poco
tiempo las voces en el ámbito doctrinal [y cita abundante doctrina] que propugnan
la desaparición o, por lo menos, la restricción radical de la legitimación popular, cuya
variante actual húngara es única en todo el mundo” (“Auf die Dauer ist allerdings
die immense Arbeitsbelastung nicht durchzuhalten, und so haben sich auch alsbald die
Stimmen aus berufenem Munde gemehrt, die eine Beseitigung oder zumindest radi-
kale Einschränkung der Popularklage fordern, deren gegenwärtige ungarische Variante
in der ganzen Welt einmalig ist”). Incluso existieron ciertos borradores de leyes de
reforma en el sentido de restringir el círculo de los legitimados (Kreis der Antragsbe-
rechtigten) en el proceso de control normativo abstracto “clásico” a determinados órga-
nos constitucionales (que ignoro si se han plasmado ya en leyes). Brunner, Georg,
op. cit., nota 220, p. 300.
349
Mantiene una opinión distinta Márquez Hernández, Rosario Selene, “México:
acción popular y derechos ciudadanos”, en Vega Gómez, Juan y Corzo Sosa, Edgar
(coords.), op. cit., nota 188, pp. 739 y ss.
pedagógica, por otro lado, en cuanto que lo que pretende exponer es, por
una parte, la progresiva ampliación de la legitimación activa en distin-
tos ordenamientos y la influencia (y flujo) de unas Constituciones sobre
otras en este ámbito; y por otra parte, pretende también destacarse algu-
nos de los sistemas más influyentes de legitimación activa. Pero, por
supuesto, son muchas las Constituciones que se separan en mayor o menor
medida de estos modelos o que no encajan en ninguno de ellos. Este
es el caso de México, como enseguida veremos, pero también de otros
muchos países.
En Europa, puede destacarse el caso de Polonia. En este país,
puede solicitar el control de las leyes o tratados internacionales previo a
su aprobación o ratificación el presidente de la República. Pero en cuanto
al control a posteriori, que es el que nos interesa, se distinguen dos tipos
generales de legitimación activa: a) la universal, que se otorga con
independencia de si la norma impugnada entra dentro del círculo de in-
tereses o campo de acción del sujeto legitimado o no, corresponde a
prácticamente todos los órganos constitucionales o de relevancia cons-
titucional: el presidente, el Sejm (Congreso) y el Senado, el primer
ministro, el primer presidente de la Corte Suprema, el presidente del
Tribunal Administrativo Superior, el fiscal general (esta función es rea-
lizada por el ministro de Justicia), el presidente de la Cámara Suprema
de Control, minorías parlamentarias de al menos 50 diputados o 30
senadores, y el Ombudsman; b) la legitimación activa particular, que
sólo se otorga en cuanto que la norma impugnada se refiera al ámbito
de actuación del legitimado, corresponde a los órganos constituidos: uni-
dades de autogobierno local, órganos nacionales de los sindicatos y las
autoridades nacionales de las organizaciones patronales y organizaciones
profesionales, iglesias y organizaciones religiosas y el Consejo Nacional
de la Judicatura.
En América Latina, puede destacarse que en algunos casos se otorga
legitimación activa para plantear una acción abstracta de inconstitu-
cionalidad a: a) el fiscal general o procurador general (Perú, México,
Guatemala, Bolivia, Brasil); b) ciertas entidadades de relevancia social,
como sindicatos (Brasil) y colegios profesionales (Perú), en especial de
abogados (Guatemala, Brasil).
por “órgano legislativo estatal” [al que deben pertenecer los promo-
ventes en un porcentaje de al menos un 33%] debe entenderse aquel en
que se deposita el Poder Legislativo de un Estado conforme a su pro-
pia Constitución, pues éste y no otro es el depositario de dicha función
legislativa. Por tanto, cuando en la mencionada vía se plantea la inva-
lidez de una reforma o adición a una Constitución Local para lo cual
la misma requiera la intervención de los Ayuntamientos del propio
Estado… tal circunstancia no modifica la naturaleza del Congreso Estatal
como depositario del Poder Legislativo y órgano emisor de la ley, por lo
que el equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes de dicho
cuerpo legislativo sí está legitimado para impugnar dicha reforma o adición.
Ello es así, porque del mismo modo en que la aprobación, promulgación
y publicación de las leyes que realiza el titular del Poder Ejecutivo no
hace que éste forme parte integrante del Congreso, ni que deba tomársele
en cuenta para calcular el treinta y tres por ciento de sus miembros, la
participación de los Ayuntamientos en el acto de aprobación de las re-
formas constitucionales que expida el Congreso, no da lugar a que se les
considere parte integrante del “órgano legislativo” pues no actúan como
diputados, ni forman un órgano deliberante, sino que, en su carácter de
entidades políticas, componentes del Estado, tienen la potestad de manera
individual y separada de aprobar o no las nuevas disposiciones que pre-
tendan incorporarse a la Constitución Estatal; esto es, son entes públicos
que intervienen en el proceso de formación de las normas locales supre-
mas para validar con su voto las modificaciones a la Constitución, discu-
tidas y aprobadas previamente por el Congreso Local como órgano legis-
lativo que permanentemente ejercita esa función.354
354
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo XIII, marzo
de 2001, p. 469, Acción de inconstitucionalidad 9/2001, Tesis jurisprudencial 18/2001.
C. Personación en juicio
364
STC 42/85, de 15 de marzo, FJ 2.
parlamentaria y en la mayor parte de los casos, las leyes aprobadas lo han sido por
iniciativa legislativa presidencial.
373
El único límite que tendría el presidente es el control político de las minorías
y, especialmente, de la opinión pública y los medios de comunicación, aspecto éste cuya
importancia no puede en modo alguno minusvalorarse, especialmente cuando en el nom-
bramiento del procurador general de la República haya existido un cierto consenso entre
el gobierno y la oposición, como hasta ahora ha ocurrido. Pero es obvio que ello no
es, en absoluto, suficiente, pues no podría impedir, en términos de estricto derecho, la
destitución sin causa alguna por el presidente.
377
Es, por ejemplo, la propuesta de Cárdenas Gracia, Jaime, “La ubicación consti-
tucional del ministerio público”, La justicia mexicana…, op. cit., nota 13, p. 279.
378
Montero Aroca, Juan, “El ministerio público en España (un intento de expli-
cación de lo inexplicable)”, La justicia mexicana…, op. cit., nota 13, p. 302.
379
Soberanes Fernández, José Luis, op. cit., nota 49, p. 16.
382
Sobre el registro de los partidos nacionales, véanse los artículos 24 a 29
Cofipe (requisitos y procedimientos de constitución) y 30-31 (sobre admisión o no).
Como nos dicen Carpizo y Carbonell, “una organización para poder ser registrada como
partido político deberá satisfacer una serie de requisitos, a saber: a) formular una
declaración de principios, su programa de acción y sus estatutos; y b) contar con tres
mil afiliados en por lo menos diez entidades federativas, o bien, tener trescientos
afiliados, en por lo menos cien de los distritos electorales uninominales. En ningún
caso el número total de sus afiliados en el país podrá ser menor al 0.13% del padrón
electoral federal que se haya utilizado en la elección anterior a su solicitud. En el
artículo 28 Cofipe se señalan todos los pasos que habrán de realizarse y los documen-
tos que deberán entregarse con la finalidad de obtener el registro… Un partido polí-
tico pierde su registro por las siguientes causas: a) No participar en un proceso elec-
toral federal ordinario; b) No obtener por lo menos el 2% de la votación emitida, en
ninguna de las diversas elecciones federales —diputados, senadores, presidente de
la República—; c) No obtener por lo menos 2% en alguna de las votaciones arriba
señaladas, si participa en una coalición; d) Haber dejado de cumplir con los requisitos
necesarios para obtener el registro; e) Incumplir de manera grave y sistemática, a juicio
del Consejo General del Instituto Federal Electoral, las obligaciones que le señala el
Código; f ) Haber sido declarado disuelto por acuerdo de sus miembros, conforme a
rales), bien a nivel local (respecto de las leyes electorales del Estado
en que se haya registrado), mientras que el régimen de la legitimación
respecto de las restantes leyes (no electorales) exige el acuerdo de al
menos un 33% de los parlamentarios de que en cada caso se trate, nor-
malmente pertenecientes todos ellos a un mismo partido o a varios, con
lo que implícitamente se exige que el partido o partidos impugnadores
(que son quienes están realmente detrás de los parlamentarios) tengan por
sí o conjuntamente una determinada, y nada pequeña por cierto, repre-
sentatividad, sea a nivel federal o estatal.
Por lo que se refiere al requisito de que el partido esté registrado,
es preciso hacerse aquí eco de la doctrina de la Suprema Corte de Justicia,
según la cual
Así pues, todo partido político que goce de registro tiene legiti-
mación activa para plantear la acción de inconstitucionalidad y ello in-
cluso si es un registro condicionado; pero si no tiene ni siquiera el re-
gistro condicionado, carecerá de legitimación, pues carece de ella “el
partido político que solicitó registro condicionado y éste le fue negado
por la autoridad electoral” (tesis jurisprudencial 16/1997).
Por último, debe decirse que los partidos políticos que hagan uso
de su legitimación habrán de hacerlo a través de sus dirigencias, por
así determinarlo expresamente la Constitución, como por otra parte es
natural. Cuando sean partidos con registro a nivel nacional, en el Ins-
tituto Federal Electoral, la pertinente decisión de interposición de la
lo que establezcan sus estatutos; y g) Haberse fusionado con otro partido político”.
Carpizo, Jorge y Carbonell, Miguel, Derecho constitucional, México, Porrúa-UNAM,
2003, pp. 67-69.
383
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo V,
febrero de 1997, p. 357. Acción de inconstitucionalidad 7/96, de 7 de enero. Tesis juris-
prudencial 16/1997.
384
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo XII,
agosto de 2000, p. 484, Acción de inconstitucionalidad 3/2000 (“Acción de inconstitu-
cionalidad. Los partidos políticos sólo pueden ejercerla por conducto de sus dirigencias
nacionales o estatales, según corresponda”); e ibidem, tomo XI, abril de 2000, p. 547,
Acción de inconstitucionalidad 1/2000 (“Acción de inconstitucionalidad. El presidente
de un Comité Ejecutivo estatal carece de legitimación para promoverla en representa-
ción del partido político nacional”).
385
Acción de inconstitucionalidad 6/2004 y su acumulada 9/2004. Tesis juris-
prudencial 38/2004.
Artículo 13 LOAPF:
Tratándose de los Decretos promulgatorios de las leyes o decretos
expedidos por el Congreso de la Unión, sólo se requerirá el refrendo del
titular de la Secretaría de Gobernación.
Artículo 27 LOAPF:
A la Secretaría de Gobernación corresponde el despacho de los
siguientes asuntos:
II. Publicar las leyes y decretos que expidan el Congreso de la
Unión, alguna de las dos Cámaras o el Presidente de la República.
Artículo 92 de la Constitución federal:
Todos los reglamentos, decretos, acuerdos y órdenes del Presidente
deberán estar firmados por el Secretario de Estado o Jefe de Depar-
tamento Administrativo a que el asunto corresponda. Y sin este requisito
no serán obedecidos.
CAPÍTULO CUARTO
I. Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
II. Las leyes, con especial referencia a las electorales, a las pre-
supuestarias y a las Constituciones locales . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
III. Tratados internacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
IV. Las reformas constitucionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
1. La posibilidad de su control (formal) de constitucionalidad
para evitar un Caballo de Troya (in)constitucional . . . . . . . . 256
2. La posibilidad de su control material de constitucionalidad . . 269
CAPÍTULO CUARTO
OBJETO DE LA ACCIÓN DE
INCONSTITUCIONALIDAD
I. GENERALIDADES
387
Así, en la acción de inconstitucionalidad 2/97 de 13 de febrero, se sobresee
el proceso en cuanto que del análisis integral del escrito de demanda se deduce que
se combaten actos concretos, sin que en ningún momento se cuestione disposición
general alguna por contravención de la Constitución federal.
215
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
402
Ibidem, p. 356.
403
Sobre la naturaleza de los presupuestos en México, con referencias al dere-
cho comparado, y poniendo de relieve como en prácticamente todos los países se les
reconoce la naturaleza jurídica de una ley, aunque considerando que en México tiene,
lamentablemente, naturaleza administrativa, véase el interesante estudio interdisciplinar
de Gutiérrez, Jerónimo; Lujambio, Alonso, y Valadés, Diego, El proceso presupuesta-
rio y las relaciones entre los órganos del poder. El caso mexicano en perspectiva
histórica y comparada, México, UNAM, 2001, pp. 80 y ss. Véase también Mijangos
Borja, María de la Luz, “La naturaleza jurídica del Presupuesto”, Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, núm. 82, enero de 1995 y Paoli Bolio, Francisco José, “La Cons-
titución y el presupuesto”, en Valadés, Diego y Gutiérrez Rivas, Rodrigo (coords.),
Economía y Constitución. Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitu-
cional IV, México, UNAM, 2001, pp. 91 y ss.
404
Para Alemania, véase BVerfGE 99, 57.
405
STC 3/2003, de 26 de enero, FJ 1. Sobre la controlabilidad constitucional de
los presupuestos, véanse, por ejemplo, las Sentencias del Tribunal Constitucional espa-
ñol 13/1992, de 6 de febrero y 11/1996, de 1o. de febrero.
por cierto), lo cual no significa que todas las leyes y tratados sean,
siempre y en su integridad, “generales”. Pero si el precepto utiliza en
su primer inciso el concepto de “normas generales” en este sentido gené-
rico, por así decirlo, comprensivo tanto de las leyes como de los tratados
internacionales, lo importante es que luego concreta, ahora ya sí con
un marcado y preciso sentido técnico, qué normas pueden impugnarse
(¡y cuáles no, sean o no “normas generales”!) a través de la acción de
inconstitucionalidad y tales normas son las leyes y los tratados interna-
cionales, sin que aquí quepa luego establecer restricciones sobre la base
de verdaderos prejuicios dogmáticos sobre la “generalidad” de las leyes
(que a veces, por lo demás, puede ser una cuestión sobre todo de redac-
ción, abstracta o no), un dogma además hoy enteramente superado en
todos los Estados constitucionales y que, en absoluto, puede entenderse
anacrónicamente asumido por el artículo 105 de la Constitución.
Piénsese, por otra parte, en fin, en lo paradójico que resulta ad-
mitir —como hay que admitir si se sostiene que sólo las leyes (federa-
les o locales) y tratados internacionales “generales” pueden impugnarse
a través de la acción de inconstitucionalidad— que basta al legislador
con prescindir de la generalidad para eludir el control a través de la
acción de inconstitucionalidad, pues con ello se eludiría este control
justamente en algunos de los supuestos en que el riesgo de arbitrarie-
dad, injusticia y actuación inconstitucional por parte del legislador es
mayor (leyes de caso único, por ejemplo). Precisamente porque la
generalidad es, o ha de ser, una característica común u ordinaria (aun-
que no esencial o constitutiva) de las leyes y tratados internacionales,
las leyes que no sean generales han de ser susceptibles, con mayor
razón si cabe que las generales, de control a través de las acciones de
inconstitucionalidad. Esa “burla” del específico sistema de control
constitucional cuidadosamente construido por el Constituyente en el
artículo 105.II de la Constitución, y precisamente respecto de las leyes
que no sean generales (que son las que hay que controlar con mayor
razón), es algo que no puede haber sido querido por éste, ni puede
admitirse en una interpretación sistemática, y a la luz del principio
vertebrador del sistema jurídico-constitucional mexicano de la supre-
macía constitucional, de la Constitución.
En el ámbito comparado, se reconoce la controlabilidad de los
Presupuestos a través de la acción de inconstitucionalidad, aun cuando se
les considere todavía hoy como una ley “sólo” en sentido formal por no
contener regulaciones abstractas y generales con efecto externo (así, la
doctrina dominante en España o Alemania). Así, el Tribunal Constitu-
cional español señaló ya en su temprana Sentencia 63/1986, frente a las
pretensiones de la Abogacía del Estado que alegaba “falta de idonei-
dad” del objeto de la acción o recurso de inconstitucionalidad por im-
pugnarse una Sección de la Ley de Presupuestos que no era (a su juicio)
ningún precepto o texto legal que pueda ser impugnado en esa vía:
que confusamente alude Arteaga como “materias excluidas”; en rigor no lo son, simple-
mente no son leyes, lo cual es enteramente distinto. Arteaga Nava, Elisur, La contro-
versia constitucional y la acción de inconstitucionalidad. El caso Tabasco, México,
Monte Alto, 1996, pp. 54 y 55.
410
Flores Medina, Rubén Jaime, op. cit., nota 1, p. 89; Castro y Castro, Juventino,
op. cit., nota 69, p. 262; Mateos Santillán, Juan José, op. cit., nota 391, p. 65; Villanueva
Gómez, Juan Manuel, “Algunas consideraciones en torno a la última reforma constitu-
cional relativa a la impartición de justicia”, Revista Jurídica Jalisciense, Departamento
de Estudios e Investigaciones Jurídicas, núm. 1, enero-abril de 1995, pp. 31 y 32;
Estrada Sámano, José Antonio, “Inconstitucionalidad de leyes en la reforma judicial”,
Revista de Investigaciones Jurídicas, año 19, núm. 19, 1995, p. 423 (quien habla de
“isla inhabitada de los beneficios de la Justicia” constitucional); Carpizo, Jorge, op. cit.,
nota 13, p. 836; Barragán, José, op. cit., nota 2, p. 318; y categóricamente, García
Ramírez, Sergio, op. cit., nota 11, p. 996.
411
Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 9, p. 54.
412
Otras disposiciones constitucionales, también tras esta reforma, introducen
significativas innovaciones en una línea de plena juridificación de la materia electoral,
tendentes a lograr un sistema completo de garantías electorales. Así, por ejemplo, el
artículo 41.IV prescribe con carácter general: “Para garantizar los principios de cons-
titucionalidad y legalidad de los actos y resoluciones electorales, se establecerá un sis-
tema de medios de impugnación (sin efectos suspensivos) en los términos que señalen
esta Constitución y la ley. Dicho sistema dará definitividad a las distintas etapas de los
procesos electorales y garantizará la protección de los derechos políticos de los ciuda-
danos de votar, ser votado y de asociación, en los términos del artículo 99 de esta
Constitución”.
413
Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 81, p. 121, quien alude también a lo contradic-
torio que resultaba el que se otorgue legitimación a las minorías parlamentarias, como
garantía adicional en el juego democrático, juego en el que el tribunal tiene el papel
de árbitro, y se excluyese de todo control precisamente a las reglas de ese juego, más
si cabe atendiendo al hecho de que las reglas electorales fundamentales se hallan esta-
blecidas en la propia Constitución (p. 122).
414
Un análisis reciente de la jurisprudencia constitucional en materia electoral
puede verse en: Torres del Moral, Antonio y Álvaro Xosé López Mira, “Jurisprudencia
del Tribunal Constitucional en materia electoral. Acotaciones críticas”, Revista de Derecho
Político, núm. 41, 1996, pp. 9 y ss. En marzo de 1997, el Defensor del Pueblo ha
recurrido una Ley de las Cortes Generales de reforma del Estatuto de Autonomía de
las Islas Canarias en cuanto que eleva el porcentaje de votos mínimos para tener acceso
a la Cámara legislativa autonómica; la cuestión no ha merecido más que una breve nota
de prensa.
415
Véase, por ejemplo, la sentencia de 29 de septiembre de 1990 del Tribunal
Constitucional, por la que se resuelve que la ley electoral para las primeras elecciones
generales tras la reunificación alemana es inconstitucional por cuanto contraría el principio
de igualdad de oportunidades de los partidos en la antigua RDA en cuanto que pre-
veía una barrera del 5 por ciento aplicable sobre el conjunto del territorio reunificado.
El Tribunal señala, sin embargo, que no sería inconstitucional una barrera regionalizada
(una para la RFA y otra para la RDA), incluso aunque alcanzara la misma cifra. Para
la jurisprudencia anterior, véase Christoph Sasse, “Germany”, en el colectivo Hand,
Geoffrey; Georgel, Jacques, y Sasse, Christoph (eds.), European Electoral Systems
Handbook, Butterworths, London, 1979, pp. 62 y 68 y ss.; y, especialmente, Pieroth,
Bodo y Schlink, Bernhard, Grundrechte Staatsrecht II, C.F. Müller, Heidelberg,
1986, pp. 266 y ss.; Landfried, Christine, op. cit., nota 33, pp. 116 y ss.
416
Amoroso, Mario, “Italy”, en el colectivo Hand, Geoffrey; Georgel, Jacques,
y Sasse, Christoph (eds.), op. cit., p. 160; Cuocolo, Fausto, Principi di Diritto Costi-
tuzionale, Milán, Giuffrè, 1996, p. 428.
417
Véanse las sentencias del Consejo Constitucional de 6 de diciembre de 1980
(Décision 90-280 DC), de 10 de enero de 1994 (D. 93-331 DC), y de 6 de julio de
1994 (D. 94-341 DC).
418
Duarte Silva, A. E., “As inelegibilidades nas Eleiçôes autárquicas”, op. cit.,
nota 223, pp. 156 y ss.
419
Véase, entre las sentencias más conocidas, Baker vs. Carr, 369 U. S. 186
(1962); Reynolds vs. Sims, 377 U. S. 533 (1964), sentencia que su ponente —nada
menos que Earl Warren— consideraría en varias ocasiones el fallo más significativo de
su carrera. Véase Denenberg, R.V., op. cit., nota 80, pp. 93 y ss., y Conway, M. Marga-
ret, La participación política en los Estados Unidos (traducción de Elsa Ruth Martínez
Conde), México, Gernika, 1986, pp. 127 y ss.; Stanley Ingber, voz “elections”, en
Kermit, L. Hall (ed.), The Oxford Companion to the Supreme Court of the United
States, Oxford University Press, Nueva York-Oxford, 1992, p. 248.
420
En Argentina, por ejemplo, si bien inicialmente se consideró no justiciable
la materia electoral, desde hace décadas que tal planteamiento ha sido abandonado.
Fix-Zamudio, Héctor y Carpizo, Jorge, “La necesidad y la legitimidad de la revisión
judicial en América Latina. Desarrollo reciente”, Boletín Mexicano de Derecho Compa-
rado, año XVIII, núm. 52, enero-abril de 1985, p. 51.
421
Así, en su artículo “La revolución posmoderna”, El País, 11 de agosto de
1996, p. 9.
ordinario que iba a tener lugar en esa entidad federativa, por no haber-
se emitido con la anticipación debida:
433
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo XIII,
abril de 2001, p. 751, Acción de inconstitucionalidad 23/2000 y sus acumuladas 24/2000,
25/2000, 26/2000, 27/2000 y 28/2000, Tesis jurisprudencial 46/2001.
mino máximo de quince días hábiles contados desde la fecha de entrada del escrito
de contestación. El Tribunal emitirá el dictamen de constitucionalidad dentro de los
tres días posteriores al de la formulación de la mencionada propuesta” (artículo 61
LQTC).
442
Esa es, desde luego, la experiencia española, donde se previó por vía legal
un control de este tipo, respecto de los Estatutos de las Comunidades Autónomas y las
cionales, aunque, por nuestra parte, añadiríamos que son cada vez más los países que,
teniendo un control a posteriori de la constitucionalidad como regla general, sin em-
bargo respecto de los tratados internacionales admiten un control previo (España, por
ejemplo), como luego estudiaremos. Fromont, Michel, “La justice constitutionnelle en
France ou l’exception française”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional,
núm. 8, 2004, pp. 177 y ss.
443
Ello es algo indiscutible en el ámbito internacional y así lo ha sostenido rotun-
damente tanto el Tribunal Permanente de Justicia Internacional (TPJI) como el Tribunal
Internacional de Justicia (TPI) e inclusive la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos. El primero sostiene, por ejemplo, lo siguiente: “Se debe observar, sin embargo, que
si, por una parte, conforme a los principios generalmente admitidos, un Estado no puede
respecto a otro Estado prevalerse de las disposiciones constitucionales de este último,
sino sólo del derecho internacional y de los compromisos internacionales válidamente
contraidos, por otra parte, e inversamente, un Estado no puede invocar respecto a otro
Estado su propia constitución para sustraerse a las obligaciones que le imponen el
derecho internacional o los tratados en vigor” (TPJI, Serie A/B, núm. 44, p. 24). Conviene
aclarar, en cualquier caso, que ello no supone una primacía del derecho internacional
sobre el derecho interno, pues ése es un terreno donde el derecho internacional público
deja libres a los respectivos derechos internos, pero lo que sí es indiscutible es que el
incumplimiento genera responsabilidad internacional.
Hay ordenamientos, como el portugués, que previsoriamente establecen algún
tipo de regulación especial. Es el caso de la Constitución portuguesa, cuyo artículo
277.2 establece que “la inconstitucionalidad orgánica y formal de tratados internaciona-
les regularmente ratificados no impide la aplicación de sus normas en el ordenamiento
jurídico portugués, desde el momento en que tales normas sean aplicadas en el orde-
namiento jurídico de la otra parte”, si bien a renglón seguido establece una excepción,
respecto de la que —aparte de su problemático alcance— se plantea la cuestión aludida
nios), sino que los utilizó como sinónimos. No hay base constitucio-
nal para diferenciar entre unas normas internacionales y otras.457
Y si la diferenciación hipotética entre tratados y convenios carece
de toda base constitucional, desde la perspectiva de la legalidad ordi-
naria es todavía más claro que una diferenciación de unos y otras no es
de recibo. En efecto, la Ley sobre la Celebración de Tratados, de 2 de
enero de 1992, establece en su artículo 2o., fracción I, que en el orde-
namiento jurídico mexicano se entenderá por tratado internacional el con-
venio regido por el derecho internacional público, celebrado por escrito
entre el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y uno o varios suje-
tos de derecho internacional público, ya sea que para su aplicación se
requiera o no la celebración de acuerdos en materias específicas, cual-
quiera que sea su denominación, mediante el cual los Estados Unidos
mexicanos asumen compromisos.
Es una confirmación, rotunda, por el legislador ordinario, de la
falta de todo apoyo jurídico-positivo de esa distinción.
Si todo ello es claro a nivel del derecho (constitucional) interno
mexicano, en el ámbito internacional es una cuestión indiscutible.
En efecto, es la propia Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, de 23 de mayo de 1969, la que se refiere expresamente a
esta cuestión terminológica casi en su mismo frontispicio. Y lo hace
cuando, al definir en su artículo 2o. al tratado como todo “acuerdo in-
ternacional celebrado por escrito entre Estados 458 y regido por el de-
recho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos”, termina esta definición con la importante pre-
cisión de que se entiende por tratado cualquier acuerdo internacional
que cumpla esos requisitos “cualquiera que sea su denominación par-
ticular”, expresión esta última que después ha tomado literalmente la
ley mexicana sobre la Celebración de Tratados en su artículo 2o., como
ya hemos visto.
457
En el artículo 76 no hay criterio alguno que pueda posibilitar, siquiera hipo-
téticamente, esa diferenciación entre unos y otros. Por lo que al artículo 15 se refiere,
el uso de la conjunción disyuntiva (“o”), no copulativa, es indicativo de que constitu-
cionalmente no se establece ninguna distinción entre los convenios y los tratados.
458
O también entre Estados y Organizaciones Internacionales a la luz de la Con-
vención de Viena sobre el Derecho de los Tratados entre Estados y Organizaciones
Internacionales o entre Organizaciones Internacionales de 1986, ratificada por México
en 1988.
464
El criterio de los cinco ministros disidentes fue el siguiente en esencia:
1) El propósito del quejoso es obtener una sentencia en contra del artículo 122 de la
Constitución General de la República; 2) La acción de amparo no procede para
cuestionar la regularidad constitucional de un procedimiento de reformas a la pro-
pia Constitución, ya que ésta no ha otorgado a la Suprema Corte de Justicia competen-
cia para ejercer control sobre tal proceso reformador; 3) No es factible disociar los
vicios de procedimiento de la reforma, de los vicios del propio texto; 4) El lenguaje
empleado por los autores de las normas constitucionales para identificar la materia
sobre la cual puede versar el juicio de amparo permite afirmar que la voluntad del
constituyente fue, desde luego, la de consagrar su procedencia en contra de leyes ordi-
narias entendidas como aquellas que emanan de la actuación del Congreso de la Unión,
de las legislaturas estatales y de los demás órganos constituidos encargados de la fun-
ción legislativa y en contra de actos realizados por los Poderes Legislativo, Ejecutivo
y Judicial como autoridades estatales; 5) Si bien el texto constitucional no contiene una
declaración prohibitiva en relación con la procedencia del amparo para casos como el
476
Madrazo, Jorge, “El artículo 135”, op. cit., nota 463, p. 1375. Cfr., también,
Reyes Reyes, Pablo Enrique, La acción de inconstitucionalidad, México, Oxford, 2000,
pp. 156 y ss.
477
Insisto en que queda siempre abierta la posibilidad fáctica de actuación del poder
constituyente originario, que como nos recuerda Blanco Valdés, es “un poder, por defini-
ción, superior a los poderes constituidos”, incluido el poder constituyente permanente.
Blanco Valdés, Roberto L., op. cit., nota 189, p. 22.
It is not conceivable that the people, when they conferred upon the legis-
latures of three fourths of the states the power to amend this Consti-
tution, intended to authorize the adoption of any measures, under
the guise of amendments, the effect of which would be to destroy, wholly
or in part, any of the members of his perpetual Union.483
posible reformar la Constitución existente o establecer una nueva, si bien “su actuación
no podrá explicarse en términos jurídicos sino por las vías de hecho”. Vega García,
Pedro de, La reforma constitucional y la problemática del poder constituyente, Madrid,
Tecnos, 1988, pp. 220 y ss y 238.
También ha de decirse que con frecuencia la existencia de límites materiales o
sustanciales a la reforma de la Constitución conlleva que, al realizar un control formal
de constitucionalidad de una reforma constitucional, haya que valorar también criterios
materiales. Así sucede cuando la Constitución atiende a determinados criterios mate-
riales para la regulación del procedimiento de reforma y sus exigencias, y ello puede
ser así incluso aunque no haya cláusulas de intangibilidad ni una referencia clara a un
contenido material determinado. Así, en Austria, el artículo 44 de la Constitución prevé
distintos procedimientos de reforma constitucional según que ésta sea total o parcial,
exigiéndose sólo para la primera una aprobación en referéndum; la cuestión es que la
Constitución no define qué ha de entenderse por “reforma total”, pero según la doctrina
dominante, semejante reforma existe cuando se suprime o modifica esencialmente el
“ordenamiento constitucional fundamental”, es decir, los principios fundamentales o
estructurales (Baugesetze): República, democracia, Estado federal, Estado de derecho,
protección de los derechos fundamentales. De este modo, como dice Schäffer, aunque
el objeto de control sólo puede ser la correcta elaboración formal de la reforma cons-
titucional, lo cierto es que, al tener que determinarse si la reforma es total o parcial
en atención a esas Baugesezte, “indirectamente entra en juego el contenido” de estos
principios fundamentales estructurales y el Tribunal Constitucional puede “contro-
lar implícitamente si las normas constitucionales son contrarias a estos principios.
Un ejemplo: la supresión de la ciudadanía del Land (Landesbürgerschaft) por una única
ciudadanía estatal (Staatsbürgerschaft) no se consideró (aún) como una infracción del
principio federal (STCA 2455)”. Schäffer, Heinz (con la colaboración de Haas, Thomas),
op. cit., nota 470, p. 19.
485
Hasta el punto de que se ha convertido en “una especie de práctica nece-
saria” en las constituciones más modernas. Vega García, Pedro de, op. cit., nota 484,
p. 246. Loewenstein se refiere, en uno de sus más conocidos artículos, a la “ilusión
creciente de que ciertas cuestiones fundamentales pueden hacerse ‘irreformables’ ” (“the
increasing illusion that certain fundamentals can be made ‘unamendable’ ”). Loewenstein,
Karl, “Reflections on the Value of Constitutions in Our Revolutionary Age”, en el
colectivo Zurcher, Arnold J. (ed.), Constitutions and Constitutional Trends since World
War II, Washington-Nueva York, Nueva York University Press, 1951, p. 215, y del
mismo autor, su trabajo clásico Uber wesen, Tecknik und Grenzen der Verfassungsän-
derung, Berlín, Walter de Gruyter, 1961, especialmente pp. 42 y ss. Véase también
Brenner, Michael, “Möglichkeiten und Grenzen grundrechtsbezogener Verfassungsände-
rungen, dargestellt anhand der Neuregelung des Asylrechts”, Der Staat, 1993, t. 32,
núm. 4, pp. 493 y ss., donde se contiene un estudio sobre estas cláusulas, su alcance
en general y también su ineficacia (en discutible tesis del autor) respecto del derecho
CAPÍTULO QUINTO
CAPÍTULO QUINTO
I. ALGUNAS OBSERVACIONES
494
No interesa ahora aludir a otras soluciones intermedias (entre la validez y la
nulidad), conocidas en la praxis jurisprudencial de diversos países con justicia constitu-
cional: sentencias interpretativas, admonitorias, de mera inconstitucionalidad, etcétera.
Sobre ello, nos remitimos a la sección de este libro, más adelante, en que abordamos
esta cuestión.
495
Faller, Hans Joachim, op. cit., nota 219, p. 55.
275
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
son más que una variante de los vicios formales: son aquellos vicios que
infringen el procedimiento de formación, jurídicamente regulado, de las
normas (y que tradicionalmente se han venido considerando vicios forma-
les) y que sólo pueden hacerse valer una vez publicada la norma.499
Así, puede concluirse que, al menos en vía de principio, los vicios
formales son vicios de la norma; los vicios materiales son vicios de las
disposiciones singulares; y los vicios procedimentales son vicios relativos
al complejo de actos necesarios para la producción final del acto norma-
tivo. Pero, en todos los casos, el parámetro para determinar la existencia
o inexistencia de esos vicios es la Constitución.500
Como resultará fácil comprender, este valor o función paramétrica
de la Constitución, en su doble dimensión: formal y material,501 sitúa en
499
“Los actos que integran el procedimiento legislativo constituyen una unidad
indisoluble con la norma general emanada de ese procedimiento, de tal forma que no
procede impugnar cada acto legislativo individualmente, ya que no puede quedar sub-
sistente o insubsistente aisladamente, sino sólo a través del análisis conjunto de esos
actos con motivo de la publicación de la norma; por otra parte, de conformidad con
los artículos 105, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexi-
canos y 60 de la Ley Reglamentaria de las Fracciones I y II del artículo 105 de la propia
Constitución Federal, el plazo para ejercitar la acción de inconstitucionalidad es de
treinta días naturales contados a partir del día siguiente a la fecha en que la ley o tra-
tado internacional combatidos sean publicados en el medio oficial correspondiente, de
lo cual se concluye que la impugnación de los actos que integran el procedimiento
legislativo únicamente puede realizarse a partir de que es publicada la norma general,
porque es en ese momento cuando los actos adquieren definitividad.” Acción de incons-
titucionalidad 23/2003. Tesis jurisprudencial 35/2004.
500
Gomes Canotilho, José Joaquim, op. cit., nota 159, pp. 1013 y 1014.
501
A estas dos dimensiones habría que añadir la dimensión temporal, respecto
de la cual tiene relevancia la siguiente tesis jurisprudencial de la Suprema Corte, que
a nuestro juicio habría, al menos, que matizar:
“Acción de inconstitucionalidad. El estudio de los conceptos de invalidez que se
hagan valer debe efectuarse a la luz de las disposiciones de la constitución federal
vigentes al momento de resolver. Al ser la acción de inconstitucionalidad un medio de
control de la constitucionalidad de normas generales, emitidas por alguno de los órganos
que enuncia el artículo 105, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos, el estudio de los conceptos de invalidez que se hagan valer debe efec-
tuarse a la luz de las disposiciones constitucionales vigentes en el momento de resolver,
aun cuando la presentación de la demanda sea anterior a la publicación de reformas
o modificaciones a la Norma Fundamental, ya que a nada práctico conduciría examinar
la constitucionalidad de la ley impugnada frente a disposiciones que ya dejaron de tener
vigencia”. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo XV,
febrero de 2002, p. 418, Acción de inconstitucionalidad 10/2000. Mayoría de siete votos
de los señores ministros Mariano Azuela Güitrón, Juventino V. Castro y Castro, José de
Jesús Gudiño Pelayo, Humberto Román Palacios, Olga Sánchez Cordero de García
Villegas, Juan N. Silva Meza y presidente Genaro David Góngora Pimentel respecto
de la constitucionalidad de la fracción III del artículo 334 del Código Penal para el
Distrito Federal; y en relación con el artículo 131 bis del Código de Procedimientos
Penales para el Distrito Federal, en virtud de que la resolución de su inconstitucionali-
dad no obtuvo la mayoría calificada de cuando menos ocho votos exigida por el último
párrafo de la fracción II del artículo 105 constitucional, se desestimó la acción de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 72 de la ley reglamentaria de las fraccio-
nes I y II de dicho precepto constitucional. En cuanto al criterio específico contenido
en la tesis no hubo discrepancia entre los once señores ministros. Ponente: Olga Sánchez
Cordero de García Villegas. Secretario: Pedro Alberto Nava Malagón. Tesis jurispruden-
cial 12/2002.
502
Sobre la conexión inescindible entre control de constitucionalidad e interpre-
tación constitucional, puede verse Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 149, p. 29.
503
Entre una bibliografía abrumadora, conservan todavía hoy todo su interés las
reflexiones de Cappelletti, Mauro, cit., nota 40, pp. 138 y ss.
504
Cappelletti, Mauro, “The Law-Making Power of the Judges and its Limits”,
en su libro recopilatorio The Judicial Process in Comparative Perspective, Oxford,
Clarendon Press, 1989, p. 29.
505
Entre la abundantísima bibliografía sobre el tema de la interpretación cons-
titucional merecen citarse: con carácter general, García Belaunde, Domingo, “La interpre-
tación constitucional como problema”, Revista de Estudios Políticos, núm. 86, octubre-
diciembre de 1994, pp. 9 y ss. y Wróblewsky, Jerzy, Constitución y teoría general
de la interpretación jurídica (trad. de Arantxa Azurza, revisión y nota introductoria de
Juan Igartua Salaverria), Madrid, Civitas, 1985; para México, Carmona Tinoco, Jorge
Ulises, op. cit., nota 114; para España, Alonso García, Enrique, La interpretación de
la Constitución, Madrid, CEC, 1984, y Canosa Usera, Raúl, Interpretación constitu-
cional y fórmula política, Madrid, CEC, 1988.
Pero antes de entrar a analizar estos aspectos, por así decirlo, genéri-
cos de la acción de inconstitucionalidad, parece necesario subrayar que
mientras que en España el parámetro de control viene dado no sólo por
la Constitución, sino también por el llamado “bloque de la constitucio-
nalidad”, en el caso de México, según ha destacado Iván Gutiérrez en un
trabajo todavía no publicado, la única norma paramétrica es la propia
Constitución, ya que, a diferencia de lo que ocurre en España, en México
es la propia Constitución la que define y determina de manera acabada
cuáles son las competencias que corresponden a cada uno de los Esta-
dos sin que sea preciso el concurso del legislador, o la interpositio de la
Constitución estatal, para determinar dichas competencias. Así pues, en
principio, la Corte sólo tiene que llevar a cabo un juicio de contraste entre
506
Stuth, Sabine, op. cit., nota 183, p. 978.
tamente más amplias a las que un juez tiene en otros ámbitos del de-
recho y ello como consecuencia de la estructura misma de la norma
constitucional.
De esta forma, cabe dudar si, en la práctica, no es la Constitución,
sino la voluntad libre del intérprete la que acaba convirtiéndose real-
mente en parámetro del enjuiciamiento, debiendo así hablarse más que
de la supremacía de la Constitución, de la “supremacía” de los jueces
constitucionales,510 y de los Tribunales Constitucionales como una suerte
de comisiones permanentes para la reforma constitucional.511
Esa es, precisamente, la objeción tradicionalmente formulada a los
tribunales constitucionales, ya desde sus mismos orígenes, objeción por
lo demás que tiene la virtud de resurgir periódicamente, “incluso con
virulencia”.512 Se sostiene que, aunque la norma paramétrica en el
control de constitucionalidad sea la Constitución, al tener ésta que ser
interpretada (como cualquier otra norma), y prevalecer el contenido que
a la misma asigne el intérprete supremo —en cuanto que se atribuye a
la Constitución misma— nada menos que sobre la propia ley democráti-
510
Cappelletti, Mauro, “Delimitación del tema: control judicial y control político;
control de constitucionalidad y control de legalidad”, op. cit., nota 40, p. 40. Tal
supremacía del juez de la Constitución [aunque no, obviamente, en el sentido del texto,
como “supremacía arbitraria”] ha sido reconocida de manera abierta por la Sala de lo
Constitucional ecuatoriana en su proceso de amparo 53-S-91, en la que se justifica el
papel de esa Sala como intérprete supremo de la Constitución aludiendo al hecho de
que la Constitución de dicho país “hace coincidir el ápice de la pirámide normativa —
la Constitución— con el tribunal situado en la cúspide de la jerarquía judicial, la Corte
Suprema de Justicia a través de la Sala de lo Constitucional”.
511
Tal y como, un tanto en broma, se ha dicho del Tribunal Supremo norte-
americano. Zippelius, Reinhold, Teoría general del Estado. Ciencia de la política
(trad. de Héctor Fix-Fierro), México, Porrúa-UNAM, 1989, p. 396.
512
Fernández Segado, Francisco, cit., nota 43, p. 70. La objeción se aplicó ya
al Tribunal Supremo americano mucho antes de la consagración jurisprudencial de
la doctrina de la judicial review y a ella se refirió ya Hamilton: “Carece de valor la
afirmación relativa a que los tribunales, so pretexto de incompatibilidad, estarán en
libertad de sustituir su capricho por las intenciones constitucionales del Legislativo.
Lo mismo podría ocurrir en el caso de dos leyes contradictorias o, similarmente, en
todo fallo en que se aplique una sola ley. Los tribunales tienen que declarar el signi-
ficado de las leyes; y si estuviesen dispuestos a poner en ejercicio la voluntad en vez
del juicio, la consecuencia sería la misma de sustituir la voluntad del cuerpo legislativo
por la suya propia” [cito con leve corrección de estilo de la traducción]. A. Hamilton,
J. Madison y J. Jay, El Federalista, trad. de Gustavo R. Velasco, Fondo de Cultura
Económica, p. 333. Sobre el carácter irremediablemente permanente de la polémica,
Denenberg, R. V., op. cit., nota 80, p. 88.
camente aprobada que contradiga ese contenido, resulta así que la com-
petencia de control concentrado de la constitucionalidad supondría otorgar
al órgano de la constitucionalidad un poder formidable e incontrolable.
Ello es lo que ha llevado a Bachof a plantearse si no existe el peligro de
que la Corte de Constitucionalidad, en lugar de controlar la aplicación
de la Constitución, se convierta en la dueña de la Constitución.513
Este riesgo se deriva especialmente del hecho de que nos encon-
tramos ante una competencia concentrada en un único órgano, sin que su
labor esté sujeta a fiscalización alguna, así como de una doble circuns-
tancia: la eficacia general de sus decisiones y la vaguedad de las normas
en que se basan, vaguedad ésta que amplía notablemente el “grado de
maniobrabilidad” del intérprete. Es todo este cúmulo de circunstancias el
que lleva al riesgo de que el libre criterio del órgano de la constituciona-
lidad acabe prevaleciendo sobre el “dictado de la mayoría” (“Diktat der
Mehrheit”),514 es decir, sobre la ley (parlamentaria) como expresión de
la voluntad popular. El dilema se ha condensado, gráfica y sucintamente,
en la máxima “Quis custodiet ipsos custodes?” 515 y, en otra variante,
ha llevado a hablar del “gobierno de los jueces”,516 si bien podría decirse,
y así se ha hecho desde una perspectiva diametralmente opuesta a la
anterior, que se trataría en todo caso del (presunto) gobierno de la “rama
menos peligrosa” del Estado.517
513
Bachof, Otto, op. cit., nota 33, p. 842.
514
Stuth, Sabine, op. cit., nota 183, p. 979.
515
A dicha máxima alude Schmitt, Carl, op. cit., nota 144, p. 36. Y como señala
De Vega, este es el gran interrogante que subyace a la obra de Schmitt, Carl, Der
Hüter der Verfassung. Vega García, Pedro de, “Prólogo” a Schmitt, Carl, op. cit.,
nota 144, p. 15.
516
Es el título de la conocida obra de Lambert (Le gouvernement des juges et
la lutte contre la législation sociale aux Etats-Unis. L’expérience américaine du con-
trôle judiciaire de la constitutionnalité des lois, París, Marcel Giard & Co., 1921).
Como nos dice Cappelletti, el temor a un “gobierno de los jueces” no es más que un
“fantasma” que es evocado contra cualquier tipo de control judicial de la constitu-
cionalidad. Cappelletti, Mauro, “Is the European Court of Justice ‘Running Wild’?”,
op. cit., nota 504, p. 393.
517
Son sobradamente conocidas las reflexiones en ese sentido de Hamilton en
A. Hamilton, J. Madison y J. Jay, op. cit., carta núm. 78, pp. 330 y ss.: “el [poder]
judicial, debido a la naturaleza de sus funciones, será siempre el menos peligroso para
los derechos políticos de la Constitución… no influye ni sobre las armas, ni sobre el
tesoro; no dirige la riqueza ni la fuerza de la sociedad y no puede tomar ninguna
resolución activa. Puede decirse con verdad que no posee fuerza ni voluntad, sino
únicamente discernimiento, y que ha de apoyarse en definitiva en la ayuda del brazo
ejecutivo hasta para que tengan eficacia sus fallos… es, sin comparación, el más débil
de los tres departamentos del poder”.
518
Como nos dice Simon, “hasta tal extremo ha arraigado la idea de una Juris-
dicción Constitucional que ya no es tanto la legitimación de la misma lo que está en
primer plano, sino cuáles sean los límites” de los Tribunales Constitucionales. Simon,
Helmut, op. cit., nota 143, p. 847.
519
Como señala De Vega, “las cuestiones que afectan a la fundamentación,
legitimidad y coherencia del sistema político democrático distan mucho todavía de
haber logrado una solución definitiva”. Vega, Pedro de, op. cit., nota 144, p. 24.
520
Schmitt, Carl, op. cit., nota 144, p. 57.
521
Ibidem, p. 75.
522
Ibidem, p. 90.
523
Ibidem, p. 93.
524
Esa vaguedad o ambigüedad de las normas constitucionales modernas es re-
sultado, entre otros factores, de la aparición del sufragio universal frente al censita-
rio, que conlleva una nueva composición sociológica de los poderes constituyentes, en
los que va a dejar de haber una homogeneidad social, por lo que es de todo punto
indispensable el consenso y éste conduce a las ambigüedades constitucionales (o, en
terminología de Schmitt, “compromisos apócrifos”). Cfr. Vega García, Pedro de, “Pró-
logo” a Schmitt, Carl, op. cit., nota 144, p. 22. El concepto de “compromiso apócrifo”
a que me refiero puede verse en Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución (trad. y pre-
sentación de Francisco Ayala y epílogo de Manuel García-Pelayo), Madrid, Alianza
Editorial, 1982, pp. 52 y ss.
525
En cambio, en el sector del derecho privado nos dice Schmitt, aunque existan
conceptos jurídicos indeterminados (con referencia por ejemplo a la buena fe o a las
costumbres mercantiles) la existencia de “relaciones ( jurídicas) relativamente esta-
bles y conceptos sociales fijos” procura “una escala de valores y una sujeción suficien-
tes. También en el sector del derecho público, particularmente en materias adminis-
trativas y hasta gubernativas, existe la posibilidad de conceptos imprecisos desde el
momento en que la situación que presupone cada norma puede encontrar una regu-
lación suficientemente clara y segura en las opiniones de los jurisconsultos y en la
jurisprudencia, aunque no exista decisión expresa de la legislación o del Gobierno”.
Schmitt, Carl, op. cit., nota 144, p. 53.
526
Ibidem, p. 245.
Mauro, op. cit., nota 184, pp. 13 y 16; y en la alemana, Simon ha puesto de relieve
cómo es posible que un mismo Tribunal Constitucional se exceda unas veces y otras,
en cambio, se retraiga equivocadamente (dando lugar a excesos), si bien “la mayor parte
de tales sentencias contiene votos particulares”, además de que sobre la valoración de
las mismas no suele haber tampoco acuerdo en la propia doctrina, dependiendo con
frecuencia dicha valoración de la “ubicación político-jurídica del crítico”. Simon, Helmut,
op. cit., nota 143, pp. 857 y 858. Hay casos en que la doctrina no duda en hablar de
una verdadera usurpación legislativa por parte del Tribunal Constitucional, pero es
importante notar que se trata siempre de casos excepcionales, aparte de que no faltan
nunca autores que lo valoran de otra forma. Habla de Usurpation der Gesetzgebung,
por ejemplo, Zweigert, Konrad, “Einige rechtsvergleichende und kritische Bemerkungen
zur Verfassungsgerichtbarkeit”, en el colectivo Starck, Christian (dir.), op. cit., nota
167, 1976, t. I, p. 74.
533
Así lo intuyó, nada menos que en 1934, Rodolfo Reyes, en su conocida obra:
“Si esta función jurídico-política puede o no realizarla un Tribunal, lo contestará, más
que la doctrina de autores que, como Schmitt, lo niegan, más de un siglo de realización
de países tales como los Estados Unidos y Suiza”. La experiencia posterior de los
tribunales constitucionales no ha consistido en otra cosa que en una reafirmación ro-
tunda de esa idea. Reyes, Rodolfo, op. cit., nota 154, p. 151.
534
“En general, hay que decir que la experiencia europea posterior a la Segunda
Guerra Mundial es positiva, sin excepción alguna hasta la fecha”. Pérez Royo, Javier,
op. cit., nota 240, p. 48, nota 46.
535
Para Austria, Ermacora, Félix, op. cit., nota 182, pp. 525-526 y 530 y ss.; para
Italia, Leopoldo Elia, “Constitucionalismo cooperativo’, ‘Racionalidad’ y ‘sentencias adi-
tivas’ en la jurisprudencia italiana sobre control de normas”, en López Pina, Antonio (ed.),
op. cit., nota 225, p. 80.
536
Respecto de su país, puede Faller —entre otros— señalar con orgullo que las
competencias del Tribunal Constitucional se han evidenciado en estas décadas como
plenamente eficaces para remover los trastornos derivados de la propia estructura
de un Estado de derecho social, libre y democrático. “En los últimos años, el Tribunal
Konrad, op. cit., nota 532, 1976, tomo I, p. 75. La cita bíblica corresponde a [2 Cor.
6, 10].
542
Schneider, Hans-Peter, op. cit., nota 66, in toto. Una propuesta distinta es la
de Landfried, Christine, op. cit., nota 33, pp. 121 y 122.
543
Es el control más intenso, que reduce al máximo los márgenes políticos
de actuación y decisión del legislador: es el control ejercido sobre todo en materia de
derechos fundamentales, especialmente los protegidos sin ningún tipo de reserva
(de limitación).
544
Este control de apreciación limita en mucha menor medida la libertad de
decisión del legislador, bastando con que la misma haya sido adoptada a partir de una
ponderación “objetiva” y “defendible” de los elementos de juicio disponibles: es el
control llevado a cabo en aquellos supuestos en que se trata de la apreciación de situa-
ciones y regulaciones complejas, predominantemente en el terreno económico o fiscal,
para los que el tribunal no es más competente que el Legislativo, o cuando el proce-
dimiento parlamentario ofrece la garantía de una proximidad mayor a la realidad o,
simplemente, la posibilidad de un análisis objetivo más profundo que los que pudiera
llevar a cabo el tribunal.
545
Constituye el grado menos intenso de control, limitado a la observancia de
los “límites extremos” del derecho constitucional y que es un control que sólo se lleva
a cabo en aquellos casos en que la Constitución misma presenta un grado suficiente
de indeterminación, como, por ejemplo, en la interpretación de la cláusula de la
reunificación, del principio universal de igualdad como interdicción de la arbitrarie-
dad o de los principios generales de la Constitución.
546
A esto se refiere también Back, Jr., Charles L., “Constitutional Structure and
Judicial Review”, en su libro Structure and Relationship in Constitutional Law, Baton
Rouge, Louisiana State University Press, 1969, p. 71; también, Zagrebelsky, Gustavo,
cit., nota 226, p. 174. Como nos dice Denenberg, el poder del Tribunal Supremo, al
carecer de todo mecanismo para ejecutar y hacer efectivas sus decisiones, “es el
poder de la opinión pública… El mecanismo definitivo de defensa que tiene el pue-
blo contra una decisión impopular consiste en desoirla”, aludiendo a continuación a
cómo, más de veinte años después de que el Tribunal Supremo declarase inconstitu-
cional la segregación escolar, ésta sigue existiendo y, en los estados norteños, los
Tribunales que han tratado de imponer la integración efectiva se han encontrado casi
siempre con una fuerte oposición popular y violenta resistencia”. Denenberg, R. V.,
op. cit., nota 80, pp. 91 y 92.
547
Cit. por Pérez Royo, Javier, op. cit., nota 240, p. 21 (las palabras del diputado
constituyente italiano se referían al Poder Judicial). Como añade el citado autor espa-
ñol, “sin duda, en su escasa peligrosidad como instrumento de opresión es donde reside
la más convincente justificación del Tribunal Constitucional como institución”.
548
Tomo la expresión de Bachof, quien, no obstante, la utiliza en otro sentido
diverso. Bachof, Otto, op. cit., nota 45, p. 42.
y Häberle, Peter, op. cit., nota 16.) y quizás sea ello algo en sí mismo natural en el
terreno político.
553
La Asociación de Profesores Alemanes de Derecho Político, con ocasión del
XXV aniversario del Tribunal Constitucional alemán, entendió que la supresión de este
último sería una reforma que afectaría a la Constitución in seinem Wesen, en su misma
esencia. Cfr. Simon, Helmut, op. cit., nota 143, p. 823.
554
No obstante, Denenberg considera que esta posibilidad “constituye una proeza
inimaginable, salvo en los más insólitos momentos de consenso político”, y precisa-
mente por ello, ha podido la Corte actuar “libremente, como reformadora social y
política, recreando todo el Derecho”. Denenberg, R. V., op. cit., nota 80, p. 91.
555
García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 164, p. 201. Es ésta, por lo demás,
una opinión generalmente aceptada en el ámbito comparado. Así, por ejemplo, para
Suiza, puede verse Kälin, Walter, Verfassungsgerichtbarkeit in der Demokratie (Funk-
tionen der Staatsrechtlichen Beschwerde), Stämpfli & Cie. AG, Bern, 1987, p. 84, quien
alude también a la experiencia norteamericana de más de dos siglos (p. 85).
556
Favoreu, Louis, op. cit., nota 15, p. 109.
557
Este argumento histórico ya fue utilizado por Kelsen frente a Schmitt: “Final-
mente, un análisis científico-jurídico que se ocupe de la posibilidad de una jurisdicción
constitucional no debería pasar por alto el hecho de que existe un Estado —a saber,
Austria— en el que desde hace más de un decenio funciona un control de consti-
tucionalidad central perfectamente estructurado. Analizar su real eficacia sería, por
cierto, más provechoso que indagar acerca de su compatibilidad con el concepto de
Estado legislativo. Carl Schmitt se contenta con poner ‘la solución austriaca’ entre
comillas, sin descender de las alturas de su propia abstracción en orden a analizar
la importancia y funcionamiento real de tal Tribunal”. Kelsen, Hans, op. cit., nota 152,
pp. 31 y 32.
558
En Alemania, destaca Bachof cómo “ya se ha visto muchas veces que la crítica
en modo alguno carece de influencia sobre la Corte. Tanto la crítica de la opinión
pública como la crítica de la ciencia jurídica han llevado en diversas formas a la Corte
a una modificación de su jurisprudencia”. Bachof, Otto, cit., nota 33, p. 850. Pérez
Luño ha distinguido tres tipos de control a que está sujeta la interpretación cons-
titucional: a) Control jurídico, que se concreta en la necesidad de atenerse a los cri-
terios interpretativos utilizados en las decisiones previas de casos similares, así
como en atender a la función orientadora y crítica que desempeña la ciencia jurídica
y en lo que aquí interesa la dogmática del derecho constitucional; b) Control político,
referido a la peculiar vigilancia o supervisión de legitimidad que ejercen los órganos
creadores del derecho sobre quienes lo interpretan o aplican; y c) Control social,
manifestado en la necesidad de que el intérprete pondere los intereses de aquellos a
quienes la decisión afecta, sobre la base de una consideración igual de sus personas
(John Hart Ely); en la exigencia de que el intérprete respete los standards o conceptos
morales generales y básicos de la sociedad (Ronald Dworkin); o en la conveniencia de
563
Ni tampoco meros “destructores de leyes”, como se ha dicho en la doctrina
alemana con un juego de palabras: Gesetzvernichter, como contraposición a Gesetzgeber
(legislador, “dador” de leyes).
564
Weber, Albrecht, op. cit., nota 61, p. 79.
565
Cappelletti, Mauro, “Questioni nuove (e vecchie) sulla giustizia costituzionale”,
Giurisprudenza Costituzionale, 1990, núm. 52, p. 863.
566
Schneider, Johann-Peter, “Continencia judicial y estructura normativa abierta
del derecho constitucional”, en López Pina, Antonio (ed.), op. cit., nota 225, p. 75.
567
Rostow, Eugene, “The democratic character of judicial review”, Harvard Law
Review, núm. 193, vol. 66, diciembre de 1952, p. 208. Hay traducción castellana mía
en Apuntes de derecho, Lima, año I, núm. 1, octubre de 1996.
568
Hesse, Konrad, “El texto constitucional como límite de la interpretación”,
op. cit., nota 225, p. 185.
se puede incluso decir que sus atribuciones son casi enteramente polí-
ticas, aunque su constitución sea enteramente judicial… Cuando el ujier
de estrados, adelantándose en las gradas del Tribunal, llega a pronun-
ciar estas palabras: “El Estado de Nueva York contra el de Ohio”, se
siente que no se halla uno en el recinto de una corte de justicia ordinaria.
Y cuando se piensa que uno de esos litigantes representa a un millón de
hombres, y el otro a dos millones, se asusta uno de la responsabilidad
que pesa sobre los siete jueces cuyo fallo va a regocijar o a entristecer
a tan gran número de sus conciudadanos.587
589
En palabras de un expresidente del Tribunal Constitucional español, “en el
Tribunal no se debaten opciones políticas, se delibera sobre pretensiones jurídicas de
las partes enfrentadas en un proceso constitucional, y aunque en el fondo de cada con-
tienda planteada ante nosotros lata siempre un problema político (la constitucionalidad
de una norma legal, la titularidad de una competencia, el amparo de un derecho fun-
damental), nuestro único instrumento es la razón jurídica, como vehículo para interpre-
tar la Constitución y para custodiar la permanente distinción entre la objetivación del
Poder constituyente plasmado en la Constitución, y la actuación de los poderes cons-
tituidos”. Tomás y Valiente, Francisco, “Discurso de despedida pronunciado en el Tribu-
nal Constitucional, el 8 de julio de 1992”, op. cit., nota 128, p. 228.
590
Gomes Canotilho, José Joaquim, op. cit., nota 159, p. 1111.
591
Como nos dice Landfried, respecto del Tribunal Constitucional alemán, “as
long as the judges do not exceed their competences, judicial policy-making has to
be accepted as part of the existence of judicial review”, Landfried, Christine, op. cit.,
nota 33, p. 115.
tenido a la vista ese resultado. En ese sentido, existe, sin duda, un cierto
influjo de las repercusiones políticas de la sentencia sobre la interpre-
tación jurídica. Pero aquí está a la vez el límite para la toma en cuenta
de tales consideraciones. Contra el derecho, el juez no puede decidir
jamás… El juez puede enjuiciar la ley sólo sobre el parámetro de la
Constitución, quizá inclusive sobre principios jurídicos fundamenta-
les presupuestos por la Constitución pre o superconstitucionales; en todo
caso, sólo sobre el parámetro de un derecho de rango superior. Un Tri-
bunal Constitucional no puede rehusar la validez de una ley sólo por las
consecuencias políticas implicadas en ella… Hacer esto no es sólo facul-
tad suya, sino también su deber; su doble función como Tribunal y como
órgano constitucional se hace clara precisamente aquí y aquí debe con-
firmarse. En caso de conflicto entre el derecho y la política el juez sólo
está vinculado al derecho. Sin embargo, puede esperar del legislador que
este conflicto le sea en lo posible evitado, no en atención a él, sino en
atención al derecho.
613
Cfr. la nota a pie de página núm. 4 de la opinión del Justice Stone en United
States vs. Carolene Products (1938); Cox, Archibald, The Court and the Constitution,
Boston, Houghton Mifflin Company, 1987, pp. 178-179 y 327-328. En Francia, “le
Conseil Constitutionnel a donné toute leur portée aux principes qu’il a dégagés en
matière de libertés par la grande rigueur dont il a fait preuve dans l’appréciation des
dispositions legislatives d’y porter atteinte”. Stirn, Bernard, Les libertés en questions,
París, Montchrestien, 1996, p. 62.
614
Dice Aubert que lo que permite hablar de presunción de constitucionalidad
en los sistemas jurídicos angloamericanos y semejantes es el hecho de que “las condi-
ciones de la constitucionalidad de una ley [restrictiva de los derechos fundamentales],
a saber, la legalidad de sus fines, la proporcionalidad de sus medios, la pertinencia de
sus criterios, son tratados como puntos de hecho, mientras que en los ordenamientos
jurídicos de la Europa continental se ha considerado que las condiciones de la consti-
tucionalidad de la ley son puntos de derecho, que no son objeto ni de presunciones ni
de pruebas, sino que el juez debe establecerlo de oficio. Aubert, Jean François, “Limita-
tion des droits de l’homme: le rôle respectif du legislateurs et des tribunaux”, en
Armand de Mestral (ed.), The Limitation of Human Rights in Comparative Constitutional
Law, Québec, Yron Blais, 1986, p. 213.
615
BVerfGE 50, 290 (333). Véase Bothe, Michael, “Limitation des droits de
l’homme - Le rôle respectif du législateur et des tribunaux en République Fédérale
d’Allemagne”, en Armand de Mestral (ed.), op. cit., nota 614, pp. 146 y ss.
Por lo demás, en Austria Ermacora señala cómo el número de leyes anuladas por
el Tribunal Constitucional por violar un derecho fundamental “parece exagerado”,
“teniendo presente el estilo circunspecto del Tribunal Constitucional austriaco respecto
del legislador”, lo cual parece orientarse en el sentido de un control intensificado de
la constitucionalidad en materia de derechos fundamentales. Ermacora, Félix, cit.,
nota 182, p. 527.
616
Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales (trad. de Ernesto Garzón
Valdés), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993, p. 527. La retenue judicial
es mayor en lo que se refiere a la elección de los fines que por lo que concierne a los
medios y, en todo caso, si el tribunal acepta un pronóstico del legislador, éste tiene en
contrapartida una obligación de corregir la legislación si el pronóstico resulta erróneo.
frente al legislador [por amplios que sean los términos de ese reconoci-
miento] y (también) para la garantía de estos derechos prevé un Tribunal
Constitucional, entonces la intervención del Tribunal Constitucional en
el ámbito de la legislación, necesaria para la garantía de estos derechos,
no es una asunción anticonstitucional de las competencias legislativas,
sino algo que no sólo está permitido sino también ordenado por la
Constitución.
619
Por poner un ejemplo, el Tribunal Constitucional español ha considerado que
la interpretación más favorable de las libertades informativas del artículo 20 CE genera
unos precisos efectos sobre las normas penales limitadoras de las mismas, que se
concretan en el criterio de que el derecho de un profesional del periodismo a informar,
así como el de sus lectores a recibir información íntegra y veraz, constituye, en último
término, una garantía institucional de carácter objetivo, cuya efectividad exige en princi-
pio excluir la voluntad delictiva de quien se limita a transmitir sin más la información,
aunque ésta, por su contenido, pueda revestir significado penal. Cfr. STC 159/1986,
de 12 de diciembre, FJ 8). Fernández Segado, Francisco, “La teoría jurídica de los
derechos fundamentales en la doctrina constitucional”, Revista Española de Dere-
cho Constitucional, año 13, núm. 39, septiembre-diciembre de 1993, p. 225.
620
Véase BVerfGE 7, 198, 209.
621
Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 619, p. 224. Un trabajo básico es
el de Schneider, Peter, “In dubio pro libertate”, en el colectivo Hundert Jahre deutsches
Rechtsleben, Festschrift zum hundertjähringen Bestehen der Deutschen Juristentages
1860-1960, Karlsruhe, 1960, t. II, pp. 263 y ss.; en Argentina, véase Bidart Campos,
Germán, Teoría general de los derechos humanos, México, UNAM, 1993, p. 398.
622
Ya tempranamente, Pestalozza, Christian, “Kritische Bemerkungen zu Metho-
den und Prinzipien der Grundrechtsauslegung in der Bundesrepublik Deutschland”, Der
Staat, t. 2, núm. 4, 1963, pp. 425 y ss.
CAPÍTULO SEXTO
CAPÍTULO SEXTO
EL PROCESO DE LA ACCIÓN DE
INCONSTITUCIONALIDAD
I. ETAPAS PROCEDIMENTALES
317
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
623
De modo análogo, en España, el artículo 39 LOTC establece que “el Tribunal
Constitucional podrá fundar la declaración de inconstitucionalidad en la infracción de
cualquier precepto constitucional, haya sido o no invocado en el curso del proceso”.
624
La tesis jurisprudencial número 57/2004 establece que cuando se impugnen
normas generales en materia electoral, la Suprema Corte de Justicia de la Nación está
impedida para suplir los conceptos de invalidez y para fundar la declaratoria de incons-
titucionalidad en la violación a cualquier precepto de la Constitución federal, dando la
siguiente interpretación del artículo 71 LR105: “El primer párrafo del precepto citado
establece que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al emitir sus resoluciones en
materia de acciones de inconstitucionalidad deberá: a) Corregir los errores que advierta
en la cita de preceptos invocados; b) Suplir los conceptos de invalidez hechos valer en
el escrito por el cual se ejercite la acción de inconstitucionalidad; y, c) Fundar su decla-
ratoria de invalidez en la violación a cualquier precepto de la Constitución Federal,
haya sido invocado o no en el escrito inicial. Sin embargo, del análisis integral del
mencionado artículo 71 se advierte que aunque las figuras de la suplencia del error en
la cita de preceptos y de conceptos de invalidez constituyen una regla general a seguir
por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el dictado de sus resoluciones de
acción de inconstitucionalidad, el segundo de los supuestos señalados (suplencia de la
queja) y el consistente en que la declaratoria de invalidez puede fundarse en la vio-
lación a cualquier precepto constitucional haya sido o no invocado en la demanda, no
resultan aplicables en la emisión de sentencias de acciones de inconstitucionalidad cuya
materia de impugnación sea una norma general de carácter electoral, por disposición
expresa de la ley, ya que en atención a la naturaleza de las normas que pueden impugnarse
a través de este medio de control de la constitucionalidad, el legislador federal introdujo
la salvedad contenida en el segundo párrafo del artículo 71 de la Ley Reglamentaria
de las Fracciones I y II del artículo 105 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, relativa a los lineamientos a seguir por parte de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación en la emisión de sus resoluciones sobre impugnación de
leyes de contenido electoral, con el propósito de establecer un ‘principio de congruen-
cia’, al ser la naturaleza de la materia electoral de estricto derecho”. Semanario Judicial
electoral, no es más que una manifestación del aforismo iura novit curia,
regla que es en realidad inherente a la función de juzgar: el juez aplica
el derecho, no tanto por invocación de las partes cuanto por razón de
oficio.625 Es tesis jurisprudencial la de que “para que se estudien los
conceptos de invalidez, basta con expresar claramente la contravención
de la norma que se impugna con cualquier precepto de la Constitu-
ción federal”:
3. Acumulación y conexidad
4. Incidentes
La cuestión merece una breve reflexión, así como una también breve
referencia de derecho comparado.
Es sabido que el efecto no suspensivo de la admisión de la acción
es propio de los sistemas austriaco, italiano y español,656 si bien en estos
dos últimos casos no puede pasarse por alto el importante dato de la
eficacia retroactiva en el tiempo de las resoluciones del Tribunal Cons-
titucional ni tampoco que en el primero de ellos, en Austria, el Tribunal
655
Fix-Fierro, Héctor, cit., nota 9, p. 55; véase también Carbonell Sánchez,
Miguel, “La nueva acción de inconstitucionalidad en México: régimen actual y posi-
bles perspectivas de cambio”, Cuadernos de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol,
Departamento de Derecho Constitucional de la Universitat de Valencia, núms. 14 y 15,
pp. 188-1898.
656
La única excepción en España es la relativa a los supuestos en que el gobierno
se ampare en lo dispuesto por el artículo 161.2 de la Constitución para impugnar, por
medio de su presidente, leyes, disposiciones normativas o actos con fuerza de Ley de
las Comunidades Autónomas, debiendo en tal caso el tribunal, en un plazo nunca
superior a cinco meses, ratificar o levantar la suspensión producida.
para ello habrá previamente que establecer que, al menos en esos casos,
la sentencia estimatoria ( y declaratoria de inconstitucionalidad) tiene
efectos retroactivos, al menos hasta la fecha en que se adoptó la reso-
lución suspensiva de los efectos de la ley cuestionada. Esta es justa-
mente, por ejemplo, y en sus grandes líneas, la solución adoptada en
Guatemala, si bien allí se exige también que la inconstitucionalidad
sea notoria, exigencia que no parece del todo apropiada.
CAPÍTULO SÉPTIMO
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
II. La sentencia sobre el fondo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
1. Quórum y mayoría exigidos para la declaración de inconsti-
tucionalidad de la ley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
2. Contenido formal de la sentencia. Publicación . . . . . . . . . . 352
3. Efectos de la sentencia: sentencias estimatorias y desestima-
torias. El valor de la cosa juzgada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 356
4. Excursus: el desarrollo por las jurisdicciones constitucio-
nales de un rico arsenal tipológico de sentencias atípicas . 364
5. La ejecución de la sentencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
III. La terminación anormal del proceso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 418
CAPÍTULO SÉPTIMO
I. INTRODUCCIÓN
339
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
mente por ello, no tiene el menor sentido que el ordenamiento jurídico atri-
buya a un determinado órgano judicial el control de constitucionalidad de
las leyes, con la facultad de declararlas inconstitucionales con efectos
generales y, al mismo tiempo, niegue toda validez o valor al juicio contra-
rio a la constitucionalidad de la norma de la mayoría de los magistra-
dos que integran dicho tribunal, lo que, dicho sea de paso, implica además
minusvalorar el criterio de unos magistrados y sobre valorar el de otros.
Resulta obvio que, si la mayoría de los ministros referidos estiman
la inconstitucionalidad de la ley impugnada, en cuanto que ese juicio se
formula desde una base jurídica racionalizada (y también razonada), su
juicio mayoritario no debería dejar de tener consecuencias. Y esas con-
secuencias han de ser, ante todo, la inconstitucionalidad (e invalidez, en
principio) de la norma.
A lo sumo, podría haberse aceptado una solución como la que, como
último extremo, propone Fix-Fierro, por la que la ley otorgaría al voto
de 6 o incluso 7 ministros el carácter de recomendación al órgano que
aprobó la norma impugnada pues, aunque no hay certeza de que ello
fuera apropiado para la autoridad de la Corte, al menos se traduciría en
una presión bastante fuerte para cambiar una norma inconstitucional.660
Con todo, incluso esta opción no dejaría de presentar serios inconve-
nientes, además de que presentaría la misma debilidad teórica y lógica
que la hoy implantada: sólo podría ser admitida como mal menor.
Tampoco puede justificarse esta mayoría reforzada en el hecho
de que se trate generalmente de “asuntos de gran entidad” pues, aunque
ello sea cierto, la mayoría reforzada no es admisible cuando lo que está
en juego es la justicia o injusticia —desde la perspectiva constitucio-
nal— de una norma, y esa decisión no es una decisión política (como
la de un órgano legislativo al aprobar una ley, por ejemplo), sino una
decisión jurídica, adoptada desde una base eminentemente racional, y
—justamente por ello— razonada exhaustivamente. Con todas las par-
ticularidades que se quiera —derivadas del contenido tan característico
de las normas a interpretar—, se trata, sin ningún género de dudas, de
una decisión fruto del raciocinio jurídico, y resultado, no de una con-
formación de “voluntades” diversas, sino solamente de “interpreta-
ciones” ( jurídicas y racionales) diferentes, y en todo caso debidamente
660
Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 9, p. 55.
11 8 3 72,7%
10 8 2 80,0%
9 8 1 88,8%
8 8 0 Unanimidad
662
Bonifacio, Francisco P., “Constitucionalidad, legislación regresiva y civilidad
jurídica”, en el colectivo López Pina, Antonio, op. cit., nota 225, p. 81.
663
En el caso de la sentencia estimatoria, pese al silencio de la Constitución
peruana de 1993, la LOTC número 26.435 exigió el voto conforme de seis de los siete
magistrados integrantes del Tribunal Constitucional para dictar una sentencia estima-
toria de la inconstitucionalidad, dando lugar a una encendida polémica doctrinal y
forense por considerar con toda razón algunos que se trataba cuando menos de “una
limitación preocupante” (Blume) e incluso dio ocasión a sendas sentencias, bien po-
lémicas y bastante esperpénticas, del Tribunal Constitucional, en las que no parece
oportuno entrar ya en este momento, pues sólo encuentran explicación en el contexto
dictatorial en que se dictaron con una presión sobre el Tribunal Constitucional impen-
sable en un Estado de derecho y son sentencias dignas de pasar, junto con sus autores,
a los anales de la ignominia jurídica. En la actualidad, el artículo 8o. de la LOTC de
22 de julio de 2004 (publicada el 23 de julio) establece que el Tribunal Constitucional
estará integrado por siete miembros y el artículo 5o. establece que el quórum (esto es,
el número mínimo de magistrados que han de estar presentes para adoptar una reso-
lución) es de cinco de sus miembros y, además, se establece, con carácter excepcional
para los casos en que se resuelva la inadmisibilidad de la demanda o la inconstitu-
cionalidad de una norma con rango de ley, que el Tribunal ha de adoptar su resolución,
no por mayoría simple de votos emitidos (como es la regla general), sino por mayoría
de cinco votos conformes (sobre 5, 6 o 7, según el número de magistrados constitucio-
nales presentes). Y precisa: “De no alcanzarse la mayoría calificada de cinco votos a
favor de la inconstitucionalidad de la norma impugnada, el Tribunal dictará sentencia
declarando infundada la demanda de inconstitucionalidad”. Ello conlleva una exigen-
cia de una mayoría reforzada o cualificada de cinco votos sobre un total de siete (en
caso de estar presentes todos los magistrados), seis o, a lo sumo, cinco; esto es, se exige
la unanimidad si sólo están reunidos cinco de los siete magistrados (quórum legal
mínimo) o una mayoría calificada del 83,33% o el 71,42% (según estén presentes
seis o siete magistrados). Sobre este extremo, que hemos considerado inconstitucional
en el caso peruano, véase nuestro trabajo “La acción peruana de inconstituciona-
lidad”, en un Libro Homenaje al profesor Domingo García Belaunde de próxima apa-
rición en Perú.
664
Nogueira Alcalá, Humberto, La jurisdicción constitucional y los tribunales
constitucionales de Sudamérica en la alborada del siglo XXI, México, Porrúa, Biblio-
teca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional, 2004, p. 173.
Se impone, por último, una reflexión más general sobre este punto.
Parece ser que lo que se pretendió con una regulación como la que comen-
tamos fue evitar una politización de la Suprema Corte. De ser ese el ob-
jetivo buscado, se ha errado el camino, completamente. Y es que la forma
de evitar tal politización no es a través de esta exigencia de una mayoría
cualificada pues, por más que no se produzca una declaración de
inconstitucionalidad de una ley por votar en ese sentido la mayoría de los
miembros del tribunal pero no ocho de ellos, es obvio que el voto favo-
665
Von Danwintz, “Qualifizierte Mehrheiten für normverwerfende Entscheindun-
gen des BVerfG? Thesen zur Gewährleistungen des judicial self-restraint”, Juristen
Zeitung, 10/1996, in toto, en especial p. 487. El autor se lo plantea como posibilidad
meramente teórica, sin tener en cuenta que hay ordenamientos en que la exigencia de
mayorías reforzadas, que él rechaza, se ha hecho realidad.
666
Fernández Rodríguez, José Julio, op. cit., nota 75, p. 54.
aparte del que pueda también tener, con toda razón, para la opinión
pública. El conflicto, entonces, lejos de resolverse, podría fácilmente aca-
bar agudizándose.
De este modo, resulta patente que una medida con la que preten-
didamente se trató de evitar la politización de la justicia podría llevar a
un resultado justamente inverso y a una agudización política de un con-
flicto que bien podía haber quedado resuelto por la vía jurídica, sin riesgo
mayor de politización de la justicia.
Precisamente por todo ello, es especialmente necesario que los mi-
nistros busquen por todos los medios un acuerdo de sus diversas posi-
ciones a fin de evitar a toda costa resoluciones en que una mayoría de
los ministros se pronuncia a favor de la inconstitucionalidad, a pesar
de lo cual ésta no llega a tener efectos jurídicos por no ser la mayoría
suficiente. Por la misma razón deberán evitar a toda costa, y en la medi-
da de lo posible, la constitución del Pleno sin alguno de sus miembros.
La limitada experiencia de la acción de inconstitucionalidad es, en este
sentido y globalmente considerada, positiva, aunque no sin excepciones
difícilmente evitables.
Permítasenos terminar con una breve reflexión, referida no tanto a
insistir una vez más en la idea de que la medida estudiada puede llegar
a ser, a fin de cuentas, contraproducente —y llevar así a resultados opues-
tos a los que se buscaban—, cuanto al hecho de que la mayoría requerida
constitucionalmente para emitir una declaración de inconstitucionali-
dad de la ley es un dato de enorme significación para calibrar la since-
ridad de la reforma, la verdadera voluntad política de instaurar en México
una vía por la cual pueda controlarse la conformidad a la Constitución
de las leyes, así como también un mecanismo de protección o defensa
(ex post facto, pero también preventiva por la vía disuasoria) de las mino-
rías políticas. Y a la luz de lo visto, es claro que esa voluntad no era,
en modo alguna, decidida. Se ha instaurado la acción de inconstitucio-
nalidad, pero se ha hecho con cierto temor a que pudiera afectar a las
decisiones básicas adoptadas por las Cámaras legislativas; no es más que
otra manifestación de lo que Carpizo ha llamado el “miedo a la propia
creación que inspiró al Poder Revisor de la Constitución al crear la acción
de inconstitucionalidad”.669 Es probable que ello, más que ninguna otra
669
Carpizo, Jorge, op. cit., nota 13, pp. 837 y 838, quien, no obstante, se muestra
partidario de una mayoría ligeramente cualificada (siete ministros sobre once).
impone como un deber fundamental, ser la primera que cumpla con ella.
Naturalmente, para cumplir con esa, su primera función, debe interpre-
tarla, pero cuando, como en el numeral 105 constitucional a que se alude,
el texto es suficientemente claro y no es posible, jurídicamente, darle un
alcance diverso, debe cumplirlo con exactitud. Simplemente, si se impug-
nó una norma general y no hay una mayoría especial de 8 votos en el
sentido de que se declare su invalidez, debe desestimarse la acción y
archivarse el expediente.
670
“Acción de inconstitucionalidad. En el caso de una resolución mayoritaria
en el sentido de la inconstitucionalidad de la norma impugnada, que no sea aprobada
por la mayoría calificada de cuando menos ocho votos exigida por el artículo 105,
fracción II, último párrafo, de la Constitución federal, la declaratoria de que se des-
estima la acción y se ordena el archivo del asunto debe hacerse en un punto resolu-
tivo. Del análisis sistemático de los artículos 59 y 73 de la Ley Reglamentaria de las
Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Federal, en relación con los
numerales 41, 43, 44, 45 y 72 de la propia ley, se desprende que al presentarse en
una acción de inconstitucionalidad la hipótesis de una resolución de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación que declare la inconstitucionalidad de la norma impugnada y
que no haya sido aprobada por cuando menos ocho votos de los ministros (mayoría
exigida para invalidar la norma), debe hacerse la declaración plenaria de la desesti-
mación de la acción y ordenar el archivo del asunto, en un punto resolutivo de la
sentencia, y además en este supuesto, de acuerdo al sistema judicial, si bien no existirá
pronunciamiento sobre el tema de inconstitucionalidad, sí podrán redactarse votos por
los ministros de la mayoría no calificada y por los de la minoría, en los que den los
argumentos que respaldaron su opinión”. Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, novena época, tomo XV, febrero de 2002, p. 419, Acción de inconstituciona-
lidad 10/2000, Tesis jurisprudencial 15/2002.
que los términos exactos no tienen que ser coincidentes con los que
rigen para las leyes, sino que deben ponderarse los distintos intereses
contrapuestos en cada caso. Y es que, en cuanto a una eventual apli-
cación retroactiva de un giro jurisprudencial contra cives, lleva toda
razón Scalia, a nuestro modo de ver, en los Estados Unidos, cuando
comenta: “la decisión de hoy da lugar… a una Constitución curiosa,
que sólo le podría gustar a un juez. Se trata de una Constitución bajo
la cual, en virtud de la cláusula que prohíbe leyes ex post facto, los re-
presentantes elegidos por el pueblo no pueden, de modo retroactivo,
convertir en asesinato lo que no era asesinato cuando tuvieron lugar
los hechos; pero sí pueden hacer exactamente eso los jueces no elegi-
dos por el pueblo”.
d) Los alcances y efectos de la sentencia. En caso de declara-
ción de invalidez de la norma impugnada, los efectos de la sentencia
“deberán extenderse a todas aquellas normas cuya validez dependa de
la propia norma invalidada”. Esta precisión del artículo 41.IV LR hay
que entenderla, en rigor, como una quiebra legal del principio de con-
gruencia —que exige que exista una exacta correlación entre el petitum
de la demanda y el contenido del fallo—, pero que en realidad consti-
tuye una exigencia ineludible de la propia estructura del proceso de
control normativo a fin de salvaguardar la necesaria coherencia del
texto legal al que pertenecían los artículos anulados y ello porque lo
dispuesto en ese artículo no puede interpretarse como referido exclusi-
vamente a las normas que dependan lógicamente 672 de la norma que se
invalida y ello tanto si son normas legislativas como si son normas
reglamentarias. La lógica del precepto, que guarda por lo demás corre-
lación con preceptos análogos en todos los sistemas de control con-
centrado de constitucionalidad, es la de preservar la coherencia del
ordenamiento jurídico en su conjunto.
Es particularmente necesario, en cualquier caso, que la Suprema
Corte establezca claramente cuáles son esos preceptos a los que se
extienden los efectos de la sentencia estimatoria, así como también, por
otra parte, la fecha a partir de la que “las sentencias producirán sus
efectos” (artículo 45 LR105).
e) Los puntos resolutivos que decreten el sobreseimiento, o declaren
la validez o invalidez de las normas generales.
672
Véase lo que después diremos respecto de las sentencias de nulidad parcial.
675
Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 9, p. 123.
676
Artículo 76 de la Ley de Amparo, reglamentaria de los artículos 103 y 107
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
677
Fix-Zamudio proponía que cuando el pleno de la Suprema Corte estableciese
jurisprudencia obligatoria de que un determinado precepto es inconstitucional, el quinto
fallo en ese sentido habría de publicarse en el Diario Oficial de la Federación y, a
partir de su publicación, el precepto legal quedaría sin efecto para el futuro (sin per-
juicio de su desaplicación en los juicios de amparo en los cuales se planteó la cuestión
respectiva). Fix-Zamudio, Héctor, Ensayos sobre el derecho de amparo, México, UNAM,
1993, p. 193.
B. Efectos en el tiempo
686
Brewer-Carías, Allan R., op. cit., nota 133, pp. 156 y ss.
rán, sin que haya posibilidad alguna de control, más allá del de la opi-
nión pública y la doctrina, pues sólo in extremis habrá de intervenir el
propio legislador.
c) La única excepción que establece el propio artículo 105 cons-
titucional al principio general de irretroactividad de los efectos en el
tiempo de la declaración de inconstitucionalidad viene referida a la “mate-
ria penal”, en la que regirán los principios generales y disposiciones
legales aplicables en esta materia. Habrá que determinar si cabe una
interpretación amplia y entender incluidas dentro de la materia penal a
las normas sancionadoras administrativas.
A. Introducción
692
Fernández Segado, Francisco, “La defensa de la Constitución en España”, La
actualidad de la defensa de la Constitución, México, UNAM-SCJN, 1997, p. 62.
693
Como dicen Rolla y Groppi para Italia, estas modalidades sentenciadoras
especiales surgen “no tanto a partir de una teoría abstracta, cuanto de la necesidad de
dar respuesta a específicas exigencias prácticas”. Rolla, Giancarlo, y Groppi, Tania,
cit., nota 691, p. 169.
694
Máxima (Haben als hätte man nicht) que Zweigert consideró aplicable a los
Tribunales Constitucionales en su estudio introductorio a unas famosas jornadas. Zweigert,
Konrad, “Einige rechtsvergleichende und kritische Bemerkungen zur Verfassungsgericht-
barkeit”, en el colectivo Christian Starck (dir.), Bundesverfassungsgericht und Grundge-
setz. Festgabe aus Anlass des 25 jährigen Bestehens des Bundesverfassungsgerichts,
J.C.B. Mohr, Tübingen, 1976, tomo I, p. 75]. La cita bíblica corresponde a [2 Cor. 6,10].
Una traducción más literal del texto latino dice: “como quienes nada tienen, aunque
todo lo poseemos”.
715
Weber, Albrecht, op. cit., nota 186, p. 78, quien se refiere a otros dos supues-
tos aquí no tratados en que el Tribunal Constitucional Federal Alemán acude a las
declaraciones de mera inconstitucionalidad sin nulidad: cuando el legislador no tenía
ninguna otra posibilidad reguladora teniendo en cuenta la situación histórica (derecho
transitorio) o, respecto de los vicios legislativos, cuando éstos no fueran evidentes.
716
Pestalozza, Christian, Verfassungsprozessrecht: Die Verfassungsgerichtsbarkeit
des Bundes und der Länder, Munich, C. H. Beck, 1982, p. 13.
717
Konrad Hesse, op. cit., nota 17, p. 286, núm. 30. Lo mismo sostienen para
Italia Rolla, Giancarlo, y Groppi, Tania, op. cit., nota 690, p. 169, quienes subrayan
que no se trata sólo de las consecuencias sobre el ordenamiento, sino también respecto
de las relaciones con los otros poderes del Estado.
718
“La declaración de nulidad de una regulación legal también puede no darse
por motivos materiales, aun en el caso de que fuese técnicamente posible. En estos
casos la violación del artículo 3.1 GG por parte del legislador puede subsanarse, por
lo general, de varias maneras … Cuál de ellas debe ser escogida en el caso concreto
es una cuestión que debe dejarse, en principio, a la libertad de configuración del legis-
lador”: BVerfGE 22, 349.
719
González Beilfuss, Markus, op. cit., nota 708, p. 142.
720
Y parece que no lo sería la de privar retroactivamente, durante el periodo
transitorio, de los beneficios a sus titulares. La solución ha de consistir, más bien, en
una extensión de los beneficios a los discriminados.
weiter entfernt ist als der bisherige) 730 y en alguna ocasión el propio
tribunal constitucional alemán ha llegado a establecer un plazo máxi-
mo de esa vigencia transitoria. Se trata de una excepción importan-
te respecto a la regla general de inaplicación de la norma meramente
inconstitucional. Su alcance depende de una lectura muy atenta de la
sentencia misma, del fallo y de los fundamentos. La sentencia puede
prever la aplicación futura de la norma en el fallo o en los fundamentos.
Los mayores problemas surgen si la sentencia no aclara estos puntos
—por ejemplo, el alcance de la futura (in)aplicabilidad— o si se pro-
nuncia sólo con respecto al proceso pendiente ante el tribunal.731
La escasa motivación ofrecida por el tribunal en las sentencias
en que se ha decantado por la inaplicación o por la aplicación (al menos en
parte) de la ley meramente inconstitucional, así como la indeterminación
de los términos empleados cuando ha intentado establecer unos criterios
más o menos generales tampoco han contribuido a dar mayor seguridad
jurídica a los diversos operadores jurídicos, sino que, por el contrario,
surgen discrepancias entre ellos, especialmente entre los órganos juris-
diccionales, ya que en el ámbito administrativo —regido por el principio
de jerarquía— suelen dictarse circulares que establecen los criterios a
seguir. La propia doctrina no es unánime en señalar el criterio a seguir
en estos casos ni qué órgano es el competente para ordenar la aplica-
ción o inaplicación de la norma inconstitucional durante el periodo inte-
rino, aunque parece haber un cierto consenso respecto de que el órgano
indicado para ello es el TC, por razón de pura seguridad jurídica.732
El presupuesto de la aplicación futura (transitoria) de tal norma está
en las características particulares de esta norma y en los correspondien-
tes motivos de derecho constitucional como, por ejemplo, en el caso
de las normas que definen el estatus de la persona,733 o las bases lega-
les del salario de los funcionarios públicos y los reembolsos a los dipu-
tados de las Cámaras. El punto común a estos casos —junto a las leyes
730
Por ejemplo, BVerfGE 61, 319 (356).
731
Stuth, Sabine, op. cit., nota 714, pp. 294.
732
Markus González Beilfuss, op. cit., nota 708, p. 144.
733
Así lo declaró el tribunal constitucional alemán en su sentencia de 11 de junio
de 1958 (BVerfGE 8, 11), en la que se declara “inconstitucional” la Ley de Retribucio-
nes de los funcionarios públicos en cuanto que no les garantiza un sustento adecuado,
pero no declara su nulidad, porque ello supondría la desaparición de toda cobertura
legal para efectuar los pagos a los funcionarios, situación que estaría todavía menos de
acuerdo con el orden constitucional.
736
Al respecto, véase López Bofill, Héctor, Decisiones interpretativas en el con-
trol de constitucionalidad de la ley, Valencia, Tirant lo Blanch, 2004.
737
No le falta razón a Black [Black, Charles L. Jr., Perspectives in Constitutional
Law, Prentice-Hall Inc., New Jersey, 1963, p. 4] cuando señala que la cuestión es el
alcance concreto que se da a la presunción, que podría reducirla a una simple forma-
lidad no operativa o, en el otro extremo, suponer una extinción virtual de la judicial
review.
738
Bidart Campos, Germán, op. cit., nota 621, pp. 410 y 411.
743
STC 5/81, de 13 de febrero, FJ 6o.
744
Sobre ello, véase Díaz-Revorio, Francisco, op. cit., nota 695, pp. 91 y ss y
287 y ss.
745
García de Enterría, Eduardo, op. últ. cit., nota 164, p. 97.
746
Stuth, Sabine, op. cit., nota 113, p. 291.
747
Ibidem, p. 290. No obstante, la doctrina ha criticado a los tribunales consti-
tucionales por deformar “la auténtica voluntad del legislador con la preferencia por
determinadas fórmulas que el legislador hubiera podido establecer”, lo que lleva a
salvar “en último extremo regulaciones cuestionables que mejor hubieran sido devue-
ltas al legislador para una nueva redacción”. Simon, Helmut, op. cit., nota 143, p. 854.
750
Ya en BVerfGE 8, 28, 33.
751
Hesse, Konrad, op. cit., nota 17, p. 52.
752
Häberle, Peter, “Das Bundesverfassungsgericht zwischen Recht und Politikeine
Zwischenbilanz”, Das Bundesverfassungsgericht in der Krise?: Öffentlichrechtliches,
europarechtliches und rechtsphilosophisches Seminar (sesión del 17 de junio de 1996),
Berlín, p. 27. Ahora bien, aunque algunos autores señalan que, mientras la declaración
de inconstitucionalidad permite al legislador volver a actuar (véase Müller, Friedrich,
cit., nota 699) y, en cambio, una interpretación conforme a la Constitución no, Häberle
sostiene que no es así, pues la interpretación conforme no se opone a un nuevo acto
legislativo, por más que haya que reconocer que jugará como elemento psicológico en
la mente de los legisladores la circunstancia de que ya existe una ley.
758
Ello es justamente objeto de los votos particulares formulados por tres magis-
trados (especialmente, el de los magistrados señores Jiménez de Parga, Mendizábal y
Garrido Falla) a la STC 176/1999, de 30 de septiembre. Desde nuestro punto de vista,
las sentencias interpretativas deberían llevar consigo, en buena técnica jurídica y por
razones obvias de seguridad jurídica, un fallo también interpretativo, esto es, con re-
misión formal a los fundamentos jurídicos en que se realiza la interpretación adecua-
dora a la Constitución.
hubiera sido que su texto fuera distinto. Se camina por esta vía, y en
un momento dado uno o dos magistrados proponen un párrafo ‘tran-
saccional’ con recomendación incluida, que es aceptado por todos”.766
La recomendación al legislador en la sentencia citada arriba como ejem-
plo, se produjo en los siguientes términos:
766
Tomás y Valiente, Francisco, op. cit., nota 764, p. 19.
767
STC 108/1986, de 29 de julio, FJ 13. El artículo 122.3 CE dice: “El Consejo
General del Poder Judicial estará integrado por el presidente del Tribunal Supremo, que
lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el rey por un periodo de cinco años.
De éstos, doce entre jueces y magistrados de todas las categorías judiciales, en los
términos que establezca la ley orgánica: cuatro a propuesta del Congreso de los Dipu-
tados, y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres
quintos de sus miembros entre abogados y juristas, todos ellos de reconocida compe-
tencia y con más de quince años de ejercicio de su profesión”. La referencia a los doce
consejeros elegidos “entre jueces y magistrados de todas las categorías judiciales”
fue interpretada, por la primera Ley Orgánica del Poder Judicial (1980), de tiempos de
UCD, como la exigencia no sólo de que esos consejeros fueran Jueces y Magistrados
sino que además debían ser elegidos “por” los jueces y magistrados; la Ley Orgánica
de 1985, en tiempos del PSOE, entendió, sin embargo, que lo único que exigía la Cons-
titución con esa cláusula es que esos doce consejeros fuesen jueces y magistrados,
pero no elegidos “por” ellos mismos y, sobre ese entendimiento, atribuyó la designación
—en rigor, propuesta al rey de designación— de los mismos a las dos Cámaras: seis
al Congreso y seis al Senado. Ello motivó la impugnación de la constitucionalidad de
tal interpretación legal de la Constitución, dando lugar al pronunciamiento que comen-
tamos del TC. Es de destacar que el actual gobierno, formado por el partido que en
su día impugnó la Ley de 1985, estaba decidido a volver al sistema de 1980, si bien
el pacto con la oposición ha llevado a una solución intermedia entre el sistema origi-
nario y el sistema de 1985, operada por medio de la Ley Orgánica 2/2001, de 28 de
junio, sobre composición del Consejo General del Poder Judicial, que no ha podido
evitar, sin embargo, la elevada politicidad cuasipartidista del funcionamiento del CGPJ,
en cuyo seno se acaba proyectando grosso modo la misma correlación de fuerzas exis-
tente en el Parlamento nacional.
768
Tomás y Valiente, Francisco, op. cit., nota 764, p. 19.
769
Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 705, p. 522.
770
García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 698, p. 10: “realmente, la ‘reso-
lución’ con que el Fundamento 13 de la sentencia hizo la admonición no parece muy
caracterizada”. Sobre ello, véase, además, el voto particular de los magistrados señores
de Mendizábal Allende y Jiménez de Parga a la STC 105/2000, de 13 de abril, en que,
considerando claramente inconstitucional el sistema de elección de los vocales del
Consejo General del Poder Judicial consagrado inicialmente (antes de la última re-
forma) por la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, parece aludirse a las reco-
mendaciones al legislador de la STC 108/1986 como “aspavientos retóricos”.
23, 242).776 Se ha sugerido que los casos en que se hace uso de este tipo
de sentencias en Alemania pueden reconducirse a tres tipos de supues-
tos según cual sea el motivo general que las origina: a) cambio en las
relaciones de hecho y/o jurídicas; b) incumplimiento de un deber cons-
titucional de legislar; c) falta de evidencia de la inconstitucionalidad.
En cuanto a la diferenciación de las sentencias de mera incons-
titucionalidad o incompatibilidad con la Constitución y las sentencias
apelatorias es particularmente compleja, en especial si se parte del
dato de que en ocasiones, como se ha visto, las primeras incluyen tam-
bién una apelación al legislador para que actúe y, a veces, un plazo den-
tro del cual ha de hacerlo. Ahora bien, puede decirse que hay una
diferencia formal o estructural básica entre uno y otro tipo de sentencia,
y ello por cuanto que mientras las sentencias de mera inconstitucio-
nalidad son estimatorias de la incompatibilidad con la Constitución,
aunque no declaren la nulidad de la ley, en el caso de las sentencias
apelatorias se considera la ley constitucional si bien en tránsito, por así
decirlo, hacia la inconstitucionalidad, motivo por el cual se anexa a la
sentencia una apelación al legislador para que regule urgentemente una
determinada materia de conformidad con las exigencias que la Constitu-
ción impone en la interpretación del TC, fijándose en ocasiones, incluso,
bien que de forma más o menos determinada, un plazo para hacerlo así.
Con todo, las cosas no son tan claras en la realidad y con frecuencia la
separación entre un tipo y otro de sentencias se hace especialmente com-
pleja, no existiendo un consenso suficiente todavía al respecto y predo-
minando, como por otra parte es lógico, en los tribunales constituciona-
les un enfoque pragmático e integrador.
Al margen de ello, debe decirse que lo característico y esencial
de este tipo de sentencias, como su propio nombre indica, es que, con-
siderando la norma enjuiciada “todavía constitucional”,777 incluyen, no
776
Weber, Albrecht, op. cit., nota 186, pp. 80 y 81.
777
También son sentencias desestimatorias de la inconstitucionalidad las senten-
cias que declaran que la norma es “todavía” (noch) constitucional, distinguiéndose en
la doctrina alemana, a partir de la praxis del Tribunal Constitucional Federal Alemán,
entre el “todavía dinámico” (das dynamische Noch: el tribunal constitucional considera
que ha comenzado, pero no concluido, un desarrollo de las circunstancias que rodean
a la norma cuyo cambio final amenaza con rendir inconstitucional la norma y por ello
declara que la norma es “todavía” constitucional) y el “todavía tolerante” (das tolerante
Noch: la tolerancia del tribunal constitucional al legislador puede derivarse de las
eventuales “dificultades del reconocer” la situación jurídica por parte del legislador en
el momento en que adoptó la regulación, de las dificultades de la previsión ex ante y
de las dificultades de conformación ( por la complejidad o novedad de la materia, en
especial) por parte del legislador. Por medio de estas sentencias, el Tribunal Constitu-
cional Federal Alemán recuerda, en especial al legislador, que no está asegurada en todo
caso para el futuro la constitucionalidad de la Ley. Estas sentencias suelen ir ligadas,
además, a una apelación al legislador (sentencias apelatorias) en el fallo o sólo en la
fundamentación jurídica, cuya inobservancia puede conducir, en la próxima ocasión, a
la declaración de incompatibilidad con la LF de la Ley. Sobre ello, Pestalozza, Christian,
Verfassungsprozeβrecht, Múnich, C. H. Beck, 1991, pp. 337 y ss.
778
Häberle, Peter, op. cit., nota 39, p. 271.
779
Pestalozza, Christian, op. cit., nota 716, tomo I, pp. 555 y ss.
784
Romboli, Roberto, “La tipología de las decisiones de la Corte Constitucional
en el proceso sobre la constitucionalidad de las leyes planteado en vía inciden-
tal”, Revista Española de Derecho Constitucionalidad, año 16, núm. 48, septiembre-
diciembre de 1996, pp. 67-69, donde aborda hasta siete grupos de casos de inconsti-
tucionalidad “derivada”.
785
Se trata de una parte de la disposición que podría constituir por sí sola una
disposición autónoma pero que, por las razones que sean, se halla formando parte de
un precepto más amplio. Hay que enfatizar esa autonomía o separabilidad para distin-
guir estos supuestos de aquellos otros en que se anulan una o varias palabras, sin las
cuales cambia el contenido normativo del enunciado legal (sentencias manipulativas),
que plantea mayores problemas, con respecto a la libertad de configuración del legis-
lador, que las sentencias de mera anulabilidad o las apelatorias o admonitorias, espe-
cialmente en aquellos supuestos en que la eliminación de una o varias palabras conduce
a la ampliación del ámbito de aplicación del precepto, por lo general para poner punto
y final a una infracción legal del principio constitucional de igualdad. Cfr. Rubio Llorente,
op. cit., nota 705, p. 523.
786
Zeidler, Wolfgang, “Cour Constitutionnelle Fédérale allemande”, Annuaire
International de Justice Constitutionnelle, vol III, 1987, p. 41.
C. Conclusión
camente inevitable, con una u otra denominación y con unas u otras par-
ticularidades, por cualquier órgano de la constitucionalidad consolidado
que goce de una amplia jurisdicción, en especial si no seguimos condi-
cionados inercialmente por la majestuosa, pero hoy ampliamente supe-
rada,805 concepción de Kelsen del tribunal constitucional como una suerte
de “legislador negativo”. Si alguna vez los tribunales constitucionales
fueron legisladores negativos, sea como sea, hoy es obvio que ya no lo
son; y justamente el rico “arsenal” sentenciador de que disponen para
fiscalizar la constitucionalidad de la Ley, más allá del planteamiento de-
masiado simple “constitucionalidad-inconstitucionalidad”, es un elemento
más, y de importancia, que viene a poner de relieve hasta qué punto es
así. Y es que, como Fernández Segado destaca, “la praxis de los tribu-
nales constitucionales no ha hecho sino avanzar en esta dirección” de la
superación de la idea de los mismos como legisladores negativos, “cer-
tificando [así] la quiebra del modelo kelseniano del legislador nega-
tivo”.806 Una relevante manifestación de esa praxis de los órganos con-
centrados de la constitucionalidad es, precisamente, la que se ha tratado
de esbozar con este trabajo.
Creemos que la Suprema Corte mexicana, o sobre todo un eventual
tribunal constitucional que se instaure, tendrá que enfrentarse antes o
después a casos en los que se verá constreñido(a) a recurrir a alguna de
estas técnicas sentenciadoras, que no debe olvidarse que no son estancos
cerrados, sino que están frecuentemente relacionadas unas con otras, y
de lo que se trata sobre todo es de ofrecer una adecuada solución en tér-
minos constitucionales a determinados casos para los que la alterna-
tiva “sentencia puramente estimatoria/sentencia puramente desestimato-
ria”, cuya validez general no puede cuestionarse, resulta excesivamente
reductora.
805
Como ya hemos comentado en un momento precedente con detalle, el con-
cepto de los tribunales constitucionales como legisladores negativos está hoy superado,
por más que sea una idea que, por inercia en ocasiones y de modo más justificado en
otras ocasiones, conserve su valor pedagógico y cierta función orientadora. Como bien
dice Fernández Segado en un reciente trabajo, op. cit., nota 126, pp. 68 y 69, “la
concepción kelseniana del ‘legislador negativo’ ha operado como una auténtica ‘idea
fuerza’ que ha impregnado durante mucho tiempo la idea que de los tribunales cons-
titucionales se ha tenido; pese a su relativización, los rescoldos de tal idea aún siguen
ejerciendo una cierta acción calorífica”.
806
Ibidem, p. 73.
5. La ejecución de la sentencia
El capítulo III del título III LR105 tiene por objeto la regulación
de las sentencias dictadas en los procesos de constitucionalidad, y aun-
que su artículo 73 LR105 efectúa una remisión a diversos preceptos
referidos a las sentencias dictadas en las controversias constitucio-
nales, no se hace, en cambio, ninguna remisión a los preceptos que
regulan la ejecución de las sentencias dictadas en tales controversias.
Resulta así que la ejecución de las sentencias dictadas en los proce-
sos de constitucionalidad carece de regulación específica, lo que no im-
pide considerar aplicable a la acción de inconstitucionalidad todo lo
previsto para las controversias constitucionales, y ello por virtud de la
remisión que el artículo 59 de la ley efectúa, con carácter general, a
la regulación de las controversias en todo lo no previsto en el título III,
referido a las acciones de inconstitucionalidad. Es, por lo demás, la
propia Constitución la que prevé que, en caso de incumplimiento de las
resoluciones dictadas con motivo de las acciones de inconstituciona-
lidad, se aplicarán los procedimientos previstos en la misma Constitución
para el amparo, en su artículo 107, XVI y que en su globalidad tienden
a convertir a la Suprema Corte —como se ha dicho del Tribunal Cons-
titucional alemán— también en “dueña de la ejecución”.
A la luz de lo anterior, puede decirse que, en primer lugar, en re-
lación a las controversias constitucionales, se establece en el artículo 46
LR105 que las propias partes habrán de informar al presidente de la
Suprema Corte de Justicia del cumplimiento de la sentencia en el plazo
fijado por la sentencia, debiendo aquél resolver si la sentencia ha que-
dado efectiva y debidamente cumplida, disposición que nos parece que no
tiene sentido aplicar al proceso de constitucionalidad de las leyes, en
el que los efectos no son inter partes, sino erga omnes, ni hay tampoco
partes en sentido estricto que defiendan sus propios intereses y, sobre
todo, el cumplimiento viene dado por la propia sentencia que se pro-
nuncia sobre la inconstitucionalidad de la norma. No obstante, la praxis
parece que ha sido la de su aplicación, y la Corte ha sentado inclu-
so la tesis jurisprudencial de que el acuerdo que tiene por cumplida
a la acción de inconstitucionalidad (sic) es insuficiente para declarar
improcedente el recurso de queja interpuesto por exceso o defecto en la
ejecución de la sentencia dictada en aquélla:
aunque ello parece, ciertamente, muy poco apropiado para el caso de las
acciones de inconstitucionalidad. Es, en cualquier caso, una hipótesis
extrema que habrá que evitar.810
Aunque el recurso de queja por violación, exceso o defecto en la
ejecución del auto suspensivo no es de aplicación a las acciones de
inconstitucionalidad (artículo 55, I, LR105), al no ser posible su sus-
pensión por prohibirlo expresamente el artículo 64 LR105, sí que es
procedente el recurso de queja previsto en la fracción II del mismo ar-
tículo 55, que es una queja contra la parte “condenada” por exceso o
defecto en la ejecución de la sentencia. Este criterio ha venido a ser
asumido por una reciente tesis jurisprudencial:
809
Fix-Zamudio, Héctor, Carpizo, Jorge y Cossío Díaz, José R., op. cit., nota 12,
p. 775.
810
En general, sobre la ejecución de las sentencias en el marco de este proceso,
véase Baltazar Robles, Germán E., Controversia constitucional y acción de inconstitu-
cionalidad, México, Ángel Editor, 2002, pp. 402 y ss.
816
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo IX,
febrero de 1999, p. 289. Acción de inconstitucionalidad 1/98, Tesis jurisprudencial
3/1999.
817
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, tomo X,
septiembre de 1999, p. 710. Tesis jurisprudencial 92/1999, que la sentencia que resuel-
ve las acciones de inconstitucionalidad 8 y 10/2004, de 31 de enero de 2005 extiende
a estos últimos procesos constitucionales.
818
Castro y Castro, Juventino, op. cit., nota 69, p. 265.
CONCLUSIONES
430 CONCLUSIONES
CONCLUSIONES 431
432 CONCLUSIONES
CONCLUSIONES 433
434 CONCLUSIONES
CONCLUSIONES 435
436 CONCLUSIONES
demasiado breve para fundamentar con rigor la pretensión, así como para
sopesar “en frío” las ventajas e inconvenientes que pueden derivarse del
ejercicio de la acción y debería, por ello, ampliarse a tres o cuatro meses.
El establecimiento de este plazo para el ejercicio de la acción no
puede ser valorado, por otra parte, como una primacía absoluta de la
seguridad jurídica sobre la justicia, pues —salvo en materia electoral—
siempre sigue abierta la posibilidad de control de constitucionalidad de
las leyes por medio del amparo contra leyes. La coexistencia con esta
otra vía merece una valoración positiva, pues una y otra parecen respon-
der a principios y filosofías distintas, además de que resultan com-
plementarias entre sí en la labor de control jurisdiccional de la consti-
tucionalidad, sin perjuicio de reconocer la necesidad de dotar de eficacia
general, bajo ciertas condiciones, a las sentencias dictadas en el proceso
de amparo contra leyes que declaren la inconstitucionalidad de una ley.
En ocasiones puede ser asimismo posible el control por la vía de las
controversias constitucionales una vez pasado el plazo para el ejercicio
de la acción de inconstitucionalidad y pueda obtenerse por dicha vía
una declaración general de inconstitucionalidad.
Séptima. La admisión de la acción no tiene efectos suspensivos
de la vigencia de la ley, que solamente podrá quedar afectada por una
eventual sentencia sobre el fondo y estimatoria de la inconstitucio-
nalidad de la ley, pero no por la mera admisión de la procedencia de la
acción. Algún sector doctrinal ha señalado, sin embargo, la conveniencia
de admitir excepcionalmente la suspensión de la vigencia de la ley por
razones de interés público. Tal previsión, aparte ya de otros inconve-
nientes, choca sin embargo con la interdicción constitucional expresa
de la retroactividad de la sentencia.
Octava. Para adoptar una resolución por la que se declare in-
constitucional una ley se exige una mayoría que oscila entre un mínimo
de un 72,5 por ciento de los magistrados (una mayoría, pues, casi de
tres cuartos), hasta la unanimidad (cuando el pleno haya quedado cons-
tituido sólo por ocho magistrados). Tal mayoría reforzada resulta de
todo punto inadmisible y uno de los aspectos débiles de la nueva acción
de inconstitucionalidad; supone, además, partir de un paralelismo con
los procedimientos parlamentarios que no tiene ningún sostén lógico,
pues los tribunales deciden sobre la base de un consenso, no de
voluntades políticas diversas, sino de interpretaciones y valoraciones
CONCLUSIONES 437
438 CONCLUSIONES
ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD
PRESENTE.
439
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
** En los casos previstos en los incisos a), b), d) y e) de la fracción II del artícu-
lo 105 de la Constitución, la demanda en que se ejercite la acción deberá estar firmada
por cuando menos el treinta y tres por ciento de los integrantes de los correspondientes
órganos legislativos (primer párrafo del artículo 62 de la Ley Reglamentaria de las
Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos).
V. CONCEPTOS DE INVALIDEZ
443
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
449
DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/bxJFuY
FREUND, Paul A., “La Suprema Corte”, en BERMAN, Harold J. (comp.), Diver-
sos aspectos del derecho de Estados Unidos, México, Letras, 1965.
FRIERSON, William L., “Amending the Constitution of the United States:
A Reply to Mr. Marbury,” Harvard Law Review, 33, 1920.
FROMONT, Michel, “La justice constitutionnelle en France ou l’exception
française”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional,
núm. 8, 2004.
GARCÍA BELAUNDE, Domingo, “La interpretación constitucional como proble-
ma”, Revista de Estudios Políticos, núm. 86, octubre-diciembre de 1994.
, “Procesos constitucionales en la Constitución brasileña de
1988”, Lecturas sobre temas constitucionales, Lima, Comisión Andina
de Juristas-Fundación Friedrich Naumann, núm. 5, 1990.
, “La acción de inconstitucionalidad en el derecho comparado”,
Revista de la Facultad de Derecho, México, UNAM, núms. 181 y 182,
tomo XLII, enero-abril de 1992.
, El Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales de Cuba
(1940-1952), Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional
(Sección peruana), Lima, Grijley, 2002.
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo (dir.), El sistema europeo de protección de
los derechos humanos, Madrid, Civitas, 1979.
, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional,
Madrid, Civitas, 1991.
, “Los ciudadanos y la administración: nuevas tendencias en
derecho español”, Revista de Direito Público, São Paulo, núm. 89, 1989.
, “La posición jurídica del Tribunal Constitucional en el sistema
español: posibilidades y perspectivas”, Revista Española de Derecho
Constitucional, núm. 1, enero-abril de 1981.
, Curso de derecho administrativo, Madrid, Civitas, 1991, vol. I.
, “Un paso importante para el desarrollo de nuestra justicia
constitucional: la doctrina prospectiva en la declaración de ineficacia de
las Leyes inconstitucionales”, Revista Española de Derecho Admi-
nistrativo, núm. 61, 1989.
GARCÍA MORELOS, Gumersindo, “Perspectivas de los derechos humanos en
México, ABZ, año I, núm. 23, 1o. de junio de 1996.
GARCÍA PELAYO, Manuel, “El status del Tribunal Constitucional”, Revista
Española de Derecho Constitucional, año 1, 1981.
GARCÍA RAMÍREZ, Sergio, “El ministerio público y la reforma constitucional
de 1994: antecedentes, contexto y novedades”, Ars Iuris, núm. 13, 1995.