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He escrito varias veces acerca del Salmo 137, y lo he comparado con un pasaje
de la Epopeya de Gilgamesh:
Junto a los ríos de Babilonia,
acordándonos de Sión.”
(Salmo 137)
“Gilgamesh, entonces se sentó
y lloró.
Y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.”
(Epopeya de Gilgamesh)
Me llamaba la atención que en ese pasaje se emplease la misma figura literaria
cuando el narrador primero se sienta y, sólo después de hacerlo, llora. El recurso,
que es uno de esos momentos en los que nos parece estar viendo la vida misma y
no una ficción literaria, aquello que Stendhal llamaba “ilusión perfecta”, ha sido
empleado también, y no cabe duda de que lo hizo imitando el Salmo 137, por
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Elizabeth Smart en el título de uan de sus novelas: En Grand Central Station me
senté y lloré, y más recientemente por Paulo Coelho: A orillas del río Piedra me
senté y lloré.
Antes de continuar, no debo ocultar que algunos hebraístas explican lo de
sentarse antes de llorar como una referencia a que los protagonistas adoptan una
actitud religiosa que consiste en sentarse y elevar los brazos en plegaria al Señor,
gritando y lamentándose en ocasiones. Pero yo seguiré con la otra interpretación,
que considero de mayor interés literario.
Como es obvio, al comparar los dos textos, podría parecer que yo estaba
sugiriendo de manera implícita que los judíos autores del himno (atribuido al rey
David) habían copiado el recurso literario de sentarse y sólo después llorar, del
poema de Gilgamesh o de algún texto similar de la cultura mesopotámica. En
efecto, esa era mi intención. Creo que el motivo literario mencionado, e incluso
otras partes del salmo, fue tomado de fuentes mesopotámicas.
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SALMO 137
Junto a los ríos de Babilonia
Junto a los ríos de Babilonia,
nos sentábamos a llorar,
acordándonos de Sión.
En los sauces de las orillas
teníamos colgadas nuestras cítaras.
Allí nuestros carceleros
nos pedían cantos,
y nuestros opresores, alegría:
“¡Canten para nosotros un canto de Sión!”
¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor
en tierra extranjera?
Si me olvidara de ti, Jerusalén,
que se paralice mi mano derecha;
que la lengua se me pegue al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén
por encima de todas mis alegrías.
Recuerda, Señor, contra los edomitas,
el día de Jerusalén,
cuando ellos decían: “¡Arrásenla!
¡Arrasen hasta sus cimientos!”
¡Ciudad de Babilonia, la devastadora,
feliz el que te devuelva el mal que nos hiciste!
¡Feliz el que tome a tus hijos
y los estrelle contra las rocas!
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Naturalmente, el hecho de que en el salmo se mencione dos ciudades
mesopotámicas como Babilonia y Edom ya nos hace pensar que mi hipótesis no
es tan insólita. Se supone que el salmo fue escrito durante la cautividad de los
judíos en Babilonia, cuando Jerusalen fue invadido por los babilonios de
Nabucodonosor II y el rey Jeconías fue deportado a Babilonia. Ya antes, su
padre, el rey Joaquím de Judá, se había entregado a los invasores y había
sido deportado a Babilonia, junto con diez mil judíos. Hay que recordar que los
asirios habían destruido poco tiempo antes el otro reino judío, el de Israel,
haciendo emigrar a sus pobladores, las famosas diez tribus perdidas de Israel. Por
fin, como ya he dicho, hacia el -586 los babilonios invadieron nuevamente
Jerusalén y en esta ocasión incendiaron la ciudad y destruyeron el templo,
deportando a su población. De este modo se puso fin a los dos reinos judíos,
aunque todavía se produjo una nueva deportación en -582. Pocos judíos
permanecieron en Palestina y, de los que no fueron deportados, muchos acabaron
emigrando a Egipto.
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La primera y la segunda deportación judía a Asiria y a Babilonia
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Mural de la sinagoga Hurva de Israel, que representa el pasaje del Salmo 137
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La razón por la que los cautivos no quieren entonar un canto de Sión, como les
piden sus opresores, se ofrece en el propio texto: esos cantos sólo se pueden
entonar en el Templo, en el templo destruido de Jerusalén :
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características de otros salmos. Carece, por ejemplo, de la usual invocación
inicial y no es un canto de ruego, imprecación, sermón o exhortación. Así que se
ha definido como canto de lamentación, con elementos de nostalgia o saudade, y
se ha comparado con mucho acierto con el fado portugués. También se sabe que
la estancia de los judíos en Babilonia influyó mucho en la cultura y la música de
los judíos.
Tal vez, esa sería mi aventurada hipótesis, los cautivos tomaron un aire musical,
y tal vez una estructura e incluso algunas frases de cantos babilonios, y todo ello
lo adaptaron a sus propios sentimientos, conservando frases como aquella en la
que se sientan y lloran, que se encuentra al final de la Epopeya de Gilgamesh,
cuando la serpiente roba a Gilgamesh la planta de la juventud y él se sienta y
llora, quizá lamentándose, como harían siglos después aquellos judíos en
Babilonia, y entonando un canto de saudade y tristeza antes de regresar,
derrotado, viejo y cansado, a Uruk.