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PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LOS TEATROS DEL IMSS

Sebastián Liera
La Testigo: ¡Nombre, y deja ver si pasamos, esto se va a poner peor...!
El Comodatario: Si no vamos a pedir permiso... ya llevamos más de la mitad
avanzado... ahora pasamos porque pasamos.
La Testigo: Pero ya ves como siempre vamos muy muy bien y de pronto, en el
momento más climático, vas para atrás... como siempre...
El Comodatario: Eso sí...
La Testigo: Yo por eso ya a veces ni creo.
El Comodatario: Yo también... pero, esta vez prefiero darles el beneficio de la duda...
(Silencio). Es que ahora sí... ahora han jugado muy bien... ¿No crees?
La Testigo: Sí, pero no sé... Italia es Italia...
El Comodatario: Y les vamos a ganar.
La Testigo: ¡Qué optimista!
El Comodatario: ¿Qué no dicen que este es el Mundial de las sorpresas...?

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“La vida es sueño...”, resaba uno de los muros en la Universidad Nacional Autónoma de México
durante la huelga de 1999, “...lo prueban las pesadillas que vivimos”, completaba. Así habrían podido
subtitularse las mesas de análisis Pasado, presente y futuro de los teatros del IMSS, que durante tres
días –24, 25 y 26 de junio- reunió a artistas comodatarios de distintas partes del país, beneficiados por
el Programa Teatros para la Comunidad Teatral (sic de estilo monsivaiesco que se reserva el
beneficio de la duda), con una no muy nutrida asistencia de hombres y mujeres de teatro, convocados
por la Academia Mexicana de Arte Teatral (AMAT), la Sociedad General de Escritores de México
(SOGEM), el Centro Universitario de Teatro (CUT-UNAM), la Escuela Nacional de Arte Teatral
(ENAT-INBA) y la revista mexicana de teatro Paso de Gato; en el Teatro Wilberto Cantón.
¿Por qué organizar mesas de reflexión, o de análisis, acerca de los edificios teatrales construidos a
instancias del Instituto Mexicano del Seguro Social durante un sexenio, el de Adolfo López Mateos
como presidente de México, en el que eran reprimidos movimientos como el de los propios médicos o
el de los ferrocarrileros, por no hablar del asesinato de Rubén Jaramillo? ¿Es cierto que parece existir
una política cultural de parte del actual gobierno federal, que pretende desmantelar la que parece ser la
red más grande de teatros de Latinoamérica para, por ejemplo, convertir muchos de ellos en
estacionamientos? ¿Qué hace la mentada comunidad teatral ante una amenaza de este tipo?
A principios de este año, Luz Emilia Aguilar Zinser, periodista, investigadora y crítica de teatro,
señalaba que “con la amenaza que acecha a la red nacional de teatros más amplia del mundo [...] está
en riesgo no sólo una importante infraestructura escénica sino la esperanza de una sociedad justa,
solidaria, un servicio público comprometido con la mejora de la calidad de los trabajadores y sus
familias; el derecho de la mayoría a la seguridad social en un sentido íntegro” (Esplendores y miserias
del IMSS. La seguridad social: ¿un derecho en extinción?. Paso de Gato, marzo-abril 2002).
“El empeño genial de don Benito Coquet –agregaba la también secretaria de la AMAT- por hacer
plena la cobertura de la seguridad social, con la promoción de procesos de integración familiar y
comunitaria mediante un sano aprovechamiento del tiempo libre de los afiliados en actividades
artesanales, de adquisición de conocimientos técnicos y gozo del arte que propiciaran el acceso de las
mayorías a parte de la mejor herencia de la humanidad, como el teatro disfrutable en el estímulo de la
conciencia, la reflexión, la integridad de la percepción humana, implicó un avance asombroso hacia
la democracia [y] al llegar el fin del sexenio lopezmateísta la labor de Coquet gozaba de entusiasta
reconocimiento, incluso se le perfiló como sucesor presidencial. La batalla palaciega fue ganada por
Díaz Ordaz, y Coquet se retiró de la vida pública” dejando 42 teatros al aire libre y 26 cerrados en
manos de Sealtiel L. Alatriste, quien fuera su relevo como director general del IMSS.
Actualmente, a decir de Giovanna Recchia, investigadora del Centro de Información y
Documentación Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU-INBA), donde tiene a su cargo una serie de
proyectos de investigación sobre espacios teatrales y escenografía en México, “el IMSS registra 38
espacios entre abiertos y cerrados [sin embargo] con el apoyo de José Santos Valdés, el CITRU y el
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) registramos 38 teatros cerrados, 49 al aire libre
y 17 más entre foros, cine-teatros, salas audiovisuales y auditorios, para un total de 104 espacios”.
“En agosto de 1996, el CNCA y el IMSS firmaron un convenio de colaboración para promover el
proyecto Cultura y Salud, conformado por cuatro programas: Teatro Escolar, la Convocatoria de
Coproducciones Teatrales (ahora Teatros para la Comunidad Teatral), los Circuitos Artísticos y las
Bibliotecas Públicas. El lanzamiento de esa convocatoria se festejó en su momento por los interesados,
pues permitió reactivar esos espacios subutilizados por muchos años, con actividades teatrales
permanentes, impulsando el desarrollo de un lenguaje propio de las agrupaciones y la generación de
un público para ese arte. De ese año a marzo de 2002 se lanzaron tres convocatorias, periodos que

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estuvieron teñidos de descontentos y ajustes de los comodatarios y las instituciones” (Carlos Paul. La
Jornada, 1-7-2002).

Los comodatos de los teatros del IMSS.

La Testigo: Aquí es... ¿Esperamos?


El Comodatario: Esperamos.
La Licenciada de Abajo: (Entrando) ¡No!... digo, ¡hola...!
Los dos: Hola.
La Licenciada de Abajo: (Parándose derechita) Yo soy la Licenciada de Abajo,
bienvenidos... pasen por favor. No tarda la Licenciada Uno... es que ya saben el aire
que se soltó... y luego con eso del Mundial... quiero decir, que Reforma se pone
imposible... Cuando ganan porque ganan y cuando pierden porque pierden...
¿Gustan algo de tomar?
Los dos: ¡Agua!

La danza de cifras y anécdotas hablando de una sola problemática comenzó pasadas las 6 de la tarde
del lunes 24, ante poco menos de cincuenta gentes, la mayoría de la AMAT, entre quienes se
encontraban, por ejemplo, Otto Minera, coordinador nacional de teatro del INBA; Ignacio Escárcega,
director de la ENAT; Emma Dib, secretaria académica del CUT; Víctor Hugo Rascón Banda,
presidente de la SOGEM; Antonio Crestani, director de Teatro y Danza de la UNAM y Germán
Castillo, presidente de la misma AMAT. Arriba, en el escenario, sentados frente a una larga mesa y
franqueando a una Julieta Egurrola que fungía de moderadora, los comodatarios de Estado de México
(Esbón Gamaliel), Sinaloa (Rodolfo Arriaga), Michoacán (Alfredo Durán), Chihuahua (Antonio
Zúñiga), Baja California (Ángel Norzagaray), San Luis Potosí (Jesús Coronado), Querétaro (Román
García) y Distrito Federal (Mauro Mendoza, La Trouppe; Gilberto Guerrero, Perro Teatro, y
Guillermo Diego, Musicante), contaban una a una sus historias en la administración de los teatros del
IMSS entregados durante las primera y tercera convocatorias de Teatros para la Comunidad Teatral.
Según Mario Espinosa, en aquel entonces –agosto de 1996- coordinador nacional de teatro del INBA y
actual titular del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), este programa “busca el
impulso a proyectos teatrales de largo aliento, planteados por los equipos artísticos más sólidos del
país y con el fin de devolver a la infraestructura teatral del IMSS la función para la que originalmente
fue concebida [a partir de cuatro presupuestos básicos:] la apropiación por parte de los artistas de su
propio proceso artístico, la profesionalización del teatro, la construcción de una nación teatral, y la
creación y mantenimiento de públicos” (Luz Emilia Aguilar Zinser. Op. cit.).
Sin embargo, para los grupos que recibieron algún edificio teatral la realidad fue muy distinta: teatros
en su mayoría abandonados y en mal estado, sin personal técnico y de mantenimiento suficiente;
revisiones que ponderan aspectos cuantitativos (número de público, funciones, boletos pagados,
cortesías) frente a valores de calidad artística; desdén, ignorancia, inclusive mala fe, por parte de
medios y altos funcionarios de las instituciones comodantes; retardo en la entrega de recursos o de
plano ministraciones sin entregar, y demás maravillas, cortesía del neoliberalismo vuelto política
cultural.
La bomba –como apuntó Rubén Ortiz en el diario Reforma (29-06-2002)- estalló cuando Julieta
Egurrola leyó la entrevista que el periodista Carlos Paul hizo a Antonio Schleske, director de

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Prestaciones Económicas y Sociales del IMSS, donde, en resumidas cuentas, el funcionario defiende
las modificaciones al Convenio (el comodatario se compromete a no subarrendar el teatro a terceras
personas y ha entregar el 20 por ciento más IVA de los ingresos por taquilla, cuando antes era de 4 por
ciento), porque al “revisar los resultados que habíamos tenido de los teatros que iban a quedar libres,
observamos que gran parte de ellos subarrendaban los teatros para recepciones de escuelas o para
eventos distintos al teatro y los ingresos que se captaban casi en su totalidad eran para los
comodatarios, quienes no tienen pago alguno, nosotros apoyamos la capacidad artística que alguien
tiene, no puede ser que se apoye el que alguien se ponga a rentar el teatro para ceremonias
escolares”; asegura que el IMSS “lleva todos los gastos del teatro, instalaciones, personal, energía
eléctrica”; dice que “el grave problema” está en que “los comodatarios piensan que el teatro es lo
único”, cuando el instituto “tiene mucho más cosas, hay danza, música, pintura”; asegura que el IMSS
no recibe ingresos por las presentaciones del programa de Teatro Escolar, “donde apoyamos a la
Secretaría de Educación y al CNCA”, y niega la posible desincorporación de los teatros a otras
instancias, igualmente del Estado, pero dedicadas más decididamente al arte y la cultura, bajo el
argumento de que “los teatros son propiedad de los derechohabientes y consecuentemente patrimonio
del instituto, no es patrimonio general, sino exclusivo del instituto” (Carlos Paul. La Jornada, 24-06-
2002).
Como era de esperarse, de la sala y del foro surgieron reacciones inmediatas ante “las imprecisiones”
de un Schleske cuyo apellido, por motivos de pronunciación, se fue convirtiendo a Scheleske y luego
en Chilinsqui. “Miente cuando dice que sólo nos preocupa el teatro. En las evaluaciones que nos ha
hecho se habla de las exposiciones, recitales y danza que se han realizado en los teatros, aparte de
cumplir con las exigencias de la institución como congresos médicos o juntas de jubilados [...] Cuando
dice que por Teatro Escolar no van a recibir nada, miente. Pide cien por ciento de los ingresos por
taquilla y así está determinado en un convenio. El IMSS está peleando los cinco pesos que paga cada
niño [...] Dice que ese dinero se utilizará para el mantenimiento de los teatros, pero por ley lo tiene
prohibido porque el dinero del Fideicomiso Teatros de la Nación es sólo para producciones teatrales,
entonces es ilegal que lo quiera utilizar para algo que no está destinado. Ellos tienen el Programa de
Operación Anual, el cual se hace cargo del mantenimiento, y es falso también que se hagan cargo del
personal, en algunos casos hubo técnicos durante los primeros seis meses, después les prohibieron que
trabajaran con nosotros aunque les pagáramos”.
Fue Rascón Banda quien puso orden a aquella boruca, cuando sugirió a los comodatarios dar una
respuesta conjunta, aprovechando que en el teatro estaba el reportero que había entrevistado a
Schleske; señalando por su parte que “así como el Instituto Mexicano de Cinematografía y la Cineteca
Nacional estaban subordinados a la Secretaría de Gobernación y con un decreto pasaron a formar
parte del sector cultura; así como el Instituto Mexicano de la Radio, que también pertenece a
Gobernación y que ahora es probable que en fechas próximas pase a la Secretaría de Educación
Pública; así también los teatros del Seguro Social pueden pasar. Se requiere, por supuesto, un
procedimiento jurídico, pero principalmente voluntad política del presidente de la República y de los
involucrados. Creo que los sindicatos y el Estado –si los patrones no estuvieran de acuerdo- como
mayoría pueden votar por esa desincorporación".
Era apenas la primera de las tres mesas y los ánimos estaban encendidos, pues ya se planteaban a modo
de resistencia diferentes estrategias: elaborar un documento conjunto que fuera signado por la
mayor gente posible de la comunidad teatral, realizar temporadas en las que se redoblen los
esfuerzos por convocar público y calidad artística a pesar de ir a contracorriente, seguir
trabajando para no entregar los teatros a funcionarios que poco o nada les importan sino a
grupos que quieran administrarlos; o, inclusive, enterarse si es posible entablar alguna demanda

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por peculado (al detener las ministraciones sin rendir cuentas de su paradero), desvío de fondos (al
pretender emplear el Fideicomiso Teatros para la Nación en tareas que no le tocarían) o, por lo menos,
hacer una denuncia pública.

Importancia histórica de los teatros del IMSS.

La Licenciada de Abajo: (Parándose derechita) ¡Aquí está...! Agua para usted... agua
para usted y agua para mí. ¡Ay! ¿Y para usted Licencia Uno? ¿Le traigo agua?
La Licenciada Uno: (Tratando de acomodarse el pelo. Viste traje sastre y porta joyería
de fantasía en abundancia) Si... no... mejor traiga el Convenio... Más vale... ¿no
creen?
La Testigo: Mejor, claro.
El Comodatario: Más vale, sí, está bien... más vale...
La Licenciada de Abajo: Voy corriendo...
El Comodatario: (después de un silencio en el que se han mirado unos a otros sin
saber qué decir) Estoy aquí en representación de Alborde Teatro... quisiera
comunicarle una decisión que hemos tomado con respecto al Convenio, pero antes
voy a hacer un poco de historia... ¿Qué le parece?
La Licenciada Uno: Me encanta que los de teatro siempre tengan historias...

“De los 74 edificios teatrales, legado del IMSS, sólo 8 apuestan al cumplimiento de la trascendente
función para la que fueron concebidos, y esto gracias al Programa Teatros para la Comunidad
Teatral [...] Con el correr de rumores de que la nueva dirección del Instituto considera más rentables
estos edificios como estacionamientos que en su sentido escénico original, la suspensión del apoyo de
dicho organismo al programa que anima a los comodatarios, al no cumplir en el 2001 con la parte de
dinero que había convenido, el desproporcionado aumento del costo para el arrendamiento de los
espacios a particulares, tienen lugar desde hace casi un año negociaciones entre las autoridades del
IMSS y las del CNCA, con el fin de llegar a un arreglo que podría ser la transferencia de la
administración de la monumental red de teatros al CNCA” (Luz Emilia Aguilar Zinser. Op. cit.).
Con una presencia inicial por parte de la “comunidad teatral” muy similar a la del día anterior –en su
edición del 28 de junio, el diario Reforma consignaba que “la falta de quórum caracterizó este acto”-,
a la cual el director de escena José Solé hizo referencia con sentido del humor, comparándole con una
entrada floja donde, puesto que se trataba de puros conocidos, seguramente la mayoría eran cortesías,
arrancó la segunda mesa, con la participación de Luz Emilia Aguilar Zinser resumiendo la historia de
encuentros y desencuentros entre funcionarios y demás autoridades de gobierno, por un lado, y
hombres y mujeres de teatro, por el otro, desde que fue creada la red de teatros del Seguro Social.
Por su parte, José Solé y Miguel Sabido hablaron de la "época dorada" de los teatros del IMSS,
identificando al período lopezmateísta con un “sexenio de carácter platónico” en el que fue posible la
construcción de esta red de teatros, con base en una importante labor de modernización arquitectónica a
cargo de los hermanos Alejandro y Julio Prieto; lo mismo que la implementación de un proyecto cuyo
objetivo fue el de llevar teatro a las comunidades rurales, un público al que “desde nunca nadie le ha
hecho caso”.
En un reportaje para el periódico La Jornada (1-7-2002), Carlos Paul recoge esta idea de que el uso de
la infraestructura de los teatros del Seguro Social, “a lo largo de los años ha tenido muchos altibajos”,
y nos comparte algunos pedacitos de una entrevista que le hiciera a quien fuera una de las ausencias

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más significativas en estas mesas: Ignacio Retes, personaje esencial, con Julio Prieto y José Solé, entre
otros, de esta “época dorada” donde se generaron las propuestas artísticas de los primeros cinco años
de vida de los teatros del IMSS.
–Nunca, ningún país ha construido en tan pocos años tantos teatros. Muchos no tienen idea de lo que
significó eso. Si no se comprenden los valores espiritual y cultural con los que se fundó el proyecto,
pues nada más se va a decir: se hicieron teatros.
–Su declive comenzó, -sustenta Retes-, a los dos años que nosotros salimos; los nuevos responsables, a
diferencia de nosotros, que trabajábamos en una pequeña oficinita, ya tenían grandes oficinas
alfombradas, con salas para descanso y juntas. La burocracia se comió al sistema cultural, se gastaba
más en las oficinas que en una puesta en escena. Fue muy desconsolador. Además, hubo otro momento
en que [el IMSS] pasó [la administración] de los teatros a la Secretaría de Educación Pública, que los
recibió con gran alegría, pero no se le pasaron los dineros del instituto para que produjera los
montajes. Se le ofrecían esos espacios y que la SEP hiciera lo que deseara con ellos, esto por supuesto
es un decir.
Paul recuerda cómo el maestro Retes cuenta cuando Benito Coquet convenció a López Mateos de que
el Seguro Social no era sólo un instrumento destinado a la salud física del derechohabiente, sino que
también podía abarcar la salud espiritual y cultural del trabajador: –esa fue la base teórica, filosófica,
en la que se basaron para edificar los teatros.
–El primer teatro en construirse fue el Xola. Antes ya estaba lo que hoy se conoce como el Teatro
Reforma, pero era sobre todo una sala para efectuar asambleas generales o festejar aniversarios del
Seguro Social. De manera eventual se usaba como teatro. Yo usé el Reforma como teatro. Daba clases
a miembros del sindicato y ahí representamos La loba.
–Los teatros fueron construidos técnicamente por el arquitecto Alejandro Prieto, quien era director de
Construcciones del IMSS. El creó un proyecto base, con el que se pudieran realizar espectáculos de
una naturaleza y otra, una especie de teatro de usos múltiples, que podría servir para teatro, ópera o
conciertos. Ese fue el propósito del Xola, y la visión de que así debería ser en todo el país. Cuando
surgió el proyecto teatral del Seguro, Julio Prieto, con quien llevé una amistad muy estrecha,
consideró que yo era la persona idónea para ser el responsable de la Dirección Teatral Artística.
–Entre Julio y yo hicimos infinidad de planes y proyectos en su oficina, como director de Producción
de Bellas Artes, hasta que llegó el día en que nos tuvimos que plantear con qué obra estrenaríamos el
Xola. Yo propuse una obra con la que se pudieran apreciar todas las facilidades de ese escenario.
Decidimos que fuera Marco Polo, de Eugene O'Neil, porque hay barcos y salones. Se hicieron como
cinco decorados diferentes. Fue un trabajo que dirigí y satisfizo mucho al Patronato del IMSS. En ese
tiempo se construyeron el teatro Hidalgo, algunos de provincia, el Cuauhtémoc y el San Jerónimo.
Dirigí en esos años muchas obras, entre ellas Un tigre a las puertas, de Jean Anouilh; Otelo, de
William Shakespeare; El tío Vania, de Anton Chéjov. Había dinero. Se gastaba mucho dinero, no
había recortes presupuestales.
–En 1960 se construyeron prácticamente casi todos los teatros, pero como a mí se me empezó a cargar
el trabajo, se pensó en invitar a otro director y elegimos a José Solé, quien estrenó el Tepeyac con
Espartaco, de Juan José de Mora. Desde entonces fuimos dos directores con las mismas atribuciones.
–Es muy importante -destaca Retes- señalar que las propuestas artísticas de los teatros del IMSS las
manejamos siempre desde una oficinita del Xola, donde sólo había una secretaria, un escritorio, unas
sillas y un teléfono. Durante los años que estuvimos al frente de los teatros, pisaron esos escenarios

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casi todos los actores buenos de la época, como Ofelia Guilmáin, Ignacio López Tarso, José Gálvez,
Aarón Hernán, Narciso Busquets, María Teresa Rivas y María Tereza Montoya, entre muchos otros.
Una de las cosas que han criticado mucho es que se tenía un repertorio muy convencional, pero no se
trataba de hacer experimentos, de hacer teatro para teatristas, sino para el público y nada más.
Uno de los platillos fuertes de la noche corrió de parte de Ricardo García Sáinz, subdirector del IMSS
en el período en el que Morones Prieto era director general del instituto, quien relató brevemente la
historia de las administraciones del Seguro Social ante su red de teatros, recordando, por ejemplo, que
después de Coquet, con Alatriste, se frenaron todas las actividades escénicas y los teatros se
convirtieron en espacios para eventos sociales como graduaciones, ceremonias de fin de cursos, o foros
para reuniones sindicales o partidistas. No fue sino hasta que él y Morones estuvieron al frente del
instituto que se intentó recuperar la dinámica generada por Coquet, hablando con “los grupos teatrales
semi organizados” para rentarles los espacios “sin costo para el IMSS, pagando sólo el
mantenimiento”. Sin embargo, ya eran los tiempos en los que el deterioro directo sobre el valor real de
los salarios comenzaría a hacer estragos evidentes en las cuotas de los derechohabientes y, por ende, en
las finanzas del propio instituto.
Según el mismo García Sáinz, de 1982 a la fecha los salarios han caído a la cuarta parte de su valor.
Ya para 1995, cuando se hablaba de implementar el sistema de ahorro individual que con la reforma
zedillista de ese año sustituyó al sistema solidario de pensiones, se tenía la certeza de que las cuotas
para hacer frente a la necesidad de servicios eran insuficientes. “Comenzamos a vender las unidades
habitacionales”; prácticamente se regalaban los departamentos, “porque resultaba menos oneroso que
seguirlos manteniendo”.
Finalmente, García Sáinz habló de la necesidad de reformular el concepto de seguridad social hacia la
atención de tareas sustantivas, como es la proporción de servicios médicos no nada más a niveles de
tratamiento sino también de prevención y de fomento, así como el uso y disfrute de pensiones dignas;
pero también desde una reestructuración financiera en la que sus teatros ”deben ser reubicados
administrativamente; nunca cerrados ni destruidos, nunca manipulados en intentos de soluciones
parciales. Debe preservarse plenamente la vigencia del esfuerzo de la historia cultural que
representan esos teatros y entregarlos de manera ordenada a la sociedad. ¿Quiénes serían los actores
que pudieran recibirlos?: grupos organizados y vinculados con el teatro o empresas no comerciales
que fomenten la calidad teatral. Si vemos la problemática nacional, hemos olvidado en los ámbitos
estatal y municipal muchas de las tareas vinculadas con la cultura, por lo que los teatros del IMSS
deben ser entregados intactos para que puedan seguir vigentes como una gran aportación a la
cultura”.
Por su parte, la crítica de teatro Olga Harmony habló desde su experiencia ''como espectadora común
inicialmente y como crítica después, haciendo énfasis en lo primero". Recordó montajes como Las
troyanas, dirigida por José Solé; Un tigre a las puertas y Edipo Rey, dirigidas por Ignacio Retes, y
recalcó la importancia del Fideicomiso Teatros de la Nación, con cuyo fondo ''se auspiciaron
proyectos como las coinversiones del IMSS, que Mario Espinosa estableció frente a los embates de un
liberalismo cada vez más violento que pretendía alquilar esos escenarios al mejor postor y luego los
comodatos de los que ahora hablamos".
Luego, Giovanna Recchia, en “una danza de números sin solución”, enlistó la falta de
correspondencia entre los números que el propio Seguro Social ha manejado en distintas épocas,
evidenciando que ni siquiera la misma institución tiene "un registro fidedigno de su infraestructura
teatral sembrada a lo largo y ancho del país".

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La segunda mesa llegaba a fin, cuando Alejandro Luna, a través de una carta leída por Jaime
Chabaud, “habló” de cómo cuando se encontraba en el extranjero y tenía que hablar en conferencias y
pláticas sobre la ''tan poderosa infraestructura” de los teatros del Seguro Social, “encontraba difícil
exponer por qué el IMSS la había construido en tan breve tiempo. Tenía que remontarme a José
Vasconcelos y Alfonso Reyes. Mencionar, entre otras cosas, la política internacional, la autonomía
universitaria, la protección del derecho autoral, el subsidio a las editoriales y el mítico decreto que
impedía la destrucción de los teatros para que se entendiera la seguridad social mexicana como un
concepto de bienestar integral”. Y frente a lo que había estado pasando con estos teatros durante los
gobiernos neoliberales expresó su optimismo de que, “con el Cambio, todo iba a mejorar; no fue así.
Sin visión de Estado –agregó-, se destruye a cambio de nada lo que llevó muchos años construir. De
acuerdo, la torpeza del Ejecutivo, gobierno de la ciudad incluido, y la ignorancia, abulia y falta de
imaginación de nuestros representantes en el Legislativo, hacen necesario, con urgencia, encontrar
caminos eficaces que detengan la destrucción".

Destino de los teatros del IMSS.

El Comodatario: Decía que en el Teatro de la Nación, antes de que existiera el


Comodato, las actividades teatrales eran prácticamente nulas... sólo se realizaban las
reuniones esporádicas de jubilados y las graduaciones de las escuelas a las que
ustedes les rentaban el lugar. Porque ustedes ya deben saber que el arrendamiento
del teatro de Juárez no es invención nuestra sino de ustedes... nosotros sólo hemos
continuado con esa tradición e incluso hemos mantenido las cuotas como ustedes
nos indicaron... Ustedes nos quitan muchas posibilidades al quitarnos las rentas que
permiten oxigenar un tanto la difícil situación económica y la viabilidad del proyecto.
Además, nosotros no estamos sacando grandes cantidades de ahí y tampoco hemos
dejado lo importante del proyecto por rentar el espacio, eso sí que no, de ninguna
manera...
La Testigo: ¡Ya estaría!
El Comodatario: Otra cosa... el dinero obtenido, y eso lo pueden ustedes checar en
las administraciones anteriores, ha servido en el caso de Alborde para mantenimiento
que ustedes no han hecho nunca, para acondicionarlo. Nosotros hemos pagado ya
en dos ocasiones la pintura del teatro, hemos remozado las paredes, acondicionado
el escenario, arreglado el piso, hemos puesto alfombra nueva, etc. Todo con el dinero
de las rentas que según ustedes nos hacen ricos... Por eso, y sobre todo porque nos
parece que esta nueva política del IMSS es insensible a la cultura y al teatro, hemos
decidido no participar en la siguiente convocatoria, aunque sí queremos firmar este
convenio de prorroga para estos tres meses que siguen, pero hasta ahí nomás... ¿me
entiende? No queremos saber nada más de ustedes, no nos interesa porque no nos
conviene estar tratando de sacar adelante a saltos y sobrerazos un espacio que ya
no nos da alternativas de crecimiento para el grupo.

26 de junio. Por primera vez en estas mesas de análisis, las 200 butacas que integran la sala del
Wilberto Cantón están ocupadas a la mitad o más, pero sólo una quinta parte son estudiantes de las
escuelas superiores de teatro convocantes, el CUT y la ENAT.
Apenas unos días antes, desde otras tierras de esta Patria Grande, Sandra Russo escribía que “resistir es
sobreponerse, aguantar, perseverar, tolerar el dolor y la angustia con la convicción de otro horizonte;

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es, de algún modo, una forma extrema de confianza: quien resiste todavía confía en algo, posiblemente
en su propia fuerza, aunada a la fuerza de otros; quien resiste no resiste solo: se resiste con los demás
o para los demás, sean éstos desconocidos que comparten el mismo sufrimiento, o sean sus afectos
más profundos; no resisten los cuerpos, resisten las identidades: no hay resistencia posible sin
símbolos” (Página 12, 13-6-2002). Ella juntaba una a una estas palabras para hablar del Movimiento
Argentina Resiste (MAR), que desde hace unos meses se está conformando hacia el desarrollo de
múltiples acciones con rumbo hacia la construcción de un nuevo modelo de país, a partir de un trabajo
cultural que no se cierre en sí mismo y no sólo comparta sus saberes, sino que también aprenda de otros
sectores y de otros movimientos sociales el duro oficio de la resistencia. Pero igual podría servir para
esa comunidad teatral mexicana que ya comienza a indignarse por la serie de absurdos que se nacen
desde las mentes de funcionarios y gobernantes.
Tercera y última, como las llamadas; y cual Ubu-Roi el primero de los ponentes, Fernando de Ita,
disparó con fuego desde el mismo título de su participación: Talibanes del teatro.
“No se requiere ser clarividente –escribió el crítico y director teatral- para saber que el destino de los
teatros del Seguro Social no debe quedar en manos de Santiago Levy, ni de Fox, ni del PAN, ni de
nuestros supuestos representantes en las cámaras; el teatro, como ya lo dijo don Emiliano, es de quien
lo trabaja [...]
”Sería temerario decir que los políticos del PRI son más cultos que los políticos del PAN. Sólo
tuvieron mejores operadores. Obregón dejó que Vasconcelos pusiera las bases del patrimonialismo
cultural que hizo del estado mexicano un buen benefactor de las bellas artes. Debemos reconocer que
gracias a ese tutelaje México tiene la infraestructura cultural más grande de Iberoamérica. La
construcción de los teatros del Seguro Social se inscribe en esa tradición autoritaria, en la que los
bienes que todos generamos se le atribuyen al tlatoani, al jefe, al señor presidente [...]
”En un gobierno vertical, todo viene de arriba, y así ha funcionado la derrama de los bienes y
servicios culturales, desde la silla del Presidente, del gobernador, del funcionario [...] La propuesta de
Vicente Fox para llegar a la silla de Francisco I. Madero fue cambiar el gobierno vertical por el
gobierno horizontal, pero no nos dijo, claro está, que en esta posición también uno queda arriba del
otro, y no precisamente para gozar de esa postura, sino para dejársela ir al de abajo en nombre del
Producto Interno Bruto. Ya vimos que Fox, por otra parte, no heredó la silla de Madero sino la de
Ernesto Zedillo, y desde ahí ha dado palos de ciego en favor y en contra de la cultura. El
nombramiento de Francisco Gil Díaz y Santiago Levy, como Secretario de Hacienda y director del
Seguro Social, respectivamente, es una declaración de principios en contra de la actividad artística y
la libertad de pensamiento [...]
”Pero vamos a tomarle la palabra al gobierno del cambio; no dejemos que un burócrata decida el
futuro de un bien común, de un patrimonio de la nación que, por definición, no puede venderse, ni
enajenarse, ni dedicarse a otros menesteres ajenos a los que fue creado [...]
”Si en verdad esa nube informe que llamamos comunidad teatral está interesada en defender los
teatros del Seguro Social, lo primero que se debe hacer, además de estas mesas redondas, es tomar los
teatros abiertos y cerrados del sistema de seguridad social; tomarlos con sus armas, que es el teatro.
Para esto sirve el teatro emergente, directo, panfletario, para movilizar al gremio, para interesar a la
opinión pública, para joder al enemigo [...] Ahora es cuando la formación del CUT, de la ENT, de San
Cayetano, del Foro, de la Facultad, de Stanistablas y demás escuelas de actuación sirve para algo;
para ponerla al servicio de la sociedad y del teatro. Recuerden que los mejores momentos del arte se
dan cuando el arte es reprimido, censurado, acotado por las dictaduras, por los censores, por los

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burócratas, por los financieros [...]
”Fox prometió en campaña que en su gobierno las decisiones de cada sector no se tomarían en los
escritorios de los funcionarios sino en el terreno de juego, para decirlo con el lenguaje del día. La
realidad es que el señor Levy se tardó un año en hojear el expediente de los teatros a su cargo, y otros
12 meses en mandar a funcionarios de cuarto nivel a negociar con los comodatarios de los teatros,
con el agravante de que estos servidores públicos no fueron a negociar sino a imponer sus
condiciones, que por lo demás, son inoperantes, ineficaces, incosteables, porque no contemplan la
naturaleza del quehacer cultural, que sólo es un negocio en segunda instancia, después de haber
cumplido con su misión original, que es la de crear con libertad, conocimiento e imaginación, formas
de la belleza.Ya veo la cara del señor Levy y la de sus empleados ante estos argumentos. Es la misma
que pondría yo con los suyos, porque a ellos nada más les interesan los estados financieros. La
diferencia está en que no sólo los comodatarios, sino toda la gente interesada en el teatro como
conciencia de lo real, no vemos el teatro como negocio sino como voluntad de transfiguración [...]
”Hablamos, pues, los burócratas y los teatreros, dos idiomas tan distintos, que difícilmente nos
pondremos de acuerdo, sobre todo cuando estos funcionarios quieren, como ha denunciado Ángel
Norzagaray, tratar a los comodatarios como sus empleados. Allá el que se deje, porque ya estamos
aquí por algo más importante. Gracias a la prepotencia y la necedad de los funcionarios del IMSS, lo
que está en la mesa ya no son los 14 teatros susceptibles al comodato, sino todo el sistema de
bienestar social del instituto, que debiendo velar por la salud física y mental de los mexicanos, nos
quiere tratar como sujetos de crédito, es decir, quiere exprimir de nuestra pobre bolsa los recursos
que han despilfarrado ellos mismos en décadas de corrupción y mal gobierno. Si de verdad el señor
Levy quiere sanear las finanzas del IMSS no debe buscar los centavos que dejan las taquillas de los
teatros, y las cuotas que pagan los asegurados por utilizar las instalaciones deportivas del instituto,
sino en los cientos de millones de pesos que se pagan, por debajo del agua, en las licitaciones de
compra, el dineral que se pierde por la ineficacia de sus empleados, el tesoro nacional que se va al
pozo de la corrupción por la red infinita de la transa y la impunidad. En pocas palabras, señor Levy,
con el dinero que usted gana cada mes se podrían mantener los teatros que usted quiere sujetar a su
necedad, a su ignorancia del hecho artístico. En estas condiciones, estimados conciudadanos, el futuro
no sólo de los teatros del Seguro Social sino del sistema de bienestar social del Estado mexicano,
depende de las acciones que hagamos nosotros, los escribas; no de los mandatos de ellos, los fariseos.
Y bueno, calientes ya los motores, de la sala al foro y visconversa comenzaron a llover las propuestas
que significarían a estas mesas, mismas que al finalizar fueron sintetizadas a manera de conclusiones
por tres de los propios comodatarios: Jesús Coronado, Gilberto Guerrero y Ángel Norzagaray.
Pero aún faltarían las participaciones de Gabriel Pascal y Germán Castillo, quienes grosso modo
hablaron, el primero, de su desconcierto frente a lo que él considera es la pérdida del discurso artístico
en aras de la discusión financiera o estadística con los funcionarios, desdeñando otro tipo de reflexiones
cómo es el preguntarse “Teatro... ¿para qué?”; y, el segundo, después de referirse a cuatro de las
políticas culturales más definidas del Estado para con al teatro: la creación de la red de teatros del
IMSS, Teatro Popular de México, Teatro de la Nación y Teatros para la Comunidad Teatral, invitó a
reconocer que la crisis financiera del IMSS es cierta, pues responde a una crisis generalizada que se ve
reflejada en todas las esferas del poder público, y ejemplificó: el presupuesto total que el Estado se
gasta al año en los proyectos de los teatros en comodato es de 6 millones de pesos (sic que reaparece
para preguntar con cierta ingenuidad: ¿no es esa una cantidad similar a la que se gastó para la
producción de Santa Juana de los Mataderos, de Bertolt Brecht, dirigida por Luis de Tavira?); si a cada
proyecto, en lugar de los 400 mil pesos que más o menos tiene asignados, se le diera esos 6 millones al

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año, apenas y alcanzaría al presupuesto anual para teatro en el INBA, y el propio INBA está en crisis.

El también presidente de la AMAT abordó entonces, directamente, la propuesta de desincorporar los


teatros del IMSS para dárselos a la Secretaría de Educación Pública, y que ésta a su vez los reasigne a
sus instancias encargadas de cultura; sin pasar por alto la revisión, tanto del presupuesto, con el fin de
garantizar un mejor aprovechamiento de las actual y próximas infraestructuras, como de los mismos
teatros, antes de ponerlos en operación, para determinar cuáles teatros serán usados para el teatro
profesional y cuáles para el asistencial; y, para reforzar su argumentación, mencionó que siempre, por
más difíciles que parezcan los tiempos, los creadores “hemos podido dialogar con las autoridades y los
funcionarios culturales”.
Por último, el maestro Castillo dejó muy en claro que su participación, más que como presidente de la
AMAT, la sostenía desde su ser parte de la comunidad teatral, por lo que apuntó que las decisiones
emanadas de éste y otros espacios necesariamente tendrán que rebasar no sólo los límites de la propia
AMAT, sino los de la misma comunidad teatral y los de otras comunidades artistas, para alcanzar los
límites de la sociedad en su conjunto; porque hasta ahora “sólo hemos hablado ante nosotros mismos”.

Las conclusiones...

Después de insistir respecto a algunos puntos mencionados en estos tres días, como lo fueron los
asuntos relacionados con el personal técnico y de mantenimiento, el subarrendamiento de los teatros
para eventos extra teatrales, el que el Fideicomiso Teatros para la Nación es para el apoyo a la
producción escénica y no para el mantenimiento de los edificios, o que el 100 por ciento de lo que se
percibe por Teatro Escolar va íntegro al IMSS, Jesús Coronado, del grupo El Rinoceronte
Enamorado, de San Luis Potosí, subrayó acerca de la necesidad de esclarecer las cuentas del mismo
Fideicomiso, de la urgencia en revisar la cuarta convocatoria del Programa Teatros para la
Comunidad Teatral, y de las solicitudes de aumentar el presupuesto anual para cada proyecto a no
menos de 1 millón 500 mil pesos y de que se otorguen más teatros en comodato a la comunidad
artística; y advirtió del peligro que se puede correr al desincorporar los teatros para dejarlos en manos
de institutos de cultura o universidades bajo mafias que terminarán controlando los espacios para sus
intereses particulares.
Gilberto Guerrero, de Perro Teatro, del Distrito Federal, señaló por su parte que aquí se había
hablado de una “época dorada” de los teatros del IMSS que sin duda alguna se reconoce, pero que esta
etapa no era menos importante que aquella, pues significa una nueva revolución respecto al uso de
estos espacios, ya que se han producido muchos más montajes que entonces, se ha convocado también
a mucho más público y se han involucrado creadores de los propios estados cuando antes sólo eran
creadores de la capital del país los que se presentaban en los teatros. Habló de la urgencia de construir
otro teatro, partiendo de la necesidad de construir igualmente otro México, otro Estado, otra idea de
seguridad social, en fin, otro país; mencionó que muchos de los proyectos al interior de la República
han llevado a cabo una tarea cultural más amplia que la realizada por sus respectivos institutos de
cultura, y que los que han sobrevivido son aquellos que significan una oferta teatral a la población que
vive en la periferia de la ciudad; y, además, hizo la observación de tener mucho cuidado en que
desincorporar los teatros no signifique a la larga la desarticulación de la misma red de teatros, de modo
que se fragmente todavía más a la comunidad teatral.

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Y, por último, Ángel Norzagaray, de Mexicali a Secas, de Baja California, recordó la posibilidad de
desincorporar los teatros del IMSS al CNCA, la demanda de la inmediata reintegración de la Comisión
Consultiva del Programa Teatros para la Comunidad Teatral y que sea la Academia Mexicana de
Arte Teatral la figura jurídica que presione al poder Legislativo para que trabaje en la solución de la
situación en que se encuentra esta red de teatros, situación a la que en parte ellos mismos han
contribuido, al ir aprobando, o permitiendo, según sea el caso, los recortes presupuestales en materia de
servicios públicos.
Creemos que Otto Minera, coordinador nacional de teatro del INBA, tiene algo de razón cuando
propone sostener una discusión a fondo antes de pensar en desincorporar los teatros del IMSS, o de
cualquier otra solución; lo mismo Emma Dib, secretaria académica del CUT, cuando cuestiona si ya se
preguntó a esas instituciones susceptibles de adoptar a los teatros del IMSS qué tanto están en
condiciones de hacerlo. Porque si lo que vamos a hacer como comunidad es estar brincando de barco
en barco cada que se hundan, como mencionó alguna de las mujeres teatreras que asistieron a las mesas
como público, tarde o temprano nos agotaremos las posibilidades reales de soluciones dignas. Ya lo
decía Gilberto Guerrero haciendo una paráfrasis de Bertolt Brecht, aunque con otras palabras:
primero fueron por los campesinos y reformaron al artículo 27 constitucional, pero como nosotros no
trabajamos la tierra poco nos importó; luego hicieron modificaciones a la ley del Seguro Social y así
siguen atentando contra legislaciones laborales, pero como nosotros no somos obreros tampoco nos
importó; después elaboraron sendas leyes para militarizar el país, pero como en lugar de ciudadanos
nos sentimos entes elegidos por los dioses, apenas y dijimos algo; enseguida aprobaron las reformas
para la redacción de una ley indígena vergonzante, pero como nosotros somos más entenados del
spanglish que de cualesquiera de las lenguas indígenas ni siquiera nos indignó; sucesivamente han
votado por Fobaproas, IPABs, alzas a los precios, aumentos en los impuestos y reducciones al gasto
público y social, y como que ya nos va dando una picazón; ahora ya vienen decididamente por
nosotros, montados en cobranzas de impuestos a la creación o el desmantelamiento de la red de teatros
quizás más grande del mundo... ¿ya será demasiado tarde?

La Licenciada Uno: No se enoje... Y con respecto a que el teatro no siga en Juárez, no


se crea, el teatro va a seguir, de eso estoy segura.
La Testigo: Lógico.
La Licenciada de Abajo: Yo también estoy segura.
El Comodatario: Y yo también. Estoy seguro que el teatro sigue... pero ya no con
Alborde Teatro, ¿me entiende?
La Licenciada Uno: Qué lástima, no deberían ser tan rencorosos.
El Comodatario: No es rencor, es dignidad.

(Textos dramáticos, tomados de:


Un Comodato Alborde o el relato semi pornográfico de la firma de un convenio.
Ponencia de Antonio Zúñiga, comodatario de Ciudad Juárez, Chih.).

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