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Aspectos Psicológicos del

diagnostico de la enfermedad
renal crónica
Cuando una persona recibe la noticia de que tiene una enfermedad crónica y de
que debe ser trasplantada para seguir viviendo el impacto psicológico que se
produce tanto a nivel personal como familiar es tremendo. El cóctel de
emociones que aparecen deben ser resueltas de la mejor manera posible a través
de un profesional de la psicología para que no deriven a otro tipo de patologías.
Aparece el concepto de duelo. El duelo aparece como consecuencia de una
pérdida, en este caso la pérdida de la salud, y por lo tanto se desencadenan una
serie de emociones:
En este sentido tomaré como referencia el modelo de Kübler –Ross (1926-
2004) para describir las diferentes fases de un proceso de duelo o pérdida:
1. Primera fase: Negación y aislamiento: En esta fase el paciente y/o su
familia no acepta el diagnostico, por lo que hará todo lo posible por negar la
realidad. Pensamientos como: “el médico se ha equivocado”, “esto no puede estar
ocurriéndome” etc aparecen con facilidad.
El control de sus vidas se ve mermado, y para recuperarlo, muchos (sobre todo si
el diagnóstico de la enfermedad se hace en la adolescencia) adoptan conductas
desafiantes hacia las pautas que los médicos proponen. A este tipo de conductas
rebeldes se le denomina reactancia psicológica y supone un intento por parte de
la psique de recuperar la libertad perdida, aunque no deja de ser una ilusión que
más tarde o más temprano termina por caer. Este concepto entraría dentro de las
conductas de negación, de no querer ver la realidad, pero podría incluirse
perfectamente en la siguiente fase. Un ejemplo en pacientes recién
diagnosticados sería no seguir la dieta recomendada por el médico abusando de
alimentos que han sido especialmente restringidos por su carácter nocivo.
1. Segunda fase: Ira: Es el momento en que aparecen preguntas del
tipo:“¿Por qué a mi?” o “¿Por qué a él?”. Se genera un intenso sentimiento de ira y
hostilidad pudiendo llegar a la agresión activa o pasiva contra cualquier figura de
poder: Dios, los médicos, enfermeros ,padres…. Esta fase se caracteriza por una
dificultad para el pensamiento racional que puede impedir una adecuada toma de
decisiones para un óptimo devenir de la vida del paciente y su familia. Estar
“cegado por la ira” no es un buen aliado para afrontar la enfermedad pero es
necesario atravesarla de la manera más asertiva posible para impedir que
perjudique tanto al paciente como a las personas más próximas.
2. Tercera fase: Pacto: Si clamando contra los demás no se consigue nada, tal
vez pidiendo con humildad u ofreciendo algo a cambio las cosas cambien; No
confundir con la aceptación ya que el cambio que se quiere obtener es el mismo:
no tener la enfermedad; Se trataría pues de una “negación encubierta”.
Un ejemplo claro sería aquella persona que se dice a sí mismo: “Si salgo de ésta
prometo dejar de beber alcohol”.
1. Cuarta fase: Depresión: Esta fase prepara para la aceptación, pues se es
consciente de que se ha producido una pérdida, la pérdida de la salud; En este
momento el paciente comienza a tener síntomas depresivos: Sentimientos de
culpa, de inutilidad, de vacio, incapacidad de acción e t c. En esta fase se
desencadena el abatimiento y la perdida de energía propia de los cuadros
depresivos, teniendo en cuenta que en los enfermos crónicos la depresión es un
proceso reactivo ante el hecho de la enfermedad y que por tanto es necesario un
buen diagnóstico diferencial para asegurar que la depresión es un efecto de la
enfermedad y no una patología que existía anteriormente. Se hace necesario en
este sentido un tratamiento adecuado para evitar una cronificación de dicho
estado anímico.
2. Quinta fase: Aceptación: Si el paciente y familiares han pasado, o mejor
dicho, han sido ayudados a pasar las fases anteriores, al haber podido expresar
sus sentimientos, podrán afrontar con mayor serenidad las nuevas pautas que
marcarán su futuro, instaurándose una mayor calidad de vida.
Las citadas fases no se producen necesariamente de manera sucesiva. Además se
puede volver a una fase anterior, aunque se esté en una más avanzada, o por el
contrario pasar de la inicial a una más posterior.
Trataremos también de responder a una cuestión que la gente me ha planteado
muy a menudo: ¿Las personas trasplantadas se sienten enfermas?: Como muchas
de las preguntas en esta vida la respuesta no es tajante (Si o no). La respuesta es
depende. En las primeras fases de un trasplante la persona que lo vive se está
adaptando a su nueva situación y por lo tanto se puede decir que si, que se
siente enfermo. A medida que el tiempo transcurre el las cicatrices
cierran y el cuerpo va recuperando su tono habitual. Es en este momento cuando
la mente del individuo trasplantado comienza a percibir un aumento claro y
objetivo de su calidad de vida. Los síntomas de la enfermedad comienzan a
alejarse y la sensación de salud comienza a vivirse de nuevo. La sensación de
tener una enfermedad nunca desaparece del todo porque existe la evidencia
clara de que hay que tomar una medicación inmunosupresora que nos recuerda
que este trasplante hay que mantenerlo de esta manera. No obstante, a medida
que el tiempo pasa, y todos los procesos de ato-cuidado se automatizan, el
mecanismo de negación comienza a aparecer como una respuesta de adaptación
y la sensación de enfermedad que tiene la persona trasplantada remite en pos de
la salud psíquica.
Sentirse de nuevo sano o curado puede conllevar que la persona trasplantada
comience a olvidar (negar) que necesita tomar esa medicación y cuidarse y por lo
tanto la pérdida del órgano se puede dar porque nuestro sistema inmunológico
comience a rechazarlo.
Cuando una persona recibe un órgano, lo habitual es que se sienta enormemente
agradecida con la vida y con esa persona que de manera altruista ha donado sus
órganos para que otras personas puedan vivir. Puede parecer extraño pero hay
casos en donde puede aparecer una depresión post-trasplante (muy parecida a
la depresión post-parto). Esto ocurre porque toda la energía se ha puesto al
servicio de este momento y cuando el deseo del trasplante se satisface, aparece
la sensación de “no saber donde mirar” después. Los psicólogos llamamos a este
concepto Umbral de la Felicidad y precisamente nos referimos al hecho de que
cuando una
persona alcanza tal nivel de felicidad después es difícil mantenerlo en el tiempo y
comenzamos a vivir una depresión o proceso distímico porque durante un
tiempo no sabemos donde “mirar”, hacia donde dirigir nuestra energía, lo que de
manera común se denomina: Encontrar un sentido a nuestras vidas.
El proceso de un trasplante se puede vivir, al igual que el diagnóstico de una
enfermedad como si fuera un duelo en toda regla (hablar de fases del duelo)

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