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Mons. Miguel Peinado PeinadoError! Reference source not found.

LA PREDICACION DEL EVANGELIO


EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

(Antología de textos patrísticos)


A cuantos el Señor concedió,

por la imposición de mis manos,

la gracia de la ordenación sacerdotal.


LA PREDICACION DEL EVANGELIO
EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

INDICE

Primera parte: El Misterio de Jesucristo

Capítulo I. El testimonio de las Escrituras


" II. Jesucristo, el Hijo de Dios
" III. El Padre y el Espíritu
" IV. La obra de la Creación
" V. El hombre, imagen de Dios
" VI. Misterio de la Encarnación
" VII. María, la Madre del Señor
" VIII. Nacimiento y vida oculta de Jesús
" IX. Bautismo y tentaciones
" X. Las Figuras

Segunda parte: El Evangelio de Jesucristo

Capítulo XI. Evangelio de la salvación


" XII. La conversión del pecador
" XIII. Regeneración y vida sobrenatural
" XIV. Los Discípulos
" XV. Las obras de Cristo
" XVI. Las Bienaventuranzas
" XVII. La oración
" XVIII. Fe cristiana
" XIX. La caridad
" XX. Humildad, Paciencia, Silencio
" XXI. Justicia y misericordia
" XXII. Limosna y Ayuno
" XXIII. Las Parábolas del Reino
" XXIV. Seguimiento de Cristo
" XXV. El combate cristiano
" XXVI. La Cruz, signo fundamental
" XXVII. Misterio Pascual
" XXVIII. El pecado y la muerte
" XXIX. La vida eterna
" XXX. Los nombres de Cristo
Tercera parte: La Iglesia de Jesucristo

Capítulo XXXI. El misterio de la Iglesia


" XXXII. Unidad de la Iglesia
" XXXIII. El pueblo cristiano
" XXXIV. Los Pastores
" XXXV. Servicio de la Palabra
" XXXVI. Vida sacramental
" XXXVII. Ministerio pastoral
" XXXVIII. Iglesia particular. Iglesia doméstica
" XXXIX. Estados de vida en la Iglesia
" XL. Práctica de la vida cristiana

PROLOGO

La publicación de la presente Antología de Textos de los Padres de la Iglesia,


relacionada con el ministerio de la predicación del Santo Evangelio, viene motivada
por una promesa hecha al cesar en el ejercicio de mis deberes pastorales como
Obispo de la Diócesis de Jaén, a causa de mi jubilación.

1. Desde que por invitación de la Santa Sede me hice cargo de la misma, consideré que
la celebración de la Eucaristía todos los domingos en la Santa Iglesia Catedral había
de ser el centro, la base y la culminación de toda mi labor pastoral. La homilía era
transmitida por radio a todas las comunidades parroquiales, gracias al servicio
valioso de la COPE, y publicada luego en las páginas del periódico «Ideal», abiertas
siempre a la colaboración con la Iglesia. Yo pensaba que, de esta forma, cumplía en
lo fundamental mi deber de predicar el Evangelio de Jesucristo a todos los cristianos
encomendados a mi cuidado. Y, gracias a la ayuda del Señor, pude cumplir mi pro-
pósito durante los diecisiete años que estuve al frente de la Diócesis del «Santo
Reino», tan querida para mí.

Cuando pasó algún tiempo, los sacerdotes que celebraban cada domingo con
el Obispo me pidieron que les facilitara algunos de los textos patrísticos que había
recordado en mi homilía. No sólo ellos, también los alumnos del Seminario Mayor,
incorporados habitualmente a dicha celebración, se me acercaban después de la
Misa, para que les repitiera algunos de aquellos textos que más habían llamado su
atención.

En especial los diáconos, que se reunían conmigo cada semana para preparar
la homilía que luego habían de predicar en las parroquias, fueron interesándose
gradualmente en el contacto con los Santos Padres. Era, sin duda, uno de los mejores
frutos de mi trabajo, en trato personal con los futuros colaboradores del Obispo en el
ministerio sacerdotal.

2. Una de mis convicciones más firmes, fruto de una larga experiencia sacerdotal, es
que, después de los libros de la Sagrada Escritura, son precisamente los Padres de la
Iglesia la fuente obligada en la que hay que ir a beber, si se aspira a ser fieles en el
ministerio de la Palabra. Fueron ellos, los Padres, quienes, recogiendo la tradición de
los Apóstoles y ejerciendo ejemplarmente el ministerio de la predicación, nos
dejaron en herencia el inmenso tesoro del contenido de la fe cristiana y eclesial.

No sólo esto. También y al mismo tiempo, nos dejaron en sus obras cuál debe
ser siempre el estilo y el espíritu de la evangelización y de la catequesis. Estilo -dicho
sea de paso- bien distinto de cualquier otra forma de enseñanza y oratoria. Los
Padres supieron imitar con fidelidad los ejemplos de los Apóstoles y sus maneras de
hablar al pueblo. Estilo y maneras que, a su vez, ellos habían aprendido del mismo
Jesucristo, único Maestro y Pedadogo singular.

En tiempos posteriores, al paso de la Historia de la Iglesia, otros muchos que


habían bebido de los Padres continuaron la predicación del Evangelio, ateniéndose
al contenido y al estilo de aquella predicación en sus homilías, en sus sermones y en
sus escritos. Así nos transmitieron los dogmas, la moral, la ascética y la mística del
Evangelio. Gracias a su labor y a su ejemplo, nosotros hemos podido conocer con
seguridad la fe de la Iglesia, en virtud de la cual esperamos obtener la salvación de
Dios.

Por desgracia no todos, ni siempre, caminaron por estos cauces. En la medida


en que la predicación fue apartándose del estilo de los Santos Padres, la formación y
la vida de gran parte del pueblo cristiano se fue empobreciendo en muchos de sus
aspectos. Al tratar de imitar otros modelos, muchos de los llamados oradores sagrados
se olvidaron de la sencillez, de la altura y profundidad del Evangelio de Jesucristo.
Iban a beber a otras fuentes. Acabaron por dar más importancia a otras pre-
dicaciones de ocasión extraordinaria -solemnidades, novenas, fiestas patronales- que
a la homilía dominical. No se caía en la cuenta de la trascendencia de la misma para
la formación de todo ese pueblo que, entre nosotros, ha frecuentado y sigue
frecuentando nuestras celebraciones sacramentales en virtud de su fe cristiana.

3. Afortunadamente, en los últimos tiempos, los documentos de los Sumos Pontífices y,


sobre todo, los trabajos del Concilio Vaticano II, han venido a centrar de nuevo la
labor pastoral, de manera que responda más eficazmente a los fines señalados por
Jesucristo a su Iglesia y, en concreto, a todos sus pastores. En el caso del servicio de
la Palabra y del ministerio litúrgico -aunque, todavía, nos queda bastante camino por
andar- , son ya muchos los que procuran cumplir fielmente con el deber sagrado de
la predicación, conforme a los mandatos y orientaciones de la Iglesia que es Madre y
Maestra.

Así, pues, ofrezco este trabajo con el deseo de seguir ayudando, desde mi
puesto de Obispo jubilado, a los sacerdotes. En especial, a todos aquellos que
recibieron de mis manos la ordenación sagrada. Que se me perdone insistir aquí en
algo que he repetido frecuentemente a los alumnos del Seminario, en contacto
personal con ellos: la importancia de la homilía dominical. Tuve la suerte de
aprenderlo, sobre todo, de dos pastores ejemplares. El primero de ellos fue el
Arzobispo de Granada, de quien recibí la ordenación presbiteral, el inolvidable D.
Agustín Parrado y García, que fue luego Cardenal de la santa Iglesia. El otro, D.
Angel Herrera Oria, Obispo de Málaga, con quien tuve la suerte de relacionarme
desde que fue nombrado Presidente de la Acción Católica Española, antes de ser
ordenado sacerdote en la plenitud de su vida. También fue nombrado Cardenal.

Efectivamente, la predicación de la homilía dominical, que han de predicar a


su pueblo cuantos ejercen el oficio pastoral, debe hacerse con toda seriedad y con
todo entusiasmo. De su preparación, llevada a cabo durante toda la semana en la
oración, en el estudio y en contacto y conocimiento de los que han de escucharla, sin
acepción de personas ni de clases sociales, depende en gran parte la vida cristiana de
nuestro pueblo. ¡Bien vale la pena el que esta consigna sea tomada en cuenta por los
sacerdotes, de forma que todos los otros trabajos y actividades se subordinen a ella!

Como se ha dicho más de una vez, la homilía debe ser breve, sencilla,
profunda y adaptada a los oyentes. Es ésta la mejor preparación para que cuantos
asisten a la Misa dominical participen en ella de manera consciente, viva y activa (LG
14). Así, después, podrán vivir cristianamente en el puesto que Dios les ha
designado en la vida y llegar a ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mt 5,13-16).

Espero que con esta obra no sólo se facilite el uso de los textos patrísticos, a la
hora de preparar la predicación dominical, sino que, a un mismo tiempo, tanto los
sacerdotes como cuantos aspiran al sacerdocio, lleguen a familiarizarse con la lectura
asidua de los Padres de la Iglesia.

4. Por ser consecuente con el criterio expuesto en este Prólogo, quiero cerrarlo con
algunas palabras de los mismos Padres, relativas al ejercicio de la predicación
cristiana, que se encontrarán después en el capítulo dedicado al Servicio de la Palabra:

«Mas en la cura de almas no se da otro medio ni camino de salud sino


la enseñanza de la palabra. Éste es el instrumento, éste es el alimento,
éste es el mejor temple del aire. La palabra hace veces de medicina, ella
es nuestro fuego. Lo mismo si hay que quemar, que si hay que cortar,
de la palabra tenemos que echar mano. Si este remedio nos falla, todos
los demás son inútiles.» (S. JERÓNIMO, Sobre el sacerdocio, IV,3)

«Quien mucho lee y entiende se llena; y quien esté lleno puede regar a
los demás; por eso dice la Escritura: «Si las nubes van llenas, descargan
la lluvia sobre el suelo» (Ecles 11,2). Que tus predicaciones sean fluidas,
puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, infundas la
bondad a la gente y el encanto de tu palabra cautive el favor del
pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.» (S.
AMBROSIO, Cartas, 2 en PL 16,881)

«Lee muy a menudo las divinas Escrituras o, por mejor decir, nunca la
lección sagrada se te caiga de las manos. Aprende lo que has de
enseñar. Mantén firme la palabra de la fe que es conforme a la doctrina,
para que puedas exhortar con doctrina sana y convencer a los
contradictores. Persevera en lo que has aprendido y te ha sido
confiado, pues sabes de quién lo has aprendido.» (S. JERÓNIMO,
Cartas, 52, en PL 16,881)

«No cabe duda de que seremos oídos más gratamente, si nosotros


también nos gozamos en nuestra labor. Porque el hilo de nuestras
palabras vibra en nuestro gozo. Y observamos que brotan más
espontáneamente y son recibidas con más atención.» (S. AGUSTÍN, De
catechizandis rudibus, I,3,6)

«Pierde el tiempo predicando exteriormente la palabra de Dios quien


no es oyente de ella en su interior. Quienes predicamos la palabra de
Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condición humana y
de la reflexión apoyada en la fe, que no advirtamos nuestros peligros.
Pero nos consuela el que, donde está nuestro peligro por causa del
ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones.» (S. AGUSTÍN,
Sermones, 179)
INTRODUCCION

El día 2 de enero de 1980, el papa Juan Pablo II, con ocasión del XV
Centenario de San Basilio, publicaba una Carta Apostólica que da comienzo con las
siguientes palabras:

«Se llaman justamente Padres de la Iglesia a aquellos santos que, en los


primeros siglos, con la fuerza de la fe y la profundidad y riqueza de sus
enseñanzas, la regeneraron e incrementaron grandemente. En verdad
son padres de la Iglesia porque de ellos, mediante el Evangelio, ésta ha
recibido la vida. Y también son sus constructores porque por ellos,
sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles que es Cristo, ha
sido edificada su estructura fundamental... Y, así, todo anuncio y todo
magisterio posterior, si quiere ser auténtico, debe adaptarse a su
anuncio y magisterio.»

Estas palabras del sucesor de Pedro nos dicen, mejor que ningunas otras, la
importancia que tiene para nosotros, sobre todo en nuestro tiempo, el contacto y la
asidua lectura de sus obras. Efectivamente, fueron ellos los que, recogiendo la tra-
dición de los Apóstoles y partiendo de la atenta lectura y meditación asidua de la
Escrituras Santas, nos han conservado, con toda fidelidad, el contenido de la
revelación divina, llegada a su plenitud en Jesucristo.

1. El valor de la doctrina de los Santos Padres de la Iglesia está íntimamente ligado a la


importancia que la Iglesia da a la Tradición, como transmisión real de todas las
verdades reveladas por Jesucristo a sus discípulos con la promesa de la asistencia del
Espíritu Santo. Sabido es que la Tradición, junto con las Sagradas Escrituras,
constituyen el depósito único de la revelación cristiana (DV 9).

Los Santos Padres son testigos fieles de esa tradición apostólica. Y, al mismo
tiempo, fueron sus protagonistas, toda vez que, al meditarla bajo la inspiración del
Espíritu Santo prometido por Jesucristo a sus discípulos de forma que los llevara a la
verdad completa (Jn 16,13), la conocieron cada vez con mayor claridad, la
testimoniaron ejemplarmente, la consignaron en sus obras y la proclamaron de viva
voz en sus sermones y catequesis.

Con toda razón los llama el Papa constructores de la Iglesia. Porque con su
vida, su predicación, sus escritos y su lucha contra todas las desviaciones y herejías
aparecidas en su tiempo, orientaron y cuidaron pastoralmente a sus propias Iglesias.
Pastores ejemplares, siguiendo el ejemplo de los Apóstoles, reunieron el rebaño
disperso, congregaron sus respectivas comunidades cristianas, organizaron la vida
litúrgica de las mismas y fomentaron la actuación misionera y apostólica.
El testimonio de las Escrituras

Lo que defendían con sus obras apologéticas y su predicación, lo


testimoniaron con su vida santa. Y también con su muerte: bastantes Padres dieron
su vida en el martirio por amor a Jesucristo.

2. No sólo esto. Como en su mayoría fueron hombres cultos, que habían trabajado por
alcanzar el conocimiento de los sistemas filosóficos -en especial, la filosofía griega-,
defendieron y explicaron las verdades reveladas con sus razonamientos profundos.
De este modo, pudieron penetrar en los ambientes cultos y en todos los medios
sociales de su tiempo, para defender a los cristianos de los ataques de sus enemigos.
Echando mano de los mismos argumentos de la recta filosofía, mostraron a los
hombres de su mundo que, en último término, la auténtica filosofía se encuentra en
Jesucristo, Verdad y Camino único para encontrar la felicidad.

Los Padres de la Iglesia, valiéndose de la cultura de su tiempo y teniendo en


cuenta los ambientes sociales en los que se movieron, nos ofrecen un magnífico
ejemplo a la hora de trabajar por la inculturación de la fe. Todos recordamos bien
cómo el llorado Pablo VI, en su Exhortación Apostólica «Evangelii nuntiandi» acerca
de la evangelización del mundo contemporáneo, insistió en la necesidad de
evangelizar la cultura y las culturas del hombre (n. 20).

3. Por otra parte, el trabajo de los Santos Padres y su actividad solícita en defensa de la
fe cristiana, facilitó la celebración de los primeros Concilios Ecuménicos, en los que
ellos mismos tuvieron una presencia activa. En aquellos concilios, gracias a su
trabajo y a sus esfuerzos frente a las herejías primeras, quedaron definidas como
dogmas de fe las verdades fundamentales de nuestro Credo cristiano.

Respecto a la Sagrada Escritura, los Padres no sólo trabajaron para


conservarnos con toda fidelidad el texto sagrado, sino que nos han enseñado a leerlo
con atención, descubriéndonos su sentido. Y no sólo el sentido literal e histórico, sino
también el sentido espiritual en sus tres aspectos: alegórico, moral y anagógico. Son
ellos los que nos ayudan a leer los libros de la Sagrada Escritura, de forma que esa
lectura sea para nosotros la base de toda nuestra vida moral y ascética; y nos prepare
seriamente para el ejercicio de nuestra cooperación al ministerio pastoral de la
Iglesia en el servicio de la Palabra.

Fueron los Padres los que pusieron las bases para los estudios teológicos
posteriores. Tanto la exégesis bíblica, como la teología dogmática, no hubieran sido
posibles sin ellos. Y es precisamente a ellos, a quienes hemos de acudir, siempre que
sea necesario corregir desorientaciones en las formas de abordar el estudio de las
ciencias sagradas.
El testimonio de las Escrituras

4. Descendiendo al ejercicio del ministerio pastoral, digamos que el primero de todos


es el servicio de la Palabra. Este ministerio tiene tres momentos y formas distintas, en
relación con las necesidades de los oyentes. Lo primero es la evangelización o
anuncio del Evangelio a los que aún no lo conocen o están alejados de la fe. Después,
a cuantos lo aceptan, una vez convertidos, es necesario catequizarlos
convenientemente para que, conociendo los misterios revelados, puedan vivir la
vida cristiana. Finalmente, aquellos que tienen una seria formación y tratan de
acoplar su vida al Evangelio de Jesucristo, necesitan también escuchar con asiduidad
la Palabra de Dios, predicada en forma de homilía por sus pastores, para mantener
en alto su espíritu cristiano.

Pues bien, si se leen con atención los escritos de los Santos Padres, tanto sus
obras apologéticas como las didácticas -en especial, sus homilías, sermones y
catequesis-, se constata la fidelidad con que llevaron a cabo su servicio de la Palabra.
Partiendo siempre de la Palabra de Dios, ellos sabían predicarla y enseñarla
conforme a las necesidades de quienes les escuchaban.

Sus catequesis para cuantos, convertidos a la fe cristiana por su predicación,


pedían el bautismo y su incorporación a la Iglesia abarcan, con notable equilibrio,
tanto el dogma como la moral y la liturgia. Especial interés ofrecen sus catequesis
mistagógicas, con las que introducían a los ya iniciados en el conocimiento personal
de los misterios recibidos con los sacramentos de la Iniciación Cristiana.

En todo caso, tanto sus sermones, como sus catequesis y sus homilías, tienen
dos notas importantes: son cristocéntricas y ponen de manifiesto su unión y amor a
la Iglesia. Gracias a ellas, la espiritualidad de los Padres viene a ser para nosotros,
después de Jesucristo y los Apóstoles, el gran ideal. Cuantos aspiran a la perfección
de su vida cristiana, lo mismo religiosos que laicos, tienen en la lectura y meditación
de sus escritos, junto con la de la Sagrada Escritura, el mejor medio para su propia
santificación. De manera muy especial, para los sacerdotes y pastores de la Iglesia.
Ya decía San Ignacio de Antioquía en su carta a Policarpo: A los hombres del pueblo
háblales al estilo de Dios. Y San Agustín, en uno de sus sermones: Pierde el tiempo
predicando exteriormente la Palabra de Dios, quien no es oyente de ella en su interior (179,1).

5. Es manifiesto el interés de la Iglesia por los Santos Padres, sobre todo en nuestro
tiempo, y la preocupación porque su lectura y estudio sean viva realidad,
fundamentalmente en el caso de los sacerdotes y de cuantos se preparan para el
sacerdocio.

Ya el Concilio de Calcedonia, el IV ecuménico celebrado en el año 451, al


definir las dos naturalezas de Cristo frente al monofisitismo, iniciaba su declaración
así:
El testimonio de las Escrituras

«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que
ha de confesarse a uno sólo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la hu-
manidad...» (Denz. 148)

Más tarde, en el 553, el Concilio II de Constantinopla, hablando de la


tradición eclesiástica, afirma:

«Confesamos mantener y predicar la fe dada desde el principio por el


grande Dios y Salvador nuestro Jesucristo a sus Santos Apóstoles y por
éstos predicada en el mundo entero; también los Santos Padres y, sobre
todo, aquellos que se reunieron en los cuatro santos concilios la
confesaron, explicaron y transmitieron a las santas Iglesias. Estos
Padres seguimos y recibimos por todo y en todo...» (Denz. 212)

Y el Concilio de Trento, en su Sesión IV en abril de 1546, tratando de la


Vulgata y el modo de interpretar la Escritura, se refiere a los Santos Padres al decir:

«Además, para reprimir los ingenios petulantes, decreta que nadie,


apoyado en su prudencia, sea osado a interpretar la Escritura Sagrada,
en materias de fe y costumbres, que pertenecen a la edificación de la
doctrina cristiana, retorciendo la misma Sagrada Escritura, conforme al
propio sentir, contra aquel sentido que sostuvo y sostiene la santa
madre Iglesia, a quien atañe juzgar del verdadero sentido e
interpretación de las Escrituras Santas, o también contra el unánime
sentir de los Padres...» (Denz. 786)

Finalmente, el Vaticano I, hablando así mismo de la interpretación de la


Sagrada Escritura, nos dice:

«... Ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel


que sostuvo y sostiene la santa Madre Iglesia, a quien toca juzgar del
verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas; y, por
tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Escritura Sagrada contra
este sentido, ni tampoco contra el sentir unánime de los Padres.»
(Denz. 1788)

Pero ha sido el Concilio Vaticano II el que ha subrayado una y otra vez la


importancia de la obra de los Padres para la vida de la Iglesia, de manera especial
para los sacerdotes. Ya en la Constitución «Lumen Gentium», al tratar de las prerroga-
tivas de la Virgen María, la Madre de Dios, nos dice:
El testimonio de las Escrituras

«Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un ins-
trumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a
la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San
Ireneo, "obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma
y para todo el género humano"». Por eso, no pocos Padres antiguos
afirman gustosamente con él en su predicación que "el nudo de la
desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo
atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen
María mediante su fe"; y, comparándola con Eva, llaman a María "Ma-
dre de los vivientes", afirmando aún con mayor frecuencia que "la
muerte vino por Eva, la vida por María".» (LG 56)

Con especial interés se nos habla de la obra de los Padres en la Constitución


«Dei Verbum». Citamos, a continuación, dos textos:

«Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta


Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la
Iglesia que cree y ora. La misma Tradición da a conocer a la Iglesia el
canon de los Libros Sagrados y hace que los comprenda cada vez mejor
y los mantenga siempre activos»(DV 8)

«La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu


Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura
para alimentar constantemente a sus hijos con la palabra de Dios; por
eso fomenta el estudio de los Padres de la Iglesia, orientales y
occidentales, y el estudio de la Liturgia.» (DV 23)

Luego, en dos decretos, «Optatam totius» sobre la formación sacerdotal y


«Presbiterorum ordinis» sobre el ministerio de los presbíteros, también hace alusión al
conocimiento de los Padres:

«la ciencia del ministro sagrado debe ser sagrada, porque se toma de
fuente sagrada y a fin sagrado se ordena. Así, pues, sáquese
primeramente de la lección y meditación de la Sagrada Escritura, pero
nútrase también fructuosamente del estudio de los Santos Padres y
Doctores y de los otros monumentos de la Tradición.» (PO 19)

«Dispóngase la enseñanza de la teología dogmática de manera que en


primer lugar se propongan los temas bíblicos; explíquese a los alumnos
la contribución de los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente a la
El testimonio de las Escrituras

transmisión fiel y al desarrollo de cada una de las verdades de la


revelación,» (OT 16)

Y todavía, al tratar el tema del ecumenismo, vuelve el Concilio a insistir en


sus recomendaciones sobre el estudio de los Santos Padres. Recordamos dos pasajes
del decreto «Unitatis redintegratio»:

«Por lo cual se recomienda encarecidamente que los católicos acudan


con mayor frecuencia a estas riquezas espirituales de los Padres del
Oriente, que levantan a todo el hombre a la contemplación de lo
divino.» (UR 15)

«En cuanto a las auténticas tradiciones teológicas de los orientales, hay


que reconocer que están arraigadas de modo manifiesto en las
Sagradas Escrituras, se fomentan y se vigorizan con la vida litúrgica, se
nutren de la viva tradición apostólica y de las enseñanzas de los Padres
orientales y de los autores espirituales, tienden hacia una recta
ordenación de la vida; más aún, hacia una contemplación cabal de la
verdad cristiana.» (UR 17)

No es de extrañar que este interés de la Santa Iglesia, manifiesto en todos


estos textos del Concilio Vaticano II, se nos haya recordado en el postconcilio con
tres documentos importantes de la Sgda. Congregación para la Educación Católica.
Están dirigidos concretamente a la importancia del conocimiento y estudio de los
Santos Padres por parte de los que se preparan a la recepción del Presbiterado.

El primero de ellos fue publicado en el año 1970. Se titula «Ratio fundamentalis


institutionis sacerdotalis». El segundo es una aplicación del anterior sobre «La
formación de los futuros sacerdotes», publicado en 1976. Y el tercero, dedicado
exclusivamente al estudio de los Padres de la Iglesia, lleva por título «Instrucción
sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal». Publicado en Roma
en 1989, viene a insistir en la importancia de la patrística para los futuros sacerdotes
y orienta sobre el método de su estudio.

6. La estructura que se ha dado a esta Antología de Textos Patrísticos y que aparece


claramente en el Indice de la misma, está motivada por una convicción de la propia
experiencia: todo se centra en Jesucristo y a Jesucristo se reduce todo el contenido.

El ejercicio de la predicación y de la catequesis, durante más de cincuenta


años, me ha convencido de que la predicación cristiana ha de tener siempre su centro
El testimonio de las Escrituras

en la persona de Jesucristo de forma manifiesta. No en vano fue Él quien lo advirtió


en su Evangelio: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar (Mt 11,27). Y luego S. Pablo, por su parte, nos lo ha confirmado con toda cla-
ridad, cuando escribe: Porque no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste
crucificado (1Cor 2,2).

Es más, al leer y releer las obras de los Santos Padres, acaba uno viendo
claramente que toda su predicación estaba orientada a la luz de estas afirmaciones.
Las obras de Dios, Creador y Salvador, son presentadas en la persona de Jesucristo y
de su obra. Lo mismo que todo el dogma, la moral y la ascética cristiana.

En consecuencia, el contenido de esta Antología va ordenado en tres partes: el


Misterio de Jesucristo, el Evangelio de Jesucristo y la Iglesia de Jesucristo. Pienso que, de
esta forma, el manejo de la obra queda facilitado, a la hora de buscar los temas pre-
dicables. No obstante, se añade al final un Indice bíblico y un Indice de temas.

En cuanto a la versión española de los textos, me he valido de la «Biblioteca


de Autores Cristianos». Para recoger otros textos, me ha servido la colección
«Sources Chretiennes» y la italiana «Collana di Texti Patristici». Para los que no se
encuentran en dichas colecciones, he acudido a las lecciones de la «Liturgia de las
Horas». En algunos casos, he traducido de la «Patrología Latina y Griega» (MIGNE).

Sólo resta manifestar aquí mi agradecimiento sincero a cuantos me animaron


a poner manos a esta obra y me ayudaron después a llevar a cabo el trabajo, sin
necesidad de poner aquí sus nombres, pues todos son amigos íntimos y sacerdotes.
A ellos y a cuantos se sirvan de ella mi amor en Cristo Jesús.

¡Haga el Señor que el recuerdo de estos textos y orientaciones de la Santa


Madre Iglesia nos contagien de su amor a los Santos Padres, de forma que,
familiarizados progresivamente con ellos, acertemos a seguir sus ejemplos y los
hagamos realidad en el cumplimiento de nuestros deberes como ministros y pastores
de Jesucristo!
El testimonio de las Escrituras

PRIMERA PARTE: EL MISTERIO DE JESUCRISTOError! Reference


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I. El testimonio de las Escrituras

«Jesús les dijo: Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el


poder de Dios» (Mt 22,29).

«¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras de que así debe


suceder?» (Mt 26,54).

«Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escri-
turas» (Lc 24,45).

«Investigad las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas
son las que dan testimonio de mí;» (Jn 5,39).
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defined.1 Cómo leer las Sagradas Escrituras.- «Si uno lee con atención las
Escrituras, encontrará que hablan de Cristo y que prefiguran la nueva vocación.
Porque Él es el tesoro escondido en el campo (Mt 13,44), es decir, en el mundo, ya que el
campo es el mundo (Mt 13,38); tesoro escondido en las Escrituras, ya que era indicado
por medio de figuras y parábolas que no podían entenderse según la capacidad
humana, antes de que llegara el cumplimiento de lo que estaba profetizado, que es el
advenimiento de Cristo. Por esto se dijo al profeta Daniel: Cierra estas palabras y sella
el libro hasta el tiempo del cumplimiento, hasta que muchos lleguen a comprender y abunde el
conocimiento. Porque cuando la dispersión habrá llegado a su término, todo esto será
comprendido (Dan 12,4-7). Y también Jeremías dice: En los últimos tiempos entenderán
estas cosas (Jer 23,20)./.../. Por esta razón, cuando los judíos leen la Ley en nuestros
tiempos, se parece a una fábula, pues no pueden explicar todas las cosas que se
refieren al advenimiento del Hijo de Dios como hombre. En cambio, cuando la leen
los cristianos, es para ellos un tesoro escondido en el campo, que la cruz de Cristo ha
revelado y explanado; con ella, la inteligencia humana se enriquece y se muestra la
sabiduría de Dios manifestando sus designios sobre los hombres, prefigurándose el
reino de Cristo y anunciándose de antemano la herencia de la Jerusalén santa. En
ella, se preanuncia que el hombre progresará tanto en el amor de Dios, que podrá
incluso ver a Dios y oír su palabra, y que con el oído de su voz recibirá la gloria, que
los demás hombres no podrán poner sus ojos en su rostro glorificado, como dice
Daniel: Los que hayan entendido, brillarán como el resplandor del firmamento, y entre mu-
chos justos como las estrellas en el firmamento por los siglos y aún más (Dan 12,3). Así,
pues, si uno lee las Escrituras de la manera dicha (que es la manera que enseñó a los
discípulos el Señor después de su resurrección de entre los muertos, mostrándoles
con las mismas Escrituras que convenía que el Cristo padeciese y así entrara en su
gloria, predicándose la remisión de los pecados en todo el mundo), será un discípulo
perfecto, semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas viejas y
nuevas.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 4,26,1)

2 Actualidad de la Escritura Sagrada.- «/.../ nosotros sabemos que la Escritura no se


ha redactado para contarnos historias antiguas, sino para nuestra instrucción
saludable; también comprendemos que lo que se nos acaba de leer es siempre actual,
y no solamente en el mundo que figura a Egipto, sino en cada uno de nosotros.
Busquemos, pues, por qué el rey de Egipto, que es el príncipe de este mundo, no quiere
dejar vivir a los varones, sino a las mujeres. Si lo recordáis, nosotros hemos enseñado
en nuestras pláticas que la mujer representa la carne y las afecciones carnales,
mientras que el hombre es el sentido razonable y el espíritu inteligente.»
(ORIGENES, Homilías sobre el Éxodo, 2,1)
Jesucristo, el Hijo de Dios

3 Sentidos de las Sagradas Escrituras.- «Busquemos también el sentido moral, que nos
es muy útil. Nosotros dejamos Egipto en una marcha de tres días, si guardamos tal
pureza de cuerpo y de alma que, según las palabras del Apóstol, nuestro cuerpo y
nuestra alma se conserven irreprochables hasta la parusía de Jesucristo (1Tes 5,23).
Nosotros dejamos Egipto por una marcha de tres días, desprendiendo nuestra razón,
nuestra naturaleza y nuestro sentido moral de las cosas del mundo, para aplicarlos a
los mandamientos divinos. Dejamos Egipto en tres días, cuando purificamos
nuestras palabras, nuestras acciones y pensamientos -pues éstas son las ocasiones de
pecar-, llegando a ser limpios de corazón para ver a Dios (Mt 5,8).» (ORIGENES,
Homilías sobre el Éxodo, 3,3)

4 Sentidos histórico y espiritual.- «Conviene distinguir las maneras de entender las


Escrituras divinas, a saber: Una, de forma que los más simples sean edificados, por
así decirlo, con el cuerpo mismo de las Escrituras -así designamos el entendimiento
común e histórico-; los que ya comenzaron a progresar y pueden penetrar algo más,
que se edifiquen con el alma misma de la Escritura; y los que son perfectos, semejan-
tes a aquellos de quienes dice el Apóstol: hablamos de sabiduría entre los perfectos, no de
sabiduría de este mundo, ni de los jefes de este mundo, condenados a perecer, sino que habla-
mos de una sabiduría de Dios, encarnada en el misterio, la escondida, la que predestinó Dios
antes de los siglos para gloria nuestra (1Cor 2,6-7). Éstos, como por el Espíritu, son
edificados por la misma ley espiritual, que lleva consigo la sombra de los bienes
futuros. Así como decimos que el hombre consta de cuerpo y alma, y espíritu, así
también la Santa Escritura, que nos ha sido concedida con divina generosidad para
la salvación de los hombres.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, IV,11)

5 La vara de Aarón y el sacerdocio.- «Por las cosas que siguen de la vida de Moisés, la
historia nos enseña que el sacerdocio no es algo humano, sino divino. Y nos lo
enseña de este modo: Moisés recibió las varas de cada una de las tribus y escribió en
ellas los nombres de los que se las entregaban, y las puso en el Tebernáculo. Pues
creía firmemente que, por la vara que cada uno había entregado, se manifestaría,
desde arriba, la gracia del sacerdocio. Hecho lo cual, las varas de los otros permane-
cieron como estaban, mientras la vara de Aarón había florecido; había retoñado, había
florecido y echado almendras (Núm 17,16-25).
25. ¿Ves cómo nos instruye la divina providencia, por todas partes reflejada
en la historia de esta peregrinación? Con aquel fruto que dio la vara de Aarón se nos
dice cómo debe ser la vida del sacerdote: Debe ser áspera, continente y dura en lo
exterior; más interiormente, en lo oculto, ha de encerrar un alimento agradable, que
se manifiesta cuando la almendra está madura, se seca la piel que la envuelve y se
rompe la cáscara leñosa.» (S. GREGORIO DE NISA, Libro de la vida de Moisés, 24-
25)
Jesucristo, el Hijo de Dios

6 Profundidad del Evangelio.- «Cierto que a muchos les parece fácil comentar el
Evangelio y que la dificultad está en los profetas; pero pensar así, propio es de
quienes desconocen la profundidad de pensamientos que en el Evangelio se
contiene. Por eso os exhorto a que me sigáis con mucho empeño, a fin de entrar en el
piélago mismo de las Escrituras, si es que Cristo se digna guiarnos en esta entrada.»
(S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 2,5)

7 La lectura de la Escritura y nuestro provecho espiritual.- «Así, pues, cuando se


narra la creación del mundo, Dios es conocido en su acción creadora. Cuando oímos
que Henoc fue trasladado por Dios (Gén 5,24), comprendemos que el hombre es
inmortal. Cuando Lot se libra en el incendio de las cinco ciudades (Gén 19),
aprendemos que Dios se cuida de los inocentes. Cuando, por haber mirado hacia
atrás contra el mandato de Dios, su mujer quedó convertida en estatua de sal, se nos
advierte, por el temor que inspira este ejemplo, que hay que obedecer las órdenes de
Dios. Cuando conocemos que los pecados de los Amorreos van a ser castigados (Gén
15,16), conocemos la justicia y la misericordia de Dios, ya que su consideración nos
deja un plazo para abstenernos de nuestros pecados; y que, por su decreto, la
venganza está aplazada hasta la consumación de nuestros crímenes.» (S. HILARIO
DE POITIERS, Tratado de los Misterios, 2,12)

8 Utilidad de la Historia Sagrada para el cristiano.- «A la verdad, el orden de las


generaciones, la elección de Abraham, el nacimiento de los patriarcas, la esclavitud
del pueblo, la muerte de los egipcios, la división de las aguas del mar, la lluvia del
maná, la institución de la Ley, la ordenación de los sacrificios, el tiempo de los
Jueces, las historias de los Reyes, la marcha del pueblo al cautiverio, la visión de los
santos, los anuncios y advertencias de los profetas: todo esto, ¡en qué medida es
necesario para nuestro conocimiento!
Todos los acontecimientos que hemos recordado anteriormente nos hacen
conocer, a partir del Padre que es Dios, al Hijo que es igualmente Dios, Jesucristo,
Dios y hombre. Cuando Dios ordena y cuando actúa en la creación del mundo;
cuando el hombre es formado sobre el modelo de una imagen viviente (Gén 1,26-27);
cuando el Señor hace llover desde el cielo azufre y fuego (Gén 19,24) /.../; cuando
Abraham ve un hombre y adora a Dios (Gén 18,2); cuando Jacob luchó con un
hombre y, deteniendo al hombre, es bendecido por Dios (Gén 32,25-30); cuando
Nabucodonosor, que no había arrojado en el horno de fuego más que tres hombres,
ve allí un cuarto, parecido a los hijos de Dios (Dan 3,24-25); cuando la virgen da a luz
al Emmanuel, aquel que es Dios con nosotros (Is 7,14) /.../.
Convenía, pues, que estas realidades figuradas por todos los acontecimientos,
conocidos y cumplidos en Él sólo, hayan sido conservadas en la memoria por los
escritos y los libros sellados, para que la posteridad, instruida con los aconteci-
Jesucristo, el Hijo de Dios

mientos anteriores, contemple el presente en el pasado y venere también ahora el


pasado en el presente.» (S. HILARIO DE POITIERS, Tratado de los Misterios, 2,13-
14)

9 Iniciación cristiana de los neófitos.- «Os hemos dado a diario instrucciones morales,
al tiempo que se leía, bien la historia de los patriarcas, bien las máximas de los
Proverbios, a fin de que, formados e instruidos por ellas, vosotros os acostumbréis a
entrar por los caminos de nuestros padres, a seguir su camino y a obedecer los
oráculos divinos; y así, una vez renovados por el bautismo, adoptéis el género de
vida conveniente a quienes han sido purificados.» (S. AMBROSIO, Tratado de los
Misterios, 1)

10 Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.- «Cumplo con mi deber obedeciendo los
preceptos de Cristo, que dice: Estudiad las Escrituras (Jn 5,39) y también buscad y
encontraréis (Mt 7,7), para que no tenga que decirme como a los judíos: Estáis muy
equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios (Mt 22,29). Pues si,
como dice el Apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el
que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se
sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.» (S. JERONIMO, Comentario al
profeta Isaías, prólogo)

11 Interpretación alegórica de las profecías.- «Envía al Cordero, soberano de la tierra, desde


la Peña del Desierto al monte de la hija de Sión (Is 16,1).
Lo que interpretamos no es Historia, sino profecía. Toda profecía está
envuelta en enigmas y sentencias aisladas, mientras va de una cosa a otra; porque, si
la Escritura conservara siempre el orden, no habría vaticinio, sino narración. El sen-
tido es éste: ¡Oh Moab!, sobre la que se mostrará cruel el león y de la que, por cierto,
ni las reliquias se podrán salvar. Ten esta alegría: de ti saldrá el Cordero inmaculado
que quite el pecado del mundo y domine el orbe de la tierra. De la piedra del
desierto, esto es, de Rut, viuda por la muerte de su marido, casada con Booz,
engendró a Obed, y de Obed, Jesé; y de Jesé, David; y de David, Cristo.» (S.
JERONIMO, Comentario al profeta Isaías)

12 «El cántico nuevo en la ciudad nueva».- «Aquel día se cantará este canto en el país de
Judá: Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes (Is 26,1).
Finalmente, los santos que no querían cantar el cántico de Jerusalén en tierra
extranjera, dicen: ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! (Sal 136,4).
Pienso que el cántico es aquel que se pide a los santos en otro pasaje: cantad al Señor
un cántico nuevo (Sal 95,1). Este cántico será: La ciudad de nuestra fortaleza, el Salvador.
Jesucristo, el Hijo de Dios

¿Qué ciudad es ésta? La que no puede ocultarse por estar situada en el monte (Mt
5,14). Y de la que en otro sitio está escrito: El correr de las acequias alegra la ciudad de
Dios (Sal 45,5). Y también: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! (Sal 86,3). El
fundador de esta ciudad es aquel de quien habla el Padre: La ciudad de nuestra
fortaleza es el Salvador, esto es, Jesús. Y se pondrán en ella un muro y unos baluartes:
el muro de las buenas obras, el antemuro de la fe recta, para que sea defendida con
doble defensa. No basta tener el muro de la fe, si esta fe no está confirmada con
obras buenas.» (S. JERONIMO, Comentario al profeta Isaías)

13 El sentido anagógico de la Escritura.- «Ni aún dijeron: "¿En dónde está el Señor, el que
nos ha subido del país de Egipto, el que nos ha conducido a través del desierto, por tierra de
estepa y barrancos, por tierra sedienta y tenebrosa, tierra por donde nadie transita y donde no
habita hombre alguno?" (Jer 2,6).
/.../ Lo cual, siendo manifiesto en el sentido histórico, debemos considerarlo
anagógicamente: Mientras estamos en este mundo y somos sacados de Egipto,
ascendemos poco a poco. Primero, pasamos el desierto y la tierra inhabitable, que el
santo no debe habitar; tierra intransitable, que presenta la dificultad del camino.
Tierra sedienta, donde siempre deseamos cosas mejores y no estamos contentos con
las presentes. Bajo la imagen o sombra de la muerte. Siempre, pues, permanecemos en
peligro y el diablo nos tiende sus lazos por todas partes; tierra donde no había hombre
alguno, que es Cristo, de edad perfecta. Por donde claramente se ve que en el camino
no hay perfección, sino al final de la vida, en la mansión que se prepara a los santos,
a los que se dice: Los que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios
(Sal 133,1).» (S. JERONIMO, Comentario al profeta Jeremías)

14 La comida de los libros sagrados, dulce como la miel.- «Hijo de hombre, alimenta tu
vientre y llena tus entrañas con este rollo que yo te doy. Lo comí y resultó en mi boca dulce
como la miel (Ez 3,3).
Cuando comemos el libro del Señor, con la asidua meditación en el tesoro de
nuestra memoria, se llena nuestro vientre espiritual y se hartan nuestras entrañas.
Para que tengamos entrañas de misericordia, con el Apóstol Pablo (Col 3,12), y se llene
el vientre del que habla Jeremías: ¡Mis entrañas, mis entrañas!, ¡me retuerzo de dolor en
las paredes de mi corazón! (Jer 4,19).
Y lo comí y resultó en mi boca dulce como miel. Habla David: Qué dulce al paladar
tu promesa, más dulce que miel en la boca (Sal 118,103). Y en otra parte: Los mandamientos
del Señor son verdaderos y enteramente justos; más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila (Sal 18,10-11). Sansón encontró en la boca
del león un panal de miel (Jue 14,8). Y Jesucristo, después de su resurrección, comió
parte de un pez asado y miel (Lc 24,42-43).» (S. JERONIMO, Comentario al profeta
Ezequiel)
Jesucristo, el Hijo de Dios

15 Sentidos de la Sagrada Escritura.- «Marchad a Betel y pecad en Gilgal, aumentad los


pecados, ofreced de mañana sacrificios, cada tres días vuestros diezmos. Incensad el pan sin
levadura en acción de gracias, proclamad ofrendas hechas por voto; que eso es lo que os gusta,
hijos de Israel -oráculo del Señor- (Am 4,4-5).
/.../ Debemos entender la Sagrada Escritura, primero según la letra,
cumpliendo moralmente las cosas que están mandadas. Después alegóricamente,
esto es, según la inteligencia espiritual. Finalmente, según la bienaventuranza de las
cosas futuras. Vosotros, dice, despreciando el día primero y el segundo, os arregláis
sin fundamento ciertas imaginaciones espirituales y ponéis techo sobre las paredes.
No son esto los herejes, de los cuales y a los cuales se dice que se contentan con el
propósito de su impiedad; sino que leyeron fuera, apartándose de la Iglesia de Dios,
y se empeñan y esfuerzan en conciliar sus confesiones y testimonios con cada uno de
los dogmas que inventaron en su perverso corazón. Ofrecieron sacrificios de pan
fermentado, del cual se dice en el Evangelio: Guardaos del fermento, esto es, de la
doctrina de los fariseos (Mt 16,6). E hicieron esto no por ignorancia, sino a propósito;
no por voluntad casual, sino por amor de los malos.» (S. JERONIMO, Comentario al
profeta Amós)

16 Sencillez de la Escritura y de su predicación.- «Sé que todo esto resulta pesado para
el lector; pero el que trata de las letras hebreas no tiene por qué ir a buscar
argumentos en Aristóteles, ni derivar un riachuelo del río de la elocuencia tuliana, ni
halagar los oídos con las florecillas de Quintiliano y con una declamación escolar.
Aquí se requiere un discurso pedestre que se de la mano con el hablar ordinario y no
huela a aceite; que explique el asunto, aclare el sentido, ilumine lo oscuro y no se
pierda en el follaje de la compostura de las palabras. Sean otros elocuentes, sean
alabados como quieren, hinchen los carrillos y declamen espumantes palabras. Para
mí, bástame hablar de manera que se me entienda, y, pues trato de las Escrituras,
quiero imitar la sencillez de las Escrituras.» (S. JERONIMO, Cartas, 36,«a Dámaso,
Papa»)

17 El N.T. oculto en el Antiguo; y el A.T. manifiesto en el Nuevo.- «Es evidente que


no sólo toda la Ley y los Profetas penden de estos dos mandamientos: amor a Dios y
amor al prójimo (Mt 21,40) -como hasta el momento de su venida lo afirma el Señor-.
Sino también cualquier otro libro que, para nuestra salud, fue posteriormente escrito
y conservado. De modo que en el A.T. está oculto el Nuevo, y en el N.T. está
revelado el Antiguo.» (S. AGUSTIN, Tratado catequístico, 1,4,8)

18 Misterio del Antiguo Testamento.- «Éste es el misterio del Antiguo Testamento,


donde latía el Nuevo. Allí se prometían y daban bienes terrenos, pero los espirituales
Jesucristo, el Hijo de Dios

de entonces entendían y predicaban, aunque aún no abiertamente, que aquellos


bienes temporales eran figura de la eternidad, y en qué dones de Dios se hallaba la
verdadera felicidad.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 4,33)

19 Antiguo y Nuevo Testamento.- «Todo respira novedad, y el Viejo Testamento hace


presente al Nuevo. ¿Qué es el Viejo Testamento sino la ocultación del Nuevo; y qué
el Nuevo sino la manifestación del Viejo?» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 16,26,2)

20 Los Padres del Antiguo y del Nuevo Testamento.- «Sigue: Y el umbral de la puerta
junto al vestíbulo de la puerta interior medía una caña (Ez 40,8).
Con hacer mención de que el umbral, que ahora se describe, está junto al
vestíbulo de la puerta interior, se muestra claramente que el umbral que antes se ha
descrito fue el exterior.
Más, si la puerta es el Señor, averigüemos cuál sea el umbral interior y el
exterior de la puerta. Y pues todos entran por le umbral de la puerta, ¿cuáles son
estos dos umbrales sino los Padres del Antiguo Testamento y los Padres del Nuevo
Testamento? Y, por cierto, no sólo aquellos de quienes el Señor se dignó encarnar,
sino todos los Padres del Antiguo Testamento fueron umbrales de esta puerta.
Porque todos los que merecieron predicarle y esperar en Él descubrieron, a cuantos a
Él vinieron, el acceso a la fe, para que todo el que creyera en el Señor como que
pasaría ya de este umbral a la puerta /.../.
También el umbral exterior designa rectamente a los Padres que, de tiempo en
tiempo, vivieron más alejados de la encarnación de nuestro Redentor. Pues,
ciertamente, desde la muerte de Abel, comenzó ya la pasión de la Iglesia, porque una
sola es la Iglesia de los elegidos que precedieron y la de los que siguen /.../.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 2,15)

21 La Sagrada Escritura, espejo en que mirarnos.- «La Sagrada Escritura, así como un
espejo, se nos pone a los ojos del alma para que nuestra cara interior se vea en ella.
En este espejo conocemos la fealdad y también la hermosura de nuestras cosas; allí
sentimos cuánto aprovechamos; allí conocemos cuán lejos estamos del provecho;
cuenta los hechos victoriosos de los santos y provoca los corazones de los enfermos a
imitarlos. Y, cuando cuenta las victorias de ellos, esfuerza nuestras flaquezas contra
las batallas de los vicios; y con las palabras de ella sucede que, cuanto más el alma
vea delante de sí las victorias de los fuertes varones pasados, tanto menos temor
tendrá entre sus peleas. Algunas veces, no solamente nos afirma en las virtudes de
ellos, sino que nos muestra también sus caídas, para que, imitándolos, tengamos qué
tomar en sus victorias y, en sus caídas, consideremos lo que hemos de temer.» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados Morales sobre el libro de Job, 2,1)
Jesucristo, el Hijo de Dios

II. Jesucristo, el Hijo de DiosError! Reference source not found.

«En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la


Palabra era Dios» (Jn 1,1).

«Tú eres mi Hijo amado, en ti me agradé» (Mc 1,11).

«Respondió Simón Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo"» (Mt
16,16).
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defined.22 El nombre de Jesucristo.- «Este nombre, que ha de ser glorificado entre
las naciones (Mal 1,11), no es otro que el de nuestro Señor, por el cual es glorificado
el Padre y también el hombre. Y, si el Padre se refiere a su nombre, es porque, en
realidad, es el mismo nombre de su propio Hijo y porque el hombre ha sido hecho
por Él. Del mismo modo que un rey, si pinta una imagen de su propio hijo, con toda
propiedad podría llamar suya aquella imagen por la doble razón de que es la imagen
de su hijo y de que es él quien la ha pintado, así también el Padre afirma que el
nombre de Jesucristo, que es glorificado por todo el mundo en la Iglesia, es suyo,
porque es el de su Hijo y porque Él mismo, que escribe estas cosas, lo ha otorgado
para la salvación del mundo.
Por lo tanto, puesto que el nombre del Hijo es propio del Padre y la Iglesia
ofrece a Dios todopoderoso, por Jesucristo, con razón dice por este doble motivo: En
todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre y una ofrenda (Mal 1,11). Y Juan, en
el Apocalipsis, nos enseña que el incienso es las oraciones de los santos (Ap 5,8).» (S.
IRENEO, Contra las herejías, 4,17,6)

23 Jesucristo, Imagen de Dios.- «¿Cuál es, pues, la otra imagen de Dios, a semejanza de
la cual ha sido hecho el hombre, sino nuestro Salvador? Él es el primogénito de toda la
creación (Col 1,15), de él se ha escrito que es resplandor de la luz eterna e imagen clara de
la sustancia de Dios (Heb 1,3); el que también dice de sí mismo: Yo estoy en el Padre y el
Padre está en mí y Quien me ha visto a mí, ha visto también al Padre (Jn 14,10 y 9). En
efecto, como el que ve la imagen de alguien ve a aquel cuya es la imagen, así
también, mediante el Verbo de Dios (Jn 1,1), que es la imagen de Dios, ve a Dios.»
(ORIGENES, Homilías sobre el Génesis, 1,13)

24 Jesucristo, señal propuesta por Dios.- «Dice la palabra: Pide al Señor, tu Dios, una
señal, o de abajo en lo profundo o de arriba en lo alto (Is 7,11). Ha sido propuesto como
señal mi Señor Jesucristo. Ésta es la señal que se manda que pida para Él en lo
profundo o en lo excelso. En lo profundo, ciertamente, porque el que descendió es
Él. En lo alto también, porque Él mismo es el que ascendió sobre todos los cielos.
Pero a mí, este signo propuesto en lo profundo y en lo excelso, mi Señor
Jesucristo, nada me aprovecha, si no se hace para mí el misterio de su altura y de su
profundidad. Cuando yo acepte el misterio de Jesucristo, en su profundidad y en su
altura, entonces recibiré la señal conforme al mandato del Señor, y se me dirá a mí
como teniendo en mí mismo lo profundo y lo excelso.» (ORIGENES, Homilías sobre
el profeta Isaías, 2,7)
El Padre y el Espíritu

25 Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre.- «Después de considerar tales y tan grandes
cosas sobre la naturaleza del Hijo de Dios, quedamos estupefactos de extrema
admiración, al ver que esta naturaleza, la más excelsa de todas, se anonada y, de su
situación de majestad, pasa a ser hombre y a conversar con los hombres, como lo
atestigua la gracia derramada de sus labios (Sal 44,3), como lo proclama el testimonio
del Padre celestial y como se confirma por las diversas señales y prodigios obrados
por Él. Y, aún antes de hacerse presente corporalmente, envió a los profetas como
precursores y heraldos de su venida. Y, después de su ascensión a los cielos, hizo
que los santos apóstoles, hombres sacados de entre los publicanos y los pescadores,
sin ciencia ni experiencia, pero llenos de la potencia de su divinidad, recorrieran
todo el orbe de la tierra, para congregar de todas las razas y naciones un pueblo de
fieles que creyeran en él.
2. Pero de todos sus maravillosos milagros, el que más sobrepasa la capacidad
de admiración de la mente humana, de suerte que la débil inteligencia mortal no
puede ni sentirlo ni comprenderlo, es que hayamos de creer que aquella tan gran
potencia de la divina majestad, aquel mismo Verbo del Padre y la misma Sabiduría
de Dios, por la que fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles (Col 1,16),
quédase circunscrita en los límites de aquel hombre que apareció en Judea; más aún,
que la Sabiduría de Dios se metiera en el vientre de una mujer y naciera párvulo, y
diese vagidos como los niños que lloran. Finalmente, hasta se dice que, en la muerte,
se turbó, y Él mismo lo proclama diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte (Mt
26,32). Y, para colmo, que fuera llevado al género de muerte que los hombres
consideran más afrentoso, aunque luego resucitara al tercer día.» (ORIGENES,
Tratado de los Principios, II,6,1-2)

26 Jesucristo, Dios y hombre.- «El Unigénito, que era Dios y Señor de todas las cosas,
según las Escrituras, se ha manifestado a nosotros; ha sido visto en la tierra, ha
iluminado a los que estaban en tinieblas, haciéndose hombre -no en pura apariencia
¡no lo quiera Dios!-. Es una locura pensar y decir que él se había transformado en
carne por imitación y conversión; el Verbo de Dios es inmutable, permanece siempre
el mismo. Ni tampoco que su existencia sea contemporánea de su carne; él es el
Creador de los siglos /.../. Él, que es la Vida, viene de Dios, el Padre; el cual, tanto
en nuestro pensamiento como en la realidad, existe en su hipóstasis propia. Él no se
ha revestido simplemente de una carne privada de alma razonable; ha sido
realmente engendrado en una mujer, mostrándose hombre. Él es el Verbo de Dios,
viviente, subsistente y eterno con Dios Padre, tomando forma de esclavo. Como es
completo en su divinidad, es completo en su humanidad; constituido en un sólo
Cristo, Señor e Hijo /.../.
En efecto, el Hijo, coeterno a aquél que lo había engendrado y anterior a todos
los siglos, cuando tomó la naturaleza humana sin dejar su cualidad de Dios, sino
integrando el elemento humano, pudo legítimamente ser concebido como nacido de
El Padre y el Espíritu

la estirpe de David y teniendo un nacimiento humano reciente. Porque no hay sino


un sólo Hijo y un sólo Señor Jesucristo, antes que asumiera la carne y después que se
ha manifestado como hombre.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Sobre la encarnación
del Unigénito)

27 Jesucristo, Salvador.- «Vengamos a ser como Cristo, ya que Cristo es como nosotros.
Lleguemos a ser dioses por él, ya que él es hombre como nosotros. Él ha tomado lo
que es inferior, para darnos lo que es superior. Se ha hecho pobre, para que su
pobreza nos enriquezca (2Cor 8,9); ha tomado forma de esclavo (Fil 2,7), para que
nosotros recobremos la libertad (Rom 8,21); se ha bajado para alzarnos a nosotros;
aceptó la tentación, para hacernos vencedores; ha sido deshonrado para glori-
ficarnos; murió para salvarnos y subió al cielo para unirnos a su séquito, a nosotros,
que estábamos derribados a causa del pecado.» (S. GREGORIO NACIANCENO,
Sermones, 1,5)

28 Jesucristo, Hijo de Dios Padre.- «El Hijo procede de aquel Padre que tiene el ser, es
unigénito que procede del inengendrado, descendencia del Padre, viviente del
viviente. Como el Padre tiene la vida en sí mismo, también se le ha dado al Hijo
tener la vida en sí mismo. Perfecto que procede del perfecto, porque es todo entero
de aquél que es todo entero. No hay división o separación, porque cada uno está en
el otro y en el Hijo habita la plenitud de la divinidad. Es el incomprensible que
procede del incomprensible; nadie les conoce, sino ellos entre sí. Es el invisible que
procede del invisible, porque es la imagen del Dios invisible (Col 1,15) y porque el que
ve al Hijo, ve también al Padre (Jn 14,9). Uno procede del otro, porque son Padre e Hijo.
Pero la naturaleza de la divinidad no es distinta en uno y otro, porque los dos son
una misma cosa: Dios que procede de Dios. El Dios unigénito del único Dios
inengendrado. No son dos dioses, sino uno que procede de uno. No dos
inengendrados, porque el que ha nacido procede del que no ha nacido. En nada se
diferencian el uno del otro, porque la vida del viviente está en el que vive.
Estas cosas hemos alcanzado acerca de la naturaleza de la divinidad, sin
entender lo más elevado, pero dándonos cuenta de que son incomprensibles las
cosas de que hablamos. Podrás decir: De nada sirve la fe, si nada puede ser
comprendido. Al revés, el servicio que la fe proporciona es el de saber que aquello
por lo que se pregunta es incomprensible para ella.» (S. HILARIO DE POITIERS, La
Trinidad, 2,11)

29 Jesucristo, Angel de Dios; Señor y Dios.- «El que es llamado ángel de Dios, él
mismo es Señor y Dios, pues, según el profeta, el Hijo de Dios es ángel del buen
consejo (Is 9,5). Para que fuese clara la distinción de las personas, fue llamado ángel
de Dios, pues aquél que es Dios de Dios, él mismo es también el ángel de Dios. Pero
El Padre y el Espíritu

para que se le diera el honor debido, es confesado como Señor y Dios.» (S. HILARIO
DE POITIERS, La Trinidad, 4,23)

30 Jesucristo, esplendor de la luz eterna.- «El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría.
¿Qué maravilla, pues, si ha sido enviado, no porque sea desemejante al Padre, sino
porque es una emanación pura de la claridad de Dios Omnipotente (Sal 7,26). Allí el
caudal y la fuente son una misma sustancia. No como agua que salta de los veneros
de la tierra o hendiduras de la roca, sino como luz de luz. Cuando se dice esplendor de
la luz eterna, ¿qué otra cosa queremos significar sino que es Luz de luz eterna? ¿Qué
es el esplendor de la luz, sino luz? En consecuencia, coeterno a la luz de la que es
esplendor. Prefirió decir esplendor de luz a decir luz de luz, para que nadie creyese
más oscura la luz que emana que la luz de la cual emana. Al oír esplendor de luz, es
fácil imaginarlo como haz de luz, que no creer que no brille con igual claridad
(ningún hereje osó proferir tamaño absurdo, y creo que nadie se atreverá a ello),
acude solícita la Escritura a disipar nuestras dudas, declarando imposible que la luz
que emana sea más tenue que aquella de la cual emana; y así dice esplendor de aquella,
esto es, de la luz eterna; y con ello queda demostrada su igualdad /.../. Luego es
igual» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, 4,20,27)

31 Jesucristo, Sabiduría de Dios.- «Pero nuestra ciencia es Cristo; y nuestra sabiduría


es también Cristo. Él plantó en nuestras almas la fe de las cosas temporales y, en las
eternas, nos manifiesta la verdad. Por él caminamos hacia él y por la ciencia nos
dirigimos a la sabiduría, mas sin apartarnos de la unidad de Cristo, en quien se hallan
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2,3).» (S. AGUSTIN,
Tratado sobre la Santísima Trinidad, 13,19,24)

32 Creer en Jesucristo.- «Pero va mucho de creer en la existencia de Cristo, a creer en


Cristo. La existencia de Cristo también la creyeron los demonios y, con todo eso, los
demonios no creyeron en Cristo. Cree, pues, en Cristo quien espera en Cristo y ama
a Cristo. Porque, si uno tiene fe sin esperanza y sin amor, cree que hay Cristo, pero
no cree en Cristo. Ahora bien, quien cree en Cristo, Cristo viene a él y, en cierto
modo, se une a él y queda hecho miembro suyo; lo cual no es posible, si a la fe no se
le juntan la esperanza y la caridad.» (S. AGUSTIN, Sermones, 144,2)

33 Jesucristo, la Verdad y la Medida.- «Mas ¿cuál ha de ser la sabiduría digna de este


nombre sino la de Dios? Por divina autoridad sabemos que el Hijo de Dios es la sabi-
duría de Dios; y ciertamente es Dios el Hijo de Dios. Posee, pues, a Dios el hombre
feliz, según estamos de acuerdo, desde el primer día de este banquete. Pero ¿qué es
la Sabiduría de Dios sino la Verdad? Porque él ha dicho: Yo soy la Verdad. Mas la
El Padre y el Espíritu

Verdad encierra una suprema Medida, de la que procede y a la que retorna


eternamente. Y esta Medida suma lo es por sí misma, no por ninguna cosa
extrínseca. Y, siendo perfecta y suma, es también verdadera Medida. Y, así como la
Verdad procede de la Medida, así ésta se manifiesta en la Verdad. Nunca hubo
Verdad sin Medida, ni Medida sin Verdad. ¿Quién es el Hijo de Dios? Escrito está: la
Verdad. ¿Quién es el que no tiene Padre sino la suma Medida? Luego el que viene a
la suprema Regla o Medida por la Verdad es el hombre feliz. Esto es poseer a Dios,
esto es gozar de Dios. Las demás cosas, aunque estén en las manos de Dios, no lo
poseen.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la vida feliz, 4,34)

34 El nombre de Jesucristo.- «Mas entonces -tú lo sabes bien, luz de mi corazón- como
aún no conocía yo el consejo de tu Apóstol, sólo me deleitaba en aquella exhortación
el que me excitaba, encendía e inflamaba con su palabra a amar, buscar, lograr,
retener y abrazar fuertemente no ésta o aquella secta, sino la Sabiduría misma,
dondequiera estuviese. Sólo una cosa me resfriaba tan gran incendio, y era el no ver
allí escrito el nombre de Cristo. Porque este nombre, Señor, este nombre de mi
Salvador, tu Hijo, lo había yo, por tu misericordia, bebido piadosamente con la leche
de mi madre y lo conservaba en lo más profundo del corazón; y así, cuanto estaba
escrito sin este nombre, por muy verídico, elegante y erudito que fuese, no me
arrebataba del todo.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 3,4,7)

35 Jesucristo, Verbo y Sabiduría de Dios.- «Nosotros decimos que Cristo es el Verbo


de Dios, por quien todo fue hecho. Es Hijo, porque es Verbo. Y no es verbo que se
pronuncia y pasa, sino Verbo que permanece inmutablemente y sin alteración en el
Padre, inmutable, bajo cuyo régimen es gobernada toda la creación espiritual y
corporal. Él tiene la sabiduría y la ciencia. Él determina qué, cuándo y dónde le
conviene a la criatura algo conforme a su fin. Por eso, en todos los tiempos, tanto
antes de multiplicar el linaje de los hebreos, en el cual prefiguró con símbolos
convenientes la manifestación de su venida, como más tarde en el reino israelítico, y
más tarde, cuando apareció a los mortales en su carne mortal, tomada de una
Virgen, y más tarde, hasta el momento actual, en que cumple lo que antiguamente
anunció por los profetas, y finalmente, hasta el fin del mundo, en que separará a los
santos de los impíos para dar a cada uno lo suyo, ese Verbo es el mismo Hijo de
Dios, coeterno al Padre, Sabiduría inmutable, por la que fue creada toda la creación y
por cuya participación es bienaventurada toda alma racional.» (S. AGUSTIN, Cartas,
102,«a Deogracias»,11)

36 Jesucristo, el segundo Adán.- «El apóstol San Pablo nos dice que dos hombres
dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo. Dos hombres semejantes en
su cuerpo, pero muy diversos en el obrar; totalmente iguales por el número y orden
El Padre y el Espíritu

de sus miembros, pero totalmente distintos por su respectivo origen. Dice, en efecto,
la Escritura: El primer hombre, Adán, fue hecho ánima viviente; el último Adán, un espíritu
que da vida (1Cor 15,45).
Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con la
que comenzó a vivir; el último Adán, en cambio, no recibió la vida de nadie, sino que
fue el único de quien procede la vida de todos. Aquel primer Adán fue plasmado del
barro deleznable; el último Adán se formó en las entrañas preciosas de la Virgen. En
aquél, la tierra se convierte en carne; en éste, la carne llega a ser Dios.
¿Qué más podemos añadir? Éste es aquel Adán que, cuando creó al primero,
colocó en él su divina imagen. De aquél que recibiera su naturaleza y adoptara su
mismo nombre, para que aquél a quien había formado a su imagen no pereciera. El
primer Adán, en realidadl, es el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio,
pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es realmente también el
primero, como él mismo afirma: Yo soy el primero y el último (Ap 1,11).» (S. PEDRO
CRISOLOGO, Sermones, 117)

37 Jesucristo, monte y Mediador.- «Llevome en una visión divina a la tierra de Israel y


púsome sobre un monte muy elevado (Ez 40,2). ¿A quién significa este monte muy
elevado sino al Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo (1Tim 2,5)? El cual es de la
tierra, sí, pero más alto que la tierra, porque la carne del mismo Redentor nuestro
tiene la materia de lo bajo, mas por el poder sobresale en las alturas. Del cual habría
dicho poco diciendo alto, si no hubiera añadido muy; porque no sólo es hombre
superior a los hombres, sino también hecho hombre sobre los ángeles.
Por eso dice Isaías de él: En aquel día, el fruto de la tierra será ensalzado (Is 4,2);
pues nuestro Creador se hizo para nosotros fruto de la tierra, puesto que por
nosotros se encarnó. Pero ya el fruto de la tierra ha sido ensalzado, porque él, que
nació de la tierra, reina en el cielo sobre los ángeles; pues, según voz de David y de
San Pablo, todas las cosas ha sujetado a sus pies (Hech 2,8; Sal 8,7). Conque, si Dios ha
sujetado en él todas las cosas, no ha dejado alguna que no esté a él sometida.
Este monte, pues, es elevado, y mucho, porque, aunque sea de la tierra por la
naturaleza de la humanidad, es con todo incomparable por la altura de la
divinidad.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 2,13).
El Padre y el Espíritu

III. El Padre y el EspírituError! Reference source not found.

«Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce
al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a
quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27).

«El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre,


será quien os enseñará todo y os recordará cuanto yo os he dicho» (Mt
14,26).
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defined.38 Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.- «He mostrado, pues, suficien-
temente que no somos ateos; admitimos un sólo Dios, increado, eterno, impasible,
invisible, incomprensible, inmenso, que sólo puede ser alcanzado por la razón y la
inteligencia, rodeado de luz, de belleza, de espíritu, de fuerza inexplicable. Por él ha
sido creado el universo, y ha sido ordenado y se conserva por medio de su Verbo. Y
creemos que también hay un Hijo de Dios. Y que nadie tenga por ridículo eso de que
Dios tenga un Hijo. Porque no pensamos sobre Dios Padre, o sobre su Hijo, a la
manera como fantasean vuestros poetas, mostrándonos dioses que en nada son me-
jores que los hombres; sino que el Hijo de Dios es el Verbo del Padre en idea y ope-
ración, pues conforme a él y por su medio fue todo hecho, siendo uno sólo el Padre y
el Hijo. Y estando el Hijo en el Padre y el Padre en el Hijo, por la unidad y potencia
de espíritu, el Hijo de Dios es inteligencia y Verbo del Padre.
Y si, por la eminencia de vuestra inteligencia, se os ocurre preguntar qué
quiere decir "hijo", lo diré brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, no como
hecho, puesto que, desde el principio, Dios, que es inteligencia eterna, tenía en sí
mismo el Verbo, siendo eternamente racional, sino como procediendo de Dios,
cuando todas las cosas materiales eran naturaleza informe y tierra inerte, y estaban
mezcladas las más gruesas y las más ligeras, para ser sobre ellas idea y operación. Y
concuerda con nuestro razonamiento el Espíritu profético: El Señor -dice- me creó
principio de sus caminos para sus obras (Prov 8,22). Y, a la verdad, el mismo Espíritu
Santo, que obra en los que hablan proféticamente, decimos que es una emanación de
Dios, emanado y volviendo, como un rayo del sol. ¿Quién, pues, no se sorprenderá
de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre, y a un Dios Hijo y un Espíritu
Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden? /.../.»
(ATENAGORAS, Súplica en favor de los cristianos, 10)

39 Nombres divinos.- «Me dirás entonces: "Tú que ves, explícame la forma de Dios".
Escucha, hombre: La forma de Dios es inefable e inexplicable, imposible de ser vista
por ojos carnales. Porque Dios es, por su gloria, incomprensible; por su sabiduría,
inigualable; por su bondad, inimitable; por su beneficencia, inenarrable. Porque, si le
llamo Luz, nombro una hechura suya; si le llamo Palabra, nombro su principio; si le
llamo Razón, nombro su inteligencia; si le llamo Espíritu, nombro su respiración; si
le llamo Sabiduría, nombro una criatura suya; si le llamo Fuerza, nombro su poder;
si le llamo Potencia, nombro su operación; si le llamo Providencia, nombro su bon-
dad; si le llamo Reino, nombro su gloria; si le llamo Señor, le digo juez; si le llamo
Juez, le llamo justo; si le digo Padre, lo llamo todo; si le llamo Fuego, nombro su ira.
Me dirás: "¿Es que Dios se aíra?". ¡Ya lo creo! Se aíra contra los que obran mal.
Y es bueno, y benigno y misericordioso con los que le aman y le temen. Él es
La obra de la Creación

educador de los piadosos y padre de los justos, y juez y castigador de los impíos.» (S.
TEOFILO DE ANTIOQUIA, Los tres libros a Autólico, 1,3)

40 Dios Creador, distinto de las criaturas.- «Nuestro Dios no tiene principio en el


tiempo, siendo él sólo sin principio y, a par, principio de todo el universo. Dios es
espíritu, pero no el que penetra por la materia, sino el Creador de los espíritus
materiales y de las formas de la materia misma; invisible e intangible. Él es padre de
todas las cosas sensibles y visibles. Por su creación le conocemos, y lo invisible de su
poder, por su criaturas lo comprendemos.
La obra que por amor mío fue hecha por él, no la quiero adorar. El sol y la
luna fueron hechos por causa nuestra; luego, ¿cómo voy a adorar a los que están a
mi servicio? Y ¿cómo voy a declarar por dioses a la leña y a las piedras? Porque al
mismo espíritu que penetra la materia, siendo como es inferior al espíritu divino, y
asimilado como está a la materia, no se le debe honrar a par del Dios perfecto.
Tampoco debemos pretender ganar por regalos al Dios que no tiene nombre; pues el
que de nada necesita, no debe ser por nosotros rebajado a la condición de un
menesteroso.» (TACIANO, Discurso contra los griegos, 4)

41 Jesucristo, obra primogénita del Padre.- «Dios era en el principio, y el Principio,


según hemos recibido de nuestra tradición, es la potencia del Verbo. Porque el Señor
del universo, que es por sí mismo el mantenedor de todo, en cuanto que la creación
no había sido hecha todavía, estaba sólo; pero, en cuanto que residía en él toda la
potencia de las cosas visibles e invisibles, sustentaba por sí mismo todas las cosas por
medio de su potencia racional. Por voluntad de su simplicidad procede el Verbo; y
este Verbo, que no salta al vacío, se convierte en la obra primogénita del Padre.»
(TACIANO, Discurso contra los griegos, 5)

42 La regla de nuestra fe cristiana.- «He aquí la regla de nuestra fe, el fundamento del
edificio y lo que da firmeza a nuestro comportamiento:
Dios Padre, increado, que no está limitado, invisible, Dios uno sólo, el
Creador del universo. Tal es el primer artículo de nuestra fe.
Y como segundo artículo: El Verbo de Dios, Hijo de Dios, Cristo Nuestro
Señor, que habló por los profetas conforme a la economía del Padre; por quien todo
fue hecho; que, al final de los tiempos, para recapitular todas las cosas, se hizo
hombre entre los hombres, visible y palpable, para destruir la muerte, hacer aparecer
la vida (2Tim 1,10) y hacer la comunión entre Dios y los hombres.
Y como tercer artículo: El Espíritu Santo, por el cual los Profetas han
profetizado y los Padres han aprendido todo lo que concierne a Dios, y los justos han
sido guiados en el camino de la justicia; y que, al final de los tiempos, ha sido
derramado de forma nueva sobre nuestra humanidad, para renovar al hombre en
La obra de la Creación

toda la tierra con miras a Dios.» (S. IRENEO, Demostración de la predicación


apostólica, 1,6)

43 Generación de Jesucristo por el Padre.- «Si alguno dijere: "¿Cómo, pues, fue
producido el Hijo por el Padre?". Le diremos que esta producción o generación, o
pronunciación o eclosión, o cualquiera que sea el nombre con que se quiera llamar
esta generación, que en realidad es inenarrable, no la entiende nadie /.../, sino
solamente el Padre que lo engendró y el Hijo que fue engendrado. Y supuesto que
esta generación es inenarrable, todos los que se afanan por narrar generaciones o
producciones no están en su sano juicio, pues prometen explicar lo inexplicable. Que
la palabra se emite a partir del pensamiento y de la inteligencia, esto evidentemente
lo saben todos los hombres. Por tanto, no han logrado un gran hallazgo los que
excogitaron como explicaciones una emisión de esta naturaleza; ni revelaron ningún
misterio secreto; no hicieron más que aplicar a la Palabra unigénita de Dios lo que
todos comprenden con toda palabra, aunque quieran declarar la producción y
generación del primer engendrado, como si ellos hubieran ayudado a dar luz al que
llaman inenarrable e innominable, sólo porque lo asimilan a la emisión de la palabra
humana.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 2,28,6)

44 El Espíritu Santo.- «Los Apóstoles dijeron la verdad, a saber, que el Espíritu Santo
descendió sobre él en forma de paloma (Mc 3,16). El mismo Espíritu del que dijo Isaías: El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido (Is 61,1) /.../.
2. Este mismo Espíritu es el que pide David para el género humano, cuando
dice: Fortaléceme con tu Espíritu rector (Sal 50,13). El mismo que Lucas dice que
descendió sobre los discípulos después de la ascensión del Señor, el día de Pentecos-
tés, con poder para que todas las naciones entraran en la Vida y para abrir el Nuevo
Testamento. Y, por eso, en todas las lenguas los discípulos entonaban a una un
himno a Dios, siendo el Espíritu el que reducía a la unidad las razas disgregadas y el
que ofrecía al Padre las primicias de todas las naciones.
Por esto el Señor prometió que enviaría al Paráclito, que nos hiciese
conformes con Dios. Porque así como el trigo seco no se puede hacer una masa
compacta, ni un único pan, si no es con el agua, así también nosotros, que somos
muchos, no podríamos hacernos uno en Cristo Jesús sin esta Agua que viene del
cielo. Y así como la tierra árida, si no recibe el agua, no produce fruto, así nosotros,
que éramos anteriormente un leño seco (Éx 23,31), nunca hubiéramos llevado fruto a
no ser por esta lluvia que se nos da libremente de lo alto.» (S. IRENEO, Contra las
herejías, 3,17,1-2)

45 El conocimiento de Dios por Jesucristo.- «El Hijo, cumpliendo la voluntad del


Padre, lleva a la perfección todas las cosas desde el principio hasta el fin y, sin él,
La obra de la Creación

nadie puede conocer a Dios. El conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento


del Hijo está en poder del Padre, y nos lo comunica por el Hijo. En este sentido decía
el Señor: Nadie conoce al Hijo, mas que el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11,27).
Las palabras se lo quiera revelar no tienen sólo un sentido futuro, como si el
Verbo hubiese empezado a manifestar al Padre al nacer de María, sino que tienen un
sentido general, que se aplica a todo tiempo. En efecto, el Padre es revelado por el
Hijo, presente ya desde el comienzo de la creación, a quienes quiere el Padre, cuando
quiere y como quiere el Padre. Y, por esto, en todas las cosas y a través de todas las
cosas, hay un sólo Dios, Padre, un sólo Verbo, el Hijo, y un sólo Espíritu, como hay
también una sola salvación para todos los que creen en él.» (S. IRENEO, Contra las
herejías, 4,6,7)

46 Dios, testimonio del alma naturalmente cristiana.- «Lo que adoramos es el Dios
único, el que por el imperio de su palabra, por la disposición de su inteligencia, por
su virtud todopoderosa, ha sacado de la nada toda esta mole con todo el aparejo de
sus diversos elementos, de los cuerpos y de los espíritus, para servir de ornamento a
su majestad. Por eso, los griegos dieron al mundo el nombre de "cosmos", que signi-
fica ornamento.
Invisible es Dios, aunque se le vea; impalpable, aunque por su gracia se nos
haga presente; inabarcable, aunque las facultades humanas llegasen a alcanzarle. Por
esto es verdadero y tan grande; porque lo que comúnmente se puede ver y palpar, y
abarcar, es inferior a los ojos que lo ven, a las manos que lo palpan, a los sentidos
que lo alcanzan. Pero lo que es inmenso, sólo de sí mismo es conocido.
He aquí lo que permite comprender a Dios: la imposibilidad de
comprenderle. La fuerza de su grandeza le revela y le oculta a la vez a los hombres,
cuyos pecados se pueden reducir al de no querer reconocer a aquél a quien no
pueden ignorar.
¿Queréis que probemos su existencia a partir de sus obras, tantas y tales que
nos mantienen, nos deleitan y hasta nos aterran? ¿Queréis que lo probemos por el
testimonio de la misma alma? Ésta, aunque se halla presa en la cárcel del cuerpo,
contrahecha por la mala educación, debilitada por sus pasiones y concupiscencias,
sometida a la esclavitud de los falsos dioses, sin embargo, cuando recapacita como
despertando de una embriaguez, o del sueño, o de alguna enfermedad, recobrando
su salud normal, invoca entonces a Dios con ese único nombre que es el nombre del
Dios verdadero: Dios grande, Dios bueno, lo que Dios quiera. Estas son expresiones de
todos los hombres. De la misma manera le reconocen como juez: Dios lo ve, a Dios me
encomiendo, Dios me lo pagará. ¡Oh testimonio del alma naturalmente cristiana!
Cuando profiere semejantes expresiones, mira no al Capitolio, sino al cielo, pues
sabe que allí está la sede del Dios vivo, y sabe que de él y de allí ha descendido.»
(TERTULIANO, Apologético, 17)
La obra de la Creación

47 Dios, que es único, sólo tiene el nombre de Dios.- «Uno sólo, por tanto, es el Señor
Dios de todos los hombres; pues no es posible que aquella su alta soberanía tenga un
coigual, siendo ella sola omnipotente. Porque podemos tomar ejemplo de los
imperios de la tierra /.../. Y no hay que admirarse de tal cosa, puesto que toda la
naturaleza conspira a lo mismo. Entre las abejas sólo hay un rey; y en los rebaños
hay un sólo guión; y en las vacadas, un sólo mayoral. Con mayor razón hay un sólo
rey en el mundo, que con su palabra dispone todo lo que existe, lo rige con su
sabiduría, lo lleva a cabo con su poder.
9. Y no puede ser visto, porque su resplandor es más brillante que la luz de
los ojos, ni puede ser palpado, porque su pureza es superior al tacto, ni ser
comprendido, porque está por encima de la comprensión; por lo mismo, lo
comprendemos como Dios, cuando le decimos incomprensible. Y ¿qué templo puede
dar cabida a Dios, cuyo templo es el mundo? Y, si el hombre habita un lugar
espacioso, ¿podremos encerrar en un estrecho recinto a tan grande Majestad?
Nuestra alma ha de ser templo consagrado a él; en nuestro pecho ha de tener un
altar. No hay por qué buscar un nombre para Dios; su nombre es Dios. Hay
necesidad de vocablos allí donde la muchedumbre de objetos ha de distinguirse con
la variedad distintiva de los términos propios. Dios, que es único, sólo tiene el
nombre de Dios. Por tanto, es uno sólo y está todo entero en todas partes /.../.
Oímos exclamar con frecuencia: ¡Oh Dios!, Dios fue testigo, a Dios lo encomiendo, Dios
me hará justicia, lo que Dios quiera, si Dios quiere. Y aquí está el colmo del delito: no
reconocer a quien no puede ignorarse.» (S. CIPRIANO, Los ídolos no son dioses, 8-9)

48 Es necesario conocer a Dios.- «8. Si, pues, no existe la sabiduría humana, como
Sócrates enseñó y Platón lo ha confirmado, es evidente que la sabiduría es divina, y
que el conocimiento de la verdad sólo está a disposición de Dios.
9. Es, pues, necesario conocer a Dios, el que sólo es la Verdad, el Padre del
universo y creador de todas las cosas; aquél a quien no ven los ojos y apenas se
discierne con la mente, y cuyo culto es siempre combatido, de muchas maneras, por
aquellos que no han podido tener acceso a la verdadera sabiduría y comprender la
economía del gran misterio.» (LACTANCIO, La ira de Dios, 1,8-9)

49 La ira de Dios.- «En consecuencia, ya que Dios ha establecido una ley santísima y
quiere que todos los hombres sean justos y bienhechores, ¿es posible que él no se aíre
cuando ve despreciar su propia ley, rechazar la virtud y preferir el placer?
6. Si Dios es aquél que dirige el universo, si es providente, como es necesario
en Dios, él vela sobre el género humano, para que nuestra vida sea mejor, más rica y
más segura. Si el Padre y Señor de todas las cosas, con toda seguridad se complace
en las virtudes de los hombres y se conmueve con sus vicios. Él ama a los justos y
odia a los impíos.» (LACTANCIO, La ira de Dios, 19,5-6)
La obra de la Creación

50 Convenía al Hijo tener sólo Padre, como Dios, y sólo madre, como hombre.- «El
Dios bueno y Padre de todos, queriendo instituir su religión, envió desde el cielo al
Doctor de la justicia para dar, a cuantos le diesen culto, una ley por él y en él; no
como hizo antes por medio de un hombre. Sin embargo, quiso que naciera como
hombre, para ser en todo semejante al Padre.
El Dios Padre, origen y principio de todas las cosas, como carece de padres, es
llamado Ingénito, "apater" y "amater"; no fue creado por nadie. Convenía, por ello,
que también su Hijo fuera "apater" y "amater". En su primer nacimiento, espiritual,
fue "amater", porque fue engendrado solamente por Dios Padre, sin el oficio de una
madre; en el segundo nacimiento, carnal, fue "apater", porque fue concebido sin la
intervención de un padre, en el seno virginal. Y, teniendo naturaleza divina y
naturaleza humana, pudiera llevar esta débil y frágil naturaleza nuestra, como de la
mano, hasta la inmortalidad. Engendrado Hijo de Dios en el espíritu, hijo del
hombre por su carne; esto es, Dios y hombre. El poder de Dios se manifiesta en él
por las obras que hizo; la fragilidad del hombre, por la pasión que sufrió.»
(LACTANCIO, Instituciones Divinas, 4,13)

51 La Providencia de Dios.- «De la misma manera que confesamos que Dios es


incorpóreo, omnipotente, invisible, confesamos también como dogma seguro,
incontrovertible, que él tiene cuidado de las cosas humanas, y que ninguna se señala
en el cielo ni en la tierra fuera del alcance de su providencia.
Recuerda que hemos dicho que ninguna se cumple sin su providencia, no sin
su voluntad. Ya que muchas cosas se hacen sin su voluntad, ninguna sin su
providencia.
En efecto, mediante la providencia que él procura, dispensa, provee las cosas
que suceden, mientras que, mediante la voluntad, quiere o no quiere alguna cosa.»
(ORIGENES, Homilías sobre el Génesis, 3,2)

52 Dios celoso.- «Yo soy el Señor tu Dios, un Dios celoso (Éx 20,5). Ved la bondad de Dios:
para instruirnos y hacernos perfectos, no teme asumir la debilidad de las pasiones
humanas. Entendiendo hablar de un Dios celoso, ¿quién no se admirará enseguida
viendo en ello un defecto de la humana debilidad? Pero Dios lo hace todo y lo sufre
todo por nosotros y, para instruirnos, él pone en su lenguaje las pasiones que nos
son conocidas y familiares. Ved, pues, lo que él quiere decir con esta palabra Dios
celoso.» (ORIGENES, Homilías sobre el Éxodo, 8,5)

53 Dios es amor.- «En esto demuestra que Dios mismo es amor y, también, que el que
viene de Dios es amor. Ahora bien, ¿quién viene de Dios sino aquél que dice: Salí de
La obra de la Creación

junto al Padre y vine a estar en el mundo (Jn 16,27). Porque si Dios Padre es amor y el
Hijo es también amor y, por otra parte, amor y amor son una sola cosa y en nada se
diferencian, se sigue que el Padre y el Hijo son justamente una sola cosa (Jn 10,30). Y
por esta razón es pertinente que Cristo, igual que se llama sabiduría, fuerza, palabra
y verdad, se llame también amor /.../.
Efectivamente, por naturaleza todos somos prójimos unos de otros; sin
embargo, por las obras del amor, el que puede hacer bien se convierte en prójimo del
que no puede. De ahí que también nuestro Salvador se hiciera prójimo nuestro, y
que no pasara de largo cuando yacíamos medio muertos por las heridas de los
salteadores /.../.
Sin embargo, es de saber que de este amor se debieran decir tantas cosas
cuantas se dicen de Dios, puesto que él mismo es amor (1Jn 4,8). Efectivamente, así
como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt
11,23), así también al amor nadie lo conoce sino el Hijo. Y, de modo parecido, puesto
que también él es amor, al Hijo mismo nadie lo conoce sino el Padre. Y por el hecho de
llamarse amor, sólo es santo el Espíritu que procede del Padre (Jn 15,26) y, por eso,
conoce lo que hay en Dios, igual que el espíritu del hombre conoce lo que hay en el
hombre.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, Prólogo)

54 «Una cosa es ver, otra conocer».- «Una cosa es ver, otra conocer; el ver es cosa de los
cuerpos, ser conocido y conocer es de naturaleza intelectual. Lo que es propio de los
cuerpos no ha de pensarse ni del Padre ni del Hijo; lo que pertenece a la naturaleza
divina es realidad en el Padre y en el Hijo. Por eso no dijo en el Evangelio que nadie
vio al Padre sino el Hijo, ni al Hijo sino el Padre, sino que dijo: Nadie conoce al Hijo
sino el Padre, ni al Padre lo conoce alguno sino el Hijo (Mt 11,27).
Por donde se manifiesta claramente cómo aquello que, respecto a las
naturalezas corporales, se dice ser visto y ver, respecto del Padre y del Hijo se dice
conocer y ser conocido. Ver y ser visto no se predica con propiedad de la naturaleza
incorpórea e invisible. Así, en el Evangelio no se dice que el Padre es visto por el
Hijo, ni el Hijo por el Padre, sino conocido.
Y si alguno nos pregunta: ¿por qué, entonces, se dice en el Evangelio dichosos
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8)?, mucho más, a lo que yo
pienso, se confirma nuestra afirmación. Pues, ¿qué otra cosa es ver a Dios con el
corazón sino lo que hemos dicho anteriormente, esto es, entender y conocer?»
(ORIGENES, Tratado de los Principios, I,1,8-9)

55 El misterio de la generación en Dios.- «Es cosa blasfema e inadmisible pensar que,


la manera como Dios Padre engendra al Hijo y le da el ser, es igual a la manera como
engendra un hombre a cualquier otro ser viviente. Al contrario, se trata
necesariamente de algo muy particular y digno de Dios, con el cual nada
absolutamente se puede comparar. No hay pensamiento ni imaginación humana que
La obra de la Creación

permita llegar a comprender cómo el Dios inengendrado viene a ser Padre del Hijo
unigénito. Porque se trata, en efecto, de una generación desde siempre y eterna, a la
manera como el resplandor procede de la luz. El Hijo no queda constituido como tal
de una manera extrínseca, por adopción, sino que es verdaderamente Hijo por
naturaleza /.../.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, I,2,4)

56 Santidad por la participación del ser de Dios.- «Dios Padre concede a todos el ser;
mas la participación de Cristo, en cuanto Verbo o razón, hace que sean razonables.
De donde se sigue que son dignos de alabanza o de culpa, porque son capaces de
virtud y de malicia. Por eso, también está presente la gracia del Espíritu Santo, para
que, aquellas cosas que no son santas sustancialmente, se hagan santas por
participación.
Así pues, en primer término, tienen el ser por obra de Dios Padre, en
segundo, el ser razonables por el Verbo, en tercer, lugar son santas por el Espíritu
Santo; y se hacen capaces de Cristo, en cuanto justicia de Dios, las que ya fueron
santificadas por el Espíritu Santo. Y aquéllos que, a este nivel, merecieron progresar
por la santificación del Espíritu Santo, conseguirán, sin duda, el don de sabiduría,
según la virtud y la intervención del Espíritu de Dios. Y pienso que esto es lo que
afirma San Pablo, cuando dice: A unos se da el lenguaje de sabiduría por el Espíritu, a
otros, lenguaje de ciencia según el mismo Espíritu (1Cor 12,8).
De esta manera, la acción del Padre, que da a todas las cosas su existencia, se
manifestará más espléndida e impresionante, según que cada uno va avanzando y
alcanzando los estadios superiores, progresando en la participación de Cristo como
sabiduría, conocimiento y santificación. Y a medida que uno se va haciendo más
puro y limpio por medio de la participación en el Espíritu Santo, se va haciendo
digno de recibir y recibe efectivamente la gracia, el conocimiento y la sabiduría.
Hasta que, finalmente, cuando hayan sido renovadas y juzgadas todas las manchas
de polución e ignorancia, llegará a un grado tan alto de pureza y limpieza, que aquel
ser, que había sido dado por Dios, se convierte en digno de aquel Dios que lo había
dado, para que pudiera llegar a tal pureza y perfección, llegando a tener una
perfección comparable a la del que le dio el ser. Y entonces, el que haya llegado a la
perfección que quiso que tuviera el que lo creó, recibirá de Dios la virtud de existir
para siempre y de permanecer eternamente.» (ORIGENES, Tratado de los Principios,
I,3,8)

57 Jesucristo, «Hijo bueno del Dios bueno».- «¿Quién es sino su Verbo? ¿Con quién
podría Dios imaginarse que se conserva sino con el Verbo? ¿Quién estaba con él,
cuando creó todas las sustancias creadas, sino la Sabiduría, que dice: Cuando él hacía
el cielo y la tierra, yo estaba con él (Prov 8,27)? Diciendo el cielo y la tierra, entiende todos
los seres creados que hay en el cielo y en la tierra. Estaba con Dios como Sabiduría,
contemplaba al Padre como Verbo, y creó el universo dándole consistencia, orden y
La obra de la Creación

belleza. Siendo el poder del Padre, dio a todos los seres la fuerza para existir, como
dice el Salvador: Todo lo que yo veo hacer a mi Padre, lo hago de igual manera (Jn 5,19).
Sus santos discípulos nos enseñan que todo ha sido hecho por él y para él, que es el
Hijo bueno del Dios bueno y, siendo el Hijo verdadero, es el poder del Padre y su
Sabiduría, y su Palabra; y todo eso no lo es por participación, ni se trata de
cualidades que le vienen de fuera, como en aquéllos que participan del Verbo mismo
y son por él dotados de sabiduría, de poder, de inteligencia. Pero él es la misma
Sabiduría, la Palabra, el Poder propio del Padre; él mismo, la luz, la verdad, la
justicia, la virtud. Y, al mismo tiempo, es el sello, el reflejo, la imagen. Y, para decirlo
de una vez, él es el fruto perfecto del Padre, él es el Hijo único, la imagen semejante
en todo al Padre.» (S. ATANASIO, Tratado sobre los paganos, 46)

58 El Espíritu Santo es Consolador; nunca llamado ángel.- «Una vez más, ¿en qué
lugar de las Escrituras han encontrado al Espíritu llamado ángel? Es necesario que
repita lo que ya he dicho: Él es llamado Consolador, Espíritu de filiación por
adopción, Espíritu de santificación, Espíritu de Dios, Espíritu de Cristo. En ningún
sitio es llamado ángel, ni arcángel, ni espíritu de ministerio, tal como son los ángeles;
antes bien, es él, él también, por el ministerio de Gabriel, quien dijo a María: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1,35).
Pero si las Escrituras jamás llaman al Espíritu con el nombre de ángel, ¿qué excusa
pueden haber tenido esas gentes para tan grande y absurda temeridad? /.../.» (S.
ATANASIO, Cartas a Serapión, 1,11)

59 El Padre, el Hijo, y el Espíritu, siempre padre, hijo, y espíritu.- «En la divinidad,


solamente el Padre es propiamente padre, y el Hijo propiamente hijo; y es respecto a
ellos de quienes es firme la afirmación de Padre siempre padre y de Hijo siempre hijo. Y
así como el Padre jamás podrá ser hijo, de la misma forma el Hijo jamás podrá llegar
a ser padre. Y lo mismo que el Padre no cesará de ser sólo Padre, jamás el Hijo dejará
de ser solamente hijo.
Es, pues, una locura concebir, e incluso decir, un hermano para el Hijo; y, para
el Padre, el nombre de abuelo. Porque en las Escrituras el Espíritu no es llamado ni
Hijo, para que no se le creyese hermano del Hijo, ni hijo del Hijo; y para que, por
otra parte, no se pueda decir que el Padre es su abuelo; sino que el Hijo se dice hijo
del Padre, y el Espíritu, Espíritu del Padre; y, de esta manera, una es la divinidad de
la misma Trinidad y una la fe.
17. Por la misma razón, igualmente es locura decir que el Espíritu es una
criatura. Pues, si fuera una criatura, no sería contado en la Trinidad.
Basta saber que el Espíritu ni es criatura, ni es contado entre las obras de Dios.
En efecto, nada extraño se cuenta en la Trinidad; ella es indivisa y semejante a sí
misma. Esto basta a los fieles.» (S. ATANASIO, Cartas a Serapión, 1,16-17)
La obra de la Creación

60 Una Trinidad santa y perfecta.- «Sin embargo, vemos además la tradición, la


doctrina y la fe de la Iglesia católica desde su origen; fe que el Señor le ha dado, que
los Apóstoles han anunciado y que los Padres han guardado. Es sobre ella, en efecto,
sobre la que ha sido fundada la Iglesia; y quien se aparta de ella no puede ser ni
llamarse cristiano.
Hay, pues, una Trinidad santa y perfecta, reconocida como Dios en el Padre, y
el Hijo y el Espíritu Santo; ella no encierra nada de extraño, nada que le sea agregado
desde el exterior; no se compone de creador y criatura, sino que es toda ella poder
creador y productor; ella es semejante a sí misma, indivisible por naturaleza y única
en su eficacia. Efectivamente, el Padre hace todas las cosas por el Verbo en el Espí-
ritu, y es así como la unidad de la Santa Trinidad se salvaguarda, de manera que, en
la Iglesia, es anunciado un sólo Dios que está sobre todos y obra por todos y en todos (Ef
4,6). Sobre todos, como Padre, como principio y fuente; por todos, por el Verbo; en
todos, en el Espíritu Santo.» (S. ATANASIO, Cartas a Serapión, 1,28)

61 La gracia viene del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.- «Es esto lo que también
enseña Pablo, cuando escribe de nuevo a los Corintios diciendo en su segunda carta:
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad del Padre y la comunión del Espíritu
Santo estén con todos vosotros (2Cor 13,13). Porque la gracia y el don otorgados en la
Trinidad son concedidos de parte del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. En
efecto, lo mismo que la gracia otorgada viene del Padre por el Hijo, así también no
puede haber comunicación del don en nosotros, si no es en el Espíritu Santo. Es
participando en él, como nosotros tenemos la caridad del Padre y la gracia del Hijo,
y la comunión del mismo Espíritu.» (S. ATANASIO, Cartas a Serapión, 1,30)

62 La fe de la Iglesia en la Santísima Trinidad.- «¡Y no es otra la fe de la Iglesia! Como


lo ha dicho el Salvador, esta fe es en un Padre, y en un Hijo, y en un Espíritu Santo.
En un Padre, que no puede ser llamado abuelo, y en un Hijo que no puede ser
llamado padre, y en un Espíritu Santo que no recibe otro nombre que éste. En esta fe
no se pueden alterar los nombres, sino que el Padre es siempre padre, y el Hijo es
siempre hijo, y el Espíritu Santo siempre es y se llama Espíritu Santo.» (S.
ATANASIO, Cartas a Serapión, 4,6)

63 Presencia del Espíritu Santo en nosotros.- «Examinemos ahora las nociones


corrientes que tenemos acerca del Espíritu: las que hemos recogido de las Escrituras
y las que nos han sido transmitidas por tradición de los Padres.
Ante todo, ¿quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no
siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya
La obra de la Creación

que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad, que procede del Padre.
Espíritu firme, Espíritu generoso. Espíritu Santo es su nombre propio y peculiar /.../.
Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación;
hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para
ellos a manera de riego que les ayuda en la consecución de su fin propio y natural.
Capaz de perfeccionar a los otros, él no tiene falta de nada /.../. Él no crece por
adiciones, sino que está constantemente en plenitud; sólido en sí mismo, está en
todas partes. Él es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser
racional como una luz para entender la verdad.
Aunque inaccesible por naturaleza, se deja comprender por su bondad; con su
acción lo llena todo, pero se comunica solamente a los que encuentra dignos, no
ciertamente de manera idéntica ni con la misma plenitud, sino distribuyendo su
energía según la proporción de la fe.
Simple en su esencia y variado en sus dones, está íntegro en cada uno e
íntegro en todas partes. Se reparte sin sufrir división, deja que participen en él, pero
él permanece íntegro, a semejanza del rayo del sol cuyos beneficios llegan a quien
disfrute de él como si fuera único, pero, mezclado con el aire, ilumina la tierra entera
y el mar.
Así, el Espíritu Santo está presente en cada hombre capaz de recibirlo, como si
él sólo existiera y, no obstante, distribuye a todos la gracia abundante y completa;
todos disfrutan de él en la medida en que lo requiere la naturaleza de la criatura,
pero no en la proporción con que él podría darse /.../.
Por él se elevan a lo alto los corazones; por su mano son conducidos los
débiles; por él, los que caminan tras la virtud, llegan a la perfección. Es él quien
ilumina a los que se han purificado de sus culpas y, al comunicarse a ellos, los vuelve
espirituales. Como los cuerpos limpios y trasparentes se vuelven brillantes, cuando
reciben un rayo del sol, y despiden de ellos mismos como una nueva luz, del mismo
modo las almas portadoras del Espíritu Santo se vuelven plenamente espirituales y
transmiten la gracia a los demás.
De aquí procede la presciencia del futuro, la inteligencia de los misterios, la
comprensión de las cosas ocultas, la distribución de los carismas, la participación en
la vida sobrenatural, el consorcio con los ángeles; de aquí proviene el gozo sin fin, la
permanencia en Dios, el ser semejantes a él y, finalmente, lo más grande que se
puede decir: llegar a ser como Dios.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu
Santo, 9)

64 Hay diversos ministerios, pero uno mismo es el Espíritu.- «Se sabe por aquí que, en
toda acción, el Espíritu Santo está unido al Padre y el Hijo, y en ello no hay posible
división. Mientras Dios reparte las acciones y el Señor los ministerios, el Espíritu
Santo está también allí para distribuir los carismas como a él le place, a cada uno
según su dignidad. Hay diversos carismas -dice el Apóstol- pero uno mismo es el Espí-
ritu; y existen diversos ministerios, pero un mismo Señor; diversas obras poderosas, pero un
La obra de la Creación

mismo Dios, que obra todo en todos (1Cor 12,4-6). Obra todos estos dones -añade- el mismo
y único Espíritu, distribuyéndolos como quiere, a cada uno en particular (1Cor 12,1).» (S.
BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 16)

65 El conocimiento de Dios desde el Espíritu uno, por el Hijo uno, hasta el Padre
uno.- «Cuando el Señor nos ha hecho la revelación de un Padre, y de un Hijo, y de
un Espíritu Santo, los ha revelado juntos, sin el número. No ha dicho en primer
lugar, en segundo lugar y en tercero; ni uno, dos y tres; sino que, por los santos
Nombres, ha concedido la gracia de conocer la fe que lleva a la salvación /.../.
El Espíritu Santo también es uno; se nombra también por separado, se une por
el Hijo uno al Padre uno y, por él mismo, completa la Santa Trinidad, digna de toda
alabanza. Su intimidad con el Padre y el Hijo se encuentra suficientemente revelada
por el hecho de que él no está entre la multitud de las criaturas, sino que está
nombrado aparte: no es uno por agregación de múltiples elementos, sino que es
absolutamente uno; como el Padre es uno y uno el Hijo, así el Espíritu Santo también
uno /.../.
Cuando, bajo la influencia de un poder iluminador, se fijan los ojos en la
belleza de la Imagen del Dios invisible y, por ella, se elevan hasta el espectáculo
radiante del Arquetipo, el Espíritu del conocimiento está allí, inseparablemente pre-
sente, ofreciendo en él la fuerza para ver la Imagen a aquellos que desean mirar la
Verdad /.../. Así, es en él como muestra la gloria del Hijo único; y es en él donde da
a los verdaderos adoradores el conocimiento de Dios.
El camino del conocimiento de Dios va, por tanto, desde el Espíritu uno, por el
Hijo uno, hasta el Padre uno; y, en sentido inverso, la bondad esencial, la santidad
natural, la dignidad real, emanan del Padre, por el Unigénito, hasta el Espíritu. Así
se confiesan las hipóstasis, sin quitar de en medio la piadosa doctrina de la
monarquía.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 18)

66 Nombres de la tercera persona divina.- «Se le llama Espíritu porque Dios es espíritu
(Jn 4,24), y Cristo Señor es el espíritu de nuestro rostro (Lam 4,20). Le llamamos Santo
como el Padre es santo y santo el Hijo. La criatura recibe la santificación de otro, mas
para el Espíritu la santidad es elemento esencial de su naturaleza. Él no es santificado,
sino santificante.
Lo llamamos bueno como el Padre es bueno y bueno aquél que ha nacido del
Padre bueno; tiene la bondad por esencia. Es, sin embargo, el Señor Dios, porque es
verdad y justicia y no sabrá desviarse ni doblegarse, en razón de la inmutabilidad de
su naturaleza.
Es llamado Paráclito como el Unigénito, según la palabra de éste: Yo rogaré al
Padre y él os enviará otro Paráclito (Jn 14,16). Así, los nombres que se refieren al Padre
y al Hijo son comunes al Espíritu, que recibe otras apelaciones diversas, en razón de
La obra de la Creación

su identidad de naturaleza con el Padre y el Hijo; ¿de dónde le vendría, si no, su


identidad?
Todavía se le llama Espíritu que rige, Espíritu de la Verdad. Es el Espíritu divino
que me ha hecho (Job 33,4). Dios ha llenado a Besalel de espíritu de Elohín en habilidad, en
inteligencia y saber (Éx 31,3). Tales son, pues, los nombres del Espíritu,
prodigiosamente grandes. Sin embargo, nada hay en ellos de gloria excesiva.
¿Cuáles son sus operaciones? De una grandeza insuperable, una multitud
innumerable /.../.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 19)

67 Las maravillas del Espíritu, glorificación de Dios.- «A él, que es Dios por
naturaleza, ilimitado en grandeza, poderoso en obras, bueno en sus beneficios, ¿no
lo exaltaremos, no lo glorificaremos?
Ahora bien, glorificarlo no es otra cosa, a mi parecer, que enumerar sus títulos
admirables /.../. No podemos, en efecto, glorificar a Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, su Hijo único, de otra forma que exponiendo detalladamente, en la
medida de lo posible, las maravillas del Espíritu.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del
Espíritu Santo, 23)

68 Adoración de Dios en Espíritu y en Verdad.- «Y como al Padre se le contempla en el


Hijo, al Hijo se le contempla en el Espíritu. La adoración, si se lleva a cabo en el
Espíritu, presenta la actuación de nuestra alma como realizada en plena luz, cosa que
puede deducirse de las palabras que fueron dichas a la Samaritana. Pues como ella,
llevada a error por la costumbre de su región, pensase que la adoración había de ha-
cerse en un lugar, el Señor la hizo cambiar de manera de pensar, al decirle que había
que adorar en Espíritu y Verdad; al mismo tiempo, se designaba a sí mismo como la
Verdad.
De la misma manera que decimos que la adoración tiene que hacerse en el
Hijo, ya que es la imagen de Dios Padre, decimos que tiene que hacerse también en
el Espíritu, puesto que el Espíritu expresa en sí mismo la divinidad del Señor. Así, en
la adoración, el Espíritu Santo es inseparable del Padre y del Hijo /.../. Imposible
ver la Imagen de Dios invisible sino en la iluminación del Espíritu. Quien fija sus
ojos en la Imagen no puede prescindir de la luz; lo que causa la visión es visto
necesariamente con aquello que se ve /.../. Así pues, de modo propio y congruente
contemplamos el esplendor de la gloria de Dios, mediante la iluminación del
Espíritu, y su huella nos conduce hacia aquél de quien es huella y sello sin dejar de
compartir el mismo ser.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 26)

69 Conocer a Dios como nosotros somos conocidos es el todo de la filosofía.- «Dios: lo


que es en cuanto a su naturaleza y sustancia, ningún hombre lo ha descubierto
jamás, ni puede descubrirlo. ¿Lo descubrirá algún día? /.../. Que esta cuestión pase
La obra de la Creación

a la búsqueda y estudio de aquellos que lo deseen. A mi parecer, se les descubrirá


cuando esto que es semejante a Dios, quiero decir nuestro espíritu y nuestra razón,
sean transformados por aquél a quien es semejante; cuando la imagen se remonte a
su arquetipo, hacia el que tiende ahora.
Esto me parece que es el todo de la filosofía; este conocer un día como nosotros
somos conocidos (1Cor 13,12). Por el momento, todo lo que nos sucede es una breve
emanación y como un pequeño rayo de una gran luz (Sab 7,26; Heb 1,3).» (S. GRE-
GORIO NACIANCENO, Sermones, 28,17)

70 El Padre, que nunca empezó a existir, «Padre» en sentido propio.- «¿Quién es este
Padre, que nunca empezó a ser padre? Es aquél que jamás empezó a existir; el que
empieza a existir empieza también a ser padre. Él no ha sido Padre más tarde,
porque no ha tenido principio. Es el Padre en sentido propio, porque no ha sido hijo;
lo mismo que el Hijo lo es en sentido propio, porque no es también padre.
En lo que nos afectan a nosotros, estas palabras no se dicen en sentido propio,
porque nosotros somos a la vez padre e hijo. En efecto, no somos más lo uno que lo
otro. Y nosotros procedemos de dos personas, no de una sola; de donde hay división
en nosotros. Además, llegamos a ser hombres poco a poco, y puede ser que ni
hombres, sino seres tales como no quisiéramos. Nosotros dejamos a nuestros padres
y ellos nos dejan; en realidad, sólo quedan unas relaciones que nos unen.
Pero se puede objetar: Los términos mismos él ha engendrado, él ha sido
engendrado ¿no suponen un comienzo en la generación? ¿Qué decir? /.../. Eso se dice
de lo que ha sido engendrado después del comienzo; pero en Dios no hay comienzo.
Esto nos facilita responder a objeciones indiscretas y nos libra del recurso a los
tiempos.» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 29,5)

71 El Espíritu Santo.- «El Espíritu Santo era siempre, es y será; no ha nacido por
generación, ni tendrá fin, sino unido siempre con el Padre y con el Hijo, y numerado
con ellos. No convenía que el Padre no tuviese Hijo o que el Hijo estuviese jamás sin
el Espíritu Santo. Porque, de otra forma, se juntaría a la divinidad un gran deshonor,
como si llegase a la perfección desde la penitencia /.../. El mismo siempre, consigo y
en unión con los otros, el mismo e igual. Invisible, sin tiempo, no circunscrito a un
lugar, inmutable; carece de cualidad, de cantidad, de forma y de tacto; se mueve a sí
mismo y tiene un movimiento sempiterno, libre, poderoso por sí, omnipotente
(aunque sean referidas a la primera causa las obras del Espíritu Santo, como las del
Unigénito); vida y vivificante, luz y dador de luz, la bondad misma y fuente de la
bondad.
Espíritu recto, principal, señor, que envía, que segrega, que se construye un
templo mostrando la vida, operando a su arbitrio y repartiendo sus gracias. Es
Espíritu de adopción, de verdad, de sabiduría, de entendimiento, de ciencial, de
piedad, de consejo, de fortaleza, de temor, como son numerados (Is 11,2). Por quien
La obra de la Creación

el Padre es conocido, y el Hijo glorificado, y por los cuales él mismo es conocido


solamente /.../. ¿Para qué más palabras? Todo lo que tiene el Padre es del Hijo,
menos el que es ingénito. Todo lo que tiene el Hijo lo tiene el Padre, menos el que es
engendrado. Estas cosas no distinguen la sustancia, sino que se distinguen, siendo
una la sustancia.» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 41)

72 Dios, la absoluta belleza.- «Nuestra mente, por su instinto innato, capta esta belleza
de las cosas de tal modo que, como sucede también en ciertas clases de aves y
animales, no puede expresar con palabras lo que entiende, ya que la palabra queda
por debajo del pensamiento; mientras, por otra parte, toda palabra proviene de la
mente, y ésta se habla a sí misma con comprensión; si esto es así, ¿no es preciso que
el Señor de esta misma belleza sea considerado más hermoso que ella? Y aunque la
manifestación de su eterna hermosura escape a la capacidad de toda inteligencia, ¿no
permite su belleza que nos formemos con nuestra capacidad de entender una
opinión acerca de ella? Por lo tanto, se ha de afirmar que Dios es la absoluta belleza,
de tal manera que su comprensión rebasa nuestra capacidad, pero no queda fuera de
nuestras posibilidades de entenderla.» (S. HILARIO DE POITIERS, La Trinidad, 1,7)

73 El Espíritu Santo, impulsor de la fe y su confesión.- «Soy consciente, Dios Padre


omnipotente, de que tengo el deber, como tarea principal de mi vida, de que toda mi
palabra y mi pensamiento hable de ti, porque el uso de la palabra que tú me has
concedido no me puede traer ningún beneficio mayor que el de servirte, dando testi-
monio de ti y dándote a conocer como tú eres, es decir, como Padre del Dios
Unigénito, tanto al mundo que lo ignora, como a los herejes que lo niegan. Y sola-
mente en esto consiste el propósito de mi voluntad.
Por lo demás, es necesario que te pida el don de tu misericordia y de tu
auxilio, para que, con el soplo de tu Espíritu, llenes la vela de nuestra fe y de nuestra
confesión desplegada para ti, y nos impulses en el curso de la predicación que hemos
iniciado, pues no será infiel el que nos ha hecho esta promesa: Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (Lc 11,9).» (S. HILARIO DE POITIERS, La
Trinidad, 1,37)

74 Perfección de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.- «Mandó bautizar en el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19s), es decir, en la confesión del Autor, del
Unigénito y del Don. Uno sólo es el autor de todas las cosas, pues uno solo es Dios
Padre, del que todo procede. Y uno solo el Señor nuestro, Jesucristo, por medio del cual todo
fue hecho
(1Cor 8,6). Y un solo Espíritu (Ef 4,4), don en todos. Todas las cosas están ordenadas
según sus atributos y su actuación: una sola potencia de la que todo procede; un solo
engendrado por medio del cual todo fue hecho; un solo don en el que tenemos la
La obra de la Creación

perfecta esperanza. Nada se echará en falta en una perfección tan grande, en la cual,
en el Padre, el Hijo y el Espíritu, se hallan la inmensidad de lo eterno, la revelación
en la imagen, el gozo en el don.» (S. HILARIO DE POITIERS, La Trinidad, 2,1)

75 Jesucristo, testigo fiel de Dios.- «Ésta es la verdad del misterio de Dios, éste el
nombre de la esencia impenetrable que hay en él: el Padre. Dios es invisible,
infalible, infinito; la palabra ha de callar para expresarlo, la mente es torpe para
investigarlo, la inteligencia es estrecha si quiere abarcarlo. El nombre de su
naturaleza es el de Padre. No tiene el ser Padre como recibido de otros, al modo de
los hombres. Él mismo es inengendrado, eterno, tiene siempre en sí la eternidad.
Sólo es conocido por el Hijo, porque nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquél a
quien el Hijo lo quiera revelar y nadie conoce al Hijo más que el Padre (Mt 11,27). Saben el
uno del otro, y su conocimiento recíproco es perfecto. Y ya que nadie conoce al
Padre más que el Hijo, nosotros debemos pensar acerca del Padre lo mismo que el
Hijo, que lo ha revelado, que es el único testigo fidedigno (Ap 1,5).» (S. HILARIO DE
POITIERS, La Trinidad, 2,6)

76 «Hemos de aprender de Dios, lo que debemos entender de Dios».- «No se ha de


pensar acerca de Dios según criterios humanos, pues no tenemos una naturaleza tal
que, por sus propias fuerzas, pueda elevarse al conocimiento de las cosas celestiales.
De Dios mismo hay que aprender lo que se ha de entender acerca de Dios, pues no
se le conoce sino cuando él mismo se ha dado a conocer. Aunque alguno tenga una
instrucción completa en la ciencia secular y lleve una vida honesta, estas cosas serán
de provecho para la satisfacción interior, pero no pueden alcanzar el conocimiento
de Dios.
Moisés había sido adoptado como hijo de la reina (Éx 2, 10), e instruido en
todas la ciencias de los egipcios /.../. Y cuando había dejado Egipto /.../ y era pastor
de ovejas en la tierra de Madián, mientras miraba el fuego que ardía en la zarza sin
que ésta se consumiera, oyó a Dios, le preguntó su nombre y conoció su naturaleza;
pues todas estas verdades acerca de Dios no hubieran podido ser conocidas más que
por medio de Dios mismo. Por tanto, no se debe hablar de modo distinto de como él
mismo ha hablado de sí, para que nosotros lo entendiéramos.» (S. HILARIO DE
POITIERS, La Trinidad, 5,21)

77 Vida íntima de la Santísima Trinidad.- «12. Y que las leyes de la generación


humana no nos lleven al error de creer que él no es primero porque es Hijo. Sigue las
Escrituras para que no puedas errar. El Hijo es llamado primero. Se lee igualmente
que el Padre no está solo: Sólo él posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible
(1Tim 6,16), como se lee también: Y al sólo Dios inmortal (1Tim 1,17). Mas no hay
primero antes que el Padre, ni éste está sólo sin el Hijo. Si niegas lo uno, pruebas lo
La obra de la Creación

otro; retienes lo uno y lo otro, y confirmas los dos. No ha dicho: Yo soy anterior, yo
posterior, sino Yo soy el primero y yo soy el último. El Hijo es primero y, por
consiguiente, coeterno, pues tiene un Padre con el cual es eterno. Me atrevo a decir:
si el Hijo es primero, pero no está solo, y digo bien y con piedad, ¿por qué dar oídos
a la impiedad, herético? Habéis caído en los lazos que habéis tendido. El Hijo es
primero y no está solo, porque jamás está sin el Padre. No soy yo quien esto dice,
sino él mismo lo dice: Yo no estoy solo, porque mi Padre está conmigo (Jn 16,32). El Padre
no está solo porque no hay más que una sola divinidad del Padre y del Hijo, y del
Espíritu Santo; pues ni el que es Hijo es igualmente Padre, ni el que es Padre es
igualmente Hijo, ni el que es Espíritu Santo es igualmente Hijo; pues leemos: Yo
rogaré a mi Padre y os dará otro Paráclito (Jn 14,16). El Padre es solo, porque no hay más
que un solo Dios, del que todo procede; el Hijo es solo, porque no hay más que un
solo Señor por quien todo existe (1Cor 8,6). Ser solo es el hecho de la divinidad, la
generación atestigua que hay Padre e Hijo, de suerte que jamás se ve al Hijo sin el
Padre o al Padre sin el Hijo. Luego (el Padre) no está solo, porque no es él solo in-
mortal; él no es el único que habita en la luz inaccesible, puesto que nadie ha visto
jamás a Dios, sino el Hijo Unigénito que está en al seno del Padre (Jn 1,18), que se sienta a
la derecha del Padre /.../.
13. Él es verdaderamente grande, pues el poder de Dios se ha extendido
largamente, la grandeza de la naturaleza divina se extiende largamente. La Trinidad
no tiene límites, ni fronteras, ni medida, ni dimensión. Ningún lugar la contiene, nin-
gún pensamiento la abarca, ningún cálculo la valora, ninguna época la modifica
/.../.» (S. AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 2,12-13)

78 El Espíritu Santo, don de Dios y arras de nuestra herencia.- «Aunque uno sea santo
y perfecto, y sea estimado digno de la felicidad a juicio de todos, sin embargo, ahora
ha conseguido las arras del Espíritu para la herencia futura. Si la prenda es tanta,
¿qué será la posesión? Como la prenda que se nos da no está fuera de nosotros, sino
dentro de nosotros, así la herencia misma -esto es, el reino de Dios dentro de vosotros
está (Lc 17,21)- es algo intrínseco a nosotros. ¿Qué mayor herencia puede haber que
contemplar y ver sensiblemente la belleza de la Sabiduría del Verbo, de la Verdad y
de la Luz, y lo inefable del mismo; y considerar la magnífica naturaleza de Dios y ver
la sustancia de todas las cosas creadas a semejanza de Dios. Este Espíritu Santo de la
promesa, que es la prenda de nuestra heredad, se nos da ahora, para que seamos
redimidos y unidos a Dios para alabanza de su gloria. No porque Dios necesite
alabanza de nadie, sino para que su alabanza aproveche a los que le alaban y,
mientras conocen en cada una de sus obras su majestad y su grandeza, se levanten a
alabarle en un milagro de estupor.» (S. JERONIMO, Comentario a la Carta a los
Efesios, Ef 1,14)
La obra de la Creación

79 Defensa de la unidad de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.- «Así


marchamos, con paso igual, por las sendas de la caridad, en busca de aquél de quien
está escrito: Buscad siempre mi rostro (Sal 104,4). Ésta es la piadosa y segura regla que
brindo, en presencia del Señor, nuestro Dios, a quienes lean mis escritos,
especialmente este tratado, donde se defiende la unidad de la Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo; pues no existe materia donde con más facilidad se desbarre, ni se
investigue con mayor fruto.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad,
1,3,5)

80 Procesiones del Hijo y del Espíritu Santo.- «Así como el Padre engendró y el Hijo
fue engendrado, así el Padre envía y el Hijo es enviado. Pero el que envía y el
enviado, así como el engendrador y el engendrado, son uno porque el Padre y el
Hijo son una misma cosa. Y uno con ellos es el Espíritu Santo, porque los tres son
unidad. Nacer es para el Hijo ser del Padre, pues por el Padre fue engendrado; y ser
enviado es conocer su procedencia del Padre. Para el Espíritu Santo ser don de Dios
es, también, proceder del Padre; y ser enviado es reconocer que procede de él. Y no
podemos afirmar que el Espíritu Santo no proceda del Hijo, porque no en vano se le
dice Espíritu del Padre y del Hijo. No veo qué otra cosa puede significar aquella
sentencia, que el Hijo de Dios pronunció al soplar sobre el rostro de sus discípulos y
decirles : Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22).» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la
Santísima Trinidad, 4,20,29)

81 El Espíritu Santo no procede del Padre como Hijo, sino como don.- «Si el que
engendra es, en la Trinidad, principio de la persona engendrada, el Padre es
principio del Hijo, pues lo engendró. No es, empero, liviano problema averiguar si el
Padre es también principio con relación al Espíritu Santo, pues se dijo: del Padre
procede (Jn 15,26). De ser así, no sólo es principio de lo que engendra o nace, sino
también de la persona a quien da. Y aquí es posible reciba alguna luz la cuestión que
a muchos suele preocupar, a saber: por qué el Espíritu Santo no es Hijo, siendo así
que salió del Padre, según se lee en el Evangelio. Salió como don, no como nacido. Y,
por ende, no se le llama hijo, pues no es nacido como el Unigénito ni renació por la
gracia adoptiva como nosotros.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad,
5,14,15)

82 En la Trinidad se identifican el ser y el ser Dios.- «¿Qué es la sabiduría sino una luz
espiritual e incomunicable? El sol que nos alumbra es luz, pero no luz
incomunicable. Luz es el Padre, luz es el Hijo y luz es el Espíritu Santo; pero no son
tres luces, sino una luz. Sabiduría es el Padre, sabiduría es el Hijo y sabiduría el
Espíritu Santo; pero no son tres sabidurías, sino una sabiduría. Y, pues, el ser se
identifica con el saber, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una esencia. Y como
La obra de la Creación

en la trinidad se identifican el ser y el ser Dios, Dios es uno: Padre, Hijo y Espíritu
Santo.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, 7,3,6)

83 «El Padre es la unidad; el Hijo, la igualdad; el Espíritu Santo, la armonía de la


unidad y la igualdad».- «La cosa que se ha de gozar es el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, es decir, la misma Trinidad. La única y suprema cosa agradable a todos, si es
que puede llamarse cosa y no, más bien, el principio de todas las cosas, si también
puede llamarse principio. Porque no es fácil encontrar un nombre que pueda
convenir a tanta grandeza, por el que se denomine de manera adecuada a esta Trini-
dad, sino diciendo que es un solo Dios, de quien, por quien y en quien son todas las
cosas. Así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son, cada uno de ellos, Dios y los tres
un solo Dios; así mismo, cada uno de ellos es una esencia completa, y los tres juntos
una sola esencia. El Padre no es Hijo, ni Espíritu Santo; el Hijo no es Padre ni
Espíritu Santo; el Espíritu Santo no es Padre ni Hijo: El Padre es sólo Padre, el Hijo
únicamente Hijo, y el Espíritu Santo solamente Espíritu Santo. Los tres tienen la
misma eternidad, la misma inmutabilidad, la misma majestad, el mismo poder. El
Padre es la unidad, el Hijo es la igualdad, el Espíritu Santo la armonía de la unidad y
la igualdad; estas tres cosas son todas una por el Padre, iguales por el Hijo y
armónicas por el Espíritu Santo.» (S. AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 1,5,5)

84 La meditación y el silencio ante el misterio de la Trinidad.- «Y ahora nadie me


diga, ningún riguroso censor de mi flaqueza pruebe a saber de mí, cuál de las tres
facultades, que vimos hay en la mente o alma, dice relación especial con el Padre, es
decir, cuál de las tres reproduce la semblanza del Padre, cuál la del Hijo y cuál la del
Espíritu Santo. No sabré decirlo, ni soy capaz de explicarlo. Dejemos algo a la
meditación, dejemos también algo al silencio. Recógete, aíslate de todo ruido, si
posees en la intimidad de tu alma un retiro apacible, sin barullos, sin querellas,
donde ni busques camorra, ni te adiestres para las obstinadas discusiones. Escucha
con sosiego la palabra, para que la entiendas; que tal vez llegues a poder decir: Darás
exultación y alegría a mi oído y exultarán los huesos, los huesos humillados, no los
orgullosos (Sal 50,10).» (S. AGUSTIN, Sermones, 52,22)

85 El misterio de la Trinidad en la predicación cristiana.- «Señor y Dios mío: en ti creo,


Padre, Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: Id, bautizad a todas las gentes en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19), si no fuera Trinidad. Y no
mandarías a tus siervos ser bautizados, mi Dios y Señor, en el nombre de quien no es
Dios y Señor. Y si vos, Señor, no fuerais al mismo tiempo Trinidad y un solo Dios y
Señor, no diría la palabra divina: Escucha, Israel: el Señor, tu Dios, es un Dios único (Dt
6,4). Y si tú mismo fueras Dios Padre y fueras también Hijo, tu Palabra, Jesucristo, y
el Espíritu Santo fuera vuestro Don, no leeríamos en la Escrituras canónicas: Envió
La obra de la Creación

Dios a su Hijo (Gál 4,4); y tú, ¡oh Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: Que el Padre
enviará en mi nombre (Jn 14,26); y que yo os enviaré de parte del Padre (Jn 15,26). /.../.
Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas, que ahora hablamos sin
entenderlas, y tú permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico
eterno, loándote a un tiempo unidos todos a ti.
Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto con tu auxilio queda dicho en estos
mis libros, conózcanlo los tuyos; si algo hay en ellos de mi cosecha, perdóname tú,
Señor, y perdónenme los tuyos. Así sea.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima
Trinidad, 15,18,51)

86 La Santísima Trinidad, norma de la fe cristiana.- «Por haber llegado a un Dios vivo,


verdadero, único, aunque no solitario, alegraos diciendo: Creo en Dios Padre.
Confiesa ya al Hijo quien nombra al Padre; porque, el que quiere ser llamado
Padre y decirse Padre, con la clemencia de tener un Hijo, mostró que no lo recibió en
el tiempo, que no engendró en el tiempo, ni lo creó en el tiempo. La divinidad no
tiene principio ni fin, no admite continuación, porque no conoce ocaso. Dios no lo
dio a luz con dolor, sino que lo manifiesta con poder; lo engendra, no dando la vida
fuera de sí mismo al que tiene en él su origen, sino revelando y manifestando a aquél
que se encuentra en él mismo. El Hijo procedió del Padre, mas no se separó; no salió
del Padre para ser su sucesor, sino para permanecer siempre en el Padre. /.../.
Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. Como el rey se designa con los
títulos de sus triunfos y conquista muchos sobrenombres de los pueblos sometidos,
así Cristo se llama con los títulos de sus bienes. Por el crisma se llama Cristo; porque,
médico piadoso, infunde el bálsamo divino sobre los miembros áridos de los
mortales. Y como por el crisma es Cristo, así se llama Jesús por la salvación. Pues nos
unge con el ungüento divino, para devolver salud cierta a los que sufren, a los en-
fermos salvación eterna. /.../.
Creo en el Espíritu Santo. Después de haber confesado el misterio de la
Encarnación, debes confesar la divinidad del Espíritu Santo, para que la igual unidad
de la Trinidad, del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, guarde y mantenga íntegra la
verdad del valor de la fe, en nuestra confesión en todo y por todo.» (S. PEDRO
CRISOLOGO, Homilías, 57,5-12)
La obra de la Creación

IV. La obra de la CreaciónError! Reference source not found.

«Todo se hizo por medio de la Palabra y, sin ella, no se hizo nada de


cuanto ha sido hecho» (Jn 1,3).

«Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en


graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta /.../ Mirad cómo
crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Y os aseguro que ni
Salomón, en todo su esplendor, se vistió como uno de ellos» (Mc 6,26-
29).
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defined.87 Creación de los ángeles y los hombres. El libre albedrío.- «El Verbo
celeste, espíritu que viene del Espíritu y Verbo de la potencia racional, a imitación
del Padre que a él le engendra, hizo al hombre a imagen de la inmortalidad, a fin de
que, como en Dios se da la incorrupción, del mismo modo el hombre, participando
de la suerte de Dios, posea el ser inmortal.
Ahora bien, el Verbo, antes de crear a los hombres, fue artífice de los ángeles,
y una y otra especie de criaturas fue hecha libre, sin tener en sí la naturaleza del bien
-que no se da más que en Dios-, sino que se cumple por los hombres, gracias a su
libre elección. De este modo, el malo es con justicia castigado, pues por su culpa se
hizo malo; y el justo merecidamente es alabado por sus buenas obras, pues pudiendo
por su libre albedrío, no traspasó la voluntad de Dios. Tal es nuestra doctrina sobre
los ángeles y los hombres.» (TACIANO, Discurso contra los griegos, 7)

88 Creación del hombre y providencia de Dios.- «Mas, como Dios, haciendo al hombre
como un animal, eterno e inmortal, no lo ha armado en lo exterior como los otros
animales, sino en el interior; sin protección en su cuerpo, sino en su espíritu; habría
sido inútil, habiéndole dado lo más importante, protegerlo con defensas físicas que,
además, impedirían la belleza de su cuerpo.
10. También considero siempre con admiración la locura de los filósofos
epicúreos, que ponen en discusión la solicitud de la naturaleza, para demostrar que
el mundo no ha sido construido y no está gobernado por la Providencia, y que atri-
buyen el origen de las cosas a elementos indivisibles, a cuyos encuentros casuales
todas las cosas deben su origen, tanto en el presente como en el pasado.» (LACTAN-
CIO, La obra de Dios Creador, 2,9-10)

89 El hombre, superior a los animales.- «Se lamentan de que el hombre naciera


demasiado débil y más frágil que todos los otros animales; los cuales, cuando salen
del seno materno, se enderezan pronto sobre sus patas, juguetean, van y vienen, y
son capaces de soportar la vida en el campo, al viento, porque salen a la luz
protegidos naturalmente; al contrario, el hombre está arrojado y expuesto a las
miserias de la vida, desnudo y sin defensa, como salido de un naufragio, sin poder
abandonar el lugar donde lo han dejado, ni buscar la leche que lo alimente, ni
soportar las inclemencias de la intemperie.
2. Es por lo que la naturaleza no es madre del género humano, sino
madrastra. Ella se comporta liberalmente con las bestias, pero abandona al hombre
que, desguarnecido, débil, desprovisto de todo socorro, no puede hacer más que
El hombre, imagen de Dios

presentir, con sus lágrimas y sus llantos, su condición frágil, como un ser a quien en
la vida sólo le queda sufrir males.
Yo pregunto, a esos que prefieren la condición de las bestias a la del hombre,
lo que ellos preferirían, si Dios les diera a escoger: ¿Amarían ellos la sabiduría
humana, que permite elegir, con su debilidad, o la robustez de las bestias con su
naturaleza? ¿Qué preferirían ellos? /.../.» (LACTANCIO, La obra de Dios Creador,
3,1-2)

90 Jesucristo el Primogénito, principio de toda la creación.- «En el principio hizo Dios el


cielo y la tierra (Gén 1,1). ¿Cuál es el principio de todas las cosas sino nuestro Señor y
Salvador de todos, Jesucristo, el primogénito de toda la creación (Col 1,15)? En este
principio pues, esto es, en su Verbo, Dios hizo el cielo y la tierra, como dice también el
evangelista Juan, al comienzo de su Evangelio: En el principio existía el Verbo y el Verbo
estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Todas las
cosas fueron hechas por él y sin él ninguna fue hecha (Jn 1,1-3). Por eso aquí no habla de
cualquier principio temporal, sino que dice: En el principio, esto es, en el Salvador,
han sido hechos el cielo y la tierra, y todas las cosas que han sido creadas.»
(ORIGENES, Homilías sobre el Génesis, 1,1)

91 El alma humana, «movida por el amor y el deseo celestes».- «Ahora bien, el alma es
movida por el amor y deseo celestes cuando, examinadas a fondo la belleza y la
gloria del Verbo de Dios, se enamora de su aspecto y recibe de él como una saeta y
una herida de amor. Este Verbo es, efectivamente, la imagen y el esplendor del Dios
invisible, primogénito de toda creación, en quien han sido creadas todas las cosas en
el cielo y en la tierra, las visibles y las invisibles (Col 1,16). Por consiguiente, si
alguien logra con la capacidad de su inteligencia vislumbrar y contemplar la gloria y
hermosura de todo cuanto ha sido creado por él, pasmado por la belleza misma de
las cosas y, traspasado por la magnificencia de su esplendor como por una saeta
bruñida, en expresión del profeta (Is 49,2), recibirá de él una herida salutífera, y
arderá en el fuego deleitoso de su amor.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los
cantares, prólogo)

92 Dios Creador, «instaurador del mundo caído».- «Así pues, por la nueva corrección,
Dios quiere siempre instaurar lo caído; porque, si es cierto que, según el orden de la
creación del universo, todo está por él ordenado de la manera más bella y segura, no
por eso dejará de ser necesario curar a los que sufren de la maldad y al mundo
entero, que está como manchado por ella. Y nunca se descuidó Dios, ni se
descuidará, de hacer en cada tiempo lo que conviene que haga en un mundo
mudable y cambiable. Y, a la manera como el labrador, según las diferentes
estaciones del año, ejecuta labores agrícolas distintas, sobre la tierra y sus productos,
El hombre, imagen de Dios

así Dios ordena todos los siglos como una especie de estaciones, digámoslo así,
haciendo en cada una de ellas lo que pide la raza noble para todo el universo. Y eso,
en su pura verdad, sólo Dios lo conoce con entera claridad y sólo él lo lleva a cabo.»
(ORIGENES, Contra Celso, 4,69)

93 El mal no es obra de Dios.- «En conclusión, Dios no hace los males, si por tales se
entienden los que así se llaman en sentido propio; sino que de sus obras principales
se siguen algunos, pocos en parangón con el orden del universo. Son como las
virutas en espiral y el serrín que se sigue de las obras principales de un carpintero, o
como los albañiles parecen ser la causa de los montones de cascote, como basura, que
cae de las piedras y el polvo.» (ORIGENES, Contra Celso, 6,55)

94 Por qué Dios creó un mundo diverso y múltiple.- «Las naturalezas racionales
fueron creadas en un comienzo /.../ y, por el hecho de que primero no existían y
luego pasaron a existir, son necesariamente mudables e inestables, ya que cualquier
virtud que haya en su ser no está en él por su propia naturaleza, sino por la bondad
del Creador. Su ser no es algo suyo propio ni eterno, sino un don de Dios, ya que no
existió desde siempre; y todo lo que es dado, puede también ser quitado o perdido.
Ahora bien, había una causa de que las naturalezas racionales pierdan (los dones que
recibieron), si el impulso de las almas no está dirigido con rectitud de la manera ade-
cuada. Porque el Creador concedió a las inteligencias que había creado el poder
optar libre y voluntariamente, a fin de que el bien que hicieran fuera suyo propio,
alcanzado por su propia voluntad. Pero la desidia y el cansancio en el esfuerzo que
requiere la guarda del bien, y el olvido y descuido de las cosas mejores, dieron
origen a que se apartaran del bien; y el apartarse del bien es lo mismo que entregarse
al mal, ya que éste no es más que la carencia del bien /.../. Con todo ello, cada una
de las inteligencias, según descuidaba más o menos el bien, siguiendo sus impulsos,
era más o menos arrastrada a su contrario, que es el mal. Aquí parece que es donde
hay que buscar las causas de la variedad y multiplicidad de los seres; el Creador de
todas las cosas aceptó crear un mundo diverso y múltiple, de acuerdo con la
diversidad de condición de las criaturas racionales.» (ORIGENES, Tratado de los
Principios, II,9,2)

95 El libre albedrío, causa de la diversidad de las criaturas racionales.- «Para que


nuestro silencio no se convierta en pábulo de la audacia de los herejes, respondamos
según la medida de nuestras fuerzas a las objeciones que suelen ponernos. Hemos
dicho muchas veces, apoyándolo en las afirmaciones que hemos podido encontrar en
las Escrituras, que el Dios Creador de todas las cosas es bueno, justo y omnipotente.
Cuando él, en un principio, creó todo lo que le plugo crear, a saber, las criaturas
racionales, no tuvo otro motivo para crear fuera de sí mismo, es decir, de su bondad.
El hombre, imagen de Dios

Ahora bien, siendo él mismo la única causa de las cosas, que habían de ser creadas, y
no habiendo en él diversidad alguna, ni mutación, ni imposibilidad, creó a todas las
criaturas iguales e idénticas, pues no había en él mismo ninguna causa de variedad o
diversidad. Sin embargo, habiendo sido otorgada la facultad del libre albedrío, fue
esta libertad de su voluntad lo que arrastró a cada una, bien a mejorarse con la imita-
ción de Dios, bien a deteriorarse por negligencia.
Ésta fue la causa de la diversidad que hay entre las criaturas racionales; la
cual proviene, no de la voluntad o intención del Creador, sino del uso de la propia
libertad. Pero Dios, que había dispuesto dar a sus criaturas según sus méritos, hizo
con la diversidad de los seres intelectuales un solo mundo armónico; el cual, como
una casa en la que ha de haber no sólo vasos de oro y plata, sino también de madera y
barro, unos para los más nobles y otros para los más bajos (2Tim 2,6), está proveído con
los diversos vasos, que son las almas. En mi opinión, éstas son las razones por las
que se da la diversidad en este mundo, pues la divina providencia da a cada uno lo
que corresponde según sus distintos impulsos y las opciones de las almas.
Con esta explicación, aparece que el Creador no es injusto, ya que otorga a
cada uno lo que previamente ha merecido; ni nos vemos forzados a pensar que la
felicidad o infelicidad de cada uno se debe a un azar de nacimiento o a otra cualquie-
ra causa accidental; ni hemos de creer que hay varios creadores o varios orígenes de
las almas.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, II,9,6)

96 La Palabra creadora.- «Es él, poder y sabiduría de Dios (1Cor 1,24), quien hace girar el
cielo, tiene suspendida la tierra, sin que ella se apoye en nada, la mantiene por su
propia voluntad. Por la luz que recibe de él, el sol ilumina la tierra, y la luna recibe la
medida de su luz. Por él, el agua queda suspendida en las nubes, y las lluvias riegan
la tierra, el mar guarda sus límites, la tierra se cubre de una cabellera verdosa y de
plantas de toda clase. Y, si algún infiel pone en duda estas afirmaciones,
preguntándose hasta si existe el Verbo de Dios, será loco al dudar del Verbo de Dios;
y, a pesar de lo que él ve, le demuestre que todo subsiste por el Verbo y la Sabiduría
de Dios, y que nada subsistiría de cuanto existe, si no hubiera sido creado por una
Palabra. Palabra divina, como hemos dicho.» (S. ATANASIO, Tratado contra los
paganos, 40)

97 Armonía del mundo creado por Dios.- «Como un músico que templa su lira y
conjunta hábilmente los sonidos graves con las notas agudas y las medias, para
ejecutar una sola melodía, así la sabiduría de Dios, manteniendo el universo como
una lira, armoniza los seres que están en el aire con aquellos que están en la tierra, y
aquellos que están en los cielos con los que viven en el aire; adaptando el conjunto a
las partes y, gobernándolo todo por sus mandatos y su voluntad, produce, en la be-
lleza y armonía, un mundo único y un solo orden del mundo. Él queda inmutable
El hombre, imagen de Dios

junto al Padre y ajusta todas las cosas por el orden que procede de él, como agrada a
su Padre. /.../.
Para hacer comprender con un ejemplo una cosa tan grande, representémonos
todo lo que acabamos de decir a la manera de un coro numeroso. El coro está
compuesto por diferentes cantores, hombres, niños, mujeres, ancianos y jóvenes. Y, a
la señal de un solo director, cada uno canta según su naturaleza y capacidad: el
hombre con voz de hombre, el niño como niño, el anciano como un anciano, el joven
como un joven. Y todos ejecutan una sola armonía. También nuestra alma, que a un
tiempo mueve todos nuestros sentidos, según el orden de cada uno y, en presencia
de un mismo objeto, los mueve a todos y a una, el ojo para ver, el oído para
escuchar, la mano para tocar, el olfato para sentir, el gusto para gustar y, con
frecuencia, también los otros miembros del cuerpo, como los pies, que ella mueve
para marchar.» (S. ATANASIO, Tratado contra los paganos, 42-43)

98 Dios crea y gobierna el mundo por su Verbo.- «El Padre de Cristo, santísimo e
inmensamente superior a todo lo creado, como óptimo gobernante, con su propia
sabiduría y su propio Verbo, Cristo, nuestro Señor y Salvador, lo gobierna, dispone y
ejecuta siempre todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado. Nadie,
ciertamente, negará el orden que observamos en la creación y en su desarrollo, ya
que es Dios quien así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran
al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas
si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con orden, sabiduría y
conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y embellecedor no es
otro que el Verbo de Dios.
Me refiero al Verbo que por naturaleza es Dios; que procede del Dios bueno,
del Dios de todas las cosas, vivo y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las
cosas creadas, y que es el Verbo propio y único del Padre bueno; al Verbo cuya
providencia ilumina todo el mundo presente, por él creado. Él, que es el Verbo
bueno del Padre bueno, dispuso con orden todas las cosas, uniendo armónicamente
lo que era entre sí contrario. Él, el Dios único y unigénito, cuya bondad esencial y
personal procede de la bondad fontal del Padre, embellece, ordena y contiene todas
las cosas.
Aquél, por tanto, que por su Verbo eterno lo hizo todo y dio el ser a las cosas
creadas, no quiso que se movieran y actuaran por sí mismas, no fuera a ser que
volvieran a la nada; sino que, por su bondad, gobierna y sustenta toda la naturaleza
por su Verbo, el cual es también Dios, para que, iluminada con el gobierno,
providencia y dirección del Verbo, permanezca firme y estable, en cuanto que
participa de la verdadera existencia del Verbo del Padre y es secundada por él en su
existencia, ya que cesaría en la misma, si no fuera conservada por el Verbo, el cual es
imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura (Col 1,15); por él y en él se man-
tiene todo, lo visible y lo invisible /.../.» (S. ATANASIO, Sermón contra los gentiles,
40-42)
El hombre, imagen de Dios

99 Cómo entender el orden del mundo creado por Dios.- «Desde el mismo comienzo,
a quien va a describir la organización del mundo, le conviene ya, en el mismo
principio de su discurso, mencionar el principio de orden que reina en el mundo
visible. Porque el origen del cielo y de la tierra no debe presentarse como encuentro
espontáneo de los elementos, tal como imaginan algunos, sino que tiene a Dios como
causa.
¿Qué oídos serán dignos de tan grandes verdades? ¿Con qué disposiciones
convendrá que un alma llegue a entender tales enseñanzas? Le será necesario estar
purificada de las pasiones de la carne, libre de las tinieblas en que la sumen las preo-
cupaciones de la vida; activa, atenta, siempre en actitud de una noción de Dios,
digna de su objeto.» (S. BASILIO MAGNO, Homilías sobre el Hexámeron, 1,2)

100 Atributos de Dios Creador.- «Para que no te desvíes de la verdad (Moisés) te


previene con su enseñanza: como un sello ha colocado en nuestras almas el nombre
sagrado de Dios. Él ha dicho: En el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gén 1,1). La
naturaleza bienaventurada, la bondad exenta de envidia, el objeto del amor de todo
lo razonable, la belleza más deseada, el principio de los seres, la fuente de la vida, la
luz espiritual, la sabiduría inaccesible /.../. Él es quien al principio creó el cielo y la
tierra.» (S. BASILIO MAGNO, Homilías sobre el Hexámeron, 1,2)

101 Dios, creador del firmamento.- «No dejemos de señalar que, una vez dada por Dios
esta orden: Que haya un firmamento, Moisés no dice simplemente: Y hubo un
firmamento, sino creó Dios el firmamento. Y sigue: Dios separó... (Gén 1,6-7).
¡Escuchad, sordos! ¡Ciegos, mirad! Y ¿quién es sordo sino aquél que no
entiende al Espíritu Santo, que revela por unas pruebas tan claras la existencia del
Hijo único?
Que haya un firmamento, es la voz de la causa primera; Y Dios creó el
firmamento, es un testimonio del poder eficiente y creador.» (S. BASILIO MAGNO,
Homilías sobre el Hexámeron, 3,4)

102 Brevedad de la gloria humana.-«Cuando tú ves nuevos brotes de hierba, una flor,
que te recuerdan la naturaleza humana, acuérdate de la comparación de Isaías: Toda
carne es hierba y toda su belleza como flor del campo (Is 40,6). Porque la brevedad de la
vida, el gozo corto y la alegría de la prosperidad humana, han encontrado en la
pluma del profeta su imagen más apropiada /.../.
¿Qué viene después? Basta una noche, una fiebre, una pleuresía, una
pneumonía que se apodera de nuestro hombre y lo arrebata de en medio de los
humanos, dejando repentinamente vacía toda la escena donde evolucionaba. Esta
El hombre, imagen de Dios

gloria ha sido convencida de no ser más que un sueño. Tenía razón el profeta, al ver
en la flor, en su extrema fragilidad, la imagen de la gloria humana.» (S. BASILIO
MAGNO, Homilías sobre el Hexámeron, 5,2)

103 La grandeza del universo y la ceguera del pecador.- «Cierto, si la grandeza del cielo
sobrepasa la medida del entendimiento humano, ¿qué inteligencia puede descubrir
la naturaleza de lo eterno? Si el sol que vemos es tan bello, tan grande, tan rápido en
su movimiento y, sin embargo, tan regular en sus evoluciones, de una grandeza
proporcionada al universo, que no se aparta de su justa relación con el conjunto de
los seres; de una belleza que hace de él como el ojo brillante de la naturaleza,
resplandeciente en medio de la creación. Si nadie se sacia de su vista, ¿cuál será la
belleza del sol de justicia? Y, si el ciego sufre el dolor de no poder ver el sol, ¿cuál
será para el pecador el verse privado de la luz verdadera?» (S. BASILIO MAGNO,
Homilías sobre el Hexámeron, 6,1)

104 La fecundidad de la tierra y los frutos de la beneficencia y la limosna.- «¡Oh hom-


bre!, imita a la tierra; produce fruto igual que ella, no sea que parezcas peor que ella,
que es un ser inanimado. La tierra produce unos frutos de los que ella no ha de
gozar, sino que serán destinados a tu provecho. En cambio, los frutos de bene-
ficencia, que tú produces, los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa
de las buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das al
necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve acrecentado. Del
mismo modo que el grano de trigo, al caer en la tierra, cede en provecho del que lo
ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre te proporciona en el futuro una
ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la
siembra celestial; Sembrad justicia y recogeréis misericordia, dice la Escritura (Os
10,12),» (S. BASILIO MAGNO, Homilías, 3,«sobre la Caridad»,6)

105 El hombre, espectador de las maravillas del mundo.- «El Creador de este universo
preparó una casa regia para aquél que había de gobernarlo. Era la tierra y las islas, y
el mar; y el mismo cielo, con el que todas están cubiertas como con una bóveda. En
tales palacios están almacenadas toda clase de riquezas. Con ese nombre de riquezas
designo todas las criaturas, tanto las plantas como las semillas, lo mismo que a cuan-
tas están animadas de sentido, de vida y de alma.
Y si son dignas de mención, entre las riquezas, otras cosas que las miradas de
los hombres juzgan de gran precio por su elegancia, por ejemplo, el oro, la plata, las
joyas, que los hombres tanto ambicionan, también escondió gran cantidad de ellas en
los senos profundos de la tierra, como en tesoros regios.
Así, después modeló al hombre, parte como espectador de las maravillas del
mundo, parte como señor que, al gozar de ellas, conociera la sabiduría del que las
El hombre, imagen de Dios

había creado, de la belleza y grandeza de las mismas. Que meditara aquel poder que,
ni puede ser abarcado con la razón, ni expuesto con palabras. Éstas son las razones
por las que, después de crear todas las demás criaturas, fue hecho el hombre.» (S.
GREGORIO DE NISA, Tratado de la obra del hombre, 2)

106 El sol, la luna y las estrellas, ornamento del cielo .- «Haya lumbreras en el firmamento,
para alumbrar la tierra (Gén 1,14).
¿Quién es el que dice esto? Lo dice Dios. Y ¿a quién lo dice sino a su Hijo?
Dios Padre dijo: Hágase el sol, y el Hijo hizo el sol. Era conveniente que el sol del
mundo lo hiciera el sol de justicia.
Cuando lo creó para alumbrar, él lo iluminó y le dio poder para difundir su
luz. Fue creado el sol, y por eso sirve, según se dijo: Fundaste la tierra y permanece; por
tu mandato subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio (Sal 118, 90-91). Si sirve el
día, ¿cómo no va a servir el sol, creado para hacer el día?; ¿cómo no servirán la luna
y las estrellas, hechas para alumbrar la noche? Así, cuanto de mayor gracia las
adornó el Creador /.../, tanto más y mejor han de servir. Por eso son llamados
ornamento del cielo. Las estrellas son un collar bellísimo.» (S. AMBROSIO, El
Hexámeron, 4,2,5)

107 La luna, figura de la Iglesia.- «No mires la luna con el ojo de la cara, sino con la
vivacidad de la inteligencia. La luna mengua, para llenar los elementos. Es un
misterio admirable; se lo concedió aquél que da a cada uno su gracia. La hace men-
guar, para que recuerde a quien se anonadó para llenarlo todo.
En efecto, se anonadó a sí mismo, para bajar hasta nosotros; bajó a nosotros
para ascender en todos. Ascendió -dice- sobre todos los cielos, para llenar el universo (Ef
4,10). Así pues, el que vino anonadándose, llenó de su plenitud a los apóstoles. Uno
de ellos dice: Porque de su plenitud todos hemos recibido (Jn 1,16). Luego la luna anunció
el misterio de Cristo. Es manifiesto que la puso como un signo; porta consigo el tipo
de la Iglesia amada. Lo anunció ya el profeta, al decir: Que en sus días florezca la
justicia, y la paz hasta que falte la luna (Sal 71,7). Y en los Cantares dice el Señor de la
esposa: ¿Quién es ésta que asoma como la aurora, hermosa como la luna, que brilla como el
sol? (Cant 6,9). Y con razón la Iglesia es hermosa como la luna, que brilla en todo el
mundo y, alumbrando las tinieblas, dice: La noche ha pasado, se acerca el día (Rom
13,12) /.../.
La Iglesia brilla, no con su propia luz, sino con la luz de Cristo.» (S.
AMBROSIO, El Hexámeron, 4,8,32)

108 El agua, criatura de Dios, es buena madre.- «Considera también qué buena madre
es el agua. Tú, oh hombre, conoces el abandono de los hijos por parte de sus padres;
las separaciones, los odios, las ofensas. Aprende cuál sea la necesidad de los padres y
El hombre, imagen de Dios

de los hijos: Los peces no pueden vivir sin el agua, no pueden separarse de la madre,
ni prescindir del oficio de la que los cría. Los peces no viven del soplo del aire; la
naturaleza no los dotó de respiración del viento /.../. Lo que para nosotros es el aire,
es el agua para ellos. Como el aire nos proporciona a nosotros la sustancia para vivir,
a ellos se la da el agua. Nosotros, si faltara el servicio del aire mensajero, en seguida
moriríamos. Por semejante manera, los peces, si se les priva del agua, sin la sustancia
de su vida, no pueden existir.» (S. AMBROSIO, El Hexámeron, 5,4,10)

109 El mar, figura del Evangelio.- «No te extrañe que haya puesto el Evangelio por el
mar. El Evangelio es por donde Cristo caminó; en el que (Pedro), aunque titubeó
cuando negó, encontró la gracia para mantenerse en pie sostenido por la diestra de
Cristo, apoyo de su fe.
Evangelio es aquél, desde donde ascendió al martirio; Evangelio es el mar, en
el que pescan los apóstoles, donde echan la red semejante al reino de los cielos.
Evangelio es el mar, en el que los hebreos fueron liberados y los egipcios sepultados.
Evangelio es el mar, porque la Iglesia es la esposa de Cristo y la plenitud de la
gracia, fundada sobre los mares, como dijo el profeta: Él la fundó sobre los mares (Sal
23,2).
Lánzate, hombre, a las olas, porque eres pez. Que no te arrastren las corrientes
de este siglo. Si hay tempestad, sube a lo alto y baja a lo profundo; así llega la calma,
juega con las olas. Si hay barrunto de tormenta, guárdate de los acantilados, no sea
que, enfurecido, te estrelle la furia contra la roca.» (S. AMBROSIO, El Hexámeron,
5,7,17)

110 La hormiga y el perro, ejemplos para el hombre.- «Pequeña es la hormiga que se


atreve a cosas superiores a sus fuerzas; en su servicio no está obligada a trabajar,
sino que, con el propósito de su espontánea previsión, prepara los alimentos nece-
sarios. La Escritura echa mano de su ejemplo, para que la imites: Ve, oh perezoso, la
hormiga, observa sus costumbres y hazte sabio (Prov 6,6). La hormiga no tiene cultura y,
no habiendo quien la obligue, no trabaja bajo un amo, y se prepara la comida que
recoge de tus mieses. Teniendo tú necesidad algunas veces, ella nunca pasa falta;
para ella nunca se cierra el granero /.../.
17. ¿Qué diré de los perros, a los que la naturaleza concede la solicitud de
mantener atención vigilante por la salud de sus dueños? Por eso, la Escritura clama
contra los que se olvidan de los beneficios y son abandonados o perezosos. Todos
ellos son perros mudos, incapaces de ladrar (Is 56,10). Debían saber ladrar por sus dueños
y defender sus hogares. Por eso, aprende tú a alzar tu voz por causa de Cristo,
cuando lobos rapaces atacan el rebaño de la Iglesia. Aprende a mantener la palabra
en tu boca, para que no seas perro mudo que, con el silencio de la prevaricación
abandones la custodia que se te encomendó /.../.» (S. AMBROSIO, El Hexámeron,
6,4,16-17)
El hombre, imagen de Dios

111 El beso y la boca del hombre.- «¿Qué diré del beso, que es prenda de piedad y de
amor? Se besan las palomas; pero ¿qué tiene eso que ver con la belleza del beso
humano, en el que brilla el signo de la fidelidad y de la humanidad? /.../. El Señor,
condenando al traidor, dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22,48),
esto es, la consigna de la caridad ¿la conviertes en señal de traición y en juicio de in-
fidelidad?; ¿usas la señal de la paz para servir a la crueldad? /.../.
Sólo los hombres expresamos con la boca lo que sentimos en el corazón. ¿Qué
es la boca del hombre, sino la puerta de entrada al diálogo, el origen de las
discusiones, la sala de la palabra, el almacén de la voluntad? /.../.» (S. AMBROSIO,
El Hexámeron, 6,9,68)

112 El Credo, norma de la fe cristiana.- «Ésta es la fe de la Iglesia: Que Dios, Padre


omnipotente hizo y ordenó toda criatura por medio de su Hijo unigénito, es decir,
por medio de su sabiduría y poder consustancial y coeterno con él, en la unidad del
Espíritu Santo, también consustancial y coeterno con él. La doctrina católica nos
manda creer que esta Trinidad es un solo Dios, y que él creó y formó, en cuanto son,
todas las cosas que existen, de tal modo que toda criatura, ya sea intelectual, ya
corporal o, por decirlo más brevemente según las palabras de la divina Escritura,
visible o invisible, no fue formada de la naturaleza de Dios, sino hecha de la nada
por Dios; y nada hay en ella que pertenezca a la Trinidad, fuera de que la Trinidad la
creó y ella fue creada. Por lo tanto, no es lícito decir que la universal criatura es
consustancial a Dios y coeterna con él.
3. También nos dice la misma fe que todas las cosas hechas por Dios son
extremadamente buenas; que no existen males naturales, sino que todo lo que se
llama mal o es pecado o pena del pecado; que tampoco existiría el pecado, si no diri-
giéramos el consentimiento malvado de la libre voluntad, del que libremente
podemos abstenernos, a aquellas cosas que prohíbe la justicia; es decir, que no está el
pecado en las cosas, sino en el mal uso de ellas. Es, pues, legítimo el uso de las cosas,
cuando el alma permanece en la ley del Señor y se entrega al único Dios con perfecto
amor, y administra todas las cosas entregadas a ella sin liviandad y sin sensualidad,
es decir, según el mandato de Dios; de este modo el alma, sin dificultad y sin trabajo,
gobernará con suma facilidad y alegría. La pena, pues, del pecado consiste en que el
alma es atormentada por las criaturas, puesto que ya no le sirven, como ella tampoco
sirve a Dios; antes, cuando ella obedecía a Dios, todas las criaturas le obedecían a
ella. Por lo tanto, el fuego no es un mal, pues es criatura de Dios; aunque, sin
embargo, queme nuestra flaqueza en virtud y castigo del pecado. También se llaman
pecados naturales o propios los que, antes de ayudarnos la misericordia de Dios,
necesariamente cometemos después de haber caído en esta miseria por el pecado de
la libre voluntad.
El hombre, imagen de Dios

4. Así mismo, nos enseña la fe que el hombre fue renovado por medio de
nuestro Señor Jesucristo, cuando la inefable e inmutable sabiduría de Dios se dignó
tomar todo el hombre completo y nacer de la Virgen María por virtud del Espíritu
Santo, y ser crucificado y sepultado, y resucitar y subir a los cielos, lo que ya sucedió;
y venir a juzgar a los vivos y a los muertos, lo que se anuncia como cosa que ha de
suceder. Igualmente confiesa que se da el Espíritu Santo a los que creen en él, que
fue instituida por él nuestra madre la Iglesia, la que se llama Católica, porque está
difundida por todo el orbe y es universalmente perfecta, y en nada claudica. Por fin,
enseña que primeramente remite y perdona los pecados a los penitentes, y promete
después el reino de los cielos y la vida eterna.» (S. AGUSTIN, Del Génesis a la letra,
1,2-4)

113 Todas las criaturas nos hablan de Dios.- «Y ¿qué es lo que yo amo cuando yo te
amo? No belleza de cuerpo, ni hermosura de tiempo, ni blancura de luz, tan amable
a estos ojos terrenos, no fragancia de flores /.../.
Pregunté a la tierra y me dijo: No soy yo; y todas las cosas me confesaron lo
mismo. Pregunté al mar y a los abismos, y a los reptiles de alma viva, y me
respondieron: No somos tu Dios, búscale sobre nosotros. Interrogué a las auras que res-
piramos y el aire todo, con sus moradores, me dijo: Engáñase Anaxímenes; yo no soy tu
Dios. Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. Tampoco somos nosotros el Dios
que buscas, me respondieron.
Dije entonces a todas las cosas que están fuera de las puertas de mi carne:
Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo de él. Y exclamaron todas
con grande voz: Él nos ha hecho. Mi pregunta era mi mirada y su res-puesta su
apariencia.
Entonces me dirigí a mí mismo y me dije: Tú ¿quién eres?, y respondí: Un
hombre /.../. Por esta razón eres mejor que éstos: a ti te lo digo, ¡oh alma!, porque tú
vivificas la mole de mi cuerpo prestándole la vida, lo que ningún cuerpo puede
prestar a otro cuerpo. Mas tu Dios es para ti hasta la vida de tu vida.» (S. AGUSTIN,
Las Confesiones, 10,6,9-10)

114 El descanso de Dios.- «El descanso de Dios significa el descanso de los que
descansan en Dios, como la alegría de la casa significa la alegría de los que se alegran
en casa; aunque los haga estar alegres no la casa, sino otra cosa cualquiera. ¡Cuánto
más si la misma casa, con su belleza, alegra a los moradores!» (S. AGUSTIN, La
Ciudad de Dios, 11,8)
El hombre, imagen de Dios

V. El hombre, imagen de DiosError! Reference source not found.

«Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja!» (Mt 12,12).

«Para los hombres es imposible, pero no para Dios. Porque para Dios
todo es posible» (Mc 10,27).

«Porque yo también soy hombre sometido a autoridad, y tengo


soldados a mis órdenes...» (Lc 7,8).

«Entonces entró Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de


púrpura. Y Pilato les dijo: "Aquí tenéis al hombre"» (Jn 19,7).
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defined.115 El alma humana y el Espíritu de Dios.- «Nuestra alma no es por sí
misma inmortal sino mortal. Pero es también capaz de la inmortalidad. Si no conoce
la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero resucita luego y juntamente con el
cuerpo, en la consumación del mundo, para recibir como castigo una muerte
inmortal. Por el contrario, si ha alcanzado el conocimiento de Dios, no muere por
más que, por el momento, se disuelva (con el cuerpo). En efecto, por sí misma, el
alma es tinieblas, y no hay nada luminoso en ella, que es, sin duda, lo que significa
aquello: Las tinieblas no aprehenden la luz (Jn 1,5). Porque no es el alma por sí misma la
que salva al espíritu, sino la que es salvada por él.
Y la luz aprehendió a las tinieblas, en el sentido de que el Verbo es la luz de
Dios, mientras que las tinieblas son el alma ignorante. Por esto, cuando vive sola, se
inclina hacia abajo, hacia la materia y muere con la carne; pero cuando alcanza la
unión con el Espíritu de Dios, ya no se encuentra sin ayuda, sino que puede
levantarse a las regiones hacia donde la conduce el Espíritu. En un principio, el
Espíritu era compañero del alma; pero ésta no quiso seguir al Espíritu, y éste la
abandonó /.../. Por otra parte, el Espíritu de Dios no está en todos los hombres, sino
sólo con algunos que viven justamente, en cuya alma se hace presente, y con la cual
se abraza, y por cuyo medio, con predicciones, anuncia a las demás almas lo que está
escondido. Los que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el espíritu que le es
congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor de Dios, que ha
sufrido, lejos de mostrarse como religiosas, se muestran más bien como almas que
hacen la guerra a Dios.» (TACIANO, Discurso contra los griegos, 13)

116 El hombre compuesto de cuerpo y alma. Su santificación.- «Como el hombre es un


animal compuesto de alma y cuerpo, por ellos debe llegar a la vida; por ellos
también viene a caer. Hay una pureza del cuerpo, la continencia, que se abstiene de
todas las cosas vergonzosas y de toda acción indigna. Y una pureza del alma que
consiste en guardar la fe en Dios, sin añadir ni quitar nada. La piedad se empaña y se
marchita, contaminándose con la impureza del cuerpo, y se rompe y se mancha; y no
permanece intacta, si el error entra en el alma. Ella conserva su belleza y su
equilibrio, cuando la verdad permanece en el alma y la pureza en el cuerpo.
¿Para qué sirve conocer la verdad y tenerla en las palabras, teniendo sucio el
cuerpo y haciendo las obras del mal?; o ¿qué utilidad puede dar la pureza del
cuerpo, cuando la verdad no está en el alma? Una y otra se alegran de marchar de
acuerdo y se unen para poner al hombre en presencia de Dios. Es por esto por lo que
dice el Espíritu Santo por David: Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos
(Sal 1,1), es decir: los consejos de los pueblos que no conocen a Dios; porque son
Misterio de la Encarnación

impíos que no dan culto al Ser por esencia, Dios. Y es por lo que el Señor dijo a
Moisés: Yo soy el que soy (Éx 3,14).» (S. IRENEO, Demostración de la predicación
apostólica, 2)

117 La ley dada al hombre para salvar su unión con Dios.- «Para que el hombre no
tuviera pensamientos soberbios y no se enorgulleciera, como si él no tuviera Señor, a
causa de la autoridad que se le había concedido y de su libre acceso a Dios; para que
no pecara traspasando sus propios límites y que, por complacerse a sí mismo, no
tuviera pensamientos de orgullo frente a Dios, le fue dada la ley, a fin de que
reconociera que él tenía por Señor al Señor de todas las cosas. Dios le puso de-
terminadas condiciones; de manera que, si cumplía el mandato de Dios,
permanecería siempre, tal como se encontraba, es decir, sería inmortal; pero, si no lo
cumplía, vendría a ser mortal, devuelto a la tierra de la que había sido formado.
He aquí el mandamiento: Puedes comer libremente de todos los árboles del Paraíso,
pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, pues el día en que comas de él,
morirás (Gén 2,16-17).» (S. IRENEO, Demostración de la predicación apostólica, 15)

118 La gloria del hombre es Dios, cuya sabiduría y poder se manifiesta en los
hombres.- «La gloria del hombre es Dios; pero el receptáculo de toda acción de Dios,
de su sabiduría y de su poder, es el hombre. Y así como el médico se prueba que es
tal en los enfermos, así Dios se manifiesta en los hombres. Por eso dice Pablo:
Incluyolo todo en la incredulidad, a fin de que a todos alcanzara su misericordia (Rom
11,32). Eso dice del hombre que desobedeció a Dios y fue privado de la inmortali-
dad, pero después alcanzó misericordia y, gracias al Hijo de Dios, recibió la filiación,
que es propia de éste.
Si el hombre acoge sin vanidad ni jactancia la verdadera gloria procedente de
cuanto ha sido creado y de quien lo creó, que no es otro que el poderosísimo Dios,
que hace que todo exista, y si permanece en su amor, en la sumisión y en la acción de
gracias, recibirá de él aún más gloria, así como un acrecentamiento de su propio ser,
hasta hacerse semejante a aquél que murió por él. Pues, efectivamente, aquél se hizo
semejante a la carne de pecado (Rom 8,3), para destruir al pecado. Y, una vez destruido,
lo arrojó de la carne, incitando al hombre a hacerse semejante a sí, destinándolo a ser
imitador de Dios, poniéndolo al mismo nivel de su Padre y otorgándole el don de
poder ver a Dios y comprender al Padre.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 3,20,2)

119 Expulsión del hombre del Paraíso. La muerte, signo de la misericordia de Dios.-
«Dios arrojó al hombre del paraíso y lo transportó lejos del árbol de la vida, no
porque le rehusase celosamente el árbol de la vida, como algunos audazmente man-
tienen, sino por misericordia para con él; para que no permaneciese para siempre
transgrediendo, ni fuese inmortal el pecado que le afligía, ni su mal fuese sin término
Misterio de la Encarnación

y sin curación. Puso fin a su transgresión interponiendo la muerte y haciendo cesar


el pecado al imponerle la disolución de la carne en la tierra; de esta suerte, cuando el
hombre en un determinado momento de vivir al pecado, y muriendo al pecado, po-
día empezar a vivir para Dios (cf. Rom 6,2.10).
7. Por esta razón puso enemistad entre la serpiente y la mujer y su
descendencia, quedando ambas partes al acecho una de otra. La una era mordida en
sus plantas, pero era capaz de pisotear la cabeza del enemigo, mientras que la otra
mordía y mataba impidiendo la entrada del hombre en la Vida, hasta que llegara la
descendencia predestinada para pisotear su cabeza. Esto se realizó cuando dio a luz
María, de cuyo fruto dijo el profeta: Caminarás sobre el áspid y el basilisco, y pisotearás al
león y al dragón (Sal 90,3). Esto significaba que el pecado, que se había erigido y
propagado contra el hombre, haciéndole morir, sería expulsado juntamente con el
imperio de la muerte, y sería pisoteado en los tiempos postreros aquel león que ha
de asaltar al género humano, que es el Anticristo; y, así mismo, será encadenado
aquel dragón y aquella antigua serpiente, sometiéndolo al dominio del hombre, que
antes había sido vencido, el cual aplastará todo su poder /.../.
En último lugar será aniquilada la muerte enemiga (1Cor 15,26), que en un
principio había dominado al hombre. Y entonces, una vez liberado el hombre, se
realizará lo que está escrito: La muerte ha quedado engullida en la victoria. ¿Dónde está,
oh muerte, tu victoria?; ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1Cor 15,54-55).» (S.
IRENEO, Contra las herejías, 3,23,6-7)

120 El hombre creado por Dios como receptor de su bondad.- «Dios modeló al hombre
con sus propias manos para que fuera creciendo y madurando, como dice la
Escritura: Creced y multiplicaos (Gén 1,28).
2. Precisamente en esto está la distinción entre Dios y el hombre, en que Dios
es el que hace, mientras que el hombre es el que se va haciendo. Y, naturalmente, el
que hace es siempre el mismo, pero el que se va haciendo debe tener un comienzo, y
un estado intermedio, y una adición y un incremento. Dios hace el beneficio al
hombre, y el hombre lo recibe. Dios es perfecto en todo, igual y semejante a sí
mismo, siendo todo luz, todo inteligencia, todo sustancia y fuente de todos los
bienes; el hombre, en cambio, va progresando y creciendo hacia Dios. Porque Dios
no cesa jamás de comunicar sus dones y sus riquezas al hombre, así como el hombre
no cesa jamás de recibir beneficios y de enriquecerse con Dios. Porque el hombre que
es agradecido al que le hizo es a la vez receptor de su bondad e instrumento de su
glorificación; por el contrario, el hombre ingrato que desprecia a su Creador, no
queriéndose someter a su palabra, será receptor de su justo juicio.
Él ha prometido dar siempre más a los que dan fruto, y ha prometido confiar
el tesoro del Señor a los que ya tienen, diciendo: Muy bien, siervo bueno y fiel, porque
fuiste fiel en lo poco, voy a confiarte lo mucho; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25,21).
3. Y así como tiene prometido que a los que ahora den fruto les ha de dar
todavía más, haciendo mayor su don -aunque no un don totalmente distinto del que
Misterio de la Encarnación

ya conocen, pues sigue siendo el mismo Señor y el mismo Padre el que se les irá
revelando-; así también, con su venida, uno y el mismo Señor dio a los hombres de
los últimos tiempos un don de gracia mayor que el que se había dado en el Antiguo
Testamento. Porque entonces los hombres oían decir a los servidores que vendría el
Rey, y ello les producía un cierto gozo limitado, estando a la espera de su venida.
Pero los que lograron verlo presente y alcanzaron la libertad, y llegaron a la misma
posesión del don, tienen una gracia mayor y un gozo más pleno, pues disfrutan ya
de la misma venida del Rey.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 4,11,1-3)

121 El hombre, hijo de Dios por naturaleza o por obediencia.- «Según la condición
natural, podemos decir que todos somos hijos de Dios, ya que todos hemos sido
creados por él. Pero, según la obediencia y la enseñanza seguida, no todos son hijos
de Dios, sino sólo los que confían en él y hacen su voluntad. Los que no se le confían
ni hacen su voluntad son hijos del diablo, puesto que hacen las obras del diablo. Que
esto sea así, se declara en Isaías: Engendré hijos y los crié, pero ellos me despreciaron (Is
1,2). Y, en otro lugar, los llama hijos extraños: Los hijos extraños me han defraudado (Sal
17,46). Éstos son hijos naturales, por cuanto han sido creados por él; pero no son
hijos según sus obras. Porque, así como entre los hombres los hijos repudiados que
se han revelado contra sus padres, aunque sean realmente sus hijos naturales, son
considerados por la ley como extraños y no heredan a sus padres naturales, así
también, en lo que se refiere a Dios, los que no le obedecen son repudiados por él y
dejan de ser hijos, sin que puedan recibir su herencia.» (S. IRENEO, Contra las here-
jías, 4,2-3)

122 Hechura del hombre a imagen y semejanza de Dios.- «Así como en nuestra
creación original en Adán el soplo vital de Dios, infundido sobre el modelo de sus
manos, dio la vida al hombre y apareció como viviente racional, así también en la
consumación, el Verbo del Padre y el Espíritu de Dios, unidos a la sustancia original
modelada en Adán, hicieron al hombre viviente y perfecto, capaz de alcanzar al
Padre perfecto. De esta suerte, de la misma manera que todos sufrimos la muerte en
el hombre animal, también hemos recibido la vida en el hombre espiritual. Porque
no escapó Adán jamás de las manos de Dios, a las que el Padre decía: Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza (Gén 1,26). Y, por la misma razón, en la
consumación, también sus manos vivificaron al hombre, haciéndolo perfecto no por
voluntad de la carne ni por voluntad de hombre (Jn 1,3), a fin de que Adán -el
hombre- fuera hecho a imagen y semejanza de Dios.» (S. IRENEO, Contra las
herejías, 5,1,3)

123 Debilidad de la carne superada por la presencia del Espíritu.- «Según el testimonio
del Señor, el espíritu está pronto, pero la carne es flaca (Mt 26,41). El Espíritu es
Misterio de la Encarnación

capaz de llevar a término cualquier cosa que se presente. Ahora bien, si este vigor
del Espíritu se combina con una especie de estímulo con la debilidad de la carne,
necesariamente lo que es más fuerte dominará sobre lo más débil, y la debilidad de
la carne será absorbida por el vigor del Espíritu. El que esté en esta condicion, ya no
será carnal, sino espiritual, por razón de la comunión con el Espíritu. De esta suerte
dan los mártires su testimonio y desprecian la muerte, ello se debe no a la debilidad
de la carne, sino al vigor del Espíritu. La debilidad de la carne, al ser superada,
muestra la fuerza del Espíritu, y recíprocamente, el Espíritu, al dominar la debilidad,
se apropia la carne como cosa suya. De ambos elementos se constituye el hombre
viviente: viviente por la participación del Espíritu; y hombre por la condición de la
carne. Por consiguiente, sin el Espíritu de Dios, la carne es cosa muerta y sin vida, y
no puede poseer el reino de Dios.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 5,9,2-3)

124 El alma humana nacida del soplo de Dios.- «Definimos el alma humana como
nacida del soplo del Dios, inmortal, incorpórea, de forma humana, simple en su
sustancia, consciente de sí misma, capaz de seguir varios cursos, dotada de libre
albedrío, sometida a circunstancias externas, mudable en sus capacidades, racional,
dominadora, capaz de adivinación y procedente de un tronco común. Ahora hemos
de considerar cómo procede de un solo tronco, es decir, de dónde, cuándo y cómo la
recibe el hombre.
Algunos opinan que desciende de los cielos, creyéndolo con la misma fe
indubitable con que prometen que ha de retornar allí /.../. Me duele en el alma que
Platón haya sido la despensa de que se han alimentado todos los herejes; porque éste
es quien en el Fedón dice que las almas pasan de acá allá y de allá acá /.../.»
(TERTULIANO, Del alma, 22,2)

125 La carne del hombre instrumento del alma.- «Todas las cualidades otorgadas al
alma en su nacimiento están aún ahora oscurecidas y pervertidas por aquél que, en
los orígenes, tuvo envidia de ellas. Por esto, no se pueden distinguir claramente, ni
se pueden utilizar como convendría. No hay hombre a quien no se le pegue un
espíritu malvado, que le está acechando desde las mismas puertas del nacimiento
/.../.
Por lo demás, el Apóstol tenía presente la clara palabra del Señor: Si uno no
nace del agua y del Espíritu, no entrará en el reino de Dios (Jn 3,5). Por tanto, toda alma
ha de considerarse incluida en el estado de Adán, en tanto no es incluida en el nuevo
estado de Cristo. Hasta que no adquiere este nuevo estado, es inmunda, siendo
objeto de ignominia en asociación con la carne. Porque, aunque la carne es pecadora
y se nos prohíbe andar según la carne (2Cor 10,2), y las obras de la carne son
condenadas porque sus apetencias son contra el Espíritu (Gál 5,17), y los que la
siguen son tachados de carnales, sin embargo, las carne no es mala en sí misma. Por
sí misma la carne no siente ni conoce nada para poder inducir a forzar al pecado.
Misterio de la Encarnación

¿Cómo podría hacerlo? Ella no es más que un instrumento, y aún un instrumento


que no es como un siervo o un amigo, que son seres animados, sino como un vaso u
otra cosa semejante de naturaleza corporal, no viviente. El vaso es un instrumento
para el que tiene sed; pero, si el que tiene sed no se acerca al vaso, el vaso no le sirve
nada. Lo distintivo de cada hombre no está en este elemento terreno. La carne no es
el hombre, ni le da sus peculiares cualidades espirituales y personales, sino que es
una cosa de sustancia y condición totalmente distinta del ser personal, aunque ha
sido entregada al alma como posesión e instrumento para las necesidades de la vida.
Por consiguiente, la carne es atacada en la Escritura, porque el alma no hace nada sin
la carne en los actos de concupiscencia, gula, embriaguez, crueldad, idolatría y otros
actos que no son meros sentimientos, sino acciones. En realidad, los sentimientos
pecaminosos que no resultan en acciones suelen imputarse al alma: El que mira con
concupiscencia, ya ha cometido adulterio en su corazón (Mt 5,28).
Por otra parte, ¿qué puede hacer la carne sin el alma en lo que se refiere a la
virtud, la justicia, la paciencia, la modestia? No puedes acusar a la carne de mala, si
no puedes mostrar que puede hacer bien. Se lleva a juicio lo que ha servido para el
delito, a fin de que en el mismo juicio de los instrumentos se manifieste todo el peso
de culpa del delincuente. Si los cómplices resultan castigados, mucho mayor odio
recae en el autor principal y cuando el cooperador resulta inocente, mucho mayor es
la pena del instigador.
Por consiguiente, el mal del alma es anterior y, fuera del que le viene añadido
por la intrusión del espíritu malo, proviene de la falta original y es, en cierto sentido,
connatural. Porque la corrupción de la naturaleza es como una segunda naturaleza,
que tiene su propio dios y padre; que no es otro que el autor de la corrupción. Con
todo, sigue habiendo el bien en el alma, a saber, aquel bien original, divino y
genuino, que es propiamente suyo por naturaleza. Porque lo que procede de Dios,
propiamente no queda destruido, sino entenebrecido, ya que, en efecto, puede ser
entenebrecido, puesto que no es Dios, pero no puede ser destruido porque procede
de Dios. Es lo que sucede con la luz que, por más que un obstáculo le cierre el paso,
sigue existiendo, aunque, si el obstáculo es suficientemente opaco, no aparece. Lo
mismo sucede con el bien en el alma que está ahogada en el mal; según sea éste, el
bien, o desaparece del todo, o surge como un rayo de luz por donde encuentra un
espacio libre. Así hay hombres pésimos y hombres muy buenos, aunque las almas
son todas de una misma especie. Y en los peores hay algo bueno, y en los mejores
algo malo. Sólo Dios no tiene pecado y entre los hombres sólo Cristo no tiene
pecado, porque es Dios /.../. No hay ningún alma sin pecado, porque ninguna hay
que no guarde una semilla de bien. Por esto, cuando el alma se convierte a la fe, y es
restaurada en su segundo nacimiento por el agua y el poder de arriba, se le quita el
velo de su corrupción original, y logra ver la luz en todo su esplendor. Entonces es
recibida por el Espíritu Santo, de la misma manera que en el primer nacimiento
había sido acogida por el espíritu inmundo. Y la carne sigue al alma en sus nupcias
con el Espíritu, como una dote, y se convierte en sierva no del alma, sino de Espíritu.
Misterio de la Encarnación

¡Oh nupcias dichosas, si no se entrometiese el adulterio!» (TERTULIANO, Del alma,


39-41)

126 Cuerpo y alma íntimamente unidos por Dios.- « El barro fue hecho glorioso por la
mano de Dios, y la carne todavía más gloriosa a causa de un soplo, por el cual perdió
la rudeza de la carne y del barro, y recibió la belleza del alma /.../. Pero, ¿hay que
decir que colocó el alma en la carne o, más bien, que la insertó y la combinó con ella?
Tan íntimamente la entremezcló, que no puede darse como cierto si es la carne la que
envuelve al alma, o es el alma la que envuelve a la carne; si es la carne la que
manifiesta al alma, o el alma la que manifiesta a la carne. Y aunque más bien hay que
creer que es el alma la que es servida y la señora, pues está más próxima a Dios, aún
esto redunda en gloria de la carne, pues contiene aquello que es próximo a Dios y se
hace partícipe de su soberanía. En efecto, ¿cómo puede el alma utilizar la naturaleza,
cómo puede disfrutar del mundo, cómo puede saborear los elementos, si no es a
través de la carne? /.../. Todo está sometido al alma por medio de la carne y, por
tanto, todo está sometido a la carne. De esta suerte, la carne, aunque es tenida por
sierva e instrumento del alma, se descubre como su compañera y coheredera en lo
temporal. ¿Por qué pues no en lo eterno?
/.../. Ningún alma puede conseguir la salvación, si no creyó mientras vivía en
la carne; tan verdad es que la carne es el quicio sobre el que gira la salvación.
Cuando Dios atrae a sí al alma, es la carne la que permite que el alma pueda ser
atraída por Dios. La carne es lavada para que el alma quede purificada. La carne es
ungida para que el alma quede consagrada. La carne es sellada, para que el alma
quede protegida. La carne recibe la sombra de la imposición de las manos, para que
el alma quede iluminada por el Espíritu. La carne se alimenta con el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, para que el alma quede llena de Dios. Por tanto, no se puede
separar en el premio lo que colaboró en un solo trabajo. Los sacrificios agradables a
Dios -me refiero a la aflicción del alma, los ayunos, la abstinencia y todas las
molestias anejas a estas prácticas- es la carne la que las realiza una y otra vez a costa
propia.» (TERTULIANO, La resurrección de la carne, 7)

127 Todo el hombre, alma y cuerpo, caído y restaurado.- «Dice el Señor que vino a
salvar lo que había perecido (Mt 18,11). ¿Qué piensas que era lo que había perecido?
El hombre, sin lugar a dudas. ¿Todo el hombre o parte de él? Ciertamente todo, ya
que la transgresión, que fue causa de la muerte del hombre, fue cometida tanto por
el impulso del alma con su concupiscencia, como por la acción de la carne con su
placer. Con ello se escribió contra todo el hombre el veredicto de culpabilidad, por el
que luego tuvo que pagar justamente la pena de muerte. Así, pues, también el
hombre entero será salvado, ya que el hombre entero cometió el delito /.../. Sería
indigno de Dios que devolviera a la salud la mitad del hombre, haciendo, por así
decirlo, menos que los mismos gobernantes de este mundo, que siempre conceden el
Misterio de la Encarnación

indulto en forma total. ¿Habrá que admitir que el diablo fue más fuerte para mal del
hombre, al lograr destrozarlo totalmente, mientras que Dios es más débil, ya que no
restaura en su totalidad? Pero dice el Apóstol: donde abundó el delito, sobreabundó la
gracia (Rom 5,20).» (TERTULIANO, La resurrección de la carne, 34)

128 El hombre hecho bípedo para la contemplación del cielo.- «Dios, habiendo
decidido hacer al hombre celestial únicamente, entre todos los seres vivientes, y
hacer a todos los demás terrestres, le ha concedido, ante todo, el estar derecho para
contemplar el cielo, y lo ha hecho bípedo, justamente, para que él mire hacia el lugar
de donde trae su origen, y ha abatido a los otros hacia la tierra, para que sean
esclavos de su vientre y de sus alimentos, con sus cuerpos inclinados por completo
sobre la tierra, ya que, para ellos, no hay esperanza de inmortalidad.
3. Es por lo que la actitud derecha del hombre sólo, su estatura en pie, su
mirada, que el comparte con su Padre del cielo, y que está próxima a él, testifican su
origen y a su Creador. Su espíritu, semejante a Dios, porque ha recibido en parti-
cipación el dominio, no sólo sobre los animales que hay sobre la tierra, sino también
sobre su propio cuerpo, lo observa y considera todo, situado en lo alto, en la cabeza,
como en una ciudadela elevada.
4. Este palacio pertenece a Dios. No lo ha hecho oblongo y alargado, como en
los seres desprovistos de palabra, sino semejante a un círculo y una esfera, porque la
redondez realza con una proporción y una forma perfecta. 5. El espíritu y este glo-
rioso fuego divino están cubiertos con un revestimiento natural en la cumbre. La
parte superior, llamada la faz, está provista de los servicios necesarios de los
órganos. 6. Y si Dios, ante todo, situó las órbitas de los ojos en orificios cóncavos -de
donde la frente, según Varrón, ha recibido el nombre-, él ha dispuesto que sean ni
más ni menos que dos, hablando estéticamente. Ha querido que las orejas sean
también dos; ello contribuye a la belleza por su misma semejanza; y así los sonidos
se reúnen ahí más fácilmente por llegar por ambos lados. 7. De hecho, su forma está
fabricada admirablemente; él no ha querido que los orificios estén desnudos sin
protección.» (LACTANCIO, La obra de Dios Creador, 8,2-7)

129 El hombre es semejante a Dios.- «Grande, en efecto, es el poder del hombre, grande
su naturaleza, grandes sus obligaciones sagradas. Porque si alguien no lo ha
pervertido y no ha traicionado su fe y su consagración, este hombre es feliz y, para
decirlo brevemente, este hombre es semejante a Dios. Todos aquellos para quienes la
carne es la medida del hombre, se engañan. Porque este cuerpo miserable del que
estamos revestidos, no es más que el albergue del hombre; el hombre mismo no
puede ser palpado, ni visto, ni cogido por el pensamiento; se esconde en el interior
de aquello que se ve.
10. Si un hombre se muestra egoísta y voluptuoso en esta vida, si desprecia la
virtud para entregarse a los deseos de la carne, caerá y será abatido; pero si, como
Misterio de la Encarnación

debe, defiende con diligencia y firmeza la actitud recta que ha recibido en


participación, si no es esclavo de la tierra, que él debe pisar y vencer, obtendrá la
vida eterna.» (LACTANCIO, La obra de Dios Creador, 19,9-10)

130 El universo fabricado para el hombre; el hombre hecho para Dios.- «Lo mismo que
Dios ha fabricado el universo para el hombre, ha fabricado al hombre para él, como
sacerdote del templo divino y espectador de las obras y realidades celestiales. 2. En
efecto, sólo el hombre, dotado de sentidos y capaz de razonar, puede conocer a Dios,
admirar sus obras, ver claramente su fuerza y su poder. Si ha sido provisto de re-
flexión, de inteligencia, de prudencia; si, entre todos los animales, sólo él ha sido
formado con un cuerpo y actitud derecha, ha sido para que, de manera visible, esté
despierto para la contemplación de su Padre. Si él sólo está dotado de palabra y
lenguaje, ha sido para que pueda proclamar la gloria de su Señor. En fin, si todo, sin
excepción, le está sometido, es para que él, a su vez, esté sometido a Dios, Creador y
arquitecto.» (LACTANCIO, La ira de Dios, 14,1-2)

131 Hombres justos y hombres viciosos.- «Hay un gran número de hombres que tienen
la convicción de que la justicia complace a Dios; y, porque es el Señor y Padre de
todas las cosas, le veneran con oraciones asiduas y votos frecuentes, le presentan
ofrendas y sacrificios, celebran su Nombre con alabanzas, y se esfuerzan en ganarle
con obras justas y buenas. 3. Si nada conviene mejor a Dios que hacer bien; si nada,
por el contrario, es más ajeno a él que la ingratitud, entonces él responderá siempre
con largueza al culto que le rinden aquellos que viven santamente, cumpliendo sus
deberes. Dios no cae jamás en la ingratitud, que es vituperable en el mismo hombre.
4. Otros son, por el contrario, facinerosos e impíos; lo manchan todo con sus
libertinajes, se entregan a la violencia en todas partes, engañan, saquean, perjuran,
no perdonan a hermanos y parientes, desprecian las leyes y a la persona misma de
Dios. La cólera encuentra materia en todo eso, por parte de Dios.
5. Porque sería sacrílego que, viendo cometer tales acciones, Dios no se
conmueva y se levante para castigar a los criminales, para quitar estas plagas
dañinas, protegiendo así a todos los hombres de bien. Tanto es verdad, que la
bondad se manifiesta en la cólera.» (LACTANCIO, La ira de Dios, 16,2-5)

132 Caída y redención del hombre.- «1. Considera, si te place, los beneficios divinos,
remontándote a los comienzos. El primer hombre, cuando jugaba libremente en el
paraíso, era todavía un niño pequeño de Dios. Pero, cuando sucumbiendo al placer -
porque la serpiente significa el placer, que se arrastra sobre el vientre, el vicio
terrenal vuelto hacia lo material-, se dejó seducir por la concupiscencia, el niño se
hizo hombre con la desobediencia, y se reveló contra su Padre, y se sintió aver-
gonzado delante de Dios. Tal fue la fuerza del placer. Y el hombre que, en su
Misterio de la Encarnación

simplicidad, vivía en libertad, se encontró encadenado por sus pecados. 2. Pero


entonces el Señor quiso librarlo de estas cadenas y, haciéndose él prisionero de la
carne -eso sí que es un misterio divino-, domó a la serpiente y esclavizó al tirano, es
decir, la muerte; y, cosa increíble, al hombre extraviado por el placer y encadenado a
la corrupción, con sus manos extendidas en la cruz, lo puso en libertad. 3. ¡Oh
maravilla, llena de misterios! Es abatido el Señor, pero el hombre es levantado; y el
que en el paraíso había caído recibe una recompensa mayor que la que hubiera
tenido obedeciendo, a saber, los cielos.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA,
Exhortación a los paganos, 11,111,1-3)

133 La nueva creación.- «/.../. ¡Salve, luz! Desde el cielo brilló una luz sobre nosotros,
que estábamos sumidos en la oscuridad y encerrados en la sombra de la muerte; luz
más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo. 2. Esta luz es la vida eterna,
y todo lo que de ella participa vive, mientras que la noche teme a la luz y,
ocultándose de miedo, deja el puesto al día del Señor; el universo se ha convertido
en luz indefectible, y el ocaso se ha transformado en aurora. 3. Esto es lo que quiere
decir la nueva creación (Gál 6,15); porque el sol de justicia (Mal 4,2), que atraviesa en su
carroza el universo entero, recorre así mismo la humanidad imitando a su Padre, que
hace salir el sol sobre todos los hombres (Mt 5,45) y derrama el rocío de la verdad. 4. Él
fue quien transformó el ocaso en amanecer; quien venció la muerte con la vida por la
resurrección; quien arrancó al hombre de su perdición y lo levantó al cielo, como
agricultor divino que es, que muestra los presagios favorables, excita a los pueblos al tra-
bajo del bien, recuerda las subsistencias de verdad, nos da la herencia paterna, verda-
deramente grande, divina e imperecedera; diviniza al hombre con una enseñanza
celeste, da leyes a su inteligencia y las graba en su corazón (Aratos Phaen. 6s). ¿De qué le-
yes se trata? Pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -oráculo de Yahveh-;
ya que perdonaré su culpa y no recordaré más su pecado (Jer 31,34).» (CLEMENTE DE
ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos, 11,114,1-5)

134 El cuerpo humano, constituido para el bien.- «Es irrazonable la actitud de cuantos
claman contra la formación de la figura humana y desprecian el cuerpo. No
consideran que la constitución del hombre ha sido enderezada para contemplar el
cielo; que la estructura de los órganos del sentido está ordenada a la gnosis, que los
miembros y los órganos del cuerpo están dispuestos ordenadamente a conseguir el
bien, no el placer. Es así como esta habitación resulta apta para recibir el alma, de
mucho valor junto a Dios, y es considerada digna del Espíritu Santo por la
santificación del alma y del cuerpo juntos, perfecta por reconciliación obrada por el
Salvador (1Tes 5,23).» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, «Strómata», 4,26,163)
Misterio de la Encarnación

135 El bien del hombre, hacer la voluntad de Dios.- «La tarea del hombre es, pues,
obedecer a Dios, que ha prometido la salvación por diversos caminos, a través de los
mandamientos, y confesarlo significa resultarle agradecido. El bienhechor comienza
primeramente a beneficiar, y el hombre que, con las debidas consideraciones, ha
acogido prontamente y guardado los mandamientos, es fiel, como es ya el amigo (de
Dios) aquel que, cuanto puede, devuelve con amor el beneficio.
Por otra parte, uno sólo es el reconocimiento más propio de parte de los
hombres, hacer aquello que es agradable a Dios. Y el Maestro y Salvador considera
como propio honor y favor, la buena conducta de los hombres, como si se tratase de
filiación propia y de un efecto en cierto modo congénito, teniendo igualmente como
desagradecimiento y deshonra dirigidos a su persona las ofensas hechas a quien cree
en él. Y, ¿qué otra deshonra podría afectar a Dios?» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA,
«Strómata», 7,3,21)

136 A semejanza de Jesucristo, el hombre bueno crece en edad, sabiduría y gracia.- «El
Hijo de Dios es la luz verdadera que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo (Jn 1,9).
Todo el que es razonable se hace partícipe de la verdadera luz. Y, ciertamente, todo
hombre está dotado de razón. Siendo, pues, razonables todos los hombres, en alguno
se aumenta la fuerza de su razón; en otros se disminuye.
Si ves una alma dominada por los vicios, y esclava de sus desórdenes,
observarás que falta en ella la fuerza del Verbo. Si ves una que es santa y justa, verás
que la fuerza de Dios aumenta y crece en ella. Y le aplicarás aquello que está escrito
de Jesús. Porque no sólo es que Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y
ante los hombres (Lc 2,52), sino que, en cada uno de los que reciben el crecimiento de
la sabiduría, de la edad y de la gracia, Jesús adelanta en sabiduría, en edad y en
gracia ante Dios y ante los hombres.» (ORIGENES, Homilías sobre Jeremías, 11,15)

137 Dios hizo al hombre necesitado, así se inició todo el progreso.- «Y es que no vio
que, queriendo Dios que se ejercitara la inteligencia humana, para que no
permaneciera ociosa e ignorante de las artes, hizo al hombre necesitado. Y, en efecto,
para los que no habían de inquirir las cosas divinas ni consagrarse a la filosofía,
mejor les era carecer de las cosas a fin de sentirse acuciados a inventar las artes para
el uso de su inteligencia, que no por abundar de todo, dejar su inteligencia sin culti-
vo. Lo cierto es que la carencia de lo necesario para la vida inventó la agricultura, el
cultivo de la vid, las artes de la huerta, no menos que la carpintería y herrería, que
proporcionan instrumentos para las artes al servicio de la comida. La necesidad de
protección o vestido inventó, por otra parte, el arte textil de cardar la lana y de hilar
y, de otra, la arquitectura o arte de construir. La indigencia de lo necesario para la
vida hizo también que, gracias a la navegación y arte náutica, los productos de una
parte se transporten a otra en que carecen de ellos. De modo que, en este aspecto, es
Misterio de la Encarnación

de admirar la providencia, por haber hecho convenientemente al animal racional


más indigente que a los irracionales.» (ORIGENES, Contra Celso, 4,76)

138 El cuerpo humano, tienda del alma.- «Así, pues, nuestra esperanza no es propia de
gusanos, ni hecha de menos nuestra alma un cuerpo podrido. No, si es cierto que,
para moverse de un lugar a otros, necesita de un cuerpo, el alma que ha estudiado la
sabiduría, según aquello La boca del justo estudiará sabiduría (Sal 36,30), comprende la
diferencia entre la casa terrena, que se destruye, en que está la tienda, y la tienda
misma, en que gimen los justos gravados; pues no quieren ser despojados de su
tienda, sino sobrevestirse de ella, a fin de que por este sobrevestirse lo mortal sea
absorbido por la vida (2Cor 5,1-4).» (ORIGENES, Contra Celso, 5,19)

139 El pecado del hombre, origen de la idolatría.- «Así, el primer hombre, que se llama
en hebreo Adán, al principio, según las Santas Escrituras, conservaba su espíritu
vuelto hacia Dios, en la libertad más limpia, y vivía con los santos en la con-
templación de las cosas inteligibles, de las que gozaba en el lugar que el santo Moisés
ha llamado en figura un paraíso. Porque la pureza del alma la hace capaz de
contemplar a Dios en ella misma, como en un espejo, según la palabra del Señor:
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).
/.../.
Sin contentarse con haber encontrado el mal, el alma humana, poco a poco, se
fue precipitando en lo peor /.../. Así, desviada del bien y olvidando que ella es la
imagen del Dios bueno, el poder que hay en ella no ve ya al Dios Verbo, la seme-
janza a la que ella fue hecha; saliendo de sí misma, no piensa ni imagina sino la nada.
Porque ella ha escondido en los repliegues de los deseos corporales el espejo que hay
en ella; por el cual sólo podía ver la imagen del Padre, y así no ve más aquello en que
un alma debe pensar; al contrario, vuelta hacia todos los lados, sólo ve aquello que
cae bajo los sentidos. Así, llena de toda suerte de deseos carnales y ofuscada por la
falsa opinión que de ellos se ha hecho, acaba por imaginarse como las cosas
corporales y sensibles a Dios, de cuyo pensamiento se ha olvidado, y da a las
apariencias el nombre de Dios; ella no aprecia más que aquello que ve y contempla
como algo agradable. Ello es, pues, el mal, causa y origen de la idolatría.» (S.
ATANASIO, Tratado contra los paganos, 2 y 8)

140 El hombre bueno contempla en sí la imagen de Dios.- «/.../ y si ellos se purifican


bastante para desembarazarse de todo cuanto se ha añadido al alma como extraño, y
la dejan libre tal como ella fue hecha, para poder contemplar así en ella el Verbo del
Padre, a cuya imagen fueron hechos al principio; ya que ella ha sido hecha a imagen
de Dios y creada a su semejanza, como dice la divina Escritura hablando en nombre
de Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gén 1,26). Así, cuando el
Misterio de la Encarnación

alma se limpia de toda mancha de pecado, derramada sobre ella, y no guarda más
que la semejanza de la imagen en toda su pureza, justamente cuando esta imagen
está iluminada, contempla en ella como en un espejo al Verbo, imagen de Dios
Padre, y en él contempla al Padre, cuya imagen es el Salvador.» (S. ATANASIO,
Tratado contra los paganos, 34)

141 La Unidad y Trinidad de Dios manifiesta en la creación del hombre.- «Hagamos.


No se dijo: Y ellos crearon, sino creó (Gén 1,26-27), para que no tomaras de aquí
pretexto para el politeísmo. En efecto, si se hubiera empleado el plural, los hombres
se tomarían la libertad de acumular ellos mismos muchedumbre de dioses. Pero la
palabra hagamos fue dicha con cuidado para que tu reconocieras al Padre, al Hijo y el
Espíritu Santo.
Dios creó al hombre (Gén 1,27) está dicho para que tú conserves la unidad en las
hipóstasis /.../, a fin de que tú rindas una gloria única a Dios, sin hacer división al
adorarlo; división que te llevaría al politeísmo. No se ha dicho Los dioses crearon al
hombre, sino Dios creó. La hipóstasis es propia del Padre, propia del Hijo, propia del
Espíritu Santo.
- Entonces ¿por qué no tres dioses?
- Porque la divinidad es una. La divinidad que yo contemplo en el Padre, la
veo también en el Hijo, y la que veo en el Espíritu Santo, la veo también en el Hijo.
Porque hay una forma única en cada uno de los dos; también el poder que viene del
Padre es el mismo en el Hijo. Y es la razón por la que, por nuestra parte, hay una
adoración y alabanza única. El preludio de nuestra creación es una auténtica
teología.» (S. BASILIO MAGNO, Sobre el origen del hombre, 1,4)

142 El hombre exterior y el hombre interior.- «Yo distingo dos hombres: uno que
aparece, y el otro escondido bajo lo que aparece, invisible. Tenemos un hombre
interior y somos, en cierta forma, dobles; pero, a decir verdad, nosotros somos el ser
interior. El yo se dice del hombre interior; lo externo no es el yo, sino mío. La mano
no es yo; el yo es el principio razonable del alma. La mano es una parte del hombre.
De esta forma, el cuerpo es instrumento del hombre /.../.
Hagamos al hombre a nuestra imagen (Gén 1,26), es decir: démosle la
superioridad de la razón.
/.../.
Hagamos al hombre para que domine. Donde se encuentra el poder de mandar,
allí reside la imagen de Dios.» (S. BASILIO MAGNO, Sobre el origen del hombre,
1,7-8)

143 Hecho a imagen de Dios, el hombre llega a la semejanza por el Evangelio.- «Así, tú
posees aquello que es a la imagen, porque eres razonable; pero llegas a la semejanza
Misterio de la Encarnación

adquiriendo la bondad. Adquiere entrañas de compasión y de bondad (Col 3,12), a fin de


revestirte de Cristo (Gál 3,27). Las acciones que te llevan a adquirir la compasión son,
en efecto, las mismas que las que te hacen revestirse de Cristo; y la intimidad con él
te hace íntimo de Dios. Así esta historia es una educación de la vida humana. /.../.
¿Cómo llegamos, pues, a la semejanza? Por los Evangelios. ¿Qué es el
cristianismo? Si tú has recibido la gracia de ser cristiano, esfuérzate por llegar a la
semejanza de Dios, revístete de Cristo. Pero ¿cómo te revestirás, si no estás bau-
tizado?, ¿renuncias a la semejanza de Dios? Si yo te digo: Mira, llega a ser semejante
al emperador, ¿no te das cuenta de que soy un bienhechor? Sin embargo, que yo
quiera que te vuelvas semejante a Dios, ¿huirás de la palabra que te deifica?, ¿vas a
cerrar tus oídos para no entender las palabras de salvación?» (S. BASILIO MAGNO,
Sobre el origen del hombre, 1,17)

144 El hombre fue creado por Dios; su cuerpo, modelado.- «En efecto, cuando fue dicho:
Y Dios creó al hombre, a imagen de Dios lo creó (Gén 1,27), la palabra empleada fue creó.
Y cuando la Escritura nos descubre lo concerniente a la sustancia corporal, modeló es
la palabra que emplea (Gén 2,7). El salmista ha enseñado esta diferencia entre
creación y modelaje, cuando dice: Tus manos me hicieron y me formaron (Sal 118,73; Job
10,8). Dios ha creado al hombre interior y ha modelado al hombre exterior. En efecto,
el modelaje conviene a la arcilla, la creación a lo que es a la imagen. Así, pues, la
carne ha sido modelada, pero el alma ha sido creada.» (S. BASILIO MAGNO, Sobre
el origen del hombre, 2,3)

145 Modelado del polvo de la tierra.- «Dios modeló al hombre del polvo de la tierra (Gén
2,7). Bella es la humanidad, conforme a la naturaleza; esto nos lo hace recordar. Si la
Escritura hubiera dicho que Dios modeló al hombre, habiendo tomado un poco de
cielo, ¿cuando pondrían sus ojos en aquello, para acordarnos de nuestra naturaleza?
/.../. Inclínate hacia la tierra y comprende que tú has sido formado a partir de una
materia semejante a la tierra, de aquello que en ti es despreciable. ¿Qué hay más
despreciable que nosotros?, ¿qué puede humillarnos más que nosotros mismos?» (S.
BASILIO MAGNO, Sobre el origen del hombre, 2,13)

146 El modelaje de Dios distinto de los de los hombres.- «Y Dios modeló al hombre. La
palabra modeló /.../. ¿Ha modelado a la manera de los que modelan la arcilla o el
bronce? El modelaje de una estatua, o del yeso, no exigen imitar más que lo exterior.
Tú has observado que una estatua, en general, se presenta en una actitud
determinada; la del soldado expresa la bravura, el bronce modelado conforme a un
modelo femenino expresa la feminidad; o se añade a la escultura, en tanto que el arte
es capaz de ello, por la imitación, cualquiera otra cualidad moral.
Misterio de la Encarnación

El modelaje de Dios no es parecido. Él ha modelado al hombre. Al hacerlo, su


actividad organiza todos los componentes en profundidad, partiendo del interior.
Aprenderás a partir de ti mismo, la ciencia que Dios ha empleado en ti, porque
realmente el hombre es un microcosmos /.../. La psicología de los médicos, los
manuales de los profesores de gimnasia sobre la repartición de las carnes, todo viene
a testimoniar a favor del modelaje del hombre. ¿Dónde encontraré yo un lenguaje
para expresar con exactitud lo que está encerrado en esta palabra modeló? /.../.
He aquí cómo tú has sido modelado. Ésta es una escuela del fin para el que
has nacido; has nacido para contemplar a Dios y no para que tu vida se arrastre
sobre la tierra; no para disfrutar los placeres de las bestias, sino para manifestar que
perteneces a la ciudad celestial. Por eso es por lo que los ojos del sabio están en su
cabeza (Ecl 2,14), dice el Eclesiastés. ¿Quién es el que no tiene los ojos en la cabeza?
/.../. En la cabeza significa que puede mirar lo que está en lo alto. Aquel que no mira
lo que está en lo alto, sino lo que es terrestre, tiene los ojos fijos en el suelo.» (S. BA-
SILIO, Sobre el origen del hombre, 2,14-15)

147 La gloria del hombre es buscar la gloria que procede del Señor de la gloria.- «En
esto consiste la sublimidad del hombre, su gloria y su dignidad, en conocer dónde se
halla la verdadera grandeza y adherirse a ella, en buscar la gloria que procede del
Señor de la gloria. Dice, en efecto, el Apóstol: El que se gloría, que se gloríe en el Señor,
afirmación que se halla en aquel texto: Cristo, que Dios ha hecho para nosotros sabiduría,
justicia, santificación y redención; y así, como dice la Escritura: "El que se gloría que se
gloríe en el Señor" (1Cor 1,30).
Por tanto, lo que hemos de hacer, para gloriarnos de un modo perfecto e
irreprochable en el Señor, es no enorgullecernos de nuestra propia justicia, sino
reconocer que, en verdad, carecemos de ella y que lo único que nos justifica es la fe
en Cristo.
En esto precisamente se gloría Pablo, en despreciar su propia justicia y en
buscar la que se obtiene por la fe y que procede de Dios, para así tener íntima
experiencia de Cristo, del poder de su resurrección y de la comunión en sus padeci-
mientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de
entre los muertos.» (S. BASILIO MAGNO, Homilías, 20,«sobre la humildad»)

148 Colocado por Dios en el Paraíso, el hombre cayó por la desobediencia.- «Dios puso
al hombre en el paraíso, cualquiera que éste fuera, considerándolo digno del libre
albedrío; para que el bien perteneciera a quien lo elige, como quien había sembrado
en él la capacidad de hacerlo. Lo hizo hortelano de árboles inmortales -quizá los
pensamientos divinos, los más simples y los más perfectos-. Estaba desnudo por su
sencillez y forma de vida sin artificio; lejos de todo encubrimiento y recelo. Pues era
conveniente que así fuera quien había creado al principio. Le fue dada la ley, que es
el objeto sobre el que ejercitar la libertad. Era el mandato no comer del árbol de la
Misterio de la Encarnación

ciencia del bien y del mal (Gén 2,16); no porque éste hubiera sido mal plantado, ni se le
prohibiera por envidia -no desaten aquí sus lenguas los enemigos de Dios, imitando
a la serpiente-, sino porque comer de él era bueno sólo en el momento oportuno.
Creo yo que este árbol representaba la contemplación de Dios, cuya posesión era
conveniente para quienes tuvieran una perfecta disposición /.../.
Conoció al punto la vergüenza y se escondió de Dios. De todo ello, no
obstante, se saca algún provecho: la muerte que, poniendo fin al pecado, evita que
sea inmortal el mal. El suplicio, pues, adquiere razón de benevolencia. Estoy
persuadido de que Dios castiga así.» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones,
38,12)

149 Deliberación de Dios para crear al hombre.- «Una deliberación precedió a la


fabricación del hombre; como en una pintura fue delineado por el artífice, en forma
de apunte. Cómo convenía que fuese el hombre, de qué ejemplar había de ser
imagen, por qué había de ser creado, y cuáles habían de ser sus acciones, a quiénes
había de presidir; todas estas cosas se consideraron para que el hombre tuviera
prestancia y dignidad. Y ya, antes de empezar a existir, tuviera el señorío de todas
las cosas. Por eso dice Moisés que Dios habló de esta manera: Hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo,
sobre los ganados, sobre todas las bestias de la tierra, y sobre cuantos animales se mueven en
ella (Gén 1,26).
¡Cosa admirable! El sol es creado sin deliberación alguna precedente y lo
mismo el cielo. A estos dos nada puede haber igual entre las cosas creadas. Lo
mismo ocurrió con cada una de las demás; el éter, las estrellas, el aire que circula en-
tre ellas y nosotros, el mar, la tierra, los animales, las plantas; todas fueron hechas
con una palabra de Dios. Sólo para hacer el hombre, este Creador del universo se
prepara con previa consideración.
Preparada previamente la materia para la obra y designada su forma para
realizar un ejemplar de eximia belleza; propuesto así mismo el fin para el que había
de ser creado, fabrica finalmente esta naturaleza semejante a la suya y afín a sus
acciones, que fuera aptísima para aquello a que se destinaba.» (S. GREGORIO DE
NISA, Tratado de la obra del hombre, 3)

150 El hombre, rey de la creación.- «Así como los artífices, en las cosas humanas, dan a
los instrumentos que fabrican aquella forma que parece más apta para el uso a que
se destinan, así aquel sapientísimo artífice de todas las cosas hizo nuestra naturaleza
humana como un instrumento idóneo para administrar el reino. De manera que el
hombre sea lo más apto posible. Lo adornó, tanto con las preclaras dotes del alma,
como con esta forma del cuerpo que vemos.
Y ciertamente, el alma manifiesta su dignidad regia y excelsa, bien distante de
la bajeza, en que no reconoce a nadie como señor; él, con su propio arbitrio hace
Misterio de la Encarnación

todas las cosas y, con sólo su propio imperio, se gobierna a sí mismo como le agrada.
Pues, ¿a quién conviene esto sino al rey? Además, que el hombre sea imagen de la
naturaleza de Dios, a cuyo imperio obedecen todas las criaturas, hay que pensarlo de
manera que su honor y su reinado se le haya dado en la misma creación.» (S.
GREGORIO DE NISA, Tratado de la obra del hombre, 4)

151 El hombre, imagen de Dios por la inteligencia, la palabra y el amor.- «Por lo


demás, aquella belleza divina no brilla de forma externa, con gracia eximia, sino que
consiste en una inefable beatitud por el poder. Por eso, así como los pintores ex-
presan con algunos colores las figuras humanas en sus tablas, y ponen empeño en
utilizar con sumo cuidado los colores propios y convenientes a su pintura, de modo
que copian primorosamente la belleza del ejemplar, así también has de pensar que
nuestro Creador, al adornar nuestras almas, dibujó su imagen en nosotros como con
los mismos colores, a semejanza de su propia belleza, para que la imagen de su
señorío se destacara en nosotros.
Son muchos y variados los colores de esta imagen, con los que se dibuja la
naturaleza divina al vivo; no ciertamente el colorido o el esplendor, la mezcla
proporcionada o la iluminación con las que se consigue resaltar determinados
efectos, como suelen hacer los artistas, sino la limpieza, la ausencia de alteraciones, la
felicidad sin mezcla de mal, y otras semejantes que igualan el hombre a Dios. Con
tales flores, aquel artífice de los hombres adornó nuestra naturaleza a su propia
imagen.
Y, si se desea seguir encontrando otras, con las que se expresa la belleza
divina, te darás cuenta de que, en nuestra imagen, se ha conseguido cuidadosamente
la semejanza. En la naturaleza divina está el pensamiento y la palabra. Está dicho en
las Sagradas Escrituras que en el principio existía la Palabra (Jn 1,1) /.../. También las
posee el hombre. En ti mismo ves que tienes palabra y mente inteligente, verdadera
imagen de aquella inteligencia y palabra. Dios es también caridad y fuente del amor
mutuo. Así lo dice la apóstol San Juan: El amor viene de Dios y Dios es amor (1Jn 4,7-8).
También el Creador de todas las cosas imprimió esta nota en nuestro rostro, pues
dice: En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os tenéis amor los unos a los otros
(Jn 13,35). Por tanto, si este amor mutuo falta en nosotros, todas las notas de nuestra
imagen se han alterado.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la obra del hombre,
5)

152 Servicio de los pies humanos: humildad y fe.- «El servicio de los pies, que sostienen
todo el cuerpo sin fatiga por el peso. Es flexible la rodilla, con la que, mejor que de
otra forma, se mitiga la ofensa del Señor, se calma la ira, se provoca la gracia. Esto es
el don del Padre celestial para su Hijo: Para que, al nombre de Jesús, doblen la rodilla
todos los seres del cielo, de la tierra y del infierno (Fil 2,10).
Misterio de la Encarnación

Dos cosas hay que, sobre todas las otras, agradan a Dios: la humildad y la fe.
El pie expresa el espíritu de humildad y el obsequio de un humilde servicio. La fe
hace igual el Hijo al Padre, confiesa la misma gloria respecto a ambos. Rectamente
los pies del hombre son dos, no cuatro o más; las bestias y las fieras tienen cuatro, las
aves, dos. Y por eso el hombre usa de ellos como las aves, para mirar desde lo alto,
con la penetración de su mirada. Por eso también se dice de él: Como un águila se
renueva tu juventud (Sal 102,5); es propio de los seres celestiales. Y más alto que las
águilas. Nuestra patria está en los cielos (Fil 3,20).» (S. AMBROSIO, El Hexámeron,
6,9,74)

153 Los ojos, para ver las criaturas y buscar al Creador.- «No son, pues, los ojos quienes
ven, sino que alguien ve por los ojos; levántale, despiértale. No, no te fue rehusado;
hízote Dios animal racional, te antepuso a las bestias, te formó a su imagen. ¡Qué!
Esos tus ojos ¿no van a servirte sino para ver de hallar, como los animales, cebo para
el vientre y nada para la mente? Levanta, pues, la mirada de la razón, usa los ojos
cual hombre, ponlos en el cielo y en la tierra, en las bellezas del firmamento, en la
fecundidad del suelo, en el volar de las aves, en el nadar de los peces, en la utilidad
de las semillas, en la ordenada sucesión de los tiempos; pon los ojos en las hechuras
y busca al Hacedor. /.../. Mira lo que ves y sube por ahí al que no ves. No creas son
exhortaciones mías estas; oye al Apóstol que dice: Los atributos invisibles de Dios se
hacen visibles por la creación del mundo (Rom 1,20).» (S. AGUSTIN, Sermones, 126,90)

154 «Quien te hizo sin ti, no te justifica sin ti».- «Serás obra de Dios, no sólo por ser
hombre, sino también por ser justo. Mejor es para ti ser justo que ser hombre. Si el
ser hombre es obra de Dios y el ser justo es obra tuya, al menos esa obra tuya es más
grande que la de Dios. Pero Dios te hizo a ti sin ti. Ningún consentimiento le
otorgaste para que te hiciera. ¿Cómo podías dar el consentimiento si no existías?
Quien te hizo sin ti no te justificará sin ti. Por lo tanto, creó sin que lo supiera el
interesado, pero no justifica sin que lo quiera él. Con todo, él es quien justifica /.../.»
(S. AGUSTIN, Sermones, 149,13)

155 Gobierno de Dios sobre justos y pecadores.- «Grandes son las obras de Dios, escogidas
en su voluntad (Sal 110,2). Previó a los que habían de ser buenos y los creó; previó a
los que habían de ser malos y les dio el ser. Se entrega a sí mismo a los buenos para
que gocen de él, y reparte también entre los malos muchos de sus beneficios.
Perdona con misericordia y castiga con justicia. Así mismo, castiga con misericordia
y perdona con justicia. No teme la malicia de nadie, no necesita la justicia de alguno.
No se aprovecha de las obras de los buenos, y mira por el bien de los buenos
mediante el castigo de los malos. ¿Por qué no había de permitir que el hombre fuera
tentado con aquella tentación, con el fin de probarle, convencerle y castigarle,
Misterio de la Encarnación

cuando el orgullo concupiscente de su propia dignidad había de parir lo que había


concebido y así, de este modo, se confundiría con su fruto; y con el justo castigo
apartaría de la soberbia y de la desobediencia de lo malo a sus descendientes, para
quienes se dirigían todas aquellas las cosas que fueron escritas y anunciadas?» (S.
AGUSTIN, Del Génesis a la letra, 11,11,15)

156 El hombre expulsado del Paraíso.- «Y ahora, dice Dios, para que no extienda su mano y
tome del fruto del árbol de la vida y coma y viva eternamente. El Señor Dios le arroja del
paraíso de delicias, para que trabajara la tierra de la cual fue formado (Gén 3,22-23). Las
primeras palabras son de Dios, mas el hecho que se narra se efectuó como
consecuencia de lo dicho. Despojado el hombre, no sólo de la vida que había de tener
con los ángeles, si hubiera conservado el precepto, sino también de aquella feliz y
corporal que llevaba en el paraíso, debió alejarse del árbol de la vida, ya fuese
porque, ofreciendo mediante su fruto visible una virtud invisible, continuase el
hombre en aquel feliz estado corporal, o porque en este árbol se encerraba el
sacramento visible de la Sabiduría invisible. De allí debía echársele como hombre
que había de morir, o como excomulgado, al igual que en el actual paraíso, es decir,
en la Iglesia, suelen los hombres ser apartados de los sacramentos visibles del altar
por la disciplina eclesiástica.» (S. AGUSTIN, Del Génesis a la letra, 11,40,54)

157 Conocer, alabar, invocar a Dios en la fe.- «Con todo, quiere alabarte el hombre,
pequeña parte de tu creación. Tú mismo le provocas a ello, haciendo que se deleite
en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti.
Dame, Señor, a conocer y entender si es primero invocarte que alabarte o es
antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te
conoce? Porque, sin conocerte, fácilmente podrá invocar una cosa por otra. ¿Acaso,
más bien, no habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y cómo invocarán a
aquel en quien no han creído? ¿y cómo creerán si no se les predica? (Rom 10,14).
Ciertamente, alabarán al Señor los que lo buscan, porque los que lo buscan le
hallan y los que le hallan le alabarán.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 1,1,1)

158 Grande abismo es el hombre.- «De este modo amaba yo entonces a los hombres, por
el juicio de los hombres y no por el tuyo. Dios mío, en quien nadie se engaña. Sin
embargo, ¿por qué no te alababa como se alaba a un cochero célebre o a un cazador
afamado con las aclamaciones del pueblo, sino de modo muy distinto y más serio, y
tal como yo quisiera ser alabado?
Porque ciertamente yo no quisiera ser alabado y amado como los histriones,
aunque los ame y los alabe; antes preferiría mil veces permanecer desconocido a ser
alabado de esta manera, y aún ser odiado antes que ser amado así. ¿Dónde se
Misterio de la Encarnación

distribuyen estos pesos, de tan variados y diversos amores, en una misma alma?
¿Cómo es que yo amo en otro lo que a su vez, si yo no odiara, no lo detestara en mí
ni lo desechara, siendo uno y otro hombres? Porque no se ha de decir del histrión,
que es de nuestra naturaleza, que es alabado como un buen caballo por quien, aún
pudiendo, no querría ser caballo.
¿Luego amo en el hombre lo que yo quiero ser, siendo, no obstante, hombre?
Grande abismo es el hombre, cuyos cabellos tienes tú, Señor, contados (Mt 10,30), sin
que se pierda uno sin tú saberlo; y, sin embargo, más fáciles de contar son sus ca-
bellos que sus afectos y los movimientos de su corazón.» (S. AGUSTIN, Las
Confesiones, 4,14,22)

159 El hombre caído en el profundo clama, suspira, gime.- «Nuestra profundidad es la


vida mortal. Todo el que comprende que se halla en el profundo, clama, gime,
suspira hasta que sea sacado del profundo y se presente ante Aquél que está sentado
sobre todos los abismos, sobre el querubín, sobre todas las cosas que creó, tanto
corporales como espirituales; hasta que se acerque a él el alma, hasta que por él sea
su imagen, que es el hombre, liberada; la cual se lastimó en el profundo, como
atormentada por continuas olas /.../.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos,
Sal 129,1)

160 El hombre, creado para dominar a las bestias, no al hombre.- «Esto es prescripción
del orden natural. Así creó Dios al hombre. Domine -dice- a los peces del mar, y a las
aves del cielo, y a todo reptil que se mueve sobre la tierra (Gén 1,26). Y quiso que el
hombre racional, hecho a su imagen, dominara únicamente a los irracionales, no el
hombre al hombre, sino el hombre a la bestia. Este es el motivo de que los primeros
justos hayan sido pastores y no reyes.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 19,15)

161 La paz, tranquilidad en el orden.- «Así, la paz del cuerpo es la ordenada complexión
de sus partes; y la del alma irracional, la ordenada calma de sus apetencias. La paz
del alma racional es la ordenada armonía entre el conocimiento y la acción; y la paz
del cuerpo y del alma, la vida bien ordenada y la salud del animal. La paz entre el
hombre mortal y Dios es la obediencia ordenada por la fe bajo la ley eterna. Y la paz
de los hombres entre sí, su ordenada concordia. La paz de la casa es la ordenada
concordia entre los que mandan y los que obedecen en ella, y la paz de la ciudad es
la ordenada concordia entre los ciudadanos que gobiernan y los gobernados. La paz
de la ciudad celestial es la unión ordenadísima y concordísima para gozar de Dios y,
a la vez, en Dios. Y la paz de todas las cosas, la tranquilidad del orden. Y el orden es
la disposición que asigna a las cosas diferentes y a las iguales el lugar que les
corresponde.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 19,13,1)
Misterio de la Encarnación

162 Amando las criaturas, el hombre debe amar a Dios.- «Usando de las criaturas con
apasionamiento y sin moderación, se desprecia al Creador. De éstos dice el Apóstol:
Adoraron y sirvieron a la criatura más bien que al Creador, que es digno de ser bendecido por
los siglos de los siglos (Rom 1,25). Dios no te prohíbe amar estas cosas, sino amarlas
poniendo en ellas tu felicidad; apruébalas y alábalas de modo que ames al Creador.
Si un esposo hiciese a su esposa un anillo y ésta, recibido el anillo, lo amase más que
al esposo, que le hizo el anillo, ¿acaso no sería considerada su alma adúltera por este
don del esposo, aunque amase lo que le dio el esposo? Sin duda debía amar lo que le
dio el esposo. No obstante, si dijese: me basta este anillo, ya no quiero ver tu rostro,
¿cómo la calificaríamos /.../. Pero el esposo da las arras para ser amado en ellas.
Dios te dio estas cosas; luego ama al que las hizo. Mucho más es lo que quiere darte
el que las hizo: a sí mismo. Si amas estas cosas, aunque las hizo Dios, y abandonas al
Creador, amando al mundo, ¿no se tendrá tu amor por adulterino?» S. AGUSTIN,
Exposición de la Epístola a los Partos, 2,9)

163 No despreciar las criaturas, creadas buenas por Dios.- «¡Despiértate, hombre, y
reconoce la dignidad de tu naturaleza! ¡Acuérdate que has sido creado a imagen de
Dios, imagen que, aunque corrompida en Adán, ha sido restaurada en Cristo! Usa
como es menester de las criaturas visibles, del mismo modo que usas de la tierra, del
mar, del cielo, del aire, de las fuentes y de los ríos, y todo lo que en ellos encuentras
de bello y admirable, refiérelo a la alabanza y a la gloria del Creador. No te
entregues a este astro luminoso, en el cual se alegran los pájaros y las serpientes, las
bestias salvajes y los animales domésticos (Sal 148,10), las moscas y los gusanos. Dé-
jense bañar tus sentidos por esta luz sensible y, con todo el afecto de tu espíritu,
abraza esta luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9), y de
la cual dice el Profeta: Volvéos todos a él y seréis iluminados, y no cubrirá el oprobio
vuestros rostros (Sal 33,6). Si somos, pues, el templo de Dios y el Espíritu Santo habita
en nosotros (1Cor 3,16), lo que cada fiel lleva en su alma tiene más valor que lo que
se admira en el cielo.
Aunque os damos estas exhortaciones y estos consejos, amadísimos, no es
para que despreciéis las obras de Dios o para que penséis que en las obras que Dios
ha creado buenas (Gén 1,18) puede haber algo contrario a la fe, sino para que uséis
con mesura y razonablemente de toda la belleza de las criaturas y del ornato de este
mundo (Gén 2,1), ya que como dice el Apóstol, las cosas visibles son temporales, las invi-
sibles eternas (2Cor 4,18). Hemos nacido para la vida presente, pero hemos renacido
para la vida futura; no nos entreguemos, pues, a los bienes temporales, sino
apliquémonos a los eternos; y, a fin de que podamos contemplar más de cerca el
objeto de nuestra esperanza, consideremos, en el misterio mismo de la Navidad del
Señor, lo que la gracia divina ha conferido a nuestra naturaleza. Escuchemos al
Apóstol, que nos dice: Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Misterio de la Encarnación

Cuando se manifieste Cristo, vida nuestra, entonces también os manifestaréis gloriosos con él
(Col 3,3-4).» (S. LEON MAGNO, Sermones, 27,«sobre la Navidad del Señor»)

164 Dignidad del hombre; todo hecho para él.- «Hombre, ¿por qué te consideras tan vil,
tú, que tanto vales a los ojos de Dios? ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú, que has
sido tan honrado por Dios? ¿Por qué te preguntas tanto de dónde has sido hecho, y
no te preocupas de para qué has sido hecho? ¿por ventura todo este mundo que ves
con tus ojos no ha sido hecho precisamente para que sea tu morada? Para ti ha sido
creada esta luz que aparta las tinieblas que te rodean; para ti ha sido establecida la
ordenada sucesión de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado con este
variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas; para ti la tierra ha sido adornada
con flores, árboles y frutos; para ti ha sido creada la admirable multitud de seres
vivos que pueblan el aire, la tierra y el agua, para que una triste soledad no
ensombreciera el gozo del mundo que empezaba.
Y el Creador encuentra el modo de acrecentar aún más tu dignidad: pone en ti
su imagen, para que de este modo hubiera en la tierra una imagen visible de su
Hacedor invisible, y para que hicieras en el mundo sus veces, a fin de que un domi-
nio tan vasto no quedara privado de alguien que representara a su Señor. Más aún,
Dios, por su clemencia, tomó en sí lo que en ti había hecho por sí y quiso ser visto
realmente en el hombre, en el que antes sólo había sido contemplado en imagen; y
concedió al hombre ser en verdad lo que antes había sido solamente una semejanza.»
(S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 148)

165 Cinco motivos para que el hombre ame a los otros hombres.- «He aquí los cinco
motivos, loables o no, por los que un hombre puede querer a otro hombre: 1º, por el
amor de Dios; así ama el justo a todos; el hombre que, sin ser aún perfecto, ama a los
justos. 2º, por instinto natural, como los padres aman a sus hijos y recíprocamente.
3º, por vanidad; el que recibe alabanzas quiere a aquél que se las da. 4º, por codicia;
se quiere al rico de quien se recibe dinero. 5º, por deseo de placer; es el caso de
quienes no piensan sino en una querida y en el placer sexual. El primer motivo es
bueno; el segundo, indiferente; los otros, viciados por la pasión.» (S. MAXIMO
CONFESOR, Centurias sobre la Caridad, 2,9)

166 Amar al hombre por lo que es, no por lo que posee.- «La misma cualidad de la
humana condición muestra cuánto es más excelente que todas las otras cosas, porque
la razón dada al hombre, afirma cuánto excede la naturaleza racional a todas las
cosas que carecen de vida, de sentido y de razón. Mas, porque cerramos lo ojos a las
cosas interiores e invisibles, y nos apacentamos de las visibles, honramos muchas
veces al hombre, no por aquello que él es, sino por las cosas que son suyas. Y como
Misterio de la Encarnación

no miramos lo que él es, sino lo que puede, venimos a caer en la acepción de


personas, no por las mismas personas, sino por las cosas allegadas a ellas /.../.
Mas el Dios todopoderoso examina la vida de los hombres por sola la
cualidad de los merecimientos; y muchas veces da por allí mayor pena por donde
dio estas cosas mayores en razón del ministerio y oficio, según la misma Verdad da
testimonio diciendo: Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá (Lc 12,48).» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 25,1)
Misterio de la Encarnación

VI. Misterio de la Encarnación Error! Reference source not found.

«Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1).

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te


cobijará con su sombra. Por eso, lo que nacerá será llamado Santo, Hijo
de Dios» (Lc 1,35).

«Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14).


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defined.167 Jesucristo, Hijo de Dios y de María, muerto y resucitado.- «Yo
glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues
muy bien me di cuenta de cuán apercibidos estáis de fe inconmovible, bien así como
si estuvierais clavados en carne y espíritu sobre la cruz de Cristo, y qué afirmados en
la caridad por la sangre del mismo Jesucristo. Y es que os vi llenos de certidumbre en
lo tocante a nuestro Señor, el cual es, con toda verdad, del linaje de David, según la
carne (Rom 1,2-3), Hijo de Dios según la voluntad y poder de Dios, nacido
verdaderamente de una virgen, bautizado por Juan, para que fuera por él cumplida toda
justicia (Mt 3,15). 2. De verdad, finalmente, fue clavado en la cruz bajo Poncio Pilato
y el tetrarca Herodes -de cuyo fruto somos nosotros; fruto, digo, de su divina y
bienaventurada pasión-, a fin de alzar bandera por los siglos (Rom 16,27), por medio de
su resurrección, entre sus santos y fieles, ora vengan de los judíos, ora de los gentiles,
aunados en un solo cuerpo de su Iglesia.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a
los Esmirnotas, 1,1-2)

168 El Hijo de Dios se hizo hombre.- «Es, pues, de esta manera como obró
gloriosamente nuestra salvación, cumpliendo la promesa hecha a los Padres y
poniendo fin a la desobediencia antigua. El Hijo de Dios se hizo hijo de David e hijo de
Abraham porque, cuando él llevó las promesas a su cumplimiento y las recapituló en
sí mismo para darnos la vida, el Verbo de Dios se hizo carne conforme a la economía
que incluye a la Virgen, para destruir la muerte y vivificar al hombre. Porque
nosotros estábamos con las cadenas del pecado, destinados a nacer en estado de
pecado y a sucumbir bajo el imperio de la muerte.» (S. IRENEO, Demostración de la
Predicación Apostólica, 37)

169 Hecho hombre para salvar al hombre, recapitulando en sí todas las cosas.-
«Recapitulando todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza: declaró la guerra a
nuestro enemigo y destruyó al que en el comienzo nos había hecho prisioneros en
Adán, aplastando su cabeza, como está en el Génesis que Dios dijo a la serpiente:
Pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; él acechará a tu
cabeza, y tú acecharás a su calcañal (Gén 3,15). Estaba predicho, pues, que aquél que
tenía que nacer de una mujer virgen, y de naturaleza semejante a la de Adán, tenía
que acechar a la cabeza de la serpiente. Esta es la descendencia de la que habla el
Apóstol en la epístola a los Gálatas: La ley de las obras fue puesta hasta que viniera la
descendencia, al que había recibido la promesa (Gál 3,19). Y todavía lo declara más
abiertamente en la misma carta, cuando dice: Cuando llegó la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gál 4,4). El enemigo no hubiese sido vencido de
María, la Madre del Señor

una manera adecuada, si no hubiese sido hombre nacido de mujer el que lo venció.
Porque en aquel comienzo el enemigo esclavizó al hombre valiéndose de la mujer,
poniéndose en situación de enemistad con el hombre. Y por esto el Señor se confiesa
a sí mismo Hijo del hombre, recapitulando a sí en sí mismo aquel hombre original,
del cual había sido modelada la mujer. De esta suerte, así como la muerte obtuvo la
victoria contra nosotros por culpa de un hombre, así también nosotros obtengamos
la victoria contra la muerte gracias a un hombre.» (S. IRENEO, Contra las herejías,
5,21,1)

170 Jesucristo, descendencia de Abraham, hijo de María.- «Genealogía de Jesucristo, hijo


de David, hijo de Abraham (Mt 1,1).
4. Tuerce las palabras como tu quieras; la carne de María es de la
descendencia de David, o de la semilla de David. El mismo Apóstol dirime esta
discusión de un golpe, declarando que Cristo es la semilla de Abraham. Siendo la
semilla de Abraham, con mayor razón es la de David, que es más reciente.
5. Recordando, pues, la promesa de la bendición de las naciones en la
descendencia de Abraham: Y en tu descendencia serán benditas todas las naciones (Gén
22,18), el Apóstol observa: La Escritura no dice "y a las descendencias", como si hablara
de muchos, sino como de uno: y a tu descendencia, que es Cristo» (Gál 3,8.16).
6. Nosotros, sin embargo, que leemos y creemos estas palabras, ¿qué clase de
carne podemos y debemos reconocer en Cristo? Ciertamente no otra que la de
Abraham, ya que Cristo es descendencia de Abraham; no otra que la de Jesé (Is 11,1);
no otra que la de David, puesto que Cristo es el fruto de las entrañas de David (Sal
131,11); no otra que la de María, puesto que Cristo es del seno de María (Lc 1,42). En
fin, por remontarnos aún más alto, no otra que la carne de Adán, ya que Cristo es el
segundo Adán (1Cor 15,45).» (TERTULIANO, La carne de Cristo 22,4-6)

171 Sentido literal y sentido espiritual de la Escritura.- «Cuando en los días últimos el
Verbo de Dios vino a este mundo vestido de nuestra carne, una cosa era lo que en él
se veía y otra lo que se conocía; el aspecto de la carne era visible para todos, el
conocimiento de su divinidad era para pocos y elegidos.
Así también, cuando el Verbo de Dios, por los profetas y el legislador sale al
encuentro de los hombres, no sale sin las convenientes vestiduras. Pues como allí se
cubrió con el velo de la carne, aquí con el velo de la letra. La letra ha de entenderse
como la carne; el sentido espiritual oculto como la divinidad. Tal, pues, encontramos
ahora el libro del Levítico, en el que se consignan los ritos, la diversidad de ofrendas
y los ministerios de los sacerdotes.» (ORIGENES, Homilías sobre el Levítico, I,1)

172 Comunicación de idiomas en Jesucristo.- «El alma de Cristo hace como de vínculo
de unión entre Dios y la carne, ya que no sería posible que la naturaleza divina se
María, la Madre del Señor

mezclara directamente con la carne. Y entonces surge el Dios hombre. El alma es como
una sustancia intermedia, pues no es contra su naturaleza asumir un cuerpo y, por
otra parte, siendo una sustancia racional, tampoco es contra su naturaleza el recibir a
Dios, al que ya tendía toda ella como al Verbo, a la Sabiduría y a la Verdad. Y
entonces, con toda razón, estando toda ella en el Hijo de Dios y conteniendo en sí
todo el Hijo de Dios, ella misma, juntamente con la carne que había tomado, se llama
Hijo de Dios y Poder de Dios, Cristo y Sabiduría de Dios. Y, a su vez, el Hijo de Dios
por el que fueron hechas todas las cosas (Col 1,16), se llama Jesucristo e Hijo del hombre.
Entonces se dice que el Hijo de Dios murió, a saber, con respecto a aquella
naturaleza que podía padecer la muerte; y se proclama que el Hijo del hombre
vendrá en la gloria de Dios Padre juntamente con los santos ángeles (Mt 16,27). De esta
forma, en toda la Escritura divina se atribuyen a la divina naturaleza apelaciones
humanas y la naturaleza humana recibe el honor de las apelaciones divinas. Porque
aquello que está escrito: Serán dos en una carne y ya no son dos, sino una única carne
(Gén 2,24), puede aplicarse a esta unión con más propiedad que a ninguna otra, ya
que hay que creer que el Verbo de Dios forma con la carne una unidad más íntima
que la que hay entre marido y mujer.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, I,21)

173 Condescendencia de Dios en la Encarnación.- «El Verbo de Dios incorpóreo,


incorruptible, inmaterial, llega a nuestras regiones, aunque él, anteriormente, no
estaba lejos, porque él no ha dejado parte alguna de la creación vacía de él y lo llena
todo, por estar unido a su Padre. Pero él viene por condescendencia, a causa de su
filantropía para con nosotros, y se manifiesta. Viendo que los seres racionales se
pierden y que la corrupción de la muerte reina sobre ellos; viendo que la amenaza
promulgada por Dios contra la transgresión retiene toda su fuerza contra nosotros, y
que resultaría absurdo que esta ley fuera violada antes de ser cumplida; viendo que
no convenía que las obras de las que él era autor fuesen destruidas; viendo que la
maldad de los hombres llegaba a ser excesiva y que poco a poco la aumentaban
contra ellos mismos y la hacían intolerable; viendo que todos los hombres estaban
sometidos a la muerte, él tuvo piedad de nuestra raza y se hizo misericordioso para
con nuestra debilidad. Él condescendió hasta nuestra corrupción y no soportó que la
muerte dominara sobre nosotros, para que su criatura no perezca, y que la obra
llevada a cabo por el Padre, creando los hombres, no fuese inútil. Tomó, pues, un
cuerpo, y un cuerpo no diferente del nuestro. Porque él no ha querido simplemente
estar en un cuerpo y no ha querido solamente manifestarse, realiza esta teofanía en
un ser más poderoso que el hombre. Él toma, pues, nuestro cuerpo y no se contenta
con tomarlo; toma un cuerpo puro y ajeno a toda unión humana, mas de una virgen
sin mancha. Siendo todopoderoso y demiurgo del universo, se hizo a sí mismo ese
cuerpo como un templo, y se lo apropió como un instrumento, dándose a conocer y
habitando en él.» (S. ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 8)
María, la Madre del Señor

174 Conveniencia de la Encarnación del Verbo.- «Sí, ¿qué era necesario hacer sino
renovar aquello que en ellos estaba, a imagen de Dios, para que por ella los hombres
pudiesen todavía conocer a Dios? Y ¿cómo podía ello hacerse sino por la presencia
de la misma imagen de Dios, nuestro Salvador Jesucristo? Porque esto no podía
hacerse por los hombres, ya que ellos han sido creados también según la imagen;
tampoco por los ángeles, pues ellos no son las imágenes. Además, el Verbo de Dios
ha venido él mismo, para que, siendo la imagen del Padre, pudiese recrear al
hombre según la imagen. Además, esto no podía hacerse sin la destrucción de la
muerte y de la corrupción; convenía que él tomara un cuerpo mortal, para poder
destruir a la muerte en sí mismo; y renovar a los hombres conforme a la imagen.
Para esto no convenía otra persona que la Imagen del Padre.» (S. ATANASIO,
Tratado de la Encarnación del Verbo, 13)

175 Filantropía del Verbo encarnado.- «Es por lo que él, desde su misma venida, no ha
ofrecido su sacrificio por nosotros, entregando su cuerpo a la muerte y
resucitándolo; así, él hubiera sido invisible. Sino que él se mostró visible en su
cuerpo, permaneciendo en él cumpliendo las obras y ofreciendo signos que le hacen
cognoscible, no por un mero hombre, sino por el Verbo de Dios. De una parte como
por otra, el Verbo en su encarnación ha manifestado su filantropía; hizo desaparecer
la muerte y nos renovó, y, por otra parte, siendo absolutamente invisible, se
manifestó por sus obras y se dio a conocer como el Verbo del Padre, el jefe y el rey
del universo.» (S. ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 16)

176 Se hizo hombre para morir por el hombre.- «Nosotros, pues, hemos expuesto, en
tanto que era posible, parcialmente y según podíamos concebirlo, la causa de su
aparición en un cuerpo; otro no podía volver a la incorruptibilidad ni ser corruptible,
sino el Salvador que, al principio, había hecho todas las cosas de la nada. Otro no
podía recrear a los hombres según la imagen, sino aquél que es la imagen del Padre;
nadie podía volver inmortal un ser mortal, sino el que es la vida misma, nuestro
Señor Jesucristo; otro no podía hacer conocer al Padre y destruir el culto a los ídolos,
sino el Verbo que ha ordenado todas las cosas y que sólo es el Hijo verdadero y
unigénito del Padre.
Mas quedaba todavía pagar la deuda de todos, porque todos, como he dicho,
debían morir; y ésta fue la causa principal de su venida entre nosotros. Es por lo que,
habiendo mostrado su divinidad por sus obras, le quedaba ofrecer el sacrificio por
todos, entregando por todos a la muerte el templo de su cuerpo, a fin de librar y
rescatar a todos de la antigua transgresión; por ahí él se mostraría más fuerte que la
muerte, manifestando en su cuerpo incorruptible las primicias de la resurrección
universal.» (S. ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 20)
María, la Madre del Señor

177 Acciones del Salvador cumplidas en la Encarnación.- «En una palabra, las acciones
del Salvador cumplidas en su encarnación, son tales y tan grandes que, quien
quisiera enumerarlas, se parecería a aquellos que contemplan la anchura del mar y
pretenden contar las olas. Lo mismo que no se puede abrazar con una mirada el
conjunto de las olas porque, a medida que ellas van llegando, sobrepasan las
sensaciones del que pruebe a contarlas, así también el que quiera abrazar todas las
acciones de Cristo en su cuerpo, no puede tan siquiera asirlas por el pensamiento,
porque allí hay más que sobrepasan su inteligencia, que él no piensa haberlas
captado. Mejor es, por tanto, no querer verlo todo ni aquello, de lo que ni siquiera en
parte se puede expresar, sino recordar un punto y dejar a la admiración todo el resto.
Todo es igualmente admirable y, por doquiera se proyecte la vista, es uno
arrebatado de estupor, viendo la divinidad del Verbo.» (S. ATANASIO, Tratado de
la Encarnación del Verbo, 54)

178 El Hijo de Dios encarnado lo llena todo de su conocimiento.- «Es, pues, muy
razonable que el Verbo de Dios haya tomado un cuerpo y se sirviera de un
instrumento humano; así él da la vida al cuerpo, y lo mismo que en la Creación él se
da a conocer por sus obras, también opera en el hombre y se manifiesta en todas
partes sin dejar nada que sea privado del conocimiento de su divinidad. Repito lo
que he dicho ya más arriba: el Salvador ha obrado así, para que lo mismo que él
llena todo con su presencia, él llene también todo de su conocimiento.» (S.
ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 45)

179 Jesucristo, verdadero hombre.- «Estas cosas no son una ficción, como algunos
juzgaron; tal postura es inadmisible. Nuestro Salvador fue verdaderamente hombre
y de él ha conseguido la salvación el hombre entero. Porque de ninguna forma es fic-
ticia nuestra salvación, ni afecta sólo al cuerpo, sino que la salvación de todo el
hombre, es decir, alma y cuerpo, se ha realizado en aquél que es la Palabra.
Por lo tanto, el cuerpo que el Señor asumió de María, era un verdadero
cuerpo humano, conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue
un cuerpo igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que todos nosotros
hemos nacido de Adán.» (S. ATANASIO, Carta a Epicteto, 5-9)

180 Gloria del Verbo encarnado.- «Y nosotros hemos visto su gloria, gloria propia del
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).
Habiendo dicho que el Verbo se hizo carne, esto es, hombre y hermano de los
siervos y de las criaturas, al mismo tiempo, conserva, no obstante, la dignidad
divina; manifiesta estar lleno de todo lo que es propio del Padre. La naturaleza
divina está ciertamente firme y estable en sí misma; no sufre mutación, sino que se
conserva siempre la misma y permanece constantemente en sus propiedades /.../.
María, la Madre del Señor

Lleno de gracia y de verdad. Si alguien contempla el coro de los santos y observa


las acciones de cada uno, se admirará y se deleitará con sus virtudes; confesará que
han sido llenos de la gloria de Dios. Los teólogos enseñan que la gloria y la gracia del
Unigénito no se puede comparar con la gloria de otros, sino que ella es muy superior
y rica; como quien no tiene limitada la medida de su gracia, o la hubiera recibido de
otro, sino como perfectísima y verdadera, esto es, no recibida de nadie. Ella es
sustancialmente existente, propia de la naturaleza del Padre, transmitida
naturalmente al Hijo.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S.
Juan, 1,9)

181 Jesucristo es el Primogénito.- «En efecto, Cristo es el Primogénito. Él, que no ha


cometido pecado y en su boca no se ha hallado engaño (1Pe 2,22), ha sido constituido
tronco y primicias de cuantos son transformados, con miras a una vida nueva en su
Espíritu; en lo sucesivo él transmitirá, por su participación y por su gracia, a toda la
familia humana, tanto la incorruptibilidad del cuerpo como la firme seguridad que
procede de Dios. Consciente de ello, escribe S. Pablo: Como hemos llevado la imagen del
terrestre, llevaremos también la imagen del celeste también (1Cor 15,49) /.../.
Afirmamos que el Verbo se ha unido al hombre, todo entero. Imposible, en
efecto, que él haya despreciado lo que hay de más noble en nosotros, reservando a la
carne todas las penas asumidas desde su venida a nosotros. El misterio de la
economía se ha cumplido armónicamente en dos planos: el Verbo, por una parte, se
ha servido de su carne como de un instrumento con miras a las operaciones
corporales; por otra parte, de su alma, para todas las perturbaciones no culpables,
propias del hombre.
Se ha dicho que tuvo hambre, que soportó la fatiga de largas caminatas, la
ansiedad, el terror, la tristeza, la agonía y la muerte en la cruz. Sin ser presionado
por nadie, por sí mismo ha entregado su propia alma por nosotros, para ser Señor de
vivos y muertos (Rom 14,9). Con su propia carne ha pagado un rescate justo por la
carne de todos; con su alma ha llevado a cabo la redención de todas las almas,
aunque si él ha vuelto a tomar su vida, es porque, como Dios, él es viviente por
naturaleza.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Sobre la encarnación del Unigénito)

182 Tomó la naturaleza humana, sin dejar de ser Dios.- «En efecto, el Hijo, coeterno a
Aquél que lo había engendrado y anterior a todos los siglos, cuando tomó la
naturaleza humana sin dejar su cualidad de Dios, sino integrando el elemento
humano, pudo legítimamente ser concebido como nacido de la estirpe de David y,
teniendo un nacimiento humano reciente. Porque lo que él asumió no le es extraño,
sino realmente propio /.../. Porque no hay sino un solo Hijo y un solo Señor
Jesucristo, antes que asumiera la carne y después que se ha manifestado como hom-
bre.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Sobre la encarnación del Unigénito)
María, la Madre del Señor

183 Jesucristo, una persona en dos naturalezas.- «Una cosa es la divinidad y otra cosa la
humanidad, tomada cada una desde el punto de vista de su razón íntima. Pero en
Cristo ambas han concurrido en una unidad, de forma que admira y sobrepasa la
inteligencia, sin confusión ni cambio. Sin embargo, el modelo de la unión es
absolutamente incomprensible.
/.../.
Es lo que Moisés, para nuestra iniciación en el misterio, ha anunciado de
antemano, describiendo bajo una forma todavía figurativa el modo de la
encarnación. Dios descendió a la zarza en el desierto, bajo la apariencia de un fuego
y ardía, pero no la consumía. Moisés se admiró del espectáculo (Éx 3,1-2). Sin
embargo, ¿no había incompatibilidad entre el fuego y la madera? pues bien, ella
estaba allí como símbolo del misterio por el que la naturaleza divina del Verbo se
hace capaz de las limitaciones de la condición humana. Nada es absolutamente
imposible para él.
/.../.
Porque es reduciendo así a una unidad real, pero que sobrepasa nuestra
inteligencia y nuestros discursos, elementos distintos y separados según su
naturaleza, como nosotros caminaremos sin error por el camino de la fe. Afirmamos,
en efecto, que Cristo Jesús es uno solo y el mismo, nacido de Dios Padre en tanto que
Dios Verbo, por una parte; de la otra, descendiendo de David según la carne.
/.../.
En consecuencia, nosotros creemos que el Hijo del Padre es único y que hay
que concebir como una persona única a nuestro Señor Jesucristo, engendrado por
Dios Padre divinamente como Verbo, antes de todos los siglos; nacido él mismo, en
la última edad del mundo, según la carne, de una mujer. Le atribuimos lo divino y lo
humano, y decimos que le pertenecen el nacimiento según la carne y el sufrimiento
sobre la Cruz. Él se apropió lo que es propio de su carne y ha permanecido, sin
embargo, impasible en su naturaleza divina. De este modo, toda rodilla se dobla ante él
y toda lengua confiesa que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Fil 2,10-11).» (S.
CIRILO DE ALEJANDRIA, Sobre la encarnación del Unigénito)

184 Nacido de mujer, sin concurso de varón.- «Así como la primera mujer, la
introductora del pecado, había sido hecha del varón sin hembra, así el Verbo, por
quien fue borrado el pecado, lo fue de hembra sin varón. Por aquella caemos, por
éste nos levantamos /.../. Sabéis, en efecto, que cuando fue tentado el Señor Cristo,
le incitaba el diablo a esto. Tuvo hambre y la tuvo por dignación y porque también
eso era humillarse. Estuvo hambriento el Pan, fatigado el Camino, herida la Salud,
muerta la Vida.» (S. AGUSTIN, Sermones, 23,2)
María, la Madre del Señor

185 Jesucristo, medicina de nuestros males.- «Para eso el Hijo de Dios asumió al hombre
y en él padeció los achaques humanos. Esta medicina de los hombres es tan alta, que
no podemos ni imaginarla. Porque ¿qué orgullo podrá curarse, si con la humildad de
Hijo de Dios no se cura? ¿Qué avaricia podrá curarse, si con la pobreza del Hijo de
Dios no se cura? ¿Qué iracundia podrá curarse, si con la paciencia del Hijo de Dios
no se cura? ¿Qué impiedad podrá curarse, si con la caridad del Hijo de Dios no se
cura? Finalmente, ¿qué timidez podrá curarse, si con la resurrección del cuerpo del
Hijo de Dios no se cura? Levante su esperanza el género humano y reconozca su
naturaleza. Vea qué alto lugar ocupa entre las obras de Dios.» (S. AGUSTIN, El
combate cristiano, 11)

186 El misterio de la Encarnación, desconocido por el demonio.- «Cuando el Señor


misericordioso y todopoderoso moderaba los primeros instantes de su unión con el
hombre, disimulando bajo el velo de nuestra debilidad el poder de la divinidad
inseparable de su humanidad, quedó burlada la perfidia de un enemigo seguro de sí
mismo, pues no pensó que el nacimiento del niño, engendrado para la salvación del
género humano, era diferente que el de cualquier otro recién nacido. Vio, cierto, a un
ser que daba vagidos y lloraba; lo vio envuelto en pañales (Lc 2,12), sometido a la
circuncisión y rescatado por la ofrenda del sacrificio legal. Pronto reconoció los
progresos ordinarios característicos de la infancia y hasta en los años de la madurez
no dudó de su desarrollo natural. Durante este tiempo lo ultraja, multiplica contra él
las injurias, y añade maldiciones, calumnias, blasfemias, insultos; echa sobre él toda
la violencia de su furor, y lo prueba de todas las formas posibles. Conociendo bien
con qué veneno había inficionado la naturaleza humana, no podía jamás creer exento
de la primera transgresión en quien veía todos los signos de un puro mortal. Pirata
descarado y acreedor avaricioso, persistió en dirigirse contra el que nada le debía;
pero, al exigir por completo la ejecución de un juicio general en contra del origen
viciado, sobrepasó los límites de la sentencia (Col 2,14) sobre la que se apoyaba, pues
reclamó la pena de la injusticia contra aquél en el cual ninguna falta se hallaba.
He aquí por qué vinieron a ser caducos los términos malignamente inspirados
de la convención mortal, y por la injusticia de pedir más, toda la deuda se redujo a la
nada. El fuerte es encadenado con sus propias ataduras y toda la estratagema del
maligno recayó sobre su misma cabeza. Al príncipe de este mundo (Jn 12,31), una
vez atado, se le terminó el objeto de sus capturas (Mt 12,29). Lavada nuestra
naturaleza de sus manchas antiguas, encontró su dignidad, la muerte fue destruida
por la muerte (Os 12,14); el nacimiento restaurado por el nacimiento, pues de un
golpe el rescate suprime nuestra esclavitud, la regeneración cambia nuestro origen y
la fe justifica al pecador (Rom 1,17).» (S. LEON MAGNO, Sermones, 22,«sobre la
Navidad del Señor»)
María, la Madre del Señor

187 Imitar la humildad y la pobreza de Jesucristo.- «Imitad lo que él ha hecho, amad lo


que él ha amado y, encontrando en vosotros la gracia de Dios, amad a la vez vuestra
naturaleza en él. Su pobreza no le hizo perder sus riquezas, su humildad no redujo
su gloria, su muerte no destruyó su eternidad. Del mismo modo, vosotros, siguiendo
sus mismos pasos, sus mismas huellas, despreciad los bienes de la tierra para desear
los del cielo.
Tomar la cruz es, en efecto, exterminar la concupiscencia, dar muerte a los
vicios, huir la vanidad y renunciar a todo error. Pues, si es cierto que ni el impúdico,
ni el lujurioso, ni el soberbio, ni el avaro celebran la Pascua del Señor, ninguno, sin
embargo, está más fuera y lejos de esta fiesta que los herejes, principalmente los que
interpretan mal la encarnación del Verbo, disminuyendo en Jesús lo que es propio de
la divinidad o suprimiendo lo que en él pertenece a la carne. El Hijo de Dios es, en
efecto, verdadero Dios, teniendo del Padre lo que es el Padre. Ningún comienzo lo
hace temporal, ninguna vicisitud le hace cambiar. Ni separado del Uno, ni diferente
del Todopoderoso, Unigénito eterno del Padre eterno.
El alma fiel, que cree en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo no debe,
pues, poner grados que dividan la unidad en la única esencia de una sola divinidad,
ni ver una singularidad que confunda la Trinidad.» (S. LEON MAGNO, Sermones,
72,«sobre la Resurrección del Señor»)
María, la Madre del Señor

VII. María, la Madre del SeñorError! Reference source not found.

«Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el


llamado Cristo» (Mt 1,16).

«No temas, María, pues hallado gracia ante Dios. Mira: concebirás en
tu vientre y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc
1,30-31).

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre,


María la de Cleofás y María Magdalena. Al ver Jesús a su madre y,
junto a ella, al discípulo que tanto quería, dijo a su Madre: "Mujer, ahí
tienes a tu hijo"» (Jn 19,25-26).
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defined.188 Tres misterios sonoros en el silencio de Dios.- «Y quedó oculta al
príncipe de este mundo la virginidad de María y el parto de ella, del mismo modo
que la muerte del Señor: tres misterios sonoros que se cumplieron en el silencio de
Dios.
2. Ahora bien, ¿cómo fueron manifestados a los siglos? Brilló en el cielo un
astro más resplandeciente que los otros astros. Su luz era inexplicable y su novedad
produjo extrañeza. Y todos los demás astros, juntamente con el sol y la luna, hicieron
coro a esta nueva estrella; pero ella, con su luz, los sobrepujaba a todos.
Sorprendiéronse las gentes, preguntándose de dónde pudiera venir aquella novedad
tan distinta de las demás estrellas. 3. Desde aquel punto, quedó destruida toda
hechicería y desapareció toda iniquidad. Derribada quedó la ignorancia, deshecho el
antiguo imperio, desde el momento en que se mostró Dios hecho hombre para
llevarnos a la novedad de la vida perdurable (Rom 6,4), y empezó a cumplirse lo que en
Dios era obra consumada. Todo se conmovió desde el instante en que se meditaba el
aniquilamiento de la muerte.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Efesios,
19,1-3)

189 El pecado entró en el mundo por una mujer y, por otra mujer, la salvación.- «Antes
que Juan profetiza Isabel; antes del nacimiento del Señor Salvador, profetiza María.
Y como el pecado empezó por la mujer y llegó luego al hombre, así también la
salvación hizo su entrada en el mundo por medio de las mujeres, a fin de que todas
las mujeres, superando la debilidad del sexo, imiten la vida y la conducta de las
santas, en especial de aquellas que nos son presentadas ahora en el Evangelio.
Vemos, pues, la profecía de la Virgen: Proclama -dice- mi alma la grandeza del Señor, y
mi espíritu salta de gozo en Dios, mi Salvador (Lc 1,46-47). Dos cosas: el alma y el espíritu
se unen en una doble alabanza. El alma celebra al Señor, el espíritu, a Dios: no que
una sea la alabanza del Señor y otra la de Dios, sino porque es Dios y también Señor,
y porque el Señor es el mismo Dios.» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S.
Lucas, 8,1)

190 Juan Bautista preparado desde el vientre de Isabel.- «Si en un instante, en un


momento, el niño saltó en el seno y, por así decirlo, exultó de gozo, e Isabel fue llena
del Espíritu Santo, es verdaderamente inconcebible que, durante tres meses, ni Juan
ni Isabel hubieran progresado con la presencia de la Madre del Señor y del mismo
Salvador. Durante aquellos tres meses, Juan era entrenado y, de alguna manera,
recibía la unción en la arena de los atletas, y era preparado en el vientre de su madre
para su nacimiento admirable, seguido de una educación aún más admirable.
Nacimiento y vida oculta de Jesús

Porque fue criado de forma desacostumbrada; la Escritura no dice cómo fue criado a
los pechos de su madre, cómo estuviera en brazos de la nodriza, sino que añade
inmediatamente: ... y vivía en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel (Lc
1,80).» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas, 9,2)

191 Saludo a María, la Madre de Jesucristo.- «Te saludamos, María, Madre de Dios,
tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la
virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de aquél
que no puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado
bendito en los Santos Evangelios, el que viene en nombre del Señor (Mt 21,9).
Te saludamos a ti, que encerraste en tu seno virginal a aquél que es inmenso e
inabarcable; a ti, por quien la santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la
cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por
quien se alegran los ángeles y los arcángeles; por quien son puesto en fuga los
demonios; por quien el diablo tentador cayó del cielo; por quien la criatura, caída en
el pecado, es elevada al cielo; por quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la
idolatría, llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen la
gracia del bautismo y el óleo de la alegría; por quien han sido fundamentadas las
Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la
conversión.
Y ¿qué más diré? Por ti, el Hijo Unigénito de Dios ha iluminado a los que viven
en tinieblas y en sombras de muerte (Lc 1,19); por ti, los profetas anunciaron las cosas
futuras; por tí, los apóstoles predicaron la salvación a los gentiles; por ti los muertos
resucitan; por ti, reinan los reyes, por la Santísima Trinidad.
¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María?
Ella es madre y virgen a la vez; ¡qué cosa tan admirable! Es una maravilla que me
llena de estupor. ¿Quién habrá oído jamás decir que le esté prohibido al constructor
habitar en el mismo templo que él ha construido? ¿Quién podrá tachar de ignominia
el hecho de que la sirviente sea adoptada como madre?» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Homilía IV, «en el Concilio de Éfeso»)

192 María, Madre de Dios.- «Me extraña, en gran manera, que haya alguien que tenga
duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si
nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen que lo dio a luz,
no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los
discípulos del Señor, aunque no emplearon esta misma expresión. Así nos lo han
enseñado también los Santos Padres.
Y así, nuestro padre Atanasio, de ilustre memoria, en el libro que escribió
sobre la santa y consustancial Trinidad, en la disertación tercera, a cada paso da a la
Santísima Virgen el título de Madre de Dios.
/.../.
Nacimiento y vida oculta de Jesús

Ciertamente, el Emmanuel consta de dos cosas, la divinidad y la humanidad.


Sin embargo, es un solo Señor Jesucristo, un solo verdadero Hijo por naturaleza,
aunque es Dios y hombre a la vez; no un hombre divinizado, igual a aquellos que,
por la gracia, se hacen partícipes de la naturaleza divina, sino Dios verdadero que,
por nuestra salvación, se hizo visible en forma humana, como atestigua Pablo con
estas palabras: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer,
nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser
hijos por adopción (Gál 4,4).» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Cartas, 1)

193 Gozo por la Encarnación.- «Cristo ha nacido ¡Glorificadlo! Cristo ha descendido del
cielo ¡Salid a su encuentro! Cristo está en la tierra ¡Exaltadlo! Cantad al Señor toda la
tierra (Sal 95,1), porque, para traer a la unidad estas dos cosas: Alégrese el cielo, goce la
tierra (Sal 95,11), quien era celestial se ha hecho terreno. Cristo se ha encarnado ¡Re-
gocijaos con temor y alegría! Con temor, por vuestra culpa; con alegría, por vuestra
esperanza. Cristo ha nacido de la Virgen. ¡Mujeres, sed vírgenes!, para que lleguéis a
ser madres de Cristo. ¿Quién no se prosternará ante quien es desde el principio?
¿Quién no glorificará al que es el fin?.» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones,
38,1)

194 Dignidad de José, que hizo funciones de padre con Jesús.- «Y ella -le dice- dará a luz
un hijo y le pondrás por nombre Jesús (Mt 1,21). No pienses que, por ser la concepción
de Cristo obra del Espíritu Santo, eres tú ajeno al servicio de esta divina economía.
Porque, si es cierto que ninguna parte tienes en la generación y la Virgen permanece
intacta, sin embargo, todo lo que dice con el padre sin atentar a la dignidad de la
virginidad, todo te lo entrego a ti. Tal, ponedle nombre al hijo. Tú, en efecto, se lo
pondrás. Porque, si bien no lo has engendrado tú, tú harás con él las veces de padre.
De ahí que, empezando por la imposición del nombre, yo te uno íntimamente con el
que va a nacer.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo,
4,6)

195 Virginidad de María.- «Pues la Virgen no engendró lo que engendró más que del
Espíritu Santo. Y, aunque ella proporcionó de sí misma, para el nacimiento de la
carne, todo lo que las mujeres aportan al principio que han recibido para el naci-
miento de los cuerpos, con todo, Jesucristo no se formó según el modo de una
concepción humana normal, sino que, una vez que toda la fuerza para el nacimiento
había sido dada por el Espíritu, conservó en su nacimiento como hombre todo lo que
es propio de la madre, pero tenía desde el principio su ser divino.» (S. HILARIO DE
POITIERS, La Trinidad, 10,15)
Nacimiento y vida oculta de Jesús

196 María, desposada y virgen, figura de la Iglesia.- «Hemos conocido la serie de los
hechos, hemos evocado el consejo, conozcamos también el misterio. Con razón se
dice que estaba desposada y que era virgen, pues era figura de la Iglesia, que es
inmaculada, pero desposada. Nos concibió la Virgen espiritualmente, y nos ha dado
a luz la Virgen sin gemido. Tal vez también Santa María ha sido desposada con uno
y fecundada por otro; porque las Iglesias particulares, fecundadas por el Espíritu y la
gracia, están unidas visiblemente a un pontífice mortal.» (S. AMBROSIO, Tratado del
Evangelio de S. Lucas, 2,7)

197 Visita de María a Santa Isabel.- «Por aquellos días, levantándose María, se dirigió
presurosa a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel
(Lc 1,39-40).
Es normal que todos los que quieren ser creídos corroboren las razones que
les den crédito. También el ángel, que anunciaba los misterios, para inducir a creer
por un hecho, ha anunciado a María, una virgen, la maternidad de una esposa
anciana y estéril, mostrando de este modo que Dios puede hacer todo cuanto le
agrada. Desde que oyó esto María, no como incrédula del oráculo, ni como insegura
del anuncio, ni como dudosa del hecho, sino como alegre en su deseo, para cumplir
un piadoso deber, presurosa por el gozo, se dirigió hacia la montaña. Llena de Dios,
¿podía no elevarse presurosa hacia las alturas? Los cálculos lentos son extraños a la
gracia del Espíritu Santo.» (S. AMBROSIO, Tratado del Evangelio de S. Lucas, 2,19)

198 María, la vara de Jesé.- «Saldrá un renuevo del tocón de Jesé y de su raíz brotará un
vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de entendimiento,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, y lo llenará el espíritu de
temor del Señor (Is 11,1-2).
Hasta el principio de la visión o del poder de Babilonia, que vio Isaías, hijo de
Amós, toda la profecía es acerca de Cristo; queremos explicarla por partes, para que
la memoria del lector no se confunda, si la proponemos de una vez y con profusión.
Los judíos interpretan el tallo y la flor, salidos de la raíz de Jesé, al mismo Señor.
Pero nosotros, por la vara y la flor de la raíz de Jesé, entendemos a Santa María
Virgen, que no tuvo consigo ningún renuevo adherido; de lo cual leímos
anteriormente: Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo (Is 7,14). Y la flor es el
Señor Salvador, que dice en el Cantar de los Cantares: Yo soy la flor del campo y el lirio
de los valles (Cant 2,1).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

199 Por qué Jesucristo nació de una virgen desposada.- «Estando desposada su madre,
María... (Mt 1,18).
¿Por qué es concebido, no de una simple virgen, sino de una virgen
desposada? Primero, para que, por la genealogía de José, se mostrara el origen de
Nacimiento y vida oculta de Jesús

María. Segundo, para que no fuera apedreada por los judíos como adúltera. Tercero,
para que, al huir a Egipto, tuviera el sostén de su marido. San Ignacio Mártir añade
una cuarta razón por la que fue concebido por una esposa: para que su parto -dice-
quedara oculto al diablo, al pensar que, no de una virgen, sino de una casada.» (S.
JERONIMO, Comentario del Evangelio de S. Mateo)

200 La Iglesia, a ejemplo de María, goza de virginidad perenne.- «También la Iglesia,


como María, goza de perenne integridad virginal y de incorrupta fecundidad. Lo
que María mereció tener en la carne, la Iglesia lo conservó en el espíritu; pero con
una diferencia: María dio a luz a uno solo; la Iglesia alumbra a muchos, que han de
ser congregados en la unidad por aquél único.» (S. AGUSTIN, Sermones, 145,2)

201 Nobleza del nacido y de la madre.- «La nobleza del nacido se manifestó en la
virginidad de la madre, y la nobleza de la madre, en la divinidad del nacido.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 200,2)

202 La cara de la tierra, representada por María.- «Y brotaba una fuente de la tierra y regaba
toda su superficie (Gén 2,6).
La superficie de la tierra, o sea, el rostro o la cara de la tierra, es decir, lo más
digno de la tierra, rectísimamente representa a la madre del Señor, la Virgen María, a
quien, regándola, la inundó de gracias el Espíritu Santo; al que llama el Evangelio
con los nombres de fuente y de agua, a fin de que, como de tal limo, formase a aquel
hombre, Jesucristo; el cual fue colocado en el paraíso para trabajarlo y custodiarlo, es
decir, fue colocado en la voluntad del Padre, para cumplirla y guardarla.» (S.
AGUSTIN, Del Génesis contra los maniqueos, 2,24,37)

203 Jesucristo no tiene madre como Dios, sí en cuanto hombre.- «¿Por qué dice el Hijo a
su madre: Mujer, ¿qué nos va a ti ni a mí? Todavía no ha llegado mi hora (Jn 2,4). Nuestro
Señor Jesucristo es Dios y hombre; no tiene madre como Dios, mas sí como hombre.
Es madre, pues, de la carne, madre de la humanidad, madre de la flaqueza que tomó
por nosotros. El milagro que iba a realizar es obra de su divinidad, no de su
flaqueza. Es obra de Dios, no de la flaqueza con que nació. Pero lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres (1Cor 1,25). Su madre le pide un milagro, pero él hace como que
desconoce las humanas entrañas, cuando va a obrar obras divinas, como si dijera: lo
que en mi ser obra los milagros no lo engendraste tú; tú no engendraste mi
divinidad; pero, como engendraste mi debilidad, te reconoceré entonces
precisamente cuando mi debilidad esté pendiente de la cruz. Este es el sentido de las
palabras: No ha llegado mi hora. En aquella coyuntura la reconoce quien siempre la
conoció.
Nacimiento y vida oculta de Jesús

Antes de que ella naciese, la conoce como madre en su predestinación. Antes


que él, como Dios, diese el ser a aquella de la que él lo había de recibir como hombre,
ya la conoce como madre. Pero hay un momento misterioso en el que no la reconoce,
y hay otro momento misterioso igualmente, que aún no había llegado, en el que
vuelva a reconocerla. La reconoce en el momento en que iba a morir lo que ella dio a
luz /.../. No muere la eternidad de la divinidad, sino la debilidad de la carne. Da
aquella respuesta con la intención de distinguir en la fe de los creyentes quién era él
y por dónde había venido. Viene de una mujer, que es su madre, el que es Dios y
Señor del cielo y de la tierra. Como Creador del cielo y de la tierra, lo es igualmente
de María. Pero, como hecho de una mujer y sometido a la ley, es hijo de María. Él es
el Señor de María, como lo es de David, y lo es de David porque lo es de María.
Escucha el testimonio expreso del Apóstol: Él es nacido de David según la carne
(Rom 1,3). Él es igualmente el Señor de David; que lo diga el mismo David: Dijo el
Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha (Sal 109,1). El mismo Jesús invoca este
testimonio contra los judíos y por él los redujo al silencio. ¿Cómo es, pues, hijo y
Señor de David? Es hijo de David según la carne y Señor de David según la
divinidad. Como es hijo de María según la carne y Señor de María según la Ma-
jestad. Pero como ella no era madre de la divinidad y el milagro que ella pedía es
obra de la divinidad, por eso es su respuesta: ¿Qué nos va a ti y a mí? Pero no pienses
que reniego de ti como madre: Aún no ha llegado mi hora. Te reconoceré por madre
cuando empiece a estar pendiente de la cruz la debilidad de la que eres madre.
Veamos si es verdad. En la pasión del Señor, el mismo Evangelista, que
conocía a la madre y nos la presenta también a nosotros en estas bodas, dice así:
Estaba allí, junto a la cruz, la madre de Jesús. Y Jesús dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu
hijo; y al discípulo: He ahí a tu madre (Jn 19,25-26). Encomienda la madre al discípulo; le
encomienda la madre el que iba a morir primero que ella y resucitar de la muerte de
la madre. Encarga a un hombre el cuidado de otro hombre uno que es hombre. Esto
es lo que dio a luz María. Ya había llegado aquella hora a la que hacía referencia
cuando dijo: Aún no ha llegado mi hora.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de
S. Juan, 8,9)

204 Contraste entre la infidelidad de Eva y la fidelidad de Ma-ría.- «Como final de


aquella seducción con la que Eva, desposada ya con su marido, fue perversamente
seducida, la Virgen María recibió maravillosamente del ángel un anuncio según la
verdad, estando ya bajo el dominio de su marido. Porque así como Eva fue seducida
por las palabras de un ángel para escapar al dominio de Dios y despreciar su
palabra, así María recibió el anuncio de las palabras de un ángel, a fin de que llevara
a Dios, haciéndose obediente a su palabra. Y si aquella desobedeció a Dios, ésta
aceptó obedecer a Dios, a fin de que la Virgen María se convirtiera en abogada de la
virgen Eva. Y así como el género humano fue sometido a la muerte por obra de
aquella virgen, así recibe la salvación por obra de esta Virgen. El pecado del primer
padre queda borrado con el castigo del primogénito, y la astucia de la serpiente con
Nacimiento y vida oculta de Jesús

la simplicidad de la paloma, quedando rotas aquellas cadenas con las que estábamos
atados a la muerte.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 4,19,1)
Nacimiento y vida oculta de Jesús

VIII. Nacimiento y vida oculta de JesúsError! Reference source not


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«También José, por ser de la casa y de la familia de David, subió de


Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se
llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.
Y mientras estaban allí, se cumplieron los días del parto y dio a luz a su
hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,4-7).

«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo,


el Señor» (Lc 2,11).

«Al ver la estrella, se llenaron de alegría. Entraron en la casa y vieron al


niño con María, su madre; le adoraron postrándose en tierra y,
abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos de oro, incienso y mirra» (Mt
2,10-11).

«El niño iba creciendo y robusteciéndose, y llenándose de sabiduría, y


la gracia de Dios estaba con él» (Lc 2,40).
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defined.205 Dos tórtolas o dos pichones ofrecidos por el Salvador.- «Y también
para ofrecer en sacrificio, como se dice en la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones
(Lc 2,24).
Vemos un par de tórtolas y dos pichones de palomas ofrecidos por el
Salvador. Por mi parte estimo bienaventuradas estas aves, que son ofrecidas por el
nacimiento del Señor; y como admiro a la burra de Balaam y la contemplo llena de
honra, porque fue digna, no sólo de ver al ángel de Dios, sino también de poder
abrir su boca para romper a hablar en lenguaje humano, así mucho más predico y
ensalzo a estas aves, que fueron ofrecidas en sacrificio ante el altar por nuestro Señor
y Salvador. Para ofrecer por él un par de tórtolas o dos pichones.» (ORIGENES, Homilías
sobre el Evangelio de S. Lucas, 14,9)

206 Jesús, sometido a José y a María.- «Aprendamos, hijos, a estar sujetos a nuestros
padres; el mayor se somete al menor; el cual, como veía a José mayor de edad, lo
honró con el honor que se debe a un padre, dando ejemplo a todos los hijos, para
que se sometan a sus padres; y si son huérfanos, a aquellos que tienen la autoridad
paterna. ¿Por qué hablar de los padres y de los hijos? Si Jesús, el Hijo de Dios, se
somete a José y a María, ¿no me someteré yo al Obispo, que ha sido constituido por
Dios padre para mí; no me he de someter al presbítero que, por dignación del Señor,
ha sido constituido mi jefe? Pienso yo que José comprendía que Jesús le era superior
y se le sometía; y conociendo la superioridad del inferior, José le mandaba con temor
y prudencia. Que cada uno reflexione; con frecuencia un hombre de menor valor es
colocado al frente de los que son mejores que él, que el inferior llega algunas veces a
ser mejor que el que ve que está colocado como superior suyo. Si el que es superior
en dignidad lo entiende, no se elevará por la soberbia, a causa del rango más
elevado, sino que entenderá que el que le está sujeto es mejor que él, como Jesús
estuvo sujeto a José.» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas, 20,5)

207 María, madre virgen, permaneció siempre virgen.- «Escucha la aclamación de


Isaías: Nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado (Is 9,6). Aprende del mismo profeta
cómo ha podido suceder esto. ¿Acaso según la ley de la naturaleza? De ningún mo-
do, responde el profeta; no está sujeto a las leyes naturales el que es Señor de la
naturaleza. ¿De qué manera, entonces -responde-, se nos ha dado esta hijo? He aquí -
responde el profeta- que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel (Is 7,14), que significa Dios con nosotros (Mt 1,23).
¡Oh acontecimiento admirable: una virgen es madre, permaneciendo virgen!
Mira el nuevo orden de la naturaleza. En el caso de todas las demás mujeres,
Bautismo y tentaciones

mientras que una permanece virgen, ciertamente no puede ser madre al mismo
tiempo; una vez que llega a serlo, ya no posee la virginidad.
Conviene, en efecto, que aquél que hacía su entrada en la vida humana, para
la salvación de los hombres íntegro e incorrupto, trajera su origen de una integridad
absoluta y dada a él sin reservas; ahora los hombres habitualmente llaman incorrupta
a una mujer que no había tenido unión carnal alguna.
Pienso que el gran Moisés conoció ya este acontecimiento por el fuego en el
que Dios se le apareció, cuando veía la zarza ardiendo y no se consumía (Éx 3,1ss).
Efectivamente, entonces, en el fuego y en la zarza, se ponía de manifiesto aquello
que en su momento oportuno se manifestó claramente en el misterio de la Virgen.
Del mismo modo que la zarza, aunque quemada por el fuego, no se consumió;
igualmente la Virgen, engendrando la luz, no se corrompió.» (S. GREGORIO DE
NISA, Sermón sobre el nacimiento de Cristo)

208 Anuncio del nacimiento de Juan Bautista.- «No temas, Zacarías, pues ha sido escuchada
tu oración; y tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; y será para ti
gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento (Lc 1,13-14).
Los beneficios divinos son siempre plenos, desbordantes, no restringidos a un
pequeño número, sino amontonados en una abundante acumulación de bienes.
Aquí, en primer lugar, se promete el fruto de la oración, luego la maternidad de una
esposa estéril, luego la alegría de muchos, la grandeza de la virtud, un profeta del
Altísimo; más aún, para que no se suscite ninguna duda, se designa el nombre del
que ha de venir. Con tales dones, que desbordan el deseo, es justo que la des-
confianza sea castigada con la mudez.» (S. AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio
de S. Lucas, 1,29)

209 Jesucristo fue envuelto en pañales.- «Y lo envolvió en pañales (Lc 2,7). Al ver al Niño
envuelto en pañales, no pongas la atención en sólo el nacimiento, sino levanta tus
ojos a Dios, para contemplar la majestad divina: sube al cielo; así lo verás en su
suprema grandeza, rodeado de gloria excelsa; lo verás sentado en trono altísimo,
oirás a los serafines celebrarlo con himnos, cantando cómo el cielo y la tierra están
llenos de la majestad de su gloria.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al
Evangelio de S. Lucas)

210 La pequeñez, la pobreza y debilidad de Jesús son nuestra grandeza.- «Él ha sido
pequeño. Él ha sido niño, para que tú puedas ser varón perfecto; él ha sido ligado
con pañales, para que tú puedas ser desligado de los lazos de la muerte; él ha sido
puesto en un pesebre, para que tú puedas ser colocado sobre los altares; él ha sido
puesto en la tierra, para que tú puedas estar entre las estrellas; él no tuvo lugar en el
mesón, para que tú tengas muchas mansiones en los cielos (Jn 14,2). Él, siendo rico, se
Bautismo y tentaciones

ha hecho pobre por vosotros, a fin de que su pobreza os enriquezca (2Cor 8,9). Luego mi
patrimonio es aquella pobreza y la debilidad del Señor mi fortaleza. Prefirió para sí
la indigencia, a fin de ser pródigo para todos. Me purifican los llantos de aquella
infancia que da vagidos, aquella lágrimas han lavado mis delitos. Yo te soy, pues,
¡oh Señor Jesús! más deudor a tus injurias de mi redención que a tus obras de mi
creación. De nada me hubiera servido haber nacido sin el provecho de la redención.»
(S. AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 2,41)

211 Nacido en Belén de Efrata.- «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de
ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial (Miq 5,1).
Que Belén sea la misma Efrata, lo dice el libro del Génesis, en el que la
Escritura conmemora: Murió, pues, Raquel, y fue enterrada en el campo de Efrata, o sea,
Belén (Gén 35,19). Y con ambos nombres significa "sacramento"; pues se dice casa del
pan, por el pan vivo, que bajó del cielo (Jn 6,51). Y Efrata, que se interpreta verás el furor,
por la crueldad de Herodes que, engañado por los magos, se enfureció y envió sus
soldados a Belén a matar a todos los niños de dos años abajo, según el tiempo que le
habían dicho los magos. Y porque una voz se oyó en Rama, un llanto y un gran lamento.
Raquel llorando a sus hijos (Mt 2,16-19).» (S. JERONIMO, Comentarios sobre el profeta
Miqueas)

212 Huída de Jesús a Egipto.- «Oráculo contra Egipto: Mirad al Señor que, montado en una
nube ligera, entra en Egipto; vacilan ante él los ídolos de Egipto, y el corazón de los egipcios
se derrite en el pecho (Is 19,1).
/.../ ahora habla al mismo Egipto para decirle, que no por medio de ángeles,
sino que el mismo Señor ha de venir sobre una nube ligera, esto es, veloz, y entrará
en Egipto. Y temblarán los ídolos de Egipto y se derretirá el corazón de los fuertes; y
se cumplirá el vaticinio de Ezequiel: Así quitaré los ídolos y pondré fin a los simulacros de
Not (Ez 33,13). Algunos refieren esta profecía a los tiempos del Salvador, cuando
entró en Egipto en una nube leve, esto es, el cuerpo humano que traía tomado de la
Virgen, no engendrado por germen alguno en concurso con el varón; bien que fuera
llevado por una nube leve, esto es, el cuerpo virginal, y con su entrada, temblaron
todos los demonios y se arruinaron los ídolos, no pudiendo aguantar la presencia del
Señor.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

213 Crecimiento de Cristo en nuestros corazones.- «Estos días en que nació Cristo son
los más cortos del año, pero comienzan ya a crecer. Crezca, pues, Cristo en vuestros
corazones. Progresad y creced para llegar a la vida eterna.» (S. AGUSTIN, Sermones,
198B)
Bautismo y tentaciones

214 Los magos anuncian, preguntan, creen y buscan.- «¿Dónde está el rey de los judíos que
ha nacido? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo (Mt 2,2). Anuncian,
preguntan, creen y buscan, como simbolizando a quienes caminan en la fe y desean
la realidad.» (S. AGUSTIN, Sermones, 199,2)

215 María concibió creyendo.- «Creemos, pues, en Jesucristo, nuestro Señor, nacido del
Espíritu Santo y de la Virgen María. Pues también la bienaventurada María concibió
creyendo a quien alumbró creyendo. Después de habérsele prometido el hijo, pre-
guntó cómo podía suceder eso, puesto que no conocía varón. En efecto, sólo conocía
un modo de concebir y dar a luz; aunque personalmente no lo había experimentado,
había aprendido de otras mujeres -la naturaleza es repetitiva- que el hombre nace del
varón y de la mujer. El ángel le dio por respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la
virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo que nazca de ti será santo y será
llamado Hijo de Dios (Lc 1,35). Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y
habiendo concebido a Cristo antes en su mente que en su seno, dijo: He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). Cúmplase, dijo, el que una virgen
conciba sin semen de varón; nazca del Espíritu Santo y de una mujer virgen aquél en
quien renacerá del Espíritu Santo la Iglesia, virgen también. Llámese Hijo de Dios
aquel santo que ha de nacer de madre humana, pero sin padre humano, puesto que
fue conveniente que se hiciese hijo del hombre el que de forma admirable nació de
Dios Padre sin madre alguna; de esta forma, nacido en aquella carne, cuando era pe-
queño, salió de un seno cerrado, y en la misma carne, cuando era grande, ya
resucitado, entró por puertas cerradas. Estas cosas son maravillosas, porque son
divinas; son inefables, porque son también inescrutables; la boca del hombre no es
suficiente para explicarlas, porque tampoco lo es el corazón para investigarlas.
Creyó María, y se cumplió en ella lo que creyó. Creamos también nosotros para que
pueda sernos también provechoso lo que se cumplió.» (S. AGUSTIN, Sermones,
215,4)

216 Nacimiento de Jesucristo en la plenitud de los tiempos.- «Hoy, amadísimos, ha


nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No es justo dar lugar a la tristeza cuando
nace la vida para acabar con el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la
eternidad prometida. Nadie se crea excluido de participar en este regocijo, pues una
misma es la causa de la común alegría, ya que nuestro Señor, destructor del pecado y
de la muerte, así como a nadie halló libre de culpa, así vino a librar a todos del
pecado. Exulte el santo, porque se acerca el premio; alégrese el pecador, porque se le
invita al perdón; anímese el gentil, porque se le llama a la vida.
Al llegar la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), señalada por los inescrutables
designios del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza humana para
reconciliar con su autor y vencer al diablo, inventor de la muerte, por la misma
naturaleza que él había dominado (Sab 2,24). En esta lucha emprendida para nuestro
Bautismo y tentaciones

bien se peleó según las mejores y más nobles reglas de equidad, pues batió el Señor
todopoderoso al cruelísimo enemigo no en su majestad, sino en nuestra humildad,
oponiéndole una naturaleza humana, mortal como nosotros, aunque libre en todo de
pecado. Lejos estuvo de este nacimiento lo que de todos los demás leemos: Nadie está
limpio de mancha, ni siquiera el niño que sólo lleva un día de vida sobre la tierra (Job 15,4-5).
Nada contrajo en este singular nacimiento de la concupiscencia carnal, en nada es-
tuvo sujeto a la ley del pecado. Se eligió una virgen de la estirpe real de David que,
debiendo concebir un fruto sagrado, lo concibió antes en su espíritu que en su
cuerpo. Y para que no se asustase por los efectos inusitados del designio divino,
supo por las palabras del ángel lo que en ella iba a realizar el Espíritu Santo. De este
modo, no consideró un daño de su virginidad llegar a ser madre de Dios. En efecto,
¿por qué había de desconfiar María ante lo insólito de aquella concepción, cuando se
le promete que todo será realizado por la virtud del Altísimo? Cree María, y su fe se
ve corroborada por un milagro ya realizado: la inesperada fecundidad de Isabel, que
le ha sido concedida para evidenciar la posibilidad de hacer con una virgen lo que se
ha hecho con una estéril.
/.../.
Tal nacimiento, carísimos, convenía a la fortaleza y sabiduría de Dios (1Cor
1,24), que es Cristo, para que en él se hiciese semejante a nosotros por la humanidad
y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría propor-
cionado remedio; de no haber sido hombre, no nos habría dado ejemplo. Por eso le
anuncian los ángeles, cantando llenos de gozo: Gloria a Dios en las alturas; y
proclaman: En la tierra, paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Ven ellos, en
efecto, que la Jerusalén celeste se levanta en medio de las naciones del mundo. ¿Qué
alegría no causará en el humilde mundo de los hombres esta obra inefable de la
bondad divina, si provoca tanto gozo en la esfera sublime de los ángeles?.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 21,«sobre la Navidad del Señor»)

217 La fiesta de Navidad.- «Aunque este estado de infancia que el Hijo de Dios no ha
juzgado indigno de su majestad se ha transformado con el tiempo en el estado del
hombre perfecto y, una vez consumado el triunfo de su pasión y de su resurrección,
han terminado también los actos referentes a la humillación aceptada por nosotros,
sin embargo, la fiesta de hoy, del nacimiento de Jesús de la Virgen María, renueva
para nosotros los comienzos sagrados y, al adorar el nacimiento de nuestro Salvador,
tratamos de celebrar al mismo tiempo nuestros propios comienzos. La generación de
Cristo es, en efecto, el origen del pueblo cristiano, y el aniversario del nacimiento de
la cabeza es también el aniversario del cuerpo. /.../.
3. Nace, pues, el Señor, amadísimos, no de un semen carnal, sino del Espíritu
Santo y enteramente ajeno a la condenación que siguió al primer pecado. Por eso, la
misma grandeza del don otorgado exige de nosotros un respeto digno de su mag-
nificencia. Así nos lo enseña el santo Apóstol: No hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu que viene de Dios, a fin de conocer los dones que Dios nos ha hecho (1Cor
Bautismo y tentaciones

2,12). El mejor modo de presentarle un religioso homenaje es ofrecerle lo que él


mismo nos ha dado. Pues en el tesoro de las liberalidades divinas, ¿qué podemos
encontrar que sea más a propósito para honrar la fiesta de hoy que esta paz que des-
de el nacimiento del Señor ha sido anunciada por el concierto de los ángeles? Pues
ella, nutricia del amor y madre de la unidad (Ef 4,3), es la que engendra a los hijos de
Dios (Mt 5,9).» (S. LEON MAGNO, Sermones, 26,2-3)

218 Epifanía del Señor.- «Alegraos, carísimos, en el Señor; de nuevo os lo digo: alegraos (Fil
3,4), ya que en breve espacio de tiempo, después de la solemnidad del nacimiento de
Cristo, ha brillado la fiesta de su manifestación (Sal 118,2.5), y al mismo a quien en
aquel día dio a luz la Virgen, hoy lo ha conocido el mundo. El Verbo hecho carne
dispuso de este modo el origen de su aparición entre nosotros: que, nacido Jesús, se
manifestase a los creyentes y se ocultase a sus perseguidores. Por eso, ya desde
entonces los cielos pregonaron la gloria de Dios, y la voz de la verdad se extendió
por toda la tierra (Sal 18,2-3), cuando, por una parte, el ejército de los ángeles se
mostraba para anunciar el nacimiento del Salvador y, por otra, la estrella conducía a
los Magos para que le adoraran. Así se verificó que, desde el Oriente hasta el Occi-
dente (Sal 49,2), resplandeciera el nacimiento del verdadero Rey, ya que, por medio
de los Magos, los reinos de Oriente conocieron la verdad de lo sucedido y no quedó
oculto al imperio de los romanos.
La crueldad de Herodes, pretendiendo dar muerte en su cuna al Rey que le
infundía sospecha, contribuía, sin pensarlo, a esta difusión de la fe. Mientras se
dedicaba a perpetrar un crimen detestable y procuraba, por la matanza de los Ino-
centes, deshacerse de aquel Niño para él desconocido, la fama de esta matanza
publicaba por todas partes el nacimiento del Rey de los cielos. La nueva se difundió
tanto más pronto y con tanto mayor prestigio cuanto más inusitada fue la señal pro-
digiosa del cielo y más cruel la impiedad del perseguidor. Entonces también el
Salvador fue llevado a Egipto, para que aquellos pueblos, entregados a los antiguos
errores, se dispusieran, mediante una gracia oculta, a recibir su próxima salvación, y
para que, aún antes de rechazar las viejas supersticiones, ofreciera ya aquel país
morada a la verdad.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 32,«sobre la Epifanía de
Jesucristo»,1)

219 Jesucristo destruye la obra del primer Adán.- «Reconozca, pues, la fe católica su
nobleza en la humildad del Señor, y encuentre su alegría la Iglesia, Cuerpo de Cristo,
en los misterios de su salvación. Si el Verbo de Dios no se hubiese hecho carne y
hubiese habitado entre nosotros (Jn 1,14); si el Creador en persona no hubiese
descendido hasta la criatura para unirse a ella, llamando, por su nacimiento, a la
vieja humanidad a un nuevo principio, reinaría la muerte desde Adán hasta el fin, y
sobre todos los hombres pesaría una condenación insoluble, ya que el solo hecho de
nacer sería para todos los hombres la causa de su perdición.
Bautismo y tentaciones

Por eso, sólo entre los hijos de los hombres ha nacido inocente el Señor Jesús,
pues sólo él fue concebido sin mancha de la concupiscencia carnal. Se hizo hombre
de nuestra raza, para que podamos participar de la naturaleza divina (2Pe 1,14). El
principio de vida que tomó en el seno de la Virgen lo ha colocado en la fuente
bautismal. Ha dado al agua lo que había dado a su madre, pues el poder del
Altísimo y la sombra del Espíritu Santo (Lc 1,35), que hicieron que María diese al
mundo un Salvador, hacen también que el agua regenere al creyente. Mas, para
curar las enfermedades, para dar vista a los ciegos, para resucitar a los muertos, ¿qué
hay más conveniente que curar las heridas del orgullo con los remedios de la hu-
mildad?.
Descuidando Adán los preceptos de Dios, introdujo al castigo del pecado.
Jesús, nacido sujeto a la Ley (Gál 4,4), restituye la libertad de la justicia (1Pe 2,16).
Aquél, escuchando al diablo hasta cometer el pecado, mereció que todos muriesen
en él; éste, obedeciendo al Padre hasta morir en la cruz, hizo que todos encontrasen
vida en él. Aquél, sediento del honor debido a los ángeles, perdió la dignidad de su
naturaleza; éste, tomando la condición de nuestra debilidad, colocó en el cielo a los
mismos por los que había descendido hasta los infiernos. Finalmente, a aquél, caído
por su orgullo, se le ha dicho: Eres tierra y a la tierra irás (Gén 3,19); y a éste, exaltado
por haberse humillado, se le ha dicho: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus
enemigos por escabel de tus pies (Sal 109,1).» (S. LEON MAGNO, Sermones, 25,«sobre la
Navidad del Señor»)

220 El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz.- «Los que no han nacido de la
sangre, ni del querer de la sangre, ni del querer del hombre, sino de Dios (Jn 1,13), ofrecen al
Padre la concordia propia de los hijos animados del deseo de la paz, y todos los
miembros de la familia de adopción se encuentran en el Primogénito de la nueva
creación (Rom 8,29); El cual no ha venido a hacer su voluntad, sino la voluntad del
que le ha enviado (Jn 6,38). Pues aquellos a los que la gracia del Padre predestinó
para herederos suyos (Tit 3,7), no están llenos de discordias y rencillas, sino que
piensan y aman la misma cosa (Fil 2,2). Los que han sido reformados según el
modelo único, deben tener un alma uniforme entre sí.
El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz. Así dice el Apóstol:
Nuestra paz es aquél que de los dos pueblos no hizo más que uno (Ef 2,14); porque, ya sea
judío o gentil, por él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu (Ef 2,18). El día
antes de su pasión, escogido libremente (Jn 13,1), instruyó particularmente a sus
discípulos en esta doctrina, y les dijo: Os doy la paz, os dejo mi paz (Jn 14,27). Y para
que no se ocultase en una expresión general la cualidad propia de su paz, añadió: No
os la doy como la da el mundo. El mundo -dice- tiene sus amigos (Jn 15,19), y hace a
muchos concordes con un amor perverso. Hay también almas que se regocijan, pero
en el vicio, y la semejanza del deseo engendra los mismo afectos /.../.
La paz de los hombres espirituales y católicos, paz descendida del cielo y que
al cielo conduce, no nos permite ninguna comunión con los amigos del mundo, sino
Bautismo y tentaciones

que nos obliga a hacer frente a todos los obstáculos y a librarnos de los deleites
perniciosos, para volver hacia las alegrías verdaderas, como dice el Señor: Donde está
tu tesoro, allí está tu corazón (Mt 6,21), esto es, si las cosas que amas son bajas, des-
cenderás a los abismos profundos; si las cosas que quieres están en las alturas (Col
3,1-2), llegarás a las altas cimas. El espíritu de paz nos guíe y nos conduzca, no
queriendo más que una cosa, no pensando más que una misma cosa, no teniendo
más que un solo corazón en la fe, la esperanza y la caridad.» (S. LEON MAGNO,
Sermones, 26,«sobre la Navidad del Señor»)

221 La Epifanía de Jesucristo se actualiza para nosotros.- «El día en que Cristo,
Salvador del mundo, se manifestó por primera vez a los paganos, ha de ser,
amadísimos, objeto de nuestra veneración y de nuestro homenaje religioso. Hoy
debe subir en nuestros corazones la alegría que llenó el corazón de los tres Magos,
cuando, incitados y guiados por una nueva estrella, adoraron presente a sus
miradas, a aquél en quien habían creído cuando les había sido prometido. Este día
no ha terminado, de modo que haya pasado con él la virtud entonces revelada de la
acción divina y de que, de ese acontecimiento, nada haya llegado hasta nosotros más
que un recuerdo glorioso que acoge nuestra fe y honra nuestra memoria. El don de
Dios, por el contrario, se multiplica y aún hoy en nuestra época experimenta todo lo
que comenzó entonces.
Aunque el relato de la lectura evangélica no nos narre propiamente aquellos
días en los que los tres varones -a los que ni la predicación profética había instruido,
ni el testimonio de la Ley había enseñado- vinieron desde los confines del Oriente
para conocer a Dios, sin embargo, esto mismo conocemos que se hace ahora en la
iluminación de todos los llamados.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 36,«sobre la
Epifanía de nuestro Señor Jesucristo»)

222 Nace Jesucristo para restaurar al hombre caído.- «Nace, pues, Cristo, para restaurar
con su nacimiento la naturaleza corrompida; se hace niño y consiente ser alimen-
tado, recorre las diversas edades, para instaurar la única edad perfecta, permanente,
la que él mismo había hecho; carga sobre sí al hombre para que no vuelva a caer; lo
había hecho terreno, y ahora lo hace celeste; le había dado un principio de vida
humana, ahora le comunica una vida espiritual y divina. De este modo lo traslada a
la esfera de lo divino, para que desaparezca todo lo que había en él de pecado, de
muerte, de fatiga, de sufrimiento, de meramente terreno; todo ello por el don y la
gracia de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, ahora y siempre, y por los siglos inmortales. Amén.» (S.
PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 148)
Bautismo y tentaciones

223 Adoración de los Magos.- «Hoy el mago encuentra llorando en su cuna a aquél que,
resplandeciente, buscaban las estrellas. Hoy el mago contempla claramente, entre
pañales, a aquél que, encubierto, buscaba pacientemente en los astros.
Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla; el cielo
en la tierra y la tierra en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el hombre: y a aquél
que no pudo ser encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño.» (S.
PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 160)
Bautismo y tentaciones

IX. Bautismo y tentacionesError! Reference source not found.

«Entonces vino Jesús desde Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para
ser bautizado por él» (Mt 3,13).

«Luego Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu, para ser tentado
por el diablo» (Mt 4,1).

«Por aquellos días vino Jesús de Nazaret a Galilea, y fue bautizado por
Juan en el Jordán. En el instante en que salía del agua, vio los cielos
abiertos y al Espíritu que descendía sobre él en forma de paloma, y
vino una voz de los cielos: "Tú eres mi Hijo querido; en ti he puesto mi
agrado"» (Mc 1,9-11).

«Luego el Espíritu le encaminó al desierto. Y estuvo en el desierto


durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía entre las fieras
y los ángeles le servían» (Mc 1,12).
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defined.Error! Bookmark not defined.Error! Bookmark not defined.Error!
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defined.224 El misterio de Juan Bautista sigue cumpliéndose ahora.- «Yo pienso
que el misterio de Juan se cumple en el mundo hasta ahora. El que ha de creer en
Cristo Jesús, antes viene a su alma el espíritu y el poder de Juan, para preparar al
Señor un pueblo perfecto (Lc 1,17), y en las asperezas del corazón allanar los caminos y
hacer rectos los senderos. No sólo en aquellos tiempos fueron preparados los
caminos y enderezadas las sendas; también hoy todavía el espíritu y el poder de
Juan preceden la llegada del Señor Salvador. ¡Oh grandeza de los misterios del Señor
y de sus designios! Los ángeles preceden a Jesús, los ángeles ascienden y descienden
para la salvación de los hombres en Cristo Jesús, de quien es la gloria y el poder por
los siglos de los siglos (1Pe 4,11).» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S.
Lucas, 4,6)

225 Cinco clases de bautismo.- «Sale Jesús del agua. Consigo lleva levantado el mundo,
y ve cómo se abren los cielos que Adán se había cerrado a sí mismo y a cuantos de él
descendieran, como había cerrado también el paraíso con flamante espada. El Espí-
ritu da testimonio de la naturaleza divina de Jesús; acude a encontrarse con su igual;
y otro tanto la voz del cielo, pues de allí procedía aquél de quien se da testimonio. El
Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de paloma, honrando así al cuerpo,
honrado ya antes por Dios mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo
la paloma estaba acostumbrada a anunciar el final del diluvio. Claro que, si tú
estimas la naturaleza divina atendiendo al peso y al volumen, te ha de parecer
insignificante el Espíritu, pues se presenta en forma de paloma, ¡Ah, que mezquino
contemplar tales grandezas! Incluso cuentas con la posibilidad de despreciar el reino
de los cielos, comparado con un grano de mostaza. Y por supuesto, advertirás que el
enemigo aventaja en grandeza a Jesús, porque aquél recibe los nombres de monte
alto, Leviatán y rey de los que se hallan en las aguas, mientras que Jesús es el cordero,
la perla, la gota y otros semejantes.
17. Es decoroso que en la fiesta del Bautismo del Señor nos aprestemos a
sufrir un poco por aquél que por nosotros asumió forma humana, fue bautizado y
crucificado. ¡Ea! Consideremos las diversas maneras en que puede recibirse el bautis-
mo, para que así nos vayamos de aquí purificados. Bautizó Moisés, pero en el agua
(Éx 17,6). Y antes aún en la nube y en el mar (Éx 13,21; 14,22). Como nota San Pablo
(1Cor 10,1ss), esto era una figura; el mar era figura del agua del bautismo; la nube,
del Espíritu; el maná, del pan de vida; la bebida, de la bebida divina. También Juan
bautizó. Mas ya no lo hizo a la manera de los judíos, puesto que no bautizaba sólo
con agua, sino además en función del arrepentimiento (Mt 3,2). No obstante, no era
todavía enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del Espíritu Santo. Por
Las Figuras

último, bautiza Jesús y lo hace en el nombre del Espíritu (Mt 28,19). Éste es el bau-
tismo perfecto.
Detengámonos nosotros un poco en este punto: ¿cómo es posible que no sea
Dios aquél, gracias al cual llegas tú a ser dios?.
Aún conozco un cuarto tipo de bautismo: aquél que se obtiene por el
testimonio de la sangre. Cristo también fue bautizado según este cuarto modo, que
es mucho más venerable que los anteriores, porque no admite ser mancillado
después con mancha alguna. Por fin diré que hay todavía un quinto bautismo. Es el
de las lágrimas. Éste resulta en extremo penoso, pues riega cada noche el propio
lecho y el estrado. Éste es propio de aquél, cuyas llagas son fétidas, que camina
llorando y entristecido y reproduce el arrepentimiento de Manasés (2Cró 33,13), y la
humillación con que Nínive alcanzó el perdón (Jn 3,5). Es el bautismo perteneciente a
quien pronuncia en el templo las palabras del publicano, que es juzgado por contra-
posición con la arrogancia del fariseo (Lc 18,13). El bautismo propio de quien como
la cananea se ampara en la misericordia y suplica migajas, esto es, el alimento de un
perro hambriento (Mt 15,22ss).» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 39,16-
17)

226 Al ser bautizado, Jesús bendice y purifica las aguas.- «Y sucedió que, mientras se
bautizaba todo el pueblo, se bautizó Jesús y, estando en oración, se abrió el cielo (Lc 3,21).
Se bautiza Jesús bendiciendo las aguas y purificándolas por nuestra causa,
pues él es el Santo de los santos y el Verbo Unigénito de Dios. Ciertamente no
necesitaba el santo bautismo, ni alcanzar remisión de los pecados, que nosotros obte-
nemos por él; pues todos nosotros hemos recibido de su plenitud. Y descendió de
Dios Padre el Espíritu Santo, aunque es también propio del Hijo. Sabiamente se dice
el Espíritu de Cristo, el Espíritu que procede del Padre, aunque es propio del Hijo.
Testigo es Pablo, al decir: Vosotros, en cambio, no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya
que el Espíritu de Dios habita en vosotros; si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ese no es
de él (Rom 8,9). Y también: Como sois hijos de Dios, envió Dios a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, para que clame: ¡Abba! ¡Padre! (Gál 4,6). Luego ciertamente el
Espíritu Santo procede, como he dicho, de Dios Padre; mas es el Hijo verdadero,
Unigénito Verbo de Dios, adornado con la gloria del Padre, quien lo infunde en las
criaturas y se lo da a los dignos. También lo decía él: Todo lo que el Padre tiene es mío
(Jn 16,15).» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

227 Jesucristo, en su bautismo, ungido como hombre por el Espíritu Santo.- «Y cuando
el tiempo de tan gran munificencia y libertad produjo para todos al Unigénito
encarnado en el mundo, como hombre nacido de mujer, Dios Padre otorgó a su vez
el Espíritu, y Cristo, como primicia de la naturaleza renovada, fue el primero que lo
recibió. Y esto fue lo que atestiguó Juan Bautista cuando dijo: He contemplado al
Espíritu que baja del cielo y se posó sobre él (Jn 1,32).
Las Figuras

Decimos que Cristo, por su parte, recibió el Espíritu en cuanto se había hecho
hombre, y en cuanto convenía que el hombre lo recibiera; y aunque es Hijo de Dios
Padre, engendrado de su misma sustancia, incluso antes de la encarnación -más aún,
antes de todos los siglos-, no se da por ofendido de que el Padre le diga, después que
se hizo hombre: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy (Sal 2,7; Hech 13,33).
Dice haber engendrado hoy a quien era Dios, engendrado de él mismo antes
de los siglos, a fin de recibirnos por su medio como hijos adoptivos; pues en Cristo,
en cuanto hombre, se encuentra significada toda la naturaleza; y así también el
Padre, que posee su propio Espíritu, se dice que lo otorga a su Hijo, para que
nosotros nos beneficiemos del Espíritu en él. Por esta causa, perteneció a la
descendencia de Abraham, como está escrito, y se asemejó en todo a sus hermanos.
De manera que el Hijo Unigénito recibió el Espíritu Santo, no para sí mismo -
pues es suyo, habita en él, y por su medio se comunica como ya dijimos antes-, sino
para instaurar y restituir a su integridad a la naturaleza entera, ya que, al haberse
hecho hombre, la poseía en su totalidad. Puede, por tanto, entenderse -si es que
queremos usar nuestra razón, así como los testimonios de la Escritura- que Cristo no
recibió el Espíritu Santo para sí, sino más bien para nosotros en sí mismo; pues por
su medio nos vienen todos los bienes.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al
Evangelio de S. Juan, 1,2)

228 Presencia de la Trinidad en el bautismo de Jesucristo.- «Así, pues, Cristo descendió


al agua y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma. Dios, el Padre, habló
desde el cielo. Aquí tienes la presencia de la Trinidad.» (S. AMBROSIO, De los Sa-
cramentos, 1,19)

229 El segundo Adán llevado por el Espíritu al desierto.- «Entonces Jesús fue conducido
por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo (Lc 4,1). Es conveniente recordar
cómo el primer Adán fue expulsado del paraíso al desierto, para que advirtieras
cómo el segundo Adán viene del desierto al paraíso. Ves también cómo sus daños se
reparan siguiendo sus encadenamientos y cómo los beneficios divinos se renuevan
tomando sus propias trazas. Una tierra virgen ha dado a Adán, Cristo ha nacido de
la Virgen; aquél fue hecho a imagen de Dios; éste es la Imagen de Dios /.../. Adán
está en el desierto, en el desierto Cristo; pues él sabía dónde podía encontrar al
condenado para disipar su error y conducirlo al paraíso; mas, como él no podía
volver allá cubierto con los despojos de este mundo, como no podía ser habitante del
cielo sin ser despojado de toda mancha, lo despojó del hombre viejo y lo revistió del
hombre nuevo (Col 3,9ss); porque, como los decretos divinos no pueden ser
abrogados, era mejor que cambiase la persona que no la sentencia.» (S. AMBROSIO,
Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 4,7)
Las Figuras

230 Jesucristo tentado por Satanás.- «Y en seguida, el Espíritu lo empujó hacia el desierto,
para ser tentado por el diablo (Mt 4,1; Mc 1,12-13).
¿Por qué Satanás no lo tentó antes de los treinta años? Porque el cielo no había
dado un signo cierto de su divinidad; apareció modesto como los demás y su pueblo
no le prestó atención. Satanás se abstuvo de tentarlo hasta el tiempo de su bautismo.
Mas, cuando escuchó: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1,29),
quedó sumamente estupefacto. No obstante, esperó al bautismo para ver si, una vez
bautizado con el bautismo ordinario, era como otro cualquiera que tuviese necesidad
de él.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 4,4)

231 La humildad, plenitud de la justicia.- «Llega Jesús y es bautizado por Juan; el Señor
recibe el bautismo de manos de su siervo, a fin de darnos ejemplo de humildad,
porque la humildad es la plenitud de la justicia, según él mismo lo enseña, cuando, a
estas palabras de Juan: Yo soy quien debe ser bautizado por ti, respondió: Deja eso ahora,
para que se cumpla toda justicia (Mt 2,14-15).» (S. AGUSTIN, Sermones, 52,1)

232 Con su ejemplo, Jesús nos enseña a vencer las tentaciones.- «Entramos,
amadísimos, en la Cuaresma, es decir, en una fidelidad mayor al servicio del Señor.
Viene a ser como si entrásemos en un combate de santidad. Por tanto, preparemos
nuestras almas a las embestidas de las tentaciones, sabiendo que, cuanto más celosos
somos de nuestra salvación, tanto más violentamente nos atacarán nuestros
adversarios. Mas el que habita en medio de nosotros es más fuerte que quien lucha
contra nosotros. Nuestra fortaleza viene de él, en cuyo poder tenemos puesta nuestra
confianza. Pues, si el Señor permitió que le visitase el tentador, lo hizo para que
tuviésemos nosotros, además de la fuerza de su socorro, la enseñanza de su ejemplo.
Acabáis de oírlo: venció a su adversario con las palabras de la Ley, no con el
vigor de su brazo. Sin duda, reportó su humanidad mayor gloria y fue mayor el
castigo de su adversario, al triunfar del enemigo de los hombres, no como Dios, sino
como un mortal. Ha combatido para enseñarnos a combatir en pos de él. Ha vencido
para que nosotros seamos también vencedores de la misma manera. Pues no hay,
amadísimos, actos de virtud sin la experiencia de las tentaciones, ni fe sin prueba, ni
combate sin enemigo, ni victoria sin batalla.
La vida pasa en medio de emboscadas, en medio de sobresaltos. Si no
queremos vernos sorprendidos, hay que vigilar. Si pretendemos vencer, hemos de
luchar. He aquí por qué dijo Salomón, cuando era sabio: Hijo, si quieres servir al Señor,
prepara tu alma para la tentación (Eclo 2,1). Estaba lleno de la ciencia de Dios, sabía que
no hay fervor sin trabajos y combates. Y, previendo los peligros, los advierte, a fin de
que estemos preparados para rechazar los choques del tentador.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 39,«sobre la Cuaresma»)
Las Figuras

233 Ayuno y abstinencia cuaresmal.- «Por el magisterio de nuestro Redentor,


amadísimos, aprendemos que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios
(Mt 4,4), y es conveniente al pueblo cristiano, en cualquier grado de abstinencia que
se haya establecido, desear alimentarse más de la palabra de Dios que del alimento
material. Recibamos, por lo mismo, este ayuno solemne con una devoción diligente y
una fe alerta, y celebrémoslo no con una dieta estéril, tal como lo prescriben fre-
cuentemente la debilidad del cuerpo y la maldad de la avaricia, sino con una gran
generosidad, para ser de los que ha dicho la misma Verdad: Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque serán hartos (Mt 5,6).
Sean nuestras delicias las obras de misericordia, y llenémonos de estos
alimentos que nutren con vistas a la eternidad. Pongamos nuestro gozo en las
refecciones de los pobres, a los cuales sació nuestra limosna. Regocijémonos en el
vestido de aquellos, cuya desnudez cubrimos con la ropa necesaria. Sienta nuestra
humanidad a los enfermos en sus enfermedades, a los desterrados en sus pruebas, a
los huérfanos en su abandono, a las viudas desoladas en sus tristezas. No hay nadie
que, al ayudar a otro, no alcance alguna parte del beneficio. Nada es pequeño
cuando es grande el corazón, ni la medida de nuestra misericordia o de nuestra
compasión depende de los límites de nuestra fortuna. La opulencia de la buena
voluntad nunca escasea de méritos, aunque tenga poco. Las limosnas de los ricos son
más cuantiosas y menos las de las gentes más modestas, pero el fruto de sus obras no
las diferencia, si las anima un mismo amor.» (S. LEON MAGNO, Sermones,
40,«sobre la Cuaresma»)
Las Figuras

X. Las FigurasError! Reference source not found.

«Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le


dará otra señal sino la señal de Jonás» (Lc 11,29).

«Y como Moisés puso en alto la serpiente, así es necesario que sea


puesto en alto el Hijo del hombre» (Jn 3,14).

«En verdad os digo: no fue Moisés quien os dio el pan bajado del cielo,
sino mi Padre es quien os da el pan verdadero que viene del cielo» (Jn
6,32).

«Díceles Jesús: Si fuerais hijos de Abraham, haríais las obras de


Abraham» (Jn 8,39).
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defined.234 Henoc, Noé y Abraham, figuras de Jesucristo.- «Obedezcamos, por
tanto, a su magnífico y glorioso designio y, acudiendo como suplicantes a su
compasión y benignidad, postrémonos en su presencia y volvámonos a sus
misericordias, después de dar de mano a todo vano afán, a toda contienda y a la
envidia que conduce a la muerte. 2. Fijemos nuestros ojos en aquellos que ministra-
ron de modo perfecto a su magnificiente gloria. 3. Tomemos por ejemplo a Henoc,
quien, hallado justo en la obediencia, fue trasladado, sin que se hallara rastro de su
muerte. 4. Noé, hallado, otrosí, justo, predicó por su servicio al mundo la
regeneración, y por su medio salvó el Señor a los animales que entraron en
concordia en el arca.
1. Abraham, que fue dicho amigo de Dios, fue encontrado fiel por haber sido
obediente a las palabras de Dios. Abraham, por su obediencia, salió de su tierra, y de
su parentela y de la casa de su padre, para heredar las promesas de Dios, a cambio
de una escasa tierra, y de una parentela estrecha y una casa pequeña que abandonó
(Gén 12,1ss).» (S. CLEMENTE ROMANO, Carta I a los Corintios, 9 y 10)

235 Figuras de Jesucristo: Abraham, Job y Moisés.- «Imitemos también a los que iban
vestidos de pieles de cabra y de oveja (Heb 11,37), pregonando la venida de Cristo. Nos
referimos a Elías y Eliseo, a Ezequiel y a los profetas. Y, aparte de éstos, a cuantos
fueron por Dios atestiguados. 2. Atestiguado con gran testimonio fue Abraham, y
amigo de Dios fue llamado y, sin embargo, mirando a la gloria de Dios, dice con
espíritu de humildad: Yo soy tierra y ceniza (Gén 18,27). 3. Sobre Job, otrosí, se escribe
de esta manera: Job, empero, era justo irreprochable, verdadero, piadoso, apartado de todo
mal (Job 1,1). 4. Sin embargo, él se acusará a sí mismo, diciendo: Nadie está limpio de
mancha, aún cuando su vida sea de un solo día.
5. Moisés fue llamado fiel en toda su casa (Núm 12,7), y por su servicio juzgó
Dios a Egipto por medio de plagas y tormentos. Y, sin embargo, tampoco él, a pesar
de haber sido grandemente glorificado, habló arrogantemente, sino que, cuando se le
daba el oráculo desde la zarza, dijo: ¿Quién soy yo para que me envíes? (Éx 3,11).» (S.
CLEMENTE ROMANO, Carta I a los Corintios, 17)

236 Bendiciones de los patriarcas.- «De la misma manera que la maldición siguió su
camino, así también la bendición en la descendencia que había sido bendecida, cada
uno en su rango. El primero entre ellos fue bendecido Sem, con estas palabras:
Bendito sea el Señor, Dios de Sem, sea Canaan su esclavo (Gén 9,20). Tal es la fuerza de
esta bendición: el Dios y Señor de todos viene a ser la posesión reservada a la piedad
de Sem; esta bendición se prolonga para llegar a Abraham que, en la posteridad de
Evangelio de la salvación

Sem, llega a la décima generación según la genealogía descendiente. Y por esto el


Padre y Dios de todas las cosas se ha complacido en llamarse Dios de Abraham, y Dios
de Isaac y Dios de Jacob (Éx 3,6; Mt 22,32).
En cuanto a la bendición de Jafet, ésta es la fórmula: Dilate el Señor a Jafet y
habite en las tiendas de Sem, y que Canaan sea su esclavo (Gén 9,27). Esta bendición ha
florecido al final de este período, cuando el Señor se ha manifestado a las naciones,
porque el Señor ha hecho llegar hasta ellas su llamada: A toda la tierra alcanza su
pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje (Sal 18,5; Rom 10,19). Ditar significa la
llamada entre las naciones, es decir, la Iglesia. Jafet habite en las tiendas de Sem, es
decir: en la herencia de los patriarcas, habiendo recibido el derecho de primogeni-
tura en Jesucristo.» (S. IRENEO, Demostración de la predicación apostólica, 21)

237 Susana, figura de los misterios de la Iglesia.- «Es por esto que nuestro Señor
Jesucristo ha muerto y ha resucitado para inaugurar su reino sobre los vivos y sobre los
muertos (Rom 14,9). Esto nos lo enseña también la bienaventurada Susana, porque
ella es en sí misma, en todos sus aspectos, figura de los misterios de la Iglesia, cuya
fe, piedad, sabiduría, en cuanto concierne las cosas de los cuerpos, es anunciada
hasta nuestros días en toda la tierra. Yo os pido a todos vosotros que leáis esta
página de la Escritura a las mujeres y a las vírgenes, a chicos y a grandes, tener ante
los ojos el juicio de Dios e imitar a Susana, para que no busquéis vuestra gloria más
que de Dios y del Verbo, que habitaba en Daniel, y seáis salvados de la segunda
muerte (Ap 20,6).
Vosotros, los hombres, imitad la pureza de José. Vosotras, las mujeres, imitad
la pureza y la fe de Susana, y no permitáis que sea dirigido ningún reproche contra
vosotras, y que no se verifique en vosotras la palabra de los ancianos. Porque hay en
nuestros días numerosos seductores mentirosos, que engañan a las almas justas de
los santos; los unos seducen con palabras vanas, los otros pervierten con preceptos
heréticos, queriendo de este modo satisfacer sus pasiones.» (S. HIPOLITO,
Comentario sobre Daniel, 1,22)

238 Daniel, arrojado al foso de los leones.- «Y tú mira: Hoy Babilonia es el mundo, los
sátrapas son los poderes políticos, Darío es su rey, el foso es el infierno; los leones
son los ángeles que atormentan. Imita, pues, a Daniel, no temas a los sátrapas, ni te
sometas al edicto de los hombres. De este modo, si tú eres arrojado al foso de los
leones, serás protegido por el Angel; tú domesticarás a las fieras. Ellas se postrarán
delante de ti, como ante un servidor de Dios. No se te encontrará herida alguna, sino
que serás sacado del foso y participarás en la resurrección. Tú serás el señor de tus
enemigos y darás gracias a Dios, siempre viviente, a quien sea dada la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.» (S. HIPOLITO, Comentario sobre Daniel, 3,31)
Evangelio de la salvación

239 Caín y Abel. José vendido por sus hermanos. David perseguido por Saúl.- «Por la
envidia del diablo se introdujo la muerte en el mundo. Imítanle, por tanto, los que son de su
partido (Sab 2,24).
De ahí, en fin, procede aquel primer odio contra el único hermano, de ahí los
abominables homicidios, cuando Caín injusto mira con celos a Abel justo, cuando el
malo persigue al bueno por envidia /.../. La hostilidad de Esaú para con Jacob fue
efecto de la envidia; en efecto, porque éste había recibido la bendición de su padre,
se encendió aquél en odio y rencor con el fuego de la envidia. Y la causa de que
vendieran a José sus hermanos también fue la envidia: después que aquél había
contado sencillamente, como hermano a hermanos, el porvenir que le presentaron
los sueños, estalló la malevolencia y la envidia. Por su parte el rey Saúl ¿qué otro
aguijón que el de la envidia le provocó a odiar a David, a desear matar en repetidos
intentos a un hombre inocente, piadoso y tan manso en sufrirlo? /.../ y para no
alargarse recorriendo cada caso, paremos mientes de una vez en la ruina de su
pueblo. ¿Por ventura no perecieron los judíos por tener envidia de Cristo, en vez de
creer en él? Ésta les cegó para detractar las maravillas que obraba, y no quisieron
abrir los ojos del corazón y aceptar sus obras divinas.
6. Teniendo, pues, presente, hermanos amadísimos, estas consecuencias,
hemos de velar y fortalecer nuestro espíritu consagrado al Señor contra tan fuerte
maldad.» (S. CIPRIANO, De los celos y la envidia, 4-6)

240 La paciencia de Jesucristo, figurada en la de los patriarcas.- «Por último hallamos


que patriarcas y profetas, y todos los justos que prefiguraban a Cristo, ninguna
virtud guardaron como más digna de sus preferencias que la observancia de una
paciencia y ecuanimidad a toda prueba. Así Abel, que fue el protomártir que
consagra el martirio entre los justos, no hace resistencia ni frente a su hermano
fratricida, sino que es muerto con paciente humildad y mansedumbre. Así Abraham,
que cree en Dios, y es el primer padre y fundamento de los que creen, siendo puesto
a prueba para sacrificar a su hijo, no duda ni vacila, sino obedece el mandato de Dios
con entera resignación de su entrega. Isaac, que en figura representaba al Señor,
cuando se ofrece como víctima a su padre para ser inmolado, se muestra paciente. Y
Jacob, teniendo que huir de su hermano, lleva con paciencia el salir de su país /.../.
José, vendido por sus hermanos y desterrado, no sólo les perdona con toda
paciencia, sino que les reparte el trigo con largueza y generosidad. Moisés no pocas
veces es desdeñado por su pueblo ingrato e infiel, y casi es apedreado y, sin embar-
go, ora a Dios por ellos con dulzura y tolerancia. Y en David, de quien nace Cristo en
cuanto al cuerpo, qué grande y maravillosa paciencia digna de un precristiano, con
haber tenido en sus manos varias veces la vida de Saúl, que le perseguía y trataba de
matarle y, sin embargo, prefirió salvarlo cuando lo tuvo a su disposición y no
devolvió mal por mal a su enemigo, sino más bien le vengó cuando fue asesinado.
En fin, tántos profetas muertos, tántos mártires honrados con muerte gloriosa, todos
llegaron a la corona del cielo merced al mérito de su paciencia. Y no pueden ser
Evangelio de la salvación

coronados el dolor y el martirio, si no van precedidos de la paciencia.» (S.


CIPRIANO, De los bienes de la paciencia, 10)

241 Job y Tobías, figuras de Jesucristo.- «De este modo fue cribado y probado Job,
llegando por la virtud de la paciencia a la cumbre del mérito. Qué tiros no disparó
contra él el diablo, qué máquinas de guerra no puso en juego; le infligió quebranto
de patrimonio familiar, queda privado de sus numerosos hijos; el que, por ser rico en
bienes, era señor y padre muy feliz de tántos hijos, queda en un instante sin hacienda
y sin hijos. Le ataca una invasión de llagas, y sus miembros se ven consumidos por la
podre y los gusanos. Y para que no faltare nada por experimentar a Job en sus
pruebas, arma el diablo a su propia mujer, echando mano de su antigua astucia y
maldad, como si lo que logró en el principio pudiera hacerlo ahora, engañando y
sorprendiendo a todos por medio de la mujer. Y, sin embargo, Job no se deja mellar
por tan penosos y terribles golpes para dejar de pregonar entre los angustiosos
dolores, con el triunfo de su paciencia, la mano bienhechora de Dios. Así mismo
Tobías, probado con la pérdida de la vista, tras haber practicado magníficas obras de
bondad y de misericordia, en la medida y paciencia con que sobrellevó la ceguera, en
la misma mereció de Dios la aprobación y elogio.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la
paciencia, 18)

242 Perfección en el hombre y en la mujer: Moisés, Judit, Esther, Susana y la hermana


de Moisés.- «En esta perfección es posible igualmente participar al hombre y a la
mujer. Moisés, por ejemplo, oyó decir a Dios, y no fue él sólo: He visto que este pueblo
es un pueblo terco. Déjame destruirlo y borrar su nombre bajo el cielo; de ti haré un pueblo
más fuerte y numeroso que él (Dt 19,13-14). Pues bien, Moisés responde con una sú-
plica: No, Señor, perdona el pecado de este pueblo, o me borras también a mí del libro de los
vivientes (Éx 32,32). ¡Qué perfección tan grande! Prefirió morir con su pueblo antes
que salvarse él solo. También Judit, la perfecta entre las mujeres, cuando fue cercada
la ciudad, pide a los ancianos poder entrar en el campamento de los extranjeros, sale
con total desprecio del peligro y se entrega a los enemigos por su patria, en la fe de
Dios. Recibe pronto el premio de su fe; ella, mujer que había actuado valerosamente
contra el enemigo de la fe, se adueñó de la cabeza de Holofernes. Más: la célebre
Esther, perfecta en su fe, cuando liberó a Israel del despotismo tiránico y de la
crueldad del sátrapa, mujer sola, mortificada por los ayunos, resistió innumerables
filas de soldados; con su fe anuló el decreto del tirano. Y consiguió apaciguarlo,
después quitó de en medio a Amán y preservó ileso a Israel con su oración a Dios.
Recuerdo así mismo a Susana y a la hermana de Moisés; ésta se hizo guía para el
ejército juntamente con el profeta, a la cabeza de todas las mujeres hebreas, por su
sabiduría; la otra, por su extraordinaria austeridad de costumbres, resistió la muerte,
inmutable mártir de la pureza, cuando fue condenada por sus cortejadores disolu-
tos.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, «Strómata», 3,19,118-119)
Evangelio de la salvación

243 El sol y la luna, Jesucristo y la Iglesia; las estrellas, los santos.- «Como se dice del
sol y la luna, que son grandes luminares en el firmamento del cielo, así también en
nosotros Cristo y la Iglesia. Mas como Dios ha puesto también en el firmamento las
estrellas, veamos quiénes son así mismo las estrellas en nosotros, esto es, en el cielo
de nuestro corazón. Moisés es en nosotros una estrella que da luz y nos ilumina con
sus hechos; y Abraham, Isaac, Jacob, Isaías, Jeremías, Ezequiel, David, Daniel y todos
aquellos de los cuales la Sagrada Escritura da testimonio que agradaron a Dios. En
efecto, como una estrella se diferencia de la otra en la gloria (1Cor 15,41), así también
todo santo difunde en nosotros su luz, según su grandeza; y como el sol y la luna
iluminan nuestros cuerpos, así Cristo y la Iglesia iluminan nuestras almas. Todavía
somos también iluminados, si no somos ciegos en el alma. En efecto, como el que es
ciego en los ojos del cuerpo, no puede recibir la luz del sol y de la luna, porque no
está iluminado, así también Cristo concede su luz a nuestras almas; pero en tanto nos
iluminará, si de ningún modo lo impide la ceguera del alma. Y puesto que esto
ocurra, ocurre en primer término que aquellos que sean ciegos, sigan a Cristo,
diciendo y exclamando: Hijo de David, ten piedad de nosotros (Mt 9,27); para que,
recibiendo también de él la vista, podamos ser también irradiados por el resplandor
de su luz.» (ORIGENES, Homilías sobre el Génesis, 1,7)

244 Abimelec, figura de los estudiosos y sabios del mundo.- «Este Abimelec (Gén
26,26-29), evidentemente, no está siempre en paz con Isaac; a veces está en
desacuerdo, a veces busca la paz. Si recordáis que, ya hemos dicho que Abimelec es
figura de los estudiosos y sabios del mundo, los cuales, mediante la enseñanza de la
filosofía, han comprendido también muchas cosas de la verdad, podemos entender
que ellos no pueden estar siempre en desacuerdo, ni siempre en paz con Isaac, que
es figura del Verbo de Dios, que está en la Ley. En efecto, la filosofía no es ni
totalmente contraria, ni totalmente en armonía con la ley de Dios.
Efectivamente, son muchos los filósofos que escriben que hay un solo Dios y
que ha creado todas las cosas; en esto están de acuerdo con la ley de Dios. No pocos
añadieron así mismo que Dios ha creado y rige todas las cosas mediante su Verbo, y
que él está en armonía, no sólo con la Ley, sino con los Evangelios. Casi toda la
filosofía moral y natural piensa realmente como nosotros; pero ciertamente en
desacuerdo con nosotros, cuando afirma que la materia es coeterna con Dios; está en
desacuerdo cuando dice que Dios no se acuerda de las cosas mortales, sino que su
providencia se reduce a los espacios supralunares. Están en desacuerdo con nosotros
cuando hacen depender la vida de la posición de las estrellas en el momento del
nacimiento. Están en desacuerdo cuando dicen que este mundo es eterno y no tendrá
fin. Así, hay otros muchos puntos sobre los cuales están en desacuerdo o en armonía
con nosotros.» (ORIGENES, Homilías sobre el Génesis, 14,3)
Evangelio de la salvación

245 La vara de Aarón florecida y los sentidos de la Escritura.- «Es, pues, necesario que
todo jefe de tribu tenga su vara, pero uno solo es pontífice. Aarón (según dice la Es-
critura), cuya vara floreció (Núm 17). Mas como el verdadero pontífice es Cristo
(como hemos demostrado), su vara, la cruz, no sólo floreció y dio fruto para todos
los pueblos creyentes. ¿Qué fruto es éste? Almendras -dice-, que en su corteza exte-
rior es amargo, se defiende con la corteza y, por último, la pulpa alimenta y nutre.
Tal es la doctrina de la Ley y los Profetas en ayuda de Cristo. El primer
aspecto de la letra es amargo, que manda la circuncisión de la carne, que regula los
sacrificios, y todo lo demás por las que demuestra que la letra mata. Deja todo esto
como se tira el envoltorio de la almendra. En segundo término, llegas a la corteza
que defiende el fruto, en la que están significadas la doctrina moral y la razón de la
continencia. Cosas ciertamente necesarias para la conservación de lo que se guarda
en el interior, pero que se ha de partir y tirar. Como si, por ejemplo, decimos que,
mientras estamos en este cuerpo corruptible, son necesarios el ayuno y la mortifi-
cación del cuerpo. Mas, cuando se ha roto y destruido, y de corruptible se haga
incorruptible por la resurrección, de animal se haga espiritual, no ya por la
penitencia, ni por el castigo de la abstinencia, sino por su misma cualidad, ya nin-
guna corruptela dominará nuestro cuerpo. Así, pues, ahora se comprende la ne-
cesidad de la abstinencia; después no será ya necesaria. En tercer lugar, encontrarás
escondido en ellas el sentido oculto y secreto de la sabiduría y ciencia de Dios, con el
que se nutren y apacientan las almas de los santos, no sólo en esta vida presente,
sino también en la futura. Esto es, pues, el fruto del pontífice, del que se promete a
los que tienen hambre y sed que serán saciados.» (ORIGENES, Homilías sobre los
Números, 16-17,9)

246 Los malos manifiestan mejor la bondad de los buenos.- «¿Quieres saber cómo las
cosas que son buenas, se conoce mucho mejor que son buenas en comparación con
las malas? ¿Quién sabría lo buena que es la luz, si no experimentásemos las tinieblas
nocturnas? ¿Quién conocería la dulzura de la miel, si no hubiera sentido el gusto de
lo amargo?. Y hasta el diablo mismo: no podrían resplandecer las virtudes del alma
sin tentación, si prescindes de los poderosos enemigos que luchan contra nosotros.
Así, pues, no puede resplandecer la gloria de los sacerdotes fieles, si no la
recomendara la reprobación y el castigo de los que son infieles.
Y por la lectura que se ha hecho: aquellos cinco justos eran tan estimados por
Dios en comparación de todos los restantes. Finalmente está escrito que Noé era
varón justo y perfecto entre sus contemporáneos (Gén 6,9). De donde se advierte que no
era absolutamente justo, sino que era perfecto entre sus contemporáneos. Pienso que
de manera semejante hay que pensar de Lot; en la medida en que los Sodomitas se
hacían peores de día en día, tanto aparecía él más justo.
En este mismo libro que tenemos en las manos: cuando regresaron los
exploradores, enviados a inspeccionar la tierra, y diez de ellos, con sus informes
Evangelio de la salvación

pésimos, infundieron desesperación al pueblo, pero los otros dos, a saber, Caleb y Jo-
sué, anunciaron las ventajas (Núm 13 y 14), y exhortaron al pueblo a permanecer en
lo propuesto, les valió del Señor un mérito inmortal, no tanto su confesión, cuanto el
miedo de sus compañeros.» (ORIGENES, Homilías sobre los Números, 16-17,9)

247 La Ley de Moisés nos convoca a la fe de Jesucristo.- «Este es el pozo que dijo Dios a
Moisés: "Reúne al pueblo y les daré agua del pozo", dijo el Señor (Núm 21,16). Se manda
a Moisés que congregue al pueblo para que se reúna junto al pozo y beba agua. Con
frecuencia hemos manifestado que se debe aceptar la Ley de Moisés. La ley del Señor
es la que te convoca para que te acerques al pozo. ¿Qué pozo sino aquél del que
dijimos anteriormente, Jesucristo, el Hijo de Dios, subsistente por su propia sustan-
cia, nombrado con el Padre y el Espíritu Santo en la fuente única de la divinidad? A
este pozo, pues, es decir, a la fe de Cristo nos convoca la Ley. Para que bebamos
agua y le cantemos el cántico, esto es: que creamos de corazón para la justicia y
confesemos con la boca para la salvación.» (ORIGENES, Homilías sobre los
Números, 21,12)

248 Rahab. Fuera de la Iglesia nadie puede salvarse.- «Veamos qué hizo con los
exploradores esta sabia meretriz. Ella les da un consejo espiritual y celestial, que
nada tiene de terreno: Id al monte -les dijo- (Jos 2,16); no vayáis por los valles, huid de
lo que es vil y bajo; predicad lo que es elevado y sublime. Ella puso en su casa una
señal roja (Jos 2,18-21), por la que debía salvarse de la ruina de la ciudad. ¡Sí! Ella no
recibió otra señal que la cinta roja. El rojo es figura de la sangre. Sabía ella que para
nadie hay salvación más que en la sangre de Cristo /.../.
Nadie se haga ilusión, nadie se engañe: fuera de esta casa, es decir, fuera de la
Iglesia nadie se salva. Aquí está el signo de la sangre, porque aquí está la
purificación que se hace por la sangre.» (ORIGENES, Homilías sobre Josué, 3,9)

249 La burra de Balam y el pollino montado por Jesucristo.- «Si ves los poderes
enemigos atacar al pueblo de Dios, entiendes quien se sienta sobre la burra. Y, si
consideras cómo los hombres son precipitados por los demonios, entiendes cuál sea
la burra. Así entenderás en el Evangelio a Jesús, que envía a sus discípulos a la burra
que estaba atada y a su pollino; para que los discípulos la suelten, la traigan y él se
siente sobre ella. Acaso esta burra, esto es, la Iglesia, llevaba primero a Balaam, ahora
lleva a Cristo, desde que ha sido soltada por los discípulos; por los que ha sido
liberada de los vínculos con que estaba sujeta; para que el Hijo de Dios se sentara so-
bre ella y entrara con ella en la santa ciudad de Jerusalén, y se cumpliera la Escritura
que dice: Alégrate, hija de Sión, salta de júbilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey,
justo y salvador, humilde, montado en un pollino, hijo de asna (Zac 9,9). La que estaba bajo
yugo, esto es, la burra, sin duda los creyentes del pueblo judío, y el pollino, aquellos
Evangelio de la salvación

que, entre los gentiles, creyeron en Jesucristo, nuestro Señor.» (ORIGENES, Homilías
sobre los Números, 22,13)

250 Tres géneros de alimentos para el pueblo de Dios.- «Cuando el pueblo salió de
Egipto, llevó la masa sin fermentar en sus vestidos (Éx 12,34). Cuando faltó la masa y no
tenían pan, Dios llovió sobre ellos el maná. Mas, cuando llegaron a la tierra santa y
comieron de los productos del país de las palmas, les faltó el maná (Jos 5,12). Empezaron a
comer entonces de los frutos del país.
Es así como se describen tres géneros de alimentos: uno, de los que comemos
al salir de Egipto, pero éste dura poco tiempo. Otro que le sucede: el maná. En tercer
lugar tomamos los frutos de la tierra. A través de esta diversidad, en cuanto entiende
mi pobre inteligencia, yo encuentro este simbolismo: El primer alimento, que
llevamos con nosotros al salir de la tierra de Egipto, es aquella pequeña ciencia
recibida en la escuela (y, si se prefiere, el conocimiento de las letras liberales), que
algo nos pueden ayudar. Una vez que caminamos por el desierto, es decir, en el
estado de nuestra vida presente, comemos el maná, en cuanto que somos instruidos
por las enseñanzas de la Ley. Mas el que merezca entrar en la tierra prometida, esto
es, aquellas cosas que han sido prometidas por el Salvador, comerá el fruto de la
región de las palmas. Sí, verdaderamente encontrará el fruto de la palma aquél que,
vencido el enemigo, llegue al término de las promesas.» (ORIGENES, Homilías sobre
Josué, 6,1)

251 Dos montes, figuras del temor y del amor.- «... el forastero lo mismo que el nativo: la
mitad hacia el monte Garizín, la otra mitad hacia el monte Ebal (Jos 8,33) /.../.
Tales son los hechos que nos refiere la historia de los ancianos. ¿Cómo
conseguiremos referir esta narración al sentido místico, para mostrar quiénes son
éstos que están junto al monte Garizín, y quiénes los que se instalan junto al monte
Ebal?.
Yo veo así dos categorías de personas que corren y se acercan a la salvación:
una, de aquellos que, con el deseo de las promesas celestiales, muestran un celo y
una actividad prodigiosa, para no dejar escapar la menor parte de la felicidad; de-
sean no sólo hacerse con la bendición y tener parte en la heredad de los santos (Col 1,12),
sino también mantenerse en la presencia de Dios y estar siempre con el Señor. Otros,
en cambio, son aquellos que buscan también la salvación, mas menos por el amor de
las bendiciones y las promesas, que por aquello que ellos tienen en su intención,
cuando dicen: A mí me basta no condenarme, me contento con no ir al fuego eterno,
me basta no ser expulsado a las tinieblas exteriores (Mt 8,12).» (ORIGENES, Homilías
sobre Josué, 9,7)
Evangelio de la salvación

252 Las guerras narradas en la Escritura, figura de las guerras espirituales.- «Si estas
guerras carnales no fueran figura de las guerras espirituales, pienso que jamás los
libros históricos de los judíos hubieran sido transmitidos por los Apóstoles, para ser
leídos en las Iglesias, a los discípulos de Cristo, que vino a enseñar la paz. ¿Para qué
servirían, efectivamente, tales descripciones de guerras a quienes dice Jesús: Mi paz
os doy, mi paz os dejo (Jn 14,27); a aquellos a quienes manda el Apóstol: No toméis la
justicia por vuestra mano (Rom 12,19) y Soportad más bien la injusticia, dejaos más bien
despojar (1Cor 6,7)? El Apóstol sabe bien que nosotros no tenemos que llevar adelante
guerra alguna carnal frente a nuestros adversarios, sino que hemos de esforzarnos
en combatir contra los adversarios espirituales, y él, como un maestro de milicia, da
esta consigna a los soldados de Cristo: Revestíos de la armadura de Dios, para poder
resistir a las asechanzas del diablo (Ef 6,11).» (ORIGENES, Homilías sobre Josué, 15,1)

253 Distribución de la tierra prometida hecha por Josué.- «Moisés ha distribuido la


heredad y también Jesús la ha distribuido. Pero, a propósito de la partición hecha
por Moisés, la Escritura no dice que la tierra descansó de guerra; en cambio, en la
distribución de Jesús, la partición se inicia con este preámbulo: Y el país quedó en paz
(Jos 14,15). Si, pues, tú quieres obtener de Jesús tu parte en la herencia y obtener tu
porción de sus manos, te es necesario ante todo hacer cesar todas las guerras y
establecer la paz; a fin de que se diga de tu tierra, que es tu propia carne: Y el país
quedó en paz.» (ORIGENES, Homilías sobre Josué, 19,1)

254 Moisés, ejemplar de perfección.- «Hemos descrito la vida de Moisés como un


ejemplar de perfección, por el que pueden dibujarse los rasgos de esta belleza
manifestada en un hombre. Que Moisés alcanzó la perfección posible al hombre, se
manifiesta en el testimonio de la voz divina: Has hallado -dice- gracia a mis ojos y te
conozco por tu nombre (Éx 33,17). Además él fue llamado amigo de Dios (Éx 13,11) por
Dios mismo. Y, queriendo Dios, airado por los pecados de su pueblo, perderlos a to-
dos, Moisés prefería morir con el pueblo a vivir sin su pueblo y Dios, obrando como
amigo, se aplacó (Éx 32,11-14). Todo lo cual manifiesta que Moisés llegó a la cumbre
de la perfección humana.» (S. GREGORIO DE NISA, Libro de la vida de Moisés)

255 Infancia, adolescencia y madurez espiritual.- «(Cristo) echó mano de Salomón como
uno de sus instrumentos; nos habla por medio de él: primero en los Proverbios,
luego en el Eclesiastés y después con la filosofía del Cantar de los Cantares;
mostrando a la inteligencia, por su camino y orden, la subida que lleva a la
perfección /.../.
De una manera nos instruye en los Proverbios, de otra habla el Eclesiastés; y
la filosofía que se enseña por el Cantar de los Cantares supera a ambos por la
sublimidad de los dogmas /.../.
Evangelio de la salvación

El que reclinó su cabeza sobre el pecho del Señor, en la Cena, amó los pechos
del Señor y puso su corazón como una esponja junto a la fuente de la vida. Y por una
inefable tradición, lleno de los misterios de Cristo, nos presenta su ubre, llena por el
Verbo y nos enriquece con los bienes que ha recibido de la fuente, proclamando con
gran voz que el Verbo existe desde siempre. Por donde diremos con razón: Son
mejores que el vino tus amores (Cant 1,2). Éste es el discípulo a quien amaba Jesús (Jn
21,7)/.../.
Sola, pues, aquella alma que traspasa la edad infantil y llega a la flor y vigor
de la edad, y no recibe mancha ni arruga, ni nada semejante; que no carece de
sentido por su niñez, ni es torpe por su ancianidad, la que este libro llama
adolescente, cumple el primero y más grande de la Ley, amando con todo el corazón
y con todas las fuerzas aquella hermosura, cuya descripción, ejemplo e
interpretación no alcanza el pensamiento humano.
Aquellas adolescentes, pues, que crecieron en las virtudes y entraron ya puras
en el tálamo de los divinos misterios, aman la belleza del esposo y lo atraen por el
amor. Tal es el esposo que, a veces, calma el deseo de las amantes, diciendo así en la
persona de la Sabiduría: Yo amo a los que me aman y repartiré mis riquezas a aquellos que
me aman -él mismo es la riqueza- y llenaré de bienes sus tesoros (Prov 8,17-21).» (S.
GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Cantar de los Cantares, 1)

256 El arca de Noé, el agua, la paloma y el cuervo.- «He aquí otro testimonio: Toda
carne había sido corrompida a causa de los vicios. Mi espíritu -dijo Dios- no
permanecerá en los hombres por siempre, porque ellos son carne (Gén 6,3). Por donde Dios
manifiesta que la impureza de la carne y por la mancha de un pecado tan grave, se
pierde la gracia espiritual: Por eso, que-riendo Dios restaurar lo que había dado, hizo
el diluvio y mandó al justo Noé subir al arca. Cuando cesó el diluvio, Noé soltó
primero un cuervo, que no volvió. Después soltó una paloma que, según leemos,
volvió con un ramo de oliva (Gén 8,6-11). ¿Ves tú el agua, ves la madera, miras la
paloma y dudas del misterio?.
11. El agua es en la que se sumerge la carne, para que se limpie todo pecado
de la carne. En ella se sepulta toda la maldad. El madero es aquél en el que fue
crucificado el Señor, Jesús, cuando sufrió por nosotros. La paloma es aquella, bajo
cuya figura descendió el Espíritu Santo, como has aprendido en el Nuevo
Testamento (Mt 3,16), aquél que te inspira la paz del alma y la tranquilidad de tu
espíritu. El cuervo es la imagen del pecado, que sale y no vuelve, con tal de que
perseveres en la observancia y en el ejemplo del justo.» (S. AMBROSIO, De los
Misterios, 10-11)

257 El Evangelio, escuela de santidad.- «Luego la primera escuela de santidad es el


Evangelio, porque nosotros creemos por la cruz y la sangre de Cristo, cuyos días ha
visto Abraham con alegría (Jn 8,56), cuya gracia, representada por la figura de la
Evangelio de la salvación

Iglesia, ha presentido Noé por un conocimiento espiritual, cuyo papel representó


Isaac en el sacrificio y Jacob adoró en su victoria (Gén 32,25), cuyo vestido rojo ha
visto Isaías (Is 63,2) -pues la vida de los profetas es según el Evangelio-, cuya sangre
debía asegurar la salvación de todos, entre todas la calamidades del mundo, como lo
ha mostrado esta Rahab, mujer pública, en cuanto a la figura, es decir, en cuanto al
misterio de la Iglesia, que no rehúsa el comercio de muchos amantes; por lo demás,
más casta que ella, se une a un número mayor, virgen sin tacha ni arruga (Ef 3,27),
intacta por la pureza, plebeya por el amor, casta mujer pública, viuda estéril, virgen
fecunda; mujer pública, pues vienen a ella numerosos amantes por el atractivo de su
dilección y sin mancha de pecado -pues el que se une a una mujer pública forma un
solo cuerpo con ella (1Cor 6,16)-. Viuda estéril que no sabe ser madre en la ausencia
del esposo -el esposo ha venido y ella ha engendrado este pueblo y esta multitud-,
virgen fecunda que ha engendrado esta multitud con los frutos del amor, sin gustar
el placer.» (S. AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 3,23)

258 Castigo de los vicios y prevaricaciones.- «Escalad los muros y derruidlos, pero no llevéis
a cabo su exterminio: eliminad sus sarmientos, pues no son de Yahveh, porque me han
traicionado gravemente la casa de Israel y la casa de Judá, dice el Señor (Jer 5,11).
Manda quitar todos los auxilios, que perdió por sus vicios, por haber
prevaricado contra Dios la casa de Israel y la casa de Judá, las diez y las dos tribus.
Oiga esto la Iglesia; que presto se destruirán los muros y las defensas de aquellos
que no tienen su esperanza en el Señor, los que son prevaricadores contra él. Sin
embargo, la consumación no vendrá, gracias a la clemencia de Juez, no por los
méritos de los que faltan.» (S. JERONIMO, Comentario al profeta Jeremías)

259 Jacob, cubierto con las pieles del cabrito, figura de Jesu-cristo.- «Las pieles de
cabrito significaban los pecados; y, al cubrirse Jacob con ellas, vino a significar a
aquel que llevó sobre sí, no los propios pecados, sino los ajenos.» (S. AGUSTIN,
Contra la mentira, 10)

260 David y Goliat. Humildad y soberbia.- «David es figura de Cristo, como Goliat del
diablo. Y ¿qué significa que Cristo mató al diablo? Que la humildad mató a la
soberbia. Luego, hermanos, cuando nombro a Cristo, de manera especial se nos
recomienda la humildad. Él se nos hizo camino por la humildad, porque,
habiéndonos alejado de Dios por la soberbia y no pudiendo volver a él a no ser por
la humildad, necesitábamos un modelo a quien nos propusiéramos imitar.» (S.
AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 33,I,4)
Evangelio de la salvación

261 Ejemplos de tolerancia en patriarcas y profetas.- «Aarón tolera a la muchedumbre


que exige un ídolo, lo fabrica y adora. Moisés tolera tantos miles de murmuraciones
contra Dios, cuyo santo nombre tantas veces ofenden. David tolera a Saúl, su
perseguidor, que renuncia a lo celestial por sus torpes costumbres y busca lo infernal
con artes mágicas; le venga cuando fue asesinado, llamándole al mismo tiempo
cristo del Señor por el sacramento de la unción veneranda. Samuel tolera a los in-
fames hijos de Elí y a sus propios hijos perversos; el pueblo, en cambio, es acusado
por la verdad divina y castigado por la divina severidad, porque no quiso tolerarlos;
tolera, en fin, al mismo pueblo, soberbio despreciador de Dios. Isaías tolera a
aquellos a quienes echa en cara tántos crímenes. Jeremías tolera a aquellos que tántos
tormentos le procuran. Zacarías tolera a los fariseos y escribas, tales como los
describe la Escritura en aquel tiempo. Sé que paso por alto a muchos otros. Léalos el
que quisiera, lea el que pueda las palabras del cielo, y hallará que todos los santos,
siervos y amigos de Dios, tuvieron siempre a quien tolerar dentro de su pueblo; sin
embargo, comulgaban con todos en los sacramentos de aquel tiempo /.../. El mismo
Señor tolera a Judas, al diablo, al que le roba y vende; permite la presencia de Judas
entre los inocentes discípulos, para que los fieles conozcan nuestro rescate. Los
Apóstoles toleran a los pseudoapóstoles. Pablo, que no busca sus propios intereses,
sino los de Jesucristo, vive con una gloriosa tolerancia entre los que buscan lo suyo y
no lo de Jesucristo. En fin, como poco ha dije, la voz divina alaba a un jefe de la
Iglesia bajo el nombre de ángel, porque, aún odiando a los malos, los toleró por el
nombre del Señor, después de probarlos y descubrirlos.» (S. AGUSTIN, Cartas, 43,«a
Glorio, Eleusio, etc.»,23)

262 Personajes bíblicos, instrumentos de Dios para mostrar el amor.- «Al ver Dios que
el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente de volverlo a llamar con amor,
de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vincularlo con su afecto.
Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador y llamó
a Noé, padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves palabras,
ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo instruía piadosamente
sobre el presente y lo consolaba con su gracia, respecto al futuro. Y no le dio ya
órdenes, sino que, con el esfuerzo de su colaboración, encerró en el arca las criaturas
de todo el mundo, de manera que el amor que surgía de esta colaboración acabase
con el temor de la servidumbre, y se conservara con el amor común lo que se había
salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó a Abraham de entre los gentiles, engrandeció su
nombre, lo hizo padre de la fe, lo acompañó en el camino, lo protegió entre los
extraños, le otorgó riquezas, lo honró con sus triunfos, se le obligó con promesas, lo
libró de las injurias, se hizo su huésped bondadoso, lo glorificó con una
descendencia de la que ya desesperaba; todo ello para que, rebosante de tantos
bienes, seducido por tamaña dulzura de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios
y a no temerlo, a venerarlo con amor y no con temor.
Evangelio de la salvación

Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huída, y a su regreso lo incitó


a combatir y lo retuvo con el abrazo del luchador; para que amase al padre de aquel
combate y no lo temiese. Y así mismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le
habló con paterna caridad y lo invitó a ser el libertador de su pueblo.
Pero así que la llama del amor divino prendió en los corazones humanos y
toda la ebriedad del amor de Dios se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho
el espíritu por todo lo que hemos recordado, los hombres comenzaron a querer
contemplar a Dios con sus ojos carnales.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 147)

263 Sentidos de la Escritura.- «Ved aquí que ahora se dice por Ezequiel: Y mientras estaba
yo mirando los animales, apareció una rueda sobre la tierra (Ez 1,15). Y ¿qué significa la
rueda sino la Sagrada Escritura que, en todas partes, se expone ante las mentes de
los que oyen, sin que haya error alguno que la detenga en el camino de la
predicación? Y se expone en todas partes porque, lo mismo entre lo próspero que
entre lo adverso, ella recta y humildemente avanza majestuosa.
En efecto, el círculo de sus preceptos unas veces está arriba y otras abajo,
porque a los más perfectos se les anuncian espiritualmente, a los débiles se les aplica
conforme a la letra y, lo que los pequeñuelos entienden a la letra, los varones doctos
lo subliman mediante la inteligencia espiritual; porque ¿quién de los pequeños no se
deleita leyendo la sagrada historia del suceso de Esaú y Jacob, cuando el uno sale a
cazar para ser bendecido, y el otro, mediante la su-plantación hecha por la madre,
recibe la bendición de su padre? (Gén 27). Historia en la que, ciñéndose a una
inteligencia poco sutil, parece que Jacob no arrebató fraudulentamente la bendición
del primogénito, sino que la recibió como debida a él, puesto que, con el
consentimiento de su hermano, habíala comprado, dándole en pago el alimento.
Pero, no obstante, si alguno, pensando más profundamente, quisiera examinar la
conducta de cada uno de ellos, mediante los secretos de la alegoría, en seguida se
eleva desde la historia al misterio.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías sobre
Ezequiel, 1,6)

264 Estrellas en el cielo para mostrarnos las virtudes cristianas.- «Y para que el rayo de
las estrellas, nacido en su tiempo y a veces mudado, tocase las tinieblas de nuestra
noche, vino primero Abel para mostrarnos la inocencia; y para mostrar la limpieza
de las obras vino Henoc; para dar a entender la grandeza de la esperanza y de la
obra vino Noé; para manifestar la obediencia vino Abraham; para demostrar la
santidad de la vida conyugal vino Isaac; para mostrar la tolerancia del trabajo vino
Jacob; para dar gracia de buen galardón por la mala obra recibida vino José; para
demostrar la mansedumbre vino Moisés; para confirmar la confianza contra las
adversidades vino Josué; y para mostrar la paciencia en los padecimientos vino Job.
Así veis aquí cómo miramos las estrellas resplandecientes en el cielo, para
andar el camino de nuestra noche sin ofender el pie de la obra. Porque cuantos
Evangelio de la salvación

hombres justos mostró la dispensación divina al conocimiento de los hombres, son


como otras tantas estrellas puestas en el cielo sobre las tinieblas de los que pecaron,
hasta que se levante el verdadero Lucero, el cual, anunciándonos la mañana
perdurable, no enviase rayos más claros que las otras estrellas con la luz de su divi-
nidad.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, prólogo,13)

265 Ser bueno entre los malos.- «Había una vez en tierra de Hus un hombre que se llamaba
Job (Job 1,1).
Dícese donde moraba este varón santo, para que se declare el mérito de su
virtud. ¿Quién no sabe que Hus es tierra de los gentiles? La gentilidad estuvo sujeta
a los vicios, porque no tuvo conocimiento de su Creador. Y por eso dice el texto el
lugar donde moró; para que acreciente sus loores haber sido bueno entre los malos.
Porque cierto está que no es cosa muy loable ser bueno con los buenos, sino ser
bueno con los malos. Y así como es grave culpa no ser bueno con los buenos, así es
cosa de gran loor ser bueno entre los malos. Por lo cual el mismo bienaventurado Job
da testimonio de sí diciendo: Hermano fui de los dragones y compañero de las avestruces
(Job 30,29). Y San Pedro ensalzó con grandes loores a Lot, porque lo halló bueno
entre los malos, diciendo: y libró al justo Lot fatigado de la perversa conversación de los
malos; el cual era justo en su oír y en su ver. Y moraba juntamente con aquellos que cada día
atormentaban el ánimo del justo con perversas y malas obras (2Pe 2,7-8).» (S. GREGORIO
MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 1,1)
Evangelio de la salvación

SEGUNDA PARTE: EL EVANGELIO DE JESUCRISTOError!


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XI. Evangelio de la salvación

«Y después que Juan hubo sido entregado, vino Jesús a Galilea y allí
predicaba el Evangelio de Dios, y decía: Se ha cumplido el tiempo y
está cerca el reino de Dios; arrepentíos y creed en el Evangelio» (Mc
1,14-15).

«Y volvió Jesús con la fuerza del Espíritu a Galilea, y su fama se


extendió por toda la comarca. Y él enseñaba en sus sinagogas y era
glorificado por todos» (Lc 4,14-15).

«Porque el Hijo del hombre vino a salvar lo que había perecido» (Mt
18,11).

«Todo el que bebiere de este agua volverá a tener sed; mas el que
bebiere del agua que yo le diere, no tendrá jamás sed; sino que el agua
que yo le daré se hará en él una fuente de agua que salte para la vida
eterna» (Jn 4,13-14).
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defined.266 La predicación del Evangelio.- «Cristo Jesús, nuestro Señor, durante
su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era el que había sido desde
siempre, cuál era el disignio del Padre, que él realizaba en el mundo, cuál había de
ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo
enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos,
principalmente a los Doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los
que había destinado como maestros de las naciones.
Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al
Padre, después de la resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a
adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo /.../.
El único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los Apóstoles, es
decir, qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los
mismos Apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta.
El Señor había dicho en cierta ocasión: Muchas cosas me quedan por deciros, pero
no podéis cargar con ellas por ahora, y añadió a continuación: Cuando venga él, el Espíritu
de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Con estas palabras demostraba que nada
habían de ignorar, ya que les prometía que el Espíritu de la verdad les daría el
conocimiento de la verdad plena. Y esta promesa la cumplió, ya que sabemos por los
Hechos de los Apóstoles que el Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos.»
(TERTULIANO, Tratado sobre la prescripción de los herejes, 10)

267 La verdad sólo pide que no se le condene, sin antes conocerla.- «La verdad no pide
favor alguno para su causa, porque no se asombra de su condición; sabe que anda
como extranjera en la tierra y que, andando entre extranjeros, fácilmente se en-
cuentra con enemigos; su linaje, su morada, su esperanza, su crédito, el
reconocimiento de su valor están en los cielos. Mientras tanto, una sola cosa pide:
que no se la condene sin ser conocida. ¿Qué daño le puede venir a las leyes, que son
soberanas en su propia esfera, de que se la oiga? ¿Podrá su soberanía ser más
gloriosa por el hecho de que condenen la verdad, sin haberla oído? Si la condenan
sin oírla, además del reproche de injusticia, se atraerán la sospecha de un prejuicio,
por el cual no están dispuestos a oír aquello que saben que no podrían condenar una
vez oído.» (TERTULIANO, Apologético, 1)

268 Jesucristo, con su predicación, desarraigó los vicios y plantó las virtudes.- «La
primera operación indispensable del Verbo de Dios es, por consiguiente, desarraigar
las plantas del pecado, arrancar toda planta que no ha plantado el Padre celestial
La conversión del pecador

(Mc 15,13). La segunda operación es plantar. ¿Qué es lo que Dios planta? Moisés dice
que Dios plantó el paraíso (Gén 2,3). Mas Dios sigue plantando y planta a diario en las
almas de los creyentes. Él arranca la ira y planta la mansedumbre, y en la que
arranca soberbia, planta la humildad; en la que desarraiga la impureza, planta la
castidad; él extirpa la ignorancia e infunde la ciencia. ¿No crees tú que éstas son las
plantaciones que hace Dios, más que aquellas otras de maderas de la tierra,
desprovistas de sensibilidad?
Así, pues, la primera de las obras del Verbo consiste en destruir los edificios
del demonio construidos en el alma humana. Pues éste levanta en cada uno de
nosotros torres de soberbia y murallas de arrogancia. La palabra de Dios las derriba
y destruye, para permitirnos llegar a ser, según la palabra del Apóstol, campo de Dios
y edificio de Dios (1Cor 3,9) sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo la pie-
dra angular el mismo Jesucristo, en el cual todo el edificio se ajusta en sus partes y crece,
formando un templo santo en el Señor (Ef 2,20-21).» (ORIGENES, Homilías sobre Josué,
13,4)

269 Los besos de Jesucristo son sus palabras.- «Y me bese con los besos de su boca (Cant
1,2), es decir, infunda en mi boca las palabras de su boca y yo le oiga hablar a él
personalmente y le vea enseñar. Estos son realmente los besos que Cristo ofreció a la
Iglesia cuando, en su venida, presente en la carne, le anunció las palabras de fe, de
amor y de paz, según había prometido y había dicho Isaías cuando fue enviado por
delante a la esposa: no un embajador ni un ángel, sino el Señor mismo nos salvará (Is
32,22).» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, prólogo)

270 El Evangelio, mejor que el vino de la Ley y los Profetas.- «Efectivamente, el buen
vino lo había gustado antes en la ley y en los profetas, y con él, la esposa se había
como predispuesto a recibir la alegría del corazón y a prepararse de tal modo que
pudiera ganarse también la que había de venirle por los pechos mismos del esposo,
una doctrina que a todas supera en excelencia, y por eso dice: Son tus pechos mejores
que el vino (Cant 1,2).
/.../.
Buenos son, pues, los pechos del esposo; en él, efectivamente hay escondidos
tesoros de sabiduría y de ciencia, los cuales, cuando hayan sido descubiertos y
revelados a los ojos de la esposa, le parecerán incomparablemente más excelentes
que lo fueran antes el vino de la ley y de los profetas.
/.../.
Pues la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo (Gál 3,24). Todos estos eran los
aromas con que la esposa parecía nutrirse y prepararse para su esposo. Pero cuando
llegó la plenitud de los tiempos y ella creció, y el Padre envió a su Unigénito, ungido
por el Espíritu Santo, a este mundo, la esposa aspiró la fragancia del perfume divino
y, percibiendo que todos los aromas que antes había usado eran con mucho inferio-
La conversión del pecador

res, en comparación con la suavidad de este nuevo y celestial perfume, dice: El olor
de tus perfumes, superior a todos los aromas (Cant 1,3).» (ORIGENES, Comentario sobre
el Cantar de los Cantares, 1)

271 Necesidad de la alianza con Dios.- «Todos los que hemos recibido la palabra del
Señor, somos germen regio. Somos linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido (1Pe 2,9). Si, pues, alguno de nosotros, que hemos sido constituidos en el
orden de la estirpe real, ha sido llevado por el diablo como cautivo, sin duda ha sido
trasladado del cortejo real a Babilonia y hace alianza con Nabucodonosor, porque
despreció la alianza con Dios.
Es imposible que el hombre viva sin alianza. Si tienes en ti el testamento de
Dios, Nabucodonosor no puede hacer alianza contigo. Y si rechazaste el testamento
de Dios, por la prevaricación de sus mandatos, has recibido el testamento de Nabu-
codonosor. Pues está escrito: Prepara para él su pacto (Ez 17,13), y Te vistió de maldición
(Sal 108,18).» (ORIGENES, Homilías sobre Ezequiel, 12,17)

272 Jesucristo, Maestro.- «Así, pues, quien inquiera, y no de pasada, la naturaleza de las
cosas, no podrá menos de admirar profundamente a Jesús, que pudo vencer y saltar
por encima de todo lo que pudiera convertir una gloria en infamia, y dejó atrás a
cuantos gloriosos en el mundo han sido. Y es de notar haber sido raros entre los
hombres gloriosos los que fueron capaces de ganar renombre por más de un
concepto. Unos han sido admirados y se han hecho gloriosos por su ciencia; otros
por el arte de la guerra; algunos bárbaros, por los prodigios obrados en virtud de sus
fórmulas mágicas; otros, en fin, por otros motivos que nunca han sido muchos a la
vez. Jesús, empero, es admirado, entre otras cosas, por su sabiduría, por sus
prodigios y por su don de mando. Y es así que no persuadió a los suyos como
persuade un tirano a que, como él, se aparten de las leyes, ni como arma un forajido
a sus bandas contra los hombres, ni como un ricachón que provee a cuantos se le
acercan, ni como alguno de los que, por universal censura, merecen reprobación. No,
Jesús habló como maestro de la doctrina acerca del Dios supremo, del culto que se le
debe y de toda la materia moral, que puede unir con el Dios de todas las cosas a
quien quiera viviera como él enseñaba.» (ORIGENES, Contra Celso, 1,30)

273 Para que me aproveche Jesucristo, tiene que vivir en mí.- «Ve-amos si la profecía
siguiente, concerniente a la venida de Cristo, se ha cumplido: ... y lo tortuoso será
enderezado (Lc 3,5). Cada uno de nosotros estaba torcido, si lo estaba y persevera
hasta hoy, y la venida de Cristo, que se realiza en nuestra alma, ha enderezado lo
que estaba torcido. ¿Qué puede aprovecharte si Cristo vino ya en la carne, si no
viniera también a tu alma? Oremos para que su venida a nosotros se realice y
podamos decir: Vivo yo, mas no yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20). Si,
La conversión del pecador

pues, Cristo vive en Pablo y no vive en mí, ¿para qué me aprovecha? Si viene a mí y
yo gozo de él, como Pablo gozó, entonces yo puedo decir como Pablo: Vivo, no yo,
sino que Cristo vive en mí.» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas,
22,3)

274 Adorar a Dios en espíritu y en verdad.- «A las palabras de la Samaritana, que


opinaba que Dios sería más o menos rectamente adorado según la prerrogativa de
los lugares: por los samaritanos en el monte Garizín o por los judíos en Jerusalén,
responde el Salvador: Quien quiere seguir al Señor ha de prescindir de la presunción
de lugares corporales. Y así dice: Llega la hora y es ésta, en que los verdaderos adoradores
adoren al Padre, ni en Jerusalén ni en este monte. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben
adorarlo en espíritu y en verdad (Jn 4,21-24). Mira cuán consecuentemente asoció la
verdad al espíritu; nombra el espíritu para distinguirlo de los cuerpos; nombra la
verdad frente a la sombra y la imagen. Los que adoraban en Jerusalén, sirviendo, no
a la verdad, sino a la sombra y la imagen, no adoraban a Dios, que es espíritu. Y lo
mismo aquellos que adoraban en el monte Garizín.» (ORIGENES, Tratado de los
Principios, I,1,4)

275 Fuego agradable y útil.- «Vine a poner fuego sobre la tierra, y cómo quisiera que ya
hubiera prendido (Lc 12,49). Encendido con este fuego, decía Cleofás: ¿No ardía nuestro
corazón por el camino, cuando nos abría el sentido de las Escrituras? (Lc 24,32). Este fuego
es saludable y útil, por el cual nosotros, que estábamos fríos y muertos por el pecado
y por la ignorancia del verdadero Dios, somos despiertos para la vida religiosa; y
nos hacemos fervorosos en el espíritu, según dice San Pablo (Rom 12,11); y
conseguimos además la participación del Espíritu, a manera de fuego dentro de
nosotros. Fuimos bautizados en el fuego, en el Espíritu Santo. Es habitual en la
Sagrada Escritura llamar con frecuencia con el nombre de fuego a la enseñanza divi-
na, y a la fuerza y actuación del Espíritu Santo.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA,
Comentario al Evangelio de S. Lucas)

276 El culto de Dios, incienso sagrado.- «¿Quién es ésta que sube por el desierto como
columna de humo, como nube de incienso y mirra, y perfumes de mercaderes? (Cant 3,6).
/.../.
El olor de los perfumes se recuerda como imagen de la belleza, y no
cualquiera; sino el olor de la mirra y del incienso mezclados, para que sea uno el olor
de ambos por los que se describe la belleza de la esposa. Otra alabanza es de los
aromas; la mirra sirve para la sepultura de los difuntos, el incienso está consagrado
con acierto al culto de Dios. Así, pues, el que desea dedicarse al culto de Dios no será
buen incienso consagrado, si antes no fue mirra, es decir, si no mortifica los
miembros que están sobre la tierra, sepultado con aquél que abrazó la muerte por
La conversión del pecador

nosotros, y reciba en su propia carne, para mortificar sus miembros, aquella mirra
que se tomó para la sepultura del Señor. Cuando en el decurso de la vida se obra así,
toda clase de aromas mezclados como en un mortero en partes sutiles, producen
aquel polvo suave. Y quien lo recibió, se hace oloroso, lleno del Espíritu,
derramando sus perfumes.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Cantar de
los Cantares, 6)

277 Empeño de la voluntad de Dios, la salvación de los hombres.- «Venga mi amado a su


huerto y coma los frutos olorosos (Cant 5,1).
¡Oh voz libre y llena de confianza! ¡Oh alma liberal y espléndida, que espera
toda magnificencia! ¿A quién ofrece el convite de sus frutos? ¿A quién llama a comer
de los que ha preparado? A aquél, de quien proceden todas las cosas, por el que son
todas y en el que están todas; que da a todos el alimento a su tiempo, que abre su
mano y sacia de favores a todo viviente (Sal 144,16), el pan que desciende del cielo y da
la vida al mundo, que hace manar de su propia fuente la vida para todos los
vivientes. A éste le prepara la esposa la mesa. El huerto es la mesa, plantado de
árboles fecundos. Los árboles somos nosotros; nosotros ciertamente, que le servimos
el alimento, la salvación de nuestra alma, como dijo él, que recibió en el convite
nuestra alma: Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre (Jn 4,34). Es manifiesto el
empeño de la voluntad divina: Que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad (1Tim 2,4). Esta es la comida, nuestra salvación.» (S.
GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Cantar de los Cantares, 10)

278 La palabra de Dios, árbol de vida.- «¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su
mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es
lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy di-
versos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó
con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en
ella lo más que le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada
uno de nosotros pudiera enriquecerse en cual-quiera de los puntos que concentrara
su reflexión.
La palabra de Dios es el árbol de vida, que te ofrece el fruto bendito desde
cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de
todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo alimento es-
piritual y bebieron la misma bebida espiritual (1Cor 10,3-4).
/.../. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda
por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede
agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed; pero tu sed no ha de vencer la fuente;
porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener
sed, podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también
la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
La conversión del pecador

Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia


sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu
herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento,
lo podrás recibir en otra ocasión si perseveras.» (S. EFREN, Comentario sobre el
Diatésaron, 1,18-19)

279 Una mujer pecadora lava con sus lágrimas los pies de Jesús.- «Éste, si fuera profeta,
sabría que esta mujer es pecadora (Lc 7,39).
Pero tú, que la conoces, Simón, ¿cómo has permitido que entre a tu banquete?
Tú no has reconocido que nuestro Señor era Dios, y no has podido entrever la oculta
voluntad de esta pecadora, que le guiaba. Un prestamista tenía dos deudores; el uno le
debía quinientos denarios y el otro cincuenta (Lc 7,41). Para manifestar claramente que él
contaba la deuda a ambos según su proporción, dijo a Simón: Yo he entrado en tu casa;
tú no me has lavado los pies (Lc 7,44) /.../.
Simón ha hecho bien en no lavar sus pies, porque el baño de lágrimas
suplicantes, que la pecadora había preparado para el que la justificaría, habría
resultado vano. El fuego no era necesario para calentar el agua de la ablución hecha
por la pecadora, porque sus lágrimas hervían de caridad. Ella ofrece sus lágrimas
suplicantes a aquél que le daba un don digno de envidia. La humanidad de Jesús fue
lavada con las lágrimas y reposa, en tanto que su divinidad dio la redención por el
precio de las lágrimas. Sola su humanidad podía ser lavada, pero sola su divinidad
podía limpiar los pecados ocultos. La pecadora lava el polvo que había en los pies de
Jesús; y él, con sus palabras, blanquea las cicatrices de su carne. Ella le lava con sus
lágrimas impuras, y él la limpia con sus palabras santas /.../.
10. Las lágrimas de la pecadora lavaron el lugar donde estaba anotada la
deuda de los quinientos denarios. Su indigencia le había empujado a vencer la
vergüenza, porque ella había visto a nuestro Señor acoger sin reproche a los pobres
que insistían, y despreciar a los ricos que, por vergüenza, se habían retirado. Aquí
nuestro Señor abrió su boca para perdonar a los que de ello tenían necesidad; alabó
por su solicitud amorosa a aquellos que le honraban y reprochó, por su negligencia
en el amor, a aquellos que le invitaban. Alabó pública y altamente la fe de esta mujer;
pero desveló y censuró los pensamientos del fariseo /.../.» (S. EFREN, Comentarios
sobre el Diatésaron, 10,8.10)

280 Jesús pide de beber y promete agua viva.- «Nuestro Señor vino a la fuente como un
cazador; pidió agua para poder darla. Pidió de beber como cualquiera cuando está
sediento, para tener ocasión de apagar la sed. Hizo una petición a la Samaritana (Jn
4,7), para poder enseñarle, y ella, a su vez, le hizo una petición. Aunque rico, no se
avergonzó de mendigar como un indigente, para enseñar a la indigente a pedir. Y,
dominando el pudor, no temió hablar a una mujer sola, para enseñarle que, quien se
La conversión del pecador

mantiene en la verdad no puede ser turbado. Ellos se sorprendieron de que hablara con
una mujer (Jn 4,27).
Había apartado a sus discípulos para que no espantaran su presa; echó un
cebo a la paloma, esperando ganar así a toda una bandada. Él inició el diálogo con
una petición, para provocar confesiones sinceras. Dame de beber (Jn 4,7). Pide agua,
porque él promete agua viva. Pide; después cesó de pedir, porque la mujer dejó su
cántaro. Los pretextos habían cesado, porque la verdad que ellos debían esperar
estaba ya presente.» (S. EFREN, Comentarios sobre el Diatésaron, 12,16)

281 Tres clases de vocación cristiana.- «Digamos ante todo las tres clases de vocación,
con sus notas distintivas: la primera es de Dios, la segunda se produce por medio de
los hombres, la tercera es hija de la necesidad.
La vocación viene directamente de Dios, cuando él pone en nuestro corazón
alguna inspiración profunda; encontrándonos alguna vez profundamente dormidos,
nos despierta de repente el deseo de la vida y la salvación eterna y nos presiona por
la compunción saludable, que él mismo inspira, a seguir a Dios y cumplir sus
preceptos. Así leemos en las Escrituras Santas que fue llamado Abraham por la voz
divina a emigrar lejos de su tierra, de su familia y de la casa de su padre (Gén 12,1)
/.../.
La segunda clase de vocación es la que se hace por medio de los hombres. Son
entonces los ejemplos, la exhortación de las personas santas, que despiertan en
nosotros el deseo de la salvación. Así, cuando los hijos de Israel fueron liberados de
su esclavitud en Egipto por el ministerio de Moisés /.../.
La tercera especie nace de la necesidad. Esclavos de las riquezas y de los
placeres del mundo, de pronto cae sobre nosotros la prueba: un peligro de muerte
que nos amenaza, la pérdida de nuestros bienes o la proscripción nos azota con un
golpe fuerte; la muerte de seres queridos que nos traspasa de dolor. Nosotros
habíamos abandonado el servicio de Dios en la prosperidad. La desgracia, a nuestro
pesar, nos obliga a echarnos en sus brazos. De esta vocación hay en las Escrituras
frecuentes ejemplos.» (JUAN CASIANO, Conferencias, 3ª,4)

282 Las dos venidas de Cristo.- «Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,17).
Dos son las venidas de Cristo: la que ya se realizó y la que aún es futura; pero
el motivo de ambas no es el mismo: la primera fue, no para examinar nuestros
pecados, sino para perdonarlos; la segunda, no para perdonar, sino para examinar.
Por eso dice de la primera: No he venido para juzgar el mundo, sino para salvar al mundo;
de la segunda: Cuando venga el Hijo del hombre en la gloria de su Padre, pondrá a su dere-
cha a las ovejas y los cabritos a su izquierda (Mt 25,31-33). Irán unos a la vida, los otros al
suplicio eterno (Mt 25,46).
La conversión del pecador

Pero también la primera venida fue por causa de la justicia. ¿Cómo? Antes de
la primera venida estaba la ley natural, los profetas, la ley escrita, la doctrina, miles
de promesas, signos, castigos y otras muchas cosas; de las que había que pedirse
cuenta. Y, con todo, como era clemente, no examina, sino que manifiesta en todo su
misericordia. Si hubiera examinado, todos habrían sido condenados, pues todos
pecaron y están necesitados de la gloria de Dios (Rom 3,23). ¿Ves la nueva clemencia? El
que cree en el Hijo no es condenado; pero el que no cree en él ya está condenado (Jn 3,18).» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 28,1)

283 Jesús y la Samaritana.- «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí (Jn 4,16-19).
Insistía la mujer en su petición. Jesús le dice: llama a tu marido, para que
también él fuera partícipe de aquello. Ella, deseosa de recibir, calla su vergüenza y,
pensando que hablaba a un hombre, dice: No tengo marido. Cristo, tomando ocasión
de esto, la reprende con delicadeza; le recuerda los cinco anteriores y le revela algo
oculto. ¿Qué hizo entonces la mujer? No lo tomó a mal, ni se marchó, dejándolo solo;
no pensó que Jesús la injuriaba, sino que creció en admiración en insistió: Veo que tú
eres profeta. Después, conforme a lo que había sospechado, no pregunta por algo
terreno, no pide salud ni riquezas, ni poder, sino que se interesa por los dogmas.
¿Qué dice? Nuestros padres adoraron en este monte -recordando a Abraham de quien
Jesús era hijo- pero vosotros decís que el sitio donde hay que adorar está en Jerusalén /.../.
¿Ves cómo sube arriba en su espíritu? Ella, interesada en apagar su sed,
pregunta ya por el dogma. Y Cristo ¿qué hizo? No resuelve de momento el
problema, responder cumplidamente hubiera sido inútil; invita de nuevo a la mujer
a mayor altura. No había abandonado el tema, hasta que la mujer confesó que él era
un profeta, para que creciera en la fe con sus palabras /.../.
Avergoncémonos nosotros; aquella mujer samaritana, que había tenido cinco
maridos, sólo se interesa por aprender la doctrina; ninguna otra cuestión o negocio
la aparta del problema. Nosotros, en cambio, no preguntamos por los dogmas de
nuestra fe, sino que andamos tan distraídos y perezosos, que los despreciamos todos.
¿Quién de nosotros, pregunto, cuando está en casa, toma en sus manos un libro
cristiano, meditando su doctrina? ¿Quién acude a consultar la Sagrada Escritura?
/.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO,Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 32,2-3)

284 La palabra de Dios es luz y nieve, y supera la miel.- «También tengo oído, y tomo
con esto un argumento para refutar a los adversarios, que alguien ha comparado la
elocuencia de dos hombres prudentes a la nieve y a las abejas. También he visto que
David dijo: ¡Cuán dulces son a mi paladar tus preceptos, ellos son para mi boca más
agradables que la miel! (Sal 118,103), y más adelante: Tu palabra es para mis pies como una
antorcha, es la luz de mis pasos (Sal 118,105). La palabra de Dios es luz y nieve. La
palabra de Dios supera a la miel y al panal (Sal 18,11), porque de los labios divinos
proceden palabras más dulces que la miel y su claro mensaje desciende suavemente
La conversión del pecador

como la nieve a llenar palabras vacías. En verdad, este lenguaje, que descendiendo
del cielo a la tierra, fecundó los campos áridos de nuestros corazones, sólo puede ser
comparado a la nieve. Y para ver que esto no es algo arbitrario, sino que es una
deducción sacada del texto de la escritura, el mismo Dios lo atestigua diciendo: Caiga
a gotas como la lluvia mi doctrina y desciendan mis palabras como el rocío, como la llovizna
sobre la hierba, como la nieve sobre el cesped (Dt 32,2).» (S. AMBROSIO, Tratado sobre el
Evangelio de S. Lucas, 7,15)

285 Las fuentes del Salvador.- «Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador (Is 12,3).
A quien antes llamara Emmanuel, dice después que quita los expolios y corre
a entregar el botín, y otros nombres, para que no parezca que es otro del que Gabriel
anunció a la Virgen: Y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus
pecados (Mt 1,21), ahora lo llama Salvador, y proclama que han de beberse las aguas
de sus fuentes; de ninguna manera las aguas del río de Egipto, que fueron
golpeadas, ni las del río Rasín, sino de las fuentes de Jesús, que en lengua hebrea
significa Salvador. Por eso clama en el Evangelio: Si alguno tiene sed, que venga a mí, y
beba el que cree en mí, como dice la Escritura: de su seno brotarán torrentes de agua viva.
Esto -dice el Evangelista- lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que creyeran
en él (Jn 7,38-39). Y en otro lugar del mismo Evangelio: El que beba del agua que yo le dé,
no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en manantial que brota
para la vida eterna (Jn 4,13-14). Por las fuentes del Salvador entendemos la doctrina
evangélica, de la que leemos en el Salmo: En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios, Señor
de las fuentes de Israel (Sal 67,27).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

286 Agua viva para los sedientos de Dios.- «Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también
los que no tenéis dinero; venid, comprad trigo, comed, sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por
qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? (Is 55,1-2).
Había dicho que todo vaso falso había de ser machacado contra la Iglesia, y
toda voz y lengua que se armara contra la lengua de Dios, había de ser superada.
Provoca a los creyentes a venir al río de Dios, lleno de aguas, y cuyo ímpetu alegra la
ciudad de Dios, para que beban en las fuentes del Salvador. Dice a la Samaritana: Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: dame de beber, tú le habrías pedido y te ha-
bría dado agua viva (Jn 4,10). Y en el templo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que
cree en mí, como dice la Escritura, de su seno brotarán torrentes de agua viva (Jn 7,37-38),
significando al Espíritu Santo /.../. De ella se dice con palabra mística: Mi alma tiene
sed de Dios, del Dios vivo (Sal 41,2), y en otro lugar: Porque en ti está la fuente viva (Sal
35,10). Él decía de sí mismo: Me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, para cavarse
aljibes agrieteados, que no retienen las aguas (Jer 2,13). Estas aguas las esparcen las nu-
bes, por las que llega la verdad de Dios, como está escrito: Nubes, derramad la victoria;
ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia (Is 45,8).» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el profeta Isaías)
La conversión del pecador

287 Paz y gracia de Dios.- «Y dijo Jeremías: Se me ha dirigido la palabra de Yahveh, diciendo:
He aquí que Hanamel, el hijo de tu tío Sal-lum, viene a ti para decirte: cómprate el campo que
tengo en Anatot, pues posees el derecho de rescate para comprarlo (Jer 32,6-7).
Sal-lum, en nuestra lengua se traduce por paz o pacífico. Hanamel, don o gracia
de Dios. No nos admiremos de que la paz y la gracia se unan, tenemos este principio
de las Cartas Apostólicas: Gracia y paz a vosotros (Rom 1,7). Merezcamos primero la
paz de Dios, y después de la paz nos viene la gracia; que no está al arbitrio del que la
posee, sino del que la concede. La gracia de Dios viene de arriba abajo, para aquél
que está en las alturas; de manera que, aunque se vea alto, necesita la gracia de
Dios.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Jeremías)

288 La Transfiguración de Jesucristo y el sentido espiritual de las Escrituras.- «Y se le


aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús (Mc 9,4).
Si no hubieran visto a Jesús transfigurado, si no hubieran visto sus vestidos
blancos, no hubieran podido ver a Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Mientras pensemos como los judíos y sigamos con la letra que mata, Moisés y Elías
no hablan con Jesús y desconocen el Evangelio. Ahora bien, si ellos hubiesen seguido
a Jesús, hubieran merecido ver al Señor transfigurado y ver sus vestidos blancos y
entender espiritualmente todas las Escrituras, y entonces hubieran venido
inmediatamente Moisés y Elías, esto es, la ley y los profetas, y hubieran conversado
con el Evangelio.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio de S. Marcos)

289 La salvación de Dios es Cristo.- «Toda carne verá la salvación de Dios (Lc 3,6). Ante
esto, ¿quién dudará de que aquí se promete la visión de Dios a la carne, si no
intrigase qué es la salvación de Dios? En verdad no nos intriga, pues no tenemos la
menor duda: la salvación de Dios es Cristo, el Señor /.../. ¿Cómo puedo saber por
qué se dijo que toda carne verá la salvación de Dios? Nadie dude de que se dijo porque
verá a Cristo.» (S. AGUSTIN, Sermones, 277)

290 Las palabras de Dios son saetas.- «De estas saetas habló el santo Job, pues, sufriendo
dolores, dijo que se le habían clavado las saetas del Señor. Solemos también tomar
las palabras de Dios por saetas; pero ¿acaso puede éste dolerse de haber sido herido
de este modo por ellas? Las palabras de Dios, que son como saetas, excitan amor, no
causan dolor. O ¿por ventura se llaman así porque también el mismo amor no puede
darse sin dolor?» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 37,5)
La conversión del pecador

291 Ley natural y ley escrita.- «Lo que no quieres que te hagan, no lo hagas tú a otro (Tob
4,16; Mt 7,12).
Antes de darse la ley, a nadie se permitió ignorar esto que decimos, para que
así tuviesen modo de juzgar aquellos a quienes no se había dado ley. Pero, para que
los hombres no tratasen de obtener algo que les faltaba, se escribió en tablas lo que
no leían en los corazones. Tenían escrita la ley, pero no querían leer /.../. Pero como
los hombres, apeteciendo las cosas externas, se apartaron de sí mismos, se dio la ley
escrita; no porque no estuviese escrita ya en los corazones, sino porque, habiendo
huido tú de tu corazón, debías ser acogido por aquél que está en todas partes y
devuelto al interior de ti mismo.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal
57,1)

292 La gracia de Dios.- «Mas porque pudiera argüir alguien que éstas son obras divinas
y, en cambio, el vivir justamente una obra nuestra, por esto me propuse demostrar
que también ésta es una obra divina; lo cual he tratado en este libro quizá con mayor
extensión de lo que fuera necesario. Sin embargo, aún me parece no haber dicho
bastante contra los enemigos de la gracia, pues nada me deleita tanto como escribir
sobre aquellas cuestiones acerca de las cuales la Sagrada Escritura me suministra su
firme apoyo. Lo cual se verifica así, para que, quien se gloría, se gloríe en el Señor y
para que, en todas las cosas, le tributemos incesantes acciones de gracias, elevando
nuestro corazón a los cielos, al Padre de las luces, de quien desciende toda dádiva
preciosa y todo don perfecto.» (S. AGUSTIN, Del espíritu y de la letra, 25,63)

293 Necesidad de la gracia para la justificación.- «Luego, si pensamos bien, así como
debemos dar gracias a Dios por los miembros sanados, hemos de orar por la
curación de los enfermos, a fin de que gocemos de la perfecta salud, a la que nada
falte de la perfecta complacencia en Dios, de la plena libertad. No negamos que la
naturaleza humana puede alcanzar la perfecta inocencia, ni que pueda ser
perfeccionada, ni que progrese en su aprovechamiento; pero siempre con la gracia
de Dios, por mediación de Jesucristo, nuestro Señor. Con su ayuda sostenemos que
logra la justificación y la bienaventuranza, lo mismo que le debe el ser a él como
Creador.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia, 8,68)

294 Ayuda de la gracia para obrar el bien.- «Pues el Señor no sólo ha mostrado el mal
que hemos de evitar y el bien que hemos de practicar, cosa que sólo está al alcance
de la letra de la ley, sino también nos ayuda a evitar el mal y obrar el bien, y esto
nadie lo consigue sin el espíritu de la gracia; faltando la cual, la ley sólo sirve para
nuestra culpable condenación. Por lo cual dice el Apóstol: La letra mata, pero el espíritu
vivifica (1Cor 3,6). Quien, pues, legítimamente se sirve de la ley, por ella viene en
conocimiento del mal y del bien y, desconfiando de sus fuerzas, acude a la gracia,
La conversión del pecador

para que, con su ayuda, evite lo malo y haga lo bueno.» (S. AGUSTIN, De la co-
rrección y la gracia, 1,2)
La conversión del pecador

XII. La conversión del pecadorError! Reference source not found.

«Desde entonces empezó Jesús a predicar y decir: arrepentíos, porque


está cerca el reino de Dios» (Mt 4,17).

«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios; arrepentíos y


creed en el Evangelio» (Mc 1,14).

«No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se
conviertan» (Lc 5,14).
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defined.295 Los hombres, fieros animales transformados por el Logos.- «El Logos
celestial /.../. 4. Él canta el nombre eterno de la nueva melodía que lleva el nombre
de Dios, el cántico nuevo, el de los levitas, que aleja la tristeza y la ira, y hace olvidar
todos los males (Homero); cántico en el que se ha mezclado una droga persuasiva,
hecha de dulzura y de verdad /.../.
3,2. El cantor de que yo hablo no se hace esperar; viene a destruir la amarga
esclavitud de los demonios que nos tiranizan, cambiándola por el dulce y amable
yugo de la piedad para con Dios. Él llama de nuevo a los cielos a aquellos que han
sido arrojados a la tierra.
4,1. Él es el único que ha logrado domesticar a los más fieros animales que
hubo jamás, los hombres: los volátiles, que son los frívolos; las serpientes, que son
los embusteros; los leones, que son los violentos; los cerdos, que son los voluptuosos;
los lobos, que son los rapaces. Los insensatos son piedra y madera; pero más
insensible que las piedras es el hombre sumergido en el error. 2. Venga a atestiguarlo
la voz de los profetas, que concuerda con la de la verdad; ella gime sobre aquellos
que consumen su vida en la ignorancia y la insensatez. Poderoso es Dios para sacar de
estas piedras hijos de Abraham (Mt 3,9). Él es el que, habiéndose apiadado de la
ignorancia y del endurecimiento de los que se habían convertido en piedras con
respecto a la verdad, suscitó una semilla de religión sensible a la verdad, en aquellas
naciones petrificadas, que habían puesto su fe en las piedras. 3. En otra ocasión llamó
raza de víboras (Mt 3,7) a ciertos hombres veneníferos, hipócritas doblados, que
acechan contra la justicia; con todo, si una de esas serpientes se muestra dispuesta a
convertirse, con seguir al Logos, se convertirá en hombre de Dios (1Tim 6,11). A otros
los presenta como lobos vestidos con piel de oveja (Mt 7,15), aludiendo a los que, bajo
formas humanas, son rapaces. Pues bien, a todos estos animales en extremo salvajes,
y a todas estas piedras, este encantamiento que ha venido del cielo ha logrado
cambiarlo en hombres mansos. 4. Porque -como dice el Apóstol- también nosotros
éramos en otro tiempo insensatos, indóciles, extraviados, esclavos de toda suerte de placeres y
de apetitos, viviendo en el mal y en la envidia. Pero, cuando se puso de manifiesto la bondad y
el amor a los hombre de nuestro Salvador, Dios, obtuvimos la salvación, no por las obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia (Tit 3,3-5). Ved la fuerza
de este canto nuevo: de las piedras ha hecho hombres. Y los que en cierto sentido
estaban muertos, por no participar en la vida verdadera, con sólo oír este canto,
volvieron a la vida.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos,
1,2-4; 3,2; 4,1-4)

296 Conversión del pecador.- «Repitámoslo, pues, convirtámonos de la ignorancia a la


ciencia, de la locura a la sabiduría, del libertinaje a la continencia, de la injusticia a la
Regeneración y vida sobrenatural

justicia, de la impiedad a Dios. 2. Es una bella aventura pasar voluntariamente al


campo de Dios. Son numerosos los bienes de los que pueden gozar los amantes de la
justicia, es decir, nosotros que perseguimos la salvación eterna; mas es necesario
añadir: aquellos que Dios designa él mismo cuando dice por boca de Isaías: La
herencia es para aquellos que sirven al Señor (Is 54,17).» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA,
Exhortación a los paganos, 10,93,1-2)

297 Invitación al arrepentimiento.- «¡Venid a mí a recibir vuestro puesto bajo las


órdenes del Dios único y del único Logos de Dios! Vosotros, no sólo adelantaréis a
los animales sin razón por vuestra razón, sino que a vosotros solos entre los mortales
os doy el gozo de la inmortalidad. Porque yo lo quiero, yo quiero haceros partícipes
también de esta gracia y otorgaros el bien todo entero, la incorruptibilidad; y yo os
doy el Logos, es decir, el conocimiento de Dios, yo me doy a mí mismo
perfectamente. 4. Lo que yo sigo, lo que yo quiero es la sinfonía, la armonía del
Padre, es el Hijo, es el Cristo, es el Logos de Dios, el brazo del Señor, el poder del
Universo, la voluntad del Padre. ¡Oh vosotros todos que sois imágenes, mas no
todos semejantes; yo os quiero corregir conforme al modelo, a fin de que lleguéis a
ser semejantes también a mí!» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Exhortación a los
paganos, 12,3-4)

298 Los peces sacados de entre las olas por los pescadores.- «Entre nosotros, cuando
alguno es cazado en la red de la predicación y sacado del mar del mundo,
ciertamente él muere, mas para el pecado y para el mundo, para que, resucitando
con Cristo, viva para Dios. Si puedes captar el sentido que nos esforzamos en
exponer, que los peces sacados del mar alcanzan otra vida y tienen otro cuerpo,
sabrás para qué nos aprovecha el ejemplo /.../.
Tú, pues, cuando seas sacado de las olas de este mundo por los discípulos del
Señor, cambia los vicios de tu cuerpo, muda el sentido de tu alma; no seas aquel pez
que se movía entre las falsas corrientes, sino una vez sacado de lo profundo,
conviértete a una vida mejor, según aquello del Apóstol: Nosotros, contemplando a cara
descubierta la gloria del Señor, nos transformamos en la misma imagen de gloria en gloria, a
medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor (2Cor 3,18). Y como has sido liberado
de las olas del mar por los apóstoles y discípulos de Jesús, no quieras buscar lo
profundo, sino que tu conversación sea en los montes. Para que ya no necesites a los
pescadores, que de nuevo te saquen de entre las olas, sino de otros, a los que la
Escritura llama cazadores, que después te cacen en el monte, en el collado, en los
lugares más altos; sea allí tu caminar, tus pensamientos, tus pasos, tu descanso.
Olvídate del mar, olvídate de los valles y lugares bajos, sube a los montes, los
profetas; ven a los collados, los justos; sea con ellos tu conversación. Para que,
cuando llegue el día de tu muerte, te reciban con los demás santos del monte, del
collado, de las altas cumbres.
Regeneración y vida sobrenatural

Mira cómo el profeta con su voz sagrada coincide en lo mismo: Yo voy a


mandar muchos pescadores, dice el Señor, que los pescarán, y después muchos cazadores que
los cazarán por los montes todos, por todos los collados (Jer 16,16). Si tú quieres ser cazado
por estos cazadores, cuida de no descender a los valles, ni te detengas en alguna
región baja. Busca los collados, sube al monte, al que sube el Señor, viendo la con-
currencia del pueblo, en compañía de sus discípulos. Desde el cual, abriendo su
boca, los enseñaba diciendo: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino
de los cielos. Y las otras siete bienaventuranzas restantes(Mt 5,1-12).» (ORIGENES,
Homilías sobre el profeta Jeremías, 12,16)

299 La luz mayor es la caridad.- «Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis
hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz; una luz más agradable que
esta luz material. Porque para mí ninguna luz es mayor que la de vuestra caridad. La
luz material me es útil en el orden presente, pero vuestra caridad es la que va
preparando mi corona para el futuro.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilía antes de
partir en exilio, 3)

300 El alma, para ser buena, ha de convertirse al Bien.- «¡Qué vergüenza apegarse a las
cosas porque son buenas y no amar el Bien que las hace buenas! El alma, por el
hecho de ser alma, antes aún de ser buena por la conversión al Bien inconmutable; el
alma, repito, cuando nos agrada hasta preferirla a esta luz corpórea, si bien lo
meditamos, no nos agrada en sí misma, sino por el primor del arte con que fue
creada. Se ama el alma en su fuente, de donde trae su origen. Y ésta es la Verdad y el
Bien puro. No hay aquí sino bienes y, por consiguiente, el Bien sumo. El bien sólo es
susceptible de aumento o disminución, cuando es bien de otro bien.
El alma, para ser buena, se convierte al Bien de quien recibe el ser alma. Y es
entonces cuando a la naturaleza se acompaña la voluntad, para que el alma se
perfeccione en el bien y se ama este bien mediante la conversión de la voluntad, bien
de donde brota todo bien; bien que ni por la aversión de la voluntad es posible
perder. En apartándose el alma del Bien sumo, deja de ser buena, pero no deja de ser
alma.» (S. AGUSTIN, Tratado de la Santísima Trinidad, 8)

301 Dios no abandona al pecador.- «Pensaba yo en estas cosas (al leer la Sagrada
Escritura) y tú me asistías; suspiraba y tú me oías; vacilaba y tú me gobernabas;
marchaba por la senda ancha del siglo y tú no me abandonabas.» (S. AGUSTIN, Las
Confesiones, 6,3,8)

302 La fe, principio y base de la conversión.- «Tales cosas revolvía yo en mi pecho,


apesadumbrado con los devoradores cuidados de la muerte y de no haber hallado la
Regeneración y vida sobrenatural

verdad. Sin embargo, de modo estable se afincaba en mi corazón, en orden a la


Iglesia Católica, la fe de tu Cristo, Señor y Salvador nuestro; informe ciertamente en
muchos puntos y como fluctuando fuera de la norma de doctrina; mas, con todo, no
la abandonaba ya mi alma, antes cada día se empapaba más y más en ella.» (S.
AGUSTIN, Las Confesiones, 7,5,7)

303 Experiencia de un convertido.- «Narraba estas cosas Ponticiano (que les habló a él y
a Alipio) de los monjes, y mientras él hablaba, tú, Señor, me trastocabas a mí mismo,
quitándome de mi espalda, a donde yo me había puesto para no verme, y ponién-
dome delante de mi rostro, para que viera cuán feo era, cuán deforme y sucio,
manchado y ulceroso.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 8,7,16)

304 Esfuerzos previos a la conversión.- «De este modo me sentía dulcemente oprimido
por la carga del siglo, como acontece en el sueño, siendo semejantes los
pensamientos con que pretendía elevarme a ti, a los esfuerzos de los que quieren
despertar; mas, vencidos de la pesadez del sueño, caen rendidos de nuevo.» (S.
AGUSTIN, Las Confesiones, 8,5,12)

305 Dos voluntades en lucha íntima.- «No hay, por tanto, monstruosidad en querer en
parte y en parte no querer, sino cierta enfermedad del alma; porque, elevada por la
verdad, no se levanta toda ella, oprimida por el peso de la costumbre. Hay, pues, en
ella dos voluntades, porque, siendo una de ellas total, tiene la otra lo que falta a
ésta.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 8,9,21)

306 S. Agustín cuenta su conversión.- «Así enfermaba yo y me atormentaba,


acusándome a mí mismo más duramente que de costumbre, mucho y queriéndolo, y
revolviéndome sobre mis ligaduras, para ver si rompía con aquello poco que me
tenía prisionero. Y tú, Señor, me instabas a ello en mis entresijos y con severa mise-
ricordia redoblabas los azotes del temor y de la vergüenza, a fin de que no cejara de
nuevo y no se rompiese aquello poco y débil que había quedado, y se rehiciese otra
vez y me atase más fuertemente.
Y decíame a mí mismo interiormente: ¡Ea! Sea ahora, sea ahora; y ya casi pasaba
de la palabra a la obra, ya casi lo hacía; pero no lo llegaba a hacer..., y ya casi tocaba
el término y lo tenía; pero ni llegaba él, ni lo tocaba, ni lo tenía, dudando en morir a
la muerte y vivir a la vida.
26. Reteníanme unas bagatelas y vanidades de vanidades, antiguas amigas
mías; y tirábanme del vestido de la carne, y me decían por lo bajo: ¿Nos vas a dejar?
/.../.
Regeneración y vida sobrenatural

¡Y qué cosas, Dios mío, qué cosas me sugerían, qué indecencias! Pero las oía
ya de lejos, menos de la mitad de antes /.../. Hacían, sin embargo, que yo vacilante
tardase en romper y desentenderme de ellas /.../.
27. Mas esto lo decía ya muy tibiamente. Porque por aquella parte hacia
donde yo tenía dirigido el rostro, y a donde temía pasar, se me dejaba ver la casta
dignidad de la continencia, serena y alegre /.../.
Allí una multitud de niños y niñas, allí una juventud numerosa y hombres de
toda edad, viudas venerables y vírgenes ancianas y, en todas, la misma continencia
no estéril, sino fecunda madre de hijos nacidos de los gozos de su esposo, tú, oh
Señor.
Y reíase ella de mí con risa alentadora, como diciendo: ¿No podrás tú lo que
éstos y éstas?... El Señor su Dios me ha dado a ellas. ¿Por qué te apoyas en ti, que no puedes
tenerte en pie? Arrójate en él, no temas, que él no se retirará para que caigas; arrójate seguro,
que él te recibirá y sanará /.../.
Mas de nuevo aquélla, como si dijera: Hazte sordo contra aquellos tus miembros
inmundos sobre la tierra, a fin de que sean santificados (Col 3,5) /.../.
Tal era la contienda, que había en mi corazón, de mí mismo contra mí mismo.
Mas Alipio, fijo a mi lado, aguardaba en silencio el desenlace de mi inusitada
emoción.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 8,9,25-27)

307 Una gran tormenta estalló en el alma.- «Mas apenas una alta consideración sacó del
profundo de su secreto y amontonó toda mi miseria a la vista de mi corazón, estalló
en mi alma una tormenta enorme, que encerraba en sí copiosa lluvia de lágrimas. Y,
para descargarla toda con sus truenos correspondientes, me levanté de junto a Alipio
/.../.
Quedose él en el lugar que estábamos sentados sumamente estupefacto; mas
yo, tirándome bajo una higuera, no sé cómo, solté la rienda de las lágrimas, brotando
dos ríos de mis ojos, sacrificio tuyo aceptable. Y aunque no con estas palabras, pero
sí con el mismo sentido, te dije muchas cosas como éstas: ¡Y tú, Señor, hasta cuando!
¡Hasta cuando, Señor, has de estar irritado! No quieras acordarte más de mis antiguas
iniquidades (Sal 6,4; 78,5). Sentíame aún cautivo de ellas y lanzaba voces lastimeras:
¿Hasta cuando, hasta cuando? ¡Mañana! ¡Mañana! ¿Por qué no hoy? ¿Por qué no poner fin
a mis torpezas en esta misma hora?
29. Decía estas cosas y lloraba con amarguísima contrición de mi corazón. Mas
he aquí que oigo de la casa vecina una voz, como de niño o niña, que decía cantando
y repetía muchas veces: Toma y lee, toma y lee /.../.
Así que, apresurado volví al lugar donde estaba sentado Alipio y yo había
dejado el códice del Apóstol, al levantarme de allí. Toméle, pues, abrile y leí en
silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos, y decía: No en comilonas y
embriagueces, no en lechos y liviandades, sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no
cuidéis de la carne con demasiados deseos. (Rom 13,13). No quise leer más, ni era
necesario /.../.
Regeneración y vida sobrenatural

30. Entonces, puesto el dedo o no sé que cosa de registro, cerré el códice y, con
rostro tranquilo, se lo entregué a Alipio, quien, a su vez, me indicó lo que pasaba por
él y que yo ignoraba. Pidió ver lo que había leído; se lo mostré y puso atención con lo
que seguía a aquello que yo había leído y yo no conocía. Seguía así: Recibid al débil en
la fe, lo cual se aplicó a sí mismo y me lo comunicó /.../.
Después entramos a ver a mi madre, indicámoselo y llenose de gozo /.../. Y
así convertiste su llanto en gozo, mucho más fecundo de lo que ella había apetecido, y
mucho más caro y más casto que el que podía esperar de los nietos que le diera mi
carne.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 8,12,28-30)

308 La justicia y la paz se besan.- «Luego la misericordia y la verdad se salieron al encuentro;


la justicia y la paz se besaron mutuamente (Sal 84,11). Obra justicia y tendrás la paz, para
que así se besen la paz y la justicia. Si no amas la justicia, te faltará la paz. Estas dos
virtudes: la paz y la justicia, se aman y besan mutuamente, de tal modo que, quien
obrase justicia encontrará la paz que abraza la justicia. Son dos amigas. Tal vez
quieres tener una y, sin embargo, no ejecutas la otra. Nadie hay que no anhele la paz,
pero no todos ejecutan la justicia.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal
84,12)

309 La voluntad humana ha de conformarse a la voluntad de Dios.- «Tú querías vivir y


no deseabas que te sucediera algo adverso; pero Dios quiere otra cosa. Hay dos
voluntades; encáucese la tuya a la de Dios, no se tuerza la de Dios a la tuya. La tuya
es anormal; la de Dios es normal. Permanezca la normal, para que se corrija
conforme al modelo la anormal.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal
31,II,26)

310 El pecado y la conversión de un bautizado.- «Pero si se trata de un cristiano que,


después del bautismo y de la justificación, recae por su voluntad en la mala vida,
ciertamente no puede decir: Yo no he recibido, pues abusando de su antiguo albedrío,
perdió, para su condena, la gracia recibida del Señor. Y si, movido por saludable
reprensión, llora su pecado y vuelve a sus obras de antes u otras mejores,
resplandece aquí clarísimamente el provecho de la corrección humana. Pero toda
corrección humana, esté inspirada o no por la caridad, para ser útil al corregido,
debe ir acompañada de la gracia de Dios.» (S. AGUSTIN, De la corrección y de la
gracia, 6,9)
Regeneración y vida sobrenatural

XIII. Regeneración y vida sobrenaturalError! Reference source not


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«Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo: si uno no


fuere engendrado de nuevo, no puede ver el reino de Dios... En
verdad, en verdad te digo: quien no naciere de agua y Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3,3-5).

«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo


en él, éste lleva fruto abundante, porque fuera de mí nada podéis
hacer» (Jn 15,5).
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defined.311 La vid y los sarmientos.- «El Señor, para convencernos de que es
necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó cuán grandes bienes se
derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la vid y afirmando
que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como
sarmientos (Jn 15,1-5) y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma
naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).
La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de
voluntad y deseo; en cambio, la unión de la vid con nosotros es una unión de amor y
de inhabitación. Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a
Cristo por la fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la
dignidad de hijos adoptivos, pues, como afirma San Pablo, el que se une al Señor es
un espíritu con él.
/.../.
En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu Santo, para producir
fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se
funda en su amor. Y esta vida la conservaremos, si perseveramos unidos a él y como
injertados en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y
procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no
contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros /.../.» (S. CIRILO
DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Juan, 10,2)

312 Obra del Espíritu Santo en quienes son templos de Dios.- «No es difícil percibir
cómo trasforma el Espíritu la imagen de aquellos en los que habita; del amor a las
cosas terrenas, el Espíritu nos conduce a la esperanza de las cosas del cielo; y de la
cobardía y la timidez, a la valentía y generosa intrepidez de espíritu. Sin duda es así
como encontramos a los discípulos, animados y fortalecidos por el Espíritu, de tal
modo que no se dejaron vencer en absoluto por los ataques de los perseguidores,
sino que se adhirieron con todas sus fuerzas al amor de Cristo.
Se trata exactamente de lo que había dicho el Salvador: Os conviene que yo me
vaya al cielo (Jn 16,7). En ese tiempo, en efecto, descendería el Espíritu Santo.» (S.
CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Juan, 10)

313 Participación en la Trinidad, por obra de la gracia.- «Ya desde ahora se manifiesta
de alguna manera el hecho de que estemos unidos por participación al Espíritu
Santo. Pues, si abandonamos la vida puramente natural y nos atenemos a las leyes
espirituales, ¿no es evidente que hemos abandonado en cierta manera nuestra vida
anterior, que hemos adquirido una configuración celestial y, en cierto modo nos
Los Discípulos

hemos transformado en otra naturaleza mediante la unión del Espíritu Santo con
nosotros, y que ya no nos tenemos simplemente por hombres, sino como hijos de
Dios y hombres celestiales, puesto que hemos llegado a ser participantes de la
naturaleza divina?
De manera que todos nosotros ya no somos más que una sola cosa en el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; una sola cosa por identidad de condición, por la
asimilación que obra el amor, por comunión de la santa humanidad de Cristo y por
participación del único y santo Espíritu.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario
al Evangelio de S. Juan, 11,11)

314 Parábola de la viña.- «Basta contemplar la viña, si la miras con inteligencia, para
acordarte de tu naturaleza. Te acuerdas, evidentemente, de la comparación del
Señor, que se llama a sí mismo la vid, y a su Padre el viñador (Jn 15,1-5). Y dice que
somos los sarmientos y nos invita a llevar fruto, no sea que nuestra esterilidad sea
causa para echarnos al fuego.
Él no cesa en toda ocasión de explicar esta analogía de las almas humanas con
la viña. Mi amigo -dice- tenía una viña en una loma feraz (Is 5,1). Yo planté una viña y la
rodeé con una cerca... (Mt 21,33). Son evidentemente las almas de los hombres, a los
que llama su viña; aquellas que él ha rodeado de una cerca, la seguridad que dan sus
preceptos y de la guarda de sus ángeles. Pues el ángel del Señor sienta sus reales en
torno a los que le veneran y él los libra (Sal 34,8). Y después, como una empalizada
plantada a nuestro alrededor, en primer término a los apóstoles, en segundo lugar a
los profetas, y luego a los doctores. Por los ejemplos de hombres santos antiguos ha
elevado nuestros pensamientos a lo alto, sin dejar que caigan por tierra ni sean
pisoteados. Quiere que los abrazos de la caridad, como los sarmientos de la vid, nos
unan al prójimo y nos hagan descansar en él, a fin de que nuestros continuos
esfuerzos hacia el cielo, como sarmientos trepadores, se eleven hasta las cimas más
elevadas.
Nos manda que nos dejemos labrar. Un alma está escardada cuando echa de
sí las preocupaciones mundanas, que son un peso para nuestro corazón.
Consecuentemente, quien echa de sí el amor carnal, el apego a las riquezas, y tiene
como odioso y despreciable el deseo apasionado de esta gloria miserable, está como
labrado y respira libre del peso vano de los pensamientos terrenos /.../.» (S.
BASILIO, Homilías sobre el Hexámeron, 5,6)

315 Vida sobrenatural por la participación en Jesucristo.- «Por el Espíritu Santo se nos
concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la
recuperación de la adopción de hijos; se nos da la confianza de invocar a Dios como
Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el
compartir la gloria eterna y, para decirlo todo de una sola vez, el poseer la plenitud
de las bendiciones divinas, así en este mundo como en el futuro; pues, al esperar por
Los Discípulos

la fe los bienes prometidos, contemplamos ya, como en un espejo y como si


estuvieran presentes, los bienes de que disfrutaremos.
Y, si tal es el anticipo, ¿cuál no será la realidad? Y, si tan grandes son las
primicias, ¿cuál no será la plena realización?» (S. BASILIO, Tratado del Espíritu San-
to, 15,36)

316 Nueva creación.- «Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la


muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la
transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de
aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios
(Jn 1,13).
¿Preguntas cómo esto es posible? Lo explicaré en pocas palabras. Este nuevo
ser lo engendra la fe; la regeneración del bautismo lo da a luz; la Iglesia, cual
nodriza, lo amamanta con su doctrina e instituciones y, con su pan celestial, lo
alimenta; llega a la edad madura con la santidad de vida; su matrimonio es la unión
con la sabiduría; sus hijos, la esperanza; su casa, el reino; su herencia y sus riquezas,
las delicias del paraíso; su desenlace no es la muerte, sino la vida eterna y feliz en la
mansión de los santos.
Este es el día en que actuó el Señor (Sal 117,24), día totalmente distinto de
aquellos otros establecidos desde el comienzo de los siglos y que son medidos por el
paso del tiempo. Este día es el principio de una nueva creación, porque, como dice el
profeta, en este día Dios ha creado un cielo y una tierra nueva. ¿Qué cielo? El
firmamento de la fe en Cristo. Y ¿qué tierra? El corazón bueno que, como dijo el
Señor, es semejante a aquella tierra que se impregna con la lluvia que desciende
sobre ella y produce abundantes espigas.
En esta nueva creación, el sol es la vida pura; las estrellas son las virtudes; el
aire, una conducta sin tacha; el mar, aquel abismo de generosidad, de sabiduría y de
conocimiento de Dios (Rom 11,33); las hierbas y semillas, la buena doctrina y las
enseñanzas divinas, en las que el rebaño, es decir, el pueblo de Dios, encuentra su
pasto; los árboles que llevan fruto son la observancia de los preceptos divinos.
En este día es creado el verdadero hombre, aquel que fue hecho a imagen y
semejanza de Dios. ¿No es, por ventura, un nuevo mundo el que empieza para ti en
este día en que actuó el Señor? ¿No habla de este día el profeta, al decir que será un día
y una noche que no tienen semejante?
Pero aún no hemos hablado del mayor de los privilegios de este día de gracia:
lo más importante de este día es que destruyó el dolor de la muerte y dio a luz al
primogénito de entre los muertos, a aquel que hizo este anuncio: Subo al Padre mío y
Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro (Jn 20,7). Oigamos el buen mensaje que nos
trae la mujer /.../.
¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo
hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en
sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que
Los Discípulos

ahora son ya de su raza.» (S. GREGORIO DE NISA, Sermón I sobre la resurrección


de Cristo)

317 Renacidos por el sacramento del bautismo.- «La acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales (Sal 64,10).
No hay duda de qué acequia se trata, pues dice el Salmista: El correr de las
acequias alegra la ciudad de Dios (Sal 45,8). Y el mismo Señor dice en los Evangelios: El
que beba del agua que yo le daré, de sus entrañas manarán torrentes de agua viva, que salta
hasta la vida eterna (Jn 4,14). Y en otro lugar: El que cree en mí, como dice la Escritura, de
sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían
de recibir los que creyeran en él (Jn 7,38-39). Así, pues, esta acequia está llena del agua
de Dios. Pues, efectivamente, nos hallamos inundados por los dones del Espíritu
Santo, y la corriente que rebosa del agua de Dios se derrama sobre nosotros desde
aquella fuente de vida. También encontramos ya preparado nuestro alimento /.../.
A nosotros, los renacidos por el sacramento del bautismo, se nos concede un
gran gozo, ya que experimentamos en nuestro interior las primicias del Espíritu
Santo, cuando penetra en nosotros la inteligencia de los misterios, el conocimiento
de la profecía, la palabra de sabiduría, la firmeza de la esperanza, los carismas
medicinales, y el dominio sobre los demonios sometidos. Estos dones nos penetran
como llovizna y, recibidos, proliferan en multiplicidad de frutos.» (S. HILARIO DE
POITIERS, Tratado sobre los Salmos, 64,14-15)

318 Beneficios del santo bautismo.- «Bendito sea Dios, -repitámoslo- el único que hace
maravillas (Sal 71,18), el que hace todas las cosas y las renueva. Aquellos que ayer
estaban cautivos, son hoy hombres libres y ciudadanos de la Iglesia; aquellos que
hace poco estaban en la vergüenza del pecado, ahora están en la seguridad y en la
justicia. No solamente son libres, sino también santos; no sólo santos, sino justos; no
sólo justos, sino hijos; no sólo hijos, sino también herederos; no sólo herederos, sino
hermanos de Cristo; no sólo hermanos de Cristo, sino sus coherederos; no sólo sus
coherederos, sino también sus miembros; no sólo sus miembros, sino también sus
templos; no sólo sus templos, sino también instrumentos del Espíritu.
¡Dios sea bendito. El único que hace maravillas! ¿Has visto cuántos son los
beneficios del bautismo? Muchos creen que sólo lleva consigo el perdón de los
pecados. Hemos enumerado hasta diez honores conferidos por él. Por esta razón es
por lo que bautizamos también a los niños pequeños, aunque ellos no tengan
pecados, para que les sea concedida la justicia, la filiación, la herencia, la gracia de
ser hermanos y miembros de Cristo, y llegar a ser morada del Espíritu Santo.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Ocho catequesis bautismales, 3,5-6)
Los Discípulos

319 El agua viva.- «El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que
yo le de se hará en él una fuente que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14).
La Escritura llama a la gracia del Espíritu Santo, unas veces fuego, otras agua;
manifestando con estos nombres no sustancias diversas, sino las operaciones. El
Espíritu, siendo invisible, no consta de diversas sustancias. Juan significa ambas
cosas cuando dice: Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego (Jn 3,11). Y Cristo:
Saldrán de su vientre ríos de agua viva. Dijo esto del Espíritu, que habían de recibir los que
creyeran en él (Jn 7,38-39).
Hablando a la mujer, llama agua al Espíritu: El que beba del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás. Llama fuego al Espíritu para significar el fervor de la gracia y la
destrucción del pecado; agua, para indicar con ella la purificación y el refrigerio de
las almas que lo reciben. Y justamente, porque así adorna al alma piadosa como un
huerto lleno de árboles y de frutos siempre, y la libra del miedo de las insidias dia-
bólicas, porque destruye fácilmente los dardos encendidos del maligno.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 32,1)

320 Riquezas malas, buenas e indiferentes.- «El término riquezas, en las Sagradas
Escrituras, tiene tres acepciones diferentes: las hay malas, buenas e indiferentes.
Las malas son aquellas de las que se dice: Los ricos empobrecen y pasan hambre
(Sal 33,11) y ¡Ay de vosotros, ricos, porque ya tenéis vuestra consolación! (Lc 6,24). Renun-
ciar a ellas es la suma perfección. Se las reconoce por este signo. Los verdaderos
pobres son aquellos a quienes el Señor alaba en el Evangelio: Dichosos los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3). Y el Salmista: Este pobre invoca al
Señor, él lo escucha (Sal 33,7); Pobres y afligidos alabarán tu nombre (Sal 73,21).
Las hay también buenas. Adquirirlas es una gran virtud y de raro mérito.
David alaba al justo que las posee: En su casa hay gloria y riquezas, y su justicia
permanece para siempre (Sal 111,3). Y también: El pobre y el necesitado alabarán su nombre
(Sal 73,21). De cuyas riquezas se dice en el Apocalipsis a aquél que no las tiene
deshonrosamente: Voy a vomitarte de mi boca, porque dices: soy rico, me he hecho rico, no
tengo necesidad de nada; y no sabes que tú eres el más desgraciado, digno de lástima, pobre,
ciego y desnudo (Ap 3,16-17).
También las hay indiferentes, esto es, que pueden ser buenas y malas. En
efecto, se presta a una y otra cosa. El bienaventurado Apóstol declara a este
propósito: A los ricos de este mundo manda que no presuman, ni tengan puesta la esperanza
en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que nos proporciona todo con esplendidez,
para que disfrutemos; que practiquen la beneficencia, que sean ricos en buenas obras, que
sean generosos con espíritu de solidaridad, atesorando para sí un fondo magnífico para el
futuro (1Tim 6,17-19).» (JUAN CASIANO, Conferencias, 3ª,9)

321 Todo lo bueno es divino y todo lo divino es bueno.- «Donde está el corazón del
hombre, allí está también su tesoro, pues el Señor no suele negar la dádiva buena a
Los Discípulos

los que la han pedido. Y ya que el Señor es bueno, y mucho más bueno todavía para
los que le son fieles, abracémonos a él, estemos de su parte con toda nuestra alma,
con todo el corazón, con todo el empuje de que somos capaces, para que
permanezcamos en su luz, contemplemos su gloria y disfrutemos de la gracia del
deleite sobrenatural. Elevemos, por tanto, nuestros espíritus hasta el Sumo Bien,
estemos en él y vivamos en él, ya que su ser supera toda inteligencia y todo
conocimiento, y goza de paz y tranquilidad perpetua, una paz que supera también
toda inteligencia y toda percepción.
Éste es el bien que lo penetra todo, que hace que todos vivan en él y
dependamos de él, mientras que él no tiene nada sobre sí, porque es divino; pues no
hay nadie bueno sino sólo Dios; y, por lo tanto, todo lo bueno es divino y todo lo
divino es bueno; por ello se dice: Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente;
pues por la bondad de Dios se nos otorgan efectivamente todos los bienes, sin
mezcla alguna de mal. Bienes que la Escritura promete a los fieles, al decir: Lo sabroso
de la tierra comeremos.
Hemos muerto en Cristo y llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Cristo;
para que la vida de Cristo se manifieste en nosotros. No vivamos ya aquella vida
nuestra, sino la de Cristo; una vida de inocencia, de castidad, de simplicidad y de
toda clase de virtudes; y ya que hemos resucitado con Cristo, vivamos en él,
ascendamos en él, para que la serpiente no pueda dar en la tierra con nuestro talón
para herirlo.» (S. AMBROSIO, Sobre la huída del mundo, 6,36; 7,44; 8,45)

322 Regeneración cristiana.- «Así, pues, una vez que lo hemos recibido todo, sabemos
que hemos sido regenerados. No digamos: ¿Cómo hemos sido regenerados? ¿Es que
hemos entrado de nuevo en el vientre de nuestra madre y hemos nacido otra vez?
(Jn 3,4). Yo no reconozco aquí el uso de la naturaleza. No hay en esto el orden de la
naturaleza, donde se encuentra la excelencia de la gracia. Pues no siempre el uso
natural hace la generación. Nosotros confesamos que Cristo, el Señor, fue engen-
drado de una virgen y dejamos a un lado el orden natural. María no concibió por
obra de varón, sino que estaba encinta por el Espíritu Santo, como dice Mateo: Lo que
engendró en su seno es del Espíritu Santo (Mt 1,20). Si, pues, el Espíritu Santo cubriendo
con su sombra a una virgen, obró la concepción y llevó a cabo la obra de la
generación, no debe dudarse que el Espíritu Santo, viniendo a la fuente o sobre
aquellos que son bautizados, obra verdaderamente la regeneración.» (S. AMBROSIO,
De los Misterios, 9,59)

323 El bautismo, imagen de la resurrección.- «¿Qué es la regeneración? Te encuentras en


los Hechos de los Apóstoles con que el verso del Salmo 2, que dice: Tú eres mi Hijo, yo
te he engendrado hoy, se aplica a la resurrección. En efecto, el apóstol San Pedro lo
interpreta de esta manera: Cuando el Hijo resucita de entre los muertos, la voz del
Padre se deja oír: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy (Hech 13,33). Por eso él ha
Los Discípulos

sido llamado el primogénito de entre los muertos (Col 1,18). ¿Qué es, pues, la
resurrección, sino el momento en que nosotros volvemos de la muerte a la vida? Así
también en el bautismo, que es una semejanza de la muerte, sin duda, cuando te
sumergen en el agua y surges de nuevo, hay una imagen de la resurrección. Y así,
conforme a la interpretación del apóstol, como aquella resurrección fue una
regeneración, también esta resurrección de la fuente del bautismo es la
regeneración.» (S. AMBROSIO, De los Sacramentos, 3,2)

324 Cántico nuevo.- «Cantadle un cántico nuevo. Desnudaos de la vejez, pues conocisteis
el cántico nuevo. Nuevo hombre, nuevo Testamento, nuevo cántico. No pertenece a
los hombres viejos el cántico nuevo; éste sólo lo aprenden los hombres nuevos, que
han sido renovados de la vejez por la gracia, y pertenecen ya al Nuevo Testamento,
el cual es el reino de los cielos. Por él suspira todo nuestro amor y canta el cántico
nuevo. Cante cántico nuevo, no la lengua, sino la vida.» (S. AGUSTIN, Enarraciones
sobre los Salmos, Sal 32,II,8)

325 El hombre nuevo, partícipe de la naturaleza divina.- «Por lo cual, amadísimos,


demos gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo que, por la
inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros y, estando
muertos por el pecado, nos resucitó a la vida en Cristo (Ef 2,5), para que fuésemos en
él una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por lo tanto, dejemos el hombre
viejo con sus acciones (Col 3,9) y renunciemos a las obras de la carne nosotros, que
hemos sido admitidos a participar del nacimiento de Cristo.
Reconoce ¡Oh cristiano! tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina
(2Pe 1,4), y no vuelvas a la antigua vileza con una vida depravada. Recuerda de qué
cabeza y de qué cuerpo eres miembro. Ten presente que, arrancado al poder de las
tinieblas (Col 1,13), se te ha trasladado al reino y claridad de Dios. Por el sacramento
del bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo. No ahuyentes a tan
escogido huésped con acciones pecaminosas, no te entregues otra vez como esclavo
al demonio, pues has costado la sangre de Cristo, quien te redimió según su
misericordia y te juzgará conforme a la verdad.» (S. LEON MAGNO, Sermones,
21,«en la Navidad del Señor»)
Los Discípulos

XIV. Los DiscípulosError! Reference source not found.

«Y caminando por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos,


Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano, que echaban la red en el
mar, pues eran pescadores. Y les dice: Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres. Y ellos, luego, dejadas las redes, se fueron tras
él» (Mt 4,18-20).

«Y tras esto salió y vio a un publicano por nombre Leví, sentado en su


despacho de aduanas, y le dijo: Sígueme. Y, abandonándolo todo, le
seguía» (Lc 5,27-28).

«Y sube a la montaña y llama a sí a los que él quiso, y se fueron para él.


Entonces destinó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a
predicar, y que tuviesen potestad de lanzar demonios. Y estableció los
Doce... » (Mc 3,13-16).
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defined.326 Como ovejas entre lobos.- «Mirad, os envío como corderos en medio de
lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias... (Lc 10,3-4).
Predice las persecuciones, para que luego soporten su experiencia. ¿Cómo la
oveja vencerá al lobo? Yo, dice, estaré con vosotros y os protegeré, transformando
los lobos en ovejas; nada se resiste a mi voluntad: Esto lo aprendió Pablo con su
propia experiencia; pues, siendo más fiero que un lobo contra los discípulos de
Cristo, lo hizo más manso que una oveja. Y no permite estar preocupado por el
cuerpo ni por las cosas que son exteriores al cuerpo; ni siquiera concede andar solí-
citos por el viático, ni llevar consigo todo lo que solemos llevar para el cuerpo, como
las sandalias; quiere que se ponga toda la esperanza en Dios. Finalmente no quiere
que se añada nada al ejercicio del ministerio, ni saludar a nadie por el camino. Como
ordenó Eliseo a su criado, cuando lo envió a colocar su bastón sobre el niño difunto;
no saludar ni corresponder al saludo de nadie (2Re 4,29). De manera que no dañe el
tener que atender a otros ni se relajen las costumbres con ocasión de la amistad, que
no nos perjudique en modo alguno la maldad diabólica.» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

327 Misión de los Apóstoles.- «Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían
de ser guías y maestros de todo el mundo, y administradores de sus divinos
misterios, y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz, no sólo el
país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los
hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la Escritura: Nadie
puede arrogarse este honor; Dios es quien llama (Heb 5,4). Fue, en efecto, nuestro Señor
Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria del apostolado, con preferencia a
todos los demás.
/.../.
En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus
discípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, que habían de
ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado el
Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su
propia misión, decía: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se con-
viertan (Lc 5,32). Y también: He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me ha enviado. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 6,38; 3,17).» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Juan, 12,1)

328 El nombre cristiano.- «Tú te llamarás Pedro (Jn 1,42).


Las obras de Cristo

Cristo no manifiesta su autoridad desde el comienzo, sino que habla


humildemente. Mas, una vez que demostró su divinidad, actúa con mayor
autoridad, diciendo: Bienaventurado tú, Simón, porque te lo ha revelado mi Padre... Y yo te
digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16,17-18). A éste lo llamó
así. A Santiago y Juan, hijos del trueno. ¿Por qué? Para manifestar que él era el mismo
que concedió la Alianza Antigua y mudó los nombres: el que llamó Abraham a
Abram, Sara a Sarái, y a Jacob Israel. Impuso muchos nombre desde el nacimiento,
como a Isaac, a Sansón y otros /.../.
3. Entonces recibían algunos diversos nombres. Mas ahora tenemos todos un
único nombre, mayor que todos aquellos; nos llamamos cristianos, hijos de Dios,
amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualquiera otras y nos
hace más diligentes en la práctica de la virtud.
No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran
dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la
grandeza de este nombre. Así nos llamó Pablo. Si alguno se honra con pertenecer a
algún jefe importante y lleva con gran honor su nombre, nosotros, que hemos
recibido el nombre, no de un príncipe terreno, ni de algún ángel o arcángel, sino del
Rey de todos ellos, ¿no expondremos nuestra vida mucho más para que, aquél que
nos honró con su nombre, no reciba injuria alguna?» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 19,2-3)

329 Vocación de Mateo, el publicano.- «Él escogió a Mateo el publicano (Mt 9,9-13),
para estimular a sus colegas a venirse con él. Él ve a los pecadores y los llama, y los
hace sentarse a su lado. ¡Espectáculo admirable; los ángeles están en pie temblando,
mientras los publicanos, sentados, gozan; los ángeles temen, a causa de su grandeza,
y los pecadores comen y beben con él; los escribas rabian de envidia y los publicanos
exultan y se admiran por la misericordia!
Los cielos viven este espectáculo y se admiran, los infiernos lo vieron y
deliraron. Satanás lo vio ardiendo en furor, la muerte lo vio y experimentó su
debilidad; los escribas lo vieron y quedaron ofuscados por ello. Hubo gozo en los
cielos y alegría en los ángeles, porque los rebeldes eran dominados, los indóciles
sometidos, los pecadores enmendados, y porque los publicanos eran justificados. A
pesar de las exhortaciones de sus amigos, él no renunció a la ignominia de la cruz y,
a pesar de las burlas de sus enemigos, no renunció a la compañía de los publicanos.
Él ha despreciado la burla y desdeña las alabanzas; así contribuía mejor a la utilidad
de los hombres.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 5,17)

330 «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».- «Y partiendo de allí, vio Jesús a su
paso un hombre llamado Mateo, sentado en su despacho de aduanas, y le dice: Sígueme... (Mt
9,9-13).
/.../.
Las obras de Cristo

Los judíos están celosos al ver que el Señor hace fiesta con los publicanos y
pecadores, y el Señor les revela las palabras de la Ley, cubiertas con el velo de la
incredulidad, afirmando que él traía socorro a los enfermos y curaba a los que tenían
necesidad de ello, mientras los sanos no tenían necesidad de curación. Mas, para que
comprendieran que ninguno de ellos estaba sano, les invita a aprender qué
significaba misericordia quiero y no sacrificio (Os 6,6)... que no viene a llamar justos, sino
pecadores. Había venido para todos, ¿cómo, pues, dice que no ha venido para los
justos? ¿Es que había quienes no necesitaba que viniera?
Ninguno es justo por la fuerza de la Ley. Él manifiesta que es vano jactarse de
la propia justicia, porque, siendo los sacrificios inútiles para la salvación, era
necesaria la misericordia para cuantos estaban bajo la Ley. En efecto, si la justicia
proviniera de la Ley, no sería necesario el perdón por medio de la gracia.» (S.
HILARIO DE POITIERS, Comentario al Evangelio de S. Mateo, 9,2)

331 Fe y debilidad de Pedro.- «El hecho de que Pedro, entre todos los que estaban en la
barca, se atreva a responder y pida recibir el mandato de ir al encuentro del Señor
sobre las aguas (Mt 14,24-32), manifiesta la disposición de su corazón en el momento
de la pasión, cuando caminando al encuentro y siguiendo las huellas del Señor, sin
preocuparse de los cuidados del mundo, parecidos a las olas del mar, le siguió con la
misma fuerza en despreciar la muerte. Mas el hecho de que tuvo miedo manifiesta
su debilidad en la tentación futura. Aunque se había atrevido a caminar, comenzó a
hundirse. La debilidad de la carne y el miedo a la muerte le empujaron hasta llevarle
a negar a Jesús. Mas gritó y pide al Señor que lo salve. Este grito es el gemido de su
arrepentimiento. Se arrepiente cuando el Señor no había sufrido aún. Y obtiene a
punto el perdón de sus negaciones, ya que Cristo habría sufrido a continuación por
la redención de la humanidad.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario al
Evangelio de S. Mateo, 14,15)

332 La Iglesia fundada sobre Pedro.- «La confesión de Pedro obtiene plenamente la
recompensa merecida, por haber visto en el hombre al Hijo de Dios (Mt 16,13-19). Es
dichoso, es alabado por haber penetrado más allá de la mirada humana viendo lo
que venía no de la carne ni de la sangre, sino contemplando la Hijo de Dios revelado
por el Padre celestial. Y es juzgado digno de reconocer el primero aquello que en
Cristo es de Dios.
¡Oh feliz fundamento de la Iglesia, proclamado con su nuevo nombre; piedra
digna de ser edificada, porque quebranta las leyes del infierno, las puertas de
Tártaro y todas las prisiones de la muerte! ¡Oh dichoso custodio del cielo, a cuyo
juicio son entregadas las llaves del acceso a la eternidad; cuyas decisiones,
anticipadas en la tierra, son confirmadas en el cielo! En su virtud, aquello que ha
sido atado o suelto sobre la tierra, recibirá en el cielo la condición de una decisión
idéntica.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario al Evangelio de S. Mateo, 16,7)
Las obras de Cristo

333 Negaciones y lágrimas de Pedro.- «¡Qué buenas lágrimas son las que lavan la culpa!
Por eso todos aquellos a los que Jesús mira, lloran. La primera vez que Pedro renegó
y no lloró era porque el Señor no lo había mirado. Le negó una segunda vez y
tampoco lloró, pues aún no le había mirado el Señor; pero, al negarle por tercera vez,
Jesús clavó en él su mirada y comenzó a llorar con incontenible amargura. Míranos,
Señor Jesús, para que sepamos llorar nuestro pecado. Con esto se nos enseña que
aún la caída de los santos es provechosa. Ningún daño me acarreó la negación de
Pedro y, sin embargo, he recibido un gran beneficio de su arrepentimiento. He
aprendido a guardarme de los planes de los hombres de mala fe. Pedro, cuando
estaba entre los judíos, renegó; Salomón, engañado por sus amigos paganos, cayó en
el error.» (S. AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 10,89)

334 Pescadores de hombres.- «Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el
confín de la tierra; muja el mar y lo que contiene, las costas y sus habitantes (Is 42,11).
Quiénes son éstos que deben cantar el cántico nuevo lo dicen las palabras que
siguen: Los que descendéis, dice, hasta el mar. Jesús, viendo a los Apóstoles en la orilla,
remendando sus redes junto al mar de Genesaret, los envió a alta mar (Lc 5,4) para
hacerlos, de pescadores de peces, pescadores de hombres. Ellos predicaron el
Evangelio hasta el Ilírico y España; dominando también, en breve tiempo, el poder
inmenso de la ciudad de Roma. Ciertamente, descendieron al mar y lo traspasaron,
soportando las tormentas y las persecuciones de este mundo. También las islas y sus
habitantes, la diversidad de las gentes y la multitud de las Iglesias.» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el profeta Isaías)

335 Los apóstoles de Jesucristo, salvadores del mundo.- «Y esos pobres desterrados
israelitas serán dueños de Canaán hasta Sarepta; y los desterrados de Jerusalén que están en
Sefarad se adueñarán de las ciudades meridionales. Subirán vencedores al monte de Sión,
para gobernar la montaña de Esaú. Y el Señor será quien reine (Abd v.20-21).
/.../. Realizadas así todas estas cosas, ascenderán los salvadores que hubieran
sido salvados del resto del pueblo judaico, al monte Sión, para juzgar y rechazar el
monte de Esaú. Como el Señor, que es la luz, llama a sus apóstoles luz y dice:
Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5,14), y él, que es la piedra, concede a Pedro ser
piedra, también el buen Pastor les da esos nombres. Y todo lo que de él se dice,
concede a sus siervos que se diga de ellos. Así el mismo Salvador quiso que sus
apóstoles fueran salvadores del mundo; los cuales, subiendo a la cumbre del monte
de la Iglesia, y depuesta la soberbia de los judíos y de todos los montes que se
alzaban contra la ciencia de Dios, prepararon el reino para el Señor.» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el profeta Abdías, 20,21ss)
Las obras de Cristo

336 Enviados a predicar.- «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres (Mt 4,19).
Éstos fueron los primeros llamados por el Señor para seguirle. Pescadores y
rudos (Hech 4,13), son enviados a predicar; no se pensara que la fe de los creyentes
era debida, no a la acción de Dios, sino a la elocuencia y a la ciencia.» (S. JERONIMO,
Comentario al Evangelio de S. Mateo)

337 Consignas dadas a los Apóstoles.- «Quien os recibe a vosotros, a mí me recibe; y quien
me recibe a mí, recibe al que me envió (Mt 10,40).
Magnífica ordenanza. Envía a predicar, enseña que no hay que temer los
peligros, subordina los efectos a la religión. Antes había quitado el oro, apartando el
dinero del ministerio. Dura condición la de los evangelizadores. ¿Cómo proveer a
los gastos, a las necesidades de la vida? Con la esperanza de las promesas tempera la
austeridad de los mandatos: El que os recibe -dice- a vosotros, a mí me recibe; y el que me
recibe a mí, recibe al que me envió, para que los creyentes piensen que reciben a Cristo.»
(S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S. Mateo)

338 Pedro, hombre de fe ardiente.- «Pedro le respondió: Señor, si eres tú, mándame ir a ti
sobre las aguas. Él le dijo: Ven. Pedro, saltando de la barca, caminó sobre las aguas y se acer-
có a Jesús (Mt 14,28-29).
En todos los lugares aparece Pedro hombre de fe ardiente. cuando preguntó a
sus discípulos qué decían los hombres que era él, Pedro confesó que era Hijo de
Dios. Cuando anunció su pasión, Pedro quería impedírselo y, aunque se equivocó en
el sentido, no erró en el afecto, no queriendo que muriera aquél, a quien poco antes
había confesado Hijo de Dios. Subió al monte con el Salvador el primero entre los
primeros, y en la pasión le siguió solo y lavó con lágrimas sus negaciones, a las que
había bajado por temor repentino. Después de la pasión, estando en el lago de
Genesaret pescando, estaba el Señor en la orilla, y Pedro tomó su manto y se tiró
inmediatamente al agua (Jn 21,7). Con el mismo ardor de su fe que siempre, también
ahora, mientras los demás guardan silencio, piensa que puede hacer, por voluntad
de su Maestro, lo que éste podía por naturaleza. Mándame ir a ti sobre las aguas.
Manda tú, e inmediatamente se solidificarán las olas y se hará leve el cuerpo pesado
por naturaleza. Y descendiendo Pedro de la nave, camina sobre el agua, para llegar hasta
Jesús.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S. Mateo)

339 El stater en la boca del pez.- «Y al decir "de los extraños", Jesús le dijo: O sea, que los
hijos están exentos (Mt 17,27).
No sé que admirar más, si la presciencia o la grandeza del Salvador. La
presciencia, porque había conocido que el pez tenía en su boca un stater y que sería
pescado el primero; la grandeza y el poder si, a su palabra, en seguida fue creado el
Las obras de Cristo

stater en la boca del pez; lo que habría de ocurrir lo hizo él con su palabra. Me
parece, según el sentido místico, que este es el pez que fue cazado el primero; estaba
en el profundo del mar y habitaba en las profundidades saladas y amargas; para que
el primer Adán fuera librado por el segundo. Y lo que estaba en su boca, esto es, que
fuera encontrado en la confesión, se pagara por Pedro y por el Señor. Bellamente se
entrega el mismo precio, pero está dividido: se pagaba por Pedro como pescador,
pero nuestro Señor no había cometido pecado, ni se encontró engaño en su boca (Is 53,9;
1Pe 1,32). El stater tiene dos dracmas, para mostrar la semejanza de la carne, pa-
gándose lo mismo por el siervo y el Señor. Pero también edifica al oyente entendido:
siendo tal la pobreza del Señor, que no tenía con qué pagar tributos por sí y por el
apóstol.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S. Mateo)

340 Jesús cabalga sobre un pollino.- «Cuando se fueron los discípulos e hicieron tal como les
había mandado, llevaron la borrica y el pollino, echaron sus mantos sobre ellos y Jesús montó
encima (Mt 21,6-7).
Este pollino y esta borrica, a los que los apóstoles extienden sus vestidos, para
que Jesús cabalgara más cómodo, antes de la llegada del Salvador estaban desnudos
y muchos reclamaban su dominio sobre ellos. Sin aparejo, pasaban frío. Mas, cuando
recibieron las vestiduras apostólicas, compuesto más bellamente, tuvieron al Señor
como jinete. La vestidura apostólica puede entenderse la doctrina de las virtudes, o
la exposición de la Escrituras, o la variedad de los dogmas eclesiásticos; con los
cuales, si el alma no está instruida y adornada, no merece tener por cabalgadura al
Señor.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S. Mateo)

341 Vocación de Simón y de su hermano Andrés.- «Y según iba por la orilla del mar del
Galilea, predicando el Evangelio de Dios, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón,
echando las redes en el mar, pues eran pescadores (Mc 1,16).
Simón, que todavía no era Pedro, pues todavía no había seguido a la Piedra
(Cristo), para que pudiera llamarse Pedro; Simón, pues, y su hermano Andrés
estaban a la orilla y echaban las redes al mar. Vio, dice, a Simón y a Andrés su hermano,
largando las redes al mar, pues eran pescadores. El Evangelio afirma tan sólo que
echaban las redes, mas no que cogían algo. Por tanto, antes de la Pasión, se afirma
que echaron las redes, mas no hay constancia de que capturaran algo. Después de la
Pasión, sin embargo, echan la red y capturaron tanto que las redes se rompían.» (S.
JERONIMO, Comentario al Evangelio de S. Marcos)

342 Primero peces, para ser luego pescadores.- «Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os
haré pescadores de hombres (Mc 1,17).
Las obras de Cristo

¡Feliz cambio de pesca! Jesús les pesca a ellos, para que, a su vez, ellos
pesquen a otros pescadores. Primero se hacen peces para ser pescados por Cristo;
después ellos mismos pescarán a otros /.../.
Y al instante, dejando sus redes, le siguieron (Mc 1,18).
Y al instante. La fe verdadera no conoce intervalo; tan pronto se oye, cree,
sigue, y se convierte en pescador. Al instante, dejando las redes. Yo pienso que en las
redes dejaron los pecados del mundo. Y le siguieron. No era, en efecto, posible que,
siguiendo a Jesús, conservaran las redes.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio
de S. Marcos)

343 Pedro, Santiago y Juan.- «No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y
Juan, el hermano de Santiago (Mc 5,37).
Alguien podría preguntar, diciendo: ¿Por qué son siempre elegidos estos tres,
y los demás dejados aparte? Pues también, cuando se transfiguró en el monte, tomó
consigo estos tres. Así, pues, son tres los elegidos: Pedro, Santiago y Juan. En primer
lugar, en este número se esconde el misterio de la Trinidad, por lo que este número
es santo de por sí. Pues también Jacob, según el Antiguo Testamento, puso tres varas
en los abrevaderos (Gén 30,37). Y está escrito en otro lugar: El esparto triple no se
rompe (Ecl 4,12). Por tanto, es elegido Pedro, sobre el que ha sido fundada la Iglesia;
Santiago, el primero entre los apóstoles que fue coronado con el martirio; y Juan, que
es el comienzo de la virginidad.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S.
Marcos)

344 Cuatro clases de apóstoles.- «Pablo, apóstol no por autoridad humana, ni gracias a un
hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos (Gál 1,1).
Hay cuatro clases de apóstoles: Una que no es por los hombres, ni por el
hombre, sino por Jesucristo y Dios Padre; otra, que ciertamente es por Dios, pero por
el hombre; la tercera, que es por el hombre, no por Dios; la cuarta, ni por Dios ni por
el hombre, sino por sí mismo. Al primer grupo puede pertenecer Isaías (Is 6,8) y los
demás profetas, y el mismo Pablo, que fue enviado, no por los hombres ni por un
hombre, sino por Dios Padre y por Cristo. Del segundo grupo, Jesús hijo de Nave,
que fue constituido apóstol por Dios ciertamente, mas por medio de un hombre,
Moisés (Dt 34,9). La tercera clase, cuando alguno se ordena por el favor o por la astu-
cia; como ahora vemos que muchos han venido al sacerdocio, no por voluntad de
Dios, sino habiéndose ganado el favor del vulgo. El cuarto, el de los pseudo-profetas
y pseudo-apóstoles, de los que dice el Apóstol: Esos individuos son falsos apóstoles,
obreros fraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cristo (2Cor 11,13).» (S. JERONIMO,
Comentario a la Carta a los Gálatas)

345 Los lobos mudados en ovejas.- «Ved que os envío como ovejas entre lobos (Mt 10,16).
Las obras de Cristo

Ponderad bien, hermanos míos, el proceder de Cristo. Un lobo nada más que
venga a muchas ovejas, las ovejas se espantarán aunque fueran millares, y bien que
no todas sean despedazadas, a todas las invade, por lo menos, el pánico. ¡Extraña
conducta, extraña resolución y gobierno extraño este del Señor que, lejos de permitir
que se acerque un lobo a las ovejas, envía las ovejas a los lobos! Os envío, dice, cual
ovejas entre lobos. Los lobos eran enjambre, pocas las ovejas. Y sucedió que, habiendo
tántos lobos matando tan pocas ovejas, se mudaron en ovejas los lobos convertidos.»
(S. AGUSTIN, Sermones, 64,1)

346 Tres confesiones de amor frente a tres negaciones.- «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes
que te amo (Jn 21,15-17).
Tú que lo sabes todo, sólo eso no sabes. No te pongas triste ¡oh apóstol!
Responde una, dos, tres veces. Venza tres veces la confesión en el amor, porque tres
veces fue vencida la presunción por el temor. Hay que desatar tres veces lo que tres
veces fue atado. Desata con el amor lo que habías atado por temor. Y el Señor confió
sus ovejas a Pedro una, dos y tres veces.» (S. AGUSTIN, Sermones, 295,4)
Las obras de Cristo

XV. Las obras de CristoError! Reference source not found.

«Señor, ¡sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué sois tan
cobardes, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los
vientos y al mar, y sobrevino una gran calma» (Mt 8,25-26).

«Él curó a muchos que sufrían diversas enfermedades y expulsó


demonios; y no les dejaba hablar a los demonios, porque sabían que era
él» (Mc 1,34).

«Se llegó al féretro y lo tocó, los que lo llevaban se pararon. Entonces


dijo: Joven, a ti te lo digo: Levántate. El muerto se incorporó y comenzó
a hablar; y él se lo entregó a su madre» (Lc 7,14-15).

«Otros muchos signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús en
presencia de sus discípulos. Éstos han sido escritos para que creáis que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en
su nombre» (Jn 20,30-31).
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defined.347 El fin de los milagros.- «Y nada de esto hacen los encantadores, puesto
que ni pueden ni quieren; pues no van a tener ganas de romperse la cabeza porque
los hombres se mejoren, cuando ellos mismos están llenos de los pecados más
vergonzosos e infames. Mas Jesús llevaba, por los milagros que hacía, a los que
contemplaban aquel hermoso espectáculo, a que mejoraran sus costumbres. ¿Cómo
no pensar, entonces, que se ofrecía a sí mismo como ejemplo de la vida más santa, no
sólo ante sus auténticos discípulos, sino también ante todo a los otros? Ante sus
discípulos, para moverlos a enseñar a los hombres conforme a la voluntad de Dios;
ante los otros, para que, enseñados a par por la doctrina, vida y milagros cómo
habían de vivir, todo lo hicieran con intención de agradar al Dios sumo. Ahora bien,
si tal fue la vida de Jesús, ¿con qué razón puede compararlo nadie con la profesión
de un hechicero? ¿No es más razonable tenerlo por Dios que, según la promesa de
Dios, apareció en cuerpo humano para beneficio de nuestro linaje?» (0RIGENES,
Contra Celso, 1,68)

348 Los milagros de los discípulos.- «Pero yo diría, además, que, conforme a la promesa
de Jesús (Jn 14,12), sus discípulos hicieron mayores milagros que los que él hizo en el
orden sensible. Y es así que continuamente se abren los ojos de los ciegos del alma; y
los oídos de quienes estaban sordos a las palabras de la virtud oyen de buena gana
hablar de Dios y de la vida bienaventurada en Dios; y muchos cojos de los pies del
que la Escritura llama hombre interior (Rom 7,22), ahora, curados por el Verbo, no
saltan simplemente, sino que saltan como un ciervo, animal enemigo de las
serpientes y superior al veneno de las víboras. Y estos cojos, una vez curados,
reciben de Jesús potestad de pisar, con los pies que antes cojeaban, por encima de las
serpientes y escorpiones de la maldad y, en absoluto, sobre toda la maldad del
enemigo (Lc 10,19). Y, al pisarla, no reciben daño, pues también ellos se han hecho
superiores a toda maldad y al veneno de los demonios.» (ORIGENES, Contra Celso,
2,47)

349 Milagros obrados por Jesucristo.- «Una vez vencido Satanás y coronada la
naturaleza humana con la victoria conseguida con él, volvió a Galilea con la fuerza
del Espíritu, utilizando el poder para obrar milagros varios y causando gran
admiración. Obraba milagros, recibiendo la gracia, no del exterior y dada por el
Espíritu, como ocurría en los otros santos, sino porque es el Hijo natural y verdadero
de Dios Padre, y heredero de todo lo que le es propio. Pues le decía: Todo lo mío es
tuyo y lo tuyo mío y he sido glorificado en ellos (Jn 17,10). Así, pues, es glorificado,
Las Bienaventuranzas

utilizando como propia la eficacia y el poder con que el Espíritu le es consustancial.»


(S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

350 El Espíritu Santo, el dedo de Dios.- «Si yo expulso los demonios... (Lc 11,20).
Como las cosas que decís no son verdad, sino falsas y fútiles, y hasta
calumniosas, consta que yo expulso los demonios con el dedo de Dios. Llama dedo al
Espíritu Santo. Cristo se dice mano y brazo del Padre, porque lo hace todo por él. De
igual modo el Hijo obra en el Espíritu. Así como el dedo depende de la mano, no es
ajeno a la misma, sino que está naturalmente en ella, así el Espíritu Santo está unido
consustancialmente al Hijo, aunque procede de Dios Padre.» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

351 Algo muy superior a los milagros.- «Ahora bien, ¿qué es lo que recomienda nuestra
vida? ¿Por ventura los milagros, o la perfección de una conducta intachable? Esto
último evidentemente. Los milagros, empero, de ahí toman su principio y ahí
tienden como a su fin. Y es así que quien lleva esa conducta intachable es el que se
atrae de Dios esta gracia de obrar milagros, y el que esa gracia recibe, para corregir
la vida de los demás la recibe. Cristo mismo hizo sus milagros porque así le dieran
crédito y, atrayéndose a sí mismo a los hombres, conducirlos a una vida de virtud
/.../. Mas ¿qué digo, que Cristo lo hace todo por este fin? Si a ti mismo, dime, se te
diera escoger entre resucitar muertos en su nombre o morir por su nombre, ¿qué
escogerías? ¿No es claro que lo segundo? Y, sin embargo, lo uno es milagro y lo otro
trabajo. Y qué, si te propusiera convertir la hierba en oro o tener tanta virtud que
despreciaras el oro como hierba, ¿no escogerías también esto último? Y con mucha
razón, pues esto es lo que mejor conquistaría a los hombres.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 46,4)

352 El agua convertida en vino.- «¿Por qué nuestro Señor, como primer signo, convirtió
el agua en vino? Fue para manifestar que la divinidad, que acababa de cambiar la
naturaleza de una cosa en otra, había transformado su misma condición en el seno
de la Virgen. De la misma forma, al coronar sus milagros, abrió el sepulcro, para
manifestar su independencia frente a la muerte. Él autenticó y confirmó este doble
trastorno de su nacimiento y de su muerte por este agua, sustancialmente
transformada en vino de la vid, sin que las tinajas de piedra sufriesen una
conversión paralela. Eran el símbolo de su cuerpo, concebido milagrosamente y
maravillosamente formado en el seno virginal, sin concurso de un hombre.» (S.
EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 5,6)
Las Bienaventuranzas

353 La mujer enferma que tocó a Jesús.- «El gentío te está oprimiendo y estrujando, y tú
dices ¿quién me ha tocado? (Lc 8,45; Mc 5,31). Simón indica a nuestro Señor cómo la
muchedumbre le tocaba y nuestro Señor indica a Simón que, entre todos, una sola le
había tocado /.../.
4. Muchos lo tocaban; mira, con todo, cómo había que buscar entre todos a
aquella sola que le había tocado realmente. Si, pues, todos lo tocaban y, entre todos
se busca a una, es claro que él conocía a todos los que le estrujaban, ya que una sola
mujer no se le ha podido ocultar. Y como todos indistintamente se acercaban a él y le
tocaban, y que él, con su mirada, buscaba una sola entre todos, es claro que los
conocía a todos como a ella, ya que había podido distinguir a la que en nada se
distinguía de los demás.
Muchos le tocaban en ese momento, pero como hombre; se busca a la que le
había tocado como Dios. Para denunciar y reprimir a aquellos que sólo le tocaban
como hombre. Él distingue, entre todos, una mujer sola, a fin de enseñar a todos, con
una sola palabra, que sabía por qué y cómo le tocaba cada uno.» (S. EFREN,
Comentario sobre el Diatésaron, 7,3-4)

354 Jesús manda al viento y al mar, y le obedecen.- «Y habiendo él subido a la nave, le


siguieron sus discípulos. De pronto se produjo una gran agitación en el mar... (Mt 8,23-27).
Después que los discípulos subieron a la barca, se desencadena una
tempestad, el mar está agitado, los pasajeros tienen miedo. Él, entregado al sueño, es
despertado por la inquietud miedosa; se le ruega venir en su ayuda. Él, repren-
diendo su poca fe, mandó calmarse al viento y al mar, mientras los hombres se
llenaban de estupor al ver que el viento y el mar obedecían sus órdenes. De acuerdo
con estos hechos, las Iglesias en las que no se mantiene en vela la palabra de Dios,
hacen naufragio; no porque Cristo se entregue al sueño, sino porque está
adormecido en nosotros a causa de nuestro sueño.» (S. HILARIO DE POITIERS,
Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo, 8,1)

355 Cómo extender la mano.- «Has oído las palabras del Señor que dice: Extiende la mano
(Lc 6,10). He aquí el remedio común y general. Y tú, que crees tener la mano sana,
cuídate de que la avaricia y el sacrilegio no la contraigan. Extiéndela con frecuencia;
extiéndela hacia ese pobre que te implora; extiéndela para ayudar al prójimo, para
llevar socorro a la viuda, para arrancar de la injusticia al que tienes sometido a una
vejación injusta; extiéndela hacia Dios por tus pecados. Así es como se extiende la
mano. Así es como Jeroboán tenía contraída la mano cuando sacrificaba a los ídolos,
y la extendió de nuevo cuando oró a Dios (1Re 13,4-6).» (S. AMBROSIO, Tratado so-
bre el Evangelio de S. Lucas, 5,40)
Las Bienaventuranzas

356 Poder de las lágrimas.- «Cristo vendrá a tu sepulcro y, si ve llorar por ti a Marta, la
mujer que cumplía bien su ministerio; y, si ve llorar a María, que escuchaba atenta a
la palabra de Dios, como la Santa Iglesia, que ha escogido la mejor parte (Lc 10,38-42),
se moverá a misericordia. Cuando en tu muerte vea las lágrimas de muchos, dirá:
¿Dónde lo habéis puesto? (Jn 11,34). Es decir, ¿en qué situación se encuentra entre los
culpables, en qué clase de penitentes? Quiero ver a aquél por quien vosotros lloráis,
para que él mismo me mueva con sus lágrimas. Quiero ver si está muerto al pecado,
cuyo perdón se pide.» (S. AMBROSIO, Tratado de la Penitencia, 2,7,54)

357 Jesús llora ante el sepulcro de Lázaro.- «Viendo, pues, la grave carga del pecado, el
Señor Jesús llora (Jn 11,35). En efecto, él no soporta que la Iglesia llore sola;
compadecido de su amada, dice al difunto: Ven afuera (Jn 11,43). Es decir: Tú que
yaces en las tinieblas de la conciencia y en las oscuridades de tus delitos, en esta
prisión de los reos, ven afuera, confiesa tu falta para que seas justificado, porque con
la boca se confiesa para la salvación (Rom 10,10).» (S. AMBROSIO, Tratado de la
Penitencia, 2,7,57)

358 Liberación del pecador.- «Llama, pues, a tu servidor. Yo estoy ligado con los lazos
de mis pecados, y tengo atados los pies, atadas las manos, y envuelto aún en los
pensamientos y las obras muertas (Heb 9,14). Mas, a tu llamada, saldré y quedaré libre
(Jn 11,44). Y me encontraré entre los que toman parte en tu banquete (Jn 12,2). Tu
casa se llenará de un perfume precioso (Jn 12,3), si tu proteges al que has decretado
rescatar. Éste, que no se alimentó en su infancia en el seno de la Iglesia, que no ha
sido adiestrado desde niño, ha sido sacado de los tribunales, arrancado de la
vanidad del siglo. Por la voz del heraldo, él se ha acostumbrado al canto de los
salmos. Si permanece en el sacerdocio, no es por su propia virtud, sino por la gracia
del Señor. ¡Y helo aquí, sentado con los convidados al banquete celestial!» (S.
AMBROSIO, tratado de la Penitencia, 2,8,72)

359 Jesús cura a la suegra de Simón.- «La suegra de Simón estaba en cama con fiebre (Mc
1,30).
¡Ojalá venga y entre el Señor en nuestra casa y, con un mandato suyo, cure la
fiebre de nuestros pecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre. Tengo fiebre, por
ejemplo, cuando me dejo llevar por la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Por ello,
pidamos a los apóstoles que intercedan ante Jesús, para que venga a nosotros y nos
tome de la mano: pues, si él toma nuestra mano, la fiebre huye al instante. Él es un
médico egregio, el verdadero protomédico. Médico fue Moisés, médico Isaías,
médicos todos los santos, mas éste es el protomédico. Sabe tocar sabiamente las
venas y escrutar los secretos de las enfermedades. No toca el oído, no toca la frente,
no toca ninguna otra parte del cuerpo, sino la mano. Tenía la fiebre, porque no
Las Bienaventuranzas

poseía obras buenas. En primer lugar, por tanto, hay que sanar las obras, y luego
quitar la fiebre. No puede huir la fiebre, si no son sanadas las obras. Cuando nuestra
mano posee obras malas, yacemos en el lecho, sin podernos levantar, ni poder andar,
pues estamos sumidos totalmente en la enfermedad.» (S. JERONIMO, Comentario
del Evangelio de S. Marcos)

360 La higuera tenía hojas, pero no fruto.- «Y al día siguiente, después que salieron de
Betania, sintió hambre. Y viendo una higuera que tenía hojas... (Mc 11,12).
Se quedó en Betania, mas, al salir de allí, sintió hambre de la salvación de los
judíos. No he venido, dice, sino para las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 15,24).
También hoy Cristo siente hambre. Por lo que respecta a los gentiles, está saciado,
mas siente hambre de los judíos. E incluso entre nosotros hay algunos que creen y
otros que no creen. En cuanto a los creyentes está saciado, en cuanto a los no
creyentes siente hambre.
Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas... ¡Infeliz judío! Dios es conocido en
Judá, en Israel es grande su nombre (Sal 75,2). Esto ocurría una vez, en la época de los
patriarcas, en la época de los profetas, pero ahora, aquel Dios, que por medio de
Jeremías decía: Yo soy un Dios cercano, no un Dios lejano (Jer 23,23), ahora ese mismo
Dios se ha retirado de los judíos y los ve de lejos, aunque, sin embargo, se les acerca
para salvarlos.
Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas... , hojas, que no frutos, esto es,
palabras, no significados; Escrituras, no entendimiento de las Escrituras. Vio, pues,
una higuera que tenía hojas. Siempre tiene hojas y nunca tiene fruto esta higuera,
que estuvo ya en el paraíso. Adán, en aquel tiempo, cubrió sus vergüenzas cuando
pecó, porque la higuera tenía hojas. Esta higuera es la sinagoga de los judíos, que
solamente tiene palabras y no entendimiento de las Escrituras.» (S. JERONIMO,
Comentario del Evangelio de S. Marcos)

361 La multitud apretuja, la fe toca.- «Tocar con el corazón; he aquí en qué consiste el
creer. En efecto, también aquella mujer que tocó la orla lo tocó con el corazón,
porque creyó. Además, él sintió a la que lo tocaba y no sentía a la multitud que lo
apretujaba. Alguien me ha tocado dice el Señor. Me tocó, creyó en mí. Y los discípulos,
al no entender lo que significaba ese me tocó, le dijeron: La multitud te apretuja y dices:
¿Quién me ha tocado? ¿No sé yo lo que digo con estas palabras: Alguien me ha tocado?
La multitud apretuja, la fe toca.» (S. AGUSTIN, Sermones, 229)

362 Admiración ante los milagros de Jesús.- «Pero como los hombres, atentos a otras
cosas, no consideran las maravillas de Dios, por las que sin cesar glorifican al
Creador, se reservó Dios el hacer prodigios no ordinarios, para que los hombres, que
están como aletargados, despierten con estas maravillas y le rindan adoración.
Las Bienaventuranzas

Resucita a un muerto y el hombre se admira. Nacen miles todos los días y nadie se
extraña. Sin embargo, si bien se examina, mayor milagro es comenzar a ser lo que no
era, que resucitar al que ya había sido. El mismo Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo hace estas maravillas por su Verbo y las gobierna el mismo que las realiza.
Los primeros milagros los obra por su Verbo, que es Dios con él; y los segundos, por
el mismo Verbo suyo encarnado y hecho hombre por nosotros. Del mismo modo que
se admira lo realizado por Jesús hombre, se debe admirar lo realizado por Jesús
Dios.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 8,1)

363 Piadoso latrocinio.- «Al instante se le secó su flujo de sangre y sintió en su cuerpo que
había quedado curada de su enfermedad (Mc 5,29).
Piadoso latrocinio, perpetrado con la complicidad y por instigación de la fe.
He aquí la virtud, rodeada de cosas contrarias: el fraude, con la connivencia de la fe,
ha obtenido lo que buscaba. Una mujer se mete entre la multitud que oprimía a
Jesús, se acerca de manera que no sea conocida y tiene el presentimiento de poder
robar la curación sólo con la fe, quedando escondida su persona. Se acerca por
detrás, creyéndose indigna de ser vista. La fe curó en un momento lo que en doce
años no pudo curar la ciencia humana.
Ante este ejemplo podemos pensar que, quien no sabe curarse con la fe sola,
por su culpa se arrastra largo tiempo en sus enfermedades y sufre por su
negligencia. La mujer tocó el vestido y fue curada; fue librada de un mal antiguo.
Infelices de nosotros que, aún recibiendo y comiendo cada día el Cuerpo del Señor,
no nos curamos de nuestras calamidades. No es Cristo quien falta a quien está
enfermo, sino la fe. En efecto, mucho más ahora, que él permanece en nosotros,
podrá curar las heridas que entonces, cuando de paso curó de esta manera a una
mujer que se escondía.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 33)

364 La saliva y las manos de Jesús.- «Vino Jesús a Betsaida. Y le presentan un ciego, y le
suplican que lo toque. Y cogiendo al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea. Y, después de
tocarle los ojos con saliva y de imponerle las manos, le preguntó: ¿Ves algo? Alzó los ojos y
dijo: Veo los hombres, porque los veo caminar, como árboles. Luego le puso otra vez las manos
sobre los ojos y empezó a ver perfectamente, y quedó restablecido, de forma que, de lejos, veía
todo con claridad (Mc 8,22-25).
Con saliva divina llena las lagunas vacías de sus ojos, con su boca divina hace
una saliva luciente, para lavar los ojos del pecador con una gota de santo rocío, para
abrir con el perdón los ojos que había cerrado la culpa. Nadie, pues, dude de que los
miembros mortales secos puedan ser vivificados con la lluvia divina, al ver que, con
un poco de saliva, los ojos secos por la ceguera son abiertos a la luz /.../.
Y le impuso las manos. Al hacer, al separar, al congregar al hombre, las manos
del Señor están siempre presentes. Tus manos me hicieron y me formaron (Sal 118,73).
Las Bienaventuranzas

Y le preguntó si veía algo. Pregunta en cuanto hombre, obra en cuanto Dios. El


que ve lo escondido de la tierra, el que ve los secretos del corazón, al que las cosas
ocultas a todos están desnudas, busca ver con sus ojos, trabaja para saber. ¿Lo conoce
porque otro se lo diga? En absoluto; pregunta para que lo conozcan cuantos están
presentes; para que lo conozcan los que han de venir. La curación de esta ceguera no
es una simple curación, sino una curación mística.» (S. PEDRO CRISOLOGO,
Sermones, 176)
Las Bienaventuranzas

XVI. Las BienaventuranzasError! Reference source not found.

«Al ver la multitud, subió a un monte, se sentó y se le acercaron sus


discípulos. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino
de los cielos... » (Mt 5,1-12).

«Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, dijo: Bienaventurados los
pobres, porque vuestro es el reino de los cielos... Pero ¡Ay de vosotros
los ricos! porque ya habéis recibido vuestro consuelo... » (Lc 6,20-26).
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defined.365 «Dichosos los limpios de corazón».- «Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).
Sin embargo, en su propia grandeza y en su gloria inenarrable, nadie que vea a
Dios vivirá (Éx 33,20), ya que el Padre es incomprensible. Pero en su amor, en su
bondad para con los hombres y en su omnipotencia, concede esto a los que le aman,
es decir, que vean a Dios. Esto es lo que anunciaban los profetas, porque lo que es
imposible a los hombres es posible para Dios (Lc 18,27). Porque el hombre por sí mismo
no verá a Dios; pero si Dios quiere, puede hacerse visible a los hombres, a los que
quiera, cuando quiera y como quiera. Dios lo puede todo; y así fue visto entonces
proféticamente por medio del Espíritu, y ha sido visto según la adopción por medio
del Hijo, y será visto según su paternidad en el reino de los cielos, ya que el Espíritu
prepara al hombre para hacerlo hijo de Dios, y el Hijo lo lleva al Padre, y el Padre le
da la incorrupción y la vida eterna, cosas todas que resultan a cada uno del hecho de
ver a Dios. Porque así como los que ven la luz están dentro de la luz y participan de
su resplandor, así los que ven a Dios están dentro de Dios y participan de su res-
plandor. El resplandor de Dios da la vida; por tanto, los que ven a Dios participan de
la vida.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 4,20,5)

366 Las Bienaventuranzas vividas por Jesucristo.- «Cuando el Señor se acercó, al ver la
ciudad, lloró sobre ella... (Lc 19,41).
Hay que ver ante todo la significación de sus lágrimas. Todas las
bienaventuranzas, de las que Jesús habló en el Evangelio, las confirma con su
ejemplo y, lo que enseñó, lo prueba con su propio testimonio. Bienaventurados, dice,
los mansos (Mt 5,4). Es lo que dice de sí mismo: Aprended de mí, que soy manso (Mt
11,29). Bienaventurados los pacíficos (Mt 5,9). Y ¿quién otro tan pacífico como mi Señor
Jesús, que es nuestra paz, que quitó de en medio la enemistad y la destruyó en su carne (Ef
2,14). Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia (Mt 5,10). Nadie ha
padecido persecución por la justicia como el Señor Jesús, que fue crucificado por
nuestros pecados. El Señor muestra en sí mismo todas las bienaventuranzas.
Conforme a lo que había dicho: Bienaventurados los que lloran (Mt 5,5), él lloró para
plantar también el fundamento de esta bienaventuranza. Lloró sobre Jerusalén,
diciendo: Si hubieras conocido también tú la visita de la paz; pero ahora se esconde a tus ojos
y lo demás, hasta aquel lugar donde dice: porque no has conocido el tiempo de tu
visitación (Lc 19,41-44).» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas, 38,1-
2)
La Oración

367 El monte de las Bienaventuranzas.- «¿Quién es tal que sea discípulo del Verbo y
suba con él, desde los cóncavos y viles pensamientos, al monte espiritual de la alta
contemplación? Este monte está lejos de toda sombra, proyectada desde los túmulos
sobresalientes de la necedad y de los vicios, iluminado por todas partes con el rayo
de la luz, en la limpia serenidad de la verdad, y muestra desde la atalaya todas
aquellas cosas que están levantadas, para ser vistas por los ojos, que están situados
en el hueco de los castigados y tristes.
Cuántas y cuáles sean las cosas que se contemplan desde esta altura, las
enseña el mismo Dios Verbo a aquellos que subieron juntamente con él. Explica la
bienaventuranza, como mostrando con el dedo, por una parte, el reino de los cielos,
por otra, la herencia de la tierra inferior; después la misericordia, la justicia, el
consuelo y aquel conocimiento de todas las cosas que está en Dios, y el fruto de las
persecuciones, que es llegar a ser compañero de Dios; ver claramente, desde arriba,
todas aquellas cosas que son objeto de la esperanza.» (S. GREGORIO DE NISA,
Homilías sobre las Bienaventuranzas, 1)

368 Pobres en el espíritu.- «¿Quieres saber quién es pobre en el espíritu? El que cambia
la abundancia material por las riquezas espirituales, el que por espíritu es pobre, el
que huye y desprecia las riquezas terrenas como una carga, para ser arrebatado en
los aires, como dice el Apóstol, al encuentro del Señor (1Tes 4,17).
Cuál sea la manera cómo se haga esto, lo prescribe el Salmo: Reparte, dice,
limosna a los pobres, su justicia permanece por los siglos de los siglos (Sal 111,9). El que
parte su pan con los pobres se constituye en parte de aquél que, por nosotros, quiso
ser pobre. Pobre fue el Señor, no temas la pobreza. El que por nosotros se hizo pobre,
conquista el verdadero reino de toda la creación. Luego si, con el que fue pobre, eres
pobre en su compañía, también tú reinarás en unión con el que reina. Bienaventurados
los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3).» (S. GREGORIO
DE NISA, Homilías sobre las Bienaventuranzas, 1)

369 La mansedumbre.- «Así, pues, estar bien dispuesto y animado no es otra cosa que
estar en un profundo hábito de humildad del alma, conseguida la cual y libre de
trabas, la ira no tendría entrada alguna frente al alma. Ahora bien, quitada la ira de
en medio, la vida discurre tranquila y plácida; lo que no es otra cosa que la
mansedumbre, cuyo premio es la bienaventuranza y la herencia de la tierra celestial,
por Jesucristo, al cual sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.» (S.
GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las Bienaventuranzas, 2)

370 La verdadera alegría.- «Habiendo dos mundos y una doble vida peculiar de cada
mundo, también, de manera semejante, hay una doble alegría: una en el siglo
presente, la otra se espera en aquel otro, objeto de esperanza. Habría de considerarse
La Oración

como bienaventuranza el que alguien reserve, por medio de los verdaderos bienes,
un caudal de alegría para la vida sempiterna, y sobrelleva la tristeza, durante esta
vida temporal: no tomando como daño y detrimento el verse privado en la vida pre-
sente de las cosas agradables y alegres, sino que, al gozarlas, experimenta la pérdida
de bienes mejores y más ricos.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las
Bienaventuranzas, 3)

371 La voluntad del Padre, alimento de Jesús.- «¿Cuál es el alimento deseado por Jesús?
Después de su diálogo con la Samaritana, dice a sus discípulos: Mi alimento es hacer la
voluntad de mi Padre (Jn 4,34). Y la voluntad del Padre es bien conocida: Quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4).
Luego, si él quiere que nosotros seamos salvos y nuestra salvación es su
alimento, aprendamos cuál sea el comportamiento de la voluntad y el afecto de
nuestra alma. ¿Cuál? Tengamos hambre de la salvación de nosotros mismos,
tengamos sed de la voluntad de Dios, que es que nosotros la cumplamos.
Cómo podemos nosotros adquirir esta hambre, lo aprendemos ahora con esta
bienaventuranza. El que desea la justicia encuentra aquello que de verdad hay que
apetecer /.../.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las Bienaventuranzas, 4)

372 La misericordia, prenda del amor.- «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia (Mt 5,7). /.../.
La misericordia es efecto lleno de amor hacia aquellos que están afligidos por
cosas tristes y molestas. Así como la inhumanidad y la crueldad traen su origen y
causa del odio, así la misericordia nace de alguna forma de amor, y no existiría sino
es por aquí /.../.
Luego la misericordia, como la definición misma la manifiesta, es madre de la
benevolencia, la prenda del amor, el vehículo de todo afecto amistoso. Pues, ¿qué se
puede pensar más firme y seguro en la vida que este cuidado y esta seguridad? Con
razón el Verbo juzga dichosa la misericordia, cuando se compendian en este nombre
tántos bienes.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las Bienaventuranzas, 5)

373 «Los limpios de corazón verán a Dios».- «Lo mismo suele acontecer al que, desde la
cumbre de un monte alto, mira lo dilatado del mar, esto mismo le sucede a mi mente
cuando desde la altura de la voz divina, mira la inestimable profundidad de su
contenido.
Sucede, en efecto, lo mismo que en muchos lugares marítimos, en los que, al
contemplar un monte por el lado que mira al mar, lo vemos como cortado por la
mitad y completamente liso desde su cima hasta la base, y como si su cumbre
estuviera suspendida sobre el abismo; la misma impresión que causa al que mira
desde tan elevada altura a lo profundo del mar, esa misma sensación de vértigo
La Oración

experimento yo al quedar como en suspenso por la grandeza de esta afirmación del


Señor: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).
Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado. A Dios nadie
lo ha visto jamás, dice San Juan (Jn 1,18); y San Pablo confirma esta sentencia con
aquellas palabras tan elevadas: A quien ningún hombre ha visto ni puede ver (1Tim
6,16). Ésta es aquella piedra leve, lisa y escarpada, que aparece como privada de todo
sustentáculo y aguante intelectual; de ella afirmó también Moisés en sus decretos
que era inaccesible, de manera que nuestra mente nunca puede acercarse a ella por
más que se esfuerce en alcanzarla, ni puede nadie subir por sus laderas escarpadas,
según aquella sentencia: Nadie puede ver al Señor y quedar con vida (Éx 33,20).
Y, sin embargo, la vida eterna consiste en ver a Dios y que esta visión es
imposible lo afirman las columnas de la fe, Juan, Pablo y Moisés. ¿Te das cuenta del
vértigo que produce en el alma la consideración de las profundidades que contem-
plamos en estas palabras? Si Dios es la vida, el que no ve a Dios no ve la vida. Y que
Dios no puede ser visto lo atestiguan movidos por el Espíritu divino, tanto los
profetas como los apóstoles. ¿En qué angustias no se debate así la esperanza del
hombre?
Pero el Señor levanta y sustenta esta esperanza que vacila. Como hizo en la
persona de Pedro, cuando estaba a punto de hundirse, al volver a consolidar sus pies
sobre las aguas (Mt 14,28-31).
Por lo tanto, si también a nosotros nos da la mano aquél que es la Palabra; si,
viéndonos vacilar en el abismo de nuestras especulaciones, nos otorga la estabilidad,
iluminando un poco nuestra inteligencia, entonces ya no temeremos, si caminamos
cogidos de su mano. Porque dice: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios (Mt 5,8).
/.../.
Si os esmeráis, con una actividad diligente, en limpiar vuestro corazón de la
suciedad con que lo habéis embadurnado y empobrecido, volverá a resplandecer en
vosotros la hermosura divina. Cuando un hierro está ennegrecido, si con un
pedernal se le quita la herrumbre, en seguida vuelve a reflejar los resplandores del
sol; de manera semejante la parte interior del hombre, lo que el Señor llama el
corazón, cuando ha sido limpiado de las manchas de herrumbre contraídas por su
reprobable abandono, recupera la semejanza con su forma original y primitiva, y así,
por esta semejanza con la bondad divina, se hace él mismo enteramente bueno.
Por tanto, el que se ve a sí mismo, ve en sí mismo aquello que desea, y de este
modo es dichoso el limpio de corazón, porque, al contemplar su propia limpieza, ve
como a través de una imagen, la forma primitiva. Del mismo modo, en efecto, que el
que contempla el sol en un espejo, aunque no fije sus ojos en el cielo, ve reflejado el
sol en el espejo, no menos que el que lo mira directamente, así también vosotros, -es
como si dijera el Señor- aunque vuestras fuerzas no alcancen a contemplar la luz
inaccesible, si retornáis a la dignidad y belleza de la imagen que fue creada en
vosotros desde el principio, hallaréis aquello que buscáis dentro de vosotros mismos.
La Oración

La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es


apartamiento de todo mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, Dios está en ti.
Si tu espíritu, pues, está limpio de toda mala inclinación, libre de toda afición
desordenada y alejado de todo lo que mancha, eres dichoso por la agudeza y
claridad de tu mirada, ya que, por tu limpieza de corazón, puedes contemplar lo que
escapa a la mirada de los que no tienen esta limpieza y, habiendo quitado de los ojos
de tu alma la niebla que los envolvía, puedes ver claramente, con un corazón sereno,
un bello espectáculo.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las
Bienaventuranzas, 6)

374 Los pacíficos tienen paz y dan la paz.- «Bienaventurados los pacíficos dice (Mt 5,9).
Pacífico es el que da al otro la paz; y nadie puede dar lo que no tiene. Quiere, por
eso, que primero tú estés lleno de los bienes de la paz, y después la des a los
necesitados de este bien /.../.
Ante todo consideremos qué sea la paz. ¿Qué otra cosa sino la mutua afección
junta con amor para con el compañero y el prójimo? ¿Qué es lo que entendemos
contrario al amor? El odio, la irritación, la envidia, el recuerdo persistente de las
injurias, las simulación, las calamidades y ruinas de la guerra; ¿no ves cuántos y
cuáles males, cuyo remedio se anuncia con una sola palabra? Porque la paz se opone
y contradice por igual a cada uno de estos males enumerados y, con su presencia,
lleva la destrucción del mal. /.../. Por lo mismo, al pacífico se le llama hijo de Dios,
porque es imitador del Hijo que concede esta gracia a la vida de los hombres.» (S.
GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las Bienaventuranzas, 7)

375 Los perseguidos por causa de la justicia.- «Bienaventurados los que padecen persecución
por la justicia (Mt 5,10).
¿De dónde y por quién son perseguidos? Ciertamente, la razón que se ocurre
en seguida nos trae al recuerdo el estadio de los mártires y designa la carrera de la
fe. Pues la persecución de uno que corre supone un gran esfuerzo de rapidez. Más
bien, indica también la victoria en la carrera. Nadie puede vencer en la carrera, si no
es dejando atrás al que corre junto a él. Por tanto, el que corre al premio de la suprema
vocación (Fil 3,14), como aquél que es perseguido por el enemigo por causa del
premio, lo mismo tiene a su espalda, éste a aquél que le disputa el premio, éste al
que lo persigue. Estos son los que hacen la carrera del martirio en combates acepta-
dos por causa de la piedad a los que persiguen sus enemigos, pero no los alcanzan.
Parece haber propuesto, con las últimas palabras, como coronación, la cabeza
y la suma para la esperanza de la felicidad propuesta. En verdad es dichoso el
padecer persecución por el Señor. ¿Por qué? Porque ser perseguido por el mal es
causa de bien. La liberación y evitación del mal es ocasión de alcanzar el bien.
El bien, y sobre todo bien, es el mismo Señor, a quien aspira en su carrera
aquél que padece persecución. Luego es realmente bienaventurado el que se sirve de
La Oración

su enemigo para alcanzar el bien.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre las
Bienaventuranzas, 8)

376 La humildad, cabeza de la virtud.- «¿Cuál es -me preguntas- la cabeza de la virtud?


La cabeza de la virtud es la humildad. De ahí que Cristo empezara por ella sus
Bienaventuranzas diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu (Mt 5,3). Esta cabeza
no tiene ciertamente cabellera ni trenzas; pero sí tal belleza que enamora al mismo
Dios /.../. Esta cabeza, en lugar de cabellos y cabellera, ofrece a Dios sacrificios
agradables. Ella es altar de oro y propiciatorio espiritual. Porque sacrificio es para Dios
un espíritu contrito (Sal 50,19) /.../. ¿Quieres contemplar ahora, o mejor, saber cómo
es su rostro? Conoced, pues, ahora su color sonrosado y la flor de la belleza, y la
mucha gracia que respira, y sabed de dónde le viene. ¿De dónde, pues, le viene? De
su pudor y su vergüenza /.../. Si queréis contemplar los ojos, miradlos suavemente
pintados de modestia y castidad. De ahí que sean tan bellos y penetrantes, que son
capaces de ver al Señor mismo. Bienaventurados -dice- los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios (Mt 5,8). Su boca es la sabiduría, y la prudencia y el conocimiento de
los himnos espirituales. Su corazón es la familiaridad con las Escrituras, la
observación de las doctrinas exactas, la caridad y la bondad /.../. Tiene también la
virtud sus pies y sus manos, que son las buenas obras; tiene un alma, que es la pie-
dad; tiene un pecho de oro y más duro que el diamante, que es la fortaleza. Todo es
fácil vencerlo antes que romper este pecho. El espíritu, en fin, que reside en el
cerebro y en el corazón, es la caridad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el
Evangelio de S. Mateo, 47,3)

377 Bienaventuranzas para todos.- «Pues mucho te engañas y yerras -te respondo yo- si
piensas que una cosa se exige al seglar y otra al monje. La diferencia está en que el
seglar se casa y el monje no; en todo lo demás, a uno y a otro le pedirán las mismas
cuentas. Y así, el que se irrita contra su hermano sin motivo, sea seglar, sea monje,
ofende igualmente a Dios /.../. Y lo mismo hizo en todos los otros grandes y
maravillosos mandamientos que nos puso. Y es así que cuando dice: Bienaventurados
los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los
misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, los que sufren persecución por la
justicia, los que por causa suya oyen lo decible y lo indecible de parte de los gentiles (Mt 5,3-
12), no aparece para nada el nombre del monje ni del seglar. Esta distinción se ha
introducido por invención de los hombres.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Contra los im-
pugnadores de la vida monástica, 3,14)

378 Bendecir, no maldecir.- «Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no queráis maldecir
(Rom 12,14).
La Oración

Bendecid a los que os persiguen. No dijo: No recordéis las injurias, no os venguéis,


sino que exige mucho más; aquello es de los filósofos, esto es propio de ángeles.
Habiendo dicho: Bendecid, añade: Y no queráis maldecir, para que no hagamos esto o
lo otro, sino tan sólo lo que él dice. Porque los que persiguen nos ofrecen ocasión de
merecer. Si tú estás vigilante, con esto prepararás para ti la merced de su bendición y
haces un signo máximo del amor de Cristo. Así como el que maldice al que le
persigue, demuestra que él no goza, cuando padece estas cosas por Cristo, así el que
bendice muestra mucho amor a Cristo. No le injuries, para conseguir más fruto, y le
enseñas así que el asunto sigue adelante con alegría, no por necesidad. Cristo decía:
Dichosos seréis cuando os insulten y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de
calumnias por mi causa (Mt 5,11). Por eso también los Apóstoles salieron alegres del
Sanedrín, no sólo por haber sido injuriados, sino también por haber sido azotados
(Hech 5,41).
Además de lo dicho, conseguirás otra cosa no menos importante: así derribas
a los adversarios y les enseñas que tú vas por otro camino. Porque si te ve alegre y
gozoso cuando padeces, se dará cuenta de que tú tienes una esperanza mejor que los
bienes presentes; si, por el contrario, no haces sino llorar y lamentarte, ¿por dónde
podrá él saber que tú esperas una vida mejor? Y todavía conseguirás otra cosa: si te
ve, no doliéndote de las injurias, sino bendiciendo, dejará de perseguir.
Mira cuántos bienes se siguen de aquí: para ti un premio mayor; él dejará de
perseguir y Dios será glorificado; y tu conducta será una lección que lleve a la
piedad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos, 22,1)

379 «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia».- «Comerán y no se saciarán, se
prostituirán con los ídolos sin dar fruto, porque abandonaron al Señor. Fornicación, vino y
licor arrebatan el corazón (Os 4,10-11).
/.../. La concupiscencia es insaciable y cuanto más es atendida, crea más
hambre. Por el contrario, Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados (Mt 5,6). Como la justicia sacia, así la iniquidad, que no tiene sustancia,
engaña a los que comen cosas vanas con mentira. Han fornicado y no cesaron. En la
fornicación faltan las fuerzas y no se acaba el deseo de fornicar /.../. La fornicación,
el vino y la ebriedad quitan el corazón. Como el vino y la borrachera dejan sin razón
al que bebe, así la fornicación y la concupiscencia pervierten el sentido y debilitan al
ánimo; de un hombre razonable hacen un animal bruto, para que frecuente las
tabernas, y lupanares y burdeles.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta
Oseas)

380 La turba no puede ascender.- «Y al ver aquel gentío, subió al monte; y, después de
sentarse, se le acercaron sus discípulos (Mt 5,1).
El Señor sube con los suyos a la montaña, para atraer consigo a las alturas a la
multitud. Pero la turba no puede ascender. Le siguen sus discípulos; a los que habla,
La Oración

no en pie, sino sentado. No lo podrán entender, estando resplandeciente de


majestad.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)

381 «Pobres en su voluntad por el Espíritu Santo».- «Dichosos los pobres de espíritu (Mt
5,3).
Esto es lo que leemos en otra parte: El Señor está cerca de los afligidos, salva a los
humildes (Sal 33,19). Para que nadie pensara que la pobreza, que muchas veces se
soporta por necesidad, era proclamada por el Señor, añadió: de espíritu. Para que
entiendas la humildad, no la miseria. Dichosos los pobres de espíritu, que son pobres en
su voluntad por el Espíritu Santo. Por esta clase de pobres dice el Señor por Isaías: El
Señor me ha ungido; me ha enviado para anunciar la buena noticia a los pobres (Is 61,1).» (S.
JERONIMO, Comentario del Evangelio de S. Mateo)

382 Humildes y temerosos de Dios.- «Por consiguiente, con razón se entiende aquí que
son pobres de espíritu los humildes y temerosos de Dios, es decir, los que no tienen
espíritu que infla. No podía empezar de otro modo la bienaventuranza, porque ella
debe hacernos llegar a la suma sabiduría, pues, el principio de la sabiduría es el temor de
Dios (Eclo 21,16), mientras que por el contrario el primer origen de todo pecado es la
soberbia (Eclo 10,15). Apetezcan, pues, y amen los soberbios el reino de la tierra; mas
bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3).» (S.
AGUSTIN, Sermón de la Montaña, 1,1,3)

383 Vencer el mal con el bien.- «Los hombres mansos son aquellos que ceden ante los
atropellos de que son víctimas y no hacen resistencia a la ofensa, sino que vencen el
mal con el bien (Rom 12,21).» (S. AGUSTIN, Sermón de la Montaña, 1,2,4)

384 La paz es tu Dios.- «¿Cuáles son tus deleites? Y se deleitarán con la abundancia de la
paz. La paz es tu oro, la paz es tu plata, la paz son tus heredades, la paz es tu vida, la
paz es tu Dios. Cuanto deseas será tu paz. En la tierra, lo que es oro no puede
servirte de plata; lo que es vino no puede servirte de pan; lo que es luz para ti no
puede ser tu bebida. Tu Dios será para ti todo. Lo comerás para no tener hambre, lo
beberás para no tener sed, serás iluminado por él para que no seas ciego, serás
sostenido por él para que no desfallezcas. El todo Absoluto te poseerá todo íntegro.
Allí no padecerás escasez con aquél que todo lo posee. Todo lo tendrás y él te tendrá
todo, porque tú y él seréis uno, pues aquél que os posee tendrá la total unidad.» (S.
AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 36,I,12)
La Oración

385 La paz final.- «En la paz final, empero, que debe ser la meta de la justicia que
tratamos de adquirir aquí abajo, como la naturaleza estará dotada de inmortalidad y
de incorrupción y carecerá de vicios, no sentiremos resistencia alguna interior ni
exterior, no será necesario que la razón mande a las pasiones, pues no existirán. Dios
imperará al hombre y el alma al cuerpo. Y esto se hará con facilidad y un dulzor tal
cual corresponde a una felicidad triunfante y gloriosa. Este estado será eterno y
estaremos ciertos de su eternidad. Y, por eso, en la paz de esta felicidad y en la
felicidad de esta paz consistirá el sumo bien.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios,
19,27)

386 Las Bienaventuranzas del Señor.- «Cuál sea la doctrina de Cristo, manifiéstanlo sus
sagradas sentencias, para que los que desean llegar a la bienaventuranza eterna
conozcan los grados de la felicísima subida.
Bienaventurados, dice, los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos
(Mt 5,3). De qué clase de pobres habla la Verdad, tal vez podría dudarse si, al decir:
Bienaventurados los pobres, no añadiese qué calidad de pobres se ha de entender. Y
parecería ser suficiente para alcanzar el reino de los cielos la sola indigencia que
muchos padecen con grave y dura necesidad. Mas, al decir Bienaventurados los pobres
de espíritu, muestra que el reino de los cielos se ha de dar a los que recomienda la
humildad del alma más que la escasez de fortuna.
/.../.
Después de la predicación de esta felicísima pobreza, añadió el Señor
diciendo: Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados (Mt 5,5). Este llanto,
amadísimos, al que le promete el consuelo eterno, no es común con la aflicción de
este mundo, ni hacen dichoso estos lamentos que se prorrumpen por el gemido de
todo el género humano. Es otra la razón de este llanto, otra la causa de estas
lágrimas. La tristeza religiosa, o llora el propio pecado o el ajeno. Ni siquiera se
lamenta por el castigo de la divina justicia, sino sólo de lo que realiza la iniquidad
humana. Pues mucho más se ha de compadecer del que hace el mal que de aquél que
lo soporta, porque el inicuo se hace reo de pena por su malicia, mas el justo, por su
paciencia, es llevado a la gloria.
Continuó diciendo el Señor: Bienaventurados los mansos, porque poseerán la tierra
(Mt 5,4). Se promete la tierra a los benignos y mansos, a los humildes y modestos, y a
los que están dispuestos a soportar toda clase de injurias. No se debe pensar que esta
heredad es pequeña o de baja calidad y como separada de la habitación celeste,
siendo así que no son otros los que entran en el reino de los cielos. La tierra
prometida a los benignos y que se ha de dar en posesión a los mansos es la carne de
los santos que, por el mérito de la humildad, será transformada por la feliz
resurrección y revestida con la gloria de la inmortalidad, y en nada será ya contraria
al espíritu, y habitará con la voluntad del ánimo en el consentimiento de una
perfecta unidad. Entonces el hombre exterior será tranquila e inmutable posesión del
hombre interior /.../.
La Oración

Después añadió el Señor y dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán hartos (Mt 5,6). Ninguna cosa temporal apetece esta hambre,
ni ninguna cosa terrena anhela esta sed, sino que desea saciarse del bien de la justicia
y, oculta a la mirada de todos, desea llenarse del mismo Señor. Dichosa la mente que
ambiciona esta comida y arde por esta bebida, que no la desearía, sino hubiese ya
gustado esta suavidad. Al escuchar al espíritu profético, que le dice: Gustad y ved qué
suave es el Señor (Sal 33,9), recibió una porción de la dulzura celestial, y se inflamó del
amor del casto placer, de modo que, abandonando todas las cosas temporales, an-
hela con todo su afecto comer y beber la justicia, y abraza la verdad del primer
mandamiento, que dice: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y
con todas tus fuerzas (Dt 6,5; Mt 22,37); porque amar la justicia no es otra cosa que
amar a Dios. Y, puesto que al amor de Dios se une el cuidado del prójimo, a este
deseo de justicia se añade la virtud de la misericordia. Y se dice:
Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios será misericordioso con ellos (Mt
5,7). Reconoce ¡oh cristiano! la dignidad de tu sabiduría y entiende cuál ha de ser tu
conducta y a qué premio eres llamado. La misericordia quiere que seas
misericordioso; la justicia, que seas justo, a fin de que en la criatura aparezca el
Creador y en el espejo del corazón humano resplandezca expresada por la imitación
la imagen de Dios. Sea segura la fe de los que trabajan, y se cumplirán todos tus
deseos, y gozarás en fin de aquello que amas. Y porque todas las cosas son puras
para ti a causa de la limosna, conseguirás también aquella dicha que es prometida,
como dice el Señor.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8). Gran
felicidad es aquella, amadísimos, a la cual se prepara tan gran premio. ¿Qué significa
tener el corazón limpio sino haber tenido cuidado de las virtudes de que antes se ha
hablado? ¿Qué felicidad será ver a Dios, ya que ni la mente puede concebirlo ni
expresarlo la boca? /.../. La vida manchada no podrá ver el esplendor de la luz
verdadera. Huyan, pues, las tinieblas de las vanidades terrenas y sean purificados
los ojos interiores de toda inmundicia de iniquidad, para que la mirada serena se
sacie sólo de tan gran visión de Dios. Para merecer esto, creamos que es necesario
también lo que sigue:
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9).
Esta bienaventuranza, amadísimos, no se refiere a cualquier concordia y armonía,
sino a aquella de la cual dice el Apóstol: Tened paz para con Dios (Rom 5,1; 2Cor 13,11)
y de la que habla el profeta David: Mucha paz a los que aman tu ley, y no es escándalo
para ellos (Sal 118,16). Esta paz no se la apropian los lazos estrechísimos de la amistad
ni las indiferentes semejanzas de ánimo, si no están en completa armonía con la
voluntad de Dios. Fuera de la dignidad de esa paz están las consideraciones de las
apetencias mundanas, las federaciones de los pecados y los pactos de los vicios. El
amor del mundo no concuerda con el amor de Dios, ni llega a la sociedad de los hijos
de Dios el que no se aparta de la generación carnal. Mas los que están siempre so-
lícitos de conservar la unidad con el vínculo de la paz (Ef 4,3), por la unidad de su mente
con Dios, jamás se apartan de la ley eterna, diciendo fielmente la oración: Hágase tu
La Oración

voluntad así en la tierra como en el cielo (Mt 6,10). Éstos son los pacíficos. Éstos son los
que están perfectamente unánimes y santamente concordes.» (S. LEON MAGNO,
Sermones, 95,«Sobre las Bienaventuranzas»)

387 La paz otorga la libertad.- «La paz, amadísimos hermanos, es la que despoja al
hombre de su condición de esclavo y le otorga el nombre de libre, y cambia su
situación ante Dios, convirtiéndolo de criado en hijo, de siervo en hombre libre. La
paz entre los hermanos es la realización de la voluntad divina, el gozo de Cristo, la
perfección de la santidad, la norma de la justicia, la maestra de la doctrina, la guarda
de las buenas costumbres, la que regula convenientemente todos nuestros actos. La
paz recomienda nuestras peticiones ante Dios y es el camino más fácil para que
obtengan su efecto, haciendo así que se vean colmados todos nuestros deseos
legítimos. La paz es madre del amor, vínculo de la concordia e indicio manifiesto de
la pureza de nuestra mente; ella alcanza de Dios todo lo que quiere, ya que su
petición es siempre eficaz. Cristo, el Señor, nuestro Rey, es quien nos manda
conservar esta paz, ya que él ha dicho: La paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14,27). Lo que
equivale a decir: Os dejo en paz y quiero encontraros en paz; lo que nos dio al marchar
quiere encontrarlo en todos cuando vuelva.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermón sobre
la paz (atribuido))

388 Paz iniciada y paz cumplida.- «... Disfrutarás de la paz de tu tienda y, al recorrer tu
dehesa, nada echarás de menos (Job 5,24).
En la Sagrada Escritura, de una manera se dice paz cumplida y de otra
manera se dice paz comenzada. La Verdad a sus discípulos la había dado
comenzada, cuando decía: La paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14,27). Pero cumplida la
había deseado Simeón cuando oraba diciendo: Ahora, Señor, dejas en paz a tu siervo,
según tu palabra (Lc 2,29). Porque en el deseo de nuestro Hacedor se comienza
nuestra paz y en su manifiesta visión se cumple y hace perfecta. Cumplida, por
cierto, será cuando nuestra alma, ni podrá ser ciega con ignorancia, ni quebrantada
por el combate de la carne. Mas, porque tocamos los principios de esta paz cuando
sometemos nuestra alma a Dios, o a nuestra alma la carne, dícese que la morada del
justo tiene paz; porque el cuerpo, que es morada del alma, se refrena debajo de la
disposición de la justicia, aunque primero la combatía con perversos movimientos de
deseos ilícitos. Pero ¿qué aprovecha reprimir la carne por la continencia, si el alma
no sabe por compasión extenderse al amor del prójimo? Ninguna es, por cierto, en sí
la castidad de la carne, si no es acompañada de la suavidad del alma.» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados Morales sobre el libro de Job, 6,53)
La Oración

XVII. La OraciónError! Reference source not found.

«Y al amanecer, muy oscuro todavía, levantándose (Jesús) salió y se fue


a un lugar solitario, y allí hacía oración» (Mc 1,35).

«Tú, cuando ores, entra en tu aposento, haz oración a tu Padre que está
en lo secreto; y tu Padre que ve lo oculto, te premiará» (Mt 6,6).

«Y aconteció que, estando él en cierto lugar orando en secreto, como


hubo acabado, dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar lo
mismo que Juan enseñó a sus discípulos. Díjoles: Cuando os pongáis a
orar, decid: "Padre, santificado sea tu nombre..."» (Lc 11,1-4).
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defined.389 Confesión de los pecados.- «Roguemos, pues, que nos sean per-
donadas cuantas faltas y pecados hayamos cometido por asechanzas de nuestro
adversario, y aún aquellos que se hicieron cabecillas de la sedición y bandería deben
considerar nuestra común esperanza. 2. Aquellos, en efecto, que proceden en su
conducta con temor y caridad, prefieren antes sufrir ellos mismos, que no que sufran
los demás; antes se condenan a sí mismos que no aquella armonía y concordia que
justa y bellamente nos viene de la tradición. 3. Más le vale a un hombre confesar sus
caídas, que no endurecer su corazón, a la manera que se endureció el corazón de los
que se sublevaron contra el siervo de Dios, Moisés, cuya condenación fue patente. 4.
Pues bajaron vivos al Ades y la muerte los apacentará (Núm 16,33; Sal 48,15).» (S.
CLEMENTE ROMANO, Carta I a los Corintios, 51,1-4)

390 Eficacia de la oración.- «En el pasado, la oración alejaba las plagas, desvanecía los
ejércitos de los enemigos, hacía cesar la lluvia. Ahora, la verdadera oración aleja la
ira de Dios, implora a favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. Y ¿qué
tiene de sorprendente que pueda hacer bajar del cielo el agua del bautismo, si pudo
también impetrar las lenguas de fuego? Solamente la oración vence a Dios; pero
Cristo la quiso incapaz del mal y poderosa para el bien.
La oración sacó a las almas de los muertos del seno mismo de la muerte,
fortaleció a los débiles, curó a los enfermos, liberó a los endemoniados, abrió las
mazmorras, soltó las ataduras de los inocentes. La oración perdona los delitos,
aparta las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea
a los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a los
ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los caídos, sostiene a los
que van a caer, apoya a los que están en pie.
Los ángeles oran también, oran todas las criaturas; oran los ganados y las
fieras, que se arrodillan al salir de los establos y cuevas, y miran al cielo, pues no
hacen vibrar en vano el aire con sus voces. Incluso las aves, cuando levantan el vuelo
y se elevan hasta el cielo, extienden sus alas en forma de cruz, como si fueran manos
y hacen algo que parece también oración.
¿Qué más decir en honor de la oración? Incluso oró el mismo Señor, a quien
corresponde el honor y la fortaleza por los siglos de los siglos.» (TERTULIANO, La
Oración, 29,2)

391 Dios, Padre; la Iglesia, Madre.- «A decir verdad, el Señor nos ha proclamado
muchas veces que Dios es Padre. Más aún, nos ha ordenado no llamar padre a
Fe cristiana

ningún otro sobre la tierra, sino sólo a aquél que tenemos en los cielos (Mt 23,9). Por
tanto, dirigiéndonos a él en esta oración, ponemos también en práctica un precepto
evangélico.
3. ¡Bienaventurados aquellos que reconocen al Padre! He aquí lo que una y
otra vez se le recuerda a Israel; he aquí lo que el Espíritu Santo asegura, poniendo
por testigos al cielo y a la tierra: He engendrado hijos, pero ellos no me han reconocido (Is
1,2).
4. Cuando le llamamos Padre, no añadamos el apelativo de Dios. El término
Padre, en su semántica, indica ternura y autoridad.
5. Por otra parte, en el Padre, nosotros invocamos al Hijo. Dice en efecto: Yo y
el Padre somos una sola cosa (Jn 10,30).
6. Y ni siquiera descartamos a la madre, es decir, a la Iglesia; porque en el Hijo
y el Padre es reconocible la madre. Por ella, en efecto, el nombre del Padre y del Hijo
queda garantizado auténticamente.
7. Con un solo término de amplio significado, con una sola palabra honramos
a un tiempo a Dios y a los que están con él, recordamos un precepto evangélico y
denunciamos a cuantos se han olvidado del Padre.» (TERTULIANO, La Oración, 2,2-
7)

392 «Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo».- «2. Sin embargo, aunque
debemos interpretar el texto en su significado más obvio, queda idéntico el sentido
de nuestra petición: pedimos de hecho que se cumpla en nosotros sobre la tierra la
voluntad de Dios, para que pueda realizarse también en los cielos.
Y ¿qué otra cosa quiere Dios sino que caminemos de acuerdo con su doctrina?
En efecto, pedimos que él nos dé los contenidos de su voluntad y la posibilidad de
ponerla en práctica, para ser salvados tanto en el cielo como en la tierra, ya que la
finalidad última de su voluntad es justamente la salvación de todos aquellos que él
ha adoptado.» (TERTULIANO, La Oración, 4,2)

393 La Oración Dominical.- «1. Con pocas palabras ¡cuántas declaraciones de los
profetas, de los Evangelios y de los apóstoles, cuantos discursos, parábolas, ejemplos
y preceptos del Señor son recordados! Y ¡cuántos deberes religiosos se pueden
concretizar de una sola vez!
2. Se habla del Padre, he aquí el honor debido a Dios; a continuación se alude
a su Nombre, he aquí el testimonio de la fe; después se menciona la voluntad de
Dios, le ofrecemos como don el respeto que le debemos; recordamos el reino y
nuestro pensamiento hace presente nuestra esperanza; en el pan le pedimos la vida;
al pedirle perdón, confesamos nuestros pecados. Finalmente, solicitando su
protección, manifestamos estar preocupados por las tentaciones.
3. Mas ¿por qué maravillarse de esto? Dios sólo podía enseñarnos cómo
deseaba ser llamado en la oración. Ha sido él mismo quien ha regulado la
Fe cristiana

experiencia religiosa de la oración que estaba animada por su Espíritu, desde el


momento mismo en que salía de la boca divina. He aquí por qué ésta, en virtud de
un privilegio especial, sube hasta el cielo para recomendar al Padre aquello que el
Hijo ha enseñado.» (TERTULIANO, La Oración, 9,1-3)

394 El que nos concedió el vivir, nos enseñó asimismo a orar.- «Entre otros preceptos y
avisos divinos que dio a su pueblo para su salud, él le dio también la forma de orar,
y le adoctrinó sobre el objeto de sus peticiones. El que nos concedió el vivir, nos
enseñó asimismo a orar, con la misma bondad con que se dignó colmarnos de otros
bienes, para que, cuando nos dirigimos al Padre con la oración que nos enseñó su
Hijo, seamos mejor escuchados. Ya había predicho que llegaba la hora, cuando los
verdaderos adoradores adorarían al Padre con verdadero espíritu, y cumplió lo
prometido antes, de modo que los que participamos de su espíritu y verdad por la
santificación que nos comunica, le adoremos con verdadero espíritu, según sus ense-
ñanzas. ¿Qué oración, pues, puede ser más espiritual que la prescrita por Cristo, por
quien nos fue enviado el Espíritu Santo? ¿Qué súplica más sincera ante el Padre que
la que salió de la boca del Hijo, que es la Verdad? /.../.» (S. CIPRIANO, Del
Padrenuestro, 1)

395 Misterios encerrados en la oración del Padrenuestro.- «Ante todo, no quiso el


Doctor de la paz y Maestro de la unidad que orara cada uno por sí y privadamente,
de modo que cada uno, cuando ora, ruegue sólo por sí. No decimos Padre mío, que es-
tás en los cielos, ni el pan mío dame hoy, ni pide cada uno que se le perdone a él sólo su
deuda o que no sea dejado en la tentación y librado del mal. Es pública y común
nuestra oración; y cuando oramos, no oramos por uno solo, sino por todo el pueblo
porque todo el pueblo forma una sola cosa. El Dios de la paz, que nos enseña la
concordia y la unidad, quiso que uno solo orase por todos, como él llevó a todos en
sí solo /.../.
Pero ¡qué misterios, hermanos amadísimos, se encierran en la oración del
Padrenuestro! ¡Cuántos y cuán grandes, recogidos en resumen y especialmente
fecundos por su eficacia, de tal manera que no ha dejado nada que no esté
comprendido en esta breve fórmula llena de doctrina celestial! Así, dice, debéis orar:
Padre nuestro que estás en los cielos. Padre, dice en primer lugar el hombre nuevo,
regenerado y restituido a su Dios por la gracia, porque ya ha empezado a ser hijo:
Vino a los suyos, dice, y los suyos no lo recibieron; a cuantos lo recibieron, les dio poder de
hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre (Jn 1,12). El que, por tanto, ha creído
en su nombre y se ha hecho hijo de Dios, debe comenzar por eso a dar gracias y
hacer profesión de hijo de Dios, puesto que llama Padre a Dios, que está en los cielos.»
(S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 8-9)
Fe cristiana

396 Si llamamos a Dios nuestro Padre, seamos hijos fieles.- «¡Cuán grande es la
clemencia del Señor, cuán grande la difusión de su gracia y bondad, pues que quiso
que orásemos frecuentemente en presencia de Dios y le llamemos Padre; y así como
Cristo es el Hijo de Dios, así nos llamemos nosotros hijos de Dios! Ninguno de
nosotros osaría pronunciar tal nombre, en la oración, si no nos lo hubiera permitido
él mismo. Hemos de acordarnos, por tanto, hermanos amadísimos, y saber que,
cuando llamamos Padre a Dios, es consecuencia de que obremos como hijos de Dios,
con el fin de que, así como nosotros nos honramos con tenerle por Padre, él pueda
honrarse de nosotros.» (S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 11)

397 Perseverar en la justificación.- «A continuación rezamos: Sea santificado tu nombre.


No quiere decir que deseamos para Dios que sea santificado su nombre por nuestras
oraciones, sino que pedimos al Señor que su nombre sea santificado en nosotros. Por
lo demás ¿por quién va a ser santificado Dios, que es el que santifica? Mas, como él
mismo dijo: Sed santos, pues que yo también lo soy (Lev 11,14), pedimos y rogamos que
los que hemos sido justificados en el bautismo, perseveremos en la justificación que
comenzamos.» (S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 12)

398 El Reino de Dios.- «Es cierto, hermanos amadísimos, que puede entenderse por el
reino de Dios el mismo Cristo, el reino que todos los días pedimos venga y que
deseamos llegue cuanto antes a nosotros. En efecto, siendo él la resurrección, porque
en él resucitamos, por eso podemos entender que él es el reino de Dios, porque en él
hemos de reinar. Con razón pedimos el reino de Dios, es decir, el reino del cielo,
porque hay también un reino terrenal. Mas el que ha renunciado al mundo es
superior a los honores y al reino del mundo. Y por eso el que hace entrega de sí a
Dios y a Cristo, desea el reino del cielo, no el de la tierra. Pero es necesario orar y
suplicar sin interrupción, para no quedar excluidos del reino del cielo, como fueron
excluidos los judíos, a quienes se les había prometido, según lo manifiesta y declara
el Señor (Mt 8,11-12).» S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 13)

399 Cuál es la voluntad de Dios.- «La voluntad de Dios es la que Cristo enseñó y
cumplió: humildad en la conducta, firmeza en la fe, reserva en las palabras, rectitud
en los hechos, misericordia en las obras, orden en las costumbres, no hacer ofensa a
nadie y saber tolerar las que se le hacen, guardar paz con los hermanos, amar a Dios
de todo corazón, amarle porque es Padre, temerle porque es Dios; no anteponer
nada a Cristo, porque tampoco él antepuso nada a nosotros; unirse inseparablemente
a un amor, abrazarse a su cruz con fortaleza y confianza; si se ventila su nombre y su
honor, mostrar en las palabras la firmeza con la que le confesamos; en los tormentos,
la confianza con que luchamos, en la muerte, la paciencia por la que somos
Fe cristiana

coronados. Esto es querer ser coherederos de Cristo, esto es cumplir el precepto de


Dios, esto es cumplir la voluntad del Padre.» (S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 15)

400 El pan nuestro de cada día.- «Continuando el Padrenuestro, pedimos y decimos: El


pan nuestro cotidiano dánosle hoy. Esto puede interpretarse espiritual o literalmente,
porque ambos sentidos aprovechan para la salud del alma. En efecto, el pan de vida es
Cristo y este pan no es de todos, sino nuestro. Y al modo que decimos Padre nuestro,
porque lo es de los creyentes y de los que le conocen, así le llamamos también pan
nuestro, porque Cristo es el pan de los que tomamos su cuerpo. Este es el pan que
pedimos nos dé cada día, no sea que los que estamos en Cristo y recibimos
cotidianamente la Eucaristía como alimento de salud, por quedar privados y sin la
comunión del pan celestial por algún delito grave, nos veamos separados del Cuerpo
de Cristo; como declara él mismo: Yo soy el pan de vida, que bajó del cielo; si alguno come
de mi pan, vivirá eternamente; y el pan que yo diere es mi carne para la vida del mundo...
/.../.
19. /.../. Ahora bien, el que empieza a ser discípulo de Cristo, conforme al
aviso de su Maestro, renunciando a todo, debe pedir el alimento diario, sin extender
a más sus deseos y petición; porque en otro lugar prescribe el Señor lo siguiente: No
penséis en el día de mañana, pues el día de mañana pesará para sí; basta a cada día su malicia
(Mt 6,34). Con razón, por tanto, pide el discípulo de Cristo el alimento de cada día,
ya que se le prohíbe pensar en el mañana; pues sería contradictorio y repugnante
querer vivir largo tiempo en este mundo, dado que rogamos por la venida del reino
de Dios cuanto antes.» (S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 18-19)

401 El perdón de los pecados.- «Después de esto, también rogamos por nuestros
pecados con estas palabras: Y perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a
nuestros deudores. Tras el socorro del alimento se pide el perdón del pecado, para que
el que es alimentado por Dios viva en Dios, y no sólo mire por la vida presente y
temporal, sino por la eterna, a la que puede llegarse, con tal que se perdonen los
pecados, que el Señor llama deudas, como dice en su Evangelio: Te perdoné todo el
pecado porque me lo rogaste (Mt 18,32). ¡Cuán necesario, cuán previsora y
saludablemente somos avisados de que somos pecadores, que nos vemos obligados a
rogar por nuestros pecados, para que, al pedir a Dios perdón, uno tenga conciencia
de su pecado! Y para que nadie se pague de su inocencia y no se pierda por su
ensoberbecimiento, se nos avisa y enseña que pecamos todos los días, por lo mismo
que se manda orar todos los días por nuestros pecados.» (S. CIPRIANO, Del Padre-
nuestro, 22)

402 Vivir como hijos de Dios.- «Dios manda que vivamos en paz y concordia de
sentimientos en su casa, y que perseveremos una vez regenerados, tales cuales nos
Fe cristiana

reformó en el segundo nacimiento, de modo que continuemos en la paz de Dios los


que empezamos a ser hijos de Dios: y deben tener un solo querer y sentimiento los
que están animados de un mismo espíritu. Por eso tampoco Dios acepta el sacrificio
de quien está en discordia, y le manda que antes se retire del altar a reconciliarse con
su hermano, para que pueda aplacar a Dios con preces de un corazón pacífico. El
mejor sacrificio para Dios es nuestra paz y concordia fraternas y un pueblo unido
como están unidos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.» (S. CIPRIANO, Del Padre-
nuestro, 23)

403 No ceder a las tentaciones.- «También nos advierte el Señor como cosa necesaria que
digamos en la oración del Padrenuestro: Y no permitas que seamos llevados a la tentación.
Con estas palabras se nos da a entender que el enemigo no puede nada contra
nosotros, si Dios no lo permitiere, para que todo nuestro temor, nuestra entrega y su
misión se encuentren en sólo Dios, ya que nada puede el malo en las tentaciones que
nos levanta, si no se lo concede el Señor /.../.
Mas cuando rogamos que no caigamos en la tentación, entonces se nos avisa
de nuestra debilidad, pues pedimos que nadie se ensoberbezca con insolencia, que
nadie se arrogue la gloria de su confesión o martirio; porque el mismo Señor nos
enseña la humildad cuando dice: Velad y orad, para que no caigáis en la tentación; el
espíritu está pronto, pero la carne es flaca (Mt 26,41), con el fin de que, cuando precede
un reconocimiento humilde y sumiso, y se atribuye todo a Dios, todo lo que se le
pide con temor y respeto, nos lo conceda su piedad,» (S. CIPRIANO, Del
Padrenuestro, 25)

404 «Mas líbranos del mal».- «Después de todo esto, al fin del Padrenuestro viene una
cláusula que contiene en compendio todas nuestras peticiones y súplicas. Al fin,
pues, decimos: Mas líbranos del mal, con la que abarcamos todos los males que
maquina contra nosotros en este mundo el enemigo, contra los cuales podemos estar
confiados y firmes, si Dios nos libra, si nos concede su ayuda ante nuestros ruegos y
súplicas. Cuando decimos, pues, líbranos del mal, nada queda ya por pedir, puesto
que de una vez pedimos la protección de Dios contra todo mal, y obtenida ésta,
estamos seguros y a cubierto frente a todo lo que pueden tramar el diablo y el
mundo. ¿Quién, pues, puede tener miedo del mundo, si Dios le ampara en el mun-
do?» (S. CIPRIANO, Del Padrenuestro, 27)

405 Utilidad y necesidad de la oración.- «Como Dios puede hacer aquello que quiere,
así el gnóstico alcanza aquello que pide (Mt 21,20). Ya que Dios sabe absolutamente
quién es digno del beneficio y quién no, por donde concede a cada uno aquello que
le conviene. Así no dará a los indignos, aunque se lo pidan insistentemente, sino que
evidentemente dará a quienes encuentra dignos. La oración, sin embargo, no es
Fe cristiana

superflua, aunque los bienes sean dados prescindiendo de la petición misma. En par-
ticular es empeño del gnóstico sea dar gracias, sea pedir por la conversión de su
prójimo. Precisamente de esta manera pedía el Señor, dando gracias porque había
cumplido su ministerio y pidiendo que el mayor número posible de personas lle-
gasen a ser partícipes de la gnosis. Así sería glorificado Dios en los salvados por la
salvación alcanzada con la gnosis, y el solo Bueno y el solo Salvador sería reconocido
de siglo en siglo, a través del Hijo. A decir verdad, ya la fe de alcanzar es una suerte
de plegaria reservada propia del gnóstico. 42. Si la oración constituye una ocasión de
tener acceso a Dios, ninguna ocasión de comunicar con Dios debe ser omitida.
Ciertamente, unida a la bienaventurada Providencia en la espontánea confesión, la
santidad del gnóstico demuestra que el beneficio de Dios es perfecto. La santidad del
gnóstico, la correspondiente benevolencia del amigo de Dios, es de verdad como un
centro de atracción de la Providencia.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, «Strómata»,
7,41-42)

406 Orar sin interrupción.- «Veamos, pues, cómo todas las acciones de aquél que se
ocupa en el servicio divino, todos sus hechos y palabras, que hace y dice según Dios,
se convierten en oración.
Si sólo se entiende por oración lo que ordinariamente sabemos, ni Ana con su
palabra parecería orar. Además, jamás justo alguno puede orar sin interrupción,
conforme al mandato del Apóstol. Pero si todas las acciones del justo, que obra
según Dios y conforme al mandamiento divino, se juzgan oración, porque el justo
hace sin cesar lo que es justo, orará sin interrupción ni cesará de orar nunca, a menos
que deje de obrar justamente. Por eso, si hacemos algo que sea injusto o faltamos, es
cosa cierta que, en ese tiempo, cesamos de orar.
/.../.
Veamos también cuál sea el contenido de esta oración de Ana; porque si lo
aprendemos, acaso podamos también nosotros orar de forma parecida. Dice: Mi alma
saltó de júbilo en el Señor (1Sam 2,1). Añadió necesariamente en el Señor. Hay una
exultación que no es en el Señor. También se nos dice aquello: Alegraos siempre en el
Señor (Fil 4,4). Porque puede alguno alegrarse en los placeres sensuales y no en el Se-
ñor. Si nos gozamos en cosas frágiles y caducas, éstas no llevan consigo alegría
laudable.
Ahora bien, si yo me gozo porque he sido digno de padecer injurias por el
nombre del Señor, este gozo es en el Señor, ya que fue él quien dijo: Alegraos y
regocijaos, porque grande será vuestra recompensa en los cielos (Mt 5,12).
Si me alegro cuando me persiguen odios injustos, si gozo por ser atacado a
causa de la palabra de Dios, si mantengo la alegría cuando tenga que padecer, o sea
perseguido y angustiado, si recibo con alegría todas estas cosas, este gozo sí es en el
Señor.» (ORIGENES, Homilía única sobre el Libro de los Reyes, 1 y 2)
Fe cristiana

407 Orar en todo lugar.- «Un cristiano, empero, por ignorante que sea, está persuadido
de que todo lugar es parte del universo y todo el mundo templo de Dios. Y, orando
en todo lugar, cerrados los ojos de la sensación y despiertos los del alma, trasciende
el mundo todo. Y no se para ni ante la bóveda del cielo, sino que llega con su
pensamiento hasta el lugar supraceleste, guiado por el espíritu de Dios; y, como si se
hallara fuera del mundo, dirige su oración a Dios, no sobre cosas cualesquiera, pues
ha aprendido de Jesús a no buscar nada pequeño, es decir, nada sensible, sino sólo lo
grande y de verdad divino, aquellos dones de Dios que nos ayudan a caminar hacia
la bienaventuranza que hay en él mismo, por medio de su Hijo, el Logos de Dios.»
(ORIGENES, Contra Celso, 7,44)

408 Que toda nuestra vida sea oración.- «Si entendiéramos lo que escribe San Lucas, al
decir: Cuando oréis, decid: "Padre" (Lc 11,2), nos avergonzaríamos de invocarlo bajo
este título, si no somos hijos legítimos. Porque sería triste que, junto a los demás
pecados nuestros, añadiéramos el crimen de la impiedad /.../.
No pensemos que hemos aprendido solamente a recitar unas palabras en
determinados momentos destinados a la oración, sino que, entendiendo lo que arriba
dijimos con respecto al orad sin cesar, comprenderemos que toda nuestra vida, en in-
cesante oración, debería decir: Padre nuestro que estás en los cielos; y no debería estar
nuestra conversación en modo alguno sobre la tierra, sino completamente en el cielo,
que es el trono de Dios, ya que ha sido establecido el reino de Dios en todos los
portadores de la imagen del Celestial y, por eso, han venido a ser celestiales.
Cuando dice que el Padre de los santos está en los cielos, no se ha de pensar
que está limitado por una figura corpórea y que habita en los cielos como en un
lugar. Pues, si estuviera comprendido por los cielos, vendría a ser menor que los
cielos que lo abarcan. Por el contrario, se ha de creer que es él el que, con su inefable
y divina virtud, los abarca y los contiene todos /.../.» (ORIGENES, Sobre la Oración,
23,5)

409 El reino de Dios en nosotros.- «Luego si queremos que Dios reine en nosotros, de
ningún modo debe reinar el pecado en nuestro cuerpo mortal (Rom 6,12), ni debemos
prestar oídos a los preceptos de quien incita a nuestra alma a las obras de la carne y a
cosas contrarias a Dios; antes debemos mortificar nuestros miembros terrenos (Col
3,5), para que demos frutos en el Espíritu; para que en nosotros, como en un paraíso
espiritual, se pasee Dios, y sea él solo el que reine en nosotros con su Cristo, sentado
en nosotros a la diestra de la virtud espiritual, que debemos recibir; y permanezca
sentado hasta que todos sus enemigos, que están en nosotros, se conviertan en escabel
de sus pies (Sal 109,1) y se desvanezcan en nosotros todo su principado, su potestad y
su virtud. Porque estas cosas pueden ocurrir en cada uno de nosotros, llegando a des-
truir el último enemigo que es la muerte (1Cor 15,26), al punto de que diga Cristo en
nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, muerte, tu victoria? (1Cor 15,55).
Fe cristiana

Y se revista ya así nuestro cuerpo corruptible de aquella santidad e incorruptibilidad


que hay en la castidad y en toda pureza; y nuestro cuerpo mortal, liberado de la
muerte, se revista de la inmortalidad (1Cor 15,53-54) paterna; para que, reinando Dios
en nosotros, nos encontremos ya entre los bienes de regeneración y resurrección.»
(ORIGENES, Sobre la Oración, 25,3)

410 Cumplir la voluntad de Dios.- «Porque, según esta interpretación, la voluntad divina
se hace en la tierra como en el cielo, la tierra no seguiría siendo tal; como si dijera
usando un ejemplo más expresivo: si la voluntad de Dios se cumple en las personas
deshonestas como en las puras, los impíos se harán honestos; o si se cumple en los
injustos como en los justos se ha cumplido, aquellos se tornarán justos. Por eso, si en
la tierra se cumple la voluntad divina como en el cielo, todos seremos cielo; porque
la carne (que de nada aprovecha) y la sangre no pueden poseer el reino de Dios (1Cor 13,50);
pero podrán hacerlo, si de carne, tierra, polvo y sangre, se transforman en sustancia
celestial.» (ORIGENES, Sobre la Oración, 26,6)

411 Cómo entender que uno es librado del mal.- «Me parece que Lucas, con la frase no
nos pongas en tentación, virtualmente nos ha enseñado también la otra: líbranos del mal.
Y ciertamente, al discípulo, como a más aventajado, es probable que el Señor le
hubiera hablado en compendio; mientras que al pueblo, que necesitaba una doctrina
más clara, lo hiciera en forma más explícita. El Señor nos libra del mal, no cuando el
enemigo deja de presentarnos batalla, valiéndose de sus mil artes, sino cuando
vencemos, arrostrando valerosamente las circunstancias. Así leemos: Muchas son las
aflicciones del justo, pero de todas lo libra el Señor (Sal 33,20). Porque Dios libra de las
tribulaciones cuando las hace desaparecer, ya que dice el Apóstol: en mil maneras
somos atribulados (2Cor 4,8), como si nunca nos hubiéramos de ver libres de ellas, sino
cuando, por la ayuda de Dios, no nos abatimos al sufrir la tribulación; pues estar en
tribulación, según la fórmula hebrea, significa un estado que sobreviene
independientemente de la voluntad, mientras que el abatimiento se dice de quien
cede espontáneamente ante la tribulación, dejándose vencer por ella. Y por eso dice
bien San Pablo: en mil maneras somos atribulados, pero no nos abatimos.
De esta manera es como se ha de entender que uno es librado del mal /.../.»
(ORIGENES, Sobre la Oración, 30,1)

412 Jesucristo, ejemplo de cómo debemos orar.- «Salió al monte a orar (Lc 6,12).
Cristo todo lo hacía para nuestra edificación y la utilidad de cuantos creen en
él; proporcionando sus cosas la imagen de la vida espiritual, educaba a los
verdaderos adoradores. Veamos, pues, en las obras de Cristo, como en imagen y
modelo, cómo debemos orar. A saber: ocultos y en secreto, sin testigos. Esto indica el
retirarse solo al monte y en oración, como en el descanso, tal como él nos enseñó con
Fe cristiana

sus palabras: Cuando ores entra en tu habitación (Mt 6,6). Porque es necesario orar
alzando las manos puras, sin iras ni discusión (1Tim 2,8); de tal manera que la mente,
subiendo a lo alto, se entregue a la contemplación, se aparte de todo ruido y huya de
los cuidados mundanos. Y esto lo haga, no con fastidio ni con morbosa
pusilanimidad, sino más bien con generosidad y fortaleza, y con paciencia no poca.
Habéis oído cómo Cristo, no sólo se entregaba a la oración, sino que pernoctaba
orando.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

413 La filiación divina.- «Dijo a sus discípulos: Cuando oréis decid: Padre nuestro... (Lc
11,2ss).
¡Oh magnífica liberalidad! ¡Oh clemencia incomparable, provechosa a cada
uno! Nos hace partícipes de su gloria, concede al siervo la dignidad de hijo, nos
concede llamar Padre a Dios, constituidos en categoría de hijos. Este don lo hemos
recibido de él, como lo testimonia San Juan al decir: Pero a los que le recibieron les dio
poder de ser hijos de Dios (Jn 1,12). Somos hechos hijos por generación espiritual, que
nos viene no de una semilla corruptible, sino por la palabra de Dios vivo y eterno,
como está escrito: Voluntariamente nos engendró con la palabra de la verdad, para que
fuéramos como las primicias de sus criaturas (Sant 1,18).» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA.
Comentario al Evangelio de S. Lucas)

414 Eficacia de la oración.- «Lo primero que habéis de enseñar acerca de la oración es
que conviene orar siempre sin desfallecer (Lc 18,1). Ocurre que, por la oración, se
está con Dios, y el que está con Dios, está apartado del enemigo. La oración es
cuidado y defensa de la castidad, moderación de la ira, dominio y reprensión de la
soberbia, borrón del recuerdo de las injurias, curación de la envidia, destrucción de
la injusticia, remedio de la impiedad.
La oración es fortaleza de los cuerpos, riqueza del hogar, recta constitución
del derecho y de las leyes de la ciudad, fuerzas del reino, triunfo en la guerra,
seguridad de la paz, reconciliación de los enemistados, conservación de los amigos.
La oración es el sello de la virginidad, fidelidad en el matrimonio, defensa de
los caminantes, guardián de los que duermen, confianza para los que vigilan,
fertilidad para los labradores, salud de los navegantes. La oración es abogada de los
condenados y de aquellos que defienden su causa, relajación y solaz de los
perjudicados y encarcelados, descanso para los que están fatigados, consuelo de los
tristes, gozo del alma para cuantos están alegres, alivio de los que lloran, corona de
los que contraen matrimonio, celebración de la fiesta del cumpleaños, sufragio para
los difuntos.
La oración es conversación y diálogo con Dios: contemplación para los que se
distraen, seguridad de las cosas que se esperan, igualdad de condición y de honor
con los ángeles, progresos e incremento de los bienes, remedio de los males,
Fe cristiana

enmienda de los pecados, fruto de los bienes presentes, garantía de los bienes
futuros.
La oración devolvió la vida a Ezequías, cuando estaba a las puertas de la
muerte, consiguió el triunfo de los israelitas sobre los amalecitas, convirtió en brisa
refrescante las llamas ardientes para los tres jóvenes, consiguió el triunfo de los
israelitas sobre los amalecitas y mató en una noche con espada invisible ciento
ochenta y cinco mil del ejército de los asirios. Además de esto, se pueden citar
cientos de casos ocurridos. De todos los cuales se puede concluir abiertamente que,
ninguno de aquellos bienes que se aprecian y cultivan en esta vida, aventaja a la
oración.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración Dominical, 1)

415 Vivir conforme a lo que decimos, al rezar el Padrenuestro.- «Cuando el Señor nos
enseña que, en la oración, llamemos Padre a Dios, creo que no hace más que
establecer y prescribir una vida elevada y sublime. Por cierto, la Verdad no nos
enseña a mentir, para que digamos ser lo que no somos y nos llamemos con un
nombre que no tenemos por naturaleza; sino que, al decir Padre nuestro,
incorruptible, justo y bueno, tengamos parentesco con él por la integridad de nuestra
vida, y manifestemos la verdad. ¿Ves de cuánta preparación tenemos necesidad?,
¿de qué vida?, ¿de cuanto esfuerzo? Para que nos atrevamos a llamar Padre a Dios
con la conciencia tranquila y con plena confianza.
/.../.
Es peligroso recitar esta oración y llamar Padre a Dios, antes de haber
purificado nuestra vida /.../. Si, pues, hemos comprendido el significado de esta
oración, es hora de preparar nuestro espíritu para poder pronunciar, con plena
confianza, las palabras Padre nuestro, que estás en los cielos /.../. Antes de acercarnos a
Dios, debemos examinarnos si es que tenemos algo digno de la filiación divina en
nosotros, para atrevernos a pronunciar estas palabras. Pues quien nos enseñó a decir
Padre no nos permite mentir. Sólo el que ha vivido conforme a su noble origen
divino, teniendo la mirada fija en la ciudad celeste, llama su Padre al Rey del cielo y,
a la ciudad celeste, su patria /.../.
Que no te acusen estos vicios: la envidia, ni la soberbia; ninguna de aquellas
cosas que manchan la hermosura divina. Si tal eres, no te avergüences de invocar a
Dios con voz familiar y llamar Padre tuyo al Señor del universo. Él te mirará con ojos
paternales, te vestirá la estola divina, te pondrá el anillo, pondrá en tus pies el
calzado evangélico para el viaje definitivo; te devolverá a la patria celestial por
Jesucristo, a quien corresponde la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.» (S.
GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración Dominical, 2)

416 Santidad de vida.- «Santificado sea tu nombre. No porque yo no diga esto, deja de ser
santo el nombre de Dios. Quizás, con esta súplica, el Verbo intenta decir que, siendo
débil la naturaleza humana para la adquisición de algún bien, nada de lo que
Fe cristiana

ardientemente deseamos podemos obtenerlo sin que el bien sea realizado en


nosotros con el auxilio divino. Y el primero de todos los bienes es que el nombre de
Dios sea glorificado a través de mi vida.
Pienso que esto hay que desearlo y pedirlo ante todo; conviene ponerlo como
principio de la oración; no sea que, por causa de mi vida, suene mal el nombre de
Dios, sino que, por el contrario, sea glorificado y santificado. Que sea santificado por
mí, dice, el nombre de tu dominio, que yo invoco: Para que vean los hombres las buenas
obras y glorifiquen al Padre, que está en los cielos (Mt 5,16) /.../.
Por consiguiente, el que dice en la oración: Santificado sea tu nombre, en virtud
de sus palabras, pide esto: que yo sea irreprensible con la ayuda de tu gracia; que sea
inocente, justo, piadoso, que me abstenga de toda acción mala, diciendo la verdad,
haciendo lo que sea justo, caminando con rectitud, luminoso por la mansedumbre,
adornado de integridad, dotado de sabiduría y prudencia, aspirando a las alturas,
despreciando las cosas terrenas, clarificado con las virtudes de una vida angélica.
Todo esto encierra esta breve petición que dice a Dios: Santificado sea tu
nombre. Dios no puede ser glorificado por el hombre de otra forma que testificando,
con su vida virtuosa, que el poder y la fuerza de Dios son la causa de todos los
bienes.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración Dominical, 3)

417 El reino de Dios en nosotros.- «Venga a nosotros tu reino /.../.


Esto significa la súplica por la venida del reino de Dios a nosotros: que yo sea
exento de la corrupción, libre de la muerte, desligado de los lazos del pecado; que la
muerte no reine ya sobre mí, ni la tiranía de la malicia y del vicio me domine, ni
prevalezca sobre mí el enemigo, ni me subyugue mediante el pecado; sino que, venga
tu reino sobre mí, para que se alejen de mí, más aún, que sean aniquilados los vicios y
los afectos que hasta el presente me dominan /.../.
Venga tu reino. ¡Dulce petición! Por la que suplicamos a Dios que se aniquile el
frente enemigo, no triunfe la carne sobre el espíritu, no sea ya el cuerpo prisión y
fortaleza del alma /.../; que desaparezca el dolor, la tristeza, el llanto; suplantados
por la vida, la paz y la alegría.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración
Dominical, 3)

418 Hacer la voluntad de Dios.- «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


/.../.
La salud del alma consiste en el cumplimiento de la voluntad divina, así como
la enfermedad mortal del alma consiste en alejarse de ella. Y puesto que habíamos
enfermado, abandonando la buena casa del paraíso, al tomar el veneno de la de-
sobediencia, que hundió a nuestra naturaleza en una enfermedad letal, vino el
médico y curó el mal con el antídoto de la medicina: uniendo la voluntad divina a
quienes se habían alejado de ella.
Fe cristiana

Las palabras de la oración curan, en efecto, la enfermedad del alma, pues


suplica hágase tu voluntad quien sufre espiritualmente. Y, siendo la voluntad de Dios
la salud espiritual de los hombres, al pedir que se haga en mí tu voluntad, es necesario
renunciar a todo género de vida contrario a la voluntad divina y manifestar esto en
la confesión de la fe /.../.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración Domini-
cal, 4)

419 El pan de cada día.- «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Yo creo que, las palabras con las que se nos manda pedir nuestro pan de cada
día, contienen una doctrina precisa: que nuestra naturaleza, morigerada y contenta
con poco, se asemeje a la que nada necesita en el terreno material. El ángel no pide a
Dios el pan, por no necesitarlo; mas al hombre se le ordena pedirlo, puesto que lo
que se vacía necesita volver a llenarse. De ahí que se nos mande buscar lo necesario,
para conservar la naturaleza corporal. Decimos a Dios: Danos el pan, no lujos,
placeres ni riquezas /.../.
Bella es también la adición hoy, al decir: Danos hoy nuestro pan sustancial /.../,
por la que debes aprender la transitoriedad de la vida humana. Sólo el presente nos
pertenece, siendo incierta la esperanza del futuro; ignoramos lo que nos deparará el
día de mañana. Bástale a cada día su propia malicia (Mt 6,34) /.../. ¿Por qué
angustiarnos por el mañana? /.../.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración
Dominical, 4)

420 Punto culminante de la Oración Dominical.- «Perdónanos nuestras deudas como


nosotros perdonamos a nuestros deudores.
La oración dominical alcanza ahora su punto culminante, pues manifiesta
cómo debe ser aquél que se acerca a Dios: casi ya no un hombre, sino semejante a
Dios, al realizar lo que sólo Dios puede hacer. El perdón de los pecados, en efecto, es
propio y peculiar de Dios, según lo escrito: Nadie puede perdonar los pecados sino Dios
(Lc 5,21). Si, pues, un hombre imita en su propia vida lo característico de la
naturaleza divina, de algún modo viene a ser aquello que visiblemente imita.» (S.
GREGORIO DE NISA, Tratado de la Oración Dominical, 5)

421 El malo es el diablo.- «Con el fin de saber a quién oramos, y no suplicarle con los
labios, sino con el espíritu, en esta petición: No nos lleves a la tentación, sino líbranos del
malo, es preciso no dejar su explicación.
¿Qué significan, hermanos, estas palabras? Me parece que el Señor designa el
malo de muy diversas maneras, según la diversidad de las malas acciones: diablo,
beelzebú, mammón, príncipe de este mundo, homicida, malo, padre de la mentira y
otros semejantes. Quizá uno de esos nombres sea también tentación; lo cual se
confirma por la yuxtaposición de las dos peticiones. Tras decir: No nos lleves a la
Fe cristiana

tentación, añadió: mas líbranos del malo, como si los dos nombres designasen una
misma cosa. Pues, si quien no entró en la tentación está fuera del malo,
necesariamente quien entró en la tentación está dentro del malo. Por lo tanto, el malo
y la tentación designan la misma cosa.
¿A qué nos exhorta, pues, la enseñanza de esta súplica? A separarnos de las
cosas, miradas según este mundo, como en otra parte dice a sus discípulos: Todo el
que está sometido al malo (1Jn 5,19). Quien quiera estar libre del malo debe nece-
sariamente separarse del mundo. Pues la tentación no alcanza al alma, si no es
mediante el cebo de la preocupación por estas cosas mundanas.» (S. GREGORIO DE
NISA, Tratado de la Oración Dominical, 5)

422 Excelencia de la oración.- «El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios,
porque equivale a una íntima unión con él; y así como los ojos del cuerpo se
iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma, dirigida hacia Dios, se ilu-
mina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino
hecha de corazón, que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas
determinadas, sino que se prolongue día y noche, sin interrupción.
Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios, no sólo cuando nos
dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras
ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en
todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo con la sal del amor a Dios,y
así se convierten en un alimento dulcísimo para el Señor. Pero sólo podremos
disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho
tiempo.
La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre
Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con
inefables abrazos, apeteciendo la leche divina como el niño que, llorando, llama a su
madre; por la oración, el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que
toda la naturaleza visible.
Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra
nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos. Me estoy refiriendo a la oración de verdad,
no a las simples palabras, la oración que es un don de Dios, una inefable piedad, no
otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también
dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo in-
tercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8,26).
El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza
inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien lo saborea se enciende en
un deseo indeficiente del Señor; como fuego ardiente que inflama su alma.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Homilía 6 sobre la Oración, suplemento)
Fe cristiana

423 Acción de gracias.- «Lo primero, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos
vosotros, porque vuestra fe se pregona en el mundo entero (Rom 1,8).
Exordio propio de un alma dichosa, que puede servir a todos para ofrecer a
Dios los comienzos de sus buenas obras y palabras; y no sólo por las suyas, sino
también por las ajenas hechas rectamente. Lo hace el alma limpia y libre de toda en-
vidia. Y atrae mayor benevolencia para los que dan gracias. Por eso dice en otro
lugar: Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en los cielos nos bendice en
Cristo con toda clase de bendiciones espirituales (Ef 1,3).
Conviene dar gracias, no sólo los ricos, sino también los pobres; no sólo los
sanos, sino también los enfermos; no sólo los que tienen prosperidad, sino aquellos a
quienes son adversas las cosas. Dar gracias a Dios, cuando todo marcha bien no es de
admirar, sino cuando peligra la nave, porque se levanta una tormenta. Por esto fue
premiado Job y tapó la boca imprudente del diablo; mostró claramente que, cuando
las cosas marchaban bien, el no daba gracias a Dios por las riquezas, sino por amor
de Dios.
Mira por qué da gracias a Dios Pablo: no por el poder, ni por el imperio, ni
por la gloria, pues todo esto no es digno de aprecio, sino por aquellas cosas que son
realmente buenas: la fe, la libertad en el hablar. No dijo a Dios, sino a mi Dios, lo que
hacen también los profetas, tomando como suyo lo que es común. No es de admirar
que hablen así los profetas, pues el mismo Dios lo hace con sus siervos, llamándose
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, porque la fe es proclamada en el mundo entero.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos)

424 Cómo llegar a la contemplación.- «La contemplación de Dios se concibe de varias


maneras. No se le conoce solamente por la admiración de su esencia incomprensible,
bien que todavía está escondido en la esperanza de la promesa, sino que nos lo mag-
nifican también las grandezas de la creación, su justicia, la providencia que nos
manifiesta cada día en el gobierno del mundo.
Así, cuando seguimos con mirada limpia los detalles que ha tenido con sus
santos de generación en generación; cuando admiramos el poder con que gobierna,
modera y rige todas las cosas, su sabiduría inmensa y la mirada con que penetra los
secretos de los corazones; cuando pensamos que él tiene contados los granos de
arena del mar y el número de las olas, y observamos con admiración cada gota de
lluvia, cada día, cada hora, con los que ha tenido hechos los siglos, y que todo lo que
fue como lo que será está presente en su conocimiento; cuando reflexionamos,
transportados de admiración, para pensar en la clemencia inefable con la que
soporta los crímenes de los hombres sin número, cometidos continuamente en su
presencia, sin que su longanimidad se resienta jamás; cuando recordamos la
vocación con la que nos ha llamado, sin mérito alguno nuestro, por la gracia de su
misericordia, y las ocasiones de salvación que nos ha ofrecido, para llevar a la rea-
lidad su designio de hacernos sus hijos adoptivos -él ha querido que naciéramos en
tal coyuntura que, desde la cuna, su gracia y el conocimiento de su ley nos fueran
Fe cristiana

otorgados-; y habiendo triunfado él mismo en nosotros del enemigo, por sólo haber
asentido con buena voluntad, él nos ha justificado con multitud de bienes y premios
eternos; en fin, cuando lo vemos acometer la gran obra de su encarnación para
salvarnos y extender a todos los pueblos el bien de sus admirables misterios.
Las consideraciones de este género son innumerables. Ellas nos elevan de
forma que, conforme a la vida que hacemos y la pureza de nuestro corazón, Dios sea
contemplado y poseído por nosotros. Pero es seguro que nadie sabrá conservarlas
con constancia, si deja vivir en él algún resto de aficiones carnales. Tú no podrás ver
mi rostro, dice el Señor, pues el hombre no puede verme y vivir (Éx 33,20), es decir, en este
mundo, con sus afectos terrenos.» (JUAN CASIANO, Conferencias, 1ª,15)

425 Por qué llamarle Padre, Padre nuestro.- «No estaría de acuerdo con vosotros el
invocar Señor nuestro y Dios nuestro. Pues, aunque debéis saber que Dios es el Señor,
que todo y a vosotros mismos ha creado /.../ os prescribe, sin embargo, llamarle
Padre, a fin de que, habiendo comprendido vuestra nobleza, la dignidad a la que
participáis así como la grandeza que os confirió el ser llamados hijos del Señor
universal y también vuestro, obréis como tales hasta el fin. Tampoco quiere que
digáis Padre mío, sino Padre nuestro. Porque el Padre es común a todos, dado que
común es la gracia de la adopción filial, que habéis recibido, de modo que no sólo
presentéis al Padre lo que conviene, sino que tengáis también unos para con otros la
concordia propia de quienes sois hermanos bajo la mano de un mismo Padre.
Ha añadido también: que estás en el cielo, a fin de que vuestra mirada
contemple aquí abajo la vida de allí arriba, a donde os ha sido dado deber ser
transferidos. Pues, habiendo recibido la filiación adoptiva, devenís ciudadanos del
cielo; tal es, en efecto, la morada que conviene a los hijos de Dios.» (TEODORO DE
MOPSUESTIA, Homilías, 11,9)

426 Conformar nuestra vida con las palabras de la oración.- «Ante todo haced lo que
procurará alabanza a Dios, vuestro Padre. Pues lo que Jesús dice en otra parte: Brille
de tal forma vuestra luz ante los hombres, que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a
vuestro Padre celeste (Mt 5,16), es lo que dice en el Santificado sea tu nombre. Lo que
significa: es preciso que hagáis tales obras, que el nombre de Dios sea alabado por
todos, mientras que vosotros admiráis su misericordia y gracia abundantemente
derramada sobre vosotros, y que no fue vano haber hecho de vosotros hijos suyos,
dándoos misericordiosamente el Espíritu, a fin de que crezcáis y progreséis,
corrigiéndoos y transformándoos en quienes recibieron el don de llamar Padre a
Dios. Pues del mismo modo que, si hacemos lo contrario, seremos causa de
blasfemia contra Dios -es decir, a los extraños a nuestra fe, viéndonos ocupados en
obras malas, dirán que somos indignos de ser hijos de Dios-, si nos comportamos
bien, corroboraremos que somos hijos de Dios y dignos de la nobleza de nuestro
Padre, porque estamos bien educados y llevando una vida digna de él. Para evitar
Fe cristiana

que se diga aquello y a fin de que brote de labios de todos la alabanza al Dios, que os
ha llevado a tal grandeza, esforzaos por realizar actos que produzcan tal resultado.»
(TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilías, 11,10)

427 Llamados al reino por adopción filial.- «Venga tu reino. Es excelente que (el Señor)
haya añadido esta petición. Quienes por adopción filial han sido llamados al reino
del cielo y esperan estar en el cielo con Cristo -puesto que seremos arrebatados sobre las
nubes en el aire al encuentro de nuestro Señor y estaremos así siempre con él (1Tes 4,17)-,
estos deben tener pensamientos dignos de este reino y realizar acciones
correspondientes a la vida del cielo, menospreciar las cosas de la tierra y estimarlas
en tan poca cosa, que uno se avergüence entretenerse y ocuparse de ellas. Pues quien
ha sido instalado en la corte regia, pudiendo en cualquier instante ver y conversar
con el rey, no le conviene circular por los mercados, mesones y semejantes lugares,
sino tratar con quienes habitualmente viven en la corte.» (TEODORO DE MOPSUES-
TIA, Homilías, 11,11)

428 Cómo hacer la voluntad de Dios.- «La voluntad de Dios se hace en la tierra como en el
cielo, si en este mundo nos esforzamos, en cuanto sea posible, por imitar la conducta
que esperamos llevar en el cielo, pues en el cielo no hay nada contra Dios /.../. Se
nos pide, pues, ser fieles en este mundo a la voluntad de Dios en cuanto sea posible,
sin separarnos de ella, sino seguirla como creemos es cumplida en el cielo. Se nos
pide asimismo, por cuanto a nuestra voluntad y conciencia se refiere, no tener afecto
alguno contrario (a esta voluntad).» (TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilías, 11,12)

429 Lo necesario: el alimento y el vestido.- «Danos hoy el pan que nos es necesario. Deseo,
dice, que viváis para las cosas del mundo futuro y, estando aún en este mundo,
reguléis vuestra vida, en lo posible, como si estuvieseis ya en la otra. No en el
sentido de que no comáis ni bebáis, o que no uséis lo necesario para esta vida; sino
que, habiendo escogido el bien, lo améis y busquéis plenamente. Os permito usar las
cosas de este mundo, para satisfacer necesidades urgentes; pero no pidáis ni os
esforcéis por tener de aquellas más que el uso. Pues lo que dice San Pablo: Nos basta
con tener el alimento y el vestido (1Tim 6,8) es lo que el Señor designa aquí el pan,
llamando así a lo que es preciso usar, dado que, según la opinión general, el pan es
lo más preferible para el alimento y la sustancia de esta vida.» (TEODORO DE
MOPSUESTIA, Homilías, 11,14)

430 Confianza de recibir el perdón de los pecados.- «Puesto que, aunque sea grande
nuestra aplicación a la virtud, no podemos en absoluto estar libres del pecado
quienes, tantas veces, sin quererlo, estamos obligados a caer, a causa de la debilidad
Fe cristiana

de la naturaleza, encontró él solícitamente un remedio a esto en la petición sobre el


perdón, aún cuando no la dijo solamente por eso: Si, dice, os aplicáis al bien y os
esforzáis en ello, si no queréis pedir nada superfluo, sino tener el uso de lo necesario,
debéis tener confianza de recibir el perdón de vuestros pecados, pues tales pecados
son ciertamente involuntarios. ¿Cómo habrá querido caer quien detesta el mal y
quiere el bien? Es, pues, cierto que los pecados de ese hombre son involuntarios y
que recibirá el perdón de ellos.» (TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilías, 11,15)

431 Las tentaciones.- «Ante todo, pedimos a Dios que la tentación no nos alcance; pero si
entramos en ella, pedimos soportarla heroicamente y que termine cuanto antes. No
es un secreto que en este mundo muchas y variadas tribulaciones turban nuestros
corazones. La misma enfermedad corporal, en efecto, si se prolonga y agrava, turba
profundamente a los enfermos. También las pasiones corporales nos reducen a
veces, sin quererlo, y nos desvían de nuestro deber. Caras bonitas, miradas de repen-
te, despiertan la concupiscencia que está en nuestra naturaleza. Y otras muchas cosas
nos sobrevienen, cuando menos lo pensamos, inclinando al mal nuestra elección e
incluso complacencia en el bien. Sobre todo, los proyectos contra nosotros de los
malvados, y más aún si se trata de hermanos en la fe, bastan para alejar del bien
incluso al profundamente virtuoso.
/.../. Por todo esto dijo: No nos induzcas en la tentación y añadió: mas líbranos
del maligno. Pues, en todo esto, no nos procura un daño mediocre la malicia de
Satanás, quien pone en obra variadas y numerosas astucias, para hacer lo que -
espera él- le permitirá desviarnos de la consideración y elección del deber.»
(TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilías, 11,17)

432 El rezo de los Salmos.- «¿Qué cosa hay más agradable que los Salmos? Como dice
bellamente el mismo Salmista: Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios
merece una alabanza armoniosa. Y con razón: los Salmos, en efecto, son la bendición del
pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje
universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe, la expresión de
nuestra entrega total, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría
desbordante. Ellos calman nuestra ira, rechazan nuestras preocupaciones, nos
consuelan en nuestras tristezas. De noche son un arma, de día una enseñanza; en el
peligro son nuestra defensa, en las festividades nuestra alegría; ellos expresan la
tranquilidad de nuestro espíritu, son prueba de paz y de concordia, son como la
cítara que aúna en un solo canto las voces más dispersas y dispares. Con los salmos
celebramos el nacimiento del día, y con los salmos cantamos a su ocaso.
En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que
deleita y un texto que instruye. Cualquier sentimiento encuentra un eco en el libro
de los Salmos. Leo en ellos: Cántico para el amado y me inflamo en santos deseos de
amor; en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de la
Fe cristiana

resurrección, los bienes prometidos; en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir


arrepentimiento y vergüenza de los delitos cometidos.
¿Qué otra cosa es el Salterio sino el instrumento espiritual con el que el
hombre inspirado hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales,
como quien pulsa la lira del Espíritu Santo?» (S. AMBROSIO, Comentario sobre los
Salmos, Sal 1)

433 Dar gracias a Dios.- «Dando siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro
Señor Jesucristo (Ef 5,20).
Esta acción de gracias generalmente y en especial se observa en los varones
prudentes. Generalmente, de manera que demos gracias porque sale el sol para
nosotros, discurre el día, la noche sirve para el descanso, las tinieblas se suavizan con
la luz de la luna, los tiempos cambian y vuelven con el nacimiento y el ocaso de las
estrellas; se forman las nubes que nos sirven las lluvias, la tierra da fruto, los
elementos ayudan; con tanta variedad de animales, para transportar, para trabajar,
para comer, o para el vestido; y para ejemplo y para admiración nos han sido dados.
Por último, que hemos nacido, que subsistimos, que llevamos el gobierno del mundo
como en una casa el padre de familia, y todo lo que hay en el mundo sabemos que ha
sido creado para nosotros.
Especialmente, cuando nos alegramos en los beneficios de Dios, que nos
acontecen. Pero esto también lo hacen los gentiles, y los judíos y los paganos. Virtud
propia del cristiano es dar también gracias al Creador en aquellas cosas que juzga-
mos adversas. Si se cae en la casa, si la esposa amantísima y los hijos caen en la
cautividad o envenenados, o en naufragio, si perdemos las riquezas por el destierro,
si la salud se pierde por innumerables enfermedades y nuestra debilidad se rompe
por la gota de los pies. Los que se tienen por más santos suelen dar gracias a Dios de
haber sido librados de los peligros y de la miseria. Mas, según el Apóstol, esta virtud
es máxima que, en los mismos peligros y miserias, se den gracias a Dios y digamos
siempre: Bendito sea Dios, porque sé que sufro cosas más pequeñas que las que
merezco; estas cosas son poco para mis pecados, no se me da nada digno de ellos.
Este ánimo es el del cristiano, llevando aquí su cruz por Jesucristo (Lc 9,33),» (S.
JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Efesios)

434 Vivamos bien y los tiempos serán buenos.- «Os decimos, pues, hermanos: Orad
cuando podáis. Abundan los males y Dios ha querido que los males abunden. ¡Ojalá
no abundaran los malos y no abundarían los males! ¡Tiempos malos, tiempos
difíciles! dicen los hombres. Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Los tiempos
somos nosotros; cuales somos nosotros, tales son los tiempos.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 83,8)
Fe cristiana

435 Un ejemplo de oración.- «Dios, Creador de todas las cosas, dame primero la gracia
de rogarte bien, después hazme digno de ser escuchado y, por último, óyeme. Dios,
por quien todas las cosas que de su cosecha nada serían, tienden al ser. Dios, que no
permites que se aniquilen los seres, que de suyo buscan la destrucción. Dios, que
creaste de la nada este mundo, el más bello que contemplan los ojos. Dios, que no
eres autor de ningún mal y haces que lo malo no se empeore. Dios, que a los pocos
que en ti buscan refugio les muestras que el mal sólo es privación del ser. Dios, por
quien la universalidad de las cosas es perfecta, aún con los defectos que tiene. Dios,
de quien no procede disonancia alguna cuando reduces a la armonía lo peor con lo
mejor. Dios, a quien ama todo el que es capaz de amar, sea consciente o
inconscientemente.
Dios, que contienes todas las cosas, pero sin afearte con su fealdad, ni dañarte
con su malicia o extraviarte con su error. Dios, Padre de la Verdad, Padre de la
Sabiduría y de la vida verdadera y suma; Padre de la bienaventuranza, Padre de
todo lo bueno y hermoso; Padre de la luz inteligible, Padre de nuestras inspiraciones,
con que disipas nuestro sopor y nos iluminas; Padre de la Prenda que nos amonesta
volver a ti.
3. A ti invoco, Dios Verdad, principio, origen y fuente de la verdad de todas
las cosas verdaderas. Dios, autor y fuente de la sabiduría de todos los que saben.
Dios, verdadera y suma vida, en quien, de quien y por quien viven todos los que
suma y verdaderamente viven. Dios, Bienaventuranza en quien y por quien son
bienaventurados cuantos son bienaventurados. Dios, Bondad y Hermosura, princi-
pio, origen y fuente de todas las cosas buenas y hermosas. Dios, Luz espiritual que
bañas de claridad las cosas que brillan a la inteligencia. Dios, cuyo reino es todo el
mundo que no alcanzan los sentidos. Dios, que gobiernas los imperios con leyes que
derivan a los reinos de la tierra. ¡Oh Dios! Separarse de ti es caer; volverse a ti,
levantarse; permanecer en ti es hallarse firme. Alejarse de ti es morir; volver a ti es
revivir, morar en ti es vivir. Dios, a quien nadie pierde sino engañado, nadie busca
sino avisado, nadie halla sino purificado. Dios, alejarse de ti es ir a la muerte;
seguirte a ti es amar; verte es poseerte. Dios, a quien nos despierta la fe, levanta la
esperanza, une la caridad. Te invoco a ti, Dios, por quien vencemos al enemigo,
porque victoria tuya es que nosotros no perezcamos totalmente.
Dios, tú nos avisas que vigilemos; con tu luz discernimos los bienes de los
males; con tu gracia evitamos el mal y hacemos el bien. Dios, tú nos fortificas para
que no sucumbamos a las adversidades; Dios, a ti se debe nuestra obediencia y buen
gobierno. Dios, por quien aprendemos que es ajeno lo que alguna vez creímos
nuestro. Dios, por ti superamos los estímulos y halagos de los malos. Dios, por ti las
cosas pequeñas no nos envilecen y nuestra porción superior no está sujeta a la infe-
rior. Por ti, la muerte será absorbida con la victoria; Dios, que nos conviertes y nos
desnudas de lo que no es y vistes de lo que es. Dios, tu nos haces dignos de ser oídos
y nos defiendes y nos guías a la verdad. Tu nos muestras todo bien, dándonos la
cordura y librándonos de la estulticia ajena. Dios, tú nos vuelves al camino, nos traes
a la puerta de la vida y la abres a los que llaman (Mt 7,8). Dios, tú nos das el Pan de
Fe cristiana

la vida y la sed de beber lo que tomado nos sacia. Dios, que argulles al mundo de
pecado, de justicia y juicio. Dios, por ti no nos arrastran los que no creen y
reprobamos el error de los que piensan que las almas no tienen ningún mérito
delante de ti. Por ti no somos esclavos de los serviles y flacos elementos. ¡Oh Dios
que nos purificas y preparas para el divino premio, acude propicio en mi ayuda!» (S.
AGUSTIN, Los Soliloquios, I,1,2-3)

436 Que alabe el corazón y la lengua.- «¡Oh Señor! Siervo tuyo soy e hijo de tu sierva.
Rompiste mis cadenas: yo te sacrificaré una hostia de alabanza (Sal 115,16-17). Alábete
mi corazón y mi lengua.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 9,1,1)

437 «Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo».- «¡Tarde te amé, hermosura tan
antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ved que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y
por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas
que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de
ti aquellas cosas que, si no estuvieran en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y
rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu
perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti y siento hambre y sed; me tocaste y
abrasome en tu paz.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 10,28,38)

438 Orar sin interrupción.- «Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continúa en
la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar (1Tes 5,17). Pero ¿acaso nos
arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos ininterrumpidamente, y por
eso dice Orad sin cesar? /.../. Existe otra oración interior y continua, cual es el deseo
/.../. El frío de la caridad es el silencio del corazón; y el fuego del amor, el clamor del
corazón. Si la caridad permanece continuamente, siempre clamas; si clamas siempre,
siempre deseas.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 37,14)

439 Jesucristo ora por nosotros y en nosotros.- «/.../ y así es el Hijo de Dios, nuestro
Señor Jesucristo, el único Salvador de su Cuerpo, el cual pide también por nosotros y
en nosotros, y también oramos nosotros. Ora por nosotros como Sacerdote nuestro;
ora en nosotros como nuestra Cabeza, y nosotros oramos a él, como nuestro Dios.
Reconozcamos en él nuestra voz y su voz en nosotros.» (S. AGUSTIN, Enarraciones
sobre los Salmos, Sal 85,1)

440 Qué hemos de orar.- «Ya te he explicado quién debes ser para orar. Ahora oye lo
que has de orar. Objeto principal de tu consulta, pues te impresiona lo que dice el
Apóstol: No sabemos cómo conviene lo que hemos de pedir (Rom 8,26). Temes que pueda
Fe cristiana

causarte mayor perjuicio el orar como no conviene que el no orar. Puedo decírtelo
todo en dos palabras: pide la vida bienaventurada. Todos los hombres quieren
poseerla, pues aún los que viven pésima y airadamente, no vivirían de ese modo, si
no creyeran que así son o pueden ser felices. ¿Qué otra cosa has de pedir, pues, sino
la que buscan los buenos y los malos, pero a la cual no llegan sino los buenos?» (S.
AGUSTIN, Cartas, 130,«a Proba»,9)

441 La oración, expresión de nuestros deseos.- «Lo hace, aunque sabe lo que
necesitamos antes de pedírselo y puede mover nuestro ánimo. Esto puede causar
extrañeza, si no entendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le mostremos
nuestra voluntad, pues no puede desconocerla; pretende ejercitar con la oración
nuestros deseos, y así prepara la capacidad para recibir lo que nos ha de dar. Su don
es muy grande, y nosotros somos menguados y estrechos para recibirlo. Por eso se
nos dice: Dilataos para que no vayáis llevando el yugo con los infieles (2Cor 6,13-14).
Mayor capacidad tendremos para recibir ese don tan grande, que ni el ojo lo vio,
porque no es color; ni el oído lo oyó, porque tampoco es sonido; ni subió al corazón
del hombre, porque es el corazón el que debe subir hasta él; tanto mayor capacidad
tendremos, cuanto más fielmente lo creamos, más seguramente lo esperemos y más
ardientemente lo deseemos.» (S. AGUSTIN, Cartas, 130,«a Proba»,17)

442 Oración mental y oración vocal.- «En la fe, esperanza y caridad oramos siempre con
un continuo deseo. Pero a ciertos intervalos de horas y tiempos oramos vocalmente
al Señor, para amonestarnos a nosotros mismos con los símbolos de aquellas
realidades, para adquirir conciencia de los progresos que realizamos en nuestro
deseo, y de este modo nos animemos con mayor entusiasmo a acrecentarlo. Porque
ha de seguirse más abundante efecto, cuanto precediere más fervoroso afecto. Por
eso dijo el Apóstol: Orad sin interrupción (1Tes 5,17). ¿Qué significa eso sino desead sin
interrupción la vida bienaventurada, que es la eterna, y que os ha de venir del favor
del único que os la puede dar? Deseémosla, pues, siempre de parte de nuestro Señor
y oremos siempre. Pero a ciertas horas sustraemos la atención a las preocupaciones y
negocios, que nos entibian en cierto modo el deseo, y nos entregamos al negocio de
orar; y nos excitamos con las mismas palabras de la oración a atender mejor el bien
que deseamos, no sea que lo que comenzó a entibiarse se enfríe del todo y se extinga
por no renovar el fervor con frecuencia. Por lo cual dijo el mismo Apóstol: Vuestras
peticiones sean patentes a Dios (Fil 4,6). Eso no hay que entenderlo como si tales
peticiones tuvieran que mostrarse a Dios, pues ya las conocía antes de que se
formulasen; han de mostrarse a nosotros en presencia de Dios, por la perseverancia
y no ante los hombres por la jactancia.» (S. AGUSTIN, Cartas, 130,«a Proba»,18)
Fe cristiana

443 Ignorancia docta por el Espíritu de Dios.- «Eso quiere decir que hay en nosotros
una docta ignorancia, por decirlo así, pero docta por el Espíritu de Dios, que soporta
nuestra debilidad. En efecto, dice el Apóstol: Si lo que no vemos lo esperamos, por la pa-
ciencia lo aguardamos; y a continuación dice: De un modo semejante, el Espíritu socorre
nuestra debilidad; porque no sabemos lo que hemos de pedir como conviene; mas el mismo
Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables. Y quien escruta los corazones
conoce lo que sabe el Espíritu, pues intercede según Dios por los santos (Rom 8,25-27). No
hemos de entender esas palabras como si el Espíritu de Dios, que en la Trinidad de
Dios es inmutable y un solo Dios con el Padre y con el Hijo, interpelase a Dios como
alguien distinto de Dios. Se dice que interpela por los santos, porque impulsa a los
santos a interpelar. Del mismo modo se dice: Os tienta el Señor vuestro Dios, para ver si
le amáis (Dt 13,3), es decir, para que vosotros lo conozcáis. El Espíritu Santo impulsa
a interpelar a los santos con gemidos inenarrables, inspirándoles el deseo de esa tan
grande realidad, que todavía nos es desconocida y que esperamos con paciencia.
Pero ¿cómo es que, cuando se desea, se pida lo que se ignora? Porque en verdad, si
enteramente nos fuese ignorada, no la desearíamos ni la pediríamos con gemidos.»
(S. AGUSTIN, Cartas, 130,«a Proba»,28)

444 Dios nos perdona, si nosotros perdonamos.- «Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y nuestro Señor Jesucristo, después de
explicar dicha oración, añadió con muchísima verdad: Si, pues, perdonareis los pecados
a los hombres, vuestro Padre celestial os perdonará también los vuestros (Mt 6,14). Esta
petición de la plegaria dominical es, digámoslo así, un incienso espiritual que se
consume ante Dios en el altar del corazón, que siempre debe estar elevado, según
nos amonesta, y aún cuando no se viva sin pecar, puede morirse sin pecado, por
borrarse con el perdón lo que se comete por ignorancia o flaqueza.» (S. AGUSTIN,
De la naturaleza y de la gracia, 35,41)

445 Dar gracias por los miembros sanados y orar por los enfermos.- «Luego si
pensamos bien, así como debemos dar gracias a Dios por los miembros sanados,
hemos de orar por la curación de los enfermos, a fin de que gocemos de la perfecta
salud a la que nada falta de la perfecta complacencia de Dios, de la plena libertad.
No negamos que la naturaleza humana pueda alcanzar la perfecta inocencia, ni que
pueda ser perfeccionada, ni que progrese en su aprovechamiento, pero siempre con
la gracia de Dios, por mediación de Jesucristo, nuestro Señor. Con su ayuda sostene-
mos que logra la justificación y la bienaventuranza, lo mismo que le debe el ser a él
como Creador.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia, 58,68)

446 Dios da a cada uno conforme a sus méritos.- «Estad, pues, ciertos que no trabajaréis
en vano si aprovecháis en el buen propósito, perseverando hasta el fin. El Señor, que
Fe cristiana

a los suyos no da ahora según sus obras, entonces a cada uno le dará según sus
méritos. De hecho Dios dará mal por mal porque es justo, y bien por bien porque es
justo y bien por mal, porque bueno. Únicamente no dará mal por bien, porque
injusto no es. En resumen, dará mal por mal, es decir, pena por el pecado; bien por
mal, o gracia por la iniquidad; y bien por bien, lo que equivale a gracia por gracia.»
(S. AGUSTIN, De la gracia y del libre albedrío, 23,45)

447 Orar, imitando a los pajarillos.- «Así, pues, ¿quién, teniendo humanos sentimientos,
no se sentiría culpable si completase la jornada sin la celebración de los Salmos,
cuando los mismos pajarillos, para dar gracias, cantan con dulzura su salterio?
¿Quién no querría hacer resonar la gloria de Dios con la melodía de los versos,
cuando los pajarillos le cantan sus alabanzas con melodiosos gorjeos?
Imita, pues, hermano, a los pequeños pajarillos, dando gracias al Creador a la
mañana y a la tarde; y, si quieres estar más devoto, imita al ruiseñor, al que no basta
el día para cantar sus alabanzas, y pasa la noche despierto en su cantar. Y así, tú
también, después de haber tejido el día con una cadena de alabanzas, añade a tus
obras también las horas nocturnas, y endulza con un rosario de salmos tu laboriosa
vigilia.» (S. MAXIMO DE TURIN, Sermones, 72,5)

448 Las lágrimas, plegarias silenciosas.- «Pedro prorrumpe en lágrimas, no pide nada
con la boca. Encuentro, en efecto, que llora, no encuentro que haya dicho nada; leo lo
de sus lágrimas, nada leo de su disculpa.
Ciertamente Pedro hizo bien en callar llorando, porque no se suele intentar
dar excusas de aquello por lo que se llora, y es posible lavar aquello que no se puede
justificar. De hecho, las lágrimas lavan un delito que sería vergonzoso confesar
hablando. Las lágrimas, pues, proveen al igual a la vergüenza y a la salvación. No
tienen vergüenza en el suplicar y rogando lo consiguen.
Las lágrimas, digo yo, son como plegarias calladas, no invocan el perdón y ya
lo merecen; no defienden la causa y, a pesar de ello, obtienen misericordia; así, la
intercesión de las lágrimas es más eficaz que la de las palabras, porque el discurso
puede frustrar su intento, las lágrimas jamás son vanas; el discurso a veces no
consigue exponer todos los argumentos, las lágrimas producen siempre todo su
efecto.» (S. MAXIMO DE TURIN, Sermones, 76,2)

449 Oración de los activos y oración de los contemplativos.- «En la cumbre de la


oración pura se distinguen dos estados, uno para los activos, el otro para los
contemplativos. El primero está en el alma como efecto del temor de Dios y de la
buena esperanza; el segundo, del amor divino y de la plena purificación. Indicios del
primer estado: el espíritu se recoge, se abstrae de todos los pensamientos del mundo
y, con la convicción de que Dios está presente -lo está en realidad-, hace oración sin
Fe cristiana

distraerse ni turbarse. Indicios del segundo: el espíritu está arrebatado en el


arranque mismo de la oración, por la infinita luz de Dios; pierde todo sentimiento de
sí mismo y de los demás, excepto de aquél que, por la caridad, obra en él esta
iluminación. Abstraído, entonces, por los atributos de Dios, adquiere las nociones
puras y profundas.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Caridad, 2,6)
Fe cristiana

XVIII. Fe cristianaError! Reference source not found.

«Quien cree en el Hijo, posee la vida eterna» (Jn 3,36).

«En verdad os digo que en nadie hallé fe tan grande en Israel» (Mt
8,10).

«Y les dice: ¿Por qué estáis tan acobardados, hombres de poca fe?» (Mt
8,26).

«Todo es posible al que cree» (Mc 9,22).

«Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque


haya muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para
siempre» (Jn 11,25-26).
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defined.450 Edificación en la fe.- «Mas el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
y el mismo Pontífice eterno e Hijo de Dios, Jesucristo, os edifique en la fe y en la
verdad, y en toda mansedumbre y sin ira, y en paciencia y longanimidad, y
perseverancia y castidad, y os dé herencia y parte entre sus santos, y a nosotros con
vosotros, y a todos los que están bajo el cielo, y han de creer en nuestro Señor
Jesucristo y en su Padre, que lo resucitó de entre los muertos.» (S. POLICARPO,
Carta a los Filipenses, 12,2)

451 Conexión de las virtudes cristianas.- «Mirome ella y, sonriendose, me dijo: ¿Ves a
siete mujeres en torno a la torre? -Las veo, señora, le contesté.
-Esta torre, por ellas es sostenida, conforme a la ordenación del Señor. 3.
Escucha ahora las operaciones de cada una. La primera de ellas, la de manos
robustas, se llama Fe. Por ésta se salvan los elegidos de Dios /.../.
7. Pero has de saber que las virtudes de ellas se sostienen unas a otras y
mutuamente se acompañan, a la manera que también unas de otras se engendran.
Así, de la Fe se engendra la Continencia, de la Continencia, la Sencillez, de la Senci-
llez la Inocencia, de la Inocencia la Modestia, de la Modestia la Ciencia, de la Ciencia
la Caridad. Ahora, pues, las obras de ellas son puras, santas y divinas. 8. Cualquiera,
pues, que las sirviere y tenga fuerzas para llevar a cabo sus obras, tendrá su morada
en la torre junto a los santos de Dios.» (HERMAS, El Pastor, Visión 3,8,2-8)

452 Enumeración de las virtudes.- «Manifiéstame, Señor, los nombres de las vírgenes y
de las mujeres vestidas de negro.
-Escucha, me contestó, los nombres de las vírgenes; primero los de las más
fuertes, las que están firmes en los ángulos. 2. La primera se llama Fe; la segunda,
Continencia; la tercera, Fortaleza; la cuarta, Paciencia. Las otras, colocadas en medio
de éstas, tienen los siguientes nombres: Sencillez, Inocencia, Castidad, Alegría,
Verdad, Inteligencia, Concordia, Caridad. El que llevare estos nombres, junto con el
nombre del Hijo de Dios, podrá llegar al reino de Dios.
3. Escucha también los nombres de las mujeres vestidas de negro. De éstas
hay también cuatro más poderosas que las otras. La primera se llama Infidelidad; la
segunda, Incontinencia; la tercera, Desobediencia; la cuarta, Engaño. Las que a éstas
siguen se llaman: Tristeza, Maldad, Disolución, Impaciencia, Mentira, Insensatez,
Murmuración, Odio. El siervo de Dios que llevare estos nombres sobre sí, verá,
cierto, el reino de Dios, pero no entrará en él.» (HERMAS, El Pastor, Comparación
9,15,1-3)
La caridad

453 Fe cristiana.- «También, para no sufrir nada semejante, debemos conservar intacta la
regla de fe, cumplir los mandamientos, creyendo en Dios, temiéndole porque es
Señor y amándole porque es Padre. Ahora bien, el cumplimiento de los mandamien-
tos es una adquisición de la fe, porque si no creéis -dice Isaías- no subsistiréis (Is 7,9), y
la verdad lleva a la fe, que tiene por objeto las cosas que realmente existen (Heb
11,1); de manera que creamos en los seres que existen y, creyendo en ellos tal como
son, guardemos siempre nuestra convicción con respecto a ellos. Y como la fe está
íntimamente ligada a nuestra salvación, hay que tener mucho cuidado, a fin de tener
una verdadera inteligencia de estos seres. Ahora bien, la fe es la que nos lo
proporciona, tal como los presbíteros, discípulos de los apóstoles, nos la han
transmitido por tradición.
En primer lugar ella nos recuerda que hemos recibido el bautismo para
remisión de los pecados en el nombre de Dios Padre, en el nombre de Jesucristo, el
Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios.
Acordándonos asimismo que el bautismo es el sello de la vida eterna y del nuevo
nacimiento de Dios, y que somos hijos de Dios eterno. Acordándonos también de
que el ser eterno es Dios y está sobre todas las cosas creadas; es él quien las ha
creado /.../ y que Dios es por esto todopoderoso y que todas las cosas vienen de
Dios.» (S. IRENEO, Demostración de la predicación apostólica, 3)

454 La humanidad salvada por la fe y el amor.- «Y que no era en la prolijidad de la Ley,


sino conforme a la concisión de la fe y del amor, como la humanidad debía ser
salvada, lo dice Isaías así: Aunque fuera tu pueblo, Israel, como la arena del mar, volverá
sólo un resto; la destrucción decretada rebosa salvación. El Señor va a cumplir en medio del
país la destrucción decretada (Is 10,22-23). Y el apóstol San Pablo dice: La plenitud de la
Ley es el amor (Rom 13,10), porque el que ama a Dios ha cumplido la Ley.
Pero, sobre todo, el Señor, cuando se le preguntó: ¿Cuál es el mandamiento
primero?, dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda
tu fuerza; el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos
mandamientos se basa la Ley entera y los profetas (Mc 12,30; Mt 22,34-40). Así, pues,
gracias a la fe en él, ha aumentado nuestro amor a Dios y al prójimo, nos ha hecho
piadosos, justos y buenos. Y así, en él, ha cumplido su palabra en el mundo.» (S.
IRENEO, Demostración de la predicación apostólica, 87)

455 Las herejías.- «Porque casi todas las herejías que existen afirman ciertamente que
hay un solo Dios, pero no saben ser agradecidos para con aquél que los creó, y
desvirtúan su naturaleza con sus erróneas opiniones, de manera semejante a como
los paganos lo hacen con su idolatría. Porque desprecian lo que es creación material
de Dios, y así se oponen a su propia salvación, haciéndose acusadores amargados
La caridad

contra sí mismos y falsos testigos de lo que dicen. Éstos, aunque no quieran, resucita-
rán con su carne, para que tengan que reconocer el poder del que es capaz de
resucitarlos de entre los muertos (como fue capaz de crearlos en la carne). Pero no
serán contados entre los justos por su falta de fe.» (S. IRENEO, Contra las herejías,
1,22,1)

456 El acebuche, injertado, da fruto.- «El olivo, si no se cuida y se abandona a que


fructifique espontáneamente, se convierte en acebuche u olivo silvestre; por el
contrario, si se cuida al acebuche y se le injerta, vuelve a su primitiva naturaleza
fructífera. Así sucede también con los hombres: cuando se abandonan y dan como
fruto silvestre lo que a su carne les apetece, se convierten en estériles por naturaleza
en lo que se refiere a frutos de justicia. Porque, mientras los hombres duermen, el
enemigo siembra la semilla de cizaña: por esto mandó el Señor a sus discípulos que
anduvieran vigilantes. Al contrario, los hombres estériles en frutos de justicia y como
ahogados entre espinos, si se cuidan diligentemente y reciben a modo de injerto la
palabra de Dios, recobran la naturaleza original del hombre, hecha a imagen y
semejanza de Dios.
Ahora bien, el acebuche, cuando es injertado, no pierde su condición de árbol,
pero sí cambia la calidad de su fruto, recibiendo un nombre nuevo y llamándose no
ya acebuche, sino olivo fructífero: de la misma manera, el hombre que recibe el
injerto de la fe y acoge al Espíritu de Dios, no pierde su condición carnal, pero
cambia la calidad del fruto de sus obras y recibe un nombre nuevo que expresa su
cambio en mejor, llamándose no ya carne y sangre, sino hombre espiritual. Más aún:
así como el acebuche, si no es injertado, siendo silvestre, es inútil para su señor, y es
arrancado como árbol inútil y arrojado al fuego, así el hombre que no acoge con la fe
el injerto del Espíritu, sigue siendo lo que era antes, es decir, carne y sangre, y no
puede recibir en herencia el reino de Dios (1Cor 15,50), y los que viven en la carne no
pueden agradar a Dios (Rom 8,8).» (S. IRENEO, Contra las herejías, 5,10,1-2)

457 Fe y bautismo están ligados indisolublemente.- «Nombrar a Cristo es confesarlo


todo, porque es mostrar a Dios que ha ungido, al Hijo que ha sido ungido, y la
unción que es el Espíritu, según la enseñanza de Pedro en los Hechos de los Após-
toles: Jesús de Nazaret, a quien Dios ha ungido con el Espíritu Santo (Hech 10,38) y según
la enseñanza de Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido (Is
61,1). También dice el Salmista: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría
(Sal 44,8) /.../. En verdad la fe y el bautismo, estos dos medios de salvación, están li-
gados uno a otro y son indivisibles, porque, si la fe recibe del bautismo su
perfeccionamiento, el bautismo se apoya en la fe; el uno y la otra obtienen su
perfección de los mismos nombres. Como se cree en el Padre, y en el Hijo y en el
Espíritu Santo, así también se es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo. La profesión de fe lleva a la salvación, es lo primero; pero el
La caridad

bautismo, sello de nuestra confesión, le sigue inmediatamente.» (S. BASILIO


MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 12)

458 Hermosura de las virtudes cristianas.- «2. Cosa hermosa son fe, esperanza y
caridad, estas tres (1Cor 13,13). De la fe es testigo Abraham, que por su fe consiguió la
alabanza de la justicia (Gén 15,6); de la esperanza, Enós, el primero que por la
esperanza fue trasladado y por quien se comenzó a invocar el nombre del Señor (Gén
4,26); Y todos los justos que sufrieron injurias por su esperanza; de la caridad, el
Apóstol, que no dudó en hablar contra sí mismo por causa de Israel (Rom 9,3), y
Dios mismo, que es caridad (1Jn 4,8).
Bella es la hospitalidad y testigo de ella, entre los justos, es Lot sodomita (Gén
19,3), pero no sodomita por sus costumbres; entre los pecadores, Rahab la meretriz
(Jos 2,1), la cual, por su atención en acoger bien a sus huéspedes, fue alabada y
salvada. Cosa bella el amor fraterno, y como testigo de ello tenemos a él, a Jesús, que
no sólo aceptó llamarse hermano nuestro, sino que también soportó el suplicio de la
cruz por nuestra salvación. Bella la benevolencia para con los hombres y testigo de
ella es el mismo Jesús que, no sólo creó al hombre para las buenas obras (Ef 2,10) y
unió la imagen de Dios a la carne, como guía para las cosas mejores, sino que
también, por nuestra causa, se hizo hombre.
Hermosa es la longanimidad como él mismo atestigua: no quiso llamar en su
ayuda legiones de ángeles contra los que vinieron a prenderlo (Mt 26,53), y no toleró
que Pedro tomara la espada (Lc 22,50), sino que también curó la oreja del que había
sido herido. También Esteban, discípulo de Jesús, oró por los que le apedreaban
(Hech 7,59). Hermosa la mansedumbre; testigos son Moisés (Núm 12,3) y David (Sal
131,1), a los que, entre todos, la Escritura los distingue con esta alabanza; y el
Maestro de ellos, que no gritará ni clamará, ni hará oír su voz en las plazas (Is 42,2), ni
rechazará a aquellos por quienes era conducido preso.
3. Pulcra cosa es el celo; testigo Fines, que atravesó con su lanza a un israelita
y una madianita (Núm 25,8), para vengar a los hijos de Israel por el oprobio y la
infamia, y mereció una alianza de paz de parte de Dios, por la disposición de su alma
(Núm 25,10-13). También testigos después de él, aquél que decía: Ardo en celo por el
Señor Dios omnipotente (1Re 19,14) y que decía: Tengo celo de Dios por vosotros (2Cor
11,2), y aquél otro, que era extraño a sus hermanos porque lo devoraba el celo del
templo (Sal 68,10). Hermoso el castigo del cuerpo; que te persuada de ello Pablo que
escribe: Abofeteo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, después de predicar a otros, yo mismo
quede eliminado (1Cor 9,27). Y, sobre todo, Jesús, quien te ofrece testimonio de esto,
ayunando y sufriendo la tentación, y venciendo al tentador (Mt 4,1ss).
Bella la oración y la vigilia. Jesús da testimonio, vigilando y orando antes de
su pasión (Mt 26,36ss). Bella la castidad y la virginidad; de ellas da fe Pablo, dando
consignas para ellas y centrando la controversia entre virginidad y matrimonio
(1Cor 7,25ss). Y también Jesús mismo, que nace de la Virgen para honrar la
generación, honrando la virginidad. Bella cosa es la continencia; convénzate de ello
La caridad

la autoridad de David que, cuando le trajeron agua de la cisterna, sólo probo el agua,
sin beberla, porque no consintió aplacar su sed a costa de la sangre ajena (2Sam
23,15-17).
4. Hermosa es la soledad y el descanso. Me lo enseña el Carmelo de Elías (1Re
10,42), el desierto de Juan (Lc 1,80); y, sobre todo, el monte al que Jesús se retiraba
con frecuencia para orar (Mt 14,23) en el silencio. Pulcra es la austeridad; me lo
manifiestan Elías, que fue alimentado por la viuda (1Re 17,8ss) y Juan, que se cubría
con piel de camello (Mt 3,4) y, sobre todos los demás, el Salvador y Señor de todos,
que no sólo se anonadó tomando forma de siervo (Fil 2,6) y ofreció su rostro a los
salivazos y a las bofetadas, y fue contado entre los delincuentes (Is 50,6; 53,12); que
se ofreció en expiación por las manchas de los pecados y lavó, en hábito de esclavo,
los pies de sus discípulos (Jn 13,4-5). Cosa hermosa es la pobreza y el desprecio de
las riquezas; testigo, Zaqueo y también Cristo; aquél, cuando Cristo entró en su casa,
ofreció sus riquezas a los pobres como limosna, éste, al invitar al joven rico a la vida
de perfección en esta materia (Lc 19,8; Mt 19,21). Y para terminar brevemente: bella
es la contemplación y hermosa asimismo la acción; aquella subiendo hasta el Santo
de los santos, luchando y consagrando nuestra alma a aquello para lo que está
creada; ésta, recibiendo a Cristo, sirviéndole y mostrando el amor con las obras.» (S.
GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 14,2-4)

459 Fe y carismas.- «10. La fe por el nombre es una sola, pero en realidad es de dos
clases. Hay una fe por la que se cree en los dogmas; que exige que el espíritu atienda
y la voluntad se adhiera a determinadas verdades. Ésta fe es útil al alma, como lo
dice el mismo Señor: Quien escucha mis palabras y cree al que me envió posee la vida
eterna y no caerá en el juicio de condenación (Jn 5,24). Y también: El que cree en el Hijo no
será juzgado, sino que pasará de la muerte a la vida (Jn 3,18). ¡Oh gran bondad de Dios
para con los hombres! /.../.
11. Otro género de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don
gratuito. Pues a unos se les da por el Espíritu el don de la sabiduría y a otros el don de
ciencia, según el mismo Espíritu; a unos el don de la fe y a otros el don de curaciones (1Cor
12,8-9). Mas esta fe, no sólo es una fe dogmática, sino también es capaz de realizar
obras que exceden la capacidad humana. Pues el que tuviese una fe semejante podría
decir a este monte: Vete de aquí al otro lado y se iría (Mt 17,20). Y el que, llevado por
esta fe, dijese eso mismo, confiado en que se haría y sin dudar, entonces recibe esta
gracia. De esta fe es de la que se dice: Si tuvierais fe como un grano de mostaza... .» (S.
CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, 5,«a los ilumninados»,10-11)

460 La esperanza, áncora de salvación.- «El diablo justamente quiere arrojarnos a


pensamientos de desesperación, con el fin de cortar nuestra esperanza en Dios, el
áncora segura, el sostén de nuestra vida, la guía del camino que lleva al cielo, la
salvación de las almas que perecen. Porque por la esperanza -dice el Apóstol- nos hemos
La caridad

salvado (Rom 12,24). Ésta es la cuerda de oro, suspendida de los cielos, que sostiene
nuestras almas, levantando poco a poco hasta aquella altura a los que se agarran
fuertemente de ella y sacándolos de las olas de los males mundanos. Ahora bien, el
que se descuida y suelta esta áncora sagrada, cae inmediatamente y se ahoga,
llegando hasta el abismo de la maldad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Exhortación a
Teodoro caído, 2)

461 Espíritu necesario para hablar de las cosas de Dios.- «No se puede hablar de las
cosas de Dios con espíritu humano o mundano. Y tampoco se ha de arrancar la
perversión de una inteligencia impía y ajena a la sana doctrina por medio de una
predicación violenta y presuntuosa de las palabras divinas. Leamos lo que está
escrito, entendamos lo que hemos leído, y entonces cumpliremos con nuestra
obligación de profesar una fe perfecta.
Si no hemos aprendido de Cristo cuanto decimos sobre su verdadera
presencia en nosotros por su naturaleza, lo diremos de una manera insensata e impía
/.../.» (S. HILARIO DE POITIERS, La Trinidad, 8,14)

462 Creer para entender.- «El Apóstol, elegido no por los hombres ni por medio de hombre,
sino de Jesucristo (Gál 1,1), para ser maestro de los gentiles, muestra los misterios de
los designios divinos con toda la claridad que las palabras permiten. Y aquél que,
arrebatado hasta el tercer cielo, había oído cosas inefables, reveló al espíritu de la
inteligencia humana sólo aquellas que la naturaleza humana era capaz de compren-
der. No ignoraba que algunas cosas no pueden entenderse en el momento en que se
oyen, porque nuestra fragilidad recibe con retraso como juicio verdadero y claro de
la mente aquello que se comunica a los oídos, a la inteligencia se le deja más tiempo
para detenerse que al oído, porque el oír es consecuencia de la voz, y el entender, de
la razón, aunque es Dios el que revela el sentido a los que tienen ansia de
comprender. Y así, al escribir muchas cosas a Timoteo, que había sido instruido des-
de la infancia en las letras sagradas por la fe gloriosa de su abuela y de su madre,
añadió esto: Entiende lo que digo, pues Dios te dará inteligencia en todas las cosas (2Tim
2,7).
La exhortación a entender viene de la dificultad de la inteligencia, pero el don
de la inteligencia, que viene de Dios, es recompensa de la fe, por la cual la debilidad
de nuestra mente merece la gracia de la revelación.» (S. HILARIO DE POITIERS, La
Trinidad, 11,23)

463 Las criaturas nos hablan de Dios.- «En las cosas humanas nos ha dado muchos
ejemplos, en los que, aunque ignoremos las causas, no desconocemos los efectos. Y
cuando la ignorancia es debida a nuestra naturaleza, es obligada la fe. Cuando
levanto hacia tu cielo estos ojos débiles de mi vista, no creo otra cosa sino que el cielo
La caridad

es tuyo. Y, al observar las órbitas de los astros, el ciclo de los años, las estrellas de la
primavera y del Norte, y el lucero de la mañana, a los que corresponden funciones
diversas, te reconozco como Dios en estas cosas cuyo conocimiento no alcanzo.
Cuando veo los flujos admirables (Sal 92,4) de tu mar, tampoco entiendo ni el origen
de las aguas ni el movimiento de estas alternancias regulares; con todo, alcanzo a
comprender la razón de la fe, aunque me resulte impenetrable, y no ignoro tu
presencia en lo que desconozco.
Y cuando dirijo mi pensamiento a la tierra que, por la fuerza de causas
ocultas, deshace todas las semillas que recibe, una vez deshechas las vivifica,
vivificadas las multiplica y multiplicadas les da fuerza, nada encuentro en todo ello
que pueda entender mi mente. Pero mi ignorancia ayuda a comprenderte; pues,
aunque no conozco la naturaleza que está a mi servicio, te reconozco a ti, sólo por la
utilidad que me ofrece. Tampoco me conozco a mí mismo y siento que te admiro
más por mi ignorancia de mí mismo. Y sin entender el impulso, ni la razón, ni la vida
de mi mente capaz de juzgar, los experimento y, al experimentarlos, me siento
deudor de ti, que me concedes sentir la naturaleza, que me deleita aún sin poder
entender el origen de mi ser. Te entiendo al ignorar lo que a mí se refiere, y al
entenderte, te adoro; y no quiero que, el no comprender tus misterios, debilite la fe
en tu omnipotencia, para que mi mente no trate de dominar el origen de tu
Unigénito ni de someterlo a su juicio, ni haya en mí nada que me haga aspirar a
llegar más allá de mi Creador y de mi Dios.» (S. HILARIO DE POITIERS, La
Trinidad, 12,53)

464 Entrega del Símbolo.- «Hasta aquí hemos celebrado los misterios de los
escrutinios/.../. Por el exorcismo se ha procurado un medio de santificar, no sólo el
cuerpo, sino también el alma. Ahora ya es tiempo y el día de entregaros el Símbolo,
este Símbolo es un signo espiritual, Símbolo que es el objeto de meditación para
nuestro corazón y como una guarda siempre presente. Ciertamente es nuestro tesoro
más íntimo.» (S. AMBROSIO, Explicación del Símbolo, 1)

465 La fe en Dios se extiende a las obras de Dios.- «Entended bien la manera cómo
nosotros creemos en el Creador, para que no digáis: Pero tenemos también la Iglesia
y el perdón de los pecados y la resurrección.
¿Qué quiere decir todo esto? La cosa es la misma: como creemos en Cristo,
creemos en el Padre, y así creemos en la Iglesia, en el perdón de los pecados y en la
resurrección de la carne. ¿Cuál es la razón? El que cree en el autor, cree también en la
obra del autor. Y para que no penséis que esto es cosa de nuestro ingenio, recibid un
testimonio: Si no me creéis a mí, creed a las obras (Jn 10,38). Aquí lo tenéis. Tu fe brillará
mejor si entiendes que la fe verdadera y entera se extiende a la obra de tu Creador, a
la santa Iglesia y al perdón de los pecados.» (S. AMBROSIO, Explicación del
Símbolo, 6)
La caridad

466 Fe y bautismo.- «Tú has entrado, has visto el agua, has visto al sacerdote, has visto al
levita. Temo que alguno pueda decir: ¿Esto es todo? Ciertamente es todo. Todo está
donde está toda la inocencia, toda la piedad, toda la gracia, toda santidad. Has visto
lo que has podido ver con los ojos del cuerpo y con las miradas humanas; no has
visto no lo que se ha obrado, sino lo que se ve. Lo que no se ve es mucho más grande
que aquello que se ve, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven
son eternas (2Cor 4,18),» (S. AMBROSIO, De los Sacramentos, 1,10)

467 El cántico nuevo.- «Aquel día se cantará este canto en el país de Judá: Tenemos una ciudad
fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes (Is 26,1).
Finalmente, los santos, que no querían cantar el cántico de Jerusalén en tierra
extranjera, dicen: ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! (Sal 136,4).
Pienso que el cántico es aquél que se pide a los santos en otro pasaje: Cantad al Señor
un cántico nuevo (Sal 95,1). Éste cántico será: La ciudad de nuestra fortaleza, el Salvador.
¿Qué ciudad es ésta? La que no puede ocultarse, por estar situada en el monte (Mt
5,14). Y de la que en otro sitio está escrito: El correr de las acequias alegra la ciudad de
Dios (Sal 45,5). Y también: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! (Sal 86,3). El
fundador de esta ciudad es aquél de quien habla el Padre: La ciudad de nuestra
fortaleza es el Salvador, esto es, Jesús. Y se pondrá en ella un muro y un baluarte: el
muro son las buenas obras, el antemuro de la fe recta, para que sea defendida con
doble defensa. No basta tener el muro de la fe, si esta fe no está confirmada con
obras buenas.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

468 Justificación por la fe.- «Y que por la ley no queda nadie justificado ante Dios es claro,
porque "el justo vive de la fe"; y la ley no tiene que ver con la fe, sino que "el que ponga por
obra los preceptos vivirá por ellos" (Gál 3,11-12).
Pablo era entonces justo en la ley, mas no podía vivir entonces, porque no
tenía consigo a Cristo, que dice: Yo soy la vida (Jn 11,25). Después, al creer en él,
empezó a vivir también. Hagamos nosotros algo parecido a esto que se dice: El justo
vivirá por la fe. Y decimos: el que es casto vive por la fe, el sabio vive por la fe, el
fuerte vive por la fe, y así todas las demás virtudes. Demos una sentencia parecida
contra aquellos que no creen en Cristo, fuertes, sabios, equilibrados. Creen que son
justos; para que sepan que ninguno vive sin Cristo, sin el cual, toda virtud está en el
vicio.» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Gálatas)

469 La luz del sol y la luz de la justicia.- «¡Qué ciega era la que defendía el hurto! (Tob
2,21-22). Y ¡qué luz tan clara veía el que mandaba que se devolviera lo robado! Ella
La caridad

veía la luz del sol; él veía la luz de la justicia. ¿Cuál de los dos gozaba de mejor luz?»
(S. AGUSTIN, Sermones, 88,15)

470 Cree y entenderás.- «Todos los hombres quieren entender, nadie hay que no lo
quiera; mas no todos quieren creer. Se me dice: Entienda yo y creeré. Yo le respondo:
Cree y entenderás.» (S. AGUSTIN, Sermones, 43,4)

471 La fe, peldaño de la inteligencia; la inteligencia, recompensa de la fe.- «Las


recónditas honduras del divino reino demandaban su creencia antes de llevarnos a
su inteligencia (Is 5,19); la fe, en efecto, es el peldaño de la intelección, y la intelección
es la recompensa de la fe. Un profeta se lo dice abiertamente a todos los que,
debiendo ser al revés, se precipitan a la búsqueda de la inteligencia, sin darles nada
por la creencia. Dice: Si no creéis, no entenderéis (Is 7,9).» (S. AGUSTIN, Sermones,
126,1)

472 La predicación se dirige a la fe, al exponer los misterios.- «Yo y el Padre somos una
misma cosa (Jn 10,30). Aceptad esto y creedlo, de manera que merezcáis entenderlo;
pues la fe debe anteceder a la inteligencia, para que la inteligencia sea el premio de la
fe, según expresamente lo dijo un profeta: Si no creéis no entenderéis (Is 7,9). Es a la fe,
por tanto, a donde se dirige la predicación cuando expone sencillamente los mis-
terios y es la inteligencia a donde mira la discusión, que sutiliza.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 139,1)

473 Un doble camino: la razón y la autoridad.- «Un doble camino, pues, se puede seguir
para evitar la oscuridad que nos circunda: la razón o la autoridad. La filosofía
promete la razón, pero salva a poquísimos, obligándolos a no despreciar aquellos
misterios, sino a penetrarlos con su inteligencia, según es posible en esta vida. Ni
persigue otro fin la verdadera y auténtica filosofía, sino enseñar el principio sin
principio de todas las cosas, y la grandeza de la sabiduría que en él resplandece, y
los bienes que, sin detrimento suyo, se han derivado para nuestra salvación de allí.
Ella nos instruye en nuestros sagrados misterios, cuya fe sincera e inquebrantable
salva a las naciones, dándoles a conocer a un Dios único, omnipotente y tres veces
poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin confundir las tres personas, como hacen
algunos, ni ofenderlas, como otros. Esta filosofía enseña cuán grande cosa es que
Dios haya querido asumir nuestro cuerpo para redimirnos, pues cuanto más se ha
abatido por nosotros, tanto más brilla su divina clemencia, alejándose de la soberbia
de los sabios según el mundo.» (S. AGUSTIN, Del Orden, 2,5,16)
La caridad

474 «Si no creyereis, no entenderéis».- «Sometamos, pues, el alma a Dios, si queremos


someter nuestro cuerpo a servidumbre y triunfar del diablo. Y la fe es la primera que
somete el alma a Dios. Luego vienen los preceptos del buen vivir, con cuya
observancia se afirma la esperanza, se nutre la caridad y empieza a comprenderse lo
que antes tan sólo se creía. El conocimiento y la acción son los que dan la felicidad al
hombre; y así como en el conocimiento hay que evitar el error, así en la conducta hay
que evitar la maldad. Yerra quien piensa que puede comprender la verdad viviendo
inicuamente /.../. Por lo tanto, antes de que se purifique nuestra mente, hemos de
creer lo que aún no podemos entender; porque con razón dijo el profeta: Si no
creyereis, no entenderéis (Is 7,9).» (S. AGUSTIN, El combate cristiano, 13)

475 Fe y caridad.- «Nutrámonos en Cristo alimentados con esta simplicidad y


autenticidad de fe. Mientras seamos pequeñuelos no apetezcamos el alimento de los
adultos. Crezcamos en Cristo con este alimento salubérrimo, añadiendo las buenas
costumbres y la cristiana justicia, en la que se perfecciona y confirma la caridad de
Dios y del prójimo. Así cada uno de nosotros triunfará dentro de sí mismo y dentro
de Cristo, de quien ya se revistió contra el diablo enemigo y su ángeles. Porque la
perfecta caridad excluye el amor y temor del mundo, es decir, el apetito de adquirir
bienes temporales y el miedo de perderlos. Por esas dos puertas entra a reinar el
enemigo; y hemos de arrojarlo, primero con el temor de Dios, y luego, con la cari-
dad. Debemos apetecer el manifiesto y evidente conocimiento de la verdad, tanto
más cuanto mejor comprobamos nuestro aprovechamiento en la caridad y cuanto
más purificado tengamos el corazón con su simplicidad.» (S. AGUSTIN, El combate
cristiano, 33)

476 Los bienes temporales y la sencillez de corazón.- «Los no pocos que dicen: ¿Quién
nos mostrará los bienes? y que no ven que está dentro de ellos el reino de los cielos,
deben observar que se multiplicaron desde el tiempo del trigo, del vino y del óleo.
La multiplicación no siempre denota abundancia, pues muchas veces designa
escasez. El alma entregada a los placeres temporales, continuamente se abrasa en
deseos que no puede saciar y, henchida de múltiples y ruinosos pensamientos, no la
dejan contemplar el simple bien; tal es aquella de la cual se dice: El cuerpo corruptible
embaraza el alma, y la morada terrena abate la razón, que piensa muchas cosas (Sab 9,15).
Este alma, por el acceso y receso de los bienes temporales, desde el tiempo del trigo,
del vino y del óleo, de tal modo se halla acrecentada y repleta de innumerables
imaginaciones, que no puede poner por obra lo preceptuado: Sentid bien del Señor y
buscadle con sencillez de corazón (Sab 1,1). Esta multiplicidad se opone con vehemencia
a aquella sencillez y, por tanto, el varón fiel, habiendo abandonado a éstos, que en
realidad son muchos y que, sin duda, acrecentados por el deseo de los bienes
temporales, dice: ¿Quién nos mostrará los bienes?, los que no deben buscarse fuera con
La caridad

los ojos de la carne, sino dentro, con la sencillez del corazón, se alegra y dice: En paz
dormiré en él y tomaré el sueño.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 4,9)

477 Los espectáculos de los cristianos.- «La sangre del Cordero triunfó del león. Mirad
cómo son los espectáculos de los cristianos, y lo que es más todavía: Aquellos ven
con los ojos de la carne la vanidad; nosotros, en cambio, vemos con los ojos del
corazón la verdad. No se os ocurra pensar, hermanos, que nos dejó el Señor, Dios
nuestro, sin espectáculos.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 7,6)

478 Si no has entendido, cree.- «Mi doctrina, dice, no es doctrina mía, sino de aquél que me
envió (Jn 7,16). Oiga este consejo el que dice: Todavía no he comprendido. En el
instante mismo en que fue dicha cosa tan grande y tan profunda, vio el mismo Señor
que no todos entenderían cosa tan honda, y por eso dio en seguida el consejo:
¿Quieres entender esto? Cree, porque Dios dijo por el profeta: Si no creyereis, no
entenderéis (Is 7,9). Tiene también relación con esto lo que el Señor, siguiendo su
discurso, añadió: Si alguno quiere hacer mi voluntad, conocerá si la doctrina es de Dios o si
hablo yo de mí mismo (Jn 7,17). ¿Qué significa si alguno quiere hacer mi voluntad? Ya
había dicho: Si creyereis; y luego os di este consejo: Si no has entendido, cree. La
inteligencia es, pues, premio de la fe. No te afanes por llegar a la inteligencia, ya que,
si no creéis, no entenderéis.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre el Evangelio de S. Juan, 29,6)

479 La razón pide que la fe preceda a la razón.- «Dios está muy lejos de odiar en
nosotros esa facultad por la que nos creó superiores al resto de los animales. Él nos
libre de pensar que nuestra fe nos incita a no aceptar ni buscar la razón, pues no
podríamos ni aún creer, si no tuviésemos almas racionales.
Pertenece al fuero de la razón el que preceda la fe a la razón en ciertos temas
propios de la doctrina salvadora, cuya razón todavía no somos capaces de percibir.
Lo veremos más tarde. La fe purifica el corazón para que capte y soporte la luz de la
gran razón. Así dijo razonablemente el profeta: Si no creyereis no entenderéis (Is 7,9).
Aquí se distinguen, sin duda alguna, dos cosas. Se da el consejo de creer primero,
para que después podamos entender lo que creemos. Por lo tanto, es la razón la que
exige que la fe preceda a la razón. Ya ves que, si este precepto no es racional, ha de
ser irracional, y Dios te libre de pensar tal cosa. Luego si el precepto es racional, no
cabe duda de que esta razón, que exige que la fe preceda a la razón en ciertos
grandes puntos que no pueden comprenderse, deba ella misma preceder a la fe. 4.
Por eso amonesta el apóstol Pedro que debemos estar preparados a contestar a todo
el que nos pida razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Supongamos que un
infiel me pide a mí la razón de mi fe y de mi esperanza. Yo veo que, antes de creer,
no puede entender, y le aduzco esa misma razón; en ella verá (si puede) que invierte
los términos, al pedir, antes de creer, la razón de cosas que no puede comprender.
La caridad

Pero supongamos que es ya un creyente quien pide la razón para entender lo que
cree. En ese caso hemos de tener en cuenta su capacidad, para darle razones en
consecuencia con ella. Así alcanzará todo el conocimiento actualmente posible de su
fe. La inteligencia será mayor si la capacidad es mayor; menor, si es menor la
capacidad. En todo caso, no debe desviarse del camino de la fe hasta que llegue a la
plenitud y perfección del conocimiento.» (S. AGUSTIN, Cartas, 120,«a Comentio»,3-
4)
La caridad

XIX. La caridadError! Reference source not found.

«Él le dijo: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente. Éste es el gran mandamiento y el primero. El
segundo, semejante, es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos pende la ley entera y los profetas» (Mt 22,37-
40).

«Le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho» (Lc
7,47).

«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y
quien me ama, será amado de mi Padre, y yo también lo amaré y me
manifestaré a él» (Jn 14,21).

«Éste es el mandamiento mío: que os améis unos a otros, así como yo


os he amado» (Jn 15,12).
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defined.Error! Bookmark not defined.Error! Bookmark not defined.Error!
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defined.480 La caridad, lazo que une a los hermanos.- «La caridad es el lazo que
une a los hermanos, el cimiento de la paz, la trabazón que da firmeza a la unidad; la
que es superior a la esperanza y a la fe, la que sobrepuja a la limosna y al martirio, la
que quedará con nosotros para siempre en el cielo. Quítale, pues, la paciencia, y
queda devastada y no dura; quítale el jugo del sufrimiento y resignación, y queda sin
raíces ni vigor. en fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, le junta el sufrimiento y
la paciencia: La caridad, dice, es magnánima, es benigna, no es envidiosa, no es hinchada,
no se encoleriza, no piensa mal, todo lo ama, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sufre (1Cor
13,4-7). Con esto nos indica que la caridad puede permanecer, porque puede sufrirlo
todo.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la paciencia, 15)

481 El servicio de la caridad a los pobres.- «Como ya muchas veces he escrito, no omita
nuestro celo los cuidados para con los pobres igualmente, a aquellos, se entiende,
que han permanecido firmes en la fe y, combatiendo valerosamente con vosotros, no
han abandonado el campo de Cristo. A éstos, por cierto, en tales circunstancias, les
hemos de prestar mayores servicios de caridad, ya que ni la pobreza los ha abatido
ni la furia de la persecución los ha derribado, sino que, conservándose fieles servido-
res del Señor, han dado además un ejemplo de fidelidad a los demás pobres.» (S.
CIPRIANO, Cartas, 12,«a los presbíteros y diáconos»,2,2)

482 Amar a Dios con todo el corazón.- «Hazme saber dónde apacientas el rebaño, tú a quien
ama mi alma, dónde sesteas a mediodía... (Cant 1,7).
Ahora la esposa ha llamado al esposo con una denominación nueva.
Efectivamente, porque sabía que él es hijo del amor, más aún, que es el amor que
procede de Dios (1Jn 4,7), como denominación le dice esto: a quien ama mi alma. Y,
con todo, no dijo: a quien amo, sino a quien ama mi alma, pues sabía que al esposo no
se le debe amar con cualquier amor, sino con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo
el corazón (Lc 10,27).» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, 2)

483 Amar la belleza y la magnanimidad de Dios.- «Siendo esto así, lo mismo podemos
afirmar de la caridad. Habiendo recibido el mandato de amar a Dios, tenemos
depositada en nosotros, desde nuestro origen, una fuerza que nos capacita para
amar; y ello no necesita demostrarse con argumentos exteriores, ya que cada cual
puede comprobarlo por sí mismo y en sí mismo. En efecto, un impulso natural nos
inclina a lo bueno y a lo bello; aunque no todos coinciden siempre en lo que es bello
Humildad, Paciencia, Silencio

y bueno y, aunque nadie nos lo ha enseñado, amamos a todos los que de algún
modo están vinculados muy de cerca a nosotros, y rodeamos de benevolencia, por
inclinación espontánea, a aquellos que nos complacen y hacen el bien.
Y ahora pregunto yo: ¿Qué hay más admirable que la belleza de Dios? ¿Puede
pensarse algo más dulce y agradable que la magnificencia divina? ¿Puede existir un
deseo más fuerte e impetuoso que el que Dios infunde en el alma limpia de todo
pecado y que dice con sincero afecto: Desfallezco de amor (Cant 2,5)? El resplandor de
la belleza divina es algo absolutamente inefable e inenarrable.» (S. BASILIO
MAGNO, Regla Monástica Mayor, 2,1)

484 Amor de Dios al hombre y amor del hombre a Dios.- «¿Qué lenguaje será capaz de
explicar adecuadamente los dones de Dios? Son tántos que no pueden contarse, son
tan grandes y de tal calidad que uno solo de ellos merece toda nuestra gratitud.
Pero hay uno al que por fuerza tenemos que referirnos, pues nadie que esté en
su sano juicio dejará de hablar de él, aunque se trate en realidad del más inefable de
los beneficios divinos; es el siguiente: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
lo honró con el conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón por encima de los demás
seres vivos, le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó
finalmente rey de toda la creación. Después, aunque el hombre cayó en el pecado,
engañado por la serpiente y, por el pecado, en la muerte y en las miserias que
acompañan al pecado, a pesar de ello, Dios no lo abandonó /.../.
La bondad del Señor no nos dejó abandonados y, aunque nuestra insensatez
nos llevó a despreciar sus honores, no se extinguió su amor por nosotros, a pesar de
habernos mostrado rebeldes para con nuestro bienhechor; por el contrario, fuimos
rescatados de la muerte y restituidos a la vida por el mismo nuestro Señor Jesucristo
/.../.
¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho (Sal 115,12). Es tan
bueno que la única paga que exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado. Y
cuando pienso en todo esto -voy a deciros lo que pienso-, me horrorizo de pensar en
el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas
vanas, me olvide del amor de Dios y sea para Cristo causa de vergüenza y oprobio.»
(S. BASILIO MAGNO, Regla Monástica Mayor, 2,2-4)

485 El amor de Dios es un don depositado en el alma como una semilla.- «El amor de
Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie
nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y
educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda
enseñarse, sino que, desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre,
es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí
misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada
Humildad, Paciencia, Silencio

diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con


la ayuda de Dios, llega a su perfección.
Por esto nosotros, dándonos cuenta de vuestro deseo por llegar a esta
perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la
medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor
divino escondido en vuestro interior.» (S. BASILIO MAGNO, Regla Monástica
Mayor, 2,1)

486 La caridad es la esencia de la clemencia.- «El celo es ardiente. El Espíritu es


tranquilo. La caridad es clemente, o mejor, es la esencia misma de la clemencia. La
esperanza sabe esperar. La caridad une, a pesar de nuestra naturaleza derrochadora;
no permite desperdicio del bien que hay en nosotros, une a tres en uno. Si existe, es
permanente, guarda su pacto /.../; se parece a las plantas que, forzadas a cambiar de
posición por la mano y sueltas en seguida, vuelven rápidamente a su forma anterior
y a su posición natural, demostrando que tienen la propiedad de enderezarse
espontáneamente /.../. Porque el fuego prende en la materia y consume la materia,
como el mal devora a los malos y desaparece, sin que le sobre alimento.
Si uno ha adquirido un hábito bueno, de forma que venga a ser un rasgo de
su carácter, apartarse de él será más digno de castigo que en sus comienzos en el
camino del bien. Toda cualidad, afirmada con el tiempo y la razón, constituye una
segunda naturaleza, de la misma manera que la caridad en nosotros. Gracias a ella,
rendimos culto al amor verdadero; ella es la que conduce nuestra vida.» (S.
GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 23,1)

487 Amistad cristiana.- «Con el paso del tiempo, nos confesamos mutuamente nuestras
ilusiones, y que nuestro más profundo deseo era alcanzar la filosofía y, ya para
entonces, éramos el uno para el otro todo lo compañeros y amigos que nos era posi-
ble ser; de acuerdo siempre, aspirando a idénticos bienes y cultivando cada día más
frecuente y más íntimamente nuestro recíproco deseo.
Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que suele ocasionar profundas
envidias; y, sin embargo, carecíamos de envidia. Teníamos, en cambio, en gran
aprecio la emulación, contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero,
sino para averiguar quién cedía al otro la primacía; cada uno de los dos consideraba
la gloria del otro como cosa propia. Parecía que teníamos una misma alma, que
sustentaba dos cuerpos. Y, si no hay que dar crédito, en absoluto, a quienes dicen
que todo se encuentra en todas la cosas, a nosotros hay que hacernos caso, si
decimos que cada uno se encontraba en el otro y junto al otro.
Una sola tarea y afán había para ambos, y era la virtud, así como vivir para las
esperanzas futuras, de tal modo que, aún antes de haber partido de esta vida, puede
decirse que habíamos emigrado ya de ella. Ese fue el ideal que nos propusimos y así
tratábamos de dirigir nuestra vida, y todas nuestras acciones, dóciles al mandato
Humildad, Paciencia, Silencio

divino, acuciándonos mutuamente el empeño por la virtud y, a no ser que decir esto
vaya a parecer arrogante en exceso, éramos, el uno para el otro, la norma y la regla
con la que se discierne lo recto de lo torcido.
Y así como otros tienen nombres, o bien recibidos de sus padres o bien suyos
propios, o sea, adquiridos con los esfuerzos y orientación de su misma vida, para
nosotros era maravilloso ser cristianos y glorioso recibir ese nombre.» (S. GRE-
GORIO NACIANCENO, Sermones, 43,19-21)

488 Amar y seguir a Jesucristo, el buen Pastor.-«¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que
cargas sobre tus hombros a toda la grey? (toda la humanidad, que cargaste sobre tus
hombros, es, en efecto, como una sola oveja). Muéstrame el lugar de tu reposo,
guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz
y tu voz me dé la vida eterna. Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas (Cant 1,7).
Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y
cualquier inteligencia; de tal manera que ningún ser racional es capaz de
pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el
amor de mi alma para ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que de tal manera me
has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu
rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste, el de dar la vida a trueque de
mi salvación.
Enséñame, pues, -dice el texto sagrado- dónde pastoreas, para que yo pueda
hallar los pastos saludables y saciarme del alimento celestial, que es necesario comer
para entrar en la vida eterna; para que pueda allí mismo acudir a la fuente y aplicar
mis labios a la bebida divina que brota de tu costado, venero de agua abierto por la
lanza, convertido para todos los que de ella beben en un surtidor de agua que salta
hasta la vida eterna (Jn 4,14).
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía, sestearé en paz y
descansaré bajo la luz sin mezcla de sombra; durante el mediodía, en efecto, no hay
sombra alguna, ya que el sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces recostar
a los que has pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudantes.
Nadie es considerado digno de este reposo meridiano, si no es hijo de la luz y del
día. Pero el que se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las
matutinas, que significan el comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de
justicia en la luz del mediodía, para que se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál sea el camino del
reposo meridiano, no sea que, por ignorancia, me substraiga de tu dirección y me
junte a un rebaño que no sea el tuyo.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el
Cantar de los Cantares, 2)

489 La dulce saeta de la caridad.- «Después alaba al sagitario, que da certero en el


blanco, para que dispare su flecha a ella: Estoy herida, dice, de amor (Cant 2,5). Con
Humildad, Paciencia, Silencio

esta palabra manifiesta que la flecha se ha clavado en lo profundo de su corazón. El


que dispara es el amor, o la caridad.
Sabemos por la Sagrada Escritura que Dios es caridad (1Jn 4,8). Él lanza su
flecha elegida, el Dios Unigénito, a aquellos que se salvan, untada por el espíritu de
vida la punta triple de su aguijón. El aguijón es la fe, de manera que, donde esté,
traiga con la saeta al sagitario, como dice el Señor: Yo y mi Padre somos uno y haremos
morada en él (Jn 14,28). Así, el alma que es arrebatada a las alturas por la dulce saeta
de la caridad, se gloría de su herida, diciendo: Estoy herida de amor.
¡Oh bella y dulce red, por la que se llega a la intimidad; porque la herida
causada por la flecha queda abierta como puerta y entrada! ¡Al recibir el dardo de la
caridad entró directamente a la alegría nupcial!» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías
sobre el Cantar de los Cantares, 4)

490 La gloria de Jesucristo, vínculo de la unidad cristiana.- «Si el amor logra expulsar
por completo al temor y éste, transformado, se convierte en amor, veremos entonces
que la unidad es una consecuencia de la salvación, al permanecer todos unidos en el
solo y único bien, santificados en aquella paloma simbólica, que es el Espíritu. Éste
parece ser el sentido de las palabras que siguen: Una sola es mi paloma, sin defecto; una
sola y predilecta de su madre (Cant 6,9).
Esto mismo nos lo dice el Señor en el Evangelio aún más claramente. Al
pronunciar la oración de bendición y conferir todo el poder a sus discípulos, les
concedió otros bienes, mientras pronunciaba aquellas admirables palabras, con las
que se dirigió al Padre; entonces les aseguró que ya no se encontrarían divididos por
la diversidad de opiniones al enjuiciar el bien, sino que permanecerían en la unidad,
vinculados en la comunión con el solo y único bien. De este modo, como dice el
Apóstol, unidos en el Espíritu Santo y con el vínculo de la paz, habrían de formar
todos un solo cuerpo y un solo espíritu, mediante la única esperanza a que habían
sido llamados (Ef 4,4). Éste es el principio y el culmen de todos los bienes.
Pero será mucho mejor que examinemos una por una las palabras del pasaje
evangélico: Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti; que ellos también lo
sean en nosotros (Jn 17,21).
El vínculo de esta unidad es la gloria. Por otra parte, si se examinan
atentamente las palabras del Señor, se descubrirá que el Espíritu Santo es
denominado gloria. Dice así, en efecto: Les di la gloria que tú me diste (Jn 17,22).
Efectivamente, les dio esta gloria cuando les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22).
Aunque el Señor había poseído siempre esta gloria, incluso antes de que el
mundo existiese, la recibió, sin embargo, en el tiempo, al revestirse de la naturaleza
humana. Una vez que esta naturaleza fue glorificada por el Espíritu Santo, cuantos
tienen alguna participación en esta gloria, se convierten en partícipes del Espíritu,
empezando por los Apóstoles.
Por eso dijo: Les di a ellos la gloria que tu me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno (Jn 17,23). Por
Humildad, Paciencia, Silencio

lo cual, todo aquél que ha crecido hasta transformarse de niño en hombre perfecto,
ha llegado a la madurez del conocimiento. Finalmente, liberado de todos los vicios y
purificado, se hace capaz de la gloria del Espíritu Santo. Éste es aquella paloma
perfecta, a la que se refiere el esposo, cuando dice: Una es mi paloma, sin defecto (Cant
6,9).» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Cantar de los Cantares, 15)

491 El niño distingue lo propio de lo ajeno por el amor.- «A la verdad, limpia está de
todas las pasiones el alma del niño. No guarda rencor a quienes le han ofendido, sino
que se le acercan como a amigos, como si nada hubiera pasado. Y por mucho que su
madre le azote, a ella va a buscar y a ella prefiere sobre todos. Aún cuando se le
presente la reina con su diadema, no la prefiere a su madre vestida de harapos, sino
que más gusto siente en mirar con ellos a su madre que no a la reina con todo su
ornato. Porque el niño sabe distinguir lo propio de lo ajeno, no por la riqueza o la
pobreza, sino por el amor. Nada busca fuera de lo necesario y, apenas se harta del
pecho, se retira de él. El niño no siente pena por la pérdida del dinero y cosas
semejantes; ni tampoco se alegra por esas cosas pasajeras en que ponemos nosotros
nuestra dicha. No se extasía, en fin, ante la belleza de los cuerpos. De ahí que el
Señor dijera: De los tales es el reino de los cielos (Mt 19,14).» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 62,4)

492 El amor, cosa grande e invencible.- «El amor es cosa grande e invencible. No está
sólo en las palabras, mostrémoslo en las obras. Cuando nosotros éramos enemigos,
él nos reconcilió consigo; hechos amigos suyos, permanezcamos fieles a su amistad.
Él empezó, oigámosle. Él nos ama desinteresadamente, no necesita de nosotros,
amémosle nosotros, siquiera por nuestro bien; él amó a sus enemigos, amemos noso-
tros, al menos, al amigo.
Pero nosotros hacemos lo contrario. Cada día es blasfemado el nombre de
Dios por causa nuestra; por los robos, por la avaricia. Es posible que alguno de
vosotros diga: Todos los días estás hablando de la avaricia. ¡Ojalá pudiera hacerlo
también cada noche, ojalá las mujeres, los amigos, los hijos, los esclavos, los
labradores, los vecinos y hasta el suelo y las paredes pudieran levantar su voz!
Entonces nosotros cesaríamos un poco en hablar del tema. Este mal ha invadido el
mundo, inmoviliza los ánimos con la terrible tiranía del dinero. Hemos sido
redimidos por Cristo y somos esclavos del dinero. Confesamos un Señor y servimos
a otro; oímos con atención lo que él nos mandó y olvidamos, por causa del dinero, la
familia, la amistad, la naturaleza, las leyes, todo. Nadie mira al cielo, nadie piensa en
la vida futura. Mas llegará un día cuando ninguna de estas palabras tendrá fruto.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca y en el infierno ¿quién te alabará? (Sal 6,6).
Deseable es el oro, nos proporciona placeres, honores; pero no tanto como el
cielo. Muchos son los que se apartan del rico y lo odian, mientras honran y aprecian
al que es virtuoso. Con todo, dirás tú que todos se burlan del pobre, aunque sea
Humildad, Paciencia, Silencio

virtuoso. Pero esto lo hacen sólo aquellos que son ignorantes y no tienen razón; no
hay, pues, que preocuparse /.../. Lázaro vivió en la pobreza y fue coronado; Jacob
sólo esperaba el pan de cada día; José en su extrema pobreza no solamente fue
esclavo, sino que también estuvo en la cárcel y por eso lo alabamos más. No nos
admiramos de que distribuyera el grano, de manera que nos admira cuando estuvo
en la cárcel y no se ceñía la corona; no cuando se sentaba en el trono, sino cuando fue
objeto de odio y vendido por sus hermanos.
Pensando todo esto, alabemos nosotros no las coronas, ni las riquezas, ni los
honores, ni los placeres, ni el poder, sino la pobreza, las cadenas, los vínculos, la
paciencia soportada a causa de la virtud. El fin de aquéllos es el ruido, la
perturbación, todo se acaba con esta vida; mas el fruto de éstos es el cielo y los bienes
celestiales, que ni el ojo vio, ni el oído oyó (1Cor 2,9). Que los alcancemos por la gracia
y la benignidad de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 76)

493 San Pablo, ejemplo de amor a Jesucristo.- «Doy gracias a Dios, que nos asocia a la
victoria de Cristo (2Cor 2,14). Imbuido de estos sentimientos, se lanza a las
contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al
que nosotros empleamos en la consecución de los honores; deseando la muerte más
que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo
mucho más que otros apetecen el descanso; y todavía la aflicción más que otros la
alegría, la oración por sus enemigos más que otros las maldiciones /.../.
Para él, una sola cosa había que temer: ofender a Dios; lo demás le traía sin
cuidado. Por eso, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios /.../. Llevaba
consigo el tesoro más rico: el amor de Cristo; con este amor él se tenía por el más
dichoso de todos los hombres. Sin este amor le era indiferente contarse entre las
dominaciones, los principados y las potestades; con este amor prefería ser el último
de todos, incluso de los condenados, a formar parte, sin él, de los más elevados y
honorables. El tormento más grande para él era verse privado de este amor; su
privación significaba el infierno, el único sufrimiento. Gozar del amor de Cristo
representaba para él la vida, el mundo entero, la compañía de los ángeles, los bienes
presentes y futuros, el reino, las promesas, el conjunto de todos los bienes. La
realidades presentes las despreciaba como hierba ya podrida. A los mismos
gobernantes y al pueblo enfurecido contra él, les daba el mismo valor que a un
mosquito insignificante. Consideraba como un juego de niños la muerte y la más
variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir algo por Cristo.
Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en el cielo; recibía los azotes y las
heridas con un agrado superior al de los que, en los juegos, ganaban el premio;
amaba las fatigas más que las recompensas, las veía como una recompensa y, por
eso, las consideraba una gracia.
Sopesemos lo que esto significa. El premio consistía en partir para estar con
Cristo (Flp 1,23-24); en cambio, quedarse en esta vida significaba el combate. Sin
Humildad, Paciencia, Silencio

embargo, el mismo anhelo de estar con Cristo le movía a diferir el premio, llevado
del deseo de combatir, ya que lo consideraba más necesario.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Homilías sobre las alabanzas de Pablo, 2)

494 La caridad, plenitud de la Ley.- «Como el hierro que cae en el fuego se cambia todo
en fuego, así Pablo, una vez encendido en el fuego de la caridad, llegó a ser todo
caridad. Como si fuera el padre de todos los hombres sin excepción, imitaba a
cuantos han dado su vida, o mejor, sobrepasaba a todos los padres por los cuidados
de orden material y de orden espiritual, entregando los bienes, cuerpo y alma, todo
por aquellos que él amaba tiernamente.
Por eso llamaba a la caridad plenitud de la ley (Rom 13,8-10) y vínculo de la
perfección (Col 3,14), la madre de todos los bienes, el principio y el fin de toda virtud.
Por eso decía: El fin de todos los mandamientos es la caridad, que procede de un corazón
puro y de una conciencia recta (1Tim 1,5). Y también: No cometerás adulterio, no matarás,
y todos los demás mandamientos se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo (Rom 13,9).
Pues que el principio, el fin y todos los bienes es la caridad, procuremos
imitar a Pablo en esta virtud, porque ella es la que le hizo llegar a ser lo que fue. No
se me hable de muertos que él resucitó (Hech 20,4-12), ni de leprosos que limpió
(Hech 19,11-12). Dios no te pedirá nada semejante. Adquiere la caridad de Pablo y
tendrás una corona perfecta /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre las
alabanzas de Pablo, 3)

495 Amistad, Caridad, Unidad.- «El vínculo de una amistad fiel e indisoluble no se
forma sino allí donde reina la igualdad de la virtud. Porque es el Señor quien hace
habitar en una misma casa a quienes tienen un mismo espíritu. El amor no puede
mantenerse ni respirar más que entre aquellos que tienen un mismo propósito, la
misma voluntad y se ponen de acuerdo en el sí y en el no. Si vosotros deseáis
guardarla inviolable, apresuraos a expulsar vuestros vicios y mortificad vuestras
propias voluntades; ya que, no habiendo más que una misma ambición, un mismo
propósito, cumpliréis valientemente el oráculo del profeta: Ved que delicia convivir los
hermanos unidos (Sal 132,1). Esto no debe entenderse de lugares, sino de espíritus. De
nada sirve, en efecto, estar unidos en una habitación común, si se está separados por
la vida y el propósito; al contrario, para quienes están igualmente fundados en
virtud, la distancia de lugares no constituye separación. Ante Dios, es la unidad de
conducta, no la de lugares, la que hace habitar a los hermanos en una misma
morada; la paz no se conservará íntegra jamás, donde las voluntades son diferentes.»
(JUAN CASIANO, Conferencias, 16ª,3)
Humildad, Paciencia, Silencio

496 El temor de Dios.- «El temor, en efecto, se define como el estremecimiento de la


debilidad humana, que rechaza la idea de tener que soportar lo que no quiere que
acontezca. Existe y se conmueve dentro de nosotros a causa de la conciencia de la
culpa, del derecho del más fuerte, del ataque del más valiente, ante la enfermedad,
ante la acometida de una fiera o el padecimiento de cualquier mal. Nadie nos enseña
este temor, sino que nuestra frágil naturaleza nos lo pone delante. Tampoco
aprendemos lo que hemos de temer, sino que son los mismos objetos del temor los
que lo suscitan en nosotros. En cambio, del temor de Dios está escrito: Venid, hijos,
escuchadme, os instruiré en el temor del Señor. De manera que el temor de Dios tiene
que ser aprendido, puesto que se enseña. No se le encuentra en el miedo, sino en el
razonamiento doctrinal, no brota de un estremecimiento natural, sino que es el
resultado de la observancia de los mandamientos, de las obras de una vida inocente
y del conocimiento de la verdad.
Pues, para nosotros, el temor de Dios reside todo en el amor y su contenido es
el ejercicio de la perfecta caridad. Obedecer los consejos de Dios, atenerse a sus
mandatos y confiar en sus promesas. Oigamos, pues, a la Escritura que dice: Ahora,
Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus
caminos y lo ames, que guardes sus preceptos con todo el corazón y con toda el alma para tu
bien.» (S. HILARIO DE POITIERS, Tratado sobre los Salmos, Sal 127,1-2)

497 El perdón y el amor.- «He aquí por qué el Apóstol ha perdonado. Y no se contentó
con perdonar, ha querido también que sobre él se hiciese prevalecer la caridad (2Cor
2,8). Al que es objeto de amor no se le dé testimonio de dureza, sino de dulzura. Y no
sólo perdonó él, sino que quiso que también todos perdonaran; y dijo que había
perdonado por los otros, no fuera que muchos se entristecieran durante bastante
tiempo por uno solo. Al que perdonáis algo, también yo; pues también yo lo he perdonado
por vosotros en presencia de Cristo, para no ser engañado por Satanás, pues no ignoramos
sus intenciones (2Cor 2,10-11).» (S. AMBROSIO, Tratado de la Penitencia, 1,17,93)

498 Orden en el amor.- «Quien ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí (Mt
10,3).
Y en el Cantar de los Cantares leemos también: Ordenad en mí la caridad (Cant
2,4). Este orden es necesario en todo afecto. Después de Dios, ama al padre y a la
madre; ama a los hijos. Mas, si llega la ocasión en que el amor a los padres y a los
hijos se enfrenta con el amor de Dios y no pueden armonizarse ambos amores, el
odio para con los suyos es piedad para con Dios. Así, pues, no prohíbe amar al padre
y a la madre, sino que añade con toda claridad: Quien ama al padre o a la madre más que
a mi... .» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)
Humildad, Paciencia, Silencio

499 Caminar en la caridad.- «Y caminad en la caridad, como también Cristo nos amó y se
entregó por nosotros a Dios, como oblación y víctima de suave olor (Ef 5,2).
El que pelea contra el pecado por la salvación de los otros hasta derramar su
sangre, de manera que entregue su vida por ellos, éste camina en la caridad,
imitando a Cristo, que nos amó tanto que abrazó la cruz para la salvación de todos.
Como él se entregó por nosotros, así éste también, sucumbiendo gustosamente por
los que puede, imitará a aquél que se entregó al Padre como oblación y hostia en olor
de suavidad, y se hará también él mismo oblación y hostia de Dios en olor de suavi-
dad.» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Efesios)

500 Amistad.- «Pues, volviendo al punto de mi digresión, yo te ruego que mi alma no


pierda juntamente con los ojos al amigo que, por mucho tiempo se busca, apenas si
se halla y con dificultad se conserva. Brille quien quiera con oro, y en suntuosos
banquetes fulguren los metales preciosos de los vestidos; la amistad no puede
comprarse, el amor no tiene precio. La amistad que puede cesar, es que no fue jamás
verdadera.» (S. JERONIMO, Cartas, 3,«a Rufino»)

501 Ver a Dios en las criaturas grandes y en las pequeñas.- «Realmente, en


comparación de lo antedicho, son cosas menudas las que vamos a decir, pero
también en lo pequeño se muestra la misma grandeza de alma. Al Creador no lo
admiramos solamente en el cielo y la tierra, en el sol y el océano, en los elefantes,
camellos, caballos, bueyes, leopardos, osos y leones, sino también en los animales
minúsculos, como la hormiga, mosquitos, moscas, gusanillos y demás animalejos de
este jaez, que conocemos mejor por sus cuerpos que por sus nombres, y en grandes y
pequeños veneramos la misma maestría. Así, el alma consagrada a Cristo, el mismo
fervor pone en las cosas mayores que en las menores, sabiendo que sabe cómo aún
de una palabra ociosa ha de rendir cuentas.» (S. JERONIMO, Cartas, 60,«a Helio-
doro: epitafio de Nepociano»,12)

502 Nuestra sola ganancia es la caridad.- «Volvamos, pues, a nosotros mismos y, como
si bajáramos del cielo, detengámonos un momento en lo nuestro. ¿Te has dado
cuenta, dime por tu vida, cuándo te hiciste niño pequeño, cuándo muchacho, cuándo
mozo, cuándo hombre maduro, cuándo viejo? Cada día morimos, cada día
cambiamos y, sin embargo, nos creemos eternos. Esto mismo que estoy dictando, lo
que se escribe, lo que releo, lo que corrijo, son pedazos que se me quitan de vida.
Cuantos puntos traza mi estenógrafo, tantas mermas sufre mi cuerpo. Escribimos y
contestamos, nuestras cartas atraviesan los mares y, a par que la quilla va cortando
las olas, van disminuyendo los momentos de nuestra vida. Nuestra sola ganancia es
estar unidos por la caridad a Cristo.» (S. JERONIMO, Cartas, 60,«a Heliodoro: epita-
fio de Nepociano»,19)
Humildad, Paciencia, Silencio

503 Jesucristo, dardo del Padre.- «Tus flechas son agudas ¡oh potentísimo!, los pueblos caerán
a tus pies, en el corazón de los enemigos del rey (Sal 44,6).
En el hebreo, que no tiene el ¡oh potentísimo!, lo demás sigue igual. También
este versículo se adapta maravillosamente, pues, herida de la saeta del Señor, cantas
con la esposa de los Cantares: Yo estoy llagada de amor (Cant 2,5). No es de maravillar
tenga tu esposo muchas saetas, pues de ellas se dice en el Salmo 119: Las saetas del
fuerte son agudas, son carbones devastadores (Sal 119,4). Él es el dardo del Padre y en
Isaías se dice: Hizo de mí como saeta escogida y me guardó en su carcaj (Is 49,2). Herido
por estas saetas con su compañero durante el camino, decía Cleofás: No es así que
ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos hablaba en el camino y nos declaraba
las Escrituras (Lc 24,32). Y en otro lugar leemos: Como flechas en manos de un valiente,
así son los hijos de los que son sacudidos (Sal 124,4). Con estas saetas fue herido y hecho
prisionero todo el mundo. Pablo fue saeta del Señor que, disparado primero de
Jerusalén al Ilírico por el arco del Señor, voló de acá para allá, se apresuró a llegar
hasta las Españas, para prosternar, veloz saeta, bajo los pies de su Señor, a Oriente y
a Occidente. Y como este rey potentísimo tiene muchos enemigos que habían sido
heridos por las encendidas saetas del diablo y eran como ciervo herido por el dardo en
el hígado (Prov 7,23), también el Señor envía sus saetas encendidas con carbones
devastadores, para que cuezan totalmente cuanto de vicio hubiere en el corazón de
los enemigos del rey y, por un fuego saludable, expulsen el fuego pernicioso.» (S.
JERONIMO, Cartas, 65,«a Pricipia»)

504 El amor, clarín que despierta el alma.- «Ora leas, ora escribas, ora veles o duermas,
resuene siempre en tus oídos como una trompeta el amor. Este clarín despierte tu
alma; loco de este amor, busca en tu lecho al que echa de menos tu alma y di
confiadamente: Yo duermo, pero mi corazón vela (Cant 5,2). Y ya que lo hayas
encontrado y asídote de él, no lo sueltes. Y si, por estar un poquillo dormitando, se te
escurriese de las manos, no te desesperes en seguida. Sal por esas plazas, conjura a
las hijas de Jerusalén, que lo encontrarás sesteando al mediodía, cansado, ebrio,
húmedo del relente de la noche, entre las manadas de sus compañeros, entre
variedad de perfumes, entre las manzanas del paraíso.» (S. JERONIMO, Cartas, 66,«a
Pammaquio»)

505 Cuanto más inmunizados contra el orgullo, más llenos de amor.- «Nadie diga: No
sé qué amar. Ame al hermano y amará al amor. Mejor conoce la dilección que le
impulsa al amor que al hermano a quien ama. He aquí cómo puedes conocer mejor a
Dios que al hermano; más conocido porque está más presente; más conocido porque
es algo más íntimo; más conocido porque es algo más cierto. Abraza al Dios del
amor y abraza a Dios por amor. Él es el amor que nos une con el vínculo de santidad
Humildad, Paciencia, Silencio

a todos los ángeles buenos y a todos los siervos de Dios; nos aglutina a ellos y nos
somete a él. Cuanto más inmunizados estemos contra la hinchazón del orgullo, más
llenos estaremos de amor. Y el que está lleno de amor, ¿de qué está henchido sino de
Dios?» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, 8,8,12)

506 El Espíritu Santo se llama Don por el amor.- «Nada hay más excelente que este don
de Dios. Él divide a los hijos del reino de los hijos de la perdición eterna. Otros dones
se conceden por mediación del Espíritu Santo, pero sin la caridad nada aprovecha.
Nadie puede pasar del lado izquierdo al derecho, si el Espíritu Santo no le hace
amador de Dios y del prójimo. El Espíritu se denomina Don por el amor; y el que no
lo posee, aunque hable el lenguaje de los hombres y de los ángeles, es bronce que
resuena o esquila que tintinea; y si tuviese el don de profecía y conociese todos los
misterios y toda la ciencia, y su fe sea capaz de trasladar montañas, nada es; Y
aunque distribuya toda su hacienda y entregue su cuerpo a las llamas, de nada le
aprovecha. ¡Qué don tan excelso es el amor, sin el cual todos estos bienes tan
grandes a nadie pueden conducir a la vida eterna!» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la
Santísima Trinidad, 15,18,32)

507 Usar de este mundo, mas no gozarnos de él.- «Gozar es adherirse a una cosa por el
amor de ella misma. Usar es emplear lo que está en uso para conseguir lo que se
ama, si es que debe ser amado. El uso ilícito más bien debe llamarse abuso o co-
rruptela. Supongamos que somos peregrinos, que no podemos vivir sino en la
patria, y que anhelamos, siendo miserables en la peregrinación, terminar el
infortunio y volver a la patria; para esto sería necesario un vehículo terrestre o
marítimo, usando del cual pudiéramos llegar a la patria en la que nos habríamos de
gozar; mas si la amenidad del camino y el paseo en el carro nos deleitase tanto que
nos entregásemos a gozar de las cosas que sólo debimos utilizar, se vería que no que-
rríamos terminar pronto el viaje; engolfados en una perversa molicie, enajenaríamos
la patria, cuya dulzura nos haría felices. De igual modo, siendo peregrinos que nos
dirigimos a Dios en esta vida mortal, si queremos volver a la patria donde podemos
ser bienaventurados, hemos de usar de este mundo, mas no gozarnos de él, a fin de
que, por medio de las cosas criadas, contemplemos las invisibles de Dios, es decir,
para que, por medio de las cosas temporales, consigamos las espirituales y eternas.»
(S. AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 1,4,4)

508 Amor verdadero.- «Todo el que conozca que el fin de la ley es la caridad, que procede de
un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida (1Tim 1,5), refiriendo
todo el conocimiento de la divina Escritura a estas cosas, dedíquese con confianza a
exponer los libros divinos. Al nombrar el Apóstol la caridad, añadió: de un corazón
puro, para dar a entender que no se ama otra cosa, sino lo que se debe amar. A esto
Humildad, Paciencia, Silencio

juntó la conciencia buena, entendiendo la esperanza, pues el que siente el


remordimiento de una mala conciencia, desespera de llegar a conseguir lo que cree y
ama. Por fin, exige una fe no fingida, porque si nuestra fe es sincera no amaremos lo
que no debe amarse y, por tanto, esperaremos con rectitud que, de ningún modo, se
engañe nuestra esperanza.» (S. AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 1,40,44)

509 La vestidura nupcial.- «¿Qué cosa, por tanto, es la vestidura nupcial? Ésta: El fin del
Evangelio -dice el Apóstol- es la caridad de un corazón puro, de una conciencia buena y de
una fe sincera (1Tim 1,5). He ahí la vestidura nupcial.» (S. AGUSTIN, Sermones, 90,6)

510 La caridad hace fácil lo difícil.- «Todas estas cosas, sin embargo, hállanlas difíciles
los que no aman; los que aman al revés, eso mismo les parece liviano. No hay
padecimiento, por cruel y desaforado que sea, que no le haga llevadero y casi nulo el
amor. Y, si esto es así, ¿no ha de ser verdad mucho más cierta que la caridad, en
tratándose de la felicidad verdadera, vuelve fácil lo que una pasión miserable facilita
en tal manera? ¡Cuán bien se tolera cualquier adversidad temporal por huir del
eterno castigo y granjearse el eterno reposo!» (S. AGUSTIN, Sermones, 70,3)

511 La ciencia del amor es no amarse.- «Mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,30).
Todo, en efecto, lo duro de los mandamientos lo hace suave el amor. ¡Qué cosas hace
el amor! Hartas veces el amor es reprobable y lascivo; mas ¡qué fatigas no arrostran
los hombres, qué indignidades e intolerables acciones no realizan, ya sea por el amor
al dinero, lo que se llama avaricia; ya por amor a la honra, lo que se dice ambición;
ya por amor a la belleza corporal, lo que se llama lascivia! ¿Quién puede numerar
todas las especies del amor? Pues ved ahora cómo, sin embargo, todos los amadores
trabajan sin sentir lo que padecen, y redoblan los esfuerzos a tenor de las dificultades
/.../.
La ciencia del amor es no amarse, es anteponer a la tuya la voluntad de Dios.
Ser vicioso el amarse lo dice el Apóstol: Habrá hombres amantes de sí mismos (2Tim
3,2).» (S. AGUSTIN, Sermones, 96,1-2)

512 Lo duro para los delicados se le suaviza a los enamorados.- «Por amor a las palabras
de tus labios, yo he seguido caminos duros (Sal 16,4). Mas lo duro para los delicados se le
suaviza a los enamorados.» (S. AGUSTIN, Sermones, 70,3)

513 Amar a Dios en sus criaturas.- «Amas el oro; Dios lo creó. Amas los cuerpos
hermosos y la carne; Dios los creó. Amas esta luz como si fuera gran cosa; Dios la
creó. Si, por lo que Dios creó, lo desprecias a él, te suplico, ama también a Dios mis-
Humildad, Paciencia, Silencio

mo. Es tan digno de ser amado, cuanto es digno de ser amado quien creó todo lo que
amas. Ama esto, pero de forma que le ames más a él. No quiero que no ames nada,
pero quiero que ordenes tu amor.» (S. AGUSTIN, Sermones, 335,100,13)

514 Cántico nuevo y mandamiento nuevo.- «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al
Señor toda la tierra (Sal 95,1). Las palabras un cántico nuevo equivalen a las otras del
Señor: Un mandamiento nuevo. ¿Qué tiene de peculiar el cántico nuevo sino un nuevo
amor? Cantar es propio del que ama. La voz de este cantor es el fervor del santo
amor.» (S. AGUSTIN, Sermones, 336,1)

515 Amor a los padres y amor a la Iglesia.- «Ama a tu padre, pero no por encima de
Dios; ama a tu madre, pero no por encima de la Iglesia, que te engendró para la vida
eterna. Finalmente deduce del amor que sientes por tus padres cuánto debes amar a
Dios y a la Iglesia.» (S. AGUSTIN, Sermones, 344,2)

516 La victoria de la verdad.- «La victoria de la verdad es el amor.» (S. AGUSTIN,


Sermones, 358,1)

517 Amor y temor de Dios.- «La caridad perfecta arroja de sí el temor (1Jn 4,18). Pero se trata
del temor de los hombres, no del de Dios; del temor de los males temporales, no del
juicio final divino. No te engrías en tu ciencia, antes bien teme (Rom 11,20).
Ama la bondad de Dios, teme su severidad: una y otra no te permitirán ser
orgullosa. Amando, temerá ofender gravemente al amante y al amado. Pues ¿qué
ofensa puede haber más grave que desagradar por la soberbia a quien por causa
tuya desagradó a los soberbios? /.../. También dice el apóstol San Pablo: No hemos
recibido el espíritu de servidumbre otra vez en temor, sino que hemos recibido el Espíritu de
adopción de hijos, en el que clamamos: ¡Abba! ¡Padre! (Rom 8,15). El temor del que habla
aquí creo que es el que tenían en el Antiguo Testamento de perder los bienes
temporales, que Dios les había prometido, no todavía como a hijos dirigidos por la
gracia, sino como a siervos sometidos bajo la ley. Es también el temor del fuego
eterno; pues si se sirve a Dios por evitarlo, no hay todavía perfecta caridad. Una cosa
es el deseo del premio, otra el temor del castigo.» (S. AGUSTIN, Sobre la santa virgi-
nidad, 38)

518 El impulso de la caridad hace buenas las obras.- «Cuando la intención del que obra
es impulsada por la caridad, y luego a ella torna nuevamente a descansar como a su
lugar apropiado, entonces sí hay verdaderamente acción buena.» (S. AGUSTIN,
Tratado Catequístico, 1,11,16)
Humildad, Paciencia, Silencio

519 La muerte del amigo.- «Maravillábame que viviesen los demás mortales por haber
muerto aquél a quien yo había amado, como si nunca hubiera de morir; y más me
maravillaba aún de que, habiendo muerto él, viviera yo, que era otro él. Bien dijo
uno de su amigo que era la mitad de su alma.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 4,6,11)

520 Aprende a no amar, para que aprendas a amar.- «Amad al Señor todos sus santos (Sal
30,24). Es decir, amad al Señor vosotros que no amáis el mundo, es decir, todos sus
santos. Porque ¿cómo diré que ame al Señor aquél que aún ama el anfiteatro; cómo
diré que ame al Señor aquél que aún ama la farsa, la danza, la borrachera, las
pompas del siglo y todas las vanidades y engañosas locuras? A éste diré: Aprende a
no amar para que aprendas a amar, apártate para que te acerques, derrama para que
llenes. Amad al Señor todos sus santos.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos,
Sal 30,II,11)

521 Dos amores construyeron dos ciudades.- «Podré, sin embargo, presentar alguna
prueba o señal, en cuanto Dios me lo conceda, para que los fieles distingan aún en
este tiempo a los ciudadanos de Jerusalén de los ciudadanos de Babilonia. Dos
amores constituyeron estas dos ciudades. El amor de Dios constituye la ciudad de
Jerusalén; el amor del mundo, la de Babilonia. Pregúntese a sí mismo cada uno qué
cosa ame y se dará cuenta a qué ciudad pertenece; y, si ve que es ciudadano de
Babilonia, extirpe en sí la codicia y plante la caridad. Si ve que es ciudadano de
Jerusalén, tolere esta cautividad y espere la libertad.» (S. AGUSTIN, Enarraciones
sobre los Salmos, Sal 64,2)

522 Amor de caridad y amor de concupiscencia.- «El amor no puede estar ocioso. ¿Qué
cosa obra mal en ciertos hombres si no es el amor? Preséntame un amor desocupado
y ocioso. Las maldades, los adulterios, los crímenes, los homicidios, todas las desho-
nestidades ¿no las ejecuta el amor? Purifica tu amor. El agua que corre a la letrina
condúcela al huerto. El impulso que manifestaba dirigiéndose al mundo, encáuzale
al Artífice del mundo. ¿Por ventura se os dice que no améis nada? No. Si no amáis
nada, seréis perezosos, dignos de ser aborrecidos, miserables; estaréis muertos.
Amad, pero pensad qué cosa améis. El amor de Dios y el amor del prójimo se llama
caridad; el amor del mundo y el amor de este siglo se denomina concupiscencia.
Refrénese la concupiscencia; excítese la caridad.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre
los Salmos, Sal 31,II,5)
Humildad, Paciencia, Silencio

523 El servicio por caridad hace libre la esclavitud.- «Servid al Señor con alegría. Junto al
Señor es libre la esclavitud. En donde no sirve la necesidad, sino la caridad, es libre
la esclavitud. Vosotros, hermanos -dice el Apóstol-, fuisteis llamados a la libertad.
Únicamente no convirtáis la libertad en ocasión para la carne; antes bien, por la caridad del
espíritu, servíos mutuamente (Gál 5,13). Si la verdad te hizo libre, la caridad te haga
siervo.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 99,7)

524 «El Señor sabe saetear en razón del amor».- «Las saetas agudas del valiente son las
palabras de Dios. Ved que se arrojan y que atraviesan los corazones. Y, cuando han
sido atravesados los corazones con las palabras de Dios, se enciende el amor, no para
conseguir la destrucción o la muerte. El Señor sabe saetear en razón del amor. Nadie
asaetea más bellamente conduciendo al amor que quien asaetea con la palabra; es
más, asaetea el corazón del amante para ayudar al amante, le asaetea para hacerlo
amante. Por tanto, las palabras son saetas.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los
Salmos, Sal 119,5)

525 Todo amor, o sube o baja.- «Emprendí exponer a vuestra caridad por orden los
cánticos del que sube y del que ama; del que sube por lo mismo que es amante. Todo
amor, o sube o baja. Por el buen deseo nos elevamos a Dios y por el malo nos
precipitamos al abismo. Pero como ya caímos arruinados por el mal deseo, si
conocemos quién no cayó, sino que bajó a nosotros, no nos queda más que subir,
uniéndonos a él, porque por nuestras fuerzas no podemos.» (S. AGUSTIN,
Enarraciones sobre los Salmos, Sal 122,1)

526 El aceite del olivo, símbolo de la caridad.- «El fruto del olivo simboliza la caridad.
¿Cómo se prueba? No hay líquido que aprisione el aceite. El aceite se escabulle de
entre ellos hasta salir fuera y colocarse sobre todos. Así es la caridad. No puede ser
aprisionada por lo bajo. Siempre se eleva sobre lo más alto. De ella dice el Apóstol:
Os voy a mostrar todavía un camino más excelente (1Cor 12,31).» (S. AGUSTIN, Tratados
sobre el Evangelio de S. Juan, 6,20)

527 Temor servil y temor casto.- «¿Qué decir de los dos temores? Hay un temor servil y
hay un temor casto. Un temor de ser castigado, y otro de perder la justicia. El temor
de ser castigado es temor servil; ¿qué de extraordinario hay en temer el castigo?
Hasta el siervo más perverso y el ladrón más perdido lo temen. No es nada
extraordinario temer el castigo; pero es cosa grande amar la justicia. Quien ama la
justicia ¿no teme nada? Teme, sí; no teme caer en la pena, pero teme perder la justicia
/.../. Puede haber un amante de la justicia que sienta más en su corazón su pérdida,
que tema perder su justicia más que tú el dinero. Esto es un temor casto, que
Humildad, Paciencia, Silencio

permanece por los siglos de los siglos. No lo elimina la caridad, ni lo echa fuera, sino
más bien lo abraza y lo tiene por compañero y posesión. Llegamos al Señor para
contemplarle cara a cara. Allí el temor casto nos guarda; pues ese temor no perturba,
sino que confirma. La mujer adúltera teme que venga su marido; la mujer casta teme
que se vaya el suyo.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 43,7)

528 Amor malo y odio bueno.- «Quien ama su alma, la perderá... Y quien odia su alma en este
mundo, la guarda para la vida eterna (Jn 12,25) /.../. Profunda y admirable sentencia.
De qué modo tiene el hombre en su mano el amor a su alma, para hacerla perecer, y
el odio, para que no perezca. Si la has amado malamente, entonces la has odiado;
pero, si has tenido odio bueno, entonces la has amado. Felices quienes la odiaron
atendiendo a su conservación, para no perderla enfrascados en su amor.» (S.
AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 51,10)

529 Progreso en la caridad.- «Luego la caridad incoada es la justicia de los principiantes;


la caridad adelantada, la justicia de los proficientes; la caridad grande es la justicia
grande y la caridad perfecta es la perfecta justicia; mas la caridad procede del
corazón puro, de la conciencia buena y de la fe sincera; la cual entonces alcanza su
máxima fuerza en la tierra cuando la misma vida temporal es despreciada por ella.
Pero me maravilla mucho que no tenga ninguna capacidad de desarrollo después de
salir de esta vida. Mas donde quiera y como quiera alcance su plenitud, incapaz ya
de aumento, siempre resulta que es difundida en nuestros corazones, no por las
fuerzas de la naturaleza o de la voluntad humana que hay en nosotros, sino por
virtud del Espíritu Santo que nos fue dado, el cual ayuda a nuestra flaqueza y
colabora para nuestra salvación.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia,
70,84)

530 Amor propio y amor de Dios.- «Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber:
el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el
desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma y la segunda en
Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y ésta tiene por máxima gloria a
Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en su gloria, y ésta dice a su Dios:
Vos sois mi gloria y el que me hace ir con la cabeza en alto (Sal 3,4).» (S. AGUSTIN, La
Ciudad de Dios, 14,28)

531 La mejor definición de la virtud.- «El amor que hace que se ame bien lo que debe
amarse, debe ser amado también con orden, y así existirá en nosotros la virtud, que
trae consigo el vivir bien. Por eso me parece que la definición más breve y acertada
de la virtud es ésta: La virtud es el orden en el amor. A este tenor, la Esposa de Cristo, la
Humildad, Paciencia, Silencio

Ciudad de Dios, canta en el Cantar de los Cantares: Ordenad en mi la caridad (Cant


2,4).» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 15,22)

532 No puede haber caridad sin el Espíritu de Dios.- «Luego, si quieres saber si
recibiste el Espíritu Santo, pregunta a tu corazón, no sea que tengas el sacramento y
te falte la virtud del sacramento. Pregunta a tu corazón. Si tienes el amor fraternal,
estate seguro. No puede haber caridad sin el Espíritu de Dios, puesto que Pablo
grita: La caridad de Dios se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha
sido dado (Rom 5,5).» (S. AGUSTIN, Exposición de la Epístola a los Partos, 6,10)

533 Dios es caridad.- «Dios es caridad. Breve, pero excelsa alabanza; breve en las palabras,
excelsa en el contenido. ¡Qué pronto se dice Dios es caridad! Pero esto que es breve, si
lo cuentas, es uno; si lo piensas, imponderable. Dios es caridad, y quien permanece en la
caridad mora en Dios y Dios en él (1Jn 4,16). Sea Dios tu casa y tú la casa de Dios. Mora
en Dios y Dios morará en ti. En ti mora Dios, para conservarte; tu moras en él, para
no caer, porque así habla el Apóstol sobre la caridad: La caridad nunca cae (1Cor 13,8).
¿Cómo ha de caer aquél a quien sostiene Dios?» (S. AGUSTIN, Exposición de la
Espístola a los Partos, 9,1)

534 Toda la filosofía, en el amor a Dios y al prójimo.- «¿Qué estudios, que doctrina de
cualesquiera filósofos, qué leyes de cualesquiera ciudades se podrán comparar con
estos dos nuestros mandamientos, de los que dice Cristo que penden la ley y los
profetas: Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo? (Mt 22,37-39). Aquí está toda la
cosmología, ya que todas las causas de todas las criaturas residen en Dios. Aquí tam-
bién la ética, ya que la vida buena y honesta se forma cuando se ama a las cosas que
deben ser amadas y como deben ser amadas, es decir, a Dios y al prójimo. Aquí está
la lógica, puesto que la verdad y la luz del alma racional no es sino Dios. Aquí está
igualmente la salvación de la república laudable, porque no puede fundarse ni
mantenerse la ciudad perfecta, sino sobre el fundamente y vínculo de la fe, de la
concordia garantizada, cuando se ama el bien común, que no es otro que Dios, y en
él se aman sincera y recíprocamente los hombres, cuando se aman por aquél a quien
no pueden ocultar con qué intención se aman.» (S. AGUSTIN, Cartas, 139,«a Volu-
siano»,17)

535 Verdadera amistad.- «Me encanta que el trabajo de mis estudios agrade a tal y tan
alto varón. Y mucho más el reconocer que tu alma alienta con la caridad de la
eternidad y de la verdad, y con el afecto de la misma caridad hacia aquella divina y
celeste república, cuyo rey es Cristo; y en la cual exclusivamente se ha de vivir
Humildad, Paciencia, Silencio

siempre y bienaventuradamente, si aquí se vive recta y piadosamente. Comprendo


que tu alma está férvida y la veo cercana, y la abrazo amorosa. De aquí nace
igualmente la verdadera amistad, que no se mide por intereses temporales, sino que
se estima por amor gratuito. Nadie puede ser con verdad amigo del hombre, si no lo
es primero de la misma verdad; y si tal amistad no es gratuita, no existe en modo
alguno.» (S. AGUSTIN, Cartas, 155,«a Macedonio»,1)

536 La deuda del amor.- «La caridad no se emplea, pues, del mismo modo que el dinero.
Éste disminuye si se emplea, aquella aumenta. Pero hay, además, otra diferencia: si
damos a alguien dinero, seremos para con él más generosos, si renunciamos a que lo
devuelva; en cambio, nadie es verdadero gastador de la caridad, si no exige
benignamente su cuenta de acreedor. Porque, cuando se recibe dinero, éste se acerca
al que lo recibe y se aleja del que lo da; en cambio, la caridad crece en aquél que se la
exige a su amado, aunque no la reciba; y, además, el deudor empieza a tenerla
cuando empieza a pagar. Por lo tanto, señor y hermano, te pago con el mayor gusto
la mutua caridad, y con alegría la recibo; la que yo recibo la sigo reclamando, y la
que yo pago aún te la debo. Porque tenemos un Maestro, ante el cual somos
condiscípulos, y debemos escucharle con docilidad, cuando manda y nos dice por
medio de su Apóstol: A nadie debáis nada, sino el amor recíproco (Rom 13,8).» (S.
AGUSTIN, Cartas, 192,«a Celestino»)

537 Espíritu fijo en el amor de Dios.- «1. La caridad es una buena disposición del alma,
que le hace preferir a todas las cosas el conocimiento de Dios. En cuanto a llegar a la
posesión habitual de esta caridad, es algo imposible mientras se guarde apego a
cualquier cosa terrena.
2. La caridad nace de la libertad interior; la libertad interior de la esperanza en
Dios; la esperanza, de la paciencia y la longanimidad; éstas, del dominio vigilante de
sí mismo; el dominio de sí, del temor de Dios, y el temor de Dios, de la fe en Cristo.
3. El que cree al Señor, teme el castigo; el que teme el castigo, domina sus
pasiones; el que domina sus pasiones, aguanta pacientemente las aflicciones; el que
aguanta con paciencia las aflicciones, adquirirá la esperanza en Dios. Y la esperanza
en Dios libra al espíritu de todo apego a las cosas terrenas, y el espíritu liberado
poseerá el amor a Dios.
4. El que ama a Dios prefiere su conocimiento a todas las criaturas y se
entrega sin cesar a él con todo el deseo y amor de su alma.
5. Si todos los seres no tienen su existencia sino por Dios y para Dios, y Dios
está sobre todas sus criaturas, el hombre que abandona a Dios, Ser
incomparablemente mejor, para entregarse a objetos de menos valor, muestra que
pone a Dios por debajo de las cosas creadas por él.
Humildad, Paciencia, Silencio

6. El que tiene su espíritu sólidamente fijo en el amor de Dios, desprecia todo


lo visible, y hasta su mismo cuerpo como si no fuera suyo.» (S. MAXIMO
CONFESOR, Centurias de la Caridad, 1,1-6)

538 Frutos de la caridad.- «16. El que me ama, dice el Señor, guardará mis mandamientos (Jn
14,23). Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros (Jn 13,34). Por tanto, el que no
ama al prójimo, no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento,
no puede amar a Dios.
17. Dichoso el hombre que es capaz de amar a todos los hombres por igual.
/.../.
/.../.
27. El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo,
se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo, pronto se ve
liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del conocimiento
divinos.
28. El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina, no se cansa ni decae en
el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta
con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a
nadie.
/.../.
40. El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para
con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia, y también en el recto uso de las
cosas.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Caridad, 1,16-17.27 y 40)

539 La alas de la caridad, necesarias para la ciencia divina.- «26. Caminando rectamente
por el camino de la vida activa, el espíritu progresa hacia la prudencia; por el de la
contemplación, hacia el conocimiento. La primera conduce al que lucha hasta el
discernimiento del bien y del mal; la segunda conduce al iniciado a captar las
razones de los seres corporales e incorporales. Mas, para obtener el don de la ciencia
divina, serán necesarias las alas de la caridad, haber pasado todos los grados que se
acaban de enumerar y estar en Dios. Entonces, en tanto que ello es posible a un
espíritu humano, con la luz del Espíritu Santo se penetrará a fondo la naturaleza de
los atributos divinos.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Caridad, 2,26)

540? Pureza de intención.- «48. En todas nuestras acciones, lo he dicho muchas veces, es
la intención lo que Dios busca: ¿Obramos nosotros por él o por un motivo distinto?
Si, pues, queremos obrar el bien, tengamos a la vista, no agradar a los hombres, sino
realizar las intenciones de Dios. Los ojos siempre fijos en él, hagámoslo todo por él;
es así como, soportando el sufrimiento, no perderemos nuestro salario.» (S.
MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Caridad, 3,48)
Humildad, Paciencia, Silencio

541 La caridad, reina de las virtudes.- «74. En la Escritura, las virtudes son llamadas
camino. Ahora bien, la reina de las virtudes es la caridad. De ahí la palabra del
Apóstol: Yo os muestro un camino mejor (1Cor 12,22). Un camino que hace volver la
espalda a los intereses materiales y que impide siempre el preferir lo temporal a lo
eterno.
/.../.
98. Los amigos de Cristo aman sinceramente a todos los hombres; pero no son
amados por todos. Los amigos del mundo no aman a todos los hombres y no son
amados por todos. Los amigos de Cristo perseveran hasta el fin en el amor. Los
amigos del mundo, en tanto que ellos no están en desacuerdo sobre las cosas del
mundo.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Caridad, 4,74 y 98)
Humildad, Paciencia, Silencio

XX. Humildad, Paciencia, SilencioError! Reference source not


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«Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será


ensalzado» (Mt 23,12).

«El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de
los cielos» (Mt 18,4).

«Pero Jesús callaba y no respondía nada» (Mc 14,61).

«Mi alma proclama la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en


Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc
1,47-48).
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defined.542 Humildad, benignidad y longanimidad.- «Seamos, pues, humildes,
hermanos, deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebato de ira, y
cumplamos lo que está escrito. Dice, en efecto, el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio
en su sabiduría, ni el fuerte en su fuerza, ni el rico en su riqueza, sino el que se gloríe,
gloríese en el Señor, para buscarle a él y practicar el juicio y la justicia (Jer 9,23-24; 1Cor
1,31; 2Cor 10,7); Más ¿qué más, si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús,
aquellas que habló enseñando la benignidad y la longanimidad? 2. Dijo, en efecto, de
esta manera: Compadeceros y seréis compadecidos; perdonad para que os perdonen a voso-
tros. De la manera que vosotros hiciereis, así se hará también con vosotros. Como diereis, así
se os dará a vosotros; como juzgareis, así seréis juzgados; como usareis de benignidad, así la
usarán con vosotros. Con la medida que midiereis, se os medirá a vosotros (Mt 7,1-2.12; Lc
6,31.36-38).» (S. CLEMENTE ROMANO, Carta I a los Corintios, 13,1-2)

543 Importancia del silencio.- «Mas vale callar y ser que no hablar y no ser. Bien está el
enseñar, a condición de que, quien enseña, haga. Ahora bien, un maestro hay que
dijo y fue (Sal 32,9). Mas también lo que callando hizo son cosas dignas de su Padre.
2. El que de verdad posee la palabra de Jesús, puede también escuchar su
silencio, a fin de ser perfecto. De esta manera, según lo que habla, obra; y por lo que
calla es conocido.
3. Nada se le oculta al Señor, sino que aún nuestros íntimos secretos están
cerca de él. Hagamos, pues, todas las cosas con la fe de que él mora en nosotros, a fin
de ser nosotros templos suyos, y él se manifestará ante nuestra faz; por lo que justo
motivo tenemos en amarle.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Efesios,
15,1-3)

544 Virtud de la paciencia.- «¡Oh miserable de mí! siempre consumido por la fiebre de
mi impaciencia. Para obtener esta virtud, necesito suspirar y pedir y hablar de ella.
Veo mi enfermedad y tengo presente que, sin el socorro de la paciencia, no se logra
fácilmente la firmeza de la fe, ni la buena salud de la doctrina cristiana. De tal modo
Dios la antepuso que, sin ella, nadie puede cumplir ningún precepto, ni realizar
ninguna obra grata al Señor.» (TERTULIANO, Tratado de la Paciencia, 1)

545 Paciencia de Dios.- «A nosotros la obligación de practicar la paciencia no nos viene


de la soberbia humana, asombrada de la resignación canina, sino de la divina
ordenación de una enseñanza viva y celestial, que nos muestra al mismo Dios como
dechado de esta virtud.
Justicia y misericordia

Pues desde el principio del mundo él derrama por igual el rocío de su luz
sobre justos y pecadores. Estableció los beneficios de las estaciones al servicio de los
elementos y la rica fecundidad de la naturaleza tanto para los merecedores como
para los indignos.
Soporta a pueblos ingratísimos, adoradores de muñecos y de las obras de sus
manos; y que persiguen su nombre y familia.
Su paciencia aguanta constantemente la lujuria, la avaricia, la iniquidad
insolente, a tal punto que, por esta causa, la mayoría no cree en él, porque jamás lo
ven castigando al mundo.» (TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 2)

546 Paciencia de Jesucristo.- «No había mentido el profeta, antes bien, testimoniaba que
Dios colocaba su Espíritu en el Hijo con la plenitud de la paciencia. Porque recibió a
todos cuantos lo buscaron; de ninguno rechazó ni la mesa ni la casa. Él mismo sirvió
el agua para lavar los pies de sus discípulos. No despreció a los pecadores ni a los
publicanos. Ni siquiera se disgustó contra aquel pueblo que no quiso recibirlo, aún
cuando los discípulos quisieron hacer sentir a tan afrentosa gente el fuego del cielo
(Lc 9,52-56).
¡Oh maravillosa y fiel equidistancia! Él, que había propuesto ocultar su
divinidad bajo la condición humana, absolutamente nada quiso de la impaciencia
humana. ¡Esto es sin duda lo más grande! Por esto sólo ¡oh fariseos! deberíais haber
reconocido al Señor, porque nadie jamás practicó una paciencia semejante.»
(TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 3)

547 El Señor y Maestro de la paciencia.- «En efecto, antes se exigía diente por diente y ojo
por ojo, se daba mal por mal (Éx 21,23-25; Dt 19,21), porque no había llegado a la
tierra la paciencia, porque tampoco había llegado la fe. Entonces la impaciencia se
gozaba de todas la oportunidades que le ofrecía la misma ley.
Así acontecía antes que el Señor y Maestro de la paciencia hubiese venido.
Pero, cuando hubo llegado, la paciencia unió la gracia a la fe; entonces ya no fue
lícito herir ni siquiera con una palabra, ni tampoco tratar de fatuo sin correr el riesgo
de ser juzgado (Mt 5,44).» (TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 6)

548 Perder con paciencia.- «El perder con paciencia enseña a dar con liberalidad.»
(TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 7)

549 Castigar el mal, soportándolo con paciencia.- «Canse tu paciencia a la maldad, cuyo
golpe, ya sea de dolor como de afrenta, será frustrado, y más gravemente contestado
por el mismo Dios. Pues, más castigas al mal, cuanto más lo soportas; y más
Justicia y misericordia

castigado será por Aquél por quien lo sufres.» (TERTULIANO, Tratado de la


paciencia, 8)

550 La caridad se forja en la práctica de la paciencia.- «La misma caridad -sacramento


máximo de la fe y tesoro del nombre cristiano, exaltada por el Apóstol con toda la
inspiración del Espíritu Santo- ¿acaso no se forja en las enseñanzas de la paciencia?
/.../.
Con razón nunca pasará, mientras las demás virtudes se desvanecerán,
pasarán. El don de lenguas, las ciencias, las profecías concluyen. En cambio la fe, la
esperanza y la caridad permanecen: la fe, que ha sido traída por la paciencia de
Cristo; la esperanza, que es ayudada por la paciencia de los hombres; y la caridad, a
la cual acompaña la paciencia enseñada por Dios mismo.» (TERTULIANO, Tratado
de la paciencia, 12)

551 Job, modelo de paciencia.- «¡Dios sonreía, mientras Satanás se despedazaba al ver
cómo Job, con gran serenidad de ánimo, sacaba la asquerosa abundancia de sus
llagas; o cuando se entretenía en devolver a sus cuevas y comida los gusanos caídos
de su destrozada carne!
Y así, éste gran realizador de la victoria de Dios, después de haber mellado
todos los dardos de las tentaciones con el escudo de su paciencia, recuperó de Dios
la salud de su cuerpo; y todo lo que había perdido volviolo a poseer por duplicado. »
(TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 14)

552 La paciencia tiene a Dios por deudor.- «El más excelente procurador de la paciencia
es Dios. A tal punto que, si en él depositas la injuria, será tu vengador; si el daño,
restituidor; si el dolor, médico; y si la muerte, resucitador.
¡Cuanta fortuna la de la paciencia, que tiene a Dios por deudor!.»
(TERTULIANO, Tratado de la paciencia, 15)

553 Conserva el bien y repele el mal.- «Así que la paciencia, hermanos amadísimos, no
solo conserva el bien, sino que repele el mal. El que sigue el impulso del Espíritu
Santo y se adhiere a lo divino y celestial, lucha ardorosamente echando mano de sus
virtudes contra las fuerzas de la carne, que asaltan y rinden al alma. Echemos, en
resumen, una mirada a algunos de los muchos vicios, para que lo dicho de pocos se
entienda de los demás. El adulterio, el fraude, el homicidio son delitos mortales.
Tenga la paciencia robustas y hondas raíces en el corazón y nunca se manchará con
el adulterio el cuerpo consagrado como templo de Dios; ni un alma íntegra
consagrada a la justicia se corromperá con el espíritu de fraude; jamás se teñirán de
Justicia y misericordia

sangre las manos que han llevado la eucaristía.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la
paciencia, 14)

554 La grandeza de la paciencia procede de Dios.- «3. Nosotros, por nuestra parte,
hermanos amadísimos, que somos filósofos, no de parla sino de hechos, y hacemos
profesión de la filosofía verdadera, no sólo por el manto; que sabemos ser virtuosos
más que aparentarlo, que no profesamos grandezas, sino las vivimos, practiquemos
con sumisión de espíritu, como servidores y adoradores que somos de Dios, la
paciencia que aprendimos de las lecciones divinas. Esta virtud nos es común con el
mismo Dios. De él trae el origen, de él toma su dignidad y prestigio. De él procede
su grandeza. El hombre debe amar una cosa tan amada de Dios. El ser estimada por
la majestad de Dios recomienda ya su bondad. Si Dios es nuestro Padre y Señor,
imitemos la paciencia de nuestro Señor y nuestro Padre, porque los servidores deben
ser obedientes y los hijos no deben degenerar.
4. Cuál y cuánta es la paciencia de Dios se ve en que aguanta con toda calma
la afrenta que hacen a su soberanía y dignidad los hombres, levantando templos
idolátricos, fabricando estatuas, practicando sacrificios sacrílegos; se ve en que hace
nacer el día y el sol, lo mismo sobre los buenos que sobre los malos, y riega la tierra
con lluvias, sin quedar nadie excluido de sus beneficios, porque no los discrimina en-
tre justos y malvados. Vemos que, por una equidad inseparable de la paciencia, lo
mismo a los inocentes que a los culpables, a los piadosos que a los impíos, a los
agradecidos que a los ingratos, sirven por disposición de Dios las estaciones, favo-
recen los elementos, soplan los vientos, corren las fuentes, crecen las mieses,
maduran las uvas de las vides, se cargan de frutos los árboles, reverdecen los
bosques, florecen los prados. Y a pesar de provocar continuamente con ofensas la ira
de Dios, sin embargo contiene su cólera y aguarda con calma el día prescrito para la
sanción; aunque tiene en sus manos la venganza, prefiere dar tiempo con su
clemencia y demora para ofrecer posibilidad de que ceda alguna vez la prolongada
malicia, y los hombres encenagados en errores y crímenes, al menos al final, se
vuelvan a Dios, ya que dirige estas advertencias: No quiero la muerte del pecador,
cuanto que se arrepienta y viva (Ez 18,32) /.../.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la pa-
ciencia, 3-4)

555 Por la paciencia estamos en Cristo y podemos llegar a Dios.- «Por lo cual,
hermanos amadísimos, una vez ya vistas con atención las ventajas de la paciencia y
las consecuencias de la impaciencia, debemos mantener en todo su vigor la
paciencia, por la cual estamos en Cristo y podemos llegar con Cristo a Dios; ésta, por
ser tan rica y variada, no se ciñe a estrechos límites o se encierra en breves términos.
Esta virtud de la paciencia se difunde por todas partes y su exuberancia y profusión
nacen de un solo manantial; pero, al rebosar las venas del agua, se difunde por
multitud de canales de méritos, y ninguna de nuestras acciones puede medrar en
Justicia y misericordia

merecimientos, si no recibe de ella su estabilidad y perfección /.../.» (S. CIPRIANO,


De los bienes de la paciencia, 20)

556 En el banquete de las virtudes el puesto principal lo tiene el amor.- «¡Dichosa la


amplitud de aquella alma y dichoso el camino pavimentado de aquella mente,
donde el Padre y el Hijo y, sin duda, el Espíritu Santo descansan, comen y hacen
morada! (Jn 14,23). ¿Con qué medios y con qué recursos crees que se mantiene a tales
convidados? Allí la paz es el primer manjar; la humildad se sirve a la vez que la
paciencia; también la mansedumbre y la apacibilidad, y la suma de toda suavidad; la
pureza del corazón. Sin embargo, en este banquete el puesto principal lo ocupa el
amor.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, 2)

557 Jesucristo, Maestro de la humildad.- «Y es así que el humilde, según el profeta, no


obstante caminar en cosas grandes y maravillosas que están por encima de él, que
son los dogmas verdaderamente grandes y los maravillosos pensamientos, se
humilla bajo la poderosa mano de Dios (1Pe 5,6). Ahora bien, si hay quienes, no
penetrando por su ignorancia la doctrina sobre la humildad, hacen esas cosas, no
hay por qué culpar a nuestra religión, sino tener consideración a quienes en su
ignorancia aspiran a lo mejor; pero, por esa misma ignorancia, no lo consiguen /.../.
Y es tan grande esta doctrina de la humildad, que por maestro de ella tenemos, no a
quien quiera, sino a nuestro gran Salvador mismo, que dijo: Aprended de mí, porque
soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11,29).»
(ORIGENES, Contra Celso, 6,15)

558 Jesucristo, rico en la pobreza, excelso en la humildad.- «El Niño crecía... (Lc 2,40).
Cuando dice que el Niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría y adornado
con la gracia de Dios, esto se refiere a la naturaleza humana. Mira la altura de la
dispensación. Aunque el Verbo, en el principio, carece de tiempo como Dios, tiene la
naturaleza humana, crece en el tiempo, incorpóreo y con la madurez de sus
miembros; se llena de sabiduría aquél en quien está toda la sabiduría. ¿Qué diremos
ante esto?
Conoce, por estas cosas, que aquél que estaba en la forma de Dios, se ha hecho
semejante a nosotros; el rico en la pobreza, el excelso en la humildad; decimos que
recibe aquél que, en lo divino, tiene la plenitud. ¡En tal grado se anonadó el Verbo de
Dios! Lo que se ha escrito de él en cuanto a la humildad, demuestra el grado de su
humillación. Y no era posible que el Verbo engendrado del Padre padeciera en su
naturaleza algo de lo dicho.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al
Evangelio de S. Lucas)
Justicia y misericordia

559 Jesucristo, manifestación y medida de la humildad.- «Jesús que, desde el principio


acogió a los pecadores, deja el suyo para ir de un lugar a otro (Mt 19,1). ¿Con qué
fin? No sólo para ganar mayor número de hombres para el amor de Dios, fre-
cuentando su trato, sino también, a mi parecer, para santificar un mayor número de
lugares. Para el judío se hizo judío, para ganar a los judíos; para rescatar a los
estaban bajo la Ley, se sujetó a la Ley; con los débiles él se hizo débil, a fin de salvar a
los débiles; se hizo todo a todos, para ganarlos a todos (1Cor 9,19-23).
¿Por qué digo a todos, mientras Pablo dice a algunos, hablando de sí mismo?
Porque yo pienso que el Salvador ha sufrido más. En efecto, no sólo se hizo judío, no
sólo aceptó los nombres más absurdos e injuriosos, sino también, y es más absurdo,
él se hizo pecado (2Cor 5,21). Ciertamente él no lo es (Gál 2,17), pero recibió el
nombre. ¿Cómo podría ser pecado el que nos libra del pecado (Rom 6,18-22)? ¿Y
cómo será maldición el que nos rescató de la maldición de la Ley (Gál 3,13)? Pero él
llega hasta eso, para hacernos ver qué es la humildad y mostrarnos la medida de esa
humildad que nos ha merecido la exaltación (Lc 14,11).
Como hemos dicho, llega a pecado y desciende al nivel de todos, echa el
anzuelo a todos, para sacar el pez del fondo del mar; el que nada entre las olas
agitadas y salobres de la vida: el hombre.» (S. GREGORIO NACIANCENO,
Sermones, 37,1)

560 La humildad, fundamento de todo.- «Puesta la humildad por fundamento, el


arquitecto puede construir con seguridad sobre ella todo el edificio; pero, si ésta se
quita, por más que tu santidad parezca tocar el cielo, todo se vendrá abajo y termi-
nará catastróficamente. El ayuno, la oración, la limosna, la castidad, cualquier otro
bien que juntes, sin humildad todo se escurre como el agua y todo se pierde.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 15,2)

561 Provecho de las tentaciones del diablo.- «A la verdad, como nosotros queramos,
nadie será capaz de agraviarnos ni dañarnos. Nuestros mismos enemigos nos harán
los mayores favores. Y no sólo los hombres. ¿Puede haber nada más perverso que el
diablo? Y, sin embargo, hasta el diablo puede ser para nosotros ocasión de la mayor
gloria, como lo demuestra la historia de Job. Si, pues, el diablo puede ser para ti
ocasión de corona, ¿a qué temes a un hombre enemigo? Mira, si no, cuánto ganas
sufriendo con mansedumbre los ataques de tus enemigos. En primer lugar, y es la
mayor ganancia, te libras de tus pecados; en segundo lugar, adquieres constancia y
paciencia; y, en tercer lugar, ganas mansedumbre y misericordia.» (S. JUAN CRI-
SOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 56,5)

562 Mejor ignorar bien que saber mal.- «Más vale ignorar bien que saber mal. En una
tablilla limpia, es fácil escribir lo que se quiere; pero si está rayada, ya no es tan fácil,
Justicia y misericordia

pues hay que empezar por borrar lo mal escrito. Un médico que nada receta es pre-
ferible al que prescribe remedios dañosos, y el que edifica ruinosamente es peor que
el que no pone una piedra. En fin, vale más la tierra que nada lleva, que la que pro-
duce espinas. No corramos, pues, a saberlo todo; resignémonos a ignorar algunas
cosas, a fin de que, si hallamos un maestro, no le demos doble trabajo.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 75,4)

563 La pobreza, fuente de bienes.- «No así, no, la pobreza, sino todo lo contrario. Ella es
un refugio seguro, un puerto de bonanza, un palenque y estadio de la filosofía, un
renuevo de la vida de los ángeles. Escuchad esto cuantos sois pobres, y más aún
cuantos deseáis enriqueceros. Lo malo no es ser pobres, sino el no querer serlo. No
pienses que la pobreza es un mal, y no lo será para ti. Porque este miedo no radica
en la naturaleza misma de la cosa, sino en el juicio de los hombres pusilánimes. O
más bien, yo me avergonzaría si sólo pudiera decir de la pobreza que no es un mal.
Si quieres vivir filosóficamente, ella será para ti también una fuente de bienes infi-
nitos.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 90,3)

564 Humildad y Sobriedad.- «En virtud, pues, de la gracia que se me ha concedido, os encargo
a cada uno de vosotros, que no se estime en más de lo que deba estimarse, sino que se estime a
sí mismo con modestia, cada cual según la medida de la fe que Dios le repartió (Rom 12,3).
Aquí, el Apóstol pone, como madre de todos los bienes, la humildad,
imitando a su Maestro. Sentado en la montaña para hacer su sermón, empezó por
aquí y puso los cimientos de la moral, diciendo: Dichosos los pobres en el espíritu (Mt
5,3). Así también ahora Pablo, pasando de las enseñanzas dogmáticas al sermón
moral, enseñó la virtud en general, exigiendo de nosotros una hostia razonable; y
habiendo de descender a cada una de las virtudes, empezó, como desde la cabeza,
por la humildad. No estimarse a sí mismo más de lo que debe estimarse. Ésta es la
voluntad de Dios: que se estime a sí mismo con modestia. Recibimos la prudencia, no
para usarla con arrogancia, sino para la templanza. Aquí llama templanza, no a
aquella que se opone a la lascivia y la lujuria, sino a la vigilancia y al buen sentido;
por esto se dice sobriedad, porque supone una mente sana y templada.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos, 20,3)

565 Modestia y humildad de S. Pablo.- «Si hemos estado desatinados ha sido por Dios; si
estamos en nuestro sano juicio, es para vuestro bien (2Cor 5,13).
Con seguridad nadie ha tenido tantas ocasiones propicias para ceder al fuego
del orgullo y nadie estuvo exento de jactancia hasta tal punto.
Reflexionemos, pues: La ciencia infla (1Cor 8,1); todos nosotros podemos
decirlo con él. La ciencia estaba en él tan elevada que jamás persona alguna puede
compararse con Pablo y, con todo, lejos de dejarse envanecer por ella, encontró
Justicia y misericordia

precisamente en ella un motivo de modestia. Ved por qué dijo: Nuestro saber es
imperfecto y nuestras profecías son imperfectas (1Cor 13,9). Y también: En cuanto a mí,
hermanos, no pienso haberla alcanzado todavía (Fil 3,13). Y si alguno cree que sabe algo,
resulta que aún no sabe nada (1Cor 8,2). El ayuno infla también, y lo demuestra bien el
fariseo, cuando dijo: Yo ayuno dos veces en semana (Lc 18,12). Para Pablo no se trata de
ayunar, sino de sufrir hambre; sin embargo él mismo se llama un aborto (1Cor 15,8).
/.../. Porque este hombre no obraba jamás a la ligera, sino siempre con motivo justo
y razonable; y perseguía designios opuestos con tanta sabiduría que obtenía siempre
los mismos elogios /.../. Pablo, glorificándose (2Cor 11,21-12,10), se ha atraído más
honor que otros disimulando grandes virtudes; nadie, en efecto, hace tanto bien
ocultando sus méritos, como este hombre revelando los suyos.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Homilías sobre las alabanzas de Pablo, 5)

566 Ser como los niños para entrar en el reino de los cielos.- «En aquella ocasión se
llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, pues, mayor en el reino de los cielos?...
(Mt 18,1-6).
El Señor enseña que no se entra en el reino de los cielos si no se vuelve a ser
como los niños. Los vicios de nuestro cuerpo y de nuestra alma deben ser devueltos
a la simplicidad del niño. Con los niños se designa a todos aquellos que, mediante la
fe, aceptan la predicación. En efecto, los niños siguen a su padre, quieren a su madre,
no saben querer el mal del prójimo, no conocen el afán de las riquezas, no son arro-
gantes, no odian ni mienten, creen aquello que se les dice y dan por verdadero lo que
oyen. Cuando todos nuestros sentimientos hayan adquirido esta forma habitual y
esta inclinación, nos queda accesible el camino del cielo. Por tanto, hay que volver a
la sencillez de los niños, para que, situados en ella, llevemos con nosotros la imagen
de la humildad del Señor.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario sobre el
Evangelio de S. Mateo, 18,1)

567 Designio divino del silencio.- «Por tanto, el Hijo no ignora lo que no ignora el
Padre. Y no porque el Padre sólo sepa, ignora el Hijo; pues, al existir el Padre y el
Hijo en la unidad de naturaleza, el hecho de que ignore el Hijo, en el que están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2,3), pertenece al designio
divino del silencio, como el mismo Señor atestiguó al responder a los apóstoles, que
le preguntaban sobre el fin de los tiempos: No os corresponde saber los tiempos que el
Padre tiene en su poder (Hech 1,7). Se les niega el conocimiento; pero no sólo se les
niega, sino que se les frena el ansia de conocer, pues no les corresponde el
conocimiento de estos tiempos /.../.» (S. HILARIO DE POITIERS, La Trinidad, 9,75)

568 El niños, ideal de sencillez y de inocencia.- «Así, el que se humille como este niño, ése es
el más grande en el reino de los cielos (Mt 18,4).
Justicia y misericordia

Como este niño, cuyo ejemplo os ofrezco, no permanece en la ira, no se


acuerda de las ofensas, no se complace en una mujer bella, no piensa una cosa y dice
otra, así también vosotros, si no tenéis tal inocencia y pureza de alma, no podéis
entrar en el reino de los cielos.» (S. JERÓNIMO, Comentario sobre el Evangelio de S.
Mateo)

569 El Evangelio revelado a los pequeñuelos, escondido a los soberbios.- «¿Quiénes


son los pequeñuelos? Los humildes. Escondiste, pues, estas cosas a los sabios y discretos
(Mt 11,25). Que bajo el nombre de sabios y discretos han de ser entendidos los
soberbios, él mismo lo pone de manifiesto al decir: Se las descubriste a los pequeñuelos.
Luego se las escondiste a los no pequeñuelos. ¿Qué significa a los no pequeñuelos? A
los no humildes. Y decir a los no humildes ¿no es decir a los soberbios? Este camino
del Señor, o bien no existía o estaba oculto, y nos fue revelado a nosotros. ¿De qué se
regocijó el Señor? De haberles sido revelado a los pequeñuelos. Hemos, pues, de ser
pequeñuelos, que si diéramos en ser grandes a la manera de los sabios y discretos,
no se nos descubrirá.» (S. AGUSTIN, Sermones, 67,8)

570 La humildad, base de toda edificación.- «Si quieres llegar a ser grande, comienza
por ser pequeño; si planeas la construcción de un edificio elevado, piensa lo primero
en darle hondos cimientos. A proporción de la mole que se trata de levantar y la
altura del edificio que ha de ir encima debe ahondarse en el cimiento. La fábrica en
construcción se va levantando, el cimiento cávese ahondando. Luego se puede bien
decir que, un edificio, antes de subir, se abate y que la techumbre se asienta sobre la
humillación.» (S. AGUSTIN, Sermones, 69,2)

571 Dios mira de cerca a los humildes, de lejos a los soberbios.- «¡Maravilloso artificio
éste del Omnipotente! Es excelso y ve las cosas humildes de cerca; los soberbios
están en alto y el Altísimo los ve como allá lejos. El Señor está vecino a los que
desmenuzaron el corazón y a los humildes de espíritu los hará salvos (Sal 118,155; 137,6).»
(S. AGUSTIN, Sermones, 127,3)

572 Mejor un pecador humilde que un justo soberbio.- «Y es mejor un pecador


humilde que un justo soberbio.» (S. AGUSTIN, Sermones, 170,7)

573 Humildad de Zaqueo.- «Pon ahora los ojos en Zaqueo, mírale, te suplico, queriendo
ver a Jesús en medio de la muchedumbre sin conseguirlo. Él era humilde, mientras
que la turba era soberbia; y la misma turba, como suele ser frecuente, se convertía en
impedimento para ver bien al Señor. Se levantó sobre la muchedumbre y vio a Jesús
Justicia y misericordia

sin que ella se lo impidiese. En efecto, los humildes, a los que siguen el camino de la
humildad, a los que dejan en manos de Dios las injurias recibidas y no piden
venganza para sus enemigos, a ésos los insulta la turba y les dice: Inútil, que eres
incapaz de vengarte /.../.» (S. AGUSTIN, Sermones, 174,3)

574 La paciencia cristiana, don de Dios.- «De él (de Dios) procede, en verdad, la
paciencia, la verdadera, la santa, la devota y recta paciencia; la paciencia cristiana es
un don de Dios.» (S. AGUSTIN, Sermones, 274)

575 Gloriarse sólo en el Señor.- «Por tanto, que nadie presuma de sí mismo cuando
haya pronunciado un discurso; ni de sus fuerzas cuando resiste a la tentación, puesto
que para hablar bien, de él nos viene nuestra sabiduría, y de él nuestra paciencia
para soportar los males. Nuestro es el querer, pero se requiere que seamos llamados
a querer; cosa nuestra es el pedir, pero no sabemos qué pedir; a nosotros nos toca el
recibir, pero ¿qué recibimos, si nada tenemos?; nuestro es el tener, pero ¿qué
tenemos, si no recibimos? Por tanto, El que se gloríe, que se gloríe en el Señor (1Cor
1,31).» (S. AGUSTIN, Sermones, 277A)

576 Pablo igual a pequeño.- «Y ahora, si Saulo proviene de Saúl, Pablo ¿de dónde se
deriva? Saulo proviene de un rey cruel, cuando él era soberbio, igualmente cruel y
ansioso de muertes; pero Pablo ¿de dónde? Se llama Pablo por su pequeñez. Pablo
-paulo- es el nombre de la humildad. Saulo se convirtió en Pablo tras haber sido
conducido al Maestro, que dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt
11,29). De aquí procede el nombre de Pablo. Prestad atención al uso de la expresión
latina, pues paulum equivale a pequeño, poco.» (S. AGUSTIN, Sermones, 279,5)

577 Nuestra salvación es la humildad.- «También está en Cristo nuestra salvación, que
es su humildad. Careceríamos en absoluto de salvación, si Cristo no se hubiese
dignado hacerse humilde por nosotros. Recordemos que no hemos de fiarnos de no-
sotros mismos. Confiemos a Dios lo que tenemos e imploremos de él lo que aún no
tenemos.» (S. AGUSTIN, Sermones, 285,4)

578 Humildad de S. Juan Bautista.- «Entre los nacidos de mujer, no ha habido ninguno mayor
que Juan el Bautista (Mt 11,11).
¿Qué significa esta grandeza enviada delante del Grande? Es un testimonio de
sublime humildad /.../. Aquí aparece con toda evidencia la grandeza de Juan.
Pudiendo pasar por Cristo, prefirió dar testimonio de Cristo y encarecerlo a él;
Justicia y misericordia

humillarse antes que usurpar su persona y engañarse a sí mismo.» (S. AGUSTIN,


Sermones, 288,2)

579 Soberbia y envidia van unidas.- «La medida de la humildad le ha sido tasada a cada
uno por la medida de su grandeza; cuanto más arriba se está, tanto más peligrosa es
la soberbia y te tenderá mayores lazos. A la soberbia le sigue la envidia como hija
servil; la soberbia la está dando a luz continuamente y nunca se la encuentra sin tal
hija y compañera. Por cuyos dos vicios, la soberbia y la envidia, el diablo es diablo.»
(S. AGUSTIN, Sobre la santa virginidad, 31)

580 La virtud de la paciencia.- «La paciencia humana, cuando es recta, laudable y digna
de ese nombre, es aquella virtud por la que toleramos con igualdad de ánimo los
males, para no abandonar con iniquidad de ánimo los bienes; bienes por los que
hemos de alcanzar otros superiores. Los impacientes rehúsan padecer los males,
pero no logran escapar de ellos, sino que caen bajo otros peores.» (S. AGUSTIN, La
paciencia, 2)

581 «Por la paciencia poseeréis vuestras almas».- «Males horrendos toleran los hombres
con vigor admirable por sus apetitos, por sus crímenes, por esta salud y vida
temporal. Con ello nos amonestan cuánto hemos de soportar nosotros por una vida
buena, que puede ser también eterna, y por una verdadera felicidad segura, sin
término de tiempo y sin detrimento de nuestro interés. El Señor ha dicho: En vuestra
paciencia poseeréis vuestras almas (Lc 21,19). No dijo: poseeréis vuestras fincas, vuestras
honras y vuestras lujurias, sino vuestras almas. Si tanto sufre un alma por alcanzar la
causa de su perdición, ¿cuánto debe sufrir para no perderse?» (S. AGUSTIN, La
paciencia, 7)

582 La más grande de las enseñanzas cristianas.- «Esto sirve de un extraordinario


ejemplo de humildad, la cual es la más grande de las enseñanzas cristianas, pues por
la humildad se conserva la caridad, y a ella ninguna otra la corrompe más pronto
que la soberbia. Por eso, no dice el Señor: Tomad sobre vosotros mi yugo o aprended de
mí que resucito cadáveres de cuatro días de estancia en los sepulcros, y que arrojo todos los
demonios y las enfermedades de los cuerpos de los hombres, y cosas semejantes, sino: Tomad
sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29).»
(S. AGUSTIN, Exposición de la Carta a los Gálatas, 15)

583 Frente a la soberbia del diablo, la humildad de Cristo.- «Los ángeles, sin duda, que
no se apartaron de la visión de Dios, no necesitan mediador por el cual se
Justicia y misericordia

reconcilien. Así mismo los ángeles que, sin incitación de nadie, se apartaron de la
visión de Dios por voluntaria prevaricación, no se reconcilian por mediador. Luego
resta que quien fue derribado por el diablo, orgulloso mediador que persuade la
soberbia, se levante por Cristo, mediador humilde, que aconseja la humildad.» (S.
AGUSTIN, Exposición de la Carta a los Gálatas, 24)

584 La voz del Señor humilla a los soberbios.- «La voz del Señor troncha los cedros. La voz
del Señor humilla a los soberbios con la contrición del corazón. El Señor quebrará los
cedros del Líbano. El Señor humillará por la penitencia a los engreídos con el
esplendor de la nobleza humana, al elegir para confundirlos a los innobles de este
mundo, en quienes mostrará su divinidad.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los
Salmos, Sal 28,5)

585 El agua de la humildad viene de Cristo.- «Este agua de la confesión de los pecados,
este agua de la humillación del corazón, este agua de la vida de salud, que se
considera despreciable a sí misma, que no presume de sí misma, que no se atribuye
con soberbia nada a su propio poder; esta agua no se encuentra en ningún libro de
los extraños, ni en los de los epicúreos, ni en los de los estoicos, ni en los de los
maniqueos, ni en los de los platónicos. En todos ellos se hallan óptimos preceptos
sobre las costumbres y la disciplina; sin embargo, no se encuentra esta humildad. La
vena de esta humildad brota de otro manantial, emerge de Cristo. El origen dimana
de aquel que, siendo excelso, vino humilde.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los
Salmos, Sal 31,II,18)

586 Ser jumento del Señor.- «Para que puedas ser humilde, di lo que se escribió: Mi alma
se gloriará en el Señor. Oigan los humildes y alégrense. Los que no quieren gloriarse
en el Señor no son mansos, sino fieros, hoscos, envanecidos, soberbios. El Señor
quiere tener jumentos mansos. Sé jumento del Señor, es decir, sé manso. El que te
cabalga, él te rige, no temas tropezar y caer en el precipicio. La flaqueza es cosa tuya,
pero ve quién te protege. Tú eres un pollino, pero transportas a Cristo. También él se
acercó a la ciudad, cabalgando sobre un pollino, y aquél era manso.» (S. AGUSTIN,
Enarraciones sobre los Salmos, Sal 33,II,5)

587 Virginidad y humildad.- «¡Oh virgen de Dios! No quisiste casarte, lo cual era
permitido, y te engríes, lo cual está prohibido. Mejor es una virgen humilde que una
casada humilde; pero es mejor una casada humilde que una virgen soberbia.» (S.
AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 75,16)
Justicia y misericordia

588 Humildad del pecador y misericordia de Dios.- «La humildad del hombre es su
confesión, y la mayor elevación de Dios es su misericordia. Si, pues, viene él a
perdonar al hombre sus pecados, que reconozca el hombre su miseria y que Dios
haga brillar su misericordia.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan,
14,5)

589 La alteza de la humildad trasciende todas las cumbres terrenas.- «Sé muy bien el
caudal que es menester para intimar a los soberbios la excelencia de la humildad,
con la cual la alteza, no la que es hurto de la arrogancia humana, sino la que es don
de la divina gracia, trasciende todas las cumbres terrenas, que se bambolean al
compás de los tiempos.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 1,prólogo)

590 Soberbia y humildad, origen de dos Ciudades.- «Es propio de la humildad -¡cosa
maravillosa!- el elevar el corazón, y exclusivo de la soberbia, el abajarlo. Al parecer,
es una paradoja que la soberbia vaya hacia abajo y la humildad hacia arriba. Pero
resulta que la humildad piadosa nos somete a lo superior y nada hay superior a
Dios, y por eso la humildad, que nos somete a Dios, nos exalta. En cambio, la
soberbia, que radica en un vicio, a la vez que desdeña el estar sometida, se des-
prende del ser, superior al cual no hay nada, y se torna inferior, cumpliéndose así lo
que está escrito: Los derribaste cuando se elevaban (Sal 72,8) /.../. Por este motivo se
encarece la humildad ahora en esta Ciudad de Dios a la Ciudad de Dios que
peregrina en este siglo, y el ejemplo cumbre lo tiene en su Rey, Cristo. Las Sagradas
Letras enseñan que la elación domina sobre todo en el enemigo de esta Ciudad, que
es el demonio. En esto radica la diferencia profunda que distingue las dos ciudades
de que hablamos. Una es la sociedad de los hombres piadosos y otra la de los
hombres impíos, cada cual con los ángeles de su gremio, en los cuales precedió, allí
el amor a Dios y aquí el amor a sí mismo.» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios, 14,13,1)

591 Peligros de la adulación.- «Mucho es ya no alegrarse de los honores y lisonjas


humanas, desechando cualquier pompa vana, y dirigir totalmente a la utilidad y
salud de los que nos honran lo que se considere necesario aceptar. Porque no en
vano se dijo: Dios quebrantará los huesos de los que tratan de complacer a los hombres (Sal
52,6). ¿Hay cosa más débil, más sin fundamento y fortaleza, simbolizada en los
huesos, que un hombre reblandecido por la lengua de los aduladores, cuando sabe
que es falso lo que le dicen? No llegaría el dolor un día a atormentar las entrañas del
alma, si no quebrantase ahora sus huesos el apetito de las lisonjas. Estoy seguro de la
fortaleza de tu espíritu, y así me digo a mí mismo todo esto que te confío a ti; mas
creo que te dignarás meditar conmigo cuán graves y difíciles son estos males. Sólo
quien declara la guerra a este enemigo podrá apreciar sus fuerzas. Porque para todos
es fácil renunciar a la alabanza cuando se nos niega; pero es muy difícil no
Justicia y misericordia

complacerse en ella cuando se nos brinda. No obstante, nuestra dependencia de Dios


debe ser tal, que hemos de corregir a cuantos podamos, siempre que no se nos alabe
con verdad, para que nadie piense que tenemos lo que no tenemos o que es nuestro
lo que es de Dios, o alabe lo que no es laudable, aunque lo tengamos y aún en
abundancia, pongo por ejemplo, todos los bienes que tenemos comunes con los
brutos o con los impíos. Si nos alaba con verdad por Dios, congratulémonos con
aquellos que se complacen en el bien verdadero, pero no con nosotros mismos,
porque agradamos a los hombres. Se supone que delante de Dios somos tales cuales
nos pintan, y eso no se nos atribuye a nosotros, sino a Dios, cuyo don es todo lo que
es verdad y con razón laudable.» (S. AGUSTIN, Cartas, 22,«a Aurelio, Obispo de
Cartago»,8)

592 La infancia, maestra de la humildad.- «Toda la victoria del Salvador, que ha


subyugado al diablo y al mundo, ha comenzado por la humildad y ha sido
consumada por la humildad. Ha inaugurado en la persecución sus días señalados y
también los ha terminado en la persecución. Al Niño no le ha faltado el sufrimiento,
y al que había sido llamado a sufrir, no le ha faltado la dulzura de la infancia /.../.
Si, por el privilegio de la humildad, Dios omnipotente ha hecho buena nuestra
causa tan mala, y si ha destruido a la muerte y al amor de la muerte (cf. 1Tim 1,10),
no rechazando lo que le hacían sufrir los perseguidores, sino soportando con gran
dulzura, y por obediencia a su Padre, las crueldades de los que se ensañaban contra
él, ¿cuánto más hemos de ser nosotros humildes y pacientes, puesto que, si nos viene
alguna prueba, jamás se hace sin haberla merecido? /.../.
Por eso, amadísimos, la práctica de la sabiduría cristiana no consiste en la
abundancia de palabras, ni en la habilidad para discutir, ni en el apetito de alabanza
y de gloria, sino en la sincera y voluntaria humildad, que el Señor Jesucristo ha
escogido y enseñado como verdadera fuerza desde el seno de su madre hasta el
suplicio de la cruz. Pues, cuando sus discípulos disputaron entre sí, como cuenta el
evangelista, quién sería el más grande en el reino de los cielos, él, llamando a sí a un niño, lo
puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el
más grande en el reino de los cielos (Mt 18,1-4).
Cristo ama la infancia, que él mismo ha vivido al principio en su alma y en su
cuerpo. Cristo ama la infancia, maestra de humildad, regla de inocencia, modelo de
dulzura. Cristo ama la infancia; hacia ella orienta las costumbres de los mayores,
hacia ella conduce a la ancianidad. A los que eleva al reino eterno los atrae a su
propio ejemplo.» (S. LEÓN MAGNO, Sermones, 37,«sobre la Epifanía de
N.S.Jesucristo»)

593 Saber humildemente es mejor que saber.- «Es más saber humildemente que saber,
pues no saber humildemente no es verdadero saber. Son mejores que el vino tus amores
Justicia y misericordia

(Cant 1,2), porque los que saben considerar los dones de la gracia espiritual,
sobrepasan a aquellos que tienen ciencia, pero no guardan en su memoria el
conocimiento de los dones. Mejores que el vino son tus pechos es decir abiertamente:
porque la humildad es más fuerte que la ciencia. La ciencia es vino que embriaga;
hay un recuerdo de los pechos que embriaga internamente, que lleva al
conocimiento de los dones. Mejores, pues, tus amores que el vino, porque la humildad
supera la abundancia de la ciencia.» (S. GREGORIO MAGNO, Comentario al Cantar
de los Cantares, 30)

594 Las alas de los querubines, signo de las virtudes.- «Prosigue: Cada cual cubría su
cuerpo con dos alas; del mismo modo cubríanse cada uno (Ez 1,23).
Ya hemos dicho antes que por el cuerpo se significa la acción y por las alas las
virtudes; mas, habiendo dicho: Debajo del firmamento veíanse las alas del uno extendidas
al otro, se debe averiguar por qué se dice después: Cada uno cubría su cuerpo con dos
alas.
En lo cual, patentemente se indica que unas alas tendían del uno al otro y, sin
embargo, con dos alas se cubrían el propio cuerpo. ¿Qué es esto sino que debemos
comunicar a los otros las virtudes que hemos recibido, de tal modo que no dejemos
de pensar, cautos, en lo que nosotros hemos pecado, y lamentar todos los días
nuestras culpas por medio del temor y la penitencia, pues anteriormente hemos
llamado temor y penitencia a las dos alas con que se cubrían el cuerpo?
Crezcamos, pues, en la caridad, de modo que tendamos las alas al prójimo y
jamás dejemos de pensar y lamentarnos a nosotros mismos. Tiéndanse las alas al
lado, y cubran las alas el cuerpo, de manera que, con nuestras buenas obras, ofrezca-
mos ejemplos, y el temor y la penitencia escondan del juicio lo malo que hemos
hecho.
/.../.
También por estas alas pueden entenderse los dos preceptos de la caridad, a
saber: el amor a Dios y el del prójimo; pues amando a Dios, castigamos en nosotros
nuestros males, esto es, cubrimos nuestros cuerpos; y amando al prójimo, nos
apresuramos a aprovecharle en lo que podemos, esto es, tendemos a él nuestras
alas.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 1,7,22)

595 La humildad ejemplar de Juan Bautista.- «Hermanos carísimos, en las palabras de


esta lección (Jn 1,19-28) se nos encomienda la humildad de S. Juan, el cual, con ser de
tan grande virtud, que se hubiera podido creer que fuera el Cristo, prefirió man-
tenerse sólidamente en lo que era, para que la opinión de los hombres no le
encumbrara vanamente sobre lo que era: Él, pues, confesó y no negó, antes protestó: Yo
no soy el Cristo (Jn 1,20).
Ahora bien, diciendo: No soy, negó abiertamente lo que no era, mas no negó lo
que era, a fin de hacerse, diciendo la verdad, miembro de aquél cuyo nombre no
Justicia y misericordia

usurpaba mendazmente. Por tanto, con no querer que se le dé el nombre de Cristo,


fue hecho miembro de Cristo, porque, como procuró reconocer humildemente su
propia pequeñez, mereció obtener de hecho el ser elevado hasta él.
/.../.
También da a conocer qué es lo que clama, cuando agrega: Enderezad el camino
del Señor, como lo tiene dicho el profesa Isaías (Jn 1,23). El camino del Señor se endereza
al corazón cuando se oye humildemente la palabra de la Verdad; el camino del Señor
va derecho al corazón, cuando la vida se dispone en conformidad con sus preceptos.
Por eso está escrito: Cualquiera que me ama observará mi doctrina; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada dentro de él (Jn 14,23). Por tanto, quien engríe su alma
por la soberbia, quien se abrasa en la fiebre de la avaricia, quien se enloda con la
suciedad de la lujuria, cierra la puerta de su corazón a la verdad y clausura los
secretos del alma con el candado de los vicios, para que no venga a él el Señor.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los Evangelios, 1,7,1)

596 La posesión del alma se atribuye a la paciencia.- «Prosigue: Mediante vuestra


paciencia poseeréis vuestras almas (Lc 21,19).
La posesión del alma se atribuye a la virtud de la paciencia, porque la
paciencia es raíz y guardiana de todas las virtudes. En efecto, por la paciencia,
poseemos nuestras almas, porque, cuando ya hemos aprendido a vencernos a
nosotros mismos, comenzamos a ser dueños de lo que somos. Ahora bien, la
paciencia consiste en soportar ecuánimes el mal que nos causan los otros, y no
murmurar queja alguna contra quien nos hace mal; porque quien sobrelleva el mal
que le causa el prójimo, pero de modo que interiormente se queja y aguarda tiempo
oportuno para devolverle, ese tal no tiene paciencia, sino que la aparenta; pues
escrito está: La caridad es paciente, es benigna (1Cor 13,4); porque es paciente para
tolerar los males ajenos y es benigna para amar a los mismos a quienes soporta. Por
eso dice la misma Verdad: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y
orad por los que os persiguen y calumnian (Mt 5,44). De manera que, ante los hombres,
esta virtud consiste en soportar a los enemigos; pero ante Dios, en amarlos /.../.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los Evangelios, 2,35)

597 Paciencia e impaciencia.- «Pues a los impacientes hay que decirles que, por
descuidarse en refrenar sus ímpetus, se ven arrastrados, además, a otros muchos
precipicios de iniquidades que no quieren; porque cierto es que la ira empuja el
pensamiento a donde no quiere la voluntad, y ésta, perturbada, obra casi sin saber
aquello que, después de conocido, lamenta.
Hay que decir también a los iracundos que cuando, arrastrados por el ímpetu
de su conmoción, obran como enajenados cualquier cosa, apenas conocen sus
maldades después de ejecutadas; los cuales, cuando no resisten nada su turbación,
hasta desfiguran lo bueno que con la mente serena habrían hecho y destruyen con su
Justicia y misericordia

ímpetu repentino lo que edificaron tal vez con un trabajo cuidadoso durante mucho
tiempo, ya que por el vicio de la impaciencia se pierde la virtud de la caridad, que es
la madre y guardadora de todas las virtudes, pues escrito está: La caridad es sufrida
(1Cor 13,4); por consiguiente, no habiendo paciencia, no hay caridad.
Además, por este vicio de la impaciencia, se desvanece la doctrina, que es la
que sustenta las virtudes, pues escrito está: La doctrina del hombre se conoce por la
paciencia (Prov 19,11). Por consiguiente, tanto menos docto muestra ser uno cuanto se
halla ser menos paciente. Y en verdad que no puede sembrar bienes enseñando
quien, viviendo, no sabe tolerar pacientemente los males ajenos.» (S. GREGORIO
MAGNO, Regla Pastoral, 3,9)

598 Jesucristo, modelo de paciencia.- «Para que los enfermos conserven la virtud de la
paciencia, se les debe exhortar a que continuamente consideren cuántos males
soportó nuestro Redentor por sus criaturas; cómo aguantó tantas injurias que le
inferían sus acusadores; cómo él, que continuamente arrebata de las manos del
antiguo enemigo las almas cautivas, recibió las bofetadas de los que le insultaban;
cómo él, que nos lava con el agua de la salvación, no hurtó su rostro a las salivas de
los pérfidos; cómo él, que con su palabra nos libra de los suplicios eternos, toleró en
silencio los azotes; cómo él, que nos concede honores permanentes entre los coros de
los ángeles, aguantó los bofetones; cómo él, que nos libra de las punzadas de los
pecados, no hurtó su cabeza a la corona de espinas; cómo él, que nos embriaga de
eterna dulcedumbre, aceptó en su sed la amargura de la hiel; cómo él, que adoró por
nosotros al Padre, aún siendo igual a él en la eternidad, calló cuando fue
burlonamente adorado; cómo él, que dispensa la vida a los muertos, llegó hasta
morir, siendo él mismo la vida.
¿Por qué, pues, se tiene por cosa dura el que un hombre aguante de Dios los
azotes a cambio de males, cuando Dios soportó de los hombres tántos males a
cambio de bienes? O ¿quién de sano juicio se mostrará descontento de sus castigos,
cuando él mismo, que aquí vivió sin pecado, no salió de aquí sin ser flagelado?» (S.
GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 3,12)

599 Silencio cristiano ante los misterios de Dios.- «Hace prodigios insondables, maravillas
sin cuenta (Job 9,10).
Entonces explicamos más verdaderamente los hechos de la divina fortaleza,
cuando conocemos que no los podemos explicar; entonces con mayor elocuencia los
hablamos, cuando, espantándonos de ellos, callamos; porque, para contar las obras
de Dios, tiene nuestra deficiencia manera cómo suficientemente mueva nuestra
lengua, conviene a saber: que alabe cumplidamente callando lo que del todo no
puede comprender.
Y por eso dice el Salmista: Alabad a Dios en sus poderíos y alabadle según la
muchedumbre de su grandeza (Sal 150,2). Aquél alaba a Dios según la muchedumbre de
Justicia y misericordia

su grandeza que considera que desfallecerá en el cumplimiento de su alabanza. Así


que dice: El cual hace prodigios insondables, maravillas sin cuento; grandes en virtud,
que no se pueden escudriñar por razón; innumerables, por muchedumbre. Así que
las obras divinas, las cuales no pudieron ser explicadas con palabras, con silencio son
cumplidamente definidas.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro
de Job, 9,19)

600 Los lloros de la humildad son aguas de nieve.- «Aunque me frotara con jabón y me
lavara las manos con lejía, me hundiría en el fango y mis vestidos me darían asco (Job 9,30-
31).
Aguas de nieve son los lloros de la humildad; la cual, porque tiene eminencia
sobre todas las virtudes delante de los ojos del severo Juez, blanquea como por el
color de su mucho merecimiento. Pues hay muchos que lloran, mas no tienen humil-
dad; los cuales, afligidos, lloran; pero en los mismos lloros, o se ensoberbecen contra
la vida de los prójimos, o se levantan contra el orden del Creador; estos tales cierto
es que tienen aguas, pero no aguas de nieve. Y no pueden ser limpios, porque no se
lavan en los lloros de la humildad. En aguas de nieve se había lavado de la culpa el
profeta David, el cual confiadamente decía: No menosprecias, Señor, el corazón contrito
y humillado (Sal 50,16). Los que se afligen con llantos, mas son rebeldes por su
murmuración, quebrantan su alma, pero menosprecian ser humillados.» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 9,56)

601 Humildad, justicia y misericordia.- «El bienaventurado Job cuenta las virtudes que
practicó (Job 30,25-26), porque, hallándose con las palabras de la reprensión y los
azotes de la herida, considera que su alma puede desfallecer en la esperanza /.../.
Y es cierto que ni es verdadera la castidad en el corazón de aquél a quien falta
la humildad, porque la soberbia, corropiéndose en lo interior, fornica si, amándose a
sí misma, se aparta del divino amor. Ni es verdadera humildad aquella a la cual la
misericordia no va unida, porque no debe ser llamada humildad la que no sabe
inclinarse a la compasión de la miseria ajena. Ni es misericordia verdadera la que
está ajena a la rectitud de la justicia, porque la que es dañada por la injusticia,
ciertamente no sabe tener misericordia de sí misma. Ni es verdadera justicia la que
no pone su confianza en el Hacedor de todas las cosas creadas, porque, quitada la
esperanza de su Creador, pervierte en sí mismo el orden de la justicia principal. Así
que, una virtud sin las otras, o es del todo ninguna o es imperfecta.» (S. GREGORIO
MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 22,1-2)

602 La humildad de Dios, medicina de la soberbia.- «Teniendo envidia el diablo del


hombre sano en el paraíso, le hizo llaga de soberbia, porque mereciese la muerte
ensoberbecido el que no la había recibido cuando fue creado. Mas, porque basta el
Justicia y misericordia

poder divino, no solamente para hacer los bienes de la nada, sino aún para sacar
bienes de los males que el diablo realiza, contra esta llaga del enemigo soberbio
apareció entre los hombres la humildad de Dios como medicina, para que, a ejemplo
de su Hacedor, se levantasen humildes los que, por imitación del enemigo, habían
caído.
Así, contra el soberbio demonio apareció Dios hecho hombre humilde entre
los hombres; y los poderosos de este siglo, a saber, los miembros del diablo soberbio,
creyeron ser más despreciable cuanto más humilde le vieron. Cuanto más creció la
llaga en sus corazones, tanto más desecharon la medicina humilde; así que, lanzada
nuestra medicina de la llaga de los soberbios, vino a la herida de los humildes. Eligió
Dios los flacos de este mundo para confundir a los fuertes (1Cor 1,27-28), he hízose
con los pobres humildes lo que después puso en admiración a los ricos soberbios
/.../.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 31,1)
Justicia y misericordia

XXI. Justicia y misericordiaError! Reference source not found.

«Respondiendo Jesús, le dijo: Déjame hacer ahora, pues así nos cumple
realizar plenamente toda justicia» (Mt 3,15).

«Andad y aprended que quiere decir: Misericordia quiero que no


sacrificio. Que no vine a llamar justos, sino pecadores» (Mt 9,13).

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36).

«Viendo el Centurión lo acaecido, glorificó a Dios diciendo: Realmente


este hombre era justo» (Lc 23,47).

«¿Quién de los tres te parece haber sido prójimo del que cayó en manos
de los salteadores? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Díjole
Jesús: Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,36-37).
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defined.603 La puerta de la justicia.- «Ahora bien, siendo muchas las puertas que
están abiertas, esta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo.
Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y
justicia (Lc 1,75), cumpliendo todas las cosas sin perturbación. 5. En hora buena que
uno tenga carisma de fe; otro sea poderoso en explicar el conocimiento; otro, sabio
en el discernimiento de discursos; otro, casto en sus obras. 6. El hecho es que cuanto
mayor se crea cada uno, tanto más debe humillarse y buscar, no su propio interés,
sino el de la comunidad.» (S. CLEMENTE ROMANO, Carta I a los Corintios, 48,4-6)

604 El amor al dinero, principio de todos los males.- «Principio de todos los males es el
amor al dinero. Ahora bien, sabiendo como sabemos que, al modo que nada trajimos
con nosotros al mundo, nada tampoco hemos de llevarnos (1Tim 6,7), armémonos con las
armas de la justicia, y amaestrémonos los unos a los otros, ante todo, a caminar en el
mandamiento del Señor. 2. Tratad luego de adoctrinar a vuestras mujeres en la fe
que les ha sido dada, así como en la caridad y en la castidad; que muestren su cariño
con toda verdad a sus propios maridos y, en cuanto a los demás, ámenlos a todos
por igual en toda continencia; que eduquen a sus hijos en la disciplina del temor de
Dios.» (S. POLICARPO, Carta a los Filipenses, 4,1-2)

605 Los jóvenes y las vírgenes.- «Igualmente, que los jóvenes sean irreprensibles en
todo, teniendo cuenta, ante todo, de la castidad y sofrenándose de todo mal. Bueno
es, en efecto, que nos apartemos de las concupiscencias que dominan en el mundo,
porque toda concupiscencia milita contra el espíritu, y ni los fornicarios, ni los afeminados,
ni los deshonestos contra naturaleza han de heredar el reino de Dios (1Cor 6,9-10), como
tampoco los que obran fuera de la ley. Por lo cual es preciso apartarse de todas estas
cosas, viviendo sometidos a los presbíteros y ministros como a Dios y a Cristo. Que
las vírgenes caminen en intachable y pura conciencia.» (S. POLICARPO, Carta a los
Filipenses, 5,3)

606 Sin la religión no se entienden ni la sabiduría ni la justicia.- «2. Hemos dicho que,
si se suprime la religión, no se puede entonces mantener ni la sabiduría ni la justicia:
la sabiduría, porque sólo en el hombre se encuentra la percepción de la divinidad,
que nos distingue de las bestias; la justicia, porque nosotros viviríamos en el crimen
y en la impiedad, si Dios, a quien no se puede engañar, no reprime nuestros ins-
tintos.
Limosna y Ayuno

3. El hecho de que Dios observe nuestros actos concierne, no sólo al interés de


la vida en sociedad, sino también a la verdad. Porque, una vez suprimida la religión
y la justicia por el abandono de la razón, nosotros volvemos a la estupidez de las
bestias y acabamos siendo fieras, o peor; porque las fieras perdonan a los animales
de su misma especie.
4. ¿Qué puede haber más salvaje, más cruel que el hombre, cuando ha
perdido el temor de lo alto? /.../.
5. Sólo el temor de Dios es la salvaguarda de la sociedad humana; temor que
sostiene, protege y gobierna nuestra vida. Ahora bien, si se suprime este temor, si el
hombre se persuade de que en Dios no es posible la ira, entonces no sólo el interés de
la sociedad, sino la misma razón se pierde. Es la razón la que nos persuade que él se
indigna cuando se comete una injusticia.» (LACTANCIO, La ira de Dios, 12,2-5)

607 Sabiduría y religión unidas entre sí.- «La sabiduría y la religión están unidas entre
sí. La sabiduría pertenece a los hijos, exige amor; la religión es de los siervos y
supone el temor. Así como aquellos deben amar y honrar al padre, así éstos venerar
y respetar al señor. Pero Dios es uno, que es Padre y Señor; debemos amarlo porque
somos hijos y temerlo porque somos sus siervos.
De esta forma, ni la religión puede andar separada de la sabiduría, ni la
sabiduría de la religión; porque uno mismo es Dios que debe ser conocido, lo cual
pertenece a la sabiduría, y debe ser honrado, que es cosa de la religión. Precede la
sabiduría, le sigue la religión; lo primero es conocer a Dios y después darle culto.
Así, en ambas cosas actúa una sola fuerza, aunque parezcan diversas. Una está en el
sentido, la otra en la actuación. Son semejantes a dos ríos que brotan de una sola
fuente. La fuente de la sabiduría y de la religión es Dios; del cual, si estos dos ríos se
apartan, se secan necesariamente. Los que ignoran a Dios, ni pueden ser sabios, ni
religiosos.» (LACTANCIO, Instituciones Divinas, 4,4)

608 La práctica del culto a Dios remedio de muchos males.- «Si se diera culto al único
Dios, no habría enemistades ni guerras, sabiendo los hombres que son hijos de ese
único Dios. Y, por tanto, unidos por el vínculo sagrado e inviolable de la filiación
divina, no se darían insidias; sabiendo que Dios prepara el castigo para los que
matan las almas, los delitos clandestinos, y hasta prevé los pensamientos. No habría
engaños, ni robos, si aprendiesen los mandamientos de Dios y a contentarse con lo
suyo y con poco, y prefirieran los bienes eternos que permanecen a los frágiles y
caducos. No habría adulterios y estupros, ni prostitución, si todos supieran que Dios
castiga lo que se apetece fuera de la generación de los hijos. Ni las mujeres se verían
tentadas a profanar su pudor, para ganar su pan cubierto de infamia. También los
varones contendrían su concupiscencia y ayudarían a los pobres con sus piadosas li-
mosnas. No existirían, como digo, todos estos males en la tierra, si todos se
juramentaran a cumplir la ley de Dios /.../. ¡Qué dichoso sería, qué rico el estado de
Limosna y Ayuno

las cosas humanas, si por todo el orbe habitaran la mansedumbre, la piedad, la paz,
la inocencia, la equidad, la templanza y la fidelidad!
Finalmente, no serían necesarias tantas y tan varias leyes para gobernar a los
hombres, ya que ésta sola, la ley de Dios, bastaría para alcanzar la perfecta inocencia.
No habría necesidad de cárceles, ni de armas para defenderse, ni miedo a los
castigos, ya que los mandamientos saludables de Dios se implantarían ellos mismos
en el corazón de los hombres y los llevarían a las obras de la justicia.»
(LACTANCIO, Instituciones Divinas, 5,8)

609 El cristiano, semejante a Dios.- «Podemos, pues, decir ahora que sólo el cristiano es
piadoso, rico, sensato, noble. Y, por ello mismo, una imagen a semejanza de Dios;
nosotros podemos decir y creer que, convertido por el Cristo Jesús, justo y santo con
inteligencia, él es también, en esta medida, semejante ahora a Dios.» (CLEMENTE DE
ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos, 12,122,4)

610 Memorial del sacrificio.- «Porque quien siembra mezquinamente, mezquinamente


también recogerá: quien siembra con largueza, con largueza recogerá vida eterna (2Cor 9,6).
En el mismo sacrificio hay, sin embargo, lo que se llama memorial, y se ofrece al
Señor. Si yo pudiera meditar día y noche la ley del Señor y recordar con mi memoria
todas la Escrituras, ofrecería al Señor el memorial de mi sacrificio.
Ciertamente, si no podemos recordarlas todas, al menos encomendemos a
nuestra memoria las que ahora se enseñan en la Iglesia, o las que se recitan en la
oración; para que, al salir de la Iglesia, haciendo obras de misericordia y cumpliendo
los divinos preceptos, ofrezcamos al Señor el memorial de un sacrificio con incienso
y óleo. Así estáis instruidos de manera que, cuanto en la Iglesia escuchasteis, a la
manera de animales limpios, rumiándolo, lo traigáis de nuevo en la memoria y
meditéis en vuestro corazón las cosas que se os han predicado.» (ORIGENES,
Homilías sobre el Levítico, 6,4)

611 La tierra bendecida y maldecida.- «Maldita la tierra, que abrió su boca para recibir la
sangre de tu hermano (Gén 4,11). Y no dejó tampoco aquello: Maldita será la tierra por tu
causa (Gén 3,17). Y, por el contrario, alguna vez si que se bendice. Leemos que la
tierra es maldecida y bendecida por las palabras de Dios. Veo, pues, que con razón
se dice: Gimen todas las criaturas a una.
Y para volver al mismo ejemplo, la tierra se ofende en aquellos que son
infieles. Pienso que la tierra, manteniéndose como una madre, se alegra con los
buenos hijos y sufre por los pecadores. El hijo necio es causa de dolor para el padre y
para la madre que lo dio a luz. Y no sólo para estos padres, de cuyo semen nacimos,
sino también para aquella madre que es realmente madre nuestra.
Limosna y Ayuno

Tomó Dios barro de la tierra y formó al hombre (Gén 2,7). Luego la tierra es madre
nuestra; se alegra cuando mantiene un hijo justo. Se alegraba la tierra, manteniendo
a Abraham, a Isaac y a Jacob. Se alegraba la tierra con la venida de nuestro Señor
Jesucristo, viéndose digna de llevar al Hijo de Dios. Y ¿qué necesidad hay de decirlo
de los apóstoles y de los profetas, habiendo sido escrito de la venida del Señor: Toda
la tierra grita con alegría? Hasta los miserables judíos confiesan que esto se dice de la
presencia de Cristo, pero ignoran, necios, la persona, al ver cumplidas las cosas que
habían sido dichas.» (ORIGENES, Homilías sobre el profeta Ezequiel, Ez 14)

612 Sólo Dios es un juez justo.- «Los hombres, cuando me ven hacer limosna según mis
medios, ignoran si la hago por obedecer el mandamiento de Dios o buscando las
alabanzas y el favor de los hombres. Es bien difícil ser justo delante de Dios; de forma
de no hacer el bien por ningún otro motivo que por el mismo bien y busques tan sólo
a Dios como recompensa de las buenas obras. El Apóstol dice esto cuando escribe: Su
alabanza no viene de los hombres, sino de Dios (Rom 2,29). Bienaventurado el que es
justo y digno de alabanza a los ojos de Dios. Porque los hombres, aunque parezca que
hacen un juicio cierto, no pueden juzgar con plena claridad. Y de hecho ocurre que
alaben a quien no es digno de alabanza y critiquen a aquél que en absoluto merece
crítica. Sólo Dios es un juez justo tanto en la alabanza como en el vituperio.»
(ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas, 2,4)

613 La golondrina, ejemplo de pobreza.- «Que nadie se aflija por su pobreza, ni


desespere por su propia vida, porque no tiene sobra de recursos, sino que considere
la habilidad industriosa de la golondrina. Ella, cuando construye su nido, aporta
briznas de paja con su pico; pero no puede levantar el barro con sus patas. Entonces,
ella moja en el agua las extremidades de sus alas, después las envuelve del polvo
más fino y así consigue utilizar este barro. Poco a poco, aglutina las briznas de paja
sirviéndose del barro como de una especie de engrudo, y en este polvo aglutinado
ella alimenta a sus pequeñuelos /.../.
Que este ejemplo te recuerde lo necesario: no entregarte al mal a causa de la
pobreza, ni en las pruebas más dolorosas, permanecer inactivo y sin energía por
haber desechado toda esperanza, sino refugiarte en Dios. Si él provee a la golondrina
de tales bienes, ¡cuánto más se acordará de aquellos que lo invoquen de todo
corazón!» (S. BASILIO MAGNO, Homilías sobre el Exámeron, 8,5)

614 Sumisión a las autoridades.- «Que toda persona se someta a las autoridades que presiden
(Rom 13,1).
De esto Pablo dijo bastantes cosas en sus cartas, sometiendo los súbditos a los
príncipes. Lo hace para enseñarnos que Cristo no dio sus leyes para quitar de en
medio el gobierno político, sino para enmendar, de manera que no se hagan guerras
Limosna y Ayuno

superfluas e inútiles. Ya bastan las asechanzas que se nos preparan por causa de la
verdad.
Observa cuán oportunamente aborda esta cuestión: después de recordar
consignas útiles a los amigos y a los enemigos, a los que van bien las cosas y a
cuantos lo pasan mal, cosas útiles a los que están necesitados y a todos, y haber
intercalado la vida propia de ángeles, quitó de en medio la ira, reprimió la
arrogancia y volvió a la mansedumbre en todas las ocasiones (cap. 12). Y aborda
entonces este tema.
Porque, si conviene devolver lo contrario a quienes nos injurian, mucho más
conviene que obedezcamos a aquellos que nos benefician con el ejercicio de su
autoridad. Y esto lo pone al final de su exhortación y, manteniendo que manda a
todos, incluidos los sacerdotes y los monjes, no sólo a los laicos, declara desde el
comienzo diciendo: Que toda persona se someta a las autoridades que presiden, aunque
seas apóstol, aunque seas evangelista y profeta, o ejerzas cualquier otro ministerio.
Esta sujeción no impide la piedad. Y no dijo: obedezca, sino esté sometida. Es lo
primero, ya que está de acuerdo con lo dispuesto por Dios. Pues no hay autoridad que
no venga de Dios. ¿Qué dices? ¿Todo gobernante ha sido puesto por Dios? No digo
eso, no hablo ahora de cada uno de los gobernantes, sino de la institución misma.
El que haya gobiernos, que unos manden y otros le estén sometidos; que las
cosas no marchen al acaso y de cualquier forma, siendo los pueblos como las olas del
mar que van de acá para allá, digo que es cosa de la sabiduría divina. Por eso no dijo:
no haya príncipes si no es puestos por Dios, sino que trata la cosa en sí, diciendo: no hay
autoridad que no venga de Dios, y las que existen han sido establecidas por Dios. Lo mismo
que en el matrimonio, instituido por Dios, se unen el hombre y la mujer. Mas no hay
que pensar que es Dios quien une a cada uno de los que se unen a sus mujeres;
vemos con frecuencia a muchos que lo hacen mal. Y esto no lo hemos de atribuir a
Dios.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos, 23,1)

615 Grandeza de alma en la práctica de las virtudes.- «Entre los antiguos la sabiduría se
manifestaba más con obras que con las palabras; prefirieron al ejercicio de la lengua
la grandeza de la inteligencia, reflejada en el silencio.
4. Honra la castidad como Dios mismo. Es bueno hacer el bien y es malo
pensar cosas vergonzosas. Todo lo que tu piensas, aunque no lo pongas por obra, ya
es grave en tu espíritu, el mal como el bien. El hombre bueno es como el espíritu de
Dios. El sabio, con sus consejos, es un profeta para quienes necesitan de él. El que ha
abandonado la verdad y se refugia en su apariencia será entregado a la muerte por
su propio refugio. Esas riquezas, que no has de conservar, no las pidas a Dios; no
conviene dejarse arrebatar los dones recibidos de Dios. Estimula más bien tu alma;
que su sabiduría te haga conocer lo que es justo y tu voluntad cumpla lo que está
mandado. Quien se complace con los malhechores es peor que ellos. Las palabras
impuras sólo son charlatanería y ruido inútil. En el mucho charlar no falta pecado (Prov
10,19). Ello es índice de un alma indisciplinada.
Limosna y Ayuno

Los discípulos pidieron a uno de sus maestros que les dijese cuál es el bien
que arrastra consigo todos los otros. Él les respondió: La sabiduría; porque todos
pueden ser conocidos por sus contrarios. A la opulencia se opone la pobreza, al amor
la muerte, a la gloria la ignominia, a la fuerza la enfermedad. Pero la grandeza de
alma permanece siempre allí donde se encuentra; ella libera al rico de las molestias
de las riquezas, consuela al pobre de los disgustos en la necesidad; ella reconfortar a
los ancianos, educa a los niños y conserva en la castidad a los jóvenes. ¡Cuántas veces
ella se contiene junto al naufragio, como un pequeño navío! ¡Es la virtud, que triunfa
de todas las cosas!» (S. EFREN, Comentario al Diatésaron, 22,3-4)

616 «A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar».- «¡Oh respuesta
verdaderamente admirable y claridad absoluta de la palabra celestial! Todo está allí
dosificado, entre el desprecio del mundo y la ofensa del Cesar (Mt 22,21).
Declarando que es necesario dar al Cesar lo que es del Cesar, ha liberado a los
espíritus consagrados a Dios de toda preocupación y deber humano. En efecto, si
nada de lo que pertenece al Cesar se retiene en nuestras manos, nosotros no
quedamos ligados por la obligación de devolver las cosas que son suyas; si, por el
contrario, nos dedicamos a sus cosas y nos sometemos como necesario al cuidado del
patrimonio ajeno, no es injusticia devolver al Cesar lo que es del Cesar y tener que
dar a Dios las cosas que son suyas: el cuerpo, el alma, la voluntad. Es Dios, en efecto,
quien da y acrecienta estos bienes que tenemos y, por consiguiente, es del todo justo
devolver todo esto a él; a quien se nos recuerda debemos su origen y su progreso.»
(S. HILARIO DE POITIERS, Comentario al Evangelio de S. Mateo, 23,2)

617 Virtudes cardinales.- «Los sabios de Grecia han observado, en efecto, que en todo
hombre sabio hay «logistikon», «thymetikon», «epithymetikon» y «dioratikon». Para
los latinos: la prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia.
La prudencia pertenece a la razón humana; la fortaleza al vigor de una virtud
recia, que desprecia la muerte; la templanza, vinculada a la santa caridad, desdeña
los placeres del cuerpo, al contemplar los misterios celestiales; la justicia parece
instalada en un tribunal elevado: ve y juzga todo, nacida para los otros, no para ella
misma, atiende menos a sus propias ventajas que al bien común. Y es a buen derecho
que el alma que cumple la justicia reciba el emblema del águila: huye lo terrestre, se
eleva y se entrega por entero al misterio del cielo, y recibe su gloria de la
resurrección como premio de su equidad. Así se le dice: Tu juventud se renovará como
la del águila (Sal 102,5).» (S. AMBROSIO, De la Virginidad, 114)

618 La paz, obra de la justicia; el culto de la justicia, el silencio.- «La obra de la justicia
será la paz (Is 32,17).
Limosna y Ayuno

También la paz será obra de la justicia; aquella que, según el Apóstol, supera
todo sentido (Fil 4,7). Y el culto de la justicia, el silencio, para que adores al Señor, no
con muchas palabras de los judíos, sino en la brevedad de la fe; y descansen seguros
con la paz eterna, y sus riquezas estén en sus tabernáculos, de los que hablaba el
Apóstol: Siempre doy gracias a mi Dios a propósito de vosotros, por la gracia de Dios que se
os concedió en Cristo Jesús; porque en él fuisteis enriquecidos en todo, en toda clase de
palabra y en toda clase de conocimiento (1Cor 1,5). Pues cuando el pueblo cristiano se
siente o habite en la belleza o, como tradujeron los LXX: en la ciudad de la paz, no hay
duda de que entonces, en la Iglesia, el granizo, la tempestad y la ira del Señor, aban-
donada al furor, descienda al bosque /.../ y la ciudad de Jerusalén se humillará
/.../.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

619 Jesucristo, buen pastor, da la vida por sus ovejas.- «Pastorea a tu pueblo con el cayado,
a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo.
Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos, cuando saliste de Egipto y te
mostraba mis prodigios. Los pueblos verán y se avergonzarán con toda su fortaleza. Se
llevarán la mano a la boca y se taparán los oídos: Que muerdan el polvo como serpientes,
como gusanos de la tierra. Temblando saldrán de sus baluartes, adorarán al Señor y le
temerán (Miq 7,14-17).
Habla Dios Padre a su Hijo, esto es, a nuestro Señor Jesucristo, para que, como
es buen pastor y da la vida por sus ovejas (Jn 10,17), apaciente a su pueblo con su cayado
y a las ovejas de su heredad. Y no pensemos que las ovejas y los pueblos son los
mismos; en otro lugar leemos: Nosotros somos su pueblo, el rebaño que él guía (Sal 94,7).
El pueblo se refiere a aquellos que son razonables, las ovejas a aquellos que, no
usando aún su razón, se contentan con su simplicidad y se dice que son de la heredad
de Dios.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Miqueas)

620 A quien más se le perdona, más tiene que amar.- «Aprovecha, te ruego, la ocasión y
haz de la necesidad virtud. No se mira en los cristianos los comienzos, sino el final.
Pablo empezó mal y terminó bien; los comienzos de Judas son dignos de alabanza,
pero el término, que fue la traición, es digno de condenación. Lee a Ezequiel: La
justicia del justo no lo librará en el momento en que pecare, y la impiedad del impío no le
dañará en el momento en que se convirtiere de su iniquidad (Ez 33,12). En ella se apoya el
Señor, que tiende la mano a los cansados y, por la contemplación de sí mismo,
sostiene los pies fatigados de los que suben. Pero así como no quiere la muerte del
pecador sino que se convierta y viva, así aborrece a los tibios y muy pronto lo
provocan a náuseas. Aquél, a quien más se le perdona, más tiene que amar (Lc 7,47).» (S.
JERONIMO, Cartas, 54,«a Flavia sobre la guarda de la viudez»)
Limosna y Ayuno

621 Sólo la justicia de Dios es acabada.- «Toda la justicia de este mundo, en parangón
con la de Dios, no es justicia /.../, así, toda la justicia de los hombres, comparada con
Dios, no merece el nombre de justicia.
Finalmente Pablo, que había dicho: Así, pues, cuantos somos perfectos, así
sentimos (Fil 3,15), confiesa y clama en otro lugar: ¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e irrastreables sus
caminos! (Rom 11,33) /.../. Todo lo cual nos enseña que sola la justicia de Dios es
acabada; de Dios, que hace salir el sol sobre justos e injustos, da por igual su lluvia
tardía y temprana a los que la merecen y a los que no, convida a sus bodas a gentes
de las calles, de los rincones y de las plazas, busca y encuentra a la oveja que no
podía, o no quería volver, a ejemplo del hijo arrepentido y, hallado que la halla, la
vuelve sobre sus hombros. Pues la pobre había sufrido mucho en su descarrío.» (S.
JERONIMO, Cartas, 21,«a Dámaso»,39)

622 Quién es el que clama a Cristo.- «Mas, ¿qué significa el clamar a Cristo, hermanos
míos, sino responder con buenas obras a la gracia de Cristo? Digo esto para que no
seamos tal vez estrepitosos en invocar y mudos en el obrar /.../. ¿Quién es el que
clama a Cristo? Clama a Cristo el que desprecia el mundo, clama a Cristo el que
desprecia los placeres del siglo, clama a Cristo el que dice: El mundo está crucificado
para mí y yo para el mundo (Gál 6,14); clama a Cristo quien esparce y da a los pobres
para que permanezca su justicia por los siglos de los siglos /.../.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 82,13)

623 Uso recto de los bienes temporales.- «Vosotros no cesáis ni un momento de esperar
los bienes temporales, a pesar de que tan frecuentemente fallan vuestras esperanzas;
continuamente os inflama el deseo de que lleguen, cuando han llegado os corrompen
y, cuando han pasado, os atormentan. ¿No son estos los bienes que deseados
enardecen, poseídos se envilecen y perdidos se desvanecen? También nosotros nos
servimos de ellos por necesidad de nuestra peregrinación, pero no ponemos en ellos
nuestro gozo, para no ser arrastrados cuando ellos se desmoronan. Usamos de este
mundo como si no usáramos; para llegar a quien hizo el mundo y permanecer en él,
gozando de su eternidad.» (S. AGUSTIN, Sermones, 157,5)

624 Fomentar el amor, hasta que se convierta en llama grande.- «Por tanto, si mi
palabra ha encontrado en vuestros corazones una chispa de amor desinteresado a
Dios, alimentadla; para agrandarla, invocadle con la súplica, con la humildad, con el
dolor de la penitencia, con el amor de la justicia, con las buenas obras, el llanto
sincero, la vida irreprochable y la amistad fiel. Soplad sobre esa chispa de amor sano
que existe en vosotros y alimentadla; cuando haya crecido y se haya convertido en
Limosna y Ayuno

una llama grande y hermosa, consumirá el heno de todos los deseos carnales.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 178,11)

625 Sólo un buen amor hace buena la vida.- «Una vida sólo la hace buena un buen amor
/.../.
No desaparezcan los bienes de la sociedad; existan, pero sea bueno el uso de
los mismos. Hay bienes que no se hallan más que en los hombres buenos, y hay
bienes comunes a los buenos y a los malos. Bienes que se hallan solamente en los
buenos son: la piedad, la fidelidad, la justicia, la castidad, la prudencia, la modestia,
el amor y cosas parecidas. Bienes que son comunes a los buenos y a los malos son: el
dinero, el honor, el poder secular, la administración y la misma salud corporal.
También estas cosas son bienes, pero requieren gente buena.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 311,11)

626 Los que sufren persecución por la justicia.- «Hermanos, si queréis imitar a los
verdaderos mártires, elegid vuestra causa para poder decir a Dios: Júzgame, Señor, y
distingue mi causa de la de la gente malvada (Sal 42,1). Distingue no mi pena, pues la
misma la sufre la gente malvada, sino mi causa, que no la posee más que la gente
santa. Elegíos, pues, vuestra causa: una causa buena y justa, porque Dichosos los que
sufren persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,10).»
(S. AGUSTIN, Sermones, 335G)

627 Anteponer el placer de la justicia a todos los placeres lícitos.- «Causan deleite al
olfato las flores y los aromas, criaturas de Dios, pero también el incienso en los
altares de los demonios. Aquello es lícito, esto ilícito. Causan deleite al gusto el
alimento no prohibido, pero también los banquetes de los sacrificios sacrílegos.
Lícito aquello, y lícito esto. Causan deleite los abrazos conyugales, pero también los
de las meretrices. Una cosa lícita, ilícita la otra. Os habéis dado cuenta, hermanos, de
que los sentidos corporales tienen placeres lícitos y placeres ilícitos. Sea tal el placer
de la justicia, que venza hasta los placeres lícitos. Antepón la justicia a cualquier
placer que lícitamente te deleite.» (S. AGUSTIN, Sermones, 159,2)

628 La limosna, obra de justicia.- «La voz divina y profética, viendo el futuro como el
presente, exhorta a los ángeles congregadores: Enviará a sus ángeles y congregarán ante
él todas las gentes. Congregadle sus justos. ¿Qué justos? Los que vivieron de la fe y
ejecutaron las obras de misericordia. Pues éstas son las obras de justicia. El Evangelio
te dice: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos
(Mt 6,1-2). Y como si se le preguntase de qué justicia se trata, añade: Cuando dais
Limosna y Ayuno

limosna. Luego declara que la limosna es obra de justicia.» (S. AGUSTIN, Ena-
rraciones sobre los Salmos, Sal 49,12)

629 Nuestro sábado, en el sosiego de la esperanza.- «Gozándonos en la esperanza. Nuestro


sábado es, pues, el gozo en el sosiego de nuestra esperanza. En este salmo se
recomienda y canta cómo el hombre cristiano no se perturba en el sábado de su
corazón, es decir, en el descanso, en la tranquilidad y en la apacibilidad de su
conciencia. De aquí que éste declara el origen de la perturbación de los hombres y, al
mismo tiempo, te enseña a celebrar el sábado en tu corazón.» (S. AGUSTIN, Ena-
rraciones sobre los Salmos, Sal 91,2)

630 No quieras derribar el puente de la misericordia de Dios.- «Si ya eres día, piensa en
tu noche pasada. Si ya te hallas fijo en el cielo, piensa en la tierra. Tal vez hallarás
que fuiste ladrón algún tiempo, y quizás se disgustó alguno, porque también tú,
cometiendo el hurto, viviste y no moriste. Así como tú, cuando lo cometiste, viviste
para no cometerle después, no quieras, porque tú ya pasaste, derribar el puente de la
misericordia de Dios.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 93,7)

631 Rectos de corazón, los que quieren lo que Dios quiere.- «¿Quiénes son los rectos de
corazón? Los que quieren lo que Dios quiere. Él perdona a los pecadores, tú quieres
que ya los condene. Cuando tú quieres una cosa y Dios otra distinta, eres de corazón
avieso y de voluntad perversa. Dios quiere perdonar a los malos, tú no quieres que
los perdone. Dios es paciente con los pecadores, tú no quieres soportarlos. Como
había comenzado a decir, tú quieres una cosa, Dios otra distinta; endereza tu cora-
zón y dirígelo a Dios, porque el Señor se compadeció de los débiles. Ve en su Cuer-
po, es decir, en su Iglesia, a los enfermos, que primeramente intentaron seguir su
voluntad; pero al ver que la voluntad de Dios era otra cosa distinta a la suya, se en-
caminaron y dirigieron su corazón a aceptar y seguir el querer de Dios. No
pretendas encauzar la voluntad de Dios a la tuya, sino endereza la tuya hacia Dios.
La voluntad de Dios es como una regla. Mira, piensa que torciste tu regla. ¿De qué te
valdrás para enderezarla? La de Dios permanece intangible; es una regla inmutable.
Mientras hay una regla inmutable, tienes un medio de enderezar y corregir tu
deformidad, tienes un medio de alinear lo que en ti está torcido.» (S. AGUSTIN, Ena-
rraciones sobre los Salmos, Sal 93,18)

632 Necesidad de la gracia para cumplir la ley.- «Dios, pues, exige la continencia y la
otorga. La exige por la ley y la otorga por la gracia. La exige por la letra, la otorga
por el Espíritu. La ley sin la gracia hace que abunde el delito, y la letra, sin el
Espíritu, mata. Nos manda para que, empeñados en ejecutar lo preceptuado y
Limosna y Ayuno

fatigados bajo la ley por nuestra debilidad, aprendamos a pedir el auxilio de la


gracia, para que, si podemos ejecutar alguna obra buena, no seamos ingratos con
quien nos ayuda. Eso es lo que hizo el sabio, pues la sabiduría le enseñó lo que era
este don.» (S. AGUSTIN, Cartas, 257,«a Hilario»)

633 «La virtud se consuma en la flaqueza».- «Mas yo se que en Dios no cabe impotencia,
como tampoco injusticia. Sé que Dios resiste a los soberbios, mas a los humildes
otorga su gracia. Sé que a aquél a quien le había sido dado el aguijón de la carne
para que no se ensoberbeciese, el ángel de Satanás para que le abofetease, cuando
preguntó a Dios una, dos y hasta tres veces, le fue respondido: Te basta mi gracia,
porque la virtud se consuma en la flaqueza (2Cor 12,7-9). Un misterio se oculta, pues, en
lo escondido y profundo de los juicios de Dios, para que hasta la boca de los justos
enmudezca en sus propias alabanzas y no se abra sino para cantar las alabanzas de
Dios.» (S. AGUSTIN, Del espíritu y de la letra, 36,66)

634 Misericordia y verdad.- «Para comprender más completamente cuáles son las notas
por las cuales debemos tender hacia los bienes prometidos por Dios, escuchemos las
enseñanzas del profeta David: Todos los caminos del Señor son la misericordia y la verdad
(Sal 24,10). La norma por la que los fieles deben conducirse viene del ejemplo de las
buenas obras.
Rectamente exige Dios la imitación de sí mismo a los que creó a su imagen y
semejanza. En realidad, no entraremos en el honor de su gloria, sino en cuanto se
encuentre en nosotros la misericordia y la verdad. Por ellas, efectivamente, ha
venido el Señor a los que quería redimir, por ellas los redimidos deben apresurarse
hacia su Redentor, de modo que la misericordia del Señor nos haga misericordiosos
y su verdad veraces. Así como el alma justa camina por la senda de la verdad, del
mismo modo el alma buena va por la vía de la misericordia. Sin embargo, estos
caminos no se separan jamás, como si cada uno de estos bienes deba ser buscado por
caminos diferentes y como si crecer en misericordia sea una cosa y progresar en la
verdad otra. El que es extraño a la verdad no es misericordioso, ni es capaz de
justicia el que es ajeno a la misericordia. Quien no es rico en estas virtudes no
practica ninguna de ellas. La caridad es el vigor de la fe, y la fe es la fuerza de la
caridad. Las dos encuentran su verdadero nombre y su verdadero fruto cuando su
unión permanece indisoluble. Donde no están juntas, faltan las dos, porque
recíprocamente se ayudan y se iluminan.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 45,«sobre
la Cuaresma»)

635 Justicia y misericordia.- «Pues bien, hermanos míos, en la lección del Evangelio (Lc
15,1-10) habéis oído que los pecadores y los publicanos se acercaron a nuestro
Limosna y Ayuno

Redentor y fueron recibidos, no sólo a conversar, sino también a comer. Visto lo cual
por los fariseos, se indignaron.
Deducid de esto que la justicia verdadera tiene compasión, y la falsa justicia
indignación; aunque también los justos suelen indignarse con los pecadores. Mas
una cosa es lo que se hace por soberbia, y otra lo que se hace por el celo de la
disciplina. Y así, los justos muéstranse indignados, pero sin indignación; muéstranse
desconfiados, pero no desconfían; parecen perseguir, pero aman; porque, si bien
exteriormente extreman la reprensión velando por la disciplina, pero interiormente
conservan la dulzura mediante la caridad; en su corazón, aquellos a quienes
reprenden los anteponen a sí mismos y, además, piensan que aquellos a quienes
juzgan son mejores que ellos. Haciendo lo cual, guardan a los súbditos mediante la
disciplina y a sí mismos por la humildad.
Por el contrario, los que suelen engreírse de una falsa justicia desprecian a
todos los demás y no conceden misericordia alguna a los débiles; y así, por lo mismo
que no se tienen por pecadores, se hacen mucho más pecadores. Del número de los
cuales eran los fariseos, quienes, juzgando mal del Señor, porque recibía a los
pecadores, en su corazón reseco, acusaban a la fuente de la misericordia.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los Evangelios, 2,34)

636 Jesucristo Mediador, significado por la balanza.- «Si pudiera pesarse mi aflicción, y
juntarse en la balanza mis desgracias... (Job 6,2-3).
¿Quién es significado por la balanza sino el Mediador entre Dios y los
hombres? El cual vino a pesar el merecimiento de nuestra vida, y trajo juntas la
justicia y la misericordia; pero la balanza de la misericordia, pesando más que la
justicia, alivió con el perdón nuestras culpas; porque, hecho en las manos del Padre
como una balanza de admirable igualdad, de una parte colgó de sí nuestra miseria y
de otra nuestros pecados; y, muriendo, manifestó el trabajo de la muy grave carga, y
demostró ser el pecado liviano ante su misericordia.» (S. GREGORIO MAGNO,
Tratados morales sobre el libro de Job, 7,2)
Limosna y Ayuno

XXII. Limosna y Ayuno

«Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre»


(Mt 4,2).

«Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu


derecha... Y cuando ayunéis, no os pongáis ceñudos como los
hipócritas, pues desfiguran sus rostros para figurar ante los hombres
como ayunadores» (Mt 6,3.16).

«Y les dijo: Ese linaje con nada puede salir, si no es con oración y
ayuno» (Mc 9,39).

«Pero sí, de lo que hay dad limosna y, sin más, todo queda limpio para
vosotros» (Lc 11,41).
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defined.637 Valor de la limosna.- «2. El Espíritu Santo afirma y dice en las Es-
crituras: Los pecados se limpian con limosnas y la fe (Prov 16,6). Claro que no se refiere a
aquellos pecados que se cometieron anteriormente al bautismo, pues ésos se limpian
con la regeneración y la sangre de Cristo. En otro lugar afirma de nuevo: Como el
agua apaga el fuego, así la limosna el pecado (Eclo 3,33). Aquí viene a decir que, así como
en el baño bautismal se extingue el fuego del infierno, así con las limosnas y obras
santas se apagan las llamas de los pecados. Y porque en el Bautismo sólo una vez se
perdonan los pecados, la práctica continua e incesante de la limosna de nuevo nos
reconcilia con Dios a imitación del bautismo. En el mismo Evangelio nos lo enseña el
Señor: Cuando fueron reconvenidos los discípulos por comer sin haberse lavado las
manos, respondió: El que hizo lo de dentro, hizo también lo de fuera. Dad limosna y todo os
será limpio (Lc 11,40); como si enseñara que no deben lavarse las manos, sino el
corazón; y que deben quitarse las manchas interiores más que las exteriores; pero el
que ya ha purificado su interior, también ha comenzado a purificar lo exterior. Y, si
tiene limpia el alma, igualmente tendrá limpios el cutis y el cuerpo. Además, para
enseñarnos y mostrarnos como podemos estar limpios y purificados, añadió que han
de hacerse limosnas. Como él es misericordioso, advierte que se haga misericordia, y
como quiere salvar a los que redimió a gran precio, enseña que los que se mancharon
después del bautismo, pueden de nuevo purificarse.» (S. CIPRIANO, Sobre las
buenas obras y la limosna, 2)

638 La limosna saludable, obra excelente y divina.- «¡Cuál será la gloria, hermanos
amadísimos, de los limosneros, qué inmenso y sumo gozo, cuando el Señor hiciere el
recuento de su pueblo y, asignando la recompensa prometida a nuestros méritos y
obras, nos otorgue lo celestial por lo terreno, lo eterno por lo temporal, lo grande por
lo pequeño; nos presente a su Padre, a quien nos restituyó por la consagración de
nuestras almas; nos conceda la eterna inmortalidad para la que nos rescató con la
vida que brotó de su sangre, nos conduzca del nuevo al paraíso, nos abra el reino de
los cielos en cumplimiento verdadero de sus promesas!
/.../. Excelente y divina obra es, hermanos amadísimos, la limosna saludable,
poderosa ayuda de los creyentes, garantía de nuestra segura salvación, firme
protección de la esperanza, amparo de la fe, medicina del pecado, cosa que está en
mano de quien quiera hacerla, cosa magnífica y fácil, corona de la paz sin los riesgos
de la persecución, verdadero y el mayor don de Dios, necesario a los flacos, glorioso
para los fuertes. Con su ayuda el cristiano consigue la gracia espiritual, merece de
Cristo juez y hace cuenta que tiene a Dios por deudor.» (S. CIPRIANO, Sobre las
buenas obras y la limosna, 26)
Las Parábolas del Reino

639 La vanagloria.- «Quiere ahora el Señor desterrar de nosotros la más tiránica de las
pasiones: aquella rabia y furor por la vanagloria que suele precisamente atacar a los
que obran bien /.../. Y advertir por dónde empieza el Señor: por el ayuno, la oración
y la limosna, pues en estas buenas obras es donde señaladamente suele anidar la
vanagloria /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo,
19,1)

640 Instrumentos para adquirir la perfección.- «Los ayunos y las vigilias, la meditación
de las Escrituras, la desnudez, la privación de todos los recursos no son la
perfección, sino los instrumentos para adquirir la perfección; no constituyen, pues, el
fin de esta disciplina, ellos no son sino medios por los que se llega al fin. Sería inútil
aplicarse a ellos, si se fija en ellos la intención del corazón, como si fuera el bien
definitivo y, satisfecho con eso, no se pusiera todo el esfuerzo en alcanzar el fin por
el que todas estas prácticas se deben realizar. Se tendrían los instrumentos de su arte;
se ignoraría el fin, en el que, a pesar de todo, está el futuro que de ellos se espera.
Lo que puede turbar la pureza y la paz de nuestra alma debe ser
consiguientemente evitado como perjudicial, aunque parezca útil y necesario. Esta
regla nos permitirá librarnos de la dispersión de un pensar vagabundo y de los
errores; y llegar, siguiendo una dirección firme, al fin deseado.» (JUAN CASIANO,
Conferencias, 1ª,7)

641 «Las limosnas no dejan ir a las tinieblas».- «Las limosnas no dejan ir a las tinieblas
(Tob 4,11). Sabía bien de qué luz le hablaba al hijo; sabía bien qué luz brillaba en su
hombre interior. El hijo llevaba de la mano al padre para caminar sobre la tierra; el
padre se la daba al hijo para conducirle a la morada del cielo.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 88,16)

642 El predicador, legado de los pobres.- «No callaré a vuestra caridad por qué me vi
obligado a pronunciar este sermón. Desde que estamos aquí, al ir para la iglesia y al
volver de ella, los pobres vienen a mí para rogarme os diga que les deis algo. Nos
avisan que os hablemos; y cuando nada se les da, piensan que con vosotros estamos
perdiendo el tiempo. También esperan algo de Nos, y les damos cuanto tenemos y
podemos; con todo, ¿acaso podemos aliviar las necesidades de todos? No pudiendo,
en consecuencia, subvenir a las necesidades de todos, nos hacemos legados suyos
ante vosotros. ¿Qué menos?» (S. AGUSTIN, Sermones, 61,13)

643 «La limosna libra de la muerte».- «Y ¿de qué luz disfrutaba cuando estas cosas
decía? Cierto, se hallaban cerrados sus ojos; sin embargo, decía: Hijo, da limosna; la
Las Parábolas del Reino

limosna libra de la muerte (Tob 4,8-9). ¿Nada veía quien esto decía? Sí veía, sí; no las
cosas blancas y negras, sino las justas e injustas; discernía no los colores, pero sí las
conductas; no la luz, sino la virtud. ¡Dichoso tal hijo que oía a un tal ciego; ciego en
la carne, pero con ojos en el corazón!» (S. AGUSTIN, Sermones, 125A,5)

644 Patrimonio del pobre y patrimonio del rico.- «En efecto, el patrimonio del pobre es
la salud, cuya ausencia hace amargos al rico todos sus bienes. Quizá puedas
encontrar un pobre que no tenga necesidad del patrimonio del rico, pero no
encontrarás a un rico a quien no sea necesario el patrimonio del pobre.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 359A,6)

645 Las cosas superfluas de los ricos, necesarias a los pobres.- «Ved que no sólo son
pocas las cosas que os bastan, sino que ni el mismo Dios exige muchas de vosotros.
Reclama cuanto te dio, y de ello toma cuanto te basta; las demás cosas que como su-
perfluas tienes arrinconadas, son necesarias para otros. Las cosas superfluas de los
ricos son las necesarias de los pobres. Se poseen bienes ajenos cuando se poseen
bienes superfluos.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 147,12)

646 Ayuno cuaresmal y limosna.- «Lo que cada cristiano debe hacer en todo tiempo,
amadísimos, hay que hacerlo ahora con más fe y amor; de este modo satisfaremos
con esta instrucción apostólica de ayunar cuarenta días, no sólo reduciendo nuestro
alimento, sino, principalmente absteniéndonos de pecado. Puesto que esta
mortificación tiene por fin suprimir los focos de los deseos carnales, ninguna
abstinencia es tan ventajosa que aquella por la que somos sobrios de malos deseos y
ayunamos de acciones inmorales.
Tal devoción no abandona a los enfermos ni descuida, ni abandona a los
inválidos, pues aún en este cuerpo lánguido e inútil se puede encontrar un alma
sana, si los fundamentos de la virtud se aseguran donde antes tuvo su asiento el
vicio. El mal de una carne enferma es tal que con frecuencia sobrepasa los límites de
un sufrimiento impuesto voluntariamente, tanto que el espíritu cumple las partes de
su oficio, y el que no usa del festín para el cuerpo, no se nutre de ninguna iniquidad.
Pero nada se une más útilmente a los ayunos razonables y santos que estas
buenas obras que son las limosnas. Con el nombre de obras de misericordia se
conocen también los actos laudable de bondad, gracias a los cuales las almas de
todos los fieles pueden tener el mismo valor. El amor, que se debe igualmente a Dios
y a los hombres, jamás es impedido por tantos obstáculos, que no sea siempre libre
de querer el bien. Si los ángeles han dicho: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a
los hombres de buena voluntad (Lc 2,14), es que no sólo la virtud de la benevolencia,
sino también el don de la paz hacen felices a los que, por su caridad, compadecen
Las Parábolas del Reino

toda miseria de los que sufren.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 44,«sobre la Cua-
resma»)

647 La Cuaresma, preparación para participar en la muerte de Cristo.- «Al acercarse la


solemnidad pascual, he aquí que llega, amadísimos, el ayuno que acostumbra a
precederla, ayuno que debe ser observado durante cuarenta días, para la santifica-
ción de nuestros cuerpos y de nuestras almas. Es, en efecto, la mayor de todas las
fiestas que hemos de recibir, y debemos prepararnos a ella con esta observancia, para
que, muertos en su pasión, seamos resucitados con él en su resurrección (Col 3,3-4).
Pero ¿cómo participaremos en la muerte de Cristo sino dejando de ser lo que
fuimos? Y ¿cuál será la semejanza de su resurrección, si no abandonamos nuestra
antigua vida? Por eso el que comprende lo que es el misterio de su renovación debe
despojarse de los vicios de la carne y arrojar todas las manchas del pecado, para
entrar en el banquete nupcial, con el vestido resplandeciente de sus virtudes (Mt
22,11-12). Sin duda el esposo, en su bondad, invita a todo el mundo a tomar parte en
su banquete real. Pero todos los que son llamados deben aplicarse a no ser hallados
indignos de los alimentos sagrados. Sin embargo, algunos abusan de la paciencia de
Dios y, no teniendo la conciencia libre, se aseguran de su larga impunidad. Mas el
castigo es sólo diferido, para que tengan tiempo para corregirse.
Nadie, pues, so pretexto de que no ha recibido lo que merecía, tarde en acudir
a la misericordia de nuestro Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva (Ez 33,11). Lo que es diferido no se suprime; y el que no ha buscado el
perdón, no ha evitado, por lo mismo, la condenación.» (S. LEON MAGNO,
Sermones, 49,«sobre la Cuaresma»)

648 La limosna, un buen negocio.- «El pobre hambriento es un tesoro para el rico; no
gasta sino que conserva la limosna que le ha sido dada. El cuerpo muere, el hombre
vuelve al polvo, mas las obras santas perduran y, en el día del juicio, aquél que no
era capaz de procurarse la comida será capaz de testimoniar a favor suyo; no será el
testimonio conveniente de sus propias acciones, pero se le creerá inmediatamente
cuando hable de tus obras.
¡Mira hasta qué punto es verdad que la limosna es un negocio!» (S. MAXIMO
DE TURIN, Sermones, 27,1)

649 En tiempo cuaresmal, el cristiano debe producir rosas de sus espinas.- «Ahora
todas las criaturas están de parto, para presentarse después con sus frutos. Entonces,
en efecto, inesperadamente la espina llevará consigo la rosa, sobre el junco aparecerá
el lirio, las varitas secas darán perfume, y todo se adornará con flores, de tal modo
que la naturaleza misma parecerá con su esplendor la fiesta del gran día.
Las Parábolas del Reino

Así, pues, también nosotros, en este mismo tiempo de ayuno, debemos


producir rosas de nuestras espinas, esto es, justicia de nuestros pecados, compasión
de la inmisericordia, generosidad de la avaricia.
En efecto, tales son las espinas de nuestro cuerpo, que punzan el alma, de las
que dice la Escritura: La tierra te producirá cardos y espinas (Gén 3,18). Mi tierra dará
espinas cuando me intoxica con las blandenguerías de la concupiscencia carnal; me
produce tribulaciones cuando se atormenta con la codicia de las riquezas mundanas.
Para el cristiano es una espina la avaricia, la ambición es espina para el
hombre capaz; parecen dar placer, pero en cambio hacen daño. De ellas no podemos
defendernos si no es con la vigilancia y el ayuno. Así, en virtud de la abstinencia,
esas mismas espinas se convierten en rosas. El ayuno puede transformar la
concupiscencia en castidad, la soberbia en humildad, la gula en frugalidad.
Éstas son las flores de nuestra vida, que huelen suavemente por Cristo, que
dan buen olor a Dios, como dice el Apóstol: Porque somos el buen olor de Cristo por Dios
(2Cor 2,15).» (S. MAXIMO DE TURIN, Sermones, 66,3)

650 La limosna y el pago de los impuestos.- «Está, pues, contento y alegre el que socorre
a los pobres. Y es ciertamente justo que lo esté quien conquista para sí los eternos
tesoros celestes con pocas monedas; mientras, al contrario, está siempre triste y
melancólico quien paga los tributos, y es lógico que esté triste aquel que es forzado a
pagar, no por el amor, sino por el temor. Por esto, quien da a Cristo es feliz, quien da
al Cesar está triste, porque el uno es movido a pagar por el amor, el otro obligado
por el temor; aquél alentado por los premios, éste se ve obligado por los castigos.»
(S. MAXIMO DE TURIN, Sermones, 71,3)

651 Enviemos por delante nuestros tesoros al cielo.- «El labrador, si no mete la reja con
fuerza, si no ahonda el surco, si no quita las espinas y arranca la hierba, si no coloca
la semilla en sitio seguro, se engaña a sí mismo, no a la tierra; no perjudica a la tierra,
sino que se priva del fruto /.../. ¿Qué hará? ¿qué tendrá? ¿qué encontrará? Quien
miente a Dios deja hambrienta su carne y fomenta la hipocresía. Y, pues hemos
puesto el ejemplo del labrador, sepa que se fatiga inútilmente y no recogerá fruto
alguno aquél que, oprimiendo el arado del ayuno, arrancando la hierba de la gula y
las espinas de la lujuria, no haya esparcido alguna simiente de misericordia. El Señor
lo quiere poner de manifiesto cuando, al hablar del ayuno, añade en seguida: No
acumuléis tesoros en la tierra, donde los consume la polilla y el orín los corrompe, y donde los
ladrones perforan el muro y roban; atesorad, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni el orín los estropean, y donde los ladrones no perforan ni roban (Mt 6,19-20).
¿Qué cosa más paternal? ¿Qué palabra más inspirada por el amor? ¿Qué
consejo más urgente de la caridad? Quiere que nada se pierda el que quiere que
todos nuestros bienes se guarden en los tesoros celestiales. ¡Cómo duerme seguro
quien ha merecido tener a Dios por custodio de sus propios bienes! ¡Cómo vive sin
Las Parábolas del Reino

preocupaciones, cómo se libra de la angustia ni tiene ansiedad! ¡Cómo está libre de la


soberbia de los esclavos el que confía al Padre la protección de sus propios bienes!
El padre que reparte entre los hijos sus bienes no disminuye aquellos que sus
hijos le han confiado. No sabe qué es ser padre, ni qué es ser hijo, quien no se fía del
padre. Los cerrojos no evitan la polilla, la llevan consigo; la favorecen, no la
excluyen. Los bienes puestos bajo llave alimentan la herrumbre. Lo que nace de la
materia no se puede impedir. Cuando la ocasión llega, los ladrones no pueden faltar.
Por eso, el que pone sus bienes entre la polilla, el orín y los ladrones, expone lo suyo,
no lo guarda. Como en el vestido nace la polilla, en el hierro el moho, en la ocasión el
robo; así de la riqueza se deriva la avaricia, de la ganancia la codicia, de la posesión
la manía de poseer.
El que quiera, por tanto, vencer la avaricia, matar la ambición, extinguir la
codicia, que se aparte de las riquezas, no las guarde. Enviemos por delante nuestros
tesoros al cielo, hermano. Ahí están los pobres para transportarlos; ellos pueden
llevar al cielo nuestros bienes. Que ninguno dude de estos mozos de cuerda; se trata
de un transporte absolutamente seguro, gracias al cual, nuestros bienes son llevados
a Dios, con la garantía de Dios.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 7)

652 El ayuno, muerte de los vicios y vida de las virtudes.- «El ayuno es la muerte de los
vicios, la vida de las virtudes. El ayuno es paz para el cuerpo, belleza de los
miembros, adorno de la vida. El ayuno es fuerza para la mente, vigor para las almas.
El ayuno es fortaleza de la caridad, piedra del pudor, ciudadela del magisterio,
disciplina de las disciplinas. El ayuno es viático saludable para quien camina con la
Iglesia. El ayuno, la primera invitación para la milicia cristiana. En todas estas
virtudes el ayuno vigoriza, vence, triunfa, cuando combate a las órdenes de la
misericordia. Misericordia y piedad son las alas del ayuno; son ellas las que lo
levantan y lo llevan hasta el cielo; sin ellas vuelve a caer por tierra.
El ayuno, sin la misericordia, es simulacro del hambre, apariencia inútil de la
santidad. Sin la piedad, el ayuno es ocasión de avaricia, no es propósito de
frugalidad. Vana es la frugalidad cuando enflaquece el cuerpo, si al mismo tiempo
engrosa la bolsa. El ayuno sin misericordia es pura ficción. Donde está la
misericordia, allí está también la verdad, como testimonia el profeta: La misericordia y
la verdad se encuentran (Sal 84,11). El ayuno sin misericordia no es virtud sino
hipocresía, como dice el Señor: Cuando ayunéis no pongáis cara triste, como los
hipócritas, que ponen cara mustia, para que los demás se enteren de que están ayunando (Mt
6,16).» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 8)

653 Oración, misericordia y ayuno.- «Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la
fe se mantenga firme, la devoción sea constante y la virtud permanente. Estos tres
resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno
Las Parábolas del Reino

intercede, la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola


y única cosa y se vitalizan recíprocamente.
El ayuno, en efecto, es el alma de la oración y la misericordia la vida del
ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno
solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto,
quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le
suplica, aquél que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oídos a quien
no cierra los suyos al que le suplica.
/.../. Que el que ayuna, entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención
al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se
compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que
responda quien desea que Dios le responda a él. Es un indigno suplicante quien pide
para sí lo que niega a otro.
Díctate a ti mismo la norma de la misericordia, de acuerdo con la manera, la
cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo. Compadécete
tan pronto como quieras que los otros se compadezcan de ti.
En consecuencia, la oración, la misericordia y el ayuno deben ser como un
único intercesor en favor nuestro ante Dios, una única llamada, una única y triple
petición.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 43)

654 El amor al pobre.- «¿No es extraordinario y sublime escuchar que, precisamente


aquél que cubre el cielo está desnudo en el pobre? ¡La riqueza del universo tiene
hambre en el hambriento, la fuente de las fuentes tiene sed en el sediento! ¿Cómo no
nos hace dichosos el entender que sea tan pobre aquél, para quien resulta estrecho el
cielo, que sea pobre en el pobre quien enriquece el mundo; que suplique un pedazo
de pan, un vaso de agua el dispensador de todos los bienes; que, por amor al pobre,
Dios se humille hasta el punto, no de socorrer al pobre, sino de ser pobre él mismo?
Tuve hambre, dice, y me disteis de comer (Mt 25,35). No dijo: tuvo hambre el pobre y le
disteis de comer, sino yo tuve hambre y me disteis de comer. Declara como dado a él
lo que recibe el pobre; dice es él quien come lo que ha comido el pobre, lo que bebe el
pobre afirma que se le ha dado a él.
¡De lo que es capaz el amor al pobre! Dios se gloría en el cielo de aquello que
hace sonrojarse al pobre en la tierra, considerándose honrado con lo que es
considerado como algo vergonzoso. Bastaría haber dicho: Me disteis de comer y Me
disteis de beber; mas dice antes: Tuve hambre, tuve sed. Hubiera sido menor el amor del
pobre si, después de haberlo acogido, no hubiese acogido también los sufrimientos
del pobre. Cierto: el verdadero amor no se demuestra sino sufriendo. Amor
verdadero es haber hecho propias las angustias del que está angustiado.
Es extraordinario que agrade a Dios la comida del pobre. El que no tiene
hambre de toda la creación se declara saciado con la comida del pobre, en el reino de
los cielos, delante de todos los ángeles, en la asamblea de los bienaventurados. Que
Abel padeciera, que Noé salvó al mundo, que Abraham abrazó la fe, que Moisés
Las Parábolas del Reino

trajo la Ley, que Pedro fue crucificado cabeza abajo, Dios lo calla y sólo declara que
el pobre haya tenido qué comer. Lo primero en el cielo es el cuidado del pobre, la li-
mosna dada al pobre. Es lo primero que se trae a examen. La recompensa del pobre
está escrita, ante todo, en el diario divino. ¡Dichoso aquél, cuyo nombre es leído por
Dios tantas veces cuantas en el cielo se mantiene el derecho del pobre!» (S. PEDRO
CRISOLOGO, Sermones, 14)

655 Misericordia y justicia.- «Cuando suministramos, pues, algunas cosas necesarias a


los indigentes, les devolvemos lo que es suyo, no damos generosamente lo nuestro:
satisfacemos una deuda de justicia más bien que realizar una obra de misericordia, y
por eso la misma Verdad, cuando habla de que se ha de practicar cautamente la
misericordia, dice: Guardaos de hacer vuestras obras en presencia de los hombres, con el fin
de que os vean (Mt 6,1); y ensalzando esta doctrina el salmista dice: Derramó a manos
llenas sus bienes entre los pobres, su justicia permanece eternamente (Sal 111,9). Al hablar,
pues, de esta largueza dispensada a los pobres, quiso ante todo llamarla no
misericordia, sino justicia, porque lo que da el Señor de todos sin duda es justo que
quien lo recibe lo use como común. También por esto dice Salomón: El justo da y nun-
ca cesa (Prov 21,26).» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 3,21)

656 Los bienes terrenos los perdemos guardándolos y los ganamos dándolos.- «El rico,
cuando durmiere, no llevará nada consigo; abrirá sus ojos y no hallará nada (Job 27,19).
Con la cual sentencia concordando el salmista dice: Turbáronse todos los
ignorantes de corazón; durmieron su sueño y no hallaron nada en sus manos todos los
varones de las riquezas (Sal 75,6). Porque, para que los ricos hallen algo en su mano
después de la muerte, amonéstales el santo Evangelio antes que mueran en qué
manos han de poner sus riquezas, diciendo: Haceos amigos con las riquezas de la
maldad, porque cuando desfalleciereis os reciban en las eternas moradas (Lc 16,9).
El rico, cuando durmiere, no lleva nada consigo; porque es de saber que
consigo llevaría sus cosas muriendo, si cuando vivía se las quitara de sí mismo a la
voz de quien se las pedía. Porque todas las cosas terrenas que perdemos guardando,
las guardamos dándolas; y nuestro patrimonio, siendo retenido, se pierde y,
distribuido, permanece; porque no podemos durar mucho tiempo con nuestras
cosas, pues que o las abandonamos nosotros muriendo, o ellas pereciendo nos
desamparan mientras vivimos. Así que lo que debemos hacer es constreñir las cosas
que abundantemente han de perecer, para que pasen al galardón que nunca perece.»
(S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 18,28)
Las Parábolas del Reino

XXIII. Las Parábolas del ReinoError! Reference source not found.

«Como concurriese gran muchedumbre y viniese a él gente de toda


ciudad, díjoles por vía de parábola: Salió un sembrador a sembrar su
semilla... » (Lc 8,4ss).

«Y con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, pero en


particular a sus discípulos se lo aclaraba todo» (Mc 4,33-34).

«Todas estas cosas habló Jesús en parábolas a las turbas, y sin


parábolas nada les hablaba» (Mt 13,34).
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defined.657 El grano de mostaza.- «El reino de Dios es parecido a un grano de
mostaza... (Lc 13,19).
Bella semejanza, y apta para demostrar las cosas que estaban ocurriendo, esto
es, las que se producían con la divina y sagrada predicación del Evangelio, llamada
también reino de Dios; pues por el Evangelio alcanzamos a reinar con Cristo. Por
cierto, el reino de Dios, proclamado entonces a pocos, se dilató después y fue
propagado a todos los pueblos /.../. Así como el grano de mostaza es más pequeño
que todas las semillas, crece y se hace más alto que cualquiera otra legumbre, de
manera que los pájaros del cielo anidan en sus ramas, también el reino de los cielos,
esto es, la predicación nueva y saludable, por la que somos llevados a las mejores
obras y conocemos al que, por su naturaleza es el verdadero Dios, aunque al
principio alcanzaba a pocos, breve y reducida, después creció en amplitud, de forma
que viene a servir de acogida a los que acuden allí, que son comparados a los
pajarillos, ya que nuestras cosas, comparadas con Dios, son muy pequeñas.» (S.
CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

658 La interpretación de las parábolas, besos del Esposo.- «¡Que me bese con los besos de
su boca! (Cant 1,2). En efecto, mientras fue incapaz de captar la pura y sólida doctrina
del Verbo mismo de Dios, recibió por necesidad besos, esto es, pensamientos de la
boca de los maestros; pero, cuando por propio impulso haya comenzado ya a
distinguir lo oscuro, ha desenredar lo intrincado, a desvelar lo implícito y a explicar
con apropiadas fórmulas de interpretación las parábolas, los enigmas y las
sentencias, crea que entonces es cuando recibe ya los besos de su propio esposo, esto
es, del Verbo de Dios.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, 1)

659 Los obreros enviados a la viña.- «Salió por la mañana, a la hora de tercia, a la hora de
sexta, a la de nona y a la hora undécima (Mt 20,1-6). Le dio lo mismo a los primeros que
a los últimos (Mt 20,9-12); recibieron cada uno un denario -la imagen del rey-. Todo
esto significa el pan de la vida, que es lo mismo para todo hombre; único es el
remedio de vida para aquellos que lo toman.
En el trabajo de la viña, no se puede reprochar la bondad del dueño, y nada se
encuentra reprensible en su justicia. Él ha dado lo que se había convenido (Mt 20,2-
13) y, en su bondad, se ha mostrado clemente como él ha querido. En vista de estas
enseñanzas ha propuesto Nuestro Señor esta parábola. Por estas palabras: ¿No puedo
yo hacer en mis asuntos lo que quiero? (Mt 20,15) él lo ha puesto de manifiesto. Esta
parábola conviene a todas las generaciones hasta el fin del mundo. Él ha significado
que la parábola mira tanto a los tiempos presentes como al fin del mundo. ¿Quién
Seguimiento de Cristo

como Dios ha otorgado a los justos más recientes la vida bendita de los primeros
justos? Entre ellos, que fueron cotratados a la mañana, ¿no había también niños que
murieron? Abel, entre ellos, murió joven; ¿murmuraría de él Set, que lo había
reemplazado? /.../.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 15,17)

660 Un tesoro escondido en un campo.- «El reino de los cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo... (Mt 13,44).
Con la parábola del tesoro en el campo, él muestra las riquezas de nuestra
esperanza puesta en él. Efectivamente, Dios ha sido encontrado en un hombre; para
comprarlo deben ser vendidas todas las riquezas de este mundo. Así adquiriremos
las riquezas eternas del tesoro celestial, dando vestido, comida y bebida a quienes de
ello tengan necesidad. Mas es necesario observar que el tesoro se ha encontrado
escondido /.../. El tesoro ha estado escondido porque debía ser comprado también
el campo. En efecto, con el tesoro en el campo, como hemos dicho, se entiende Cristo
encarnado, que se encuentra gratuitamente. La enseñanza de los Evangelios es de
suyo completa. Pero no hay otro modo de utilizar y poseer este tesoro con el campo,
si no es pagando, ya que no se poseen las riquezas celestiales sin sacrificar el
mundo.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario al Evangelio de S. Mateo, 13,7)

661 Parábolas de la misericordia.- «¿Quién es este padre, este pastor y esa mujer?
¿Acaso no representan a Dios Padre, a Cristo y a la Iglesia? Cristo te lleva sobre sus
hombros, te busca la Iglesia y te recibe el Padre. Uno, porque es pastor, no cesa de
llevarte; la otra, como madre, sin cesar te busca;
y el padre te vuelve a vestir. El primero, por obra de su misericordia; la segunda,
cuidándote; y el tercero, reconciliándote con él. A cada uno de ellos le cuadra
perfectamente una de esas cualidades: el Redentor viene a salvar, la Iglesia asiste, y
el Padre reconcilia. En todo actuar divino está presente la misma misericordia,
aunque la gracia varíe según nuestros méritos. El Pastor llama a la oveja cansada, es
hallada la dracma que se había perdido, y el hijo, por sus propios pasos, vuelve al
Padre, y vuelve a él plenamente arrepentido del error que le acusa sin cesar (Lc 15,1-
32). Y por eso, con toda justicia se ha escrito: Tú, Señor, salvarás a los hombres y a los
animales (Sal 35,7). Y ¿quienes son estos animales? El profeta dijo que la simiente de
Israel era una simiente de hombres y la de Judá, una simiente de animales (Jer 31,27).
Y por eso Israel es salvado como un hombre y Judá recogido como una oveja.» (S.
AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 7,208)

662 Las ramas del árbol del Evangelio.- «... hasta el punto que los pájaros del cielo vienen a
anidar en sus ramas (Mt 13,32).
Pienso que las ramas del árbol del Evangelio, que crecen del grano de
mostaza, son los dogmas diversos, en los que descansa cada una de las aves dichas.
Seguimiento de Cristo

Tomemos nosotros también alas de paloma para que, volando a las más altas,
podamos habitar en las ramas de este árbol y hacernos nidos de las enseñanzas,
huyendo de las cosas de la tierra y corriendo hacia las del cielo.» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)

663 Parábola del tesoro escondido en el campo.- «El reino de los cielos es parecido a un
tesoro escondido en el campo (Mt 13,44).
Este tesoro en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia (Col 2,3) es la Palabra de Dios, que aparece encerrada en la carne de Cristo; o
la Sagrada Escritura, en la que está guardada la noticia del Salvador. Cuando alguno
lo encuentra en ellas, debe despreciar todas las ganancias de este siglo, para poseer a
aquél a quien encontró. Vende todo lo que tiene, para comprar aquel campo.» (S. JERONI-
MO, Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)

664 La oveja perdida.- «¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se extravía alguna de ellas,
¿no dejará las noventa y nueve en los montes, para ir a buscar la extraviada? Y, si la encuen-
tra, os digo de verdad que se alegra por ella más que por las noventa y nueve, que no se han
extraviado (Mt 18,12-13).
Invita consecuentemente a la clemencia, que había anunciado diciendo: Mirad
no despreciéis a uno de estos pequeñitos. Y propone a continuación la parábola de las
noventa y nueve ovejas dejadas en el monte y de una perdida, a la que el buen
pastor trae sobre sus hombros y la devuelve al rebaño, porque, por su debilidad, no
podía andar. Algunos piensan que este pastor es el que, estando en forma de Dios, no
tuvo como cosa apetecida ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando forma de
esclavo, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Fil 2,6-8). Y por eso descendió a
la tierra, para salvar una oveja que se había perdido. Otros dicen que las noventa y
nueve son el número de los justos, y la oveja perdida el pecador, según aquello: No
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores; pues no tienen necesidad de médico los
sanos, sino los enfermos (Lc 5,52-53).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio
de S. Mateo)

665 El hijo pródigo.- «Yo soy como la oveja enferma, descarriada del resto de la manada
y, si el buen pastor no me vuelve sobre sus hombros al aprisco, mis pasos resbalarán
y, en el intento mismo de levantarme, daré conmigo en el suelo. Yo soy aquél hijo
pródigo que ha malbaratado toda la parte de hacienda que mi padre me diera, y aún
no me he postrado a los pies del que me engendrara, todavía no he empezado a
repudiar los halagos de mis pasadas demasías. Y ahora que un tantico he comenzado
no tanto a dejar mis vicios, cuanto a quererlos dejar, el diablo trata de envolverme en
nuevas redes. Ahora me pone ante los ojos nuevos obstáculos y rodea todo mar y
todo océano. Ahora, puesto en medio de este elemento, no puedo ni avanzar ni
Seguimiento de Cristo

retroceder. Sólo me queda que, por vuestras oraciones, me empuje el soplo del
Espíritu Santo y me conduzca al puerto de la codiciada orilla.» (S. JERONIMO,
Cartas, 2,«a Teodosio y a los otros anacoretas que moran en el interior»)

666 Vuelta del hijo pródigo.- «18. Y vino hasta su padre (Lc 15,20). Venimos al padre
apenas dejamos de apacentar los puercos, según aquello del profeta: Tan pronto como
te conviertas y gimas, te salvarás (Is 30,15).
19. Y estando aún lejos, lo vio su padre y se conmovió de lastima. Antes de volver
por obras dignas y verdadera penitencia a su viejo padre, Dios, para quien todo lo
futuro es ya un hecho y que sabe de antemano todo lo que ha de acontecer, se
adelanta corriendo a su venida y, por su Verbo, que tomó carne de la Virgen,
anticipa la vuelta del hijo menor.
20. Y, corriendo hacia él, se le echó sobre el cuello. Antes vino él a la tierra, que no
entró el pecador en la casa de la confesión, se le echó sobre el cuello, es decir, tomó
cuerpo humano, y, como Juan descansó sobre su pecho y tomó parte en sus secretos,
así, por gracia más que por temor, impuso al hijo menor su yugo suave, es decir, los
preceptos fáciles de sus mandamientos.
21. Y lo besó, conforme a lo que la Iglesia, en el Cantar de los Cantares, suplica
acerca del advenimiento del Esposo: Bésame con los besos de tu boca (Cant 1,1). No
quiero, dice, que me hable por Moisés, ni por los profetas; tome él mismo mi cuerpo, él mismo
me bese en la carne.» (S. JERONIMO, Cartas, 21,«a Dámaso»,18-21)

667 La dracma perdida.- «La Sabiduría de Dios había perdido la dracma. ¿Qué es la
dracma? La moneda en la cual se halla esculpida la imagen de nuestro Emperador,
pues el hombre fue hecho a imagen de Dios y pereció. ¿Qué hizo la mujer prudente?
Encendió la lámpara. La lámpara es de barro, pero tiene luz con la que se encuentra
la dracma. Luego la lámpara de la Sabiduría, la carne de Cristo, está hecha de barro;
pero luciendo con su Verbo, encontró los perdidos. La noche (es) luz en mis delicias. La
noche se me convirtió en delicias. Nuestras delicias son Cristo.» (S. AGUSTIN,
Enarraciones sobre los Salmos, Sal 138,14)

668 El Señor nos buscó cuando no le buscábamos.- «Tú, sin embargo, necesitas del
servicio de tu siervo. El siervo necesita de tu bien, con el que lo alimentas; y también
tú necesitas del bien de tu siervo, para que te ayude. No puedes proporcionarte el
agua, no puedes cocinar, ni correr ante el caballo, ni curar a tu asno; advierte que
necesitas de tu siervo; necesitas de su ayuda. No eres, pues, verdadero señor, ya que
necesitas del inferior. Él es verdadero Señor, porque no necesita en absoluto de
nosotros; y ¡ay de nosotros si no le buscamos! Nada busca de nosotros y, sin
embargo, nos buscó cuando no le buscábamos. Se había extraviado una oveja, la
encontró con gozo, la volvió al aprisco, cargándola sobre sus hombros. ¿Acaso la
Seguimiento de Cristo

oveja era necesaria al pastor, y no más bien el pastor a la oveja?» (S. AGUSTIN,
Exposición de la Epístola a los Partos, 8,14)

669 Envidia del hermano vuelto a casa del padre.- «Entre tanto, su hijo mayor estaba en el
campo y, al volver y acercarse a la casa, oyó la música y las danzas... Entonces él se enfadó y
no quería entrar (Lc 15,25-28).
La música de la piedad hace huir al envidioso, la danza de la caridad lo aleja.
La ley de la naturaleza lo invita a venir hasta el hermano, a llegarse a la casa; la
envidia no le permite acercarse, el rencor no lo deja entrar.
Mal antiguo es la envidia: el primer pecado, baba antigua, veneno secular,
fuente de muerte. Fue ella la que, al principio, echó del paraíso al primer hombre y la
que hizo caer a un ángel del cielo; ella, la que mantuvo al hijo mayor fuera de la casa
paterna. Ella, la que armó a los descendientes de Abraham, el pueblo elegido, para
que dieran muerte a su Creador y Salvador. La envidia, enemigo interior, no con-
mueve los muros del corazón ni rompe los cercos de los otros miembros, sino que
impulsa al asalto del alcázar mismo de la carne; antes que se advierta que es señora
del cuerpo, cautiva el alma y la hace su prisionera.
Si queremos, por tanto, ser dignos de la gloria celestial y la felicidad del
paraíso, habitar en la casa del Padre que está en los cielos y no ser acusados de
parricidio celeste, estemos siempre vigilantes en la fe a la luz del espíritu,
rechacemos y alejemos de nosotros las sombrías insidias de la envidia, reprimámosla
con todos los resortes de las armas celestiales. Efectivamente, así como la caridad nos
une con Dios, la envidia nos separa de Dios.» (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermones, 4)
Seguimiento de Cristo

XXIV. Seguimiento de CristoError! Reference source not found.

«Y les dice: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Y


ellos, dejadas las redes, fueron tras él» (Mt 4,19-20).

«Y llegándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré a donde quiera


que vayas. Y le dice Jesús: Las zorras tienen madrigueras y las aves del
cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza»
(Mt 8,19-20).

«Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí


mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lc 9,23).

«Vuelto Jesús y viendo que le iban siguiendo, les dice: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabí (que quiere decir «Maestro»), ¿dónde moras?
Díceles: Venid y lo veréis. Vinieron, pues, y vieron donde moraba, y se
quedaron con él aquel día» (Jn 1,38-39).
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defined.670 Camino ascendente y caminos tenebrosos.- «Conociendo, querido
Marciano, tu empeño por caminar en la piedad -la sola cosa que conduce al hombre
a la vida eterna-, te felicito; y te pido que, guardando intacta la fe, agrades a Dios, tu
Creador /.../.
Porque para todos aquellos que ven sólo hay un camino -ascendente-,
iluminado por la luz celestial; mas, para los que no ven hay muchos caminos
tenebrosos que van en sentido opuesto. Aquél conduce al reino de los cielos,
uniendo al hombre con Dios; pero éstos van a parar a la muerte, apartando al
hombre de Dios.
Para ti y para cuantos se preocupan de su salvación es indispensable caminar,
gracias a la fe, con paso firme y seguro, sin desviarse, para evitar que, si se detienen
y se abandonan, se instalen definitivamente en los placeres materiales, o tomen un
ruta equivocada, que los desvíe del camino recto.» (S. IRENEO, Demostración de la
predicación apostólica, 1)

671 La disciplina.- «La disciplina, guardián de la esperanza, vínculo que sostiene la fe,
guía del camino de salvación, fomento y pábulo de buen carácter, maestra de la
verdad, nos hace perseverar en Cristo y vivir unidos inseparablemente a Dios, y
llegar al logro de las promesas celestiales y de los premios de Dios. Seguir esta
disciplina es vital; oponérsele o despreciarla es mortal. En los Salmos habla así el
Espíritu Santo: Observad la disciplina, para que no se encolerice el Señor y os desviéis del
camino recto, cuando se encendiere enseguida su ira (Sal 2,12).» (S. CIPRIANO, Sobre el
porte exterior de las vírgenes, 1)

672 Jesucristo es el camino.- «1. ¿Cómo podré subir a los cielos? El camino es el Señor
(Jn 14,6). Es un camino estrecho, pero viene del cielo y lleva al cielo. Un camino
estrecho, que es despreciado sobre la tierra, pero un camino ancho, que es adorado
en los cielos. 2. Por lo demás, el que no ha oído al Logos, se le puede perdonar su
error, que proviene de la ignorancia. Pero el que ha oído con sus oídos y no ha oído
con su alma incurre en culpable falta de fe, y cuanto mayor sea su inteligencia,
mayor será su culpabilidad en el mal, ya que su conciencia le servirá de acusador por
no haber escogido lo mejor. Porque el hombre ha sido hecho por naturaleza para te-
ner familiaridad con Dios. 3. Y así como no forzamos al caballo para que are la tierra,
ni al buey para ir de caza, sino que usamos cada uno de estos animales para aquello
para lo que fue hecho, así nosotros invitamos al hombre, hecho para la
contemplación celestial /.../ a que conozca a Dios. Apelamos así a lo que es más
El combate cristiano

propio del hombre y más excelente, lo que le distingue de los demás animales, y le
aconsejamos que se provea de un viático suficiente para la eternidad, viviendo pia-
dosamente. 4. Si eres labrador, decimos nosotros, trabaja la tierra, pero reconoce a
Dios al trabajarla. Si te gusta navegar, navega, pero invoca al piloto celestial. ¿Que el
conocimiento te encuentra en el ejército? Presta atención al general, que te manda
justamente.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos, 10,100,1-4)

673 Teniendo a Jesús, puedes ir a donde quieras.- «Y es a él a quien se dirige: Ahora,


Señor, puedes dejar que tu siervo muera en paz (Lc 2,29). Así también, mientras yo no
tenía a Cristo, mientras no lo abrazaba con mis brazos, yo estaba prisionero y no
podía desprenderme de mis lazos. Esto hay que pensarlo, no sólo de Simeón, sino de
todo el género humano. Si uno deja el mundo, si alguien sale de la cárcel y se libera
de los vínculos, para ir a reinar, tome a Jesús en sus manos y lo rodee con sus brazos,
que lo tenga todo entero en su corazón y, entonces, exultando de gozo, podrá ir a
donde quiera.» (ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas, 15,2)

674 Es imposible que el que está en la luz vea las tinieblas.- «El sabio tiene sus ojos en la
cabeza, mas el necio camina en las tinieblas (Ecl 2,14).
Si el alma eleva sus ojos a la cabeza, que es Cristo, según la interpretación de
San Pablo, habrá que considerarla dichosa por la penetrante mirada de sus ojos, ya
que los tiene puestos allí donde no existen las tinieblas del mal. El gran Pablo y todos
los que tuvieron una grandeza semejante a la suya tenían los ojos fijos en su cabeza,
así como todos los que viven, se mueven y existen en Cristo.
Pues, así como es imposible que el que está en la luz vea tinieblas, así también
lo es que el que tiene los ojos puestos en Cristo los fije en cualquier cosa vana. Por
tanto, el que tiene los ojos puestos en la cabeza, y por cabeza entendemos aquí al que
es principio de todo, los tiene puestos en toda virtud (ya que Cristo es la virtud
perfecta y totalmente absoluta), en la verdad, en la justicia, en la incorruptibilidad,
en todo bien. Porque el sabio tiene sus ojos puestos en la cabeza, mas el necio camina en
tinieblas. El que no pone su lámpara sobre el candelero, sino que la pone bajo el
lecho, hace que la luz sea para él tinieblas.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre
el Eclesiastés, 5)

675 Nacer a tiempo y morir a tiempo.- «Tiene su tiempo el nacer y su tiempo el morir (Ecl
3,2).
¡Ojalá se me conceda también a mí el nacer a su tiempo y el morir
oportunamente! Pues nadie debe pensar que el Eclesiastés habla aquí del nacimiento
involuntario y de la muerte natural, como si en ello pudiera haber algún mérito /.../.
Según mi entender, el nacimiento es a tiempo y no abortivo cuando, como
dice Isaías, aquél que ha concebido del temor de Dios, engendra su propia salvación
El combate cristiano

con los dolores de parto del alma. Somos, en cierto modo, padres de nosotros
mismos cuando, por la buena disposición de nuestro espíritu y por nuestro libre
albedrío, nos formamos a nosotros mismos, nos engendramos, nos damos a luz.
Esto hacemos cuando aceptamos a Dios en nosotros, hechos hijos de Dios,
hijos de la virtud, hijos del Altísimo. Por el contrario, nos damos a luz abortivamente
y nos hacemos imperfectos, y nacidos fuera de tiempo, cuando no está formada en
nosotros lo que el Apóstol llama forma de Cristo (Fil 2,7). Conviene, por tanto, que el
hombre de Dios sea íntegro y perfecto.
Así, pues, queda claro de qué manera nacemos a tiempo; y, en el mismo
sentido, queda claro también de qué manera morimos a su tiempo y de qué manera,
para San Pablo, cualquier tiempo era oportuno para una buena muerte.» (S.
GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Eclesiastés, 6)

676 Ejemplos de hombres que imitaron a Dios.- «Acaso te parezca por encima de tus
fuerzas el imitar a Dios. A la verdad, para quien vive vigilante, ello no es difícil.
Pero, en fin, si te parece superior a tus fuerzas, yo te pondré ejemplos de hombres
como tú. Ahí está José que, después de sufrir tanto de parte de ellos, fue el
bienhechor de sus hermanos; ahí Moisés que, después de tanta insidia de parte de su
pueblo, ruega a Dios por él; ahí Pablo que, no obstante no poder ni contar cuánto
sufrió de parte de los judíos, aún pedía ser anatema por su salvación (Rom 9,3); ahí
Esteban que, apedreado, rogaba al Señor no les imputara aquel pecado.
Considerando también estos ejemplos, desechemos de nosotros toda ira, a fin de que
también a nosotros nos perdone Dios nuestros pecados.» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 61,5)

677 El ejemplo de S. Pablo.- «¿Tú has visto a Pablo como león furioso en sus correrías en
todos los sentidos? Míralo ahora con la mansedumbre de un cordero: ¡qué cambio
tan súbito! Mira a aquél que en otro tiempo encadenaba, metía en prisión, perseguía
con ahínco y combatía a cuantos creían en Cristo, bajando por la muralla en una
espuerta para poder escapar de las trampas de los judíos, huido de noche a Cesarea
y de allí enviado a Tarso para no ser despedazado por el furor de los judíos. ¡Has
visto, querido, cómo ha cambiado! ¡Has visto cómo se ha trasfigurado! Has visto
cómo, después de haberse beneficiado de la generosidad de lo alto, él puso de su
parte su generosidad, quiero decir el celo, el fervor, la fe, la decisión, la paciencia, la
grandeza de alma, la firmeza inflexible. Por ello ha merecido un mayor socorro de lo
alto, que le ha hecho exclamar: Yo he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la
gracia de Dios que está conmigo (1Cor 15,10).
Este ejemplo, yo os lo pido, imitadlo, vosotros que ahora habéis merecido
abrazar el yugo de Cristo, y recibido la gracia de la filiación. Desde nuestros
primeros pasos, con decisión, mostrad un gran fervor y una fe grande a Cristo. De
esta manera os atraeréis de lo alto una gracia más abundante, resplandecerá más la
El combate cristiano

vestidura que habéis recibido y gozaréis abundantemente de la predilección del


Maestro.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ocho Catequesis Bautismales, 4,10-11)

678 Utilidad de las desgracias y persecuciones.- «La pobreza, las persecuciones, las
injurias son unánimemente tenidas por males por el vulgo. ¿Cuál es, no obstante, su
utilidad? La vida de los santos nos lo prueba muy claramente. No contentos con no
querer hacer nada para evitarlos, su virtud heroica las buscaba y las sufría sin
debilidad. Llegados a ser los amigos de Dios por medio de ellas, han ganado el
premio de la vida eterna. Oíd el canto de triunfo del bienaventurado Apóstol: Por eso
me gozo en mis debilidades, en las injurias, en las desgracias, en las persecuciones y
situaciones angustiosas, por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte, porque la
fuerza llega a su apogeo en la debilidad (2Cor 12,10.9).» (JUAN CASIANO, Conferencias,
6ª,3)

679 Con nuestros malos deseos hacemos ásperos los caminos del Señor.- «Si
encontramos amarga la maravillosa suavidad del yugo del Señor, ¿dónde está la
causa sino en que nosotros la mezclamos con amargura por nuestras defecciones? Si
la amable ligereza de la carga divina nos resulta pesada, ¿no es acaso porque
despreciamos, en nuestra orgullosa presunción, a aquél que nos ayuda? El
testimonio de la Escritura es claro: Si caminan por caminos rectos, encontrarán las sendas
llanas de la justicia (Prov 2,20). Somos nosotros, sí, nosotros, la cosa es manifiesta, los
que hacemos ásperos con nuestros deseos perversos, como guijarros cortantes, los
senderos del Señor; nosotros, que abandonamos locamente el camino real,
construido con piedras apostólicas y proféticas, y allanado con las pisadas de los
santos y del mismo Señor, para seguir caminos torcidos, llenos de zarzas; para ir con
los ojos ciegos por el encantamiento de los placeres de aquí abajo /.../. Porque está
escrito: Lágrimas y cepos hay en el camino del perverso; quien guarda su alma se aleja de
ellos (Prov 22,5). De los que habla también el Señor por el profeta: Mi pueblo me ha
olvidado, a la vanidad queman incienso, para caminar por veredas, por una vía no trazada
(Jer 18,15). Y también dice Salomón: El camino de los perezosos en como seto de espinos;
mas el sendero de los diligentes es expedito (Prov 15,19).» (JUAN CASIANO, Con-
ferencias, 24ª,24)

680 Un solo camino para la vida eterna.- «Muchos son, en efecto, los caminos del Señor,
siendo así que él mismo es el camino. Pero, cuando habla de sí mismo, se denomina
a sí mismo camino y muestra la razón de llamarse así, cuando dice: Nadie va al Padre
sino por mí.
Hay que interesarse, por tanto, e insistir en muchos caminos para poder
encontrar el único que es bueno; ya que, a través de la doctrina de muchos, hemos de
hallar un solo camino de la vida eterna. Pues hay camino en la Ley, en los Profetas,
El combate cristiano

en los Evangelios, en los apóstoles, en las distintas obras de los Mandamientos, y son
bienaventurados los que andan por ellos, en el temor de Dios.» (S. HILARIO DE
POITIERS, Tratado sobre los Salmos, Sal 127,3)

681 Perder para ganar.- «Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo... (Mt 16,24-27).
¡Oh daño feliz y pérdida afortunada! El Señor ha querido que nosotros nos
enriqueciéramos mediante la pérdida del alma y del cuerpo; nos invita a imitarlo, ya
que él mismo, estando en la condición de Dios, se ha hecho humilde y obediente hasta
la muerte (Fil 2,6-8), y ha recibido el premio de todo el poder que hay en Dios. Es
necesario, por tanto, seguirlo, tomando la cruz y permaneciendo junto a él, si no en
el participar de su pasión, al menos deseándola.
¿Qué importa ser señores del mundo y guardar las riquezas del siglo, con
todo el dominio del poder terreno, si se pierde el alma y se llega a padecer la pérdida
de la vida? ¿Qué se podía dar a cambio de la propia alma, una vez que se haya per-
dido? Cristo se sentará con sus ángeles para dar a cada uno aquello que merece.
¿Qué llevamos con nosotros en la vida? Supongamos: los tesoros preparados para el
comercio futuro de las riquezas terrenas, los títulos ambiciosos de nuestros altos
cargos y de nuestra gloria, las antiguas imágenes de una nobleza refinada. Es
necesario renegar de todo eso, para tener abundancia de bienes mayores. Hay que
seguir a Cristo, despreciando todas las cosas, y conseguir la eternidad de los bienes
espirituales, sacrificando los terrenos.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario del
Evangelio de S. Mateo, 16,2)

682 No puedes seguir a Cristo, si él no te atrae.- «Atráenos, corramos al olor de tus


ungüentos (Cant 1,3). Mira lo que dice. No puedes seguir a Cristo, si él no te atrae. Y
también, para que lo entiendas, dice: Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos
hacia mí (Jn 12,32).» (S. AMBROSIO, De los Sacramentos, 5,10)

683 Acoger a Cristo.- «Así es como te deseó Cristo, así es como te eligió. Abre la puerta y
entrará, pues no puede faltar en su promesa quien prometió que entraría. Échate en
brazos de aquél a quien buscas; acércate a él, y serás iluminada (Sal 33,6); no le dejes
marchar, pídele que no se marche rápidamente, ruégale que no se vaya. Pues la
Palabra de Dios pasa; no se la recibe con desgana, no se la retiene con indiferencia.
Que tu alma viva pendiente de su palabra, sé constante en encontrar las huellas de la
voz celestial, pues pasa velozmente.» (S. AMBROSIO, De la Virginidad, 74)

684 Ascensión al monte de la perfección cristiana.- «Haré volver los cautivos de Israel,
edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino,
El combate cristiano

cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en sus campos, y no serán
arrancados del campo que yo les di, dice el Señor tu Dios (Am 9,14-15).
/.../. En aquel tiempo, la uva se pisará en los lagares llenos y se exprimirán
los mostos enrojecidos con la sangre de Cristo y de los mártires, y este pisador de
uva será semillero de la palabra de Dios, para que su sangre clame en el mundo más
que clamó la sangre de justo Abel. Los que asciendan al monte por el mérito de sus
virtudes, sudarán miel, más aún, destilarán la dulzura de la palabra de Dios, de la
que está escrito: Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33,9), y Qué dulce al paladar tu
promesa, más que la miel en la boca (Sal 118,103). Los que están bajo las montañas, a los
que llega el esposo en el Cantar de los Cantares, saltando por las montañas, brincando
por las colinas (Cant 2,8) -los llama colinas-, imitarán el paraíso de Dios, de manera
que en ellos se encuentren los frutos de las doctrinas.
Entonces, si alguno está cautivo en la infidelidad, y aún no ha creído en el
nombre del Señor, y es del resto del en otro tiempo pueblo de Israel, edificarán las
ciudades antes desiertas y habitarán en ellas. Para que cada una de las ciudades
reconstruidas diga: Yo soy una ciudad fuerte, una ciudad sitiada (Prov 18,19), y de la
cual el Señor habla en el Evangelio: No se puede ocultar una ciudad puesta en la cima de
un monte (Mt 5,14). Y en los Salmos se dice: El correr de las acequias alegra la ciudad de
Dios (Sal 45,5).» (S. JERONIMO, Comentarios sobre el profeta Amós)

685 Seguir a Jesucristo por encima de todo.- «Oye el pregón de tu rey: El que no está
conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama (Lc 11,23).
Recuerda el día en que entraste en filas, cuando sepultado con Cristo en el
bautismo, juraste las palabras del sacramento que, por el nombre mismo de Cristo,
no tendrías cuenta con padre ni madre. Mira que el enemigo tiene empeño en matar
a Cristo en tu pecho. Mira que el donativo o soldada que, al entrar en la milicia,
recibiste es codiciado por los campamentos contrarios. Aún cuando se te cuelgue al
cuello el sobrinillo pequeño; aún cuando desgreñada y rasgados los vestidos, te
muestre tu madre los pechos a que te criara; aún cuando tu padre se tienda en el
umbral de la puerta, písalo y pasa por encima de tu padre y, secos los ojos, vuela al
estandarte de la cruz. Linaje es de piedad, en este caso, ser cruel.» (S. JERONIMO,
Cartas, 14,«a Heliodoro, monje»)

686 La senda segura, la Palabra de Dios.- «Esta vida para los discretos no es sino
tribulación ininterrumpida. Tiene el alma dos verdugos que la torturan, no a la vez,
sino alternativamente: el temor y el dolor. Cuando tus cosas van bien, temes; cuando
tus cosas van mal, padeces. ¿A quién no engaña la prosperidad de este siglo y a
quién no quebranta la adversidad? Has de tomar, pues, mientras dure este heno, la
senda más segura: la Palabra -el Verbo- de Dios.» (S. AGUSTIN, Sermones, 124,2)
El combate cristiano

687 Sólo el humilde entra por la puerta.- «¿Quién entra por la puerta? Quien entra por
Cristo. Y ¿quién es éste? Quien imita la pasión de Cristo, quien conoce la humildad
de Cristo; y pues Dios se hizo por nosotros hombre, reconozca el hombre que no es
Dios, sino un mero hombre. Quien, en efecto, quiere dárselas de Dios, no siendo más
que hombre, no imita ciertamente al que, siendo Dios, se hizo hombre /.../. Porque
todo el que se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado (Lc 18,10-14). Luego
los que se alzan quieren subir al aprisco por otro lado que por la puerta; por la
puerta entran en el redil los que se humillan. De ahí que éste entra y el otro sube.
Sube, como veis, es buscar las alturas; quien sube no entra, sino que cae; mas quien se
agacha para entrar por la puerta ése no cae, sino que es pastor.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 137,4)

688 Seguir a Jesucristo es imitarle.- «Sigue al Señor. ¿Qué quiere decir esto? Imita al
Señor. ¿Qué significa imitar al Señor? Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón. Porque, si reparto todos mis bienes a los pobres y entrego mi cuerpo a las llamas,
sin caridad, ningún provecho me trae (1Cor 13,3).» (S. AGUSTIN, Sermones, 143,14)

689 Es preferible un cojo en el camino a un corredor fuera de él.- «Avanzad, hermanos


míos; examinaos continuamente sin engañaros, sin adularos ni pasaros la mano.
Nadie hay contigo en tu interior ante el que te avergüences o te jactes. Allí hay al-
guien, pero a éste le agrada la humildad; sea él quien te ponga a prueba. Pero hazlo
también tú mismo. Desagrádete siempre lo que eres, si quieres llegar a lo que aún no
eres, pues donde encontraste agrado, allí te paraste. Cuando digas: Es suficiente,
entonces pereciste. Añade siempre algo, camina continuamente, avanza sin parar; no
te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Quien no avanza, está parado;
quien vuelve al lugar de donde había partido, retrocede; quien apostata, se desvía.
Prefiero a un cojo por el camino antes que a un corredor fuera de él.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 169,18)

690 Jesucristo, Maestro de la humildad.- «El Maestro, pues, de la humildad ha venido,


no a hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió. Lleguemos a él,
introduzcámonos en él e incorporémonos a él, para que tampoco hagamos nosotros
nuestra voluntad, sino la voluntad de Dios. Así es como no nos lanzará fuera,
porque somos miembros suyos, ya que quiso ser cabeza como Maestro de la
humildad.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 25,18)

691 Vaciarse del mal para llenarse del bien.- «Ésta es nuestra vida: que nos ejercitemos
por el deseo. Pero en tanto nos ejercita el santo deseo, en cuanto apartamos nuestros
deseos del amor del siglo. Ya lo hemos dicho otras veces: vacía lo que ha de llenarse.
El combate cristiano

¿Has de ser llenado de bien? Derrama el mal. Piensa que Dios te quiere llenar de
miel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Debe ser derramado lo que
contenía el vaso, debe ser limpiado el mismo vaso, debe limpiarse, aún con trabajo y
afán, para que sea apto para algo. Dios es aquello que no puede expresarse por más
que queramos decir, por más que digamos, ya digamos miel, ya digamos oro, ya
digamos vino. Y cuando decimos Dios, Deus, ¿qué decimos? ¿Son éstas dos sílabas
todo lo que esperamos? Todo lo que somos capaces de decir es inferior a él;
extendámonos, pues, hacia él para que, cuando viniere, nos llene, ya que seremos
semejantes a él, puesto que le veremos como es (1Jn 3,2).» (S. AGUSTIN, Exposición de la
Epístola a los Partos, 4,6)

692 Tres grandes actos del amor al prójimo.- «El que ama a Cristo le imita en todo lo
posible. Cristo no ha cesado de hacer bien a los hombres. Ante la ingratitud y la
blasfemia, ha conservado la longanimidad; ultrajado y llevado a la muerte, ha
permanecido paciente, sin rechazar jamás el mal sobre nadie. He aquí los tres
grandes actos del amor al prójimo; sin los cuales, el que pretende amar a Cristo o
poseer su reino, está en pura ilusión. Ninguno que me dice 'Señor, Señor', entrará en mi
reino, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Y también: El que me ama guardará mis
mandamientos (Mt 7,21; Jn 14,15).» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias sobre la
Caridad, 4,55)

693 Renunciar a todas las cosas para ser discípulo de Cristo.- «No le importa que se
malogre su fatiga (Job 39,16).
/.../.
Sólo entonces demostramos con qué intención poseemos las cosas de este
mundo, cuando las perdemos. Sin dolor, por cierto, se pierde cualquier cosa que sin
amor se posee; pero las cosas que amamos codiciosamente, con grandes suspiros las
perdemos. Y ¿quién hay que no sepa que dio el Señor las cosas terrenales para
nuestro uso y que creó las almas de los hombres para el suyo? Así que es cierto que
el que se ama a sí mismo más que a Dios, menospreciadas las cosas de Dios, defiende
las suyas propias. No temen los hipócritas perder las cosas de Dios, es a saber: las
almas de los hombres, y temen perder las cosas suyas, es a saber: las cosas que se
pasan con el mundo /.../. Queremos poseer alguna cosa en este mundo y dice el
Evangelio de la misma Verdad: Si uno no renunciare todas las cosas que posee, no puede
ser mi discípulo (Lc 14,33).» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro
de Job, 31,21)
El combate cristiano

XXV. El combate cristianoError! Reference source not found.

«Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y échalo lejos de ti; más te


vale entrar en la vida manco o cojo, que, con tus dos manos o los dos
pies, ser arrojado al fuego eterno» (Mc 18,8).

«Y les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» (Mc 4,40).

«Porque, quien quisiere poner a salvo su vida, la perderá; mas quien


pierda su vida por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,35).

«¿Pensáis que vine a traer paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino más
bien división» (Lc 12,31).
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defined.694 No sólo llamarse cristiano, sino mostrarse como tal.- «III. A nadie
jamás tuvisteis envidia; a otros habéis enseñado a no tenerla. Ahora, pues, lo que yo
quiero es que, lo que a otros mandáis cuando los instruís como discípulos del Señor,
sea también firme respecto de mí.
2. Lo único que para mí habéis de pedir es fuerza, tanto interior como
exterior, a fin de que no sólo hable, sino que esté también decidido; para que no sólo,
digo, me llame cristiano, sino que me muestre como tal. Porque si me muestro
cristiano, tendré también derecho a llamármelo, y entonces seré de verdad fiel a
Cristo, cuando no apareciere ya en el mundo.
3. Nada que aparezca es bueno. Por lo menos, Jesucristo nuestro Dios, ahora
que está con su Padre, es cuando más se manifiesta. Cuando el cristianismo es
odiado por el mundo, la hazaña que le cumple realizar no es mostrar elocuencia de
palabras, sino grandeza de ánimo.
IV. Por lo que a mí toca, escribo a todas las Iglesias, y a todas les encargo que
yo estoy pronto a morir de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo
impidáis. Yo os lo suplico: no mostréis para conmigo una benevolencia importuna.
Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy
de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como
limpio pan de Cristo.
2. Alagad más bien a las fieras, para que se conviertan en sepulcro mío y no
dejen rastro de mi cuerpo; con lo que, después de mi muerte, no seré molesto a
nadie. Cuando el mundo no vea ya mi cuerpo, entonces seré verdadero discípulo de
Jesucristo. Suplicad a Cristo por mí, para que, por estos instrumentos, logre ser
sacrificio para Dios.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Romanos, 3,1-4,2)

695 Deseo del martirio para alcanzar a Jesucristo.- «2. ¡Ojalá goce yo de las fieras que
están para mí destinadas y que hago votos porque se muestren veloces conmigo! Yo
mismo las azuzaré para que me devoren rápidamente, y no como a algunos a quie-
nes, amedrentadas, no osaron tocar. Y si ellas no quieren al que de grado se les
ofrece, yo mismo las forzaré.
3. Perdonadme, hermanos, yo sé lo que me conviene. Ahora empiezo a ser
discípulo. Que ninguna cosa, visible ni invisible, se me oponga, por envidia, a que yo
alcance a Jesucristo. Fuego y cruz, y manadas de fieras, quebrantamiento de mis hue-
sos, descoyuntamiento de miembros, trituraciones de todo mi cuerpo, tormentos
atroces del diablo vengan sobre mí, a condición sólo de que yo alcance a Jesucristo.
VI. De nada me aprovecharán los confines del mundo ni los reinos todos de
este siglo. Para mí, es mejor morir en Jesucristo (Fil 1,23), que ser rey de los términos de
La Cruz, signo fundamental

la tierra. A aquél quiero que murió por nosotros. A aquél quiero que por nosotros
resucitó. Y mi parto es ya inminente.
2. Perdonadme, hermanos: no me impidáis vivir; no os empeñéis en que yo
muera; no entreguéis al mundo a quien no anhela sino ser de Dios; no me tratéis de
engañar con lo terreno. Dejadme contemplar la luz pura. Llegado allí, seré de verdad
hombre.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Romanos, 5,2-6,2)

696 La cárcel dignificada por la paciencia de los mártires.- «¡Feliz cárcel, dignificada por
vuestra paciencia! ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios! ¡Oh
tinieblas más resplandecientes que el mismo sol y más brillantes que la luz de este
mundo, donde han sido edificados los templos de Dios y santificados vuestros
miembros por la confesión del nombre del Señor!
Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro corazón y vuestro espíritu sino
los preceptos divinos y los mandatos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre
os animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se preocupe ahora de la
muerte, sino de la inmortalidad, ni del sufrimiento corporal, sino de la gloria eterna,
ya que está escrito: El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón
quebrantado y humillado tú no lo desprecias (Sal 50,19).» (S. CIPRIANO, Cartas, 6,1-2)

697 Lo que Cristo es seremos los cristianos, si lo imitamos.- «Y para que la prueba no
fuese menos sólida y la confesión de Cristo menos gloriosa, se les somete a
tormentos, cruces y todo género de suplicios. Se les causan dolores, que son los
testimonios de la verdad, para que Cristo, el Hijo de Dios, que es la vida de los
hombres, sea ensalzado no sólo con voces, sino con el testimonio del martirio. A éste,
por tanto, seguimos, tras él marchamos, a éste tenemos por guía del camino, príncipe
de la luz, autor de la salvación, que promete el cielo y el Padre a los que le buscan y
creen en él. Lo que Cristo es seremos los cristianos, si imitásemos a Cristo.» (S. CI-
PRIANO, Los ídolos no son dioses, 15)

698 Nada desea de este mundo quien es superior al mundo.- «Así que sólo hay un
medio de vivir tranquilo y confiado, sólo una firme y sólida seguridad: cuando uno,
apartándose de estas inquietudes y borrascas del siglo, se acoge al amparo de un
puerto favorable, levanta los ojos al cielo desde la tierra y, después de recibir la
gracia de Dios y puesto el corazón en él, se gloría de tener por vil todo lo que, en los
demás, consideran los mundanos grande y elevado. Nada puede ya apetecer, nada
puede desear de este mundo, quien es superior al mundo. ¡Qué defensa tan firme e
inconmovible, qué protección tan celestial llena de imperecederos bienes, el librarse
de los lazos y redes del mundo, purificarse de las heces de acá abajo, para mirar a la
luz de la inmortalidad sin fin! Debería tenerse presente el daño que nos causó
anteriormente la astucia del ataque del enemigo. Nada nos compele más a amar lo
La Cruz, signo fundamental

que hemos de ser, que poder saber y reprobar lo que éramos.» (S. CIPRIANO, A
Donato, 14)

699 Dignidad de los confesores de la fe.- «2. Miramos con gozo de nuestros ojos, y los
besamos y abrazamos con el más santo e insaciable afecto, como después de suspirar
tanto tiempo por ellos, a los confesores, ilustres por la fama de su nombre y gloriosos
por los méritos de su fe y valor. Ahí está la cándida cohorte de soldados de Cristo
que, dispuestos a sufrir la cárcel y armados para arrostrar la muerte, quebrantaron
con su irresistible empuje la violencia arrolladora de los golpes de la persecución.
Rechazasteis con firmeza al mundo, ofrecisteis a Dios magnífico espectáculo y a los
hermanos disteis ejemplo para seguirlo. Las lenguas religiosas, que habían declarado
anteriormente su fe en Jesucristo, le han confesado de nuevo; aquellas manos puras,
que no se habían acostumbrado sino a las obras santas, se han resistido a sacrificar
sacrílegamente; aquellas bocas santificadas con el manjar del cielo han rehusado,
después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre del Señor, mancharse con las
abominables viandas ofrecidas a los ídolos. Vuestras cabezas no se han cubierto con
el velo impío e infame que se extendía sobre las cabezas de los viles sacrificadores;
vuestra frente, sellada con el signo de Dios, no ha podido ser ceñida con la corona
del diablo; se reservó para la diadema del Señor. ¡Oh, con qué afectuoso gozo os
acoge la madre Iglesia al veros volver del combate! ¡Qué dichosa, qué gozosa se
siente de abriros sus puertas, para que entréis como apretada tropa que retorna
después de postrar en tierra al enemigo, trayendo los trofeos! Con los héroes
triunfantes vienen las mujeres que vencieron al siglo a la par que a su sexo. Vienen
juntos las vírgenes con la doble palma de su heroísmo y los niños que sobrepasaron
su edad con su valor. Os sigue luego por los pasos de vuestra gloria el resto de la
muchedumbre de los que se mantuvieron firmes, y os acompaña muy de cerca casi
con las mismas insignias de victoria. También en ellos se da la misma pureza de
corazón, la misma entereza de una fe firme. Ni el destierro que estaba prescrito, ni
los tormentos que les esperaban, ni la pérdida del patrimonio, ni los suplicios
corporales les aterrorizaron, porque estaban arraigados en la raíz inconmovible de
los mandamientos divinos y fortificados con las enseñanzas del Evangelio. Se les
fijaron los días para poner a prueba su fe, pero el que tiene en cuenta que habían
renunciado al mundo desconoce los días del mundo, ni anda calculando los tiempos
de la tierra el que espera de Dios la eternidad.» (S. CIPRIANO, De los apóstatas, 2)

700 El combate cristiano.- «Dichosos, por supuesto, aquellos de entre vosotros que,
siguiendo este camino de gloria, ya salieron de este mundo y, después de recorrido
el camino del valor y de la fe, se presentaron a los abrazos y ósculos del Señor,
gozosos de recibirlos. Pero no es menor la gloria de los que, empeñados en el
combate pero dispuestos a seguir a nuestros gloriosos compañeros, libráis por largo
tiempo la lucha y, firmes e inconmovibles en la fe, dais cada día a Dios el espectáculo
La Cruz, signo fundamental

de vuestras virtudes. Cuanto más prolongada la lucha, más alta vuestra corona; el
combate es único, pero compuesto de gran número de maniobras. Triunfáis del
hambre, menospreciáis la sed, y vuestra robusta energía os hace conculcar la miseria
de la cárcel y los horrores de ese lugar de castigo.» (S. CIPRIANO, Cartas, 37,«a los
presbíteros Moisés y Máximo, y los demás confesores»,3,1)

701 El cristiano perseguido.- «No tiene nadie, hermanos amadísimos, viendo que
nuestros fieles son ahuyentados y dispersados por el miedo de la persecución, por
qué turbarse de que no se reúna la comunidad de los hermanos ni de no oír a los
obispos enseñar. En estas circunstancias no pueden estar juntos todos los que no
pueden dar la muerte, sino más bien es forzoso que sean ellos los matados. En estos
días, donde quiera que se encontrase uno de los hermanos separado de la grey
materialmente, no por el espíritu, no debe impresionarse por el horror de este
destierro ni espantarse, al tener que esconderse, por la soledad del desierto. No está
solo quien tiene a Cristo por compañero en la huída. No está solo quien,
conservando el templo de Dios donde estuviere, no está sin Dios. 2. Y si durante la
huída pereciese a manos de ladrones en el desierto o en el monte, o lo atacase una
fiera, o se viese angustiado por el hambre o la sed, o el frío, o la tempestad, o
borrasca le sumergiese al huir por el mar en precipitada navegación, Cristo está
mirando a su soldado donde quiera que luche, y cuando muere por el honor de su
nombre en la persecución, le paga la recompensa que prometió otorgar en la
resurrección. Y no es la menor gloria del martirio haber perecido, no públicamente y
ante mucha gente, pues que la razón de morir es morir por Cristo; basta para
testimonio de su martirio aquel testigo que prueba a los mártires y los corona.» (S.
CIPRIANO, Cartas, 58,«a los fieles de Thibaris»»,4,1-2)

702 Combate cristiano.- «La trompeta de cada uno se dice córnea, porque con el cuerno
se designa la múltiple ciencia de Cristo y de su cruz. Militando con esta trompeta y
peleando con ella, vencemos a los extranjeros y ponemos en fuga a los enemigos,
aunque su muchedumbre sea como langostas. La muchedumbre de los demonios se
compara a las langostas, para las que no hay asiento ni en el cielo ni en la tierra. Que
en esta guerra nos preceda, pues, la luz de las obras, la virtud de la ciencia, la
predicación de la divina palabra. Luchemos también nosotros cantando y clamando
a Dios con himnos, salmos y cánticos espirituales, para que merezcamos alcanzar la
victoria en Cristo Jesús nuestro Señor. Al que sea la gloria y el imperio por los siglos
de los siglos. Amén.» (ORIGENES, Homilías sobre los Jueces, 6,9)

703 Dios quiere que luchemos y mantengamos el combate.- «Respecto de nosotros,


cuando Dios permite al tentador que nos persiga, dándole poder para ello, somos
perseguidos; mas, cuando Dios no quiere que suframos persecución, gozamos
La Cruz, signo fundamental

maravillosamente de paz aún en medio de un mundo que nos aborrece, y tenemos


buen ánimo, confiados en aquél que dijo: Tened buen ánimo; yo he vencido al mundo (Jn
16,33). Y realmente él venció al mundo y, por ello, el mundo sólo tiene fuerza en la
medida que quiere su vencedor, que recibió del Padre la victoria sobre el mundo, y
por esa victoria nosotros tenemos buen ánimo.
Mas, si Dios quiere que de nuevo luchemos y combatamos por nuestra
religión, acérquense los contrarios, a los que diremos: Todo lo puedo en aquél que me
conforta, Cristo Jesús, Señor nuestro (Fil 4,13).» (ORIGENES, Contra Celso, 8,70)

704 Jesucristo, norma suprema del cristiano.- «Hay tres cosas que manifiestan y
distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De
ellas ocupa el primer lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de ha-
blar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; en este
orden de cosas, al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se
pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre, pues, que nos sentimos
impulsados a obrar, a pensar o a hablar, debemos procurar que todas nuestras
palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del
conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa
alguna que se aparte de esta regla suprema /.../.
Todo aquél que tiene el honor de llevar el nombre de Cristo debe
necesariamente examinar con diligencia sus pensamientos, palabras y obras, y ver si
tienden hacia Cristo o se apartan de él. Este discernimiento puede hacerse de
muchas maneras. Por ejemplo, toda obra, pensamiento o palabra que vayan
mezclados con alguna turbación, de ninguna manera están de acuerdo con Cristo,
sino que llevan la impronta del adversario; el cual se esfuerza en mezclar con las
perlas el cieno de la turbación, con el fin de afear y destruir el brillo de la piedra
preciosa.
Por el contrario, todo aquello que está limpio y libre de toda turbia afección
tiene por objeto al autor y príncipe de la tranquilidad que es Cristo. Él es la fuente
pura e incorrupta, de manera que, el que bebe y recibe de él sus impulsos y afectos
internos, ofrece una semejanza con su principio y origen, como la que tiene el agua
nítida del ánfora con la fuente de la que procede.
En efecto, es la misma y única nitidez la que hay en Cristo y en nuestras
almas. Pero con la diferencia de que Cristo es la fuente de donde nace esta nitidez, y
nosotros la tenemos derivada de la fuente. Es Cristo quien nos comunica el
admirable conocimiento de sí mismo, para que el hombre, tanto en lo íntimo como
en lo externo, se ajuste y adapte, por la moderación y rectitud de vida, a este
conocimiento que proviene del Señor, dejándose ganar y mover por él. En esto
consiste, a mi parecer, la perfección de la vida cristiana: en que, hechos partícipes del
nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con
nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, la virtualidad de
La Cruz, signo fundamental

su nombre.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado sobre el perfecto modelo del


cristiano)

705 Armadura del cristiano.- «El enemigo de nuestra alma tiende muchas trampas ante
nuestros pasos, y la naturaleza humana es, de por sí, demasiado débil para conseguir
la victoria sobre este enemigo. Por ello, el Apóstol quiere que nos revistamos con
armas celestiales: Abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia, dice,
bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz (Ef 6,14). ¿Te das
cuenta de cuántos son los instrumentos de salvación indicados por el Apóstol?
Todos ellos nos ayudan a caminar por una única senda y nos conducen a una sola
meta. Con ellos se avanza fácilmente por aquel camino de vida que lleva al perfecto
cumplimiento de los preceptos divinos. El mismo Apóstol dice también en otro
lugar: Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y
completa nuestra fe, Jesús (Heb 12,1-2).
Por ello es necesario que, quien desprecia las grandezas de este mundo y
renuncia a su gloria vana, renuncie también a su propia vida. Renunciar a la propia
vida significa no buscar nunca la propia voluntad, sino la voluntad de Dios, y hacer
del querer divino la norma única de la propia conducta; significa también renunciar
al deseo de poseer cualquier cosa que no sea necesaria o común. Quien así obra se
encontrará más libre y dispuesto para hacer lo que le mandan los superiores, reali-
zándolo prontamente con alegría y con esperanza, como corresponde a un servidor
de Cristo, redimido para el bien de sus hermanos. Es lo que desea también el Señor
cuando dice: El que quiera ser grande y primero entre vosotros, que sea el último y esclavo
de todos (Mt 20,26-27).
Esta servicialidad hacia los hombres debe ser ciertamente gratuita, y el que se
consagra a ella debe sentirse sometido a todos y servir a los hermanos como si fuera
deudor de cada uno de ellos. En efecto, es conveniente que quienes están al frente de
sus hermanos se esfuercen más que los demás en trabajar por el bien ajeno, se
muestren más sumisos que los súbditos y, a la manera de un buen siervo, gasten su
vida en bien de los demás, pensando que los hermanos, en realidad, son como un
tesoro que pertenece a Dios y que Dios ha colocado bajo su cuidado.» (S. GREGORIO
DE NISA, Tratado de la conducta cristiana)

706 Bienes preparados por Dios para los que le aman.- «Pero aquí mi espíritu entra en
desorden, mi pensamiento en confusión, cuando considero que nosotros caminamos
a las antípodas de todo esto. Estos justos, que habían recibido una promesa de bienes
sensibles, traían cambiado su deseo hacia los bienes inteligibles; nosotros, por el
contrario, que hemos recibido promesa de bienes inteligibles, estamos fascinados por
los bienes materiales y no escuchamos al bienaventurado Pablo que nos dice: Las
cosas que se ven son temporales, y las que no se ven son eternas (2Cor 4,18). Por otra parte
también, para mostrar que tales son asimismo los bienes que Dios ha preparado a
La Cruz, signo fundamental

aquellos que le aman, el Apóstol los designa así: bienes que ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni en el corazón del hombre entró. Y nosotros, después de todo esto, anhelamos todavía
los bienes presentes, quiero decir, la fortuna, la gloria de la vida presente, la molicie,
los honores que vienen de los hombres. Es esto, efectivamente, lo que parece
iluminar la vida. He dicho parece, porque en realidad esto no se diferencia en nada
de una sombra, de un sueño.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ocho Catequesis Bautis-
males, 8,11)

707 Pedagogía Cristiana.- «La más excelente pedagogía no consiste en permitir que
primero nos domine la maldad y buscar luego la manera de desterrarla de nosotros;
sino en poner todo nuestro esfuerzo y cuidado para hacernos inatacables a ella.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Contra los impugnadores de la vida monástica, 3,18)

708 Los que son injuriados por causa de Dios.- «Y lo echaron fuera. Jesús oyó que lo habían
echado fuera y, cuando lo encontró, le dijo: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? (Jn 9,34-35).
Los que sufren persecución o desprecio por la verdad y por confesar a Cristo,
son honrados grandemente por Dios. Así como también, el que por Dios pierde sus
riquezas, las encuentra mayores; y el que odia su vida la encuentra, y el que padece
injurias es honrado más y mejor. Lo que sucedió al ciego. Los judíos lo expulsaron
del templo y él encontró al Señor del templo. Libre de su aprobación pestífera,
encontró una fuente saludable; fue deshonrado por aquellos que deshonraban a
Cristo y fue honrado por el Señor de los ángeles. Éstos son los premios de la verdad.
Así también nosotros, si aquí perdemos las riquezas, encontraremos allí su
confianza; si aquí socorremos a los desgraciados, descansaremos en el cielo; si somos
injuriados por Dios, aquí y allí conseguiremos el honor.» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Homilías sobre el Evangelio de S. Juan, 59,1)

709 Diversas clases de martirio.- «Como hay muchas clases de persecución, así también
hay muchas clases de martirio. Cada día eres testigo de Cristo.
Te tienta el espíritu de fornicación, pero movido por el temor del futuro juicio
de Cristo conservas incontaminada la castidad de la mente y del cuerpo; eres mártir
de Cristo. Te tienta el espíritu de avaricia y te impele a apoderarte de los bienes del
más débil, o a violar los derechos de una viuda indefensa; mas, por la contemplación
de los preceptos celestiales, juzgas preferible dar ayuda que inferir injuria: eres
testigo de Cristo. Tales son los testigos que quiere Cristo, según lo que está escrito:
Defended al huérfano, proteged a la viuda; entonces, venid y litiguemos -dice el Señor-. Te
tienta el espíritu de soberbia; pero, viendo al pobre y desvalido, te compadeces de
ellos, prefiriendo la humildad a la arrogancia; eres testigo de Cristo. Has dado el
testimonio, no sólo de tus palabras, sino de tus obras que es lo que más cuenta.» (S.
AMBROSIO, Comentario sobre los Salmos, 118,20,47)
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710 El poder de Dios está con los atacados por la serpiente.- «65. ¿Ves cómo San Pablo
se ríe de él? Pone la mano en su agujero, como el niño de que habla el profeta, y la
serpiente no le hace mal alguno (Is 11,8). Le hace salir de su escondrijo. De su veneno
hace un antídoto espiritual; de manera que el veneno se convierte en remedio. Es un
veneno para la ruina de la carne, que se convierte en remedio para la salud del
espíritu.
66. ¡Que la serpiente muerda mi tierra, que ponga sus dientes en mi carne,
que hiera mi cuerpo! Diga de mí el Señor: Te lo entrego a tu disposición, salvo que le
guardes la vida (Job 2,6). Grande es el poder de Cristo para que la guarda del hombre
sea impuesta al mismo diablo, que quiere siempre hacer daño. Acudamos siempre al
favor del Señor Jesús. Bajo el mandato de Cristo, hasta el diablo viene a ser el
protector de su presa; aunque a la fuerza, se hace dócil a los mandatos del cielo y,
siendo cruel, se somete a las órdenes llenas de mansedumbre.
67. Mas ¿para qué hacer el elogio de su actuación? Él es siempre malo para
que Dios nunca deje de ser bueno; él cambia la malicia suya en gracia para nosotros.
El deseo del diablo es dañar, pero no está en su poder hacerlo, si Cristo se opone a
ello. Él devora la tierra, pero guarda el espíritu. Por eso está escrito: Lobo y cordero
pastarán juntos, y el león comerá forraje con el buey; en cuanto a la serpiente, el polvo será su
alimento; no se obrará con maldad ni se causará daño en todo mi monte santo, dice el Señor
(Is 65,25). Tal es la sentencia pronunciada contra la serpiente en el momento de su
maldición: La tierra será tu alimento (Gén 3,14). ¿Qué tierra? Evidentemente, aquella
de la que se dijo: Tú eres tierra y en tierra te convertirás (Gén 3,19).» (S. AMBROSIO,
Tratado de la Penitencia, 1,13,65-67)

711 Necesidad de la gracia para vencer al enemigo.- «Mirad, yo os aplastaré en el suelo


como un carro lleno de gavillas. El veloz no encontrará huida, el fuerte no conservará su
fuerza, el soldado no salvará la vida. El arquero no se mantendrá en pie, el hombre ágil no se
escapará, el jinete no salvará la vida. Oráculo del Señor (Am 2,13-16).
/.../. Sigue: y el fuerte no conservará su fuerza, no porque sea fuerte, sino porque
se jacta de ser fuerte. O porque confía en su fortaleza y no en la misericordia de Dios,
según aquello que está escrito: Echaré a perder la sabiduría de los sabios y anularé la
inteligencia de los inteligentes (1Cor 1,19); no porque pueda fallar la verdadera
sabiduría y ser reprobada la inteligencia de la verdad, sino porque perece la
inteligencia de aquellos que se tienen por sabios y confían en su erudición. El
robusto también, y el luchador, que no salvará su vida, es el que carece en absoluto
de la sabiduría del Apóstol, teniendo el escudo, pero no de la fe; ceñidos sus lomos,
pero no por la verdad; vistiendo la loriga, mas no la de la justicia; llevando su
espada, pero no la de la salvación (Ef 6,13-17). El que lucha de esta manera no
santifica la guerra, ni puede hacer las batallas de Dios, peleando por la mentira
contra la verdad. Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para el combate, mis
La Cruz, signo fundamental

dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar (Sal 143,1-2).» (S. JERONIMO, Comentario
sobre el profeta Amós)

712 Buscar el bien y rechazar el mal.- «Buscad el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con
vosotros el Señor, Dios de las huestes, como deseáis. Odiad el mal, amad el bien, defended la
justicia en el tribunal. Quizá se apiade el Señor, Dios de las huestes, de los supervivientes de
José (Am 5,14-15).
/.../. Y cuando busquéis el bien y evitéis el mal, entonces viviréis en aquél
que dice: Yo soy la vida (Jn 14,6). Rechaza el mal el que huye de él; de lo que está
escrito: El mundo entero yace en el maligno (1Jn 5,19), y decimos en la Oración
Dominical: Líbranos del mal (Mt 6,13). Y cuando busquéis el bien, dice, y no el mal y
viváis, entonces estará con vosotros el Señor de los ejércitos, como habíais dicho que
estaba con vosotros, porque erais hijos de Abraham.
No basta con buscar el bien y no buscar el mal, sino que tengáis piedad y seáis
honrados en ambas cosas, de manera que primero odiéis el mal y después améis el
bien. Odia el mal aquél que no sólo no se deja vencer por el placer, sino el que
detesta las obras del placer; y ama el bien el que hace lo que es bueno no a la fuerza,
o por necesidad o temor de la ley, sino precisamente porque es bueno, para tener
como premio su propia conciencia y el amor que tiene hacia el bien. Por eso dice el
Apóstol: Dios ama al que da con alegría (2Cor 9,7). No toda limosna agrada a Dios, sino
la que se hace con alegría.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Amós)

713 Impotencia del diablo frente al cristiano fiel.- «Habitarán tranquilos porque se
mostrará grande hasta los confines de la tierra, y ésta será nuestra paz (Miq 5,3).
Cuando venga el diablo /.../ a la tierra y a la región de los creyentes y de
aquellos que apacienta el Señor en la fortaleza y sublimidad del nombre del Señor,
su Dios, y los pisotee con sus tribulaciones de toda clase, y suba y oprima las casas
de nuestras almas, esto es, los cuerpos, y sin embargo nada nos separará de la caridad de
Cristo (Rom 8,35). Entonces la paz de Cristo, es decir, el mismo Cristo estará con
nosotros y se dirá del santo: Nada podrá el enemigo en él (Sal 88,23).» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el profeta Miqueas)

714 La caridad, cumplimiento de la ley.- «... la carne tiene tendencias contrarias al espíritu, y
el espíritu contrarias a la carne, pues son antagónicos, para que no hagáis lo que quisierais
(Gál 5,17).
Hermanos, de la servidumbre de la ley habéis sido llamados a la libertad del
Evangelio. Pero os advierto que no abuséis de la libertad como si fuera licencia; de
manera que penséis que os aprovechan todas las cosas que son libres, y deis ocasión
a la carne y a la lujuria. Por el contrario, aprended que esta libertad es un mayor
servicio, de manera que la ley que obligaba antes a la obediencia por el temor, ahora
La Cruz, signo fundamental

os sirváis mutuamente por caridad. Porque todo aquel peso de la ley y la multitud
de sus preceptos, no tanto han sido excluidos por la gracia del Evangelio, cuanto
abreviados con una sola palabra: caridad. Que amemos al prójimo como a nosotros
mismos (Mt 22,39). El que ama al prójimo cumple toda la ley (Rom 13,8), dándole
todos los bienes y no causándole mal alguno. Mas, si falta el amor y no hay caridad,
por la que se cumple toda la ley, habrá un latrocinio público entre los hombres; de
manera que, situados unos contra los otros y mordiéndose, se destrocen
mutuamente. Mas vosotros, hermanos, por eso debéis seguir la ley espiritual, de
manera que no hagáis los deseos de la carne.» (S. JERONIMO, Comentario sobre la
Carta a los Gálatas)

715 Armadura cristiana.- «Vestíos la armadura de Dios, para que podáis resistir las
estratagemas del diablo (Ef 6,11).
De todo lo que leemos aquí, todo lo que en las Escrituras se dice del Señor
Salvador, se comprueba plenamente que, por las armaduras de que se nos manda
estar vestidos, se entiende el Salvador. Y que es lo mismo decir: Vestíos del Señor Jesu-
cristo (Rom 13,14). Si el cíngulo es la verdad y la loriga la justicia, el Salvador se
denomina verdad y justicia (Jn 14,6; 1Cor 1,30); entonces no hay duda: él es el
cíngulo y la loriga. Así, según esto, él será la preparación del Evangelio de la paz y el
escudo de la fe, y el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de
Dios (Ef 6,14-17), y la palabra viva, eficaz y aguda más que toda espada de dos filos
(Heb 4,12). ¿Qué otras armas de Dios podemos pensar, con las que haya de ir vestido
el que tiene que luchar contra las asechanzas del diablo, excepto el poder que es
Cristo?
El que así vaya vestido, según se ha dicho, será poderoso para rechazar todos
los ataques del diablo; y, según lo dicho, si va vestido con la verdad, no es fácil que
sea arrastrado a los dogmas de la falsedad. Si está vestido con la loriga de la justicia,
no podrá ser herido con las flechas de la iniquidad. Y estando calzado bellamente en
la preparación del Evangelio de la paz, /.../ no hará nada guerrero ni tumultuoso, ni
se condenará con los que no están preparados. Tampoco la infidelidad, enemiga de
la fe, donde esté el escudo de la fe, podrá nada. La cabeza y el corazón, y el alma, en
donde tienen asiento todos los sentidos, rodeada del yelmo, no se estremecerá /.../.»
(SAN JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Efesios)

716 Victoria de la verdad.- «Por lo demás, nuestra armadura es Cristo y la instrucción


del Apóstol, que escribe a los Efesios: Revestíos de la panoplia de Dios, para que podáis
resistir el día malo (Ef 6,13). Y otra vez: Manteneos firmes, ceñidos vuestros lomos de la
verdad, vestidos de la loriga de la justicia, y calzados vuestros pies, prontos para la predica-
ción del Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, en que podáis
apagar todos los dardos encendidos del maligno. Calaos el yelmo de la salud y empuñad la es-
pada del espíritu, que es la palabra de Dios (Ef 6,14-17). Armado en otro tiempo de estos
La Cruz, signo fundamental

dardos, salió el rey David al combate, tomó del torrente cinco guijarros pulidos, con
los que daba a entender que, entre los torbellinos del siglo presente, nada había ás-
pero ni manchado en sus sentidos; bebió del torrente en el camino, y así, alzando su
cabeza, pudo decapitar con su propia espada al gigantón Goliat; hirió al blasfemo en
la frente, en aquella parte del cuerpo en que también Osías, que por presunción,
usurpó el sacerdocio, fue herido de la lepra, y el santo se gloría en el Señor, diciendo:
Sellada está, Señor, sobre nosotros la lumbre de tu rostro (Sal 4,7). Así, digamos también
nosotros: Pronto mi corazón está, Dios mío, pronto mi corazón; cantaré y salmodiaré en mi
gloria. Levántate, salterio y cítara: yo me levantaré al romper el día (Sal 56,8-9; 107,2-3). Así
podrá cumplirse en nosotros: Abre tu boca y yo la henchiré (Sal 80,11). Y el Señor dará su
palabra a los que llevan las buenas noticias con gran fuerza (Sal 67,12).
Tampoco dudo de que tú también pides a Dios que, en nuestra controversia,
triunfe la verdad. Y es así que no buscas tu gloria, sino la de Cristo. Y si tú vences,
también yo venceré al reconocer mi error. Y, por el contrario, si yo venzo, tu triunfas,
pues no atesoran los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. En el libro
de los Paralipómenos leemos que los hijos de Israel salieron a pelear con espíritu
pacífico (1Cro 12,17-18); entre las espadas mismas, entre la sangre derramada y los
cadáveres tendidos, no pensaban en su victoria, sino en la victoria de la paz. Vamos,
pues, a responder a todo y, si Cristo nos hace tanta gracia, con breves palabras
resolveremos múltiples cuestiones. Paso por alto tus saludos y comedimientos, con
que me untas la cabeza; nada digo de las caricias, con que te esfuerzas en consolarme
por tu reprensión. Vamos al grano.» (S. JERONIMO, Cartas, 112,«a Agustín»)

717 Victoria de la verdad.- «Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Si Cristo es la
verdad, quien padece por la verdad padece por Cristo y es legítimamente coronado.
Nadie, por tanto, se excuse; todos los tiempos son de martirio. Ni se diga que los
cristianos no sufren persecución; no puede fallar la sentencia del Apóstol, por ser
verdadera; Cristo habló en él, no mintió; dice pues: Todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución (2Tim 3,12). Todos, dice, a nadie
excluyó. Si quieres probar ser cierto este dicho, empieza tú a vivir piadosamente y
verás cuánta razón tuvo para decirlo.» (S. AGUSTIN, Sermones, 6 (Caillau))

718 Dos cosas hacen angosto el camino de los cristianos.- «Dos son las cosas que hacen
angosto el camino de los cristianos: rechazar el placer y tolerar el sufrimiento. Seas
quien seas tú que luchas, vencerás si consigues vencer lo que te agrada y lo que te
atemoriza. Algo que te agrada y algo que te atemoriza. Se trata de la gloria de los
mártires. Es cosa fácil celebrar las solemnidades de los mártires; lo difícil es imitar
sus martirios.» (S. AGUSTIN, Sermones, 333A,1)
La Cruz, signo fundamental

719 Toda tentación, lucha entre dos amores.- «En esta vida, toda tentación es una lucha
entre dos amores: el amor del mundo y el amor de Dios; el que vence de los dos
atrae hacia sí, como por gravedad, a su amante. A Dios llegamos con el afecto, no
con alas o con los pies. Y, al contrario, nos atan a la tierra los afectos contrarios, no
nudos o cadena alguna temporal. Cristo vino a transformar el amor y hacer, de un
amante de la tierra, un amante de la vida celestial.» (S. AGUSTIN, Sermones, 344,1)

720 Llorar por la verdad.- «Las demás cosas de esta vida tanto menos se han de llorar
cuanto más se las llora, y tanto más se han de llorar cuanto menos se las llora.» (S.
AGUSTIN, Las Confesiones, 10,1,1)

721 Dios saca bienes de los males.- «No penséis que los malos se encuentran al azar en
este mundo y que Dios no saca de ellos algún bien. El malo, o vive para corregirse, o
vive para que, por él, sea ejercitado el bueno. ¡Ojalá que quienes ahora ejercitan se
conviertan y sean ejercitados con nosotros! Sin embargo, mientras son tales que
ejercitan, no los odiemos, porque ignoramos quién de ellos ha de perseverar hasta el
fin en su maldad.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 54,4)

722 Ante la felicidad hay que vigilarse.- «Muchos temen las cosas adversas, pero no
temen las prósperas. Más peligrosa es para el ánimo una cosa próspera que para el
cuerpo una cosa adversa. La prosperidad debilita primeramente, a fin de que la ad-
versidad encuentre a punto lo que ha de quebrar. Hermanos míos, ante la felicidad
ha de vigilarse con más cautela.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal
50,4)

723 Necesidad de la gracia para triunfar de nosotros mismos.- «Para gobernar esta vida
temporal de forma que se llegue a la eterna, sé que hay que refrenar las
concupiscencias carnales. Sé que sólo hay que ceder a las delectaciones de los
sentidos carnales cuanto baste para sustentar y alimentar esta vida. Sé igualmente
que hay que tolerar con paciencia y fortaleza, por la verdad de Dios y por la
salvación nuestra y del prójimo, todas las molestias pasajeras. Sé además que, para
esto, hay que ocuparse del prójimo con toda solicitud y caridad, para que administre
esta vida con miras a la eterna. Sé, finalmente, que hemos de anteponer lo espiritual
a lo carnal, lo inmutable a lo caduco y que, tanto o más o menos puede lograrlo el
hombre, cuanto más o menos ayudado se sienta por la gracia de Dios, por Jesucristo
nuestro Señor.» (S. AGUSTIN, Cartas, 95,«a Paulino y Terasia»,6)
La Cruz, signo fundamental

724 El orgullo se desarrolla a expensas de las buenas obras.- «Mas Dios -dicen ellos- todo
lo puede sanar. Ciertamente, él todo lo endereza a sanar las cosas; mas obra según su
propio consejo y no recibe del enfermo el diagnóstico de la curación. Así, el Señor
quería, sin duda, dar una sólida firmeza al apóstol San Pablo y, sin embargo, díjole
que la virtud se perfecciona en la flaqueza (2Cor 12,7-9). Y, a pesar de la insistencia de
las plegarias, no le quitó no sé qué aguijón de la carne, que confiesa habérsele dado,
para que no se envaneciese con la magnitud de sus revelaciones. Porque los demás
vicios prevalecen en la maldad; pero el orgullo se desarrolla a expensas de las
buenas obras.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia, 27,31)

725 La fuerza del demonio, destruida por efecto de la libertad interior.- «La fuerza de
los demonios disminuye, cuando la práctica de los mandamientos debilita en
nosotros las pasiones; es destruida cuando, por efecto de la libertad interior, estas
pasiones desaparecen al fin del alma. Porque ellos no encuentran más en ella las
complicidades que sirven de base a sus ataques. He aquí el sentido del verso: Ellos
perdieron su fuerza y cayeron ante su rostro (Sal 9,4).» (S. MAXIMO CONFESOR,
Centurias sobre la Caridad, 2,22)

726 Cinco razones por las que Dios permite las tentaciones.- «Cinco razones se
distinguen, por las que Dios permite a los demonios tentarnos: 1) para que ataques y
contra ataques nos lleven al discernimiento del bien y del mal; 2) para que nuestra
virtud, mantenida en el esfuerzo y en la lucha, se afirme; 3) para que, avanzando en
la virtud, evitemos la presunción y apreciemos la humildad; 4) para inspirarnos, con
la experiencia que tenemos, un aborrecimiento sin reserva al mal; 5) y, sobre todo,
para que, llegados a la libertad interior, quedemos convencidos de nuestra debilidad
y de la fuerza de aquél que nos ha socorrido.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias
sobre la Caridad, 2,67)

727 Cómo llegar a la perfección cristiana.- «15. Los movimientos del alma son
razonables, cuando la parte concupiscible está gobernada por la temperancia;
cuando la irascible se centra en la caridad, apartándose del rencor. Cuando la razón
permanece junto a Dios por la oración y la contemplación espiritual.
16. No posee aún la caridad perfecta, ni el conocimiento profundo de la
providencia divina, aquél que, en el momento de la prueba, se aparta de la caridad
para con sus hermanos.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias sobre la Caridad,
4,15-16)

728 Lucha contra la vanagloria.- «Duro combate que libra de la vanagloria. Uno se libra
de ella por la práctica oculta de las virtudes y una oración más frecuente. El signo de
La Cruz, signo fundamental

su liberación es no guardar rencor a quien ha dicho o dice mal de vosotros.» (S.


MAXIMO CONFESOR, Centurias sobre la Caridad, 4,43)

729 Astucia del tentador.- «Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano
mayor... (Job 1,13-15).
Hemos de notar aquí que hay tiempos convenientes para las tentaciones.
Entonces eligió el diablo tiempo para tentar, cuando supo que los hijos del santo Job
estaban en el convite; porque el enemigo mira, no sólo lo que hace, sino cuándo lo
hace; porque, aunque recibió poder para ello, eligió el tiempo más propicio para
destruir, para que se nos manifestase por disposición de Dios que la alegría de la
hartura es mensajera de la tribulación.
Debemos también considerar qué astutamente se anuncian los males; pues no
se nos dice: los bueyes fueron tomados por los sabeos, sino que estaban arando y se
los llevaron, porque, haciendo mención del fruto de la obra, creciese el dolor. Y por
esto, en la versión griega, no sólo se dice que robaron las burras, sino que estaban
preñadas; porque si la pérdida de los animales pequeños no afligía su alma, a lo
menos por la preñez de ellas recibiese alguna pena. Y porque tanto más las
adversidades hieren el alma, cuanto más súbitamente las sabemos, siendo muchas;
acrecentó el enemigo la medida de los gemidos con las nuevas de los mensajeros.»
(S. GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 2,22)

730 Dios, «formador de la luz y creador de las tinieblas».- «Hablado has como una mujer
necia. Si recibimos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? (Job 2,10).
/.../. Los bienes, conviene a saber, son los dones de Dios temporales o
eternos; y llamamos males a las presentes persecuciones, de las cuales dice Dios por
el profeta: Yo soy Dios y no hay otro; formador de la luz y creador de las tinieblas, hacedor
de la paz y creador de los males (Is 45,7).
No se entiende que el Señor crea los males, los cuales, por naturaleza no
tienen ser; mas muestra que el Señor crea los males, cuando por las cosas
naturalmente buenas nos castiga cuando obramos mal. Y así, las mismas cosas son
buenas por su naturaleza, y son malas por el dolor con que nos hieren cuando
pecamos /.../. Por lo cual se dice bien que Dios es formador de la luz y creador de
las tinieblas; porque, cuando por las persecuciones se crean de fuera tinieblas de
dolor, dentro, por la doctrina del castigo, se enciende la luz del alma. Y dícese
también: Hacedor de la paz y creador de los males, porque entonces se vuelve a nosotros
la paz con Dios, cuando las cosas, que de su naturaleza son buenas y de nosotros no
rectamente codiciadas, se nos vuelven en castigos, que nosotros llamamos males. Y
pues que por la culpa estuvimos discordes con Dios, cosa justa es que, por los
castigos, volvamos a estar en paz con él.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados
morales sobre el libro de Job, 3,15)
La Cruz, signo fundamental

XXVI. La Cruz, signo fundamentalError! Reference source not


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«Y como Moisés puso en alto la serpiente en el desierto, así es necesario


que sea puesto en alto el Hijo del hombre, para que todo el que cree en
él alcance la vida eterna» (Jn 3,14-15).

«Y llamando a la turba junto con sus discípulos, díjoles: Si alguno


quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome a cuestas su cruz
y sígame» (Mc 8,34).

«Y como le hubieran sacado, echando mano de un tal Simón de Cirene,


que venía del campo, le pusieron en los hombros la cruz, para que la
llevara detrás de Jesús» (Lc 23,26).

«Y yo, cuando fuere levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn
12,32).
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defined.731 La cruz puesta sabiamente como escudo.- «Procura, en todo tiempo,
signarte en la frente, porque la cruz es el signo de la pasión, conocido y aprobado
contra el diablo, si es que tienes fe y no porque te vean los hombres; puesta
sabiamente como un escudo. El adversario, viendo la fuerza que proviene del
corazón, apenas el hombre manifiesta en lo exterior su semblanza espiritual, huye.
De ello es figura aquél cordero inmolado, con cuya sangre ordenó Moisés
rociar el umbral y las dos jambas de las puertas de los hijos de Israel. Nuestra fe es la
misma, manifestada en el cordero. Nosotros, haciendo la cruz sobre la frente y en los
ojos con la mano, espantamos a aquél que trata de exterminarnos.» (S. HIPOLITO,
La Tradición Apostólica)

732 Jesucristo, con sus brazos en la cruz, abrazó al mundo.- «Extendió sus brazos en la
cruz y abrazó al mundo, para mostrar ya entonces que el gran pueblo congregado
desde la salida del sol hasta su ocaso, de todas las lenguas y pueblos, vendría a
congregarse bajo sus alas, para recibir en sus frentes aquella señal máxima y sublime.
De lo cual, los mismos judíos siguen mostrando la figura, cuando señalan sus
puertas con la sangre del cordero. Porque cuando Dios iba a dar muerte a los
primogénitos de los egipcios y librar a los hijos de los hebreos de aquella plaga,
mandó a éstos que inmolaran un cordero sin mancha y señalaran con la sangre las
jambas y el dintel de sus puertas. Así, muriendo en una noche todos los
primogénitos de Egipto, los de los judíos fueron librados con la sangre del cordero;
no porque la sangre del animal tuviese de suyo virtud de salvar los hombres, sino
porque era imagen de lo por venir. Cristo fue el Cordero sin mancha, es decir,
inocente, puro y santo que, inmolado por los mismos judíos, es la salvación de
cuantos /.../ llevan en su frente el signo de la cruz, en la que derramó su sangre.»
(LACTANCIO, Instituciones Divinas, 4,27)

733 Necesidad de la predicación.- «Pero hay que añadir a todo esto que, según el
beneplácito del Logos mismo, va mucha diferencia entre aceptar nuestros dogmas
por razón y sabiduría, o por desnuda fe; esto sólo por accidente lo quiso el Logos, a
fin de no dejar de todo punto desamparados a los hombres, como lo pone de
manifiesto San Pablo, discípulo genuino de Jesús, diciendo: Ya que el mundo no
conoció, por la sabiduría, a Dios en la sabiduría de Dios, plúgole a Dios salvar a los creyentes
por la necedad de la predicación (1Cor 1,21). Por aquí se pone evidentemente de
manifiesto que debiera haberse conocido a Dios por la sabiduría de Dios; mas, como
no sucedió así, plúgole a Dios, como segundo remedio, salvar a los creyentes, no
Misterio Pascual

simplemente por medio de la necedad, sino por la necedad, en cuanto tiene por
objeto la predicación. Se ve, efectivamente, al punto, que predicar a Jesús como
Mesías crucificado es la necedad de la predicación, como se dio bien de ello cuenta
San Pablo, cuando dijo: Nosotros, empero, predicamos a Jesús, Mesías crucificado,
escándalo para los judíos y necedad para los griegos; mas, para los llamados mismos, judíos y
griegos, el Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1Cor 1,23).» (ORIGENES, Contra
Celso, 1,13)

734 Mirar la Cruz.- «Lo más importante de todo lo que creemos los cristianos es mirar
con fe firme y recta la pasión de aquél que padeció por nosotros; la cruz fue su
pasión. Por eso, como enseña la historia, al que mira a la cruz no puede dañarle el
veneno de las concupiscencias. Mirar la cruz no es otra cosa que mostrarnos muertos
y crucificados para este mundo, fijos en la virtud, inmovilizados para pecar,
clavando nuestra carne, como dice el Salmista, con el clavo del temor de Dios (Sal
118,120). El clavo que tiene sujeta esta carne es la continencia /.../. También para los
fieles se dan con frecuencia los mordiscos de la concupiscencia, que son rechazados
al mirar al que está levantado en alto, contrarrestando la fuerza del veneno, como un
antídoto, con el temor del precepto.
Y que el misterio de la cruz se anunció en figura con la serpiente levantada en
un palo, nos lo enseña claramente la Verdad cuando dijo: Y, del mismo modo que
Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, así tendrá que ser levantado en alto el Hijo
del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna (Jn 3,14-15).» (S. GREGORIO
DE NISA, Libro de la Vida de Moisés)

735 La cruz es el máximo motivo de gloria para la Iglesia.- «Cualquier acción de Cristo
es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la
cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que también sabía de ello: Lo que es a mí, Dios
me libre de gloriarme, si no es en la cruz de Jesucristo (Gál 6,14).
Fue ciertamente digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento
recobrara la vista en Siloé, pero ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo?
Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de
muerto; pero este beneficio le afectó a él únicamente, pues ¿en qué benefició a los
que en todo el mundo estaban muertos por el pecado? Fue cosa admirable el que
cinco panes, como una fuente inextinguible, bastaran para alimentar a cinco mil
hombres; pero ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban
atormentados por el hambre de la ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera
librada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la enfermedad desde hacía
dieciocho años; pero ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estamos ligados con las
cadenas de nuestros pecados?
Misterio Pascual

En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera


del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los
hombres.» (S. CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, 13,«a los iluminados»,1)

736 El mensaje de la cruz es salvación para nosotros.- «No nos avergoncemos de la cruz
del Salvador, antes bien gloriémonos en ella, porque el mensaje de la cruz es
escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, mas para nosotros, salvación. Y,
ciertamente, para aquellos que están en vías de perdición, es necedad; mas para
nosotros, que estamos en camino de salvación, es fuerza de Dios. Porque el que
moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios hecho hombre.
Y así como, en otro tiempo, aquel cordero que mandó matar Moisés apartaba
al ángel exterminador, así el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, nos
libra, con mucha mayor eficacia, del pecado. Y si la sangre de una oveja, que es un
animal irracional, podía traer la salvación, ¿cuánto más salvadora no será la sangre
del Unigénito?
Si alguno no cree en la virtud de Cristo crucificado, pregunte a los demonios
y, si no les covencen las palabras, que mire a los hechos. Muchos han sido los
crucificados en el mundo, pero a ninguno de ellos temen los demonios; en cambio,
solamente con ver la cruz de nuestro Salvador, los demonios se echan a temblar;
porque aquellos murieron por sus propios pecados, mas él, por los de los demás.» (S.
CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, 13,«a los iluminados»,3)

737 La cruz, símbolo de nuestra libertad y de la bondad del Señor.- «Que nadie, pues,
se avergüence de los símbolos sagrados de nuestra salvación, de la suma de todos
los bienes, de aquello a que debemos la vida y el ser; llévenos más bien por todas
partes, como una corona, la cruz de Cristo. Todo, en efecto, se consuma entre
nosotros por la cruz. Cuando hemos de regenerarnos, allí está presente la cruz;
cuando nos alimentamos de la mística comida, cuando se nos consagra ministros del
altar, cuando quiera se cumple otro misterio alguno, allí está siempre este símbolo de
victoria. De ahí el fervor con que lo inscribimos y dibujamos sobre nuestras casas,
sobre las paredes, sobre las ventanas, sobre nuestra frente y sobre el corazón. Porque
éste es el signo de nuestra salvación, el signo de la libertad del género humano, el
signo de la bondad del Señor para con nosotros.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías
sobre el Evangelio de S. Mateo, 54,4)

738 Triunfo de la predicación cristiana de la cruz.- «Desde el momento que el


predicador era un hombre sin cultura, pobre, oscuro; que su mensaje no era
atractivo, sino que provocaba el escándalo; que los que la escuchaban eran pobres,
sin crédito ni consideración alguna; que había dificultades ininterrumpidas y
continuas lo mismo para los doctores que para los discípulos y, sobre todo, que el
Misterio Pascual

que se anunciaba era un crucificado, ¿cuál es la causa de su triunfo? ¿No es evidente


que allí había un poder divino, inefable? Es evidente para todo hombre.
En efecto, si tú ves unirse los valores opuestos: la riqueza, la nobleza del
origen, los sabios, el talento oratorio, la seguridad, el culto religioso practicado
durante tanto tiempo y la represión inmediata de lo nuevo, y que estos hombres que
vienen del campo, incultos y pobres, consiguen la victoria, ¿cuál es la razón? dime.
Es exactamente como si un rey, preparado su ejército bien equipado y dando una
batalla ordenada, no hubiera podido triunfar de los bárbaros, y mientras un pobre
hombre, solo y sin armas, sin tener siquiera un venablo ni vestido sobre su cuerpo,
consigue apenas llegado lo que otros no habían podido hacer con las armas y todo su
aparejo militar.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre las alabanzas de Pablo, 4)

739 Triunfo de la predicación cristiana de la cruz.- «Hoy, nuestro Señor Jesucristo en la


cruz. Nosotros hacemos fiesta para que tú aprendas que la cruz es la fiesta y la
solemnidad espiritual.
Anteriormente la cruz era el castigo, la condenación, pero se ha hecho
honorable; primero símbolo de condenación, ahora causa de salvación. Ella se ha
convertido para nosotros en causa de innumerables bienes: nos ha librado del error,
iluminó a los que estaban en tinieblas, reconcilió con Dios a los que eran prisioneros,
a los extraños los hizo domésticos, a los que estaban alejados los acercó. Ésta es la
destrucción de enemistad, la defensa de la paz, el tesoro de innumerables bienes.
Gracias a ella, no estamos errantes por los desiertos, conocemos el camino
verdadero, no caminamos fuera del camino real, encontramos la puerta, no tememos
las flechas ardientes del diablo, puesto que hemos encontrado la fuente. Gracias a la
cruz, no vivimos en viudedad, porque hemos recibido al Esposo; no tememos al
lobo, porque tenemos con nosotros al Buen Pastor. Yo soy el buen Pastor, dice (Jn
10,11). Por ella ya no tememos al tirano, estamos con el Rey. Por eso hacemos fiesta,
celebrando el recuerdo de la cruz.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz
y el ladrón, 1)

740 Admirables beneficios de la cruz.- «Estos son los admirables beneficios de la cruz
en favor nuestro: la cruz es el trofeo erigido contra los demonios, la espada contra el
pecado, la espada con la que Cristo atravesó a la serpiente; la cruz es la voluntad, la
gloria de su Hijo único, el júbilo del Espíritu Santo, el ornato de los ángeles, la
seguridad de la Iglesia, el motivo de gloriarse de Pablo, la protección de los santos,
la luz de todo el orbe.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilía sobre el cementerio y la
Cruz, 2)
Misterio Pascual

741 La cruz, poder y sabiduría para nosotros los creyentes.- «Yo, por mi parte, hermanos, si
todavía predico la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? ¡Habría desaparecido el es-
cándalo de la cruz! (Gál 5,11).
El que la cruz sea escándalo para los judíos, locura para los gentiles (1Cor 1,23) el
mismo Señor nuestro lo manifiesta, que se dice piedra de traspiés y peña de tropiezo (1Pe
2,8), por ninguna otra razón, pienso, sino porque la predicación, cuando llega a los
oyentes con velas desplegadas, y cuando llega a ser cruz, choca y de ninguna forma
sigue adelante su curso libre. Pero esta cruz, que es escándalo para los judíos y locura
para los gentiles, para nosotros creyentes, es poder y sabiduría (1Cor 1,24). De manera
que lo que se decía necedad, lo necio de Dios, se hiciera sabio para los hombres, y
por aquello que se decía enfermedad y escándalo, lo enfermo de Dios se hiciera más
fuerte que los hombres.» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Gálatas,
5,11)

742 Por la cruz, «el mundo crucificado para mí y yo para el mundo».- «En cuanto a mí,
que no se me ocurra poner el orgullo sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la que el
mundo está crucificado para mí y yo para el mundo (Gál 6,14).
Sólo puede gloriarse en la cruz de nuestro Señor Jesucristo el que la toma y
sigue al Salvador (Lc 9,23), el que crucificó su carne, con sus vicios y concupiscencias
(Gál 5,24), el que ha muerto para el mundo y no contempla las cosas que se ven, sino
las que no se ven (2Cor 4,18); el que ve el mundo crucificado y su figura que pasa
(1Cor 7,31). Aquel mundo está crucificado para el justo, del que dice el Salvador: Yo
he vencido al mundo (Jn 16,33) y No queráis amar al mundo (1Jn 2,15), y No habéis recibido
el espíritu del mundo (1Cor 2,12). Para quien está crucificado el mundo, para éste, el
mundo también ha muerto y ha llegado ya a la consumación. Y se ha hecho digno de
un cielo nuevo y de una tierra nueva (Ap 21,1), y con el Nuevo Testamento canta un
cántico nuevo, y recibe un nombre nuevo, escrito en la piedra, que nadie conoce,
sino el que lo ha recibido.» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Gálatas,
6,14)

743 Rosas, lirios, hiedra y violetas en el huerto del Señor.- «Aquel huerto del Señor,
hermanos, tiene -y lo repito una y tres veces- no sólo las rosas de los mártires, sino
también los lirios de las vírgenes, la hiedra del matrimonio y las violetas de las
viudas. En ningún modo, amadísimos, tiene que perder la esperanza de su vocación
ninguna clase de hombres. Cristo padeció por todos. Con toda verdad está escrito de
él: Quien quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad
(1Tim 2,4).» (S. AGUSTIN, Sermones, 304,2)

744 La cruz de Cristo es el gran candelero.- «No os pongo bajo el celemín, sino que
estaréis en el candelero, para que deis luz. ¿Cuál es el candelero para la lámpara?
Misterio Pascual

Escucha cual. Sed lámparas y tendréis vuestro candelero. La cruz de Cristo es el gran
candelero. Quien quiera dar luz, que no se avergüence del candelero de madera.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 289,6)

745 La cruz, navío para atravesar el mar de este mundo.- «Es como el que ve de lejos la
patria, pero separada por el mar. Ve a dónde ir, pero no tiene medios de arribar allá.
Anhelamos llegar a la perpetua estabilidad, a la Existencia misma, ya que ella es
siempre lo mismo. Está por medio el mar de este siglo, que es por donde caminamos.
Nosotros nos damos cuenta del término de nuestro viaje; muchos ni siquiera saben a
dónde dirigirse. Para que existiese el medio de ir, vino de allá a quien queremos ir.
¿Qué hizo? Nos proporcionó el navío que sirve para atravesar el mar. Nadie puede
pasar el mar de este siglo, si no lleva la cruz de Cristo. Muchos, aún enfermos de los
ojos, se abrazan a la cruz. Quien no ve la distancia adonde va, no deje la cruz, ella lo
llevará.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio se S. Juan, 2,2)

746 El sacerdocio común de los fieles.- «El signo de la cruz ha hecho reyes a todos los
regenerados en Cristo y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes, para
que, además de este servicio especial de nuestro ministerio, todos los cristianos
razonables y espirituales reconozcan que comparten el oficio de una generación real
y sacerdotal. ¿Qué hay tan regio como que el alma, súbdita de Dios, rija su propio
cuerpo? ¿Y qué hay tan sacerdotal como entregar al Señor la conciencia pura y
ofrecer hostias inmaculadas de piedad desde el altar del corazón? Aunque, por la
gracia de Dios, esto es común a todos, sin embargo, es religioso y laudable a vosotros
alegraros del día de nuestra exaltación como un honor propio, para que en todo el
cuerpo de la Iglesia no se celebre más que un sacramento del sacerdocio que, por el
óleo bendito derramado, fluye más copiosamente en la parte superior, pero también
baja no escasamente a la inferior.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 4,«en el ani-
versario de su consagración episcopal»)

747 Admirable virtud de la santa cruz.- «¡Oh admirable virtud de la santa cruz! ¡Oh
inefable gloria del Padre! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio
del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh, sí, Señor: atrajiste a ti todas las cosas
cuando, teniendo extendidas todo el día vuestras manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde
(Is 65,2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad!
Atrajiste a ti todas las cosas, cuando todos los elementos se juntaron en una sola voz
para condenar la injusticia de los judíos; cuando, habiéndose oscurecido los astros y
trocándose en tinieblas la claridad del día, la tierra fue conmovida por extrañas
sacudidas y toda la creación se negó a servir a aquellos impíos.
Atrajiste a ti todas las cosas, porque, habiéndose rasgado el velo del templo, el
santo de los santos rechazó a sus indignos pontífices, como indicando que la figura
Misterio Pascual

se convertía en realidad; la profecía, en revelaciones manifiestas, y la Ley en el


Evangelio. Atrajiste a ti, Señor, todas las cosas para que la piedad de todas las
naciones celebrase, como un misterio lleno de realidad y libre de todo velo, lo que
tenías oculto en un templo de Judea a la sombra de las figuras.
Ahora, en efecto, el orden de los levitas brilla con mayor resplandor, y la
dignidad sacerdotal tiene una mayor grandeza, y la unción que consagra a los
pontífices una mayor santidad: justo, porque la fuente de toda bendición y el princi-
pio de todas las gracias se encuentran en tu cruz, la cual hace pasar a los creyentes
de la debilidad a la fuerza, del oprobio a la gloria, de la muerte a la vida.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 59,«sobre la Pasión del Señor»)
Misterio Pascual

XXVII. Misterio PascualError! Reference source not found.

«Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él


tenía que ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de parte de los
ancianos, y sumos sacerdotes y escribas, y ser entregado a la muerte, y
al tercer día resucitar» (Mt 16,21).

«Y cuando le hubieron mofado, le despojaron de la púrpura, le


vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarlo» (Mc
15,20).

«Como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será también el Hijo del
hombre para esta generación» (Lc 11,30).

«Mas a Jesús, cuando vinieron, como le vieron ya muerto, no le


quebrantaron las piernas, sino que uno de los soldados, con su lanza, le
traspasó el costado, y salió al punto sangre y agua» (jn 19,33-34).

«Tomando la palabra el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras,


que ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí, resucitó como
dijo. Venid y ved el lugar donde estuvo puesto» (Mt 16,19).

«Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo, y


se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19).

«Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y era llevado al cielo» (Lc


24,31).
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defined.748 Con su obediencia hasta la muerte, Jesucristo destruyó la de-
sobediencia original.- «Para destruir la desobediencia original del hombre en el
árbol de paraíso, el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2,8).
Así curaba la desobediencia que había tenido lugar en un árbol, con la obediencia
que tenía lugar en otro árbol /.../. Por aquello por lo que desobedecimos a Dios y no
creímos su palabra, por ello mismo introdujo la obediencia y la sumisión a su pala-
bra. Con ello muestra abiertamente que uno mismo es el Dios a quien ofendimos en
el primer Adán, al transgredir el mandato, y con quien nos reconciliamos en el
segundo Adán por la obediencia hasta la muerte. Con nadie más teníamos deuda,
sino con aquél cuyo precepto originariamente habíamos violado.» (S. IRENEO,
Contra las herejías, 5,16,3)

749 Pasión de nuestro Señor Jesucristo.- «Aún durante la pasión y la cruz, antes de
derramar su sangre y de su cruel muerte, qué oprobios no escuchó con toda
paciencia, qué burlas y afrentas no toleró hasta recibir los salivazos él, que había
dado luz a los ojos de un ciego con su saliva /.../. A la muerte en cruz del Señor se
eclipsan los astros, se trastornan los elementos, se estremece la tierra, la noche vela el
día; el sol, por no contemplar el crimen de los judíos, oculta sus rayos y cubre sus
ojos, y él no abre su boca, ni se conmueve, ni hace ostentación de su majestad, ni
siquiera en la pasión; todo lo sufre sin cansancio hasta el fin, para que se complete en
Cristo una perfecta y consumada paciencia.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la
paciencia, 7)

750 «Pase de mí este cáliz».- «Conozco también otra explicación de este lugar, que es
como sigue: Como viera el Salvador las calamidades que el pueblo y Jerusalén
habían de padecer en castigo de los crímenes que contra él cometerían los judíos, por
el sólo amor que les tenía, no queriendo que el pueblo padeciera lo que iba a
padecer, dijo: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz (Mt 26,39). Como si dijera: Ya
que, por beber este cáliz de suplicios toda la nación será abandonada por ti, ruégote
que, si es posible, pase de mí este cáliz, a fin de que esta porción tuya (Dt 32,9) no sea
enteramente abandonada en castigo al crimen que cometerá contra ti.» (ORIGENES,
Contra Celso, 2,24)

751 Apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos.- «Por lo demás, después de su


resurrección, se hallaba Jesús en una especie de estado fronterizo, entre la solidez del
Misterio Pascual

cuerpo antes de la pasión y la aparición de un alma desnuda del cuerpo. Así se


explica que, estando reunidos los discípulos y Tomás con ellos, vino Jesús, a puertas
cerradas, se puso en medio de ellos y dijo: La paz sea con vosotros. Y luego dijo a Tomás: Trae
aquí tu dedo... (Jn 20,26-27). Y en el Evangelio de Lucas, cuando Simón y Cleofás iban
conversando entre sí sobre todo lo que les había acaecido, Jesús se les juntó en el
camino y los ojos de ellos estaban cerrados para reconocerlo, y él les dijo: ¿Qué
conversación es ésa que lleváis uno con otro mientras vais caminando? y, cuando se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, dice literalmente la Escritura: Y él desapareció de su
presencia (Lc 24,31).» (ORIGENES, Contra Celso, 2,61)

752 Celebración perpetua de la Pascua.- «Mas acaso objete alguno a esto lo que nosotros
hacemos los días del Señor, de preparación, Pascua o Pentecostés. A ello hay que
responder que el perfecto, por el hecho de permanecer siempre en las palabras, en
las obras y en los pensamientos del Dios Verbo, que es por naturaleza señor, siempre
está en los días de él y siempre celebra días del Señor. Y, por el mismo caso, el que
constantemente se prepara para la vida verdadera y se aparta de los placeres de la
vida que seducen a los muchos; el que no fomenta el sentir de la carne (Rom 6,8),
sino que abofetea su cuerpo y lo reduce a servidumbre (1Cor 9,27), ése celebra
constantemente las preparaciones (o parasceve). Además, el que comprende que
Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado y que debemos celebrar la fiesta comiendo la
carne del Logos (1Cor 5,7; Jn 6,52ss), ése no hay momento en que no esté celebrando
la Pascua, que se interpreta sacrificio para el tránsito, pues constantemente está pasan-
do de las cosas de la vida a Dios y acelerando el paso a la ciudad de Dios.»
(ORIGENES, Contra Celso, 8,22)

753 Jesucristo vino a renovar las leyes del gobernar y del obedecer.- «El Hijo Unigénito
de Dios, que era el Verbo y la Sabiduría del Padre, estando junto al Padre con
aquella gloria que tuvo antes de que el mundo fuera hecho, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de esclavo y se hizo obediente hasta la muerte (Fil 2,6-8). Para educar
en la obediencia a aquellos que no podían alcanzar la salvación por un camino
distinto de la obediencia. Renovó también las formas corrompidas del gobernar y del
reinar, al someter bajo sus pies a todos sus enemigos. Por eso es necesario que él
reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies y destruya el último enemigo,
la muerte, y enseñe las normas a los mismos encargados del gobierno.
Y porque no sólo venía a renovar las leyes del gobernar y del enseñar, sino
también las del obedecer, cumpliendo primero en sí mismo lo que quería que fuese
cumplido en los otros, no sólo se hizo obediente hasta la muerte para obedecer al
Padre, sino que también, en la consumación de los siglos, cuando le hayan sido someti-
das todas las cosas, entonces también el Hijo mismo se someterá a aquél que ha sometido a él
todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1Cor 15,24-28).» (ORIGENES, Tratado de
los Principios, III,5,6)
Misterio Pascual

754 Uno murió por todos y venció a la muerte.- «He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo (Jn 1,29).
/.../.
Uno murió por todos, para que todos vivamos en él. Cuando la muerte tragó
al Cordero muerto por todos, en él y con él nos vomitó a todos. Estábamos todos en
Cristo, que por nosotros murió y resucitó. Destruido el pecado, ¿cómo no quedaría
también destruida la muerte, que viene de él? Muerta la raíz, ¿cómo quedaría el tallo
en pie? Muerto el pecado, ¿qué causa habrá para que muramos nosotros? Así, pues,
con solemne exultación, digamos ante la muerte del Cordero: ¿Dónde está, oh muerte,
tu victoria? ¿dónde tu aguijón? (1Cor 15,35). Como dice el Salmista: a toda maldad se le
tapa la boca (Sal 106,42); no podrá acusar ya a los pecadores por su enfermedad. Dios
es el que justifica (Rom 8,33). Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, hecho maldito por
nosotros; para que todos huyamos de la maldición del pecado (Gál 3,13).» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Comentario sobre el Evangelio de S. Juan, 2)

755 Jesucristo entregó su cuerpo por la vida de todos.- «Cristo fue, pues, crucificado por
todos nosotros, para que, habiendo muerto uno por todos, todos tengamos vida en
él. Era, en efecto, imposible que la vida muriera o fuera sometida a la corrupción
natural. Que Cristo ofreciese su carne por la vida del mundo es algo que deducimos
de sus mismas palabras: Padre santo, dijo, guárdalos y luego añade: Por ellos me
consagro yo (Jn 17,11.19).
Cuando dice consagro, debe entenderse en el sentido de me dedico a Dios y me
ofrezco como hostia inmaculada en olor de suavidad. Pues, según la Ley, se consagra o
llamaba sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo para la
vida de todos y a todos nos devolvió la vida.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA,
Comentario sobre el Evangelio de S. Juan, 4,2)

756 Entrada de Jesús en Jerusalén.- «Hosanna... Bendito el que viene en nombre del Señor
(Mt 21,9) decían los niños. Cantemos con ellos y celebremos hoy la fiesta, no de
manera pomposa, sino divina; no sólo llevando en la mano los ramos de palma, sino
también en el alma, y blanqueándola más que la nieve. Desvistámonos de toda la
mortalidad de esa toga vieja, hecha de pieles, rechazando todo fasto y toda soberbia.
El rey de los ángeles viene, no en carros y con ejército, sino montado en un miserable
asnillo, para enseñarte a ti a no ser llevado en caballos y mulos, que no tienen
entendimiento.
Por tanto, cultivemos la humildad con Cristo en nosotros, para subir con él;
cantemos himnos con los ángeles, glorifiquémoslo con los niños, gritemos con la
multitud, exultemos en Betania con Lázaro, resucitemos de las obras muertas, con
los habitantes de Sión animemos los coros, clamemos con los ciegos a quienes ha
Misterio Pascual

devuelto la vista; alabemos con los niños y los ancianos, prediquemos con sus
discípulos y, a ejemplo de los niños, extendamos los ramos de oliva en el camino de
la vida, mortifiquemos nuestra crasa naturaleza y postrémonos en la vía de la
misericordia, que dice: Yo soy el camino (Jn 14,6), para que nosotros encontremos
misericordia por él y con él, en la Jerusalén celestial. Entremos a un tiempo en aquél
grandioso templo los que van delante y los que vamos detrás, los que proceden de la
hora de tercia y los que le siguen a la hora undécima /.../.» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Homilía 4,«en el Concilio de Éfeso»)

757 Recordemos la pasión de Jesucristo para seguir sus pasos.- «Nosotros, no sólo
leamos todas estas cosas, sino conservémoslas en nuestra mente: la corona de
espinas, el manto de púrpura, la caña, las bofetadas, la venda de los ojos, los saliva-
zos, las burlas. Acordándonos frecuentemente de todo esto, podemos frenar nuestra
ira. Aunque se burlen de nosotros, aunque padezcamos injustamente, digamos con
frecuencia: No es el siervo mayor que su señor (Jn 13,16), y traigamos al recuerdo lo que
decían los judíos al Maestro: Estás endemoniado (Jn 7,20; 8,48). Y Echa los demonios en
nombre de Belcebú (Lc 11,15). Padeció todo esto, para que nosotros sigamos sus pasos
y llevemos con paciencia los sarcasmos que se siguen con frecuencia. Pues él, no sólo
sobrellevó todo esto, sino que también lo hizo para librar a cuantos lo padecen del
suplicio eterno. Y envió a sus apóstoles para salvación de cuantos oyeran su
predicación. Pedro decía: Ahora bien, hermanos: Sabemos que lo hicisteis por ignorancia
(Hech 3,17), y así los atraía a penitencia. Imitemos nosotros estos ejemplos. Nada
aplaca tanto a Dios como amar a los enemigos /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ho-
milías sobre el Evangelio de S. Juan, 84)

758 Jesucristo ofrece su sacrificio fuera del templo.- «Y ¿por qué, preguntas, la hostia
no se ofrece en el templo, sino fuera de la ciudad y de las murallas? Para que se
cumpla aquello: Ha sido contado entre los delincuentes (Is 53,12).
Y ¿por qué muere en un patíbulo y no bajo techo? Para purificar la naturaleza
del aire; por eso al aire libre, no bajo techo, sino bajo el cielo. El aire se purificaba
cuando el cordero era crucificado en alto. También era purificada la tierra, pues la
sangre que brotó de su costado la regaba. Por eso, precisamente, no bajo techo, ni en
el templo de los judíos /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el
ladrón, 1)

759 Manifestación del poder de la cruz en la muerte de Cristo.- «¿Quieres aprender


otra cosa importante? El Paraíso cerrado miles de años, nos lo abrió hoy. En este día,
en esta misma hora, Dios introdujo en él al ladrón. Dos cosas importantes: abrió el
Paraíso e hizo entrar en él al ladrón. Hoy, antes de que nosotros volvamos a la
Misterio Pascual

patria, abrió sus puertas a la naturaleza humana, pues dijo: Hoy estarás conmigo en el
Paraíso (Lc 23,43).
¿Qué dices? ¿Estás crucificado, sujetado con los clavos, y prometes el Paraíso?
Sí, para que también aprendas mi poder en la cruz. No entenderías el misterio de la
cruz, si no aprendieras el poder del crucificado; obra en la cruz este milagro que
demuestra el máximo poder. No cuando resucitó al difunto, ni cuando ordenó
aquietarse a los vientos y al mar, ni cuando expulsó al demonio, sino cuando estaba
en la cruz clavado, cargado de injurias y salivazos e insultos, pudo cambiar el alma
pervertida del ladrón. Para que veas su poder en la cruz, conmovió toda la
naturaleza, rompió las piedras, convirtió el alma del ladrón, más dura que la piedra.
Y lo honró, al decirle: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Los querubines guardaban la entrada del Paraíso, pero éste es el Señor de los
querubines /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón, 1)

760 Los dos ladrones crucificados en Jesús.- «Había también otro ladrón crucificado con
él, para que se cumpliera aquello de Ha sido contado entre los malhechores (Is 53,11).
Los judíos querían oscurecer su gloria y lo insultaban continuamente con las
cosas que hacían para deshonrarlo; pero la verdad brillaba en todas partes y por los
mismos obstáculos resplandecía. Lo insultaba el otro ladrón (Lc 23,39). ¿Ves la
diferencia entre ladrón y ladrón? Los dos crucificados, ambos venían de una vida de
latrocinio, ambos de la maldad. Pero no tuvieron los mismos sentimientos. Uno de
ellos recibió en herencia el reino de los cielos; el otro, condenado a la gehenna.
De la misma forma, el día anterior, Judas y los once. Ellos decían: ¿Dónde
quieres que te preparemos la cena pascual? (Mt 26,17); Judas preparaba la traición y
decía: ¿Qué queréis darme y yo os lo entrego? (Mt 26,15). Aquellos se preparaban para el
ministerio y la mystagogia divina; éste se apresuraba a entregarlo. Así también ahora
ladrón y ladrón: uno lo insulta, el otro lo adora; aquél blasfema, éste bendice y
reprende al blasfemo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando como estás en el mismo
suplicio? (Lc 23,40-41).» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón,
1)

761 La tierra convertida en templo.- «Cuando vino Cristo y sufrió la muerte fuera de la
ciudad, limpió toda la tierra y convirtió todos los lugares en sitio idóneo para la
oración.
¿Quieres aprender cómo toda la tierra se ha convertido en un templo para
siempre y cómo todo lugar está destinado a la oración? Oye otra vez la
bienaventurado Pablo que dice: Que los hombres oren en todo lugar, levantando en alto
las manos puras (1Tim 2,8). ¿Ves cómo limpió toda la tierra? ¿Has visto cómo en todos
los lugares podemos alzar las manos puras?
Por lo demás, toda la tierra está santificada; es ahora más santa que los
lugares santos de los judíos. ¿Por qué razón? Porque en aquellos lugares se ofrecían
Misterio Pascual

sacrificios sin el espíritu razonable, pero aquí se ha sacrificado el cordero, dotado de


razón. Cuanto más importante es lo que tiene razón que lo que carece de ella, tanto
más grande es aquí la santificación. Verdaderamente la cruz es para nosotros una
festividad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón, 2)

762 Todos los bienes están encerrados en la caridad.- «En su mansedumbre, nuestro
Señor humilló sus santas manos hasta lavar los pies del traidor, que se lo agradeció
con los clavos de la cruz (Jn 13,1-15). Aquél, por quien fueron creadas todas las cosas,
se humilló para lavar los pies y, sin embargo, los fariseos le mostraron su aversión y
lo sacerdotes lo atormentaron.
Como todas las cosas fueron creadas por él -fue el mediador en su creación-
así también la redención de todas las cosas. La redención obrada por él fue tanto más
abundante que si ellas hubieran estado sometidas en virtud de su origen primero.
Mas, porque habían caído y yacían bajo el yugo de la maldición, él se humilló
bajando todavía más que ellas, para elevarlas y exaltarlas todas. Así como las
humilló al principio, así ahora, en su sabiduría, vino hasta ellas como médico y
pacificador.
El orgullo y la arrogancia nada pueden conseguir, a menos de emplear la
guerra. Todos los bienes están encerrados en la caridad, y la caridad es el guardián
del tesoro de ellas.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 18,22)

763 Con su muerte, Jesús venció a la muerte.- «Nuestro Señor fue dominado por la
muerte, pero él venció a la muerte, pasando por ella como si fuera su camino. Se
sometió a la muerte y la soportó deliberadamente, para acabar con la obstinada
muerte. En efecto, Nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la muerte;
pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo
que la muerte deseaba.
La muerte le mató gracias al cuerpo; pero él, con las mismas armas, triunfó
sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo
acercarse la muerte, y la muerte le mató; pero él, a su vez, acabó con la muerte. La
muerte destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida
sobrenatural.
La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle a él, si él no hubiera tenido
un cuerpo, ni el abismo hubiera podido tragarle, si él no hubiera estado revestido de
carne; por eso quiso el Señor descender al seno de una virgen, para poder ser
arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo
asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y
desbarató sus tesoros.» (S. EFREN, Sermones, «sobre nuestro Señor»,3)
Misterio Pascual

764 El cuerpo de Jesucristo comparado a la pared.- «Mirad, se ha parado detrás de la tapia,


atisba por las ventanas, mira por las celosías (Cant 2,9).
¿Qué significa esta tapia, qué las ventanas, qué las celosías, por las que mira el
Señor, investigando diligentemente? El bienaventurado Apóstol manifiesta que la
pared es el cuerpo del Señor, cuando dice: derribando el muro de separación: la
enemistad; anulando en su carne la ley de los mandamientos formulada en decretos, para
crear en sí mismo, de los dos, un solo hombre nuevo (Ef 2,14-15). Y David, comparando el
cuerpo del Señor a la pared, dice: ¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos
juntos, para derribarlo como a una pared, que cede, o a una tapia ruinosa? (Sal 61,4); porque
esa pared estaba inclinada en el muro de la cruz. Y también Habacuc dice: Una piedra
clamará desde la pared (Hab 2,11), esto es, uno de los ladrones habló diciendo: ¿No eres
tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros (Lc 23,39). Pues Cristo se llama pared por
esto.
La ventana son los luminares de los carismas, es decir, los dones con los que,
desde la pared de su cuerpo, da luz a los creyentes.» (S. GREGORIO DE ELVIRA,
Tratado sobre el Cantar de los Cantares, 4)

765 Jesús resucitado se aparece a las mujeres.- «De repente el Señor va al encuentro de
las mujeres, animadas por el ángel, y las saluda (Mt 28,9-10), para que, habiendo de
anunciar la resurrección a los discípulos, que estaban esperando, reciban de la boca
de Cristo, más que de la del ángel, lo que habían de decir.
El hecho de que sean simples mujeres las primeras que vean al Señor, lo
saludan, se postran de rodillas y son invitadas a llevar la noticia a los apóstoles,
manifiesta la vuelta en sentido contrario de la responsabilidad original. En el sentido
que, como la muerte había provenido de su sexo, así éste reciba el primero la gloria,
la visión, el fruto y el anuncio de la resurrección.» (S. HILARIO DE POITIERS,
Comentario del Evangelio de S. Mateo, 33.9)

766 Expulsión de los mercaderes de Templo.- «Todo lo cual lo llevó a cabo sin escolta y
sin riquezas; mas con un látigo hecho con cuerdas, golpeaba a las turbas (Jn 2,15), y
ninguno osaba hacerle resistencia. Y por eso usa de la vara y del azote -pues, el cetro
de su reino es la justicia (Sal 44,7)-, de la vara para corregir, del látigo para reprender.
Su primera manera de enseñar es dura, la segunda más humana y flexible, ya que,
con ésta, la conciencia del pecador es castigada con golpes menos dolorosos. No hay
duda que son cosas completamente distintas las correcciones terroríficas de los
profetas y las amonestaciones persuasivas de los apóstoles; sin embargo, la
educación verdadera se logra con el combinado de ambas formas de predicar.» (S.
AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 9,21)
Misterio Pascual

767 La muerte de Cristo, transformación del universo.- «La muerte de Cristo es, pues, la
transformación del universo. Es necesario, por tanto, que también tú te vayas
transformando sin cesar; debes pasar de la corrupción a la incorrupción, de la
muerte a la vida, de la mortalidad a la inmortalidad, de la turbación a la paz. No te
perturbe, pues, el oír el nombre de muerte, antes bien, deléitate en los dones que te
aporta este tránsito feliz. ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la
sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? Por eso dice la Escritura:
Que mi muerte sea la de los justos, es decir, sea yo sepultado con ellos, para que desa-
parezcan mis culpas, y sea revestido de la santidad de los justos, es decir, de aquellos
que llevan en su cuerpo y en su alma la muerte de Cristo.» (S. AMBROSIO, Sobre el
bien de la muerte, 4,15)

768 Jesucristo, Cordero de Dios.- «Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturados por
nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos
errábamos como ovejas, siguiendo cada uno su camino; y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al
matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca (Is 53,5-7).
Fue herido por nuestras impiedades, como dice el Salmo: Me taladran las
manos y los pies (Sal 21,17); para curar con sus heridas las nuestras. Y triturado por
nuestros crímenes, para que, siendo maldito por nosotros, nos librara de la maldición.
Porque maldito el hombre que está colgado en el madero (Dt 21,23; Gál 3,13), por donde
nuestro castigo saludable cayó sobre él. Lo que nosotros debíamos sufrir por nuestros
crímenes, él lo padeció por nosotros, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Él es
nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, destruyendo el muro de enemistad y
liquidándola en su carne (Ef 2,14), y sus cicatrices nos curaron.
Es claro: como el cuerpo azotado y herido llevaba en sí las señales de la injuria
en los cardenales y la lividez, así su alma sufrió verdaderamente por nosotros /.../.
Como cordero llevado al matadero... Este testimonio, que el eunuco de la reina de
Candace no entendía, lo entendió al explicárselo Felipe referido a la pasión y al
nombre del Salvador (Hech 8,27-28); bautizado enseguida, en la sangre del cordero
que venía leyendo, fue enviado como apóstol a la gente de Etiopía. El que fue
llevado a Pilato porque él quiso y guardó silencio para ser llevado a la cruz por
nosotros, fue llevado como oveja al matadero y como cordero mudo ante el
trasquilador. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado (1Cor 5,7); a
quien señalaba Juan Bautista: He ahí al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn
1,29), y en el Apocalipsis de Juan Evangelista se recuerda con frecuencia como el
Cordero sacrificado. El que dice por Jeremías: Yo, como manso cordero que es llevado a
sacrificar (Jer 11,19). No conociendo el pecado, se hizo pecado por nosotros (2Cor 5,21).» (S.
JERONIMO, Comentario sobre el Profeta Isaías)
Misterio Pascual

769 La injuria del Señor es nuestra gloria.- «Cristo nos rescató de la maldición de la ley,
convirtiéndose por nosotros en objeto de maldición, porque está escrito: "Maldito todo el que
sea colgado de un palo", para que la bendición de Abraham llegara a los gentiles en Cristo
Jesús, para que recibiéramos, mediante la fe, la promesa del Espíritu (Gál 3,13-14).
Así, pues, la injuria del Señor es nuestra gloria. Él murió, para que nosotros
vivamos. Él bajó a los infiernos, para que nosotros subamos al cielo. Él fue hecho
necedad, para que nosotros nos hiciéramos sabios. Él se despojó de la plenitud y de
la forma de Dios, tomando forma de esclavo, para que en nosotros habitara la plenitud
de la divinidad y nos hiciéramos de los siervos del Señor. Él pendió de la cruz, para
que, colgado del madero, borrara el pecado que habíamos cometido en el árbol de la
ciencia del bien y del mal. Su cruz convirtió en sabor dulce las aguas amargas, y sacó
el hacha lanzada a la profundidad en las aguas del Jordán (2Re 6,6-7). Al final, él fue
hecho maldición -hecho digo, no nacido-, para que las bendiciones prometidas a
Abraham, siendo el autor y precursor, fueran transmitidas a los gentiles, y la
repromisión por la fe de él se cumpliera en nosotros. La cual debemos recibir en los
dones espirituales de las virtudes, o en la inteligencia espiritual de las Escrituras
(1Cor 12,4-5).» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Gálatas)

770 Jesucristo resucitado en nosotros.- «Para que, iluminados los ojos de vuestro corazón,
sepáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuáles las riquezas de la herencia esplendorosa
que reserva para los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros
los creyentes, conforme a la energía de la fuerza poderosa, que desplegó en Cristo al resuci-
tarlo de entre los muertos (Ef 1,18-20).
No es de poco estudio que sepamos la esperanza de la vocación y las riquezas
de la gloria de la heredad de Dios en los santos. Necesitamos de ella, para conocer
estas cosas, con el poder que usó Dios en su Hijo, resucitando al que, muerto, no una
vez, sino siempre, entre los muertos, y lo hizo libre sin mancha alguna por el
contagio de la muerte (Sal 87,6; 15,10). Todos los días resucita Cristo entre los
muertos, todos los días se despierta en los penitentes. No porque no tenga poder
según la carne para poner su alma y volver a tomarla (Jn 10,18); nadie se la quita, si
él no la da por sí mismo, sino porque, según la dispensación de la carne y del Hijo, se
diga que ha resucitado hombre e Hijo por Dios Padre.» (S. JERONIMO, Comentario
sobre la Carta a los Efesios)

771 Jonás, figura de Cristo.- «¡Oh muerte, que divides a los hermanos y separas, cruel y
dura, a los que une el amor! Trajo el Señor un viento abrasador, que subía del
desierto, y secó tus venas y agotó tu fuente. Cierto que te tragaste a Jonás; pero, aún
en tu vientre, estuvo vivo. Lo llevaste como a muerto, para que se calmara la
tormenta del mundo y, por su predicación, se salvara nuestra Nínive. Él, él te venció,
él te subyugó, el profeta fugitivo que dejó su casa, abandonó su heredad y entregó su
vida querida en manos de los que se la querían quitar. Él fue un día quien te
Misterio Pascual

amenazó severo por Oseas: ¡Oh muerte, yo seré tu muerte; yo seré tu aguijón, oh infierno!
(Os 13,14). Por su muerte fuiste tu muerta, por su muerte vivimos nosotros. Tragaste
y fuiste tragada y, engañada por el cebo del cuerpo que él tomara, que tu creíste
presa de tus ávidas fauces, tus entrañas quedaron traspasadas por corvo diente.
Gracias te damos a ti, Cristo Salvador, nosotros, criatura tuya, porque, al
dejarte matar, mataste a tan poderoso contrario nuestro.» (S. JERONIMO, Cartas,
60,«a Heliodoro; epitafio de Nepociano»)

772 Jesucristo deforme no ha perdido su belleza.- «Este de ahora es el camino de la fe.


Para ejercitar tu fe hízose deforme Cristo; pero no ha perdido su belleza. Cristo
continúa siendo especioso, y especioso sobre los hijos de los hombres le veremos
allende la peregrinación. ¿Cómo aparece ahora? Le vimos y no tenía especie ni buen
semblante; antes bien, era despreciable su rostro y feo su continente; hombre todo él llagado y
hecho a todos los quebrantos (Is 53,2-3). Esa deformidad de Cristo es la que a ti te da
forma; si él no hubiera querido ser deforme, no habrías tú recobrado la forma que
habías perdido. Deforme colgaba de la cruz, pero su deformidad era nuestra belleza.
Mantengámonos, pues, en esta vida fieles a Cristo deforme.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 27,6)

773 Judas, órgano del diablo.- «El diablo entró en el corazón de Judas para que entregase a
Cristo (Jn 13,2). Malos fueron el diablo y Judas; cual el organista, así el órgano. El
diablo, pues, usó mal de su propio recipiente; el Señor usó bien de ambos. Ambos se
propusieron nuestra ruina; Dios se dignó convertirlo en salvación para nosotros.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 301,4)

774 Los ramos de palma son alabanzas y signos de victoria.- «Los ramos de las palmas
son alabanzas y signos de victoria, porque, muriendo, había de vencer el Señor a la
muerte, y con el trofeo de la cruz, había de vencer al demonio, príncipe de la
muerte.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 51,2)

775 Jesucristo apareció tan grande cuando iba a morir.- «¿Quién puede dormirse
cuando quiere, como Jesús murió cuando quiso? ¿Quién puede vestirse cuando
quiere, como él se despojó de su carne cuando quiso? ¿Quién se va cuando quiere,
cuando él murió cuando quiso? ¡Cuánto debe esperarse o temerse del que vendrá a
juzgar, cuando tan grande apareció cuando iba a morir!» (S. AGUSTIN, Tratados
sobre el Evangelio de S. Juan, 119,6)
Misterio Pascual

776 La lectura de la pasión.- «La lectura del Evangelio, amadísimos, que nos relata la
historia sagrada de la pasión del Señor, es bastante conocida en toda la Iglesia, por la
lectura común y frecuente que se hace de ella, para que recordéis la sucesión de los
hechos como si los tuvieseis ante los ojos. No se ha de pensar que eso no aprovecha a
los que no dudan de las cosas que oyen, de modo que, aunque no capten algún
misterio de la Escritura con toda claridad, sin embargo, crean firmísimamente que
los Libros divinos no contienen ningún engaño.
Mas, porque la plena inteligencia ha sido prometida a la fe sincera (Jn 20,29),
levántase el vigor de las mentes iluminadas para merecer la enseñanza del Espíritu
Santo. No nos contentemos con conocer el orden de los hechos, sin fijar nuestra
atención en la misma razón de su amor para con nosotros. Conociendo la naturaleza
humana y cuánto la ha amado su autor, le amará mucho más.
Efectivamente, Dios no tuvo otra cosa para compadecerse de nosotros, que su
bondad. Mucho más admirable es el segundo nacimiento de los hombres que su
creación. Pues la restauración por Dios en los últimos tiempos (1Pe 1,20; Jn 2,18) de
lo que había perecido es mucho más importante que la creación al principio de lo
que no existía. Por eso, ningún mérito de los santos anteriores pudo recobrar por sí
mismo la libertad de la inocencia natural que perdimos por la prevaricación de los
primeros padres. Pues la sentencia dictada contra los transgresores ha tenido cautivo
a todo el linaje de una posteridad de esclavos, y nadie se eximió de la condenación,
ya que ninguno estuvo libre de la falta. Pero la redención realizada por el Salvador,
al destruir la obra del diablo y romper los lazos del pecado, ordenó de tal modo el
don de su gran amor, que la plenitud de las generaciones, cuyo número ha sido
determinado de antemano, continúa desarrollándose hasta la consumación del
mundo; mas la restauración de nuestro origen se extiende retrospectivamente a
todos los siglos pasados, puesto que la justificación se ha concedido a la fe sin
distinción.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 66,«sobre la Pasión del Señor»)

777 El primero y el segundo Adán.- «El enemigo del género humano, queriendo dar
muerte a toda la humanidad, atacándola en su origen, nos había herido con una
herida mortal y, habiéndose sometido nuestro padre común, toda su descendencia
quedó hecha prisionera e incapaz de salir de esa ley férrea. Por eso, al ver que, entre
tantas generaciones que le estaban sometidas por un pacto mortal, un hombre, único
entre los nacidos de hombre, cuyo poder, en su admiración, sobrepasa al de todos
los santos de todos los tiempos, creyó poder prometerse la perpetuidad de su
derecho, si los méritos de la justicia se mostraban incapaces de vencer los derechos
de la muerte.
Excitando, pues, más vehementemente a sus servidores y mercenarios,
ejercitó su furor para su propio mal y, pensando que aquél, a quien había podido
matar, tenía una deuda para con él, persiguiendo a una naturaleza humana
semejante a la de los culpables, no vio la libertad de su inocencia singular. No se
equivocaba en cuanto a la raza, pero sí en cuento a la culpa. El primero y el segundo
Misterio Pascual

Adán llevaban la misma carne, pero no las mismas obras; en aquél todos morimos,
en éste todos serán vivificados (1Cor 15,22). Aquél, por su orgullosa ambición, tomó
la vía de la miseria; éste, por la fuerza de su humildad, nos ha abierto el camino de la
gloria. Por eso pudo decir: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). El Camino,
por el ejemplo de una vida justa; la Verdad, por la esperanza de una realidad cierta;
la Vida, por la adquisición de una felicidad eterna.» (S. LEON MAGNO, Sermones,
69,«sobre la Pasión del Señor»)

778 Resurrección de Jesucristo.- «Al decir el Apóstol: El primer hombre fue, de la tierra,
terreno; el segundo fue del cielos. Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial,
tales son los celestiales. Y como llevamos la imagen del terreno, llevaremos también la imagen
del celestial (1Cor 15,47-49), debemos alegrarnos mucho de este cambio, que nos hace
pasar de la oscuridad terrestre a la dignidad celeste, por un efecto de la inefable
misericordia de aquél que, para elevarnos hasta sus dominios, ha descendido al
nuestro, pues no ha tomado sólo la sustancia, sino también la condición de la
naturaleza pecadora, y ha permitido que su inefable divinidad sufra todo lo que, en
su extrema miseria, experimenta la humana mortalidad.
Por un efecto de esa bondad que, temiendo que una larga tristeza fuese una
tortura para las almas, ya turbadas, de los discípulos, quiso abreviar el plazo
predicho de los tres días que, añadiendo al segundo día entero la última parte del
día primero y el comienzo del día tercero, acorta algo el intervalo previsto, sin que
fuese disminuido el número de días.
La resurrección del Señor no ha retenido durante largo tiempo su alma en los
infiernos, ni su cuerpo en el sepulcro. Vino tan pronto la vida a su carne incorrupta,
que más parece que estaba dormido que haber dejado de vivir. La divinidad, en
efecto, no estuvo separada de las dos sustancias que componían al hombre que ella
había asumido; reunió con su poder lo que con su poder había separado.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 71,«sobre la Resurrección del Señor»)

779 El anonadamiento de Jesucristo, gesto de su misericordia.- «Sin embargo, no basta


conocer al Hijo de Dios como existiendo en la única naturaleza del Padre, sino que se
le conoce como siendo también de nuestra condición. Este anonadamiento que él
soportó para elevar al hombre fue, por su parte, un gesto de misericordia, no una
disminución de su poder. Pues, por el decreto eterno de Dios, ningún otro nombre nos
ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos (Hech 4,12). El
invisible hace su esencia visible, el intemporal se somete al tiempo, el invisible se
vuelve pasible; no para que su fuerza desaparezca en la debilidad, sino para que la
debilidad pueda ser reformada y revestida de una fuerza incorruptible.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 72,«sobre la Resurrección del Señor»)
Misterio Pascual

780 Resurrección y Ascensión del Señor.- «El misterio de nuestra salvación que el
Creador del universo estimó en el precio de su sangre, se fue realizando, desde el día
de su nacimiento hasta el fin de la pasión, mediante su humildad. Y, aunque bajo la
forma de siervo, se manifestaron muchas señales de su divinidad, con todo, su ac-
ción durante este tiempo estuvo encaminada a mostrar la verdad de la naturaleza
humana.
Pero después de la pasión, libre ya de las ataduras de la muerte, las cuales
habían perdido su fuerza al sujetar a aquél que estaba exento de todo pecado, la
debilidad se convirtió en valor; la mortalidad en inmortalidad; la ignominia en
gloria. Esta gloria la declaró nuestro Señor Jesucristo, mediante muchas y
manifiestas pruebas (Hech 1,3), en presencia de muchos, hasta que el triunfo de la
victoria conseguida con la muerte fue patente con su ascensión a los cielos.
Por lo mismo, así como la resurrección del Señor fue para nosotros causa de
alegría en la solemnidad pascual, así su ascensión a los cielos es causa del gozo
presente, ya que nosotros recordamos y veneramos debidamente este día, en el cual
la humildad de nuestra naturaleza, sentándose con Cristo en compañía de Dios
Padre, fue elevada sobre todos los órdenes de los ángeles, sobre toda la milicia del
cielo y la excelsitud de todas las potestades (Ef 1,21). Gracias a esta economía de las
obras divinas, el edificio de nuestra salvación se levanta sobre sólidos fundamentos.»
(S. LEON MAGNO, Sermones, 74,«sobre la Ascensión del Señor»)

781 Festividad de Pentecostés.- «La festividad de hoy, amadísimos, venerable en todo el


orbe de la tierra, ha sido consagrada por la venida del Espíritu Santo que, cincuenta
días después de la resurrección del Señor, descendió sobre los apóstoles y la multi-
tud de los fieles, como se esperaba, pues el Señor lo había prometido.
No que debía empezar ahora por primera vez a habitar en los santos, sino que
iba a abrasar con más ardor y a inundar más abundantemente los corazones a él
consagrados. Iba a colmar sus dones, no a iniciarlos; a ser más pródigo de sus bienes,
no a comenzar su obra.
Nunca la majestad del Espíritu Santo ha estado separada de la omnipotencia
del Padre y del Hijo. Todo lo que hace el gobierno divino en la dirección del
universo procede de la providencia de toda la Trinidad. Una sola es allí la benigni-
dad de la misericordia, una sola la corrección de la justicia. Ninguna es la división de
la acción allí donde no hay ninguna distinción en la voluntad.
Lo que ilumina el Padre, lo ilumina también el Hijo, y también el Espíritu
Santo. Siendo una la persona del enviado, otra la del que envía y otra la del que
promete, se nos manifiesta en conjunto la Unidad y la Trinidad, y comprendemos
que la esencia divina posee sin admitir la soledad y que es de una misma sustancia
sin ser de una misma persona.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 77,«sobre
Pentecostés»,1)
Misterio Pascual

782 Los cuatro animales alados representan a los cuatro evangelistas.- «He aquí que se
dice: Todos los cuatro tenían el rostro de hombre y todos cuatro tenían cara de león al lado
derecho; al lado izquierdo tenían todos cuatro cara de becerro, y en la parte de arriba tenían
todos cuatro cara de águila (Ez 1,10).
Ahora bien, que estos cuatro animales alados representan a los cuatro santos
evangelistas, lo atestiguan los mismos principios de cada libro evangélico; porque,
como Mateo principió por la generación humana, rectamente se le representa por el
hombre; y como Marcos principió por el clamor en el desierto, rectamente se le
designa por el león; y como Lucas comenzó por el sacrificio, se indica bien por el
becerro; y como Juan comenzó por la divinidad del Verbo, dignamente está sig-
nificado por el águila, pues comienza diciendo: En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba en Dios y el Verbo era Dios (Jn 1,1); mirando a la misma divinidad, como que fijó
cual águila sus ojos en el sol.
Mas, como todos los elegidos son miembros de nuestro Redentor, y nuestro
Redentor es Cabeza de todos los elegidos, nada se opone a que, en lo que están
figurados sus miembros, lo esté también él mismo; pues el mismo Unigénito de Dios
se hizo verdadero hombre, él mismo se dignó morir, cual becerro, en el sacrificio de
nuestra redención; él mismo, en virtud de su fortaleza, resucitó, como león -aparte
que también se dice que el león duerme con los ojos abiertos, y en la muerte en que
nuestro Redentor pudo dormir en cuanto a su divinidad-; y él mismo, después de su
resurrección, subiendo a los cielos, se remontó como águila a lo más alto. Así que lo
es todo para nosotros; porque, naciendo, es hombre; muriendo, es becerro;
resucitando, es león; y subiendo a los cielos, se ha hecho águila.» (S. GREGORIO
MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 1,4)

783 Los saltos de Jesucristo.- «De esta solemnidad (la Ascensión del Señor) dice el
Salmista: Tu majestad se ve ensalzada sobre los cielos (Sal 8,2); y de ella dice otra vez:
Ascendió Dios entre voces de júbilo, y el Señor al son de clarines (Sal 46,6); y de la misma
dice nuevamente: Al subir el Señor a lo alto, llevó consigo a los cautivos; dio dones a los
hombres (Sal 67,19).
En efecto, cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos, porque con la
virtud de su incorrupción, destruyó la corrupción nuestra; y dio dones a los
hombres, porque, enviando desde el cielo al Espíritu Santo, concedió a unos el don
de hablar con sabiduría, a otros el don de hablar con ciencia, a éstos el don de las
virtudes, a aquellos el don de curar, y a esotros el de interpretar las palabras. Dio,
pues, dones a los hombres cuando, por la gracia de este Espíritu, la virtud de ellos se
extendió por el mundo.
También Habacuc dice acerca de la gloria de su Ascensión: Se elevó el sol, y la
luna se paró en su carrera (Hab 3,11). Porque ¿a quién se designa con el nombre de sol,
sino al Señor, y a quién con el de luna sino a la santa Iglesia?; pues, hasta que el
Señor subió a los cielos, la santa Iglesia todo lo temía de las diversas potestades del
mundo; mas, después que se fortaleció con la Ascensión del Señor, predicó en pú-
Misterio Pascual

blico la fe que guardó secreta. Luego el sol se elevó y la luna se paró en su carrera,
porque, cuando el Señor subió al cielo, la santa Iglesia se propagó con la autoridad
de la predicación.
Por eso Salomón pone en boca de esta Iglesia: Vedle que viene saltando por los
montes (Cant 2,8); porque contempló la excelencia de tan grandes obras, dijo: Vedle
que viene saltando por los montes. En efecto, hasta llegar a redimirnos dio, por decirlo
así, algunos saltos. ¿Queréis, hermanos carísimos, conocer los saltos que él dio? Del
cielo vino a la tierra, al seno de su Madre; del seno de su Madre saltó al pesebre; del
pesebre saltó a la cruz; de la cruz, al sepulcro; del sepulcro volvió al cielo.
Ved que, para hacernos correr tras él, la Verdad, que se manifestó en la carne,
dio por nosotros varios saltos, porque saltó como un gigante para recorrer su camino (Sal
18,6), a fin de que nosotros le dijéramos de corazón: Llévanos tras de ti, correremos en
pos del perfume de tus ungüentos (Cant 1,3).» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías sobre
los Evangelios, 2,29)
Misterio Pascual

XXVII. Misterio PascualError! Reference source not found.

«Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él


tenía que ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de parte de los
ancianos, y sumos sacerdotes y escribas, y ser entregado a la muerte, y
al tercer día resucitar» (Mt 16,21).

«Y cuando le hubieron mofado, le despojaron de la púrpura, le


vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarlo» (Mc
15,20).

«Como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será también el Hijo del
hombre para esta generación» (Lc 11,30).

«Mas a Jesús, cuando vinieron, como le vieron ya muerto, no le


quebrantaron las piernas, sino que uno de los soldados, con su lanza, le
traspasó el costado, y salió al punto sangre y agua» (jn 19,33-34).

«Tomando la palabra el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras,


que ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí, resucitó como
dijo. Venid y ved el lugar donde estuvo puesto» (Mt 16,19).

«Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo, y


se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19).

«Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y era llevado al cielo» (Lc


24,31).
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defined.748 Con su obediencia hasta la muerte, Jesucristo destruyó la de-
sobediencia original.- «Para destruir la desobediencia original del hombre en el
árbol de paraíso, el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2,8).
Así curaba la desobediencia que había tenido lugar en un árbol, con la obediencia
que tenía lugar en otro árbol /.../. Por aquello por lo que desobedecimos a Dios y no
creímos su palabra, por ello mismo introdujo la obediencia y la sumisión a su pala-
bra. Con ello muestra abiertamente que uno mismo es el Dios a quien ofendimos en
el primer Adán, al transgredir el mandato, y con quien nos reconciliamos en el
segundo Adán por la obediencia hasta la muerte. Con nadie más teníamos deuda,
sino con aquél cuyo precepto originariamente habíamos violado.» (S. IRENEO,
Contra las herejías, 5,16,3)

749 Pasión de nuestro Señor Jesucristo.- «Aún durante la pasión y la cruz, antes de
derramar su sangre y de su cruel muerte, qué oprobios no escuchó con toda
paciencia, qué burlas y afrentas no toleró hasta recibir los salivazos él, que había
dado luz a los ojos de un ciego con su saliva /.../. A la muerte en cruz del Señor se
eclipsan los astros, se trastornan los elementos, se estremece la tierra, la noche vela el
día; el sol, por no contemplar el crimen de los judíos, oculta sus rayos y cubre sus
ojos, y él no abre su boca, ni se conmueve, ni hace ostentación de su majestad, ni
siquiera en la pasión; todo lo sufre sin cansancio hasta el fin, para que se complete en
Cristo una perfecta y consumada paciencia.» (S. CIPRIANO, De los bienes de la
paciencia, 7)

750 «Pase de mí este cáliz».- «Conozco también otra explicación de este lugar, que es
como sigue: Como viera el Salvador las calamidades que el pueblo y Jerusalén
habían de padecer en castigo de los crímenes que contra él cometerían los judíos, por
el sólo amor que les tenía, no queriendo que el pueblo padeciera lo que iba a
padecer, dijo: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz (Mt 26,39). Como si dijera: Ya
que, por beber este cáliz de suplicios toda la nación será abandonada por ti, ruégote
que, si es posible, pase de mí este cáliz, a fin de que esta porción tuya (Dt 32,9) no sea
enteramente abandonada en castigo al crimen que cometerá contra ti.» (ORIGENES,
Contra Celso, 2,24)

751 Apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos.- «Por lo demás, después de su


resurrección, se hallaba Jesús en una especie de estado fronterizo, entre la solidez del
El pecado y la muerte

cuerpo antes de la pasión y la aparición de un alma desnuda del cuerpo. Así se


explica que, estando reunidos los discípulos y Tomás con ellos, vino Jesús, a puertas
cerradas, se puso en medio de ellos y dijo: La paz sea con vosotros. Y luego dijo a Tomás: Trae
aquí tu dedo... (Jn 20,26-27). Y en el Evangelio de Lucas, cuando Simón y Cleofás iban
conversando entre sí sobre todo lo que les había acaecido, Jesús se les juntó en el
camino y los ojos de ellos estaban cerrados para reconocerlo, y él les dijo: ¿Qué
conversación es ésa que lleváis uno con otro mientras vais caminando? y, cuando se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, dice literalmente la Escritura: Y él desapareció de su
presencia (Lc 24,31).» (ORIGENES, Contra Celso, 2,61)

752 Celebración perpetua de la Pascua.- «Mas acaso objete alguno a esto lo que nosotros
hacemos los días del Señor, de preparación, Pascua o Pentecostés. A ello hay que
responder que el perfecto, por el hecho de permanecer siempre en las palabras, en
las obras y en los pensamientos del Dios Verbo, que es por naturaleza señor, siempre
está en los días de él y siempre celebra días del Señor. Y, por el mismo caso, el que
constantemente se prepara para la vida verdadera y se aparta de los placeres de la
vida que seducen a los muchos; el que no fomenta el sentir de la carne (Rom 6,8),
sino que abofetea su cuerpo y lo reduce a servidumbre (1Cor 9,27), ése celebra
constantemente las preparaciones (o parasceve). Además, el que comprende que
Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado y que debemos celebrar la fiesta comiendo la
carne del Logos (1Cor 5,7; Jn 6,52ss), ése no hay momento en que no esté celebrando
la Pascua, que se interpreta sacrificio para el tránsito, pues constantemente está pasan-
do de las cosas de la vida a Dios y acelerando el paso a la ciudad de Dios.»
(ORIGENES, Contra Celso, 8,22)

753 Jesucristo vino a renovar las leyes del gobernar y del obedecer.- «El Hijo Unigénito
de Dios, que era el Verbo y la Sabiduría del Padre, estando junto al Padre con
aquella gloria que tuvo antes de que el mundo fuera hecho, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de esclavo y se hizo obediente hasta la muerte (Fil 2,6-8). Para educar
en la obediencia a aquellos que no podían alcanzar la salvación por un camino
distinto de la obediencia. Renovó también las formas corrompidas del gobernar y del
reinar, al someter bajo sus pies a todos sus enemigos. Por eso es necesario que él
reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies y destruya el último enemigo,
la muerte, y enseñe las normas a los mismos encargados del gobierno.
Y porque no sólo venía a renovar las leyes del gobernar y del enseñar, sino
también las del obedecer, cumpliendo primero en sí mismo lo que quería que fuese
cumplido en los otros, no sólo se hizo obediente hasta la muerte para obedecer al
Padre, sino que también, en la consumación de los siglos, cuando le hayan sido someti-
das todas las cosas, entonces también el Hijo mismo se someterá a aquél que ha sometido a él
todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1Cor 15,24-28).» (ORIGENES, Tratado de
los Principios, III,5,6)
El pecado y la muerte

754 Uno murió por todos y venció a la muerte.- «He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo (Jn 1,29).
/.../.
Uno murió por todos, para que todos vivamos en él. Cuando la muerte tragó
al Cordero muerto por todos, en él y con él nos vomitó a todos. Estábamos todos en
Cristo, que por nosotros murió y resucitó. Destruido el pecado, ¿cómo no quedaría
también destruida la muerte, que viene de él? Muerta la raíz, ¿cómo quedaría el tallo
en pie? Muerto el pecado, ¿qué causa habrá para que muramos nosotros? Así, pues,
con solemne exultación, digamos ante la muerte del Cordero: ¿Dónde está, oh muerte,
tu victoria? ¿dónde tu aguijón? (1Cor 15,35). Como dice el Salmista: a toda maldad se le
tapa la boca (Sal 106,42); no podrá acusar ya a los pecadores por su enfermedad. Dios
es el que justifica (Rom 8,33). Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, hecho maldito por
nosotros; para que todos huyamos de la maldición del pecado (Gál 3,13).» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Comentario sobre el Evangelio de S. Juan, 2)

755 Jesucristo entregó su cuerpo por la vida de todos.- «Cristo fue, pues, crucificado por
todos nosotros, para que, habiendo muerto uno por todos, todos tengamos vida en
él. Era, en efecto, imposible que la vida muriera o fuera sometida a la corrupción
natural. Que Cristo ofreciese su carne por la vida del mundo es algo que deducimos
de sus mismas palabras: Padre santo, dijo, guárdalos y luego añade: Por ellos me
consagro yo (Jn 17,11.19).
Cuando dice consagro, debe entenderse en el sentido de me dedico a Dios y me
ofrezco como hostia inmaculada en olor de suavidad. Pues, según la Ley, se consagra o
llamaba sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo para la
vida de todos y a todos nos devolvió la vida.» (S. CIRILO DE ALEJANDRIA,
Comentario sobre el Evangelio de S. Juan, 4,2)

756 Entrada de Jesús en Jerusalén.- «Hosanna... Bendito el que viene en nombre del Señor
(Mt 21,9) decían los niños. Cantemos con ellos y celebremos hoy la fiesta, no de
manera pomposa, sino divina; no sólo llevando en la mano los ramos de palma, sino
también en el alma, y blanqueándola más que la nieve. Desvistámonos de toda la
mortalidad de esa toga vieja, hecha de pieles, rechazando todo fasto y toda soberbia.
El rey de los ángeles viene, no en carros y con ejército, sino montado en un miserable
asnillo, para enseñarte a ti a no ser llevado en caballos y mulos, que no tienen
entendimiento.
Por tanto, cultivemos la humildad con Cristo en nosotros, para subir con él;
cantemos himnos con los ángeles, glorifiquémoslo con los niños, gritemos con la
multitud, exultemos en Betania con Lázaro, resucitemos de las obras muertas, con
los habitantes de Sión animemos los coros, clamemos con los ciegos a quienes ha
El pecado y la muerte

devuelto la vista; alabemos con los niños y los ancianos, prediquemos con sus
discípulos y, a ejemplo de los niños, extendamos los ramos de oliva en el camino de
la vida, mortifiquemos nuestra crasa naturaleza y postrémonos en la vía de la
misericordia, que dice: Yo soy el camino (Jn 14,6), para que nosotros encontremos
misericordia por él y con él, en la Jerusalén celestial. Entremos a un tiempo en aquél
grandioso templo los que van delante y los que vamos detrás, los que proceden de la
hora de tercia y los que le siguen a la hora undécima /.../.» (S. CIRILO DE
ALEJANDRIA, Homilía 4,«en el Concilio de Éfeso»)

757 Recordemos la pasión de Jesucristo para seguir sus pasos.- «Nosotros, no sólo
leamos todas estas cosas, sino conservémoslas en nuestra mente: la corona de
espinas, el manto de púrpura, la caña, las bofetadas, la venda de los ojos, los saliva-
zos, las burlas. Acordándonos frecuentemente de todo esto, podemos frenar nuestra
ira. Aunque se burlen de nosotros, aunque padezcamos injustamente, digamos con
frecuencia: No es el siervo mayor que su señor (Jn 13,16), y traigamos al recuerdo lo que
decían los judíos al Maestro: Estás endemoniado (Jn 7,20; 8,48). Y Echa los demonios en
nombre de Belcebú (Lc 11,15). Padeció todo esto, para que nosotros sigamos sus pasos
y llevemos con paciencia los sarcasmos que se siguen con frecuencia. Pues él, no sólo
sobrellevó todo esto, sino que también lo hizo para librar a cuantos lo padecen del
suplicio eterno. Y envió a sus apóstoles para salvación de cuantos oyeran su
predicación. Pedro decía: Ahora bien, hermanos: Sabemos que lo hicisteis por ignorancia
(Hech 3,17), y así los atraía a penitencia. Imitemos nosotros estos ejemplos. Nada
aplaca tanto a Dios como amar a los enemigos /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ho-
milías sobre el Evangelio de S. Juan, 84)

758 Jesucristo ofrece su sacrificio fuera del templo.- «Y ¿por qué, preguntas, la hostia
no se ofrece en el templo, sino fuera de la ciudad y de las murallas? Para que se
cumpla aquello: Ha sido contado entre los delincuentes (Is 53,12).
Y ¿por qué muere en un patíbulo y no bajo techo? Para purificar la naturaleza
del aire; por eso al aire libre, no bajo techo, sino bajo el cielo. El aire se purificaba
cuando el cordero era crucificado en alto. También era purificada la tierra, pues la
sangre que brotó de su costado la regaba. Por eso, precisamente, no bajo techo, ni en
el templo de los judíos /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el
ladrón, 1)

759 Manifestación del poder de la cruz en la muerte de Cristo.- «¿Quieres aprender


otra cosa importante? El Paraíso cerrado miles de años, nos lo abrió hoy. En este día,
en esta misma hora, Dios introdujo en él al ladrón. Dos cosas importantes: abrió el
Paraíso e hizo entrar en él al ladrón. Hoy, antes de que nosotros volvamos a la
El pecado y la muerte

patria, abrió sus puertas a la naturaleza humana, pues dijo: Hoy estarás conmigo en el
Paraíso (Lc 23,43).
¿Qué dices? ¿Estás crucificado, sujetado con los clavos, y prometes el Paraíso?
Sí, para que también aprendas mi poder en la cruz. No entenderías el misterio de la
cruz, si no aprendieras el poder del crucificado; obra en la cruz este milagro que
demuestra el máximo poder. No cuando resucitó al difunto, ni cuando ordenó
aquietarse a los vientos y al mar, ni cuando expulsó al demonio, sino cuando estaba
en la cruz clavado, cargado de injurias y salivazos e insultos, pudo cambiar el alma
pervertida del ladrón. Para que veas su poder en la cruz, conmovió toda la
naturaleza, rompió las piedras, convirtió el alma del ladrón, más dura que la piedra.
Y lo honró, al decirle: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Los querubines guardaban la entrada del Paraíso, pero éste es el Señor de los
querubines /.../.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón, 1)

760 Los dos ladrones crucificados en Jesús.- «Había también otro ladrón crucificado con
él, para que se cumpliera aquello de Ha sido contado entre los malhechores (Is 53,11).
Los judíos querían oscurecer su gloria y lo insultaban continuamente con las
cosas que hacían para deshonrarlo; pero la verdad brillaba en todas partes y por los
mismos obstáculos resplandecía. Lo insultaba el otro ladrón (Lc 23,39). ¿Ves la
diferencia entre ladrón y ladrón? Los dos crucificados, ambos venían de una vida de
latrocinio, ambos de la maldad. Pero no tuvieron los mismos sentimientos. Uno de
ellos recibió en herencia el reino de los cielos; el otro, condenado a la gehenna.
De la misma forma, el día anterior, Judas y los once. Ellos decían: ¿Dónde
quieres que te preparemos la cena pascual? (Mt 26,17); Judas preparaba la traición y
decía: ¿Qué queréis darme y yo os lo entrego? (Mt 26,15). Aquellos se preparaban para el
ministerio y la mystagogia divina; éste se apresuraba a entregarlo. Así también ahora
ladrón y ladrón: uno lo insulta, el otro lo adora; aquél blasfema, éste bendice y
reprende al blasfemo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando como estás en el mismo
suplicio? (Lc 23,40-41).» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón,
1)

761 La tierra convertida en templo.- «Cuando vino Cristo y sufrió la muerte fuera de la
ciudad, limpió toda la tierra y convirtió todos los lugares en sitio idóneo para la
oración.
¿Quieres aprender cómo toda la tierra se ha convertido en un templo para
siempre y cómo todo lugar está destinado a la oración? Oye otra vez la
bienaventurado Pablo que dice: Que los hombres oren en todo lugar, levantando en alto
las manos puras (1Tim 2,8). ¿Ves cómo limpió toda la tierra? ¿Has visto cómo en todos
los lugares podemos alzar las manos puras?
Por lo demás, toda la tierra está santificada; es ahora más santa que los
lugares santos de los judíos. ¿Por qué razón? Porque en aquellos lugares se ofrecían
El pecado y la muerte

sacrificios sin el espíritu razonable, pero aquí se ha sacrificado el cordero, dotado de


razón. Cuanto más importante es lo que tiene razón que lo que carece de ella, tanto
más grande es aquí la santificación. Verdaderamente la cruz es para nosotros una
festividad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre la Cruz y el ladrón, 2)

762 Todos los bienes están encerrados en la caridad.- «En su mansedumbre, nuestro
Señor humilló sus santas manos hasta lavar los pies del traidor, que se lo agradeció
con los clavos de la cruz (Jn 13,1-15). Aquél, por quien fueron creadas todas las cosas,
se humilló para lavar los pies y, sin embargo, los fariseos le mostraron su aversión y
lo sacerdotes lo atormentaron.
Como todas las cosas fueron creadas por él -fue el mediador en su creación-
así también la redención de todas las cosas. La redención obrada por él fue tanto más
abundante que si ellas hubieran estado sometidas en virtud de su origen primero.
Mas, porque habían caído y yacían bajo el yugo de la maldición, él se humilló
bajando todavía más que ellas, para elevarlas y exaltarlas todas. Así como las
humilló al principio, así ahora, en su sabiduría, vino hasta ellas como médico y
pacificador.
El orgullo y la arrogancia nada pueden conseguir, a menos de emplear la
guerra. Todos los bienes están encerrados en la caridad, y la caridad es el guardián
del tesoro de ellas.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron, 18,22)

763 Con su muerte, Jesús venció a la muerte.- «Nuestro Señor fue dominado por la
muerte, pero él venció a la muerte, pasando por ella como si fuera su camino. Se
sometió a la muerte y la soportó deliberadamente, para acabar con la obstinada
muerte. En efecto, Nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la muerte;
pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo
que la muerte deseaba.
La muerte le mató gracias al cuerpo; pero él, con las mismas armas, triunfó
sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo
acercarse la muerte, y la muerte le mató; pero él, a su vez, acabó con la muerte. La
muerte destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida
sobrenatural.
La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle a él, si él no hubiera tenido
un cuerpo, ni el abismo hubiera podido tragarle, si él no hubiera estado revestido de
carne; por eso quiso el Señor descender al seno de una virgen, para poder ser
arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo
asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y
desbarató sus tesoros.» (S. EFREN, Sermones, «sobre nuestro Señor»,3)
El pecado y la muerte

764 El cuerpo de Jesucristo comparado a la pared.- «Mirad, se ha parado detrás de la tapia,


atisba por las ventanas, mira por las celosías (Cant 2,9).
¿Qué significa esta tapia, qué las ventanas, qué las celosías, por las que mira el
Señor, investigando diligentemente? El bienaventurado Apóstol manifiesta que la
pared es el cuerpo del Señor, cuando dice: derribando el muro de separación: la
enemistad; anulando en su carne la ley de los mandamientos formulada en decretos, para
crear en sí mismo, de los dos, un solo hombre nuevo (Ef 2,14-15). Y David, comparando el
cuerpo del Señor a la pared, dice: ¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos
juntos, para derribarlo como a una pared, que cede, o a una tapia ruinosa? (Sal 61,4); porque
esa pared estaba inclinada en el muro de la cruz. Y también Habacuc dice: Una piedra
clamará desde la pared (Hab 2,11), esto es, uno de los ladrones habló diciendo: ¿No eres
tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros (Lc 23,39). Pues Cristo se llama pared por
esto.
La ventana son los luminares de los carismas, es decir, los dones con los que,
desde la pared de su cuerpo, da luz a los creyentes.» (S. GREGORIO DE ELVIRA,
Tratado sobre el Cantar de los Cantares, 4)

765 Jesús resucitado se aparece a las mujeres.- «De repente el Señor va al encuentro de
las mujeres, animadas por el ángel, y las saluda (Mt 28,9-10), para que, habiendo de
anunciar la resurrección a los discípulos, que estaban esperando, reciban de la boca
de Cristo, más que de la del ángel, lo que habían de decir.
El hecho de que sean simples mujeres las primeras que vean al Señor, lo
saludan, se postran de rodillas y son invitadas a llevar la noticia a los apóstoles,
manifiesta la vuelta en sentido contrario de la responsabilidad original. En el sentido
que, como la muerte había provenido de su sexo, así éste reciba el primero la gloria,
la visión, el fruto y el anuncio de la resurrección.» (S. HILARIO DE POITIERS,
Comentario del Evangelio de S. Mateo, 33.9)

766 Expulsión de los mercaderes de Templo.- «Todo lo cual lo llevó a cabo sin escolta y
sin riquezas; mas con un látigo hecho con cuerdas, golpeaba a las turbas (Jn 2,15), y
ninguno osaba hacerle resistencia. Y por eso usa de la vara y del azote -pues, el cetro
de su reino es la justicia (Sal 44,7)-, de la vara para corregir, del látigo para reprender.
Su primera manera de enseñar es dura, la segunda más humana y flexible, ya que,
con ésta, la conciencia del pecador es castigada con golpes menos dolorosos. No hay
duda que son cosas completamente distintas las correcciones terroríficas de los
profetas y las amonestaciones persuasivas de los apóstoles; sin embargo, la
educación verdadera se logra con el combinado de ambas formas de predicar.» (S.
AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas, 9,21)
El pecado y la muerte

767 La muerte de Cristo, transformación del universo.- «La muerte de Cristo es, pues, la
transformación del universo. Es necesario, por tanto, que también tú te vayas
transformando sin cesar; debes pasar de la corrupción a la incorrupción, de la
muerte a la vida, de la mortalidad a la inmortalidad, de la turbación a la paz. No te
perturbe, pues, el oír el nombre de muerte, antes bien, deléitate en los dones que te
aporta este tránsito feliz. ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la
sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? Por eso dice la Escritura:
Que mi muerte sea la de los justos, es decir, sea yo sepultado con ellos, para que desa-
parezcan mis culpas, y sea revestido de la santidad de los justos, es decir, de aquellos
que llevan en su cuerpo y en su alma la muerte de Cristo.» (S. AMBROSIO, Sobre el
bien de la muerte, 4,15)

768 Jesucristo, Cordero de Dios.- «Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturados por
nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos
errábamos como ovejas, siguiendo cada uno su camino; y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al
matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca (Is 53,5-7).
Fue herido por nuestras impiedades, como dice el Salmo: Me taladran las
manos y los pies (Sal 21,17); para curar con sus heridas las nuestras. Y triturado por
nuestros crímenes, para que, siendo maldito por nosotros, nos librara de la maldición.
Porque maldito el hombre que está colgado en el madero (Dt 21,23; Gál 3,13), por donde
nuestro castigo saludable cayó sobre él. Lo que nosotros debíamos sufrir por nuestros
crímenes, él lo padeció por nosotros, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Él es
nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, destruyendo el muro de enemistad y
liquidándola en su carne (Ef 2,14), y sus cicatrices nos curaron.
Es claro: como el cuerpo azotado y herido llevaba en sí las señales de la injuria
en los cardenales y la lividez, así su alma sufrió verdaderamente por nosotros /.../.
Como cordero llevado al matadero... Este testimonio, que el eunuco de la reina de
Candace no entendía, lo entendió al explicárselo Felipe referido a la pasión y al
nombre del Salvador (Hech 8,27-28); bautizado enseguida, en la sangre del cordero
que venía leyendo, fue enviado como apóstol a la gente de Etiopía. El que fue
llevado a Pilato porque él quiso y guardó silencio para ser llevado a la cruz por
nosotros, fue llevado como oveja al matadero y como cordero mudo ante el
trasquilador. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado (1Cor 5,7); a
quien señalaba Juan Bautista: He ahí al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn
1,29), y en el Apocalipsis de Juan Evangelista se recuerda con frecuencia como el
Cordero sacrificado. El que dice por Jeremías: Yo, como manso cordero que es llevado a
sacrificar (Jer 11,19). No conociendo el pecado, se hizo pecado por nosotros (2Cor 5,21).» (S.
JERONIMO, Comentario sobre el Profeta Isaías)
El pecado y la muerte

769 La injuria del Señor es nuestra gloria.- «Cristo nos rescató de la maldición de la ley,
convirtiéndose por nosotros en objeto de maldición, porque está escrito: "Maldito todo el que
sea colgado de un palo", para que la bendición de Abraham llegara a los gentiles en Cristo
Jesús, para que recibiéramos, mediante la fe, la promesa del Espíritu (Gál 3,13-14).
Así, pues, la injuria del Señor es nuestra gloria. Él murió, para que nosotros
vivamos. Él bajó a los infiernos, para que nosotros subamos al cielo. Él fue hecho
necedad, para que nosotros nos hiciéramos sabios. Él se despojó de la plenitud y de
la forma de Dios, tomando forma de esclavo, para que en nosotros habitara la plenitud
de la divinidad y nos hiciéramos de los siervos del Señor. Él pendió de la cruz, para
que, colgado del madero, borrara el pecado que habíamos cometido en el árbol de la
ciencia del bien y del mal. Su cruz convirtió en sabor dulce las aguas amargas, y sacó
el hacha lanzada a la profundidad en las aguas del Jordán (2Re 6,6-7). Al final, él fue
hecho maldición -hecho digo, no nacido-, para que las bendiciones prometidas a
Abraham, siendo el autor y precursor, fueran transmitidas a los gentiles, y la
repromisión por la fe de él se cumpliera en nosotros. La cual debemos recibir en los
dones espirituales de las virtudes, o en la inteligencia espiritual de las Escrituras
(1Cor 12,4-5).» (S. JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Gálatas)

770 Jesucristo resucitado en nosotros.- «Para que, iluminados los ojos de vuestro corazón,
sepáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuáles las riquezas de la herencia esplendorosa
que reserva para los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros
los creyentes, conforme a la energía de la fuerza poderosa, que desplegó en Cristo al resuci-
tarlo de entre los muertos (Ef 1,18-20).
No es de poco estudio que sepamos la esperanza de la vocación y las riquezas
de la gloria de la heredad de Dios en los santos. Necesitamos de ella, para conocer
estas cosas, con el poder que usó Dios en su Hijo, resucitando al que, muerto, no una
vez, sino siempre, entre los muertos, y lo hizo libre sin mancha alguna por el
contagio de la muerte (Sal 87,6; 15,10). Todos los días resucita Cristo entre los
muertos, todos los días se despierta en los penitentes. No porque no tenga poder
según la carne para poner su alma y volver a tomarla (Jn 10,18); nadie se la quita, si
él no la da por sí mismo, sino porque, según la dispensación de la carne y del Hijo, se
diga que ha resucitado hombre e Hijo por Dios Padre.» (S. JERONIMO, Comentario
sobre la Carta a los Efesios)

771 Jonás, figura de Cristo.- «¡Oh muerte, que divides a los hermanos y separas, cruel y
dura, a los que une el amor! Trajo el Señor un viento abrasador, que subía del
desierto, y secó tus venas y agotó tu fuente. Cierto que te tragaste a Jonás; pero, aún
en tu vientre, estuvo vivo. Lo llevaste como a muerto, para que se calmara la
tormenta del mundo y, por su predicación, se salvara nuestra Nínive. Él, él te venció,
él te subyugó, el profeta fugitivo que dejó su casa, abandonó su heredad y entregó su
vida querida en manos de los que se la querían quitar. Él fue un día quien te
El pecado y la muerte

amenazó severo por Oseas: ¡Oh muerte, yo seré tu muerte; yo seré tu aguijón, oh infierno!
(Os 13,14). Por su muerte fuiste tu muerta, por su muerte vivimos nosotros. Tragaste
y fuiste tragada y, engañada por el cebo del cuerpo que él tomara, que tu creíste
presa de tus ávidas fauces, tus entrañas quedaron traspasadas por corvo diente.
Gracias te damos a ti, Cristo Salvador, nosotros, criatura tuya, porque, al
dejarte matar, mataste a tan poderoso contrario nuestro.» (S. JERONIMO, Cartas,
60,«a Heliodoro; epitafio de Nepociano»)

772 Jesucristo deforme no ha perdido su belleza.- «Este de ahora es el camino de la fe.


Para ejercitar tu fe hízose deforme Cristo; pero no ha perdido su belleza. Cristo
continúa siendo especioso, y especioso sobre los hijos de los hombres le veremos
allende la peregrinación. ¿Cómo aparece ahora? Le vimos y no tenía especie ni buen
semblante; antes bien, era despreciable su rostro y feo su continente; hombre todo él llagado y
hecho a todos los quebrantos (Is 53,2-3). Esa deformidad de Cristo es la que a ti te da
forma; si él no hubiera querido ser deforme, no habrías tú recobrado la forma que
habías perdido. Deforme colgaba de la cruz, pero su deformidad era nuestra belleza.
Mantengámonos, pues, en esta vida fieles a Cristo deforme.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 27,6)

773 Judas, órgano del diablo.- «El diablo entró en el corazón de Judas para que entregase a
Cristo (Jn 13,2). Malos fueron el diablo y Judas; cual el organista, así el órgano. El
diablo, pues, usó mal de su propio recipiente; el Señor usó bien de ambos. Ambos se
propusieron nuestra ruina; Dios se dignó convertirlo en salvación para nosotros.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 301,4)

774 Los ramos de palma son alabanzas y signos de victoria.- «Los ramos de las palmas
son alabanzas y signos de victoria, porque, muriendo, había de vencer el Señor a la
muerte, y con el trofeo de la cruz, había de vencer al demonio, príncipe de la
muerte.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 51,2)

775 Jesucristo apareció tan grande cuando iba a morir.- «¿Quién puede dormirse
cuando quiere, como Jesús murió cuando quiso? ¿Quién puede vestirse cuando
quiere, como él se despojó de su carne cuando quiso? ¿Quién se va cuando quiere,
cuando él murió cuando quiso? ¡Cuánto debe esperarse o temerse del que vendrá a
juzgar, cuando tan grande apareció cuando iba a morir!» (S. AGUSTIN, Tratados
sobre el Evangelio de S. Juan, 119,6)
El pecado y la muerte

776 La lectura de la pasión.- «La lectura del Evangelio, amadísimos, que nos relata la
historia sagrada de la pasión del Señor, es bastante conocida en toda la Iglesia, por la
lectura común y frecuente que se hace de ella, para que recordéis la sucesión de los
hechos como si los tuvieseis ante los ojos. No se ha de pensar que eso no aprovecha a
los que no dudan de las cosas que oyen, de modo que, aunque no capten algún
misterio de la Escritura con toda claridad, sin embargo, crean firmísimamente que
los Libros divinos no contienen ningún engaño.
Mas, porque la plena inteligencia ha sido prometida a la fe sincera (Jn 20,29),
levántase el vigor de las mentes iluminadas para merecer la enseñanza del Espíritu
Santo. No nos contentemos con conocer el orden de los hechos, sin fijar nuestra
atención en la misma razón de su amor para con nosotros. Conociendo la naturaleza
humana y cuánto la ha amado su autor, le amará mucho más.
Efectivamente, Dios no tuvo otra cosa para compadecerse de nosotros, que su
bondad. Mucho más admirable es el segundo nacimiento de los hombres que su
creación. Pues la restauración por Dios en los últimos tiempos (1Pe 1,20; Jn 2,18) de
lo que había perecido es mucho más importante que la creación al principio de lo
que no existía. Por eso, ningún mérito de los santos anteriores pudo recobrar por sí
mismo la libertad de la inocencia natural que perdimos por la prevaricación de los
primeros padres. Pues la sentencia dictada contra los transgresores ha tenido cautivo
a todo el linaje de una posteridad de esclavos, y nadie se eximió de la condenación,
ya que ninguno estuvo libre de la falta. Pero la redención realizada por el Salvador,
al destruir la obra del diablo y romper los lazos del pecado, ordenó de tal modo el
don de su gran amor, que la plenitud de las generaciones, cuyo número ha sido
determinado de antemano, continúa desarrollándose hasta la consumación del
mundo; mas la restauración de nuestro origen se extiende retrospectivamente a
todos los siglos pasados, puesto que la justificación se ha concedido a la fe sin
distinción.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 66,«sobre la Pasión del Señor»)

777 El primero y el segundo Adán.- «El enemigo del género humano, queriendo dar
muerte a toda la humanidad, atacándola en su origen, nos había herido con una
herida mortal y, habiéndose sometido nuestro padre común, toda su descendencia
quedó hecha prisionera e incapaz de salir de esa ley férrea. Por eso, al ver que, entre
tantas generaciones que le estaban sometidas por un pacto mortal, un hombre, único
entre los nacidos de hombre, cuyo poder, en su admiración, sobrepasa al de todos
los santos de todos los tiempos, creyó poder prometerse la perpetuidad de su
derecho, si los méritos de la justicia se mostraban incapaces de vencer los derechos
de la muerte.
Excitando, pues, más vehementemente a sus servidores y mercenarios,
ejercitó su furor para su propio mal y, pensando que aquél, a quien había podido
matar, tenía una deuda para con él, persiguiendo a una naturaleza humana
semejante a la de los culpables, no vio la libertad de su inocencia singular. No se
equivocaba en cuanto a la raza, pero sí en cuento a la culpa. El primero y el segundo
El pecado y la muerte

Adán llevaban la misma carne, pero no las mismas obras; en aquél todos morimos,
en éste todos serán vivificados (1Cor 15,22). Aquél, por su orgullosa ambición, tomó
la vía de la miseria; éste, por la fuerza de su humildad, nos ha abierto el camino de la
gloria. Por eso pudo decir: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). El Camino,
por el ejemplo de una vida justa; la Verdad, por la esperanza de una realidad cierta;
la Vida, por la adquisición de una felicidad eterna.» (S. LEON MAGNO, Sermones,
69,«sobre la Pasión del Señor»)

778 Resurrección de Jesucristo.- «Al decir el Apóstol: El primer hombre fue, de la tierra,
terreno; el segundo fue del cielos. Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial,
tales son los celestiales. Y como llevamos la imagen del terreno, llevaremos también la imagen
del celestial (1Cor 15,47-49), debemos alegrarnos mucho de este cambio, que nos hace
pasar de la oscuridad terrestre a la dignidad celeste, por un efecto de la inefable
misericordia de aquél que, para elevarnos hasta sus dominios, ha descendido al
nuestro, pues no ha tomado sólo la sustancia, sino también la condición de la
naturaleza pecadora, y ha permitido que su inefable divinidad sufra todo lo que, en
su extrema miseria, experimenta la humana mortalidad.
Por un efecto de esa bondad que, temiendo que una larga tristeza fuese una
tortura para las almas, ya turbadas, de los discípulos, quiso abreviar el plazo
predicho de los tres días que, añadiendo al segundo día entero la última parte del
día primero y el comienzo del día tercero, acorta algo el intervalo previsto, sin que
fuese disminuido el número de días.
La resurrección del Señor no ha retenido durante largo tiempo su alma en los
infiernos, ni su cuerpo en el sepulcro. Vino tan pronto la vida a su carne incorrupta,
que más parece que estaba dormido que haber dejado de vivir. La divinidad, en
efecto, no estuvo separada de las dos sustancias que componían al hombre que ella
había asumido; reunió con su poder lo que con su poder había separado.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 71,«sobre la Resurrección del Señor»)

779 El anonadamiento de Jesucristo, gesto de su misericordia.- «Sin embargo, no basta


conocer al Hijo de Dios como existiendo en la única naturaleza del Padre, sino que se
le conoce como siendo también de nuestra condición. Este anonadamiento que él
soportó para elevar al hombre fue, por su parte, un gesto de misericordia, no una
disminución de su poder. Pues, por el decreto eterno de Dios, ningún otro nombre nos
ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos (Hech 4,12). El
invisible hace su esencia visible, el intemporal se somete al tiempo, el invisible se
vuelve pasible; no para que su fuerza desaparezca en la debilidad, sino para que la
debilidad pueda ser reformada y revestida de una fuerza incorruptible.» (S. LEON
MAGNO, Sermones, 72,«sobre la Resurrección del Señor»)
El pecado y la muerte

780 Resurrección y Ascensión del Señor.- «El misterio de nuestra salvación que el
Creador del universo estimó en el precio de su sangre, se fue realizando, desde el día
de su nacimiento hasta el fin de la pasión, mediante su humildad. Y, aunque bajo la
forma de siervo, se manifestaron muchas señales de su divinidad, con todo, su ac-
ción durante este tiempo estuvo encaminada a mostrar la verdad de la naturaleza
humana.
Pero después de la pasión, libre ya de las ataduras de la muerte, las cuales
habían perdido su fuerza al sujetar a aquél que estaba exento de todo pecado, la
debilidad se convirtió en valor; la mortalidad en inmortalidad; la ignominia en
gloria. Esta gloria la declaró nuestro Señor Jesucristo, mediante muchas y
manifiestas pruebas (Hech 1,3), en presencia de muchos, hasta que el triunfo de la
victoria conseguida con la muerte fue patente con su ascensión a los cielos.
Por lo mismo, así como la resurrección del Señor fue para nosotros causa de
alegría en la solemnidad pascual, así su ascensión a los cielos es causa del gozo
presente, ya que nosotros recordamos y veneramos debidamente este día, en el cual
la humildad de nuestra naturaleza, sentándose con Cristo en compañía de Dios
Padre, fue elevada sobre todos los órdenes de los ángeles, sobre toda la milicia del
cielo y la excelsitud de todas las potestades (Ef 1,21). Gracias a esta economía de las
obras divinas, el edificio de nuestra salvación se levanta sobre sólidos fundamentos.»
(S. LEON MAGNO, Sermones, 74,«sobre la Ascensión del Señor»)

781 Festividad de Pentecostés.- «La festividad de hoy, amadísimos, venerable en todo el


orbe de la tierra, ha sido consagrada por la venida del Espíritu Santo que, cincuenta
días después de la resurrección del Señor, descendió sobre los apóstoles y la multi-
tud de los fieles, como se esperaba, pues el Señor lo había prometido.
No que debía empezar ahora por primera vez a habitar en los santos, sino que
iba a abrasar con más ardor y a inundar más abundantemente los corazones a él
consagrados. Iba a colmar sus dones, no a iniciarlos; a ser más pródigo de sus bienes,
no a comenzar su obra.
Nunca la majestad del Espíritu Santo ha estado separada de la omnipotencia
del Padre y del Hijo. Todo lo que hace el gobierno divino en la dirección del
universo procede de la providencia de toda la Trinidad. Una sola es allí la benigni-
dad de la misericordia, una sola la corrección de la justicia. Ninguna es la división de
la acción allí donde no hay ninguna distinción en la voluntad.
Lo que ilumina el Padre, lo ilumina también el Hijo, y también el Espíritu
Santo. Siendo una la persona del enviado, otra la del que envía y otra la del que
promete, se nos manifiesta en conjunto la Unidad y la Trinidad, y comprendemos
que la esencia divina posee sin admitir la soledad y que es de una misma sustancia
sin ser de una misma persona.» (S. LEON MAGNO, Sermones, 77,«sobre
Pentecostés»,1)
El pecado y la muerte

782 Los cuatro animales alados representan a los cuatro evangelistas.- «He aquí que se
dice: Todos los cuatro tenían el rostro de hombre y todos cuatro tenían cara de león al lado
derecho; al lado izquierdo tenían todos cuatro cara de becerro, y en la parte de arriba tenían
todos cuatro cara de águila (Ez 1,10).
Ahora bien, que estos cuatro animales alados representan a los cuatro santos
evangelistas, lo atestiguan los mismos principios de cada libro evangélico; porque,
como Mateo principió por la generación humana, rectamente se le representa por el
hombre; y como Marcos principió por el clamor en el desierto, rectamente se le
designa por el león; y como Lucas comenzó por el sacrificio, se indica bien por el
becerro; y como Juan comenzó por la divinidad del Verbo, dignamente está sig-
nificado por el águila, pues comienza diciendo: En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba en Dios y el Verbo era Dios (Jn 1,1); mirando a la misma divinidad, como que fijó
cual águila sus ojos en el sol.
Mas, como todos los elegidos son miembros de nuestro Redentor, y nuestro
Redentor es Cabeza de todos los elegidos, nada se opone a que, en lo que están
figurados sus miembros, lo esté también él mismo; pues el mismo Unigénito de Dios
se hizo verdadero hombre, él mismo se dignó morir, cual becerro, en el sacrificio de
nuestra redención; él mismo, en virtud de su fortaleza, resucitó, como león -aparte
que también se dice que el león duerme con los ojos abiertos, y en la muerte en que
nuestro Redentor pudo dormir en cuanto a su divinidad-; y él mismo, después de su
resurrección, subiendo a los cielos, se remontó como águila a lo más alto. Así que lo
es todo para nosotros; porque, naciendo, es hombre; muriendo, es becerro;
resucitando, es león; y subiendo a los cielos, se ha hecho águila.» (S. GREGORIO
MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 1,4)

783 Los saltos de Jesucristo.- «De esta solemnidad (la Ascensión del Señor) dice el
Salmista: Tu majestad se ve ensalzada sobre los cielos (Sal 8,2); y de ella dice otra vez:
Ascendió Dios entre voces de júbilo, y el Señor al son de clarines (Sal 46,6); y de la misma
dice nuevamente: Al subir el Señor a lo alto, llevó consigo a los cautivos; dio dones a los
hombres (Sal 67,19).
En efecto, cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos, porque con la
virtud de su incorrupción, destruyó la corrupción nuestra; y dio dones a los
hombres, porque, enviando desde el cielo al Espíritu Santo, concedió a unos el don
de hablar con sabiduría, a otros el don de hablar con ciencia, a éstos el don de las
virtudes, a aquellos el don de curar, y a esotros el de interpretar las palabras. Dio,
pues, dones a los hombres cuando, por la gracia de este Espíritu, la virtud de ellos se
extendió por el mundo.
También Habacuc dice acerca de la gloria de su Ascensión: Se elevó el sol, y la
luna se paró en su carrera (Hab 3,11). Porque ¿a quién se designa con el nombre de sol,
sino al Señor, y a quién con el de luna sino a la santa Iglesia?; pues, hasta que el
Señor subió a los cielos, la santa Iglesia todo lo temía de las diversas potestades del
mundo; mas, después que se fortaleció con la Ascensión del Señor, predicó en pú-
El pecado y la muerte

blico la fe que guardó secreta. Luego el sol se elevó y la luna se paró en su carrera,
porque, cuando el Señor subió al cielo, la santa Iglesia se propagó con la autoridad
de la predicación.
Por eso Salomón pone en boca de esta Iglesia: Vedle que viene saltando por los
montes (Cant 2,8); porque contempló la excelencia de tan grandes obras, dijo: Vedle
que viene saltando por los montes. En efecto, hasta llegar a redimirnos dio, por decirlo
así, algunos saltos. ¿Queréis, hermanos carísimos, conocer los saltos que él dio? Del
cielo vino a la tierra, al seno de su Madre; del seno de su Madre saltó al pesebre; del
pesebre saltó a la cruz; de la cruz, al sepulcro; del sepulcro volvió al cielo.
Ved que, para hacernos correr tras él, la Verdad, que se manifestó en la carne,
dio por nosotros varios saltos, porque saltó como un gigante para recorrer su camino (Sal
18,6), a fin de que nosotros le dijéramos de corazón: Llévanos tras de ti, correremos en
pos del perfume de tus ungüentos (Cant 1,3).» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías sobre
los Evangelios, 2,29)
El pecado y la muerte

XXVIII. El pecado y la muerteError! Reference source not found.

«¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Porque fuerza es que


vengan escándalos, mas ¡ay del hombre por quien viene el escándalo!»
(Mt 18,9).

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque cerráis el reino


de los cielos delante de los hombres; ni entráis vosotros ni dejáis entrar
a los demás» (Mt 25,13).

«Lo que del hombre sale esto contamina al hombre. Porque de dentro
del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos:
fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, dolo,
libertinaje, mal ojo, maledicencia, soberbia, privación del sentido
moral; todas estas cosas malas de dentro salen y manchan al hombre»
(Mc 7,20-23).

«Alma mía, tienes muchos bienes repuestos para muchos años; huelga,
come, bebe, date a la buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta
misma noche te exigen tu alma; y lo que allegaste ¿de quién será?» (Lc
9,24).

«Tampoco yo te condeno; anda y, desde ahora, no peques más» (Jn


8,11).

«Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aún cuando se


muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre»
(Jn 11,25-26).
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defined.784 Dios, visto por los que son capaces de mirarlo.- «Si me dices:
Muéstrame a tu Dios, yo te replicaría: Muéstrame tú a tu hombre, y yo te mostraré a mi
Dios. Muéstrame, en efecto, unos ojos de tu alma, que vean, y unos oídos de tu
corazón, que oigan. Porque a la manera que quienes ven con los ojos del cuerpo, por
ellos perciben las cosas de la vida y de la tierra, y disciernen juntamente sus
diferencias, por ejemplo, entre la luz y la oscuridad, entre lo blanco y lo negro, entre
la mala o buena figura, entre lo que tiene ritmo y medida, y lo que no lo tiene, entre
lo desmesurado y lo templado, y lo mismo se diga de los oídos: sonidos agudos,
bajos y suaves; tal sucede con los oídos del corazón y los ojos del alma, en cuanto a
su poder de ver a Dios.
Dios, en efecto, es visto por quienes son capaces de mirarle, si tienen abiertos
los ojos del alma. Porque sí, todos tienen ojos; pero hay quienes los tienen
oscurecidos y no ven la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean deja de brillar la
luz del sol. A sí mismos y a sus ojos deben los ciegos echar la culpa. De semejante
manera, tú, hombre, tienes los ojos de tu alma oscurecidos por los pecados y tus
malas obras. Como un espejo brillante, así de pura debe tener su alma el hombre.
Apenas el orín toma al espejo, ya no puede verse en él la cara del hombre; así
también, apenas el pecado está en el hombre, ya no puede éste contemplar a Dios.
Muéstrate, pues, tú a ti mismo: si no eres adúltero, si no eres deshonesto, si no
eres envidioso, si no eres arrogante, si no eres altanero, si no riñes, si no amas el
dinero, si no desobedeces a tus padres, si no vendes a tus hijos. Porque Dios no se
manifiesta a quienes cometen estas acciones, si no es que antes se purifican de toda
mancha. Porque también sobre ti proyecta todo eso una sombra, como la mota que
se mete en el ojo para no poder mirar fijamente la luz del sol. Así también tus
impiedades proyectan sobre ti una sombra, para que no puedas mirar a Dios.» (S.
TEOFILO DE ANTIOQUIA, Los tres libros a Autólico, 1,2)

785 Monedas del diablo.- «Se dirá, sin duda es justo afirmar que Cristo nos ha
rescatado, porque nos ha comprado con su sangre. Pero ¿qué había dado el diablo
para comprarnos? La moneda del diablo es el homicidio. ¿Has cometido tú un
homicidio? Has recibido la moneda del diablo. La moneda del diablo es el adulterio,
porque lleva impresa la imagen y la inscripción (Mt 22,20). ¿Has cometido tú un
adulterio? Tú has recibido del diablo una moneda. El robo, el falso testimonio, la
violencia, el pillaje, todo esto constituye las rentas y el tesoro del diablo, porque tal
plata proviene de su casa de monedas. Es, pues, con esta plata con la que él paga
aquellos que compra; él reduce a esclavitud a aquellos que han recibido, por poco
que sea, este género de rentas.» (ORIGENES, Homilías sobre el Éxodo, 6,9)
La vida eterna

786 El primero y peor de los pecados es la soberbia.- «¿Cuál es el mayor de todos los
pecados? Ciertamente aquél por el que cayó el diablo. ¿Cuál es este pecado, en el que
cayó tanta altura, del que elevado cae en el juicio del diablo? Dice el Apóstol: la
inflación, la soberbia, la arrogancia es el pecado del diablo; y por tales delitos cayó a
la tierra desde el cielo.
De aquí que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. ¿Para
qué te ensoberbeces tierra y ceniza, de manera que el hombre, olvidado de lo que es,
y en que vaso tan frágil está encerrado, y en que estiércol está metido, y que
suciedades arroja de su cuerpo, se subleve con arrogancia?
¿Qué dice la Escritura? ¿De qué te ensoberbeces polvo y ceniza? Ya en vida vomitas
las entrañas (Eclo 10,9). La soberbia es el mayor de todos los pecados y el principal
pecado del mismo diablo. Cuando la Escritura descubre los pecados del diablo,
encontrarás que todos ellos brotan de la fuente de la soberbia. Dice: Con la fuerza de
mi brazo he hecho eso, con mi sabiduría y mi prudencia, y borré las fronteras de los pueblos y
saqueé sus tesoros y, todopoderoso, derribé a los que se sentaban en los tronos. Mi mano ha
cogido la riqueza de los pueblos como se coge un nido, como quien se apodera de los huevos
abandonados me he apoderado de la tierra toda (Is 10,13-14).
Mira sus palabras hasta qué punto son soberbias y arrogantes, y lo desprecia
todo. Tales son todos los que andan hinchados por la jactancia y la soberbia. Materia
de la soberbia, las riquezas, las dignidades, la gloria secular. Causa frecuente de
soberbia es para aquél que ignora tener la dignidad eclesiástica, el orden sacerdotal o
el grado de los levitas. ¡Cuantos presbíteros se olvidan de la humildad! ¡Como si
hubieran recibido el orden sagrado, para dejar de ser humildes!» (ORIGENES,
Homilías sobre Ezequiel, 9,17)

787 Lujuria y castidad.- «Los que se revuelcan, en cambio, en la disolución -y tal hacen la
mayoría de los hombres- y los que tienen sin escrúpulo trato con rameras y hasta
enseñan que ello no va contra ley alguna de decencia, ésos ¿no son gusanos que se
revuelcan en el cieno? Y lo son señaladamente si se les compara con quienes han
aprendido a no tomar los miembros de Cristo y el cuerpo, morada del Verbo, y
hacerlos miembros de una meretriz (1Cor 6,15), y saben muy bien ya que el cuerpo
de un ser racional y consagrado al Dios del universo es templo del mismo Dios a
quienes ellos adoran, y tal se hace por la pura idea que tienen del Creador. Ellos, que
practican la templanza como un culto de Dios, se guardan de corromper, por ilícito
comercio carnal, el templo de Dios (1Cor 3,16; 6,19; 2Cor 6,16).» (ORIGENES, Contra
Celso, 4,26)

788 La blasfemia contra el Espíritu Santo.- «Mas la consideración misma del texto (Mt
12,24-32) me parece sugerir una explicación y manifestar que es a él -a Jesús- a quien
La vida eterna

afectan las dos blasfemias y que es de él mismo de quien ha dicho el Hijo del hombre y
el Espíritu; para indicar, por el primer nombre, su ser corporal y, por la designación
del Espíritu, manifestar su divinidad espiritual, inmaterial y verdaderísima divini-
dad. Y de hecho, el pecado que puede obtener perdón, él lo ha puesto en relación
con el Hijo del hombre, para designar su ser corporal; pero la blasfemia irremisible él
ha manifestado que se refiere al Espíritu, a fin de que, nombrando el Espíritu, por
oposición a su ser corporal, indica su propia divinidad /.../.
20. Las dos cosas son, pues, sumamente claras. Quien considera al Señor
hablando de aquello que le pertenece, no mirando más que al aspecto corporal de su
ser, dice en su incredulidad: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría? (Mt 13,54), peca sin
duda y blasfema contra el Hijo del hombre; pero el que, viendo sus obras hechas por
el Espíritu Santo, dice que el que hace tales cosas ni es Dios, ni Hijo de Dios, y las
atribuye a Belcebú, comete de manera manifiesta una blasfemia, negando su
divinidad. Y, en efecto, como él ha dicho con frecuencia en el texto evangélico,
diciendo el Hijo del hombre, el Señor se refiere al aspecto carnal y humano de su ser, a
fin de manifestar, diciendo el Espíritu, que el Espíritu Santo, en quien él hace todas
las cosas, le pertenece.» (S. ATANASIO, Cartas a Serapión, 4,19-20)

789 Los pecados dividen a los hombres.- «Los caracteres débiles son, al mismo tiempo,
perezosos y lentos para la virtud o para el vicio, y se inclinan fácilmente de un lado y
del otro: son como los movimientos de los que andan adormilados. Al contrario, los
caracteres generosos, cuando los modera la razón, son de gran valor para alcanzar la
virtud; pero si les faltan la ciencia y la razón, son arrastrados con la misma fuerza
hacia el vicio. Un caballo, vencedor en la guerra o en la carrera, ha de ser despierto y
fogoso; pero no servirá para nada, si no es gobernado por el freno y no ha aprendido
la docilidad en un continuo ejercicio.
4. Es esta temeridad la que, con frecuencia, ha dislocado los miembros,
dividiendo a los hermanos, enturbiando las ciudades; vuelve insensatos a los
pueblos, arma las naciones, ensoberbece a los reyes, levanta a los sacerdotes unos
contra otros y contra el pueblo, a las gentes del pueblo contra los sacerdotes y entre
sí, los padres contra los hijos, los hijos contra los padres, los hombres contra las
mujeres, las mujeres contra los hombres /.../.» (S. GREGORIO NACIANCENO,
Sermones, 32,3-4)

790 La soberbia, caída en lo más bajo.- «La soberbia es la caída en lo más bajo. Muchos
opinan lo contrario -soberbio, etimológicamente, es el que está sobre otros-. No te
admirarás de que yo sostenga lo contrario; prefiero seguir la verdad de la historia
(Núm 16,1ss), a dejarme llevar por el criterio de los hombres. Si hay quienes quieren
oponerse a los demás, sepultados en la tierra, abierta a sus pies, descienden al
abismo (Núm 16,32-33). No se puede negar nuestra definición, cuando decimos que
La vida eterna

la soberbia es caída en lo más profundo.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías sobre


el Eclesiastés, 4)

791 La vanagloria suele atacar a los que obran bien.- «Quiere ahora el Señor desterrar
de nosotros la más tiránica de las pasiones: aquella rabia y furor por la vanagloria,
que suele precisamente atacar a los que obran bien /.../. Y advertid por dónde
empieza el Señor: por el ayuno, la oración y la limosna; pues en estas buenas obras es
donde señaladamente suele anidar la vanagloria.» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 19,1)

792 Obstinarse en el pecado es totalmente satánico.- «Pues por eso justamente hemos
de levantarnos de nuestro actual estado, y arrepentirnos de lo pasado y cambiar
radicalmente. Porque no puede ofenderle tanto que una vez hayamos pecado,
cuanto no querer ya enmendarnos de lo hecho. El pecar es acaso condición humana;
mas el obstinarse en el pecado, eso ya no es humano, sino totalmente satánico.» (S.
JUAN CRISOSTOMO, Exhortación a Teodoro caído, 15)

793 La negligencia, raíz y madre de la desesperación.- «Y ¿cuál es la raíz y madre de la


desesperación? La negligencia; o, más bien, no habría que llamarla sólo raíz, sino
también nodriza y madre. A la manera como en las lanas la corrupción engendra la
polilla, y la polilla a su vez aumenta la corrupción; así aquí, la negligencia engendra
el desaliento y éste a su vez alimenta la negligencia y, prestándose una abominable
ayuda mutua, viene a cobrar no pequeña fuerza. Así pues, el que corte y elimine una
de las dos causas, fácilmente vencerá a la otra. Y es así que ni el fervoroso puede
jamás caer en el desaliento, ni el que se nutre de buena esperanza y no desespera de
sí mismo puede tampoco caer en la tibieza.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Exhortación a
Teodoro caído, 19)

794 La esposa era fea y deforme por sus pecados.- «Pues bien, procuremos hablaros
como a la esposa, que ha de ser introducida en la santa habitación de sus bodas y,
haciéndoos conocer la sobreabundante riqueza del esposo y la bondad inefable que
él muestra a la esposa, hagámosle ver a ella de qué males ha sido librada y de qué
bienes va a gozar. Si la queréis bien, pongamos ante todo en plena luz lo que le
concierne, veamos donde está y en que disposición se encuentra cuando la recibe el
esposo. Porque así es como aparecerá mejor la bondad infinita del soberano dueño.
No es su gracia, ni su belleza, las que le han atraído su amor; ni la primavera de su
cuerpo cuando él la ha recibido. No, ella era fea y deforme e ignominiosamente
manchada toda ella, y, por así decirlo, plenamente encenagada en el cenagal de sus
La vida eterna

pecados. ¡Y tal como estaba, él la ha hecho franquear el umbral de la cámara


nupcial!» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ocho Catequesis Bautismales, 1.3)

795 La envidia, más lamentable que la guerra.- «La envidia es más lamentable que la
guerra. El que hace la guerra, una vez suprimida la causa, depone su enemistad; el
envidioso nunca puede ser amigo; aquél, siempre con guerra abierta, éste, con una
oculta; aquél puede aducir muchas y probables causas de emprender la guerra; éste
sólo su ira y su satánica voluntad. ¿A quién comparar un alma así? ¿a qué víbora? ¿a
qué áspid? ¿a qué gusano? ¿a qué pez? Nada es más dañino, nada peor que un alma
así. Lo diré: es esto lo que altera las Iglesias, lo que da a luz las herejías; lo que armó
la mano fraterna he hizo que quedara manchada con la sangre del justo; la que abrió
las puertas de la muerte, llevando hasta la ejecución su propósito maldito; no dejó
que aquel desgraciado se acordara de su nacimiento, ni de sus padres, ni de nadie,
movido con tal delirio de ira y de locura. Ni siquiera cedió ante la exhortación de
Dios: El pecado acechará a la puerta y tenderá hacia ti, aunque podrás dominarlo (Gén 4,7).»
(S. JUAN CRISOSTOMO, Comentario de la Carta a los Romanos, 6)

796 Géneros de muerte.- «Hay varios géneros de muerte. Está la muerte del cuerpo,
según la cual Abraham, estando muerto, estaba vivo. Pues dice: Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos (Mt 22,32). Otra es la muerte del alma, a la que se refería Cristo,
cuando dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos (Mt 8,22). Otra, y ésta
laudable, viene por la filosofía, de la cual dice Pablo: Mortificad vuestros miembros, que
están sobre la tierra (Col 3,5). Otra se realiza en el bautismo, pues nuestro hombre viejo
está crucificado (Rom 6,6).
Sabiendo todo esto, huyamos aquella muerte, según la cual morimos, aunque
vivamos; pero no temamos ésta, que es común a todos los vivientes. Las otras dos,
de la que una es dichosa, dada por Dios; la otra, laudable, dada a luz por Dios y por
nosotros, elijámosla, emulemos e imitemos. De ambas, David llama dichosa a una
con estas palabras: Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su
pecado (Sal 31,1). Pablo admira la otra, escribiendo a los Gálatas: Los que son de Cristo
Jesús crucificaron la carne con sus pasiones y deseos (Gál 5,24). De las otras dos dice
Cristo que una debe ser despreciada: No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no
pueden matarla (Mt 10,28); en cambio, la otra es terrible: Temed, más bien, al que puede
destruir alma y cuerpo en la gehenna (Mt 10,32).
Por tanto, huyendo de ésta, elijamos aquella muerte que se dice dichosa y
admirable; y de las otras huyamos la una y temamos la otra. Nada nos aprovecharía
ver el sol, comer y beber, si no está presente la vida en las buenas obras. ¿Qué
aprovecha al rey estar vestido de púrpura, tener armas, pero no tener sujeto a nadie,
de modo que cualquiera pueda insultarlo impunemente? Así, nada aprovecha al
cristiano, si tiene fe y el don del bautismo, pero es esclavo de todas las concu-
La vida eterna

piscencias; sería mayor entonces la afrenta, mayor la vergüenza.» (S. JUAN


CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos, 11,5)

797 Pecado y arrepentimiento de David.- «Pecó David, como suelen hacer los reyes;
pero hizo penitencia, lloró y gimió, que los reyes no suelen hacer. Él confesó su
culpa, ha implorado misericordia, postrado en tierra ha llorado su miseria, ha ayuna-
do, ha suplicado y, renovando su dolor, ha transmitido a toda la sucesión de los
siglos el testimonio de su confesión. Lo que se avergüenzan de hacer los privados, el
rey no se avergÜenza de confesar.
Los que están sujetos a las leyes se atreven a negar su pecado, no se dignan
solicitar misericordia; la que pedía el rey, que no estaba sometido a las leyes
humanas. Falta común, pero confesión singular. Es cosa natural caer en la culpa;
lavar la falta es propio de la virtud. ¿Quien puede decir gloriándose: he purificado mi
corazón, estoy limpio de pecado? (Prov 20,9). Ni el niño de un día puede ser puro, según
testimonio de la Escritura.» (S. AMBROSIO, Apología de David, 4,15)

798 Tres muertes.- «Hay tres géneros de muerte. Una es la muerte del pecado, de la que
dice la Escritura: El alma que pecare, ésa morirá (Ez 18,4). Otra es la muerte mística,
cuando se muere al pecado y se vive para Dios, de la que dice el Apóstol: Por el
bautismo estamos sepultados con él para participar en su muerte (Rom 6,4). La tercera es
aquella con la que completamos el curso de la vida y nuestra misión, esto es, la sepa-
ración del alma y del cuerpo. Advertimos, pues, que una muerte es mala, cuando
morimos por el pecado; otra muerte es buena, cuando el que muere queda
justificado del pecado; la tercera es indiferente: es buena para los justos y para
muchos digna de ser temida. Librando a todos, alegra a pocos.
Pero esto no es propiedad de la muerte, sino de nuestra debilidad; como
somos esclavos de los placeres del cuerpo y del gozo de vivir, temblamos al pensar
que hemos de consumar nuestra carrera; en la que, por cierto, hay más de amargura
que de placer. Pero no así los santos y sabios varones, que gemían, pensando en la
longevidad de esta peregrinación, pensando ser desatados y estar con Cristo (Fil 1,23), y
que estar con Cristo es más bello /.../.» (S. AMBROSIO, Del bien de la muerte, 2.3)

799 Dios no hizo la muerte.- «Si recordamos que Dios no hizo la muerte /.../. Mas,
cuando el hombre cayó en el pecado y escuchó la sentencia: hasta que vuelvas al polvo,
del que fuiste formado (Gén 3,19), nos damos cuenta de que la muerte es el fin del
pecado, para que, no siendo la vida más larga, no fueran más numerosas las culpas.
El Señor padeció ser entregado a la muerte, para que cesara el pecado.
Mas, para que de nuevo el fin de la naturaleza no estuviera en la muerte, se
nos concedió la resurrección de los muertos, para que por la muerte desapareciera la
culpa y por la resurrección se perpetuara la naturaleza.
La vida eterna

Es obligado pasar continuamente. El paso de la corrupción a la incorrupción,


de la mortalidad a la inmortalidad, de la perturbación a la tranquilidad. No te asuste
la palabra muerte, que te alegren las ventajas del tránsito. ¿Qué es la muerte, sino la
sepultura de los vicios, la resurrección de las virtudes? Por eso decía aquél: ¡Muera yo
con la muerte de los justos! (Núm 23,10), ésto es, sea consepultado; para que deponga
mis vicios y alcance la gracia de los justos, que llevaron en su cuerpo y en su alma la
mortificación de Cristo. La mortificación de Cristo es perdón de los pecados,
destrucción de los crímenes, olvido del error y consecución de las gracias. ¿Qué
podríamos decir más sobre el bien de la muerte, que decir que la muerte es la que
redimió al mundo?» (S. AMBROSIO, Del bien de la muerte, 4,15)

800 El miedo a la muerte.- «Si para los vivientes es algo terrible, no es que la muerte
misma lo es, sino la opinión de la muerte, que cada uno interpreta a su manera, o
teme por su conciencia. Que cada uno acuse las heridas de su conciencia, no la
maldad de la muerte. Para los justos, la muerte es un puerto tranquilo, para los
malos, un naufragio. Ciertamente, para aquellos que es duro el temor de la muerte,
no es cosa grave morir; lo grave es vivir con el miedo de la muerte. Por lo tanto, la
muerte no es cosa grave, sino el miedo de morir. El miedo es cosa de opinión, la
opinión de nuestra mente equivocada es contraria a la verdad /.../. Es, pues, claro
que el miedo a la muerte no se debe referir a la muerte, sino a la vida. No tenemos
por qué temer a la muerte, si nuestra vida no hace nada digno de temor. Para los
prudentes, los castigos de los delitos son cosa terrible, pero los delitos no son accio-
nes de los muertos, sino de los vivientes. La vida se refiere a nosotros, la muerte, en
cambio, no. Es la separación del alma y del cuerpo; el alma se desliga, el cuerpo se
disuelve. Aquello que queda libre, goza; lo que se disuelve y convierte en tierra, no
siente nada. Y lo que no se siente, ¿qué importa?» (S. AMBROSIO, Del bien de la
muerte, 8,31)

801 La muerte, testimonio de la vida.- «También es importante lo que dice la Escritura:


No llames feliz a nadie antes de su muerte (Eclo 11,28). A cada uno se le conoce en sus
novísimos y es juzgado viendo a sus hijos; si educó a sus hijos y los instruyó en los
conocimientos convenientes. La negligencia de los padres se muestra en la
disolución de los hijos. Y como cada uno, mientras vive, está expuesto a faltar, ni
siquiera la ancianidad está inmune de pecado. Por eso leemos que Abraham murió en
buena vejez (Gén 25,8); perseveró en la práctica de sus buenos propósitos. Así, pues,
la muerte es el testimonio de la vida. Si no puede ser felicitado el capitán del barco
antes de que haya conducido al puerto su nave, ¿cómo alabaremos al hombre antes
de que arrive al puerto de la muerte? /.../. La muerte es la plenitud de las ganancias,
la suma del premio, la gracia de la misión.» (S. AMBROSIO, Del bien de la muerte,
8,35)
La vida eterna

802 La bendición de un moribundo.- «36. El santo Job ¡cuánta importancia concedía a la


muerte! Dijo: reciba la bendición de un moribundo (Job 29,13). Porque, aunque Isaac
bendijera a sus hijos cuando iba a morir, y Jacob bendijera a los patriarcas, sin
embargo, la gracia de su bendición podría atribuirse a los méritos de los que
bendecían, o a la piedad paterna. Aquí no hay prerrogativa de méritos ni de piedad,
sino sólo el privilegio de la muerte, siendo la bendición de cualquiera que va a morir,
que tiene tanto valor que el santo profeta la deseaba. Por eso pensemos siempre en
este versículo y meditémoslo.
37. Si vemos morir a un pobre, ayudémosle y digamos: Reciba yo la bendición
del que va a morir. Si vemos a uno que es débil, no le abandonemos, si a alguien que
está en las últimas, no nos marchemos; recordemos aquello: Que me alcance la
bendición del moribundo. Que te bendiga cualquier moribundo, cualquiera a quien le
falta la vida, cualquiera que esté afectado por una herida grave, cualquiera
dominado por la enfermedad y próximo a la muerte. Este versículo, ¡a cuántos
proporcionó ser bendecidos!
¡Tantas veces cuantas me avergüenzo por haber abandonado a un moribundo,
por no visitar a un enfermo grave, por despreciar a un anciano! Siempre tengamos
en nuestro corazón esto, para estimular a los que son más duros, para amonestar a
los diligentes. Resuenen en tus oídos las últimas palabras del que va a morir y, al
abandonar el alma su cuerpo, pronuncie tu bendición. Acoge también a quien es
llevado a la muerte, que iba a morir, si tú no le hubieses ayudado. Que puedas decir:
La bendición de uno que estaba en peligro venga sobre mí.» (S. AMBROSIO, Del bien de la
muerte, 8,36-37)

803 La impenitencia.- «El Señor de los Ejércitos os invitaba aquél día a llanto y a luto, a
raparos y a ceñir saco; pero ahora, fiesta y alegría, a matar vacas, a degollar corderos, a comer
carne, a beber vino, 'a comer y a beber, que mañana moriremos'. Me ha revelado al oído el
Señor de los Ejércitos: Juro que no se expiará ese pecado hasta que muráis -Lo ha dicho el
Señor de los Ejércitos- (Is 22,12-14).
Estando presente el cautiverio y Jerusalén asediada, el hierro, el hambre, la
sed, Jeremías llamaba al pueblo a la penitencia (Jer 34). Por el contrario, los reyes y
príncipes, y el vulgo miserable, en su desesperación ante el peligro, se entregaba a
los banquetes. Nadie ofende tanto a Dios como la cerviz levantada, después de los
pecados y el desprecio por la desesperación. Lo cual dice Amós: Por tres crímenes y
aún por cuatro, no revocaré mi fallo (Am 1,3-4).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el
Profeta Isaías)

804 La blasfemia contra el Espíritu Santo.- «La blasfemia contra el Espíritu Santo, que
no se perdonará ni en este siglo ni en el futuro, es la impenitencia /.../; esta
impenitencia no tiene perdón alguno ni en este siglo ni en el venidero, por ser la
La vida eterna

penitencia quien en este siglo nos obtiene el perdón que ha de valernos en el futuro.»
(S. AGUSTIN, Sermones, 71,20)

805 Necesidad de morir por haber nacido.- «Al nacer traemos con nosotros la necesidad
de morir; esta enfermedad es mortal de necesidad. Cuando los doctores examinan a
los enfermos, y es, por ejemplo, hidropesía lo que tiene, suelen decir: Es hidropesía;
muerte segura. Esta enfermedad no tiene cura. ¿Es lepra? Tampoco esta enfermedad
tiene remedio. ¿Tisis? ¿Quién cura esto? Sucumbir, morir es cosa irremediable. Ved
ahí el diagnóstico del doctor /.../; sin embargo, tal cual vez, el hidrópico no muere
de aquello, ni el leproso de lepra, ni el tísico de tisis; pero sí es necesario que todos
muramos de haber nacido. Esta enfermedad de nacer es mortal y no puede ser de
otro modo.» (S. AGUSTIN, Sermones, 77,14)

806 La maldad y la miseria hacen los días malos.- «Dos cosas, hermanos, hacen que los
días sean malos: la maldad y la miseria. Se habla de la malicia y de la miseria de los
hombres. Por lo demás, por lo que respecta al correr del tiempo, estos días son
ordinarios: se repiten, constituyen el tiempo, sale el sol, se pone y pasan los días. ¿A
quién molestaría el tiempo, si los hombres no se molestasen entre sí? Dos cosas,
pues, como dije, hacen que estos días sean malos: la miseria y la malicia de los
hombres. La miseria es común a todos, pero no debe serlo la malicia.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 167,1)

807 Avaricia y lujuria.- «A las veces se halla el hombre sometido a estas dos señoras
enemigas: avaricia y lujuria. La avaricia dice: Guarda; la lujuria: Da. Y cuando estas
dos señoras mandan y exigen cosas opuestas, ¿qué has de hacer? Ambas tienen su
propio lenguaje. En empezando a rehusar obedecerlas y a recobrar tu libertad, no
valiéndoles ya mandar, te halagarán. Y son más de temer sus caricias que sus
órdenes.» (S. AGUSTIN, Sermones, 86,6)

808 Sugestión, delectación y consentimiento.- «Así, pues, hay tres grados para llegar al
pecado: la sugestión, la delectación y el consentimiento. Así también son tres las
diferencias del mismo pecado: el pecado de corazón o deseo, el de obra y el de
costumbre, que son como tres muertes: la una permanece, por decirlo así, en la casa
y tiene lugar cuando el corazón consiente la pasión; la otra, llevada adelante como
manifestada fuera de la puerta, ocurre cuando, siguiendo al consentimiento, se
produce voluntariamente el acto exterior; y la tercera, como quien exhala el hedor
del sepulcro, tiene lugar cuando el alma es oprimida por la violencia de la
costumbre, como por una gran mole de tierra. Cualquiera que lea el Evangelio sabe
que el Señor resucitó muertos de estas tres especies, y puede ser que estén señaladas
La vida eterna

las diferencias en el distinto lenguaje que empleó el Salvador, el cual dijo en el


primer caso: Niña, levántate (Mt 9,25); y en el segundo, dijo: Joven, yo te lo mando,
levántate (Lc 7,14); y en el tercero: se estremeció el Señor y turbose a sí mismo, y gritó en
voz muy alta: "Lázaro, sal afuera" (Jn 11,33).» (S. AGUSTIN, Sermón de la Montaña,
1,13,35)

809 Muerte del cuerpo y muerte del alma.- «La muerte o es del alma o es del cuerpo.
Del alma podemos afirmar que no puede morir y que puede morir: no puede morir,
porque nunca perece la conciencia de sí; pero puede morir si pierde a Dios. Como el
alma es la vida del propio cuerpo, así Dios es la vida de la propia alma. Como el
cuerpo muere cuando lo abandona el alma, es decir, su propia vida, así también el
alma muere si la abandona Dios. Para evitar que Dios abandone al alma, viva
siempre en la fe, sin temer el morir por Dios; de esta forma no morirá porque la haya
abandonado Dios.» (S. AGUSTIN, Sermones, 273,1)

810 Gula, embriaguez, fornicación.- «Quiero intimar a vuestra santidad, en cuanto la


brevedad del tiempo me lo permita, cuánto mal se hacen los que se destruyen a sí
mismos por la voracidad, la embriaguez y la fornicación. Cuando se les reprende,
responden: He actuado dentro de mi derecho y de lo que me pertenece, ¿a quién he
arrebatado algo? ¿a quién he quitado algo? ¿contra quién he obrado? Quiero pasarlo bien con
las cosas que Dios me dio. Parece un santo, como si no dañara a nadie. Pero ¿cómo
puede ser inocente quien no tiene compasión consigo mismo? Es inocente el que a
nadie daña, porque la regla del amor al prójimo comienza por amarse a uno mismo.
Así lo dijo el Señor: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,39). ¿Cómo quedará a
salvo en ti el amor al prójimo, cuando hieres con tu intemperancia el amor que te
debes? Además, Dios te dice: "Cuando aceptas destruirte con tus embriagueces, no
derrumbas la casa de uno cualquiera, sino la mía propia. ¿Dónde habitaré en
adelante? ¿Entre estos escombros? ¿Entre estas inmundicias? Si fueras a recibir como
huésped a cualquier siervo mio, arreglarías y limpiarías la casa a la que él iba a
entrar; ¿y no limpias tu corazón a donde yo quiero habitar?".» (S. AGUSTIN, Sermo-
nes, 278,8)

811 La pena del pecado convertida en instrumento de virtud.- «El mismo Señor Dios
nuestro dijo entonces una cosa al hombre y ahora le dice otra. Entonces le dijo: No
peques para no morir; ahora le dice: Muere para no pecar. Entonces le dijo: Pecando va a
parar a la muerte; ahora le dice: Muriendo llegas a la vida. En conclusión: la pena del
pecador se convirtió en instrumento de virtud. Entonces, escuchando al diablo,
murieron ellos; ahora nosotros, muriendo por la verdad, vencemos al diablo. ¿De
qué te enorgulleces tú, que me has tenido cautivo? Con tus propias armas te venzo
/.../.» (S. AGUSTIN, Sermones, 335B,2)
La vida eterna

812 Dos peligros: desesperación y vana confianza.- «Dos son, por tanto, los peligros:
uno, el que oímos de boca del profeta, y otro el que no calló el Apóstol. En efecto,
contra quienes perecen por desesperación, cual si fueran gladiadores destinados a
morir de espada, anhelando placeres y viviendo en la maldad y despreciando sus
almas como ya condenados sin remisión, repiten lo que ellos se dicen: Nuestras
maldades pesan sobre nosotros y nos consumimos en nuestros pecados. ¿Cómo podremos
vivir? (Ez 33,10). Pero otra cosa es lo que dice el Apóstol: ¿O despreciáis las riquezas de
su bondad, misericordia y longanimidad? (Rom 2,4). Contra quienes dicen que Dios es
bueno y misericordioso, y que no dejará que se pierda muchedumbre tan grande,
salvando a unos pocos /.../, contra estos dice el Apóstol: ¿Ignoras que la paciencia de
Dios es para llevarte a la penitencia? Tú, en cambio, de acuerdo con la dureza e impenitencia
de tu corazón, te atesoras ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
que recompensará a cada uno según sus obras (Rom 4,6).» (S. AGUSTIN, Sermones,
339,3)

813 Dolor saludable y placer infinito.- «¿No quieres tener cáligas malas, y quieres tener
mala la vida? ¡Como si te causaran más daño las cáligas malas que la mala vida! Si
tus malas cáligas te hacen daño porque te aprietan, te sientas, te descalzas, las tiras o
las reparas, o las cambias para no dañar el dedo, y luego vuelves a calzarte. Pero no
te preocupas de corregir tu mala vida, que te hace perder el alma. Veo claramente
dónde está el origen de tu error: las cáligas que te hacen daño, te producen dolor,
mientras la vida que te hace daño te causa placer. En un caso hay dolor y en otro
satisfacción; más lo que de momento produce satisfacción, después causa un dolor
más intenso; mientras lo que de momento produce un dolor saludable, luego causa
alegría con placer infinito y gozo inagotable.» (S. AGUSTIN, Sermones, 339,4)

814 No seamos tierra, alimento del diablo.- «Cuando vencemos en nosotros las
apetencias de los bienes temporales, vencemos por fuerza en nosotros a aquél que
reina mediante esas apetencias en el hombre. Cuando le dijeron al diablo: tierra
comerás, le dijeron al pecador: tierra eres y en tierra te volverás (Gén 3,14-19). El pecador
fue así convertido en alimento del diablo. No seamos tierra, si no queremos ser
devorados por la serpiente.» (S. AGUSTIN, El combate cristiano, 2)

815 Anzuelo de los bienes temporales.- «Los que se ven privados de los bienes
temporales, sufren porque los aman; y los que se los quitan se regocijan. Pero este
regocijo es ceguera, suma miseria, ya que ata al alma y la arrastra a mayores
tormentos. También se regocija el pez, cuando no ve el anzuelo, y se lanza a la
carnaza. Mas, cuando el pescador comienza a tirar de él, el pez siente primero
La vida eterna

atormentadas las entrañas, y pasa luego de su regocijo a la muerte por ese cebo que
le regocijó. Así todos los que se sienten bienaventurados con los bienes temporales,
tragaron el anzuelo y con él viven. Tiempo vendrá en que sientan los tormentos que
han devorado con tanta avidez.» (S. AGUSTIN, El combate cristiano, 7)

816 Se aleja uno cuando se aparta de Dios.- «Bienaventurado el hombre que no se halló en el
consejo de los impíos. Esto ha de entenderse del hombre Jesús, es decir, de nuestro
Señor Jesucristo /.../. A continuación ha de considerarse el orden de las palabras:
abiit, stetit, sedit; alejarse, permanecer y sentarse. Se aleja alguno cuando se aparta de
Dios; se detiene cuando se deleita en el pecado; se sienta cuando, afianzado en su
soberbia, no puede volver, si no lo libra Aquél que no se halla en el concilio de los
impíos, ni permanece en el camino de los pecadores, ni se sienta en la cátedra de
pestilencia.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 1,1)

817 No ocultar a Dios nuestros pecados.- «¿Quién se gloriará de tener puro el corazón, o
quién se vanagloriará de estar limpio de pecados? Tenía pecados; trastornado e
ignorando adónde había venido, se hallaba como en la clínica del médico, en donde
debía ser curado, pero mostrando los miembros sanos y cubriendo las heridas.
Vende Dios las heridas, no tú, porque si tú, avergonzándote, quieres vendarlas, no te
curará el médico. Vende y cure el médico, porque las cubre con medicamento. Con el
vendaje del médico se curan las heridas; con el vendaje del herido se ocultan. ¿A
quién las ocultas? A quien conoce todas las cosas.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre
los Salmos, Sal 31,II,12)

818 Las pulgas, castigo de la soberbia.- «Por la soberbia ordenó Dios que criatura tan
pequeña y tan abyecta nos atormentara. El soberbio se jacta frente a Dios, y el mortal
amedrenta al que es mortal como él, y el hombre no reconoce al hombre, prójimo
suyo. Cuando la soberbia le yergue, está sujeto a la tiranía de las pulgas. ¿Por qué te
hinchas, humana soberbia? El hombre te dice una palabra injuriosa y te irrita y te
llena de ira; soportarás, no obstante, las pulgas para dormir. Reconoce quien eres.
Reconoced, hermanos, que Dios hizo estos seres que nos molestan, para rendir
nuestra soberbia. Dios pudo rendir la soberbia del pueblo de Faraón con osos, leones
o serpientes, pero mandó para rendirla los seres más viles, como las ranas y las
moscas.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 1,16)

819 Deshaz lo que hiciste, para que Dios salve lo que hizo.- «Quien confiesa y se acusa
de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados. Si tu haces lo
mismo te unes a Dios. Hombre y pecador son como dos cosas distintas; cuando oyes,
hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes pecador, oyes lo que el mismo hombre
La vida eterna

hizo. Deshaz lo que hiciste, para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que
aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a detestar lo
que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras, porque repruebas las tuyas malas.
El principio de las buenas obras es la confesión de las malas /.../. Ten siempre en tu
presencia lo que no quieres que esté en presencia de Dios. Porque si echas tú a la
espalda tus pecados, Dios los volverá a poner en presencia de tu vista, cuando ya la
penitencia será sin fruto alguno.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S.
Juan, 12,13)

820 El vicio, consecuencia del pecado original.- «Pues la naturaleza del hombre, en su
principio, fue creada inocente y sin vicio alguno; pero en su estado actual, ella,
derribada por nacimiento de Adán, reclama un médico, por no hallarse sana. Todos
los bienes que posee en su constitución: la vida, los sentidos, la inteligencia, los ha
recibido del soberano Creador y Artífice. Mas el vicio, que oscurece y debilita tales
bienes naturales, de tal modo que necesita la iluminación y el remedio, no es obra de
su inculpable Creador, sino consecuencia del pecado original, que fue cometido por
el libre albedrío. Y por esto, la naturaleza condenada, está sometida a justísimo
castigo.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia, 3,3)

821 La ira se convierte en odio.- «Bien sabes, óptimo hermano, cuánto hay que vigilar
entre tantos peligros, para que el odio no se apodere del corazón; no nos permitiría
orar a Dios dentro del sagrario del corazón a puertas cerradas, por haber cerrado la
puerta contra Dios. Y como a ningún airado le parece injusta su ira, ella se desliza.
Luego la ira inveterada se convierte en odio, y, mientras una cierta satisfacción se
mezcla al justo dolor, el interesado la retiene largo tiempo en el vaso, hasta que el
contenido se avinagra y el vaso se corrompe. Por eso, el no airarnos contra nadie, ni
siquiera con motivo, es mucho mejor que el resbalar hacia el odio por esa misteriosa
lubricidad de la ira cuando nos airamos con justicia aparente. Solemos decir, al
recibir huéspedes desconocidos, que es mejor tolerar a un mal individuo que, por
miedo de recibir al malo, excluir quizás al bueno sin saberlo. Pero en las aficiones del
alma sucede lo contrario. Pues incomparablemente es mejor no abrir el sagrario del
corazón a la ira justa que llama, que admitirla, pues no se iría fácilmente, sino que se
convertiría de paja en viga. Tiene suficiente audacia e imprudencia para crecer antes
de lo que se piensa. No se ruboriza en las tinieblas cuando el sol se ha puesto sobre
ella. Ya advertirás con qué cuidado y con cuánta solicitud te escribo todo esto, si
recuerdas lo que hablaste poco ha conmigo en el viaje.» (S. AGUSTIN, Cartas, 38,«a
Profuturo»,2)

822 El egoísmo, origen de la gula, la avaricia y la vanagloria.- «El egoísmo, se ha dicho


muchas veces, está en el origen de todos los pensamientos apasionados. De él nacen,
La vida eterna

en efecto, los tres vicios fundamentales de la codicia: gula, avaricia, vanagloria. Con
la gula nace la lujuria; de la avaricia, la avidez. Y todos los otros, sin excepción, se
relacionan con uno de los tres precedentes: cólera, tristeza, rencor, pereza, envidia,
maledicencia, etc. /.../. Pasiones todas que, juntas, encadenan el espíritu a los objetos
materiales, los retienen atados a la tierra, pesando sobre él como una masa terrena.
/.../.
57. En el origen de toda pasión, el egoísmo, y al final, el orgullo. El egoísmo es
la afición desordenada por el cuerpo; quien lo domina, destruye de un golpe todas
las pasiones que proceden de él.» (S. MAXIMO CONFESOR, Centurias de la Ca-
ridad, 3,56-57)

823 Abstenerse de los placeres para ocuparse de lo divino.- «Es Dios quien ha creado el
mundo visible y el invisible. Él también, evidentemente, él mismo ha hecho el alma y
el cuerpo. Ahora bien, si el mundo visible es tan bello, ¿qué será el invisible? Y, si el
invisible es preferible al visible, ¡cuánto más excelente aún Dios, que ha hecho a
ambos! Y, si el Creador del universo sobrepasa en excelencia a todas las criaturas,
¿cómo explicar que el espíritu abandone lo mejor para atarse a lo peor: las pasiones
carnales? ¿No se verdad que, orientado hacia ellas de nacimiento, acostumbrado a
ellas, no ha conocido él la verdadera experiencia del sumo bien, del Trascendente?
Ejercitémosle, pues, en abstenerse de los placeres, para ocuparse en lo divino.
Apartado poco a poco de su estado, le veremos, a la medida de su progreso, en los
caminos de Dios, encontrarse cómodamente en ellos y reconocer su verdadera
dignidad; al final de lo cual, todo su deseo se volverá hacia Dios.» (S. MAXIMO
CONFESOR, Centurias de la Caridad, 3,72)

824 El silencio de los buenos fomenta la libertad de los malos.- «Por lo demás se añade:
Empero tú, hijo de hombre, escucha todo cuanto te digo y no seas rebelde, como lo es esta
familia (Ez 2,8). Esto es, no hagas tú el mal que ves hacer, no sea que hagas tú lo que
te esfuerzas en prohibir.
Todo pecador, pues, debe reflexionar atentamente, a fin de que, quien ha sido
enviado a levantar a los caídos, no caiga él mismo con ellos en la obra perversa y le
hiera esta sentencia de San Pablo, que dice: En lo que condenas a otros te condenas a ti
mismo (Rom 2,1). Por eso Balaam, lleno del espíritu de Dios para que hablara, pero,
sin embargo, detenido en la vida carnal por su propio espíritu, habla de sí mismo
diciendo: Palabra del que ha oído la palabra de Dios, del que ha conocido la doctrina del
Altísimo, del que ha caído, y por eso ha abierto los ojos (Núm 2,4). Cayendo, ha abierto los
ojos quien vio lo recto que debía decir, pero no quiso ver rectamente, es a saber:
cayendo en la obra perversa y teniendo los ojos abiertos en la santa predicación.
Pero puede entenderse otra cosa: ¿Por qué se prohíbe ser rebelde a Ezequiel,
que es enviado a predicar? Porque, si no obedeciera cuando es enviado a predicar la
divina palabra, con su silencio el profeta habría irritado a Dios omnipotente, igual
La vida eterna

que el pueblo con sus malas obras; pues, así como los malos irritan a Dios porque
hablan u obran mal, así los buenos algunas veces le irritan porque callan lo bueno.
También los buenos irritan a Dios igual que los malos en esto: en que, no reprobando
lo malo, con su silencio, los dejan libres para continuar.» (S. GREGORIO MAGNO,
Homilías sobre Ezequiel, 1,9)

825 Toda maldad es vanidad, pero no toda vanidad es maldad.- «Él conoce a los hombres
falsos, ve su maldad y la penetra (Job 11,11).
/.../. Pero en esta descripción fue guardado el orden que se requiere, pues
dice que primero es conocida la vanidad y después considerada la maldad; porque
toda maldad es vanidad, pero no toda vanidad es maldad. Cosas vanas hacemos
cuando pensamos las cosas transitorias; y de aquí es que se dice evanescer lo que de
repente es quitado de los ojos de los que lo miran. Por eso dice el Salmista: Todas las
cosas son vanidad y todo hombre viviente (Sal 38,6), porque, pues viviendo procede con
prisa a la muerte, justamente se dice vanidad; mas no es llamado justamente maldad,
porque, aunque su desfallecer es pena de su culpa, pero el correr y la brevedad de la
vida no es la misma culpa. Así que las cosas que pasan son vanas, según que dice
Salomón: Todas las cosas son vanidad (Ecl 1,2).
21. Pero convenientemente después de la vanidad sigue luego la maldad,
porque, cuando somos llevados por algunas cosas transitorias, somos atados
culpablemente en algunas de ellas; y como el alma no tiene estado de firmeza,
procediendo de sí misma con inconstancia, cae en los vicios. Así que de la vanidad se
cae en la maldad, porque el alma, acostumbrada a las cosas mudables, como siempre
salta de unas cosas a otras, allégase a las culpas que nuevamente nacen.» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 10,20-21)

826 ¿Dónde está el que no está en el amor de Dios?.- «Pero el varón muere y queda inerte,
¿a dónde va el hombre cuando expira? (Job 14,10).
/.../. La vestidura primera es la inocencia que recibió el hombre creado en el
bien y la que perdió siendo mal aconsejado por la serpiente. Y otra vez se dice contra
esta desnudez: Bienaventurado es el que vela y guarda sus vestiduras para que no ande
desnudo (Ap 16,15). Guardamos las vestiduras, cuando conservamos en el alma los
mandamientos de la inocencia, para que, cuando nos desnude la culpa del juicio, nos
cubra la penitencia, volviendo a la inocencia perdida. Y por eso se dice bien: ¿Dónde
está?; porque el hombre pecador no quiso estar donde fue creado, y no es consentido
estar mucho tiempo aquí donde cayó. Queriendo perdió su propia tierra, pero contra
su voluntad es lanzado del destierro y peregrinación que ama. Pues ¿dónde está el
que no está en el amor de aquél en quien consiste el verdadero ser?» (S. GREGORIO
MAGNO, Tratado morales sobre el libro de Job, 12,9)
La vida eterna

827 El hombre soberbio.- «Todos los que en pensamientos de soberbia se elevan, hablan
a voces, tienen amargura en el silencio, disolución en la alegría, saña en la tristeza,
deshonestidad en las obras, honestidad en el semblante, elevamiento en el andar,
rencor en las respuestas. El alma de estos tales siempre está muy fuerte para hacer
injurias y enferma para tolerarlas, perezosa para obedecer, importuna para mandar,
negligente para las cosas que puede y debe hacer, y muy aparejada para las que no
puede ni debe. Con ninguna amonestación se inclina a lo que su voluntad no desea;
y a lo que ocultamente desea, luego lo procura apenas lo piensa; porque, temiendo
menoscabarse por su deseo, codicia padecer fuerza en su propia voluntad.» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 34,52)
La vida eterna

XXIX. La vida eternaError! Reference source not found.

«Porque ha de venir el Hijo del hombre en la gloria de su Padre,


acompañado de sus ángeles, y entonces dará en pago a cada cual,
conforme a sus actos» (Mt 16,27).

«Venid, benditos de mi Padre, entrad en posesión del reino que os está


preparado desde la creación del mundo» (Mt 25,34).

«Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y
poseerás un tesoro en el cielo» (Mc 10,21).

«... para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en


tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Lc 22,31).

«Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito; a fin
de que todo el que crea en él no perezca, sino alcance la vida eterna»
(Jn 3,16).
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defined.828 Vida cristiana.- «Ahora bien, si no creyésemos que Dios está por
encima del género humano, ¿podríamos llevar una vida tan pura? No se puede
decir; pero estando persuadidos de que de toda esta vida presente hemos de dar
cuenta al Dios que nos ha creado y que ha creado al mundo, escogemos la vida
moderada, caritativa y despreciada, pues creemos que no podemos aquí sufrir
ningún mal tan grande, aún cuando nos quiten la vida, comparable con la
recompensa que recibiremos del gran Juez por una vida humilde, caritativa y buena.
Platón dijo ciertamente que Minos y Radamanto tenían que juzgar y castigar a los
malos; pero nosotros decimos que ni Minos ni Radamanto, ni el padre de ellos,
escaparán al juicio de Dios.
Además, vemos que son tenidos por piadosos los que tienen como concepto
de la vida aquello de comamos y bebamos, que mañana moriremos (Is 22,13; Sab 2,6), y
tienen la muerte por un sueño profundo; en cambio, nosotros tenemos la vida
presente como de corta duración y de pequeña estima, y nos movemos por el solo
deseo de llegar a conocer al Dios verdadero y al Verbo que está en él, cuál es la
comunión que hay entre el Padre y el Hijo, qué cosa sea el Espíritu, cuál sea la
unidad de tan grandes realidades y la distinción entre los así unidos, el Espíritu, el
Hijo y el Padre; nosotros sabemos que la vida que esperamos es superior a cuanto se
puede expresar con palabras, si a ella llegamos puros de toda iniquidad, y llevamos
hasta tal extremo nuestro amor a los hombres, que no sólo amamos a nuestros ami-
gos, pues dice la Escritura: Si amáis a los que os aman y prestáis a los que os prestan, ¿qué
recompensa podéis esperar? (Mt 5,46).» (ATENAGORAS, Súplica en favor de los cris-
tianos, 12)

829 La vida futura después de la muerte.- «Creemos que habrá resurrección de los
cuerpos después de la consumación del universo, no como opinan los estoicos, según
los cuales, las mismas cosas nacen y perecen de acuerdo con unos ciclos periódicos
sin ninguna utilidad, sino que una sola vez, cuando hayan llegado a su término los
tiempos en que vivimos, se dará la perfecta restauración de solos los hombres en
orden al juicio /.../. Porque así como yo no existía antes de mi nacimiento y no sabía
quién era, sino que sólo existía la sustancia de mi materia carnal, pero una vez
nacido he venido a creer que existo en virtud de mi nacimiento, aunque antes no
existiera; así también, de la misma manera, yo, que he existido y que por la muerte
dejaré de existir otra vez y desapareceré de la vista, volveré a existir de nuevo por un
proceso semejante a aquél, por el que no existiendo antes comencé a existir.» (TA-
CIANO, Discurso contra los griegos, 6)
Los nombres de Cristo

830 El Purgatorio.- «Es muy conveniente que el alma, sin esperar a la resurrección de la
carne, sufra castigo por lo que haya cometido sin la complicidad de la carne. E
igualmente es justo que, en recompensa de los buenos y santos pensamientos que
haya tenido sin cooperación de la carne, reciba también consuelos sin la carne. Más
aún, las mismas obras realizadas con la carne, es ella la primera en concebirlas,
disponerlas, ordenarlas y ponerlas en acto /.../. Por consiguiente, es conveniente
que la sustancia que ha sido la primera en merecer la recompensa, sea también la
primera en recibirla. En una palabra, ya que por aquel calabozo de que nos habla el
Evangelio entendemos el infierno (Mt 5,25), en el que hay que pagar hasta el último
céntimo de la deuda, hemos de entender que, en este mismo lugar hay que purificarse
de las faltas más ligeras, en el intervalo del tiempo que precede a la resurrección; y
nadie ha de poner en duda que el alma pueda ya recibir algún castigo en el
purgatorio, sin perjuicio de la plenitud de la resurrección, en la que recibirá su
merecido juntamente con la carne.» (TERTULIANO, Del alma, 58)

831 El tema de la resurrección.- «El tema de la resurrección es largo y difícil de explicar


(Heb 5,11) y pide, como ningún otro de los dogmas, un hombre sabio y hasta muy
adelantado en sabiduría, para demostrar cuán digno de Dios y cuán magnífico es un
dogma según el cual tiene alguna razón de germen el que las Escrituras llaman
tabernáculo o tienda del alma, en que están los justos gimiendo, agravados, porque
no quieren despojarse de él, sino sobrevestirse (2Cor 5,1) /.../.
Además, dado que hay cierto tabernáculo y casa terrena (2Cor 5,1ss),
necesaria en cierto modo al tabernáculo, dicen las letras sagradas que la casa terrena
del tabernáculo se desmorona; el tabernáculo, empero, se sobreviste de una casa no
hecha a mano, eterna en los cielos. Y añaden los hombres de Dios que lo corruptible
se reviste de la incorruptibilidad, que difiere de lo corruptible; y lo mortal se reviste
de inmortalidad, que no es lo mismo que lo inmortal. La relación que hay entre la
sabiduría y lo que es sabio, y entre la justicia y lo justo, la paz y lo pacífico, esa
misma se da entre la incorruptibilidad y lo incorruptible, la inmortalidad y lo
inmortal.» (ORIGENES, Contra Celso, 7,32)

832 La segunda venida de Jesucristo.- «Anunciamos la venida de Cristo y no una sola,


sino la segunda, que será mucho más magnífica que la anterior.
Como ya hemos visto, todas las cosas en Cristo tienen como dos facetas; y así
tenemos que su nacimiento fue doble: uno de Dios, antes de todos los siglos, y otro
de la Virgen al fin de los siglos. Dos venidas: la primera oscura y sin ruido, como la
lluvia que cae sobre el vellón, y la segunda que será con toda la gloria.
En la primera venida fue envuelto en pañales y puesto en un pesebre; en la
segunda vendrá revestido de brillantísima luz. En la primera sufrió la cruz, rodeado
de ignominia; en la segunda vendrá glorificado y rodeado de un ejército de ángeles.
Los nombres de Cristo

Así, pues, no solamente conocemos su primera venida, sino que esperamos la


segunda. Y así como en la primera dijimos: Bendito el que viene en el nombre del Señor
(Mt 21,9), de nuevo diremos lo mismo en la segunda, cuando con los ángeles le
salgamos al encuentro y le digamos: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
El Salvador vendrá, no para ser juzgado, sino para llamar a juicio a quienes le
juzgaron a él. El que primeramente calló mientras era juzgado, dirá ahora a los
malvados que le insultaban durante la crucifixión: Esto hicisteis y callé. Entonces vino
con mansedumbre a enseñar a los hombres el camino de la salvación, pero después,
quieran o no quieran, tendrán que someterse todos a su imperio.» (S. CIRILO DE
JERUSALEN, Catequesis, 15,«a los iluminados»,1)

833 Hablar del infierno es dulce, porque es amargo caer en él.- «Por esto, os lo suplico,
compunjámonos al oír hablar del infierno. Nada hay más dulce que hablar del
infierno, puesto que nada hay más amargo que la realidad del mismo infierno. Y ¿có-
mo -me dirás- puede ser dulce oír hablar del infierno? Pues porque es amargo caer
en él, cosa de que justamente nos preservan esas aparentemente molestas palabras.
Y, aún antes de eso, otro placer nos procura esa plática sobre el infierno: recoge
nuestras almas y las hace más cautas, eleva nuestro espíritu, da alas a nuestro
pensamiento, levanta el asedio de nuestros malos deseos y nos sirve de universal
medicina.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 43,5)

834 El infierno no fue hecho para nosotros, sino para el diablo.- «Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno que está aparejado -no ya para vosotros sino- para el diablo y sus
ángeles (Mt 25,41). Consiguientemente el infierno no fue hecho por nosotros, sino por
el diablo y sus ángeles; el cielo sí está preparado para nosotros desde la constitución
del mundo. No nos hagamos, pues, indignos de entrar en la cámara nupcial. Mien-
tras estamos en este mundo, aún cuando cometiéremos infinitos pecados, siempre es
posible lavarlos por medio de la penitencia; mas, una vez que vayamos al otro, por
muy vehemente que fuese nuestro arrepentimiento, no nos será de provecho algu-
no.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Exhortación a Teodoro caído, 1,9)

835 Fuego inextinguible.- «Pues, no porque oigas hablar de fuego, has de pensar que el
del infierno es como el de este mundo. El fuego de este mundo devora cuanto
prende y cesa. El del infierno, a los que una vez ha prendido, los devora constante-
mente, y no cesa jamás. Por eso se llama fuego inextinguible. Y es así que también los
que han pecado han de revestirse de la inmortalidad, no para honor suyo, sino para
dar materia perpetua a este castigo. Y cuán terrible sea éste, no hay discurso capaz
de representarlo. Sólo por la experiencia de las cosas pequeñas, podremos tener
algún barrunto de aquellas grandes.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Exhortación a
Teodoro caído, 1,10)
Los nombres de Cristo

836 El cielo o el infierno.- «Ahora, a la verdad, nos hallamos en el mundo estrechados


como un niño en el seno materno y no podemos contemplar el esplendor y la
libertad del siglo venidero; mas, cuando llegue el momento del parto y la presente
vida dé a luz en el día del juicio a todos los hombres que recibió en su seno, los
abortivos pasarán de unas tinieblas a otras tinieblas, y de una tribulación a otra
tribulación más dura; mas los bien nacidos y que guardaron en sí mismos los rasgos
de la imagen regia, serán presentados al rey y entrarán en aquella liturgia o
ministerio con que los ángeles y arcángeles sirven al Dios de universo.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Exhortación a Teodoro caído, 1,13)

837 Jesucristo no nos reveló el tiempo de su venida.- «Para atajar toda pregunta de sus
discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: Esa hora nadie la sabe, ni los
ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas (Mc 13,32; Hech
1,7). Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de
nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida. Si el
tiempo de su venida hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las
naciones y siglos en que se producirá ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente
que vendrá, pero sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas
las épocas lo esperan ardientemente.» (S. EFREN, Comentario sobre el Diatésaron,
18,15)

838 Los santos, llamados águilas.- «Donde quiera está el cadáver, allí se juntarán las águilas
(Mt 24,28). Aguilas es el nombre con que se designan los santos, por el vuelo de su
cuerpo espiritual. Muestra que, reunidos con los ángeles, ellos se reunirán en el lugar
de su pasión. Y así, con toda justicia será esperada su vuelta gloriosa allí donde él ha
cumplido por nosotros la obra de la eterna gloria, por el sufrimiento de su
humillación corporal.» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentarios sobre el Evangelio
de S. Mateo, 25,8)

839 Nuestro descanso en Dios.- «Si queremos imitar a Dios, de modo que también
nosotros descansemos en nosotros mismos de nuestras obras, como él descansó en sí
mismo de las suyas, diremos que tal imitación no es conforme a la piedad; puesto
que debemos descansar en un bien inmutable, y éste es para nosotros el mismo que
nos hizo. Nuestro verdadero descanso, el religioso, el sumo y el de ningún modo
orgulloso, consiste en que, así como él descansó de todas sus obras (no porque sus
obras sean para él un bien, sino porque él es para sí el único bien por el que es feliz),
así también nosotros anhelamos el descanso en él de todas nuestras obras, que no
son tan sólo nuestras, sino también de él. Después de nuestras buenas obras, las que
Los nombres de Cristo

conocemos que son también de él, nuestro único deseo debe ser que también
descanse él después de estas nuestras buenas obras, es decir, nos ofrezca el descanso
en sí mismo, justificados por él, después de las buenas obras que hubiéremos hecho.
Es un gran bien para nosotros existir gracias a él, pero es mayor descansar en él.
Como él no es feliz porque hizo estas cosas, sino porque, hechas, no necesitó de ellas,
por eso descansó más bien en sí mismo que en ellas; de ahí que no santificó el día de
la obra, sino el del descanso, ya que así nos insinúa que él es feliz, no creando, sino
no necesitando de las obras que creó.» (S. AGUSTIN, Del Génesis a la letra, 4,17,29)

840 Juicio universal.- «Se alborozarán los montes a la vista del Señor, porque viene, viene a
juzgar la tierra (Sal 97,9). ¡Oh montes excelsos! Viene Dios a juzgar la tierra y se
gozan. Hay montes que, al venir el Señor a juzgar la tierra, temblarán. Luego hay
montes buenos y hay montes malos. Los montes buenos son sublimidad espiritual, y
los montes malos, hinchazón de soberbia.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los
Salmos, Sal 97,9)

841 La vida bienaventurada del cielo.- «¡Cuánta será la dicha de esa vida, en la que
habrá desaparecido todo mal, en la que no habrá bien oculto alguno, y en la que no
habrá más obra que alabar a Dios, que será visto en todas las cosas! No sé qué otra
cosa va a hacerse en un lugar donde no se dará ni la pereza ni la indigencia /.../. La
gloria allí será verdadera, porque no habrá ni error ni adulación en los panegiristas.
Habrá honor verdadero, que no se negará a ninguno digno de él, ni se dará a ningún
indigno, no pudiendo ningún indigno merodear por aquellas mansiones, exclusivas
del que es digno. Allí habrá verdadera paz, donde nadie sufrirá contradicción
alguna, ni de sí mismo ni de otro.
El premio de la virtud será el Dador de la misma, que prometió darse a sí
mismo, superior y mayor que el cual no puede haber nada.» (S. AGUSTIN, La
Ciudad de Dios, 22,30,1)

842 La edad séptima del mundo será nuestro sábado.- «Sería muy largo tratar ahora al
detalle de cada una de estas edades. Baste decir que la séptima será nuestro sábado,
que no tendrá tarde, que concluirá en el día dominical, octavo día y día eterno,
consagrado por la resurrección de Cristo y que figura el descanso eterno, no sólo del
espíritu, sino también del cuerpo. Allí descansaremos y veremos; veremos y
amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí la esencia del fin sin fin. Y ¡qué fin más
nuestro que arribar al reino que no tendrá fin!» (S. AGUSTIN, La Ciudad de Dios,
22,30,5)
Los nombres de Cristo

843 Poder no pecar y no poder pecar.- «Conviene, pues, investigar con atención y
cautela la diferencia entre estas dos cosas: el poder no pecar y el no poder pecar, el
poder de no morir y el no poder morir, el poder no dejar el bien y el no poder dejar-
lo. Pudo, pues, el primer hombre no morir, pudo no pecar, pudo no dejar el bien.
Mas ¿podemos acaso decir: No pudo pecar, estando dotado de tal libre albedrío? ¿O
podemos decir: No pudo morir, habiéndosele dicho si pecares, morirás? ¿O decir: No
pudo abandonar el bien, cuando lo abandonó pecando y por eso halló la muerte? La
primera libertad, pues, de la voluntad fue la de poder no pecar; la última será mucho
más excelente, conviene a saber, no poder pecar. La primera inmortalidad consistió
en poder no morir, la última consistirá en no poder morir. La primera potestad de la
perseverancia fue la de poder no dejar el bien, la postrera felicidad de la perseve-
rancia será no poder dejar el bien. ¿Acaso porque los bienes últimos serán más
principales y mejores, fueron nulos o de poca monta aquellos primeros?» (S.
AGUSTIN, De la corrección y la gracia, 12,33)
Los nombres de Cristo

XXX. Los nombres de CristoError! Reference source not found.

«Cuando se cumplieron los ocho días tocaba circuncidarle, y le


pusieron el nombre de Jesús, como le había llamado el ángel antes de
ser concebido en el seno» (Lc 2,21).

«Todo esto ocurrió de modo que se cumpliese lo que anunció el Señor


por medio del profeta, que dijo: Ved que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo, y le llamarán Emmanuel, que quiere decir "Dios con noso-
tros"» (Mt 1,22-23).

«Y él les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Pedro le
contestó: Tú eres el Cristo» (Mc 8,29).
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defined.844 El nombre de Jesús.- «Porque el Padre del universo, ingénito como es,
no tiene nombre impuesto, como quiera que todo aquello que lleva un nombre
supone a otro más antiguo que se lo impuso. 2. Los de Padre, Dios, Creador, Señor,
Dueño no son propiamente nombres, sino denominaciones tomadas de sus bene-
ficios y de sus obras. 3. En cuanto a su Hijo, aquél que sólo propiamente se dice Hijo,
el Verbo, que está con él antes de las criaturas y es engendrado cuando al principio
creó y ordenó por su medio todas las cosas, se llama Cristo por su unción y por
haber Dios ordenado por su medio todas las cosas, nombre que comprende también
un sentido incognoscible, a la manera que la denominación dios no es nombre, sino
una concepción ingénita de la naturaleza humana de una realidad inexplicable. 4.
Jesús, en cambio, es nombre de hombre, que tiene su propia significación de salvador.
5. Porque, como antes dijimos, el Verbo se hizo hombre por designio de Dios Padre y
nació para la salvación de los creyentes y destrucción de los demonios. Y esto lo
podéis comprobar por lo que ahora mismo está sucediendo ante vuestros ojos. 6.
Porque por todo el mundo y en vuestra misma ciudad imperial muchos de los
nuestros, es decir, cristianos, conjurándolos por el nombre de Jesucristo, que fue
crucificado bajo Poncio Pilatos, han curado y siguen curando a muchos
endemoniados que no pudieron serlo por todos los otros exorcistas, encantadores y
hechiceros, y así destruyen y arrojan a los demonios que poseen a los hombres.» (S.
JUSTINO, Apología II, 5,1-6)

845 Jesucristo, nuestro buen Pedagogo.- «Nuestro buen Pedagogo, él, que es la
Sabiduría y el Logos del Padre, y que ha creado al hombre, asume el cuidado de su
criatura por entero; él cuida a un mismo tiempo del cuerpo y del alma, él, el médico
de la humanidad, capaz de curarlo todo. 3. El Salvador dice al que está tendido:
Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa (Mt 9,6). Y él dice al difunto: Lázaro sal fuera, y
el muerto sale del sepulcro, tal como estaba antes de expirar, ejercitándose así en la
resurrección (Jn 11,43-44). 4. Cierto, él cura igualmente al alma, en sí misma, por sus
preceptos y por sus gracias; por los consejos ella necesita tiempo; mas por las gracias,
él es lo bastante rico para decir a los pecadores, que somos nosotros: Tus pecados te
son perdonados (Lc 5,20).» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, El Pedagogo, 1,2,2-4)

846 Protréptico, pedagogo y maestro.- «Hay en el ser humano tres cosas: las costumbres,
las acciones y las pasiones. El Logos que convierte -protreptico- ha tomado a su cargo
las costumbres: guía de la religión, él subyace al edificio de la fe, como una quilla a
una nave. Por su causa, nosotros estamos llenos de alegría, dejamos nuestras
El misterio de la Iglesia

antiguas creencias y nos rejuvenecemos con miras a la salvación; unimos nuestra voz
a la del profeta, que canta cuán bueno es Dios para Israel, para aquellos que tienen recto el
corazón (Sal 72,1). 2. Un Logos dirige también todas nuestras acciones, es el Logos
consejero; y un Logos cura nuestras pasiones, es el Logos moderador; pero siempre
único en todas estas funciones, el mismo Logos que arranca al hombre de sus hábitos
naturales y ligados al cosmos, y le conduce como un pedagogo a la salvación única
de la fe en Dios. 3. Ahora bien, el Logos recibe el nombre de protreptico, cuando él
nos invita a la salvación -este nombre se da especialmente al Logos encargado de
estimularnos- /.../. 4. Mas, por el momento, es como curador y consejero, todo a la
vez, sucediéndose a sí mismo, él exhorta al que ya está convertido y,
particularmente, promete la curación de las pasiones que hay en nosotros. Nosotros
le daremos el solo nombre de Pedagogo que le conviene: el pedagogo, en efecto, se
ocupa de la educación y no de la enseñanza; su oficio es volver mejor al alma, no
instruirla; y él la introduce a la vida virtuosa, no a la vida del saber.
2,1. Sin duda, el mismo Logos es igualmente el maestro encargado de enseñar,
mas no por el momento. El Logos que enseña es quien tiene a su cargo exponer y
revelar las verdades doctrinales. El Pedagogo se ocupa de la vida práctica, ya antes
nos ha exhortado a asumir una buena vida moral; y ahora todavía nos exhorta y nos
invita al cumplimiento de los deberes /.../. 3,1. Y es de allí de donde viene la
curación de las pasiones: el Pedagogo fortifica las almas con los ejemplos
estimulantes, como por medio de remedios suaves, con la ayuda de sus preceptos
llenos de bondad él dirige a los enfermos hacia el conocimiento perfecto de la
verdad. Ahora bien, la salud y el conocimiento no son cosas idénticas; una se adquie-
re a fuerza de estudio, la otra por la curación.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, El
Pedagogo, 1,1,1-3)

847 Todo lo obtenemos obedeciendo al Pedagogo.- «El Pedagogo es, pues,


naturalmente, el Logos, porque él nos conduce a nosotros los niños hacia la
salvación. Así el Logos ha dicho bien claramente por boca de Oseas: Yo soy vuestro
educador (Os 5,2). En cuanto a la pedagogía, ella es la religión; es a la vez enseñanza
del servicio de Dios, educación con miras al conocimiento de la verdad, y buena
formación, que conduce al cielo. 54. El nombre de pedagogía encubre múltiples
realidades: pedagogía del que recibe dirección en instrucción; pedagogía de quien
orienta y enseña; pedagogía, en tercer lugar, la misma formación recibida. Y
pedagogía también, las materias enseñadas, como por ejemplo, los preceptos /.../.
De forma general, todo lo que nosotros podríamos pedir razonablemente a Dios, lo
obtenemos obedeciendo al Pedagogo.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, El
Pedagogo, 1,7,53-54)

848 Condescendencia de Dios.- «La sabiduría de la pedagogía divina es grande; son


múltiples los modos de disposición que ella asume para nuestra salvación. El
El misterio de la Iglesia

Pedagogo testimonia en favor de aquellos que hacen el bien y llama a los elegidos a
progresar; él desvía de su impulso a quienes corren tras los pecados y los anima a
que adopten una vida mejor.
4. Nadie es abandonado sin que él le haya ofrecido testimonio, cada uno, los
dos con plena confirmación. Y el bien que se obtiene de sus testimonios es inmenso.
Más aún, los accesos de cólera de Dios -si se pueden llamar realmente cólera los re-
proches que nos dirige- son un signo de su bondad para con el hombre: es Dios
quien condesciende a tomar los sentimientos humanos a causa del hombre, por
quien el Logos de Dios se hizo hombre.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, El
Pedagogo, 1,8,74)

849 Jesucristo Alfa y Omega.- «Todos los poderes del Espíritu, unificados en un solo ser,
se consuman en el mismo, en el Hijo; pero él es irreductible a un límite definido, si se
intenta la noción de cada uno de esos poderes. Por eso, el Hijo no es el Hijo sino en
cuanto uno, ni múltiple como partes, sino uno como unión de todas las cosas. Por
donde es también todas las cosas. En efecto, él mismo es como un círculo de todos
los poderes que se resuelven y se unifican en uno. Por esto el Logos se dice alfa y
omega (Ap 1,8). Por él solo el fin viene a ser principio y vuelve de nuevo al principio
inicial, sin permitir nunca interrupción. Por lo que creer en él y por él significa
fundarse en la unidad, uniéndose en él, sin distraimiento (1Cor 7,35); no creer significa
estar en la ambigüedad, estar desunido y dividido /.../.» (CLEMENTE DE ALEJAN-
DRIA, «Strómata», 4,25,156-157)

850 Jesús, igual a Josué.- «Hasta este lugar, en ningún otro había sido hecha mención del
bienaventurado nombre de Jesús (Éx 17,8ss). Es aquí la primera vez donde el brillo
de este nombre resplandece; la primera vez en que Moisés llama a Jesús y le dice:
Escoge tus hombres. Moisés llama a Jesús, la Ley ruega a Cristo que se escoja hombres
fuertes entre el pueblo. Moisés no puede escogerlos, es Jesús sólo quien puede
escoger hombres fuertes, aquel que ha dicho: No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo
el que os he elegido a vosotros (Jn 15,16). Él es, en efecto, el jefe de los elegidos, el
príncipe de los hombres fuertes, él es quien ha combatido a Amalec. Él es quien entra
en la casa del fuerte, lo ata y reparte sus bienes (Mt 12,29).» (ORIGENES, Homilías sobre
el Éxodo, 11,3)

851 Jesucristo, Médico.- «Que nuestro Señor Jesucristo sea llamado médico en las
Escrituras divinas lo sabemos por las mismas palabras del Señor, que dice en el
Evangelio: No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los enfermos (Mt 9,12).
Todo médico compone las medicinas que curan los cuerpos con elementos de
las hierbas y de los árboles, como también de las venas de los metales o de las
naturalezas animadas. Estas hierbas, si casualmente alguno las ve en el campo o en
El misterio de la Iglesia

los montes antes de que sean elaboradas por el arte, las pisa como heno vil y pasa sin
prestarles atención. Mas, si las ve dispuestas por su orden en la oficina del médico,
aunque despidan mal olor, sospecha con todo que sirven de remedio para curar,
siquiera ignore cuál sea su virtud curativa. Decimos esto a propósito de los médicos
ordinarios.
Ven ahora a Jesús, el médico celestial, entra en su oficina sanitaria, la Iglesia;
mira en ella la muchedumbre de los enfermos. Viene una mujer que, por el parto, ha
quedado impura; llega el leproso, que ha sido separado de la población por la
inmundicia de su lepra. Buscan el remedio del médico, para quedar sanos y limpios.
Y porque Jesús es médico y es el Verbo de Dios, no fabrica sus medicamentos para
los enfermos con hierbas, sino con los misterios de sus palabras.» (ORIGENES,
Homilías sobre el Levítico, 13,12-13)

852 Jesucristo, Emmanuel.- «Este Emmanuel que ha nacido de una virgen, se alimenta
con leche y miel, y busca de cada uno de nosotros estos alimentos. La palabra nos
enseña cómo lo hace.
Nuestras obras dulces, nuestras palabras suavísimas y útiles son las mieles
que come el Emmanuel, las que come éste que ha nacido de una virgen. Pero si
nuestras conversaciones están llenas de amargura, de ira, de animosidad, de
molestia, de torpeza, de vicios, de controversia dejan en mi boca hiel y el Salvador
no se alimenta de tales palabras. Comerá el Salvador de aquellas conversaciones de
los hombres, si sus palabras son miel.
Comprobemos aquello que dice la Escritura: Mira que estoy a la puerta y llamo;
si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré y cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20).
Luego él promete que cenará con nosotros de lo nuestro. Cierto, y lo es, porque
nosotros cenamos con él, si le comemos a él. Comiendo ciertamente de nuestras
buenas palabras, obras y pensamientos, vuelve a apacentarnos con sus manjares
espirituales, divinos, los mejores.
Por consiguiente, es una dicha recibir al Salvador, para que él nos conduzca a
la gran cena del Padre, en el reino de los cielos, que es en Cristo Jesús /.../.»
(ORIGENES, Homilías sobre Isaías, 2,7)

853 Jesucristo, el río que alegra la ciudad de Dios.- «¿Quieres saber cuál es este río cuya
corriente alegra la ciudad de Dios (Sal 45,8)? El río cuya corriente alegra la ciudad de
Dios es Jesucristo. Éste es el anunciado por Isaías: Voy a derramar sobre vosotros la paz
como un río (Is 66,12).
Yo me se bien que hay prometidos ciertos ríos, que fluyen de este río. Todo el
que bebe de este agua volverá a tener sed -dice Jesús-, pero el que beba del agua que yo le daré
no tendrá sed jamás; el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida
eterna (Jn 4,13-14) y ríos de agua viva correrán de su seno (Jn 7,38). Tienes, pues, ríos
El misterio de la Iglesia

santos de los que está ausente el Dragón.» (ORIGENES, Homilías sobre Ezequiel,
13,28)

854 Esposo y Pastor.- «Hazme saber tú, amado de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde
sesteas a medio día... (Cant 1,7).
/.../.
Ahora bien, por estas palabras se pone de manifiesto que este esposo es
también pastor. Más arriba habíamos aprendido que también era rey, porque
indudablemente rige a los hombres; es pastor, porque apacienta ovejas; es esposo,
porque tiene una esposa para que reine con él, según lo que está escrito: Está la reina
a tu derecha, con vestido dorado (Sal 44,10). Éste es el contenido del drama mismo en su
sentido, digamos, literal.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, 2)

855 Jesucristo, Paráclito.- «Paráclito, como es llamado el Espíritu Santo, viene de


consuelo. En latín paraclesis se traduce por consuelo. Si, pues, alguno merece
participar del Espíritu Santo, conocido en los misterios inefables, sin duda, alcanza el
consuelo y la alegría del corazón. Pues, conociendo a la luz del Espíritu las causas de
todas las cosas que son hechas, el por qué y cómo se hacen, en nada puede
conturbarse su alma, ni recibir sentimiento alguno de temor; ni se atemoriza por
nada cuando, adherido al Verbo de Dios y a su sabiduría, dice en espíritu: Jesús es
Señor (1Cor 12,3).
Mas, como hacemos mención del Paráclito y, según nuestras posibilidades,
hemos expuesto que se deba pensar del mismo, recordemos que también nuestro
Salvador es llamado Paráclito en la Carta de San Juan: Si alguno pecare -dice-, tenemos
un Paráclito junto al Padre, a Jesucristo, justo. Y él es propiciación por nuestros pecados (1Jn
2,1-2). Consideremos que acaso este nombre de Paráclito, referido al Salvador,
signifique una cosa y otra distinta referido al Espíritu Santo. Dicho del Salvador
significa abogado, pues en griego Paráclito significa ambas cosas: abogado y
consolador.
Por eso el Evangelista continúa: Y él es propiciación por nuestros pecados. Parece
así que, en el Salvador, el nombre Paráclito debe entenderse por abogado: él suplica
al Padre por nuestros pecados. Respecto al Espíritu Santo, Paráclito debe entenderse
como el que da el consuelo a las almas; a las que abre y revela el sentido de la ciencia
espiritual.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, II,7,3)

856 Nombres de Cristo.- «¿Quién es el hombre que se arriesgará, sin haber contemplado
todavía como merece ser contemplada la dulzura del Señor y haber visitado su
templo, o mejor, sin haber llegado a ser templo del Dios vivo y morada viviente de
Cristo en el Espíritu? ¿Quién lo hará sin haber aprendido a reconocer la unión entre
las figuras y la realidad, lo mismo que su diferencia; dejando aquéllas y unido a ésta,
El misterio de la Iglesia

huyendo de la vetustez de la letra y sirviendo a la novedad del Espíritu, para pasar


al lado de la gracia y abandonar una ley que se cumple con la abolición del cuerpo del
pecado (Rom 6,6)?
98. ¿Quién lo hará si, con la acción y la contemplación, no ha recorrido todas
las denominaciones y poderes de Cristo: las primeras y superiores, como aquellas
otras de las que nosotros somos causa, que son de orden inferior y vienen en último
lugar?
Estos nombres de: Dios, Hijo, Verbo, Sabiduría, Verdad, Luz, Vida, Poder;
efluvio, encarnación, reflejo (Sab 7,25-26); Creador, Rey, Cabeza, Ley, Puerta,
Fundamento, Piedra, Perla, Paz, Justicia, Santificación, Redención, Hombre, Esclavo,
Pastor, Cordero, Pontífice, Víctima, Primogénito antes de la Creación, Primogénito
de entre los muertos, Resurrección. ¿Quién lo hará si, al pronunciar estas palabras y
nombrar estas realidades, lo hace inútilmente, por no estar aún en comunión con el
Verbo, ni haber recibido la participación en su persona, en todo aquello que realiza
cada uno de estos bienes y haber sido llamado para ello?» (S. GREGORIO
NACIANCENO, Sermones, 2,97-98)

857 Otros nombres de Cristo.- «Tú eres llamado Palabra y estás sobre todas las palabras;
tú estás sobre la luz y eres llamado Luz (Jn 1,9; 8,12; 12,46). Eres llamado Fuego (Dt
4,24; 9,3; Heb 12,29), no porque caes sobre los sentidos, sino porque purificas la
materia ligera y viciosa. Espada (Ef 6,13; Heb 4,12), porque divides y separas el mal
del bien; Bieldo (Mt 3,12; Lc 3,17), porque limpias, alejando aquello que es ligero y
llevado por el viento, y lo que está lleno lo guardas en los graneros de allí arriba;
Hacha (Mt 3,10; Lc 3,9), porque, habiendo tenido paciencia tanto tiempo, cortas la
higuera estéril (Lc 13,6-9) y porque arrancas las raíces de la perversión (Mt 3,10; Lc
3,9); Puerta (Jn 10,7-9), porque introduces; Camino (Jn 14,6), para que nosotros
andemos por el camino recto; Oveja (Is 53,7), porque eres la víctima; Pontífice (Heb
4,14; 8,1-9; 9,11), porque ofreces tu cuerpo; Hijo (Mt 3,17; 17,5; Mc 1,11; 9,7; Lc 2,22;
9,35), porque lo eres del Padre.» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 37,4)

858 Los nombres de Cristo reflejados en el cristiano.- «(San Pablo) nos hace ver la gran
virtualidad del nombre de Cristo, al afirmar que Cristo es la fuerza y sabiduría de
Dios, al llamarlo paz y luz inaccesible, en la que habita Dios; expiación, redención,
Sumo Sacerdote, Pascua, propiciación de las almas, irradiación de la gloria e
impronta de la sustancia del Padre, por quien fueron hechos los siglos; comida y
bebida espiritual, piedra y agua, fundamento de la fe, piedra angular, imagen del
Dios invisible, gran Dios, Cabeza del cuerpo, que es la Iglesia; primogénito de la
nueva creación, primicias de los que han muerto, primogénito de entre los muertos,
primogénito entre muchos hermanos, mediador entre Dios y los hombres, Hijo
unigénito, coronado de gloria y honor, Señor de la gloria, origen de las cosas, rey de
justicia y rey de paz, rey de todos, cuyo reino no conoce fronteras.
El misterio de la Iglesia

Estos nombres y otros semejantes, tan numerosos que no pueden contarse;


nombres, cuyos diversos significados, si se comparan y relacionan entre sí, nos
descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida
en que nuestro entendimiento es capaz, una majestad inefable.
Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una
participación en el más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al
honrarnos con el nombre de cristianos, derivado de Cristo, es necesario que todos
aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra, se vean reflejados
también en nosotros; para que el nombre cristiano no aparezca como una fealdad,
sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida.
/.../.
Teniendo en cuenta que Cristo es la paz, mostraremos la autenticidad de
nuestro nombre de cristianos, con nuestra manera de vivir, si ponemos de manifiesto
la paz que reside en nosotros y es el mismo Cristo. Él ha dado muerte al odio (Ef 2,14),
como dice el Apóstol. No permitamos, pues, de ningún modo, que este odio reviva
en nosotros, antes demostremos que está del todo muerto. Dios, por nuestra
salvación, le dio muerte de una manera admirable; ahora que está bien muerto, no
seamos nosotros quienes lo resucitemos en perjuicio de nuestras almas, con nuestras
iras y deseos de venganza.
Ya que tenemos a Cristo, que es la paz, matemos también nosotros el odio, de
manera que nuestra vida sea una prolongación de la de Cristo, tal como la
conocemos por la fe. Del mismo modo que él, derribando la barrera de separación de
los dos pueblos, creó en su persona un sólo hombre, estableciendo la paz (Ef 2,14),
también nosotros atraigámonos la voluntad, no sólo de los que nos atacan desde
fuera, sino también de los que entre nosotros promueven sediciones; de modo que
cese en nosotros esta oposición entre las tendencias de la carne y del espíritu,
contrarias entre sí. Procuremos, por el contrario, someter a la ley divina la prudencia
de nuestra carne y así, superada esta dualidad que hay en cada uno de nosotros,
esforcémonos en reedificarnos a nosotros mismos, de manera que formemos un sólo
hombre y tengamos paz en nosotros mismos.
La paz se define como la concordia entre las partes disidentes. Por esto,
cuando cesa en nosotros esta guerra interna, propia de nuestra naturaleza, y
conseguimos la paz, nos convertimos nosotros mismos en paz; y así demostramos en
nuestra persona la veracidad y propiedad de este apelativo de Cristo.
/.../.
Considerando que Cristo es la luz verdadera (Jn 1,9), sin mezcla posible de
error alguno, nos damos cuenta de que también nuestra vida ha de estar iluminada
con los rayos de la luz verdadera. Los rayos del sol de justicia son las virtudes que de
él emanan para iluminarnos; para que dejemos las actividades de las tinieblas y nos
conduzcamos, como en pleno día, con dignidad (Rom 13,1) y, apartando de nosotros las
ignominias que se cometen a escondidas, obrando en todo a plena luz, nos
convirtamos también nosotros en luz y, como es propio de la luz, iluminemos a los
demás con nuestras obras.
El misterio de la Iglesia

Y, si tenemos en cuenta que Cristo es nuestra santificación (1Cor 1,10), nos


abstendremos de toda obra y pensamiento malo e impuro, con lo cual
demostraremos que llevamos con sinceridad su mismo nombre, mostrando la
eficacia de esta santificación, no con palabras, sino con los actos de nuestra vida.
Además, cuando decimos que Cristo es nuestra redención, considerándolo
como precio que nos da la inmortalidad y nos hizo posesión suya, comprados a la
muerte por la vida (1Tim 2,6). Y, si somos de aquél que nos redimió, sigamos en todo
al Señor, de manera que ya no seamos dueños de nosotros mismos, sino que el Señor
es aquél que nos compró (1Cor 6,20) y nosotros sus siervos. Su voluntad es, pues,
para nosotros ley de vida.» (S. GREGORIO DE NISA, Tratado sobre el perfecto
modelo del cristiano)

859 Jesucristo, Tabernáculo.- «Ayudados por Pablo, que tocó brevemente el misterio
(Heb 8,1-5), decimos que Moisés fue instruido de antemano sobre la construcción del
Tabernáculo (Éx 26,1ss). El Tabernáculo que contiene todas las cosas es Cristo, poder
y sabiduría de Dios (1Cor 1,24). Sabiduría de Dios no hecha, sino increada. Teniendo
como tiene su naturaleza divina, recibió la naturaleza creada cuando, semejante en
todo a nosotros menos en el pecado (Heb 4,15), fue fabricado este tabernáculo de carne.
Así, pues, en cierto modo fue hecho y no hecho: increado, en cuanto existió antes de
los siglos; creado, en cuanto recibió, con la naturaleza humana, esta concreción
corporal.
No es oscuro lo que decimos para quienes han abrazado el misterio de
nuestra fe /.../. El Tabernáculo es el mismo Unigénito de Dios, que contiene en sí
mismo todas las cosas y ha hecho de nosotros su tabernáculo (1Cor 3,16). Que
ninguno entre los adoradores de Cristo se conturbe, porque llamemos tabernáculo
algo tan grande /.../. Todas las cosas que se dicen de Dios piadosamente, se toman
para manifestar alguna de las virtudes divinas: como médico, pastor, protector, pan,
poder, camino, puerta, morada, agua, piedra, fuente y otras. Con un significado
semejante decimos también que Cristo es tabernáculo. Pues aquella virtud que
contiene todas las cosas, en la que habita la plenitud de la divinidad, es albergue
para todos y, encerrando en sí todas las cosas, nos lleva en el misterio, a algo que no
es indigno de él.» (S. GREGORIO DE NISA, Libro de la vida de Moisés)

860 Jesucristo, Rey.- «Mientras el rey estaba en su diván (Cant 1,12).


Que Cristo sea llamado rey, no hay duda. Este Rey de reyes no tuvo, en la
Sinagoga, dónde reclinar su cabeza, como dice él mismo en el Evangelio: Las zorras
tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar
la cabeza (Mt 8,20). No decía esto refiriéndose a las casas o ciudades hechas por
manos de hombres; hablaba de los hombres, de los que dice el Apóstol: Que Cristo
habite por la fe en vuestros corazones (Ef 3,17). El diablo había tapado y sitiado los sen-
tidos de todos, y ninguno era digno de que Cristo reclinara en él su cabeza.
El misterio de la Iglesia

Antes de la venida de Cristo eran vasos del diablo, porque aún no había sido
atado el fuerte por uno más fuerte, ni sus vasos desalojados, ni lavados con el agua
del bautismo, ni convertidos en templos de Dios con la dedicación del Espíritu
Santo. Por lo que dice el Evangelio: Todos los que han venido antes de mí son ladrones y
salteadores (Jn 10,8). Antes de venir Cristo al mundo, era la noche de la ignorancia y
del error; antes de que llegara Cristo, la Vida, la muerte dominaba sobre todos; antes
de venir la fe, la infidelidad crecía; antes de ser hechos templos de Dios, éramos
patio de los demonios. Éstos son los ladrones: la ignorancia, la perfidia, la inmundi-
cia, la porquería, la avaricia, el engaño, la concupiscencia y toda operación diabólica
que permanecía en nosotros, antes de que el Hijo del hombre se hiciera carne y
habitara entre nosotros.
Y por eso se dice en este lugar: Mientras el rey estaba en su diván. Es decir que,
en la Sinagoga, el Señor no tuvo dónde reclinar su cabeza, hasta que la Iglesia llegó;
en la cual se reclina nuestro Rey. Para ello, se humilló, hecho obediente hasta la muerte y
muerte de cruz (Fil 2,8). Así humillado, pudo habitar en ella, como está escrito:
Habitaré y caminaré con ellos; seré su Dios y ellos serán mi pueblo (2Cor 3,16). Y el
Apóstol dice: Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros (1Cor 3,16).» (S.
GREGORIO DE NISA, Tratados sobre el Cantar de los Cantares, 2)

861 Jesucristo, Piedra angular.- «Mirad, yo coloco en Sión una piedra: una piedra probada,
angular, preciosa, de cimiento; quien se apoya en ella no vacila (Is 28,16).
Esta piedra verdaderamente se llama piedra dos veces, como en el Levítico se
dice dos veces hombre, hombre. Y piedra angular, porque unió a los pueblos de la
circuncisión y de los gentiles; de la que se dice en el Salmo: La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular (Sal 117,22). Los constructores y albañiles son
ahora los príncipes de pueblo, varones burlescos, que hay en Jerusalén. De esta
piedra leemos en Daniel: Se desprendió del monte una piedra, sin que interviniera mano
alguna /.../ y llenó el orbe de la tierra (Dan 2,34-35). Porque el Hijo de Dios se hizo hom-
bre; en él habitó la plenitud de la divinidad corporalmente. Sobre esta piedra Cristo
edificó la Iglesia.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

862 Piedras del templo del Padre.- «Respondió Jesús: No tendrías poder alguno sobre mí, si de
arriba no te hubiese sido dado; por esto, el que me entregó a ti, tiene mayor pecado (Jn 19,11).
En esta ocasión respondió; mas, cuando no respondió, no lo hizo como reo o como
falsario, sino como cordero, esto es, como sencillo e inocente. En consecuencia,
cuando no respondía, callaba como un cordero; mas, cuando respondía, enseñaba
como pastor. Aprendamos su enseñanza.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el
Evangelio de S. Juan, 51,10)
El misterio de la Iglesia

TERCERA PARTE: LA IGLESIA DE JESUCRISTOError! Reference


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XXXI. El misterio de la Iglesia

«Jesús le dijo: Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque no te lo ha


revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo
a mi vez te digo: que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella. Te daré las
llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desatares sobre la tierra quedará desatado
en los cielos»(Mt 16,17-19).

«Si pecare tu hermano contra ti, ve y corrígelo entre ti y él solo. Si te


escuchare, ganaste a tu hermano; mas, si no te escuchare, toma todavía
contigo a uno o dos, para que "sobre el dicho de dos o tres testigos se
falle todo pleito", y si no les diere oídos, díselo a la iglesia; y,si tampoco
a la iglesia diese oídos, míralo como a gentil y publicano» (Mt 18,25-
27).
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defined.Error! Bookmark not defined.Error! Bookmark not defined.Error!
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defined.863 Piedras del templo del Padre.- «He conocido a algunos que venían en
camino de ahí, y llevaban mala doctrina, a quienes no consentisteis que la sembraran
entre vosotros, tapándoos los oídos, a fin de no recibir lo sembrado por ellos; y es
que sois piedras del templo del Padre, preparadas para la construcción de Dios
Padre, levantadas a las alturas por la palanca de Jesucristo, que es la cruz, haciendo
de cuerda el Espíritu Santo. Vuestra fe es vuestra cabria, y la caridad el camino que
os conduce hasta Dios.
2. Así, pues, todos sois también compañeros de camino, portadores de Dios y
portadores de un templo, portadores de Cristo, portadores de santidad, adornados
de todo en todo en los mandamientos de Jesucristo /.../.» (S. IGNACIO DE ANTIO-
QUIA, Carta a los Efesios, 9,1-2)

864 Edificación de la Iglesia.- «3. Ahora bien, la torre que ves se está edificando, soy yo
misma, la Iglesia, la que se te apareció tanto ahora como la primera vez. Así, pues,
pregunta cuanto gustes acerca de la torre, que yo te lo revelaré, a fin de que te
alegres junto con los santos.
/.../.
5. Preguntele entonces: ¿Por qué la torre está edificada sobre las aguas,
señora?
-Ya te dije antes, me replicó, que eres muy astuto y que inquieres con cuidado;
inquiriendo, pues, hallaste la verdad. Ahora bien, escucha por qué la torre está
edificada sobre las aguas. La razón es porque vuestra vida se salvó por el agua y por
el agua se salvará; mas el fundamento sobre el que se asienta la torre es la palabra
del nombre glorioso y omnipotente, y se sostiene por la virtud invisible del Dueño.»
(HERMAS, El Pastor, visión tercera,3,3-5)

865 La Iglesia, templo de Dios.- «Todos los profetas anunciaron de Cristo que, el nacido
de la estirpe de David corporalmente, edificaría a Dios un templo eterno, que se
llama Iglesia, para convocar a las gentes al verdadero culto de Dios. Ésta es la casa
fiel, el templo inmortal, en el que, si alguno no sacrifica, no tendrá el premio de la
inmortalidad. Y, porque Cristo fue el constructor de este templo grande y eterno, es
necesario que él tenga en dicho templo un sacerdocio sempiterno. No se puede tener
acceso a Dios ni entrada en el templo sino por medio de aquél que lo edificó. En el
Salmo 109 lo enseña David, diciendo: Yo mismo te he engendrado como rocío antes de la
aurora. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec (Sal 109,3-4). Y en el capítulo segundo del libro primero de los Reyes: Y
Unidad de la Iglesia

suscitaré para mí un sacerdote fiel, que haga todo lo que está en mi corazón, y edificaré para él
una casa fiel y andará en mi presencia todos los días (1Sam 2,35).» (LACTANCIO, Institu-
ciones Divinas, 4,14)

866 La Iglesia, virgen y madre.- «¡Oh maravilla de misterio! Dios es el Padre de todo,
uno el Logos de todo, y uno el Espíritu Santo, el mismo en todas partes; y una sola
también es la virgen madre; me complazco en llamarla Iglesia. Únicamente esta
madre no tuvo leche, porque sólo ella no llegó a ser mujer, sino que es al mismo
tiempo virgen y madre, intacta como virgen, pero amante como madre. Ella llama a
sus hijos para alimentarlos con una leche santa, el Logos acomodado a los niños. Por
esto no tuvo leche, porque la leche era ese niño hermoso y querido, el cuerpo de
Cristo. Con el Logos alimentaba ella a sus hijos que el mismo Señor dio a luz con
dolores de carne, que el Señor envolvió en los pañales de su sangre preciosa. ¡Oh
santos alumbramientos! ¡Oh santos pañales! El Logos lo es todo para el niño, padre,
madre, pedagogo, y nodriza. Comed mi carne y bebed mi sangre, dice (Jn 6,53). Éstos
son los alimentos apropiados que el Señor nos proporciona generosamente: nos
ofrece su carne y derrama su sangre. Nada falta a los hijos para que puedan crecer.»
(CLEMENTE DE ALEJANDRIA, El Pedagogo, 1,6,42)

867 Los besos de Cristo a su Esposa.- «Y que me bese con los besos de su boca (Cant 1,2), es
decir, infunda en mi boca las palabras de su boca y yo le oiga hablar a él
personalmente y le vea enseñar. Éstos son realmente los besos que Cristo ofreció a la
Iglesia cuando, en su venida, presente en la carne, le anunció palabras de fe, de amor
y de paz, según había prometido y había dicho Isaías, cuando fue enviado por
delante a la esposa: no un embajador ni un ángel, sino el Señor mismo nos salvará (Is
32,22).
/.../.
Efectivamente, el buen vino lo había gustado antes en la ley y en los profetas
y, con él, la esposa se había como predispuesto a recibir la alegría del corazón y a
prepararse de tal modo que pudiera ganarse también la que había de venirle por los
pechos mismos del esposo, una doctrina que a todas supera en excelencia, y por eso
dice: Son tus pechos mejores que el vino (Cant 1,2).
/.../.
Buenos son, pues, los pechos del esposo: en él, efectivamente, hay escondidos
tesoros de sabiduría y de ciencia; los cuales, cuando hayan sido descubiertos y
revelados a los ojos de la esposa, le parecerán incomparablemente más excelentes
que lo fuera antes el vino de la ley y de los profetas.
/.../.
Pues, la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo (Gál 3,24). Todos éstos eran los
aromas con que la esposa parecía nutrirse y prepararse para su esposo. Pero, cuando
llegó la plenitud de los tiempos y ella creció, y el Padre envió a su Unigénito, ungido
Unidad de la Iglesia

por el Espíritu Santo, a este mundo, la esposa aspiró la fragancia del perfume divino
y, percibiendo que todos los aromas que antes había usado eran con mucho inferio-
res, en comparación con la suavidad de este nuevo y celestial perfume, dice: El olor
de tus perfumes, superior a todos los aromas (Cant 1,3).» (ORIGENES, Comentario al
Cantar de los Cantares, 1)

868 La Iglesia, Esposa de Cristo.- «Soy morena y hermosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas
de Cedar, como las pieles de Salomón (Cant 1,5).
/.../.
Realmente podéis compararme cuanto queráis, por la oscuridad de mi color,
con las tiendas de Cedar y las pieles de Salomón: también Cedar desciende de Ismael
(Gén 25,13), pues de él nació como segundo hijo, y el tal Ismael tuvo parte en la
bendición divina (Gén 16,llss). Y también me comparáis a las pieles de Salomón, que
no son otras que las pieles de la tienda de Dios (Éx 25,2; 26,7). ¡Me extraña, pues, que
vosotras, hijas de Jerusalén, queráis echarme en cara un color oscuro! ¿Cómo no
recordáis lo que está escrito en la ley, a saber, lo que padeció María por criticar a
Moisés, cuando éste tomó por esposa a una etíope negra (Núm 12,lss)? ¿Cómo igno-
ráis que la apariencia de aquella imagen tiene ahora en mí su plena realidad? Yo soy
aquella etíope, soy negra, ciertamente por la condición plebeya de mi linaje, pero
hermosa por la penitencia y por la fe, pues en mí he acogido al Hijo de Dios, he
recibido al Verbo hecho carne. Me llegué al que es imagen de Dios, primogénito de
toda criatura (Col 1,15) y además resplandor de su gloria e impronta de su esencia
(Heb 1,3),y me volví hermosa.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares,
2)

869 El adorno de la Esposa es la obediencia de Cristo.- «Qué hermosas se han vuelto tus
mejillas (Cant 1,10), para hacer ver que antes no habían sido tan hermosas, pero que,
después de recibir los besos del esposo, y después que éste, que anteriormente ha-
blaba por medio de los profetas, se hizo presente y limpió para sí la Iglesia con el
baño del agua, e hizo que no tuviera mancha ni arruga (Ef 5,26-27), y le dio facultad
para conocerlo a él, entonces sus mejillas se volvieron hermosas. Entonces, efectiva-
mente, la castidad, el pudor y la virginidad, que antes faltaban, se fueron
esparciendo por las mejillas de la Iglesia con magnífico esplendor.
/.../.
Por eso, el adorno y el collar de la cerviz de la Iglesia es la obediencia de
Cristo. Y no sólo eso; también la cerviz de la Iglesia, esto es, su obediencia, se hace
semejante a la obediencia de Cristo; y ésta es el collar de la cerviz. Por consiguiente,
grande es en esto la alabanza para la esposa, grande la gloria para la Iglesia, donde
imitar su obediencia es igual que imitar la obediencia de Cristo, que es objeto de
imitación por parte de la Iglesia. Esta misma especie de collar se menciona también
Unidad de la Iglesia

en el Génesis, como entregado por el patriarca Judá a su nuera Tamar, cuando se


unió con ella creyéndola meretriz (Gén 38,llss).
/.../.
No vayáis a pensar que yo hablo de esposa o de Iglesia a partir de la venida
del Salvador en la carne, sino desde el comienzo del género humano y desde la
misma creación del mundo, es más, para remontarse de la mano de Pablo, hasta el
origen del misterio, antes incluso de la creación del mundo (Ef 1,4ss).» (ORIGENES,
Comentario al Cantar de los Cantares, 2)

870 Iglesia o convocación; convoca a todos.- «La Iglesia se llama católica o universal,
porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y porque
de un modo universal y sin defecto, enseña todas las verdades de fe que los hombres
deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o de las
terrenas; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los
gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes y, final-
mente, porque cura y sana toda clase de pecados, sin excepción, tanto los internos
como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre,
en hechos y palabras, y en cualquier clase de dones espirituales.
Con toda propiedad se llama Iglesia, o convocación, ya que convoca y reúne a
todos, como dice el Señor en el libro del Levítico: Convoca a toda la asamblea a la
entrada de la tienda del encuentro (Lev 8,3). Y es de notar que la primera vez que la
Escritura usa esta palabra convoca, es precisamente en este lugar, cuando el Señor
constituye a Aarón como sumo sacerdote; y en el Deuteronomio Dios dice a Moisés:
Reúne al pueblo, y les haré oír mis palabras, para que aprendan a temerme (Dt 4,10).
También vuelve a mencionar el nombre de Iglesia cuando dice, refiriéndose a las
tablas de la ley: Y en ellas estaban escritas todas las palabras que el Señor os había dicho en
la montaña, desde el fuego, el día de la Iglesia, o convocación; es como si dijera más
claramente: El día en que, llamados por el Señor, os congregasteis (Dt 10,4). También el
Salmista dice: Te daré gracias, Señor, en medio de la gran Iglesia, te alabaré entre la
multitud del pueblo (Sal 34,18).» (S. CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, 18,«a los
iluminados»,23-24)

871 Iglesia Católica.- «Católica: Éste es el nombre propio de esta Iglesia santa y madre de
todos nosotros; ella es en verdad esposa de nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito
de Dios (porque está escrito: como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella
(Ef 5,25), y lo que sigue), y es figura y anticipo de la Jerusalén de arriba, que es libre y es
nuestra madre (Gál 4,26), la cual, antes estéril, es ahora madre de una prole numerosa.
En efecto, habiendo sido repudiada la primera, en la segunda Iglesia, esto es,
la católica, Dios -como dice Pablo- estableció en el primer puesto a los apóstoles, en el
segundo los profetas, en el tercero los maestros; después vienen los milagros, luego el don de
curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas (1Cor 12,28), y toda clase de
Unidad de la Iglesia

virtudes: la sabiduría y la inteligencia, la templanza y la justicia, la misericordia y el


amor a los hombres, y una paciencia insuperable en las persecuciones.
/.../.
En esta santa Iglesia Católica, instruidos con esclarecidos preceptos y
enseñanzas, alcanzaremos el reino de los cielos y heredaremos la vida eterna, por la
cual todo lo toleramos, para que podamos alcanzarla del Señor. Porque la meta que
se nos ha señalado no consiste en algo de poca monta, sino que nos esforzamos por
la posesión de la vida eterna.» (S. CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, 18,«a los ilu-
minados»,26-29)

872 La Iglesia, sacramento.- «Como el gran Apóstol nos desposa, presentándonos a Cristo
como casta virgen (2Cor 11,2) y adorna nuestra alma como esposa y conduce la unión
de dos a la unidad de un sólo cuerpo. Dice que es un gran misterio y sacramento de la
unión de Cristo con la Iglesia; pues al decir: Serán dos en una sola carne, añadió: Éste es
un sacramento grande, pero entendido de Cristo y de la Iglesia (Ef 5,31-32). Por esto, llamó
sacramento a la unión y sociedad con Dios. No podía ocurrir que esto fuera así, sino
por aquello de que el Señor se nos apareciera con su cuerpo.
El cual, no sólo es esposo, sino también el constructor. Él mismo fue nuestra
casa y el artífice de toda la obra. Pone techo a la casa, adornándola con materiales
que no pueden corromperse. Tal es el cedro y el ciprés, cuya fuerza es más poderosa
que cualquier causa de putrefacción; no se corrompe con el tiempo, no crea polilla,
no llega a destruirse. Entre estos materiales, los cedros, por aquello de que son
cabezas de vigas, ocupan la anchura en el techo de la casa. Los cipreses, por usarse
para el artesonado, sirven de adorno en la construcción.» (S. GREGORIO DE NISA,
Homilías sobre el Cantar de los Cantares, 4)

873 La Iglesia, cautivada por el amor de Cristo.- «¡Que me bese con besos de su boca! Son
mejores que el vino, tus amores (Cant 1,2). No habla del beso carnal, sino de la gracia
espiritual. Es la voz de la Iglesia, digna de veneración, virgen inmaculada. A Cristo,
Hijo de Dios, joven de treinta años, el más bello de los hombres (Sal 44,3), la Iglesia dice
estas palabras. Y, porque hay besos humanos y besos divinos, cuando dice la Iglesia:
¡Que me bese con besos de su boca!, la misma Iglesia quiere tener presente al Esposo y
oír la voz de Cristo presente. Pues la Palabra de Dios, en el tiempo pasado, solía
hablar a la Sinagoga por los profetas, y como por medio de un ajeno le daba su beso.
Esta Iglesia, que es la verdadera esposa de Cristo, no se contenta con recibir la
paz de Cristo sólo por los profetas; quiere recibirlo de su propia boca, recibiendo los
preceptos del Evangelio. Los recibe del verdadero Esposo, como ósculos de santidad
y de caridad. Por eso dice: ¡Que me bese con besos de su boca! Y que esto se cumplió lo
podemos deducir de aquí: desde que Cristo, el Hijo de Dios, se dignó hacerse hom-
bre y tomar como esposa la carne y el alma humanas, ya cesaron la ley y los profetas,
como dice el evangelista: La Ley y los profetas llegan hasta Juan Bautista (Lc 16,16). La
Unidad de la Iglesia

ley se dio por medio de Moisés, mas la gracia y la verdad nos han venido por medio de
Jesucristo (Jn 1,17). Como definió el Apóstol, la Iglesia es su cuerpo (Col 1,24). A la cual
se dio el beso, boca a boca, cuando se unieron dos en una carne (Ef 5,31) /.../. ¿Qué
más amado por Cristo, que la Iglesia, por la cual derramó su sangre? ¿Qué más
amable para la Iglesia que Cristo, de cuya unión, santa e inmaculada, engendró una
gran multitud de hijos por la generación del bautismo? Cuyo parto fecundísimo
vemos multiplicarse sin dolor /.../.» (S. GREGORIO DE ELVIRA, Tratado sobre el
Cantar de los Cantares, 1)

874 Los gentiles incorporados a la Iglesia.- «Por eso, de ti se enamoran las doncellas;
llévanos contigo (Cant 1,3-4).
No penséis amadísimos hermanos que el Espíritu Santo hable aquí de jóvenes
con deseos torpes. Estas jóvenes nuevas son las multitudes que Cristo ha convocado
de entre las gentes; son ellas las que ruegan al Señor diciendo: llévanos contigo. Para
que, siguiendo los pasos de Cristo, sean buenas y santas. Nadie sino estas
adolescentes, estas jóvenes nuevas, aman a Cristo y lo siguen con increíble amor. Las
sinagogas son antiguas, necias y estériles; viejas, digo, porque viven según el hombre
viejo; necias, porque no quisieron recibir a Cristo, Sabiduría de Dios (1Cor 1,30).
Cuando, al principio, Cristo vino a la Sinagoga, los gentiles empezaron a seguirlo y
amarlo más que el pueblo de Israel; aquella mujer cananea, imagen de la Iglesia del
pueblo gentil, seguía fielmente a Cristo. Y es esto lo que expresa aquella palabra: Por
eso las adolescentes se enamoran de ti; llévanos contigo. La Iglesia, cautivada por el amor
de Cristo, debe seguir siempre el camino de sus preceptos.» (S. GREGORIO DE
ELVIRA, Tratado sobre el Cantar de los Cantares, 1)

875 La Iglesia, morena y hermosa.- «Soy morena, pero hermosa, hija de Jerusalén (Cant 1,5).
Confieso que estoy admirado de que, en este lugar, se confiese negra y bella,
siendo así que no puede ser bella la que sea negra; ¿cómo negra, si hermosa, o cómo
hermosa, si negra? Ved el misterio y con cuánta altura de sentido habla el Espíritu
Santo.
La Iglesia se dice morena por aquellos que habían de creer entre la gentilidad,
ennegrecida con el humo de la idolatría y los cadáveres de su sacrificio; y se ha
hecho hermosa por la fe de Cristo y la santidad del Espíritu que ha recibido.
Finalmente, entonces era negra, porque todavía no había mirado al sol. Dice:
No os fijéis en mi tez oscura, porque no me ha dado el sol (Cant 1,6). Que el Sol es Cristo lo
prueba Malaquías: Y brillará para vosotros, los que teméis mi Nombre, el Sol de justicia
(Mal 4,2), que es Cristo. Antes de la venida del Hijo de Dios, la Iglesia era negra,
como hemos dicho, por los gentiles, que aún no habían creído en Cristo; pero cuando
fue iluminada por Cristo, el verdadero Sol, se hizo bella en extremo. Tanto, que el
Espíritu Santo diga por David: Prendado está el rey de tu belleza (Sal 44,12). Bañada por
el agua del bautismo, limpia de toda mancha y arruga, como dice el Apóstol: Para
Unidad de la Iglesia

presentársela a sí mismo gloriosa, sin mancha ni arruga, ni cosa parecida (Ef 5,27), esto es,
ninguna mancha de pecado, ni arruga de doctrina errónea, rubicunda ya por la
sangre de Cristo, preparada con la ilustración del Espíritu Santo, adornada con los
dones de sus carismas.» (GREGORIO DE ELVIRA, Tratado sobre el Cantar de los
Cantares, 1)

876 Las noches de la Iglesia.- «En mi cama por la noche (Cant 3,1).
¿Cuál es este dormitorio y estas noches, en las cuales la Iglesia buscaba al
amado de su alma, sino la alcoba de su corazón, donde descansa la sabiduría? Allí
buscaba al Señor, a nuestro Salvador, con asidua meditación. Mas, si la alcoba es el
lugar retirado de su corazón, ¿cuáles son estas noches, en las que, buscando a su
Señor, no podía encontrarlo?
No era posible que, en las tinieblas, pudiera ser encontrado el Señor de la luz.
Con esta alegoría llama noches a las doctrinas de la mundana filosofía, cubierta con
la ciega tiniebla del error; de las que dice el Apóstol: Mirad que nadie os atrape con
filosofía o vanos engaños fundados en las tradiciones humanas, según los elementos del
mundo, pero no según Cristo (Col 2,8). Así, pues, mientras la Iglesia, entre aquellos que
habían de creer en las naciones, usara la filosofía mundana, a la que llama noche,
pensando poder conocer al Dios verdadero, en los mismos escritos, en que se
disputaba acerca de Dios en aquel tiempo y la naturaleza de los dioses, no lo podía
encontrar. Por eso el espíritu profético dice en mi alcoba,esto es, en su corazón, y por la
noche busqué al amor de mi alma y no lo encontré (Cant 3,2). Y, como allí no lo encon-
traba, ni llamando, lo oyese, emprendió otro camino de búsqueda, para encontrarlo
en otras Escrituras.» (GREGORIO DE ELVIRA, Tratado sobre el Cantar de los Can-
tares, 5)

877 Construida con piedras vivas.- «Dios debe construir su casa. Construida por manos
de hombres, no se sostendría; apoyada en doctrinas del mundo, no se mantendría en
pie; protegida por nuestros ineficaces desvelos y trabajos, no se vería segura.
Esta casa debe ser construida y custodiada de manera muy diferente: no sobre
la tierra ni sobre la movedosa y deslizante arena, sino sobre sus propios
fundamentos, los profetas y los apóstoles.
Esta casa debe construirse con piedras vivas, debe encontrar su trabazón en
Cristo, la piedra angular; debe crecer por la unión mutua de sus elementos, hasta
que llegue a ser el varón perfecto y consiga la medida de la plenitud del Cuerpo de
Cristo; debe, en fin, adornarse con la belleza de las gracias espirituales y
resplandecer con hermosura.
Edificada por Dios, es decir, por su palabra, no se derrumbará. Esta casa irá
creciendo en cada uno de nosotros con diversas construcciones, según las diferencias
de los fieles, para dar ornato y amplitud a la ciudad dichosa.» (S. HILARIO DE
POITIERS, Tratado sobre los Salmos, Sal 126,7-10)
Unidad de la Iglesia

878 La Iglesia, Virgen y Madre.- «Lo mismo: la Santa Iglesia, inmaculada, nos ha
concebido, nos ha dado a luz; es virgen por su castidad, madre en su descendencia.
Nosotros hemos llegado a ser niños por una virgen, fecundada no por el hombre
sino por el Espíritu. Ella nos da a luz sin dolor en su cuerpo, sino en el gozo de los
ángeles. Virgen, ella nos alimenta, no con leche material, sino con aquella con que el
Apóstol alimentaba la niñez de un pueblo todavía en crecimiento (1Cor 3,2). ¿Qué
esposa tiene más hijos que la Santa Iglesia, virgen en sus misterios, madre en los
pueblos que le pertenecen? Su fecundidad está testimoniada por la misma Escritura:
Porque los hijos de la abandonada, dice, son más numerosos que los de la que tiene marido (Is
54,1; Gál 4,27).
Nuestra madre no tiene marido, pero tiene su Esposo. Porque la Iglesia, ya se
la considere en el conjunto de los pueblos, ya en cada alma individual, contrae
matrimonio espiritual sin el menor ataque a su pureza, exenta de todo contacto
carnal, espiritualmente fecunda.» (S. AMBROSIO, Las Vírgenes, 1,31)

879 La barca es la Iglesia.- «Cuando todo esto esté puesto de acuerdo, entonces resonará
la palabra divina; aparecerá sobre la imagen de un trono alguien semejante a un
hombre (Ez 1,26). Este hombre es el Verbo, porque el Verbo se hizo carne (Jn 1,14). Él
conduce nuestras almas y gobierna nuestras costumbres, conforme al valor de
nuestros merecimientos; él asciende frecuentemente sobre un carro, sobre una
montaña, o en una nave -pero la barca donde navegan los apóstoles, en la que Pedro
pesca (Lc 5,3); porque no es una barca cualquiera la que es conducida a la anchura
(Mt 17,1), es decir, separada de los incrédulos-. ¿Por qué la elección de una barca,
donde Cristo pueda sentarse y enseñar a la multitud, sino porque la barca es la
Iglesia que, con sus velas atadas a la cruz de Cristo, bajo el soplo del Espíritu Santo,
boga felizmente en este mundo?» (S. AMBROSIO, La Virginidad, 118)

880 Ancianos, jóvenes, vírgenes, niños y mujeres en la Iglesia.- «Y le dijo el Señor:


Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que gimen afligidos por las
abominaciones que en ella se cometen. A los otros les dijo en mi presencia: Recorred la ciudad
detrás de él, golpeando sin compasión y sin piedad. A viejos, mozos y muchachos, a niños y
mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno de los marcados les toquéis. Empezad por
mi santuario (Ez 9,4-6).
Según los sentidos místicos, los ancianos son en la Iglesia aquellos de quienes
se dice: Los cuerdos pensamientos son canas para el hombre (Sab 4,9). Los jóvenes, los que
están prontísimos a las batallas de la fe; las vírgenes, las que con toda el alma
conservan la pureza; los niños, los que beben la leche de la infancia y no reciben
alimento sólido; /.../. A todos los cuales no se perdona, si creen ser algo sin la señal
del Señor.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Ezequiel)
Unidad de la Iglesia

881 La Iglesia y los pecadores.- «Quiero misericordia, y no sacrificios. Conocimiento de Dios,


más que holocaustos. Ellos, en Adán, quebrantaron la alianza, se rebelaron contra mí (Os 6,6-
7).
Todos los días, Dios, a aquellos que están fuera de la Iglesia y a los que pecan
dentro de la Iglesia, los invita a penitencia y les dice: Quiero misericordia, y no
sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos. A los que hacen el pan sacrílego y
dan limosnas, y parecen seguir el camino de la humildad. (Que yo, si lo hacen de
verdad, los interpreto como holocaustos). Mas, cuando abandonan la ciencia de
Dios, cortada la cabeza de la fe, en vano se jactan de tener los demás miembros; han
prevaricado la alianza de Dios en la Iglesia. Como Adán prevaricó en el paraíso.
Manifiestan ser imitadores del antiguo padre en que, como él fue expulsado del pa-
raíso, así también ellos serán excluidos de la Iglesia.» (S. JERONIMO, Comentario
sobre el profeta Oseas)

882 Miembros de la Iglesia, sin espíritu cristiano.- «Agrupaos, congregaos, pueblo


despreciable, antes de que seáis arrebatados, como el tamo que se disipa en un día. Antes de
que os alcance el incendio de la ira del Señor, antes de que os alcance el día de la ira del Señor
(Sof 2,1-2).
Generalmente toda la multitud de los creyentes y de aquellos que se
denominan pueblo de Dios, se congrega en la Iglesia; y se dice: Venid a la Iglesia,
congregaos en la caridad y en la paz, oh gente inculta, que no quieres aceptar la
disciplina de Dios, ni adquirir la ciencia de sus mandatos; sino que te deleitas con las
riquezas, la vanidad del cuerpo, la belleza de este mundo y con los placeres de la
carne, que pasa como flor, que se marchita en un día. Por eso os digo: Venid,
reuniros, no sea que, cuando llegue el día del juicio y pase toda vuestra gloria,
queráis entonces hacer penitencia, cuando no hay tiempo para la penitencia, sino
para los castigos.
Preguntará alguien: ¿Cómo se puede entender esto mismo de cada uno de los
peregrinos de este siglo? Se dice a cada uno: ¡Oh tú, que andas ocupado en los
negocios del siglo, que discurres por todas partes! Vuelve a la Iglesia de los santos y
únete al grupo de los que agradan a Dios; reúne los miembros dislocados de tu alma,
que no son coherentes consigo en la trabazón de la sabiduría. Oye místicamente:
Fortaleced las manos desfallecidas y afianzad las rodillas temblorosas (Is 35,3). No te gloríes
de los bienes de la carne y en su flor que pasa: Toda criatura es hierba y toda su fuerza
como flor del campo. La hierba se agosta, la flor se marchita, cuando el soplo de Yahvé ventea
en ella... La hierba se agosta, la flor se marchita; mas la palabra de nuestro Dios permanece
eternamente (Is 40,6-8).
Podemos usar este pasaje temporalmente: si, cuando vemos a alguien
entregado a los honores del mundo y ocupado en acumular riquezas, que raramente
o nunca viene a la Iglesia, le decimos: Únete al pueblo de Dios, tú que no atiendes los
Unidad de la Iglesia

mandamientos del Señor, antes de que pase tu gloria, antes de que llegue para ti el
día de la ira de Dios.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Sofonías)

883 Cuando pasen los desposorios, ayunarán los hijos del esposo.- «Les dijo Jesús:
¿Acaso pueden afligirse los hijos de la sala nupcial, mientras está con ellos el esposo? Días
vendrán, cuando les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán (Mt 9,15).
El Esposo es Cristo; la Esposa, la Iglesia. De este santo y espiritual desposorio
han nacido los Apóstoles; que no pueden llorar, mientras vean al Esposo en su
tálamo y sepan que el Esposo está con la Esposa. Mas, cuando pasen las bodas y lle-
gue el tiempo de la pasión y de la resurrección, entonces ayunarán los hijos del
Esposo.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)

884 La Iglesia, Reina.- «La reina está a tu derecha con vestido recamado de oro (Sal 44,10).
/.../. Ahora bien, la que con firme raíz está asentada sobre la roca, que es
Cristo, la Iglesia Católica, su sola paloma, perfecta y amiga, está a la diestra y nada
tiene en sí de siniestro; está con vestidos recamados de oro, pues de las palabras de
las Escrituras pasa a su sentido; y está llena de todas las virtudes o, como hemos
traducido nosotros, con diadema de oro. Porque es reina, y reina juntamente con el rey.
Por hijas de éste podemos entender de manera general las almas de los creyentes y,
particularmente, los coros de las vírgenes.» (S. JERONIMO, Cartas, 65,«a la virgen
Principia»,15)

885 Nadie amigo de la paz lucha contra la Iglesia.- «Nadie es docto, si a la razón
contradice; nadie cristiano, si rechaza las Escrituras; nadie amigo de la paz, si lucha
contra la Iglesia.» (S. AGUSTIN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, 4,6,10)

886 La Iglesia se edifica cantando el cántico nuevo.- «Cantad al Señor un cántico nuevo;
cantad al Señor toda la tierra (Sal 95,1) /.../. Cuando toda la tierra canta un cántico
nuevo, ella es la casa de Dios. Edifícase cantando, se cimenta creyendo, se levanta
esperando, se concluye amando. Ahora, pues, hállase en construcción; la dedicación
tendrá lugar al fin de los siglos. Corran, pues, las piedras vivas a cantar el cántico
nuevo; júntense a las otras para servir a la estructura del templo de Dios; reconoced
al Salvador y recibidle por morador.» (S. AGUSTIN, Sermones, 27,1)

887 La Iglesia virgen.- «¿Quién os dio a luz? Escucho la voz de vuestro corazón: la
madre Iglesia. Esta santa y honrada madre, por modo semejante al de María, da a
luz y es virgen /.../. La virginidad es la integridad de la fe católica. Donde fue co-
Unidad de la Iglesia

rrompida Eva, por la astucia de la serpiente, allí debe ser virgen la Iglesia, por don
del Omnipotente.» (S. AGUSTIN, Sermones, 25,8)

888 La Iglesia imita a María.- «La Iglesia imita a la madre de su Esposo y Señor; porque
la Iglesia también es virgen y madre. Pues, si no es virgen, ¿por qué celamos su
virginidad? Y, si no es madre, ¿a qué hijos hablamos? María dio a luz corporalmente
a la Cabeza de este Cuerpo; la Iglesia da a luz espiritualmente a los miembros de esa
Cabeza. Ni en una ni en otra, la virginidad ha impedido la fecundidad; ni en una ni
en otra la fecundidad ha ajado la virginidad.» (S. AGUSTIN, Sobre la santa
virginidad, 2)

889 La mujer del ungüento oloroso representa a la Iglesia.- «Las palabras que hemos
oído hace poco, hermanos, ¿dónde las encuadraremos? ¡Si pudieran exponerse con
lágrimas! ¿Quién fue la mujer que entró con el ungüento? ¿A quién representaba?
¿Por ventura no simbolizaba a la Iglesia? ¿Qué simbolizaba aquel ungüento sino el
buen olor, del cual dice el Apóstol: Buen olor de Cristo somos en todo lugar (2Cor 2,14-
15). También el Apóstol insinuó la persona de la misma Iglesia, pues, cuando dijo:
somos, aludió a los fieles.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 21,2,2)

890 La Iglesia, Cuerpo de Cristo.- «Lo que dije que repetí muchas veces y ahora lo repito
de nuevo en el sentido que dice el Apóstol: Escribiros lo mismo, para mí no es trabajoso y
para vosotros es útil (Fil 3,1), es esto: que nuestro Señor Jesucristo, como varón
perfecto total, es cabeza y cuerpo. La cabeza es aquél hombre que nació de la Virgen
María, que padeció debajo del poder de Poncio Pilatos, que fue sepultado, y resucitó,
y subió al cielo, y está sentado a la diestra del Padre, de donde esperamos que ha de
venir como juez de vivos y muertos; ésta es, pues, la Cabeza de la Iglesia. El Cuerpo
de esta Cabeza es la Iglesia; no sólo la que está aquí, sino también la que se halla
extendida por toda la tierra; y no sólo la de ahora, sino la que existió desde Abel
hasta los que han de nacer y creer en Cristo hasta el fin del mundo; es decir, la Iglesia
es todo el pueblo de los santos que pertenecen a una ciudad. Esta ciudad es el
Cuerpo de Cristo, la cual tiene por Cabeza a Cristo. De ella son también nuestros
conciudadanos los ángeles, con la diferencia que nosotros peregrinamos y trabaja-
mos y ellos esperan en la ciudad nuestra llegada. De aquella ciudad a la que nos
dirigimos nos fueron enviadas cartas, las santas Escrituras, que nos exhortan a vivir
bien. Pero ¿diré que únicamente nos llegaron cartas de allí? El mismo Rey descendió
y se hizo camino para nosotros en esta peregrinación, a fin de que, andando en él, no
erremos, ni desfallezcamos, ni caigamos en manos de los ladrones, ni nos preci-
pitemos en los lazos que hay colocados a la vera del camino. Luego conozcamos al
Cristo total y completo unido con la Iglesia; a él sólo, que nació de la Virgen María y
es Cabeza de la Iglesia, es decir, al Mediador entre Dios y los hombres Cristo Jesús;
Unidad de la Iglesia

el cual es Mediador para que los que se habían apartado de Dios se reconcilien por
él, pues el medio se halla entre dos /.../.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Sal-
mos, Sal 90,II,1)

891 Edificada sobre Pedro.- «Esto hace la Iglesia feliz con esa esperanza durante esta
vida trabajosa. De esta Iglesia, por la primacía de su apostolado, llevaba Pedro la
representación en toda su universalidad. En cuanto a sus propiedades personales,
por la naturaleza era un hombre, por la gracia un cristiano, por una gracia mayor un
apóstol, y el primero de ellos; mas cuando le fue dicho: A ti te daré las llaves del reino
de los cielos; lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y lo que desatares sobre la
tierra será desatado en el cielo (Mt 16,16-19), representaba a toda la Iglesia, que en esta
vida mortal es sacudida por diversas tentaciones, como lluvias, ríos y tempestades;
pero no cae porque está fundamentada sobre una piedra firme, de donde le viene el
nombre de Pedro. Pues no se deriva la piedra de Pedro, sino Pedro de la piedra,
como Cristo no viene de cristiano, sino cristiano de Cristo. Por eso dice el Señor: So-
bre esta piedra edificaré mi Iglesia; porque Pedro había dicho: Tú eres Cristo, Hijo de Dios
vivo. Sobre esta piedra que él confesó, dice, edificaré mi Iglesia.
La piedra era Cristo, y sobre ese fundamento estaba edificado también Pedro.
Nadie puede poner otro fundamento distinto del que está puesto, que es Cristo
Jesús. Y así la Iglesia, fundamentada en Cristo, recibió de él, en la persona de Pedro,
las llaves del reino de los cielos, esto es, el poder de atar y desatar los pecados. Lo
que propiamente es la Iglesia en Cristo, eso es figuradamente Pedro en la piedra; y
en esta figura, Cristo es la piedra, y Pedro es la Iglesia. Mas esta Iglesia, figurada por
Pedro, mientras vive entre males, amando a Cristo, se libra de los mismos males. Y le
sigue más de cerca en la persona de aquellos que luchan por la verdad hasta la
muerte /.../. Así, pues, la Iglesia tiene conocimiento de dos vidas que le han sido
predicadas y encomendadas por divina inspiración, de las cuales una vive en la fe y
la otra en la contemplación; la una en el tiempo de peregrinación, la otra en la
eternidad de la mansión; la una en el trabajo, la otra en el descanso; la una en el
camino, la otra en la patria; la una en el trabajo de la actividad, la otra en el premio
de la contemplación; la una se aparta del mal para obrar el bien, la otra no tiene mal
alguno que evitar y tiene un grande bien de que gozar; la una se bate con el enemigo,
la otra reina sin enemigo; la una se hace fuerte en las adversidades, la otra no siente
nada adverso; la una refrena las concupiscencias carnales, la otra se entrega a
deleites espirituales; la una se afana por conseguir la victoria, la otra vive segura en
la paz de la victoria; la una necesita ayuda en las tentaciones, la otra sin tentación
alguna se goza en su protector; la una socorre al necesitado, la otra está donde no
hay necesidades; la una perdona los pecados ajenos para que le sean perdonados los
propios, la otra no tiene que perdonar ni que le sea perdonado; la una es sacudida
por los males para que no se engría en los bienes, la otra por la plenitud de la gracia
carece de todo mal para que sin peligro alguno de soberbia esté adherida al sumo
Bien; la una debe discernir entre el mal y el bien, la otra sólo contempla el bien; en
Unidad de la Iglesia

conclusión, la una es buena, pero aún llena de miserias; la otra es mejor y


bienaventurada. Ésta es figurada por el apóstol Pedro; aquella, por Juan. Ésta se
desenvuelve totalmente aquí hasta el fin del mundo y allí encuentra su fin; aquella
será completa después de esta vida, pero en la otra vida no tendrá fin.» (S.
AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 124,5)

892 Esposa por el amor.- «Hay que advertir cómo, en la Sagrada Escritura, el Señor se
llama unas veces señor, otras padre, otras esposo. Cuando quiere ser temido se llama
señor; cuando quiere que le honremos, padre, y cuando quiere que le amemos, espo-
so /.../. Y, por cierto, no hay momentos diferentes en Dios; pero, como primero
quiere ser temido para que le honremos, y quiere que le honremos antes de que
lleguemos a amarle, y se llama señor por el temor y padre por el honor, en razón del
amor se llama esposo; de manera que por el temor lleguemos al honor y por el honor
lleguemos al amor. Cuando el honor es más digno que el temor, tanto más goza Dios
ser llamado esposo que padre.
En este libro, el Señor y la Iglesia no se denominan Señor y esclava, sino esposo
y esposa, para que no nos refiramos sólo al temor y a la reverencia, sino también al
amor, y con estas palabras exteriores se incite el afecto interior. Cuando se llama
Señor, indica que somos creados; cuando se dice Padre, que somos hijos adoptivos;
cuando toma el nombre de Esposo, manifiesta que le hemos sido unidos. Porque más
es estar unidos a Dios, que ser creados y adoptados.» (S. GREGORIO MAGNO, Co-
mentario al Cantar de los Cantares, 8)

893 Las virtudes, aromas de la Iglesia.- «Y el olor de tus perfumes excede a todos los aromas
(Cant 4,10). La Santa Iglesia tiene aquí aromas, siendo rica con la virtud de la ciencia,
la virtud de la castidad, la virtud de la misericordia, la virtud de la humildad, la
virtud de la caridad. Si la vida de los santos no tuviera por sus virtudes el olor de los
aromas, no diría Pablo: Somos olor de Cristo en todo lugar (2Cor 2,15). Pero mucho más
excelente es la unción de la contemplación de Dios, a la que hemos de ser llevados
algunas veces. Mucho más excelente es el olor de los ungüentos de Dios que los aro-
mas de nuestras virtudes. Y si ya son grandes las que hemos recibido, muy
superiores son las que hemos de recibir de la contemplación de nuestro Creador. Por
eso que el alma anhele y diga: El olor de tus perfumes, sobre todos los aromas. Esto es,
aquellos bienes que preparas por tu contemplación, trascienden los dones de todas
las virtudes que nos concediste en esta vida.» (S. GREGORIO MAGNO, Comentario
al Cantar de los Cantares, 20)

894 La Iglesia, casa del Rey.- «Me ha introducido el rey en su cámara. Jubilaremos y nos
alegraremos contigo (Cant 1,14). La Iglesia es una casa del rey. Y esta casa tiene su
puerta, su escalera, su sala de banquetes, tiene cámaras. Todo el que en el Iglesia
Unidad de la Iglesia

tiene fe, ya ha ingresado por la puerta de esta casa; como la puerta abre el acceso al
resto de la casa, así la fe tiene la puerta de todas las demás virtudes. Todo el que
dentro de la Iglesia tiene esperanza, ya sube a lo alto de la casa; pues la esperanza
eleva el corazón para que desee las sublimes y deje las bajas. Todo el que, situado en
esta casa, tiene caridad, discurre por las salas de banquetes; la caridad es ancha, que
se extiende hasta el amor de los enemigos. Todo el que, situado en la Iglesia,
profundiza los altos secretos, o considera los juicios ocultos, entró como en la
cámara.
Alguien decía de la puerta de esta casa: Abridme las puertas de la justicia y,
entrando por ellas, alabaré al Señor (Sal 117,19). De la subida de la esperanza decía:
Dispuso ascensiones en su corazón (Sal 83,6). De los comedores amplios de esta casa se
dice: Tu mandato se dilata sin término (Sal 118,96). Por el mandato amplio se designa la
caridad. De la cámara del rey hablaba aquél que decía: Mi secreto, para mí (Is 24,16). Y
en otro pasaje: Oí palabras arcanas, que uno no puede decir (2Cor 12,4). El acceso
primero de esta casa, la puerta de la fe; el segundo progreso, la subida de la esperan-
za; el tercero, la anchura de la caridad. Porque la Santa Iglesia penetra hasta las
cámaras en sus miembros perfectos, en sus santos doctores, en aquellos que ya están
llenos y enraizados en esta vida. El rey me introdujo en su cámara, dice. Así, pues, por
los profetas, por los apóstoles, por los doctores, que penetraban ya los secretos
sublimes de su vida, la Iglesia había entrado en la cámara de su rey.» (S. GREGORIO
MAGNO, Comentario al Cantar de los Cantares, 26)

895 Las dos vidas de la Iglesia.- «Y fuera de la puerta interior estaban las cámaras de los
cantores en el atrio interior (Ez 40,44). Son, pues, dos las cosas de que se habla: la
puerta interior y, fuera de ésta, el atrio interior, que es a la vez interior y exterior; y
la puerta exterior, pero interior, como dijimos, a las puertas que se añaden en la
narración.
Ahora bien, la santa Iglesia tiene dos vidas: una que lleva temporalmente,
otra con la que es remunerada en el cielo; una en la que acumula méritos, otra en la
que goza ya de la recompensa recibida; y en la una y en la otra vida ofrece sacrificio,
a saber: aquí el sacrificio de la compunción, allí el sacrificio de la alabanza.
De aquel sacrificio se dice: El espíritu compungido es el sacrificio para Dios (Sal
50,19). Del otro está escrito: Entonces aceptarás el sacrificio de justicia, la oblación y el
holocausto (Sal 50,21); del cual otra vez se dice: A fin de que sea mi gloria cantarte y
nunca tenga penas (Sal 29,15).
En ambos sacrificios se ofrecen carnes; porque aquí la mortificación del
cuerpo es la ofrenda de la carne; y allí la ofrenda de la carne consiste en alabar a Dios
en la gloria de la resurrección. En efecto, allí se ofrece la carne como en holocausto
cuando, trocada en la eterna incorrupción, no tendrá nada contrario, nada mortal,
porque, abrasada toda de una vez en las llamas de su amor, permanecerá en
perpetua alabanza.
Unidad de la Iglesia

Luego está la puerta interior, esto es, la santa Iglesia, tenga sus interioridades,
a saber: aquella vida que todavía está oculta a nuestros ojos; tenga fuera de ella el
atrio exterior, esto es, la vida presente, en la que se practica todo el bien para llegar
al bien definitivo.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilía sobre Ezequiel, 2,22,4)

896 La Iglesia, comparada con el alba.- «¿Has mandado en tu vida a la mañana o has
señalado su puesta a la aurora? (Job 38,12).
/.../.
Con razón se designa con el nombre de amanecer o alba a toda la Iglesia de
los elegidos, ya que el amanecer o alba es el paso de las tinieblas a la luz de la fe. Y
así, a imitación del alba, después de las tinieblas, se abre al esplendor diurno de la
claridad celestial. Por lo cual se dice bien en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es ésta
que se asoma como el alba? (Cant 6,9). Efectivamente, la santa Iglesia, por su deseo del
don de la vida celestial, es llamada alba, porque, al tiempo que va desechando las
tinieblas del pecado, se va iluminando con la luz de la justicia.
Pero además, si consideramos la naturaleza del amanecer o alba, hallaremos
un pensamiento más útil. El alba o amanecer anuncia que la noche ya ha pasado,
pero no muestra todavía la íntegra claridad del día, sino que, por ser la transición en-
tre la noche y el día, tienen algo de tinieblas y de luz al mismo tiempo. Por esto, los
que en esta vida vamos en seguimiento de la verdad, somos como el alba o
amanecer; porque en parte, obramos ya según la luz, pero, en parte, conservamos
todavía restos de las tinieblas. Se dice a Dios por boca del Salmista: Ningún hombre
vivo es inocente frente a ti (Sal 142,2). Y también está escrito: En muchas cosas ofendemos
todos (Sant 3,2). Y dice San Pablo: Veo en mis miembros otra ley que contradice a la ley de
mi alma, y me cautiva en la ley del pecado que está en mis miembros (Rom 7,23).» (S.
GREGORIO MAGNO, Tratados morales sobre el libro de Job, 29,2-3)
Unidad de la Iglesia

XXXII. Unidad de la IglesiaError! Reference source not found.

«Y tengo otras orejas que no son de este aprisco; también a éstas tengo
que recogerlas y oirán mi voz: Y vendrán a ser un sólo rebaño y un
sólo pastor» (Jn 10,16).

«No ruego por éstos solamente, sino también por los que crean en mí
por medio de su palabra; que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y
yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado» (Jn 17,20-21).
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defined.897 Unidad de la Iglesia.- «2. Mas como quiera que la caridad no me
consiente callar acerca de vosotros, de ahí mi propósito de exhortaros a que con-
viváis todos a una con el pensamiento y sentir de Dios; pues Jesucristo, vivir nuestro
del que nada ha de ser capaz de separarnos, es el pensamiento del Padre, al modo
que también los obispos, establecidos por los confines de la tierra, están en el
pensamiento y sentir de Jesucristo.
IV. Síguese de ahí que os conviene correr a una con el sentir de vuestro
obispo, que es justamente lo que ya hacéis. En efecto, vuestro colegio de ancianos,
digno del nombre que lleva, digno, otrosí, de Dios, así está armoniosamente concer-
tado con su obispo como las cuerdas con la lira.
2. Pero también los particulares o laicos habéis de formar un coro, a fin de
que, unísonos por vuestra concordia y tomando en vuestra unidad la nota tónica de
Dios, cantéis a una voz al Padre por medio de Jesucristo; y así os escuche y os reco-
nozca, por vuestras buenas obras, como cánticos entonados por su propio Hijo.
Cosa, por tanto, provechosa, es que os mantengáis en unidad irreprochable, a
fin de que también, en todo momento, os hagáis partícipes de Dios.» (S. IGNACIO
DE ANTIOQUIA, Carta a los Efesios, 3,2-4,2)

898 Obispos, presbíteros y diáconos.- «VI. Como quiera, pues, que en las personas
susodichas contemplé en la fe a toda vuestra muchedumbre y a todos os cobré amor,
yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, presi-
diendo el obispo, que ocupa el lugar de Dios, y los ancianos, que representan al
colegio de los Apóstoles, y teniendo los diáconos, para mí dulcísimos, encomendado
el ministerio de Jesucristo, el que antes de los siglos estaba junto al Padre y se
manifestó al fin de los tiempos.
2. Así, pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos unos a los
otros y nadie mire a su prójimo según la carne, sino, en todo momento, amaos
mutuamente en Jesucristo» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Magnesios,
6,1-2)

899 Una sola Eucaristía y un solo altar.- «IV. Poned, pues, todo ahínco en usar de una
sola Eucaristía; porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo
cáliz para uniros con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un sólo
obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos.
De esta manera, todo cuanto hiciéreis, lo haréis según Dios.
Unidad de la Iglesia

V. Hermanos míos, en extremo me derramo en efusiones por el amor que os


tengo, y con sumo regocijo de mi parte trato de afianzaros a vosotros; o más bien, no
yo, sino Jesucristo. Aún estando por él entre cadenas, temo más bien, como quien no
ha llegado todavía a la perfección. Sin embargo, vuestra oración me hará perfecto
ante Dios, para que alcance la herencia que misericordiosamente me cupo en suerte,
después de haberme refugiado en el Evangelio como en la carne de Cristo y en los
Apóstoles como en el senado de la Iglesia.
2. Amemos también a los profetas, como quiera que también ellos anunciaron
el Evangelio y pusieron en Jesús su esperanza, y aguardaron su venida. Y por haber
creído en él se salvaron, estando como estaban en la unidad de Jesucristo. Santos, en
fin, merecedores de nuestro amor y admiración, como que fueron atestiguados por
Jesucristo y contados en el Evangelio de la común esperanza.» (S. IGNACIO DE
ANTIOQUIA, Carta a los Filadelfos, 4,1-5,2)

900 Unidad de la Iglesia, mantenida por la unidad de los Obispos.- «Cierto que los
demás apóstoles eran lo que era Pedro, estaban dotados como Pedro de la misma
dignidad y poder, pero el principio nace la unidad (y se otorga el primado a Pedro,
para manifestar que es una la Iglesia y una la cátedra de Jesucristo. También todos
son pastores y a la vez uno solo es el rebaño, que debe ser apacentado por todos los
apóstoles de común acuerdo, para mostrar que es única la Iglesia de Cristo).
Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en la persona de Cristo por el
Espíritu Santo en el Cantar de los Cantares, cuando dice: Una sola es mi paloma, mi
hermosa es única de su madre, la elegida de ella (Cant 6,8). Quien no guarda esta unidad
de la Iglesia, ¿va a creer que guarda la fe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia,
que abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿Puede
confiar que está en la Iglesia? Puesto que el santo apóstol Pablo enseña esto mismo y
declara el misterio de la unidad con estas palabras: Un solo cuerpo y un solo espíritu,
una sola la esperanza de nuestra vocación, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un
solo Dios (Ef 4,4-6).
5. Debemos mantener y defender con toda energía esta unidad, mayormente
los obispos, que estamos al frente de la Iglesia, a fin de probar que el mismo
episcopado es uno e indivisible. Nadie engañe con mentiras a los hermanos, nadie
corrompa la pureza de la fe con prevaricación infiel. El episcopado es único, del cual
participa cada uno por entero. Así mismo es única la Iglesia, que se extiende sobre
muchos por el crecimiento de su fecundidad, como son muchos los rayos del sol,
pero una sola la luz, y son muchas las ramas del árbol, pero uno solo el tronco
clavado en tierra con fuerte raíz, y cuando de un solo manantial derivan muchos
arroyos, aunque aparecen muchas corrientes desparramadas por la abundancia de
agua, con todo, una sola es la fuente en su origen. Si separas un rayo de la masa del
sol, no subsiste la luz por la separación; si cortas la rama del árbol, no podrá desarro-
llarse la cortada; si atajas el arroyo incomunicándolo de la fuente, se secará. Del
mismo modo la Iglesia del Señor esparce sus rayos, difundiendo la luz por todo el
Unidad de la Iglesia

mundo; la luz que se expande por todas partes es, sin embargo, una, y no se divide
la unidad de su masa. Extiende sus rayos con frondosidad por toda la tierra y fluye
sus abundosos arroyos en todas direcciones; con todo, uno solo es el principio y la
fuente, y una sola la madre exuberante de fecundidad. De su seno nacemos, de su
leche nos alimentamos, de su espíritu vivimos.» (S. CIPRIANO, De la unidad de la
Iglesia, 4-5)

901 No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia como madre.- «La
esposa de Cristo no puede ser adúltera, pues es incorruptible y pura. Sólo una casa
conoce, guarda la inviolabilidad de un solo tálamo con pudor casto. Ella nos con-
serva para Dios, ella destina para el reino a los hijos que ha engendrado. Todo el que
se separa de la Iglesia se une a una adúltera, se aleja de las promesas de la Iglesia, y
no logrará las recompensas de Cristo quien abandona a la Iglesia de Cristo; es un
extraño, es un profano, es un enemigo. No puede tener a Dios por Padre quien no
tiene a la Iglesia como madre. Si pudo salvarse alguno fuera del arca de Noé,
entonces lo podrá también quien estuviera fuera de la Iglesia. Nos lo advierte el
Señor, cuando dice: Quién no está conmigo, está contra mí, y quien no recoge conmigo
desparrama (Mt 12,30).» (S. CIPRIANO, De la unidad de la Iglesia, 6)

902 La túnica del Señor, símbolo de la unidad de la Iglesia.- «Este misterio de la


unidad, este vínculo de concordia indisoluble, se pone de manifiesto cuando en el
Evangelio no se descose ni se desgarra en manera alguna la túnica del Señor Jesu-
cristo, sino que la recibe íntegra y la posee intacta e indivisa quien, después de echar
suertes sobre ella, se ha vestido de la prenda de Cristo. Dice estas palabras la Escri-
tura divina: Sobre la túnica, ya que no iba cosida por la parte superior, sino estaba tejida en
toda su extensión, dijeron entre ellos: no la partamos, sino echemos suerte a quien le toque (Jn
19,23-24). La túnica significaba la unidad que proviene de arriba, es decir, la que
viene del cielo y del Padre, que no puede de ningún modo ser partida por el que la
recibe y la posee, sino que la adquiere total y firmemente indisoluble.» (S.
CIPRIANO, De la unidad de la Iglesia, 7)

903 Una sola Iglesia.- «Dios es único, Cristo es único, su Iglesia es única, una sola es la fe
y uno solo el pueblo fiel, unido en un solo cuerpo, con los lazos de la concordia. No
puede disolverse su unidad ni disgregarse la trabazón de su cuerpo, desgarrando
sus entrañas, ni partirse en trozos. Todo miembro que se separe de su tronco vital no
podrá vivir, porque pierde la esencia de su vida.» (S. CIPRIANO, De la unidad de la
Iglesia, 23)
Unidad de la Iglesia

904 Un solo Dios, un solo Jesucristo, una sola Iglesia.- «Ofrecen ahora la paz que ellos
no poseen, prometen que reducirán al seno de la Iglesia a los caídos que se apartaron
de la Iglesia. 2. No hay más que un solo Dios y un solo Cristo, y una sola Iglesia y
una sola cátedra establecida por la palabra del Señor sobre Pedro. No puede
establecerse otro altar, nuevo sacerdocio fuera de ese único altar y único sacerdocio.
Todo el que cosechare en otra parte, desparrama. Es adúltero, es impío, es sacrílego
todo lo que instituye una locura humana, violando las disposiciones divinas.
Apartaos bien lejos del contagio de esta clase de hombres, y procurad huir y evitar
sus discursos como un cáncer (2Tim 2,17), y como una peste, después de advertir y
decir el Señor: Son guías ciegos. Un ciego que guía a otro ciego, caerán a la vez en el hoyo
(Mt 15,14).» (S. CIPRIANO, Cartas, 43,«Cipriano a todo el pueblo»,5,1-2)

905 La Iglesia única en orden a la unidad de la fe.- «Está claro que estas herejías
nacieron más tarde, y son innovaciones y desfiguraciones de la antigua y
veneradísima Iglesia, así como las que surgieron en tiempos todavía posteriores a
ellas. Y creo que resulta evidente después de lo dicho, que la verdadera Iglesia es
una, la realmente primitiva, en la cual están inscritos los que son predestinados
como justos. Porque, siendo Dios uno, y uno el Señor, todo lo que es sumamente
estimable se recomienda por su unidad, reproduciendo la unidad de su principio.
Así, pues, la Iglesia una tiene como herencia la naturaleza de lo uno; pero las herejías
le infieren violencia al dividirla en muchos fragmentos. Por su naturaleza, por su
concepto mismo, por su origen, por su manera esencial de ser, afirmamos que la
Iglesia primitiva y católica es única, en orden a la unidad de la única fe (Ef 4,13) /.../.»
(CLEMENTE DE ALEJANDRIA, «Strómata», 7,17,107)

906 Jesucristo muerto, recuerda la unidad de la Iglesia.- «Ocurrió, pues, una cosa
extraña y admirable: la muerte vergonzosa que ellos creyeron darle, fue el triunfo de
su misma victoria sobre la muerte. No ha querido tampoco sufrir la muerte de Juan,
a quien se cortó la cabeza, ni ser aserrado como Isaías, para retener en la misma su
cuerpo entero e indiviso, y para no dar pretexto a aquellos que querrían dividir su
Iglesia.» (S. ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 24)

907 Todos una sola cosa bajo un solo Espíritu.- «Ved qué dulzura y qué delicia, convivir los
hermanos unidos (Sal 132,1).
Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos conviven unidos;
porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se les llama hermanos,
porque la caridad los hace concordes en un solo querer.
Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba
esta norma tan importante: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo (Hech 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un
Unidad de la Iglesia

mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo
unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es
único.» (S. HILARIO DE POITIERS, Tratado sobre los Salmos, Sal 132)

908 Un mismo pensar y un mismo sentir, un solo corazón.- «Reflexionad despacio,


hermanos míos, sobre la unidad y ved cómo aún la sensación placentera de lo
múltiple procede de la unidad. ¡Cuántos sois vosotros, gracias a Dios! ¿Quién os
podría gobernar, si no tuvierais el sentido de la unidad? ¿De dónde viene la paz esta
que reina ente tantos como sois? Donde hay unidad hay pueblo; quita la unidad, y
eso es la turba. ¿Qué cosa es, en efecto, la turba, sino una multitud turbada? Pero
escuchad al Apóstol: Os ruego, hermanos.... Eran los que hallaba una gran cantidad, de
la que deseaba él hacer una unidad. Os ruego, hermanos, digáis todos una misma cosa y
no haya escisiones entre vosotros, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo pensa-
miento y en un mismo sentir (1Cor 1,10). Y en otro lugar: Sed un alma sola, sentid una
misma cosa; nada por rivalidad ni por vanagloria (Fil 2,2-3). Y el Señor, rogando al Padre
por los suyos: A fin de que sean unidad, como nosotros somos Unidad (Jn 17,22). Y en los
Hechos de los Apóstoles: La muchedumbre de los que habían creído tenían un solo corazón
y un alma sola (Hech 4,32). Cantad, pues, conmigo la grandeza del Señor; ensalcemos en
unidad (al unísono) su nombre (Sal 33,4) (formemos todos juntos una unidad de alaban-
za), pues el "unum necessarium" es aquella unidad celeste, la unidad aquella, donde
son unidad el Padre y el Hijo, y el Espíritu Santo. Ved hasta qué punto se nos
encarece la unidad; nuestro Dios es ciertamente una Trinidad, donde el Padre no es
el Hijo, el Hijo no es el Padre, el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, sino el
Espíritu de ambos; mas, con todo eso, tales tres cosas no son tres dioses ni tres om-
nipotentes, sino un solo Dios omnipotente; y la Trinidad es un Dios único, porque la
unidad es de absoluta necesidad. Ahora bien, para llegar a esta Unidad, sólo hay un
camino: no tener, aun siendo muchos, sino un solo corazón.» (S. AGUSTIN, Sermo-
nes, 103,4)

909 La multiplicidad proviene de la unidad.- «Pues, con todo, no es así; lo que sí es así
es lo que dijo el Señor: no es como tú lo entiendes, sino como debes entenderlo. Fíjate
bien: En muchas cosas estás ocupada, mas una sola es necesaria. María ha escogido la mejor
parte (Lc 10,41-42). No es la tuya mala, pero la suya es mejor. ¿Por qué es mejor?
Porque tú andas afanada en muchas cosas, ella sólo en una. Dase ventaja a la unidad
sobre la multiplicidad; la unidad no proviene de la multiplicidad y la multiplicidad
proviene de la unidad. Las hechuras son múltiples, el Hacedor es único.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 104,3)

910 Una sola alma y un solo corazón.- «También a la vista de otro milagro se unieron
otros cinco mil; quedó constituida una grey no pequeña, en la cual, recibido el
Unidad de la Iglesia

Espíritu Santo, que encendió el amor espiritual, formando un solo cuerpo por la
caridad y el fervor del espíritu, todos en aquella sociedad única comenzaron a
vender todo lo que poseían y a poner el precio a los pies de los apóstoles, para que
diesen a cada uno lo que 'había menester. Y dice la Escritura que todos tenían una sola
alma y un solo corazón en Dios (Hech 4,32). Prestad atención, hermanos, y por aquí
entended el misterio de la Trinidad; cómo decimos el Padre es, el Hijo es, el Espíritu
Santo es y, sin embargo, es un solo Dios. Había allí tantos miles, y sólo había un
corazón; tantos miles, y sólo había un alma. Pero ¿en dónde? En Dios. ¡Cuánto más
será uno solo el mismo Dios! ¿Acaso empleo mal las palabras cuando digo dos
hombres, dos almas, o tres hombres, tres almas, o muchos hombres, muchas almas?
Ciertamente digo bien. Acérquense a Dios y todos tienen una sola alma. Si acer-
cándonse a Dios muchas almas por la caridad son una sola alma y muchos corazones
un solo corazón, ¿qué hará la fuente misma de la caridad en el Padre y en el Hijo?
¿No será allí con mayor razón la Trinidad un solo Dios? De allí nos viene a nosotros
la caridad del Espíritu Santo, como dice el Apóstol: La caridad de Dios ha sido
derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Rom
5,5). Si, pues, la caridad de Dios, derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo, que se nos ha dado, hace que muchas almas sean una sola alma y que muchos
corazones sean un solo corazón, ¿cuánto más el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
serán un solo Dios, una sola Luz, un solo Principio?» (S. AGUSTIN, Tratado sobre el
Evangelio de S. Juan, 39,5)
Unidad de la Iglesia

XXXII. Unidad de la IglesiaError! Reference source not found.

«Y tengo otras orejas que no son de este aprisco; también a éstas tengo
que recogerlas y oirán mi voz: Y vendrán a ser un sólo rebaño y un
sólo pastor» (Jn 10,16).

«No ruego por éstos solamente, sino también por los que crean en mí
por medio de su palabra; que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y
yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado» (Jn 17,20-21).
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defined.897 Unidad de la Iglesia.- «2. Mas como quiera que la caridad no me
consiente callar acerca de vosotros, de ahí mi propósito de exhortaros a que con-
viváis todos a una con el pensamiento y sentir de Dios; pues Jesucristo, vivir nuestro
del que nada ha de ser capaz de separarnos, es el pensamiento del Padre, al modo
que también los obispos, establecidos por los confines de la tierra, están en el
pensamiento y sentir de Jesucristo.
IV. Síguese de ahí que os conviene correr a una con el sentir de vuestro
obispo, que es justamente lo que ya hacéis. En efecto, vuestro colegio de ancianos,
digno del nombre que lleva, digno, otrosí, de Dios, así está armoniosamente concer-
tado con su obispo como las cuerdas con la lira.
2. Pero también los particulares o laicos habéis de formar un coro, a fin de
que, unísonos por vuestra concordia y tomando en vuestra unidad la nota tónica de
Dios, cantéis a una voz al Padre por medio de Jesucristo; y así os escuche y os reco-
nozca, por vuestras buenas obras, como cánticos entonados por su propio Hijo.
Cosa, por tanto, provechosa, es que os mantengáis en unidad irreprochable, a
fin de que también, en todo momento, os hagáis partícipes de Dios.» (S. IGNACIO
DE ANTIOQUIA, Carta a los Efesios, 3,2-4,2)

898 Obispos, presbíteros y diáconos.- «VI. Como quiera, pues, que en las personas
susodichas contemplé en la fe a toda vuestra muchedumbre y a todos os cobré amor,
yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, presi-
diendo el obispo, que ocupa el lugar de Dios, y los ancianos, que representan al
colegio de los Apóstoles, y teniendo los diáconos, para mí dulcísimos, encomendado
el ministerio de Jesucristo, el que antes de los siglos estaba junto al Padre y se
manifestó al fin de los tiempos.
2. Así, pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos unos a los
otros y nadie mire a su prójimo según la carne, sino, en todo momento, amaos
mutuamente en Jesucristo» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Magnesios,
6,1-2)

899 Una sola Eucaristía y un solo altar.- «IV. Poned, pues, todo ahínco en usar de una
sola Eucaristía; porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo
cáliz para uniros con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un sólo
obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos.
De esta manera, todo cuanto hiciéreis, lo haréis según Dios.
El pueblo cristiano

V. Hermanos míos, en extremo me derramo en efusiones por el amor que os


tengo, y con sumo regocijo de mi parte trato de afianzaros a vosotros; o más bien, no
yo, sino Jesucristo. Aún estando por él entre cadenas, temo más bien, como quien no
ha llegado todavía a la perfección. Sin embargo, vuestra oración me hará perfecto
ante Dios, para que alcance la herencia que misericordiosamente me cupo en suerte,
después de haberme refugiado en el Evangelio como en la carne de Cristo y en los
Apóstoles como en el senado de la Iglesia.
2. Amemos también a los profetas, como quiera que también ellos anunciaron
el Evangelio y pusieron en Jesús su esperanza, y aguardaron su venida. Y por haber
creído en él se salvaron, estando como estaban en la unidad de Jesucristo. Santos, en
fin, merecedores de nuestro amor y admiración, como que fueron atestiguados por
Jesucristo y contados en el Evangelio de la común esperanza.» (S. IGNACIO DE
ANTIOQUIA, Carta a los Filadelfos, 4,1-5,2)

900 Unidad de la Iglesia, mantenida por la unidad de los Obispos.- «Cierto que los
demás apóstoles eran lo que era Pedro, estaban dotados como Pedro de la misma
dignidad y poder, pero el principio nace la unidad (y se otorga el primado a Pedro,
para manifestar que es una la Iglesia y una la cátedra de Jesucristo. También todos
son pastores y a la vez uno solo es el rebaño, que debe ser apacentado por todos los
apóstoles de común acuerdo, para mostrar que es única la Iglesia de Cristo).
Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en la persona de Cristo por el
Espíritu Santo en el Cantar de los Cantares, cuando dice: Una sola es mi paloma, mi
hermosa es única de su madre, la elegida de ella (Cant 6,8). Quien no guarda esta unidad
de la Iglesia, ¿va a creer que guarda la fe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia,
que abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿Puede
confiar que está en la Iglesia? Puesto que el santo apóstol Pablo enseña esto mismo y
declara el misterio de la unidad con estas palabras: Un solo cuerpo y un solo espíritu,
una sola la esperanza de nuestra vocación, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un
solo Dios (Ef 4,4-6).
5. Debemos mantener y defender con toda energía esta unidad, mayormente
los obispos, que estamos al frente de la Iglesia, a fin de probar que el mismo
episcopado es uno e indivisible. Nadie engañe con mentiras a los hermanos, nadie
corrompa la pureza de la fe con prevaricación infiel. El episcopado es único, del cual
participa cada uno por entero. Así mismo es única la Iglesia, que se extiende sobre
muchos por el crecimiento de su fecundidad, como son muchos los rayos del sol,
pero una sola la luz, y son muchas las ramas del árbol, pero uno solo el tronco
clavado en tierra con fuerte raíz, y cuando de un solo manantial derivan muchos
arroyos, aunque aparecen muchas corrientes desparramadas por la abundancia de
agua, con todo, una sola es la fuente en su origen. Si separas un rayo de la masa del
sol, no subsiste la luz por la separación; si cortas la rama del árbol, no podrá desarro-
llarse la cortada; si atajas el arroyo incomunicándolo de la fuente, se secará. Del
mismo modo la Iglesia del Señor esparce sus rayos, difundiendo la luz por todo el
El pueblo cristiano

mundo; la luz que se expande por todas partes es, sin embargo, una, y no se divide
la unidad de su masa. Extiende sus rayos con frondosidad por toda la tierra y fluye
sus abundosos arroyos en todas direcciones; con todo, uno solo es el principio y la
fuente, y una sola la madre exuberante de fecundidad. De su seno nacemos, de su
leche nos alimentamos, de su espíritu vivimos.» (S. CIPRIANO, De la unidad de la
Iglesia, 4-5)

901 No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia como madre.- «La
esposa de Cristo no puede ser adúltera, pues es incorruptible y pura. Sólo una casa
conoce, guarda la inviolabilidad de un solo tálamo con pudor casto. Ella nos con-
serva para Dios, ella destina para el reino a los hijos que ha engendrado. Todo el que
se separa de la Iglesia se une a una adúltera, se aleja de las promesas de la Iglesia, y
no logrará las recompensas de Cristo quien abandona a la Iglesia de Cristo; es un
extraño, es un profano, es un enemigo. No puede tener a Dios por Padre quien no
tiene a la Iglesia como madre. Si pudo salvarse alguno fuera del arca de Noé,
entonces lo podrá también quien estuviera fuera de la Iglesia. Nos lo advierte el
Señor, cuando dice: Quién no está conmigo, está contra mí, y quien no recoge conmigo
desparrama (Mt 12,30).» (S. CIPRIANO, De la unidad de la Iglesia, 6)

902 La túnica del Señor, símbolo de la unidad de la Iglesia.- «Este misterio de la


unidad, este vínculo de concordia indisoluble, se pone de manifiesto cuando en el
Evangelio no se descose ni se desgarra en manera alguna la túnica del Señor Jesu-
cristo, sino que la recibe íntegra y la posee intacta e indivisa quien, después de echar
suertes sobre ella, se ha vestido de la prenda de Cristo. Dice estas palabras la Escri-
tura divina: Sobre la túnica, ya que no iba cosida por la parte superior, sino estaba tejida en
toda su extensión, dijeron entre ellos: no la partamos, sino echemos suerte a quien le toque (Jn
19,23-24). La túnica significaba la unidad que proviene de arriba, es decir, la que
viene del cielo y del Padre, que no puede de ningún modo ser partida por el que la
recibe y la posee, sino que la adquiere total y firmemente indisoluble.» (S.
CIPRIANO, De la unidad de la Iglesia, 7)

903 Una sola Iglesia.- «Dios es único, Cristo es único, su Iglesia es única, una sola es la fe
y uno solo el pueblo fiel, unido en un solo cuerpo, con los lazos de la concordia. No
puede disolverse su unidad ni disgregarse la trabazón de su cuerpo, desgarrando
sus entrañas, ni partirse en trozos. Todo miembro que se separe de su tronco vital no
podrá vivir, porque pierde la esencia de su vida.» (S. CIPRIANO, De la unidad de la
Iglesia, 23)
El pueblo cristiano

904 Un solo Dios, un solo Jesucristo, una sola Iglesia.- «Ofrecen ahora la paz que ellos
no poseen, prometen que reducirán al seno de la Iglesia a los caídos que se apartaron
de la Iglesia. 2. No hay más que un solo Dios y un solo Cristo, y una sola Iglesia y
una sola cátedra establecida por la palabra del Señor sobre Pedro. No puede
establecerse otro altar, nuevo sacerdocio fuera de ese único altar y único sacerdocio.
Todo el que cosechare en otra parte, desparrama. Es adúltero, es impío, es sacrílego
todo lo que instituye una locura humana, violando las disposiciones divinas.
Apartaos bien lejos del contagio de esta clase de hombres, y procurad huir y evitar
sus discursos como un cáncer (2Tim 2,17), y como una peste, después de advertir y
decir el Señor: Son guías ciegos. Un ciego que guía a otro ciego, caerán a la vez en el hoyo
(Mt 15,14).» (S. CIPRIANO, Cartas, 43,«Cipriano a todo el pueblo»,5,1-2)

905 La Iglesia única en orden a la unidad de la fe.- «Está claro que estas herejías
nacieron más tarde, y son innovaciones y desfiguraciones de la antigua y
veneradísima Iglesia, así como las que surgieron en tiempos todavía posteriores a
ellas. Y creo que resulta evidente después de lo dicho, que la verdadera Iglesia es
una, la realmente primitiva, en la cual están inscritos los que son predestinados
como justos. Porque, siendo Dios uno, y uno el Señor, todo lo que es sumamente
estimable se recomienda por su unidad, reproduciendo la unidad de su principio.
Así, pues, la Iglesia una tiene como herencia la naturaleza de lo uno; pero las herejías
le infieren violencia al dividirla en muchos fragmentos. Por su naturaleza, por su
concepto mismo, por su origen, por su manera esencial de ser, afirmamos que la
Iglesia primitiva y católica es única, en orden a la unidad de la única fe (Ef 4,13) /.../.»
(CLEMENTE DE ALEJANDRIA, «Strómata», 7,17,107)

906 Jesucristo muerto, recuerda la unidad de la Iglesia.- «Ocurrió, pues, una cosa
extraña y admirable: la muerte vergonzosa que ellos creyeron darle, fue el triunfo de
su misma victoria sobre la muerte. No ha querido tampoco sufrir la muerte de Juan,
a quien se cortó la cabeza, ni ser aserrado como Isaías, para retener en la misma su
cuerpo entero e indiviso, y para no dar pretexto a aquellos que querrían dividir su
Iglesia.» (S. ATANASIO, Tratado de la Encarnación del Verbo, 24)

907 Todos una sola cosa bajo un solo Espíritu.- «Ved qué dulzura y qué delicia, convivir los
hermanos unidos (Sal 132,1).
Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos conviven unidos;
porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se les llama hermanos,
porque la caridad los hace concordes en un solo querer.
Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba
esta norma tan importante: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo (Hech 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un
El pueblo cristiano

mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo
unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es
único.» (S. HILARIO DE POITIERS, Tratado sobre los Salmos, Sal 132)

908 Un mismo pensar y un mismo sentir, un solo corazón.- «Reflexionad despacio,


hermanos míos, sobre la unidad y ved cómo aún la sensación placentera de lo
múltiple procede de la unidad. ¡Cuántos sois vosotros, gracias a Dios! ¿Quién os
podría gobernar, si no tuvierais el sentido de la unidad? ¿De dónde viene la paz esta
que reina ente tantos como sois? Donde hay unidad hay pueblo; quita la unidad, y
eso es la turba. ¿Qué cosa es, en efecto, la turba, sino una multitud turbada? Pero
escuchad al Apóstol: Os ruego, hermanos.... Eran los que hallaba una gran cantidad, de
la que deseaba él hacer una unidad. Os ruego, hermanos, digáis todos una misma cosa y
no haya escisiones entre vosotros, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo pensa-
miento y en un mismo sentir (1Cor 1,10). Y en otro lugar: Sed un alma sola, sentid una
misma cosa; nada por rivalidad ni por vanagloria (Fil 2,2-3). Y el Señor, rogando al Padre
por los suyos: A fin de que sean unidad, como nosotros somos Unidad (Jn 17,22). Y en los
Hechos de los Apóstoles: La muchedumbre de los que habían creído tenían un solo corazón
y un alma sola (Hech 4,32). Cantad, pues, conmigo la grandeza del Señor; ensalcemos en
unidad (al unísono) su nombre (Sal 33,4) (formemos todos juntos una unidad de alaban-
za), pues el "unum necessarium" es aquella unidad celeste, la unidad aquella, donde
son unidad el Padre y el Hijo, y el Espíritu Santo. Ved hasta qué punto se nos
encarece la unidad; nuestro Dios es ciertamente una Trinidad, donde el Padre no es
el Hijo, el Hijo no es el Padre, el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, sino el
Espíritu de ambos; mas, con todo eso, tales tres cosas no son tres dioses ni tres om-
nipotentes, sino un solo Dios omnipotente; y la Trinidad es un Dios único, porque la
unidad es de absoluta necesidad. Ahora bien, para llegar a esta Unidad, sólo hay un
camino: no tener, aun siendo muchos, sino un solo corazón.» (S. AGUSTIN, Sermo-
nes, 103,4)

909 La multiplicidad proviene de la unidad.- «Pues, con todo, no es así; lo que sí es así
es lo que dijo el Señor: no es como tú lo entiendes, sino como debes entenderlo. Fíjate
bien: En muchas cosas estás ocupada, mas una sola es necesaria. María ha escogido la mejor
parte (Lc 10,41-42). No es la tuya mala, pero la suya es mejor. ¿Por qué es mejor?
Porque tú andas afanada en muchas cosas, ella sólo en una. Dase ventaja a la unidad
sobre la multiplicidad; la unidad no proviene de la multiplicidad y la multiplicidad
proviene de la unidad. Las hechuras son múltiples, el Hacedor es único.» (S.
AGUSTIN, Sermones, 104,3)

910 Una sola alma y un solo corazón.- «También a la vista de otro milagro se unieron
otros cinco mil; quedó constituida una grey no pequeña, en la cual, recibido el
El pueblo cristiano

Espíritu Santo, que encendió el amor espiritual, formando un solo cuerpo por la
caridad y el fervor del espíritu, todos en aquella sociedad única comenzaron a
vender todo lo que poseían y a poner el precio a los pies de los apóstoles, para que
diesen a cada uno lo que 'había menester. Y dice la Escritura que todos tenían una sola
alma y un solo corazón en Dios (Hech 4,32). Prestad atención, hermanos, y por aquí
entended el misterio de la Trinidad; cómo decimos el Padre es, el Hijo es, el Espíritu
Santo es y, sin embargo, es un solo Dios. Había allí tantos miles, y sólo había un
corazón; tantos miles, y sólo había un alma. Pero ¿en dónde? En Dios. ¡Cuánto más
será uno solo el mismo Dios! ¿Acaso empleo mal las palabras cuando digo dos
hombres, dos almas, o tres hombres, tres almas, o muchos hombres, muchas almas?
Ciertamente digo bien. Acérquense a Dios y todos tienen una sola alma. Si acer-
cándonse a Dios muchas almas por la caridad son una sola alma y muchos corazones
un solo corazón, ¿qué hará la fuente misma de la caridad en el Padre y en el Hijo?
¿No será allí con mayor razón la Trinidad un solo Dios? De allí nos viene a nosotros
la caridad del Espíritu Santo, como dice el Apóstol: La caridad de Dios ha sido
derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Rom
5,5). Si, pues, la caridad de Dios, derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo, que se nos ha dado, hace que muchas almas sean una sola alma y que muchos
corazones sean un solo corazón, ¿cuánto más el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
serán un solo Dios, una sola Luz, un solo Principio?» (S. AGUSTIN, Tratado sobre el
Evangelio de S. Juan, 39,5)
El pueblo cristiano

XXXIII. El pueblo cristianoError! Reference source not found.

«Se nos ha dado toda potestad en el cielo y sobre la tierra. Id, pues,
haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo
que yo os he mandado» (Mt 28,18-20).

«Semejante es el reino de los cielos a un granito de mostaza que,


tomándolo un hombre, lo sembró en un campo; el cual es la más
pequeña de todas las semillas, mas cuando se desarrolla es mayor que
todas las hortalizas, y se hace un árbol, de modo que vienen las aves
del cielo y se cobijan en sus ramas» (Mt 13,15-16).
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defined.911 Dones de Dios.- «¡Qué bienhadados y maravillosos, carísimos, son los
dones de Dios! 2. Vida en inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en libertad, fe
en confianza, continencia en santificación, y eso sólo lo que ahora alcanza nuestra
inteligencia. 3. Pues ¿qué será lo que está aparejado a los que le esperan? Sólo el
Artífice y Padre de los siglos, el Todo-Santo, sólo él conoce su número y su belleza. 4.
Ahora, pues, por nuestra parte, luchemos por hallarnos en el número de los que le
esperan, a fin de ser también partícipes de los dones prometidos.» (S. CLEMENTE
ROMANO, Carta I a los Corintios, 35,1-4)

912 Los diáconos, ministros de Dios y de Cristo.- «Como sepamos, pues, que de Dios
nadie se burla, deber nuestro es caminar de manera digna de su mandamiento y de
su gloria. 2. Los diáconos igualmente sean irreprensibles delante de su justicia, como
ministros que son de Dios y de Cristo, y no de los hombres: no calumniadores, no
dobles de lengua, desinteresados, continentes en todo, misericordiosos, diligentes,
caminando conforme a la verdad del Señor, que se hizo ministro y servidor de todos.
Si en este siglo le agradáremos, recibiremos en pago el venidero, según él nos
prometió resucitarnos de entre los muertos y que, si llevamos conducta digna de él,
reinaremos también con él, caso, eso sí, de que tengamos fe.» (S. POLICARPO, Carta
a los Filipenses, 5,1-2)

913 Desecha del hado; vive para Dios.- «¿Cómo, pues, voy a reconocer el horóscopo del
nacimiento, cuando veo tales administradores del hado? Soy yo quien no quiero ser
rey; soy yo quien no busco la riqueza; el mando militar lo rechazo; la fornicación la
aborrezco; no soy atleta para ser coronado; huyo de la vanagloria, desprecio la
muerte, me pongo por encima de la enfermedad, no dejo que la tristeza consuma mi
alma. Si soy esclavo, soporto la esclavitud; si soy libre, no me enorgullezco de mi
nobleza. Veo que uno es el sol para todos, una sola también la muerte, ora a través
del placer, ora de la indigencia. El rico siembra y el pobre participa de la misma
cosecha. Mueren los ricos, y el mismo término de la vida tienen los mendigos. De
muchas cosas necesitan los ricos y los que, por su aparente gravedad, alcanzan los
honores; pero el pobre y modesto, que no desea más que lo está a su alcance más
fácilmente lo consigue. ¿A qué te me pasas la noche en vela, cumpliendo tu hado,
llevado de la avaricia? ¿Por qué, por cumplir tu hado, mil veces presa de tus
instintos, mil veces te me mueres? Muere al mundo, desechando tu locura. Vive para
Dios, rechazando por medio de su conocimiento tu viejo horóscopo. No fuimos
creados para la muerte, sino que morimos por nuestra propia culpa. La libertad nos
perdió; esclavos quedamos los que éramos libres; por el pecado fuimos vendidos.
Los Pastores

Nada malo fue hecho por Dios; fuimos nosotros los que produjimos la maldad; pero
los que la produjimos, somos también capaces de rechazarla.» (TACIANO, Discurso
contra los griegos, 11)

914 Tradición Apostólica.- «Si los apóstoles no nos hubieran dejado las Escrituras,
¿acaso no habría que seguir el orden de la tradición que ellos entregaron a aquellos a
quienes confiaban las Iglesias? 2. Precisamente a este orden han dado su asenti-
miento muchos pueblos bárbaros que creen en Cristo; ellos poseen la salvación,
escrita por el Espíritu Santo sin tinta ni papel en sus propios corazones (2Cor 3,3) y
conservan cuidadosamente la tradición antigua, creyendo en su solo Dios /.../. Los
que tal fe aceptaron sin letras, pueden ser bárbaros en cuanto al idioma, pero en lo
que se refiere a sus ideas, se han hecho sapientísimos, y Dios se complace en ellos, y
viven con una justicia, castidad y sabiduría perfectas. Si alguno, hablando con ellos
en su propia lengua, les anuncia las invenciones de los herejes, al punto, cerrando
sus oídos, se escaparán lo más lejos que puedan, incapaces ni siquiera de oír estas
conversaciones blasfemas. De esta forma, a causa de aquella antigua tradición de los
apóstoles, ni siquiera pueden admitir en su mente la idea de cualquiera de tan
extraños discursos.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 3,4,1-2)

915 Obediencia a las autoridades.- «En efecto, los que creen en Dios no tienen que
disimular, ni tienen miedo a los que están en el poder, si es que ellos no hacen algo
malo. Mas, si se les fuerza, a causa de su fe en Dios, a obrar de otra forma, ellos
prefieren morir con alegría de corazón, a hacer lo que se les ordena. Cuando el
Apóstol dice que es necesario someterse a las autoridades que presiden (Rom 13,lss), no
trata de este caso. Él no pide que neguemos nuestra fe, ni los mandamientos divinos,
para ejercer las órdenes de los hombres, sino al contrario, que precisamente por
deferencia para con la autoridad, no cometamos delito alguno, de modo que seamos
castigados como malhechores.» (S. HIPOLITO, Comentario sobre Daniel, 3,23)

916 No se puede ser mártir, separado de la Iglesia.- «Aunque estos tales fueran
sacrificados por la confesión del nombre de Cristo, no borrarían esta mancha ni con
la sangre: la culpa imperdonable y enorme de la separación no se borra ni con el
martirio. No puede ser mártir quien no está dentro de la Iglesia; no podrá llegar al
reino quien abandona a la que ha de reinar. Cristo nos dio la paz, nos mandó que
estuviésemos unidos en concordia de sentimientos, nos encargó que mantuviésemos
sin corromper e inquebrantables los vínculos del amor y caridad. No puede
presentarse como mártir quien no supo amar a sus hermanos. Esto mismo enseña y
atestigua el apóstol Pablo, cuando dice: Aunque tuviera tamaña fe como para transportar
los montes, si no tuviese caridad, de nada me sirve. Y aunque distribuyera todos mis bienes
Los Pastores

en alimento a los pobres y aunque entregare mi cuerpo al fuego, y no tuviere caridad, nada
aprovecho... (1Cor 13,2-8).» (S. CIPRIANO, De la unidad de la Iglesia, 14)

917 Confesores y mártires.- «V. 1. Y, si la gracia del Señor nos concediese la paz antes
del día de vuestro combate, vuestra es, sin embargo, toda integra la voluntad y la
conciencia de vuestra generosidad. Ninguno de vosotros ha de sentir tristeza por
creerse inferior a los que, experimentando los tormentos antes de vosotros y después
de vencer y pisotear el mundo, llegaron al Señor por caminos gloriosos. El Señor es
el que conoce el fondo del corazón, penetra los secretos y ve lo oculto. Para merecer
de él la corona basta sólo el testimonio del que ha de juzgar. 2. Por tanto, hermanos
carísimos, ambas cosas son igualmente elevadas y gloriosas: una, más segura,
llegarse pronto al Señor con el logro de la victoria; la otra, más gozosa, recibir la
aprobación después de un servicio honroso y vivir con honor en la Iglesia. ¡Oh
dichosa Iglesia nuestra, a quien así ilumina el brillo de la divina bondad, a quien da
lustre en nuestros tiempos la sangre gloriosa de los mártires! Antes aparecía blanca
en las obras de los hermanos; ahora aparece purpúrea con la sangre de los mártires.
No faltan entre sus flores, ni los lirios ni las rosas. Luche ahora cada uno por alcanzar
la eminente dignidad de ambos honores. Reciba cada uno la corona blanca por la
inocencia de sus obras, o la roja por su martirio. Allá, en el campamento del cielo, la
paz y la lucha tienen sus flores para coronar al soldado de Cristo por su triunfo.» (S.
CIPRIANO, Cartas, 10,«a los mártires y confesores de Jesucristo»,5,1-2)

918 Sacerdocio ministerial y sacerdocio común.- «Has oído cómo (en el Tabernáculo)
hay dos estancias: una visible y abierta a los sacerdotes, otra invisible y prohibida,
excepto para el pontífice; los demás quedan fuera. Pienso que esta primera estancia
puede ser aquella en que estamos ahora, mientras vivimos en la carne, la Iglesia; en
la que los sacerdotes ejercen su ministerio junto al altar de los holocaustos,
encendiendo aquel fuego del que dijo Jesús: He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto
deseo ya que arda! (Lc 12,49).
No os admiréis de que esta estancia esté abierta a solo los sacerdotes, pues
cuantos han sido ungidos con el óleo de sagrado crisma han sido constituidos
sacerdotes. Dice Pedro a toda la Iglesia: Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real,
nación santa (1Pe 2,9). Sois, pues, linaje sacerdotal; y por eso tenéis acceso a las cosas
santas. Cada uno de nosotros lleva consigo su ofrenda y él mismo enciende el altar
de su holocausto, de manera que siempre arda.
Yo, si renuncio a todas las cosas que poseo y tomo mi cruz y sigo a Cristo,
ofrezco el holocausto en el altar de Dios; si castigo mi cuerpo de modo que esté
encendido por la caridad, si alcanzo la gloria del martirio, me ofrezco a mí mismo
como holocausto en el altar de Dios. Si amo a mis hermanos hasta entregar mi vida
por ellos y lucho hasta morir en aras de la justicia y de la verdad, ofrezco un
holocausto en el altar de Dios. Si mortifico mis miembros de toda concupiscencia, y
Los Pastores

el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo, ofrezco un holocausto en el


altar de Dios; me hago sacerdote de mi propia ofrenda.
De este modo se ejerce el sacerdocio en la primera estancia y se ofrecen
sacrificios. Desde ella, el pontífice, revestido con los ornamentos sagrados, se
adelanta y entra en lo interior del velo, según las palabras de Pablo citadas ante-
riormente: Pues no entró Jesús en un santuario hecho de mano, sino en el cielo mismo, para
presentarse ahora en el acatamiento de Dios a favor nuestro (Heb 9,24).
Luego los cielos, el lugar y el trono mismo de Dios, están prefigurados por la
imagen de la estancia interior.» (ORIGENES, Homilías sobre el Levítico, 16,9)

919 Siervos del pecado liberados por Cristo.- «En verdad Dios nos sacó de la casa de la
servidumbre: Éramos siervos del pecado, porque todo el que peca es siervo del
pecado. Rompió el vínculo de nuestro yugo, del yugo puesto sobre nuestros cora-
zones por aquél que nos había reducido a la esclavitud y nos había atado con los
lazos de nuestros pecados. Hizo saltar el yugo de nuestro cautiverio y nos impuso el
yugo de la fe, de la caridad y de la esperanza, y de toda santidad.» (ORIGENES,
Homilías sobre el Levítico, 26,16)

920 Labor de la Iglesia con sus diversos miembros.- «Ahora bien, si aquellos filósofos
no merecen reprensión por obrar así, veamos si los cristianos no exhortan más y me-
jor que ellos a las muchedumbres a la vida honrada. Porque los filósofos que
públicamente conversan con las gentes, no seleccionan su propio auditorio, sino que
todo el que quiere se para y se pone a oír. Los cristianos, empero, en cuanto les es
posible, examinan previamente las almas de los que quieren oírlos y de antemano los
prueban privadamente; sólo después que, al parecer, antes de entrar en la
comunidad, se han entregado los oyentes a cumplir su propósito de vivir
honestamente, entonces los admiten. Luego, privadamente estatuyen dos órdenes,
uno de recién llegados, que reciben instrucción elemental y no llevan aún el signo de
haber sido purificados; otro, de los que, según sus fuerzas, han demostrado su
propósito de no querer sino lo que place a los cristianos. Entre éstos se destinan
algunos a vigilar la vida y conducta de los que han entrado, con el fin de impedir
que formen parte de la comunidad quienes se entregan a pecados ocultos, y recibir,
en cambio, con los brazos abiertos a los que no son tales y hacerlos cada día mejores.
El mismo procedimiento siguen con los que pecan, señaladamente con los intem-
perantes, a los que arrojan de la comunidad, ¡esos que Celso compara a los charlata-
nes que en los mercados exhiben sus saberes abominables! La venerable escuela de
los pitagóricos construía cenotafios a los que apostataban de su filosofía, teniéndolos
por muertos (II,12); los cristianos, a su vez, lloran como perdidos y muertos para
Dios a los que se dejan vencer por la intemperancia o por otro vicio torpe, y, como a
resucitados de entre los muertos, caso que muestren verdadera penitencia, de nuevo
los reciben algo más tarde, con más largo plazo de prueba que a los que por primera
Los Pastores

vez se convierten. Sin embargo, a los que han venido a caer después de abrazar el
cristianismo, no los admiten a cargo ni gobierno alguno de la que se llama Iglesia de
Dios.» (ORIGENES, Contra Celso, 3,51)

921 Todos llamados a ingresar en la Iglesia.- «¿Habéis visto la riqueza de bondad, la


generosidad del llamamiento? Venid a mí, dice, todos los que estáis cansados y agobiados
(Mt 11,26) ¡Qué llamada tan benévola! ¡Qué inefable bondad! ¡Venid a mí todos! No
sólo los jefes, sino también los súbditos; no sólo los ricos, sino también los pobres; no
solamente los hombres libres, sino también los esclavos; no solamente los hombres,
sino también las mujeres; no sólo los jóvenes, sino también los ancianos; no sólo los
que gozan de buena salud, también los lisiados y enfermos. ¡Venid todos, dice él!
Tales son en efecto los dones del Maestro; él no hace diferencia entre esclavo y
hombre libre, entre rico y pobre. Toda desigualdad de este género está aquí barrida.
Venid todos, dice, los que estáis cansados y agobiados.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ocho
Catequesis Bautismales, 1,27)

922 El cristiano ha de preocuparse por la salvación de los demás.- «Nada hay más frío
que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás /.../. Todos
pueden ayudar al prójimo, con tal que cumplan con lo que les corresponde.
¿No veis los árboles infructuosos, cómo son con frecuencia sólidos, hermosos,
altos, grandiosos y esbeltos? Pero, si tuviéramos un huerto, preferiríamos tener
granados y olivos fructíferos antes que esos árboles; esos árboles pueden causar
placer, pero no son útiles, e incluso, si tienen alguna utilidad, es muy pequeña.
Semejantes son aquellos que sólo se preocupan de sí mismos; más aún, ni siquiera
son semejantes a esos árboles, porque sólo son aptos para el castigo /.../.
¿Cómo, me pregunto, puede ser cristiano el que obra de esta forma? Si el
fermento mezclado con la harina no transforma toda la masa, ¿acaso se trata de un
fermento genuino? Y, también, si acercando un perfume no esparce olor, ¿acaso lla-
maríamos a esto perfume?
No digas: No puedo influir en los demás, pues si eres cristiano de verdad, es
imposible que no lo puedas hacer /.../.
No ofendas a Dios con una contumelia. Si dijeras que el sol no puede lucir,
infieres una contumelia a Dios y lo haces mentiroso. Es más fácil que el sol no luzca
ni caliente, que no que deje de dar luz un cristiano; más fácil que esto sería que la luz
fuese tinieblas.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre los Hechos de los
Apóstoles, 20,4)

923 Sacrificios agradables a Dios.- «Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofre-
cer vuestros cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios (Rom 12,1).
Los Pastores

¿Cómo, dices, puede ser el cuerpo sacrificio? Que tu ojo no mire nada malo y
se hace sacrificio; no hable tu lengua nada torpe y se hace oblación; que tu mano no
haga nada inicuo y se convierte en holocausto. Mas no bastan estas cosas; también es
necesario que hagamos buenas obras, que tu mano dé limosnas, que tu boca bendiga
a los que te injurian, que tus oídos escuchen asiduamente la predicación. La hostia
no tiene mancha, la hostia es primicia. Que nosotros ofrezcamos a Dios así las
manos, los pies, la boca, y todos los otros miembros como primicias. Esa hostia
agrada a Dios, no la de los judíos, que era inmunda /.../. Aquellos ofrecían muerto
lo que era sacrificado; en nuestro caso, lo que se sacrifica se hace viviente. Cuando
mortificamos nuestros miembros, entonces podemos vivir. Esta ley del sacrificio es
ciertamente nueva.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos,
20,1)

924 Ejercicio del sacerdocio común de los fieles.- «Sea éste vuestro culto razonable (Rom
12,1).
¿Qué es el culto razonable? El ministerio espiritual, la vida según Cristo. Así
como el que está en la casa de Dios ministra y sacrifica, sea quien sea, se domina y se
hace más honorable, así conviene que nosotros lo seamos por la vida buena, para
servir a Dios y ofrecerle sacrificios. Pero esto será una realidad si, cada día, le ofreces
sacrificios y eres el sacerdote de tu propio cuerpo y de su virtud /.../. Por ejemplo,
cuando ofreces la castidad, cuando das limosna, cuando ofreces a Dios la man-
sedumbre y el olvido de las injurias. Cuando esto haces, ofreces un culto razonable.»
(S. JUAN CRISOSTOMO, Comentario a la Carta a los Romanos, 20,2)

925 Como lirios entre espinas.- «Soy la flor del campo, azucena de las vegas (Cant 2,1).
La flor del campo es Cristo en el mundo; de cuya flor dijo Isaías Profeta:
Saldrá un brote del tocón de Jesé; y una flor germinará de sus raíces (Is 11,1). La Escritura
testifica que el campo es el mundo /.../. Dice: lirio de los valles; significa los infiernos,
como hundidos en un valle profundo, a los que descendió el Señor como lirio, para
ascender con la gloria de su resurrección y librar las almas de los Patriarcas.
Mas cuando se repite: Lirio entre espinas es mi amada entre las muchachas (Cant
2,2), ¿cuáles son estos hijos e hijas, entre los que el Señor se dice Lirio entre las espinas?
Llama hijos e hijas a los creyentes. Mas, como en la Iglesia hay muchos que
engendran abrojos y espinas, por los deseos mundanos, por las riquezas, los honores
y ambiciones del poder secular, producen espinas de pecados; de cuyas espinas dice
el Evangelio: andando entre los afanes, riquezas y placeres de la vida, se ahogan y no llegan
a madurar (Lc 8,14). La Iglesia vive entre ellas, en la que, por cierto, la mayor parte de
los creyentes se dedica a los cuidados seculares. Mas el que llegue a despreciarlos,
brillará como lirio entre los otros, a los que llama espinas.» (S. GREGORIO DE
ELVIRA, Tratado sobre el Cantar de los Cantares, 3)
Los Pastores

926 El yugo y la carga del Señor.- «Llama así a cuantos están probados por las
dificultades de la Ley y oprimidos por los pecados del mundo (Mt 11,28-29). Pro-
mete librarlos de las fatigas y de su peso, sólo con que ellos tomen su yugo, esto es,
acepten las prescripciones de sus mandatos. Acercándose a él, por el misterio de la
cruz, ya que él es manso y humilde de corazón, encontrarán descanso para sus al-
mas. Él ofrece la suavidad de su yugo y su carga ligera (Mt 11,30), para dar a los
creyentes la ciencia del bien, que sólo él conoce en el Padre. ¿Y qué hay más suave
que su yugo y más ligero que su carga, que consiste en ser dignos de aprobación,
abstenerse del mal, amar a todos los hombres, no odiar a ninguno, conseguir la
eternidad, no dejarse dominar por el tiempo presente, ni querer devolver a nadie el
daño que se hubiera querido recibir?» (S. HILARIO DE POITIERS, Comentario al
Evangelio de S. Mateo, 11,13)

927 No juzgar al prójimo.- «El Señor de los ejércitos será exaltado al juzgar, el Dios Santo
mostrará su santidad en la sentencia (Is 5,16).
Cuando el pueblo sea llevado al cautiverio, porque no tuvo ciencia, y perezca
de hambre, y arda de sed, y el infierno agrande su alma; y bajen los fuertes, y los
altos y gloriosos a lo profundo, y sea humillado el hombre, y haya recibido conforme
a sus méritos, entonces el Señor será exaltado en el juicio, que antes parecía injusto; y
Dios santo será santificado por todos en la justicia, para que se cumpla aquello del
Evangelio: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre (Mt 6,9) y Padre
justo, el mundo no te conoció (Jn 17,25).
Por lo cual debemos precaver no sea que prevengamos el juicio de Dios, cuyos
juicios son grandes e inenarrables, y del cual dice el Apóstol: Inescrutables son sus
juicios e imposibles de conocer sus caminos (Rom 11,35). Hasta que él ilumine las cosas
ocultas en las tinieblas y abra los pensamientos de los corazones (1Cor 4,5). Él, que
dice en el Evangelio: No queráis juzgar, para no ser juzgados (Mt 7,1). Y Pablo, de
acuerdo con esta sentencia, manda: ¿Tú, quién eres para juzgar al prójimo? Si está en pie
o cae, eso toca a su amo; pero se mantendrá en pie, pues el Señor tiene poder para sostenerlo
(Rom 14,4).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

928 Vida cristiana.- «Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los
cobardes de corazón: Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene
en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se
abrirán, saltará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo cantará (Is 35,3-6).
La causa de la seguridad y de la constancia es que Cristo vendrá, al que el
Padre entregó todo juicio (Jn 5,22), y dará a cada uno según sus obras /.../. Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos, los sordos oirán. Entonces el cojo saltará como un
ciervo, y quedará suelta la lengua de los mudos. Lo cual, aunque se cumplió en la
grandeza de los signos, cuando el Señor hablaba a los discípulos de Juan, que le fue-
Los Pastores

ron enviados (Lc 7,22), también se cumple entre las gentes, cuando, los que antes
eran ciegos y con su lengua lanzaban piedras, miran la luz de la verdad. Y los que,
con sus oídos sordos, no podían oír las palabras de las Escrituras, se alegran ahora
ante los mandatos de Dios. Cuando, los antes que eran cojos y no andaban por
camino recto, saltan como los ciervos, imitando a sus doctores, y se suelta la lengua
de los mudos, cuya boca había cerrado Satanás, para que no pudieran confesar al
solo Señor.
Por lo tanto, se abrirán los ojos, oirán los oídos, saltarán los cojos y se soltará
la lengua de los mudos, porque han brotado con fuerza las aguas del bautismo
salvador, y los torrentes y ríos en la soledad, es decir las abundantes gracias
espirituales. La tierra que era árida se ha convertido en estanques y lagunas, y no
sólo se estará libre del ardor de la sed, sino esté regada y sea navegable, y tenga
muchas fuentes (Is 35,6-7). El que beba podrá bendecir al Señor, según lo que está es-
crito: En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel (Sal 67,27). En las
madrigueras de los gentiles, en las que antes habitaban los dragones, brotarán cañas y
juncos, en los que se escriba la fe del Señor. Y, los que antes tenían sus miembros
cansados, descansen y vean la alegría de las aves y las colas de los rebaños. Para que
tomen alas de paloma y, abandonando los lugares bajos, se apresuren a subir a las
alturas y puedan decir con el Salmista: Dichoso el que, con vida intachable, camina en la
voluntad del Señor (Sal 118,1). Y este camino, esto es, nuestro Dios, será para nosotros
tan recto, tan llano, tan campestre, que no habrá equivocación alguna y los tontos, y
los insensatos podrán entrar por él. De ellos habla la Sabiduría en los Proverbios:
Quien sea simple, lléguese acá. Al carente de seso le dice: Venid a comer mi pan y beber del
vino que he mezclado. Dejad la simpleza y viviréis, e id derechos por el camino de la in-
teligencia (Prov 9,4-6). Dios escogió a los torpes del mundo(1Cor 1,27). Entre los que el
primero dice: Dios mío, tu conoces mis ignorancia (Sal 68,6). La locura de Dios es más
sabia que los hombres (1Cor 1,25).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

929 Ungidos en el bautismo por el ungüento derramado.- «Hallándose en Betania, en casa


de Simón el leproso, cuando estaba recostado a la mesa, vino una mujer, trayendo un vaso de
alabastro lleno de ungüento de nardo auténtico de gran valor (Mc 14,3). Esta mujer os
atañe especialmente a vosotros, que vais a recibir el bautismo. Ella ha roto su vaso de
alabastro, para que Cristo os haga a vosotros cristos, es decir, ungidos. Esto es lo que
se dice en el Cantar de los Cantares: Es tu nombre ungüento derramado; por eso te aman
las doncellas, tras de ti corremos al olor tus ungüentos (Cant 1,3). Mientras el ungüento
estaba encerrado, o sea, mientras Dios era conocido tan sólo en Judá y sólo en Israel,
era grande su nombre (Sal 75,2), las doncellas no seguían a Jesús. Mas, cuando se
difundió el ungüento a toda la tierra, las doncellas, es decir, las almas de los
creyentes, siguieron al Salvador.» (S. JERONIMO, Comentario al Evangelio de S.
Marcos)
Los Pastores

930 Toda la edificación en la caridad.- «Para que os conceda, conforme a las riquezas de su
gloria, estar vigorosamente fortalecidos mediante su Espíritu para progreso del hombre inte-
rior; que Cristo resida en vuestros corazones mediante la fe, para que, cimentados y enrai-
zados en la caridad, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la
longitud, altura y profundidad, y de conocer la caridad de Cristo, que está por encima del
conocimiento, a fin de que os llenéis hasta llegar a toda la plenitud de Dios (Ef 3,16-19).
Esta habitación que se fabrica por el exordio de la fe, tiene sus raíces y
cimientos en la caridad. Y, porque somos agricultura de Dios, edificación de Dios
(1Cor 3,9), todas las cosas crezcan y se edifiquen en la caridad. Como sabemos que,
radicados y fundados en la caridad, que Cristo habita en el hombre interior, entonces
con toda certeza empezaremos a tender hacia aquellas cosas con los demás santos;
para que comprendamos con ánimo sagaz qué sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, y no sólo esto, sino también deseemos conocer la caridad de
Cristo, que supera toda la ciencia. Y, cuando todas estas cosas estuvieran completas
con su orden en nosotros, seamos llenos de su plenitud en todas las cosas.» (S.
JERONIMO, Comentario sobre la Carta a los Efesios)

931 Para que la fiereza aprenda sencillez.- «Verdaderamente se ha cumplido en


vosotros la palabra apostólica y profética: Su sonido llegó a la tierra entera, y a los linajes
del orbe, sus palabras (Sal 18,5). Porque ¿quién pudiera creer que la lengua bárbara de
los godos buscara la verdad hebraica y, mientras los griegos dormitan y hasta
contienden entre sí, la germania misma escudriña los oráculos del Espíritu Santo? En
verdad me doy cuenta de que Dios no es aceptador de personas, sino cualquier nación que
teme a Dios y obra la justicia, le es acepta (Hech 10,34-35). La mano poco ha callosa de
empuñar la espada y los dedos hechos a tirar del arco se reblandecen para el estilo y
la pluma, y los pechos belicosos se vuelven a la mansedumbre cristiana. Ahora
vemos cumplido el vaticinio de Isaías: Forjaran sus espadas para arados, y sus lanzas
para hoces, y no tomará nación contra nación la espada, ni se adiestrarán ya más para el
combate (Is 2,4). Y otra vez en el mismo profeta: Pacerá el lobo con el cordero y el leopardo
se acostará con el cabrito; y comerán juntos el becerro y el león y el toro, y un niño pequeño
los conducirá. La vaca pacerá con la osa, y las crías de ellas se echaran juntas, y el león, como
el buey, comerá paja (Is 11,6-7). No porque la sencillez haya de trocarse en fiereza, sino
para que aprenda la fiereza sencillez.» (S. JERONIMO, Cartas, 106,«a Sumnia y Fre-
tela sobre el Salterio»)

932 La Iglesia para los justos y para los pecadores.- «Entre los perfectos hablamos sabiduría
(1Cor 2,6): Pero no se componen las iglesias sólo de éstos; porque, si existiesen sólo
ellos, no se miraría por el bien del género humano.» (S. AGUSTIN, Enarraciones
sobre los Salmos, Sal 8,5)
Los Pastores

933 Buenos y malos mezclados en la Iglesia.- «En fin, demostrado que nada pudo el
enemigo alcanzar con estas tentativas ante Jesús, se escribió esto de él: Después que el
demonio completó toda tentación (Lc 4,13). Por causa de la significación de los lagares,
se sujetaron a sus pies, no sólo los vinos, sino también el orujo, a saber: no sólo las
ovejas y los bueyes, es decir, la almas santas de los fieles, ya de la plebe ya de los
ministros, sino además las bestias concupiscentes, las aves soberbias y los peces
curiosos. Todos estos géneros de pecadores los vemos ahora mezclados con los
buenos y santos en las iglesias. Trabaje, pues, en sus iglesias y separe el vino del
orujo. Nosotros no descansemos hasta ser vino, oveja y bueyes, y no orujo o bestias
del campo, o aves del cielo o peces del mar, que surcan de continuo las sendas del
océano.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 8,13)

934 Todos somos prójimos unos de otros.- «Hermanos, nadie de vosotros piense que
debe hablar verdad con los cristianos y mentira con los paganos. Hablas con tu pró-
jimo, y tu prójimo es aquél que nació como tú, de Adán y de Eva. Todos somos próji-
mos unos de otros por la condición del nacimiento terreno, y hermanos por la
esperanza de la heredad celeste. Debes tener a todo hombre por prójimo tuyo aún
antes de que sea cristiano. No conoces qué sea ante Dios; ignoras de qué modo lo ha
conocido Dios en su presencia. Algunas veces se convierte aquél de quien te reías,
porque adoraba las piedras, y ahora aquél de quien poco antes te mofabas, adora a
Dios, quizás con más fervor que tú. Luego hay prójimos ocultos, ocultos entre los
hombres, que aún no están en la Iglesia, y hay muchos ocultos en la Iglesia, que
están muy lejos de nosotros.» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal
25,II,2)

935 El Cuerpo de Cristo, pobre y dolorido.- «Soy pobre y estoy dolorido. Su cuerpo total
dice esto. El cuerpo de Cristo en la tierra es pobre y está dolorido, pues, aunque sean
ricos los cristianos, con todo, si son cristianos, son pobres; pues, en comparación con
las riquezas celestiales que esperan recibir, todo su oro lo tienen por tierra.» (S.
AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 68,II,14)

936 El arca de Noé, figura de la Iglesia.- «Éstas son las dos aves que Noé soltó. Había
allí un cuervo y una paloma; estas dos especies de aves estaban encerradas en
aquella arca y, si el arca es figura de la Iglesia, ya veis porque es necesario que, en
este diluvio del mundo, encierre la Iglesia estas mismas dos especies: el cuervo y la
paloma. ¿Quiénes son los cuervos? Quienes buscan sus cosas. ¿Quiénes las palomas?
Los que buscan las cosas que son de Cristo.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el
Evangelio de S. Juan, 6,2)
Los Pastores

937 Sólo el Cuerpo de Cristo vive del Espíritu de Cristo.- «Los fieles conocen el cuerpo
de Cristo, si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser el cuerpo de
Cristo, si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo solamente vive
el cuerpo de Cristo /.../. Mi cuerpo vive de mi espíritu, y tu cuerpo vive de tu
espíritu. El mismo cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. De
aquí que el apóstol Pablo nos hable de este pan diciendo: Somos muchos un solo pan,
un solo cuerpo (1Cor 10,17). ¡Oh misterio de amor, y qué símbolo de la unidad, y qué
vínculo de la caridad!» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 26,13)

938 Vasos de ira y vasos de misericordia.- «La naturaleza, maleada por el pecado,
engendra los ciudadanos de la ciudad terrena, y la gracia que libera del pecado,
engendra los ciudadanos de la Ciudad celestial. Por eso, aquellos son llamados vasos
de ira, y éstos, vasos de misericordia.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de
S. Juan, 15,2)

939 La caridad, señal definitiva para distinguir a los buenos de los malos cristianos.-
«Sólo la caridad distingue a los hijos de Dios de los del diablo. Sígnense todos con la
señal de la cruz de Cristo; respondan todos: Amén; canten todos: Aleluya; bautícense
todos; frecuenten la Iglesia, se apiñen en las basílicas. No se distinguirán los hijos de
Dios de los del diablo, si no es por la caridad. Los que tienen caridad nacieron de
Dios; los que no la tienen no nacieron de él. Gran distintivo y señal. Ten todo lo que
quieras; si te falta sólo la caridad, de nada te aprovecha todo lo que tengas. Si no
tienes otras cosas, ten ésta, y cumplirás la ley. Quien ama a su prójimo cumple la Ley
dice el Apóstol. Y también: El pleno cumplimiento de la Ley es la caridad (Rom 13,8.10).»
(S. AGUSTIN, Exposición de la Epístola a los Partos, 5,7)

940 La fraternidad en Cristo, superior a la fraternidad carnal.- «Leemos en los Hechos


de los Apóstoles que la devoción del pueblo gobernado por ellos era tal, y la
primicia del pueblo cristiano tan florida que, una vez recibida la fe, nadie reclamaba
ya la propiedad de la casa o de las demás cosas, sino que lo tenían todo en común,
como hermanos. Unidos con la misma religión, gozaban juntos del mismo tenor de
vida. Teniendo la misma fe, ponían así mismo en común las provisiones. Parti-
cipando del mismo Cristo, querían participar de una misma mesa.
Aquellos hombres religiosos tenían por cosa indigna no dar parte de los
propios bienes al que entraba a la parte de la misma gracia; y por eso usaban en
común todas las cosas con fraterna caridad.
Y aquí hay que notar que la fraternidad en Cristo es superior a la fraternidad
carnal; en efecto, la fraternidad de la sangre comporta solamente una semejanza
física, mientras la fraternidad en Cristo se manifiesta en la concordancia de corazón
y de alma, como está escrito: Los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma.
Los Pastores

Así, pues, es verdaderamente hermano aquél que te está unido, no tanto por
el lazo de la sangre, cuanto por la libre voluntad; son verdaderamente hermanos,
digo, aquellos que tienen en común el espíritu y la voluntad.
Por consiguiente, es preferible, como he dicho, la fraternidad en Cristo a la
consanguinidad carnal. Los hermanos de sangre, algunas veces, acaban siendo
enemigos, los hermanos en Cristo están siempre en paz; aquellos tienden a repartirse
no sin rivalidad los bienes que tenían en común, éstos ponen en común gene-
rosamente las cosas propias; aquellos frecuentemente no se quieren reconocer
hermanos entre sí, éstos abren sus brazos al nuevo que llega.» (S. MAXIMO DE
TURIN, Sermones, 17,1)

941 Procura ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios.- «Os exhorto, por la
misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva (Rom 12,1). Es lo
mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has
preparado un cuerpo (Sal 39,7).
Hombre, procura ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No
desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de
la santidad; que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que
la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de
Dios, que tu oración arda continuamente, como perfume de incienso; toma en tus
manos la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar y, así, afianzado en Dios,
presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.
Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre;
se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad.» (S. PEDRO CRISOLOGO,
Sermones,108)

942 Madre y hermanos de Cristo.- «Breve es, hermanos carísimos, la lección del santo
Evangelio que se ha recitado (Mt 12,46-50), pero cargada está con el peso de grandes
misterios; pues Jesús finge no conocer a su Madre y, en cambio, señala quién sea su
madre y quienes sus allegados, no por parentesco carnal, sino por unión espiritual,
cuando dice: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Cualquiera que hiciere la
voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana y mi madre
(Mt 12,48-49).
En las cuales palabras, ¿qué otra cosa nos da a entender sino que congrega a
muchos de la gentilidad que obedecen sus mandatos, y que no conoce a la Judea, de
cuya carne fue él engendrado? Por eso se dice que su Madre estaba fuera cuando
simula no conocerla, es a saber: que no es reconocida la Sinagoga por su Autor,
precisamente porque, estando obligada a la observancia de la ley, había perdido la
inteligencia espiritual de la misma y se había dedicado a la guarda exterior de la
letra.
Los Pastores

Ahora bien, si no es de admirar el que, por referirse al uno y al otro sexo que
congrega en la fe, se diga que quien hiciere la voluntad del Padre es hermano y
hermana del Señor, sí que es de admirar y mucho el que se diga también y madre.
Y pues él se dignó llamar hermanos a los discípulos cuando dijo: Id, avisad a
mis hermanos (Mt 28,10), hay que averiguar ahora cómo pueda ser también madre
quien, viniendo a la fe, pudo hacerse hermano del Señor.
Para lo cual, debemos saber que quien, creyendo es hermana y hermano de
Cristo, predicando, se hace madre; puesto que es como que da a luz al Señor quien le
hace nacer en el corazón del oyente; y cuando por su palabra se engendra en el alma
del prójimo el amor del Señor, predicando se hace como madre suya.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los Evangelios, 1,3)

943 Los simples y los prudentes, juntos en la Iglesia.- «Llegó un mensajero a casa de Job y
le dijo: Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado... (Job 1,14-15).
¿Qué otra cosa se entiende en figura por los bueyes sino los que obran bien?
¿qué se entiende por las asnas sino algunos que viven simplemente? De las cuales
asnas bien dice el texto que pacían cerca de los bueyes, porque las almas de los
simples, cuando no pueden entender las cosas altas, tanto más están allegadas
cuanto por la caridad creen los bienes de sus hermanos, y porque no saben tener
envidia de los ingenios ajenos, no se apartan en el apacentamiento. Así que,
juntamente se mantienen las asnas con los bueyes, porque los simples, juntados con
los prudentes, se hartan con el entendimiento de ellos.» (S. GREGORIO MAGNO,
Tratados morales sobre el libro de Job, 2,49)
Los Pastores

XXXIV. Los PastoresError! Reference source not found.

«Llamando a sí a sus doce discípulos, les dio potestad sobre los


espíritus inmundos, para lanzarlos y para curar toda enfermedad y
toda dolencia» (Mt 10,1).

«Quien os recibe a vosotros, a mí me recibe, y quien me recibe a mí,


recibe al que me envió» (Mt 10,40).

«El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí


me desecha; mas, el que a mí me desecha, desecha al que me envió» (Lc
10,16).

«No me escogisteis vosotros a mí, sino que yo os escogí a vosotros, y os


destiné para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca;
para que cuanto pidáis al Padre e mi nombre os lo conceda» (Jn 15,16).

«Jesús preguntó a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Entonces Jesús le dio
este encargo: Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-
17).
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defined.944 Unión de los fieles con el Obispo, los presbíteros y los diáconos.- «Y
es así que, sometidos como estáis a vuestro Obispo como si fuera el mismo
Jesucristo, os presentáis a mis ojos, no como quienes viven según los hombres, sino
conforme a Jesucristo mismo, el que murió por nosotros, a fin de que, por la fe en su
muerte, escapéis de la muerte.
2. Necesario es, por tanto, como ya lo practicáis, que no hagáis cosa alguna sin
contar con el Obispo; antes someteos también al colegio de ancianos, como a los
Apóstoles de Jesucristo, esperanza nuestra, en quien hemos de encontrarnos en toda
nuestra conducta.
3. Es también preciso que los diáconos, ministros que son de los misterios de
Jesucristo, traten por todos los modos de hacerse gratos a todos; porque no son
ministros de comidas y bebidas, sino servidores de la Iglesia de Dios. Es, pues, me-
nester que se guarden de cuanto pudiera echárseles en cara, como de fuego.» (S.
IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Tralianos, 2,1-3)

945 Serenidad y silencio ejemplar del Obispo.- «Yo me di muy bien cuenta de que él,
vuestro obispo, no ejerce el ministerio que atañe al común de la Iglesia porque él, de
sí y ante sí, se lo haya arrogado, ni porque le venga de mano de hombre, ni por
ambición de gloria vana, sino en la caridad de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
Maravillado estoy de la serenidad de un hombre, que puede más con su silencio que
otros con su vana garrulería.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Filadelfos,
1,1)

946 Donde apareciere el Obispo, allí está la muchedumbre.- «Seguid todos al obispo
como Jesucristo al Padre, y al Colegio de los ancianos como a los Apóstoles; en
cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que nadie, sin
contar con el obispo, haga nada de cuanto atañe a la Iglesia. Sólo aquella Eucaristía
ha de tomarse por válida, que se celebre por el Obispo, o por quien de él tenga
autorización.
2.- Dondequiera apareciere el obispo, allí está la muchedumbre, al modo que
dondequiera estuviere Jesucristo, allí está la Iglesia universal. Sin contar con el
Obispo, no es lícito ni bautizar ni celebrar la Eucaristía; sino, más bien, aquello que él
aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que cuanto hiciéreis sea seguro
y válido.
IX.- Razonable cosa es que por fin volvamos sobre nosotros mismos, mientras
aún tenemos tiempo para convertirnos a Dios. Bien está que sepamos de Dios y del
Servicio de la Palabra

obispo. El que honra al obispo es honrado de Dios. El que a ocultas del obispo hace
algo, rinde culto al diablo.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Esmirnotas,
7,1-9,1)

947 Unidad de los fieles, siguiendo al Obispo.- «Atended al Obispo, a fin de que Dios
os atienda a vosotros. Yo me ofrezco como rescate por quienes se someten al obispo,
a los ancianos y a los diáconos. ¡Ojalá que con ellos se me concediera entrar a la parte
en Dios! Trabajad unos junto a otros, luchad unidos, corred a una, sufrid, dormid,
despertad, todos a la vez, como administradores de Dios, como sus asistentes y
servidores.
2.- Tratad de ser gratos al Capitán bajo cuyas banderas militáis, y de quien
habéis recibido el sueldo. Que ninguno de vosotros sea declarado desertor. Vuestro
bautismo ha de permanecer como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad
como una lanza, la paciencia como un arsenal de todas las armas. Vuestras cajas de
fondos han de ser vuestras buenas obras, de las que recibiréis luego magníficos
ahorros. Así, pues, sed unos para con otros largos de ánimo, con mansedumbre,
como lo es Dios con vosotros. ¡Ojalá pudiera yo gozar de vosotros en todo tiempo!»
(S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a Policarpo, 6,1-2)

948 La armonía de los pastores, garantiza la unidad de la Iglesia.- «Escucha ahora


acerca de las piedras que entran en la construcción. Las piedras cuadradas y blancas,
que ajustaban perfectamente con sus junturas, representaban los apóstoles, obispos,
maestros y diáconos, que caminan según la santidad de Dios, los que desempeñaron
sus ministerios de obispos, maestros y diáconos pura y santamente en servicio de los
elegidos de Dios. De ellos, unos han muerto, otros viven todavía. Éstos son los que
estuvieron siempre en armonía unos con otros, conserváron la paz entre sí y se
escucharon mutuamente. De ahí que, en la construcción de la torre, encajaban
ajustadamente sus junturas.» (HERMAS, El Pastor, visión tercera,5,1)

949 El Obispo está en la Iglesia y la Iglesia en el Obispo.- «En este pasaje (Jn 6,67-69)
habla Pedro, sobre el que había sido edificada la Iglesia, enseñando y mostrando en
nombre de ella que, a pesar de que la muchedumbre rebelde y soberbia de los que no
quieren escuchar se aleje, la Iglesia, sin embargo, no se aparta de Cristo; y para él son
la Iglesia y el pueblo unido al pontífice y la grey adherida al pastor. Por eso debes
saber que el Obispo está en la Iglesia y que la Iglesia está en el Obispo, y que si
alguno no está con el obispo, no lo está con la Iglesia; y en vano se lisonjean aquellos
que no tienen paz con los obispos de Dios y se introducen y, a ocultas, creen
comunicar con algunos, cuando la Iglesia Católica, que es una, no está divida ni
partida, sino está indisolublemente bien trabada y coherente con el vínculo de los
obispos reunidos entre sí.» (S. CIPRIANO, Cartas, 66,«a Florencio»,8,3)
Servicio de la Palabra

950 Confesión singular del Pastor y adhesión inseparable de los fieles.- «1.
Conocemos, hermanos carísimos, los gloriosos testimonios de vuestra fe y virtud, y
hemos recibido el honor de vuestra confesión con tanto regocijo, que nos consi-
deramos también nosotros participantes en vuestros méritos y elogios. En efecto,
teniendo nosotros una sola Iglesia, y un alma y corazón, ¿qué obispo no se gozará de
las glorias de su colega como de las suyas propias, o qué hermanos no se alegrarán
en todas partes con las alegrías de sus hermanos? 2.- No puede expresarse lo
bastante el regocijo que ha habido aquí y qué alegría, cuando nos hemos enterado de
vuestra fidelidad y valor; de que vos habíais estado ahí a la cabeza de los fieles en la
confesión, y que la confesión del jefe ha tomado realce por la unanimidad de
sentimientos de los hermanos, de modo que, mientras vos vais delante a la gloria,
habéis tenido muchos acompañantes a la misma y habéis arrastrado a los fieles a ser
confesores, ya que os habéis mostrado presto a confesar por todos. No sabemos qué
elogiar más en vosotros, si vuestra fe decidida y firme, o a la adhesión inseparable de
los hermanos. Allí, el valor del obispo, que iba delante, se comprobó públicamente,
se mostró la cohesión de la comunidad de hermanos que le siguieron. Puesto que en
vosotros no hay más que un corazón y una voz, toda la Iglesia romana ha confesado
a Jesucristo.» (S. CIPRIANO, Cartas, 60,«a Cornelio»,1,1-2)

951 Sacerdote de los sacerdotes y pontífice de los pontífices.- «Consideremos cuáles


sean estas vestiduras, con las que Moisés vistió a su hermano Aarón, el sumo
pontífice, por si es posible que tú también seas vestido con ellas y seas pontífice.
Hay ciertamente un solo sumo pontífice, nuestro Señor Jesucristo; pero él no
es solamente sacerdote, sino el sacerdote de los sacerdotes, y no sólo pontífice, sino
el pontífice de los pontífices, ni el príncipe de los sacerdotes, sino el príncipe de los
príncipes de los sacerdotes. Como no se llama el rey del pueblo, sino el rey de reyes,
ni señor de sus siervos, sino señor de los señores.
Puede ocurrir, por consiguiente, que, si tú eres lavado por Moisés, seas limpio
así como aquél a quien lavó Moisés de aquella forma, puedas llegar a vestirte con
aquellas vestiduras que Moisés concede, con aquellas estolas que vistió a su
hermano Aarón y a sus hijos.» (ORIGENES, Homilías sobre el Levítico, 8,6)

952 Las dos obras del Pontífice.- «Éstas son las dos obras del pontífice: aprender de Dios
leyendo las Escrituras divinas y meditándolas frecuentemente, o enseñar al pueblo.
Pero que enseñe las cosas que él aprende de Dios, no las de su propio parecer ni las
opiniones humanas, sino las que enseña el Espíritu Santo. Es precisamente lo que
hace Moisés: el no va a la guerra, no lucha contra los enemigos. ¿Qué hace? Ora; y
mientras él ora, vence su pueblo. Si se cansa y baja las manos, el pueblo es vencido y
huye (Éx 17,8-14).
Servicio de la Palabra

Ore, pues incesantemente el sacerdote de la Iglesia, para que el pueblo que le


está encomendado venza a los enemigos invisibles, los Amalecitas, los demonios que
atacan a los que quieren vivir piadosamente en Cristo.» (ORIGENES, Homilías sobre
el Levítico, 8,6)

953 El pastor ha de cuidar a sus ovejas.- «Tal es, pues, lo que hacen aquellos que
presiden las comunidades de la Iglesia no acordándose de que todos los que creemos
somos un solo cuerpo, teniendo un solo Dios que nos une y nos mantiene en la
unidad. Cristo, de cuyo cuerpo, tú que presides a la Iglesia, tú eres el ojo, para verlo
todo a tu alrededor, examinarlo todo, y preveer cuanto pueda ocurrir. Eres el Pastor,
ves las pequeñas ovejas del Señor, inconscientes del peligro y se van a los
precipicios. ¿No acudes a salvarlas? ¿No las vuelves? ¿no gritas al menos para
detenerlas con la voz de la corrección? ¿Así has perdido la memoria hasta no
recordar el misterio del Señor? El, habiendo dejado en el cielo las noventa y nueve,
descendió a la tierra por una sola pequeña oveja, que se había perdido (Mt 18,12), y,
habiéndola encontrado, la puso sobre sus hombros (Lc 15,5) y la devolvió al cielo. Y
nosotros ¿abandonaremos el cuidado de nuestro pequeño rebaño y despreciaremos
el ejemplo del maestro?» (ORIGENES, Homilías sobre Josué, 7,6)

954 Ministerio de los sacerdotes y ministerio de los laicos.- «Así, pues, también ahora el
levita y el sacerdote que no tienen tierra, reciben la orden de cohabitar con los israeli-
tas que poseen la tierra, a fin de que el sacerdote y el levita reciban de los israelitas
aquellas cosas terrenas que no tienen, y a su vez los israelitas reciban del sacerdote y
del levita las cosas celestiales y divinas que ellos no poseen. En efecto, la ley de Dios
ha sido confiada a los sacerdotes y a los levitas, a fin de que ella sea el único objeto
de su actividad y que ellos se vean libres de toda preocupación exterior, para con-
sagrarse a la palabra de Dios. Mas, para que ellos pudiesen consagrarse a ella, les es
necesario utilizar el ministerio de los laicos. Pues si el laico no provee a los
sacerdotes y a los levitas aquello que les es necesario, les impedirían con tales
preocupaciones -quiero decir, los cuidados materiales- darse por completo a la ley de
Dios; y si ellos no se entregan a ella, si no consagran su actividad a la ley de Dios,
tuyo será el daño. Se oscurecerá la luz de la ciencia que hay en ellos, si tú no
suministras el aceite para la lámpara. Y, por tu culpa, vendría a ser realidad lo que
dijo el Señor :Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en la fosa (Mt 15,14).» (ORIGE-
NES, Homilías sobre Josué, 17,3)

955 La conducta del sacerdote en relación con los méritos del pueblo.- «Oye, pues, lo
que dijo el Señor: Se hicieron un rey y no por mí, un príncipe y no con mi consejo. Esto
parece dicho de Saúl, a quien ciertamente el mismo Señor lo había elegido y había
mandado que fuera hecho rey, mas, como no había sido elegido conforme a la
Servicio de la Palabra

voluntad de Dios, sino conforme a los deseos del pueblo pecador, niega que fuera
constituido rey por su voluntad y con su consejo.
Algo parecido pensamos que se hace en la Iglesia, porque según los méritos
del pueblo, o Dios le concede a la Iglesia un rector poderoso en obras y palabras o, si
el pueblo obra mal en la presencia de Dios, se da tal juez a la Iglesia, que, bajo su
mando, el pueblo padezca hambre y sed; no hambre de pan, ni sed de agua, sino
hambre de oír la palabra de Dios.» (ORIGENES, Homilías sobre los Jueces, 3 y 4,1)

956 Los pastores de la Iglesia necesitan que Cristo apaciente con ellos.- «¿Piensas que
la palabra de la Escritura no tiene un sentido mas divino, sino que dice tan sólo que
un ángel vino a los pastores y les habló? Escuchad, pastores de la Iglesias, pastores
de Dios, que siempre un ángel desciende del cielo y os anuncia que os ha nacido hoy
un Salvador, que es Cristo, el Señor (Lc 2,11). Porque los pastores de las Iglesias, por
ellos mismos no podrán guardar el rebaños, si no viene el Pastor. Falla su pastoreo,
si Cristo no apacienta con ellos y lo guarda con ellos. Leemos en el Apóstol: Somos
cooperadores de Dios (1Cor 3,9). El pastor bueno que imita al Buen Pastor, es
cooperador de Dios y de Cristo; y por eso mismo es un buen pastor aquel que, unido
al mejor de los pastores, apacienta el rebaño. Dios puso en la Iglesia apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores, doctores, para la perfección de los santos (1Cor 12,28; Ef 4,11-12).»
(ORIGENES, Homilías sobre el Evangelio de San Lucas, 12,2)

957 Los Obispos, príncipes de la Iglesia.- «En vez de bronce, te traeré oro, en vez de hierro,
te traeré plata, en vez de madera, bronce y en vez de piedra, hierro; te dará por magistrados la
paz, y por gobernantes, la justicia. No se oirán más violencias en tu tierra, ni dentro de tus
fronteras, ruina o destrucción; tu muralla se llamará 'salvación', y tus puertas, 'Alabanza'
(Is 60,17-18).
Te daré por magistrados la paz y por gobernantes la justicia. En lo que se pone de
manifiesto la majestad admirable de la Escritura Santa, que nombró a los obispos
príncipes futuros de la Iglesia; cuya visita es la paz, y la palabra de su dignidad en la
justicia. Para que no reciban a nadie para condenarlo y nada se oiga inicuo en la
tierra de la Iglesia; ni la tristeza, ni la desgracia en sus límites. Todas estas cosas
llegan donde está la maldad, y no se guarda la justicia y se pierde la paz.» (S.
JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

958 Oración contínua de los pastores de la Iglesia.- «Sobre tus murallas, Jerusalén, he
colocado centinelas: ni de día ni de noche, nunca callan; los que se lo recordáis al Señor, no os
deis descanso; no le deis descanso hasta que la establezca, hasta que haga de Jerusalén la
admiración de la tierra (Is 62,6-7).
Podemos entender que estos centinelas son los ángeles, o los apóstoles, o
todos los príncipes de la Iglesia, y sus doctores. Los cuales custodian los muros de la
Servicio de la Palabra

Iglesia, no sea que nuestro adversario, el diablo, que ronda como león rugiente, buscando
cómo entrar (1Pe 5,8), tenga ocasión para devastar el rebaño del Señor. Estos
custodios no deben callar, ni de día ni de noche, ni en los momentos alegres ni en los
tristes, sino estar invocando siempre la clemencia del Señor, para que su grey y los
muros de Jerusalén sean defendidos y guardados con su auxilio. La palabra se dirige
a los centinelas y doctores:
Oh, vosotros, que os acordáis del Señor e invocáis su clemencia; procurad que
vuestra oración no caiga en el silencio; no le deis descanso, se entiende, al Señor; estad
siempre urgiendo, oportuna e importunamente, de manera que imitéis a la viuda
que importunaba al juez inicuo (Lc 18,1-8). Si el juez injusto acabó por atender la
oración perseverante, ¡cuánto más el Padre celestial dará bienes a quienes se lo
pidan!» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Isaías)

959 Pastores indignos.- «¡Ay de los pastores, que desbaratan y dispersan el rebaño de mi
pastizal! dice el Señor...Y erigiré sobre ellos pastores que los apacienten, y ya no temerán más,
ni se amedrantarán, ni se echará (res) de menos, dice el Señor (Jer 23,1-4).
Los Apóstoles, con toda confianza y sin temor alguno, apacentarán el rebaño
de la Iglesia, y las reliquias del pueblo de Israel se salvarán de todas las tierras; y
volverán a sus campos, a sus pascuas, y crecerán y se multiplicarán. Sobre los malos
pastores, Escribas y Fariseos, el Señor manifestará la malicia de sus doctrinas. Con
todo, podemos entenderlo, conforme a la tipología, de los príncipes de la Iglesia
también, que no apacientan dignamente las ovejas del Señor. Dejadas, y castigados
ellos, se salve el pueblo. Entregadas a otros que sean dignos, y así se salve el resto.
Pierden las ovejas los que enseñan la herejía; laceran y dispersan los que hacen
cismas.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Jeremías)

960 Trigo y cizaña en las sedes episcopales.- «Quien piensa hallarse de pie, mire no caiga
(1Cor 10,12). ¿Os figuráis, hermanos míos, que la cizaña esta no sube a las sillas
episcopales? ¿Pensáis que ahí abajo se da y aquí arriba no se da? ¡Ojalá no lo seamos
Nos mismo! A mi nada me importan vuestros juicios, pero incesantemente digo a
vuestra caridad que hay en las sillas episcopales trigo y cizaña, como hay cizaña y
trigo entre la gente del pueblo.» (S. AGUSTIN, Sermones, 74,4)

961 La deuda de la caridad.- «Ha llegado la hora de saldar la deuda, en la medida en que
el Señor quiera concedérmelo, para no ser deudor por más tiempo, a no ser que sea
deuda la caridad, que siempre se paga y siempre se debe.» (S. AGUSTIN, Sermones,
149,1)
Servicio de la Palabra

962 La vida santa de los fieles, gozo de los pastores.- «¿Qué quieres? Yo cumplo mi
deber y busco el fruto en vosotros. De vosotros sólo quiero el gozo de vuestras
buenas obras, no dinero. No me hace rico quien vive bien. No obstante, viva bien y
me hará rico. Mis riquezas no son otras que vuestra esperanza en Cristo. Mi gozo, mi
descanso y mi alivio en mis dificultades, y en mis pruebas, no es otro que vuestra
vida santa. Os suplico que, si os habéis olvidado de vosotros mismos, os com-
padezcáis, al menos, de mí.» (S. AGUSTIN, Sermones, 232)

963 La Iglesia, madre santa y espiritual.- «Amad al Señor, puesto que él os ama a
vosotros; visitad frecuentemente esta madre que os engendró. Ved lo que ella os ha
aportado: ha unido la criatura al Creador, ha hecho de los siervos hijos de Dios, y de
los esclavos del demonio, hermanos de Cristo. No seréis ingratos a tan grandes
beneficios, si le ofrecéis el obsequio respetuoso de vuestra presencia. Nadie puede
tener propicio a Dios Padre, si desprecia a la Iglesia madre. Esta madre santa y
espiritual os prepara cada día alimentos espirituales, mediante los cuales robustece,
no vuestros cuerpos, sino vuestras almas. Os otorga el pan del cielo, y os da a beber
el cáliz de la salvación; no quiere que ninguno de sus hijos sufra hambre de estos
alimentos.» (S. AGUSTIN, Sermones, 225A)

964 El pastor al servicio del rebaño.- «Así que, mis hermanos, obligación vuestra es
escuchar con docilidad, que sois ovejas de Cristo, como también nosotros oímos, y
con temor, lo de Apacienta mis ovejas (Jn 21,17). Si nosotros, los pastores, apacentamos
con temor y tememos por las ovejas, ¿no han de temer las ovejas por sí mismas? A
nosotros, pues, toca la solicitud, a vosotros la humildad del rebaño. Aunque nos
estéis viendo dirigiros la palabra desde un sitial superior al vuestro, estamos
espiritualmente debajo de vuestros pies, porque sabemos cuán peligrosa
responsabilidad trae aneja la silla esta, en apariencia honorífica.» (S.AGUSTIN,
Sermones, 146,1)

965 El mercenario huye cuando viene el lobo.- «¿Quien es el mercenario? El que, viendo
venir al lobo, huye, porque busca su interés, no el de Jesucristo; no se atreve a
reprender con libertad al que peca...El que busca su interés y no el de Jesucristo, por
no perder lo que pretende, por no perder la satisfacción de la amistad de un hombre
y soportar las molestias de una enemistad, calla y no lo reprende. Aquí tenéis al lobo
con las garras en la garganta de la oveja. El diablo ha incitado a uno de los fieles a
cometer un adulterio; tu callas, no lo reprendes. ¡Oh mercenario! viste venir al lobo y
has huido. Puede ser que responda: aquí estoy, no he huido. Has huido porque has
callado, y has callado, porque has temido. El temor es la huída del alma.» (S.
AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de S. Juan, 46,8)
Servicio de la Palabra

966 Aceptar a la Iglesia como se acepta a Cristo.- «He aquí las escrituras comunes, he
aquí dónde reconocemos a Cristo, dónde reconocemos a su Iglesia. Si aceptáis a Cris-
to, ¿por qué no aceptáis a su Iglesia? Si por la verdad de las Escrituras creéis en
Cristo, a quien leéis, pero no veis, ¿por qué negáis a la Iglesia, a quien leéis y veis?
Por deciros esto y por estimularos a este bien de la paz, de la unidad y de la caridad,
me hice enemigo vuestro. Y ahora me enviáis a decir que me mataréis porque os
digo la verdad, porque empleo todas mis fuerzas en no permitir vuestra perdición.
Dios me vengará de vosotros, matando en vosotros vuestro error, para que gocéis
conmigo de la verdad. Amén.» (S. AGUSTIN, Cartas, 105,«Agustín, Obispo católico,
a los donatistas»,17)

967 Escándalos en los pastores.- «Te amonesto a que no te dejes perturbar


profundamente por estos escándalos. Se nos predijo que vendrían, para que, al
llegar, recordáramos que estaban anunciados y no nos espantemos demasiado. El
mismo Señor anunció en el Evangelio: ¡Ay del mundo por los escándalos! Es menester
que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene! (Mt 18,7).
¿Quiénes son esos hombres, sino aquellos de quienes dice el Apóstol: Buscan sus
cosas, no las de Cristo (Fil 2,21). Hay algunos que ocupan la cátedra pastoral para
mirar por las ovejas de Cristo. Pero hay otros que la ocupan para gozar de sus
honores temporales y comodidades seculares. Es preciso que, en la misma Católica
perduren hasta el fin del siglo y hasta el Juicio del Señor estos dos linajes de pasto-
res, pues unos nacen mientras otros mueren. Ya en los tiempos apostólicos había
algunos falsos hermanos, entre los que gemía el Apóstol, diciendo: Peligros en los
falsos hermanos (2Cor 11,26). Pero no se apartó de ellos por soberbia, sino que los
soportó con tolerancia. ¿Cuánto más necesario será que los haya en nuestros
tiempos, puesto que el Señor, hablando del tiempo de este siglo, que se acerca a su
fin, dice claramente: Porque abundó la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos (Mt
24,12-13). Pero debe consolarnos y exhortarnos lo que dice a continuación: Quien per-
manezca hasta el fin, éste será salvo.» (S. AGUSTIN, Cartas, 208,«a Felicia»,2)

968 Pastores buenos y malos.- «Hay pastores buenos y malos, como hay buenos y malos
en la grey. A los buenos se les llama ovejas; a los malos, cabritos. Pero pacen juntos y
mezclados, hasta que llegue el Príncipe de los pastores, que se llama el único Pastor,
y separe, como prometió, las ovejas de los cabritos. A nosotros nos impuso la unión
y él se reservó la separación, pues debe separar el que no sabe errar. Los siervos
orgullosos que antes del tiempo osaron separar lo que el Señor se reservó, quedaron
ellos separados de la unidad católica. Si se mancillaron con el cisma, ¿cómo pudieron
tener un rebaño limpio?
4.- Hemos de tener solidez en esa unidad, sin abandonar la era dominical,
ofendidos por el escándalo de la paja, perseverando más bien como trigo hasta el fin
Servicio de la Palabra

de la bielda y tolerando con el sólido peso de la caridad la paja triturada. Para eso
nos amonesta nuestro Pastor en el Evangelio acerca de los buenos pastores, para que,
ni aun por sus obras buenas pongamos en ellos nuestra enseñanza, sino que
glorifiquemos al Padre, que está en los cielos y que los hizo tales, y le glorifiquemos
también por los pastores malos, a quienes dio el nombre de escribas y fariseos,
porque enseñan el bien y hacen el mal.» (S. AGUSTIN, Cartas, 208,«a Felicia»,3-4)

969 Los sacerdotes comparados con las abejas.- «/.../. Yo he pasado este tiempo junto a
un gran enjambre de sacerdotes. Enjambre de sacerdotes, digo, y justamente, porque
a semejanza de las abejas, ellos sacan dulce miel de las flores de las divinas
Escrituras y, con el arte de su boca componen todo aquello que sirve para curar las
almas.
Justamente comparamos los sacerdotes a las abejas, porque a semejanza de
ellas, tienen el cuerpo casto, ofrecen comida para la vida celestial y manejan el
aguijón de la ley. Son efectivamente puros para consagrar, mansos para restaurar,
severos para castigar.
Son, ciertamente, dignos de compararse a las abejas, porque están en el regazo
de la Madre Iglesia, como en una colmena en la que, con su dulce predicación,
construyen tantos panales de divina estima, y del único enjambre del Salvador,
producen enjambres de cristianos.» (S. MAXIMO DE TURIN, Sermones, 89)

970 Ignorancia de los pastores.- «Sin duda que muchas veces corresponde a lo que
merecen los súbditos la ignorancia de los pastores; los cuales, aunque por culpa suya
no tengan la luz de la ciencia, sin embargo, por justo juicio de Dios, sucede que, por
la ignorancia de éstos, pequen también los que los siguen. Que por eso la misma
Verdad dice en el Evangelio: Si un ciego se mete a guiar a otro ciego, entrambos caen en la
hoya (Mt 15,14). Por lo mismo, el Salmista, no deseándolo, sino profetizándolo,
anuncia: Oscurézcanse sus ojos para que no vean y tráelos siempre agobiados sus dorsos (Sal
68,24). Ojos son, en verdad, los que, colocados en el puesto del más alto honor,
aceptan el deber de ir delante en el camino; y quienes a éstos tales se juntan para
seguirlos, con razón son llamados dorsos, /.../; es decir que, cuando los que presi-
den pierden la luz de la ciencia, cierto es que todos los que los siguen se inclinan
para llevar las cargas de los pecados.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 1,1)

971 El pastor malo, incapaz de interceder por el pueblo.- «Si tal vez se nos presentara
alguno para llevarnos a que intercediéramos por él ante un hombre poderoso que
está irritado contra él, y que es para nosotros desconocido, al punto responderíamos:
No podemos ir a interceder, porque no tenemos trato alguno íntimo con él.
Ahora bien, si un hombre se avergüenza de hacerse intercesor ante otro
hombre, en el cual no confía por modo alguno, ¿con qué cara se arroga el papel de
Servicio de la Palabra

intercesor ante Dios en favor del pueblo quien, por su modo de vivir, no sabe estar
familiarizado con su gracia? O ¿Cómo solicita de él la gracia para los otros quien no
sabe si está con él aplacado?
En lo cual hay que temer todavía con mayor inquietud otra cosa, es a saber:
que quien cree poder aplacar la ira, acaso él mismo la merece por su culpa; pero
todos sabemos que, cuando se envía para aplacar uno que desagrada, el ánimo del
irritado se excita para cosas mayores.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral,
1,10)

972 Virtudes del pastor en la Iglesia.- «La vida del prelado debe ser tanto más excelente
que la vida del pueblo, cuanto más suele diferir de la del rebaño la vida del pastor.
Por eso es menester que con solícito cuidado se haga cargo de cuán obligado está a
obrar con rectitud, por lo mismo que, con respecto a él, el pueblo es llamado grey.
Es por ello necesario que sea limpio en los pensamientos, el primero en el
obrar, discreto en el silencio, útil en hablar, prójimo de cada uno en la compasión,
dado a la contemplación más que otro alguno, humilde compañero de los que obran
bien, firme en velar por la justicia contra los vicios de los que delinquen, sin
disminuir el cuidado de las cosas interiores por las ocupaciones exteriores, ni dejar
de proveer a lo exterior por la solicitud de lo interior.» (S. GREGORIO MAGNO,
Regla Pastoral, 2,1)

973 El pastor debe ser el primero en el obrar.- «El prelado debe ser siempre el primero
en obrar, para que, con su ejemplo, muestre a los súbditos el camino de la vida, y
para que la grey que sigue la voz y costumbres del pastor camine guiada por los
ejemplos más bien que por las palabras; pues quien, por deber de su puesto, tiene
que decir cosas grandes, por el mismo deber viene obligado a mostrarlas; que más
agradablemente penetra los corazones de los oyentes la palabra que lleva el aval de
la vida del que habla, porque a la vez que, hablando manda, ayuda a hacerlo
mostrándolo con las obras. Por eso dice el profeta: Súbete sobre un alto monte tú, que
anuncias buenas nuevas a Sión (Is 40,9); esto es, que quien predica cosas celestiales,
dejadas al punto las obras terrenas, parezca estar fijo en la cumbre de todas ellas, y
tanto más fácilmente atraiga a los súbditos a mejores obras, cuanto desde mayor
altura clama con el mérito de su vida.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 2,3)

974 Usar bien la dignidad pastoral.- «Por consiguiente, cuando el ánimo se envanece de
tener muchos súbditos, por lo general viene a viciarse en la disolución de la soberbia,
lisonjeado por la misma supremacía del poder.
Poder que ciertamente desempeña bien quien sabe con él erguirse contra las
culpas y sabe, además, mantener en él la igualdad con los otros; pues la mente
humana, si, aun cuando no está revestida de poder alguno, muchas veces se
Servicio de la Palabra

envanece, ¡cuánto más se envanecerá cuando va acompañada del poder! No


obstante, desempeña bien esta potestad quien haya aprendido con cuidado a valerse
de ella en lo que ayuda y a rechazarla en lo que tiene de tentación, así como a
considerarse en ella igual a los demás y, con todo, hacerse respetar de los delin-
cuentes por el celo de la justicia.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 2,6)

975 El pastor ha de tratar íntimamente con Dios.- «Ahora bien, todo lo que hemos dicho
lo cumple debidamente el prelado si, animado del espíritu del temor y del amor de
Dios, medita cuidadosamente cada día los preceptos de la Sagrada Escritura, con el
fin de que las palabras de la enseñanza divina reaviven el ardor de la solicitud y de
una reflexiva mirada hacia la vida celestial, que el trato con los hombres destruye
incesantemente.
Y por lo mismo que la compañía de los laicos le arrastra a la antigua y mala
vida, renuévese siempre con espíritu de compunción en el amor de la patria celestial;
porque el corazón se disipa mucho con los tratos humanos; y constando ciertamente
que el mismo se precipita atraído por el ruido exterior de los negocios, debe
procurar levantarse de continuo mediante el cuidado de instruirse.» (S. GREGORIO
MAGNO, Regla Pastoral, 2,11)

976 El buen pastor da su vida por las ovejas.- «En la lección del santo Evangelio (Jn
10,11-16), habéis oído lo que es vuestra instrucción: habéis oído también en la lección
del santo Evangelio cuál es nuestro riesgo. Vedlo aquí: Aquel que, no por gracia
accidental, sino por esencia es bueno, dice: Yo soy el Buen Pastor; y añade en qué
consiste su bondad, que nosotros debemos imitar cuando dice: El buen pastor da su
vida por sus ovejas.
El hizo lo que aconsejó, él puso en práctica lo que mandó. Pastor bueno, dio
su vida por sus ovejas, para dar en nuestro sacramento su cuerpo y derramar su
sangre, y saciar con el alimento de su carne a las ovejas que había redimido. Ya se
nos ha manifestado el camino del desprecio de la muerte, el cual, debemos seguir
nosotros; se nos ha dado la norma a la cual debemos conformarnos.
Para nosotros, lo primero es emplear misericordiosamente nuestros bienes
exteriores en las ovejas de él; pero lo último, si fuera necesario, ofrendar la vida por
las mismas ovejas. Desde aquel mínimo principio se llega hasta este último extremo.
Ahora bien, siendo el alma, por la cual vivimos, incomparablemente mucho
mejor que los bienes terrenos que exteriormente poseemos, quien no da por las
ovejas sus bienes, ¿cuándo dará por ellas su vida? Pues hay algunos que, por amar
sus bienes más que a las ovejas, con razón pierden el nombre de pastor. Acerca de los
cuales en seguida se añade: Pero el mercenario y el que no es pastor, de quien no son
propias las ovejas, en viendo venir al lobo, desampara las ovejas y huye (Jn 10,12). No se
llama pastor sino mercenario, a quien apacienta las ovejas del Señor no por amor
íntimo, sino por las ganancias temporales. En efecto, es mercenario quien ocupa, sí,
Servicio de la Palabra

el puesto de pastor, pero no busca las ganancias de las almas; quien codicia las
comodidades de la tierra, goza con el honor de la prelatura, se apacienta con las
ganancias temporales y se alegra de la reverencia que le tributan los hombres;
porque éstas son las recompensas del mercenario, que encuentra aquí lo que busca
por lo que trabaja en su gobierno y queda después extrañado de la heredad del Rey.
Mas, en verdad, no puede conocerse si uno es pastor o mercenario mientras
falte la ocasión oportuna; porque, en tiempo normal, generalmente el mercenario
también atiende al cuidado de la grey, como el pastor; pero, cuando viene el lobo, da
a conocer con qué disposición de ánimo estaba uno guardando las ovejas.» (S.
GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los Evangelios, 1,14)

977 El poder de perdonar los pecados concedido a los pastores.- «Los primeros que
recibieron el Espíritu Santo, para que ellos vivieran santamente y con su predicación
aprovecharan a algunos, después de la resurrección del Señor, de nuevo lo reci-
bieron ostensiblemente, precisamente para que pudieran aprovechar no a pocos,
sino a muchos. Por esto, en esta donación del Espíritu se dice: Quedan perdonados los
pecados de aquellos a quienes vosotros se los perdonareis, y retenidos los de aquellos a quienes
se los retuviereis (Jn 20,22-23).
Pláceme fijar la atención en el más alto grado de gloria a que fueron
sublimados aquellos discípulos, llamados a sufrir el peso de tantas humillaciones.
Vedlos, no sólo quedan asegurados ellos mismos, sino que además reciben la
potestad de perdonar las deudas ajenas, y les cabe en suerte el principado del juicio
supremo, para que, haciendo las veces de Dios, a unos retengan los pecados y se les
perdonen a otros.
Así, así correspondía que fueran exaltados por Dios los que habían aceptado
humillarse tanto por Dios. Ahí los tenéis: los que temen el juicio riguroso de Dios
quedan constituidos en jueces de las almas, y los que temían ser ellos mismos con-
denados condenan o libran a otros.
El puesto de éstos ocúpanle ahora ciertamente en la Iglesia los obispos. Los
que son agraciados con el régimen, reciben la potestad de atar y desatar. Honor
grande, sí; pero grande también el peso o responsabilidad de este honor. Fuerte cosa
es, en verdad, que quien no sabe tener en orden su vida sea hecho juez de la vida
ajena; pues muchas veces sucede que ocupe aquí el puesto de juzgar aquél cuya vida
no concuerda en modo alguno con el puesto, y, por lo mismo, con frecuencia ocurre
que condene a los que no lo merecen, o que él mismo, hallándose ligado, desligue a
otros...
Deben, pues, examinarse las causas, y luego ejercer la potestad de atar y de
desatar. Hay que conocer qué culpa ha precedido o qué penitencia ha seguido a la
culpa, a fin de que la sentencia del pastor absuelva a los que Dios omnipotente visita
por la gracia de la compunción; porque la absolución del confesor es verdadera
cuando se conforma con el fallo del Juez eterno.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías
sobre los Evangelios, 2,26)
Servicio de la Palabra

978 Cómo ha de ser el gobierno pastoral.- «Al verme sonreír, apenas lo creían y no se
perdían gesto favorable (Job 29,24). Si tomamos estas cosas según las palabras de la
historia, es necesario que se crea que este santo varón se mostraba tal a su súbditos
que, aun cuando reía, pudiese ser temido. Mas, cuando arriba se dice haber sido
padre de los pobres y consolador de las viudas, es cosa que tiene necesidad de
mucha discreción considerar cómo había tanta blandura y mansedumbre de piedad
en tanto espanto de gobierno. No fue sin gran blandura y mansedumbre esto que
dice haber sido padre de los pobres y consolador de las viudas, pero también no
pudo ser sin gran severidad que, riéndose, fuera temido.
En lo cual, ¿qué otra cosa nos enseña sino que la dispensación del gobierno
debe ser tal, que el que preside se modere con tal medida acerca de los súbditos que,
riendo, sea temido y, estando airado, sea amado? De tal manera que ni le haga vil la
mucha alegría, ni odioso la destemplada severidad. Porque muchas veces
quebrantamos a los súbditos cuando tenemos la fuerza de la justicia más de los que
es Justo...
Mas, para que el rostro del que rige deba ser temido aun cuando esté alegre,
es necesario que él tema sin cesar la cara de su Hacedor...Y, por eso, el mismo santo
Job ha de decir no mucho después: Siempre temía a Dios así, como a ondas levantadas
contra mí (Job 31,23); porque de tal manera temía a su Juez, como el que ha de morir
teme los ímpetus soberbios de las ondas.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados
Morales sobre el libro de Job, 20,6)

979 Peligro de la soberbia en los pastores y en los súbditos.- «Mas débese procurar con
mucha diligencia que no pase a soberbia la desordenada defensa de la justicia,
porque, cuando la rectitud es indiscretamente amada, no se pierda la maestra de ella
que es la humildad; ni menosprecie al que preside sobre él, aquél a quien por
ventura acaece que reprende en alguna obra.
Contra este ímpetu de la soberbia se doma el alma de los súbditos para
guarda de la humildad, si la propia enfermedad de cada uno es considerada sin
cesar; pues menospreciamos examinar seriamente nuestras fuerzas, y porque
creemos que nosotros somos más fuertes, por eso juzgamos estrechamente a nues-
tros mayores. Cuanto menos nos conocemos a nosotros mismos, tanto más vemos en
aquellos que nos esforzamos reprender.
Comunes males son éstos que muchas veces se cometen, los súbditos contra
los prelados y los prelados contra los súbditos; porque los que presiden estiman por
menos sabios que ellos a todos los súbditos, y también los que están sujetos juzgan
las obras de sus gobernadores y piensan que podrían ellos obrar mejor, si acaeciese
que ellos fueran los que gobiernan. De lo cual sucede muchas veces que los
gobernantes vean con menos prudencia las cosas que se han de hacer, porque
oscurece sus ojos la niebla de la soberbia; y algunas veces el que está sujeto hace
Servicio de la Palabra

después, cuando es prelado, lo que cuando era súbdito reprendía.» (S. GREGORIO
MAGNO, Tratados Morales sobre el libro de Job, 25,36)
Servicio de la Palabra

XXXV. Servicio de la Palabra

«Y discurría Jesús por toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos


y predicando el Evangelio del reino» (Mt 4,23).

«Y después que Juan hubo sido entregado, vino Jesús a Galilea y allí
predicaba el Evangelio de Dios» (Mc 1,14).

«Estas cosas os he hablado estando con vosotros; mas el Paráclito, el


Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, él os enseñará todas
las cosas y os recordará las cosas que yo os he dicho» (Jn 14,25-26).

«Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la


creación. El que creyere y fuere bautizado se salvará; mas el que no
creyere será condenado» (Mc 16,15-16).

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defined.980 A los hombres del pueblo háblales al estilo de Dios.- «Yo te exhorto,
por la gracia de que estás revestido, a que aceleres el paso de tu carrera, a que
exhortes tú, por tu parte, a todos para que se salven. Desempeña el lugar que ocupas
con toda diligencia de cuerpo y espíritu. Preocúpate de la unión, mejor que la cual
nada existe. Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lleva el Señor. Sopórtalos a todos con
espíritu de caridad (Ef 4,2), como ya lo haces.
Vaca sin interrupción a la oración. Pide mayor inteligencia de la que tienes.
Está alerta, apercibido de espíritu que desconoce el sueño. A los hombres del pueblo
háblales al estilo de Dios. Carga sobre ti, como perfecto atleta,las enfermedades de
todos. Donde mayor es el trabajo, allí hay rica ganancia.» (S. IGNACIO DE
ANTIOQUIA, Carta a Policarpo, 1,2-3)

981 La Iglesia guarda diligentemente la predicación y fe recibida.- «La Iglesia, pues,


diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la
predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en
todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón; y cuando predica,
enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque
en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e
idéntico para todos.
Servicio de la Palabra

Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los
iberos y de los celtas, de Oriente, Egipto, Libia o del centro del mundo. Al igual que
el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predica-
ción de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren
llegar al conocimiento de la verdad.
En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores entre los
dirigentes de la comunidad -pues nadie está por encima del Maestro-, ni la escasa
oratoria de otros debilitará la fuerza de la tradición; pues, siendo la fe una y la
misma, no la amplía el que habla mucho, ni la disminuye el que habla poco.» (S.
IRENEO, Contra las herejías, 1,10,2)

982 Tradición y unidad de la Iglesia.- «La única fe verdadera y vivificante es la que la


Iglesia distribuye a sus hijos, habiéndola recibido de los apóstoles. Porque, en efecto,
el Señor de todas las cosas confió a sus apóstoles el Evangelio, y por ellos llegamos
nosotros al conocimiento de la verdad, esto es, de la doctrina del Hijo de Dios. A
ellos dijo el Señor: El que a vosotros oye a mi me oye, y el que a vosotros desprecia a mí me
desprecia, y el que me desprecia a mí, desprecia al que me envió (Lc 10,16). No hemos
llegado al conocimiento de la economía de nuestra salvación si no es por aquellos,
por medio de los cuales nos ha sido transmitido el Evangelio. Ellos entonces lo
predicaron, y luego, por voluntad de Dios, nos lo entregaron en las Escrituras, para
que fuera columna y fundamento de nuestra fe (1Tim 3,15). Y no se puede decir,
como algunos tienen la malicia de decir, que ellos predicaron antes de que
alcanzaran el conocimiento perfecto. Los cuales se glorían en enmendar a los mismos
apóstoles. Porque, después de que nuestro Señor resucitó de entre los muertos y
fueron revestidos de la fuerza de lo alto por el Espíritu Santo que vino sobre ellos (Lc 24,49;
Hech 1,8), fueron llenados de todos los dones y alcanzaron el conocimiento perfecto.
Entonces partieron a los confines de la tierra, predicando el evangelio de los bienes
que nos vienen de Dios, y anunciando la paz del cielo a los hombres (Is 52,7): todos y
cada uno de ellos poseían por igual el Evangelio de Dios. Y así, Mateo, estando entre
los hebreos, dio a luz en su lengua un escrito del Evangelio, al tiempo que Pedro y
Pablo evangelizaban en Roma y fundaban allí la Iglesia. Y después de la muerte de
éstos, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos dejó también por escrito lo que
Pedro había predicado. Así mismo Lucas, compañero de Pablo, consignó en un es-
crito lo que aquél había predicado; y luego, Juan, discípulos de del Señor, el que
había descansado sobre su pecho, publicó también su evangelio, cuando vivía en
Éfeso de Asia.
2.- Todos éstos nos han enseñado que hay un solo Dios, creador del cielo y de
la tierra, anunciado por la ley y los profetas, y que hay un solo Cristo, Hijo de Dios.
Si alguno no admite esto, hace ofensa a los que fueron compañeros del Señor, hace
ofensa al mismo Señor, y aun hace ofensa al Padre; con lo cual, él mismo se condena,
resistiéndose y oponiéndose a su propia salvación. Esto es lo que hacen todos los
herejes.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 3,1,1-2)
Servicio de la Palabra

983 Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios.- «La predicación de la Iglesia es
la misma en todas partes y permanece igual a sí misma, pues se apoya en el
testimonio de los profetas y de los apóstoles y de todos los discípulos, a través de los
comienzos, el medio y el fin, a través de la economía divina y de la acción ordinaria
de Dios que se manifiesta en nuestra fe en orden a la salud del hombre. Esta fe que la
Iglesia ha recibido, nosotros la custodiamos, y es como un licor exquisito que se
guarda en un vaso de calidad y que, bajo la acción del Espíritu de Dios, se rejuvenece
constantemente y hace rejuvenecer al mismo vaso en el que está colocado. Porque,
en efecto, a la Iglesia ha sido confiado este don de Dios, a la manera como Dios
confió su soplo al barro modelado, a fin de que al recibirlo todos los miembros
recibieran la vida; y con este don va implicada la transformación en Cristo, es decir,
el Espíritu Santo, que es prenda de incorrupción, fuerza de nuestra fe y escala por la
que subimos hasta Dios. Porque dice Pablo: Dios puso en su Iglesia apóstoles, profetas y
doctores (1Cor 12,28) y todas las demás manifestaciones de la acción del Espíritu, del
cual no participan quienes no se acogen a la Iglesia. Éstos se engañan a sí mismos y
se excluyen de la vida por sus doctrinas malas y sus acciones perversas.
Porque, donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el
Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y la totalidad de la gracia. El Espíritu es la
verdad. Por eso, los que no participan del Espíritu, ni van a buscar el alimento de la
vida en los pechos de su madre (la Iglesia), ni reciben nada de la limpidísima fuente
que brota del Cuerpo de Cristo, sino que por el contrario ellos mismos se construyen
cisternas agrietadas (Jer 2,13), hurgando la tierra, y beben el agua maloliente del fango,
al querer escapar a la fe de la Iglesia por temor de equivocarse, rechazan el Espíritu,
y así no pueden recibir enseñanza alguna. Puesto que se han apartado de la verdad,
es natural que se revuelvan en toda clase de errores y que se sientan zarandeados
por ellos: sobre una misma cosa, ahora piensan esto y luego piensan lo otro, sin que
consigan nunca afirmarse en opinión alguna firme; prefieren antes ser sofistas de
palabras que discípulos de la verdad. Y ello, porque no están fundados sobre la
única Piedra, sino sobre la arena que está compuesta de multitud de chinitas.» (S.
IRENEO, Contra las herejías, 3,24,1-2)

984 Sucesión de los Obispos y estudio de las Sagradas Escrituras.- «El hombre
espiritual no será juzgado por nadie (1Cor 2,15), porque él tiene firmeza en todas las
cosas: tiene una fe íntegra en el Dios único todopoderoso, del que proceden todas las
cosas; tiene una confianza sólida en el Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor Nuestro, por
quien proceden todas las cosas, así como en su plan salvador, por el que el Hijo de
Dios se hizo hombre; y la tal confianza la otorga en el Espíritu de Dios, que es quien
da el conocimiento de la verdad y manifiesta la voluntad del Padre, el designio
salvador del Padre y del Hijo para con los hombres en las sucesivas generaciones.
Servicio de la Palabra

8.- Por conocimiento de la verdad entendemos las enseñanzas de los apóstoles y


el orden establecido en la Iglesia desde su principio en todo el mundo, con el sello
distintivo del cuerpo de Cristo, que es la sucesión de los obispos, a los que los
apóstoles confiaron las diversas Iglesias locales; la preservación sin manipulaciones
de las Escrituras hasta nosotros; el estudio total de las mismas, sin adiciones ni
sustraciones, con una lectura no falseada y una exposición fundada en las Escrituras,
sin audacia y sin blasfemias, y finalmente, el don del amor, que es el principal, más
valioso que el conocimiento, más honorable que la profecía, puesto que sobrepuja a
todos los demás carismas.» (S. IRENEO, Contra las herejías, 4,33,7-8)

985 Lo esencial de la Tradición que conviene a las Iglesias.- «Hemos dicho lo


conveniente acerca de los carismas, que Dios ha concedido a los hombres desde el
principio, según su propia voluntad, ofreciéndoles la imagen misma que perdieron.
Ahora, de la caridad que tuvo con todos los santos, pasamos a lo esencial de la
tradición, que conviene a las Iglesias, para que, aquellos que están bien instruidos,
guarden la tradición que ha permanecido hasta el presente, siguiendo la exposición
que hacemos. Y para que, teniendo conocimiento de ella, se confirmen -frente a la
defección o el error que se ha producido recientemente por ignorancia y por
ignorantes-. El Espíritu Santo otorgue a aquellos, que tienen una fe recta, la gracia de
conocer todo lo necesario. Que ellos, que son cabeza de la Iglesia, lo enseñen y lo
guarden todo.» (S. HIPOLITO, La Tradición Apostólica, 1)

986 Oración de la mañana y oración en el templo.- «Todos los fieles, hombres y mujeres,
cuando por la mañana se levanten, antes de emprender cualquier trabajo, se lavarán
las manos y rezarán a Dios; y, de este modo, se dispondrán a trabajar. Si se hace
alguna instrucción de la palabra de Dios, se preferirá acudir al templo, pensando en
su corazón que es Dios a quien oye y quien le instruye.
Porque el que ora en la Iglesia, podrá evitar la malicia de cada día. El que sea
piadoso pensará que es una desgracia no poder acudir allí, donde se hace la
instrucción; sobre todo, si el sabe leer o si la hace el doctor. Así, pues, ninguno entre
vosotros irá tarde a la Iglesia, lugar donde se enseña. Entonces se le permitirá hablar,
para que diga las cosas que son útiles a los demás; y tú entenderás aquellas que antes
no conocías, y te aprovecharás de aquellas otras que el Espíritu Santo te dará por
medio del que hace la instrucción. De esta manera tu fe se afianzará sobre lo que
hayas entendido.
Se te dirá también, en este lugar, lo que debes hacer en tu casa. Por tanto, que
cada uno cuide con solicitud el ir a la Iglesia, lugar donde el Espíritu Santo florece. Si
el día es de los que no hay instrucción, permaneciendo en casa, toma un libro santo y
haz en él una lectura suficiente; así te proporcionará alguna utilidad.» (S. HIPOLITO,
La Tradición Apostólica, 35)
Servicio de la Palabra

987 Ministerio del Lector.- «Tal joven merecía los grados superiores del clericato y
promoción más alta a juzgar, no por sus años, sino por sus méritos. Pero, desde
luego, se ha creído que empiece por el oficio de lector, ya que nada cuadra mejor a la
voz que ha hecho tan gloriosa confesión de Dios, que resonar en la lectura pública de
la divina Escritura; después de las sublimes palabras que se pronunciaron para dar
testimonio de Cristo, es propio leer el Evangelio de Cristo por el que se hacen los
mártires, subir al ambón después del potro; en éste quedó expuesto a la vista de
muchedumbre de paganos; aquí debe estarlo a la vista de los hermanos; allí tuvo que
ser escuchado con admiración del pueblo que le rodeaba; aquí ha de ser escuchado
con gran contento por los hermanos.» (S. CIPRIANO, Cartas, 38,«a los presbíteros y
diáconos y a todo el pueblo»,2,1)

988 Confesor de la fe, digno de ser designado Lector en la Iglesia.- «Llegado éste a
nosotros (Celerino), hermanos amadísimos, con tan gran favor del Señor, ilustrado
por el testimonio de admiración del mismo que lo había perseguido, ¿qué otra cosa
quedaba por hacer sino elevarlo sobre el estrado, es decir, sobre el ambón de la
Iglesia, para que, puesto encima de tan elevado puesto, a la vida de todo el pueblo,
conforme a la gloria de sus méritos, dé lectura pública a los preceptos y al Evangelio
del Señor, que tan valerosa y fielmente ha seguido? la voz que ha confesado al Señor
debe ser oída todos los días al leer la palabra del Señor. 2.- Puede haber grados más
elevados a los que puede ascender en la Iglesia, pero nada hay en donde pueda
aprovechar más a los hermanos un confesor de la fe que escuchando de su boca la
lectura del Evangelio, pues debe imitar la fidelidad del lector todo el que lo oiga.» (S.
CIPRIANO, Cartas, 39,«a los presbíteros y diáconos y a todo el pueblo»,4,1-2)

989 El maná de la palabra de Dios.- «Ahora, pues, apresurémonos a recibir el maná


celestial; este maná, en efecto, toma en la boca de cada uno el sabor que él desea.
Escuchad al Señor, hablando a los que se acercan: Que se cumpla conforme a tu fe (Mt
8,13). Vosotros también, si recibís la palabra de Dios, que se anuncia en su Iglesia,
con toda fe y devoción, la Palabra misma vendrá a ser para vosotros todo aquello
que deseéis. Por ejemplo, si vosotros sois probados, él os consolará diciendo: Dios no
desprecia el corazón contrito y humillado (Sal 50,19). Si os alegráis con la esperanza
futura, él colmará vuestro gozo, diciendo: Justos, alegraos en el Señor y saltad de gozo
(Sal 31,11). Si estáis irritados, él os calmará diciendo: Cohíbe la cólera y deja de
indignarte (Sal 36,8). Si sufrís, él os curará diciendo: El Señor cura todas nuestras
enfermedades (Sal 102,3). Si estáis abrumados por la pobreza, él os confortará dicien-
do: El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre (Sal 112,7). Así, pues,
el maná de la Palabra de Dios toma en la boca todos los sabores.» (ORIGENES,
Homilías sobre el Éxodo, 7,8)
Servicio de la Palabra

990 Predicar la Palabra y ofrecer el Sacrificio.- «¿Qué es la propiciación por el delito? Si


tú acoges al pecador y con tu amonestación, tus exhortaciones, tus enseñanzas e
instrucción lo conduces a penitencia, lo libras de su error, lo enmiendas de sus vicios
y lo vuelves tal que, convertido, Dios le sea propicio, se diría que tú has propiciado
por el delito.
Si tú, pues, sacerdote, obras así, si tal es tu predicación, se te dará parte de
aquellos que corrijas; la salvación de ellos será tu recompensa, tu gloria. Y ¿no lo
manifiesta así el Apóstol donde dice que cada uno recibirá premio según lo que
sobreedifique? (1Cor 3,13-14).
Entiendan, pues, los sacerdotes del Señor qué ministerios se les han asignado
y, dedicándose por entero a ello, ejerzan su actividad en estas cosas. No se impliquen
en obras vanas y superfluas; sepan que con ninguna otra cosa tendrán ellos parte con
Dios, sino en ofrecer el sacrificio por los pecados, esto es, en convertir a los
pecadores del camino de sus pecados.» (ORIGENES, Homilías sobre el Levítico, 7,5)

991 Profetas y Apóstoles, ministros de la Palabra.- «¡La voz de mi amado! (Cant 2,8). Por
la voz sola es como primero se conoce la Iglesia de Cristo. Efectivamente, Cristo
envía primero su voz, a través de los profetas, y así, aunque no se le veía, sin
embargo, se le oía. Ahora bien, se le oía gracias a lo que se anunciaba acerca de él, y
la esposa, esto es, la Iglesia que se venía congregando desde el comienzo del tiempo,
estuvo siempre escuchando solamente su voz, hasta que pudo verlo con los ojos y
decir; Mira, él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados (Cant 2,8).
Saltaba, efectivamente, sobre los montes que son los profetas y sobre los santos
collados, o sea, sobre aquellos que en este mundo fueron portadores de su imagen y
de su aspecto. No obstante, si interpretas que salta sobre todos los montes, que
simbolizan a los apóstoles, y que está por encima de todos los collados, a saber, de
aquellos que se escogió y que envió en segundo lugar, tampoco resultará
incongruente.» (ORIGENES, Comentario al Cantar de los Cantares, 3)

992 Evangelización y Catequesis.- «A esto respondemos que no es lo mismo llamar a los


enfermos del alma para que se curen, que llamar a los sanos para que conozcan y
comprendan los misterios divinos. Nosotros conocemos esos dos géneros de perso-
nas, y así, desde el principio, llamamos a los hombres para que se curen. A los
pecadores los exhortamos a que oigan discursos que les enseñarán a no pecar; a los
insensatos, otros que les infundirán inteligencia; a los niños, a que avancen hasta
sentir y pensar como hombres; y a los desgraciados en general tratamos de llevarlos
a la felicidad o, hablando con más propiedad, a la bienaventuranza. A aquellos,
empero que, tras oír nuestras exhortaciones, han adelantado en la virtud y demues-
tran haber sido purificados por el Logos y vivir, según sus fuerzas, mejor que antes,
Servicio de la Palabra

los llamamos en ese momento a nuestros misterios. Pues hablamos sabiduría entre los
perfectos (1Cor 2,6).» (ORIGENES, Contra Celso, 3,59)

993 La predicación de la Palabra y la conversión de los pecadores.- «Y es así que la


palabra de los que a los comienzos predicaron la religión cristiana, y trabajaron en la
predicación de las Iglesias de Dios y, por lo tanto, su enseñanza tuvo ciertamente
fuerza persuasiva, pero no como la que se estila en los que profesan la sabiduría de
Platón o de cualquiera otro filósofo, hombre al cabo y que nada tienen fuera de la
naturaleza humana. La demostración, empero, de los apóstoles de Jesús era dada por
Dios y tomaba su fuerza persuasiva del espíritu y del poder (1Cor 2,4). Así se explica
que su palabra corriera rápida y agudísimamente (Sal 147,4) o, por mejor decir, la
palabra de Dios, que por su medio convertía a muchos que pecan por natural
tendencia y por costumbre; a los que nadie, ni a fuerza de castigos, hubiera hecho
mudar de vida los cambió la palabra viva, formándolos y moldeándolos a su
talante.» (ORIGENES, Contra Celso, 3,68)

994 Las espadas transformadas en arados y las lanzas en hoces.- «Así, pues, a los que
nos preguntan de dónde venimos y a quién tenemos por fundador, les respondemos
que, siguiendo los consejos de Jesús, venimos a romper para arados nuestras espadas
espirituales, aptas para la guerra y el agravio, y a transformar en hoces las lanzas con
que antes combatíamos. Y es así que ya no tomamos la espada contra pueblo alguno,
ni aprendemos el arte de la guerra, pues por Jesús nos hemos hecho hijos de la paz -
por Jesús, que es nuestro guía (Hech 3,15; 5,31; Heb 2,10; 12,2) o autor de nuestra
salud-, en lugar de las tradiciones en que éramos extraños a las alianzas (Ef 2,12).
Ahora que hemos recibido una ley, por la que damos gracias a Dios que nos ha
librado del error, diciendo: Simulacros mentirosos poseyeron nuestros padres, y no hay
entre ellos quién dé lluvia (Jer 16,19; 14,22). Así, pues, nuestro corifeo y maestro, que salió
de los judíos, ocupa la tierra entera por la palabra de su enseñanza.» (ORIGENES,
Contra Celso, 5,33)

995 El oficio de los catequistas.- «Por tanto, podemos decir que se promete la paz a
todos los que se consagran a la edificación de este templo, ya que su trabajo consiste
en edificar la Iglesia, en el oficio de catequistas de los sagrados misterios, es decir,
colocados al frente de la casa de Dios como mistagogos, ya sea que se entreguen a la
santificación de sus propias almas, para que resulten piedras vivas y espirituales en
la construcción del templo santo, morada de Dios por el Espíritu (Ef 2,21-22).» (S. CIRILO
DE ALEJANDRIA, Comentario sobre el profeta Ageo, 14)
Servicio de la Palabra

996 La palabra, arma única para la Iglesia.- «Mas en la cura de almas no hay que pensar
en nada de eso; aparte del ejemplo no se da otro medio ni camino de salud sino la
enseñanza por la palabra. Éste es el instrumento, éste es el alimento, éste el mejor
temple del aire. La palabra hace veces de medicina, ella es nuestro fuego. Lo mismo
si hay que quemar que si hay que cortar, de la palabra tenemos que echar mano. Si
este remedio nos falla, todos los demás son inútiles. Con la palabra levantamos al
alma caída y desinflamos a la hinchada , y cortamos lo superfluo, y suplimos lo
defectuoso, y realizamos, en fin, toda otra operación conveniente para la salud de las
almas.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Sobre el sacerdocio, 4,3)

997 Condiciones del que ha de ser nombrado obispo.- «El bienaventurado apóstol
Pablo, al describir las condiciones del que ha de ser nombrado obispo y establecer
con sus mandatos un modelo completamente nuevo de hombre de Iglesia, dio a
conocer esta especie de compendio de las virtudes que en él se han de encontrar en
grado máximo, diciendo: Ha de mantenerse en la palabra de la fe conforme a la enseñanza,
para que pueda exhortar a la sana doctrina y refutar a los que contradice, pues hay muchos
que son rebeldes, habladores y engañosos (Tit 1,9-10). Indica así que, lo que hace referen-
cia al modo de vida y a las costumbres, es útil para el servicio sacerdotal, si no faltan,
entre las otras cualidades, las que son necesarias para conocer cómo se ha de enseñar
y defender la fe. Porque no es simplemente lo adecuado para un sacerdote bueno y
servicial, o sólo vivir en forma intachable, o sólo predicar con ciencia; ya que, el
intachable, solamente se aprovecha a sí mismo, a no ser que sea docto, y el docto no
puede dar autoridad a su enseñanza si no es intachable.» (S. HILARIO DE POI-
TIERS, La Trinidad, 8,1)

998 Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras.- «Recibiste el oficio sacerdotal y,
sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta
el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo.
El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas. El la fundó sobre los mares, el la
afianzó sobre los ríos (Sal 23,2).
Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el
agua de Cristo, ese agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos
lugares en que la derraman esas nubes, que son los profetas. Quien recoge el agua de
los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar su rocío cómo las nubes. Llena
el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa.
Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los
demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo
(Ecl 11,2).
Que tus predicaciones sean fluídas, puras y claras, de modo que, en la
exhortación moral infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive
el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.
Servicio de la Palabra

Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por lo que dice Salomón:
Aromas de la inteligencia son los labios del sabio (Prov 10,12). Y en otro lugar: Que el
sentido esté en tus labios (Eclo 21,16), es decir: que tu expresión sea brillante, que
resplandezca tu inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesiten sentencias
ajenas; sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en
fin, no salga de la boca ninguna palabra inútil y sin sentido.» (S. AMBROSIO, Cartas,
2)

999 Necesidad de predicar la cruz de Jesucristo.- «Marah era una fuente de agua amarga
(Éx 15,23-25). Moisés echó en ella el madero y el agua se volvió dulce. El agua, sin la
predicación del madero de la cruz, para nada sirve en orden a la salvación. Mas,
cuando ella está consagrada por el misterio saludable de la cruz, entonces está
preparada para servir de baño espiritual y bebida saludable. Como Moisés, es decir,
el profeta, echó el madero en aquella fuente, también el sacerdote echa en el agua la
predicación de la cruz del Señor y el agua se hace dulce para la gracia.» (S.
AMBROSIO, De los Misterios, 3,14)
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defined.1000 No puede faltar la palabra a quien tiene fe en Palabra.- «Me has
pedido a menudo, Inocencio carísimo, no pase yo en silencio el caso milagroso que
ha acontecido en nuestro tiempo. Por vergüenza y, a lo que ahora veo, con sobrada
razón, me he negado siempre a ello. Yo desconfiaba salir airosamente del empeño,
ora porque todo humano discurso está muy por bajo de lo que merece la alabanza
celeste, ora porque el ocio, como una herrumbre de mi ingenio, había consumido
toda mi antigua, siquiera mínima, facilidad de palabra. Tú, empero, me afirmabas
que, en las cosas de Dios, no ha de mirarse la posibilidad, sino a la voluntad, y que
no puede faltar la palabra a quien tiene fe en la Palabra.» (S. JERONIMO, Cartas, 1,«a
Inocencio, Presbítero»)

1001 El predicardor debe aprender lo que ha de enseñar.- «Lee muy a menudo las
divinas Escrituras, o, por mejor, decir, nunca la lección sagrada se te caiga de las
manos. Aprende lo que has de enseñar. Mantén firme la palabra de la fe, que es
conforme a la doctrina, para que puedas exhortar con doctrina sana y convencer a
los contradictores. Persevera en lo que has aprendido y te ha sido confiado, pues sabes de
quién lo has aprendido (2Tim 3,14). Y está siempre aparejado a dar satisfacción a todo el que
te pidiere razón de la esperanza que hay en ti (1Pe 3,1s). No confundas tus obras con tus
palabras, pues te expones a que, cuando hables en la Iglesia, te responda alguno para
sus adentros: Entonces, ¿por qué no haces tu mismo lo que dices? Delicado maestro es el
que perora sobre ayunos con el vientre lleno. Lo que es vituperar la avaricia, hasta
un ladrón lo puede hacer. En el sacerdote de Cristo vayan a una el espíritu y la boca.
Está sumiso a tu obispo y míralo como a padre de tu alma. Amar es de hijos;
temer, de esclavos.» (S. JERONIMO, Cartas, 52,«a Nepociano, Presbítero»)

1002 La lengua, instrumento de la predicación.- «Mi lengua es cálamo de escriba, que escribe
velozmente (Sal 44,2). Nosotros hemos traducido: Mi lengua es estilo de veloz escriba. Es
ya la última parte del Prólogo y hay que juntar con lo precedente lo que sigue: Eructó
mi corazón palabra buena en alabanza de Dios, y a él señaladamente he consagrado las
obras con que le quiero celebrar. Debo, pues, preparar también mi lengua como un
estilo y cálamo, a fin de que por ella escriba el Espíritu Santo en el corazón de los que
oyen por el oído. A mí me toca prestar mi lengua como un instrumento; a él, que por
ese instrumento resuene lo que es suyo. El estilo escribe en la cera; el cálamo en el
papel, en los pergaminos o en cualquier otra materia propia para escribir. Pero mi
lengua, a semejanza de un rápido escriba, por una especie de abreviatura, en las ta-
blas carnales del corazón (2Cor 3,3), la palabra breve y concisa del Evangelio.
Porque, si la ley, dada por mano de mediador, fue escrita por el dedo de Dios, y lo
que estaba llamado a la desaparición fue glorioso, cuánto más ha de escribirse por el
Espíritu Santo, valiéndose de mi lengua, el Evangelio, destinado a permanecer. De
Vida sacramental

esta manera, una palabra rápida escribe en el corazón de los creyentes las alabanzas
de aquel, a quien se dice en Isaías: Pronto a saquear, rápido a robar (Is 8,2).» (S.
JERONIMO, Cartas, 65,«a la virgen Principia»)

1003 El predicador ha de ser oyente de la Palabra de Dios.- «Pierde el tiempo predicando


exteriormente la palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior. Quienes
predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condición
humana y de la reflexión apoyada en la fe que no advirtamos nuestros peligros. Pero
nos consuela el que, donde está nuestro peligro por causa del ministerio, allí te-
nemos la ayuda de vuestras oraciones.» (S. AGUSTIN, Sermones, 179,1)

1004 Responsabilidad del predicador.- «El Evangelio me aterroriza. En efecto, nadie me


superaría en ansias de vivir en esta seguridad plena de la contemplación, libre de
preocupaciones temporales; nada hay mejor, nada más dulce y bueno; en cambio, el
predicar, argüir, corregir, edificar, el preocuparte de cada uno, es una gran carga, un
gran peso y una gran fatiga. ¿Quién no huiría de esta fatiga? Pero el Evangelio me
aterroriza. Se acercó cierto siervo y dijo a su Señor: Sabía que tú eras un hombre duro,
que cosechas donde no sembraste (Lc 19,21).» (S. AGUSTIN, Sermones, 339,4)

1005 El gozo del predicador ha de acompañar a sus palabras.- «/.../ será bueno que
recuerdes que nada es tan dañoso para nuestra palabra de instrucción a los
ignorantes, como tratar de concebir lo inusitado y hastiarnos de hablar lo usual.
No cabe duda que seremos oídos mucho más gratamente, si nosotros también
nos gozamos de nuestra labor. Porque el hilo de nuestras palabras vibra en nuestro
gozo, y observamos que brotan más espontáneamente y son recibidas con más
aceptación. Por tanto, no es una empresa ardua el enseñar lo que se debe creer,
establecer los límites de la exposición, ni cuándo y cómo deba ser activa la narración;
y si algunas veces breve y otras más larga, pero siempre completa y perfecta.
Empero el máximo cuidado debe ponerse en conseguir aquel método que más
gusta al catequista; tanto más deleitable será la lección cuanto más esto se consiga.»
(S. AGUSTIN, Tratado Catequístico, 1,2,4)

1006 Método catequístico.- «Por prudencia, no será conveniente que en todo se haga
patente el fin de la enseñanza, que es la caridad de un corazón puro, de una conciencia
buena y de una fe sincera (1Tim 1,5), como si toda la enseñanza tuviese que tratar
exclusivamente de ella. Más bien, con nuestro estímulo y dirección, lo descubra el
mismo a quien, con nuestras palabras, tratamos de instruir.» (S. AGUSTIN, Tratado
Catequístico, 1,3,6)
Vida sacramental

1007 Que el oyente, escuchando crea, creyendo espere y esperando ame.- «Grande es, en
efecto, la miseria del hombre soberbio; pero mayor la misericordia del Dios humilde.
Este mismo amor debe proponértelo como fin, al cual refieras todo lo que
digas. De modo que cualquier cosa que narres, así has de narrarla que el oyente,
escuchándote crea, creyendo espere, y esperando ame.» (S. AGUSTIN, Tratado Cate-
quístico, 1,4,8)

1008 Sobre el temor de Dios hay que edificar la caridad.- «Sobre la misma severidad de
Dios, que sacude con salubérrimo temor los corazones, hay que edificar la caridad.
De modo que el hombre se alegre de ser amado por quien tanto teme y, a su
vez, se anime a amarlo y tema desagradar su amor, aun cuando dentro de sí mismo
pueda impunemente hacerlo.» (S. AGUSTIN, Tratado Catequístico, 1,5,9)

1009 Compenetración entre el catequista y el catecúmeno.- «Ciertamente que, si nos


cansa repetir a menudo las enseñanzas usuales y apropiadas para niños, será
necesario que nos adaptemos a ellos con afecto fraternal, paternal y maternal, y así
unidos a sus corazones, hasta a nosotros mismos nos parecerán novedosas.
En realidad, mucho vale el afecto de un corazón que sabe compadecerse de
los demás. Y así como ellos se encariñan de nosotros que les enseñamos, así nosotros
de ellos, que aprenden. Compenetrarse mutuamente, de manera que ellos, escuchan-
do, nos atiendan con sus mismas palabras; y nosotros aprendamos de ellos a
expresarnos en forma que les guste.» (S. AGUSTIN, Tratado Catequístico, 1,12,17)

1010 Mas que decir al alumno muchas cosas de Dios, hablarle a Dios del alumno.- «Si
no obstante toda esta dedicación notamos que él es muy lerdo, necio y aún contrario,
habrá que soportarlo con misericordia y, desarrollando con brevedad lo que todavía
falta, insistir principalmente en todo lo que es fundamental sobre la unidad de la
Iglesia Católica, sobre las tentaciones y la conducta cristiana en vista al futuro y
terrible juicio. Pero de un modo especialísimo, más que decirle a él muchas cosas
sobre Dios, habrá que decirle a Dios mucho a favor de él.» (S. AGUSTIN, Tratado
Catequístico, 1,13,18)

1011 Caridad del catequista para con sus alumnos.- «Porque, aun cuando la misma
caridad se deba a todos, no a todos se debe dar el mismo remedio. En efecto, la
caridad a unos les engendra la fe, con otros se enferma, a otros cuida de instruirlos, a
otros teme ofenderlos; ante unos se inclina, ante otros se levanta; para unos es suave,
para otros enérgica; de ninguno, enemiga, y para todos, madre.» (S. AGUSTIN,
Tratado Catequístico, 1,15,23)
Vida sacramental

1012 Peligros de la oratoria.- «El orador que deja fluir de sus labios una necia elocuencia,
tanto más debe evitarse cuanto más se deleita el oyente en las cosas inútiles que de él
oye, pues como lo oyen hablar con elegancia, juzgan que también dice la verdad.
Este pensamiento no escapó de la mente de aquellos que juzgaron debía ser
enseñado el arte de la retórica, pues declararon que la sabiduría sin elocuencia
aprovecha poco a los Estados; la elocuencia sin la sabiduría, las más de las veces
daña, y nunca aprovecha. Luego, si los mismos que enseñaron los preceptos de la
retórica, instigados por la verdad, se vieron obligados a confesar esto en los mismos
libros que escribieron sobre la elocuencia, a pesar de no conocer la verdadera
sabiduría, es decir, la celeste que desciende del Padre de las luces, ¿cuánto más lo
debemos confesar nosotros, que somos hijos y ministros de tal sabiduría? tanto más
o menos sabiamente habla un hombre cuanto más o menos hubiese aprovechado en
las santas Escrituras. No digo en tenerlas muy leídas y en saberlas de memoria, sino
en calar bien su esencia y en indagar con ahínco sus sentidos. Porque hay algunos
que las leen y las descuidan; las leen para retenerlas de memoria, y descuidan
entenderlas. A los cuales sin duda deben preferirse los que no tienen tan en la
memoria sus palabras, pero ven el corazón de ellas con los ojos de su espíritu. Pero
mejor que ambos es aquél que, cuando quiere, las expone y las entiende a la per-
fección.» (S. AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 4,5,7)

1013 Más puede la oración que la peroración.- «Ciertamente, éste nuestro orador cuando
habla de cosas justas, santas y buenas, y no debe hablar otras, ejecuta el decirlas
cuanto puede, para que se le oiga con inteligencia, con gusto y con docilidad. Pero
no dude que, si lo puede, y en la medida que lo puede, más lo podrá por fervor de
sus oraciones que por la habilidad de oratoria. Por tanto, orando por sí y por
aquellos a quienes ha de hablar, sea antes varón de oración que de peroración.
Cuando ya se acerque la hora de hablar, antes de soltar la lengua una palabra, eleve
a Dios su alma sedienta, para derramar lo que bebió y exhalar de lo que se llenó.» (S.
AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 4,15,32)

1014 El predicador ha de ser hombre de oración.- «Cuando un orador tenga que hablar al
pueblo o a un grupo más reducido, o dictar lo que se ha de decir públicamente, o lo
que se ha de leer por otros -si quieren o pueden-, ore para que Dios ponga en sus
labios palabras propicias. Porque, si la reina Ester, que había de hablar al rey en
favor de la salud temporal de su pueblo, oró para que Dios diese a sus labios
palabras convenientes (Est 14,13), ¿cuánto más debe orar, a fin de que reciba tal don,
el que trabaja con su palabra y doctrina por la eterna salud de los hombres? Aquellos
que han de decir lo que recibieron de otros, también oren antes de recibirlo por
aquellos de quienes lo reciben, para que se les dé lo que por ellos desean recibir. Y
Vida sacramental

una vez recibido oren, a fin de que ellos mismos lo pronuncien como conviene y lo
tomen aquellos para quienes lo pronunciaron. Y, finalmente, den gracias por el feliz
éxito del sermón de Aquél de quien no dudan que recibieron el don de hablar, para
que así, el que se gloría, se gloríe en Aquél en cuyas manos estamos nosotros y
nuestros discursos.» (S. AGUSTIN, Sobre la Doctrina Cristiana, 4,30,63)

1015 Discreto en el silencio y útil cuando hable.- «Sea el prelado discreto en el silencio y
útil cuando hable, de modo que, ni diga lo que se debe callar ni calle lo que se debe
decir; porque así como el hablar imprudente conduce al error, así también el silencio
indiscreto deja en el error a los que podían ser instruidos, pues con frecuencia los
prelados imprudentes, temiendo perder el favor humano, no se atreven a decir libre-
mente lo que se debe y, conforme a lo que dice la Verdad, ya no se cuidan de la grey
con amor de pastores, sino cual mercenarios, puesto que cuando viene el lobo huyen,
esto es, se resguardan bajo el silencio.
Quienquiera, pues, que llegue al sacerdocio, recibe el oficio de pregonero,
para que, antes de la llegada del Juez, que viene después con terror, él mismo le
preceda clamando. Por tanto, si el sacerdote no sabe predicar, ¿qué voces dará el
pregonero mudo? Que por esto el Espíritu Santo se asentó sobre los primeros
pastores en forma de lenguas, precisamente porque a los que hubiere llenado, en
seguida los hace hablar /.../.
Mas, cuando el prelado se dispone a hablar, atienda a la gran cautela con que
debe hablar, no sea que, si se lanza a hablar sin concierto, queden los corazones de
los oyentes heridos con el dardo del error, y tal vez, por parecer sabio, rompa necia-
mente la trabazón de la unidad.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 2,4)

1016 Humildad del predicador.- «Mas, porque con frecuencia, cuando se ha esparcido
copiosa y convenientemente la predicación, el ánimo del que habla se engríe para
consigo mismo con secreto gozo de su propia ostentación, es menester gran cuidado
para mortificarse hiriéndose con el temor, no venga a suceder que quien llama a la
salud, curando las llagas de otros, él mismo, por descuidar la salud suya, se
entumezca, o se rinda él ayudando a otros, o caiga levantando a los demás; pues con
frecuencia la grandeza del poder ha servido a algunos para perderse, porque,
contándose seguros, por confiar demasiado en sus fuerzas, inopinadamente
perecieron por su descuido.
Y es que, cuando la virtud se resiste a los vicios, el alma se complace en sí
misma con cierta delectación de sí; y ocurre que el ánimo del que obra bien pierde el
miedo de su circunspección y, seguro, descansa confiado en sí. Al alma así
emperezada, el astuto seductor va enumerando lo mucho que ha hecho y le ensalza
en la hinchazón del pensamiento como de mayor valía que los demás.
Por tanto, es necesario que, cuando nos halague la abundancia de virtudes, la
mirada del alma se vuelva a su flaqueza y se mantenga saludablemente en lo bajo,
Vida sacramental

para que vea, no lo bueno que hace, sino lo que descuida hacer, a fin de que, hu-
millándose el corazón con el recuerdo de su debilidad, ante el Autor de la humildad,
se afiance más y con mayor firmeza en la virtud.» (S. GREGORIO MAGNO, Regla
Pastoral, 4)

1017 Muchos los sacerdotes; pocos obreros para la mies.- «La mies, en verdad, es mucha;
mas los trabajadores pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a sus mies (Lc
10,2). Para la mies abundante son pocos los obreros -cosa que no podemos decir sin
gran tristeza-; porque, si bien no faltan los que oyen las cosas buenas, pero faltan
quienes las digan. Vedlo: el mundo está lleno de sacerdotes; pero, con todo, es muy
difícil hallar un obrero en la mies del Señor, porque recibimos, sí, el oficio sacerdotal,
pero no cumplimos el deber del oficio. Así que pensad, hermanos carísimos, y estad
atentos a lo que se dice:
Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Vosotros rogad por
nosotros, para que podamos trabajar lo debido cerca de vosotros y no cese nuestra
lengua en la exhortación, no sea que, después de haber recibido el puesto de pre-
dicar, nuestro silencio nos denuncie ante el justo Juez; que muchas veces la lengua se
reprime por la propia maldad de los predicadores, sí, pero muchas veces, por culpa
de los súbditos, sucede el que se substraiga la palabra de la predicación a los que
presiden.
Pero no es fácil conocer por culpa de quien se substrae al predicador la
palabra; mas certísimamente se sabe que el silencio del pastor algunas veces le
perjudica a él mismo y siempre a los súbditos.» (S. GREGORIO MAGNO, Homilías
sobre los Evangelios, 1,17)

1018 El predicador ha de evitar el vicio de la arrogancia.- «Escucha mis palabras, Job, presta
oído a mi discurso (Job 23,1). Esta es la característica propia de la manera de enseñar
de los arrogantes, que no saben inculcar sus enseñanzas con humildad, ni comunicar
rectamente las cosas rectas que saben. En su manera de hablar se pone de manifiesto
que ellos, al enseñar, se consideran como situados en lugar más elevado, y miran a
los que reciben su enseñanza como si estuvieran muy por bajo de ellos, y se dignan
hablarles no en plan de consejo sino como quien pretende imponerles su dominio.
A éstos tales les dice con razón el Señor, por boca del profeta: Vosotros los
habéis dominados con crueldad y violencia (Ez 34,4). Con crueldad y con violencia
dominan, en efecto, aquellos que, en vez de corregir a sus súbditos razonando
reposadamente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad.
Por el contrario, la verdadera enseñanza evita con su reflexión este vicio de la
arrogancia, con tanto más interés cuanto que su intención consiste precisamente en
herir, con los dardos de sus palabras, a aquel que es el maestro de la arrogancia.
Procura, en efecto, no ir a obtener, con una manera arrogante de comportarse, el
resultado contrario, es decir; predicar a aquél a quien quiere atacar, con santas
Vida sacramental

enseñanzas, en el corazón de sus oyentes. Y así, se esfuerza por enseñar de palabra y


de obra la humildad, madre y maestra de todas las virtudes; de manera que la
explica a los discípulos de la verdad con las acciones, más que con las palabras.» (S.
GREGORIO MAGNO Tratados Morales sobre el libro de Job, 23,23-24)
Vida sacramental

XXXVI. Vida sacramental

«Después de esto vino Jesús, y con él sus discípulos, a la región de


Judea, y allí moraba con ellos y bautizaba» (Jn 3,22).

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; quien come de este pan
vivirá para siempre, y e pan que yo daré es mi carne por la vida del
mundo» ((Jn 6,51).

«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,


perdonados les son; a quienes se los retuviereis, retenidos les quedan»
(Jn 20,22-23).

«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el


nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

«Y tomando un pan, habiendo dado gracias, lo partió y se lo dio a ellos,


diciendo: Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros. Haced esto
en memoria mía» (Lc 22,19).
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defined.1019 La celebración de la Eucaristía.- «Por lo tanto, poned empeño en
reuniros con más frecuencia para celebrar la Eucaristía de Dios y tributarle gloria.
Porque, cuando apretadamente os congregáis en uno, se derriban las fortalezas de
Satanás y por la concordia de vuestra fe se destruye la ruina que él os procura.
2. Nada hay más precioso que la paz, por la que se desbarata la guerra de las
potestades celestes y terrestres.» (S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Efesios,
13,1-2)

1020 Celebración del Bautismo.- «Vamos a explicar ahora de qué modo, después de reno-
vados por Jesucristo, nos hemos consagrado a Dios, no sea que, omitiendo este
punto, demos la impresión de proceder en algo maliciosamente en nuestra
exposición. 2. Cuantos se convencen y tienen fe de que son verdaderas estas cosas
que nosotros enseñamos y decimos, y prometen poder vivir conforme a ellas, se les
instruye ante todo, para que oren y pidan, con ayunos, perdón a Dios de sus
pecados, anteriormente cometidos, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con
ellos. 3. Luego los conducimos a sitio donde hay agua y por el mismo modo de rege-
neración con que nosotros fuimos también regenerados, son regenerados ellos; pues
entonces toman en el agua el baño en el nombre del Padre y Soberano del universo,
y de nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo.» (S. JUSTINO, Apología I,
61,1-3)

1021 Liturgia eucarística.- «Por nuestra parte, nosotros, después de así lavado el que ha
creído y se ha adherido a nosotros, le llevamos a los que se llaman hermanos, allí
donde están reunidos con el fin de elevar fervorosamente oraciones en común por
nosotros mismos, por el que acabó de ser iluminado y por todos los otros esparcidos
por el mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser
hallados por nuestras obras hombres de buena conducta y guardadores de lo que se
nos ha mandado, y consigamos así la salvación eterna. 2. Terminadas las oraciones,
nos damos mutuamente ósculo de paz. 3. Luego, al que preside a los hermanos, se le
ofrece pan y un vaso de agua y vino, tomándolos él, tributa alabanzas al Padre del
universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga
acción de gracias, por habernos concedido esos dones, que de él nos vienen. Y
cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el
pueblo presente aclama, diciendo: Amén. 4. Amén, en hebreo, quiere decir Así sea. 5.
Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre
nosotros se llaman ministros o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del
Ministerio pastoral

pan, y del vino y del agua sobre los que se dijo la acción de gracias, y lo llevan a los
ausentes.» (S. JUSTINO, Apología I, 65,1-5)

1022 Celebración del Domingo.- «El día que se llama del sol se celebra una reunión de
todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el
tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los Profetas. 4. Luego,
cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación
a que imitemos estos bellos ejemplos. 5. Seguidamente nos levantamos todos a una y
elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan, y vino
y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y
acciones de gracias, y todo el pueblo exclama diciendo Amén. Ahora viene la distri-
bución y participación, que se hace a cada uno de los alimentos consagrados por la
acción de gracias, y su envío por medio de los diáconos a los ausentes. 6. Los que
tienen y quieren, según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogi-
do se entrega al presidente, y él socorre de ello a huérfanos y viudas, a los que
padecen enfermedad, o por otra causa están necesitados, a los que están en las cár-
celes, a los forasteros de paso, y, en una palabra, él se constituye provisor de cuantos
se hallan en necesidad. 7. Y celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el
día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y
el día también en que Jesucristo, nuestro Salvador resucitó entre los muertos; pues es
de saber que le crucificaron el día de Saturno y, al siguiente al día de Saturno, que es
el día del sol, aparecido a sus Apóstoles y discípulos, nos enseñó estas mismas
doctrinas que nosotros os exponemos para vuestro examen.» (S. JUSTINO, Apología
I, 67,1-7)

1023 Simplicidad de la liturgia frente a la complicación de los ritos mistéricos.- «Ahora


bien, notad cómo la perversión pueda llegar a hacerse de tal manera violenta, que
intente destruir la fe, o al menos impedir una adhesión total a ella, cuestionándola;
más aún, eliminando elementos tomados de sus estructuras fundamentales. No hay
nada que deje tan perpleja la mente humana, como la simplicidad de las obras de
Dios; efectivamente, estas aparecen simples, pero contienen en realidad promesas y
una eficacia portentosa.
Así sucede en el bautismo. En la simplicidad más completa, sin escenas
espectaculares, sin montajes fuera de lo ordinario, y a veces, además sin esfuerzo
alguno particular, nos encontramos inmersos en el agua y somos bautizados,mien-
tras se pronuncian muy pocas palabras, se nos saca finalmente del agua un poco más
limpios, o incluso, sólo limpios como antes; he aquí el motivo por el cual parece
increíble que se pueda, de este modo, obtener la eternidad.
2. Os aseguro, en cambio, que los solemnes ritos mistéricos en honor de los
dioses, basan su prestigio y su autoridad precisamente en el poder sugestivo de la
espectacularidad y la teatralidad, y en el cuantioso derroche. Mirad qué miserables
Ministerio pastoral

son los que no creen: niegan a Dios precisamente aquello que le pertenece como
cualidad característica: la simplicidad y el poder.
Entonces, ¿no es quizás maravilloso el hecho de que, con un simple baño,
queda destruida la muerte? Porque es algo maravilloso, ¿no hemos de creerlo? Todo
lo contrario; es una razón para creerlo aún más.» (TERTULIANO, El bautismo, 2,1-2)

1024 El bautismo, purificación del cuerpo y del alma.- «El acontecimiento bautismal se
asemeja a un acto extraordinariamente simple; dado que nuestros pecados son como
la suciedad que nos cubre, nos lavamos con agua. Pero los pecados no dejan señales
en nuestro cuerpo, ya que ninguno lleva sobre su piel manchas de idolatría, de
frivolidad o de fraude; en cambio, tales inmundicias manchan el alma, la verdadera
responsable del pecado, ya que es el alma quien gobierna, mientras el cuerpo está a
su servicio. Sin embargo, ambos, alma y cuerpo, están implicados en la
responsabilidad moral de la culpa; el alma, por haber tomado la iniciativa, y el
cuerpo, por haber favorecido la ejecución del pecado.
Por tanto, en el caso del bautismo, una vez que las aguas han adquirido, por
intervención del ángel, casi una capacidad de curar (Jn 5,4), es lavada el alma en
ellas, como si fuese un cuerpo, y el cuerpo es purificado como si fuese un alma.»
(TERTULIANO, El Bautismo, 4,5)

1025 Restauración de la imagen de Dios por el bautismo.- «De esta manera el hombre es
restaurado por Dios según la semejanza con él (Gén 1,26; Sab 2,23); antes existía ya
según la imagen de Dios; a decir verdad, se piensa que la imagen de Dios consiste en
la figura humana, mientras que la semejanza con Dios correspondería a la eternidad.
Ahora, de hecho, el hombre recibe de nuevo aquel espíritu de Dios, que entonces le
fue infundido con el soplo divino y que, después, había perdido con el pecado.»
(TERTULIANO, El bautismo, 5,7)

1026 El rito de la imposición de las manos.- «Después se nos impone la mano con una
plegaria de bendición, para invocar e invitar al Espíritu Santo. Si la habilidad del
hombre acierta a hacer emitir sobre el agua algunos soplos sonoros y consigue vivifi-
car tal mezcla de agua y de soplos con manos de artista puestos sobre las cañas, de
manera de emitir nuevos sonidos de indecible belleza, ¿deberemos acaso negar a
Dios la posibilidad de modular sobre el órgano hidráulico que es el hombre, con sus
santas manos, una maravillosa melodía espiritual? /.../.

2. También la imposición de la mano proviene de un rito sacramental bien


antiguo; aquél con que Jacob bendijo a sus nietos Efraín y Manasés, hijos de José,
cruzando sus manos mientras las imponía sobre sus cabezas (Gén 48,14). Evidente-
mente, aquellas manos puestas la una sobre la otra en forma de cruz, debían figurar
Ministerio pastoral

a Cristo y preanunciar ya desde entonces la bendición que habíamos de recibir en


Cristo.» (TERTULIANO, El Bautismo, 8,1-2)

1027 El agua acompaña siempre a Jesucristo.- «El agua siempre acompaña a Cristo.
También él llega a ser bautizado en el agua (Mt 3,13; Mc 1,9; Lc 3,21); invitando a las
bodas es con el agua con lo que inaugura la primera prueba de su poder de hacer
milagros (Jn 2,2-11); mientras predica, invita a los sedientos a beber su agua de
eternidad (Jn 4,14); cuando habla de la caridad, señala una obra de amor el solo dar
un vaso de agua a uno de sus semejantes (Mt 10,42; Mc 9,40); toma un poco de
sosiego junto a un pozo (Jn 4,6); camina sobre el agua (Mt 14,25; Mc 6,48; Jn 6,19); le
gusta pasar de una a otra parte del lago (Mt 14,34; Mc 6,33); sirve el agua a sus
discípulos.
Hasta en la pasión, se pueden encontrar testimonios a favor del bautismo;
cuando es condenado a la crucifixión, aparece también el agua, esta vez por las
manos de Pilatos (Mt 27,24); cuando es traspasado, de su costado sale agua, y la
lanza del soldado no hace otra cosa (Jn 19,34).» (TERTULIANO, El Bautismo, 9,4)

1028 Bautismo de agua y bautismo de sangre.- «Por tanto, él a través del agua del
bautismo, hace sentir su llamada y, a través de la sangre del martirio, completa
definitivamente su elección; por eso estos dos bautismos los hacen salir de la herida
del costado golpeado por la lanza (Jn 19,34), porque aquellos que creen en su sangre
deben ser después lavados en el agua, y aquellos que se han lavado en el agua deben
lavarse también después en su sangre. El martirio es un bautismo que sustituye al de
agua, si no se ha recibido, y que lo renueva, si se ha perdido su limpieza.»
(TERTULIANO, El Bautismo, 16,2)

1029 El Evangelio es el que hace a los mártires.- «En efecto, habiendo dicho el Señor que
los pueblos deben ser bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo, y que en el bautismo se perdonan los pecados pasados, él, sin parar mientes
en el precepto y la ley, manda que se conceda la paz y se perdonen los pecados en
nombre de Pablo, y añade que tal orden la ha recibido de Pablo, como podéis ver en
la carta del mismo Luciano y Celerino; en ella no ha pensado que no son los mártires
los que hacen el Evangelio, sino que el Evangelio es el que hace los mártires.» (S.
CIPRIANO, Cartas, 27,«a los presbíteros y diáconos de Roma»,3,3)

1030 Los mártires, fortificados por la comunión del Cuerpo de Cristo.- «/.../. 2. Pero al
presente es necesaria la paz, no a los enfermos sino a los sanos, y hemos de conceder
la comunión no a los que están a la muerte, sino a los vivos, para no dejar inermes y
al descubierto a los que animamos y exhortamos al combate, sino fortificarlos con la
Ministerio pastoral

protección de la sangre y el cuerpo de Cristo. La Eucaristía es la que cumple este


objeto y puede ser una defensa para los que la reciben; por eso debemos armar con
esa fuerza del alimento de Señor a los que queremos ver defendidos del enemigo.
Pues, ¿cómo les vamos a inducir e invitar a derramar la sangre confesando su
nombre, si negamos la sangre de Cristo a sus soldados que van a guerrear? O ¿cómo
vamos a hacer aptos para beber la copa del martirio, si no los admitimos antes a
beber en la Iglesia la copa del Señor por derecho de nuestra comunión?» (S.
CIPRIANO, Cartas, 57,«a Cornelio»,2,2)

1031 Bautismos de los niños recién nacidos.- «En lo que se refiere a la causa de los niños,
de los que dijisteis no conviene bautizarlos en el segundo o tercer día de haber
nacido, y que se ha de considerar la ley de la antigua circuncisión, es decir, que crees
que no debe bautizarse y purificarse al recién nacido antes del octavo día, todos
hemos determinado en nuestro concilio una cosa muy distinta. Nadie, pues, ha
estado de acuerdo en lo que vos considerabais que debía hacerse, sino más bien
todos hemos juzgado que no debía negarse la misericordia de Dios y su gracia a
ningún hombre recién nacido.» (S. CIPRIANO, Cartas, 64,«a Fido»,2,1)

1032 La confirmación, complemento del bautismo.- «Además, no se nace por la


imposición de las manos cuando se recibe el Espíritu Santo, sino en el bautismo, de
modo que se recibe al Espíritu Santo cuando se ha nacido, como sucedió en el primer
hombre, Adán. Primero Dios lo formó, después sopló en su rostro un aliento de vida.
2. Ni puede, por tanto, recibirse al Espíritu Santo si antes no existe el que lo recibe. Y
consistiendo el nacimiento de los cristianos en el bautismo, y estando la generación
y santificación en la sola esposa de Cristo, que puede dar a luz y engendrar
espiritualmente hijos para Dios, ¿dónde y de quién, y para quién nació quien no es
hijo de la Iglesia? Para tener a Dios por Padre, hay que tener antes a la Iglesia por
madre.» (S. CIPRIANO, Cartas, 74,«a Pompeyo»,7,1-2)

1033 Los pecados cometidos después del bautismo.- «Ahora bien, Dios en su bondad
castiga por estas tres causas: primero, para que el mismo que recibe el castigo se
vuelva mejor de como fue hasta ahora; después, para que aquellos que pueden
salvarse valiéndose de los ejemplos, amonestados, se dejen echar atrás en el tiempo
del mal; finalmente, para que el ofendido no sea fácilmente despreciado y expuesto a
las mortificaciones. En esto hay dos clases de corrección: una, mediante la instruc-
ción, y otra mediante el castigo.
Hay que tener presente que son sujetos al castigo aquellos que, después de su
bautismo, vuelven a caer en los pecados; si los cometidos anteriormente han sido
perdonados, los cometidos después, los debemos purificar.» (CLEMENTE DE ALE-
JANDRIA, «Strómata», 4,24,154)
Ministerio pastoral

1034 El bautismo de sangre.- «Estás viendo que llamó bautismo al derramamiento de su


sangre. Y, para que al decir esto, no ofenda, temo que este bautismo no sea más
importante que el que se hace con agua. Una vez recibido, muy poco son tan di-
chosos que puedan mantenerlo inmaculado hasta el final de su vida. Mas con este
otro bautismo, el que sea bautizado ya no puede pecar. Y si no es temerario atreverse
a más en tales cosas, podemos decir que por aquel bautismo se perdonan los pecados
pasados, por este otro, hasta los futuros se remedian. Allí son perdonados los
pecados; aquí son excluidos.» (ORIGENES, Homilía sobre los Jueces, 6,7)

1035 Bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.- «Puede
preguntarse por qué, cuando un hombre viene a renacer para la salvación que viene
de Dios (en el bautismo), hay necesidad de invocar al Padre, y al Hijo y al Espíritu
Santo; de suerte que no quedaría asegurada su salvación sin toda la Trinidad. Para
contestar esto, sería necesario, sin duda, definir las particulares operaciones del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En mi opinión las operaciones del Padre y del
Hijo se extienden, no sólo a los santos, sino también a los animales y a las cosas
inanimadas, es decir, a todo lo que tiene existencia. En cambio, la operación del
Espíritu Santo de ninguna manera alcanza a las cosas inanimadas, ni a los animales,
que no tienen habla; ni siquiera puede discernirse en los que, aunque dotados de
razón, se entregan a la maldad y no están orientados hacia las cosas mejores. En
suma, la acción del Espíritu está limitada a los que se van orientando hacia las cosas
mejores y andan por los caminos de Cristo Jesús, a saber, los que se ocupan de
buenas obras y permanecen en Dios.» (ORIGENES, Tratado de los Principios, I,3,5)

1036 Nacimiento del agua y del Espíritu.- «Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de
salvar al hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de
alejamiento, al que le había llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con
Dios. Este fue el motivo de la venida Cristo en la carne, de sus ejemplos de vida
evangélica, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección; que
el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua
condición de hijo adoptivo.
Es necesario, por tanto, para llegar a una vida perfecta, imitar a Cristo, no sólo
en los ejemplos que nos dio durante su vida /.../, sino también en su muerte /.../.
Pero ¿de qué manera podemos reproducir en nosotros su muerte? Sepultándonos
con él por el bautismo /.../. En efecto, los cuerpos de los que son bautizados quedan,
de alguna manera, sepultados bajo las aguas. Por eso el bautismo significa, de un
modo misterioso, el despojo de las obras de la carne, según aquellas palabras del
Apóstol: Fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por hombres, cuando os
despojaron de los bajos instintos de la carne, por la circuncisión de Cristo. Por el bautismo
Ministerio pastoral

fuimos sepultados con él (Col 2,11-12), ya que el bautismo purifica en cierto modo el
alma de las manchas ocasionadas en ella por el influjo de esta vida en carne mortal,
según está escrito: Lávame; quedaré más blanco que la nieve (Sal 50,9). Por esto
reconocemos un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte en favor del
mundo y una sola resurrección de los muertos, y de ambas es figura el bautismo.
Así se explica que el Señor, que nos dio la vida, estableció con nosotros la institución
del bautismo, que encierra un símbolo y principio de muerte y de vida: la imagen de
la muerte nos la proporciona el agua, la prenda de la vida nos la da el Espíritu.
He aquí en plena luz el objeto de nuestra búsqueda: ¿por qué el agua va unida
al Espíritu? Porque el bautismo se propone un doble fin: la abolición del cuerpo del
pecado, a fin de que no fructifique para la muerte, y la vida del Espíritu, para que
abunden los frutos de la santificación; el agua representa la muerte, haciendo como
que acoge al cuerpo en el sepulcro, mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vi-
vificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a la vida
primera.
Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu, puesto
que en el agua se lleva a cabo la muerte, y el Espíritu crea nuestra vida nueva. Por
eso precisamente el gran misterio del bautismo se efectúa mediante tres inmersiones
y otras tantas invocaciones, con el fin de expresar la figura de la muerte, y para que
el alma de los que se bautizan quede iluminada con la infusión de la luz divina.
Porque la gracia que se da por el agua no proviene de la naturaleza del agua, sino de
la presencia del Espíritu.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 15)

1037 Efectos del bautismo.- «El bautismo es esplendor de las almas, transformación de la
vida, pregunta hecha a Dios por nuestra conciencia. El bautismo es ayuda a nuestra
fragilidad. El bautismo es abandono de la carne, compañía del Espíritu, unión al
Logos, restauración de la naturaleza humana, cataclismo del pecado, participación
de la luz y destrucción de la tiniebla. El bautismo es vínculo que conduce a Dios,
peregrinación junto a Cristo, apoyo de la fe, perfección de la mente, llave del Reino
de los Cielos, cambio de vida, destrucción de la esclavitud, liberación de las
ataduras, mudanza en nuestra composición. En fin ¿a qué hacer más enumeraciones?
El bautismo es el más bello y el mayor de los dones de Dios.» (S. GREGORIO NA-
CIANCENO, Sermones, 40,3)

1038 El bautismo, don, gracia, unción, iluminación, vestidura, baño y sello.- «Como
Cristo, dador de este don, es nombrado con muchos y diferentes apelativos, así
también el don por él concedido recibe multitud de denominaciones diversas, ya sea
por la alegría que experimentamos cuando se nos concede, pues los que aman algo
apasionadamente se recrean en nombrar el objeto de su amor, ya sea por la variedad
de sus beneficios que nos mueve a emplear muchos nombres distintos para
Ministerio pastoral

designarlo. Lo llamamos don, gracia, bautismo, unción, iluminación, baño de re-


generación, sello, cuanto de precioso hay.
Don, porque se otorga a quienes nada habían; gracia, porque se da a los
deudores; bautismo, porque el pecado es sumergido en el agua a la par que nosotros;
unción, porque es sagrado y real, que tales eran las dignidades que requerían la
unción; iluminación, porque es esplendor; vestidura, porque vela nuestra vergüenza;
baño, porque purifica; sello, porque significa y conserva el poder.» (S. GREGORIO
NACIANCENO, Sermones, 40,4)

1039 Jacob, figura de Cristo y del bautismo.- «El bautismo es expiación de los pecados,
perdón de los delitos, causa de renovación y regeneración. Se entiende de aquella
regeneración que se contempla con la mente, que no se ve con los ojos.
Se había puesto sobre el pozo una gran piedra que, cuando se reunían los
pastores allí, solían quitarla para beber ellos y sus ovejas. Y Jacob sólo quita la piedra
y da de beber al rebaño de su esposa (Gén 29,1-30). Esto era, pienso, un enigma,
sombra del futuro. ¿Qué otra piedra tapaba el pozo sino el mismo Cristo? /.../.
Cristo, ocultando el misterio de la regeneración que, todavía en mucho tiempo, tenía
necesidad de ser revelado.
Nadie movía la piedra sino Israel, es decir, la mente que lleva a Dios. El cual
saca también agua y da de beber a las ovejas de Raquel, esto es, el misterio revelado,
que estaba escondido, da agua al rebaño de la Iglesia.
Añade a esto lo de las varas verdes descortezadas por Jacob (Gén 30,37-43).
Desde que aquellas varas fueron colocadas junto al pozo en aquel tiempo, Labán,
influido por la superstición de muchos dioses, se quedó pobre. Jacob empezó a
enriquecerse y a tener muchos corderos. En sentido alegórico, hay que ver en Labán
al diablo, y a Cristo en Jacob. Pues, a partir del bautismo, Cristo quitó su rebaño al
diablo y se enriqueció.» (S. GREGORIO DE NISA, Sermón del Santo Bautismo)

1040 El bautizado ha de luchar frente al dragón.- «Grande cosa es el bautismo de que


estamos tratando; es rescate para los cautivos, remisión de los pecados, muerte del
pecado, regeneración del alma, esplendorosa vestidura, santa e indeleble señal,
vehículo para ir al cielo, delicias del paraíso, y don para obtener el reino y la
adopción.
Por lo demás, el dragón está al acecho de todos los caminantes, guárdate,
pues, no te muerda con la infidelidad, porque mira a muchos que se hacen salvos y
busca a quien devorar. Vas a pasar al Padre de los espíritus, pero antes tienes que
pasar delante de aquel dragón. ¿Cómo, pues, le burlarás? Calza tus pies con la
preparación del Evangelio de la paz, para que, aunque te hinque el diente, no te
pueda herir. Ten fe segura, firme esperanza y fundamento fuerte, para que, por el
mismo lugar ocupado por el enemigo, pases hasta el Señor. Prepara tu corazón para
recibir la doctrina, y para la participación de los sagrados misterios. Ora
Ministerio pastoral

frecuentemente y no ceses ni de día ni de noche, para que Dios te haga digno de esos
inmortales misterios; y cuando el sueño se aparte de tus ojos, tu alma vuelva a la
oración /.../.» (S. CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis, «Sermón previo»,16)

1041 Preparación para el bautismo.- «Alégrense los cielos y regocíjese la tierra, por estos
que van a ser rociados con el hisopo y purificados con el hisopo espiritual, por el
poder de aquél que en el tiempo de la pasión sufrió los tormentos del hisopo y de la
caña. Alégrense las virtudes de los cielos; y prepárense las almas que van a
desposarse con el Esposo, ya que suena la voz del que clama en el desierto: Preparad
los caminos del Señor /.../ (Mt 3,3).
2. El Esposo llama a todos sin distinción y, por medio del pregonero, recoge a
todos; mas luego, él mismo va escogiendo a aquellos que han de entrar en las bodas
del bautismo; que ninguno de los inscritos tenga que oír aquella voz: Amigo, ¿cómo
has entrado aquí sin el vestido de bodas? (Mt 22,12), sino que todos oigáis ¡ojalá! lo del
Evangelio: Bien, siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, te haré señor de mucho;
entra en el gozo de tu Señor (Mt 25,21-23) /.../.
3. El bautismo es algo sumamente valioso y debéis acercaros a él con la mejor
preparación. Que cada uno se ponga en la presencia de Dios, estando presentes
muchos miles de ejércitos de ángeles. El Espíritu Santo ha de sellar vuestras almas
para ser llamados a la milicia del gran rey.» (S. CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis,
3,«a los iluminados»,1-3)

1042 A partir del bautismo tiene lugar el combate.- «El tiempo que ha precedido al
bautismo era un campo de entrenamiento y de ejercicios, donde las caídas
encontraban su perdón. A partir de hoy, la arena está abierta para vosotros, el
combate tiene lugar, estáis bajo la mirada pública, y no sólo los hombres, también el
pueblo de los ángeles contemplan vuestros combates. Pablo grita en su carta a los
Corintios: Nosotros hemos sido presentados como espectáculo al mundo, a los ángeles y a los
hombres (1Cor 4,9). Los ángeles nos contemplan y el Señor de los ángeles es el que
preside el combate. Para nosotros es, no sólo un honor, sino también una seguridad.
Cuando, en efecto, aquél que ha entregado su vida por nosotros, es juez de estos
asaltos, ¿qué honor y qué seguridad no es para nosotros?» (S. JUAN CRISOSTOMO,
Ocho Catequesis Bautismales,3,8)

1043 Bautismo y Eucaristía.- «Del costado salió sangre y agua (Jn 19,34). No quiero, amado
oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte
aún otra interpretación mística. He dicho que este agua y esta sangre eran símbolo
del bautismo y de la Eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la
Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es
decir, con el bautismo y la Eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del
Ministerio pastoral

costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada
Eva.
Por esta misma razón afirma S. Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de
sus huesos (Ef 5,30), aludiendo con ello al costado de Cristo, pues, del mismo modo
que Dios hizo la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el
agua y la sangre salida de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera
que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos
dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué
alimento nos nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la
misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a
alimentar con su propia sangre y con su leche a quien a dado a luz, así también
Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho
renacer.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Ocho Catequesis bautismales, 3,17-19)

1044 Vestidura blanca del bautizado.- «Ahora vuestra vestidura radiante atrae sobre
vosotros todas las miradas, y la limpieza insigne de vuestra alma queda reflejada en
este resplandor de vuestro hábito. Por lo mismo, es justo que, en adelante, vosotros
los que acabáis de merecer el don del bautismo, y también vosotros a quienes de
antes se os ha dispensado la misma liberalidad, os hagáis contemplar de todos por
vuestra conducta perfecta y luminosa, como una antorcha para aquellos que os vean.
Porque este vestido espiritual, con que solamente queramos conservar su brillo,
conforme avance el tiempo, más viva será la luz y más amplio el resplandor de su
claridad. Esto no podrá ocurrir jamás a las vestiduras materiales /.../.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Ocho Catequesis Bautismales, 7,24)

1045 Toda justicia, situada en el bautismo.- «La acción del bautismo se completa con el
agua, pero la eficacia viene por el Espíritu Santo. El agua no cura si el Espíritu Santo
no ha descendido y ha consagrado el agua. Has leído cómo nuestro Señor Jesucristo
instituyó el bautismo. Vino a Juan y Juan le dijo: Yo debo ser bautizado por ti y ¿tú
vienes a mí? Le respondió Cristo: Déjame hacer ahora, pues así nos cumple realizar toda
justicia (Mt 3,14-15). Ves cómo toda la justicia está situada en el bautismo.» (S.
AMBROSIO, De los Sacramentos, 1,15)

1046 Iniciación cristiana.- «Viniste deseando por haber visto una gracia tan grande;
venías al altar, lleno de deseos, para recibir el sacramento /.../. Te despojaste de la
vejez de tus pecados, recibiste la juventud de la gracia. Esto es lo que te dieron los
sacramentos celestiales. Oye de nuevo a David, que dice: Se renovará tu juventud como
un águila (Sal 102,5). Empezaste a ser un águila buena, que asciende al cielo y despre-
cia las cosas terrenas. Las águilas buenas junto al altar. Donde está el cuerpo, allí se
Ministerio pastoral

juntarán las águilas (Mt 24,28). El altar representa el cuerpo y el cuerpo de Cristo está
sobre el altar. Vosotros sois las águilas, renovadas por la ablución del pecado.» (S.
AMBROSIO, De los Sacramentos, 4,7)

1047 Con la Eucaristía anunciamos el perdón de los pecados.- «Cada vez que coméis este
pan y bebéis el cáliz, anunciáis la muerte del Señor (1Cor 11,26). Si (nosotros anunciamos)
la muerte, anunciamos el perdón de los pecados. Si cuantas veces se derrama la
sangre, se derrama para el perdón de los pecados, debo recibirla siempre, para que
siempre perdone mis pecados. Yo que siempre peco, debo tener siempre la
medicina.» (S. AMBROSIO, De los Sacramentos, 4,28)

1048 Crucificados con Cristo por el bautismo.- «Es evidente que, en el que es bautizado,
está crucificado el Hijo de Dios; porque nuestra carne no podría estar libre de
pecado, si no estuviera crucificada en Cristo Jesús. Está escrito: O ¿es que ignoráis que
cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? (Rom 6,3). Y
más adelante: Si hemos sido hechos una cosa con él por el simulacro de su muerte, lo sere-
mos también por lo que lo es de su resurrección; sabiendo esto: que nuestro hombre viejo fue
crucificado con él (Rom 6,5-6). Y a los Colosenses: Sepultados con él en el bautismo, en el
que fuimos también juntamente resucitados con él (Col 2,12). Esto se ha escrito para que
nosotros creamos que es él quien está crucificado en nosotros; para que, por él,
nuestros pecados sean lavados y que él quitó de en medio el acta escrita contra nosotros,
clavándola en la cruz (Col 2,14), porque él solo puede perdonar nuestros pecados. El es
quien triunfa en nosotros de los principados y las potestades, como está escrito:
Habiendo despojado a los principados y potestades, les exhibió a la vista del mundo, triun-
fando de ellos en sí mismo (Col 2,15).» (S. AMBROSIO, Tratado de la Penitencia, 2,2,9)

1049 La Vigilia madre de todas las vigilias.- «Para exhortarnos a imitarle, el


bienaventurado apóstol S. Pablo mencionaba también sus frecuentes vigilias, entre
otras muchas pruebas de su virtud (2Cor 11,27). ¡Cuánto mayor ha de ser nuestra
alegría en la observancia de esta Vigilia, en cierto modo la madre de todas las
vigilias, en la que todo el mundo está despierto!» (S. AGUSTIN, Sermones, 219)

1050 La vida del cristiano, levantar el corazón.- «Después del saludo conocido: El Señor
esté con vosotros, escuchasteis: Levantemos el corazón. La vida entera de los cristianos
auténticos consiste en levantar el corazón, tener el corazón en alto: He aquí la vida
de quienes son cristianos no sólo de nombre, sino también en realidad de verdad;
¿qué significa Levantar el corazón? Poner la esperanza en Dios, no en ti; pues tú estás
abajo, mientras Dios está arriba.» (S. AGUSTIN, Sermones, 229)
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1051 Tener levantado el corazón hacia el Señor.- «En cierto modo hacemos una pregunta
y una exhortación al decir: Levantemos el corazón. No lo tengáis en el suelo, el corazón
se pudre al contacto con la tierra; levantadlo hacia el cielo. Levantemos el corazón;
pero ¿hacia dónde? ¿Cómo respondéis? ¿Hacia dónde levantáis el corazón? Lo
tenemos levantado hacia el Señor. El mismo tener levantado el corazón, a veces es
bueno, a veces es malo. ¿Cómo es malo? Es cosa mala en aquellos de quienes se dijo:
Los derribaste cuando se ensalzaron (Sal 72,18). Tener en alto el corazón, si no es hacia el
Señor, en vez de justicia, es soberbia; por este motivo, cuando decimos: Levantemos el
corazón, dado que también la soberbia puede mantenerlo elevado, respondéis: Lo
tenemos levantado hacia el Señor. Es, pues, misericordia, no orgullo. Y, si es
misericordia el que tengamos el corazón levantado hacia el Señor, ¿lo hemos conse-
guido nosotros? ¿Es resultado de nuestras fuerzas? En ningún modo. El lo hizo, él
quien tuvo esa bondad, él alargó su mano, él anticipó su gracia, él elevó lo que
estaba caído. En consecuencia, después de haber dicho: Levantemos el corazón, y de
haber respondido: Lo tenemos levantado hacia el Señor, para que no os atribuyáis el
tener en alto el corazón, añade: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.» (S. AGUSTIN,
Sermones, 229A)

1052 Pecados cometidos después del bautismo.- «Tú viste también, Dios mío, pues eras
ya mi guarda, con qué fervor de espíritu y con qué fe solicité de la piedad de mi
madre y de la madre de todos nosotros, tu Iglesia, el bautismo de tu Cristo, mi Dios
y Señor /.../. Difiriose, en vista de ello, mi purificación, juzgando que sería
imposible que, si vivía, no me volviese a manchar y que el reato de los delitos
cometidos después del bautismo, es mucho mayor y más peligroso.» (S. AGUSTIN,
Las Confesiones, 1,11,17)

1053 El canto de los himnos y los Salmos.- «No hacía mucho tiempo que la Iglesia de
Milán había empezado a celebrar este género de consolación y exhortación, con gran
entusiasmo de los hermanos, que los cantaban con la boca y el corazón. Es a saber:
desde hacía un año o poco más, cuando Justina, madre del emperador Valentiniano,
todavía niño, persiguió por causa de su herejía -a la que había sido inducida por los
arrianos- a tu varón Ambrosio. Velaba la piadosa plebe en la Iglesia, dispuesta a
morir con su obispo, tu siervo.
Allí se hallaba mi madre, tu sierva, la primera en solicitud y en las vigilias,
que no vivía sino para la oración. Nosotros, todavía fríos, sin el calor de tu Espíritu,
nos sentimos conmovidos, sin embargo, por la ciudad atónita y turbada.
Entonces fue cuando se instituyó que se cantasen himnos y salmos, según la
costumbre oriental, para que el pueblo no se consumiese del tedio de la tristeza.
Desde ese día se ha conservado hasta el presente, siendo ya imitada por muchos, casi
Ministerio pastoral

por todas tus Iglesias, en las demás regiones del orbe.» (S. AGUSTIN, Las
Confesiones, 9,7,15)

1054 Tradición apostólica y liturgia de las Iglesias.- «Ante todo quiero que retengas lo
que es principal en este debate, a saber: que Nuestro Señor Jesucristo, como él mismo
dice en su Evangelio, nos ha sometido a su yugo suave y a su carga ligera. Reunió la
sociedad del pueblo con sacramentos, pocos en número, fáciles de observar, ricos en
significación: así el bautismo, que se celebra en nombre de la Trinidad, así la co-
munión de su Cuerpo y Sangre y cualquiera otro que se contenga en las Escrituras
canónicas. Se exceptúan los sacramentos que recargan la servidumbre del pueblo
antiguo, acomodados a su corazón y a los tiempos proféticos, y que también se
contienen en los cinco libros de Moisés. Todo lo que observamos por tradición,
aunque no se halle escrito; todo lo que observa la Iglesia en todo el orbe, se
sobreentiende que se guarda por recomendación o precepto de los apóstoles o de los
concilios plenarios, cuya autoridad es indiscutible en la Iglesia. Por ejemplo, la
pasión del Señor, su resurrección, ascensión a los cielos y venida del Espíritu Santo
desde el cielo, se celebran en el aniversario. Lo mismo diremos de cualquiera otra
práctica semejante que se observe en toda la Iglesia universal.
2. Hay otras prácticas que varían según los distintos lugares y países. Así, por
ejemplo, unos ayunan el sábado y otro no; unos comulgan cada día con el Cuerpo y
la Sangre del Señor, otros comulgan sólo en ciertos días. Unos no dejan pasar un día
sin celebrar, otros celebran sólo el sábado y el domingo. Si se consideran estas
prácticas y otras semejantes, que pueden presentarse, todas son de libre elección. En
todo esto, la mejor disciplina para el cristiano, es acomodarse al modo que viere
observar en la Iglesia, en la que se encontrare. Pues lo que no va contra la fe, ni
contra las buenas costumbres, hay que tenerlo por indiferente y observarlo por so-
lidaridad con aquéllos, entre quienes se vive.» (S. AGUSTIN, Cartas, 54,«a las
consultas de Jenaro»,1-2)

1055 El mismo sacramento de la fe hace fiel al niño.- «Por lo tanto, aunque no hace fiel al
niño aquella fe que reside en la voluntad de los que creen, con todo, le hace fiel el
mismo sacramento de la fe. Los adultos contestan que cree y así mismo lo llaman
fiel, no porque el niño acepte la realidad con su propia mente, sino porque recibe el
sacramento de esa realidad. Cuando el niño comenzare a ser consciente, no repetirá
dicho sacramento, sino que lo entenderá simplemente y se ajustará a la verdad del
mismo, poniendo su voluntad en consonancia con él. Mientras eso no llega, el
sacramento tendrá eficacia para proteger al niño contra las potestades enemigas.
Tanta eficacia tendrá que, si el niño muriere antes de llegar al uso de la razón, se
libertará, con la ayuda cristiana, de aquella condenación que entró en el mundo por
un hombre. Ello acontece gracias al mismo sacramento, garantizado por la caridad
de la Iglesia.» (S. AGUSTIN, Cartas, 98,«al obispo Bonifacio»,10)
Ministerio pastoral

XXXVII. Ministerio pastoral

«Y Jesús, al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban


extenuadas y abandonadas como ovejas sin pastor» (Mc 9,36).

«Entonces le llevaron unos niños, para que les impusiera las manos y
rezara una oración. Los discípulos los reprendieron; pero Jesús dijo:
Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, pues de los que son
como ellos es el reino de los cielos» (Mt 19,13-14).

«Y les decía: Donde quiera que entréis en una casa, quedaos allí hasta
que salgáis de allí»(Mt 6,10).

«Quién de vosotros, que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja
las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta que
la encuentra? Y cuando la encuentra se la pone sobre los hombros, y
cuando llega a casa convoca a sus amigos y a los vecinos para decirles:
Alegraos conmigo, porque encontré a mi oveja perdida» (Lc 15,4-6).

«Yo soy el buen pastor, y conozco a las mías y las mías me conocen,
como me conoce el Padre y yo conozco al Padre; y doy mi vida por las
ovejas» (Jn 10,24-25).
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defined.1056 La Iglesia no se cierra a nadie, ni el Obispo rehúsa a nadie.- «Si
quieren requerir nuestro juicio, que vengan, por fin, si pueden tener alguna excusa y
defensa debemos ver qué sentimientos de dar satisfacción, qué fruto de penitencia
traen. Ni la Iglesia aquí se cierra a nadie, ni el obispo rehúsa a nadie. Están a
disposición de los que vengan nuestra paciencia, nuestra facilidad, nuestra
benignidad. Deseo que todos vuelvan a la Iglesia, deseo que todos nuestros
compañeros de lucha se recojan dentro del campo de Cristo y de la Casa de Dios
Padre. Perdono todo, disimulo muchas faltas por el gran deseo de recoger a todos
los hermanos /.../. Abro mis brazos con amor pronto y pleno a los que vuelven con
arrepentimiento, confesando su pecado, dando satisfacción con humildad y sencillez.
XVII 1.- Si hay algunos que creen poder volver a la Iglesia, no con súplicas
sino con amenazas, o consideran que van a abrir la puerta con el terror y no con
lágrimas y satisfacciones, tengan por seguro que la Iglesia del Señor se mantiene
cerrada para los tales y que el campamento de Cristo, que es invencible, resistente y
fortificado para la defensa del Señor, no cede con amenazas. El obispo de Dios, que
defiende el Evangelio de Dios y custodia los mandatos de Cristo, puede ser matado,
pero no vencido.» (S. CIPRIANO, Cartas, 59,«a Cornelio»,16,3-17,1)

1057 Castidad de los casados y de los monjes.- «Demostrando con toda claridad ese
punto, vamos también a examinar quién caerá más fácilmente, si es que esto necesita
de examen. La castidad no hay duda que la guardará más fácilmente el que tiene
mujer, pues goza de grande ayuda; mas en todo lo demás, la cosa no aparece ya tan
clara. Y hasta en punto a la castidad, vemos que son más los casados que caen que no
los monjes, pues no son tantos los monjes que salen de los monasterios para casarse,
como los esposos que saltan del lecho de sus mujeres para echarse en brazos de las
rameras.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Contra los impugnadores de la vida monástica,
3,15)

1058 El imperio del rey y el imperio del monje.- «Ahora bien, el rey está a la cabeza de
ciudades, regiones y numerosas naciones y, con un solo gesto, pone en movimiento a
generales y prefectos, ejércitos y pueblo, y consejos o senados; más el que se ha
consagrado a Dios y profesa la vida monástica, ejerce su imperio sobre la ira, la
envidia, la avaricia, la gula y los demás vicios; todo su cuidado y preocupación es no
consentir que su alma se someta a las pasiones vergonzosas, y su razón no se haga
esclava de amarga tiranía y, para mantener constantemente su espíritu por encima
de todas las cosas, pone el temor de Dios por muro de sus pasiones. Tal es el imperio
Iglesia particular. Iglesia doméstica

y poder que ejerce el rey; tal el que ejerce el monje; a vista de uno y otro, con más
razón ha de llamarse rey al monje que no el que brilla por la púrpura y la corona, y
se sienta sobre trono de oro.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Paralelo entre el monje y el
rey, 1)

1059 Ventajas del monje sobre el rey.- «Si uno y otro cayeren, el monje por perder su
virtud y el rey su realeza, el monje se recobrará fácilmente y borrados rápidamente
sus pecados por medio de la oración, las lágrimas, el dolor y el cuidado de los
pobres, volverá fácilmente de nuevo a su antiguo imperio; mas, si el rey cae,
necesitará para recobrar el suyo de muchos aliados, de muchos hoplitas, de caballos
y caballeros, dinero y peligros. Además, el rey tiene que poner en los otros toda la
esperanza de su salvación; el monje, empero, por su propia determinado, por su
empeño y mudanza de vida, tendrá inmediatamente la salud en su mano. Porque el
reino de los cielos, dice el Señor, está dentro de vosotros (Lc 17,21).» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Paralelo entre el monje y el rey, 4)

1060 Corrección en la Iglesia, no por la violencia, sino por la persuasión.- «A nadie


como los cristianos está vedado corregir a la fuerza a los que pecan. Los jueces
seculares, sí, cuando un malhechor cae bajo la ley, hacen alarde de su poder, y le
obligan, mal que le pese, a dejar sus costumbres; pero entre nosotros no es lícito
corregir a nadie por la violencia, sino por la persuasión. No nos conceden las leyes
tanto poder de coerción contra los que pecan ni, caso que nos lo concedieran, nos
serviría para nada, puesto que Dios no corona a los que por necesidad se apartan del
mal, sino a quienes lo evitan por libre voluntad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Sobre el
Sacerdocio, 3,3)

1061 Ejercicio del ministerio pastoral.- «Por eso, gran prudencia se requiere en el pastor
y mil ojos ha de tener para mirar por todos los costados la disposición del alma.
Porque como hay muchos que se ensoberbecen y caen en desesperación de su salud,
por no poder soportar las medicinas amargas, así hay quienes, por no sufrir el
castigo adecuado a sus pecados, se abandonan a la negligencia, se vuelven mucho
peores y se abalanzan a mayores pecados. Ninguno de estos puntos ha de dejar el
sacerdote sin examinar, sino, diligentemente mirado todo, aplicar entonces
convenientemente su remedio, a fin de que su empeño no resulte vano.» (S. JUAN
CRISOSTOMO, Sobre el Sacerdocio, 2,4)

1062 Sentado a la popa de la Iglesia, para resistir el embate de las olas.- «Recibiste el
oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate
de las olas. Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas
Iglesia particular. Iglesia doméstica

tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas:
El la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos (Sal 23,2).
Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se
mantiene inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido
fundamento, persevera firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por
las olas, pero no resquebrajada y, aunque muchas veces los elementos de este mundo
la sacuden con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para
acoger a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega
también por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos
su voz (Sal 92,3). Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la
bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos ríos, cuando rebosan de gracia
espiritual, levantan su voz.» (S. AMBROSIO, Cartas, 2,1-2)

1063 El sacerdote no ha de presumir de pobre.- «Atended a esto, no reprendáis sin ton ni


son a los ricos y, asimismo no presumáis de pobres o de necesitados. Si no debe
presumirse de las riquezas, ¡cuánto menos de la pobreza! Solo debemos presumir de
Dios vivo. Luego, ¿por qué son reprochados? Porque dijeron: Feliz el pueblo que posee
estas cosas. Por eso son hijos extraños, por eso su lengua habló mentira y su poder es
poder de iniquidad (Sal 143,8). Tú ¿qué dirás? Feliz el pueblo que tiene a Dios por Señor
(Sal 143,15).» (S. AGUSTIN, Enarraciones sobre los Salmos, Sal 51,15)

1064 Cuando y como castigar en la Iglesia.- «¿Qué diré del castigar y del no castigar?
Quiero que todo lo que se refiere a castigos redunde en provecho de aquellos a
quienes juzgo que debo o no castigar. ¿Qué método seguir en el castigo, no sólo
según la cantidad y calidad de las culpas, sino también en conformidad con las
fuerzas de las almas? ¿Qué es lo que cada uno tolera y qué es lo que no admite?
Temo que el castigado no sólo no reporte ventaja, sino que se le provoque al
desmayo. ¡Cuán oscuro y misterioso es todo esto! Por ese temor del inminente
castigo que los hombres suelen tener, no sé si son más los que se han corregido que
los que se han empeorado. Y ¿qué decir de lo que acontece con frecuencia? Si
castigas a uno, perece él, y si lo dejas impune, perece otro. Confieso que en este
punto peco cada día, y que ignoro cómo y cuándo he de cumplir lo que está escrito:
Corrígele entre tú y él a solas (Mt 18,15) y lo que está escrito en otra parte: Arguye a los
que pecan delante de todos para que los demás tengan temor (1Tim 5,20). Porque también
está escrito: No queráis juzgar antes de tiempo, para que no seáis juzgados (1Cor 4,5). Y en
el segundo inciso no añade antes de tiempo. Así mismo está escrito también ¿Quién
eres tú para juzgar al siervo ajeno? Para su señor se mantiene o cae, y se mantendrá, porque
poderoso es el Señor para mantenerle en pie (Rom 14,4); palabras que se refieren a
aquellos que están dentro de la Iglesia. En otra parte manda también juzgarlos,
cuando dice: ¿Qué me incumbe a mí juzgar a los que están fuera? ¿Por ventura no juzgáis
vosotros a los que están dentro? Arrancad el mal de entre vosotros mismos (1Cor 5,12-13).
Iglesia particular. Iglesia doméstica

Mas, cuánta preocupación y temor me causa el adivinar cómo tengo que hacerlo
cuando creo que debo hacerlo. Temo que suceda lo que el Apóstol trata de evitar
cuando dice en la Epístola a los mismos Corintios: Para que el culpable no se sumerja en
mayor tristeza. Y para que nadie creyese que esto importaba poco, añadió en este
texto: Para que no sea poseído por Satanás, pues no ignoramos sus intenciones (2Cor
2,7.11). ¡Qué espanto me causa todo esto, oh mi Paulino, santo hombre de Dios!» (S.
AGUSTIN, Cartas, 95,«a Paulino y Terasia»,3)

1065 Corrección fraterna y caridad.- «Nunca deben amarse las dimensiones. Pero a veces
nacen de la caridad o demuestran que hay caridad. ¿Podrá hallarse fácilmente
alguno que quiera ser reprendido? Y ¿dónde está aquel sabio de quien está escrito:
Castiga al sabio y te amará (Prov 9,8). Y ¿por eso dejaremos de reprender y castigar al
hermano, dejándolo ir seguro a la muerte? Suele acaecer y acaece con frecuencia, que
el hermano se entristece de momento cuando le reprenden y, resiste y discute.Pero
luego reflexiona en silencio, sin otro testigo que Dios y su conciencia, allí donde no
teme desagradar a los hombres cuando se corrige, sino a Dios cuando no se corrige.
Ya no volverá a ejecutar aquello por lo que fue reprendido y cuanto más odia su
pecado tanto más ama al hermano, pues ve que era enemigo de su pecado. Puede ser
que el hermano pertenezca al número de aquellos de quienes se dijo: Castiga al necio
y por añadidura te odiará (Prov 9,8). Entonces la disensión no nace de su caridad, pero
ejercita y prueba la caridad de quien lo reprende, pues con el rencor no paga rencor,
sino amor. Y ese amor, que fuerza a reprender continúa imperturbable aun cuando
el reprendido pague con el odio. Si el que corrige quiere devolver mal por mal y
hace enfurecer al reprendido, el reprensor no era digno de reprender, sino de ser re-
prendido. Obrad así, para que no haya entre vosotros indignaciones o, si las hay, se
repriman al momento con una inmediata paz. Poned mayor empeño en poneros de
acuerdo que en reprenderos. Porque, como el vinagre contamina el vaso si dura en
él, así la cólera contamina el corazón si dura hasta el día siguiente. Obrad, pues así, y
el Señor de la paz estará con vosotros. Al mismo tiempo orad por nosotros, para que
cumplamos los buenos consejos que os damos.» (S. AGUSTIN, Cartas, 210,«a
Felicidad y Rústico»,2)

1066 Exhortaciones cristianas de los pastores.- «Si queremos, pues, con cristianas
exhortaciones despertar y enardecer los ánimos indolentes y fríos para obrar el bien,
primero exhortémoslos a la fe, a hacerse cristianos y sujetarse al Nombre sin el cual
nadie puede salvarse. Y, si son cristianos ya, pero negligentes en vivir según la fe
que profesaron, úsese el flagelo del terror y levántense sus ánimos con la alabanza
del premio. Hemos de animarlos, no sólo a obrar bien, sino también a la práctica de
la oración, instruyéndolos con sana doctrina, para que den gracias a Dios si han
comenzado a vivir bien, y sin grandes dificultades han logrado algo; y cuando
sientan alguna dificultad, no cesen de orar a Dios con mucha fidelidad y per-
Iglesia particular. Iglesia doméstica

severancia, y con buenas obras de misericordia para conseguir la facilidad.


Siguiendo por este camino del aprovechamiento, no me importa dónde y cuándo
llegarán a la meta de la perfecta justicia; pero digo que todo adelanto que hicieren,
sea donde sea y cuando sea, se debe a la gracia de Dios por mediación de nuestro
Señor Jesucristo.» (S. AGUSTIN, De la naturaleza y de la gracia, 68,82)

1067 Utilidad de la corrección.- «Déjense, pues, corregir los hombres cuando pecan, ni to-
men de la corrección pretexto para ir contra la gracia de Dios, ni de la gracia para ir
contra la corrección; pues el pecado merece un justo castigo y a este castigo
pertenece la debida corrección, que tiene su valor medicinal aun siendo incierta la
curación del enfermo, a fin de que, al corregido, si pertenece al número de los
predestinados, sirva ella de remedio saludable, y si no pertenece a él, ella conserve
su carácter penal.» (S. AGUSTIN, De la corrección y la gracia, 14,43)

1068 Cómo corregir al pecador.- «Prosigue: No tienes que temer ni turbarte delante de ellos,
porque ella es una familia contumaz (Ez 3,9). Esto ya se ha expuesto anteriormente; mas
es de notar por cuán contumaz es tenido aquél cuya contumacia tan frecuentemente
se repite.
Luego el pecador debe ser reprendido y jamás temido, porque es una familia
contumaz; debería, sí, ser temido el hombre, si él mismo, en cuanto hombre, temiera
al autor de todo; pero quien no usa de la razón para temer a Dios, tanto menos debe
ser temido en nada cuanto él es menos en lo que debe ser.
Prosigue: Y díjome: Hijo de hombre, recibe en tu corazón y escucha bien todas las
palabras que yo te hablo; y anda, preséntate a los hijos de tu pueblo que fueron traídos al cau-
tiverio (Ez 3,10-11).
Hay que mirar atentamente y con cuidado lo que el Señor dice al profeta: que
primero oiga sus palabras y que después hable.
Oímos las palabras de Dios, si las cumplimos; y entonces las hablamos
rectamente a los prójimos, cuando primero las hubiéramos cumplido nosotros. Cosa
que confirma bien el evangelista San Marcos, cuando narra el milagro obrado por
Cristo, diciendo: Presentáronle un hombre sordomudo, suplicándole que pusiera sobre él su
mano; e indica el orden de esta curación cuando añade: Le metió los dedos en las orejas y
con la saliva le tocó la lengua (Mc 7,32-33). ¿Qué se significa por los dedos del Redentor
sino los dones del Espíritu Santo? Por eso, cuando en otra ocasión arrojó al demonio,
dijo: Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, es evidente que ha llegado ya a vosotros el
reino de Dios (Lc 11,20). En lo cual, por otro evangelista se refiere que dijo: Si yo echo
los demonios en virtud del Espíritu de Dios, síguese por cierto que el reino de Dios ha llegado
a vosotros (Mc 12,28). De uno y otro de estos lugares se colige que el Espíritu Santo se
llama dedo; luego meter los dedos en las orejas es abrir, por medio de los dones del
Espíritu Santo, la mente del sordo para que obedezca.
Iglesia particular. Iglesia doméstica

Pero ¿Qué significa el tocar con saliva la lengua de él? La lengua de nuestro
Redentor es para nosotros la sabiduría de la palabra de Dios que hemos recibido. En
efecto, la saliva fluye de la cabeza a la boca; y así, aquella sabiduría que es él mismo,
al tocar nuestra lengua, en seguida la dispone para predicar.» (S. GREGORIO
MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 1,10)
Iglesia particular. Iglesia doméstica

XXXVIII. Iglesia particular. Iglesia doméstica

«Y los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón,


llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan,
su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano, Santiago
el de Alfeo y Tadeo; Simón el cananeo y Judas el Iscariote, el que le
entregó» (Mt 10,2-4).

«Ahí tenéis mi madre y mis hermanos. Pues el que hiciere la voluntad


de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35).

«Bajó con ellos a Nazaret y vivía sometido a ellos. Y su madre


guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús progresaba en
sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres»
(Lc 2,51-52).

«Y tengo otras ovejas que no son de este aprisco; éstas también tengo
yo que recoger, y oirán mi voz, y vendrá a ser un solo rebaño, un solo
pastor» (Jn 10,16).

«Había unos griegos de los que subían a honrar a Dios en la


solemnidad. Éstos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea,
y le rogaban diciendo: Señor, deseamos ver a Jesús. Viene Felipe y se lo
dice a Andrés; vienen Andrés y Felipe, y se lo dicen a Jesús. Jesús les
responde: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del
hombre» (Jn 12,20-13).
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defined.1069 Primacía de la Iglesia romana.- «A la Iglesia que alcanzó misericordia
en la magnificencia del Padre altísimo y de Jesucristo, su único Hijo; la que es amada
y está iluminada por la voluntad de aquél que ha querido todas las cosas que
existen, según la fe y la caridad de Jesucristo, Dios nuestro.
Iglesia, además, que preside en la capital del territorio de los romanos; digna
ella de Dios, digna de todo decoro, digna de toda bienaventuranza, digna de
alabanza, digna de alcanzar cuanto desee, digna de toda santidad; y puesta a la
cabeza de la caridad, seguidora que es de la ley de Cristo y adornada con el nombre
de Dios: mi saludo en el nombre de Jesucristo, Hijo del Padre.» (S. IGNACIO DE
ANTIOQUIA, Carta a los Romanos, Introducción)

1070 Sucesión apostólica en la Iglesia de Roma.- «Sería muy largo en un escrito como el
presente enumerar la lista sucesoria de todas las Iglesias. Por ello indicaremos cómo
la mayor de ellas, la más antigua y la más conocida de todas, la Iglesia que en Roma
fundaron y establecieron los dos gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo, tiene una
tradición que arranca de los apóstoles y llega hasta nosotros, en la predicación de la
fe a los hombres (Rom 1,8), a través de la sucesión de los obispos. Así confundimos a
todos aquellos que, de cualquier manera, ya sea por complacerse a sí mismos, ya por
vana gloria, ya por ceguedad o falsedad de juicio, se juntan en grupos ilegítimos.
En efecto, con esta Iglesia (romana), a causa de la mayor autoridad de su
origen, ha de estar necesariamente de acuerdo toda otra Iglesia, es decir, los fieles de
todas partes; en ella siempre se ha conservado por todos los que vienen de todas
partes aquella tradición que arranca de los apóstoles. En efecto, los apóstoles,
habiendo fundado y edificado esta Iglesia, entregaron a Lino el cargo episcopal de su
administración; y de Lino hace mención Pablo en la Carta a Timoteo. A el sucedió
Anacleto /.../. Según este orden y esta sucesión, la tradición de la Iglesia que arranca
de los apóstoles y la predicación de la verdad han llegado hasta nosotros. Esta es una
prueba suficientísima de que una fe idéntica y vivificadora se ha conservado y se ha
transmitido dentro de la verdad en la Iglesia desde los apóstoles hasta nosotros.» (S.
IRENEO, Contra las herejías, 3,3,2ss)

1071 Iglesias particulares.- «Así, por ejemplo, la Iglesia de Dios de Atenas, por tener
decidida voluntad de agradar al Dios sumo, es mansa y tranquila; mas la comunidad
popular de los atenienses es levantisca y en modo alguno puede compararse a la
Iglesia de Dios allí establecida. Y lo mismo hay que decir de la Iglesia de Dios en
Corinto y de la asamblea popular de los corintios; y para poner otro ejemplo, de la
Estados de vida en la Iglesia

Iglesia de Dios de Alejandría y de la comunidad del pueblo de los alejandrinos. Si el


que esto oye es inteligente y examina las cosas con amor a la verdad, no podrá
menos de admirar al que decidió y logró que se formaran por doquiera iglesias de
Dios, que habitaran como forasteras (1Pe 2,11), a par de las comunidades populares
de cada ciudad /.../. Así ha de compararse el que manda en la Iglesia de cada
ciudad con el que manda sobre la ciudad misma, y se comprenderá que, hablando en
general, aún los consejeros y gobernantes de la Iglesia de Dios que dejan mucho que
desear y son más desidiosos en parangón con los de más fervor, no por eso dejan de
superar, en lo que atañe al progreso en la virtud, las costumbres de los consejeros y
gobernantes de las ciudades.» (ORIGENES, Contra Celso, 3,30)

1072 Responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos.- «De suerte que no
puede hallarse otro origen del extravío de los hijos que el loco afán por las cosas
terrenas. El no mirar sino a ellas, el no querer que nada se estime por encima de
ellas, obliga a descuidar tanto la propia alma, como la de los hijos. A estos padres (y
nadie piense que es la ira la que inspira mis palabras) yo no tendría inconveniente en
calificarlos de peores que los asesinos de sus propios hijos. Los asesinos, después de
todo, sólo separan el alma del cuerpo; pero los padres negligentes arrojan juntos
cuerpo y alma a la hoguera del infierno.» (S. JUAN CRISOSTOMO, Contra los
impugnadores de la vida monástica, 3,4)

1073 Educación cristiana de los hijos.- «Yo no ceso de exhortaros, rogándoos y


suplicándoos que antes de todas las cosas, eduquéis bien a vuestros hijos. Si tienes
consideración a tu hijo, aquí lo has de mostrar. Por lo demás, tampoco te faltará la
recompensa /.../. Educa un atleta para Cristo y, aun permaneciendo en el mundo,
enséñale a ser piadoso desde la primera edad.» (S. JUAN CRISOSTOMO, De la
vanagloria y de la educación de los hijos, 19)

1074 La educación de los hijos, una obra de arte.- «Cada uno, pues, de nosotros, padres y
madres, a la manera que vemos cómo pintores y escultores trabajan tan
esmeradamente sus cuadros y estatuas, así hemos de cuidar de estas maravillosas
estatuas, que son los hijos. Los pintores, en efecto, poniéndose delante de la tabla
cada día, la van pintando y sobrepintando convenientemente. Y lo mismo hacen los
que pulen la piedra, que ora quitan lo superfluo, ora añaden lo que falta. Así, ni más
ni menos, vosotros estáis labrando estatuas. Todo vuestro tiempo ha de consagrarse
a preparar para Dios estas maravillosas estatuas.» (S. JUAN CRISOSTOMO, De la
vanagloria y de la educación de los hijos, 22)
Estados de vida en la Iglesia

1075 Educar por el temor y el amor.- «En estas cosas el padre ha de ser en todo momento
el dueño y señor, duro e intransigente cuando se infringen las leyes; suave y
benigno, y generoso para premiar al hijo, cuando se cumplen. Así gobierna Dios el
mundo: por el temor del infierno y por la promesa del reino de los cielos. Y así
hemos de formar nosotros a nuestros hijos.» (S. JUAN CRISOSTOMO, De la
vanagloria y de la educación de los hijos, 67)

1076 Frutos de la educación cristiana.- «Así, educado el niño, sobre él vendrán todos los
bienes, y luego aprenderá también él a educar a sus hijos, y éstos a los suyos; y así se
formará una cadena de oro.» (S. JUAN CRISOSTOMO, De la vanagloria y de la
educación de los hijos, 88)

1077 Una familia cristiana.- «¡Oh bienaventurada casa en que habitan la viuda Ana, vír-
genes profetisas y un doble Samuel criado en el templo! ¡Oh techos afortunados en
que vemos una madre mártir, ceñida de las coronas de los mártires Macabeos! Y es
así que, si es cierto que, al guardar sus mandamientos, cada día confesáis a Cristo,
ahora a la gloria privada se ha añadido la pública y clara confesión de que, por obra
vuestra, ha sido desterrada de vuestra ciudad la vieja ponzoña de la herejía arriana.
Acaso os maravilléis de que, al cabo de la carta, he vuelto de nuevo a empezar. ¡Qué
le vamos a hacer! No tengo fuerzas para dejar de decir lo que siente mi pecho. La
brevedad de la carta me fuerza a callar, vuestro recuerdo me obliga a hablar.
Lenguaje trastornado, discurso confuso y turbado. El amor no sabe de orden.» (S.
JERONIMO, Cartas, 7,«a Cromacio, Jovino y Eusebio»)

1078 El matrimonio es un bien.- «El matrimonio es, pues, un bien que torna tanto mejores
a los esposos, cuanto más castos, más fieles y más temerosos son del Señor, y mucho
más, si a los hijos que engendran según la carne los crían y educan según el
Espíritu.» (S. AGUSTIN, Del bien del matrimonio, 19,22)

1079 Dios saca bienes de los males.- «En esta mi niñez, en la que había menos que temer
por mí que en la adolescencia, no gustaba yo de las letras y odiaba el que me
urgiesen a estudiarlas. Con todo, era urgido y me hacían un gran bien. Quien no
hacía bien era yo, que no estudiaba sino obligado; pues nadie que obra contra su
voluntad obra bien, aun siendo bueno lo que hace.
Tampoco los que me urgían obraban bien; antes todo el bien que recibía me
venía de ti, Dios mío, porque ellos no veían otro fin a que yo pudiera encaminar
aquellos conocimientos que me obligaban a aprender, sino a saciar el insaciable
apetito de una abundante escasez y de una gloria ignominiosa. Mas tú, Señor, que
tienes numerados los cabellos de nuestra cabeza, usabas del error de todos los que
Estados de vida en la Iglesia

me apremiaban a estudiar para mi utilidad y del mío en no querer estudiar para


castigo, del que ciertamente no era indigno, siendo niño tan chiquito y tan gran
pecador.
Así que, de los que no obraban bien, tú sacabas bien para mí; y de mis
pecados, mi justa retribución; porque tú has ordenado, y así es, que todo ánimo
desordenado sea castigo de sí mismo.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 1,12,19)

1080 Descuido de la educación cristiana en padres honrados.- «¿Quién había entonces


que no colmase de alabanzas a mi padre, quien, yendo más allá de sus haberes
familiares, gastaba con el hijo cuanto era necesario para un tan largo viaje por razón
de mis estudios? Porque muchos ciudadanos, y mucho más ricos que él, no se
tomaban por sus hijos semejante empeño.
Sin embargo, este mismo padre nada se cuidaba entre tanto de que yo creciera
ante ti o fuera casto, sino únicamente de que fuera "disertus" (erudito), aunque mejor
dijera desierto, por carecer de tu cultivo, ¡Oh Dios!, único, verdadero y buen Señor de
tu campo, mi corazón.» (S. AGUSTIN, Las Confesiones, 2,3,5)

1081 Lectura y canto de los Salmos.- «¡Qué voces de ti, Dios mío, cuando, todavía novicio
en tu verdadero amor y siendo catecúmeno, leía descansando en la quinta los salmos
de David -cánticos de fe, sonidos de piedad, que excluyen todo espíritu hinchado- en
compañía de Alipio, también catecúmeno, y de mi madre, que se nos había juntado
con traje de mujer, fe de varón, seguridad de anciana, caridad de madre y piedad
cristiana! ¡Qué voces, sí, te daba en aquellos salmos y cómo me inflamaba en ti con
ellos, y me encendía en deseos de recitarlos, si me fuera posible, al mundo entero,
contra la soberbia del género humano! Aunque cierto es ya que en todo el mundo se
cantan y que no hay nadie que se esconda a tu calor (Sal 18,7).» (S. AGUSTIN, Las
Confesiones, 9,4,8)

1082 La madre de San Agustín.- «Así, pues, educada púdica y sobriamente, y sujeta más
por ti a sus padres que por sus padres a ti, luego que llegó plenamente a la edad
núbil, fue dada (en matrimonio) a un varón, a quien sirvió como a señor y se esforzó
por ganarle para ti, hablándole de ti con sus costumbres, con las que la hacías
hermosa y reverentemente amable y admirable ante sus ojos. De tal manera toleró
las injurias de sus infidelidades que jamás tuvo con él sobre este punto la menor riña,
pues esperaba que tu misericordia vendría sobre él y, creyendo en ti, se haría casto.»
(S. AGUSTIN, Las confesiones, 9,9,19)

1083 Coloquio ejemplar entre Agustín y su madre.- «Estando ya inminente el día en que
había de salir de esta vida -que tú, Señor, conocías y nosotros ignorábamos-, sucedió
Estados de vida en la Iglesia

-a lo que yo creo, disponiéndolo tú por tus modos ocultos- que nos hallásemos solos
yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o
jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de las
turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación.
Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas,
ocupados en lo porvenir (Fil 3,13), inquiríamos los dos delante de la verdad presente,
que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el
corazón del hombre concibió (1Cor 2,9). Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón
hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente -de la fuente de vida que está en ti-
para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo idea de
cosa tan grande.
24.- Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de que cualquier deleite
de los sentidos carnales, aunque sea el más grande, revestido del mayor esplendor
corpóreo, ante el gozo de aquella vida no sólo no es digno de comparación, pero ni
aún de ser mentado, levantándonos con más ardiente afecto hacia el que es siempre
el Mismo, recorríamos gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo cielo,
desde donde el sol y la luna envían sus rayos a la tierra.
Y subimos todavía más arriba, pensando, hablando y admirando tus obras; y
llegamos hasta nuestras almas y las pasamos también, a fin de llegar a la región de la
abundancia indeficiente, en donde tú apacientas a Israel eternamente con el pasto de
la verdad, y es la vida de la Sabiduría /.../.
Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella, llegamos a tocarla un poco
con todo el ímpetu de nuestro corazón; y suspirando y dejando allí prisioneras las
primicias de nuestro espíritu, tornamos al estrépito de nuestra boca, donde tiene
principio y fin el verbo humano, en nada semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que
permanece en sí, sin envejecerse, y renueva todas las cosas.» (S. AGUSTIN, Las
Confesiones, 9,10,23-24)

1084 San Agustín llora a su madre.- «Y sentí ganas de llorar en presencia tuya, por causa
de ella y por ella, y por causa mía y por mí. Y solté las riendas a las lágrimas, que
tenía contenidas, para que corriesen cuanto quisieran, extendiéndolas yo como un
lecho debajo de mi corazón; el cual descansó en ellas, porque tus oídos eran los que
allí me escuchaban, no los de ningún hombre que orgullosamente pudiera
interpretar mi llanto.
Y ahora, Señor,te lo confieso en estas líneas: léalas quien quiera e interprételas
como quisiere; y si hallare pecado en haber llorado yo a mi madre la exigua parte de
una hora, a mi madre muerta entonces a mis ojos, ella que me había llorado tantos
años para que yo viviese a los tuyos, no se ría; antes, si es mucha su caridad, llore
por mis pecados delante de ti, Padre de todos los hermanos de tu Cristo.» (S.
AGUSTIN, Las Confesiones, 9,12,33)
Estados de vida en la Iglesia

1085 Rectitud de las Iglesias.- «Están malditas sus fincas y no toma el camino de su viña (Job
24,18).
Cualquiera que en esta vida presente hace las cosas justas y padece
adversidades es visto trabajar en las tribulaciones, pero acábase para la bendición de
la perpetua heredad; mas cualquiera que hace cosas perversas y recibe cosas próspe-
ras y no se aparta de los malos hechos por la libertad de los dones, cierto es que se ve
que prospera, pero es atado a la culpa de la perpetua maldición. Y por eso se dice
ahora bien: Maldita sea la parte de él en la tierra; porque, aunque por algún tiempo es
bendecido, pero en la culpa de la maldición es detenido. Del cual se dice
convenientemente: Y no ande por el camino de las viñas. La vía o camino de las viñas es
la rectitud de las Iglesias. En lo cual se puede entender cualquier hereje o carnal,
porque el camino de las viñas, a saber, la rectitud de las Iglesias, se pierde, cuando
no se tiene la fe verdadera, o la rectitud de la justicia; porque aquél que anda por el
camino de las viñas que, considerando la predicación de la santa y universal Iglesia,
no se aparta de la justicia de la fe ni de la rectitud de los buenos actos. Y no es otra
cosa andar en el camino de las viñas sino mirar a los Padres de la Iglesia, así como
racimos que cuelgan, y el que está atento a sus palabras en el trabajo del camino, se
emborracha con el amor de la eternidad.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratado Morales
sobre el libro de Job, 16,80)
Estados de vida en la Iglesia

XXXIX. Estados de vida en la Iglesia

«Vuelto Jesús y viendo que le iban siguiendo, les dice: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabí (que traducido quiere decir "Maestro"), ¿dónde
moras? Díceles: Venid y lo veréis. Vinieron, pues, y vieron dónde
moraba, y se quedaron con él aquel día. Sería la hora undécima» (Jn
1,38-39).

«Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a
los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y vuelto acá, sígueme» (Mt
19,21).

«Jesús les dijo: En razón de vuestra dureza de corazón os escribió


Moisés este precepto. Mas desde el principio de la creación "varón y
hembra los creó. Por esto dejará el hombre su padre y madre, se unirá a
su mujer, y serán los dos una sola carne". Lo que Dios, pues, unió, el
hombre no lo separe» (Mc 10,5-9).

«Y respondiendo, le dijo Jesús: Marta, Marta, te inquietas y te azoras


atendiendo a tantas cosas, cuando una sola es necesaria. María ha
escogido para sí la mejor parte, que no le será quitada» (Lc 10,41-42).

«Dícenle los discípulos: Si tal es la situación del hombre respecto de la


mujer, no vale la pena casarse. Él les dijo: No todos son capaces de
comprender esta palabra, sino aquellos a quienes se ha dado» (Mt
19,10-11).

«En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos; pues,
todos echaron en las ofrendas de Dios lo que les sobraba; pero ella, de
su indigencia, echó todo lo que tenía para vivir» (Lc 21,3-4).
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defined.1086 Conducta de las viudas.- «Respecto de las viudas, que sean prudentes
en lo que atañe a la fe del Señor, que oren incesantemente por todos, apartadas muy
lejos de toda calumnia, maledicencia, falso testimonio, amor al dinero y de todo mal.
Que sepan cómo son altar de Dios y, cómo él lo escudriña todo, y nada se le oculta
de nuestros pensamientos y propósitos, ni de secreto alguno de nuestro corazón.» (S.
POLICARPO, Carta a los Filipenses, 4,3)

1087 Tres especies de virginidad.- «2. Estas necesidades, cierto, pueden ser eliminadas
sin tristeza, si se toma en consideración, la voluntad de Dios, más que su
indulgencia. Se ganan méritos no usando su indulgencia, sino obedeciendo su volun-
tad.
3. Y la voluntad de Dios es nuestra santificación (1Tes 4,3). El, en efecto, quiere
que nosotros, su imagen, lleguemos a ser su semejanza (Gén 1,27), a fin de que
seamos santos como él es santo (Lev 11,44). Este bien, quiero decir la santificación lo
ha dividido en varias especies, a fin de que nosotros entráremos en posesión de
alguna de ellas.
4. La primera especie es la de la virginidad por el nacimiento; la segunda, la
virginidad después del segundo nacimiento, es decir, después del bautismo; ya sea
que, después de la unión de los esposos, se consiga la purificación en el matrimonio,
ya sea que después de la muerte de uno de los cónyuges, por libre decisión se
persevere en la viudedad. Queda la tercera especie, la monogamia, cuando después
de la disolución del primer matrimonio, se renuncia para siempre a la sexualidad.
5. La primera virginidad es la propia de la felicidad: ignorar totalmente
aquello de lo que desearía después librarse; la segunda es propia de la virtud:
despreciar aquello cuya fuerza has podido conocer; la última especie, la renuncia al
matrimonio, después de la destrucción de la unión por la muerte, es no sólo el honor
de la virtud, sino también el de la moderación. La modestia, en efecto, es no desear
aquello que nos ha sido quitado, y quitado por Dios; sin la voluntad del cual, ni se
cae una hoja del árbol, ni un pájaro, uno solo, cae a tierra (Mt 10,29).»
(TERTULIANO, Exhortación a la castidad)

1088 Iglesia doméstica.- «No hay palabras para expresar la felicidad de un matrimonio
que la Iglesia une, la oblación divina confirma, la bendición consagra, los ángeles lo
registran y el Padre lo ratifica. En la tierra no deben los hijos casarse sin el
consentimiento de sus padres. ¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles en una
misma esperanza, en una misma ley, en un mismo servicio! Los dos son hermanos,
los dos sirven al mismo Señor, no hay entre ellos desavenencia alguna, ni de carne ni
La práctica de la vida cristiana

de espíritu. Son verdaderamente dos en una misma carne; y donde la carne es una, el
espíritu es uno. Rezan juntos, adoran juntos, ayunan juntos, se enseñan el uno al
otro, se soportan mutuamente. Son iguales en la Iglesia, iguales en el banquete de
Dios. Comparten por igual las penas, las persecuciones, las consolaciones. No tienen
secretos el uno para el otro; nunca rehuyen la compañía mutua; jamás son causa de
tristeza el uno para el otro /.../. Cantan juntos los salmos e himnos. En lo único que
rivalizan entre sí es en ver quién de los dos cantará mejor. Cristo se regocija viendo a
una familia así, y les envía su paz. Donde están ellos, allí está también él presente, y
donde está él, el maligno no puede entrar.» (TERTULIANO, A su esposa, 2,8)

1089 Las vírgenes, la porción más ilustre del rebaño de Cristo.- «Ahora dirijo mis
palabras a las vírgenes, cuyo honor, cuanto más elevado está, exige también mayor
solicitud. En efecto, ella es flor brotada del pimpollo de la Iglesia, brillo y ornato de
la gracia espiritual, lozano fruto, obra acabada e incorrupta, digna de elogios y
honor, imagen de Dios que reproduce su santidad, la porción más ilustre del rebaño
de Cristo. Por ellas se goza la Iglesia, en ellas florece espléndidamente la admirable
fecundidad de la madre Iglesia y, a la par que se aumenta el número de vírgenes,
crece el contento de la madre.» (S. CIPRIANO, Sobre el porte exterior de las vírge-
nes, 3)

1090 Vírgenes y mujeres casadas.- «El matrimonio es cosa hermosa; pero yo no puedo
decir que sea mejor que la virginidad. Esta no sería cosa grande, si no fuera más bella
que lo que efectivamente es hermoso. No os ofusquéis vosotros, que estáis sometidos
al yugo del matrimonio. Es mejor obedecer a Dios que a los hombres (Hech 5,29). Sin
embargo, estad unidos, vírgenes y mujeres casadas; sois uno en el Señor, y servís de
ornamento unas a otras. No habría celibato si no hubiera matrimonio. ¿Por dónde, si
no por este camino, viene la virgen? El matrimonio no sería venerable si no tuviera
como fruto la virgen, para ofrecerla a Dios y a la vida.
Honra tú también a tu madre, de la que has nacido; honra así mismo a aquella
que tiene una madre y es madre. La virgen no es madre, es esposa de Cristo. La
belleza que no es exterior no está escondida; la que escapa a las miradas es vista por
Dios. Toda la gloria de la hija del Rey es interior; viene vestida con franjas de oro, ataviada de
perlas y brocado (Sal 44,14).» (S. GREGORIO NACIANCENO, Sermones, 37,10)

1091 Excelencia de la virginidad.- «10. Mi amor por la castidad -y tú también, venerada


hermana, sin palabras, pero con el ejemplo silencioso de tu vida- me invita a decir
algunas palabras sobre la virginidad, para no desflorar simplemente de paso la
virtud que tiene el primer lugar. Si la virginidad es digna de alabanza, no es porque
de hecho se la encuentre en las mártires, sino porque ella es quien hace los mártires.
La práctica de la vida cristiana

11. Pero ¿cómo podrá el pensamiento del hombre alcanzar toda la


profundidad de una virtud, que la misma naturaleza no incluye en sus leyes? ¿Qué
palabra humana podrá explicar adecuadamente lo que supera al hombre? Es en el
cielo donde ella ha subido a buscar el modelo para reproducirlo en la tierra. Es del
todo natural que ella tomara su género de vida del cielo, habiendo encontrado a su
Esposo en el cielo. Traspasando las nubes, el firmamento, los astros, llegó hasta el
Verbo de Dios en el seno del Padre y puso allí por entero su corazón. Una vez
encontrado tal bien, ¿quién lo podrá abandonar? Porque tu nombre es perfume
derramado; por eso te aman las doncellas (Cant 1,3).
Finalmente no soy yo quien lo ha dicho: En la resurrección, ni toman mujer ni
toman marido, sino que son como ángeles en el cielo (Mt 22,30). No nos admiremos que se
compare a los ángeles a las esposas del Señor de los ángeles. ¿Quién podrá negar que
esta forma de vida nos ha venido del cielo, cuando se encuentra tan raramente en la
tierra hasta que Dios descendiera en los miembros de un cuerpo mortal? Fue
entonces cuando una virgen concibió en su seno. Y el Verbo se hizo carne (Jn 1,14),
para que la carne llegara a ser Dios.» (S. AMBROSIO, Las Vírgenes, 1,10-11)

1092 La virginidad pertenece a Cristo.- «Considera todavía otro privilegio de la


virginidad: Cristo es el Esposo de una virgen y, por así decirlo, el Esposo de la
castidad virginal. En efecto, es la virginidad la que pertenece a Cristo y no Cristo a la
virginidad; es una virgen que se ha unido a Cristo, una virgen que nos ha dado el
nacimiento, una virgen quien nos ha alimentado con su propia leche. Es de ella de
quien está escrito: ¡Qué maravillas se han cumplido en la virgen de Jerusalén: no faltará la
fertilidad a las piedras, ni la nieve al Líbano, no faltarán las aguas corrientes, traídas de lejos
por el viento (Is 18,13). ¡Qué grande es esta Virgen que está bañada en las fuentes de la
Trinidad, para que las aguas broten de la piedra, cuya fertilidad no falta jamás, por
la que corre la miel! La piedra, según el Apóstol, es Cristo (1Cor 10,4). Cristo asegura
la fertilidad, su lumbre viene de Dios, sus lluvias son el Espíritu. Es, en efecto, la
Trinidad quien fecunda su Iglesia: el Padre, el Cristo y el Espíritu.» (S. AMBROSIO,
Las Vírgenes, 1,22)

1093 Virginidad consagrada.- «Considera todo lo que, según el testimonio de las


Escrituras, te ha dado el Espíritu Santo: Realeza; sea porque tú eres la esposa del Rey
eterno, sea porque tú, alma invencible, no sucumbes esclava de los deseos de la
carne, sino que la dominas como una reina. Oro; lo mismo que éste tiene mayor
valor una vez pasado por el fuego, así la belleza corporal de una virgen consagrada
por el Espíritu de Dios recibe un mayor brillo. En cuanto a la belleza, ¿quién puede
concebir una mayor que la de quien es amada por su Rey, aprobada por su Juez,
ofrecida a su Señor, consagrada a su Dios? Siempre esposa, siempre virgen; con tal
de que su amor no tenga término, ni daño su pureza.» (S. AMBROSIO, Las Vírgenes,
1,37)
La práctica de la vida cristiana

1094 Envidia en las mujeres.- «¡Oh envidia, que primero te muerdes a ti misma! ¡Oh
astucia de Satanás, que siempre persigues lo santo! Ninguna otra mujer de la ciudad
de Roma dio que hablar sino Paula y Melania, que, despreciando sus riquezas y
desamparando a sus hijos, levantaron la cruz del Señor, como estandarte de piedad.
Si se hubieran ido a vivir a una villa de Baias, si buscaran los perfumes, si hicieran de
sus riquezas y viudez pretexto de lujo y libertad, se las llamaría señoras y aún santas.
Ahora, en el saco y la ceniza quieren parecer hermosas y bajan a los fuegos de la
gehenna con sus ayunos y mal olor. Es decir, no les es lícito perderse, entre el aplau-
so del pueblo, con las turbas. Si los paganos y judíos reprocharan este género de
vida, fuera para mí consuelo no agradar a quien desagrada Cristo; pero lo cierto es
¡oh pecado! que se llaman cristianas las que, descuidando el cuidado de sus propias
casas, y no mirando la viga en el propio ojo, buscan la mota en el ajeno. Desgarran la
profesión de su santidad y se imaginan va a ser remedio de su propio castigo el que
nadie sea santo, que de todos se pueda murmurar, que se pierda una turba y haya
muchedumbre de pecadores.» (S. JERONIMO, Cartas, 45,«a Asela»)

1095 Los cristianos no nacen, sino que se hacen.- «El bienaventurado apóstol S. Pablo,
escribiendo a los Corintios e instruyendo a la naciente Iglesia de Cristo en las
sagradas disciplinas, entre otros mandamientos, puso también el siguiente: Si una
mujer tiene un marido infiel, y éste consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el
marido infiel es santificado por la mujer fiel, y la mujer infiel es santificada por el hermano.
En otro caso vuestros hijos serían impuros y la verdad es que son santos (1Cor 7,13-14). Si
hasta ahora le ha parecido a alguno que se aflojan demasiado los vínculos de la
disciplina y que el maestro se inclinaba a la indulgencia, que considere la casa de tu
padre -de tu padre, digo, hombre clarísimo y cultísimo, pero que anda aún entre
tinieblas-, y comprenderá que el consejo del Apóstol ha dado por resultado que la
dulzura de los frutos compensará lo amargo de la raíz y unas pobres ramas
destilarán bálsamos preciosos. Tú naciste de un matrimonio desigual; pero de ti y de
mi querido Toxocio fue engendrada Paula. ¿Quién iba a creer que la nieta del
pontífice Albino naciera de la promesa de su madre que, en presencia y con gozo del
abuelo, la lengua aún balbuciente, cantara el Aleluya, y que el viejo tendría en sus
brazos a una virgen de Cristo? Bien y felizmente hemos esperado. La casa santa y fiel
santifica al único que queda infiel. Candidato es de la fe, cuando pareja
muchedumbre de hijos y nietos creyentes lo rodea. Pienso por mi parte que, de tener
parentela como ésa, el mismo Júpiter pudiera creer. Acaso desprecie y se ría de mi
carta, y diga y repita a gritos que soy bobo o un loco perdido; lo mismo hacía su
yerno antes de creer. Los cristianos no nacen, sino que se hacen. Sucio está el dorado
Capitolio, todos los templos de Roma están cubiertos de hollín y telarañas. La ciudad
se remueve en sus cimientos, y el pueblo que pasa en oleadas ante los santuarios
semiderruidos, corre a los sepulcros de los mártires. Si no arranca la fe la inteligen-
La práctica de la vida cristiana

cia, arránquela por lo menos la vergüenza.» (S. JERONIMO, Cartas, 107,«a Leta,
sobre la educación de su hija»)

1096 Una madre santa.- «Segura puedes estar, Eustoquia, de que posees la riqueza de una
gran herencia. Tu parte es el Señor y, porque tu gozo sea más cumplido, tu madre ha
recibido la corona de un largo martirio. No sólo el derramar la sangre se reputa
confesión de la fe; la servidumbre sin mácula de un alma consagrada a Dios es
también martirio. Aquélla es corona que se teje de rosas y violetas; ésta de azucenas.
De ahí que se escriba en el Cantar de los Cantares: Mi primo es blanco y rubicundo
(Cant 5,10), que en la paz y en la guerra da el mismo galardón a los que vencen. Tu
madre, digo, oyó como Abraham: Sal de tu tierra y de tu parentela, y marcha a la tierra
que yo te mostraré (Gén 12,1), y al Señor que manda por Jeremías: Huid de en medio de
Babilonia y salvad vuestras almas (Jer 48,6; Is 48,23). Y hasta el día de su muerte no
volvió a la Caldea, ni echó de menos las ollas de Egipto ni las carnes sustanciosas.
No; acompañada de coros de vírgenes, se hizo conciudadana del Salvador y, su-
biendo de la minúscula Belén a los reinos celestes, le dice a la verdadera Noemí: Tu
pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios (Ruth 1,10).» (S. JERONIMO, Cartas, 108,«Epi-
talamio de Santa Paula»)

1097 La Iglesia, como María, madre virgen.- «La Iglesia, imitando a la madre de su Señor,
dado que en el cuerpo no pudo ser virgen y madre a la vez, lo es en la mente. Lejos
de nosotros pensar que Cristo, al nacer, privó a su madre de la virginidad, el que
hizo virgen a su Iglesia, liberándola de la fornicación de los demonios. En este día de
hoy celebrad con gozo y solemnidad el parto de la Virgen, vosotras las vírgenes
santas, nacidas de su virginidad inviolada; vosotras que, despreciando las nupcias
terrenas, elegisteis ser vírgenes también en el cuerpo.» (S. AGUSTIN, Sermones,
191,3)

1098 Variedad de flores en la Iglesia.- «Aquel huerto del Señor, hermanos, tiene -y lo
repito una y tres veces- no sólo las rosas de los mártires, sino también los lirios de las
vírgenes, la hiedra del matrimonio y las violetas de la viudas. En ningún modo,
amadísimos, tiene que perder la esperanza de su vocación ninguna clase de
hombres, Cristo padeció por todos. Con toda verdad está escrito de él: Quien quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4).» (S.
AGUSTIN, Sermones, 304,2)

1099 Susana, ejemplar de castidad para casadas y para vírgenes.- «Poco antes se
regocijaban las esposas con Susana. Regocíjense las vírgenes con María. Mantengan
unas y otras la castidad; las primeras, la conyugal; las segundas, la virginal. Ambas
La práctica de la vida cristiana

formas de castidad tienen su mérito ante Dios. Y aunque la virginal es mayor y la


conyugal menor, ambas son gratas a Dios, puesto que son un don de Dios. Todas
conducen a la vida terna; pero en ella no todas adquieren el mismo honor, la misma
dignidad, el mismo mérito.
La Escritura da testimonio de la mujer sometida a prueba. ¿Abandonó acaso a
los varones? ¿Permitió, acaso, que le faltase ejemplo que imitar? Acabamos de ver a
Susana, tentada por varones que ambicionaban su corrupción. Acabamos de verla en
la lucha. Aquella lectura era el anfiteatro de nuestro corazón; éramos espectadores
de aquella atleta de Dios, aquel espíritu casto; la veíamos luchando contra el
adversario. Triunfemos con la vencedora sobre el vencido. Las piadosas esposas
tienen su ejemplo, tienen qué imitar.» (S. AGUSTIN, Sermones, 343,4-5)

1100 Los bienes del matrimonio.- «El bien del matrimonio radica, en definitiva, sobre tres
bases, que son igualmente bienes: los hijos, la fidelidad, el sacramento. En los
tiempos que vivimos, ya es más excelente, sin duda, y más santo no ir al matrimonio
por la simple generación carnal y, por consiguiente, mantenerse libre e inmune de
todo contacto, para someterse espiritualmente al único Esposo verdadero del alma,
que es Jesucristo; bien entendido que siempre eso sea para que los hombres utilicen
esta libertad para ocuparse -como está escrito- del cuidado de las cosas que pertenecen al
Señor y de los medios de agradar a Dios (1Cor 7,4.10-11.32), es decir, siempre que su
continencia esté en proporción e igualdad con su obediencia. Porque la obediencia,
una virtud cardinal, es la madre de todas las demás virtudes.» (S. AGUSTIN, Del
bien del matrimonio, 25,33)

1101 La simulación de la humildad, la peor soberbia.- «¿Qué hará, pues, una virgen, qué
pensará para no alzarse por encima de aquellos y aquellas que carecen de tal excelso
don? Y no debe simular la humildad, sino que debe tenerla efectivamente, pues la
simulación de la humildad es la mayor soberbia.» (S. AGUSTIN, Sobre la Santa
Virginidad, 43)

1102 El guardián de la virginidad es la caridad.- «Nadie podrá custodiar este bien de la


virginidad si no es el mismo Dios, que lo ha otorgado; y Dios es caridad (1Jn 4,8).
Luego el guardián de la virginidad es la caridad, la morada de la caridad es la
humildad.» (S. AGUSTIN, Sobre la Santa Virginidad, 51)

1103 Jesucristo, esposo de las vírgenes.- «Ni los que consagran a Dios su virginidad,
aunque en la Iglesia tienen más alto grado de honor y santidad, carecen de nupcias.
Representaba la persona del Señor el esposo de aquellas nupcias, de quien se dijo:
Has conservado hasta ahora el buen vino (Jn 2,10). En efecto, Cristo guardó hasta ahora
La práctica de la vida cristiana

el buen vino, esto es, su Evangelio.» (S. AGUSTIN, Tratados sobre el Evangelio de
San Juan, 9,2)
La práctica de la vida cristiana

XL. La práctica de la vida cristiana

«Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo. No


puede esconderse una ciudad puesta sobre la cima de un monte... Que
así alumbre vuestra luz delante de los hombres, que vean vuestras
buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt
5,13-16).

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos;
mas el que hace la voluntad de mi Padre, ése entrará en el reino de los
cielos» (Mt 8,12).

«El que quisiera entre vosotros ser el primero, será esclavo de todos,
puesto que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a
darse como rescate por muchos» (Mc 10,44).

«No viene el reino de los cielos con aparato, ni dirán: 'Aquí está' o 'allí';
mirad que el reino de Dios dentro de vosotros está» (Lc 17,20-21).

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no tema caminar en


tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

«Quien me sirve, sígame; y donde estoy yo, allí estará también mi


servidor» (Jn 12,26).

«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo


os he amado, que también vosotros os améis mutuamente. En eso
conocerán todos que sois discípulos míos, si os tuviereis amor unos a
otros» (Jn 13,34-35).
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defined.1104 Carrera hacia la meta de la paz.- «Como quiera, pues, que fuimos
hechos partícipes de muchas, grandes y gloriosas acciones, emprendamos otra vez la
carrera hacia la meta de la paz que nos fue trasmitida desde el principio y fijemos
nuestra mirada en el Padre y Creador de todo el universo, ya adhirámonos a los
magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz. 3. Mirémosle con
nuestra mente y contemplemos con los ojos del alma su magnánimo designio.
Consideremos cuán blandamente se porta con toda su creación.» (S. CLEMENTE
ROMANO, Carta I a los Corintios, 19,2-3)

1105 Vida cristiana en la familia.- «Veneremos al Señor Jesús, cuya sangre fue derramada
por nosotros; respetemos a los que dirigen nuestras comunidades, honremos a
nuestros presbíteros, eduquemos a nuestros hijos en el temor de Dios, encaminemos
a nuestras esposas por el camino del bien. Que ellas sean dignas de todo elogio por
el encanto de su castidad, que brillen por la sinceridad y por su inclinación a la
dulzura, que la discreción de sus palabras manifieste a todos su recato, que su ca-
ridad hacia todos sea patente a cuantos temen a Dios, y que no hagan acepción
alguna de personas.
Que vuestros hijos sean educados según Cristo, que aprendan el gran valor
que tiene ante Dios la humildad y lo mucho que aprecia Dios el amor casto, que
comprendan cuán grande sea y cuán hermoso el temor de Dios y cómo es capaz de
salvar a los que se dejan guiar por él, con toda pureza de conciencia. Porque el Señor
es escudriñador de nuestros pensamientos y de nuestros deseos, y su Espíritu está en
nosotros, pero cuando él quiere nos lo puede retirar.» (S. CLEMENTE ROMANO,
Carta I a los Corintios, 21,6-9)

1106 El testimonio de los mártires.- «Y es así que yo mismo, cuando seguía la doctrina de
Platón, oía las calumnias contra los cristianos; pero, al ver cómo iban intrépidamente
a la muerte y a todo lo que se tiene por espantoso, me puse a reflexionar ser
imposible que tales hombres vivieran en la maldad y en el amor a los placeres. 2.
Porque ¿qué hombre amador del placer, qué intemperante y que tenga por cosa
buena devorar carnes humanas, pudiera abrazar alegremente la muerte, que ha de
privarle de sus bienes, y no trataría más bien por todos los medios de prolongar
indefinidamente su vida presente y ocultarse a los gobernantes, cuánto menos soñar
en delatarse a sí mismo, para ser muerto? 3. Ya han conseguido también esto los
malvados demonios por obra de hombres perversos.» (S. JUSTINO, Apología II,
12,1-3)
1107 Mostrarse cristiano, «blanco de una vida».- «Porque también yo, al darme cuenta de
que los malvados demonios habían echado un velo a las divinas enseñanzas de
Cristo, con el fin de apartar de ellas a otros hombres, desprecié lo mismo a quienes
tales calumnias propalaban que el velo de los demonios y la opinión del vulgo. 2. Yo
confieso que mis oraciones y mis esfuerzos todos tienen por blanco mostrarme
cristiano /.../.» (S. JUSTINO, Apología II, 13,1-2)

1108 Lo que el alma es en el cuerpo, son los cristianos en el mundo.- «V. Los cristianos,
en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni
por sus costumbres. 2. Porque no habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una
lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás /.../. 5. Habitan sus
propias patrias, pero como forasteros; toman parte de todo como ciudadanos y todo
lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria,
tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen a
los que nacen. 7. Ponen mesa común, pero no lecho. 8. Están en la carne, pero no
viven según la carne. 9. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el
cielo. 10. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. 11.
A todos aman y por todos son perseguidos. 12. Se les desconoce y se les condena, se
los mata y en ello se les da la vida. 13. Son pobres pero enriquecen a muchos.
Carecen de todo y abundan en todo. 14. Son deshonrados y en las mismas deshonras
son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. 15. Los vituperan y ellos
bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. 16. Hacen bien y se los castiga como
malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. 17. Por los
judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin
embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.
VI. Mas, para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los
cristianos en el mundo. 2. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo:
y cristianos hay por todas las ciudades del mundo. 3. Habita el alma en el cuerpo,
pero no procede del cuerpo; así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del
mundo.» (AUTOR DESCONOCIDO, Discurso a Diogneto, 5-6)

1109 Confesores de la fe en la cárcel.- «Ante todo, oh benditos, no queráis entristecer al


Espíritu Santo (Ef 4,3) que ha entrado con vosotros en la cárcel; si no hubiese entrado
con vosotros, tampoco vosotros estaríais hoy dentro. Por eso, obrad de forma que
siga permaneciendo con vosotros, y así os lleve de la cárcel al Señor.
4. Ciertamente la cárcel es la casa del diablo. Mas vosotros habéis llegado
hasta la cárcel, precisamente para abatirlo también en su casa. Fuera, en efecto, ya os
habéis enfrentado a él y lo habéis derrotado.
5. No permitáis que el diablo diga: los tengo en un puño, los tentaré con
resentimientos mezquinos, con defecciones y con discordias entre ellos.
Huya ante vuestra presencia y vaya a esconderse y a enroscarse como una
serpiente entontecida por los encantamientos o cazada por los fumigadores. Y no le
deis, precisamente en su reino, la satisfacción de conseguir poneros en desacuerdo al
uno con el otro, sino que os encuentre dispuestos y armados de concordia. Porque la
paz entre vosotros es guerra para él.
6. Se trata de aquella paz que algunos, no teniéndola más en la Iglesia, se han
acostumbrado a implorar de los mártires en la cárcel. Y entonces, precisamente por
esto, debéis tenerla, favorecerla y custodiarla entre vosotros, para poder después, si
fuera necesario, concederla también a los otros.» (TERTULIANO, A los Mártires, 1,3-
6)

1110 Ventajas de la cárcel para el cristiano.- «1. Naturalmente, es más que comprensible
que os hayan acompañado hasta la cárcel todas vuestras posesiones, que oprimen el
alma; hasta allí os han acompañado también vuestros familiares.
Pero después habéis sido segregados incluso del mundo, y con mayor razón
de la sociedad pagana y de sus instituciones. No os dejéis atemorizar por el hecho de
haber sido segregados del mundo. Porque, si lo pensamos un poco, reflexionando
que precisamente el mundo es más bien una cárcel, comprenderemos que más que
entrar en la cárcel, vosotros en realidad habéis salido de ella.
2. Mas oscuras son las tinieblas en el mundo, tinieblas que ciegan los
corazones de los hombres; el mundo lleva cadenas más pesadas, que aprisionan las
almas mismas de los hombres; un hedor peor nos llega del mundo, son los vicios de
los hombres.
3. Finalmente, en el mundo hay muchos más culpables, esto es, la entera raza
de los hombres; están a la espera no ya del procónsul, sino del juicio de Dios.
4. Por tanto vosotros ¡oh benditos! podréis casi consideraros como
transferidos a una simple detención vigilada.
Hay oscuridad, pero la luz sois vosotros precisamente (Mt 5,14; Ef 5,8); hay
cepos, mas vosotros estáis liberados por Dios; allí se percibe un malhedor, pero
vosotros sois un perfume suave (Ef 5,2); estáis en espera del juicio, pero seréis
vosotros quienes harán el proceso a vuestros jefes (1Cor 6,2).» (TERTULIANO, A los
Mártires, 2,1-4)

1111 Más que cárcel llamémosla retiro.- «A un cristiano, la cárcel le ofrece cuanto en
orden a la perfección le ofrecería el desierto. Incluso el Señor se retiraba también
frecuentemente a la soledad, para estar más libre en la oración y para apartarse del
mundo (Mc 1,35); y al final fue en la soledad donde manifestó su gloria a sus discí-
pulos (Mt 17,1-8). No la llamemos más cárcel, llamémosla retiro.» (TERTULIANO, A
los Mártires, 2,8)
1112 Inculpabilidad de los cristianos perseguidos.- «Voy a mostrar las verdaderas
actividades de la secta cristiana, habiendo refutado las perversidades que se le atri-
buyen; mostraré sus excelencias.
Somos un cuerpo unido por una común profesión religiosa, por una disciplina
divina y por una comunión de esperanza. Nos reunimos en asamblea o
congregación, con el fin de asaltar a Dios como en fuerza organizada. Esta fuerza es
agradable a Dios. Oramos hasta por los emperadores, por sus ministros y
autoridades, por el bienestar temporal, por la paz general, para que el fin del mundo
sea diferido. Nos reunimos para meditar las Escrituras divinas, por ver si nos
ayudan a prever o reconocer algo para los tiempos presentes. En todo caso, ali-
mentamos nuestra fe con aquellas santas palabras, levantamos nuestra esperanza,
fortalecemos nuestra confianza, robustecemos nuestra disciplina insistiendo en sus
preceptos. En estas reuniones tienen lugar las exhortaciones, los reproches, las
censuras divinas. Porque se juzgan las cosas con gran severidad, pues tenemos la
certeza de andar bajo la mirada de Dios, dándose como una suprema anticipación
del juicio futuro, cuando uno ha cometido tales delitos que hacen sea excluido de la
participación en la oración, en la asamblea y en todo acto piadoso.
Nuestros presidentes son ancianos de vida probada, que han conseguido este
honor no con dinero, sino con el testimonio de su vida: porque ninguna de las cosas
de Dios puede comprarse con dinero. Aunque tenemos una especie de caja; sus
ingresos no provienen de cuotas fijas, como si con ello se pusiera un precio a la
religión, sino que cada uno, si quiere o si puede, aporta una pequeña cantidad el día
señalado de cada mes o cuando quiere. En esto no hay compulsión alguna, sino que
las aportaciones son voluntarias y constituyen como un fondo de caridad /.../.
Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros lo que nos atrae la
odiosidad de algunos, pues dicen: Mira cómo se aman, mientras ellos sólo se odian
entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras que ellos están
bien dispuestos a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos hermanos lo
tienen por infamia, a mi entender sólo porque entre ellos todo nombre de parentesco
se usa sólo con falsedad afectada. Sin embargo, somos incluso hermanos vuestros en
virtud de nuestra única madre la naturaleza, por más que vosotros sois poco hom-
bres, pues sois tan malos hermanos. Con cuánta mayor razón se llaman y son verda-
deros hermanos los que reconocen a un único Dios como Padre, los que bebieron un
mismo Espíritu de santificación, los que de un mismo útero de ignorancia salieron a
una misma luz de la verdad /.../.
¿Qué tiene de extraño, pues, que tan gran amor se exprese en un convite?
/.../. Digo esto, porque andáis chismorreando acerca de nuestras modestas cenas,
diciendo que, no sólo son infames y criminales, sino también opíparas /.../. Pero su
mismo nombre muestra lo que son nuestras cenas, pues se llaman ágapes, que
significa en griego amor /.../. Considerad el orden que se sigue en ellas, para que
veáis su carácter religioso: no se admite en ellas nada vil o contrario a la templanza.
Nadie se sienta a la mesa sin haber antes gustado una oración a Dios. Se come lo que
conviene para saciar el hambre; se bebe lo que conviene a hombres modestos. Se
sacian, teniendo presente que incluso durante la noche han de adorar a Dios, y
hablan teniendo presente que los oye su Señor. Después de lavarse las manos y
encenderse las luces, cada uno es invitado a salir y recitar algo de las sagradas
Escrituras o de su propia inspiración, y con esto se muestra hasta qué punto ha
bebido. El convite termina con la oración como comenzó.» (TERTULIANO,
Apologético, 9)

1113 Muerte de los perseguidores.- «El Señor, carísimo Donato, ha escuchado tus
oraciones, cada hora y cada día, y las de otros hermanos nuestros, a quienes su
glorioso testimonio ha valido la vida eterna, recompensa de su fe.
He aquí que una vez aplastados todos nuestros adversarios, restituida la
tranquilidad por todo el orbe, la Iglesia, poco ha perseguida, surge y se edifica como
templo de Dios, con mayor gloria que la que habían arruinado los impíos. Dios ha
suscitado príncipes que, derribado el imperio sangriento de los tiranos, han
proporcionado la salud del género humano; que han disipado, por así decirlo, la
nube de esta época siniestra y han otorgado a todos los corazones el gozo y la
dulzura de una paz serena. Ahora, desaparecido el torbellino de esta oscura
tormenta, el aire ha recobrado su calma y la luz, tan deseada, luce en todo su brillo.
Ahora Dios, apaciguado por las oraciones de sus siervos, con su auxilio celestial, ha
levantado a los que estaban postrados y abatidos. Ahora ha sofocado la conspiración
de los impíos y secado las lágrimas de cuantos gemían. Los que insultaban a Dios
han sido derribados; los que habían destruido el templo santo han sido arrojados,
cayeron en una ruina mayor; los que atormentaban a los justos han rendido su alma,
heridos por el cielo con azotes y tormentos que se habían merecido.
Castigo tardío, sin duda, pero severo y digno de su perversidad /.../.
Dios había diferido su castigo, para dar, en sus personas, lecciones admirables
y enseñar a la posteridad que Dios es uno y que ese Dios es un Juez, que sabe
condenar a los perseguidores impíos a suplicios dignos de un vengador celestial.
Éste es el propósito de los hombres que han querido testificar por escrito para que,
cuantos han estado alejados de estos acontecimientos y los que nos sucedan, sepan
cómo el Dios supremo, haciendo brillar su poder y su majestad, ha destruido y
exterminado los enemigos de su nombre. No está fuera de propósito, sin embargo,
volver a los orígenes, hasta la fundación de la Iglesia, y exponer quiénes la
persiguieron, y con qué castigos ejercitó su venganza con ellos el Juez celestial.»
(LACTANCIO, Tratado sobre la muerte de los perseguidores)

1114 El corazón cristiano, templo de Dios.- «Veneremos a Dios, no sólo en los templos,
sino también en nuestro corazón /.../. Purifiquemos este templo, que se ensucia, no
con el humo y el polvo, sino con los malos pensamientos. Este templo no se alumbra
con cirios encendidos, sino con la caridad de Dios y la luz de la sabiduría. 15. Y si en
este templo creemos que Dios está siempre presente, a cuya mirada están
manifiestos los secretos de nuestro corazón, nosotros vivamos de manera que
siempre lo tengamos propicio y nunca lo irritemos.» (LACTANCIO, La ira de Dios,
24,14-15)

1115 Armonía de la comunidad cristiana.- «Así la unión de muchas voces, cuando su


disonancia y dispersión se ha sometido a la divina armonía, constituye finalmente
una sola sinfonía; y el coro, obediente a un solo director, el Logos, encuentra su
reposo en la verdad misma, cuando puede decir: Abba, Padre, entonces esta voz,
totalmente conforme a la verdad, Dios la acoge con prontitud, como el primer fruto
que recibe de sus hijos.» (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos,
9,88,3)

1116 El cristiano semejante a Dios.- «Podemos, pues, decir ahora que sólo el cristiano es
piadoso, rico, sensato, noble, y por ello mismo una imagen y semejanza de Dios;
nosotros podemos decir y creer que, convertido por Cristo Jesús justo y santo con
inteligencia, él es también, en esta medida, semejante ahora a Dios.» (CLEMENTE
DE ALEJANDRIA, Exhortación a los paganos, 12,122,4)

1117 Hijos de Abraham.- «Por tanto, espiritualmente, todos aquellos que, mediante la fe,
se unen al conocimiento de Dios, pueden llamarse hijos de Abraham; mas entre ellos,
hay algunos que se adhieren a Dios por amor, otros por el temor y el miedo del
juicio futuro. Por los cuales también el apóstol San Juan dice: El que teme no es perfecto
en el amor; el amor perfecto echa fuera el temor (1Jn 4,18). Así, el que es perfecto en el amor
nace de Abraham y es hijo de la libre. En cambio, quien guarda los mandamientos, no
por amor perfecto, sino por miedo de la pena futura y por temor del suplicio, cierto,
también él es hijo de Abraham, también él recibe dones, esto es, el premio de sus
obras, ya que también el que haya dado tan sólo un vaso de agua fresca, en atención al
nombre de discípulo, no faltará su premio (Mt 10,42), todavía es inferior a quien es
perfecto, no en el temor servil, sino en la libertad del amor.» (ORIGENES, Homilías
sobre el Génesis, 7,4)

1118 Virtudes cristianas.- «Para no retardarnos a describir cada una de las virtudes,
podemos decir brevemente que todas estas cosas están significadas por aquéllas de
las que se adorna la Iglesia. La fe se puede comparar al oro, la palabra de la pre-
dicación a la plata; el bronce es imagen de la paciencia, a las maderas incorruptibles
corresponde la ciencia, que viene por la madera, o la castidad perfecta, que no
envejece jamás; al lirio, la virginidad; a la escarlata, la gloria del martirio; por la púr-
pura el resplandor de la caridad; el violeta, la esperanza del reino de los cielos. De
todos estos materiales se construye el tabernáculo, se visten los sacerdotes, se adorna
el pontífice. El Profeta se explica en otro lugar sobre la naturaleza y las cualidades de
las vestiduras sacerdotales: Que tus sacerdotes se revistan de justicia (Sal 131,9). El
Apóstol Pablo dice todavía en otra parte: Revestíos de entrañas de misericordia (Col
3,12). Estas son además las vestiduras de la misericordia. Mas el Apóstol hace
alusión a vestidos aún más nobles, porque dice: Revestíos del Señor Jesucristo y no
satisfagáis los instintos de la carne (Rom 13,14). Tales son, pues, las vestiduras con que
se adorna la Iglesia.» (ORIGENES, Homilías sobre el Éxodo, 9,3)

1119 Ayuno conforme a las consignas del Evangelio.- «Tú, si quieres ayunar según
Cristo y humillar tu alma, todo el tiempo del año es apto para ti; toda tu vida es un
día, empleado en humillar tu alma, si aprendiste del Señor, nuestro Salvador, que es
manso y humilde de corazón y maestro de la humildad.
Así, pues, si quieres ayunar conforme al consejo evangélico, guarda en tus
ayunos las leyes del Evangelio; en las que el Salvador manda: Cuando ayunes, unge tu
cabeza y lava tu cara (Mt 6,17).» (ORIGENES, Homilías sobre el Levítico, 16,10)

1120 Nuestras ofrendas son dones de Dios.- «Nadie ofrece a Dios algo suyo, sino que lo
que ofrece es del Señor; y no tanto ofrece las cosas suyas, cuanto que las devuelve a
aquél cuyas son. Por consiguiente, queriendo el Señor proclamar las leyes de los
sacrificios y de las ofrendas que se le han de ofrecer por los hombres, ante todo
muestra la razón de aquellas mismas y dice: Cuidad de presentarme a sus tiempos mis
ofrendas, mis alimentos, sacrificios de combustión de olor suave para mí (Núm 23,2). Son
dones míos, esto es, dados por mí a vosotros. Todo lo que tiene el género humano, lo
percibe de mí. Nadie piense, al ofrecer sus dones, que él da algo a Dios, y por esto
sería impío en el mismo creer que da culto a Dios; ¿qué cosa tan impía como pensar
el hombre dar algo a Dios como si lo necesitara?» (ORIGENES, Homilías sobre los
Números, 28,23)

1121 Cómo santificar la guerra.- «¿Qué otra cosa es santificar la guerra (Joel 4,9), sino hacer
perecer todos los enemigos de nuestra alma, que son los vicios de los pecados, y
mortificados los miembros que están sobre la tierra (Col 3,5) y cortados todos, todas las
concupiscencias, hacerse santo en el cuerpo y en el espíritu, y llenos de fortaleza,
llegar a la presencia del Dios vivo y ser coronado en premio al mérito de la victoria,
de manos de Jesucristo, nuestro Señor?» (ORIGENES, Homilías sobre Josué, 8,7)

1122 Presencia de Dios y de su Espíritu.- «Más bien, lo difícil es considerar estas cosas y
ver la diferencia que va entre quienes a largos intervalos han recibido la
comprensión de la verdad y un breve entendimiento de Dios, y los que por mucho
tiempo están inspirados por Dios, están siempre en la presencia de Dios y son
continuamente guiados por el espíritu divino (Rom 8,14; Gál 5,18). Si Celso hubiera
examinado y comprendido todo esto, no nos hubiera tachado de ignorancia, ni nos
hubiera ordenado no llamar ciegos a los piensan que la religión se muestra en las
artes materiales de los hombres, en la estatuaria por ejemplo.» (ORIGENES, Contra
Celso, 7,51)

1123 El cristiano y los cargos públicos.- «Por lo demás, si los cristianos rehúsan los cargos
públicos, no es porque traten de eludir los servicios generales que pide la vida, sino
porque quieren guardarse a sí mismos por la salud eterna de los hombres, para el
servicio más divino y necesario de la Iglesia de Dios. Así piensan necesaria y jus-
tamente, y así se preocupan por todos: por los de dentro, para que cada día vivan
más santamente; por los aparentemente de fuera, para que lleguen a las sagradas
palabras y obras de nuestra religión. Así también dan verdadero culto a Dios y,
educando a los más que pueden, se unen al Verbo de Dios y a la ley divina; así en
fin, se hacen una sola cosa con el Dios supremo, por su Hijo, Verbo de Dios, que es
sabiduría, verdad y justicia, y une con Dios a todo el que se determina a vivir en
todo según Dios.» (ORIGENES, Contra Celso, 8,75)

1124 Aprender de Cristo, pobre y humilde.- «Entró en casa de Simón (Lc 4,38).
Observa cómo se hospedó en casa de uno de sus discípulos; hombre pobre y
desconocido en el mundo. Aquél que padeció necesidad por nosotros, para que
nosotros seamos ricos con su pobreza y aprendamos a convivir con los humildes, y
no con ostentación frente a los que están oprimidos por la pobreza y la tribulación.»
(S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)

1125 La mortificación cristiana.- «El que quiera salvar su vida, la perderá (Lc 9,24).
De qué manera perderá alguien su vida, para salvarla, o cómo creyendo
salvarla, la pierda, lo declara Pablo, diciendo de los santos: Los que son de Cristo Jesús
crucificaron la carne con las pasiones y deseos (Gál 5,34). Pues los que de verdad son
fieles a Cristo crucifican la carne, esto es, la mortifican; aceptando los trabajos y las
luchas por la religión, y mortificando los deseos carnales. Está escrito: Mortificad
vuestros miembros que son de la tierra; fornicación, impureza, pasión carnal, concupiscencia
y la avaricia (Col 3,5). Los que en tales cosas se mortifican, estos salvan su vida; los
que aman una vida de placeres, acaso piensan poseer su vida; mas, por el contrario,
la pierden; porque el que siembra en su carne cosechará corrupción (Gál 6,8). Así, per-
diendo su alma, la conserva. Esto lo hicieron los mártires, luchando hasta derramar
su sangre y poniendo en su cabeza, como corona, su amor ardiente para con Cristo.»
(S. CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de S. Lucas)
1126 Saber decir «Sí» y «No».- «Sí y No no son mas que dos sílabas. Pobres palabrillas
que, sin embargo, llevan consigo el mejor de los bienes: la verdad; o encubren la
malicia más negra: la mentira. Mas ¿qué digo yo? ¡por un simple signo de cabeza
para dar testimonio de Cristo, los mártires han podido librarse de todo su deber de
piedad! Si esto es así, ¿qué hay tan pequeño en lenguaje teológico que no pueda
jugar, por la precisión o la inexactitud de la expresión, un no decisivo? Y si ni una
sola iota de la Ley, ni un solo trazo pueden desaparecer (Mt 5,18), ¿habremos nosotros
tomado todas las medidas, si dejamos de un lado la cosa más pequeña?» (S. BASILIO
MAGNO, Tratado del Espíritu Santo, 1)

1127 Glorificar a Dios.- «A él, que es Dios por naturaleza, ilimitado en grandeza,
poderoso en obras, bueno en sus beneficios, ¿no lo exaltaremos, no lo glorificaremos?
Ahora bien, glorificarlo no es otra cosa, a mi parecer, que enumerar sus títulos
admirables /.../. No podemos, en efecto, glorificar a Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, su Hijo único, de otra forma que exponiendo detalladamente, en la
medida de lo posible, las maravillas del Espíritu.» (S. BASILIO MAGNO, Tratado del
Espíritu Santo, 23)

1128 Adorno del alma, morada de Dios.- «El que se mira a sí mismo adorna su morada
para recibir también, alguna vez, a Dios. Este tiene otra cosa la que da belleza a tal
habitación. Yo sé el oro que resplandece en tales obras que, por cierto, se extrae de
los distintos sentidos de la Escritura. Conozco la plata, que resplandece en los dichos
divinos, cuyo resplandor brilla por la verdad. Teniendo en cuenta los variados
efectos, los brillos de las piedras variadas, con que se adornan las paredes de este
templo y el pavimento que conviene al edificio, no te equivocarás en la orna-
mentación.
Que se alfombre el suelo con la continencia, gracias a la cual, el polvo de la
mente terrena no causará molestia al que vive en ella. Que la esperanza de los cielos
ilumine el artesonado, mirando al cual con el ojo del alma, contemplarás, no figuras
formadas a cincel en el techo, sino al mismo ejemplar de la belleza, no realizado y
esculpido con oro y plata, sino con lo que es más precioso. Y si también, desde otro
aspecto, ha de describirse la ornamentación, la incorrupción y la impasibilidad
enriquecen la casa, por otro lado, la justicia y el no ser esclavo de la ira.
Resplandezcan la humildad y la mansedumbre, y también la piedad para con Dios. Y
que todo lo armonice perfectamente el artista principal, la caridad.
Si deseas baños y quieres contar con la limpieza de la casa, y los caños de
agua, con que limpiar todas las manchas del alma, puedes echar mano al que usó el
gran David, entregándote al llanto en la noche.
Las columnas que sostienen el pórtico del alma procura que no sean frigias o
de pórfido; la estabilidad y la inmovilidad en todo bien es mucho más rica que toda
ornamentación material. Toda clase de adornos, ya pintados ya ficticios, que los
hombres fabrican artificiosamente, engañando, para imitar la verdad, no los admite
esta morada, en la que están las auténticas imágenes de la verdad.
Si deseas caminar y pasear, conviene que te ejercites en la guarda de los
preceptos, pues dice así la Sabiduría: Voy por las sendas de la justicia, por los senderos de
la equidad (Prov 8,20) ¡Cuán hermoso es ejercitarse y ocupar el alma en ellas y, al
frecuentar el camino de los mandamientos, volver a lo mismo, es decir que,
cumpliendo el mandato de todo aquello a lo que dedica su estudio, por segunda y
tercera vez se cultive la probidad de costumbres y la honestidad de vida.
Quien, de esta forma, edifique su casa se preocupará poco de lo terreno, no se
entregará al trabajo en las minas para extraer materiales, no navegará por los mares
de los judíos para comprar colmillos de elefantes, no llevará adelante un trabajo
vano y curioso, cuyo arte está supeditado a la materia, sino que en su misma casa
tiene los materiales aptos para esta estructura.» (S. GREGORIO DE NISA, Homilías
sobre el Eclesiastés, 3)

1129 Ofrenda y reconciliación con el hermano.- «Si ofreces tu ofrenda ante el altar y allí te
acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y marcha,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu ofrenda (Mt 5,23-24). ¡Oh
bondad, o amor que sobrepuja todo razonamiento! El Señor menosprecia su propio
honor a trueque de salvar la caridad; con lo que nos hace ver de paso que tampoco
sus anteriores amenazas procedían de desamor alguno para con nosotros, ni de
deseo de castigo, sino de su mismo inmenso amor. ¿Qué puede, en efecto, darse más
blando que estas palabras? Interrúmpase -dice- mi propio servicio, a fin de que se
salve tu caridad, porque también la reconciliación con tu hermano es un sacrificio.»
(S. JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo, 16,9)

1130 Ejemplo de oración cristiana.- «Señor, con la meridiana luz de tu sabiduría, disipa
las tinieblas nocturnas de nuestra mente, para que iluminada, te sirva en la
renovación de nuestra vida purificada. La salida del sol señala el comienzo de las
obras de los mortales; prepara tú en nuestros corazones una mansión, para aquel día
que no tiene ocaso. Concédenos que en nuestra persona lleguemos a ver la vida
resucitada y que nada aparte nuestras mentes de tus delicias. Imprime en nuestros
corazones, por nuestra asidua búsqueda de ti, el sello de ese día sin fin, que no
comienza con el movimiento y el curso del sol.
A diario te abrazamos en tus sacramentos y te recibimos en nuestro cuerpo.
Haznos dignos de sentir en nuestra persona la resurrección que esperamos. Con la
gracia del bautismo hemos escondido tu tesoro en nuestros corazones; este mismo
tesoro se acrecienta en la mesa de tus sacramentos; concédenos el gozo de tu gracia.
Poseemos, Señor, en nuestra propia persona tu memorial tomado en la mesa
espiritual; haz que lleguemos a poseerlo en toda su integridad, en la resurrección
futura.
Que seamos capaces de comprender la belleza de nuestra condición, mediante
esa belleza espiritual que crea tu voluntad inmortal en las mismas criaturas mortales.
La crucifixión fue, Señor, el testimonio de tu vida corporal; concédenos que
nuestra mente quede también crucificada figuradamente en nuestra vida espiritual.
Que tu resurrección, oh Jesús, preste su grandeza a nuestro hombre espiritual; que la
contemplación de tus misterios nos sirva de espejo para conocerla. Tus designios
divinos, oh Salvador nuestro, son figura del mundo espiritual; concédenos la gracia
de conocer en él, como corresponde, al hombre espiritual.» (S. EFREN, Sermones,
3,«De fine et admonitione»,2,4-5)

1131 Discreción y limpieza para mirar.- «La discreción de la que yo he hablado se llama
en el Evangelio el ojo y la lámpara del cuerpo. La lámpara de vuestro cuerpo, dice el
Salvador, es vuestro ojo. Si vuestro ojo está limpio todo vuestro cuerpo será luminoso; pero
si vuestro ojo es malo, todo vuestro cuerpo será tenebroso (Mt 6,22-23). Discierne, en
efecto, todos los pensamientos del hombre y sus actos; examina y ve en la luz lo que
debemos hacer. Si este ojo interior es malo, en otros términos, si estamos faltos de
ciencia y de un juicio seguro, y nos dejamos dominar por el error y la presunción,
todo nuestro cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en vosotros es tinieblas, dice
también el Señor, ¿cuántas serán vuestras tinieblas? Nadie dude que, si tenemos un
criterio falso, sumidos en la noche de la ignorancia, nuestros pensamientos, también
nuestras obras que son fruto de ellos, estarán envueltos en las tinieblas del pecado.»
(JUAN CASIANO, Conferencias, 2ª,2)

1132 Progreso en el camino de la perfección cristiana.- «Si alguno quiere encaminarse a


la perfección, a partir del primer grado que hemos llamado servil, del que está escri-
to: Cuando hayáis hecho todo, decid: somos siervos inútiles (Lc 17,10), se elevará, por un
progreso continuo, a los caminos superiores de la esperanza. Esto ya no se compara
a la condición de esclavo, sino a la del mercenario. Seguro de ser perdonado y sin
temor al castigo, consciente, por otra parte, de las buenas obras realizadas, persigue
el premio que Dios ha prometido. Pero aún no ha llegado al sentimiento de hijo que,
confiando en la indulgencia y en la liberalidad paterna, no duda que todo lo que es
de su padre, es también suyo.
El pródigo del Evangelio no osaba aspirar a más, después de haber perdido
con el bien de su padre hasta su nombre de hijo: Ya no soy digno, decía, de llamarme
hijo tuyo (Lc 15,19). Él había deseado comer las bellotas que comían los cerdos y
nadie se las daba. Entonces entró dentro de sí. Tocado de un temor saludable,
empezó a horrorizarse de la inmundicia de los puercos; temía sobre todo los
tormentos crudos del hambre. Y pensando en el salario que se daba a los jornaleros,
codició su condición. Y dijo: Cuántos jornaleros de mi padre comen pan en abundancia,
mientras que yo aquí perezco de hambre. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como uno de tus
jornaleros (Lc 15,17-19).
Esforcémonos también nosotros en subir, con la gracia de una caridad
indisoluble, a este tercer grado de los hijos, que miran como suyo lo que es de su
padre; merezcamos recibir la imagen y la semejanza de nuestro Padre celestial.
Imitando al Hijo verdadero, podremos decir también; Todo lo que el Padre tiene es mío
(Jn 16,15). De lo que se hizo eco el bienaventurado San Pablo, al decir: Todas las cosas
son vuestras, ya sea Pablo o Apolo o Cefas, sea el mundo, o la vida o la muerte, el presente o el
futuro, todo es vuestro (1Cor 3,22).» (JUAN CASIANO, Conferencias, 11ª,7)

1133 Vino antiguo y vino nuevo.- «Porque tus pechos son mejores que el vino (Cant 1,2).
Los buenos pechos del Señor son las fuentes de agua de los Evangelios,
mejores que el vino de los profetas. Pues leemos en las Sagradas Escrituras que hay
dos clases de vino: uno, el que faltó en las bodas de Caná de Galilea; otro, mucho
mejor, hecho del agua por la palabra de Dios. Por lo que decía el Salvador: Y nadie
echa vino nuevo en pellejos viejos..., el vino nuevo se echa en pellejos nuevos (Mc 2,22). Lo
cual significaba las nupcias de Cristo y de la Iglesia, esto es, cuando el Verbo de Dios
se unió con el alma humana. Había de cesar el vino antiguo, esto es, la Ley y los
profetas; ya hay un vino evangélico, venido del agua del bautismo. Por donde los
creyentes serían acusados de estar llenos de vino (Hech 2,13).
¿Qué es, pues, el vino en que se convirtió el agua, sino el que el alma que
antes era terrena, insípida y aguada, convertida en puro espíritu, se hizo de mejor
sabor y olor, como dice el Apóstol: Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo (2Cor
2,15)? Y por consiguiente los pechos son mejores, esto es, la doctrina evangélica está
sobre las profecías antiguas.
Y añade: El olor de tus perfumes sobre todos los ungüentos (Cant 1,3).
El olor de éste manifiesta la gracia del sagrado crisma, que huele y exhala olor
sobre todos los aromas de la Sinagoga. Ella hacía la unción con ungüentos
hedoríferos, pero el ungüento de Cristo procede de la suavidad del Espíritu Santo,
como dice Isaías: El Espíritu de Yahvé está sobre mí, porque me ha ungido (Is 61,1). Y
Pablo: Por nuestro medio difunde por todas partes el aroma de su conocimiento (2Cor 2,14).
Por tanto, el olor de tus perfumes designa la gracia de los carismas espirituales, sobre
todos los aromas de la Antigua Alianza.» (S. GREGORIO DE ELVIRA, Tratado sobre
el Cantar de los Cantares, 1)

1134 Virtud probada.- «¡Bien! Y así el Señor tu Dios, porque tú le has ofrecido un ejemplo
determinado de virtud, quiere probarte en otro género de virtud. Job, aquel hombre
santo, corría sin caer; sin embargo, Dios permitió que fuera probado con la muerte
de sus hijos y las úlceras que cubrían todo su cuerpo. Fue preciso que ejercitara
también su virtud en tal circunstancia, y que hiciera ver si, bajo el golpe de las penas
y los males, el ardor de sus sentimientos se debilitaba.
¿No es claro que incluso un santo como David, renombrado por su fe,
ejemplarísimo por su mansedumbre, David a la ayuda, Dios ha tenido que someterlo
a prueba, para ver cómo hacía para lavar su crimen, para reparar su falta? Y todo
esto, para enseñarnos cuando podemos cubrir el pecado, cuando lo hemos
cometido.» (S. AMBROSIO, Apología de David, 3,9)

1135 Clemencia de Dios con el pecador.- «Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me
casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en
fidelidad y te penetrarás del Señor (Os 2,21-22).
¡Oh cuánta es la clemencia de Dios! La meretriz que ha fornicado con muchos
amantes y ha sido entregada a las bestias por su crimen, después de volver al varón,
nunca se dice que se reconcilia, sino que se casa. Y mira cuál es la unión de Dios y de
los hombres: el hombre, al recibir a su esposa, hace una mujer de una virgen; Dios,
unido incluso con las meretrices, las convierte en vírgenes, conforme a aquello que
se dice de la adúltera por Jeremías: ... entonces mostrabas frente de ramera, te negabas a
avergonzarte. Pero ¿no me gritas ahora mismo: Padre mío, tú eres el amigo de mi juventud?
(Jer 3,3-4). Por lo que el Apóstol, después de la fornicación y el culto de los ídolos,
dice a los creyentes: Os desposé con un marido, para presentaros a Cristo como una virgen
pura (2Cor 11,2).» (S. JERONIMO, Comentario sobre el profeta Oseas)

1136 Montes y collados, imagen de la vida cristiana.- «Aquel día los montes manarán vino,
los collados se desharán en leche, las acequias de Judá irán llenas de agua (Joel 4,18).
El que es inferior a los montes y todavía no ha ascendido al culto de la
perfección, se llamará collados, y fluirán de él ríos de leche, con los cuales, la infancia
del ignorante se nutre en Cristo; y los torrentes de agua que el Señor dijo que
manarían de su seno (Jn 7,38). Todos los ríos y las acequias de Judá se llenarán de
agua, y nada había seco en ellas, redundando todos en gracia espiritual. Y brotará un
manantial del templo del Señor, y regará el Torrente de las Espinas.» (S. JERONIMO,
Comentario sobre el profeta Joel)

1137 La avaricia, incompatible con el cristiano.- «No podéis servir a Dios y al dinero (Mt
6,24).
Que lo oiga el avaro, que lo oiga el que piensa que, llamándose cristiano, no
nos puede servir al mismo tiempo a las riquezas y a Cristo. Sin embargo, no dijo: el
que tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas. El que es esclavo de las riquezas y
las guarda como un esclavo; pero el que ha sacudido el yugo de la esclavitud, las
distribuye como señor.» (S. JERONIMO, Comentario sobre el Evangelio de S. Mateo)
1138 Diversidad de funciones y un mismo Espíritu.- «No oye el ojo, ni ve el oído, ni la
lengua; ni habla el oído o el ojo; pero con todo, viven: vive el oído, vive la lengua:
son diversas las funciones, pero una misma la vida. Así es la Iglesia de Dios: en unos
santos hace milagros, en otros proclama la verdad, en otros guarda la virginidad, en
otros la castidad conyugal; en unos una cosa y en otros otra; cada uno realiza su
función propia, pero todos viven la misma vida. Lo que es el alma respecto al cuerpo
del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la
Iglesia. El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los
miembros de un único cuerpo. Mas ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que
cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un
cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el
alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo vivía; una vez
cortado perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras
vive en el cuerpo; el hacerse hereje equivale a ser amputado, y el alma no sigue a un
miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conser-
vad la caridad, amad la verdad y desead la unidad, para llegar a la eternidad.
Amen.» (S. AGUSTIN, Sermones, 267,4)

1139 Amar la causa de los mártires.- «Amemos en ellos (los mártires), no sus
sufrimientos, sino la causa de los mismos; pues si miramos solamente sus sufri-
mientos, encontraremos a muchos que sufren cosas peores por causas malas. Pues
fijémonos en la causa; mirad la cruz de Cristo; allí estaba Cristo y estaban allí los
ladrones. La pena era igual, pero diferente la causa. Un ladrón creyó, otro blasfemó.
El Señor, como en un tribunal, hizo de juez para ambos; al que blasfemó lo mandó al
infierno; al otro, lo llevó consigo al paraíso. ¿Por qué esto? Porque, aunque la pena
era igual, la causa de cada uno era diferente. Elegid, pues, las causas de los mártires,
si queréis alcanzar la palma de los mártires.» (S. AGUSTIN, Sermones, 335,2)

1140 Necesidad de la oración.- «Aconsejo y con todo encarecimiento exhorto a vuestra ca-
ridad que atentamente leáis el libro que de la oración dominical escribió el
bienaventurado Cipriano y, con la ayuda de Dios, lo penetréis y de memoria lo
aprendáis. En él veréis como apela a la libre voluntad de los lectores para probar que
los preceptos a cumplir en la ley, es menester pedirlos en la oración. Y en vano esto
se haría, si la voluntad humana fuera capaz de cumplirlos sin la gracia divina.» (S.
AGUSTIN, De la gracia y del libre albedrío, 13,26)

1141 Prontos para la oración y tardos para las disputas.- «No seamos prontos para las
disputas, y perezosos y tardos para las oraciones. Oremos, mis muy amados
hermanos, oremos para que Dios dé su gracia a nuestros enemigos y, sobre todo, a
nuestros hermanos y a los que nos aman, para comprender y confesar que, después
de la tremenda e inefable ruina por la que todos en uno caímos, nadie puede ser
libre, sino por la gracia de Dios, y que ésta no se da como debida a los méritos de los
que la reciben, sino que, como verdadera gracia, gratuitamente, sin mérito alguno
precedente.» (S. AGUSTIN, Del don de la perseverancia, 24,66)

1142 El hombre caído.- «Mi carne se vistió de podredumbre y de suciedades del polvo; la piel se
me rompe y me supura (Job 7,5).
Por el sueño es significada la torpeza de la ociosidad, y por el despertar del
sueño el ejercicio de la obra. También por el nombre de la tarde, la cual es
conveniente para dormir, se figura el deseo del ocio. Y cierto es que la Santa Iglesia,
mientras está en esta vida de corrupción, nunca cesa de llorar los daños de su
mudanza. El hombre había sido creado para que, con mucha firmeza de su alma, se
levantase a las alturas de la contemplación; de tal manera que ninguna corrupción la
apartase del amor de su Hacedor; pero después que mudó el pie de la voluntad de la
firmeza natural en que fue creado y cayó en la culpa, luego se apartó en sí mismo del
amor de su Creador; y, abandonando el amor divino, que era la torre de su firmeza,
no pudo permanecer en sí mismo porque, combatido por los ímpetus de su variación
y mudanza, cayó debajo de sí, para ser corruptible y luego fue contrario a sí mismo
/.../.
Pero si tomamos esto en voz de la Iglesia universal, hallaremos que algunas
veces puede ser tocada por la podredumbre de la carne y otras veces por las
suciedades del polvo. Pues muchos hay en ella que, sirviendo al amor de la carne,
están empodrecidos en la torpeza de la lujuria. Y hay algunos que, aunque se
abstienen de los delitos de la carne, están con toda su alma metidos en las obras
terrenas.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados Morales sobre el libro de Job, 8,19)

1143 La voz de Dios resuena en el interior del hombre.- «Dios truena con voz maravillosa y
realiza proezas que no comprendemos (Job 37,5).
Truena Dios maravillosamente con su voz, porque con fuerza oculta penetra
incomprensiblemente nuestros corazones; y, cuando con secretos impulsos los
oprime en el terror y los reforma en el amor, publica de alguna manera calladamente
con cuánto ardor debe ser seguido; y hácese en el alma una grandeza de ímpetu,
aunque no suena nada en la voz. La cual tanto más frecuentemente resuena en
nosotros, cuanto más hace ensombrecer el oído de nuestro corazón de todo sonido
exterior.
Por lo cual el alma, recogida luego en sí misma por esta voz interior, se
maravilla de lo que oye, porque recibe la fuerza de la compunción no conocida. La
admiración de la cual fue bien figurada en Moisés, cuando el maná vino de arriba
(Éx 16,15). Porque aquel dulce manjar es llamado maná, que quiere decir: ¿Qué es
esto? Y entonces decimos: ¿qué es esto? Cuando, no sabiendo lo que vemos, nos
maravillamos.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados Morales sobre el libro de Job,
27,42)

1144 La esperanza y el temor, «muela alta y muela baja».- «Así lo hace siempre con
nosotros la misericordia divina: que cuando estamos soberbios, nos reprime, y para
que no caigamos en desesperación, nos conforta /.../. La muela alta y la muela baja
son la esperanza y el temor; la esperanza nos lleva a las cosas altas y el temor pone el
corazón en las bajas. Pero la muela alta y la baja deben por necesidad estar juntas,
que la una sin la otra no aprovechan. Así que, en el pecho del pecador, siempre
deben estar juntas; esperanza y temor, porque en vano espera la misericordia, si no
teme también la justicia, y en vano teme a la justicia, si no confía también en la
misericordia.
Así que es mandado que, en lugar de prenda, no se tome la muela alta ni baja,
porque el que predica al pecador, con tanta dispensación debe ordenar su
predicación, que ni le quite el temor con la esperanza, ni lo aparte de la esperanza y
le desampare en sólo el temor. Pues entonces se quita la muela alta o baja, cuando
por la lengua del que predica, en el pecho del pecador se aparta el temor de la
esperanza o la esperanza del temor.» (S. GREGORIO MAGNO, Tratados Morales
sobre el libro de Job, 33,24)
INDICES

La distribución de los textos patrísticos en esta Antología facilita la búsqueda de


cualquier tema fundamental por parte de los sacerdotes que se sirvan de ella, al preparar sus
homilías. Con todo, hemos querido añadir al final del libro no sólo un índice de los Autores y
las obras de donde han sido recopilados, sino también otros dos índices más que ayuden a uti-
lizarlos, tanto en razón de los citas bíblicas a las que hacen referencia, como en razón de los
temas tratados en ellos.

Los números que figuran en los tres Indices son siempre los que figuran al margen de
los mismos textos, no los de las páginas donde se encuentran.
INDICE DE AUTORES Y OBRAS
Agustín, san

Cartas35 261 440 441 442 443 479 534 535 536
591 632 723 821 966 967 968 1054 1055
1064 1065

Ciudad de Dios18 19 114 160 161 385 530 531


589 590 841 842

Confesiones34 113 157 158 301 302 303 304 305


306 307 436 437 519 720 1052 1053 1079
1080 1081 1082 1083 1084

Combate cristiano185 474 475 814 815

Contra la mentira............................. 259

De la corrección y la gracia294 310 843 1067

De la gracia y del libre albedrío446 1140

De la naturaleza y de la gracia293 444 445


529 724 820 1066

De la vida feliz ................................... 33

Del bien del Matrimonio .... 1078 1100

Del don de la perseverancia ........ 1141

Del espíritu y de la letra.......... 292 633

Del Génesis a la letra . 112 155 156 839

Del Génesis contra los maniqueos202

Del Orden ......................................... 473

Enarraciones sobre los Salmos159 260 290 291


308 309 324 384 438 439 476 520 521 522
523 524 525 584 585 586 587 628 629 630
631 645 667 721 722 817 818 840 889 890
932 933 934 935 1063

Exposición de la Carta a los Gálatas582 583

Exposición de la Epístola a los Partos 162 532


Indice Bíblico

533 668 691 939

Sermón de la Montaña ..... 382 383 808

Sermones32 84 153 154 184 200 201 213 214 215


231 289 345 346 361 434 469 470 471 472 509
510 511 512 513 514 515 516 569 570 571 572
573 574 575 576 577 578 622 623 624 625 626
627 641 642 643 644 686 687 688 689 717 718
719 743 744 746 772 773 804 805 806 807 809
810 811 812 813 816 886 887 908 909 960 961 962 963 964 1003 1004 1049 1050 1051
1097
1098 1099 1138 1139

Sobre la doctrina cristiana83 507 508 1012


.................................................. 1013 1014

Sobre la Paciencia .................... 580 581

Sobre la santa Virginidad517 579 888 1101 1102

Soliloquios ....................................... 435

Tratado Catequístico17 518 1005 1006 1007


................................ 1008 1009 1010 1011

Tratados sobre el Evangelio de S. Juan 203 362


477 478 526 527 528 588 690 745 774 775 818
819 862 891 910 936 937 938 965 1103

Tratado sobre la Santísima Trinidad30 31 79


.................... 80 81 82 85 300 505 506 885

Ambrosio, san

Apología de David ................. 797 1134

Cartas ........................................ 998 1062

Comentario sobre los Salmos 432 709


Indice Bíblico

De los Misterios.............. 9 256 322 999

De los Sacramentos228 323 466 682 1045 1046


........................................................... 1047

El Hexámeron106 107 108 109 110 111 152

Explicación del Símbolo ......... 464 465

La Virginidad ..................... 617 683 879

Las Virgenes .......... 878 1091 1092 1093

Sobre el bien de la muerte767 798 799 800


801 802

Sobre la huída del mundo ............. 321

Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas 77 196


197 208 210 229 257 284 333 355 661 766

Tratado sobre la Penitencia356 357 358 497


710 1048

Atanasio, san

Carta a Epicteto ................................ 179

Cartas a Serapión.... 58 59 60 61 62 788

Tratado contra los gentiles .............. 98

Tratado contra los paganos57 96 97 139 140

Tratado de la Encarnación del Verbo173 174


175 176 177 178 906
Indice Bíblico

Atenágoras

Súplica en favor de los cristianos38 828

Basilio, san

Homilías ..................................... 104 147

Homilías sobre el Hexámeron99 100 101 102


103 314 613

Regla Monástica Mayor ... 483 484 485

Sobre el origen del hombre141 142 143 144


145 146

Tratado del Espíritu Santo63 64 65 66 67 68


315 457 1036 1126 1127

Casiano, Juan

Conferencias281 320 424 495 640 678 679


1131 1132

Cipriano, san

A Donato ........................................... 698

Cartas481 696 700 701 904 917 949 950 987


988 1029 1030 1031 1032 1056

De la unidad de la Iglesia900 901 902 903 916

De los apóstatas ............................... 699

De los bienes de la Paciencia240 241 480 553


Indice Bíblico

554 555 749

De los celos y la envidia ................ 239

Del Padrenuestro394 395 396 397 398 399 400


401 402 403 404

Los ídolos no son dioses ........... 47 697

Sobre el porte exterior de las vírgenes 671


1089

Sobre las buenas obras y la limosna637 638

Cirilo de Alejandría, san

Cartas ................................................. 192

Comentario al Evangelio de S. Juan180 227


311 312 313 327 754 755

Comentario al Evangelio de S. Lucas209 226


275 326 349 350 412 413 558 657 1124 1125

Comentario al profeta Ageo .......... 995

Homilía IV en el Concilio de Éfeso191 756

Sobre la Encarnación del Unigénito26 181 182


183

Cirilo de Jerusalén, san

Catequesis459 735 736 832 870 871 1040 1041

Clemente de Alejandría
Indice Bíblico

El Pedagogo .......... 845 846 847 848 866

Exhortación a los paganos132 133 295 296 297


609 672 1115 1116

«Strómata»134 135 242 405 489 905 1033

Clemente Romano, san

Carta I a los Corintios234 235 389 542 603


911 1104 1105

Desconocido

Discurso a Diogneto ..................... 1108

Efrén, san

Comentario al Diatésaron230 278 279 280 329


352 353 615 659 762 837

Sermón III «de fine et admonitione»1130

Sermón sobre nuestro Señor ......... 763

Gregorio de Elvira, san


Indice Bíblico

Tratado sobre el Cantar de los Cantares 764


873 874 875 876 925 1133

Gregorio Magno, san

Comentario sobre el Cantar de los Cantares 593


892 893 894

Homilías sobre los Evangelios595 596 635 783


942 976 977 1017

Homilías sobre Ezequiel20 37 263 594 782 824


895 1068

Regla Pastoral597 598 655 970 971 972 973 974


975 1015 1016

Tratados morales sobre el libro de Job 21 166


264 265 388 599 600 601 602 636 656 693 729
730 825 826 827 896 943 978 979 1018 1085
1142 1143 1144

Gregorio Nacianceno, san

Sermones27 69 70 71 148 193 225 458 486 487


559 789 856 857 1037 1038 1090

Gregorio de Nisa, san

Homilías sobre las Bienaventuranzas 367 368 369


370 371 372 373 374 375

Homilías sobre el Cantar de los Cantares 255


276 277 488 489 490 860 872

Homilías sobre el Eclesiastés674 675 790 1128

Libro sobre la vida de Moisés5 254 734 859

Sermón sobre el Bautismo ........... 1039


Indice Bíblico

Sermón sobre el Nacimiento de Cristo 207

Sermón I sobre la Resurrección de Cristo 316

Tratado de la conducta cristiana ... 705

Tratado de la obra del hombre105 149 150 151

Tratado de la Oración Dominical414 415 416 417


418 419 420 421

Tratado del perfecto modelo del cristiano 704


858

Hermas

El Pastor ....................... 451 452 864 948

Hilario de Poitiers, san

Comentario al Evangelio de S. Mateo 330 331 332


354 566 616 660 681 765 838 926

La Trinidad28 29 72 73 74 75 76 195 461 462


463 567 997

Tratado de los Misterios ................. 7 8

Tratado sobre los Salmos317 496 680 877 907

Hipólito de Roma, san

Comentario sobre Daniel. 237 238 915


Indice Bíblico

La Tradición Apostólica ... 721 985 986

Ignacio de Antioquia, san

Carta a los Efesios188 543 863 897 1019

Carta a los Filadelfos ............... 899 945

Carta a los Esmirnotas ............. 167 946

Carta a los Magnesios ..................... 898

Carta a Policarpo ...................... 947 980

Carta a los Romanos ....... 694 695 1069

Carta a los Tralianos ....................... 944

Ireneo, san

Contra las herejías1 22 43 44 45 118 119 120


121 122 123 169 204 365 455 456 748 914 981
982 983 984 1070

Demostración de la predicación apostólica 42


116 117 168 236 453 454 670

Jerónimo, san

Cartas16 500 501 502 503 504 620 621 665 666
Indice Bíblico

685 716 771 884 931 1000 1001 1002 1077


1094 1095 1096

Comentario a la Carta a los Gálatas344 468 714


741 742 769

Comentario a la Carta a los Efesios78 433 499


715 770 930

Comentario al Evangelio de S. Marcos 288 341


342 343 359 360 929

Comentario al Evangelio de S. Mateo 199 336 337


338 339 340 380 381 498 568 662 663 664 883
1137

Comentario sobre el Profeta Abdías335

Comentario sobre el Profeta Amós15 684 711 712

Comentario sobre el Profeta Ezequiel 14 880

Comentario sobre el Profeta Isaías10 11 12


198 212 285 286 334 467 618 768 803 861 927
928 957 958

Comentario sobre el Profeta Jeremías 13 258 287


959

Comentario sobre el Profeta Joel1136

Comentario sobre el Profeta Miqueas 211 619 713

Comentario sobre el Profeta Oseas379 881 1135

Comentario sobre el Profeta Sofonías 882

Juan Crisóstomo, san

Comentario a la Carta a los Romanos378 423 564


614 795 796 923 924

Contra los impugnadores de la vida monástica 377


Indice Bíblico

707 1057 1072

De la vanagloria de la educación de los hijos


1073 1074 1075 1076

Exhortación a Teodoro caído460 792 793 834 835


836

Homilía antes de partir al exilio ... 299

Homilía sobre las alabanzas de S. Pablo 493 494


565 738

Homilía VI sobre la Oración ......... 422

Homilías sobre el cementerio y la Cruz 740

Homilías sobre la Cruz y el ladrón739 758 759


760 761

Homilías sobre el Evangelio de S. Juan 282 283


319 328 492 708 757

Homilías sobre el Evangelio de S. Mateo 6 194


351 376 491 560 561 562 563 639 676 737 791
833 1129

Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles 922

Ocho catequesis bautismales318 677 706 794 921


1042 1043 1044

Paralelo entre el monje y el rey1058 1059

Sobre el Sacerdocio ....... 996 1060 1061

Justino, san

Apología I ..................... 1020 1021 1022


Indice Bíblico

Apología II ..................... 844 1106 1107

Lactancio

Instituciones Divinas50 606 607 608 732 865

La ira de Dios .. 48 49 130 131 606 1114

La muerte de los perseguidores .. 1113

La obra de Dios Creador88 89 128 129

Leon Magno, san

Sermones163 186 187 216 217 218 219 220 221


232 233 325 386 592 646 647 746 747 776 777
778 779 780 781

Máximo Confesor, san

Centurias de la Caridad165 449 537 538 539 540


541 692 725 726 727 728 822 823

Máximo de Turín, san

Sermones. 447 448 648 649 650 940 969


Indice Bíblico

Origenes

Comentario al Cantar de los Cantares 53 91 269


270 482 556 658

Contra Celso92 93 137 138 272 347 348 407 557


703 733 750 751 752 787 831 920 992 993 994
1071 1122 1123

Homilías sobre el Evangelio de S. Lucas 189 190


205 206 224 273 366 612 673 956

Homilías sobre el Éxodo2 3 52 785 850 989 1118

Homilías sobre Ezequiel271 611 786 853

Homilías sobre el Génesis23 51 90 243 244 1117

Homilías sobre Isaías ................ 24 852

Homilías sobre Jeremías ......... 136 298

Homilías sobre Josué248 250 251 252 253 268


953 954 1121

Homilías sobre los Jueces702 955 1034

Homilías sobre el Levítico171 610 851 918 919


951 952 990 1119

Homilías sobre el Libro de los Reyes406

Homilías sobre los Números245 246 247 249 1120

Sobre la Oración ......... 408 409 410 411

Tratado de los Principios4 25 54 55 56 94 95


172 274 753 855 1035
Indice Bíblico

Pedro Crisólogo, san

Homilías .............................................. 86

Sermones36 164 222 223 262 363 364 387 651


652 653 654 669 941

Policarpo, san

Carta a los Filipenses450 604 605 912 1086

Taciano

Discurso contra los griegos40 41 87 115 829


913

Teodoro de Mopsuestia

Homilía 11425 426 427 428 429 430 431

Teófilo de Antioquia

Los tres libros a Autólico .......... 39 784


Indice Bíblico

Tertuliano

A los mártires ................. 1109 1110 111

Apologético ........................ 46 267 1112

A su esposa ..................................... 1088

Del alma .............................. 124 125 830

El Bautismo1023 1024 1025 1026 1027 1028

Exhortación a la castidad ............. 1087

La carne de Cristo ............................ 170

La Oración ................... 390 391 392 393

La prescripción de los herejes....... 266

La resurrección de la carne ..... 126 127

Tratado de la Paciencia544 545 546 547 548


549 550 551 552
Indice Bíblico

INDICE BIBLICO
Génesis
1,1......................... 90 100
1,6-7 .......................... 101
1,14............................ 106
1,18............................ 163
1,26122 140 142 149 160 1025
1,26-27 ................... 8 141
1,27................... 144 1087
1,28............................ 120
2,1.............................. 163
2,3.............................. 268
2,6.............................. 202
2,7................ 144 145 611
2,16............................ 148
2,16-17 ...................... 117
2,24............................ 172
3,14............................ 710
3,14-19 ...................... 814
3,15............................ 169
3,17............................ 611
3,18............................ 649
3,19.............. 219 710 799
3,22-23 ...................... 156
4,7.............................. 795
4,11............................ 611
4,26............................ 458
5,24................................ 7
6,3.............................. 256
6,9.............................. 246
8,6-11 ........................ 356
9,20............................ 236
9,27............................ 236
12,1................... 281 1096
12,1ss ........................ 234
15,6............................ 458
15,16.............................. 7
16,11ss ...................... 868
18,2................................ 8
18,27.......................... 235
19................................... 7
19,3............................ 458
19,24.............................. 8
22,18.......................... 170
25,8............................ 801
Indice de Temas

25,13.......................... 868
26,26-29 .................... 244
27............................... 263
29,1-30 .................... 1039
30,37.......................... 343
30,37-43 ................. 1039
32,25.......................... 257
32,25-30 ........................ 8
35,19.......................... 211
38,11ss ...................... 869
48,14........................ 1026

Éxodo
2,10.............................. 76
3,1ss .......................... 207
3,1-2 .......................... 183
3,6.............................. 236
3,11............................ 235
3,14............................ 116
12,34.......................... 250
13,11................... 254 257
13,21.......................... 225
14,22.......................... 225
15,23-25 .................... 999
16,15........................ 1143
17,8ss ........................ 850
17,6............................ 225
17,8-14 ...................... 952
18,32.......................... 554
20,5.............................. 52
21,23-25 .................... 547
23,31............................ 44
25,2............................ 868
26,1ss ........................ 859
26,7............................ 868
31,3.............................. 66
32,11-14 .................... 254
32,32.......................... 242
33,17.......................... 254
33,20............ 365 372 424

Levítico
Indice de Temas

8,3.............................. 870
11,14.......................... 397
11,44........................ 1087

Números
2,4.............................. 824
12,1ss ........................ 868
12,3............................ 458
12,7............................ 235
13 y 14 ...................... 246
16,1ss ........................ 790
16,32-33 .................... 790
16,33.......................... 389
17............................... 245
17,16-25 ........................ 5
21,16.......................... 247
23,2.......................... 1120
23,10.......................... 799
25,8............................ 458
25,10-13 .................... 458

Deuteronomio
4,10............................ 870
4,24............................ 857
6,4................................ 85
6,5.............................. 386
9,3.............................. 857
10,4............................ 870
13,3............................ 443
19,13-14 .................... 242
19,21.......................... 547
21,23.......................... 768
32,2............................ 284
32,9............................ 750
34,9............................ 344

Josué
2,1.............................. 458
2,16............................ 248
2,18-21 ...................... 248
5,12............................ 250
8,33............................ 251
Indice de Temas

14,15.......................... 253

Jueces
14,8.............................. 14

Rut
1,10.......................... 1096

1 Samuel
2,1.............................. 406
2,35............................ 865

2 Samuel
23,15-17 .................... 458

1 Reyes
10,42.......................... 458
13,4-6 ........................ 355
17,8ss ........................ 458
19,14.......................... 458

2 Reyes
4,29............................ 326
6,6-7 .......................... 769

1 Crónicas
12,17-18 .................... 716

2 Crónicas
33,13.......................... 225

Tobías
2,21-22 ...................... 469
4,8-9 .......................... 643
4,11............................ 641
4,16............................ 291

Ester
14,13........................ 1014

Job
1,1....................... 235 265
Indice de Temas

1,13-15 ...................... 729


1,14-15 ...................... 943
2,6.............................. 710
2,10............................ 730
5,24............................ 388
6,2-3 .......................... 636
7,5............................ 1142
9,10............................ 599
9,30-31 ...................... 600
10,8............................ 144
11,11.......................... 825
14,10.......................... 826
15,4-5 ........................ 216
23,1.......................... 1018
24,18........................ 1085
27,19.......................... 656
29,13.......................... 802
29,24.......................... 978
30,25-26 .................... 601
30,29.......................... 265
31,23.......................... 978
33,4.............................. 66
37,5.......................... 1143
38,12.......................... 896
39,16.......................... 693

Salmos
1,1.............................. 116
2,7.............................. 227
2,12............................ 671
3,4.............................. 530
4,7.............................. 716
6,4.............................. 307
6,6.............................. 492
7,26.............................. 30
8,2.............................. 783
8,7................................ 37
9,4.............................. 725
15,10.......................... 770
16,4............................ 512
17,46.......................... 121
18,2-3 ........................ 218
Indice de Temas

18,5..................... 236 931


18,6............................ 783
18,7.......................... 1081
18,10-11 ...................... 14
18,11.......................... 284
21,17.......................... 768
23,2............ 109 998 1062
24,10.......................... 634
29,15.......................... 895
30,24.......................... 520
31,1............................ 796
31,11.......................... 989
32,9............................ 543
33,4............................ 908
33,6..................... 163 683
33,7............................ 320
33,9..................... 386 684
33,11......................... 320
33,19.......................... 381
33,20.......................... 411
34,8............................ 314
34,18.......................... 870
35,7............................ 661
35,10.......................... 286
36,8............................ 989
36,30.......................... 138
38,6............................ 835
39,7............................ 941
41,2............................ 286
42,1............................ 626
44,2......................... 1002
44,3....................... 25 873
44,6............................ 503
44,7............................ 766
44,8............................ 457
44,10................... 854 884
44,12.......................... 875
44,14........................ 1090
45,5................ 12 467 684
45,8..................... 317 853
46,6............................ 783
48,15.......................... 389
Indice de Temas

49,2............................ 218
50,9.......................... 1036
50,10............................ 84
50,13............................ 44
50,16.......................... 600
50,19............ 376 696 989
50,19-21 ............. 591 895
52,6............................ 591
56,8-9 ........................ 716
61,4............................ 764
64,10.......................... 317
67,12.......................... 716
67,19.......................... 783
67,27................... 285 928
68,6............................ 928
68,10.......................... 458
68,24.......................... 970
71,7............................ 107
71,18.......................... 318
72,1............................ 846
72,8............................ 590
72,18........................ 1051
73,21.......................... 320
75,2..................... 360 929
75,6............................ 656
78,5............................ 307
80,11.......................... 716
83,6............................ 894
84,11................... 308 652
86,3....................... 12 467
87,6............................ 770
88,23......................... 713
90,3............................ 119
92,3.......................... 1062
92,4............................ 463
94,7............................ 619
95,1.. 12 193 467 514 886
95,11.......................... 193
97,9............................ 840
102,3.......................... 989
102,5.......... 152 617 1046
104,4............................ 79
Indice de Temas

106,42........................ 754
107,2-3 ...................... 716
108,18........................ 271
109,1............ 203 219 409
109,3-4 ...................... 865
110,2.......................... 155
111,3.......................... 320
111,9................... 368 655
115,12........................ 484
112,7.......................... 989
115,16-17 .................. 436
117,19........................ 894
117,22........................ 861
117,24........................ 316
118,1.......................... 928
118,2.5....................... 218
118,16........................ 386
118,73................. 144 364
118,90-91 .................. 106
118,96........................ 894
118,103.......... 14 284 684
118,105...................... 284
118,120...................... 734
118,155...................... 571
119,4.......................... 503
124,4.......................... 503
129,1.......................... 159
131,1.......................... 458
131,9........................ 1118
131,11........................ 170
132,1................... 495 907
133,1............................ 13
136,4..................... 12 466
137,6.......................... 571
142,2.......................... 896
143,1-2 ...................... 711
143,8.15................... 1063
144,16........................ 277
147,4.......................... 993
148,10........................ 163
150,2.......................... 599
Indice de Temas

Proverbios
2,20............................ 679
6,6.............................. 110
7,23............................ 503
8,17-21 ...................... 255
8,20.......................... 1128
8,22.............................. 38
8,27.............................. 57
9,4-6 .......................... 928
9,8............................ 1065
10,12.......................... 998
10,19.......................... 615
15,19.......................... 679
16,6............................ 637
18,19.......................... 684
19,11.......................... 597
20,9............................ 797
21,26.......................... 655
22,5............................ 679

Eclesiastés
1,2.............................. 825
2,14..................... 146 674
3,2.............................. 675
4,12............................ 343
11,2............................ 998

Cantar de los cantares


1,1.............................. 666
1,2.. 255 269 270 593 658
867 873 1133
1,3.. 270 682 783 867 929
1091 1133
1,3-4 .......................... 874
1,5.............................. 868
1,5-6 .......................... 875
1,7................ 482 488 854
1,10............................ 869
1,12............................ 860
1,14............................ 894
2,1.............................. 198
2,1-2 .......................... 925
Indice de Temas

2,4....................... 498 531


2,5................ 503 483 489
2,8................ 684 783 991
2,9.............................. 764
3,1-2 .......................... 876
3,6.............................. 276
4,10............................ 893
5,1.............................. 277
5,2.............................. 504
5,10.......................... 1096
6,8.............................. 900
6,9................ 107 490 896

Sabiduría
1,1.............................. 476
2,6.............................. 828
2,23.......................... 1025
2,24..................... 216 239
4,9.............................. 880
7,25-26 ...................... 856
7,26.............................. 69
9,15............................ 476

Eclesiástico
2,1.............................. 232
3,33............................ 637
10,9............................ 786
10,15.......................... 382
11,28.......................... 801
21,16................... 382 998

Isaías
1,2....................... 121 391
2,4.............................. 931
4,2................................ 37
5,1.............................. 314
5,16............................ 927
5,19............................ 471
6,8.............................. 344
7,9453 471 472 474 478 479
7,11.............................. 24
7,14.................. 8 198 207
Indice de Temas

8,2............................ 1002
9,5................................ 29
9,6.............................. 207
10,13-14 .................... 786
10,22-23 .................... 454
11,1..................... 170 925
11,1-2 ........................ 198
11,2.............................. 71
11,6-7 ........................ 931
11,8............................ 710
12,3............................ 285
16,1.............................. 11
18,13........................ 1092
19,1............................ 212
22,12-14 .................... 803
22,13.......................... 828
24,16.......................... 894
26,1....................... 12 467
28,16.......................... 861
30,15.......................... 666
32,17.......................... 618
32,22................... 269 867
33,3-6 ........................ 928
35,3............................ 882
35,6-7 ........................ 928
40,6............................ 102
40,6-8 ........................ 882
40,9............................ 973
42,2............................ 458
42,11.......................... 334
45,7............................ 730
45,8............................ 286
48,23........................ 1096
49,2....................... 91 503
50,6............................ 458
52,7............................ 982
53,2-3 ........................ 772
53,5-7 ........................ 768
53,7............................ 857
53,9............................ 339
53,11.......................... 760
53,12................... 458 758
Indice de Temas

54,1............................ 878
54,17.......................... 296
55,1-2 ........................ 286
56,10.......................... 110
60,17-18 .................... 957
61,1....... 44 381 457 1133
62,6-7 ........................ 958
63,2............................ 257
65,2............................ 747
65,25.......................... 710
66,12.......................... 853

Jeremías
2,6................................ 13
2,13..................... 286 983
3,3-4 ........................ 1135
4,19.............................. 14
5,11............................ 258
9,23-24 ...................... 542
11,19.......................... 768
14,22.......................... 994
16,16.......................... 298
16,19.......................... 994
18,15.......................... 679
23,1-4 ........................ 959
23,20.............................. 1
23,23.......................... 360
31,27.......................... 661
31,34.......................... 133
32,6-7 ........................ 287
34............................... 803
48,6.......................... 1096

Lamentaciones
4,20.............................. 66

Ezequiel
1,10............................ 782
1,15............................ 263
1,23............................ 594
1,26............................ 879
2,8.............................. 824
Indice de Temas

3,3................................ 14
3,9-11 ...................... 1068
9,4-6 .......................... 880
17,13.......................... 271
18,4............................ 798
18,32.......................... 554
33,10.......................... 812
33,11.......................... 647
33,12.......................... 620
33,13.......................... 212
34,4.......................... 1018
40,2.............................. 37
40,8.............................. 20
40,44.......................... 895

Daniel
2,34-35 ...................... 861
3,24-25 .......................... 8
12,3................................ 1
12,4-7 ............................ 1

Oseas
2,21-22 .................... 1135
4,10-11 ...................... 379
5,2.............................. 847
6,6.............................. 330
6,6-7 .......................... 881
10,12.......................... 104
12,14.......................... 186
13,14.......................... 771

Joel
4,9............................ 1121
4,18.......................... 1136

Amós
1,3-4 .......................... 803
2,13-16 ...................... 711
4,4-5 ............................ 15
5,14-15 ...................... 712
9,14-15 ...................... 684
Indice de Temas

Abdías
v 20-21 ...................... 335

Miqueas
5,1.............................. 211
5,3.............................. 713
7,14-17 ...................... 619

Habacuc
2,11............................ 764
3,11............................ 783

Sofonías
2,1-2 .......................... 882

Zacarías
9,9.............................. 249

Malaquías
1,11.............................. 22
4,2....................... 133 875

Mateo
1,1.............................. 170
1,18............................ 199
1,20............................ 322
1,21..................... 194 285
1,23............................ 207
2,2.............................. 214
2,14-15 ...................... 231
2,16-19 ...................... 211
3,2.............................. 225
3,3............................ 1041
3,4.............................. 458
3,7-9 .......................... 295
3,10............................ 857
3,12............................ 857
3,13.......................... 1027
3,14-15 .................... 1045
3,15............................ 167
3,16........................... 256
3,17............................ 857
Indice de Temas

4,1.............................. 230
4,1ss .......................... 458
4,4.............................. 233
4,19............................ 336
5,1.............................. 380
5,1-12 ........................ 298
5,3320 368 376 381 382 564
5,3-9 .......................... 386
5,3-12 ........................ 377
5,4-5 .......................... 366
5,6....................... 233 379
5,7............................. 372
5,8........ 3 54 139 365 373
5,9................ 217 366 374
5,10.............. 366 375 626
5,11............................ 378
5,12............................ 406
5,14 12 335 467 684 1110
5,16..................... 416 426
5,18.......................... 1126
5,23-24 .................... 1129
5,25............................ 830
5,28............................ 125
5,44..................... 547 596
5,45............................ 133
5,46............................ 828
6,1.............................. 655
6,1-2 ................... 628 655
6,6.............................. 412
6,9.............................. 927
6,10............................ 386
6,13............................ 712
6,14............................ 444
6,16............................ 652
6,17.......................... 1119
6,19-20 ...................... 651
6,21............................ 220
6,22-23 .................... 1131
6,24.......................... 1137
6,34..................... 400 419
7,1.............................. 927
7,1-2.12 ..................... 542
Indice de Temas

7,7................................ 10
7,8.............................. 435
7,12............................ 291
7,15............................ 295
7,21............................ 692
8,11-12 ...................... 398
8,12............................ 251
8,13............................ 989
8,20............................ 860
8,22............................ 796
8,23-27 ...................... 354
9,6.............................. 845
9,9-13 ................. 329 330
9,12............................ 851
9,15............................ 883
9,25............................ 808
9,27............................ 243
10,3............................ 498
10,16.......................... 345
10,28.......................... 796
10,29........................ 1087
10,30.......................... 158
10,32.......................... 796
10,40.......................... 337
10,42............... 1027 1117
11,11.......................... 578
11,23............................ 53
11,25.......................... 569
11,26.......................... 921
11,27.................. 45 54 75
11,29..... 366 557 576 582
11,28-30 .................... 926
11,30.......................... 511
12,24-32 .................... 788
12,29................... 186 850
12,30.......................... 901
12,46-50 .................... 942
13,32.......................... 662
13,38.............................. 1
13,44................ 1 660 663
13,54.......................... 788
14,23.......................... 458
Indice de Temas

14,24-32 .................... 331


14,25........................ 1027
14,28-29 .................... 338
14,28-31 .................... 373
14,34........................ 1027
15,14............ 904 954 970
15,22ss ...................... 225
15,24.......................... 360
16,13-19 .................... 332
16,6.............................. 15
16,16-19 .................... 891
16,17-18 .................... 328
16,24-27 .................... 681
16,27.......................... 172
17,1............................ 879
17,1-8 ...................... 1111
17,5............................ 857
17,20.......................... 459
17,27.......................... 339
18,1-4 ........................ 592
18,1-6 ........................ 566
18,4............................ 568
18,7............................ 967
18,11.......................... 127
18,12.......................... 953
18,12-13 .................... 664
18,15........................ 1064
18,32.......................... 401
19,1............................ 559
19,14.......................... 491
19,21.......................... 458
20,1-6 ........................ 659
20,2-13 ...................... 659
20,9-12 ...................... 659
20,15.......................... 659
20,26-27 .................... 705
21,6-7 ........................ 340
21,9.............. 191 756 832
21,20.......................... 405
21,33.......................... 314
21,40............................ 17
22,11-12 .................... 647
Indice de Temas

22,12........................ 1041
22,20.......................... 785
22,21.......................... 616
22,29............................ 10
22,30........................ 1091
22,32................... 236 796
22,34-40 .................... 454
22,37.......................... 386
22,37-39 .................... 534
22,39................... 714 810
23,9............................ 391
24,12-13 .................... 967
24,28................. 838 1046
25,21.......................... 120
25,21-23 .................. 1041
25,31-33 .................... 282
25,35.......................... 654
25,41.......................... 834
25,46.......................... 282
26,15.......................... 760
26,17.......................... 760
26,32............................ 25
26,36ss ...................... 458
26,39.......................... 750
26,41................... 123 403
26,53.......................... 458
27,24........................ 1027
28,9-10 ...................... 765
28,10.......................... 942
28,19..................... 85 225
28,19s .......................... 74

Marcos
1,9............................ 1027
1,11............................ 857
1,12-13 ...................... 230
1,16............................ 341
1,17-18 ...................... 342
1,30............................ 359
1,35.......................... 1111
2,22.......................... 1133
3,16.............................. 44
Indice de Temas

5,29............................ 363
5,31............................ 353
5,37............................ 343
6,33.......................... 1027
6,48.......................... 1027
7,32-33 .................... 1068
8,22-25 ...................... 364
9,4.............................. 288
9,7.............................. 857
9,40.......................... 1027
11,12.......................... 360
12,28........................ 1068
12,30.......................... 454
13,32.......................... 837
14,3............................ 929
15,13.......................... 268

Lucas
1,13-14 ...................... 208
1,17............................ 224
1,19............................ 191
1,35................ 58 215 219
1,38............................ 215
1,39-49 ...................... 197
1,42............................ 170
1,46-47 ...................... 189
1,75............................ 603
1,80..................... 190 458
2,7.............................. 209
2,11............................ 956
2,12............................ 186
2,14..................... 216 646
2,22............................ 857
2,24............................ 205
2,29..................... 388 673
2,40............................ 558
2,52............................ 136
3,5.............................. 273
3,6.............................. 289
3,9.............................. 857
3,17............................ 857
3,21................... 226 1027
Indice de Temas

4,1.............................. 229
4,13............................ 933
4,38.......................... 1124
5,3.............................. 879
5,4.............................. 334
5,20............................ 845
5,21............................ 420
5,32............................ 327
5,52-53 ...................... 664
6,10............................ 355
6,12............................ 412
6,24............................ 320
6,31.36-38 ................. 542
7,14............................ 808
7,22............................ 928
7,39-44 ...................... 279
7,47............................ 620
8,14............................ 925
8,45............................ 353
9,23............................ 742
9,24.......................... 1124
9,33............................ 433
9,35............................ 857
9,52-56 ...................... 546
10,2.......................... 1017
10,3-4 ........................ 326
10,16.......................... 982
10,19.......................... 348
10,27.......................... 482
10,41-42 .................... 909
10,38-42 .................... 356
11,2............................ 408
11,2s .......................... 413
11,9.............................. 73
11,15.......................... 757
11,20................. 350 1068
11,23.......................... 685
11,40.......................... 637
12,48.......................... 166
12,49................... 275 918
13,6-9 ........................ 857
13,19.......................... 657
Indice de Temas

14,11.......................... 559
14,33.......................... 693
15,1-10 ...................... 635
15,1-32 ...................... 661
15,5............................ 953
15,17-19 .................. 1132
15,20.......................... 666
15,25-28 .................... 669
16,9............................ 656
16,16.......................... 873
17,10........................ 1132
17,21................... 78 1059
18,1............................ 414
18,1-8 ........................ 958
18,10-14 .................... 687
18,12.......................... 565
18,13.......................... 225
18,27.......................... 365
19,8............................ 458
19,21........................ 1004
19,41-44 .................... 366
21,19................... 581 596
22,48.......................... 111
22,50.......................... 458
23,39.......................... 764
23,39-41 .................... 760
23,43.......................... 759
24,31.......................... 751
24,32................... 275 503
24,42-43 ...................... 14
24,49.......................... 982

Juan
1,1.................. 23 151 782
1,1-3 ............................ 90
1,3.............................. 122
1,5.............................. 115
1,9......... 136 163 857 858
1,12..................... 395 413
1,13..................... 220 316
1,14..... 180 219 879 1091
1,16............................ 107
Indice de Temas

1,17............................ 873
1,18....................... 77 373
1,19-28 ...................... 595
1,20............................ 595
1,23............................ 595
1,29.............. 230 754 768
1,32............................ 227
1,42............................ 328
2,2-11 ...................... 1027
2,4.............................. 203
2,10.......................... 1103
2,15............................ 766
2,18............................ 776
3,4.............................. 322
3,5....................... 125 225
3,11............................ 319
3,14-15 ...................... 734
3,17.............. 282 327 857
3,18..................... 282 459
4,6............................ 1027
4,7.............................. 280
4,10............................ 286
4,13-14 ............... 285 853
4,14..... 317 319 488 1027
4,16-19 ...................... 283
4,21-24 ...................... 274
4,24.............................. 66
4,27............................ 280
4,34..................... 277 371
5,4............................ 1024
5,19.............................. 57
5,22............................ 928
5,24............................ 459
5,39.............................. 10
6,19.......................... 1027
6,38..................... 220 327
6,51............................ 211
6,52ss ........................ 752
6,53............................ 866
6,67-69 ...................... 949
7,16-17 ...................... 478
7,20............................ 757
Indice de Temas

7,37-38 ............... 285 286


7,38................... 853 1136
7,38-39 ........ 285 317 319
8,12............................ 857
8,48............................ 757
8,56............................ 217
9,34-35 ...................... 708
10,7-9 ........................ 857
10,8............................ 860
10,11.......................... 739
10,11-16 .................... 976
10,17.......................... 619
10,18.......................... 770
10,30.............. 53 391 472
10,38.......................... 465
11,25.......................... 468
11,33.......................... 808
11,34.......................... 356
11,35.......................... 357
11,43.......................... 357
11,43-44 .................... 845
11,44.......................... 358
12,2-3 ........................ 358
12,25.......................... 528
12,31.......................... 186
12,32.......................... 682
12,46.......................... 857
13,1............................ 220
13,1-15 ...................... 762
13,2............................ 773
13,4-5 ........................ 458
13,16.......................... 757
13,34.......................... 538
13,35.......................... 151
14,2............................ 210
14,6 672 712 715 717 756
777 857
14,9.............................. 28
14,9-10 ........................ 23
14,12.......................... 348
14,15.......................... 692
14,16....................... 66 77
Indice de Temas

14,23............ 538 556 595


14,26............................ 85
14,27..... 220 252 387 388
14,28.......................... 489
15,1-5 ................. 311 314
15,16.......................... 850
15,19.......................... 220
15,26.................. 53 81 85
16,7............................ 312
16,15................. 226 1132
16,27............................ 53
16,32............................ 77
16,33................... 703 742
17,10.......................... 349
17,11.19..................... 755
17,21-23 .................... 490
17,22.......................... 908
17,25.......................... 927
19,11.......................... 862
19,23-24 .................... 902
19,25-26 .................... 203
19,34...... 1027 1028 1043
20,7............................ 316
20,22..................... 80 490
20,22-23 .................... 977
20,26-27 .................... 751
20,29.......................... 776
21,7..................... 255 338
21,15-17 .................... 346
21,17.......................... 964

Hechos de los apóstoles


1,3.............................. 780
1,7....................... 567 837
1,8.............................. 982
2,8................................ 37
2,13.......................... 1133
3,15............................ 994
3,17............................ 757
4,12............................ 779
4,13............................ 336
4,32.............. 907 908 910
Indice de Temas

5,29.......................... 1090
5,31............................ 994
5,41............................ 378
7,59............................ 458
8,27-28 ...................... 768
10,34-35 .................... 931
10,38.......................... 457
13,13.......................... 227
13,33.......................... 323
19,11-12 .................... 494
20,4-12 ...................... 494

Romanos
1,2-3 .......................... 167
1,3.............................. 203
1,7.............................. 287
1,8..................... 423 1070
1,17............................ 186
1,20............................ 153
1,25............................ 162
2,1.............................. 824
2,4.............................. 812
2,29............................ 612
3,23............................ 282
4,6.............................. 812
5,1.............................. 386
5,5....................... 532 910
5,20............................ 127
6,2.............................. 119
6,3............................ 1048
6,4....................... 188 798
6,5-6 ........................ 1048
6,6....................... 796 856
6,8.............................. 752
6,10............................ 119
6,12............................ 409
6,18-22 ...................... 559
7,22............................ 348
7,23............................ 896
8,3.............................. 118
8,8.............................. 456
8,9.............................. 226
Indice de Temas

8,14.......................... 1122
8,15............................ 517
8,21.............................. 27
8,25-27 ...................... 443
8,26..................... 422 440
8,29............................ 220
8,33............................ 754
8,35............................ 713
9,3....................... 458 676
10,10.......................... 357
10,14.......................... 157
10,19.......................... 236
11,20.......................... 517
11,32.......................... 118
11,33................... 316 621
11,35.......................... 927
12............................... 614
12,1.............. 923 924 941
12,3............................ 564
12,11.......................... 275
12,14.......................... 378
12,19.......................... 252
12,21.......................... 383
12,24.......................... 460
13,1..................... 614 858
13,1ss ........................ 915
13,8..................... 536 714
13,8.10....................... 939
13,8-10 ...................... 494
13,9............................ 494
13,10.......................... 454
13,12.......................... 107
13,13.......................... 307
13,14................. 715 1118
14,4................... 927 1064
14,9..................... 181 237
16,27.......................... 167

1 Corintios
1,5.............................. 618
1,10..................... 858 908
1,19............................ 711
Indice de Temas

1,21............................ 733
1,23..................... 733 741
1,24......... 96 216 741 859
1,25..................... 203 928
1,25-27 ...................... 928
1,27-28 ...................... 602
1,30.............. 147 715 874
1,31..................... 542 575
2,4.............................. 993
2,6....................... 932 992
2,6-7 .............................. 4
2,9..................... 492 1083
2,12..................... 217 742
2,15............................ 984
3,2.............................. 878
3,6.............................. 294
3,9................ 268 930 956
3,13-14 ...................... 990
3,16....... 163 787 859 860
3,22.......................... 1132
4.5..................... 927 1064
4,9............................ 1042
5,7....................... 752 768
5,12-13 .................... 1064
6,2............................ 1110
6,7.............................. 252
6,9-10 ........................ 605
6,15............................ 787
6,16............................ 257
6,19............................ 787
6,20............................ 858
7,4.10-11.32 ............ 1100
7,13-14 .................... 1095
7,25ss ........................ 458
7,31............................ 742
7,32.......................... 1100
7,35............................ 849
8,1.............................. 565
8,2.............................. 565
8,6........................... 74 77
9,19-23 ...................... 559
9,27..................... 458 752
Indice de Temas

10,1ss ........................ 225


10,3-4 ........................ 278
10,4.......................... 1092
10,12.......................... 960
10,17.......................... 937
11,26........................ 1047
12,1.............................. 64
12,3............................ 855
12,4-5 ........................ 769
12,4-6 .......................... 64
12,8.............................. 56
12,8-9 ........................ 459
12,22.......................... 541
12,28............ 871 956 983
12,31.......................... 526
13,2-8 ........................ 916
13,3............................ 688
13,4..................... 596 597
13,4-7 ........................ 480
13,8............................ 533
13,9............................ 565
13,12............................ 69
13,13.......................... 458
13,50.......................... 410
15,8............................ 565
15,10.......................... 677
15,22.......................... 777
15,24-28 .................... 753
15,26................... 119 409
15,35.......................... 754
15,41.......................... 243
15,45..................... 36 170
15,47-49 .................... 778
15,49.......................... 181
15,50.......................... 456
15,53-55 ............. 119 409

2 Corintios
2,7.11....................... 1064
2,8.............................. 497
2,10-11 ...................... 497
2,14............................ 493
Indice de Temas

2,14-15 ............. 889 1133


2,15..................... 649 893
3,3..................... 914 1002
3,16............................ 860
3,18............................ 298
4,8.............................. 411
4,18....... 163 466 706 742
5,1ss .......................... 831
5,1-4 .......................... 138
5,13............................ 565
5,21..................... 559 768
6,13-14 ...................... 441
6,16............................ 787
8,9......................... 27 210
9,6.............................. 610
9,7.............................. 712
10,2............................ 125
10,7............................ 542
11,2............ 458 872 1135
11,13.......................... 344
11,21-12,10 ............... 565
11,26.......................... 967
11,27........................ 1049
12,4............................ 894
12,7-9 ................. 633 724
12,9-10 ...................... 678
13,11.......................... 386
13,13............................ 61

Gálatas
1,1....................... 344 462
2,17............................ 559
2,20............................ 273
3,8.............................. 170
3,11-12 ...................... 468
3,13.............. 559 754 768
3,13-14 ...................... 769
3,16............................ 170
3,19............................ 169
3,24..................... 270 867
3,27............................ 143
4,4.... 85 169 192 216 219
Indice de Temas

4,6.............................. 226
4,26............................ 871
4,27............................ 878
5,11............................ 741
5,13............................ 523
5,17..................... 125 714
5,18......................... 1 122
5,24..................... 742 796
5,34.......................... 1125
6,8............................ 1125
6,14.............. 622 735 742
6,15............................ 133

Efesios
1,3.............................. 423
1,4ss .......................... 869
1,14.............................. 78
1,18-20 ...................... 770
1,21............................ 780
2,5.............................. 325
2,10............................ 458
2,12............................ 944
2,14....... 220 366 768 858
2,14-15 ...................... 764
2,18............................ 220
2,20-21 ...................... 268
2,21-22 ...................... 995
3,16-19 ...................... 930
3,17............................ 860
3,27............................ 257
4,2.............................. 980
4,3.............. 217 386 1109
4,4......................... 74 490
4,4-6 .......................... 900
4,6................................ 60
4,10............................ 107
4,11-12 ...................... 956
4,13............................ 905
5,2..................... 499 1110
5,8............................ 1110
5,20............................ 433
5,25............................ 871
Indice de Temas

5,26-27 ...................... 869


5,27............................ 875
5,30.......................... 1043
5,31............................ 873
5,31-32 ...................... 872
6,11..................... 252 715
6,13............................ 857
6,13-17 ............... 711 716
6,14............................ 705
6,14-17 ...................... 715

Filipenses
1,23..................... 695 798
1,23-24 ...................... 493
2,2.............................. 220
2,2-3 .......................... 908
2,6.............................. 458
2,6-8 ............ 664 681 753
2,7......................... 27 675
2,8....................... 748 860
2,10............................ 152
2,10-11 ...................... 183
2,21............................ 967
3,1.............................. 890
3,4.............................. 218
3,13................... 565 1083
3,14............................ 375
3,15............................ 621
3,20............................ 152
4,4.............................. 406
4,6.............................. 442
4,7.............................. 618
4,13............................ 703

Colosenses
1,12............................ 251
1,13............................ 325
1,15........ 23 28 90 98 868
1,16.................. 25 91 172
1,18............................ 323
1,24............................ 873
2,3.................. 31 567 663
Indice de Temas

2,8.............................. 876
2,11-12 .................... 1036
2,12-15 .................... 1048
2,14............................ 186
3,1-2 .......................... 220
3,3-4 ................... 163 647
3,5306 409 796 1121 1125
3,9.............................. 325
3,9ss .......................... 229
3,12.............. 14 143 1118
3,14............................ 494

1 Tesalonicenses
4,3............................ 1087
4,17..................... 368 427
5,17..................... 438 442
5,23......................... 3 134

1 Timoteo
1,5....... 494 508 509 1006
1,10............................ 592
1,17.............................. 77
2,4....... 277 371 743 1098
2,5................................ 37
2,6.............................. 858
2,8....................... 412 761
3,7.............................. 220
3,15............................ 982
5,20.......................... 1064
6,7.............................. 604
6,8.............................. 429
6,11............................ 295
6,16....................... 77 373
6,17-19 ...................... 320

2 Timoteo
1,10.............................. 42
2,6................................ 95
2,7.............................. 462
2,17............................ 904
3,2.............................. 511
3,12............................ 717
Indice de Temas

3,14.......................... 1001

Tito
1,9-10 ........................ 997
3,3-5 .......................... 295

Hebreos
1,3.................... 23 69 868
2,10............................ 994
4,12..................... 715 857
4,14............................ 857
4,15............................ 859
5,4.............................. 327

5,11............................ 831
8,1-5 .......................... 859
8,1-9 .......................... 857
9,11............................ 857
9,14............................ 358
9,24............................ 918
11,1............................ 453
11,37.......................... 235
12,1-2 ........................ 705
12,2............................ 994
12,29.......................... 857

Santiago
1,18............................ 413
3,2.............................. 896

1 Pedro
1,20............................ 776
1,32............................ 339
2,8.............................. 741
2,9....................... 271 918
2,11.......................... 1071
2,16............................ 219
2,22............................ 181
3,1ss ........................ 1001
4,11............................ 224
5,6.............................. 557
5,8.............................. 958
Indice de Temas

2 Pedro
1,4.............................. 325
1,14............................ 219
2,7-8 .......................... 265

1 Juan
2,1-2 .......................... 855
2,15............................ 742
3,2.............................. 691
4,7.............................. 482
4,7-8 .......................... 151
4,8......... 53 458 489 1102
4,16............................ 533
4,18................... 517 1117
5,19..................... 421 712

Apocalipsis
1,5................................ 75
1,8.............................. 849
1,11.............................. 36
3,16-17 ...................... 320
3,20............................ 852
5,8................................ 22
16,15.......................... 826
20,6............................ 237
21,1............................ 742
Indice de Temas

INDICE DE TEMAS

Aarón ................................................. 245 Ayuno 643 653


Abimelec ........................................... 244 Bautismo 321-325 466 1020 1048 1052
Acción y contemplación ................. 449 Bautismo de Jesucristo 225-228 231
Aceite ................................................. 526 Belén 211
Acepción de personas ..................... 921 Belleza 42 72 74 376
Acoger a Cristo................................. 683 Belleza de Dios 72
Adán..................................... 219 229 777 Bendición de los Patriarcas 236
Adopción filial ................................. 427 Beneficencia 104
Adoración ........................................... 68 Besos divinos 867 873
Agradecimiento ............................... 423 Bien 134 135
Agua ............................................ 108 352 Bienaventuranzas 365-388
Alegría ............................................... 370 Bienes del Cielo 187
Alianza .............................................. 271 Bienes temporales 187 476 623 625 706
Alimento espiritual .................... 14 250 Blasfemia contra el Espíritu Santo788
Alma humana91 97 115 124 125 126 804
144 1128 Bondad 57
Amistad ................. 487 495 500 519 535 Brevedad de la vida humana 102
Amor346 484 491 492 495 497 498 504- Caída del hombre 127 132 248 156 159
541 Caminos del bien670 679 680 686 689
620 624 625 719 718
Amor a Dios 454 482-485 826 Cántico nuevo 12 295 467 514
Amor a Jesucristo 488 493 Canto sagrado 1053 1081
Amor a la Iglesia 963 Caridad165 166 480 481 486 489 494
Amor a las criaturas 162 163 495 499
Angeles 87 ...... 502-541 594 714 727 930 1102 1112
Apóstoles 326-345 991 Carismas ............................. 64 459 1133
Arca de Noé 936 Catequesis ............... 992 995 1005 1012
Armadura del Cristiano 705 715 716 Catequista .....................1001-1006 1009
Aromas 270 649 Ciegos ................................................ 364
Arras del Espíritu 78 Combate cristiano699 700 702 1108
Ascensión de Jesucristo 780 783 1110 1123
Ascesis cristiana 693 698 Comunicación de bienes................ 172
Atributos divinos 100 Condescendencia de Dios ............. 173
Autoridades 614 Confesión de la fe .... 699 917 988 1109
Avaricia 492 604 651 807 1137 Confesión de los pecados ....... 389 819
Indice de Temas

Confirmación ................................. 1032 Edificación de la Iglesia863 864 865


Conocimiento de Dios ....... 54 65 69 76 871
Contemplación............ 128 146 424 449 877 896
Conversión ............................... 300-310 Educación cristiana1072-1076 1080
Corrección .............. 310 1065 1067 1068 1105
Creación del hombre ...................... 144 Egoísmo 822
Creación nueva ......................... 130 133 Embriaguez 810
Creador ................... 89 92 96 98 100 101 Encarnación 167-186
Credo cristiano ................................. 112 Envidia 239 579 795
Criaturas ............................................ 113 Epifanía del Señor 214 218 223
Cristiano (el) . 694 1046 1048 1107 1108 Equidad 554
1116 1123 Escrituras Sagradas1-4 10 13 21 255
Cruz 731-747 999 301
Cuaresma 232 233 646 647 984 1001
Cuerpo humano 138 Esperanza 460 629 812 1144
Culto 276 Espíritu Santo44 58 62 64-67 71 81 227
Daniel 238 228
David 797 312 350 490 506 532 788 804
Demonio421 583 725 729 773 785 811 855 1122 1138
814 Esposa 1082 1095 1099
Descanso de Dios 114 839 Estrellas 243 264
Deseos carnales 624 Eucaristía 871 899 1019 1021 1022 1047
Desobediencia 204 Eva 204
Diáconos 912 Evangelistas 982
Diluvio 256 Familia cristiana 1072 1078 1088
Dios 45-49 51 52 70 74 78 81 155 483 533 Fe 42 152 354 361 363 450-453 457 459
612 1143 ..............................................461-475 479
Dios, Creador y Conservador del Fe de la Iglesia ............................ 86 112
Universo 88 Fiebre ................................................. 359
92 101 Figuras de Jesucristo................234-262
Dios Padre 70 287 400 425 1032 Figuras de la Iglesia .......... 237 243 249
Disciplina 671 Filantropía de Dios .................. 173 175
Diversidad de los seres 95 Fraternidad ....................................... 940
División entre los hombres 789 Fuego ................................................. 275
Dolor 813 Fuentes del Salvador ...................... 285
Dominio 160 Generación Divina....................... 55 70
Dones de Dios 911 1120 Glorificar a Dios ....................... 67 1127
Indice de Temas

Gobierno de Dios ............................ 155 Hombre nuevo ................... 295 322 323
Gobierno Pastoral ......... 987 1056 1060 Hombre viejo ................................... 295
Gozo santo ........................................ 193 Hormiga ............................................ 110
Gracia154 287 292 293 294 310 315 1052 Huida a Egipto ................................. 212
1140 Humildad145 231 376 381 382 542 557-
Guerras carnales y espirituales..... 252 573
Gula ................................................... 810 ............. 582-595 600-603 688 1016 1018
Hambre .............................................. 379 ........................................ 1101 1102 1124
Herejes...................................... 455 1085 Iglesia107 200 391 863-896 918 932-937
Hombre87 88 105 116-123 130-145 164 ....................................... 1062 1092 1138
672 687
Iglesia, Casa de Dios....................... 886 Jesucristo, Dios y Hombre25 26 50 167
Iglesia, Cuerpo de Cristo ............... 890 170
Iglesia, Esposa ..... 867-869 873 883 892 183 184 360
Iglesia, Madre Virgen .............. 866 878 Jesucristo, Esplendor de la luz eterna
Iglesia, Templo ................................ 865 30
Iglesia Doméstica ....... 1072-1077 1088 Jesucristo, Esposo 854 867 873 883
Iglesias Particulares914 1054 1069- Jesucristo, Maestro 272 557-559 846
1071 1085 Jesucristo, Mediador 37
Ignorancia ......................................... 362 Jesucristo, Medicina 185 359
Imagen de Dios.................. 122 143 151 Jesucristo, Médico 359 851
Imitación de Jesucristo187 676 681-693 Jesucristo, Medida 33
697 1130 Jesucristo, Niño 206 209-222
Impenitencia 803 804 816 Jesucristo, Norma Suprema 704
Infierno 833-836 Jesucristo, Palabra de Dios 35
Inhabitación del Espíritu Santo 312 Jesucristo, Paráclito 855
Iniciación Cristiana 1046 Jesucristo, Pedagogo 845-848
Inmortalidad 115 Jesucristo, Redentor 181
Ira 369 821 Jesucristo, Sabiduría de Dios 31
Ira de Dios 39 49 Jesucristo, Salvador 27
Jacob 259 1039 Jesucristo, segundo Adán 43 170 229
Jerarquía Eclesiástica 898-900 944-950 Jesucristo, Vid 311
Jesucristo, Alfa y Omega 849 Job 551
Jesucristo, Angel de Dios 29 José, esposo de María 194
Jesucristo, Buen Pastor 488 Juan Bautista 224
Jesucristo, Camino 672 673 680 Judas 773
Juicios de Dios 927
Indice de Temas

Justicia 308 385 601 603 604 606 609 ....................................... 648 650 655 656
............................... 616-621 635 635 914 Limpios de corazón.................. 365 373
Justicia de Dios .................. 446 612 621 Liturgia Sacramental ...........1019-1055
Justificación ........................ 358 401 468 Lujuria ................................. 787 807 810
Justos ................................. 131 136 1134 Luna (la), signo ......................... 107 243
Lágrimas279 333 356 357 366 448 720 Luz Verdadera ............ 103 641 643 676
1084 Madre ..................... 108 1032 1084 1096
Lector (ministerio de) .............. 987 988 Magos ......................................... 214 223
Ley natural y escrita ........................ 291 Mal93 94 246 265 404 411 712 721 730
Liberación cristiana......................... 919 1079
Liberalidad ....................................... 548 Mandamientos .......................... 454 608
Libertad ..................... 87 94 95 843 1060 Mandamiento Nuevo ..................... 514
Libertad cristiana............................. 714 Mansedumbre ........................... 369 383
Limosna104 368 628 637 638 641 642 Mar (el) .............................................. 109
646
María.......................................... 188-207 Necesidades humanas .................... 137
Mártires375 477 701 916 917 1029 1106 Negligencia ...................................... 793
................................................. 1111 1139 Niño (el) ....................... 491 566 568 592
Martirio695-697 709 718 1028 1030 Nombre cristiano (el)...................... 328
1096 Nombre de Jesucristo (el) ......... 34 844
Matrimonio. 1078 1087 1088 1095 1100 Nombres de Cristo ........ 22-37 844-862
Memorial del sacrificio .................. 610 Norma de fe ................................. 86 112
Mentira ............................................ 1126 Nueva creación ......................... 133 316
Milagros .................................... 347-364 Nuevo nacimiento .................... 316 317
Ministerio Pastoral............... 1060 1061 Obediencia .................. 204 206 748 869
Misericordia ........ 372 634-636 652 653 Obispos897 898 900 904-950 977 984
Misericordia de Dios ............. 630 1007 1056
Misiones Divinas .............................. 80 Obras buenas ............................ 622 628
Modelaje del hombre ............. 144-146 Odio ................................................... 821
Moisés ................................. 235 247 254 Ofrendas ......................................... 1129
Mortificación cristiana ................. 1125 Ojos (los) ........................................... 153
Muerte ............................................... 771 Olor .................................................... 276
Muerte de Jesucristo ............... 754-763 Oración73 391 392 395-408 412 414 416
Mundo ............................................... 698 422-426 435-449 622 929 986
Nacimiento de Jesucristo209 210 213 1014 1030 1140 1141
222 Oratoria Sagrada 16
Necesidad de la gracia .................... 154 Orden del mundo 99
Pablo (San) 493 494 565 576
Indice de Temas

Paciencia240 241 544-555 580 581 596- Pentecostés ....................................... 781


598 Perdón ............................................... 497
Padres de la Iglesia 20 1085 Perdón de los pecados279 397 420 430
Palabra de Dios 278 284 290 524 1003 444 977
Parábolas 657-669 Perfección Cristiana56 242 490 640 675
Paraíso Terrenal 148 156 690
Participación 315 325 .............................................. 704 705 727
Pascua Cristiana 647 649 767-783 Placeres ............................... 627 813 823
Pasión de Jesucristo 749-760 Pobres ......................................... 642 654
Pastores de la Iglesia953-979 1060- Pobres y ricos ............................ 644 645
1068 Pobreza210 368 380 381 563 613 935
Paz 161 217 220 253 308 374 384 385 387 1063 1124
.............................................. 388 618 885 Postrimerías ..............................829-842
Pecado139 784 785 792 794 808 812 817 Predicación .... 266 268 642 741 981 986
........................................ 1033 1034 1052 ............................. 1001-1006 1012-1016
Pecado Original ...................... 820 1142 Presbíteros ................................. 944 945
Pechos del Esposo ........................... 270 Presencia de Dios .......................... 1122
Pedagogía cristiana .......... 707 845-848 Profecías .............................................. 11
Pedagogo ................................... 844-848 Profetas ............................................. 991
Pedro (San) .... 328 332 338 341 343 346 Propiedad privada .......................... 645
Penitencia ......................................... 594
Providencia de Dios ..................... 51 88
Pueblo de Dios................................. 271
Purgatorio ......................................... 830
Querubines ....................................... 594
Redención ..... 127 132 755 761-776 799
Redentor ............................................ 181
Regeneración............... 311 316 322 323
Reino de Dios..................... 398 409 417
Religión ..................................... 606-608
Resurrección de Jesucristo751 765 770 778 780
Resurrección universal ............ 455 831
Riquezas ............................................ 320
Sábado ............................................... 629
Sabiduría........................................... 607
Sabiduría de Dios ............................. 31
Sacerdocio ...................................... 5 746
Sacerdocio común ............. 923 924 941
Sacerdote951-955 1001 1015 1017 1018
Sacramentos ......................... 1019-1055
Sacrificios agradables .............. 923 924
Saetas ................................................. 290
Salmos ............................................... 432
Salvación ............... 169 189 277 289 371
Salvador .............................................. 27
Samaritana .......................... 280 283 286
Santidad ............................................ 416
Santificación............................ 418 1087
Sed............................................... 278 379
Seguimiento de Cristo ............. 681 682
Sencillez ............................................ 931
Sentidos de la Sgda. Escritura3 4 15 171 263
Señal de la Cruz ............................... 731
Señal de Dios ..................................... 24
Servicio divino ............................... 1123
Silencio 543 567 599 618 824 1015 1017
Silencio de Dios............................... 188
Símbolo de la fe ........................ 464 465
Simplicidad de Dios ..................... 1023
Soberbia579 584 724 786 790 818 827 979
1007 1101
Sobriedad 564
Sol (el) 103 243
Susana 237
Temor 517 527 686 1117
Temor de Dios 382 475 496 606 1132
Templos de Dios 312 543 1114
Tentaciones 404 421 431 561 711 713 719 726 729
Testigo fiel 75
Tiempos buenos y malos 434 806
Tierra 201 611 814
Tobías 641 643
Tradición Eclesial 914 981 982 1054
Transfiguración de Jesucristo 288
Tribulaciones 419
Trinidad (Santísima) 60-62 77 80-86
Unidad de la Iglesia 398 490 495 902 906-910
............................................. 916 982 1115
Vanagloria .......................... 639 728 791
Vanidad ............................................. 825
Vara de Aarón .................................. 245
Venidas de Jesucristo 273 282 832 837
Verdad ....... 33 267 516 634 708 716 720
Vicios ........................... 379 649 820-822
Vid (la) ............................................... 311
Vida activa y contemplativa .......... 539
Vida cristiana318 321 605 609 717 828 922 928
.............. 1050 1085 1104 1105 1112 1136
Vida eterna377 385 829 836 841 842 1083
Vida religiosa ........................ 1059 1093
Vida sobrenatural............................ 315
Vigilancia .......................................... 722
Vigilia Pascual ............................... 1049
Vírgenes .............. 1089 1090-1093 1101
Virginidad ............... 193 195 1087 1103
Virtudes........................ 379 615 633 649
Virtudes cardinales ......................... 617
Virtudes cristianas ... 451 541 556 1118
Virtudes teologales ......................... 550
Visión de Dios .......................... 365 373
Viudas .................................... 1086 1087
Vocación .............................. 281 329 341
Voluntad de Dios135 309 371 392 396 418
..................................................... 428 691
Voluntad humana ........................... 309

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