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Para vivir

más o menos…
Para vivir más o menos…
(La realidad que el discurso no deja ver)

V. M. Peñafiel, PhD

Instituto de Investigaciones Físicas


CF, FCPN (UMSA)
© 2019 por V. Miguel Peñafiel N.

Bajo licencia de la Carrera de Física, FCPN (UMSA), sobre la base de “tal como está”, sin garantías o con-
diciones de clase alguna, implicada o expresa. El uso de este archivo está permitido estrictamente para
fines no comerciales. Su distribución debe ser gratuita citando y poniendo de manifiesto los respectivos
créditos.

www.fiumsa.edu.bo

ISBN 978-99974-0-542-5

Primera edición: febrero de 2019.

Imagen de la portada: Periódico Cambio, Discurso Presidencial Nº 841, 10/03/2016.

Para vivir más o menos…


V. Miguel Peñafiel N., PhD*

La sociología es, por supuesto, una ciencia. Pero, a diferencia de ciencias bá-
sicas como la física, sus métodos observacionales arrojan datos poco exac-
tos y precisos (en el lenguaje de la metrología). Como la política es, en prin-
cipio, la aplicación de ideas sociológicas a la satisfacción de necesidades hu-
manas, su papel es similar al de cualquier ingeniería respecto del conoci-
miento científico y puede ser tratada en consecuencia. Se evalúa la fusión de
conceptos ideológicos y técnicos (mercadotécnicos) muy conocidos y, sobre
esa base, se analiza extensamente el “fenómeno masista” y varios de sus
efectos.

* Físico teórico. Investigador asociado en el Instituto de Investigaciones Físicas, Carrera


de Física, FCPN (UMSA). vmiguel@fiumsa.edu.bo

© 2019
A mis hijos
Ana Carola, Irene Verona, Sergio Miguel, Sebastián Miguel y Miguel Luis,
lo mejor que hay en mi vida.
Prólogos

La práctica de la ciencia está compuesta por varios elementos, a diferentes niveles, den-
tro y fuera de la misma. Para poder entender la labor de un científico se debe primero
entender cuáles son las razones que llevan al mismo a practicar la ciencia. Por ejemplo,
a menudo los físicos se inclinan hacia su profesión por el ansia de entender el universo,
las interacciones que lo rigen y sus consecuencias a todas las escalas de distancia. Ob-
viamente, este tipo de cuestiones fundamentales no son propias únicamente de los cien-
tíficos; de hecho, la curiosidad es innata en el ser humano y lo primero que uno puede
hacer una vez que se reconoce como parte de un sistema mucho más grande es cuestio-
narse acerca del origen del mismo; las preguntas subyacentes son consecuencias natura-
les de la primera.

Una vez que se reconoce que el ansia de conocimiento es propia de aquellos que buscan
respuestas a través de la práctica científica, se implica también que la labor del científico
conlleva un interés social: es necesario divulgar la ciencia, tanto para que la misma pue-
da retroalimentarse como para ofrecer a la sociedad algunas respuestas a ciertas pre-
guntas necesarias acerca del origen y el funcionamiento de las cosas. Así, los científicos
tienen una obligación social inclaudicable y una consecuencia directa de esta obligación
tiene que ver con desmitificar la ciencia y desmentir la seudociencia. A menudo, y más
aún en los tiempos modernos, esta última tarea se torna cada día más difícil por la can-
tidad de información falsa que circula en las redes, por el amarillismo científico y por las
imposturas.

La práctica científica requiere cierto grado de rigor. Las malas prácticas científicas o, de
plano, las informaciones falsas afectan de forma negativa al desarrollo de la ciencia, uno
de cuyos pilares fundamentales tiene que ver con la disponibilidad de información a la
sociedad. Se hace ciencia para incrementar el conocimiento humano, y es una obliga-
ción de los practicantes de la misma divulgar los resultados y descubrimientos más in-
teresantes para el resto de las personas. También es una obligación el desmentir infor-
maciones falsas que usan la ciencia para llamar la atención, como en el sonado caso de
la “medicina cuántica”, y distintos tipos de curas milagrosas.
Así, una pregunta pertinente es: ¿será que este tipo de labores y preocupaciones respec-
to de la información pasada al público tiene que ser únicamente de los practicantes de
las ciencias? Obviamente, la respuesta es no; estos problemas conciernen a todas las
áreas del conocimiento. Sin embargo, los métodos de reconocimiento de los problemas
difieren entre un área y otra. Debido a que la ciencia básica se alimenta de hipótesis
comprobables, la forma de obtener certezas respecto del alcance y limitaciones de nues-
tro conocimiento actual es directa; por ende, la forma natural de combatir la desinfor-
mación es divulgar las certezas de la ciencia de una forma adecuada. Por otro lado, otras
áreas, como las ciencias sociales, carecen de hipótesis directamente comprobables; así,
es muy fácil encontrar discursos falsos o falaces (basados en suposiciones completamen-
te erradas o directamente maliciosas). ¿Cuál será, entonces, la forma de combatir este
mal?

A menudo, ramas del conocimiento diferentes de las ciencias básicas son vistas como -
en el mejor de los casos - meras aplicaciones de las mismas u ocupaciones que no tienen
relación alguna con la ciencia o sus afluentes. Sin embargo, tales preconceptos y malas
interpretaciones respecto a la esencia de las “ciencias sociales” no pertenecen únicamen-
te a los científicos de la naturaleza; una gran parte de la comunidad de divulgadores so-
ciales hablan de su oficio como si no perteneciese al grupo de las ciencias; o peor, recha-
zan a la ciencia por sus métodos de obtención de conocimiento. Más aún, es bien sabido
que esos rechazos nunca vienen desacompañados y, a lo largo del tiempo, aparecen ver-
tientes de pensamiento no convencional que actúan de forma contestataria a conceptos
muy establecidos. Es decir, las ciencias sociales adolecen del mismo tipo de patologías
que las ciencias naturales, pero en mayor escala. Por otro lado, es necesario insistir en
que los ejercicios de las disciplinas sociales deban ser siempre llevados a cabo con el ri-
gor característico de todas las otras ramas del conocimiento.

Una vez admitida la importancia de la ciencia social, también lo será la de sus aplicacio-
nes directas; digamos, de la política. La administración de una sociedad es obviamente
una preocupación más importante que, por ejemplo, la proliferación de teorías irreales
en ciencia. La preocupación reside, principalmente, en el hecho que los administradores
políticos tienen poder de decisión sobre los intereses directos de las personas y sobre la
legislación que afectará directamente a la sociedad en todas las escalas. Por eso es nece-
sario exigir buenas administraciones, aquellas que dejen de lado las imposturas caracte-
rísticas de la política y prioricen la buena labor, sobre todas las cosas, honesta respecto
de sus ideales y verdaderos planes.

Un claro ejemplo de imposturas políticas involucra, justamente, a las ideologías políti-


cas. Distintas vertientes de pensamiento sobre medidas sociopolíticas y económicas
aplicables a niveles estatales han surgido a lo largo de la historia; algunas con más suer-
te que otras. El estudio histórico de la política y sus consecuencias sociales muestra que,
popularmente, la gente genera aversiones o fanatismos respectivamente justificados por
las decisiones de sus mayores exponentes; así, hoy en día, se tiene visiones populares -
en su mayor parte acertadas- respecto, por ejemplo, a que el fascismo quita libertades
individuales y exacerba el nacionalismo extremo; que el socialismo tiene por objetivo
principal disminuir la brecha económica entre clases, etc. Así, siempre resulta muy con-
veniente y convincente para un político el identificarse como socialista, pues inmedia-
tamente tendrá un apoyo masivo de aquellas personas que buscan un cambio justo. Sin
embargo, siempre deberían caber las preguntas: ¿será que aquel político piensa lo que
profesa? y ¿será que las medidas de un determinado gobierno son, de hecho, (inserte
aquí la ideología)? Obviamente, la primera pregunta tiene siempre una respuesta ambi-
gua, mientras que un estudio sistemático y riguroso de la política podría fácilmente res-
ponder a la segunda pregunta. Lastimosamente, ambas preguntas se suelen confundir y
se tiende a resolver respecto de las ideologías con la identificación de los políticos, y no
con sus acciones. Las imposturas políticas no son un problema endémico, sino más bien
global e históricamente eterno y cabe a los estudiosos de la política lidiar con dichos
problemas, científicamente, dentro de la sociedad.

El libro “Para vivir más o menos...” toma ejemplos de nuestro cotidiano vivir como so-
ciedad para mostrar la suposición (errada) de que las ciencias sociales no son ciencias y
que las aplicaciones de las mismas no requieren de ser estudiadas, a pesar de ser inmen-
samente importantes para el desarrollo de la cultura, de la economía y de la justicia. Pa-
ra poder cumplir este objetivo, varios otros son alcanzados a lo largo del libro. Una larga
e importante revisión de cómo se maneja la comunicación científica; la forma de mini-
mizar los errores en la comunicación de resultados entre pares académicos es hecha pa-
ra poder demostrar que el rigor científico es siempre necesario, más aún ahora que la
tergiversación de la información ha llegado a límites insospechados hace algunos años.
Obviamente, este tipo de prácticas tienen que ser llevadas a cabo más seriamente en el
ámbito de las ciencias sociales; es necesario entender la verdadera importancia de las
mismas a todos los niveles para esperar una mejor administración de la sociedad. Así,
de alguna manera, la mala fama de los políticos podría, eventualmente, desaparecer.

Miguel L. Peñafiel, M.Sc.

¡Ah! El mundo de las ciencias básicas, una mirada al microscopio, otra al telescopio. En
laboratorios, con instrumentos precisos y pizarrones llenos de interminables formulas y
ecuaciones para muchos difíciles de comprender, pero que nos cuentan una historia: la
historia del universo que nos rodea. Aquí no hay lugar para afirmaciones sin pruebas.
Utilizando métodos como la observación, la experimentación y la revisión por pares, los
científicos descubren y validan grandes hallazgos que nos ayudan a entender un poco
mejor el mundo en que vivimos y sus componentes. Pero hasta las operaciones matemá-
ticas más complejas nos arrojan a veces un pequeño margen de error, ese “más o menos”
aleatorio que demuestra que hasta para un científico, la búsqueda del saber no termina
en un hallazgo sino que da paso al próximo y buscar tal vez encoger aún más ese mar-
gen.

Por otro lado tenemos las ciencias sociales, la fascinación por el comportamiento de la
sociedad, de quienes la integran, y de sus sistemas políticos. Ahí están por ejemplo la
sociología y las ciencias políticas. Si, son ciencias como su nombre lo indica, solo que
son otro tipo de científicos las que la practican y el objeto del estudio somos pues todos
nosotros. Estos científicos no son tan buenos con los números pero son increíblemente
hábiles con las palabras y con el discurso. Tan hábiles son, que a veces llegan a nublar
nuestra mente y creemos entender lo que nos cuentan cuando otra puede ser la realidad.
Este tipo de ciencia no se caracteriza precisamente por su exactitud y lamentablemente
ese “más o menos” puede resultar mucho, pero mucho más grande.

Esta obra intenta unir en matrimonio a estas dos ramas de la ciencia. Un matrimonio
aparentemente improbable pero si algo sabemos de física es que los polos opuestos in-
dudablemente se atraen. Quizá cuando esto ocurra logremos ver por nosotros mismos el
lamentable estado en que el sistema político se encuentra; no solo en Bolivia, sino en
muchos otros lares del planeta. Pero más importante, y aplicando los mismos métodos,
y con la misma sed de conocimiento por la verdad de un científico en un laboratorio,
logremos resolver los grandes problemas de nuestra sociedad y enfrentar todos los desa-
fíos que a la humanidad le espera.

Sergio M. Peñafiel

V. Miguel Peñafiel N., PhD autor del libro “Para vivir más o menos...”, me ha solicitado
prologar esta interesante investigación que, sin lugar a dudas, ha de repercutir en el ám-
bito sociopolítico en general y en el campo científico en particular que seguramente al-
canzará un merecido y pleno reconocimiento por su honestidad intelectual y sus propias
valías científicas.

“Para vivir más o menos...” (La realidad que el discurso no deja ver) es un trabajo aca-
démico muy bien documentado, con un estilo que nos sumerge en la lectura exhibiendo
un amplio bagaje cultural, deleitable, con un toque irónico en la descripción de los fe-
nómenos políticos que son desmenuzados para evidenciar una realidad distinta a la
construcción de discursos utilizados por el gobierno. No sólo encuentra diferencias entre
el discurso y la realidad indagando además problemas políticos que forman parte de
nuestra idiosincrasia.
En el análisis discursivo del actual gobierno radica el aporte del libro que se presenta
como una exigencia de carácter ético-intelectual, que necesita dar cuenta de los aconte-
cimientos políticos y sociales en el país a partir de la implementación del Estado Pluri-
nacional. La búsqueda de una interpretación científica y crítica de los hechos socio-
políticos que no se contente con ver los acontecimientos desde una perspectiva subjeti-
va o discursiva, es parte del legado de este trabajo.

Una conclusión a la que llegamos al leer “Para vivir más o menos...”, es que la propia
consolidación del Estado de Derecho debe determinar la responsabilidad de los poderes
del Estado en el manejo de las instituciones pertenecientes a la esfera estatal que permi-
ta romper con la cultura administrativa de carácter patrimonialista y vencer la resisten-
cia administrativa de carácter burocrático. El actual contexto democrático exige necesa-
riamente la incorporación cada vez más creciente de racionalidad en la gestión pública
cuya responsabilidad recae sobre el gobierno.

La preservación de la democracia y si se quiere su ampliación, como propone el autor,


consistente en una democracia directa y digital que supone la ampliación de espacios
político-sociales con sentido republicano y la supresión de decisiones unilaterales y sin
control. Por el lado del Gobierno, las premisas permanentes deberán ser la rendición de
cuentas, así como el uso eficaz y equitativo de los recursos públicos. Como contraparte,
el Poder Legislativo deberá mostrar su capacidad para cumplir con sus funciones de
control, critica y propuesta en todos los ámbitos determinados constitucionalmente, sin
olvidar las propias obligaciones de la propia ciudadanía que debe procurar participar de
las definiciones de las políticas y en labores de vigilancia de la gestión pública.

Con la certidumbre que el libro “Para vivir más o menos...” constituirá un punto nodal
en el análisis político desde la perspectiva científica. Sin lugar a dudas obtendrá un me-
recido éxito. Felicito al autor y esperamos que siga expresando sus interesantes, acu-
ciantes y honestas observaciones sobre la realidad política de nuestro país.

Luis Adolfo Flores Ramírez, PhD


(Doctor en Ciencia Política “summa cum laude”. Universidad de Granada)
Contenido

Prefacio 0
Capítulo 0 Introducción 8
Capítulo i Ingeniería social 46
Capítulo ii Colectivos numéricos 68
Capítulo iii Fiestas democráticas 104
Capítulo iv Ideologías 116
Capítulo v El Instrumento 140
Epílogo 206
Si no piensas, o si otro piensa por ti, no eres una persona; eres una cosa.
Vicente Fatone
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 0

Prefacio

Cuando un político dice “quiero el bienestar del pueblo”, puede estarse refiriendo a una
población llamada “Villa Olvido”, a todos los habitantes del país o solamente a los mis-
mos paisanos reunidos y presentes. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo es que el vago lenguaje de
un candidato puede ser tomado tan en serio que, finalmente, se le dará los codiciados
empleos que busca? La democracia representativa sería imposible sin estos personajes,
a veces tan aplaudidos, frecuentemente tan censurados. Winston Churchill, exitoso po-
litico, decía (vale la pena mantener su idioma): “Politics is almost as exciting as war,
and quite as dangerous. In war you can only be killed once, but in politics many
times.” Ninguna otra ocupación está tan asociada a todos los participios del verbo co-
rromper y en ninguna la mala fama de la mayoría ensombrece tanto los méritos de unos
pocos. Porque, por supuesto que hubo -y hay- buenos políticos; Thomas Jefferson, tal
vez Vladimir Ilich Ulianov o Angela Merkel, pero ¿no es trágico el que su aparición sea
una cuestión de suerte? Además, sobre todo, ¿será un sino inevitable; nunca podremos
vivir sin políticos?

¿Cuál es la inaudita, invisible pero poderosa fuerza que nos ha puesto en el esquema
actual? Tan defectuoso y, analizado de cerca, tan antinatural. Al soslayar el largo acon-
dicionamiento a prejuicios judeo cristianos, se halla al Hombre, todavía cercano a sus
ancestros y coexistentes de clase biológica, arrastrando inconscientemente las cadenas
que lo unen sin remedio al reino animal y, en consecuencia, mostrando que mucho de su
comportamiento se explica no por el atributo de la razón, sino por profundas e inevita-
bles marcas instintivas. Demasiada evidencia histórica y antropológica conduce a con-
cluir que la tendencia a involucrarse en grupos complejos -y comportarse en conse-
cuencia- proviene de un (no exclusivo) instinto social.

Ahora, ¿aceptaríamos de Margaret Thatcher que “No hay tal cosa como sociedad, hay
sólo individuos y familias”? ¡Claro que no!, esa es una simple y vana frase de política.
La sociedad debe ser concebida como algo más que un simple conjunto de personas (pa-
1 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

ra eso hay la palabra “gente”). La sociedad es, más bien, un sistema, un conjunto de
partes que contribuyen al comportamiento del todo. Por ejemplo, un reloj desarmado es
sólo un conjunto de piezas, un reloj armado y funcional constituye un sistema.

Biológicamente, pues, el ser humano es -como otros- un animal muy territorial. La terri-
torialidad está implantada por la evolución, probablemente, en el complejo reptiliano de
su cerebro y es físicamente ubicable. El Hombre es también, por instinto, altamente
grupal. No es difícil, entonces, explicar la existencia de jerarquías como mecanismos
primitivos de protección colectiva, presentes en otros mamíferos (manadas de lobos,
mandriles, chimpancés, etc.). La historia muestra las conocidas variaciones, todas equi-
valentes a una misma estructura: jefaturas tribales, reinados, feudalismos, sogunatos,
monarquías,… y sus versiones modernas, principalmente dictaduras militares, monar-
quías parlamentarias o democracias electorales como la que se supone vigente -todavía-
en Bolivia.

El principal corolario es que los liderazgos políticos son fundamentalmente emocionales


(el “carisma” es instintivo, un remanente ancestral). Entonces, si la gente no elige
principalmente por lo que el candidato dice (sino por otros factores), los discursos
electorales, pues, no necesitan ser modelos de racionalidad, veracidad o elegancia. En
general, son mensajes destinados a estimular motivaciones de conservación o conve-
niencia individual de los oyentes y cuya efectividad depende, precisamente, del carisma
del orador. Y, como es obvio, no requieren de gran ejercicio intelectual; en el fondo es-
tán muy emparentadas con esas largas peroraciones pastoriles, en las cuales una ele-
mental idea es expuesta repetitivamente con muchas inflexiones, ilustraciones y morale-
jas. Retórica de pastores y retórica de políticos, el subproducto tóxico de la democracia
representativa.

George Gamow refiere (en “Uno, Dos, Tres…Infinito”) la escena de dos viejitos conver-
sando -cómo no- sobre sus dolencias. Uno quejándose de su reumatismo y el otro di-
ciendo: “yo no tengo reumatismo porque tomo una ducha fría todas las mañanas”, a lo
cual el primero replica: “¡Ah! Usted tiene duchas frías en vez de reumatismo”. Si uno
lamenta que los políticos dejen tanto que desear, ellos nos dirán “qué prefieres, ¿una
dictadura militar?” y es inevitable sentir una profunda tristeza al tener que escoger entre
el reumatismo de las dictaduras y las duchas frías de la democracia. No es tan difícil, por
tanto, entender -históricamente- cómo se ha llegado al punto actual. Lo que parece me-
nos fácil es la tarea de aislar las variables involucradas en esa dinámica social, e inter-
pretarlas correctamente (cómo es que las partes del sistema pueden influir sobre el todo
y en qué grado y modo lo hacen). Ni siquiera hay garantía de que tal cosa sea posible.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 2

Pero nadie puede impedir la desprejuiciada pesquisa de respuestas. La idea de que la


democracia es intrínsecamente buena es tan prejuiciosa como la de que los alimentos
transgénicos son intrínsecamente malos; y otras, claro, más y menos debatibles. En este
intento, es preciso aplicar la sociología exactamente como se hace en ciencias: usando
sus mejores resultados para explicar fenómenos específicos particulares. Leibniz dijo
“..., si la geometría fuera a contradecir nuestras pasiones y nuestros intereses como la
moral lo hace, entonces argumentaríamos contra ella y la violaríamos a pesar de toda
la evidencia de Euclides y Arquímedes...” Y, desgraciadamente, sucedió: ahí están la
“ciencia aria” (Hitler) la “ciencia proletaria” (Stalin) o la “ciencia andina” (?). Por eso,
uno de los argumentos para explicar el lento progreso en las ciencias sociales se refiere a
la estrecha relación de éstas con los más inmediatos intereses humanos. En fin, contra-
riamente a lo que se acepta en la literatura, se entiende que, inclusive en asuntos políti-
cos, es posible mantener una lógica aceptable y una sana independencia; si no, la bús-
queda de la verdad sociológica sería absolutamente inútil.

No obstante, en el fondo, siempre se está solo y sujeto al propio criterio cuando se discu-
ten cuestiones poco familiares. Nadie puede salvarnos del ataque masivo de interpreta-
ciones erróneas. Aparecen sorpresivamente y se difunden, ahora, sin control: Un autor
intenta justificar la introducción de la “investigación cualitativa” como necesaria para
sobrellevar el fracaso del positivismo,

“… la física tiene entre sus fines examinar las entrañas más profundas y recónditas de
la materia. En las tres primeras décadas del siglo xx los físicos hacen una revolución
de los conceptos fundamentales de la física; esta revolución implica que las exigencias
e ideales positivistas no son sostenibles ni siquiera en la física: Einstein relativiza
los conceptos de espacio y de tiempo (no son absolutos, sino que dependen del observa-
dor) e invierte gran parte de la física de Newton…”

¡No! Einstein no relativiza esos conceptos, su teoría sólo implica que las mediciones de-
penden del sistema de referencia, esto es, que las descripciones (matemáticas) espacia-
les y temporales son relativas al estado de movimiento de los observadores. Y menos
“invierte” la física de alguien; más bien, generaliza la teoría clásica y la hace aplicable
para muy altas velocidades.

“…Heisenberg introduce el principio de indeterminación o de incertidumbre (el ob-


servador afecta y cambia la realidad que estudia) y acaba con el principio de causa-
lidad; Pauli formula el principio de exclusión (hay leyes-sistema que no son derivables
de las leyes de sus componentes), que nos ayuda a comprender la aparición de fenó-
menos cualitativamente nuevos y nos da conceptos explicativos distintos, característi-
cos de niveles superiores de organización. A su vez, Niels Bohr establece el principio de
3 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

complementariedad: puede haber dos explicaciones opuestas para los fenómenos


físicos y, por extensión, quizá para todo fenómeno; Max Planck, Schrödinger y otros
descubren, con la mecánica cuántica, un conjunto de relaciones que gobiernan el mun-
do subatómico, similar al que Newton descubrió para los grandes cuerpos, y afirman
que la nueva física debe estudiar la naturaleza de un numeroso grupo de entes que son
inobservables, ya que la realidad física ha tomado cualidades que están bastante ale-
jadas de la experiencia sensorial directa.”

Análogamente, el principio de incertidumbre no es algo “introducido” por Heisenberg,


se deduce de los postulados de la teoría cuántica y ¡demonios! de ninguna manera “aca-
ba” con el principio de causalidad; ni aún tiene algo que ver con la causalidad (¿dos ex-
plicaciones opuestas? ¡Claro que no!). Por lo demás, la mecánica cuántica es, sobre todo
y propiamente expresado, la extensión de la teoría del espacio y tiempo (la mecánica) a
la región de masas muy pequeñas.

“…El aporte más significativo y, quizá, también el más desconcertante para el


positivismo clásico, lo da Heisenberg con el concepto de indeterminación en la na-
turaleza (en la naturaleza del átomo). En efecto, Heisenberg señala que la incerti-
dumbre del científico no reside tanto en la imperfección de sus instrumentos de
medición, o en sus limitaciones humanas para conocer, o en el hecho de que el obser-
vador perturba con su intervención los valores previos de la realidad, aunque todo
esto es cierto y hay que tenerlo muy en cuenta, sino en forzar a una de las muchas po-
tencialidades existentes a convertirse en realidad, como hace el escultor al ex-
traer una estatua de entre las muchas posibles en el bloque de mármol.
Heisenberg dice que ‘la transición de lo posible a lo real tiene lugar durante el acto de
la observación’…” “En otras palabras, el pasado trasmite al futuro una serie
de probabilidades, y solamente una de estas muchas potencialidades puede llegar a
realizarse. El futuro no es sencillamente desconocido: es algo que "no está decidido";
pero tampoco es algo que está completamente "abierto", puesto que el presente deter-
mina la serie de las futuras posibilidades. Es el observador el que con su método de
interrogación fuerza a la naturaleza a revelar una y otra posibilidad…” “En un marco
de referencia filosófico más amplio, podríamos decir que la posición de Heisenberg
representa una novedosa y genial combinación de aspectos de la potencialidad aristo-
télica y de la causalidad newtoniana, creando así una visión e interpretación de índole
distinta, que difiere de los dos puntos de vista anteriores. Estos hechos son interpreta-
dos por muchos autores como el fin del realismo ingenuo, propio de la epistemo-
logía positivista, y como la bancarrota del determinismo físico. Los principios se
aplican a partículas y acontecimientos microscópicos; pero estos acontecimientos tan
pequeños no son, en modo alguno, insignificantes. Son precisamente el tipo de aconte-
cimientos que se producen en los nervios y en el cerebro, como también en los genes y,
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 4

en general, son la base que constituye toda materia del cosmos y todo tipo de movi-
miento y forma de energía…” (¡!).

El “positivismo clásico” no es una persona y, por tanto, no puede desconcertarse. Y la


“incertidumbre” no es “del científico”, es la desviación típica asociada a la medición.
La estatua que reside dentro del bloque de mármol y que es extraída por el escultor fue
propuesta por Aristóteles y, claro, nada tiene que ver en este asunto (sólo muestra que
Aristóteles creía que la “forma” era una “cosa”). También es falso que el realismo inge-
nuo sea propio de la “epistemología positivista” (¿el positivismo contiene a la epistemo-
logía? ¡Que tontería!). El positivismo, básicamente, afirma que la información derivada
de la experiencia, e interpretada por la razón, es la única fuente de conocimiento verda-
dero; por tanto nada, absolutamente nada, excluye a la física moderna de la correcta
interpretación positivista. Ahora, claramente, la argumentación citada tiene un propósi-
to definido de antemano: el de justificar la plausibilidad de una nueva escuela epistemo-
lógica (el postpositivismo):

“Todo esto cambia tanto las cosas que estos mismos físicos señalan que en las ciencias
naturales son cada vez más las hipótesis que no son susceptibles de contrastación ex-
perimental o empírica y, por tanto, el ideal de una ciencia completamente inde-
pendiente del hombre, es decir, plenamente objetiva, es una ilusión…”

La física (y con ella, la ciencia conocida) se desintegra, de este modo, ante los ojos del
observador y éste termina -subjetivamente- apropiándose del universo:

“Todo esto nos lleva a tener muy presente la tesis de Protágoras: ‘el hombre es la me-
dida de todas las cosas’. Y entre esas ‘cosas’ están también los instrumentos de medi-
ción, que él crea, evalúa y repara. Pero si el hombre es la medida, entonces será muy
arriesgado medir al hombre, pues no tendremos un ‘metro’ para hacerlo. Para ‘medir’
(conocer) a otra persona habrá que liberar la mente, mirar y escuchar y atentamente,
dejarse absorber y sumergirse en su vida, y ser muy receptivos y pacientes; es decir,
hacer una buena ‘reducción’ en el sentido fenomenológico. Un objeto de conocimiento
que es a su vez sujeto consciente y libre no puede someterse a los esquemas de un pa-
radigma científico determinista, mecánico y, además, matemático…” (Miguel
Martínez Miguélez, “La investigación cualitativa etnográfica en educación: Manual
teórico-práctico.”, 3a ed., México, Trillas (1998)).

Asombrosa capacidad de calumniar a los físicos sólo para intercalar, a codazos, una in-
sípida ideología. El comentario de Hans Reichenback sería: “El filósofo de la escuela
tradicional muchas veces se ha rehusado a reconocer al análisis de la ciencia como fi-
losofía, y continúa identificando la filosofía con la invención de sistemas filosóficos. No
5 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

se da cuenta de que los sistemas filosóficos han perdido su significación y de que su


función ha sido asumida por la filosofía de la ciencia. El filósofo científico no teme este
antagonismo. Deja al filósofo anticuado que siga inventando sus sistemas filosóficos -
para los que puede haber todavía un lugar dentro del museo filosófico que lleva el
nombre de historia de la filosofía-, y se pone a trabajar.”

Además, ni la filosofía de la ciencia, ni menos la ciencia, tienen por qué sufrir monstruo-
sos cambios “paradigmáticos” (se encontrará este sospechoso término en otra parte)
para incluir métodos cualitativos de investigación. Son admitidos y practicados desde
los inicios, por ejemplo, en astronomía y en biología; con mayor razón tendrán que ser
aceptados en ciencias sociales. En la práctica, una excelente presentación acusatoria de
la fiscalía, donde las pruebas y los alegatos armonizan y se complementan sin dudas “ra-
zonables”, ilustraría perfectamente una investigación de esta clase. Contrariamente a las
neovisiones, llenas de vaguedades y relatividades intrínsecas (y de paradigmatitis), la
esperanza en desarrollos importantes en ciencias sociales está en el esmero, pertinencia
e invariancia con que se construyan, descubran o definan los conceptos; tan exactos y
precisos como sea posible o, aun reconociendo que habrá algún sacrificio en la toleran-
cia, tan razonables que permitan conclusiones útiles.

Por otra parte, en una visión autónoma a las particularidades del escenario político ac-
tual en Bolivia, se descubre rápidamente que el trazar la génesis y desarrollo de ideas y
acciones subyacentes, de ninguna manera es tarea puramente histórica; requiere aban-
donar ese sano consejo de “no molestes a los problemas mientras ellos no te molesten” y
emprender la ponderación detallada de asuntos considerados, a veces, fuera del alcance
de la sociología. Hay ideas que se traen y se llevan en textos, discursos y, medios de co-
municación, ideas que se consumen y desechan, que se aceptan o rechazan. O que mere-
cen, quizá, mejores explicaciones.

Pero ¡vamos! La crítica de la actualidad política en Bolivia tiene un solo personaje: el


MAS-IPSP. Que éste sea tan despiadado con sus enemigos políticos hace, por supuesto,
más cómodo el emitir juicios sobre su naturaleza general o el expresar sin miramientos
los resultados del análisis fenomenológico. Para regresar a lo dicho al comienzo, cuando
un militante habla de lo que quiere el pueblo, con la soltura de un predicador que habla
de lo que quiere dios, se deduce sin duda que miente. Porque no hay modo alguno en
que el militante sepa lo que quiere el pueblo, a menos que éste se lo haya dicho, mien-
tras tomaban un café, la tarde anterior. ¿Cómo es posible que aún personas educadas
sean presas de ambos tipos de charlatán? (porque, claro, tampoco hay manera en que el
predicador sepa lo que quiere dios). Interesa el entendimiento claro de ciertas extrañas
conexiones: el militante y el camino hacia Utopía, el predicador y la vía de la “salvación”
o el vendedor y el mejor jabón para lavadora automática… Si parece que hay aquí una
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 6

exageración maliciosa, entonces -sólo para ilustrar- ¿por qué en esos tres casos se usan
comerciales televisivos con mensajes “dígalo cantando” tan similares?

Ahora, parecería que estos desarrollos paralelos, el de la democracia parlamentaria y el


de los medios de comunicación radiados, son una llamativa e interesante coincidencia.
Al final, se descubre rápidamente la raíz común en los terrenos del comercio, los servi-
cios, la religión sectaria y la política que son, esencialmente, actividades económico fi-
nancieras y recurren, por tanto, a los instrumentos que más y mejor las benefician. Es
intrigante también la actitud del entorno, testigo analítico del fenómeno. Ernest Mandel
observó hace ya casi medio siglo que “...Si se examina sin ilusiones ni falso pudor todo
el mundo donde se forjan y defienden las ideas, es innegable que se encontrará un
buen número de cínicos y oportunistas, de hombres que venden su pluma y su cerebro
al mejor postor, o modifican imperceptiblemente la trayectoria de su pensamiento, en
el momento en que pueda constituir un freno para su éxito material o social...” La en-
trega intelectual al grupo dominante es -en algunos casos- extrañamente acrítica: ¿Có-
mo es que nadie menciona el hecho de que, siendo “proceso” (también si es judicial) una
serie continua de cambios, la frase “proceso de cambio”, por sí sola, o es un pleonasmo o
carece de sentido (pero no de utilidad)?

V. M. Peñafiel.
Septiembre, 2018.

P. S.

Ha sido posible el evitar la proliferación de gráficos, imágenes y de antipáticas notas al


pie de la página. También, para no mediatizar la importancia de las referencias, fue pre-
ferible colocarlas como parte del texto, contrariamente a las convenciones. Sin embargo,
la aparición de algunas expresiones matemáticas resultó francamente inevitable.

Agradezco profundamente las útiles sugerencias de mis hijos Sergio y Miguel, que acep-
taron leer los borradores, y el apoyo de la Carrera de Física a mi actividad como investi-
gador asociado del IIF facilitando -desde luego- el progreso de la redacción.
7 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 8

Capítulo 0

Introducción

1. Medios de comunicación científica

La transmisión de conocimiento no es propia sólo del género humano. Varias especies


de animales son capaces de usar instrumentos primitivos y enseñar el uso de los mismos
a su descendencia. Un caso particularmente interesante es el del mono silbador (Sapa-
jus libidinosus), considerado el más inteligente de los monos americanos (muestra, de
paso, que la inteligencia es un atributo evolutivo gradual); viviendo en familias, se ali-
mentan de insectos y frutos, en especial los de las palmeras; seleccionan cuidadosamen-
te -por olfato- los cocos más maduros, pelan y arrancan la punta de la fruta, beben el
jugo y dejan secar las carcasas (durante varios días) para que se hagan algo frágiles.
Después, los capuchinos las llevan -a veces más allá de un kilómetro- hasta una piedra
plana y notoriamente desgastada que usan como yunque donde proceden a quebrar los
cocos con otras piedras, casi tan pesadas como ellos mismos, usadas a guisa de martillo
para obtener la nuez. Los jóvenes capuchinos aprenden de los adultos observando el
proceso, cuya maestría puede tomar hasta ocho años (D. Fragaszy, P. Izar, E. Visal-
berghi, E.B. Ottoni, M. G. de Oliveira, “Wild Capuchin Monkeys (Cebus Libidinosus)
Use Anvils and Stone Pounding Tools”, American Journal of Primatology 64, 4 (2004)).

No es difícil inducir de tales observaciones que la primera forma de aprendizaje humana


fue también la observación e imitación. Por supuesto, ésta constituiría, a la par, el medio
de traslación generacional de conocimiento hasta la posibilidad verbal y, luego, hasta la
introducción de la escritura. A lo largo de la evolución cultural, todas estas formas co-
existieron, se fueron perfeccionando con el tiempo, y coexisten todavía. Las conquistas
se ponderan más bien por sus capacidades de difusión; por ejemplo, el libro tiene hasta
hoy su prestigio como vehículo informativo porque multiplicó notoriamente esas capa-
cidades respecto de sus antecesores.
9 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

El conocimiento humano actual, como jamás antes en la historia, está literalmente al


alcance de la mano. Si ya el libro y las publicaciones periódicas fueron algo bueno para
la difusión cultural, la interred (red internacional de comunicaciones o “internet”) ha
puesto definitivamente lo mejor y lo peor de la actividad humana a la consideración ma-
siva. Recuerda mucho al antiguo periódico mural (que fue de importancia, por ejemplo,
durante la revolución cultural china) donde, al carecer de censores, podía ser publicado
lo que fuera y su destino eran todos.

No existe, sin embargo, instrumento social alguno que pueda escapar a la lucha de in-
tereses y prejuicios. Y las restricciones no se hicieron esperar. Incluso es afortunado que
su potencial haya escapado a la mirada de grupos oscurantistas desde el comienzo; éstos
aparecieron cuando el sistema ya se había extendido hasta el punto de irreversibilidad.
A este respecto, se podría aplicar -mutatis mutandis- lo que John Milton argüía contra el
parlamento inglés: que éste no podría “proteger” a la gente de libros escandalosos, sedi-
ciosos o infamatorios a través de la censura, porque éstos acabarían en las manos del
pueblo de un modo u otro. Y claro, eso mismo es lo que, al final, ocurrió. Por ahora, si no
se es ciudadano chino, iraní, cubano o similar -o indigente-, entonces descubrirá que el
mayor nivel de comunicación y acceso a la información general, de todos los tiempos,
está disponible y utilizable.

Muy bien, la imprenta fue un instrumento verdaderamente revolucionario (y evolucio-


nario). La historia humana está totalmente permeada de cambios directa o indirecta-
mente relacionados con ese invento. Pero, ¿no es la interred la continuación de la im-
prenta, la cual, a su vez, es la continuación de las tablillas cerámicas, los rollos de papiro
y los códices? Las esperanzas de efectos revolucionarios (y evolucionarios) puestas sobre
los medios digitales estarían por demás justificadas; después de todo, nunca, nunca ha
estado la humanidad más comunicada que hoy.

Desde luego, todas las formas de comunicación han sido los vehículos de difusión del
conocimiento humano y, específicamente, del conocimiento científico. Para éste, des-
pués la transmisión oral, inicialmente el libro fue de importancia (piénsese, verbigracia,
en “Principia Matematica”), mas el valor de la imprenta se manifestó después, en la
publicación de las revistas especializadas (la primeras, como “Philosophical Transac-
tions of the Royal Society” o “Journal des Sçavans” aparecieron por 1665) las cuales son
actualmente el medio usado para transmitir la ciencia. Por esto, un investigador
científico (también en el área social) no es el que sólo lee y escribe libros, es -justa y pre-
cisamente- el autor de artículos que se publican en tales revistas (que ahora son, ma-
yormente, también digitales), después de ser sometidos a “revisión por pares” (no revi-
sión de dos en dos, sino, revisión por semejantes o “pares académicos”: “peer review”).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 10

Y es bueno tenerlo muy en cuenta, ahora, para evitar a los impostores ideológicos. En
fin, actualmente algún investigador científico (si no es experimental) casi no necesitará
más que un computador conectado a la red mundial para realizar su trabajo. Y una men-
te inquisitiva, difícilmente necesitará más que eso para acceder a información especiali-
zada.

La publicación de revistas científicas se ha ido sofisticando en las últimas décadas hasta


un grado muy alto, no sin provocar polémica por la obvia tendencia comercial de raíces
muy profundas (los centros científicos contratarán y pagarán a investigadores muy pro-
líficos cuyo trabajo sea publicable en revistas de gran impacto, es decir, muy citadas).
Los mecanismos de indexación (registro de una publicación, periódica pero continua, en
una determinada base de datos, con la asignación de una identidad, “International
Standard Serial Number (ISSN)”, bajo ciertas exigencias) fueron seguidos por los de
medición del susodicho “impacto” (un parámetro anual obtenido calculando la razón
entre el número de citas y el de artículos publicados durante los dos años precedentes),
el “Auto Factor” (“Eigen Factor”: clasificación basada sobre las citas recibidas para una
revista, dando mayor peso a las citas en revistas más importantes y significativas; se ob-
tiene de tablas publicadas en línea como “Journal Citation Reports/JCR” o “Eigenfactor
Search”), el “índice h” (un índice aplicado a los autores, como indicador de productivi-
dad, es el punto donde el número de citas iguala o apenas supera al número de artículos
y se llama también índice de Hirsch, por el físico Jorge E. Hirsch quién lo propuso en
2005), etc. En fin, algunos se refieren a la cienciometría: un intento de estudiar, analizar
y medir la actividad científica; la investigación y mediciones de impacto en revistas e
institutos, estudiar la naturaleza de las citas científicas, delimitar los campos científicos
y la introducción de indicadores para uso en administración y diseño de políticas de in-
vestigación. Obviamente, los científicos sociales no están al margen de estas políticas
académicas y sus revistas están también clasificadas (“The Social Sciences Citation In-
dex (SSCI)” es un índice comercial de citas, desarrollado por el “Institute for Scientific
Information” del “Science Citation Index” ubicables en sus páginas de red).

Un investigador debe sentirse, ahora, muy afortunado si tiene el tiempo y la libertad


suficientes para explorar campos nuevos, polémicos o, simplemente, fuera las tenden-
cias dominantes; de todos modos, nunca estará libre de la revisión por pares al mo-
mento de buscar la publicación de su trabajo. Este procedimiento, discriminatorio por
excelencia, fue diseñado para asistir a los editores en la selección de manuscritos, al pa-
recer, tan temprano como el inicio del siglo XVIII (la revista “Philosophical Transac-
tions”, de la Royal Society of London, lo practicó desde 1752).

En cambio, la fiebre de idear parámetros e indicadores académicos se extendió gra-


dualmente durante el siglo pasado, primero para la educación escolar y luego para la
11 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

superior, emulando las certificaciones industriales, comerciales y administrativas como


la muy conocida “International Organization for Standardization (ISO)” (funcionando -
con ese nombre- desde 1947 con sede en Ginebra, es un cuerpo normativo compuesto
por representantes de varias organizaciones y promociona normas industriales y comer-
ciales). Estos sistemas no son necesariamente bien vistos por los propios científicos,
principalmente porque enfatizan el acento comercial de la actividad, aunque segura-
mente todos comprenden que ya son de vigencia irrevocable.

2. Certificación académica

El examen (en el sentido de prueba de conocimiento o idoneidad), como el dinero y la


pólvora, es un invento chino. Usados en su modo oral desde la edad media, las universi-
dades modernas lo instituyeron recién en el siglo XIX para evaluar las aptitudes de los
estudiantes. Por la misma época se extendió a las selecciones meritocráticas del servicio
civil europeo, de ahí a Norteamérica y, con los mismos propósitos pero con muchos de-
fectos, a Sudamérica.

Una pequeña digresión pondrá de manifiesto la enorme importancia de este invento. Se


aplica un examen, por supuesto, porque no es posible indagar información de otro mo-
do, porque se es ignorante a cerca de los conocimientos del examinando. Si hubiera al-
gún otro método muy poderoso para conocer de antemano el conocimiento, las aptitu-
des y la predisposición de los postulantes, los exámenes ya hubieran quedado en el olvi-
do. Entonces ¿cómo es que dios estaría poniéndonos a prueba (examinándonos) en este
mundo si ya sabe el resultado en cada caso? La biblia cuenta que “seres celestiales, entre
ellos Satán (el [ángel] acusador)” visitaron “al Señor” sugiriendo que la lealtad de Job
sólo estaba justificada por la protección que dios le daba. “El Señor” acepta el examen
levantando su protección y dejando a Job a merced del acusador; éste lo empobrece,
mata a sus hijos y le trae un sinfín de desgracias y tormentos sin lograr romper su pie-
dad (en alguna parte exclama con razón “¡Dime! ¿De qué se me acusa? ¿Es correcto que
seas tan cruel? ¿Qué desprecies lo que tú mismo has creado?”). Job pasa la prueba y
después es compensado con el doble de riquezas y ¡otros hijos! Es obvio que el autor o
autores de estos pasajes, en su intento por probar la magnanimidad divina para con sus
“servidores” fieles, olvidan la omnisciencia y muestran -más bien- un ser innecesaria-
mente cruel y arbitrario, con excesivo -y sugerente- parecido a algunos de los dioses del
Olimpo. El mundo actual como examen divino es, pues, absolutamente inconsistente (a
menos que dios careciera de sus atributos característicos) e implica, una vez más, que la
idea de dios es producto de la rica imaginación humana.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 12

Otra obligada pero interesante digresión tiene que ver con títulos y diplomas universita-
rios. Por supuesto que Sócrates no era licenciado, Pascal tampoco, pero ya Newton ob-
tuvo su doctorado (¡en 1665!) de la Universidad de Cambridge, luego de cinco años de
estudio. Por otra parte, Comte no llegó a obtener un título universitario, lo cual perjudi-
có siempre su carrera, aunque fue un excelente estudiante (premiado con “le prix de
preéminence”) en la Escuela Politécnica de París hasta su expulsión por revoltoso. Marx,
cuyo peso en la fundamentación de la sociología es incuestionable, era abogado (sólo
para agradar a sus padres, se dice) y -como el lector lo habrá advertido- es inútil seguir
insistiendo en esta materia. A comienzos del siglo pasado, Will Durant dijo “Los hom-
bres se preparan con estudios de toda la vida antes de devenir en autoridades en física
o química o biología; pero en el campo de asuntos sociales y políticos cada muchacho
de almacén es un experto, conoce la solución y demanda ser escuchado.” Ya no es el
caso. De los políticos se hablará después, pero los politólogos y sociólogos serios son hoy
tan PhD como sus contrapartes en ciencias básicas y publican en prestigiosas revistas
como “Revista Sociológica” (UAM, México), “American Journal of Sociology”, “Social
Networks” (y varias decenas más). La certificación académica es, actualmente, de la ma-
yor importancia debido a que la notable simplificación ocurrida en el proceso de impre-
sión de libros -y la ausencia de revisión por pares para ellos- los invalida ya como
vehículo de revelación científica. Los diplomas académicos y los artículos en revistas
indexadas son, por tanto, la -razonable- garantía de que las novedosas teorías sociológi-
cas que se pudiera escuchar, o leer, no provienen de algún afortunado charlatán (los
hay, ha sucedido y está ocurriendo).

El procedimiento de promoción en las corporaciones artesanales medievales, se sabe,


consistía en una ceremonia donde, reunidos los maestros del gremio, examinaban al
candidato quién, después de un número de años como aprendiz del oficio, declaraba
estar listo para convertirse a su vez en maestro y obtener la licencia para abrir su pro-
pio taller. Es imposible no encontrar la notable semejanza con nuestras ceremoniales
defensas de tesis, exámenes de grado, etc. y no reparar en la sugestiva aparición de tér-
minos tan ligados con la actividad académica. Esto es así, no por una relación casual,
sino porque las universidades surgieron de asociaciones gremiales de maestros y estu-
diantes reunidos en las escuelas catedrales (conventuales). Durante el siglo XI, las pa-
labras “universidad” y “gremio” fueron indistintamente usadas para describir a las aso-
ciaciones artesanales. Pero, para el siglo XII, “universidad” vino a significar especial-
mente una asociación docente estudiantil (universitas magistrorum et scholarium). A
diferencia de las universidades eclesiásticas, regidas por un canciller (Paris, Oxford) o
de las estatales, fundadas por el monarca con reconocimiento papal (Nápoles), las uni-
versidades cívicas o civiles eran gobernadas por un “rector” elegido por los estudiantes
(Bolonia, Padua) y fuertemente caracterizadas por la “libertad académica”, principio que
13 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

terminaría siendo, por siempre jamás, un componente esencial en la estructura univer-


sitaria.

También la designación de los títulos y grados universitarios tiene sus más profundas
raíces en el perdido léxico artesanal y, no obstante una sinuosa evolución, son aún de-
tectables. Así, bachiller (baccalaureate = baya de laurel, símbolo del éxito), licenciado y
maestro (magister) sólo indicaban la culminación de estudios y la licencia para enseñar
(licentia docendi), respectivamente, y eran inicialmente equivalentes. El doctorado apa-
reció en el siglo IX, al parecer, bajo influencia árabe; pero adquirió sus características
reconocibles también durante la edad media (los que enseñaban doctrina). El primer
doctorado en filosofía (Philosophiæ Doctor o PhD) fue conferido en la universidad de
París a comienzos del siglo XII, aunque su contenido en términos modernos -un grupo
de asignaturas de alto nivel académico seguido de la prueba exitosa de investigación ori-
ginal- se consolidó recién en el siglo XIX, durante el cual muchos estadounidenses viaja-
ron a Europa para obtener ese grado antes de que se confiriera el primer Ph.D. norte-
americano (Yale, 1861; nótese la presencia de puntos). Los primeros doctorados en
América Latina datan de mediados del siglo pasado.

Las universidades bolivianas no nacieron con títulos de maestría o doctorado. Las carre-
ras científicas, que aparecieron en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en
1966, todavía intentan -¡50 años después!- romper prejuicios, tradiciones e intereses
muy profundamente arraigados en la administración institucional para poner al día su
estructura académica; completando la licenciatura con los diplomas de posgrado. Hasta
donde se sabe, la única Carrera con doctorado “stricto sensu” (incorporado orgánica-
mente en su plan de estudios; según el Dr. W. Tavera) es la de Física (UMSA), parte de
la Facultad de Ciencias Puras y Naturales (FCPN) que funciona en Cota-Cota (zona sur
de la Ciudad de La Paz) y que es el centro científico más importante en Bolivia (de don-
de procede el mayor número de publicaciones especializadas en Física, Química y Biolo-
gía).

Ahora, el diploma académico de una universidad es una acreditación; la institución


acredita el complimiento de los requisitos necesarios y suficientes para merecer las li-
cencias que dicho diploma pone de manifiesto. Mas, la burocracia, las prohibiciones, las
restricciones, los sellos, las firmas y los formularios, son originados -casi siempre- por
acción de los deshonestos. En algún momento aparecieron instituciones fraudulentas
otorgando diplomas sin el respaldo de rigor y, por supuesto, la respuesta (en EEUU) fue
desarrollar procesos de acreditación institucional a la educación superior “para servir al
interés público”; el proceso, conocido como “la Tríada”, adoptó la ya conocida evalua-
ción por pares entre instituciones y agencias acreditadoras (privadas), gestionó las nece-
sarias regulación y legislación y aceptó la supervisión gubernamental. Las primeras
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 14

agencias acreditadoras se formaron ya en los 1880 con énfasis en niveles educativos y


procedimientos de admisión. A la larga, la necesidad de establecer políticas de transfe-
rencia de créditos, equivalencia de grados y marcas mínimas de calidad, condujo a la
introducción de normas nacionales de acreditación. En 1918 se formó el importante
“The American Council on Education (ACE)”, una asociación nacional de instituciones
de educación superior interesadas en la estandarización, efectividad y reducción de du-
plicidad en los procesos de acreditación. Así, en la década de 1930, la acreditación esta-
ba ya bien establecida como parte del funcionamiento del sistema educativo superior.
Pero, como después de la II guerra mundial se dio un notorio incremento en el número
de agencias acreditadoras, no sorprende la aparición de comisiones (locales, regionales y
nacionales) de agencias acreditadoras hasta que en 1952, por mandato del Congreso, se
instruyó a la secretaría (ministerio) de educación, a que publicara una lista de agencias
acreditadoras. El “Council for Higher Education (CHEA)” fue creado, a comienzos de
1990, para lidiar con los desafíos de la acreditación en la educación superior.

Los sistemas de acreditación universitaria en otros países son inspirados en el modelo


estadounidense; algunos de manera directa como el “The Japan University Accreditati-
on Association (JUAA)”, establecida en 1947, es una organización voluntaria de univer-
sidades locales, públicas y privadas. Canadá sólo tiene sistemas provinciales, no uno
nacional y, hasta donde se sabe, Australia y otros países no tienen sistemas de acredita-
ción y las universidades necesitan autorización directa del estado para funcionar, igual
que, constitucionalmente, en Bolivia.

Este juego de quién examina a los examinadores, como se ve, es complicado y requiere
criterios muy fundamentados para establecer un sistema. Si un ejercicio evaluador ha de
tener sentido, según los requisitos más elementales de la teoría metrológica, los patro-
nes deben ser los mismos para todas las instituciones, deben ser administrados con pro-
cedimientos similares y con actores equivalentes. La práctica de ciertas Facultades en las
universidades públicas y ciertas universidades privadas bolivianas, de mostrar acredita-
ciones solicitadas, es más bien promocional, sin garantía de efectividad ni de conse-
cuencias posteriores. ¿Quién certifica que el invitar servicios de acreditación es acepta-
ble? ¿Que el servicio externo es conocido y confiable y tiene respaldo conocido y confia-
ble? Con lo cual se ingresa al problema original: entonces, ¿cuál es el factor principal
que hace a una universidad “buena”? Profesionales involucrados en estos ejercicios
acreditativos aceptan fácilmente, por la observación disponible, que algunas institucio-
nes privadas costosas, muy bien equipadas, que pueden pagar planteles docentes cualifi-
cados, no necesariamente garantizan profesionales idóneos e incluso fallan en los proce-
sos de acreditación, o no la logran fácilmente, por lo general debido a insuficiencias en
los sistemas de admisión. La respuesta a la pregunta propuesta es, pues, “estudiantes
buenos” (la educación superior funcionaría con buenos estudiantes aunque los docentes
15 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

fueran malos, pero no al revés). Es fácil comprobar que las universidades más prestigio-
sas -privadas y públicas- tienen las mayores exigencias en su admisión estudiantil, natu-
ralmente, sin descuidar los otros aspectos.

3. Asuntos de fe

Karl Kautsky mostró varios indicios de que los evangelios fueron escritos no en forma
simultánea, sino que uno fue copiado del otro en sucesión, dejando percibir cambios de
filosofía en el incipiente movimiento cristiano. Así, sólo el evangelio de Juan describe la
duda de Tomás, alias “el Gemelo”: “No creeré sino cuando vea la marca de los clavos en
sus manos, meta mis dedos en el lugar de los clavos y palpe la herida del costado”.
Ocho días después, se presentó Jesús y dijo a Tomás “ven acá, mira mis manos; extien-
de tu mano y palpa mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. El
pasaje es interesante porque grafica la actitud religiosa en su estado más puro: la de fe;
muestra que el mayor mérito en una persona religiosa es la creencia sin prueba, la
creencia ciega. Si Jesús hubiera sido representado ejemplificando a un científico, su par-
lamento semejaría al de un profesor de física: “Muy bien, Tomás. Ésa es la forma co-
rrecta de adquirir conocimiento objetivo; no como esos crédulos condiscípulos tuyos,
que aceptan frívolamente cualquier cosa.” Como se ve, las actitudes religiosa y científi-
ca son diametralmente opuestas. Por esto, el científico es un conocimiento universal,
conforma un sistema único, válido para todos; la religión, contrariamente, es muy di-
versa y hasta muy propia de la cultura de cada grupo social, como lo es -digamos- la ves-
timenta o la música.

Entonces, las mezclas de estas dos actitudes antitéticas son tan explosivas como la de
electrones con positrones. Casi invariablemente los estados que tienen fuerte influencia
religiosa, tienden a descuidar el desarrollo científico o estimulan principalmente la cien-
cia aplicada (estados islámicos, especialmente Irán). Otros evitan esos inconvenientes
declarándose laicos, incluyendo sus sistemas educativos (Francia, México, etc.). Ello
implica que la religión se convierte en práctica privada excepto algún detalle arraigado
en la costumbre o con marcados efectos financieros. No se rezará al comienzo de las
clases ni se incluirá asignaturas religiosas en las escuelas públicas, no se beneficiará a
esas organizaciones con decretos o leyes especiales ni se las financiará con dinero públi-
co; pero, por ejemplo, todavía la celebración de Navidad será tolerada mediante el feria-
do correspondiente, etcétera.

En Bolivia, las iglesias llamadas “cristianas”, estuvieron insistiendo durante años que el
estado abandonara su inclinación católica. Esto se dio con la aprobación de la última
constitución política en la cual se declara que el estado es “independiente de la religión”.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 16

Es difícil decidir si eso es equivalente al laicismo porque, sorprendentemente, en las es-


cuelas se sigue enseñando “religiones” y el gobierno sigue organizando desaliñadas ce-
remonias eclécticas (“interreligiosas”, les dicen) y favoreciendo un tipo de animismo
telúrico, caso particular del pansiquismo, introducido por algunos “intelectuales indige-
nistas” (las comillas se deben a que se ha percibido prácticas nada tradicionales y, más
bien, típicamente yogas, como la exposición de las palmas al sol naciente). Incon-
gruencias que hacen difícil distinguir entre intenciones religiosas “oficialistas” y esas
muchas supersticiones que se practican popularmente en el país.

El Inca Garcilaso de la Vega, en los “Comentarios Reales de los Incas”, tiene un capítulo
detallado sobre las deidades preincas y dice: “… En fin, no había animal tan vil ni sucio
que no lo tuviesen por dios, sólo por diferenciarse unos de otros en sus dioses,
sin acatar en ellos deidad alguna ni provecho que de ellos pudiesen esperar. Estos fue-
ron simplicísimos en toda cosa, a semejanza de ovejas sin pastor. Mas no hay que ad-
mirarnos que gente tan sin letras ni enseñanza alguna cayesen en tan grandes simple-
zas, pues es notorio que los griegos y los romanos, que tanto presumían de sus cien-
cias, tuvieron, cuando más florecían en su Imperio, treinta mil dioses…” “… Otros mu-
chos indios hubo de diversas naciones, en aquella primera edad, que escogieron sus
dioses con alguna más consideración que los pasados, porque adoraban algunas cosas
de las cuales recibían algún provecho, como los que adoraban las fuentes caudalosas y
ríos grandes, por decir que les daban agua para regar sus sementeras. Otros ado-
raban la tierra y le llamaban Madre, porque les daba sus frutos; otros al aire por el
respirar, porque decían que mediante él vivían los hombres; otros al fuego porque los
calentaba y porque guisaban de comer con él, otros adoraban a un carnero por el
mucho ganado que en sus tierras se criaba; otros a la cordillera grande de la Sierra
Nevada, por su altura y admirable grandeza y por los muchos ríos que salen de ella
para los riegos; otros al maíz o zara, como ellos le llaman, porque era el pan común de
ellos; otros a otras mieses y legumbres, según que más abundantemente se daban en
sus provincias. Los de la costa de la mar, además de otra infinidad de dioses que tuvie-
ron, o quizá los mismos que hemos dicho, adoraban en común a la mar y le llamaban
Mamacocha, que quiere decir Madre Mar, dando a entender que con ellos hacía ofi-
cio de madre en sustentarles con su pescado…”

Los incas veneraban, como es sabido, a Pachacámac (el animador del universo) dios
desconocido cuyo nombre “no le osaban tomar en la boca” pero adoraban al Sol o Inti y
al Inca como Intip churin (hijo del Sol). ¿Y la Pacha Mama? Como Mamacocha o Mama-
zara (Madre Maíz; hay muchos otros denominativos de esta clase que, muy estrictamen-
te, constituirían un paradigma, un molde gramatical), se debería tener Mamapacha,
pero no hay referencias unívocas a estas palabras en fuentes antiguas. Además, el equi-
valente para tierra (¡el suelo!) en quechua es “achpa” (Pacha es el Universo). Incluso hay
17 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

el intento de confundirla con la principal deidad llamándola “camac pacha”. La notable


importancia del término “pachamama” es, por lo visto, de intención moderna; con un
muy perceptible palanqueo -por otra parte- en dirección del actual movimiento ecológi-
co; no muy izquierdista, si se ha de ser puntilloso.

Pero los políticos viven de oportunidades. Cuando sea necesario presentarse como de-
fensor del “vivir bien”, de los parques nacionales protegidos, etc., se echará mano a cier-
tas versiones tergiversadas de la historia; cuando, además, se deba atraer la simpatía
católica, la chabacana utilización de la figura papal se hará sin mostrar ni el menor es-
crúpulo. Aún el islamismo (profundamente derechista) será políticamente aceptado si
viene acompañado de relaciones aprovechables (v. g., Irán). El papel de la religión en la
política no pudo ser mejor interpretado que por la izquierda hegeliana, de donde proce-
den las conocidísimas frases “la religión es el opio del pueblo” (Marx) o “sin dioses en el
cielo ni amos en la tierra” (atribuida a Bakunin, la frase es, más bien, “La primera re-
vuelta es contra la suprema tiranía de la teología, del fantasma de dios. Mientras ten-
gamos un amo en el cielo, seremos esclavos en la tierra”). Es bastante obvio que esas
referencias no apuntan sólo al dios cristiano, se aplican igualmente a los dioses islámi-
cos, hindúes, budistas y a los favoritos de las religiones originarias ancestrales.

Es la iglesia católica la que enfatizó la separación entre católicos y comunistas a nivel


individual con el decreto de 1949 contra el comunismo, aprobado por el papa Pio XII -
todavía en vigencia- excomunicando “como apóstatas” a los católicos que profesen la
doctrina comunista. “Nadie puede ser al mismo tiempo un católico sincero y un verda-
dero socialista” (Acta Apostolicae Sedis). Pero la iglesia también tiene políticos. A los
comunistas católicos de Polonia y Cuba, les siguieron otros de todas partes, arguyendo
que hay que distinguir entre filosofía, sociología y economía marxistas. Como se verá
más adelante, tales acercamientos tienen explicaciones más utilitarias que intelectuales
y caen en el recipiente de esos “revisionismos” interesados, capaces de acomodar ver-
balmente lo que sea cuando necesitan justificar sus propósitos. Alguien que se diga co-
munista y también católico sólo merece ese ingenioso comentario de Bertand Russell
contra el escéptico acerca de la ciencia “… no puedo adelantar ningún argumento ex-
cepto que no creo que sea sincero.”

4. Definición de la definición

“El verdadero problema de definir la definición” -se ha dicho- “es que la definición de la
definición depende de la definición de la definición”. Tal tarea es posible, sin embargo,
por el hecho (no siempre suficientemente enfatizado) de que la definición es una opera-
ción extralógica o, mejor, prelógica. En efecto, ninguna proposición lógica como “p->q”
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 18

tendría el menor sentido a menos que los significados de “p” y “q” hayan sido declarados
previamente. En consecuencia, una definición no puede ser verdadera ni falsa. Los valo-
res de falso o verdadero no se aplican a las definiciones; una “buena” definición es útil,
precisa o adecuada sólo dentro de un contexto, una teoría o una argumentación. No
constituye proposición alguna, es una simple declaración o, más precisamente: Defini-
ción es el enunciado que establece el significado de una expresión (símbolo,
palabra o frase).

Esto equivale a “ubicar un nuevo término en un conjunto de signos previamente cono-


cidos” que se simboliza con “x =def y”, “x: = y” (en computación) o “ ” (en física).
Entonces, no es lo mismo “hombre = animal racional” (una proposición que puede ser
verdadera o falsa) que “hombre: = animal racional” (una declaración de equivalencia).

Definición deriva de la palabra latina “de-finire”, que significa “establecer el límite de” o
“incluir entre límites”. La teoría clásica, cuyas bases fueron sentadas por Aristóteles,
requiere que la clase de lo definido, el “definiendum” (v. g., triángulo), sea ubicada, me-
diante el “definiens” (el término definidor; ¡nombres para todo! ¿eh?), en una clase más
amplia de miembros con características comunes (v. g., “figura geométrica”) -el “genus
proximum”- y luego se encuentre la propiedad -la “diferencia específica”- que separa la
subclase a la cual el definiendum pertenece como único miembro (v. g., “con tres la-
dos”). Este tipo de definición se conoce actualmente como “definición por género y dife-
rencia”. La antigua separación entre definiciones reales y nominales se relacionó con la
pregunta de si se define cosas o palabras, ligada muy estrechamente con la naturaleza
misma del acto de definir. Como es obvio que las definiciones involucran el significado
de unos términos en función del significado de otros términos y no con las cosas en sí, la
cuestión quedó zanjada de este modo: si el definiendum es considerado como una ex-
presión nueva, la definición es real (describe la naturaleza de lo definido; “un triángulo
es una figura geométrica con tres lados”); por otra parte, la definición es nominal (sólo
explicita lo implicado por una palabra) si el definiendum puede ser tomado por una ex-
presión imprecisa o ambigua (más una declaración que una especificación; “la rosa es
una flor”), según la teoría clásica.

Difícilmente se puede afirmar que existe una teoría moderna de la definición. Más bien,
una serie de teorías atribuibles a diferentes autores añaden poco a lo ya establecido por
Aristóteles, enfatizando cuestiones clasificatorias y reglas de formulación. Actualmente
la nomenclatura es más variada y conceptualmente menos relevante. Las diversas clasi-
ficaciones que se introducen, aparte de no concordar siempre, rara vez resultan útiles;
principalmente porque no hay -ni puede haber- limitaciones de contenido en el defi-
niens. Y, obviamente, son las diferencias de contenido las que inducen los denominati-
vos cuya lista puede ser indefinida porque la cantidad de formas de equivalencia lo es (y
19 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

también constituyen -por supuesto- definiciones de definiciones): reales, nominales,


estipulativas, léxicas, precisorias, prescriptivas, contextuales, intensionales, extensiona-
les, impredicativas, verbales, inductivas, teóricas, recursivas, persuasivas, factuales, os-
tensivas, etc., etc.

Otro tanto se refiere a la construcción del definiens. Las teorías de la definición imponen
dos requisitos sobre cualquier expresión que se adelante como una definición (en la
práctica, tales expresiones son a menudo igualdades explicitas o equivalencias, pero los
requisitos son completamente generales y razonables). El primero es el requisito de eli-
minabilidad: el definiendum debe ser eliminable en todo contexto, esto es, toda expre-
sión que contenga al definiendum debe ser equivalente a la misma expresión en la que
se lo ha sustituido por su correspondiente definiens. El segundo requisito es la conserva-
tividad: el adoptar la definición no debe permitirnos derivar ninguna conclusión (inde-
pendiente del definiendum) que no fuera inferible antes de que la definición haya sido
adoptada. Además, una serie de “reglas” pretenden también normar la corrección de las
definiciones. He aquí algunas: Regla de Equivalencia (Una definición debe ser cierta
para cada uno de los miembros de la clase a ser definida y sólo para éstos), de Funda-
mentalidad (una definición debe referirse a la característica distintiva fundamental, no a
los accidentes; a la causa, no al efecto…), de No Circularidad (la definición no debe con-
tener conceptos tales que, para ser entendidos, presuponen la definición), de ¡No Nega-
tividad! (se debe decir lo que una cosa ES más bien que lo que ella NO ES). De Contexto
(se debe dar cuenta de todos los aspectos distintivos conocidos), de Claridad (no debe
ser oscura, metafórica o poética sino que debe establecer claramente un significado lite-
ral y exacto) y así siguiendo.

Sin duda, no debe ser difícil encontrar un contraejemplo para cada una de estas reglas.
Así, ¿cómo definir “soltero” o “calvo” sin violar la regla de no negatividad? Es claro que
el carácter discutible tanto de las clasificaciones como de las reglas de construcción está
originado en la contingencia o arbitrariedad intrínseca de las definiciones aisladas. Úni-
camente la consistencia general del contexto (teoría o argumentación) justifica el conte-
nido y la forma del definiens. Por ejemplo, “verdad es belleza” es una declaración poéti-
ca, pero puede devenir en definición dentro de un contexto en el que se discute sólo el
valor estético de las derivaciones lógicas. Más aún, las “definiciones persuasivas”, las
que se formulan intentando influenciar actitudes o forzar conclusiones (“religión”: =
“opio del pueblo”), son las que muestran -no obstante la crítica de que violentan las de-
finiciones léxicas (las del diccionario)- la enorme discreción e intencionalidad con las
que los definiens se preparan para justificar un argumento y cómo es el resultado del
argumento el que finalmente validará, a su vez, la definición adoptada. Como se verá
luego, la curiosa redefinición de Kuhn -y otros- para el término “paradigma” es un claro
ejemplo de lo que no se debe hacer.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 20

Aún la regla de no circularidad es desafiada en algunas circunstancias; las formas x: =


f(x) aparecen en ciertas construcciones lógicas y las llamadas definiciones recursivas no
están exentas de sospechas. Por ejemplo, en “x es un número”: = “x es cero o x es el su-
cesor de un número”, el definiens consta de dos subtérminos: un “inductor” que contie-
ne al definiendum (“x es el sucesor de un número”) y una “base” (“x es cero”) que no lo
contiene. Se dice que la circularidad es sólo formal, que la base la rompe para convertir-
la en una cadena infinita...

Está bastante claro, por otra parte, que no puede haber una regresión infinita de defini-
ciones. Todas las definiciones convergen, al final, sobre conceptos primarios los cuales
pueden ser especificados sólo ostensivamente; los conceptos axiomáticos pertenecen
necesariamente a esta categoría. Las definiciones ostensivas (en las que se muestra
aquello que se quiere definir y establecen la relación entre una palabra y su referente por
invocación directa a la experiencia: “esto es un libro”) son muy frecuentes en las ciencias
experimentales. Ilustraciones son los primarios sensoriales como los colores, texturas,
olores y sabores; o primarios metafísicos tales como “existencia” (no se puede poner la
“existencia” dentro de una clase más amplia de entidades).

En Física, como se sabe, no existe teoría especial alguna a cerca de las definiciones. És-
tas se validan intrínsecamente con la formulación completa de las teorías a las que per-
tenecen sea como conceptos ostensivos (experiencia directa), equivalencias matemáticas
(v. g. “trabajo: ”) o definiciones verbales a ser posteriormente concretadas en re-
laciones cuantitativas (v. g., “fuerza”: = “agente que tiende a cambiar el estado de movi-
miento de un sistema”).

Un anecdótico intento de teoría al efecto fue la introducción de la “definición operacio-


nal”. Propuesta en 1927 por el físico Percy Bridgman en sentido de que se debe abando-
nar la creencia de que los conceptos fundamentales de una ciencia (como “longitud”,
“tiempo”, “masa”, y análogamente para las otras disciplinas) se refieren, respectivamen-
te, a una sola y única cualidad (o propiedad) de las cosas en el mundo. Más bien -
arguyó- se debe concebir que hay tantas propiedades únicas y diferentes como hay ope-
raciones (técnicas) para medirlas. Así, el concepto de “masa” quedaría definido por to-
das las posibles técnicas para la medición de esa propiedad. Como, obviamente, la
enorme complejidad de la ciencia y su habilidad para generalizar requieren, más bien,
de conceptos tan universales como sea posible, la propuesta de Bridgman fue comple-
tamente abandonada; incluso por su propio autor quién, en 1953, escribió: “...He creado
un Frankenstein” (confundiendo, además, al monstruo con su hacedor).
21 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Sin embargo, es obvio que la precisión de los términos y conceptos fundamentales den-
tro de una construcción racional es de gran importancia y quizá la cantidad de reglas e
intentos clasificatorios tienen el propósito de ayudar en la formulación de definiciones
tan precisas, tan adecuadas y conceptualmente tan correctas como sea posible. Pero ello
dependerá del contexto. Una de las peores consecuencias de las definiciones defectuosas
es la confusión que provocan al momento de comparar y relacionar conceptos para for-
mular juicios racionales (y aún éticos o estéticos). En ciencias, y en general, es realmente
crucial al tener “buenas” definiciones. Si dos sociólogos tienen diferentes definiciones de
“revolución” o de “dialéctica”, seguramente jamás se podrán poner de acuerdo y acaba-
rán en “escuelas” diferentes. Por ejemplo, si se define -nominalmente- “derecha” como
“el conjunto de los opositores”, a continuación se podrá inferir que sólo el oficialista es
“izquierda”; pero, desde luego, sólo le servirá para caer en el autoengaño.

Entonces, una definición puede ser calificada de “mala” cuando no es lo suficientemente


precisa, no es útil o no se adecúa al propósito y al contexto para los cuales es formulada.
Por ejemplo, ciertos textos de física definen “masa” como “cantidad de materia”. Pero,
como “materia” no es una magnitud física, tal definición es inútil para el uso posterior
de su definiendum; aparte de que su aceptación implicaría ¡la inmaterialidad del fotón!
(porque carece de masa).

5. La paradoja del paradigma

“Paradigma” en español y en inglés significa ejemplo, ejemplar y algo como molde gra-
matical. Sólo recientemente (en el curso de las últimas dos décadas), los diccionarios
anglosajones recogen la deformación “estructura filosófica y teórica” siguiendo a una
desafortunada y vaga redefinición introducida por T. S. Kuhn (“The Structure of Scienti-
fic Revolutions”). Y, claro, la última edición (23) del Diccionario de la Lengua Española
de la Real Academia Española (RAE) fue notoriamente modificada en esta entrada, in-
troduciendo (¡en segundo lugar!) lo siguiente: “2. m. Teoría o conjunto de teorías cuyo
núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para
resolver problemas y avanzar en el conocimiento. El paradigma newtoniano.” En
cambio, el Merriam–Webster’s 11th Collegiate Dictionary, a este respecto, dice en tercer
lugar: “3: a philosophical and theoretical framework of a scientific school or discipline
within which theories, laws, and generalizations and the experiments performed in
support of them are formulated; broadly: a philosophical or theoretical framework
of any kind”.

Hasta hace algún tiempo, el diccionario RAE era el instrumento que acababa con las
dudas y controversias sobre el lenguaje. Pero cosas extrañas ocurrieron bajo presión de
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 22

las academias nacionales (compitiendo para introducir sus regionalismos), también por
mal asesoramiento o, finalmente, por ráfagas de inexplicable falta de criterio, desde las
últimas ediciones del Diccionario RAE y sus complementos. Si sus oídos se ofenden a la
frase “compraremos siempre el software autorizado”, será inútil protestar; las palabras
“software” y “hardware” ya están en el diccionario y son, por tanto, nombres sustanti-
vos oficiales de la lengua española. En cambio, si usted prefiere decir “sírvame un wisky”
el cantinero estará autorizado por la Real Academia para corregirlo: “un güisqui, dirá
usted”; y así para el “bluyín” que usa y el “guachimán” que contrata. Si usted argumenta
que no se debe decir “jueza” porque el masculino no es “juezo” sino “juez”, que es neu-
tro, se le responderá que, según el Diccionario de Dudas y Dificultades (de la RAE), “El
femenino de este nombre es juez o jueza, formas ambas acogidas por la Academia.
La segunda, además del sentido de 'mujer que tiene autoridad para juzgar y senten-
ciar', puede ser 'mujer del juez'. Este último sentido es el único que tenía jueza en un
principio…” En fin, de continuar en esta vía, se podría terminar como los anglosajones,
para quienes el inglés “correcto” es el que se usa en la región (se denomina “standard
english” y los diccionarios suelen incluir en su definición algo como: “… as written and
spoken by educated people in both formal and informal contexts…”). Porque, claro, no
hay ventaja alguna en una Academia que no sólo permite todas las desviaciones posi-
bles, sino que las introduce ella misma.

Ahora es inteligible lo que ocurrió con “paradigm”: como el idioma inglés no tiene aca-
demia, los diccionarios sólo recogen lo que es usado ampliamente por la “gente educa-
da”. En español, en cambio, la Academia debió advertir la grosera diferencia entre las
definiciones antigua y nueva de “paradigma” y, sobre todo, la imprecisión de la idea de
Kuhn, quién nunca justificó lingüísticamente el uso de ese término. Hasta se tiene la
impresión de que hubiera sido elegida aleatoriamente; por ejemplo, “syntagm” (sintag-
ma) o “kazoom” hubieran servido, sin duda, para el mismo propósito.

Curioso efecto colectivo el de difundir un error aun reconociéndolo (hay otros casos, por
supuesto). El mismo Kuhn, en “Second Thoughts on Paradigms”, consciente de que su
libro ya era un éxito de librería y objeto de intensa polémica en el ambiente filosófico
(aunque no en el científico), escribió, refiriéndose a la soltura con que usó “paradigma”
en su obra: “Un comentarista, quién pensó que el asunto era merecedor de escrutinio
sistemático, preparó un índice parcial y encontró al menos veinte y dos usos diferentes,
yendo desde ‘un logro científico concreto’ hasta un ‘conjunto característico de creencias
y preconceptos’…” Esta crítica no parece incomodarle ni en lo más mínimo; contraria-
mente, lo estimula para introducir una definición adicional (la número 23), “Un para-
digma es lo que los miembros de una comunidad científica, y sólo ellos, comparten” y,
después de una larga exposición para clarificar las “divergencias”, concluye -demasiado
23 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

tarde- “...debemos ser capaces de dispensarnos del término ‘paradigma,’ pero no del
concepto que condujo a su introducción.”

Pero el concepto que condujo a la introducción de ese término es erróneo. Kuhn desliza
por primera vez el término “paradigma” luego de apuntar que se trata de un logro
(científico) lo suficientemente novedoso como para “atraer a un grupo duradero de
adherentes desde modos rivales de la actividad científica” y, simultáneamente, ser “su-
ficientemente abierto al final dejando todo tipo de problemas para que el redefinido
grupo de practicantes los resuelvan”. Aún antes de esta histórica y abusiva apropiación
de un vocablo del diccionario, libros como el “Principia” y el “Óptica” de Newton ya es-
taban citados como ejemplos de paradigmas. Una vez que las revoluciones científicas
quedan entendidas como desplazamientos radicales de paradigmas (un mecanismo sos-
pechosamente parecido al de la dialéctica marxista respecto a las revoluciones sociales
como cambios consistentes en la sustitución de una clase por otra en el poder), Kuhn
duda “¿Puede la dinámica newtoniana realmente ser derivada desde la dinámica rela-
tivista? ¿Cómo se vería tal derivación?” Luego de cierta argumentación, concluye que
es sólo formalmente posible “a menos que cambiemos las definiciones de las varia-
bles…, las declaraciones que hemos derivado no son Newtonianas. Si las cambiamos,
no podemos decir propiamente que hemos derivado las leyes de Newton, al menos no
en ningún sentido de ‘derivar’ que sea hoy generalmente reconocido”. Y así sigue hasta,
finalmente, hacer la declaración que estaba buscando: “Precisamente porque no involu-
cra la introducción de objetos o conceptos, la transición de la mecánica Newtoniana a
la Einsteiniana ilustra con particular claridad la revolución científica como un
desplazamiento de la red conceptual a través de la cual los científicos ven el mundo.”

Esto ya es definitivamente grosero. Kuhn recibió su doctorado en física con una tesis en
estado sólido, pero toda su actividad posterior se desarrolló en temas de historia y filo-
sofía. Aún así, es muy extraño que ignore el hecho de que la dinámica newtoniana, como
se demuestra con el mayor rigor, es derivable de la dinámica relativista como el límite
cuando las velocidades son “pequeñas” (también es el límite de la mecánica cuántica
para “masas grandes”) en el mismo sentido que se dice que el movimiento armónico
simple es el límite del complejo movimiento del péndulo para “ángulos pequeños”. Cuán
pequeños a grandes son esos parámetros es algo muy importante pues, tratándose de
desarrollos en serie, involucra a la exactitud y precisión de los instrumentos con los que
se obtienen las mediciones. En cualquier caso, eso de “red conceptual a través de la cual
los científicos ven el mundo” es otra definición de su paradigma y otra evidencia de la
difusa manera con que Kuhn usó ciertos términos para probar su tesis. A lo largo de su
obra se vio a los paradigmas nacer, obsolescer, desplazarse, romperse y ¿también engu-
llirán a otros paradigmas?
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 24

Tal vez, conociendo mejor la ciencia, se encuentre que los filósofos no la presentan
siempre como realmente es. Obviamente, será muy difícil encontrar un científico que
tome en serio los esquemas ideológicos de Thomas Kuhn. Es pues paradójico el que el
único paradigma que satisface la definición original (ignorando, desde luego, lo de “lo-
gro científico”) es precisamente la idea del progreso científico mediante revoluciones del
tipo descrito por su autor. Otro lamentable corolario es la absoluta impertinencia de la
segunda acepción de “paradigma” en el diccionario RAE, en especial, en lo que se refiere
al disparatado e inexistente “paradigma newtoniano”.

Más sobre conceptos paradójicos, el que es tomado con mucho entusiasmo en algunos
círculos filosóficos y sociológicos, proviene de Karl Raimund Popper, quién aseguraba
que el conocimiento científico avanza descartando leyes que contradicen la experiencia
antes que confirmando nuevas leyes. Por tanto, detrás del “método científico” está el
requisito de que cualquier hipótesis científica y sus diseños experimentales deben ser
inherentemente falsificables. En su forma más pulida, falsabilidad es la propiedad de
todas las hipótesis o teorías creíbles, de ser inherentemente desaprobables antes de ser
aceptadas como hipótesis o teorías científicas. Surge así, el “criterio de demarcación”
que consistiría en la capacidad de una proposición de ser refutada o “falsada”. Aplicando
ese criterio, serían científicamente admisibles únicamente las proposiciones para las
cuales sea imaginable formular un contraejemplo o diseñar una observación que las re-
fute. Desde luego, no muchos científicos están enterados de esta sutileza y entre los que
la conocen, pocos la aceptan. “Cuando una teoría resiste un intento de falsación, un
científico, muy naturalmente, considera que la teoría está parcialmente confirmada y
le concederá mayor posibilidad o mayor probabilidad subjetiva. … Pero Popper tendrá
nada de esto: a lo largo de su vida se opuso tercamente a la idea de ‘confirmación’ de
una teoría, o aún de su ‘probabilidad’… [pero] la historia de la ciencia nos enseña que
las teorías científicas resultan aceptadas sobre todo por sus éxitos” (A. Sokal and J.
Bricmont, “Fashionable Nonsense. Postmodern Intellectuals' Abuse of Science”, Picador
(1997)).

¿Recuerdan esas ingeniosas demostraciones mediante reductio ad absurdum? Consis-


ten en suponer la proposición contraria a la original y demostrar que conduce a una con-
tradicción. Por ejemplo, para la proposición “el conjunto de números primos es infini-
to”, se supondría su contraria “el conjunto de números primos es finito” que, con n nú-
meros primos, sería {p1, p2,…, pn}. Ahora, sea el número k = p1⋅ p2⋅p3⋅…⋅ pn + 1 (el pro-
ducto de todos los primos más 1) que no estaría en el conjunto de primos y debiera ser
divisible por alguno de ellos. Pero la división por cualquiera de los p i, obviamente, deja-
rá un resto 1/pi, con lo cual se demuestra que debe existir otro primo fuera del conjunto
propuesto; la operación puede ser repetida indefinidamente, contradiciendo la hipótesis
adoptada e implicando que su contraria, la original, es correcta.
25 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Como Popper fue inicialmente profesor de matemáticas, es muy posible que la idea de la
falsación hubiera surgido de la poderosa contundencia de las pruebas por reducción al
absurdo y, en realidad, no hay mucho más que añadir al respecto. Sólo advertir que la
teoría de la falsación no es falsable, y todos estaríamos de acuerdo con Popper pa-
ra descartarla de los mundos filosófico y científico.

6. Detalles filosóficos

Cuando se trata honestamente de buscar la verdad, la relación entre las ideas filosóficas,
científicas y técnicas, la forma en que son comunicadas y la formación académica que las
respaldan, emerge necesariamente. Por eso, ni en una especie de melancólica ataraxia
budista podría uno recibir la revelación de cierto “paradigma comunitario de la cultura
de la vida para vivir bien”. Según su autor (Fernando Huanacuni), es uno de los más
antiguos y es irradiado a todo el mundo desde la visión originaria americana ancestral.

¿No es curioso, entonces, que para describir un concepto tan autóctono se use una pala-
bra castellana con incorrecta acepción en inglés? Además con ¡otra y propia definición!:
“Paradigma es hoy una forma de explicar el mundo.” Y, aun así, ¡vaya uno a saber lo
que es un “paradigma comunitario”! La definición del “suma qamaña” (“vivir agrada-
blemente”) traducida como “vivir bien”, se dice, es el “vivir en armonía y equilibrio; en
armonía con los ciclos de la Madre Tierra, del cosmos, de la vida y de la historia, y en
equilibrio con toda forma de existencia”. No es la única “definición” de esa ocurrencia,
pero ninguna es más inteligible. Así, la armonía con los ciclos de la tierra significaría,
claro, el vivir de acuerdo a las estaciones climáticas o algo así; pero ¿ciclos del cosmos?
Esos y los de la vida, definitiva y demostrablemente no son armónicos. Además ¿vivir en
equilibrio con toda forma de existencia? ¿Viviría usted en equilibrio, a la vez, con un
cuásar y con una pulga? Pero hay abundancia de paradigmas: “La crisis actual es pro-
ducto de un modelo desarrollista, individualista, depredador, puramente material,
antropocéntrico, etc. Es una crisis de vida y paradigmática. El paradigma que llevó
a la humanidad al estado en que se encuentra considera que la tierra es una ser sin
vida, un depósito de “recursos” que pueden ser aprovechados para el “bienestar” del
ser humano, sin importar nada más. Es un paradigma que no consideró todas las
formas de vidas como “sagradas” y merecedoras de respeto, porque tienen vida y tie-
nen un rol para el equilibrio de la vida…” “… Ante esta crisis paradigmática, muchas
son las intenciones de reformular el sistema dominante y tratar de hallar soluciones.
Estas intenciones que se expresan en innumerables cumbres, talleres, encuentros in-
ternacionales, publicaciones, deben contemplar la necesidad de un cambio de para-
digma de vida en base a la filosofía del vivir bien o buen vivir heredada y transmitida
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 26

por los pueblos originarios de diferentes latitudes del planeta, pero entendida en su
verdadera esencia y significado.”

“Vivir mejor es consecuencia de un modelo, pero no solo económico, sino -y tal vez en
mayor porcentaje- un modelo espiritual. Por lo tanto, para llegar al horizonte del vivir
bien no solo se debe replantear la estructura y modelo económico sino reconstituir la
cosmovisión de la cultura de la vida…” “… La dominación no comenzó solo por lo
económico sino también por lo cultural, por lo espiritual; por lo tanto, cuando se habla
de un proceso de cambio, desde los pueblos indígenas originarios, se habla de vol-
ver a los orígenes, a la identidad natural que expresa los valores de armonía y equi-
librio en comunidad. El mundo está sumido en un sufrimiento porque hay un pensa-
miento y práctica colonizadores desde lo cultural y lo espiritual. En consecuencia, la
liberación y la solución de esta crisis deben ser en enfocadas desde la reconstitución de
la identidad cultural, con la dimensión espiritual”. (F. Huanacuni et al., “Buen vivir
/Vivir bien/Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas”, CAOI
(2010)).

A nadie se puede culpar si en lo expuesto hay un galimatías con fuerte tinte budista
(pues hay indicios de no ser casual); “cambio de paradigma” tiene que venir de la obra
de Kuhn y, claro, “proceso de cambio” (una expresión muy común en ¡administración de
empresas!: “conjunto de actividades secuenciales para llegar a resultados medibles” y
también en consejos destinados al desarrollo personal) para que este “paradigma” se
entronque de manera suave con las premisas con que el gobierno actual en Bolivia ha
estado condimentando su esquema ideológico (el anticapitalismo, el antiimperialismo,
el pacifismo y más). Como se verá más adelante, aparece aquí -por otra parte- una indi-
recta alusión a la “terza via” fascista: “para el capitalismo, el capital es lo más impor-
tante; para el socialismo, el bienestar del ser humano es lo más importante. Para los
pueblos originarios que plantean el sistema comunitario, la vida es lo más im-
portante”. Es decir, aparte de tan arbitraria asignación de importancias, el sistema co-
munitario estaría entre, o al margen, de los extremos capitalismo - socialismo.

En cualquier caso, esta cosmovisión (paradigmática) no parece haber sido objeto de in-
vestigación en el sentido ortodoxo. La religión, pensamiento y costumbres originarias
precoloniales se conocieron sólo a través de los llamados Cronistas de las Indias y -en
mucha menor escala- trabajo arqueológico. Sería difícil de justificar, por tanto, el minu-
cioso detalle con que se suele exponer tal interpretación. Es por demás demostrable que
el ejercicio actual de la fe, filosofía y usos autóctonos sufrieron enormes deformaciones
luego de medio milenio de influencia colonial externa. Si fuera cierto que el vivir bien no
es lo mismo que el “vivir mejor” (a costa del otro), que está reñido con “el lujo, la opu-
lencia y el derroche”, en armonía con todo, etc., se debiera concluir que los últimos
27 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

vestigios del “vivir bien” se extinguieron en los pueblos del Tipnis: declarados
miserables después de que se opusieran a la construcción de un camino atravesando su
territorio, apaleados -impunemente hasta hoy- y atraídos al “proceso de cambio” dotán-
doles de motores fuera de borda impulsados por ¡gasolina!

Muy incongruentemente, la Constitución Política boliviana, en su parte filosófica, dice:


“El Estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural:
ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón),
suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi
maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).” Para no ser sólo una co-
lección de sonidos, estas acotaciones debieran ser completamente inteligibles y consis-
tentes entre ellas; no lo son. Así, el muy citado equivalente quechua del aimara “suma
qamaña”, que es “sumaj kawsay” (vida bella), no figura entre los principios “ético-
morales” y las frases son simples traducciones sin elucidación ni relación semántica
(“teko kavi” muy diferente de “ivi maraei”, etc.).

Peor, el “ama qhilla, ama llulla, ama suwa”, que absolutamente no aparece en los escri-
tos de los cronistas, nada tuvo que ver con la “sociedad plural”. Según el excelente traba-
jo “Sobre el Carácter Espurio de la Trilogía Moral Incaica” (Rodolfo Cerrón Palomino)
habría nacido en la época del virreinato no más allá de 1750, citada con detalles diferen-
tes en el siglo XVIII (Jean F. Marmontell) o XIX (Césare Cantú, Pío Benigno Mesa, Gui-
llermo Miller, Clement Markham; M. L. de Vidaurre: “su modo de saludar era no roba-
rás; se contestaba: no mentirás”, etc.). Pero su verdadera divulgación, y por primera
vez en quechua, se dio nada menos que en un manifiesto de la clandestina Fracción
Aprista Juvenil (FAJ, 1934): “Esta es tu ley: ama súa, ama llulla, ama kella”. El uso de
este lema -incluso citando expresamente a de Vidaurre- por el APRA de Haya de la To-
rre (un partido muy parecido al MNR) se hizo ya oficial a través de su Plan Económico
desde 1945 (J. J. Vega, La República, Lima, 26/03/2000). Que se sepa, nadie más, ni la
ONU, parece haberse tomado la molestia de indagar sobre el origen de tan grotesca im-
postura política. Nótese que, aún si fuera cierta, esta trilogía ética es inferior al decálogo
cristiano (porque éste incluye el “no matarás”, para mencionar sólo una muestra). Y,
hasta podría parecer una arenga para estimular al trabajo diligente, sin engaño ni robo
(se ha mencionado en alguna parte que parece, más bien, un conveniente lema colonial
español).

Por lo que resta, es muy difícil encontrar acomodo para una filosofía como la del “suma
qamaña” en una sociedad tan vertical como la de los incas donde los “hatunrunas”, que-
chuas, aimaras y otros, debían trabajar desde los cinco años hasta su muerte para ali-
mentar al inca, a la nobleza y al ejército. “O primeiro ‘imperialismo’ que se abateu sobre
sobre os quechuas e aimaras da Bolívia foi o Inca. O dominio do Império Inca esten-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 28

deu-se do Ecuador ao Chile central, por mais de três mil quilômetros. Avançou para
dentro do que é hoje a Bolivia e parte da Argentina, somando mais dois mil quilôme-
tros. Aonde os incas chegavam, os indígenas eram submetidos e agrupados ao
seu imperio. Se necessário, tribos eram dispersas nos vários ayllus, para evitar as fre-
qüentes revoltas que aconteciam.” (J. J. Chiavenato, “BOLÍVIA Com a Pólvora Na Bo-
ca”, Brasiliense (1981)); para rebatir el “comunismo incaico” de Carlos Mariátegui.

En esta larga cadena de imposturas, brilla el eslabón de la “wiphala”, cuyo origen y uso
muy recientes son ya, más bien, ampliamente reconocidos. La versión de ser un símbolo
del Tahuantinsuyo con los colores del arcoíris ha sido suficientemente desacreditada por
la Academia de la Historia del Perú “El uso oficial de la mal llamada bandera del
Tahuantinsuyo es indebido y equívoco. En el mundo pre-hispánico andino no se vivió
el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico” (AHP, 04/05/
2003). La más probable relación, por los nombres y detalles verificables e investigables,
es la de su inspiración movimientista, según la cual “… Durante el gobierno del Mayor
Gualberto Villarroel se realizó el Primer Congreso Indigenista Nacional. Por primera
vez de reunirían en esta ciudad, convocados por el Gobierno, los que por entonces eran
llamados “indios”. Entre quienes preparaban el mencionado Congreso se encontraba,
no sólo por su gran conocimiento del idioma sino de las costumbres aymaras, don Hu-
go Lanza Ordóñez, quien hizo notar a la concurrencia que al existir la palabra wiphala
se deducía que desde siempre debió haber una bandera dentro de la cultura andina,
así pues se decidió hacer uso de la wiphala blanca, que era la única conocida por
entonces en los acontecimientos importantes. Don Germán Monrroy Block opinó a fa-
vor de usar una banderita más colorida, y ambos se dirigieron a la imprenta que tenía
don Gastón Velasco. Estaban discutiendo los colores que debía usarse en la wiphala,
cuando don Gastón recordó que tiempo atrás le habían encargado la elaboración de
una etiqueta para la Champancola, la misma que se componía de cuadraditos de va-
rios colores, ¡lo ideal!, pensaron los tres compañeros movimientistas para darle colo-
rido al primer Congreso Indigenista de Bolivia, en el que se abolió el pongueaje y todo
trabajo gratuito, lo que le significó a Villarroel ponerse, literalmente, la soga al cue-
llo…” (Elizabeth De Col de Céspedes, “¿La etiqueta de Champancola símbolo nacio-
nal?”, El Diario, 20/10/2008).

Viene a la memoria uno de esos deliciosos cuentos infantiles con una moraleja que se
evidencia apropiadamente sólo con los años. El emperador que vestía un bellísimo
atuendo, visible sólo por las personas que no eran estúpidas, incompetentes o inadecua-
das para su trabajo; hasta que un niño -cuya idoneidad estaría garantizada por su
inocencia- exclamó: “¡el emperador está desnudo!” desenmascarando el engaño de los
embusteros sastrecillos (Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”). Es
difícil no advertir la analogía que guarda con la indulgencia colectiva conectada al “año
29 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

nuevo aimara” que se celebra en una ceremonia especial, el 21 de junio (solsticio de in-
vierno), en las ruinas de Tiahuanaco. Por decreto del actual gobierno, este día es un fe-
riado nacional desde 2009. La ceremonia y las repercusiones son cubiertas por casi to-
dos los medios de prensa, unos con menos entusiasmo que otros, unos asintiendo por
conveniencia y otros -los menos- sin atreverse a declarar que, en su opinión, el empera-
dor está desnudo. Aunque sí, hubo inocentes que lo expresaron pero claro, a diferencia
de lo que se dijo en el cuento, sus palabras se perdieron en la nada.

Cuando se descorcha la botella del genio, es difícil anticipar las consecuencias. Tal año
nuevo (andino, andino amazónico y andino amazónico chaqueño, sucesivamente a lo
largo de los años) fue declarado ¡patrimonio nacional! en 2005 mediante una ley prejui-
ciosa (“Artículo 1°.- Declárese Patrimonio Intangible, Histórico y Cultural de la Na-
ción, al “Año Nuevo Aymara”, que se celebra cada 21 de Junio en Tiawanaku, Provin-
cia Ingavi del Departamento de La Paz y otras regiones de Bolivia. / Artículo 2°.- El
Poder Ejecutivo, a través de los Viceministerios de Cultura y de Turismo y la Prefectu-
ra del Departamento de La Paz, a partir de la promulgación de la presente Ley, debe-
rán prestar la atención necesaria para preservar y promover esta manifestación cul-
tural de origen Aymara, velarán y protegerán para que se respeten sus origenes y rai-
ces.”); ésta supone que la ceremonia en cuestión corresponde a una “manifestación cul-
tural de origen aimara”, en vez de instruir -primero- la respectiva investigación. Si ésa se
hubiera intentado, los legisladores o sus asesores hubieran detectado de inmediato los
vacíos históricos y, ¡si señores!, las falsedades manifiestas. Por supuesto, la arqueología
no puede sustentar juicios referentes a costumbres, por lo cual es preciso recurrir a las
crónicas en busca de indicios. Así, ¡oh sorpresa! según Guamán Poma de Ayala, en el
incario, junio no podía marcar el comienzo de año por contener sólo una fiesta menor:
“Junio. Cuzqui Quilla; este mes, hacían la moderada fiesta del Inti Raymi; y se gas-
taba mucho en ello, y sacrificaban al sol y enterraba al sacrificio llamado capacocha,
que enterraban a los niños inocentes, quinientos, y mucho oro y plata y mullo y en este
dicho mes en todo el reino los dichos corregidores tocricoc o jueces, michoc, toman
cuenta a los dichos indios de cada casa de lo que tienen de sus haciendas, ...” El año
nuevo ocurría en el solsticio de verano, el 21 de Diciembre, “Diciembre. Cápac Inti
Raymi; que este mes hacían la gran fiesta y pascua solemne del sol, que como dicho
es, que de todo el cielo de los planetas y estrellas, y cuanto hay es rey el sol; y así Cápac
quiere decir rey, Inti: sol, raymi: gran pascua, más que Inti raymi; y así hemos dicho
de Coya raymi, de la fiesta de pascua de la luna, quilla. Que en este mes hacía grandes
sacrificios al sol mucho oro y mucha plata y vajillas, que entierran quinientos niños
inocentes y niñas, los entierran parados, vivos, con sus vajillas de oro y plata, y mucho
mullo y ganados; y después del sacrificio, hacían grande fiesta, comían y bebían a la
costa del sol, y danzaban taquies, y grandemente de beber en la plaza pública del Cuz-
co y en todo el reino. ...” y para que no quede duda alguna, Guamán Poma subraya ex-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 30

plícitamente que diciembre ponía fin al año: “Fin del mes como año: en todos los
meses y años sumaban estos meses y los días, de un día hasta diez días es una semana,
llegaban a treinta días o treinta y un días, o dos, conforme el menguante, desde men-
guante aquello tenía por orden del creciente de la luna; los dichos doce meses se conta-
ba un año. ...” El Capac Inti Raymi (inicio de la temporada de lluvias) era, pues, una fes-
tividad religiosa más grande que la de Inti Raymi en todo el imperio; por supuesto in-
cluyendo a los pueblos sojuzgados y es lo más cerca que se puede llegar a lo que se acos-
tumbraba entre ellos. Entonces, ¿de dónde surgió la desinformación de que la ceremo-
nia de junio era de origen aimara? Además, ¿Hay la más peregrina referencia a cierto
levantamiento de palmas en dirección del sol? ¡Claro que no! El homenaje consistía en
ofrendas de oro, plata, mucho mullu (concha del molusco marino Spondylus, muy valio-
so para los pueblos andinos) y con la capacucha: ¡sacrificios de niños! E, igual que
en todo el mundo, la fiesta de fin de año consistía en banquetes, danzas, cantos y borra-
cheras.

Finalmente, una serie de dataciones por carbono 14 concluyen que el desarrollo de


Tiwanacu (una civilización que nada tuvo que ver con la aimara ni quechua) cubre el
lapso aproximado más probable de 130 a 970 d. C. (ver, entre otros, Szymon Augus-
tyniak, “Dating The Tiwanaku State”, Revista Chilena de Antropología, 36, 11 (2004);
con datos de Andean Archaeological Mission, University of Warsaw). Entonces, ¿quién
introdujo la antigüedad de 5000 años desde el comienzo de la cultura tiahuanacota has-
ta el descubrimiento de América en 1492 y que se repite tan mecánicamente en los me-
dios de comunicación? ¡Correcto! La respuesta se adivina fácilmente por la muy impro-
bable coincidencia del número 5000 con dos eventos tan separados en el tiempo, por la
imprecisión en el tipo de calendario involucrado y, precisamente, por la exagerada anti-
güedad: se trata de versiones espurias introducidas por gente nada comprometida con la
verdad y sí con cierta ideología. Una referencia apunta a un autor peruano, simplemente
afirmando que las pruebas de C14 en Qotosh (Perú) indicarían tal cantidad de años.
Otra referencia indica, modificando el esquema “edad de indios” de Guamán Poma, que
se trata de 5 ciclos (cada uno con características propias) con duración de 1000 años
¡simbólicos!, no cronológicos. Contrariamente, por supuesto que hay una ausencia
total de seriedad y de pruebas para sustentar cualquiera de los relatos plurinacionales
modernos sobre costumbres ancestrales.

La ceremonia misma, como ya ha sido suficientemente denunciado (Silvia Rivera Cusi-


canqui, “La invención del año nuevo aymara”, La Razón, 12/08/2012), fue inventada
por el naturista aimara Rufino Phaxsi en 1979 y, abierta al público y al turismo con ayu-
da de cierta empresa privada, en 1986 -después de la expulsión del propio Phaxsi- la
realización del evento terminó siendo controlada por “advenedizos (llamados los ‘Me-
nores’)”. “Valentín Mejillones, quien lideró la rebelión comunaria contra Rufino Phaxsi
31 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

y fundó el Consejo de Amawtas de Tiwanaku en 1990, fue encontrado a fines de 2010


con una cantidad considerable de cocaína en su casa y está actualmente en la cárcel
bajo la Ley 1008” (Mejillones fue también el “sabio y líder espiritual” que, en pomposas
ceremonias y en Tiwanaku, entronizó al presidente Morales al inicio de sus dos primeros
mandatos). ¿Puede una historia de “rescate de valores ancestrales” terminar de manera
más delincuencial, comercial y triste?

También el empleo correcto de conceptos es parte de la actividad filosófica. Los descui-


dos llevan a desviaciones que se van haciendo groseras con el paso del tiempo. Y un día
se ve uno abrumado por tierras que son madres y mascotas con derechos. ¿Es posible
imponer obligaciones a la Tierra o a los animales? No, una obligación es un vínculo
inteligible y exigible; por tanto sólo las personas pueden ser objeto de obligaciones (sólo
a ellas se les puede demandar cumplimiento). Lo contrario de una obligación es un de-
recho, es una concesión inteligible y reclamable (algo que uno puede pedir en justi-
cia); luego, igualmente, sólo las personas pueden ser objeto de derechos; la Tierra, sien-
do un objeto inanimado, no, porque no tiene la “facultad de hacer o exigir todo
aquello que la ley o la autoridad establece a su favor” (RAE). Entonces, ¿en qué recove-
co cerebral apareció la iniciativa de legislar sobre “derechos de la madre Tierra” y “dere-
chos de los animales”? Lo que en realidad esas leyes hacen, es imponer obligaciones a
las personas, relativas a cuidar el medio ambiente y a los animales con los cuales les
está permitido convivir. Y, ¿qué puede impedir el establecer tales cosas en esta apropia-
da manera?

En algún momento habrá que repensar el andamiaje filosófico nacional; el peligro de las
falsedades históricas, formulaciones arbitrarias, gratuitas y de las manifiestas impostu-
ras ideológicas sobre el sistema educativo no es sólo potencial, hay textos escolares pla-
gados de disparates derivados de tales actitudes. Por seguridad racional, pues, es mejor
refugio la filosofía en su práctica actual, que -en principio- no difiere mucho de la cientí-
fica; las publicaciones filosóficas son ahora sometidas a revisión por pares en respectivas
publicaciones periódicas (ver, digamos, “Journals” en “The American Philosophical As-
sociation”). También, hay una evidente tendencia a un “criterio filosófico” similar al
“criterio científico” sin embargo, como se sabe, aplicado considerando que el objeto de la
filosofía no es el conocimiento especial, o especializado y tampoco es una disciplina ex-
perimental, en sentido estricto. Lamentablemente, no es de uso filosófico el cerrar los
problemas cuya discusión se considera superada, ni el evitar la militancia en escuelas;
claro, con honrosas excepciones. Son esos filósofos excepcionales los que deben preve-
nirnos contra los postmodernistas intentos de erigir “nuevos paradigmas” y otras vacui-
dades (B. McKelvey, E. Locke, “Postmodernism vs. Truth in Management Theory”, Mo-
dernism and Management, 21, 113 (2003)).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 32

¿Qué ha dejado la filosofía en conocimiento sólido y útil? La racionalidad del pensa-


miento griego, en especial la lógica iniciada por Aristóteles. Shopenhauer descubrió que
la existencia del mundo no es percibida por la razón sino por la voluntad y Kant enfatizó
en la definición de verdad, como uno de los valores del juicio: la coincidencia de éste con
su referente. La definición de materia como todo lo que es independiente de la cons-
ciencia (Lenin). Y, obviamente, mucho más para beneficio del pensamiento analítico.

7. Detalles Científicos

Sorprendentemente, todo el conocimiento científico está basado sobre dos premisas


filosóficas, a saber,

(i) El Universo existe.


(ii) El Universo es cognoscible.

Si el universo no existiera, la ciencia tampoco pues nada hubiera para conocer. Si el uni-
verso fuera incognoscible, la ciencia sería ociosa e inútil. Estas dos premisas implican
que, epistemológicamente, nada es inefable.

Porque no es tarea de la ciencia el demostrar la existencia objetiva, su función es expli-


carla. Y se actúa como si todo pudiera ser conocido, mientras no se demuestre lo con-
trario (así es como las premisas operan). Pero, ¿es posible definir la ciencia? Sí:

Ciencia es un conocimiento objetivo, racional, metódico, sistemático y crítico.

Como la cuestión científica es el modo de la existencia, su problema fundamental es el


de adquirir conocimiento a partir de la experiencia. Es en tal sentido en el que el cono-
cimiento científico es objetivo: considera solamente eventos observables, hechos. No es
posible erigir teorías científicas sobre la base de experiencias subjetivas (sueños, imagi-
naciones, intuiciones) o hipótesis no empíricas. Las verdades de la ciencia son siempre
intersubjetivas (criterio débil de objetividad) y se extrapolan como válidas aún en au-
sencia de observadores (criterio fuerte de objetividad).

Ciencia es el conocimiento razonado de las cosas. Sí, una de las principales característi-
cas del conocimiento científico es su racionalidad, el ser accesible a la inferencia deduc-
tiva y a todos los procesos lógicos propios de la inteligencia. Es el tipo de conocimiento
que permite inferir (derivar nueva información), explicar (generalizar y exhibir infor-
mación implícita) y entender (aprehender información). No todo conocimiento es racio-
nal. Por ejemplo, la relación cotidiana con otra persona da un conocimiento intuitivo de
33 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

su carácter; el conocimiento que lleva al dominio del equilibrio corporal para caminar o
montar una bicicleta, es instintivo; como lo es el conocimiento básico de algunas fuentes
de dolor y placer; etc.

Los datos (resultados de observaciones) de las ciencias no se extraen y verifican en for-


ma desordenada e inconexa. Para aprender del mundo objetivo se requiere de procedi-
mientos definidos, repetibles y confiables. Son los procedimientos propios de la inferen-
cia inductiva (apoyados por las teorías de probabilidad y estadística) y los muchos mé-
todos de observación. Tampoco son considerados aisladamente, sino agrupados en
cuerpos ordenados de conocimiento, o relacionados con ellos. Esto es, existe una nor-
ma científica: observar con objetividad y razonar con rigor. Y se extiende a
todas las operaciones necesarias: el análisis de los datos para la formulación de hipóte-
sis, principios, postulados o leyes; la construcción de la teoría adecuada a tales hipótesis,
principios, postulados o leyes, mediante inferencia deductiva y la confirmación empírica
de consecuencias deductivas que se desprenden de la teoría constituyendo prognosis,
predicciones propias y específicas de la misma.

Vale la pena notar dos propiedades importantes relativas a estos cuerpos lógicos o “teo-
rías científicas”. Una es la de que sus predicciones van más allá de los hechos que le sir-
vieron como puntos de partida; las leyes establecidas explican no sólo las experiencias
iniciales, sino todas las posteriores experiencias que le son pertinentes. La otra se refiere
a su compatibilidad específica con los hechos. Esto es, que si los hechos fueran diferen-
tes a los que se observaron, la teoría elaborada para explicarlos se invalidaría de inme-
diato; e inversamente, cualquier cambio arbitrario sustancial en la teoría la tornará in-
compatible con los fenómenos basales. Es esta consistencia recíproca entre los datos y
su explicación teórica la que diferencia al conocimiento científico de una simple especu-
lación ideológica. Por ejemplo, uno podría intentar una teoría según la cual todos los
hechos y fenómenos actualmente observados son tales como resultado de la voluntad
divina; pero, claro, esta “explicación” nada explica, pues sería compatible con cualquier
otro conjunto diferente de hechos y fenómenos, o sea, la creencia religiosa se invalida
porque permanece aplicable a cualquier universo, observable o no.

La ciencia tampoco es una simple suma de conocimientos dispersos. Es un conjunto de


partes organizadas de acuerdo a una función común, es un conocimiento sistemático. En
su forma más amplia, una ciencia es un conjunto de teorías enlazadas de modo orgáni-
co. Así, la teoría del movimiento y sus causas (mecánica), la teoría de las fuerzas elec-
tromagnéticas (electromagnetismo), la de las fuerzas nucleares (física nuclear), etc., etc.,
son construcciones del tipo descrito que se complementan unas a otras y conforman, en
total, el estudio de todas las interacciones existentes en el universo o la ciencia conocida
como física. “La Ciencia” se refiere al sistema conformado por todas las ciencias particu-
lares las cuales, obviamente, deben ser -y son- compatibles unas con otras.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 34

El adquirir conocimiento acerca del mundo real es, obviamente, un proceso aproximati-
vo (adaptativo). Por una parte, el progreso científico se traduce en progreso tecnológico
y éste en más y mejores medios de observación los cuales, a su vez, implican más refi-
namientos o correcciones importantes. Por otra parte, el trabajo científico posee una
componente heurística intrínseca e inevitable que compromete al juicio humano. El es-
tado actual de la ciencia, o de una ciencia, es el efecto no solamente de la calidad y poder
de nuestros medios observacionales; también, y de manera esencial, del esfuerzo crítico
común: de nuestra habilidad de juzgar la diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo
fino y lo basto o entre lo pertinente y lo inapropiado. Las teorías científicas, por tanto,
son construcciones sometidas a revisión y corrección permanentes y la ciencia, en resu-
men, es un conocimiento crítico.

Entender que la ciencia es conocimiento positivo (válido para todos) principalmente por
su insistencia en cantidades antes que cualidades (la cantidad es más objetiva -más in-
terpersonal- que la cualidad) contribuye a estrechar la separación entre los que hacen
ciencia y los que observan sus resultados. La disciplina científica requiere que las pro-
puestas deban ser experimentalmente probadas, directa o indirectamente. Hay excelen-
tes ejemplos de propuestas interesantes dejadas en el camino. Está la de los monopolos
magnéticos (equivalentes a cualquiera y sólo una de las dos puntas del imán, que es un
“dipolo” inseparable) resultantes, teóricamente, de buscar simetría entre las partes que
describen las cargas eléctricas (monopolos eléctricos) y las que conciernen a las fuentes
magnéticas (dipolos magnéticos), en las ecuaciones del electromagnetismo. En teoría, la
existencia de tales monopolos no está prohibida, pero debe ser empíricamente corrobo-
rada. Blas Cabrera, hijo de Nicolás Cabrera y nieto de Blas Cabrera Felipe -físicos tam-
bién- es un físico de la Stanford University. El 14 de febrero de 1982, en la noche de San
Valentín, su detector registró un evento cuya traza coincidía con los parámetros previs-
tos para un monopolo magnético y el reporte fue publicado (B. Cabrera, “First Results
from a Superconductive Detector for Moving Magnetic Monopoles”, Phys. Rev. Letters,
48 (20), 1378 (1982)). Sin embargo, varios experimentos similares se realizaron des-
pués, incluyendo uno con detector mejorado por el propio Cabrera (con una sustancial
subvención) sin registro de algún nuevo evento similar; hasta que su grupo de investiga-
ción fue, finalmente, desmantelado.

El otro caso es un ejemplo de propuestas teóricas rigurosas no respaldadas experimen-


talmente. Un taquión (Griego: ταχύον) es una partícula hipotética cuya velocidad es
siempre superior a la de la luz. Hay mucho trabajo teórico a este respecto (O.M.P. Bila-
niuk, V. K. Deshpande, E. C. G. Sudarshan, “‘Meta’ Relativity”, American Journal of
Physics, 30 (10), 718 (1962)) pero, por otra parte, también hay mucha literatura que se-
ñala las enormes dificultades conceptuales de esos entes. El comentario de Oleksa-
Myron Bilaniuk, sobre los experimentos emprendidos para detectar estas veloces partí-
35 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

culas, es “Considerando el número de experimentos buscadores de taquiones, (…), el


coraje ha sido verdaderamente grande. Las indagaciones incluyeron: 1. Búsqueda de
monopolos magnéticos taquiónicos, 2. Experimento taquiónico de Michelson, 3. Bús-
quedas de masa faltante en cámaras de burbujas y registros en emulsiones. Hubo más
de 300 artículos durante 1967-1980 sobre mecánica cuántica de taquiones. (…). Las
indicaciones de que los neutrinos electrónicos pudieran ser taquiónicos, fueron publi-
cadas por Alan Chodos, Avi I. Hauser y V. Alan Kostelecky en 1985, y otros artículos
que exploran esa hipótesis, han re-energizado el interés experimental y teórico en ta-
quiones. Los resultados preliminares de las mediciones en el final del espectro de ener-
gía en el decaimiento del tritio rinde valores negativos de (masa del neutrino) 2 = -27 ±
20 eV. Esto indicaría que la masa propia del neutrino es imaginaria y que el neutrino
es, efectivamente, un taquión. Los experimentadores encaran ahora el desafío de obte-
ner un resultado que pruebe más allá de toda duda que la masa del neutrino electróni-
co es realmente imaginaria” (O. M. Bilaniuk, Conf. Ser. 196 012021, J. Phys. (2009)).
Que se sepa, no se ha encontrado aún tal contundente evidencia. Por otra parte, suelen
ocurrir sobresaltos en las comunicaciones científicas como la de septiembre 2011, cuan-
do se reportó que un “neutrino tau” había viajado más rápido que la luz en instalaciones
del CERN (Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire). Sin embargo, posteriores
comunicados desde el CERN y el proyecto OPERA (Oscillation Project with Emulsion-
tRacking Apparatus) indicaron que el resultado sorprendente se debió a “un elemento
defectuoso del sistema temporizador de fibra óptica del experimento” (CERN, “Neutri-
nos Sent From CERN to Gran Sasso Respect the Cosmic Speed Limit”, Comunicado de
Prensa (2012)).

En fin, éste es otro motivo más por el cual la hipotética creación divina del universo (y
de las especies vivientes) no puede ser aceptada de principio. Un físico recalcitrante
siempre dirá “muéstrame al creador”. Con lo cual, lo mismo que las de monopolos y ta-
quiones, la hipótesis de creadores divinos debe y será desechada indefinidamente.

Ahora, hay problemas donde la filosofía y la ciencia concurren de modo sustancial, esto
es, se requiere la misma respuesta de ambas. Por ejemplo, las naturalezas del espacio y
el tiempo. Es conocida la postura de Immanuel Kant a este respecto, resumida en “El
espacio no es algo objetivo y real, ni una sustancia, ni un accidente, ni una relación;
más bien, es subjetivo e ideal, y se origina en la naturaleza de la mente de acuerdo con
una ley estable como esquema, digamos, para coordinar todo lo que es percibido ex-
ternamente” (I. Kant Gesammelte Schriften Vol. 2, G. Reimer (1910)). Kant introdujo la
clasificación de proposiciones verdaderas en analíticas y sintéticas (cuya verdad es apo-
díctica, necesariamente contenida en el enunciado; o es contingente, deviene externa-
mente) y que pueden ser a priori o a posteriori (teóricas o empíricas). Los juicios analí-
ticos no incrementan el conocimiento pues son tautológicos (“las solteras no están casa-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 36

das”) y no necesitan de la experiencia para ser comprobados. Las proposiciones mate-


máticas, según Kant, son sintéticas a priori (“el espacio tiene tres dimensiones”) ¿cómo
es posible? Esto sólo puede ocurrir si involucran siempre referencias al espacio y al
tiempo. Entonces, el espacio y el tiempo mismos deben ser intuiciones a priori, segura-
mente se nace con la estructura para, y la habilidad de, organizar espacialmente los ob-
jetos y temporalmente los eventos.

Esa teoría “de intuiciones a priori” es muy elegante y se mantuvo por mucho tiempo.
Kant murió en 1804; en 1813, Carl Friedrich Gauss formuló, sin publicar, un primer in-
tento de geometría esférica; por ahí de 1830, el húngaro János Bolyai y el ruso Nikolai
Ivanovich Lobachevsky, por separado, publicaron sus tratados sobre geometría hiperbó-
lica y, cerca de 1854, Bernhard Riemann introdujo, en una muy famosa conferencia, las
bases de la geometría riemanniana, usada por la teoría general de la relatividad. Aunque
se ha enfatizado que tales geometrías surgieron también a priori, en un intento de resca-
tar la teoría de Kant, la pregunta de si el universo es euclidiano o no, surgió casi de in-
mediato. Como se sabe, la teoría relativista de la gravitación tuvo demostraciones empí-
ricas bastante impactantes y conduce a que esa pregunta tenga como respuesta: ¡depen-
de de la distribución de masa! El espacio, por tanto, no es una intuición a priori; es una
propiedad intrínseca de la materia, inseparable de ella.

¿Y, el tiempo? Isaac Asimov, ilustrando muy bien el tipo de inquietudes que pueden sur-
gir en su consideración, escribió: “El tiempo, para empezar, es un asunto sicológico; es
una sensación de duración…” y, para aclarar el contexto, “…la cuestión de qué es ésta
sensación de duración... forma parte del problema del mecanismo de la mente en ge-
neral, problema que aún no está resuelto.” ¡Vaya! Después de explicar ilustrativamente
cómo esa sensación de duración es subjetivamente relativa, lapsos que parecen cortos o
largos según urgencias individuales (como la de Charles Aznavour por su amada Isabe-
lle: “Las horas junto a ti son rápidos segundos, un día sin tu amor es una eternidad…”),
continúa: “En el momento que elegimos un fenómeno físico objetivo como medio para
sustituir el sentido innato de la duración por un sistema de contar, tenemos algo a lo
que podemos llamar ‘tiempo’. En ese sentido, no debemos intentar definir el tiempo
como esto o aquello, sino sólo como un sistema de medida” (el subrayado es mío).
Sigue una pequeña historia de los métodos conocidos para medir el tiempo (¿medir un
sistema de medida?, hum…) y pregunta “... ¿quién nos asegura que estos fenómenos
periódicos son realmente ‘regulares’? ¿No serán tan poco de fiar como nuestro sentido
de duración?” Asimov responde a esto indicando, correctamente, que es la múltiple
comparación de unos fenómenos periódicos con otros lo que asegura la regularidad re-
querida. Termina anotando que, aparte de este tiempo físico, se puede hablar también
del “tiempo biológico”, el método de los organismos vivientes “de engranarse en fenó-
menos periódicos (como dormir y despertar) aún sin referencia a cambios exteriores
37 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

(como el día y la noche)…” y del “tiempo sicológico”, ya referido al comienzo (Isaac


Asimov, “Of Time and Space and Other Things”, Avon Books (1975)).

En la vida cotidiana, todos actuamos suponiendo que las cuestiones relativas a la natu-
raleza del tiempo ya han sido resueltas por alguien y sólo resta sacar partido de su prac-
ticidad -por ejemplo, para ser impuntuales o para confundirlo con el clima-, del estético
misterio de su transcurso, etc. En la ciencia y en la filosofía, sin embargo, como Asimov
lo ilustra, no se toma tales enigmas como superados. La literatura informal y técnica
dedicada a implicaciones temporales en determinadas ciencias particulares y en el arte
es abundante (Ver, por ejemplo, la colección editada por J. T. Fraser, N. Lawrense y D.
Park, “The Study of Time”, Springer Verlag (1975-1981)). Sin embargo, no hay referencia
directa al asunto de la esencia específica del tiempo y las discusiones resultan algo in-
completas e inconclusivas: "El tiempo, como entidad existente es un objeto más bien
intratable..." (M. Toda, “The Boundaries of the Notion of Time”, The Study of Time, Vol.
III), “El tiempo es menos como una sustancia o un campo, o una dimensión, o una serie
de elementos de lo que los filósofos y científicos han supuesto” (R. S. Brumbaugh, “Me-
taphisical Presuppositions in the Study of Time”, The Study of Time, Vol. II) y expre-
siones análogas en los componentes sociales asociados a la noción de tiempo (W. Mays,
“Temporality and Time in Marx and Hegel”, The Study of Time, Vol. IV). A pesar del
severo impacto conceptual de las teorías relativistas, hay tendencias filosóficas y litera-
rias modernas que, a este respecto, aún parecen conformarse con el tiempo absoluto,
usado en la mecánica newtoniana. La idea de endilgar la temporalidad a la esencia del
Ser, “ser es ser temporal”, era ya común en los siglos XVII y XVIII como lo muestra
Friedrich Engels: “Las formas esenciales de todo ser son el espacio y el tiempo y un ser
fuera del tiempo es un absurdo tan grande como fuera del espacio” y sostiene la irrea-
lidad del tiempo separado de los objetos, “...el tiempo no se compone de partes reales y
sólo nuestro entendimiento introduce divisiones arbitrarias, porque sólo un tiempo
realmente lleno de hechos, susceptibles de ser distinguidos, puede ser contado, pues de
otro modo no podría descubrirse la acumulación vacía...”; correcto, pero su crítica a
Dühring implica que todavía lo concibe siendo una especie de continente para los proce-
sos: “...según el señor Dühring, el tiempo sólo existe por el cambio y no el cambio en y
por el tiempo” (F. Engels, “Anti-Dühring”, Ciencia Nueva, (1968)). En este punto, como
veremos, el desconocido Dühring (Karl Eugen Dühring era un abogado, filósofo, econo-
mista y profesor en la Universidad de Berlín que propuso una alternativa al marxismo,
combinando el positivismo de Comte con el materialismo de Feuerbach) estaba, sorpre-
sivamente, más cerca de lo correcto. Así, K. Denbigh analiza ciertas “perplejidades” in-
ducidas por la noción ontológica del tiempo: “Una de ellas [de las perplejidades], sugie-
ro, es que el tiempo es a menudo equivocadamente pensado como si fuera algún tipo de
existente...”, “...esta reificación del tiempo necesita ser evitada. El tiempo no está ‘ahí
afuera’ como una cosa sustancial, como un río en flujo; es más bien una entidad abs-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 38

tracta, una construcción. Las cosas que están ‘ahí afuera’, sobre las cuales la
construcción del tiempo se basa, son los objetos materiales y sus eventos y
procesos...” (K. G. Denbigh, “Three Concepts of Time”, Springer Verlag (1981)). Den-
bigh deriva esas interesantes afirmaciones del análisis basado sobre los dos, ya mencio-
nados, criterios de objetividad implícitamente admitidos en las ciencias:

(i) Intersubjetividad. Objetividad atribuible a través de juicios que pueden ser conse-
cuencia de acuerdo público (“Bolivia se fundó en 1825”).

(ii) Asubjetividad. Objetividad atribuible a través de juicios que afirman hechos abso-
lutamente independientes de la naturaleza, subjetividad, percepción y presencia huma-
nas (“los dinosaurios precedieron a los humanos”).

Entes como la economía, el lenguaje o la temperatura, al igual que el tiempo, poseen la


objetividad (i) pero no la (ii). En cambio, los objetos materiales, sus movimientos y pro-
cesos poseen ambos tipos de objetividad (son verdaderamente existentes, o estrictamen-
te objetivos).

A pesar de lo anterior, Denbigh no llega a establecer la clase de construcción que el


tiempo es, perdiéndose en una detallada discusión, sin conclusiones definitivas, de si el
tiempo posee la objetividad (ii), dado que, obviamente, posee la objetividad (i). Pero la
conclusión sigue de inmediato, si uno no se asusta de ella: el tiempo, siendo una cons-
trucción y no un existente, sólo puede poseer la objetividad (i). No obstante, es una de
las magnitudes mecánicas fundamentales y necesita, como la distancia y la masa, de un
específico procedimiento de medición. En el caso de las últimas, tal procedimiento es
directo pues basta definir una unidad patrón y la medida deviene por comparación con
ella; distancias con distancias, masas con masas. En el caso del tiempo, sin embargo, la
definición de la unidad requiere -necesariamente- de (a) la ubicación de un movimiento
periódico (porque los cambios periódicos son previsibles), (b) un sistema de registro
(escalas o contadores), esto es, la “definición operativa” de un reloj y (c) la medida de-
viene por comparación de cualquier otro cambio con ese movimiento, adoptado en (a),
y usando el registro (b); esto es, no se comparan tiempos con tiempos, sino ¡cambios
con cambios! El tiempo es, así, dado mediante una cantidad indirecta: un ángulo, como
en relojes clásicos, o una serie numérica, como en relojes digitales. En otros términos, el
tiempo es un parámetro (una variable numérica auxiliar) asociado a la variedad de
relojes. La “cosa” que posee objetividad (ii) a este respecto es, evidentemente, el movi-
miento o, más generalmente, el cambio; por ser accesible a la observación directa,
aunque no fácilmente a la medición. Y, para que no haya duda, la conclusión final es que
el tiempo no existe, es sólo un parámetro convencional. Tampoco es, pues, -lo
sentimos, Immanuel- una intuición a priori.
39 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Es fácil ilustrar lo dicho con las usuales experiencias de fenómenos periódicos que em-
pezaron con la sucesión de días y noches (somos seres nictémeros), luego -cuando fue
útil- se tomó la sucesión de estaciones y, después, ya técnicamente, la rotación y trasla-
ción terrestres, el péndulo gravitacional, el péndulo elástico (el mecanismo de escape de
los relojes mecánicos), las vibraciones de un cristal de cuarzo (resonancia a una frecuen-
cia estable mediante el efecto piezoeléctrico, en los relojes digitales), o los relojes atómi-
cos, los más precisos en existencia, basados sobre las transiciones entre dos niveles de
energía en los átomos de iterbio, provocadas por un rayo láser pulsante; son estables
dentro de las dos partes en un trillón (2×10 -18). No importa el dispositivo, importa que
pueda ser usado para determinar lapsos (duración de procesos, como en las competen-
cias deportivas) o sincronías (simultaneidad de eventos, como los calendarios). La re-
gularidad, como lo anota Asimov, resulta y se precisa mediante una sistemática compa-
ración entre los diversos fenómenos periódicos -relojes- disponibles.

Las construcciones paramétricas (v. g., la temperatura) en las ciencias son comunes y se
introducen para simplificar formalismos que describen conjuntos de fenómenos. El caso
del tiempo es, de todos modos, particularmente importante porque se impone de inme-
diato como una necesidad experimental primaria. Si bien una formulación “atemporal”
de la mecánica es imaginable, ésta conduciría a complicaciones extremas e intratables.
No obstante, el concepto de tiempo como construcción paramétrica tiene consecuencias
filosóficas de evidente interés: Un hecho sicológico accesible a la experiencia es el de que
la noción de tiempo no podría formarse en una mente sometida a un ambiente inmuta-
ble, en el que absolutamente nada cambiara; tampoco en una mente sometida a un am-
biente totalmente caótico -sin regularidades perceptibles-. El tiempo sicológico es, por
tanto, una estimación imprecisa del tiempo físico, como lo comprueba el hecho de que
las personas de hábitos muy regulares, las cotidianamente rutinarias, son las más capa-
ces de estimar lapsos con razonable aproximación. Por otra parte, expresiones como
“me pareció una eternidad”, caen tanto dentro de las impresiones subjetivas como “es-
taba tan cansado que cada escalón parecía una muralla”. Las distinciones que se hacen
entre tiempos sicológico, biológico, físico, etc., sólo tiene validez formal y anecdótica.
Todos esos tiempos tienen la misma procedencia, a saber, la necesidad de sincronizar
sistemas, entre ellos la conciencia humana, con un mundo en permanente cambio.

Naturalmente, las respuestas a interrogantes como la direccionalidad del tiempo o si


éste posee un origen absoluto (t=0), son ahora inmediatas. Como parámetro comparati-
vo entre tipos de movimiento o cambio, el tiempo es una cantidad escalar (un número
real) con origen arbitrario; su dirección (signo) es, en consecuencia, también convencio-
nal y está referida a ese origen. Por ejemplo, si alguien sostuviera que el universo co-
menzó en t=0, bastaría sustituir “t” por un nuevo parámetro temporal logarítmico t' =
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 40

log(t) y el universo resultaría no tener origen en el tiempo pues t'= log(0) -> -∞ (infinito
en el pasado). El corolario final es que lo único que existe independientemente de la
consciencia humana es el universo en movimiento. Sus descripciones, aún las más
científicas, sólo tienen la objetividad débil, del tipo (i) (desaparecerían al desaparecer la
humanidad). A la pregunta de si la física podría valerse sin la ayuda del tiempo, puesto
que éste no es una magnitud física en el sentido en que lo son la distancia y la masa, se
responde que sí, pero la formulación resultante sería inútilmente complicada. El tiempo,
como parámetro, puede ser siempre reemplazado por otro parámetro. En astronomía
hay una equivalencia natural entre ángulos (ángulos horarios) y lapsos. En dinámica, es
conocido el ejemplo sencillo de que la ecuación unidimensional: F = mdv/dt se puede
transformar fácilmente, haciendo d/dt = (ds/dt)(d/ds) = v(d/ds), en:

y considerar a la velocidad como función de la longitud de arco en el lugar del tiempo


(como también se hace en relatividad). La cantidad entre paréntesis es la energía cinéti-
ca y v(s) podría ser medida, por ejemplo, tomando la velocidad de la luz, c, como uni-
dad. El carácter auxiliar del tiempo se hace, así, evidente y los problemas concomitantes
a su naturaleza, los significados de “presente” “duración” o el sentido o dirección del
tiempo se clarifican definitivamente en esta concepción. (V. M. Peñafiel, “Qué es el
tiempo”, II Encuentro Boliviano de Filosofía, UMSA, La Paz (1992)).

Para finalizar, Isaac Asimov es también autor de una novela sobre viajes en el tiempo
llamada “The End of Eternity” (1955), con una trama complicada, donde los eternales
pertenecen a castas de científicos (sociólogos, técnicos, tramavidas, computadores) ope-
rando desde una organización y base cósmica conocida como Eternidad. Una especie de
burbuja existiendo fuera del tiempo y el espacio. Es como un ascensor extratemporal
desplazándose paralelamente al tiempo en movimiento progresivo. Los eternales pue-
den moverse “cúandoarriba” y “cúandoabajo” en “cronotubos” y “cronocalderillas”, sa-
liendo en determinadas estaciones en cualquier siglo para ejecutar Cambios de Reali-
dad. Esos cambios, claro, alteran el flujo de los eventos humanos hacia resultados que
deben producir “el máximo bien para el máximo número”. Pero, no obstante sus nom-
bres, los eternales son meros humanos, sujetos al envejecimiento en ¡“fisiotiempo”! En-
vejecen y mueren como cualquiera, se equivocan, se enamoran, etc… Según Asimov, ¿no
era el tiempo sólo un asunto sicológico? Aquí hay un tiempo que parece espacio y otro
tiempo, que parece tiempo. Bueno, es sólo una novela.
41 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Hay libros menos ficcionales, como el de John Gott, el cual argumenta que los viajes en
el tiempo son muy posibles, aunque probablemente después de la construcción de un
dispositivo adecuado, durante la existencia, pero ciertamente no sobre la línea-tiempo
pasada, del viajero. También sostiene que se tiene que invocar a la “interpretación me-
canocuántica de muchos mundos” para evitar la “paradoja del abuelo” para que todo
viaje temporal permanezca auto consistente, esto es, que uno puede visitar el pasado
pero no cambiarlo. Aunque enfatiza con entusiasmo que el viaje temporal mismo es un
fenómeno físico común, él entiende que de lo que se trata es de viajes al futuro a ritmos
variables “mediante” la relatividad especial y no se compromete completamente con via-
jes temporales al pasado. Su libro dice que nada conocido excluye tal viaje, pero que no
descarta completamente la posibilidad de que la investigación futura pueda probar que
es imposible (J. R. Gott, “Time Travel in Einstein's Universe: The Physical Possibilities
of Travel Through Time”, Houghton Mifflin Books (2002)). La cantidad de problemas
que estos textos dejan traslucir se debe a que, para que haya viajes temporales, es inevi-
table aceptar una crono realidad (un tiempo real); mas, si el tiempo fuera un existente,
la pregunta de si el tiempo existe en el tiempo es perfectamente válida y conduce a una
absurda regresión. Jamás habrá viajes en el tiempo.

Los efectos que hacen soñar en esas imposibles circunstancias han sido simpáticamente
expuestas en dos “quintillas relativistas”; cuyas versiones muy libres (y ligera interven-
ción mía) por Carlos E. Prélat, traductor de “One, Two, Three,…Infinity” (G. Gamow),
son

Fisk, joven esgrimista, Una niña llamada Lía,


rápido de tiro como de la vista, que a la luz superar podía,
con la rapidez vio su espada partió una mañana
hecha un disco. Hay nada de manera einsteniana,
que a la fitzgeraldina contracción resista. y a la noche anterior volvía.

8. Detalles tecnológicos

La tecnología es ciencia aplicada. La aplicación de la ciencia a la satisfacción de las nece-


sidades humanas. ¿No es curioso el que Kuhn y sus paradigmas no se involucraran más
explícitamente en esta área? Pues la literatura contempla una serie de perspectivas so-
bre la esencia del cambio en la tecnología moderna. La vista “revolucionaria” con mucha
referencia a la revolución industrial y el punto de vista “evolutivo” de comienzos del si-
glo pasado, dicotomía muy común en el análisis de todos los procesos de la actividad
humana. Pero, claramente, no es difícil detectar esas y otras perspectivas en la filosofía
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 42

de la tecnología. Así, ¿no es tentador el ver los instrumentos como extensiones de las
capacidades humanas? Los martillos y otras herramientas como prolongaciones de las
manos y brazos, los telescopios y microscopios las de los ojos y así siguiendo, hasta los
computadores como proyecciones del cerebro. También, el énfasis en la naturaleza ins-
trumental de la tecnología, en el sentido de que ésta siempre está destinada a alcanzar el
objetivo previsto en su diseño (los teléfonos son para comunicar, los automóviles son
para trasladar, etc.). Y, finalmente, la indisolubilidad de la relación ciencia - tecnología:
la tecnología es, muy especialmente, la manera en que el conocimiento científico se con-
firma y se desarrolla (muchos descubrimientos y avances dependen de mejor tecnología:
mejores telescopios, mejores instrumentos de medición, mejores equipos de compu-
tación).

El fracaso de Kuhn para explicar el desarrollo histórico científico se debe no únicamente


a la ausencia de una definición clara, única y significativa de “paradigma”, de la cual de-
pendía su idea de progreso revolucionario; Kuhn falla, principalmente, en su compren-
sión de la propiedad adaptativa del conocimiento en general (de hecho, la ignora por
completo). Se entiende mejor la evolución cultural aceptando que, en el caso humano, la
adaptación no es sólo a la naturaleza, lo es también a la sociedad. Este enorme proceso
de adaptación (del individuo al grupo y viceversa) debe contener cambios graduales:
continuamente pequeños (evolutivos) y, tal vez con menor frecuencia, cambios violentos
y profundos (llamados revolucionarios); tal se observa, análogamente, en la naturaleza y
en la historia política. La necesidad (carencia de cosas, servicios o resultados) es el estí-
mulo del proceso tecnológico y la verdadera utilidad -y comprobación- de la capacidad
predictiva de la ciencia (los buenos cálculos evitan la caída de puentes, predisponen la
trayectoria de cohetes, etc.).

Se ha sugerido que el “descubrimiento” está ligado a un delicado balance entre el miedo


y la curiosidad. Incluso los más desarrollados primates como los chimpancés (que tam-
bién son capaces de usar herramientas rudimentarias y planificar cacerías grupales) son
incapaces, en última instancia, de vencer el miedo en favor de su curiosidad. La inven-
ción común del arco y la flecha en culturas inconexas, por otra parte, indica que el ser
humano es proclive a dar soluciones similares a problemas similares (sí, como las mo-
narquías absolutas, hereditarias y divinas). Por supuesto, también hay soluciones equi-
valentes, pero distintas, para problemas similares; está ahí el conjunto de arados primi-
tivos y su evolución posterior.

Finalmente, el punto donde las ciencias (incluyendo a la sociología) y la tecnología con-


vergen, es en la aplicación de la tecnología: la industria. Tal como la tecnología es la
validación final de la ciencia, la industria es la validación final de la tecnología; el “desa-
rrollo económico” de un país está fuertemente ligado a los niveles alcanzados por su
43 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

ciencia y su tecnología, los cuales se traducen -al final- en factorías para el potencial civil
y militar. Los criterios de verdad de la ciencia se convierten en criterios de eficacia en la
tecnología y de eficiencia en la industria. Por fin, en el límite, ¿qué es un país industria-
lizado? Uno que puede fabricar fábricas.

9. Ruido blanco

Lo anterior es importante en el sentido en que permite entender, verbigracia, que si tie-


nes una revelación que va a sacudir el escenario científico, tus pruebas tienen que ser
absolutamente convincentes porque, de otro modo, la sociedad ni tan siquiera se entera-
rá de tus alegatos. Excepto que seas un hábil impostor, capaz de aprovechar lagunas de
conocimiento, o posiciones de poder, para -usualmente- lucrar dispersando teorías no
probadas.

Como se sabe de sobra, es así con la sociología. No porque no sea una ciencia, sino por-
que todavía la misma sociedad soporta o acepta tesis no filtradas o que son difundidas
aprovechando medios ilícitos. Las que aparecen en “Mi lucha” formaron parte del cu-
rrículo en las universidades alemanas durante la vigencia del régimen nazi. Menos dra-
mático, pero no menos intelectualmente deshonesto, es el mal hábito de usar cualquier
pasajera posición de poder para publicar libros que, en condiciones normales, difícil-
mente saldrían a la luz. Tales procedimientos acientíficos son los que producen el inten-
so “ruido blanco” que relativiza el conocimiento sociológico y limita el tamaño de su nú-
cleo, lo aceptado como válido o verdadero, fuera del cual lo demás es considerado como
mera especulación.

Si la sociedad es el medio ambiente secundario al cual el ser humano se adapta, la tenta-


ción de especular acerca de su esencia es siempre intensa y, mientras no se encuentre
una teoría contrastable, se mantendrá como uno de los encantos de la sociología; claro,
muy aparte y además de los estudios rigurosos.

Porque esta ciencia ya no es el simple legado de los pensadores clásicos: hay sociólogos
desplazándose de un “ismo” a otro, principalmente por la aparición de enfoques “nove-
dosos” no fáciles de explicar; hay más nexos con otras disciplinas científicas y, sobre to-
do, están las técnicas matemáticas, incluyendo la simulación computacional, en pleno
proceso evolutivo (Verónica Subieta, “Redes complejas y su influencia en módulos de
formación de opinión”, Tesis de Maestría, Carrera de Física, FCPN, UMSA (2017)).

En los años en que era estudiante de doctorado, mantenía correspondencia “a la antigüi-


ta” con mi brillante amigo, el Dr. Francisco Thaine, que estaba a la sazón terminando su
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 44

tesis doctoral en matemáticas (IMPA, Rio de Janeiro). Una de esas misivas exponía lar-
gamente la sociedad como un “ensamble” de la mecánica estadística en el cual los siste-
mas físicos eran, naturalmente, los seres humanos y, en el lugar de las fuerzas interacti-
vas, se considerarían todos los vínculos conocidos. Como no hay dios, el sistema estaría
aislado pero contendría un número variable de “partículas”; en tales condiciones, la evo-
lución a lo largo de siglos debería darse, asintóticamente, en dirección creciente de en-
tropía y valores mínimos de las interacciones (donde los vínculos conflictivos se irían
resolviendo continuamente). ¿El resultado? Una sociedad donde los individuos podrían
comportarse con absoluta libertad sin perturbar críticamente a su entorno; la situación
límite, con máxima entropía, haría el gobierno totalmente innecesario (máximo desor-
den con mínimas interacciones).

Esa carta nunca tuvo respuesta pero, un tiempo después, recibí una copia de la tesis del
Dr. Thaine con una dedicatoria que reza: “A mi amigo Miguel Peñafiel, fundador del
anarquismo térmico”.

Aunque ésta es sólo una divertida anécdota, contiene una idea, no despreciable, que ne-
cesita mucho trabajo manual; de éste se ocupan actualmente las poderosas computado-
ras con que cuentan los centros de investigación en sociología computacional. Sorpren-
dentemente, ya existe un método de modelaje denominado “redes sociales”, el cual des-
cribe el sistema social como una red cuyos nodos (los individuos) están ligados por rela-
ciones (humanas) con características parametrizables y su comportamiento general
puede ser simulado, entonces, de varias maneras.

Interesante. Tal vez ¿quién sabe? aquellos que deciden estudiar sociología huyendo de la
matemática ya no tengan esa opción. Pero, por ahora, el interés se concentrará en el es-
tado práctico de la sociología en relación, o aplicada, al fenómeno político local. De paso
(si hubiera alguna curiosidad), hasta donde se tiene información, el Dr. Thaine -cuya
especialidad son los polinomios algebraicos- es el más importante matemático boli-
viano; alguna de sus contribuciones se encuentra citada en la larga lista de antecedentes
sobre los que se asienta la famosísima demostración del “último teorema de Fermat”
por Andrew Wiles en 1994 (R. Taylor et al., “Fermat’s Last Theorem”, Mathematics Ins-
titute, Oxford University preprint, September 2007).

“Bolivia es un país capitalista atrasado” decían las publicaciones trotskistas y, sin duda,
el país aún mantiene esa correcta caracterización. ¿Qué más podría ser? Socialista, cier-
tamente, no es. “Atrasado” alude al subdesarrollo (científico e industrial) el cual implica
también, por supuesto, desorganización institucional. Si se trata de elucidar semejante
escenario, nadie podría idear un problema sociológico con raíces políticas más profun-
das.
45 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 46

Capítulo i

Ingeniería social

1. Palabras importantes

Isidore Marie Auguste François Xavier Comte es el creador de tres muy importantes pa-
labras. Introdujo la palabra “sociología” y es uno de los fundadores de esa disciplina, la
concebía como una ciencia estricta (una “física social”); siguiendo a Henri de Saint-
Simon, insistió en una teoría de la sociedad basada sobre la investigación científica de
los fenómenos sociales. También es quien bautizó de “filosofía positiva” a ese conoci-
miento propio del último de los tres estados de la sociedad, según su ley de los tres esta-
dos del conocimiento humano: un estado teológico, un estado metafísico y un estado
positivo, el más deseado y al que en teoría deberían tender los dos anteriores, ya que es
conocimiento basado en la razón (y es opuesta a la filosofía negativa y crítica, princi-
palmente de Rousseau y Voltaire, representantes según Comte, de la anarquía e insegu-
ridad que dejó el movimiento revolucionario). El término “positivo” se mantiene todavía
por evocar características de utilidad, certeza, precisión y relatividad, en el sentido de no
aceptar absolutos a priori, y en oposición a todo tipo de esencialismo, de propiedades
ocultas, a diferencia de los dos primeros estados; la filosofía positivista obtiene su cono-
cimiento de lo positivo, lo real, abandonando teorías abstractas y metafísicas.

Comte no tuvo una vida familiar llevadera. Su profunda depresión lo llevó a intentar el
suicidio lanzándose al rio Sena. Mucho de su trabajo fue posible, pues, gracias a algún
anónimo salvador. En particular, su filosofía positiva, clasificando las ciencias según
creciente complejidad y generalidad, cimentándose cada una sobre los resultados de las
precedentes: matemáticas, astronomía, física, química, biología y sociología. La sociolo-
gía, que trata de los complejos fenómenos de la vida social, estaba sobre todas las otras
ciencias, cuya función principal era la de alimentarla con información confiable. En cada
campo del pensamiento, el historiador de las ideas podía observar una ley de tres esta-
47 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

dios: en un principio, la temática se concebía de un modo teológico, y todos los proble-


mas se explicaban por la voluntad de alguna deidad; luego, el mismo tema alcanzaba el
estadio metafísico, explicándose todo por abstracciones metafísicas y, por fin, la temáti-
ca fue reducida a ciencia positiva por la observación precisa, la formulación de hipótesis
y el montaje de experimentos. Sus fenómenos se explicarían mediante las regularidades
de la causa natural y de su efecto. La “voluntad de Dios” se transforma en entidades eté-
reas como las “Ideas” de Platón, la “Idea absoluta” de Hegel, etc. y estas, finalmente ce-
den ante las leyes de la ciencia. La metafísica es un estadio de desarrollo detenido: llega
la hora -dijo Comte- de abandonar tales puerilidades. La filosofía no era algo diferente
de la ciencia; era la coordinación de todas las ciencias, con vistas a mejorar la vida hu-
mana. “Así, al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas
esferas de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber descubierto
una gran ley fundamental… Creo que es suficiente la simple enunciación de esta ley
para que su exactitud sea inmediatamente verificada por todos aquellos que tienen un
conocimiento profundo de la historia de las ciencias. Pues, no existe una sola ciencia
que haya llegado al estado positivo, que pueda ser analizada en su pasado como com-
puesta esencialmente de abstracciones metafísicas, o bien remontándonos más en el
tiempo, como dominada por especulaciones teológicas.” (A. Comte, “Curso de filosofía
positiva”, Aguilar (1981)).

La señora Clotilde de Vaux advino a la vida de Comte en 1845 y el cambio de perspectiva


en sus actitudes intelectuales es muy fácil de trazar hasta esa nueva circunstancia: “…
concluyó que el mundo sólo se podía redimir mediante una nueva religión, cuya fun-
ción sería fortalecer el endeble altruismo de la naturaleza humana, exaltando a la hu-
manidad como objeto de veneración. Comte pasó los últimos años de su vida ideando
un sistema intrincado de sacerdocio, sacramentos, oraciones y disciplina para esta
Religión de la Humanidad. Propuso un nuevo calendario, donde se sustituyeran los
nombres de las deidades paganas y de los santos medievales por los héroes del progre-
so humano”. Como Benito Espinoza, que hizo dios al universo y, entonces, sacerdotes a
los científicos, Comte “ofreció al mundo todo lo del catolicismo, excepto su cristianis-
mo” (W. Durant “Historia de la filosofía”, Diana (1978)).

El movimiento positivista convergió en el pensamiento inglés de Bacon, Hobbes, Locke,


Hume y Bentham y terminó dejando en el camino al idealismo de Hegel y Berkeley, en-
riqueciéndose todavía con John Stuart Mill y Frederick Harrison y científicos como
Newton, Herschel, Boyle y Davy, Faraday, Rumford, Joule y Spencer. Por supuesto que
Comte estaría sorprendido con el destino final de sus ideas, desde el desarrollo acelera-
do de las ciencias hasta la revolución industrial; el desarrollo de la biología y la teoría de
la evolución. La filosofía positivista de Comte aún tiene una influencia importante en la
formación de la sociología moderna, porque la perspectiva fundamental, ahora domi-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 48

nante, es que las teorías e ideas sociológicas deben ser construidas sobre bases científi-
cas. Comte sostenía que el positivismo podía promover el progreso de la ciencia (teoría)
y cambiar, para mejor, la vida de la gente (práctica). Pensaba que las clases dominantes
eran demasiado conservadoras para promover el cambio positivo. Puntos de contacto -
se puede decir- con la teoría marxista. Comte afirmaría que la idea de positivismo es,
definitivamente, un producto del estadio final de la sociedad, el estadio científico.

El tercer término introducido por Comte, dentro de su pensamiento ético, es “altruis-


mo”. Devino, paradójicamente más bien, en un concepto mayor en investigación sicoló-
gica, biológica y etológica evolutivas, pues, las ideas altruísticas de una disciplina tienen
el potencial de influir en las otras. Altruismo se refiere al cuidado y preocupación por el
bienestar de “los otros”, pero hay diferentes perspectivas según lo métodos y enfoques
en diferentes campos del conocimiento.

2. Sociología, politología y política

Es obvio que el estudio de la sociedad no puede ser “exacto” como en las ciencias de la
naturaleza. Su grado de exactitud, precisión y capacidad de predicción puede ser compa-
rable, quizá, con los de la meteorología; no obstante, sin duda, sus métodos satisfacen el
criterio científico, por lo cual la actividad de investigación es posible mediante el análisis
de hechos, experimentos indirectos, estadísticas, historia de casos, etc. La observación
se da continuamente porque, en cierto modo, toda la sociedad es, para cada observador,
un laboratorio a ese efecto. En este laboratorio, existe la posibilidad de realizar experi-
mentos con medición de variables -usando estadísticas- manteniendo constante otros
factores de control. La estadística que se usa en sociología es exactamente la misma que
en cualquier otra actividad científica, pero, muy obviamente, con errores aleatorios ma-
yores. Otros procedimientos incluyen comparaciones (entre propiedades y comporta-
mientos de grupos), generalizaciones (propiedades y comportamientos universalmente
válidos) y -siempre estadísticamente hablando- sobre conexiones de causa efecto. Cier-
tas predicciones son también posibles (y usadas corrientemente por asesores y consulto-
res sociales). La realidad social es objetiva en el sentido en que es independiente de la
subjetividad de sus componentes y observadores; muchos valores sociales (el trabajo, la
salud, la paz) son el producto de prospecciones, estudios o investigación social.

La ciencia permite, sobre todo, el descubrimiento mediante la observación y experimen-


tación; en sociología, a este respecto, Carl Sagan dijo

“…Los humanos no son electrones o ratas de laboratorio. Pero todas las actas del
Congreso, todas las decisiones del Tribunal Supremo, todas las directrices presidencia-
49 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

les de seguridad nacional, todos los cambios en el tipo de interés son un experimento.
Cualquier cambio en política económica, el aumento o reducción de financiación del
programa Head Start, el endurecimiento de las sentencias penales, es un experimento.
Establecer el cambio de jeringuillas usadas, poner condones a disposición del público o
despenalizar la marihuana son experimentos. No hacer nada para ayudar a Abisinia
contra Italia, o para impedir que la Alemania nazi invadiera la tierra del Rin, fue un
experimento. El comunismo en la Europa del Este, la Unión Soviética y China fue un
experimento. La privatización de la atención de la salud mental o de las cárceles es un
experimento. La considerable inversión de Japón y Alemania Occidental en ciencia y
tecnología y casi nada en defensa -y como resultado el auge de sus economías- fue un
experimento. En Seattle era posible comprar pistolas para autoprotección, pero no en
el cercano Vancouver, en Canadá; los asesinatos con pistola son cinco veces más co-
munes y la tasa de suicidio con pistola diez veces mayor en Seattle: las pistolas facili-
tan el asesinato impulsivo. Eso también es un experimento. En casi todos esos casos no
se realizan experimentos de control adecuados, o las variables no están suficientemen-
te separadas. Sin embargo, hasta cierto grado a menudo útil, las ideas políticas se
pueden probar. Sería una gran pérdida ignorar los resultados de los experimentos so-
ciales porque parecen ideológicamente desagradables.” (Carl Sagan, “El Mundo y Sus
Demonios”, PLANETA (2009)).

Tiene razón, desde luego; en cada país, cada gobierno es un experimento social y, de
cada uno de esos experimentos deberían desprenderse las lecciones, los datos y las re-
comendaciones para propiciar el progreso posterior. Según Max Weber, “La sociología
es la ciencia que intenta la comprensión interpretativa de la acción social”. El sociólo-
go clasifica las formas de relación grupal; describe las condiciones de ocurrencia de los
eventos e indaga a cerca de las relaciones entre los factores componentes de la vida so-
cial. Los asuntos sociológicos importan científicamente y sus principios pueden ser usa-
dos para resolver problemas. Intenta deducir leyes generales -como lo hacen otras cien-
cias- a partir de estudios sistemáticos. Aun así, alguien debe aplicar el conocimiento ad-
quirido.

Las leyes, aún las más extrañas, están originadas -finalmente- en las costumbres, tradi-
ciones, normas y, aún, en prejuicios sociales. ¿Cómo se imponen? Para entender los
problemas políticos es esencial el conocimiento de principios sociológicos porque todos
los problemas políticos están influenciados por fenómenos de naturaleza colectiva. La
sociología es, entonces, la ciencia de las ciencias políticas. La primera estudia todas las
clases de relaciones sociales (organizadas y caóticas) y todas las formas de control de
manera general; las ciencias políticas estudian sólo un aspecto del entramado social, el
de las posibles jerarquías existentes en las relaciones comunitarias (entre grupos “políti-
camente” organizados y controlados). “Enseñar la teoría del estado a hombres que no
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 50

han aprendido el primer principio de la sociología es como enseñar astronomía o ter-


modinámica a hombres que no aprendieron las leyes de Newton del movimiento.”
(F.H. Gidding). Ambas ciencias dependen, así, una de la otra y, seguramente en muchos
puntos, será difícil decidir si deben ser tratados por sociólogos, politólogos, filósofos o,
quizá, por todos ellos.

La sociología y la politología están tan cerca y profundamente relacionadas que carecie-


ran de sentido la una sin la otra. Según Morris Ginsberg “Históricamente, la sociología
tiene sus raíces principales en la política y filosofía de la historia”. Por esto, no obstan-
te ser la sociología una ciencia con más objetivos (más general), no contiene a la polito-
logía como una de sus partes. Por otro lado, la ciencia política podría ser vista, según el
instinto lo reclama y a pesar de la objeción de los politólogos, como la rama de la socio-
logía que trata los problemas de organización, actividad y relaciones del gobierno y del
estado. De cualquier modo, tanto la sociología depende de los datos, estudios y descrip-
ciones de la politología cuanto ésta del material referente a la reacción y actividad social
general de la gente. Al final, las dos ciencias están involucradas en el análisis de la evo-
lución grupos sociales organizados. ¿Cuál es exactamente el fenómeno donde ambas
convergen?

Primero, la evolución inconclusa desde el poder absoluto de los monarcas, otorgado por
la divinidad, hasta las democracias “modernas” (con antecedentes históricos en las de-
mocracias ateniense y romana) las cuales -en teoría- dividen el poder del Estado en tres,
¿apuntaría a un gobierno sin poder? También en teoría, sí. Pero las ideas y la realidad
aún no se estrechan la mano. Hay, entre otras, propuestas de “gobiernos limitados”, es-
pecialmente a través de una real y efectiva separación de poderes. En la cruda práctica,
la historia no recoge ese tipo de situación, especialmente cerca de cambios anormales de
gobierno (v. g., golpes de estado). Para otro ejemplo de patología, en Bolivia los gobier-
nos municipales y departamentales carecen de poder debido a que es el gobierno nacio-
nal el que monopoliza la coerción; consecuentemente, la ciudadanía es, a veces, víctima
desprotegida de acciones por los “movimientos sociales” contrarios a gobiernos locales
opositores, pero afines al poder central. Un análisis detallado de los eslabones que co-
nectan diferentes partes de los aparatos públicos -en muchos países, incluido el propio-
mostrará, sorpresivamente, que el poder radica donde menos se declara; son frecuentes
los gobiernos de apariencia democrática en los cuales, al final de la cadena, se encuentra
la no temblorosa mano militar. He aquí una criolla ilustración: “… El incremento sala-
rial de los militares fue 22% más del que recibió el resto de la población en los últimos
12 años, según una comparación de los datos del ministro de Defensa, Javier Zavaleta,
y los de un estudio de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB)…”
“… Además, los militares en servicio pasivo gozan de lo mismo. La Ley de las FFAA
indica que ‘El personal militar pasará al Servicio Pasivo con todos los haberes, bo-
51 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

nos, beneficios y asignaciones alimentarias (...) Los incrementos a los haberes del Ser-
vicio Activo serán aplicados en los mismos porcentajes (...)’” (Página Siete, 09/08/
2018).

Entonces, el Estado posee algo que los gobiernos administran y que, al fin, confiere todo
sentido a la intrincada trama social. Al lidiar con ese entramado, la sociología y la polito-
logía encuentran su nudo gordiano: el problema del poder. La esencia misma de la
política, común a ambas disciplinas y aún no resuelto. ¿El poder? Sí, el que, al definir la
relación de mando y obediencia en los gobiernos, representa al núcleo de la vida pública.
El poder constituye la posibilidad de producir consecuencias intencionadas, mediata o
inmediatamente, a través de medios físicos. Es, por tanto, el objetivo perfecto y final de
un análisis que posibilite la explicación de toda la actividad política.

¡Política! Este término proviene de la obra de Aristóteles titulada, claro, “Política” aun-
que, si hubiera sido escrita en la actualidad, se llamaría “Politología” pues su contenido
coincide -más bien- con el de un tratado sobre el arte o “ciencia” del gobierno y la esen-
cia, función y división del Estado. La política no es una ciencia (lo es la politología), es la
práctica de actos relacionados con el poder público y, obviamente, es el objeto específico
de las ciencias políticas. Por otra parte, no es una acción aprendida, es instintiva. Man-
teniendo aún el antiguo “πολιτικός” (lo relacionado con la ciudadanía), se está perma-
nentemente acudiendo a la naturaleza social intrínseca al ser humano. Por eso se dice
que la política permea la vida social hasta en detalles pequeños. Política militar, política
comercial, política académica, etc., implican conjuntos de directrices sobre procesos,
para encausar las decisiones; en su forma ideal, como el quehacer orientado al bien co-
mún o la habilidad de usar pocos medios para alcanzar muchos fines y hasta el actuar
con diplomacia efectiva. Interesa aquí, no obstante, esa adictiva ocupación de los gober-
nantes, y de los aspirantes a gobernar, girando inexorablemente, como bichos atraídos
por la luz, alrededor del poder.

Pero, además, la politología estudia a los políticos, como la entomología a los insectos.
Epistemológicamente, se esperaría que estos actores, descendientes degradados de los
cortesanos monárquicos, fueran -digamos- politólogos aplicados. ¡No lo son! Ponderan-
do que sus acciones, sensatas o imprudentes, juiciosas o desatinadas, influirán en mu-
chos acontecimientos sociales y afectarán la vida de muchas personas. En otras circuns-
tancias y en otro tipo de relación, ¿no debieran ser los políticos, estrictamente, los inge-
nieros de la sociología?
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 52

3. Los políticos

Como los prestidigitadores y los predicadores cristianos, exitosos vendedores de ilusio-


nes son, sin duda, los políticos. La diferencia, se dirá, es que sólo los primeros lo admi-
ten. La política no es una profesión, por supuesto, es sólo una actividad: la de intervenir
en asuntos públicos. Asuntos que, a la larga, directa o indirectamente, terminan relacio-
nados con el poder. Por esto, esa actividad, muy frecuentemente, se convierte en una
verdadera ocupación; no es difícil encontrar ejemplos de personas que convirtieron el
“servicio público” en exitosa carrera, jubilándose después de haber figurado en puestos
menores, medios y mayores de varios ministerios, parlamento, etc.

Al parecer, cualquiera está en riesgo de convertirse en político. Cual larvas en maripo-


sas, o renacuajos en sapos, en el ámbito académico ha sido vista tal metamorfosis entre
estudiantes y catedráticos -no entre los más brillantes, en general, es cierto-. Observan-
do la cantidad de exdirigentes estudiantiles que terminan como parlamentarios o fun-
cionarios públicos de varios colores y sabores, se diría que la política es una especie de
carrera paralela extracurricular; o un subproducto accidental de los estudios universita-
rios. Pero, claro, así transformados ya se ha visto, igualmente, a periodistas, actores de
cine, comediantes, bailarines, modelos, prostitutas, choferes (alguno ya sin permiso, por
conducir en estado de ebriedad), un par de acusados por delitos de violación y estupro...
Trump, el presidente rastacuero y, bueno, sólo hay que imaginar y decirlo. Así, de vez en
vez se encuentran notas como ésta: “En un hecho insólito, el diputado Domingo Soto
Farfán, del Movimiento Al Socialismo (MAS), se desnudó ayer en la noche en instala-
ciones del aeropuerto internacional Jorge Wilstermann de la ciudad de Cochabamba y
fue detenido por la Policía, informaron fuentes oficiales, según el diario Opinión y Los
Tiempos…” “… Se desconocen las razones que llevaron al legislador a actuar de esa
manera, quien -en visible estado de ebriedad- fue conducido a las celdas de la Fuerza
Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de esa ciudad…” “… Los Tiempos infor-
mó, asimismo, que el diputado agredió a los pasajeros y que intentó abordar el avión”
(Página Siete, 09/08/2018).

¿Se debe deducir, entonces, que se trata de “empleos” fáciles y enormemente sobrepa-
gados? Sí; curiosamente, ésa es la definición de “prebenda” o “canonjía” (“repartir pre-
bendas y canonjías”, que decían los abuelos). Y esta inferencia es, quizá, el origen de la
mala fama que acompaña a ese innoble “oficio”; pero que es compensada con la envidia
por los, a veces, enormes privilegios que -por otra parte- conlleva. Tanto es así, que fi-
nalmente se llegó a lotear la representación política principalmente por género (a mita-
des), luego por origen étnico (“nacionalidades”) e, implícitamente, por zona (urbana,
rural). Queda, pues, bastante claro que lo último que se busca es la idoneidad de los re-
presentantes. En una regresión subliminal a los más puros instintos de nuestros más
53 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

oscuros ancestros, la “lucha” política es, llanamente, una lucha de intereses particu-
lares. Invocando siempre, por supuesto, a la defensa de los intereses generales.

Bueno pero, se dirá, ¿no es una válida pregunta la de qué atributos debe tener alguien
para presentarse como un político? Debemos decir que, según se observa, rara vez los
políticos se presentan como tales; prefieren otras denominaciones como la del cargo que
ocupan, o la de “representante”, “delegado”, etc. Por otra parte, la experiencia diaria -
casi como la de respirar-, el seguimiento cotidiano en la prensa y otros medios, elimina
de inmediato cualidades como inteligencia, honestidad y lealtad. Siempre se oye “estoy
aquí para servir”; nunca la verdad “estoy aquí porque en el otro partido mis perspectivas
no eran buenas”. Un ejercicio detallado eliminará también, mediante contraejemplos,
casi cualquier otra virtud y ratificará lo que ya se insinuó: dadas ciertas condiciones,
cualquier persona puede devenir en político, especialmente si habla con seguridad sobre
cualquier tema. No es la retórica, que algunos les atribuyen como característica princi-
pal, es sólo la capacidad de verbalizar una opinión sin vacilaciones la que cuenta; y sí,
también la de mentir sin pestañear. El político promedio debe ser comparable a un ven-
dedor ambulante o un predicador callejero, debe tener respuestas rápidas y fáciles para
todo. Una comunidad puede considerarse, por tanto, extraordinariamente afortunada si
cuenta con un político inteligente, honesto, leal y elocuente que interprete el interés
promedio y lo represente o lo guíe (¿Vladimir Ilich Ulianov?, ¿el joven Mao Tse Tung?,
¿Fidel Castro de los 60?, ¿John Kennedy, tal vez? Nelson Mandela, sin duda).

No se piense que es una calumnia abstracta contra lo que, ellos dirían, es su vocación:
En 2013 Ipsos MORI publicó una encuesta donde apenas el 18% de los británicos con-
fiaban en que los políticos decían la verdad (comparado a 21% de confianza en periodis-
tas y banqueros y 24% en los agentes del estado). Pero, la interpretación de los datos
estadísticos no siempre es una tarea fácil. ¿Cómo entender que los votantes desconfíen
tanto de los políticos en general, pero elijan entusiásticamente a algunos en particular?
Gideon Skinner, director de investigación política de Ipsos MORI, decía “Esos resulta-
dos muestran una vez más la desconexión que existe entre los votantes y su percepción
de la élite política. La reconstrucción en nuestro sistema político es un desafío
que encaran todos los partidos.” Pero éste no es un efecto cuantificable sólo en Gran
Bretaña. También hay reportes de que apenas 21% del público Irlandés confía en sus
políticos; Portugal 18%; España e Italia 15% y Grecia 14%. Donde sea que se consulte,
los números no mejorarán. A la pregunta “¿Confía Ud. grandemente en…?”, sólo el 13%
de los norteamericanos consultados lo hacían en el Partido Demócrata, 10% en el Repu-
blicano y apenas 8% en el congreso. Curiosamente, sólo 11% en los medios (parecido a
los políticos) contra, por ejemplo, 53% de esa confianza en el ejército, 22% en la Corte
Suprema o ¡24% en el FBI! (NPR/PBS NewsHour/Marist poll (2016)). Análogamente,
sondeos en Latinoamérica sobre confianza en los partidos políticos oscila entre un má-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 54

ximo de 35% en Nicaragua y un mínimo de 7.5% en Perú con 16.3% en Bolivia (M. J.
Cohen, N. Lupu, E. J. Zechmeister, “The Political Culture of Democracy in the Ameri-
cas, 2016/17”, Vanderbilt University Report (2017)).

La literatura (G. K. Chesterton: “Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre


te queda la opción de hacerte político.”) y ahora las redes, reflejan en varios tonos la
mala opinión que tales “servidores” generan; una polera mostraba esta leyenda: “Las
putas insistimos en que los políticos no son hijos nuestros.” Para colmo, los propios po-
líticos se encargan de empeorar su imagen una y otra vez. Por una parte, de la forma en
que hablan los unos de los otros se deduciría que, si todos dicen la verdad, entonces to-
dos son ladrones y corruptos. Por otra, cómo ser indulgente con: “Hoy nuestro pueblo
brilla en la política, en la cultura, en el deporte. Hoy tenemos millones y millonas de
Bolívar...” (Nicolás Maduro, en un abuso de ese extraviado lenguaje sexista, común en el
oficialismo de países con gobiernos actualmente tildados de “populistas”). Pero hay más
joyas: “Yo entré a una capilla chiquitica esta mañana (…) De repente entró un pajarito,
chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a
silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé. El pajarito me vio raro.
Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él [Chávez]. Lo sentí
ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘Hoy arranca la batalla. Vayan a la
victoria. Tienen nuestras bendiciones’.” (N. Maduro, en la más impresionante e irrefu-
table muestra de poca inteligencia). Pero, independientemente de ideologías, “Acá no se
trata de sacarle a los ricos para darle a los pobres, como hacía Robinson Crusoe” o
“Pende sobre nuestras cabezas la espada de Penélope” (Carlos Menem). “Estoy tra-
tando de hacer lo mínimo, mínimo posible” (Mauricio Macri). “Es la misma bandera
con que hemos cubrido tantas veces los féretros de nuestros mártis.” (Sebastián Pi-
ñera). “Yo nunca pude aprender más allá que del hache dos cero, del agua…” o “La
diabetes es una enfermedad de gente con alto poder adquisitivo…” “…Es porque son
sedentarios y comen mucho.” (Cristina Kirchner). “No soy la señora de la casa” (Enri-
que Peña Nieto, a la pregunta sobre el precio del kilo de tortilla). “Que se coman su gas”
(Vicente Fox, enojado con el gobierno de Evo Morales). “Las personas tienen que traba-
jar y aplaudir las medidas que vamos a tomar.” (Michel Temer). “¿Quién fue el estúpi-
do que dijo eso?” (Rafael Correa, ante la referencia de que la población indígena del país
era del 2%. “Usted, señor Presidente”, le respondieron). “Tengo una oreja frente a la
otra.” (José María Aznar). “Hay mucha especulación y me parece que seguirá habiendo
mucha especulación hasta que la especulación termine” (George W. Bush). “Darles a
las mujeres objetos de valor es un terrible error” (Donald Trump). “El pollo que come-
mos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos
pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres” o “… la calvicie que parece normal
es una enfermedad en Europa, casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen,
mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas”. La
55 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

historia, “Antes estuvimos sometidos al imperio romano, al imperio inglés. Nos


liberaron Túpac Katari, tanta lucha, Simón Bolivar...” y “… la democracia cubana se
asemeja a la democracia comunal…” Más aún, “… y ustedes saben hermanas y herma-
nos, Fausto Reinaga, cuenta en algunos pasajes -no sé si es el manifiesto del partido
indio de Bolivia o la revolución india- y ahí decía que a los primeros aymaras que
aprendieron a leer le sacaron el ojo, a los primeros aymaras intentaron hablar espa-
ñol, les cortaron la lengua….” Derechos inhumanos, “En este milenio es más importan-
te defender los derechos de la Madre Tierra que defender los derechos humanos.”
¿Puntapiés plurinacionales? “Aquí están viniendo a Yungas, exviceministros de ADN,
de Banzer, de Goni para confundir con talleres, seminarios. Si fuera cocalero de
Yungas a chutazos sacaría de aquí, porque no tienen ninguna moral ni autoridad
para seguir confundiendo” (Evo Morales). ¿Valores morales? “¿Por qué le cuestionan
[al cardenal Toribio Ticona] el hecho de tener pareja?” (viceministro Félix Cárde-
nas). Demagogia de a centavo: “Papá, mamá, no lo abandones al presidente Evo, no lo
dejes solo. No lo abandonen, el presidente Evo si tiene apoyo construye colegios, si no
tiene apoyo regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los ase-
sinos y a las wawas les van a quitar todo y no va a haber destino. Va a haber llanto y
el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para no-
sotros, no se olviden”. Famoso ¿eh? “Hace 65 millones de años, el famoso meteorito
se encargó de hacer desaparecer a más de la mitad de las especies animales conoci-
das hasta entonces.” Racismo pluzi: “… No es para amargarse sino para saber có-
mo es la pelea, q’aras contra indios…” No, ¡por favor! “…nos van a involucrar en las
investigaciones mundiales que buscan obtener la energía más ecológica existente: la
fusión de hidrógeno con tritio que es un isótopo del litio”. Lagunas gramaticales,
“… el programa de gobierno de la oposición es un trisílabo: ‘Bolivia dijo no’.” Lagunas
aritméticas, “… El Ingenio azucarero Unagro vale aproximadamente 300 millones de
dólares. Mil millones tres ingenios. Multipliquen 90 por 3, son 180. 180 ingenios
azucareros Unagro están guardados ahí abajo…” ¿La explicación? “…a esto le tienen
miedo ellos, a esto, a lo que está aquí, a los 70000 millones de neuronas que están tra-
bajando a mi cerebro” (Álvaro García, confesando tener menos neuronas que el prome-
dio normal).

Los intentos de amainar ese extendido juicio negativo, en favor de la democracia, son
varios; por ejemplo, uno que involucra un complejo estudio matemático, resume:
“¿Puede la democracia atraer líderes competentes, alcanzando amplia representación?
Modelos económicos sugieren que los incentivos oportunistas y los costos de oportuni-
dad más bajos, les dan a los menos competentes una ventaja comparativa para
entrar en la vida política. Además, si las élites tienen más capital humano, seleccio-
nando por competencia puede conducir a una representación desigual. Este artículo
examina patrones de selección política en el universo de políticos municipales y legis-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 56

ladores nacionales en Suecia, usando datos extraordinariamente ricos sobre trayecto-


rias de competencia y antecedentes sociales de la población entera. Documentamos
cuatro nuevos hechos que juntos caracterizan una meritocracia inclusiva. Primero, los
políticos son en promedio significantemente más listos que la población a la cual re-
presentan. Segundo, esta selección positiva se da aun cuando el condicionamiento de
antecedente familiar (y por tanto social) esté presente, sugiriendo que la competencia
individual es clave para la selección. Tercero, la representación de antecedente social,
ya sea medido por ingreso paternal o por clase social ocupacional, es notoriamente
uniforme. Cuarto, hay cuando más un débil balance en la selección entre compe-
tencia y representación social, principalmente debido a una fuerte selección posi-
tiva de políticos de bajo (paterno) estatus socioeconómico. Una implicación gruesa
de tales hechos es que es posible, en la democracia, el generar un liderazgo compe-
tente y socialmente representativo” (E. Dal Bó, F. Finan, O. Folke, T. Persson, J. Rickne
“Who Becomes A Politician?”, The Quarterly Journal of Economics, 132(4), 1877
(2017)).

Muchos creen que los políticos asumen los intereses de aquellos que los eligieron. En
general, no lo hacen. Ni tan siquiera necesitan poseer habilidades especiales para decidir
porque esto, en principio, depende de una prioridad y no de una destreza. Todas las per-
sonas toman decisiones todos los días y esta práctica no difiere sustancialmente de la
que involucra asuntos públicos. El tomar decisiones, por tanto, no está -directamente-
relacionado con destrezas, sino con intereses y prioridades. Esto explica, finalmente, por
qué personas sin la menor formación pueden acceder a importantes instancias políticas
y aparecer como no haciéndolo tan mal. Ya hay muchísima evidencia práctica, por
ejemplo, de que cualquiera puede fungir como presidente (antes también cualquiera
podía fungir como rey); si no existen especificaciones precisas, la presidencia se reduce
a un rol (una especie de papel teatral) muy lejos de constituir por ahora, ni mediana-
mente, una especialidad.

También, hay un elemento aleatorio que bien puede emparentar al político con el juga-
dor de póker. El tomar riesgos calculados es muy fuerte en ambos casos y, en ambos, “la
suerte” puede determinar total diferencia entre el éxito y el fracaso. No es así en otras
actividades en las cuales se accede a posiciones o niveles por méritos y exámenes. Quie-
nes pertenecen a este último grupo -comprensiblemente- tienden a menospreciar, pues,
a los resultantes de procesos electorales y más aún a los que ellos designan (“a dedo”, se
dice).

Es sorprendente y paradójico que gran parte de la vida esté regida por esos, resultan-
tes aleatorios, equipos de aficionados que tomarán decisiones sobre cuestiones tan im-
portantes como la calidad de la educación que recibirán los hijos, la del sistema de salud
57 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

o, definitivamente, la orientación y el destino de toda la estructura colectiva. Y sorpren-


de también el que no se intente (que ni tan siquiera se piense en) buscar una mejor for-
ma de organización social.

No parece haber una mejor elección que la palabra “burocracia” para describir la inex-
plicable situación final de todos los juegos políticos. Literalmente, esa palabra significa
“gobierno de los escritorios”; la vida diaria de todos -la que realmente importa- seguirá
restringida por los designios de los “funcionarios” que ocupan esos escritorios (“pues-
tos”, les dicen). Se denomina “botín político” (otra referencia militar) a esos puestos que
el triunfador distribuirá, como despojos de una batalla, entre “su” gente (se aludirá des-
pués a este “sistema de despojos”). Otra clase de político, el más miserable, es el que
realiza toda clase de “trabajo sucio” (desde aporte financiero hasta prácticas de matona-
je) durante una campaña, con la esperanza de lograr un buen escritorio, un puesto, en el
gobierno entrante.

Pero no siempre fueron como son. En unos países más que en otros, el clientelismo polí-
tico (protección al próximo y al sumiso) es un efecto colateral del crecimiento del pa-
drón electoral por diversos motivos; entre ellos, el paso del voto calificado al sufragio
universal. La consecuencia es el enorme costo de los procesos electorales, que sólo pue-
de ir en aumento, obligando a los contendores a financiar sus campañas echando mano
de todos los medios a su alcance. A este punto, el curso particular de esos procesos de-
pende bastante del nivel organizativo de cada país.

Países con fuerte subdesarrollo, como Bolivia, son obviamente los más propensos a lo
que podría ser denominada una democracia teatral, donde nada es realmente lo que pa-
rece. Por ahí de 1850, Belzu convocó a uno de los primeros ejercicios electorales “elec-
ciones populares” sólo para llenar el congreso con sus allegados quienes, luego de recha-
zar una fingida renuncia presidencial, decretaron la constitucionalidad del mando lo-
grado mediante una sublevación militar organizada traidoramente desde el interior del
gobierno. Organizada también por Belzu, la primera elección presidencial, en 1855, te-
nía ya los matices actuales: la propaganda oficialista presentaba a su favorito, Jorge
Córdova, como el candidato del honor, la bravura, la generosidad, la compasión, etc.,
todo lo opuesto de sus oponentes; Córdova -cuyo único y real mérito era ser yerno del
presidente- ganó, desde luego, inaugurando el estilo nacional de “hacer política”.

4. Un oscuro origen

La revolución francesa tiene importancia, principalmente, por ser el punto donde se


abolió el feudalismo y la monarquía europea fue herida de muerte. Pero la agonía mo-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 58

nárquica fue muy, muy larga. La primera república se proclamó en septiembre de 1792,
liberal y democrática pero, paradójicamente, en uno de los estados más autoritarios,
militaristas y sanguinarios. Luis XVI fue ejecutado en enero de 1793, en el período cono-
cido como el reino del terror. Los Jacobinos, a la cabeza de Maximilien Robespierre “el
incorruptible” impusieron una dictadura a nombre del Comité de Seguridad Pública que
duró hasta 1794. El número de civiles ejecutados se estima en varias decenas de miles,
entre aristócratas, sospechosos de traición o de ser “enemigos de la libertad”. Después
de la reacción termidoriana y la ejecución de Robespierre, guillotinado en julio de 1794,
un consejo conocido como “el Directorio” tomó control del estado francés en 1795. En la
primavera de 1797 se eligió un tercio de los asientos del Parlamento, con avances consi-
derables de los realistas. Los directores republicanos, asustados, reaccionaron con el
golpe de septiembre en 1797, purgando a todos los ganadores, desterrando a los cabeci-
llas (a la Guayana que, en esos tiempos, significaba casi una condena a muerte), destitu-
yendo a directores sospechosos de realismo y cerrando periódicos. De todos modos, el
Directorio colapsó en medio de cargos de (cuándo no) corrupción en 1799 en un golpe
liderizado por Napoleón Bonaparte, héroe de la revolución por sus exitosas campañas
militares, quien -inevitablemente, se diría- estableció el Consulado primero y luego el
(Primer) Imperio, y poniendo fin al período revolucionario. Pero, como los grandes te-
rremotos, esa revolución tuvo varias réplicas.

Después de la batalla de Leipzig en 1813, la dinastía que había sido expulsada por la Re-
volución, los Borbones, volvieron al trono francés con Luis XVIII. Aprovechando los
errores políticos de éstos y el descontento popular generalizado, Napoleón desembarcó
en Francia con sólo un millar de hombres en marzo de 1815. Sin combate y con apoyo de
multitudes, volvió al poder; aunque muy pronto, en junio de ese año, fue completamente
derrotado en Waterloo. Así concluyó la segunda parte de su Imperio, la “de los Cien
Días”. Su hijo, Napoleón Francisco José Carlos Bonaparte, proclamado emperador (Na-
poleón II), tuvo que abandonarlo todo apresuradamente, quince días después, debido a
la entrada de los realistas en París.

Louis XVIII terminó gobernando Francia, como la cabeza de una monarquía constitu-
cional, hasta morir. Su hermano, el conde de Artois, ascendió al trono en 1824 como
Carlos X, un monarca reaccionario e impopular; apoyado por ultrarealistas, pugnando
por convertir su monarquía constitucional en absoluta. Abolió la libertad de prensa y
disolvió la cámara baja. La revuelta ciudadana no se hizo esperar y, en los Tres Días Glo-
riosos de Julio, en 1830, Carlos X tuvo que abdicar y huir al Reino Unido. Como conse-
cuencia, Luis Felipe de Orleans ascendió al poder como Luis Felipe I, el “Monarca Bur-
gués”. Esta “Monarquía de Julio”, moderadamente liberal, estuvo apoyada por la bur-
guesía contra la derecha legitimista (ultrarealistas) y contra las izquierdas republicana y
socialista. Pero las cosas no fueron bien; en 1847, en medio de precios elevados, desocu-
59 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

pación y descontento popular, los franceses se sublevaron y conformaron una república


por segunda vez. Luego de que los soldados dispararan sobre la muchedumbre matando
a varias decenas de personas, parís se convirtió en una ciudad bloqueada por innumera-
bles barricadas e incendios. Los furiosos ciudadanos convergieron sobre el palacio real
de modo que a Luis Felipe no le quedó otra opción que abdicar y huir a Inglaterra.

Ese gobierno provisional, llamado la Segunda República, fue organizado en febrero de


1848 por la oposición liberal unida. El poeta Alphonse de Lamartine fue designado pre-
sidente. En abril se eligió la Asamblea Constituyente mediante voto universal -sin muje-
res- y en mayo estalló un movimiento obrero a causa del desempleo. La Asamblea Na-
cional decidió que, para hacer valer su autoridad, había que utilizar la fuerza. El 24 de
junio, la Comisión Ejecutiva concedió a Louis-Eugène Cavaignac plenos poderes para
aplastar la revuelta, convirtiéndolo de facto en el jefe del gobierno y ratificándolo ofi-
cialmente 4 días después. Bajo su mandato, la rebelión obrera fue reprimida y duramen-
te sofocada (con el empleo de tropas regulares). Las elecciones presidenciales se previe-
ron para el 10 diciembre bajo la nueva constitución, terminada en octubre. En esos co-
micios, la candidatura encabezada por el sobrino del antiguo emperador Napoleón, Car-
los Luis Bonaparte, que contaba con un enorme apoyo popular fuera de París, se impuso
sobre Cavaignac (en el cargo hasta entonces y tratando de validar su mandato en las ur-
nas) y sobre el pequeño burgués socialista Alexandre Ledru-Rollin, con el 75% de unos
ocho millones de votantes, alcanzando la presidencia. Sin embargo, después de esa
aplastante victoria, Luis Napoleón trató de retornar al viejo orden. Por supuesto, dar
marcha atrás ya no era posible en una era de tan grande industrialización, de crecimien-
to económico en los bancos y en los ferrocarriles. En diciembre de 1851, Luis Napoleón
disolvió la Asamblea Nacional y se alzó como gobernante único de Francia. La Segunda
República había terminado oficialmente. Luis Napoleón, con el título de Emperador
Napoleón III, dio inicio al Segundo Imperio.

El Waterloo de este imperio fue la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862 donde las tro-
pas mexicanas derrotaron estrepitosamente a las imperiales. La guerra de México estaba
perdida, culminando con la ejecución del emperador Maximiliano I de México (1867). Y,
para peor, Napoleón III fue vencido por completo en la terrible Guerra franco-prusiana
de 1870. Napoleón capituló en la batalla de Sedán y terminó prisionero. El intento de
establecer un gobierno provisional por parte de las autoridades legales del Imperio, fra-
casó finalmente cuando el sector republicano invadió la Asamblea para proclamar la
Tercera República Francesa en 1870.

La Tercera República, una democracia parlamentaria, sobrevivió hasta la invasión de


Francia por las tropas alemanas. A través de sus setenta años de historia, la Tercera Re-
pública tropezó con crisis, con gobiernos agonizantes y un presidente mentalmente en-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 60

fermo. Se mantuvo durante las ocupaciones alemanas de la primera y segunda guerras


mundiales y los años entre ellas. Obviamente, cuando Francia fue finalmente liberada,
se estableció la Asamblea Constituyente de 1946 para fundar la Cuarta República ese
diciembre.

A Francia le tomó, pues, un siglo para deshacerse de la monarquía. La revolución fran-


cesa ha recibido enorme atención histórica y está considerada -con razón- como uno de
los más importantes eventos en la historia humana y se convirtió en referente para casi
todos los movimientos posteriores a nivel global. La innegable naturaleza clasista de esa
revolución, combinada con los valores igualitarios introducidos, son un aspecto funda-
mental para entender la evolución social misma, dando lugar -casi deductivamente- a
un modelo de sociedad cooperativista y desclasada que sería el germen de lo que hoy se
conoce como “socialismo”. Más aún, es posible que la causa jacobina haya sido asumida
por los marxistas en la mitad del siglo diecinueve incorporándola como un elemento del
pensamiento comunista. “Graco” Babeuf, político, periodista, teórico y revolucionario
francés, guillotinado por intentar derrocar el gobierno del Directorio, era muy citado por
los académicos de la Unión Soviética porque su teoría política, conocida como “ba-
buvismo”, era considerada una de las precursoras del comunismo. Los historiadores
hacen mucho énfasis en el debilitamiento del poder de la aristocracia y el drenaje a la
riqueza de la iglesia. La eliminación de privilegios y su reemplazo por derechos; la difu-
sión de ideales democráticos a través de Europa, y luego, del mundo.

Hay un trasfondo invisible en la sucesión de hechos durante y después de la revolución.


Es claro que la única explicación para el rosario de revueltas, represiones, ejecuciones,
declaraciones y elecciones, es la lucha por el poder en medio de una incertidumbre acer-
ca de qué podría sustituir al monarca, manteniendo las características favorables y evi-
tando las odiosas; es el modelamiento paulatino de un esquema mínimo, aceptable a la
mayoría de los intereses. Un efecto colateral de ese penoso proceso, claramente, es la
generación del personaje público más conspicuo, por trajines y artimañas sociales, hasta
hoy: el político moderno. “Miles de hombres y aún muchas mujeres adquirieron ex-
periencia de primera mano en la arena política: hablaron, leyeron, y oyeron
en nuevos modos; votaron; se unieron a nuevas organizaciones; y marcharon por sus
fines políticos. La Revolución devino una tradición, y el republicanismo una opción
duradera.” (P. Hanson, “Contesting the French Revolution”, Blackwell Publishing
(2009)).

No es que antes no se hiciera política. Alejandro el Grande, Genghis Khan, Akbar el


Grande, Qin Shi Huang, Salah ad-Din o Louis XIV tuvieron que negociar, maquinar,
intrigar y luchar para conseguir su poder y mantenerlo. Pero este nuevo individuo, tuvo
que haberse incubado en medio de éxitos y adversidades propias de los tiempos de cri-
61 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

sis. Salido de los más diversos lugares, capaz de una locuacidad superior al promedio, de
habilidad adaptativa sin límites, de ética en extremo flexible y de solapado talento tea-
tral; para quien, alguien dijo, “los escrúpulos son moneda rusa y la moral, una pintura
en la pared”. Paralelamente, y como respaldo, se tiene la aparición del primer sistema
de partidos, como consecuencia y efecto de la presión que la revolución francesa ejerció
sobre la política norteamericana.

Justamente por su carácter gregario, donde la defensa, el ataque y la caza eran las prin-
cipales actividades grupales, instintivamente el ser humano terminó formando estructu-
ras colectivas ligadas a un espacio territorial, principalmente sobre la base de ligadu-
ras militares entre los individuos. Los estados, como un rápido análisis de sus histo-
rias pueden corroborar son, entonces, el resultado de guerras de conquista, guerras de
preservación, guerras de liberación, etc. Al margen de la vigencia del servicio militar
obligatorio en los países socialmente más atrasados, los modernos resabios de aquellos
primitivos nexos bélicos se dejan ver, por ejemplo, en la reprobación general sobre la
deserción y el servicio en ejércitos extranjeros, culminando en el “pecado mortal”: la
colaboración con el enemigo, catalogada normalmente como “traición a la patria”,
monstruoso delito severamente castigado en ciertas circunstancias, aún en sociedades
muy civilizadas, con la pena de muerte (recuérdese el caso de los esposos Rosenberg,
víctimas de la “guerra fría”). En las democracias, todavía el lenguaje militar está subli-
minalmente presente: “tácticas y estrategias de campaña”, “cuartel general del partido”,
“combate voto a voto”, etc. Milenios de historia humana tampoco eliminaron el peligro
actual o potencial del poder castrense (“ruido de sables”), ni el vértigo de una democra-
cia siempre con posibilidades de ser interrumpida por “aventuras” soldadezcas. Segu-
ramente los gobernantes primitivos fueron jefes militares que “se hicieron” del poder y
encontraron que es imposible regir sólo con el uso de la fuerza. Para amortiguar esa pre-
sión militar, la población civil encontró la práctica política. El resultado de tales asaltos
al poder es la primera y más obvia estructura de gobierno, que es el reinado. Los reyes,
sin importar los otros nombres como monarca, emperador, zar (que se deriva de César)
o inca, basaron su legitimidad sobre el derecho de nacimiento y un supuesto origen di-
vino y, claro, en última instancia su poder debía estar respaldado por un grupo armado.
La evolución histórica muestra que los cambios -pequeños o grandes- involucraron
principalmente a la manera en que el rey era designado, no a su función decisoria, la
cual no ha perdido su original mezcla de fuerza y persuasión (“el palo y la zanahoria”).
Hoy, la envoltura administrativa parasitaria, la nobleza, ha sido reemplazada por capas
burocráticas con mayor o menor influencia. La jerga política todavía conserva “entorno
palaciego” para referirse al equipo de influencia más cercano al rey, el cual se llama aho-
ra presidente o primer ministro y se intenta que sea designado por elección y no por he-
rencia (con la esperanza de limitar su duración), contrariando a los deseos que el electo
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 62

albergará en su negro corazón, y que los mostrará a la primera oportunidad que se pre-
sente.

Como es sabido, en Grecia los estados eran principalmente ciudades (polis); en ellas se
experimentó varias formas de designación de los gobernantes y por eso el término “polí-
tica” cuya traducción del griego es algo así como “asuntos de la ciudad”, en la actualidad
puede ser entendida como “asuntos del estado”. También los políticos pasaron, de ser
herederos al trono o a otras instancias por derecho de nacimiento, a buscar el favor “del
pueblo” (comodín amorfo, convertido ahora en “el soberano”) por elecciones; o por el
“dedazo” de otros políticos ya elegidos. La acción de estos agentes nunca fue obvia; mu-
chos toman a Joseph Fouché como el arquetipo (¡paradigma!) del político. Empezando
como seminarista y profesor, Fouché fue capaz de “servir” con efectividad a los girondi-
nos y a los jacobinos, a Napoleón y a los Borbones de la restauración monárquica; espe-
cializado en actividades propias de la policía y el espionaje, tuvo que ver con las ejecu-
ciones de Luis VI y de Robespierre, llegó a ser uno de los hombres más ricos de Francia
y murió tranquilamente a los 61 años en una especie de autoexilio. “Si la Traición tuvie-
se un nombre, éste sería Fouché”, en la opinión autorizada de Napoleón. Hoy diríamos
sencillamente que Fouché era un exitoso tránsfuga. Pero, para que se vea cómo la de-
gradación de valores en la actividad política no tiene límite, el transfugio está menos
mal visto que en los tiempos de Bonaparte; los bolivianos hemos llegado a presenciar -
desde 2014- festivales del transfugio, donde grupos de sujetos cambiaban públicamente
sus camisetas por las del oficialismo, para indicar que se estaban poniendo al servicio
del partido gobernante. Y, ahora que la oposición política boliviana está tan venida a
menos, no es raro presenciar descarados transfugios hacia el oficialismo en el parla-
mento; ciertamente con la conocida palabrería (“siempre fui izquierdista”, “me adherí
como independiente”) y tratando de hacer ver como canallas, más bien, a los que come-
tieron el error de inscribirlos en sus listas electorales.

En Bolivia hay más para ilustrar la historia de la política y los políticos. En efecto, el es-
tado boliviano es producto de la gran guerra latinoamericana de liberación. No obstante
haber sido declarada república desde el comienzo, sus primeros presidentes fueron -no
podía ser de otra manera- militares. Para civilizar sus acciones, recurrían a los políticos,
que eran una especie de adjuntos. A modo de rémoras acompañando al tiburón, fungían
como consejeros, asambleístas, ministros y diplomáticos. En analogía al de Fouché, en
el estruendoso inicio de república francesa, y obviamente respetando las escalas, suena
el nombre de Casimiro Olañeta en los alborotos del incipiente estado boliviano. José
Joaquín Casimiro Olañeta y Güemes nació en Chuquisaca (1795) y murió en La Paz
(1860); educado en el Colegio de Montserrat (Córdoba), se graduó en leyes (Universidad
San Francisco Xavier, 1817). Fue secretario de la Real Audiencia de Charcas, fiscal, con-
sejero y secretario de su tío -el general realista Pedro Antonio de Olañeta- a quien trai-
63 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

cionó entregando información confidencial al (entonces) general Antonio José de Sucre.


Por supuesto, formó parte de la Asamblea Constituyente que proclamó el nacimiento de
la sugerentemente bautizada “República de Bolívar” (el nombre de “Bolivia” fue aproba-
do por la Asamblea general el 3 de octubre de 1825 a propuesta del diputado y teólogo
potosino Manuel Martin Cruz, “De Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia”, el “padrino de
la patria”) para cuya ratificación de independencia Olañeta fungió como ministro pleni-
potenciario ante Simón Bolívar; colaboró con el presidente Sucre, pero luego conspiró
para derrocarlo; ocupó cargos ministeriales durante los gobiernos de José Miguel de
Velasco, José Ballivián, Manuel Isidoro Belzu y José María Linares; diputado y embaja-
dor en Francia en distintas ocasiones. Desterrado por Belzu, estuvo en Salta hasta 1860
y, nombrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, falleció en agosto de ese año.

Ese tipo de político auxiliar y polifacético, es predominante en los inicios de la república


y, por supuesto, no se ha extinguido. Más bien, nuevos tipos se fueron agregando a me-
dida que la población civil pudo acceder a puestos de mayor jerarquía. La composición
de actores es deducible de referencias, por ejemplo, como estas: “La asamblea se reunió
el 10 de julio de 1825. Eran 48 representantes, en su mayoría doctores de la Universi-
dad de Chuquisaca y, por tal, peritos en el arte de hilvanar discursos de frase sonora y
atrayente.”; “…si ha de dar crédito a la memoria de su ministro de instrucción, ‘a fines
de 1841 y principios del 42, no había un solo colegio en ejercicio en la República....’ Con-
siguientemente el nivel intelectual de las masas era en extremo bajo y los mismos que
descollaban en la política, campo predilecto de los hombres letrados de entonces y de
ahora, apenas poseían los fáciles conocimientos de la literatura política, abundantes
en recursos de oratoria callejera, y faltaban casi del todo hombres sometidos a
la disciplina fecunda de las ciencias exactas, siendo todos meros teorizantes
políticos, oradores de palabra ampulosa y distinguiéndose por su extrema pobreza de
conceptos propios.” y “…‘La vida fácil -dice un gacetillero de la época-; la competencia
profesional, escasa; la industria, restringida; el comercio, casi por completo local y por
consiguiente limitado; las distracciones raras, permiten a la juventud masculina fre-
cuentar las aulas, de donde sale, anualmente, un buen número de doctores en derecho,
que llevan como simple adorno su título y hacen política y gacetillas en los periódicos’,
sobre todo política y chistes picarescos y licenciosos. El congreso de ese año de 1893,
fue, cual era de esperarse, agitado y lleno de incidentes…” (A. Arguedas, “Historia ge-
neral de Bolivia 1809 – 1921”, ABNB (1922)). Y así siguiendo, hasta la Constitución de
1953 que terminó con el sufragio censitario, vigente hasta entonces, que limitaba, fuer-
temente también, las posibilidades de postulación a todos los cargos políticos. A partir
de entonces, la actividad política en el país quedó abierta para cualquiera; es de especial
importancia la inclusión de los campesinos y de las mujeres al censo electoral.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 64

No obstante, la composición clasista de la sociedad, en este caso la boliviana, se refleja


también entre tales actores. Antes de 1952, incluyendo los períodos llamados “caudillis-
ta”, “conservador” y “liberal”, sin duda eran los representantes de la burguesía feudal y
minera los que tenían acceso a la presidencia, asambleas, ministerios, embajadas y simi-
lares; los cargos menores estaban a disposición del resto. Desde entonces, el subdesarro-
llo transformó al estado boliviano en el mayor empleador, y un lento proceso de adapta-
ción hizo del político promedio la persona que pone todos sus esfuerzos en lograr una
forma de vida en alguna de las muchas áreas de actividad relacionadas con el gobierno y
que, finalmente, forma parte del asalto al botín; en una irresistible imagen de la cacería
africana donde los leones primero, luego las hienas y finalmente los buitres, aprovechan
la pieza lograda. No casualmente los sociólogos anglosajones denominan a esto “spoils
system”, esto es, el ya mencionado (i, 3) “sistema de despojos”. En general, la aparición
de partidos y otras organizaciones políticas, de nuevas tecnologías de promoción, etcéte-
ra, terminaron por extinguir todo indicio del derecho de nacimiento; los políticos de hoy
están librados enteramente a sus “capacidades especiales” para escalar, primero dentro
de sus agrupaciones y luego en la sociedad. Las historias individuales podrían llenar un
enorme volumen de entomología social.

El resultado, sin embargo y desgraciadamente, es el mismo en todo el mundo; democra-


cias o no, las decisiones (en todos los grados de importancia) son mediadas, entre la
gente y los empleados ejecutantes, por oficiosos “servidores públicos”. Lo que se observa
empíricamente es que son algunos de estos oficiosos los que mejoran financiera, mediá-
tica y socialmente. Los demás deben evolucionar al ritmo de su esfuerzo personal -como
siempre- e independientemente del esquema de gobierno. Esta descripción, necesaria
aunque no original ni novedosa, es parte de tratamientos sistemáticos originados en au-
ténticos estudios sociológicos y recurre continuamente desde en referencias informales
hasta en estudios cuidadosamente razonados (Elsa M. Chaney, “Supermadre: Women
in Politics in Latin America”, University of Texas Press (2014); Andrea Mattozzi and
Antonio Merlo, “Political Careers or Career Politicians?”, Journal of Public Economics,
92. 3, 597 (2008); Morris Szeftel, “Political graft and the spoils system in Zambia—the
state as a resource in itself”, Review of African Political Economy 9. 24, 4 (1982), el
subrayado es mío). La forma más fácil y primitiva -no la preferida, claro- de lidiar con
las políticas sociales es dejar que una persona decida por todos. Antiguamente, el rey,
emperador o equivalente, decidía el destino de la sociedad entera. El sistema fracasó
porque, obviamente, los intereses de una persona no coincidían todo el tiempo con los
de la mayoría y, eventualmente la gente terminó, como se sabe, rechazando tal autori-
dad -era del terror de por medio- y eligiendo representantes. Ese es el oscuro origen de
los políticos; a los que se elige para decidir por el grupo; para expresar los intereses del
elector como si fueran su mera extensión. Mala idea. La experiencia muestra que son
ellos los que imponen sus prioridades e intereses.
65 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Entonces, ¿Por qué escoger a otros para, supuestamente, decidir en nuestro interés? Se
verá después que esa pudiera ser la pregunta del futuro. Por ahora, la explicación rápida
y obvia se desprende de la práctica histórica: Cuando los estados eran ciudades, se podía
reunir una mayoría significativa de ciudadanos en un lugar para debatir y definir políti-
cas públicas y algo parecido se practica todavía en asambleas, mítines y cabildos
(usualmente regionales, locales o gremiales). En cambio, los estados constan de millo-
nes de personas; averiguar su parecer para cada asunto (en las condiciones actuales)
sería un proceso lento, difícil y, seguramente, impracticable. En la ilusión de que se al-
cance lo ideal, esto es, que las mejores definiciones emerjan rápidamente, se elige a po-
cos representantes que pueden caber en un recinto de tamaño aceptable y -en principio-
acelerar el tratamiento de los problemas (congregarse en un congreso y parlar en un
parlamento).

La consecuencia es que para elegir los, digamos, 140 políticos que representarán a 10
millones de ciudadanos, se emplearán casi 24 millones de dólares en complicados me-
canismos de sufragio, recuento y certificación. Pero, no obstante que la tecnología actual
podría ya simplificar dramáticamente tales procedimientos, la revolución necesaria está
justo en manos de los pocos políticos que se benefician de la situación actual. Y no llega-
rá pronto; porque, como se comentará después, si fuera posible consultar la opinión de
los ciudadanos digitalmente, de manera casi instantánea, entonces sería posible el pres-
cindir de los intermediarios votando, no ya para elegir políticos, sino para decidir sobre
las políticas mismas, en una especie de referendo -o plebiscito- continuo.

5. Las ciencias sociales y las otras

¿Es posible llevar todo esto a un terreno racional y encontrar los fundamentos de tan
curioso, acientífico e incuestionado comportamiento actual? Como ya se dijo, el debate
sobre si la sociología es una ciencia en el sentido en que, digamos, la física lo es, ha ter-
minado. Max Weber pensaba que las “ciencias culturales” tenían “metodología” diferen-
te; al final, según él, “la verdad científica es precisamente la que es válida para todos
quienes buscan la verdad”. Hoy la mayoría de los sociólogos aceptan, cuando menos en
principio, la misma disciplina científica que los investigadores de la naturaleza con con-
troles de calidad similares. Las diferencias con la sociología, resultan ser, por tanto, ac-
cidentales y no de concepto. Entonces, ¿por qué los logros de unas y otras disciplinas no
parecen ser, todavía, muy comparables?

En física, la “observación” -de variables relativamente pocas y casi unívocamente defini-


bles- se realiza mediante procesos de medición (con errores pequeños), entonces, el
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 66

análisis transcurre directamente en lenguaje matemático; con lo cual, los requisitos de


objetividad y rigurosidad están inmediatamente garantizados. En sociología concurren
actores capaces de tomar decisiones propias (sólo parcialmente observables), una gran
cantidad de variables -en general- de difícil (o de ninguna) definición y métodos de ob-
servación de dudosas validez y confiabilidad. En el lenguaje de la metrología, se diría
que los errores sistemáticos y aleatorios son demasiado grandes. Es, pues, la pobre ca-
lidad de los datos la causa de fundamentaciones y conclusiones discutibles. De que
cuerpos enteros de análisis conduzcan sólo a la formación de “escuelas” o “tendencias”.
Y, por tanto, de que el espacio para los charlatanes sea más holgado.

A este respecto, para la gente despierta, muchas lecciones dejó el “escándalo Sokal”. En
1996, el físico Alan Sokal logró publicar un artículo (Transgressing the Boundaries:
Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity) en la revista académica
Social Text, anunciando en otra revista (Lingua Franca) que su artículo era un engaño
con una tesis (que la gravedad cuántica era sólo una construcción social) absurda y ca-
rente de todo valor intelectual. Como Social Text es patrocinada por la Duke University,
el remezón académico fue significativo y tocó muy de cerca el prestigio de connotados
representantes posmodernistas, aplacándose después de mucho y duro debate. La ver-
sión de la revista es que no sometió el artículo de Sokal a revisión por pares, acusándolo
-además- de abuso de confianza.

Pero Sokal y Bricmont no mostraron piedad. Un largo análisis aparece en su libro, cuyo
título describe por completo su contenido (“Imposturas intelectuales / El abuso de la
ciencia por filósofos postmodernos”) y contiene esta polémica cita: “George Orwell sub-
rayó una vez que el pensamiento político, especialmente de la izquierda, es una suerte
de fantasía masturbativa en la cual el mundo de los hechos difícilmente importa. Eso
es cierto, desafortunadamente, y es parte de la razón por la cual nuestra sociedad
carece de un movimiento de izquierda genuino, responsable y serio.” (N.
Chomsky, lecture delivered in 1969, p. 200 (1984)). La moraleja es que nada, absoluta-
mente nada, podrá excusar a alguien de usar su mejor criterio para juzgar las teorías
científicas y también las filosóficas y sociales (muy emparentadas) pues, aunque coti-
dianamente no es tan evidente, sus consecuencias suelen ser dramáticas en el destino
individual. Y, en algunos casos, pueden serlo aún para el de pueblos y naciones enteras.
Desgraciadamente, tampoco hay recetas para distinguir las buenas teorías de las malas;
las explicaciones no brillan ni hacen un sonido especial. Como las obras de arte, sim-
plemente están ahí para ser apreciadas por los observadores sensibles a ellas. Si no fuera
así, las controversias jamás se presentarían y todos estuvieran siempre de acuerdo. La
supervivencia del más apto alcanza también al desarrollo de las ideas y de las estructu-
ras que las contienen.
67 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

6. Ingenierías y ciencias aplicadas

La aplicación de la ciencia a la satisfacción de necesidades humanas da lugar al desarro-


llo de técnicas, métodos y procedimientos especializados a cuyo conjunto se denomina
“ingeniería”. Una serie de usos especializados de la estática de fuerzas, por ejemplo, se
conoce como ingeniería civil (antiguo nombre, para distinguirla de la ingeniería militar);
propiedades muy especializadas de la teoría electromagnética dan lugar a la ingeniería
eléctrica; la ingeniería genética trata con métodos de manipulación y transferencia del
ADN (un descubrimiento de la genética, una teoría biológica) de unos organismos a
otros; y así siguiendo. Esta identificación es muy fácil en el caso de las ciencias de la na-
turaleza. ¿Es posible algo semejante con las ciencias de la sociedad?

El término “Ingeniería Social” es conocido desde finales del siglo XIX precisamente en
el sentido anterior. Actualmente tiene dos empleos; el primero -no muy adecuado- en
seguridad informática, para referirse a técnicas de acopio o apropiación de datos a tra-
vés de los usuarios de sistemas digitales. Y luego, en ciencias sociales, ahora equivalente
a sociología aplicada: “Manejo de los seres humanos de acuerdo con su lugar y función
en la sociedad.” (Merriam) o “La práctica de hacer leyes o usar otros métodos para
influenciar a la opinión pública y resolver problemas sociales o mejorar condiciones
sociales.” (Learner’s). Esta expresión adquirió una ligera connotación negativa porque
se la ejemplifica con las campañas propagandísticas en la Unión Soviética o las de la
China maoísta tendientes a lograr un forzado cambio de actitud en los individuos para
adaptarse a las nuevas condiciones sociales. En parte, ésa es la intención en “The Open
Society and Its Enemies”, obra muy sesgada en la cual Karl Popper introdujo las varian-
tes “Ingeniería Social Gradual” para la democracia e “Ingeniería Social Utópica” referida
a los regímenes totalitarios (el primer volumen fue publicado justo al terminar la II gue-
rra mundial). En fin, no es necesario profundizar más para percibir que el objetivo ori-
ginal engloba los posteriores y que “política” e “ingeniería social” resultan ser -o debie-
ran ser consideradas como- equivalentes. Tanto en la teoría cuanto en la práctica, gran
parte de la cinemática social converge sobre los procedimientos de gestión económica.
Esto, a su vez, implica -como ya se insinuó- que la aplicación práctica (ingeniería) de la
sociología es la política. O bien, admitiríamos que la sociología es una ciencia experi-
mental donde cada estructura de poder (cada gobierno) es un experimento social donde
los individuos se constituyen -a pesar de lo dicho por Carl Sagan- en “conejillos de in-
dias”. ¿Cuánto se aprende de estos experimentos sociales? Ahora es la politología la que
debe intervenir, a pesar de la opinión de Lowell A. Lawrence: “We are limited by the
impossibility of experiment. Politics is an observational, not an experimental science”
(“The Physiology of Politics”, American Political Science Review 4, 1 (1910)).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 68

Capítulo ii

Colectivos numéricos

1. Correlaciones indiscretas

En 2011 se hizo la primera elección judicial estipulada en la constitución boliviana. Una


pésima idea que, en los hechos, no únicamente alteró la racionalidad de los procesos de
votación (los candidatos fueron electos únicamente con los votos a favor, ¡descartando
indiscriminadamente los blancos!), también fue la más costosa designación de estos
funcionarios en la historia: unos 256200 $US cada uno. Para 2017, el experimento ya se
mostró tan increíblemente desastroso que el mismo oficialismo reconoció que su siste-
ma de selección de postulantes había fallado y, en el futuro, se haría más énfasis en la
“meritocracia”. Pero esa gente, aparte de su aparente incapacidad para extraer lecciones
de las experiencias, no pudo con su carácter. Ese año, en efecto, el polémico procedi-
miento de selección -a cargo de una de esas nefastas comisiones de parlamentarios- in-
cluyó un concurso de méritos, un examen escrito y una entrevista. La sospecha de ama-
ñamiento (muy graficada en las redes sociales) se materializó en denuncias de las ban-
cadas opositoras de diputados y senadores, muy previsiblemente, sin efecto ante la
abrumadora mayoría oficialista. Esta vez, el costo sería de 344300 $US por magistrado
electo y éstos quedarían muy vinculados con el partido de gobierno (más del 90% de los
candidatos fueron funcionarios públicos, esto es, simpatizantes masistas). Totalmente
inútiles fueron declaraciones como: “Nos parece un total despropósito el gasto insulso
que se hará en estas elecciones ilegales y manipuladas. Todos esos nuevos magistra-
dos, que costaran millones a los bolivianos, serán ilegítimos al ser totalmente parciali-
zados y al servicio del Gobierno; nuestro país tiene tantas otras prioridades como pa-
ra gastar tanto dinero en una elección y designaciones amañadas por el MAS” (dipu-
tado A. Barral); la lista final de candidatos fue aprobada por la “Asamblea Plurinacional”
con los más de dos tercios de esos votos, absolutamente controlados desde el poder eje-
cutivo. Bien, ¿y la matemática?
69 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Once días después, el periódico Página Siete publicó una nota titulada “Examen oral
sirvió para favorecer candidatos” conteniendo un análisis de resultados hecho sobre la
base de “información recabada por el especialista Enrique Velazco”. “El análisis esta-
blece que la nota de la entrevista fue utilizada tanto para ‘bajar’ la calificación global
del candidato o para subirla desproporcionadamente”. Se ejemplifica con varios “casos
notables” de bajos porcentajes en méritos o examen y altas notas en la entrevista e in-
cluso casos al revés, que remataron en la inhabilitación de postulantes. “En total, el 78%
de todos los candidatos (sin contar Beni, que sólo tenía cuatro postulantes, el mínimo
necesario) que recibieron las mejores notas en el examen oral por departamento, fue-
ron finalmente elegidos por el plenario. Lo que demuestra, según Velazco, que esa cali-
ficación fue la ‘utilizada’ por el oficialismo para ‘alentar’ o ‘descalificar’ candidatos”.
“La diputada de Unidad Demócrata, Jimena Costa, sostuvo que este análisis expone la
metodología usada para ‘maquillar’ el proceso. ‘El 2011 lo hicieron sin disimulo porque
podían, tenían mucho apoyo. Ahora ya no, y por eso no les quedó otra que hacer esta
farsa para ‘filtrar’ a sus allegados’, afirmó. La legisladora sostuvo que queda claro que
el Movimiento Al Socialismo hará lo que sea necesario para reproducir el po-
der y repostular al presidente Evo Morales. ‘En este caso, como la ciudadanía
pedía capacidad y meritocracia, optaron por ‘falsificarla’: primero, incorporando al
sistema universitario, previo acuerdo de incremento de presupuesto con aquellas que
le son cercanas para que se hagan cargo de las preguntas del examen escrito hacién-
dolo manejable hasta para bachilleres; segundo, mandando a postularse a todos los
abogados que trabajan en distintas reparticiones del Estado o a sus adherentes; terce-
ro, al margen de sus méritos, les subieron las notas en las entrevistas para luego afir-
mar que ‘son los mejores’; cuarto, pusieron sólo a candidatos azules para que una vez
posesionados validen y legitimen una de las cuatro vías de re-re-re elección, sin tomar
en cuenta la decisión del pueblo boliviano el 21F’, explicó Costa. Desde el oficialismo se
rechazó el análisis, dado que -se sostuvo- en la entrevista se jugaron ‘sólo’ 30 puntos de
los 100 en juego; y además se argumentó que en el examen oral ‘todos’ evaluaron. ‘[Es
un trabajo] sin fundamento, sin conocimiento de todo el proceso que se ha dado. Muy a
priori ese criterio. La entrevista simplemente tuvo un porcentaje de 30 puntos. Es de-
cir: en el mejor de los casos un postulante excelente podría haber obtenido 70 puntos
sin la entrevista. Y la entrevista se ha circunscrito básicamente a tres preguntas: Una
referente al área, otra a la especificidad de lo que se postula y una a la propuesta. Y
han evaluado absolutamente todos. ¿De qué manera se podría haber favorecido a una
o a un candidato?’, afirmó el diputado Víctor Borda.”

El Dr. Enrique Velazco Reckling (no abogado sino doctor en química), posteriormente,
describió su procedimiento contestando: “La Publicación ‘Examen oral sirvió para favo-
recer candidatos’ (P7, 11.09.17) elaborada por Página Siete a partir de los resultados de
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 70

un análisis mío, ha generado reacciones duras de voceros de la Asamblea Legislativa


que critican la publicación porque ‘expresa notas como porcentajes’, y que descalifican
mi análisis -aunque no lo conocen- como falto de seriedad y por no tener validez al es-
tar vinculado a la derecha opositora al proceso. No creo útil, menos socialmente bene-
ficioso, entrar a un debate sobre detalles secundarios e irrelevantes al tema central: la
elección judicial tendrá efectos positivos o nefastos sobre la institucionalidad, y es res-
ponsabilidad de todos evitar la segunda alternativa. Con esta premisa como telón de
fondo, el análisis realizado se sustenta en los siguientes ‘hechos verificables’.
1. El martes 29 de agosto, la Comisión de Selección dio a conocer las calificaciones fi-
nales de los 76 postulantes que habilitó para que sean parte del proceso final de selec-
ción de 36 candidatos al TCP en el pleno de la ALP.
2. El miércoles 30, al iniciarse la sesión convocada para elegir los candidatos, en un
correo electrónico envié a 10 personas un listado con 36 nombres que, por una hipóte-
sis mía, serían seleccionados por la ALP.
3. En la lista incluí en cada departamento a postulantes con las mayores calificaciones
en la entrevista, sin considerar las calificaciones de CV o de exámenes. En estas condi-
ciones, la precisión de mi predicción sería mayor mientras más influencia política hu-
biera habido en la selección de los candidatos.
4. La tarde del jueves 31 la ALP dio a conocer la lista de los candidatos al TCP elegidos
por el pleno; superando ampliamente mi expectativa de 30% a 50% aciertos, 33 de los
36 nombres (¡más del 90%!) de mi lista eran correctos.
5. Es fácil calcular que la probabilidad de acertar 36 nombres de una lista inicial de 76
(distribuidos en nueve grupos) es prácticamente nula (una posibilidad en 10.000 billo-
nes), lo que elimina el factor ‘suerte’ como explicación del acierto.”

Interesante polémica entre el análisis y cálculos de un científico y las opiniones -


coincidentes, al pie de la letra, con las del ejecutivo- de asambleístas interesados, inclu-
yendo a la presidente de la cámara de diputados. Por supuesto, la publicación simple-
mente pasó a formar parte de la información contenida en las hemerotecas y el sui géne-
ris proceso de elecciones judiciales continuó su transcurso. Pero ¿tenía razón el Dr. Ve-
lazco? ¿Hay algo que respalde su cálculo de probabilidades? Si, se llama coeficiente de
correlación (-1 ≤ r ≤ 1), y su aparentemente complicada fórmula es

√∑ √∑

donde {x1, x2,…xN} y { y1, y2,…yN } son dos conjuntos de N datos; y los respectivos
promedios y r que mide, entonces, el grado de comportamiento parecido entre ellos; si
71 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

las series de datos tiene alguna relación el valor de r estará cerca de 1 o -1, si son inde-
pendientes, r estará cerca a 0. Por ejemplo, en la tabla (de una publicación oficial)

Méritos Examen Entrevista Total


Postulante 1 32.5 17.5 29.2 79.2
Postulante 2 32.5 14.0 27.2 73.7
Postulante 3 38.0 16.0 9.9 63.9
Postulante 4 26.5 13.5 22.0 62.0
Postulante 5 25.0 13.0 23.4 61.4
Postulante 6 20.0 16.5 20.2 56.7
Postulante 7 28.0 16.5 12.0 56.5

las primeras tres columnas, en secuencia, son las {x} y la última es la {y}. Ahora, sustitu-
yendo las columnas correspondientes en la fórmula, se obtiene los tres coeficientes de
correlación, r(méritos, total) = 0.58, la calificación de méritos se relaciona un poco con
el resultado final; r(examen, total) = 0.14, el examen, definitivamente, ¡casi nada tuvo
que ver con la nota final! Y r(entrevista, total) =0.68, la entrevista y la calificación fi-
nal, positivamente, concuerdan (no obstante la pequeñez estadística de la muestra).
¿Conclusión? El Dr. Velazco y Página Siete acertaron: la entrevista, efectivamente, de-
terminó el resultado final y el examen terminó siendo lo que desde el comienzo se advir-
tió: sólo un despistador adorno partidario (arrastrando al sistema universitario a una
situación vergonzosa, aunque no a la Universidad Mayor de San Andrés que excluyó,
afortunada y sabiamente, su participación). Eso es lo que las matemáticas pueden hacer,
claro, al margen de lo que los intereses, influencias y el poder político inmediato preten-
dan.

Pero hay lazos bastante menos anecdóticos que unen a la politología y la política con
ciertas ramas de la matemática.

2. Sociología matemática

La clase de herramientas matemáticas que la sociología analítica usa está igualmente


difundida en otras disciplinas y en el tratamiento de problemas especiales. Una buena
idea del valor y el poder de esos recursos la da uno de los problemas interdisciplinarios
más fascinantes: la dilucidación de la consciencia. La teoría de sustancia dual, como se
sabe, fue postulada por Descartes en sus “Meditaciones” argumentando que podemos
dudar de todo, hasta de nuestros cuerpos, pero no de nuestra mente; piensas luego tu
mente debe existir (estrictamente, él debía demostrar primero que todo lo que piensa
existe; hay una “petición de principio”), por tanto tu cuerpo y tu mente deben ser dos
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 72

cosas distintas. El cuerpo, según él, trabaja como una máquina, con propiedades físicas
como las leyes del movimiento y otras. La mente no únicamente no está hecha de mate-
ria, ni siquiera tiene un lugar material específico, existe de un modo totalmente distin-
to. Mente y cuerpo son, entonces, distintas clases de existencia, no dos aspectos de una
sola clase de sustancia. Pero mente y cuerpo interactúan, se comunican. Descartes hipo-
tetizó también que los cuerpos pueden influenciar las mentes, el cuerpo recibe el daño,
pero es la mente la que siente el dolor. Mentes y cuerpos coexistirían, pues, siempre en
un frenesí de acciones y reacciones. La princesa Elisabeth de Bohemia, intelectual y
amiga de René Descartes, habiendo leído su libro le preguntó cómo él podía explicar la
habilidad de la sustancia inmaterial para actuar sobre la sustancia material, ¿cómo es
que las dos sustancias se comunican?

La respuesta inicial del filósofo fue la de que propiedades no materiales como la pesa-
dez, influyen en los objetos como cuando se dice “no pude levantar el cuerpo porque era
muy pesado”, atribuyendo a la pesadez cierta cualidad causal; tal vez la manera en que
la mente influye sobre el cuerpo es semejante aunque la mente es una sustancia inde-
pendiente y la pesadez no. Ella no quedó satisfecha y presionó en subsiguientes cartas,
implicando que el argumento de la pesadez no podía explicar la interacción de los cuer-
pos materiales con las mentes inmateriales; ¿por qué una mente tan independiente del
cuerpo puede ser afectada por él como “los vapores” (sales aromáticas) afectan la capa-
cidad de razonar? Por supuesto que jamás hubo la respuesta convincente esperada por
Elisabeth. Ella, al parecer, sospechaba que racionalmente es imposible explicar la inter-
acción mente – cuerpo sin exponer a la mente (que entonces era identificada con “alma”
o “espíritu”) a la experiencia; mencionó que todo eso admitiría explicación más directa
si la mente fuera considerada material y “extensa”. Descartes sugirió, en otra parte, que
la glándula pineal (conocida desde Galeno) era el objeto físico que podía ser afectado
por los “espíritus animales” del cuerpo y también por el alma inmaterial, sirviendo de
intermediaria entre los dos. Pero quizá, después de todo, estuvo más cerca de la respues-
ta correcta con la idea de la pesadez, pero no estaba preparado para verla; la “mente”,
como la “pesadez”, bien podría ser una potencial cualidad de la materia, surgiendo en
condiciones determinadas. He aquí un procedimiento con “vapores” modernos sobre el
cerebro, el cual no ha sido descuidado por los investigadores “conciencialistas”: “Uno de
los más grandes desafíos de la neurociencia moderna es el descubrimiento de los me-
canismos neurales de la conciencia y explicar cómo producen el estado consciente.
Hemos buscado el subyacente substrato neural de la conciencia humana manipulando
el nivel conciencial en voluntarios, con agentes anestésicos y visualizando los cambios
resultantes en la actividad cerebral usando imágenes del flujo sanguíneo regional ce-
rebral con tomografía de emisión positrónica. El diseño del estudio y la metodología se
eligieron para disociar los cambios relacionados con los estados concienciales de los
efectos de las drogas anestésicas. Encontramos la emergencia de la conciencia, esti-
73 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

mada como la respuesta motora a una orden verbal, para ser asociada con la activa-
ción de un red nuclear involucrando a las regiones subcortical y límbica que devienen
funcionalmente acopladas con partes de la cortezas frontal y parietal inferior al des-
pertar de la inconciencia. El núcleo neural de la conciencia involucra así la excitación
cerebral frontal actuando para ligar intenciones motoras, originándose en las regio-
nes de integración sensorial posteriores, con el control de acción motora surgiendo en
regiones cerebrales más anteriores. Esos hallazgos revelan la más clara imagen
actual de las correlaciones neuronales mínimas requeridas para la emergen-
cia de un estado de conciencia” (J. W. Långsjö et al., “Returning from Oblivion:
Imaging the Neural Core of Consciousness”, J. Neurosci., 32(14), 4935 (2012)).

Descartes y Elisabeth se hubieran deleitado con los avances actuales, libres de prejuicios
religiosos, respecto de su problema (que evoca a ese fragmento de José de Espronceda

“…y a nadie asombre que a afirmar me atreva


que siendo al alma la materia odiosa,
aquí para vivir en santa calma,
o sobra la materia, o sobra el alma”).

Entre los muchísimos trabajos, con variadas perspectivas sobre el enigma, están algu-
nos, inevitablemente radicales; así, “…Lo que llamamos ‘consciencia’ resulta de tipos
específicos de información - procesamiento computacional, realizada físicamente por
el aparataje [‘hardware’] del cerebro.” “…Difiere de otras teorías en que es decidida-
mente computacional; conjeturamos que meras cantidades teórico informativas no
son suficientes para definir la consciencia a menos que uno considere también la natu-
raleza y profundidad de la información procesada.” “La cuestión controversial de si
las máquinas podrán ser conscientes alguna vez debe estar basada sobre una cuidado-
sa consideración de cómo la conciencia surge en el único sistema físico que indudable-
mente la posee: el cerebro humano. Sugerimos que la palabra ‘conciencia’ fusiona dos
tipos diferentes tipos de cómputo información - procesamiento en el cerebro: la selec-
ción de información para transmisión global, haciéndola así flexiblemente disponible
para cómputo e informe (C1, consciencia en primer sentido), y el auto monitoreo de
esos cómputos, conduciendo a un sentido subjetivo de certidumbre o error (C2, cons-
ciencia en segundo sentido). Argumentamos que a pesar de los recientes éxitos, las
máquinas actuales todavía están mayoritariamente implementando cómputos que
reflejan procesamiento inconsciente (C0) en el cerebro humano. Revisamos la sicología
y la ciencia neuronal de los cómputos inconsciente (C0) y consciente (C1 and C2) y de-
lineamos cómo podrían inspirar nuevas arquitecturas de máquina.” “… terminamos
notando que empíricamente, la pérdida de los cómputos C1 y C2 en humanos covaría
con la pérdida de la experiencia subjetiva.” “… Aunque siglos de dualismo filosófico no
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 74

ha llevado a considerar a la conciencia como irreducible a interacciones físicas, la


evidencia empírica es compatible con la posibilidad de que la conciencia
aparece de nada más que de cómputos específicos” (S. Dehaene, H. Lau & S.
Kouider, “What is Consciousness, and Could Machines Have It?”, Science, 358 (6362),
486 (2017)).

Por otra parte, es posible el análisis de redes usando teoría de grafos (la matemática de-
dicada a explicar los nexos interactivos entre miembros de redes complejas como rutas
de vuelo o, como se verá, redes sociales) para caracterizar la manera en que las conexio-
nes entre las partes del cerebro están relacionadas con la conciencia (en general, los
mapas de conexiones entre las neuronas del cerebro se llaman conectomas): “Las teo-
rías neurobiológicas de la concienciación propone recuentos divergentes de los alcan-
ces espaciales de los cambios cerebrales que soportan la percepción consciente. Mien-
tras teorías focales postulan mayormente cambios regionales locales, las teorías glo-
bales proponen que la concienciación emerge de la propagación de señales neuronales
a través de una amplia extensión del córtex sensorial y asociativo. Aquí pusimos a
prueba la extensión escalar de los cambios cerebrales asociados con la concienciación
usando el análisis de grafos teórico aplicado a los datos de conectividad funcional
adquiridos en un campo ultra alto mientras los sujetos ejecutaban una actividad encu-
bierta de detección de objetivos. Hemos encontrado que la apercepción de un objetivo
visual está asociada con la degradación de la modularidad de las redes funcionales del
cerebro provocadas por un incremento en la conectividad funcional intermodular. Es-
tos resultados proveen convincente evidencia de que la concienciación está
asociada con verdaderos cambios globales en la conectividad funcional
del cerebro” (D. Godwin, R. L. Barry & R. Marois, “Breakdown of the Brain’s Func-
tional Network Modularity with Awareness”, Proc. Natl. Acad. Sci. 201414466 (2015)).

Y, ¿tienen conciencia los animales? También ahí los trabajos son muy numerosos y bas-
ta responder esa pregunta con lo que se conoce de los insectos. Es conocido que el cere-
bro de la cucaracha es muy estudiado por su comparativa simplicidad. Ahora, la anato-
mía funcional básica para el cerebro de los insectos indica que sus estructuras crean un
modelo neural integrado análogo al de los vertebrados. Así, la visión y olfato son prima-
riamente procesadas por lóbulos sensibles dedicados, éstos amplían las diferencias entre
estímulos similares y refinan las representaciones sensoriales. El olor primario es proce-
sado por lóbulos asociados a las antenas y el procesamiento visual se da en las regiones
cerebrales conocidas como lámina, médula y lóbula. También las zonas que mantienen
el aprendizaje y la memoria están presentes: los cuerpos fungiformes. Los llamados
cuerpos centrales superior e inferior y los nódulos tienen especializaciones para el pro-
cesamiento de la información espacial y corrección por automovimiento. Las estructuras
dentro del protocerebro, particularmente el lóbulo accesorio lateral están involucrados
75 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

en la integración de la información, etcétera. “En vertebrados, la capacidad de expe-


riencia subjetiva está apoyada sobre las estructuras integradas del cerebro medio que
crean una simulación neural del estado del animal móvil en el espacio. Esta repre-
sentación integrada y egocéntrica del mundo desde la perspectiva animal es su-
ficiente para la experiencia subjetiva” (A. B. Barrona & C. Kleinb, “What Insects
Can Tell Us About the Origins of Consciousness”, Natl. Acad. Sci., 113(18), 4900
(2016)).

Análogamente, la técnica de obtener imágenes por resonancia magnética funcional


(fMRI según sus siglas en inglés) ha permitido conocer bastante del funcionamiento ce-
rebral en humanos (puesto que la actividad neuronal está asociada a incrementos en el
flujo sanguíneo, la técnica permite la detección y medición en esos procesos). Por tanto,
elementos más o menos, evidentemente la conciencia es un estado de la actividad
cerebral (o sucesión continua de tales estados). Con el tiempo, se podrá determinar
precisamente la región y tipo neuronal donde (a) las señales que provienen de los senti-
dos son recibidas (b) son identificadas y analizadas (c) procesadas e integradas (d) las
señales de respuesta son enviadas. Todo monitorizado por complejas rutinas del tipo
“si,…, entonces”. Ese lugar (¿todo el cerebro, tal vez?) es el de la conciencia, y sólo falta-
rá resolver los detalles menudos (!).

Y, ¿hay preguntas sociológicas que la sociología no puede responder? Sí, hablando sólo
de la disciplina descriptiva o “clásica”. En la composición actual del órgano deliberante
en Bolivia, sería absolutamente ocioso indagar acerca de los posibles resultados de una
votación, digamos, para aprobar o reprobar el informe de un ministro o una ley pro-
puesta por el ejecutivo, pues todo el mundo sabe que la bancada oficialista ganará con
más de dos tercios. En otros países en cambio, con un parlamento menos homogéneo y
miembros más autónomos (que representan más a sus electores que a su partido o a su
jefe), un análisis sobre posibles escenarios de votación requerirá de un programa
computacional que, sobre la base de la información disponible, calcule todas las posibi-
lidades. O, para tener una idea muy aproximada de los patrones y velocidad de propaga-
ción de una información crucial, de cierta epidemia o de circulación monetaria en la
ciudad, será inevitable el análisis probabilístico y el cálculo electrónico. Hay desde luego
una infinidad de situaciones en el colectivo humano para las cuales el razonamiento y
recursos cualitativos no son suficientes.

La sociología matemática es el área sociológica que usa métodos cuantitativos para


construir modelos sociales. Su objetivo final es el de expresar las teorías sociológicas
intuitivas en términos formales. Esto es, colectar datos numéricos para la construcción
de teorías especiales o deducir, de modelos matemáticos, propiedades contrastables con
la información empírica.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 76

Las corrientes matemáticas que la alimentan son varias. Las contribuciones a las revis-
tas especializadas como The Journal of Mathematical Sociology, cubren una gran can-
tidad de enfoques sobre una también amplia variedad de problemas. Los modelos socio-
lógicos recogen aplicaciones directas de teoría de grupos y algebra booleana, álgebra
lineal (especialmente teoría matricial), álgebra, cálculo, teoría de grafos y teoría de jue-
gos (la única que proviene de las ciencias sociales). Por otra parte, aunque la estadística
no es ajena a la sociología en general, en la sociología analítica no únicamente se la usa
para el estudio de frecuencias o ensayo de hipótesis sino, en conexión con probabilida-
des, para incorporar formalismos complejos, como los de procesos y cadenas de Markov.
El sociólogo James Coleman mostró que esos procesos estocásticos en las redes sociales
conducen a modelos cuyos resultados admiten prueba comparable con los datos dispo-
nibles. Además, empleó la teoría del equilibrio general (común en economía) para argüir
que las teorías sociales deben incluir un concepto de “acción deliberada”, aproximada
con modelos de “elección racional”, para enlazar las estructuras sociales a preocupacio-
nes sociológicamente más tradicionales (J. S. Coleman, “An Introduction to Mathemati-
cal Sociology”, Free Press (1964); H. A. Simon, “A Formal Theory of Interaction in So-
cial Groups”, American Sociological Review, 17, 202 (1952)).

Mucha matemática y muchas aplicaciones: el famoso problema, efecto y cadena “mundi-


llo”, identidad y dinámica en redes sociales, cohesividad, cohesión estructural, jerar-
quías y dominancia, relaciones asimétricas, personas y grupos, fuerzas sociales, grafos
en sicología social, estructura de relaciones interpersonales positivas, matrimonios en
sociedades tribales, parentescos tribales, evolución de convenciones, modelos dinámicos
con ecuaciones en diferencias finitas, comportamiento colectivo, espirales de violencia,
dinámica de amistad y enemistad, mezclas y ordenamientos en raza y sexo… Y muchas
otras más, con nombres igualmente enigmáticos. En una primera aproximación a seme-
jante riqueza de recursos teóricos, podría sorprender la aparición -también- de modelos
no lineales; pero ahí están, para el tratamiento de dinámica poblacional, sistemas racia-
les, teoría evolutiva de juegos, preferencias dinámicas, etcétera. La matemática sustenta
la comprensión de la realidad, su empleo requiere de conceptos definidos con precisión
formando juicios unívocos y argumentos lógicamente construidos. Si se procede de mo-
do que las ideas simples constituyan el fundamento para las más complejas, siempre
habrá respuestas de entre la gran variedad de representaciones posibles. Vale la pena
mencionar unas pocas.

Los autómatas celulares son celdas en una grilla, en dos dimensiones o más, que obede-
ce un conjunto de reglas para los estados de cada celda y sus vecinas, operando discre-
tamente en el tiempo. El ejemplo más clásico es el “juego de la vida” de J. Conway en el
cual la vida de cada célula depende de ciertas configuraciones de su vecindad. No es difí-
77 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

cil imaginar que la aplicación iterativa de de estos objetos, con especificaciones perti-
nentes, simulará comportamientos sociales para determinados fines específicos.

El sociólogo Ashley Crossman entiende que “La teoría de juegos es una teoría de inter-
acción social, la cual intenta explicar las interacciones que la gente tiene unos con
otros. Según el nombre de la teoría sugiere, la teoría ve la interacción humana preci-
samente como eso: un juego. John Nash, el matemático que fue personificado en la pe-
lícula ‘Una Mente Brillante’ es uno de los inventores de la teoría de juegos junto con el
matemático John von Neumann.” La teoría de juegos es una de las más utilizadas en
ciencias sociales. Está asociada a principios básicos que pueden ser ilustradas mediante
dos ejemplos: el “dilema de los prisioneros” (Albert W. Tucker), en el cual dos crimina-
les son arrestados, aprisionados, aislados e incomunicados. Los fiscales esperan senten-
ciarlos a un año y deciden ofrecer a cada preso el trato de traicionar al otro, declarando
en su contra; o cooperar con él, manteniéndose en silencio. La oferta es:

Traición a B Silencio de A
Traición a A A y B 2 años A 3 años, B libre
Silencio de B A libre, B 3 años A y B 1 año

No obstante que la traición es la opción racional y lógica desde el punto de vista indivi-
dual, la aplicación iterada del juego muestra que hay un sesgo sistemático hacia el com-
portamiento cooperativo en éste y otros juegos similares. Es útil, naturalmente, en si-
tuaciones que involucran ese tipo de comportamiento.

Análogamente, en la “batalla de los sexos” una pareja tiene cita para pasar la tarde, pero
-por algún extraño motivo- no puede comunicarse y no recuerdan si es en el cine (que él
prefiere) o en el teatro (que ella prefiere). La tabla de puntajes para los encuentros y
desencuentros es:

cine teatro
Cine él 3, ella 1 él 0, ella 0
Teatro él 0, ella 0 él 1, ella 3

¿Qué predicciones pueden surgir en este juego? Evidentemente, no hay estrategias do-
minantes; para cualquier jugador, “cine” es mejor si ella/él espera que el otro elija “cine”
y exactamente lo mismo para “teatro”. El llamado “equilibrio de Nash” es el concepto
típico de este juego y se aplica a un par de estrategias, una para cada jugador, tales que
la estrategia de cada jugador es la mejor respuesta a la del otro, esto es, la estrategia del
jugador 1 es la mejor dada la estrategia del jugador 2 y viceversa.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 78

Pero esas estructuras son todavía más adaptables. La teoría evolucionaria de juegos,
importada desde la biología, comparte principios e ideas con la teoría de juegos tradi-
cional, pero introduce y analiza otros conceptos que, con etiquetas sugerentes, delatan
su fuente: estrategias ecológicas, dinámica y estabilidad evolutivas, y así por el estilo.

Por otra parte, un campo de enorme desarrollo es la sociología computacional que rea-
liza los formalismos matemáticos con algoritmos de simulación e inteligencia artificial.
El desarrollo continuado de la informática (tanto en algoritmos cuanto en equipos, me-
moria y velocidad de proceso) aporta poderosamente a la plasticidad y variedad de mo-
delos que involucran, a veces, cientos o miles de puntos, por lo que deben ser masiva-
mente evaluados. Tal actividad tiene ya cierta tradición y actualmente es, en los hechos,
casi una rama independiente… Vista con recelo por todos; según Brendan Halpin, los
descriptivos la hallarán “ofensiva a sus convicciones antipositivistas meta teóricas”
mientras los analíticos la considerarán “una forma defectuosa de análisis empírico lle-
vado a cabo con datos imaginarios”.

Los enfoques son, sin duda, ingeniosos. En algunos casos, el lenguaje de la programa-
ción parecería haber sido inventado en coincidencia con modelos sociales. Así, el de es-
tado, como en la programación orientada a objetos (POO), admite definiciones de entes
que son grupos identificables por sus parámetros y variables. Por ejemplo, un sistema
muy simple tendría los objetos: (Estado: Nombre, Continente, Ciudad Capital); (So-
ciedad: Población total); (Gobierno: Presupuesto inicial, presupuesto neto), (Asun-
tos: Tipo, Importancia, fecha inicial, fecha de caducidad); éstos pueden ser tratados
como datos elementales, puestos en interacción de varias maneras y, además, el esque-
ma es susceptible de pasar por un creciente grado de complejidad. Tales programas de-
muestran que “los modelos computacionales de sistemas políticos enteros es metodoló-
gicamente factible y científicamente viable; también se los puede incrementar y pro-
gresar más allá de la teoría previa e investigar para avanzar en nuestra comprensión
de cómo los estados operan a través de una variedad de dominios (simples versus
complejos) y niveles de análisis (locales, nacionales, internacionales). Modelos simples
y modelos realistas, ambos son necesarios, para propósitos teóricos y empíricos, res-
pectivamente” (C. Cioffi-Revilla, “Simplicity and Reality in Computational Modeling of
Politics”, Comput. Math. Organ Theory, 15, 26 (2009)).

En el análisis multinivelado, se recoge la naturaleza jerárquica e integrada de los fenó-


menos sociales en una aproximación en la cual se tiene en cuenta la inclusividad y
subordinación de los fenómenos sociales, como en la POO, donde la propiedad de he-
rencia permite a los programadores crear unas clases (plantilla extensible de código)
dentro de otras ya existentes, como en las “matrioshkas” (muñecas rusas). Análogamen-
te, la incursión en zonas cualitativas de la sociología se da haciendo que las variables
79 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

cualitativas adopten tipos métricos, dependiendo de su “escalamiento óptimo” (coordi-


nación empírica con otras variables), como las variables polimórficas de la POO, que
pueden contener valores de diferentes tipos (enteros, reales o texto) durante la ejecución
computacional. Las variables que definen fenómenos sociales se realizan, entonces, me-
diante diferentes valores y tipos de valores, según el contexto. Así, en una idea elemental
de red, digamos, un sistema casero de agentes con relaciones de tipo personal introduci-
ría: conocimiento, amistad y parentesco con ciertos valores numéricos en orden ascen-
dente. El análisis estructural, la fusión de la matemática y la sociología, podría involu-
crar -inicialmente- algebra abstracta (teoría de grupos) para simular las interacciones
admitiendo, desde luego, la posibilidad de introducir complicaciones ascendentes en el
sistema, o reducciones homomórficas (igual forma) desde una red social más grande y
compleja. Algunos programas de investigación en sociología emplean métodos experi-
mentales para estudiar interacciones sociales o procesos interpersonales, o sea, esos que
enlazan un ambiente social externo, mediante influencias diferenciales, a las decisiones
dentro de un grupo local. Los nexos entre la inteligencia artificial (IA) y la sociología
están creciendo también, debido a la importación de sus técnicas como herramientas
metodológicas para análisis de datos. Los investigadores en IA admiten un creciente
interés en “actores” socialmente colocados y los sociólogos uno en el empleo de técnicas
de IA para formalizar fenómenos sociales.

Tal vez lo correcto sería, consideraciones más o consideraciones menos, pensar en las
ciencias sociales matemáticas. Ya se tiene una sicología matemática y, claro, economía
matemática; ¡también existe la politología matemática!, incipiente aún, quizá, pero con
interesantes problemas, como el análisis de los modelos de estado, ya descritos, y los
muy extendidos de conflicto social. El énfasis sobre las “relaciones” sugiere el empleo de
estructuras o redes, mientras que cuando la atención se dirige al “actor” se prefiere los
modelos de decisión.

Esta intensa actividad, Michael Nicholson diría, “tiene sus críticos, oponentes y detrac-
tores”. Pero ya está ahí, y todo indica ya no se irá. La especialidad de sociología matemá-
tica es, en la actualidad, parte de las opciones en la mayoría de los departamentos im-
portantes de sociología, con niveles de pregrado y posgrado.

3. Redes sociales

Así como la tierra es de quien la trabaja (o debiera), la nominación científica o técnica


proviene de quién descubre o inventa. Por eso, desafortunadamente con demasiada fre-
cuencia, el español tiene que adaptarse a las definiciones que provienen de otros idio-
mas, especialmente del inglés. En éste, la diferencia entre “net” y “network” es muy su-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 80

til: “Net” es “un entramado de malla abierta torcida, anudada o tejida a intervalos regu-
lares”. “Network” es “un entramado o estructura de cuerdas o alambres que se cruzan a
intervalos regulares y están anudados o asegurados en las intersecciones” (Me-
rriam-Webster). Entonces, “network” no tiene el sentido de “red de trabajo” sino de
“trabajo de red”, para mantener fijo el entramado. Es claro que no hay el equivalente en
español, por lo que, ambos términos deben ser traducidos a “red”, así como “heaven” y
“sky”, que significan cosas muy diferentes, concurren en la palabra “cielo”.

En sistemas complejos, una red es un modelo reticular donde conjuntos de individuos u


organizaciones, y sus interacciones, son simulados mediante estructuras matemáticas
para analizar patrones de comportamiento colectivo.

Muchas cosas -aún si no lo parece- se mueven en redes. Información, desinformación (o


chismes), correos clásicos o electrónicos, bienes usados o nuevos, encomiendas, infec-
ciones, personal, órdenes, innovaciones, actitudes, influencia, dinero… y, claro que sí,
mensajes neuronales. Se trata de un campo multidisciplinario con la aplicación, princi-
palmente, de las teorías de grafos y estadística y es aplicable a la identificación de situa-
ciones locales o globales, detectar entidades influyentes y examinar la dinámica relativa.
La representación de una red mediante un grafo (nodos o vértices, representando a los
actores, unidos por líneas o aristas, que representan las ligaduras sociales) es muy co-
mún. Un estudio de este tipo, en su aspecto más general -y necesariamente más vago-
involucra algún trabajo empírico (recolección de datos) mediante entrevistas, cuestiona-
rios, observación directa, etc., dependiendo del tipo de relaciones en la que el experi-
mentador esté interesado (personales, negocios, académicas, salud y otras). El análisis
del grafo inicial consistirá en la búsqueda de elementos centrales: ¿Cuáles miembros de
la red son centrales, tienen mayor influencia, y cuáles son periféricos? ¿Qué conexiones
son más importantes para el funcionamiento de la red? Y continuando así, hasta que el
material cuantitativo permita extraer información útil, determinar los parámetros que
afectan el sistema o predecir comportamientos del grupo. Se observa que los lazos débi-
les son fuente de nueva información y globalmente cohesivos, mientras los lazos fuertes
se incrustan en racimos compactos (se los describe, a veces, como homogéneos y homó-
filos); no se obtiene novedades en un entorno de ligaduras fuertes porque son localmen-
te cohesivas y sólo recirculan la vieja información.

Un ejemplo de cálculo que requiere la programación computacional, cuando el tamaño


n del conjunto de hace muy grande, es el de una red básica. Matemáticamente, las inter-
acciones de la red estarán representadas por una matriz de adyacencia Aij de dimensión
igual al número de vértices y simétrica, donde, en el caso más simple, Aij =1 si los puntos
i y j están conectados y Aij = 0 si no lo están. En otros casos, los elementos diferentes de
cero pueden tener pesos estadísticos u otro tipo de valores ponderados. Un ejemplo im-
81 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

portante de las operaciones requeridas, es la búsqueda de valores centrales (puntos


“importantes” de la red). El “grado de centralidad” es simplemente el número de cone-
xiones que un vértice tiene; en general, los contactos con actores influyentes proporcio-
nan mayor influencia, si se denota la centralidad de un vértice mediante xi, ese efecto se
logrará haciendo que xi sea proporcional al promedio de las centralidades xi de los veci-
nos al vértice i:

∑ ∑

siendo λ una constante. Es fácil reconocer en esa expresión la ecuación de autovalores,


la misma que aparece en mecánica clásica, cuántica y en otras partes, λx=A·x (escrita en
forma vectorial), para el autovector de centralidades x = (x1, x2,…, xn). Un teorema, lla-
mado de Perron-Frobenius, implica que si las centralidades han de ser no negativas, el
autovalor λ debe ser el máximo para la matriz A y el autovector x. Hay una variante de
este esquema que es empleado con éxito por el motor buscador de Google. Por supuesto,
muchas formas pueden sofisticar el análisis e introducir comportamientos aleatorios y
de otra naturaleza para simular procesos “complejos” pero más conocidos (P. Hedström,
R. Sandell & C. Stern, “Mesolevel Networks and the Diffusion of Social Movements: The
Case of the Swedish Social Democratic Party”, American Journal of Sociology, 106 (1),
145 (2000)).

Así, el concepto de trayectoria en la red, que es una secuencia de vértices recorridos en


sucesión, permite otras medidas de centralidad. La trayectoria más corta (menor núme-
ro de aristas transitadas) se llama trayectoria geodésica. Si hay más de una geodésica,
se puede introducir otra medida de centralidad, la de acercamiento al vértice i, que es la
distancia geodésica media. El tratamiento de trayectorias mínimas conduce también a
otra interesante idea reticular, el efecto mundillo (small-world). Se encuentra que en la
mayoría de las redes la distancia geodésica promedio entre pares de vértices es pequeña
comparada con el tamaño de la red entera. En un famoso experimento realizado en 1960
por el sicólogo Stanley Milgram, se pidió a un grupo de participantes entregar un men-
saje a un destinatario en algún lugar del país comunicándolo de un conocido a otro. El
notable hallazgo consistió en que el mensaje típico pasó por seis personas en su periplo
entre los aleatoriamente elegidos fuente y receptor. Este resultado fue inmortalizado en
una obra teatral (nominada al premio Pulitzer), presentada en Broadway (1990) por
John Guare, cuyo título es también una frase de la cultura popular norteamericana y el
resultado del experimento de Milgram: “Six Degrees of Separation”. Y es el título de la
película de 1993, dirigida por Fred Schepisi, adaptada de la obra de Guare e inspirada en
la vida de David Hampton, un ladrón y estafador que logró convencer a un grupo de
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 82

personas de que él era el hijo del actor Sidney Poitier. El efecto mundillo ha sido confir-
mado experimentalmente en muchas redes; sociales y otras.

Entre los más viejos modelos de red aleatoria, y quizá la más simple, está el grafo aleato-
rio de Bernoulli, donde se crea aristas con probabilidad p para cierto número n de vérti-
ces. Cuando p es pequeña, hay pocas aristas en la red y la mayoría de los vértices están
aislados o forman pequeños grupos conectados. Si p es grande, casi todas las aristas es-
tán presentes, conectando el número de posibles pares de vértices de la red (combina-
ciones de n elementos tomados de a 2), conformando un único gran grupo conectado. Se
podría suponer que el tamaño de los grupos crecerá suavemente entre los valores ex-
tremos de p. No; se halla que, más bien, hay una transición de fase en el valor especial
p=1/n, encima del cual se forman grupos conectados gigantes, vértices conectados ocu-
pando una fracción fija de la red, cuyo tamaño varía con n. Para valores menores a ese,
existen sólo pequeños grupos de vértices cuyo tamaño es independiente de n. Muchas
redes reales muestran ese comportamiento; con grandes componentes interconectadas y
fracciones de pequeños conjuntos aislados del resto. Éstas y otras estructuras análogas,
con muchas propiedades especiales y efectos interesantes, son útiles también en sicolo-
gía social, lingüística social, redes literarias, economía, organización, comunicaciones e
información, geografía, antropología, criminología, biología, etc. (C. Kadushin, “Under-
standing Social Networks: Theories, Concepts, and Findings”, Oxford University Press
(2012)).

El análisis de redes sociales es una rama de impresionante crecimiento y, como se ve, de


gran variedad teórica y muchas aplicaciones. Las redes neuronales (redes que admiten
“entrenamiento” y “aprendizaje”) se emplean, igualmente, en el aprendizaje colaborati-
vo, computacionalmente apoyado. Se usa para entender cómo los aprendices colaboran
en términos de cantidad, frecuencia, longitud, calidad, contenido y estrategias de comu-
nicación. Es, pues, una red social donde se hace énfasis en las conexiones tendidas entre
los participantes -cómo interactúan y se comunican- más que en el comportamiento
particular de cada uno.

Hay una tendencia a llamar “minería de datos” a un conjunto de operaciones (con nom-
bres sugerentes como agregación, búsqueda, exploración, prospección y extracción) que
se realiza sobre -generalmente grandes- bases de datos. Hay excelentes herramientas
para ese propósito; modelado, muestreo y propagación de redes, análisis de atributos y
comportamiento de usuarios, soporte de mantenimiento de recursos comunitarios, com-
partición y filtrado social, etcétera. En el sector privado, se emplea el análisis de redes
sociales para apuntalar actividades como interacción e información a los clientes y con-
sumidores, mercadeo y necesidades en inteligencia de negocios. Parte del sector público
83 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

usa e incluye estrategias de desarrollo en liderazgo y resolución comunitaria de proble-


mas.

El análisis de redes sociales es útil, igualmente, en inteligencia, contrainteligencia y acti-


vidades de cumplimiento de la ley. Esta técnica permite mapear las posiciones de orga-
nizaciones clandestinas o encubiertas, desde cadenas de espionaje o familias criminales
organizadas hasta pandillas callejeras. La “The National Security Agency (NSA)” usa
programas de vigilancia masiva clandestina para generar los datos necesarios. Se dice
que la NSA puede “ver” hasta una profundidad de tres nodos en estudios sobre células
terroristas u otras redes consideradas relevantes a la seguridad nacional. Después del
mapeo de la red, se ejecuta el análisis tendiente a determinar la estructura, los lideraz-
gos y otros detalles. El propósito final es que los recursos, militares o legales, actúen ha-
cia la eliminación o captura de elementos cruciales y, así, dislocar el funcionamiento
reticular. Se sabe que la NSA ha estado practicando análisis de red social en registros
detallados de llamadas (telefónicas), conocidos también como metadatos, desde poco
después del ataque del 11 de Septiembre (M. K. Sparrow, “The Application of Network
Analysis to Criminal Intelligence: An Assessment of the Prospects”, Social Networks,
13, 251 (1991)). Tales aplicaciones son posibles porque corpus textuales enormes pueden
ser volcados en redes y tratados con los métodos propios del análisis de redes sociales.
La extracción para tales redes se automatiza ahora usando “analizadores sintácticos” (o
“partidores”), programas que “leen” texto y lo convierten a datos numéricos.

Finalmente, no debería surgir confusión alguna en el hecho de que las “redes sociales” -
Facebook, Tweeter o Instagram- son, desde luego, auténticos ejemplos de redes sociales.

4. Preferencias sociales

Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, corrientemente conoci-


do sólo como Condorcet (sí, por el tamaño de su nombre), defensor apasionado de los
pobres y la libertad, filósofo, matemático y uno de los primeros politólogos, murió en
prisión (1785) no sin antes dejar su “Essai Sur L’application de L’analyse à la Probabili-
té Des Décisions Rendues à la Pluralité Des Voix” (“Ensayo sobre la aplicación del aná-
lisis de probabilidad a las decisiones sometidas a la pluralidad de voces”). Relacionado
con el voto mayoritario por pares (voto por dos opciones), ese trabajo contiene: El teo-
rema del jurado, demostrando que cada miembro de un jurado tiene un igual e inde-
pendiente chance, mejor que el azar pero menos que la perfección, de juzgar correcta-
mente una proposición (v.g., la culpabilidad de un acusado); pero la opinión de la mayo-
ría de jueces es, probablemente, más correcta que la de cada juez individual; entonces, la
probabilidad de un juicio correcto por mayoría se aproxima a 1 (certeza) conforme el
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 84

tamaño del jurado se incrementa. Y la paradoja de Condorcet, según la cual las pre-
ferencias de la mayoría pueden ser irracionales e intransitivas, aún si las preferencias
individuales pudieran ser racionales y transitivas. Esto es, si el primer tercio del grupo
prefiere a >b>c, el segundo tercio b>c>a y el tercero c>a>b, no existirán mayorías con-
sistentes y no hay opción ganadora en las confrontaciones por pares, porque un tercio
elegirá a>b y otro tercio la opción contraria b>a, etc. (la transitividad requeriría que si
a>b y b>c, entonces a>c). Las decisiones adoptadas por la mayoría, dependen del siste-
ma de escrutinio y pueden ser incoherentes con las que adoptaría, racionalmente, un
individuo. Una larga serie de intentos de resolver -o eludir- la paradoja y de extender los
alcances de la idea central conformó la moderna teoría de preferencias sociales con tra-
bajos de importantes investigadores (Jean-Charles de Borda, Lewis Carroll, Amartya
Sen, Duncan Black y otros).

Así, casi dos siglos después, Kenneth Arrow, galardonado con Premio Nobel de Econo-
mía (con John Hicks) en 1972, formuló un famoso teorema cuyo contenido, en términos
simples, es: “Si el grupo tiene al menos dos miembros y al menos tres opciones para
elegir, entonces no existe una regla de agregación que satisfaga simultáneamente do-
minio universal, ordenamiento, principio débil de Pareto, independencia de alternati-
vas irrelevantes y no dictadura”. Esto es, para las condiciones dadas, es imposible dise-
ñar una regla de elección tal que: Procese todos los posibles conjuntos de preferencias
(dominio universal). Efectúe las modificaciones de orden, garantizando que nunca un
individuo pueda dañar una opción societaria al elevar su importancia particular (orde-
namiento). La preferencia de un individuo no pueda ser mejorada sin empeorar la de
algún otro (principio débil de Pareto). Los temas votados sean claros, netos y precisos
(independencia de alternativas irrelevantes). Y, cuya función de agregación contenga
preferencias múltiples, no copias múltiples de la preferencia de un solo individuo: que
ningún integrante tenga el poder para cambiar las preferencias del grupo (no dictadura).
Hay formas equivalentes de enunciar este teorema -a veces llamado “de imposibilidad”-
y varios modos de probarlo (V. Dardanoni, “A Pedagogical Proof of Arrow's Impossibi-
lity Theorem”, Social Choice and Welfare, 18(1), 107 (2001)). ¡Condorcet y Arrow mues-
tran, pues, las complicaciones en la búsqueda de un “óptimo” sistema de votación!

La Teoría de Preferencias Sociales es el estudio matemático de los procesos y procedi-


mientos de las decisiones colectivas donde una función de agregación es una relación,
una aplicación o una regla en el sentido usual, entre variables individuales de entrada
{v1, v2,…, vn} y variables colectivas de salida {u}; una función que asigna, al conjunto {v},
una decisión social ui = f(v1, v2,…,vn). Por supuesto, formulada así, comprende muchas
situaciones conocidas (votos, decisiones, juicios, políticas). Estrategias para que un gru-
po de individuos escoja un resultado ganador desde un conjunto dado de opciones; pro-
piedades de varios sistemas de votación; modos en que un colectivo puede hacer selec-
85 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

ciones o juicios coherentes sobre la base de las preferencias o juicios individuales de sus
miembros; calificación de sistemas diferentes de bienestar social; etcétera. Cuestiones
que requieren no únicamente de la observación, sino del montaje de modelos y el esta-
blecimiento de teoremas. Es una especial aplicación de la lógica formal y teoría de pro-
babilidades. La necesidad de agregar preferencias, aparte de los procesos de votación
(mecanismos de extracción de decisiones resultantes a partir de una multitud de prefe-
rencias de los votantes), ocurre en muchas disciplinas: economía, mercadotecnia, teoría
decisional, ciencia política, filosofía y aun biología. La teoría tiene aplicaciones también
en las áreas de diseño institucional, economía de bienestar y epistemología social, impli-
cando -además- el empleo de computación y otros métodos matemáticos (C. Boutilier et
al., “Optimal Social Choice Functions: A Utilitarian View”, Artificial Intelligence, 227,
190 (2015)).

Existen más aplicaciones que combinan lógica y probabilidades en el tratamiento de


modelos sociológicos. Es posible demostrar que la lógica difusa y el cálculo de probabili-
dades están estrechamente conectados (V. M. Peñafiel, “Medias verdades (La lógica de
la lógica difusa)”. Rev. Bol. Fis. 5, 9 (1999)); muy naturalmente, entonces, se espera que
entre las aplicaciones de la lógica difusa (la que, a diferencia de la lógica formal clásica,
no sólo admite 0 y 1 como valores de verdad, sino también todos los valores reales in-
termedios) esté la investigación social cuantitativa con el tratamiento de la diversidad y
complejidad como conjuntos sociales difusos; una herramienta interpretativa combi-
nando teoría, evidencia empírica y lógica en una sola estrategia de análisis. Montajes
técnicos donde encuestas, procesamiento de datos, confiabilidad y formulaciones lin-
güísticas confluyen hacia la lógica difusa; la especificación de variables y grados de per-
tenencia es teórica, pero empíricamente originada. El reino de lo social es inherente-
mente vago y por eso el razonamiento difuso es necesario. La teoría de la modernización
(la explicación del proceso de evolución social), por ejemplo, podría beneficiarse a la
larga. Hoy ya parece inimaginable hacer investigación macrosociológica comparativa sin
lógica difusa (L. L. Pipino, J. P. van Gigh, “Potential Impact of Fuzzy Sets on the Social
Sciences”, Cybernetics and Systems, 12, 21 (1981)).

5. La estadística

La vida del ser humano está irremediablemente regida por el azar; la literatura antigua y
moderna está repleta de referencias a esa realidad y el lenguaje contiene muchos térmi-
nos relacionados (azar, casualidad, conjetura, aleatoriedad, estocasticidad; el hado, el
destino, la suerte, la fortuna, etc.). La intuición de su naturaleza es tan antigua como la
de lugar, que conduce a la geometría, o la de tiempo, que es la base de la aritmética (por
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 86

su relación con el conteo); a pesar de ello, el tratamiento matemático moderno del azar
es relativamente tardío (Kolmogorov, 1931) y se conoce como teoría de probabilidades.

La probabilidad es una medida de la aleatoriedad de un “evento” y corre desde cero (im-


posibilidad) hasta uno (certeza) este intervalo se suele escribir [0,1]. Una “distribución
de probabilidad” asigna un valor de ese intervalo a cada evento del “espacio muestral”
(conjunto de eventos característicos de un “experimento aleatorio”). Así, el espacio
muestral para el lanzamiento de un dado es {1, 2, 3, 4, 5, 6}; si se supone que todos esos
valores son igualmente probables (dado perfecto) la respectiva distribución probabilísti-
ca es {(1, 1/6),( 2, 1/6),( 3, 1/6),( 4, 1/6),( 5, 1/6),( 6, 1/6)} (las seis probabilidades deben
sumar siempre uno). Ahora, todo acontecimiento donde interviene el azar puede ser
tratado como un experimento aleatorio: el lanzamiento de una moneda, el giro de la ru-
leta, los procedimientos de medición de magnitudes físicas, el decaimiento radiactivo,
un proceso de votación, etc.

En la práctica, el asignar probabilidades no es tarea sencilla. Los dados pueden no ser


perfectamente simétricos, las condiciones nucleares varían de una sustancia a otra, los
instrumentos de medición pueden ser afectados por condiciones externas y así siguien-
do. ¿La solución? Proceder experimentalmente construyendo “distribuciones de fre-
cuencias” donde una frecuencia se obtiene repitiendo el experimento N veces y contando
las veces, n, que el evento de interés se muestra y dividiendo ambas cantidades; enton-
ces, frecuencia f = n/N. Un gráfico de frecuencias se suele llamar “histograma” y es el
tipo de figuras que usan los científicos, economistas y otros profesionales para ilustrar
“procesos estocásticos” (procesos donde existe una “ley” pero ella está afectada por una
componente aleatoria). Un evento probable que ya ha acaecido es un “dato”. Por esto,
los resultados finales de las encuestas conforman las “bases de datos” sobre las cuales se
aplican las técnicas de análisis.

El tratamiento de las distribuciones de frecuencia con leyes de la teoría de probabilida-


des se conoce como “estadística” y ha crecido hasta convertirse en una completa espe-
cialidad, aplicable -en principio- a todas las ramas del conocimiento. La estadística es la
matemática de la inferencia, podría decirse. Un interesante teorema (“ley”de los gran-
des números) garantiza que si se repite el experimento infinitas veces, entonces la dis-
tribución de frecuencias coincidirá con la correspondiente distribución teórica de pro-
babilidades. Con esa confianza el profesional en estadística echa mano de una rama im-
portante conocida como “teoría de muestreo”.

La teoría de muestreo se usa en metrología para determinar el valor central de una


magnitud física y el error asociado al procedimiento de medición. Ésta misma teoría,
sólo que con errores más grandes, se usa para probar la efectividad de los medicamentos
87 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

mediante pruebas aleatorias controladas y, como ya es bastante conocido en Bolivia,


para procesar encuestas electorales. ¿Cómo? Pues aprovechando de otra característica
de los experimentos aleatorios: que, si dos tienen la misma distribución probabilística,
entonces uno puede ser “simulado” por el otro; así, los grupos de resultados de una pe-
rinola hexagonal serán estadísticamente indistinguibles de los de un dado.

Entonces, los resultados de un proceso electoral pudieran ser simulados como sigue:
supóngase una urna con bolas de diferentes colores, como R, A, V (representando a tres
candidatos, digamos rojo, azul y verde); blancas o neutras (B) e inválidas (I, negras). Si
se extrae de la urna, al azar, N bolas (restituyéndolas una vez observadas), la teoría pre-
dice que el número de bolas de cada color en tal “muestra” será proporcional al conteni-
do respectivo en el total de la urna. Entonces el recuento sobre la muestra proporcionará
los “valores muéstrales” n(R), n(A) , n(V), n(B), n(I) y, para que la simulación sea más
aproximada, los posibles y probables valores “verdaderos” descontando el número de
bolas de color I (inválidos), en porcentaje, son

etcétera. El error en la estimación de las cantidades reales dependerá, por supuesto y


por la ley de los grandes números, del tamaño de la muestra, siendo más pequeño para
muestras más grandes. En la teoría se prueba que, si la “población” (el número total de
bolas en la urna) es muy grande y si el muestreo se hace con reemplazo (como en este
caso), el error de muestreo es, simplemente,

donde 𝞂 es la desviación típica de la población. Como este parámetro es usualmente


desconocido, se usa una estimación mediante “intervalos de confianza” (otra técnica
probabilística). Con un intervalo de confianza del 95%, el “margen de error” del experi-
mento de la urna quedará, finalmente,

El número 1.96 se conoce como valor crítico para el nivel de confianza usado y se obtie-
ne de tablas especializadas.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 88

Por supuesto, el experimento de la urna es sólo una aproximación muy ideal a una en-
cuesta verdadera sobre intención de voto. En este último caso, la obtención de la mues-
tra puede estar fácilmente viciada por fallas en los recolectores de datos, por insinceri-
dad de los encuestados y aún por un efecto crucial en mecánica cuántica: que el intento
de observación altere al sistema (las preguntas de la encuesta pueden cambiar las inten-
ciones del potencial votante). Además, una encuesta verdadera puede ser vista como
una superposición de experimentos ideales, con poblaciones aproximadamente homo-
géneas como de igual género, de recursos financieros parecidos; poblaciones urbana y
rural, etc. Sin embargo, las empresas encuestadoras emplean la fórmula citada para de-
terminar su propio margen de error, en cuyo caso las estimaciones del error y del resto
de parámetros devienen apenas groseramente estimados y no es extraño que, a veces,
acaben inválidos por completo. La expresión para E sirve también para saber que si una
empresa dice “El margen de error es del 5%, los resultados son representativos a nivel
departamental y la muestra total es de 10000 personas”, con seguridad está maquillan-
do sus datos porque el tamaño de la muestra, para un error del 5% (E en porcentaje se
obtiene multiplicando por cien el valor de la fórmula dada) es, apenas,

( )

(redondeado al entero más próximo). El margen de error para un tamaño de muestra de


10000, por otra parte, es E = (0.98/100)x100 ≈ 1%. Obviamente, la calidad de las pre-
dicciones de una empresa depende de la sofisticación con que obtiene los datos y del
tamaño de sus muestras, esto es, del costo monetario de esos procedimientos.

Es interesante el comprobar que gran parte de los ejercicios de mercadotecnia -en parti-
cular, los de la política- están basados sobre la fórmula para el margen de error atribui-
ble al caso idealizado que se acaba de discutir. Las campañas comerciales, artísticas y
electorales tienen estrategias muy parecidas cuyo respaldo cuantitativo proviene de
sondeos emparentados con el experimento de la urna. La efectividad de tales sondeos,
según la experiencia acumulada, es apreciable principalmente en los casos en que las
empresas trabajan con muestras grandes cuidadosamente obtenidas, es decir, como es
obvio, cuando la inversión financiera es alta. Son tales campañas caras las que suelen
imponer productos en el mercado, determinar el éxito de un artista o encaminar promi-
sorias postulaciones electorales.

De todos modos, la actividad de efectuar sondeos y encuestas resulta un excelente nego-


cio por el hecho de que el margen de error sólo depende del tamaño de la muestra y no
de la población. Así, para una población de -digamos- diez millones, las muestras no
superan los diez mil individuos, en general. Pero, como se verá en la siguiente sección,
89 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

hay ejemplos aún más dramáticos. Existen otras situaciones donde la estimación proba-
bilística es útil; así, si en una elección cualquiera, cuando la población supera las 30 per-
sonas (una “muestra pequeña” es siempre ≤ 30), se tiene 100% de votos a favor de un
candidato y alguien denuncia que hubo fraude, estará -casi seguramente- en lo cierto.

Bien. Una vez acabada la elección, el siguiente problema que requiere matemática -no
complicada, claro- es el de distribuir los escaños de las cámaras (no importa el nombre
que tengan) entre los candidatos, partidos o frentes participantes. Para un apolítico in-
genuo, la solución será asignar los puestos en la misma proporción o porcentaje obteni-
do en la elección; así, si V es el número total de votos válidos (excluyendo únicamente
los nulos), E el total de escaños disponibles y V(C) es la cantidad de votos del candidato
C, éste recibirá E(C) = E[V(C)/V] escaños. El político aparecerá ahora para decir: “¿y las
fracciones? ¡Jamás renunciaré a los votos con los que esa fracción de pueblo me favore-
ció!”. Bueno, si los escaños y fracciones del blanco se reparten de a una unidad empe-
zando con el candidato menos votado, el tratamiento de las fracciones quedaría comple-
to usando las elementales reglas del redondeo. Entonces, la fracción V(R)/V tendrá que
ser aproximada al número más cercano con un sólo decimal y E(R) al entero más cer-
cano en el entendido de que, cuando el decimal es exactamente cinco, el redondeo se
hace al par más cercano. La tabla adjunta ilustra el procedimiento con V = 10000 [vo-
tos] y E = 20 [escaños]:

Candidatos V(C) V(C)/V E[V(C)/V] E(C)


Rojo 5680 0.568 11.4 11
Azul 2797 0.280 5.6 6
Verde 1170 0.117 2.3 3
Blanco 353 0.035 0.7 0
Total 10000 1.0 20.0 20

Se advierte el uso del número total de votos válidos (¡incluyendo a los blancos!) para
calcular los porcentajes. Los políticos de los frentes Azul y Verde (beneficiado, en la ta-
bla, con la fracción del voto blanco) estarán seguramente de acuerdo con el reparto; pe-
ro los del Rojo objetarán la pérdida de su fracción arguyendo, sin duda, que la parte del
voto blanco debiera beneficiar al frente ganador.

Y, ciertamente, el que los ganadores terminan saliéndose siempre con la suya se muestra
también en el desarrollo histórico de este pequeño problema. La Constitución Política
boliviana estipula, en varios lugares, frases como ésta: “La asignación de los escaños de
Senadores en cada departamento se hará mediante el sistema proporcional, de acuer-
do a la Ley” y la correspondiente Ley del Régimen Electoral especifica:
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 90

“…se aplicará el sistema proporcional de la siguiente manera: Los votos acumulativos


obtenidos en cada Departamento, para Presidente o Presidenta, por las organizacio-
nes políticas, se dividirán sucesivamente entre los divisores naturales: 1, 2, 3 y 4, en
forma correlativa, continua y obligada. Los cocientes obtenidos se ordenan de mayor a
menor para establecer el número de Senadores que correspondan a cada organización
política en cada Departamento.”

Al igual que en muchos países, esta legislación entiende por “sistema proporcional”, el
reparto mediante la aplicación de las mayores fracciones (votos/escaño). Este procedi-
miento, conocido como método D'Hondt (con un antecedente llamado método Jeffer-
son) consiste en construir una matriz V(i)/j = (Votos del i-ésimo candidato/número j del
escaño) y elegir las E fracciones más grandes. Con el ejemplo anterior, se tendrá, des-
preciando los cocientes más bajos,

Candidato j=1 j=2 j=3 j=4 j=5 j=6 j=7 j=8 j=9 j=10 j=11 j=12

Rojo 56801 28402 1893.34 14205 11368 946.79 811.411 71012 631.114 56816 516.418 473.319

Azul 27973 1398.56 932.310 699.313 559.417 466.220 399.6 349.6 310.8 279.7 254.3 233.1

Verde 11707 58515 390 292.5 234 195 167.1 146.3 130 117 106.4 97.5

Esta matriz muestra las 20 mayores razones (Votos/escaño) en orden descendente como
indican los superíndices. De este modo, el partido Rojo obtiene 12 asientos, el Azul 6 y el
Verde 2. La comparación con la distribución “ideal” de la tabla anterior pone de mani-
fiesto que el método D’Hondt tiende a favorecer a los candidatos más votados y, proba-
blemente, es ése, precisamente, el motivo de su permanencia histórica y de su adopción
(con variantes) en muchos países. Así, en la elección Húngara de 2002 la coalición “Par-
tido Cívico–Foro Democrático” obtuvo el 48.7% de los asientos con sólo el 41.07% de los
votos; en la Italiana (diputados) en 2001, el grupo Ulivoa ganó el 39.2% de escaños con
el 35.0% de los votos; Japón 2003, en elecciones mixtas, el LDP tuvo 56.0% y 38.3% de
escaños con apenas 43.8% y 35.0% de votos, respectivamente; en las elecciones del
2003 para el Knesset israelita, el Likud, con una votación de 29.4% se adjudicó 31.7%
puestos; en 2004 la elección española (diputados) otorgó el 46.8% de los asientos al
PSOE con sólo el 43.2% de los votos; análogamente, en Chile, la elección de 2001 (dipu-
tados) resultó en 47.9% de votos para “Concertación” la cual, no obstante, ocupó el
51.7% de los escaños. El fenómeno es, pues, bastante universal. ¿Es Bolivia la excepción?
Claro que no. La elección general de 2014 concluyó otorgando el 61.4% de la votación al
MAS el cual, sin embargo, se hizo con el 67.7% de diputados y el 69.4% de senadores.
Amén de que el Tribunal Supremo Electoral tiende a confundir los votos “blancos” con
los “nulos” al extremo de que, en las ya mentadas “Elecciones Judiciales”, se despojó al
voto blanco de su valor electoral tratándolo idénticamente al voto nulo (¿ignorancia,
incompetencia o cálculo político?; tal vez todo eso junto).
91 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

6. El valor de los nulos

Si alguien colecciona anécdotas sufragistas, una pieza de valor podría ser las elecciones
generales españolas de 2011 cuando más de 300000 ciudadanos votaron blanco y cerca
del mismo número depositaron voto nulo. Alrededor de 100000 españoles votaron por
“Escaños en Blanco”, un partido “protesta” creado en 2004. Esas cifras son más altas
que las estimadas de los participantes en las históricamente mayores manifestaciones de
protesta que ese año ocurrieron en España, y mucho se ha escrito sobre esas marcas.

Entonces, ¿qué podría ser dicho sobre las mencionadas elecciones judiciales bolivianas?
El gobierno del MAS-IPSP sufrió la derrota de su idea en 2011 (42,34% de votos válidos
contra 15,07% de blancos y ¡42,60% de nulos!); finalmente, hasta sus agentes tuvieron
que reconocer la malísima calidad de la justicia, después de escabrosos incidentes. Las
personas normales, en uso de su capacidad de aprendizaje, hubieran sacado las obvias
conclusiones. ¡No las del MAS-IPSP! Luego de repetir tercamente todo el rosario de
errores ante la atónita mirada de los ciudadanos mejor intencionados, y -claro- la impo-
tencia de la oposición parlamentaria, las cifras en 2017 (votos válidos 35.02%, blancos
13.63%, nulos 51.35%) repiten el triunfo histórico del voto nulo, esta vez por mayoría
absoluta. La parte política de estos resultados apunta, por supuesto, a un voto protesta,
parecido al de los españoles indignados (esta elección coincidió con la habilitación del
presidente para una reelección anticonstitucional, la cual será analizada en el capítulo
v). Los discursos oficialistas sobre este tema no dejan lugar sino para una “amoraleja”;
es imposible evadir calificativos válidos e idénticos a, o emparentados con, “deshonesti-
dad” y “sinvergüenzura”. ¿Hay alguna moraleja técnica?

Sí; el sufragio, para elegir “jueces y magistrados” es verdaderamente una estupidez. Es


como llamar a elecciones para designar a los ingenieros que operarán una planta nu-
clear, impidiendo que los candidatos se propangandicen y dejando que el Tribunal Su-
premo Electoral (TSE) (y algunos comedidos medios de comunicación) haga lo que pue-
da para hacer conocer sus “perfiles profesionales”. Naturalmente, se estará preparando
algo parecido, o peor, que el accidente de Chernóbil. La selección de los candidatos ha
merecido una referencia al comienzo (ii, 1) de este capítulo; pero aún si la selección ini-
cial pudiera ser excelente -y precisamente en ese caso- ¿por qué una elección a ciegas?
¡Caramba! ¿Cómo es que uno jamás llega a enterarse quién es el autor de estas “brillan-
tes” ocurrencias?

Porque la cantidad de detalles involucrados en este costoso ejercicio, definitivamente


reavivará el desprecio por la “clase” política. Los miembros del TSE (alguno con docto-
rado) no se percatan, o no lo declaran públicamente como debieran (o son -según varios
indicios- parte del proceso de cambio, y ya), que una elección a ciegas es por com-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 92

pleto equivalente a un simple sorteo aleatorio: se usa los votos de los electores
desinformados como si fueran lanzamientos de monedas, dados o perinolas; entonces,
las invocaciones a “la participación ciudadana” quedan objetivamente reducidas al más
deshonesto de los engaños. Lo correcto es convocar a una elección cuando hay, al me-
nos, la razonable seguridad de que los electores tienen la posibilidad de acceder a infor-
mación útil y pertinente acerca de los candidatos, hasta el punto de ser capaces de optar
conscientemente por uno de ellos (para eso se inventaron las -ya mañosas- campañas
electorales). Si no es así, quizá un sorteo mediante extracción de bolos o algún programa
computacional, digamos, sería preferible por ser nada burocrático, enormemente más
barato, rápido y más, mucho más honesto.

A la incompetencia técnica hay que añadir -cómo no- los más primitivos intereses políti-
cos. Hubo algún candidato con 15 diplomados, 2 maestrías y un doctorado en curso
(mostrando una total falta de seriedad con su formación profesional) y, sin embargo,
cuya experiencia laboral era sólo una serie de asesorías en dependencias gubernamenta-
les o de organizaciones asociadas al partido oficialista. Al final, 58% de los electos resul-
taron ser exfuncionarios gubernamentales, en condiciones curriculares más o menos
parecidas. Imposible evadir las obvias conclusiones: la ingenua, de que todo el proceso
no fue sino una manera tonta, equivocada y costosa de elegir jueces y magistrados; o la
realista, de que fue otro miserable, costoso y fallido intento de engaño. Si el propósito
era de garantizar afinidad al gobierno (que, conociendo a los políticos, es el menos des-
cartable), tampoco era la manera más eficiente o -¿quién sabe?- quizá sólo se trataba de
satisfacer el morboso placer de timar sin motivo.

7. El mercado electoral

El diseño de proyectos propagandísticos para la venta de productos o servicios es una


parte importante de la mercadotecnia. Y es, justamente, la parte que sirve también a la
promoción de cantantes de música popular y, por supuesto, la difusión de las campañas
políticas. Precisamente uno de los pocos instrumentos matemáticos aplicables a la in-
vestigación sociológica, la estadística, es el que permite explicar -con los detalles ya ex-
puestos- los éxitos y fracasos electorales.

Actualmente, lo que cualquier político necesita para un desempeño aceptable, y más


para ganar una elección, se denomina “exposición mediática”. Es una actividad que
usa todos, absolutamente todos, los medios y estrategias de comunicación: Caminatas
genuinas y simuladas que pretenden mostrar -sí, mediáticamente- el entusiasmo de los
votantes por el candidato. Conferencias de prensa; con invitación a periodistas para
manifestar “declaraciones importantes” que persiguen, principalmente, cobertura en los
93 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

medios. Entrevistas (algunas preparadas como “exclusivas”); con preferencia cerca del
día de la elección, casi como publicidad gratuita. Propaganda impresa y televisiva; la
más cara, la más parecida a las campañas de venta de productos (pero sin el control au-
torizado sobre si lo que se dice es engañoso o directamente falso). Cobertura amigable;
para políticos con conexiones en los medios, apariciones en programas radiales, televisi-
vos o artículos de revistas, donde estará a salvo de preguntas maliciosas sobre sus planes
de gobierno y, más bien, tendrá una feliz oportunidad para mostrar su lado humano, sus
logros, sus aspiraciones, sus pasatiempos y su vida familiar (ahí es donde -en la actuali-
dad- los medios del oficialismo y los medios oficialistas muestran su utilidad). Redes
sociales; la versión moderna y amplificada de la propaganda “mural” callejera (que to-
davía se practica -asistemáticamente- en países poco organizados o regulados como Bo-
livia) para complementar o, aún, reemplazar a la prensa escrita y radiada, permite tener
información sobre el número de seguidores y supone (para el político) un espacio dis-
cursivo absolutamente carente de filtros en su contenido ni restricción de tiempo. Fi-
nalmente, los debates cuidadosamente programados (o esquivados); dirigidos, en prin-
cipio, a los potenciales seguidores mejor informados y, eventualmente, a los más influ-
yentes.

Además, la manipulación mediática siempre está disponible para la gente que busca el
poder. Todo es posible cuando el proceso es cuantificable mediante encuestas parciales,
las cuales permitirán calificar la efectividad de toda una estrategia electoral, exactamen-
te la técnica que se aplica en cualquier campaña comercial. Entonces, el principal y más
importante objetivo de la exposición mediática es, claramente, el que el sujeto de la
campaña sea conocido y reconocido por la mayor cantidad posible de personas. Por
eso, los personajes que ya son razonablemente mediáticos; periodistas, cantantes, pre-
sentadores, actores, etc., son buenos candidatos a candidatos.

¿Cuánto tiempo de espacio televisivo es necesario para “colocar” un producto (o servi-


cio) en el mercado? ¿Cuánta exposición mediática se requiere para “lanzar” un nuevo
tema musical o una nueva banda de rock? o, lo que nos concierne aquí, ¿Cuánta y qué
clase de propaganda será efectiva para hacer más probable la victoria de un candidato?
Interesantes preguntas para un mercadotécnico acucioso. Para el analista social, hay
otras cuestiones de muy profunda significación. Ciertamente, es objeto de observación
común el que debe existir un valor umbral más allá del cual el producto (Coca-Cola), el
grupo musical (Maná) o el candidato (Evo Morales) pueden ser considerados “conoci-
dos” en el sentido estadístico. La práctica profesional determina, a la larga, ese valor en
casos específicos; fenomenológicamente, en el caso de productos o “estrellas” artísticas,
es claro que la propaganda permanente y recompuesta es necesaria para mantener la
aceptación del público. El caso de los políticos es algo diferente; según la observación lo
muestra, existe un “desgaste” (“hasta la belleza cansa”, dice una canción) que afecta en
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 94

mayor o menor grado tanto a la administración gubernamental cuanto a los individuos


que la encabezan.

Pero ¿qué ocurre si la “exposición mediática” excede considerablemente el valor um-


bral? Esto no se da en mercadotecnia comercial, obviamente, porque ahí la optimización
de los recursos es muy importante. En política, por el contrario, el despilfarro de recur-
sos es muy común, así como la ambición prorroguista y la tendencia de recurrir a elec-
ciones fraudulentas; la existencia del efecto desgaste -ya mencionado- se desprende jus-
tamente de las prácticas mercadotécnicas, ¡y otras!, que apuntan a contrarrestarlo. Tal
es el caso en algunos de los más largos mandatos presidenciales conocidos: En Argelia,
Abdelaziz Buteflika (electo en 1999 con el 60,2%) lleva tres reelecciones, con insultantes
85%, 90.2%, 81.5% respectivamente. En Zimbabue, Robert Mugabe, Primer Ministro
desde 1982, logró lo que otros políticos sólo se atreven a soñar: que su parlamento re-
formara la constitución a su medida, declarándolo “Presidente Ejecutivo” con poderes
absolutos y la posibilidad de reelegirse indefinidamente; así lo hizo en cinco oportuni-
dades, con 80%, 92,8%, 56.2%, 85.5% y 61.1% respectivamente, pero con verdaderos
escándalos de fraude, coacción y matonaje; fue derrocado en 2017. En la República de
Uganda, Yoweri Museveni, electo en 1996 con el 75.5% de los votos, se reeligió cuatro
veces con votaciones sucesivas del 69%, 59.5%, 68.38% y 60.62%. Tales cifras, que en
un ambiente de elecciones “libres y limpias” podrían ser interpretadas como modelos de
estabilidad, sólo muestran la insuficiencia de costosas campañas electorales para man-
tener la popularidad de un político con imagen menguante. El estudio de la sobreexposi-
ción mediática sería interesante con experiencias más parecidas a la del caso alemán:
dentro de un sistema electoral complicado pero justo, Helmut Kohl fue canciller desde
1982, reelecto en cuatro ocasiones con el 48.8%, 44.2%, 44.3 y ¡el 35.1%! (renunció de-
centemente un año después de ésta última en 1999); no obstante su papel en la impac-
tante reunificación de ese país, experimentó, pues, un desgaste político más que eviden-
te. La idea en consideración es la de que, en política, aún en condiciones regulares, la
sobreexposición mediática puede perder su efecto útil; dependiendo de otra eventuali-
dad, puede resultar inconveniente y hasta dañina (cual el caso “Goni”).

8. Los rateos

Bueno, ¿cuál el elemento que cohesiona las piezas? Aquí, en un interesante fenómeno: el
de la influencia de la televisión sobre la gente que puede ser medida o estimada también
mediante la estadística.

En Estados Unidos, el procedimiento para establecer lo que se suele denominar “ra-


tings” (rateos) de televisión es el de “estadísticas de Nielsen” que consiste en seleccionar
95 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

aleatoriamente un conjunto de unos miles de entre los aproximadamente cien millones


de hogares y, con su aquiescencia, instalar un medidor, una “caja negra” -que es, bási-
camente, una computadora y módem- en cada aparato televisor. De este modo se obten-
drá, en el computador central de la compañía, el registro “muestral” de qué canales se
sintoniza, a qué hora y por cuánto tiempo. Ciertas adaptaciones (más bien manuales) de
este método se aplican también, por supuesto, en otros países incluyendo a Bolivia.

Cada espacio televisivo tendrá un precio por segundo dependiendo del rateo (horarios
con mayor audiencia). Usualmente las propagandas comerciales permanecen mientras
el volumen de ventas aumenta monótonamente; cuando éste se estabiliza, los comercia-
les se abrevian ofreciendo el mismo mensaje con menos detalles en menor tiempo y,
cuando el volumen de ventas disminuye, la propaganda comercial es reemplazada. Co-
mo el efecto propagandístico y el volumen de ventas son variables independientes aun-
que -según se vio- relacionadas, se tiene el ejemplo de una incipiente pero clara “ley so-
cial”. No muy diferente de, digamos, la relación estadística entre el fumar tabaco y el
cáncer de pulmón (aun sabiendo que la sustancia cancerígena ha sido ya aislada). Ésta
es la pequeña ley que rige en el movimiento de los miles y millones de dólares que co-
rren en el negocio de los medios audiovisuales y que es, también, la base de esos otros
negocios tan dependientes de las técnicas de mercadeo.

9. Los intermedios

“Medio” es cualquier objeto útil para cierto propósito. Como los medios de transporte,
que son todas las cosas que sirven para llevar carga o pasajeros desde un punto inicial
hasta otro final y los medios de comunicación, que llevan mensajes de una fuente a un
receptor. Actualmente, cada medio de comunicación, con sus características, es emplea-
do para los fines ya descritos: las propagandas comercial, religiosa y política. No impor-
ta cómo sea presentada, la programación interna está diseñada para atraer y mantener
audiencia, la cual es la que valoriza los espacios propagandísticos vendidos a los clientes
anunciadores. Actualmente, también las redes sociales están sostenidas por los anuncios
comerciales (y de los otros) sobre la importante base de número de usuarios. ¿No es in-
teresante que, en la mitología griega, Hermes (Ἑρμῆς) fuera el patrono de los heraldos,
pero también el de los embusteros y ladrones? Su adaptación romana, Mercurio, era -
además- dios del comercio (por influencia etrusca).

Bien. Se ha visto que los rateos que se aplican a las televisoras no son un particular
ejemplo de gran precisión, principalmente porque el enorme potencial propagandístico
de ese medio está fuera de discusión y no exige inversiones estériles. Similares técnicas a
los rateos descritos antes para televisión, hay algo llamado “tarjeta tarifaria (rate card)”
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 96

para medios escritos donde se especifican los precios por anuncio (entre otras cosas),
pero en la práctica se recurre también a la negociación directa para fijar precios por de-
bajo de los especificados en la tarjeta, de modo que la estabilidad del precio está, en la
práctica, directamente amarrado a la oferta y demanda para una audiencia específica.
Lo cierto es que el negocio de la publicidad es notoriamente bueno y variado. Hoy, a di-
ferencia de los tradicionales, los medios sociales permiten la posibilidad de comunica-
ción entre el ofertante y sus clientes (formato de doble vía), hacer seguimiento de largo
plazo y la capacidad de promover rápidamente nuevos productos y servicios. La compa-
ración de precios entre los medios impresos, la radio, la televisión (los tradicionales) y
la interred (mercadeo con contenido y con motor de búsqueda), se da sobre la base, por
ejemplo, del costo por mil (CPM) como unidad métrica, esto es, el CPM mide la cantidad
de dinero invertido para alcanzar a mil personas. El objetivo de cualquier publicidad es,
entonces, alcanzar al mayor número de personas significativas con el menor costo, se-
gún las posibilidades.

Las comparaciones cuantitativas -en CPMs- resultantes de diversos estudios (v.g., A.


Fou, “Cross Channel Media Costs Comparison CPM Basis”, Business, News & Politics
(2014)), muestran que los medios sociales son los más baratos (menos de 3 $, contra
≈55 de la correspondencia directa, ≈30 de la televisión, ≈18 de revistas y periódicos, ≈12
de la radio y ≈6 de los carteles). Además, claro, en éstos se puede incorporar también
elementos no tradicionales en las campañas publicitarias, imágenes, vídeos comerciales,
animaciones, etc. Como ya se dijo, los medios sociales son más parecidos a un periódico
mural o un sofisticado cartel, uno que permite la comunicación directa entre usuarios,
responder a preguntas y realimentar información.

En Bolivia, no se estila la correspondencia directa (el correo siempre fue defectuoso;


actualmente, ya quebrado, apenas languidece). La propaganda más costosa es, por tan-
to, la televisión y es ahí donde los más extraños eventos tuvieron lugar a partir del año
2005. Entre las primeras imposiciones sobre las televisoras fue la obligatoriedad de
transmitir los mensajes presidenciales, medida que aún continúa vigente, ya con carác-
ter de ley. “La ATT recuerda a los operadores de señales de audio y video (radios y te-
levisión abierta) y de distribución de señales de audio y video, que en el marco del ar-
tículo 12 (mensajes presidenciales) de la Ley General de Comunicaciones, se encuen-
tran en la obligación de realizar la transmisión en cadena y en su totalidad, del men-
saje oficial del presidente” (ATT Bolivia, 19/01/2018), copia en su tiempo y herencia
ahora, de la obligatoriedad de transmitir las alocuciones presidenciales por radio y tele-
visión en Venezuela y criticada como “censura continuada” por los representantes del
periodismo. Como es usual, de paso, hay un error en el artículo legal citado, que no es el
12, sino el 112: “(MENSAJES PRESIDENCIALES OFICIALES). Los operadores de ra-
diodifusión de señales de audio y video (radio y televisión abierta) y distribución de
97 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

señales de audio y video, están obligados a realizar dos transmisiones en cadena al


año, sin pago alguno, de los mensajes oficiales de la Presidenta o Presidente del Es-
tado Plurinacional dirigidos a todas las personas del país.” Este legalizado abuso fi-
nanciero -es obvio- llega no solamente a las transmisoras, que deben destinar espacios
gratuitos, de duración arbitraria y al margen de sus impuestos de ley, en favor de los ya
sobrefavorecidos “presidenta o presidente”; llega también -como coerción- a “todas las
personas del país” quienes estarán condenadas a oír, con gusto o sin él, las horas que
requiera el mensaje (Hugo Chávez batió la marca de discursos presidenciales con uno de
casi diez horas y un “discurso corto” de Evo Morales duró dos horas; antes del acciden-
tado, de apenas media hora, en agosto de 2018). Como siempre, la población más per-
trechada, estando en el derecho humano de no interesarse en tales emisiones y de resis-
tirse a los atropellos, encontrará los medios para evadir el aburrimiento o la tortura,
usará “el cable” o pondrá música ambiental.

Particularmente en estos tiempos de cambio, es muy difícil acercarse al ambiente de los


medios sin encontrar de frente a la irracionalidad en persona. Un interesante estudio
hecho en la Carrera de Comunicaciones de la UMSA, con un cuidadoso recuento de la
publicidad gubernamental en número de páginas, encuentra que el periódico “La Ra-
zón” contiene 17.3% de esas páginas cada domingo, el oficialista “Cambio” llega a 7.1,
contrastando con el antipático “Página Siete”, con sólo 0.2 (¡ni media página!). La Fun-
dación UNIR tiene un sondeo de preferencias sobre periódicos impresos, ahí aparece “El
Deber” con 30%; los antes citados, “La Razón” 12%, “Cambio” 1% y “Página Siete” 9%
(con NS/NR 16%); ¿cómo es que “La Razón” y “Página Siete”, con preferencias compa-
rables, tienen tan dispar contratación? Cualquier otra consulta conducirá a la misma
conclusión: el MAS tiene una política comunicacional abiertamente prebendal, de pre-
mios y castigos, de presiones financieras muy emparentadas con algún tipo de extorsión
(si me apoyas, te apoyo), practicada con dinero público. No se trata de mera opi-
nión; eso es lo que los estudios muestran (numéricamente).

Pero hay más sobre las cifras políticas. Una explicación, muy del estilo oficialista, sobre
las anteriores es la de A. García: “Nos van a decir: ‘oiga Presidente, ¿por qué no se da a
este medio publicidad?’. Lo decimos abiertamente que hay medios que mienten, hay
medios que no informan, sino que hacen política partidaria y por eso como Gobierno
no vamos a dar recursos porque son para partidos, políticos y encima mienten y siem-
pre lo hemos confrontado” (Página Siete, agosto de 2015). Es inútil y ocioso, por su-
puesto, preguntar quién decide si un medio miente, insulta, difama o desprestigia,
porque no se trata de una declaración racional; es más bien una de esas expresiones va-
cías que usan los políticos, como tinta de pulpos, para escabullirse de los periodistas. He
aquí la versión más moderna, en el otro tipo de mensajes presidenciales, los por “Twit-
ter”: “Medios (de comunicación) que no reciben publicidad del Estado son los que
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 98

mienten, insultan, difaman y desprestigian autoridades. ¿Serán prebendales?”


(4/05/2017). Extraña pregunta, dado el contexto; la obvia respuesta es “No, los preben-
dales son los que ‘no mienten, difaman ni desprestigian’ pues reciben publicidad”.
También con mucho malestar se presenció cómo el teórico “Reglamento para la Difu-
sión de Propaganda Electoral” fue groseramente transgredido, ante las inútiles denun-
cias de los partidos opositores y el asombro de observadores menos advertidos. Aún fue-
ra de los períodos electorales, se diría casi rutinariamente, la inversión en propaganda
gubernamental televisiva es muy alta (hay seguimientos que la calculan en más de 4 mi-
llones de dólares mensuales). Se podría, maliciosamente, suponer que un gobierno así
invertiría esos enormes montos en publicidad efectiva, esto es, en los medios con mejor
rateo. Pues, ¡sorpresa!, sin ir a demasiadas refinaciones, la comparación del promedio
de estimaciones de audiencia y el gasto gubernamental aproximado en publicidad (en el
eje central del país y en porcentajes):

Audiencia % Gasto %
Unitel 36 7
Red Uno 21 8
ATB 13 33
PAT 8 15
Bolivisión 6 14
Bolivia TV 5 12

es suficiente para corroborar y explicar el comportamiento de esos medios respecto del


poder, y que no es difícil de percibir también “a simple vista”. Así, quejas y denuncias
sobre este asunto ya se hicieron antes, claro, sin conmover a los desinteresados manda-
tarios detectores de mentiras y, por ende, sin que las cosas se movieran hacia la racio-
nalidad: “Unidad Demócrata reveló un estudio en el que tres redes de televisión, ATB,
PAT y BTV, tienen el 55% de toda la publicidad estatal, lo que representa 60 millones
de dólares, pese a que estos medios concentran solo el 10% de audiencia según un estu-
dio de medición…” “…Los dos primeros canales (ATB y PAT) han sido considerados
como ‘paraestatales’ por algunos estudios de medios, en referencia a que estarían
bajo dominio del Gobierno central. El tercero es estatal.” (El Deber, 28/08/2015). Al
final, el éxito de tal política “de incentivos”, está resumido en la declaración de Morales:
“Antes sentía que el 80 % o 90 % de los medios eran mis opositores (...) ahora quedan
10 % o 20 % de [medios] opositores” (El Deber, septiembre de 2013). En la práctica, el
patrocinio de los noticieros centrales de varias cadenas televisivas está muy dominado
por mensajes de reparticiones gubernamentales (generalmente muy tendenciosos, de
mal gusto y artísticamente pobres) y, para ilustrar, puede sorprender muchísimo que la
serie “The Big Bang Theory” esté patrocinada por el ministerio de educación, el ministe-
rio de gobierno, el ministerio de comunicaciones y el periódico oficialista “Cambio”; o,
99 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

una cosa llamada algo así como “noticiero popular” y otra, sobre casas que no son ho-
teles, con casi cien por ciento de ese patrocinio. Para otras manifestaciones de paradojas
del “paradigma”.

En general, la calidad de los servicios radiados tiene controles cuidadosamente registra-


dos para proteger los derechos de los usuarios y también de los ofertantes. Por ejemplo,
el Acta Holandesa de Medios o la norteamericana Comisión Federal de Comunicaciones,
establecen los requisitos para los medios radiados públicos y comerciales. Los medios
públicos deben proveer noticias, programas educativos, infantiles, deportivos, política y
eventos especiales como las celebraciones nacionales, reflejando la diversidad de la so-
ciedad y sin emitir propaganda comercial, por lo que reciben aportes estatales (no sub-
venciones gubernamentales). Como los medios comerciales no reciben dinero del go-
bierno, tienen pocas pero importantes reglas. Los cortes comerciales no pueden exceder
los 12 minutos por hora más o menos un par de minutos, según el país; deben respetar
la protección infantil, deben garantizar la satisfacción del usuario y no están permitidos
de aceptar ni injerencia ni aportes financieros gubernamentales relacionados con su
programación. Pero, al margen de los controles, el servicio televisivo es de buena calidad
pues de ello dependen sus ganancias. La programación merecerá inversiones adecuadas
para ser original un número de meses al año; en los otros, cuando se debe repetir algu-
nos programas tendrá la típica etiqueta “repris” y, además, su contenido semanal es pu-
blicado explícita y especialmente, por adelantado, en una “tele guía”.

Es obvio que el subdesarrollo se refleja también en la calidad de la programación televi-


siva. Cuando las reglas son inexistentes, evanescentes o directamente ignorables, si us-
ted es un teleaudiente medio, deberá estar preparado para sufrir cortes intempestivos en
sus interesantes series, repeticiones de las mismas y de películas (con la sinvergüenzura
de anunciarlas una y otra vez como estrenos), etc. Igualmente, soportará pasivamente
que los programas locales estilen promover productos y servicios fuera -y además- de las
interrupciones propagandísticas; que los lapsos con baja demanda comercial se rellenen
con espacios solicitados por diversas sectas religiosas o paranormales (que, a su vez,
comercializan fraudulentos productos y servicios), empresas de “tv compras” y ¿por qué
no?, esa propaganda estatal que luce tan partidista (llevando ilegalmente la imagen pre-
sidencial) como aquellas de “Bolivia cambia, Evo cumple”. Esto es, son esas precarias
condiciones de mercado (y el hecho comprobadísimo de que la integridad de los políti-
cos no es lo más acendrado que hay) las que hacen a las televisoras particularmente vul-
nerables a presiones políticas, sutiles o groseras. Y también crean la oportunidad para
que ciertos periodistas-empresarios se enriquezcan poniendo sus medios -con convic-
ción real o simulada- al servicio del gobierno, convirtiéndolos en “canales paraestatales”
(detectables cuantitativamente en la tabla audiencia - gasto).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 100

Un paso más allá es el empleo de la propaganda publicitaria como arma política, en la


forma que el régimen nazi usaba el cine tanto para ensalzar sus “logros” como para des-
prestigiar a sus detractores. En efecto, noticias como éstas no son raras: “El diputado
opositor Wilson Santamaría (UD) reveló hoy que durante el conflicto por el Código del
Sistema Penal, el Ministerio de Comunicación gastó 5200000 de bolivianos en ‘cam-
paña publicitaria de desprestigio’ al Colegio Médico de Bolivia, que encabezó las movi-
lizaciones sociales por la derogatoria de esa ley.” “Dijo que en respuesta a una petición
de informe escrito, el Ministerio envió documentación donde se observa que a finales
de diciembre de 2017, el gobierno gastó 3084378 bolivianos en colocar spots televisi-
vos en medios de comunicación.” “El asambleísta indicó que a inicios de 2018, hasta
antes de que se abrogue el Código Penal, el Gobierno gastó 2100000 bolivianos, ha-
ciendo un total de 5200000 bolivianos sólo para impulsar el desgaste y de con-
frontación al enemigo, en una campaña de insulto y amedrentamiento a los médi-
cos que defendían sus derechos.” “Sostuvo que en la distribución del pauteo publicita-
rio y el presupuesto asignado, se puede observar que los medios de comunicación con-
siderados ‘para-oficialistas’ son los más beneficiados con dineros que salen del Te-
soro General del Estado. El legislador manifestó que hay otros medios que se manejan
con una línea más independiente, pero que no fueron ni siquiera tomados en cuenta, a
diferencia de los pro-gubernamentales que ofrecieron tandas por un valor de 20, 30,
40 mil bolivianos” (Erbol, 07/05/2018).

El empleo de dinero público para propaganda personal, por supuesto que es ilegal (pe-
culado) y no se practica en la mayoría de los países más o menos desarrollados porque
sus normas son muy directas. Verbigracia, el Código Penal Federal Mexicano establece,
entre los delitos cometidos por servidores públicos, que “Comete el delito de peculado:
(…) II. El servidor público que indebidamente utilice fondos públicos u otorgue alguno
de los actos a que se refiere el artículo de uso indebido de atribuciones y facultades con
el objeto de promover la imagen política o social de su persona, la de su supe-
rior jerárquico o la de un tercero, o a fin de denigrar a cualquier persona….” Los
canales estatales en otros países son muy culturales y muy plurales. Probablemente,
gran parte de la baja audiencia de los medios estatales en Bolivia se deba a su exclusiva
dedicación a la promoción partidaria oficialista y que puede alcanzar extremos increí-
bles. Como esas entrevistas en Bolivia TV (vedado a la oposición) donde -en una de mu-
chísimas ocurrencias parecidas- su periodista oficial (cuyas preguntas más bien parecen
respuestas), justo después de las elecciones de 2014 le pregunta al ganador y presidente
“…61.04% el MAS y la oposición toda unida un 39%, una diferencia de 22 puntos, pre-
sidente,... ¿por qué esa contundencia después de tres elecciones…?” Sólo un espectador
no iniciado intentará, boquiabierto, racionalizar ese grado de penetración analítica, to-
dos los demás podrán adivinar de inmediato de qué se trata. O, esos juegos de fútbol (de
101 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

salón) en los que participa el presidente y son difundidos, relatados y etiquetados como
¡“gestión de gobierno”!

Hay otros detalles ilustrativos. La Guerra Digital empezó hace mucho tiempo. Decodifi-
cadores y programadores llevan años intentando penetrar en sistemas rivales para obte-
ner información, o de sabotearlos. Hay armas y arsenales digitales. Hay ataques a cen-
tros de computación, instalaciones militares, fábricas, plantas eléctricas, hidráulicas y
hasta se sospecha de acciones contra instalaciones nucleares. Este “conflicto de grupos
en el ambiente informático” es, actualmente, la forma siniestra en que algunos gobier-
nos se patean las canillas debajo de la mesa; ataque y defensa que implica la integración
de varias otras guerras: la de la información, la electrónica, la sicológica, etc. La fluidez
informativa dentro y entre las naciones es esencial para los negocios, relaciones interna-
cionales, cohesión social y es necesaria -obviamente- para la eficiencia de las fuerzas
militares. Actualmente, la comunicación incluye a la interred, y se apoya sustancialmen-
te en ella. O usa partes del espectro electromagnético (radio, microondas o luz) en redes
terrestres o satelitales. Un nivel grande de conectividad es una fortaleza, pero la cone-
xión instantánea significa que la desinformación también se puede difundir muy rápi-
damente, pudiendo resultar en pánico. Se vive en un mundo altamente conectado; por
eso mismo, expuesto con peligro a la posibilidad del caos. Las transmisiones electróni-
cas se pueden interrumpir, interferir, neutralizar o deformar. Las redes digitales son
vulnerables a los ataques cibernéticos, pueden lograr que los servicios o las industrias
dejen de operar o sufran enormes pérdidas. La difusión de información falsa, rumores y
temores a través de los medios sociales se orientan a la degradación de la moral y del
bienestar de los ciudadanos. En respuesta, los países desarrollan mecanismos de defen-
sa, grupos cibernéticos, brigadas contra las operaciones sicológicas, vigilancia, recono-
cimiento e inteligencia, con expertos en computación especialmente entrenados por
unidades muy especializadas. Se necesita entender mejor el alcance total de la guerra
informática y lo que implica, identificar los puntos débiles y establecer responsabilida-
des adecuadas para los mecanismos de defensa. Los adversarios pueden no estar res-
tringidos por códigos legales o éticos para explotar cualquier vulnerabilidad. ¿Hay algo
bueno en semejante esquema? Como se verá más adelante, sí; como todas las guerras,
ésta promueve el perfeccionamiento y la seguridad de los sistemas informáticos. Con el
nivel actual, ya es posible confiarles cuentas bancarias, documentos de identidad, judi-
ciales y otros. ¿Podremos, algún día confiarles la administración del gobierno?

Por supuesto, un país en subdesarrollo cibernético es también casi inmune en la “guerra


digital”. Hay una encuesta sobre tecnologías de información y comunicación elaborada
por la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación
(Agetic); según ella, en Bolivia se utiliza el “Facebook” en 94%, “YouTube” 40%, Twitter
17% e Instagram 15%. Con 6.50 millones de usuarios activos por mes, el Facebook es
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 102

ciertamente un verdadero paraíso publicitario, como en todas partes. Por eso, el propio
oficialismo atribuyó a esas redes parte de la culpa por el resultado adverso del referendo
llamado “21F” y, aparentemente, también por cierta creciente “influencia de la derecha”.
Tanto es así, que “El 4 de febrero, en un acto de entrega de obras que se realizó en Villa
Tunari, Cochabamba, el Primer Mandatario pidió a los cocaleros prepararse para una
‘guerra digital’, que deberá librarse en las redes sociales. En ese marco, Morales
anunció que el sector cocalero hará ‘un gran taller’ para ese cometido….” “Legislado-
res y dirigentes masistas informaron que más allá del taller anunciado, también se
prevé desplegar una serie de actividades, como el ‘bajar’ a las bases para realizar ca-
pacitaciones en la materia y hasta un aporte de dinero –en el caso de los cocaleros–
para montar un búnker” (Página Siete, 13/02/2018). Relacionado con esto, se in-
formó que el hijo del gobernador de Cochabamba (MAS), un ¡fotoperiodista!, “es el nue-
vo jefe de la Dirección de Redes Sociales dependiente del Ministerio de Comunicación.
Reemplaza en el cargo a…” (El Deber, 04/02/2018). ¿Deseos que son órdenes? “El eje-
cutivo de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales Originarias de
Bolivia (CSCIOB), Henry Nina, informó que con miras a la ‘guerra digital’ sus afilia-
dos están buscando financiamiento para comprar celulares aptos para el manejo de
redes sociales, con preferencia de la marca nacional Quipus.” “No obstante, a
finales del año pasado, el ministro de Desarrollo Productivo, Eugenio Rojas, anunció
que para 2018 la empresa Quipus dejará de producir celulares, por la fuerte compe-
tencia de China y Corea” (Erbol Digital, 14/02/2018). Entonces, ¿algo parecido al su-
puesto “Stuxnet”, el potente virus informático? ¿Bolivian WikiLeaks source code to spy
the CIA, FBI and the imperialist White House? ¿Nada de eso? Entonces, ¿se trata de una
guerra digital sólo con el objetivo de insultar a los opositores? Pues he ahí otro resultado
de pésimo asesoramiento. Contrata a tus amigos en vez de convocar a pruebas de apti-
tud y méritos y jamás te enterarás de lo que en verdad es la guerra digital. Incidental-
mente, cuando se procede tan sistemáticamente de ese modo, estas cosas pasan: “Iván
Canelas Lizárraga dejó la dirección de Redes Sociales del Gobierno porque presunta-
mente no contaría con su libreta del servicio militar para ejercer funciones en la ad-
ministración pública, razón por la que el Ministerio de Comunicación habría solicitado
su renuncia” (ANF, 09/07/2018).
103 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 104

Capítulo iii

Fiestas democráticas

1. El poder del pueblo

Es difícil considerar aplicable la definición apropiada de democracia: “Un sistema polí-


tico, o de administración, en el cual cada uno de los miembros tienen una igual parti-
cipación en el poder”. Por eso quizá, se prefiere la forma más vaga de “gobierno del
pueblo”, para no olvidar lo dicho en el Prefacio.

Debería llamar poderosamente la atención de los científicos sociales el hecho de que,


como el arco y la flecha, los monarcas absolutistas asociados a la divinidad sean tan uni-
versales. El título de los primeros gobernantes chinos tenía implícitamente el significado
de “divino emperador”; Europa estaba plagada de reyes apoyados por dios y, extraña-
mente, en América los aztecas llamaban “Huey Tlatoani” al gobernante quién, similar
pero independientemente al “Inca” de los quechuas, era el poder máximo en el mundo
por designio de los dioses. Diferentes pueblos, diferentes culturas, diferentes regiones y
diferentes dioses, pero ¡la misma estructura de poder!

No obstante, las democracias aparecieron -se diría, tan espontáneamente como lo hacen
en las pequeñas organizaciones modernas- en algunas antiguas civilizaciones, las cuales
se gobernaron sobre la base de estructuras comunitarias, a diferencia de los instintivos y
recurrentes reinados (igualmente espontáneos, y rivales mortales con el correr de los
siglos). Los ejemplos típicos son los de algunas “ciudades estados” de Grecia. En el Bra-
sil colonial, los esclavos negros que huían de las plantaciones portuguesas constituyeron
republiquetas democráticas llamadas Quilombos. Sin embargo, la palabra “quilombo” -
en el cono sud de América del Sur- terminó reflejando, al final, el odio de los esclavistas:
se la toma como sinónimo de “prostíbulo” o de “relajo”.
105 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

El motivo de la pérdida de terreno de la democracia hasta la Revolución Francesa es


que, en la concepción original, la cual se suele denominar “democracia directa”, era ne-
cesaria una asamblea del pueblo absolutamente soberana (las asambleas, cabildos y mí-
tines actuales son, tal vez, remanentes de tales reuniones). En Atenas y otras “polis”,
como se sabe, la Asamblea constituía la esencia del ejercicio democrático y participaban
de ella sólo los ciudadanos varones y libres (no esclavos), característica de voto restrin-
gido, legado a la posteridad. Es obvio que sólo una escasa población podía dar viabilidad
a tal mecanismo decisorio. En esta forma de gobierno, por otra parte, no existía la repre-
sentación: todos los ciudadanos eran responsables de los cargos administrativos y los
ocupaban eventualmente. La Guerra de la Independencia norteamericana y la importan-
te Revolución Francesa son las principales fuentes de las democracias modernas y con-
tribuyeron significativamente a su teoría, práctica y limitaciones, la principal de las cua-
les es -justamente- la representatividad.

A primera vista, el confiar en un agente especial las responsabilidades colectivas parece


una excelente forma sustituir el criterio absoluto con un órgano deliberante plural, don-
de aún estadística e indirectamente, el promedio de las inquietudes de la ciudadanía
llegue a la realidad práctica. Sobre esa base, se pregona las bondades de la democracia
representativa porque “no es un sistema perfecto, pero es el mejor que hay”, parafra-
seando a W. Churchill. Pero, como es experimental y cotidianamente observable, el pro-
blema de ceder una cuota de poder decisorio en un representante es que éste la usa para
tomar decisiones por su cuenta, convirtiendo todo el procedimiento en una farsa y -al
final- en un fraude socialmente aceptado. También es el origen de algunas deformacio-
nes aún mayores, en las cuales sólo se tiene una democracia formal y aparente que ocul-
ta o disimula el accionar de toda clase de grupos, oligárquicos con frecuencia, y hasta -
según se verá- el de embozados monarcas, debido al control absoluto al que “las cáma-
ras” pueden ser sometidas. En Bolivia, desde 2005, en reuniones de la pasada “Asam-
blea Constituyente” y muchas sesiones del actual parlamento, los brazos de los represen-
tantes oficialistas se levantaban con tanta frecuencia para aprobar sus leyes y propuestas
que -alguien dijo- parecían, más bien, sesiones de ejercicios aeróbicos.

2. Elegir y ser elegido

La justificación para la representatividad democrática es más que obvia; a quienes les


gusta exponer estos temas en exageradas formas didácticas les encantaría decir: “no se
puede reunir millones de habitantes en un solo lugar para tomar decisiones cruciales;
designar delegados es inevitable”. La discusión se habría desviado -entonces- a las mo-
dalidades de elección y el tiempo se encargó de destilarlas hasta el modelo de “un ciuda-
dano, un voto” y que, como se vio, se adapta tan bien al mercadeo. Por lo demás, se aso-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 106

cia muy mecánicamente los actos electorales con la democracia. Y, finalmente, se los ha
llevado a un grado de interesado rito antropológico y cubierto con cierto airecillo sagra-
do. Pero, ¿puede haber democracia sin actos electorales? O, ¿es tan bueno el acceder a
un cargo público por elecciones antes que, verbigracia, por calificación de aptitud y mé-
ritos?

El sistema de escoger funcionarios mediante votación (aunque no con las mismas atri-
buciones) se ha usado en muchos pueblos desde -cómo no- Grecia y Roma antiguas; el
uso de una urna para depositar votos cerámicos (ostraca) quedó en la denominación
actual de “urna” para el receptáculo de los sufragios y para el sinónimo de exilio, castigo
que se aplicaba ahí mediante una votación, dando lugar a un ostracismo. Posteriormen-
te, a través del período medieval (principalmente en las organizaciones religiosas) y
después de la revolución francesa, evolucionó como opción opuesta al sistema heredita-
rio de las monarquías y se afianzó en América y Europa durante el siglo XVIII. Relacio-
nado con esto, el sufragio, entendido como el derecho a votar, fue un proceso, objeto de
conquistas escalonadas hasta su carácter -en principio- más evolucionado, el de sufragio
universal.

3. El sufragio universal

La transición desde el sufragio restringido o censitario a los modos actuales se dio le-
vantando gradualmente las restricciones, por situación financiera, por género, por edad,
etc., en el curso del siglo XX. La enorme variedad de modalidades electorales -todas
llamadas sufragio universal- resultan, claro, de las evoluciones históricas, de los conflic-
tos de intereses y de las fuerzas dominantes. Como aún en varios países, en Bolivia se
mantiene el sufragio obligatorio. Efectivamente, la Constitución Política, entre los de-
rechos políticos consigna: “El sufragio, mediante voto igual, universal, directo, indi-
vidual, secreto, libre y obligatorio,...” Es muy deprimente el saber que, por decisión
del soberano, se está a merced de autores de semejantes textos: ¿Derechos obligatorios?
¡Vaya!

Ahora bien, la mayoría de los eventos electorales son convocados principalmente para
llenar los puestos públicos mejor pagados. ¿Es correcto que la gente sea arreada, bajo
amenaza de “sanciones”, a “cumplir con el deber ciudadano” y “participar de la fiesta
electoral” para beneficio de un puñado de astutos y oportunistas “servidores públicos”
vocacionales? Increíblemente, esos políticos son los que lograron transformar la larga
lucha por el sufragio universal, sin que ningún proceso de cambio lo impida (más bien
todo lo contrario), en el peor de los sometimientos democráticos: el que penaliza la au-
sencia del votante con la revocación de ciertos derechos constitucionales por un lapso
107 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

determinado; el trabajo no remunerado de jurados electorales (en fin de semana) o que


descarga la respectiva remuneración -abusivamente- sobre los empleadores.

En Europa, sólo Bélgica, Luxemburgo, Chipre, Grecia e Italia tienen voto obligatorio; en
América latina sólo Colombia, Nicaragua, Venezuela (desde 1999), El Salvador (desde
2004), República Dominicana (desde 2010), Chile (desde 2012) y Perú (desde 2013) no
lo tienen. Como la tolerancia y la educación colectivas, el respeto a la opción individual
de no participar en eventos políticos es también, sin duda, un valor evolutivo. Al presen-
te, la tendencia general promedio en el mundo parecería ser la del sufragio universal
voluntario (¡pues sólo así se convierte en un derecho!), no obstante aún éste, mientras
las leyes de la mercadotecnia lo controlen, no puede ser considerado verdaderamente
democrático. Es fácil ver que los movimientos financieros alrededor de estos ejercicios
pueden ocultar -y lo hacen- verdaderas plutocracias. Pero, por lo mismo, algunas otras
odiosas deformaciones dependiendo de ciertas circunstancias sociales o de estrategias
mediáticas, siempre pregonando -supuestos- propósitos salvadores del pueblo.

¿Cómo es que las personas siguen enrolándose en sectas cristianas (pagando casi tanto
como un impuesto estatal), comprando toda clase de píldoras y ungüentos milagrosos y
creyendo que el próximo candidato sí traerá lo nuevo? ¿Somos crédulos y engañables
por naturaleza? “Es concebible que el hecho de creer pueda producir endorfinas: pe-
queñas proteínas del cerebro con efectos como la morfina. Un placebo sólo funciona si
el paciente cree que es una medicina efectiva. Dentro de límites estrictos, parece que la
esperanza puede transformarse en bioquímica” (Carl Sagan). ¿Sería la creduli-
dad, en algún momento, una ventaja para la supervivencia?

Nótese que no se trata, precisamente, de fraude electoral. Éste incluye innumerables


prácticas desde las más brutales, como el uso de la fuerza contra los opositores, hasta las
menos fáciles de evitar: suplantaciones, coacciones individuales y colectivas, acarreo y
traslado de personas, compra de votos y prebendalismo, utilización de recursos ilícitos
(v. g., públicos) en la campaña, adulteración de actas o, final y modernamente, la mani-
pulación electrónica de resultados; añadiendo el sesgo de los administradores de los
procesos electorales, intervención directa del gobierno mediante propaganda maliciosa
o la exagerada presentación pública de obras, las complicaciones de regulación y control
hacia elecciones “libres y limpias” se multiplican indefinidamente. Es, la transformación
del sistema de sufragio mismo, pues, la que debería ser considerada.

La preocupación está presente y de vez en vez surgen propuestas radicales, como la del
físico chileno y docente en el MIT César Hildago, quien propuso reemplazar a los toma-
dores de decisiones por la inteligencia artificial. Ideó un sistema al que bautizó como
“senador avatar”. “Imagínate un futuro en el cual cada persona tiene un senador per-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 108

sonalizado, pero ese senador personalizado no es una persona, es un software, un


agente de inteligencia artificial, que toma datos sobre tus hábitos de lectura, sobre tus
interacciones en redes sociales, tu test de personalidad, información que tú le provees
a esa persona virtual para que te represente cada vez que una ley o una legislación se
va a votar” (La Crónica, original en N+1, 16/04/2018).

Un cuento titulado “Franchise” (Isaac Asimov, 1955. Traducido a “Sufragio universal”)


plantea que, en el siglo XXI (¡año 2008!), las elecciones serían procesadas por la super-
computadora llamada Multivac, teniendo en cuenta los intereses de todos y cada uno de
los habitantes. Multivac elegiría al presidente, los representantes y tomaría las grandes
decisiones políticas, sintetizando los deseos de todos. Entonces, un único votante encar-
naría el sufragio universal: el ciudadano a cargo de Multivac. ¿Es posible imaginar un
mejor y más realista uso de las supercomputadoras para perfeccionar la futura demo-
cracia? Sí, lo es.

4. Democracia digital

Las incomodidades que provoca la modalidad actual de sufragio, son motivo de mucha
literatura especializada con diferentes tonalidades. Idealmente, si la incomodidad social
fuera generalizada y profunda, pudiera llegar el momento de plantear la solución final.
¿Sería ésta una reforma del sufragio universal? Un sufragio voluntario, con la total
garantía de una administración imparcial, con campañas de información (sin proseli-
tismo) en los medios, totalmente equivalentes para todos los participantes, comple-
tamente libre para los votantes pero con estrictos requisitos de idoneidad para los
candidatos,… ¿Demasiado utópico? Hay otras opciones que perecerían serlo mucho
más.

La Constitución Política boliviana también contiene este texto: “Artículo 11. I. La Re-
pública de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa,
representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y muje-
res.” Por “participativa” se debe entender la realización de referendos, las iniciativas
ciudadanas, revocatorias de mandato, asambleas, cabildos y “consultas previas”; “repre-
sentativa” tiene la conceptuación usual y “comunitaria” se refiere a la “elección, desig-
nación o nominación de autoridades y representantes por normas y procedimientos
propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, entre otros,…” Los
“procedimientos propios”, en la mayoría de los casos, son sólo asambleas locales. Dema-
siadas palabras para un escenario que, en la vida real, quienes acceden a las posiciones
de poder -las que de verdad importan- lo hacen en el esquema más representativo, pre-
bendal y comercial que cualquier politólogo mal intencionado pudiera imaginar.
109 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

La Unión Soviética, que usaba el modelo de representatividad basado en la experiencia


de la Comuna de París, se mostraba como Democracia Directa porque los delegados al
Soviet (asamblea local) eran electos en asambleas realizadas en los puestos de trabajo
(fábricas, talleres, oficinas y granjas) y de estos soviets emergían los representantes al
Soviet Supremo. Es claro que sólo la primera etapa podía ser considerada directa.

Hay, naturalmente, otra gran cantidad de variantes, intentos verbales para adornar la
democracia como directa. También se dice que es practicada actualmente en Suiza, por-
que los ciudadanos pueden rechazar o aceptar cualquier ley proveniente del parlamento,
mediante referendos, y pueden introducir nuevos puntos a la constitución federal por
medio de iniciativas.

La Democracia Líquida (o Delegativa), otra propuesta novedosa (Alois Paulin, “Through


Liquid Democracy to Sustainable Non-Buraucratic Government”, Journal of e-
democracy, Vol. 6, Iss. 2 (2014)), se dice equidistante entre la directa y la representativa.
El término “líquida” se refiere a la aspiración de licuefacer los límites rígidos de la de-
mocracia actual; de hacerla más fluida, más transparente y más flexible. Describe un
mecanismo de sufragio (votaje delegado) basado sobre las plataformas de redes compu-
tacionales e interred, capturando una participación más responsable de ciudadanos,
quienes tienen la posibilidad de votar las decisiones del parlamento y formular propues-
tas, pero pueden ceder su voto a un representante para aquellas decisiones donde pre-
fieran no participar. Inspirada en sistema soviético inicial, actualmente es practicada, al
parecer, en algunos sindicatos de trabajadores y los llamados “partidos piratas” de cier-
tos países europeos (hay una aplicación de código abierto llamada “LiquidFeedback”).

El impacto de la tecnología sobre los procesos electorales es lento pero continuo. Desde
la época en que se usaba verdaderas urnas y trozos cerámicos para ese propósito y los
primeros votos en papel (Roma, 139 a. C.), a cambios importantes, como la máquina del
“movimiento cartista” inglés (Benjamin Jolly, 1838), para la cual cada votante era pro-
visto con una bola de bronce para introducirla en uno de los agujeros del dispositivo, el
señalado para su candidato; la bola accionaba internamente un adecuado mecanismo de
conteo y salía para ser entregada al siguiente elector. En los Estados Unidos, se patentó
la máquina de Anthony Beranek en 1881 y fue usada en las elecciones generales; consta-
ba de una matriz de botones con filas para los cargos y columnas para los candidatos,
con trabas internas para evitar voto repetido, mecanismos para activar la cabina, reini-
ciar la máquina y ponerla a disposición del siguiente votante. Una idea que surgió por
1890 (John McTammany) encontró empleo en el siglo XX, la tecnología de tarjetas per-
foradas; el sistema Votomatic (Joseph P. Harris) introducido por la compañía IBM (Wi-
lliam Rouverol) para la elección presidencial de 1966 permaneció de ahí en adelante
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 110

hasta la de 2000, cuando condujo a un conocido y dudoso conteo en el estado de Flori-


da, llevando a G. W. Bush a la presidencia; en sus últimas versiones, emplea un disposi-
tivo perforador de tarjetas alimentadas después al dispositivo automático de cómputo.
Mientras en países subdesarrollados se mantiene el paso de los ostraca al papel como
único avance tecnológico, en los otros -finalmente- se da el paso de los ya descritos sis-
temas mecánicos al “Registro de Votos Electrónico Directo” donde un apuntador (v. g.,
botones sobre una pantalla táctil) provisto de componentes electrónicos y ópticos es ac-
tivado por el elector, cuyas selecciones son procesadas por un programa de computado-
ra, los datos almacenados en dispositivos de memoria y los registros, posteriormente,
transmitidos a una central. En su versión más moderna, el sistema se conecta a una
“Red Pública”, de manera que las votaciones electrónicas son transmitidas, mediante
computadoras interconectadas, a una central donde los datos son procesados. Como es
obvio, el uso de la interred como la red pública, da lugar al “e-Voto”; en este caso, las
cabinas de votación tienen puntos de acceso a la red o son directamente reemplazadas
por computadoras que son puntos de la interred, un documento de identidad electrónico
(microcircuito con “firma digital”) y un lector de tarjetas electrónicas; como en Estonia
donde está -dicen- el sistema más avanzado. El voto electrónico está ya implementado
en Bélgica, Estonia, India, Filipinas, Brasil (en la elección de 2010, el resultado de 135
millones de votos se publicó 75 minutos después del sufragio), EEUU y Venezuela. El
voto por interred se ha usado ya en el Reino Unido, Estonia y Suiza para elecciones ge-
nerales y referendos; en Canadá (elecciones municipales) y Francia (elecciones prima-
rias). También se usa para elegir miembros de directivas, delegados y otros, en organi-
zaciones privadas o corporaciones. Los observadores de seguridad no han reportado
actividades sospechosas, por lo que se considera que el sistema es razonablemente segu-
ro (aunque hay denuncias aisladas y algún debate abstracto).

Otro asunto es la gestión del proceso, ahí las manías de los políticos no darán tregua:
“De acuerdo con el CNE, casi 8,1 millones de personas votaron este domingo, lo que
representa el 41,5% de participación del padrón electoral. La oposición dijo que solo
hubo 2,4 millones de votos, lo que representaría un 12,4% del padrón electoral…” “… El
director ejecutivo de la compañía de votos Smartmatic, que es la encargada del vo-
to electrónico en Venezuela, dijo que las cifras de la votación de la elección de este
domingo fueron ‘manipuladas’. En un comunicado, Antonio Mugica dijo que el sistema
usado en Venezuela hace evidente cuando hay alguna manipulación y realiza reportes
de intentos para interferir con él. El sistema ha sido usado en Venezuela desde las elec-
ciones de 2004. En una rueda de prensa desde Londres, Mugica lamentó la situación y
dijo que debido al sistema sabían ‘sin ninguna duda, que la data de las recientes elec-
ciones para una Asamblea Nacional Electoral fueron manipulados. Es importante des-
tacar que manipulaciones similares se hacen en elecciones manuales alre-
dedor del mundo, pero por la falta que controles de seguridad electrónica, suelen
111 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

pasar desapercibidos’…” “… En el comunicado, Mugica dijo que con una audito-


ría se podría saber la participación exacta de este domingo. ‘Estimamos que la dife-
rencia entre la participación real y la anunciada por las autoridades es de al menos un
millón de votos’, afirmó. ‘Es importante señalar que esto no habría ocurrido si todos
los partidos políticos hubieran estado presentes en las diferentes etapas de la elección’,
finaliza el comunicado” (CNN Español, 02/08/2017).

Tan interesantes avances técnicos tienen influencia, todavía teórica, sobre el ejercicio
democrático. Por una parte, hay una serie de argumentos respecto de las oportunidades
que se abren en bien de los derechos políticos de los electores; principalmente por la
enorme simplificación de elecciones, referendos y consultas (en especial para enfermos,
discapacitados o adultos mayores) y un estímulo para aumentar la participación de la
gente (más sano y civilizado que el del voto obligatorio). Por otra, seguramente los opo-
nentes de la modalidad podrán de manifiesto los temores acerca de posibles abusos del
sistema, intervención fraudulenta o manipulación malintencionada de los programas y
resultados. La electrónica, dicen, es fuente de errores y fallas técnicas no siempre de fá-
cil ni rápida solución.

En fin, la presión informática sobre las prácticas políticas es ya un hecho. El ejercicio


democrático con el empleo de medios digitales, en o fuera de línea, se conoce ahora co-
mo Democracia Digital. Durante los últimos 25 años, se vivió la transición desde la
democracia de muros callejeros, la de la prensa escrita, hasta la televisiva y, recién, a la
de interred cuyo papel en la campaña presidencial de B. Obama en 2007 está reconocida
como de mayor importancia, no obstante que el gasto en propaganda televisiva fue mu-
cho mayor. Movimientos sociales recientes como la llamada “Primavera Árabe” son
también considerados resultado directo de los medios sociales porque, en el inicio de las
protestas, se prestó gran atención a las tecnologías digitales que permitieron a los acti-
vistas eludir los canales mediáticos controlados por el gobierno.

La creciente influencia es notoria: aún en moldes tradicionales, en muchos países los


ciudadanos tienen ya “e-peticiones”, para interponer quejas o solicitudes sobre las
agendas políticas o gubernamentales. En Escocia, esto se ha convertido en una iniciativa
oficial del parlamento (se invita a los ciudadanos a llenar listas peticionarias en un sitio
de la red digital). Las e-peticiones son también muy convenientes para introducir inicia-
tivas parlamentarias después de colectar un gran número de firmas, donde ese meca-
nismo es legalmente posible, porque la interred es un instrumento más poderoso para
alcanzar este fin que los medios tradicionales. Hace más de 30 años que los usuarios de
La Red han discutido toda clase de temas sociales en los foros virtuales; éstos ofrecen la
oportunidad de contribuir las 24 horas a las discusiones y desde cualquier lugar sin ne-
cesidad de reunirse. Según tales foros se hacen populares, con muchos miles de partici-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 112

pantes en cada país, crece el efecto sobre la conciencia y conocimiento de los asuntos
políticos entre los ciudadanos. En las “e-participaciones”, los postulantes son seducidos
para discutir problemas de gobierno directamente con los ciudadanos. Los roles de eje-
cutivos se aflojan para dar lugar a un papel de representantes con la idea, tal vez invo-
luntaria, de actuar como servidores civiles (J. Katz & R. Rice, “Social Consequences of
Internet Use, Access, Involvement, and Interaction”. Cambridge MA, London: The MIT
Press (2002)).

Con la digitalización de los mercados y el advenimiento de las tecnologías interactivas


surgió el discurso acerca de cómo las nuevas tecnologías son revolucionarias y que tam-
bién está la posibilidad, con la e-participación y -en general- el e-gobierno, de tomar
decisiones usando la red; ésta es muy defendida por los proponentes de otras demo-
cracias, como la plebiscitaria (gobierno mediante referendos o plebiscitos, ésta también
es denominada “democracia directa”) y la libertaria (una forma de anarquismo, “El go-
bierno que mejor gobierna es el que gobierna menos, y el mejor de todos es el que go-
bierna absolutamente nada”). La experiencia actual, sin embargo, indica que la activi-
dad a gran escala se produce hoy principalmente en “e-foros”, “e-encuestas”, “e-comu-
nidades” y “e-grupos” de presión, sin influencia importante sobre la toma de decisiones
en la política oficial y sin afectar significativamente al sistema representativo. La televi-
sión, la prensa y la comunicación personal son, todavía, más influyentes (excepto en el
caso suizo). Tal vez esto cambie en el futuro, cuando la era de la política en la interred
irrumpa verdaderamente y ponga al sistema tradicional bajo irremediable presión. Aún
las posiciones conservadoras consideran más probable una combinación de democracias
representativa y directa actuando sobre las redes de comunicación (J. van Dijk & A.G.M
Jan, “Digital Democracy: Vision and Reality Public Administration in the Information
Age: Revisited”, IOS- Press, (2013)).

5. Democracia directa

Con tan buena reputación teórica, la Democracia Directa es, y seguirá siendo, aquella en
la que las decisiones las toma directamente el “pueblo soberano”; sí, entendiendo por
“pueblo” la totalidad, la absoluta totalidad, de los habitantes. Se ha incursionado en las
consultas electrónicas, referendos electrónicos y el voto electrónico y ahora la esperanza
es la de abrir una era de auténtica democracia directa, a semejanza de la participación
ciudadana en el ágora ateniense, pero con medios modernos. E inaugurar la era de la
política sin políticos. ¿Política sin políticos?, ¿la democracia directa implica eso? Y,
¿cómo sería?
113 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

La democracia directa, efectivamente, implica una política sin políticos porque no existi-
ría la representatividad. Si se dispusiera de un sistema digital muy extendido, seguro,
interactivo y versátil (que bien podría llamarse “Ágora”); si toda la sociedad pudiera in-
tercomunicarse rápida y efectivamente como si estuviera reunida en un solo lugar, en-
tonces la necesidad de los representantes (parlamentarios y otros) desaparecería por
completo: “Cada ciudadano tiene, en cada momento, autoridad para proponer, deba-
tir y votar por, toda política. Esto abolirá el poder político. No hay representantes con
autoridad para decidir políticas por otros. En la democracia DIRECTA nadie decide
política alguna por otros. Cada ciudadano tiene el derecho de proponer, debatir, y vo-
tar sobre cada política. Si los ciudadanos usan esto correctamente -o no- dependerá de
ellos.”

Aki Orr hace una detallada descripción a cerca del funcionamiento del Ágora (que reem-
plazaría por completo al poder legislativo) cuyos debates estarían moderados mediante
un “reglamento de debates” adecuado y no difícil de establecer. Pero, ¿cómo funcionaría
el poder ejecutivo?; para eso las ideas son menos precisas: “El ágora moderna es la TV
donde cada ciudadano puede hablar a millones de otros ciudadanos. En la DD, cada
departamento de gobierno (Salud, Educación, Industria, Finanzas, etc.) opera su pro-
pio canal de TV alrededor del reloj y año redondo. La sintonía de ese canal mostrará
un Panel debatiendo las políticas de ese departamento. Los miembros del Panel deben
tener el conocimiento y la experiencia en los asuntos de ese departamento en particu-
lar. Ellos contestarán preguntas telefoneadas por el público. Explicarán los puntos
buenos y malos de cada propuesta. Los miembros del Panel deben ser escogidos por
lotería (no por elecciones) de una lista de aquéllos con la experticia requerida. Los
miembros del Panel serán cambiados regularmente; ningún miembro servirá dos pe-
ríodos consecutivos…” (A. Orr, “Politics Without Politicians”, Direct Democracy Pam-
phlet, www. abolish-power.org).

Muy bien, pero ¿se elegiría, por ejemplo, un presidente? Claro que no. Es muy obvio que
“en la DD” no habría necesidad de elecciones y, por tanto, todos los cargos en la admi-
nistración del estado se confiarían a personas contratadas al efecto y, en consecuencia,
serían siempre directamente prescindibles y sustituibles. El nombre de “presi-
dente” podría ser aplicado a un gerente general (responsable de la ejecución interna) y el
de “canciller” a un negociador (para contactos externos). Éstos y todos los demás (mi-
nistros, etc.) serían designados mediante mecanismos meritocráticos, evaluados perma-
nentemente y, claro, ratificados o sustituidos en consecuencia (¿Hay alguna falla en el
sistema educativo?, ¡despidan al ministro de educación y contraten a otro! ¿Aplicaron
impuestos sin autorización del Ágora? ¡Reemplacen al presidente!). Por supuesto, tam-
poco se tendría partidos políticos porque todas las actuaciones serían personales y pú-
blicamente calificadas. Como se ve de inmediato, esto transformaría las partes emocio-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 114

nal y volitiva de la política en cuestiones más bien técnicas; la búsqueda de soluciones a


los problemas sociales devendría -como debe ser- en una actividad muy ingenieril, muy
especializada.

¿Es esto posible en teoría? y, de ser ése el caso, ¿qué condicionaría su practicidad? ¿Es
más utópica que la reforma de la actual modalidad democrática? ¿O que una revolución
comunista? ¿Hay indicios de posible cambio? Aparte de lo ya mencionado, la llamada
democracia directa de Suiza y sus instrumentos (referendos frecuentes e iniciativas po-
pulares y la descentralización del poder) no siempre fueron objeto de una lenta evolu-
ción; se requirió una lucha política dura y larga (una revolución violenta en 1798, revuel-
tas desde 1830 y una breve guerra civil en 1847). El resultado de semejante presión de la
ciudadanía sobre los políticos es el que las cámaras suizas se reúnen varias veces al año,
durante varias semanas aparte de las sesiones de sus muchas comisiones, no obstante
que sus miembros no son parlamentarios a tiempo completo y deben ejercer alguna otra
actividad para sustentarse. Es una muestra también de que el tiempo, con revolución o
con evolución, no transcurre para el beneficio histórico de los políticos: la tecnología
conspira contra ellos, como lo hacen la clarificación de los conceptos “democracia” y
“libertad”. Quiérase o no, la deslegitimación y fracaso final de la revolución rusa -o, más
propiamente, de la URSS- no únicamente disipó ilusiones revolucionarias, también
mostró, cruel e insoslayablemente, todas las miserias de la democracia representativa: la
facilidad con que incuba la ineptitud y corrupción, por una parte, y la enorme suscepti-
bilidad a encubrir prácticas ademocráticas mediante la manipulación del sufragio, por
otro. El sistema electoral es, según una larga experiencia, permeable al fraude y al con-
trol mercadotécnico; el ejercicio electoral puede ser sólo formal, sus resultados pueden
ser controlados con otros instrumentos o, cuando una campaña electoral implica inver-
siones en el orden de los cientos de miles o de millones de dólares, las “fiestas electora-
les” sólo alegrarán a los estafadores ideológicos. Los Mugabes y los Trumps son sólo pe-
queñas muestras de los altos grados de contaminación que admite la estructura repre-
sentativa -¡todavía con disimulados rastros monárquicos!- propensa a ocultar liderazgos
de pobre calidad que recuerdan a épocas cuando el destino del estado dependía de la
bondad o maldad del rey (que los cuentos infantiles recogieron). Sin embargo, la expe-
riencia histórica indica también que, donde es posible, un mayor nivel de educación, de
tecnología y de capacidad organizativa llevan, con evolución más o menos lenta, con
progresos y retrocesos, a mejores sistemas de gobierno. Quizá sobre esa base, y la curio-
sidad optimista con que la investigación social transcurre, se apuesta implícitamente a
que la humanidad debe resolver, al menos y al fin, sus tribulaciones sociales más primi-
tivas; debe resolver el problema de quién ejercerá poder y cómo; el de la administración
de los intereses públicos, sin líderes, sin caudillos ni otras vacas sagradas.
115 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 116

Capítulo iv

Ideologías

1. Las ideas

Estrictamente, el término “ideología” significa estudio de las ideas (usado primero por el
filósofo francés Antoine Louis Claude Destutt, marqués de Tracy, en los 1700 con la más
ambiciosa definición “ciencia de las ideas”). Pero, por una serie de circunstancias, en
adelante se lo empleó también para aludir al conjunto de ideas que caracteriza a una
tendencia -filosófica o política, casi siempre- o a una persona. Cuando la coherencia y
sustentación son más evidentes se usa el término “doctrina”. Aquí se reservará la pala-
bra “teoría” sólo para hacer referencia a conjuntos conceptuales rigurosamente estruc-
turados.

¿Para qué sirve la filosofía? Pues su utilidad empieza por sustentar el comportamiento
personal (una “buena” filosofía debe contribuir a una satisfactoria y provechosa vida,
una filosofía defectuosa puede implicar aún la muerte) y, por otra parte, la de estructu-
rar la naturaleza y función de grupos o instituciones. Es en estas circunstancias donde la
filosofía puede devenir en ideología: cuando se ha introducido artificiales creencias y
conceptos dirigidos a definir el modo en que la gente debe vivir. El pensamiento acerca
del mundo, y el de la manera ideal de habitarlo, se contamina cuando es direccionado
preconizando que es el mejor; como la filosofía de Platón ideologizada en “La Republica”
o la de Marx, ideologizada en el “Manifiesto”.

“Ideología” es usada también para describir directamente las creencias compartidas


por un grupo de personas; una nación entera, una secta religiosa o una empresa comer-
cial. En algún modo, las creencias comunes y compartidas al interior de una comunidad
pueden ser consideradas su “ideología de sentido común”, la que concierne (real o de-
clarativamente) a la protección del individuo o de la propia comunidad. Y, finalmente,
117 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

puede ser usada en un sentido más específico, para diferenciar estructuras de pensa-
miento. En un país, es la ideología la que separa a los grupos políticos; aquellos que pre-
fieren y comparten una, en vez de otra, procederán (y votarán) en consecuencia. Es más
que obvia la gran diligencia que requiere el empleo de conceptos que se originan en teo-
rías filosóficas, pues pasan a ser -a veces- doctrinas y terminan siendo sólo ideologías.

La teoría marxista, verbigracia, es inevitable en el momento de explicar la dinámica so-


cial a gran escala como lucha de clases definidas sobre la base de una subestructura eco-
nómica. De ahí se obtuvo las ideas de revolución como sustitución de una clase por otra
en el poder, la del mecanismo de acumulación del capital mediante apropiación de la
plusvalía, la contradicción principal del capitalismo y su esperada resolución final en el
comunismo y otras; todo eso definió, históricamente (siglo XX), la ideología izquierdis-
ta.

Independientemente de matices, todo izquierdista estará de acuerdo en que la contra-


dicción principal en la sociedad, aún en la actual, se da entre explotadores y explotados
(burguesía versus proletariado), no entre pobres y ricos ni entre razas; y que el objetivo
mediato es la conquista del poder para constituir una sociedad socialista, esto es, orga-
nizada sobre la base de la propiedad colectiva de los medios productivos (las granjas, las
plantas extractoras, las fábricas), no una imitación de, y coexistencia con, el capital pri-
vado. La aspiración científica es herencia marxista, como lo es el rechazo de naciona-
lismos, de clasificaciones racistas y preocupaciones religiosas.

Pero las tendencias direccionales, en la práctica, son graduales: se es más o menos iz-
quierdista o derechista; se puede ser centro-derechista; moderadamente izquierdista,
etc. Igualmente, una persona u organización que está a la izquierda de otra, podría estar
a la derecha de una tercera. En matemáticas se diría que la direccionalidad política -si se
acepta el centro como una tendencia válida- constituye una relación de orden (reflexiva,
antisimétrica y transitiva).

El excesivo uso de estas palabras en forma de adjetivos, sin duda ha relativizado por
completo el sentido original; una más amplia definición, que envuelve la marxista, se
referiría a la izquierda como tendiente al cambio y a la derecha como representante del
conservadurismo (del “statu quo”). Irónicamente en este sentido, en el final de la Unión
Soviética, el partido comunista era considerado conservador y “de derecha”, si se quisie-
ra ilustrar las dificultades en el manejo de los “ismos”.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 118

2. Los ismos

Los sufijos “ismo” e “ista”, derivan del griego ισμός (con un muy sano significado: cuali-
dad, la práctica o enseñanza de algo) y debieran identificar y distinguir, lingüísticamen-
te, doctrinas, causas, propiedades, teorías acciones, estados y condiciones. En latín, la
terminación “ismus” era usual para los nombres de religiones (paganismus) y sistemas
filosóficos o escuelas de pensamiento (nihilismus), su uso en español procede de pala-
bras con raíz griega y latina desde el siglo XIII (filosofía y religión), pero es la interac-
ción con otros idiomas que extiende su empleo para indicar otros usos (como ocupacio-
nes; los mexicanos denominan “profesionistas” a los profesionales) y recién desde el
siglo XIX se forman las derivaciones para los partidarios de ideologías. El inglés Thomas
Carlyle, en el siglo diecinueve, usó por primera vez las “fórmulas” o “ismos” para signifi-
car ideología preempacada; esperanzas y aspiraciones de la gente, a menudo osificadas
en ideologías. En 2015 el diccionario Merriam-Webster declaró Palabra del Año a “-ism”
porque un pequeño grupo de palabras que comparten esta terminación de tres letras,
“Socialism”, “Fascism”, “Racism”, “Feminism”, “Communism”, “Capitalism” y “Terro-
rism”, produjo un significativo incremento anual en el número de visitas a su sitio
“web”.

Pudiera darse por terminado el intercambio de artillería entre “idealistas” y “materialis-


tas” con la derrota -no admitida, claro- de los primeros. Mientras a la experiencia coti-
diana sólo le falta gritar que el proceso de aprendizaje es uno de adaptación gradual a
su objeto (como lo es conocer una ciudad nueva, por ejemplo), la moda es afirmar el
“constructivismo” contra -casi siempre- el “conductismo”. Así, el empleo arbitrario e
intencionado de estos sufijos ha introducido la falsa sensación de que también sirven
para calificar o descalificar denominaciones en filosofía y en áreas sociales pero, sobre
todo, en política. Afortunadamente, no en ciencia: una partícula relativista no es la que
es partidaria del relativismo (es una que se mueve a muy alta velocidad) y nadie oirá
algo como “es un despreciable genetista” o “no caeremos en los engaños del electromag-
netismo”.

No es invento de los científicos el denominar positivista a la persona que admite sólo


datos (hechos positivos “impuestos en la mente por la experiencia”) -recibidos de los
sentidos- como evidencia empírica. Comte es, por supuesto, el positivista de la sociolo-
gía; Weber y Simmel, los antipositivistas (llamaban “cientismo” al positivismo, ¿concep-
tuaban a la ciencia como ideología?). El científico es intrínsecamente positivista. Pero el
manejo de los ismos es siempre flexible: el físico Werner Heisenberg se declaró apositi-
vista, sin decirlo explícitamente y sin más explicación: “Los positivistas tienen una solu-
ción simple: el mundo debe ser dividido en lo que podemos decir claramente y el resto,
lo que debiéramos mejor evitar en silencio. Pero ¿puede alguien concebir una filosofía
119 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

más inútil, viendo que aquello que podemos expresar claramente se acerca a nada? Si
omitimos todo lo que no es claro nos quedaremos probablemente con tautologías com-
pletamente triviales y carentes de interés” (W. Heisenberg, “Positivism, Metaphysics
and Religion”, New York: Harper and Row (1971)); pero no es posible ignorar el que,
exactamente de la misma manera (con poco nítidas concepciones filosóficas), colaboró
con el nazismo. Esto prueba que, cuando los científicos dejan su lugar de trabajo tampo-
co son, necesariamente, una garantía en el manejo de ismos.

En cambio, el empleo de estos sufijos entre intelectuales de la política es verdaderamen-


te exquisito. No es raro enfrentar expresiones como “no todo lo que Marx dijo es marxis-
ta”. O preguntas como ¿es izquierdista el populismo?

3. El espectro político

Y ¿lo es? Poco antes de la Pereztroica, el Partido Comunista estaba muy influido por la
política de paz de la URSS. Se introdujo entonces la idea de que los movimientos revolu-
cionarios debían incluir a todos los pobres en general (la Internacional Comunista dice
“arriba los pobres del mundo...”). Esta idea terminó permeando a muchas organizacio-
nes y, seguramente para distinguirlas de las más ortodoxas, la tendencia no fue denomi-
nada, correctamente, “pauperismo” (porque ¿a quién le interesaría luchar por los ricos?)
sino “populismo”, al parecer implicando -erróneamente- que todo el pueblo es pobre o,
aún peor, que sólo los pobres son pueblo. De todos modos, para evitar dudas maliciosas,
se suele enfatizar el izquierdismo del populismo aludiéndolo explícitamente como “po-
pulismo izquierdista” (los que escogen discriminadoramente a “su” pueblo antes de lu-
char por él).

Las modificaciones de la teoría marxista, que antes eran calificadas de “revisionismo”,


aún se dan y, obviamente, a partir de ahí, el número de ismos puede muy bien ser infini-
to. El sofisticado análisis de ismos que se encuentra en las publicaciones especializadas
exhibe también, sin duda, la ausencia de un vocabulario mínimo bien definido y deja el
reconocimiento de la certidumbre únicamente a la habilidad heurística del lector.

Hay un motivo implícito en tales ejercicios, es el que -para complicar aún más el proce-
samiento de tan imprecisos modelos- no siempre lo que las organizaciones dicen ser, se
refleja en su práctica; introduciendo -además- francas inexactitudes. Los análisis socio-
lógicos “comprometidos” no sólo no ocultan sus sesgos ideológicos, sino que -con fre-
cuencia- los alientan y justifican. Quizá, siguiendo estos juegos, hubiera que hacer refe-
rencia a un “ocultismo político” en vez de usar otros inevitables calificativos. Excepto
que los analistas llegaran a un tipo de especialización como en física (teóricos y experi-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 120

mentales), entonces sería apreciable una declaración como la de Lucién Sebag: “El pri-
mer paso es decisivo: ¿qué debo elegir: el discurso o la violencia, el caos efectivo o la
razón? Una vez resuelta esta cuestión inicial -y ya lo está, puesto que escribo-, queda
claro lo que de ella se deriva: no hay, desde ahora, otra existencia posible para mí más
que aquella que se conforma a la razón...” (“Marxisme et Structuralisme”, Payot
(1967)).

He aquí otra interesante pregunta: ¿Era (o es) derechista el fascismo? Ésta requiere un
examen más detallado.

Benito Mussolini era un prominente miembro del Partido Socialista Italiano, al punto de
dirigir temporalmente el órgano oficial (periódico Avanti!). Su posición en contra de la
neutralidad del partido en relación a la I Guerra Mundial terminó, no sólo en su aleja-
miento de la dirección del periódico, sino en su inmediata expulsión del partido. Musso-
lini se vio obligado, durante varios años, a combatir contra las organizaciones de iz-
quierda pero desde una posición anticapitalista, hasta concebir la exitosa idea de la “ter-
za via” y fundar su propio partido.

Es perfectamente posible el ignorar las muchas vacilaciones teóricas y confusiones prác-


ticas relativas a este asunto: La característica fundamental del socialismo es la estructu-
ración del estado sobre la base de la propiedad colectiva; contrariamente, el capitalismo
se organiza partiendo de la propiedad privada. ¿Qué puede existir entre tales extremos?
En unos años surge el sistema económico muy propio del fascismo: una modalidad de
capitalismo de estado conocido como corporativismo, que preserva la empresa pri-
vada pero condicionándola a que el estado intervenga y controle la economía apoyado
en ciertas organizaciones sociales.

Mussolini opinaba (como en Bolivia el masismo) que “En las corporaciones, el sindica-
lismo fascista encuentra su meta…” “…Pero mientras el sindicalismo socialista, por el
camino de la lucha de clases desemboca en la política con su programa de
supresión de la propiedad privada y de la iniciativa individual, el sindica-
lismo fascista, a través de la colaboración de las clases, desemboca en las corpo-
raciones, que dan a la colaboración armonía y sistema, defendiendo la propiedad pero
elevándola a función social, respetando la iniciativa privada, pero en el ámbi-
to de la vida y de la economía de la nación…” (B. Mussolini, Discurso en el Con-
sejo Nacional de las Corporaciones, abril de 1930). Los teóricos fascistas -siguiendo a su
jefe, naturalmente- se referían con frecuencia a este punto de vista como la “tercera
vía”; ésta y la arbitrariedad de los ismos quedan retratadas en esta cínica -pero insóli-
tamente sincera- frase de Mussolini:
121 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

“Queremos ser aristócratas y demócratas, conservadores y liberales, reaccionarios y


revolucionarios, legalistas y antilegalistas, dependiendo de las circunstancias del
tiempo, lugar y situación.”

Afortunadamente, la definición Marxista de “capitalismo de estado” es la combinación


del sistema salarial capitalista con apropiación parcial de la plusvalía por parte del
estado; esto es, el gobierno controla la economía actuando como una enorme corpora-
ción, donde el emprendimiento privado sólo actúa en áreas definidas como “no estraté-
gicas”.

¿Por qué afortunadamente? Porque ahorra una serie de explicaciones respecto de otros
usos menos acertados de “capitalismo de estado” y porque se aplica de inmediato los
ejemplares interesantes. Así, Hitler, describiendo la economía nazi, hacía mucho énfasis
en que la propiedad privada estimulaba la competencia creativa e innovación técnica,
pero era productiva sólo cuando se conformaba a los intereses nacionales; para no ser
parasitaria debía contribuir al progreso de las metas económicas del estado. Efectiva-
mente, el régimen nazi incrementó el control económico estatal de modo que el mercado
autorregulado y propiedad privada disminuyeron, pero con presencia enérgica en áreas
de interés según los planes estatales. Como los privados son muy conscientes de sus
conveniencias, el resultado de una administración fascista siempre termina beneficián-
dolos -a pesar del hostigamiento que se ejerce sobre ellos- pero con mucha propaganda
de que es por el bien de los trabajadores.

Muy evidentemente, la República Popular de China moderna constituye otro interesante


ejemplo del más puro capitalismo de estado; lo es por cuanto también muestra de que la
realidad de los esquemas políticos no siempre coincide con lo que éstos dicen ser. Hay
un momento en la historia en el cual la China dejó de ser socialista para, en los hechos,
acercarse inevitablemente al fascismo, justamente en la forma que Mussolini lo conci-
bió. ¿Es derechista el fascismo? Claro que sí, pero jamás lo admitiría.

4. Sicología barata

Hay otra manera de conformar ideologías. Si usted dice “mi hermano es comilón y cas-
carrabias”, sus amigos no tendrán problema de confiar en su juicio, admitiéndolo como
resultado de la experiencia; pero si luego añade “porque es cochabambino”, ellos detec-
tarán de inmediato un sesgo regional en su esquema ideológico (que podría invalidar su
juicio). Estas asociaciones prejuiciosas son muy comunes especialmente en política y es
ahí donde, obviamente, adquieren su forma más peligrosa. El antisemitismo europeo,
originado en los inicios del cristianismo -y alentado por éste-, culminó en ese acto geno-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 122

cida conocido como “el holocausto” (cuyas víctimas hubieran condenado, seguramente,
las posteriores masacres protagonizadas por fuerzas judías contra los árabes, especial-
mente palestinos).

Según el periodista Fernando Molina, el presidente Evo Morales “Conoce muy bien la
psicología del pueblo boliviano y tiene una enorme capacidad de traducir todos sus
propósitos políticos en dicotomías sencillas fácilmente comprensibles y creíbles para la
gente…” (Abraham Zamorano, BBC Mundo, 09/10/2014). Dicotomías sencillas ¿eh?
Morales refirió, durante algún evento, que en sus tiempos de dirigente, camino al aloja-
miento desde la terminal de buses, presenció una golpiza doméstica, y cuando intentó
defender a la víctima, ella reaccionó contra él diciendo que su marido tenía derecho a
pegarla. Vieja y peculiar anécdota que se escucha con frecuencia, por aquí y por allá, en
más de una versión, suscitando dudas acerca de su autenticidad. El origen es, con muy
alta probabilidad, uno de esos escabrosos párrafos de Alcides Arguedas (“[La mujer in-
dígena…] ruda y torpe, se siente amada cuando recibe golpes del macho; de lo
contrario, para ella no tiene valor un hombre. Hipócrita y solapada, quiere como la
fiera, y arrostra por su amante todos los peligros. En los combates lucha a su
lado, incitándole con el ejemplo, dándole valor para resistir. La primera en dar cara al
enemigo y la última en retirarse en la derrota, jamás se muestra ufana del triunfo…”)
que presentó como ¡contribuciones a la sicología de los pueblos hispanoamericanos!
“Cumplo con el ineludible deber de declarar que no he andado muy corto de vista al
analizar, desde Europa, los males que gangrenan el organismo de mi país, y los cua-
les -y esto es preciso no olvidarlo para ser más equitativos- no son exclusivos de él y sí
muy generalizados no sólo en nuestros países hispano-indígenas.” (A. Arguedas, “Pue-
blo enfermo”, Gisbert & Cia. (1975)).

Al año siguiente (1910) Franz Tamayo, en desacuerdo con Arguedas, escribía cosas como
ésta: “La inteligencia no es la facultad eminente y dominadora del indio. En vano se
buscará en la raza los matices típicos de una inteligencia superior, como la que se en-
cuentra en otras estirpes. Ni el ingenio ni la sutileza helénica, ni la claridad y brillantez
gálicas, ni la fecundidad y facundia italianas, ni la profundidad española, ni la solidez
británica, nada de ello existe de manera sobresaliente y típica en el pensamiento indio”
o “Históricamente el indio es una gran voluntad y una pequeña inteligencia” (F. Tama-
yo, “Creación de la pedagogía nacional”, Juventud (1991)).

Bueno, hubiera bastado preguntar al uno y al otro cuáles fueron sus métodos de investi-
gación para arribar a tan impactantes conclusiones. ¿Un enorme programa de monito-
reo del comportamiento? ¿Una exhaustiva batería de pruebas sicológicas? ¿Una extra-
ordinaria capacidad de penetración mental heredada de sus “profundos” ancestros? Na-
da de eso -hay que lamentarlo-, son simples opiniones prejuiciosas como la de que los
123 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

cruceños son carnavaleros o los tarijeños lentos. Es el tipo de opiniones que se adaptan a
-o desprenden de- los esquemas vigentes; difíciles de predecir o detectar y que, final-
mente, se esconden en la “moda” (= en uso pasajero).

De paso, Franz Tamayo tuvo reputación por su avasallante orgullo y le hubiera disgus-
tado mucho, sin duda, que señalen errores en su obra, aún insignificantes como éste: en
su bellísimo poema “Claribel” un verso que se repite dice “Mas yo, iluso descreído,
/aún pienso que me has querido, /Claribel”. Descreído es una persona incrédula y no
concuerda con el ser “iluso”; es exactamente lo opuesto a lo que se pretendía significar
(iluso y crédulo). El verso lógico sería “Mas yo, iluso y creído, /aún pienso que me has
querido, /Claribel”.

Volviendo a los prejuicios, he aquí algo más moderno (y en boga): “El presente trabajo
es un ensayo producto de la experiencia de vida y de la observación psico-socio-
política cotidiana, que tiene la intención de mostrar los efectos psicológicos negati-
vos de la colonización mental -que devino de la colonización religiosa y estilos de
vida extranjerizantes- en los mecanismos de adaptación a los nuevos espacios de vida
urbana, con la consiguiente fragmentación de su integridad psicológica. El migrante
indígena hacia las ciudades o el migrante cultural de las urbes en sus procesos de
readaptación social sufre rechazo del nuevo medio social al cual se inserta. Frente a
esta situación desarrolla mecanismos de defensa o de adaptación distorsionados en su
personalidad, ya sea ocultando su origen, renegando de su cultura familiar o al esca-
lar estratos va hacia el blanqueamiento (enajenarse) de su mente, de sus rasgos exter-
nos y de su cultura de origen. Los blancoides también desarrollan mecanismos psico-
lógicos alienantes de apego a lo externo generando complejos de superioridad y ex-
tranjerizantes, ya sea por vivir con mentalidad ajena y despreciar todo lo que provie-
ne de las culturas ancestrales. En el presente artículo, se proponen algunas vías de
descolonización para el andino amestizado, como el retorno a los ajayus ances-
trales y a la cultura que nos legaron nuestros antepasados. Volver a nuestra
cultura significa readaptar sus elementos y sus valores a los tiempos actuales. Esto no
supone rechazar las formas de vida, las religiones y modas externas, puesto que son
parte de la vida citadina y de la influencia de la globalización. Lo que preocupa es el
asumir lo moderno occidental como superior menospreciando y estigmatizando la cul-
tura de nuestros antepasados andinos y la cultura boliviana.” (V. Soria, “Colonización
mental: mecanismos de adaptación y fragmentación psicológica del andino-mestizo”,
Revista de Psicología, 5, La Paz (2009)). El viraje en el punto de vista es evidente; pero,
tratándose de una revista especializada y recordando lo dicho en la sección (i, 2), quizá
el método de “observación psico-socio-política cotidiana” no sea el más apropiado, pues
conduce a resultados demasiado inconsistentes (¿qué puede ser un “blancoide” o un
¡“andino amestizado”! en sicología?) y recomendaciones impracticables; aunque permi-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 124

ten catalogar rápidamente la orientación ideológica de su autor (“Lo que Juan dice de
Pedro, dice más de Juan que de Pedro”).

Suficiente. Pero ¿es válido indagar a cerca de la naturaleza propia de los habitantes de
una región o país? Tal vez no es científico decir que los alemanes son puntuales, pero
puede describir una conocida tendencia mayoritaria de los habitantes de la República
Alemana que, por supuesto, no agota sus características. No científico pero “razonable-
mente cierto” o “creíble”, en el sentido en que mucha gente que conoce a los alemanes
podría aceptarlo. Hay muchas ideas, concepciones y descripciones razonablemente cier-
tas, que integran ideologías mientras esperan estudios más rigurosos y pueden ser usa-
das en consecuencia, como “hipótesis de trabajo”, siempre sometidas al examen y la crí-
tica.

Desde “Pueblo Enfermo”, los intentos de definir cierta identidad nacional, no han cesa-
do pero fueron emprendidos, se diría, sin esmero. Delimitar la naturaleza del boliviano
puede no ser una tarea fácil, para empezar, por la fuerte diversidad étnica y regional y, al
fin de cuentas, porque quizá no hay tal cosa como la “naturaleza” o la “identidad” del
boliviano. Tal vez lo que hay son estructuras sociales a las que los individuos se adaptan
(¿los bolivianos en Alemania son puntuales?). La detección no gratuita de atributos ra-
zonablemente ciertos queda bastante ilustrada cuando, a propósito de lo dicho sobre los
alemanes, a la pregunta “¿es puntual el boliviano?” se contesta “mayoritariamente no”.
Nadie nos salvará, otra vez, de separar el trigo de las granzas (las certezas razonables, de
la irracionalidad) usando sólo nuestro propios medios (buen criterio).

La explicación está en algo que ya se mencionó antes: que las sociedades son sistemas,
sus elementos interactúan dinámicamente; por eso, el proponer y aplicar soluciones ais-
ladas para ciertos problemas, cosa que se ha intentado una y otra vez, no funcionará. La
historia nos muestra que los gobiernos salientes justificaron sus fracasos culpando a las
gestiones pasadas, a los opositores internos, a los enemigos externos o a la escasez de
recursos financieros, pero también a características intrínsecas de los gobernados, se-
gún los requerimientos declarativos. Es interesante que, de todos modos, el país tienda a
mejorar lentamente al paso de las administraciones, en un aspecto u otro. Para no enga-
ñarse, el único éxito real de un programa de gobierno es la industrialización; como la
ocurrida en la URSS, en Corea del sur, la China y, en menor escala, el Brasil. No es nece-
saria mucha digresión para verificar que hay elementos característicos en tales procesos,
no obstante la diversidad de esas poblaciones. Seguramente hay mecanismos comunes
detrás de tales logros, pero -seguramente también- hay precios que, en muchos casos,
los equipos de poder no están dispuestos a pagar. Entonces, ¿hay condiciones, digamos,
mínimas que posibilitan el desarrollo (industrial)? Y, ¿son individuales o colectivas?
¿Hay pueblos que “merecen” desarrollar y otros no?
125 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

A diferencia de lo ocurrido en países vecinos, en Bolivia el régimen republicano arrastró


varias peculiaridades trazables hasta el propio imperio incaico. La verticalidad del man-
do, por ejemplo. El coloniaje lo mantuvo hasta casi eliminar, en la práctica, los derechos
individuales; el agruparse para defenderlos fue el natural mecanismo de defensa. Por
eso, hoy es perfectamente comprobable que problemas civiles, aún los más triviales, son
irresolubles sin recurrir a la asociación. No están lejos los casos de vecinos barriales que
deben juntarse e interrumpir el tránsito de vehículos durante horas para ser atendidos
en distribución de gas combustible, agua cuando escasea u obras civiles elementales.
¿Por qué? Porque sencillamente, telefónica o personalmente, el individuo es invisible,
reclamará sin ser atendido o, peor, sólo escuchado. A mayor escala, los enfrentamientos
de la gente con los gobiernos (de facto o no) se dieron, históricamente, casi desde la
fundación de la república. Es el tipo de comportamiento grupal que, en condiciones de
aislamiento, derivan hasta en linchamientos. Aún las manifestaciones callejeras que
ocurren con carácter de protesta pacífica pueden tornarse impredecibles; como en 1946
cuando, incontroladamente, adquirió la intensidad de una asonada implicando, al final,
la vida del presidente.

La protesta callejera es, por supuesto, universal y puede convertirse en un indicador de


la armonía de los gobiernos con la ciudadanía. Si se quisiera alguna señal objetiva, los
informes del PNUD sobre conflictividad en América Latina indica que Bolivia es el país
más conflictivo, con un 11.3% de los conflictos en 17 países, y el menos conflictivo es
Costa Rica, con apenas el 1.2% (PNUD-PAPEP, “La protesta social en América Latina”,
Siglo XXI (2012)). Se considera, con mucha razón, de que la conflictividad es un freno al
progreso; durante la campaña a la elección de 2005, los candidatos del MAS-IPSP insis-
tieron en que, en su gobierno, los conflictos terminarían porque era el “instrumento” de
los movimientos sociales; las cifras indican que durante el gobierno de Hernán Siles el
promedio fue de 54 conflictos nuevos por mes, en el gobierno de Carlos Mesa, 52 y en el
de Evo Morales 61 hasta 2013 (R. Laserna et al., “43 Años de Conflictos Sociales en Bo-
livia”, CERES (2013)). ¿Qué tan diferente puede ser el boliviano del costarricense? Es
obvio que aquí hay una adaptación diferente a las condiciones sociales, atribuible a la
violencia histórica y al poco respeto por el individuo, que ya se mencionó. Hay, además,
otras desviaciones que vale la pena comentar.

En Bolivia, la protesta callejera deviene muy fácilmente en bloqueo de calles y hasta de


carreteras o de “paros” (huelgas intempestivas no declaradas). Estas modalidades se
atribuyeron en algún momento a los movimientos izquierdistas. Pero no es creíble. Los
naródniki (populistas) en Rusia, cierto socialismo agrario, llegaron a practicar el terro-
rismo extremo y fueron muy criticados desde las corrientes revolucionarias obreristas.
No era -ni es- revolucionario el sacrificar inocentes para deshacerse de un funcionario
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 126

de gobierno, o lo que sea. Ni siquiera es mínimamente racional: ¿maltrataría alguien a


sus hijos para obligar a su consorte a ceder? Que el bloqueo de calles o carreteras tiene
efectos adversos de imprevisibles consecuencias sobre gente ajena a las protestas, es
algo que se menciona durante el conflicto, sin ninguna señal de aprendizaje o escar-
miento en comportamientos posteriores. Es una forma no letal (“suave”) de terrorismo,
pero su esencia no difiere de la de colocar bombas en eventos públicos. Análogamente,
el dejar de trabajar sin otra motivación que una convocatoria sindical es una de las más
recurrentes formas de protestar. Desde el punto de vista izquierdista, la huelga fue
siempre un mecanismo para obligar al patrón a negociar, de ninguna manera para las-
timar intereses de terceros. Entonces, ¿por qué en Bolivia se dispara sin apuntar? ¿En
qué condición social puede hallarse un país para sufrir -como simple muestra- un paro
de médicos durante más de 40 días? O, ¿enfermos con cáncer marchando y crucificán-
dose en un puente, desesperando ante la decisión de cerrar temporalmente la unidad de
radioterapia y diciendo “queremos vivir un poco más”?

Se sabe que la huelga de hambre fue una forma de protesta desde tiempos muy antiguos,
en la India y en Irlanda precristiana. Precisamente dos casos muy conocidos provienen
de esas regiones. De los muchos ayunos de Mohandas Karamchand Gandhi, por varios
motivos, pero fundamentalmente como desobediencia civil contra el dominio británico
en la India, el ultimo más largo (21 días) culminó con relativo éxito, terminando con la
violencia entre hindúes y musulmanes pero sin impedir la división del país; separado en
dos zonas religiosas (hoy India, Pakistán y Bangladesh). El otro concierne al requeri-
miento de 10 republicanos irlandeses de que se les restituya su estatus de presos políti-
cos durante el gobierno de Margaret Thatcher; Bobby Sands fue el primero en morir en
la prisión Maze (Irlanda del Norte) en 1981, después de 66 días; tenía sólo 27 años. En
América, el caso de Cesar Chavez, creyente estricto en la no violencia, promovió su mo-
vimiento con largas marchas, mítines, boicots y ayunos; su más famosa y última huelga
de hambre “fast for life” en 1988 duró 36 días debilitándolo severamente, pero sus de-
mandas sobre las leyes sobre riesgos de salud por exposición a pesticidas fueron acepta-
das y los granjeros obtuvieron remuneraciones apropiadas, seguros y otros beneficios.
En Bolivia, por supuesto, la huelga iniciada por Domitila Barrios de Chungara, en 1978,
apoyada por muchas personas y que culminó exitosamente con la renuncia del dictador
Hugo Banzer.

A diferencia de otros tipos de protestas, las huelgas de hambre carecen de efecto directo
en el objetivo al cual están dirigidas, pues el que sufre sólo es el protestante y éste debe
confiar en la justeza y el valor público de su acción, quizá, en la integridad moral del
destinatario del reclamo o, de circunstancias especiales, como en los últimos ejemplos
citados. Definitivamente no es, y no puede ser, una práctica izquierdista. No obstante, es
una medida muy popular en Bolivia. Es una de las primeras que se asume (debiera ser la
127 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

última por su supuesta severidad) y ya con procedimientos y resultados muy previsibles.


¿Tiene sentido un ayuno voluntario riguroso contra alguien que, casi con seguridad,
desea tu muerte? En un promedio de condiciones, tendrás que ser “dado de baja” por
salud y luego -además- acusado de haber comido secretamente durante la protesta.

Se podría decir que las organizaciones de trabajadores nacieron junto con la República
Bolívar. En 1824 se abrogó la legislación combinada de 1799 a 1800, que prohibía las
asociaciones y la negociación colectiva, después de la dura y sangrienta lucha de rigor.
Aunque los sindicatos estaban muy reprimidos entonces, ya estaban muy difundidos por
las ciudades industriales. Hasta hoy se entiende, en consecuencia, que un sindicato es la
asociación de trabajadores (asalariados, profesionales o no) destinada a la defensa co-
lectiva de los interesas de sus miembros y así está definido en los diccionarios. Sin em-
bargo, la Ley General del Trabajo (1942) reconoce también ¡sindicatos de patronos!:
“ARTICULO 99º Se reconoce el derecho de asociación en sindicatos, que podrán ser
patronales, gremiales o profesionales, mixtos o industriales de empresa. Para actuar
como tal, el sindicato deberá tener carácter de permanencia, haber legalizado su per-
sonería y constituirse con arreglo a las regías legales.” Aparte de su referencia directa a
organizaciones criminales, la palabra “cartel” (o “cártel”) se usa para designar precisa-
mente a un “Convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua compe-
tencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial.” Se
trata de grupos de empresas o empresarios, en principio independientes, cuyo propósito
es maximizar beneficios usando métodos ajenos a la libre competencia. Así, organiza-
ciones incuestionables como la OPEP, por la naturaleza de su actividad, cumplen perfec-
tamente con la definición de cartel. Los monopolios, oligopolios, manipulación de licita-
ciones, etc. están muy asociados tal concepto y, usualmente por legislación explícita,
están prohibidos. Un sindicato de patronos, dueños o empleadores es, pues, un cartel.

La aplicación errónea de conceptos puede llegar a ser peligrosa, y en Bolivia es frecuente


encontrar situaciones como las que refleja ésta noticia: “La ciudad de La Paz amaneció
este lunes bloqueada por los chóferes del transporte urbano que rechazan la política de
sanciones impuestas por la Alcaldía Municipal de La Paz, ante el incumplimiento de
los transportistas de mejorar sus motorizados para el servicio público.” “Desde la una
de la madrugada fueron desplazadas cientos de movilidades y puestas en lugares es-
tratégicos de la ciudad Sede de Gobierno, afectando el transporte de miles de estudian-
tes de colegios y escuelas de establecimientos públicos y privados.” “El director depar-
tamental del Servicio de Educación (Seduca) de La Paz, Basilio Pérez, informó a Cade-
na A que se ha instruido la suspensión de las labores escolares en unidades educativas
públicas y privadas.” “Los sindicatos de los choferes del transporte libre y choferes
de la Federación Primero de Mayo participan del paro, mientras la ciudadanía se da
modos para llegar a sus oficinas y actividades normales. Se conoce que al menos 25
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 128

mil transportistas estarían participando en el paro con 35 puntos de bloqueo.” (Erbol,


Junio 2016). Toda una ciudad sometida impunemente al abuso de propietarios de
vehículos para el transporte público organizados en sindicatos, federaciones y una Con-
federación Sindical de Choferes de Bolivia. Tal vez, cuando ésta se fundó hace más de
ochenta años, aglutinaba a conductores asalariados (que hoy tienen su propio y diferen-
te sindicato); hoy ya no son “el baluarte del sindicalismo boliviano”; son, por lo visto,
cuentapropistas y empleadores que constituyen un cartel en pleno ejercicio, pero total
y misteriosamente invisible para las “autoridades”.

Como consecuencia, en vez de que el Gobierno Autónomo Municipal planifique y licite


las vías requeridas para mover apropiadamente a la ciudadanía y las adjudique a las
empresas que oferten un servicio mejor y más barato, se ve obligado a negociar perió-
dicamente -bajo presión- con ese cartel del transporte y llegar a acuerdos endebles des-
pués de someter, no a la alcaldía sino al público, a las más inverosímiles pruebas físicas
y sicológicas, exactamente como a rehenes en medio de un asalto bancario. Costumbres
sociales anormales con gobiernos nacionales y regionales muy débiles -o negligentes-,
incapaces de brindar los servicios eficientes y la seguridad que debieran.

Análogamente, cierta ley municipal dice “(Artículo 11. (BIENES DE DOMINIO PUBLI-
CO).- Son bienes de dominio público municipal, de manera enunciativa y no limitativa,
las calles, aceras, cordones de aceras, avenidas, pasos a nivel, puentes, pasarelas, pa-
sajes, caminos vecinales, túneles y demás vías de tránsito;…” Lo cual implica que las
aceras, por ejemplo, deben ser atendidas por el gobierno municipal lo mismo que las
calzadas y demás elementos de infraestructura. Sin embargo, es experiencia cotidiana
que las aceras, en gran medida, son construidas por los propietarios de viviendas y co-
mercios (lo que hace que en la misma cuadra uno encuentre diferentes estilos de acera).
Naturalmente, como en todas partes del mundo, las aceras están destinadas a los peato-
nes y así lo establece otra ley municipal (Ley Municipal Autonómica N° 015):

“ARTÍCULO 51 (DERECHOS DEL PEATÓN). Todo peatón en el Municipio de La Paz,


tiene los siguientes derechos:
a) Circular en espacios públicos exclusivos que garanticen su seguridad y libre circula-
ción y que no estén aislados sino incorporados en el espacio público de tránsito coti-
diano;
b) Ser considerados dentro de la planificación urbana, con un trato equitativo en la
planificación y diseño de la red vial, por encima del vehículo motorizado, priorizando
a la persona;
c) Derecho preferente de paso sobre los vehículos motorizados en la red vial, respetan-
do la señalización y las reglas de circulación;…
d) Derecho preferente de paso sobre las bicicletas en las aceras;
129 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

e) A transitar en un medio ambiente saludable y gozar del espacio público, bajo condi-
ciones que protejan la salud de las personas, su bienestar psicológico y físico;
f) A transitar sin restricción alguna, salvo las expresamente dispuestas
por autoridad competente, por las aceras, paseos peatonales y por toda
infraestructura destinada para el uso del peatón;
g) A que las aceras, calles, avenidas, ciclo vías o cualquier espacio destinado al tránsi-
to de peatones, cuenten con toda la señalización e infraestructura necesaria para un
tránsito de calidad y seguro, correspondiendo a la autoridad competente cuidar
de que las calles y avenidas no se constituyan en estacionamiento de vehículos impi-
diendo la circulación del peatón;
h) A disponer de espacios públicos libres de circulación vehicular;
i) A solicitar a las autoridades competentes el cumplimiento de las normas urbanísti-
cas de seguridad y calidad que garanticen el desplazamiento seguro de los peatones en
el espacio público;
j) A solicitar la protección de su integridad física al momento de cruzar las vías de cir-
culación;
k) A solicitar el cumplimiento y a denunciar a los conductores de vehículos motori-
zados en caso de que los mismos no cumplan, ni respeten los dispositivos de control de
tránsito como semáforos, así como el respeto al paso de peatón o cebra, y los derechos
consignados en la presente ley;
l) A solicitar la instalación de semáforos y la construcción de pasarelas y demás in-
fraestructura peatonal necesaria, especialmente para personas con discapacidad físi-
ca y/o sensorial;
m) Las personas con discapacidad física y sensorial tienen derecho a solicitar a las
autoridades competentes la adopción de medidas específicas conforme a planificación,
que le permitan un tránsito seguro y cómodo por los espacios y vías públicas;
n) Los menores de edad, las personas de la tercera edad y las personas con discapaci-
dad física y/o sensorial tienen derecho a contar con lugares de socialización con el
mobiliario e infraestructura necesaria para su acceso y disfrute, conforme a la planifi-
cación realizada por la autoridad municipal competente;
o) Los menores de edad, adultos mayores o personas con discapacidad física y/o sen-
sorial, gozarán de consideración por parte de los conductores de vehículos motoriza-
dos, quienes deberán ceder paso a los mismos en los correspondientes pasos pea-
tonales.”

La Paz, de acuerdo a esta ley, podría considerarse el paraíso de los peatones, una ciudad
apta para los paseos y, sin duda, para el ajetreo de la actividad laboral. Pero un estudio
¡de la propia Alcaldía! contiene datos como “De los trabajadores que comercian en la
zona (el CUC), 63% lo hacen en vía pública, invadiendo el espacio de aceras y
plazas, 30% lo hacen en locales comerciales y 7% en mercados”. En efecto, el artículo
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 130

51, merecedor de ser citado completo, es el tipo de textos para los cuales alguien inventó
esa famosa y apropiada frase de “papel mojado”. En los hechos, más de 30 mil “gremia-
les” ocupan calles y avenidas citadinas; se dice que casi el noventa por ciento son muje-
res y casi el cien por ciento de sus representantes son varones; sus más de 70 sindicatos
conforman la Federación de Gremiales Artesanos y Comerciantes Minoristas de La Paz.
Por supuesto, situaciones muy similares se dan en las otras ciudades y, nuevamente, un
cartel de cuentapropistas y empleadores cuyo poder sobre el gobierno municipal pasa
sobre derechos obvios de la ciudadanía, la cual, igual que en el caso del transporte, es
simplemente usada como prisionera cuando los tratos con la municipalidad devienen
ásperos. Para despejar tres lugares estratégicos de la ciudad de Santa Cruz, el municipio
invirtió más de 30 millones de dólares del dinero de la gente con el fin de albergar, en
mercados expresamente construidos para ellos, a varios miles de vendedores callejeros
“asentados y ambulantes” (en la más extraña manera de adquirir derechos propietarios,
con sólo sentarse en la acera). El comercio informal es una actividad persistente en las
calles y plazas de todas las ciudades bolivianas. Se dice que, aun cuando su estrecho con-
tacto con el contrabando es conocido, tiene un efecto importante en la reducción del
desempleo. Quizá también es importante para mostrar que, para administraciones poco
profesionales, permisivas, negligentes o con extraviados propósitos, es más fácil redac-
tar leyes que cumplirlas y hacer que se cumplan.

Por supuesto, no son los únicos ámbitos donde el brutal choque entre lo estipulado y lo
practicado se da tan patentemente. Pero permite entender de inmediato lo tenebroso de
las odiseas judiciales y la impotencia o incapacidad burocrática para enmendarlas y -
también- la facilidad con que pueden ser aprovechadas por bellacos. Y, para abandonar
toda esperanza, la naturalidad con que las personas se adaptan a las circunstancias so-
ciales que se les presentan; sean propias (su país) o ajenas. Sí, en otros ambientes socia-
les muchos bolivianos son puntuales, disciplinados, eficientes y exitosos y, si hay tal co-
sa como la “sicología o identidad del boliviano”, queda olvidada en casa.

Sería hipócrita no concluir, entonces y con mayor autoridad que Arguedas o Tamayo,
que si algo caracteriza el comportamiento social en Bolivia es la irregularidad o anor-
malidad (estar fuera de la regla o norma) al punto que -en ciertos aspectos- es equiva-
lente a la anomia (carencia de normas). La propensión a la actividad no regulada, el
desafío consciente a las reglas y, con demasiada frecuencia, el desprecio al imperativo
categórico de Kant (la justificación de tu comportamiento pudiera ser una ley universal)
que, a la larga, conduce a hacer a otros lo que no quieres que te hagan. Como no podía
ser de otro modo, en consecuencia, ahí está el funcionamiento aleatorio de una mala
justicia y, bueno, la historia boliviana que es la del abuso, la arbitrariedad y la injusticia
usadas, descuidada o deliberadamente, para favorecer los intereses de unos por encima
de los de otros.
131 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

5. Ideas, praxis y partidos

No hay prueba histórica, ni de otro tipo, de que los Kuna de Panamá se refirieran al con-
tinente americano con la denominación “Abya Yala”, y es -más bien- nada probable que
así sea. Con repetidos viajes de observación y mucho estudio, el geógrafo Américo Ves-
pucio apenas logró describir la porción sur del continente. Escribió cartas a su amigo
Piero Soderini, en Florencia, afirmando encontrarse en un “nuevo mundo” refiriéndose
sólo a la porción que iba desde Tierra del Fuego hacia el norte. Seguramente por eso, el
geógrafo Martin Waldseemüller nombró e este continente “América” (tierra de Améri-
co). América es un continente colonizado y descolonizado, el continente de naciones
que, como Bolivia, merecen aquello a que toda sociedad aspira y para lo que las ideolo-
gías debieran servir: bienestar basado sobre los desarrollos cultural, científico e indus-
trial. No es eso lo que la práctica, recogida por la historia, parece implicar. ¿Por qué?

Ideológicamente, todos los países de Latinoamérica comparten esquemas parecidos.


Pero la política es una parte muy fundamental en la ocupación de los bolivianos desde la
fundación de la república; la enorme bibliografía sobre asuntos políticos, comparado
con la existente en otras áreas, sin duda lo demostraría numéricamente si se hiciera una
estadística. Los personajes y las tendencias son de conocimiento público y los temas de
política infaltables en las conversaciones de sobremesa; para no mencionar ya su inci-
dencia en la programación de instituciones y medios de comunicación escritos, auditivos
y visuales. ¿La causa? es el país donde la única empresa verdaderamente renta-
ble es el estado mismo (o, “el estado como recurso en sí mismo”, (ii, 4) como dice M.
Szeftel). Demás estaría detallar los corolarios que de ello se desprenden. Ni hay que bus-
car más allá un mejor laboratorio donde las más variadas ideas políticas se hubieran
ensayado tan dramáticamente.

Estuvo la monarquía, representada por los virreinatos, hasta la fundación de la repúbli-


ca; la ideología colonialista surgió, espontánea y consecuente, del proceso que empieza
administrando el territorio en beneficio del advenedizo y no del originario y termina,
fatalmente, en la dominación total del uno sobre el otro. “Colonia” deriva de la palabra
latina “colonus”, que significa labrador; colonialismo, entonces, pudiera hacer referencia
al inofensivo asentamiento de población en un nuevo territorio, manteniendo cierta afi-
nidad política o cultural con la sociedad de origen (como la idea futurista de colonizar
Marte). Pero -como es más frecuente- el nuevo territorio está ya ocupado y la imposición
del poderoso será inevitable; esto es, dará lugar también a un imperialismo (el término
latino “imperium” es equivalente a “mandar”). La historia recoge muchísimos procesos
de colonización e imperialismo; gran parte de la difusión cultural en el mundo se ha da-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 132

do por ese mecanismo. La justificación del colonizador fue casi siempre la de que el tute-
laje era necesario para “civilizar” al colonizado hasta que fuera capaz de construir un
gobierno con instituciones propias. En la ideología colonialista muchos elementos cultu-
rales, lenguaje, estilo de vida, tradiciones y religión son “bienes” a implantar, sustituir o
asimilar. La identidad postcolonial, basada sobre las pasadas interacciones, arrastrará
los desajustes y exhibirá las cicatrices dejadas por las consecuentes aceptaciones y resis-
tencias. Hay muchos ejemplos de colonizaciones difíciles de describir y valorar: Los ja-
poneses originarios fueron los ainu (emparentados con indios y tibetanos); los japoneses
actuales son descendientes de colonizadores orientales aunque, por otra parte, a media-
dos del siglo XVI, Tanegashima y Nagasaki fueron colonias portuguesas por corto tiem-
po, el suficiente para recibir la influencia del catolicismo y de la nueva tecnología gue-
rrera (la pólvora y las armas de fuego); finalmente, sufrieron la relativamente breve
ocupación norteamericana después de la II Guerra mundial. De todo ello, expuestos al
conocimiento “occidental” en áreas de ingeniería, medicina y ciencias, el Japón mo-
derno, con escasos recursos naturales, es una reconocida potencia industrial. Los Esta-
dos Unidos, Argentina y Chile se desarrollaron (en grados diferentes) exterminando a su
población originaria; Brasil y México lo hicieron ensamblándola en sus sociedades. Boli-
via tuvo menor fortuna, la polarización entre remanentes coloniales y remanentes origi-
narios todavía es usada para polemizar políticamente, no para estimular el desarrollo
armónico.

Desde Mayo de 1809 hasta la fundación de la república en 1825, una euforia indepen-
dentista, especie de réplica sísmica de las revoluciones francesa y norteamericana, se
apoderó de las tierras virreinales. El antiabsolutismo y republicanismo democrático, con
fuerte influencia liberal, era una corriente de pensamiento, podría decirse, encabezada y
representada por el propio Bolívar. Su liberalismo con sensibilidad social, muy acorde a
su época, propugnaba -sin duda- la libertad y la igualdad. Defendió los derechos de los
desfavorecidos de su tiempo, pero sugirió que la libertad de las sociedades dependía del
libre albedrío atribuible a cada persona y consideró que la base de países civilizados y
democráticos eran la educación y la moral. Para Bolívar las fronteras eran perjudiciales,
ideó una gran nación la cual, irremediablemente, murió con él: “Me tocó la misión del
relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar
a perderse en el vacío.” (Simón Bolívar, “Última carta” (1830)).

En el momento de la independencia, la constitución política separaba las condiciones de


nacionalidad y ciudadanía, a ésta última sólo podían acceder los “bolivianos letrados”
que tuvieran “algún empleo ó industria” o profesaran “alguna ciencia ó arte, sin suje-
cion á otro en clase de sirviente doméstico.” La base económica estaba muy desarticula-
da y alimentada sólo por el extractivismo (minería de la plata) y la explotación feudal.
En general, la emancipación hispanoamericana pretendió el reemplazo de la Iglesia y la
133 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

monarquía por el principio liberal republicano pero no fue acompañada por un conse-
cuente cambio social. En los hechos, las estructuras de la tradición absolutista oligárqui-
ca se mantuvieron. La constitución era demasiado abstracta, incluía derechos inexisten-
tes hasta entonces, y aún los bolivianos con ciudadanía estaban poco preparados para
obedecer a esa “autoridad de papel”, todavía precisaban -como muchos hoy- un jefe de
carne y hueso. En esas condiciones, en un ambiente todavía muy militarizado, el fenó-
meno del caudillismo emergió enérgicamente, como hongo en la humedad.

El término caudillo se remonta a la reconquista de la península Ibérica de “los moros” y


proviene -curiosamente para el uso que se le da- de “capitellus”, el diminutivo de “ca-
put” (cabeza, en latín). Pues esos “cabecitas” o “cabecillas”, los caudillos latinoamerica-
nos, no tenían un tipo particular; eran hombres de orígenes modestos o copetudos,
blancos o mestizos, letrados o bárbaros (en el lenguaje de Alcides Arguedas), populistas
o elitistas, carismáticos o repulsivos…, pero con mucho don de mando; militares, mayor
pero no exclusivamente. Para bien o para mal, eran personalistas, favoritistas, implaca-
bles e imprevisibles. Forjados en relaciones de jefe a subordinado, las degradaron aún
más, a las de patrón y sirviente. Actuaban en complejas redes de contactos personales,
donde se premiaba la lealtad y se abominaba la deslealtad castigándola, no pocas veces,
con la muerte. Los ejemplos locales son demasiados y demasiado trágicos (en los prime-
ros 50 años de la república, se sucedieron los magnicidios de los generales Pedro Blan-
co, Eusebio Guillarte, Manuel Isidoro Belzu, Mariano Melgarejo y Agustín Morales);
Bolivia es también un país de masacres periódicas; pero hay otros que muestran, aún
más brutalmente, el peligro potencial que un caudillo representa haciéndose realidad.

La guerra del Paraguay empezó luego de que el dictador Francisco Solano López provo-
cara a los brasileros con su intervención en la política uruguaya, agravara escalonada-
mente el conflicto hasta invadir el Mato Grosso y, en esas faenas, al no obtener permiso
para cruzar territorio argentino, rematara con la ocupación de la ciudad de Corrientes.
En 1865 los tres países afectados firmaron el Tratado de la Triple Alianza contra Para-
guay. No obstante algunas primeras victorias paraguayas, la Alianza se organizó hasta
repeler efectivamente al invasor. Pero le tomó casi seis años llegar al final, con la devas-
tación del Paraguay el cual perdió el 40% de su territorio y cerca del 60% de su pobla-
ción, incluyendo -se dice- el 90% de los varones. Solano López murió en un confuso for-
cejeo con sus captores después de resistir gritando “¡Muero con mi patria!” Afortuna-
damente, su patria sobrevivió, no obstante la humillación y ruina a la que fue -por él-
arrastrada. Un nuevo gobierno fue instaurado, naturalmente, amistoso con el imperio
brasilero, cuyas fuerzas de ocupación se mantuvieron hasta 1876. No obstante, Solano
López es considerado uno de los mayores paladines nacionales en el Paraguay; sus res-
tos depositados en el “Panteón de los Héroes”.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 134

El caudillismo transforma las opiniones personales de un individuo, y cualquier grado


de apoyo civil, en políticas sociales; esquema que se retrotrae a los reinados primitivos y
se repite persistentemente en varios estilos, en épocas y lugares diferentes. Se suele con-
siderar que el fin de la Guerra del Pacífico coincide con la destitución del último caudillo
militar boliviano, el general Hilarión Daza. Aunque su sucesor era también un militar, el
general Narciso Campero, su mandato inicia la “república oligárquica”, la irrupción de la
ideología liberal y de los personajes que hasta entonces actuaron detrás del poder, pa-
trocinando a los caudillos. La orientación principal, heredada desde John Locke, decla-
raba que el ser humano capaz de ser moral y competente según cierta “ley natural”, im-
pulsos instintivos que gobiernan la conducta humana y que pueden ser revelados por la
razón. Colocando al individuo encima de la sociedad, deducían que el gobierno oprimía
a las personas cuando acumulaba demasiado poder, “The best government is that which
governs least” (atribuida a Thomas Jefferson). Además, la propiedad privada, por su-
puesto, era el factor de la mayor importancia, porque era un derecho natural del indivi-
duo y debía ser protegida de la confiscación gubernamental. No obstante que la ideolo-
gía liberal orientó la política boliviana desde la fundación de la república, aparece explí-
citamente recién, podría decirse, en las reñidas elecciones generales de 1884 en las que
el Partido Demócrata (Gregorio Pacheco) venció al Partido Conservador (Aniceto Arce)
y al Partido Liberal (Eliodoro Camacho), después de una vergonzosa y prebendal cam-
paña, la “guerra del cheque contra el cheque” (de cierta cínica y luenga expresión del
propio Arce). Es el nacimiento de los partidos políticos como estructuras organizadas,
pero la diferencia entre ellos era únicamente de detalles, personas, grupos de poder e
intereses económicos regionales; la base ideológica era la misma y sus manifestaciones
pragmáticas iban muy relacionadas con la transición de la minería de la plata a la del
estaño, con una economía más abierta, el crecimiento del sector exportador, la aparición
del movimiento económico mestizo (“los cholos”) y el crecimiento de los latifundios, en
conflicto con las comunidades indígenas.

En el partido conservador sostenían que la iglesia católica era un factor unificador de los
pueblos y ofrecían conservar los beneficios de los cuales había gozado siempre (sus po-
sesiones e influencia educativa a través de escuelas y colegios religiosos), conservar la
división de clases, los privilegios de la aristocracia y -sólo discursivamente- se oponían
al libre comercio y a las inversiones extranjeras. En el partido liberal apoyaban la liber-
tad de cultos y de conciencia, los derechos individuales del hombre; las libertades de
prensa y de expresión, de asociación, de religión y el libre comercio. También en sus dis-
cursos, aparecían la abolición de privilegios y la separación de poderes (ejecutivo, legis-
lativo y judicial). Buscaban separar la iglesia del Estado, la secularización de la propie-
dad de la Iglesia e introducir el pensamiento liberal europeo en la enseñanza.
135 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

En los hechos, en efecto, no hubo distinción sustancial entre las dos orientaciones. Los
conservadores gobernaron entre 1884 y 1897 en medio del cambio en la clase capitalista
del país en la cual, a diferencia de los explotadores de la plata, entre los nuevos mineros
del estaño hubo también extranjeros de varias nacionalidades. Las nuevas compañías
emergieron en forma de complejos emprendimientos internacionales, dirigidas por la-
boreros profesionales. Los presidentes conservadores eran ellos mismos magnates mi-
neros o representantes asociados. Los presidentes posteriores, en cambio, estaban ma-
yormente fuera de la élite minera, los miembros de ésta prefirieron actuar estratégica y
políticamente mediante ciertos grupos de presión.

Los liberales gobernaron entre 1899 y 1920. A ellos correspondió la firma del tratado de
1904 con Chile -una herida todavía abierta- aceptando la pérdida de todos los territorios
costeros a cambio de 300 mil libras esterlinas como compensación y la construcción de
un ferrocarril. También, el tratado de Petrópolis, con la pérdida del Acre a cambio de
otra compensación económica de dos millones de libras esterlinas y otro ferrocarril. Y,
aun así, los gobiernos liberales gozaron de aceptable estabilidad política. El partido con-
servador finalmente colapsó y en 1914; con sus restos y con defecciones del partido libe-
ral, se creó el partido republicano; otro ente pequeñoburgués con ideología liberal, que
fue capaz de protagonizar un golpe de estado y hacerse con el poder en 1920.

Ninguno de estos gobiernos (ni los posteriores, según se experimenta hoy mismo) hizo
el intento de industrializar el país. Derrocharon los recursos acumulados en períodos
productivos y descargaron sobre la gente las penurias de los períodos estériles. El dinero
recibido de Chile y Brasil permitió al liberalismo hacer un amago de “modernización” de
las ciudades, sobre todo de La Paz y comenzar las vías férreas en un proyecto limitado
de vertebración territorial. Todavía le correspondió administrar otra de esas ocasionales
bonanzas, ésta originada en el “auge gomero”. Pero, otra vez, el gasto antes que la in-
versión planificada, sólo aceleró el atraso del país con relación a sus vecinos. Como un
promedio entre los discursos liberal y conservador, después de más de un siglo de vida
republicana, una reforma educativa (Georges Rouma) culminó con la fundación de la
primera “normal” (este nombre para las escuelas de maestros viene del francés y supone
una referencia o norma educativa, pero refleja su naturaleza gubernamental, no univer-
sitaria). En 1897 se exhibió la primera película cinematográfica en La Paz. En 1920 voló
el primer avión y se firmó el primer contrato para la explotación petrolera con la com-
pañía norteamericana Richmond Levering. En esos años surgieron las primeras organi-
zaciones gremiales, los ferroviarios y gráficos, se oyeron incipientes discursos anarquis-
tas y socialistas y se organizaron las primeras federaciones obreras.

“De 1932 a 1935 tuvo lugar una guerra fantástica en el centro de Sudamérica. Bolivia y
Paraguay lucharon empleando el más moderno armamento, anticiparon las técnicas y
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 136

la estrategia de la Segunda Guerra Mundial, perdieron 90 mil hombres según estadís-


ticas oficiales o 150 mil según observadores extranjeros, a pesar de que tenían pobla-
ción en cantidad diminuta. Para hacer la guerra estos dos países insolventes, mante-
niendo a sus respectivos pueblos en la más absoluta miseria, recurrieron a un endeu-
damiento absurdo cientos de veces superior a su capacidad de pago y, como conse-
cuencia de esas deudas, contraídas para adquisición de armamentos, cayeron en una
miseria que los ahoga hasta hoy. ¿Por qué? ¿Porque los trusts internacionales querían
el petróleo del Chaco?” (J. J. Chiavenato, “La Guerra del petróleo”, Punto de Encuentro
(2007)).

La guerra del chaco produjo una profunda depresión económica, deteniendo la expan-
sión de la industria minera. La pasada riqueza del estaño apenas repercutió en la mo-
dernización del conjunto de la sociedad; todavía en los años de 1940, la abrumadora
mayoría de bolivianos vivían marginados de la economía de mercado. En los años de
1950, buena parte de la sociedad activa se dedicaba a la agricultura, pero el país seguía
importando víveres. La guerra debilitó las creencias tradicionales y estimuló nuevas co-
rrientes de pensamiento social. En 1936 jóvenes oficiales del ejército tomaron el poder,
bajo los liderazgos del Coronel David Toro y del Mayor Germán Busch. El “militarismo
socialista” confiscó las posesiones de la compañía Standard Oil, se decretó el código que
luego vendría a ser la, hasta hoy vigente, ley General del Trabajo y promovió la redac-
ción de una nueva constitución “socialmente orientada”.

Grupos civiles disidentes se organizaron en partidos de oposición a mediados de los


1940. Siguiendo indirectamente los acontecimientos políticos internacionales, aparecie-
ron el “policlasista” (pero, realmente, de clase media), de orientación nacional socialista,
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el marxista pro soviético Partido de
la Izquierda Revolucionaria (PIR), presentes en el Congreso en 1943 cuando el presiden-
te, general Enrique Peñaranda, fue derrocado por el grupo militar secreto Razón de Pa-
tria (RADEPA). La alianza MNR–RADEPA puso en el gobierno al coronel Gualberto
Villaroel. Durante su gestión, en el congreso de Huanuni (junio de 1944), se creó la Fe-
deración Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Acusado de ser pro nazi
(lo era), fue sangrientamente derrocado en 1946 y -ya muerto- colgado de un farol frente
al palacio de gobierno. Alguien dijo, “entró por la ventana y salió por ella”. La partici-
pación del PIR en estos hechos no le acarreó sino la pérdida de su inicial buen prestigio
y fue finalmente disuelto y reemplazado en 1950 por el, supuestamente más radical, Par-
tido Comunista Boliviano (PCB). La victoria posterior del MNR en las elecciones presi-
denciales de 1931 fue desconocida por el ejército y se impuso una junta militar, derroca-
da a su vez, luego de varios intentos, por el propio MNR en abril de 1952. Mineros y
campesinos armados y población civil casi destruyeron al ejército. Éste fue el inicio e
137 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

instauración de la “revolución nacional”, notable entre los levantamientos latinoameri-


canos por sus implicaciones sociales.

La aparición de la izquierda se dio en las primeras décadas del siglo XX con la organiza-
ción de los sindicatos obreros bajo fuerte inspiración en las revoluciones rusa, mexicana
y en las corrientes anarquistas de la época. La guerra del Chaco incentivó la difusión de
las ideas marxistas y la formación de partidos de izquierda, el ya mencionado PIR y el
Partido Obrero Revolucionario (POR) de tendencia trotskista. La fuerte hegemonía del
nacionalismo revolucionario mantuvo a la izquierda en la oposición hasta hoy. Sí, hasta
hoy. El destino de los partidos mismos, fue variado. Actuando mediados por los sindica-
tos obreros agrupados en la Central Obrera Boliviana (COB, fundada en 1952), después
de las acciones “foquistas” fallidas, las guerrillas de Ñancahuazú (1967) y de Teoponte
(1970), el apoyo disminuyó y las divisiones y los virajes ideológicos aumentaron. Apare-
cieron, presentándose como de izquierda, partidos como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), el Partido Socialista (PS), el Movimiento Bolivia Libre (MBL), el
Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) y otros, que terminaron evaporándose o
alimentando al “neoliberalismo” primero y al masismo después. Ya en el último cuarto
del siglo XX, se generaron, por diversas fuentes, el indigenismo y anticolonialismo. Los
partidos, con ideologías casi equivalentes, el Movimiento Revolucionario Tupac Katari
(MRTK), Movimiento Indio Túpak Katari (MITKA) y otros, mutaciones de éstos, fueron
contendientes electorales de escasos resultados. Sus principios y cosmovisiones, no obs-
tante, ocurren en la base ideológica de diversas agrupaciones: la Confederación Sindical
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Central Indígena de los
Pueblos del Oriente Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Ayllus y Markas Qolla-
suyo (CONAMAQ), la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), la Fede-
ración Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa (FNMCB-BS), etc.,
autodescritas como “organizaciones” o “movimientos sociales” al parecer para actuar
políticamente sin ser tildados de entes paraestatales (o corporaciones).

También la manera en que se nombran las cosas es parte de las ideologías. Como se sa-
be, Colón desde su primer viaje hasta su muerte sostuvo que había llegado al oeste de
“Las Indias” de donde los originarios de las tierras conquistadas vinieron a ser “indios”.
¿No es increíble que nadie hubiera siquiera intentado corregir este histórico error?
¿Cómo entender que hasta los movimientos que apoyan la autoctonía se denominan
“indianistas”? Es correcto, desde luego, que los originarios de la India se denominen
indios. Los originarios de América debían llamarse “americanos”, no “indios”.

Además, cualquier intento de mostrar al indigenismo como izquierdismo colisiona con


los conceptos de nación, etnia y raza; el nazismo lo entendió muy bien: “La doctrina
judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la Naturaleza y coloca en
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 138

lugar del privilegio eterno de la fuerza y del vigor, la masa numérica y su peso muerto.
Niega así en el hombre el mérito individual e impugna la importancia del nacio-
nalismo y de la raza abrogándose con esto a la humanidad la base de su existen-
cia y de su cultura. Esa doctrina, como fundamento del universo, conduciría fatalmen-
te al fin de todo orden natural concebible por la mente humana. Y del mismo modo que
la aplicación de una ley semejante en la mecánica del organismo más grande que co-
nocemos, provocaría el caos, sobre la tierra no significaría otra cosa que la desapari-
ción de sus habitantes.” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).

La ideología “neoliberal”, que manifiesta o disimuladamente profesaron los gobiernos


democráticos posteriores a las últimas dictaduras, no es más que una resurgencia de las
ideas liberales clásicas, extrapoladas a la era post soviética. Enfatizando lo democrático
capitalista y las políticas de privatización. Propagandizando el libre mercado y la desre-
gulación económica. Y, otra vez la idea de o atribuida a Jefferson, la de que el mejor go-
bierno es el que gobierna menos; la de la reducción del estado; el que sólo debía admi-
nistrar normas (y no negocios), ocuparse de la salud y educación públicas y sólo arbitrar
las transacciones entre privados. La corrupción, sin embargo, se hizo tan patente, que
los aires de cambio ya tenían olor.

Pero, se dice también que, cuanto más las cosas cambian, más permanecen como antes.
Y queda claro que, tanto individual como grupalmente, lo que se piensa, lo que se dice y
lo que se hace no necesariamente convergen; y -después de todo- no tienen por qué ha-
cerlo.
139 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 140

Capítulo v

El instrumento

1. Autobombo revolucionario

Como se vio, las ideologías siempre tienen algún grado de arbitrariedad, detectable has-
ta en la terminología empleada. ¿Es posible inaugurar una ideología con meros juegos
de palabras? ¡Por supuesto! “El Indigenismo fue un movimiento del cholaje blanco mes-
tizo; en tanto que el Indianismo es un movimiento indio revolucionario que no desea
asimilarse a nadie y que se propone liberarse. En suma, indigenismo es asimilación,
integración en la sociedad blanco-mestiza; a diferencia de esto el indianismo es: el in-
dio y su revolución” (F. Reinaga, “La revolución india” (1970)). Ahí está. Por una parte,
la palabra “indio”, la tonta equivocación histórica que necesita reparación y, peor aún,
sus derivados “indiano” o “indianista” que tienen otras -y menos pertinentes- acepcio-
nes; paradójicamente, sería más adecuado al propósito que Reinaga perseguía, mante-
nerse en “indigenismo”. Por otra, nuevamente la raza asociada a la “terza vía”. Pero, lo
saben bien los sociólogos, las arbitrariedades ideológicas complican pero no impiden el
análisis. Tal vez la capacidad humana para producir entes mentales no es infinito y, tar-
de o temprano, unos terminan coincidiendo con otros. “El liberalismo y el comunismo
llegados de Europa, quieren asimilarnos a Europa. Y lo que el indio quiere es liberarse,
precisamente, de Europa” (F. Reinaga, "Manifiesto del partido indio de Bolivia"
(1969)). Hay otras referencias, pero similares y suficientes para notar con claridad el
que indigenismos e indianismos hacen todos los -innecesarios- esfuerzos para distan-
ciarse del marxismo y de la izquierda.

No obstante, se dice que el MAS constituye una cierta expresión de factores combinados
cuya caracterización sería la de una “izquierda indigenista”. Pero también el opuesto
“nacionalismo indigenista” (P. Stefanoni, “Bolivia: el Nacionalismo Indígena como
identidad nacional”, CLACSO (2006)) y hay referencia a un “etno-nacionalismo de cor-
141 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

te indígena”, porque “habría canjeado la lucha de clases por el choque de civilizacio-


nes” (R. Archondo, “Izquierda boliviana y etnonacionalismo”. Barataria, Año 1, No. 2
(2005)). Estas miradas, más bien benignas, ven a un MAS compuesto de tres tendencias
que “conviven críticamente”: el indianismo, el socialismo y el nacionalismo (¿indianis-
mo de Reinaga, nacionalismo de Hitler y socialismo de Mussolini?). Según Álvaro Gar-
cía, por si aún no fuera suficiente, el núcleo del proyecto es el “socialismo comunitario”
o “socialismo del siglo XXI”. El socialismo deja de ser científico, como lo concibió Marx,
para convertirse en una palabra vacía, un comodín político de inagotables posibilidades:
“Aquí en Bolivia estamos trabajando y apostando por una vía democrática al so-
cialismo…” “... porque el socialismo es en el fondo una democracia radical. No se
tiene que llegar necesariamente mediante la fuerza” (A. García, “Marxismo, naciona-
lismo e indianismo en Bolivia. La nueva izquierda del presidente Morales”, CLACSO
(2008)). ¿Vía democrática al socialismo? ¿El socialismo una democracia radical? Por
supuesto, sería inútil intentar que el autor de esas frases lograra, al menos, percatarse de
que son necias y redundantes: “vía democrática a la democracia radical”, “¿no es cier-
to?” (Para usar esta coletilla tan propia de personeros masistas). Cuando se trata de esa
“nueva izquierda”, conviene no olvidar que García es el invitado que se quedó a vivir (en
el MAS); que pasó, con un atolondrado salto, del foquismo parlante a la revolución de-
mocrática sólo para calzarse, a última hora, una candidatura obsequiada por el hado
propicio.

Mientras el indigenismo se ocupó cuidadosamente -según lo visto- de separarse del


marxismo, los escritos masistas y sus discursos repetitivos enfatizan, más bien, el que en
el “indianismo de izquierda” o la “izquierda indigenista” se hubiera dado la reconcilia-
ción entre el marxismo y el indigenismo, convirtiendo automáticamente, claro, al mo-
vimiento indígena y otros “movimientos sociales” en la vanguardia revolucionaria. Pero
la mezcla de ideologías no es como la de sabores en la olla del chef. Evidentemente, es
un esquema que desentona con la tradición marxista la cual pone -no gratuitamente- a
la clase obrera frente a la burguesía: “En países como Francia, en que los campesinos
representan mucho más de la mitad de la población, es natural que ciertos escritores,
al abrazar la causa del proletariado contra la burguesía, tomen como norma para cri-
ticar el régimen burgués, los intereses de los pequeños burgueses y de los campesi-
nos, simpatizando con la causa obrera mediante las ideas de la pequeña burgue-
sía. Así nació el socialismo pequeñoburgués. No sólo en Francia, sino también en
Inglaterra…” O, más brutalmente, “El lumpemproletariado, ese producto pasivo de
la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, resultará en parte arras-
trado al movimiento por la revolución proletaria, aunque sus condiciones de vida lo
hacen más propicio a dejarse comprar, como instrumento de los manejos reac-
cionarios…” (Manifiesto Comunista).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 142

El marxismo (y la “izquierda revolucionaria” en general) es internacionalista como con-


secuencia del análisis teórico sobre las contradicciones fundamentales en el seno de toda
sociedad. “A los comunistas se nos reprocha también, que queramos abolir la patria, la
nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que
no tienen. Puesto que el proletariado, debe conquistar primero el poder político, antes
de elevarse hasta constituir la primera clase nacional, constituyéndose a sí mismo co-
mo nación; resulta evidente, que también en él reside un sentido nacional, aunque esa
concepción, no coincide ni mucho menos, con la que tiene la burguesía…” Y toda-
vía más, como un pronóstico de la “globalización” actual: “Las diferencias nacionales
entre los pueblos, desaparecen cada día más, con el desarrollo de la burguesía, con la
libertad de comercio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción
industrial y con las condiciones de vida que engendran. El triunfo del proletariado,
acelerará su desaparición. La acción coordinada de los proletarios, por lo menos en
las naciones civilizadas, es una de las principales condiciones para su emancipación.
En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos
individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas nacio-
nes por otras…” No, definitivamente, la izquierda no sólo no es nacionalista, es con-
traria al nacionalismo.

Ahora, el nacionalismo del MAS, como el del MNR inicial, se muestra en sus políticas
nacionalizadoras de los “sectores estratégicos de la economía” y al familiar esquema del
Estado como actor protagónico de la economía, con acompañamiento privado (“¡terza
vía!” diría un sonriente Mussolini) y políticas extractivistas con esquemas industrializa-
dores siempre virtuales, “Tenemos que hacer todo el esfuerzo, porque de eso depende
nuestro futuro, y así romper con 500 años de ser productores de materias primas y
pasar a ser un país industrializado, que significa contar con más ingresos y ca-
pacidad productiva, lo que se traducirá en escuelas hospitales y mejores salarios” (A.
García, La Razón, 20/10/2010); después de 13 años de gestión, los hermanos impacien-
tes ya podrían urgir “no me hables de dolores, muéstrame la wawa”. Igualmente, mu-
cho discurso sobre desarrollo nacional con medidas redistributivas de recursos públicos.
Pero este nacionalismo sólo es detectado explícitamente por pocos analistas. La opinión
de los militantes sobre su organización es muy fácil de adivinar, porque -según ellos
mismos- el “centralismo democrático” les impide ser librepensadores (o simplemente
pensadores). Entonces, basta escuchar la versión actualizada de alguno de sus voceros
con la confianza de que no habrá variantes en el resto. Además, el discurso central es tan
inmutable que puede ser atrapado en cualquier punto temporal. El MAS-IPSP; profunda
arbitrariedad ideológica, exceso de simple y mecánica adjetivación, de afirmaciones gra-
tuitas y desesperante ausencia de razonamiento probatorio. Pero la cruda actualidad.
Un análisis inevitable, mas no particularmente placentero.
143 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Ésta, por ejemplo, es la descripción reminiscente de la victoria electoral del MAS-IPSP


(54% de los votos) en las elecciones generales de 2005, en ese estilo fingidamente cir-
cunspecto y estirado: “Hermanas y hermanos, pueblo de Bolivia. Hace 10 años en éste
mismo hemiciclo, Evo y Álvaro, asumíamos la Presidencia y la Vicepresidencia del Es-
tado boliviano. Era el momento victorioso de una oleada revolucionaria de indíge-
nas, obreros, campesinos, vecinos y jóvenes que habían impedido la privatización del
agua el año 2000 que habían ocupado el poder territorial desde el Chapare, La Paz
hasta Omasuyos para impedir la exportación de gas a Chile y por Chile a Estados Uni-
dos. En el fragor de estas luchas que estremecieron el continente se fue tejiendo
un nuevo bloque de poder revolucionario en torno al indígena, que es al fin y al cabo,
la raíz profunda de todos. Se formó así, hasta el día de hoy, un bloque estatal que se
planteó no solo transformar Bolivia sino además conducir esa transformación en
torno a tres mandatos revolucionarios. El primero recuperar los recursos naturales
para beneficio del pueblo, el segundo, impulsar una Asamblea Constituyente de un
nuevo Estado, el tercero, un gobierno indígena obrero campesino popular. La insu-
rrección de las calles y carreteras del año 2000, 2001, 2003, 2005 se transformó en
insurrección en las urnas y la fuerza asociativa de los sindicatos las asambleas se
convirtieron en fuerza electoral que puso fin al estado neoliberal y colonial vigente…”
(A. García, Discurso en la Asamblea Legislativa Plurinacional, 22/01/2016).

Aparte de la obvia, pero involuntaria, referencia a la “Ordo Franciscanus Saecularis”


(hermanos y hermanas de la Penitencia y Terciarios), oyendo decir “En el fragor de estas
luchas que estremecieron el continente”, uno pensaría que se está hablando de la cam-
paña de Bolívar, o la de San Martín. Pero no; es sólo otro ejemplo de esos vacíos discur-
sos políticos a los que se aludió antes. Lenin atribuyó a Marx esta opinión respecto de
las elecciones parlamentarias: “Decidir una vez cada cierto número de años qué miem-
bros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he
aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías
constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas.” No es difí-
cil imaginar lo que pensarían (y dirían) de una ¡“insurrección en las urnas”! Un verdade-
ro proletario comunista le diría al vicepresidente -en palabras de J. P. Sartre- “Nuestras
esperanzas no son las mismas. Y quizá sea usted mi hermano -¡la fraternidad cuesta
tan poco!- pero ciertamente no es mi camarada.”

Si alguien se define siendo “un revolucionario, un comunista” (A. García) no debería


ignorar argumentos como éste (contra Karl Kautsky): “…si el Estado es un producto del
carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por
encima de la sociedad y que ‘se divorcia cada vez más’, es evidente que la liberación de
la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también
sin la destrucción del aparato del poder estatal que ha sido creado por la clase
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 144

dominante y en el que toma cuerpo aquel ‘divorcio’. Como veremos más abajo, Marx
llegó a esta conclusión, teóricamente clara por sí misma, con la precisión más comple-
ta, a base del análisis histórico concreto de las tareas de la revolución…” (V. I. Lenin,
“The State and Revolution”, Lenin Internet Archive, Collected Works, Volume 25
(1993)). Por eso, usted no logrará imaginar -sin asco- a Marx y Engels, o a Lenin y
Trotski, bailando con banderitas en una divertida campaña electoral, cual políticos bara-
tos. Si no sabes análisis real, variable compleja, geometría diferencial o topología, no te
puedes considerar matemático y tampoco, obviamente, es posible ser comunista desco-
nociendo los más elementales fundamentos del comunismo. Pero puedes declararlo en
público: se llama impostura.

Ya se mencionó en (iv, 3) el dramático cambio ideológico ocurrido en la República Popu-


lar de China desde el liderazgo de Deng Xiaoping y que continuó luego con Jiang Zemin,
Hu Jintao, hasta el actual Secretario General del PCCh, Xi Jinping. Se deformó las ideas
comunistas de Mao Tse-Tung hacia un esquema nacionalista autoritario con orientación
capitalista estatal, estructura propia del fascismo. Mao Tse-Tung, apartándose de la
orientación ortodoxa soviética, dio al campesinado el papel de vanguardia revoluciona-
ria (la clase que debía derrocar al poder e imperialismo burgueses). Esta ponderación de
la fuerza rural por Mao deriva de haber alcanzado el poder gracias al sacrificio bélico de
esa base. No se olvida el que, como en muchos países, en Bolivia también hubo un parti-
do comunista maoísta, y que se diluyó justamente a raíz del viraje del PCC ya descrito.
Entonces, no hay posibilidades de armar una estructura racional, donde un razonamien-
to siga a otro, cuando el equivalente boliviano de campesinado, lo indígena, sorpresiva-
mente se convierte en “todo”, con el resultado final de ser reducido a nada: “…para lo-
grar satisfacer necesidades básicas de la población ampliar la igualdad económica e ir
creando las bases intelectuales y materiales de un nuevo modo de producción que de
lugar a un metabolismo mutuamente vivificante entre sociedad y naturale-
za se requiere temporalmente y de manera transitoria un tipo de estractivismo que
permita al Estado y a la sociedad un mínimo de condiciones de vida, de salud, de vi-
vienda, de transporte, de comunicación sobre las cuales una nueva generación de
hombres y mujeres vivirán del conocimiento y la tecnología y ya no de las materias
primas… (APLAUSOS)… Aquí y ahora lo indígena no es un ornamento es mando polí-
tico, lo indígena no es pobreza ni aislamiento agrario para fotos de postal, es moder-
nidad, un nuevo tipo de modernidad, es agricultura pero también industria, es cultural
pero también robótica, es comercio, es transporte, es computación, es todo. Las na-
ciones indígenas no son culturas fósiles son culturas vivas y combinan modernidad
con identidad, son urbanas como rurales, son agricultores como profesionales y so-
bre todo con voluntad de poder y capacidad de irradiar hegemonía a otras clases so-
ciales. Las naciones indígenas son pues hoy proyecto estatal, quizás ahí radique uno de
los grandes retos del Estado Plurinacional, acortar las diferencias en la velocidad, en
145 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

la construcción de poder y liderazgo regional entre naciones de tierras altas y nacio-


nes de tierras bajas.” (A. García, Discurso) “Lo siento”, podría decir alguien que no co-
nozca al parlante, “pero no veo lo que usted dice y, más bien, sus agresivas políticas de
turismo (con una empresa “estatal” al efecto) continúan mostrando lo indígena como
foto de postal, precisa y justamente por su imagen de rescoldo ancestral”.

¿Qué es “un metabolismo mutuamente vivificante”? Una explicación de tan absurda fra-
se insultaría la inteligencia del cualquier lector; mas, quizá para beneficio de la fuente,
conviene aclarar que “metabolismo” definitivamente no es sinónimo de “simbiosis”. De
paso, el éxito de Mao y su base campesina, que condujo al “maoísmo” como idea para la
toma del poder, inició la posibilidad de otras vías para ese fin. Así, después de la revolu-
ción cubana, apareció el “foquismo” y, después de la “primavera de Praga” en 1968, el
“eurocomunismo” exhibió, por fin, la cruda realidad: la revolución violenta era muy difí-
cil y, consecuentemente, había que adaptar el modelo comunista a las condiciones dis-
ponibles de la vía parlamentaria. En Bolivia no hubo un planteamiento explícito relativo
a esta última opción; tal vez, esas elucubraciones sobre revueltas democráticas, que -
supuestamente- propulsaron al MAS, tengan origen tácito en los humores eurocomunis-
tas. El MNR se autoconstituyó también en “revolución democrática popular y campesi-
na” y el PS ya tenía un planteamiento electoral. Socialismos deslactosados (más digeri-
bles). Lo cierto es que en el MAS hay una confusión pertinaz entre “estado”, “poder” y
“gobierno”, que su vocero principal arrastra desde su época televisiva. “Tomar el poder”
ciertamente que no es lo mismo que “tomar el gobierno”; esto último es lo que se hace
mediante elecciones.

En fin, la artillería verbal estaba, al parecer, dirigida contra su blanco consuetudinario,


“La oposición [que es] tonta y salvaje” o, todavía mejor, “esa oposición neoliberal y
vendepatria que sólo sabe insultar”. Pues, “¿Qué propuesta distinta de economía tiene
la oposición?, ¿qué propuesta distinta de Estado, de país tiene la oposición?, ninguna,
no tiene propuestas, no tiene ideas, algunos políticos reclaman una política al gobierno
ante la crisis económica cuando ya han pasado 18 meses de crisis económica continen-
tal y recién hoy se les ocurre pedir que nos ocupemos del tema. Compañeros, el go-
bierno ya había previsto la crisis continental hace tres años, y por eso preparamos el
plan de exportación de energía preparamos el plan de ampliación de la frontera agrí-
cola, preparamos la reorientación de los créditos al sector productivo del incremento
exponencial de la inversión pública, estábamos preparados y el remedio que hemos
aplicado anticipadamente nos ha protegido de la enfermedad, de la recesión económi-
ca que afecta nuestros países hermanos” (A. García, Discurso, 22/01/2016).

Se refería a la crisis económica mundial que comenzó en el año 2008 (Gran Recesión) y
que, basta ver en los mapas compuestos para ello, afectó casi únicamente a los países
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 146

industrializados; tocó a Bolivia, muy colateralmente, sólo por el precio a la baja del pe-
tróleo. El discurso es risible porque sugiere que si la oposición tuviera una propuesta, el
MAS estaría dispuesto a escuchar. Para los iniciados, es señal de que quizá anhelan la
propagación de su evangelio ¡hasta que también la oposición sea masista! Además, ¿tie-
ne Bolivia ahora, al menos, la mejor democracia que el dinero puede comprar? Claro
que no, sin importar la mucha insistencia en que es así. En los hechos, el papel de la
oposición es sólo ornamental, con menos de un tercio en ambas cámaras, con sus perso-
najes de importancia judicialmente perseguidos (hay alguno con hasta 27 procesos
abiertos), etc., su utilidad se reduce a servir de cascote para los virulentos discursos es-
petados por los revolucionarios democráticos.

Pues, estos revoltosos de las urnas -a diferencia de los dictadores militares quienes so-
lían ejercer la represión mediante la violencia porque no tenían votos que perder- recu-
rren, hasta sin motivo aparente, a eso que ahora se conoce como “judicialización de la
política” y, así, la persecución judicial se ha hecho epidémica, al punto de merecer ya sus
propias estadísticas: “Los líderes de la oposición del país enfrentan 161 juicios penales
hasta la fecha, los que fueron instaurados por el actual Gobierno a lo largo de los 12
años. En opinión de los legisladores esta estrategia deteriora la democracia en Boli-
via.” “Los juicios penales afectan a Rubén Costas, Ernesto Suárez, José María Leyes,
principales dirigentes del Movimiento Demócrata Social (MDS), y los expresidentes:
Jorge Quiroga y Carlos Mesa. También figuran Samuel Doria Medina, Félix Patzi,
Luis Revilla, Franklin Gutiérrez y Elsner Larrazabal, este último dirigente cívico de
Achacachi.” “Entretanto, el jefe de bancada de diputados de la oposición, Gonzalo Ba-
rrientos, manifestó también que esta estrategia es ampliada hacia los dirigentes de
organizaciones sociales contrarias al MAS” (El Diario, 28/05/2018). El del MAS -
cuando el punto de vista profesional viene a cuento- no es precisamente un gobierno de
científicos e ingenieros; lo es de abogados picapleitos. Ellos pululan por oficinas de los
tres poderes estatales, ahora ya sin preocuparse de guardar las apariencias (ni del des-
prestigio que atraen hacia su profesión). Ocupados, sin duda, en escudriñar pasados, en
buscar debilidades y en armar aparatos para esas tareas -las de combatir a la derecha
proimperialista y vendepatria- y que, no obstante sus esfuerzos en contra, son tanto in-
distinguibles de las vulgares triquiñuelas politiqueras para eliminar a posibles conten-
dores electorales, o sólo parte de la más despreciable persecución política (¿con dinero
masista? No, claro que no).

Hay también socialismos que podría llamarse “a la carta”. Cualquier variable olvidada
será incorporada al adecuado socialismo: ¿la ecología? ¡Por supuesto, tenemos un socia-
lismo para eso! “El vicepresidente Álvaro García Linera urgió el surgimiento de un
‘ecologismo socialista’ que recupere el equilibrio entre la naturaleza y el ser hu-
mano para lograr -según su opinión- una distribución más igualitaria de los recursos
147 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

entre norte y sur. ‘Por eso es imprescindible el surgimiento de un medioambienta-


lismo de ecología social que promueva la protección de la naturaleza e incorpore
las necesidades de una parte de esa naturaleza: el ser humano que tiene demandas
sociales’, dijo al plantear la necesidad de una redistribución planetaria de los recur-
sos.” (El Deber, 6/8/2017). Las palabras, aniquilándose entre ellas.

Demasiada revuelta democrática cuando todavía yacen en los estantes, los empolvados
objetivos socialistas:

“1. Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gas-
tos públicos.
2. Fuerte impuesto progresivo.
3. Abolición del derecho de herencia.
4. Confiscación de la fortuna de todos los emigrados y rebeldes.
5. Centralización del crédito en el estado, por medio de bancos nacionales, con capital
del estado y régimen de monopolio.
6. Nacionalización de los transportes.
7. Aumento de las fábricas nacionales y de los medios de producción, roturación y me-
jora de terrenos con arreglo a un plan colectivo.
8. Proclamación del deber general de trabajar. Creación de ejércitos industria-
les, principalmente en el campo.
9. Organización de las explotaciones agrícolas e industriales. Tendencia a ir borrando
gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad.
10. Educación pública y gratuita para todos los niños. Prohibición del trabajo infantil
en las fábricas bajo su forma actual. Régimen combinado de la educación con la pro-
ducción material, etc.” (K. Marx y F. Engels, “Manifiesto del Partido Comunista”
(1847)).

Se podría poner a concurso, con premio al que encuentre alguno de esos objetivos en
todo lo dicho y hecho por el MAS desde 2005 hasta hoy. Respecto del punto 8, no se tu-
vo mejor idea que organizar una ¡agencia de empleo estatal! con incentivos para empre-
sas privadas contratantes (ayuda con 30% del salario inicial y pago de obligaciones so-
ciales), en total y desleal competencia contra las agencias independientes. El número 10
ya estaba en el Código de la Educación Boliviana (1955), en pleno gobierno movimientis-
ta. Es muy fácil comprobar que únicamente intelectuales extranjeros amigos, expresa-
mente invitados, parecen ver al MAS como su propio teórico lo ve. Otros puntos de vista,
aun detectando esa especie de absceso que catalogan como populismo, prefieren no
cuestionar su orientación, igual que para los casos venezolano o nicaragüense. No obs-
tante, hay unos pocos análisis que perciben la no sutil diferencia entre el socialismo iz-
quierdista, calificado de “izquierda tradicional” por los masistas, y la versión remenda-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 148

da, amorfa e imaginaria, voceada por éstos. Más bien, una visión completamente políti-
ca, como la de un diputado opositor, parece divisar mejor esos rasgos diferenciales: “El
discurso contra el pueblo mestizo de Oriente, que Evo Morales exporta a la comunidad
internacional, dice que los cambas son ‘separatistas, xenófobos, oligarcas y extranje-
ros que ha explotado a los indígenas de tierras altas’” (W. J. Arrázola Mendivil, “Boli-
via: La construcción del primer Estado Fascista y Racista”, https://www.Van der-
bilt.edu/lapop/news/archive/2008-1.pdf).

2. Nacionalismo revolucionario

No es desconocido que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que accedió


al gobierno de Bolivia en 1952 derrotando al ejército luego de una acción armada, era un
partido de inspiración nacional socialista, aunque sus miembros nunca lo reconocieron
(no obstante, su pretensión declarada era, ¡que coincidencia!, ser “matriz ideológica”, el
puente entre el polo nacionalista “expresión de la derecha” y el polo revolucionario “ex-
presión de la izquierda”, ¡“nacionalizándolos y uniendo así dos ideologías que se creían
irreconciliables”!). El MNR pareció antiimperialista sólo porque -como el peronismo
argentino, el aprismo peruano y el estadonovismo brasilero- estaba alineado “al eje” du-
rante la II Guerra Mundial. Esto es, era antinorteamericano sólo porque Norteamérica
era enemiga de la Alemania nazi. Aun así, algunos sociólogos y politólogos todavía
muestran al nacionalismo revolucionario como “progresista” -hasta incluido en la iz-
quierda- en sus comienzos. Pero sus principales actos programáticos no eran medidas
izquierdistas sino, más bien, típicas del corporativismo:

La nacionalización de las minas, decretado en el campo de María Barzola el 31 de octu-


bre de 1952, culminó en una empresa estatal, explícitamente llamada Corporación
Minera de Bolivia (COMIBOL), que involucró cierto “control obrero”. Pero hubo buro-
cratización, maquinaria obsoleta y escaso capital de operación; no se hizo prospección y
sólo se terminaron de agotar vetas ya muy trabajadas. Se pasó así del 18,7% en la pro-
ducción mundial de estaño y 28.900 obreros en 1952, a sólo el 16,5% y 35.000 mineros
en 1964. COMIBOL terminó descapitalizada también por el “cambio de razón social”,
que obligó al despido e inmediata recontratación de todos los trabajadores. El control de
la minería por parte del estado no fue acompañado por políticas de enriquecimiento y
menos de industrialización de minerales. No obstante, los recursos generados por la mi-
nería permitieron la recuperación y rentabilidad de la empresa Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB) e incentivaron la agropecuaria, especialmente en el oriente
del país. Desde luego, el socialismo no nacionaliza: estatiza.
149 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

La reforma agraria, decretada en Ucureña el 2 de agosto de 1953, eliminó el sistema


feudal, permitiendo que los campesinos armados tomaran gran cantidad de haciendas,
o se hicieran de aquellas que los emplearon, con el lema zapatista “la tierra es de quien
la trabaja” (atribuida a un tal Teodoro Flores, otro campesino mexicano). La indefini-
ción de las condiciones de propiedad (por ejemplo, las prohibiciones de vender la tierra
y de usarla como garantía de préstamos), la absoluta ausencia de tecnificación y la lenti-
tud en la entrega de títulos de propiedad condujeron a la instauración del minifundio (la
pequeña parcela que se fracciona continuamente por la herencia) y, en consecuencia, a
la migración hacia las ciudades. Por otra parte, se produjo también la “colonización de
las tierras bajas” que, con el tiempo y todavía sin minifundio, se convertiría en el único
polo de desarrollo notable desde los años sesenta. Un gobierno izquierdista -hoy tam-
bién- hubiera optado por convertir los “ayllus” en granjas colectivas, como los kibutz
israelíes que son descendientes directos de los koljoses soviéticos (N° 7 de los objetivos
comunistas).

La reforma educativa, nació en 1953 con la Comisión Nacional de Reforma Educacional


la cual, en 1955, dictó el Código de Educación. Incluyendo los ciclos pre-escolar, prima-
rio, secundario, vocacional, técnico y universitario; también, la educación de adultos, la
educación rehabilitatoria, la educación extraescolar, la de extensión cultural a la comu-
nidad y el sistema escolar campesino, mediante núcleos escolares, desde primaria hasta
normales rurales (Elizardo Pérez). Se decretó la enseñanza primaria obligatoria y gratui-
ta y el inicio de un programa de alfabetización. La reforma tenía que ver con el esfuerzo
por masificar la educación y ese fue, sin duda, un resultado evidente del cambio revolu-
cionario. La proliferación de las escuelas rurales fue muy significativa en número aun-
que, lamentablemente, no en calidad. La reforma educativa modificó el currículo e in-
tentó inyectar contenidos de reforzamiento en identidad nacional a los procesos educa-
tivos, pero no alcanzó a modificar el sistema de escuelas normales, el cual permaneció
inadecuado para formar maestros de buen nivel. La masificación devino en bajo rendi-
miento académico, inadecuada supervisión y un proceso de sindicalización que, politi-
zado como ya estaba, no dio preferencia a las normas de exigencia académica. Como
cereza encima del helado, los bajos presupuestos para el magisterio remataron en un
sistema con educación por debajo de estándares indispensables y compuesto de maes-
tros permanentemente descontentos con su salario (lo mismo que en la actualidad).

El voto universal, decretado del 21 de julio de 1952, fue instaurado para reformar el voto
restringido (a mujeres y analfabetos). El “policlasista” MNR concedió el derecho a voto a
todos los bolivianos mayores de 21 años (o casados de 18) cualquiera sea su sexo, ins-
trucción, ocupación o renta (antes sólo eran ciudadanos quienes podían demostrar una
renta mínima). Más del 70% de la población, marginada hasta entonces, accedió a la
decisión política. En cambio, alcaldes y prefectos eran nombrados por el ejecutivo y la
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 150

democracia municipal, por ejemplo, se recuperaría recién en 1987. Se perdió la renova-


ción parcial legislativa y se instauró el formato mexicano de “lista completa”, esa mala
costumbre de elegir de una vez al presidente, su segundo y toda su corte de senadores y
diputados. Otro rasgo muy fascista es el montaje de mecanismos fraudulentos, muy ob-
vios pero muy difíciles de evitar, con el propósito de enfrentar una oposición apenas mí-
nimamente representada; El MNR, contando con indudable mayoría, adulteraba las
elecciones hasta controlar la casi totalidad del parlamento (huele tan fresco ¿eh? ¿Tomó
en préstamo, el MAS, las manías y el programa del viejo MNR?).

En realidad, las ideas fascistas estaban de moda al final de la II Guerra Mundial. En Bo-
livia, el principal partido opositor tenía también tal orientación y se formó inspirado,
seguramente, en el franquismo español. Se llamó “Falange Socialista Boliviana (FSB)”
(¡más socialistas!) y logró cierta influencia entre los jóvenes llegando a formar falanges
de “camisas blancas”, similares a los “camisas doradas” mexicanos, “camisas azuis” por-
tugueses, “camisas pardas” españoles y éstos, a su vez, parecidos a los “camicie nere”
italianos.

Si la descripción anterior parece tan actual y sugerente, se verá que no es una simple
casualidad. Unos pocos analistas han manifestado o insinuado, muy de paso, muchas
coincidencias entre el MNR de 1952 y el MAS-IPSP de 2005 nunca ubicando las causas
(ni las escalas, según las drásticas políticas ya referidas lo muestran; además de la inicial
presencia de milicias armadas). Por lo visto, ahora se está en mejor posición para efec-
tuar esas precisiones. No únicamente desde el punto estrictamente marxista, también
desde el más elemental criterio comparativo, resulta obvio que la estructura económica
define el carácter de un sistema gubernamental. No es lo que la organización declara,
es lo que la organización hace, lo que cuenta al momento de su caracterización.

3. Nacionalismo y plurinacionalismo

En un episodio de la serie televisiva “The Simpsons” llamado “Lisa’s Wedding” (1995),


la familia visita una feria renacentista donde el jefe de policía Wiggum gerencia la tienda
“Friar Wiggum’s Fantastical Beastarium” (con una deformación del latín bestiarium en
vez de bestiary); en este bestiario fantástico, el fraile Wiggum exhibe al temible esqui-
lax, “un caballo con cabeza de conejo y cuerpo de conejo”. Mutatis mutandis, el siglo
XXI nos trae al esquilax ideológico: ¡un socialismo con cabeza de fascismo y cuerpo de
fascismo!

Excepto elementales detalles específicos de las circunstancias históricas y otras, no es un


gran ejercicio mental el percibir que el fascismo italiano, el nazismo alemán, el clerica-
151 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

lismo iraní y el gobierno chino actual -entre varios otros- comparten el andamiaje fun-
damental de un muy corporativizado capitalismo de estado.

Y sí, también el gobierno del MAS comparte esas características. Pero no es sólo por eso
que puede ser considerado, en los hechos, una epifanía fascista; se añade también una
base de análisis fuertemente racial, una cosmología adoptada sobre tal base y, espe-
cialmente, un nacionalismo casi epiléptico. El soporte del régimen es el mismo que el de
los ejemplos más conspicuos: sectores urbanos y campesinos empobrecidos (además,
productores cocaleros, por otros motivos) y segmentos atrasados (sin consciencia de
clase) del proletariado; el tipo de apoyo que atrae el rótulo de “populismo” el cual no
parece tan desacertado para el proceder de la “izquierda del siglo XXI” donde se inscri-
bieron, inicialmente, también Venezuela, Nicaragua y Ecuador, dejando en algunos sólo
una extraña sensación de estar -de algún modo- siendo estafados. Xavier Bonilla, carica-
turista ecuatoriano, dice “Quítales toda la verborrea y la retórica ‘revolucionaria’ y no
queda más que unos descarados asaltantes”.

Abstraer conceptos desde la realidad, por lo visto, no es tan fácil como podría parecer. El
IPSP (Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos), por la esencia de las ideas
principales que declara, tal vez debía llamarse “Partido Plurinacional Socialista” (¿y se-
rían “pluzis”?). En vez de ello, según Evo Morales, aceptaron el regalo de un falangista:
la sigla “MAS”; algún otro militante dijo que tal sigla fue comprada, pero el propietario
(David Áñez Pedraza) dejó entender que, como consecuencia de una negociación, cedió
la sigla a cambio de mantener la presidencia honorífica (Un titular de “El Deber” de 20
de octubre de 2010 decía “Fallece David Áñez, fundador y presidente vitalicio del
MAS”). Como hubiera sido, con ella el MAS-IPSP obtuvo sus mejores éxitos electorales.
Por supuesto, aun tratándose de un simple detalle anecdótico, muestra que el énfasis
socialista del “Instrumento” es puramente circunstancial. Muy interesante, por lo mis-
mo, es el que esta facción falangista -llamada originalmente Movimiento Al Socialismo
Unzaguista (MAS-U)- tenía una doctrina denominada ¡“Capitalismo de estado andino”!

Por lo demás, hay detalles menudos con los que un socialista no se permitiría tropezar.
Así, sin hacer ni el menor intento de distinción ideológica (¿afinidad instintiva?), Evo
Morales homenajeó a María Eva Duarte de Perón diciendo “Recordar a Eva de Perón,
#Evita, es mantener vivo su legado y homenajear, de paso, a todas las hermanas mu-
jeres latinoamericanas que, como ella, luchan incansables por reivindicar sus ideas y
sus derechos”. “Hace 66 años en Argentina, partió a la inmortalidad una de las muje-
res más queridas de la historia, Eva Perón, luchadora por la justicia social, que dijo:
‘Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle’. Nuestro homenaje a quien estuvo
al lado de los pobres #EvitaEterna” (Twitter 26/07/2018). Y, para remachar, “Como
hoy, 1973, Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales con el 62 % de vo-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 152

tos, y tras un largo exilio de 18 años. La derecha argentina trató de encarcelarlo y ma-
tarlo, pero el pueblo lo hizo Presidente. Reafirmamos nuestro apoyo a la hermana
peronista @CFKArgentina” (Twitter, 23/09/2018). “Evita” y Juan Domingo Perón,
encabezaron de por vida su partido de orientación nazi–fascista al que algunos analistas
prefieren endilgarle el mismo populismo que, resucitado, dicen que caracteriza a las “iz-
quierdas latinoamericanas actuales”. Bueno, ahí va Nicolás Maduro igualmente: “La
Patria Grande despidió hace 66 años a una mujer que se convirtió en la voz de los
oprimidos, Eva Perón. Lideresa que rompió con todos los esquemas de la política” (¡!).

Y, finalmente, para que no quepan dudas, fue el propio A. García quien se encargó de
marcar explícitamente que es la contradicción racial la que el masismo considera la
principal, diferenciándose de toda izquierda posible, con ese cómico parlamento ya cita-
do en (i, 3): “…No es para amargarse sino para saber cómo es la pelea, q’aras contra
indios, q’aras y gringos contra trabajadores, campesinos y pueblo, esa es la pelea.”
(Página Siete, 11/07/2018). Nótese, de paso, las enormes lagunas conceptuales: ¿son
trabajadores y campesinos pueblo? Si lo son, entonces ¿por qué los nombra por separa-
do? Con semejante frase, uno podría reprobar hasta para ser admitido en el populismo.

El plan del MNR en los años 80 era el de transformar el capitalismo de estado en capita-
lismo propiamente dicho, porque el partido mismo se había transformado en un partido
burgués. Pero, para entonces, ya era demasiado tarde; el desgaste de la “clase” política
se manifestó, como siempre, con el éxito inmediato de alguna nueva organización. En
este caso, primero, el Movimiento Sin Miedo (MSM “estamos cabreados”) que, para su
infortunio, se gastó sólo localmente ocupando la alcaldía de la ciudad de La Paz hasta su
extinción.

Paralelamente, una característica muy conspicua de los dirigentes sindicales después de


1982 (retorno a la democracia) era su particular lenguaje hostil, y a veces grosero, diri-
gido contra los gobernantes, como si creyeran que el ser más malcriados los hacía más
revolucionarios. Sin embargo, eran tiempos de recuperación de libertades y las simpa-
tías estaban sistemáticamente orientadas a posiciones de auténtica o simulada rebeldía.
La fluctuación estadística era, sin duda, Evo Morales; no obstante la pertinaz costumbre
de acusar sin pruebas que le es tan propia, en ponderación contra el ex dictador Hugo
Banzer o el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, su ascenso como sujeto de opinión
pública se hizo evidente y quedó demostrada con su cada vez más frecuente aparición en
notas de prensa, entrevistas y referencias televisivas. El mérito del equipo masista fue
posicionar, en un momento crucial, a su partido como la mejor opción contra los “parti-
dos tradicionales” para entonces ya en el colmo del desprestigio. Y, a partir de la elec-
ción de 2005, en el partido más venturoso (suertudo) y mediático en toda la historia
nacional.
153 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Porque, para ese año, las reservas de gas natural estaban listas para ser monetizadas y
los enormes ingresos, predichos desde antes hasta por el propio MNR (L. E. Andersen &
R. Faris, “Natural Gas and Income Distribution in Bolivia”, iiec, Documento de Trabajo
No. 01/02 (2002)), listos para ser colectados. A partir de ese momento, el país entró en
una bonanza desconocida, a la cual ni aún la de 1972 - 1977 llega a ser comparable. La
disponibilidad de recursos sobrepasó de lejos la capacidad de ejecución -y de malgasto-
de las reparticiones estatales. Se vio, por ejemplo, la interesante iniciativa del Ministerio
de Educación que un año logró aumentar su marca repartiendo computadoras portátiles
entre todos los profesores de colegio. Pero, en estos ejercicios, los masistas no dan pun-
tada sin hilo; semejantes prácticas tenían, de paso, otra intención: la de servir de medio
propagandístico; no únicamente por la alharaca con que hacían las entregas, sino por-
que las computadoras y sus empaques llevaban (y llevan) el retrato del presidente (prác-
tica invariable -e ilegal- entre los autoritarios; Irak estuvo empapelada con retratos y
estatuada con figuras de Hussein, etcétera). Administrar muchos millones sin estar pre-
parados para ello, como el gañán que se saca la lotería, conduce a no otro lugar que ahí
donde esperan la improvisación y el despilfarro.

Esa riqueza repentina, ¿la trajo el MAS-IPSP? ¡Claro que no! El negocio del gas fue pre-
visto décadas antes. La exportación hacia la argentina data de julio de 1968, con el pri-
mer contrato de compra venta firmado entre YPFB y la GDE argentina; y al Brasil, desde
el Tratado de La Paz de 1996; el gasoducto inició operaciones en 1999. Se verifica fácil-
mente (siguiendo las fechas) que, después de la capitalización de la empresa estatal de
petróleo en 1996, las reservas certificadas de gas natural y de petróleo aumentaron sig-
nificativamente con el descubrimiento de los campos petrolíferos de San Alberto y Sába-
lo (1997), Margarita (1998), Itaú (2002) e Incahuasi (2004) merced a eficientes tareas
de exploración. Se firmó un contrato con Brasil para entregar 7.1 TCP (trillones de pies
cúbicos) de gas natural a lo largo de 20 años. En 1999, cuando se concluyó el gasoducto,
las exportaciones de gas natural y de petróleo representaban apenas el 7% de todas las
exportaciones; actualmente oscilan alrededor del 50% gracias a la producción de los
megacampos San Alberto, Sábalo y Margarita que contribuyen a más del 70 por ciento
de la exportación de gas a Brasil y Argentina, además del mercado interno (según
YPFB). El gobierno boliviano garantizó la venta del energético por más de 20 años con
las actuales reservas declaradas. Además, La Ley de Hidrocarburos (mayo de 2005) es-
tableció nuevas modalidades en los contratos de exploración y explotación y, más im-
portante, creó el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) con una tasa de 32 por
ciento que grava a la producción. Pero, encima, ¡oh gobierno del MAS, favorecido por
los dioses!, los países productores de materias primas resultaron muy beneficiados por
la actividad de las economías emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, sobre todo China
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 154

y Sudáfrica). Entre los años 2006 y 2014, el incremento en el precio del petróleo, al cual
el del gas está indexado, llegó a 74%.

Por otra parte, la “nacionalización” de Evo Morales en 2006 difiere absolutamente de


todas las anteriores: no decretó la expulsión de las empresas transnacionales, éstas re-
tuvieron los campos y se convirtieron en “contratistas”, remuneradas con un 32% del
valor de las ventas. Se argumentó que YPFB no tenía la capacidad para asumir la opera-
ción de los pozos; pero entonces, ¿se bautizó erróneamente la operación (que fue, ver-
daderamente, sólo una renegociación) con fines demagógicos? Sí, pero no importa, el
efecto de esa medida es muchísimo menor al que los discursos presidenciales, sistemáti-
camente, le atribuyen:

“Con los altos precios para los hidrocarburos más el efecto de la legislación vigente los
ingresos tributarios pasaron de US$ 782 millones el 2005 a US$ 3.799 millones el
2012. Las estimaciones de Medinaceli muestran que el incremento en el ingreso para el
Estado entre el periodo 2006-2012 se debió entre un 85 por ciento y un 90 por ciento al
efecto precios y mayores volúmenes de exportación, y entre un 10 por ciento y un
15 por ciento a la nacionalización.” (J.A. Morales et al., “¿Dónde Está la Plata?
Los Ingresos Extraordinarios de la Bonanza 2006 – 2013”, Fundación Milenio (2014)).

La bonanza gasífera hubiera, pues, llegado de todos modos. Inclusive se hablaba de ella
mucho antes de la elección de 2005 y los comentarios justo después de ella enfatizaban
sistemáticamente en que la gestión de Morales empezaba con excelentes perspectivas
económicas. No, los logros masistas no están ahí. El mayor éxito del MAS fue sin duda la
casi eliminación de su oposición política, para la cual no se excluyó ninguno de los tradi-
cionales mecanismos, incluyendo lo más brutal de la fuerza militar -como fue el caso en
Pando- y policial -como en el Tipnis-. Pero donde realmente se excedieron en habilidad
fue la prebenda mediática; ¿cómo funciona? con el uso sistemático de esa confusión en-
tre “gobierno”, “estado” y “poder” que persigue al vicepresidente desde sus años de “do-
cente universitario”. Por primera vez el canal televisivo estatal (Canal 7) es de uso exclu-
sivo del partido gobernante y, desde luego, un efectivo instrumento de permanente
propaganda pagada con fondos públicos. Las “obras”, realizadas o por realizar, son en-
tregadas o presentadas en actos organizados al efecto para los lugareños y transmitidas
durante horas por los medios estatales con el rótulo de “gestión de gobierno”. El negocio
redondo para este partido consiste en la promoción electoral metódica y continua dando
el uso más completo (“full employement”) a los ingresos del país, haciéndolos trabajar a
su favor. Inclusive, tratando intencionalmente de que parezca que se estaría repartiendo
dádivas presidenciales, siempre a cargo de subalternos; por ejemplo, este párrafo de pe-
riódico, “Nunca olvides, eso a toda la promoción y a las wawas, nunca olviden que [la
entrega de la escuela] es de la lucha porque Evo caminó, nunca olvides que tu papá
155 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

salió, que tu mamá sufrió, si no hubiera peleado tu mamá, tu papá y el Evo, no habría
eso (…) gracias a mis hermanos tienes aulas”, es lo manifestado por el vicepresidente a
la entrega de la Unidad Educativa “Nataniel Aguirre” en Cochabamba, politizando ile-
galmente, es de lamentar, a la audiencia infantil.

Es imposible sustraerse a la -obvia- comparación con la famosa maquinaria propagan-


dística hitleriana con sus películas informativas en las cuales se hacía grandes alabanzas
a las conquistas del régimen, entre otras, a las obras en favor de diferentes sectores so-
ciales y adoctrinando, a favor del jefe, a la niñez y juventud. Y, más cerca, en Bolivia, los
periplos (en helicóptero) del General Barrientos por pueblos y villorrios para, con el pre-
texto de entregar piletas de agua en las plazas, repetir discursos (¡algunos en fluido que-
chua!) ensalzadores de su gobierno y respaldados por los de los oradores locales. El efec-
to buscado es que la figura “del líder” sea absolutamente conocida (por cada votante).
Esto es fundamental -costosísimo efecto mercadotécnico- para mantener la ventaja elec-
toral que garantice continuidad en el poder (y la reproducción de este ciclo en tanto los
ingresos por exportaciones de gas lo permitan). Pero, en Bolivia como en muchos otros
países, el gasto de dinero público en la promoción de la imagen personal del presidente
es, desde luego, ilegal. En el pasado, las propagandas gubernamentales, prefecturales y
municipales llevaban siempre sus “logos” respectivos pero jamás el nombre y menos el
retrato de sus máximas autoridades. Entonces, ¿se tendrá palabras para elogiar un
“programa” llamado “Bolivia cambia, Evo cumple” financiado con muchos millones
del erario nacional? Además, para peor, es una práctica que desarticula el gasto público
e interfiere en las respectivas gestiones “autónomas” al convertir al presidente en su-
peralcalde y supergobernador, protagonista de las obras “importantes” y ejecutándolas
no en función de su utilidad práctica, sino en la de su valor propagandístico. El resulta-
do está al alcance de cualquier observación. Hay demasiadas notas de prensa -y otras-
reportando obras inconclusas, poco usadas, abandonadas, con defectos de construcción
(goteras en un aeropuerto recién terminado, por ejemplo), etc., porque en los hechos,
una vez terminadas, varias quedan completamente huérfanas. En fin, que se sepa, el
boliviano es el único presidente que llama “trabajo” -al parecer con mucha convicción- a
esas inauguraciones y entregas de obras; si así fuera, los mandatarios de los demás paí-
ses no serían sino auténticos y manifiestos holgazanes.

Se trata de un escenario no casual. La distribución presupuestaria y la actividad presi-


dencial están desde luego muy sincronizadas. Y lo están también, para que no quepan
dudas, con ese control directo e indirecto de la prensa que ya se mencionó; repartiendo
la costosa propaganda oficial sólo entre medios “no opositores” y los transformados en
tales. Obviamente, eso generó una notoria autocensura, el despido de periodistas incó-
modos, el éxito de aquellos sumisos, el enriquecimiento de los colaboradores incondi-
cionales y, por supuesto, una hipocresía informativa no conocida antes. Así, con esa co-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 156

tidiana y desvergonzada maquinaria propagandística y el consecuente triunfo electoral


en 2009, dos eventos impidieron que Morales fuera declarado algo equivalente al Inca
precolonial (entonces los demás hatunrunas hubiéramos estado impedidos de mirarle a
la cara, de usar su tipo de ropa y hubiéramos sido, de un modo u otro, obligados a tra-
bajar para él).

4. El gasolinazo

El primero se denomina familiarmente “gasolinazo”; para quienes lo vivieron, aún hoy


resulta sorprendente el frenético movimiento antioficialista de masas promovido por un
repentino intento de incrementar el precio de la gasolina (72 por ciento) y del diésel (82
por ciento). Ésta es la apreciación del periódico digital “Pukara”: “¿Cómo entender que
un gobernante, el líder carismático al cual -se afirmaba- la masa le obedecía ciega-
mente, termine siendo un presidente cuyo retrato es pisoteado en las calles por el pue-
blo enfurecido?”

¿Así que, después de todo, Evo era mortal? En vez de decir simplemente “lo siento, me
equivoqué”, salió del entuerto por el meandro mediático de “gobernamos obedeciendo al
pueblo” e hizo un muy poco elegante mutis, dejando el escenario lleno de subalternos. El
vicepresidente, con su peculiar, torpe y algo enfermizo estilo, descargó la culpa -usando
el canal televisivo oficialista- sobre un opositor.

Un efímero levantamiento popular contra el gobierno, conjurado -por supuesto- sus-


pendiendo la medida, mostró sin lugar a dudas que nada, absolutamente nada es políti-
camente gratuito. Hubo la real y seria posibilidad de que la movilización creciera hasta
el estallido social justamente en las zonas más “evistas”: el altiplano y el Chapare. En El
Alto, la multitud atacó las sedes de las organizaciones que se pronunciaron a favor del
alza; entre ellas, la alcaldía de la ciudad, la Central Obrera Regional (COR) y la Federa-
ción de Juntas Vecinales, la que protagonizó la histórica rebelión de 2003 contra Gonza-
lo Sánchez de Lozada. Cerca de las casetas de peaje, en la autopista El Alto-La Paz, ban-
deras venezolanas y retratos de Evo Morales fueron incendiados. Hostigados y perse-
guidos varios dirigentes masistas.

Cuando la calma, finalmente, regresó, el esfuerzo por volver al estado inicial no fue sufi-
ciente, la cicatriz terminaría siendo permanente. A finales de enero, encuestas (empresa
Ipsos) mostraron que la popularidad de Evo Morales había descendido de 84% (2007) a
36% (2011) con un rechazo a su gestión del 56%. El vicepresidente, por lo que se verá
posteriormente, no únicamente sufrió el descenso de aprobación desde 46% hasta 29%,
sino que su nivel de reprobación ya alcanzó la cifra roja de 71%. Por supuesto, los argu-
157 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

mentos que, supuestamente, motivaron el gasolinazo, se esfumaron tan misteriosamen-


te como aparecieron. Seis años después, negocios quizá más marrulleramente ideados
llevaron a la comercialización voluntaria de gasolinas con más octanos (RON91) o con
aditamentos (Súper Etanol 92) “para beneficio de los vehículos de alta gama”. Sería se-
ñal de poca acuciosidad no fijarse en la preocupación del MAS por los vehículos de la
burguesía (aunque alguien especuló que quizá se apuntaba, más bien, a los carros de los
nuevos ricos).

5. “Allegro, ma non troppo”

El segundo, mucho más complejo, fue el referendo modificatorio de la Costitución Polí-


tica para promover una segunda (tercera) reelección de Morales y, claro, pegada a ella,
la de García. Increíble pero típico y frecuente error de gobernantes ya engolosinados con
el poder. Quizá, en el fondo de sus negros corazones, todos los políticos tienen nostalgia
ancestral por la monarquía, y sueñan despiertos con la posibilidad de gobernar absolu-
tamente y para siempre.

Como es usual, el estilo de “eso que ves blanco, te lo digo: es negro” de la gente del MAS,
que sólo sirve para convencer a sus próximos, se usó repetidamente para anunciar que
“los movimientos sociales” (MS) estaban “exigiendo” la “repostulación” del presidente
para un nuevo mandato en 2019. Naturalmente, el presidente no tuvo más remedio que
aceptar (a pesar de sus protestas y condicionamientos a que sea sólo por una vez y no
indefinidamente como los MS querían) por aquello de gobernar obedeciendo al pueblo…

Peor si el propósito hubiera sido noble, eligieron la forma más abusiva para forzar las
normas y torcerlas hacia su objetivo: un grupo de militantes con muchos parlamentarios
(tal vez todos ellos) y encabezados por el presidente del senado Gonzales, realizaron un
burdo y servil acto callejero destinado a presentar la solicitud “del pueblo” para aprobar
una ley de reforma constitucional; ésta se aprobó, efectivamente, por esas mismas per-
sonas, encabezadas también por el mismo presidente del senado. Los beneficiarios de la
ley de necesidad de reforma eran, naturalmente, los repostulantes; pero igualmente be-
neficiarios eran los parlamentarios masistas y, por supuesto, el presidente del senado
(que no trabajan gratis); es decir, las mismas personas que entregaron la solicitud para
la aprobación de la ley, y que la aprobaron. Como el MAS tiene una mayoría superior a
los dos tercios, la ley propuesta no tenía la más mínima probabilidad de ser rechazada,
lo cual convierte ese proceso en un claro uso indebido de influencias (la influencia del
jefe del partido sobre sus parlamentarios para beneficiarse con una posibilidad adicional
de reelección y el uso consecuente de bienes del estado para favorecer a particulares;
¡que los referendos no son baratos!) y un monstruoso conflicto de intereses (la mayoría
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 158

parlamentaria del MAS, al no enfrentar una oposición decisiva, no puede aprobar leyes
que la aprovechen directamente, ni que perjudiquen directamente a la oposición, sin
caer en esa ilegalidad). ¿Demasiado fino? ¡Sólo para esos abogadillos para quienes la
verdad se lleva por encargo, como las pizzas!

Finalmente, la convocatoria a referendo fue aprobada con una pregunta que palanquea-
ba la reforma orientándola a facilitar la reelección en lugar de mejorar el mecanismo
electoral (como debiera ser una iniciativa de buena fe) y enfilando al sistema hacia otra
grave posible violación constitucional al pretender que el referendo programado tenía
que ver con la repostulación de los mandatarios actuales. No era así; si la modificación
constitucional hubiera prosperado, no podía ser aplicable al presidente actual ni a su
vicepresidente; vale la pena citar el artículo constitucional actual con el interesante nú-
mero 123 que es, tiempo ha, muy incómodo e incomprensible para el oficialismo:

“Artículo 123. La ley sólo dispone para lo venidero y no tendrá efecto retroac-
tivo, excepto en materia laboral, cuando lo determine expresamente a favor de las
trabajadoras y los trabajadores; en materia penal, cuando beneficie a la imputada o
al imputado; en materia de corrupción, para investigar, procesar y sancionar los deli-
tos cometidos por servidores públicos contra los intereses del Estado; y en el resto de
los casos señalados por la Constitución.”

Esta disposición constitucional implica que los asuntos electorales no son retroacti-
vos. En la nueva constitución -modificación parcial de la actual-, el artículo 168, even-
tualmente, rezaría (en el mismo incorrecto lenguaje):

“Artículo 168. El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepre-


sidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o re-
electos por dos veces de manera continua.”

Esto es, los nuevos presidente y vicepresidente, electos después de la modificación


constitucional, tendrían derecho a dos reelecciones. Los elegidos antes de la reforma,
entonces, sólo una porque, para éstos, sería válida -todavía- la constitución (actual) no
modificada, la constitución con la cual se eligieron. Increíblemente, alguien (“vivos crio-
llos” que creen que los demás son tontos criollos) pensó que se podía soslayar la retroac-
tividad mediante una mañosa redacción de la pregunta:

“¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del
Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresi-
dente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera
continua?
159 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Por Disposición Transitoria de la Ley de Reforma Parcial de la Constitución Política


del Estado, se considera como primera reelección al periodo 2015-2020 y la
segunda reelección el 2020-2025.”

Seguramente el lector se preguntará -algo molesto- porqué se subraya tantas palabras y


frases en medio de un razonamiento tan obvio. Pues, una carta al Defensor del Pueblo
con un texto muy similar fue respondido afirmando que los aspectos mencionados se
tendrían que analizar ¡después! del “referéndum”, “una vez que se disponga de una
norma específica” o algo así. ¿No es enervante, según se ve, que las ilegalidades más
descaradas pueden atravesar juzgados, tribunales, incluyendo especialmente al Consti-
tucional, o lo que sea, sin ser detectadas o atendidas? Porque, o hay mucha incapacidad
o hay mucha deshonestidad, o ambas, cuando los empleos públicos son llenados sólo
con correligionarios, amigos y parientes.

No obstante, el milagro democrático se produjo. La campaña propagandística por el “SI”


fue masiva y sin escrúpulos; participaron todos los masistas, dirigentes, empleados del
estado o aspirantes a ser “visibilizados” y donde se aprovechó cualquier debilidad o es-
trabismo del tribunal electoral para tomar ventaja contra el “NO” que, sorpresiva y fi-
nalmente, ¡terminó ganando! Para total desazón de los favoritos, quienes primero predi-
jeron -con poca habilidad matemática- que el voto rural volcaría los resultados; después,
que el voto del exterior lo haría y, finalmente, sólo manifestaron molestia por los actos
de celebración opositora; con resabio, intentaron minimizar la derrota y remataron cul-
pando a las “redes sociales” por el fracaso; amenazaron con aprobar una ley para regu-
larlas (el amenazar con leyes “ad hoc” es una especie de marca registrada masista).

Quizá la explicación es más trivial. Hay indicios de que mucha gente simplemente en-
contró grosera la pretensión de un nuevo mandato y votó en consecuencia. Los otros
factores contribuyeron, en pequeñas cuotas, a la diferencia resultante. En general, una
de las actitudes que la gente aborrece más en la política es el prorroguismo. Segura-
mente despierta, también en los que nos son políticos, la memoria ancestral, evocando a
los reyes ambiciosos, arbitrarios y, sobre todo, ¡vitalicios!

Entre los efectos colaterales, a diferencia del gasolinazo que desdivinizó a Morales, estu-
vo la desmoralización de la imagen presidencial. A su ambición descubierta se sumó la
denuncia sobre su pasada relación “sentimental” con una señora ligada a varios y oscu-
ros movimientos comerciales y probada con la aparición del certificado de nacimiento
de un niño. Aparte de las acusaciones de uso indebido de influencias, mostró que los
valores éticos que honran a la mayoría de los varones, como casarse para asumir res-
ponsabilidades, eran inexistentes para los antiimperialistas. Posteriormente se acusó a
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 160

la oposición de haber armado una campaña mentirosa alrededor de ese asunto; según el
propio Morales, la inexistencia del niño era prueba de las falsedades derechistas pero
sin mencionar el que, poco tiempo después, quedó demostrada la absoluta legalidad del
certificado de nacimiento; soslayó rápida y convenientemente una serie de declaraciones
como ésta: “A la Gabriela Zapata Montaño la conocí en 2005, era mi pareja, en 2007
tuvimos un bebé y lamentablemente, nuestra mala suerte, ha fallecido, tuvimos algu-
nos problemas y a partir de ese momento nos distanciamos” (ANF, 05/02/2016). El
procesamiento mediático de tal “affaire” a cargo de los diferentes ministerios (comuni-
cación, defensa, educación y presidencia, al menos) fue tan patético y descaminado que,
claro, dejó una muy fuerte sospecha de que la intención real era ocultar “algo peor”.

Y algo peor fue el descubrimiento de que el vicepresidente, quién se presentaba como


matemático dedicado “empíricamente” a la sociología (tomando prestado el entonces
perfil profesional de su ex pareja; hoy licenciada en matemática, maestra en filosofía y
doctora en sociología), carecía de título profesional. Se hizo público que figuraba
como “Lic. en matemáticas” en las entradas relativas a “profesión” en su cédula de iden-
tidad, libreta de servicio militar y partida de matrimonio. Un vídeo grabado en acto pú-
blico, y en presencia del ministro de educación, lo muestra relatando “hubo un profesor
que me hizo gustar las matemáticas, acabé el bachillerato y luego me convertí yo en
licenciado en matemáticas, soy profesional en matemáticas” (Es absolutamente
conocido, igualmente, otro vídeo de noviembre de 2016 donde el vicepresidente García,
en el programa “El Pentágono” conducido por su amigo, el periodista Mario Espinoza,
dijo explícitamente: “...y aquí tienes a un socialista, matemático, sociólogo que
siempre abre el abanico de posibilidades...”). Desatado el escándalo (no en el MAS, ob-
viamente), según su primera declaración, sólo faltaba el diploma; posteriormente, sólo
una asignatura… Pero más vergonzosamente, ya después del referendo, se conoció que
había cursado sólo la mitad de esa carrera. Al final, se registró hasta ocho versiones pú-
blicas diferentes que dio sobre el bulo; llegando a la desfachatez de culpar a los varios
funcionarios burocráticos (y telepáticos) por escribir en sus documentos “Lic. en mate-
máticas” en vez de “ninguna”. Hubo gente del MAS opinando que este detalle gravitó
efectivamente en el resultado del referendo y que, sin García, Morales hubiera salido
victorioso; percepción que parece residir debajo de la superficie y aflora de vez en cuan-
do: “El secretario de Justicia de la Federación Única de Trabajadores de Pueblos Ori-
ginarios de Chuquisaca (FUTPOCH), Marcelino Flores, culpó al vicepresidente Álvaro
García Linera por la baja preferencia por el presidente Evo Morales en las últimas en-
cuestas…” “… ‘El presidente Evo está ratificado por las organizaciones, pero al mismo
tiempo sabemos que en las encuestas estamos muy débiles, muy bajos, hay que ser
conscientes, sin embargo, eso no es por culpa del Presidente o de las organizaciones,
sino por algunas personas que están metiendo fuego’, señaló el dirigente, en una en-
trevista con la radio Aclo de Chuquisaca” (Página Siete, 24/08/2018).
161 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Casual y paralelamente, el vicepresidente Uruguayo, Raúl Sendic, que se presentaba


como licenciado en genética humana por la Universidad de La Habana (graduado con
medalla de oro), tuvo que reconocer su carencia de título indicando primero que sola-
mente había realizado un curso rápido y luego que cursó la licenciatura en Genética,
aunque sin culminarla; ambas afirmaciones resultaron falsas al ser comprobada la
inexistencia de dicha carrera en tal universidad. A pesar de sus obvias resistencias (¡qué
ocurre con los vicepresidentes!), sin embargo, su renuncia al cargo se produjo después
de que fuera procesado -sin prisión- por otros delitos (abuso de funciones, peculado,
vinculación y participación en negocios ilícitos en el ejercicio de cargo público y malver-
sación por uso indebido de tarjeta corporativa). Extrañamente, en el caso de A. García
no hubo rubor y menos un amago de renuncia, por lo que el debate se trasladó a las re-
des donde, por una parte, se le asoció el equivalente quechua de sinvergüenza, “qara
uya” (cara de cuero), por su actitud evasiva ante el problema y sus implicaciones; por
otra, se deslizó la adaptación de que -al menos en su caso- para la destacada actividad
intelectual que desarrolla, no es necesario un título. Pero, claro -según otros- se trata
únicamente de teorías masistas sobre la excelencia académica.

Más extraño fue -y es- el silencio del Honorable Consejo Universitario (HCU) de la
UMSA donde el Sr. García dictó cátedra en calidad de “invitado” -muy contra la norma,
por supuesto- en asignaturas como ¡“seminario de investigación” y “teoría de la ideolo-
gía”! (incidentalmente, en las actas de calificaciones también figura como “Lic. Álvaro
Marcelo García Linera/ Docente”). Recordando, y justificando ahora, lo dicho en (0, 1) y
(0, 2) a cerca de los alcances de la acreditación académica, produce calofríos sólo el ima-
ginar lo que se diría en esas aulas. El rector “señaló que no se revisará el caso ya que no
existe motivo para perjudicar a los que entonces fueron sus estudiantes, quienes en su
mayoría ya son profesionales” (ANF, 16/02/2016). No quedó claro si esa fue también la
opinión del Honorable Consejo Universitario (HCU) que debió haber instruido, al me-
nos, una investigación oficial interna, teniendo en cuenta que la obligatoriedad de un
título profesional para contratación académica en la UMSA es absolutamente inexcusa-
ble desde 1993. Para docente invitado se requiere, además, prestigio profesional reco-
nocido y documentado, lo cual hace imposible que, en el caso del señor García, se hubie-
ra procedido “reconociendo su brillante trabajo”. Evidentemente, las normas fueron vio-
ladas “con una pequeña ayuda de los amigos”, como diría John Lennon. Y, así, el ejerci-
cio ilegal de la profesión, la falsedad ideológica y el enriquecimiento ilícito, quedarán
impunes dejando, desde luego, la sensación de que se encubrió “al privilegiado” por te-
mor, por amistad o por conveniencia. Esas sensaciones fueron muy apreciables, igual-
mente, en los contenidos de las redes sociales, donde -como es sabido- la clase media y
mucho de la juventud expresan sus puntos de vista. “Lo peor de que te mientan es saber
que ni siquiera merecías la verdad”, decía J. P. Sartre.
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 162

Alegría, pero no demasiada. Nadie esperó que el MAS aceptara hidalgamente su derrota
y sería absolutamente ingenuo pensar que la supremacía oficialista estaría perdida, a
juzgar por los apretados resultados del referendo. Con peores puntos críticos, el MNR
logró ganar elecciones durante cincuenta años. Pero un régimen masista, probable-
mente, se puede considerar ya desvanecido, independientemente del tiempo que Mora-
les permanezca en la presidencia. En el futuro mediato, cuando las tareas de limpieza
estén en curso, seguramente este partido hará presencia política -metamorfoseándose-
en el mismo sentido en que el MNR o el PDC (Partido Demócrata Cristiano) aún resis-
ten. Fue un error -no previsible para los implicados- el creer que su presión mayoritaria
sobre las tradiciones nacionales, ejercitando muchos cambios de nomenclatura, obli-
gando a las tropas responder “¡venceremos!” al “patria o muerte”, flamear wiphalas,
jurar y cantar mezclando gestos (puño izquierdo levantado y mano derecha al corazón,
la terza vía semiótica), etc., se estaba transformando a la sociedad boliviana; el perspi-
caz Trotski escribió: “El camino del fascismo está empedrado de símbolos”.

Tal vez este experimento, más bien, podría dar una mejor apreciación de un fenómeno
ligado a la mercadotecnia. ¿Será que existe un punto de saturación mediática? Esto es,
que la popularidad de un candidato se mantenga, sin importar cuánta propaganda se
gaste en él o, peor (mejor) aún, que su popularidad disminuya en proporción a la propa-
ganda emitida. Si un fenómeno como éste pudiera ser mostrado (o demostrado), hubie-
ra que reconocer la sabiduría de quienes diseñaron la alternancia y renovación en los
cargos administrativos y, de paso, estar seguros de que Marx y Lenin tenían razón en
descartar la posibilidad de tales engendros como las revoluciones democráticas. Final-
mente, en este modelo de “fiesta democrática”, estabilidad política no significa que una
persona gobierne hasta morir; implica que los gobernantes se sucedan regularmente,
manteniendo políticas estables.

6. Un sui géneris derecho humano

Muy bien, sin embargo, nunca se debe perder de vista el que el MAS no es un partido
democrático en el sentido usual. Los partidos genuinamente democráticos son también
genuinamente burgueses y buscan sobre todo la predictibilidad social, donde los nego-
cios y emprendimientos prosperan, donde el gobierno debe administrar normas en lu-
gar de prebendas. Si se es oportunistamente democrático, por otra parte, la tentación de
torcer las normas -aún las propias- cuando los hechos lo requieren, está ya retratada en
la cita de Mussolini “…dependiendo de las circunstancias del tiempo, lugar y situación”
que aparece en el capítulo anterior (iv, 3). ¿De qué es capaz el MAS-IPSP para prorro-
garse en el gobierno? Pues -por lo visto y lo que se verá- de todo lo que hace tan infames
163 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

a los políticos. Perdió un referendo mal planteado, como ya se explicó. Ahora, la ley del
Régimen Electoral cuyos términos, por supuesto, fueron conocidos de antemano por los
protagonistas (el presidente y su vicepresidente), contiene el siguiente artículo:

“Artículo 15. (CARÁCTER VINCULANTE). Las decisiones adoptadas mediante Refe-


rendo tienen vigencia inmediata y obligatoria, y son de carácter vinculante.
Las autoridades e instancias competentes son responsables de su oportuna y eficaz
aplicación”.

No es un español particularmente difícil de interpretar. Implica que si se trata de modi-


ficar un artículo de la constitución mediante referendo y se pierde, el artículo en cues-
tión queda más remachado que antes y ya es inmodificable ¿por qué? Porque todos es-
tán conminados a cumplir el resultado que es ¡Nunca más intentarás modificar el artícu-
lo consultado para reelegir al presidente, etc., lo cumplirás y lo harás cumplir como si
hubiera sido redactado para ti! El TSE, el presidente, el vicepresidente, los miembros de
la Asamblea Plurinacional, el Tribunal Constitucional Plurinacional, etcétera, et-
cétera, no deben despegarse del resultado, están obligados por ley a forzar su oportuno
y eficaz cumplimiento, en vez de andar inventando nuevos derechos expectaticios o
formas de torcer la ley. Es, por tanto, el presidente el primero que debiera haber dicho
“hermanas y hermanos, estamos moral y legalmente obligados a honrar el juramento
con el que me posesioné y ya no insistiremos en la reelección; es lo que corresponde a
personas de honor”. Y la oposición debería iniciar “las acciones legales pertinentes” in-
mediatamente de que advirtiera un intento de desobediencia. Una vez realizado, el re-
sultado del referendo no es algo etéreo, de cumplimiento opcional; es sólido, concreto y,
al final, mide la bonhomía de los gobernantes (y del TSE), o su perversidad.

A propósito, cómo no recordar otro repugnante episodio legal: la constitución actual


(básicamente masista) todavía lleva el siguiente texto:

“DISPOSICIONES TRANSITORIAS
Primera.
I. El Congreso de la República en el plazo de 60 días desde la promulgación de la pre-
sente Constitución, sancionará un nuevo régimen electoral para la elección de la
Asamblea Legislativa Plurinacional, Presidente y Vicepresidente de la República; la
elección tendrá lugar el día 6 de diciembre de 2009.
II. Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán toma-
dos en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funcio-
nes…”
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 164

Muy bien, hasta un descerebrado entendería perfectamente esa frase, cualquiera que
haya aprendido a leer en la primaria; cualquiera, ¡menos los abogados de Tribunal
Constitucional Plurinacional!

Primero, el señor Perogrullo descubre que esas dos autoridades han sido electas, “El
Tribunal Constitucional considera que tanto el Presidente como el Vicepresiden-
te, en el marco del Estado unitario, social, de derecho, plurinacional, comunitario, li-
bre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con auto-
nomías, tal cual reza el artículo 1 de la CPE, son autoridades cuya fuente de poder tie-
nen su origen en una forma democrática de gobierno, mediante el voto uni-
versal obligatorio directo libre y secreto, tal como señala el artículo 166 de la CPE.”

Luego, saltan, sin mencionarlo, hasta el artículo 168 (ya citado en la sección anterior) y
al artículo transitorio, pero les hacen decir mucho más de lo que está escrito: “En ese
sentido, se advierte que la norma en análisis destaca la figura de reelección, refi-
riéndose únicamente al Presidente y Vicepresidente. Si estos fueron elegidos
en vigencia del nuevo régimen constitucional, se encuentran habilitados
para la reelección, dado que una interpretación literal de la disposición transitoria
primera, se extrae que los mandatos anteriores a la vigencia de la Constitución, segui-
rán computándose hasta la posesión de las nuevas autoridades, desprendiendo
el mismo resultado si se considera la interpretación sistemática de la referida disposi-
ción transitoria.” El señor Perogrullo se hace mago y reemplaza “anteriores a la vi-
gencia de esta Constitución” por “hasta la posesión de las nuevas autoridades”.

Y, después de ese fallido truco de prestidigitación legal, concluyen “El nuevo orden es
diferente al preexistente. El nuevo orden implica una nueva era jurídica, una nue-
va era política, basada también en la refundación del Estado… Por ello se concluye que
es absolutamente razonable y acorde con la constitución realizar el cómputo del plazo
para el ejercicio de funciones tanto de Presidente como del Vicepresidente desde el
momento en el cual se puso en vigencia la Constitución Política del Esta-
do”. Entonces, ¿para qué se habría redactado el texto transitorio? El Perogrullo y mago
se hace legislador y convierte los discursos masistas sobre “el nuevo orden” en ley y,
ahora, “anteriores a la vigencia” queda torpe y descaradamente sutituida por “desde el
momento en el cual se puso en vigencia”. Cualquier abogado profesional, en uso de sus
facultades, entenderá perfectamente que la eliminación de “anteriores a la vigencia”
provoca la inconstitucionalidad de esta sentencia. Y queda así demostrado que los cinco
miembros del TCP son, estrictamente, un grupo de serviles, deshonestos e incompeten-
tes, donde sea que estén.
165 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Rebasado ya todo motivo de respeto, es explicable lo que siguió después. Evo Morales se
reeligió ilegítimamente en 2014 usando ese -muy obviamente amañado- fallo del TCP.
Cuando la oposición y alguna prensa mostraron videos y notas donde tanto él como
García habían asegurado, antes de la aprobación de la constitución (para lo cual, por
entonces, necesitaban la anuencia de los opositores), que sacrificarían una parte de su
mandato merced a la disposición transitoria cuya redacción fue consensuada, Morales,
con un sonrisa que pretendía ser picaresca, dijo que le habían tendido “una trampita” a
la oposición. ¿Acaso esos miserables opositores merecían algo de honestidad?

Es difícil evitar la náusea ante tales acciones. Peor si luego las acompaña el cinismo y el
descaro. Decía el vicepresidente, “Yo voy a votar aquí porque Evo es la dignidad de
Bolivia, porque este color azul es la continuación de la presencia de los humildes, de los
pobres y de los trabajadores en el Gobierno” (www.opinion.com.bo, 07/10/2014). Al
respecto, teniendo en cuenta que el propio A. García era parte interesada (candidato),
no conozco mejor comentario que el de mi hijo Miguel: “… no reconocería a la digni-
dad aunque ésta bailara desnuda delante de él”.

En la actualidad, cuando se tiene la vista fija en las elecciones de 2019, Morales parece
muy empeñado en constituirse en el presidente con más años en el cargo. Desde el 14 de
agosto de 2018, estableció un récord de nueva clase, por lo visto en (v, 6). En adelante
habrá que distinguir tres marcas: Andrés de Santa Cruz, con más años en forma conti-
nua; Víctor Paz, con más años en forma discontinua y Evo Morales, el de más años con
trampita.

Después del referendo “21F”, el MAS-IPSP desplegó otra campaña mediática muy inten-
sa para desprestigiar al periodista que había denunciado la relación sentimental del pre-
sidente con esa aparentemente exitosa gestora de negocios cuyos atributos profesionales
resultaron fraguados; para demostrar la autenticidad de la denuncia, se mostró el certi-
ficado de nacimiento que -después- se probó legal, pero perteneciente a un hijo inexis-
tente; dato que aún el propio implicado (el presidente), al parecer, ignoraba. La campa-
ña, no obstante, se enfocó aviesamente en afirmar que el referendo se perdió por esta
“mentira de la oposición”. La primitiva idea era desprestigiar el resultado del referendo
para, claro, no otra cosa que evitar la ley, dando la impresión que lo hacían para com-
placer a dios. Es así que decidieron copiar la vía Daniel Ortega quien, en las elecciones
de 2011, pese a que la Constitución lo prohibía, se presentó como candidato a la Presi-
dencia gracias a un amparo ante su Corte Suprema de Justicia, donde los magistrados
sandinistas, sin presencia de magistrados opositores, declararon inaplicable el artículo
de la Carta Magna que limitaba a dos el número de mandatos continuos porque, supues-
tamente, violaba los derechos humanos y constitucionales de Ortega y de 109 alcal-
des. Usaron de manera desviada y vil el fallo de la CIDH para Óscar Arias (después de
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 166

34 años, se permitió que expresidentes pudieran aspirar al poder, mediante eleccio-


nes, en forma no consecutiva, gracias a una reforma constitucional (1969) y una in-
terpretación de la Carta Interamericana de los Derechos Humanos; fueron necesarios
dos intentos ante la Sala IV para que los magistrados fallaran por la reelección en 2003).
En completa analogía, en diciembre de 2017, el TCP, después de una larguísima e insí-
pida argumentación que no toca para nada el resultado del referendo 21F, respecto de
“…la acción de inconstitucionalidad abstracta interpuesta por…” emitió este fallo:

“POR TANTO
La Sala Plena del Tribunal Constitucional Plurinacional; en virtud a la autoridad que
le confiere la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia y conforme al
art. 12.2 de la Ley del Tribunal Constitucional, resuelve:
1º De acuerdo a lo dispuesto por el art. 256 de la Norma Suprema, declarar la APLI-
CACIÓN PREFERENTE del art. 23 de la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos, por ser la norma más favorable en relación a los Derechos Políticos,
sobre los arts. 156, 168, 285.II y 288 de la Constitución Política del Estado, en las fra-
ses: “por una sola vez de manera continua” de los arts. 156 y 168 y “de manera conti-
nua por una sola vez” de los arts. 285.II y 288, conforme a los fundamentos jurídico
constitucionales expresados en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional; y,
2º Declarar la INCONSTITUCIONALIDAD de los arts. 52.III en la expresión “por una
sola vez de manera continua”; 64 inc. d), 65 inc. b), 71 inc. c) y 72 inc. b) en el enuncia-
do “de manera continua por una sola vez” de la Ley del Régimen Electoral –Ley 026
de 30 de julio de 2010–. Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucio-
nal Plurinacional…”

Aparte de declarar la ¡inconstitucionalidad de artículos constitucionales!, absurdo que


no era de su competencia, y de exceder el carácter abstracto de la acción, tan elemen-
talmente ostensible es el carácter de encomienda, que basta leer el artículo 23 de la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos:

“Artículo 23. Derechos Políticos


1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades:
a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de
representantes libremente elegidos;
b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por su-
fragio universal
e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electo-
res, y
c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones
públicas de su país.
167 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refie-


re el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia,
idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en pro-
ceso penal”,

para percibir lo que el sentido común grita: aquí se habla del derecho humano a elegir y
ser elegido “en condiciones de igualdad”, esto es, con reglas válidas para todos (¡inclu-
yendo la regla para las reelecciones!). El artículo 23 menciona sólo la elección y no la
reelección, ¿por qué? Porque el candidato a la reelección ya disfrutó de su derecho a
ser elegido y de acceder a las funciones públicas; más aún, ya gozó de todos los de-
rechos estipulados en el artículo 23 con reglas preestablecidas, que siempre incor-
poran las referidas a posibles reelecciones. Por tanto, lo menos que debió hacer el TCP
era rechazar la acción de inconstitucionalidad exigiendo el resultado de una previa con-
sulta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -cuya corte es la úni-
ca que puede interpretar ese artículo- sobre la ¡reelección como derecho humano!
Así, lo que un servil parlamento hizo por Robert Mugabe, un análogo tribunal constitu-
cional hizo por Evo Morales. Hasta se podría desenterrar una de esas moralejas de la
niñez, “conciencia sucia, inconsciente traicionero” pues, decía A. García en una entrevis-
ta televisiva: “Uno es dictador cuando no toma en cuenta el voto de la gente”. Quizá
especialmente es ahí, y desde entonces, donde lo que es bueno para el MAS, absolu-
tamente no lo es para Bolivia.

Si, después de todo lo anterior, hubiera algún espacio para respirar sin arcadas, la apari-
ción de cierto abyecto abogadillo, cuyo nombre es un diminutivo de Rudolph, pudiera
arruinar definitivamente el almuerzo hasta de los más prevenidos por su casi letal carga
de sinvergüenzura. Es el protagonista de muchas notas de prensa como éstas: “La tarde
del jueves, el magistrado y expresidente del Tribunal Constitucional Plurinacional
(TCP), Ruddy Flores (42), que conducía la vagoneta con placa de control 3784-ZNF,
por la carretera Sucre-Potosí, colisionó con la motocicleta con placa de control, 3537-
AKH pilotada por el ingeniero civil, Marcial Trujillo (25), a la altura del lugar de-
nominado Negro Tambo, hecho por el cual este último falleció, según los reportes de
medios locales.” “Ayer la Jueza de Betanzos Jacqueline Barrientos en audiencia caute-
lar dispuso la libertad del Magistrado quien deberá presentarse a firmar el libro
una vez a la semana, además de quedar arraigado hasta que concluya el proceso en el
que se vio involucrado.” (El Diario, 04/05/2015). Hace poco, una señora que mató a
un perro, luego de guardar detención preventiva, fue condenada a 3 años de cárcel en
unas cuantas semanas, claro, por la desventaja de no ser una magistrada del TCP que
posibilitó las reelecciones de Morales. Pero hay más. “El miércoles, Telma Sacaca, viu-
da del motociclista fallecido Marcial Trujillo, denunció que su propio abogado la
engañó y la presionó para firmar un documento en que ella desistió de conti-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 168

nuar con el proceso judicial contra el magistrado Flores…” “… ‘Unos papeles más me
han hecho firmar, que era un desistimiento, pero yo no sabía nada. Ese mi abogado
mismo ha hecho. (Me dijo) ‘si no firmas aquí no te voy dar esos 6.400 (bolivianos que
hicieron llegar a nombre del magistrado)’. Por eso he firmado’, relató la mujer…” “…
Ante esas declaraciones, Flores rechazó haber ejercido algún tipo de presión o engaño
a la viuda u otros familiares del fallecido para recobrar su libertad. Aseguró que por
sentido de humanidad procedió a entregar el dinero a fin de cubrir con los gastos del
sepelio, según la emisora local…” “…Afirmó que de acuerdo a las mismas declaraciones
de la viuda se puede evidencia que ella actuó en todo momento con su abogado…” “…
‘Entonces no actuó sola, actuó con su abogado, presentó un desistimiento, yo no tenía
conocimiento de ese desistimiento hasta que en la revisión del cuaderno de investiga-
ciones [lo encontré] y no es posible que ahora se diga que se la presionó, menos de mi
parte’, apuntó.” (Erbol, 09/05/2015); que suerte ¿eh? Pero este mimado de los dioses
no podía quedar tan pobremente retribuido. “Después que el exmagistrado del Tribunal
Constitucional, Rudy Flores, falló la sentencia a favor del MAS para la relección inde-
finida de Evo Morales, este ocupa un alto cargo en la Cancillería, su esposa fue nom-
brada cónsul y su hermana trabaja en la Procuraduría General del Estado, denunció
ayer el diputado de Unidad Demócrata (UD), Amílcar Barral.” (El Diario,
23/05/2018). Pero, ¡sorpresa, diputado Barral! “El exmagistrado del Tribunal Consti-
tucional Plurinacional (TCP) Ruddy Flores, que aprobó la repostulación, fue de-
signado por el presidente Evo Morales como ministro consejero de la representa-
ción diplomática boliviana ante organismos internacionales en Ginebra, Suiza, en
tanto que el presidente en ejercicio Álvaro García no quiso referirse al tema.” (El Dia-
rio, 14/06/2018). “…El diputado del MAS, Henry Cabrera, justificó la designación del
exmagistrado Rudy Flores y de su esposa Roxana Rojas en cargos diplomáticos
del país y aseguró que forman parte de una elección de los mejores hombres y mu-
jeres para las funciones públicas en el extranjero…” (ANF, 27/07/2018). ¿Así que per-
sonajes como ése, con tales antecedentes, es uno de sus mejores hombres y está casado
con una de las mejores mujeres del MAS? ¡Caramba! Es como si el tango “Cambalache”
se hubiera compuesto aquí, hoy y para ellos. Con eso está todo dicho. ¿Dónde estarán los
otros exmiembros del TCP?

Ahora, es obvio que al haber desoído el carácter vinculante y obligatorio del referendo
21F, el TCP actuó ilegalmente. Además, su resolución requería y todavía requiere el
pronunciamiento de la CIDH sobre si la reelección es o no un derecho humano. Conse-
cuentemente, es el TSE el que aún está obligado a cumplir y hacer cumplir el artículo
15 de la ley electoral -la cual rige sus acciones- y, en estricto apego a esa ley, inhabilitar
la candidatura de los mandatarios actuales. “¡Corren las apuestas!” diría un escéptico.
169 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

¿Qué es capaz de hacer un político para retener el poder? Todo, absolutamente todo.
Nada es el ignorar la ley ante las miradas de pasmados, indignados o críticos ciudada-
nos; como un actor inexperto en una vergonzosa función o, despreciando toda crítica,
simplemente descubrir -ante esas miradas- sus descompuestas entrañas. Muchos consi-
deraron la elección de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) algo muy bueno para el Perú, por la
trayectoria del economista y porque garantizaba que el expresidente Alberto Fujimori no
sería indultado y cumpliría su condena de 25 años por las masacres de Barrios Altos y La
Cantuta. Pero en diciembre de 2017, el pleno del Congreso de la República decidió, por
93 contra 17 votos, admitir la moción de “vacancia presidencial” contra PPK por “per-
manente incapacidad moral” a causa de sus presuntos vínculos con la empresa brasileña
Odebrecht, cuando era primer ministro de Alejandro Toledo y acordó su presentación
para realizar sus descargos. Para el presidente, y para cualquiera que conociera la com-
posición del Congreso, la destitución era inevitable. Ante la sorpresa general, sin embar-
go, concluida la defensa del mandatario, cuando éste y su abogado abandonaron el re-
cinto y luego de casi 14 horas de debate, la votación rechazó la moción de vacancia al no
alcanzar el mínimo de 87 votos (del total de los 130 congresistas) necesarios; 79 legisla-
dores votaron por la vacancia, 19 se opusieron y 21 se abstuvieron, entre ellos diez
(¿aleccionados?) fujimoristas. En la Nochebuena de 2017, ya sin sorpresa para alguien,
Kuczynski le concedió un indulto “humanitario” y derecho de gracia a Fujimori. Los in-
dicios de depósito de 4 millones de dólares a la cuenta personal de Kuczynski en 2015
por pagos de cierta firma en Gran Caimán, y otros, quedarán para los historiadores pe-
ruanos. Ellos dirán que Kuczynski, además, perdió la oportunidad de abandonar digna-
mente el cargo: finalmente, su renuncia se produjo luego de que dirigentes del mayor
partido de oposición, Fuerza Popular, mostraron vídeos y audios de reuniones de legis-
ladores que ofrecían a un colega de la oposición obras con apoyo del gobierno a cambio
del rechazo a la destitución presidencial en la sesión del congreso. Sin duda otro ejemplo
más de que no hay nivel moral inalcanzable para los políticos, por bajo que sea.

Por las mismas fechas, en Bolivia se anunció la aprobación de la Ley del Código del Sis-
tema Penal a cargo del presidente en ejercicio, a pesar del rechazo de médicos y trabaja-
dores en salud, señalando que las sanciones previstas en artículo 205 de la ley (mala
práctica profesional) “criminalizaban” el ejercicio de su profesión; con similar resisten-
cia de otras agrupaciones, se sufría ya un paro de 23 días. Casi desafiando las protestas,
durante el acto de promulgación que se realizó en el Palacio de Gobierno A. García con-
cluyó “…Las cosas están consumadas he firmado el nuevo Código de Procedimiento
Penal, se acabó el debate ya no hay nada más que hacer hay que aplicar el Código…”
(La Razón, 15/12/2017). Pero resultó que la futurología tampoco es el fuerte de García.

Antes y después de ese evento, hay muchos interesantes detalles que inexorablemente
remataron en el recrudecimiento de la huelga de galenos, manifestaciones de grupos
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 170

religiosos en torno a lo legislado respecto de las causales de aborto impune, declaracio-


nes progresivamente más amenazantes de sectores de transportistas y otras expresiones
de “plataformas ciudadanas” y, finalmente, el sorpresivo anuncio del presidente Morales
sobre la derogación del 205 y otros artículos molestos y la apertura de un año de “socia-
lización y debate”, con la posibilidad de realizar cambios o ajustes, sobre dicho instru-
mento legal que “no está en proceso de aplicación”. Ya era tarde, la denominada “Coor-
dinadora Interinstitucional por la Vida y las Libertades Democráticas”, que agrupa a
movimientos cívicos y ciudadanos y la Central Obrera Boliviana (COB), reunida en Co-
chabamba, convocó a una huelga general indefinida solicitando la abrogación de la ley
cuestionada y, además, el respeto al referendo del 21 de Febrero. Manifestaciones, re-
presión policial de rigor y, como siempre, heridos y rencores acumulados. Por el lado
oficialista, las organizaciones campesinas e indígenas que respaldan la gestión del go-
bierno (el Pacto de Unidad), se declaró en estado de emergencia y rechazó la convocato-
ria a huelga general indefinida, anunciando el infierno sobre la tierra y el vicepresidente
invocó a las bases del MAS para defender el proceso y derrotar a la derecha en no otro
lugar que en las calles, “Usan el Código para que Evo no sea Presidente nuevamente,
esta proclamación será un revés contra la derecha. Pese a esas mentiras [sobre el Có-
digo] siguen diciendo Evo siga adelante, ese es el resultado. Estoy escuchando llama-
das telefónicas, resoluciones de otros sectores sociales [que dicen] con más fuerza
[avanzar]”. El solícito fiscal General del Estado advirtió que su despacho haría cumplir
la ley ¡“contra quienes intenten dividir” al país! Y Morales dijo -no sin fundamento- que
las movilizaciones no apuntaban al código penal, sino a evitar su repostulación. Final-
mente, las redes sociales parecieron inclinarse en contra del gobierno, cuyos voceros,
confundiéndolas con noticieros autorizados, denunciaron la circulación de “noticias
falsas”, mensajes y “memes” con insultos.

En medio de tanto ajetreo, Morales, el 21 de enero de 2018 en una entrevista arreglada


al efecto en el canal estatal, hizo un sorpresivo anuncio, ratificado por escrito usando su
cuenta “Twitter” (y en plural, como el Papa): “Hemos decidido abrogar el Código del
Sistema Penal para evitar confusiones y que la derecha deje de conspirar y no tenga
argumentos para generar desestabilización en el país, con desinformación y mentiras.
Enviaremos una carta a la Asamblea Legislativa en los próximos días.”

La madrugada del 24 de enero, en una sesión inútilmente tensa, la Cámara de Dipu-


tados aprobó el proyecto de la ley de abrogación del mentado código, enviándola al Se-
nado para la respectiva y la ya puramente formal revisión. Unas horas después la ley fue
sancionada en la Cámara de Senadores y remitida al ejecutivo. La conflictiva norma du-
ró apenas un mes antes de ser raudamente desechada.
171 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Mas, hay aquí un muy perturbador elemento: Al parecer, apenas se advierte, menciona y
cuestiona el procedimiento usado al final de estos conflictos, cuando el presidente pri-
mero “solicita” la derogación de un artículo caliente, la asamblea responde efectuando
velozmente el encargo y, después, cuando el presidente decide abrogar el código entero,
la asamblea reacciona mediante su mayoría oficialista como si fuera de su propia inicia-
tiva; y sus presidentes y voceros, ni aún por algún amago de dignidad teatral mencionan
“considerar” la solicitud la cual, entonces -y para todo fin práctico- se convierte en una
orden a cumplir. Y ese es el momento en el cual las sospechas, insinuaciones e ideas
previas se confirman y uno queda enfrentado con la cruda realidad: no hay persona en
todo el aparato del estado, en todo el país, que pueda resistir la voluntad del presidente
(la declaración original en Bolivia TV es: “…decidí abrogar todo el nuevo Código del
Sistema Penal, ojala rápidamente pueda consensuar la Asamblea Plurinacional…”).
Entonces, si toda iniciativa, no importa de dónde venga, requiere la anuencia del presi-
dente, si hasta los deseos de éste son órdenes, Bolivia vive, por primera vez en toda su
historia, una auténtica pero disimulada monarquía (gobierno unipersonal) cuya débil
apariencia democrática ya sólo engaña a, o es socapada por, sus propios seguidores. Se-
ría un error pensar que esa condición es inconsciente en Morales; en la XV cumbre or-
dinaria del ALBA-TCP dijo, explícitamente “Algunos compañeros me decían, hay que
consultar al pueblo, a los movimientos sociales. Aquí, no hay nada que consultar”. No
fue un lapsus. Punto.

Las leyes se hacen para practicar la justicia. Cuando una acción quiebra la ley de manera
explícita, se dice que es “ilegal”. Pero algunos redactan leyes contrarias a “la razón y la
justicia” o piensan que es posible actuar ilegalmente sin que nadie se dé cuenta. Así,
¿puede una ley de partidos políticos ser aprobada por uno solo de ellos? En países civili-
zados, la respuesta sería “claro que no”. En Bolivia y ahora, el partido que goza de
abrumadora mayoría parlamentaria la aprovecha para aprobar una ¡ley de organizacio-
nes políticas!, servido a la carta por el TSE e incurriendo, por vez enésima, en un obvio
conflicto de intereses (los intereses particulares del MAS conflictúan con la imparciali-
dad que interesa a la ciudadanía) en su forma particular, caso de “juez y parte”, muy
analizada en relación a principios legales universales: “Sabemos, pues, que la institución
del juez-parte no sólo existe, sino también que se halla en todos aquellos casos en que la
norma, cuya aplicación le incumbe, enfoque asuntos vitales para el legislador”
(Werner Goldschmidt, “La imparcialidad como principio básico del proceso (La patia-
lidad y la parcialidad)”, Instituto Español de Derecho Procesal (1950)). Pues, si la opo-
sición no puede oponerse, el resultado será una imposición de un partido sobre el resto
de partidos y, a la vez, una norma a la medida y al gusto del mayoritario. Una aberración
donde, por ejemplo, nada podría impedir que la bancada masista incluya un artículo
como “Ningún candidato podrá llamarse Carlos. Pero aquellos cuyas iniciales sean E
M, estarán inmediatamente habilitados” (aunque, pensándolo mejor, no sería imposi-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 172

ble que eso esté diluido a lo largo de la ley). Practicando tales abusos es como se cae en
lo “ilegítimo” y es la manera en que los gobiernos terminan, merecidamente, perdiendo
el respeto de los ciudadanos. Otra muestra de la verdadera naturaleza oficialista, ese
abuso crónico del poder que parece gritar “¡lo legal y lo legítimo es lo que yo decido,
porque yo tengo las pistolas!”

Naturalmente, todo podría ser muy risible si no terminara lastimando, gratuitamente, a


ciertas personas consideradas como riesgosas para la “continuidad del proceso de cam-
bio”, claro, pretendiendo engañar al tonto público con esos descangallados trucos masis-
tas. Por este camino, imagine a un ladrón que es atado por alguien llamado “Uno”, gol-
peado por “Dos” y liberado por “Tres”. Años después, Tres denuncia a Uno para que sea
enjuiciado por “atar mal” al individuo, aduciendo que ese hecho facilitó su acción; y que,
sorprendentemente, ¡el proceso prospera sin que nadie lo pueda impedir! Pues bien, no
importa cuán absurdos escenarios judiciales sea posible imaginar, el MAS los superará
sin duda.

El 18 de mayo de 2018, fue comunicado el fallo del Centro Internacional de Arreglo de


Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) en contra de Bolivia, ratificando un laudo
arbitral a favor de la empresa Quiborax por la reversión -durante el gobierno de Carlos
Mesa- de una concesión en el Salar de Uyuni para la explotación de ulexita. La obliga-
ción alcanzó a 48.6 millones de dólares. El actual gobierno, sorpresivamente, acusó al
expresidente Carlos Mesa por expulsar a la empresa sin efectuar auditorías previas para
sustentar la acción. Mesa señaló que las auditorías no eran necesarias porque “la anula-
ción se hizo al comprobarse la ilegalidad absoluta de las concesiones”. En efecto, el
consorcio “Quiborax-Non Metallic Minerals” recurrió al tribunal figurando como com-
pañía chilena; para eso, el dueño mayoritario David Moscoso presentó un documento
falsificado, intentando mostrar engañosamente al empresario chileno Allan Fosk como
poseedor de la mayoría de las acciones. Moscoso admitió ese delito en 2009 y recibió
pena de cárcel (2 años, hoy está libre y es multimillonario). Eso debió bastar para que el
caso se extinguiera al quedar probado que el consorcio de Quiborax era de mayoría ac-
cionaria boliviana y no chilena. Y es ahí donde el terreno se vuelve pantanoso. El laudo
fue hecho público en septiembre de 2015 y la falsificación de documentos era suficiente,
claro, para solicitar la anulación de los obrados. Sin embargo, en 2016 los abogados bo-
livianos acordaron con los de la parte chilena (¡los cuales tenían prestadas las oficinas
de la procuraduría boliviana!) pedir el desistimiento en su pedido de anular un primer
fallo logrado por Quiborax contra Bolivia. Se informó que, para ese desistimiento, la en-
tonces subprocuradora Carmina Llorenti ¡prestó la computadora de su despacho a uno
de los abogados de la parte chilena!, Rodrigo Gil, “para que enviara unos documentos”.
El nada tonto abogado obtuvo varios documentos del aparato y utilizó esa información
en pro de su causa. A pesar de la ya evidente gravedad de esas circunstancias, se sabe
173 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

también que, en 2008, se ofreció un acuerdo para pagar sólo tres millones de dólares a
la empresa, y que el titular de la procuraduría, un tal Arce, resolvió seguir pleiteando. En
2015, según los documentos enviados desde la computadora de Llorenti, se alcanzó un
segundo preacuerdo, que implicaba ya 27 millones de dólares. El gobierno boliviano lo
rechazó también. Finalmente, la cifra alcanzó los 42,6 millones de dólares y esta vez, a la
cancelación hubo abrazos, amplias sonrisas, apretones de manos y fotografías (por
ejemplo, entre el actual procurador Pablo Menacho y Andrés Jana, abogado de la parte
chilena y asesor de su país contra la demanda marítima de Bolivia en La Haya). Como
cereza encima del helado, los inútiles abogados que patrocinaron a Bolivia se llevaron
casi dos millones de dólares (versión oficial).

Pese a todo eso, el procurador masista, presentó la acusación contra el expresidente,


ante el fiscal masista para que éste lo remita al masista (véase ii, 1) Tribunal Supremo
de Justicia (TSJ). Por supuesto, en menos de dos meses la proposición acusatoria estaba
ya en la mayoritariamente masista Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) para que
ésta autorice el correspondiente juicio de responsabilidades a cargo de algún tribunal
masista. “Se ha emitido la resolución correspondiente disponiendo la remisión del re-
querimiento acusatorio ante la Asamblea Legislativa Plurinacional a efectos que ella
determine lo que corresponda en el ámbito de sus competencias”, declaró el presidente
del TSJ. Pero, aún si esa acusación fuera fundada, las acciones de la procuraduría y de
los abogados contratados (y quién sabe de quién más) por una parte, constituyen una
muy obvia contaminación del caso, es decir, no hay forma de probar si el acto inicial o la
mala defensa es la causa del resultado negativo. Por otra parte, como los delitos eran
conocidos digamos desde 2006, justo los acusadores y sus “hermanos” deben ser encu-
bridores o cómplices por no haber denunciado el hecho durante ¡trece años!, y hacerlo
sólo después de perder el laudo. Amén de que posiblemente haya una prescripción de
por medio. Pero, claro, es inútil intentar el razonamiento legal en un asunto obviamente
político en el cual, por eso, las posiciones masistas y todas las otras son diametralmente
opuestas.

Podría considerarse muy ingenua la solicitud del expresidente, a tal procurador, de ini-
ciar juicio de responsabilidades contra el presidente Evo Morales porque nacionalizó la
termoeléctrica Guaracachi; la nacionalización fue declarada ilegal y le costó al Estado 31
millones de dólares. Se dijo que, luego de la comparación con este evidentemente simi-
lar caso, la procuraduría tendría dos caminos: retirar la acusación contra Carlos Mesa o
presentar proposición acusatoria contra Evo Morales y los ministros actuales de hidro-
carburos, de hacienda y de justicia. Naturalmente, la respuesta, bañada de la ya caracte-
rística sinvergüencería, fue la que todos podían adivinar sin esfuerzo. La vida dentro de
la enrarecida atmósfera masista, donde todo asunto es político y clasifica como uno de
los extremos: es favorable a la permanencia del MAS en el poder y debe ser favorecido, o
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 174

es contrario a esa noble causa y debe ser combatido. No deja otro camino que la defensa
mediante el desprecio (Al final, sorpresivamente, Morales el magnánimo decidió otorgar
amnistía a Mesa por este caso).

Paradójicamente, cualquier activista, crítico, inconforme o simple mortal que emita opi-
nión negativa sobre algún aspecto del proceso de cambio o sus integrantes, será invaria-
blemente acusado de “político” haciendo el juego a la derecha, etcétera. Marcelo Quiroga
Santa Cruz, el fundador del partido socialista, en un discurso pronunciado en el para-
ninfo de la UMSA, dijo: “Según el general Barrientos, los trabajadores deben trabajar
y no hacer política, los estudiantes deben estudiar y no hacer política, los curas deben
celebrar misa y no hacer política. Entonces, ¿quién va a hacer política en este país? ¿El
general Barrientos?” Completamente aplicable al oficialismo actual.

7. Uso y abuso del pasado

Otra muy conspicua característica del MAS-IPSP es que sus dirigentes principales no
debaten (“sólo debatimos con el pueblo” dicen, pensando que la palabra “debate” es si-
nónima de “diálogo”; alguien debería aclararles que no convendría discutir con el pue-
blo, aun si eso fuera posible). Sus declaraciones tienen lugar únicamente donde nadie
les puede replicar, y un maltrato inicial ejercido sobre los periodistas obligó a éstos a
autocensurar su estilo interrogativo hasta el grado de parecer actores en una escena pre-
viamente montada. Sólo unos pocos parlamentarios o voceros periféricos participan,
informalmente, en programas radiales o televisivos. En todos los casos, las referencias
nada melifluas a las administraciones pasadas son frecuentes y los políticos predeceso-
res siempre tomados como contraejemplos y villanos. Se tiene la sensación de que las
administraciones pasadas, de partidos agonizantes como el MNR o muertos como ADN
o MIR, levantados de sus tumbas, estuvieran fungiendo como patrón al desempeño ma-
sista (tienta parafrasear a Hermann Hesse en “Demian”, “Cuando odias a una persona,
odias algo de ella que forma parte de ti mismo. Lo que no forma parte de nosotros no
nos molesta”). El pasado es útil para todo: ¿La salud está insuficientemente atendida?,
sin duda antes de 2005 había menos camas, hospitales y ambulancias; ¿la justicia es
mala?, antes los partidos “se cuoteaban” los cargos, ahora la población elige (sin blancos
ni nulos); ¿corrupción? Ahora se la combate, antes no; etcétera, los viejos y muy conoci-
dos lugares comunes discursivos.

Incidentalmente, en enero de 2002, en medio de enfrentamientos en la región cocalera,


el parlamento dispuso la expulsión del diputado Evo Morales Ayma en un proceso apre-
surado de 48 horas. El presidente de la cámara de diputados, Luis Vásquez (MIR) justi-
ficó: “… lo menos que cometió con los hechos de Sacaba (los asesinatos) fueron faltas
175 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

de ética… ” (ANF, 29/01/2002). El asunto llegó al cuoteado Tribunal Constitucional


presidido por un doctor en derecho, el Dr. Willman Durán Ribera, y ¡rayos! éste dio la
razón a un opositor (absolutamente impensable hoy en día, en la era del MAS), orde-
nando su restitución por errores procedimentales en el tratamiento de la resolución
camaral que lo separó del cargo. Posteriormente, el cuoteado Tribunal concedería a Mo-
rales fundamento en dos oportunidades más, hasta disponer “el pago inmediato de las
dietas y toda otra remuneración mensual a que tiene derecho el recurrente, en igual-
dad de condiciones con los asistentes a las sesiones convocadas durante el periodo
comprendido de febrero a julio de 2002”. Por lo visto, el cuoteo no era tan malo como lo
es el monopolio en la designación de magistrados.

Pero, ¿no es que el izquierdismo mira al futuro, mientras el derechismo mira al pasado?
Para el observador no comprometido, sólo se trata de una miserable sustitución de unos
políticos por otros (lo es). Sí, era desagradable ver gente con su documentación bajo el
brazo, esperando frente a la “casa rosada” del MNR una oportunidad de solicitar el me-
recido empleo por trabajo proselitista ejecutado durante la campaña. También lo es en
los tiempos del masismo cuando, desde la primera victoria electoral, la misma imagen se
repitió en la puerta de todos los ministerios; el clientelismo, en lugar de desaparecer,
como hubiera sido esperable de un proceso cambista, se sofisticó y acentuó sin límite
visible. La experiencia muestra también que los pasados “acuerdos políticos” de las (me-
ga) coaliciones eran menos dañinos que la actual avasallante “monocracia” de más de
dos tercios. Y así siguiendo, con otras típicas características del sistema político, que no
evolucionan en favor de las personas, se perfeccionan siempre en beneficio del gober-
nante ocasional (“The Winner Takes It All”, dice cierta canción).

Todos los años, en el mensaje a la nación, el presidente hace comparaciones estadísticas,


no respecto del año inmediatamente anterior, sino respecto del 2005 cuando el masis-
mo accedió al gobierno y, claro, justo antes de la bonanza gasífera. O exagerando la sig-
nificación de ciertos datos, como el mencionar amplificadamente que Bolivia tiene “el
crecimiento más alto de la región” (referencia al incremento del PIB en 2017 que varía
según las estimaciones de cada organismo; la CEPAL pone a Bolivia en el quinto lugar
latinoamericano, empatada con Honduras y Costa Rica, mientras da el primer lugar a
Panamá; en la región Bolivia está en segundo lugar, después del Paraguay). Con hones-
tidad, debería ser aclarado que, a pesar de ese crecimiento, la economía boliviana es la
última o penúltima de la región en las últimas décadas. La explicación es simple: los no-
tables ingresos gasíferos de la última década constituyen alrededor del 4% del PIB, que
es el crecimiento aproximado que se detecta pero, claro, no es suficiente para alcanzar al
PIB de los vecinos. Hay una cruda realidad en esto -nunca mencionada- según datos de
CIA World Factbook, entre 256 países, el Brasil ocupa el puesto 8 en tamaño de PIB
(32.19 x 1011 $), la Argentina el 28 (91.2 x 1010 $) y Bolivia el 91 (83.5 x 109 $) ¡dos y un
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 176

orden de magnitud menos, respectivamente! Si apelamos a los crecimientos se tiene,


correspondientemente, 0.4%, 3% y 4%. Entonces, Brasil habría crecido, más o menos,
en unos 12876 millones de dólares, Argentina 27345 y Bolivia 3340; esto es, el Brasil
creció unas 4 veces más que Bolivia y la Argentina unas 8 veces más. En los hechos,
pues, alardear sobre el crecimiento relativo (que es calculado respecto del propio PIB) se
transforma en otro intento de engaño al incauto; gran parte de la bonanza boliviana
(14% del PIB) proviene de compritas de gas que hacen estos dos vecinos ($us 320.07
millones del Brasil y 152.53 de la Argentina). Bonanza del tendero en barrio de ricos. Un
informe honesto mencionaría también que, al cierre de la gestión 2017, el déficit comer-
cial de Bolivia continuó por tercer año en el nivel más alto de la historia (Instituto Boli-
viano de Comercio Exterior, IBCE). Análogamente, se dice que Bolivia no sufrió el efecto
de la “crisis” mundial, pero no se menciona que la tal crisis afectó más a los países in-
dustrializados y menos a los exportadores de materias primas. Los ingresos menciona-
dos son tan importantes para el país que, solos, explican todas las obritas, obras o mejo-
ras económicas que se puedan exhibir; las reservas internacionales, la falta de ejecución
en ministerios, gobernaciones, municipios y universidades; pero no explican, natural-
mente, el endeudamiento interno y externo durante la última década. Y sí, los cálculos
no mienten, pero los mentirosos calculan.

La expectativa puesta en la administración de Morales era enorme, como numéricamen-


te se aprecia en los resultados electorales. Ya se mencionó que el descrédito de los políti-
cos y sus partidos culminó en el fin del último gobierno movimientista (MNR), hecho
que fue mediáticamente capitalizado para beneficiar, luego de varias carambolas, al es-
quema masista. Groseramente, se podría decir, entonces, que el MAS fue electo -desde
el punto de vista ciudadano- justa y precisamente para que no repitiera los males, defec-
tos y prácticas de las gestiones anteriores. Definitivamente no es el caso. Lentamente,
diversas personas y grupos sociales se distanciaron de la visión mesiánica que el oficia-
lismo pretendió imponer repitiendo machaconamente un conjunto de falaces consignas
cuyo origen es, según se vio y se verá, muy fácil de ubicar.

El “pensamiento neoliberal” es equivalente al simple enfoque capitalista, basado sobre


la libertad individual, libre competencia, libre empresa y -principalmente- la propiedad
individual, sin intervención directa del estado en la economía. Contrariamente, el mo-
do socialista estaría basado sobre la propiedad colectiva de los medios de producción y
la planificación estatal de la economía; implica un limitado derecho de propiedad indi-
vidual (bienes de uso). Algunos pretenden que la forma de “economía mixta”, la coexis-
tencia de la propiedad privada con un estado interventor, es socialdemócrata (la social-
democracia no busca controlar la economía, sólo adoptar políticas socializadoras en el
capitalismo); pero es directamente identificable, como ya se mostró en (iv, 3), con la
tercera vía fascista. Por supuesto, la gente del MAS reacciona con muchos adjetivos ante
177 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

esa evidencia. Por ejemplo, en un acto de posesión a cierto cargo, el vicepresidente Gar-
cía mencionó -sin destinatario concreto- a “algunos despistados de muy mala informa-
ción y de poca capacidad intelectual”, justo por identificar al modelo boliviano con el
capitalismo de estado, añadiendo: “Capitalismo de Estado sería si tuviésemos empresas
públicas para generar más plata concentrada en una mano, en un grupo
privado que usufructúa de ese dinero”. (EFE, 06/03/2017). Ningún desorientado, ig-
norante y tonto tendría la oportunidad de aclarar “¡No, señor vicepresidente, esa tan
absurda descripción suya, no es capitalismo de estado!” porque, como se dijo, ellos no
debaten ni aceptan réplicas. Analizada más de cerca esa cita, bien podría surgir la sospe-
cha de si el “grupo privado” que usufructúa el dinero existe y es el MAS-IPSP SA. Y es
imposible marginarse del asombro o, como alguien dijo, “sólo queda reír en defensa
propia”.

Ahora, el artículo 306 de la constitución política establece que el modelo económico bo-
liviano es plural, constituido por las formas de organización económica comunitaria,
estatal, privada y social cooperativa; dando la impresión de que, al existir más de una
manera de producir bienes, la realidad boliviana requiere una formulación económica
compleja: el “Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo del Estado boli-
viano”, rebautizado y modificado desde el año 2006 hasta su versión última en 2014. La
economía comunitaria debe ser entendida, al parecer, como la gestión desde el hogar
hasta la comunidad, de todo lo que no puede ser convertido en capital. Y el “modelo bo-
liviano” como la transición hacia el modo de producción socialista.

La observación no verifica esos esquemas puramente verbales. La economía boliviana


está colmada de libre mercado, luego de que los intentos -ahí sí- algo socialdemócratas
de fijar precios o reorientar mercados fracasaran y fueran corregidos. Las demás formas
de producción, intactas, no podrían ser más capitalistas. La (pequeña) burguesía agro-
industrial, tanto internamente cuanto en la exportación, comercia mejor que antes, con
la ventaja de que ahora no sufre bloqueos de cocaleros. Esos productores de coca, ahora
en el poder y convertidos en campesinos ricos, dueños de “catos”, chacos y terrenos,
eventualmente emplean campesinos pobres para producir y comercializar su producto
según la vieja y odiosa ley de oferta y demanda. El cooperativismo -una vez espulgado
ideológicamente- es también una pequeña burguesía pues, aunque se evita describirlo
así, es un conjunto de dueños de medios de producción, mini empresas privadas mine-
ras, gozando de maxi privilegios especiales. Y otro tanto con propietarios transportistas,
comerciantes a gran escala y la banca; capitales que crecen, como cizaña, a la sombra de
las corporativistas políticas gubernamentales. La continua inyección de circulante en el
mercado, por lo demás, ha creado una sociedad más consumista que la de China en
Guanggun Jie (el día del soltero). El modelo no menciona, obviamente, lo que la obser-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 178

vación muestra: que la economía plurinacional (con ornamentales lunares industriales)


está sostenida sólo por el extractivismo y la exportación primaria.

Las más elementales consideraciones sociológicas y la observación empírica repiten has-


ta el hartazgo que el grado de industrialización mide el grado de desarrollo (“país desa-
rrollado” significa país “industrialmente desarrollado”). Sin embargo, ilustrando sobre-
cogedoramente la precariedad del nivel teórico oficialista, el vicepresidente boliviano,
cuya compulsión adjetivadora es muy conocida, tiene otra menos comentada: la de sim-
plemente juntar palabras y frases esperando que, de algún modo, formen argumentos
por sí solas. Así, los críticos del extrativismo (que, según él, existen) “confunden sistema
técnico con modo de producción, y a partir de esa confusión asocian extractivismo con
capitalismo olvidando que existen sociedades no extractivistas, las industriales, ¡ple-
namente capitalistas!” ¡Demonios! ¿Quién asociaría extractivismo con capitalismo? ¿Si
hubiera tal, merecería tan siquiera que se le dedique una frase? Pero García sigue ima-
ginando capitalismos, “…puede haber sociedades extractivistas capitalistas, no capita-
listas, pre-capitalistas o post-capitalistas. Y de igual forma, puede haber sociedades no
extractivistas capitalistas, no capitalistas o post capitalistas…” “…para romper esa
subordinación colonial no es suficiente llenarse la boca de injurias contra ese extracti-
vismo, dejar de producir y hundir en mayor miseria al pueblo…” (…al pueblo y ¡al
masismo!) “Esta es precisamente la trampa de los críticos irreflexivos a favor del no
extractivismo, que en su liturgia política mutilan a las fuerzas y a los gobiernos re-
volucionarios de los medios materiales para satisfacer las necesidades de la población,
generar riqueza y distribuirla con justicia; y a partir de ello crear una nueva base
material no extractivista que preserve y amplíe los beneficios de la población laborio-
sa…” “…actualmente, para nosotros como país, es el único medio técnico del que dis-
ponemos para distribuir la riqueza material generada gracias a él (pero de manera
diferente a la precedente); además, también nos permite tener las condiciones ma-
teriales, técnicas y cognitivas para transformar su base técnica y productiva…”
“Porque si no, ¿con qué superar al extractivismo? ¿Acaso dejando de producir, cerran-
do las minas de estaño, los pozos de gas, retrocediendo en la satisfacción de los medios
materiales básicos de existencia, tal como lo sugieren sus críticos?” ¡Claro que no
existen semejantes críticos! “¿No es esta más bien la ruta del incremento de la pobreza
y el camino directo a la restauración de los neoliberales? ¿El amarrar las manos al
proceso revolucionario en aras del rechazo extractivista, no es acaso lo que más
desean las fuerzas conservadoras para asfixiarlo?” Y ahora, lo peor: “…superando el
extractivismo no vamos a superar el capitalismo… Pero ojo, eso no significa
que la superación del extractivismo no pueda ayudar a los procesos revolucionarios
en proceso. Puede ayudarlos, en primer lugar, porque las fases de industrialización o
producción de conocimiento permiten crear un mayor excedente económico susceptible
de ser redistribuido para satisfacer las necesidades de la sociedad…” Etcétera, etcétera.
179 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

¡Que embrollo mental de pesadilla! En fin, no es necesario más para perder toda espe-
ranza. Todos los gobiernos, desde la fundación de la república hasta el presente, fueron -
y son- extractivistas y ninguno emprendió ni un amago de industrialización, el actual
tampoco; éste no será la excepción y nadie necesita muchas lecciones para comprender-
lo. El pasado persigue, es denostado pero repetido; es negado, pero conservado. La pri-
mera y más importante tarea de la revolución bolchevique fue la industrialización de la
Unión Soviética y a ello se volcó todos los esfuerzos porque era la única posibilidad de
enfrentar al capitalismo, que es imperialista y abusivo precisamente porque posee la
fuerza de su industria. Al decir esto, viene rápidamente el recuerdo de cierta peliculilla
(Inglaterra, 1959) titulada en español con “El rugido del ratón”: no se derrotará al impe-
rialismo insultándolo en cada discurso (que siempre parece dirigido sólo a “hermanas y
hermanos”). Ni con discursos se convertirá al país en industrial de la noche a la mañana.
Las críticas van a la más que evidente falta de profesionalismo para encarar la tarea y
que, para colmo, se invente críticos inexistentes, una especie de monigotes, para incre-
parlos con comodidad. Y que se defienda el extractivismo diciendo que es sólo una ayu-
da para superar el capitalismo. Mirando al cielo con los ojos en blanco, se recordará
que también los gobiernos del pasado sólo promovieron, de reojo, la instalación de fá-
bricas (sin gran sofisticación). Desde las décadas posteriores a 1920 se tuvo una “Fábrica
Nacional de papeles y Cartones”, la estatal “Fábrica Nacional de Fósforos”, la “Fábrica
de Soda Water”, “Industria Textil Herminio Forno”, “Fábrica de Hilados y Tejidos de
Algodón Said y Yarur”, “Lanificio Boliviano de Domingo F. Soligno” y otras más de 300
industrias entre estatales y privadas. Es fácil ver que este precario esquema industrial se
repitió gobierno tras gobierno con muy ligeras diferencias. En 1981, la empresa polaca
Polimex Cekop entregó la Fábrica de Vidrio Plano (Fanviplan), planeada en los años 70,
produciendo vidrio de dudosa calidad mediante el antiguo proceso Fourcault y corrió la
suerte común en el país: se cerró sin cumplir su vida útil por todos los posibles motivos,
excepto el técnico. Otros nombres se irán añadiendo a esta lista, como el más reciente
“Enatex” y la ensambladora “Quipus”. Obras de ex funcionarios, ex empleados de ONG o
ex desocupados, convertidos ahora en empresarios que arriesgan -con gran audacia-
capital que no es suyo; otro subproducto del “sistema de despojos”: el MAS-IPSP SA,
con socios mayoritarios y minoritarios. La compra de satélites fabricados en China no
convierte al país en tecnológico; comprar fábricas o maquiladoras de esto y aquello, o
plantas procesadoras prefabricadas, no implica el inicio de la era industrial; así, com-
prarte un teléfono celular una computadora y un televisor no te convierte en empresario
electrónico. El Brasil tiene también una agencia espacial, pero con varios satélites acti-
vos y otros retirados, mantiene sus propios cohetes sonda y mucha cooperación interna-
cional; su VLS (Veículo Lançador de Satélites), diseñado para colocar satélites entre 100
y 380 kg en órbitas de 200 a 1200 km, tuvo tres fallas en sus prototipos, el tercero de los
cuales explotó en su plataforma (todo el equipo científico y técnico se perdió entre las 21
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 180

víctimas fatales); pero con éxitos y fracasos, fueron intentos genuinamente tecnológicos,
como lo son, digamos, los potenciamientos a los grupos de investigación en sus univer-
sidades públicas (donde se formaron y forman parte de los posgraduados bolivianos en
ciencias) y marcan buena diferencia con las imposturas propagandísticas.

La realidad empresarial actual es muy conocida y los analistas coinciden en retratarla


casi en los mismos términos, así, “De acuerdo con Fundempresa (Página Siete,
14/02/18), en el país existen 295.829 empresas obligadas a registrarse en esta institu-
ción. Solamente 3.000 son anónimas (SA); es decir, cuentan con una estructura em-
presarial y gerencial adecuadas; 56.000 son de responsabilidad limitada (SRL), tienen
actividades empresariales básicas y 23.660 son empresas unipersonales que en reali-
dad corresponden a organizaciones familiares…” “… De estas casi 300 mil empresas
inscritas, sólo 3710 (7%) se dedican a actividades productivas. La mayoría de las em-
presas, sin importar el tamaño, se ocupan del comercio y de los servicios. A manera de
ejemplo, existen empresas dedicadas a las actividades artísticas y culturales y que re-
presentan el 10% de ese total, que es igual a las que se dedican a la explotación de mi-
nas y canteras…” “… Esta es la situación de la estructura empresarial del país: un sec-
tor productivo, limitado y sin perspectivas. Incorporar tecnologías modernas y ade-
cuadas a ese sector productivo es una quimera que sirve para los discursos po-
líticos. Estos datos sobre el sector productivo deberían ser considerados para planifi-
car y tener en cuenta las limitaciones del sector. Esta información debería ser utilizada
además por las universidades y centros de formación técnica para orientar y estructu-
rar los requerimientos académicos y los años de formación…” “… Las políticas de for-
mación profesional y técnica ignoran esta situación y pretenden diseñar un país con
un sector productivo que no va más allá que el heredado por los esfuerzos y éxitos del
plan de desarrollo de la agroindustria a cargo de la Corporación Boliviana de Fomen-
to y que desde finales de los años 40 fue la responsable del desarrollo productivo na-
cional…” “… El apoyo a los emprendimientos productivos no toma 10 años, tratando
de obtener sales de litio con procesos obsoletos, o con fábricas subvencionadas
(Cartonbol, Página Siete, 16/2/2018); tampoco ensambladoras de celulares sin futuro,
o ingenios azucareros sin materia prima. Con una parte de los ingresos que el Estado
ha obtenido (venta de gas y minerales), se tendría un parque industrial moderno. Pero
más pudo la inexperiencia y la consigna política que dejan al país, tras 10 años, en el
atraso tecnológico y en manos del contrabando y la importación de lo que podía-
mos producir y ofertar en condiciones competitivas.” (Pagina Siete, 25/o2/2018).

La “economía plural”, por lo tanto, es la misma economía del pasado pero con más dine-
ro, rebautizada para justificar la presencia de esquemas rancios en un gobierno que se
dice “de cambio”. Como los de antes, “permite la inversión privada, incentiva la eco-
nomía comunitaria y da un fuerte peso a las empresas estatales.” Justo eso que se lla-
181 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

ma capitalismo de estado, porque pretende que el emprendimiento privado únicamente


se ajuste a las necesidades estatales, interpretadas por el gobierno, como quería, e hizo,
Hitler.

Rescoldos del pasado; en palabras de A. García, “…eso es justamente lo que estamos


haciendo como Gobierno: generar riqueza y redistribuirla entre la población; reducir
la pobreza y la extrema pobreza; mejorar las condiciones educativas de la población. Y
paralelamente a todo ello, estamos emprendiendo la industrialización”. “Evi-
dentemente no es un proceso simple; requiere años, tal vez décadas. Lo importante es
reorientar el sentido de la producción, sin olvidar que hoy hay que satisfacer también
las necesidades básicas apremiantes, que fueron las que precisamente llevaron a la
población a asumir la construcción del poder del Estado. Justamente eso es lo que es-
tamos haciendo en Bolivia…” “Justamente” lo que se estuvo haciendo desde Agosto de
1825, adornos más o menos y lo que se espera de cualquier gobierno: que genere riqueza
para distribuirla entre la población, ¡pero no literalmente! No como Calígula, a quién se
recuerda siendo políticamente muy generoso con el erario público; comprando el apoyo
de la guardia pretoriana y del resto del ejército, anulando juicios contra sus adeptos y
acelerando los de sus contrarios, promoviendo espectáculos para el público, luchas de
gladiadores, ejecuciones y competencias de carros; también, para aumentar su popula-
ridad, lanzando monedas a la gente desde la Basílica Julia; apareciendo en público ves-
tido como Hércules o Apolo y obligando a referirse a él como al dios Júpiter; edificando
templos para ser adorado en ellos, y mandando a erigir estatuas con su efigie. Que ima-
gen tan familiar ¿eh? Tampoco en eso es el MAS original, Bolivia ha tenido dilapidado-
res como para ingresar en el libro de récords. Pero no; lo que se espera del gobierno no
es el reparto del dinero mediante bonitos, bonos, dobles aguinaldos y otros medios
(forma mediata de lanzar monedas a la muchedumbre e ignorar la sabiduría de Sócra-
tes: eso de no des peces, enseña a pescar); no es la disfunción financiera, donde el presi-
dente hace también funciones de alcalde y gobernador, ejecutando obras y obritas atrac-
toras de votos, expresamente diseñadas para ser entregadas. No, lo que se espera de
cualquier gobierno es que la riqueza generada (siempre con el trabajo de los ciudada-
nos) se use para dinamizar y tecnificar la economía, de modo que todos tengan acceso a
empleos dignos y de calidad (no informales, circunstanciales y sin beneficios laborales).
Es eso lo que se lograría con ingenio, esfuerzo unificador e industria, por supuesto.

Bolivia no ha sido afortunada con sus épocas de bonanza. La inmediatamente anterior


ocurrió durante la dictadura del Gral. H. Banzer gracias a los precios favorables de las
principales materias primas de exportación; el estaño llegó a cerca de 8 dólares por libra
fina y el gas llegó a venderse a 4.4 dólares por millar de pies cúbicos; mientras unos
pensaban en un posible inicio de industrialización, vinieron los proyectos fallidos, los
sumideros de capital, los “elefantes blancos” y derroches como el “aguinaldo de fiestas
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 182

patrias” (pago anual cada 30 de julio, monto equivalente a un sueldo) y, no obstante,


como los créditos internacionales eran fáciles y rápidos, la deuda externa llegó a 5 mil
millones de dólares (récord en ese tiempo, ya superado en la modernidad plurinacional).
No se aprendió de la experiencia; por algún motivo, desde el 2005 en el gobierno se tuvo
la sensación de que, como el maná de los judíos, había una lluvia de dinero para los
bendecidos y los derroches se hicieron apreciables a escalas grande y pequeña. Varios
tan absurdos que parecen de caricatura, como ese de un campo deportivo con capacidad
para 25000 personas en un pueblo con 8000 habitantes, aeropuertos inútiles o el de
cierto compositor cruceño quien, incapaz de resistir la tentación, le vendió al MAS una
cancioncilla proselitista para Morales por 18000 dólares; nada comparado con lo presu-
puestado para los amenizadores de festejos masistas, llamados Kjarkas, Kalamarcas, o
algo así.

Y, finalmente, ¿dónde encaja el recuerdo del lejano pasado? El Censo de Población de


2001, estableció que el 62% de los bolivianos eran indígenas. Extrañamente, en el de
2012 sólo el 41.7% declaró pertenecer a una etnia (15.9% Aimara y 18.3% Quechua). Por
tanto, independientemente de las teorías e interpretaciones, es claro que razas, etnias o
culturas, real y verdaderamente no son vitales para las personas; éstas se adaptan a las
circunstancias, especialmente cuando la supervivencia satisfactoria está completamente
en juego. ¿“Avanzar hacia el futuro” pegados al pasado?, quizá el acto de avanzar mismo
no sea tan importante como el de sólo vociferarlo. Cuando se ve al señor Morales, que es
una persona que se declara aimara, entronizarse con una “ceremonia ancestral” demos-
trablemente fraguada, con elementos completamente improvisados como su poncho
tradicional de alpaca contrastando con pantalones blancos modernos y “occidentales”; o
sus bastoncillos, mal copiados desde la figura tiahuanacota, en la puerta del sol (¡que no
es aimara!)… Podría ser dicho que tal ceremonia, falsamente ancestral resume, también
simbólicamente, las muchas imposturas que fácilmente se detectan en su administra-
ción. El inciso 7 del artículo constitucional 234 exige que para acceder al desempeño de
funciones públicas se requiere “Hablar al menos dos idiomas oficiales del país.” Esto
significa que el presidente, vicepresidente, presidencias de las cámaras, ministros y, cla-
ro, los funcionarios del resto de las reparticiones debieran hablar al menos un idioma
originario. Por supuesto que no es el caso e implica directamente que toda la adminis-
tración masista vive en la ilegalidad. Pero ningún plurinacional nostálgico parece estar
incómodo al respecto.

Invisible y autoproclamado izquierdismo que sobresale -más bien- en tareas propias de


la derecha (eficiencia en establecer y cobrar impuestos, maltratar a los empleados de sus
empresas, repartir prebendas, ostentar derroches, etc.). Como en “El violinista en el te-
jado”, parecen decir “ser pobre no es una vergüenza, pero tampoco es un gran honor”.
Antiancestralmente, hace gala del empleo de costosos medios modernos de comunica-
183 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

ción y transporte (celulares, aviones, helicópteros) y de ese edificio (un simple paralele-
pípedo con parches de color al que los malvados llaman “el falacio”) con gusto de nue-
vos ricos (¿“The Beverly Hillbillies”?), erigido desarmonizando absolutamente con su
entorno -como una excrecencia en el rostro- y dejando un gran problema urbanístico
para que los arquitectos y gobernantes del futuro se ocupen de resolver. Demasiado
abuso, demasiado arbitrio, demasiada falacia, tradicional e histórica.

Ahora, ya se mencionó en (0,8) que el orden de magnitud que separa a los países indus-
trializados de los otros está en que los primeros son capaces de fabricar fábricas, y ven-
dérselas a los segundos. El declarar que se ingresa en la era industrial comprando ma-
quiladoras o plantas procesadoras, definitivamente, es algo propio del subdesarrollo.
Pero…

8. En vías de subdesarrollo

¿Qué necesita un país para desarrollar? La teoría es simple y verificable con los casos
conocidos. Para el inicio de un proceso industrializador es necesaria la convergencia de
enormes: inversiones de capital, desarrollos en tecnología pesada (hierro, acero), redes
de electrificación, inversiones en agricultura, equipos de investigación y desarrollo (uni-
versidades), obras de infraestructura y comunicación. Lograr esos factores y conjugarlos
en la práctica es, evidentemente, una tarea de muy, muy alta complejidad. Y es, además,
políticamente difícil porque, en los hechos, aparece un ingrediente que sólo se menciona
a sottovoce: también enormes sacrificios de la población. Los países exitosos son,
por eso, pocos.

No obstante, es lo que debe ser exigido a todo gobierno. Un país productivo, donde to-
dos puedan lograr empleos de calidad. ¿Por qué debería haber conformidad con grupos
que entran y salen del “palacio” dejando a la nación tan atrasada como antes? Persi-
guiendo el poder por años y, cuando finalmente lo tienen, sólo administran placebos;
como el “Jocker” de “Batman”, “Soy como un perro persiguiendo a los autos, no sabría
qué hacer si atrapara uno, ya sabes, sólo hago…cosas.” Unas carreteras más, unas es-
cuelas más, ni aún unas fábricas más pueden justificar la sucesiva venta de esperanzas,
ineptitud en la administración, el bienestar final de los funcionarios y la decepción de la
mayoría. Incrementos, crecimientos o aumentos no son lo mismo que desarrollo. Pero,
entonces, ¿cómo es que la industrialización pudo ocurrir?

La “revolución industrial” empezó en Gran Bretaña y marcó su acelerado desarrollo.


Desde los inicios de ese proceso se advierte muy especialmente el crecimiento de su
agricultura, con rápida adaptación a las nuevas tecnologías. Igualmente, hubo cambios
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 184

en los métodos de producción y en las instituciones, orientadas a canalizar intensas in-


versiones de capital. El hierro y el carbón permitieron la continuidad del proceso; el hie-
rro permite rieles, motores, maquinaria, barcos, edificios y la construcción de muchas
más herramientas y aplicaciones. También promovió la extracción de más carbón en un
ciclo positivo hierro -> carbón y energía -> hierro. La ciencia y la tecnología suministra-
ron nuevo conocimiento para innovar los modos energéticos e ingenieriles, conforman-
do un grupo de factores que consolidaron la producción y exportaciones.

La economía de los Estados Unidos era todavía agraria cuando Europa había empezado
su industrialización; pero ésta fue exportada a fines del siglo XVIII por la necesidad de
explotar esos nuevos y extensos territorios. Con el tiempo, las vías de acceso, especial-
mente ferrocarriles, devinieron extremadamente importantes, estimulando la produc-
ción de (siempre) hierro, carbón y el aprovechamiento de mejor tecnología, la interco-
municación y la competencia entre emprendedores. Básicamente, los mismos procedi-
mientos que desarrollaron a Europa, lo hicieron a EE.UU. Andrew Jackson llamó “padre
de la revolución industrial americana” a Samuel Slater, un inglés quien, en términos
modernos, sería el primer espía industrial americano (al parecer, Marco Polo fue histó-
ricamente el primero en el mundo); trabajó desde niño en la industria del algodón y sa-
biendo que las nuevas técnicas y diseños de la revolución industrial inglesa estaban
prohibidas de ser exportadas, las memorizó y llevó -ilegalmente- a Nueva York. Eso le
valió, naturalmente, el título inglés de “Slater el traidor”.

En todos los casos, las condiciones de trabajo eran invariablemente terribles. La necesi-
dad de trabajadores no calificados para la construcción y tareas de las fábricas y otros
negocios se satisfizo con la gran oferta de mujeres y niños, logrando el descenso casi ili-
mitado en los salarios. Con jornadas de catorce a dieciséis horas y seis días a la semana,
los salarios no pasaban de 10 centavos de dólar la hora; los trabajadores calificados ga-
naban ligeramente más, las mujeres menos y los niños mucho menos; con sólo un des-
canso para el almuerzo y otro para la cena. Las fábricas eran oscuras, llenas de humo,
hollín y máquinas carentes de medidas de seguridad. Desde luego, no eran los mejores
sitios para permanecer en actividad.

No hay duda, pues, de que el otro factor importante para el despegue de la revolución
industrial fue el sacrificio de la clase trabajadora. Los sindicatos se formaron a conse-
cuencia del natural y creciente descontento de los obreros quienes deseaban poner fin a
los abusos. En EE.UU. la lucha fue larga y difícil por el hecho de que la inmigración pro-
porcionaba siempre más gente necesitada de trabajo; la composición de inmigrantes en
la fuerza de trabajo se decuplicó en dos décadas. Finalmente, el 1 de mayo de 1886, mi-
les de trabajadores iniciaron una huelga para reivindicar la jornada laboral de 8 horas;
el día 2, la policía disolvió violentamente una numerosa manifestación y el día 3 una
185 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

pelea campal entre obreros y esquiroles fue disuelta por una compañía de policías que,
sin aviso alguno, disparó a quemarropa produciendo 6 muertos y varias decenas de he-
ridos. El 4 de mayo, un artefacto explosivo estalló dejando un muerto y varios heridos
entre los policías que reprimían la concentración de al menos 20000 personas en la pla-
za de Haymarket. La policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un
número desconocido de obreros. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, cente-
nares de trabajadores fueron detenidos, golpeados, torturados y acusados del asesinato
del policía. Esto desembocó en un juicio amañado contra ocho trabajadores anarquistas.
Cinco de ellos fueron condenados a muerte (uno de ellos se suicidó antes de ser ejecuta-
do) y tres fueron recluidos; todos fueron declarados, posteriormente, “Mártires de
Chicago”. La importante conquista de las 8 horas laborales, por las condiciones en las
que se dio, es el origen de la conmemoración del primero de mayo por parte del movi-
miento obrero. “¡Proletarios de todos los países, uníos! Sólo unas pocas voces nos res-
pondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo, hace ya cuarenta y dos
años, en vísperas de la primera revolución parisiense, en la que el proletariado actuó
planteando sus propias reivindicaciones. Pero, el 28 de septiembre de 1864, los prole-
tarios de la mayoría de los países de la Europa Occidental se unieron formando la
Asociación Internacional de los Trabajadores, de gloriosa memoria. Bien es cierto que
la Internacional vivió tan sólo nueve años, pero la unión eterna que estableció entre los
proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca, y no hay
mejor prueba de ello que la jornada de hoy. Pues, hoy, en el momento en que escribo
estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, moviliza-
das por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo
inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en
1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en
1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capita-
listas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos
los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios
ojos!” (F. Engels, Prefacio a la Edición Alemana del Manifiesto Comunista (1890)). Ac-
tualmente está considerado el día internacional de los trabajadores en la gran mayoría
de países, particularmente no en Estados Unidos y Canadá.

La idea de Lenín relativa a la posibilidad de la revolución comunista en países subdesa-


rrollados vino a plasmarse, una vez tomado el poder, en la necesidad prioritaria de in-
dustrializar a la URSS. El proletariado debía completar las tareas dejadas por la bur-
guesía. En consecuencia, los planes se enfocaron en electrificarla y potenciar su indus-
tria pesada (la producción de arrabio se duplicó en un quinquenio, la producción de car-
bón, componente del acero y combustible muy usado en la época, se elevó de 35 a 64
millones de toneladas, la extracción de hierro metálico creció de 6 a 19 millones de tone-
ladas. Son conocidos los complejos industriales montados por ejércitos de trabajadores
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 186

(los ejércitos industriales del Manifiesto), especialmente los de maquinaria pesada


(Kramatorsk, Kharkov), las fábricas de tractores (Stalingrad, Chelyabinsk) y las plantas
de automóviles (Moscow y Gorky). Durante los planes quinquenales subsiguientes, la
industria se expandió ya con impresionante rapidez, necesariamente orientada a la pro-
ducción de armamento.

Pero los éxitos de la industrialización requirieron grandes cantidades de grano para ali-
mentar a la enorme y creciente fuerza de trabajo. Los campesinos fueron forzados, a ve-
ces con violencia, a entregar sus cosechas al estado, ganando casi nada a cambio. Los
niveles de vida de los trabajadores descendieron en vez de mejorar. En diciembre de
1932, Stalin declaró el éxito del plan quinquenal al Comité Central, pues las metas pre-
vistas habían alcanzado el 93.7% en cuatro años, mientras que la parte concerniente a la
industria pesada habían alcanzado el 108%. ¿Cómo? El código legal de trabajo stalinista
permitía despedir trabajadores que no justificaran su ausencia por un día, perdiendo el
derecho a usar sus tarjetas de ración y suministros y, eventualmente, el derecho a usar
un apartamento. Posteriormente, la legislación permitía despedir por 20 minutos de
ausencia y prosecución criminal a los gerentes permisivos. En junio de 1940, un decreto
del Presídium del Soviet Supremo, impuso dos a cuatro meses de cárcel por retirarse del
trabajo, 6 meses de libertad condicionada y confiscación del 25% del salario por 20 mi-
nutos de atraso. Además, como había “cuotas” de producción que llenar, las jornadas de
dieciséis o dieciocho horas no eran raras. El fracaso en alcanzar la cuota podía resultar
incluso en cargos por traición; todavía en 1954 la policía del estado buscaba intensa-
mente a los saboteadores del sistema. La URSS descargó, así, gran parte de su desarrollo
sobre las espaldas de sus trabajadores; y también de los campesinos, quienes termina-
ron subsidiando la revolución bolchevique. Trágicamente, es muy improbable que sin
semejante empleo rudo y masivo de recursos humanos la Unión Soviética hubiera lo-
grado los medios para resistir la cruda invasión nazi. Por otra parte, el bienestar de los
rusos “democráticos” actuales tiene sus cimientos, sin duda, en el sacrificio de millones
de trabajadores soviéticos.

La península de Corea fue largamente gobernada por la dinastía Chosôn. La continua


degradación de los bosques y la tierra y los tributos impuestos sobre la apenas comercial
economía campesina hizo que ésta se movilizara hacia las manualidades y los servicios.
También las invasiones china y japonesa, que terminaron con el sistema de comando
(economía impuesta por el gobierno), favorecieron la transición a la economía de mer-
cado. Paradójicamente, esa guerra acabó con la esclavitud y el trabajo forzado. Durante
el siglo XIX, los niveles de vida eran tan bajos como los salarios y las rentas; los déficits
fiscales terminaban en continuas devaluaciones. Las protestas campesinas eran frecuen-
tes y la emigración hacia el norte de china, inevitable. La ineficiencia asociada a la defo-
restación acabó desintegrando el sistema de control del agua, prevención de inundacio-
187 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

nes y mantenimiento de la irrigación. Las disputas por el uso de acequias, cuyo uso pre-
tendía ser comercializada por los administradores locales, llevó finalmente a un levan-
tamiento nacional de campesinos que sólo pudo ser sofocada llamando a fuerzas milita-
res externas. La consecuencia no prevista fue la guerra sino-japonesa en territorio co-
reano. La victoria de Japón marcó también el destino de Corea, abriéndola al libre co-
mercio en 1876 y, después de derrotar a Rusia en la guerra de 1905, anexándola a Japón
e imponiendo un gobierno colonial y costosas políticas para desarrollar al país. Se mo-
dernizó y legalizó la propiedad de la tierra para elevar la eficiencia del uso y el provecho
impositivo para los terratenientes. Se construyó líneas férreas, caminos, redes de comu-
nicación y puertos, integrando los lugares de producción con los mercados nacionales e
internacionales. Se mejoró, notoriamente también, la salud y la educación elevando la
matrícula escolar del 1% al 47% hacia 1945. La política industrial logró la conclusión de
una fábrica de fertilizantes químicos y se hizo de Corea el proveedor de arroz para el im-
perio japonés. Sin embargo, la economía colonial también había estado desplazándose
continuamente hacia la manufactura. Casi al comienzo de la II guerra mundial, la agri-
cultura había descendido de 75 al 42% y las manufacturas incrementado del 6 al 28%.
Por supuesto, es importante mencionar que es principalmente la mano de obra barata la
que atrajo la inversión a la colonia. Al final de la segunda guerra mundial, Estados Uni-
dos impuso un gobierno militar en el sud y privatizó las propiedades de la colonización
japonesa. El primer gobierno surcoreano fue establecido en 1948 y la guerra de Corea
irrumpió en 1950; en tres años dejó cientos de miles de muertos, gran destrucción y bas-
tante pobreza. Después de la guerra, el gobierno seleccionó empresas en ciertas áreas
industriales para concederles privilegios, comprar divisas y obtener préstamos banca-
rios con intereses preferenciales. Pero los empresarios parecieron más interesados en
prolongar esos favores sobornando -cuándo no- a los burócratas y políticos. El estanca-
miento en niveles de vida provocado por tales prácticas terminó sirviendo de fondo al
colapso de la primera república en 1960. El golpe militar de Park Chung Hee (previa-
mente un oficial del ejército imperial japonés que sirvió en Manchuria durante la gue-
rra) derrumbó la segunda república en 1961, con un cambio en la estrategia económica,
estimulando el crecimiento mediante la promoción de las exportaciones, con préstamos
de bajo interés a las firmas según su desempeño exportador y poniéndolas bajo la disci-
plina de los mercados externos. El aumento en la eficiencia fue más rápida en las indus-
trias exportadoras que en el resto de la economía. Una década después, la producción
per cápita se duplicó; la significación de la agricultura en el PIB decreció del 45 al 25%,
mientras la manufactura aumentó del 9 al 27%. Al parecer, la ventaja del gobierno auto-
ritario consistió en su independencia respecto de los intereses especiales. Pudo interve-
nir, entonces, en los mercados financieros para proveer préstamos ventajosos a los
“chaebols” (imperios empresariales unifamiliares). En los años desde 1961 hasta el ase-
sinato de Park en 1979, la producción per cápita creció al ritmo inusual de 7 por ciento
por año, un desempeño imitado sólo por las “ciudades estado” (Singapur y Hong Kong)
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 188

y por Taiwan. El extraordinario crecimiento se debió también a la acumulación de capi-


tal humano, que empezó con la introducción de la educación moderna durante el régi-
men japonés. Es muy evidente que el estado desarrollista de Corea del Sud fue cercana-
mente modelado sobre la base del sistema de gobierno colonial y creció partiendo de
esos logros. “Corea del Sur tuvo un sustancial crecimiento económico en los primeros
años de la era de Park en gran parte debido a la voluntad de los empresarios ja-
poneses para hacer inversiones de capital y tecnología. Además, el estado
desarrollista en Corea del Sur emergió porque esas relaciones iniciales entre los capi-
tales japoneses y coreanos requerían la mediación del estado surcoreano” (B. Pham,
“How and Why Did South Korea Transition to an Economic Model of Export-led In-
dustrialization?”, Stanford University (2017)).

Naturalmente, tampoco la economía de Corea del norte surgió de la nada. Desde la inva-
sión japonesa a China, el desarrollo del norte de Corea inició con una base industrial
productora de municiones. La URSS impuso un liderazgo comunista y los fundadores
del régimen simplemente adaptaron el viejo sistema de comando y la industrialización
colonial dejada por los japoneses, la cual se concentró principalmente en el norte. Fue
esa ventaja económica inicial la que condujo al confiado liderazgo del Norte a ordenar la
invasión del Sur en 1950. Comparativamente, a la larga el norte se fue rezagando en cre-
cimiento respecto del sur, hasta sufrir una dramática caída en el nivel de vida en la dé-
cada de los 1900. A la conclusión de la guerra, el poder norcoreano intentó empujar el
crecimiento mediante el ahorro forzado. Pero los administradores y los trabajadores de
las granjas colectivas y empresas estatales carecían de incentivos para mejorar su
desempeño y contrarrestar la caída de la productividad marginal del capital. Además, el
autoaislamiento del país dificultó el beneficio de las tecnologías más avanzadas del
mundo desarrollado, excepto en el área militar, a través del comercio y la inversión ex-
tranjera. Finalmente, el régimen militarista, despótico ¡y hereditario! desvió los recursos
hacia propósitos improductivos, arruinando la consistencia de la planificación. El colap-
so de la economía central planificada agotó la importación de energía y bienes de capital
a precios subsidiados. La desastrosa crisis de subsistencia condujo al régimen a obtener
concesiones extorsivas del resto del mundo mediante la curiosa diplomacia del “riesgo
peligroso”. Los recientes acercamientos del régimen norcoreano con los Estados Unidos
y la sugerencia de desnuclearización, apuntan, tal vez, a un proyecto de libre mercado al
estilo chino o vietnamés.

No únicamente revolucionarios militantes de todo el mundo (algunos combatieron efec-


tivamente) o simpatizantes, sino toda persona con alguna noción de justicia social, apo-
yó al pueblo de Vietnam. Primero durante la Guerra de Indochina (1945-1954) que con-
cluyó con la derrota de los franceses en Dien Bien Phu y la división del país en el parale-
lo 17, según la Conferencia de Ginebra de 1954. Y, luego, en la Guerra de Vietnam (1955-
189 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

1975) que fue muy obviamente aludida como la guerra entre David y Goliat; la guerra en
la cual los comunistas -apoyados en armamento por la URSS y China- soportaron el ma-
yor despliegue militar norteamericano desde la guerra de Corea, incluyendo las incur-
siones de bombarderos B52 y una fuerza de más de quinientos mil soldados. La tenaz
guerra de guerrillas del Viet Cong, junto a las milicias más convencionales de Vietnam
del Norte, resultó un rival formidable al mando del general Võ Nguyên Giáp (considera-
do un genio militar, por algunos). La presión de la “ofensiva del Tet” en 1968 extendió e
intensificó las acciones sobre territorio de Vietnam del Sur, Camboya y Laos. Las bajas
estadounidenses se incrementaron junto con la impopularidad del conflicto forzando la
“vietnamización” y el Acuerdo de Paz de París en 1973. Las tropas estadounidenses se
retiraron dejando perfectamente pertrechado al ejército de Vietnam del Sur el cual, de
todos modos, fue derrotado en abril de 1975; el sur fue invadido y asimilado en la unifi-
cada República Socialista de Vietnam en julio de 1976. El sacrificio de generaciones de
vietnamitas, de quienes nacieron y crecieron sólo para ser combatientes, fue el triunfo
del hombre sobre la máquina, de la revolución sobre el “imperio”. Todos estábamos or-
gullosos. Pero en 1986 el Partido Comunista de Vietnam instauró la “Đổi Mới” (Renova-
ción), una serie de reformas de libre mercado según modelo chino. Permitida la propie-
dad privada en el campo y en las empresas, la inversión extranjera fuertemente incenti-
vada; la economía creció rápidamente con notable producción industrial y agraria para
la exportación. La economía de mayor crecimiento en el mundo. Vietnam, 30 años de
heroico valor en la guerra para, a la larga, terminar vendiendo Coca-Cola… Pero, ¿quién
podría censurárselo?

“Salto hacia adelante” llamó Mao a su plan para transformar la República Popular China
de primariamente agraria, de campesinos, a una sociedad comunista moderna mediante
el proceso de industrialización. Pero la teoría maoista “de las fuerzas productivas”
(1958), terminó en catástrofe debido a una prolongada sequía. Después de la “revolución
cultural”, cuando la estabilidad fue restaurada, un nuevo intento de desarrollo coordi-
nado y balanceado fue puesto en movimiento bajo el liderazgo de Zhou Enlai. El 22 de
diciembre de 1978, sin embargo, se instaló la crucial tercera sesión plenaria del XI Co-
mité Central del PCCh. Los líderes del partido decidieron emprender un programa de
reforma gradual pero profunda del sistema económico. Concluyeron que la versión
maoista de la economía centralmente planificada había fracasado en la promoción del
crecimiento económico y había sido la causa de que China hubiera caído muy por debajo
no solamente de las naciones desarrolladas occidentales, sino también de las nuevas
naciones industrializadas del Asia (Japón, la República de Corea, Singapur, Taiwan, y
Hong Kong). Por entonces, había racionamiento en comida y vestimenta, la vivienda era
inadecuada y el sector de servicios muy ineficiente. China -se dijo- estaba siendo inter-
nacionalmente avergonzada. Para recuperar la eficiencia en la industria, los comisiona-
dos del partido comunista chino retornaron a posiciones de liderazgo por encima de los
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 190

comisionados revolucionarios y se restituyó al personal calificado y educado a los em-


pleos de los cuales habían sido desplazados durante la revolución cultural. Reabrieron
las universidades y expandieron los contactos con el exterior. Hubo que emprender las
urgentes -y clásicas- tareas: balancear la economía, modernizar la agricultura y superar
las incapacidades de varios sectores industriales, incrementar muy significativamente
las inversiones e incluir la firma de contratos con empresas extranjeras. De tal período
datan los contratos para trece de las más grandes y modernas plantas de fertilizantes
químicos del mundo. La industria del acero fue reforzada, la extracción y refinamiento
de petróleo aumentadas y, así, la producción industrial creció a un promedio de 8% por
año. Como hay discursos para todo, según la dirigencia, el propósito del programa re-
formista no era abandonar el comunismo, era hacer que funcionara mejor, incremen-
tando la importancia del mercado en el sistema y reduciendo -no eliminando- la planifi-
cación gubernamental y el control directo. Las nuevas medidas se introdujeron primero
experimentalmente en pocas localidades para luego, al resultar exitosas, popularizadas y
diseminadas a escala nacional. Ya para 1990 el programa había logrado notables resul-
tados en provisión de bienes de consumo y comida, y había creado un renovado clima de
oportunidades. Las metas de los primeros años del proceso de “reajuste” eran el rápido
desarrollo de las exportaciones y el remedio de las deficiencias en los conocidos sectores
críticos: transporte, comunicaciones, carbón, hierro, acero, materiales de construcción y
potencia eléctrica. En 1984, las catorce ciudades costeras más grandes fueron designa-
das zonas de desarrollo económico, entre ellas Shanghái, Guangzhou y Tianjin, princi-
palmente para estimular intercambios entre las redes empresariales chinas y las extran-
jeras con tecnología avanzada. Como en la Corea de Park, el gobierno chino devino un
entusiasta promotor de la inversión privada orientada a la exportación. Los líderes polí-
ticos centrales y locales terminaron compitiendo para atraer nuevos proyectos industria-
les, eliminando obstáculos logísticos y formando empresas de riesgo compartido; cons-
truyeron parques industriales, zonas y conglomerados. Tal obsesión resultó obviamente
atractiva para los inversores privados por las ventajas de una masiva y barata mano
de obra. Las leyes estipulan, claro, la jornada laboral de ocho horas; sin embargo hay
informes independientes (v.g., China Labor Watch) indicando que, para cubrir las metas
de producción, la mayoría de los trabajadores deben completar sobretiempos de 80 a
140 horas/mes, llegando, por tanto, a jornadas de hasta 12 horas (para aumentar, ade-
más, su mensualidad básica de unos $250). Ahora, la transición al capitalismo de esta-
do, asentada también sobre la espalda de la clase trabajadora, y sin nadie que pueda ha-
cer algo al respecto.

Y, ¿América Latina? A diferencia de Gran Bretaña que, de un modo u otro, transfirió los
artilugios industriales a sus colonias americanas, España -se diría- nada tenía para
transferir (pues acabó siendo uno de los países más atrasados de Europa). Como toda
Latinoamérica, Argentina, Brasil, Chile y México heredaron inestabilidad política y atra-
191 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

so tecnológico, pero emprendieron intentos especiales. Los cuatro iniciaron sus planes
de desarrollo apoyándose en el método de sustitución de importaciones, que hoy se co-
noce como ISI (import substitution industrialization) y, en todos los casos, con la carac-
terística sinuosa dinámica política, que constituye el más efectivo obstáculo y freno al
crecimiento.

Argentina inició sus intentos industrialistas a comienzos del siglo veinte, con predomi-
nio de capitales extranjeros, primero británicos y después norteamericanos, que intro-
dujeron los primeros cambios en las formas de producción. Planes más sistemáticos y
coherentes para un desarrollo industrial se elaboraron al final de la segunda guerra
mundial, con la llegada del gobierno justicialista. Se expandió el mercado interno por el
aumento de la mano de obra, financiamiento y producción estatal para industrias de
bienes de consumo, siderurgia y químicos. Pero la importación permaneció siendo signi-
ficativa mientras las exportaciones, principalmente agroindustriales, tendían al estan-
camiento o a la disminución por falta de incentivos en un ambiente de recurrentes crisis
financieras (persistentes aún en la actualidad). Los subsidios a las exportaciones manu-
facturadas fueron hechas de manera desorganizada, no obstante los genuinos esfuerzos
para desarrollar la capacidad científica y tecnológica del país: se creó el Consejo Nacio-
nal de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET, 1958) y otros instrumentos.
Aun así, la economía argentina creció más o menos sistemáticamente hasta 1975, a un
ritmo promedio de 2.1%, apenas inferior a Canadá. Como sea, análogamente al caso chi-
leno, el golpe militar de 1976, que duró hasta 1983, impuso otro modelo económico,
tendiente a eliminar al movimiento obrero organizado. El sector manufacturero sufrió la
liberalización comercial repentina, sin compensaciones y con tipo de cambio fuertemen-
te apreciado; agudo incremento en tasas de interés y caída de la demanda interna, resul-
tado del bajo poder adquisitivo de la población. La fuga de cerebros y de capitales, así
como la enorme deuda externa -que financió las importaciones- dañaron severa e irre-
versiblemente al sector industrial. Hubo planes de incentivos a lo largo de varios go-
biernos, sin embargo, deficiencias en el monitoreo de las empresas beneficiadas y otros
factores mantuvieron la debilidad práctica de esos instrumentos. El progresivo uso de
mecanismos para prevenir el aumento en importaciones, muy propios de la Argentina, e
incentivos al soporte de tecnologías transversales (nanotecnología y biotecnología), ter-
minaron aplicándose cuando los indicadores macroeconómicos mostraban ya deterioro
gradual. Iniciativas como el “plan estratégico industrial”, “Argentina innovadora” tam-
bién coincidieron con la desaceleración en el crecimiento del Brasil, principal socio de
negocios, con la consecuente disminución en la demanda de productos argentinos. Fi-
nalmente, la apreciación del tipo de cambio terminó restando competitividad a los bie-
nes comerciales. Una característica nueva en las políticas industriales desde 2010 fue
que los recursos financieros privilegiaran el papel del estado como productor y usuario.
Se dio la renacionalización de la compañía petrolera YPF. Se canalizó fuertes soportes
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 192

financieros a las empresas públicas como Fabricaciones Militares (FM), para casi volver
al modelo ISI, y también se financió a las compañías públicas que pretendían desarrollar
proyectos de alta tecnología como la compañía de investigación aplicada (INVAP, 1975),
creada como apéndice de Instituto Balseiro. El INVAP es, por ejemplo, el proveedor de
tecnología para ARSAT, que logró enviar un satélite geoestacionario de comunicaciones
diseñado, desarrollado y ensamblado por técnicos y científicos propios. Los proyectos
electrónicos en Tierra del Fuego recibieron más del 35% de recursos de política indus-
trial, sin embargo, los esfuerzos fueron insuficientes para la integración con el resto de
la red productiva y los insumos resultaron totalmente foráneos. El complejo de parques
industriales en Tierra del Fuego puede ser emparentado con la maquila mexicana, pero
ésta es exportadora en tanto que el de Tierra del Fuego está destinado sólo al mercado
interno. Para 2015, la regulación del comercio exterior se había hecho más profunda por
escasez de divisas e intentos de, otra vez, sustituir importaciones. La política arruinando
a la industria, todavía.

En el Brasil, la estrategia ISI se implementó entre los 1930 y los 1980, con fuerte inter-
vención del gobierno en el proceso, llegando a un crecimiento promedio del 3% por año
en ese período, una de las economías mundiales más dinámicas. Como el Brasil era im-
portador de combustible, las crisis del petróleo de 1973 y 1979 crearon déficits que se
intentaron cubrir con gran endeudamiento. Los bancos internacionales cortaron crédi-
tos a naciones en desarrollo y las reservas internacionales descendieron; la escasez de
divisas bloqueó el crecimiento económico y causó repetidas devaluaciones, provocando
hiperinflaciones. La vertical y proactiva política industrial tuvo que relajarse primero y
abandonada al final en medio de dificultades macroeconómicas. Hubo varios intentos de
estabilizar la economía usando procedimientos ortodoxos y heterodoxos, pero finalmen-
te el país sufrió una crisis mayor en su balanza de pagos que condujo a la aplicación de
medidas conservadoras. El gobierno de Luiz Ignácio Lula da Silva, desde finales de
2002, logró cambios notables en los principales indicadores económicos y la creación de
la Bolsa Família (un programa de asistencia social) influyó en el incremento del salario
mínimo real y contribuyó a disminuir los índices de pobreza y desigualdad, estructural-
mente altos en el Brasil. En 2004, el plan de Política Industrial, Tecnológica e de Co-
mércio Exterior (PITCE) pretendió promover las exportaciones de bienes con valor
agregado, aumentar al contenido tecnológico de la producción doméstica y estimular las
actividades de las compañías brasileras en los mercados internacionales. El plan contri-
buyó a montar un soporte estructural para el desarrollo industrial mediante la aplica-
ción de importantes regulaciones, instituciones nuevas e instrumentos de financiamien-
to como Profarma (para financiar a la industria farmacéutica) o Prosoft (para la indus-
tria del “software”), ambas creadas por el banco brasilero para el desarrollo BNDES. A
pesar de varios avances socioeconómicos como la disminución de la pobreza e inequi-
dad, la emergencia de una moderada inflación, la fuerte apreciación del real y un con-
193 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

texto internacional incierto perjudicaron a esos planes. Tampoco el vasto paquete de


medidas conocido como “Plano Brasil Maior” (PBM, 2011) mejoró las expectativas en el
desempeño del sector industrial principalmente por el impacto negativo en la competiti-
vidad ocasionado por la apreciación de la moneda. El aporte de la manufactura en el PIB
siguió su tendencia declinante en contraste con el del sector de servicios. No obstante,
como se sabe, es la corrupción la que terminó frenando significativamente los esfuerzos
industriales. Brasil exporta, aparte de café, soya, mineral de hierro, tabaco, azúcar, fru-
tas, etc., manufacturas de baja tecnología (calzados, textiles, vestimenta, productos no
sofisticados de acero y otros) y manufactura de mediana y alta tecnología (químicos,
maquinaria, auto partes, automóviles y aviones).

Chile aplicó el ISI al comenzar los 1930. El gobierno jugó un papel clave en la economía
aplicando un vasto grupo de medidas proteccionistas. Tarifas altas, subsidios, crédito
barato, acceso especial a moneda extranjera, tazas de cambio múltiples e inversión pú-
blica en infraestructura. Durante ese período, las empresas estatales se convirtieron en
los emprendimientos más importantes y franjas enteras del sector industrial crecieron
bajo la protección gubernamental: acero, petróleo, azúcar, electricidad y telecomunica-
ciones. Contrariamente al prejuicio convencional, muchas de esas resultaron lucrativas.
Los precios bajos de las exportaciones, por entonces dominados por el cobre, afectaron
fuertemente el ciclo económico; simultáneamente, el relativamente pequeño mercado
doméstico limitó el éxito de la estrategia de desarrollo “hacia adentro” y, además, se die-
ron muchos problemas inflacionarios. Con la nacionalización de las minas de cobre en
los 1970, el estado devino en el principal productor en la economía chilena. La Corpora-
ción de Fomento de la Producción (CORFO, 1939) junto al Banco del Estado de Chile
fueron los responsables de proveer fondos para el desarrollo del sector industrial y fo-
mentar la diversificación de las exportaciones. El ISI fue abandonado luego de que el
gobierno de Salvador Allende terminara, al mismo tiempo que 43 años de democracia,
con el sangriento golpe militar de 1973. Hasta 1981, las reformas se basaron sobre una
versión altamente ortodoxa de neoliberalismo donde las políticas económicas incluye-
ron una profunda comercialización, liberalización financiera y privatización de la mayo-
ría de las empresas estatales excepto la del cobre; eliminación de los controles de pre-
cios, un fuerte ajuste fiscal, intensa alza de tasas de interés, una mucha más permisiva
legislación hacia el FDI (Inversión Extranjera Directa), liberalización de transacciones
de capital, desaparición de muchas de las conquistas de la clase obrera y casi la total
cancelación de la reforma agraria. La administración logró reducir los altos niveles de
inflación y el déficit fiscal, pero a expensas de debilitar la balanza externa y la rata de
inversiones. La consecuencia fue el colapso social y económico en 1982 con declinación
del PIB en un 14% y desempleo encima del 30%, un significativo incremento en los nive-
les de pobreza y un enorme deterioro en la distribución del ingreso. Había llegado así,
desde luego, el momento de retorno a la democracia con un plan de “concertación”, una
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 194

política industrial donde el estado tiene un papel limitado en la economía y el mercado


como regulador. La concertación nunca alcanzó la “segunda fase de exportación”, en la
cual los exportables con valor agregado debían ganar importancia. Con detalles más o
menos, esa situación se ha mantenido. El “Libro Blanco” de la estrategia del desarrollo
elaborado por la US Boston Consulting Group, tuvo que ser revisado para, finalmente,
incluir a la comunidad científica e incluir dimensiones olvidadas en la primera versión.
La economía todavía depende centralmente de las exportaciones de cobre, manufactura
ligera, productos agrícolas y de bienes primarios.

Desde los 1940, México aplicó también la estrategia de desarrollo basada en el ISI con
fuerte presencia estatal. Tarifas altas, protección al comercio, promoción a las exporta-
ciones y apoyo financiero, que eran políticas comunes. La planificación industrial operó
mediante programas en sectores específicos. Con el tiempo, los programas sectoriales
más exitosos incluyeron los automotores, computadoras e industrias farmacéuticas. La
Nacional Financiera, el banco mexicano de desarrollo, creado en 1934 es la institución
clave que ayudó al financiamiento y dio flexibilidad y liquidez a los bancos. En 1966, se
hizo el reemplazo del programa “bracero” por el programa “maquiladora”, con el objeti-
vo de estimular el establecimiento de plantas procesadoras para la exportación, con em-
pleo muy intensivo de mano de obra. Las maquiladoras tenían acceso liberado de im-
puestos a productos importados y maquinaria, igualmente, excepción en impuestos por
ventas y por ingreso. Fueron, y aún son, responsables de la creación de empleo, refor-
zamiento de la balanza de pagos y fuente de moneda extranjera. También contribuye a
una significativa integración de la manufactura local y ayuda a incrementar la competi-
tividad internacional de la industria doméstica mediante la promoción del desarrollo y
transferencia de tecnología. El período ISI mexicano también acabó al comenzar la dé-
cada de los 1980 debido a la crisis de su deuda. Igual que Brasil y Argentina, México
multiplicó su deuda externa en los 70. En 1982 incumplió su deuda soberana, generando
así un “efecto dominó” entre los otros países latinoamericanos porque los agentes finan-
ciadores internacionales restringieron los préstamos. Así, durante los 1980 la economía
mexicana -como las de Argentina y Brasil- sufrió de escasez aguda de divisas, la cual
condujo a recurrentes devaluaciones. Como consecuencia, la inflación anual promedió el
88% entre 1982 y 1988. Los intentos mexicanos de renegociar su deuda externa condu-
jeron a la adopción de austeridad fiscal, privatización de compañías estatales, desregu-
lación industrial y otras reformas económicas neoliberales impuestas por el Fondo Mo-
netario Internacional (IMF) y el Banco Mundial. México, con los Estados Unidos y Ca-
nadá lanzaron el “North American Free Trade Agreement (NAFTA, 1994)”; si no exac-
tamente una iniciativa de libre comercio, significó un compromiso para reducir las ba-
rreras para un comercio intrarregional. NAFTA representó el paso final para abandonar
el ISI y ayudó a consolidar las políticas pro mercado que ya se habían implementado en
la década anterior. El programa maquiladora se consolidó también, pero continuó inca-
195 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

paz de ensamblar con el resto de la estructura productiva. En 2011 México inició su


membrecía en la “Alianza para el Pacífico”, formada con Chile, Colombia y Perú, para
promover mayor crecimiento y competitividad y constituirse en una plataforma para la
integración política, económica, comercial y para la proyección al mundo, con énfasis en
la región asiática y del Pacifico. Desde que México abandonó el ISI, la intervención del
estado ha sido muy limitada. Las políticas económicas desde entonces son principal-
mente liberalización, privatización, desregulación y apertura de la economía; y NAFTA,
una de las más grandes zonas de comercio libre del mundo, le restringe capacidad de
tomar medidas protectivas. En los años 1990 las exportaciones mexicanas tuvieron una
gran actividad pero con muy poco impacto en el PIB por falta de nexos con el programa
de la maquila. Se dice que la actual política industrial, horizontal y pasiva, intenta refor-
zar más lo que ya se tiene que en descubrir nuevas actividades, capacidades creativas o
aprovechamiento de ventajas comparativas. Las exportaciones mexicanas están, en un
60%, dominadas por manufacturas del régimen de la maquila, muchas de mediana o
alta tecnología (automotivos, electrónica y maquinaria); pero es también un exportador
de petróleo crudo.

En principio, las industrias de alta tecnología y de servicios se instalan en los países más
desarrollados; las industrias tradicionales se ubican en los países menos desarrollados.
Excepto en los denominados “tigres asiáticos”, donde las grandes corporaciones buscan
aprovechar los avances en las redes de comunicación y transporte, de las menores res-
tricciones a los permisos de instalación, menor control de la polución y, sobre todo, de
los menores costes de mano de obra. De todos modos, ignorando la heterogeneidad de
las condiciones que caracterizan a las economías latinoamericanas, son evidentes, más
que insuficiencias del mercado, las muchas y obvias fallas políticas y sistémicas.

En orden descendente por producción industrial entre todos los países, usualmente se
encuentra a EE.UU (1) seguido por China (2), Reino Unido (6), Corea del Sud (7), Méxi-
co (11), Rusia (12) y Brasil (13). Los estudios comparativos en niveles de desarrollo
muestran, así, a Brasil y México con mayor desarrollo que Argentina y Chile (que no fi-
guran entre los 20 primeros lugares). Sugerentemente, los salarios mínimos brutos de
los primeros ($ 236, $ 129) son menores que los de los segundos ($ 399, $ 353) inde-
pendientemente de sus poderes adquisitivos. ¿Menor población implica mejores sala-
rios? ¿Mejores ingresos salariales implican menor desempeño industrial? ¿La ligera
ventaja mexicana se debe a su mayor estabilidad política? Y así, ¿será posible enfrentar
la competencia asiática? “Los resultados a largo plazo en términos de desarrollo pro-
ductivo, son decepcionantes en todos los casos. La brecha con las economías desarro-
lladas en productividad e ingresos relativos no se ha reducido significativamente y no
hay evidencia de cambio estructural o salto cualitativo en el aparato productivo, ni
mejoras en el perfil de integración internacional de esas economías. Ninguno de estos
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 196

países ha sido capaz de evitar sustancialmente los efectos dañinos de la volatilidad


internacional, todos con un muy modesto desempeño económico en los últimos años.
Argentina, Brasil y Chile pudieron mejorar significativamente el nivel de sus indicado-
res socioeconómicos, un repunte que México no ha registrado” (J. E. Santarcángelo, D.
Schteingart & F. Porta, “Industrial Policy in Argentina, Brazil, Chile and Mexico: a
Comparative Approach”, Revue Interventions Économiques, 59 (2018)).

En fin, los revolucionarios democráticos, ocupados sobre todo en perdurar, jamás verán
la realidad ni entenderán el importante corolario tecnológico. Por lo ya visto, países co-
mo Argentina, Chile, Brasil y México -se dice- son países en vías de desarrollo; entonces,
comparativamente, ¿es Bolivia un país en vías de subdesarrollo?

9. Terrorismos virtual y real

En la madrugada del 16 de abril de 2009, el grupo policial “Unidad Táctica de Resolu-


ción de Conflictos” (UTARC, ya desaparecida) ejecutó un operativo en el cuarto piso del
hotel Las Américas en Santa Cruz, donde estaban instalados cinco extranjeros. Tres fue-
ron muertos con múltiples impactos de bala, Eduardo Rózsa, Árpad Magyaros y Michael
Dwyer y dos apresados, Mario Tadic y Elöd Tóásó. Está absolutamente comprobado que
el grupo estaba siendo monitoreado por el gobierno -nunca se explicó cómo- y había
sido infiltrado con dos personajes: cierto individuo apodado “el Viejo” -cuyo vídeo reci-
biendo una jugosa coima para “desaparecer” es de dominio público- y el capitán Walter
Andrade, apodado nada menos que “el Rambo”, quien aparece en fotografías y vídeos
junto con los “terroristas”, “como uno de ellos”. Y que comandó la operación; ilegal, por
una parte, porque fue ejecutada sin el mandatorio permiso judicial e innecesaria, por
otra, porque si el grupo estaba ya infiltrado y vigilado, lo único que tenía que hacer
Rambo el inútil era preparar una detención legal, clara y limpia de los implicados para
que declaren en su respectivo juicio. Por eso, su acción se hace, más bien, propia de la de
un sicario (encargado de la eliminación de personas y evidencias).

Recién en octubre de 2012 inició el juicio conocido como “caso terrorismo” con “… trein-
ta y nueve acusaciones, 79 casos, 10 sobreseimientos”, según indicó la entonces fiscal
de Distrito de La Paz, Betty Yañiquez, exjuez del caso terrorismo y militante masista,
después electa diputada irregularmente en una circunscripción electoral que no era la
suya; obviamente, sin que alguien pueda impedirlo.

De los 39 acusados, 21 fueron aprehendidos; del resto -declarado rebelde- 16 se refugia-


ron en otros países. Hay personas que asisten periódicamente a un tribunal en La Paz,
dos están nueve años presos sin sentencia y dos tienen detención domiciliaria; un rebel-
197 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

de fue detenido y es juzgado “por cuerda separada”, cuatro apartados del juicio por deli-
cado estado de salud, seis aceptaron un juicio abreviado -admitiendo “sus” delitos-. ¿Las
acusaciones? terrorismo, organización criminal, alzamiento armado, separatismo, legi-
timación de ganancias ilícitas, etc., etc. Ahora, el terrorismo tiene una pena mínima de
15 años; entonces, si los acusados Mario Tadic y Elöd Tóásó, que se acogieron al juicio
abreviado, ya fueron puestos en libertad, no pudieron ser culpables de terrorismo y, por
tanto, menos el resto de los imputados.

Bueno, entonces ¿qué hicieron? ¿Asaltaron un cuartel eliminando a los guardias y to-
mando a los oficiales como rehenes? ¿Destruyeron hasta las cenizas el edificio policial
con una bomba? ¿No, nada parecido? ¿Lesionaron físicamente o intentaron hacer eso
contra algún ministro? ¡Cómo!, ¿ni tan siquiera se acercaron al presidente con un cuchi-
llo al cinto? No, no y no. Los hechos admitidos por los fiscales -y conocidos por todos-
se reducen a dos explosiones dinamiteras, una que asustó a cierto personaje afín al go-
bierno y otro que dañó el portón de la casa del Cardenal Terrazas “… el sereno de la casa
del Cardenal dice que vinieron a poner la bomba en un auto color plomo Toyota Star-
let, ese auto estaba con placa y todo, lo trajeron de Cochabamba y es del padre de Ra-
món Quintana”, dijo Zvonko Matkovic, padre de uno de los acusados, en referencia al
padre de un ministro plurivalente. El resto de las “evidencias” son contactos telefónicos,
vídeos de reuniones y parrilladas y varias fotografías de los extranjeros exhibiendo sus
armas (¿posando para Rambo el infiltrado?). Si la sindicación de fiscales, policías y ma-
sistas fueran confiables, se diría que se trataba de los terroristas más incapaces de los
que se tenga noticia.

Pero no son de fiar. Las declaraciones conocidas sobre estos hechos, provinieron indis-
tintamente del ministerio público, de ministros y de meros militantes masistas, con de-
masiada -y, por tanto, sospechosa- coincidencia, y no pueden calificar para “investiga-
ción”. Según la fiscalía, el grupo de los cinco extranjeros vino a Santa Cruz ¡con el pro-
pósito! de organizar grupos armados y propiciar actos de terrorismo y otras operacio-
nes armadas para separarla de Bolivia, pero tales propósitos no se materializaron y las
leyes no se aplican a propósitos (excepto para guiñoles, fiscales y jueces, actuando de
mala fe). El resto de los acusados, dicen, daban apoyo logístico, financiero y -hay que
suponer- también moral. Los del otro caso, “terrorismo II”, análogamente, financiaron
los hoteles, los viajes y otros gastos de los inoperantes terroristas extranjeros. Nunca se
mencionó oficialmente los indicios de contacto entre Rózsa y la embajada venezolana,
que sí existieron y bien podrían indicar a trazas de la inteligencia cubana; ¿por qué no?,
ella sí tenía la real capacidad de contactar y traer terroristas.

Lo mucho que se filtró en imágenes y declaraciones levantó dudas más que razonables.
Así, los dos atentados tienen demasiados indicios de haber sido cometidos por gente
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 198

asignada por el gobierno y ningún indicio de lo contrario. La aparición de fotografías


donde aparecen los “terroristas” muertos en ropa interior, el ciudadano irlandés Dwyer
con las manos atadas, la desconexión de las cámaras de vigilancia, la eliminación de las
grabaciones del día anterior (cuando los perseguidos entraron al hotel), la explosión en
las puertas para iniciar el tiroteo, la “casual” presencia de cuatro militares venezolanos
en el piso inmediatamente inferior del hotel y las ¡16 horas! que emplearon para retirar
los cuerpos, terminaron por convertir este “caso” en la más miserable y abyecta trama
para persecuciones políticas (y desaparición de evidencias) que a simple vista se pueda
percibir. Incidentalmente, Wálter Andrade fue ascendido a teniente coronel, nunca
declaró sobre el caso (claro, “por seguridad de Estado”) y se dice que pronto será
general. El abogado Gary Prado Araúz dijo que “Al no existir la figura de agente encu-
bierto en casos de supuesto terrorismo y alzamiento armado, esto significa que An-
drade formaba parte del grupo de Rózsa y éste, era un agente provocador del Go-
bierno”.

Para rematar los dislates, el fiscal asignado, Marcelo Soza, quien solía ser visto en los
noticieros como un “sheriff” de “spaghetti cowboy movie” descendiendo de su vagoneta
negra con una mirada de “temblad cruceños” y exhibiendo sus listas de acusados dicien-
do “… el grupo subversivo que llegó a nuestro país tenía la plena intención de división
del país”, estaba ocupado en ciertas tareas colaterales en esa ciudad, según se descubrió
un día, y terminó huyendo al Brasil cuando se publicó audios en los cuales confiesa estar
involucrado en actos de extorsión, implicando al embajador de Bolivia en Cuba, Juan
Ramón Quintana, y al hermano del vicepresidente, Raúl García Linera (los cuales, con-
trariamente, permanecieron frescamente en sus sitios). No obstante que Sosa y su exen-
cargado de seguridad, el excapitán de Policía, Juan José Laguna, lograron la calidad de
asilados políticos en Brasil, un tribunal de sentencia de Santa Cruz dictó -en rebeldía- 12
años de cárcel para Sosa y 8 para Laguna por concusión y uso indebido de influencias.
Pero ¡cómo!, ¿y las decenas de acusados por esa joya del proceso de cambio? Pues, ahí
están, sufriendo el verdadero terror, el terror real de la persecución judicial arbitraria, la
detención preventiva, la retardación y los recovecos judiciales.

Se suele prejuzgar que sólo los abogados y los jueces son capaces de leer las leyes y de
“interpretarlas”. No es así. El ciudadano medio está en condiciones de entender perfec-
tamente el texto literal de las normas y de interpretarlas como la lógica y el idioma lo
mandan. Además, seguramente su criterio es lo suficientemente bueno para identificar
hechos y deducir consecuencias. También su sentido de justicia le indicará que no hay
pena de muerte (extra judicial) para el “delito” de “propósito terrorista” y que nueve o
diez años de tormento ya son demasiados para cualquier terrorismo virtual, que consiste
en llamadas telefónicas, sólo existe en fotografías y en fábulas y que, no obstante, hasta
el último militante masista lo refiere como si sólo él y sus fraternales amigos hubieran
199 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

estado presentes en el lugar de los hechos y pudieran conocer los propósitos ocultos de
los demás. Moraleja: “¡Trata de ser feliz, a pesar de Evo Morales!”

10. Erythroxylum bolivianum

Las hojas del arbusto llamado Erythroxylum coca han merecido, por supuesto, un mar
de tinta (también digital) con temática variada; muy redundante es la intencionalmente
orientada a ensalzarlas o denostarlas, otra está destinada a repetir lugares comunes
acerca de su naturaleza y propiedades y, al final, una parte pequeña para tratarlas seria y
científicamente.

Por ejemplo, es interesante revisar la primeras versiones al respecto para ver que lo más
notorio de lo que se publica no ha variado desde los primerísimos reportes. Garcilaso de
la Vega dice, refiriéndose no a los quechuas ni a los aimaras, sino a la gente del Antisu-
yo: “… Y así, luego que habían subido la cuesta, se descargaban, alzando los ojos al
cielo y bajándolos al suelo y haciendo las mismas ostentaciones de adoración que atrás
dijimos para nombrar al Pachacámac, repetían dos, tres veces el dativo Apachecta,
y en ofrenda se tiraban de las ceja, y, que arrancasen algún pelo o no, lo soplaban ha-
cia el cielo y echaban la yerba llamada cuca, que llevaban en la boca, que ellos
tanto precian, como diciendo que le ofrecían lo más preciado que llevaban. Y a más no
poder ni tener otra cosa mejor, ofrecían algún palillo o algunas pajuelas, si las halla-
ban, por allí cerca, y, no las hallando, ofrecían un guijarro, y, donde no lo había, echa-
ban un puñado de tierra. Y de estas ofrendas había grandes montones en las cumbres
de las cuestas. No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era la
adoración a él, sino al Pachacámac.” Los incas adoraban -igualmente- al desconocido
dios Pachacámac, para quién la coca era una ofrenda (¡no para la pachamama!).
Garcilazo continúa informando que los antis (habitantes de la amazonia andina) “Al
tigre adoraban por su ferocidad y braveza; decían que las culebras y los tigres eran
naturales de aquella tierra, y, como señores de ella, merecían ser adorados, y que ellos
eran advenedizos y extranjeros. Adoraban también la yerba cuca, o coca, como dicen
los españoles…” Y atribuye al Padre Blas Valera esta primera versión sobre algunas de
las propiedades fisiológicas y medicinales que solemos oír una y otra vez: “De cuánta
utilidad y fuerza sea la cuca para los trabajadores, se colige de que los indios que la
comen se muestran más fuertes y más dispuestos para el trabajo; y muchas
veces, contentos con ella, trabajan todo el día sin comer. La cuca preserva el cuerpo
de muchas enfermedades, y nuestros médicos usan de ella hecha polvos, para atajar y
aplacar la hinchazón de las llagas; para fortalecer los huesos quebrados;
para sacar el frío del cuerpo o para impedirle que no entre; para sanar las llagas po-
dridas, llenas de gusanos. Pues si a las enfermedades de afuera hace tantos beneficios,
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 200

con virtud tan singular, en las entrañas de los que la comen ¿no tendrá más virtud y
fuerza? Tiene también otro gran provecho, y es que la mayor parte de la renta del
Obispo y de los canónigos y de los demás ministros de la Iglesia Catedral del Cozco es
de los diezmos de las hojas de la cuca; y muchos españoles han enriquecido y
enriquecen con el trato y contrato de esta yerba…” (Inca Garcilaso de La Vega,
“Comentarios Reales” (M.DCIX))). Bueno, además de que Valera no era médico, para
entonces el consumo de la coca estaba ya muy difundido como medio de incentivar el
trabajo y, en consecuencia, ya un atractivo negocio. ¿Y los incas? Entre ellos, “…The use
of coca was likewise forbidden in principle a wise measure, for it is excessive indul-
gence in the use of this weed that has done much to reduce the Aymaras to their
present state of brutish besottedness. Only the Inca might distribute coca leaves
by way of reward. The dried leaves would be stacked in baskets, and the Indians
would mix them with llypta and chew them. The mouth of the Indian, it has been
said, was the first laboratory to produce cocaine. As for tobacco, it was used
only as a medicinal plant.” (L. Baudin, “A Socialist Empire The Incas of Peru”, Van
Nostrand (1961)). Es muy difícil no concluir que tal uso extendido de la hoja de la coca
en el acullicu se deba más al coloniaje español (como estimulante laboral) que a la tradi-
ción indígena.

Y, por otra parte, ¿cuál es el verdadero efecto del acullicu? “Los indios de los Andes mas-
tican las hojas de arbustos tropicales las cuales ellos sostienen que les ayuda en su tra-
bajo. Este estudio ha examinado la relación entre el mascado de coca y las repuestas
fisiológicas a una prueba del escalón en el cual seis usuarios de la coca fueron compa-
rados con seis no-usuarios. Durante esta prueba de trabajo submaximal, los mastica-
dores de coca mostraron menores ratas de ejercicio y recuperación cardiacas y mayo-
res presiones sanguíneas. No hubo evidencia de ventaja metabólica resultante
del uso de la coca; sin embargo cuando los resultados fueron proyectados en condi-
ciones de trabajo maximal, se indicó una ligera diferencia. El pequeño número de
sujetos actualmente involucrados impide conclusiones firmes; no obstante, las diferen-
cias cardiovasculares entre los grupos son explicables en términos del uso de la coca.
La coca produciría cambios en el ritmo cardiaco y presión sanguínea a través de los
efectos potenciadores de una derivada, cocaína o norepinefrina. Durante el trabajo los
niveles de norepinefrina se elevarían y aumentaría su acción, produciendo así las res-
puestas fisiológicas observadas. Cuando el trabajo termina el nivel de norepinefrina
declina. Si la coca opera realmente mediante ese mecanismo intermediario estaría ex-
plicada la ausencia de comportamiento manifiesto de los síntomas del uso de cocaína.”
(J. M. Hanna, “The Effects of Coca Chewing on Exercise in the Quechua of Peru”, Hu-
man Biology, 42 (1), 1 (1970)). O, posteriormente, “… Doce indios quechua, 5 de los
cuales eran y 7 de ellos no eran usuarios habituales de la coca fueron ensayados du-
rante ejercicios submaximal y maximal sobre un ergómetro de bicicleta. Cada indivi-
201 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

duo fue probado dos veces, un día mascando coca y otro absteniéndose de ella. La as-
piración de oxígeno, ventilación y presión sanguínea no fueron afectadas por el mas-
cado de coca. En el trabajo submaximal, el ritmo cadíaco se elevó ligeramente durante
las pruebas con coca. A los niveles de trabajo maximal, los usuarios de coca tendieron
hacia la resistencia más larga, pero fueron similares a los no usuarios en lo demás.
Cuando los usuarios de coca habituales y no habituales son contrastados, no hay dife-
rencias aparentes. Se concluye que la coca no tuvo influencia apreciable en la
capacidad de trabajo. Se sugiere que cualquier efecto real deriva de la percepción
de menor esfuerzo o fatiga reducida. Se consideraron los posibles mecanismos de tal
acción.” (J. M. Hanna, “Further Studies on The Effects of Coca Chewing on Exercise”,
Human Biology, 43(2), 200 (1971)). Igualmente, con otros experimentos, “Concluimos
que, mientras que el mascado de coca podría afectar la homeóstasis de glucosa duran-
te el ejercicio, ninguno de los datos fisiológicos provistos por este estudio suge-
rirían que el agudo mascado de coca en usuarios no habituales pudiera elevar
la tolerancia al ejercicio.” (R. Favier et al., “Coca Chewing for Exercise: Hormonal
and Metabolic Responses of Nonhabitual Chewers”, J. Appl. Physiol., 81(5), 1901
(1985)). En fin, es claro que la diferencia entre un “aumento en la resistencia para el tra-
bajo” y “la inhibición de la sensación de fatiga” es muy grande y sólo puede generar con-
fusión en gente dispuesta a aceptar la antigua versión del padre Valera sin prestar aten-
ción a la investigación moderna (que la hay).

Análogamente, el excanciller Choquehuanca sugería incluir coca en el desayuno escolar


merced a las extraordinarias propiedades nutricionales de esas hojas. El origen de esta
versión es el artículo cuyo resumen dice “Abstract. Coca leaves ( Erythroxylum Coca
Lam.) from Chapare, Bolivia, compared to an average of 50 other Latin American
vegetable products, are higher in calories (305 per 100 g compared to 279), protein
(18.9 g: 11.4 g), carbohydrate (46.2 g: 37.1 g), fiber (14.4 g: 3.2 g), ash (9.0 g : 2.0 g),
calcium (1540 mg: 99 mg), phosphorus (911 mg: 270 mg), iron (45.8 mg: 3.6 mg), vit-
amin A (11,000 IU: 135 IU), and riboflavin (1.91 mg : 0. 18 mg). Coca was lower than
the average for the 50 plant foods in oil content (5.0 g per 100 g compared to 9.9 g),
moisture (6.5 g: 40.0 g), thiamin (0.35 mg: 0.38 mg), niacin (1.3 mg: 2.2 mg), and as-
corbic acid.”, pero que al final de las ignoradas conclusiones advierte: “… Aunque las
hojas de coca contienen relativamente altos niveles de ciertos nutrientes, la presen-
cia de alcaloides y la posible presencia de residuos de insecticidas sugiere precau-
ción en el mascado de coca.” (J. A. Duke, D. Aulik and T. Plowman, “Nutritional
Value of Coca”, Botanical Museum Leaflets, Harvard University, 24(6), 113 (1975)).

Bueno, es claro que existe un interés en mostrar a la coca como fuente de maravillas; he
aquí otra pieza digital de esta saga: “Compared with other foods, coca has been sci-
entifically proven to be one of the most (if not the most) nutritious crops
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 202

grown in the region. Coca has more vitamin A than carrots, twice the calcium of
milk, and is also rich in phosphorus, potassium, iron, vitamins B2 and E, carbohy-
drates, fiber, and proteins. Chewing 100 grams of coca is enough to satisfy the
nutritional needs of an adult for 24 hours. While Henman & Metaal (2009)
point out that daily coca consumption rarely exceeds one fourth that amount, coca can
still be considered an important food supplement.” (A. Forsberg, “The Wonders of the
Coca Leaf”, www.accionandina.org/documentos/Wonders-of-the-Coca-Leaf.pdf). No,
por supuesto que una mera opinión como ésta jamás pasaría como investigación en una
revisión por pares (porque omite completamente la presencia de alcaloides y pruebas de
sus otras afirmaciones).

Más bien, “Conclusiones. Dos cucharadas colmadas de harina de hojas de coca satis-
faría menos del 10% de las dosis dietéticas para escolares y adultos con deficiencia de
nutrientes comunes en la dieta. Las hojas de la coca no proveen beneficios nutriciona-
les cuando se ingieren en las cantidades recomendadas, y la presencia de cocaína
absorbible y otros alcaloides pueden ser potencialmente dañinos; entonces, las ho-
jas de la coca no pueden ser recomendadas como alimento.” (M. E. Penny,
“Can Coca Leaves Contribute to Improving the Nutritional Status of the Andean Popu-
lation?”, Food and Nutrition Bulletin, 30 (3), (2009)). Todavía hay otros resultados que,
normalmente, llevarían a una juiciosa cautela en este tema, como en otros países: “Se
llevaron a cabo estudios sobre los efectos nocivos de la masticación de hojas de coca
(Erythroxylon coca) entre los residentes de la villa peruana de Cachicoto. Cada masti-
cador fue emparejado con un sujeto de control por edad, afiliación étnica y sexo. Se
encontró que la masticación de coca está asociada con un estado nutricional inferior
(razón peso-altura, espesor de pliegue cutáneo, albúmina del suero y colesterol); in-
crementadas frecuencia y severidad de anemia por anquilostoma; higiene personal
inferior; y con un número más alto de días-persona de enfermedades incapacitantes
durante el mes previo a los exámenes. Fueron igualmente prevalentes las enfermeda-
des e infecciones vehículadas por artrópodos así como pinta y leishmaniasis cutánea
entre masticadores y sus controles. Ello sugiere que la diferencia en porcentajes de
anemia entre masticadores y controles con intensidades comparables de infecciones
por anquilostoma está relacionado al inferior estado nutricional de los masticadores.
Se piensa que la cocaína, el alcaloide más importante contenido en las hojas, es un
factor importante en el mantenimiento permanente del estado de malnutri-
ción al disminuir las sensaciones de hambre y fatiga del masticador habitual
de coca.” (A. A. Buck, T. T. Sasaki, J. J. Hewitt & A. A. MacRae, “Coca Chewing and
Health”, American Journal of Epidemiology, 88(2), 159 (1968)).

Entonces, ¿es o no cocaína la coca? En rigor, hasta el famoso mate lo es: “El té de coca es
regularmente consumido por la gente de algunos países de América del Sur. Además,
203 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

los viajeros a esos países pueden comprar el té y retornar con él a sus países de origen.
El National Enterprise Institute of Peru (ENACO), que vende el té de coca, estimó que
entre 1984 y 1989, encima de 22 millones de bolsas de té de coca fueron vendidas en el
Perú. En un solo año, 1990, de acuerdo a las estimaciones, ENACO vendió aproxima-
damente 5.7 millones de bolsas de té de coca, y más de medio millón de esas bolsas fue-
ron compradas por turistas americanos. Esas cifras ilustran el gran número de resi-
dentes americanos que estarán consumiendo té de coca. El presente estudio ha mos-
trado que el consumo de una taza de té de coca resulta en detectables concentra-
ciones de metabolitos de cocaína en la orina por al menos 20 h. Entonces, los bebedo-
res de té de coca pueden registrar positivo en los análisis de orina por cocaína. Por lo
menos un caso ha sido documentado en el cual una mujer sudamericana falló en un
análisis de drogas para pre-empleo en los Estados Unidos debido al uso del té de coca
luego de una operación. Por tanto, es importante que los oficiales de salud y el
público en general sean advertidos de que el consumo del té de coca puede
resultar en pruebas positivas en análisis de orina por metabolitos de co-
caína.” (A. J. Jenkins et al., “Identification and Quantitation of Alkaloids in Coca
Tea.”, Forensic science international, 77(3), 179 (1996)).

No es casual, por tanto, que la Erythroxylum coca Lam aparezca en la lista de plantas
venenosas (Poisonous Plants (PIMs)) del Programa Internacional sobre Seguridad
Química (International Programme on Chemical Safety (IPCS)) donde se encuentra la
siguiente entrada: “9.2 Chronic poisoning/ 9.2.1 Ingestion/ Chronic ingestion or chew-
ing of the leaves may produce some specific clinical features, including physical ex-
haustion, weight loss, impaired sensitivity of mouth mucous membranes, pallor, trem-
ors, hallucinations, mental deterioration and altered personality…” (IPCS
INCHEM, http:// www.inchem .org/documents/pims/plant/erythrox.htm). Agotamien-
to físico, daño en la sensibilidad de las membranas mucosas bucales, palidez, temblores,
alucinaciones, deterioro mental y alteración de personalidad. ¡Vaya! ¿No sería esperable
algo mejor de una planta sagrada? Fortalecimiento, buen tono, salud bucal y brillantez
intelectual, por ejemplo.

Según la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), en su


informe avalado por el gobierno boliviano, la producción total de hoja de coca alcanzó a
38000 t (toneladas métricas), mientras la hoja de coca comercializada en mercados au-
torizados es de 21952 t (UNODC “Monitoreo de Cultivos de Coca 2016” (2017)). ¿Dónde
están las 16048 t oficialmente faltantes? El informe no comenta, por supuesto, el des-
tino de esas toneladas, las cuales en un cálculo conservador, equivalen a unas 128.4 t de
cocaína; pero entre sus tablas aparece la cantidad de hoja de coca secuestrada, apenas
0.35 t y toda la cocaína secuestrada en 2016 es de apenas 17.77 t. Cifras suficientes para
comprender con claridad el verdadero dramatismo del gobierno del MAS-IPSP, visto
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 204

por los demás. El poder actual en Bolivia es ejercido por quienes, directa o indirecta-
mente, proveen la materia prima para la fabricación de la cocaína, un producto que nin-
gún país quiere y que, por ende, debe ser comercializado de manera ilícita. La planta
sagrada no es, pues, una bendición para Bolivia; es su maldición histórica, la venganza
asháninca.

¡Caramba!, ¿entonces no estamos en la nueva era, en el vivir bien, en el proceso de cam-


bio? ¿Estamos en lo de siempre, en la parte más despreciable de nuestra herencia? Toda
la historia muestra que, sistemáticamente, se ha camuflado los pedestres intereses de
grupos, consagrándolos para arrastrar detrás de ellos al resto. Así, se llevó gente a morir
en las cruzadas por la sagrada “tierra santa”; Stalin, extrañamente, no llevó a los solda-
dos a luchar por el comunismo o la URSS, lo hizo por la sagrada “madre Rusia”; los ale-
manes pelearon por algo parecido (y sagrado) y los norteamericanos por la “democracia”
(sagrada también). Etcétera. La Bolivia del siglo XXI, ¿tendrá la “soberanía nacional”, el
“antiimperialismo” pero, sobre todo, la “planta sagrada” (kausachun coca)? Entonces,
¿son los cultivadores de ese arbusto, los comprometidos o involuntarios socios de la
narcoempresa, los que detentarán el poder, detrás del trono, por siempre jamás?
205 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 206

Epílogo

1. El violento universo

En una película de Woody Allen llamada “Septiembre” (1987), el físico visitante, ex ma-
rido de la protagonista, juega en penumbras y sin entusiasmo una partida de billar con
Peter, el aspirante a novelista. Éste pregunta a Lloyd por su trabajo sabiendo que está
involucrado en el desarrollo de la bomba atómica. Lloyd responde que trabaja en algo
mucho más terrible que la explosión del planeta. Peter pregunta si algo puede ser más
terrible que eso y Lloyd le replica “Si. El conocimiento de que no importa una vía u
otra. Todo es aleatorio, radiando sin rumbo desde la nada. Desapareciendo entonces
para siempre… Todo espacio, todo tiempo, sólo una convulsión temporal.” Peter lo in-
vita a mirar la belleza del cielo nocturno, Lloyd asiente pero continúa “Lo veo como lo
que es en verdad: aleatorio, moralmente neutral, e inimaginablemente violento.” Casi,
casi. La frase correcta sería: “vivimos en un universo contingente, muy aleatorio
y terriblemente violento”. Eso es lo que la ciencia nos permite saber.

Y también la filosofía. Jean Paul Sartre, en su estupenda novela “La Náusea”, describe el
momento en que Antoine Roquentin descubre el origen de la abstracta ansiedad que lo
persigue hace días y que él llama su náusea: “Bueno, hace un rato estaba yo en el Jardín
público. La raíz del castaño se hundía en la tierra, justo debajo de mi banco. Yo ya no
recordaba que era una raíz. Las palabras se habían desvanecido, y con ellas la signifi-
cación de las cosas, sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han tra-
zado en su superficie. Estaba sentado, un poco encorvado, baja la cabeza, solo frente a
aquella más negra y nudosa, enteramente bruta y que me daba miedo. Y entonces tuve
esa iluminación...” “…Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por
nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros:
cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto
a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las
verjas, los guijarros. En vano trataba de contar los castaños, de situarlos con respecto
207 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

a la Véleda, de comparar su altura con la de los plátanos: cada uno de ellos huía a las
relaciones en que intentaba encerrarlo, se aislaba, rebosaba. Yo sentía lo arbitrario de
estas relaciones (que me obstinaba en mantener para retardar el derrumbe del mundo
humano, de las medidas, de las cantidades, de las direcciones); ya no hacían mella en
las cosas. De más el castaño, allá, frente a mí un poco a la izquierda. De más la Véle-
da…” Luego explica la sensación de gratuidad de la existencia que le produce vértigo:
“…Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es es-
tar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posi-
ble deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intenta-
do superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí.
Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una más-
cara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia la gratui-
dad perfecta. Todo es gratuito: este jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega
a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar, como la otra noche
en el Rendez-vous des Cheminots; eso es la Náusea; eso es lo que los Cochinos —los del
Coteau Vert y los otros— tratan de ocultarse con su idea de derecho. Pero qué pobre
mentira: nadie tiene derecho; ellos son enteramente gratuitos, como los otros hom-
bres; no logran no sentirse de más. Y en sí mismos, secretamente, están de más,
es decir, son amorfos y vagos, tristes…”

Sartre ilustra muy bien la dificultad humana pasada y presente para aceptar una verdad
inobjetable: el que ninguna observación científica indica un propósito en el universo, su
existencia no es necesaria, es contingente. Aparte de gratuidad, en él se encuentra el
azar a todo nivel. En termodinámica estadística, se suele recurrir al teorema ergódico
para algunos cálculos sobre sistemas físicos bien definidos. El teorema dice que en un
sistema dinámico, los promedios estadísticos temporales son iguales a los promedios
estadísticos espaciales (es lo mismo lanzar un dado cien veces, que cien dados una sola
vez). En ciertos sistemas, el teorema es interpretable en sentido de que, dado suficiente
tiempo, todos los estados posibles del sistema serán eventualmente ocupados. Y, for-
zando con obviedad esa hipótesis ergódica diremos que, con alguna probabilidad, todo
lo que es posible en el universo, en algún momento ocurrirá. Porque el universo es un
sistema estocástico (aleatorio pero con leyes) donde planetas como la Tierra -por simple
muestreo- son notoriamente poco probables, pero ocurren.

Sí; la Tierra existe a la par de explosiones inmensas, temperaturas enormemente altas o


enormemente bajas, formación de supernovas, agujeros negros, etc. Procesos ferozmen-
te violentos. También en ella, siendo un cuerpo complejo progresando hacia su equili-
brio térmico y mecánico (¡no un sujeto con derechos!), los continentes se mueven pro-
vocando volcanes, terremotos, maremotos y grandes inundaciones; la dinámica térmica
da lugar a volcanes (magma), huracanes, tornados y gigantescas tormentas (no, no es
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 208

dios el que envía los terremotos y volcanes; ni es la Tierra una madre vengativa). Tam-
poco la vida transcurre pacíficamente, como es sabido. Hay especies que existen sólo
para ser alimento de otras, una cadena alimenticia que alcanza a la humanidad. Y para
ésta, una historia de guerras, sojuzgamientos, traiciones e injusticias. Sorprendente-
mente, en medio de todo eso, obras de inexplicable belleza como la Odisea, la Mona Li-
sa, la Novena Sinfonía o la Teoría de la Relatividad.

Entonces, ¿para qué estamos en el mundo? Será contestada con seguridad diciendo “pa-
ra tener hijos, para que tengan hijos, para que tengan hijos…” Porque la naturaleza, en
toda la biósfera, prioriza la reproducción sobre cualquier otra función vital. Hay casos
extremos; por ejemplo, en la mayoría de las especies de efemerópteros (Ephemeropte-
ra) la vida adulta es tan corta que sólo alcanza para la cópula; no se alimentan, porque
sus órganos bucales son vestigiales e inútiles y su sistema digestivo contiene únicamente
aire. ¿No parece la explicación de que el tema más común en las canciones populares sea
el amor (el cual, según A. Schopenhauer, es un eugenésico)? ¿O de esas anónimas, cursis
pero no tan descaminadas sentencias: “El amor es el modo en que la naturaleza nos
proporciona una razón para vivir”? La película norteamericana llamada “The Hells-
trom Chronicle” (La crónica Hellstrom, 1971) es una ingeniosa combinación de docu-
mental y ficción que plantea el posible triunfo de los insectos en lucha por la supervi-
vencia contra el hombre. Escrita por David Seltzer, dirigida por Ed Spiegel, Walon
Green y musicalizada por el compositor argentino Lalo Schifrin (autor del tema de “mi-
sión imposible”), fue galardonada con el premio al mejor documental técnico en el Fes-
tival de Cannes de 1971, Premios de la Academia (1972) y BAFTA (1972) al mejor docu-
mental. Es particularmente interesante porque, al parecer sin intención expresa, deja
entrever el sesgo de la naturaleza respecto de la conservación de la especie
mostrando microfotografías de la efímera (mayfly), uno de esos ya mentados efemeróp-
teros, que vive un día sólo para reproducirse. Y de la hormiga guerrera o marabunta
(driver ant) la cual, en su viaje por el área de hostigamiento o razia, es capaz de sacrifi-
car a los individuos, ahogándolos en el arroyuelo mientras hacen de puente para posibi-
litar el paso del resto de la colonia. Pero, correctamente pensado, ¿no es así como nues-
tras vidas individuales son ofrecidas a la evolución y a la supervivencia de la sociedad?
Basta, como ejemplo, lo descrito en (v, 8) relativo al millón de vidas vietnamitas ofreci-
das en una guerra que sólo podía ser de beneficio para el futuro del colectivo.

Y ¿somos sempiternos? Claro que no. La actual preocupación por el clima, en el fondo,
es la preocupación por el bienestar de la especie humana. Ivar Giaever, un físico norue-
go norteamericano, galardonado con un premio Nobel compartido por descubrimientos
sobre fenómenos de tunelaje en sólidos, ha mostrado repetidamente su escepticismo
sobre el calentamiento global, llamándolo una “nueva religión”. Abandonó su membre-
sía de la American Physical Society (APS) por disentir sobre este punto: “En la APS está
209 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

bien discutir si la masa del protón cambia en el tiempo y cómo se comporta un multi-
verso, ¿pero la evidencia sobre el calentamiento global es incontrovertible?” Y, refi-
riéndose a la pregunta de cierto previo expositor durante un simposio, “¿Es el cambio
climático seudosciencia?”, dijo “Si voy a contestar esa pregunta, la respuesta es sí: ab-
solutamente.” Se ha referido, igualmente, a los datos sobre la temperatura global (GIS-
TEMP) publicados -entre otros- por la NASA, aduciendo que, sorprendentemente, la
temperatura global superficial se ha mostrado muy estable, ha subido menos de 1K en
140 años y nada entre 2000 y 2014. Añadiendo que la confiabilidad de los cálculos esta-
dísticos de esta temperatura es discutible por la muy inhomogénea distribución espacial
de los lugares de medición sobre el globo terráqueo, ¡especialmente el pobre cubrimien-
to en el hemisferio sud! A estas dudas hay que añadir comentarios sobre la facilidad
comparativa con que se consigue fondos para investigación en “cambio climático”. “Gia-
ever no me convence”, podría uno decir “parece un elefante en una vidriería”. Mas, aun
siguiendo a los medios y a la ola ecologista, tan irreducible y tan difundida, advirtiéndo-
nos del enorme peligro que se cierne sobre la civilización, uno podría argüir que, de to-
dos modos, la humanidad está condenada -no importa que sea hasta dentro de muchos
millones de años- para cuando, entre otras circunstancias, el Sol haya casi agotado su
combustible y, con el “padre de la cibernética”, decir: “Tengamos el coraje de encarar el
final definitivo de nuestra civilización, como tenemos el valor de considerar la certi-
dumbre de nuestra propia muerte.” (N. Wiener, “Cibernética y sociedad”, Editorial
Sudamericana (1988)).

Si se está dispuesto a aceptar la dura verdad, sin duda la ciencia puede contestar ya a las
preguntas que más nos inquietan. ¿Qué de la filosofía, sicología y las ciencias sociales?

2. El Único desconocido

Más o menos como el “Obermann” de Étienne de Senancour, parafraseada por Miguel


de Unamuno, “¿Quién soy yo? Para el mundo, nada. Para mí, todo”, pudiera haber di-
cho Johann Kaspar Schmidt, contemporáneo de los miembros de la izquierda hegeliana
(entre ellos de Carlos Marx), autor de una única obra (“Der Einzige und sein Eigentum”)
donde, según algunos sienta la base del “egoísmo radical”, según otros del “anarquismo
egoísta”; como sea, ciertamente mueve la atención filosófica al problema más cercano
que el hombre tiene, su propia identidad y sus derechos intrínsecos:

“Dios y la humanidad no basaron su causa sobre nada, sobre nada más que ellos mis-
mos. Yo basaré, entonces, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo
demás, soy todo para mí, soy el único” (Max Stirner, “El único y su propiedad”, Edi-
torial Juan Pablos (1976)).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 210

A eso, Søren Kierkegaard acotaría “Hegel es el pensador que todo lo sabe mejor que tú,
pero que ignora un sólo problema: el tuyo.” Y Jean Paul Sartre, “¡Que importancia
conceden los hombres, Dios mío, a pensar todos juntos las mismas cosas!” O, más de-
sesperadamente, “En la acción, en el deseo, debemos someternos perpetuamente a la
tiranía de las fuerzas exteriores; pero en el pensamiento, en la aspiración somos li-
bres; libres de nuestros semejantes, libres del minúsculo planeta sobre el cual nuestros
cuerpos se arrastran impotentes; libres incluso, mientras vivimos, de la tiranía de la
muerte.” (Bertrand Russell, “A free Man's Worship”, G. Allen & Unwin (1976)).

La razón por la cual el éxito de la obra de Marx contrasta con el olvido a la de Stirner, es
obvia: no es posible aislar al individuo de su entorno, a eso se refería José Ortega y Gas-
set con “Yo soy yo y mi circunstancia”. Se puede estirar las consideraciones individua-
listas hasta donde se quiera, pero pronto se regresará a la realidad. Una vez exponía a un
amigo la posibilidad de que la idea de la transmigración pudo haberse originado en las
implicaciones de la “identidad de la consciencia” (ii, 2). Toda persona estará de acuerdo
en la identidad de su “yo” a pesar de que sus circunstancias cambian con el tiempo (cre-
cemos, experimentamos) “soy el mismo que antes era deportista y ahora hombre de ne-
gocios”; pero lo que separa a los “egos y superegos” son, igualmente, sólo accidentes
(nombre, género, características físicas, etc.). Si se elimina todos los accidentes, quedará
sólo la sensación pura del “yo” que es, claro, idéntica en todos. Entonces, el efecto de
morir podría ser interpretado simplemente como un cambio de accidentes, al morir uno
se “convierte” en cualquiera de los semejantes (digamos, al azar). Mi amigo admitió que
el argumento era convincente y plausible mas no confortante, “pero, hermano”-dijo- “yo
amo mis accidentes”.

Una breve cavilación resultará en que, nuestros cerebros están casi idénticamente es-
tructurados pero casi todos nuestros accidentes están relacionados con el entorno social;
inician con la presencia de la madre y pueden terminar con los efectos de la globaliza-
ción en la vida personal. El idioma, los gustos personales en comida, música, habilida-
des especiales y lo que se quiera nombrar; todo, todo nuestro acervo proviene directa o
indirectamente del entorno. Se ha registrado algunos casos de aislamiento social (aisla-
mientos parciales se estudian en sicología), como el “niño salvaje de Aveyron”, descu-
bierto en 1799; Víctor estuvo perdido -o fue abandonado- en su niñez y sobrevivió por su
cuenta en el bosque hasta la edad aproximada de once años; a pesar de haber sido decla-
rado “idiota incurable”, tuvo una educación a cargo del médico Jean Marc Gaspard
Itard, quien describió en sus “Reportes sobre el Niño Salvaje de Aveyron” (1807) los
intensos esfuerzos necesarios para lograr progresos en sociabilidad y cognición; pero
Víctor permaneció, en definitiva, casi completamente incapaz de hablar.
211 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Ser hombre es ser social, entonces; y la relación social más elemental es la económica. El
germen del análisis marxista es la premisa experimental de que la imposibilidad del
hombre aeconómico implica la imposibilidad del individuo apolítico. Generalmente se
elige actuar, ser fuerza motriz de los acontecimientos antes que víctima de las circuns-
tancias, hoja en la tormenta. Por eso, el equilibrio entre la preocupación individual y el
impulso social (ambos instintivos) requiere, desde el elemental y constante análisis ra-
cional, hasta -cuando es posible- la opinión sólida y científica. No somos esclavos atados
a la noria histórica, la sociología presupone nuestra condición de agentes del destino
colectivo. Seguramente algunos hubieran preferido decir que hay una interacción dialéc-
tica entre individuo y sociedad. Como ya se ha visto en (ii, 3), la tendencia actual es -más
bien- la perspectiva estadística.

3. ¿Ilusión o realidad?

En fin, sabiendo hasta el cansancio que estamos condenados a vivir juntos, ¿tiene senti-
do insistir en filosofías aislacionistas como la de Stirner? Probablemente no. En rigor, su
obra tampoco es un trabajo demasiado razonado; propiamente, es algo más emparenta-
do con una expresión de voluntad, una proclama para hacer patente el malestar indivi-
dual instintivo frente al poder. Cualquiera estará de acuerdo en que sólo un estado al
servicio de las personas tiene sentido. ¿Por qué eso no se da en los hechos?

A pesar de toda la tecnología subyacente a los medios de comunicación, hay siempre


demasiados factores azarosos no predecibles. No es obvio el saber si una campaña co-
mercial, electoral o artística será exitosa, a pesar de su cuidadosa planificación. Por
ejemplo, es conocido uno de esos extraños fenómenos, referente a los gustos musicales
resonantes en la colectividad, el de una canción triunfadora (“Billboard chart-topper”)
con únicamente seis palabras: “Fly, Robin, Fly”, que el coro repite tres veces y “Up, up
to the sky” que cierran el “mensaje”. Publicada en noviembre de 1975 por el grupo de
música disco “Silver Convention”, ese mismo año permaneció tres semanas como núme-
ro uno de “Billboard Hot 100” y Silver Convention resultó ser el primer grupo alemán en
llegar a un primer puesto en los Estados Unidos. Encabezó, igualmente, listas en otros
países y hasta sirvió como canción educativa para aprender congruencia de triángulos
en un colegio de Hong Kong, con un vídeo que alcanzó más de 50000 “likes” de Face-
book en menos de una semana. Se sabe que la letra fue cambiada, a última hora, de la
original “Run, Rabbit, Run” (por el Volkswagen Rabbit de uno de los autores) porque
coincidía con cierta tonada militar; ¿hubiera tenido, esa primera idea, el mismo éxito?
(se sospecha, con buena base, que no). Desde luego, no es una singularidad, hubo otros
casos de éxito comparable. “The Hustle”, sólo contiene esas dos palabras, una canción
“disco” escrita y ejecutada por Van McCoy, también fue número uno en “the Billboard
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 212

Hot 100” y “Hot Soul Singles” en el verano de 1975 y otros buenos lugares en listas de
otros países; pero fue clasificada como la mejor instrumental “pop” para el premio
“Grammy”en 1976. Por otra parte, el tema de la película “A Fistful of Dollars” compues-
ta por Ennio Morricone, se considera un trabajo instrumental aunque tiene un coro con
cinco palabras, “We can fight”, “We can ride”, “We can win”; pero no rompió marcas de
éxito como las anteriores. Las empresas mediáticas, estando acompañadas siempre por
elementos asociados a la suerte, tienen la tarea (bayesiana, se diría) de mejorar empírica
y paulatinamente su desempeño.

Otras situaciones mediáticas involucran la disposición de la gente a recibir y aceptar


determinados mensajes desde determinadas fuentes. En enero de 1987, durante una
campaña de recaudación, cierto evangelista de Tulsa (Oklahoma) llamado Oral Roberts
anunció a su audiencia televisiva que, a menos que él lograra recaudar 8 millones de
dólares hasta marzo, dios podría “llamarlo a casa”. Sin embargo, en la pascua del año
anterior había dicho en el centro de convenciones de Dallas que dios le había hablado
diciendo “Quiero que uses la escuela de medicina de la ORU [Oral Roberts University]
para poner mi presencia médica en la Tierra. ¡Quiero que lo logres en un año o te lla-
maré a casa!”. Por el acortamiento del plazo y los apasionados ruegos y lágrimas con los
que acompañó su anuncio, muchos incautos temieron que estuviera sugiriendo un sui-
cidio. Y recaudó ¡9.1 millones! En vista de la candidez de su audiencia, luego ese año
anunció que dios había resucitado a los muertos a través de su ministerio. Negocio con
ramificaciones, posteriormente se descubrió que algunas de las cartas de recaudación
fueron escritas por una pequeña empresa ¡especializada en escritura de cartas para do-
naciones! que atendió también a otros evangelistas, entre ellos Don Stewart y Robert
Tilton. El propósito de “capturar” mayor audiencia, hace que aún la forma en que las
noticias son presentadas requiere manipulación. La periodista ucraniana Olga Yurkova
no deja duda: “Si una historia es demasiado emocional o dramática, es probable que
no sea real. La verdad suele ser aburrida.” “La gente ya no sabe lo que es real y lo que
es falso, muchos han dejado de creer. Y eso es incluso más peligroso”.

Hoy se usa el término, introducido por el articulista de interred David Roberts, “posver-
dad” (después de la verdad) para la distorsión a la que se refiere Yurkova, la que busca
influir en el ánimo de la gente y, así, en la opinión pública. No es un neologismo, ni está
cuidadosamente elegido; sólo es otro recurso para considerar tal hecho (la manipulación
o la falsificación de las noticias) en el análisis, principalmente porque tal práctica se ha
hecho muy frecuente en las redes sociales la cuales, como ya se aclaró, no son princi-
palmente medios de comunicación sino de opinión.

Más bien, lo que los políticos hacen todo el tiempo se conoce como “insulto a la inteli-
gencia” y consiste en hablar y actuar como si todos fueran estúpidos, propagando y co-
213 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

mentando versiones absurdas de los hechos y pretendiendo ser convincentes y creíbles.


El “Nowhere Man” de John Lennon (“He's a real nowhere man / Sitting in his nowhere
land / Making all his nowhere plans for nobody”). Los afines las aceptarán; el resto, o
nada podrá hacer, denunciándolas donde se pueda con éxito o sin él, o vivirá rumiándo-
las hasta la próxima elección. Gran parte de los desenlaces políticos tienen lugar dentro
de ese ambiente de pulseada virtual, entre fuerzas provocadas por intereses contrapues-
tos, y en un campo de batalla cada vez más extenso y sofisticado: el de los “medios”.

De cualquier modo, si usted quisiera hacerse conocer por todos los bolivianos ¿cuánto
dinero necesitaría? Porque, debería estar todos los días en las noticias, en entrevistas, en
actos protocolares, en “gestiones de gobierno” y en cuanta ocasión se presente. Para que
no lo olviden, deberá repetir sus apariciones casi hasta la náusea y, claro, para que su
imagen sea atrayente, los mensajes deberán ser prefabricados y asociados siempre con
eventos “positivos”. Una fluctuación muy venturosa de la vida podría hacer que usted no
tenga que pagar por toda esa costosísima propaganda. Que los recipientes de sus mensa-
jes sean los que se la costeen. Un cuento. Como ese, el del mendigo que despierta siendo
rey.

4. La violenta sociedad

Francis Bacon, político, abogado, escritor, empirista filosófico y científico inglés, pensa-
ba que la humanidad actual es la vieja humanidad y la antigua, más bien, la joven hu-
manidad: “Antiquitas saeculi iuventus mundi”. Esperamos mayor conocimiento en el
viejo, merced a la mayor experiencia, no en el joven. El verdadero objeto de la investiga-
ción de la naturaleza, entonces, no es el de los filósofos griegos, la satisfacción especula-
tiva; es el de asegurar el dominio del hombre sobre la naturaleza. Bacon creía que eso
era alcanzable con nuevos métodos para atacar los problemas (se refería a su “método
científico”) y que la ciencia debe servir al bienestar humano, “Commodis humanis in-
servire” (T. B. Macaulay, “Lord Bacon” (1837)). ¿Mejor pedestre que nefelibata? No,
hemos logrado combinar ambos efectos, el conocimiento científico va desde la mayor
satisfacción especulativa hasta la más ingenieril aptitud práctica. Por eso, ser demasiado
exigente con la demarcación de las áreas, es inútil. Nuestro dominio sobre la naturaleza
siempre será mayor cuanto mayor -y mejor- sea nuestro conocimiento científico.

Por supuesto, se aplica también a la sociedad. La sociología anecdótica no es toda la so-


ciología que se enseña y estudia, ni la única dentro de la cual se investiga. Los principa-
les problemas que plantearon los “clásicos” son los mismos que abordan los actuales
investigadores: si existe una naturaleza humana ¿cuál es?; la sociedad, ¿cómo está es-
tructurada y por qué? ¿Cómo y por qué cambia?, o ¿qué derroteros puede tomar ese
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 214

cambio? Muchas respuestas, las de los inventores de conceptos -de origen declarativo,
principalmente- “deconstrucción”, “habitus” o “estructuración” y las de los “istas” y sus
perspectivas escolásticas (postindustrialismo, postestructuralismo, postmodernismo,
neofuncionalismo, neomarxismo, etc.). Pero el cálculo y prospección demográfica, el
impacto de la mercadotecnia, los análisis electorales cuantitativos, exitosos modelos en
la teoría de redes sociales o la de preferencias sociales, descritos en el capítulo iii, apun-
tan -más bien- a una verdadera ciencia de la sociedad en el mismísimo sentido que ins-
piró a maestros sociólogos del pasado: “Según la sociología se hace más científica, las
costumbres y procedimientos de los sociólogos como científicos cambiarán y deven-
drán más como los hábitos de los científicos en el campo de la ciencia natural. En par-
ticular, se advierte que se pondrá un énfasis mayor sobre la verificación y prueba,
mientras otras actividades relacionadas, tales como aquellas de educación, literatura,
periodismo, ética religión, política, liderazgo, y propaganda, ahora tan entrelazadas
con la escritura sociológica, será tajantemente diferenciada. Etc.” “… El final feliz para
una sociología científica serán sus logros. Será necesario rechazar la emoción y disci-
plinar la mente tan fuertemente que se los fantasiosos placeres de la intelectualidad
tendrán que ser evitados en un proceso de verificación; será deseable hacer tabú con
nuestra ética y valores (excepto en problemas de preferencias); y será inevitable que
tengamos que invertir la mayoría de nuestro tiempo haciendo tareas difíciles, aburri-
das, tediosas y rutinarias. Aun así, el resultado será oro puro y merecedor de la pena.
Aunque la ciencia se separará de la educación, la propaganda, ética, periodismo, lite-
ratura, de la religión y del liderazgo ejecutivo, todas esas excelentes actividades socia-
les no cesarán, por supuesto. La vida social seguirá tan rica. Y, finalmente, no es nece-
sario que un científico sea científico todo el tiempo. Puede cerrar temporalmente la
puerta de su laboratorio y abrir por un rato su puerta a la belleza de las estrellas, al
romance de la vida, al servicio de sus semejantes, al liderazgo de la causa, al aplauso
de su audiencia, o a la aventura en el gran exterior. Pero cuando él retorna a su labo-
ratorio dejará todo eso atrás; aunque hay una belleza, un romance, un servicio, un
liderazgo, y una aventura de una clase a ser hallada a veces en el laboratorio” (W. F.
Ogburn, “The Folkways of a Scientific Sociology”, Scientific Monthly, 30, 300 (1930)).

Seguramente Ogburn estaría impresionado de saber que, con frecuencia creciente, ya se


puede encontrar interesantes resultados sociológicos en los departamentos de matemá-
tica y física: “¿Por qué nosotros los individuos llegamos a vivir (a movernos) juntos, a
organizarnos? Aquí, proponemos que la organización es una reflexión de la realidad
física (bio y no bio) que toma menos potencia (energía útil, combustible, comida y
exergía) mover 1 unidad de masa en bulto que mover 1 unidad individualmente. El ob-
jetivo de este trabajo es establecer la conexión entre la ingeniería energética y la orga-
nización social y traer a la organización social bajo la gran tienda de la físi-
ca. Ilustramos la predictibilidad de la organización y su evolución con 2 simples mo-
215 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

delos de movimiento sobre un área, uno inanimado (cuencas fluviales, generadas por
varias reglas de construcción) y el otro animado (distribución de agua caliente para
uso en asentamientos humanos). Los 2 modelos conducen a la misma conclusión: El
movimiento deviene más jerárquico según el tamaño y complejidad de la arquitectura
se incrementa. La distribución puede ser más uniforme (más igual) imponiendo cana-
les idénticos distribuidos uniformemente sobre el área. La arquitectura de flujo devie-
ne una grilla en vez de un árbol; pero, aún en diseños con igualdad impuesta, la jerar-
quía persiste. Este marco teórico revela también el significado físico de innovación: Es
un cambio de diseño local el que libera el flujo sobre el territorio entero habitado por
los móviles organizados” (A. Bejan et al, “Social Organization: the Thermodynamic
Basis”, International Journal of Energy Research (2018)).

La relación entre el individuo y su sociedad está todavía en la mesa de análisis. La aca-


démica interdisciplinaria Liah Greenfeld dice “La trasmisión simbólica no es un proce-
so biológico; es, más bien, el proceso de la cultura…” “…En otras palabras, lo que dis-
tingue a la humanidad de todos los otros animales, lo que actualmente nos hace hu-
manos y no sólo animales, es la cultura. La cultura está conectada a la vida (procesos
biológicos) sólo de la manera en que la vida está conectada con el universo físico, esto
es, como un accidente altamente improbable en las condiciones en las cuales ha suce-
dido. Las condiciones físicas para la vida existieron sobre la Tierra por millones de
años antes que la vida emergiera. Esas condiciones incluyeron todos los elementos
químicos los cuales irían eventualmente a formar una célula viva, pero por millones de
años esos elementos químicos no se combinaron en una célula viva. Tal combinación
era extremadamente improbable y no podía ser predicha. Entonces, un día, ocurrió.
Similarmente, nuestra especie ha existido en su forma completamente evolucionada
por al menos 150 mil años antes de que haya cultura.”

Pero aun así, aun si lo que une al hombre con la humanidad es la cultura, ¿por qué la
historia es una relación del conflicto antes que de armonía? Según John Dewey, el pro-
blema es que la moralidad supone defectos inherentes a la esencia humana y busca en-
tonces -mediante amenazas, restricciones y castigos- hacer que los humanos actúen aún
en contra de su naturaleza, empresa, claro, condenada a fracasar. ¡Interesante! ¿Debe
conformase el individuo a la sociedad, como parece ser la tendencia? ¿O la sociedad al
mejor conocimiento sobre el individuo? Es una vieja duda que Jiddu Krishnamurti la
formula diciendo “No es una medida de salud el estar bien adaptado a una sociedad
profundamente enferma.” Uno podría esperar que -quizá- los muchos estudios en sico-
logía y sociología que todavía faltan, puedan resolver un día el problema de proponer
una organización social más acorde con lo que el humano realmente es; lo que sea que
eso signifique (“No hay una naturaleza humana, puesto que no hay dios para concebir-
la.” “El hombre es nada más que lo que él hace de sí mismo”, J. P. Sartre, otra vez).
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 216

A la sociedad nos liga la conducta. Pero detrás de los problemas de la ética (teoría de la
moral, esto es, de los principios de la conducta) está siempre la incómoda pregunta para
el pensador solitario y nictófilo: ¿realmente existen el bien y el mal?

Bien, claro que no. Así como el tiempo es una convención que facilita la conceptualiza-
ción del movimiento, el bien y el mal son valores morales, convenciones que simplifican
el tratamiento teórico de la conducta humana. Son conceptos culturalmente universales,
equivalentes a “teniendo la cualidad correcta, deseable (ἀρετή) o incorrecta, indeseable”.
Benito Spinoza diría “Por ‘bien’ entiendo aquello que es sabido con certeza que nos es
útil. Por ‘mal’, por el contrario, entiendo aquello que se sabe con certeza que nos impi-
de poseer lo que es bueno”. Entonces, “bien” puede ser tratado como sinónimo de “con-
veniente” y, claro, “mal” como sinónimo de “inconveniente”. Por eso son conceptos tan
relativos, sólo sirven para calificar y son completamente egoístas y subjetivos. El proce-
dimiento que instintivamente se ha seguido parece empeñado en lograr una estructura
absoluta. Ha enfatizado esos elementos en los que todos podemos concordar localmente,
no matar, no robar, etc., que están en todas las culturas. Sin embargo, matar y robar al
enemigo no está tan mal visto y, contrariamente a lo que uno podría anticipar, comer
carne humana no está universalmente vedado. “Lo que es bueno para unos es malo para
otros” o “la felicidad de unos es la desgracia de otros”. Y, ¿alguien que renuncia a lo que
le es conveniente en favor de otro, es bueno? Sus simpatizantes dirán que sí, pero otros
podrían hasta calificarlo de tonto. Lo cierto es que, más bien, las pruebas de coeficiente
intelectual (IQ) resultan en correlaciones negativas con actitudes como el racismo, “Co-
múnmente se plantea la hipótesis de que las habilidades cognitivas superiores pro-
mueven la tolerancia racial y un mayor compromiso con la igualdad racial, pero un
marco teórico alternativo sostiene que las habilidades cognitivas superiores permiten
a los miembros de un grupo racial dominante articular simplemente una ideología
legitima más refinada de la desigualdad racial. De acuerdo con esta perspectiva, el
refinamiento ideológico se produce en respuesta a los patrones cambiantes de los con-
flictos raciales y se caracteriza por el rechazo de los prejuicios abiertos, el apoyo su-
perficial por la igualdad racial, en principio, y la oposición a las políticas que cuestio-
nan el estatus del grupo dominante. Este estudio estima el impacto de la capacidad
verbal en un amplio conjunto de actitudes raciales, incluyendo el prejuicio anti-negro,
puntos de vista sobre negros-blancos la igualdad, en principio, y de apoyo a políticas
raciales. También investiga las diferencias de grupo en los efectos de la habilidad ver-
bal en estas actitudes. Los resultados sugieren que los blancos de alta capacidad
son menos propensos que los blancos de baja capacidad a reportar actitu-
des prejuiciosas y más propensos a apoyar la igualdad racial en principio.
A pesar de estos efectos liberalizadores, los blancos de alta capacidad no son más pro-
pensos a apoyar una variedad de políticas correctivas de la desigualdad racial. Los
217 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

resultados también sugieren que los efectos supuestamente liberalizadores de la capa-


cidad verbal sobre los prejuicios anti-negro y puntos de vista acerca de la igualdad
racial en principio surgieron lentamente con el tiempo, en consonancia con la teoría de
refinamiento ideológico” (G. T. Wodtke, “Are Smart People Less Racist? Verbal Ability,
Anti-Black Prejudice, and the Principle-Policy Paradox”, Social Problems, 63 (1), 21
(2016)). Conclusiones educadas para decir que el racismo es señal de estupidez. En ge-
neral, hay fuertes indicios de que la inteligencia está muy correlacionada con la actitud
social constructiva, así, “… Tomando la literatura científica en total, los delincuentes
criminales tienen IQ promedio alrededor de 92, ocho puntos debajo de la media. Delin-
cuentes más serios o crónicos generalmente tienen puntuaciones que los delincuentes
más casuales. La relación del IQ a la criminalidad es especialmente pronunciada en
una pequeña fracción de la población, principalmente hombres jóvenes, quienes cons-
tituyen los criminales crónicos que representan un monto desproporcionado de delin-
cuentes criminales” (R. J. Herrnstein & C. Murray “The Bell Curve: Intelligence and
Class Structure in American Life”, Free Press (1994)). Igualmente, aun desde fuentes
menos independientes, “… El diseño de la investigación fue correlacional e incluyó las
siguientes tres preguntas investigativas: (1) ¿Cómo está la inteligencia relacionada
con el pensamiento moral? (2) ¿Cómo está la inteligencia relacionada con el pensa-
miento religioso? (3) ¿Cómo están los pensamientos moral y religioso relacionados
uno con otro? Los resultados relacionados con la primera pregunta mostraron el
pensamiento moral está relacionado con la inteligencia. Sin embargo, los
puntajes WAIS-III no se conectaron positivamente con los puntajes DIT dentro de esta
muestra altamente dotada. Los resultados respecto de la segunda pregunta mostraron
que los adultos jóvenes más inteligentes fueron los más opuestos a las for-
mas más bajas y más altas de pensamiento religioso que sus pares menos
inteligentes. Los resultados que consideran a la última pregunta investigativa mos-
traron que el nivel de pensamiento moral está negativamente relacionada con los es-
tratos más bajos y más altos de juicio religioso, pero positivamente relacionado con el
escenario de tercera orientación religiosa (autonomía del ego y autoresponsabilidad
unilateral)” (K. Tirria, et al., “How Morality and Religiosity Relate to Intelligence: A
Case Study of Mathematically Gifted Adolescents”, Journal of Empirical Theology, 22
70 (2009)). Sí, los inteligentes no necesitan embromar a sus prójimos para vivir bien. Es
evidente, al final, que los problemas prácticos de la ética provienen, sobre todo, de la
pretensión generalizadora sobre ciertos conjuntos de valores (ideologías).

Como los desconocidos diez mandamientos. Si alguna vez tuvo curiosidad acerca de las
ofrendas de cabritos, ¡sorpresa! Se hacían porque al dios de los judíos le gustaba el olor
de la carne quemada: “Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de
olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová” (¿por qué pasarían de mo-
da?). Extraños pasajes bíblicos que acompañan el difuso relato del código moral judeo
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 218

cristiano. En efecto, una lectura cuidadosa muestra una larguísima lista de mandamien-
tos transmitidos a Moisés, cosas como su nunca mentado esclavismo, “Y si alguno hirie-
re a su siervo o a su sierva con palo, y muriere bajo su mano, será castigado; mas si
sobreviviere por un día o dos, no será castigado, porque es de su propiedad.”
Ahí está, igualmente, el mandato de ser vengativo y tomar justicia por mano propia (se-
guramente tomado del más antiguo “Código de Hammurabi”, del siglo XVIII a. C, y co-
nocido en el derecho como la ley del talión, “lex talionis”; relacionada con “retaliar”,
etc.) “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida,
golpe por golpe.” Y otros más inofensivos y culinarios como “No guisarás el cabrito en
la leche de su madre.” Los estatutos divinos siguen capítulo tras capítulo, pero alguien
extrajo particularmente los que aparecen en el 20 del Éxodo: “Yo soy Jehová tu Dios,
que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos
delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas,
ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad
de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que
me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis man-
damientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por
inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Acuérdate del día de reposo para
santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo
para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo,
ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis
días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y repo-
só en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó. Honra a
tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te
da. No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo
falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu pró-
jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”
(¿la mujer, una posesión como un buey o un asno?). La sola imagen de un dios cansado
y reposando debiera ser ya suficientemente absurda pero, además, Jehová parecía obse-
sionado (¡y celoso!) con los dioses que no eran dioses, especialmente los de oro: “No ha-
gáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.” “El que ofreciere sacrificio a
dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.” En fin, todo esto es comunicado al
pueblo y posteriormente Moisés sube nuevamente al “monte de Dios”, recibe detalladas
instrucciones sobre la construcción de lugares de alabanza con oros, piedras preciosas;
ungüentos con aceites aromáticos, etc., por cuarenta días y cuarenta noches “Y dio a
Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimo-
nio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.” ¡Pero los (¿diez?) mandamientos ya
habían sido comunicados al pueblo! ¿Qué “testimonio” estaba en las tablas? Nadie lo
219 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

sabe ni sabrá jamás. Cuando Moisés desciende, rompe las tablas, oye la explicación -no
muy honesta- de Aarón a cerca del becerro de oro y luego “tomó el becerro que habían
hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las
aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel” (¿imaginan el trabajito de reducir un bul-
to de oro macizo a polvo?, es evidente que el autor de este pasaje ignoraba por completo
las propiedades de los metales), no contento con eso “… viendo Moisés que el pueblo
estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus
enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová?
Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho
Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de
puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su
amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés;
y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.” La lectura cuidado-
sa de esos pasajes demuestra que Moisés mintió. Su “conversación” con el “Dios de Is-
rael” está registrada en detalle y no contiene mandato alguno sobre pasar por las armas
a la gente; entonces, ¿por qué “no matarás” debía ser válido para todos excepto para el
impune Moisés?

Esos textos son, desde luego, la mejor prueba del carácter mitológico de la biblia, la cual
no constituye evidencia histórica admisible. Y la verdad es que no existe indicio alguno
de que los judíos fueran esclavizados en Egipto. Más bien todo lo contrario, no existien-
do pruebas reales arqueológicas, registros oficiales y fuentes primarias. Es difícil creer
que 600000 familias (unas dos millones de personas) cruzaran todo el Sinaí sin dejar
rastro; ni tan siquiera un pedazo de alfarería (“la mejor amiga del arqueólogo”) con esti-
lo o escritura hebrea. Los egipcios hubieran registrado, sin duda, una migración tan re-
pentina, afectando a casi un cuarto de su población; tampoco se ha encontrado otra se-
ñal relativa a efectos posibles de semejante éxodo; declinación económica o escasez la-
boral. No hay pruebas que muestren, en ese tiempo, repentinos flujos de gente en Israel.
Nada, ningún vestigio adicional que sugiera la veracidad de ese relato.

¿No es increíble que ideologías enteras, con fundamentos tan endebles, se hayan propa-
gado cruzando siglos de historia? “En la creación de su religión estatal, los conspirado-
res cristianos no solamente fundaron la mayor fábrica de falsificaciones del mundo
sino que también desplegaron una razia de censura que silenció millones de voces disi-
dentes mediante el asesinato y la destrucción de libros, templos, estatuas, inscrip-
ciones y otras trazas de culturas previas, llevando eventualmente a una inmensa igno-
rancia y analfabetismo en el mundo occidental …” “Donde los cristianos no destruye-
ron los trabajos de los autores antiguos, los corrompieron y mutilaron. Realmente,
para preservar sus textos de esas violentas manos, los gnósticos mismos fueron com-
pelidos a cristianizarlos, de manera que tuvieron también que historiar sus caracteres
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 220

míticos. Tan extensiva fue esta práctica de fraude que evidentemente ningún trabajo
de autor antiguo mantiene su integridad original” (Acharya S, “The Christ Conspiracy.
The Greatest Story Ever Sold”, Adventures Unlimited Press (1999)).

En otros términos, si el análisis ético concluye que la moral es relativa, entonces la con-
ducta individual no tiene restricciones absolutas. Ahora sí, el análisis estadístico hace
sentido y se justifica porque la conclusión final apunta a que la sociedad (la humanidad)
es un sistema aislado y libre de influencias externas; su evolución, por tanto, está de-
terminada sólo por la actividad interna de sus componentes, las personas. No hay leyes
universales, no hay autoridades superiores, no hay individuos privilegiados. Todos
somos, real y verdaderamente, iguales.

Por eso, molesta que sin importar las muchas declaraciones sobre igualdades, todavía
existan las monarquías e imperios -constitucionales o no- y se siga soportando políticos
con inmerecidos privilegios. Stirner abominaría de esas enfermizas contradicciones, pe-
ro sus circunstancias fueron otras. El humano es frágil, ha sido -y es- sometido, en últi-
ma instancia, por la fuerza; su reacción consecuente fue -y es- muy obvia. Ahora sabe-
mos que, además, es cándido, susceptible al adoctrinamiento y a la propaganda; y es ahí
donde se convierte en estadística, donde la dinámica de grupos lo alcanza y reduce.
¿Qué marcas prefiere la mayoría? ¿A qué religiones o sectas pertenece? ¿A qué candida-
to apoya? Números, números; de la sociología descriptiva a la cuantitativa. De lo que
hasta hoy fue, a lo que debe ser mañana. Cien años son demasiado para el individuo, son
poco para un país y apenas un infinitésimo para toda la humanidad. Y las cuestiones
sociales más apremiantes siguen sin solución. ¿Llegará primero la revolución comunis-
ta, como quería Marx, o la democracia directa que el progreso tecnológico posibilita?
Quizá ambos, pero no pronto. Y ciertamente no en Bolivia, todavía el reino de rústicos
políticos, donde toda una historia de falsedades, abusos, corrupciones e ineficiencias,
hace que la gente espere y pida ya muy poco.

“Al menos, deberíamos tener un gobierno que cumpla las leyes”, se dice, en la vana es-
peranza de que, justo el que puede socavar impunemente la ley (y lo hace), se erija me-
diáticamente en ejemplo de rectitud (ahí está “his back's as crooked as a politician” de
Winston Groom en “Forrest Gump”). Pero estamos inmersos en una sociedad ¿recuer-
dan? La credulidad de la gente -justo la que posibilita el éxito de la mercadotecnia- es la
que invoca a esas situaciones desagradables propiciando, por ejemplo, a un gobierno
procrastinador y perfunctorio, infestado de discursos bizcos (esos que miran a un lado
pero apuntan a otro).
221 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

5. Aspiraciones democráticas

En el capítulo ii se ha visto que las reformas democráticas tuvieron que ir hasta el per-
mitir la votación pública sobre ciertas propuestas políticas. En Suiza, si cierta petición es
firmada por 100000 ciudadanos (implicando que quieren intervenir en esa legislación)
es automáticamente colocada para el voto público en un referendo. Una combinación de
democracias directa y representativa sin la necesidad de construir un sistema político
enteramente nuevo, necesario para una democracia líquida. ¿La objeción? Al no haber
límite mínimo para invalidar el voto, es posible que un puñado de extremistas pudiera
incidir en un asunto mientras otros ciudadanos, en la suposición de un resultado acep-
table, o por apatía, se abstengan. Además hay ansiedad por lo sucedido en Holanda,
donde hubo sospecha de que las computadoras resultaran muy fáciles de manipular o
irrumpir por actores externos y fueron preventivamente descartadas. “Ahora hay indi-
caciones de que los rusos pudieran estar interesados, para las siguientes elecciones
debemos retornar a los buenos y viejos pluma y papel” (R. Plasterk, Dutch broadcaster
RTL (2017)). No importa. Así es como gran parte de Europa, Canadá, Australia y Nueva
Zelanda practican versiones mucho más limpias de democracia.

Hemos crecido con la idea de que la democracia es uno de los más valiosos inventos de
la humanidad. Todavía se recuerda a Aristóteles estableciendo el fin último de ese in-
vento, “La ventaja común también los une en la medida en que cada uno logra su no-
ble vida. Ésta es sobre todo el fin para todos en común y separadamente” y definien-
do la constitución (politeia) como la manera en que se debe organizar la administración
de la ciudad estado (ahora “el estado soberano”). Es la constitución la que define el
cuerpo rector; para la oligarquía era el de los pocos selectos (los ricos “bien” nacidos),
para las democracias, todo el pueblo. Una democracia ideal sería la que ayuda al indivi-
duo a alcanzar la “vida noble”. Pero el propio Aristóteles advirtió la posibilidad de que
los “pobres” podrían rebasar a los ricos en el voto y quitarles su fortuna; prescribió ya el
sistema de bienestar social como la manera de prevenir tal calamidad. Posteriormente,
con el mismo propósito, se ha pensado en elecciones públicamente financiadas. O de-
mocracias sociales, con educación y salud siendo derechos humanos y obligaciones gu-
bernamentales. Las cosas se complicaron hasta la admisión de que “bueno, la democra-
cia no es perfecta, pero es la mejor forma de gobierno que hay”.

¿Democracia ideal? Un gobierno ideal, proveería recursos, protección y buenas leyes al


“pueblo” (= la totalidad de los ciudadanos), de modo que cada individuo prospere a su
manera. El gobierno democrático, se pregona, logra esos objetivos haciendo que la gente
misma formule las leyes, proveyendo la protección mutua y compartiendo los recursos
del país. Sin embargo, hasta los más entusiastas del sistema democrático actual recono-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 222

cen que, aunque idealmente los representantes designados por voto u otros métodos
públicos son los reales directores del proceso, en realidad amasan enorme poder perso-
nal y clasista, desgobernando y abusando de la confianza en ellos depositada por la gen-
te a la cual debieran representar. La democracia ideal, por tanto, debiera prever todos
los recaudos para un buen gobierno y disponer de mecanismos defensivos contra las
fuerzas gubernamentales, impidiendo que devengan corruptas y demasiado poderosas y
evitar que los representantes se excedan de sus atribuciones. La lenta evolución política
ha ideado el esquema de poderes independientes, mutuamente regulables y exclusivos
(un poder no debiera asumir las atribuciones de otro), desalentando, en principio, los
intentos de abuso. No, nada de eso funcionó.

Porque la democracia ideal requiere ciudadanos ideales. Existe la idea de que la demo-
cracia ideal debiera ser también participativa, esto es, que no sólo se elija buenos repre-
sentantes, sino que se los supervise, fiscalice y actúe cuando se detecten fallas. Así, la
democracia resultaría una muy cercana representación de la ciudadanía. En el paso si-
guiente, el pueblo debiera ser también correctamente educado en asignaturas que le
permitirían ser un buen soberano y distinguir entre el bien para la sociedad entera y
cualquier otro interés más estrecho. Idealmente, además, es obvio que tal esquema po-
dría rendir sólo si el nivel de compromiso individual fuera igual en todos. Sería la ver-
dadera negación de cualquier monarquía, oligarquía o aristocracia, donde únicamente
un grupo pequeño de gente interesada es necesario para controlar el aparato estatal.
¿Eh? ¿Es precisamente ese imprescindiblemente alto nivel de compromiso y educación
el que condena a las democracias a errar en su idealidad? Se puede argüir que el incre-
mento continuo en educación e información podría hacer que la democracia alcance su
potencial. Pero, también esas tareas pueden ser -y son- manipuladas y mal dirigidas. Y,
finalmente, aún si esos demasiados requisitos se cumplieran, ¿cómo garantizar la buena
fe de los representantes?

¿Es la manipulación y dominación de los chuecos y los ricos evitable? Sí. Democracia
directa y digital, democracia de la más fina expresión y calidad. Política sin políticos.
Política sin representantes.

He ahí el problema que todavía heredarán muchas generaciones futuras. Peor para los
bolivianos, con su democracia llena de palabras que no se materializan, como “participa-
tiva” y “comunitaria”. Y otras que sí lo hacen, como “partidista”, “clientelar” y “preben-
dal”. Una democracia con sistema de despojos, con sufragio obligatorio y muchos, de-
masiados agujeros. Deodoro Roca, el oculto autor del Manifiesto Liminar de la Reforma
Universitaria (Junio de 1918), escribió: “Los dolores que quedan son las libertades que
faltan.” Cierto para el ámbito académico y cierto en general.
223 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

6. ¿Entonces?

Lo expuesto en los capítulos iv y v es suficiente para evidenciar que Bolivia tuvo gobier-
nos mejores y peores que el actual. Bolivia ya tuvo momentos desperdiciados de bonan-
za económica. El masivo “apoyo popular” no es nuevo, considerables movimientos co-
lectivos se dieron para los generales Manuel Belzu y René Barrientos. Ni es Evo Morales
el primer indígena gobernante, lo precedieron Andrés de Santa Cruz y Hugo Cárdenas.
Tal vez algo nuevo y significativo es la imposibilidad de despegar a Morales de su parti-
do, el MAS-IPSP. Como ya se demostró, su base política y económica es, más bien, na-
cionalista muy emparentada con los fascistas, el extinto FSB y el agonizante MNR. Y 13
años no pasaron en vano, el estilo de vida actual de Morales recuerda no a Carlos Marx
sino a Groucho Marx que decía “he sido pobre y he sido rico, y ser rico es mejor”.

Entonces, ¿qué hace a Morales y al MAS-IPSP tan peculiares? Para empezar, la compleja
combinación de elementos históricamente repetidos. Al exterior del país, se dio, algo
espontáneamente primero, pero luego muy evidentemente adrede, la imagen del pastor-
cillo que llegó a presidente en un gobierno socialista logrando marcas históricas en esta-
bilidad política, soberanía nacional y progreso económico; esto atrajo un perceptible
trato condescendiente hacia Morales. Su acompañante, a partir de 2005 era mostrado
como matemático e intelectual, lector insaciable que guardaba libros hasta bajo su ca-
ma; lo cual no condice con la insuficiente calidad y deficiencias en el contenido de sus
discursos (v, 1; v, 2; v, 3; v, 6); alguien explicó esto con esa antigua pero muy descriptiva
frase (atribuida a un tal Manuel Carrera Sanabria) “no alimenta lo que se come, sino lo
que se asimila”. En fin, la misma representación es proyectada también domésticamen-
te, aunque recibida y retrucada sólo por sus correligionarios, militantes y simpatizantes.
Un proyecto fundamentalmente mediático; notoriamente disciplinado en su función
principal que es la de cuidar, sobre todas las cosas, la imagen de su jefe, “la gallina de los
huevos de oro”, el único atractor de los votos que les permitió acceder al gobierno -su
empleador- y permanecer provechosamente en él. No hay similar esquema en toda la
historia boliviana; en todos los casos de casiquismo, los órganos de apoyo mostraron
fisuras tempranas, cismas terminales o ya eran alianzas inestables.

Desde luego, un discurso frailesco donde todo lo bueno procede de Evo Morales y todo
lo malo es culpa de la oposición, no puede ser serio. Estos montajes políticos presenta-
dos como fábulas, con ideólogos y estadistas gratuitamente iluminados recuerdan -más
bien- a ciertas ingeniosas ficciones filosóficas; ahí está el núcleo de “El rincón de las vír-
genes” (Alberto Isaac, 1972), una de las mejores películas mexicanas, donde Lucas Luca-
tero, un locuaz merolico que describía pintorescamente las escenas estáticas de un equi-
po de proyección y el curandero Anacleto Morones se conocen en una feria donde Leo-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 224

na, una cantante de corridos, actúa también. Lucas aprovecha su facilidad de palabra
para engañar a la gente, promocionando a Anacleto, de pueblo en pueblo, como hacedor
de milagros hasta convertirlo en el Santo Niño Anacleto, poseedor de una cofradía de
fieles devotas, todo un harén de niñas y otros abusos; viviendo los tres, por un tiempo,
del éxito de su “movimiento”. Desde luego, no es necesario militar opositoramente con-
tra el MAS para percibir muy claramente la realidad, en vez de la autoimagen. La reali-
dad que el discurso pretende esconder (otra vez “El traje nuevo del emperador”).

¿Cuál es la realidad? ¿En qué tipo de país se vive? Unas cuantas odiosas comparaciones
pondrán a los pies sobre la tierra: ¿Es Bolivia un país seguro? No, está demasiado cerca
de la mitad (56.9) entre 160 países, donde Dinamarca (94.7) e Islandia son los más se-
guros y Sudán del Sur, Yemen y Siria (0.4) son, obviamente, los más inseguros; en Su-
damérica, Ecuador, Brasil, Perú, Paraguay y Venezuela son más inseguros (sa-
fearound.com, 2017). Y, ¿es corrupto? Sí, está en el 64.20% entre 176 países con Di-
namarca y Nueva Zelanda entre los menos corruptos y Corea del Norte, Sudán del Sur y
Somalia (100%) los más; sólo Paraguay y Venezuela son peores en Sudamérica (Trans-
parencia Internacional, 2016). Entre los países con mayor bienestar están Suiza y Sin-
gapur, mientras Afganistán y República del África Central (100%) entre los menos favo-
recidos; Bolivia (53.9%), debajo de la mitad en el mundo, es el peor en Sudamérica (So-
cial Progress Index, SPI, 2016). ¿Es pobre? Claro que sí, los países con mayor PIB no-
minal son, claro, EE.UU. y China y los con menos, países pequeños como las Islas Mars-
hall, Tuvalu y Ciudad del Vaticano; Bolivia (49.21%) sólo está seguida por Paraguay en
Sudamérica (Fondo Monetario Internacional, 2018). En PIB per cápita, contrastando
con Luxemburgo y Suiza están Burundi y Sudán del Sud (100%); Bolivia (64.2%), ahora
precedida por Paraguay, es la más pobre en Sudamérica (Fondo Monetario Interna-
cional, 2017). Ahora, ¿cómo es Bolivia en ciencia? Es fácil de anticipar que está cerca
de la mitad (48.5%) entre países como EE.UU., China y Reino Unido en la cabeza e Isla
Bouvet, Islas Heard y McDonald (100%), seguida por Paraguay en Sudamérica (scima-
gojr.com, 2018). En número de publicaciones científicas, Bolivia menos de la mitad
(64.2%), apenas seguida también por Paraguay en Sudamérica, mundialmente entre EE.
UU., China y Japón entre los más productivos y Santa Lucía, Nauru y Tuvalu (100%)
entre los menos (National Science Foundation, Science and Engineering Indicators,
2013). Entre los países con mayor producción industrial, China y EE. UU., y los con
menor, Nauru y Tuvalu (100%), a la mitad está Bolivia (49.5%) seguida de Paraguay
como los peores en Sudamérica (indexmundi.com, 2016). Además, ¿es un país efi-
ciente? No, entre 16 países latinoamericanos, en horas promedio que tarda un trámite
están Bolivia (11.3) y Perú (10.6), los peores, encima del promedio (5,4), mientras Costa
Rica (3.1) y Cuba (2.2) los más eficientes, según el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID). ¿Velocidad de conexión a interred en América Latina? Entre 21 países, los
mejores Panamá 1:36:54, Puerto Rico 1:39:15, Uruguay 1:50:15; los peores Bolivia
225 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

6:00:10, Paraguay 6:35:25, Venezuela 9:09:24 (tiempo promedio h:m:s para descargar
5 gb, Infobae, Cable.co.uk). Finalmente, ¿informalidad laboral? ¡Por fin a la cabeza
(aparte de en ineficiencia)! Hay análisis diferenciando sobre tres grupos de países según
el nivel de informalidad en una muestra amplia de países de América Latina. Los niveles
de informalidad más elevados se observan en Bolivia, El Salvador y Guatemala, donde
más del 80% de los hogares cuenta con ningún aportante al seguro social. En un segun-
do grupo, con un nivel de informalidad entre el 60% y el 70% se sitúan Perú, Colombia y
México (73%, 68% y 62% respectivamente). Por último, Uruguay, Costa Rica y Brasil,
con 40% a 60% de los hogares sin aportantes (39%, 47% y 55% respectivamente), la me-
nor tasa de informalidad del conjunto de países analizados. “La tasa de informalidad
promedio entre la clase vulnerable es del 70% (con un rango entre el 45% en Uru-
guay y 82% en Bolivia), muy superior a la de los hogares de clase media del 47%
(con un rango entre el 35% en Uruguay y el 65% en Guatemala; 63% en Bolivia). En
cambio, excepto en El Salvador y Perú, se observa un grado de informalidad similar
entre los hogares de clase media y los acomodados (cuya informalidad alcanza el 48%
de los hogares)” (A. Melguizo and N. Lustig, “How Middle Class Are Middle-Income
Households in Latin America?”, OECD Development Centre & Tulane University, Vox
Lacea (2016)). Como apéndice, más malas noticias: “La Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) elaboró un ranking del ham-
bre que está encabezado por Bolivia, porque el 19,8% de su población está
“subalimentada”, seguido de Nicaragua (16,2%) y Guatemala (15,8%)…” “… En estos
países se observan varios elementos comunes, según el informe titulado ‘La seguridad
alimentaria y la nutrición en el mundo’, por ejemplo: ‘Tienen una gran cantidad de
población rural e indígena, son muy vulnerables a los efectos climáticos y tienen difi-
cultades para acceder a servicios públicos básicos necesarios para la seguridad ali-
mentaria’, declaró a BBC Mundo Ricardo Rapallo, oficial de Seguridad Alimentaria de
la FAO para la región…” (Página Siete, 18/09/2018).

Entonces, el optimismo vicepresidencial “Que lo sepan bien todos: no queremos imitar


a nadie, ni del norte ni del sur; queremos que otros nos imiten, que otros aprendan de
nosotros…” (A. García, Discurso 06/08/2018) podría ser hasta conmovedor pero, dados
los antecedentes y sin ambages, ¿quién desearía aprender de ellos?

Esta situación de país pobre, pero no demasiado como Haití; de atrasado, pero no tanto
como la República Democrática del Congo (estereotipos no tan descaminados, después
de todo), etc., se mantuvo invariante desde el siglo pasado y naturalmente, no hay méri-
to en mejorar unos puestos ni menoscabo en bajar algunos. Bolivia ya vivió 193 años
vendiendo productos naturales. Se malbarató la plata, el estaño, la goma, el petróleo y -
ahora- el gas. Los políticos, los de ayer y los de hoy, se especializaron en administrar esa
realidad que los enriquece sin esfuerzos, les simplifica los discursos y les evita el enfren-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 226

tar los verdaderos problemas. ¿Qué pasará cuando se agoten todos los recursos natura-
les, cuando haya nada que extraer? Los políticos de antes terminaban sus días en París o
Londres, ¿los terminarán mañana en Cuba? Nadie emprendió (ni lo hace) la industriali-
zación, seria, técnica y valientemente. Aun sabiendo que seguir en este tren es enviar a
nuestros descendientes al abismo con la desfachatez monárquica de “Après nous, le dé-
luge” (“Después de nosotros, el diluvio”).

En una visita al supermercado chino, en el carrito de compras se puede poner satélites,


aviones, helicópteros, millonarios contratos para la construcción de carreteras, represas
y plantas procesadoras. ¿El monto? Más de 4500 millones de dólares en 12 años. Cuan-
do se tuvo casi 57000 millones de dólares entre ingresos y deuda externa y se sigue im-
portando todo, hasta comida, no es posible ya inspirar confianza. “Extractivismo tempo-
ral” puede significar que el MAS dejará el gobierno sólo cuando “su” gas se acabe. Pues,
si el MAS-IPSP SA es el que lo nacionalizó, el MAS-IPSP SA el que hace los contratos, el
MAS-IPSP SA el que “coloca” al personal y nombra a los ejecutivos, el MAS-IPSP SA el
que decide sobre el destino de las ganancias, etc., se deduce que la empresa YPFB es del
MAS-IPSP SA, no de “todos los bolivianos” como eufemísticamente se pregona.

El fenómeno de la corrupción parece ser intrínseco al sistema democrático representa-


tivo. Por tanto, la aparición de ese síndrome en la administración masista no suscitó
sorpresa. Tal vez, como son muy dados a registrar marcas históricas (con trampitas y sin
ellas), valga la pena mencionar ésta, de sólo en un caso, el denominado “Fondioc” (Fon-
do de Desarrollo Indígena Originario Campesino) en el cual encontraron unos 43 millo-
nes de bolivianos de fondos públicos en las cuentas personales de nueve dirigentes de
cinco organizaciones que forman parte del Directorio de la entidad dependiente del Mi-
nisterio de Desarrollo Rural y Tierras. Al parecer, la marca nacional la tendría la presi-
denta masista de la CIDOB, Melva Hurtado con una serie de “operaciones” por un total
de 22.38 millones de bolivianos (3.22 Megadólares). Y aquí hay, además, otra maliciosa
pregunta: ¿desde cuándo entregar dinero público a privados dejó de ser un delito?

Se mencionó -entre analistas descuidados- algún paralelo entre el MAS y la Unidad De-
mocrática y Popular (UDP), una alianza izquierdista conformada (por el MNRI, PCB y
MIR) en el exilio durante la dictadura banzerista. Después de una serie de intentos falli-
dos, la UDP ganó con mayoría relativa las elecciones de 1980 pero tuvo que esperar has-
ta el fin de la dictadura de García Meza, en octubre de 1982, para que su líder, el Dr.
Hernán Siles Suazo, fuera elegido presidente en el reanudado congreso de 1980. Heredó
una considerable deuda externa -no riqueza, como otros- y una economía en quiebra
técnica, la cual desembocó en el proceso hiperinflacionario más profundo de que se ten-
ga memoria (27000%) y, como no podía ser de otra manera, en una brutal crisis política
que terminó con el adelantamiento de elecciones. La UDP desapareció y, naturalmente,
227 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

Hernán Siles se retiró de la política. El periodista Jorge Mansilla le atribuye la frase


“Más vale solo que MIR acompañado”, pues “Aclamado siempre por su pueblo, Her-
nán Siles Zuazo nunca perdió una elección, pero fue siempre abatido por sus compañe-
ros de ruta, no por sus enemigos.” Hernán Siles Zuazo, el presidente que devolvió varios
miles de dólares no utilizados de sus gastos de representación, falleció el 6 de agosto de
1996 en Montevideo. No obstante tales circunstancias, es recordado sobre todo por su
fama de hombre sencillo, buen orador y valiente (lideró la insurrección del 9 de abril de
1952) que solía pasear fumando, sin escolta, por la plaza Murillo. En pobreza, pero con
dignidad.

No, el MAS no es parecido a la UDP. Y su liderato tampoco. Extraña revelación espiri-


tual de Evo Morales relatando, con cierto dejo placentero, el abuso sobre integrantes de
la banda de la Escuela de Sargentos de Cochabamba: “Tengo un gran recuerdo de la
banda de la Escuela de Sargentos, cuando vinimos a inaugurar el coliseo, como siem-
pre mi equipo con el equipo de la Escuela de Sargentos, el comandante de la Escuela
metía gol y la banda tocaba diana; su capitán [general] metía gol, no tocaban diana.
Decidimos arresto de dos días y desde esa vez ahora todas las bandas tocan diana
cuando meto gol en toda Bolivia” (El Deber, 27/07/2018). O, en cierto acto oficial,
donde el director distrital de Educación de Sacaba, José Ramírez, llamó “señor Evo Mo-
rales, señor presidente” al invitado. Éste manifestó sentirse ofendido por la referencia
de “señor” e impuso un castigo al funcionario: “Ahora, hay una tarea, para que se
perdone. Se va a comprar un cuaderno de 100 hojas. Ahí va a escribir: ‘hermano Pre-
sidente o compañero Presidente’. Así serás perdonado director distrital, ¿entendido?
Aprobado, aprobado con aplausos. Nuestro alcalde [Humberto Sánchez] va a contro-
lar. Hermanas y hermanos, nosotros somos hermanos, compañeros, vecinos…” (Pági-
na Siete, 27/06/2018). ¡Caramba! ¿Puede alguien retratarse mejor en sólo 49 palabras?
Sin duda, se preferiría pensar que el funcionario abandonó el acto y renunció después a
su cargo y al partido; a menos que en su anterior vida hubiera trabajado en las galeras.

El MAS tiene un equipo de ministros multiuso (mejor “poliuso” tal vez), ese tipo de polí-
tico que parece servir para todo, absolutamente para todo y que, en consecuencia, se
recicla una y otra vez, apareciendo en tal o cual diputación o senaduría, en uno u otro
ministerio o viceministerio, en la dirección de uno u otro programa, proyecto o agencia
o, finalmente, en algún cargo diplomático. Algunos, parecen reciclados después de una
reconstrucción, desapareciendo súbitamente de un ministerio para después de un lapso,
reaparecer, también inexplicablemente, en cierto viceministerio. En otros niveles se en-
cuentra el hermano que es “un puesto buscando un lugar” y que hasta ha desarrollado
una especie de jerga masista; verbigracia, dando un nuevo uso al verbo “estar”: uno pre-
gunta “¿dónde estás?” y el otro responde “estaba en desarrollo rural, pero ahora estoy en
descolonización”. Este esquema, no inventado recién pero no por ello menos deshones-
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 228

to, es también una forma “abracadabresca” de convertir fondos públicos en fondos par-
tidarios mediante las contribuciones “voluntarias” -parecidas al diezmo de algunas sec-
tas cristianas- que hacen los militantes a su empleador (su partido). Ninguna actividad
humana involucra tantas clases de relaciones, y en forma tan profunda, que la política.
Ahí es donde se descubren generosidades y mezquindades, noblezas y vilezas, ingenios y
estulticias, lealtades y traiciones, respeto y abuso; es socialmente omnipresente, todos
actuamos o podemos actuar políticamente. Pero no todos somos políticos aunque sí, tal
vez, en mayor o menor grado, todos somos víctimas de los políticos, principal y preci-
samente porque les es tan difícil abandonar sus privilegios: Otro revolucionario demo-
crático de última hora que llegó al gobierno nicaragüense -según él- para quedarse, es
Daniel Ortega a quien la división del liberalismo en los partidos PLC (Partido Liberal
Constitucionalista) y ALN (Alianza Liberal Nicaragüense) le permitió ganar las eleccio-
nes en noviembre de 2006 con el 38% (simple mayoría, gracias a cambios en la ley elec-
toral). En noviembre de 2011 el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) obtu-
vo el 62% de los votos y Daniel Ortega fue ilegalmente reelecto pues la Constitución Po-
lítica de Nicaragua prohíbe la reelección presidencial: “Artículo 147. No podrá ser can-
didato a Presidente ni Vice-Presidente de la República: a) El que ejerciere o hubiere
ejercido en propiedad la Presidencia de la República en cualquier tiempo del período
en que se efectúa la elección para el período siguiente, ni el que la hubiere ejercido por
dos períodos presidenciales.” Antes que en Bolivia, no faltaron algunos corruptos en la
Corte Suprema de Justicia que lograron el visto bueno de ésta a la candidatura de Orte-
ga aduciendo -sin la necesaria consulta a la CIDH- similitud con el caso del expresidente
costarricense, según ya se comentó en (v, 6). Análogamente, las elecciones de noviembre
de 2016 dieron la votación de ¡72.5%! al FSLN, a Ortega y a su esposa Rosario Murillo.
Ortega tomó posesión del cargo en enero de 2017, en abril, estudiantes de universidades
privadas protestaban por la indolencia oficial ante un voraz incendio que consumió 5
mil hectáreas de la reserva ecológica Indio Maíz. Antes de que ese fuego se extinguiera,
el Gobierno encendió otro, modificando el régimen de cuotas laborales y patronales del
Instituto de Seguridad Social (INSS), entidad al borde de la quiebra por malos manejos
administrativos, con un déficit de 75 millones de dólares. Las protestas se acentuaron a
consecuencia de asesinatos durante las manifestaciones. Ortega simplemente no pudo
contener el descontento acumulado por el incendio en Indio Maíz, la quiebra del INSS,
alzas a la gasolina, a la electricidad, la descarada corrupción y otros abusos. A comienzos
de julio en la capital, Managua, como en otras ciudades del país, organizaciones de dere-
chos humanos contabilizaron ya hasta 250 fallecimientos entre manifestantes y tran-
seúntes. Gioconda Belli, poeta y guerrillera del sandinismo en los 1980, escribió (Twit-
ter): “Antes veíamos guerrilleros enfrentando la guardia, hoy vemos pandilleros em-
poderados por el gobierno amenazando al pueblo que protesta. Este gobierno alienta
trúhanes y jayanes y los disfraza de sandinistas. ¡Eso no es sandinismo! Que no te en-
gañen”. Carlos Mejía Godoy, autor de “Son tus perjúmenes mujer” e “Himno a la uni-
229 V. M. Peñafiel Para Vivir Más o Menos…

dad sandinista”, opina ahora “Vivimos en un país donde la vida no vale nada” y resume
así esa tragedia gratuita provocada por la ambición prorroguista de un político vulgar y
despreciable. La popularidad, aún si fuera auténtica, no lo es todo; la dinámica social
tiene sorpresas. Ganar elecciones con más de dos tercios no implica que seas, ni te hace,
una buena persona. La “masacre de octubre” atribuida a Gonzalo Sánchez de Lozada
tuvo unos 80 fallecidos y cerca de 5oo heridos y es calificada de “genocidio”, principal-
mente por Morales quien, por otra parte, justifica sin reservas los muertos y heridos de
Nicolás Maduro (121 manifestantes muertos y 1958 heridos) y los de Daniel Ortega (bas-
tante peor ya que Anastasio Somoza con 448 muertos, 595 desaparecidos y más de 2800
heridos en menos de cuatro meses de protestas). El uso del poder en Latinoamérica es,
por tanto, todavía muy primitivo y no permite aún abrigar significativas esperanzas. Los
individuos pudieran aspirar a mejores gobiernos, pero como la fortuna aún no sonríe,
viven siempre preparándose para tiempos peores.

Ni usando un microscopio electrónico aparecerá en la imagen de este país tan siquiera


un píxel de socialismo. Pero todos dicen que se vive una democracia. ¿“La democracia
no es la dictadura de la mayoría, es, sobre todo, el respeto a la minoría”? No señor
Kennedy, usted no supo lo que dijo. Por fin, he aquí lo que hace realmente tan peculiar
al gobierno masista. De los muchos problemas y defectos democráticos que la gente ha
debido encarar, con soluciones en algunos casos y con resignación en otros, en Bolivia
llegamos, no por primera ni única vez, es cierto, a un gobierno con mayoría ampliamen-
te decisiva. Contrariamente a lo que los ganadores de elecciones semejantes quisieran
hacer creer, las mayorías son falibles (sobran los ejemplos) y pueden equivocarse una y
otra vez porque no es cierto que se obtiene lo que la gente puede elegir libremente, el
voto es manipulable. Pero, aunque no lo fuera, la democracia no está diseñada
para una mayoría aplastante (degenera rápidamente en oclocracia). Este gobierno
masista es la mejor prueba de ello. Cuando el dominio es mayor a los dos tercios, enton-
ces, en la práctica no hay oposición ni democracia y la sociedad queda a merced del gru-
po gobernante o, peor aún, librada a la voluntad y los caprichos y de su “caudillo” o “lí-
der”. El peligro es que, además y dadas las circunstancias, la cantidad de prebendas y
privilegios repartidos sobre toda la administración, la hará inexorablemente muy inerte
y la tendencia a reproducir ese poder por los siglos de los siglos deviene, en consecuen-
cia, potencialmente inevitable. ¡Es como si la democracia cometiera suicidio!

Al haber abandonado toda esperanza de desarrollo material y moral mientras el MAS-


IPSP gobierne, quizá es sicológicamente más sano imaginar un gobierno distinto en el
futuro. Una República de Bolivia donde todos -absolutamente todos- sean iguales, ciu-
dadanos de primera; con una administración técnica, eficiente y desburocratizada; con
una justicia independiente y de envidiable calidad; educación de excelencia, salud al ni-
vel del siglo XXI y un plan de políticas de estado para la industrialización efectiva. Así,
Para Vivir Más o Menos… V. M. Peñafiel 230

los ciudadanos -que no debieran conformarse con menos- podrían vivir ocupados en
otras, más interesantes y significativas actividades. No pendientes a los hechos y dichos
de los políticos. No a que les restrieguen en la cara -esperando perruno agradecimiento-
cada proyecto de riego, cada escuela y cada pedazo de carretera que se hace ¡con el dine-
ro de todos! No a que, por todo el espectro electromagnético, redes sociales, gigantogra-
fías y todo otro recurso se propagandice -¡con dinero público!- la estampa presidencial y
tareas que, de todos modos, cualquier gobierno está obligado a realizar; más si hay más.
No a que, mientras ellos se entregan en los prácticos brazos del capitalismo, te relaten
cuentos socialistas porque eres tan fácil de engañar. No a que, sobre esa base, esperen a
que observes, sentado y callado, las más torpes maniobras “legales”, ejecutadas única-
mente para practicar el continuismo.

Pero las explicaciones ya están. A este punto, cuando todavía se espera el dictamen de la
CIDH sobre si Morales podía reclamar derechos de reelección, ¿aceptaría el MAS un
resultado negativo? Hay lo suficiente para adelantar que no, pues, sencillamente, este
ensamble Morales-MAS no sobreviviría a la pérdida del poder. Y ellos lo saben. Al resto,
cuando la irresponsabilidad prorroguista le arrebató para siempre toda posibilidad de
volver pacíficamente al mar (pues nadie estará dispuesto a dialogar sobre ese asunto
para no crear falsas “expectaticias”), que sólo cuenta con su enorme capacidad de resi-
liencia ciudadana, que no está en las listas de los elegibles, que no tiene como actividad
la política, que no es capitalista y menos imperialista, que no tiene parientes ni amigos
en la cúpula, ¿sólo le quedará -como antes- trabajar bien para vivir más o menos…?

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