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DE VUELTA AL BARRIO
19 agosto, 2013 · de omarurday · en ciudad, espacio público, Omar Urday, por autor. ·
La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede estar divorciada de la que plantea qué tipo de lazos sociales, de
relaciones con la naturaleza, de estilos de vida, de tecnologías y de valores estéticos deseamos. (David Harvey
(h p://ebookbrowse.com/david-harvey-el-derecho-a-la-ciudad-pdf-d385628330))1
Esta pregunta, de manera constante se hace presente en las conversaciones de mi entorno cuando discutimos la
condición actual de Arequipa. Si intento responderla tendría que elaborar una larga lista de problemas y
conflictos que hoy la ciudad afronta. Seguramente la mayor parte serían cuestiones del funcionamiento urbano,
del crecimiento poblacional, de la polución ambiental, de la gestión y administración pública. Y claro, las
respuestas vendrían por el lado del conocimiento arquitectónico y urbanístico, todo a escala de ciudad. Sin
embargo, me parece pertinente reflexionar a otra escala, a partir de la vivencia cotidiana, a escala de barrio.
El barrio como núcleo donde vivir, donde recorrer las calles y recrearse en los espacios abiertos y públicos y
encontrarse con la gente de la comunidad. El barrio, donde existen comercios menores, panaderías, bodegas, la
pequeña sastrería. El barrio configurado por calles donde los niños juegan y usan patines, donde se puede
caminar con tranquilidad sin la presión del automóvil; con parques de acceso libre donde practicar deporte o
simplemente descansar, con lotes vacíos improvisados como circuitos de bicicletas. El barrio, territorio
colindante con áreas agrícolas, convertidas en destino de “excursiones”. Estos ámbitos son los que escenificaron
mi infancia y son los que podía reconocer cabalmente hasta hace unos años. Hoy, la situación en mi barrio es
distinta, están ocurriendo cambios, algunos con preocupante aceleración. Existen menos tiendas, las calles lucen
orgullosamente rejas con horarios de apertura y cierre con el pretexto de mayor seguridad urbana, se percibe
calles con pocos niños jugando en ellas, por el contrario cada vez hay más automóviles y de mayor tamaño, los
parques subsisten, la zona agrícola cercana es un buen recuerdo que precede a la nueva urbanización que ha
venido a remplazarla, ya no existen solares vacíos, a cambio está empezando el crecimiento vertical de la
vivienda.
(h ps://tiposinurbanos.files.wordpress.com/2013/08/dsc03117.jpg)
Barrio y sus calles. Distrito de Sachaca.
(h ps://tiposinurbanos.files.wordpress.com/2013/08/dsf0879.jpg)
Niños jugando en la calle. Distrito de Yanahuara.
Fotos: Omar Urday
La situación de varias zonas de la ciudad, no es tan diferente, están experimentando los mismos cambios y
procesos de deshumanización de los espacios urbanos. La calle, fundamento del espacio público, es ahora solo
un canal de circulación, está perdiendo el valor de lo espontáneo, de lo que pueda ocurrir allí a partir del
encuentro colectivo. La ciudad está hecha desde lo físico pero también desde lo intangible, de las experiencias
sociales en sus esferas geográficas, desde la no-ciudad, no como la antítesis de la ciudad, sino más bien como una
coexistencia con esta. El antropólogo y sociólogo Manuel Delgado precisa este concepto: la no-ciudad es entonces la
ciudad que tejen y destejen sin parar los viandantes, que se mueven solos o en pequeños grupos. Es también la de las
grandes coaliciones peatonales que se apropian de las calles para la fiesta o la protesta. 2
El panorama a escala mayor es desalentador, el dominio del vehículo sobre el peatón nos está conduciendo a una
ciudad fracturada. Richard Rogers asegura que el factor que ha minado más que ningún otro la cohesión social
de las ciudades han sido los vehículos privados.3
(h ps://tiposinurbanos.files.wordpress.com/2013/08/rogers-ciudad-
relaciones-barrio-grc3a1fico.jpg)
En san Francisco, se han comparado calles de diferentes vecindarios para evaluar el impacto del tráfico sobre las
distintas comunidades. Para ello se siguió el movimiento de varios individuos en calles animadas y en otras más
tranquilas. Los resultados revelan la sorprendente, y a la vez previsible, realidad: el grado de intercambios
sociales y humanos entre vecinos en una calle determinada es inversamente proporcional al volumen del tráfico
que registra. El estudio evidencia que el tráfico urbano es la causa fundamental de la alienación ciudadana y el
mayor factor de erosión social. 4
(Gráfico extraído y editado del libro ciudades para un pequeño planeta.)
Podríamos apelar a razones sociales y antropológicas de nuestro actual comportamiento, de porque estamos
inmersos en un modelo importado de ciudad, una copia de urbes del primer mundo que sólo han conseguido
hacer ciudades dispersas, con barrios residenciales periféricos, que provocan inconexiones y segregación social.
Todo ello alimentado por un sistema económico que fomenta el consumo constante, la individualización
exacerbada, los intereses de grupos de poder sobre los de la colectividad. Es evidente que la ciudad no es un
ente aislado, que está en constante transformación y que requiere desarrollarse, la cuestión está en decidir como
hacerlo. Optar por preservar lo que define el perfil de ciudad y prescindir de lo accesorio y temporal. Y no es
una tarea únicamente de planificadores y gobernantes, es una tarea de todos los ciudadanos.Debemos apuntar a
la cohesión física y social, a una ciudad compacta, que sea diversa, con un aprovechamiento óptimo del suelo y
de la densidad necesaria, con múltiples actividades superpuestas, compleja y que sobre todo permita el
desarrollo de comunidades en sus barrios; que evite desplazamientos innecesarios al facilitar que el habitar y
trabajar se encuentren en lugares cercanos; barrios con servicios, equipamientos y espacios públicos que
consoliden centralidades. Todo ello, alimentado por la apropiación de la gente y de la comunidad de sus propios
espacios. La batalla a favor de la alta calidad en las ciudades y en los conjuntos edificatorios se debe ganar en la escala más
pequeña, pero los preparativos para lograr el éxito a este ámbito se deben hacer a todos los niveles del proyecto.5 La
recuperación de nuestros espacios urbanos a partir de nuestra vivencia en los barrios es fundamental, una
recuperación basada en el involucramiento como ciudadanos.
La participación de la ciudadanía en todos los estratos e instancias de las intervenciones urbanas es clave. La
carta mundial del derecho a la ciudad6 menciona que debe darse una participación democrática en el
planeamiento de la ciudad y sus espacios habitables; derecho de los ciudadanos a participar directamente en la
planificación y producción de los espacios en los que se desarrolla la vida cotidiana por medio de diferentes
formas del urbanismo participativo y de la producción social del hábitat.
Si empezamos los cambios desde nuestros ámbitos más próximos, desde el barrio como espacio vital podremos
contribuir a construir una mejor ciudad. Esos cambios deben proceder de una toma de conciencia del derecho
ciudadano, como bien lo señala Harvey: “El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los
recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad”.
Omar Urday.
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