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Introducción
Nuestro planeta, como todas las cosas, tiene historia. Es una historia de cambio: toda
clase de cambios dramáticos a lo largo de miles de millones de años. Esos cambios
nunca han cesado y continúan en la actualidad. Para empezar, veamos unas cuantas
cosas que todos los científicos modernos y casi todos los que han tenido la oportunidad
de aprender nociones básicas de ciencias saben que son ciertas: tan definitiva e
innegablemente ciertas como el hecho de que la Tierra no es plana o de que gira
alrededor del Sol.
Nuestro planeta nació en explosiones cósmicas hace unos 4.5 billones de años como una
bola de rocas y gases calientes lanzada al espacio, y con el tiempo empezó a orbitar
alrededor de una de las muchas estrellas del cosmos, la que llamamos "nuestro" sol. El
primer billón de años el planeta pasó por muchos cambios físicos; empezó a enfriarse...
pero no tenía vida. Avancemos un billón de años. La composición física del planeta ha
cambiado mucho: la temperatura de la superficie se ha enfriado considerablemente y se
empiezan a formar masas de tierra y de agua. Pero la temperatura todavía es extrema, y
las aguas y la atmósfera están llenas de ácidos y de gases venenosos. De hecho, si
pudiéramos volver atrás unos 3.5 billones de años, ¡casi no reconoceríamos nuestro
planeta! No veríamos animales en la tierra, insectos ni aves en el aire, ni peces en los
mares. No veríamos pastos, árboles ni plantas con flores. No veríamos cosas familiares:
ninguno de los continentes, cordilleras, llanuras u océanos de hoy. No habría agua dulce
para tomar, absolutamente nada para comer y ni siquiera podríamos respirar el aire, que
todavía no tiene oxígeno. Pero si supiéramos dónde buscar hace 3.5 billones de años (¡y
si nos pudiéramos proteger de las temperaturas extremas y de la atmósfera venenosa!),
podríamos encontrar las primeras formas de vida de este planeta. Habría que mirar con
atención porque la vida no era muy evidente en ese entonces... imaginemos algo como
bolitas microscópicas de moléculas orgánicas que se juntan y forman versiones muy
básicas de células vivas, con una estructura más simple que las algas o las bacterias de
la actualidad. Una especie de "sopa" química, viva solamente en el sentido de que esos
nuevos pedacitos de materia podían hacer dos tareas que las cosas que no tienen vida no
pueden hacer por su cuenta: obtener energía del ambiente externo (lo que les permite
crecer y desarrollarse, así como causar transformaciones en el ambiente externo) y
replicarse, o hacer nuevas copias de sí mismos. Si escarbamos la tierra hoy,
encontramos restos fosilizados (endurecidos y preservados) de seres antiguos, muchos
de los cuales no existen hoy. Los fósiles más antiguos que se han hallado son restos de
bacterias antiguas que vivieron hace unos 3.5 billones de años.1
Bueno, pero si las primeras formas de vida eran apenas bacterias muy simples, ¿cómo
llegamos nosotros aquí? ¿O los elefantes, los pinos, los pastos, los loros o los
mosquitos? Incluso con billones de años, ¿cómo sucedió el cambio de bacterias a esos
seres complejos? Si la vida empezó de una forma tan simple (y los fósiles indican que
las únicas formas de vida que existieron por más o menos un billón de años fueron una
gran variedad de bacterias), ¿por qué no "se quedó" simple? ¿Por qué hay ahora tantas
clases de plantas y animales, y por qué muchas de ellas son tan complejas? ¿Por qué no
siguen vivas todas las formas de vida que han existido en este planeta? ¿Por qué se
extinguieron los dinosaurios, los armadillos gigantes, los tigres de dientes de sable y
tantas otras especies de animales y plantas? ¿Por qué han desaparecido más del 90% de
las especies que han vivido? ¿Por qué, como muestran los fósiles, ciertos seres vivos de
hace millones de años casi no han cambiado (por ejemplo, unas especies de cucarachas,
cocodrilos, árboles de gingko y cangrejos herradura que son casi idénticos a sus
antepasados fosilizados hace millones de años), mientras que la mayoría de los linajes
(amplias "agrupaciones" de plantas o animales relacionados) han cambiado
dramáticamente muchas veces en el curso de esos mismos millones de años? ¿Cómo
prueba la creciente colección de fósiles de homínidos (relacionados con los seres
humanos), así como la evidencia molecular de ADN, que el linaje que a la larga llevó a
los seres humanos modernos divergió (se separó) de una especie de antepasados que
también son los antepasados de los chimpancés y gorilas modernos, y qué nos dice esa
evidencia de los rasgos característicos de esa divergencia?
Como espero demostrar a lo largo de esta serie, para contestar todas estas preguntas
necesitamos la ciencia de la evolución. Es más, la única forma posible de contestar
preguntas así es entendiendo la evolución.
Qué es evolución
Mucha gente tiene ideas falsas de la evolución. En el sentido más básico la evolución es
"cambio". Pero no el cambio cuantitativo que ocurre cuando algo crece, se expande o se
pudre, sino un cambio cualitativo más rico y complejo, la clase de cambio que produce
novedad e innovación: cosas nuevas que nunca antes existieron. Además, la evolución
no habla de cómo cambian individuos, sino de cómo cambian sistemas con el transcurso
del tiempo a lo largo de generaciones.
En cierto sentido, incluso los sistemas sin vida pueden "evolucionar" siempre y cuando
cumplan ciertos criterios. Por ejemplo, vemos que con el tiempo evolucionan sistemas
culturales humanos como el idioma, las tradiciones, los estilos musicales, la filosofía, el
diseño de carros, los programas de computadora y demás. Pero en ellos el mecanismo
de cambio evolutivo (de replicación, transmisión y modificación de "información" a lo
largo de "generaciones" sucesivas) es muy distinto al de los seres porque no se basa en
moléculas de ADN y en los mecanismos de variación genética al azar y de herencia.
Esta es una diferencia importante. Pero los sistemas sin vida "evolucionan" de un modo
análogo a los procesos de la evolución biológica. De hecho, estudiar los principios de la
evolución biológica darwiniana ha permitido entender mejor cosas como la evolución
de los idiomas humanos, de diseños de ingeniería e incluso de los principios filosóficos
que sirven de fundamento a la creatividad humana y la innovación en general. A su vez,
observar lo que tienen en común todos los sistemas que pueden evolucionar a veces
ayuda a entender cómo han evolucionado y siguen evolucionando hasta el día de hoy
los sistemas vivos (biológicos).
Para poder "evolucionar", primero que todo un sistema (cualquier sistema) debe estar
formado por distintas poblaciones (grupos) compuestas de "individuos variados" (mejor
dicho, componentes individuales que no son todos iguales, y que tienen rasgos o
características diferentes). Esto es muy importante: sin variación individual no puede
haber evolución. También tiene que haber un mecanismo para que los "individuos"
pasen sus características a la siguiente generación. Mejor dicho, tiene que ser posible
que los descendientes hereden algunas de las variaciones que existen entre individuos.
Esto también es muy importante: sin una forma de transmitir la variación no puede
haber evolución.
La evolución es "descendencia con modificación". El cambio evolutivo ocurre a lo largo
de muchas generaciones, no de repente. Se dice que ha ocurrido evolución cuando hay
cambio, de generación en generación, de la representación proporcional de individuos
con variantes en una población (es decir, cuando cambia el "número relativo" de
"variantes" --individuos con características diferentes-- de la población).2
Lo que hemos visto hasta ahora se puede aplicar a los sistemas vivos y a los sistemas sin
vida. ¿Pero cómo sabemos con seguridad que esos procesos sí ocurren en los sistemas
vivos (biológicos)? ¿Qué sabemos sobre las formas concretas en que evolucionaron los
seres vivos a lo largo de billones de años y en que sigue evolucionando la vida? ¿Y
cómo sabemos con seguridad que la presencia de toda forma de vida de este planeta,
inclusive el ser humano, se puede explicar completamente con los mecanismos de la
evolución, sin necesidad de una fuerza externa o plan divino?
Es importante tener presente que durante la mayor parte de la historia humana el ser
humano ni siquiera sabía que la vida ha evolucionado, ¡y ciertamente nadie tenía idea
de que nuestros antepasados más distantes eran unas bacterias! En el mundo antiguo y
hasta el siglo XIX, se pensaba que el mundo era algo estático (que no cambia). Se
imaginaban que todas las plantas y animales que veían a su alrededor siempre habían
sido iguales. No tenían forma de saber, como sabemos hoy, por ejemplo, que los
antepasados distantes de todas las ranas eran una clase de peces a los que les salieron un
pulmón primitivo y unas aletas chatas, como patas, por lo que podían pasar un tiempo
fuera del agua. No se imaginaban que las diferentes clases de seres vivos podían tener
alguna relación, aunque algunos notaron que distintos animales tenían un esqueleto
similar.
Naturalmente el ser humano siempre se ha cuestionado por qué hay tantas clases de
plantas y de animales, de dónde salieron, de dónde salió el ser humano y así
sucesivamente. Pero durante la mayor parte de la historia humana no se contaba con las
herramientas ni los métodos para contestar esas preguntas. Por ello, se inventaron
historias creativas para tratar de explicar lo que todavía no se entendía.
Tales historias, llamadas "mitos de los orígenes" o "mitos de la creación", se encuentran
en todas las religiones del mundo. Por lo general tienen cosas en común, aunque
también les da color local la región y el tiempo en que vivía un pueblo o tribu. A lo
largo de la historia humana, en todas partes se han contado esos mitos y se han pasado
de generación en generación para explicar cómo surgió el mundo y "la gente" (o sea,
ellos mismos). ¿Cómo sabemos si las historias que relatan las escrituras de varias
religiones son ciertas o no? Y, por otra parte, ¿cómo sabemos si la evolución es cierta o
no? La mejor forma de establecer si una idea es verdadera o es falsa es ponerla a prueba.
Así es como aprendemos los seres humanos: experimentamos, manipulamos y
transformamos el mundo exterior, y en el proceso descubrimos mucha información
sobre el comportamiento o el funcionamiento de algo, y sobre los procesos y la
dinámica de fondo. Pero no se nos pide que pongamos a prueba los mitos de la creación
de las distintas escrituras religiosas para saber si son ciertos o falsos; se nos pide que los
aceptemos y los creamos por acto de fe. Incluso los líderes de varias religiones admiten
que por definición no se puede someter a una prueba científica ni a otra forma de
verificación humana una idea como "En el principio Dios creó el mundo y todo lo que
contiene".
Por otra parte, sí hay mucha evidencia concreta para decir que esas fuerzas
sobrenaturales nunca han existido más que como ideas en la mente humana, en las
historias que contamos, en las canciones que cantamos, en los libros que escribimos,
etc. Es verdad que la ciencia solo puede poner a prueba e investigar la realidad material,
pero es importante reconocer que el contenido y la historia de todas las religiones del
mundo (sus orígenes y sus cambios con el paso del tiempo, así como sus explicaciones
del mundo natural y de la sociedad humana) forman parte de la realidad material que
se puede explorar e investigar científicamente.
Veamos la Biblia, por ejemplo. La Biblia a fin de cuentas es un libro. Fue escrito hace
miles de años por una serie de autores humanos. El hecho de que la escribieron autores
humanos explica por qué contiene cosas que en realidad no son ciertas. Por ejemplo, la
Biblia afirma que la Tierra tiene apenas unos 6,000 años, pero en realidad, las técnicas
científicas modernas de datación demuestran que tiene ¡unos 4.5 billones de años!
La ciencia no es una religión. No acepta nada por acto de fe. Se requiere mucha prueba
y evidencia concreta para que los científicos lleguen a un consenso y se pongan de
acuerdo en que algo es verdadero. Sabemos la edad de una cosa porque ahora tenemos
una gran variedad de técnicas científicas que nos permiten datar prácticamente todo.
Por eso ahora podemos calcular la edad del universo conocido o la edad de la Tierra;
también podemos decir cuándo se formaron determinadas cordilleras, cuándo se
separaron o chocaron los continentes o cuándo cambió el clima de todo el planeta.
Podemos datar capas de roca, toda clase de plantas y animales fosilizados incrustados en
las rocas e incluso pedacitos de material orgánico. Las técnicas de la biología molecular
moderna hasta nos permiten rastrear cambios de moléculas de ADN y ARN y establecer
cuánto tiempo atrás ocurrieron ciertas mutaciones genéticas y grandes "divisiones" de
las líneas evolutivas. ¡Podemos datar cuándo aparecieron nuevas líneas de plantas o
animales, o cuando se extinguieron especies desaparecidas hace tiempo!
Es importante ver que apenas en el último siglo los científicos lograron inventar
técnicas acertadas y directas de datación (y las nuevas técnicas de datación "molecular"
apenas tienen unas décadas). Así que obviamente los autores de la Biblia y de otras
escrituras de la antigüedad, escritas hace siglos, no tenían medios de establecer la edad
de la Tierra ni de identificar la secuencia del desarrollo de la vida vegetal y animal en el
planeta. Pero hoy los científicos pueden dar aproximaciones bastante acertadas de la
edad de casi todo, y a veces los resultados son sorprendentemente precisos y se pueden
corroborar (cotejar y verificar) con una combinación de técnicas de datación.
En la actualidad hay un consenso científico general sobre lo siguiente: la Tierra tiene
unos 4.5 billones de años (¡4,500 millones!); las primeras formas de vida (como las
primeras bacterias) emergieron en este planeta hace unos 3.5 billones de años; hace
unos 540 millones de años se produjo una enorme diversificación de animales marinos
(la "explosión cámbrica"); los primeros peces con mandíbulas, anfibios e insectos, así
como los helechos y otras plantas terrestres, aparecieron en los 100 millones de años
siguientes. Las plantas terrestres, los anfibios y los insectos se diferenciaron mucho y
los primeros reptiles aparecieron hace unos 350 millones de años. Después, hace unos
250 millones de años, los reptiles a su vez se diferenciaron mucho (dieron pie a los
dinosaurios, entre otros animales) y aparecieron los primeros mamíferos. Hace 200
millones de años la vegetación del planeta todavía estaba dominada por palmas,
helechos, coníferas parecidas a los pinos y gingkos, pero aparecieron las primeras
plantas con flores. También aparecieron las primeras aves. También sabemos que los
últimos dinosaurios se extinguieron hace unos 65 millones de años, pero que una gran
variedad de mamíferos, aves, plantas con flores e insectos polinizadores se siguieron
diversificando y diseminándose por el globo. La última ola de extinción (la quinta desde
el comienzo de la vida en la Tierra) ocurrió cuando muchos de los grandes mamíferos y
aves se extinguieron al final de la edad de hielo del Pleistoceno, hace de 10,000 a
12,000 años. Esta fue una época de dramáticos cambios del clima (las temperaturas
subieron y los glaciares retrocedieron) y una época en que posiblemente aumentó el
impacto de la actividad humana en varios ambientes.
También sabemos que la línea homínida divergió (se separó) de sus antepasados simios
(monos) hace solo unos pocos millones de años (se estima de 4 a 10 millones, y
probablemente más cerca de 4 que de 10) y terminó produciendo una serie de especies
humanoides bípedas (que caminaban paradas). Todas esas líneas homínidas, salvo una,
se extinguieron. La única especie de homínidos que todavía existe (nuestra especie
homo sapiens, a la que pertenecen todos los seres humanos) se remonta apenas unos
100,000 (cien mil) años. Puede que eso parezca un largo tiempo comparado con la
duración de una vida humana, pero cuando pensamos en lo que es 100,000 años
comparado con los 3.5 billones de años de historia de la diversificación de la vida (con
varias "olas" de diversificación de especies y por lo menos cinco períodos de
"extinciones en masa" de una enorme proporción de todos los seres vivos del planeta),
la duración de nuestra especie en realidad es como un grano de arena en el mar.
El hecho de que nuestra especie ha ocupado una minúscula parte de la historia se
destaca más cuando pensamos que los seres humanos desarrollaron la agricultura (que
resultó ser la base de "civilizaciones" grandes y complejas) ¡hace apenas unos 10,000
años!
Lo que nos dicen los fósiles
Los fósiles son como "instantáneas" del pasado. Básicamente, los fósiles son huellas y
restos preservados de plantas y animales que murieron hace mucho tiempo. Al morir
quedaron cubiertos rápidamente por suelo y sedimento que después se endureció y
formó roca sólida. La roca los selló y los preservó. Desde hace varios siglos científicos
y aficionados han sacado millones de fósiles de todo tipo, de toda clase de rocas, de
todas partes del mundo. Esos fósiles ofrecen evidencia concreta de cómo eran muchas
plantas y animales antiguos, y a veces también dan información de los ambientes en que
vivían. Por ejemplo, si uno va caminando por un bosque o una montaña que queda a
cientos de millas del mar y empieza a ver que el suelo está lleno de fósiles de almejas y
otras conchas marinas, no necesita un título en geología o paleontología para pensar que
ahí estuvo, hace mucho, ¡el fondo de un mar antiguo! Si uno tiene suerte, de pronto
encuentra un trilobita: el fósil de un invertebrado marino que parecía una cucaracha
acuática. En el período Paleozoico (hace 300 millones a 400 millones de años) vivieron
unas 10,000 especies de trilobitas, pero ahora todas están extintas. Los fósiles nos
permiten estudiarlos. Precisamente, reunir y estudiar fósiles de plantas y animales
ofreció una de las primeras pistas de que los ambientes y los seres vivos no habían sido
siempre iguales a los de hoy, lo que llevó a pensar que la vida ha evolucionado con el
paso del tiempo.
Mucho antes de que se inventaran las modernas técnicas de datación como la datación
por radiocarbono, que permite calcular la edad de las rocas y fósiles, no pocas personas
empezaron a darse cuenta de que todas las plantas y animales seguramente no
aparecieron al mismo tiempo. Ya a principios del siglo 19 era bastante claro que unos
"tipos" de plantas y animales antiguos se desvanecieron completamente de la Tierra;
que unos aparecieron hace mucho tiempo y otros mucho más recientemente; y que unos
aparentemente existieron por un tiempo largo mientras que otros se desvanecieron más
rápidamente.
El reconocimiento básico de que la vida probablemente evolucionó y pasó por distintas
etapas a lo largo del tiempo surgió en los siglos 18 y 19, cuando los primeros geólogos
y naturalistas empezaron a estudiar científicamente cómo se fueron acumulando las
capas de suelo y de roca, y empezaron a estudiar las fuerzas físicas que les parecía que
hicieron cambiar dramáticamente la superficie terrestre a lo largo de períodos de tiempo
casi inconcebiblemente largos (como cuando sale una cordillera o la erosión la reduce,
o cuando el lento movimiento de un glaciar crea un valle). Darse cuenta de que la
superficie terrestre había cambiado enormemente con el tiempo y entrever cuánto
tiempo se necesitaba para esos cambios hizo sospechar a algunos geólogos y
naturalistas de los siglos 18 y 19 que la Tierra no podía ser tan joven como decía la
Biblia. Eso los inquietó porque su educación les enseñaba a creer que la Biblia era
verdadera al pie de la letra. Pero la evidencia concreta que estaban descubriendo no se
podía negar.
Los primeros geólogos también se dieron cuenta de que la superficie terrestre es como
un pastel de capas: la acumulación de suelo y desechos con el tiempo forma una capa
rocosa. A medida que pasa el tiempo sigue la acumulación y nuevas capas (más
recientes) se acumulan sobre las capas viejas (más antiguas). Las capas que se
acumularon en diferentes períodos de la historia de la Tierra tienen aspecto diferente y
se pueden identificar, de modo que excavar a través de ellas es como excavar a través
del tiempo. El mismo patrón básico de "estratificación geológica", como se llama, se
observa en todo el mundo. Eso hizo posible que los primeros geólogos establecieran la
secuencia básica de edades geológicas de la historia de la Tierra.
Esto es lo que esos primeros geólogos y naturalistas entendieron: la superficie de la
primera capa de la Tierra es la capa más reciente (o más joven), y está encima de una
capa más antigua, que está encima de una capa todavía más antigua, y así sucesivamente
hasta llegar a las capas más profundas ("las más viejas").
Después se dieron cuenta de otra cosa que era muy importante: distintos grupos de
fósiles de plantas y animales siempre aparecían en diferentes capas de roca en una
secuencia predecible. Ciertas clases de fósiles siempre aparecían en capas de roca de
cierta edad (determinada por la posición de esa capa en la secuencia geológica de
capas), pero esos mismos fósiles nunca aparecían en capas de roca de diferente edad.
Incluso parecía haber una secuencia bastante predecible: ciertos grupos de fósiles de
capas más recientes "reemplazaban" enteramente a grupos de fósiles que solo se
encontraban en capas más antiguas. Para mayor asombro, esa secuencia (y correlación
de ciertas clases de fósiles con ciertas capas de roca) se repetía una y otra vez
dondequiera que excavaban. De hecho, la secuencia era tan confiable que los
naturalistas de la época impresionaban a sus amigos adivinando de qué capa geológica
era un fósil que nunca habían visto. Lo podían hacer porque habían visto otro fósil
parecido y el patrón de sucesión era el mismo en todas partes.
¿Cuál era la explicación de la secuencia predecible de fósiles? Como los naturalistas de
la época entendían que las capas de suelo y roca se acumularon unas encima de otras
con el paso de largos períodos de tiempo (y, por lo tanto, eran de distinta edad), el
hecho de que ciertos fósiles se asociaran con diferentes capas indicaba que los seres
vivos habían sido distintos en diferentes épocas y que probablemente habían cambiado
(evolucionado) con el tiempo. Entrever eso causó mucha más consternación porque
contradecía la historia de la creación que relata la Biblia. Aunque encontraban más y
más evidencia que apuntaba fuertemente a un proceso evolutivo, muchos trataron de
encontrar otras explicaciones que les permitieran conservar la noción bíblica de que
todos los seres vivos aparecieron al mismo tiempo y esencialmente no han cambiado
desde la creación divina.
Pero la evidencia de la evolución seguía acumulándose y no se podía tapar ni borrar.3
Cuando a partir del registro de los fósiles quedó claro que en distintas épocas de la
historia de la Tierra vivieron distintos tipos de seres vivos, algunos naturalistas trataron
de reconciliar esa inquietante idea con sus creencias cristianas: propusieron que quizá
dios no realizó una sino varias creaciones. A otros no les pareció verosímil. La
concepción tradicional de que el mundo era un lugar muy estático que nunca cambiaba
se estaba resquebrajando. Si la cara física del planeta había cambiado (ya se empezaban
a entender las fuerzas físicas que causan la formación de las montañas y la erosión de
los valles), ¿sería que las plantas y los animales también se transformaron con el
tiempo?
Tales eran los interrogantes que los naturalistas más avanzados discutían entre sí en los
primeros años del siglo 19. Cuantos más fósiles encontraban y examinaban, más
preguntas se planteaban. Los naturalistas empezaban a ver que los distintos tipos de
fósiles tenían ciertas semejanzas, así como diferencias. ¿Cómo explicarlo? ¿Sería que
algunos seres cuyos fósiles aparecían en las capas más profundas y antiguas de roca no
desaparecieron sin dejar rastro sino que, de alguna manera, se "transformaron" en los
seres cuyos fósiles "similares-pero-diferentes" aparecían en capas de roca más
recientes?
El gran naturalista Charles Darwin (junto con su contemporáneo Alfred Russell
Wallace, quien formuló la misma idea más o menos al mismo tiempo) causó una
profunda revolución del pensamiento humano cuando publicó en 1859 un libro titulado
El origen de las especies por la selección natural. El libro presentaba una gran cantidad
de evidencia concreta de que los seres vivos evolucionaron con el tiempo. Darwin dio
otro paso gigantesco: formuló una teoría general y propuso un mecanismo concreto para
explicar cómo pudo ocurrir el cambio evolutivo. Darwin le dio a ese mecanismo el
nombre de "selección natural", y en los más de 150 años largos que han pasado desde
que publicó su teoría se ha comprobado una y otra vez que la selección natural
efectivamente es uno de los mecanismos más cruciales y fundamentales por medio de
los cuales la vida evoluciona.
La publicación de El origen de las especies por la selección natural es uno de los
acontecimientos más importantes de la historia del pensamiento humano. Fue
especialmente importante porque, repito, fuera de dar mucha evidencia de la evolución
de la vida (a lo largo de períodos supremamente largos) propuso un mecanismo para
explicar cómo ocurrió, y ese mecanismo se podía poner a prueba y verificar, como lo
hicieron repetidamente muchos otros científicos en las décadas siguientes. Demostró
que la evolución por selección natural se podía desenvolver exclusivamente a partir de
las características existentes (y altamente variables) que siempre tienen los seres vivos
individuales, y así demostró que la evolución pudo suceder sin mano externa o diseño
divino.
Eso fue sumamente revolucionario, y muy perturbador para los que se adherían a las
nociones bíblicas de la creación divina. Pero así y todo en unos pocos años la mayoría
de los científicos concordaron en que la vida evolucionó, aunque el mecanismo (la
selección natural u otro mecanismo) fue motivo de acalorados debates por años. Eso se
debía a que en la época de Darwin todavía no se conocían los principios de la herencia y
no estaba claro exactamente cómo un ser vivo "pasaba" una característica variable de
una generación a la otra. Como veremos más adelante, solo hasta casi mediados del
siglo 20 se comprobó definitivamente que la teoría de evolución por selección natural
era cierta, cuando el conocimiento de los principios de la herencia y el descubrimiento
de los genes y del ADN (y el desarrollo de la nueva ciencia de la genética) hizo posible
entender cómo se transmiten las características variables de los individuos y, más aún,
cómo se "vuelven a barajar" de una generación a la siguiente. Esto hizo posible poner a
prueba concretamente cómo ocurren los cambios evolutivos en poblaciones de plantas y
animales (en el laboratorio y en la naturaleza), y los miles y miles de experimentos y
observaciones que se hicieron a lo largo del siglo 20 verificaron y confirmaron
completamente los principios de la teoría de selección natural.
Bueno, ¿y qué descubrió Darwin?
Charles Darwin era muy observador y estudió la naturaleza con mucha atención. Como
cualquier buen naturalista de su época, había visto fósiles y lo intrigaban dos cosas: las
semejanzas y las diferencias de distintos tipos de fósiles, y el hecho de que ocupaban
lugares predecibles en las capas geológicas. También se preguntaba por qué ciertos
animales desaparecieron del planeta, y por qué encontraba fósiles de conchas marinas a
miles de millas del mar en lo alto de las montañas de los Andes.
Darwin pasó mucho tiempo examinando poblaciones de caracoles, pájaros, plantas con
flores, hormigas, abejas, animales domésticos, etc., en Inglaterra y en otras partes del
mundo. Tuvo la extraordinaria oportunidad de viajar como naturalista de un barco
explorador, el Beagle. Cuando el barco exploró las costas y la tierra firme de América
del Sur, las islas del Pacifico, Sudáfrica y otras partes, Darwin reunió toneladas de
información sobre la geografía y las muchas plantas y animales exóticos que encontró.
Cuando partió tenía 22 años y creía en la creación divina. De hecho, el capitán esperaba
que Darwin encontrara evidencia que refutara las locas ideas de la evolución que
muchos naturalistas europeos empezaban a considerar. En cambio, ¡Darwin regresó con
evidencia de la evolución!
En sus exploraciones, a Darwin le fascinó la diversidad de especies que encontró y lo
bien "adaptadas" que parecían muchas especies a las particularidades del lugar o
ambiente en que vivían. Por ejemplo, encontró cactos con "hojas" en forma de agujas
que conservan el agua especialmente bien adaptadas a la sequedad del desierto; en las
islas Galápagos encontró aves con el pico especialmente bien adaptado a los alimentos
que comían: las especies que comían semillas duras tenían el pico corto y fuerte, las que
comían semillas pequeñas o insectos tenían el pico más fino y en punta, y las que
chupaban néctar de las flores tenían el pico delgado y curvo, casi como un popote. De
hecho, Darwin encontró una serie de pinzones (un pajarillo) que tenían el mismo
tamaño y color, pero que variaban de isla en isla en el tamaño y la forma del pico y que
parecían haberse "adaptado" a la presencia de diferentes alimentos en cada isla.
También notó que todas las especies de pinzones tenían rasgos comunes entre sí y con
la única especie de pinzones que vivía en el continente, a cientos de millas. Esto llevó a
Darwin a especular que unos individuos del continente volaron a las islas tiempo atrás y
que sus descendientes formaron poblaciones separadas en distintas islas que a lo largo
de generaciones acumularon ciertos cambios de modo que finalmente cada isla acabó
con una especie que tenía mucho en común con la del continente y las de las demás islas
pero que también tenía características notablemente diferentes. La especulación de
Darwin --que las distintas especies de las distintas islas eran "descendientes
modificados" de una especie común del continente que en algún momento "irradió" (se
expandió) a islas de distintos ambientes y con el tiempo se "diversificó"-- resultó
correcta.
En sus viajes Darwin también encontró muchas especies con características que no
usaban, como aves con patas palmeadas que nunca se metían al agua o pingüinos con
alas que no volaban. Darwin sospechó que esas características aparentemente "inútiles"
podrían haberlas transmitido antepasados muy diferentes (más tarde se comprobaría que
era cierto). Así Darwin se convenció de que las especies habían cambiado... de que
habían evolucionado.
Darwin regresó a Inglaterra convencido de la evolución, pero le tomó 22 años formular
un mecanismo viable (la selección natural) y atreverse a publicar sus conclusiones, a
sabiendas de que iba a causar un escándalo en la iglesia y la sociedad.
Darwin obtuvo mucha "evidencia en bruto" de la evolución durante sus viajes y
observaciones. Pero para formular el mecanismo de la evolución tuvo que elaborar dos
importantes conceptos: el concepto de la variación individual dentro de poblaciones y
el concepto de la selección de características heredables.
Lo que Darwin aprendió de los granjeros
Darwin pasó mucho tiempo hablando con granjeros y conocía los métodos de selección
que han usado por siglos para mejorar sus ganados o cultivos y para producir nuevas
variedades con características más deseables. Los granjeros saben que algunas
características (no todas) de los animales y las plantas se pueden transmitir a los
descendientes, y ellos mismos seleccionan ciertas características heredables para
mejorarlos. Por ejemplo, si quieren un hato de vacas que produzca más leche, deben
seleccionar y cruzar (dejar que se reproduzcan) solo los individuos que producen más
leche. En la siguiente generación repiten el proceso. Todo granjero sabe esto. Si lo
hacen durante varias generaciones, tendrán un hato compuesto principalmente de vacas
que producen más leche.
Lo mismo se puede hacer con cerdos para que sean más grandes y tengan más carne, o
con plantas de maíz para que den elotes más dulces y grandes. Basta con seleccionar las
características más favorables (siempre y cuando se puedan transmitir a los
descendientes, porque no todas se pueden transmitir o heredar) y cruzar, generación tras
generación, solo los individuos que tengan las características deseadas. Al cabo de
varias generaciones, toda la "población" (hato o campo de cultivo) estará compuesta
principalmente de individuos con dichas características.
Esta selección se llama selección artificial (para distinguirla de la selección natural que
ocurre en la naturaleza sin intervención humana), y de este modo es posible cambiar
gradualmente las características de ciertos animales y plantas. La selección artificial a
veces también produce nuevas variedades, como cuando un jardinero logra producir una
nueva rosa o un tomate más jugoso. O miremos la cantidad de variedades de perros que
el ser humano ha producido por medio de la reproducción selectiva a lo largo de muchas
generaciones: ¡una variedad asombrosa considerando que todas las variedades de
perros, de los diminutos chihuahuas a los pastores alemanes o grandes daneses, son
descendientes de un mismo antepasado parecido al lobo!
Darwin, entonces, sabía de la selección artificial que practican los granjeros y los
criadores de animales y plantas. Pero, ¿podía suceder algo así por cuenta propia en
poblaciones naturales?
El gran descubrimiento de que la selección "natural" ocurría por sí sola en la naturaleza
sucedió cuando Darwin captó dos cosas:
Primero que todo, en la naturaleza los animales y las plantas producen muchos más
descendientes de los que pueden sobrevivir. Eso le hizo pensar a Darwin que algo debía
limitar lo que de otra forma sería una expansión infinita de organismos en el mundo
natural. Sospechó que los organismos se traban en una "lucha por la supervivencia", de
la que solo sobreviven y se reproducen los más "aptos". (Darwin se estaba acercando a
lo que los biólogos modernos llaman "aptitud reproductora diferencial". Esto es
simplemente una medida del hecho de que ciertos organismos, en dado ambiente,
producen más descendientes capaces de sobrevivir y reproducirse. Tal "aptitud" no tiene
nada que ver con superioridad).
Segundo, Darwin hizo la muy importante observación de que en cualquier población de
animales o plantas, aunque todos tienen ciertos rasgos en común (lo que nos permite
reconocerlos como miembros de la misma especie), no hay dos individuos que sean
exactamente iguales. Darwin comprendió que esa variabilidad natural entre individuos
de una población podía aportar la "materia prima" para que toda la población cambiara
en el curso de generaciones sucesivas mediante un proceso de "selección natural" ciega
e inconsciente de ciertas características, sin intervención de mano humana ni divina.
Para entender cómo funciona la selección natural hay que recordar que los organismos
individuales (plantas o animales individuales) no viven en un vacío. Viven en el
contexto de (y en interacción con) un ambiente externo (formado por los rasgos físicos
del mundo externo, como temperatura y humedad, y por el ambiente "biótico" que crean
todas las plantas y animales que ocupan ese mismo ambiente). El ambiente externo
(físico y biótico) cambia continuamente. Es esencial recordar eso.
Bueno, veamos paso a paso un ejemplo de selección natural en acción. Digamos que
hay una población de plantas o animales de cierta especie (llamémosla X). Ningún par
de individuos de esa población son exactamente iguales. Ahora imaginemos que los
individuos de esa población tienen mucha variabilidad en un rasgo que se puede pasar a
los descendientes. Vamos bien. Bueno, ahora imaginemos que ese rasgo, en ese
ambiente particular y en ese momento particular, le da al individuo alguna "ventaja
reproductora" (comparado con los individuos que no tienen tal rasgo). Podría ser que le
permite vivir más tiempo (la ventaja reproductora es que tiene más tiempo para producir
descendientes); o podría ser que le permite tolerar mejor una sequía u otro cambio
dramático del ambiente; o quizá le permite ser mejor que otros de su población para
buscar comida, pareja, nidos o para evitar que se lo coman: cosas que pueden contribuir
a que un individuo produzca más descendientes (¡un animal no puede producir muchos
descendientes si lo devoran antes de reproducirse!).
En la vida real los científicos han documentado muchos ejemplos de rasgos que dan a
un individuo "ventaja reproductora", en comparación con individuos de la misma
población que no los tienen. Sea cual sea el rasgo (y puede ser cualquier cosa, siempre y
cuando se puede heredar), si ese rasgo le da a un individuo una ventaja reproductora, lo
que solo quiere decir que los individuos que tienen ese rasgo producirán más
descendientes que los individuos de la misma población que no lo tienen), los
descendientes a su vez tenderán a producir más descendientes con ese rasgo, y a lo largo
de una serie de generaciones ese rasgo se extenderá y llegará a predominar en la
población. Entonces podemos decir que la población ha "evolucionado".4
Veamos otro ejemplo: digamos que tenemos una población de insectos de un tipo y que
una especie de pájaros los come. Digamos que la mayoría de los insectos de esa
población son grises y de buen sabor, y que por pura casualidad unos pocos insectos de
esa población son de color negro y amarillo brillante y tienen un aguijón lleno de
veneno que enferma a los pájaros. Los pájaros aprenderán a evitar los insectos brillantes
y venenosos y a comer los insectos grises sin veneno. En ese caso, los insectos brillantes
y venenosos obviamente tendrán en promedio más chance de sobrevivir y de producir
descendientes que los que no tienen esos rasgos.Como resultado, la generación
siguiente tendrá...¡chale! una mayor proporción de insectos venenosos de colores
brillantes.
El proceso se repite generación tras generación (en cada generación los insectos
brillantes venenosos dejan mayor cantidad de descendientes que los insectos grises no
venenosos). Después de varias generaciones, ¡toda la población se verá diferente! Ahora
toda la población estará formada enteramente (o casi enteramente) de insectos
venenosos brillantes por la sencilla razón de que esos son los individuos que dejan más
descendientes en cada generación. Por medio de lo que se llama "reproducción
diferencial" de esos "individuos variables" toda la población ha cambiado: ¡ha
evolucionado!
He aquí otro ejemplo que mucha gente ha oído mencionar: la evolución de bacterias
resistentes a los antibióticos. Tomemos una población de bacterias que causa una
enfermedad. Expongámosla a un antibiótico que mata bacterias. Muchas de las bacterias
morirán. Digamos que el antibiótico mata a la mayoría pero que unas cuantas,por puro
azar, tienen un rasgo que les permite sobrevivir al antibiótico y después se reproducen y
le pasan a sus descendientes ese rasgo de "resistencia al antibiótico". Al paciente le dan
más del mismo antibiótico, pero ahora las bacterias resistentes al antibiótico sobreviven
y producen más generaciones de bacterias resistentes. Ahora hay un serio problema: tras
varias generaciones (¡y las bacterias producen nuevas generaciones muy rápidamente en
un huésped!) las únicas bacterias que quedan son las resistentes y se reproducirán sin
control. A menos que el paciente reciba un antibiótico diferente,al que esas bacterias
todavía no se han hecho resistentes, puede tener una grave "infección galopante" porque
no hay forma de controlar las bacterias.
Un gran problema actual es que el uso excesivo y descuidado de algunos antibióticos ha
llevado al surgimiento de varias cepas de bacterias (como nuevas cepas de tuberculosis)
que son resistentes a todos los antibióticos conocidos. Este es un caso clásico de
evolución en acción, y es imposible hacer avances en la ciencia de tratar enfermedades
contagiosas si no aplicamos a la medicina los principios de la evolución.
Lo que acabo de describir es el mecanismo de la evolución que Darwin descubrió y
llamó selección natural. Los científicos modernos no tienen absolutamente la menor
duda de que este tipo de cambio evolutivo (a veces llamado microevolución para
distinguirlo de los cambios macroevolutivos de mayor escala, que veremos en otra parte
de esta serie) ocurre en todas las poblaciones y especies vivas --no "instantáneamente"
sino a lo largo de muchas generaciones-- y es sumamente común. Se ha observado en la
vida real vez tras vez, tras vez, en poblaciones de toda clase de plantas y animales, en la
naturaleza y en el laboratorio.
¿Sí se ha puesto a prueba la teoría de selección natural de
Darwin y se ha comprobado que es cierta?
Sí, muchas veces. Darwin no alcanzó a ver la prueba definitiva de su teoría porque
durante su vida no se descubrió la fuente de la variación individual, que es crucial para
comprobar su teoría. Darwin sabía que los individuos no transmiten a sus descendientes
rasgos que han adquirido a lo de largo de su vida (por ejemplo, si uno hace ejercicio y
adquiere mucha musculatura, no se la transmite a sus hijos; o si una jirafa estira el
cuello para alcanzar hojas altas día tras día, no tendrá crías con el cuello más largo).
Pero la base de la teoría de la evolución por selección natural es que algo se transmite a
las generaciones sucesivas; tenía que haber un mecanismo para que los descendientes
heredaran la "variación favorable" de sus padres. ¿Qué podía ser?
Los científicos encontraron la respuesta en menos de 100 años: establecieron los
principios y mecanismos básicos de la herencia y descubrieron las estructuras básicas
de los genes y del ADN. Esa era la pieza del rompecabezas que hacía falta y con ella se
comprobó de modo definitivo el mecanismo de cambio evolutivo por selección natural
que postuló Darwin. (Por ejemplo, se realizaron incontables experimentos con animales
que se reproducen rápidamente, como la mosca de la fruta, en cuyas poblaciones se
pueden observar en poco tiempo los cambios evolutivos y los cambios genéticos
subyacentes).
Darwin se interesó mucho en los factores que llevan al surgimiento de nuevas especies
y dejó una buena base para entender que las nuevas especies surgen como
modificaciones de especies que ya existían. En el siglo y medio transcurrido desde
entonces, los científicos han confirmado y reafirmado los principios básicos de la
evolución por selección natural, y han extendido y desarrollado la teoría evolucionista
en muchas direcciones importantes a partir de las bases que sentó Darwin.
Muchos avances desde la época de Darwin nos permiten entender mejor cómo se puede
diversificar la vida y cómo pueden surgir nuevas especies cuando, por ejemplo,
poblaciones separadas de una especie animal o vegetal pasan por cambios evolutivos en
diferente grado o a diferente velocidad en distintos lugares. Esas diferencias pueden
tener varias razones: un rasgo que da una ventaja reproductora en determinado ambiente
(y que por lo tanto se "selecciona") puede darle una "desventaja" reproductora a una
población relacionada que ocupa un ambiente distinto; el tipo y la cantidad de variación
genética presente en una población también puede ser diferente al de una población
relacionada debido a fenómenos como "deriva genética" y "efecto fundador",
especialmente en poblaciones pequeñas aisladas.5
A veces las poblaciones separadas geográfica y reproductivamente evolucionan de
distinto modo porque el ambiente de cada una "favorece distintos rasgos", y a veces
simplemente porque la cantidad de variación genética que existe al comienzo (dentro de
cada población) es una pequeña fracción de la variación de toda la especie.
Con el tiempo, una población local puede pasar por cambios que la diferencian lo
suficiente de la población inicial, y de toda la especie, y acaba formando una nueva
especie.6
Así pueden surgir y han surgido nuevas especies. Este tipo de cambio evolutivo ha
ocurrido a lo largo de la historia de la vida y continúa. En vez de ver la evolución de la
vida en este planeta como un proceso lineal, hay que verla como un arbusto con muchas
ramas: unas ramitas cortas (callejones sin salida evolutivos) y otras ramas largas de las
que salen muchas más líneas de "descendencia con modificación de un antepasado
común", como lo describió Darwin.
Hoy la teoría darwiniana se sigue extendiendo y desarrollando. Las "nuevas fronteras"
del desarrollo de la ciencia de la evolución no están cuestionando las bases de la
selección natural darwiniana;están ampliando el darwinismo clásico con la exploración
de conceptos adicionales y relacionados para entender mejor los cambios de gran escala
(macroevolutivos), como el surgimiento de nuevas especies y nuevos órdenes de plantas
y animales en el transcurso de millones de años, y la extinción o supervivencia
diferencial de grandes grupos de plantas y animales en diferentes coyunturas de la
historia de la Tierra.
Por ejemplo, hoy existe mucho interés en entender mejor qué factores llevaron a
períodos de diversificación especialmente intensa de linajes evolutivos en un tiempo
relativamente corto (a nivel geológico), como la famosa "explosión cámbrica" de hace
un poco más de 500 millones de años. También hay mucho interés en entender mejor
qué factores pueden llevar a grandes reorganizaciones de la vida en el planeta por medio
de extinciones masivas: las cinco principales olas de extinciones masivas en la historia
de la vida del planeta (hasta ahora) ocurrieron al fin del período ordovícico (hace unos
450 millones de años); al final del período devónico (hace unos 350 millones de años);
al final del período pérmico (hace unos 250 millones de años, cuando se extinguieron
muchísimas formas de vida, especialmente en los mares); al final del período cretácico
(hace unos 65 millones de años, cuando se extinguieron muchos linajes, entre ellos los
últimos dinosaurios, muy posiblemente debido a los devastadores efectos sobre el clima
y la vegetación que tuvo el impacto de un asteroide grande en la península de Yucatán);
y al final del pleistoceno, o la última gran época glacial (que duró unos dos o tres
millones de años y acabó hace de 10 a 12 mil años), durante el cual se extinguieron
muchas especies de mamíferos y aves grandes posiblemente debido en parte a los
cazadores humanos.
Se considera que factores como los siguientes han contribuido a los períodos de
extinciones masivas (cuando grandes proporciones de las plantas y los animales
existentes desaparecieron por completo): cambios de clima, el impacto de un asteroide
lo suficientemente grande para causar una especie de "invierno nuclear" y, más
recientemente, el impacto de la caza y la transformación ambiental por el ser humano.
Ciertos científicos, como Richard Leakey, sostienen que estamos viendo el comienzo de
la sexta ola de extinciones masivas, una que se debe directamente a los efectos
sumamente rápidos y en cadena de la destrucción y depredación ambiental causada por
los seres humanos en los últimos dos siglos.
Uno de los temas más interesantes que están explorando los científicos darwinianos
actualmente es el ritmo de los cambios evolutivos de gran escala. Todos los
evolucionistas coinciden en que la acumulación de pequeños cambios evolutivos de las
especies es un proceso continuo. Y, como veremos en esta serie, también hay abundante
evidencia de que la acumulación gradual de cambios evolutivos por selección natural
lleva a grandes transformaciones al nivel de la especie (y, aunque los creacionistas
piensen lo contrario, hay bastante evidencia de fósiles y otros restos preservados de
etapas "intermedias" que muestra diferentes pasos de ese desarrollo). Pero, además de la
evidencia bien conocida de cambio evolutivo gradual, varios científicos han encontrado
evidencia que indica fuertemente que, en ciertas condiciones, pueden ocurrir
relativamente rápido (desde un punto de vista geológico) grandes "saltos" evolutivos,
como el surgimiento relativamente repentino de nuevas especies o rachas relativamente
repentinas de diversificación de grupos enteros de plantas y animales. Recalco las
palabras "relativamente" y "desde un punto de vista geológico", porque es importante
entender que nadie dice que las grandes "innovaciones" evolutivas ni el surgimiento de
nuevas especies o linajes ocurren "de la noche a la mañana". ¡No, todos los científicos
siguen diciendo que los grandes cambios ocurren con el paso de muchas, muchas
generaciones! Pero lo que están debatiendo entre sí muchos evolucionistas es si es
posible que hayan ocurrido grandes cambios evolutivos a macroescala (como los
"repuntes" ocasionales de intensa diversificación de especies que se destacan en ciertos
puntos de la historia de la Tierra) relativamente de repente, en un período muy
concentrado (no de millones y millones de años, aunque sí a lo largo de muchas
generaciones sucesivas).
Como veremos en esta serie, incluso en una especie el ritmo de cambio evolutivo no es
constante y a veces se puede acelerar mucho, especialmente en poblaciones de plantas o
animales que encuentran trastornos ambientales repentinos y dramáticos, o que quedan
aisladas del pool genético de su especie. En tales condiciones, innovaciones evolutivas
relativamente pequeñas a veces tienen efectos muy amplificados, y parece que las
nuevas especies a menudo se originan de ese modo.
Así que actualmente hay mucho interés en profundizar el conocimiento científico de los
factores que pueden afectar la velocidad y el ritmo del cambio evolutivo, especialmente
la velocidad de especiación y las condiciones en que una línea evolutiva se ramifica (se
diversifica) en muchos linajes descendientes, o quizá en unos pocos. También hay
mucho interés constructivo en debatir la relativa importancia de la selección natural y
los factores no selectivos, como la deriva genética, el efecto fundador o el efecto de
catástrofes ambientales (como el impacto de un asteroide), en la aparición de "novedad"
evolutiva.7
No vamos a explorar todos esos temas aquí; basta con señalar que esos son los tipos de
preguntas que está investigando actualmente el dinámico campo de la biología
evolucionista. Se están haciendo muchos avances, en teoría y en experimentación,que
están extendiendo y desarrollando el legado de Darwin. Pero decir que el campo de la
evolución se sigue desarrollando no es lo mismo, absolutamente, que decir que "los
evolucionistas ni siquiera están de acuerdo entre sí, así que la evolución es una teoría
sin comprobar y la teoría creacionista es una teoría alternativa igualmente válida", como
dicen los creacionistas. Eso es completamente falso.
Repito que se considera que los principios básicos de la evolución por selección natural
de Darwin están tan sólidamente comprobados como el hecho de que la Tierra gira
alrededor del Sol y no al contrario. El conocimiento científico avanza y se desarrolla
continuamente. Pero para que la ciencia (o cualquier otro campo del conocimiento)
avance es fundamental basarnos firmemente en los conocimientos que la ciencia y el
tiempo han comprobado. En ningún campo de la ciencia hay nada más sólidamente
comprobado y demostrado que los principios básicos de la evolución.
Más adelante, cuando hayamos sentado más bases de lo que es la evolución, lo que no
es, y la evidencia de que ha ocurrido y de que la vida sigue evolucionando, espero que
reconozcamos con más confianza los errores de los supuestos "creacionistas
científicos", que dicen que tienen razones "científicas" para no creer en la evolución.
Veremos que el "creacionismo científico" ¡no tiene nada de científico! Es simplemente
religión: una serie de creencias que los que siguen la Biblia al pie de la letra quieren que
aceptemos por fe, sin ninguna evidencia científica concreta y verificable (¡no la tienen!)
Es importante estudiar y reflexionar sobre los métodos favoritos de los creacionistas
para "cuestionar" la evolución: los métodos en sí muestran que no tienen fundamento.
Los creacionistas quieren que creamos que la historia bíblica de la creación es verdad
palabra por palabra, pero (a diferencia de los evolucionistas) no pueden presentar
ninguna evidencia y, más aún, no pueden presentar ninguna idea que se pueda poner a
prueba en el mundo real para determinar si la propuesta de la creación divina es cierta o
falsa. ¡Eso de por sí dice mucho! Por contraste, la teoría de la evolución se ha puesto a
prueba repetidamente en el mundo real (con observación y experimentación) y muchos
de los avances de las ciencias modernas se basan en el conocimiento de sus principios.
Además, como toda teoría científica, la teoría de la evolución acepta cuestionamiento,
verificación y rechazo. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que cuando los científicos
proponen una teoría predicen que, si es CIERTA, será posible hallar esta y aquella
evidencia. Además, indican qué evidencia es incompatible con la teoría y demostrará
que es FALSA. Lo asombroso de la teoría de la evolución es que en los más de 140
años desde que Darwin la publicó miles de científicos de todo el mundo han reunido
toneladas de evidencia de distintas clases que es compatible con ella y que demuestra
que es cierta, pero nadie (ni una sola persona en ninguna parte) ha encontrado una
gota de evidencia científica (que científicos serios puedan verificar) que demuestre que
la teoría de la evolución es falsa. Y eso, estimados amigos, también dice mucho.
Especialmente porque, como se ha señalado varias veces, el que lograra probar que la
teoría de la evolución es falsa se volvería célebre de la noche a la mañana por refutar
uno de los principios más sólidos de la ciencia.
Es importante entender que la teoría de la evolución no es uno o dos puntos y ya: es una
teoría coherente de muchos componentes que conforman un todo general. Si alguien
pudiera demostrar que uno de los componentes básicos de la teoría es falso (por
ejemplo, si encontrara fósiles que demuestren que los seres humanos vivieron al mismo
tiempo que los dinosaurios, por mencionar uno de millones de ejemplos posibles que
serían incompatibles con nuestro conocimiento del desarrollo de la evolución), ¡toda la
teoría se iría a pique! Pero a pesar de eso y a pesar de que los creacionistas fanáticos
harían cualquier cosa para encontrar una gota de prueba científica de que la evolución es
falsa, nadie ha logrado hacerlo.
A falta de evidencia concreta para refutar la teoría de la evolución o validar la idea de la
creación bíblica (fuera de fe ciega), e incapaces de proponer una teoría científica
alternativa que se pueda poner a prueba,los creacionistas han quedado reducidos a tratar
de "abrir huecos" en aspectos de la teoría de la evolución que les parecen "débiles"
(porque no los entienden). Con frecuencia, parece que sus ataques no arrancan de
desacuerdos honestos sino que buscan crear confusión para que la gente que no ha
estudiado ciencia crea que la teoría de la evolución no es sólida.
Para crear esa falsa impresión, los creacionistas recurren a humo y mentiras. Por más
que los evolucionistas refuten sus mentiras y tergiversaciones, salen con más. El famoso
paleontólogo y evolucionista Stephen Jay Gould comentó que es muy difícil batir a los
creacionistas en un debate por sus métodos anticientíficos y resbalosos, aunque en otras
situaciones, como en un juzgado, donde es posible interrogarlos y hacer que planteen
sus propias explicaciones, quedan batidos. Al fin y al cabo, los creacionistas no tienen
que respetar las reglas científicas y pueden decir lo que se les ocurra para "desgastar" a
los científicos (que efectivamente se cansan de perder tiempo con idioteces) y al público
en general, que debido a la doble carga de la tradición religiosa y de escasa educación
científica a veces no puede separar la verdad y la ficción.
Para no dejarse engatusar por mentiras y confusiones, es necesario aprender el método
científico y los puntos básicos de la evolución. Es una lucha pero vale la pena. Cuesta
trabajo (porque aprender la ciencia de la evolución es como aprender la ciencia de todo)
pero espero que esta serie ayude. Al entrarle al material que presentaremos "paso por
paso", será posible (incluso para los que no tengan conocimientos sobre la evolución)
adquirir una comprensión básica de los hechos científicos como punto de partida para
poder refutar los espejismos de los antievolucionistas y proponentes de la fe ciega. Y
entonces, ¡a lo mejor te divertirás cuestionándolos a ellos!
Footnotes
1 No sabemos con certeza si la vida primitiva surgió y luego tal vez desapareció (y luego
volvió a aparecer) en distintos momentos de los comienzos de la Tierra. De todos
modos, se puede decir que todos los seres que viven en el mundo hoy son
descendientes de un solo antecesor común. Uno de los indicadores más importantes
de ese "antecesor común" es que entre las muchas características importantes que
comparten todos los seres vivos del planeta figura el mismo código genético básico y
mecanismos compartidos de síntesis de proteínas. El método de replicación y herencia
basado en el ARN y el ADN, común a todos los seres vivos de la Tierra, no es
necesariamente la única manera en que la "vida" se puede reproducir en otras partes
del universo. Son apenas los "ladrillos" químicos con que los seres vivos pueden
replicarse en este planeta. La mayoría de los biólogos piensa que, como ninguna forma
de vida de la Tierra utiliza otro mecanismo de replicación genética, es una indicación
muy fuerte de que todos los seres vivos de este planeta (incluidos los seres humanos)
son descendientes de una sola forma de vida común, que evolucionó y divergió (se
ramificó) durante cientos de millones y hasta de billones de años.
2 Como veremos, con el transcurso del tiempo, sistemas enteros pueden "divergir" más
cuando una "población antecesora" se ramifica y da origen a diversas poblaciones
separadas, y luego ciertos factores afectan los patrones de variación al azar en esas
poblaciones. La "selección" de la proporción relativa de individuos variantes de una
generación a otra puede darse de manera muy diferente en linajes separados y, con el
tiempo, las poblaciones nuevas pueden tener variaciones muy radicales entre sí, y en
comparación con la población antecesora. Así, pueden darse verdaderas "novedades"
evolutivas por la variación que ocurrió puramente por casualidad en las generaciones
anteriores.
3 Los creacionistas de hoy tienen el mismo problema: algunos sostienen que hay
diferentes fósiles en diferentes capas porque, cuando ocurrió el "diluvio universal"
bíblico de 40 días, los seres "menos inteligentes" simples fueron los primeros en
ahogarse y los seres complejos y avanzados pudieron resistir más tiempo, pero al fin
murieron y quedaron enterrados en las capas superiores del lodo. Y que las aves se
posaron en las copas de los árboles y fueron los últimos seres en morir... por eso,
dicen, ¡los fósiles de las aves solo aparecen en las capas geológicas superiores! Ajá...
Para aferrarse a sus creencias obsoletas, los creacionistas clásicos confeccionan
muchísimas "explicaciones" absurdas, pero hoy poca gente, hasta cristianos devotos,
acepta tales ideas. Los geólogos que estudian la topografía y la formación de las capas
de rocas y continentes han entendido desde hace mucho que nunca ha ocurrido una
sola inundación global como la que describe la Biblia.Incluso antes de Darwin, los
geólogos sabían que las capas de la superficie terrestre se depositaron una encima de
la otra en el transcurso de cientos de millones de años, y que las plantas y animales
fosilizados atrapados en esas capas murieron en épocas geológicas muy distintas,
separados por millones de años, y que no es posible que todos murieran de golpe o en
un tiempo reducido (¡40 días).
4 Eso no quiere decir que los cambios evolutivos que han ocurrido necesariamente se
generalizarán de manera permanente a la población o seguirán en una sola "dirección".
Por ejemplo, los cambios evolutivos podrían acumularse en cierta "dirección" por un
tiempo, pero luego un cambio de las condiciones ambientales podría revertir las
tendencias porque las características en cuestión dejan de representar una ventaja
reproductora o incluso se vuelven una desventaja. En tal caso, en el transcurso de
varias generaciones, podrían eliminarse esas características por medio de la selección.
Las características variables de una población que han tenido efectos negativos o
positivos menos dramáticos en la aptitud reproductora relativa de los individuos pueden
persistir en la mezcla variable de la población sin desaparecer o sin generalizarse a
todos los individuos, pero su proporción o frecuencia relativa puede cambiar de una
generación a otra y en respuesta a cambios en el ambiente externo.
5 La deriva genética y el efecto fundador son fenómenos relacionados con cambios en la
frecuencia y diversidad genética que ocurren al azar (es decir, no son el resultado de la
selección natural). El efecto fundador puede ocurrir cuando individuos migran a una
región e introducen nuevo material genético. Asimismo, ocurren alteraciones casuales
de las frecuencias genéticas por la muerte accidental de individuos o la reducción del
material genético disponible cuando parte de la población se elimina o "se separa" y no
puede cruzarse con el resto de la población. Como es de esperarse, dichos
fenómenos, que no se deben a la selección natural, pueden amplificarse y destacarse
en poblaciones pequeñas.
6 Una población se define como una nueva especie cuando diverge de la especie
ascendente a tal grado que no puede cruzarse con ella y producir crías que puedan
reproducirse.
7 Los científicos están investigando el papel de mutaciones "neutrales" en el cambio
evolutivo y la relativa importancia para la macroevolución de los efectos acumulativos
de adaptaciones específicas de las poblaciones al hábitat en contraste con cambios
que no están relacionados con la adaptación. Asimismo, están investigando otras
cuestiones de mucho interés: ¿el cambio evolutivo necesariamente produce mayor
complejidad?; ¿los principios básicos de la selección natural se aplican a varios niveles
de organización (como genes, células, organismos, poblaciones, especies, clanes
[organismos que comparten características de un antepasado])?; si es así, ¿algunos
niveles son de mayor importancia como fuentes o mecanismos de cambios evolutivos?;
y ¿es posible integrar a la teoría de la evolución el concepto de cambios que ocurren
simultáneamente en varios niveles?
La evidencia de la evolución en acción nos rodea
Vamos a empezar esta segunda parte de la serie con unos cuantos ejemplos de los
cambios evolutivos que podemos observar a nuestro alrededor. Esos cambios ocurren
en poblaciones y en especies de plantas y animales; se les llama "microevolución" para
distinguirlos de la "macroevolución": los patrones de evolución de mayor escala que se
dan por encima del nivel de las especies, como el surgimiento y las sucesivas
ramificaciones de taxones y linajes (grupos de grupos) a lo largo de millones y cientos
de millones de años.1
La evolución en acción hoy
¿Entonces podemos ver la evolución en acción hoy? Claro que sí. Como característica
fundamental de la materia viva, la evolución es algo que ocurre siempre. Mucha gente
no sabe esto porque no entiende qué es la evolución (y qué no es). Es importante
entender que aunque la "materia prima" del cambio evolutivo son las características
heredables de individuos variables, en general el cambio evolutivo se observa mejor al
nivel de poblaciones enteras y de especies enteras de plantas y animales, y a lo largo
de muchas generaciones .
Veamos unos cuantos ejemplos bien conocidos que suceden tan rápidamente (con
relación a la vida humana) que se pueden ver.
Cambio evolutivo rápido observado en una población de
polillas
El que haya tomado una clase sobre evolución seguramente ha oído hablar de la especie
de polillas Biston betularia, que también se llama geómetra del abedul. Esta especie de
polillas se ha estudiado en Inglaterra a lo largo de muchas generaciones sucesivas y es
un excelente ejemplo de evolución por selección natural que se puede observar
directamente.2
Hasta mediados del siglo 19, casi todas las polillas B. betularia eran de color gris
claro. Hasta esa época, la corteza de los abedules locales también era de color claro, de
modo que cuando las polillas se posaban en el tronco de los árboles de día se
confundían con el fondo. Por esa razón, muchas de esas polillas de color claro pasaban
desapercibidas para los pájaros que buscaban insectos. Pero sucedió algo curioso: el
desarrollo de la industria a fines del siglo 19 contaminó el aire con polvo negro y hollín
de las fábricas, y como consecuencia la corteza de los árboles se oscureció. Eso en sí no
es sorprendente. ¡Lo interesante es que las poblaciones de polillas también se
oscurecieron! Al poco tiempo los habitantes de las zonas industriales de Inglaterra
observaron que una polilla de alas negras remplazó casi completamente a la polilla
clara. Lo que estaban viendo era un ejemplo de evolución en acción: un ejemplo clásico
de los cambios evolutivos comunes que ocurren por medio de la selección natural y que
en este caso llevaron a una adaptación de las poblaciones de polillas a los cambios del
ambiente.
Esto es lo que pasó:
La población inicial de polillas se componía de individuos variados. La mayoría eran de
color claro, pero en la población total había unas cuantas variantes de color oscuro.
Antes de la industrialización, las polillas claras eran mucho más numerosas que las
polillas oscuras; estas últimas resaltaban sobre la corteza clara de los árboles y, en
promedio, los pájaros las comían con más frecuencia que a las polillas claras, que
estaban mejor camufladas. De modo que en ese ambiente los individuos claros tenían lo
que los biólogos llaman "ventaja reproductora diferencial" en comparación con las
polillas oscuras. Eso quiere decir sencillamente que como a las polillas claras los
pájaros las comían menos que a las polillas oscuras, en promedio podían sobrevivir más
y por lo tanto tenían más probabilidades de producir descendientes. Como la
variabilidad genética que controla el color de las alas es un carácter heredable, las
polillas sobrevivientes se lo transmitían a sus descendientes, quienes se lo transmitían a
sus descendientes, y así sucesivamente. Mientras que la corteza de los árboles fuera
clara, las polillas claras tenían una "ventaja selectiva" y las poblaciones de polillas se
componían casi exclusivamente de variantes claras. Había una que otra variante oscura,
pero eran muy poco comunes.
Esta situación empezó a cambiar cuando el ambiente cambió y el hollín ennegreció los
árboles: ahora esos individuos muy poco comunes que por casualidad tenían alas negras
(porque la información genética que controla las alas negras no "desapareció"
completamente de la población total) eran los que tenían una importante ventaja
reproductora: ahora ellos pasaban desapercibidos y por lo tanto eran los que, en
promedio, sobrevivían más y producían más descendientes. Así, a lo largo de varias
generaciones, la cantidad de polillas oscuras aumentó y formó una mayor proporción de
la población total. Con el tiempo, probablemente solo se veían polillas de alas oscuras.
¡La población de polillas evolucionó!
También es interesante ver que después esa tendencia evolutiva se ha revertido en
algunas regiones donde el aire mejoró, se redujo la cantidad de hollín industrial y el
tronco de los árboles volvió a ser de color claro. Acorde con ese cambio ambiental, las
poblaciones de polillas evolucionaron una vez más, pero esta vez volvieron a ser
predominantemente de color claro. El cambio fue posible porque la información
genética que controla las alas de color claro seguía presente en el pool genético total de
la población: incluso cuando la población estaba formada casi enteramente de polillas
oscuras había unas cuantas polillas de color claro. Eran poco comunes, pero el hecho de
que quedaban unos cuantos individuos claros en cada generación aportó la suficiente
base genética para que la proporción de individuos claros aumentara cuando el ambiente
cambió y los individuos oscuros resultaron de nuevo más visibles para los pájaros. Con
cada generación, las polillas oscuras producían, en promedio, menos descendientes y las
polillas claras producían, en promedio, más descendientes. Este ejemplo clásico de
selección natural era todo lo que se necesitaba para que la población de polillas
evolucionara de nuevo.
¿Dónde estaríamos sin la mosca de la fruta?
Como el cambio evolutivo solo ocurre a lo largo de una serie de generaciones, es útil
estudiar plantas o animales que producen nuevas generaciones muy rápidamente. Por
eso se han hecho famosas en biología varias especies de pequeñas moscas de la fruta
(Drosophila): es fácil criarlas en un ambiente controlado de laboratorio, reproducen
muchas generaciones en unos pocos meses y hasta resulta que el ADN es fácil de
manipular. En la primera mitad del siglo 20, científicos como el genetista Theodosius
Dobzhansky observaron poblaciones de moscas de la fruta en el laboratorio y en la
naturaleza. Dobzhansky realizó muchos experimentos, como "seleccionar"
artificialmente moscas que tenían cierto color de ojos, forma de alas, número o posición
de patas, etc., y observó cómo cambiaba la proporción de individuos de determinadas
características con el paso de generaciones según las condiciones. Gracias a esos
estudios se pudieron descifrar mejor los principios de la herencia y saber qué ocurre
exactamente al nivel genético cuando evoluciona una población. En muchos casos fue
posible correlacionar (conectar) los cambios de la proporción de individuos de ciertas
características de una población (por ejemplo, cierto color de ojos) con los cambios que
ocurren de generación en generación en las frecuencias génicas. Por ejemplo, se pudo
demostrar que un aumento de la "proporción de moscas con ojos rojos" en una
población estaba conectado directamente con un aumento de la "frecuencia del alelo
(cada una de las formas alternativas de un gen) que `produce' los ojos rojos" en el pool
genético total de esa misma población.3
Darwin explicó cómo opera la selección natural en poblaciones de individuos variados
para causar cambios evolutivos, y sabía que el proceso solo opera con los caracteres
heredables y a lo largo de muchas generaciones. Pero Darwin no sabía realmente cuál
era la fuente de la variación individual heredable porque en esos días no se conocían los
genes ni el ADN, ni se sabía cómo se transmiten los caracteres heredables de una
generación a otra.4
Precisamente la combinación de la teoría de la evolución de Darwin con los avances en
el nuevo campo de la genética hizo posible realizar una "síntesis moderna" en la
primera mitad del siglo 20 y llegar a un conocimiento mucho más completo y general de
la dinámica fundamental del cambio evolutivo.
Nuestro conocimiento actual del proceso de la evolución nos permite hacer cosas
nuevas, como combinar evidencia proveniente de distintas fuentes (por ejemplo,
evidencia del registro fósil con evidencia de un análisis molecular del ADN de especies
vivas) para reconstruir caminos evolutivos pasados e identificar en qué puntos del árbol
evolutivo de la vida se separaron un antepasado y sus linajes descendientes. La
combinación de los principios básicos de la evolución y de la herencia genética también
ha hecho posible mejorar el tratamiento de muchas enfermedades, hacer que las
bacterias produzcan medicinas (como insulina) para el ser humano, y producir nuevas
cepas de plantas y animales domesticados para la agricultura y la ganadería.
Nada de esto sería posible si la evolución no fuera cierta y si no conociéramos sus
principios y mecanismos básicos. El nuevo campo de "ingeniería genética" es un
ejemplo. El hecho de que los seres humanos busquen transformar la materia viva para
beneficio de la humanidad no es "intrínsecamente malo". Los criadores de plantas y
animales lo han hecho por siglos (mediante selección artificial), y los seres humanos no
podemos vivir sin consumir y transformar otras especies vegetales y animales. Pero a
mucha gente le preocupa, con razón, que el nuevo campo de la ingeniería genética lleve
a un nivel sin precedentes de "manipulación" genética y evolutiva descuidada e
irreflexiva. En malas manos (ligados a la ganancia privada y/o al servicio de objetivos
sociales reaccionarios, como sucedió con el desarrollo de la capacidad de "manipular" la
energía nuclear, por ejemplo) los avances en el campo de la ingeniería genética
efectivamente pueden tener pésimas consecuencias para la salud humana y para la salud
y relativa estabilidad de ecosistemas enteros. La ingeniería genética es el tema de otra
discusión que guardaremos para otra oportunidad, pero lo menciono para señalar una
vez más que si la evolución no fuera cierta (como dicen los creacionistas), si la
evolución no fuera un fenómeno real, ¡pues no existirían campos como la ingeniería
genética (con todo lo bueno y lo malo que están haciendo y que tienen el potencial de
hacer)!
Los creacionistas dicen que "no creen en la evolución", pero viven en un mundo en que
constantemente se usan las reglas de la evolución para transformar el mundo, para bien
o para mal.
Una especie se divide en los dos lados del Gran Cañón
En otra parte de esta serie veremos más a fondo lo que los científicos saben hoy de los
procesos evolutivos por medio de los cuales surge una nueva especie vegetal o animal
como modificación y separación de los antepasados inmediatos (lo que se llama
"especiación"). Como mi propósito en esta parte de la serie es dar a los lectores una idea
de cambios evolutivos que ocurren constantemente y que podemos ver a nuestro
alrededor, permítanme dar un ejemplo de un caso que se ha observado de dos
poblaciones que han empezado a divergir en especies separadas (a lo largo de muchas
generaciones).
Cada vez que diferentes poblaciones de la misma especie se aíslan a nivel de
reproducción (por muchas generaciones) existe el potencial de que haya especiación.
En la vida diaria la especiación completa no se da con mucha frecuencia porque a
menudo dos poblaciones que se aislaron (por una barrera física, digamos) después de un
tiempo se unen de nuevo (por ejemplo la barrera desaparece) y vuelven a aparearse y a
mezclar su material genético en un mismo pool genético, lo que detiene el proceso de
especiación. Pero a veces dos poblaciones de una especie quedan aisladas el tiempo
suficiente para que se complete el proceso de especiación (al punto de que los
individuos de las dos poblaciones no podrían aparearse y reproducirse, aun si volvieran
a vivir en el mismo lugar).
El caso de las ardillas Kaibab y Abert que viven en el Gran Cañón del Colorado muestra
lo que sucede cuando una especie empieza a divergir (separarse) en dos. No hace tanto
tiempo que los antepasados de los dos tipos de ardillas eran una sola especie de
individuos con el mismo aspecto. Pero dos poblaciones de esas ardillas acabaron en los
lados opuestos de una barrera física sustancial: ¡el Gran Cañón! Los individuos de las
dos poblaciones han quedado aislados al nivel reproductor: no pueden cruzarse y
producir descendientes. Debido a ese aislamiento reproductor las dos poblaciones han
dejado de compartir el mismo pool total de información genética. A cada población le
falta parte de la información genética que tiene la otra, información que estaba en el
pool genético total de la especie inicial. Para poner una analogía, es como si cada una de
las dos poblaciones terminara solamente con una parte del alfabeto (en vez del alfabeto
completo) y, encima, como si las dos partes del alfabeto fueran distintas. Así que a cada
población le falta cierta información genética y, además, "reorganiza" la información
genética que tiene (su parte del alfabeto) de modo diferente en cada generación. Esto
tiene consecuencias importantes: a medida que cada población produce generación tras
generación sin poder tocar el pool genético de la otra población, su variabilidad
genética total empieza a acumular cambios de distintas clases y grados.
Eso es exactamente lo que pasó con las dos poblaciones de ardillas del Gran Cañón: a la
vista las dos son ardillas y tienen muchos rasgos comunes (por ejemplo, las dos comen
los mismos alimentos), pero las proporciones de ciertas frecuencias génicas en cada
población han cambiado. Los procesos normales de mutación y recombinación genética
al azar (que ocurren siempre que se reproducen los organismos) han seguido caminos un
tanto diferentes en las dos poblaciones, lo que es de esperarse si no empiezan con el
mismo pool genético total. Como resultado, las dos poblaciones han venido divergiendo
en dos especies distintas y su aspecto está cambiando.5
Por ejemplo, las ardillas Abert, que solo viven en el lado sur del Gran Cañón, tienen el
cuerpo gris, el lomo rojizo y la cola oscura. Las ardillas Kaibab, que solo viven en el
lado norte del Gran Cañón, son grises y tienen la cola blanca.
Mientras que no se crucen y "mezclen" su variación genética total en un pool genético
común, las dos poblaciones aisladas seguirán acumulando cambios diferentes. Ya
tienen aspecto diferente y es muy posible que a la larga exhiban diferencias más
significativas, por ejemplo diferencias de conducta y de interacción con el ambiente
(como comer distintos alimentos), simplemente debido al hecho de que la
reorganización y reacomodación de la variabilidad genética que ocurre de una
generación a la siguiente ahora se produce a partir de una base genética un tanto distinta
en las dos poblaciones. Esas diferencias se seguirán acentuando cuanto más tiempo
sigan separadas al nivel de reproducción.6
Los procesos normales de mutación y recombinación genética al azar que ocurren en
cada nueva generación harán que surjan nuevas características que ninguna de las dos
poblaciones tenía, pero serán diferentes en las dos poblaciones y seguirán
diferenciándolas más y más.7
La divergencia de las ardillas del Gran Cañón en dos especies a lo largo de muchas
generaciones es otro ejemplo de evolución en acción en el mundo que nos rodea: un
cambio que podemos observar directamente en un lapso razonable. No estábamos
presentes cuando los primeros vertebrados terrestres (ancestros de las ranas y
salamandras de hoy) evolucionaron de esos extraños peces que por medio de la
evolución adquirieron un "pulmón" primitivo que respiraba aire hace unos 400 millones
de años; o cuando las primeras aves evolucionaron de los parientes emplumados de los
dinosaurios hace unos 200 millones de años; pero eso no quiere decir que no podamos
ser testigos de la frecuente aparición de novedades evolutivas en una escala más
pequeña (e inclusive del surgimiento de nuevas especies) que ocurre a nuestro
alrededor.
Las grandes transiciones evolutivas de la historia de la vida se desenvolvieron paso a
paso en el transcurso de cientos de millones de años. Pero los principios y mecanismos
básicos seguramente fueron muchos de los mismos que vemos a nuestro alrededor todos
los días en una escala menor.
No hay que pensar que vamos a ver la transformación "instantánea" de un animal o
planta individual ni de una especie en otra como por arte de magia: eso nunca ocurre y
eso no es la evolución.
Sabemos, por ejemplo, que el antepasado de las ballenas modernas fue un cuadrúpedo
ungulado (mamífero cuyos dedos terminan en cascos o pezuñas) que vivía en la tierra,
no en el agua. Lo sabemos por el registro fósil y por la evidencia de parecido genético
de las ballenas y ciertos mamíferos terrestres inclusive hoy. Pero también sabemos que
el proceso se desenvolvió con una serie de especies de transición, cada una de las cuales
tenía una "modificación" evolutiva con respecto a sus antepasados inmediatos. A los
creacionistas les encanta decir que no existen fósiles "intermedios" en el registro fósil y
que eso demuestra que la "descendencia con modificación" es un cuento que se
inventaron los evolucionistas. Bueno, resulta que hay bastantes fósiles intermedios (a lo
que volveremos en esta serie), por ejemplo, una serie de fósiles de especies relacionadas
que conectan ese cuadrúpedo ungulado con la ballena por medio de una docena de
especies de transición. Los fósiles muestran una secuencia muy clara de modificaciones
escalonadas de un cuerpo adaptado a la vida en la tierra a un cuerpo adaptado a la vida
en el agua que ocurrieron en el transcurso de unos 25 millones de años.8
1
A veces los mecanismos de aislamiento reproductor son más sutiles pero igualmente
efectivos; por ejemplo, se ha demostrado en estudios que dos poblaciones de insectos
emparentados pueden aislarse reproductivamente por alimentarse con distintas plantas.
También se ha observado que surgen nuevas especies de plantas cuando dos especies
emparentadas pero distintas, que ocupan el mismo hábitat pero que normalmente están
aisladas reproductivamente por factores genéticos (como incompatibilidades
cromosómicas), se aparean y producen híbridos estériles. Normalmente, tales híbridos,
como las mulas estériles, no pueden producir descendientes; sin embargo, en las plantas
no es raro que los cromosomas de los híbridos se dupliquen (un fenómeno llamado
poliploidia ), lo que en la práctica les permite tener descendientes, ¡aunque no son
miembros de una nueva especie! Se cree que muchas de las 260,000 especies de plantas
actuales evolucionaron por medio de poliploidia.
2
Es importante ver que los cambios de las frecuencias génicas y de la diversidad
genética general de las poblaciones pueden ocurrir por azar, y no solo por selección
natural. Por ejemplo, puede que a una zona migren nuevos individuos que lleven
material genético adicional a una población; o al contrario, la diversidad genética
general de una población se puede reducir por deriva genética, cuando se pierden
ciertos alelos genéticos (variantes de genes) debido a la muerte accidental de individuos
o a la eliminación accidental de un sector de la población.
3
También hay evidencia experimental que apoya esta posición, y se cree que la cantidad
limitada de variación genética total de la población pequeña al comienzo de la
especiación puede "relajar" los constreñimientos genéticamente determinados presentes
en la población mayor. También se cree que tal "relajación" puede facilitar la
reorganización genética que lleva a que surjan nuevos rasgos.
La ciencia de la evolución
En esta serie hemos hablado de que todas las formas de vida son producto de la
evolución, de que la evolución continúa y de que la evidencia de la evolución está en
todas partes. También hablamos de lo que saben los biólogos actualmente del proceso
de especiación: cuando una nueva especie se separa de la especie antecesora en el
transcurso de muchas generaciones. Por medio de innumerables casos de especiación a
lo largo de 3.5 billones de años, la vida evolucionó de unas bacterias primitivas a la
gran diversidad de animales marinos y a todas las especies de anfibios, reptiles, aves y
mamíferos (incluido el ser humano) que viven en la tierra.
La evolución se considera una de las teorías científicas más sólidas porque la evidencia
que la prueba proviene de muchas direcciones y de muchos campos de la ciencia: la
biología molecular ha hallado evidencia de la evolución en los patrones de ADN; la
paleontología ha hallado evidencia en las características y las secuencias de fósiles; la
embriología la halla en los patrones de desarrollo de los embriones; la genética de
poblaciones y la ecología halla evidencia de la evolución en las características, los
modos de interacción y los patrones de distribución de poblaciones y comunidades de
organismos vivientes. En la actualidad se ha documentado tanta evidencia de la
evolución que uno puede leer centenares de libros científicos y miles de artículos de
revistas científicas sobre el tema, y todavía tendrá más por leer.
En esta parte de la serie hablaremos de las principales categorías de evidencia que
comprueban de manera concluyente que la evolución es un hecho.
El pasado deja huellas en el presente
En todo proceso (ya sea de la naturaleza o de la sociedad) que tenga historia, el pasado
deja huellas en el presente. Por lo tanto, uno puede estudiar fósiles de organismos
muertos hace mucho y encontrar en ellos rasgos (huesos, etc.) que pertenecían a
especies antecesoras; o uno puede estudiar especies vivas y encontrar rasgos que
conectan claramente dos o más especies, y que las conectan con una especie anterior de
la cual evolucionaron.
La teoría de la evolución predice que si una especie vegetal o animal no salió "de la
nada", su físico y sus patrones de distribución en el planeta darán muchas pistas
concretas para averiguar de dónde proviene.
Y eso es precisamente lo que pasa.
Evidencia directa de la evolución del registro fósil y del registro molecular:
Como vimos en esta serie, el registro fósil es una fuente importante de evidencia directa
de la evolución pasada de las especies. Cuando se arreglan en orden de antigüedad
(determinado por diversas técnicas científicas de datación) una serie de fósiles de
plantas o animales, podemos comparar punto por punto sus estructuras y ver muchas de
las modificaciones graduales que han ocurrido entre los representantes "más viejos" y
"más jóvenes" de una línea.
Una nueva especie solo puede evolucionar a partir de la variación heredable que existía
en las poblaciones de los antepasados inmediatos; cuando uno examina cualquier
especie viva o especie fósil de plantas o animales, encuentra ciertas semejanzas con los
antepasados y ciertas diferencias (nuevos rasgos que no tenía la especie anterior). Las
semejanzas permiten estudiar el parentesco de las dos especies; las diferencias permiten
entender por qué cada especie es única.
La vida lleva evolucionando en este planeta aproximadamente 3.5 billones de años:
suficiente tiempo para que se produzcan toda clase de dramáticas modificaciones
evolutivas en todas y cada una de las líneas de plantas y animales. Así, por ejemplo, hay
fósiles de ballenas marinas conectados (por medio de una serie de fósiles de especies
relacionadas) con una especie antecesora de cuadrúpedos terrestres; y nuestra propia
especie humana está emparentada con una serie de antepasados homínidos, es decir,
especies parecidas al ser humano que caminaban erguidas como nosotros pero que
todavía tenían mucho en común con los monos de los cuales evolucionaron. Si ponemos
en fila por orden de edad las especies antecesoras de la línea humana que caminaban
erectas, se ve que las más antiguas se parecen más a los simios y las más recientes se
parecen más a los humanos modernos. Eso quiere decir solamente una cosa: los seres
humanos descienden de especies previas no humanas parecidas a los simios. (Más
adelante trataremos a fondo el tema de la evolución humana).
Desde hace ya bastante tiempo los científicos establecieron la filogenia básica
(secuencia de antepasados y descendientes) de todas las líneas vegetales y animales. Lo
hicieron simplemente comparando los rasgos morfológicos (forma) de las especies
vivas y de fósiles de distintas edades. De hecho es posible, tal como lo predice la teoría
de la evolución, reconstruir el árbol de la vida agrupando especies y linajes por forma y
función, y separándolos por rasgos que no tienen en común. Cuanto más cercana sea la
relación de linajes y especies, más rasgos en común tendrán; y cuanto más lejana sea la
relación, más diferencias entre sí habrán acumulado. Por tales comparaciones sabemos,
por ejemplo, que los caballos y las cebras tienen una relación mucho más cercana entre
sí que con los lobos, y a su vez, que los caballos, las cebras y los lobos tienen más
relación entre sí que con las aves. Se puede seguir agrupando las especies así en grupos
cada vez más grandes, pero siempre a partir de los rasgos que realmente tienen en
común. Así encontraremos que los caballos, las cebras y los lobos tienen unos rasgos en
común con las aves (por ejemplo: son de sangre caliente y tienen columna vertebral); y
que a su vez tienen rasgos en común (como la columna vertebral) con unas especies
muy antiguas de peces que conocemos por el registro fósil (unas líneas de peces óseos
de los que descendieron los primeros animales que salieron a la tierra). Y naturalmente
los caballos, las cebras, los lobos, las aves, los peces óseos y todos los demás
vertebrados existentes o extintos, a pesar de todas sus diferencias, están más
relacionados entre sí que con los invertebrados, como las esponjas de mar y las almejas,
que representan un camino evolutivo muy diferente desde las etapas tempranas de la
historia de la vida. Como veremos más adelante, en sí el hecho de que las especies
animales y vegetales se puedan clasificar en una sucesión de grupos cada vez más
grandes exclusivamente por los rasgos que tienen en común (lo que se llama "jerarquía
anidada") prueba que están conectadas por líneas de ascendencia y descendencia.*
Si eso no fuera suficiente prueba de parentesco entre antepasados y descendientes, el
campo de la biología molecular ahora tiene nuevas técnicas que corroboran la evidencia
de la evolución que se obtuvo por comparaciones de rasgos anatómicos y de desarrollo
de especies vivas, y por el rastreo de las secuencias de modificaciones evolutivas en el
registro fósil. Resulta que todas las especies vivas del planeta contienen muchas de las
mismas moléculas bioquímicas (como el ADN o las proteínas de la sangre), que realizan
muchas de las mismas funciones. El hecho de que toditos los organismos (bacterias,
pinos, seres humanos, palomas, etc., etc.) usen el mismo sistema, las mismas moléculas
bioquímicas (las cadenas de ácidos nucleicos llamadas ADN y ARN), para almacenar
información hereditaria (el modelo para la fabricación de distintas proteínas en el
cuerpo) y para transmitir esa información de generación en generación, demuestra que
todos los organismos del planeta descienden de una serie de antepasados comunes (y
que están relacionados en distinto grado).
De esas moléculas unas son sumamente antiguas y casi no han cambiado en millones de
años.**
Pero las moléculas biológicas como el ADN (y las proteínas de la sangre) cambian con
el tiempo. Parece que unas cambian más rápido que otras. Pero también parece que
cualquier clase de molécula biológica tiende a mantener un ritmo de cambio
relativamente parejo , en promedio, durante largos períodos de tiempo. Esto es lo que
ha hecho posible la técnica moderna de "datación molecular", que permite identificar
aproximadamente en qué punto del pasado dos especies todavía tenían un antepasado
común: cuanto más tiempo las dos especies hayan estado separadas, más diferencias
habrán podido acumular en sus respectivas moléculas de ADN y de proteínas. Así que si
medimos las semejanzas y diferencias observables de uno o más genes (secuencias de
ADN) de dos especies, y si sabemos el promedio del ritmo de cambio de esa clase de
molécula, podemos saber con bastante certeza hace cuánto se separaron las dos especies
y empezaron a seguir caminos evolutivos distintos.***
Las nuevas técnicas de datación molecular siguen mejorando, pero ya han permitido
refinar las filogenias (árboles familiares) evolutivas: por ejemplo, a partir del registro
fósil y de evidencia anatómica y conductual, los evolucionistas saben hace tiempo que
los mapaches, los pandas rojos, los pandas gigantes y los osos tienen un antepasado
común. El análisis molecular de ADN de esas especies ha confirmado eso
independientemente; pero además ha dado información adicional sobre la secuencia de
divergencia evolutiva de esas especies. Así hoy sabemos que a pesar de las semejanzas
de forma y conducta de los pandas rojos y los pandas gigantes, en realidad los pandas
rojos tienen más parentesco con los mapaches que con los pandas gigantes, los cuales se
separaron más tarde de la línea de los osos. Este ejemplo, uno de muchos, ilustra que la
colaboración de los biólogos moleculares y los biólogos evolucionarios ha dado un
cuadro más completo y detallado de la historia evolutiva de distintas líneas vegetales y
animales.
Incluso cuando la evidencia molecular no añade tales precisiones, es invaluable porque
da una corroboración independiente de las filogenias que los científicos han trazado
con la evidencia fósil y con la comparación de semejanzas y diferencias de forma y
función de las especies vivas.
Una de las principales cosas que yo quisiera que los lectores recordaran de esta serie es
que la evolución tiene una enorme "consistencia de información",o sea, que hay muchas
clases de evidencia que provienen de muchas direcciones y que todas apuntan a las
mismas conclusiones. La gran coherencia de la evidencia de diferentes fuentes es una de
las razones de que la mayoría de los científicos consideren que la evolución es una de
las teorías más sólidas y mejor fundamentadas de toda la historia de la ciencia.
CATEGORÍAS ADICIONALES DE EVIDENCIA
Además de la evidencia directa del registro fósil y del registro molecular, muchas
formas de evidencia indirecta de la evolución de las especies provienen de ciertos
rasgos de organismos vivos (y de comunidades enteras) que no tienen sentido, a menos
que las especies modernas sean modificaciones evolutivas de diferentes especies
anteriores. Esos rasgos tampoco tienen sentido si un dios sobrenatural o un "artífice
inteligente" hubiera "diseñado" conscientemente todas las formas de vida de este
planeta. Veamos unos ejemplos (basados en el respetado libro de texto universitario
Evolutionary Biology de Doug Futuyma y en su excelente libro para el público general
Science on Trial--The Case for Evolution,entre otras fuentes).
1) Evidencia de la evolución de las especies proveniente del desarrollo
embrionario:
Muchas especies (todas las especies de vertebrados, entre ellas) producen huevos que se
transformarán en embriones; tales embriones tienen rasgos de especies antepasadas,
aunque ya no sean de ninguna utilidad. Por ejemplo, en las primeras etapas de
desarrollo, los embriones de reptiles, aves y mamíferos (incluidos los embriones
humanos) tienen cola y"hendiduras branquiales", tal como los embriones de peces . En
los peces, esas hendiduras branquiales formarán branquias a los lados de la cabeza para
respirar en el agua. En las tortugas, los pollos, los cerdos o los seres humanos, las
hendiduras desaparecen en una etapa posterior del desarrollo embrionario, antes del
nacimiento. ¿Pero por qué las tienen al principio?¿Y por qué los embriones humanos al
principio tienen cola (que también desaparece y solo queda un hueso, el cóccix, en la
punta de la columna)? Si un dios o un "artífice inteligente" hubiera diseñado todos los
organismos por separado, como dice la Biblia, ¡no tendría ningún sentido que
tuviéramos branquias o cola por un tiempo! Pero eso tiene mucho sentido si los
mamíferos evolucionaron de un grupo de reptiles que evolucionaron de un grupo de
peces. Las hendiduras branquiales y la cola de los embriones son vestigios (restos)
evolutivos de antepasados.
2) Evidencia de la evolución de las especies proveniente de otros rasgos vestigiales
(remanentes):
Inclusive después del nacimiento, los individuos de muchas especies conservan rasgos
inútiles o en algunos casos peor que inútiles. En ciertas especies de plantas que en la
actualidad tienen flores masculinas y femeninas completamente separadas, las flores
masculinas todavía tienen vestigios pequeños e inútiles de órganos femeninos (pistilos)
y las flores femeninas tienen vestigios de órganos masculinos (estambres). Algo tan
extraño no tendría sentido si un dios hubiera creado las especies siguiendo un plan
maestro consciente e inteligente, pero sí tiene sentido a la luz de la evolución: son
vestigios de antepasados que producían órganos masculinos y femeninos en la misma
flor (como todavía lo hacen muchas especies). O veamos las ballenas: todavía tienen
huesos pélvicos pequeños, poco desarrollados y aparentemente sin función, que ni
siquiera están conectados al resto del esqueleto. Esas estructuras no concuerdan con un
cuerpo alargado adaptado a desplazarse en el agua; son vestigios evolutivos de cuando
los antepasados de las ballenas vivían en la tierra y tenían patas conectadas a la pelvis.
¿Y las especies de peces y organismos que viven en cuevas y tienen ojos, aunque pasan
toda la vida en la oscuridad y no pueden ver? ¿Diseñaría algo tan disparatado un dios?
Lo que pasa es que esos organismos que hoy viven en cuevas descienden de especies
que vivían en ambientes iluminados y tenían ojos funcionales. ¿Por qué unos insectos
que no vuelan tienen alas vestigiales? Simplemente porque descienden de especies que
tenían alas y volaban. ¿Y los seres humanos? Tenemos un cachito de cola; tenemos una
columna vertebral y músculos abdominales como los de los cuadrúpedos, que nos hacen
vulnerables al dolor de espalda y que a duras penas sostienen los órganos vitales
(porque no fueron "diseñados" para andar en posición vertical); tenemos un apéndice
(rezagos del saco intestinal de una especie anterior) que no nos sirve y a veces se tapa,
se infecta y nos puede matar. ¿Qué dios o "artífice inteligente" diseñaría organismos con
rasgos físicos tan inútiles, imperfectos y a veces perjudiciales?
Ninguna de esas y muchas otras estructuras vestigiales tiene sentido fuera de ser
"remanentes" evolutivos de antepasados diferentes. Es muy importante entender que el
proceso de evolución no es un mecanismo "perfeccionador": nunca "empieza de cero" y
no puede construir estructuras perfectas o ideales. Solo puede "trabajar con lo que tiene"
en cada nueva generación: la evolución solamente puede construir "nuevas" estructuras
con la variación genética que ya existe en las generaciones inmediatamente anteriores.
3) Evidencia de la evolución de las especies proveniente de rasgos homólogos:
La naturaleza está llena de rasgos homólogos: partes del cuerpo hechas de estructuras
muy similares aunque tienen funciones algo distintas. Las manos de los primates, las
patas delanteras de los topos, las alas de las aves, los murciélagos y los dinosaurios
voladores, y las aletas de las ballenas y los pingüinos están compuestas de los mismos
huesos (el humero, la ulna, el radio y el carpo), aunque las proporciones relativas de las
extremidades son algo diferentes y aunque tienen funciones un tanto diferentes (agarrar,
cavar, volar, nadar). ¿Por qué están compuestas de los mismos huesos? Un "artífice
inteligente" seguramente podría diseñar por separado huesos más especializados para
hacer una mano "más perfecta", un ala más perfecta, una aleta más perfecta; pero
ninguna de las estructuras actuales es "perfecta" o ideal para cumplir sus funciones.
Tales imperfecciones de función y semejanzas de estructura tienen explicación si son el
resultado de modificaciones evolutivas de extremidades preexistentes que tenían
especies anteriores. No hay otra explicación lógica.
Lo mismo se puede decir del hecho de que todas las formas de vida del planeta
(bacterias, plantas y animales) usan el mismo código genético básico: todas las especies
usan los mismos nucleótidos (los componentes químicos del ADN) para producir los
mismos tipos de aminoácidos (químicos con que se construyen cadenas de proteínas).
La vida podría organizarse con otro código genético, pero no lo ha hecho. Las cadenas
de proteínas pueden construirse con aminoácidos de estructura química D o L (dos
formas iguales pero opuestas), pero resulta que todas las proteínas que producen todas
las especies de la Tierra contienen exclusivamente aminoácidos de forma L. No hay una
razón absoluta para que la vida se organice así: este patrón universal solo tiene sentido
porque todas las especies evolucionaron de una serie de antepasados comunes,
remontándose a los principios de la vida en este planeta hace unos 3.5 billones de años.
Las primeras formas de vida evidentemente usaban aminoácidos L para hacer proteínas,
y todos sus múltiples descendientes simplemente han replicado el mismo patrón.
4) Evidencia de la evolución de las especies proveniente de convergencia:
Los rasgos convergentes son similares en apariencia y realizan funciones parecidas,
pero están compuestos por diferentes elementos y no se derivan del mismo rasgo
ancestral. Por ejemplo, los ojos de los vertebrados y los ojos de los cefalópodos (un
grupo de invertebrados al que pertenecen el pulpo y el calamar) realizan una función
similar (ver), pero vienen de la evolución de estructuras diferentes. Igualmente, las
aletas de los peces y las aletas de las ballenas son parecidas y realizan la misma función
(surcar el agua), pero son el resultado de la modificación evolutiva de estructuras
anatómicas diferentes que tenían sus respectivos antepasados. Los pandas pueden
agarrar y manipular los retoños de bambú con lo que parece un dedo pulgar, pero esos
"pulgares" en realidad no tienen huesos de dedos; son una modificación del hueso de la
muñeca de una especie antecesora. Lo que muestran todos estos ejemplos es, primero,
que una función puede evolucionar de más de una forma y, segundo, que la forma
particular en que evoluciona (la estructura preexistente de que se deriva) depende del
material disponible en la población de antepasados inmediatamente anteriores.
A veces comunidades enteras de plantas o animales muestran evidencia de evolución
convergente:
La gran variedad de las formas de vida de este planeta es testimonio de que la evolución
biológica es un proceso muy creativo y de que la selección natural es un mecanismo
muy poderoso para moldear cambios en todos los organismos. Una buena ilustración de
esto es la convergencia evolutiva de comunidades enteras de plantas y animales que
tienen impresionantes semejanzas de forma y función aunque viven en distintas partes
del mundo y no tienen parentesco cercano. Veamos unos ejemplos: ciertas especies de
cactos de los desiertos de Norteamérica (como la pitahaya dulce, también llamada
órgano) son tan parecidas a unas especies de la familia de plantas Euforbia del sur de
África que es difícil distinguirlas. Pero las dos familias no tienen ningún parentesco
inmediato; representan dos separaciones diferentes de líneas vegetales anteriores, y sus
semejanzas actuales de forma y función evolucionaron después (e independientemente),
simplemente como resultado de la selección natural, que produjo adaptaciones similares
a ambientes similares (en este caso, desiertos). Un ejemplo parecido son las cuatro
familias de pájaros que tienen pico adaptado a chupar el néctar de las flores: los
colibríes de Norte y Sudamérica, los azucareros de Hawai, los soles de África y los
chupamiel de Australia. En las cuatro familias las adaptaciones del pico evolucionaron
independientemente. Representan diferentes líneas evolutivas, pero a lo largo de mucho
tiempo las cuatro líneas adquirieron adaptaciones muy similares a oportunidades
ecológicas similares.
El ejemplo más famoso de convergencia evolutiva es el de los mamíferos placentarios y
los mamíferos marsupiales. Los marsupiales son mamíferos que dan a luz crías
inmaduras que se terminan de desarrollar en una bolsa exterior que tiene la madre, como
el canguro; viven principalmente en Australia. Son muy diferentes de los mamíferos
placentarios, cuyas crías se desarrollan dentro de un útero nutrido por la placenta y no
tienen bolsa exterior; estos son mucho más comunes y viven por todo el mundo. Los
marsupiales se diversificaron en Australia por millones de años antes de que llegaran al
continente mamíferos placentarios (incluso en la actualidad los mamíferos placentarios
que hay en Australia son "importaciones" relativamente recientes). Lo curioso es que a
pesar de millones de años de caminos evolutivos separados, muchos marsupiales
australianos tienen una contraparte casi idéntica en el mundo de los mamíferos
placentarios en otros lugares del planeta. Esas contrapartes tienen la misma apariencia,
se comportan igual, consiguen alimento de modo similar, etc. Hay un lobo marsupial (el
lobo de Tasmania o yabí) y un lobo placentario; hay un "ratón" marsupial similar al
ratón placentario; hay topos, ardillas voladoras, osos hormigueros y gatos placentarios y
marsupiales.
¿Cómo se explica esto? Parece que cuando Australia se separó de los otros continentes
hace más de 50 millones de años, todavía no tenía mamíferos placentarios, que ya
estaban evolucionando en otras partes del mundo. Así, los mamíferos marsupiales
evolucionaron separadamente, aislados de los mamíferos placentarios, por millones de
años. Las especies marsupiales ocuparon muchos hábitats y "nichos" ecológicos que, en
otras partes del mundo, ocuparon los mamíferos placentarios. El hecho de que en la
actualidad muchos marsupiales son muy parecidos en forma y conducta a sus
"contrapartes" placentarias en continentes distantes muestra lo que puede pasar cuando
la selección natural opera independientemente en dos ramas evolutivas por largos
períodos de tiempo y produce modificaciones (adaptaciones) evolutivas similares en
poblaciones variables de organismos que encontraron condiciones ambientales
similares. Esto no tendría sentido si un "artífice inteligente" hubiera creado todas las
especies al mismo tiempo y como "índoles separadas". ¿Qué puede explicar que un
subconjunto de mamíferos de una parte aislada del mundo como Australia tenga
contrapartes tan parecidas en una línea completamente distinta de mamíferos (con un
modo de reproducción distinto), que han existido por millones de años en lugares
completamente diferentes? Como vimos, la evolución biológica (combinada con la
deriva continental) es la única explicación razonable.
5) Evidencia de la evolución de las especies proveniente del "diseño menos que
óptimo": Peculiaridades e imperfecciones de la naturaleza
Repitamos: la evolución no es un "mecanismo perfeccionador" en absoluto. Es muy
importante entender esto. Mucha gente cree que la evolución quiere decir que todas las
especies de plantas y animales siempre están evolucionando en una sola dirección y que
siempre se están "adaptando mejor" a su ambiente. Eso es un error. La evolución no es
una marcha en línea recta hacia el "Progreso" con mayúscula. Es cierto que muchas
especies exhiben adaptaciones maravillosamente ajustadas a su ambiente, como la
evolución del camuflaje que permite integrarse a los colores del fondo y confundir a los
depredadores. Pero no todos los rasgos de los organismos están igualmente bien
"adaptados" a su ambiente. Además, el ambiente (del que forman parte todas las
especies que lo habitan, contando los competidores y depredadores, y no solo la
temperatura, la humedad y demás características físicas) siempre cambia. Por lo tanto la
dinámica entre los organismos y el ambiente es fluida, y lo que puede ser una
"adaptación" en determinado contexto puede no serlo cuando hay cambios.
Recordemos que la evolución por selección natural simplemente quiere decir que un
rasgo heredable que da a un individuo de una población una "ventaja reproductora"
automáticamente tenderá a pasarse a los descendientes y a diseminarse a más y más
individuos en las generaciones sucesivas; pero eso pasará inclusive si ese rasgo también
tiene un lado negativo, si tiene aspectos de "mala adaptación". Por ejemplo, en bastantes
especies animales los machos tienen rasgos físicos casi absurdamente exagerados, como
la larguísima colorida cola del pavo real o la gigantesca cornamenta del venado, el alce
y el ante. Se ha demostrado en experimentos que las hembras prefieren aparearse con
los machos más "llamativos". Este hecho en sí (una variante de la selección natural
llamada selección sexual) sería suficiente para propagar más los rasgos "llamativos" de
generación en generación (puesto que los machos que los tengan en promedio tenderán
a producir más descendientes), siempre y cuando esos rasgos sean heredables (como es
el caso de las plumas de la cola del pavo real). O sea, si los machos más llamativos se
aparean más porque son más "atractivos" para las hembras, los rasgos llamativos se
diseminarán de generación en generación y podrían exagerarse más con el tiempo. Esto
concuerda con la selección natural. Pero no podemos decir que esa tendencia evolutiva
ha llevado a que el pavo real esté "mejor adaptado" a su ambiente en un sentido
general; por ejemplo, la gran cola del pavo real no lo ayuda a conseguir alimento, a
tolerar temperaturas extremas ni a escapar de depredadores. En resumen, a menudo hay
"compensaciones" entre las ventajas y las desventajas de distintos rasgos cuando las
poblaciones evolucionan. Si bien muchos cambios evolutivos representan adaptaciones
al ambiente local, no todas las tendencias evolutivas y las direcciones de cambio son
adaptativas.
El hecho de que muchos rasgos no sean "perfectamente diseñados" para sus funciones
tiene sentido si son el producto de series sucesivas de evolución biológica y no del
"diseño" de una fuerza consciente externa. Pero no tendría sentido que un dios
omnisciente y todopoderoso diseñara organismos con fallas e imperfecciones de diseño.
Por ejemplo, los seres humanos somos propensos al dolor de espalda y de cadera porque
nuestro esqueleto no está "perfectamente diseñado" para la posición vertical. ¿Cuál será
más probable: que un dios omnisciente y todopoderoso hizo un trabajo mal hecho, o que
nuestro esqueleto es "imperfecto" porque se deriva del esqueleto de especies
antepasadas que caminaban en cuatro patas?
El ser humano también tiene la peligrosa tendencia de atragantarse o atorarse con la
comida; esto se debe a que el conducto que lleva el aire a los pulmones cruza el
conducto que lleva la comida al estomago. Si un dios lo hubiera diseñado, sería muy
chafo (o sádico). Pero no es un "diseño" consciente; es un producto de nuestra historia
evolutiva: los canales de respiración de todos los vertebrados terrestres también
evolucionaron en el pasado distante como modificaciones de estructuras preexistentes
(en este caso, "vejigas natatorias" de peces óseos y peces dipneos, o pez pulmón) que
formaron pulmones primitivos. Esa "innovación" evolutiva permitió a los primeros
vertebrados terrestres respirar fuera del agua y colonizar nuevos hábitats. Pero junto con
todas las nuevas oportunidades y ventajas iba el pequeño problema del "cruce" de los
conductos del aire y de la comida. Y ese problema se agravó en el ser humano cuando la
evolución de la posición vertical cambió la posición relativa de la cabeza y la garganta.
Como dijimos, el ser humano no tiene un "diseño óptimo" para caminar en posición
vertical. Esta posición fue una ventaja para nuestra especie, pero creó presiones en los
huesos y los músculos porque no "salimos de la nada" y la posición vertical evolucionó
a partir de lo que existía antes: del cuerpo preexistente de nuestros antepasados que no
tenían posición vertical. O sea que, como todas las demás especies del planeta, el ser
humano tiene muchos rasgos físicos que sin duda podrían ser mejores si un "artífice
inteligente" lo hubiera creado... ¡a menos que ese "diseñador" fuera bien morboso!
Vuelvo a plantear la pregunta: ¿cuál será más probable: que un dios diseñara al ser
humano con una garganta propensa a atragantarse y una tendencia crónica al dolor de
espalda, o que la configuración de propensión a atragantarse de la garganta humana y
presiones en la espalda y las rodillas sea simplemente el resultado no tan perfecto de
una serie de reconfiguraciones anatómicas que sucedieron cuando de unos de nuestros
antepasados simios que caminaban agachados evolucionaron homínidos erectos?
En todas las muchas peculiaridades e imperfecciones de la naturaleza hay evidencia
concreta de la evolución. Además, el estudio de tales imperfecciones da mucha
información sobre la secuencia de pasos evolutivos que llevaron a cierto punto. Por
ejemplo, como mencionamos, si ponemos en orden de edad una docena de fósiles de
especies de homínidos, de los más antiguos a los más recientes (abarcando varios
millones de años), veremos que las primeras especies de homínidos que caminaban
erectos no tenían todos los rasgos que consideramos humanos; todavía tenían cráneo y
cerebro pequeño muy parecido al de los simios, y brazos largos y piernas cortas como
los simios, aunque ya eran muy diferentes de ellos y podían pararse y caminar erectos.
También veremos que los homínidos posteriores, que son derivaciones evolutivas de
esos primeros homínidos, tenían casi la forma, las proporciones y el tamaño del cerebro
de los humanos modernos. Pero eso no pasó de una vez; ocurrió en el transcurso de
millones de años.
La evidencia es clara: la evolución de la vida implica modificaciones "imperfectas",
paso a paso, de la materia prima preexistente (canalizada y limitada por la historia
pasada) disponible en un momento dado, y no es la obra magna de una deidad
infinitamente sabia y poderosa.
6) Evidencia de los patrones de distribución geográfica de las especies en el
planeta:
Los patrones de distribución de muchos grupos de plantas y animales en el mundo no
tendrían sentido si no descendieran de antepasados comunes. Por ejemplo, los linajes
más antiguos de animales que viven en tierra (como los anfibios y los reptiles) tienen
descendientes relativamente similares (ranas y culebras similares) en todos los
continentes. Esto no es sorprendente porque el registro fósil indica que los anfibios y los
reptiles evolucionaron y se extendieron por todo el mundo mucho antes de que los
continentes se separaran. Por otra parte, los mamíferos, que evolucionaron después
(aparecen en el registro fósil cuando los continentes se empiezan a separar), siguieron
caminos evolutivos separados y diversos en los distintos continentes (como vimos, los
marsupiales australianos son muy distintos de los mamíferos placentarios de otros
continentes; y muchos mamíferos de África, como los primates, son distintos de los de
las Américas). La ciencia de la evolución puede explicar tales patrones basándose en el
tiempo transcurrido desde que las diferentes líneas se separaron y en el tiempo que han
evolucionado independientemente. Pero la creación bíblica no lo puede explicar.
La creación bíblica tampoco puede explicar por qué tantas especies que habitan islas
son mucho más parecidas a una especie que habita la tierra firme cercana que a
especies de puntos más alejados del globo. Muchas especies de pájaros isleños, por
ejemplo, exhiben una gran variedad entre sí de algunas adaptaciones evolutivas, pero
conservan muchos rasgos en común con una especie que vive en tierra firme. Esto es
perfectamente lógico si las especies isleñas son descendientes modificados de
individuos de tierra firme que migraron a la isla y después se diversificaron (con
repetidas especiaciones relacionadas con una variedad de componentes ambientales) en
muchas especies. Pero si, como dice la Biblia, un dios creó todas las especies de aves
del mundo al mismo tiempo y como "índoles" separadas, sin relación e inmutables, no
debería haber evidencia tan obvia de parentesco entre las especies isleñas y las especies
de tierra firme.
7) Evidencia de la evolución de las especies proveniente del hecho de que las
características de los organismos se ajustan a un sistema de clasificación
jerárquica "anidada":
Esto suena complicado pero no es. Como dijimos antes, una "jerarquía anidada"
simplemente es un patrón de clasificación de "grupo dentro de grupo" en que caen
naturalmente todas las especies cuando se trazan filogenias (árboles familiares) por los
rasgos que tienen en común. En la práctica, solo las cosas que están realmente
relacionadas por líneas de descendencia histórica (en que los antepasados transmiten
unos rasgos a los descendientes, de una generación a la siguiente) encajan
sistemáticamente en un patrón de jerarquía anidada. Si, por el contrario, uno trata de
encajar en ese patrón cosas que en realidad no están conectadas por líneas de
descendencia y herencia (cosas que no han evolucionado una de la otra a lo largo de
generaciones), pues no funcionará: los objetos no relacionados no se pueden clasificar
en un patrón tan sistemático de "grupo dentro de grupo". Por ejemplo, uno puede hacer
una lista de los nombres y las características de todos los elementos químicos o de todos
los minerales conocidos. Pero lo que no puede hacer es conectar los elementos
químicos entre sí en una jerarquía de "grupo dentro de grupo" basándose en las
características que comparten, y tampoco se puede hacer con los minerales. ¿Por qué?
Porque los elementos químicos no evolucionaron de elementos químicos preexistentes y
los minerales no evolucionaron de minerales preexistentes. Por lo tanto no hay forma de
establecer lazos familiares para agruparlos en una jerarquía anidada de grupos cada vez
más grandes guiándose por las características comunes.
En cambio las especies biológicas sí se pueden clasificar en una jerarquía anidada.
También se pueden clasificar en ese patrón cosas no biológicas que realmente estén
conectadas por líneas de descendencia, como los idiomas. Los miles de idiomas se
pueden clasificar en una jerarquía de "grupo dentro de grupo", de idiomas "antepasados"
e idiomas "descendientes", porque cada uno surgió en un proceso de "descendencia con
modificación" de una serie de idiomas preexistentes, de los cuales "heredaron" muchas
características de vocabulario y sintaxis (reglas de gramática, etc.). El francés, el
español y el italiano, por ejemplo, están muy emparentados y cada uno es una
modificación ligeramente diferente de un idioma "antecesor": el latín. El hecho de que
los idiomas humanos se puedan clasificar en una jerarquía anidada prueba que no se
desarrollaron por separado sino "uno del otro" (a diferencia de los elementos químicos o
los minerales). Asimismo, el hecho de que las especies biológicas se puedan clasificar
en tal patrón es una prueba más de que las formas de vida no aparecieron todas a la vez
como "índoles" separadas y sin relación (como dice la Biblia), sino que evolucionaron
una de la otra de una serie de antepasados comunes.
En realidad no conozco ninguna otra teoría científica, de ningún campo, que esté tan
bien sustentada por hechos demostrados y por tantas fuentes de evidencia que se
refuerzan mutuamente como la teoría de la evolución biológica. ¿Cuánta más prueba se
necesita? Muchos científicos están muy frustrados y enojados de que una bola de
creacionistas fundamentalistas, emperrados en promover ignorancia por sus prioridades
políticas reaccionarias, bloquee la educación científica y no deje que la gente sepa lo
fuerte que es la evidencia de la evolución. Hacen todo lo que está a su alcance
--tergiversan la verdad, riegan mentiras y hasta amenazan-- para hacer aceptar una
interpretación literal de la historia bíblica de la creación, aunque con toda la evidencia
científica que se ha acumulado en siglo y medio eso no se puede sostener.
Los paleontólogos pueden mostrar montones de fósiles, de todo el mundo, con
secuencias claramente demostradas de modificaciones evolutivas, y muchas de las
divergencias sucesivas que caracterizan las distintas líneas evolutivas animales y
vegetales. Los anatomistas comparativos y los biólogos del desarrollo pueden mostrar
pruebas muy concretas de que todas las plantas y los animales tienen estructuras que
conservan rasgos significativos de las especies que los precedieron, combinadas con
nuevas estructuras que obviamente son una modificación de la parte correspondiente en
una especie anterior. Los biólogos moleculares en las últimas décadas han comparado el
ADN y otras moléculas de montones de especies y han averiguado el grado de
parentesco entre distintas especies y en qué momento ocurrieron diferentes divergencias
en su árbol familiar. Muchos biólogos moleculares no saben mucho de fósiles o de
anatomía comparativa (igual que muchos paleontólogos y anatomistas no saben mucho
de biología molecular), pero los científicos de esos campos (y de muchos otros) han
llegado a las mismas conclusiones básicas sobre la evolución del árbol de la vida que
conecta todas las especies vivas y extintas.
Todo biólogo puede dar de un tirón montones de ejemplos de rasgos de organismos y
comunidades de organismos (estructuras vestigiales, homologías, casos de evolución
convergente, etc.) que se pueden explicar muy sencillamente con la teoría de la
evolución pero que no se pueden explicar lógicamente de ninguna otra manera.
Además, como vimos en otras partes de esta serie, los biólogos evolucionarios, los
genetistas de poblaciones y los ecólogos de comunidades han corroborado
experimentalmente muchas predicciones de la teoría de la evolución (en el laboratorio y
en poblaciones naturales) en miles de estudios y experimentos que muestran la
evolución en acción en toda clase de líneas vegetales y animales, y han permitido
descifrar muchos de los mecanismos del cambio evolutivo.
Ninguno de esos científicos, en ninguno de esos campos, ha encontrado un solo ejemplo
de evidencia concreta que refute (o contradiga) los hechos básicos de la evolución. Así
que vuelvo a plantear la pregunta: ¿cuánta más prueba se necesita?
Notas:
* Anteriormente vimos que en la actualidad contamos con varias técnicas científicas que
permiten datar fósiles (determinar la edad relativa). Con las técnicas de datación los
científicos han podido verificar y confirmar las filogenias básicas (secuencias básicas de
especies de antepasados y de descendientes, y los linajes que forman el árbol de la vida)
que se establecieron comparando las semejanzas y las diferencias de anatomía y
desarrollo de distintas especies y grupos mayores de plantas y animales.
** La estructura básica de ciertos genes, por ejemplo los genes que regulan aspectos del
crecimiento y del desarrollo anatómico del cuerpo, han permanecido tan constantes a lo
largo de millones de años que se pueden encontrar en forma esencialmente equivalente
en organismos tan distintos (y tan distantes desde el punto de vista evolutivo) como las
bacterias y las moscas de la fruta. Igualmente, la estructura química de la proteína
hemoglobina de la sangre de los humanos y de los chimpancés es casi exactamente la
misma, aunque la línea humana y la línea de los chimpancés se separaron de un
antepasado común hace unos 5 millones de años y desde entonces han evolucionado
separadamente.
*** Para tomar en cuenta el hecho de que puede que una clase particular de molécula
biológica no haya cambiado siempre a un ritmo constante, se repiten los cálculos con
más de una clase de molécula.
¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos? ¿De dónde salimos? ¿Cómo será el futuro? El ser humano se ha hecho
tales preguntas prácticamente desde que es ser humano. Es uno de los rasgos que nos
hacen humanos: la capacidad de pensar, de hacer preguntas y de conversar sobre el
presente y, también, sobre lo que pasó en el pasado y lo que puede pasar en el futuro.
Eso no lo hace ninguna otra especie del planeta. Esa capacidad es lo que nos permite
aprender de los conocimientos y tradiciones de nuestros antepasados (de los cuales
conviene conservar unos y descartar otros); esa capacidad es lo que permite a
generación tras generación de seres humanos seguir acumulando conocimientos y
experiencias por medio de la revisión y modificación de interpretaciones previas, y por
medio de nuevas exploraciones y transformaciones del mundo que nos rodea.
Pero además de esta increíble capacidad, también tenemos la capacidad y la tendencia
de "inventar cosas" cuando no sabemos algo. Cuando inventamos relatos imaginativos
sobre el futuro, los llamamos ficción científica o ciencia ficción, y cuando los relatos se
imaginan lo que sucedió en el pasado se suelen llamar supersticiones o mitos. En la
primera entrega de esta hablamos de los "mitos de los orígenes" o "mitos de la creación"
que son el fundamento de muchas religiones de la actualidad (y seguramente de las
religiones de la antigüedad que han dejado de existir). Los mitos de la creación
sencillamente son relatos que los seres humanos de hace siglos o miles de años se
contaban para explicar algo que no podían saber todavía: cómo surgieron los seres
humanos. Tales relatos (contados en canciones y poemas en muchas culturas, y escritos
en "escrituras sagradas" de autoría humana como la Biblia, el Tanak y el Corán) tienen
detalles diferentes (que indican que se idearon en distintos lugares, épocas y ambientes
físicos); pero todos tienen algo en común: dicen que al ser humano lo crearon hace
mucho tiempo espíritus sobrenaturales misteriosos (dioses del sol, espíritus del agua,
madres de la tierra o patriarcas barbados en las nubes), por lo general invisibles, a partir
de un elemento terrestre, como el barro, y que después lo bajaron del cielo o lo sacaron
de las entrañas de la tierra, y que de ahí en adelante se reprodujeron y poblaron la tierra
(o la parte del planeta que fuera conocida a los autores del mito).
No me sorprende en lo más mínimo que los pueblos antiguos que vivían en un mundo
precientífico inventaran relatos para explicar el origen del ser humano. El estudio de
tales mitos hoy no dará una explicación verdadera de nuestro origen, pero podemos
apreciarlos como poesía, canción y literatura, y podemos aprender mucho de la vida de
los pueblos antiguos y de cómo veían su mundo.1
Es fácil ver por qué hace tiempo inventaban mitos de la creación, pero la evidencia
histórica y científica actual demuestra que los relatos de la creación de todas las
religiones del mundo en sí fueron "creados" por seres humanos. Los seres humanos
también inventamos cuentos para los niños sobre Santa Claus o el ratón Pérez, pero
todos sabemos que al crecer reconoceremos que son cuentos dotados de un propósito
social. Los adultos se aferran a los mitos religiosos del origen de los seres humanos y
demás seres vivos por las mismas razones sociales que los llevan a sentir la necesidad
de la religión, así como también porque: a) durante la mayor parte de la existencia de
los seres humanos no existían los métodos, las orientaciones ni los descubrimientos
científicos que permitieran saber de dónde procedemos, a partir de los hechos, no de
superstición y mito; y b) las divisiones y disparidades sociales que han existido en todo
el mundo le han vedado el conocimiento científico a la mayoría de la humanidad,
situación que continúa a la fecha.
Hoy la ciencia puede contestar clara y definitivamente la pregunta "¿de dónde
venimos?". Desde la publicación en el siglo 19 del innovador trabajo de Charles Darwin
sobre la evolución de la vida, los científicos han podido entender y demostrar
científicamente cada vez más que todos los seres vivos del planeta (todas las plantas y
los animales, y dentro de estos los seres humanos) están emparentados en distinto
grado, y que todas las especies evolucionaron (se originaron y cambiaron) en el
transcurso de cientos de millones de años por medio de un proceso llamado
"descendencia con modificación" de una serie de antepasados comunes. Hoy es muy
claro que a ese proceso lo moldeó en gran medida el mecanismo principal del cambio
evolutivo que llamamos selección natural.2
Que la evolución opera por selección natural sobre poblaciones de individuos variados
fue la "gran idea" de Darwin; pero no es apenas una "idea interesante" ni una "teoría sin
comprobar" o especulación: es un hecho científico altamente comprobado. Se puede
decir que prácticamente todo el progreso de la biología y ciencias afines de principios
del siglo 20 hasta hoy ha sido una larga "prueba" de la teoría básica de la evolución de
Darwin. A estas alturas se ha demostrado sin la más mínima duda que la vida ha
evolucionado continuamente 3« billones (tres mil millones y medio) de años, que sigue
evolucionando y que gran parte del cambio evolutivo (tanto de escala pequeña como de
gran escala) se da por medio del mecanismo inconsciente de la selección natural.
Además de probar que la evolución ocurre, la ciencia moderna ha demostrado cómo
ocurre, en parte gracias a descubrimientos de la genética y la biología molecular
posteriores a Darwin. La evidencia de la evolución pasada está en todas partes, en todas
las especies vivas y en todos los fósiles de las especies extintas. Por otra parte, miles de
estudios científicos demuestran que la evolución continúa. Las poblaciones de plantas y
animales siguen cambiando (evolucionando) a lo largo de muchas generaciones (no
"instantáneamente") gracias a la selección natural y fenómenos relacionados. (Las
entregas anteriores de esta serie explican a fondo el proceso de la selección natural y
dan ejemplos de evolución en acción a nuestro alrededor).3
El ser humano evolucionó de especies no humanas
¿Hay evidencia concreta de que los seres humanos (y no solo las otras especies de seres
vivos del planeta) son el producto de la evolución biológica? ¿Hay pruebas claras de
que descendemos de especies previas que no eran humanas? Sí, definitivamente, sin
lugar a dudas. La evidencia de esto es muy clara.
El ser humano desciende de una larga serie de especies preexistentes que no eran
humanas. La línea evolutiva que llevó a los seres humanos modernos (llamada la línea
"homínida") se separó de una línea de simios (monos) africanos hace pocos millones de
años. Otra rama de esa línea llevó a los gorilas y chimpancés modernos, nuestros primos
evolutivos más cercanos. En los homínidos de nuestro lado de esa separación evolutiva
están todas las especies más relacionadas a los humanos que a los chimpancés. Como
veremos, ha habido muchas especies homínidas y se diferencian de sus antepasados
simios porque eran bípedas (caminaban de pie). Representan varios pasos evolutivos
intermedios entre los antepasados simios y los humanos modernos. Las especies bípedas
más antiguas eran muy parecidas a los simios; las especies más recientes son más
parecidas a los humanos modernos. Los paleontólogos (los científicos que coleccionan
y analizan fósiles) continuamente hallan más y más fósiles de las muchas especies de
homínidos bípedos (algunos vivieron al mismo tiempo), y estamos aprendiendo cuáles
de esas especies fueron nuestros antepasados más directos y cuáles son ramas laterales
de nuestro árbol genealógico que se truncaron. Los seres humanos actuales
pertenecemos todos a una sola especie, la única que queda de la serie de especies
homínidas. Al estudiar las especies antepasadas y los ambientes en que vivieron,
aprendemos no solo quiénes fueron nuestros antepasados más directos sino también qué
es ser plenamente humanos.
Con cada nuevo fósil que se encuentra, y con el correspondiente análisis y discusión por
varios grupos de científicos, sabemos más detalles del desenvolvimiento exacto de la
evolución humana. Queda mucho por saber, pero las líneas generales, el patrón básico,
están tan claros que para la vasta mayoría de los científicos de todo el mundo quien no
crea que los seres humanos evolucionaron de una especie preexistente es similar al que
todavía crea que la Tierra es plana y que si navega hacia el horizonte ¡se despeñará del
borde!
Los creacionistas aprovechan la ignorancia y la confusión que generan la falta de
educación y la mala educación; mienten y tergiversan los hechos sabidos de la
evolución, y quieren que la gente considere vergonzoso tener antepasados pre-humanos.
Dicen que para los evolucionistas los seres humanos "no son diferentes a los monos de
un zoológico", pero eso no es cierto. Lo que los evolucionistas dicen es que hay una
abundancia de pruebas concretas de que: 1) los seres humanos descienden de
antepasados similares a los simios; 2) los simios modernos como los chimpancés son
parientes cercanos de los humanos; 3) los humanos y los simios todavía tienen en
común muchos rasgos físicos y conductuales; 4) los seres humanos también tienen
características evolutivas que les son exclusivas a ellos, y que obviamente hacen que
sean diferentes de sus parientes simios.
Los creacionistas también sostienen que si las escuelas enseñaran que descendemos de
animales, los niños "se portarían como animales" y caerían en la inmoralidad y el
libertinaje. Esto es ridículo y es una falta de respeto a los jóvenes, las familias y su
capacidad de reaccionar a la verdad. Igualmente, no capta que por más que
descendemos de especies no humanas, tenemos características exclusivamente humanas
que nos distinguen de nuestros parientes más cercanos de otras especies. Nuestro
comportamiento (para bien o para mal) es inconfundiblemente humano.
La ciencia de la evolución demuestra que si pudiéramos caminar a lo largo del tiempo
hacia atrás, a lo largo de toda la serie de especies antepasadas de las que descendemos,
pasaríamos por la larga serie de simios pre-humanos que son nuestros antepasados más
directos. Siguiendo hacia atrás, mucho después pasaríamos por los primeros mamíferos
del tamaño de ratas que vivieron en los tiempos de los dinosaurios (de los que se
derivaron especies tan diferentes como los osos, las ballenas, los perros y los seres
humanos, en diferentes puntos de la historia de la evolución). Esos primeros mamíferos
evolucionaron de una rama de reptiles con rasgos parecidos a los mamíferos, y los
primeros representantes de los reptiles a su vez evolucionaron de una rama de los
primeros anfibios (el grupo al que pertenecen las salamandras, las ranas y los sapos),
que fueron los primeros animales que salieron del agua y caminaron en la tierra. Los
anfibios por su parte evolucionaron de una rama de peces marinos que tenían un saco
aéreo que parecía un pulmón y unas aletas cortas y gruesas que parecían patas, lo que
permitió que pasaran tiempo fuera del agua. Los peces, a su vez, evolucionaron mucho
antes de una rama de invertebrados (animales sin columna vertebral) marinos que
evolucionaron de animales marinos más simples y primitivos, remontándose hasta las
primeras formas de vida parecidas a las bacterias que empezaron todo el show
evolutivo, que seguramente eran unas pocas tiras de ADN rodeadas de una especie de
membrana celular. Así que al hablar de las raíces y de los antepasados de los seres
humanos no hay que parar en los simios; hay que seguir hacia atrás hasta las primeras
bacterias que salieron del caldo químico de las aguas del mundo hace unos 3« billones
de años, ¡y reconocer que también son nuestros antepasados!
Por mi parte, esto no me asusta ni me inquieta. De hecho, me parece maravilloso que
hayamos llegado a donde estamos gracias a una mezcla tan diversa de antepasados.
¡Naturalmente, reconocer la evidencia de nuestras raíces no quiere decir que vamos a
comenzar a portarnos como bacterias, peces o monos! Solo podemos "ser" lo que somos
y portarnos como lo que somos: una especie distinta y bastante única: Homo sapiens.
Si somos una especie distinta y bastante única, ¿entonces qué importancia tiene saber de
qué especies evolucionamos? ¿Es solo para hacer un álbum familiar de antepasados
antiguos? Bueno, algunos estudian nuestros orígenes y antepasados por interés general y
curiosidad, y eso no tiene nada de malo. Pero fuera de eso, es importante saber lo más
que podamos sobre las especies de las que se deriva la especie humana por dos razones
centrales:
1) Para quitarnos las telarañas de lo sobrenatural:
Cuanto más conozcamos la realidad concreta de los orígenes humanos, más podemos
liberarnos de las supersticiones y las creencias sobrenaturales (creencias anticuadas que
en realidad hacen daño a los seres humanos). Muchos de los que creen que nos creó un
espíritu sobrenatural también tienden a aceptar las injusticias y los males sociales ("es la
voluntad de dios"). Muchos también esperan pasivamente que ese espíritu venga a
rescatar la humanidad en vez de hacer algo ellos mismos para cambiar los problemas
sociales. Pero si conocemos los hechos concretos de la ciencia moderna y que los seres
humanos, a pesar de ser especiales y únicos, somos simplemente el resultado de un
proceso muy largo y completamente inconsciente de evolución biológica y selección
natural que ha operado sobre todos los seres vivos por billones de años, eso nos puede
ayudar a poner la situación en su debida perspectiva y a buscar soluciones al nivel
social y práctico, no al nivel celestial y sobrenatural.
2) Para entender mejor quiénes somos, y nuestras
necesidades y capacidades:
Cuanto más entendamos nuestros orígenes evolutivos, me parece que más entenderemos
que nuestra especie está estrechamente entrelazada y ligada con muchas otras formas de
vida de este planeta, y que por lo tanto no puede sobrevivir sola. Una importante
implicación de esto es entender que si seguimos degradando gratuitamente ecosistemas
enteros y llevando a la extinción a tantas especies, podemos desencadenar una cascada
de efectos biológicos que vuelvan inhabitable el planeta para nuestra propia especie.
Asimismo, si entendemos más los sucesos biológicos que ocurrieron cuando la línea
humana evolucionó de las especies antepasadas preexistentes (las modificaciones e
innovaciones evolutivas clave), me parece que también entenderemos mejor que la
evolución de nuestra excepcional flexibilidad conductual y de nuestra capacidad de
aprender cosas nuevas nos libera de una rígida determinación por nuestros programas
genéticos (¡somos mucho más que nuestros genes!).
Los seres humanos tenemos una increíble habilidad de transformar dramáticamente
toda clase de aspectos de la naturaleza y de la sociedad, para bien o para mal. Esa
habilidad se deriva de ciertos aspectos de nuestra evolución, que dieron como resultado
una especie con una capacidad altamente desarrollada de interactuar conscientemente
con el mundo que la rodea gracias al aprendizaje continuo, complementada por una
capacidad altamente desarrollada de comunicación y coordinación social. No somos la
única especie que adquirió la capacidad de aprender o de manipular el ambiente externo,
flexibilidad conductual, y formas complejas de organización y comunicación social;
todo eso se encuentra en distinto grado en otras especies, especialmente en los otros
mamíferos sociales: los chimpancés elaboran y usan herramientas primitivas, los perros
piden atención, los lobos enseñan a los lobatos a cazar, los elefantes aprenden a cuidar
sus crías por medio del ejemplo, las ballenas enseñan a los ballenatos las complejas
canciones con que se comunican, etc. Así que, especialmente de los mamíferos que
viven en grupos, muchas especies adquirieron una capacidad impresionante de aprender
conductas complejas que no responden simplemente a programación genética. Pero es
innegable que la evolución de los seres humanos representa un salto cualitativo del
desarrollo de esas capacidades. Ninguna otra especie del planeta tiene la capacidad del
ser humano de transformar conscientemente el mundo. Precisamente porque es lo que
nos hace inconfundiblemente humanos, debemos entender la naturaleza de ese salto y
sus orígenes evolutivos.
Ya a fines del siglo 19 Darwin y otros científicos notaron los obvios parecidos físicos
entre los humanos y los simios africanos modernos (gorilas y chimpancés) y
sospecharon que el ser humano debió de evolucionar como una rama separada de un
antepasado común. Darwin y amigos estaban en lo cierto, aunque la prueba no se
obtuvo sino hasta el siglo 20.
Desde los tiempos de Darwin, los fundamentalistas cristianos han tratado de impedir
que se conozcan las teorías científicas de la evolución y las grandes cantidades de
evidencia científica concreta que han confirmado esas teorías. No quieren que la gente
sepa que la vida en la Tierra se remonta 3 « billones de años... porque la interpretación
literal de la Biblia dice que empezó hace apenas unos pocos miles de años. No quieren
que la gente conozca la evidencia científica que prueba que todas las especies vegetales
y animales están emparentadas en mayor o menor grado ni que todas y cada una de las
especies son el resultado de modificaciones evolutivas de especies anteriores... porque
la Biblia dice que Dios creó todas las plantas y los animales por separado y al mismo
tiempo. Pero más que nada, no quieren oír que los seres humanos evolucionaron de
especies no humanas... porque la Biblia dice que "el hombre" es la "creación especial"
de Dios, que fuimos creados a "su imagen y semejanza" y que fuimos creados para
"señorear el mundo". Los hechos probados de la evolución contradicen todo esto.
¡Claro que no todos los que creen en la religión son locos fundamentalistas! Muchos
cristianos abiertos y gente de otras religiones aceptan que la evolución es un hecho
probado y adaptan sus creencias de modo acorde. Muchos creen, por ejemplo, que los
seres humanos que escribieron los libros de la Biblia hace siglos tenían un conocimiento
limitado y que por lo tanto la Biblia no se debe tomar "textualmente". La iglesia católica
tuvo que hacer un "ajuste" similar cuando finalmente admitió que se equivocó al
calificar de herejía y blasfemia la teoría de Copérnico (que la Tierra no era el centro del
universo y que esta y otros planetas giraban alrededor del Sol). Las autoridades
religiosas se opusieron fuertemente porque ponía en entredicho la visión bíblica de que
el ser humano es el centro de la creación. Pero a fin de cuentas no fue posible negar la
evidencia científica. ¡Copérnico tenía razón!4
Tanto la teoría de Copérnico como la de Darwin estremecieron el mundo de la religión
organizada y recibieron grandes ataques de las autoridades religiosas porque ambas
tumban al ser humano de su pedestal y demuestran que ni el ser humano ni la Tierra son
el centro de todo, tal como lo plantea la Biblia. Las críticas actuales de la teoría de
Darwin por los creacionistas se parecen a los desvaríos y las peroratas de la iglesia
contra Copérnico y Galileo hace siglos.
Como punto secundario, ¿no es espeluznante que el actual presidente de Estados Unidos
(el país más poderoso del planeta, que admite tener grandes cantidades de armas de
destrucción masiva) diga que es un ferviente fundamentalista cristiano, que coincida
abiertamente con muchos aspectos del plan político y social de los creacionistas
fascistas cristianos de la "derecha religiosa", y que los promueva enérgicamente?
Conocer la evolución (y la evolución humana) es, primero que todo, conocer la verdad y
hechos científicos comprobados. Pero conocer esos hechos y aprender a desenmascarar
las mentiras de los creacionistas también puede asestar un golpe de resistencia contra un
plan político y social reaccionario.
Hechos básicos de la evolución humana
¿Cuáles son, entonces, los principales puntos que debemos conocer de la evolución
humana? Bueno, primero que todo debemos saber que no hay ni gota de duda de que
somos parientes cercanos de los simios africanos modernos: de los gorilas y los
chimpancés. Son nuestros parientes vivos más cercanos. Por lo tanto, estudiarlos puede
brindar un mayor conocimiento de los muchos aspectos que todavía tenemos en común,
aspectos que seguramente también tenían los antepasados comunes de los humanos y
los simios que vivieron hace unos pocos millones de años, de los cuales se separaron la
línea humana y la línea de los chimpancés. Estudiar a los simios también puede brindar
un mayor conocimiento de sus diferencias con los seres humanos, y eso permite
reconstruir los probables pasos críticos del camino que seguimos para llegar a ser
plenamente humanos.
Al observar los simios en un zoológico, en TV o en su ambiente natural sorprenden sus
obvias semejanzas físicas con los seres humanos, y también muchas conductas "casi
humanas": su forma de jugar, de manipular objetos, de disciplinar o consolar a las crías,
etc. Para un científico especializado en anatomía (el estudio de la forma y la función de
las distintas partes del cuerpo) las semejanzas son más evidentes: la mayoría de nuestros
huesos y órganos son similares a los de los simios, y eso indica que tenemos
antepasados comunes. Nuestras diferencias más aparentes son: diferentes proporciones
(tenemos los brazos más cortos y las piernas más largas), poco pelo en la piel, el pulgar
más móvil, el cráneo alineado con la columna (lo que nos permite pararnos, caminar y
correr de pie, en vez de inclinados en los nudillos como los simios), un cerebro
proporcionalmente mayor y una capacidad más desarrollada de lenguaje complejo. Esas
son nuestras diferencias más obvias. Volviendo a las semejanzas, las proteínas de la
sangre y las moléculas de ADN de los seres humanos y de los chimpancés son casi
idénticas. ¡La mayoría de los biólogos moleculares coinciden en que solo hay una
diferencia del orden de 1% a 2% entre el ADN de los humanos y el ADN de los
chimpancés!
Se sabe que cuanto más tiempo evolucionan por separado dos líneas que tienen un
antepasado común, más diferencias tendrá su ADN. El análisis de las semejanzas y
diferencias del ADN indica, por ejemplo, que los simios africanos están más
emparentados con los seres humanos que con los micos (un grupo que se separó antes
en la evolución de los primates). El hecho de que todavía existe una semejanza de más o
menos 98% entre el ADN humano y el ADN de los chimpancés prueba sin lugar a
dudas que las dos especies tienen un parentesco sumamente cercano. Con esa
información, los biólogos moleculares han podido calcular que las dos especies tenían
un antepasado común hace 5 millones de años, lo que es muy poco tiempo en la escala
del tiempo evolutivo
Y hay fósiles: Muchos, muchos fósiles
En los tiempos de Darwin apenas empezaba la búsqueda de fósiles de posibles
antepasados humanos, así que no se sabía si se encontrarían muchos fósiles, cómo
serían (más parecidos a los simios, a los humanos o una mezcla) ni si confirmarían o
refutarían la idea de que los seres humanos evolucionaron de antepasados parecidos a
los simios que no eran humanos. Pero en el siglo y medio transcurrido desde la época de
Darwin muchos equipos de científicos han encontrado miles de fósiles homínidos de
distintas edades: fósiles que tienen menos de 200,000 años (que ya tienen la anatomía
de humanos modernos); fósiles de varias especies que tienen de 1 a 2 millones de años
(que no tienen la anatomía de humanos modernos pero que ya tienen algunos de los
rasgos críticos que distinguen a los humanos de los simios y de los homínidos previos);
y fósiles de varias especies que vivieron de 3 a 4 millones de años (muy parecidos a los
simios pero que ya caminaban de pie).
Los fósiles homínidos de más de 4 millones de años son bastante raros hasta la fecha.
Hace poco se encontró en Chad, África, un cráneo de 7 millones de años de lo que
podría ser un homínido bípedo, a quien han llamado Toumai. Varios expertos están
examinando la evidencia (por ejemplo, en qué parte del cráneo se conectan los músculos
del cuello) y no todos están convencidos de que caminaba de pie. Sin embargo, si se
llega a confirmar que era bípedo, sería lo más cerca que hemos llegado a encontrar un
homínido que vivió en el tiempo de la primera divergencia de los homínidos bípedos de
una línea de simios africanos.
Unos científicos creen que el bipedalismo pudo haber evolucionado (y desaparecido)
más de una vez en los simios ancestrales. Sea cierto o no, es muy claro que la historia
de la evolución humana no es un desarrollo en línea recta de una sola especie simia que
dio origen a una sola especie bípeda homínida que llevó a los humanos modernos. Es
algo mucho más complicado: en la actualidad se sabe con seguridad que entre los
antepasados simios y los humanos modernos hubo olas sucesivas de muchas especies
homínidas bípedas. Unas de esas especies vivieron cientos, miles o incluso un millón de
años o más y se extinguieron. Unas fueron nuestros antepasados en línea directa; otras
fueron ramas laterales de la gran familia homínida (que se extinguieron sin dejar
descendientes modernos). En general, la evolución homínida se parece más a un arbusto
con muchas ramas que a un camino en línea recta o una escalera de simio a humano.
Los estudios de las semejanzas y diferencias de varias especies homínidas que vivieron
en distintas épocas en los 5 millones de años pasados han proporcionado una gran
cantidad de pruebas concretas de que los humanos modernos evolucionaron mediante
una serie de modificaciones evolutivas paso a paso, desde nuestro antepasado homínido
más similar a los simios, pasando por una serie de especies descendientes sucesivas
(muchas de las cuales tenían rasgos intermedios entre los simios y los humanos
modernos), hasta llegar finalmente a nuestra especie humana moderna hace
aproximadamente 200,000 años.
¿Sabemos todo lo que hay que saber sobre los primeros orígenes de los seres humanos?
Por supuesto que no. A veces parece que cada vez que uno abre un periódico encuentra
otro hallazgo de un cráneo homínido o de una extremidad de una especie homínida que
vivió hace millones de años. Cada vez que eso sucede, los equipos de expertos
naturalmente se emocionan y pasan meses o años verificando la edad, examinando los
rasgos, y catalogando parecidos y diferencias con los humanos modernos, con los
simios actuales, con todos los fósiles homínidos encontrados en capas de roca de edad
similar, y con todos los fósiles homínidos más antiguos y más recientes encontrados
previamente. Así se reúne información que hace posible ver (tras mucho debate entre
los distintos equipos científicos) dónde encaja un fósil en el árbol genealógico con
relación a todos los otros fósiles encontrados.
Para repetir, en los tiempos de Darwin la idea de que los humanos descienden de
antepasados similares a los simios era una idea sin probar. Darwin y otros científicos
estaban bastante seguros de que debía de ser así por a) el hecho de que los humanos
tenían muchos parecidos anatómicos con los simios y b) el hecho de que todos los otros
seres vivos eran el producto de modificación evolutiva de varias especies preexistentes.
Darwin y colegas (T.H. Huxley en particular) sospechaban que los seres humanos no
serían una excepción a la regla. Pero las autoridades religiosas se pusieron energúmenas
pues la idea de que el ser humano fuera producto de la evolución natural biológica y no
la creación especial de un ser sobrenatural era una amenaza a todo su sistema de
creencias y su modo de existencia. El mismo Darwin anduvo con pies de plomo en eso
por los continuos ataques de los fundamentalistas religiosos, de la prensa popular y de
los que se sentían amenazados por sus descubrimientos, así como por el hecho de que
no tenía evidencia sólida para hablar de la evolución humana con la misma
fundamentación que de la evolución de muchas otras especies.
Darwin sabía que si los seres humanos evolucionaron de una especie preexistente
similar a los simios, sería posible hallar fósiles que conectaran las dos líneas, pero eso
no se había hecho. Es más, antes de la época de Darwin no se sabía lo suficiente para
buscar tales fósiles: los primeros de tales fósiles, que conocemos como Neanderthal, se
descubrieron a fines del siglo 19, más o menos al tiempo de la publicación de la obra de
Darwin El origen de las especies. De ahí en adelante, los científicos descubrieron
muchos fósiles homínidos de transición entre los antiguos simios y los humanos
modernos.
Los hallazgos de fósiles homínidos aumentaron mucho en el siglo 20, especialmente
gracias al trabajo pionero de las tres generaciones de la familia Leakey en África
oriental, y han sido muy numerosos en las últimas décadas. El problema actual no es la
escasez de fósiles sino que hay tantos y se descubren con tanta frecuencia que es difícil
catalogarlos. Hoy, a comienzos del siglo 21, podemos reconstruir una gran parte de
nuestro árbol genealógico, pero nuevos descubrimientos de fósiles de especies variadas
de homínidos siguen aportando información, y los científicos tienen que revisar o afinar
la secuencia exacta y el grado de parentesco que conecta las distintas especies
homínidas a la antigua especie simia antepasada, en una dirección, y a la única especie
homínida que queda (la nuestra) en la otra dirección, a lo largo de un proceso de pasos
evolutivos intermedios de millones de años. Como vimos, cada vez que se descubre un
fósil por lo general empieza un proceso de meses o años de análisis y debate entre los
equipos de científicos hasta que se llega a un consenso sobre el lugar del nuevo fósil
con relación a los que ya se conocían.
Trazando una analogía, es como si un álbum de fotos de una familia de muchas
generaciones se cae y todas las fotos se desparraman en el suelo. Ahora estamos
tratando de reconstruirlo pero es difícil porque con el tiempo se perdió mucha
información de los parentescos exactos. Las fotos de los antepasados más antiguos y
más recientes son fáciles de identificar, pero en la mitad es difícil ver cuáles fotos son
de parientes cercanos y de línea directa, y cuáles son de primos remotos. Incluso hay
fotos que nadie sabe dónde van y que causan discusiones por años. Pero, con tiempo y
paciencia, es posible sacar de las fotos (y de evidencia histórica asociada) suficiente
información para poner todo el álbum más o menos en el orden correcto. Esto es una
analogía, por supuesto, pero se parece mucho al trabajo actual de los científicos que
están tratando de poner los detalles del gran álbum familiar que conecta los antepasados
de hace millones de años y nuestra especie humana moderna (Homo sapiens) por medio
de una serie de parientes intermedios: las muchas especies homínidas de transición.
Continuando con la analogía de la evolución homínida, se puede decir que "unas fotos
todavía están en el suelo" (con toda seguridad se hallarán muchos más fósiles de
homínidos antiguos); que "unas cuantas fotos seguro están mal puestas" (nuevas
técnicas y conocimientos seguramente harán cambiar la relación de algunos fósiles de
las especies homínidas); pero en general "muchas fotos están en su lugar". Mejor dicho,
es sumamente importante entender que hay un acuerdo y consenso científico general
sobre las principales relaciones y rasgos distintivos que permiten conectar las primeras
especies bípedas y los humanos modernos por medio de una serie de pasos intermedios
y modificaciones evolutivas a lo largo de unos cuantos millones de años.
Resumen
Permítanme resumir en pocas palabras lo que sabemos actualmente sobre la pregunta
"¿de dónde venimos?". Sabemos que en un período de unos cuantos millones de años
vivieron muchas especies de homínidos que caminaban de pie, y es claro que unas
especies tuvieron mucho "éxito" (que sobrevivieron por cientos de miles o millones de
años hasta que se extinguieron). También sabemos que en un mismo período de tiempo
y a veces en una misma zona geográfica vivieron varias especies de homínidos que se
diferenciaban un poco en los rasgos físicos (proporciones de los dientes y del cuerpo,
tamaño del cerebro, etc.) y en las relaciones con el ambiente, por ejemplo el alimento
(que se deduce de los dientes), y el uso de herramientas de piedra y posteriormente de
fuego para obtener y procesar los alimentos. Sabemos que la evolución de los
homínidos no "tenía" que desembocar en los humanos modernos, pero que lo hizo. Y
sabemos, absolutamente sin la más mínima duda, que nuestros antepasados muy lejanos
fueron una especie de simios y que de sus descendientes surgieron por una parte la línea
que con el tiempo llevó a los simios africanos modernos (gorilas y chimpancés) y, por
otra parte, una compleja serie de homínidos bípedos que con el tiempo llevó a los
humanos modernos.
Notas:
1. También podemos aplicar los métodos y las técnicas de la ciencia moderna para
explorar por qué los seres humanos crearon las religiones en primer lugar o por qué
muchos individuos todavía sienten la "necesidad" de la religión.
2. Como vimos en las entregas anteriores de esta serie, la selección natural es un
mecanismo relativamente simple: en un individuo pueden aparecer nuevos rasgos
(novedades de forma o función que no tenían las generaciones anteriores) simplemente
como resultado de varios tipos de recombinación de la variación genética heredable que
tenía la generación de los padres; cuando esos nuevos rasgos dan al individuo una
"ventaja reproductora" sobre los individuos que no los tienen (cuando permiten producir
más descendientes que sobrevivirán y se reproducirán), los nuevos rasgos se
transmitirán a una mayor proporción de los individuos de la población en las siguientes
generaciones. De esa forma, los nuevos rasgos tenderán a extenderse por toda la
población de plantas o animales. Eso sucederá automáticamente si los rasgos son
heredables (se pueden transmitir de padres a hijos por la reproducción) y si dan a los
individuos una ventaja reproductora de modo que quienes los tengan contribuyan más
descendientes (en promedio) a las generaciones siguientes que quienes no los tengan.
3. Primera parte, Panorama general OR No. 1157; Segunda parte, La evidencia de la
evolución en acción nos rodea OR No.1159; Tercera parte: Una palabras sobre la
adaptación OR No.1160; Cuarta parte: Cómo produce nuevas especies la evolución OR
No.1163; Parte 4b: Más sobre el aislamiento reproductor, la especiación y el
surgimiento de novedades evolutivas OR No.1164; Parte 5: La evolución es un hecho
comprobado: La evidencia es concreta y proviene de muchas direcciones OR No.1170;
4. La iglesia católica no tiene muy buena reputación de reconocer y aceptar los avances
de la ciencia. El astrónomo Copérnico planteó que la Tierra gira alrededor del Sol (y no
al revés, como se creía) en el siglo 16. El astrónomo Galileo comprobó que esta teoría
era correcta a principios del siglo 17. La iglesia rechazó la evidencia científica pues
mostraba que la Biblia tiene errores, declaró hereje a Galileo, lo metió en las cárceles de
la Inquisición y lo obligó a retractarse. Eso fue en 1633. El papa finalmente admitió que
Galileo tenía razón y que fue castigado injustamente... ¡en 1979!
Primero, nuestro ADN indica que nuestros parientes más cercanos son los simios
africanos (chimpancés y gorilas africanos) y no los simios asiáticos (los orangutanes,
que no son muy cercanos a nosotros). Los cálculos del "reloj molecular" de ADN
indican que hace unos 5 millones de años una especie de simio africano se ramificó en
dos líneas divergentes: una línea a la larga llevó a la especie de chimpancés modernos;
la otra línea a la larga llevó a la especie humana moderna.
Por último, aunque sabemos que nuestra especie coincidió con por lo menos otras dos
especies humanas en partes de Asia, el Medio Oriente y Europa hasta hace 35,000 años,
la evidencia fósil indica que esas otras especies eran más similares anatómica y
culturalmente a la especie Homo erectus de hace 1 a 2 millones de años que al Homo
sapiens moderno.
Es más, esa idea contradice lo que sabemos de los mecanismos de la evolución: las
poblaciones biológicas que viven aisladas en el aspecto reproductor por cientos de miles
de años (como es el caso de esas poblaciones migrantes de Homo erectus ) acumulan
diferencias genéticas significativas y es muy poco probable que se puedan cruzar y
reproducir si se encuentran más tarde. Asimismo, las poblaciones aisladas
geográficamente y a nivel reproductor el tiempo suficiente para constituir distintas
especies no convergen más adelante en una sola dirección evolutiva y se unen para
formar una nueva especie. La evolución no opera así. Por contraste, lo que es muy
común en la evolución biológica es que una nueva especie evolucione en un solo lugar a
partir de una población pequeña separada y aislada de la especie madre, y que después
se extienda a nuevas zonas. La evidencia que indica fuertemente que Homo sapiens
evolucionó de una pequeña población en África y que después se extendió a otras partes
del mundo encaja en este patrón común del origen de nuevas especies.
El análisis del ADN de poblaciones humanas modernas con las técnicas de la biología
molecular moderna confirma esto. El análisis del ADN nuclear humano (proveniente de
ambos padres y presente en todas las células) y del ADN mitocondrial (transmitido de
generación en generación por la madre y presente en los organelos de la célula llamados
mitocondrias), y los estudios de los patrones de distribución de la variación genética
humana en el mundo, convergen todos en la misma conclusión: nuestra especie
moderna Homo sapiens tuvo un solo origen africano.
Es más, la evidencia del ADN mitocondrial indica fuertemente que todos los seres
humanos actuales descienden de una pequeña población que vivió en África hace unos
150,000 años (pero no de una sola mujer, como dicen incorrectamente los medios de
comunicación). Los cálculos derivados de un análisis del ADN nuclear llegaron a la
misma conclusión. El genoma humano obviamente tiene información mucho más
antigua, y unas combinaciones humanas de ADN presentes en nuestros antepasados han
desaparecido (como desaparece un apellido cuando el linaje no se reproduce). Pero el
análisis molecular del ADN indica que especies como los neandertales no contribuyeron
al pool genético humano moderno (y que los neandertales divergieron de la línea
homínida que dio origen a Homo sapiens hace unos 600,000 años). Todos los seres
humanos vivientes todavía tienen segmentos de ADN mitocondrial que estaban
presentes en una sola población de Homo sapiens que vivió en la misma zona
geográfica hace unos 150,000 años, mucho antes de que empezara la migración de
Homo sapiens de África.
Aclaremos una cosa: el concepto social de "raza" todavía tiene importancia social en la
vida humana; por ejemplo, puede ser una importante forma de identificación cultural de
grupos sociales oprimidos y opresores (en un sentido social positivo, como el
movimiento de orgullo negro, o en una dirección social negativa, como el KKK y otros
supremacistas blancos). Además, todavía se usa para oprimir y discriminar económica,
social y culturalmente a grandes grupos. Por eso la lucha contra el racismo y la opresión
nacional sigue, y hay que seguir luchando concretamente por la implementación de
"igualdad racial" y por la emancipación de los pueblos oprimidos. Es incorrecto decir
que la "raza ya no importa".
Pero esto se debe a la realidad social de la raza. Desde un punto de vista biológico, el
concepto de distintas razas de seres humanos carece de sentido.
Puede que esto sorprenda a algunos lectores porque nos han condicionado socialmente a
pensar que cada persona pertenece a una "raza" por diferencias superficiales como el
color de la piel y la textura o el tipo del cabello. Mucha gente sabe que no hay una
"raza" superior o inferior; mucha gente también sabe que todos los seres humanos
pertenecemos a una sola especie (todas las poblaciones humanas de todo el globo se
pueden cruzar y reproducir).
Pero a pesar de eso, muchos creen que las "razas" son categorías biológicas naturales, ¡o
que son como las razas de perros! Eso es completamente incorrecto. No importa cómo
se definan las categorías (ni si son 5 ó 500), cuando se comparan poblaciones humanas
al nivel molecular y genético, ¡todas esas categorías "raciales" se van a pique! Eso se
debe a que los tipos y la cantidad de variación genética que existen dentro de
poblaciones humanas y entre ellas... ¡no corresponden a ninguna de las categorías
sociales que definimos como las grandes "razas" humanas!
La mayoría de las diferencias reconocibles entre amplios grupos humanos tienen que
ver con características muy superficiales, como color de piel o tipo de cabello: nadie
negará que en promedio es fácil distinguir entre personas de familia bantú, japonesa y
sueca. Pero eso es "en promedio" y no hay un miembro "típico" de ninguna de las
grandes "razas" humanas en ninguna parte del mundo, ni siquiera con respecto a
rasgos superficiales como color de piel o tipo de cabello o de cuerpo.
Por ejemplo, los "africanos" abarcan todos los colores imaginables de piel: todo tono
imaginable de piel oscura, piel clara (norafricanos y egipcios de apariencia caucásica) y
piel amarilla (los KoiSan del sur); igualmente tienen todos los tipos de cuerpo; en
África viven los pigmeos, que son los seres humanos más bajos (en promedio) y los
masai, que son los más altos (en promedio).
De modo similar, los "europeos" abarcan gente de piel clara y cabello rubio (el
escandinavo promedio), pero también gente de piel oscura y cabello oscuro (del sur y el
este) que se parece más a las poblaciones del norte de África y del Medio Oriente que al
sueco promedio. Los "asiáticos" tampoco encajan en un solo estereotipo: hay una
amplia variedad de gente, como turcos, indios y japoneses, y abarcan todo color
imaginable de piel y todo tipo de cuerpo.
O sea que donde quiera que miremos encontramos una extensa variedad de colores de
piel y de tipo de cuerpo. (Unos se deben a la "mezcla" de migraciones e invasiones
recientes; otros son más antiguos, como la mayor frecuencia de piel oscura en las zonas
tropicales y la mayor frecuencia de piel clara en las zonas templadas y árticas, que
posiblemente surgieron como adaptaciones locales a ciertas condiciones ambientales en
los primeros tiempos de la expansión humana por el planeta. Esto se explora más
adelante en este recuadro). Pero en la actualidad la variedad es tan grande que no tiene
sentido hablar de un "africano" típico, un "europeo" típico, un "asiático" típico o un
"hispano" típico, ni siquiera con respecto a las características más superficiales como el
color de piel.
Las poblaciones humanas a veces difieren en la frecuencia relativa de ciertos alelos (de
los genes que vienen en múltiples alelos). Por ejemplo, ciertas poblaciones humanas en
promedio tienen una frecuencia general mayor o menor de los tipos de sangre A, B, AB
o O; otras tienen una frecuencia más alta que otras del alelo de hemoglobina falciforme
que protege de la malaria; unas tienen una frecuencia más alta de un alelo que facilita la
digestión de la leche que la mayoría de las poblaciones humanas (en que los adultos no
toleran la lactosa). Pero esas diferencias regionales en la proporción de ciertos alelos no
corresponden perfecta ni sistemáticamente con las categorías "raciales". Por ejemplo,
los afroamericanos, cuyos antepasados eran principalmente de regiones de África
occidental donde predomina la malaria, en promedio tienen una mayor frecuencia del
alelo de hemoglobina que causa anemia falciforme (y protege de la malaria) que los
estadounidenses caucásicos, cuyos antepasados europeos vivían en regiones donde no
había malaria. Pero, en promedio, la frecuencia de este alelo en los afroamericanos es
menor que la de las poblaciones africanas que siguen expuestas a la malaria. Asimismo,
entre las diferentes poblaciones de "negros" de África hay poblaciones de las montañas
(donde el mosquito transmisor de la malaria no puede vivir) que tienen una frecuencia
del alelo de célula falciforme mucho menor que los afroamericanos y que las
poblaciones de negros africanos de las zonas tropicales donde la malaria es un gran
problema. Pero mucha gente colocaría a todos esos grupos en la misma "categoría
racial".
No hay razas biológicas humanas por una sencilla razón. La única especie humana que
existe en la actualidad, Homo sapiens,seguramente empezó (como todas las especies)
como una pequeña población que evolucionó de una especie anterior (probablemente
Homo ergaster,la versión africana de Homo erectus,o una especie homínida muy
similar); pero también sabemos por el registro fósil que Homo sapiens, tras evolucionar
hace unos 200,000 años, se extendió a una gran variedad de hábitats desde hace unos
50,000 años. O sea que en un tiempo relativamente corto se extendió de África a todos
los hábitats y zonas climáticas: el Medio Oriente, Europa, Asia, Australia y cruzó del
norte de Asia a las Américas hace por lo menos 12,000 años.
El hecho de que los rasgos biológicos que nos hicieron diferentes --la combinación de
locomoción bípeda (que nos dejó las manos libres) y el período de desarrollo posnatal
del cerebro (que permitió una mayor cantidad de aprendizaje social con una
concomitante mayor coordinación y comunicación social)-- nos dio una capacidad sin
precedentes de adaptarnos a cualquier entorno imaginable por medio de adaptaciones y
modificaciones culturales, en vez del medio más lento y limitado de la evolución
biológica; este hecho, repito, es mucho más importante que la variación genética de los
individuos.
Además, solo en los primeros momentos de la historia de nuestra especie (y solo
temporalmente) las poblaciones locales permanecieron aisladas unas de otras por mucho
tiempo. Algunas de las pequeñas diferencias del color de piel promedio de poblaciones
de distintas regiones pueden deberse a cierto grado de adaptación biológica a las
condiciones locales en las primeras épocas de la historia humana. Por ejemplo, en todo
el globo las poblaciones modernas cuyos antepasados vivían en zonas tropicales (donde
se recibe más radiación ultravioleta de la luz solar) tienden a tener la piel más oscura
(más pigmento de melanina) que las poblaciones cuyos antepasados vivían en las zonas
templadas más cerca de los polos (que reciben menos luz solar y menos radiación
ultravioleta). Se ha sugerido que eso fue una adaptación de las poblaciones locales a las
condiciones locales porque la piel oscura protege de la destrucción del ácido fólico por
la radiación ultravioleta (y el ácido fólico es un nutriente importante en los años
reproductivos y previene defectos genéticos como la espina bífida), mientras que la piel
clara hace más fácil producir vitamina D (importante para el metabolismo del calcio y la
formación de un esqueleto fuerte en zonas de insuficiente luz solar). Por lo tanto es
posible (aunque no es absolutamente cierto) que las diferencias promedio de color de
piel en poblaciones geográficas surgieron en los comienzos de nuestra historia debido a
las ventajas reproductoras de cada color de piel en cada región según la cantidad de luz
solar. (Esta propuesta se explica en detalle en un artículo de Jablonski y Chapman en la
revista Scientific American , octubre de 2002).
Pero así y todo, la mayor cantidad de variación genética presente en la especie humana
es la variación que existe entre los individuos de cualquier población humana. En el
tiempo relativamente corto desde que apareció el Homo sapiens moderno (hace unos
200,000 años), ninguna población humana ha vivido en completo aislamiento
reproductor el tiempo necesario (la gran cantidad de generaciones) para que se
acumulen suficientes diferencias genéticas y se formen distintas razas geográficas.
Unas poblaciones tienen una distinta frecuencia relativa de genes que vienen en distintas
formas (por ejemplo los genes que codifican el tipo sanguíneo), pero no es posible
predecir la "raza" a partir de esas diferencias. Como señala Richard Lewontin: "Los
kikuyu de África oriental difieren de los japoneses en frecuencia génica, pero también
difieren de sus vecinos los masai... las definiciones sociales e históricas que colocan a
las dos tribus de África oriental en la misma `raza' y ponen a los japoneses en otra `raza'
son arbitrarias en el sentido biológico".
Por eso es que inclusive en el campo de la medicina (donde puede ser importante
observar las diferencias étnicas aparentes de un individuo para no pasar por alto ciertas
diferencias históricas de susceptibilidad a enfermedades como la anemia falciforme) la
apariencia subjetiva de "raza" no es tan valiosa como un análisis individual y puede
llevar a errores. En cualquier caso, la historia personal y familiar y el análisis de los
factores sociales que afectan desproporcionadamente la salud de grupos definidos
socialmente (como los múltiples efectos de la pobreza en la salud de los habitantes de
los ghettos o la preponderancia de trastornos alimenticios en las adolescentes de clase
media y alta) es mucho más útil para predecir qué servicios médicos se necesitarán que
una evaluación subjetiva de la categoría racial en que aparentemente "cae" una persona.
[El libro reciente The Emperor's New Clothes: Biological Theories of Race at the
Millennium, de Joseph L. Graves, y partes de La falsa medida del hombre, de Stephen
Jay Gould, y de No en nuestros genes,de Lewontin, Rose y Kamin, explican más a
fondo por qué el concepto de raza biológica no se aplica a los seres humanos].
Seguimos evolucionando?
Para contestar esta pregunta es importante tener presente la diferencia entre los
mecanismos de evolución biológica y los mecanismos de evolución cultural.
La especie humana, como todas las especies de plantas y animales, está compuesta por
poblaciones de individuos variables. Parte de esa variación es genética y, por lo tanto, se
puede heredar y la puede afectar la selección natural. Por ejemplo, si el ADN de una
persona tiene el gen de fibrosis cística hay probabilidades de que lo transmita a sus
hijos.
Sin embargo, gran parte de la variación individual humana es cultural (viene del
aprendizaje y la experiencia social) y eso no se puede transmitir a los descendientes por
la reproducción biológica. Así sucede con la personalidad y el nivel social: los ricos
pueden "heredar" riquezas y privilegios a sus hijos (dinero, educación, ventajas sociales,
etc.), pero eso no tiene nada que ver con los genes que transmiten sus células sexuales
(óvulos y espermatozoides). O si alguien dice que su hija "heredó" su sentido del humor
o el mal genio de su tío, en realidad quiere decir que ella ha aprendido esas cosas por
ejemplo o imitación, pero eso no tiene nada que ver con la herencia biológica ni con los
genes que recibió de sus padres.
Los genes elaboran proteínas importantes para el funcionamiento de los órganos del
cuerpo; pero la personalidad, la inteligencia, el nivel social, etc., se deben a complejas
experiencias sociales e interacciones de los individuos con el mundo externo, y no están
codificados en los genes. Comparados con todas las demás especies del planeta (y con
los otros primates y las muchas especies homínidas que fueron nuestros antepasados
más recientes), lo que más nos diferencia es nuestra capacidad mucho mayor de
aprender, enseñar, construir cosas que no existían, inventar nuevas formas de
relacionarnos entre nosotros y con el entorno, organizar y comunicar, transformarnos
nosotros y el mundo natural y social... sin necesidad de modificaciones biológicas.
Nuestros parientes cercanos, como los chimpancés, pueden hacer muchas de esas cosas
en cierto grado (tienen formas complejas de cooperación y comunicación social, usan
herramientas sencillas, enseñan a sus hijos destrezas complejas y forman "amistades";
inclusive en distintas partes tienen distintas "tradiciones culturales" sobre el uso de
herramientas y la conducta social), pero eso no se compara con lo que podemos hacer
los seres humanos. Nuestra especie humana moderna es la primera en la historia de la
evolución biológica de este planeta que se zafado de las limitaciones de la evolución
biológica y ha "evolucionado" principalmente por medios sociales y culturales no
genéticos. En gran medida, esto es lo que nos hace humanos.
En los últimos 100,000 años nuestro cuerpo (y nuestro cerebro) casi no ha cambiado;
pasamos de la cultura de herramientas de piedra a ser capaces de curar muchas
enfermedades y explorar por medio de tecnología partes remotas del cosmos con el
mismo cuerpo biológico. Repitiendo, todo esto se ha logrado principalmente por medio
de la evolución cultural, no biológica, aunque nuestra biología es lo que lo hizo
posible.
Como en todas las demás especies, si los seres humanos heredan cierta variación
genética que les da rasgos que producen una ventaja reproductora (les permiten tener
más hijos, que a su vez se reproducen, que los individuos que no tienen esos nuevos
rasgos heredables) y si este proceso se repite a lo largo de muchas generaciones
sucesivas, es posible que se manifieste un cambio evolutivo en pequeña escala (por
ejemplo, de resistencia a enfermedades).
Pero esto es muy raro en la práctica porque la mayoría de los cambios que todavía
ocurren por recombinación genética en los seres humanos no afectan significativamente
cuántos descendientes un individuo contribuirá a futuras generaciones. Como vimos, en
tiempos modernos, la cantidad de descendientes que un individuo contribuya a las
generaciones siguientes tiene muy poco que ver con su "aptitud reproductora" biológica,
pero tiene mucho que ver con las relaciones y costumbres sociales y culturales, y con
las oportunidades: suficiente alimentación, las ideas sobre quién, cuándo y con quién se
debe uno reproducir, nuestra capacidad de prevenir y curar muchas enfermedades que
antes impedían la reproducción, etc. Todas estas cosas tienen más efecto en la
reproducción humana hoy que cualquier rasgo nuevo que pueda surgir por
recombinación genética al azar de nuestro ADN. De hecho, remontándonos al pasado
de la existencia humana, la capacidad de los seres humanos de transformarse a sí
mismos y su mundo por medios culturales ha rebasado desde hace tanto tiempo los
efectos de la evolución biológica, que no hay evidencia de que nuestro cuerpo haya
tenido una reorganización biológica significativa por selección en una dirección
definida ¡en los últimos 100,000 años!
Es posible imaginar que hoy una mutación al azar que ofrezca resistencia al VIH (que
mata mucha a gente antes de tener hijos) se pueda establecer y extender a lo largo de
generaciones en África y otras partes del mundo especialmente devastadas por esta
enfermedad. Parece que ya existe una de tales mutaciones en un pequeñísimo porcentaje
de europeos caucásicos, y se cree que se estableció por medio de la selección natural
hace unos siglos, durante las epidemias de peste bubónica de la Edad Media, y que
protegía de esa enfermedad. Tales casos son interesantes y dejan la incógnita de si
nuestra especie todavía está evolucionando con relación a cosas como enfermedades
letales que matan antes de la reproducción.
Pero inclusive con enfermedades tan devastadoras, es evidente que lo que podemos
hacer hoy por medios sociales y transformaciones culturales es mucho mayor, y más
rápido, que lo que pueda hacer la selección natural hoy en día. Millones de personas
mueren en poco tiempo de SIDA a una edad joven en muchas naciones africanas (pero
en las naciones industrializadas mucha gente vive con VIH más tiempo) debido a la
pobreza, las relaciones desiguales y la explotación del sistema imperialista mundial (con
la falta de educación y la inescrupulosa negación de medicinas y tratamientos modernos
por compañías farmacéuticas multinacionales regidas por la ganancia). Eso no tiene que
ver con la evolución biológica. ¡Y la solución a tales problemas tampoco tiene nada que
ver con la evolución biológica!
Nuestra especie evolucionó de otras especies homínidas; ¿surgirá de nosotros otra
especie?
No es probable por dos razones. Primero, debido a lo que acabamos de ver sobre el
hecho de que los medios culturales y sociales de modificación de nosotros mismos y de
nuestro mundo externo han rebasado lo que se pueda lograr por medio de la evolución
biológica (aunque queda por verse lo que hagamos a la biología de nuestra especie con
ingeniería genética y demás técnicas).
Además, es importante recordar que una nueva especie por lo general evoluciona de una
población pequeña y aislada a nivel reproductor de la especie madre. Sin un período de
aislamiento reproductor absoluto por muchas generaciones, no es posible que una
modificación genética se establezca y distinga a una población nueva de la población
ancestral al punto de que no puedan cruzarse y reunirse en una sola especie. Pero ese
aislamiento reproductor no ocurre con los seres humanos en este planeta; somos una
sola especie, muy móvil y distribuida por todo el globo. Habitamos todos los rincones
del planeta y toda clase de hábitats, y hay una corriente continua de genes entre las
poblaciones humanas. No es posible hoy en día que una población humana del planeta
se aísle completamente del resto de la humanidad el largo lapso de tiempo necesario
para que empezara a divergir como una nueva especie (si todos los factores culturales
no trastornaran el proceso).
Supongo que si una pequeña población humana colonizara una parte distante del
cosmos y pudiera permanecer aislada del resto de la humanidad por muchas
generaciones (¿qué tan probable es?), entonces se podría dar cierta divergencia
biológica evolutiva. Pero inclusive en ese caso, es altamente improbable que las
particularidades de la herencia genética individual desempeñaran el papel principal en la
constitución de las generaciones sucesivas. Otros factores, principalmente culturales y
sociales, entrarían en juego para que los colonos espaciales y la población terrestre se
pudieran o no se pudieran cruzar (la definición de especiación completa), como por
ejemplo, la orientación de las sociedades futuras hacia la ingeniería genética y si todavía
nos reproducimos biológicamente o no de la forma que conocemos.
* Aunque esa clase de factores aleatorios, que pueden tener grandes efectos
especialmente en la constitución genética de poblaciones pequeñas y aisladas en otras
especies, suelen tener mínimo efecto en los seres humanos porque las poblaciones
humanas nunca están completamente aisladas de otras a nivel de reproducción y hay
una continúa corriente de genes entre ellas.