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1.

INTRODUCCIÓN

La preocupación por el tema de la protección y conservación del medio

ambiente surgió, a nivel internacional, en la década de 1970; esto debido a la

preocupación por el gran incremento de la población mundial y el consecuente

incremento de los niveles de contaminación.

Por ello, podemos sostener, tal como lo hace Demetro Loperena,2 que la

necesidad de protección del medio ambiente humano como asunto de interés

público y político es de reciente data, pues se produce a causa de la enorme

preocupación suscitada por la contaminación en los países industrializados. Es

recién con este cambio de perspectiva que se piensa que el modelo de desarrollo,

contenido esencialmente histórico y variable.

En un intento por alcanzar mayor especificidad, podemos, asimismo,

entender que el medio ambiente posee una triple dimensión; a saber: la primera,

ligada al concepto del paisaje, donde se incluye tanto el entorno natural como el

entre los mismos. Desde otra perspectiva se incluye junto a estos elementos

bióticos y abióticos, también a objetos de origen humano y aspectos

característicos del paisaje.

Actualmente, la relación entre medio ambiente y economía es clara: el

crecimiento económico provoca el aumento del consumo de energía y además

residuos, emisiones, vertidos contaminantes. También se incrementa el uso del

suelo, el transporte y el turismo. Se multiplican, así, los problemas de

infraestructura y contaminación. La misma estructura y tecnología de la

producción está mayormente organizada sin tener en cuenta el impacto ambiental

negativo que puede provocar.

Es en este complejo contexto donde surge la necesidad de conocer todo el

trasfondo económico de lo que muchas veces de manera simplista llamamos


desarrollo, pero que en el ámbito medioambiental constituye un claro retroceso. La

ausencia de información práctica sobre las relaciones entre medio ambiente y

economía es el resultado de la escasa experiencia económica en política

ambiental.

El verdadero desarrollo implica crecimiento, un crecimiento que no puede

agotarse en la realidad tangible e inmediata, sino que necesita proyectarse para el

futuro traspasando la simple perspectiva de la productividad. Por ello, no es

suficiente ocuparse sólo de las condiciones en que se desenvuelve la actividad

industrial y tecnológica, ya que tiene que existir también preocupación por los

límites de la productividad, de modo tal que la calidad de vida y el desarrollo

puedan ser compatibilizados.

En la actualidad, la interacción de la sociedad humana con el medio es

cada vez mayor, y el deterioro de éste, más patente; llegando, en muchos casos, a

ser irreversible. El desafío de nuestro tiempo consiste, pues, en reconocer que no

resulta posible tener una economía y una sociedad sana en un mundo con tanta

pobreza y degradación ambiental.

Por ello, para tratar de paliar las terribles consecuencias de la

contaminación, a causa del desarrollo económico-industrial, debemos tener

presente la idea de desarrollo sostenible o desarrollo sustentable; pues éste es

aquél que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la

capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas, es aquel desarrollo

basado en tres dimensiones equivalentes e interactuantes; a saber: 1) crecimiento

económico, 2) bienestar social, y 3) protección ambiental.5 Así, al tener presente

la idea de desarrollo sostenible, nos convenceremos de que sí es posible que haya

una relación armónica entre la conservación del medio ambiente y el desarrollo

de la economía.
Los seres humanos están en el centro de las preocupaciones por el

desarrollo sustentable, pues son éstos los que tienen derecho a una vida sana y

productiva en armonía con la naturaleza. Por ello, la protección ambiental

constituirá una parte integral del proceso de desarrollo y no podrá ser

considerada en forma aislada. Todo ello para poder lograr vivir en un ambiente

propicio para la salud, es decir, un ambiente que esté libre de peligros imperantes,

un ambiente que cubra las necesidades básicas para una vida saludable, y que, por

ende, facilite una interacción social equitativa.

En este contexto y como veremos a lo largo de los tres capítulos que

conforman este trabajo, hoy se ha advertido que es necesario un cambio drástico

en los patrones de conducta a nivel mundial.

El transporte, al ser uno de los ejes sobre los que se funda toda ciudad, es

uno de los aspectos en que dichos cambios deben producirse. No basta con que

el transporte logre el objetivo de la movilidad, ahora es imprescindible que esa

movilidad genere los menores costos posibles, esto es, dañe menos el ambiente,

al ciudadano y a la ciudad.

Hoy se impone, entonces, la noción de transporte sostenible lo que, a su

vez, implica la necesidad de reestructurar nuestro sistema de transporte y darle

prioridad a las modalidades que son más acordes con la promoción del desarrollo

sostenible y con la mejora de la calidad de vida. En esas moddalidades destaca el

uso de la bicicleta.

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