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Cuento Literario

La bruja
Cuando recibí el aviso de mi tío para que fuese a verle, yo no pude imaginar
cuál sería el motivo, pero no tardé en saberlo y resultará difícil de creer para
cuantos le conocían: acaso por primera vez en su vida había sentido miedo y
precisó compañía. Efectivamente, se espantó de algo que le había ocurrido
al cruzar por delante de un espejo: se miró y se vio sin manos. Veía toda su
figura completa, pero al final de los brazos no aparecía nada, no estaban las
manos con sus elegantes guantes de terciopelo.
Cuando acudí a su llamada me sorprendió oírle decir que me llamaba para
que le acompañase, a él que tenía lacayos y que no necesitaba de nadie porque
era un hombre decidido y audaz, que había demostrado su valor repetidas veces, en especial
cuando participó en la trata de negros.
Yo acepté aquella petición y días después me enteré también de que, en otro espejo, se había visto
y no tenía boca: en el bruñido vidrio azogado no aparecían los labios que él movía con insistencia y
que no veía en su cara. Debió comprender que un peligro sutil, acaso ya inevitable, le cercaba y por
esta causa quiso confiar en mí y de forma escueta me contó lo sucedido. En una fiesta, vio a una
gitana, del grupo de músicos que habían hecho ir para distracción de los invitados, y se enamoró
de ella perdidamente.
Fue al campamento de la tribu y debió de darles una fortuna para quedarse allí dos días y dos
noches, pero al cabo de ese tiempo tuvo que marcharse: la gitana, al parecer, se cansó de él y los
hombres quizá le echarían y amenazarían para que no volviese más. Su orgullo y sus costumbres
de gran señor sufrieron por ello una afrenta tan dura como el verse privado del capricho de poseer a
aquella mujer; más tarde me enteré que ella se burló de él y que le despreció. El caso es que ya no
pudo regresar adonde estaba la tribu con sus carromatos, sus hogueras y las canciones endiabladas
que ella cantaba.
Aquella humillación y el enamoramiento, explican la rara decisión que tomó mi tío. Buscó la ayuda
de la magia, de un encantamiento que atrajera y sometiera a la gitana a su voluntad; para conseguirlo
acudió a la que nunca debió acudir, a la bruja que vivía en las ciénagas.
Era éste un lugar de espesa vegetación a la derecha del sendero que llevaba a la costa, lugar que
nadie frecuentaba y se procuraba evitar porque todos sabían que ella estaba allí y se temía su
misterioso poder. Se le atribuían encantamientos y hasta muertes por lo que fue denunciada, y en
dos ocasiones las autoridades le habían hecho azotar en público y hasta pasó cierto tiempo en un
presidio, pero regresaba a su choza donde vivía sola desde que era una muchacha. La visitaban
únicamente mujeres desesperadas por no tener hijos o las que querían atraer a un hombre indife-
rente o vengarse de un seductor, pero nadie hablaba de ella aunque de todos era bien conocido su
nombre: Alesia.
Una noche mi tío fue a visitarla e hicieron un pacto; hasta entonces nunca un hombre había buscado
su ayuda. Ella le pidió algo que hubiera estado junto al cuerpo de la gitana y mi tío, no sé cómo
pudo lograrlo, le llevó un trocito de los flecos del pañuelo rojo que aquélla usaba.
La bruja le pidió igualmente un poco de su propio pelo y mi tío, con la navaja que siempre tenía con
él, se cortó un mechón y se lo dio. Acaso éste fue un gran error suyo: días después ocurrió el verse
en un espejo sin manos, y luego sin boca, y más tarde hasta sin ojos.
Entonces, me mandó llamar y me dijo que quería que le acompañase y por esta razón fui testigo de
su triste final.
Al llegar la noche, salíamos juntos y trotábamos hasta la choza de aquella mujer. La primera vez,
me dejó encargado de los caballos pero tras esperar un rato en la oscuridad y el frío, me aproximé
a la puerta y, por la rendija, miré al interior.
Allí, alumbrada por una tea ardiendo, estaba Alesia sentada, rodeada de grandes manojos de plantas
secas; era aún joven, el pelo muy rubio y desordenado le caía sobre los hombros y parecía vestir
un sayal de monje. Me di cuenta que a pesar de la suciedad y unas manchas que tenía en el rostro,
éste era bello, con grandes ojos claros. Mi tío, de pie, callaba y ella le miraba con fijeza.
A la noche siguiente oí que Alesia le pedía otra prenda de la gitana para poder hacer el sortilegio, y
días después pude ver cómo mi tío le entregaba algo. Aquella vez, la bruja habló más y me admiró
que sonriera y con un movimiento rápido se echase para atrás una capucha que entonces llevaba,
y sobre la cabellera, sucia y espesa, vi que se había puesto una diadema de flores de lino.
A través de la rendija de la puerta, seguí sus movimientos; tendió una mano a mi tío, con la palma
para arriba, y él, sin darse prisa, colocó la suya encima y así estuvieron unos instantes. Y entonces
ella se rió. Aquel gesto, me inclino a creer, confirmó el pacto: él sabía bien que ponía un pie en el
umbral del infierno porque aumentaron sus silencios y cabalgaba junto a mí encorvado y casi me
atrevería a decir que envejecido.
Cada vez que íbamos allí, yo prestaba más atención y escuchaba, en parte porque presentía un
peligro y también por la curiosidad que despertaba en mí la figura extraña de Alesia, repulsiva y, al
mismo tiempo, seductora.
Por entonces, mi tío me contó que se había mirado en un espejo y no vio la cabeza: en el sitio donde
debía estar, sólo había un vacío. Yo pensé que el deseado sortilegio, sin duda, se había vuelto
contra él.
Por fin, una noche ocurrió lo inesperado. Al entrar, mi tío dejó casi abierta la puerta y yo le seguí.
En el centro de la choza ardía un fuego y, sobre él, un recipiente desprendía vapores que se unían
al humo que casi ocultaba a la bruja. Alesia estaba allí, sentada como siempre, y echaba en aquel
líquido, un líquido negro y brillante, igual a la pez(2) fundida, purpúreas florecillas de abrojo. Recitaba
algo en voz baja, como un rezo, y luego exclamó ¡Mira ahí! y mi tío se inclinó sobre el recipiente y
oí cómo daba un resoplido por lo que, sin duda, veía en los reflejos de aquel brebaje repugnante, lo
que le hizo llevarse las manos a la cabeza, retroceder y quedar apoyado en la pared de la cabaña.
Entonces ella se echó a reír, con carcajadas brillantes, como las de un demente, y de pronto, tal
como estaba sentada, se desprendió de su oscuro sayal y quedó desnuda de medio cuerpo y abrió
los brazos y su risa hiriente le venció para atrás la cabeza.
Para mí fue como si plomo derretido me abrasara y me hiciera flaquear las piernas. Contemplé aquel
cuerpo extrañamente blanco y atractivo, pero que me espantaba. Igual debía de ocurrir a mi tío; le vi
temblar todo él y también se le doblaron las piernas y cayó de rodillas, fijo en Alesia, quizá ya
embrujado. Ella se puso de pie: era alta y parecía sólida; otra vez le tendió una mano mientras
seguía riendo y ambos permanecieron así unos minutos en los que yo no sabía qué decisión tomar.
Al fin, él se irguió y pudo salir tambaleándose fuera de la cabaña y ella gritó algo y su risa cambió en
una especie de gorgojeo que hizo con la garganta. También yo salí y ella nos siguió: apareció en la
puerta con la tea encendida que levantaba en alto.
Súbitamente vi que a mi tío le desaparecía la cabeza y los brazos se esfumaban y aquel tronco
alucinante, cuyo recuerdo aún me espanta, dio unos pasos, giró torpemente, se metió entre la maleza
y desapareció en la oscuridad.
Un movimiento de Alesia hizo que la tea le rozase los desordenados mechones de pelo y una llama
azul subió junto a su cara, y de pronto tuvo toda la cabellera, con las hojitas y flores que la
adornaban, convertida en una hoguera.
Yo me quedé quieto, como atado a un poste, mirando la figura de aquella mujer, maravillosa en su
desnudez, aún con la tea alzada y el pelo llameante. Pero enseguida, aumentando su grito gutural,
se precipitó por donde había ido mi tío y en unos instantes dejé de oírla y de ver el resplandor de su
cabeza ardiendo.
No pude correr tras ellos, ni acaso salvar a mi tío. Esperé, mas los pantanos no suelen devolver a
quien los pisa de noche y menos aún si son arrastrados por un encantamiento fatal y poderoso,
como es el deseo.
Cuento popular La bella durmiente
En un reino muy lejano, habitó una vez un rey noble y justo que deseaba con
fervor tener un hijo junto a su reina. Después de largo tiempo, el monarca pudo
por fin disfrutar el advenimiento de una hermosa hija. La princesita tenía una
piel muy suave y unos cabellos rubios radiantes como el Sol, y desde todo el
reino, las personas se acercaban para brindarle regalos y admirar la belleza
de la pequeña hija del rey.
Durante la fiesta de bautismo de la princesita, no sólo acudieron personas de todas las edades, sino
también unas criaturas fantásticas conocidas como hadas. Aquellas tres hadas eran pequeñas como
la palma de la mano, pero su bondad y su poder eran muy grandes, y al ver a la niña quedaron tan
asombradas de su belleza, que no tardaron en obsequiarle cada una un don especial.
“Te concedo el don de la elegancia”, “Yo te doy el don de la amistad”, “Y yo por mi parte te regalo
el don de la alegría”. Así fue como las tres hadas celebraron el nacimiento de la pequeña princesa,
y aunque todo fue alegría y regocijo durante unos minutos, apareció de pronto una bruja de aspecto
oscuro que apagó las velas de un soplo. Era la bruja Maligna, que no había sido invitada a la
celebración por practicar las artes oscuras.
El rey se puso muy nervioso al ver a Maligna, y la reina se desmayó por completo en su asiento. Al
acercarse a la cuna de la princesita, la bruja decidió lanzar un hechizo oscuro por haber sido
rechazada, y dijo de esta manera: “Dentro de exactamente quince años, te pincharás el dedo con
un huso, y tan pronto aparezca la primera gota de sangre, caerás muerta al instante”. Dicho aquello,
Maligna desapareció de aquel lugar, y las velas se encendieron nuevamente.
Las personas reunidas quedaron en un profundo silencio, la reina, ya recuperada, comenzó a
sollozar desconsoladamente, y el rey amenazó con lanzar todo su ejército en busca de la bruja
Maligna para acabar con ella. En ese momento, las hadas se reunieron en torno a la cuna, y aunque
no tenían suficiente poder para deshacer el hechizo de la bruja, sí lanzaron un conjuro que le
permitiría a la princesita ser salvada por un beso de amor verdadero.
Aun así, el rey no quedó convencido y ordenó a sus soldados que salieran por el reino y destruyeran
todos los husos que encontraran a su paso. Al cabo de unos días, el reino se encontraba cubierto
por enormes montañas de husos que se quemaban al calor del fuego, y con el paso del tiempo, las
personas del lugar olvidaron el temible hechizo y vieron como la princesita crecía cada vez más y
se llenaba de una belleza difícil de describir.
Durante exactamente quince años, todo fue alegría en aquel reino. La pequeña niña hija del rey se
había convertido ahora en una muchacha deslumbrante que correteaba por el reino y le gustaba
rodearse de animales. Un buen día, mientras caminaba por las calles del reino, encontró una
pequeña casita que le llamó la atención. La puerta de la casita se encontraba abierta, y sin pensarlo
dos veces, la princesa se adentró en el lugar.
En la última habitación, había una anciana que hilaba con cuidado su copo en un desgastado huso.
Atraída por aquel objeto, y como nunca antes lo había visto, la joven le pidió a la anciana que le
permitiera utilizarlo, y mientras aprendía a colocar el hilo en el huso, sucedió algo terrible. La
princesa se había pinchado con la aguja y tan pronto apareció la primera gota de sangre en su dedo,
cayó al piso.
Al enterarse de la noticia, el rey convocó a todos los doctores del reino para que resucitaran a su
pequeña, pero como la bruja había prometido con su hechizo, nada podía salvarla. Ni siquiera los
brujos pudieron devolverle la vida a la princesa. Entonces, el rey decidió construir una hermosa torre
dentro del palacio, y en lo alto, preparó una habitación con una cama de hilos de oro para colocar
el cuerpo de su desvanecida hija.
Cuando las hadas buenas supieron del terrible suceso, decidieron también hechizar a todos los
habitantes del castillo, para que la princesa, cuando despertara, pudiera reconocer a sus padres, a
los soldados y hasta los cocineros. Así fue entonces que pasaron cien años desde aquel momento,
y como era de esperarse, el castillo quedó abandonado poco a poco, repleto de ramas de árboles
que penetraron por la ventana y por las puertas hasta inundar el lugar.
Las personas del reino se olvidaron con el tiempo del rey y de su hija, pero una tarde de verano, un
príncipe lejano que se había extraviado cerca del lugar, arribó al castillo abandonado, y se
sorprendió de ver tantas personas durmiendo en las habitaciones. Como era un joven curioso,
decidió subir las escaleras hasta la última alcoba, donde se encontraba justamente la princesa
encantada.
Nada más que arribó al lecho de la joven, el príncipe quedó completamente enamorado de su
belleza, y sin poder contenerse, se arrodilló en el suelo y acercó sus labios a la princesa para
besarla. En ese momento, la magia se deshizo y por primera vez en cien años, la bella durmiente
abrió sus ojos. Por supuesto, también lo hicieron todos los habitantes del castillo, y el rey y la reina
corrieron a toda velocidad para encontrarse felizmente con su hija.
Desde ese instante, la alegría y la esperanza retornaron al reino, el castillo fue reparado y la pareja
de enamorados celebraron una boda maravillosa por varios días, tuvieron dos niños encantadores,
y fueron muy felices por el resto de sus días.

Leyenda
La leyenda del águila

En Europa, muy pegadito a Grecia, hay un país llamado Albania. El


nombre Albania proviene de una antigua y curiosa leyenda que ahora
mismo vas a conocer.

Dice la historia que hace muchos, muchísimos años, un muchacho se


levantó una mañana muy temprano para ir a cazar. Caminó tranquilo
hacia las montañas y al llegar a su destino, vio cómo en la cima de una
de ellas, un águila enorme descendía del cielo y se posaba sobre su nido. Lo que más le llamó
la atención fue que el águila llevaba una serpiente, rígida como un palo, bien sujeta con el pico.

– ¡Vaya, hoy el águila está de suerte! ¡Acaba de amanecer y ya ha conseguido alimento para su
cría!
La reina de las aves, creyendo que la serpiente estaba muerta, la dejó caer junto a su hijito y
remontó el vuelo para ir a buscar más.

¡Qué equivocada estaba! En cuanto desapareció en el horizonte, la serpiente se desenroscó,


abrió la boca y mostró sus afilados y venenosos colmillos al indefenso polluelo ¡El pobre no tenía
escapatoria y la miraba aterrado!

Por suerte el cazador lo estaba observando todo, y cuando estaba a punto de hincarle el diente,
agarró su arco, afinó la puntería y lanzó una flecha mortal al peligroso reptil, que se quedó quieto
para siempre. Después echó a correr hacia el nido, angustiado por si el aguilucho había sufrido
alguna herida.

¡Cuánto se alegró al ver que estaba sano y salvo! Con mucho cuidado, lo tomó entre sus manos
con suavidad, y acariciándole las plumitas se alejó del lugar.

Al rato el águila regresó y comprobó con horror que su retoño ya no estaba. Desesperada
sobrevoló la zona a toda velocidad y distinguió a un joven que se lo llevaba camino de la ciudad.
Rabiosa, descendió en picado y se interpuso en su camino.

– ¡Eh, tú, ladrón! ¿A dónde vas con mi chiquitín?

– ¡Me lo llevo a mi casa! La serpiente que cazaste no estaba muerta y casi se lo come de un
bocado ¡Quiero ponerlo a salvo!

El águila se entristeció y sus ojos se llenaron de lágrimas.

– ¿Me estás diciendo que soy una mala madre?

– ¡No, de ninguna manera! Imagino que eres una madre buena y cariñosa como todas, pero
debes reconocer que has cometido un gravísimo error.

– ¡Lo sé y estoy muy apenada por ello! Siempre estoy pendiente de proteger a mi pequeño porque
le quiero más que a mí misma. Te juro que pensaba que la serpiente estaba muerta y que no
corría ningún peligro.

– Ya, pero…

– Sin duda fue un descuido y no volverá a suceder. Devuélvemelo, por favor, y yo te


recompensaré.

– ¿Ah, sí? ¿Y cómo lo harás?

– ¡Seré generosa contigo! Voy a concederte las dos cualidades más valiosas que poseo.

– ¿Dos cualidades? No entiendo a qué te refieres.

– ¡Sí! A partir de ahora tendrás una visión tan aguda como la mía y tanta fuerza como estas dos
alas. Nadie podrá vencerte y te aseguro que llegará un día en que te llamarán águila como a mí.

El cazador pensó que era un trato fantástico y, ciertamente, el águila parecía desconsolada y
arrepentida de verdad. En lo más hondo de su corazón sintió que tenía que darle una nueva
oportunidad porque al fin y al cabo, en esta vida todos cometemos errores alguna vez. Sin
pensarlo más, levantó sus manos callosas y entregó la pequeña cría a su amorosa mamá.
Pasaron varias primaveras y la promesa del águila se cumplió. El muchacho se convirtió en un
hombre muy hábil y más fuerte de lo normal, capaz de cazar animales gigantescos y de participar
en la defensa de su ciudad cada vez que entraban enemigos ¡Un auténtico héroe al que todos
los vecinos querían y admiraban!

También pasó el tiempo para el pequeño aguilucho, que jamás olvidó quién le había salvado la
vida cuando era chiquitín. Como era de esperar creció muchísimo, y cuando se transformó en un
águila grande y hermosa, decidió no separarse nunca de su amigo el cazador. Siempre a su lado,
le protegía día y noche desde las alturas como un perro guardián que vela por su amo a todas
horas.

La fama del cazador y de su ave protectora se hizo tan grande que toda la gente empezó a
llamarle “el hijo del águila”, y a la tierra donde vivía, Albania, que significa “tierra de las águilas”.

fabula
El león y el ratón
Fábula de Esopo

En un día muy soleado, dormía plácidamente un león cuando


un pequeño ratón pasó por su lado y lo despertó. Iracundo, el
león tomó al ratón con sus enormes garras y cuando estaba a
punto de aplastarlo, escuchó al ratoncito decirle:
—Déjame ir, puede que algún día llegues a necesitarme.
Fue tanta la risa que estas palabras le causaron, que el león decidió soltarlo.
Al cabo de unas pocas horas, el león quedó atrapado en las redes de unos cazadores. El
ratón fiel a su promesa acudió en su ayuda. Sin tiempo que perder, comenzó a morder la
red hasta dejar al león en libertad.
El león agradeció al ratón por haberlo salvado y desde ese día comprendió que todos los
seres son importantes.
Moraleja: No menosprecies las habilidades de los demás.
MITO:
El chupacabras: En 1992, medios locales de Puerto Rico difundieron
una noticia sobre la matanza de varios animales, que habrían sido
encontrados sin sangre y con mordeduras a nivel del cuello. Gracias a la
ocurrencia de casos similares en otros países la leyenda se extendió por
todo el mundo. Según avistamientos el responsable es una especie de
diablillo gris verdoso, de aproximadamente un metro, y con un aspecto
reptiliano, que destaca por su piel escamosa y espinas afiladas en la
espalda. Aunque otros testimonios indican que se trata de una especie
de perro salvaje.

5 historias basadas en hechos reales


1. La Mujer en la Ventana

Hace más de una semana que la veo todos los días, en la zona rural donde vivo las casas están
muy lejos una de la otra pero nosotros y nuestra vecina somos la excepción, su casa está al lado
de la mía y desde mi cuarto puedo ver perfectamente la ventana de su habitación.

Hace una semana me di cuenta de que ella estaba ahí, mirándome fijamente desde su ventana; la
ausencia de luz no me permite verla con claridad, pero puedo verla ahí, moviéndose sutilmente de
atrás para delante, y cuando sale un poquito de la penumbra, puedo ver como sonríe de forma
siniestra, lo que más que miedo me causa enojo. Mis padres llevan ya dos semanas de viaje y yo
ya no aguanto más verla ahí, mirándome todo el tiempo; así que hoy decidí ir a hablar con ella y
decirle que deje de hacer eso porque me resulta incómodo.

Al llegar a su casa la puerta estaba abierta y al tocar y no recibir respuesta decidí entrar, recorrí
molesta todas las habitaciones excepto una, la habitación donde yo la veía, tome valor y entre
gritando y reclamándole. Al entrar pude ver en el techo el ventilador encendido y a ella mirando
por la ventana; la oscuridad hizo que tardara unos segundos en verla claramente. Ella estaba
colgada, estaba muerta…

2. Vlad Tepes

En 1450 los turcos habían descubierto la importancia estratégica de territorios


como Transilvania y Valaquia como vías de acceso para la conquista de Europa.
En aquel tiempo el gobernador de Valaquia era Vlad Drácula II caballero de la
orden del dragón y quien, de sus cuatro hijos, solo Vlad Drácula III siguió con la
tarea de su padre de vencer la invasión turca, pasando a la historia como un
hombre cruel y sanguinario.

Drácula III se alió con ambas partes enemigas sin darlo a conocer, y así consiguió que sus tierras
quedaran fuera de la conquista, torturando y empalando a quien quisiera traicionarlo u obstaculizar
su camino, por lo que se ganó el nombre de Vlad Tepes “el empalador”
Las torturas que ocupaba eran diversas: poseía un enorme caldero para hervir vivos a sus
condenados, despellejaba a los sospechosos y les esparcía sal en la carne viva, sentía placer al
rostizar a las victimas ensartadas como brochetas a fuego lento, pero su tortura favorita era el
empalamiento.

Vlad Tepes murió a finales de 1476 en una emboscada turca en la cual fue arrestado, decapitado
y despedazado. Históricamente, Vlad no tiene ningún lazo con el vampirismo, pero por su crueldad
casi irreal es que Bram Stoker se inspiró en él para crear su novela “Drácula”.

3. El Peor Miedo de una Madre


Una mujer gritaba desesperada: “solo fue por un segundo oficial, le juro
que solo volteé un momento para otro lado y cuando vi ella ya no estaba,
ayúdeme por favor”. La mujer respiro profundamente y se miró al espejo,
diciéndose a sí misma: “nada mal, ese grito al final es perfecto, estoy más
que lista”.

La mujer salió del baño y se dirigió al cuarto de la pequeña Jaqueline para decirle que saldrían a
tomar aire fresco, la pequeña se emocionó y mientras tomaba de la mano a su niñera le pregunto
a dónde irían, a lo que la niñera le respondió: “no sé, ¿qué tal el parque?” …

4. “El Orfanato” 2007


Laura se muda con su familia al orfanato en el que creció de niña, con
la intención de abrir una residencia para niños discapacitados.

El ambiente de la vieja construcción despierta la imaginación de su hijo,


que comienza a dejarse llevar por juegos fantasiosos cada vez más
intensos. Esto inquieta cada vez más a Laura, que empieza a sospechar que en la casa hay algo
que amenaza a su familia.

5. En la Esquina de mi Habitación
Desde que recuerdo siempre ha tenido esa sonrisa siniestra en su
rostro, esa sonrisa que más bien parece una cortada de oreja a oreja
y que nunca deja de sangrar; no tiene cabello, no tiene nariz y no
tiene ojos, es como si fuera solo piel blanca y dura. Mide alrededor de
dos metros, es tan pálido que casi parece blanco y sus largos brazos
terminan en una puntiagudas y negras uñas podridas.

Lo vi por primera vez cuando yo tenía 6 años, desperté agitado y al verlo comencé a gritar, mis
padres fueron a ver que tenia pero al contarles ellos me dijeron que no había nada, por lo que
comprendí que solo yo lo veía, y desde entonces, noche tras noche lo veo, siempre con el miedo
de que algún día me haga daño.
Hace poco, encontré en el periódico una psíquica local, y a pesar de mis bajas expectativas, fui a
verla, pero cuando apenas iba a contarle, esa cosa apareció ahí, y asustado me di cuenta de que
ella también lo veía, le rogué que me ayudara y me dijo que tenía que hablar con la gente sobre él,
que les describiera lo más detallado posible como era y que así, alguien al imaginarlo como es,
una noche volteara a la esquina de su habitación y ahí estará él, parado, inmóvil, con esa
aterradora sonrisa…Así que espero que tú, que estás leyendo esto, puedas imaginarlo y llevártelo
contigo…
Biografía de Jorge Montenegro

Jorge Montenegro fue un libretista, escritor de libros y columnista hondureño.

Nació un 15 de febrero de 1,940 y murió este jueves a los 77 años, en Tegucigalpa, Honduras.

Su madre fue doña Josefa Montenegro Ayestas oriunda de Danlí.

El ilustre hondureño, estudió la primaria en la Escuela Álvaro Contreras ubicada en Barrio Abajo,
de Tegucigalpa y se graduó de perito mercantil y contador público.

Comenzó a trabajar en Radio Morazán, luego en Radio Comayagüela, más tarde ingresa a HRN y
en Radio América.

Su último trabajo en la radiodifusión fue en Radio Nacional Honduras.

Contaba con una trayectoria de 50 años de ejercer el periodismo.

Gracias a la ayuda de Oscar Flores, logró ingresar a diario LA TRIBUNA en donde escribía su
famosa columna “Déjenme decirles que…” publicada tres veces a la semana.

Fue editorialista de la revista Cheque, locutor, productor de Radio Nacional de Honduras,


productor del programa radial “Montenegradas” en Radio América.

Montenegro se dio a conocer por su trabajo en la radiodifusión hondureña a través de su obra


escrita y audiovisual, “Cuentos y Leyendas de Honduras”.

Cuentos y Leyendas de Honduras ha entretenido a las generaciones hondureñas durante 50 años.

En 1972 publica la primera edición de su libro Cuentos y Leyendas de Honduras, gracias al


patrocinio de la empresa privada y de su amigo Juan Alberto Melgar Castro ex presidente de la
República.

La película “Cuentos y leyendas de Honduras” se estrenó en octubre de 2014 y posteriormente fue


exhibida en otros países.

Jorge Montenegro, por varias generaciones, logró recopilar la riqueza folclórica de Honduras, para
plasmarla en sus programas radiales, artículos y libros.

Premios y reconocimientos

-El 11 de septiembre del 2014, la Secretaría de Educación, le otorgó un reconocimiento por


promover la tradición oral por más de 50 años.

-Ganador del Laurel de Oro del Ministerio de cultura.

-Medalla de Oro del Congreso Nacional.

-Micrófono de Oro Municipalidad de San Pedro Sula.

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