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Aula: 15
Profesor: Dicente:
Caracas 06/03/2019
Ante la perspectiva actual de una realidad cada vez más dinámica, donde los medios técnicos
y avances tecnológicos coadyuvan a una sociedad en constante cambio, la evolución del
fenómeno delictivo no se queda atrás, sumándose al proceso de continua renovación
característico de nuestro tiempo.
Ello conlleva la permanente puesta a punto de nuestro sistema penal, que requiere de una
evolución paralela a la experimentada por la actividad criminal para dar respuesta a las
nuevas exigencias de seguridad planteadas por la sociedad contemporánea.
A la hora de analizar el peso y significado que actualmente tiene la tecnología en el sistema de
justicia penal, es fundamental el papel que cumple en la conformación de la realidad social
contemporánea, marco en que tiene lugar el proceso judicial moderno.
En el ámbito del proceso penal, las ciencias forenses ofrecen hoy respuesta a cuestiones que
con anterioridad eran irresolubles o bien resultaban abordables a través de cauces
considerados como menos fiables. Sirva como ejemplo la identificación del imputado, que
históricamente ha sido realizada en el marco de la investigación criminal a través de métodos
basados en la percepción –como son la rueda de reconocimiento o el testimonio- cuya ratio
de error se ha comprobado muy superior a la de las pruebas científicas utilizadas con el
mismo propósito; como son el análisis genético o dactiloscópico.
Pero más allá de la aplicación de la ciencia médica a las cuestiones propias de la instrucción
judicial, el gran desarrollo científico-técnico experimentado durante el final del siglo XX y el XXI
ha dado lugar a una revolución tecnológica sin precedentes cuyas totales implicaciones son
aún desconocidas.
Es por ello que el recurso a la tecnología por parte del Estado cumplen en la actualidad un
doble papel en relación con el proceso penal: i) permiten el perfeccionamiento de los medios
de análisis para investigación y prueba ofreciendo resultados más fiables, y ii) permiten la
persecución de aquellos delitos conectados directamente con la tecnología, cada vez más
numerosos.
Haciéndose eco de la realidad descrita y con el ánimo de actualizar la regulación procesal
penal en materia de investigación del delito, el legislador decidió hace ahora un año reformar
nuestra más que centenaria y muy modificada Ley de Enjuiciamiento Criminal mediante la
promulgación de la Ley Orgánica 13/2015, de 5 de octubre, de modificación de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal para el fortalecimiento de las garantías procesales y la
regulación de las medidas de investigación tecnológica.
La citada reforma, que entró en vigor dos meses después de su publicación, responde al
objetivo de adaptar la legislación a las formas de delincuencia ligadas al uso de las nuevas
tecnologías mediante la inclusión de una regulación que de cobertura a las nuevas medidas
de investigación tecnológica, en los Capítulos V a VII del Título VIII del Libro II.