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Un Pequeño curso sobre la Oración

1.
Lee atentamente las siguientes preguntas y marca la respuesta que mejor
refleje tu opinión. Después conversa con tus compañeros sobre
las respuestas que has marcado.

A. No creen en Dios
B. No encuentran tiempo
C. No creen que la oración es importante para su vida
D. Otras razones

A. 5% de los jóvenes
B. 20% de los jóvenes
C. 50% de los jóvenes
D. Más del 90% de los jóvenes

A. Todos los días


B. Una vez a la semana
C. Raras veces
D. Jamás

A. Sí
B. No

A. Cuando te sientes solo


B. Cuando necesitas algo
C. Cuando tienes miedo
D. Otros motivos

A. Sí
B. No

A. No encuentro tiempo
B. Me olvido de rezar
C. La oración me aburre
D. En mi casa hay demasiado ruido
E. No sé rezar bien

A. En la Iglesia
B. En la calle
C. En tu casa
D. Otros lugares (Escribe dónde) ______________________________

A. Sí B. No
2.
Una introducción
La oración es un manantial de vida, amor y paz cuando llega a ser una
verdadera experiencia de Dios.

Podemos definir la oración como: "… la elevación del alma hacia


Dios"(Catecismo de la Iglesia Católica); también como “la llave que abre
el corazón de Dios.” (San Pío de Pietralcina)

Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso con


Él. La oración ha acompañado a toda la historia de la salvación como un
diálogo entre Dios y el hombre.

Cuando oramos bien, nos damos cuenta de que con el pasar del tiempo empezamos a ver las cosas
de manera diferente, tal y como las ve Dios.

Todos estamos llamados a orar porque todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Más
aún, Jesús nos enseñó que Dios es nuestro padre y entonces hace falta que nos comuniquemos a
menudo con quien nos dio la vida y nos cuida constantemente.

Por medio de la oración el ser humano llega a conocerse mejor y a conocer más a Dios.

Rezar significa comunicarnos con Dios. Eso implica conversar y escuchar.

Algunos testimonios

“Un amigo que estudiaba conmigo en la universidad se enfermó gravemente y


falleció. Fui a su funeral. Había mucha gente, especialmente jóvenes. Lloramos
mucho y después del entierro regresé a casa. Estaba muy triste. No tenía ganas
ni de comer, ni de ver la tele. Subí al techo de mi casa. Ya era de noche. El
cielo estaba lleno de estrellas. De repente sentí algo en mi corazón que no
puedo describir. Sentí como una presencia especial, algo increíble que me
invitaba a confiar en Dios, creador y padre de todos. Sin darme cuenta estaba
rezando. Desde ese día descubrí que la oración es fuente de paz y
amor.” (Marcos, 21 años)

“Estaba en la sala de emergencias del hospital oncológico. Estaba muy mal


después de dar a luz a mi hija. Sufría físicamente porque el cáncer me estaba
consumiendo. Además, sufría emocionalmente al ver que mi enamorado se
desinteresaba completamente de mí. Sentía cólera y odio en mi corazón hacia
él, hacia la vida, hacia mi hija, hacia Dios. Pero el jueves en la mañana me
desperté a las 5.00 a.m. Algunas aves cantaban en un árbol fuera de la sala de
emergencias. De repente sentí que la vida era hermosa y que Dios me amaba.
De repente la cólera que tenía antes se transformó en paz y tranquilidad y
decidí luchar con todas mis fuerzas contra este cáncer maligno por mi hija, por
mi familia y por mí misma.” (Milagros, 17 años)

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3.
La siguiente anécdota es muy conocida. No es una historia verdadera.
Se parece más a una parábola moderna. Léela con atención y comparte tus
reflexiones con tus amigos.

Un día tuve un sueño... Soñé que estaba


caminando por la playa con el Señor y a través del cielo
pasaban escenas de mi vida.

Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran mías y las
otras del Señor.

Cuando la última escena pasó delante de nosotros, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena, y noté que
muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas.

Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso me perturbó y pregunté:
“Señor, Tú me dijiste, cuando decidí seguirte, que andarías conmigo a lo largo del camino, pero durante los
peores momentos de mi vida, en la arena hay sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tú me dejaste
en las horas en que yo más te necesitaba.”

Entonces, Él, clavando su mirada infinita, me contestó: “Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te
abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente
donde te cargué en mis brazos.”

Reflexiona sobre este cuento y después escribe una oración relacionada con él:

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4.
En la vida ayuda mucho tener modelos, personas que nos pueden
guiar e inspirar para hacer algo bien.
También para orar bien, tenemos personas que nos pueden ayudar.
Muchas de ellas se encuentran en la Biblia.

ABRAHAM Abraham vivió en una época en que


el pueblo creía en muchos dioses.
Dios le habló en lo más profundo de su corazón, pidiéndole que dejara su tierra y fue-
ra en busca de la tierra prometida. Abraham tuvo fe en un Dios que no veía, confió en
un Dios del cual no sabía casi nada, y aceptó cumplir con su voluntad.

MOISÉS
Otro personaje es Moisés. Moisés
tuvo un encuentro muy cercano con
Dios cuando se le manifestó en una zarza ardiente. Moisés reconoció la señal, y aunque
tuvo miedo de la gran responsabilidad que Dios quería otorgarle, aceptó.

EL REY DAVID
El rey David, por medio de los salmos,
compartía toda su vida con Dios: sus
gozos y sufrimientos, sus victorias y sus derrotas, sus fortalezas y sus debilidades. Para él,
Dios era un padre bondadoso, siempre cercano, que nos guiaba por el buen camino.

LA VIRGEN MARÍA El mejor modelo que encontramos en la


Biblia es la Virgen María. Su corazón,
con humildad y sencillez, era el mejor terreno en el cual Dios podía comunicarse y encar-
narse. El silencio de María, su profunda fe y su determinación de cumplir siempre con la
voluntad de Dios hacen de ella un gran modelo para nosotros.

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5.
Aunque Jesús era el Hijo de Dios, sentía la necesidad de orar. Para él, la oración
significaba entrar en comunicación con su Padre, y seguir descubriendo la misión
que tenía encomendada para él. Por eso, es un modelo de oración para nosotros.

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¿

Jesús, quien era a la vez Dios y hombre, se familiarizó, como


los demás niños judíos de su tiempo, con los ritos y formas de
oración de su pueblo, Israel. Pero, como se manifestó en el episodio
de Jesús a los doce años en el templo (Lc 2,41-55), había algo en él
que no podía venir del aprendizaje: una unión original, honda y
única con Dios, su Padre del cielo. Jesús, como todas las personas, esperaba el mundo nuevo y oraba
a Dios. Pero al mismo tiempo era también parte de ese otro mundo.

En los momentos decisivos (las


tentaciones en el desierto, la elección de los apóstoles, la muerte en la Cruz)
su oración fue especialmente intensa. A menudo se retiraba en soledad para
orar, especialmente por la noche. Ser uno con el Padre en el Espíritu Santo: ese
fue el hilo conductor de su vida terrenal.

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Los discípulos, quienes vivían en


comunión con Jesús, aprendieron a orar escuchando
e imitándolo pues su vida era toda ella oración. Tal como
él, ellos tenían que estar vigilantes, luchar por tener un
corazón puro, dar todo para que llegara el reino de Dios,
perdonar a sus enemigos, confiar en Dios hasta la osadía y
poner su amor por encima de todo. En este ejemplo de
entrega, Jesús invitó a sus discípulos a llamar al Dios
omnipotente «Abbá, papá». Si oramos con el espíritu de
Jesús, especialmente el Padrenuestro, seguimos sus pasos
y podemos estar seguros de que llegamos infaliblemente
al corazón del Padre.
6.
Hay varias formas de oración. Hoy vamos a descubrir las tres formas más
conocidas: la Oración Vocal, la Meditación y la Contemplación.

La oración vocal

En la oración no sólo debemos tener pensamientos piadosos.


Debemos expresar lo que nos preocupa y ponerlo ante nuestro Dios
como queja, ruego, alabanza o acción de gracias. A menudo son las
grandes oraciones vocales -los salmos y los himnos de la Sagrada
Escritura, el padrenuestro, el avemaría- las que nos indican los
verdaderos contenidos de la oración.

La meditación

No se pueden «leer» las imágenes y los textos sagrados como se lee un


periódico. Hay que meditarlos, es decir, hay que elevar el corazón a Dios
y decirle: “ahora estoy totalmente abierto a como Tú quieras hablarme
por medio de lo que he leído y observado.” Además de las Sagradas Escrituras,
hay muchos textos que nos conducen a Dios, apropiados para la meditación.

En la meditación, un cristiano busca el silencio para experimentar la cer-


canía de Dios y encontrar la paz en su presencia. Espera la experiencia
palpable de su presencia como un regalo inmerecido de su gracia; no la espera como producto de una
determinada técnica de meditación.

La contemplación

La oración de contemplación es amor, silencio, escucha y


estar ante Dios.
Para la oración de contemplación hace falta tiempo, decisión y
ante todo un corazón puro. Es la entrega pobre y humilde de una
criatura, que, dejando caer todas las máscaras, cree en el amor y
busca con el corazón a su Dios. La oración de la Contemplación es
denominada frecuentemente oración interior y oración del corazón.
7.
Dios quiere comunicarse con nosotros en todas las circunstancias de nuestra vida:
en nuestras preocupaciones, necesidades, emociones
y también nuestros talentos.
Por eso hay diferentes formas de oración – bendición, adoración, petición,
arrepentimiento, intercesión, agradecimiento, alabanza - todas están relacionadas
con las diferentes circunstancias en las cuales podemos encontrarnos.

Agradecimiento Es una forma de oración


en la que reconocemos las maravillas
que nuestro Dios nos ha otorgado y le
agradecemos por todo. Esta es una forma de oración que muchos olvidan hacerla, como
muestra el relato de los 10 leprosos.

Bendición Es Dios quien nos bendice pero


nosotros podemos reciprocarle esta
bendición con alegría y gratitud. Nues-
tra oración de bendición por todo lo que Dios hace con nosotros sube a Dios Padre en el
Espíritu Santo por medio de nuestro Señor Jesucristo. Es muy saludable utilizar esta forma
de oración para bendecir la comida y para bendecir a nuestros seres queridos

Es una forma de oración


petición
utilizada cuando necesitamos
pedirle algo a Dios. Es la for-
ma más utilizada y más espontánea. Sale de manera natural de lo más profundo
de nuestro corazón, y expresa nuestra dependencia de Dios. En la oración de
petición, nosotros pedimos con fe alguna gracia especial que necesitamos para
nosotros mismos o para otras personas. Fue el mismo Jesús quien nos invitó a
pedirle a Dios por lo que necesitamos, pero las personas que utilizan solo esta manera de oración resultan
ser un poco egoístas y desagradecidas.

INTERCESIÓN Es muy parecida a la petición. Signi-


fica que pedimos a Dios para que
ayude a otra persona. Es una manera
de expresar nuestro amor hacia los demás, especialmente aquellos que se encuentran en
dificultades o lejos de Dios.

Cuando adoramos a Dios estamos


adoración
agradeciéndole por crearnos y nos
presentamos ante Él. Nuestra adoración a
Dios puede tomar muchas formas como cantos, oraciones vocales o silencio. Preferible-
mente se utiliza esta forma de oración ante el Sagrario.
8.
En la oración personal nos comunicamos con Dios por medio de palabras
que nacen dentro de nuestros corazones. Es una conversación con Dios
que con el pasar del tiempo nos permite profundizar
nuestra relación con Él .
Aquí tienes algunas sugerencias:

Selecciona el mejor momento para tu oración


personal e inclúyelo en tu horario. Deja que sea el momento, en que la somnolencia, el
cansancio o las llamadas del exterior no te perturben. Para la mayoría de la gente el
mejor momento es temprano en la mañana. Intenta orar cada día a una hora fija para
que se pueda convertir en un hábito en ti. ¡Qué maravilloso es poderse encontrar con el Señor a la misma
hora cada día!

Para hacer eso debemos ser


disciplinados, y no orar solamente cuando
tengamos ganas. Recuerda que no puedes lograr
ninguna meta sin un esfuerzo continuo y si te
dejas llevar por los deseos.

La oración personal no es
recitar oraciones que has aprendido de memoria,
no es recitar el rosario, o leer la Biblia, no es el
momento de rezar por otros, ni rezar ante una
imagen o ante una estatua. Están tú y tu Dios solos; es cerrar la puerta
de tus ojos y oídos y entrar en el santuario de tu corazón en donde te
encuentras con el Padre y el Hijo a través del Espíritu Santo.

Para orar bien tienes que buscar un lugar donde haya


silencio. Apaga la radio, el celular, y la tele. Encuentra una posición cómoda pero que
no sea demasiado cómoda (si no, puedes terminar durmiendo). Cierra los ojos y con la
ayuda de tu imaginación empieza a pensar en Dios, o en Jesús o en la Virgen María.

Empieza a hablarle como si estuvieras hablando


con un amigo. Dedica un tiempo pidiéndole al Señor que te cure de tus pasadas y
presentes heridas del corazón. Llévale todos los recuerdos que te hieren y cúrate a
través de las heridas de Cristo. Presenta tus sentimientos heridos, tus sentimientos de
rechazo, desamor, temor, ansiedad y complejo de inferioridad delante de las heridas del Señor y reclama tu
curación del corazón. Preséntale las cicatrices de tus pecados pasados, culpa, tristeza, etc. Durante este
tiempo puedes pedir también tus propias curaciones físicas si ese fuese el caso.

Recuerda que la oración no es un monólogo sino un diálogo. Entonces


después de hablar, quédate en silencio para escuchar su voz.

Establece intimidad con el Señor en tu corazón. Durante este tiempo


puedes tomar decisiones con Él para ese día, para que todo lo que hagas sea según Su
voluntad. Si el Señor te dice que no hagas ciertas cosas, sé obediente. Llénate con
tanta gracia como te sea posible para que puedas caminar en Su gracia y amor.
9.
La Biblia es la Palabra de Dios. Desde los primeros siglos, los cristianos la
utilizaron para orar y para escuchar el mensaje de Dios. A lo largo de los
siglos, se desarrolló una manera especial de orar con la Biblia llamada la
LECTIO DIVINA. Aquí te presentamos una versión sencilla.

1. Lectura (lectio) Invoca al Espíritu Santo para


que Él sea tu Maestro en
este momento de tu Lectio
Divina. Él es el autor de la Biblia; entonces no hay mejor maestro que Él.
Escoge un pasaje significativo, que no sea demasiado largo. Lo ideal
sería tomar, por ejemplo, un evangelio, o una carta, y cada vez que oras
con la Biblia, puedes leer la parte siguiente.
Puedes leer lentamente el texto, una y otra vez. Si quieres, en vez de leer, puedes copiarlo a mano.

Después de haber leído el


pasaje por dos o tres ve- 2. meditación (meditatio)
ces, escoge una frase o
una oración que te impresionó.
Repite esta frase en lo profundo de tu corazón para que se asimile con tu ser, con
tu espíritu.
En este momento experimentarás, como Santa Teresita, que con una palabra o
dos, con un versículo o dos, el Señor ya "te tocó" te regaló su enseñanza, y ya
posees el alimento para "rumiar" durante tu jornada. Experimentarás el deseo de
hablarle al Señor y ahora es cuando estás entrando por el camino de la Oratio.

3. oración (oratio) Ahora, después de haber escuchado


la palabra de Dios, es tu turno.
Es hora de dirigir tus pensamientos a Dios. En la soledad de tu corazón puedes
decirle a Dios todo lo que quieres con amor devoto y humilde.
La Oratio nos capacita para dialogar con Dios y nos permite conquistar su
amistad, dado que ordena a Él nuestro amor. En la Lectio, Dios nos habla a
nosotros y en la Oratio nosotros le hablamos a Dios.

Hemos llegado a la última etapa. 4. contemplación (contemplatio)


Ahora, después de haber conversa-
do con Dios, quédate en silencio,
en presencia de Dios.
Esta es la oración de silencio, de reposo, de presencia de Dios, de fe pura, oración únicamente del
corazón, en la que tanto la mente, como los labios, permanecen sosegados y únicamente fijamos la mi-
rada en el Señor; mientras el corazón se ensancha en oración silenciosa.
10.
Nosotros los Católicos tenemos muchas oraciones preciosas. Con estas oraciones
nos podemos dirigir hacia nuestro Padre Celestial, hacia nuestro señor Jesús,
hacia el Espíritu Santo, hacia la Virgen María y hacia los Santos. Sin embargo, la
oración más importante es, sin duda, el Padrenuestro.

El Padrenuestro surgió por la petición


de los discípulos de
Jesús, quienes veían
orar a su Maestro y
querían aprender del mismo Jesús cómo se oraba bien.
El Padrenuestro es la única oración que Jesús mismo enseñó a sus discípu-
los (Mt 6,9-13; Lc 11,2-4). Por eso, el Padrenuestro se llama también «la
oración del Señor». Cristianos de todas las confesiones la rezan a diario,
tanto en las celebraciones litúrgicas como en privado.

El
Padrenuestro
consiste en
siete peticiones
al Padre
misericordioso del cielo. Las tres primeras peticiones se refieren a Dios y a
cómo debemos servirle. Las últimas cuatro peticiones llevan nuestras necesidades humanas
fundamentales ante nuestro Padre del cielo.

El Padrenuestro es “la más perfecta de todas las oracio-


nes” (Santo Tomás de Aquino) y “el resumen de todo el
Evangelio” (Tertuliano).
El Padrenuestro es más que una oración, es un camino que
conduce directamente al corazón de nuestro Padre. Los pri-
meros cristianos pronunciaban esta oración fundamental de
la Iglesia, la cual es entregada a cada cristiano en el Bautis-
mo, tres veces al día. Y, entre nosotros, no debe pasar ningún
día en el que no intentemos pronunciar la oración del Señor,
recogerla en el corazón y hacerla verdad en nuestra vida.
11.
A veces pensamos que rezar significa pedirle a Dios lo que necesitamos. En el
Padre Nuestro, Jesús nos enseña que no es así. Es cierto que debemos expresar
nuestras necesidades, pero primero debemos buscar el Reino de Dios. De hecho,
las primeras tres partes del Padrenuestro nos invitan a buscar la santificación
del nombre de Dios, la venida de su reino y también su voluntad.

Santificar el Nombre
de Dios quiere
decir ponerlo por
encima de todo.
El «nombre» en las Sagradas Escrituras señala la verdadera esencia de una perso-
na. Santificar el nombre de Dios significa hacer justicia a su realidad, reconocerlo, alabarlo,
hacerlo respetar y honrar, y vivir conforme a sus mandamientos.

Cuando decimos «venga a


nosotros tu reino»,
pedimos que
Cristo regrese, como ha prometido, y que se implante definitivamente
la soberanía de Dios, que ya comenzó aquí. A la vez nos comprometemos a
construir el reino de Dios.

Cuando oramos para que se


cumpla universal-
mente la voluntad
de Dios, pedimos
que en la tierra y
en nuestro propio corazón todo sea como está en el cielo.
Si nos apoyamos en nuestros propios planes, en nuestros deseos y en nuestras ideas, la
tierra no se podrá convertir en el cielo. Uno quiere esto, el otro quiere lo otro. Pero nuestra
felicidad la encontramos cuando queremos conjuntamente lo que Dios quiere. Orar es hacer sitio
en esta tierra, paso a paso, a la voluntad de Dios.

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Libertad
12.
Después de buscar a Dios, en las cuatro peticiones que siguen en el Padre-
nuestro, nos dirigimos a Él pidiéndole que nos dé nuestro pan de cada día, que
perdone nuestros pecados, que nos ayude en las tentaciones y que nos libere
de todo el mal. ¡Comprendamos un poco más estas peticiones!

Pedir el pan de cada día nos convierte en personas que lo esperan


todo de la bondad de su padre celestial, también los bienes
materiales y espirituales necesarios para vivir. Ningún cristiano
puede formular esta petición sin pensar en su responsabilidad real
por todos aquellos a quienes en el mundo les falta lo
necesario para vivir.

El perdón misericordioso, que nosotros concedemos


a otros y que buscamos nosotros mismos, es indivisi-
ble. Si nosotros mismos no somos misericordiosos y
no nos perdonamos mutuamente, la misericordia de
Dios no puede entrar en nuestro corazón.
Muchas personas tienen que luchar durante toda la vida para
poder perdonar. El bloqueo profundo de la intransigencia sólo
se disuelve finalmente mirando a Dios, quien nos ha aceptado
«siendo nosotros todavía pecadores» (Rom 5,8). Dado que
tenemos un Padre bondadoso, son posibles el perdón y la vida
reconciliada.

Como cada día estamos en peligro de caer en pecado y decir


no a Dios, le suplicamos que no nos deje indefensos ante el
poder de la tentación.
Jesús, que experimentó él mismo la tentación, sabe que los
hombres somos débiles, que solo con nuestras fuerzas no
podemos enfrentarnos al mal. Él nos regala esta petición
del Padrenuestro, que nos enseña a confiar en la ayuda de
Dios en la hora de la prueba.

Con «el mal» no se habla en el Padrenuestro de una fuerza


espiritual o energía negativa, sino del mal en persona que las
Sagradas Escrituras conocen bajo el nombre de tentador,
padre de la mentira, Satanás o diablo.
Nadie negará que el mal en el mundo tiene un poder
devastador, que estamos rodeados de insinuaciones
diabólicas, que en la historia se desarrollan a menudo
procesos demoníacos. Sólo las Sagradas Escrituras llaman a
las cosas por su nombre: «Porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los
principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas» (Ef 6,12). La petición
del Padrenuestro de ser liberados del mal pone ante Dios toda la miseria de este mundo y suplica que Dios, el
Todopoderoso, nos libere de todos los males.

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